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Amador Ausente

Aquiles Ferrari III.


Amador Ausente

Rogelia, vendedora ambulante de artesanías chilenas, en un cementerio. Un cementerio

con una sola tumba. Conversa con Ramón, cuidador del cementerio, tratando de vender

y de hablar, de hablar y de vender.

Rogelia Nació hediondo. Cuando me lo entregaron lloré y lloré porque pensé que

no me lo cuidaban bien, que no lo cambiaban, y que por eso estaba así.

Cuando nos fuimos a la casa yo lo cambiaba como treinta veces al día,

pero ese olor no salía con nada, con nada, yo lo bañaba lo frotaba y no

había caso. Me empecé a obsesionar, lloraba todas las noches… Un día

mi marido me dejó, no aguantó más la situación…-“Llega a haber

neblina”, fue todo lo que me dijo… Y así me quede, sola con mi cabro y

con ese permanente olor a mierda vinagre. Yo reconozco –Dios me

perdone- que muchas veces me dieron ganas de dejarlo botado, muchas

veces vomité y una vez estuve a punto del suicidio…Un día todo cambió

para peor. Nunca me voy a olvidar, tenía diez años y andaba jugando con

sus amigos, al ratito entró a la casa todo sucio ¡y con una cara! Blanco.

Desde ese día no hubo caso, tomo conciencia de su hediondez y no quiso

salir nunca más a la calle. Se ha pasado toda la vida así, encerrado en su

pieza. No le gusta ni que yo entre a tratar de hacerle remedios ni a

conversarle ni nada. Y algunas veces no duerme, yo sé porque no apaga

la luz. ¿Qué pasará por su cabeza?, me pregunto yo. Usted no me va a

creer, pero Amador –así se llama- es tan bien parecido, precioso varonil

y todo, ¡pero el olor!...Lo llevé a muchos doctores, pero nadie supo

decirme que tenía, se cruzaban de brazos y me apuraban para que me lo

llevara rapidito. Me salió fuertón el cabro, qué le voy a hacer. Y no

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vamos a culpar a la gente tampoco porque –se lo digo yo- el olor es

insoportable. ¡Cómo va a ser uno feliz así!... Bueno pero fue en su

encierro que descubrió que podía hacer esto (le muestra unos escudos

chilenos artesanales). ¡Mire que cosa más bella! -es un artista mi hijo-,

no sé si es un delfín o un tiburón, pero es bello finalmente. Vale tres mil

quinientos pesos, pero por ser usted se lo dejo a tres mil.

Ramón Señora, ya le dije que no tengo ni uno. ¿Por qué no se espera a que llegue

el patrón? Aunque no creo que le vaya a ir muy bien con él, porque es así

con la plata, con decirle que hace un mes que no me paga. Yo tuviera…

le compraría.

Rogelia Ya, está bien. La cosa está mal para todos, qué le vamos a hacer.

Ramón Oiga, señora ¿es verdad la historia que me contó?

Rogelia Claro que es verdad… ¿Por qué?

Ramón Porque hace años yo conocí a una señorita, no recuerdo como se

llamaba, que no olía nada nadita, ni la mierda de caballo ni la rosa mas

olorosa. ¿Se imagina si le presentara una niña así a su hijo? Le cambiaria

la vida.

Rogelia ¿Pero esta seguro de que no olía nada?

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Ramón Seguro. Nada.

Rogelia Yo nunca había escuchado un caso así.

Ramón Yo tampoco de uno como el suyo.

Rogelia ¿Y usted como podría ubicarla?

Ramón Ahí me pilló, fíjese que no tengo idea.

Rogelia Qué lastima.

Ramón … Pero… usted, señora, podría poner un aviso en el diario: “Se necesita

mujer bonita que no huela nada, nada, nada”.

Rogelia ¡Uy, claro! Usted es un ángel. Muchas gracias.

Ramón De qué señora. Hágalo no más, cómo sabe.

Rogelia Me voy derecho al diario. Muchas gracias otra vez. Hasta luego.

Ramón De nada. Hasta luego. Y si le va bien me cuenta.

Rogelia Claro. Adiós.

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Rogelia, en su casa, recibe a cuatro mujeres que llegaron por el aviso en el diario. En

una mesa tiene ocho ollas tapadas, en cada una hay un producto sumamente hediondo

preparado para someter a prueba a las candidatas. Una se desmaya, otra aguanta,

pero no logra disimular, otra corre a vomitar, y finalmente una, Ausente, resiste con

cara radiante y fresca.

Rogelia ¿Cómo te llamas?

Ausente Ausente.

Rogelia ¿De verdad no hueles nada?

Ausente Nada, señora.

Rogelia ¿No sabes lo que es un aroma ni una hediondez? ¿Estás segura?

Ausente Sí, señora. Nací sin oler. No sé de lo que me habla. Una imagen horrible

frente a los ojos de uno parece que todo lo detuviera, un olor asqueroso

entra por la nariz directo al alma -dicen-, pero yo por lo menos de eso

último no sé nada.

Rogelia Perfecto.

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Amador, artesano, en su habitación. Habla con su madre, Rogelia.

Amador ¡Qué fetidez tan aguda que estiliza mis palabras sólo para describirla con

talento! Podrido, yo como nadie soy la suma de todo lo humano,

hediondo por fuera hediondo por dentro, pestilencia desde los pies hasta

la cabeza. Qué derecho se puede tener ni exigir ni esperar cuando fuiste

escogido por razones misteriosas que no te serán explicadas para llevar la

corona de la tragedia. Es verdad, estoy cagado, meado y vomitado, no

tengo derecho ni voluntad no tengo igual ni parecido, soy el rey del

exilio. Te he visto palidecer tantas veces, aunque quieras asumir culpas

sobre humanas aún así no aguantas mi presencia. Siento tu resistencia.

Te he escuchado hacer arcadas, he buscado escucharlas. ¿Qué hice yo

para merecer este castigo? ¿Cuál es el nombre de esta patria que a sus

muertos niega y dónde los que se presumen vivos le dan la espalda? Y a

mí me condenan a odiarme. La lucidez putrefacta de la carne escondida

desaparecida yo la padezco y mientras más trato de distanciarme más

siento mi olor. No puedo escapar y resignarme, sería morir impávido en

esta irrespetuosa hediondez, sería reconocer que no soy hombre y que

puedo soportarme. Sería denigrarme yo mismo. ¿Soy hombre mamá?

¿Soy hombre? Respóndeme mamá.

Rogelia Ya pues, hijo no te pongas así. Te digo que ella no huele nada, nada,

nada. Es maravillosa, tú mismo lo puedes comprobar. Por favor, acepta

su compañía.

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Amador ¿No estás mintiendo?

Rogelia No. Te digo que la sometí a pruebas terribles y ni se inmutó.

Amador Pero nada es más terrible que mi olor.

Rogelia Amador, la carne descompuesta mezclada con la mierda mía supera tu

olor, te lo digo yo que soy tu madre. No es inteligente que te niegues,

estás perdiendo la cara de humano, pareces un fantasma.

Amador Un fantasma es un resto de algo y yo no he sido nada… Tráela, pero

ahora no. Tráela mañana, ahora estoy trabajando.

Rogelia No. no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy.

Sale rogelia, Amador queda solo en su habitación.

Amador ¿Será cierto que no huele? Un ser humano que no me huela a mí, tan

feroz contrincante, el mejor de los espantos. Una mujer que no es mi

madre, una mujer que no me mire con esos ojos agotados, acabados por

su vida, por mi olor que es su vida. ¡Qué clase de esperanza me trae

ahora mi madre! ¿O será su venganza? Si en el fondo de su amor me

odia. No te muestres tan ansioso que si es cierto tienes que jugar a ser

humano. No tengo ni siquiera un consejo, preferiría que no entrara, mi

olor no es sólo hediondez, es fealdad, limitación, debilidad. ¿En qué caso

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un mujer es para un hombre lo que ésta para mí? Porque soy hombre, lo

soy.

Entra Ausente.

Amador ¿Tú eres Ausente?

Ausente Sí.

Amador Tienes nombre de no estar.

Ausente Pero estoy, señor.

Amador Mi nombre es Amador.

Ausente Usted tiene nombre de ser bueno para amar.

Amador Pero no lo soy. ¿Es verdad que no hueles?

Ausente Sí.

Amador ¿Te gustaría oler?

Ausente Me gustaría. Siento que me falta algo, que nada deja huella dentro de mí.

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Amador ¿Qué te gustaría oler?

Ausente Las nubes. Siempre he querido oler las nubes. ¿Usted sabe como huelen?

Amador No, pero sé cómo huele la neblina que es lo más parecido que conozco.

Huele como tiniebla temprana, como el frío que el corazón provoca la

soledad cuando te despiertas y sabes que no hay nada.

Ausente ¿Cómo nada?

Amador Nada que te haga sonreír ni pensar que vas a poder sonreír cuando el día

se cierre.

Ausente ¡Qué mal huele la neblina! Yo no creo que las nubes huelan igual.

Amador A lo mejor huelen un poco mejor.

Ausente Su mamá me dijo que usted era así.

Amador ¿Así cómo?

Ausente Negativo, amargado. Cómo puede pensar que las nubes huelen tan mal.

Amador ¿Y cómo crees que huelo yo?

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Ausente ¿Usted? Yo creo que usted huele algo así como a encierro, como a

corazón enjaulado, como una chaqueta que guardo en el último rincón de

mis cosas, nunca la usé, nunca me quedó bien, la última vez que la vi se

estaba poniendo verde y es roja.

Amador ¿Culpa de ella o tuya?

Ausente ¿Como?

Amador ¿Nunca te quedó bien porque ella no satisfacía tu gusto o porque tú no

supiste acomodarte a ella?... Decidiste abandonarla porque era mucho

para ti y ahora después de tanto tiempo ya no es de tu gusto porque se

está poniendo verde y era roja.

Ausente Dije que usted podía oler como esa chaqueta no que era la chaqueta.

Amador …

Ausente …

Amador El silencio es una pretensión no una realidad, ¿Lo sabías?

Ausente Se me secó la garganta, el aire está denso aquí, voy a buscar agua.

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Sale Ausente.

Amador Insoportable olor entre ignorancia e inocencia. ¡Qué envidia! Y no huele

nada estoy seguro. No hizo ni una mueca. Primera vez que me enfrento a

alguien como si fuera humano, podré jugar a ser bueno y a ser malo.

En el cementerio

Rogelia … Se llama Ausente y no huele nada. ¡Estoy tan contenta! Y mi hijo

aunque no dice nada, también está contento. Ya no deja la luz prendida

en la noche lo que quiere decir que duerme, así que por ese lado estoy

muy tranquila.

Ramón ¿Y por qué lado no?

Rogelia Es que cuando no es una cosa es la otra. Fíjese que hubo cambio de

vecino y este nuevo ha ido varias veces a reclamar por el olor. La última

vez estaba bien agresivo, dijo que me iba denunciar por insalubre. Yo no

sé que hacer. Parece que el Amador enamorado es más hediondo todavía.

Ramón ¿Nunca le habían reclamado antes?

Rogelia Pero al final los vecinos se iban solos, porque arrendaban nada más. En

cambio éste compró la casa. Yo lo encuentro tan injusto, yo soy limpia,

mi casa está limpia ¿Usted cree que el presidente me puede arreglar el

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problema? El vecino dijo que iba a llegar hasta las últimas

consecuencias.

Ramón Pero si el presidente no es Dios, señora.

Rogelia Por lo mismo, yo con Dios no cuento para nada. Y eso si es que existe,

porque si usted supiera cuanto yo resé para que mi hijo amaneciera

olorosito. Y todas las mañanas despertaba llena de esperanza y todas las

mañanas el olor me desesperanzaba, así que Dios, si es que existe, parece

que no me puede ayudar. ¿Y quién le sigue? El presidente.

Ramón Pero los presidentes son mandados a hacer para no hacer nada y usted no

va a ser la primera madre que pide justicia por un hijo desaparecido,

escondido o hediondo en su caso. Así que si se va a ir por ese lado vaya

haciéndose el ánimo para estar toda la vida esperando. Y al final se va a

cansar tanto que sin darse cuenta va a estar esperando morirse para

encontrar la justicia en el cielo y en su caso que ni en el cielo cree va a

tener que hacerle empeño al infierno porque a algo hay que aferrarse…

Como yo que daría la vida por este muerto. Para mí, este es el muerto

más importante para el país. Yo lo encontré, pero nadie sabe y es mejor

así porque o si no habría un montón de señoras queriendo quitármelo. ¡Y

qué hago yo sin él! Estoy seguro que éste es el mío, pero no puedo

probarlo. Lo busqué por tantos lados… y un día, sentado y cansado,

mirando en el horizonte, pensando en él, buscándolo en mí alma… lo

encontré. Estaba sentado encima de él por ahí por donde le empieza el

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pecho. Si no fuera por la mano que se asomaba y que no por muerta

dejaba de ser su mano todavía estaría buscando. Tuve suerte. Yo le

aseguro que éste es mi muerto, lo malo es que no lo puedo probar no ve

que ya no tiene cara. Porque eso tengo que cuidarlo como hueso de santo

porque cualquier día me lo quitan. ¿Se imagina? Usted estará de acuerdo

conmigo en que los que no viven las cosas son mandados a hacer para

opinar sobre el olvido y yo no quiero olvidar, no puedo, si a la memoria

no se la mandonea.

Rogelia Es un caso perdido tratar de hacer entrar en razón a la memoria. Pero

usted por lo menos tuvo suerte y encontró a su muerto ¡En cambio yo! Y

ahora con lo del nuevo vecino… voy a tener que recurrir al presidente no

más, no me queda otra, no ve que yo soy sola… ¡Miren que haberme

abandonado y dejarme con toda la carga a mí!

Ramón ¿De su marido me está hablando?

Rogelia Sí, de él. ¡Cómo si yo tuviera la culpa de que mi Amador me hubiese

salido así!

Ramón … Bueno… Pero por lo menos ahora apareció la señorita Ausente.

Rogelia Sí, ella es un verdadero milagro. Yo creo que mi cabro está enamorado,

anda tan inspirado, cada vez más talentoso. Mire, vale tres mil quinientos

pesos, pero por ser a usted se lo dejo a tres mil, no, a dos mil quinientos.

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Ramón Señora, todavía no me han pagado.

Rogelia ¿Y su jefe anda por ahí?

Rogelia Se fue justo cuando usted llegó.

Rogelia Bueno, ¡qué pena!, mala suerte nada más. Otro día lo paso a ver.

Ramón Ya pues, señora. Ojalá se arregle el problema con su vecino.

Rogelia Y ojalá a usted le paguen… Adiós.

En el lugar del amor.

Ausente Me siento débil, el amor es así. “Debilita a los fuertes” eso decía mi

abuela. ¡Qué importa que no pueda oler si puedo verlo todos los días! No

lo puedo seguir negando, me enamoré. Él describe los olores como si

fueran poemas. Me siento enferma, no debería ser así. Es como estar en

un precipicio a punto de caer por el puro gusto de caer de ir cayendo.

Pero qué habrá después. Mi fantasma… siempre soñé con él. ¿Qué hago,

me tiro o me quedó aquí a punto de caer?

Amador Parece que soy más promiscuo de lo que pensé, más malo que bueno.

Ausente. Ausente. Qué nombre más angustiante para el que lo nombra,

me estoy aprovechando. ¿Me estaré vengando o me estaré cagando yo

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mismo? Y este olor a podrido cada vez lo siento más fuerte. No puedo

creer que ella no lo sienta. Yo soy el único ausente del mundo,

marginado, y ahora con una suerte extraña y ausente.

Rogelia Hoy no aguanto su olor, me recuerda al padre. ¿En qué me puedo

entretener? Ni las flores se dan en esta tierra. A veces me gustaría abrir la

puerta y dejar que este olor inunde este país de mierda. Debería acabar

con toda esta vida así como mi pelo que está muerto desde que él nació.

No quiero vomitar otra vez. Yo siempre he sido limpia, ¡de dónde

engendré a este hijo! Lo bauticé siete veces y no hubo caso, si es que fue

un pecado parece que fue el mío el más grande todos. Hoy no aguanto su

olor. Y no importa dónde vaya, es tan mío como de él. Las madres nos

condenamos por las pasiones de los hijos ¿En qué me puedo entretener?

Ordenar, limpiar, tantos años llevo en esto que cada vez me sobra más

tiempo y para qué, qué con el tiempo. Él se odia y yo a veces también lo

odio. Otras veces me odia a mí y yo siento en mi espalda la culpa como

una espada y me odio también. ¡Odio fétido! Para qué estoy aquí. No

quiero vomitar otra vez. Las gotas de amor que me quedan se me

arrancan con el asco y las tengo que engordar para el hijo que detuvo mi

vida.

Ausente No entiendo su indiferencia, yo pensé que me quería. No me ha querido

hablar de olores, no me ha mirado, ya no quiero caer. ¿Cuál será el olor

de la tierra? Es tan rara, tan dura, tan fértil, tan fuerte. Esconde tantas

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cosas, tantos muertos, a todos los muertos. Yo prefiero estar sobre nubes,

pero eso ya no depende de mí.

Amador Hoy no la miré, me siento fuerte, me siento hombre. Ella me miraba, yo

sentía que me miraba. Hoy no la miré, pero mañana sí. Inventaré olores

que nunca he vivido, para ella, para verla subir a las nubes, cada vez más

cerca del cielo que mata.

Ausente “El amor huele a tí” eso me dijo. Y yo vi que me miraba con los mismos

ojos que he soñado siempre. Mi fantasma detuvo mi caída, estoy

suspendida entre el cielo y la tierra. ¿Quién sabrá del amor más que él?

Amador El amor debe oler como ella, eso no es mentira. Ella nació para amar,

para llenarse de palabras y caricias. No puedo resistirme, el deseo es tan

fuerte como mi olor.

Ausente Hoy hizo demasiado calor, demasiado calor para el amor. ¿Será cierto

que Dios no huele?

Amador Hoy no pude jugar ni a lo uno ni a la otro, mi olor me molestaba

demasiado, me avergonzaba ante ella.

Ausente ¿Dónde nacen las gaviotas?

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Amador Donde rompen las olas y la espuma blanca coquetea con la arena, de ahí

arrancan las gaviotas volando.

Ausente ¿Y por qué arrancan?

Amador Porque el mar siempre a querido volar. Las gaviotas son pequeños

fragmentos de su alma que se arrancan, pero sin alejarse demasiado.

Huelen a libertad…

En el cementerio.

Ramón ¿Y tan pronto?

Rogelia El amor es así, viene o no viene.

Ramón Me alegro mucho.

Rogelia Por eso mismo quiero que venga a conocerlo, que los vea juntos…

Hacen tan bonita pareja, ¡Tal para cual!

Ramón Bueno, pero eso sí, yo no puedo ir por mucho rato, no ve que tengo que

cuidar a mi muerto.

Rogelia No se preocupe, si usted sabe que por olor va a tener que ser lo más

cortito posible. No ve que la Ausente es la única que resiste.

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Ramón Bueno, iré. Además me va a servir para cambiar de aire.

Rogelia ¿Usted se está burlando?

Ramón ¿Será para tanto?

Rogelia Sí. Pero una cosa, no puede poner caras, tiene que aguantar nada más,

mire que harto me costó conocer a Amador para que aceptara tener

invitados.

Ramón Demás está decirlo, señora, yo he recibido los golpes de la vida siempre

con buena cara. Bueno, Ramón González para seguirle sirviendo.

Rogelia Rogelia Busta.

Ramón ¿Y cómo le ha ido con el vecino?

Rogelia Ahí estoy, dando la pelea. No me queda otra, por mi hijo yo hago lo que

sea. ¿Y a usted le pagaron?

Ramón Todavía no.

Rogelia Bueno, ¡Y para qué sigue trabajando!

Ramón Es que no podría hacer otra cosa… no sabría tampoco.

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Rogelia Por eso se aprovechan de usted. ¿Pero cómo no va a querer hacer otra

cosa? Esto que usted hace están triste, y gratis además.

Ramón Cuidar a los muertos, o buscarlos, es un trabajo muy importante.

Rogelia Sí, pero usted cuida a uno sólo.

Ramón Pero yo daría la vida por este muerto.

Rogelia Está bien, anda tanta gente buscando a los suyos en este país…

Número musical: El Show de Ausente.

Ausente No imaginaba lo raro que podía ser. Casi desprovista de alma, casi, por

eso me sentía tan incompleta. Mi abuela nunca me dijo que el amor

consumado hacia milagros: puedo oler mi piel, ahora ansío oler la suya y

quedarme sumida para siempre en su pecho. No aguanto la ansiedad por

contarle que su amor me ha completado… pero ya no tendrá gracias que

el me describa los olores. ¿Afectará eso mi amor por él? Imposible. Dios

no huele. Mi fantasma debe olor como he soñado, no puedo describirlo

con palabras, tal vez cuando esté junto a él…

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Llega Ausente, más enamorada que nunca, a casa de Rogelia y Amador.

Rogelia ¿Qué te pasa que llegas tan contenta?

Ausente ¡Un milagro! Hoy desperté y, no me va a creer, pude oler, señora

Rogelia. ¡Huelo! Huelo todo… Hay algo descompuesto aquí, ¡uf!, qué

fuerte.

Ramón Bastante.

Ausente Voy a contarle a Amador. ¿Señora Rogelia usted no siente el olor? Es

muy malo, como la mal misma que es malo.

Ramón ¡Chuta, media cagadita!

Rogelia Te prohíbo que vayas a la pieza de Amador.

Ausente ¿Pero por qué? ¿Le pasa algo?

Rogelia Se supone que tú no hueles. Me mentiste, me engañaste. Cómo eso de

que hoy hueles así como así. Los milagros no existen yo sé que no

existen.

Ramón Se le destapó la nariz.

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Rogelia Tú entraste a esta casa sin oler y si ahora hueles, te vas.

Ausente No entiendo.

Rogelia No tienes nada que entender. ¡Miren que oler a estas alturas! Tramposa.

Después de todo lo que hice por ti. Y usted no se mueva de acá, que es el

responsable de todo esto.

Ramón No aguanto más.

Rogelia ¡Resista!

Ramón La madre saca sus garras… La última vez que la mía hizo eso por mí

quedé tan avergonzado, me obligo a hablar con la Carlita… y a bailar.

Yo no sabía bailar, todos mis compañeros se reían, yo estaba rojo de

vergüenza y de rabia y mi madre bailaba sola tratando de enseñarme, de

animar la fiesta con su gordura y sus movimientos grotescos, mi mamá

estaba tratando de sacar la cara por mí y yo experimenté el tierno odio

del hijo.

Rogelia ¿Qué me quiere decir?

Ramón Que así son las madres, arriesgadas. No les importa dejar la cagada

porque como son madres se quedan pegadas en el dolor del parto, creen

que eso les da derecho a todo, pero uno no entiende de esas cosas. Abren

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Amador Ausente

la boca como si estuvieran pariendo y uno no entiende de esas cosas.

Con todo respeto, por supuesto señora.

Rogelia Debía haber adivinado que usted era un madrefóbico. Pero mi Amador

no es un mal agradecido como usted. Se me queda callado, no me vuelva

a interrumpir y no se mueva de aquí porque pase lo que pase va a tener

que asumir su parte. ¡Andar avergonzándose de la madre no tiene perdón

de Dios!... ¡Amador, ándate a tu pieza!

Amador Ausente, estás pálida.

Rogelia ¡Ándate a tu pieza!

Arcada de Ausente.

Amador ¿Qué pasa, te sientes mal?

Ausente ¿No sientes el olor Amador? Yo no aguanto, hay algo descompuesto

aquí.

Amador ¿Hueles?

Ausente Sí. Es un milagro.

Ramón Una desgracia.

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Rogelia Se quiere callar.

Ramón … Es que si hablo no respiro…

Ausente Amador, vamos afuera, el aire debe estar fresco.

Arcada de Ausente

Amador No conmigo. ¡Quiero defecarme!...

Rogelia Hijo, no empieces.

Ausente Amador…

Amador No te acerques. Nací hediondo. Tú despertaste, puedes oler mi alma y yo

desperté también y del amor paso al odio porque te veo hacer arcadas y

todo se detiene. Tú no puedes amarme, millones de gestos te distancian

de mí, yo no puedo amarte, siempre he odiado ese olor que en tí se hace

tan pronunciado. A mi destierro trajiste más dolor disfrazado de

esperanza. Un hombre no se puede negar a amar, un hombre ama porque

es atrapado, embriagado, sugestionado por el amor. Ándate ahora, me

vas a maldecir cuando te venga el último asco. ¡Dónde está mi gobierno,

mis muertos, en qué parte de mí! No quiero verlos vomitar, salgan.

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Rogelia ¡Vamos saliendo! Hijo, no te pongas así, a todos les pasa, después del

amor siempre viene el desamor.

Ramón ¿Quién iba a imaginar que ella iba a despertar oliendo? Yo me voy con

mi muerto. No me guarde rencor, habría jurado que podía tratarse de la

bella y la bestia, la redención, pero no, la vida no es un cuento. ¿Y usted

Ausente no va a decir nada, no va a llorar? Ahora va a tener que sufrir

nada más, así me dice mi muerto. Se le nota en la cara que lo quiere, pero

que le va a hacer, no puede estar cerca, no aguanta su olor. Yo la llevo a

su casa, no me olvido de mi parte.

Rogelia Ojalá que en este rato te hubieran quitado ese muerto, viejo entrometido.

Ramón Descárguese conmigo, con razón el hijo le salió hediondo, parece que

usted hubiera parido su propia alma.

Rogelia Los hombres son la peor desgracia para la mujer, la matan uno, la matan,

viejo huevón.

Ramón Se le cae la gramática cuando se enoja, señora. Hablamos bien cuando

estamos bien, hablamos mal cuando estamos mal.

Rogelia ¡Qué te haz imaginado viejo loco! Nadie te cree eso del muerto, ese

muerto no es tuyo.

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Ramón Usted sabe de muertos, señora. Yo reconozco este olor y no es de su hijo.

Usted no se ha hecho cargo de su muerto, por eso su hijo está hediondo,

pero no nació así. ¿Dónde están todos los muertos, señora? Usted está

más cerca que yo de la respuesta. ¿Dónde está el suyo? ¿Qué paso con su

marido? Hágase la tonta. Pero el mal olor está en la memoria, porque al

recuerdo no se le mandonea.

Sale Ramón y Ausente.

Rogelia ¿A quién se le reconoce sólo por el olor? A Amador. ¿Cuántas arcadas

haces al día? Miles si estás cerca de Amador. ¿Qué madre ama a su hijo?

La de Amador. ¿Qué hijo es igual a su maldito padre? Amador.

Rogelia abre la puerta de la casa, todos tratan de arrancar del olor. Amador la mira,

igual que al puesto descompuesto del padre. El mal olor no abandona la

memoria de Rogelia ni de nadie.

Fin.

Concepción, julio del 2003.

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