Professional Documents
Culture Documents
NEREA VARA
Título: Inevitable.
© 2023, Nerea Vara.
De la maquetación: 2023, Nerea Vara.
De la cubierta: 2023, Nerea Vara.
Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción
total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema
informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier
medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin
autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La
infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la
propiedad intelectual. El copyright estimula la creatividad, defiende la
diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la
libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una
edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al
no reproducir, escanear ni distribuir ninguna parte de esta obra por
ningún medio sin permiso.
“Este libro es para todas las personas que fueron valientes,
las que aceptaron que necesitaban ayuda
y las que dejaron que el amor bonito lo consumiese todo.”
AVISO DE CONTENIDO.
En este libro encontrarás temas como la ansiedad, el estrés y los traumas; así como contenido
explícito de drogas, violencia y sexo.
INDICE
1. UN ORGASMO, UNA EXPULSIÓN Y UN PROFESOR DESQUICIADO
2. UN EXHIBICIONISTA, UN ENCONTRONAZO Y MUCHO CORTISOL
3. UN PACTO FALLIDO, EXPULSIÓN Y UNA CITA DE VIERNES
4. UN NOVIO DESCONFIADO, UN ENFRENTAMIENTO EN LA PLAYA Y UN ÁTICO
DE ENSUEÑO
5. UNA PRESENTACIÓN, UNA BORRACHERA Y UN NOVIO CABREADO
6. CANCIONES BAJO LA DUCHA, UN SUSPENSO Y UNOS AMIGOS QUE VALEN
ORO
7. UNA MOTO AVERIADA, INSINUACIONES CONFUSAS Y UNA TORMENTA MUY
OPORTUNA
8. MUCHO ALCOHOL, ALGÚN PECADO Y UN FATÍDICO VIERNES
9. LECCIONES PATERNALES, CONFESIONES Y LA HABITACIÓN 305
10. NEGACIONES, UNA SORPRESA DE FLAGSTAFF Y UN ORGASMO COMPARTIDO
11. JUSTIFICACIONES, CONSEJOS DE AMIGOS Y UN LÍO DE COJONES
12. NOCHE DE CARRERAS, ENCUENTROS INCÓMODOS Y UN PERRO BÓXER
13. PESADILLAS NOCTURNAS, UNA SONRISA PERVERTIDA Y ALGO INESPERADO
14. UN FIN DE SEMANA EN SAUSALITO, TRABAJOS FORZADOS Y CARAMELOS
15. UNA PELEA, UN ENCUENTRO NOCTURNO Y MUCHA SINCERIDAD
16. DEDOS SUBMARINOS, BESOS INTERRUMPIDOS Y MUCHA CULPABILIDAD
17. ALGUNOS REPROCHES, UN JUEGO DE ALTO VOLTAJE Y MUCHAS VERDADES
18. LA HOSTIA DE MOLLY, CONFESIONES INESPERADAS Y UN BESO CORTADO
19. UN ROBO, UNA PALIZA Y MUCHA CULPABILIDAD
20. LA GUARIDA DEL PERRO, UN DESCUBRIMIENTO INESPERADO Y MIL
EXCUSAS
21. UN PACTO CON EL DIABLO, CONFESIONES ENTRE PRIMOS Y MUCHAS
MENTIRAS
22. EL RENACER DEL PHOENIX – Parte 1
23. EL RENACER DEL PHOENIX – Parte 2
24. UN ABRAZO PARA RECORDAR Y UNA PRIMERA VEZ PARA NO OLVIDAR
25. TRES CONDICIONES, AMENAZAS Y MÁS MENTIRAS
26. UN ATISBO DE ESPERANZA, UNA CAMPANILLA OFENDIDA Y MUCHOS
NERVIOS
27. LA SEMILLA DE UNA LEYENDA Y UNA PREMIERE QUE TERMINA EN EL
BAÑO
28. UN DESLIZ SACADO DE CONTEXTO Y UNA DUCHA REVELADORA
29. MIEDOS, DESESPERACIÓN Y MUCHO DRAMA
30. ROTOS
31. SEGUNDA CARRERA Y UNA CONFESIÓN QUE ME DESTROZA
32. DESESPERACIÓN Y CÓMO ODIARTE A TI MISMA PARTE CINCO
33. UNA BAJADA DE DEFENSAS Y UN CAMBIO DE ACTITUD
34. UNA FIESTA DE HALLOWEEN CARGADITA DE EMOCIONES Y CAGADAS
35. ESE COÑO ES MÍO, Y NADIE TOCA LO QUE ES MÍO, CHELSEA
36. ¿HASTA CUÁNDO?
37. ALL YOU NEED IS SEX
38. UNA CHARLA ENTRE AMIGOS, UN DESCAMPADO Y UNAS BRAGAS
39. ESTO SE VA A TERMINAR AQUÍ Y AHORA
40. UN DESCUBRIMIENTO, RECLAMOS PATERNALES Y EL VIEJO ANFITEATRO
41. REVELACIONES, UNA CONVERSACIÓN PROFUNDA Y UNA CARRERA
CARGADA DE SORPRESAS
42. TÚ ERES MI PASIÓN, LAS MOTOS SOLO SON MOTOS
43. EL CIERRE DE UNA ETAPA Y UNA CITA INESPERADA
44. NO MÁS MENTIRAS Y UN GIRO DRAMÁTICO DE LOS ACONTECIMIENTOS
45. JOSH Y WENDY EN ACCIÓN REACCIÓN
46. CONOCIENDO A LA SUEGRA
47. LA ÚLTIMA CARRERA Y MUCHOS DESCUBRIMIENTOS
48. ESTO SE ACABA
OTRAS OBRAS DE LA AUTORA
1. UN ORGASMO, UNA EXPULSIÓN Y UN
PROFESOR DESQUICIADO
COLTON
Sí, bueno, es lo que hay, cuando le dije a mis padres que sí iría a la
universidad, insistieron en que me quedase a vivir con ellos en el ático, pero
el campus queda bastante lejos y no estaba dispuesto a perder una hora cada
día en ir y venir, así que opté por arriesgarme y quedarme en la residencia
como cualquier otro estudiante. Debo decir que las que suben fotos mías
con esos comentarios suelen ser las de primer año, el resto ya están
acostumbradas a mi presencia. Yo intento ser agradable con todo el mundo,
y si mi fama puede ayudar en algo como conseguir entradas para conciertos,
entrar en fiestas privadas o convencer a la profesora de que retrase el
examen a cambio de una foto firmada para su hija, pues sí, lo aprovecho.
—¡Corre, tío, que nos cierra la puta puerta! —grita Boston unos
metros por delante.
—Por los pelos, Matthews. —El profesor de Finanzas me señala con el
dedo y yo me disculpo con un gesto de las manos.
Boston me mira con los ojos entornados cuando ya estamos sentados
en nuestros sitios, seguro que Chelsea ya le ha ido con el cuento de que ha
estado medio desnuda esperando en el pasillo a que su compañera de
habitación la dejase entrar.
—¿Qué pasa contigo, tío? —susurra a mi lado. Dios, su novia es tan
predecible.
—¿De qué hablas? —Lo miro sorprendido y utilizo mis dotes de actor.
—Sabes de sobra de qué hablo, no vayas de Fiera conmigo.
Río en voz baja y pido perdón con la mano al profesor cuando me echa
una miradita de advertencia por encima de sus gafas antes de continuar con
la clase. "Fiera" es el nombre que tenía mi personaje en la serie que
terminamos de grabar el verano pasado, fue un éxito a nivel mundial y,
bueno, a veces me siguen llamando así y no me molesta, al contrario, me
hace gracia.
—Lo siento, he intentado que Lena se corriese antes, pero creo que
tengo que practicar más, tal vez la llame de nuevo cuando...
—Señor Matthews —habla el profesor alzando la voz—. Estamos en
la primera semana de clase y ya estoy harto de usted. Concédanos el honor
de compartir con el resto el motivo de su conversación. —Se cruza de
brazos y Boston alza una ceja con diversión, yo asiento y me aclaro la voz
ante la atenta mirada de toda la clase y, para no variar, unas cuantas cámaras
de móviles apuntándome.
—Cómo no, señor. —Me recuesto en mi asiento y vuelvo a mirar a mi
colega, que está negando con la cabeza pensando que no tendré huevos de
decir en voz alta lo que acabo de decirle a él—. Verá, he llegado tarde a
clase porque estaba fo... practicando sexo con una preciosa mujer. He
intentado que su orgasmo llegase lo antes posible para...
—¡Basta! —grita para interrumpirme, pero prosigo por las miradas de
diversión de mis compañeros.
—...para no llegar tarde, sin embargo, creo que debo practicar un poco
más porque...
—¡He dicho que es suficiente! Salga de mi clase ahora mismo. —
Señala la puerta con el dedo y el rostro completamente enrojecido, seguro
que por una mezcla de ira y vergüenza.
Las cámaras siguen retratando el momento, pero yo hace años que
aprendí a ignorarlas; me pongo en pie sin dejar de sonreír y Boston me da
un empujón amistoso mientras baja las escaleras del aula conmigo. Esto no
es el instituto, aquí si quieres vas a clase y si no, es tu responsabilidad, lo
que cuenta son los exámenes finales. Por suerte, ser Colton Matthews tiene
sus ventajas, como que, si me pierdo alguna clase, siempre hay alguna chica
que me busca para dejarme sus apuntes y, por supuesto, también a Boston.
Digamos que uno de los motivos por los que Chelsea me odia es que
su novio pasa mucho tiempo conmigo y está celosa, no soporta saber que
está rodeado de chicas todo el día y que recibe casi el mismo número de
proposiciones que yo. A pesar de eso, siempre he creído que su miedo de
que Boston le sea infiel no es otro que el reflejo de sí misma... Más de dos y
más de tres veces nos han llegado rumores muy sonados en el campus de
que Chelsea se ve con uno o con otro a escondidas. Boston no quiere ni oír
hablar del tema, dice que ella siempre se lo niega y que se pone a la
defensiva recriminándole que no confía en ella. Yo no puedo ni verla, me
pone de los nervios tenerla cerca, juro que montaría la fiesta del siglo si mi
amigo se decidiese a dejarla de una vez.
—¿Qué haces fuera de clase?
Hablando de la reina de Roma. Dios, parece que tiene un puto radar
para saber cuándo su novio está haciendo algo que, según ella, no debería.
—Nos han echado. —Se encoge de hombros y se acerca para darle un
beso, pero ella retrocede y alza una ceja.
—¿Os han echado o han echado a este y tú te has ido con él?
—Este tiene nombre —intervengo levantando la mano—. A ver si le
enseñas un poquito de educación a tu chica —pido a mi amigo, y le doy un
toquecito en la barbilla a Chelsea mientras le guiño un ojo y paso por su
lado para largarme.
—¡Que te jodan! —grita a mi espalda, yo solo río y sigo mi camino,
tengo dos horas libres hasta mi próxima clase, creo que me da tiempo a
tomar un rato el sol.
2. UN EXHIBICIONISTA, UN ENCONTRONAZO Y
MUCHO CORTISOL
CHELSEA
Siento cómo me cosquillean los dedos de las manos por la rabia que le
tengo, pero, aun así, tardo más de lo debido en devolverle la atención a mi
novio porque me quedo mirándole el trasero. Siempre he pensado que está
sobrevalorado, que las mujeres le dan más atención de la que merece y que
lo adoran porque no lo conocen, solo conocen al "Fiera", ese jodido
personaje ficticio que le dio la fama que tiene ahora. Yo, en cambio, le
tengo calado desde hace mucho, y no soporto que Boston pase tanto tiempo
con él ni con todas las chicas que babean por sus huesos. Que sí, que Colton
está muy bueno, tengo ojos en la cara, pero es un creído y un niñato
caprichoso que consigue todo lo que quiere gracias a tu fama.
—¿Tanto te cuesta llevarte bien con él?
—¿Eh? —Me giro para mirar a Boston, no he escuchado lo que me ha
dicho.
—Que si tanto te cuesta llevarte bien con él.
—Sí, más de lo que imaginas.
—¿Por qué? —Alza las cejas interrogante, sé que esto es importante
para él, pero es superior a mis fuerzas—. Si no te ha hecho nada, Chels.
—No lo sé, igual el hecho de que me haya quedado semi desnuda en la
puerta de mi dormitorio esperando que terminase de echar un polvo con mi
compañera para dejarme entrar, tiene algo que ver —espeto frunciendo el
ceño.
—Eso ha sido hoy.
—Y más días, lo sabes de sobra. De una forma u otra, lo que hace
termina por perjudicarme.
—Bueno, pues intenta hacer como que no existe y él hará lo mismo.
—Eso es imposible. —Suspiro y pasa un brazo por detrás de mis
hombros para instarme a caminar.
—Pronto será el reparto de habitaciones. Solo falta que terminen la
ampliación de la nueva residencia y, con un poco de suerte, te tocará con
una chica que a Colton no le guste, así no volverás a quedarte fuera. —Sé
que trata de bromear, pero a mí no me hace ninguna gracia, aunque sonrío
igualmente porque él no tiene la culpa de que su mejor amigo y yo no
podamos ni vernos.
—O podría tocarnos juntos —comento deteniéndome para darle un
beso y un abrazo.
—También es una posibilidad. —Sonríe mientras hace un gesto con
los labios—. Es lo bueno de que la residencia sea mixta. Aunque debo
reconocer que solo de pensar que te pueda tocar con otro tío… Me enfermo.
—¿Ya estás otra vez con eso? —Me aparto suspirando—. Últimamente
solo piensas en que me vaya con unos o con otros, ¿qué te pasa?
—Lo siento, princesa, supongo que es el miedo de perderte. —Me da
un rápido beso y trata de hacerme reír—. Sabes que estoy loco por ti,
¿verdad? Que haría cualquier cosa por verte feliz.
—Y yo por ti, Boston. Pero tienes que dejar de ser tan asfixiante, a
veces siento que no puedo darte todo lo que quieres, es que… siento que no
cumplo con tus expectativas.
—No quiero que vuelvas a decir eso —pide con seriedad—, eres
mucho más de lo que nunca hubiese deseado, Chels.
—Yo… te quiero, pero necesito que me des un poco más de espacio,
¿te parece mal? —Sostengo su barbilla para buscar sus ojos cuando aparta
la mirada decepcionado—. Eh, dime algo.
—Lo siento si te agobio, solo quiero pasar tiempo con mi novia, pero
si tú no quieres lo mismo, pues tal vez deberíamos…
—¡Feliz viernes por la mañana! —exclama uno de sus amigos de
repente.
A él se unen también Blake, Emilia y John, tres amigos más de Colton
y de Boston, de modo que digamos que yo también tengo relación con ellos,
a pesar de que mi círculo de amigos sea más bien pequeño y ajeno a ellos.
Bueno, de hecho, lo conforman únicamente Olivia y Peter, mis mejores
amigos.
—¿Tú no tenías clase ahora? —inquiere Blake después de dedicarme
una sonrisa a mí, es una chica bastante agradable.
—Sí, pero a Colton y a mí nos han echado—explica mi novio
pareciendo dejar a un lado el hecho de que ha estado a punto de dejarme
hace unos segundos. Su amiga alza una ceja y Boston ríe—. Vale, pues lo
han echado a él y yo a mí no me apetecía quedarme.
—Eso ya me cuadra más.
—Tiene huevos para ponerse así en medio del campus. —Ember ríe y
señala con la cabeza un punto al otro lado de las jardineras, donde varias
chicas se arremolinas unos metros más allá.
—Dios, cómo le gusta llamar la atención —suelto al ver que se trata de
Colton tomando el sol sin camiseta sobre la hierba—. Me voy a buscar a
Olivia y a Peter, luego hablamos… —Sostengo la mirada de mi todavía
novio y entro en la cafetería.
Cojo un plato para ponerme un par de tostadas con mermelada y un
café de la máquina, y paso entre las mesas hasta llegar donde suelo
desayunar con ellos cada mañana. Decido no contarles nada de lo que acaba
de suceder porque realmente no he entendido una mierda.
—Buenos días, reina —saludo a Peter y señalo su larga melena—.
¿Tocaba el azul? Pensé que era el rojo. Por cierto, ¿dónde está Livi?
—Es que se me acabó el tinte, tía, he tenido que cambiar los planes —
explica y saca la lengua para enseñarme el piercing que se ha puesto del
mismo color que el pelo, es como una especie de TOC que tiene, el tener
que ir siempre conjuntado—. Livi ha ido a cambiarse la ropa, se ha tirado el
café por encima —ríe mientras parte su sándwich de bacon y queso con un
cuchillo.
—No jodas, eso no se quita. Va a estar contenta el resto del día —
comento antes de dar un bocado.
—¿Has visto esto? —Coloca la pantalla de su teléfono frente a mi
cara, casi dándome con él en la nariz.
Trago y sujeto su muñeca para que lo aleje, y pongo los ojos en blanco
al ver la imagen de Colton tumbado en el césped. Peter está que babea por
él, y no es algo de ahora, ya se enamoró platónicamente cuando lo vio en la
serie, pero cuando después descubrió que compartiría universidad con él,
casi le da un síncope.
—Por favor, ¿podemos dejar el tema Colton por una mañana? No
puedo más con él.
—¿Qué te pasa, amor? Estás más gruñona que de costumbre.
—Zorra —digo tirándole una cáscara de la mandarina que le he robado
y ahora estoy pelando.
—Es broma, si tú eres la alegría de la huerta. —Su risa detona la mía y
no puedo evitar dejarme llevar por su incansable personalidad vitamina.
Peter es mi persona refugio, esa a la que siempre acudo cuando
necesito sentirme mejor, cuando no me aguanto ni a mí misma o estoy tan
saturada de todo que necesito desconectar. Bueno, aunque si se trata de
Colton Matthews, mejor pedir el apoyo de Liv porque Peter está bajo el
embrujo de ese imbécil desde antes de conocerme.
—En serio, ¿qué te pasa? ¿Has discutido con Boston? —insiste cuando
terminamos de reír—. ¿Sigue igual de capullo que últimamente?
—No. O sea, sí, bueno, no es un capullo, no te pases —le advierto—,
simplemente es un poco asfixiante, no entiendo qué le está pasando, antes
no era tan…
—¿Celoso? —me interrumpe—. ¿Controlador? ¿Posesivo?
—Vale, ha quedado claro tu opinión sobre su comportamiento. —
Chasqueo la lengua y suspiro mientras apoyo los codos en la mesa.
—Lo siento, pero es la verdad. Hace tiempo que no te trata como
debería, esos enfrentamientos constantes y la presión por follar, debería
metérsela por el…
—¡Peter! —Le regaño haciendo un gesto con la cara—. No me comas
más la cabeza.
—No te como la cabeza, amor, es la verdad y lo sabes. Deberías
dejarlo y centrarte en ti misma, no necesitas a ningún tío para ser feliz.
—¡Mira quién fue a hablar! —exclamo comenzando a reír—. Si te ha
faltado tiempo para enseñarme la foto de ese creído sin camiseta. A ver,
dime, ¿con cuántos tíos estás hablando actualmente? —Arqueo una ceja,
me fulmina con la mirada y de nuevo rompemos a reír.
—¡Es solo porque soy un romántico! —Se excusa al mismo tiempo
que me muestra su dedo corazón—. Además, no estamos hablando de mí,
sino de ti. —El gesto serio regresa a su cara, formo una línea con los labios
y me encojo de hombros—. No te hace bien, girl, delante de la gente parece
que es el novio perfecto, pero tiene una obsesión contigo más grande que la
mía por Lady Gaga. Hasta me ofende que no seas capaz de darte cuenta
después de las notas que sacas en psicología, asquerosa.
—Bueno, tú también deberías saber que no se puede ser objetivo
cuando estás dentro de la relación.
—¡O sea que lo reconoces! —grita celebrando su victoria.
—Que no, que me dejes en paz ya, de verdad. Y no estoy cabreada
porque haya discutido con Boston, lo estoy porque esta mañana, cuando he
vuelto a mi habitación después de ducharme, me he encontrado con la
puerta bloqueada y Lena no me abría. ¿Adivinas por qué?
—No te creo. —Sonríe y se cubre la boca con una mano, sus uñas de
dos centímetros con una perfecta manicura francesa me hacen recordar que
ya es hora de que arregle las mías.
—Pues créetelo. Colton se ha debido de colar cuando ha visto que me
iba al baño, y me han tenido más de veinte minutos aporreando la puerta,
con la toalla alrededor de mi cuerpo y el pelo chorreando, mientras
escuchaba los aullidos de Lena dentro.
—Lo siento —dice cuando rompe a reír y yo la fulmino con la mirada
—. Perdona, tía, es que te imagino y no puedo. —Continúa desternillándose
hasta el punto de que los de la mesa de al lado lo miran. Yo ya estoy
acostumbrada a su escandalosa risa, de modo que lo único que me molesta
es que lo esté haciendo a mi costa.
—Estoy harta de él, ojalá lo expulsaran o se fuese a vivir fuera del
campus. ¿No tiene tanto dinero? ¡Pues que se compre una mansión y se
largue! —exclamo más alto de lo que pretendía.
—Si me voy tan lejos, ¿quién iba a disparar tu cortisol? —Su
inconfundible voz me hace cerrar los ojos y apretar el vaso de cartón,
menos mal que ya no quedaba café dentro—. Era el cortisol, ¿no? La
hormona del estrés —pregunta mientras se sienta a mi lado, Peter solo
asiente con una sonrisa bobalicona.
Yo me limito a girar mi rostro hacia él y mirarlo fijamente. Trato de
que mis ojos le transmitan todo lo malo que provoca en mí, cómo,
efectivamente, dispara mi cortisol y provoca que me vuelva una persona
gruñona, malhumorada y mal hablada, algo que juro que no me define
como persona. Sin embargo, es lo que él provoca. Para mi desgracia, lo que
más me cabrea es ver cómo permanece igual de quieto que yo, con la
diferencia de que él mantiene una perfecta sonrisa en su rostro. Con unos
labios ligeramente gruesos, aunque sin llegar a ser exagerado, y de un color
rojizo como cuando los pintan en los sets de rodaje. Él siempre ha dicho
que es su color natural y, o se los pinta cada mañana antes de salir de su
habitación, o es cierto. Sus ojos son castaños claritos y tiene las pestañas
igual de pobladas que su padre, Josh Matthews, a quién sí que admiro como
modelo que es. No soy hipócrita, y mis dos años en la carrera de psicología
me han enseñado que engañarse a uno mismo es lo peor que puedes hacer,
de modo que debo reconocer que es un chico igual de guapo y atractivo que
su padre. Bueno, y su madre no se queda atrás.
—¿Por qué siempre estás de mal humor? —pregunta entonces, y yo
pestañeo un par de veces para disimular el modo en el que le estaba
mirando.
—No estoy siempre de mal humor, solo lo estoy contigo, tú me haces
estar así —espeto mientras me levanto y me echo el bolso al hombro.
COLTON
Decido seguirla sin saber muy bien por qué, Boston y los demás están
cogiendo el desayuno, así que, ¿por qué no molestar a Chelsea un poquito
más? Quizá consiga averiguar algo que logre por fin que mi mejor amigo la
deje.
Dobla la esquina que da a la salida trasera de la cafetería, donde la
gente suele ir a fumar, y se detiene cuando ve que la sigo.
—Vamos, enséñame algo de ti que me haga entender por qué mi mejor
amigo no te ha dejado todavía. —La arrincono sutilmente aprovechando
que ella solita se ha ido hacia una esquina. Finge indiferencia y coloca una
mano en mi pecho para que no me acerque tanto.
—Déjame en paz, no quiero salir en tus redes sociales y que tus fans
adolescentes inventen rumores sobre nosotros.
—¿Adolescentes? —río y chasqueo la lengua—. No sé si tu hermana
entra dentro de esa categoría, pero te recuerdo que hace no mucho quiso
hacerse una foto conmigo y tiene como ocho años más que tú.
—Vete a tomar por el culo, Colton —dice acercando su rostro un poco
más.
—Supongo que es porque eres guapa. —Asiento y doy un paso atrás
para observarla de modo descarado—. Estás buena, la verdad. Estás muy
buena —repito para mí mismo mientras mis ojos recorren su cuerpo.
Es cierto que siempre he sabido que Chelsea es una chica atractiva,
pero no me había parado a observarla con detenimiento hasta que
empezamos las clases hace una semana y vi que este año compartiríamos la
optativa de «Psicología del consumidor». Tal vez sea porque hoy es la
primera vez que hablamos estando a solas, siempre ha sido con Boston ya
que, a ver, no ha habido motivo alguno para tener una conversación más
allá de los reclamos del uno hacia el otro.
Decido ponerla a prueba un poco y ver qué tan ciertos son los rumores
de que le ha puesto los cuerpos a mi colega.
—Ya lo sé —contesta con suficiencia, a lo que yo sonrío y paso la
lengua por mis labios. Su mirada se desvía a ellos tan solo un segundo.
—No sé por qué tú y yo nos llevamos tan mal, podríamos ser amigos,
vamos a tener que pasar tiempo juntos ahora que compartimos optativa,
¿qué me dices?
—¡Já! —ríe en mi cara y trata de marcharse, pero doy un paso a un
lado para que choque conmigo.
—Si tanto quieres a Boston, deberías saber que estos enfrentamientos
constantes entre nosotros le hacen daño. Así que tenemos dos opciones: que
empecemos a tolerarnos mutuamente, o que no estéis juntos. —Va a hablar,
así que la interrumpo—. Aunque, bueno, no sé hasta qué punto te importa
que te deje si tú ya tienes otros amigos... especiales, ¿no?
—Cierra la puta boca —dice dando un paso hacia mí.
—Ciérramela.
3. UN PACTO FALLIDO, EXPULSIÓN Y UNA CITA
DE VIERNES
COLTON
*
Por fin es jueves y sé que este fin de semana me va a tocar hincar
codos para hacer el maldito trabajo que nos han puesto, así que opto por
divertirme un poco hoy ya que mañana seguro que no puedo. Todos nos
hemos acercado a la playa para tomar unas cervezas y cenar unos bocadillos
del Jordi’s Pig, nuestra bocatería preferida.
—Pasa una —le pido a Ember señalando la neverita azul en la que
tenemos la bebida junto a las placas de hielo.
—¿Qué ha pasado esta mañana? —Emi se sienta a mi lado mientras
desbloquea su móvil para mostrarme el video que ya está corriendo como la
pólvora por internet.
—Joder, me cago en la puta, de verdad —maldigo abriendo la lata para
dar un buen sorbo—. ¿No quieren también grabar cómo me hago una pa…?
—Calla. —Me tapa la boca cuando ve cómo me miran un grupito de
adolescentes que pasan por la orilla.
—Parece mentira que todavía no te hayas acostumbrado, tío —
comenta John con la espalda apoyada en la silla de playa que se ha traído.
—No es eso, pero que me graben hasta en clase ya me parece
demasiado. ¿Qué se creen que van a ver?
—Pues una pelea con mucha tensión sexual no resuelta, al parecer. —
Blake se deja caer entre John y yo y me mira con una ceja arqueada—.
Porque, cariño, ahí hay tensión y cualquiera que tenga ojos lo puede ver.
—Lo que te pasa a ti es que eres una jodida pervertida y ves cosas
donde no las hay.
—Ya, lo que tú digas.
—Que os jodan, voy a mear. —Me levanto y le quito el cigarro de la
boca a Emi cuando acaba de encendérselo, chasquea la lengua, pero no me
dice nada.
Salgo de la arena para meterme entre los coches del parking y poder
estar tranquilo unos minutos, aunque, a saber, seguramente ahora mismo
tenga otra puta cámara apuntándome a la nuca. O más abajo. Solo espero
que Boston no se confunda y se piense cosas raras, su novia y yo no
podemos ni vernos, mucho menos imaginar cualquier otra cosa.
Lo que me faltaba.
Que sí, que está buena de cojones, pero tiene un carácter de mierda, es
una perfeccionista y una controladora de cuidado, y por encima de todo, es
la novia de mi colega.
—Colton —me llama entonces una voz entre las sombras, la cual
identifico sin necesidad de esperar a que se acerque a mí.
—Campanilla, estaba pensando en ti. —Sonrío con el cigarro en la
boca y termino de sacudírmela antes de que llegue—. ¿Te has perdido? La
biblioteca está por allí.
—Déjate de coñas, Boston y mis amigos me han arrastrado hasta aquí.
¿Cuándo vamos a quedar para hacer el trabajo? —Apoya las manos en sus
caderas. Recorro todo su cuerpo desde los pies hasta detenerme en sus ojos,
marrones y con una expresividad poco habitual.
Supongo que, en un mundo de cámaras, guiones y actuaciones, no es
sencillo para mí encontrar lo verdadero, lo que no tenga una segunda
intención.
—¿Qué te parece mañana en mi casa?
—Bien, pero no pienso ir a tu casa, lo haremos en la biblioteca.
—¿En la biblioteca? ¿Ese lugar donde no se puede ni hablar porque te
echan? —Me empujo del coche en el que estaba apoyado y camino hasta
ella—. ¿Acaso no te has cansado ya de que te expulsen de los sitios,
Campanilla?
—No vas a dejar de llamarme así, ¿verdad? Es para no gastar saliva en
pedírtelo.
—No. —Humedezco mis labios con una sonrisa torcida—. La saliva
se puede usar para cosas mucho más interesantes.
—Eres un cerdo —espeta negando con la cabeza.
—Y tú eres una mal pensada.
—Ya, como si la saliva se pudiese usar para muchas más cosas aparte
de… —Aprieta sus labios y yo alzo las cejas con curiosidad.
—¿Para qué la usas tú? —insisto con diversión, esto es demasiado
bueno como para no aprovecharlo—. Porque, que yo sepa, se usa para
lubricar…
—¡Cállate!
—¡La boca, pervertida! —Rompo a reír y ella me fulmina con la
mirada—. La saliva se usa para mantener la boca y los dientes lubricados, y
así poder tragar la comida.
—Que te jodan. —Se da la vuelta para marcharse mientras yo no dejo
de reír, y a unos metros vuelve sobre sí misma—. No pienso ir a tu casa, así
que más te vale estar mañana en la biblioteca a las cinco en punto.
—¿O qué? —pregunto encarándola con más seriedad—. Te recuerdo
que según tu teoría sobre la educación que me ha dado mi familia, a mí me
la suda que me expulsen y a ti no, así que más te vale a ti estar a las cinco
en la puerta de mi residencia para venirte a mi casa, a menos que quieras
hacer tú sola el trabajo y que el profesor te suspenda por no haber
obedecido sus instrucciones, Campanilla. —Le doy un toquecito en la punta
de la nariz y ahora el que se aleja de vuelta hacia la playa soy yo.
Lo siento mucho si lo sucedido en clase le ha traído problemas, pero
no fue solo mi culpa, y lo que no voy a aguantar es que una niñata
controladora y exigente me venga dando órdenes. Si quiere aprobar, ya sabe
lo que tiene que hacer.
4. UN NOVIO DESCONFIADO, UN
ENFRENTAMIENTO EN LA PLAYA Y UN ÁTICO
DE ENSUEÑO
CHELSEA
COLTON
Miro de nuevo el reloj de mi muñeca por cuarta vez, ya son las cinco y
diez y no pienso esperar por ella ni un minuto más. Chelsea es mayorcita
como para saber lo que hace, si le da igual suspender, allá ella, a mí desde
luego que no me va a quitar el sueño. Ya pensaré en cómo explicárselo a
mis padres.
Estoy ya subido y con la moto arrancada, cuando la veo aparecer desde
el otro lado del campus, me hace una señal con la mano, pero decido
ignorarla y hacer que corra. Acelero un poco y giro por la acera para tomar
el camino principal hacia la salida, paso por el nuevo edificio en el que
están construyendo la ampliación de la residencia y me pregunto cuánto
tardarán en terminar y hacer la nueva repartición. Solo espero que no me
toque con algún fan, sería un puto infierno tener que compartir habitación
con alguien que me sigue y me admira. Solo quiero normalidad, una
persona que me trate como si no fuese famoso y con quien poder tener una
convivencia tranquila.
—¡Colton! —exclama entonces corriendo para alcanzarme—. ¿¡Acaso
estás ciego y sordo!?
—No —digo después de detenerme y subir la visera del casco—, solo
te estaba ignorando. Me has tenido diez minutos esperándote, Campanilla.
—Que no me… Mira, da igual, ¿nos vamos? —Traga saliva y se retira
todo el pelo a un lado, su pecho sube y baja por la carrera que se ha pegado
para alcanzarme. Por suerte para ella, iba muy despacio a propósito.
Percibo cómo mira la moto con desagrado y con otra expresión que no
logro descifrar, entonces murmura algo y se acerca.
—¿Y si ahora no quiero? —Frunzo el ceño y la empujo con suavidad
cuando intenta subirse.
—No me vaciles, Colton —advierte señalándome con un dedo—. No
pienso suspender ese trabajo. ¿Quieres que lo hagamos en tu maldita casa?
Bien, pues deja de perder el tiempo y de hacérmelo perder a mí, y vamos.
—Solo porque paso de comerme otra bronca de mis padres. —Acepto
y le ofrezco el segundo casco que llevaba colgado del manillar.
Se lo pone y la moto se mueve levemente cuando toma impulso para
sentarse bien, me sujeta por la chaqueta y, poco después, ella misma se da
cuenta de que eso no es muy seguro cuando en una curva casi se cae. Yo río
y aguanto sus golpes cuando protesta y me da con los puños en la espalda, y
no acelero de verdad hasta que siento sus manos sujetándose con fuerza
alrededor de mi abdomen.
CHELSEA
CHELSEA
CHELSEA
COLTON
COLTON
CHELSEA
COLTON
CHELSEA
Solo han pasado tres noches desde que Colton duerme a metro y medio
de mí, pero han sido las más largas de mi vida. Me cuesta horrores conciliar
el sueño porque no puedo parar de imaginar cosas que no debería, de
montarme jodidas películas en mi cabeza y de sentir cómo se me pone la
piel de gallina cada vez que lo escucho moverse. Saber que está tan cerca
me hace sentir este maldito vértigo en la boca del estómago, como una
electricidad invisible que me pone los pelos de punta.
Contengo la respiración cuando se levanta, va al cuarto de baño y
regresa poco después, pero en lugar de tumbarse, se queda sentado en la
cama en medio de la oscuridad. Lo sé porque le estoy mirando con los ojos
entrecerrados, como no respire y me calme un poco, creo que me dará un
ataque al corazón.
Me está mirando, ¿por qué me mira?
—¿Eres consciente de que te escucho temblar desde mi cama? —La
gravedad de su voz en medio de un silencio sepulcral, hace que de un
pequeño bote en el sitio y que tenga que toser por atragantarme con mi
propia saliva.
—Es por el frío.
—Ya, ¿por qué iba a ser si no? —Se levanta de nuevo y camina hasta
su armario, alza los brazos para coger una manta del altillo y regresa a mi
lado. La extiende sobre mí, se agacha y se coloca de cuclillas junto al
cabecero de mi cama.
—Si aun así tienes frío, siempre puedo darte calor humano.
—No digas estupideces, gracias por la manta, buenas noches —espeto
mientras me doy la vuelta para darle la espalda. Sé que sonríe, no puedo
explicar por qué lo sé, pero lo siento.
Vuelvo a contener la respiración mientras escucho cómo se tumba,
aguardo paciente a escuchar cómo se acompasa su respiración para saber
que se ha dormido, pero en su lugar, los minutos pasan y solo oigo cómo da
vueltas para un lado y para el otro. Yo ni siquiera muevo un dedo del pie.
Entonces, poco después, un pequeño jadeo se escapa de entre sus labios, y
yo me tenso de inmediato, no puede ser. Agudizo más el oído y un ruido
inconfundible me deja claro lo que está haciendo.
—Dime que si enciendo la luz no veré cómo te estás masturbando.
—Pues será mejor que no la enciendas, Campanilla. Pensaba que
estabas dormida, ni siquiera se te oye respirar.
—¿Me explicas cómo se te ocurre hacer esto a metro y medio de mí?
—Me tumbo boca arriba con una mezcla de sensaciones, entre nervios,
ansiedad y excitación.
—Ya te he dicho que pensaba que estabas dormida. ¿Qué pasa que tú
no lo haces nunca o qué?
—Eso no te incumbe, pero, en cualquier caso, lo haría en privado.
—Ya, bueno, si yo no lo hago en mi cama, me arriesgo a que alguien
me grabe en las duchas o en cualquier otra parte y lo suban a una web
porno. O peor, me extorsionen para no vender el video a las revistas.
—No seguirás, ¿verdad? —inquiero un par de minutos después tras
escuchar de nuevo un ruido característico.
—Pues claro que sigo, Chelsea, ¿cómo quieres que pare si no puedo
dejar de imaginarme la cantidad de posturas en las que te follaría teniéndote
tan cerca?
—No se te ocurra volver a decir eso en voz alta.
—¿El qué? ¿Que fantaseo con recorrer todo tu cuerpo con mi boca?
—Basta.
—Desde que te tuve tan cerca en aquel pasillo no puedo dejar de
imaginar lo que sería apartar tus bragas a un lado y hundir mis dedos dentro
de ti. —Su voz es un grave jadeo detrás de otro, esto es demasiado para mí.
—Colton, por favor —suplico intentando sonar lo más enfadada
posible, cuando lo que me sucede es que está consiguiendo excitarme de
nuevo, y esta vez ni tan siquiera lo tengo en frente.
—Tócate, Chelsea, lo estás deseando.
—No.
—Imagina que te pongo contra la pared y empiezo a besar tu cuello
por detrás, apretándome contra ti. —Prosigue con sus fantasías y yo ya no
puedo articular palabra sin que se me escape un gemido—. Mis dedos se
pierden dentro de tu ropa y empiezo a juguetear con tu clítoris. Despacio.
Joder, te juro por Dios que te lo comería entero ahora mismo —gruñe y no
soy consciente de lo que hago hasta que de una patada me destapo por
completo y meto la mano por dentro del pantalón del pijama.
—Sigue —pido entonces con la voz entrecortada.
—Joder, Chelsea, no me digas que lo estás haciendo porque entonces
no voy a tardar nada en correrme. Déjame encender la lámpara, necesito
verte.
Escucho que se remueve y en medio de la oscuridad vislumbro cómo
se sienta en el borde de la cama, trago saliva e inspiro y expiro un par de
veces antes de estirar el brazo y encenderla yo misma. Mis ojos se
encuentran directamente con los suyos, tiene las pupilas dilatas y todos los
músculos contraídos. Está sin camiseta y con los pantalones de deporte que
usa para dormir, por las rodillas, de modo que toda su anatomía se muestra
clara ante mí.
—Creo que en mi puta vida había estado tan cachondo —confiesa
antes de pasar la lengua por sus labios mientras recorre mi cuerpo, aunque a
mí no se me ve nada—. Sé que no podemos tocarnos, pero nadie puede
impedir que me corra pensando en lo que sería follarte de mil maneras
distintas.
—Sigue, no pares ahora —jadeo aumentando la velocidad de mis
dedos sin dejar de mirarle, de observar cómo su mano sube y baja por toda
la extensión de su miembro, el cual, estoy segura, va a ser el protagonista de
más sueños eróticos de los que quisiera admitir.
—Imagina que mi polla entra y sale de ti cada vez más deprisa, te
sujeto con una mano por la cadera y con la otra por el cuello, pegando tus
tetas contra la pared.
Mis ojos alternan la visión entre su oscura mirada y la extensión de su
pene, el cual no imaginaba que pudiese tener semejante tamaño.
—Dime que te gusta.
—Joder… —balbuceo queriendo evitar reconocerlo—. Me gusta,
Colton.
—Necesito sentir lo que es tener la polla dentro de ese coño, no puedo
más.
—Sigue. —Sostengo su mirada sin poder concentrarme ya en nada
más que la lujuria—. Dime qué harías ahora.
—Colocarte sobre mí y acariciar tu clítoris mientras tú subes y bajas,
mientras haces con mi polla lo que quieres.
—Ah… Colton. —Chupo mis labios y aumento el ritmo de mi mano.
Comienzo a sentir que mi orgasmo se acerca, y al suyo no le queda
mucho por su aspecto y la expresión de su cara, con una mano apoyada en
el colchón y la otra dándose placer a sí mismo, se me antoja la escena más
erótica que he vivido hasta la fecha. Y no puedo creerme que esté siendo
con Colton Matthews.
—Dios, Chelsea, voy a correrme.
—Yo también —balbuceo al mismo tiempo que mi espalda se encorva
y las piernas comienzan a temblarme.
No quiero perderme el final, de modo que no dejo de mirarlo hasta que
se vacía por completo sobre un puñado de pañuelos de papel que ha cogido
hace unos segundos. La respiración de ambos es igual de agitada, su pecho
sube y baja igual de deprisa que el mío y casi puedo notar cómo la oxitocina
liberada por el orgasmo llega a cada rincón de mi cuerpo. Trago saliva e
intento disfrutar del momento en lugar de pensar en lo que acabamos de
hacer y en lo que sucederá a continuación, pero enseguida comienzo a sentir
nervios en el estómago de nuevo.
Colton se levanta para ir al baño y tira de la cadena antes de salir, me
mira de camino hasta su cama y se queda sentado sin apartar sus ojos de los
míos.
—Solo ha sido lujuria, y ni siquiera nos hemos tocado.
—¿Intentas convencerte a ti mismo o a mí?
Traga saliva y deja escapar una bocanada de aire antes de dejarse caer
sobre la almohada. Yo me encargo de apagar la luz y permanezco boca
arriba, sabiendo que ambos estaremos mirando al techo en silencio un buen
rato antes de conseguir conciliar el sueño.
11. JUSTIFICACIONES, CONSEJOS DE AMIGOS Y
UN LÍO DE COJONES
COLTON
CHELSEA
Doy una calada al porro que Cass se acaba de liar mientras estamos
sentados en el capó de mi BMW, en medio de un mar de coches tuneados y
con los altavoces a reventar. Nos reímos con las gilipolleces que comentan
Ember y John sobre los dos que están corriendo ahora, aunque la mayoría
de la gente viene a divertirse, emborracharse y pasar un rato con los colegas
lejos de la ciudad y al aire libre.
—Gracias por arrastrarme a esto —sonrío a Cass cuando le paso el
porro.
—Para eso estoy, ¿no?
—¿Para llevarme por el mal camino?
—Exacto. —Me señala con la cerveza que tiene en la mano y yo
asiento y choco la mía con la suya antes de dar un trago, pero la botella no
alcanza mi boca por lo que veo al mirar hacia la derecha.
—Tiene que ser una puta broma. —Me bajo del coche de un salto y
silbo hacia mis amigos, los cuales me miran enseguida—. ¿Desde cuándo a
tu novia le va este ambiente?
—¿Eh? —Boston frunce el ceño y yo señalo a Chelsea con la cabeza
—. ¿Pero qué hace aquí?
Camina decidido hasta ella y el resto nos quedamos observando desde
la distancia, el rostro de ella cambia al verlo, hablan unos segundos y
después se dan un par de besos rápidos antes de que Boston se gire y nos
señale. Entonces, Chelsea y yo hacemos contacto visual y no deja de
mirarme hasta que llegan y saluda al resto.
—Vaya casualidad —comenta, y por su expresión y tono de voz diría
que está incómoda, no se esperaba encontrarse aquí a su novio. Ni a mí.
—No imaginaba que conocieses las carreras. —Blake abre la mini
nevera que hemos traído llena de bebida y le ofrece algo, pero ella lo
rechaza.
—A mí si me das un poco de hielo, te lo agradezco —dice Peter
agachándose para servirse él mismo. Coge un par de ellos con los dedos y
los echa sobre el vaso vacío que lleva, apoya la mochila de cuero azul sobre
el coche de Ember y saca una botella de vodka.
Mi atención no se desvía de Chelsea en ningún momento, ni tampoco
del increíble cuerpo que le hace los vaqueros ajustados que lleva, con una
camiseta ombliguera de color marrón y unas Nike a juego. ¿Cómo he
podido pasar por alto su anatomía durante tanto tiempo?
—Hazte otro, anda. —Cass me da un toque con el hombro, la miro y
me hace un gesto con los ojos.
Estoy siendo demasiado descarado, ya es el tercer porro y la cuarta
cerveza, así que supongo que lo mejor es mantener las distancias con el
motivo de mi falta de cordura.
—Bueno, nosotros vamos a tantear el terrero —informa Peter al
mismo tiempo que entrelaza su brazo con el de Chelsea.
—Ten cuidado —le pide Boston después de darle un beso, ella asiente
y, junto a Peter y Olivia, desaparecen entre los coches y la gente.
Río junto a Livi mientras vemos cómo Peter intenta entrarle a un tío,
dice que su radar le asegura que es gay, pero claramente el alcohol habla
por él porque ese tío es más hetero que Olivia y yo juntas.
—Verás qué chasco se va a llevar —comenta mi amiga dándome un
codazo.
Llevo toda la noche sin dejar de buscar a Colton entre la gente, casi sin
darme cuenta y sin ser consciente de la gravedad que eso supone, y más
teniendo en cuenta que mi novio también está aquí. Sin embargo, a quien
veo es a otra persona. A alguien a quien nunca pensé que volvería a ver y a
quien desearía no tener que volver a acudir, pero no me quedará más
remedio si resulta que mis sospechas son ciertas y he suspendido el examen.
Decido acercarme yo porque sé que, si no lo hago, y me ve él, vendrá sin
importarle que esté con mis amigos.
—Ahora vengo, voy a saludar a alguien —le digo a mi amiga cuando
veo que él también se ha percatado de mi presencia y se dirige hacia mí con
una sonrisa de superioridad.
Livi asiente sin darle mayor importancia porque está totalmente
concentrada en el culebrón de Peter.
—¿Qué ha perdido un cervatillo como tú en una selva como esta? —
Acaricia mi mejilla, pero retrocedo con el semblante serio—. Necesitas
pasta, ¿verdad?
—Todavía no lo sé. —Miro a mi alrededor para asegurarme de que
nadie más está viéndome hablar con él.
—Bueno, si lo necesitas, sabes que hay muchas maneras de
conseguirlo. —Levanta la mano para volver a tocarme, le doy un manotazo
y su rostro cambia.
—Sabes de sobra que solo haría una cosa por ti, y espero no tener que
volver. —Me doy la vuelta para marcharme, pero rodea mi brazo con fuerza
y atrae mi cuerpo al suyo.
—Si se te ocurre volver a tratarme así, te puedo asegurar que…
—¡Oye, suelta a mi amiga! —grita Peter corriendo junto a Olivia.
—Estoy bien, ha sido un malentendido. —Intento zafarme, pero no me
suelta.
—Pues para ser un malentendido, su puta mano sigue alrededor de tu
brazo. —Livi se acerca más y Peter coge una botella de cerveza del suelo,
le da un golpe y la parte antes de alzarla hacia nosotros.
—Suéltala —gruñe, y reconozco que da miedo, y más sabiendo de lo
que es capaz.
La gente no suele verlo como una amenaza, cuando miran a Peter solo
ven un gay adorable al que le gusta llevar su larga cabellera pintada de
colores, una manicura perfecta y la ropa más extravagante de todo el
campus. Lo que no saben, es que aquí donde lo ven, ha tenido que luchar
con más demonios durante su infancia y adolescencia que cualquier otra
persona; y eso lo ha convertido en alguien imprevisible capaz de hacer lo
que sea por la gente que quiere.
—¡Eh!
Miro hacia la derecha cuando la voz de mi novio llega hasta mis oídos,
veo cómo se aproxima casi corriendo y, cómo no, sus amigos le pisan los
talones. Maldita sea, esto es lo peor que podría pasarme.
—Por favor, haré lo que sea, pero no les cuentes nada —suplico en un
susurro a mi atacante, el cual dibuja una sonrisa triunfante antes de aflojar
los dedos y liberarme.
—¿Qué mierdas está pasando aquí? ¿Quién cojones eres tú? —Boston
se coloca delante de mí, muy cerca del tío con quien acabo de firmar un
contrato silencioso que no sé si seré capaz de cumplir.
—Me llaman Bóxer, ¿este cervatillo es tuyo? —pregunta lanzándome
un beso desde la distancia.
—Como si eres un puto Dóberman, si vuelves a ponerle la mano
encima a mi novia…
—¿Qué vas a hacerme, campeón? —Pasa la lengua por sus dientes
dejando a la vista los dos colmillos de oro que tiene en la parte inferior.
Cuatro tíos más se colocan a sus costados por detrás y, poco a poco, se
nota cómo la gente empieza a percatarse de que algo sucede y se va
acercando. Miro hacia un lado y veo cómo Greg tiene sujeto a su primo por
los dos brazos, los cuales tiemblan al igual que los de mi novio.
—No puede ser. —Bóxer suelta una carcajada con los ojos puestos en
Colton—. ¡Si tenemos aquí al bebé del Phoenix, chavales! —exclama
señalándolo mientras mira a su alrededor.
Todo el mundo empieza a murmurar, yo no entiendo nada, pero, al
parecer, Colton y Greg sí que lo hacen porque ambos se ponen aún más
tensos.
—Oye, tío, ¿por qué no te vas a hacer tus cosas de perro y dejas que el
resto sigamos con nuestra noche? —Cassandra interviene mientras
entrelaza sus dedos con los de Colton y empieza a tirar de él para alejarlo de
aquí, murmura algo en su oído y él asiente.
—¿¡Te da miedo correr contra mí, Matthews!? —grita Bóxer cuando
todos nos hemos alejado unos metros, pero entonces Colton se detiene en
seco y se gira, entre Greg y Cass intentan disuadirle, Boston permanece
expectante al igual que el resto de sus amigos.
—Te están grabando, no hagas esto. —Escucho cómo le dice su primo
—. No merece la pena.
—Tú eres muy valiente, ¿verdad? —contesta Cassandra de repente al
mismo tiempo que camina hacia él con decisión.
—¿Y tú quién eres, ricitos? —Bóxer sonríe y la recorre de arriba abajo
con sus ojos.
—No es nadie que te interese, vámonos. —Colton la sujeta por el
brazo y ahora es él quien tira de ella que, a regañadientes, sigue sin dejar de
fulminar a Bóxer con la mirada.
—Llámame, preciosa —sonríe mirándome a mí. Boston frunce el
ceño, pero yo lo ignoro y me apresuro a alejarme de ahí junto con Peter y
Olivia.
—¿Qué ha sido eso, Chelsea? ¿De qué conoces a ese cabrón? —
interroga mi novio cuando todos estamos ya junto a sus coches.
—De nada, me ha confundido con otra persona.
—No te creo.
—Pues peor para ti. Me voy. —Le hago una señal a Peter y enseguida
veo cómo saca las llaves del coche de la mochila.
—Joder, Chelsea, vamos a hablar, ¿te parece normal que vea eso y no
me preocupe?
—Que sí, pero ya te he dicho que no sé quién es.
—Pues él parecía conocerte muy bien —intervine Colton unos metros
por detrás.
—Esto no va contigo, así que no te metas —espeto y me doy la vuelta.
Mi novio me llama un par de veces, pero lo ignoro, continúo mi camino
junto a mis amigos y no me detengo hasta que ya estoy dentro del coche.
COLTON
CHELSEA
COLTON
FLASHBACK
COLTON
CHELSEA
Dios mío, te pido que la tierra se abra aquí mismo y me trague. ¿Cómo
se nos ha podido ocurrir hacer semejante locura ahí en medio de la casa? De
todos los presentes, Greg ha sido el que menos me ha preocupado, aunque
me haya muerto de vergüenza igualmente. Vergüenza por la escena que ha
visto y por lo que ello supone. Por el acto en sí. ¿A quién quiero engañar?
Habría llegado mucho más lejos, aún puedo sentir la humedad entre mis
piernas, como si los dedos de Colton continuasen dentro de mí, dándome un
placer tan intenso que me ha nublado el juicio por completo. Y su boca. No
sé ni qué decir de sus besos, me han arrastrado igual que un maldito
tornado, era imposible parar porque solo quería más, más de él, más
intensidad.
—Chelsea, ¿qué haces aquí fuera? ¿Estás mojada? Te vas a quedar
helada. —Cassandra aparece en el porche más bajo que hay por la parte este
de la casa, como una especie de plataforma sobre el bosque—. ¿Estás bien?
Asiento con la cabeza, pero en cuanto se sienta a mi lado y me mira,
rompo a llorar. Sin verlo venir ni esperármelo. Yo no soy de las que llora,
no puedo permitírmelo. Sin embargo, creo que mi cuerpo necesitaba soltar
las emociones por alguna parte, así que prefiero el llanto antes que un
ataque de ansiedad.
—Tranquila, llorar viene bien a veces. —Me abraza y deja que me
desahogue en su hombro sin decir nada—. ¿Mejor?
—Estoy bien, gracias, y perdona —digo al mismo tiempo que me seco
las lágrimas con el dorso de la mano.
—Nunca te disculpes por llorar.
—Gracias. —Intento sonreír y levantarme, entro en el salón para coger
una toalla y secarme un poco, pero no tengo ganas de ir a dormir con
Boston, la verdad es que es lo último que me apetece ahora.
—¿Podrías… dejarme algo para dormir? No quiero ir a mi habitación
y tengo allí la maleta.
—Claro, si quieres puedes dormir conmigo —comenta a la vez que se
encoge de hombros—. Vaya, ¿aún estáis vosotros por aquí?
Me doy la vuelta cuando Cassandra mira a mi espalda, encontrándome
de frente con Greg y Colton. El segundo me observa y frunce el ceño al ver
mis ojos, se acerca un par de pasos, pero su primo lo sujeta por el brazo.
—Sí, pero ya nos íbamos a la cama —habla Greg por los dos, Colton
tensa la mandíbula y lo mira, ambos se desafían y entonces Cassandra
interviene.
—Esto es una gilipollez, todos somos mayorcitos para saber lo que
hacemos.
—Cass —le advierte Greg.
—No, joder, déjalos, ellos sabrán lo que hacen. Si después se
arrepienten, o si no, es decisión de ellos. Venga, vámonos. —Tira de su
brazo y él duda mientras nos mira a los dos, pero finalmente cede y ambos
se dirigen hacia las escaleras.
—¿Has estado llorando? —consulta Colton en cuanto llega hasta mí,
yo niego con la cabeza y él dibuja una pequeña sonrisa y me toca la nariz
—. Menuda nariz te va a crecer como sigas diciéndome tantas mentiras.
—¿Habéis visto a Chelsea? —pregunta entonces Boston desde lo alto
de las escaleras.
—Emm… —Se escucha cómo Cassandra duda, no quiero meterla en
problemas ni liarla más esta noche, así que me disculpo con la mirada y
Colton asiente resignado mientras se aleja hacia la cocina.
—Estoy aquí —digo entonces al mismo tiempo que voy hacia las
escaleras.
—¿Has estado bañándote? —Me mira incrédulo mientras Greg y Cass
permanecen quietos a su lado sin saber qué decir cuando los mira.
—Sí, ¿qué pasa?
—¡Discutimos y tú te vas a dar un chapuzón, de puta madre! —Ríe de
forma sarcástica bajando las escaleras para detenerse frente a mí.
—Te he dicho que me dejaras en paz y que dejases de gritarme —le
advierto con la mirada—. Como comprenderás, no voy a dormir contigo.
—No digas tonterías y vuelve a la habitación, vamos a hablarlo. —Me
sostiene por el brazo y trata de hacer que suba las escaleras.
—Que me sueltes —pido al mismo tiempo que intento zafarme, pero
no lo consigo.
—¡Tenemos que hablar las cosas, Chelsea! No seas una puta cría.
—Suéltala, vamos. —Colton se aproxima y, por su expresión y la
postura de su cuerpo, queda en evidencia el esfuerzo que está haciendo por
no partirle la cara a su mejor amigo.
—No te metas. Venga, Chels, sube conmigo.
—Te he dicho que no.
—¡Seguro que con ese tío que te estás follando irías encantada!
—Oye, tío, te estás pasando —interviene también Greg desde lo alto
de las escaleras mientras él y Cassandra bajan—. ¿Te parece que esta es
forma de tratar a tu novia?
—Boston, ya basta, es suficiente —suplico para hacer que entre en
razón, no me gusta el camino que está tomando esto ni el nudo que se está
formando en mi estómago.
—¡Si no estoy haciendo nada! —exclama liberando mi brazo—. No
exageréis ni os metáis, lo único que quiero es hablar con mi novia, ¿tan
difícil es de entender?
—Pero es que ella te ha dicho que no quiere hablar contigo, Boston. —
Cassandra lo sujeta por los hombros para que la mire a ella—. Estás
quedando como un puto loco y creo que no lo eres, así que reponte, piensa
un poco las cosas y mañana será otro día. Tu novia va a dormir conmigo, si
es lo que quiere. ¿Chels? —Me ofrece su mano y yo asiento, evito mirar a
ninguno de los otros tres y voy con ella hasta su dormitorio, donde rompo a
llorar de nuevo en cuanto cierra la puerta.
17. ALGUNOS REPROCHES, UN JUEGO DE ALTO
VOLTAJE Y MUCHAS VERDADES
COLTON
No creo que haya una mínima posibilidad de que esto salga bien
teniendo en cuenta las circunstancias y el estado de ebriedad en el que nos
encontramos, por no mencionar las pastillas que esta noche sí he
consumido. Emi y el resto las llaman Molly, y debo reconocer que no lo
había probado antes, y me alegro porque con mi perfil adictivo, fácilmente
habría terminado cayendo por ellas.
Sin embargo, a pesar de todo eso, me apetece jugar. Siento un impulso
y un calor por todo el cuerpo que solo me pide más. De todo. Más calor,
más deprisa, más cerca, más alto, más, más, más. Tanto que, antes de
sentarme entre Colton y Ember, voy hasta la cadena de música y subo el
volumen, me relleno la copa de alcohol y, entonces sí, comienza el juego.
—¿Quién empieza? —pregunto mientras trato de que no se me note lo
que provoca en mi cuerpo el roce de mi pierna desnuda con la de Colton.
—Aquí no hay botella ni nada de eso, todos tenemos que hacer lo
mismo, así que empieza el último que se toque la nariz.
En cuanto lo dice, todos se apresuran a hacerlo entre risas, siendo yo la
última, por supuesto. Mis reflejos y la falta de costumbre no me
acompañan. Ríen y me señalan, Colton incluido, no puedo retirar la mirada
cuando desliza la lengua por sus labios con suavidad. Dios mío, necesito
controlarme, debería haberme sentado en la otra punta del salón.
—Estaba claro —dice entonces Boston con desagrado inclinándose
hacia delante mientras me señala con su copa—. Verdad. —Me desafía con
la mirada y yo alzo las cejas, no pienso dejar que me intimide, a pesar de
que yo esté haciendo las cosas mal, en la vida se me hubiese ocurrido
hablarle ni tratarle como él lleva haciendo conmigo desde hace semanas,
especialmente anoche—. ¿Verdad que estás follándote a otro?
—¡Venga, empezamos fuerte! —exclama Ember con un porro recién
encendido en la mano.
—No, Boston, por enésima vez no me estoy follando a otro. —
Sostengo su mirada incluso cuando niega con la cabeza y se termina la copa
de un trago. Técnicamente he dicho la verdad.
—Eres un puta mentirosa. —Se levanta para coger la botella y servirse
otra.
—Que sí, que me olvides —pido aburrida—. Colton, te toca.
—Venga, ¿quién me reta? —Hace una señal hacia sus amigos
intentando dejar a un lado el berrinche de Boston, el cual ha murmurado
algo, pero lo he ignorado.
—¡Yo, yo! —Emi sonríe con malicia y entorna los ojos—. Tienes que
cambiarte la ropa interior con la chica que tú elijas, y aguantar hasta que
acabe el juego.
COLTON
COLTON
COLTON
Niego con la cabeza mirando hacia la cama vacía de Chelsea, hace tres
horas que se ha marchado y aún no ha regresado. Ya se ha hecho de noche,
me estoy debatiendo entre buscar a sus amigos o incluso llamar a Boston
para que me dé su número de teléfono porque no, no lo tengo. Nunca lo
había necesitado ni había tenido motivo alguno para pedírselo, joder.
—¿Dónde estás? —pregunto al aire mientras miro por la ventana de la
habitación, la cual da hacia el patio principal del campus.
Decido salir a fumarme un cigarro y dar una vuelta para ver si la veo
por alguna parte. En cualquier otra circunstancia ni si quiera estaría
planteándome el que algo malo le haya sucedido, pero después de lo
nerviosa que estaba cuando ha visto lo que le han robado, y el modo en el
que se ha marchado corriendo, me hace pensar lo peor. Le he dado mil
vueltas mientras recogía la habitación, el puto desastre que han dejado por
todas partes, y estoy seguro de que lo que le ha desaparecido es algo
relacionado con lo que la ha tenido tan nerviosa el fin de semana. Solo
espero que no sea lo que estoy pensando.
Avanzo por la acera en dirección a la puerta principal de la
universidad, las farolas ya están encendidas y apenas me he cruzado con un
par de personas. Es lunes y ha sido fiesta en San Francisco, por lo que no ha
habido clase, así que la mayoría de la gente sigue en sus casas o está ya
durmiendo. Paso por debajo del arco con el nombre de la universidad,
Golden Gate College, camino unos metros más y frunzo el ceño al ver un
coche que se aproxima y que va aminorando la velocidad a medida que se
acerca más a la puerta. Entonces se detiene por completo, se escuchan unas
voces y el conductor pisa el acelerador para salir derrapando.
—¿Chelsea? —Tiro el cigarro y cruzo la calle corriendo al verla tirada
en el suelo, ella apoya las manos en la acera para incorporarse y alza la
mirada encontrándose con mis ojos—. ¿Quién te ha hecho esto?
Las venas comienzan a palpitarme en brazos y cuello al ver el estado
de su cara, tenso la mandíbula ayudándola a que termine de ponerse en pie
y entonces busco su mirada de nuevo.
—Háblame, dime qué ha pasado.
En lugar de contestar, rompe a llorar y se refugia entre mis brazos,
acaricio su espalda mientras deposito besos en su cabeza e intento calmar la
mía para no volverme completamente irracional y dejarme llevar por lo
impulsos.
—Estoy bien —murmura después de separarse e intentar limpiarse las
lágrimas, sin embargo, tiene sangre en la comisura del labios, un pómulo
hinchado y todo el pelo revuelto como si alguien la hubiese agarrado de él.
—Dime que no te han… —Me muerdo el labio y ella niega sin abrir la
boca—. Ha sido Bóxer, ¿verdad? Ha sido él —confirmo al ver su expresión.
Me llevo las manos a la cabeza y tiro de mi pelo al mismo tiempo que
expulso el aire con fuerza por la nariz, apoyo las manos en las rodillas un
par de segundos y regreso a su lado cuando escucho cómo el volumen de
sus llantos aumenta.
—¿Por qué no me lo has dicho? —reclamo volviendo a abrazarla—.
Joder, me prometiste que me buscarías cuando no pudieses solucionar las
cosas sola.
—Yo no… no pensaba que esto fuese a pasar —balbucea con la
respiración entrecortada.
—Voy a llevarte al hospital y después voy a ir a tener una
conversación con ese hijo de puta.
—No, no, no, ni se te ocurra —suplica poniéndose más nerviosa—. No
lo conoces, Colton, ese tío es muy peligroso.
—Me la suda, vamos. —Rodeo su cintura para instarla a caminar y
llevarla hasta el parking para coger mi moto, pero se encoge y hace una
mueca de dolor a la vez que se toca el abdomen—. ¿Qué pasa?
—Na-nada. —Sigue andando, aunque no se suelta la tripa.
—Déjame ver —pido levantando con cuidado la camiseta que lleva—.
Está muerto. —Me muerdo los labios con rabia y trago saliva al ver los
moratones de su cuerpo.
—Por favor, llévame a la habitación, solo quiero acostarme —suplica
entre lágrimas—. Por favor —insiste al ver que no estoy seguro—. Vamos,
estoy bien, mírame.
No hablo de camino a la residencia, mi mente va a mil por hora y no
paro de imaginarme escenarios en los que llego a la casa de ese cabrón y le
salto todos los dientes de una patada en la boca. Especialmente los
colmillos esos de oro tan asquerosos que tiene. No nos cruzamos con nadie,
y cuando llegamos a la 305 ella permanece cerca de la puerta sin querer
sentarse en la cama.
—No voy a dejarte ir a ninguna parte. —Se frota los ojos y trata de
recomponerse.
—Acuéstate y descansa, vamos —digo tirando de su mano para
llevarla hasta la cama. Consigo que se siente y yo mismo le limpio el hilillo
de sangre del labio con un pañuelo después de ponerme de cuclillas frente a
ella—. Dame una dirección, dime dónde encontrarle. Te juro que solo voy a
hablar con él para solucionar lo que sea que no me quieres contar.
—No puedes hacerlo, le debo mucho dinero. —Su pierna se mueve de
arriba abajo por el estado de nervios en el que se encuentra.
—¿Cuánto?
—Mucho. Veintiséis mil dólares —confiesa y comienza a llorar de
nuevo sin dejar de mirarme, yo separo los párpados y alzo las cejas con
incredulidad.
—¿Veintiséis mil pavos? —La miro atónito—. Solo hay una forma de
que le debas todo ese dinero, Chelsea. —Aguardo a ver si me dice algo,
pero no lo hace—. Cass tenía razón, estás traficando para él.
—Solo quería ganar lo suficiente como para poder pagar los créditos
del curso que viene —solloza con la cabeza hundida entre sus manos, la
cuales separo para poder abrazarla después de dejarme caer de rodillas
frente a ella.
Esto es mi culpa.
Yo soy el responsable de que esté en esta situación, de que se haya
visto obligada a traficar y que le hayan dado una paliza. Si le quitan la beca
ha sido por suspender la asignatura que compartimos, por haberla obligado
a venir a mi casa a hacer aquel maldito trabajo y haber terminado
borrachos.
—Lo siento muchísimo, Campanilla —digo con mi frente apoyada en
la suya—. Esto es culpa mía y te juro por Dios que voy a solucionarlo. —
Deposito un suave beso en sus labios antes de levantarme e ir a por el casco
de mi moto, si no quiere decirme dónde encontrar a Bóxer, le preguntaré a
Emi dónde compro el éxtasis. Seguro que eso me lleva hasta él.
—¡No! —exclama y corre para colocarse frente a la puerta, sé que
debe dolerle todo el cuerpo, pero ahora mismo parece preocuparle más
evitar que yo me marche.
—Confía en mí, por favor. —La sujeto por las mejillas y trato de usar
mis dotes como actor para mostrarme tranquilo y sereno. Todo lo contrario
a mi estado actual.
—No vayas, no me dejes sola —pide asustada con una mirada
suplicante—. Quédate conmigo.
—Tengo que solucionar esto, Chelsea, no tardaré, te lo prometo.
—Si vas, no volverás —asegura con total convencimiento—. Bóxer no
te va a golpear, directamente te meterá una bala entre las cejas.
—Eso no va a pasar, no estamos en una película de mafiosos,
Campanilla. Voy a sacar el dinero, a llevárselo y se acabó. —Acaricio su
pelo, me acerco y la beso despacio para no hacerle daño en el corte del
labio.
—Voy contigo.
—Ni de coña, Chelsea —digo nervioso y niego con la cabeza—. No
voy a dejar que vuelva a acercarse a ti.
—O voy contigo, o no dejo que vayas. —Me mira decidida, sé que no
va a ceder y yo no estoy dispuesto a volver a ponerla en peligro, de modo
que cierro los ojos y asiento suspirando.
—Está bien, cálmate, no iré a ninguna parte. —La rodeo con mis
brazos unos segundos—. Venga, vamos a la cama, tienes que descansar.
La ayudo a desvestirse en silencio, todo mi cuerpo se tensa al ver los
moratones que ya se le están formando en el abdomen, en los brazos y las
marcas de dedos que empiezan a aparecer alrededor de su cuello. La ha
agarrado del cuello.
—Joder. —Doy un paso atrás cuando siento que necesito respirar y
recomponerme, se me forma un nudo en la garganta y mis ojos se
humedecen.
Chelsea me mira confusa y en ropa interior, se abraza a sí misma
cuando ve cómo observo el estado de su cuerpo y no tarda en coger su
pijama para ponérselo y cubrir las pruebas de la paliza que ha recibido esta
noche.
—Deja de culparte, fue mi decisión comprar aquella droga, tú no
tuviste nada que ver. —Tira de mi mano para llevarme hasta la cama, los
dos nos tumbamos el uno frente al otro y entonces me hace una confesión
—: No es la primera vez que lo hago.
—¿Cómo? —Incorporo la cabeza para poder mirarla mejor.
—En primero tuve que hacerlo para poder pagarme el curso cuando
me denegaron la beca —admite avergonzada—. Con lo que saqué pude
pagar los créditos y cuidar de mi madre. El año pasado sí que me la
concedieron por la notas que saqué en primero, y tenía dinero ahorrado por
todo lo que trabajé durante el verano —continúa, yo la miro con el codo
apoyado en la cama—. Y este curso, bueno, también me la han dado, pero
al suspender dos exámenes, ya me han adelantado que el semestre que viene
me la quitarán, así que necesitaba conseguir el dinero.
—¿Y dices que no es mi culpa? —río con ironía y tristeza—. Cada
puta marca que tienes en el cuerpo ha sido por no tomarme en serio aquel
trabajo. Tenías razón, para mí un suspenso no significa nada en
comparación con lo que te supone a ti.
—Bueno, tú mismo lo dijiste, no me obligaste a beber. Además, no
tienes la culpa de que haya suspendido el otro examen.
—Lo voy a solucionar. —Beso su frente y aparto el brazo para que se
apoye en mi pecho—. Ahora descansa.
—Prométeme que estarás aquí cuando me despierte.
—Te lo prometo, Campanilla.
20. LA GUARIDA DEL PERRO, UN
DESCUBRIMIENTO INESPERADO Y MIL
EXCUSAS
COLTON
No soy capaz de cerrar los ojos. Observo cómo duerme sin dejar de
mirar las marcas cada vez más notables de su cuello y sé que le he
prometido estar aquí cuando despierte, y así será, pero no he dicho nada
acerca de lo que haré mientras duerme.
Me levanto con mucho cuidado para que no lo note, la dejo apoyada
contra la almohada y me detengo unos segundos cuando se remueve y coge
postura. Me visto en silencio con unos vaqueros y una camiseta básica, pero
lo reconsidero y los cambio por un pantalón deportivo para tener más
libertad de movimiento. Por lo que pueda pasar. Cuando estoy listo, la miro
una última vez y cojo el casco de mi moto antes de salir y cerrar la puerta
con cuidado.
CHELSEA
FLASHBACK
Así están las cosas. Tengo tantísimos marrones que se me olvida que
debo hablar con mi padre antes de que vea la cantidad de pasta que he
sacado, aunque no sé cómo voy a hacerlo sin contárselo todo. Quizá
debería, si voy a tener que correr para ese cabrón tal vez me vengan bien
unos consejos de mi padre. Sin embargo, sé que se volvería loco y querría
intervenir, y bastante gente hay ya involucrada como para meter también a
la leyenda de las carreras clandestinas.
En lugar de eso, opto por mi primo Greg, mi hermano. Siento una
punzada de dolor cuando me doy cuenta de que ya no puedo contar con mi
mejor amigo. Con todo lo sucedido en las últimas horas, no he podido
pararme a pensar en lo de Boston. Necesito hablar con él, pedirle perdón y
tratar de explicarle lo sucedido; aunque para eso tendría que entenderlo yo
primero.
10:36am Yo
Necesito hablar contigo, ha pasado algo.
10:37am Greg
¿Estás bien? ¿Voy o vienes a mi casa?
10:37am Yo
Tengo que hablar también con mi padre,
pasa a buscarme y vamos al ático.
10:38am Greg
Vale, termino una cosa y voy, quedamos a
las once y cuarto en la puerta del campus.
10:38am Yo
De acuerdo.
CHELSEA
Siento los ojos de todo el mundo sobre mí a medida que voy junto a
Peter por el campus, de camino a la cafetería. Sé que todos se están fijando
en mis heridas, pero debo fingir que no me importa; se supone que me he
caído por las escaleras. Dios, ¿podría haberme inventado una excusa más
típica?
—Joder, la gente es muy descarada, ¿no? —Me quejo a la vez que abro
la puerta y me aparto para dejar que él pase primero.
—Seguro que piensan que te lo ha hecho Boston.
—¿En serio? —Lo miro atónita y preocupada a partes iguales, se
encoge de hombros y continua el camino hacia los expositores de comida.
Finjo delante de mis amigos durante todo el desayuno, Colton dice que
no tendría trabajo como actriz, pero la verdad es que, tanto Peter como
Olivia, se han tragado que mis marcas son producto de mi torpeza.
Al terminar, vamos derechos a lavarnos los dientes y a coger los
apuntes para la primera clase, me extraño al ver que la mochila de Colton
sigue sobre su escritorio y que no ha venido a desayunar, pero antes me dijo
que tenía que hablar con su padre y quizá se acercase a casa, así que no le
doy mayor importancia. Lo que sí que sigue agobiándome es pensar el
motivo por el que tiene que hablar con su padre, seguro que le pide
explicaciones sobre la cantidad de dinero que ha sacado de repente… ¿Qué
excusa se inventará? Porque por muy rico que sea, dudo mucho que
habitualmente gaste más de treinta mil pavos así porque sí, de repente. No
sé cómo voy a pagárselo ni cómo voy a compensarle que me haya sacado
de este problema, pero lo que sí sé es que tarde o temprano lo haré. Si hay
algo que detesto es deber cosas a la gente, si hace dos meses me hubiesen
dicho que yo, Chelsea Evans, iba a deberle un dineral a Colton Matthews, el
tío al que más odio… odiaba; no me lo hubiese creído. Aunque, claro,
tampoco me hubiese creído si alguien me dijese que… en fin, que
terminaría colada hasta las trancas por él. Es curioso las vueltas que da la
vida cuando te paras un momento a observarla, cuando no vas como una
loca de un lado para otro, estresada por cumplir con las expectativas de
todos, y te centras en ti, en lo que tú quieres y lo que tú necesitas.
22. EL RENACER DEL PHOENIX – Parte 1
COLTON
FLASHBACK
JOSH
***
Mi padre pasa por encima de las vías del tren abandonadas que hay
antes de llegar al lugar donde cada fin de semana se reúne la gente, donde
beben, bailan, exhiben sus coches y motos tuneadas, y donde se celebran las
carreras.
—Joder, qué raro es volver aquí —comenta mi tío cuando se detiene el
coche y todos nos bajamos—. ¿Estás bien? —Escucho cómo le pregunta a
mi padre acercándose a él cuando éste se adelanta unos pasos.
—Sí.
—En nuestra época no había carreras de motos, solo de coches —nos
explica Rick—. El terreno era demasiado inestable para ir en dos ruedas…
—Mira a mi padre y puedo ver cómo la nuez de su garganta se mueve
cuando traga saliva.
—Quedaos aquí —pide él entonces mientras pasa por nuestro lado y
regresa al coche.
—¿A dónde va?
—A enseñaros por qué es una leyenda. —Sonríe al ver cómo su mejor
amigo, su hermano, se coloca en la línea de salida y acelera a fondo con el
freno de mano aún echado.
El motor ruge y se me pone la piel de gallina, siento cómo me da un
subidón de adrenalina cuando las ruedas derrapan sobre la tierra y su BMW
sale disparado igual que un cohete.
—Dios. —Mi primo activa el cronómetro de su móvil y se lleva las
manos a la cabeza, impresionado y emocionado a partes iguales. Esto no
nos lo esperábamos.
La pista tiene dos variantes, una para las carreras más largas y otra
para las más cortas. La corta es recta hasta la mitad, donde hay una curva de
ciento ochenta grados justo antes de un enorme muro de piedra, que parece
ser la antigua fachada de una casa; y después, recta de nuevo para volver al
punto de salida. La larga, en cambio, es algo más de dos millas, se empieza
en la misma recta, pero hacia la mitad, se toma un desvío que hay marcado
en la tierra por las marcas de los propios neumáticos después de los años.
Se pasa tras la fachada, y ahí comienza un punto ciego para el público
cuando la pista continúa por detrás de un pequeño montículo que hay que
rodear. El día que vinimos a las carreras, los participantes tardaron una
media de treinta segundos en hacer todo el recorrido.
—¿Cómo va? —pregunta Rick cuando vemos aparecer de nuevo el
coche.
—Trece —contesta mi primo impresionado.
Es casi imposible seguir el coche con la vista por la velocidad que
lleva, nunca he visto a nadie correr así, y tampoco había visto nunca a mi
padre; es algo que decidió dejar en su pasado cuando comenzó a trabajar en
Minimun Clothes y mi madre se quedó embarazada.
—¡Veintitrés segundos! —exclama Greg cuando el coche de mi padre
pasa la línea de meta y derrapa unos metros más adelante para frenar.
—El renacer del Phoenix. —Aplaude mi tío con orgullo—. Eso es
volar, ¿lo habéis visto?
Yo estoy sin palabras, los tres aplaudimos cuando sale del coche y
Rick choca su mano cuando mi padre se acerca con una sonrisa.
—¿Cómo te sientes? —le pregunta.
—No lo sé. —Sacude la cabeza y se pasa las manos por el pelo—.
Joder, ha pasado mucho tiempo, esto… —Me mira y, por mucho que intente
contener la adrenalina y la emoción que recorre sus venas para que no crea
que esto está bien, sus ojos brillan y su expresión le delata.
—Ha sido increíble, papá —digo al fin. Él sonríe negando con la
cabeza y me hace un gesto para que lo abrace, palmea mi cabeza y después
me sostiene con sus manos por las mejillas.
—Esto no es un juego, Colton. Cuando pisas el acelerador en esa pista,
pones tu vida en manos del azar y de la suerte.
—Lo sé, no voy a hacer ninguna tontería, te lo juro.
—¿El terreno sigue igual?
—Más pisado, se nota que han pasado veinte años. Subid conmigo,
vamos a hacerlo de nuevo más despacio —pide mirándonos.
Lo seguimos y los cuatro montamos en el vehículo, yo de copiloto.
Pone de nuevo el motor en marcha y arranca a poca velocidad, lo escucho
atentamente con cada explicación que me va dando.
—Mucho cuidado aquí —anuncia un poco antes de llegar a la curva de
la pista corta—. Tienes que frenar un segundo antes de tirar del freno de
mano y…
—Josh, va a ir en moto, no en coche —recuerda mi tío desde el asiento
trasero.
—Mierda, vale. —Mi padre asiente—. Vendremos mañana por la tarde
con las motos, pero con más razón debes tener cuidado, aquí empiezas a
frenar despacio con el freno delantero, bajas marcha y te inclinas hacia la
izquierda todo lo que puedas.
—Voy a prepararte una Urban GS —comenta Rick—, creo que es la
que mejor te puede ir para esta pista, ¿tú qué piensas?
—Buena opción, sí. —Mi padre lo mira un momento a través del
espejo retrovisor—. Conviértela en una dirt-track.
—Eso pensaba hacer —ríe y le da unas palmaditas en el hombro—.
Tranquilo, después dejaré que el mecánico de la familia la revise —añade
refiriéndose a él. Era a lo que solía dedicarse mi padre antes de entrar en el
mundo de la moda.
Continúa con las explicaciones durante todo el recorrido, me dice
dónde es posible que me patinen las ruedas, los socavones donde se forman
balsas de agua cuando llueve, etc. Volvemos a la línea de salida y no me
puedo contener.
—Déjame intentarlo con el coche —pido con ojos suplicantes, mi
padre intercambia una mirada con Rick y ambos se ríen, supongo que el
hecho de que sea de día, que no compita contra nadie y que ellos estén aquí,
lo ablanda un poco.
—Vale, pero voy contigo.
—¡Papá! —exclamo haciendo pucheros.
—Lo tomas o lo dejas.
—Joder, está bien.
COLTON
COLTON
Termino de guardar toda la ropa y cojo mis cosas para marcharme ya,
tengo que coger la moto de mi casa para después ir a entrenar un poco antes
de la carrera de hoy. Mi padre quiere que probemos la cámara y el micro
que me van a poner o, mejor dicho, que ya han incorporado al casco nuevo.
También me han conseguido una chaqueta especial con airbag incorporado,
de forma que si tengo un accidente —esperemos no llegar a eso—, y mi
cuerpo sale disparado, el cordón de activación que va anclado, por un lado,
a la moto y, por el otro, a la chaqueta, se suelta y se acciona
automáticamente la bombona de CO2 que infla el airbag en menos de 0.3
segundos. Estas chaquetas son bastante caras, pero ¿había alguna duda de
que mi padre no iba a escatimar en gastos?
CHELSEA
Las cortinas se abren de par en par y de inmediato aprieto los ojos con
fuerza y me escondo bajo la almohada.
—Levanta —ordena mi padre. Me froto la cara y lo miro aún medio
dormido—. Si no sabes beber, ¿para qué lo haces?
—No bebí tanto —balbuceo al mismo tiempo que bostezo y me estiro
antes de levantarme.
—Lo suficiente para esto, al parecer. —Veo cómo pulsa en su pantalla
y me entrega el móvil, pestañeo varias veces para enfocar la mirada, y
vuelvo a cerrarlos y a darle el teléfono tras varios segundos de video—.
Está en todas las redes, sois trending topic.
—Me cago en la puta. —Alzo la cabeza y le miro—. No nos liamos.
—Ya lo sé, pero sabes que lo que haya pasado da lo mismo, lo que
importa es lo que parece.
—Joder, Chelsea. —Busco mi móvil con rapidez al darme cuenta de
que ella también ha debido ver ya el puto video en el que Keira me está
diciendo algo en la oreja, yo río y después, justo antes de que se acerque a
mi boca, alguien pasa por delante y no se ve lo que pasa.
—Date una ducha y espabílate, anda —sugiere mi padre antes de salir
de mi habitación del ático.
Reviso que no me ha respondido a los mensajes y pulso sobre su foto
para llamarla, pero tampoco me contesta. Tengo cientos de mensajes y
llamadas también de Keira, pero ahora mismo solo hay una persona con la
que necesito hablar, así que me doy una ducha rápida y me despido de mi
padre antes de coger mi coche y volver a la residencia.
CHELSEA
CHELSEA
Atravieso el campus corriendo a tanta velocidad como me lo permiten
las piernas, me meto en el antiguo anfiteatro, cojo un pedazo de madera del
suelo y comienzo a romper todos los cristales que encuentro. Reviento
ventanas hasta dejarlas igual de destrozadas que a mí misma por dentro,
hasta que las lágrimas empañan tanto mi visión que no veo con claridad.
Me dejo caer en el suelo y me muerdo la muñeca con fuerza para ahogar un
grito que sale desde lo más profundo de mi alma.
—¡Joder! —Me seco la cara con rabia y pierdo la mirada en medio del
desastre que mi rabia, frustración y desesperación han causado.
No puedo perderlo, a él no. Sé que cree que tiene la situación
controlada, pero no tiene ni puta idea de dónde se está metiendo. Él no
conoce a Bóxer, no sabe de lo que es capaz, no sabe lo que le hará como por
su culpa pierda un solo centavo. Dios, si ni siquiera sabe que estuvo en la
cárcel por asesinato, aunque creo que ese dato solo lo conocemos unos
pocos desgraciados. Los pocos que hemos tenido la mala suerte de conocer
al verdadero Bóxer.
Había una chica que también traficaba para él, la conocí por casualidad
un día en las carreras el segundo año de universidad, se llamaba Amanda.
Tenía mi edad y solo hablé con ella una vez, era una buena chica, el negocio
de su familia cayó en bancarrota de la noche a la mañana y no le quedó más
remedio que buscarse la vida. Y lo hizo, lo hizo tanto que terminó
perdiéndola. Una noche la asaltaron al salir de la cueva de Bóxer, le robaron
todo. Ella intentó explicárselo, hablar con él, pero supongo que no tuvo
tanta suerte como yo, que solo me llevé una paliza. Amanda desapareció un
martes de diciembre, se la vio por última vez entrando en un todoterreno
azul marino y no volvió a saberse nada de ella hasta un mes después.
Cuando encontraron su cadáver en el arcén de una carretera abandonada.
Me da igual lo que tenga que hacer, Colton no es consciente de lo que
soy capaz por proteger a las personas que me importan. Dios, si es un
cachorro en medio de una puta perrera, no tiene ni idea de lo que es
buscarse la vida, acabarán con él antes de que sea capaz de darse cuenta.
—Mierda —me sobresalto cuando mi móvil empieza a sonar y a vibrar
en el interior de los bolsillos de mis vaqueros, es Boston. Justo la persona
con la que más me apetece hablar ahora mismo.
Cuelgo y vuelvo a guardarlo, me levanto del suelo y sin darme cuenta
me clavo algunos cristales en la palma de la mano, pero solo es una herida
superficial. Las que de verdad duelen no se pueden ver.
COLTON
Mis amigos me dan tiempo y espacio, dejan que llore durante unos
minutos y después me esperan en la habitación cuando entro al baño para
lavarme la cara. Me observo en el espejo y lleno mis pulmones de aire en
una respiración profunda para intentar relajarme un poco antes de salir y
hacer frente a lo que acaba de suceder. No esperaba que las palabras de
Chelsea fuesen a dolerme así, a pesar de saber que su reacción sería la que
ha sido, supongo que no imaginé la magnitud de su empeño por intentar
convencerme para alejarme y que deje de correr para Bóxer.
—Chelsea ha visto el video, ¿verdad? —me pregunta Boston cuando
vuelvo a la habitación.
—¿Cuál de los dos? —Cass alza una ceja—. Perdona —dice después
de que la mire de pasada hacia mi cama—. Supongo que te refieres al de la
carrera. Se ha enterado.
—Sí. No sé cómo ha sabido que era yo, pero da lo mismo, sabía que
me arriesgaba a esto.
—Y te ha mandado a paseo, ¿verdad? —Mi mejor amigo me mira con
compasión y lástima mientras asiento con la cabeza—. Colton, Chelsea…
es complicada. —Se sienta en la cama de su ex novia, frente a mí—. Le
gustas.
—Mucho —matiza Cass.
—Sí, y por eso hará todo lo posible para mantenerte al margen de sus
problemas.
—Pues me da igual lo que haga —respondo convencido—, no voy a
dejar de correr para ese perro. No puedo, aunque quisiera.
—Lo sé. —Suspira y cierra los ojos un segundo antes de volver a
mirarme—. Escúchame, esto no va a ser fácil, colega. —Traga saliva e
intercambia una mirada con Cass—. Chelsea es muy protectora con la gente
que… con la gente quiere. —Hace una pausa y una punzada de culpa me
atraviesa al pensar que hasta hace poco era su novia, tanto que se me cae la
cara de vergüenza y de nuevo se me empañan los ojos de lágrimas. Boston
alza mi barbilla y me dedica una pequeña sonrisa antes de volver a cambiar
el semblante—. Te va a hacer sufrir —advierte con seriedad—, va a hacer
cualquier cosa para conseguir que la odies, pero cuanto más empeño ponga,
más te va a necesitar, Colton. Ella… joder, no sé cómo hostias ha podido
acabar metida en esto, y yo sin darme puta cuenta. —Chasquea la lengua y
se levanta de la cama, supongo que se siente culpable por no haber sabido
antes que en primero tuvo que traficar también.
—Dejad de culparos, Chelsea es una mujer adulta que ha tomado sus
propias decisiones y que lo ha hecho lo mejor que ha podido. No es ninguna
víctima —explica mi mejor amiga mirándonos a los dos—. No hay víctimas
aquí. Mirad, cada uno decidimos a diario cientos de cosas, unas más fáciles
y otras más complicadas, pero siempre hay elección. Ella eligió mal el día
que decidió meterse en este mundo, y tú lo has hecho al decidir meterte
también por ella. —Me mira con dureza, aunque también con comprensión,
se encoge de hombros y me sostiene por las mejillas—. Eres un idiota, pero
eres mi idiota favorito, Colton Matthews. —Apoya su frente en la mía y yo
la acerco a mí para abrazarla. Boston acaricia mi cabeza y por unos
segundos me siento en paz.
—Vamos, que creéis que soy un gilipollas y que Chelsea me va a
machacar —río entre lágrimas para intentar quitar un poco de drama, y ellos
asienten con lástima.
—Sí, amigo, es lo que va a hacer. No sabe querer de otra forma —
cuenta Boston—, piensa que ella nunca se ha sentido a salvo con nadie… ni
si quiera conmigo.
—Bos, eso no…
—No pasa nada, Cass —sonríe a mi mejor amiga—, me ha costado
entenderlo, pero al verla con Colton, me he dado cuenta de muchas cosas.
—Estoy enamorado de ella —confieso entonces en voz alta.
—Lo sé. No hay más que verte. —Me señala con la mano—. Metido
en carreras clandestinas y volando con tu moto para que un hijo de puta
gane un puñado de dólares, y así conseguir que no le parta las piernas a la
chica de la que estás enamorado. Que, por cierto, era la novia de tu mejor
amigo cuando te enrollaste con ella. —Entorna los ojos y yo lo miro sin
saber si está intentando hacer un chiste o de repente me quiere partir la cara
—. ¿Ya tienen argumento para tu próxima película? Porque estás viviendo
en una ahora mismo —dice entonces en medio de una pequeña sonrisa.
—Casi se me sale el corazón por la puta boca —contesto sonriendo en
medio de un suspiro, ellos se ríen y Cass pone los ojos en blanco.
—Lo que está claro es una cosa —continúa Boston, me dedica una
sonrisa torcida y me sostiene por el hombro—, no me mientas, disfrutaste
como un cabrón sobre esa moto.
30. ROTOS
CHELSEA
COLTON
Dios, creo que nunca había echado tanto de menos a alguien como
echo de menos a Chelsea. El día que me dijo todo aquello, supe que no iba
a cambiar de idea y que, si me quedaba en la residencia, solo conseguiría
hacernos más daño a los dos. Ella no va a ceder, me lo dijo Peter y me lo
repitió después Boston, dos personas que la conocen mejor que yo. O,
bueno, al menos la conocen de una forma diferente.
Decidí pasar la semana en casa de mi primo, solo he ido a la
universidad para asistir a clase y poco más, pero me las he ingeniado para
no cruzarme con ella y no encontrarnos en la habitación. No sería capaz de
tenerla a menos de dos metros y no abrazarla, decirle que la quiero, que
estoy enamorado de ella y que todo saldrá bien. Que necesito que se deje
cuidar, que pedir ayuda cuando el mundo pesa demasiado, es de valientes y
que, lo es aún más, aceptarla. Sin embargo, sé que no serviría de nada, pude
verlo en sus ojos, la desesperación por protegerme, por alejarme de Bóxer,
por mantenerme al margen. Joder, si ella supiese que sería capaz de
cualquier cosa con tal de que no le pusiesen de nuevo la mano encima. Ni
siquiera me reconozco, mi tío Rick me dijo el otro día que estas dos
semanas han sido como volver a tener al Josh de veintidós años en casa,
peleando y luchando contra el mundo con tal de cuidar de su hermana, de
mi madre. Ojalá. Ojalá mi fututo con Chelsea fuese como ha sido el de mis
padres, pero eso es tan imposible como el hecho de que ella ceda ahora
mismo y me diga que acepta mi ayuda. Supongo que solo me queda esperar
a que pase el mes, la temporada acabe y ya no tenga que jugarme la vida
cada semana.
Hoy es viernes y mañana tengo que correr, pero, joder, necesito hablar
antes con Chelsea. Esta semana ha sido eterna, sé que probablemente sea un
error, pero si los milagros existen, solo pido uno para mí ahora mismo.
Giro la manilla de la 305 y me tiembla todo el cuerpo por los nervios,
empujo la puerta y el estómago me da un vuelco al verla de espaldas. En
cuanto me escucha, hace algo con las manos y se da la vuelta para mirarme.
Puedo ver cómo traga saliva y está igual de nerviosa que yo, sus ojos brillan
y, por mucho que se empeñe, el actor aquí soy yo, ella es igual que un libro
abierto para mí. Voy a sonreír cuando…
—Qué raro, tú por aquí, ¿ya te has cansado de dormir en tu mansión de
niño rico y vuelves donde los mortales? —suelta sin expresión alguna en su
voz, como si hablase con el piloto automático puesto.
—Vale, veo que las cosas siguen igual. —Suspiro con tristeza mientras
me muerdo la mejilla por dentro—. Yo tan solo… te echaba de menos. —
Me encojo de hombros y aclaro mi garganta para que no me traicione.
Chelsea aprieta los labios y tuerce su tobillo, pero no dice nada—. De
acuerdo, me voy. —Me doy la vuelta y abro de nuevo la puerta, pero
entonces ella habla.
—Te lo dije, no debiste hacerte ilusiones, lo nuestro solo fue algo
pasajero que me ayudó a salir de la mentira que vivía con Boston. Supongo
que te utilicé.
Sus palabras son igual que putas dagas envenenadas, pero esta semana
me prometí a mí mismo que no dejaría que me afectase. Como me dijo
Boston, cuanto más empeño ponga en que la odie, será que me necesita
más, que está más desesperada por salvarme. Dios, ¿qué infancia debe
haber tenido para no ser capaz de aceptar el cariño y el cuidado de otra
persona? ¿Hasta qué punto está rota por dentro? Ojalá poder meterme en su
cabeza y ayudarla, pero sé que no puedo hacerlo, que solo ella tiene el
poder de aceptar la ayuda que necesita y dejarme entrar. Mientras tanto…
solo me queda hacer lo que esté en mi mano. Y tengo claro que la de
mañana no será la última carrera que correré por ella.
CHELSEA
Estoy acojonada cuando me bajo del taxi frente a la tienda que Bóxer
usa como tapadera para su negocio de mierda. No sé cómo va a salir esto, y
debo reconocer que ni siquiera soy realmente consciente de lo que estoy a
punto de hacer, pero ya no se me ocurre otra cosa para que Colton deje de
poner su vida en manos del azar para salvar la mía. Jamás me perdonaría
que algo le pasase por protegerme, tanto dentro como fuera de las carreras.
Él se cree que, si obedece a Bóxer, todo irá bien, pero lo que no sabe es que
ese cabrón nunca se rinde y nunca tiene suficiente; que cuando no sean las
carreras, será otra cosa, y seguirá utilizándole para ganar dinero hasta que
se canse.
—Vengo a verle. —Trago saliva dentro de la tienda mientras uno de
sus hombres me hace una señal para que lo siga.
Avanzamos por un largo pasillo que ya me conozco más de lo que me
gustaría admitir, y siento la necesidad de detenerme a mitad de camino
cuando veo la puerta del fondo entreabierta y un retortijón hace que me
suenen las tripas.
—Venga —insta su hombre al ver que no avanzo. Asiento y me chupo
los labios, espero a que abra la puerta y cuando su voz llega hasta mis
oídos, juro por Dios que me tiemblan tanto las piernas, que estoy a punto de
caerme al suelo.
—Cervatillo —dice con una voz que me hiela la sangre—. Pasa, no te
quedes ahí.
—Ho-hola. —Me aliso el pelo con una mano y luego cruzo los brazos
sin dar apenas un par de pasos dentro de su despacho.
—Qué tímida estás hoy. —Se levanta de la silla y rodea su mesa, está
serio, y eso me pone aún más nerviosa. No sé si tengo tanto miedo por mí
misma, o por el hecho de que me diga que no acepta mi petición y obligará
a Colton a seguir corriendo—. Déjame adivinar, vienes a por más dinero.
—No —espeto mientras niego con la cabeza—, vengo por… vengo
por Colton.
Bóxer entorna los ojos y luego alza una ceja.
—Para que le dejes en paz y no le obligues a correr para ti. —Juego
con mis dedos y me doy cuenta de cómo me sudan las manos, me obligo a
parecer igual de segura y valiente que otras veces, pero estoy demasiado
alterada para fingir.
—No sé de qué me hablas. —Junta los labios y se encoge de hombros.
—Lo sé todo, he visto un video.
Pasa la lengua por sus dientes y mira a sus hombres por encima de mí,
chasquea la lengua, deja escapar una larga bocanada de aire y luego dibuja
una falsa sonrisa.
—Me has pillado, cervatillo. Al parecer hay algunos por ahí que no
tienen en mucha estima su vida —dice, pero no sé si se refiere a Colton o a
quien grabó el video.
—Por favor, déjale en paz, yo volveré a trabajar para ti, él no tiene
nada que ver. Son mi problemas, no los suyos —pido a la vez que intento
disimular la desesperación.
—Déjalo, Bambi, ya no me interesas, ese chico es una mina de oro —
contesta con desinterés.
—Bóxer, por favor. —Doy un paso adelante y sujeto su mano, algo
que nunca antes había hecho, jamás le había tocado. Él mira hacia abajo y
luego alza los ojos provocando que su frente se llene de arrugas, sonríe y
lleva su mano hasta mi cara.
—Qué tierno, estás preocupada por él —habla con desdén mientras
acaricia mi pelo, provocando que tenga que reprimir una arcada.
—Sabes que puedo hacerte ganar mucho dinero —insisto.
—La única forma de hacerme ganar más dinero que él, es con tu
cuerpo. —Alza las cejas y recorre toda mi anatomía despacio, hasta
detenerse en mis ojos, de donde, a mi pesar, se escapan un par de lágrimas
cuando asiento—. No me lo puedo creer, ¿aceptarías?
—Sí —balbuceo en un hilillo de voz.
—Vaya, esto sí que no me lo esperaba. —Lleva las manos hasta mi
cintura y me acerca a su cuerpo de un tirón, puedo oler su aliento a cerveza
a escasos centímetros de mi boca—. Serías capaz de cualquier cosa con tal
de protegerlo, ¿eh? —Trago saliva y aprieto los ojos cuando saca la lengua
y me lame la mejilla, llevándose así todas mis lágrimas.
Sostengo su mirada durante lo que me parece una eternidad, miles de
escenarios pasan por mi cabeza, aunque lo hacen de una forma tan frenética
que no soy capaz de hilar unos con otros. Siento que todo me da vueltas y
que, si no fuese porque me tiene sujeta, las piernas me fallarían.
—Si tuviese sentimientos, esto sería un momento precioso —dice
entonces—. Los dos capaces de cualquier cosa para proteger al otro, tenéis
que quereros, eh. —Entonces mira a sus hombres y todos estallan en una
carcajada—. Por suerte no los tengo. —Me separa de él de un empujón y es
uno de sus matones el que me sujeta por detrás cuando casi me caigo—.
Lárgate antes de que me arrepienta, anda.
—Por favor, Bóxer —suplico rompiendo a llorar con más fuerza—. No
le hagas daño, Colton no pertenece a este mundo, él no tiene…
—Eso depende de él, no de mí —espeta con tono serio—. Me conoces,
Chelsea. —El hecho de que use mi nombre, me indica que ya se ha cansado
de bromas y que habla en serio—. No me gustan los juegos, tú solita te
metiste en esto, tú acudiste a mí en busca de ayuda. Y te la di. —Retrocedo
un paso cuando él se acerca—. Perdiste un kilo de heroína, ¿qué esperabas
que pasase?
—Lo-lo siento, si me dejas te aseguro que…
—No juegues conmigo —repite hundiendo los dedos en mi pelo y
dando un tirón para que alce la cabeza—, yo no soy un niñato universitario
y lo sabes. Me importa una mierda volver para dentro, pero de mí no se ríe
ni mi puta madre. —Me sujeta con fuerza por la mandíbula y obliga a que
le mire—. Asegúrate de que tu novio corra para mí las carreras que faltan,
que haga lo que yo le mande, y después ya veremos.
—Por favor —gimoteo con los ojos inundados de lágrimas.
—Sacadla de aquí —ordena a sus hombres, se da la vuelta y no vuelve
a mirarme mientras dos matones me sujetan por los brazos y me arrastran
por el pasillo hasta la calle, donde mi tiran al suelo antes de cerrar la puerta.
31. SEGUNDA CARRERA Y UNA CONFESIÓN QUE
ME DESTROZA
COLTON
FLASHBACK
Miré a mi padre a través de las gafas de sol cuando salió a la terraza
del ático y me habló del jodido video que ha estropeado todo con Chelsea.
—Te lo advertí —espetó cabreado—. Te dije que esto iba a pasar, que
ese puto perro no iba a ser capaz de controlar a todo el mundo.
—Joder. —Me revolví el pelo y me levanté de la hamaca en la que
estaba sentado fumándome un cigarro—. ¿Qué vamos a hacer si las
productoras se enteran?
—¿Si se enteran? —soltó una carcajada amarga—. ¿Quién te crees que
me lo ha enviado?
—Estás de coña. —Me llevé las manos a la boca y lo miré asustado,
toda mi carrera como actor podía irse a la mierda en una fracción de
segundo, en cuanto las redes sociales decidiesen lapidarme.
Esto funciona así. Da igual que algo esté bien o esté mal, sea legal o
ilegal, cuando eres famoso, la opinión de la gente es lo único que importa.
A las productoras les da igual que la cagues o hagas algo “mal visto”, lo
que les interesa es saber qué opina la gente acerca de ello. Estás en manos
del mundo, y tú solo eres un mero espectador respecto a lo que deciden
hacer con tu carrera y con tu futuro.
—Tienes una puta flor en el culo —dijo entonces.
—¿Eso qué significa?
—“Gixen Entertaiment” y “Bros Century Studios” han dicho que lo
vendamos a la prensa como unas prácticas —explicó entrecomillando esto
último— para un futuro proyecto. No les interesa que la gente te cancele, y
al parecer el video ya es viral.
—Venga ya —maldije mientras quité mi móvil de cargar para meterme
en las redes.
—Parece mentira que aún no sepas lo rápido que funciona internet.
—¿Y ahora qué hacemos?
—Tú nada, mantener un perfil bajo. —Me miró y puso los ojos en
blanco—. Todo lo bajo que la situación nos lo permite —especificó—. Voy
a dar una rueda de prensa y luego te voy a mandar lo que tienes que
publicar en tus redes, no le des mayor importancia, simplemente lo publicas
y listo.
—Entendido. —Asentí sin rechistar y le di las gracias a través de una
mirada, él suspiró y volvió al interior del ático.
FIN DEL FLASHBACK
—Sí, claro que ha colado, pero eso no quiere decir que ahora puedan
verme corriendo con una moto a ciento ochenta por hora cada semana en
carreras ilegales —respondo a Boston y él asiente con la cabeza—. ¿Sabéis
algo de Chelsea?
—No… —Se miran entre ellos—. No la hemos visto en el desayuno ni
tampoco en la comida.
—Ya. Vale.
Después de unos minutos, llegamos hasta la entrada al descampado y
vemos cómo lo que imagino serán hombres de Bóxer, nos hacen una señal
con la mano para que nos acerquemos.
—Fiera —dice uno de ellos al percatarse de que soy el que conduce—,
pasa.
—¿Qué es todo esto?
—Busca a Bóxer. —Es lo único que dice antes de dar unos golpes en
el coche para indicarme que continúe mi camino.
—Mirad —comenta Cass asomándose por la ventanilla—. Le están
quitando el móvil a todo el mundo.
Efectivamente, a los costados hay varias cajas con un montón de
móviles etiquetados con pegatinas de colores y lo que parecen nombres.
—Joder el perro, sí que se lo toma en serio —comenta Boston.
—Se juega mucho dinero.
—Pues ya podría habérsele ocurrido esto antes. —La morena chasquea
la lengua y baja la ventanilla trasera cuando la música comienza a vibrar a
medida que nos acercamos más al epicentro.
Aparco el coche en un espacio libre un poco apartado y los tres nos
bajamos, miramos a nuestro alrededor y Boston me señala con la cabeza
hacia un punto concreto, sigo su mirada y veo cómo Bóxer está mirándome.
—Si el Ryder de hace veinte años estuviese aquí, le volaría la puta
cabeza —masculla Cass con rabia mientras los tres lo observamos.
—Si el Josh de hace veinte años estuviese aquí, ya le habría reventado
la boca hace tiempo.
—Pero yo no soy Ryder ni soy mi padre —respondo yo a los dos
dándome la vuelta para mirarlos—. Quiero tener un futuro después de toda
esta mierda, y el asesinato no creo que me dé muchos puntos con el público.
—No… —contesta mi mejor amigo.
—La verdad es que no —apoya Cass, y ambos se disculpan con la
mirada.
—Ahí viene mi primo. —Doy unos pasos hacia él cuando escucho el
rugir de mi moto cuando se aproxima con ella, como yo he venido en el
coche, él ha pasado por el taller de mi tío a recogerla porque querían hacerle
algunos ajustes.
—¿Y este puto circo? —inquiere a la vez que se quita el casco—. Han
intentado quitarme el móvil, no me han dejado en paz hasta que me han
visto la cara y se han dado cuenta de que venía con tu moto.
—Es por el video de Colton corriendo —contesta Cass encogiéndose
de hombros.
—Pues a buenas horas se le ocurre.
—Ya. Bueno, voy para allá, que se acerca la hora —digo después de
mi mirar el reloj de mi muñeca. Cojo el casco que me da mi primo y me
subo a en la moto, trago saliva por los nervios y dibujo una sonrisa para
tranquilizar a mis amigos, en especial a Cassandra.
—Oye, todo va a ir bien. —Extiendo la mano para que se acerque.
—Como te caigas y te mueras, te mato —advierte con la mirada antes
de darme un abrazo.
—Qué cosas tan bonitas me dices, enana. Te quiero.
—Y yo a ti.
—Suerte, tío. —Greg y Boston también me abrazan antes de que me
ponga el casco, entonces pulso un botón en la parte interna de la visera y
aguardo a escuchar el sonido que me indica que la conexión se ha
establecido.
—¿Colton?
—Hola, papá. —Asiento y mis amigos miran de forma involuntaria
alrededor para ver desde dónde nos están viendo, aunque el único que lo
sabe es Greg.
—¿Qué tal estás?
—Bien, concentrado. —Me despido de mis amigos con un gesto de la
cabeza y arranco para dirigirme despacio hasta Bóxer, el cual no me ha
quitado los ojos de encima desde que he llegado.
—¿Sabes ya si tienes que ganar o perder? —Es mi tío Rick el que
habla ahora.
—Aún no, ahora me lo dirá cuando hable con él.
—Ya lo vemos —dice cuando dirijo el casco hacia delante y se le ve
entre toda la gente, al final del todo, donde empieza la pista de las carreras.
—¿Cómo está mi actor favorito? —saluda con diversión y una enorme
sonrisa cuando detengo la moto junto a él, que, como siempre, está sentado
sobre el capó de su cuatro por cuatro, y rodeado de sus matones y chicas
que… en fin, prefiero no pensar si están con él por voluntad propia.
No respondo, tan solo me levanto la visera para mirarlo con seriedad,
él estalla en una carcajada y después hace una pausa antes de hablar.
—Lo de la semana pasada impresionó a muchos —indica, como si me
importase su opinión—, así que las apuestan están a tu favor en un ochenta
por ciento.
—Así que tengo que perder —adivino asintiendo con la cabeza.
—Exacto. Pista larga. Y disimula, fiera, que no se note.
—Entendido. —Vuelvo a bajarme la visera y acelero un poco para
colocarme cerca de la pista donde, en menos de cinco minutos, comenzará
la carrera.
No habré avanzado más de dos metros cuando escucho su carcajada,
detengo la moto y giro la cabeza para mirarlo, cuando su comentario hace
que todo mi cuerpo reaccione.
—Hoy he tenido la visita de un cervatillo asustado —comenta entre
risas a la vez que acaricia los muslos de las chicas que tiene a cada lado
sentadas.
Vuelvo a subirme la visera y esta vez me bajo de la moto, la apoyo y
camino hacia él con el corazón bombeando pura adrenalina.
—Colton, no. —La voz de mi padre es solo un eco en mi cabeza.
—Cálmate, Fiera —dice levantando una mano y apoyándola en mi
pecho, sus hombres cambian la postura, preparados para intervenir—.
Bambi está sana y salva, pero debe de quererte mucho —continúa con su
acertijo y mis nervios están ya en la reserva.
—¿Qué cojones significa eso? ¿Qué le has hecho?
—Nada, pero no porque ella no haya querido. —Vuelve a reír, pero
enseguida cambia el semblante cuando lo sujeto por la camisa y lo alejo del
capó del coche.
—Chist, tranquilito —indica con seriedad—, no te conviene dar la
nota. —Mira a su alrededor e imagino que la gente se está percatando de
que algo sucede entre nosotros.
—Dime qué ha pasado —mascullo con los dientes juntos y los brazos
temblorosos.
—Ha venido a verme —cuenta mientras él mismo tira de mis muñecas
para que lo suelte, dejo caer los brazos a los lados de mi cuerpo, pero no me
alejo ni un centímetro—. Estaba desesperada por convencerme de que te
dejase en paz y no corrieses más —habla con cautela, aunque sin borrar el
tono divertido que parece caracterizar a este puto payaso—. Le he dicho
que no sabía de qué me hablaba, pero entonces me ha contado lo del famoso
video, y he tenido que reconocerlo. ¿Qué iba a hacer? —ríe y mira a sus
matones, buscando que alguien le ría la gracia.
—Continua —pido con los ojos cerrados después de tomar una
bocanada de aire para intentar armarme de paciencia.
—Le he dicho que no me interesaba, que contigo gano mucho más
dinero del que podría ganar con la Chelsea camella, pero entonces… —
Tuerce la sonrisa y pasa la lengua por sus dientes de oro.
—¿¡Entonces qué!? —exclamo volviendo a sujetarlo por el mismo
sitio que hace unos segundos.
—Colton, por favor, no lo escuches, vuelve a tu moto y… —Mi tío
deja la frase a medias al oír lo que dice Bóxer a continuación.
—Entonces me ha ofrecido su cuerpo, Fiera —confiesa con una
sonrisa llena de orgullo, y sigue hablando, pero yo apenas escucho ya nada
—. Ha dicho que con su cuerpo puedo ganar más y que…
No puedo tragar saliva, se me nubla la vista y lo único que soy capaz
de hilar en mi cerebro son las ganas de destrozar al hijo de la gran puta que
tengo delante.
—Contrólate —advierte ahora con seriedad al ver mi expresión, y de
reojo veo cómo un par de sus matones están colocados tras de mí—. Le he
dicho que no me interesa, pero está en tu mano hacer que no cambie de
idea. —Da un paso más hacia mí, apoya su frente en la mía, sobre el casco,
y me mira a los ojos mientras me sujeta por los hombros y aprieta—. Tienes
una carrera que perder, no hagas que me arrepienta de haber dejado que se
marchase.
—Colton, súbete a la moto —ordena mi padre con autoridad—. Ya.
Me concentro en que sus palabras sean el único estímulo que llegue
hasta mis terminaciones nerviosas, hago fuerza para tragar saliva y me doy
la vuelta, camino hasta la moto, subo y me bajo la visera.
—Sé que ahora mismo solo tienes ganas de una cosa —continúa mi
padre con cautela—, y te aseguro que ese… cabrón pagará. Pero no ahora.
No es el momento. Céntrate, pierde la carrera y no te detengas hasta que
llegues hasta nosotros.
No respondo, tan solo dejo la mirada perdida en un punto fijo de la
pista, como cuando te quedan minutos sin pestañear con la mente en blanco.
—Colton, ¿me has escuchado?
—Sí —respondo.
—Intenta ir pegado al otro corredor hasta el montículo donde no se os
ve durante algunos segundos, y ahí frena disimuladamente para que cuando
volváis a aparecer, él vaya un par de segundos por delante. —Rick me da
indicaciones y yo asiento en silencio.
Mi mente repite en bucle las palabras del perro, pero me obligo a
apartar cualquier pensamiento hasta que termine la carrera. Ahora mismo
no puedo permitirme recrearme en la puta realidad que estoy viviendo. Tan
solo necesito unos segundos más.
Céntrate, Colton, solo unos segundos más.
32. DESESPERACIÓN Y CÓMO ODIARTE A TI
MISMA PARTE CINCO
COLTON
CHELSEA
CHELSEA
CHELSEA
Aprieto los dientes cuando veo cómo Colton besa a esa chica y una
arcada me sube por la garganta. Necesito separarme un poco de Kevin, el
chico con el que he decidido enrollarme después de volver de la cocina y
haber estado a punto de caer en la tentación con el único chico que ha
conseguido transmitirme paz en toda mi vida. Maldita sea, ¿cómo hemos
terminado en medio de toda esta mierda? Ojalá el periodo luna de miel nos
hubiese durado un poco más. Ojalá haber podido pasear con él cogidos de
la mano por el campus. Ojalá haber podido gritar al mundo que estoy
enamorada de Colton Matthews. Dios, todo eso queda tan atrás a estas
alturas, tan solo desearía que él fuese capaz de entenderme, quizá si le
hubiese contado lo de Ian… No. Chelsea, basta.
Sacudo la cabeza para aterrizar de nuevo en la vida real, en la puta
realidad de mi existencia que es que me he enrollado con un tío que ni me
gusta por intentar que el tío al que quiero me odie. Soy una estúpida. ¿Qué
me esperaba? ¿Que Colton se fuese corriendo a su habitación? Por Dios, ¡es
Colton Matthews! Obviamente iba a hacer lo mismo.
Hasta que nos conocimos de verdad, incluso antes de besarnos en
aquel jacuzzi donde todo comenzó, él representaba todo lo que yo odio en
un hombre, cada día estaba con una diferente y tenía tanto ego que podría
repartírselo a todo el campus. Sin embargo… cuando lo conocí me di
cuenta de que, bajo esa superficie, hay todo un mundo. Estaba convencida
de que Colton representaba todo lo que odio en un hombre, pero la realidad
es que es la viva representación de un iceberg: solo conoces la punta, pero
lo que hay por debajo es inmensamente más grande. Solo el hecho de
pensar que podría pasarle lo mismo que a… mierda, tengo que conseguir
que deje de jugarse la vida como sea.
—¿Estás bien? —me pregunta Kevin, yo solo finjo una sonrisa—.
¿Vamos a tu habitación?
Trago saliva ante su propuesta y me obligo a seguir sonriendo, está
muy borracho y sé que lo más probable es que se tumbe en la cama y se
quede dormido, pero ¿y si no? ¿Sería capaz de acostarme con un tío que ni
siquiera me atrae? Miro por encima de su hombro y veo que Colton
continúa enrollándose con la chica esa hasta que, de repente, se gira hacia
sus amigos. Frunzo el ceño con curiosidad y siguiendo su mirada, me doy
cuenta de que están celebrando el beso que se están dando Cassandra y
Boston. Sonrío, esta vez de verdad, al ver que mi ex novio por fin es feliz.
Independientemente de lo que haya sucedido entre nosotros, Bos es un tío
genial y se merece todo lo bueno que pueda pasarle. Me cuidó y se
preocupó por mí durante mucho tiempo, a pesar de que al final las cosas se
torciesen entre nosotros.
—¿Y bien?
—¿Qué?
—Vamos a tu habitación —insiste Kevin antes de volver a besarme.
Asiento y me obligo a no volver a mirar a Colton mientras hablo con mis
amigos, los cuales no aprueban lo que estoy a punto de hacer, y me marcho
de la fiesta acompañada de un tío que hace diez minutos ni conocía.
35. ESE COÑO ES MÍO, Y NADIE TOCA LO QUE ES
MÍO, CHELSEA
CHELSEA
COLTON
Salgo dando un portazo y bajo las escaleras de la residencia de dos en
dos con la necesidad de salir cuanto antes y respirar. No puedo creer que
Chelsea siga con la misma actitud de mierda incluso después de lo que ha
pasado, pero puedo creer aún menos que de verdad estuviese dispuesta a
acostarse con ese imbécil. Sinceramente, quiero pensar que en el último
momento se hubiese arrepentido, pero lo cierto es que nunca lo sabré.
Camino hasta un árbol y apoyo la espalda, me enciendo un cigarro y miro
hacia la fachada, la luz de la 305 está encendida y puedo ver cómo una
sombra se proyecta en el techo cuando Chelsea se coloca sobre la lamparita
de su mesilla. En ese mismo momento, el tal Kevin sale de la residencia y
está a punto de caer al suelo cuando tropieza con un escalón debido a la
borrachera que lleva. Se aleja dando tumbos en dirección a la casa de la
fraternidad donde es la fiesta de Halloween y lo pierdo de vista cuando
dobla la esquina de la facultad de ciencias.
Me termino el cigarro mientras doy vueltas a la cabeza, mientras me
rebano los sesos tratando de comprender una vez más los motivos que están
llevando a Chelsea a comportarse como una niñata. Lo cierto es que estoy
muy cansado de esto, cada día que pasa, la tristeza se va convirtiendo en
cabreo, y de ahí a la indiferencia sé que solo hay un paso… Sin embargo,
mis sentimientos son demasiado fuertes, dudo que se me vayan a pasar de la
noche a la mañana por muy estúpida que siga siendo su actitud.
Algunos minutos después regreso a la habitación, abro sin mucho
cuidado y ella se sorprende al verme. Está apoyada en el cabecero de su
cama con el móvil en la mano, nuestros ojos hacen contacto durante un par
de segundos, pero enseguida finge indiferencia, bloquea el teléfono y lo
mete bajo su almohada antes de tumbarse y darse la vuelta hacia la pared.
—De puta madre —murmuro mientras me encierro en el cuarto de
baño.
Abro el grifo y me lavo la cara en un vano intento de despejarme y
controlar la mala hostia, me miro en el espejo y niego con la cabeza en
medio de un suspiro de agotamiento. Después de lavarme los dientes y
secarme, me quito la camiseta y regreso a la habitación, me quito los
pantalones e ignorándola igual que ella a mí, me tumbo dándola la espalda
y me concentro en intentar dormirme. Este ritmo va a acabar conmigo y me
espera una semana demasiado intensa, tengo varias entrevistas en televisión
y radio por el estreno de la película, y un par de sesiones de fotos. Creo que
me vendrá bien centrarme en el trabajo y dejar de rayarme, porque está
visto que de poco me sirve.
Me despierto temprano cuando escucho un golpe en el pasillo, imagino
que cualquier chico o chica se ha tropezado de camino a las duchas. Miro
mi reloj de muñeca y veo que solo son las seis, apenas habré dormido tres o
cuatro horas, pero a las nueve tengo mi primera clase y necesito despejarme
porque no he parado de tener pesadillas. Miro hacia la cama de Chelsea y
una sonrisa involuntaria aparece en mi rostro cuando la veo acurrucada
hacia mí, trago saliva y me contengo de apartar los mechones sueltos de su
cara, en lugar de eso, me pongo un pantalón de chándal y una sudadera,
cojo mis cascos y decido salir a correr. Necesito quemar todo el maldito
alcohol que tomé anoche.
El deporte siempre me ha ayudado a ordenar las ideas, mi primo tiene
un gimnasio en su casa y mis padres otro en el ático, así que siempre ha
formado parte de mi vida. Por desgracia, en lo que respecta a Chelsea no
me está ayudando una mierda. Sé que debería dejarla en paz, no permitir
que siga machacándome ni insistir en que lo nuestro es real… ¿Y si no lo
es? Es una pregunta que lleva rondando mi cabeza unos cuantos días. No lo
sé, yo creo mucho en el destino, pienso que todo pasa por algo y que quizá
no esté en nuestro destino el acabar juntos. Pienso que después de estas
semanas, ha tenido tiempo suficiente para asumir que no pienso dejar de
correr para el perro, que mientras yo pueda hacer algo por protegerla, lo
haré. De acuerdo, puede que no tengamos que estar juntos, que ella con su
actitud termine por joder lo nuestro del todo y que cuando acaben las
carreras, ya sea tarde para arreglarlo. Sin embargo, lo que sí sé es que, a
estas alturas del partido, la suerte ya está echada y no puedo dar un paso
atrás. Bóxer me lo ha dejado claro muchas veces, y no seré yo el
responsable de que Chelsea termine haciendo… Dios sabe qué para ese
cabrón.
36. ¿HASTA CUÁNDO?
CHELSEA
Los próximos tres días pasan despacio, solo veo a Colton en las pocas
clases que compartimos y la noche del martes. Por lo que dicen por ahí, está
hasta arriba de trabajo por las entrevistas y campañas que tiene para la
película, así que no está pasando mucho tiempo por aquí… Y cuando lo
hace, apenas intercambiamos palabras, y cuando lo hacemos es para
tratarnos mal. Sí, hablo en plural, supongo que era cuestión de tiempo que
se cansase.
Me quedo estática por un segundo cuando vuelvo de la última clase el
miércoles y lo veo sentado en su cama hablando por teléfono. Alza la
mirada sin despegar los codos de sus rodillas, y vuelve a mirar al frente para
continuar hablando e ignorarme.
—Intentaré pasarme luego —dice a quien sea que está al otro lado de
la línea—. Vale, sí… Podemos tomarnos algo y ya veremos después… —
Ríe y asiente, vuelve a mirarme y rápidamente aparto los ojos de él y finjo
buscar algo en mi mochila—. Luego te veo, adiós.
Se levanta sin decir nada, pasa por detrás de mí y escucho cómo
rebusca algo en su armario. Dios, la tensión se podría cortar con un cuchillo
desafilado. Estoy mirándolo de reojo cuando su voz hace que de un saltito
en el sitio.
—¿Quieres decirme algo o solo te vas a quedar ahí mirándome?
—¿Eh? —Me giro hacia él y alzo las cejas, como si no supiese de qué
me habla, él solo ríe y niega con la cabeza.
—Era mi primo —aclara entonces mientras señala el móvil que ha
dejado sobre la cama.
—No te he preguntado, me da igual con quién hables, Colton. —Me
doy la vuelta cabreada porque ninguno de los dos nos creemos lo que he
dicho.
—No te vas a cansar de esta estupidez, ¿verdad?
—No tengo ganas de hablar. —Suspiro y me apoyo en el escritorio con
los brazos cruzados, me encojo de hombros y me muerdo los labios, él solo
me observa—. Lo del otro día fue un error.
—¿Sabes? —Tuerce el morro y suelta una pequeña risa amarga—.
Antes pensaba que eras una mujer valiente, que lo nuestro… —Niega y
traga saliva—. Pero la verdad es que me estás demostrando que solo eres
una niñata malcriada.
—Cierra la boca y no se te ocurra hablar de mi madre ni del modo en
el que me crio. —Me acerco a él y su rostro cambia, supongo que se ha
dado cuenta de que se ha pasado con ese comentario, pero me da igual—.
No tienes ni puta idea, Colton, ni idea de cómo lo hemos pasado ni de cómo
ha sido mi vida. Para ti todo…
—¡Pues no, Chelsea! —exclama interrumpiéndome—. ¡No tengo ni
idea porque no me dejas conocerte! ¡No sé nada de tu vida porque no me
dejas entrar aquí! —Me da un toquecito con dos dedos en mi frente y le
aparto de un manotazo.
—Que te jodan —mascullo con las lágrimas a punto de salir, me doy la
vuelta y voy hacia la puerta, pero me sujeta por la muñeca.
—Espera, lo siento, no he querido…
—Suéltame. —Doy un tirón y salgo sin darle tiempo a insistir.
COLTON
Soy un gilipollas.
Doy una patada a la silla del escritorio y maldigo mi torpeza, en
realidad no me estaba refiriendo a cómo la ha criado su madre ni nada
parecido, simplemente quería intentar provocarla, hacer que reaccionase y
parase esta locura. Supongo que me ha salido el tiro por la culata.
Tengo una tonelada de trabajos de clase por hacer, pero soy incapaz de
concentrarme en nada. Decido irme a casa de mi primo para intentar
desconectar de esta mierda, pasar un buen rato con él y volver, aunque sea
por unas horas a la vida que tenía antes de que Chelsea se cruzase en mi
camino.
Ahora mismo dudo de si fue algo bueno o algo malo.
CHELSEA
Las cosas con Colton no pueden ir peor, creo que incluso cuando no lo
soportaba nos llevábamos mejor que ahora. Esta semana ha sido horrible,
me siento más sucia que en toda mi vida, y siento que estoy llegando a mi
límite. Y eso, viniendo de mí, es decir mucho… He estado a punto de
contarle todo a Colton en más de una ocasión estos últimos días, desde que
dijo lo de mi madre, no ha vuelto ni a mirarme. Sé que se siente culpable y
que, seguramente, ni siquiera quería decir lo que dijo, simplemente trataba
de hacerme reaccionar o de conseguir que me rindiese en mi vano intento
por parecer indiferente, cuando lo único que estoy haciendo es quedar como
una niñata bipolar. Sin embargo, ayer hablé con mi madre… Bueno, fui a
verla. No sé, necesitaba sentirme cerca de Ian, sentarme en su cama,
recordarlo. Pero recordarlo bien, no con el cuerpo machacado después de
salir volando quince metros por encima del manillar de la moto.
—¿Te quedas a cenar? —me preguntó mi madre desde el marco de la
puerta de mi hermano.
—No puedo, tengo que terminar un trabajo.
Asintió en silencio y camino hasta sentarse a mi lado, cogió la
camiseta que tenía entre mis manos, la que usaba mi hermano para dormir a
veces y que después de todos estos años, aún permanece bajo su almohada,
y se la llevó a la nariz.
—Ya no huele a él —sollozó mientras sus ojos se inundaron de
lágrimas.
—Han pasado cuatro años, mamá. —Se le quité con cariño y la doblé
perfectamente antes de volver a colocarla en su sitio.
—Ya casi no me acuerdo de su cara —continuó con la mirada perdida
en algún punto de la moqueta—. Si aquel día hubieses salido antes de casa
como te pedí, si lo hubieras encontrado antes y…
—¿En serio, mamá? —Me levanté de la cama y negué con la cabeza
—. ¿Después de todo este tiempo piensas seguir culpándome?
—¡Tú nunca me has hecho caso! —chilló mientras las lágrimas salían
a borbotones de sus ojos—. Tu hermano me quería, él cuidaba de mí, tú
nunca estás aquí.
—No tienes ni puta idea de lo que he tenido que hacer para poder… —
Me mordí la lengua cuando alzó la mirada—. ¿Sabes qué? Da igual, me
largo. Te he dejado las pastillas y la compra en la encimera —dije ya de
camino hacia la puerta.
Corrí hasta la parada del bus y no me permití llorar hasta que estuve
sentada dentro de él, entonces sí. Entonces las lágrimas se amontonaron en
mis mejillas y tuve que coger mis manos y apretar imaginando que era otra
persona quien me sostenía, cerré los ojos e imaginé a Colton, sus palabras y
las innumerables veces que me ha ayudado a sobrellevar una pesadilla o un
ataque de ansiedad en últimos dos meses. Y me odié. Me odié por no haber
hecho caso a mi madre, por no haber salido en busca de Ian cuando ella me
lo pidió, por no haberlo encontrado antes de que robase aquella moto junto
a sus amigos y por no haber impedido que se subiese a ella. Me odié por no
haber podido impedir su muerte.
37. ALL YOU NEED IS SEX
CHELSEA
COLTON
Un rato después, las luces iluminan el cielo y la música está cada vez
más alta, reímos sentados sobre los capos de nuestros coches y nos
divertimos mientras vemos a lo lejos las carreras de coches.
He visto a Bóxer nada más llegar, y él también a mí, puesto que hemos
intercambiado una mirada y, aunque al principio se ha extrañado de verme
aquí, después a alzado su copa en mi dirección y me ha guiñado un ojo al
mismo tiempo que me ha lanzado un beso. Yo he hecho acopio de todo el
autocontrol que he podido y lo he ignorado, pero el simple hecho de saber
que está por aquí hace que no pueda estar del todo relajado.
—Todos sabemos que el más listo del grupo soy yo. —Mi primo, el
cual está sentado a mi lado, vacila al grupo y todos lo abuchean.
—El más viejo, querrás decir —lo corrige Boston antes de sacarle la
lengua—, que has bebido mucho y ya confundes las palabras.
Todos rompemos a reír y ellos fingen que se pegan, hasta que Greg,
como siempre, termina tirándolo al suelo e inmovilizándolo. Entonces alzo
la vista para dar un trago mientras río, y mi semblante se encoge al verla
entre toda la gente, a lo lejos, hablando con sus amigos mientras baila.
Trago saliva mientras me bajo del capó y mi primo suelta a Boston al ver
que mi expresión ha cambiado.
—¿Qué pasa? —me pregunta.
—Si eres el más listo del grupo —digo señalando al punto en el que se
encuentra Chelsea—, igual puedes explicarme qué cojones está haciendo
aquí.
—¿Quién? —Cass se acerca y sigue la dirección de mi mirada—. Ah,
sí, antes he escuchado en la cafetería cómo Peter la intentaba convencer
para venir.
—¿Estás de coña? —La miro atónito—. ¿Y me lo dices ahora?
—¡Yo qué sé! Su amigo había quedado con no sé qué tío de una
aplicación de ligar y no quería venir él solo, pero ella le estaba diciendo que
no iba a venir.
—Pues ha debido cambiar de opinión —comenta Boston chasqueando
la lengua—. No sé cómo se atreve a venir aquí con ese perro suelto.
—Mierda. —Gruño y me doy la vuelta cuando ella gira la cabeza y me
ve—. Pues nada, ya estamos todos aquí. Me cago en mi vida.
—Venga, no pienses en ella, trae. —Cass me quita la copa para
llenármela, pero yo la miro con el ceño fruncido—. ¿Qué?
—¿Te crees que voy a poder estar tranquilo sabiendo que ella está aquí
tan cerca del puto perro?
—Pues igual encuentra a alguien que la proteja…
Miro en la misma dirección en la que está mirando Boston, y un calor
inmediato sube por mis brazos hasta instalarse en mi cabeza al ver cómo
otro tío la sostiene por la cintura y comienzan a bailar juntos. No me puedo
creer que vaya a continuar con esto, tiene que ser una puta broma.
—Cálmate, hermano, no merece la pena. —Greg me sujeta por el
brazo y me obliga a retroceder varios pasos para que podamos hablar solos
—. ¿En qué habíamos quedado?
—¡Es un poco complicado no nombrarla cuando la tengo delante!
Dios, sabía que venir aquí no era una buena idea.
—Pero ya estás aquí, y estoy seguro de que no piensas largarte
sabiendo que ella también está. ¿Me equivoco?
—Obviamente.
—Pues ya está, no puedes hacer nada, intenta divertirte e ignorarla.
Dudo mucho que Bóxer vaya a arriesgarse a acercarse a ella y jugarse la
carrera de mañana.
—Puede que él no, ¿pero y los demás? —La señalo y mi primo se gira
para mirarla, chasquea la lengua al ver cómo el tío ese le come la oreja y
ella mira hacia donde nosotros estamos de reojo—. ¡Porque no puedo
reventarles la cabeza a todos! —mascullo con los dientes apretados al
mismo tiempo que lanzo la copa contra la valla.
Mi primo suelta una bocana de aire y cierra los ojos, se chupa los
labios y en su expresión puedo notar que no sabe cómo ayudarme, que la
situación es complicada y que, desde luego, nos ha jodido la noche de
desconexión.
CHELSEA
¿Acaso puedo tener más mala suerte? Porque el universo debería darse
cuenta de que ya he cubierto el cupo de desgracias. Cuando veo a Colton a
lo lejos con sus amigos, el estómago me da un vuelco y los dedos me
cosquillean al recordar lo sucedido hace solo unas horas. Dios, desearía
tanto poder correr hasta él y pedirle que nos perdiésemos entre los árboles,
que me abrazase y que simplemente nos quedásemos dormidos mirando las
estrellas…
—Voy a hacer pis. —La voz de Olivia me saca de mi ensoñación.
—¿Te acompaño?
—No, tranquila, no tardo. Tú quédate aquí por si Peter vuelve, seguro
que se cansa de su ligue en diez minutos. —Ambas reímos y me da un beso
en la mejilla antes de perderse entre la gente.
He mandado a la mierda al pesado que no paraba de comerme la oreja
porque estoy harta de fingir algo que no es, de aparentar, de intentar
enrollarme con otros solo para cabrear a Colton, cuando ni siquiera me
apetece besar a otro que no sea él.
—Bóxer quiere verte.
La respiración se me atasca en la garganta cuando la voz de uno de sus
hombres habla a mi espalda, me giro nerviosa y las palabras no me salen
cuando intento hablar, así que me sujeta disimuladamente por el brazo y me
arrastra con él. No puedo evitar mirar hacia donde está Colton, pero no
consigo ver nada porque entre medias hay gente de pies sobre los coches y
tan solo veo piernas y más piernas.
—Cervatillo —habla con ese tono de voz que tantas pesadillas me ha
causado, con una diversión y una perversión que me produce ganas de
vomitar—. Qué abandonado me tienes.
Está borracho, más que de costumbre, puesto que no suele beber
mucho para poder controlar bien todo a su alrededor. Se encuentra sentado
en el asiento trasero de un todoterreno con las puertas abiertas para que se
oiga la música, y la sonrisa lasciva de su rostro cuando recorre mi cuerpo
desde los pies hasta la cabeza, provoca que me tiemblen las piernas.
—Ven, acércate, no muerdo —ríe y me ofrece su mano—, aunque tu
novio y sus amigos me llamen perro.
—¿Qué quieres, Bóxer? —pregunto sin dar un paso.
—Uff, si te dijese todo lo que quiero, Bambi, tu novio me mataría. —
Se pasa la lengua por los colmillos superiores de oro y vuelve a extender la
mano. Al ver que continuo sin moverme, alguien me da un empujón desde
atrás tan fuerte, que termino pegada a su cuerpo, entre sus piernas—. Dios,
tu olor hace que me empalme, mira. —Sujeta mi muñeca con fuerza y la
lleva hasta su entrepierna, cierro los ojos y aparto la mirada hacia otro lado.
—Déjame, por favor —suplico intentando soltarme.
—No voy a forzarte —dice con los labios pegados a mi mejilla—, a ti
no.
—Pues deja que me vaya. —Intento retroceder, pero baja las manos
hasta mi trasero y lo aprieta moviendo ambas nalgas arriba y abajo.
—Antes tienes que hacer algo por mí, no vas a dejarme así de
cachondo, ¿verdad?
Me obliga a mirarlo y se muerde los labios mientras su otra mano
continúa amasando mi trasero. No puedo disimular una mueca de asco y
creo que se da cuenta, porque chasquea la lengua, aspira en profundidad por
la nariz para olerme una vez más y me da un pequeño empujón para
hacerme retroceder.
—Puedes irte —anuncia entonces, pero cuando me doy la vuelta,
vuelve a hablar—. Espera. Antes quítate las bragas y dámelas, si hueles tan
bien por arriba… —Hace un ruido asqueroso con la boca y yo trago para
evitar una arcada—. No quiero imaginar cómo debes oler por debajo.
Me muerdo el labio y cierro los ojos mientras meto las manos por
dentro del vestido, tiro de la ropa interior hacia abajo con rapidez y me doy
la vuelta. Bóxer sale del coche, da unos pasos hasta mí y extiende la mano,
le entrego las bragas y entonces da otro paso hasta pegar sus labios a mi
oído.
—Corre, Cervatillo —susurra.
Y no me lo pienso dos veces. No corro, pero si salgo apresuradamente
de la especie de circulo que tiene montados con sus coches y los de su
jauría, me pierdo entre la gente y no me detengo hasta que estoy lo
suficientemente lejos. Me aseguro de que Colton no me ha visto, porque
entonces sé lo que pasaría y si no quiero que muera sobre una moto, menos
aún que lo haga por un disparo en la cabeza. A unos metros veo a Peter
enrollándose con el tío que había quedado, pero no encuentro a Livi, así que
decido ir hasta su coche para ver si está allí rellenándose la copa con la
neverita que hemos traído.
—Joder, ¿dónde se habrá metido? —murmuro al llegar y ver que no
está.
Abro la puerta trasera y me siento algunos minutos, intentando
calmarme y pensando en lo que acaba de pasar. No quiero ni imaginarme lo
que hubiese sucedido si Colton aparece justo cuando me estaba tocando; se
me encogen las tripas con tan solo pensarlo. Dios, necesito una copa.
Salgo del coche para volver a meter solo la cabeza y apoyar una rodilla
mientras me sirvo un poco de ron, intento quitarme de la cabeza al único
hombre cuyas manos desearía tener sobre mi cuerpo porque sé que eso no
va a repetirse, al menos en una larga temporada. Dudo mucho que después
de lo que le he dicho y del modo en el que se ha ido, vuelva a dirigirme la
palabra.
—¿Piensas dejar de beber en algún puto momento de la noche?
39. ESTO SE VA A TERMINAR AQUÍ Y AHORA
COLTON
Cuando por fin la encuentro entre la gente y veo cómo camina hacia el
coche de Olivia, me escaqueo de mis amigos, los cuales llevan toda la
noche intentando distraerme, y voy tras ella. La encuentro con el cuerpo
medio metido en los asientos traseros e imagino que estará sirviéndose otra
copa, puesto que desde la luneta trasera he visto la neverita azul al pasar.
—¿Piensas dejar de beber en algún puto momento de la noche?
En cuanto mi voz llega hasta sus oídos, da un pequeño saltito asustada
y se golpea con el techo.
—¿Eres imbécil? —pregunta mientras sale frotándose la cabeza—.
Dejaré de beber cuando a mí me dé la gana, no cuando tú me lo digas.
—Pues yo creo que sí. —Le quito la copa que acaba de echarse y
levanto el brazo cuando trata de recuperarla.
—Que me la devuelvas, joder —ordena intentando cogerla. Verla dar
saltitos con su cuerpo tan pegado al mío, me resulta divertido a la par que
excitante, pero enseguida borro ese pensamiento de mi cabeza.
—Puedes saltar toda la noche, pero como no crezcas unos… ¿veinte
centímetros?
—Dámela —insiste—, ¿qué más te da que beba?
Entonces desciende la mirada de mi brazo a mis ojos, y creo que no se
da cuenta hasta ese momento de lo cerca que nos encontramos. Puedo ver
cómo su garganta se mueve cuando traga saliva, separa los labios y yo solo
pienso en comerle la boca, así que tampoco le doy muchas más vueltas.
Llevo la mano hasta su nuca y termino de pegarla a mí. Su lengua y la mía
se mueven en perfecta sincronía hasta que apoya las manos en mi pecho y
de un empujón me aleja de ella con rabia.
—¡Siempre me haces lo mismo! —grita realmente enfadada. Yo
tensiono la mandíbula y puedo notar cómo se debate entre marcharse o
dejarse llevar por sus impulsos. Tiro a un costado la copa que le he quitado
y espero.
—Siempre igual, joder —masculla antes de dar unos pasos hasta mí y
ahora sí, dar un buen salto antes de besarme.
La sostengo por el trasero y camino para apoyarla contra la puerta
abierta, beso su boca y tiro con fuerza de su labio deseando mucho más.
—Vamos dentro —digo entonces al mismo tiempo que la bajo para
poder sentarme en los asientos traseros.
Empujo la neverita contra la puerta cerrada y la ayudo a colocarse a
horcajadas sobre mí. Sentir su cuerpo encima del mío por segunda vez en el
mismo día, y con una fuerte pelea de por medio, me hace darme cuenta de
que esto se nos está yendo demasiado de las manos, que está adquiriendo
unos niveles de intensidad que no sé si llega a rozar lo tóxico, pero desde
luego eso es algo que nunca soportaría en una relación.
—Oye, Campanilla…
—No hables, solo bésame —pide tapándome ella misma la boca.
Elimino cualquier otro pensamiento de mi cabeza y me centro en el
momento. Acaricio su cuerpo por encima del vestido y desciendo los labios
por su cuello hasta llegar a la zona de los pechos, donde tiro hacia debajo de
la tela con los dientes para poder liberarlos. Al mismo tiempo mis manos se
aventuran por dentro de sus muslos para desabrocharme los vaqueros; sin
embargo, al buscar su ropa interior para apartársela a un lado, me doy
cuenta de que no hay nada que apartar.
—¿Por qué no llevas bragas? —pregunto apartándola un poco de mí
—. Chelsea —insisto a la vez que alzo su barbilla para que me mire, pero
no dice nada—. No me jodas. —Suelto una risa amarga y niego con la
cabeza—. ¿Te has follado a ese tío que te estaba comiendo el cuello y se las
ha llevado de recuerdo?
El bofetón que me pega me pilla completamente desprevenido.
—Eres un cabrón.
Se levanta y sale del coche disparada, yo me quedo un par de segundos
petrificado sin entender nada, pero entonces la veo alejarse y decido que
esto no puede quedar así, que esto se va a terminar aquí y ahora.
—¡Chelsea! —la llamo, pero no se detiene—. ¡Maldita sea, Chelsea!
—¡Déjame en paz!
—¡Para!
Mira hacia atrás y al ver que no me detengo, echa a correr. ¿Qué
cojones? Corro tras ella pidiéndole que pare una y otra vez, pero no lo hace
hasta que por fin la alcanzo y la sujeto por detrás.
—¡Suéltame!
—¿¡Qué hostias te pasa!? —exclamo confundido después de
apartarme unos pasos y viendo cómo se apoya en un muro de piedra hasta
el que hemos llegado—. ¡Estoy harto, Chelsea, no puedo más! —Siento un
fuerte nudo en la garganta y noto cómo toda la fuerza se me escapa cuando,
al pestañear, algunas lágrimas caen por mis mejillas—. Si no me quieres, si
no-si no quieres estar conmigo de verdad, ¡dímelo! ¡Pero dímelo de verdad!
¡Deja de mentirme!
Ella es incapaz de abrir la boca, tan solo niega con la cabeza mientras
sus ojos se cristalizan al igual que los míos, baja la espalda por el muro
derruido y dobla las rodillas hasta quedar agachada y con la cabeza entre
sus manos.
—No podemos seguir así —hablo en un tono más calmado porque sé
que esto tampoco es fácil para ella, por mucho que intente fingir—. Vas a
acabar conmigo, Chelsea. Me estás reventando —sollozo ya sin poder
controlar las lágrimas.
Alza la cabeza para mirarme y rompe a llorar con más fuerza, me
acerco despacio, sujeto sus manos y tiro de ellas para que se levante. La
sostengo por las mejillas y durante algunos segundos nos miramos a los
ojos en silencio.
—Entiendo por qué lo haces —digo mientras limpio sus lágrimas con
mis pulgares—, de verdad. Pero tienes que darte cuenta de que tú me estás
haciendo mucho más daño del que nunca podría hacerme ese perro.
—Lo siento —balbucea volviendo a romperse en mil pedazos.
—Ven aquí. —Rodeo su cuerpo con mis brazos y por fin, tras semanas
con un muro de piedra levantado, tras semanas con una mentira
insostenible, sus defensas se derrumban al mismo tiempo que ella lo hace
entre mis brazos.
—Lo siento mucho.
—Campanilla —digo separándola para mirarla a los ojos—, voy a
besarte una última vez. Si me rechazas, te juro que no volveré a
entrometerme en tu vida y esto se habrá acabado.
—Colton…
Coloco la yema del dedo gordo sobre sus labios y me llevo todas las
lágrimas con él al mismo tiempo que aproximo mi boca despacio. Antes de
cerrar los ojos, veo cómo ella cierra los suyos, así que agoto el espacio que
nos separa y me fundo con ella en un beso con sabor a lágrimas. Es un beso
corto, pero un beso cargado de significado.
—No tienes ni puta idea de lo que te quiero, pequeña —susurro con mi
frente apoyada en la suya.
—Yo… —Suspira y se seca las lágrimas antes de volver a mirarme—.
También te quiero, Colton —confiesa mientras se encoge de hombros y más
lágrimas bañan las mejillas que acababa de secarse—. Siento muchísimo
habértelo hecho pasar tan mal. Ninguno de esos chicos…
—No hace falta que digas nada más. —La interrumpo con una sonrisa
—. Solo me interesa el principio de la frase que acabas de decir, repítelo,
por favor.
—Te quiero —dice una vez más, asegurándome que no me lo he
imaginado. Voy a abrazarla, pero apoya las manos en mi pecho y me
detiene con suavidad mirándome con tristeza—. Espera.
—¿Qué pasa?
—Precisamente porque te quiero he hecho todo esto —explica—, no
puedo dejar que te juegues más la vida por mí. Por favor, déjalo.
En sus ojos puedo ver la desesperación y la urgencia, la verdadera
necesidad y el terror que tiene a que algo malo me pase. Pero ¿cómo le
explico que su miedo es solo algo que podría pasar, y que el mío hacia ella
es algo que pasará con seguridad si dejo de correr? Porque el que Bóxer
vaya a ir a por ella si yo lo dejo, no es una posibilidad remota, como lo es el
que pueda tener una accidente con la moto, lo suyo es una realidad. Una
certeza.
—Escúchame, Campanilla, necesito que confíes en mí —pido
sujetándola por las mejillas—, no va a pasarme nada, al igual que no me ha
pasado en las dos carreras que ya he corrido.
—La vida puede acabarse en un instante, y te aseguro que cuando
llega, no puedes hacer nada por evitarlo. —Niega con la cabeza y pasa por
mi lado para marcharse, me quedo un momento mirando cómo se aleja sin
llegar a comprender el significado de esas palabras.
—Espera, ¿te vas? —cuestiono preocupado y un poco ansioso por no
saber lo que va a pasar con nosotros ahora.
—Peter y Livi deben estar buscándome como locos —responde unos
metros más allá. Camino hasta ella y acaricio su rostro y su cabeza en
silencio, cierra los ojos y suspira.
—¿Estamos bien? —La miro acojonado por su respuesta, sé que no
soportaré más enfrentamientos ni peleas con ella.
—No estaremos bien hasta que todo esto termine —responde con la
voz cargada de cansancio y de tristeza—, pero puedes estar tranquilo, no
volveré a hacer ninguna estupidez ni a tratarte como… como una niñata. Ya
no puedo seguir fingiendo.
—Me vale de momento. —Le doy un pequeño beso en los labios y la
sigo de regreso hacia toda la muchedumbre.
CHELSEA
CHELSEA
COLTON
La carrera transcurre sin contratiempos, pero no consigo hablar con
Chelsea hasta el domingo, ya que el sábado me quedo a pasar la noche en
mi casa para poder acudir a una sesión de fotos temprano el lunes. A pesar
de llamarla y mandarle varios mensajes, tan solo responde a uno diciendo
que está bien, pero que no tiene ganas de hablar. Me planteo el posponer la
sesión e ir al campus a verla, a dormir con ella y tranquilizarla, pero sé que
no puedo dejar a un lado mis responsabilidades…
—¿Qué hostias es eso?
Aterrizo en el presente cuando escucho la voz de mi padre desde la
puerta de mi dormitorio, giro la cabeza hacia él y veo cómo tiene los ojos
clavado en el golpe de mis costillas mientras se acerca.
—No es nada, papá, me caí por…
—Esto ha llegado demasiado lejos, dime dónde cojones vive ese hijo
de puta porque te juro que no pasa de esta…
—Papá, no. —Lo interrumpo alzando las cejas—. Me prometiste que
dejarías que yo me encargase de esto.
—No. —Suelta una risa amarga—. Una cosa es que corras y otra que
vaya a dejar que un cabrón diez años mayor que mi hijo le reviente las
costillas.
—¡Joder, papá, déjalo estar!
—¿¡Que lo deje estar!? ¿¡Sabes que llevo tres semanas sin poder pegar
ojo por tener que mentir a tu madre cada vez que me llama!? ¿¡Te parece
que no lo he dejado estar suficiente!?
—Lo siento… —Me rasco la cabeza y dejo escapar una bocanada de
aire mientras me siento en la cama, miro al suelo y niego con la cabeza—.
Hablaré con ella.
—Nada de lo que digas a estas alturas va a servir, Colton. —Chasquea
la lengua y se marcha del dormitorio, dejándome echo una autentica mierda.
Me cuesta un mundo convencerlo de que no mueva sus contactos para
encontrar la guarida del perro, incluso le borro el número de Ryder de su
móvil para que no pueda llamarlo para preguntarle, pero se lo sabe de
memoria. Discutimos varias veces más y no puedo impedir que el padre de
Cass le asegure que averiguará hasta cuantas veces al día se la casca. Me
voy dando un portazo y no vuelvo a verlo hasta que llegamos al local donde
se van a realizar las fotos, para las cuales, por cierto, tengo que pedir que
me maquillen las costillas para que no se vea el hematoma. Veo de reojo
cómo mi padre resopla y sale del edificio, seguramente para fumarse un
cigarro.
Doy vueltas por la habitación sin saber qué hacer, deseando que el
tiempo pase más deprisa y que la carrera termine ya, ¡que todas acaben de
una maldita vez! Cuando Colton me ha vuelto a pedir que lo acompañase,
he estado a punto de decirle que sí, pero después he negado con la cabeza
enseguida al imaginarme el estar allí, no soportar la situación y llamarlo
gritando como hice con mi hermano… No. No puedo arriesgarme a ser la
responsable de otra muerte más, no podría con ello.
—Joder —maldigo al mirar mi reloj y ver que aún faltan cuarenta
minutos.
Me siento sobre mi cama y dejo la mirada perdida en su colchón, el
mismo lugar donde hace ya más de dos meses durmió él por primera vez.
Sonrío con nostalgia al recordar cómo no paramos de discutir durante los
primeros días, aunque siempre con esa tensión sexual que lograba ponerme
la carne de gallina cada vez que se acercaba demasiado.
Tengo que verlo.
Sin darme tiempo a pensarlo de nuevo y arrepentirme, me pongo una
sudadera suya que me agencié la semana pasada que me encanta por lo
grande que me queda —y porque todos los días le echo su colonia para que
huela a él—, cojo la cartera y bajo corriendo las escaleras para cruzar el
campus hacia la salida mientras pido un taxi. Apenas tarda más de cinco
minutos en llegar y hay otros veinte o veinticinco hasta el descampado, así
que le doy las indicaciones y le pido que vaya lo más rápido posible.
La respiración se me atasca en la garganta cuando comienzo a divisar
las luces de muchos coches y motos a los lejos, el hecho de saber que
Colton está ahí y que pondrá su moto a ciento y pico millas por hora en
menos de quince minutos, me provoca nauseas.
—Pare aquí, por favor —pido al conductor cuando estamos más cerca,
me mira a través del espejo retrovisor y luego mira a su alrededor.
—¿Estás segura? Aquí no hay nada, puedo llevarte hasta el final de la
carretera si…
—No, gracias. —Trago saliva y le pago lo que pone en la pantallita de
arriba—. Estaré bien, no se preocupe.
—Como quieras… —Acepta el dinero y después de devolverme el
cambio, bajo y me alejo unos pasos para darle espacio y que pueda dar la
vuelta, me hace un gesto con la cabeza al pasar y yo suelto una bocanada de
aire todo lo despacio que puedo en un vano intento por relajarme.
—Puedes hacerlo —hablo conmigo misma mientras avanzo por la
vieja carretera, pero lo cierto es que estoy completamente acojonada.
JOSH
Después de abrazar a su padre y su tío, les pide que nos lleven ellos de
vuelta a la residencia en el coche, y a Greg que él se lleve la moto. Veo
cómo intercambian algunas miradas mudas, pero aceptan sin hacer
comentarios, y lo cierto es que yo lo agradezco porque no tengo ninguna
gana de volver a subirme en una. Subimos las escaleras sin soltarnos la
mano y se hace a un lado para dejarme entrar en la habitación después de
abrir la puerta.
—Has estado genial —le digo dibujando una pequeña sonrisa un poco
más aliviada ahora que otra carrera más ha pasado y está sano y salvo.
Se apoya en el escritorio y me observa en silencio unos segundos,
estira la mano para que me acerque y veo cómo traga saliva nervioso.
COLTON
CHELSEA
Intento abrir los ojos cuando unos rayos de sol se cuelan por la
ventana, pero ayer lloré tanto que tengo los párpados hinchados y me
escuecen. Bostezo y trago saliva antes de alzar la cabeza, Colton continua
dormido y abrazándome, así que me tomo la libertad de observarlo un rato.
Reflexiono sobre lo deprisa que ha sucedido todo, aunque para mí haya sido
eterno; pensar que cuando empezó el curso en septiembre él era alguien a
quien detestaba, incluso le tenía manía. ¿Y ahora? Es sin duda la segunda
persona por la que más he llorado, aunque eso no es difícil porque hasta que
lo conocí —conocerlo de verdad, no como cuando solo era el mejor amigo
de mi novio—, yo no lloraba. No me permitía hacerlo. La presión que
ejercía sobre mí misma para ser la estudiante perfecta, la hija perfecta, la
novia perfecta… Cuando Colton llegó, todo eso se fue a la mierda, él hizo
que me replantease todo mi mundo, incluso a mí misma, y quizá en otro
contexto eso no habría sido algo positivo, pero en este caso sí lo fue.
Colton me ayuda a relajarme, me hace ser mejor persona para mí
misma, consigue que deje de pensar con la cabeza y lo haga con el corazón;
hace que sea capaz de dejarme llevar como nunca lo había hecho y que, por
primera vez en mi vida, pueda ser yo misma: imperfecta, llena de miedos,
vulnerable y, en muchas ocasiones, tiene el poder de devolverme a la niña
que no pude ser. Se lo debo todo y al mismo tiempo nada. Porque eso
también es algo que él me ha enseñado, a tener la capacidad de aceptar mis
propios logros, a sentirme suficiente sin tener que esforzarme por serlo, y
en definitiva, a quererme bien.
—Todavía estás a tiempo de que te firme una foto, Campanilla —dice
con voz adormilada y aún con los ojos cerrados. Sonríe y después lleva el
brazo hasta detrás de su cabeza para elevarla y mirarme—. Dime en qué
estás pensando mientras me miras con esa carita —acaricia mi mejilla y se
chupa los labios.
—En lo mucho que te quiero y en lo enamorada que estoy del tío más
creído del campus. —Río y él me hace cosquillas.
—El tío más creído del campus es el más afortunado por haber
enamorado a la más increíble, preciosa, inteligente y valiente.
Elevo la comisura de los labios y cierro los ojos cuando besa mi frente
antes de volver a abrazarme. Siento cómo me relajo con el latido de su
corazón y su respiración acompasada, y ambos volvemos a quedarnos
dormidos hasta que, de pronto, aporrean la puerta de la 305.
—Joder, qué susto —maldice al mismo tiempo que me muevo para
dejar que se levante—. ¡Ya va! —grita cuando vuelven a tocar.
—¿Está Chelsea? —Olivia pregunta desde la puerta, pero Peter ya lo
ha apartado a un lado para entrar él mismo a comprobarlo.
—Podéis pasar. —Asiente muerto de sueño cuando los dos están ya
dentro, me guiña un ojo y se mete en el cuarto de baño.
—Tía te hemos llamado mil veces, ¿dónde tienes el móvil? —reprocha
mi amiga sentándose ambos en la cama de Colton.
—¿Estás bien? —Peter habla claramente preocupado.
—Perdonadme —digo incorporándome para sentarme en la cama y
apoyar la espalda en la pared—. Ayer me quedé dormida y…
—Te llamamos por la tarde, vinimos a acompañarte mientras Colton
corría para que no te rayases, y ya no estabas. —Livi está entre enfadada,
preocupada y aliviada a la vez.
—Lo siento —repito al mismo tiempo que me froto la cara con la
intención de desperezarme, pero he dormido tan a gusto y profundo, que
sigo atontada.
—¿Fuiste a verlo?
—Sí, vino a verme —contesta Colton saliendo del baño, intercambia
una mirada con Peter y este último asiente en silencio, forma una línea con
los labios y después vuelve a mirarme a mí.
—Está todo bien, no os preocupéis. —Trato de calmarlos y les digo
que después les escribiré por el grupo, que necesito darme una ducha para
espabilarme y que podemos vernos más tarde.
Se despiden no muy convencidos, aunque sé que tampoco se atreven a
hablar delante de Colton, supongo que no quieren ser indiscretos e
inmiscuirse en sus asuntos. Yo me siento fatal por seguir ocultándoles tantas
cosas, ni siquiera les he contado nunca lo de Ian, y si Boston lo sabe es
porque me pilló en un momento muy jodido y, bueno, venía a mi casa a
llevarle comida a mi madre y había fotos de mi hermano por todas partes,
así que no me quedó más remedio. Sé que tarde o temprano tendré que
compartir todo con mis amigos, que me sentiré mucho mejor y no se
merecen que siga mintiéndoles y ocultándoles cosas… Supongo que lo
sabré cuando esté preparada.
43. EL CIERRE DE UNA ETAPA Y UNA CITA
INESPERADA
CHELSEA
CHELSEA
COLTON
En cuanto ponemos un pie dentro del despacho, Bóxer nos mira a los
tres de arriba abajo, hace una mueca y murmura algo para sí mismo, pero
no hace comentarios respecto a que venga acompañado, en su lugar, sonríe.
—¿Ves cómo el dinero conecta a la gente? Se crean vínculos intensos
—señala mientras sale de detrás de la mesa y se acerca un poco—. Iba a
llamarte hoy mismo.
—¿Para qué? —averiguo entornando los ojos, no sé por qué motivo
tendría que llamar a mí este perro.
—Las expectativas para la última carrera son muy altas, Fiera —
comienza a la vez que se apoya en el borde de su mesa—. La gente está
emocionada. —Hace una pausa, pero yo no digo nada aún, quiero saber a
dónde pretende llegar con todo esto—. Dicen que si eres tan bueno con la
moto, quizá también lo seas con el coche, que es posible que de una leyenda
haya salido otra. —Sonríe y yo niego con la cabeza viendo por dónde van
los tiros—. Sí, campeón, la última carrera tendrás que correrla en coche.
—Ni lo sueñes —espeto sin cambiar el tono de mi voz.
—Vaya, perdona. —Se lleva la mano al pecho y dibuja una mueca
triste con los labios—. Te ha parecido que te estaba preguntando,
discúlpame.
—No voy a correr en coche porque he venido a decirte que lo dejo, ni
en coche ni en moto, no voy a seguir corriendo para ti. Se acabó —suelto
sin mostrar un atisbo de duda en mi voz.
Su expresión no me pilla por sorpresa. Sonríe y asiente despacio con la
cabeza al mismo tiempo que se rasca la barbilla con la uña mugrienta de su
dedo pulgar, el cual adorna con un sello de oro más grande que su cabeza.
—Te conozco tan bien, Fiera… —Alza la mirada por encima de mis
hombros y le hace una señal a uno de sus matones, el cual se acerca y le
entrega un móvil.
La respiración se me atasca cuando lo desbloquea y me muestra la
pantalla.
—Siempre me ha parecido que tiene una carita de ángel preciosa —
dice con la misma nota de humor de siempre—, sería toda una pena que se
la desfigurasen.
Veo de reojo cómo mi primo Greg y Boston dan un paso al frente, pero
estoy demasiado preocupado por controlarme a mí mismo, como para
hacerlo también con ellos. La foto de Chelsea saliendo de clase sigue frente
a mis ojos unos instantes más, hasta que bloquea el teléfono y lo deja sobre
su mesa.
—Si le pones un puto dedo encima, sí me subiré a la moto —mascullo
acercándome a él—, pero para pasarte por encima con ella, hijo de la gran
puta.
—Escúchame —dice levantándose y quedando más cerca de mi rostro
—, los dos sabemos cómo va esto y tengo mucho trabajo, así que no me
hagas perder el tiempo, sabes lo que hay. La pelota está en tu tejado, chaval.
—Me da un empujón que me hace retroceder unos pasos y Boston coloca
una mano en mi hombro, desvío un momento la mirada hacia mi amigo, y
entonces de pasada veo cómo mi primo se lleva la mano hasta donde tiene
el arma.
—De acuerdo, correré con el coche —acepto de forma apresurada
antes de que esto se vuelva una puta cacería.
Mi primo gira la cabeza hacia mí y yo aprovecho para lanzarle una
mirada de advertencia, él tensiona la mandíbula y los puños, pero obedece y
aleja la mano del arma. Sé que Bóxer se ha dado cuenta de que pasa algo
porque sigue el recorrido de nuestras miradas con atención, sin embargo,
permanece en el sitio expectante.
—Correré —repito mirándolo—, pero no se ocurra acercarte a
Chelsea.
—Buena elección. —Aplaude y rodea la mesa para sentarse en su silla
—. Además, igual hasta tienes suerte y te mando que pierdas, pero por si
acaso —advierte señalándome con un dedo—, más te vale entrenar esta
semana con tu papaíto para ser capaz de volar sobre cuatro ruedas igual que
lo haces sobre dos.
—Que te jodan —mascullo con rabia antes de darme la vuelta para
salir.
—Viernes a las ocho, Fiera —dice a mi espalda, pero no me detengo
hasta que los tres estamos ya fuera de ese pozo del infierno.
—¿Te has vuelto loco? —Mi primo me señala en cuando estamos lo
suficientemente lejos de la entrada de la tienda, ya casi en el coche.
—¿Loco yo? —Alzo las cejas estupefacto—. ¡Loco tú! ¡Que has
estado a punto de liarte a tiros!
—Colton, llama a Chelsea —solicita entonces mi mejor amigo, yo
asiento y enseguida saco el móvil del bolsillo—. Que no se quede sola.
—Me sale apagado —maldigo después de unos segundos, y noto cómo
comienzan a formarse unos retortijones en mi estómago mientras marco de
nuevo—. Chelsea —celebro al escuchar su voz—. ¿Estás bien?
—Sí, ¿y tú? Te estaba llamando, ¿qué ha pasado? —En su voz se
percibe el nerviosismo y la preocupación.
—¿Dónde estás?
—En el merendero con Peter y Livi, yo… les he contado todo.
—Bien, vale, pásame a Peter —ordeno sin pensarlo.
—¿Para qué? Dime qué ha pasado.
—Estoy bien, ya he hablado con él, después te cuento mejor en
persona, ahora pásame a Peter, por favor —insisto bajo la atenta mirada de
mi mejor amigo y mi primo, los cuales ya tienen un cigarro entre los labios.
—De acuerdo… —Sé que no está convencida, pero supongo que el
hecho de escuchar mi voz y saber que estoy bien, la tranquiliza aunque sea
un poco—. Soy Peter.
—Escúchame, no la dejes sola ni un solo minuto, ¿me oyes?
—Sí —responde de inmediato.
—No la pierdas de vista, come con ella, acompáñala a la biblioteca, a
la 305 o cualquier sitio que vaya.
—Puedes estar tranquilo —habla con firmeza y, a pesar de que sea
hermano del perro y de todo lo que ha hecho, algo dentro me dice que
quiere a Chelsea y cuidará de ella.
—Dile que después la llamo, ahora debo ir a hablar con mi padre.
Cuelgo antes de darle tiempo a devolverle el móvil a Chelsea y lo
pongo en silencio. Dejo escapar una bocanada de aire y necesito unos
segundos para reordenar mis pensamientos.
—Esto no puede salir bien, Colton. —Greg niega con el entrecejo
fruncido, está preocupado—. ¿Qué piensas hacer?
—Llévame al ático, tengo que hablar con mi padre.
Asiente y hacemos gran parte del recorrido en silencio, la situación ha
dado un giro que no nos esperábamos ninguno y no sé cómo voy a hacerle
frente. Yo no tengo ni puta idea de lo que es competir en coche, y no puedo
arriesgarme a que llegue el viernes y que entonces el perro me diga que
debo ganar. Es imposible.
Les pido que me esperen en el coche o que vayan a tomarse algo y yo
subo en el ascensor, las tripas me suenan por los nervios y me sudan las
manos. Sé que la primera reacción de mi padre va a ser el deseo de hacer
pedazos a Bóxer, va a maldecir y puede que le dé una patada a algún
mueble, pero tengo la esperanza de que tras esa reacción, entre los dos
podamos encontrar una solución.
—¿Colton? —inquiere sorprendido cuando me ve entrar al ático.
—Papá, tenemos un problema. —Dejo las llaves en la mesita de la
entrada y lo miro fijamente.
—No —dice entonces él alzando las cejas—, tenemos dos.
45. JOSH Y WENDY EN ACCIÓN REACCIÓN
JOSH
10 MINUTOS ANTES
COLTON
CHELSEA
COLTON
Ha llegado el día.
Estoy más nervioso que nunca y no sé por qué; o bueno, sí, el que mi
padre vaya a correr después de tantos años, me pone nervioso, pero lo hace
más el pensar en la reacción que tendrá Bóxer cuando se entere.
La semana ha pasado volando, aunque supongo que el haber
compartido las tardes con mi familia y, en especial, el haber podido estar
con Chelsea como nunca antes, ha tenido mucho que ver. No hemos fallado
un día en el descampado, mi padre cada día bate su propio récord y ver
cómo mi madre y él lo han arreglado, me pone demasiado feliz. Al fin y al
cabo, son lo que más quiero en el mundo, aunque ahora Chelsea forme parte
de esa lista. Y, en cuanto a ella, la tranquilidad y la paz que siento cuando la
veo reír e incluso hacer bromas con mi madre… Es todo lo que podría
haber deseado.
Ayer fue a terapia, la acompañé hasta la puerta y la esperé hasta que
salió hecha un mar de lágrimas, pero con una pequeña sonrisa también. Me
contó un poco por encima lo que habían hablado, pero no le pregunté nada
en concreto porque sé que es algo privado y lo único que necesito saber es
cómo se siente. Después de eso fuimos al descampado y la dejé hablando
con mi madre mientras yo animaba a mi padre; tampoco sé lo que hablan
entre ellas, pero debe ser bueno porque ambas sonríen y se abrazan cuando
se ven.
¡Qué bonito todo! Ojalá poder decir que aquí acaba la historia, pero
no. Aún queda la parte más complicada de todas: la carrera final.
47. LA ÚLTIMA CARRERA Y MUCHOS
DESCUBRIMIENTOS
COLTON
UN MES DESPUÉS
FIN
OTRAS OBRAS DE LA AUTORA
CLANDESTINO
Gracias a la numerosa fortuna que sus padres les dejaron, Wendy y Rick
han podido vivir sin problemas, él se montó su propio negocio y pudo
mandar a su hermana al mejor internado de París para estudiar francés. Al
cumplir los dieciocho, llega el momento de que regrese a San Francisco
junto a él, aunque no sabe cómo contarle que también tendrá que compartir
piso con Josh Matthews, su mejor amigo.
Wendy y Josh nunca se han soportado y esto es algo que preocupa a Rick
inmensamente, Josh es igual que él, vicioso y con una vida nada
recomendable para su hermana. Su día a día consiste en trabajar unas pocas
horas y dedicar el resto del tiempo al juego, las fiestas, los coches, las
peleas y a las mujeres, sobre todo a las mujeres. Puede controlar a su
hermana, mantenerla lejos de ese mundo oscuro... o al menos eso cree él.
Aunque pronto se dará cuenta de que la dulce y pequeña Wen ha crecido, y
ya no es la misma de hace cuatro años... Y, por si fuera poco, su peor
pesadilla se hará realidad cuando su mejor amigo y su hermana descubran
que las tentaciones son peligrosas a veces, y que, bueno, solo hay un modo
de superarlas, ¿no?
TOXIC
Cuando los niños jugaban con balones, Hell lo hacía con mecheros.
Las cicatrices que lo cubren son sus tatuajes y no le tiene miedo a la muerte,
la ha desafiado tantas veces que se han hecho buenos amigos. Aunque, eso
es lo que ocurre cuando se vive jugando con fuego, que terminas
quemándote. La mafia en la que ha crecido aumenta cada día, y el sonido de
balas rozándole los oídos es su melodía. ¿Habrá esperanza para él? Tal vez
sí, o tal vez no... Para Hell, la esperanza no existe en el infierno. Hasta que
un buen día y de la forma más inesperada, Hope se cruza en su camino.
Huérfana y vendida a la red de prostitución de su padre, el mafioso más
influyente del país, el joven Ivankov tendrá que librar la lucha interna más
dura de su vida; conservar la lealtad a la familia que le han inculcado, o
seguir su corazón.
ERES MI DOSIS
VIDA PRESTADA
LA ATRACCIÓN DE COOPER
CAZADOR
«El verano se acerca a la ciudad del amor. París celebrará este año las
bodas de oro del duque Bonnet, llenando así su castillo de familiares y
visitantes lejanos. Su hijo opina que será una buena oportunidad para que se
mantenga ocupado y le deje vía libre para llevar la doble vida de la que
disfruta a escondidas.
Dominique Bonnet sería una vergüenza para su padre si algún día se
enterase de las hazañas que lleva cometiendo durante el último lustro. Él es
un espíritu libre, una raza de noche, un alma autodestructiva.
Dominique Bonnet es Dinamita.»