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7 LCs en LLY Leer narraciones realistas y comprender su 4Conocés el término “mimetizar”? ;Cuindo funcién como vehiculo de critica social. puede decirse que algo o alguien se mimetiza © Conocer el contexto historico que generé el 0 es mimético? éxito de la narrativa del realismo. Puede la literatura 0 cualquier otro arte imi- » Escribir un relato realista a partir de la reela- tar fielmente, como un espejo, la realidad? boracién de los textos trabajados. ;Cémo? © Leer textos de critica literaria. Reconocer caracteristicas realistas en autores contemporaneos. is amigos conocen ya, porlo que de él se me antojé referirles, a don Fran- cisco Torquemada, a quien algunos historiadores inéditos de estos tiempos llaman Torquemada el Peor. Ay de mis buenos lectores si conocen al implacable fogonero de vidas y haciendas por tratos de otra clase, no tan sin malicia, no tan desinteresados como estas inocentes relaciones entre narrador y lector! [... ] Es Torquemada el habilitado de aquel infierno en que fenecen desnudos y fritos los deudores; em- pleados con mis hijos que sueldo; otros vidos de la némina tras larga cesantia. [...] El afio de la Revolucién, compré Torquemada una casa de corre- dorenla calle de San Blas, con vuelta ala della Leche; finca bien apro- vechada, con veinticuatro habitacioncitas, que daban, descontando insolvencias inevitables, reparaciones, contribucién, etc., una renta de mil trescientos reales al mes. [...] Todos los domingos se perso- naba en ella mi don Francisco para hacer la cobranza, los recibos en uuna mano, en otra el bastén con puno de asta de ciervo, y los pobres inquilinos que tenian la desgracia de no poder ser puntuales andaban desde el sibado por la tarde con el estmago descompuesto, porque Ja adusta cara, el caricter férreo del propietario, no concordaban con la idea que tenemos del dia de fiesta, del dia del Seftor, todo descanso y alegria. [... ] Todo iba como una seda para aquella feroz hormiga, cuan- do de sibito le afligié el cielo con tremenda desgracia: se mu- 1i6 su mujer, Perdénenme mis lectores si les doy la noticia sin la preparacién conveniente, pues sé que apreciaban a doiia Silvia, como la apreciabamos todos los que tuvimos el honor de tratarla y conociamos sus excelentes prendas y circunstancias.[...] Esta pérdida fue un golpe cruel para Buecrura don Francisco, pues habiendo vivido el matrimonio en santa y laboriosa paz durante mas de cuatro lustros, los caracteres de ambos cOnyuges se habjan compenetra- do de un modo perfecto, llegando a ser ella otro él, y él como cifra y refundicién de ambos. Dojta Silvia no solo gobernaba la casa con magistral economia, sino que asesoraba a su pariente en los negocios dificles, auxi- liéndole con sus luces y su experiencia para el présta- ‘mo. Ella defendiendo el céntimo en casa para que no se fuera ala calle, y 6l barriendo para adentro a fin de traer todo lo que pasara, formaron un matrimonio sin des- perdicio, pareja que podria servir de modelo a cuantas hormigas hay debajo de la tierra y encima de ella. Estu- vo Torquemada el Peorlos primeros dias de su viudee sin saber lo que le pasaba, dudando que pudiera sobrevivir a su cara mitad, Puisose més amarillo de lo que comtin- mente estaba, ye salieron algunas canas en el pelo y en la perilla. Pero el tiempo cumpli6, como suele cumplir siempre, endulzando lo amargo, limando con insensible diente las asperezas de la vida, y aunque el recuerdo de suesposa no se extinguié en el alma del usurero, el dolor hhubo de calmarse; los dias fueron perdiendo lentamen- te su fiinebre tristeza; despejose el sol del alma, ilumi- nando de nuevo las variadas combinaciones numéricas que en ella habia, los negocios distrajeron al aburrido negociante y, a los dos aftos, Torquemada parecia con- solado; pero, entiéndase bien y repitase en honor suyo, sin malditas ganas de volver a casarse. Dos hijos le quedaron: Rufinita, cuyo nombre no es nuevo para mis amigos, y Valentinito, que ahora sale por primera vez. Entre la edad de uno y otro hallamos diez afios de diferencia [...]. En la época en que cae lo que voya referir, Rufinita habia cumplido los veintidés, y Valentin andaba al ras de los doce. [...] ‘Vamos a otra cosa. Torquemada no era de esos usu- reros que se pasan la vida multiplicando caudales por el gustazo platénico de poseerlos, que viven sérdida- mente para no gastarlos. [...] No; don Francisco ha- bria sido asi en otra época; pero no pudo eximirse dela influencia de esta segunda mitad del siglo x1x, que casi ha hecho una religién de las materialidades decorosas de la existencia. Aquellos avaros de antiguo cuito, que afanaban riquezas y vivian como mendigos y se morian ‘como perros en un camastro lleno de pulgas y de bille- tes de banco metidos entre la paja, eran los misticos 0 metafisicos de la usura; su egofsmo se sutilizaba en la idea pura del negocio; adoraban la santisima, la inefa- ble cantidad, sacrificando a ella su material existencia, las necesidades del cuerpo y de la vida, como el mistico lo pospone todo a la absorbente idea de salvarse. Entraba mi hombre en su casa al caer de una tarde del mes de febrero, [...] cuando su hija, que le abrié la puerta, le dijo estas palabras: “No te asustes pap4, no es nada... Valentin ha venido malo de la escuela’ (...] Las desazones del hijo ponian a don Francisco en gran so- bresalto. La que se le anunciaba podia ser insignificante, como otras. No obstante, en la voz de Rufina habia cier- to temblor que dejé a Torquemada frio y suspenso. [ ... ] Su hija procuraba tranquilizarle; pero élse resistia al con- suelo, Aquel hijo no era un hijo cualquiera, y no podia enfermar sin que alterara el orden del universo. [...] La noche del segundo dia, Torquemada, rendido de cansancio, se embutié en uno de los sillones de la sala, y alli se estuvo como media horita, dando vueltas a una pi- cara idea, jay!, duray con muchas esquinas, que se le habia metido en el cerebro, “He faltado a la Humanidad, y esa muy tal y cual me las cobra ahora con los réditos atrasa- dos... No: pues si Dios, o quienquiera que sea, me lleva mi hijo, jme voy a volver més malo, més perro... no, ;qué disparates digo! No me lo quitars, porque yo... Eso que dicen de que no he hecho bien anadie es mentira. Que me lo prueben..., porque no basta decirlo, :¥ los tan- tisimos a quien he sacado de apurost... Pues gy eso? Por- que si ala Humanidad le han ido con cuentos demi: que siaprieto, que sino aprieto... yo probaré... [...] Sinohe hecho ningiin bien, ahora lo haré; ahora, pues por algo se ha dicho que nunca para el bien es tarde. Vamos a ver: zy siyo me pusiera ahoraa rezar, qué dirfan alld arriba?” (...] Acordose entonces de que al dia siguiente era do- mingo y no habia extendido los recibos para cobrar los alquileres de sit casa. [...] Por la maiiana, entre nueve y diez, fue a la cobranza dominguera,‘Con el no comer y el mal dormir y la pena que le destrozaba el alma es- taba el hombre mismamente del color de una aceituna. [...] Cuando el remendén que en el sucio portal tenia su taller vio entrar al casero y reparé en su cara descom- puesta, asustose tanto, que se le cayé el martillo con que clavaba las tachuelas. La presencia de Torquemada en el patio, que todos los domingos era una desagrada- bilisima aparicin, produjo aquel dia verdadero panico. [...] La cobranza empez6 por los cuartos bajos y paga- ron sin chistar el albaail y las dos pitilleras, deseando que se les quitase de delante la aborrecida estampa de don Francisco. Algo desusado y anormal notaron en él, pues tomaba el dinero maquinalmente y sin examinarlo con rofiosa nimiedad, como otras veces. [...] Alllegar al cuarto de la Rumalda, planchadora, viuda, con su madre enferma en un camastroy tresnifiosmeno- res, [...] Torquemada solté el grufido de ordenanza, ya pobre mujer, con afligida y trémula vor, solté la frase de reglamento: “Don Francisco, por hoy no se puede. Otro, dia cumpliré” No puedo dar idea del estupor de aquella mujer y de las dos vecinas que estaban (...], cuando le oyeron decir con la voz ms empaiiada y llorosa del mun- do: “No, hija; sino te digo nada... sino te apuro..”[...] [Luego de perdonar el cobro a varios) corrié hacia su casa, y contra su costumbre (pues era hombre que preferia despernarse a gastar una peseta), tomé un co- che para llegar més pronto. El corazén dio en decirle que encontrarfa buenas noticias, el enfermo aliviado, la cara de Rufina sonriente al abrir la puerta. [...] Llego, por fin; yal subir jadeante la escalera de su casa razona- ba sus esperanzas. [...] {Qué desengafio al ver la cara de Rufina tan triste, y al ofr aquel Io mismo, papd, que soné en sus oidos como fiinebre campanada! [...] ‘De improviso se levanté, sacudido por una idea; fue al escritorio, donde tenia el dinero; sacé un cartucho de monedas, y vaciéndoselo en el bolsillo del pantalén, pusose capa y sombrero, cogis elllavin, y ala calle. Salid, ‘como si fuera en persecucién de un deudor. Después de mucho andar, parabase en una esquina, miraba con az0- ramiento a una parte y otra, y vuelta a correr calle ade- lante, con paso de inglés tras de su victima. Al compas de la marcha, sonaba en la pierna derecha el retintin de las monedas... Grandes eran su impaciencia y desazén por no encontrar aquella noche lo que otras le salian al paso, molestindole. Por fin... gracias a Dios... acercése- le un pobre. “Toma, hombre, toma: ;dénde diablos os, LECTURA metéis esta noche? Cuando no hacéis falta salis como moscas, y cuando se os busca para socorreros, nada. ‘Tenga; tenga més. Aqui estamos los hombres caritati- vos para acudir a las miserias... Digame: jno me pidié usted noches pasadas? Pues sepa que no le di porque iba muy de prisa’.[...] , Entré en su casa cerca de la una, sintiendo alguin ali- vio en las congojas de su alma; se adormecié vestido, y ala mafiana del dia siguiente la fiebre de Valentin habia remitido bastante. ;Habria esperanzas? Los médicos no las daban sino muy vagas. [...] El usurero, excitadisi- ‘mo, se abrazé a tan débil esperanza. Pérez GALDOs, BENITO. Las novelas de Torquemada. Madrid, Alianza Editorial, 1970. Fragmento. némina. Haberes percibides por un empleado. prendas. Cualidades fisicas o morales de una persona. cara. Querida, apreciada. platénico. A nivel de las ideas, sin concrecién real. misticos. Dedicados a la espiritualidad. metafisicos. Que profesan la metafisica e indagan acerca del ser en cuanto tal, desazones. Alteraciones de la salud. nimiedad. Prolijdad, minuciosidad. frase de reglamento, Palabras que se acostumbra de- Gir habitualmente. ‘estupor. Asombro 0 sorpresa mayor. despernarse. Fatigarse en caminar. n= como deseaba escrutar el corazén de mi novia (| -dijome Sandalio Aguilar, en la terraza del Ca- sino, ena hora propicia a las confidencias (..]-, y en las conversaciones de amor casi todo es mentira, decidi practicar una experiencia que me ilustrase. No ha- bia asistido ella nunca a una corrida de toros. jSu tia la educaba con tal rigidez...! Compré un palco, y las invité galantemente. Me senté en el éngulo del palco, al lado de mi Bertina (ya sabe usted: Albertina Laguarda, hoy mar- quesa de Lucientes). No, no crea usted que me he inte- rrumpido porque me corte el habla ninguna emocién, Es que la noche empieza a refrescar, y yo tengo unos bron- quios que todo lo notan enseguida. ;Ejem!... Y Sandalio tosié con la precisién y la pulcritud que le caracterizan, aplicando ala boca un fino pafiuelo,fra- gante, de amplisima orla. jien; ya hemos pagado el tributo irremisible a la sefiora tos... Quedamos en que me instaléa la vera de mi novia, que por cierto estaba guapisima con su mantilla blanca de encaje rancio. Llevaba un traje rosa salmén, més bien, rosa carne, escotado, y la juguetona blonda confundia de un modo delicioso los tonos similares de la tezy dela vestidura. (...] No llevaba guantes, y su mani- ta, cuajada de sortijas, relucia al manejar el abanico [...]. La aureola de la mantilla, haciendo sombra a frente y sienes, profundizaba sus ojos atrayentes ¢ insondables.. En fin, era necesario tener mi calma, mi espiritu anali co, para no olvidar completamente que se trataba de una experiencia de psicologia, de que impresiones fuertes ¢ inesperadas descubriesen alin rincén del alma de una mujer destinada a ser toda la vida mi amante compaie- ra... Me dediqué, solicito, a explicar lo que alli iba a su- ceder, y desde el primer momento sufif una decepcidn: Bertina sabia perfectamente los minimos detalles de la fiesta nacional. Periédicos y conversaciones la tenfan bien enterada. ;Cualquiera ensefia nada nuevo a nadie en la época presente! No quedan divinas ignorancias. ‘Me senti contrariado de veras. ;Qué iniciacién me per- dial... Miamor propio sufi involuntariamente. ;Cudnto placer en el capullo cerrado, cuénta delicia en rasgar el velo... Para més mortificarme, trocandose los papeles, ella misma, experta por intuicién, me iba guiando a mi... ~Ahora es lo més lucido: el despejo de la plaza y sali- da de la cuadrilla. (Qué precioso! Ahi vienen Sombrerito Chico y El Pajel, con unos andares... Los trajes me encan- tan. [...] Visten mejor que nosottas... El Pajel es muy ele- gante, muy esbelto, De cara morena... Es chistosa su cara. ~De cerca, picado de viruelas, con cada agujero ast ~adverti, porque a ningiin novio le hace maldita la gra- cia que su novia ensalce a otro hombre-. Un tio més brato que un cerrojo, Sie 2amarrean, echa bellotas. Pe ee ae ee ey ; =iBah! De cerca creo que no habré muchas oca- siones de contemplarle -respondié Bertina, riendo coquetamente, penetrando mi intencién con agudeza de mujer, -por mas que a él y a los de su cuadrilla me los encuentro en la calle vestidos de corto y me echan chicoleos. ;Ay!.. Mira: acaba de entregar el capote de paseo a Félix Nieva... Son muy amigotes. -Veo que estas informadisime... ;Ah, el toro! ~exclamé vivamente. La fiera, que habia salido ccrriendo, se planté en mitad de la plaza, Era un bicho negro, poderoso, que parecia modelado por Benlliure. Sus astas,finisimas en Ja punta, curvadas con brio amenazador, contrastaban con la cabeza estiipida, casi dulce, casi pacifica. La fero- cidad vendria a su hora, cuando hubiesen acosado ala res, desgarrado su piel, acribillado su carne, inflamado su sangre, excitado su desesperacién, hinchando sus pulmones con la queja cavernosa del mugido; pero en aquel instante, sorprendido y deslumbrado, molestado solo por el picotazo de la divisa, el toro no sentia mis que extrafieza y la nostalgia con que el instinto le recor- daba los frescores de la dehesa, los aromas de los pastes, elborboteo del agua del arroyo. Iba a comenzar la faena de cabsllos. Alliesperaba yoa Bertina, Espiaba, en el ago pérfido de sus pupilas, la agi- tacién de la sensibilidad. Por mucho que se la hubiesen explicado, la suerte de varas tiene siempre lo imprevisto ybrutal del especticulo cruento; a sensacién material es ‘nueva necesariamente, aunque la inteligencia la haya ra- zonado de antemano. [... ] Resoplé el toro, partié como un rayo, y mientras la puya se le hincaba en la carne, ras- {96 él con Ia aguda cuerna el arca del vientre del caballo... Brot6 de la rasgadura larga, humeante, todo el paquete intestinal; fiemo y sangre, en hedionda mezcolanza, se emplastaron en la arena... Fijamente miraba a Bertina yo. Su perfil, de ene las ondas de la mantilla salia acen- tuado, como adelgazado por une contraccién nerviosa. Las alas de su nariz delicada, palpitaban, y sus mejillas eran dos hojas de magnolia, recién abierta,tersas y blan- cas, que jamés ha regado el rocio.. Es indudable que siente ~pensé al pronto-, Es el ho- rrorlo que hace aletear su corazon y albear su tez. Va a volverse ya decirme que no la traiga mésa esta camiceria. Volviase Bertina, en efecto. Su rostro, al buscar el mio, sonrefa, con travesura deliciosa, con una mezcla de queja y mimo, de resignacién y chuscada, que desa- fiaba el pincel del retratista mAs expresivo. Y su mano, CECTURA [...] alaaba airosamente el abierto abanico, poniéndolo como un biombo. [..] ~De estas cosas feas, lo mejor es defenderse con el abanico -murmuré, traduciendo a su manera la pre- gunta de mis ojos-. Porque no viéndolas, gverdad?, es Jo mismo que sino las hubiese... {Te basta a ti con el abanico? -respondi en el mis- mo tono confidencial yafable. Claro que si. Ya no se ve ese asco. [..] ‘Me precio de prudente, de habil, y tardé atin seis me- ses en retirar de un modo suave ¢ insensible mi candi- datura a la mano ensortijada de Bertina. En este tiempo pude cerciorarme de que el sistema del abanico lo aplica- ba a todos los casos posibles. Tapar, tapar, que ojos que no ven, corazdn que no quiebra... )Y yo no quiero un co- razén que se regula porla materialidad de los ojos! -No estaba usted enamorado de Bertina ~objeté-. Si lo estuviese, prescindiria de estos tiquis miquis; y aun sin estarlo, debié usted comprender que su actitud era eminentemente social. Nadie hace otra cosa. No se mira lo que no puede evitarse. La sociedad esgrime an abanico inmenso. Parvo BAZAN, EMILIA. Cuentos completos. La Corufa, Fundacién Pedro Barrié de la Maza, 1990. Fragmento. escrutar. Examinar minuciosamente orla. Borde adornado de alguna prenda, irremisible. Imperdonable, blonda. Encaje de seda. cchicoleos. Palabras halagadoras de un hombre a una mujer. capote de paseo. Capa corta de seda, bordada de oro 0 plata con lentejuelas, que usan los toreros. Benlliure. Pintor costumbrista valenciano. divisa. Lazo de cintas de colores que identifica al toro de ‘cada ganadero. suerte de varas. Conjunto de acciones realizadas sobre el toro utilizando varas. puya. Punta de acero que tienen las varas con las que es ‘timulan o castigan al toro. fiemo. Estiércol, excremento, albear. Blanquear. chuscada. Picardia, gracia. tiquis miquis. Reparos de poca importancia 7 TECOMPRENSION LECTORA EL PERSONAJE DEL AVARO EN LA LITERATURA, Lafigura del avaro es de cextensa tradicinlitera- via. Ede La Aulularia (conocida como La olla), del latino Plauto, sellamaba Euelién y protegia mis su dinero quela honra de su hija, Elfraneés Molire, en 1668, lo llama Harpa- ‘g6nen su comedia EI avaro. En 1833, Honoré ‘de Balzac escribe Euge- nie Grandet, novela que narra cémo una joven defiende suamor frente ‘su codicioso padre. Y enla novela de 1843 del inglés Charles Dickens, Cancin de Navidad, de Ja que se han hecho mu- chasadaptaciones en cine, aparece el temible Scrooge. IE escrigo Mi veRsiION 10. Te proponemos escribir un relato de caracteristicas semejantes a las de los leidos, a) b) ° d) e) f vo BE comprenco y ANALIZO Las novelas de Torquemada 1. Respondé en tu carpeta a) ~Aqué se dedica don Francisco Torquernada? 1b) {Como es su relacin con tos inguilinos y los deudores? ©) Qué complicacién presenta el fragmento leldo? 4)

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