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HN il = Exclusivo: relato inédito de Guimaraes Rosa en Bogota Medio ambiente y consumo: J. Carrizosa y J.M. Boffefo** Didlogos con Piedad Bonnett y Eduardo Escobar Culturas populares del Caribe colombiano Comisién de la Verdad del Perit CORREO Y BANDERA Colombia, el planeta y el medio ambiente CAMBIOS 0 DESASTRES Por Julio Carrizosa Umafia Fotografias de Cristébal von Rothkirch Una de las principales autoridades ambientales del s, Julio Carrizosa, escribe para Niimero estas reflexiones sobre Colombia, el mundo y la comple) i- dad de factores que van mas alla de mieeles simples y planas: «Es tragico enfrentar la complejidad del pla- neta con ideas que simplifican la realidad; ignorar los limites de nuestro poder se paga con vidas humanas, arriesgarse mas alla de lo previsible destruye familias y patrimonios». IMPLICACIONES ETICAS Y POLITICAS DEL CONSUMO Por José Maria Borrero Navia Fotografias de Cristébal von Rothkirch ae el consumo no es un acto inmocente, recuercla el inconsciente, que es Ma: accion det rae con nuestro ero por algo, y agrega: «No podemos desconocer el poder que tenemos como consumidores. Nuestras decisiones cotidianas de consumo ejercen una influen- cia decisiva en el escenario politico del mundo». PARAMO Por Jodo Guimaraes Rosa Fotogratias de Sady Gonzalez Como una primicia para los lectores de habla hispana, revista Numero publica por primera vez en castellano Qo ty my oO hy & vl el relato «Paramo», de Jodo Guimar3es Rosa, tracdu- cido por Bairon Oswaldo Vélez Escallén. Ademas, aParamo» transcurre en la ciudad de BogotA, en los afios cuarenta. SENDEROS DE NEQUE m a «jEstos indios ensucian hasta la mierda!» Texto y fotografias de Juan Carlos Guardela Vasquez En los limites de los departamentos de Sucre y Cordoba, y en gran parte de los Montes de Maria, lo que fue el extenso territorio del pueblo zenu, existen decenas de corregimientos y veredas donde se fabrica un ron montuno gue es famo- so en toda Colombia. Su nombre se debe a un animal que se esconde en cuevas dificiles, llenas de intrincados laberintos: el feque. De la misma forma, estas fAbricas se mantuvieron ocultas a ° largo de siglos como muestras de resistencia. Est es la historia de José de los Santos, fabricante ‘le neque. HISTORIA DE VIDA DEL POETA Confesiones de Eduardo Escobar Por Maria Alexandra Cabrera Garcia Fotografias deJuan Felipe Rubio y Maria Alexandra Cabrera Garcia Perfil descarnado de Eduardo Escobar, en el que se cuenta el trasegar por la vida de este poeta nadais- ta, quien confiesa su «miedo a morir solo, ese que comenz6 a sentir hace varios aflos cuando supo que su arnigo Diego Leén Giraldo habia muerto sin com~ pafiia y que fue a causa de la putridez de su cuerpo que les vecinos lo encontraron». Junie t Talia > ; 201] ALOGO CON PIEDAD BONNETT Las gavetas literarias Por Sebastian Leal e lrene Rincén Fotogratias de Andrés Bermiidez Piedad Bonnett habla de su experiencia como poeta, narradora y maestra. Se refiere a la poesia, la novela, el entorno en que ha vivide y el acto de la creacion. Una voz fuerte y propia muestra sus imagenes, la — de sus argumentos, la cadencia de sus palabras y esa conviccion que la llevé a superar sus miedos ‘para convertirse en la escritora que es hay. Piedad acaba de ganar el XI Premio Casa de América de Poesia, en Espana. CATACHON, CURANDERA DEL DESIERTO Texto y totogratias de Maria Elvira Molano De Maria Elvira Molano, quien ha trabajado co diversas comunidades indigenas y negras, es este texto enel que narra su encuentro con Catachon, curandera del desierto, ya fallecida: «Catachén aparecié como el viento en lo alto de la duna; su silueta encorvada ape- nas se perfilaba a lo lejos. Fue llegando: era una mujer de unos setenta afios, con la piel cobriza, el pelo atado con un trapo blanco, la manta de medio luto sobre su cuerpo htimedo y la mirada perdida en la inmensidad del desierto». AVE, MAHLER Por Pablo Montoya _A partir de una foto tomada hace un siglo —el mismo atio de su muerte— al compositor y director Gustav Mahler, el escritor y también muisico Pablo Montova iéconstruye la historia de los avatares de su vida. Este oe dilio # Agosto 2011 texto forma parte del libro Pos racion tales sonoras (en prepa- HATUN WILLAKUY (Gran relato) Informe de la Comision de la Verdad y Reconciliacion del Pert Por Salomon Lerner Febres imagenes de Carlos Santa, de su pelicula Movimiento pendular (en preparacion) Ernesto Sabato presidi6 en Argentina la comisién que arrojé como resultado el informe «Nunca mas», fundamental para la reconciliacién de la sociedad después de las dictaduras militares. En Perti lo hizo Salomon Lerner Febres, quien cecid a Numero el preiacio a la version abreviada reciente de «Hatun willakuy» (del quechua, en espafiol «Gran relato»), Al dar elementos que conti SmyeR a la recone cién mediante la reparacién, la verdad ¥! justicia, estos informes son elementos de crucial amore cia en ba aises azotados por conflictos armados. En ste del Pert, que poe "e muchos componentes que pueden aplicarse a la realidad colombiana, se inelu- rey aborda un ae esencial: las miradas desde lo cultural. El Grupo de Memoria Historica, que ha realizado una gran labor en la busqueda de claridad sobre los hechos y las caracteristicas del conilicto que ha afectado a Colombia en las tiltimas décadas, presentara su informe final en el afio 2013. ie wet RESENAS Fl inquilino o la aventura de morir, de Guido Tamayo stnuchen por Gustavo Reyes; La elegancia del erizo, de Muriel Barbery, por Ana Lopez; UMBRO « Edicion 69 Poe eel genial escritorbrasileno Joao Guimaraes Rosa, publicado en 1969 porla editorial fe eee cates res igs, preparado por Vilma Guimaraes eet aa Bin seen wee sent are Ges etee sere ee el momento de su muerte, en noviem- Cae Sosa eee ees Cea eee ca ers Sees ae eee Coenen cers (etre cece gest Gemat Entrelosanos1942y 1944Guimaraes Rosa ejercio funciones diplomaticas en eer ee eee Ge ery Cee a cies sentaba a su pais en la IX Conferencia ee eee cae Sac eae necn oe ee eet ns Jos anos previos al Bogotazo y que, pro- Dablemente, el autor de Grande Sertao: Narre eer ores esa Cie omer etn Praca eke ees Ocoee) Acerca de «Paramo» y su traducci6n eee ey ead ee iplomatico brasileno en Bogota, una ‘extrema experiencia de desubjetivacion Sete et Getter settee Pe eed seguridad, el lector se sentira en un Boe ee eee pee cae ete te en la bella recreacion de Guimaraes eye ee ere oe tera any Preece ee eee ee hace pero) Perms enee Py oe ees Roe er ese Sree ee ay Cotes eo aes incluso tortuoso, y se caracteriza por Ree a eae Peet eet eee eet etd eae eens eee rear tas te Cee Oe ee cs Poem ee es ea lizacion de signos puramente visusles; 0 de actubre de 1948 Pee ere ees See tere eee eer eee eee en ee er cee ore producto de la incuria del autor (0 del ponee ecee eet See ee ene ee eee tetera resets Tito de las soluciones tiende a conmover Bienen ee ad ee eee eee foes Pesce neat ducido sin conservar su color extran- cee eet) ee ee eee crea eee eee eer eee eee eS Seon ones Se eS eee ae Geen er area reat) adaptando algunos vocablos a su uso Pere eee traduciendo. Espero que esta primera tentativa sea digna de la magnitud de Cr eee ec sole Borers ewes err pee Oa eased fias de Sady Gon a muerte y la muerte una vida?”». Platon, «Gorgias» que todos ya existimos, antes, en este o Ingares, y que lo que cumplimos ahora, lanto y el ultimo suspiro, no seria mas nte de un dia comun, y alin menos, os en la cadena moviente: todo hom- RELATO POR JOAO GUIMARAES ROSA : © HEREDEROS DE GUIMARAES ROSA © -PARA ESTA EDICION IMPRESA EN ESPANOL: REVISTA NUMERO TRADUCCION DE BAIRON OSWALDO VELEZ ESCALLON ba da ta ¢ttaeetlew da Tihene PbS BUSOU oe rb ies EPdicio Sin embargo, a veces ocurre que muramos, de algun modo, una especie diversa de muerte, imperfecta y temporal, en el mismo decurso de esta vida. Morimos, se mere, no habra otra palabra que defina tal estado, esa estacion crucial, Es wi oscuro fmarse, continuando, un traspasamiento que no pone término natural a la existencia, sino en el que uno se siente el campo de operacién profunda y desvanecedora de una intima transmutacion, precedida de cierta parada; siem- pre con una destruccion previa, un dolorido vaciamiento; nosotros mismos, entonces, nos extraflamos. Cada creatura es un borrador, un boceto, retocado incesantemente hasta la hora de la liberacion por el arcano, mas alla del Leteo, el rio REVISTA NUMERO © Edicion 69 Cronica de iglesias del centro de Bogoté. 5 de agosto de 1948. JOAG GUIMARAES ROSA (Cordisburgo, 1968 - Rio de Janeiro, 1967) es uno de los mas importantes escritores de la |Hera- | tura brasilefia moderna. Autor de Magma (1936), Sagarana # (1946), Corpo de baile (1956), Grande Sertaéo: Veredas (1956), Primeiras estérias (1962), Tutaréia (1967), y de los textos reunidos en los libros péstumos Estas estforias (1969) y Ave, palavra (1970). Guimaraes Rosa se desampefié también como médi- eo y diplomatico, ocupande cargos en las embajadas de Paris, Hamburgo, Bogota, Brasilia y Rio de Janeiro. Su obra, de enorme repercusidn, se ha traducide a los mas diversos idiemas y ha despertado un interés critico de las mismas proporciones, haciendo de su autor un referente universal. Llego a ser postulado al Premio Nobel de Literatura, pero esa pastulacion se inte- rrumpl6 con su muerte, tres dias después de su posesién en la Academia Brasileva de Letras. BAIRON OSWALDO VELEZ ESCALLGN (Bogoté, 1981). Profesional en estu- dios ifterarics de ja Universidad Nacional de Colombia (2006) y magister en Teorfa Literaria (2010) de la Universidad Federal de Santa Catarina (Florianépolis, Brasil}. Actualmente cursa estudios de doctorado en la misma institucién, donde cesarrolla una investigacién sobre la obra de JoJo Guimardes Rosa, titulada Guimardes Rosa, Bogota: «lima hipdtese imagindrias. Autor del libro Grande Serfdc: Veredas: uma epopeia da escrita (2010), en proceso de publicacisn. REVISTA NUMERO © Edician 69 Ze sin memoria. No obstante, todo verdadero gran paso adelante, en el crecimiento del espiritu, exige el desplome entero del ser, el tacto de inmensos peligros, un fallecimiento en medio de las tinieblas; el pasaje. Pero lo que viene después es el renacido, un hombre mas real y nuevo, segtin refieren los antiguos grimorios. Hermanos, créanme. Tal vez a todos no les acontezca de esa manera. E, incluso, solamente a pocos; 0, quién sabe, solo tengan nocion de eso los mas viejos, los mas.despiertos. Lo que les viene es de repente, casi sin aviso. Para algunos, entre- tanto, la crisis se repite, conscientemente, mas de una vez a lo largo del estadio terreno, regularidad exacta, y como si obedeciese a un ciclo, al ritrno de plazos predeterminados: de siete en siete, de diez en diez afios. Por lo demas, es aparentemente provocado, o al menos sefialado, por un hecho externo cual- quiera: una grave enfermedad, una dura pér- dida, el desplazamiento a un lugar remoto, alguna condenacién inapelabie al aislamien- to. Quebrantado y solo, tornado todo vulne- rable, sin poder recurrir a ningiin apoyo Visi- ble, uno se ve compelido a ese camino, rapido en demasia, que es el sufrimiento. Tengamos pena, hermanos, unos de los otros, récese el salmo Miserere. Aunque, rematada la prueba, sigue la mayor alegria. Como en lo de que, a continuacion, les daré noticia. Ocurrié que un hombre, atin joven, al cabo de un viaje a él impuesto, hace muchos afios, se vio llegado al exilio en ciudad extranjera. Era una ciudad vieja, colonial, de vetusta época, y triste, tal vez la mas triste de todas, siempre lluviosa y adversa, en yer- tas alturas, en un altiplano en la cordillera, cercana a las nubes, castigada por el invierno, una de las capitales mas elevadas del mundo. Alla, en el espacio hostil, el aire era extenuado y raro, las campanas marcaban las horas en lo abismatico, como falsas paradas del tierapo, para abrir lastimas, y les discordiosos* rumores humanos apenas realzaban el gran silencio, wn silencio también muerto, como hecho de la materia desmedida de las montafias. Por alla, rodeados de difusa niebla sombria, altas cenizas, andaba un pueblo de cimerios. Iban, entre calles y callejuelas, de casas bajas, de un solo piso, de tejados desiguales, con andenes sombrios, casas en negro y ocre, o grandes solares, edificios enclaustrados (claustrados?), viviendas con barandal al fren- te, con persianas en las ventanas, rejas, gradas de hierro, r6tulas moriscas, miracores, balcones, y altos muros con portezuelas, mas alla de los cuales se vislumbraban patios empedrados, o por ligubres postigos, o por alguna puerta abierta, se entreveian corredores estrechos y oscuros, cru- cifijos, muebles arcaicos. Toda una patina sombria. Pasaban hombres lobregos y agudos, en ropas oscuras, fsionomias soturnas, y viejas de mantillas negras, o mujeres indias, des- calzas, con sombreros, cubiertas con chales oscuros (pafio- Junio * Jalio * Agosto 2011 Tones*) cayendo en Mlecos. ¥ los alrededores se poblaban, ala manera de cipreses, de filas negras de cucaliptos, absurdos, ialolientes, con olor de sarcofago. Ah, en medio de todo, sin embargo, y no abstante el halito ‘glacial con que all fui reeibido, en un comnienzo no pude ati- nar aver el transetinte rigor de lo que me aguardaba, por mi clan-destino?, en el equivoco viaje, in via, y que era la cruz absoluta, la vida concluida, més allé de toda conversacion humana, el regreso a lo amargo. Es que lo mio, mi intimo, alin venia pujante, rico de esperanzas y alegrias Asi que llegue Y el frio, que era insuftible. Aqui lejano, tan solo, tan alto, ime es dado sentir los pies fries del munclo, No soy de aqui, ‘mi nombre no es el mio, no tengo un amor, no tengo casa {Tengo un cuerpo? Me asusto, un tanto, i, la ciudad, antiborea, cuya pobreza de aire exigiria, para respirarse, un acostumbramiento here ditario. Ni atino a decir de st vaguedad, de st vacia indes- criptibilidad. Esta ciudad es una hipotesis imaginaria... En ella estaré prisionero, prolongadamente, bajo las piedras cast inveales y las nubes que ensayan esculturas ‘caieel de los Andes...° —dicen los desalentados viajeros que aqui vienen a parar, y los Los Andes son cinereos, irrdian una tristeza mortal. Desde aqui, cuando el ciclo est limpio y hay visibil de tiempo mas claro, se distinguen ds cimas voleanicas, de una albura de catacumba, que cast alca region de las nieves perpetuas. Y estan, prominentes ¢ inv s, «En la 1 diplomsticos, aqui olvidades. ad, en los dias el limite de la sible los paramos —que son puntos elevadios, los nevados, y vemtisqueros de la cordillera, por donde tienen que pasar los eaminos de transmonte, que aqui vienen, igelinvernalest?, Los paramos, desde doncle atraviesan los vientos. Ala canilla de vientos, en los sibilmensos y lugubrullos*. De alla el Trio descienale, humedisima, hasta esta gente, estas calles, estas casas. De alla, de la desolacion paramuna, me vendria, Ja muerte, No la muerte final —ecuestre, segadora, huesuda, tan entorpecedora, Sino la otra, aquela Hay suenos premonitorios, A esta ciudad yo ya la habia avistad, ya la habia conocido, en antigua, distamte pesacila Y.de todas formas, tenia que avonteccr asi ahora, oso decir aque lo se, Hubo, antes, seniales simples, que podria haber deseifrado: eran para anunciarmelo todo, o east todo; incluso, quien sabe, el plazo en algoritmes, Sino me hallase tan ofus- ceado por los ruidas de la vida, de error en error, entre pasado, y futuro —tinieblas y nieblas— y el mundo, maquina Pero yo venta bienandante, y avid, abierto a. todas las ale sgias, queriendo agarrar mis placeres, horas de terra entera Por que vine? Me fue dado, hasta el ultimo momento, decir e puesto, Me pr Ante la libertad de escogencia, dude. Dejé que el rumbo se {que no, recusarme tc siempre fue mi ansia hacerme eomplice del destino. ¥ hoy en dia, tengo cer cs permitca; ya en est rior que nos movil ella quien me obligh a aeeptar Lo mas profundo de mi mismo toda libertad es fieticia, ninguna eleceion entonces, la man secret, ka cosa inte- 2 por los caminos arduos y certeros, fue no tiene pena dle mi: y Io mais hondo de mis pensamientos tampoco entiende mis palabras, Desfile de los sesenta buses nuevos que puso a servicio la Cooperative de Buses. 75 de marzo de 1948. Vine, viaié en avion, durante dias, con tantas interrupeio. nies forzadas, pasando por seis paises, Sobre la Cordier: rmutallon de cen is en eterno, terrible desierto erguido, De alla, de tan abajo, de aquelta lisa joroba soturna, yo sentia subir en ef espacio un llamado de negacion, madi cion telirica, una irradiacion de mal y abatimiento: que aba a destruir mi a cn la dureza de la piedra, en el peso orgulloso de la tierra, comer ia, Alli en antros escondidos, zestaran situados los infiernos —en el «sueno rencoraso de Jos minerios»?® En la pentitima parada, en otra eapital, donde pase una noche, yo tenia un conocido, el vino a reeibirme, me invite a comer, me acompand al hotel, A la hora de despedlirnos, ya estaba en la puerta, y subi tamente cambio de idea, regreso, desist cle itse, subio conmigo al cuarto, quise hacer me compania, ¢Que habra visto el, en mi aire, mi rostro, mis ojos? —«Usted no debe dormir, no lo necesita, Conversemos, hasta la hora de salida del avion, hasta la made: ada...» —ast me dijo. No quiso beber, él {que apreciaba tanto la bebida, y tenia fama, Por eso, Hablaba de cosas jocosas, como quien, por habito y herenci tantemente reealcar la posibilidad del dolor intimo, que siempre nos aecha. Tendria en si graves alarmas, —sVamos a hacer traer pan, mantequilla y mick eada eucharadita de miel, dicen, da la sustancia de una de sangre» —dijo, Pasamos esas horas ton- tas tomandlo cafe con leche, y conversando recuerdos sin color, cosas sin importancia, angedotas. {Todo aquello no seria igual a tuna despedida vacia, a un velorio? EL mio, Alli,a esa hora, yo no sabia, pero ya estaba al margen de la impermanencia. Como de un sueno —indemarcables bor des. Aquel compara quedé aris, Viaje de nuevo. Y me ¢s singular recordar como, ya en la ultima escala, en ta vispera de llegar al punto dle mi destino indefintivo, allt en judd desconocida por entero, ya ante el fin —trabe atin conversacion cordial con un hombre, tambien este desconfio en mi aspecto algo ddemarcaclo por la ausenecia de mirar, de manos. Ese hombre vino a verme al hotel estabamos en el bar, acepto una bebida Lo que decia, me sonaba como dicho para otro, y no para mt —ag¥ ques, Se asustd, —eLo que sea, sefor...», EL hombre rnold lo que para mi quedaria desapercibido, Debe haber ddurado una fraceion de segundo La tierra temblo, Le vi, en la mirada, el espanto, Un minimo terremoto. Un cuaclro atin doscilaba, poquisimo, en la pared. —e,Lo ha sentido, Don...2 La ticrra, sepultadora, El hombre se despedia. —«Me alegro, ‘muchos!”, Ese hombre era alto empleado en la Aduana, las :menciones en mi pasaporte lo habian impresionado, Ahora sé, pienso, Reeuerdo el fragmento de un ehisico, et que se refiere un punto extremo de pasaje — por la que es la «adua- nade las almas. Conque, ahora, aqui estoy. Aqui, fae como si todo mi pasado, en un instante, de relance, me estuviese aguardando; para abandonarme, de una dolorosa vee, Lo que eran gravis mas saudades. Me acuerdo, La ciudad era fria. Aqui, tan alto y tan en abismo, se me hizo dle noche. Llegue, Era la vieja ciudad, para atravesar mi espiritu, pucrtas (partes) extranas, Transido, despotencializado, postrado por todo, eat en tun estado tan desierto, como el de los cuerpos que descienden al suelo profundo, Y hube de conocer —joh, demasiado de cercal— al #hombre con catadura de cackivers. A ese, por cierto, yo estaba obligado a confrontarlo, por el mal de peca dos mios, antiguos;a tanto el destino inflexible me obligaba, 3 tres dias, sin embargo, sin que el mal mas grande me venciese. Apenas vivia, Fue en la cuarta mafana que Dios me aplicé el golpe-ce-Job, En esa maftana, cesperté—asfixidndo- me, Me fue horror. Me faltaha el simple aire, un peso inmenso ‘me oprimia el pecho, Estaba solo, la muerte me atrajo hasta aqui —sin amor, sin amigos, sin el poder de un pensamiento de fe que me amparase. El aire me faltaba, me debatia entre resuellos, arcadas, queria scr yo, mal conseguia interrogarme, sobre el borde amargo: zhay un centro de mi mismo? Todo cra un pavor inmenso de disolverme, zAquello duro horas? Cuando aleaneé cl botén del intercomunicador, la eamare- ra me acucid, Era vieja y bondadosa, Sonrid, me tranquiliz6, yah bia asistido a la misma escena, con otros huéspedes, extranjeros, no habia que temer, no habia peligro. Era el sorache!, apenas, cl mal de las alturas. Llamaria al viajante médico. ¥ yo, reducido a un desamparo de nino indefenso mi cuarto era en el quinto piso— pregunté: —«,Sera, si me ‘mudo para el primer piso, que mejoro?. Ella rid, conmigo, ‘me tom la mano, Esa mujer sabia rer con otto ella me podia, ayudar a more. Llamd al médico, un doctor que ella decia ser el mejor —clandestino y extranjero. Muchacho atin, y triste, él cargaba extensos sulrimientos. Era un médico judio, muy rubio, tuvo que dejar su tierra, tenfa mujer e hijos pequefios, ‘mal vivia, casi en la infima miseria, —eAqut, al menos, uno come, espera, en todo caso. No es como en los Llanos... En los primeros tiempos, habia ido a probar suerte en un, Iugarejo perdido en las torridas planicies, en penosa inco- ‘modidad, casi que s6lo de yuca y platanos se alimentaban, Alla, lloraban, Lejos, en su patria, estaba la guerra, Hombres, rubios como ¢l, se destruian, en grande, Frio modo, se mata ban. Alli, en los Llanos, indios de ojos oscuros lo miraban, tan largamente, tan profundamente, tan misteriosamente —era como si el propio sulrimiento pudiese mirarnos. Al salir, nos apretamos las manos, Era una manera virl y digna de llorarnos, uno y otro. No, yo no tenia nada grave, apenas mi organismo necesi- taba un periodo, mas 0 menos prolongado, de adaptacion a Ja gran altiud. Ninguna otra cosa estaba en mi poder hacer. ‘Y ese ibaa ser un tiempo de desfallecimiento y consumicion, ‘de marasmo. Tendria que vivir en términos monétonos, tota- Tidad de desgracia, Mis mayores enemigos, entonees, habia de ser la disnea y el insomnio. Bajo la melancolia —un aguila negra, enorme pljaro, Digo, su sombrn; je que? Como si mi alma debiera mudar de apariencia, como si mi espirtu fuese un pobre ser crusticeo. Las medicinas que me dieron eran apenas para el cuerpo. Y, ademas, deberia obligarme, cada ‘manana, a caminar a pie, por lo menos una hora, ese era el ejercicio del que carecia, el precio para poder respirar un poco mejor. Me dijeron, tambien, y luego lo comprobe, que fen esas caminatas, en ocasiones me sobrevendria un Hlanto automatico, al que no debia resistirme, sino antes activarme a satisfacerlo: era una solucidn compensatoria, me escape. Un llorar impuesto, Siempre debe entenderse que, con tanto, se pasaron los dias, 2Y munca mas iba yo a poder salir de alli? Me desentia!2 Me sentia incorporeo, sin peso ni sexo: ultraexis absoluto de la soledad. Todos los mios, que lo habian sido en ‘otro tiempo, tan reciente, un tanto mios —parientes, amigos, ‘companeros, conocides— habian quedado en otto lugar, inmensamente en no, en nada, inmensamente lejanos, yo los tenia perdides, Y todo parecta para siempre, trans mucho, aris a través, Se que era la muerte —la muerte iniciatica— tun genio inmovil y triste, con la antorcha apagada vuelta abajo: y, en la ampolla, el vagaraso virarse del tiempo: y, yo, tun nino triste que la noche acariciaba, Soledad. °Y de que podrian aliviarme, siquiera un momen- to, cualquiera de entre los miles de personas de esta ciudad, yy, entre ellas, las poquisimas con que me frecuentaré, si no los siento iguales a mi, tras los ventanales de las horas? Paso entre ellos, les hablo, los oigo, ni una fbra de nuestras almas se roza; me tienta creer que ni alma tendran; zo no tendre yo? O sera de otra especie. :Estaran atin mas muertos que yo mismo, 0 ¢s que mi muerte es mas profunda? Ah, son seres, inismo de atin el demasiado concretos, demasiado carnales, pero casi pétreos, centessiliceos. Sobremanera, me asusta, por ser de mi raza, el Hombre con aspecto de cadaver, El, es el mas muerto, Su pre- sencia, obligatoria, me repugna, con el horror de los horrores, Infaustos, como una gelidez comtagiost, como una amenaza deleterea, espantosa. Tengo que suftila, ay de mf, y es una eternidad de torturas. Por cierto tiempo, cumplo, todas las mafanas salgo a cam- nar. Busco las calles mas antiguas, mis pobres, mas soitarias —donde, si acaso las lagrimas me acometen, mi persona sea ‘menos notadla. A esta hora, las vigjas eampanas solemnizan, A veces, hay procesiones, desfilan cofradias, hombres ocultos del todo, enfundados en sus cogullas y capuchas, encapu- chads, siguiendo enormes santos sobre andas absw gustaria seguirlos, en el rumbo que llevan lticeme, para un Fin de redencién, una esperanza de Purgatorio, Pero el Ianto sobreviene, tengo que ocultarme en un eallejon, «1 las, Luego, ante una casa, aleé la mano par tuna aldaba en forma de grifo, Quién podia vivir all? Yo esta- ba implorando socorro, Toqué. toque. Alli, descubr la unidad de lugar: aquella casa estaba deshabitada. hacia millones de as, de antato y hogafio, Entonees, masadelante, penctré en tuna iglesia, San Francisco o San Diego, todas tienen el mismo asi el gran terremoto de color de piedra parda, slo una torr hhace casi dos sigos las cle, Entre, en la nave amplia, Dentro de una iglesia el silencio es una cosa quebraulizat y se sacuden como cuerdas, largas toses lejanas. Sali, aprest como sali, recordaba, en la penumbra, del perfil siniestro de los campanarios, Un muerto teme lis personas, las cosas, Me acuerdo de que, hace pocos dias, un pobre muchacho estudiante murlo, cuando pasabsa despreocupadamente ante la catedral, por una gran losa que se desprendi y cay, justo en los milimetros de aquel instante, de la cumbre de la torre mayor, de all encima; como en los versos de Bartrina «que Fue? Ahora, yo jadeaba mais, me faltaban los pulmones, cl hambre espacial de los sofocados, La ciudad era fria.

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