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Zentre de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores Citulares z 38 neeb oy Dos Conferencias sobre Urbanismo Rosarie y sus Problemas Urbanos = Por — CARLOS M, DELLA PAOLERA * iemsrRo’ vin, URBANISTA DIPLOMADO POR LA UNIVERSIDAD DE PAKIS ANO 1928 ROSARIO efior Presidente del Centro de Ingenieros, Ar quitectos y Agrimensores Titulares de Rosario. Ing. José 8. Cardarelli. Sefior Presidente: ‘Aprecio en todo su valor, 1a amable invita- sign que Va. me hace, en nombre del Centro de ingeniercs, Arquitectos y Agrimensores Titu- ares, para que me traslade a Rosario con ob- jeto de exponer en péblico mis puntos de vista ‘obre los problemas urbanos de vuestra ciudad y -acepto con regocijo, larocasion, que se me -prinda, de comunicar mis apreciaciones a un valifieado auditorio de la-segunda gran ciudad de nuestro pais. = ‘De regreso de Buropd, después de Buenos ‘Aires, ser Rosario la primera ciudad argenti- rna que visite. Si bien es cierto que he tenido oca- ‘én de conocerla en afiog.pasados, no puedo ‘disimalar la curiosidad que me domina, por ‘constatar los grandes progfesos que ella ha ex- Inerimentado en estos tiltinios tiempos. ‘Me permito insinuar hoy el programa que podria desarrollar en un ciclo reducido de dos jeonferencias: J, deunién — Origen y eyolucién de 1a ciudad. i — El Urbahismo cientifico, sus principios directores y sus mé- todos de trabajo — Aplicacio- nes del Urbanismo moderno a las aglomeraciones argentinas — Problemas urbanos, de orden 2k general que afectan a la ciudad de Rosario, 2, reunién — Sintesis sobre le evolucién ur bane de Rosario — El caadro geografico y él sitio original de latciudad—Desarrollo de la aglo- -meracién hasta miiestros dias — Impresiones recogidas duran- tefla visita a la ciudad — La organizacién de un servicio téc- nico para el estudio dé las trans- foymaciones que se irponen en Rosario. Asoguro a Vil, sefior Presidente, que pon- dré mi mejor baena voluntad en colaborar, con mis opinionés, en la obra de’ renovecién edilicia 2 que aspiran los ciudadanos de Rosi rio, poniendo desde ya, al servicio de sus ini- ciativas, la experiencia y la documentacién cbtenidas en las ¢specializacién a que me dedico desde hacen largos afios, Me es grato-séludar al gefior Presidente con mi consideracion’ mas distinguida. Carlos M. della Paolera Buenos Aires, Junio 25 de 1928. ROUIT, ARQUITEG, 2 & . 3 3 8 < 2 + A “ Brain siouD WHOS PRIMERA CONFERENCIA ©: Desde que existe Ja ciudad — como hogar colectivo de las sociedades humanas — su or- ganismo se adapté — tal como se verifica en Jos seres vivientes — a las funciones que le cupo desempefiar en un ambiente determinado, en el que intervino naturalmente su localiza. cién en el espacio y en el tiempo. En medio de las tinieblas del pasado remoto, se aleanza a vislumbrar la activided del hom- bre en la tierra: en lucha continua con los ele- amentos, erra primero al azar de sus pasos va- cilantes, disputando sv vida y su aliento con Jas fieras e ignorantes y temeroso de los fen6- menos que ante su vista descubre a diario la naturaleza — sobrecogido ante el misterio de Ja muerte — crea y rinde culto a.dioses con formas materiales, en cuya adoracién se refu- gia para consuelo de su espiritu atribulado. Acosado por todas las incognitas con que la creacién se manifiesta ante.él,-leva una vida .n6made, vagando entre selvas virgenes, sin otra brijula que lo gufe, que la obligacién de alimen- tarse con los frutos de los arboles o la necesidad de apagar su sed con el agua reconfortanite de Jos rios y nianantiales, Esta imperiosa necesi- dad de nutrieién, lo obliga a desplazarse sobre Ja superficie de la tierra, expuesto de continuo os acechos de los elementos y al ataque de los animales feroces, que se guarecen en el interior Ge las selvas inexploradas. Para sus necesidades rudimentarias encuentra el hombre lo que en esencia precisa para vivir. Todo, abrigo y ali- mento — aunque con frecuencia disputado — esta en sus andanzas, al alcance de su mano, Le. nadas estas funciones vitales, se reproduce y sus ‘sueesiva generaciones llevan, la misma vida errante hasta una época muy avanzada de la prehistoria, Estas migraciones del género humano, se hacen siguiendo senderos o pistas indicados en su origen por las condiciones topografieas del terreno. (2) Con el aumento de la poblacién, aumenta también sus necesidades y en esa obs. cura noche de los tiempos, las pistas se vieron ms frecuentadas estableciéndose en ellas el tré- fico, que el gedgrafo Ratzel define asi: “E] mo- vimiento en el espacio, de personas y de cosas, ‘eon un destino determinado, con el objeto de satisfacer por al intercambio, las necesidades de la tierra y de los hombres”, Esta actividad de las rates prehist6ricas di6 — ORIGEN Y EVOLUCION DE LA CIUDAD aaiite Ree, ore Co ve origen a que — a lo largo de ellas — en las eta- pas y cruces, se hiciese un alto en el ritmo de marcha de las tribus primitivas, La etapa esta- ba indicada por la presencia del agua notable, de un sitio seguro para abrigo y refugio, o por le facilidad de preocuparse alimentos en el lu gar o en sus proximidades. En el cruce de las pistas, el intereambio debié ser importante — por tratarse de productos que legaban por ru- tas provenientes de direcciones opuestas, Tanto €l lugar de etapa como el de] cruce, formaron ls base de las primitivas aglomeraciones. El hombre se fija entonces a la tierra, sea por la presencia de lo que necesita para vivir, 0 sea por las facilidades que tiene para comerciar 0 sea como consecuencia de la conjuncién de am- as circunstancias, De la vida némade pasa a la sedentaria; el cultivo de la tierra y la domesti- cacién de los animales lo arraigarén cada vex més a la ciudad en formacién. (8) Si se admitiese que el agua y los productos de Ja tierra fueron adorados como divinidades — se podria aceptar la influencia del factor re- ligioso en Ja eleccién del sitio de la ciudad pri- mitiva, pero sélo teniendo en cuenta que tales circunstancias constituyen hechos esencialmen- te econémicos, Hoy dfa no puede aceptarse el antiguo coneepto puramente religioso de los orfgenes de las aglomeraciones humanas; la verdadera causa creadora de la ciudad, es de- bide a la influencia de los factores econémicos, actuando sobre las exigencias rudimentarias de Jas poblaciones primitivas al iniciarse su vida en colectividad. Los descubrimientos arqueolégicos han identificado vestigios de organismos urbanos (2) Pronunciadas en ol salén de actos de la Biblioteca Augentina los dias 5 y 7 de Jatio. (2) Las vies fluviales, los mares intenos y los lagos, eneauzaron una gran parte del tréfico de las priv meras edades.de la humanidad, por cuya razén in- cluimos a estas vias de comunicaciin, en la elasi fieacién general de “rutas” por las cuales se des- plazaron las masas humanas y por las que se Tea- lizaba el intercambio de los productos de la tierra y de Tos primeros ensayos de In manufsctura, N. dol A. (8) Accién de Ins coscchas 'y de los animales domés- ticos sobre la importancia de la vivienda huma- na, — Manuel Poste: “Evolution des Villes”. —6— rudimentarios, en las cavernas de la edad de Ye piedra tallada y en los recintos amurallados, islas y ciudades lacustres y otros sitios defensi- vos de la edad de la piedra pulimentada. Estos primitivos establecimientos humanos de la edad de piedra, se instalaban en su mayor parte en Jos valles floridos o en los cruces de las rutas terrestres con los rfos. Mas tarde, la edad del bronce se caracteriza por la aparicin de les extructuras definidas de la “ciudad” y a partir de esa época, se puede seguir la evolucién de las ciudades, jalonando las etapas de la vida de la humanidad en los diferentes paises de] mundo. Si hiciéramos una resefia cronolégica de las aglomeraciones urbanas, verfamos desfilar a las ‘antiguas estructuras de las ciudades lacustres y de las: construfdas sobre las elevaciones del te- rreno, ambos tipos ereados para protejer la cé- Jula urbana contra los ataques de los hombres, extranjeros a la ciudad. Luego vienen las ciu- Gades ordenadas con respecto al templo de la religion y las creadas con fines politicos o mili. tares, por los déspotas, monarcas absolutos de diferentes regiones de Asia y de Africa, que erigian ciudades capitales frecuentemente, con el solo objeto de que tales aglomeraciones Il ‘yasen sus nombres en lo sucesivo. Atenas col ja bajo la proteceién de los sucesivos templos levantados en lo alto de la Acrépolis, a los pri- mitivos pobladores’ de la‘ ciudad antigua, que se reunian periédicamente para asistir a las ceremonias religiosas, Mas tarde, en el siglo de oro de Pericles, la organizacién de ese san- tuario elevado, Tega a su apogeo con realizacio- nes y reconstrucciones arquitecténicas que bri- Ilan por las riquezas de sus estructuras, por la pureza de lineas y la claridad genial que se observa en sus concepciones. Estos destacados exponentes del arte urbano de los griegos, se Jevantan en la ciudad como consecuencia de los progresos observados en el comercio y en las industrias, que con el extranjero se localizan en el barrio de la Cerémica, La ciudad cuadrada de Rémulo, sobre el monte Palatino, fué invadiendo més tarde las siete colinas sobre las que se extendié la pode- rosa urbe de los romanos, Las magnificas expre- siones del perfodo y de la grandeza de Roma, se coneretan en Ja ciudad, en la materializacién de las aglomeraciones por la defensa, la higiene y'la belleza de Ia aglomeracién, En el ambiente de la ciudad romana, hallaron expresién todas las influencias de su civilizacién, y a gloria, por medio de sus atributes, contribuia 2 embe- Hecer el espectéculo urbano. La fusién de las razas — con sus ereencias y sus artes respecti- yas — cooperé al brillo y a le irradiacién que emanaba de la Roma antigua, dilaténdose su vivo resplandor por la mayor parte del mundo en ese entonces conocido. En esas pocas lejanas, Aristételes prime ro y luego Vitruvio, habian consagrado las nor- mas elementales a las que debfa obedecer la ciu- dad ideal, Hipodamo de Mileto construyé las primeras ciudades en damero, creadas ror sit imaginacién de geémetra, sin que deba recono- cérsele filiaeién alguna respecto a ciertos v tigios de estructuras urbanas regulares, cuyas calles se cortaban a angulo recto, y que las in- vestigaciones arqueolégicas modernas han pues- to ala luz del dia, Entre estos vestigios anti- quisimos de estructuras en damero, haremos mencién de una ciudad obrera destinada a la ivienda de los constructores de las pirdmides egipeias de la cuarta dinastia. Tas ciudades-colonias de Roma tuvieron origen — en su mayor parte — en la disposi cién regular con que se instalaban los campa- ‘mentos de las legiones conquistadoras, En la Edad Media las ciudades se concen- tran — ante el temor de las invasiones de los barbaros — replegdndose en los recintos amu- rallados y viviendo como unidades aisladas, ba- jo Ja proteccién de las iglesias y de los casti- llos fortificados, Las estructuras urbanas, de formacién natural se adaptan estrictamente a la topografia del terreno y las calles sinuosas con- tribuyen a los efectos pintorescos que pueder—» ‘atin observarse en numerosas poblaciones, no invadidas todavia por el desarrollo y Ja activi- dad que caracteriza a las grandes ciudades de Ja actualidad, En los siglos XII y XIIT se cons- ‘ruyen, en ciertas regiones de Europa y en parti- cular en ef Sud y S, Oeste de Francia, ciudades que — respondiendo a una organizacién econé- mica particular — afectan las formas del tra- zado en damero. No ha habido influencia algu- pa, transmitida, de los trazados regulares de las colonias romanas a éstas ciudades construidas if de una sola pieza, obedeciendo a una organiza- cién peculiar. Las ciudades del Renacimiento ostentan — en la resurreceién del arte antiguo — las exte- riorizaciones de la gloria y del poder de] monar- ca absoluto, Se abren—en esta época — gran- des brechas, en las masas compactas ¢ irregu- lares de la ciudad del medioevo, para dar cabi- ,_ da a las grandiosas concepciones de los pala- cios reales y_a las amplias composiciones st métricas que los acompafian, ‘La ciudad moder- na — hasta mediados del siglo XIX — se va adaptando paulatinamente a las exigencias cre- cientes de las poblaciones, pero ya en esa épo- ca, el ferrocarril — factor de concentracién y por consiguiente de congestién — revolucioné las organizaciones urbanas que se ven oblige copnoavdcterede=migendias-Adadesazcallo.derlas et ete das a desbordar las murallas que las contenian en épocas pasadas. La aplicacién.— cada vez més desarrollada — de este medio de transpor- te, provoca la transformacién de las estractu- ras urbanas. El ejemplo mas completo de esta transformacién — aunque en gran parte provo- ‘cada por razones polfticas — io hallamos en los grandes trabajos de Paris, concebidos y reali- zades por el prefecto Haussmann. A partir del establecimiento de los prime- yes ferrocerriles, comienza la concentracién de Jas industrias en los alrededores de las grandes siudades, dando lugar a la formacién de esas cinturas de usinas: y de viviendas obreras — las cuales, casi siempre, se hellan en malas con- diciones de higiene y de organizacién general. « Hin las grandes citdades, se ha observado en. ¢s- tos ditimos afios, lo que podriamos lamar le saturacién de] micleo central de la poblacién, ciandose el éxodo de muchas categorfas de habitantes — en especial de los de las clases necesitadas — hacia esas cinturas suburbanas (bantieues), cuya organizaciéy_debe, encararse * aglomeYaciones Gel ‘pasado, que se realiza por Juxtaposicién de los suburbios (Zaubourgs) a los barrios centrales, yuxtaposicién que se ob- servaba sobre las ritas o grandes vias que Tegaban a la ciudad—y que no era mas que el producto de Ja atraccién de la aglomeracién — ~~# tal forma de desarrollo, decimos, provocado Por una fuerza centripeta, se sustituye en estos fillimos tiempos la extensién provocada por un aoble movimiento, de atraccién el primero y de repulsién, provocado este dltimo por una fuer- za centrifuga originada por factores de orden econémico que obliga a las poblaciones a esta- biecerse en la periferia de las grandes ciuda des. Vemos entonces, — en estos casos — dis- minuir la densidad de habitacién en los barrios centrales y aumentar dicha densidad en forma ~ extraordinaria — en las regiones excéntricas. Estas son las caracteristicas que permiten cla- sificar como urbe a una gran ciudad de Ia época actual. “ En Buenos Aires se verifiea la formacién de una primera cintura interna de arrabales — dentro de los limites del municipio — alli don- pede el precio del terreno, que decrece, a par- ~ cir del centro, es compatible con el éstableci- miiento de viviendas baratas. Otra segunda cin. tura se disefla ya netamente — y con todos los inconvenientes de la improvisacién — rodean- do a las usinas industriales, situadas en el te- rritorio de la provincia de Buenos Aires; esta segunda cintura, esté limitada interiormente por el deslinde administrative del municipio y exteriormente por la duracién del tiempo nece- sario para trasladarse, desde esas zonas exte- riores, hasta los centros de trabajo situados en €l miicleo de la aglomeracién. Al estudiar Ia delimitacién de lo que hemos Hamado la “aglo- meracién honaerense” hemos podido poner de relieve la correspondencia casi matematica que existe entre la ubieacién de estas zonas exte. riores edificadas y los tiempos de translacién contados a partir de dichas zonas, hasta la Ile- gada a la estacién terminal de ferrocarril, si- tuada dentro del territorio de la capital, La correlatividad de los problemas que se rresentan, para la organizacién cientifica’ de una gran ciudad moderna y sus zonas de ex- tensién, nos han inducido a insistir — desde hace ya varios afios — en que la organizacion de Buenos Aires se encare — no ya reduciéndo- se solo a los limites administrativos de la Ca- pital Federal — sino también a tode su zona de influencia en el territorio de la provineia de Buenos Aires que la rodea, cuyos términos e: tan fijados por el limite de la aglomeracién in- tegral : Otro tanto decimos para Rosario, cuya po- blacién debe oscilar hoy dia alrededor del me- dio millon de habitantes. Sin haber tenido oca- sion de estudiar lo que hoy constituye la aglo- meracién rosarina — podemos decir, sin temor de equivocarnos — de que su plan’ de “organi- zacién cientifica es del orden regional. Para hacer tal declaracién, nos ha bastado echar una cjeada sobre el plano de la ciudad y constar la importaneia y extensién de sus suburbios y el visible desorden de'los accesos por las Iineas ferroviarias que — junto con el puerto — for- nian una cintura que sofoca al vigoroso desarro- No de la segunda gran ciudad de la Repiiblica. 1, — EL URBANISMO CIENTIFICO, SUS PRINCIPIOS DIRECTORES Y SUS METO- DOS DE TRABAJO Asi como en la edad de bronce, los hom- bres se fijaron a la tierra de la ciudad, edifi- céndola segtin los lineamientos rudimentarios de un arte urbano incipiente, y asi como en el répido anélisis de las estrueturas urbanas, a través de las edades — hemos visto a estos organismos responder.a las necesidades eco- némicas, politicas y sociales de las colectivida- des — en la época actual, nace el urbanismo para el estudio del complejo mecanismo de las ciudades del siglo XX y para prever, por el ma- yor némero de afios posible, el funcionamiento regular de las aglomeraciones humanas. Como se vera, la definicién de lo que es el urbanismo resulta un tanto complicada, Con frecuencia se confunde el “arte urbano” o sea tet g te Ja “arquitectura de la ciudad” — cuya historia remonta hasta la edad de bronce — con el ur- banismo de la actuslidad, que no solo involiora al arte urbano, sino que también contempla una larga serie de actividades cientificas y ar- tisticas de indole variada. Vamos pues a inten- tar hoy una definicién del urbanismo y un ané- lisis de sus principios directores y de sus méto- dos de trabajo. E] Urbanisme es una eiencia que, apoyan- dose en muchas otras, se levanta en el esco- nerio de las-actividades cientificas con el fin de estudiar las aglomeraciones humanas para adap- tarlas a las condiciones presentes y futuras de la vida en colectividad. Puede asi comproberse la amplitud del campo de accién de] Urbanismo y las plausibles finalidades que persigue. El primer principio consagrado, por ésta nueva ciencia, es el de considerar a la ciudad como un organismo viviente y estudiar la evo- Iucién desde sus origenes, analizando sus accio- nes y reaceiones en el ambiente del sitio en que nacié y en medio del cuadro geografico cue provocé su formacién. En el estudio de la evolucién de una ciu- dad — que es a] Urbanismo lo que la anatomfa a la Medicina — es necesario determinar cual es el factor o los factores, que han predomina- do en su accién sobre el organismo urbano, lo mismo que es indispensable poner en evidencia — en medio de las incidencias precisas de los documentos y de los vestigios del pasado — el hecho urbeno revelador de la fisonomia y del estado econémico, moral y social de la aglo- meracién, en uma époce determinada, Sin per- der de vista los restos materiales y las cons- tataciones de hechos fidedignos, se seguiré ol exémen de las variaciones sucesivas del azpec tc material, creando asi una perspectiva que, explicando el estado actual de la aglomeracién, puede permitir la deduceiin de reglas que guia- ran las transformaciones necesarias para el futuro de la ciudad, ‘Una vez individualizados y localizados 10s hechos y fenémenos que se presentan en el or: ganismo urbano, al correr del tiempo, y después fe haber constaiado los efectos producidos por ellos sobre dicho organismo, corresponde dar intervencién a la estadistiea, para Ja medida de las necesidades y exigencias de las pobla- ciones, y después de una rigurosa apreciacién, hacerlas suceptibles de entrar, como elementos conocidos, en los problemas que se presentan para lz confeccién de un plan regulador. Las realizaciones materiales, es decir, la concepeién, la ejecucién y la modificacién de las estructu- ras, respondiendo a los resultados obtenidos en Gichos problemas, corresponden al arte urbano, Jo que sera para las ciudades existentes, como consecuencia del diagnéstico de la clinica, la intervencin de] cirajano. Bl arte urbano de- be apoyarse a su vez, en los preceptos de la hi- giene moderna y en los progresos realizados, en estos tiltimos tiempos, en el arte del ingenie- ro municipal. Otres cuestiones no menos im- yortantes deben también preocupiar al urba- nista; le organizacién econdmica de las ciuda- des, la organizacién social y el estudio especial y minucioso de los arrabales, en los que se al- dergan las poblaciones que proveen de mano de obra a la gran industria caraeterfstica del si glo actual. Para auscultar en forma continua, el fun- cionamiento complicado de los multiples érga- nos, de euya buena marcha depende la vida de wna aglomeracién, es necesario crear en las ciu- dades, un servicio auténomo, constituido por téonicos en la materia, el que se compondra de numerosas comisiones, correspondientes a las subdivisiones del urbanismo que acabames de presentar, En este servicio del plan regulador, es necesario dar un lugar de preferencia a laa. estadisticas; es facil imaginar el interés que debe atribuirse al hecho de medir exactamen- te los fenémenos urbanos, de variada indole, con lo que se facilitara el funciénamiento nor- mal de la ciudad, pues seré posible remediar sus inconvenientes, alli donde las constatacio- nes estadisticas nos pongan en presencia de una irregularidad. Las investigaciones de la estadi tica, deben profundizarse: y subdividirse has- ta la sutilidad — y procediendo asi — el urba~ nismo, saldra definitivamente de muchas so- luciones empiricas, para entrar de leno en el cuadro de los conocimientos cientificos. Estas Investigaciones, se aplicarén a las funciones econémicas, higiénicas y sociales de 1a aglo- meracion, y se apoyaran sobre todos los progre- sos de la ciencia moderna, Sin mayor esfuerzo se pueden calcular, las enormes ventajas re- sultantes — para la higiene de una ciudad exis- tente o a crearse — de la delimitacién aproxi- mada del radio de influencia de la accién bien- hechora de un parque, cuya situacién, forma y extensién nos son conocidas. EI andlisis de muestras de aire, y las constataciones estadis- ficas, sobre Ia salubridad — la mortalidad — ¥ la criminalidad de los barrios limftrofes del pargue, pueden llevarnos a la determinacion suficientemente exacta, de la zona de influen- cia del espacio libre — después’ de lo cual — bastard una distribueién adecuada de éstos es- pacics, en la planta urbana, para obtener — pa- ra el conjunto de la cindad — el equilibrio de condiciones higiénicas necessaries, a la vida y ai confort de los habitantes, Sj en algunas gran- des ciudades, se iniciaron ya tales investiga- ciones estadisticas, de orden higiénico, ellas no han sido todavia suficientemente intensifica- Gas, como para llegar a obtener resultados con- cretos, Sin embargo, imposible es negar la in- fiuencia decisiva que pueden ejercer constata- ciones de esta indole, sobre la disposicién a daree a la estructura de las ciudades modernas. La comparacién de los resultados obtenidos, a este respecto, en diferentes ciudades del mun- do, resultaria de mucho provecho e interés. Bste género de investigaciones, y diversas otras, de orden econdmico y social, deben cen- twalizarse en los servicios de estadistica de ca- da ciudad, con objeto de guiar convenientemen- te las transformaciones del organismo urbano. En Ja misma forma en que el laboratorio de ex periencias acompafia al taller, en las industrias cientificamente organizadas, los servicios de estadistica, en las ciudades modernas, deben eonstituir centros de investigacién, destinados 2 orientar la accién de los técnicos, encergados de organizar el presénte y el futuro de las aglo- meraciones. Hi, — APLICACIONES DEL URBANISMO MODERNO A LAS AGLOMERACIONES ARGENTINAS Vamos ahora a tratar répidamente de las posibles aplicaciones del urbanismo moderna a les ciudades y pueblos de nuestro pais. Las aglomeraciones argentinas, en su ge- neralidad, corresponden al tipo especial que podrfa denominarse “ciudades de etapa”. Co- menzando por Buenos Aires — cuya evolucién hemos estudiado, teniendo presente su condi- vién de ciudad terminal de las rutas del Atlin. tieo Sud (1) — y siguiendo con las eiudades his- térieas fundadas pot los espafioles on ef avan- ce hacia el Sur, del camino del Perit — la ma- yor parte de las ciudades coloniales, responden a Ja clasificacién arriba citada, Luego vinieron las poblaciones fundadas a lo largo de los ca- minos carreteros ~~ y en los tiempos moder- nos ‘— las que se levantaron por obra de la fuerza ereadora de las lineas ferroviarias, al internarse por los centros de gravedad de las vonas de cultive y de explotacién ganadera Puede decirse que, hasta el presente no se han creado sind muy raramente y por excepeién, ciudades que respondan a otra causa origina- tia, que Ja de constituir una etapa sobre la via de trafico — etapa més o menos centrada, con respecto a la regién econémica que la rodea. Pero con el andar del tiempo, y con e] au- mento progresive de nuestra poblacién y de la explotacién de las riquezas naturales del suelo — los limites de las regiones econémicas, deben necesariamente modificarse, y veremos entonces surgir numerosos centros urbanos, mejor ubicados que los actuales, de los puntos de vista geogratico y econémico, Para esos centros a crearse y para los que continuamen- te se desarvollan partiendo de una célula ini- cial, constitufda por el simple galpon de para- da del ferrocarril, seria indispensable crear una tegislacién provisoria y perfectamente estudia- da, que obligue a delinear la estructura de las agiomeraciones, de acuerde a principios mas racionales y modernos, que les que rigen ac- tualmente, Desde hace ya largos afios, hemos insistido sobre los inconvenientes que presenta ei trazado en damero, para la economia, la hi- giene y Ja estética de las aglomeraciones. La planta de la ciudad a crearse, y las extensiones de les pueblos y ciudades actusles, deben res- Fonder a una perfecta adaptacién topografica, ¥ poseer una estructura tal, que permita, no solamente la instalacién de los espacios libres necesarios, sino también, la aplicacién para el futuro, del gran principio sobre el que se basa el arte urbano moderno: la division dé la civ- dad en 2onas de diferente funcién. El ciiadricu- Jado uniforme, se opone a esta division, pues ella esté fundada en la diferencia entre el ta- mafio, la disposicién y la estructura de los lo- tes, segiin sea el destino que les corresponda, y el cardcter del barrio del que forman parte integrante, A la pobreza de espacios libres — que deben reservarse de acuerdo a nuestras le- yes sobre el trazado de pueblos — debemos yesponder, con una legislacién moderna, que. precure convertir, en Jo posible, a todos los pue- blos y ciudades del pais, en hermosas, alegres e higiénicas ciudades-jardines. Y que no se nos tache de extremado optimismo por lo que aca- bamos de decif, pues tal vez ningiin pais esté en mejores condiciones que el nuestro, para lle- gar a la transformacién de sus centros poble- dos, en ciudades-jardines, que son el producto més acabado y moderno del arte urbano de nuestros tiempos. Visitando dltimamente, los hermosos jardines pablicos y privados de Niza y suis alrededores, se nos ocurrié pensar, por- qué razén en nuestra tierra, que tiene un cie- () G._M. Paotera — “Rvolution de Buenos Aires da- puis ees origines jusqu’ 4 nos jouts”. ‘Tésis para optar al titulo de Urbanista de In Universidad de Paris — Paris, 1928. — 10 — lo azul tan limpio y diéfano como el de esa z0- na del mediodfa de Francia, que cuenta con un terreno fértil, con una flora variada y abun- dante, y con un clima en general templado — porqué razén deciamos, no contamos siné con tan escasa vegetacién en los centros poblados — por qué tenemos tantas ciudades del inte- rior que no conocen Jo que es un Arbol ni una flor — en esta tierra prédiga donde el que quie- re puede crear, en corto tiempo, un hermoso jardin, pues contaré siempre con la ayuda be- névola y eficaz de la naturaleza. No nos deten- Gremos para indagar las causas de esta apatia, hacia todo lo que signifique Ja vida, la frescu- ra, el color y el perfume de los érboles y de las flores — pero-diremos si, — que en un pais como el nuestro — en plena floracién, y en el que diariamente entra, por el camino del mar, una fuerte corriente inmigratoria, — més 0 ‘menos cultivada'— es un deber de los poderes piblicos, colocarse a la vanguardia y “orde- nar” todos los progresos y, en el caso que nos cocupa, combatir la apatia, la desidia, o Ja falta de buen gusto, con una legislacién rigurosa, que permita transformar nuestras aglomeraciones urbanas, en verdaderos hogares de una raza fuerte, laboriosa y artista. Esta seria pues, la mas importante de jas aplicaciones del urbanismo moderno, a les aglo- meraciones argentinas: la reforma de las le- yes que rigen actualmente para el trazado de pueblos y ciudades, promulgdndose, una nueva Jegislactn en la que se tenga en cuenta, que el pueblo de hoy seré la ciudad de mafiana, — que Jos espacios libres deben aumentar constante- mente, manteniéndose un alto porcentaje, a me- aida que se desarrollan los organismos y que ja aglomeracién, desde su origen, debe contar con los rudimentos esenciales de una red de tréfico, con elasticidad suficiente, para sati facer las necesidades del porvenir. Esta legit lacion moderna debe ser tal que fayorezca ra- cionalmente, y por la disposicién_apropiada de Jas estructuras, la divisién de la futura ciudad, en barrios de habitecién, administrativos, co- merciales, industriales, ete. y que permita fi- nalmente, Ia entrada y el predominio de Je na- turaleza, matizando con sus encantos y ponien- Go sus notas de arte, entre las masas inertes de construcciones de la ciudad, Muy largo seria enumerar aqui, las enor- mes ventajas que traeria consigo, la aplica- cién de leyes de tal indole; bastenos un ejem- plo de orden general: la obligacién de estudiar prolijamente los accesos y la disposicién:de las Yineas ferroviarias, en una poblacién eualauie- ra, impedirfa que el ferrocarril — que la ha creado — la obstacuilice en su desarrollo nor- mal, y la mate luego, del punto de vista de la organizacién racional, de sw economia, de sw higiene y de su estética. Una linea de ferroca- rril a nivel — afectando la planta urbana de una aglomeracién — tiene para ella el mismo ‘efecto que la muralla de defensa, cuya accién hemos podido constatar en todas las chudades fortificadas, desde la més remota antigiiedad; una linea ferroviaria puede seccionar brutal- mente una poblacién, sin consultar en lo mAs minimo sus intereses de todo orden; puede también rodearlo, de muy cerca, y sofocarla en su libre desarrollo y puede afearla y desorga nizarla, cortando las arterias de trafico intenso Ge la ciudad atravesando barrios, cuya evolu- cién los conduce a otro destino, refiido con una implantacién de tal naturaleza. Ejemplos vi- vientes y palpables de estos errores, nos dan la mayor parte de las lineas que atraviesan la” capital federal, y la actualidad que ha adqui- rido el problema de la ubicacién de 1a estacion Gel ferrocarrl Central Argentino en esta ciu- dad, respecto a lo cual, todos los litigantes, es- tan’ convencides, que de la solucién a adoptarse, dependeré en gran parte el porvenir de la se- gunda ciudad de la repttblica, Al tratar de la urbanizacién de Buenos Aires, hemos dicho siempre y hoy lo repetimos para Rosario, que — de acuerdo a los ms modemos preceptos del arte urbano — las instalaciones ferrovie- rigs, dentro de los limites de la ciudad, deben de establecerse en el subsuelo, es decir que, ek cluyendo en lo posible los pasos a nivel, los ser- vieios de los ferrocarriles deben hacerse por medio de Iineas subterraneas. Los planes reguladores, para todas Jas po- blaciones de nuestro pais, permitirian solucio- nar un sinniimero de problemas actuales, y re~ solver desde ya, muchos otros, que pudieran presentarse en el futuro. La reglamentacién de construcciones, en estos planes, podria ase- gurar una buena disposicién de los lotes intervenir en Ia ubicacién de los edificios, den- tro de los terrenos, para que las viviendas se dispongan consultado todos los preceptos de la higiene y contribuyendo al interés y a la be- lleza de la calle sobre la que estén construfdas. ‘A este respecto, existen. ejemplos dignos de seguirse, en la urbanizacién, para viviendas, de la segunda zona de fortificaciones que ro dean a Paris y en los reglamentos de cons- truceiones suecos y norteamericanos, En Prusia, la proteccién de los espacios libres y de los Arboles, prevista por la nueva legislacién, lege hasta permitir, la libre dis- posicién por la municipalidad, de los terrenos arbdlades, y en lo referente a la construccién, se exije rigurosamente, que los. edificios sean ‘apropiados a su destino y a los materiales em- pleados en su estructura, Alli también, como ee ate en Suiza, en Alemania y en otros diversos pal: ses se ha reglamentado, por razones de-esté- tica, la libertad de levantar escaparates y de colocar carteles de propaganda, cuando afeen un ambiente o un aspecto de las aglomeracio- nes, IV. — PROBLEMAS URBANOS — DE OR- DEN GENERAL — QUE AFECTAN A LA CIUDAD DE ROSARIO Si pasamos de estas consideraciones gene- xales a otros problemas que afectan hoy direc- tamente a la ciudad de Rosario, se presenta de mediato el obstéeulo que para el embelleci smiento urbano, significa la ubicacién del puer- to sobre el Parang, Creyendo que lo que a este respecto hemos dicho para Buenos Aires, tiene aqui aplicacién, lo citaremos textualmente: (1) “La ubicacién del puerto de la capital ha sido siempre objeto de los mAs variados co- mentarids. Su localizacién es poco apropia- da del punto de vista estético, pues obliga a ‘exponer, en la fachada misma de la ciudad, to- da una sucesién de galpones y de iitiles de trabajo para las faenas portuarias. Aunque se han realizado loables esfuerzos para ornamen- “iar estas zonas con vegetacidn, on otras partes, como ser en le proximidad de los diques del Norte, es decir ett un lugar prominente, se ob- serva ese abigarrado y poco higiénico tipo de barrio con que cuentan Marsella, Génova y Ja mayor parte de las ciudades que estén en contacto directo con las vias de ultramar” “La ubicacién proyectada para el puerto, ‘hace ya cerca de eincuenta afios, por el Inge- niero Luis A. Huergo, de ilustre y respetada amemoria, hubiese facilitado enormemente la transformacién, del més avanzado escenario de la ciudad, en un conjunto digno del rango y de la importancia de Buenos Aires. Los ineon- venientes de la ubicacién actual han sido multi- plicados con las instalaciones del nuevo puerto. Si bien 1a importaneia de los capitales inver- tidos aleja, tal vex por muchos afios,.la posi- bilidad de trasladar las instalaciones’ -portna- rias, hacia las costas linderas del sud del muni- cipio, ereemos que no debe perderse de vista tal desplazamiento y proceder en consecuen- cia, cuando cualquier problema urbano afec- te, ms 0 menos directamenté, las zonas del puerto actual o aquellas en que pudiera desa- rrollarse nuestro gran puerto de] futuro...” EL, mismo eriterio enunciado en este til- timo parrafo, podria tal vez aplicarse a la so- Incién del problema del puerto del Rosario. El problema del tréfico es — entre los problemas urbanos — el que ha adquirido ca- racteres de mayor gravedad en éstos tltimos afios. Este asunto de vital importancia — pues debe compararse al tréfico con la cireulacin sanguinea que alimenta a un organismo — exije, en la mayor parte de las grandes ciuda- des, una solucién urgente. Pero el estableci- miento de uma red nacional de tréfico modemo esté ligado a las soluciones a adoptarse para toda una serie de problemas que se presentan hoy dia en el complejo urbano, Asi, como no pueden disponerse las gale- vias ‘y ‘pasajes, en una casa habitacién, si de antemano no-se sabe donde ubicarse la sala, el comedor; los dormitorios, la cocina, ete — en igual forma no puede proyectarse una red in- tegral de trafico, sino se fija antes — y como resultado de un estudio serio y meditado — la ubieacién de los distintos barrios, de la ciudad futura, caracterizados por su funcién especial (barrios administrativos, de habitacién, comer- ciales, universitarios, industriales, etc.) La ubi- cacién definitiva de las estaciones de ferroca- rriles fijar& las ideas acerca el establecimien- to de los focos de las redes de tréfico. Estos sistemas de arterias no sélo deben canalizar eficazmente la circulacién, dentro de la planta de la ciudad, sino también deberan asegurar la continuiad y la distribucién racional del’ tré- fico, en las zonas de influencia de la aglome- racién, Las soluciones a adoptarse para el pro- blema del tréfico deben aproximarse en lo po- sible a las de los problemas de hidrdulica, Sin soluciones de continuidad, evitandd — en lo rosible — los cruces, clasifieando las calzadas de acuerdo a las velocidades, como una aplica- cién del principio de la divisién de funciones, se deben establecer — en arterias de concep- cién adeeuada y moderna — corrientes ininte- rrumpidas y de gran rendimiento. La ejecu- cién y el funcionamiento de las lineas metro- politanas subterréneas, en las grandes ciuda- des, ha sido un gran paso dado hacia la orien- tacién esbozada en las soluciones del trafic moderno. La estructura de la ciudad influye — co- mo es Iégico, suponer — en la mayor 0 me nor eficiencia de la cireulacién. E! trazado en damero — que sélo sirvié para la participacién cémoda y simple de.la tierra entre Jos funda- dores de las colonias espafiolas en nitestro con- tinente — constituyg, una tara que hemos he- (2) Conferencia. inaugural del ciclo sobre “Evolucién de Buenos Aires, y bosquejo de su plan regulador”. Paculted de Cioncins Hxactas, Fisicas y Natura- Jes do Buends Aivés, — 80 de Mayo de 1928, Soa redado y que nos hemos empeiiado en perpe- tuar. Al hablar de las ciudades-colonias de Ro- ma y de las colonias agricolas de la Edad Me- dia, dijimos que, entre unas y otras, no habia ninguna relacién de parentesco estructural. Las influencias y los ejemplos se-perdieron — atin para una misma ciudad — en la profundi- dad de las edades. En la misma forma hemos sostenido que e] cuadriculado de nuestras agla- meraciones de la época colonial no es resulta- do del ejemplo, ni trasunto fiel de la influencia de corrientes greco-latinas que atravesaron Es- vafia y se prolongaron hasta nosotros en el siglo XVJ, tal como se ha dado en-sostener en numerosos trabajos y conferencias. La simi litud de las estrugturas, en épocas tan diver- sas, solo se debe a la necesidad de concebir los lineamientos generales de aglomeraciones urbanas, que debian responder a programas casi idénticos. No vamos a hacer hoy la critica del tra- zado en damero, considerado desde todos los puntos de vista. de los cuales debe observarse. Sélo diremos que, esas alineaciones rigidas que parecen contener — dentro del mayor orden, @ los organismos: urbanos — constituyen en la, realidad, el origen de toda la desorganizacién Je-nuestras ciudades. En el entramado poco {Cléstico de las calles angostas e idénticas del damero, las’ corrientes del trafic divagan, sin encauzarse racionalmente y siguen recorridos supérfluos, comparados a los que podian efec- tuarse por medio de una diagonal. Los cruces recto son los més peligrosos para la én y el ntimero de accidentes aumenta en ellos, con la velocidad del tréfico moderno. No nos detendremes hoy en el andlisis de los numerosos inconvenientes que presenta el da- mero para Ja eccnomia y la estética de las aglo- meraciones, Jo que nos obligaria a salir del mar- gen de estos capftulos. Diremos sf que — en lo que se refiere al trafico — la planta urba- na de Rosario va multiplicando dia a dia los, obstdculos, puesto que ella se desarrolla, si- guiendo inexorablemente las |ineas del trazado original e invadiendo, sin deformacién, las re- giones que van ocupando las zonas de exten- sién de la ciudad. Mi opinién es que, en Rosario como. en Buenos Aires, la solucién al problema de tré- fico debe buscarse en la descentralizacién y en la construceién de una red completa de circu- lacién adaptada a las modalidades funcionales de nuestra época, Felizmente para Rosario, la disposicién del damero con respecto a la confi- guracién de la ciudad, presenta grandes ven- tajas sobre los defectos congénitos de que ado. lece la estructura del niicleo central de Buenos Aires, En efecto, (fig. i) basta una répida ojea- da sobre el plano de la C, Federal para cons- tatar el estrangulamiento de secciones que se produce — a medida que el tréfico aumenta — al aproximarse, desde el Oeste, hacia lo que impropiamente lamamos el “centro” de la ciu- dad. El acceso al foco de actividades de Bue- nes Aires, solo puede hacerse por un sector de 80 mientras que — sobre el sector suplemen- tario de 280" — el acceso al tréfico es logica- mente imposible. En Rosario, el acceso al ni- cleo de Ta ciudad es factible por un sector de casi 180° de desarrollo y las cortientes de tré- fico estan mejor encauzadas, puesto que — da- da la orientacién de los‘ojos de] damero — elas. pueden canalizarse, para entrar o salir de di- cho niicleo, en las calles paralelas a Cérdoba, en Ia direccién Este-Oeste, y a Buenos Aires en Ia Norte-Sud. Sin adelantarnos en concebir obras que necesitan un meditado estudio, pareceria que — la construccién de una avenida costanera scbre e] Parana — pudiese ser acompafiada por la disposicién de otra u otras arterias de gran tréfieo que, consultando la direccién indicada por las calles Cérdoba y Buenos Aires arriba citadas, constituirfen en el futuro las envol- ventes de la red de circulacién del gran Rosa- ric deseentralizado hacia el Oeste. ““Para terminar con este capitulo, diremos que esta ciudad esté actualmente en ventajo- sas condiciones para comenzar desde ya el “es~ tudio” de una red subterrénea de tréfico, como solueién I6gica del grave problema, en la que deberan coincidir y a la que estén Megando todas las grandes ciudades, Sin esperar asi la urgencia angustiosa, que se presenta en el ca- 20 de Buenos Aires, el estudio de conjunto para la utilizacién intensiva del subsuelo, de- herfa ser enearada en Ia época actual, por los téenicos encargados de organizar el porvenir de la ciudad. No creemos’necesario hacer no- tar, que el estudio de las redes de trafieo su- perficial y subterrénea, debe levarse a cabo. simulténeamente, Como se verd, multiples los pieblemas que deben solacionarse para la organizacién cientifiea de una ciudad. La mag- nitud.y la importancia:dé la obra es tal, que necesita ‘la ‘cooperacién “decidida y entusiasta de todas Jas categorias de la poblacién, La rea- Yizacién de un plan moderno, para la urbani- zacién de una gran ciudad, deberd ser el re- sultado de Ja aplicacién del principio de la di- visién del trabajo sin perder de vista, en nin- gtin momento, la mas intima, amplia y nece- saria_colaboracién. Creemos haber demostrado que la ciudad! Seer i “| 208 SFaIP SON IPG — S778 085 — SIQVGIAIIV JIG OFTINN TH ODIVUL TId OSFIIV — debe considerarse como un organismo viviente y en consecuencia diremos que, para una aglo- meracién urbana, y correspondiendo a la his- toria clinica de la medicina, debe estudiarse de antemano — es decir, antes de operar con éxi- to — un programa basico en el que estén per- fectamente definidos los recursos, las. modal dades y las exigencias presentes y futuras de la poblacién, Pretender — a primera vista — la realizacién de soluciones irreprochables para os problemas de las ciudades de la actualidad, debe oonsiderarse como una pretensin ridi- cula y deshonesta desde el punto de vista pro- fesionel, Una ojudad no se transforma, se am- puta y se conforma, con la frialdad con que el sastre corta y recorta un pieza de pafio. La ciudad reacciona en presencia de agentes inter- nos y externos y en ella todo tiene su razén de ser. Por estas causas creemos necesario de- clarar, que las transformaciones urbanas in- consultas, hechas al correr de la escuadra y el sobre el plano de una aglomeracién, estén expuestas a los mismos contrastes y reveses que la fortuna reserva a los juegos de azar. En cambio, de la amplia cooperacién que preconizamos — para todas las milltiples ra- mas de la ciencia, y del arte cuyos represen- tantes deben intervenir en la confeccién de un pian de organizacién urbana moderna — resul- tarfan,-no lo dudamos, concepeiones que con- sultasen todas las exigencias del desarrollo ra- ional de la aglomeracién. Tal se hace en los paises que han entrado, desde afios atras, en las vias trazades por el Urbanismo cientffico. Pocos espectéculos resultaran més intere- santes, que el de la contemplacién del entusias- mo cfvico que muchas ciudades norteamerica- nas despliegan en e] estudio de sus problemas de urbanizacién, Imitemos ese ejemplo, empe- jidndonos, todos en la organizacién de. nuestros hogares colectivos, para bien de nuestro pafe y de nuestra raza. SEGUNDA CONFERENCIA ¢¢. ¥. — SINTESIS SOBRE LA EVOLUCION URBANA DE ROSARIO El cuadro geografico y el sitio original de la ciudad. Desarrollo de la aglomeracién hasta nuestros dias Durante la época colonial, los extensos territorios de Ja Gobernacién del Paraguay y del Rio de ia Plata, solo habian sido considera- dos por la Metrépoli come simples posesiones, desheredadas de la fortuna, a punto tal, que puede decirse que, tinicamente Garay tuvo la visin clara del porvenir de estas regiones, coneretando su pensamiento con la sceién, al abrir las puertas de la tierra en e] sitio de Buenos Aires. La atencién de los conquistadores estaba concentrada en e] Pert, donde la explotacién de Jos metales preciosos producta pingties rique- zas, que se dirigian hacia la madre patria por ©) camino de la conquista, Esta rata del oro y de ia plata tuvo su primitive punto de con- tacto con el Atléntico, en el itsmo de Panamé. Pero la amenaza continua a que estaba some- tida, por parte de Jas naciones extranjeras, es- ta desembocadura al mar de la via continental, “hizo que la Metrépoli buscase otra salida menos disputada, para el camino del Peri, Y mientras, encauzado por. los accidentes topogréficos del terreno, este camina — después de haberse desviado del codo obligado para pasar por la Asuncién — se abrfa paso hacia el rio de la Plata, avanzando’ por el Parana, fund6 la ciu- dad-colonia y puerto de Santa Maria de Buenos Aires, en el sitio que hoy ocupa el niicleo cen- tral de nuestra Capital Federal. El rol del rio Parana — como ultimo tra- mo hacia el mar, del camino de explotacién de las riquezas de Indias — quedé, por este he- cho, considerablemente disminuido y como tal su influencia de arteria’ formadora de aglome- raciones a lo largo de sus costas, Esta via de trafico fluvial, solo vuelve a adquirir anima. cién, cuando, invirtiendo su funcién, se con- vierte — en el siglo XVII — en uno de los pri- ~meros tramos de distribucién del movimiento comercial de la via maritime que, partiendo Gel Sud de Espafia, tocaba tierra americana en el puerto de Buenos ‘Aires, A fines del siglo XVI, Ia ruta del Peri — de que hemos hablado —’se unié al sitio de Buenos Aires, por intermedio de una pista de indios que se desprendia de la pista de sal (eje terrestre formador de Buenos Aires, (1) cuyo origen hemos identifieado con la actual calle Rivadavia) hacia el Noroeste de la Capital, dirigiéndose hacia Cérdoba, Este camino (qué hemos tratado de seguir por medio de las cré. nicas de los viajeros de la 6poca) se alejaba del Parané y cortaba directamente del norte de Pergamino hacia Cruz Alta, en Cérdoba, para seguir Iuego la cuenca del Rio Tercero y diri- girse hacia la hoy Capital de dicha provincia. Come se vera, esta ruta continental dejaba de lado el sitio del Rosario, sea para tomar de in. mediato e] rumibo directo hacia Cérdoba, o sea también para alejarse de las orillas y del delta del Parand, en cuya frondosa vegetacién, se albergaban tribus de indios sumamente peli grosas, Esbozada asi, rapidamente, la situacién de jas rutas continentales de la conquista — en lo que es hoy nuestro pais — durante los siglos XVI y XVI, entraremos a analizar, pa- ra Rosario, los dos elementos esenciales para el estudio de su evolucién, Estos elementos son: el cuadro geografico servido por los ejes for- madores de la aglomeracién y el sitio. en que nacié o sea el lugar de la tierra en el cual se ubicé Ia célula madre de la ciudad. Veremos asi — aunque s6lo por medio de un andlisis es- quemético, limitado por el tiempo que dispone- mos — las ventajas que presentaban ambos elementos para el establecimiento de un orga- nismo urbano que debia prosperar, en la forma asombrosa en que lo ha hecho Ja ciudad del Ro- sario de Santa Fé, Las .cartas geogréfieas de la época colo- nial no dan — para el siglo XVIII — la menor indicacién de la existencia de un micleo pobla- do, en el lugar que hoy ocuza esta ciudad, En ia biisqueda, que hemos efectuads, solo pudi- mos encontrar el nombre del Rosario en un “Mapa de las Estafetas y Postas de la parte Septentrional del Rio de la Plata”, fechado en el afio 1804 (figura 2) (2). Segtin Tuella (quién G) C. M, della Paotera. — “Le site et le cadre gor graphique de Buenos Aires” — op. cit (2) Mapas, Planos, ete. dél Virreinato de Buenos Air- es, existentes en el Archivo General de Indias en Sevilla — Publicaciéa del Tastituto de Investiga- jones Histérieas de la Facultad de Filosofia y Letras — Buenos Airee, 1927, — N. del A, 7 aed en 1801 hizo la primera erénica del Rosario) 1a Gudad debfa tener en esa época alrededor de 500 habitantes. tréfico durante el siglo XVIII y en 1726 apare- cen los primeros vestigios del Rosario, rodean- do la primitiva capilla de la virgen del mismo Fig. 2 — Mapa de las Hetafetas, y Postas de In parte Septentrionsl del Rio de la Plata. Ato 1804 Ej rfo Parana — via fluvial, que como con tinuacién del camino maritimo debe conside- rarsele como el eje priticipal de formacién de ja ciudad — fué aumentando el caudal de su nombre, que ha conservado. su ubicacién, en- tre la plaza Belgrano y la plaza de Mayo de nuestros dias. Cuenta el cronista Tuella que hacia tal fe —Ww— cha, los indios “Calchaquiles” eran persegui- dos, en el Norte, por los Guaycurds, nacién bra- va y numerosa y que para librarlos de esta persecucién, el stibdito espafiol (muy amigo de ellos) Don Francisco Godoy “los trajo a estos fampos que estaban defendidos de los Guaycu- vis, por el rio Carcaré-Afé, que les sirve como de barrera” Don Francisco Godoy fué seguido por la familia de su suegro, Don Nicolis Mart{- ez... y “éste fué el principio de este pueblo” — dice el cronista, En 1731 se fundé un curato en la poblacién, Taclla, nos habla en su créni ca, de los primeros progresos de la aldea pr mitiva y luego nos permite constatar, la exten ‘sign de la aglomeracién y la ausencia de toda intervencién calchaquf, en la formacién origi naria de a poblacién del Rosario — pues dice a ese respecto, textualmente, Jo siguiente: “Te- ‘nian los Calchaquies sus tolderias en distancia de 4a 6 cuadras de la capilla de los espafioles; pero luego fué aumentando este vecindario, ya no era posible que espafioles e indios habita- sen en un mismo lugar y fué preciso destinar- Jes a éstos las costas del Carcaraiié, en donde se les hicieron habitaciones”..... ete. El cronista citado hace luego referencias 2 ja reconstruccién, — con malos materiales — de la primitiva capilla del Rosario y al aumen- to de la poblacion y de la riqueza en la ciudad “gl paso que han tomado estimacién las hacien- das de la campafia”. Dice también que en la fe- cha en que escribe — en 1801 como dijimos — “q mas del colegio de los padres misioneros, hay en esta jurisdiccién cuatro oratorios que en to- Gos se puede decir misa”. Termina esta parte ‘Ge su relato con la enumeracién de Jos estable cimientos de campo y de las haciendas de los alrededores... “hay 84 estancias, dice, y mu- ‘chos xanchos de gente pobre... 800 mulas, més de 8.000 cabezas de ganado vacuno, sin hacer cuenta del ganado Janar... El clima o tempe- ramento de este lugar, puede compararse con el de Buenos Aires... con algunas ventajas por sex menos hiimedo, estando mas lejos de los va- pores del mar, ete.” "Vamos a pasar ahora al anilisis del sitio elegido por Don Francisco Godoy para insta- ‘ar el nticleo original del Rosario de nuestros dias, (Ver figura 8). | Si examinamos una carta geogrifica de la ‘provincia de Santa Fé, nos daremos inmedia- tamente cuenta de que la ciudad del Rosario ocupa casi exactamente el centro de la curva formada por el Parana, entre Santa Fé y San Pedro (Provincia de Buenos Aires). Después del codo bruseo, que forma el rio frente a la capital de la provincia, la direccién de le co- ariente y Ia curvatura de su cauce hacen que su lecho — luego de divagar en su cauce ma- yor — se aproxime en forma definida a las eostas de su margen derecha a la altura del Rosario. ‘Ahora bien — examinando atin de mas cer- ca la topografia de las costas del Parana, en el jugar que hoy ocupa esta gran ciudad, saltan a la vista las siguientes condiciones favorables a] establecimiento de la vivienda humana: Ti- qitada por la cuenca del arroyo Luduefia al Norte y por la del Saladillo al Sud, avanza ha- cia e] rio una meseta, en el centro: de la cual se verifican, la maxima entrada en la cuenta del Parana y las alturas méximas de las barran- cas en e305 parajes. La configuracién del terre- no natural muestra — en el centro de la zona gue estudiamos — una pequefia bahia, limita- da por la saliente de la barranca Victoria y por la punta de barranca del Oeste Santafecino (hoy Central Argentino). En esta pequefia ba- hia, protegida asi por ias barrances, se estable- cié el primitive puerto del Rosario, que debié haber sido — en la ép0ca de la colonia de Go- dey — un lugar de refugio para las canoas 0 barquichuelos que podrian servir para las ne- cosidades de un cabotaje incipiente y para ase- gurar una retirada de la poblacién, en caso de -ataque por las masas de indios del interior. Co- mo se vé, el sitio primitivo del Rosario fué sa- piamente elegido, pues, ubicado en las proxi- midades de un propicio puerto natural, domi- naba desde su altura ja gran fluvial cons- tituida por el majestuoso Parané. Vemos también que las condiciones topo- grSficas del lagar de la primitiva colonia rosa- yina se asemejan muchisimo a las que presen- ta el terreno natural en Buenos Aires, Yin efec~ to, en la Capital Federal, se ubicé la planta de fundacién, sobre la meseta que se disefia entre jes cuencas del arroyo Maldonado al Norte y la del Riachuelo al Sud y sobre Ja Iinea de mayor altura y avance de dicha meseta — linea que constituida por el eje de la calle Rivadacia, ter- mina en el rio de La Plata en el lugar que ocu- pé el Fuerte, en el que esté situada hoy la Ca- sa de Gobierno. Las Kneas naturales del terreno, que_al- canzan a la cota 26,68 m. sobre el cero del Ria. chuelo, en el actual Palacio Municipal, indica- pam légicamente la ubicacién del Rosario pri- mitivo en ese sitio por demas privilegiado. Si volvernos nuevamente a las grandes li- neas del cuadro geografico, podremos consta~ tar que estando situada ia ciudad sobre una prolongacién de la arteria del trafico de ultra- mar por el Atléntico y frente a un inmenso, profundo y rico hinterland, constituide por las fértiles tierras del centro, oeste ¥ noroeste de la Repablica, el desarrollo de la ciudad debis ser y ha sido siempre funeién directa de la ac- ® SANTA FE Grarico (A) aw EL CUADRO GEO yee sitio pammtivo (B) DE ROSARIO —— = £seala— Ww tividad de las grandes vias de pasaje del con- tinente. ‘Al movimiento del tréfico Huvial del Pa- rand, agregése luego el aumento ereciente de la

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