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CUANDO EL LOBO ATRAPÓ A SU

GATO
MEWGULF

2021
ADAPTACIÓN
Por: @miullu/ BooloveBii
INTRODUCCIÓN

Un lobo y un gato montés, ambos muy jóvenes. Por accidente acaban


siendo arrastrados lejos del territorio de sus manadas.
Ahora juntos comienzan un viaje para regresar a sus hogares. El lobo
descubre que quiere a un gato para lamer y el gatito piensa que no es
tan mala idea dejarse mimar por el sexy lobo feroz.

CAPÍTULO 1.

Las flores se abrieron lentamente, para acabar cubriendo todo el valle de


mil colores diferentes. En un temblor tímido la misma luz parecía bailar
en cada pétalo mientras suspiros ahogados asechaban en busca de las
ternuras del amor. Sólo el joven lobo aguafiestas se acostaba justo en
medio de las flores, comenzando a revolcarse sin importarle cuantas
aplastaba a su irresponsable juego, sin notar que los dulces aromas se
pegaban a su pelaje uniéndose al olor de lobo grande que hace una luna
empezó a desarrollar. Para su próxima luna llena correría nuevamente
con el resto de la manada y existía la posibilidad de que encuentre a su
pareja destinada, y se aparearía con ella.
Mew sonrió de esa manera particular que lo hacen los lobos, los ojos
aparecían tener dos ascuas en la profundidad de sus iris dorados.
Sacando la lengua, probo los sabores que traía el viento mientas
comenzaba una feroz carrera como si el mismo alfa lo hubiera
encontrado otra vez persiguiendo gatos monteses, los cuales habían
firmado hacía unos años un tratado de paz con los lobos, perdiendo la
más grande de sus diversiones juveniles. Morderles la cola a los felinos
jóvenes era algo morbosamente divertido, eso hasta que llegaban los
más grandes a disuadirlos de sus juegos rudos. Creyendo que la vida era
simplemente un inmenso campo de juegos, el joven lobo disfruto de la

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manera en que sus patas golpeaban la hierba y el sol calentaba su pelaje
gris mientras corría hacía el corazón del territorio de los lobos.
Estaba en eso cuando un chillido felino lo hizo detenerse, todos sus
sentidos le gritaron que alguien había invadido su territorio. Levantando
la cabeza escudriño los olores que arrastraba el viento. ¡Allí estaba! El
característico olor de un felino le llegó acompañado por el asido aroma
del más profundo miedo. Al parecer alguien había mordido más de lo que
podía masticar. Agazapando el cuerpo comenzó a caminar ocultando su
peluda existencia entre la hierba que no era muy alta a las orillas del río.
Asomando la cabeza entre dos matones de hierba bastante espeso,
logro ver de dónde venía el problema. Un felino había hecho lo que todos
los estúpidos de su especie hacían por lo menos dos o tres veces en su
vida, subirse a un árbol del cual no podían bajar. Eso era algo así como
la primera regla para ser un gato.
Al ver que solo se trataba de otro felpudo idiota, salió de entre la hierba
hasta quedar en la parte despejada del río. ¿Cómo se le ocurrió al minino
subirse a un árbol tan alto? Eso sí que era todo un misterio para el lobo.
Después de estudiar bien el lugar donde el felino había ido a parar, se
dio cuenta de que el animalito había caminado hasta una rama bastante
delgada que para colmo daba a casi medio río, sumando a estos dos
requisitos para el desastre, estaba el hecho de que el caudal estaba
aumentando por los deshielos en las montañas. Definitivo, los felinos
tenían bolitas de pelo en lugar de cerebro de tanto lamerse el culo.
Riendo de su propia ocurrencia el futuro lobo feroz dejo salir un jadeo
poco elegante y bastante ofensivo para el gato.
El felino escuchó el sonido burlesco del maldito perro pulgoso que lo
observaba desde la rivera del río, lástima que tuviera que arreglar
cuentas con el cuervo ladrón que había tomado el anillo de bodas de su
madre, de no ser así, hubiera bajado para arañar de pies a cabeza al
maldito perro sarnoso que observaba como si se tratara de un número de
circo barato. Por su parte, el ave negra, estaba disfrutando enormemente
de ver al felino tan ofuscado, se quedó parado en la punta de la rama, el
brillo dorado del anillo retaba al joven animal a actuar. Enviando al diablo
toda prudencia, Gulf clavó las uñas en la delgada rama y comenzó a
caminar luchando por mantener el equilibrio. Ya una vez se había
resbalado y por un pelo se salvó de caer, esta vez tendría más cuidado.

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A Mew no podía importarle menos la salud de un melindroso gato,
sentándose sobre sus patas traseras, se quedó allí observando en que
terminaba la aventura, con suerte a la bola de pelos le tocaba un
chapuzón. Conociendo lo delicados que eran los felinos, Mew estaba
seguro que el animal mojado debía de verse muy cómico, con la carita
chata en un gesto de absoluto asco. No podía perdérselo.
El crujir de la rama le aviso al lobo que sí habría un clavado al estilo libre.
El animal abrió mucho los ojos, chillo como un animal en pena y se aferró
a la rama como si la vida se le fuera en ello. Como en cámara lenta el
lobo observo como el cuervo abandonaba la rama sosteniéndose en el
aire mientras el pobre gato se iba con todo y ella directo a la peor parte
de la correntada del río.
Cometiendo la peor de las estupideces, el gato entro en pánico y cambio
a su forma humana al tocar agua. El golpe más el ímpetu del cambio
hicieron que perdiera el conocimiento siendo arrastrado por la rama a la
caída del agua que tenía al menos setenta metro de alto. Una cosa era
querer divertirse a costa de otro, pero dejar que el causante de sus
carcajadas se muriera, era ir demasiado lejos. Dudaba que pudiera
volver a encontrar a alguien tan idiota como ese gato en toda su larga
vida. Desperdiciar a toda esa fuente de momentos embarazosos era algo
que no iba a permitir.
Dando unos pasos hacia atrás, tomó impulso para saltar lo más cerca del
centro de la corriente, una vez allí invocó el cambio y con sus
extremidades humana pudo nadar más rápido en busca de la rama que
sostenía la cabeza castaña de un joven sobre la superficie, de manera
bastante precaria. Agradeciendo no haber obedecido a su padre al
prohibirle ir a nadar en primavera, utilizó toda la experiencia que tenía
para evitar golpearse contra las piedras o dejarse arrastrar por la
corriente.
Sacando la cabeza del agua, Mew pudo ver lo rápido que la rama se
acercaba a la orilla donde la caída de agua prometía un final abrupto.
Tomando aire exigió a sus pulmones mayor esfuerzo en busca de llegar
hasta el fenilo. Estaba a menos de un metro de su objetivo, dando un
último esfuerzo se aferró a la madera. Asegurándose de sostenerse con
una mano, con la otra buscó tomar por la parte de atrás al chico para
zafarlo de la trampa. Sólo para confirmar que el gato era, o muy

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desafortunado o muy estúpido, despertó entrando en pánico aferrándose
a Mew en un acto de histeria que le podía costar la vida a los dos.
El lobo trato de quitarse de encima al felino que se aferraba con sus finos
brazos a él impidiéndole poder nadar correctamente. Hasta ahora se
sostenía solo con el pataleo de sus piernas, rezaba para que un
calambre no terminara de complicar la situación.
El aumento de la velocidad en la corriente le dejo claro a Mew que
habían llegado hasta el punto de no retorno. Liberando uno de sus
brazos se aferró a la rama causante de todas sus desgracias mientras,
sentía como comenzaban una caída libre de la cual no estaba muy
seguro de poder salir con vida.
.
.
Gulf tenía frío un estremecimiento lo hizo despertar de golpe.
Sentándose tan rápido que su estómago se revolvió comenzando a
vomitar litros de agua. Por lo menos se había tragado la mitad del
maldito río, pensó el felino maldiciendo su suerte.
Sintiéndose un poco mejor, levanto la cabeza para ubicarse, por
desgracia, no tenía la menor idea de donde estaba. Cuando había
comenzado con la cacería del cuervo el sol estaba muy bajo en el
firmamento, ahora estaba reinado justo en el centro de la bóveda celeste.
Era cuando menos el medio día.
El sonido de una queja lo hizo darse vuelta, encontrando el cuerpo de un
chico alto, de piel bronceada y cabello castaño oscuro, acostado boca
abajo sobre la arena de la rivera del río. El hombre estaba tan desnudo
como él mismo lo estaba. No ocupo muchas pistas, el olor a lobo le
indico que posiblemente el chico era el perro pulgoso que se había
estado burlando de sus acrobacias sobre la rama.
Con cuidado de no marearse por el repentino movimiento, camino hasta
donde estaba el lobo en su forma humana. Con afán de no acercarse
demasiado tocó el hombro del pulgoso con la punta de sus dedos y las
rodillas flexionadas, listo para correr en caso de que el hombre no fuera
de buen despertar, inclinando la cabeza en un gesto de felina curiosidad
olisqueo buscando la más mínima señal de peligro, no es que fuera un
cobarde, era simple auto preservación. Gulf no era idiota, el sé sabía

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pequeño aun para ser un gato montés y el lobo en su piel de hombre se
veía un espécimen fuerte.
El característico olor de la sangre llego dulzón hasta su nariz, había
tardado un poco en darse cuenta ya que en su forma humana sus
sentidos no eran tan claros como cuando estaba en su piel de gato.
Dejando de lado las precauciones puso las rodillas sobre la arenilla de la
ribera del río, para revisar mejor al lobo.
Con sumo cuidado le dio vuelta a su compañero de desgracia, si el
cuerpo del hombre era de infarto, la cara atractiva. Gulf apenas si
entraba a su primer celo en esta luna, así que sus sentidos ahora le
decían cuando algo estaba de buen ver y cuando no, el cabello castaño
se le había pegado a la cara de formas simétricas, la nariz perfilada y
una ligera arruguita entre las cejas daba la pista que ese lobito era de los
"patea culos".
Conteniendo un suspiro pensó en las razones por las que su madre le
había prohibido salir a pasear durante su próximo despertar sexual en
esta próxima luna, algo de "estas muy joven" y otra sarta de estupideces.
Si le hubieran gustado las jovencitas, estaba seguro de que su madre no
se lo hubiera prohibido, pero por azares del destino desde su nacimiento
se había hecho notar que estaba destinado a ser la pareja de un alfa,
todo se había acabado antes de empezar. Ahora estaba allí, a unos días
de su primera luna llena acompañado de un lobo brabucón, debía llegar
a su aldea antes de que comenzara su primer celo o las cosas se
pondrían incomodas, si un gato errante lo encontraba sin protección de la
manada, podría tratar de aparearse a las malas. La idea de que su
primera vez fuera forzada no le gustaba para nada.
Con mucho sigilo le quito algunos de los mechones mojados que se le
habían pegado a la cara del lobo. Usando toda su fuerza de voluntad
aparto la mirada del miembro del lobo que descansaba contra uno de sus
muslos, subiendo la vista recorrió el vientre plano, pasando por todos los
cuadritos que parecían esculpidos a propósito para hacerlo babear. De
verdad estaba grave, faltaban unos días para la luna llena y ahora sentía
su pene duro por un lobo que apestaba a perro mojado. Bueno, tal vez
no apestaba, pero seguía siendo un maldito pulgoso.
Después de quitar los mechones de cabello castaño de la cara del lobo,
descubrió un fuerte golpe sobre la frente que se había abierto dejando

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salir un hilo de sangre. De seguro la herida había sido peor, prueba de
ella era el charco que se había formado sobre la arena, una suerte que
las habilidades curativas de los cambia formas fueran tan eficientes.
Dejando salir un suspiro de alivio, Gulf se dio cuenta de que esa parecía
ser la peor de las heridas que tiene el castaño.
Con mucho cuidado de no despertar al fuerte hombre, Gulf se puso de
pie. Dándole la espalda al tipo inconsciente se puso a tratar de averiguar
dónde diablos estaba, en eso se encontraba cuando sintió como el
cuerpo sólido se estrellaba contra él, empujándolo contra el suelo de
arena.
—¡Miau!– fue lo único que logro decir antes de que un hombre con
mirada de lobo furioso le mostrara los colmillos.
—¡Todo esto es tú culpa!— Reclamo Mew entre gruñidos. —Por poco y
nos matas a los dos.
Gulf era un niño mimado, lo tenía que admitir, si alguien le hablaba lindo
podía llevarlo hasta el polo norte caminando, pero si alguien se atrevía a
hablarle de la manera que el maldito perro pulgoso lo hacía, él no
movería un solo musculo.
—Nadie te pidió que te metieras en cosas que no eran tus asuntos—
bufo mostrando sus propios colmillos.
—Eres un bastardo mal agradecido— reclamo Mew apenas notando la
erección en el pequeño cuerpo bajo él. Aumentado la presión en las
manos que sostenía entre las suyas, hizo que el felino maullara
nuevamente. —Y para colmo eres un llorón— agregó sin poder evitarlo.
El comentario hizo que Gulf se revolviera desesperado tratando de
zafarse. Lástima que lo único que logro fue que su pene duro se
friccionara contra la cadera de su captor, ocasionando un gemido que lo
hizo ponerse del color de un tomate.
—¡No soy un llorón!— grito a todo pulmón, con la esperanza de que
algún miembro de su manada deambulara por allí. —Lo que pasa es que
eres un pulgoso grosero.
Mew le mostró los dientes gruñéndole al felino en un tono bajo, si el
proyecto de hombre que tenía bajo suyo no le mostraba el cuello en
señal de sometimiento, se lo iba a arrancar de una sola mordida.

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Asustado Gulf levanto la vista, el lobo tenía unos ojos dorados que
echaban chispas, bien podía ser que de verdad los gatos tuvieran nueve
vidas, pero él no quería arriesgarse a gastar alguna, pudiendo evitarlo.
Por instinto sabía lo que tenía que hacer, su instinto animal supo que ese
joven lobo no se tomaba las rebeldías a la amable, así que mostró el
cuello mordiéndose los labios furioso.
—Veo que no eres tan idiota— se burló el lobo sentándose junto al
jadeante Gulf, fingiendo ignorar las miradas asesinas que este le daba.
Sonrió como un niño que se ha salido con la suya.
—¡Estúpido!— hablo Gulf mientras se ponía de pie, sacudiéndose la
arenilla que se labia pegado en su blanco trasero. —¡Llorón!— se
burló el lobo dedicándole un guiño.

CAPÍTULO 2

Gulf se dio la vuelta dirigiéndose al río, luchando con todas sus fuerzas
por ignorar las majaderías del lobo, que ya estaba grandecito para
andarse con payasadas. Metiéndose en el agua fría lavó las machas de
lodo y arena que se habían pegado a su piel pálida después de su
aventura acuática. Examinando buscó alguna herida o raspón, quizás si
las había tenido, pero su proceso de sanación tan rápido ya se había
hecho cargo de sus tal vez existentes lesiones.
Sintiendo el peso de una mirada, el felino se dio la vuelta para descubrir
al otro chico mirándolo, no era que el estar completamente desnudo le
causara algún problema, era algo bastante normal para los
cambiaformas, pero lo incomodaba la mirada que el perro pulgoso le
daba a su trasero, realmente eso le estaba molestando.
—¿Se te perdió algo?— habló Gulf, ofuscado dejándose llevar por su mal
genio que comenzaba a relucir.
Mew solo levanto una ceja y sin la más mínima vergüenza de verse
descubierto mirando descaradamente al felino, dibujo en sus labios una
sonrisa de oreja a oreja.

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—¡No!... En realidad lo que me preguntaba es cuánto de tu culo dejaste
pegado en las piedras, porque te quedo muy poco— le dijo el lobo
burlándose.
Gulf sintió como la sangre viajaba directo a su cabeza hirviendo, sintió
que iba a explotar, chilló como solo un gato sabe hacerlo. Sin darle
tiempo a Mew de ponerse de pie le salto encima con las pequeñas y
filosas garras desenfundadas. Por suerte el lobo tenía suficientes primos
como para estar siempre en alerta y preparado, rodando sobre el
estómago logro esquivar el ataque inicial. Lástima que el gatito no se
calmara, al contrario se puso aún más furioso, si es que eso era posible.
Se lanzó sobre Mew nuevamente, logro clavarle los dientes en el hombro
tirándolo de espaldas sobre la dura gravilla.
El lobo al principio se lo tomo a broma, pero al ver como las puntitas de
las orejas del felino se comenzaban transformar, reemplazando las
humanas, supo que su contrincante estaba a punto de transformarse
completamente. Liberando su lobo Mew esquivo una segundo mordida,
usando la fuerza de sus piernas y musculosas lanzo al felino varios
metros haciéndolo caer al río.
Por fortuna el líquido frío pareció hacer entrar en razón al felino, que se
puso de pie algo confundido mientras gruesas gotas de agua pegaban su
cabello a la cabeza, para luego recorrer perezosamente el cuerpo
delgado. No queriendo ser tomado por sorpresa nuevamente, Mew se
lanzó contra Gulf, haciéndolo caer de espaldas al río. El gato no sabía
nadar, al tratar de pararse y no conseguirlo, entró en pánico comenzando
a tragar agua. Por puro instinto de conservación el felino empezó a
patalear tratando de ponerse pie, al parecer se estaba ahogando cuando
sus piernas ya no tocaron el fondo.
Mew se dio cuenta de que el juego podía traer consecuencias no
deseadas, al ver como a Gulf se lo estaba llevando la corriente, se lanzó
por el felino que se estaba hundiendo otra vez. Con cuidado de no ser
atrapado en la histeria de Gulf, lo tomo por la espalda impidiendo de ese
modo que este lo prensara causando que se ahogaran los dos. Después
de unos minutos de lucha logro salir junto con el chico con pequeñas
lesiones, un par de rasguños y unos cuantos moretones como resultado.
—¡Gato estúpido!— logro balbucear entre jadeos Mew. —Mantente
alejado del agua, no te bañes, si es posible. ¡Es la última maldita vez que

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me lanzo en agua fría por salvar tu pendejo ser!— Gulf tuvo un ataque de
tos mientras vomitaba cuando menos un litro de agua. Apenas tuvo aire
para hablar.
—¡Vete a la mierda!— respondió, poniéndose de pie por pura fuerza de
voluntad invoco a su gato montés y comenzó a caminar tambaleante, con
la cola al viento, hasta perderse entre la maleza rumbo al bosque.
Mew se paró sobre sus dos piernas, sin perder de vista la salida
dramática del felino, el chico era toda una diva del drama.
—¡Maldito gato!— fue lo último que dijo antes de caer en cuatro patas ya
convertido en lobo, siguiendo sigilosamente al minino cascarrabias.
El felino todavía veía rojo de lo enojado que estaba, no tenía la más
mínimo idea de donde se encontraba, pero eso no iba a detenerlo,
prefería ir a parar al infierno antes de seguir un minuto más en compañía
del lobo idiota. El lugar no le era ni por asomo conocido, sólo los dioses
sabían a donde habían ido a parar río abajo. La opción de seguir la
corriente no era una buena idea, ya que según recordaba, habían caído
de una cascada y no tenía pista de cómo escalar esas piedras húmedas
y resbaladizas.
Llevaba una hora de caminar sin rumbo, cuando el viento cambio de
dirección repentinamente, trayendo consigo un olor conocido.
Deteniéndose se sentó sobre sus patas traseras, ese sería señal
suficiente para el lobo de ya había sido descubierto. La noche ya estaba
avanzando, caminar sólo en territorio desconocido no era una idea muy
inteligente.
No tardó mucho en escuchar unos pasos livianos sobre las hojas secas,
antes de poder reaccionar, una lengua húmeda comenzó a lamer su cara
peluda saludando animadamente. Confundido Gulf salto hacia atrás
asustado, por ese gesto y eso sólo significaba que el perro pulgoso le
estaba pidiendo disculpas.
—¿Se puede saber qué demonios estás haciendo?— preguntó Gulf,
regresando a su forma humana para aclarar las cosas.
—Estoy tratando de contentar a un gatito malagradecido— respondió
Mew apenas estuvo de pie ya en su forma humana, solo para recalcar el
punto, le dio otra probada a la boca furiosamente cerrada de Gulf.

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—Deja de jugar conmigo— suplico sintiendo como la inocente acción del
lobo le estaba endurando algo más que el mal genio. —Te perdono, solo
deja de hacer el tonto.
La luna le estaba calentando la sangre a Gulf, un unos días sería luna
llena y entraría en su primer celo. Poniéndose de pie dio algunos pasos
hacia atrás, alejándose del cuerpo tentador del lobo. Al ver los ojos
dorados del otro chico, se tensó un poco, los notaba algo extraños.
¿Podría ser que por la luna?... no... no.
—¿Cuándo alcanzas la mayoría de edad?— preguntó el felino algo
temeroso.
La sonrisa de Mew se borró. La arruga en medio de las cejas del chico
más fuerte le dio a entender claramente que el tema no era agradable,
porque en su primer celo no había encontrado su pareja, como los
demás lobos de su edad. Incluso ya tenían en su mayoría cachorros. —
¿Para qué quieres saber?— se mofó mientras se ponía de pie en un ágil
salto. —O es que me vas a presentar a tu hermana— le dijo arrugando
más le ceño.
—Solo quería saber— se encogió de hombros Gulf fingiendo desinterés.
—En unos días será luna llena y nos perderemos la carrera de
apareamiento. En esta luna nos visitaría una manada de tigres— lo
último lo dijo como su fuera el último vaso de agua del desierto.
Si antes Mew estaba serio, ahora una extraña sensación se instaló en su
pecho e hizo que los bellos de su nuca se le erizaran, la idea de que el
minio malcriado frente a él, se pusiera en jueguitos con alguien más, no
le gusto para nada.
—Ustedes los gatos son unas completas putas remilgosas, pensé que
firmaban un contrato y después a follar.
—¡Pues no!— se cruzó de brazos Gulf. —Y si somos o no, unas putas
remilgosas, a ti qué diablos te importa— lo dijo bajando la cabeza, más
desanimado de lo que le gustaría admitir. —Esta será mi primera luna y...
Antes de que el felino bajara la vista, a Mew no le quedo la menor duda
de que el chico estaba asustado, muy asustado. Levantando la nariz se
concentró en sentir el olor que la brisa de la noche traía consigo. Un
aroma dulce como a pasteles, tan sutil que apenas lo pudo percibir,
emanaba del cuerpo menudo del gato. Ya conocía ese olor desde la luna

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pasada había logrado percibirlo en.. supo de inmediato de que se
trataba.
—Eres de los que reciben— aseguró sin que le cupiera la menor duda a
Mew. —Hueles dulce, como las hembras de mi manada cuando entran
en celo— de inmediato se arrepintió de sus palabras al ver como al
valiente gatito se le doblaron las rodillas, cayendo sobre el suelo cubierto
de hojas secas.
Sin saber por qué, su lobo gruño ante la visión desvalida del gatito,
usualmente la debilidad causaba fastidio en su animal interior, pero en el
caso de Gulf, era diferente. Su cuerpo reaccionó por si solo sentándose
al lado del felino y acomodándolo en su regazo.
—Tengo que volver a mi manada antes de que la luna llena este en todo
su esplendor— habló contra el pecho amplio de Mew. —Si algún felino
solitario me huele, puede darme casa. Necesito al resto de mi manada
para evitar que alguien tome lo que tengo derecho a dar voluntariamente.
Mew entendió cuál era el gran problema que tenía entre manos. El felino
necesitaba tanta protección o más, que las hembras en una manada.
Entre los cambia-formas habían pocos que tenían la fortaleza de un
macho y la dulzura de una hembra, las leyendas decían que nacían para
recordar que los dioses habían dotado de magia a sus criaturas favoritas,
y que para esta, no había nada imposible. Si todo eso no fuera suficiente,
estaba el asunto de que nacían para ser compañeros de un alfa, así que
nunca faltaría quién quisiera al chico solo para demostrar que los dioses
estaban a su favor.
Apretando el abrazo alrededor del delgado dorso del felino, le dio un
beso suave en la cabeza cubierta de cabello castaña tan claro que
parecía rubio.
—Puede que sea joven y esta sea mi segunda luna,— dijo Mew. —pero
yo cuidaré de que nadie tome a la fuerza lo que eres libre de entregar a
quien quieras. En mi manada puedo vencer a los lobos mayores sin
mucho problema— le dijo sonriendo. —Mi padre dice que lo "patea culos"
me viene de familia— dejando de lado sus preocupaciones Gulf no tuvo
más que darle gusto al gusto y soltar una carcajada con todas las de la
ley.
—Estás loco— logró decir entre risas.

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Una sensación tibiecita calentó el pecho de Mew, estar desnudo con el
pequeño cuerpo del felino sobre su regazo, piel con piel, lo hizo sentir
capaz de subir la montaña más alta del mundo y bajar solo para
demostrarle al felino que era fuerte, capaz de cuidar cachorros y de
defender a su pareja. El pensamiento heló su sangre, tensando todo su
cuerpo se dijo a sí mismo que era simple sentido del deber, que sus
instintos animales estaban siendo liberados por la proximidad de la luna
y que por eso era natural ponerse sobre protector, eso era todo.
—Lo siento— se disculpó Gulf mientras trataba de liberarse del abrazo
de Mew, al sentir como el cuerpo del lobo se tensaba como cuerda de
guitarra —Creo que me puse demasiado cómodo.
—¡No!— fue más un gruñido que palabras, apretando el agarre alrededor
de la fina cintura. —Te quedas justo como estas— le ordenó.
—Pero...— Gulf arrugo la frente, más confundido que Adán en el día de
la madre —no te entiendo.
En ese justo momento Mew recordó una frase con la que su padre
lograba sacar de quicio a su madre, solo por el gusto de verla rabiar, su
padre se justificaba diciendo que cuando se enojaba se veía sexy. Hasta
ese momento nunca lo había entendido.
—Tú preocúpate por ser lindo— hablo el lobo tentando a su precaria
suerte —Mientras yo me ocupo de pensar.
La reacción no se hizo esperar, el felino apoyo su peso con las manos en
los hombros anchos de Mew, empujándolo de espaldas contra el suelo,
pretendiendo retenerlo allí con su peso. Él era un gatito rudo y se lo haría
entender al lobo mandón a como diera lugar.
Contrario a cualquier idea preconcebida que pudo haber tenido acerca de
la reacción del lobo, este comenzó a reír como loco.
—No tienes idea de lo lindo que te ves cuando tus ojos avellana se
incendian furiosos y me muestras esos colmillitos sanguinarios— dijo
Mew como pudo. Gulf se sentó sobre el vientre plano del cambia-formas
lobo, poniendo las manos en sus caderas, en jarra, se le quedo mirando.
—¡Estas demente!

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—Puede... ser...— respondió Mew luchando por dejar de reír. —es solo
que nunca había conocido a alguien tan lindo y tan malcriado, todo en un
pequeño paquete. Tienes corazón de dragón en recipiente de cristal.
Gulf lo miro fijamente, sin saber si darle las gracias o cortarle las pelotas
al lobo sexy.

CAPÍTULO 3.

—Deja de burlarte de mí— el felino mostró su enfado poniéndose de pie.


Y el frío le recorrió su piel desnuda al separarse del cuerpo tibio de Mew.
En ese momento el lobo recordó que estar en su forma humana sin ropa
que los proteja, podía ser bastante incomodo si en la noche por el frío.
Se levantó aproximándose a Gulf, quien le daba la espalda abrazándose
a sí mismo.
—Tenemos que encontrar un lugar donde pasar la noche, no podemos
quedarnos expuestos y menos con el frió que hará en la noche—
propuso mientras despeinaba los cabellos de Gulf. —o construir uno—
Gulf dio la vuelta para mirar y le sonrió.
—Es una buena idea, tengo un poco de frio.
—¡Bien!— le digo agachándose —sígueme— fue lo último que le dijo,
antes de transformarse en lobo. Gulf hizo lo mismo invocando su forma
de gato montés.
Gulf no era un cachorro obediente, hacia su santa voluntad no le gustaba
seguir órdenes. Cuando su padre le dijo que no podía salir a corretear
por allí en esta luna llena ya que era su primer celo, hicieron vanos
intentos de encerrarlo en una jaula para asegurar su escapatoria, pero un
descuido de por parte de su familia, lo llevo a donde está ahora. En
medio del bosque, lejos de su manada y a merced de cualquier peligro.
Sin embargo a pesar de ser un minino rebelde ahora mismo estaba
siguiendo gustosamente al lobo que lo guiaba buscando un lugar donde
refugiarse, cuando hace solo unos segundos atrás quería arrancarle la
cabeza.

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Gulf estaba tan concentrado en sus divagaciones que no notó cuando
Mew se detuvo, lo que ocasiono que se estrellara con el trasero del lobo.
Como consecuencia Gulf le mordió la cola. El aullido de dolor del lobo no
tuvo precio para el felino. Quién haya dicho que los gatos no podían
reírse, tendría que haber visto al felino revolcarse en el suelo. Esto no le
hizo mucha gracia al lobo, ya que al parecer era muy sensible en su cola.
Un gruñido profundo hizo que el felino dejara de rodar sobre su espalda,
acostándose de lado levantando la cabeza para ver la mirada
extrañamente seria que el lobo tenia. En ese momento Gulf fue
plenamente consciente de lo que había hecho, le había mostrado la
pansa al lobo, uno del tipo dominante.
"¡Mierda!"
Fue el pensamiento del gatito al ponerse de pie de un salto.
El lobo le dedico una mirada severa y luego se dio la vuelta y siguió con
su camino. Extrañamente nervioso ante la repentina muestra de madurez
del pulgoso, el felino lo siguió calladito, con mucho cuidado de no hacer
más alboroto.
Un árbol bastante grande con un hueco en la base les proporciono
refugió durante lo que restaba de la noche. Mew había insistido en que
no quería dormir bajo la luz de la luna. Las tierras en las que estaban no
sabían si le pertenecían a alguna manada o no, ya en todo el trayecto de
su recorrido no había percibido algún olor extraño.
Estirando el cuerpo felino, Gulf despertó cuando un rayo de sol se filtró
entre las hojas dándole justo en su pequeña cara peluda. Al tratar de
tratar de levantarse no podía moverse y noto que una enorme pata
canina lo tenía prisionero. Y si como eso no fuera suficiente para que se
sintiera incomodo, la enorme lengua del pulgoso lo lamió desde la parte
de atrás de la cabeza hasta la punta de sus orejas.
Y como él también quería mostrarse cariñoso, mordió la pata que lo tenía
imposibilitado de moverse, la mordida causo que una gota de sangre se
filtrara entre el pelo gris del lobo. El canino retiro la pata de inmediato,
pero una nueva lamida recorrió su cuello y casi llego al hocico del minino,
lo que provoco que este saliera corriendo del refugio. Y para marcar más
distancia entre este y el lobo salto a una rama que diviso en un árbol
cercano. Su corazón le latía de tal manera que sentía que se le iba a salir

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del pecho. El felino podría jurar que el pulgoso que hacía todo eso
apropósito para molestarlo.
El lobo se estiro, bostezo mostrando así todos sus colmillos filosos.
Luego salió tranquilamente del refugio. Gulf observaba todos sus
movimientos, desde su posición sobre la rama, tenía una vista grandiosa
del animal. El lobo era una criatura totalmente fascinante, a pesar de ser
joven era de gran tamaño, se notaba que tenía buena musculatura, las
patas eran grandes y fuertes, las garras que rasgaron el suelo en un
último acto de desperezamiento parecían capaces de partir a una piedra
por la mitad.
El minino ronroneo ante la vista, creció en él el deseo de dejar el lugar
que ocupa sobre las ramas y mostrarse dócil al lobo, mostrándole el
vientre para que este lo impregnara con su olor, Gulf estaba seguro que
si tuviera el olor del lobo en cuerpo nadie se atrevería a meterse con él.
La compañera de ese lobo sería muy afortunada.
—¡Hey!— La voz humana de Mew lo saco de su ensoñación —¿Dime
por favor que puedes bajar solo de allí?
Sacudiendo la cabeza Gulf quiso alejar todos esos extraños
pensamiento. Debía de ser la luna lo que lo estaba llevando a ello. Él era
un felino y Mew un lobo, que por cierto era un lobo grande y fornido, y no
había manera alguna de que las cosas fueran más allá de una adecuada
relación armoniosa hasta que cada uno llegara al territorio de su
respectiva manada.
—¡Baja!— Le ordenó Mew —hay que cazar algo para desayunar.
Gulf agradeció en silencio a los dioses de que en su forma animal no le
pudiera notar el sonrojo en sus mejillas bajo todo el pelaje dorado con
manchitas negras. Ya los 2 se encaminaron a buscar algo para comer en
su forma animal, ya que era más fácil de esa manera conseguir una
presa.
Al cabo de media hora estaban comiéndose cada uno un delicioso
conejo. Por lo general los cambia formas prefieren la comida cocinada y
bien sazonada, pero en caso de necesidad se las podían arreglar bien
con el estilo salvaje mientras estuvieran en su forma animal.
El felino, como todo gato montés de buena familia y perfectamente muy
bien educado, apenas termino de comer, comenzó a acicalarse las

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patitas para luego con ellas limpiarse la cara. Estaba concentrado en lo
suyo cuando sintió que era observado. Antes de que pudiera, protestar,
unas manos grandes lo levantaron del suelo. Como primera reacción
intento morder y aruñar, nadie iba a sostenerlo como si él fuera un
minino doméstico, pero al sentir el cuerpo tibio que lo apretaba contra si,
pensó que tal vez no era tan malo darle ese gusto a Mew.
Extrañamente se sentía "muy bien".
—¿Sabes que eres el primer felino al que acaricio en lugar de perseguir
para morderlo?— Sin darle tiempo a Gulf de reaccionar, Mew comenzó a
acariciarlo por el lomo hasta llegar a la base de las orejas, allí se quedó
haciéndole cariñitos con un masaje circular, delicioso.
Un ronroneo suave comenzó a formarse en el pecho de Gulf, sin poderlo
detener comenzó a relajar el cuerpo felino. Se sentía tan feliz que poca
atención le presto al hecho de que habían comenzado a moverse, pero
quién podía pensar en algo cuando era acariciado tan deliciosamente
mientras era llevado en unos brazos fuerte, apretados contra un pecho
firme y cálido.
—A ver gatito— un aliento tibio pego contra una de sus puntiagudas
orejas felinas —No seas perezoso y despierta.
Gulf hizo lo que cualquier gatito haría cuando lo despiertan y no quiere,
por simple travesura clavo las uñas en el brazo del que lo sostenía, Mew
grito y tiro al felino al suelo.
—Eres un ser diabólico, maldito gato— se quejó dedicándole una mirada
asesina al gato que ahora estaba sonriendo con satisfacción con el
trasero desnudo sobre el suelo.
—Y tú eres cruel, yo estaba muy cómodo durmiendo— hizo un pucherito
solo para puntualizar. El castaño al verlo recordó por que odiaba a los
felinos, eran criaturas malvadas, desapegadas y bastante
malagradecidos.
—La próxima vez que te duermas en mis brazos— recalco arrugando el
ceño —voy a tirarte de cabeza al río.
Gulf se levantó, de pronto no le pareció apropiado estar sentado sobre su
trasero con las piernas abiertas, de algún modo ya no era lo misma estar
desnudo cerca del lobo. Era más cómodo discutir o pelear con el pulgoso

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que simplemente dejarse mimar, y eso viniendo de un gato, era mucho
decir.
—Nadie te pidió que me llevaras – le recordó poniendo los brazos en
jarra —yo puedo caminar muy bien solo— sin esperar respuesta le dio la
espalda, comenzando a caminar sin mirar atrás.
Mew lo siguió, extrañamente los desplantes del gato no lo hacían enfadar
tanto en realidad le estaban empezando a divertir. Además, eso de
caminar siguiendo a un desnudo Gulf era algo gratificante, bien era cierto
que lo había molestado diciéndole que había dejado parte de su trasero
pegado en las piedras del río, tenía que reconocer, que el chico estaba
bendito con redondito y firme trasero, justo para caber entre sus manos y
apretarlo mientras le...
Mew se sonrojo ante el solo pensamiento, quiso justificarse echándole la
culpa a su próxima luna llena. Muchas veces había jugado con sus
primos, era normal para los cambia-formas la desnudes propia y la de los
demás, pero con la proximidad de la luna y su ya despierto instinto de
lobo adulto, todo se le complicaba.
—¿Todavía estas enfadado?—preguntó Mew, el solo ya estaba en lo alto
del cielo, estaba aburrido de caminar en silencio.
—Ahora estoy cansado,— suspiro parando la marcha —y tengo sed.
Sin saber por qué a él le importaba Gulf, aunque fuera embarazoso
admitirlo ante sí mismo. Había llevado en brazos al felino porque lo había
notado muy cansado al levantarse en la mañana, de seguro no estaba
acostumbrado a caminar tanto.
—¡Ven! – estiro la mano, esperando que Gulf la tomara, el chico
reacciono devolviendo el gesto. Mew sonrió al notar como el felino se
estaba volviendo menos arisco con él —vamos a buscar algo de ropa
para nosotros y comida caliente.
—¿A dónde?— pregunto Gulf dejando que el castaño lo acercara
halándolo de la mano. Los grandes ojos almendrados estudiaban a Mew
con un brillo interesado –¿Estamos cerca de casa?— el lobo negó con la
cabeza.
—No, lo que pasa es que recuerdo ese risco que se ve allá— señalo una
formación rocosa a unos tres kilómetros de allí —Una vez vine con mi

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padre y mis primos por aquí. Yo estaba pequeño, pero recuerdo que
había una aldea de pescadores por las cercanías.
—¿Creas que quieran ayudarnos?— preguntó son poder disimular su
entusiasmo.
—Eso espero— sonrió al notar como el felino sostenía su mano, lo tenía
tan cerca que sus caderas desnudas se tocaban.
La diferencia de tamaños le gustaba, él era solo unos centímetros más
alto que Gulf, tenía músculos de un guerrero de su raza, Gulf tenía el
cuerpo estilizado y delicado, la piel de Mew contrastaba con la del felino
que era clara y totalmente lamible.
—¿No les extrañara ver a un par de tipos desnudos? – arrugo el ceño
desconfiando.
—¿Quién dice que nos verán?— advirtió Mew —no es seguro que sepan
de nosotros, prefiero que sigamos nuestro camino sin llamar su atención.
Lo que haremos será tomar prestado ropa, después de eso veremos qué
hacer— El felino simplemente asintió con un movimiento de cabeza.
La idea de que el lobo lo cuidara le estaba comenzando a gustar, su
rebeldía se mitigaba entre la seguridad con la que lo guiaba Mew. Era
fácil confiar en un hombre que se preocupaba por su bienestar y que lo
miraba de un modo tan cálido, como lo hacía el castaño.

CAPÍTULO 4.

Gulf se le quedó mirando sin saber si el lobo hablaba en serio o estaba


bromeando, la sonrisa le dio la respuesta.
—No me gusta tu idea, ni un poco— se cruzó de brazos el felino —No
vamos a robarles a esos aldeanos, no señor, no lo haré— recalcando lo
último golpeando con su pie descalzo el suelo.

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Mew era le decisión personificada. Sentado sobre el suelo era un HOLA
a lo salvaje. La piel acanelada, el cabello castaño revuelto, los ojos cafés
con un brillo único atraparon los avellanados del lobo. De pronto el
minino tuvo miedo, se sintió demasiado pequeño, demasiado solo. Lo
peor de todo era que no podía pensar en un lugar donde le gustara estar
que no fuera allí, con su lobo.
Una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro cincelado del chico,
levantando una ceja.
—Eres lindo, debo admitir. Pero eso no evitara que no vaya a hacerlo.
Conseguiré ropa y luego algo de comida, ya verás.
Antes de que Gulf pudiera decir algo, Mew invocó a su forma animal y
salió de allí sin darle mayores explicaciones al ofuscado rubio que lo
miraba boquiabierto.
—¡De verdad lo va a hacer!— chilló invocando también a su animal y
corriendo tras el idiota lobo. Los humanos lo iban a acribillar, de eso no le
cabía menor duda. Más preocupado de lo que le gustaría estar, siguió al
pulgoso con la idea de evitar a toda costa que el plan descabellado se
llevara a cabo.
El sol ya estaba en el ocaso, el lobo había encontrado la aldea de
pescadores. Dado que era gente de costumbres madrugadoras, ya para
esa hora todos estaban recogidos en sus casas. Con la pansa pegada al
suelo, Mew arrastró su peluda forma hasta llegar a la parte de atrás de
una cabaña, la que debía ser la del jefe de la aldea, ya que era la más
grande de todas.
Gulf que se consideraba a sí mismo un niño bueno, no podía creer que
estaba a punto de ser cómplice de un robo. El lobo sinvergüenza estaba
acechando la ropa que había tendida en el patio, la mirada decidida le
dejó claro al felino que no lo iba a hacer cambiar de opinión sin importar
cuánto chillara y suplicara. Ese maldito pulgoso sería la muerte de los
dos, o al menos eso pensaba él.
El lobo se dio vuelta y le mostró los colmillos al pequeño gato montés
que acechaba a su espalda, dejándole saber que tenía que quedarse allí.
Gulf realmente odiaba como su gato obedecía por inercia al pulgoso
mandón, realmente quería brincar en puntitas de los frustrado que eso lo

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hacía sentir. El resultado final, era siempre el mismo, bajaba sus
puntiagudas orejitas y se sentaba obediente. ¡Maldito pulgoso!
Una vez Mew quedo satisfecho con la obediencia del minino, salió a
buscar la ropa para su pequeño mimado. La idea de que pasara frió
cuando estaba en su forma humana no le gustaba. Suerte que no era de
los que se detenían a analizar la situación, de lo contrario, hubiera
comenzado a entrar en pánico con esa faceta de lobo sobre protector
con un chico que ni siquiera pertenecía a su manada.
Gulf suspiró. Observando preocupado desde detrás del tronco de un
árbol caído, empezó a maldecir el momento en que se dejó arrastrar
hasta ese lugar. Muerto del susto vio al lobo cruzar el patio
aprovechando la oscuridad, desde su posición podía ver todo el lugar y
podía vigilar la puerta de atrás de la cabaña.
El lobo llegó hasta donde estaba la cuerda en la que la ropa colgaba.
Con el hocico tomó un pantalón y lo tiro al suelo, después siguió con una
camisa. Luego de obtener algo de ropa para él también, arrastró su
presa hasta la orilla del patio. Estaba por entrar al bosque, cuando la
puerta de la cabaña se abrió. El grito de una mujer alertó a los ocupantes
de la presencia de un animal salvaje.
Gulf chilló y comenzó a correr tras el lobo. Los humanos lo siguieron por
un buen tiempo, pero cuando el bosque comenzó a ponerse muy espeso,
lo dejaron. No valía la pena tantas molestias por un animal que robaba
ropa, por muy extraña manía que fuera para una criatura salvaje.
Sin querer tomar riesgos, Mew y Gulf continuaron corriendo en sus
formas animales a toda prisa, saltando entre las rocas y perdiéndose
entre la maleza del bosque. El ser precavidos no estaba de más, sus
perseguidores podían ser humanos, pero entre ellos podían haber
buenos rastreadores.
Todavía jadeantes detuvieron la carrera en la pequeña cueva que
encontraron bajo las raíces de un árbol enorme. Mew dejó caer la ropa
que había logrado robar, el felino soltó la que había ayudado a traer
cuando la carga se convirtió en un problema para su compañero de
fechorías.
Estaba Mew por caer sobre la suave hierba, cuando sintió la mordida de
unos filosos dientes justo en su cola. Al voltearse se encontró con un

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furioso felino que le mostraba los dientes y que tenía todos los pelos del
lomo levantados. - "¡Qué lindo!"- fue el inocente pensamiento del lobo.
Una verdadera lástima que Gulf no se sintiera lindo precisamente.
—¡Eres un idiota!— gritó cuando tomo su forma humana —Casi te
matan. Por poco y usan tu piel como tapete en la entrada.
Mew convoco a su forma humana, por lo general no era partidario de que
le gritaran. Los que lo conocían podían dar fe de ello, ya que la mayoría
del tiempo no tenía paciencia con ese tipo de cosas y terminaba
mordiendo a alguien, pero con el gatito, todo era completamente
diferente.
—Ya no pasaras frío— le ofreció una camisa que era dos veces más que
la talla de Gulf.
Gulf, aun sentado en el suelo, estiro la mano para tomar la prenda que le
ofrecía el lobo. Jamas en todos sus pocos años de vida se había sentido
tan tonto. Una calidez se encendió en su corazón y comenzó a recorrer
sus venas, los ojos se le llenaron de lágrimas. El gran lobo tonto había
arriesgado el pellejo solo para que él no pasara frío.
—Gracias— susurró mientras se metía la camisa por la cabeza. Se
sonrojo hasta la médula cuando sintió las manos grandes de Mew que le
ayudaban a acomodarse las mangas de los brazos —No tenías por qué
hacerlo.
—Tengo que admitir que la mayoría del tiempo quisiera morderte,—
admitió Mew con una sonrisa burlona —pero jamás dejaría que alguien
bajo mi cuidado la pase mal.
—Yo...— Gulf se mordía los labios pensativo —yo no estoy bajo tu
cuidado— suspiró cansado, abrazándose a sí mismo para darse ánimos
—¡Quiero regresar a casa!
Mew se metió la otra camisa que había logrado robar, en su caso apenas
si le quedo, ya que los músculos de su torso eran bien marcados y sus
brazos también. Al estar metido en constantes luchas con otros
miembros de su manada, le había ayudado a desarrollar masa musculas
definida. Algunos de los lobos desarrollados de la manada habían tenido
problemas para ganarle en una lucha de cuerpo a cuerpo, aunque no era
el más alto de ella, salía airoso de esas contiendas lo cual hacía sentir
muy orgulloso a su progenitor.

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—No dejaré que algo te pase— se acercó gateando hasta que sus
rodillas tocaron las de Gulf. —Cualquiera que quiera tocarte sin tu
consentimiento, lo despellejare vivo. ¿Entendido?
Gulf le creyó.
Sonriendo levantó la mirada para ver el cielo estrellado a través del techo
de hojas que proporcionaban los árboles.
—Cualquier macho errante que sienta mi olor, sabrá lo que soy— se
quejó permitiendo que Mew lo sentara en su regazo.
—Lo sé, cachorro— lo consoló Mew haciendo que el minino recostara su
cabeza con su pecho. —Lo tuyo es una bendición y una maldición, en
partes iguales— le dijo mientras besaba la cabeza del gato —¿Ya
conociste a tu pareja?— le pregunto el castaño, queriendo saber.
—No, todavía no— respondió Gulf encogiéndose de hombros. —Esta es
mi primera luna. Padre no me dejaba salir de casa, estando cerca de la
manada ¿puedes creerlo?... Dijo que era muy joven y que no iba a
arriesgarse a que alguien quisiera probar suerte conmigo... Como si no
pudiera defenderme solo.
Mew sonrió con mucho cuidado de que el felino no levantara la cabeza y
lo viera, como el más hipócrita lo quiso molestar.
—No me imagino cómo pudo pensar eso, si tú eres un gatito muy fiero y
de temer. Mi lobo ya le tiene miedo a esos afilados colmillitos tuyos, y
eso que soy un animal grande— la risa de Gulf se convirtió en carcajada.
—Eres un mentiroso de lo peor— hablaba revolviéndose en el regazo,
trato de defenderse de las manos perversas que le hacían cosquillas. —
¡Suéltame!— suplico entre jadeos mientras trataba de zafarse del
castaño.
La pelea de cosquillas terminó con Gulf acostado de espaldas al suelo y
Mew sobre él, acomodado entre sus piernas abiertas. Las manos de Gulf
estaban sobre su cabeza, apresadas por las del lobo que de pronto
había dejado de moverse.
Como si la misma noche confabulara en su contra, una brisa fría removió
las hojas del suelo, saturando las fosas nasales del lobo con el olor dulce
del felino. Ese olor era lo que identificaba a los chicos nacidos para ser
parejas de un alfa, y de uno muy poderoso, ya que no cualquier hembra

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podría resistir los embates de un alfa cambia formas en las noches de
apareamiento. Así según la leyenda, los dioses creaban un compañero
con olor a hembra, y que como ellas, necesitaban de un macho que les
amara y protegiera.
El lobo dentro de Mew olfateo el cuello del chico, embriagándose con el
delicioso olor del felino que ya comenzaba a entrar en celo. El día
siguiente sería luna llena, los instintos del lobo que ya estaban despiertos
deseaban ser satisfechos. Gulf empezó a temblar y esto hizo que Mew
entrara en razón. Poniéndose de pie como su hubiera estado acostado
sobre brazas ardientes respiro agitado, tratando de hacer retroceder al
instinto de su animal interior que gruñía por aparearse con el felino.
—¡Lo siento!— trató de disculparse.
Pasándose la mano por el rebelde cabello castaño tratando de ordenar
sus ideas. Por muy poco y ataca al chico. Al mismo que minutos atrás le
había prometido que protegería y que estaría a salvo con él.
Gulf se puso de pie, aun temblando. Su felino aruñaba exigiendo seguir
bajo el peso del lobo. Casi podía sentir como su aroma se intensificaba
para atraer al macho frente a él. Las cosas se saldrían de control en
cualquier momento.
—Tenemos que regresar a nuestras manadas— susurró sintiéndose
desnudo, a pesar de tener puesta la camisa que le llagaba a los muslos
—Mañana será luna llena.
Sin poder evitarlo, sin posibilidades de poder evitarlo. Mew anulo el
espacio que había entre ellos, envolviendo la fina cintura del casi rubio y
lo atrajo a su cuerpo.
—¡Mío! – gruñó mientras tomaba por asalto la boquita de cereza de Gulf.

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CAPÍTULO 5.

Al principio Gulf trató de liberarse de los brazos de hierro que lo


envolvían, lástima que la boca que lamia y mordisqueaba sus labios
fuera lo que término por seducirlo. Era su primer beso y lo estaba
disfrutando a lo grande. Abriendo la boca para dejar salir un gemido le
dio entrada a la lengua de Mew que lo tentaba con cada contacto,
llamando a todos los instintos que los dioses habían guardado dentro de
él.
Mew tomo en peso a Gulf, ya que las piernas del gato se doblegaron y se
negaban a sostenerlo. Todo su ser temblaba al sentir las ansías del lobo
que invadía su boca, las manos grandes que recorrían su espalda hasta
situarse en su firme y redondo trasero, apretándolo.
—¡Mio!— volvía a gruñir el lobo interior de Mew, exigiéndole que tome lo
que estaba seguro le pertenecía.
—No sabes... lo que estás... haciendo— Logró hablar Gulf, entre
gemidos cuando la boca de Mew comenzó a mordisquear su cuello.
—Te deseo, aquí y ahora— ladra Mew, recostando el cuerpo tembloroso
de Gulf sobre un montículo de hojas secas que les serviría de cama.
En respuesta el gato abrió las piernas para que Mew se acomodara
mejor entre ellas. Las bocas ansiosas se buscaron una a la otra. El felino
dentro de Gulf se entregó a la supremacía del macho que lo dominaba
con caricias duras. No lo quería de otra manera, deseaba a Mew. La piel
desnuda contra su piel desnuda era algo delicioso de sentir.
—¡Ah!— gritó Gulf cuando Mew le dio un ligero mordisquito en el
hombro, como comprobando si su sabor era tan bueno como se veía.
Una risita nerviosa escapó de Gulf, ese pulgoso era un travieso, aún en
esas calientes circunstancias.
—Eres tan malditamente hermoso— susurró Mew mientras
mordisqueaba un pezón sonrosado del otro chico. —Te deseo tanto...
Gulf sabía que debía detener aquello. Qué el lobo se lo iba a devorar sin
compasión. Se había enamorado, de eso estaba seguro, tan seguro
como que la lengua de Mew era tibia y muy erótica, como nada podía
serlo en el mundo. El lobo había cazado para que él se alimentara, le

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proveyó ropa cuando pasaba frío, para su animal interno, eso lo
clasificaba como un buen proveedor. Solo le faltaba comprobar que tan
bueno era en el apareamiento y ya estaban en ello. La parte humana de
Gulf trataba de controlar los instintos del felino, pero quién demonios
podría cuando la luna estaba a solo horas de distancia.
Un ronroneo juguetón salió del pecho de Gulf por mucho que intento
acallarlo. La lengua de Mew había dejado de torturar sus pezones y
ahora bajaba despacio, muy despacio por su vientre plano. El lobo
libidinoso lo sostenía por las caderas dejando claro quién estaba al
mando de ese encuentro íntimo. Si alguien le hubiera dicho a Gulf que
iba a disfrutar tanto de que un pulgoso mandón lo dominara, se hubiera
reído en su cara justo después de arrancarle la piel con sus propias
garras.
—Mi lobo— se entregó cuando sintió su miembro siendo devorado por la
boca de Mew, el cual lo lamía y chupa con desesperación.
Las manos del castaño apretaban sus caderas con tanta fuerza que
sentía que podía quebrarlo si realmente lo deseara, la boca de Mew era
deliciosa y cálida. Sentía la desesperación del lobo, en cada rose con los
colmillos buscaba la rendición del felino. Una suerte era que Gulf ya no
recordaba los motivos por los que aquello no debía suceder.
Un chillido de gato se escuchó por el bosque, las aves nocturnas
levantaron vuelo mientras el lobo cambia-forma consumía el resultado de
sus esfuerzo. Llenaba su boca de la semilla del felino y había tragado
cada gota de esta. Era simplemente delicioso, sin dejar de lamer se
aseguró de no desperdiciar ni una sola gota.
—¿Qué hemos hecho?— suspiró Gulf, recuperándose del orgasmo. Y
con sus manos cubriendo su rostro ahogando con ellos un sollozo —
ahora tendrás que aparearte conmigo durante esta luna llena o nuestros
animales se volverán locos.
Mew tomó en brazos al contrario y lo acomodó en la cueva que se
formaba por las raíces del viejo árbol. Recostándose junto al cuerpo
menudo lo cubrió con las ropas que habían robado, para mantener el
calor sin tener que recurrir a sus formas animales.
—Lo siento tanto— se disculpó escondiendo el rostro en el cuello de
níveo de Gulf —prometí protegerte y al final fui yo quien se aprovechó de

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tu confianza— unos dedos suaves como pétalos de rosa se posaron en
sus labios acallándolo.
—Yo también quería...— fue la simple frase que salió de los labios de
Gulf antes de acurrucarse más en el pecho desnudo de su ahora
amante.
Mew comprendió las palabras de Gulf, sin necesidad de decir más.
—¡Durmamos!— ordenó Mew, antes de tomar sus formas animales. El
lobo se acurrucó con un pequeño gatito entre sus patas protegiéndolo de
todo mal.
La mañana llegó demasiado rápido para el gusto del lobo. Sabiendo que
les esperaba dos días de camino, eso si deseaba evitar tener que subir
por la cascada para poder llegar al territorio de sus respectivas manadas.
Decidido a no perder tiempo despertó a su minino.
Gulf ronroneo sin abrir los ojos. Estaba teniendo un sueño muy, muy
bueno. Soñaba que era un cachorro y que su madre lo limpiaba como
hacía cada mañana con sus bebes. Una lengua rasposa le recorría el
lomo hasta llegar a su cabeza peluda. Se sentía tan bien, eso hasta que
esa lengua comenzó a meterse entre su oreja causándole sensaciones
que nada tenían que ver con la relación madre e hijo. Abrió los ojos de
golpe, cayendo fuera de la cueva, con todos los pelos del lomo parados
miraba al otro de una manera que gritaba: "voy a morderte"
—¡Deja de despertarme de esa manera!— chilló el felino en su forma
humana, sin disimular lo ofuscado que estaba. Si ese pulgoso pensaba
que por un buen blowjob iba dejar que hiciera lo que se le viniera en
gana, estaba equivocado y por mucho.
Mew salió de la cueva en su tranquila forma animal. Si los lobos pudieran
sonreír, la mueca que ese pulgoso tenía en la cara era la mejor muestra
de eso.
Gulf se cruzó de brazos y dejo caer sobre el suelo, levantando una piedra
para cubrir su miembro que ya comenzaba a endurecerse ante la mirada
depredadora de Mew que ahora, en su forma humana le dirigía. —Oh...
¡No!— chilló Gulf, antes de convocar a su animal interno.
Levantando la cola comenzó a correr antes de que Mew pudiera
reaccionar, o al menos ese era el plan. Lamentablemente el castaño

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invocando a su lobo interno comenzó a perseguirlo y al surtir efecto, la
proximidad de la luna llena, no hacía falta ser adivino para saber por qué
Mew estaba más allá de ser razonable.
Después de correr entre la hierba, esquivar árboles y saltar sobre
algunos troncos podridos, Gulf estuvo seguro de que el lobo no lo
alcanzaría porque se estaba divirtiendo mucho con la cacería, así que
opto por lo único que podía hacer por muy cobarde que fuera. Así que
empezó a trepar un árbol cercano, clavando las uñas en el tronco, subió
lo suficientemente alto como para librarse del lobo que lo perseguía. Al
ver que el felino no se daba por vencido, el lobo ladraba y gruñía,
esperando que el minino bajara. Por su parte Gulf decidió subir a una
rama más alta.
El joven gato montés podía ser valiente, la mayor parte del tiempo, algo
loco, por regla general, pero de allí a ser idiota, era otra cosa muy
diferente. Ese maldito pulgoso podría gruñir, ladrar, en fin, hacer lo que
quisiera, pero Gulf no iba a bajar.
La luz del sol era débil durante las horas de la mañana, apenas una
caricia tibia sobre el pelaje suave del felino, que acostado sobre la rama
observaba como el lobo daba vueltas alrededor de la raíz del árbol.
Aburrido de estar sin hacer nada, decidió realizar un experimento algo
cruel. Sin ninguna vergüenza, comenzó a maullar de un modo lastimero
que hubiera podido hacer llorar a una piedra.
El lobo que no le perdía detalle al gatito bajo las orejas y puso la cola
entre las patas al escuchar como el felino que había escogido como su
pareja para aparearse durante la luna, sufría. Gulf cerró los ojos,
fingiendo sentir miedo, el lobo puso las patas delanteras sobre el tronco,
como queriendo subir.
Solo para comprobar si había logrado amilanar en algo al lobo, Gulf abrió
un ojito para curiosear, la mirada desesperada y el gimoteo del lobo le
hizo ver que se le había pasado la mano.
El gato montés dejó la actitud caprichosa que poseía su lado humano,
faltaban unas cuantas horas para que la luna llena esté en todo su
esplendor, y tanto el animal como el humano necesitaban a ese macho
saludable y dispuesto, como para perder el tiempo en cosas que no
llevarían a un apareamiento exitoso.

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Por más que Gulf intentó detener a su instinto felino, este tomó por
completo el control de su ser, era una de las desventajas de la luna llena,
la parte animal, la que era todo instinto; era la que dominaba y dictaba
las reglas durante esa noche mágica.
El felino comenzó a bajar, clavando las garritas de sus cuatro patas
sobre el tronco, lo hizo de la manera más sexy que un gato podría
hacerlo. El lobo se apartó expectante, con el hocico abierto, como si le
faltara el aire. El minino calló sobre la hierba con la colita al viento
moviéndola despacio. La respuesta de Mew no se hizo esperar, a
grandes zancadas quedo frente al pequeño coqueto, lamiendo la carita
peluda de Gulf quiso asegurarse que estaba sano y además quería
hacerlo sentir bien.
Gulf suspiro encantado, su parte felina tomaba las decisiones para ese
momento. Asegurándose de que el macho fuera suyo para la llegada de
la noche, comenzó a ronronear y a restregarse impregnando con su olor
el cuerpo del lobo. Mew por su parte comenzó a aullar, alejando con esto
a cualquier macho que quisiera algo con el gatito provocador, ese
pequeño felino era únicamente suyo.
Después de unas cuantas lamidas cariñosas, el lobo se apartó un poco
del mimoso gatito. Dirigiéndole una mirada severa a su pareja, le advirtió
que debía quedarse allí. Gulf, mucho más dócil por la llegada de la luna
obedeció, se sentó sobre sus patas traseras, esperando el regreso de su
lobo.
Mew comenzó a caminar entre el bosque, buscando presas para
alimentar con ellas a su pareja. En ese momento sus pensamientos
estaban turbios, ahora era su instinto animal el que gobernaba sobre sus
dos naturalezas (humana y animal). La parte humana estaba demasiado
abrumada con las nuevas sensaciones, de esa noche, ya era un adulto
cumpliendo sus funciones de cuidar a su pareja. Por su parte el lobo
tenía sus propias preocupaciones: alimentar, y aparearse con el gatito
que olía a pasteles de vainilla. Si este era macho o no, no importaba, lo
importante era el delicioso aroma que le decía que ese ser sería su
compañero.
Gulf se alimentó de los conejos que le había conseguido su amante.
Luego fue limpiando concienzudamente por la lengua del lobo. El felino
estaba tan contento que ignoraba las protestas de su parte humana, que

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le advertía que se estaba comportando como un autentico puto y que ese
lobo se tomaba tantas molestias solo para poder follárselo. Al gatito solo
le importaba el aparearse, del resto que se preocupe la parte humana. El
minino follaría, eso era todo lo que le preocupaba en esos momentos. Y
nada lo detendría en sentir el placer que le ofrecía la luna llena.

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CAPÍTULO 6.

El día lo pasaron en sus formas animales, ya que parecía que estos


estaban seguros de que darle alguna oportunidad a la naturaleza
humana, esta echaría a perder la noche de luna, la noche de
apareamiento.
Gulf camino justo detrás del enorme lobo, el que en las últimas horas
parecía haber aumentado su tamaño. El felino amaba la manera en que
el animal más grande se movía, como si fuera el rey. El sol comenzaba a
bajar lentamente cuando se detuvieron a la orilla del río, la corriente se
volvía lenta en esa parte, formando un pequeño lago de aguas
tranquilas. Las ramas de los árboles se extendían dándole una
acogedora sombra, los troncos conformaban una muralla natural,
dándole al lugar una atmosfera intima.
El joven gatito dio pasitos dudosos, los rayos de sol que se filtraban a
través de las hojas chocaban contra las aguas tranquilas, era demasiado
hermoso, era mágico. Un aullido de lobo saco a Gulf de su sueño,
hinchando el pecho de orgullo, vio a Mew parado en sus cuatro patas
sobre una roca, al lado contrario del río.
—¡Miau! — Se quedo allí de pie, el no se mojaría sus patitas peludas,
pudiendo evitarlo. La parte felina de Gulf no era muy amante de ese
líquido, de mas que en su forma humana no hubiera aprendido a nadar,
era un trabajo imposible. Apenas la parte animal sentía que no pegaba
los pies al fondo, entraba en pánico llevándose consigo su parte racional
humana, por dos veces lo habían salvado de ahogarse.
El lobo bajo la cabeza, prestándole toda su atención al felino que se
lamia las patitas como si no tuviera ningún apuro capaz de hacerlo
moverse de allí. Mew comenzó a gruñir, tratando de obligar a que el
felino cruzara el río y se le uniera. Él era el Alfa y ese consentido debía
obedecer.
Gulf levanto la cabecita, dedicándole una mirada de fastidio al perro
exigente, luego como si tal cosa, continuo arreglando el cabello del
dorso, ignorando por completo las advertencias del lobo. Si fuera por el
felino ese lobo podía seguir con sus berrinches, él jamás cruzaría el
maldito río.

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El macho Alfa gruño más fuerte, pero esta vez el gatito ni siquiera movió
las orejas, continuó con su juego de lamidas dejando claro que le valía
una mierda los apuros del lobo. El hasta ahora tranquilo, sereno y
supremamente paciente lobo, se había ido al diablo, ese pequeño
malcriado iba a probar lo que era desobedecer a un perro grande como
él. Bajando las orejas las pego al cráneo, puso la cola en alerta y flexiono
las patas, listo para saltar.
El felino ni se molesto en ver lo que hacía el pulgoso mandón. Estaba
terminando de peinarse la cola cuando sintió el cuerpo grande del lobo
sobre él. Lo aterro darse cuenta que no logró escuchar las pisadas hasta
que el maldito arrogante lo tenía acorralado contra el suelo arenisco de el
rio. Echando a perder todo su trabajo de auto bañarse.
Bocabajo al suelo y con el peso del lobo sobre su espalda, Gulf trato de
ponerse de pie, sin lograr apartarse ni un centímetro del suelo. El
carácter del gato comenzó a calentarse, y a calentarse, hasta casi llegar
al punto de estallar. Furioso se revolcó, podía ser más pequeño, pero
tenía la ventaja de ser liviano, su cuerpo flexible le permitió clavarle los
colmillos en una de su patas. El lobo gruño furioso, el felino aprovecho la
sorpresa inicial para girarse y salir debajo del animal más grande.
Mew tenía que estar muerto para permitir que esa pequeña mierda, por
muy sexy que fuera, se saliera con la suya. El gatito saco las garras,
levanto los pelos de la nuca y arqueo la espalda, era una cosita temible.
maullido felino prometía mucha sangre si Mew se le ocurría invadir su
espacio vital nuevamente.
El lobo comenzó a rodear a Gulf, asechando a su presa, buscando
hacerlo correr. El felino observo con el rabillo del ojo cada movimiento de
su adversario, encontrándolo más deseable cada vez, jamás se
entregaría a un macho débil, que ni siquiera pudiera ganarse su derecho
a aparearse por sus propios medios. Gruñendo, retador, espero molestar
lo suficiente al lobo para ver de qué estaban hechos esos sólidos
músculos enfundados en un pelaje corto y suave.
Mew gruño, abriendo el hocico trato de sostener al gatito por el cuello,
para retenerlo contra el suelo, obligándolo a mostrar el cuello en un gesto
de sumisión. Lástima que el malcriado tuviera otros planes, en un rápido
movimiento rodo sobre su cuerpo, parándose en sus cuatro patitas,
comenzó la carera que probaría si él lobo merecía sus atenciones.

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El sol ya estaba en el ocaso, dejando ver su crisol de colores, rojo,
anaranjado, amarillo, todo entremezclado tiñendo las nubes. Una pena
que ninguno de los animales estuviera en condiciones para admirar la
belleza del cielo, Gulf corría entre los árboles, Mew lo perseguía cada
segundo más desesperado. El felino se estaba comenzando a cansar
mientras el lobo se veía fresco, como si a propósito estuviera esperando
el desgaste de su presa.
Al llegar a un pequeño claro, Gulf decidió parar un momento para tomar
aire. Levantando la naricita chata al viento, trato de olfatear la presencia
de su perseguidor, el olor a macho era fuerte, una mescla entre el olor de
la madera recién cortada, a hierba al caer la lluvia y a sol, a radiante sol,
todo en él gritaba masculinidad. Lamiéndose los labios al pensar en la
noche que pasaría con el lobo alfa, el felino comenzó a maullar sin
importarle que con esto delatara su posición.
Contrario al viento pudo ver una sombra moverse entre las hierbas, allí
estaba el dueño de sus fantasías. El muy cabron sabía cómo emboscar a
una inocente presa, una suerte que sus hermanos le habían enseñado
una o dos cosas para esas situaciones. Chillando comenzó su carrera de
nuevo, el lobo al ver que fue descubierto comenzó a perseguirlo.
Gulf estaba cansado, comenzaba a sentirse algo mareado, fuera de eso,
su terquedad seguía intacta. Al percatarse de que ya no escuchaba los
pasos del lobo, se detuvo para estudiar el bosque a su espalda, estaba
por comenzar a correr de nuevo cuando sintió el peso del enorme animal
sobre él. Iba a entrar en pánico cuando el olor característico de Mew
sedujo sus sentidos. Esperaba la mordida en el cuello, la que lo obligaría
a someterse al lobo alfa, pero no fue eso lo que sintió.
La lengua del lobo comenzó a recorrer su estómago hasta llegar a su
cuello, repitiendo el gesto varias veces. Luego la gran cabeza lobuna
comenzó a restregarse sobre él, dejando su olor impregnado en cada
parte de su delicado cuerpo. Sintiéndose cansado, cerró sus ojos,
dejándose llevar por el cansancio.
En algún momento sintió el hocico del lobo que rodeaban su cuello, pero
estaba demasiado cansado para oponerse. Como si todavía fuera un
cachorro, el enorme animal lo tomo por la piel del cuello y lo llevo de
nuevo al pequeño lago que formaba el río bajo el hermoso techo de
árboles, allí sería donde ambos dejarían de ser inocentes.

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La luz de la luna, como antes había hecho el sol, se filtraba por entre las
hojas de los árboles, moviéndose con la corriente tranquila del río. El
lobo dejo a su felino a la orilla del agua. Sentándose a su lado espero
que el delicado felino despertara de su sueño de belleza. Él lo necesitaba
despierto, con la fortaleza suficiente para soportar los embestidasde su
sexo en el interior de su felino, dejándose llevar por la lujuria de sus
propios instintos.
Unas manos grandes acariciaban su espalda llegando justo a donde la
curva del trasero comenzaba. Gulf abrió los ojos lentamente,
encontrándose acostado bocabajo sobre las flores y hierba. Se
sorprendió al darse cuenta de que había cambiado mientras dormía, tal
vez habían sido las manos grandes que ahora apretaban los globos de
su trasero los que habían obligado a la transformación en humano.
—¿Qué haces? — Pregunto dejando salir un gemido —¿Deberías
preguntarme primero si quiero?—Tentó a su suerte, dejando salir una
sonrisa traviesa.
Una lengua comenzó a torturar su oreja, Gulf se volteo quedando con su
espalda contra el suelo, quería ver los ojos dorados del hombre que
ahora lo miraba como si se lo quisiera comer.
Una lengua tibia comenzó a torturar su oreja, Gulf se volvió quedando
con su espalda contra el suelo, quería ver los ojos dorados del hombre
que ahora lo miraba como si se lo quisiera comer.
— La luna brilla sobre nosotros— susurro Mew contra la oreja tierna de
Gulf — dime si me aceptas como compañero durante esta noche de
luna.
El felino, en su piel de hombre, abrió la boca para protestar, para decirle
la larga lista de razones por las que esto no podía ocurrir, pero el fuego
que vio arder, el deseo tras los ojos dorados del cambia-formas lobo, lo
hizo enviar al diablo el poco sentido común que le quedaba.
—Soy tuyo por esta noche— acepto recibiendo el peso de Mew sobre su
cuerpo. Abriendo las piernas disfruto de sentir el sexo desnudo, duro y
hambriento de Gulf contra el suyo —. Por mucho que deseara pasar
tiempo con su lobo, sabía que una vez llegando a sus manadas las
cosas no serían fáciles.

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Los machos con olor a hembra, como él, nacían para formar pareja de
vida con Alfas fuertes, cuya fuerza no podría ser soportada por hembras.
Una vez se corriera la noticia, muchos alfas felinos vendrían con sus
hijos en edad reproductiva para que él escogiera con cual se marcharía a
comenzar una nueva vida. Una vida donde Mew estaría. —¡Mío! — gruño
el lobo, asomándose tras los ojos humanos.
La luna gobernaba en lo alto del cielo,llamando a las más elementales de
las criaturas, afectando sobre todo a los cambia formas, almas hechas
por la diosa. Por las venas de Mew corría su sangre tan caliente que
quemaba, su sexo duro parecía capaz de perforar rocas, su piel
suplicando sentir al pequeño hombre que yacía bajo suyo.
El felino dentro de Gulf exigió ser penetrado por el macho indeciso, podía
notarse como el lobo quería tomar a su compañero rápido y sucio,
mientras el humano no estaba seguro de cómo proceder. El felino debía
de dejar de ser quién era si dejaba las cosas en tela de juicio por más
tiempo, era el momento en que los niños se separaban de los hombres,
esa sería la noche en que tomaría a su primer amante. Abriendo la boca
y arqueando la espalda, el gatito montés restregó su hombría contra la
de Mew.
—Duele si no me tocas— se quejo Gulf de un modo tan triste que acabo
el poco autocontrol del lobo. La boca de Mew se acerco despacio sobre
la del felino, con gran cuidado los labios se rozaron, un beso inocente
sello el destino de ambos.
Nada más probar la dulzura de Gulf, Mew sintió como su lobo tomaba el
control. De la manera más desesperada que un ser vivo podía llegar a
sentir, tomo la boca del hombre más pequeño, penetrando con la lengua
y como su pene entraría en la parte más intima del chico que se retorcía
bajo él.
El lobo estaba desesperado, el felino desprendía un olor a vainilla y a
pasteles, el olor característico de una hembra, pero a la vez podía sentir
el sexo del hombre golpeándose contra su propia dureza. Ambas
características tan distintas fusionadas en un solo ser, solo hacía que el
lobo tuviera ganas de aullarle a la luna, eso si no temiera que se
escapara su amante si se ponía en ello. Con ese caprichoso felino nunca
se sabía, y esa era otra cosa que enloquecía al lobo, la extraña mescla
entre sumiso y rebelde.

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Nada en esa cosita sexy era fácil de entender o de manejar.

CAPÍTULO 7.

Gulf hizo de su mano izquierda un puño y se la metió en la boca con tal


de no gritar como una gata en celo, por muy irónico que fuera el caso, él
se consideraba a sí mismo como todo un hombre. La idea de suplicarle a
Mew que dejara de lamerle el maldito pezón y por fin se decidiera a
succionar y morder, era lastimar demasiado su ya bastante mancillado
orgullo.
— ¿Te gusta? — Mew le pregunta en un tono de burla, que le dejo claro
a Gulf que el estúpido y desgraciado lobo lo hacía a propósito.
— ¡Vete a la mierda!— fue la mejor respuesta que se le ocurrió decile a
ese perro — deja de jugar y compórtate como todo un hombre, uno que
va a joderme.
La risa profunda de Mew hizo que la piel de Gulf se pusiera como de
gallina, dejando el puño de su mano de lado, comenzó a quejarse bajito
cuando por fin el chico sobre él comenzó a mordisquear y succionar el
pezón que ya dolía de necesidad. Sosteniéndose de los hombros anchos
de Mew lucho por mantenerse cuerdo cuando su mundo entera
comenzaba a girar, la mano grande del chico se había envuelto en su
hombría y se lo estaba jalando con movimientos desesperadamente
lentos.
— Ya no puedo más— casi suplico Gulf, el quería venirse cuando ese
hombre estuviera enterrado hasta las bolas dentro suyo, no a puras
pajas, por muy buena que esta fuera.
— Tranquilo, amor— susurro contra la oreja de Gulf, el lobo—, voy a
hacerte venir tantas veces que te vas a quedar si voz de tanto gritar mi
nombre.
— Lobo... ¡hay!...presumido.... — trato de burlarse de Mew. Una pena
que ese fuera el preciso momento que el perro escoge para meter la
lengua en su ombligo. Él muy cretino era tan virgen como él, en esas
circunstancias no tenía derecho a verse tan seguro de sí mismo,
mientras él temblaba como una hoja con cada nuevo toque.

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— ¿Estás bien? — Pregunto Mew al sentir como el cuerpo de su amante
se tensaba— ¿Estoy haciendo algo mal?
Gulf levanto la cabeza del suelo solo para ver la mirada inocente de
Mew, el chico era un lobo grande y malo, pero al fin de cuentas ambos
eran nuevos en esto de los juegos de manos.
— Es solo...— miro a Mew hasta que sus caras quedaron a la misma
altura— tengo miedo— le costó mucho admitirlo, pero era la verdad.
Los ojos dorados del lobo se abrieron y cerraron al entender.
—Creí que a un gatito tan decidido como no tendría miedo de nada.
— No te burles— hizo un pucherito que a Mew le pareció adorable.
— No me burlo— le dio un beso travieso que hizo reír al joven felino— lo
que pasa es que tengo tantas ganas de estar dentro de ti... que me
preocupa lastimarte de alguna manera.
Gulf tomo una de las manos de Mew y la beso con reverencia.
— Algún día sería mi primera vez—confeso besando la palma de la
mano de su amante— yo quiero que sea hoy... y que sea contigo.
Eso fue todo lo que se necesito para que Mew se entregara a sus
deberes como domador de gatos salvajes. Besando la boquita que lo
esperaba abierta, chupo y lamio los labios apetitosos, entrando despacio
con la lengua, causando gruñidos de parte de ambos.
Una brisa fresca levanto las hojas secas e hizo bailar las ramas de los
árboles. La luz de luna se colaba entre la floresta bañando con sus rayos
a la noche que se revolcaba hambrienta en su propia misteriosa
sensualidad.
Las manos de Mew recorrían el dorso desnudo de Gulf, con una mano lo
levantaba por la espalda y con la otra le sostenía la cabeza, para que no
separara ni un milímetro. El felino acabo acomodado en el regazo,
sentado con las piernas abiertas, de manera que los sexos se
friccionaban uno contra el otro.
Las aves nocturnas asomaban la cabeza de entre los árboles,
observando interesadas como los cambia-formas trataban de devorarse
uno al otro.

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El castaño estaba muy bien sentado sobre los muslos fuertes del
moreno. Mew apretaba tan fuerte los globos del trasero del felino que
este estaba seguro tendría las marcas de los dedos durante días, nada
más delicioso que sentirse dominado por un macho fuerte. Una vocecita
le susurraba a su corazón, que después de sentir el sexo de Mew venirse
dentro suyo, cualquier otro le sería indiferente.
La boca posesiva de Mew comenzó a recorrer el pecho plano del joven
felino. Gulf gritaba sin dejar de prensar su sexo contra el pene de Mew y
sus vientres. Arriba y abajo saltaba uno y recibía el otro en una danza
perfecta. La sensación comenzó a causar una gran exitacion que llevo a
ambos a un orgasmo arrasador. Sudorosos y jadeantes, el felino sobre
los muslos del hombre más alto mientras este lo sostenío entre sus
brazos, como si los mismos dioses se lo fueran a arrebatar.
El gatito no tuvo tiempo ni de decir algo, cuando el lobo lo tiro con el
pecho contra tierra. Subiéndose encima lo retuvo en el lugar recorriendo
la espalda delgada con pequeños mordiscos que estaban volviendo loco
a Gulf. Ya presentía desde el comienzo que los juegos amorosos con
ese lobo, el sexo duro tenía sus encantos también.
Mew estaba más allá de ser razonable, sin darle ninguna advertencia
metió la mano entre los globos del trasero de Gulf, buscando el tierno
botón de rosa que escondía tan recelosamente. Ya para ese momento el
felino estaba duro otra vez, el deseo estaba tan a flor de piel que dolía.
Después de unos cuantos intentos Mew encontró lo que buscaba. El
botoncito de rosa estaba cerrado como correspondía a la virginidad de su
compañero, por puro instinto supo que no debía dejar que el felino
tuviera libertad de movimiento, ya que podría lastimarse él solo.
Envolviendo con un brazo la cintura se aseguro de tenerlo fijo en el lugar,
la otra mano la llevo a la boca del gato para que mojara los dedos.
Gulf mamo los dígitos glorioso, como el gatito mimado que era. Una vez
Mew estuvo complacido con la humedad, llevo los dedos al culo que se
ofrecía hambriento. Primero fue un dedo, al ver como el felino aruñaba la
hierba bajo suyo, decidió darle un beso en la boca, de esos que hacen
que el mundo del más juicioso se volteé al revés.
El gato montés maulló, chillo y jadeo sin ninguna reparo o vergüenza,
mientras dedo a dedo su amante violaba lo único inocente que ya para
ese momento le quedaba.

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— Vamos, amor—, le hablo al oído tratando de calmar a su tembloroso
gatito—solo un poco más y serás mío.
El gatito se relajo, la lengua que lamia su cuello, los dedos que entraban
y salían dilatando la entrada, todo confabulándose para confundir los
sentidos del gato. Gulf por su parte sudaba a mares, le costaba cada
molécula de autocontrol que tenía el no introducir su pene para aliviarse
a sí mismo en la apretada cavidad. Gruñendo mantuvo su lucha con el
lobo, ganando por muy poco la parte humana que exigía paciencia.
—¡Métela ahora!— Ordeno Gulf, comenzando a impacientarse con los
excesivos cuidados del lobo. Él lo quería duro, quería quedar marcado,
dolorido, para que cuando todo esto fuera un recuerdo, el dolor al
sentarse le recordara que por un momento fue feliz.
— Soy grande—, gruño Mew, su control tambaleándose a cada momento
— necesito asegurarme de no hacerte daño.
— ¡Te deseo ahora! — Grito cuando uno de los dedos roso su punto
dulce— ¡Maldita sea!... ¡Voy a venirme y te quiero dentro!
El lobo aulló a la luna, en los ojos dorados de Mew era el animal quien se
asomaba, entrando de golpe en la cavidad apretada, todo fue placer
salvaje, como si fuera el último día de sus vidas. Gulf no dejaba de gritar
el nombre de su lobo, en todo el bosque se escuchaban los jadeos de los
amantes que se apareaban bajo la luz de la luna.
Mew apretó su agarre en la cintura de Gulf, mientras se adentraba con
tanta fuerza que pensó que partirían en dos a su frágil pareja. Para su
sorpresa el felino le presento pelea, encontrándose con cada empuje,
respondiendo a cada gruñido con otro, a cada penetración, con un culo
dispuesto.
— Eres delicioso— felicito Mew cuando sus bolas se tensaban contra su
cuerpo— y todo mío.
—¡Mew! — Grito Gulf al sentir el último golpe en su próstata, el que
termino por perderlo— ¡No puedo más!
A los tontos ni los dioses les tienen lástima, así que viendo el estado tan
lamentable de su pareja, le dio varias buenas envestidas. Él haría que
ese gatito malcriado supiera quién era su alfa, a quién le debía rendir
cuentas. Desnudando los colmillos, el lobo mordió la unión entre el cuello

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y el hombro, tomando como suyo lo que se le ofrecía voluntariamente. El
grito y la humedad que golpeo el brazo que rodeaba la delgada cintura le
dijo a Mew que su pequeño felino se había venido duro. Sosteniendo en
su lugar el cuerpo lapso, lo penetro unas cuantas veces más, hasta
lograr su propia liberación dentro del canal que apretaba su hombría.

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CAPÍTULO 8.

Mew respiro profundamente, tratando de recuperar el control sobre sus


sentidos sobrecargados. Sosteniéndose con sus brazos logro a miles
costos no colapsar sobre su joven amante que había cerrado los ojos,
dejando que su cuerpo cansado se recostara sobre el suelo cubierto de
hojas.
—¿Estás bien? — Le pregunto el lobo al ver que el chico apenas si podía
respirar.
Gulf sonrió perezosamente, era la viva imagen del gato que se comió el
canario, o sí, el minino estaba llenito y satisfecho. Al menos eso fue lo
que pensó el lobo hasta que el chico abrió los atrevidos ojos miel.
— ¿Eso fue todo? — Increpo el felino lamiéndose los labios— un gran y
terrible lobo solo puede con una vuelta...¡Qué pena!
La risa de Gulf hizo que el canal íntimo se estrechara, acariciando el
pene que todavía estaba enterrado allí. La noche era joven, el chico
pensaba sacarle todo el provecho que pudiera a la luna llena que
gobernaba en el cielo.
—¿Te habían dicho alguna vez que eres un culo malagradecido?—
Empujo dentro del felino, su pene, ya estaba listo para un segundo
asalto.
—Hay quién podría sospechar, pero tú eres el primero en corroborarlo—
se sostuvo sobre sus codos para incorporarse, solo para ver la expresión
del hombre más grande que estaba arrodillado entre sus piernas
abiertas. La mirada de exitacion del lobo era justo lo que Gulf quería ver,
colocado sobre su espalda, lanzó su reto a Mew— Ahora... ¿vas a dejar
de hablar y follarme, o tengo que buscar a alguien más que me pueda
colaborar con estas terribles ganas que tengo?
Un gruñido salvaje salió del pecho de Mew, el lobo estaba furioso, nadie
tocaría nunca a ese pequeño gatito mientras él tuviera latido en su
pecho. Para dejar claro el punto, tomo de las caderas a su amante
hablador, levanto las piernas del chico hasta dejarlas sobre sus hombros,
empujándose hasta el fondo, hizo gritar a Gulf.

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—Nadie más que yo entrara en este culo— los ojos del lobo se volvieron
de color dorado — ¡Eres mío!
Las palabras de Mew encendieron una luz de alarma en el cerebro de
Gulf, pero las fuertes embestidas terminaron por hacerlo perder el poco
razonamiento que en sus mejores días solía tener.
— ¡Entra! — gritó Gulf al sentir como el miembro duro golpeaba su
próstata—¡Justo allí!...¡Por favor! — Si la primera vez el felino había
estado algo temeroso, ahora sabía justo lo que quería y no lo
amedrentaba la fuerza de Mew a la hora del sexo.
Haciendo gala de su elasticidad felina, se aferro de los brazos fuertes de
su amante, mientras este tenía sus piernas largas sobre sus hombros,
logrando mayor profundidad en cada estocada.
Después de unos cuantos gruñidos lobunos y chillidos felinos, el bosque
escucho los gritos de la pareja que por fin alcanzaba el orgasmo después
de una copula salvaje.
Cuando Mew volvió a ser dueño de sí mismo, sintió como gotas de
sangre se deslizaban por sus brazos, el felino había clavado sus garritas
durante las olas de placer.
—¿Llenito? — se mofo el lobo al ver el cuerpo salpicado de gotas de
sudor de Gulf. Haciendo un movimiento con la pelvis hizo que su pene
hiciera un ruido de chapoteo dentro del canal intimo del felino —¿Creo
que este culo tuyo ya excedió su capacidad?
El felino abrió los ojos, con mucho cuidado bajo sus piernas que todavía
estaban sobre los hombros de Mew, teniendo buen cuidado de que el
pene semiduro no se saliera de su entrada. Dejando caer su dorso sobre
el suelo del bosque, se quedo allí con las piernas abiertas, su propio
miembro caía de lado sobre su muslo derecho. Estirándose como un
gatito perezoso agrego.
— ¡Naa!... Siempre me ha gustado mucho la leche tibia ¿Todavía te
queda algo allí? — señalo con un movimiento lánguido a la parte donde
ambos cuerpos se fundían en uno.
Los colmillos de Mew salieron de sus encías, haciéndose notar cuando el
lobo gruño. Con una sonrisa Gulf le dedico un guiño coqueto a su
amante, mientras en un rápido movimiento escapo del agarre del Lobo.

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Justo cuando Mew iba a entrar en pánico al pensar que tendría que
perseguir a su presa para lograr otra gloriosa follada, el felino se puso
sobre sus manos y rodillas, bajando la espalda pego el rostro sobre la
hierba del suelo, dándole una vista panorámica del delicioso trasero
redondito y firme a su depredador.
Para que Mew no respondiera a semejante provocación, tenía que estar
muerto de al menos tres días, porque estaba seguro que regresaría del
más allá solo para hacerle los honores a semejante culo ahorcador de
penes.
Lamiéndose los labios camino despacio hasta situarse entre los muslos
abiertos del pequeño provocador. Lentamente, tomándose su tiempo,
penetro disfrutando de la manera en que su sexo entraba en la estrecha
cavidad. Ahogo un gemido cuando sintió la piel tersa de los globos del
trasero de Gulf golpearse contra sus bolas. La sensación era tan
deliciosa como la vista que tenía ante sus ojos. La piel de la espalda del
felino en su forma humana era pálida, suave, sin ninguna imperfección,
el cabello lucía revuelto como solo horas de sexo lo puede enredar.
Pasando sus manos grandes por la piel suave, disfruto ver el poder que
tenía sobre ese pequeño malcriado.
— ¡Quédate quieto! — ordeno el lobo al notar como Gulf intentaba
retroceder para enterrarse aún más el pene que lo clavaba hasta el alma.
Tomando con una mano la delgada cadera, evito que el chico se viera
tentado a desobedecer —Eres tan hermoso...— susurro mientras tomaba
por el cabello a Gulf, haciendo que este echara la cabeza hacia atrás,
estirando su cuello de gacela.
—¡Ah! — grito Gulf al sentir como Mew comenzaba a moverse en su
interior, siendo tomado del cabello con una mano y con la otro sostenido
por la cadera, estaba totalmente bajo el poder del macho dominante,
disfrutando cada segundo de ello. — Demuestra quién eres— una voz
sedosa, la que Mew presumió era la del felino que vivía dentro de su
amante, exigió— ¡Gáname!
La naturaleza lobuna de Mew respondió al desafío, penetrando duro una
y otra vez la tierna entrada de su compañero. El apareamiento fue largo,
una lucha de poderes. El felino le negaba al lobo la satisfacción de
hacerlo venirse, y el lobo luchando contra sus propias ganas de hacerlo
en el canal de su presa. Las cosas iban bastante empatadas hasta que

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Mew decidió hacer un poco de trampa, dejando salir sus colmillos,
mordió la tierna piel del cuello del minino. El resultado fue instantáneo, el
rubio comenzó a gritar mientras gruesas lágrimas de placer escapaban
de sus ojos, su pene comenzó a empapar con semen las hojas bajo él.
Dos estocadas más y el lobo vacio el contenido de sus bolas en el culo
retador de Gulf, ambos envueltos en su burbuja de placer fueron
inconscientes de que la luna les daba una última mirada antes de
retirarse a sus aposentos tras el firmamento.
La tímida luz del sol encontró a un imponente lobo dormido, con un
pequeño felino protegido entre sus patas. Estirándose lentamente Gulf
sintió como cada uno de sus músculos se quejaba por toda la acción de
la noche anterior. Levantando la cabecita peluda se encontró a sí mismo
envuelto por la presencia de su amante, aun mientras dormía en su
forma animal, el lobo parecía gritar a los cuatro vientos: ¡Mío!
Una tristeza profunda invadió el tierno corazón de Gulf, ahora bajo la luz
del día pudo reconocer el lugar donde estaban. En menos de un día de
camino llegarían al territorio donde eran vecinas la manada de lobos y la
de gatos monteses. Unas horas y todo acabaría como si fuera un sueño,
uno muy dulce. Quedándose quietecito esta vez no se quejó cuando el
lobo comenzó a lamer su dorso hasta llegar a su cabecita de orejas
puntiagudas. Recordando que los gatitos valientes no lloraban, se trago
sus lágrimas, cerrando los ojos fingió que todavía dormía, tratando de
robarle tiempo al destino.
El lobo sabía que su gatito estaba despierto, lo sabía de la misma
manera que estaba seguro que era de día. En tan pocos días se sentía
conectado con el pequeño felino como sabía que no lo estaría con nadie
más. Sin dejar de lamer el suave pelaje del gatito, comenzó a soñar
despierto con lo que podría haber sido, si tan solo Gulf hubiera sido un
lobo, entonces sí podría reclamarlo como su pareja, pero siendo el hijo
único del alfa, se esperaba que tomara su lugar. Si reclamara al felino
como pareja, estaba seguro que no podrían tener cachorros y eso sería
una traición para su familia, ni que decir para la manada. Si realmente
amaba a su gatito, debía dejarlo libre para que este encontrara a su
pareja destinada, para que fuera feliz con los de su propia raza.
Permaneciendo en su forma animal, era más cómodo de esa manera
cuando no había nada para decirse uno al otro. Mew cazo dos ardillas y

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un par de conejos para que el lindo gatito se alimentara, era increíble
como un cuerpo tan pequeño podía consumir tanta comida sin ponerse
redondo como una pelota. Luego de la alimentación, comenzaron el
camino de regreso a sus respectivos hogares.
Al cruzar un pequeño río bebieron agua, el día era muy caluroso, aún
bajo las sombras de los árboles los rayos del sol golpeaban duro.
Levantando la nariz el lobo comenzo a olfatear, buscando las marcas de
olor que advertían los límites de los territorios de las manadas. Ya no
estaban lejos de su destino.
Con cada paso el corazón del felino pesaba más, las orejas gachas y la
siempre vivaz colita, ahora se arrastraba desalentada. Los olores que
identificaban lo que hasta ese momento había sido su hogar se
comunicaban con su nariz, dejándole saber que estaban cada vez más
cerca de llegar.
Justo cuando llegaban a la bifurcación donde los caminos se separaban,
el siempre impulsivo Gulf tomo una decisión. Muchos cambia-formas
vivían mucho años buscando lo que él había encontrado en los brazos
de ese lobo testarudo, no lo perdería. Evocando su piel humana, se paro
sobre sus dos piernas, la luz del sol acariciaba su desnudez, sus ojos
encarando al lobo frente suyo.
Gulf regreso a su forma humana, el cuerpo musculoso y flexible del
hombre se hizo presente envuelto en una piel dorada, mechones de
cabello negro revuelto cayeron sobre los ojos color oro.
—Supongo que aquí es donde nos separamos— hablo Mew, su rostro no
mostraba ninguna emocion—. Creo que regresamos a la rutina, yo trato
de morder tu cola y tú me arañas— trato de bromear, fallando
miserablemente, aunque la voz sonaba firme, el brillo en sus ojos
desmentían el humor de las palabras.
—No tiene por qué ser de ese modo— dio un paso al frente el felino,
estirando la mano la ofreció al lobo— podemos luchar... Yo me iría
contigo a donde quieras.
Por lo que dura un latido Mew dudo, estiro la mano, pero justo antes de
que las pieles se tocaran, recupero el sentido común.
— No... es imposible— hablo dando un paso atrás. Sabiendo que las
palabras serían hirientes, las prefirió antes de darle falsas esperanzas al

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alocado gatito— regresa con los tuyos... La noche de luna fue hermosa,
la recordaré por el resto de mi vida como una de las mejores folladas...
pero hay cosas que no están destinadas a pasar de más de una noche.
Las palabras dieron justo en el blanco, solo que el impacto del golpe fue
mayor de lo que Mew calculo en un principio. Se imagino que el gatito le
gritaría, lo enviaría a la mierda y tal vez hasta le diera algunos buenos
arañazos, estaba dispuesto a pagar ese precio, pero nada lo hubiera
preparado para la mirada de profunda tristeza que vio reflejada en esos
dulces ojos. Ahora podía decir que había visto el momento justo en que
un corazón se rompía.
Tratando de mitigar el daño hecho, Mew hizo el intento de tomar la mano
de Gulf, decirle algo, cualquier cosa para que la luz juguetona en los
ojos de su gatito regresara, pero era demasiado tarde. El joven felino
llamo a su forma animal, corriendo como si el mismo Lucifer lo
persiguiera corrió a su casa, allí tal vez podría encontrar consuelo en el
regazo de su madre, tal vez las burlas de sus hermanos o las constantes
regañizas de su padre lo pudieran hacer regresar a la realidad donde
pertenecía.

CAPÍTULO 9.

Tres Semanas Más Tarde

—¡Mamá! — Se escucho la voz de Junei desde la cocina — ¿Has visto


donde diablos esta Gulf?
— Hija —la regaño la compañera del alfa de la manada de gatos
monteses— cuantas veces te he dicho que trates de ponerle freno a esa
lengua tuya.
—Lo haré justo después de que encuentre a Gulf, ese gato holgazán se
ha vuelto a esconder y no lo encuentro— se quejo la chica mientras

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llegaba con una pesada caja hasta el corredor donde estaba de pie su
madre.
La hembra alfa era una mujer alta, de facciones finas y una mirada
inteligente. Llevando una mano hasta su cabello, trato de acomodar un
mechón castaño que se le había escapado de la trenza con que se había
atado el largo cabello, dejando salir un suspiro se encogió de hombros.
—Déjalo solo— trato de disculpar al muchacho— sabes que tu padre lo
trae loco con eso de la llegada del hijo del alfa de la manada de tigres.
La chica resoplo, rodando los ojos no se molesto en ocultar que ya la
tenía cansada con el mismo cuento.
— Mira madre — trato de hacerse entender la hija, dejando la caja junto
a las otras en el porche, le dirigió una mirada de reproche a su madre—
tú sabes también como yo que desde que regreso de su accidente en el
río, no es el mismo.
La mayor de las mujeres se dejo caer en una de las sillas que estaba
acomodadas en el corredor. Las faldas de su vestido de algodón se
mecíaban por la brisa fresca que movía las ramas de los árboles
cercanos.
—Ya hable con tu hermano—se encogió de hombros. La señora
Kanawut confiaba en su hija mayor para que la ayudara a cuidar de los
otros cinco cachorros más jóvenes— por más que he insistido para que
me diga lo que le pasa, simplemente se encierra más en sí mismo y no
habla con nadie.
—¿Crees que algún macho lo encontró durante la luna llena y lo lastimo?
— Junei no pudo evitar hacer la pregunta, un escalofrío recorrió su
espalda de tan solo pensar en esa posibilidad. Sentándose en una silla
cercana, estudiando la expresión preocupada de su madre—¿También
tienes la misma idea?
—Fue lo primero que le pregunte— defendió la madre— Él simplemente
lo negó. Dijo que nadie lo había obligado a hacer algo que no quisiera.
—No me gusta esto— se quejo Junei, jugando nerviosamente con los
botones de su blusa de seda blanca—. Sabes, desde que regreso se
sienta en el techo del establo, se queda allí toda la noche hasta que los

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lobos se cansan de aullar. Él está sufriendo y se niega a que alguien le
ayude.
La madre observo a su joven hija, todos sus cachorros compartían el
mismo color castaño de cabello que habían enredado de ella, pero todos
ellos tenían esa mirada color miel de su marido. Su familia, al ser la
compañera del Alfa, era toda la manada, muchas preocupaciones juntas,
eso no había impedido notar como su pequeño cachorro día con día se
hundía más en un mar de desesperanza, sin que nadie pudiera saber la
causa de su enfermedad.
Gulf estaba escondido en su forma animal sobre una rama de manzano
que estaba cerca del corredor donde su madre y hermana cuchicheaban
acerca de su miserable vida. Estar sobre el árbol le recordaba la primera
vez que había visto al pulgoso burlista, clavando sus filosas garras y se
desquito con la pobre rama toda la furia que sentía al recordar al
bastardo que le había roto el corazón. Solo imaginarse lo que debía de
estarse riendo del gatito inocentón que le había dado el culo para que se
desahogara durante su primera luna llena como adulto.
El dolor como siempre apuñalo su corazón, mordiéndose la lengua evito
que su gato maullara como un alma en pena exigiendo a su pareja. Días
después de la separación, había descubierto que se había enlazado con
el maldito lobo, su gato no podía aceptar aparearse con ningún otro.
Cuando uno de sus amigos quiso besarlo, más por juego que con otras
intensiónes, tuvo que correr al baño a devolver todo su desayuno. Si
hasta ese momento conservaba alguna esperanza, ahora no tenía
ninguna.
Vigilando a las mujeres desde su escondite en el árbol, las vio entrar a la
casa, el momento seguro para bajarse sin ser visto. El cielo estaba azul,
unas cuantas nubes blancas flotaban perezosamente. Era casi divertido
observar como la vida seguía su curso, nuevos cachorros nacerían en la
manada, las estaciones llegarían y se irían, todo continuaba en un flujo
normal de la vida. En fin, el parecía ser el único ser que se encontraba
congelado observando desde la vereda del camino como todos
continuaban con lo suyo.
Caminando sin hacer ruido logro darle la vuelta a la casa sin que nadiel o
notara, cuando el era el cuarto de una familia de cinco cachorros, no
podía evitar sus cuidados si quería pasar desapercibido. Asomándose

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por la esquina, se aseguro que nadie estuviera en el patio trasero de la
casa, Junei, la hermana mayor, se la había pasado acosándolo con
preguntas que no pensaba responder y sus otros hermanos se
aprovechaban de eso para hacerle bromas crueles. De todo eso lo que
más lo hería era la mirada apenada de su madre y el silencio de su
padre, desde que se había negado a conocer a ese famoso pretendiente
que le traían de otra manada, las cosas se pusieron bastante tensas.
Levantando la cabecita peluda olfateo el aire, al parecer todos estaban
dentro de la casa ocupados en la remodelación de la sala de estar, todo
sea para estar listos para las visitas que llegarían para la próxima luna
llena. Estaría muerto antes de dejar que otro hijo de puta le pusiera una
pata encima o le metería cualquier cosa en el culo, el amor dolía
demasiado para arriesgarse, si las cosas no habían funcionado con Mew,
qué podía esperar de alguien más. Con el primero y el último que había
sido un sumiso dulce sería con el lobo ingrato, después de eso no se la
pondría fácil a nadie.
Seguro de no ser visto, cruzo en una veloz carrera el patio, con un ágil
salto supero la altura de la cerca de madera que separaba la huerta de
su madre de los animales del bosque. Una vez del otro lado, respiro
profundo llenando sus pulmones con todos los aromas que le traía la
brisa, buscaría un lugar cómodo y tomaría una larga siesta.
Justo cuando Gulf se perdía entre los árboles del bosque, la puerta de
atrás de la casa se habría, el Alfa de los gatos monteses escudriñaba
buscando al gatito fugitivo. El hombre era alto, metro ochenta de macho
de músculos sólidos y flexibles, mirada color miel como la de sus hijos y
una actitud de comeré al primero que me lleve la contraria que salía de él
con una aura de poder que no dejaba ningúna duda de la posición que
tenía en la manada. Después de olfatear el aire, El señor Kanawut supo
con certeza que su hijo hacia poco había estado escabulléndose por allí,
arrugando el ceño pensó en hablar seriamente a su hijo caprichoso.
Caminando con paso apurado Gulf llego hasta el refugio que había
descubierto uno de los tantos días que se escabullo de su casa tratando
de buscar un lugar tranquilo donde esconderse. Desde que regreso de
su "accidente del río" ya no se sentía cómodo rodeado de tanta gente en
su casa, era como no ser parte de nada, esa sensación le daba tantas
ganas de llorar como el recuerdo de las últimas palabras de lobo ingrato.

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La entrada de la cueva era estrecha, pero una vez que lograba pasar el
primer metro, esta se abría en una cámara de unos tres metros de
diámetro y cuatro de alto. Poco a poco había logrado sacar algunas
cosas de la casa, algunas mantas viejas pero abrigadoras que había
encontrado en el ático, una almohada extra que tenía en el armario y
cosas por el estilo que le daban a su cueva un ambiente más acogedor.
Regresando a su forma humana, se acostó sobre las mantas gruesas
que formaban su cómoda cama en el suelo de piedra, poniendo una
almohada bajo su cabeza y tomando otra para abrazar, calló en un
profundo sueño. Por lo general no era de los que dormían durante el día,
es más, tenía reputación de haber sido un cachorro revoltoso que no le
daba tregua a sus padres ni para tomar un pequeño descansó, ahora, en
cambio, se la pasaba buscando escondites cómodos para descansar.
Al despertar noto que ya el sol había perdido un poco de su color sobre
el bosque, su luz dorada era débil, debían ser como las seis de la tarde.
Sin poder evitarlo su forma felina tomo el control, encontrándose sobre
sus cuatro patitas gatunas comenzó a maullar a todo pulmón, allí en la
soledad podía permitirse esas demostraciones de dolor.
El gatito montés estaba arto de estar solo, de esperar por lo que nunca
llegaría. Cada día que pasaba su felino desgarraba a Gulf exigiendo que
fueran a buscar al macho sin importar si el lobo estaba de acuerdo o no.
Su parte animal no entendía que el mismo ser con el que se había
apareado, ahora no quería ningún compromiso con un tonto que había
confundido una follada con el amor.
Gulf, después de un gran esfuerzo, había logrado que su felino
retrocediera a regañadientes, sentándose abrazo sus piernas contra su
pecho desnudo. Respirando con dificultad trato de dominar sus impulsos,
ya no sabía cuánto lograría retenerse antes de acabar haciendo una
estupidez tan grande como ir a rogarle al lobo una oportunidad.
Apartando un mechón castaño que le había caído sobre los ojos, recordó
que debería cortarse el cabello, el ser coqueto era su firma de identidad,
ahora muy apenas se duchaba, al igual que casi no podía comer, lo peor
era que por más que dormía se seguía sintiendo tan cansado. Su vida
era una mierda, tenía la impresión de que lo que había pasado con él
lobo le traería consecuencias aún peores que un tazón roto.

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Decidido a seguir arrastrando su existencia hasta que en algún momento
las cosas mejoraran, Gulf invoco su forma animal para pasar de un modo
más cómodo por la estrecha entrada de la cueva. Al salir, la luz del sol se
había extinguido hasta ser solo una pequeña fogata en el horizonte. Su
padre debía estar furioso con él, la regla de cenar todos juntos en el
comedor de la casa era sagrada, a no ser que algo sumamente grave
debiera ser atendido en la manada.
Evadiendo entrar por la puerta principal, subió por uno de los árboles que
flanqueaban la casa familiar, con mucho cuidado se balanceo por la
rama que estratégicamente quedaba muy cerca de la ventana de su
habitación en el segundo piso, la que tenía especial cuidado de dejar
siempre abierta. Después de una ducha rápida se puso un viejo pantalón
vaquero y una camiseta gris que había visto mejores días, sin
preocuparse por mirarse en el espejo salió al pasillo.
—¡Hasta que por fin! —La voz de Junei se escucho forma de reproche a
espaldas de Gulf— pensé que la tierra te había tragado.
El joven gato se dio la vuelta, su hermana estaba allí de pie en medio del
pasillo con las manos en jarra apoyadas en sus caderas. Si el tono de
voz no había dejado suficientemente claro su molestia, las cejas que se
encontraban justo en medio de su frente, daba algunas pistas de ello. —
Por lo menos no te estorbo—se defendió encogiéndose de hombros— no
sé cuál es tu insistencia en tenerme a la vista como si todavía fuera un
cachorro, te recuerdo que ya he pasado mi primera luna llena.
Para la total sorpresa de Gulf, su hermana mayor se acerco y lo rodeo
con sus delgados brazos, obligándolo a poner su cabeza en el frágil
hombro femenino.
—Dime por lo que más quieras que te pasa— rogó Junei mientras
acariciaba la cabeza castaña de su hermanito consentido— ¿Lo que te
pasa tiene que ver con que llegaras apestando a lobo y que todavía
huelas a él?
Gulf se aparto de golpe, dando un paso atrás apuño sus manos contra
sus caderas.
—Ya he repetido mil veces lo que paso—grito perdiendo los estribos—
caí al lago, un maldito lobo trato de sacarme y acabamos cayendo por la
cascada, viajamos de nuevo hasta aquí... No hay misterio en ello, si

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pasas tantos días durmiendo junto a alguien en pequeñas madriguera o
bajo de refugios improvisados, es normal impregnarse con el olor de otro.
La hermosa castaña que siempre le recordó a Gulf a esas muñecas de
porcelana que su madre tenía en una vitrina en la sala, ahora lo miraba
con los ojos brillantes por las lágrimas retenidas.
—No me mientas—hablo despacio la mujer gato— Puedes mentirle a
mamá y a papá, pero a mí no puedes. Yo te conozco mejor que nadie, te
cuide cuando nuestros padres siempre estaban encargándose de los
problemas de la manada— Dando un paso al frente golpeo la siene de
Gulf— Algo pasa dentro de esa cabecita loca tuya.
Sabiendo que los gritos podían alertar a los alfas de la manada que de
seguro estaban en la primera planta con el resto de la familia, prefirió
recurrir a la negociación con su hermana mayor.
—No me pasa nada— recalco Gulf bajando el tono de voz—Es solo que
papá sigue con lo mismo de querer emparejarme, me siento como un
toro premiado al que hay que sacarle crías.
La risa sin humor de Junei puso de los nervios a Gulf, pero antes de que
pudiera decir algo, la mujer levanto una de sus delicadas manos
exigiendo el silencio de su hermano testarudo.
—¿Esque no te ves en un espejo? —insistió en su tarea de hace entrar
en razón al chico. —Tienes ojeras, has perdido peso, apenas si comes y
lo que es peor, he escuchado a tu gato maullando de una manera que
me desgarra el corazón... Una vez más te pregunto, ¿Qué demonios te
pasa?
—¿Encontraste a tu hermano? — se escucho la voz de Aili desde la
parte baja de la escalera.
—Sí, enseguida bajamos—respondió Junei a su madre. Dedicándole una
mirada evaluadora a su hermano, agrego—No te voy a perder sin
luchar... Eres mi hermano yo te amo y quiero de vuelta mi loco favorito, él
que podía pasar horas en el espejo tratando de verse más lindo que yo,
el único capaz de ir de compras conmigo a la ciudad sin que le dé una
neurisma, él que le coqueteaba hasta a las piedras, aunque a la hora de
la verdad era todo un rey del hielo...regraésame a mi hermano.

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Lo último fue lo que acabo por hacer caer la barrera que retenía dentro
suyo todo el dolor que trataba de disimular desde que había regresado
con su familia.
—Él me desprecio— se dejó caer sobre la alfombra del pasillo— Me
tomo y luego dijo que era solo una manera efectiva de sacarse la
calentura causada por la luna. —cubriéndose el rostro con las manos, se
quejó ahogando su llanto que amenazaba por salir...
¿Yo hubiera huido con él si me lo hubiera pedido...?

CAPÍTULO 10.

La verdad golpeo a Junei como un mazo, cayendo de rodillas junto a su


hermano, lo abrazo acunándolo en su pecho.
— ¿Qué has hecho, hermanito?—fue más una protesta que una
pregunta. Tomando a su hermano de la mano, lo obligo a levantarse. En
silencio lo regreso al cuarto— Le diré a mamá que estas resfriado y que
no bajaras a cenar. — luego empujándolo suavemente lo hizo sentarse
sobre la cama — Te traeré algo liviano para que cenes, mientras estoy
fuera ponte algo cómodo y acuéstate. Yo cuidaré de ti... todo estará bien,
ya verás—. La sonrisa da la mujer gato era amplia— Deja que tu querida
hermana mayor se encargue de todo.
Gulf simplemente asintió, se sentía demasiado cansado, solo quería
hacerse un puño y dormirse hasta que el dolor de su corazón pasara con
la misma facilidad que los días se seguían uno al otro. Sabiendo que su
hermana haría un gran berrinche si lo encontraba todavía allí sentado
sintiendo lástima de sí mismo, se levanto para ir a buscar algo cómodo
para dormir.
Una vez sobre sus dos piernas, tuvo que sostenerse del cabecero de la
cama para no caer de cara al suelo, otro de esos malditos mareos que le
llegaban en los momentos menos esperados. Tal vez todo se debía a
que no se había estado alimentando bien, al principio era cosa de estar

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demasiado deprimido para pasar bocado, luego era que la comida le
sentaba mal por la mañana. Últimamente le daba miedo tomar alimentos,
nunca sabía en qué momento estos le enfermarían.
Sosteniéndose de la madera de la cama respiro profundo hasta que poco
a poco la habitación dejo de girar. Sintiéndose más seguro de no caer, se
dirigió al armario donde guardaba sus pantalanes de algodón, las
camisetas solo las usaba para dormir en el invierno, luego fue al baño a
cambiarse. Cuando Junei regreso, Gulf estaba acostado de costado en la
cama, abrigado con una manta de tela liviana que le llevaba justo bajo
sus axilas.
— Te traje algo de sopa y pan para que cenes— anuncio Junei poniendo
la charola sobre la mesita de noche junto a la cama.
Gulf asintió sin levantar la vista para mirarla, seguía concentrado en
algún punto entre los animalitos de peluche que había en el mueble
empotrado en la pared.
—Recuerdo cuando lo único que me preocupaba era que iba a recibir en
mi cumpleaños —, hablo tan bajo que Junei tuvo que esforzarse para
escucharlo— Contaba los días para que por fin llegara la luna llena que
marcaría el comienzo de mi vida como adulto.
Junei respiro profundo tratando de controlar sus emociones, acariciando
el rebelde cabello castaño donde le transmitió todo el amor que sentía
por el pequeño cachorro. Gulf seguía hablando, más para sí mismo que
para que ella lo escuchara.
— Odio ser un adulto, desearía ser de nuevo un cachorro pequeño que le
roba galletas a mamá en la cocina... ¿Por qué a mí?... Todos encuentra
a su pareja y forman una familia, yo le encuentro y resulta que lo único
que gano es un maldito corazón roto... De todos con los que pude haber
dejado que me follaran, tenía que ser él, mi él...
La chica pestañeo varias veces, dejo salir el aire que había retenido en
los pulmones, la mano crispada entre el cabello castaño de Gulf, una vez
que se sintió más dueña de sí misma se atrevió a hablar.
—Déjame ver tu hombro.
Sabiendo de antemano Gulf lo que ella quería saber, se volteó
lentamente hasta sacar el hombro que había quedado contra el colchón.

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—¡Demonios! — Maldijo Junei al ver lo que más temía encontrar. En la
piel pálida de su hermanito, en el lugar justo donde se unía el hombro
con el cuello, estaba la marca de una mordida de emparejamiento.
Donde los colmillos del macho se habían introducido en la tierna carne
se habían formado unas cicatrices rosas acomodadas en media luna,
que asemejaban gotitas de agua dibujadas en relieve—.Tiene que ser un
error—balbuceo Junei por primera vez en su vida no sabía muy bien que
decir.
Gulf tenía la vista fija en el techo, se negaba a ver en los ojos miel de su
hermana el peso de la lástima. Saber que uno era un idiota, era una
cosa, reconocerlo en público, ya pasaba a otro orden de cosas.
Pasándose las manos por la cara trato de detener las lágrimas
silenciosas que rodaban por sus mejillas hasta humedecer la almohada.
Odiaba llorar, no era una chica llorona, nunca lo había sido, en la
manada tenía fama de ser una pequeña mierda malhumorada que no
aguantaba estupideces de nadie. Podía ser pequeño, pero tenía unas
garras filosas, colmillos dispuestos y una actitud de pateare-tu-
culoaunque-tenga-que-subir-a-una-escalera-para-hacerlo.
—¡Bien! — concilio Junei— Supongo que cuando metes la pata, lo haces
a lo grande. Nuca has sido mediocre y no veo la razón por qué empezar
a serlo ahora.
Una sonrisa escapo de Gulf, su hermana era una maldita gata sínica, eso
era un hecho y una de las razones por la que la amaba tanto.
—Deja de burlarte de mí— se quejo el felino sin dejar de reír— Es de
mala educación hacer leña del árbol caído, especialmente si ese árbol
soy yo.
—Por ahora come esto que te he traído— le sonrió más tranquila a ver
que aún quedaba algo de su antiguo hermano, no todo estaba perdido—
La sopa te sentara bien... Mañana será otro día y traerá nuevas cosas.
Sabiendo que las palabras de su hermana eran solo palabras llenas de
esperanza, pero sin ningún asidero. Se incorporo para sentarse mientras
Junei acomodaba sus almohadas, de alguna manera ya no se sentía tan
perdido con ella allí ofreciéndole sopa de pollo y algo de pan tostado.
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Los sonidos de la lucha llegaban fuerte y claro, por tercera vez en menos
de una semana el Alfa de la manada de lobos había tenido que ir a
salvar a uno de sus centinelas de que su hijo lo matara. El chico había
estado de un maldito humor de perros, por muy irónico que fuera al
tratarse de un hombre-lobo. Hasta el mismo había tenido que sostenerlo
contra el suelo y con sus fauces por el cuello para calmar al cachorro.
Después de su primera luna llena como adulto, el chico estaba
insoportable.
—¡Hijo! — Grito el alfa de los lobo— ¡Suéltalo ahora mismo! — En su
forma humana era de dos metros diez de alto, músculos desarrollados
bajo una piel broceada, cabello negro largo hasta los hombros y unos
ojos dorados que en ese momento echaban chispas. Cualquier otro
miembro de la manada hubiera huido a esconderse bajo alguna piedra,
no así su único hijo, el chico era terco como una mula.
El lobo más joven levanto la vista de su presa, otro lobo que ya tenía bien
tomado por la garganta, un poco de presión y se la partiría en dos. La
respuesta para su padre fue un gruñido bajo.
—¡Suéltalo ya! —Diciendo esto el Alfa se quito la camisa de franela,
preparándose para el cambio si era necesario— Si me haces tomar mi
forma de lobo, te vas a arrepentir.
Mew abrió la boca soltando a su víctima, el cual trato de buscar respirar
con normalidad. El lobo que había arrastrado por toda la plaza de la
aldea era uno de los más grandes de la manada, no era precisamente un
niño inocente que mereciera que su padre viniera a rescatar.
Dedicándole un último gruñido al lobo humillado, se fue de allí en sus
cuatro patas sin demostrarle ningún respeto a su padre el Alfa.
Los miembros de la manada que para esa hora estaban despiertos, solo
acataron a mirarse unos a otros confundidos mientras todo el alboroto
ocurría en plena plaza. Era de todos conocido que el hijo del Alfa era
fuerte, digno heredero de su padre, pero de allí a ponerse rabioso por la
menor provocación, era mucho camino para recorrer.
—Vayan busquen algo que hacer—gruño el Alfa enfadado— O se van a
quedar allí parados como idiotas—.Luego dirigiéndose al lobo que su hijo
había dejado como trapo viejo, agrego— Y tú levanta el culo de allí...
tenemos que hablar.

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Mew llego a la pequeña casa de tres habitaciones que era su hogar,
desde que su madre había muerto en el incendio provocado por el
ataque de unos humanos, este era el refugio suyo y de su padre. El Alfa
había insistido que las primeras casas en ser reparadas debían ser las
de las familias que tenían cachorros, los solteros o los que tenía hijos
mayores, podían acomodarse en cualquier parte. Para poner el ejemplo
ellos habían reacondicionado el viejo cobertizo en una casa más o
menos decente. En el momento que Mew encontrara pareja, entonces se
le permitiría construir su propia casa, por el momento estaba condenado
a vivir con su padre.
La mujer que dos veces a la semana llegaba a limpiar el lugar, sonrió
tímidamente, sonrojándose al ver entrar totalmente desnudo al macho
imponente en que se había convertido el hijo del Alfa. Lástima que Mew
no estuviera en condiciones de apreciar las miraditas libidinosas de la
joven hembra de caderas redondeadas, cintura angosta y pechos
acogedores. Ignorando a la joven y al Beta que arrugaba el ceño, entro a
su cuarto tirando la puerta. Estaba arto de que su padre se metiera con
sus decisiones, él tenía una buena razón para poner a ese maldito
imbécil contra el suelo, suerte que no le había partido el cuello como se
merecía.
Dejándose caer sobre la amplia cama, se paso las manos por la cara
tratando de calmarse, después de la lucha la adrenalina todavía
golpeaba sus venas. El lobo estaba tan frustrado que le costaba cada
gramo de energía mantenerlo bajo control. Si lo liberara sabía que lo
primero que haría sería correr hasta el territorio de la manada de los
gatos y secuestrar al hijo del alfa, como se había enterado que era la
identidad del pequeño gatito malcriado con el que paso su primera noche
de luna llena como adulto.
Cuando logró normalizar su estado de ánimo, se levanto de la cama y fue
al pequeño baño, una de los pocos lujos que tenían en la casa
provisional. Una vez bajo la ducha se lavo la tierra y los rastros de
sangre que habían quedado después del cierre de los arañazos que su
contrincante le había dejado en su piel.
Era un asunto curioso, pero todo macho que lastimaba a una hembra,
solía ser presa fácil para otro macho que si tenía las bolas donde debía.
Con una sonrisa de complacencia Mew recordó como había hecho
lloriquear al desgraciado cuando todavía tenía en los puños la sangre de

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la joven hembra, el cobarde había golpeado a la chica por que esta le
había servido el desayuno frio.
Después de restregar fervorosamente su piel con una buena cantidad de
jabón, se puso bajo el chorro de agua para que esta lavara todas las
impurezas. Un verdadero problema era que el agua no pudiera borrar las
huellas que su gatito había dejado en él. Tal vez todo era porque era
virgen y ese sexy chico fue su primera vez, él pensar en sus ojos tristes
cuando le dijo adiós era algo que hacía que su lobo lo destrozara por
dentro.
Saliendo del baño tomo una toalla y se la enrollo en la cadera, sabía que
era cuestión de tiempo para que su padre entrara a su habitación y le
dijera hasta de que se iba a morir, para ese momento poco le importaba
lo que pasara con él. Lo único que esperaba, y a la vez odiaba, era que
el gatito ya estuviera feliz en su casa, con su familia.
Tal vez para ese momento el felino ya lo había olvidado. Una desgracia
que no pudiera decir lo mismo de sí.

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CAPÍTULO 11.

Mew abrió y cerró la boca, su padre sí que sabía dar donde duele.
—¡Eres un...!
—¡Cierra es maldita boca antes de que te la cosa! — Amenazo el alfa
poniendo las manos en las caderas, tratando de mantener sus garras en
algún lugar que no fuera la garganta de su hijo. — Tu maldito mal genio
va a cavar con la paz de esta manada —.El Alfa estaba empezando a
sentir como un dolor de cabeza se comenzaba a formar justo detrás de
sus ojos— Controlate o haz algo, pero deja de desquitarte con todos los
que te rodean.
Decir que el lobo más joven estaba furioso era decir poco, toda esa
situación era como dormir sobre nitroglicerina sobrecalentada, el Alfa
debía de estar pateando el culo del centinela agrede mujeres, en vez de
estarle riñendo por haber puesto al tipo en su lugar.
—Si estoy de buen o mal humor no tiene nada que ver con lo que ese
idiota le estaba haciendo a su pareja...
Los humos del alfa bajaron lentamente, en eso, su hijo tenía razón.
—Te doy algo de crédito por patear a ese culo engreído, — aceptó a
regañadientes— Pero date cuenta de algo, si yo no hubiera llegado a
tiempo, lo habrías matado.
Ahora fue el turno de Mew de poner las barbas en remojo, sentándose
pesadamente sobre la cama, puso los codos sobre sus muslos y sostuvo
la cabeza entre sus manos.
— El lobo me está volviendo loco— se quejo, odiándose a sí mismo por
tener que admitir que su padre tenía razón.
En momentos como ese era cuando Suppasit más extrañaba a su pareja,
usualmente era partidario de partir, golpear o tirar contra una pared a sus
problemas o a quién se los causaba, pero ante el asunto de su hijo y el
gato melindroso no sabía qué hacer. Pasándose las manos por los
mechones de cabello negro, los aparto de su rostro, estaba frustrado y
odiaba la sensación de impotencia.

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—Mira, hijo—, se sentó Suppasit junto al cachorro, la vieja cama se quejo
por el peso de dos hombres bastante sólido— No creo que ese gato y tu
sean una pareja destinada. Ustedes son de especies animales
diferentes. Ya es todo un logro que lográramos acordar la paz entre las
manadas, pero de allí a aceptar a su alfa emparejado con un gato, no
creo que eso ocurra. Recuerda que un felino como él está destinado a
darle cachorros a un Alfa, el simple hecho de que sean de especies
distintas impediría eso. No es natural que un lobo y un gato se apareen.
Era casi cómico ver a un par de hombres adultos, con esa actitud de
niños abandonados, ambos tan parecidos físicamente como padre e hijo
podían llegar a ser.
—Lo sé padre— hablo Mew con la vista concentrada en un punto en el
viejo piso de madera— Yo sé que estará mejor con los suyos, el detalle
está en convencer a mi lobo de que es lo correcto.
Suppasit guardó silencio, qué podía decir respecto a eso. Al final decidió
cambiar de tema.
—El concilio de manadas será en una semana— hablo mientras le daba
una palmada bastante fuerte en la espalda a su hijo, tanta mierda
sentimental lo ponía de nervios— Quizás encuentres tu pareja allí.
—Ya la encontré, papá— se puso de pie, recostando la espalda contra la
puerta, se golpeo la cabeza en la madera tratando de calmar a su lobo
que aruñaba desesperado ante el simple recuerdo del tierno gatito—. No
sé que estarían tramando los dioses cuando escondieron la mitad de mi
alma en otro macho, sólo para negármelo de esta manera tan cruel. Si
tan solo él hubiera nacido lobo, ahora la manada entera estaría
celebrando que su alfa esta enlazado con un macho escogido por los
mismos dioses. ¿Quizás ya estarías anunciando la llegada de nuestros
cachorros?
El padre se puso de pie, poniendo una de sus pesadas manos sobre el
hombro de su hijo, agrego:
— Las cosas son como son, no hay nada que se pueda hacer... Entre
dos especies tan distintas no puede haber cachorros, ese simple hecho
demuestra que lo tuyo es un capricho, no designio de los dioses.
Mew se hizo a un lado para darle paso a su padre. El lobo en su interior
luchaba por ser liberado y salir en busca del felino, necesitaba sentí otra

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vez a su pareja, escuchar sus ronroneos mientras lo penetraba. Había
probado el dulce sabor de su sangre al morder el delgado hombro.
Esa noche el lobo aulló al cielo en una desesperada oración. El corazón
del animal llamaba a su pareja sin perder la esperanza. El felino debía
escucharlo aunque sus naturalezas humanas negaran lo que era una
realidad.

.
.

Gulf dormía calentito entre las mantas, gracias a los cuidados de Junei
se había estado sintiendo mucho mejor, siempre tenía nauseas en la
mañana, pero al menos lograba retener más comida en su estomago. Lo
complicado estaba en que debía esforzarse un poco más por ocultar los
síntomas que la separación de su pareja le estaba causando. Quizás si
le daba más tiempo al tiempo, sus malestares se pasarían, su gato tenía
que entender que el lobo jamás regresaría por él y que debía dejar de
hacer berrinche de una vez por todas.
Estaba en esos decididos pensamientos cuando lo escucho, un lobo
solitario aullaba a lo lejos. Antes de que pudiera siquiera pensarlo, se
encontró a sí mismo en su forma felina, por fortuna ya sabía que su
animal podía hacerle una jugarreta como esa, así que había dejado la
ventana cerrada y la puerta con seguro.
Después de aruñar los paneles de vidrio de la ventana de su habitación,
el gatito fue a por la puerta. Al ver que tampoco podía hacer nada allí,
regreso de la ventana y comenzó a maullar bajito mientras su vista se
perdía más allá de los árboles del bosque.
La noche paso lentamente, el lobo aullándole a la luna ausente y el
pequeño felino observando el cielo nocturno desde el otro lado del panel
de vidrio de su habitación. Gulf se sintió morir al pensar que así sería el
resto de su vida, una constante espera de algo que de hecho jamás
llegaría.
Cuando el sol rayaba en el horizonte, el gato montés se arrastro a la
cama, tomando forma humana se escondió bajo las mantas deseando

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jamás despertar. Apenas caía en lo profundo del sueño, el sonido de la
puerta al abrirse lo hizo abrir los ojos. Junei entraba en puntillas tratando
de no hacer mucho ruido. Al ver que Gulf tomaba la manta para taparse
hasta las orejas, supo que el chico estaba despierto.
—Tienes que bajar a desayunar—, advirtió Junei— Al parecer quieren a
toda la familia reunida para hacer un importante anuncio.
Un cansado Gulf se asomo entre las mantas.
— ¿De qué hablas?
Encogiéndose de hombres Junei trato de restarle importancia a la
situació.
— Tu prometido llegará para la cena de esta noche.
Esa fue sorpresa suficiente para que Gulf se levantara de golpe. —¡Te
volviste loca! — Balbuceo incrédulo.
—¡No! — Aclaro Junei, sentándose en la orilla de la cama— Por
desgracia no estoy loca. Te juro que a veces siento que estoy en un
universo alternativo. Un día tengo a mi engreído hermano, al día
siguiente se pierde al caer al río y prácticamente lo dan por muerto, luego
resulta que aparece pero es un muerto en vida— . recapitulo la felina
cruzándose de brazos— Realmente a veces pienso que sí estoy loca.
—Lo lamento— hablo Gulf mientras trataba de controlar a su estomago
que ya se estaba comenzando a revolver— Te prometo que voy a dejar
de estar en esto de la autocompasión.
Soltando el aire lentamente Junei le prestó toda su atención al rostro
pálido de su hermano, a las ojeras bajo sus ojos cansados, pero de todo
eso lo que le acabo robando la paz, fue ver como las mejillas se veían
hundidas.
—A ti te pasa algo más que un corazón roto— afirmo la hermana
posando la palma de la mano sobre la mejilla marcada por la cabecera
donde hasta hace poco había estado acostado.
—¿De qué hablas? — Logro preguntar justo antes de tener que salir
corriendo al baño, doblándose sobre el inodoro comenzó su rutina de
nauseas y vómitos de las mañanas.

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Junei se puso de pie, obedeciendo al impulso de ayudar a su hermano.
Al escuchar como el chico volvía el estómago, se quedó como de piedra,
sintiendo como el miedo comenzaba a recorrer sus venas dejándole una
sensación de hielo en todo sus cuerpo.
—¡Demonios!...¡Demonios! — Logro balbucear cuando pudo llenar de
aire sus pulmones— Esto no es posible.
—¡Voy a darme un baño! — Grito Gulf desde el otro lado de la puerta —
Bajo en un momento.
Temiendo la felina que su rostro la traicionara, agradeció en silencio que
su hermano no pudiera ver su expresión perpleja.
—Bien, le diré a mamá— se sintió orgullosa de que su voz no temblara—
. Te espero a bajo, recuerda poner cara de sorpresa cuando papá te de
la "maravillosa" noticia.
Una vez que estuvo listo, duchado, dientes lavados y peinadito, Gulf bajo
las escaleras dirigiéndose a la primera planta. Cuando llego al comedor
ya sus cuatro hermanos, su padre y su madre estaban sentados en la
mesa.
—¡Buenos días! — saludo a todos mientras se sentaba en su lugar
habitual junto a Junei.
Los otros miembros de la familia tenían cara de niños en la mañana de
navidad, eso hizo que los bellos de la nuca de Gulf se erizaran, una
suerte que ya haya cumplido con sus deberes matinales de vomitar antes
de sentarse a la mesa.
—¿Se puede saber por qué tan contentos? — se quejó más que
preguntar el joven felino.
Sus hermanos, Yosie, Mix y Zhan, le sonrieron esperanzados, pero fue
Yosie la que decidió hablar.
—Simple, hermanito. Hoy llega quién nos va a librar de tu fastidiosa
presencia— bromeo el chico soltando una carcajada — De seguro
después de mañana estrenas marido.

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CAPÍTULO 12.

Gulf por poco se ahoga con el trago de café que tenía en la boca. Los
golpes en la espalda que Junei le dio, le ayudaron a recuperar el aire.
Arrugando el ceño observo a sus hermanos, todos tan parecidos a él
mismo y tan diferentes, pero si había algo que todos compartían, además
del cabello castaño y los ojos de color miel, era ese maldito sentido de
humor negro.
—Váyanse-a-la-mierda—, cada palabra con el tono exacto para dar a
entender su punto— Junto con el idiota ese que pretende ser mi marido.
El golpe a la mesa que dio el Alfa con la mano abierta paró cualquier
intento de discusión.
—No sé si lo notaron pero estamos desayunando— regaño a los
hermanos que se reía a carcajada suelta al ver enojado a Gulf,
desviando la vista del chico que parecía estar a punto de explotar,
agrego— Y aprende a ser más respetuoso, que tu madre y hermana
están aquí.
—Lo soy padre—, hablo apenas logrando calmar la tos—Pero no
entiendo el por qué su afán de querer buscarme pareja como si les
estorbara—lo último lo dijo con un pucherito que le hubiera gustado
disimular.
Antes de que las cosas pasaran a más, la madre hablo, por lo general el
señor Kanawut dejaba que los chicos sintieran la autoridad del alfa de la
manada, pero en esta ocasión le daba la razón a Gulf.
—Hijo —trato la señora Kanawut de explicar de modo diferente la
situación— Eres un regalo de los dioses. Los cachorros que nacen como
tú es hasta su primera luna llena que marca el cambio entre niños a
adultos que se nota ese olor que los caracteriza. Eres un macho, pero a
la vez hueles como una hembra, tu aroma es dulce. Cada luna llena
volverás locos a los machos queriendo aparearse contigo, esto mientras
no estés emparejado. Hasta que un compañero lo suficientemente fuerte
te reclame, siempre correrás peligro de que alguien quiera lastimarte
mientras sigas sin un compañero.

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Gulf abrió la boca para decir algo, el silencio en la mesa lo hizo callar. El
alfa aprovecho para agregar a la explicación de su compañera.
— Si alguien te toca me voy a ver obligado a partirlo en dos, y no quiero
quedarme sin todos los machos solteros de la manada.
El joven felino quería gritar, decir que ya estaba emparejado, el apretón
en la mano por parte de su hermana, evito que hablara. Junei no
abandonaría a su hermanito, su mente estaba comenzando a tejer un
plan para tratar de que todo el asunto tomara el rumbo que le favoreciera
a Gulf, sonriendo tomo el control de la conversación en la mesa.
—Mi hermanito está nervioso, no todos los días le dicen a uno que va a
conocer a su futura pareja de vida.
Gulf volvió a ver a su hermana, el felino dentro de él se asomaba
amenazador a través de los cansados ojos miel. En respuesta Junei le
clavo las garras en el muslo lo suficientemente fuerte como para
traspasar la tela del pantalón vaquero, pero no tan fuerte como para
hacer sangre. La señal tan sutil le dejo claro a Gulf que era mejor
callarse antes de que su hermana quedara con la piel de su pierna bajo
las uñas.
Si el desayuno había sido una lucha desesperada por no meter la pata
con toda su familia como testigo, ya que sería sospechoso que gruñera
con la sola mención de una pareja que no fuera el lobo. Gulf sabía a
ciencia cierta que su gato jamás aceptaría a otro hombre que no fuera el
que el destino le tenía reservado. Gracias al apoyo de Junei había
evitado hacer una estupidez.
—Dale una oportunidad— fue el consejo de Junei al salir juntos del
comedor.
—¿De qué hablas? — pregunto perplejo, agradeciendo que estaban
solos en el pasillo.
Junei tomo una de las manos del joven felino.
— Veamos... quién sabe, tal vez ese alfa sea tu pareja y todo el asunto
con el lobo no sea más que un mal entendido— Diciendo esto siguió su
camino hacia la cocina, dejando a un confundido Gulf.
El resto del día lo paso como en el aire, su madre le dio ropa nueva para
usar, Junei le peino el cabello y los fastidiosos de sus hermanos se

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dedicaron a hacer bromas estúpidas acerca de la cara de susto que
cargaba. Sin darse cuenta de lo rápido que pasaba el tiempo, llego la
hora de la verdad.
—Deja de echarme de esa cosa— trato de apartarse de Junei que
insistía en rosearle un perfume de olor algo fuerte— ¿Tratas de
envenenarme?
—No, solo trato de disimular ese olor a lobo que tienes pegado al cuerpo
— se dio por vencida la gata.
—¿Crees que alguien más lo haya notado? — se preocupo de pronto.
Haber sido la puta de un lobo no era algo para sentirse orgulloso si el
muy desgraciado te había dicho un "muchas gracias por los servicios
prestados y a dios".
—Naa, tendría que conocer tu olor de antes— trato de explicarse— Ni
siquiera puedo decir que huelas a él, es solo un aroma diferente que está
pegado al tuyo— Junei tenía una teoría respecto a eso, tenía su fe en
estar equivocada.
—¿Van a bajar? — la voz de la señora Kanawut les recordó que las
visitas estaban por llegar en cualquier momento.
Era la noche de luna llena, día de fiesta para los cambia formas. La
misma Junei se veía intranquila, su aroma delataba que estaba en la
cúspide del estado de celo que avisaba a los machos que estaba soltera.
Extrañamente, Gulf no despedía ese aroma seductor que llevaría a la
locura a los otros miembros masculinos de la manada. Esa era otra cosa
que Junei quería disimular con el perfume que casi había vaciado sobre
su pequeño hermano.
Una vez terminado su trabajo, Junei dio un paso atrás para observar el
resultado final de sus esfuerzos. Su joven hermanito era todo un
pastelito, cabello castaño peinado de manera que los mechones se
vieran más sueltos, con un poco de maquillaje le disimulo las ojeras, los
pantalones ajustados a la cadera, una camisa de seda azul que combina
el color miel de esos grandes ojos asustados, y listo. El chico estaba
vestido para matar, la felina sonrió maliciosa, había que subir las
apuestas si quería que su hermanito ganara. Una ventaja de ser un
felino, era que su especie sabía muy bien cómo arreglar las cosas a su
favor, si para que su hermanito fuera feliz tenía que usar algunos

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corazones rotos como alfombra de la entrada, ella no veía ningún
problema en eso.
—Hermana, no sé si me entendiste—, se asusto Gulf al ver su reflejo en
el espejo que estaba en la pared de su habitación, era casi su antiguo yo
— Pero no quiero un marido. La idea es espantar a ese gato, no hacer
que me viole.
—Tu tranquilo, hermanito— hablo Junei mientras le daba un beso en la
mejilla helada — Deja todo en mis manos, sígueme la corriente y verás.
Si no fuera porque confiara tanto en ella, Gulf habría escapado por la
ventana para internase en lo más profundo del bosque y jamás salir de
allí.
— ¡Me asustas! — se quejo llevándose las manos a la cara—Explícame
cuál es tu loca idea.
— Si te la digo no tendría el mismo resultado— con esas últimas
palabras la chica salió sin querer dar más explicaciones.
Dándose por vencido camino detras tras los pasos de su hermana, el
pasillo estaba vacío, las luces del techo estaban ajustadas de manera
que no molestaran los sensibles ojos de los gatitos que vivían en la casa,
la penumbra lo hacía sentir cómodo. Al llegar a las escaleras escucho las
voces que venían de la planta baja. Todos estaban listos para el paseo
por el bosque bajo la luz de la luna. Gulf se sostenía de la baranda tan
fuerte que sus dedos se pusieron blancos, respirando profundo se
recordó a sí mismo que era un gato montés, caprichoso y malcriado, si
su nuevo marido no le atraía él sabría muy bien como deshacerse de la
molestia. Levantando la cara, bajo despacio por las escaleras.
La familia estaba reunida en la sala, todo era risas. La señora Kanawut
estaba sentada junto a su marido, Junei lo esperaba al pie de la
escalera, los otros dos hermanos mayores se veían intranquilos, Zhan
era el único indiferente al influjo de la luna llena, por ser el menor de los
cachorros, todavía no estaba en celo.
—¡Hasta que por fin bajas! — se quejo el alfa poniéndose de pie,
tomando de la mano a su esposa, le dedico una larga mirada a su hijo—
Tu prometido acaba de llamar, tuvieron un retraso.
Gulf termino de bajar los escalones, mordiéndose los labios acallo

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su protesta al escuchar eso de "prometido". Poniéndose de pie junto a
Junei , trato de darse valor.
— ¿Entonces, lo esperaremos? — pregunto el gatito sin saber muy bien
que decir.
El sonido de vehículos que entraban al patio avisó que las visitas ya
habían llegado.
— Bien—, hablo la madre dándole un beso a su esposo en la mejilla—
Voy a ver cómo va la cena— luego dirigiéndose a su hija, agrego—
Ayúdame a servir la mesa.
Junei le dio una última mirada a su hermano, tratando de transmitirle toda
su confianza.
—Cuando quieres ganar mucho, arriesgas mucho— le susurro a Gulf,
antes de ir tras la señora Kanawut.
Gulf asintió en un movimiento casi imperceptible. Enderezando los
hombros, se quedo allí de pie mientras su padre el alfa, abría la puerta.
Lo que entraba era un enorme cambia-formas tigre, daba miedo solo con
verlo, debía medir por lo menos dos metros de alto. El cabello negro, la
mirada de sus ojos negros eran tan fríos como el hielo. Tras el hombre
venían otros cuatro muy parecidos al primero, solo que más jóvenes.
Como en un sueño Gulf vio como su padre recibía a los desconocidos.
Apretones de manos y golpes en la espalda fueron la tónica del
intercambio de bienvenida. Después de los saludos los hombres
recordaron la presencia de Gulf.
Los ojos negros del hombre le dirigieron una mirada evaluativa al joven
gatito de grandes ojos miel, el cual se sintió como uno de esos filetes en
la carnicería. El felino más joven estuvo tentado a correr escaleras arriba,
pero no se permitió esa cobardía, el avergonzar a su familia estaba fuera
de discusión.
—Este es mi hijo, Gulf— presento el alfa de los gatos monteses,
poniendo la mano sobre el hombro del gatito más chico— Esta noche es
su segundo celo. Así que debe tenerle paciencia, es aún muy joven.
La mirada del macho recorrió con la vista el cuerpo esbelto de Gulf,
después de un breve silencio, una sonrisa lenta se dibujo en su rostro
severo.

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— Es hermoso— hablo alfa de los tigres mientras se acercaba al chico—
¿Ha tomado alguna pareja en tu primera luna llena?
Gulf se sintió palidecer, un frio de muerte recorrió sus venas, Gulf noto
que a ese maldito tigre era un preguntoso. El padre de los gatos se
encogió de hombros.
—El chico todavía no ha tomado pareja... Creo que a la larga es lo que
importa.
Una sonrisa socarrona se dibujo en el fino rostro de Gulf, el tigre lo noto y
arrugo el ceño. El joven gatito por poco y cae en la tentación de
enseñarle la lengua.
—La mesa está servida— anuncio La señora Kanawut.
La llegada de la hembra alfa le dio fin al duelo de miradas entre el gato y
el tigre. Gulf le enseñaría a ese maldito gato súper alimentado a no
inspeccionar su vida privada, a él que le importaba a quién le había
puesto el culo.
La cena era a una hora temprana, ya que cuando la luna estuviera en lo
alto del cielo todos estarían bajo su influencia. Gulf removió su comida de
un lado para otro en el plato. Respondía con monosílabos cuando
alguien se acordaba de hablarle, aunque por lo general la conversación
entre los alfas era la que llevaba la batuta. Después del postre y el café,
el joven felino se sentía atrapado entre esas cuatro paredes. El gato
quería correr, correr y correr tan lejos como sus cuatro patas se los
permitieran.
Gulf no era de los que bebían licor, pero la copa de vino junto a su plato
lo tentó, llevando la bebida a su boca, escucho a lo lejos los aullidos de
los lobos que ya habían comenzado su carrera. Esos pulgosos no
acostumbraban perder el tiempo con cenas ni protocolos, eran toda
pasión e instintos. Recordando a Mew, ahogo un gemido en su pecho.
Desviando la vista a la ventana, trato de ver más allá del bosque
iluminado por la luna, trato de descubrir al lobo engreído que le había
robado el corazón y luego lo había pisoteado. Apretando tan fuerte la
copa, estuvo a punto de romperla.
—¿Estás bien? — pregunto el alfa de los tigres. A propósito Ali lo había
sentando justo al frente de Gulf.

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—¿Yo? — pregunto el joven felino, notando que él tigre cuyo nombre ni
siquiera recordaba, le hablaba por segunda o tercera vez.
—Pareces a punto de arrancarle la garganta a alguien— se burlo su
pretendiente— Solo espero que no sea a mí.
En ese momento Gulf recordó lo que su hermana le había dicho, debía
intentar ver si su gato aceptaba a un nuevo compañero, nada se perdía
con intentar. Así que le dedico una mirada coqueta al enorme tigre.
—Solo si te lo llegas a merecer.
La luna brillaba en lo alto del cielo, los miembros de la manada de gatos
monteses ya habían cambiado a su forma animal, maullidos y chillidos se
escuchaban en el claro del bosque. Algunas hembras caminaban por allí
moviendo la cola de manera sensual, llamando la atención de los chicos
solteros. Los tigres que habían llegado de visita estaban explorando las
posibilidades con las felinas dispuestas.
Gulf observaba todo desde lo alto de un árbol, donde se había escondido
en un momento en que su padre y el alfa de los tigres se descuidaron.
Desde su posición elevada el gatito podía observar los límites que
separaban el territorio de los lobos y el los gatos monteses. De no ser
por el enorme tigre que rugía sobre el suelo, habría escapado de allí para
buscar a Mew, solo unos cuantos kilómetros, tan cerca y tan lejos. Sin
poder evitarlo, comenzó a maullar de una manera tan triste que hizo que
varios gatos se reunieran en la raíz del árbol.
El enorme tigre llego espantando a los demás gatitos que observaban
desde abajo. Su cuerpo grande era tan imponente o más en su forma
animal que como lo era sobre sus dos piernas. El gato montés envió al
diablo a la parte humana que trataba de convencerlo de darle una
oportunidad a ese miserable saco de pulgas. Chillando le mostro los
dientes delgados, levantando el pelaje de su lomo trato de parecer más
grande. Si ese tigre se atrevía a subir a su árbol, él le iba a arrancar la
piel con sus garras.
El tigre tomo a mal el gesto del gatito, o quizás fue porque lo leyó
correctamente, que dé un salto clavo sus garras en el tronco del árbol y
comenzó a subir su pesado cuerpo por este. Gulf no se iba a intimidar,
no por nada era conocido por ser toda una reina vengativa, así que
aprovechando que el felino estaba ocupado subiendo, salto sobre la

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cabeza del enorme animal. Antes deque su adversario pudiera
reaccionar, Gulf le clavo las uñas tratando de hacer el mayor daño
posible mientras lo usaba como escalera para bajar del árbol.

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CAPÍTULO 13.

El tigre soltó su agarre del tronco del árbol, cayendo sobre el suelo del
bosque. Furioso busco la pequeña figura del gatito, estaba cegado por la
furia, la pequeña mierda lo había hecho sangrar y lo había retado
enfrente de la manada entera, era hora de que aprendiera lo que
conllevaba ser su pareja.
Un rugido de tigre se escuchó desgarrar la paz del bosque. Gulf para su
carrera entre los árboles, la cabecita peluda trato de ubicar desde donde
venía la amenaza. El pequeño felino tenía la seguridad de que si el
enorme alfa lo atrapaba le haría mucho daño, al principio estuvo cegado
por una irracional cólera, ahora su sentido de la auto preservación le
decía que huyera lo más lejos que pudiera. Según las leyes animales, si
eras tan valiente para retar a otro, eras también el responsable de
defenderte, así que su padre no podría hacer nada para evitar que se lo
almorzaran, sin poner en compromiso la paz entre las manadas.
Olfateando el aire, Gulf sabía exactamente a donde ir. Sacando las
garras las uso para aumentar el agarre sobre el suelo del bosque, debía
encontrar a su pareja, él lo ayudaría. El pequeño gatito maullaba
llamando a Mew, las marcas de olor le dijeron que ya había pasado la
frontera de los lobos.
Aullidos se escuchaban por todas partes, Gulf estaba seguro de que para
ese momento no solo lo cazaba un enorme tigre y sus subalternos.
Debía encontrar pronto a Mew, con esa idea fija siguió corriendo,
devorando los kilómetros, como alma que lleva el diablo. Jamás había
corrido tanto en toda su vida, ni tampoco se había sentido tan cansado.
Saltando entre la hierba alta se escondió, mientras trataba de llenar sus
pulmones de aire.
Fue en ese preciso momento en que el terrible mareo regreso, el bosque
entero comenzó a girar. Dejándose caer sobre el suelo del bosque, supo
que su destino estaba sellado. El tigre estaba muy cerca, podía escuchar
como el enorme animal quebraba ramas en su afán por despedazar al
pequeño gatito que lo había retado frente a propios y desconocidos. Con
una sonrisa pensó que quizás era lo mejor que todo terminara así.

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Un aullido de lobo respondió al rugido del tigre, eso fue lo último que Gulf
escucho antes de caer en la inconsciencia.
.
Para Mew el maldito día había sido una mierda desde que se levantó,
conforme pasaban las horas su lobo solo se ponía más rabioso cada vez.
Cuando una hembra le sonrió al pasar por la calle camino a la casa de su
mejor amigo, el lobo le gruño advirtiéndole que mantuviera las distancias.
No había llegado la hora del almuerzo cuando ya se había peleado con
dos centinelas que le preguntaron qué palo andaba metido en el culo. Lo
peor de todo es que hasta el mismo alfa de los lobos evitaba encontrarse
en la mis habitación que su hijo.
Conforme el día iba pasando, Mew estaba más intranquilo. Era cuestión
de horas para que la luna estuviera reinando en lo alto del cielo. Los
machos solteros sonreían obsesionado a las hembras disponibles, los
que estaban emparejados se ponían muy cariñosos preparando a sus
parejas para una noche loca. Solo el joven lobo estaba como en el limbo,
por un lado, no le tentaban las mujeres de la manada y por otro su pareja
no estaba allí con él para ayudarle con su problema. Eso solo aumentaba
exponencialmente su mal humor.
A la caída del sol todos los miembros de la manada de lobos se fueron
reuniendo en el claro, lejos de las miradas curiosas. Los cachorros más
jóvenes, los que todavía no tenían edad de estar en celo jugaban por allí
sobre sus cuatro patas, entre empujones y mordidas juguetonas le daban
un ambiente festivo al bosque.
Los cambia-formas que ya estaban en la edad de jugar a las manitas
calientes se veían inquietos, las feromonas saturaban el aire incitando a
unos y otros a aparearse bajo la luz de la luna.
El lobo de Mew se revolvían dentro del humano, esta sería la su segunda
luna como adulto y la primera de muchas que pasaría sin su pareja. Las
risas y las bromas, el bullicio normal de los alegres lobos, eran como
murmullos lejanos para los oídos del hijo del alfa. Apartándose de los
demás camino hasta llegar bajo un frondoso árbol, sentándose en una de
las raíces gruesas se dedicó a observar la preparación de todos antes de
comenzar la feroz carrera a campo traviesa.

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El aullido del lobo alfa hizo que todos dejaran de lado las conversaciones
y los juegos, esa era la señal para que hicieran el cambio invocando a su
forma animal. Aullidos y gruñidos llenaron el aire del bosque, la manada
de lobos comenzó a correr tras el más fuerte de sus miembros. Mew
corría justo detrás de su padre, tratando que los instintos del animal de
seguir al alfa fueran más fuertes que el de desviarse al territorio de los
gatos.
La carrera fue tal cual debía ser, los animales liberados bajo la luz de la
luna celebraban a la naturaleza que les daba cobijo y a la magia que les
permitía existir. Dejándose llevar por la conexión con los demás lobos su
propia tristeza se desvaneció revolviéndose con la emoción de la carrera
entre los árboles.
Las patas fuertes de Mew se detuvieron en seco, un dolor, como el de un
golpe de mazo lo hizo quedarse allí de pie, mientras los otros animales
seguían con la carrera dejándolo atrás. Al bajar su mirada casi espero
ver una herida abierta en su amplio pecho peludo. Levantando la nariz
trato de descubrir en la brisa de la noche algún cambio que le dijera que
sucedía, la sensación de ser perseguido, de tener miedo lo hizo gruñir
mostrando los filosos colmillos. Algo andaba realmente mal. Dando la
vuelta comenzó a correr atosigado por una misteriosa molestia que no
podía explicar, lo único que tenía claro era que tenía que llegar y pronto.
La carrera estaba llevando a Mew en dirección a la frontera que
compartían con los gatos monteses. Deteniéndose trato de reevaluar su
situación, la sensación de necesitar llegar a algún lugar lo estaba
ahogando, la parte humana trataba de racionalizar, pero el lobo no lo
dejaba pensar mucho.
La orden era clara "hay que llegar", repetía el lobo una y otra vez.
Saltando sobre un cumulo de troncos caídos se desvió hacia el oeste. Un
rugido de tigre hizo que Mew gruñera, alguien había invadido su
territorio, pero ese hecho no era lo que tenía tan alterado al animal.
Saltando sobre una gran roca que sobresalía de la tierra del bosque,
trato de buscar el objetivo de su carrera, el lobo sabía que estaba cerca.
En otro momento la parte humana y la animal se habrían comunicado
mejor, pero desde la pérdida de la pareja, ambas naturalezas se estaba
separando.

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—¡Miaaaau!....¡Miaaaaauuuuu! — .Un maullido lleno el aire del bosque.
Un pequeño gatito estaba perdido en la zona de los lobos.
La brisa nocturna llego hasta Mew revelándole lo que ya sospechaba,
Gulf estaba cerca, eso sería lo único que podía llevar al lobo a ese grado
de desesperación.
Siguiendo la pista que el olor a miedo le daba, busco a su pareja entre la
hierba alta. Estaba por llegar al lugar donde se escondía el pequeño
pastelito que olía a vainilla y a lobo, un aroma tan suave que era casi
imperceptible. Era su olor, el aroma se había impregnado en el pequeño
animalito. Eso llevo al lobo a aullar a la luna, su pareja estaba marcada
con su aroma, nadie podía separarlos ahora.
A escasos metros de su pequeña presa, el rugido de un tigre lo hizo
detenerse, el animal estaba demasiado cerca de su compañero.
Mala suerte para el tigre.
Caminando hacia un pequeño claro entre los árboles, Mew espero al
felino más grande que corría como si estuviera en su propio territorio.
Un enorme animal rallado apareció. entre la hierba alta del bosque.
Ambos animales se saludaron mostrando los colmillos, la vista fija en su
oponente. Mew dio un paso al frente, dejando claro que no estaba para
juegos, si ese tigre no se daba la vuelta y corría, iba a ver un baño de
sangre, sangre de tigre.
El felino no era un alfa por ser un lindo gatito, erizando el pelaje saco las
garras, ese lobo de seguro había descubierto al pequeño felino. Estaba
seguro de que el pulgoso mataría al pequeño animalito apenas lo
descubriera. El gruñido del tigre fue bajo, dejando a las claras que no se
iría de allí, pasar sobre el cadáver del lobo no era algo que le causara
desvelo.
Los dos animales se midieron mutuamente, comenzaron a darse vuelta
buscando un punto débil en el retador. El tigre observo con el rabillo del
ojo que la hierba, donde estaba seguro se escondía Gulf, se movía. Al
parecer el lobo también lo noto, ya que sin medir consecuencias se
abalanzo sobre el tigre. Una suerte que el enorme felino no era fácil de
tomar por sorpresa, la vida del pequeño gatito era su responsabilidad,
con su actitud lo había asustado haciéndolo correr al territorio de los
lobos. Era su deber regresarlo sano salvo a su familia.

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Bien era cierto que el lobo era un poco más pequeño que el tigre, pero no
menos feroz. Enfrascados en la pelea ambos animales buscaban hundir
los colmillos en la garganta de su contrincante. En un descuido del lobo,
el tigre le dio un zarpazo en el lomo del que broto una buena cantidad de
sangre, respondiendo a la agresión, Mew mordió la unión entre la pata
delantera y el dorso, haciendo chillar al enorme gato.
En la pelea había aplastado la hierba, quebrado un árbol, causaron un
estruendo tan grande que hasta las aves nocturnas dejaron el lugar por
miedo a acabar en medio de un fuego cruzado.
Gulf despertó asustado, el corazón se le iba a salir del pecho. Desde su
escondite entre la hierba escucho los rugidos del tigre y los gruñidos de
un lobo, estaba en medio de una pelea de alfas. Estando en su forma
animal sus instintos eran muy claros, correr era lo mejor que podía hacer
una criatura pequeña ante semejante situación. Levantándose sobre sus
cuatro patitas se dispuso a salir de allí inmediantamente, justo cuando
iba a comenzar a correr llego el olor de su lobo, a la sangre de su lobo,
para ser más exactos.
Un chillido salió del hocico del pequeño gatito montes, bien él podía
arañarle la existencia a el lobo, pero nadie le iba a poner una pata
encima a su pareja sin que él dijera algo al respecto. Saliendo de su
escondite se paró gruñendo todo lo alto y feroz que podía hacerlo una
criaturita que parecía un bolita de pelo. Estaba cabreado y eso nada
tenía que ver con ser lindo.
Mew ya tenía al tigre sobre su espalda en el suelo del bosque, estaba por
clavarle los colmillos al felino entrometido cuando vio salir a la cosita más
linda y sexy sobre cuatro patitas, que podía existir en el mundo. El tigre
aprovecho el descuido para invertir posiciones, tomando por la garganta
al lobo se preparó para matar al pulgoso, al menos ese era el plan hasta
que sintió las filosas garritas del gato montés sobre su lomo. Bien era
cierto que no le ocasionaría una herida de muerte, pero de que dolía
como el infierno, de eso no tenía duda.
Con cuidado de no lastimar al gatito se apartó de un salto del lobo y trato
de sacudirse al minino malagradecido. Él había estado tratando de salvar
su fino culo y así era como le pagaba el gesto.
Cambiando a su forma humana el tigre se dispuso a pedir explicaciones.

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El lobo tras Gulf hizo lo mismo, poco después el gatito montés imito la
acción.
— ¿Se puede saber por qué demonios me atacaste? — pregunto Yibo
dejando saber con su tono cuanto le molestaba el asunto.
Gulf se cruzó de brazos, arrugando el ceño le daba a su linda carita una
apariencia deliciosamente molesta.
— Porque el único que puede patearle el culo a ese lobo soy yo—
respondió señalando al hombre alto de cabello negro que lo miraba como
idiota.
Mew tuvo la decencia de sonrojarse, la verdad podía ser incomoda, pero
no por eso dejaba de ser cierta.
— Cazabas a mi pareja— acuso el lobo cruzándo sus brazos el
tembloroso cuerpo desnudo de su gatito. La desnudez era normal entre
los cambia formas, pero eso no significaba que a Mew le gustara que ese
tipo se le quedara mirando el culo redondito de su pareja.
—Él no es tu pareja—, gruño el tigre— Él es mi prometido. Su padre me
lo entregara después de esta noche, él es mío.
El lobo apretó más el cuerpo pequeño de su pareja, protegiéndolo de las
malas intenciones de ese tigre enajenado.
—Para tomarlo tendrás que pasar sobre mí— hablo con tal calma que
hizo que el pene de Gulf se endureciera. Le encantaba ese aspecto del
alfa patea-culos.
Mientras los dos machos alfa discutían por quién se follaba esta noche al
pequeño bocadito, ya el gatito montés había hecho su elección. Rozando
su pene contra el muslo de bambú, comenzó a ronronear de una manera
descarada, quizás mañana se mordiera a sí mismo por su falta, pero esa
noche era luna llena. Mew le correspondió al descaro de Gulf poniendo
una mano en el culo firme, masajeándoselo suavemente, sin quitarle la
vista de encima al tigre sobre alimentado que tenía enfrente.
—Eres un maldito lobo—, escupió las palabras Yibo— Él es un macho
con aroma dulce. Él será mi pareja como se acordó entre las manadas.
Un gruñido profundo salió del pecho de Mew, ya no podía mantener a su
lobo a raya.

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—Mejor da la vuelta y sal de mi territorio—, sentencio el joven lobo— Ya
estás suficientemente advertido.
—No me iré sin el cachorro— aclaro Yibo señalando a Gulf.
Ahora fue el turno de Gulf de entrar en pánico.
— Yo no iré contigo— grito el pequeño gatito— Él es mi pareja... No sé
cómo sucedió, él no es un felino, ni un alfa, pero los dioses lo escogieron
para mí.
—Todavía no soy un alfa— aclaro Mew dándole un suave beso en la
frente al gatito— Pero lo seré en algunos años cuando mi padre me seda
su lugar en la manada.
Un boquiabierto Yibo vio como el que hasta ahora había sido nada
menos que malcriado, caprichoso y malagradecido cachorro, se
trasformaba a los pies del chico alto de cabello negro. Maullando el gatito
comenzó a restregarse por las piernas largas de su pareja. El lobo le dio
una última mirada amenazante al tigre, invoco su forma animal, tomo al
gatito por el cuello como lo haría una madre, y salió corriendo con su
presa por entre los árboles del bosque.
Yibo miró la escena sin creérselo del todo, había sido prácticamente
plantado por su prometido y no podía decir que lo lamentara
precisamente. Tener como compañero a una criatura de un carácter tan
cambiante no era para él, ya tenían suficientes problemas en su manada
con su maldito mal genio como para llevar a un gatito loco como pareja.

CAPÍTULO 14.

Si un gato pudiera sonreír, la mueca que tenía ese gatito en la cara era
una clara muestra de eso. Una voz en si cabeza le decía que tenía que
sentirse ofendido por ser llevado como si todavía fuera un cachorro, ser

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tomado por la piel de la nuca por el hocico de su amante no era algo
como para sentirse orgulloso.
Gulf soporto ser llevado en el hocico por el lobo y con la mayor dignidad
que le fue posible, aunque el viaje lo estaba mareando en demasía. Su
estómago comenzó a revolverse, la contracción que le avisaba que
estaba a punto de perder lo poco de la cena que había logrado tragar, lo
hizo chillar de un modo poco elegante.
Asustado Mew puso sobre el manto de hojas del bosque a su pequeño
tesoro. Los ojos dorados de lobo no perdían detalle de la extraña manera
en que el gatito se puso de pie sobre sus cuatro patitas, se veía igual que
los humanos cuando bebían más licor de la cuenta.
Levantando las orejas el enorme lobo comenzó a gruñirle a la muralla de
árboles, estaba por volverse sobre sus pasos para patearle el culo al
tigre por haberle hecho daño a su pareja. El gatito parecía enfermo.
—¡Miaaaau! — fue más un susurro que un maullido. Un aterrado lobo vio
como su delicada pareja vomitaba mientras lloriqueaba avergonzado.
Mew quería regresar a su forma humana, pero el lobo no se lo permitió.
Ya los humanos habían hecho suficientes estupideces como para
cederles terreno, de este asunto se encargaría el lobo. Estaba en su
lucha interna cuando vio que el gatito dejo de estar enfermo, es más,
después de todo el desastre que había hecho sobre el suelo, se veía
mucho mejor.
El gatito se alejó de la suciedad, levantando su carita peluda miro
tímidamente al lobo que sentado lo observaba con una seriedad que le
erizo los pelos de la nuca.
—¡Miiiiau! — coqueteo el gatito tratando de cambiarle la expresión del
enorme lobo que lo miraba bastante enfadado.

Ni siquiera el reinado de la luna llena sobre el cielo y la excitación de


ambos parecía borrarle esa mirada demasiada calculadora al chucho.
Así que como todo minino que se preciara de serlo, comenzó a ronronear
mientras movía su larga cola de un modo bastante sugestivo. Resoplo
enfadado cuando vio que no podía hacer reaccionar al animal testarudo.
Cuando ya Gulf se estaba dando por vencido, el lobo decidió levantarse y
caminar alrededor del gatito. Mew se veía muy concentrado, así que el

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gato montés decidió quedarse allí de pie, A la menor provocación le
enseñaría en carne propia lo que el tigre había sentido cuando sus
garras felinas le habían traspasado la piel de la espalda. Que se
anduviera con cuidado el pulgoso.
Gulf estaba incomodo, el lobo ahora le olfateaba la carita peluda, luego el
cuello hasta bajar a su lomo, y cuando comenzó a bajar más de lo
decoroso, le dio un zape para recordarle que había ciertas costumbres
caninas con las que él no concordaba.
El lobo de inmediato dio marcha atrás, justo cuando Gulf pensó que todo
ese extraño asunto llegaba a su fin, el lobo comenzó a lamerlo como si
se lo fuera a comer. Eso si era ir demasiado lejos, bufando dejo salir el
aire de sus pulmones, mostrándole los colmillos al lobo, le dejo claro que
más le valía que se dejara de cosas raras.
Contrario a lo que Gulf pudo haberse imaginado, el lobo se veía
emocionado. Comenzó a correr a su alrededor y a mover la cola mientras
hacía ruiditos de perro feliz. El felino estaba por convocar a su forma
humana y pedir explicaciones, cuando las fauces del lobo lo tomaron por
la piel de la nuca y se lo llevo sin hacer caso de sus chillidos. Después
de un rato Gulf decidió darle una pausa a la lucha, si seguía en eso lo
único que ganaría sería enfermarse de nuevo. Vomitar como un gato
envenenado no era muy sexy si querías que te dieran una buena follada
bajo la luz de la luna.
El lobo camino un buen trecho, por las luces de la fogata pudo notar que
pasaban de largo del sitio de reunión donde de seguro los animales se
encontraban para su carrera mensual. Todavía siguieron caminado un
rato hasta llegar a una casa grande de madera.
Mew se detuvo un momento, sin soltar a su presa, que todavía sostenía
por la piel del cuello, empujo la puerta de entrada con el peso de su
cuerpo. El olfato de Gulf le dijo que allí pasaba mucho de su tiempo el
lobo, la casa olía a él y a otros de su clase. El pequeño gatito se
entretenía observando los sencillos muebles de la sala, la rustica mesa y
las pesadas sillas, mientras era llevado a quién sabe dónde.
Justo cuando Gulf estaba a punto de perder la poca paciencia de la que
era capaz, el pulgoso lo introdujo a una habitación, dándole un empujón
a la puerta la volvió a cerrar empujándola con su cabeza peluda. El felino
dejo salir un suspiro de alivio cuando por fin el lobo lo deposito en una

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cama suave. Sin poderlo evitar comenzó a ronronear restregándose
contra las mantas que cubrían la cama. Por el aroma sabía que esa era
la habitación de su pareja y quería marcar con su olor el lugar para que
todos supieran que ese estaba tomado.
Mew lo dejo hacer sus cosas por un rato, cuando estuvo seguro de que
toda su cama olía a gatito, invoco a su forma humana. Gulf imito el gesto,
quedando totalmente desnudo sentado sobre las mantas blancas de la
cama.
El lobo ahora en su forma humana se sentó junto al pequeño hombre que
le había robado la razón. Cuando vio que Gulf abrió la boca para decir
algo, lo silencio con un suave beso sobre esos labios rosados.
—Después de todo saliste más sabio que yo— susurro Mew mientras
daba de pequeños besos las finas facciones de su pareja que ya estaba
en su piel humana— Déjame hacerte el amor esta noche y mañana me
matas.
El gatito dejo salir un suspiro, sin poder ocultar su tristeza.
—Hazme el amor esta noche, por qué sé que mañana me devolverás
con mi padre. Él me obligará a casarme con el tigre que viste hoy—
Lágrimas gruesas comenzaron a escaparse de los ojos miel del felino —
Por más que seas mi pareja yo no le seré infiel al tigre una vez que él me
lleve. Sé que no me quieres, pero yo no puedo evitar que...
Un gruñido que hizo vibrar los vidrios de la ventana, salió del pecho de
Mew. Gulf se apartó del lobo para mirarlo a los ojos. El depredador se
asomaba a través de los iris del humano.
—No regresarás con tu padre— hablo fuerte y claro Mew— Ahora que
estás conmigo te quedarás aquí quieras o no. Eres mi pareja y esperas
un hijo mío, ese es un lazo que los mismos dioses respetan. Nadie se
atreverá a separarnos ahora.
Los grandes ojos miel de Gulf se abrieron tanto que parecían dos
enormes lagos. La palidez fue el color que tomo la piel color crema del
gatito.
—No me jodas— logro balbucear Gulf — Con eso no se juega— Se
considero a sí mismo casi un héroe al no haberse desmallado ante
semejante estupidez.

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La sonrisa lenta del moreno solo hizo que el gato montés se asustara
aún más.
—¿No estás bromeando? —chillo Gulf de un modo poco masculino—
¿Verdad? — El lobo simplemente lo negó con un movimiento de cabeza.
Unos labios tiernos se posaron sobre la boca del gatito.
—¿No lo sabías? — pregunto lo obvio Mew.
—¿Cómo lo sabes? — Escondió su cara contra el pecho solido de su
pareja—¿Cómo puedes saber lo que ni yo mismo sé?... En mi casa lo
habrían notado.
Mew sonrió, abrazando al gatito le acaricio con una mano el cabello
castaño mientras con la otra formaba círculos en la esbelta espalda.
—Puedo percibir tu olor dulce, tu aroma me enloquece, me llama a
tomarte, pero también tienes otro aroma—Gulf aparto su cabeza del
pecho tibio para mirar a los ojos del hombre más alto, Mew le dio un
casto beso en la frente y continuo— Hueles a cachorro. Tienes un suave
aroma a bebé.
—¿Y por qué nadie más lo nota? — insistió, todavía no estaba muy
convencido. En un acto reflejo poso las manos sobre su vientre plano.
—Porqué esperas el hijo de un macho alfa, la naturaleza previene que
alguien ataque a mi descendencia antes de que yo este informado de
que tan siquiera existe. Sólo el padre de la criatura, además del gestante,
puede saber de la existencia del nuevo ser. Tú olor cambia, pero no
pueden saber a ciencia cierta lo que pasa.
—Por eso he estado tan enfermo— no pudo evitar sonreír Gulf—
Siempre estaba tan cansado, me mareaba, en las mañanas acababa
vomitando hasta el alma en el baño.
—¿Es la razón por la qué estás tan delgado? — pregunto Mew
tornándose serio— ¿Alguien te lastimo por haberte apareado conmigo?
—¡No! — Aclaro de inmediato Gulf— Solo se lo dije a mi hermana y ella
me apoyo bastante. De no ser por ella no sé lo que hubiera hecho... Mi
pareja me repudio y mi familia insistía en traer machos para que
escogiera a un compañero.
El abrazo de Mew envolvió por completo a Gulf.

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—Fui un idiota, creí que con tu familia estarías mejor y mira cómo te
encuentro... De ahora en adelante cuidaré de ti.
Gulf se dejó abrazar, pero levanto una ceja noto algo bastante curioso. El
caso es que el lobo no le había preguntado en ningún momento su
opinión.
—¿Ya preguntaste sí quiero que me cuides?
La carcajada del lobo irrito sobre manera a Gulf, empujándolo se liberó
de la protección de los sólidos brazos de su pareja.
—¡Eres un engreído! — apunto con un dedo al bruto que estaba allí
sentado, pareciendo un chico inocente y sexy de lo más tentador.
—Mira, pareja— puntualizó Mew— Llegado a mi cama ya no te libras de
esta. Chilla, patea, grita, haz lo que se te antoje, pero te amo demasiado
para no tenerte cerca por el resto de mi vida— ampliando la sonrisa,
agrego— Además, sé que te gusto, así que no te quejes.
El primer impulso de Gulf fue arañarlo por idiota, pero pudo más la
sonrisa que se dibujó en su rostro. Era un gatito coqueto y de eso no
había ninguna duda. Arrodillándose sobre la cama comenzó a caminar
de ese modo hasta quedar junto a su pareja, luego paso una pierna
sobre los muslos de Mew. Ya muy bien sentadito sobre la dureza del
lobo, comenzó a rosar su pene contra el del hombre.
—¿Qué haces? — hizo la pregunta estúpida el lobo cuando ya
comenzaba a sentir el cosquilleo que anunciaba un orgasmo.
—Trato de recordar por qué me gustas tanto— hablo mientras rodeaba
por el cuello con sus brazos a Mew sin dejar de subir y bajar en un roce
constante de penes—.Hazme el amor esta noche, dejaré para mañana el
patearte el culo por haberme abandonado durante todo un mes.
Mew jamás había estado tan de acuerdo con nadie en toda su maldita
vida. Claro que le iba a dar la revolcada del siglo a ese pequeño
malcriado.
—No sabes lo que estas pidiendo— advirtió el lobo mientras una mano
bajaba por la espalda hasta posarse en el culo de su pareja—Aunque
creo que es mejor hacerte una demostración en lugar de darte la charla
—Con una sonrisa maliciosa, agrego— Solo te pido que mañana no te
quejes.

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Sin darle tiempo a procesar las palabras, Gulf fue empujado contra la
cama y sus piernas abiertas de un modo bastante exhibicionista.
Sonriendo el felino le dejo ver al lobo que esperaba ver algo de acción
esa noche, subiendo las manos sobre su cabeza se quedó allí quietecito,
disfrutando de la mirada aprobatoria del hombre que se acomodaba
entre sus muslos.
Mew tuvo que tragar toda la saliva que se le acumulaba en la boca, su
pequeña pareja era magnífica, era todo y más de lo que había soñado.
Estaba acostado entre su ropa de cama, con la cabeza castaña sobre la
almohada, tan desnudo como se podía estar teniendo la piel puesta. El
joven alfa se sentía el hombre más afortunado que existía sobre la faz de
la tierra. Recorriendo con la mirada superviso todo ese delicioso
territorio, la piel blanca era inmaculada, los pezones de un rosa tierno, el
vientre plano con músculos marcados y más abajo, un pene que ya se
levantaba pidiendo que le prestara atención.
Un gruñido depredador salió del lobo hombre, abriendo los ojos se movió
despacio sin perder de vista cada expresión en el rostro de su gatito
goloso, sabiéndose bien recibido, bajó lentamente hasta situarse sobre el
pene que pedía a gritos algo de mimos.
Gulf se sentía en la gloria, de seguro había muerto he ido al cielo, el
enorme macho estaba con la cara sobre su sexo y lo lamía despacio
como si fuera una golosina sabrosa. Sin poderlo evitar dirigió sus manos
hacía la cabeza de cabellos negros que se movía rítmicamente mientras
se introducía de poco a poco el pene que tenía enfrente.
—No te detengas— gimió Gulf al sentir como su pene era devorado por
el lobo feroz. El lobo comenzó a gruñir, causando que la vibración en la
garganta provocara un placer en el felino que era casi asfixiante— ¡Voy a
venirme! —Grito justo antes de vaciar su semen en la boca de Mew, el
cual lo trago haciendo gestos golosos.
—Eres delicioso — susurro Mew mientras gateaba cubriendo el cuerpo
más pequeño bajo él.
Gulf tembló al ver la necesidad en los ojos del depredador, sabía a
ciencia cierta que al llegar la mañana no iba a quedar mucho de él, ese
malvado lobo se lo iba a comer de a poquitos y él se lo iba a permitir
gustoso.

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—¡Te amo! — Se le salió la confesión mientras un robusto dedo
lubricado exploraba despacio en su entrada más íntima— Te extrañe
tanto.
—Y yo a ti, amor— hablo mientras besaba la boquita rosa, despacio
comenzó a bajar por el cuello hasta llegar a una de las tetillas erectas. —
Eres magnifico, de hoy en adelante estarás siempre conmigo, aunque
todo el mundo esté en contra de la idea.
Gulf dejo salir un suspiro de enamorado, amaba como ese lobo sabía
tocar su cuerpo arrancándole gemidos necesitados. Era un piano en las
manos de un maestro. Entre besos y caricias ya tenía tres dedos dentro
del culo, había llegado a ese punto donde esa no era la carne que quería
enterrada dentro suyo.
—Entra— suplico sin ninguna vergüenza— Te necesito.
El lobo le dio un beso travieso en la boca antes de retirarse.
Arrodillándose entre las piernas abiertas de su pareja, le sonrió de un
modo tan tierno que a Gulf que se le termino por derretir el corazón. Las
manos grandes de Mew se posaron sobre el vientre plano de Gulf.
— Aquí esta— hablo con tanta reverencia que al felino se le llevaron los
ojos de lágrimas— Nuestro hijo crece dentro tuyo.

CAPÍTULO 15.

Con tanta ternura como le fue posible, el lobo acaricio los costados de su
gatito, el chico lo miraba con tanto amor, que lo hizo sentir capaz de
bajar la luna sólo para que su pareja sonriera. Poniendo una almohada
bajo las caderas de Gulf, trato de que la penetración fuera todo lo
cómoda posible para el padre y el bebé. Abriendo más los muslos del
joven gato, acomodo su pene en la estrecha entrada. Sin perder de vista
los ojos miel que lo miraban, se introdujo lentamente, sacándole un
gemido a ambos.
—Eres tan grande— reconoció Gulf arqueando la espalda, la sensación
de estar lleno era mejor de cómo la recordaba.

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—Tienes que decirme si les hago daño— advirtió Mew mientras se
empujaba con suaves movimientos tentativos, un buen guerrero sabía
que siempre había que explorar la zona para saber qué estrategia usar.
Al ver como Gulf enrollaba las piernas alrededor de su cintura, supo que
el gatito le pedia más, así que se lo dio.
Los ruiditos de placer llenaban la atmosfera de la modesta habitación del
lobo. Mew sabía que había llegado a casa, las manos pequeñas del
gatito se sostenían de sus hombros mientras él lo penetraba cada vez
con más fuerza, siempre vigilando la más mínima muestra de malestar
en los ojos miel de su gatito.
Gulf grito el nombre de su pareja manchando su vientre con el resultado
del más hermoso orgasmo. El lobo le mordía el hombro mientras el felino
imitaba el gesto, ahora ambos estaban unidos por un lazo que ni siquiera
la misma muerte podía separar. Según las historias de los viejos, las
almas se unían y al renacer volvían a encontrarse.
Al apartarse de su pareja, Mew encontró que su dulce gatito se había
quedado dormido. Con cuidado de no despertarlo se puso de pie, fue al
baño, allí tomo una toalla y la humedeció con agua tibia. Con más
ternura de la que alguna vez pensó sería capaz, limpio al cachorro, luego
lo arropo entre las sabanas de su cama. Con una sonrisa en el rostro,
una que llevaba casi un mes de no mostrar, se acostó abrazando a su
pareja. Al amanecer tendrían que enfrentar muchas cosas, la mayoría no
serían buenas, pero con el apoyo de su pequeño gatito sabía que podía
hacerle frente a lo que viniera.

.
.

Yibo quedó en medio del bosque observando con la boca abierta el lugar
por donde el lobo se había marchado llevándose consigo a su supuesta
pareja, que ahora sabía era un chico comprometido con otro.
Decidido a obtener algunas explicaciones, dio la vuelta para enfrentar al
alfa de los gatos, había sido engañado y alguien tendría que pagar por

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ello. Dado que las parejas enlazadas eran algo sagrado, la
responsabilidad recaería en el padre que fue quién formalizo el contrato.
Invocando su naturaleza animal, Yibo salió de allí con un trote rápido. La
luna en el cielo brillaba como una gran moneda de plata, el tigre sabía
que esta noche de luna era asunto perdido para él. Lo mejor sería dejar
para la mañana cualquier discusión con el otro alfa, para todo había un
momento y un lugar. Sin encontrarse con ningún otro lobo, cruzo la
frontera. Llegado al territorio de los gatos monteses, aligero el paso.
Resoplando molesto siguió su camino, tenía planeado llegar a su
camioneta y tomar algo de ropa, de nada servía seguir dando vueltas por
allí. Estaba en esos profundos pensamientos cuando sintió que algo
choco contra él. Tan fuerte fue el golpe que lo hizo dar uno o dos pasos
atrás. Sacudiendo su cabeza alejo el zumbido que le quedo, al enfocar la
vista se encontró con una cosita peluda que no había tenido tanta suerte
como él.
El pequeño felino trato de levantarse, lástima que sus patitas no le
hicieron caso. Una vez que logro ponerse sobre sus cuatro
extremidades, levanto la cabeza para ver la montaña con la que había
chocado, no recordaba que hubiera ninguna roca tan inmensa por allí. Al
ver que se había dado de frente con el tigre, y no solo el tigre, sino que
con el alfa de la manada más temida de toda la región. El alfa Yibo
miraba con los ojos entrecerrados a la pequeña mierda imprudente que
en su carrera no había notado.
Zhan tembló de pies a cabeza, una suerte que en su forma felina no se le
pudiera notar el rubor bajo tanto pelaje. Estaba seguro que el enorme
animal se lo iba a comer de un bocado. Asustado como no lo había
estado nunca, soltó carrera, una pena que la fornida pata de tigre lo
prensara por la cola. Chillando hizo lo que nunca creyó que sería capaz
de hacer, mordió la pata peluda del tigre, por desgracia el enorme animal
ni se inmuto.
Yibo paso de enojado a divertido, ese pequeño gatito era toda una
monada. A pesar de ser pequeño y oler a miedo, no se daba por vencido
enfrentándose a su depredador, aun sabiendo de que era una batalla
perdida. Recordando como el lobo llevo entre su ocico a Gulf, decidió
que ese método de transporte se amoldaría muy bien para esta ocasión
que se le presentaba. Tomando por la piel del cuello al cachorro, decidió

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llevarlo a la casa del alfa de gatos monteses, ya que reconocio que el era
el más joven de sus hijos.
Con el pensamiento de que quizás todo el asunto no había sido en vano,
se dirigió a renegociar el contrato matrimonial.
.
.

Gulf se sentía como en una nube, su segunda noche de luna había sido
aún mejor que la primera. Su cuerpo había aceptado gustoso al del otro
hombre que le había penetrado sin contemplaciones, llevándolos a
ambos a un éxtasis de placer que no creía posible ni aunque viviera mil
años. Se sentía tan tranquilo y en paz como no lo había estado en días,
negándose a abrir los ojos se acurruco mimosamente en los brazos
fuertes de su pareja.
El sonido de la puerta al abrirse hizo que Gulf pensara seriamente en
abrir los ojos, a la larga se inclinó a pensar que todavía estaba soñando.
Así que no se molestó en moverse, la piel de Mew era tibia y las mantas
que los cubrían lo hacían sentir mejor que en la cama de su propia
habitación.
—¡Qué demonios! — El grito de un hombre hizo que la pareja se sentara
de golpe, dejando caer las mantas que los cubrían hasta su regazo.
Gulf abrió los ojos asustado, en el marco de la puerta estaba un
desconocido que era una copia de unos años mayor que su pareja.
Aceptando el abrazo de su Mew, dejó que este le protegiera de la furia
que claramente sentía el invasor en la puerta.
—¡Padre! — Hablo Mew arrugando el ceño— ¿No crees que sería un
signo de buena educación tocar la puerta antes de casi tirarla a bajo?
En ese momento Gulf tuvo claro lo que ya se estaba imaginando, ese
hombre era el temido alfa de los lobos. Los ojos dorados, la altura de
más de dos metros, el cabello negro, la piel dorada, todas esas
características que ese gigante compartía con el hombre que lo abrazaba
en una actitud claramente protectora.
—¿Usted es el padre de Mew? — Pregunto Gulf con la intensión de
confirmar lo evidente.

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—Sí, niño—se cruzó de brazos el alfa, sin apartar la vista del par de
sinvergüenzas que estaban tan cómodos uno en brazos del otro—
¿Ahora dime tú qué haces en mi casa en la cama de mi hijo?
El felino no era del tipo muy racional cuando se enfadaba.
—De verdad quiere que se lo explique— se ofendió Gulf, de seguro la
altura le había enfriado el cerebro a su, ahora, suegro.
—¡Gato malcriado! — Grito el Alfa, conteniéndose a mil costos de
patearle el trasero a ese gato por irrespetuoso.
Por mucho que Mew se estuviera divirtiendo con el desconcierto de su
padre y el enfado de su pareja, más valía detener las cosas antes de
que pasaran a arañazos y mordidas.
—Padre— llamo la atención sobre sí mismo el lobo. Dándole un beso en
la frente al felino para tranquilizarlo, decidió aclararle las cosas a su
padre— Pensaba presentártelo en otras circunstancias, ya sabes, con
algo más de ropa encima, pero ya que interrumpiate en nuestra
habitación, te lo diré sin tanta ceremonia: Aquí estás viendo a mi pareja,
tu yerno y padre gestante de tus nietos.
La palidez del gran y malvado lobo fue casi cómica, sino fuera porque
Gulf estuviera tan asustado de cómo iban las cosas. El hombre tomo aire
unas dos veces, cuadro los hombros, después de un breve silencio,
propuso:
— Tomen un baño y vístanse, voy a preparar el desayuno. Tenemos que
hablar.
La puerta se cerró tras el alfa que salía, dejando a la pareja sola en la
habitación.
—Tranquilo, amor—. Le dio un tierno beso en la boquita entre abierta de
su gatito— Él te amará tanto como yo... Puede que gruña un poco y ladre
otro tanto, pero él no le negará acogida a un nieto suyo.
Leyendo los pensamientos que se escondían tras los grandes ojos color
miel de su amor, el lobo le sonrió.
— Tu eres mi familia ahora. Si papá y la manada me dan la espalda, me
dolería, aunque no quedaría solo. Tú, el bebé y yo formaríamos una
pequeña manada.

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—¿Estás seguro? — tomo las manos de su lobo, apretandolas fuerte
mente entre las suyas más pequeñas— Sé que los lobos necesitan de
otros. Ustedes no pueden sobrevivir solos.
—Estoy seguro, amor. Papá lo sabe y tendrá que tomar una decisión, yo
ya tomé la mía... Además, estoy apostando sobre seguro, el hecho de
que ya estés preñado de mis crías quiere decir que nuestro
emparejamiento es reconocido por los dioses.
Gulf estaba tan preocupado con todo el asunto con el alfa que se olvidó
del pequeño malestar mañanero. Sin tomar medidas de prevención se
puso de pie de un salto cuando la mano pesada de Mew golpeo su
trasero.
—¡Gulf! — Grito el lobo, logrando rodear con sus brazos el cuerpo más
pequeño, evitando que se diera contra el suelo—¿Estás bien?...¿Te
lastime?...¡Demonios!... Tenía que haber sabido que hacerte el amor así
solo te causaría daño...
Apenas el mundo dejó de girar, Gulf le sonrió.
— Tranquilo, esto es cosa de todas las mañanas desde hace unas
semanas— diciendo esto corrió al baño. Lo que le servía de consuelo era
saber que después de que vomitara el malestar desaparecía casi por
completo.
Le llevo bastante rato convencer al lobo que se encontraba bien, que
llevaba días de no sentirse tan animado como se sentía esa mañana,
cuando por fin sabía cuál era la causa de sus malestares. El baño fue un
lugar de actos traviesos y tiernos. Gulf se decía a cada momento que
tenía que enojarse con el lobo por haberlo abandonado durante tantas
semanas, la decisión de hacerlo nunca llego. Ya había probado lo que
era vivir sin su pareja, eso era algo por lo que no quería pasar
nuevamente.
Mew se vistió con un viejo pantalón vaquero de azul desteñido en los
muslos, una camiseta sin mangas que marcaba los músculos del pecho y
los abdominales de tableta. Gulf se entretuvo mirando el culo de su
pareja cuando este se agacho para calzarse sus zapatos. El color rosa
tiño sus mejillas, se estaba convirtiendo en un adicto al hombre.

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—Si ya te cansaste de andar de mirón— le dedico un guiño travieso
Mew, a su avergonzada pareja— Quizás sea bueno que te pongas algo
de ropa encima, o voy a pensar que me estas insinuando algo.
En reacción Gulf corrió hasta el otro lado de la pequeña habitación, se
puso unos pantalones comodos que le quedaban nadando y una vieja
camiseta gris que casi le quedaba como vestido.
— Creo que esto no es buena idea— se quejo el gatito haciendo un
puchero—Tu ropa me queda demasiado grande.
—Vamos, amor— tomo de la mano a su pequeña pareja— Tú te verías
lindo con cualquier trapo encima, aunque hay que admitir que te ves
mejor sin nada.
El sonrojo del gatito le saco una carcajada a Mew, habían pasado dos
acaloradas noches de luna y para confirmar el hecho, estaba esperando
un hijo suyo, al lobo le pareció tierno que al chico todavía se le tiñeran
las mejillas de un rosa muy lindo y tierno.
—¡Te amo! — Confesó una vez más el lobo—. Promete que pase lo que
pase nunca me abandonaras— pidió con una expresión grave en el
rostro—. Dime que siempre estarás conmigo.
—Siempre—, parándose en puntillas le dio un beso al hombre más alto—
Ahora somos una pequeña familia, algo extraña, pero familia.
El olor de huevos recién hechos, tocino friéndose en el sartén y el
seductor aroma del café, acabaron sacando a los chicos de la habitación.
—Ya era hora— gruño el alfa mientras terminaba de acomodar los
huevos en un plato y los ponía sobre la mesa.

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CAPÍTULO 16.

Gulf se dejo guiar por su pareja hasta la pesada mesa de aspecto rústico.
Sentándose en la silla que su pareja le ofreció se sintió como en casa.
Mew se acomodo junto a él, se tomaron de las manos esperando lo que
estaba por venir.
—¡Coman!— Fue la orden del alfa a los chicos— Siempre es mejor
discutir las cosas importantes cuando se tiene el estomago lleno.
Mew y Gulf se miraron, con una sonrisa decidieron hacerle caso al alfa.
Estaban por el segundo plato cuando Mew decidió romper el silencio.
— ¿Nos podremos quedar?
Suppasit termino de tomarse el café, limpiándose con una servilleta, se
tomo su tiempo para hablar. — ¿Saben lo que están haciendo?
—No más que cuando secuestraste a mi madre, ya sabes, la vez que tu
querido suegro te envió a la mierda por tan solo soñar con aparearte con
su hija— sonrió con aires de suficiencia el joven lobo al ver el ceño
fruncido de su padre— Fue una suerte que siempre hayas sabido luchar
por lo qué amas. Sólo espero ser tan valiente como tú lo fuiste, padre.
El alfa bufo ofuscado.
— Eso no es jugar limpio— se quejo el hombre mayor ante las artimañas
de su hijo— Pero hay que admitir que tu pareja se ve lindo.
—No soy lindo—, le toco esta vez a Gulf arrugar la frente— Mi forma
animal es tan salvaje o más que la tuya. No soy un gato de compañía.
La carcajada del enorme alfa hizo que ambos chicos se miraran
confundidos.
—Creo que ya ustedes tienen todo resuelto— hablo el alfa apenas pudo
terminar de reírse— Por respeto al padre del chico voy a llamarlo por
teléfono para informarle de la situación. El gato se queda con nosotros.
La joven pareja se abrazó, ya tenían la mitad de los problemas
resueltos...
—Hijo mío, yo que tu no me reiría— le guiño un ojo el viejo lobo— Si
piensas que todo es follar y comer, estas muy equivocado. Lo primero

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que tendrás que hacer después de hablar con el padre del gatito, será
hacerle unos arreglos a la cabaña que esta junto al lago. Recuerda que
pronto tendrán a su cachorro, así que más vale que te apures a mover el
culo, por que cuando la cría nazca ya tendrás que tenerle arreglado el
techo a la cabaña, y comprado una cunita.
Si el alfa pretendía hacer entrar en razón al par de cachorros
enamorados, no tuvo mucho éxito, ya que los chicos se abrazaban y
besaban con tal ternura, que supo que tendría que buscar el mismo los
malditos clavos para ayudarle a su joven hijo.
El resto del día fue confuso para Gulf, la llamada de su suegro a su padre
fue un cumulo de gritos y amenazas. Al parecer el padre de Gulf no se
estaba creyendo en nada toda esa historia de pareja mixta y de
cachorros en camino.
Mew estaba sentado a la mesa junto a su padre, escuchando como el
Alfa de los gatos monteses hablaba de todo tipo de amenazas, una
suerte que Gulf estuviera tomando una pequeña siesta después del
desayuno, por insistencia de su suegro.
—¿Qué vamos a hacer? — Pregunto Mew sin poder disimular su
preocupación.
El hombre mayor se tomo su tiempo para responder, mirando fijamente a
su hijo, le respondió con otra pregunta. — ¿Estás seguro de que tu
pareja está preñada?
—Sí. —fue la categórica respuesta—. El huele diferente, tiene un aroma
que lo envuelve a él, pero no es de él Gulf espera a mi cachorro, estoy
seguro de eso, padre.
Suppasit asintió con un movimiento de cabeza.
— Entonces no hay más de que hablar— se encogió de hombros
restándole importancia a la situación— En menos de una semana será el
concilio de manadas. Allí el Consejo de cambia-formas tomará la
declaración de si tu pareja está esperando un cachorro, lo cual invalidará
cualquier protesta de tu querido suegro acerca de que lo tenemos
retenido contra su voluntad.
—¿Cómo crees que se lo tomará nuestra manada? — La duda le estaba
molestando a Mew—Porque te juro que si lo miran de mala manera voy a

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arrancarle la piel al que se atreva...—La risa ronca del alfa dejo algo
descolocado a Mew—¿Qué es lo gracioso?... Si se puede saber. Una
vez logró calmar las carcajadas, Suppasit decidió explicarse.
— Creo que después de las muestras de furia que les has dado a la
mayoría de los machos de la manada, dudo mucho que alguien se atreva
a respirar cerca de tu compañero por miedo a que vallas y pates su culo
hasta hacerlo salir por sus orejas.
Gulf estaba feliz, lo único que le preocupaba era la reacción de su padre,
casi podía escuchar los gritos del hombre cuando se enterara de su fuga
con el lobo. Tenía toda su fe puesta en que en cuanto se enterará de que
estaba preñado se terminara de convencer de que los dioses le habían
dado por pareja a un lobo. Dejándose llevar por un cómodo sueño,
decidió obedecer la orden de su pareja y descansar, después de tantas
emociones, tanto él como su bebé, necesitaban relajarse un poco.
Un beso en su frente lo hizo abrir los ojos, sonriendo se hizo el rogado
abrazando su cabecera.
—¡Hola, amor!— saludo a Mew mientras se estiraba bajo las mantas.
Amaba lo bien qué olía todo en ese lugar, todo olía a su pareja. Su felino
interno estaba tan feliz que ahora solo se concentraban en el bienestar
del cachorro que crecía en su vientre.
—¿Tienes hambre, amor? — lo tentó Mew, él era la razón que lo llevaría
a levantarse cada mañana de su vida.
Gulf suspiro, estaba tan feliz que no sabía si su corazón podría resistirlo.
Sentándose dejo que las lágrimas salieran de sus ojos sin tratar de
detenerlas, ahora sabía que sus cambios de humor eran por el bebé,
estaba decidido a disfrutar de todo, hasta de eso.
—¿Estás bien? — la voz preocupada del lobo hizo que más lágrimas
salieran de la alegría del gatito—¿Estás enfermo? — Estaba por salir a
pedir auxilio cuando un beso desesperado de su pequeña pareja hizo
que por fin Mew se callara de una puta vez. Dejándose empujar sobre la
cama, Gulf disfruto del calor del cuerpo de su hombre.
Unos golpes pesados en la puerta, hizo que la parejita calentona se
separara. Gruñendo Mew espero a ver quién se atrevía a importunar.
—¡Pase!

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La puerta se abrió, dando paso al alfa y la partera de la manada. La
mujer era una dama rellenita de carnes, baja de estatura, su cara
adornada con una sonrisa maternal que de inmediato le gusto a Gulf.
—¿Esta es la nueva madre? —pregunto dándole un guiño al radiante
Mew.
El joven lobo se puso de pie, llenando los pulmones de aire inflo el
pecho, sin poder disimular.
— Sí— respondió adornando su rostro juvenil con una sonrisa socarrona
— Él es mi pareja —Hablo tomando de la mano a su pequeño gatito, que
lo miraba embelesado.
Ante tanta miel, el alfa comenzó a sentirse empalagado.
— Si estos siguen así, las abejas van a llegar a hacer su panal en este
cuarto— fingió un escalofrió al ver a su hijo mirando embobado a su
pareja.
La vieja comadrona sonrió cariñosa, siempre era bueno para los
cachorros en el vientre de la madre tener la protección de ambos padres.
—Ahora vallan a hacer sus cosas— comenzó a retirar al abuelo y al
padre de la criatura por venir— Yo necesito revisar al gatito para ver
cómo está el bebé.
—Yo quiero quedarme— trato de convencer Mew a la doctora.
—Puedes ser un lobo grande y fuerte— le dio un empujoncito al nervioso
padre, dejándolo del otro lado de la puerta— Pero hay cosas que
necesito hablar con Gulf, cosas que de seguro te pondrían demasiado
majadero con el pobre chico. — Sin darle tiempo de protestar, cerró la
puerta en la cara al alfa y de su hijo.
Gulf observo el intercambio entre la mujer mayor y los dos grandes
hombres. De alguna manera se sentía cómodo con la doctora.
—Mi nombre es Emma— se presentó a sí misma la vieja loba mientras
se dirigía a donde estaba Gulf—. Creo que es hora que veamos cómo
ese pequeño cachorro está creciendo dentro tuyo— hablo la loba
mientras se sentaba a la orilla de la cama—. Acuéstate y levanta la
camiseta...

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El joven felino obedeció de inmediato, recostándose sobre las mantas se
desnudo el vientre. El semblante relajado de la doctor paso a uno de
absoluta concentración.
—¿Lleva mucho tiempo haciendo esto? — pregunto el gatito observando
el semblante preocupado de la doctora al ver su vientre.
La dama le sonrió.
—Yo traje al mundo al padre de tu cría. Era un cachorro fuerte y de
carácter tranquilo, pero bastante energético cuando quería salirse con la
suya.
Las manos de la doctora apretaron el vientre plano del gatito, palpando
con cuidado el lugar donde el cachorrito crecía dentro del padre
gestante.
—¿Ocurre algo malo? — Pregunto Gulf. Estaba comenzando a sentirse
ansioso.
—Se ve bien, para ser el un felino tan joven, tu vientre le está dando una
buena acogida a la cría— Encogiéndose de hombros, agrego—Sabes
que los machos como tú son raros, milagros tan escasos y apreciados
como los diamantes... El problema en esto es que debe tenerse mucho
cuidado con tu embarazo.
— Dígame la verdad — no pudo evitar lloriquear Gulf— ¿Le pasa algo a
mi bebé?
La mujer acaricio la mejilla del padre, tratando de tranquilizarlo.
— Quién me preocupa eres tú.
—¿Por qué? — Interrogo Gulf mientras veía lo que la doctora hacía con
su vientre.
La doctora acomodo la camiseta de manera que el joven padre quedara
cubierta.
— Tu embarazo va bien, pero me preocupa que estés tan bajo de peso,
las costillas se pueden ver claramente.
Gulf se sentó en la cama, recostando la espalda en las almohadas que
Emma le colocó para que se sintiera más cómodo.

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— Es que yo no sabía que estaba esperando a un cachorro. Durante las
mañanas tenía nauseas y la comida no me resultaba tentadora. Además
de que mi estado de ánimo no era el mejor...
La doctora le sonrió comprensiva, ya estaba informada de los
pormenores en la relación de la pareja mixta. En una manada era muy
poco lo que se podía mantener oculto, había muchos comentarios, unos
a favor y otros en contra.
—Ahora estas en casa— hablo Emma, dándole ánimos al padre — Mew
es un buen chico. Él cuidará bien de ti y de tus crías, puedes estar
seguro de eso. Tú de ahora en adelante tendrás que ocuparte de comer
bien, descansar a sus horas, dar caminatas que hagan circular la sangre
por tus venas, y sobre todo, dejar que te mimen.
El felino dentro de Gulf estaba complacido, la cría estaba bien y eso era
todo lo que le importaba, eso y saber donde estaba metida su pareja.
La semana de Gulf paso en lo que dura un suspiro. Ahora entendía la
insistencia de Emma de mantener al lobo puerta a fuera durante su
revisión. Aún sin escuchar los pormenores, Mew insistía en tenerlo
rodeado de algodones. A su suegro trato de morderlo dos veces cuando
armo un escándalo cuando lo descubrió tratando de salir de la casa por
la ventana. Estaba comenzando a hartarse de estar encerrado. Ahora
que estaba junto a su pareja se sentía mucho mejor de ánimo, aunque
sentía nauseas en la mañana y uno que otro mareo durante el día, por
regla general no se encontraba como un enfermo terminal o algo
parecido.
En la noche del viernes, se encontraba sentado a la mesa, cenando,
cuando comenzó a notar un ambiente tenso en la casa. El alfa le lanzaba
miradas interrogativas a su hijo, y este se encogía de hombros como
respuesta.
—Más les vale que comiencen a hablar— les aconsejó el felino mientras
lamia la cuchara con la que le dio el último bocado al delicioso pastel que
una de las hembras de la manada le había enviado.
—Mañana iremos de viaje— anuncio Mew concentrando toda su
atención en el vaso vacío junto a su plato.
—¿A dónde iremos? — pregunto Gulf. Odiaba que le dijeran las cosas a
la mera hora.

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El alfa decidió intervenir, no era muy bonito ver a su hijo tan preocupado.
— No quisimos inquietarte— trato de explicarse Suppasit — Tu padre no
se tomo muy a bien la noticia de tu acoplamiento con mi hijo.
Gulf miró uno y a otro, buscando alguna pista acerca de qué demonios
estaban hablando esos dos.
— Era de suponerse que ha papá no le gustara, de seguro ese tigre
chismoso le lleno el buche de piedritas.
—Es peor que eso— se decidió a hablar Mew. Tomando de la mano a su
amor, la apretó entre las suyas—. Tu padre nos denuncio ante el
Consejo de Cambia-Formas... Mañana debemos llevarte para que
atestigües que estas esperando a mi cachorro y qué estas acoplado
conmigo por tu propia voluntad... De negarnos, vendrán por ti a la fuerza.
—¡No! — grito Gulf, poniéndose de pie tan rápido que hizo que la pesada
silla se estrellara contra el piso—¡Prometiste que no dejarías que nos
separaran! — le reclamo a su pareja—ahora me dejaras solo otra vez.
Cuando estaba por salir corriendo del comedor, los brazos protectores de
Mew lo rodearon por los hombros, atrayendo el cuerpo tembloroso del
chico contra el suyo.
—No te abandonaré, aunque tenga que pasar sobre el consejo, yo te
conservaré.
La mirada decidida del lobo tranquilizó en algo a Gulf.
— ¿Y si ellos deciden que debo regresar con mi papá?
El alfa se puso de pie, rodeando la mesa llego hasta donde su yerno.
— Por ahora trataremos de arreglar esto a la buena, el hecho de que
estés preñado prueba que son pareja y eso es algo contra lo que nadie
puede luchar.
—¿Pero si aún así ellos...?— le dirigió una mirada suplicante a su
suegro.

CAPÍTULO 17.

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—Nadie te apartará de mi hijo—. Sentencio el Alfa— Mi manada es
fuerte, podemos hacerle frente a lo que venga.
Guld se sintió egoísta al escuchar las palabras de Suppasit, si se negaba
a ir, sabía todo lo que le ocurriría a la manada que le había dado tan
buena acogida. Cuando había paseado por el poblado había visto a
muchos cachorros jóvenes acompañados de sus protectoras madres, el
pensar en lo que podría ocurrirles si el Consejo los declaraba rebeldes,
hizo que su estomago se revolviera.
—Iré— hablo Gulf, luchando contra el temblor de su voz— Esta manada
es ahora mi manada. Haré todo lo que esté en mis manos para que
nadie salga lastimado, si puedo evitarlo.
Mew suspiro cansado, durante toda la semana temió a la reacción de su
gatito, pero una vez más el pequeño felino le demostraba que era fuerte,
que era la digna pareja de un alfa. Él también se sentía preocupado ante
lo que podría suceder, su lobo gruñía solo de pensar que un desconocido
se atreviera a revisar a su pareja y a su cría, pero tenía toda su fe puesta
en que el alfa de los gatos monteses entrara en razón sin llegar a esos
extremos. Era algo demasiado íntimo como para que fuera expuesto ante
todos, como si su pareja fuera alguna atracción de circo.
El Alfa se ofreció a recoger el desorden, dejando que Mew llevara a su
asustada pareja a la habitación que compartían desde hacía una
semana.
Apenas cerrar la puerta tras ellos, Mew abrazo el cuerpo más pequeño
contra el suyo.
— Te amo—susurro contra los labios entreabiertos de su gatito— No
dejaré que nadie nos separe.
Un beso siguió a otro, las manos grandes y fuertes del lobo eran suaves,
cuidadosas, al tocar a sucompañero. Mew había hecho traer ropa para
su amor, esa camisa que ahora vestía su pastelito lo hacía ver sexy.
Durante toda la cena, a pesar de los pensamientos deprimentes, lo tenía
loco el ver esa poca de piel pálida que se revelaba al haberse abiertos
dos de los botones. Metiendo las manos bajo la suave tela de seda
blanca, comenzó a pellizcar las tetillas que querían ser tocadas.

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—Te deseo— jadeo más que hablar Gulf, al sentir el mordisquito de Mew
bajo su oreja derecha— Necesito que me hagas el amor...quiero dormir
soñando contigo.
Mew lo complació, había descubierto que amaba lo exigente que era su
dulce pastelito en la cama. Toda esa piel suave color crema era suya,
solo tenía que descubrirla prenda a prenda. Despacio ambos se
desnudaron uno al otro, de pie se tocaron despertando hambres que no
podían ser saciadas en una sola noche. Suaves toques, insinuaciones
más que hechos concretos, Mew quería ver retorcerse a su amor.
—Eres tan hermoso— observó mientras acariciaba la espalda esbelta de
su gatito, hasta llegar a los montículos de su trasero— No veo la hora de
enterrarme aquí— acaricio la rosada y tentadora entrada de Gulf.
Las piernas de Gulf se negaron a sostenerlo, los brazos del lobo lo
mantuvieron de pie. Un beso caliente, labios, lengua y dientes, todo
mescandose para hacer arder a la joven pareja.
Mew levanto en brazos a su amante, llevándolo hasta la cama lo recostó
sobre el colchón. Con gran cuidado se colocó entre las piernas abiertas
de Gulf, besando palmo a palmo el pecho hasta llegar al ombligo, no se
detuvo hasta escuchar los ruiditos desesperados del felino.
Gulf se sostenía de los hombros de su pareja, mientras el lobo introducía
un dedo lubricado con una crema que la doctora les había traído como
obsequio de apareamiento. La sensación tan íntima, al sentir como su
entrada era violada ya no por un dedo, sino por tres, lo hacía gritar. Una
parte muy ínfima de su cerebro le decía que probablemente toda la
maldita aldea podía estarlo escuchando, pero para esas alturas poco le
importaba si estaban mirando por las ventanas. Necesitaba a su
compañero, y pronto.
El lobo se aseguró de tener a su pastelito listo para ser tomado, una vez
lo sintió lo suficientemente dilatado, lo penetro despacio. Amaba ver las
reacciones de su amante con cada centímetro de pene que le introducía,
sabía que era un pervertido morboso por excitarse así solo con ver a su
gatito tan entregado. Podría hacer un video de eso y se vendría solo con
mirarlo en su viejo televisor.
Entrando y saliendo, de un ritmo despacio pasaron a uno frenético. La
doctora le había dicho a Mew que el sexo le ayudaba a Gulf con su

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gestación, ya que los fluidos que se compartían ayudaban al balance
hormonal del padre gestante. Luego la mujer le dio un guiño travieso al
ruborizado lobo, para agregarle la cereza al pastel, le termino diciendo
que el sexo duro no le hacía daño al joven gatito, ya que en realidad,
para eso lo habían creado los dioses, ya que solo otro macho podría
soportar el ímpetu de Mew.
El lobo se entregó completamente a su labor. Ambos hombres jadeaban
mientras construían un orgasmo empuje a empuje. Gulf podía sentir el
pene duro de su pareja rosar las paredes de su ano, dándole justo en el
blanco a su punto dulce. El grito de los amantes anunció la corrida,
consecuencia del más delicioso placer que un mortal puede alcanzar
sobre la tierra.
Durante la noche Mew tomo por dos veces más a su joven compañero,
asegurándose de dejar al minino relajado, para que pudiera tener sueños
bonitos. El lobo sonrió socarrón al limpiar el semen que se escavaba del
bien usado culo del chico que ahora estaba profundamente dormido,
definitivamente eso de ser pareja era algo bueno. Su animal interno
estaba complacido, el pequeño gatito dormía en su cama, como debía de
ser. Cualquiera con olfato podía descubrir la esencia del lobo dentro y
fuera de su hombre.
Al llegar la mañana Mew fue el primero en despertar, encontrando entre
sus brazos a la razón de su vida muy bien acurrucado contra su pecho.
Con sumo cuidado salió de la cama, no sabía si antes del embarazo el
gatito tenía el sueño tan pesado, pero ahora lo divertía notar lo relajado
que este descansaba. Sin hacer ruido salió de la habitación, la matrona
le había explicado que un té y galletas saladas era lo mejor para que el
gatito no se enfermera en la mañana. En la cocina encontró a su padre
ya duchado, completamente vestido para su salida de hoy.
—¿Ya se despertó? — pregunto Suppasit mientras endulzaba su café.
—No— suspiro cansado el lobo más joven mientras trataba de acomodar
los mechones de su cabello negro, los que estaban un tanto aplastados
por las horas de sueño— Todavía duerme. Voy a prepararle un té, hoy
necesitará estar en la mejor de las condiciones...Tengo un mal
presentimiento de todo esto.
El alfa observó como su joven hijo ponía agua a hervir para prepararle el
desayuno a su pareja. Todavía no se creía del todo el que su hijo ahora

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fuera todo un hombre de familia, cuando hace un escaso mes era todo
un holgazán adolecente. Ahora el chico hacía planes para el futuro, se
levantaba temprano y hasta le preparaba el té al padre de su cachorro. El
cambio en la actitud de Mew lo hizo sonreír, llegado el momento, tenía la
seguridad de que la manada de lobos quedaría en buenas manos.
—El hombre es el padre de Gulf— trato Suppasit de darle un punto de
vista menos negativo a la situación— Estoy seguro que solo quiere
asegurarse de que su cachorro está aquí por su gusto. Una vez que
escuche de sus labios que es tu pareja, él se calmará.
El silbido de la cafetera comenzando a anunciar el hervor del agua,
llenando el tenso silencio de la cocina. Mew puso dos bolsitas de té de
manzanilla en una taza, luego vacio el agua caliente sobre esta.
—Eso espero, papá— se encogió de hombros el lobo más joven—. Un
padre no sometería a su hijo a semejante humillación solo por salir de
una maldita duda.
Suppasit se levantó de la mesa para alcanzarle a su hijo una bandeja
para que colocara allí la taza y el plato con galletas.
—Todo saldrá bien— lo animó el alfa— En unos días toda esta historia
no será más que una mala broma. Lo único que te pido es que no
demuestres tus dudas delante de Gulf, sabes que por su embarazo el se
estresa muy fácilmente.
—La doctora me lo dijo— hablo Mew antes de salir de la cocina—Un
embarazo masculino es más complicado que uno de una hembra. Sólo
espero que el viaje no le haga daño.
Con la práctica que le había dado una semana de hacer malabares con
el desayuno de Gulf, Mew abrió con una mano la puerta de la habitación
que compartían mientras con la otra sostenía la bandeja.
—¡Buenos días! — saludo el lobo a su joven amante que lo observaba
desde el fondo de las mantas.
El gatito aparto su nido caliente, dejando que su pareja observara toda su
piel desnuda, estirándose como todo un felino mimado se acostó boca
abajo, dándole una maravillosa vista de su trasero respingón al pobre
Mew que luchaba por no dejar caer la bandeja con el desayuno.

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—¡Buenos días, amor! — le sonrió con travesura Gulf a su desprevenido
compañero— Creía que te habías ido sin mí.
Respirando profundo Mew logró controlar a su lobo interno, poniendo el
desayuno sobre la pequeña mesa junto a la cama, logro quedar con las
manos libres.
—¡Ahh! — Se quejo Gulf al sentir una palmada en los globos carnosos
de su trasero— ¡Eso dolió!
La carcajada de Mew hizo que el felino se sentara, dedicándole una
mirada asesina al hombre más alto que lo observaba con una ceja
levantada.
—No es gracioso— se cruzó de brazos el gatito— Me va a quedar la
marca de tu mano.
—Esa es la idea, amor— se sentó junto a su amante, robándole un beso
—. Te ves tan lindo en la mañana.
Gulf achino los ojos, no se creía mucho ese comentario.
—Tú lo que quieres es entrar en mis pantalones—diciendo esos lucho
por acomodarse los risos que señalaban a todas partes.
—No trates de hacer que entre en una parte más divertida que tus
pantalones—. Dedicándole un guiño travieso al sonrojado gatito, le
ofreció la bandeja con el desayuno— Ahora debes comer, esto te ayuda
con las náuseas, después de que tomes una ducha, te daré algo más
consistente.
Cuando eran las diez de la mañana, todo estaba listo para el viaje que
les llevaría un día y medio en auto. Según los planes, estarían en el lugar
de reunión del consejo con el suficiente tiempo para que el felino se
duchara y tomara una larga siesta antes de acudir al llamado de los
ancianos.
En cuestión de una hora dos SUV estuvieron fuera del territorio de la
manada, llevando consigo al Alfa, a su hijo y a la pareja de este, además
de cuatro centinelas. Estos eran tiempos de supuesta paz, así que llevar
más escolta que esa, podía tomarse como una muestra de rebeldía por
parte de los lobos. Las luchas entre alfas había sido encarnizadas,
instintos animales mezclados con malicia humana, eso nunca era una

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buena combinación, ahora que por fin habían alcanzado la paz, esta era
apreciada hasta el punto de que casi era toda una religión en sí misma.

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CAPÍTULO 18.

Al llegar la noche durmieron en un hotel de camino, más por cuidado a


Gulf, que por cansancio de los lobos. Era una suerte que el Alfa, al haber
sido padre, sabía que no era lo mismo viajar con una pareja en espera,
que con otra persona, así que había calculado los tiempos tomando en
cuenta que al chico le daban ganas de ir al baño, las paradas para comer
y los descansos ante los mareos del joven padre gestante.
Gulf protestaba por los constantes cuidados de su suegro y su
compañero, eran todas unas mamás gallinas. En una o dos ocasiones
Gulf había visto las disimuladas risas de los cuatro centinelas que los
acompañaban. Las risas pasaron a carcajadas al ver el lamentable
cuadro que hacían dos lobos grandes tratando de hacer entrar en razón
a un muy enojado gatito, cuando en su forma animal Gulf se escondió
bajo una cama. Todo sea por escapar de los asfixiantes cuidados que
esospulgosos le daban.
—Ven, amor— le rogo por enésima vez Mew— No puedes quedarte toda
la noche allí abajo.
Al tratar de meter la mano para sacarlo de allí, el felino había mordido a
Mew, el chico no saldría de debajo de la cama hasta que le diera la gana.
—¿Si te prometo llevarte al restaurante y dejar que pidas lo que quieras,
saldrás de allí? — Uso su última carta el lobo.
Gulf se tomo su tiempo para pensarlo, la oferta no es escuchaba tan
mala. Salir y estirar las piernas, además de lograr una buena comida, era
suficiente para él, por ahora. Con la pancita contra el piso, se arrastro
hasta salir del incomodo espacio bajo la cama. No hubo terminado de
sacar la mitad del cuerpo cuando sintió los brazos de su amor envolverlo,
levantándolo en brazos.
—¿Por qué demonios los dioses te hicieron tan malcriado? — Fue más
una protesta que una pregunta. Tomando al gatito apretó con cuidado el
pequeño cuerpito peludo contra su pecho— ¡Lo peor de todo es que te
amo!

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Todo enfado o molestia que en algún momento pudo sentir Gulf, se borro
mientras su corazón se derretía como mantequilla. Era desconcertante
como ese gran lobo podía reducirlo a un charco de miel con solo
susurrarle cosas tan lindas contra su oreja. Él se sentía indefenso contra
Mew, amaba de todo corazón a ese chico terco que jamás se daba por
vencido.
El restaurante de carretera no era gran cosa, pero las hamburguesas
estaban buenas y las papas fritas estaban pasables, o al menos eso
pensó Mew antes de ver como su pareja devoraba todo en su plato como
si se tratara de una manjar digno de los dioses. El felino en su forma de
hombre era apenas de uno metro setenta de altura, contextura delgada,
pero las apariencias engañaban, era más grande por dentro que por
fuera. Cuando no sufría las molestias del embarazo, comía como tres
osos antes de invernar.
—¿Qué me ves? — pregunto Gulf mientras se chupaba la salsa de los
dedos.
Mew sentía que cada pasada de lengua se lo daba a su pene en lugar de
a los dedos, estaba duro, transpiraba, estaba a punto de tomar a su
pareja y llevárselo hasta la habitación del hotel para follárselo sobre la
primer superficie plana que encontrara.
—¿Lo haces a propositico?— gimió el lobo apretando su pene bajo el
mantel de la mesa.
La sonrisa en la cara del felino no tenía nada de inocente.
— No puedo creer que me creas capaz de algo como eso— le guiño un
ojo mientras sorbía con la pajilla el contenido de su vaso— Sí por mi
fuera me metería bajo la mesa para sorber eso que tienes allí escondido.
El lobo por poco y se ahoga con el bocado de pollo que estaba
intentando tragar en ese momento.
—Vas a matarme— protesto mientras trataba de calmar la tos.
—No— se encogió de hombros Guif mientras observaba a los otros
comensales que había en el pequeño establecimiento— Solo quiero que
me folles... Nunca lo he hecho en un hotel de carretera.
Varios billetes fueron tirados sobre la mesa como pago por la comida,
justo antes de que el pequeño gatito fuera arrastrado hasta las afueras

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del restaurante. Apenas llegan al estacionamiento, Mew aprovecho que
la SUV los cubría de los curiosos que salían, empujando a Gulf contra el
vehículo, beso al pequeño hombre con todo lo que tenía para dar.
—Te deseo, ahora—. Anuncio Mew mientras bajaba los pantalones de su
amante— Hoy será el día en que sabremos qué es hacerlo en el
estacionamiento.
—Nos descubrirán— trato de protestar Gulf mientras dejaba que Mew le
bajara el cierre del pantalón.
—Si te mantienes calladito nadie sabrá lo que hacemos aquí— bajo los
pantalones hasta las rodillas del felino— Ahora dóblate y recuéstate en el
asiento— ordeno mientras abría la puerta de atrás de la SUV.
En lo que dura un latido Gulf se encontró con la espalda contra el asiento
de atrás, el culo prácticamente en el aire, sostenido por los brazos
fuertes de su pareja. El hombre más alto lo beso metiendo la lengua en
la boca del felino sin ningúna delicadeza, era un animal listo para
devorarse a su pequeña presa. En respuesta Gulf abrió más las piernas
tratando de sentir lo más cerca que podía el cuerpo grande que lo
retenía.
El beso se interrumpía apenas el tiempo suficiente para respirar.
—Necesitamos lubricante— aconsejo el felino.
El lobo saco un pequeño paquete que traía en la bolsa de atrás del
pantalón. Tomando un poco del líquido trasparente comenzó a preparar
la entrada de Gulf, cuando tuvo tres dedos dentro, se dispuso a meter el
pene. Al diablo con los juegos previos, el lobo quería enterrarse hasta las
bolas dentro de esa entrada apretada.
Un grito ahogado escapo de la descarada pareja recién emparejada, Gulf
recibió a su hombre enredando las piernas en la cintura estrecha,
luchando por que este se metiera a un más dentro. El sexo no duraría
mucho, la excitación de los chicos, el miedo al ser descubiertos, la
incertidumbre de lo que vendría en la reunión con el Consejo, todo los
llevaba en un camino desenfrenado de mucho entrar y salir.
Para callar su grito al sentir la llegada del orgasmo, mordió el hombro
musculoso de Mew, el lobo hizo lo mismo, renovando nuevamente sus
votos como pareja enlazada. Dos estocadas salvajes y el lobo se vació

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en la entrada estrecha de su amante, Gulf ensució la camisa de Mew al
venirse con tanta fuerza que pensó se desmayaría.
Dándose unos minutos para recuperar la respiración, el lobo fue el
primero en incorporarse. Tomando unas toallas húmedas que había en la
guantera, limpio a Gulf y luego lo hizo consigo mismo.
—Contigo siempre me siento como si fuera luna llena— jadeo más que
hablar, Gulf.
—Yo también me siento así— estuvo de acuerdo Mew mientras
acomodaba el pantalón de su gatito.
Compartiendo un último beso entraron en la SUV, listos para reunirse
con los demás en el hotel.
Si alguno de los lobos olfateo el fuerte olor a sexo en los chicos, se hizo
el desentendido. Más que agradecido un avergonzado Gulf corrió al
baño. A Mew le gustaba ese contraste de su amor, por lo general era
tímido, pero cuando se le calentaban las hormonas era una puta en toda
regla. Suerte que fuera solo suyo, él sería el único que sabría de ese
aspecto del carácter de su pareja.
Por más que Gulf insistió en lograr más de una follada esa noche, Mew lo
hizo dormir. El día siguiente sería duro, solo los dioses sabían que
pasaría en esa maldita reunión. La mañana llego demasiado pronto, para
el gusto del cansado gatito, por más que intentara hacerse el valiente,
sabía que el embarazo le quitaba mucha de su acostumbraba energía.
El resto del viaje fue tranquilo, poco después del medio día ya habían
llegado a su destino, todo gracias a que los lobos conducían justo al
límite de velocidad, sus reflejos sobre humanos no hacían posible un
accidente.
Las instalaciones del Consejo estaban en lo que parecía una vieja
fábrica, por fuera parecía como si en cualquier momento fuera a venirse
encima de los visitantes. Las SUV fueron estacionadas fuera del viejo
edifico, allí ya habían unos cincuenta automóviles de todas las clases
acomodados en filas ordenadas.
El Alfa Suppasit fue el primero en bajar, seguido de él, lo hicieron los
centinelas, luego de que se aseguraron de que no hubiera ningún
problema, le toco el turno a Mew de bajar junto con su pareja preñada.

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Gulf nunca había estado en una de esas reuniones, era uno de los hijos
menores del Alfa Kanawut, no había necesidad de que asistiera. Unos
tipos grandes, osos, según le advirtió su felino interno a Gulf, estaban
franqueando la puerta de entrada del edificio.
Las pesadas puertas de metal se abrieron, dejando pasar a la comitiva
de lobos. Habían llegado apenas con el tiempo contado para estar
puntualmente a la reunión, no tenían ningún interés en permanecer allí
más del tiempo requerido. Gulf sentía que el aire no podía llenar sus
pulmones, usualmente era un gatito valiente, pero la sola idea de que
pudieran separarlo de su pareja era algo demasiado terrible para poder
asumirlo.
Los brazos de Mew le recordaron al felino que no estaba sólo, su nueva
familia respondería por él, además contaba con que su padre entrara en
razón al ver lo feliz que era con su lobo. Tratando de pensar en otra
cosa, el felino comenzó a estudiar el sitio, por fuera no se veía muy
prometedor, pero por dentro era una historia distinta. El espacio era
enorme, las paredes sin ventanas, todo reforzado con placas de acero, la
iluminación constaba de grandes lámparas industriales colgando del
techo.
Si la frialdad del lugar no era suficiente para ponerlo de los nervios, el
que estuviera lleno de cambia formas de distintas especies era la cereza
del pastel. Los especímenes más grandes de las distintas clases se
encontraban allí, al ver entrar a los lobos con el hombre gestante, todos
detuvieron las conversaciones. En respuesta Gulf se apretó contra el
pecho de Mew, escondiendo el vientre plano de las miradas curiosas.
Sus instintos animales gritaban que debía correr, salir de allí, había
demasiadas criaturas poderosas que podían dañar a su cachorro no
nato.
—Calma, amor— le dio un beso Mew en la frente—. Sólo tardaremos un
momento y luego podremos irnos.
Gulf asintió con un leve movimiento de cabeza, tenía miedo, pero
confiaba en Mew. Disfrutando de la protección de su pareja, el felino se
dejo guiar entre la multitud que lo observaba curioso. Cubriendo su
vientre plano con el abrigo trato de proteger a su cachorro de los
extraños.

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Los demás representantes se acomodaron en un semicírculo, de frente a
la plataforma donde se encontraban sentados un anciano de cada raza
de cambia formas existentes. Al lado derecho Gulf descubrió a su padre,
acompañado de su madre y de cinco centinelas, los gatos más grandes
de la manada. La primera mirada que le dio a su padre, le hizo ver que el
hombre estaba cabreado, realmente cabreado.
Mew debió de sentir el aumento en la tención del cuerpo del felino,
porque lo rodeo con sus brazos por los hombros, dándole una sensación
de confort. El Consejo llamó al Alfa Kanawut para que expusiera su
denuncia, todo paso como en un sueño para Gulf. Su padre hablaba de
un secuestro, de una violación, hasta menciono el contrato con el Alfa
Yibo de los tigres, el cual fue roto por la terquedad de los lobos.
Una vez terminada la denuncia de la parte ofendida, le llego el turno al
Alfa Suppasit de defender el emparejamiento de su hijo con el felino,
aduciendo que había sido la decisión de los dioses el hecho de que los
chicos se emparejaran. Hasta Mew tuvo que desestimar las acusaciones
del Alfa Kanawut, diciendo que nada fue planeado, que las cosas
ocurrieron de una manera natural.
Gulf estaba a punto de entrar en pánico cuando el Consejo lo llamó a
declarar.
— Él es mi pareja—, hablo Gulf con voz firme, aunque por dentro
temblaba como una hoja—Prueba de ello es que estoy esperando a un
cachorro suyo— al ver las miradas curiosas sobre su vientre, se sintió
violado, cubriendo el lugar donde su bebé crecía con el abrigo, logró
continuar—. Amo al compañero que los dioses me dieron, el no tomo
nada que yo no le entregara voluntariamente.
El silencio se volvió tan denso que bien y se podía cortar con un cuchillo
lo suficientemente filoso.
—¡¡¡Mentira!!! — Se escucho la voz del Alfa Kanawut — Mi hijo solo está
asustado de ese lobo que lo aparto de su verdadera familia... Mi hijo no
puede estar esperando un cachorro de un lobo, va en contra de la
naturaleza misma de las razas.
Gruñidos de apoyo se escucharon por todo la sala de reuniones, al
parecer la gran mayoría compartía la opinión del Alfa de los Gatos
Monteses.

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El más anciano de los miembros del Consejo se puso de pie.
— ¿Entonces exiges una prueba de ello? — se escucho la voz firme del
hombre que miraba fijamente al Alfa Kanawut.
Gulf se dio la vuelta y trato de correr hacia donde estaba su pareja, pero
unas manos grandes lo detuvieron. Mew al ver como su pequeño gatito
forcejeaba para liberarse de los cambia formas osos que lo retenían, se
transformó a su forma de lobo, listo para defender a su pareja. El
Consejo llamó a los guardias, se necesito de doce grandes osos para
lograr retener al lobo y a su padre el Alfa Suppasit, por desgracia los
centinelas que les acompañaban fueron más fácilmente detenidos.
El Alfa de los lobos y su hijo fueron atados con cadenas que tenían un
encantamiento que las hacía casi irrompibles. Gulf lloraba tratando de
liberarse del enorme hombre que lo retenía por los brazos, impidiéndole
poder escapar. Una vez recuperado el orden en la sala, le llegó la hora al
Alfa Kanawut de dar su respuesta.
—Exijo la prueba—, hablo el alfa sin dejar de mirar al lobo que se decía
pareja de su hijo— Estoy seguro que mi hijo no espera ningún cachorro.
—¡Papá— se escuchó el grito del joven felino—No hagas esto! ... Estoy
esperando a tu nieto, no nos rebajes a este circo. Ellos le harán daño al
bebé... ¡Papá!...¡Papá!
Los gritos y ruegos del felino cayeron en oídos sordos. Una mesa médica
fue traída justo en el medio de la sala, la revisión sería hecha como la ley
lo estipulada. Los miembros del Consejo observarían como esta sería
llevada a cabo y los asistentes serían los testigos que garantizarían la
veracidad del proceso. Un médico, de una raza de cambia formas que no
tenía relación con las partes litigantes, un halcón, fue el llamado para
realizar el procedimiento.

CAPÍTULO 19.

—¡Papá! — gritaba Gulf—No hagas esto. No dejes que me toquen.


¡Créeme, papá!... Estoy esperando una cría, no dejes que nos lastimen.

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El lobo alfa y su hijo aullaban tratando de liberarse de las cadenas que
los retenían, los animales sabían que si el gatito era expuesto, los
instintos le dirían que debía salvar al cachorro ante los desconocidos.
El estrés podía causar un aborto.
El médico de los halcones, un hombre alto, de aspecto desagradable y
mirada desinteresada, pidió que el paciente fuera atado a la cama, dos
cambia formas osos tuvieron que luchar contra el furioso gatito para
lograr hacerlo.
Nuevamente el anciano se puso de pie, la inteligencia del zorro reflejada
en los ojos cafés. El cabello canoso y el cuerpo ligeramente encorvado
delataban los muchos años del miembro más antiguo del Consejo.
— Te pregunto nuevamente, Alfa Kanawut ¿estás dispuesto a continuar
con esto para probar que tu hijo no es la pareja del lobo Mew, hijo del
Alfa Suppasit, de los lobos?
—Continúen— fue la simple respuesta del padre del gatito.
En ese momento la parte humana de Gulf perdió toda esperanza,
dejando libre a la naturaleza felina, que estaba dispuesta a hacer lo que
fuera para defender a su cachorro no nacido. Las cadenas que lo
retenían contra la cama le impidieron la transformación.
El viejo zorro miró largamente al Alfa Kanawut.
— Si te equivocas, esto que estamos haciendo puede dañar al cachorro,
que de existir, sería tu nieto—. Al ver que el gato testarudo no daba el
brazo a torcer, autorizo al médico de los halcones para continuar con la
revisión.
El médico aparto cuidadosamente el abrigo con el que el gatito había
tratado de mantener a salvo su vientre de los curiosos, luego de levanto
la camiseta, dejando la piel color crema desnuda.
Gulf chillo, pero la mordaza que le había puesto en la boca para no
desconcentrar al médico, le impidió hacer cualquier escándalo. Tirando
de las manos y piernas trato de liberarse de las cadenas que lo retenían
contra la mesa. El halcón estaba demasiado cerca de su cachorro, sin
importar que las muñecas y los tobillos sangraran, no dejo de luchar
hasta que los osos lo retuvieron para evitar que se hiciera más daño.

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El médico se concentró en su trabajo, las manos frías sobre el vientre del
gatito. Apretando busco la pequeña hinchazón que formaba el útero,
donde se albergaba la nueva vida. Gulf se sacudió al sentir el taco
desconocido contra su piel, ahora era tan distinto a cuando Emma los
había revisado, sintió asco, miedo, furia, todo junto en una sensación que
hicieron que Gulf luchara con todas sus fuerzas para defenderse.
—No dejen que se mueva— ordeno el halcón, saliendo de su estado
concentrado. Arrugando el ceño,—Necesito sentir el útero, de estar
preñado de hace un mes, aún es pequeño y podría lastimarlo fácilmente.
Para lograr palpar correctamente, el médico tuvo que hundir las manos
en la superficie plana, luchando por no ejercer demasiada presión. Justo
cuando lograba delimitar el área donde estaba anidado el cachorro, uno
de los osos descuido el agarre, dejando al gatito lo suficientemente libre
como para levantar la panza, causando que el halcón lastimara el
delicado capullo que albergaba la nueva vida.
El dolor fue tan intenso que Gulf sintió que moriría allí mismo, sobre la
camilla, a la vista de todos los ojos crueles que lo habían visto luchar sin
mover un solo dedo para defenderlo. Desmayándose se dejó de caer sin
fuerzas sobre la cama, ya no lucharía más contra sus captores.
La señora Kanawut, que hasta ahora había sido retenida por su marido,
impidiendo que pudiera ayudar a su cachorro, se dejó llevar por un llanto
silencioso.
Todo el bullicio paro de pronto, la calma después de una terrible
tormenta. Los lobos encadenados que habían luchado contra las
restricciones, tenían un charco formado con su propia sangre sobre las
losas blancas del piso, ahora observaban atónitos la terrible escena.
El médico dio un paso atrás, alejándose de la camilla, dirigiéndose al
Consejo, declaro.
— El Gato Montés Gulf, hijo del Alfa Kanawut tiene más o menos un mes
de gestación. Por el tamaño del útero puedo puntualizar que bien podría
tener gemelos o un solo cachorro de un tamaño grande. La energía que
despide la nueva vida me dice que es, o son, los hijos de un Alfa.
El médico fue sacado de la sala antes de liberar a los lobos, ya que era
normal que los animales despedazaran al causante del daño a una
pareja.

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Regresando a su forma humana, el Alfa Suppasit y su hijo tomaron el
desmayado cuerpo del gatito, cubriéndolo con una manta.
—Hoy el Consejo de Cambia formas reconoce el emparejamiento entre
Gulf de la raza de los Gatos Monteses y Mew de la raza de los lobos.
Dejando claro que el Alfa Kanawut ya no tiene ninguna autoridad sobre
su hijo, el que ahora pertenece a la manada de los lobos.
Los lobos ni siquiera se detuvieron a terminar de escuchar el veredicto,
por ellos todos se podían ir a la mierda.
Cuando Gulf despertó estaba en brazos de su pareja, sin poderlo evitar
comenzó a llorar desconsoladamente.
—¿Dónde estamos? — pregunto el felino cuando volvió a despertar, aún
escondido bajo las mantas.
—En el hotel donde nos quedamos antes— le respondió abrazando al
felino, que descansaba sobre el regazo de lobo.
—¿Y mi cachorro? — Dejo salir un gemido lastimero el gatito— Ese
hombre me lastimo, me dolió tango...
—Calma, amor— lo tranquilizo Mew— Papá llamo a casa, Emma viajo
hasta aquí para revisarte.
—He dormido mucho tiempo— trato de enderezarse Gulf, por supuesto,
Mew se lo impidió.
—Me asustaste— lágrimas gruesas resbalaban por las cinceladas
mejillas del joven lobo— Te juro que no pude respirar tranquilo hasta que
Emma me dijo que el cachorro y tu estaban bien... Siento tanto no haber
podido evitar todo esto.
Gulf se incorporó, sentándose pudo mirar a los ojos dorados que lo
miraban llenos de culpabilidad.
— Mi propio padre causo esto, no tú, no yo... Quizás algún día lo
perdone, pero no será hoy ni mañana.
—¡Te amo! — Pudo decir Mew cuando logró controlar sus lágrimas—Si
te pierdo te juro que no viviré un día más después de ti.— La risa clara
del gatito desconcertó al lobo. — ¿Qué es tan gracioso?

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—Tú— se encogió de hombros como el malcriado que era— De seguro
no terminan de enterrarme cuando ya andas con la cola al viento
buscando un culo para joder... ¡Eres un lobo calentón!
Después de recuperarse de la sorpresa inicial, Mew logro defenderse.
— Y tú eres un culo malagradecido...
—Ya eso me lo dijiste cuando nos conocimos— se burló el gatito dándole
un beso robado a su amante— Trata de ser más imaginativo.

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CAPÍTULO 20.

—¡No me jodan! — Grito Gulf dándole un golpe a la tierra con su pie


desnudo — Tienen diez segundos para decirme dónde diablos esta Mew.
Los cuatro hombres miraban con ojos abiertos a la lindo chico de metro
setenta, ojos color miel al cielo despejado, y cabello castaño, de no ser
por el vientre redondito de nueve meses, cualquiera abría apostado que
era uno chico súper tierno y que no rompía ningún plato. La mayoría de
los machos en la manada pensaban eso hasta que lo veían cabreado.
—No sabemos donde esta— se atrevió a responder Earth. Era un
hombre de metro ochenta y cinco de alto con musculatura de boxeador
peso completo, al igual que los otros tres guerreros de la manada que
temblaban bajo la mirada del gatito.
—El dijo que vendría a la tienda de la aldea a traerme unas fresas y no
regreso— el pucherito le arranco un suspiro involuntario a los terribles
guerreros— Yo de verdad quería probar unas cuantas.
—Nosotros lo buscaremos—, se ofreció Pit, aún a pesar de que
acababan de llegar de su vigilancia nocturna—. Regrese a la cabaña.
La sonrisa del gatito ilumino la mañana de los feroces guerreros. En la
manada todos preferían buscar al joven felino para hablar de cosas que
harían que el Alfa pateara sus culos. Cuando Gulf era quién daba las
noticias, tanto Mew como Suppasit se tomaban las cosas con bastante
más calma.
Gulf suspiro, tal vez lo mejor sería dejar el trabajo de búsqueda para los
lobos, él ahora se sentía demasiado pesado para andar rastreando a su
pareja fugitiva. Pateando las hojas secas que tapizaban el camino de
grava, comenzó a caminar rumbo la acogedora cabaña que compartía
con Mew.
La brisa fresca del otoño mecía las ramas de los grandes árboles que
flanqueaban el camino, dejando caer sobre Gulf las hojas, como si se
tratara de nieve dorada. Respirando profundo lleno sus pulmones
comprimidos con el aire puro de la mañana. Por lo visto sus cachorros
también se sentían con ánimos para jugar, ya que comenzaron a patear
desde dentro a su padre sin ninguna contemplación.

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—Calma, niños— trato hacer entrar en razón a las crías no nacidas—
Dejen de patear a papi. Necesitamos regresar a la cabaña, tal vez papá
ya está allí con las deliciosas fresas.
Desde el día anterior no quería más que comer frutas y beber agua. La
comida le caía pesada o definitivamente no le apetecía. Al sentir que las
crías dejaban de jugar a la pelota con sus riñones, continuo con su
caminata matutina.
Tardando tres veces el tiempo normal que le llevaría en llegar a la
cabaña, alcanzo su meta. Sentándose con cuidado en la banca que
tenían en el porche, suspiro cansado. A veces todo era demasiado para
él. Apenas si había llegado a la mayoría de edad y ya estaba emparejado
y con crías en camino, porque su lobo fanfarrón no podía hacer nada
más que preñarlo con gemelos.
Secándose unas gotas que se le resbalaron por las mejillas, se dio
cuenta de que estaba llorando. Bien era cierto que era feliz, muy feliz al
lado de su pareja, pero la herida en su corazón sangraba de vez en
cuando. Ya habían pasado ocho meses desde que su padre lo sometiera
a la prueba ante el Consejo para saber si estaba esperando bebé,
todavía le daba escalofrío recordar como palparon su vientre, como
estrujaron a sus cachorros sólo para comprobar algo que él había gritado
que era verdad. En las noches a veces despertaba llorando como un
cachorro, de no ser por los mimos de Mew, estaba seguro no podría
volver a conciliar el sueño nunca más.
El bosque era hermoso, desde el porche tenía una gran vista del lago
rodeado por frondosos árboles, ahora pintados de dorado, como si un
artista invisible se hubiera tomado el tiempo para alegrarle la vista a los
mortales. La brisa fresca levantaba la hojarasca que cubría el patio frente
a la cabaña, llenando con sonidos musicales el ambiente. Cuando Gulf
estaba afuera, se sentía solo, aunque esa sensación duraba poco, ya
que siempre algún miembro de la manada llegaba con la excusa de
"pasaba por aquí", o la que más le gustaba a Gulf: "traje algo para que
meriendes".
Los cachorros en su vientre dejaron de moverse, al parecer se quedaron
dormiditos, Gulf estaba seguro que esos pequeños revoltosos pondrían
la manada de cabeza apenas nacer, empezando por su pobre abuelo
que ya se soñaba malcriando a sus nietos.

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Gulf bostezo, la banca cubierta de cojines era muy cómoda, recostando
la cabeza se acomodó para descansar un ratito. Las imágenes
regresaron, resbalando lentamente hasta invadir el sueño tranquilo del
gatito. Otra vez estaba acostado sobre la camilla médica, las manos
duras del médico estrujando su vientre, el miedo insano impidiéndole
respirar.
—Amor—, una voz susurró en su oreja— Despierta... ¡Es solo un sueño!
—El felino abrió los ojos, sus hermosos iris color miel anegados en agua,
sentándose de golpe se abrazó al cuerpo tibio que lo envolvía— ¡Estoy
aquí contigo! — Las palabras consoladoras acompañadas con el
contante golpeteo del corazón de Mew, hicieron que poco a poco la
respiración de Gulf regresara a la normalidad.
—Estoy bien— sonrió sin mucho éxito el gatito—Yo siempre estoy bien.
Soy un gatito feroz... ya sabes...
—Lo sé corazón, eres una fiera—estuvo de acuerdo Mew—. ¿Te había
dicho cuanto amo a mi gatito? Esta vez la sonrisa de Gulf fue genuina.
— Lo dices solo para meterte en mis pantalones, eres un perro caliente,
eso es lo que eres. Ya me tienes pareciendo una pelota y no te
conformas.
—La verdad es que no— mordió la oreja del felino, sólo para recalcar—
Eres demasiado rico para ser comida de una sola vez.
Ya más repuesto de la pesadilla, Gulf se puso de pie, no logrando salvar
su trasero, el que sufrió por un cruel pellizco de parte de su golosa
pareja.
—¡Hey! —Gritó golpeando la atrevida mano— Deja de maltratar la
mercancía.
—No maltrato la mercancía— se encogió de hombros, pareciendo todo
un decente esposo allí sentadito en el corredor de su casa— Yo solo
compruebo que ese culo sigue igual de bueno que la última vez que lo
use.
Gulf podía ser el orgulloso padre gestante de gemelos, pero eso no lo
hacía un descarado, prueba de ello era el color rojo que teñían sus
mejillas. Al no lograr articular palabra le dio un golpe certero en la frente
con el almohadón más cercano.

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—¡Estúpido!...¡Descarado! — hablo entre dientes— Alguien pudo
escucharte.
Mew amaba a ese gatito contradictorio, tímido como un bebé mimado
pero atrevido y sexy si se calentaba lo suficiente, cosa que no era muy
difícil de llevar hasta ese punto.
—Deja que todos me envidien—, se puso de pie el lobo, sus ojos
dorados parecían dos ascuas— Tengo la pareja más sexy de toda la
manada.
El gatito conocía esa mirada, fue precisamente la que lo tenía de nueve
meses. Cuando estaba a medio periodo de gestación, pensó que el lobo
le dejaría de meter mano cuando pareciera una gran calabaza, que
equivocado estuvo, ese lobo calentón se lo follaba a la primera
oportunidad que tenía. La excusa era que tenía que renovar su marca de
olor.
—¿Se puede saber para dónde vas? —El tono dulce no engaño a Gulf,
ni siquiera un poco.
—Lejos— respondió dando otro paso a tras— Todo lo lejos que pueda—.
Al ver que el lobo seguía caminando hacia él, dio la vuelta y entro a la
cabaña.
Una mala idea, viéndolo en perspectiva. A los lobos les encantaba la
cacería, correr solo lo ponía más caliente, y si la pareja estaba preñada o
no, eso no les importaba una mierda.
Cuando el lobo entro a la cabaña, ya tenía los pantalones en el suelo y la
camiseta en la mano. Gulf odiaba a las malditas hormonas, por más que
lo negara, siempre estaba caliente. El ver a su enorme pareja desnudo
cerrando la puerta, ya totalmente dispuesto, no ayudo para nada.
—¿Qué estás haciendo? — Balbuceo mirando el pene erecto de su
pareja— Estoy por parir y tú me sales con eso...—Tratando de ganar
tiempo recordó el asunto de las fresas— ¿Dónde diablos te metiste?...
Se supone que estabas comprando mis fresas...
Mew simplemente sonrió.
—Primero me das tu cereza y después yo te doy tus fresas.
—Eres un... un...— trato de replicar Gulf, lástima que unos labios
hambrientos tomaran posesión de los suyos.

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Mew amaba a su gatito, amaba verlo redondito, ya que eso le gritaba a
todos que ese chico sexy era tan suyo que llevaba a sus hijos dentro.
Quizás era algo ruin pensar así, pero a Mew con toda su naturaleza de
alfa no era precisamente el chico más sensible del mundo.
—¡Voy a joderte, gatito!— aclaro el lobo mientras lamia el cuello de su
presa— Voy a hacerte recordar cómo fue que te metí esos cachorros
dentro.
A Gulf le hubiera gustado golpear al pulgoso por ser un corriente y
vulgar, pero por desgracia su parte más salvaje le dijo que las palabras
de Mew solo lo excitaban hasta hacerlo suplicar.
—¡Sí, soy tuyo! —Gimió al sentir como la tela de su camisa bajaba por
sus brazos, para caer suavemente al piso— ¡Maldito perro, jódeme y
deja de estar haciendo promesas!
Mew sonrió sabiendo que ya su gatito estaba en su punto, levantándolo
en brazos lo llevo hasta el dormitorio, si el gatito quería sus fresas, el
primero le daría de su fresa.
—¡Te amo! — Declaro poniendo a su pequeña pareja sobre la cama.
—De verdad que eres un descarado— le dedico un guiño el felino—
Suerte para ti que tengo ganas.
— Tú siempre tienes ganas— le dio un beso ligero en la punta de la nariz
respingona—Sólo recuerda que yo soy el único autorizado para
quitártelas.
De un jalón Mew le quito los pantalones a su pequeña pareja, dándose el
gusto se quedó allí, de pie, observando el pecho lampiño, el vientre
redondito, las piernas largas y torneadas, el sexo que ya estaba en alerta
y pidiendo atenciones. Un gruñido lobuno salió de lo profundo del pecho
de Mew, su parte salvaje observando a través de los ojos dorados.
Hombre y lobo, tomando posesión de su pareja, una pareja preñada de
sus cachorros.
Un aullido rompió la paz de la mañana, el lobo alfa avisaba a todos que
el que se atreviera a interrumpirlo en ese preciso momento, era
oficialmente, un muerto.
El gatito en Gulf comenzó a ronronear, acostándose de lado se colocó en
posición de recibir. Mew se tomó su tiempo besando y torturando la

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espalda esbelta de su amor, mordiendo el culo redondito, acariciando el
vientre donde vivían sus hijos. En lo que estuvo seguro que Gulf ya
estaba en el punto de crema, justo donde lo quería.
—Te necesito— hablo entre ruiditos Gulf.
Mew no pudo menos que ceder ante los ojos miel que lo miraban
deseosos. Cuando ya estuvo metido a medio camino dentro del felino,
decidió que era el momento para darle la noticia a su rencorosa pareja.
— Tú padre vendrá a visitarnos hoy en la noche.
Al ver que el felino se enderezaba, Mew se terminó de meter hasta las
bolas, tocando el punto exacto donde Gulf perdía todo el decoro. Por
experiencia sabía que, si hacía bien su trabajo de entrar y salir,
posiblemente el gatito cediera con cierta facilidad.
Las palabras del lobo se perdieron en alguna parte del celebro de Gulf,
dos puestos a bajo de la hora de la cena y tres arriba del recuerdo de su
sabor favorito de helado. A quien se le ocurría dar esas noticias justo
cuando estaba a unos cuantos golpes de llegar al más esquicito
orgasmo. La sonrisa de hijo de puta que tenía el lobo le dijo a Gulf que el
muy maldito lo había hecho a propósito, sin más que hacer, se dejó llevar
por el placer, fundiéndose una vez más al alma de su amor.
Las brumas del sexo se disiparon despacio. Gulf se encontró a sí mismo
siendo abrazado por Mew que se había acomodado a su espalda, en
cucharilla. Tratando de fingir que dormía, cerró los ojos, sabía del rumbo
que tomaría la conversación, si permitía que esta siguiera su curso.
—Se que estas despierto—, insistió el lobo, dándole suaves besos en la
tierna piel de la nuca— Tu padre se ha humillado lo suficiente. Deberías
aceptar hablar con él.
Mew espero hasta que el ligero temblor de los hombros de Gulf fue
demasiado.
— Amor, eso te hará bien— intento una vez más—. Tú felino esta herido,
y esa herida no sanará hasta que te enfrentes a lo que te perturba.
—Él solo busca separarnos— gimió Gulf, escondiendo la cara contra la
almohada trato de ahogar sus sollozos— No quiero verlo, nunca más lo
quiero tener enfrente de mí.

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—¿Y tu mamá? — Comenzó a acariciar en suaves círculos la espalda
desnuda de su amor— Me has hablado tanto de tu hermana... No
puedes decirme que no deseas verlas... Además, tu hermanito pronto
será entregado a su prometido...
Por lo visto Mew había atinado, su protectora pareja jamás dejaría que su
hermanito fuera entregado sin él estar seguro de que todo estaba bien.
— Dile que lo veré hoy—, levanto la cara, limpiándose las lágrimas—
Pero tú y el alfa tendrán que estar conmigo.
—Como tú digas, amor— sonrió dándole un ligero beso a su valiente
pareja.

Fin...

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