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Ficha 2 Salud Colectiva Yes
Ficha 2 Salud Colectiva Yes
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3.1. Enfoque pedagógico
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forma explícita y sistematizada un diálogo e inter juego permanente entre estas tres
dimensiones propuestas.
La MDCEOSM reinterpreta e integra diversos planteamientos teóricos de autores
latinoamericanos del campo de la salud, entre los que destacan el epidemiólogo ecua-
toriano Jaime Breilh (2000), que anticipó la necesidad de una articulación de estas
dimensiones de análisis en su teorización sobre las matrices críticas; el sociólogo ar-
gentino Juan Samaja con la noción de objeto híbrido ya referida (2004), el epide-
miólogo brasilero Naomar Almeida Filho con la articulación de los circuitos dialécticos
de la salud colectiva y la propuesta de operacionalización de los integrales de salud,
enfermedad, atención, cuidado (2003); con pensadores andinos como la socióloga bo-
liviana Silvia Rivera Cusicanqui con la propuesta de epistemologías mestizas o ch´ ixi
(2018), el filósofo argentino Enrique Dussel con el desarrollo del giro descolonizador
(2015) y otros pensadores críticos como el sociólogo portugués Boaventura de Sousa
Santos que plantea una perspectiva decolonial de la ciencia con su epistemología del
sur (2009), la psicóloga argentina Alicia Stolkiner (2013, 2017) y los médicos argenti-
nos Mario Testa (1997) y Emiliano Galende (1994, 2006), entre tantas otras personas
significativas del campo de la salud colectiva latinoamericana.
Como primer supuesto, parto de la necesidad de conservar la noción de objeto, en
el sentido que el esfuerzo intelectual, afectivo, humano por conocer supone siempre
cierta objetivación de la realidad. Dejando caer el debate entre el positivismo y las
ciencias simbólicas normativas determinante de la batalla entre el objetivismo y el
subjetivismo fundante de este par de opuestos contradictorios, el conocimiento resul-
ta de los emprendimientos humanos en pos de comprender y explicar la realidad, que
es objetivada mediante un proceso de construcción e interpretación intra, inter y trans
subjetivo (volveré sobre estos tres momentos más adelante al referirme a las opera-
ciones – cap. 3.4.2.).
Las discusiones en torno de los pares ciencia estándar o tradicional versus ciencia
no estándar o crítica, explicación versus comprensión, objetividad versus subjetividad
como ya he mencionado son extensas (Marrandi, Archenti, Piovani, 2018). Discusión
que se instala inevitablemente en la concepción que se tenga sobre la ciencia, el mé-
todo y las técnicas.
¿Necesitamos eliminar alguno de estos términos, o definir académicamente la su-
premacía de uno sobre el otro? Ciertamente no, el proceso mismo de conocer el mundo
resulta de la permanencia y coexistencia de planos de mutua determinación (objeti-
vante - subjetivante) como acciones esenciales del acto humano de conocer. Subyace
aquí otro supuesto, de no supresión, conquista o forclusión, que hace a la necesidad de
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y negativos en un momento particular (la semana anterior a la toma) de un padeci-
miento psíquico que es rotulado con un diagnóstico determinado (esquizofrenia), al
cual se llega asignando una puntuación basada en las observaciones de un entrevis-
tador o entrevistadora referidas a la presencia o no de una serie de ítems y al grado
de severidad de los mismos (en caso de ser identificados), es decir, una valoración
claramente subjetiva dado que la sensibilidad, afectividad, experiencia, competencia,
conocimiento, cultura, género, ideología entre tantos otros planos posibles de cada
entrevistador o entrevistadora incidirá seguramente en la observación.
Tomo este ejemplo por su simplicidad ilustrativa, pero en definitiva con mayor
o menor grado de complejización y reflexividad, toda denominación en salud mental
tiene fines clasificatorios y, como veremos más adelante, implica una ecuación obje-
tivo – subjetivo que intenta definir a través del lenguaje un aspecto del padecimiento
psíquico de acuerdo al conocimiento disponible en un momento histórico, cultural, po-
lítico, económico particular, proceso que le asigna un carácter performativo (Galende,
2008) a dicha acción comprensiva.
Esto introduce ciertas tensiones que son inherentes al proceso mismo, que no
pueden ser eliminadas (como ha modelizado el positivismo lógico) y que podríamos
graficar a través de bandas de moebius que sintetizan facetas, momentos y aspectos
analíticos (es decir formales, dado que en la realidad se presentan necesariamente abi-
garrados) entre los cuales podemos mencionar lo individual – colectivo, lo particular
– singular – general, lo inductivo – deductivo, entre otros posibles.
La noción hasta aquí presentada se sintetiza de la siguiente manera: O [(o-s) (i-c)
(p-s-g) (i-d-t) (n…)]).
Figura 1: Planos analíticos del objeto salud mental
Referencia: Planos analíticos del objeto O [(o-s) (i-c) (p-s-g) (i-d) (n…)] donde: (o-s) = objetivo-subjetivo,
(i-c) = individual – colectivo, (p-s-g) = particular-singular-general, (in-d) = inductivo-deductivo y (n…) =
otros planos o tensiones posibles.
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Esquema 1: objeto integrado salud mental
Referencias: Planos de análisis del objeto salud mental (Figura 1) = OSM [(o-s) (i-c) (p-s-g) (i-d-)].
Integrado de conocimiento – intervención– transformación = I [c-i-t].
Una vez argumentada la necesidad de referirme al objeto OSM [(o-s) (i-c) (p-s-g)
(i-d-t)] integrado de conocimiento intervención transformación I [c-i-t], me referiré
a las tres dimensiones de análisis propuestas para la configuración de la matriz decolo-
nial comprensiva explicativa salud mental.
Otro de los supuestos centrales de trabajo planteado es que se requiere la inclu-
sión sistemática del plano ontológico, epistemológico y praxiológico para comprender
- explicar al objeto salud mental integrado, dimensiones estas que en lo que sigue
analizaré por separado con fines expositivos pero que coexisten, son simultáneas y se
determinan mutua y permanentemente en cada momento socio histórico concreto que
se aborde. Una aproximación que nos permita comprender la esencia de un ser en el
mundo como es la salud - enfermedad (dimensión ontológica), se asocia inevitable-
mente al conocimiento científico y a la capacidad tecnológica desarrollada para obser-
varlo y comprenderlo (dimensión epistemológica), y a las competencias profesionales
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era una institución privada la que concentraba muchos de los esfuerzos que hacían
posible el diagnóstico y tratamiento de este padecimiento en el país, en alianza con
laboratorios también privados que en EEUU realizan la identificación de esta mutación
genética (que aún no se realizaría en Argentina). Es decir que las personas que tienen
capacidad de pago directo (ninguna obra social o empresa de medicina prepaga cubre
este estudio) podrían acceder a ser incluidas en el protocolo de investigación clínica
para la determinación de esta mutación.
En el caso del sector público estatal, era un hospital especializado el que desa-
rrollaba los esfuerzos en el área de diagnóstico y tratamiento referido a este padeci-
miento. Informalmente, supe que una de las profesionales que desarrolló su trabajo
por años en este síndrome a través de becas de investigación del CONICET (Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas) con sede en una universidad pública estatal
ha sido expulsada del sistema de investigación de CONICET en el marco del ajuste pre-
supuestario del último año de dicha institución, y la universidad nacional que alojaba
su desarrollo no ha podido absorberla en su planta debido al ajuste que ha tenido el
presupuesto universitario público. Claro ejemplo de cuál es el sector que tomará la
posta los próximos años en el desarrollo científico de esta área y quiénes serán sus
potenciales beneficiarios.
Pero retomando el análisis de este apartado, observamos por una parte la mutua
imbricación de las tres dimensiones señaladas, por otra, que sostiene el par compren-
sión - explicación como momentos necesarios del proceso, que no pueden ser subsu-
midos uno en el otro sino que requieren ser sostenidos como alteridades necesarias
(según hemos caracterizado al referirnos a la epistemología ch´ixi).
El claro énfasis en el carácter biológico del análisis realizado del padecimiento to-
mado como ejemplo (repertorio categorial de las ciencias naturales en la terminología
de Juan Samaja) me permitió esquematizar el análisis propuesto.
En lo que sigue, veremos estas dimensiones en relación a la salud mental, es decir,
tomando como noción nuclear a la salud y ya no la enfermedad, desde la especificidad
de lo mental.
Este plano de análisis implica preguntarnos sobre el ser de nuestro objeto, sus con-
diciones de existencia: ¿qué es la salud mental? ¿Es una entidad? ¿Existe la salud men-
tal como ente, existente o hecho? ¿Existe una salud mental decolonial?
Retomo aquí la sistematización realizada por Juan Samaja (2004: 34 y siguientes),
en la que aborda la batalla ontológica (término tomado de Anthony Giddens) existente
para dar entidad al asunto de la salud, en la cual apela a las tres ontologías para ha-
blar del mundo que considera Bruno Latour: aquella que postula la existencia de entes
naturales (cosas reales del mundo) de la que se desprenden las ciencias que caracte-
rizamos como modernas positivistas (cap. 2) aquella que prioriza en su formulación
a las relaciones sociales y de poder, tales como las que se desprenden de las ciencias
simbólico normativas o ciencia no estándar (Parrandi, 2012); y en tercer lugar, la que
postula a las construcciones discursivas y a las producciones de sentido tales como el
deconstructivismo. Ontologías que Bruno Latour sintetiza como: naturalización, socia-
lización y deconstrucción.
Profundizando la noción de objeto híbrido, la salud mental constituye un objeto de
estas características, que condensa las diversas ontologías señaladas por Latour, cons-
tituyendo simultáneamente a los hechos concretos del mundo que sintetizan la unidad
de lo diverso término utilizado por Bruno Latour , que ya fuera anticipado por Marx
(1859: 258). Las situaciones propias del campo de la salud mental condensan entonces
entes naturales, relaciones sociales de poder y construcciones discursivas.
En términos de Juan Samaja, desde la perspectiva ontológica la salud es una espe-
cie de bien (2004: 35) que pertenece al orden del ser (entes, cosas, hechos) y al orden
del deber ser (sentidos y representaciones sociales), es decir, involucra necesariamen-
te hechos y valoraciones, juicios de existencia y de atribución.
Se rompe así con el debate del campo de la salud relacionado a las ciencias natu-
rales por un lado y las sociales por otro, en donde las ciencias positivistas explican la
biología y las ciencias interpretativas explican lo social. Las ciencias de la salud son na-
turales, sociales y discursivas simultáneamente, los múltiples repertorios categoriales
propios de cada una comprende y explica facetas que hacen a una totalidad compleja
con historia (p. 146).
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Cualquier hecho de salud implica una valoración, para que una determinada situa-
ción (estado de cosas) sea considerada como una enfermedad o padecimiento tiene
que ser puesta en relación a otra situación que es considerada esperable o deseable en
términos de salud o bienestar (p. 140). Lo normal o anormal, esperable o indeseable de
un objeto o hecho no resulta inherente al objeto mismo sino que refiere a una expecta-
tiva o normatización externa al él.
Esta ontologización se enriquece con la noción de cuerpo subjetivo (Canguilhem,
2004), según la cual lo sano o enfermo, el bienestar o malestar en el plano de lo mental
no solo obedece a las hetero normatizaciones, aquellas regulaciones macrocontextua-
les de determinación, sino que incluyen también las valoraciones afectivas y signifi-
caciones del sujeto. En otros términos, qué se considera sano o enfermo en el orden
de lo mental no sólo obedece a las determinaciones sociales externas al proceso, las
que denomino hetero determinaciones, sino a la comprensión del mismo sujeto, que
llamo auto regulaciones, en tanto regulaciones producidas desde la propia percepción
y experiencia.
Observamos que en este esquema de análisis tensiones tales como ser - deber
ser, natural – social, ente (existente) – valor (atribución), externo – interno, objetivo
– subjetivo se sostienen, no se anulan recíprocamente ni se colonizan, existen como
contradicciones necesarias.
Vuelvo aquí sobre el concepto de mestizaje como argumento comprensivo de estas
contradicciones, y a la diferencia formulada por Rivera Cusicanqui entre hibridación
(pérdida de identidad de los componentes) y mezcla (enlazamientos que conservan
lo propio).
La noción de cuerpo subjetivo sostiene estas tensiones y define el carácter de la
entidad salud mental, en tanto hecho objetivo (juicio de existencia) que es construido
intra, inter y transubjetivamente (juicio de atribución), histórica y socialmente deter-
minado (hetero determinaciones) pero individual y comunitariamente regulado (auto
y meso regulaciones), externo e interno al sujeto en simultáneo, cultural y biológico al
mismo tiempo.
Retomo la idea de densidad abigarrada que toma Silvia Rivera Cusicanqui de René
Zavaleta para referirse a lo ch´ixi, porque desde el pensamiento andino (aymara en
este caso) proviene una ontología alterna a la colonial moderna occidental que permite
definir a la salud mental como una entidad poderosa en su indeterminación, alternati-
va al pensamiento binario europeo occidental: ni salud ni enfermedad, salud y enfer-
medad, ambas a la vez en tanto entidad.
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ser, lo que no tiene sentido y, en consecuencia, lo que no es posible. Desde el horizonte
del ser, lo único posible es el desarrollo del ser. Lo que es funda lo que se debe hacer
(…) Por eso la crítica no puede reducirse al orden del aparecer o lo que es, sino debe
dirigirse al fundamento o el horizonte del ser mismo (p. 25).
Introduzco este esquema conceptual como aporte a una ontología decolonial que
subvierta la matriz según la cual el objeto se define exclusivamente por lo que es
y que, abriéndose a lo inaudito (lo que era imposible de ser pensado en el marco de la
ciencia estándar), también se defina por lo que no es, porque lo que no es, es también
como posibilidad.
Innumerables situaciones clínicas individuales, familiares y comunitarias quedan
inmediatamente trastocadas si las imaginamos desde esta óptica. Lo que es (el ser) es
lo que podemos ver – pensar – sentir, pero en ese mismo instante lo que no es (el no
ser) existe como posible.
La sociología de las ausencias que propone Boaventura Sousa Santos va en esta
dirección, intenta demostrar que lo que no existe es, en verdad, activamente producido
como no existente, o sea, como una alternativa no creíble a lo que existe. (…) el obje-
tivo es transformar objetos imposibles en posibles, y con base en ellos transformar las
ausencias en presencias (2009: 109).
Históricamente nuestro campo ha abordado la enfermedad mental, no la salud
mental. En sentido estricto, si por este sentido nos referimos a la ciencia estándar co-
lonial, deberían llamarse ciencias de la enfermedad mental. Si lo científico es lo de-
mostrable exclusivamente a través de juicios de existencia y el ser es la enfermedad, el
único horizonte de sentido posible es ese ser y en función de él la fundación del hacer.
La larga tradición de las instituciones de encierro se basa en definitiva en esta acepción
del hacer (ver cap. 3.4.3.).
Una ontología decolonial se abre a lo inaudito, definiciones del ser (juicios de exis-
tencia) y definiciones del no ser (juicios sobre lo que no es). Es decir, horizontes de sen-
tido que no sólo fundamenten su referencia a la realidad a partir de lo que está siendo
(demostración empírica), sino también a partir de lo es posible que sea.
Este giro ontológico, rebelión de los límites como lo denomina Bautista, nos permi-
te comprender que el horizonte de sentido moderno occidental forjó un concepto de
salud en tanto proyecto político hegemónico fundado en un único modo de ser posible
que, constituido como única referencia existencial, niega lo que no es.
Si el objeto de la ciencia moderna se funda exclusivamente en un juicio de existen-
cia, el único ser posible es la enfermedad, objeto del mundo concretizado en la biología
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Cuadro síntesis 1 (punto 3.2.): Dimensión ontológica del modelo integrado de salud mental.
Abordaré ahora el plano del conocimiento científico, relativo a las teorías y cuerpos
conceptuales actuales sobre la salud mental, y las epistemologías emergentes en la
conceptualización de la misma, lo cual nos permitirá generar aprendizajes significati-
vos y, fundamentalmente, identificar los vacíos de conocimiento que –deconstrucción
de la racionalidad científico positivista mediante- constituye un aspecto estructurante
inevitable del proceso científico de conocer la realidad y no una falencia de la teoría
necesariamente.
La dificultad de abordaje de los problemas que enfrenta el campo de la salud men-
tal no solo nos obliga a comprender y explicarlos mejor a partir de las teorías propias
del campo, sino a identificar con la mayor rigurosidad posible lo que no podemos com-
prender y explicar en cierto momento, de cara a la generación de nuevos conocimien-
tos socialmente útiles y potencialmente contra hegemónicos.
Visibilizado el carácter político de toda ciencia, y partiendo de la noción de brecha
ontológica mencionada al final del apartado previo como fundamento, avanzaré en el
análisis de la ciencia tomando la propuesta de Jorge Alemán (op. cit), construida a su
vez en base al pensamiento de Ernesto Laclau, sobre (…) la imposibilidad del discurso
de nombrar objetivamente a la totalidad de lo social. Esta fractura, esta brecha que
vuelve imposible pensar en una sociedad unificada y totalizable, es la condición formal
y no empírica del antagonismo (Alemán, op. cit.: 25).
Esta imposibilidad del discurso (en nuestro caso el científico) de nombrar objetiva-
mente la totalidad de lo social como condición formal y no empírica, instala una marca
definitiva en la capacidad comprensivo explicativa de la ciencia, dejando caer gran
parte de los supuestos sostenidos por la modernidad positivista, en nuestro caso el
ideal de definir científicamente a la salud y a la enfermedad en su totalidad. Inaugura
una epistemología de la incompletud como propia del proceso mismo de conocimiento
científico, que guía el análisis de la producción teórica relativa al integrado salud men-
tal que abordamos.
Pero antes de avanzar en una conceptualización decolonial de la ciencia desde una
epistemología de lo inacabado como horizonte del conocimiento científico en salud
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mental, tal el objetivo que propongo, repasemos brevemente algunos conceptos tra-
dicionales en este plano.
A los fines expositivos, trazaremos una línea de tiempo (en clave de la tempo-
ralidad histórica moderno occidental) para describir la noción de ciencia a la que
haré referencia.
La preocupación por el descubrimiento, el conocimiento y la ciencia en sentido
general ha formado parte de las inquietudes del ser humano desde tiempos remotos,
reconduciéndose al espíritu griego, fundante de la cultura occidental cristiana, el des-
cubrimiento del concepto de ciencia (Pardo 2012: 18).
Provenimos de tradiciones formativas que se han centrado en esta cultura occiden-
tal como versión hegemónica de la historia, desconociendo la preexistencia de otras
culturas y cosmovisiones. Me ceñiré por ahora a esta versión hegemónica, según la
cual, en sentido amplio la historia de la ciencia presenta tres grandes momentos: el
correspondiente al paradigma 2 pre moderno que incluye a la antigüedad clásica (pen-
samiento griego) y la edad media (feudalismo) (desde el siglo VI A. C. hasta el XVI), el
paradigma moderno (desde el siglo XVI hasta los años ´60s del siglo XX), y el paradig-
ma actual, posmoderno o tardomoderno (que inicia a mediados a fines de los ´60s del
siglo XX hasta nuestros días) (Pardo; op.cit. 27).
2 De las diversas acepciones que el propio Thomas Kuhn dio al término paradigma en la posdata al libro
La estructura de las revoluciones científicas, escrita en 1969, 7 años después de la primer edición original,
tomo para este capítulo aquella que refiere exclusivamente al carácter epistemológico, es decir a la reflexión
sobre las reglas para la producción del conocimiento científico. Cabe destacar la interesante discusión que
mantienen los autores de la salud colectiva latinoamericana Naomar Almeida Filho y Jaime Breilh (Almeida
Filho, 2000: 28; Breilh, 2003:93) en torno de las acepciones del término y sus usos en el campo de la salud;
así como los análisis más recientes de otro autor de la salud colectiva, Everardo Duarte Nunes, en torno de
la recuperación crítica de esta noción en las discusiones actuales (Nunes; 2014 y 2016).
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3.3.2. La ciencia moderna occidental
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occidental, en el seno del proceso de separación entre la ciencia y la filosofía como
esferas distintas del conocimiento.
En este contexto se forja durante los siglos XVII y XVIII un sentido fuerte del con-
cepto de epistemología destinado al establecimiento de los criterios y la validez de to-
do conocimiento, en tanto que en la modernidad tardía de mediados del siglo pasado
a inicios del siglo XXI se construye un sentido más débil de la epistemología que tiende
a la problematización de los aspectos referidos a la historia de la ciencia y su método,
potenciando su capacidad de comprensión socio histórica (Palma, Pardo; 12).
Actualmente se reconoce la existencia de dos significados asignados al término
epistemología (Gregorio Klimovsky en: Di Tella y otros; 2006: 222-223), el primero
referido a la teoría del conocimiento en general, que aborda todas las formas de cono-
cimiento humano y se incluye en el campo más amplio de la filosofía; y el segundo, que
atañe al conocimiento científico particularmente, es decir a las formas socio históricas
a través de las cuales el mismo se produce, estructura y valida.
Esta segunda acepción es la que seguiré en esta obra, que tiene como objetivo el
estudio de las regularidades epocales mediante las cuales se genera el conocimiento
científico en determinada comunidad, y que presupone la existencia de tres contextos
(Di Tella y otros; op. cit) inherentes a la reflexión epistemológica: el de descubrimiento,
que hace a preguntas tales como ¿en qué circunstancias se produce el saber? ¿quién
y en qué momento histórico social se produjo una determinada teoría? El de justifi-
cación, que se pregunta por la fundamentación de las teorías, su estructura, lógica
y corrección. Y el de aplicación, cuya preocupación constituye el aspecto instrumental
de la ciencia en su capacidad de aplicarse en la realidad, de accionar sobre ella.
Cabe señalar la importancia central de distinguir entre la epistemología y la me-
todología, en tanto la primera persigue reflexionar críticamente sobre los modos de
producción del conocimiento científico en los tres contextos de determinación mencio-
nados, la segunda persigue establecer aquellas reglas a seguir para la producción de
nuevos conocimientos científicos.
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(sólidos modernos en términos de Bauman) que empiezan a erosionarse, a debilitarse,
tales como el sentido del trabajo, del Estado-nación, de la seguridad social, de la repre-
sentación política, de la familia y, por supuesto, de la ciencia.
Analizaré brevemente estas transformaciones.
A mediados de la primera modernidad (siglo XIX), se consolidaron dos paradig-
mas 3, el materialista histórico y el positivista.
El materialismo histórico y el método dialéctico constituían para Karl Marx el modo
científicamente correcto para el conocimiento de la realidad, yendo de lo abstracto a lo
concreto: (…) las reproducciones abstractas conducen a la reproducción de lo concre-
to por la vía del pensamiento. (…) el método que consiste en elevarse de lo abstracto
a lo concreto no es sino la manera de proceder del pensamiento para apropiarse de lo
concreto, para reproducirlo mentalmente como cosa concreta (Marx [1859] 1978: 259).
Este paradigma introduce la idea de unidad de lo diverso para hacer referencia a la
síntesis de las múltiples determinaciones de lo concreto, (…) lo que constituye el movi-
miento dialéctico es la coexistencia de dos lados contradictorios, su lucha, su fusión en
una categoría nueva (Karl Marx, citado en Vasilachis de Gialdino; 1992: 33).
El concepto de totalidad en tanto categoría nuclear surgida del pensamiento mar-
xista constituye una clave para los desarrollos teóricos de los cientistas sociales pos-
teriores. La misma ha sido conceptualizada de diversas maneras: como una voluntad
estratégica de los sujetos sociales (Lefebvre, 1961), como el nivel de predominancia
jerárquica en la determinación del conjunto sobre las partes, o como construcción del
pensamiento crítico dialéctico (Vasilachis de Gialdino, op. cit: 35). Estos desarrollos
constituyen los pilares de las distintas corrientes marxistas fundantes de la que se de-
nominará posteriormente teoría crítica, que en las décadas de 1920 y en la 1930 nuclea
a autores tales como Horkheimer, Adorno, Marcuse, Benjamin y Fromm, los que desde
campos disciplinares diversos tales como la sociología, la filosofía, el psicoanálisis, la
economía y las artes se combinan para promover un nuevo enfoque de investigación
en ciencias sociales, denominado Escuela de Frankfurt (Alvesson & Sköldberg, 2000:
111). Planteando postulados que siguen vigentes hasta el presente con sucesivos desa-
rrollos encuadrados en las actualmente llamadas ciencias sociales críticas.
3 Explicitado ya el uso del término paradigma en su acepción epistemológica, tomo a partir de aquí la
definición de paradigma de Vasilachis de Gialdino, según la cual (…) estos paradigmas son definidos como
los marcos teórico – metodológicos utilizados por el investigador para interpretar fenómenos sociales en el
contexto de una determinada sociedad (op. cit.: 9).
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diversas teorías que intentaron transformar o convertir a las ciencias sociales y huma-
nas en positivas o duras: las sociologías de Durkheim, Merton o Parson (Vasilachis de
Gialdino, op. cit.), las psiquiatrías de Pinel, Esquirol o Kraepelin (Bercherie, 1980) o las
psicologías experimentales de Herbart, Fechner, Helmholtz y Wundt (Lodieu, 2006)
para mencionar solo algunos ejemplos de la influencia de Comte en este campo.
De manera tal que las discusiones centrales en el campo de las ciencias, incluso
en el de las ciencias sociales, giraban en relación a estos dos grandes marcos teórico
metodológicos.
Hacia finales del siglo XX, al decir de Irene Vasilachis de Gialdino (1992), estos eran
los dos paradigmas consolidados, en tanto que el paradigma interpretativo por ese
entonces se encontraba en vías de consolidación.
Este paradigma, cuyo supuesto básico (…) es la necesidad de comprensión del sen-
tido de la acción social en el contexto del mundo de la vida y desde la perspectiva de
los participantes (Vasilachis de Gialdino, op. cit: 43), surge de una crítica sistemática al
positivismo y su proyecto de naturalización de las ciencias sociales.
Autores como Weber, Schutz, Cicourel o Husserl abonan a una perspectiva científi-
ca que delinean diferentes enfoques dentro del paradigma interpretativo tales como:
a- el etnográfico, que describe unidades sociales concretas para reconstruir sus cultu-
ras, formas de vida y estructuras; b- el fenomenológico, que enfatiza el conocimiento
que las personas mismas otorgan a sus experiencias de vida reconstruyendo los pro-
cesos mismos de interpretación; c- el interaccionismo simbólico, que acentúa el des-
cubrimiento de los modos de elaboración de los significados socialmente construidos
en tanto productos de la interacción simbólico social; y d- el etnometodológico, que
apunta al conocimiento de las prácticas procedimientales puestas en juego por los ac-
tores sociales en su vida cotidiana (Rodríguez Gil, 1986; Souza Minayo, 1997).
Se produce un centramiento en el problema de la comprensión más que en el de
la observación del mundo objetivo, siendo la interpretación de los significados social
y simbólicamente construidos la esencia de este paradigma, y la razón del énfasis en
la participación no intrusiva para una compresión hermenéutica del mundo de la vida.
Observamos que se trata de un paradigma epistemológico que introduce rupturas
en cuanto al objeto, en tanto se constituye al otro como objeto de estudio (Denzin
& Lincoln, 2012), los enunciados y tipo de verdad que promueve, apoyados en cono-
cimientos basados en la experiencia de los sujetos sociales y no del investigador, con
métodos que priorizan los modos de proceder inductivos, con una perspectiva holística
de la realidad social. Sus axiomas (González Monteagudo, 2001) quiebran el concepto
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metodológica que se oponía a la hegemonía positivista de la ciencia sino en un enfo-
que que permitió instalar otras cuestiones como por ejemplo aquellas ligadas a la recu-
peración de la voz de las y los participantes del proceso de investigación, a la democra-
tización de las relaciones de poder inherentes a la investigación científica, la inclusión
de la perspectiva subjetiva, relacional y afectiva entre otros tantos aspectos que hacen
a una postura ética en consonancia con el respeto de los derechos humanos. La cual no
es una cuestión menor.
Vimos hasta aquí que a lo largo del siglo XX se han ido consolidando los tres pa-
radigmas epistemológicos mencionados, cada uno con sus avances, crisis, rupturas
y desprendimientos teóricos que exceden ampliamente un análisis exhaustivo en el
marco de esta obra.
Pero este acotado desarrollo sobre los debates paradigmáticos y teóricos es nece-
sario para comprender cómo las epistemologías del siglo pasado han ido acompañan-
do (generando y siendo generadas por) el giro histórico entre la primera y la segunda
modernidad.
La reflexión epistemológica de finales de siglo pasado se ha servido en gran me-
dida para comprender estas transformaciones paradigmáticas de la tradicional teoría
de Tomás Kuhn (1962) que, criticando la concepción positivista instalada del progreso
de la ciencia a través de la acumulación, se refiere a la estructura y periodización de la
misma según una secuencia de momentos normales, surgimiento de anomalías para-
digmáticas y posteriores revoluciones científicas para dar comienzo a un nuevo ciclo de
ciencia normal (pensamiento estructuralista).
Cabe reiterar el análisis que realiza Edverardo Nunes (2014) sobre las múltiples
acepciones del término paradigma y sus usos en ciencias sociales de la salud, sobre
todo por el trabajo realizado con la obra de Tomás Kuhn, y los cambios que en la misma
experimentó esta noción. En última instancia, el análisis introducido por el mismo Kuhn
en la posdata de 1969 a la edición original de su libro, anticipa ya en cierta manera una
necesaria crítica a la concepción presentada en su obra, la cual construye en definitiva
una lectura homogenizante de la ciencia que analiza hacia adentro de cada paradigma
sus fortalezas y transformaciones, evitando la confrontación con una realidad en la
cual hay coexistencia y solapamientos paradigmáticos (post estructuralismo). Visión
que no escapa del mito moderno del progreso ilimitado que termina convirtiéndose
en limitante.
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conocimiento científico. La idea de la unidad de la ciencia, propuesta como objetivo
central de esta epistemología, aborda las diferencia entre el conocimiento científico
y el filosófico sosteniendo que (…) no existe ninguna técnica que satisfaga a todas las
mentes: el conocimiento total es actualmente, y tal vez lo será siempre, una cuestión de
síntesis en parte subjetivas, pues se encuentra dominado de hecho por juicios de valor
que no son universalizables sino específicos a ciertas colectividades o incluso a ciertos
individuos (Piaget, 1970: 88).
Se trata de una ruptura esencial ya que, a diferencia de las tradiciones paradigmá-
ticas mencionadas hasta aquí, no profundiza en la crítica hacia dentro de los paradig-
mas sino que realiza una crítica que resulta en definitiva transversal a todos, señalando
diversos puntos ciegos en su capacidad comprensiva explicativa, avanzando en una
propuesta epistemológica de integración y síntesis que retomaré más adelante.
En esta línea Piaget propone resolver el problema de la unidad de la ciencia cam-
biando el modo de comprender a las diversas ciencias mediante la idea de proceso
o ciclo en lugar de secuencia lineal (op. cit: 108). La secuencia lineal tradicional en la
cual se desarrolló históricamente la ciencia poseía una dirección que iba desde las ma-
temáticas a la física, de ésta a la biología y de ésta a la psico sociología; derrotero que
en los términos presentados con anterioridad marcaba la diferencia entre las ciencias
formales y las fácticas en tanto campos científicamente irreconciliables.
Pero, al decir de Piaget, los conocimientos alcanzados en estas distintas disciplinas
muestran que (…) las dos extremidades de esta serie tienden a encontrarse para for-
mar una especie de círculo postulando una doctrina abierta que tiende puentes entre
los extremos de esta cadena y tiene como una de sus principales consecuencias lo que
denomina las dos direcciones del pensamiento científico según la cual existe una conti-
nuidad inevitable entre el sujeto y el objeto en juego en todo conocimiento. Círculo de
las ciencias que (…) alcanza una unidad por interdependencia entre las diversas cien-
cias tal que las disciplinas opuestas en este orden cíclico sostienen entre sí relaciones
de reciprocidad (p. 109-110).
El esfuerzo de la propuesta piagetina trasciende con la noción de unidad de lo di-
verso la tradición escotomizada de los paradigmas epistemológicos presentados como
irreductibles, sin que esto promueva una epistemología relativista o reduccionista ope-
rante por sumatoria o evitación de los conflictos emergentes de la integración teórica.
Este esfuerzo es profundizado, junto a Rolando García, al establecer una analogía entre
los distintos períodos históricos de la ciencia y los propios del desarrollo psicogené-
tico (Piaget & García, 1982) de manera tal que, sostienen, ambos presentan procesos
79
Los paradigmas emergentes proponen epistemologías que trascienden las viejas
dicotomías y encerronas teóricas. Tal es la incorporación de teorías provenientes del
campo de las matemáticas (ciencias formales) para abordar objetos y hechos sociales
(ciencias fácticas) tales como la teoría fractal del matemático Benoit Mandelbrot en
1975 o la teoría del caos del meteorólogo Edward Norton Lorenz (1993), integraciones
que fortalecen la propuesta de círculo de las ciencias piagetiano ya mencionado.
Estas teorías permiten considerar otros principios estructurantes más allá del orden
causal predominante en la epistemología convencional tales como las discontinuida-
des, las bifurcaciones y las paradojas, entre las cuales destacan: a- el orden a partir del
caos (expectativa de formas alternativas de determinación surgidas a partir de proce-
sos aparentemente desordenados o caóticos), b- lo nuevo a partir de lo existente, posi-
bilidad de la emergencia de lo nuevo desde algo que no estaría contenido en la síntesis
de los determinantes potenciales, c- eventos que no siguen la lógica del efecto pro-
porcional al estímulo causal específico (cuestión de la discontinuidad), d- iteratividad
o efectos de los sistemas dinámicos no convergentes y no finalísiticos (retroalimenta-
ción, circuitos de feed back). e- efecto mariposa: efectos potencializados de estímulos
débiles en sistemas dinámicos complejos (Almeida Filho, 2006: 126).
81
Como ya he mencionado, los aportes teóricos y técnicos de estos movimientos son
múltiples en distintas líneas de trabajo tales como la planificación, la epidemiología, la
participación política, la gestión, la investigación científica académica por mencionar
solo algunos. En lo que sigue centraré la atención en la reflexión epistemológica en
salud que aportan estos movimientos sobre la salud.
Los autores y autoras partícipes de estas corrientes sostienen una crítica funda-
mentada a la inercia tradicional de la racionalidad instrumental acrítica del sanitarismo
tradicional, sosteniendo la necesidad de una revisión teórico epistemológica de las ca-
tegorías explicativas centrales del campo para visibilizar las relaciones de poder inhe-
rentes al mismo, en lugar de centrar los esfuerzos en un abordaje meramente técnico
que no llega al hueso de los problemas de salud centrales de la región.
El fracaso de los distintos movimientos ideológicos en salud (Almeida Filho & Paim,
1995) en términos históricos no se debe entonces a la debilidad de sus técnicas, sino
a la progresiva incapacidad explicativa de la epistemología que fundamentaba dichas
técnicas. En otras palabras, los enfoques, métodos y técnicas pueden cambiar, mejo-
rarse o incluso sustituirse, sin que se modifique el piso epistemológico sobre el cual
descansan sus fundamentos teóricos; y eso es lo que ha pasado a juicio de estos auto-
res en la historia de las propuestas de salud. Razón por la cual afirman que salir de la
crisis en la que ha caído la capacidad explicativa de las teorías de la salud requiere una
reconfiguración del objeto de estudio de estas teorías, que permita un descentramien-
to desde el objeto enfermedad, hacia el objeto salud. Histórico punto ciego epistémico
del sanitarismo tradicional.
En la lectura de Silva Paim (2009) la crisis de la salud pública, es decir, el fracaso de
las corrientes tradicionales de la salud en términos del empeoramiento de los indica-
dores de morbi mortalidad en la región, la reemergencia de enfermedades infectocon-
tagiosas antes controladas o su reaparición modificada, los excesos de la mercantiliza-
ción del sector y la creciente medicalización de las prácticas no se deben solo al fracaso
de las políticas y las técnicas implementadas, sino a la incapacidad explicativa que
mostraron las teorías sanitarias; en particular el paradigma científico positivista, en el
transcurso de la segunda mitad de siglo pasado para dar respuesta la complejidad de
los problemas del campo social de la salud.
Es decir, más allá de los diferentes modelos y estrategias propuestas que se han
ido instalando en la agenda internacional de las políticas de salud desde el siglo pa-
sado hasta nuestros días tales como los niveles de prevención de la salud, la salud
comunitaria (atención primaria de la salud -APS), la promoción de la salud, la salud
familiar, entre otras, su reiterado fracaso para garantizar mejores condiciones de salud
83
cultura, incorpora en el análisis teórico las determinaciones propias de la dimensión
simbólica y discursiva de las prácticas de salud.
Tomando dos obras fundamentales para comprender el alcance teórico de la pers-
pectiva latinoamericana en salud, como son las de Jaime Breilh (2003) y Almeida Filho
(2000) vemos que desde ambas corrientes, y aún con las diferencias teóricas explici-
tadas en las mismas, se sostiene una crítica fundamentada al pensamiento moderno
positivista, la necesidad de una salud contra hegemónica, la recuperación de nociones
nucleares del pensamiento marxista así como del constructivismo, y el planteamiento
de desafíos teóricos ligados a la necesidad de incorporar a la teoría de la compleji-
dad en salud para construir un nuevo objeto epistemológico, totalizado y complejo,
conceptualizado (…) como unidad integral de observación – análisis – interpretación
– intervención tanto a nivel conceptual como metodológico”. Este nuevo objeto epis-
temológico en tanto modelo sintético incluye distintas instancias (explicativa, estruc-
tural, sistémica y sintética), dominios (general y particular) y niveles de complejidad
(niveles de organización de los objetos de conocimiento: molecular, individual y social)
(Almeida Filho, 2000: 297).
Llegados a este punto del desarrollo, y teniendo en cuenta el título de este apar-
tado, podemos preguntarnos ¿en qué consiste la epistemología de la salud mental?
Desde la perspectiva aquí propuesta, la epistemología de la salud mental es la epis-
temología de la salud, es decir, no existen epistemologías distintas para cada uno de
los objetos parcializados de un campo de problemáticas más amplias. El objeto salud
mental es parte de la unidad integral de observación – análisis – interpretación – in-
tervención. Constituye una faceta de esta unidad integral, posee instancias, dominios
y niveles de complejidad que le son propios, pero a su vez, y con su especificidad, par-
ticipa de otras instancias, dominios y niveles de complejidad.
La conceptualización de la salud mental no corre por carriles diferentes a los de la
salud en general, y esto no obedece a la imposibilidad de aplicación del método cientí-
fico positivista capaz de extraerla de las pseudociencias, sino a que las epistemologías
actuales permiten generar contextos de descubrimiento, justificación y aplicación en
este campo particular de estudio con suficiente alcance explicativo.
El esfuerzo realizado en explicitar las discusiones paradigmáticas desde finales del
siglo pasado hasta la actualidad, y exponer la capacidad explicativa de las epistemolo-
gías actuales, tuvo como objetivo fundamentar el carácter científico de las ciencias de
la salud, y sostener la tesis según la cual la integración de la salud mental a la salud, tal
como lo plantea Alicia Stolkiner (2012), nos obliga a una reflexión epistemológica que
85
a partir del desarrollo y expansión de la tecnología de diagnóstico y tratamiento, es
decir, la epistemología positivista en el campo de la salud ha sido fundamental para el
desarrollo de conocimientos que aún continúan siendo imprescindibles. Ya he justifica-
do que la revisión epistemológica no invalida ni descarta conocimientos científicos que
continúan siendo socialmente útiles y necesarios.
Pero no ocurre lo mismo en el sub campo de la salud mental, en el cual la racio-
nalidad científico positivista ha demostrado fracasar en su intención de llegar a una
identificación causal de la enfermedad mental por medio de la localización cerebral de
los trastornos psíquicos (Ausburguer, 2004).
Si bien hay autores que sostienen que justamente desde el campo de la neurología
llegará la justificación científica de las teorías que el positivismo se empecina en des-
calificar, por ejemplo el psicoanálisis (Pommier, 2010), existen fundamentadas razones
para desestimar el ideal de la localización cerebral como el hallazgo del componente
causal de la enfermedad mental.
En todo caso el discernimiento de los determinantes biológicos involucrados en los
padecimientos mentales (repertorio de categorías de las ciencias naturales en la termi-
nología propuesta por Juan Samaja) echará luz sobre uno de los niveles del integrado,
pero no explicará la totalidad (como tampoco lo harán los demás repertorios catego-
riales), y por supuesto, podrá mejorar la capacidad de diagnóstico y tratamiento en el
mejor de los casos pero nunca dar cuenta acabada del objeto totalizado.
Se logra alcanzar aproximaciones explicativas más potentes al padecimiento men-
tal, pero no de identificar sus causas. Si se comprobaran variaciones genéticas para
algunos padecimientos mentales específicos, por ejemplo las actuales investigaciones
que mapean las variantes en el cromosoma 6 en personas que presentan esquizofre-
nia (Pérez Vargas, 2019: 6), este hallazgo sería más que bienvenido, ya que permitiría
instrumentar mejores acciones de prevención, identificación y tratamiento adecuado
pero no alcanzará por sí mismo a explicar las causas. En otras palabras, en el plano
del padecimiento psíquico, resultan esenciales los distintos repertorios de categorías
explicativas disponibles, pero ninguno subordina a los demás, cada uno explica y per-
mite comprender diferentes facetas del objeto de estudio, potenciándose su capacidad
explicativa por la vía de la integración.
Cabe realizar antes de finalizar este apartado una referencia a la cuestión de las
disciplinas desde el plano epistemológico.
El derrotero recorrido por las ciencias de la primera modernidad occidental ex-
plica la configuración de las distintas divisiones que hemos repasado, entre ciencias
87
Retomaré el tema del trabajo disciplinario en el próximo apartado, al referirme
a la dimensión praxiológica del objeto, no obstante considero importante remarcar
que, más allá del prefijo utilizado y de cuál sea la definición que se le dé al mismo
(intra, uni, multi, inter, epi o trans) la cuestión de las disciplinas se fundamenta en el
campo de la reflexión epistemológica.
Es la transición paradigmática la que explica el sentido, alcance y pertinencia de las
disciplinas y las teorías, así como su capacidad comprensiva explicativa y sus grados
posibles de intervención de acuerdo a la complejidad del objeto integrado salud enfer-
medad atención cuidado.
El desafío en la construcción de una epistemología de la salud mental es la inte-
gración y el trabajo de síntesis en el planteamiento y problematización de una realidad
compleja a comprender y/o explicar. Los postulados propuestos por las epistemolo-
gías emergentes desarrolladas marcan la dirección a seguir con nociones nucleares
tales como unidad de lo diverso, circularidad de las ciencias, momentos dialecticos
u objeto híbrido.
Tal como define Emiliano Galende (…) el objeto de la salud mental es el sujeto
en su existencia real, esto es, en su tiempo, su sociedad, su cultura (2015: 173), en fun-
ción de lo cual requerimos una epistemología que dé cuenta de las características de
este objeto.
No existe hasta el momento teoría científica que explique el objeto salud mental
en su totalidad, existen teorías científicas que constituyen repertorios nocionales que
amplían los márgenes explicativos de este objeto. La capacidad para entrar en circula-
ridad (forzando la propuesta piagetiana) con teorías que desbordan la especificidad de
un sub campo es indicadora de la potencia explicativa de un concepto. De allí la nece-
sidad de recurrir a conceptos que provean síntesis de conjunto, que desde su potencia
explicativa puedan trascender la especificidad de un sub campo particular, y generar
capacidad de interconexión por rebasamiento. Me refiero a conceptos que puedan re-
basar los límites de lo disciplinario, para pasar a un nuevo nivel que incluya y supere su
capacidad explicativa.
La categoría de subjetividad por ejemplo, trasciende distintos repertorios cate-
goriales interconectando conocimientos científicos imprescindibles para la compren-
sión del objeto salud mental, con énfasis en la integración de las ciencias sociales
y discursivas.
Así, encontramos definiciones que integran lo social y cultural con el pensamien-
to complejo al proponer que la subjetividad (…) es una totalidad relacional compleja,
89
esfuerzo de desagregación) cuyo objetivo es la comprensión no la forclusión. No se
trata de descartar uno de estos planos de la realidad por su falta de rigor científico ni
de supravalorar los aspectos subjetivos del mismo. La búsqueda de conceptos anfibios,
tales como el de objeto híbrido o cuerpo subjetivo, no constituyen la superación de
esta tensión epistemológica sino al contrario, la sostienen, proveen herramientas con-
ceptuales desde paradigmas emergentes que amplían los márgenes del conocimiento
científico en este sub campo particular.
Como plantea Boaventura de Sousa Santos al postular una epistemología de las
ausencias destinada a (…) identificar lo que falta y por qué razón falta, tenemos que
recurrir a una forma de conocimiento que no reduzca la realidad a aquello que existe
(…) una forma de conocimiento que aspire a una concepción expandida de realismo,
que incluya realidades suprimidas, silenciadas o marginadas, tanto como realidades
emergentes o imaginadas (2009: 87).
Así como en el capítulo anterior fundamenté que una ontología de la salud mental
tiene como horizonte trascendental tolerar la tensión entre juicios del ser y del no ser,
promoviendo una ontología de las ausencias y de lo posible; una epistemología de la
salud mental requiere sostener la tensión entre objetividad y subjetividad integrándola
en un proceso sintético comprensivo, en base a una nueva epistemología que denomi-
naré de la incompletud, fundamentada en la idea de que toda ampliación científica del
conocimiento en sí supone y es tolerante a la generación de vacíos de conocimientos
en el propio campo específico o en otros, y este develamiento de las ausencias de co-
nocimiento constituyen una parte del proceso científico mismo.
91
sub alteridad mediante una nueva epistemología que permita de una vez abandonar
la subordinación a la filosofía y la ciencia occidental (lenguaje heredado de las ciencias
sociales del siglo XIX).
Para Walter Mignolo, la posibilidad de entrar en diálogo requiere un nuevo lengua-
je que bucee en paradigmas, enfoques y saberes extraterritoriales a los académicos
oficiales: el conocimiento siempre tiene una ubicación geohistórica y geopolítica en la
diferencia epistémica colonial. (…) la geopolítica del conocimiento es la perspectiva ne-
cesaria para que se desvanezca el supuesto eurocéntrico de que el conocimiento válido
y legítimo se mide de acuerdo con parámetros occidentales (2007: 66).
En esta perspectiva, las relaciones coloniales de poder no se reducen a lo político
económico y a lo jurídico administrativo sino que poseen una dimensión epistémica
(Barukel, 2014), por esta razón se requiere de un giro epistémico, una descolonización
epistemológica (Quijano, 1992: 442) que rompa la colonialidad en los órdenes del po-
der (que expresa las relaciones globales de poder instauradas por el colonizador para
el dominio de los pueblos colonizados en función de la idea de raza), del saber (geopo-
lítica del conocimiento), y del ser (formas de violencia ejercida sobre los pueblos domi-
nados para anular su capacidad de lucha) (Quijano, 2010).
La descolonización epistemológica supone romper con la subalternidad instalada
por el colonialismo mental, razón por la cual el enfoque decolonial supone un movi-
miento emancipador de la razón moderna, a la manera en la cual es planteado por la
filosofía de la liberación, corriente surgida a finales de los años sesenta en Latinoamé-
rica según la cual la afirmación y emancipación de la diferencia construye nuevas uni-
versalidades que permiten universalizar las diferencias (Dussel, 2015: 48).
En tanto desmontaje de estructuras de poder, el pensamiento decolonial desafía
a la episteme de la colonial modernidad y a su proyecto político imperial contraponien-
do a este un proyecto que más que universal es pluriversal (Méndez Reyes, 2012: 85) ya
que pone en relación a los múltiples mundos y vidas sociales y culturales en una matriz
de vinculación transversal no originada en la matriz colonial del poder.
Se trata de una matriz vinculante que puede trascender la (pos) colonial (tardío)
modernidad a través de lo que Enrique Dussel denomina mundo transmoderno, un
más allá de la modernidad – colonialidad mediante una ruptura epistémica respecto
de la razón moderna euro céntrica (2005).
Para este autor es necesario superar los dualismos simplistas de la razón moderna
alertando que tal superación no implica decretar su inexistencia, inutilidad epistémica
93
Esta autora boliviana presenta un pensamiento crítico incluso dentro de la corriente
de pensamiento andino presentada, retomando las tradiciones kataristas (Julián Apaza
Tupac Katari protagonizó varias rebeliones contra los conquistadores españoles, falle-
ciendo en 1781, en el cerco sobre la Ciudad de La Paz) e indianistas (tales como Felipe
Guamán Poma, cronista amerindio de ascendencia incaica del período del virreinato
peruano) recupera el uso del término indio e india en detrimento de la actual noción de
pueblos originarios, en vistas de que referirse a los orígenes de estos pueblos reprodu-
cen el carácter negacionista de su existencia actual remitiéndolos a un pasado residual,
estático y arcaico, en lugar de considerarlos como una cultura coetánea, neutralizando
su pulsión descolonizadora (2010: 59).
De esta autora tomaré dos potentes líneas de análisis, la primera ligada al pensa-
miento crítico respecto de un sector mismo de los estudios poscoloniales, y en segun-
do término, la propuesta de una epistemología ch´ixi.
Varios autores postulan la existencia de un colonialismo interno que en nuestro eje
de análisis se ha expresado a través de las elites intelectuales latinoamericanas, Dussel
se refiere a las elites ilustradas neocoloniales que desde las culturas periféricas eran
fieles a los imperios de turno (2015: 267).
Silvia Rivera Cusicanqui tensa aún más este análisis crítico, al plantear que el multi-
culturalismo oficial que se pretende inclusivo utiliza términos tales como el de pueblos
originarios para invisibilizar y excluir a la gran mayoría de la población india hablante
actual como la aymara o la qhichwa convirtiéndose este multiculturalismo en un meca-
nismo encubridor de nuevas formas de colonización que introduce modos de ciudada-
nía recortada y condicionada (2010: 60).
De este planteo me interesa particularmente el análisis que realiza del rol que jue-
ga la universidad, denunciando la existencia de una estructura de colonialismo interno
cuya arquitectura institucional incluye universidades, fundaciones y organismos inter-
nacionales en la cual los intelectuales tienen un papel en la dominación del imperio,
con flujos de financiamiento y reconocimientos académicos que sirven para afianzar
el colonialismo interno – externo: (…) como en el mercado mundial de los bienes ma-
teriales, las ideas también salen del país convertidas en materia prima, que vuelve re-
gurgitada y en gran mezcolanza bajo la forma de producto terminado. Se forma así el
canon de una nueva área del discurso científico social: el pensamiento poscolonial que
(…) visibiliza ciertos temas y fuentes, pero deja en la sombra a otros (2010: 68).
En este marco de pensamiento la epistemología ch´ixi, tal la denominación que
ella misma asigna al esfuerzo para superar al historicismo y binarismo de la ciencia
95
sido ni son euro céntricos, el análisis crítico de los conceptos de descolonización y la
emergencia del enfoque decolonial, las epistemologías del sur y la lucha por visibilizar
el sufrimiento humano en el marco del capitalismo (moderno y tardo moderno), las
categorías del pensamiento indoamericano tales como lo ch´ ixi y el suma qamaña,
que instalan logos y epistemes decoloniales, todos estos son algunos ejemplos de las
categorías revisadas para fundamentar en pos de una ciencia no occidental, alterna,
no subordinada, nacida antes que la razón moderna hegemónica pero coetánea a ella
y viva, que no disputa su supremacía respecto de aquella sino que establece potentes
direcciones epistemológicas a seguir.
La pertinencia de esta teoría de la descolonización para un análisis crítico del cam-
po de la salud mental resulta clara, la misma se funda en que toda lectura decolonial
implica la historización de los modos naturalizados de dominación, y nuestro cam-
po, tal como lo aprendemos y lo practicamos en la matriz de sentido formativa que
constituye la educación formal, continúa siendo en esencia escenario de prácticas de
dominio social.
A las potentes formas de dominación que aún atraviesan nuestra cultura tales
como el patriarcado, el capitalismo y el occidentalismo moderno tardío, la lógica del
trabajo con el sufrimiento psíquico agrega una práctica disciplinadora que aún sigue
siendo hegemónica en el modelo de atención, el encierro humano, el cual constituye la
práctica reguladora por excelencia de los normalismos, tal la denominación que Agus-
tina Barukel (2014: 7) da a la tarea que nombra y delimita la estructura de dominación
que le es particular a la salud mental (…), normalismo refiere a la vez a la idea de lo
normal y de la norma.
Las instituciones de encierro en sus diversas manifestaciones actuales, tales como
los establecimientos monovalentes especializados en padecimientos mentales (evito
explícitamente su equívoca denominación como efectores de salud mental), las co-
munidades terapéuticas, los centros para personas adultas mayores (geriátricos) y de
niños, niñas y adolescentes (hogares), constituyen modalidades diferentes de insti-
tuciones totales, atravesadas por la lógica manicomial, que confirman que si bien la
misma encuentra su expresión más típica en la institución total psiquiátrica asilar, esta
no es la única forma institucional con estas características.
Existe una larga tradición de autoras y autores críticos a esta modalidad de ins-
titución total, según el clásico término acuñado por Erving Goffman para referirse a
los lugares (…) de residencia y trabajo, donde un gran número de individuos en igual
situación, aislados de la sociedad por un período apreciable de tiempo, comparten en
su encierro una rutina diaria, administrada formalmente (1992: 13 [1961]).
97
Prácticas decoloniales en salud mental: el otro soy yo
Toda institución produce una definición de aquél hacia quien se orienta la acción,
un otro discursivo, destinatario de las prácticas. Esta definición del otro permite inda-
gar acerca del grado de simetría que establece la institución con respecto de las per-
sonas con las que trabaja, puesto que será muy diferente la relación que se establezca
con una persona definida como peligrosa, enferma, sufriente, paciente, irrecuperable,
incapaz, residual, defectuada (entre otras acepciones que a diario surgen en las histo-
rias clínicas actuales de personas usuarias de servicios de salud mental escritas por las
y los profesionales que las atienden) o ciudadana, capaz, recuperable, potente, sujeta
de derechos, vital.
La noción de alteridad permite indagar sobre la relación establecida entre la insti-
tución y sus destinatarios y destinatarias. En términos esquemáticos, puede estable-
cerse un extremo de alteridad excluyente, que implica una asimetría absoluta entre el
sujeto social que presta servicios y las usuarias y usuarios de los mismos; y un polo de
la alteridad incluyente, en el cual se ubican aquellas instituciones o movimientos socia-
les en las que la definición del otro no excluye por definición al sujeto efector.
Uno de los binarismos cristalizados fuertemente en nuestro campo consiste en la
diferencia entre profesionales y usuarios de servicios de salud mental, tensión que
tiende a tratar de ser resuelta por la vía del afán de levantar los síntomas psíquicos
o de mitigar el sufrimiento mental, de manera tal de que los fenómenos puedan ser
momentáneamente re ordenados en uno u otro lado de la ecuación.
Se trata de una fragmentación ilusoria (momentánea), ya que no existe persona
que no sea actualmente, haya sido en algún momento, o lo vaya a ser alguna vez,
usuaria de servicios de salud mental y en definitiva, sufriente mental. Pese a esto en
muchas oportunidades, la matriz formativa de las prácticas profesionales en salud
mental, hace que los servicios establezcan relaciones de alteridad excluyente entre
profesionales y personas usuarias de esos servicios, en lugar de promover relaciones
de alteridad incluyente entre actores sociales diferentes pero iguales respecto del pa-
decimiento mental.
El valor social, familiar y personal de toda relación terapéutica es incuestionable, pe-
ro resulta imprescindible para una praxis emancipadora identificar (y en el mejor de los
casos trabajar en el sentido psicoanalítico del término) esta asimetría relacional consti-
tutiva de las prácticas, potencialmente colonizadora del otro destinatario de las mismas,
ya que en definitiva implica en mayor o menor medida cierto forzamiento del otro.
99
Los cuadros número 2 y 3 sintetizan los contenidos principales abordados en este
capítulo respecto de la dimensión epistemológica de la salud mental.
101
3.4. LA Dimensión praxiológica: operaciones
y competencias profesionales en salud mental
En los apartados precedentes de este capítulo (puntos 3.2. y 3.3.) abordé las di-
mensiones ontológica y epistemológica de la matriz decolonial comprensivo explicati-
va del objeto salud mental.
Para completar la propuesta desarrollaré en este punto la dimensión praxiológica,
que apunta a involucrarnos con el hacer sobre el objeto desde la reflexividad en la
propia praxis social, que da cuenta de cómo los actores y actrices sociales de un cam-
po intervienen en su realidad de trabajo o bien para transformarla (desnaturalización,
desideologización instituyente) o bien para reproducirla (naturalización imaginaria de
lo instituido).
Uno de los resabios de la modernidad occidental positivista aún operante en las
formas tradicionales de enseñanza aprendizaje en salud es la bifurcación entre teoría
y práctica, en sus diversas instancias tales como: a- la formativa: primero se aprende la
teoría y luego se la aplica en la práctica, lógica binaria secuencial según la cual en los
primeros años del ciclo de grado universitario se amontonan las asignaturas más teóri-
cas y hacia el final las más practicas, que en algunas carreras incluso se encuentra divi-
dido en materias y prácticas, lógica que se reproduce también en forma ampliada entre
el ciclo de grado y la formación en servicios de salud (residencias / concurrencias) en
donde en el ciclo de grado se aprenderían las teorías y en la residencia / concurrencia
se aprenderían las prácticas; b- la profesional – laboral: están los y las que trabajan con
las teorías por que enseñan, investigan o escriben, y quienes trabajan aplicando esas
teorías ya que se encuentran en servicios de salud, secretarías, direcciones o cualquier
otra organización del campo.
Diversas autoras del campo de la educación se han ocupado de generar enfoques
pedagógicos tendientes a disminuir estas brechas planteando distintos modelos de
trabajo, tales como el enfoque de estudio trabajo propuesto por María Cristina Davini
(2001) basado en la pedagogía de la problematización, o el de desarrollo de competen-
cias profesionales (ORE, 2006, Suárez Conejero, 2013) por mencionar algunos ejemplos.
Desde los últimos años se han desarrollado en el país proyectos de currículos in-
novados en carreras de salud que constituyen valiosos avances en esta perspectiva,
tal la Carrera de Nutrición del Departamento de Salud Comunitaria de la Universidad
Nacional de Lanús o la Carrera de Medicina del Departamento de Ciencias de la Salud
103
sea coherente con los dos planos trabajados anteriormente, habida cuenta que toda
escisión de los mismos es totalmente artificial ya que como mencioné previamente el
conocimiento científico del objeto (reflexión epistémica) es posible en la medida en
que se actúa sobre él (reflexión praxiológica), y esto es posible en la medida en que
contamos con juicios que permitan aproximar su esencia (reflexión ontológica).
Volviendo al plano que nos ocupa en este apartado, no se trata de agregar un nivel
pragmático o práctico del objeto, descriptivo de la fenomenología que es determinada
por las otras dimensiones, sino que una comprensión y explicación acabada del objeto
como la que propongo requiere de los tres planos de determinación necesariamente;
no existe una lógica de subordinación entre estos planos, existe una lógica de muta
determinación e interdependencia, cada plano opera como reverso de los otros dos
permanentemente.
105
sea su nivel de toma de decisiones, su planteamiento inicial marca los límites de la
intervención posible.
En síntesis, desde la perspectiva aquí sostenida, la praxis en salud mental reflexio-
na sobre el contexto (histórico, político, ideológico, cultural, económico, social) de pro-
ducción de esa misma praxis. Partiendo de la imposibilidad de una praxis que pueda
abarcar la totalidad de la realidad, se interroga sobre su capacidad contra hegemónica,
descentra del propio campo discursivo el sentido mismo de su quehacer reubicándolo
en la arena de los derechos humanos como horizonte de transformación colectiva.
107
Me interesa especialmente la idea según la cual cada uno de los momentos implica
la puesta en acción de instrumentos y procesos (asimilación, acomodación, equilibra-
ción) que generan síntesis por integración (esquemas en la terminología piagetiana),
las cuales a su vez mediante procesos de rebasamiento dan lugar a nuevas síntesis
que incluyen los esquemas y subsistemas anteriores pero los superan constituyendo
estructuras de conjunto, y así sucesivamente. Cada uno de los momentos supone la
puesta en práctica de operaciones propias que generan síntesis sucesivas por integra-
ción de operaciones.
Se trata de un enfoque abierto al análisis de diferentes dimensiones, en la propues-
ta original formulada por Mario Testa se consideraba el movimiento de desplazamiento
de lo intra a lo inter, y luego a lo trans en relación a: 1- los sujetos sociales involucra-
dos en las prácticas de salud mental (tanto en su nivel individual como colectivo), 2-
el objeto de estudio – intervención – transformación, c- las disciplinas involucradas,
y d- las operaciones generadas en cada momento. Este conjunto de variables ana-
lizadas en su desplazamiento por los distintos momentos según los mecanismos de
pasajes ya descriptos constituyen lo que Galende denomina modelo explicativo de la
salud mental (Galende, 2015: 179) y que Testa sistematizó como un Esquema matricial
para la construcción de un modelo explicativo de la salud mental comunitaria. A este
esquema matricial agrego la dimensión de los aprendizajes y competencias eventual-
mente adquiridos en las distintas instancias formativas.
Cuadro síntesis 4 (punto 3.4.2.): Esquema matricial para la construcción de un
modelo explicativo de la salud mental comunitaria
VARIABLES MOMENTOS
109
aprendizajes, sujetos y operaciones del nivel intra, otras que requieran el inter, y otras
el trans; y otras que requieran supra estructuras trans que relancen el movimiento dia-
léctico nuevamente.
Este enfoque apunta a evitar la consideración de carácter positivista secuencial se-
gún la cual cuanto más se avanza en los momentos es mejor porque no se trata de una
lógica de acumulación sino de capacidad de resolución. El tradicional deber ser que ha
ocupado el discurso de la salud mental en términos de la obligatoriedad de ajustarse
a una perspectiva inter y transdisciplinaria, queda reformulada a la luz de este enfoque,
según el cual cada momento resulta indispensable, debido a que en cada uno se gene-
ran esquemas operativos particulares.
De esta manera, desde el plano praxiológico de reflexión, y teniendo en cuenta
el enfoque propuesto, la determinación del carácter del trabajo disciplinario en salud
mental (intra, inter o trans) queda definido por las operaciones que pueden ser puestas
en práctica para la observación, análisis, interpretación, transformación del integrado
salud – enfermedad – atención - cuidado en cada situación problema concreto.
Dejando de tener sentido la rotulación del carácter inter o transdisciplinario en fun-
ción de un deber ser, si no tiene un correlato práctico en término de las operaciones que
se logran instrumentar en un momento, que resultarían imposibles de ser puestas en
acto en momentos previos. Este pasaje de niveles de menor capacidad de operaciones
(integraciones y síntesis posibles) a los sucesivos no constituye un proceso susceptible
de ser enseñado o aprendido desde una pedagogía tradicional, es decir, como mera
transmisión de información, sino que requiere de un proceso de transformación inte-
lectual y cultural para el pensamiento de los problemas complejos (Galende, 2015: 178).
Constituye este un punto crítico en la formación de profesionales de salud men-
tal, dado que aún con las limitaciones presentadas anteriormente, el plano de la pro-
ducción de conocimiento sin duda presenta un desarrollo más amplio que el logrado
hasta el momento en el plano de las prácticas. Pareciera que una de las dificultades
mayores en la actualidad no reside en saber qué hacer sino en saber cómo y para qué
hacerlo. Podríamos tomar como ejemplo el importante cúmulo de leyes, normativas,
marcos regulatorios, planes, programas y recomendaciones que existen actualmente
en el campo de la salud mental, sin que las mismas logren ser llevadas a la práctica
acabadamente.
¿Por qué se siguen reproduciendo prácticas que no debieran reproducirse si se to-
man en cuenta los estándares consensuados? ¿Por qué no logran transformarse?
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salud mental el desarrollo de capacidades colectivas para: a- subsumir la racionalidad
instrumental al enfoque de derechos humanos, b- dejar caer el modelo de atención clí-
nico asistencial basado en el encierro y sustituirlo por el modelo de abordaje comunita-
rio, y c- generar herramientas contextuales en escenarios emergentes y diversificados
de práctica profesional.
Tomaré una situación que permite ejemplificar el planteo. Una estudiante de la
carrera de psicología se contacta para solicitar dirección de tesina de grado, relata que
en una de las últimas asignaturas un docente afirmó en clase a los estudiantes: no es-
tamos para garantizar derechos. Afirmación que le hizo recordar la cursada de la asig-
natura Salud Pública y Salud Mental realizada años atrás y la decidió a realizar un tesis
que refute esa frase desafortunada. La inquietud que se le presenta es que , según con-
sidera, se trataría de una tesis sociológica, y se pregunta si podría llevarla al plano psi.
Tomaré esta micro situación como modelo a analizar desde el enfoque propuesto,
ya que sintetiza varios de los puntos trabajados en la medida en que pone en el cen-
tro de la escena un problema esencial de la praxis en salud mental (¿para qué esta-
mos acá?).
Por una parte la afirmación del docente se ubica claramente en el momento intra
disciplinario, acá (carrera de psicología) no estamos para garantizar derechos huma-
nos, podemos suponer que para lo que si se está en la carrera es para temas ligados
al objeto de la disciplina psicológica. Si se pudiera desplegar la re pregunta ¿enton-
ces para que estamos acá (en el grado)? tendríamos la posibilidad de conceptualizar,
a criterio del caricaturizado docente, cuáles son los esquemas, relaciones prácticas,
competencias y operaciones que definen al objeto psicología.
La pregunta que se hace la estudiante en cambio se encuentra plenamente insta-
lada en el momento inter disciplinario, ya que su inquietud hace a la relación entre dos
objetos disciplinarios (el de la sociología y el de la psicología). ¿Cómo pongo en rela-
ción estos dos objetos disciplinarios? Las operaciones y competencias desarrolladas
a lo largo de la cursada de la carrera de grado no resultan suficientes aún para generar
las operaciones propias del momento inter, son necesarios movimientos de acomo-
dación y asimilación que luego de reequilibramientos por rebasamiento producirán
síntesis e integraciones que posibilitarán operaciones en un plano jerárquico de ni-
vel superior. Quizás la praxis que requiere la elaboración de la tesis ponga en acción
las operaciones necesarias para ello. Se observa que el momento inter disciplinario
produjo ya un descentramiento del momento intra hacia el inter en cada una de las
características de los ejes del esquema matricial descripto anteriormente: del sujeto
social individual (estudiante) al múltiple (estudiante y eventual director de tesina), del
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Siguiendo el argumento de Rivera Cusicanqui, no existen saberes y teorías deco-
loniales en salud mental sin prácticas descolonizantes, razón por la cual considero que
este enfoque requiere poder ser traducido en operaciones y competencias profesio-
nales en los términos en que fueron definidas más arriba (caps. 3.4.1 y 3.4.2.) para ser
considerado como tales.
Principalmente se espera que las y los participantes del campo de la salud mental
(todas las personas desde el lugar y grado de involucramiento que sea) puedan de-
sarrollar operaciones intra, inter y trans en el plano de lo subjetivo y de lo disciplinar
capaces de romper con cuatro órdenes normativos claves: el orden del poder, del saber,
del ser y del hacer.
Del poder, en los términos ya planteados respecto de hacer visible, pensable y sen-
tible la capacidad de acción de las relaciones de poder inherentes al campo y el grado
de implicación en las mismas. Esto supone romper con un proyecto universal de salud
mental, abriendo la puerta a proyectos pluriversales (múltiples y transmodernos en los
términos de Enrique Dussel).
Del saber, en los términos de la hegemonía de los saberes profesionales sobre los
no profesionales, y de la imprescindible descolonización epistemológica trabajada en
apartados previos (ver 3.3.3.4.) que supone promover competencias para dejar caer el
pensamiento binario patriarcal moderno y sus privilegios epistémicos, fundantes de la
matriz profesional formativa tradicional.
Del ser, en términos de la emergencia de un nuevo sujeto de la salud mental in-
dividual y colectivo abierto a novedosas formas de existencia, mezclada, abigarrada
(Rivera Cusicanqui), definido por lo que es, lo que existe, y simultáneamente por lo que
no existe pero que es posible (ver cap. 3.2.), que trascienda la lógica de no-existencia
(Santos, 2009) en la que continúan sumidas aún las vidas de muchas personas usua-
rias de servicios de salud mental, en términos de des victimizarlas por su condición de
diferencia, recuperando una existencia acorde a derechos.
Del hacer, rompiendo la inercia de los tres órdenes previos para promover praxis
reflexivas contra hegemónicas, deseantes, que conmuevan la realidad partiendo del
supuesto de trabajo según el cual todo acto en salud mental (individual o colectivo)
transforma la realidad en términos del buen vivir o reproduce los órdenes instalados.
En la tensión entre estos polos, que operan a manera de referencias potenciales per-
manentes, se instalan las innumerables situaciones concretas de la vida profesional
cotidiana que se acercan a uno u otro polo.
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