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COMO COPOS DE NIEVE EN UN

ÁRBOL DE NAVIDAD
LORENA CONCEPCIÓN
© Como copos de nieve en un árbol de Navidad
Primera edición formato digital: diciembre de 2023
© 2023 Lorena Concepción
Todos los derechos reservados. Queda terminantemente Prohibida la reproducción total o
parcial de esta obra en cualquier soporte, salvo autorización expresa de la autora.
Diseño e ilustración de cubierta:
Lorena Claramunt
Maquetación y corrección:
Lorena Concepción
ISBN: 979-88-70534-88-6
Amazon Independently published
Esta es una obra de ficción. Los nombres, los personajes, los lugares y eventos son producto
de la imaginación de la autora o son utilizados de manera ficticia. Cualquier parecido con
personas reales, vivas o muertas, establecimientos comerciales, eventos o lugares es una
coincidencia.
«Vivir es la cosa más rara
del mundo. La mayoría de las
personas solo existen.» —Oscar Wilde.
CAPÍTULO 1
Emily
No puedo creer que lo esté haciendo, que me haya atrevido. Pero es algo que necesitaba.
Estoy en este preciso momento, en este lugar, para sentir el dolor de algo que he logrado,
que llevo mucho tiempo esperando.
—Oh Dios, cómo duele… —me quejo a la vez que me cae una lágrima de los ojos
mientras estoy tumbada en la camilla.
—Te recuerdo que fue idea tuya desde el principio —me avisa mi amiga Valerie con
una cara peor que la mía, parece a punto de desmayarse. Aun así me sujeta con fuerza la
mano.
Aunque quizá es más por ella que por mí.
—Listo —anuncia la tatuadora después de dar el último pinchazo sobre mi piel.
—Necesito vomitar —dice Val abanicándose la cara con la mano libre—. No pienso
hacerme una atrocidad así jamás.
La tatuadora suelta una risita y yo pongo los ojos en blanco, en realidad no ha sido
para tanto… Bueno, vale, ha dolido mucho.
—Ha quedado genial —dice la artista, y me lo enseña acercándome un espejo.
—Vivir es la cosa más rara del mundo —lee Valerie. Es la frase que me acabo de tatuar
en el costado, más o menos por debajo del pecho derecho—. Vale, lo admito, queda genial.
Suelto una risilla sin atreverme a moverme mucho, el dolor es un poco intenso.
—Oscar Wilde siempre tiene las palabras correctas, su modo de ver la vida, el arte y la
literatura… Es fascinante —le digo.
—No empieces a darme la tabarra con ese señor, por favor te lo pido —me ruega mi
amiga poniendo los ojos en blanco, llevándose una mano a la frente y suspirando.
Contengo una sonrisa.
—No es ese señor, es ÉL SEÑOR —le contesto seria.
—Lo que tú digas. —Hace un ademán con la mano para restarle importancia —. De
verdad pensé que no lo harías, Em —dice mirando el tatuaje que la chica está curando y
tapando.
—Yo también tenía mis dudas, pero creo que es el momento adecuado, no sé, lo sentí
así.
—Estoy segura de que nos traerá buena suerte, empezando por esta noche que
tenemos… ¡Fiestaaa! —exclama claramente emocionada, muchísimo más que yo. Su cara
tiene mejor color ahora que ya no puede ver la sangre mezclada con la tinta.
Pongo los ojos en blanco. Me he comprometido con Val a acompañarla a una fiesta de
la empresa de su familia, la cual dirige su primo Alan. Sí, es tan muermo como suena.
Además no hace falta decir que Alan es un auténtico capullo, creído y sí, muy rico, pero con
pocos modales. Siempre encuentra la manera de fastidiarme y hacerme quedar por debajo,
como si él y su familia fuesen superiores por su riqueza y estatus.
Capullo.
Tengo entre menos veinte y cero ganas de ir.
Cuando salimos del salón de tatuajes nos dirigimos al coche de Val. Paseamos por las calles
de adoquines y casas antiguas con estética de cuento típicas de Colmar, la verdad es que
vivimos en una ciudad preciosa y, a pesar de ser mediados de noviembre, todo luce muy
navideño ya. No puedo evitar que se me venga a la mente la canción de Michael Bublé It's
Beginning To Look A Lot Like Christmas.
Aún no puedo creer que me haya tatuado… La razón de hacerme un tatuaje ahora y no
antes, se debe a que he encontrado un nuevo trabajo como recepcionista, en uno de los
hoteles más encantadores y lujosos de la ciudad, después de una época de vacío y sin sentido
en mi vida. La falta de empleo me ha llevado a sentirme muy mal conmigo misma a pesar de
tener unos buenos estudios en turismo y lenguas, pero por fin me han llamado para darme
la noticia de que el puesto es mío. En la entrevista me dijeron que había posibilidades de
alargar el contrato y hacerme indefinida, así que estoy muy feliz. ¿Se puede catalogar como
un milagro navideño si aún estamos en noviembre? Sonrío al pensarlo.
Es por eso que, en un acto de emoción, decidí hacerme un tatuaje, pero no uno
cualquiera, sino uno con una frase de mi escritor favorito, que simboliza este momento
negativo que he dejado atrás. La vida es rara, vivir lo es, y no podemos huir de los planes
que la vida tiene para nosotros.
Y quiero cambiar eso. No es que piense que haciéndome un tatuaje o acudiendo al
evento de la familia de Val, vaya a hacer que gane la lotería o que me caiga un coche del
cielo, pero bueno, tampoco me quejaría si eso sucediese. Es más que nada por obligarme a
hacer cosas que la antigua Emily no hubiese hecho, y vivir en vez de solo existir. No sé si
tiene sentido, pero para mí, de alguna manera, lo tiene.
Además, hay comida gratis en el evento, eso siempre es un plus.
—¿Te han dicho cuando empiezas en el hotel? —me pregunta Val. Entrelaza su brazo
con el mío y me saca de mis pensamientos.
—Sí, el lunes. En verdad estoy un poco nerviosa, ya sabes lo directa que soy…
—¿Directa? Eres una borde, pero tus ojos azules y esa carita de niña buena, suavizan el
golpe. —Ríe y yo suelto una risita negando con la cabeza—. Les vas a encantar, además te
han contratado porque saben que lo harás bien, no le des más vueltas.
No es nada nuevo lo que dice Val. Suelen decirme que mi físico no pega para nada con
mi personalidad, que soy una borde, aunque yo lo llamo ser sincera y directa. Además, tener
aspecto de inocente y de niña buena me ha sacado de más de un aprieto. Mi hermano Jack
siempre me reprocha que de pequeños, me escapaba de todas las broncas, y mi madre dice
que con esta carita de ángel, nadie puede enfadarse conmigo.
—¿Sabes qué te vas a poner para esta noche? —me pregunta Val abriendo la puerta del
conductor de su carísimo coche.
—Mmm, tengo ese vestido negro largo, de tirante ancho y con bastante escote…
—¡Ah, sí! Ese te queda espectacular, seguro que dejas impresionado a más de uno —
comenta alzando las cejas en modo sugerente.
—No busco impresionar a nadie. —Y lo digo en serio, no quiero ir a una fiesta de
etiqueta donde todo el mundo hablará de Bodegas Lefebvre. Y mucho menos busco la
aprobación de esos ricachones.
—Yo me pondré el vestido negro brillante con un escote enorme que me compré el fin
de semana pasado en París, ¿te acuerdas que te envié una foto? —dice cambiando de tema.
Val parece una princesa remilgada y estirada, con su pelo super liso del color del
chocolate y esos ojos enormes a conjunto, su ropa y coches carísimos. Sí, coches en plural.
Es delicada y muy femenina, pero también tiene ese toque de locura y es muy buena
persona, es la amiga perfecta, nunca nos aburrimos la una con la otra y, aunque venimos de
ambientes completamente diferentes, es la mejor amiga que he podido encontrar.
—Sí, te quedaba muy bien.
Val me deja en casa, en Logelbach, distrito ubicado en las afueras de Colmar. De momento
vivo con mis padres, ya que he esperado a tener un trabajo más estable para irme de casa. Es
un asco, pero no hay muchas facilidades para que los jóvenes se independicen.
Me despido de Val y quedamos para vernos de nuevo a las ocho.
Entro y me encuentro en el salón a Jack, mi hermano pequeño, aunque solo nos
llevamos tres años. Él también vive aquí, su empresa de diseño web está empezando, por lo
que quedarse en casa es la mejor opción por el momento. Nos parecemos mucho
físicamente, pero mi hermano es mucho más alto y grande que yo. Y eso que yo no soy
precisamente baja con mi casi metro setenta.
—¡Eh! —me saluda desde el sofá mientras teclea algo a toda prisa en su ordenador
portátil—. ¿Te has hecho el tatuaje ya?
—Sí, mira. —Me acerco y me levanto la camiseta, me retiro un poco el vendaje y se lo
enseño.
—Puff, tú y tus cosas raras… —Se ríe—. Pero mola, me gusta la letra tan fina.
—Gracias enano. —Y le revuelvo el pelo porque sé que le da mucha rabia que le
destroce el tupé.
—¡Pero serás…! Aquí la enana eres tú —dice dejando el portátil en la mesa de café y
levantándose del sofá para empujarme y atraparme debajo de él y hacerme cosquillas.
—¡Para, para! —Rio sin poder evitarlo, odio que sea más fuerte que yo, hace unos años
esto no sucedía—. Cuidado con el tatuaje idiota, para. —Le doy un puñetazo en el hombro
cuando logro zafarme de un brazo.
—¿De verdad? Parece que volváis a ser dos niños pequeños —dice mi madre bajando
las escaleras del piso de arriba—. Jack, deja a tu hermana.
—¡Ha empezado ella! Siempre igual —se queja y yo aguanto las ganas de reír.
—Cualquiera diría que tienes veintisiete años, sigues siendo un chivato —me burlo.
—Cállate —me espeta sentándose en el sofá de nuevo.
Y en ese momento pienso que por mucho que crezcamos, la relación con mi hermano
nunca va a cambiar, cuando nos juntamos parece que volvamos a tener cinco y ocho años.
—¿Al final has ido con Val a hacerte el tatuaje? —pregunta mi madre un poco
disgustada, poniéndose un mechón rubio tras la oreja que se ha soltado del moño.
Noel Fenn, mi madre, es una mujer amable y dulce, todo lo contrario a mí, y aunque
no es muy fan de los tatuajes, no se ha opuesto a que me lo haga, a ver, soy adulta y puedo
hacer lo que quiera, pero la aprobación de mis padres siempre ha sido muy importante para
mí.
—Sí, pero mamá, queda genial. —Se lo enseño justo cuando aparece mi padre, que sale
de su despacho.
—Mira papá, te va a encantar el tatuaje que me he hecho —digo con seguridad,
sabiendo que él lo va a aprobar.
—¡Está muy cerca del pecho! ¿No es perjudicial eso? —pregunta mamá alarmada.
—No es perjudicial… —Pongo los ojos en blanco y uso un tono un poco brusco, mi
familia ya está acostumbrada a mis borderías.
—Me gusta la frase, ¿Wilde? —pregunta orgulloso mi padre. Jason Fenn es el mayor
fan de Oscar Wilde, y el gusto por la literatura me lo ha inculcado él, como buen profesor de
literatura que es.
Mis dos padres son profesores, solo que mi padre es profesor de literatura en el
instituto y mi madre de lengua en la universidad Upper Alsace.
Sonrío y vuelvo a ponerme la camiseta en su sitio.
—Sí. —Mi padre asiente conforme y un mechón ondulado cobrizo le cae por la frente,
mamá se lo retira sonriente. Se miran como si ni mi hermano ni yo estuviéramos aquí, y se
dicen lo mucho que se quieren, son unos pastelosos.
—Me voy a preparar, en dos horas viene Val a recogerme. —Luego me giro hacia mi
hermano para preguntarle —: ¿Quieres venir con nosotras? Vamos a una de esas fiestas
elegantes —le propongo, aunque ya sé que él odia este tipo de fiestas tanto como yo.
—No, yo he quedado también.
Asiento y me voy hacia arriba para darme un baño.
Agradezco la ducha reparadora y calentita, pues estaba helada hasta los huesos. Y me
dispongo a ponerme el vestido negro que le he dicho a Val. Es el único que tengo que puede
ir bien para este tipo de eventos, espero no parecer la pobretona de turno.
Me maquillo lo mejor que sé, la verdad, no soy muy amiga de los cosméticos, no es que
no me gusten, pero tengo zero arte para maquillarme. También me ondulo el cabello cobrizo
y me miro al espejo, siempre me dicen que me parezco más a mi padre, con los ojos azules
oscuros y el cabello ni rubio ni pelirrojo, sin embargo, Jack se parece más a mamá, rubio y
con ojos marrones.
Luego me calzo con unos zapatos de tacón negro, que rara vez me pongo, y cojo un
bolso de mano de mi madre de color negro también, me miro al espejo.
—Bueno, tengo que admitir que no está mal. —Hago una mueca riéndome de mí
misma.
CAPÍTULO 2
Emily
—Ay Dios mío ¡Estás impresionante Em! —grita Val desde el coche.
—Shh, te va a oír todo el vecindario —le digo metiéndome en el
coche y cerrando la puerta.
Valerie se ríe con ganas.
Tardamos unos veinte minutos en llegar a las afueras de Eguisheim,
donde está situada una de las bodegas de vino de la empresa de Alan
Lefebvre, el primo de Val. Aunque la empresa no es suya, es de su
familia, y es donde tendrá lugar la fiesta de esta noche. Eguisheim no
es muy distinto a Colmar, con sus casas típicas de cuento y sus
monumentos medievales, y como no puede ser de otra manera,
Eguisheim pertenece a la famosa ruta de los vinos, que atraviesa las
principales zonas vitícolas de la región de Alsacia. Y también es muy
famosa por su mercadillo navideño.
Las bodegas Lefebvre son una de las empresas más fructíferas de
vinos, ya que en esta zona es muy importante la cultura vitícola, y la
familia de Valerie es de las más antiguas y con más renombre.
Cuando Valerie aparca, empiezo a sentirme un poco nerviosa,
estoy segura de que habrá mucha gente importante, clientes
destacados de las bodegas, socios, personas influyentes… ¿Qué voy a
hacer yo en esta fiesta? No es la primera vez que Val me invita a un
evento de su familia, pero sí es la primera vez que asisto.
—Creo que no debería de haber venido Val…
—No digas tonterías, estas fiestas son un muermo y me alegro de
que por fin me acompañes a una. Además, hay muchos hombres
guapos solteros, se rumorea que Alistair Digory, de Digory Hotels,
está a punto de cerrar un trato con mi primo, y lo más seguro es que
esté en la fiesta, me muero por conocerlo y ver si es tan guapo en
persona —dice emocionada, y yo pongo mala cara. Val sabe que para
nada estoy interesada en buscar un hombre, ni para relación ni para
pasarlo bien, no con el dolor de la traición de Théo aún tan presente,
no puedo ni decir su nombre mentalmente, se me revuelven las
tripas, odio a los hombres —. Y hay comida gratis, eso nos gusta. —
Sigue diciendo dándome un golpecito en el brazo y evitando que mi
mente se enfoque en el odio que siento por Théo.
—Sí, eso nos encanta. —Sonreímos—. Pero no sé Val, tu primo es
un idiota, solo lo he visto un par de veces y en ambas me ha hecho
sentir demasiado incómoda…
—Sí, Alan es un imbécil, pero es inofensivo, y no nos cruzaremos
con él más de una o dos veces en toda la noche, créeme.
Suelto un bufido, no me lo creo para nada pero...
—Bueno, la verdad es que ya estamos aquí, así que… Vamos allá.
—¡Esa es mi chica! —exclama Val saliendo del coche. El frío
inunda el vehículo y me pongo el abrigo corriendo para seguir a mi
amiga.
—¡Qué frío! —se queja Valerie dando saltitos y abrazándose a su
abrigo. Con esos tacones kilométricos de aguja plateados no sé ni
cómo se sostiene en pie, mucho menos me imagino cómo puede estar
dando saltitos.
Ambas vamos a paso ligero hacia la entrada del lugar, parece una
antigua masía típica de la zona, con sus tejados triangulares y las
vigas de madera por toda la fachada. Hay un montón de coches y
gente vestida muy elegante, hablan animadamente mientras entran
poco a poco. Cuando nos acercamos a la muchedumbre, todo el
mundo parece conocer a Val, y hacen un corrillo alrededor de ella
para saludarla.
Mi amiga es muy popular, desde que la conocí en la universidad
lo ha sido, además es como una celebridad y, a diferencia de mí, Val
es encantadora y sonríe a todo el mundo, y bueno, también es un
evento de su familia, por lo que todos quieren pasar un rato con ella.
Me quedo un poco desplazada mientras los presentes halagan el
trabajo de los Lefebvre, no me siento mal por ser ignorada, la verdad
es que lo prefiero. Aunque ella me agarra del brazo y no me suelta,
como si supiese que estoy planeando escaparme en cuanto pueda.
Cuando llegamos a la entrada, un hombre y una mujer de
seguridad nos piden las acreditaciones y los nombres.
—Lo siento mucho señorita Lefebvre, pero es el protocolo —dice
el hombre disculpándose con Val.
—No se preocupe, lo entiendo perfectamente. —Le sonríe Val
meciéndose el cabello liso hacia atrás. No lo puedo ver bien por la
oscuridad, pero creo ver que el hombre que casi mide dos metros y
parece un armario de lo grande que es, se ha sonrojado.
Por fin entramos al calor del interior, y mientras dejamos los
abrigos en el guardarropas, miro a mi alrededor. Esperaba
encontrarme un lugar lúgubre y oscuro, pero para nada es así,
cuando bajamos unas escaleras y llegamos a una gran sala, puedo ver
que parece más una galería de arte que una bodega. Hay barricas y
botelleros, pero todo es muy elegante y sofisticado, aunque con un
toque rústico típico de Alsacia.
Es una sala enorme y suena una música ambiente de jazz de
fondo mientras la gente bebe vino y sonríe mientras conversan. Por
lo que me ha dicho Val, no es una fiesta conmemorativa ni nada,
simplemente es un evento que ofrecen todos los años para los
clientes más destacados de Bodegas Lefebvre, una estrategia de
marketing para mantenerlos contentos y hacerlos sentir especiales.
—Ay Dios, si que está aquí —dice Val emocionada cogiéndome
del brazo con entusiasmo, un poco más y me caigo de bruces.
—¿Quién? —pregunto mirando hacia donde lo está haciendo ella.
—¡Digory! Es guapísimo, mira allí, donde están todas esas
chicas… —Señala con la cabeza un poco menos animada, al parecer
está muy interesada en el tal Digory, y este seguramente sea otro de
los muchos amigos ricos e idiotas de Alan.
—No lo veo, pero ni ganas de ver a un tío rico que se cree el rey
del mundo —suelto con desgana, Val me da un pellizco en el brazo—.
¡Ay! —me quejo mirándola con enfado y acariciándome el lugar
donde me ha lastimado.
—No seas borde —suspira.
—Soy la simpatía en persona. —Mi tono irónico lo dice todo,
pero por si hay dudas, alzo los brazos en señal de rendición.
Val se ríe.
—Mira, allí está mi primo, tengo que ir a saludarle, ¿vienes? —
me pregunta esperanzada. Sé que quiere que la acompañe, pero no
tengo ganas de cruzar ni una palabra con Alan, no obstante, la
mirada de Val me hace aceptar.
—¡Joder! Vale…—suspiro.
—¡Bien! —Da una palmadita feliz.
—Prima —la llama Alan interrumpiendo la conversación que
estaba manteniendo con una pareja de unos cuarenta años, cuando
estamos a unos pasos—. Has venido acompañada… que sorpresa
Emily. —Ya empezamos, pronuncia mi nombre con un tono
desagradable, como si dijera «cucaracha».
—Sí, esta vez he podido convencerla de que me acompañe, ¿no es
genial? —Sonríe Val ajena al tono despectivo de su primo. Después
saluda a la pareja y a Alan con dos besos, parece que ella ya los
conoce y me presenta. Sin embargo, yo me quedo en un segundo
plano sin acercarme mucho, como si tuvieran la peste.
—¿Te ha comido la lengua el gato, Emily? —se burla Alan. Como
odio que diga mi nombre…
—No, es que si la abro solo se me ocurren palabras
desagradables así que… —suelto mordaz. No lo soporto, Alan tiene
esa clase de mirada perturbadora, que te dice que no es trigo limpio y
es un capullo.
No, no lo soporto y se me da muy mal fingir.
Val me mira con los ojos como platos, no sé de qué se sorprende.
Pero en cambio, Alan sonríe, aunque es una sonrisa de venganza.
—Es una buena amiga, siempre estamos de broma —dice
disculpándose con la pareja sin quitarme la mirada de encima, y
todos ríen. Yo intento hacerlo por Val, pero estoy segura que me ha
salido una mueca de disgusto.
—Si me disculpan… —digo sintiendo que necesito salir de aquí y
alejarme de esta gente. Me marcho. No sé por qué demonios he
aceptado venir, ha sido un error, nadie me quiere aquí y siendo Alan
quien dirige la empresa… No sé en qué estaba pensando. Bueno, sí lo
sé, quería empezar a hacer cosas que nunca hago para cambiar el
estúpido destino o yo que sé, simplemente salir de la rutina.
Estoy tan pendiente de mis pensamientos que sin darme cuenta
choco con alguien, y del golpe me impulso hacia atrás. Por suerte,
antes de caer al suelo, ese alguien me sujeta unos segundos por el
brazo y evita que mi culo gordo se estampe contra el suelo.
Inmediatamente miro al frente para encontrarme una chaqueta y
camisa de traje completamente negras.
—Lo siento —me apresuro a decir avergonzada, pero solo recibo
un gruñido por contestación. Subo mi mirada y casi me quedo sin
aliento. Me encuentro con la mirada más penetrante e hipnotizadora
que he visto jamás, esos ojos azules tormenta parecen tener vida
propia, como si hubiese vida dentro de ellos. Pero no solo los ojos
son espectaculares, el hombre que los tiene en su cara es guapísimo,
a decir verdad esa palabra se queda corta, es… parece… sacado de
mis mejores sueños, y ya sabéis a qué tipo de sueños me refiero.
Es alto, con músculos de acero, por lo que he podido comprobar
cuando me he chocado contra su pecho hace un segundo. Su
mandíbula fuerte y marcada se contrae y no puedo evitar mirar esos
labios delirantemente perfectos, su piel bronceada contrasta con el
azul profundo de sus ojos, y va a juego con su cabello oscuro y
ligeramente ondulado.
—¿Te gusta lo que ves? —Suelta con una voz profunda que me
pone la piel de gallina, es muy placentero escucharlo, siento
cosquillitas. No hay ni rastro de broma en su tono de voz ni en su
cara, tiene el ceño fruncido. Tardo unos segundos en reaccionar, me
he quedado embobada con semejante hombre, pero por fin proceso
lo que me ha dicho y el tono que ha utilizado el muy capullo.
—¿Perdona? —logro pronunciar con un tono de voz bastante
decente.
—Lo que oyes, Dios, no puedo estar ni un segundo sin que se me
tire alguna encima —dice exasperado meciéndose el pelo negro y
corto hacia atrás.
¿Cómo? ¿Habla en serio?
—No sé si reírme de tu alto ego o elogiarte por ello. ¿Eres así de
idiota y engreído siempre? —le espeto cabreada por sus palabras. El
muy capullo está insinuando que me he tirado encima de él, no,
insinuando no, lo está dando por hecho.
—¿Perdona? —pregunta él ahora mirándome con esos vívidos
ojos de tormenta con sorpresa.
—Estás perdonado, capullo. —Y salgo del evento hacia la fría
noche. Ya lo que me faltaba por ver, que un estúpido ricachón se crea
el ombligo del mundo y que yo giro entorno a él.
—¡Em! —Me alcanza Val antes de que salga fuera y se pone
frente a mi para cortarme el paso. A juzgar por su respiración
acelerada ha venido casi corriendo.
—Val… Lo siento mucho, es que tu primo me saca de mis
casillas, no debía de haber venido.
—Eso me da igual. ¡Estabas hablando con Alistair Digory! ¿Qué
te ha dicho? —me pregunta emocionada. Vaya, al parecer que deje en
ridículo a su primo delante de sus clientes le da bastante igual, eso
me hace sonreír. Hasta que recuerdo el capullo con el que me acabo
de chocar.
—¿Quién?
—Sí, te he visto… Lo has dejado con la boca abierta. ¿Qué
demonios le has dicho? —Ríe.
—Ah, ¿el capullo? Pues nada, se pensaba que me había tirado
encima suyo a propósito para ligar con él o algo… Hay que ser
estúpido y creído.
—¿En serio? —Se ríe aún más.
—No te rías, ha sido muy vergonzoso, sobre todo porque antes
de que abriera la bocaza le he babeado un poco el traje.
—Está bueno, ¿eh? ¡Te lo dije! —Sonríe con autosuficiencia.
—Sí, pero lo que tiene de físico lo pierde en cuanto abre la boca…
¿Qué pasa? —le pregunto al ver que su cara de diversión se pone
tensa.
—Viene hacia aquí y no parece muy contento.
CAPÍTULO 3
Emily
—Tú, la pelirroja, ven, ahora. —Me coge por el codo y me lleva hasta
una sala contigua cerrando la puerta con fuerza. No he tenido más
remedio que seguirlo para no caerme, me ha pillado completamente
por sorpresa. Pero en cuanto entramos, me suelto de su agarre y le
doy un empujón. No es que sea muy efectivo, pues los músculos de
acero de este hombre son impresionantes y no se ha movido ni un
centímetro.
—¿Pero a ti qué te pasa? ¿Estás loco o qué? —le grito cabreada.
—¿Quién coño eres? —¿Está mal si me siento un poco excitada al
escucharle decir esa palabra? Dios, que voz… ¡Concéntrate Em!
—¿Yo? ¿Y tú? Eres tú quien me ha arrastrado como un loco
escupiendo bilis hasta aquí.
—Me has insultado, lo ha oído toda la gente de alrededor, gente
con la que tengo negocios. ¿Quién eres? —Vuelve a preguntar
mientras se apoya en el escritorio del fondo, poniendo distancia
entre nosotros y cruzando los brazos sobre su ancho pecho. Su pose
es de un capullo arrogante, uno muy atractivo… Madre mía,
¿practica esas poses para dejar aturdidas a las mujeres o qué?
Pero conmigo no va a funcionar.
—¿Que yo te he insultado? Me has tachado de acosadora en mi
cara.
—No he hecho tal cosa. —Frunce el ceño y Dios, quiero acariciar
esas arruguitas de su frente. Y también darle un puñetazo a la vez.
—¿No? —Carraspeo y me preparo para hacer la mejor imitación
que puedo de él—. “No puedo estar ni un segundo sin que se me tire
alguna encima”.
Por un segundo ambos nos quedamos en silencio mirándonos el
uno al otro y entonces, él empieza a reír a carcajadas. ¿Qué le pasa a
este tío?
—Vale, sí, he sonado como un capullo, pero no iba con segundas.
—¿Eso es una especie de disculpa? Bueno, da igual, lo voy a tomar
como tal.
—Acepto tus disculpas, y ahora me largo.
—¡No era una disculpa, Dios! —Se pinza el puente de la nariz—.
Tú eres quien se tiene que disculpar.
—¡Si hombre! Ahora mismo. ¿Algo más quiere el señor? —
pregunto irónica.
—Pues sí, que dejes de ser tan sarcástica estaría bien.
Pongo los ojos en blanco y suelto un bufido a la vez que me doy
la vuelta dispuesta a marcharme, esta vez de verdad.
—¿Cómo te llamas? —me vuelve a preguntar con ese tono de voz
que hace que me flaqueen las rodillas.
—No es de tu incumbencia, además, espero no ver tu cara de
engreído nunca más, así que no necesitas saberlo.
—Ya lo veremos, muñeca —dice él a mi espalda al tiempo que yo
cierro la puerta de un portazo. No puedo verlo, pero estoy segura que
en su rostro hay una sonrisa de plena seguridad.
—Idiota… ¿Quién llama «muñeca» a una persona que no conoce?
—refunfuño de camino a la sala en busca de Val.
Con todo este lío, desde que he llegado no he probado bocado y
estoy hambrienta, pero solo quiero encontrar a Val y decirle que me
marcho. No me cuesta mucho dar con ella, está hablando muy
animadamente con un chico, ya veo lo preocupada que está por mí…
En cuanto me ve se disculpa con el chico y corre hacia mí.
—¿Qué ha pasado? —me pregunta con ansias.
—Ya veo lo preocupada que estabas después de que un loco
desalmado rapte a tu amiga, gracias —le espeto exagerando un poco.
Val sonríe.
—Si que lo estaba, por eso he hablado con Derek, es amigo de
Alistair, me ha dicho que es inofensivo.
—Inofensivo… ya, es la última palabra que usaría con ese tipo.
—¿Qué ha pasado? Estaba muy cabreado. —No sé por qué, pero
me da la sensación de que Val está disfrutando de lo lindo con toda
esta situación.
—Nada, hemos discutido sobre quien debería disculparse con
quien y al final… Supongo que ninguno lo hemos hecho.
—Uy, quién se pelea se desea —canturrea Val.
—No seas tonta e infantil —le reprocho con un bufido y luego
reímos.
—Ven, hay unos bocaditos de foie que están para morirse. —
Entrelaza su brazo con el mío y me lleva hacia la mesa de catering.
—Val…
—Un ratito más y nos vamos, estoy intentando ligarme a Derek,
es monísimo, y como tú me has quitado a Digory, como buena amiga
lo mejor que puedes hacer es hacerme compañía un ratito más.
—¡Todo tuyo si lo quieres! Ese tipo es un grano en el culo —digo
un poco más alto de lo que debería y, una mujer mayor, se gira para
echarnos una mirada de desaprobación. Ambas nos miramos y
dejamos escapar una carcajada mientras nos alejamos de la mujer.
—¿Qué le has hecho? No te quita la mirada de encima y ¡Qué mirada!
O te odia a muerte o está loquito de deseo por ti —dice Val una hora
después. Me está arrastrando de un lado para otro, presentándome a
gente que me importa bien poco.
—Más bien creo que es lo primero, seguramente he sido la
primera en decirle las cosas claras y he herido su orgullo. —Val ríe—.
¿Nos podemos ir ya? —Insisto de nuevo.
—No, un ratito más, le he prometido a Giselle que charlaría con
ella después —dice girándose para coger otras dos copas de vino.
—Bueno pues yo me voy ya Val, de verdad... —Doy un paso hacia
atrás y la voz de Alan me detiene y me pongo rígida de golpe.
—Estáis aquí, Valerie, quería presentarte a uno de mis nuevos
clientes —anuncia, y, sin duda alguna, sé de quién se trata, puedo
sentir su mirada asesina en mi nuca.
—Oh, por supuesto, nos hemos cruzado antes. —Le sonríe
cómplice mi amiga, y yo me giro poco a poco con mi expresión facial
menos amable.
No tengo suficiente con el primo de Val, que ahora se presenta
delante de mí el mismísimo grano en el culo de la fiesta.
—Valerie, él es Alistair Digory, de Digory Hotels, y en adelante
será un cliente muy importante para Bodegas Lefebvre, o eso
esperamos —explica Alan sonriendo, me da escalofríos.
—Es una noticia fantástica señor Digory, estamos encantados de
que así sea. —Valerie es encantadora pero… Él no la está ni mirando,
sus ojos están clavados en mí con una mirada inescrutable y poco
amable.
La mía va a la par, no me voy a dejar intimidar.
Val carraspea y Alistair rompe el contacto, le estrecha la mano a
mi amiga y una parte de mí quiere sentirla también. Me doy un
puñetazo mentalmente por desear eso.
—Es un placer señorita Lefebvre —dice con esa voz que me hace
sentir cosquillas donde no debería.
—Igualmente. Y ya conoce a mi amiga Emily, ¿no es cierto? —El
muy capullo sonríe satisfecho, pues antes no he querido darle mi
nombre.
La cara de Alan es un poema.
—No oficialmente —dice con una sonrisa mordaz mirándome
directamente. Siento sus ojos recorrerme y, un calor que quiero
ignorar, me inunda todo el cuerpo.
—Y no hace falta, yo ya me iba.
—Emily, ¿podemos hablar un minuto en privado? —me pregunta
Alan sorprendiéndome, tanto como a Valerie, que abre los ojos
mientras nos mira a los dos.
—Claro. —¿Qué otra cosa puedo hacer? Con tal de salir de debajo
del escrutinio de don "estoy más bueno que el pan y soy un idiota sin
remedio”.
Val me coge de la mano y me la estrecha mirándome con
arrepentimiento y culpa. Intento tranquilizarla con una sonrisa, no
sé si lo consigo.
No es que esté pendiente de Alistair ni nada, pero creo ver que
pone peor cara cuando acepto ir con Alan.
Aunque no me da tiempo a comprobarlo.
—Seguid charlando, ahora volvemos —les dice Alan a Val y a
Alistair, y después comienza a caminar, yo le sigo intrigada.
Alan no es mucho mayor que nosotras, pero parece que ha vivido
tres vidas, debe tener unos treinta y dos años o así pero aparenta
cuarenta, y no muy bien llevados. Su pelo castaño tiene algunas
canas y se le nota que tiene poco pelo, es muy alto pero también muy
delgado y parece desgarbado.
Cuando llegamos a un pasillo que conduce a los baños, él se
detiene y se gira a mirarme.
—No te acerques a mis clientes, ¿queda claro? —me espeta sin
más, lo miro incrédula alzando las cejas.
—¿Qué?
—No te hagas la loca, me refiero a Digory, he visto como os
miráis, no quiero problemas, ¿entiendes?
—Uno, no me interesa nadie de esta fiesta. Dos, si lo hiciera, no
te importa una mierda. Y tres, métete en tus asuntos —le contesto
dispuesta a terminar la conversación e irme.
—Estos son mis asuntos —me dice agarrándome del codo y me
gira hacia él con brusquedad.
—No me toques. —Me libero de su agarre con un tirón y siento
unas imperiosas ganas de darle una severa patada en sus partes.
—¿Todo bien por aquí? —Aparece Alistair.
—Dios, el que faltaba —murmuro poniendo los ojos en blanco.
—Todo perfecto, señor Digory —habla Alan con un tono
zalamero ¡Que asco!
Aprovecho para salir de aquí antes de que ninguno de los dos
pueda retenerme más en esta situación tan surrealista e incómoda.
Cada vez me arrepiento más de haber acudido a esta maldita fiesta.
Encuentro a Val muy cerca hablando con su abuela, y en cuanto
me ve se disculpa con ella y viene a mi encuentro.
—Lo siento mucho, me ha parado mi abuela. ¿Qué te ha dicho?
—pregunta preocupada.
—Que me aleje de Digory, ¿se puede ser más idiota? Y por si
fuera poco va el otro y aparece por arte de magia.
—¿Ha ido a buscarte? Me ha dicho que salía a tomar el aire. —
Sonríe como si tuviera un plan maquiavélico en su mente.
—Val, para, no ha venido a buscarme, quizá solo quería ir al
baño primero.
—Ya, claro. Anda, ignora a Alan, está muy estresado. —Enlaza su
brazo con el mío—. Vamos a comer algo y a tomar una copa de vino
blanco.
Suspiro, parece misión imposible salir de esta mierda de fiesta.
—Siempre me distraes con comida y vino… —Mi amiga se ríe con
ganas.
CAPÍTULO 4
Emily
Al final no vuelvo a ver a Alan, o al menos no de cerca, es de
agradecer, ese tipo me da bastante grima. A quien no paro de ver o
de chocarme con él sin querer es con el maldito Alistair Digory.
Quien al parecer tampoco puede quitar su mirada de encima de mí, a
pesar de estar rodeado de chicas guapísimas todo el rato.
—En serio Em, creo que le interesas —dice Val bebiendo de su
copa de vino blanco junto a su amiga Giselle.
—Sí, ya lo creo que le interesas —corrobora su amiga. No la
conozco mucho, Val me ha hablado de ella, pero nunca la he
conocido en persona y me cae bien, pero si sigue diciendo estas
tonterías dejará de hacerlo.
—¿Podéis dejarlo ya? Sois muy pesadas.
—Deberías aprovechar, dicen que es muy bueno en…, ya sabes —
dice Giselle moviendo su coleta alta y rubia hacia un lado como si
nada y poniendo cara de complicidad.
—¡No! Es un capullo, además no estoy interesada en eso.
—Yo ya sabes que no me lo pensaría —bromea Val, o no,
subiéndose al carro de Giselle, menudas dos se han juntado.
Sin darme cuenta, mis ojos se desvían hacia el otro lado de la
sala, donde hay una columna y Digory está apoyado en esta
charlando con una morena bajita muy mona. Nuestros ojos se
conectan y siento calor en el cuerpo, no puedo apartar la vista de
esos ojos azules tan intensos. Él levanta su copa hacia mí con una
sonrisa petulante.
—Gilipollas —murmuro. Y como si él me hubiese escuchado,
sonríe aún más.
—En dos minutos va a estar aquí, lo veo en su mirada —dice Val
emocionada. Me giro hacia ellas para no tener la tentación de volver
a mirar.
—Pues ya me contaréis qué pasa porque yo me marcho ya… —
Doy un paso hacia atrás y me choco con un muro de ladrillos…, que
está muy calentito.
—Creo que ha sido menos —le susurra Val a Giselle mientras
chocan el puño sonriendo.
Malditas traidoras.
—No está bien que me des la espalda, muñeca, aunque viendo el
culo que te hace este vestido, no puedo quejarme —me susurra al
oído, mi espalda sigue pegada a su torso y no soy capaz de alejarme.
Nunca antes me han dicho una cosa que suena tan… errónea y
halagadora a la vez. Si soy sincera conmigo misma, sentir su calor, su
voz en mi oído y su aroma a tomillo y a algo oscuro, me excita tanto
como me cabrea. Mi corazón se acelera.
Abro los ojos de par en par ante mis pensamientos y me despego
de él como si quemara, lo enfrento.
—¿Pero a ti qué coño te pasa? —Intento no chillar demasiado
para que nadie se fije en nosotros, pero, ¡oh, sorpresa! Casi toda la
sala nos está mirando, sobre todo la chica que ha dejado plantada
para venir hasta aquí.
Él tiene en la cara una expresión de pura diversión, se está
burlando de mí el muy cretino.
—Nada, solo comprobaba una cosa.
—¿Qué? ¿Que eres un loco perturvado? —le contesto confundida
y cada vez más cabreada por sentirme excitada cuando sonríe de esa
forma de medio lado, me dan ganas de besarlo y darle un puñetazo al
mismo tiempo.
—No, que te excito y eso te enfada —dice sin ningún tipo de
pudor.
Mis mejillas se vuelven fuego.
—¿Eres idiota? ¿Te falta un tornillo? ¿De pequeño te diste
muchos golpes?
—No, no y creo que no —me contesta impasible con una media
sonrisa que tiene todas las papeletas para hacerme mojar bragas, a
mí y a la mitad de la sala.
—Pues haztelo mirar, y no vuelvas a acercarte a mí —le espeto
cabreada conmigo misma por sentirme atraída por este idiota y que
sea tan obvio. Después me giro hacia mis amigas —. Chicas, me
marcho ya.
—¡Emily! —Val suelta mi nombre preocupada haciendo un
puchero con los labios, esta vez no voy a ceder.
—Emily…, llevo pensando toda la noche que no te pega nada un
nombre tan dulce.
—Oh, ¿tan aburrida ha sido tu noche que has estado todo el rato
pensando en mí? Además, ¿alguien te ha preguntado tu maldita
opinión de mierda? —No le doy tiempo a que conteste, salgo de aquí
cómo puedo sin tropezar con los tacones y el vestido. Soy muy
consciente de todas las miradas y me muero de vergüenza.
Oigo al tipo engreído decirle a Val que él me llevará a casa y que
no se preocupe. ¡Ni en sus mejores sueños me voy a ir con él! ¿De
qué va?
Pido mi abrigo al chico que se encarga del guardarropa y salgo al
frío, estamos bastante lejos de la carretera principal, por lo que voy a
llamar a un taxi. Busco mi móvil y, ¡sorpresa! No tengo cobertura.
—Genial, simplemente genial —murmuro. Me estoy congelando,
he salido tan deprisa que ni siquiera me he puesto el abrigo, estoy
temblando.
De repente siento algo calentito caerme por los hombros y me
giro. Es él, me ha puesto su abrigo negro por encima.
—Por el amor de Dios, ¿otra vez tú? No necesito tu ayuda ni tu
caballerosidad fingida.
—Madre mía, que peleona eres. —Se lleva la mano a la frente y se
la frota. En sus perfectos labios hay una sonrisa—. Anda, vamos, mi
coche está ahí —dice señalando un coche negro muy elegante de una
marca demasiado cara.
Miro su espalda atónita. No sé qué pensar, ¿de verdad cree que
me voy a ir con él? Es admirable su confianza. O más bien su
estupidez.
Sin saber qué hacer, me quedo de pie con su chaqueta sobre los
hombros, con su olor a tomillo impregnando mis fosas nasales y
mirándolo mientras él abre la puerta del copiloto.
—No tengo toda la noche, muñeca. —Sonríe el muy engreído.
—¿De verdad piensas que me voy a subir a ese coche contigo?
¿Crees que soy tonta?
Él se mece el cabello negro hacia atrás en un gesto exasperado y
camina hacia mí.
—¿Piensas que voy a secuestrarte o algo así? No soy un asesino
ni tampoco un pervertido, y a pesar de mi comportamiento contigo,
te puedo asegurar que soy un buen tío.
—Eso es exactamente lo que diría un pervertido o un asesino. Y
de momento deja que discrepe en lo de ser un buen tío. —No se lo
voy a poner fácil, aunque no me inspira desconfianza, no creo que
sea buena idea irme con él.
—Mira, no te caigo bien, lo pillo, pero hace un frío de cojones, así
que entra en el maldito coche o espera dentro a que tu amiga te
pueda llevar a casa, no quiero que andes por ahí sola de noche.
—No me conoces.
—¿Y?
—Que no tienes derecho a preocuparte por mí.
Él emite una risotada demasiado sexy y murmura algo que no
logro escuchar.
—Además, ¿qué haces aquí fuera discutiendo conmigo? ¿No
tenías a un séquito de chicas babeando por ti ahí dentro? ¿Por qué no
vas con ellas y me dejas en paz?
—¿Celosa? —Sonríe satisfecho—. Además, tú me pareces más
interesante —dice serio y con esa voz rasposa que me deja sin aliento
y con mil ganas de lanzarme a su cuello, y no para estrangularlo
precisamente. Bueno, un poquito sí.
—¿Soy interesante porque te he dicho que eres un idiota
arrogante con complejo de grano en el culo?
—¿Soy un grano en el culo? Vaya, esto sí que es nuevo. —Se ríe.
—Me alegro que te diviertas.
—Mucho. Entra al coche, te llevo a casa Emily. —¿Está mal si
quiero provocarlo para que vuelva a decir mi nombre? Quiero
suspirar… ¿Por qué me excita tanto? Me hierve la sangre.
—No.
—¿No? Muy bien. —Se agacha frente a mí y, sin ningún esfuerzo,
me coge de las piernas tirándome al hombro como un estúpido
hombre de las cabernas.
—¿Pero qué cojones haces? ¡Suéltame capullo!
—Por cierto, soy Alistair Digory, encantado. —Sonríe con
suficiencia mientras el muy capullo me da una palmadita en el
trasero.
CAPÍTULO 5
Alistair
¿Qué coño me estaba pasando por la mente cuando he cogido a la
pelirroja en brazos y la he metido en mi coche? O, ¿cuando la he
perseguido durante toda la noche con la mirada o intentando llamar
su atención con estúpidos roces? O, ¿cuando la he provocado para
que se cabree aún más? No tengo ni la más remota idea, solo sé que
me gusta provocarla y que suelte esas perlas por la boca. Me pone.
Cuando ha chocado conmigo la primera vez no me he fijado en
ella, solo estaba molesto porque las tías no paraban de llamar mi
atención, estaba agobiado y lo he pagado con ella, pero cuando me ha
insultado… Dios, me ha herido el orgullo. ¿Eso me convierte en un
capullo? Definitivamente sí. Pero al verla en el despacho y escucharla
hablar… Me ha llamado la atención, es preciosa y se nota que le gusta
pasar desapercibida, aunque no lo consigue, y menos con esa boca.
Sonrío.
Emily…, la miro sentada en el asiento del copiloto, está muy
guapa con los labios llenos de ese color rojo intenso haciendo un
puchero, los brazos cruzados bajo su pecho… Aún lleva mi chaqueta
encima y eso, no sé porqué, me provoca una sacudida en mi duro
miembro. Estoy así desde que ella ha salido por la puerta de ese
maldito despacho.
—¿Vas a indicarme hacia dónde tengo que ir o voy a estar dando
vueltas toda la noche? —le pregunto después de diez minutos en
silencio.
—Ah, no lo sé, como aquí tomas tú las decisiones sin que yo
pueda hacer o decir nada, pensé que también sabrías donde vivo,
porque al parecer lo sabes todo.
—Has dicho mucho, muñeca, créeme.
—No me llames así.
No puedo más que reír.
—En el fondo te gusta.
—Me encanta, por favor, llámame por más motes que no están
nada vistos… —dice irónica con un bufido.
Y una parte de mí quiere reír, pero otra no sabe qué hacer para
lidiar con ella, así que detengo el coche en el arcén.
—Yo seré un grano en el culo pero tu eres una maldita
tocapelotas.
—Muy bien, una vez definidos nuestros papeles, todo está
solucionado. —Se quita el cinturón y sale escopeteada del coche.
Estamos en medio de la nada, lo más cercano es un campo de
viñedos.
—¡Joder! —Doy un golpe al volante cabreado conmigo mismo y
salgo tras ella antes de que le pase algo—. ¿Qué haces?
—Llamar a un taxi y a la policía.
—Dios… Emily, deja de ser tan infantil un segundo. —Me está
exasperando pero, mentiría si dijese que no lo estoy disfrutando, soy
masoquista.
—¿Que yo estoy siendo infantil? ¡Perdóname, oh mi
secuestrador! —exclama alzando los brazos y abriendo los ojos azules
iluminados tan solo por los focos de mi coche.
—¡Maldita sea, solo quiero llevarte a casa! —grito.
—¡Pues podrías haberme preguntado amablemente para
empezar! —me grita ella más fuerte.
—No hubieras aceptado.
—¡Claro que no! —Vuelve a chillar Emily moviendo los brazos y
soltando un gran bufido.
—Vale, no hemos empezado con buen pie, lo admito. —Ella
suelta una risotada de incredulidad—. Y que meterte en mi coche a la
fuerza puede parecer algo de un perturvado…
—¡Bien, gracias por admitirlo!
—Aunque tampoco te he atado, podrías haber salido antes de
arrancar. Y, además, ha sido tu culpa, no paras de desafiarme, así
que ¡Sube al maldito coche y deja que te lleve a casa! —Ella me
dedica una mirada de odio—. ¡Por favor! —suelto rindiéndome.
—Eso está mejor —dice más calmada—. Pero voy a necesitar que
seas un poco más amable, ya que me has secuestrado.
—Yo no… —Ella me mira de nuevo con esa mirada, y Dios, me
muero por besarla y hacer que se calle de una vez. No lo haré, algo
me dice que eso solo va a hacer que me odie todavía más, además no
estaría bien—. Emily, por favor, ¿me harías el honor de subir a mi
maldito coche para que pueda llevarte a casa y no morirnos de puto
frío?
—Conduzco yo —dice moviéndose hacia la puerta del conductor.
—Ni de coña.
—Me lo debes. —La verdad es que no sé porqué, pero no puedo
negarme.
—¡Joder! No me creo que vaya a dejarte conducir mi coche… —
Me rindo yendo hacia la puerta del copiloto, ella ya se está
abrochando el cinturón con una gran sonrisa—. Tendrás carné al
menos, ¿no? —pregunto al sentarme.
—No —dice arrancando el coche y dando un acelerón. En la
radio empieza a sonar All I Want For Christmas is You de Mariah
Carey.
—¡Joder! ¿Estas de coña? —Ella empieza a reír y bueno, eso hace
que se me pase un poco el cabreo, aunque me cojo fuerte de la
manilla lateral, y me ha puesto más duro.
—Claro que estoy de coña.
No parece estarlo por la forma en la que conduce.
Llegamos a las afueras de Eguisheim, donde no es muy fácil
encontrar aparcamiento. Aunque estamos a mediados de Noviembre,
los turistas ya llegan para ver las decoraciones navideñas de los
pueblos con encanto de Alsacia, y Eguisheim, es muy famoso, al igual
que Colmar.
—¿Vives por aquí? —le pregunto.
—No.
—¿Y qué estamos haciendo aquí entonces? —No sé qué pretende,
solo que me gusta que eso implique pasar más tiempo con ella.
Por fin encuentra un sitio para aparcar.
—Me vas a invitar a un crep —dice convencida.
Emito una risotada.
—¿Sí? Es la una de la madrugada, creo que no hay nada abierto.
—Oh, tienes razón… Mierda, me apetecía mucho. —Se la ve
realmente decepcionada.
—Espera —digo sin vacilar cogiendo el móvil.
—¿Que vas a…? —La hago callar con un dedo en sus labios y
marco un número de teléfono. Puede que le haya acariciado un poco
más de la cuenta esos preciosos labios rojos.
Una media hora más tarde un amigo y chef de uno de los mejores
restaurantes de París, quien conoce a los mejores pasteleros de la
zona de Alsacia, nos ha conseguido que el dueño de una crepería de
Eguisheim abra solo para nosotros, pagando un montón de dinero,
claro.
—¡Está buenísimo! —gime Emily, y eso hace que tenga unas
imperiosas ganas de levantarme de mi asiento y subirla a mi regazo
para besarla.
—Me alegro de que te guste —digo con una sonrisa mientras la
miro comer, deseando que esa boca esté en otro sitio.
—¿Seguro que no quieres? —me pregunta ella.
—Seguro muñeca, come lo que quieras.
—Tú te lo pierdes. —Se encoge de hombros—. ¿De verdad que no
molestamos? El hombre tiene una cara de sueño que no se la puede
ni aguantar —susurra bajito.
—Créeme, el ingreso que le he hecho a la cuenta, bien paga que
estemos toda la noche pidiendo crepes.
¿La chica que me ha insultado hasta decir basta se está
sonrojando? Es preciosa.
—¿Entonces de verdad eres rico? —pregunta con inocencia y
tengo que reír.
—Se podría decir que un poco más que rico.
—Oh.
—¿Quieres otro?
—Uf no, no puedo más, estaba buenísimo. Mola ser rico y poder
hacer que te hagan un crep a la una de la mañana —comenta—. Por
cierto, gracias.
—Me las puedes dar luego, en mi cama —le guiño un ojo,
claramente estoy de broma, aunque la deseo y no me opondría, sé
que Emily no es ese tipo de chica. La chispa de enfado vuelve a estar
ahí, aunque también veo cómo las pupilas de esos ojos azul oscuro se
agrandan, ella también lo siente, la química que hay entre nosotros.
—Si crees que por esto me voy a acostar contigo es que eres un
maldito engreído —me suelta.
—Calma muñeca, guarda algo para después —la molesto
burlándome de ella, a cambio Emily me da una patada en el tobillo
por debajo de la mesa—. ¡Joder! —profiero frotándome la zona
afectada—. ¿Así tratas a la gente que consigue hacer realidad tus
caprichos a la una de la mañana?
—No, así trato al tipo que me ha secuestrado y que no deja de
sacarme de mis casillas.
—¿Me lo vas a recordar toda la vida?
—No, solo el tiempo que estemos juntos, que espero que sea este
rato y que no se repita nunca más.
—En el fondo te mueres por pasar más tiempo conmigo.
Ella pone los ojos en blanco y emite ese bufido que ya me es
demasiado familiar, me encanta como lo hace.
—Creo que es hora de irnos, este señor se querrá acostar —dice
poniéndose en pie.
—Vale, ahora sí que te llevo a casa.
—Ah no, te llevo yo a ti a mi casa. —Su comentario me hace
mirarla con una de mis sonrisas de medio lado, ella se sonroja—. Es
decir, que conduzco yo hasta mi casa, no que te lleve a ti, vivo con
mis padres y no...
—Vale, lo pillo, lo pillo, nada de sexo con padres en casa. —Rio
por lo nerviosa que se ha puesto.
—¡No te rías de mi, capullo! —me espeta dándome un puñetazo
en el brazo y me río más.
—No me lo pongas tan fácil.
Después de darle las gracias a Luc, nos marchamos dando un
paseo por las calles de cuento. Normalmente está atestada de
turistas, pero a estas horas de la noche no hay ni un alma.
—Así que vives con tus padres… ¿Cuántos años tienes? —
pregunto con curiosidad.
—Veintiocho, pero es que he preferido ahorrar, y hasta no tener
un trabajo más fijo era una tontería irse de casa. ¿Tú? Bueno,
obviamente no vives con tus padres… —Me río.
—No, desde hace mucho que no. Tengo treinta y un años y dirijo
mi propia empresa de hoteles, estamos en más de veinte países.
—Wow, es admirable, seguro que has tenido que trabajar mucho.
—Bueno, empecé con un pequeño hotel en París, a los veinte y…
Me fue bien.
—Te ha ido muy bien, tan bien que te puedes permitir abrir una
crepería solo para tí a la una de la mañana. —Sonríe. Es preciosa, no
sé qué me gusta más de ella, si su cara de enfado o su sonrisa.
—Sí, supongo que me ha ido muy bien, entonces. —Reímos—.
¿En qué trabajas tú?
—Sector turismo, en realidad lo que salga, el lunes empiezo de
recepcionista en un hotel.
—Genial, entonces somos colegas del sector.
—Bueno colegas… Creo que estamos en ligas muy diferentes —
dice ella.
CAPÍTULO 6
Emily
Sorprendentemente me lo he pasado bien, a decir verdad, no quiero
llegar a casa. A pesar de las cosas que Alistair dice para picarme y
molestarme, es un hombre muy interesante y divertido. No se le ve
mal tipo, aunque me haya secuestrado y me irriten sus comentarios.
Y tengo que aceptar que es muy, muy atractivo.
Aparco frente a mi casa.
—Bueno, no diré que gracias porque…
—Sí, lo sé, te he secuestrado… —dice él antes de que acabe la
frase y ambos nos miramos y sonreímos.
—¿Sabes? No eres tan capullo como creía.
—Vaya, gracias, viniendo de ti es todo un cumplido. —Me dedica
esa sonrisa de medio lado que hace que mi corazón se acelere.
—De nada.
Quiero besarlo, en verdad me muero de ganas. Me ha gustado
mucho que se haya esforzado en conseguir los crepes, y estoy segura
que ha pagado mucho dinero por ese favor. Realmente ha sido un
detalle muy bonito, sobre todo teniendo en cuenta que lo acabo de
conocer y no es que hayamos empezado con muy buen pie.
—Bueno, buenas noches don grano en el culo. —Sonrío y salgo
del coche, él hace lo mismo para dirigirse al lado del conductor. Nos
encontramos en frente del coche.
—Buenas noches muñeca. —Y sin esperarlo, él me da un suave
beso en la mejilla, no puedo evitar sonrojarme. Alistair es un hombre
muy atractivo y lo siento en cada fibra de mi ser—. Espero volver a
verte Emily, me lo he pasado muy bien —me susurra al oído
dejándome sin aliento y con el corazón latiendo desbocado.
Y sin más, sube al coche y se marcha sin pedirme el número de
móvil ni ningún tipo de medio de contacto.
Lo más seguro es que no vuelva a verlo.
A la mañana siguiente me despierto, como no puede ser de otra
manera, pensando en él. Y me odio a mí misma por no poder
quitarme a ese hombre de la cabeza. Revivo como nos cruzamos la
primera vez y lo insultada que me sentí, o cuando me arrastró al
despacho para reprocharme que lo había insultado y como me excitó.
Me tengo que centrar en lo mucho que lo odio y en lo idiota que es
Alistair Digory, o mejor no pensar en él nunca más, sí, eso es lo
mejor.
Mi móvil empieza a vibrar en la mesita de noche y tonta de mí,
mi corazón se acelera cuando es totalmente un disparate que sea él.
Veo el nombre de Valerie en la pantalla, tengo cinco llamadas
perdidas suyas. Se lo cojo.
—¿Qué pasa? —pregunto algo preocupada por las llamadas.
—¡Por fin! ¿Has tenido una noche de sexo salvaje? —grita mi
amiga y me incorporo de golpe en la cama.
—¿Pero qué dices? ¿Estás loca? Estoy en casa… ¡Por supuesto
que no!
—Oh, qué pena ¡Yo sí! —dice emocionada y no puedo evitar
sonreír.
—Me alegro por ti. ¿El tal Derek?
—Sí, no ha sido para tanto, bueno ha estado genial, pero creo
que no es para mi… —Val siempre hace lo mismo, se encapricha de
un chico, se lo tira y después, aunque el chico quiera más, ella lo
desecha.
Aunque suele decir que busca a su alma gemela, la verdad es que
parece estar asustada del compromiso, pues nunca deja que ningún
hombre la conozca lo suficiente. Yo no puedo culparla, después de
todo, yo no soy un buen ejemplo tampoco. Después de seis años de
relación con Théo me enteré de que me había estado engañando casi
desde el principio, y claro, pues eso no favorece a que le diga a mi
amiga que no tiene porqué tener miedo a comprometerse, que no le
van a hacer daño, porque a mí me lo han hecho, y se suponía que él
me amaba…
—Qué mal…
—Bueno háblame de ti ¡Te fuiste con él!
—Uf, no me lo recuerdes… El muy capullo me metió a la fuerza
en su coche, y estuvimos todo el rato discutiendo, después le obligué
a que me dejara conducir su coche, lo llevé a comer crepes, estaba
cerrado y pagó un montón de dinero para que abrieran una crepería
a la una de la mañana, y luego por fin llegué a casa.
—¿Qué? ¿Hizo abrir una crepería por ti? —suelta emocionada y
gritando, tengo que apartar el teléfono del oído para que no me lo
destroce.
—Sí, pero no te emociones, creo que solo buscaba… ya sabes, y
obviamente yo no estaba interesada así que… Tampoco voy a volver a
verlo.
—¿¡Pero serás tonta!? ¡A mi me hace eso de abrir una crepería
solo para mi en mitad de la noche y me lo tiro allí mismo! ¡Tendrías
que haberlo hecho Em! ¿Desde cuándo no follas? ¿Es que te chupó
todo el lívido el cabrón de Théo?
—¡Oye! Que se supone que la amiga borde soy yo… Y ese no me
quitó nada, solo que… Yo no soy así, ya lo sabes.
Val suspira.
—Sí, lo sé, lo siento, pero es que tienes que volver al mercado
Em, y no quiero poner sal a la herida pero el innombrable se ha
comprometido, está haciendo su vida, tú te mereces ser más feliz que
él, solo quiero… que lo pases bien.
—Y lo paso bien, no necesito a un hombre para ser feliz.
—Estoy de acuerdo, pero sí para pasarlo bien en el sentido que te
digo. —Ríe Val —. Y vi como os mirábais en la fiesta, y cuando él se te
pegó a la espalda un poco más y tienes un orgasmo allí mismo, no sé
que te dijo pero lo vi en tu cara. —Se ríe más fuerte y me sonrojo al
recordar ese momento.
—¡Cállate, no tienes ni idea! Voy a colgarte.
—¡No! —Sigue riendo Val—. Entonces nada de deseo.
—No, nada.
—Vale y… ¿Habéis quedado en veros otra vez?
—¿Qué? ¿Pero tú me oyes cuando hablo? No pienso verlo nunca
más.
—Ajá, vale.
—Parece que no me crees. —Suelto cabreada
—Bueno, creo que lo que dices quieres creértelo tú, pero pienso
que te mueres de ganas de verlo otra vez —dice muy segura.
—¿Sabes qué? Te voy a colgar porque solo estás diciendo
tonterías. Adiós. —Val suelta una carcajada.
—¡Espera, Em! Mucha suerte mañana en el trabajo, llámame
cuando termines y me cuentas.
—Vale, muchas gracias. —En el fondo tengo que quererla.
Me quedo pensando en la conversación con Val. Seguramente he
perdido la oportunidad de acostarme con un hombre como Alistair
Digory, no es que ahora me esté arrepintiendo, para nada. Lo que
menos deseo es convertirme en una de las muchas chicas que se han
acostado con él, pues está claro que chicas de ese tipo no le faltan.
Pero Val tiene parte de razón, a veces pienso demasiado y eso me
impide disfrutar de la vida, si no hubiese ido a la fiesta, cosa que no
pensé al detalle, no hubiese conocido a Alistair. Vale que nuestro
encuentro fue…, odio a primera vista, pero después acabé
pasándomelo bien y comiendo crepes en Eguisheim, uno de los
pueblos más bonitos de Alsacia, a la una de la mañana con un tipo
rico y atractivo en un local solo para nosotros. Desde luego ese no fue
mi plan, pero lo acabé disfrutando.
Así que sí, como diría Wilde: “A veces podemos pasarnos años
sin vivir en absoluto, y de pronto, toda nuestra vida se concentra en
un solo instante.” Y ese instante fue esa noche, la atesoraré como un
buen recuerdo de una noche que me dejé llevar, más o menos, y
punto.
No es que de ahora en adelante vaya a tirarme al primer
desconocido atractivo que conozca, tampoco es que salgan
oportunidades como esta cada dos por tres, pero podría aprender a
estar más abierta a las experiencias que me da la vida.
CAPÍTULO 7
Emily
El lunes llego a las puertas del hotel Belle Nuit justo cuando están
sacando la placa antigua del cartel. A lo mejor van a limpiarla o
poner una nueva, a mí me gusta la que hay, parece un cartel
medieval pero con un toque moderno con el hierro y la madera.
Estoy muy nerviosa y quiero hacerlo bien, empezar cosas nuevas
siempre me da esa sensación de agobio. Así que para calmarme
pienso en todas las veces que cruzaré estas puertas en el futuro y, que
llegará un momento que me parecerá algo normal y monótono.
En la recepción me está esperando Rosie, la chica que me
enseñará un poco como va a ser mi día a día. Tiene una sonrisa muy
bonita y amable, seguramente tendrá unos cinco años más que yo,
con la piel blanca y su cabello rubio recogido en una coleta alta que
hace una especie de rizo.
—Buenos días compañera ¿preparada para tu primer día? —me
pregunta sin perder la sonrisa, intento devolvérsela. Espero hacerlo
bien porque quiero quedarme en este trabajo.
—Sí.
—Así me gusta, ven, te enseñaré todo esto y te pondré al día.
Rosie me enseña el hotel, que contrasta mucho con las fachadas
típicas de cuento, ya que el interior es todo muy moderno y con la
última tecnología, cambios que aún se están implementando en
algunas de las habitaciones. También me ha presentado a mis nuevos
compañeros. Después volvemos a la recepción y me instruye sobre
algunos programas que usan para el chek-in y el chek-out, cómo
debo registrar las reservas que recibimos por la web y todo lo
necesario.
—Por cierto, no sé si te lo dijeron en la entrevista, pero estamos
cambiando de dueño, por eso aún hay habitaciones a medio renovar,
pero no te preocupes, ya casi están todos los cambios hechos. El
nuevo jefe es súper eficiente, es una gran corporación, pero todos sus
proyectos los lleva a cabo de forma muy personal, estará por aquí en
unos minutos.
—No me comentaron nada de un cambio de dueños.
—Sí, el gran… Ah, mira allí está —dice mirando hacia un punto
tras de mí—. Un segundo, voy a buscarlo para que te conozca.
Asiento sin más.
—Eh, tú eres Emily, la nueva, ¿no? —me pregunta un chico que
si no recuerdo mal, trabaja en el restaurante del hotel. Me giro hacia
él, tiene una bonita sonrisa.
—Sí, soy la nueva —digo intentando ser amable.
—Soy Adrien, encantado. Oye, ¿haces algo después? —Me quedo
un poco descolocada, no es que ningún chico se haya interesado en
mí antes, pero este es mi lugar de trabajo y no quiero que se
malinterpreten las cosas.
—Adrien, creo que te buscan en la cocina —le indican desde mi
espalda al chico. De repente me pongo en tensión y me recorre un
escalofrío, reconocería esa voz profunda en cualquier parte, mi piel
se eriza.
—Sí, señor Digory, ahora mismo voy —dice el chico y sale de ahí
más rápido que un rayo.
—Señor Digory, ella es la señorita Fenn, nuestra nueva
recepcionista —dice Rosie cuando aún estoy de espaldas, me he
quedado paralizada.
—Es una grata sorpresa volver a verla, señorita Fenn —dice el
muy capullo con una sonrisa en los labios que claramente es para
enmascarar su falsa cortesía.
—No, tu… —murmuro dándome la vuelta muy lentamente sin
poder creer que tenga tan mala suerte. Alistair está guapísimo con su
chaqueta de traje y el resto a conjunto, esos ojos… Dios, qué
profundos son. Mi corazón se acelera y se salta algunos latidos a la
vez. Este hombre es demasiado para mis sentidos.
—¿Se conocen? —pregunta Rosie sorprendida.
—Sí —dice él.
—No —digo yo a la par.
—¿No? —Alistair sonríe maliciosamente.
Capullo. ¿Lo sabía desde el sábado? ¿Se está riendo de mi el muy
estúpido?
—Bueno, no nos conocemos, simplemente coincidimos el sábado
—aclaro antes de que él diga nada más, no quiero que los demás
piensen que tengo algo raro con el jefe, aunque puede que lo tenga.
—Creo que fue algo más que simplemente coincidir —suelta con
esa estúpida y sexy sonrisa de medio lado que me calienta la sangre.
Abro los ojos como platos.
Cálmate Emily, estás en el trabajo, no puedes gritarle ni
insultarle… ¡Es tu maldito jefe!
Con toda mi fuerza de voluntad, cojo aire y me calmo. O al
menos lo intento.
—Yo no lo creo.
Idiota, capullo, grano en el culo…, lo insulto mentalmente, y
como si él pudiese leerme la mente, me guiña un ojo.
—Señorita Durand, puede volver a su puesto, yo me ocuparé de
darle a la señorita Fenn la bienvenida —dice apartando la mirada de
mí y posándola en Rosie. Ella me mira un segundo a los ojos y le
suplico que no me deje sola con este tipo, pero no me hace caso.
—Claro señor Digory, y bienvenida de nuevo Emily, nos vemos
luego. —Me sonríe y se marcha.
Gracias compañera, suelto irónicamente en mi mente.
—Emily. —Me llama por mi nombre y siento un escalofrío de
placer.
—Señorita Fenn —le advierto.
—Déjate de estupideces, ven conmigo. —Empieza a andar hacia
una puerta que hay detrás de la recepción y me debato entre si
seguirlo o salir corriendo pero…, necesito el maldito trabajo.
Así que lo sigo.
—¿Esta va ser nuestra dinámica? ¿Discutimos y nos reunimos en
un maldito despacho? —pregunto cabreada por toda esta situación.
—Si en ese despacho van a ocurrir cosas interesantes no veo
porqué no puede serlo —se burla y yo suelto un bufido, también me
muerdo la lengua para no insultarlo.
—¿Lo sabías desde el sábado? —le suelto enfadada.
—Por supuesto que no, nunca hubiera hecho lo que hice si
supiera que ibas a ser mi empleada.
—No soy tu empleada, trabajo para el hotel.
—Que es mío.
—Sí, pero no soy nada tuyo.
—Pago tus facturas.
—Técnicamente no tengo facturas que pagar, así que... —Rebato
y el muy maldito se ríe.
—Está bien, tú ganas muñeca.
—¡No me llames así aquí! —Se me corta la respiración al oírlo
llamarme de ese modo y miro a todas partes como si alguien nos
hubiera escuchado, y a lo mejor así es, la recepción no está muy lejos,
aunque tengamos la puerta cerrada.
—Vale, no lo haré aquí —dice enfatizando la última palabra.
¿Pero por qué es un hombre tan exasperante?
Suelto otro bufido.
—¿Sabes qué? Me despido, no puedo hacerlo —digo al fin.
—No, espera Emily, no quiero que te quedes sin trabajo, te
prometo que no interferiré.
—¿No lo harás? ¡Eres el maldito jefe y no nos soportamos!
—Podemos ser civilizados, somos mayorcitos.
—¿Podemos? ¿Y qué ha sido eso de ahí fuera con Rosie? ¡Has
insinuado que nos hemos acostado! —Me altero.
—No he hecho tal cosa.
—«Creo que fue algo más que simplemente coincidir».—Lo imito
de nuevo provocando que Alistair suelte una carcajada—. A mi no me
hace ni puñetera gracia, Alistair —le espeto dejándome caer en la
silla enfrente de él y cruzándome de brazos. Ya me da igual que sea
mi jefe.
—Emily, en menos de dos meses, cuando el hotel esté listo para
funcionar sin mí, volveré a Bruselas y no volveremos a vernos.
—¿Te marchas? —No sé cómo sentirme al respecto, desde luego
no es alivio lo que siento, muy a mi pesar.
—Sí, vivo allí, he venido solo a cerrar negocios. ¿Estás triste? —se
burla.
—¡Por supuesto que no! Eso son grandes noticias, no veo la hora
en que te marches de aquí —digo levantándome de la silla y yéndome
hacia la puerta.
—Bien —dice serio y con sus preciosos ojos grises y azules que
parecen dos bolas de navidad, clavados en mí.
—Bien.
Y salgo de ese despacho.
Suelto un suspiro y me apoyo en la puerta.
—¿Va todo bien? —me pregunta Rosie acercándose desde la
recepción.
—¿Qué? Ah, sí, todo perfecto.
—No te cae muy bien el señor Digory, ¿no? —Sonríe cómplice.
—No, bueno, no es eso, es que… No me dijo que él era el dueño
de este hotel.
No sé qué tanto decirle a Rosie sobre mi situación con Alistair,
me da la sensación de que puedo confiar en ella, pero no estoy
segura.
—Es un buen jefe, y está muy bueno, no siempre está de buen
humor y se lo tiene algo creído, pero es buena persona —me susurra
esto último—. Aquí estamos todas locas por él. —Reímos y eso alivia
parte de la tensión que siento en el cuerpo.
—Sí que se lo tiene creído, sí, pero motivos no le faltan. —Rosie
sonríe más.
—Ven, tú y yo vamos a ser muy buenas amigas.
CAPÍTULO 8
Emily
Alistair ha cumplido y no lo he visto durante el resto de mi jornada
laboral, y eso me hace sentir un poco decepcionada. No entiendo qué
me pasa con este hombre, lo odio, pero lo deseo, lo aborrezco, pero
me lo paso bien con él… Y para complicarlo todo todavía más, ahora
es mi maldito jefe…
—¿Te vas ya? —me pregunta Adrien mientras recojo mis cosas
en el cuarto de los empleados.
—Sí.
—¿Qué tal ha ido tu primer día? —me pregunta de camino al
vestíbulo.
—Bien, ha habido un momento que parecía que los clientes se
multiplicaban por segundos, pero bien en general.
Él sonríe, debe tener mi edad más o menos y no es es feo, tiene el
cabello rubio y los ojos verdes, parece un buen chico.
—Por cierto, que antes no me has contestado con la aparición del
señor Digory, ¿te apetece ir a tomar algo?
—Señorita Fenn, ¿me acompaña un segundo antes de irse? —
Aparece Alistair por la puerta del hotel. ¿Tiene un radar para
interrumpirme cuando estoy con Adrien o qué?
Asiento sin saber muy bien qué quiere de mí ahora, pero me giro
hacia Adrien para disculparme. Noto los ojos de Alistair en mi nuca,
se ha quedado un poco alejado para darme privacidad, o eso es lo que
creo.
—Que pesado… —susurra Adrien poniendo los ojos en blanco, y
yo emito una risita.
—Lo siento, en otra ocasión.
—Claro, nos vemos mañana.
Y este se marcha. Unos segundos después me giro para ver a
Alistair, está guapísimo, siempre lo está y tiene esa pose arrogante y
atractiva que me vuelve loca. Todas las veces que lo he visto ha sido
con traje y me pregunto cómo estará solo con unos tejanos y una
camiseta, estoy segura que estaría igual de sexy.
Él me está mirando detenidamente, esperándome y parece…
¿Molesto?
—Veo que ya has hecho amigos —me dice cuando llego a su
altura.
—¿Qué? ¿Estás celoso? —bromeo con una sonrisa malévola.
—Puede —dice sin más y comienza a caminar hacia el ascensor.
Me quedo quieta y con los ojos muy abiertos. ¿Qué? Está de broma,
¿no? Mi corazón se salta un latido—. ¿Vienes? —me pregunta con
una sonrisa de triunfo desde dentro de esa máquina infernal.
Lo sabía, me está tomando el pelo, capullo.
—No pienso subirme ahí —digo.
—¿En serio? ¿Quieres que repita lo del sábado y te meta a la
fuerza? —dice serio, pero en sus ojos veo un deje de diversión.
—No, ni se te ocurra, señor Digory. —Remarco su apellido para
hacerle entender que no es apropiado que me hable así delante de
cualquiera que pueda estar poniendo la oreja—. ¿Qué piso?
—El quinto.
—Nos vemos allí. —Me doy la vuelta y me dirijo a las escaleras.
De repente siento una presencia detrás de mí, no puedo evitar
girarme. Es él.
—¿Qué haces? —lo encaro. Subida en un par de escalones, estoy
casi a su misma altura, aunque él sigue siendo unos centímetros más
alto.
—Subir contigo.
—¿Por qué? —Él emite una risita.
—Porque es mi hotel y hago lo que quiero, muñeca, y ahora sube
—me indica con la mano.
—No me llames así y no me des órdenes —le dirijo una mirada
asesina y me doy la vuelta para seguir caminando, lo escucho reír a
mi espalda.
Unos minutos después, llegamos a la quinta y última planta,
estoy agotada aunque estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano por
no parecerlo. Mientras, él sigue caminando con su impecable
elegancia y no parece ni la mitad de agotado que yo.
—Has sido tú la que ha querido subir por las escaleras. —Se ríe.
—¡Cállate! ¿No puedes ser un poco amable por una vez y dejar de
reírte de mí?
—No sería yo.
—Pues estaría bien que dejaras de ser tú unos minutos, podrías
probar.
—Entonces no me encontrarías tan irresistible.
—Ya, irresistible, seguro. —Bufo, me pone de los nervios, pero al
mismo tiempo siento un cosquilleo en el estómago.
Me guía hasta una de las habitaciones del fondo del pasillo y
Alistair saca una tarjeta magnética para abrirla. La puerta hace un
click y él se hace a un lado para que entre yo primero.
—¿Por qué me has traído aquí? —le pregunto curiosa
asomándome a la habitación, por lo que puedo ver es una suite
bastante completa.
—Aquí podremos hablar más tranquilamente —dice sin más
aguantándome la puerta.
Entro y me quedo impresionada con esta habitación, no es muy
diferente a las que Rosie me ha enseñado, no obstante esta puede
parecer un piso de lujo sin cocina. La decoración es como la de las
demás, de tonos grises y azules con un toque de amarillo. Pero por la
americana sobre la silla y los objetos como el portátil y algunas notas
que hay sobre el escritorio, sé que esta habitación es de alguien. Y
posiblemente es la de Alistair ¡Me ha traído a su habitación! ¿En qué
está pensando?
—¿Es la habitación que estás ocupando hasta que te marches? —
le pregunto alterada.
—Sí —dice quitándose la americana y dejándola sobre la gran y
esponjosa cama, la corbata va después, y se remanga las mangas de
la camisa blanca dejando a la vista unos antebrazos venosos y fuertes
que hacen que se me corte la respiración y pierda el hilo de mis
pensamientos momentáneamente.
Mis hormonas se despiertan de golpe, pero me obligo a
centrarme otra vez.
—No… ¡No puedes traerme aquí! O, ¿es que traes aquí a todos
tus empleados? —le grito, pues esta situación no es nada profesional
y no quiero que haya rumores sobre nosotros el primer día de
trabajo, es bochornoso.
Alistair sonríe y se sienta en la cama. Dios, que sexy… Basta
Emily, céntrate.
—¿Te gustaría que dijera que sí que traigo aquí a todos mis
empleados? —Suelta con una sonrisa petulante estirando los brazos
hacia atrás para apoyarse sobre sus manos.
—Dios mío… Eres de lo que no hay. ¿Sabes qué van a pensar?
¡Claro que lo sabes! Pero a ti te da igual —exclamo dando vueltas por
la habitación cada vez más cabreada.
—Emily relájate, nadie va a decir nada de ti, no lo permitiré —me
dice cogiéndome de las manos y haciendo que me detenga y lo mire.
Ni siquiera me he dado cuenta de cuándo se ha movido.
—¿No lo permitirás? —Emito una risa incrédula.
—Confía en mí, Emily, nadie va a decir nada malo de ti —me
repite y me coge de las mejillas para mirarme directamente a los
ojos. Por un segundo me dejo llevar por sus cálidas manos y el tono
seguro de su voz. Pero recupero la compostura y me aparto.
—Me marcho.
—Tenemos que aclarar algunas cosas.
—Pues lo haremos delante de todos en el horario de jornada
laboral, señor Digory. Hasta mañana —me despido dándome la
vuelta para ir a la puerta.
—Emily. —Su tono de voz ronco y con un deje de advertencia me
hace detenerme—. Solo quiero empezar de cero contigo, no soy el
idiota que conociste en la fiesta, bueno, no lo soy todo el tiempo —
bromea.
Cierro los ojos y suspiro. Yo también quiero empezar de cero, no
sé porqué él saca lo peor de mi carácter, ya soy gruñona de por sí,
pero con él me sale serlo el doble. Pero eso también me sirve de
escudo para no sentirme tan atraída por él.
—Sé que no eres tan idiota todo el tiempo —admito girándome
hacia él—. Pero esto… Es raro. —Nos señalo a ambos—. Lo que hay
entre nosotros, tiene que acabar. De ahora en adelante nos
trataremos como jefe y empleada. Ni motes, ni discusiones, ni
charlas a escondidas, soy una empleada más, ¿trato? —le pregunto
tendiéndole la mano para sellarlo. Me toca ser la voz de la razón.
—Y, ¿qué vamos a hacer con esto? —me susurra tirando de mi
mano hacia él, de forma que caigo sobre su pecho. Alistair me alza el
rostro por la barbilla quedando sus labios a un suspiro de los míos.
La tensión y el magnetismo se hacen hueco en mí, todo mi cuerpo se
altera y mi corazón empieza a latir desbocado. Mis piernas flaquean,
por lo que me tengo que agarrar a su camisa.
No puedo apartar mis ojos de los de él, su mirada azul y gris
como un día de tormenta se oscurece cuando me muerdo el labio, y
después miro los suyos, es innegable que me muero por besarlo, pero
Alistair Digory es mi jefe, un idiota creído que solo tiene que
chasquear los dedos para tener a un séquito de chicas dispuestas a
acostarse con él. Definitivamente no es el tipo de hombre que busco
o quiero en mi vida.
—¿Y qué es esto? —pregunto con una voz queda, su cercanía me
afecta al cerebro y no puedo decir lo que realmente estoy pensando.
—Nuestra química, las ganas que nos tenemos —me susurra él
rozando mis labios con los suyos. Siento un escalofrío de puro placer
y quiero hundirme en sus brazos, que me bese sin reservas, que me
muestre lo mucho que me desea. Me muerdo los labios con fuerza
ahogando un gemido al imaginarme besándolo.
—No… —logro susurrar no muy decidida. Él emite una risita que
hace que mi pecho vibre.
—¿No? Sabes que no tolero muy bien esa palabra, muñeca —me
acaricia la mejilla con el pulgar, los labios y después baja hasta mi
cuello abarcándolo con su gran y fuerte mano, mi piel se pone de
gallina y siento como la humedad crece en mi sexo ante ese gesto tan
posesivo.
Alistair Digory es muy peligroso. Muy, pero que muy peligroso.
—No me llames así y deja de jugar conmigo. —Encuentro la
fuerza suficiente como para apartarme antes de que sea demasiado
tarde.
Alistair
Cuando ella se aparta siento como si me hubiesen dado un puñetazo
en el estómago, repetidas veces. Y el portazo que da Emily al salir, es
como el remate.
—No estoy jugando —susurro sin que Emily pueda escucharlo
ya. Me sorprendo a mí mismo al ver que lo digo en serio. Emily me
interesa de verdad. Aunque me gusta tomarle el pelo y hacerla
cabrear para ver como sus preciosas y pecosas mejillas se ponen del
color de su pelo, eso me pone duro, hay algo diferente en ella —.
¡Joder! —maldigo dando un puñetazo a la puerta.
Por una vez en la vida me arrepiento de haber sido un capullo,
Emily no se fía de mí, y bien que hace porque ni yo mismo me aclaro
con mis ideas. Lo mejor es dejarla en paz, buscar una mujer que esté
disponible y olvidarme de la pelirroja.
Pero una parte de mí no quiere dejarla, en menos de dos meses
volveré a casa, bueno, si a mi piso en el centro de Bruselas puede
llamarse así, paso más tiempo en mis oficinas que en el piso.
De repente mi teléfono vibra, es Alan Lefebvre. Desde que me
reuní con él vi algo en su forma de ser y de trabajar que no me gusta,
pero el trato que me ofrece me interesa mucho. Cuando en la fiesta vi
que se llevaba a Emily a parte, me hirvió la sangre al pensar que
podrían tener algo, pero después de escucharla decir que no la
tocara… No pude contenerme e intervine.
Ahora me cae peor el tipo este y sé que no es de fiar. Descuelgo el
teléfono.
CAPÍTULO 9
Emily
Lo primero que hago al llegar a casa es llamar a Valerie y contarle
toda esta locura de día. Mis padres y mi hermano aún no han llegado
a casa, por lo que podré expresarme con total libertad hablando con
Val, obviamente a ellos no voy a contarles nada sobre Alistair Digory.
—¡Es el destino! —grita Valerie a través del teléfono después de
ponerla al corriente de todo.
—¡No es el destino, es la mala suerte! Después de estos meses de
búsqueda de trabajo y no encontrar nada, cuando encuentro algo que
me gusta, el maldito tipo que me secuestró el sábado y que me pone
de los nervios es mi estúpido jefe —suspiro disgustada tumbándome
en la cama.
—Eres una dramática. ¡Tu jefe está cañón! Es como una de esas
novelas románticas que me gustan, me encanta, quiero ser tú ahora
mismo. —Ríe Val.
—Pues nos cambiamos cuando quieras. Además, aquí no hay
nada romántico.
—Eso lo dices tú, pero yo vi como te miraba y, ¿lo de los crepes?
Eso es de primero de manual de novela romántica.
—Solo dices tonterías. —Tengo que reírme porque nunca he visto
a Val tan entusiasmada por mi vida amorosa. Bueno, a decir verdad,
después de Théo, ha sido inexistente mi vida amorosa, y Val no era
una firme defensora de Théo así que…
—No son tonterías, bueno quizá no estemos delante del hombre
de tu vida, pero tienes que aprovechar y tirártelo antes de que se vaya
a Bruselas.
—¡No pienso hacerlo!
—Madre mía… ¿Qué tengo que hacer para que lo hagas? Como
amiga tuya necesito que te des ese capricho —suplica Val,
seguramente está haciendo hasta morritos.
—Estás loca, lo sabes, ¿no?
—No lo estoy, soy la más lógica de las dos. Mira, hace meses de
lo de Théo, tienes veintiocho preciosos años que no van a durar
eternamente ¡Tienes que disfrutarlos! ¿Y qué mejor que con un
hombre como Alistair Digory?
—No vamos en ese plan, y es mi jefe… —digo intentando disuadir
a mi amiga de esta locura de idea.
—¡Pues más morbo!
Y ambas nos echamos a reír.
—Estás fatal.
—Pero no has dicho que no… —dice con voz insinuante.
—A ver, no te voy a negar que está muy bueno y es muy atractivo,
además, a veces, puede ser divertido cuando no está siendo un grano
en el culo pero… Es imposible Val, no pienso decirle que se acueste
conmigo.
—No tienes que decírselo, solo déjalo caer, no podrá resistirse, lo
sé.
—Yo no sé hacer esas cosas… No, no me metas cosas raras en la
cabeza, no funcionará. —Mi amiga resopla y estoy segura de que ha
puesto los ojos en blanco también—. Además, no nos llevamos bien,
estamos siempre discutiendo.
—¡Pero no en la cama! Ahí seguro que vuestro fuego lo enfocáis a
otras cosas. —Ríe.
—Cállate ya anda… No tienes remedio —digo negando con la
cabeza y un poco sonrojada al imaginarme en esa tesitura con
Alistair. No puedo decir que no me sienta atraída por él, es alto, con
un cuerpo grande y atlético, un rostro marcado y muy varonil, y sus
ojos… Dios, son los ojos con más vida que he visto jamás. Y aunque
me saque de mis casillas, tengo que admitir que es un hombre muy
inteligente y me divierto con él. Y él también está interesado en mí, o
al menos eso parece.
Después de hablar un rato más, me despido de Val. Oigo que mi
hermano llega a casa, y unos minutos más tarde me reúno con él en
la cocina.
—¡Hey! ¿Qué tal tu primer día? ¿Han sido majos contigo? —me
pregunta acomodándose el pelo rubio.
—Bien… Sí, Rosie es fantástica. —Me limito a decir, no voy a
comentar nada de Alistair, de todas formas ni lo conoce, no importa.
—Me alegro.
—¿Tú qué tal?
—Bien, he conseguido un nuevo cliente, esto marcha —dice con
una gran sonrisa.
—Me alegro mucho, enano —digo dándole una palmadita en la
cabeza. Solo puedo hacerlo porque mi hermano está sentado en la
silla de la cocina, sino, no llegaría a su cabeza ni de coña.
—Enana tú. —Me da un golpecito en el hombro empujándome
lejos—. Oye, ¿y has conocido al jefe o jefa? Podrías hablarle de mi
empresa, por si necesitan una renovación de la web.
—Ah, sí… lo he conocido —afirmo algo nerviosa—. No sé, están
cambiando las cosas en el hotel así que puede que le interese, ya le
preguntaré.
—¿Quién es? Dijiste que era un hotel de lujo, ¿no?
—Sí, lo ha comprado recientemente… Alistair Digory, de Digory
hotels.
—¡Joder! Pues si que has pillado un buen curro, ¿sabes los
millones de dinero que tiene que tener ese tipo en el banco? Ya te
puede pagar bien.
—Sí, a ver, el sueldo de recepcionista es bastante alto.
—Pues a ver si me invitas a una cena o algo —bromea.
—¡Sí hombre!
Al final salimos a Colmar a por un chocolate caliente, es lo único
que va a sacarme Jack, y así aprovechamos para coger ideas de
regalos de Navidad para nuestros padres.
—Dios, la gente se vuelve loca con la Navidad ¡Aún faltan
semanas y ya parece que va a ser mañana! —se queja mi hermano, no
soporta las aglomeraciones, tampoco es que sean mi cosa favorita, la
verdad.
—A mi me gusta este ambiente, pero si hubiera menos gente…
estaría mejor.
Paseamos por las calles adoquinadas de la ciudad, quedan unos
días para Diciembre, pero en los pueblos turísticos de Alsacia, la
Navidad empieza pronto. Las tiendas ya tienen todo tipo de
decoraciones navideñas, y las luces se encenderán muy pronto. Hay
árboles de navidad de todos los tipos en casi cada rincón del pueblo,
con su nieve artificial y sus bolas rojas, doradas y plateadas. Las
casas típicas con las vigas sobre la fachada también lucen guirnaldas
verdes con decoraciones, está todo precioso, parece de cuento. Adoro
esta época del año, las decoraciones navideñas, el frío, llevar una
bufanda y un abrigo, la nieve, el chocolate caliente… Todo me resulta
mágico, para mí es la mejor época del año y mi familia la disfruta
mucho.
No tardamos en llegar a la Place des Dominicains, donde se sitúa
el mercadillo navideño más famoso de Colmar. Está todo precioso
con las paraditas y una pequeña feria de Navidad, se puede respirar
en el ambiente el olor de los dulces, el frío y la Navidad. Cojemos
unos chocolates calientes en una de las casetas y damos una vuelta
por el lugar, que cada vez está más atestado de gente esperando que
enciendan las luces, lo cual sucederá en unos minutos.
Jack contesta a un mensaje de nuestra madre que nos pregunta
dónde estamos por el chat de la familia.
—Hacía tiempo que no salíamos los dos —le digo a mi hermano.
—Sí, es que no te soporto —bromea abrazándome.
—¡Que me vas a tirar el chocolate, idiota! —le grito.
—Pensaba que solo yo era objeto de tus insultos —dice una voz
grave y masculina tras nosotros.
El corazón me deja de latir un segundo, una voz así solo puede
provenir de una persona, es esa voz que consigue ponerme la piel de
gallina y encender todo mi cuerpo. Me giro deshaciéndome del
abrazo de mi hermano.
—Pues ya ves, no eres el centro del universo —contraataco sin
poder quedarme callada. Aunque Alistair tiene una sonrisa en los
labios, esta no se refleja en sus ojos.
Él emite una breve carcajada que me dan ganas de suspirar, pero
me contengo.
—Alistair Digory. —Se presenta tendiéndole una mano a mi
hermano en forma de saludo.
Tengo unas imperiosas ganas de alejar a Jack de aquí, cuanto
menos sepa mi familia sobre Alistair, mejor.
Jack le estrecha la mano y asiente serio, después me da un
golpecito con el codo entusiasmado.
—Jack, un placer —dice sin más.
—Genial, ya os habéis presentado, nosotros nos vamos —digo
apresuradamente. Alistair me dedica una mirada que no sé cómo
interpretar y luego observa detenidamente como enredo mi brazo al
de mi hermano.
—Eres su jefe, ¿no? —pregunta Jack, y yo lo miro con cara de
advertencia.
—Así es —corrobora Alistair.
—Sí, es mi jefe, pero ya se va.
—La verdad es que no, hace una tarde preciosa para pasear —
comenta este con una sonrisa diabólica. Me aguanto con todas mis
ganas el bufido que quiere salir de mis labios.
—Y, ¿deja que Emily lo insulte? —pregunta Jack extrañado,
Alistair sonríe.
—¿Qué? No es lo que tu piensas, Alistair… digo el señor Digory
es un bromista, le gusta mucho gastar bromas.
—Sí, exacto, nos gusta gastarnos bromas —dice para ponerme en
un aprieto.
—Mi hermana, ¿gastando bromas? No le puedo creer señor
Digory. —Se muere de la risa el tonto de Jack.
—Eres su hermano… —susurra más para sí que para nosotros, y
su postura cambia radicalmente. No quiero pensar mucho en ello, ya
que es totalmente imposible que estuviera celoso al pensar que Jack
era mi pareja.
—Puedo ser muy divertida, idiota. —Le doy un puñetazo en el
brazo. Dios, que fuerte está mi hermano, ¿cuándo ha pasado?
—Lo es, me divierto mucho con ella.
—Dirás a mi costa —le rectifico.
—Yo no lo diría así —me contesta Alistair mientras mi hermano
nos mira atónito.
Ahora sí que resoplo.
—En fin, vámonos Jack. Que pase buena tarde, señor Digory —
suelto con condescendencia tirando de mi hermano para alejarnos de
él lo antes posible.
—Jack —lo llama, y ambos nos quedamos quietos.
—¿Sí?
—¿Te importa si te robo a tu hermana el resto de la tarde?
Necesito que me de un consejo sobre compras navideñas.
—¿Hola? ¡Estoy aquí, mi hermano no es mi dueño! —me quejo
alzando la mano.
—Claro, toda suya, señor. —Sonríe de oreja a oreja.
—¡Oye! —Le doy un golpe en el pecho, ni se inmuta.
—Nos vemos en casa, hermanita. Señor Digory, un placer.
—Igualmente, no te preocupes, la cuidaré.
—No necesito que me cuide nadie ¡Dios, sois dos capullos! —
grito exasperada llamando la atención de todas las personas que hay
alrededor.
Y el estúpido de Jack se está marchando dejándome sola con el
maldito Alistair Digory, quien sonríe de oreja a oreja como si
estuviéramos en la mañana de Navidad y fuese el niño que más
regalos ha recibido bajo el árbol.
CAPÍTULO 10
Alistair
—¿Estás contento? —me pregunta Emily cabreada, lo que hace que
mi sonrisa aumente. Me encanta verla enfurruñada, hace que desee
todavía más que ella se rinda a lo que siente por mí.
—Mucho.
—Dios… —suelta un bufido, a los que ya me he acostumbrado.
Me encanta ver como coge aire y sus mejillas llenas de pecas se
ensanchan y saca los labios, que labios… quiero besarlos, devorarlos,
hacer que se pongan aún más rojos—. No pienso ir a ningún sitio
contigo. —Cruza los brazos sobre su pecho.
—¿Ah no? —La provoco—. Creo que hace mucho frío como para
quedarse aquí quietos, pero como quieras.
Me pongo a su lado dispuesto a no moverme hasta que ella lo
haga.
—Eres insoportable… —se queja Emily, y después comienza a
caminar entre la muchedumbre.
La sigo con una sonrisa en la boca. Estar con ella nunca es
aburrido, aunque quizá debería ser menos capullo si quiero que baje
la guardia conmigo.
—Emily. —La cojo de la mano y ella se para—. Por favor, pasa la
tarde conmigo —le pido serio.
—Alistair —suspira y veo en sus ojos el momento en el que se
rinde—. Eres mi jefe, no podemos hacer esto…, sea lo que sea.
—Entonces admites que también quieres pasar tiempo conmigo.
—Sonrío triunfante.
—Yo no he dicho eso…
—¿Podemos ser sinceros el uno con el otro? —le pregunto ahora
con seriedad.
—¿Tiene que ser aquí? —pregunta ella a cambio mirando a su
alrededor.
—Ven conmigo, un paseo y un crep, nada más.
—Sacar los crepes como artillería pesada es juego sucio. Pero
igualmente no podemos, ¿y si nos ven? No quiero ser la chica que
tiene el favor del jefe, aunque no sea así, ni quiero… No quiero que
pienses que nosotros… que tú y yo vamos…
—¿Que vamos a follar? —digo directo.
—Shhh. —Ella se sonroja, alza los brazos y me tapa la boca con
sus pequeñas y frías manos. Yo sonrío divertido —. No digas eso.
Las retira enseguida y quiero cogérselas y besarle la palma,
calentarle las manos entre las mías… ¿Qué me pasa con esta chica?
Nunca he ido detrás de nadie, y no es que quiera nada serio con
Emily, me voy después de las fiestas y ella tiene su vida aquí… Es mi
empleada, me odia, más o menos, pero sé que me desea, igual que yo
a ella ¿Por qué no dejarse llevar? Sí, están todas esas mierdas
morales de no mezclar trabajo con placer pero, ¿a quién le importa?
A mí, antes de conocerla.
—¿Tú puedes insultarme y decir palabrotas y yo no puedo decir
que vamos a follar? —Suelto de nuevo para provocarla. Emily se
sonroja aún más, está preciosa.
—Eso es diferente ¡Para! —Me da un golpe en el hombro —. No
vamos a hacer eso.
—Follar.
—¡No! —grita y empieza a marcharse de mi lado.
—Vale, vale, ya paro —digo riendo mientras la cojo de la mano y
la acerco a mí. La gente nos mira como si estuviéramos locos, pero
me da igual ser el centro de atención, siempre lo soy, por una cosa u
otra.
—No vamos a hacerlo Alistair —susurra de nuevo enfadada
alzando su rostro para mirarme, sus ojos azul oscuro son los más
bonitos que he visto jamás, me encanta mirarla de cerca y ver sus
pequeñas pecas alrededor de su nariz. Quiero bajar el rostro y
besarla, hay una fuerza que me empuja a hacerlo. Me está costando
toda mi fuerza de voluntad resistirme.
—Vale —le susurro muy cerca de los labios, no me he dado
cuenta de cuando me he acercado tanto.
Sus ojos arden por el deseo, los dos nos tenemos ganas, y estoy
seguro de que somos muy compatibles en la cama. Lo siento en cada
fibra de mi cuerpo.
Alguien choca con Emily y se hunde más en mí posando sus
manos sobre mi pecho, aprovecho para cogerla de las caderas y
atraerla a mi cuerpo, encaja a la perfección.
—Per...perdona... —dice ella apoyando su mejilla contra mi
pecho, mi corazón está latiendo como loco, nunca la cercanía de una
mujer me ha alterado así, por solo un abrazo.
—Estás helada —susurro en su cabello, huele de maravilla, como
a plátano y caramelo, quiero comérmela.
—¿Y de quién es la culpa? —suelta mordaz pero con un tono más
apaciguado. A mi se me escapa una carcajada.
—Vamos, quejica.
Comienzo a caminar con Emily de la mano antes de que pueda
hacer algún comentario o se rehúse a seguirme.
Emily
Vamos caminando hasta otro de los mercados navideños, no
tardamos más de cinco minutos, hubiéramos tardado menos si no
fuese porque está lleno de gente. Este mercadillo es igual de
precioso, está en la Place de la Cathédrale, y durante todo el trayecto
Alistair me ha llevado de la mano, y no me he resistido. A los ojos de
la gente podemos pasar por una pareja normal que está paseando un
día de invierno.
Aún sigo pensando en cómo ese gesto lo he sentido como algo
normal, como si lo hubiéramos hecho muchas veces. Su mano es
grande y cálida, y me hace desear que me acaricie por todo el cuerpo
¿Cómo me sentiría estando bajo su gran cuerpo? Oh, Dios mío ¿Qué
estoy pensando? ¡El maldito frío me está congelando los sesos!
—Así que tienes un hermano… Es menor que tú, ¿no? —pregunta
Alistair mientras hacemos cola en uno de los puestos de crepes.
—Eh, Jack, sí, es menor, aunque como es tan alto no lo parece —
digo con una media sonrisa—. ¿Tú tienes hermanos?
—No, tengo una hermanastra pero no tengo mucha relación.
—¿Y eso? —pregunto intrigada y sin pensar antes de darme
cuenta que igual me estoy pasando de entrometida.
—La vida, supongo —contesta escueto.
—Claro.
—Os lleváis bien —dice más como una afirmación que como una
pregunta.
—Sí, a ver, es mi hermano pequeño, a veces no lo aguanto, como
antes cuando me ha dejado tirada, pero en general, sí, nos llevamos
bien.
Alistair asiente pensativo, esta es una nueva faceta de él, no es el
capullo ni el bromista, está serio y callado, algo raro en él. ¿Echa de
menos a su familia? ¿Se llevará bien con ella? ¿Va a pasar las
navidades aquí solo? Esta última pregunta me hace querer que no
sea así, nadie debería pasar unas fechas tan señaladas solo.
—Me encanta la navidad —digo para intentar animarlo, y
funciona.
—¿Sí? ¿A ti? No te pega nada con lo borde que eres —bromea.
—Idiota… —le doy un golpe en el hombro y él ríe más. Me estoy
volviendo adicta a estas sonrisas de Alistair. Mi corazón da un vuelco
y me obligo a mirar hacia otra parte, este hombre despierta en mí
muchos deseos que no quiero sacar a la luz, y menos por alguien que
es mi jefe, sin dejar de mencionar que después de navidades no lo
volveré a ver.
—¿Qué te gusta de la Navidad? —me pregunta y vuelvo a mirarlo
sin poder evitarlo.
—Pues esto —digo alargando los brazos y mirando alrededor—.
La magia que se respira en el ambiente, la decoración, la nieve, las
risas, la alegría, las canciones inspiradas en Navidad…
—El chocolate y los crepes... —añade él con una sonrisa.
—Sí, realmente eso es lo más importante. —Rio.
Después de pedir unas crepes de crema de cacao, una para cada
uno, salimos de la plaza para alejarnos de la muchedumbre.
—¿Te gusta el dulce? —le pregunto asombrada de que se haya
pedido una, ya que la primera noche que nos conocimos ni las probó.
A lo lejos escucho sonar la canción It's the Most Wonderful Time of
the Year de Andy Williams.
—No es mi cosa favorita. —Se encoge de hombros.
—¿Te lo has cogido para no dejarme sola comiendo? —le
pregunto alzando las cejas e intuyendo que realmente no la está
disfrutando, porque yo ya le he pegado un par de bocados grandes y
él apenas la ha mordisqueado.
—Eso no sería propio de mí, muñeca. —Me da un toque en la
nariz usando ese estúpido mote otra vez.
Pongo los ojos en blanco pero se me forma una sonrisa, sí que lo
ha hecho para no dejarme sola comiendo.
CAPÍTULO 11
Emily
Hace rato que ya ha oscurecido, aún así, con todas las luces
navideñas por todas partes no está para nada oscuro y es… un
ambiente muy romántico. A pesar del frío que hace, la verdad es que
ni lo noto, Alistair me lleva de la mano como si lo hubiésemos hecho
toda la vida. Al principio he estado preocupada por si alguien nos
veía, pero realmente me gusta que su pulgar me acaricie suavemente
el dorso y me caliente la mano, es un gesto muy dulce.
Hablamos sobre la decoración navideña del hotel, pues Alistair
ni lo ha pensado, y por lo que ha comentado, no es muy fan de la
Navidad.
—Déjamelo a mi, me encanta la decoración navideña y… bueno,
claro, no soy profesional, será mejor que contrates a alguien.
—No, si crees que puedes hacerlo y no es mucho trabajo, me
encantaría que lo hicieses tú. Por supuesto te pagaría por las horas
extras —me comenta él.
—¿De verdad? —le pregunto emocionada, la decoración es más
un hobbie para mí, pero siempre he querido hacerlo de forma
profesional.
—De verdad, muñeca —me guiña un ojo y me da un bote al
corazón—. Pásate mañana por mi habitación y te entregaré una
tarjeta de la empresa para que puedas comprar todo lo necesario.
—Muchas gracias, te prometo que no te arrepentirás, tengo un
montón de ideas para el vestíbulo y el restaurante, quedará precioso.
Ah y en el exterior, como somos los únicos que no tenemos nada,
podríamos poner un par de abetos en la entrada, nada ostentoso para
poder seguir la línea del hotel pero… —Alistair suelta una risita y me
siento una tonta.
—Lo siento, pero es que nunca te hubiera imaginado así de
ilusionada con esto… Estás preciosa. —Y sin previo aviso me da un
beso en la frente. Mi corazón se detiene, ¿de verdad este hombre me
ve preciosa? A ver, no es que no me haya dejado claro ya lo mucho
que quiere acostarse conmigo, pero que me diga eso… hace que mi
corazón lata desbocado y unas mariposas se instalen en mi
estómago, no puedo evitar sonrojarme.
—Será mejor que me lleves a casa ya, va a empezar a llover en
nada —digo volviendo a ser la Emily seria de siempre y apartando la
mirada de él.
Alistair detiene el coche delante de mi casa.
—Me lo he pasado muy bien, Emily —me dice con esa voz tan
potente y sexy que se mete muy dentro de mi piel y me hace desear
tirarme encima suyo y besarlo.
—Yo… aunque me duela admitirlo —bromeo para aliviar un poco
la tensión que siento en mi cuerpo —. También me lo he pasado bien.
—Pensé que nunca lo dirías —me sigue la broma Alistair y ambos
reímos.
—Lo de antes… ¿Iba en serio? —pregunto un poco tímida
frotándome el brazo después de quitarme el cinturón. ¿Desde cuándo
soy tímida? Este hombre me hace sentir de mil formas que nunca
hubiese imaginado.
—¿Lo de acostarnos? Sí, definitivamente. —Sonríe ampliamente.
—¡No! Lo de decorar el hotel —le grito avergonzada—. Dios, eres
insoportable. —Pongo los ojos en blanco y suelto mi típico bufido y él
se me queda mirando intensamente, recorriendo cada tramo de mi
cara—. ¿Qué? ¿Tengo algo en la cara? —pregunto llevándome una
mano a mi mejilla.
—No, solo… —Alza su mano y me acaricia el puente de la nariz
con su pulgar, está cálido y siento la caricia, también tengo unas
imperiosas ganas de restregarme contra su mano, lo que me haría
parecer una auténtica loca—. Me encantan tus pecas y el bufido este
que me dedicas —suelta concentrado en su tarea de acariciarme las
pecas.
Cierro los ojos presa de un maremoto de emociones, Alistair
posa su mano sobre mi mejilla y luego la desliza por mi nunca
retirando mi cabello, que está metido por dentro del abrigo. Siento
un escalofrío recorrerme y mi cuerpo se calienta al instante.
—Emily, me vuelves loco —me susurra en el oído. ¿Cuándo se ha
acercado tanto? Me da un beso en el cuello que me provoca un
gemido que no puedo retener. Estoy ardiendo.
—Alistair no…
—Lo sé, no podemos. —Se retira de golpe dejándome
completamente fría—. Pero no puedo evitarlo. —Me mira a los ojos
tan intensamente que no sé qué decir. Que él no pueda contenerse al
tocarme… me excita, al igual que estar en su coche y aspirar su olor a
tomillo y a algo oscuro, como a madera, no lo sé, pero me hace sentir
mareada y mi cuerpo reacciona a él.
—Será mejor que me marche… —comento no muy convencida.
—Nos vemos mañana, mi duendecillo de la navidad —bromea
rompiendo la tensión que se ha instalado en el coche.
No puedo más que esbozar una sonrisa, prefiero que me llame
«duendecillo de la navidad» que «muñeca», es… mucho más
personal.
—Buenas noches, señor Digory.
Al entrar en casa veo a mi hermano Jack en el sofá, comiéndose un
bocadillo que es igual de largo que su brazo. No sé cómo puede
comer tanto, no entiendo dónde lo mete, supongo que en los
músculos que ha ganado últimamente, aunque también hace más
ejercicio que yo.
—¿Dónde están papá y mamá? —pregunto.
—En la cocina. Pero oye, ¿que es ese rollo que te llevas con tu
jefe? —Sonríe de una forma que no augura nada bueno.
—No empieces Jack, no es nada, lo conocí en la fiesta en la que
fui con Val y… bueno, no nos caímos demasiado bien. Luego
empezamos a trabajar juntos y tratamos de ser cordiales —le explico
de forma sencilla para que me deje en paz, pero por la mirada de mi
hermano, sé que no se lo está tragando.
—Si le cayeras mal no aceptaría que lo insultaras o querría tener
una cita contigo —dice dándole un bocado enorme a su cena y
alzando las cejas.
—¡No ha sido una cita! —grito más de lo que pretendía.
—¿Una cita? —Sale sonriendo mi madre de la cocina seguida de
mi padre.
Dios, lo que faltaba…, me quejo mentalmente y suelto un bufido.
—No hay ninguna cita.
—Emily se ve con su nuevo jefe —suelta el capullo de mi
hermano con una gran sonrisa, quiero darle un puñetazo.
—¡Cállate idiota, no es cierto!
—¿Es guapo? —pregunta mi madre sin perder la sonrisa.
—No, es mi jefe, no hay nada.
—¿Vendrá a cenar en Navidad? —bromea mi padre. O eso
espero.
—Ay Dios ¿Queréis dejar de decir tonterías? Ni siquiera nos
llevamos bien.
—Se la ha llevado de cita esta tarde —dice Jack ignorando mi
comentario y mirando a nuestros padres.
—¡Jack! No era una cita. Olvidadlo, me voy a mi cuarto. —Suelto
cabreada.
—No, cariño, cuéntamelo, quiero saber más de él —dice mi
madre realmente interesada, pero no voy a contarle absolutamente
nada porque no hay nada que contar.
—¿Pero que sea su jefe no implica conflicto de intereses? —
pregunta mi padre.
—Mientras se olvide del idiota de Théo y no le haga daño, no veo
el problema, además eso es sexy… —Escucho a mi madre reír
animada cuando llego a lo alto de la escalera.
—Puaj, que asco mamá —repone Jack.
Después cierro la puerta para no oír nada más. Dios, mi familia
es una metomentodo, nunca podemos guardar un maldito secreto,
no entre nosotros, a ver, para algunas cosas está bien pero,
definitivamente, no para esto. Somos unos malditos bocachancla.
—Pues ya ves lo que ha durado el secreto… —me quejo en voz
alta.
CAPÍTULO 12
Emily
Durante la semana consigo adaptarme bien a mi nuevo puesto de
trabajo y, cada día me siento más agusto entre mis compañeros.
Rosie se ha convertido en una amiga con la que contar, en cuanto
tengo alguna duda, ahí está ella para ayudarme. A Alistair no lo veo
mucho, ni siquiera lo vi al día siguiente de nuestra no cita. En cuanto
entré por la puerta, una chica que no había visto nunca, vestida como
una ejecutiva, rubia, con gafas, alta y de complexión fuerte, se
presentó como Amy, la asistente del señor Digory, y me dejó la
tarjeta de la empresa con algunas instrucciones para su uso.
Si soy sincera conmigo misma me sentí decepcionada de no
poder ir a la habitación de Alistair y hablar con él en persona, pero
quizá es mejor así. Ese hombre ha invadido mis pensamientos y mis
sueños en muy poco tiempo, y me siento demasiado expuesta cuando
estoy con él. Alistair es muy atractivo, seguro de sí mismo y muy
abierto ante lo que siente por mí, es halagador a la vez que es
demasiado para mis sentidos. No estoy acostumbrada a que un
hombre, y menos uno como él, me preste este tipo de atención. No
obstante, él es mi jefe y ni siquiera nos soportamos más de dos
minutos, así que…
—¿Qué piensas? —me pregunta Rosie sentándose frente a mí a la
hora de la comida el viernes. Tenemos una hora para comer y
contamos con un gran descuento en el restaurante del hotel, casi nos
sale gratis, así que lo he estado usando toda la semana.
—¿Qué? En nada en concreto —digo desviando mi mirada hacia
el plato de carne asada con patatas.
—Oye, ¿cuándo llega la decoración que pediste?
—El lunes, he estado toda la semana mirando qué necesitamos y
diseñando las diferentes zonas, va a quedar precioso.
—¡Genial, llegará justo para diciembre! Y no tengo dudas de que
quedará maravilloso, he visto tus diseños y me encantan. —Me
sonríe.
—Sí, me hubiera gustado enseñárselos antes a Al… al señor
Digory, pero al parecer no le importa demasiado.
—O confía plenamente en ti.
—Mmm, se los di a Amy para que se los enseñara, pero me dijo
ella que no hacía falta, que tenía el visto bueno del señor Digory, no
creo que sea porque confía en mí, sino porque no le importa.
—Tonterías, estará muy ocupado y por eso te ha dejado a ti
encargada, confía en ti, créeme. Y cambiando de tema, mañana
hemos quedado algunos compañeros para ir a tomar algo, ¿vendrás?
—Mmm, tengo planes con una amiga, pero si le apetece ir, te
escribo.
—Perfecto.
Después de la comida volvemos al trabajo, ya que esta tarde
esperamos a un empresario muy importante del sector de la robótica,
todo tiene que ser perfecto y estamos bastante nerviosos.
Es entonces cuando veo a Alistair por primera vez esta semana.
En cuanto entra, todas las miradas van hacia él y su amigo
empresario, pues parece que se tratan con familiaridad a pesar de
que el hombre rubio, que se llama Connor Saint James, tiene un
semblante serio, menos cuando mira a la preciosa chica que hay a su
lado. Se nota que están muy enamorados. Mi mirada
inexplicablemente se desplaza hasta Alistair, pero la aparto
enseguida. No sé por qué he hecho eso.
Alistair los trae hasta la recepción y después se despide de los
nuevos huéspedes diciéndoles que contacten con él para lo que sea,
que están en su casa. A mí ni siquiera me mira, y eso me cabrea.
Cuando acaba mi turno me despido de Rosie y Adrien, con quien
últimamente hablo mucho, la verdad es que es un chico muy majo e
interesante.
Antes de irme me quedo mirando las escaleras que suben a las
habitaciones, y pienso en irrumpir en la habitación de Alistair para
pedirle una explicación de este vacío. Pero la verdad es que él no me
debe ninguna, ni siquiera somos amigos, solo es mi maldito jefe y
sería tremendamente inapropiado que yo subiera a su
habitación/despacho.
—Sube —me dice Rosie apareciendo de golpe.
—¿Qué? Yo no…
—Quieres ir a verle, no me lo niegues. —Durante esta semana
Rosie me ha pillado varias veces suspirando y mirando hacia la
puerta esperando verle, no voy a admitirlo ni loca, pero
inexplicablemente le he echado de menos. Así que al final le acabé
contando mi historia con Alistair, bueno, no es ninguna historia,
simplemente han sucedido algunas cosas que nos han hecho
coincidir, pero estoy confundida y enfadada porque él haya
desaparecido así de golpe, y necesitaba soltarlo.
—Pero no sería apropiado…
—A la mierda lo apropiado, te debe una explicación —me guiña
un ojo y se marcha.
Una explicación…, yo he pensado lo mismo, pero no me la debe,
no realmente.
—Vaya… Mira a quién tenemos aquí… —dice una voz que odio
con todo mi ser—. Eres como una maldita cucaracha, Emily.
Lo miro despectivamente y con ganas de asesinarlo, odio a Alan,
es el tipo más despreciable que puedes encontrarte. Aprieto los
puños con fuerza para intentar no caer en su juego e insultarlo.
—¿Me estás siguiendo? —le pregunto enfadada, él suelta una
risotada muy desagradable.
—¡Qué más quisieras, cazafortunas! —Da un paso hacia mí y
quiero retroceder, pero soy consciente de las miradas de algunos de
mis compañeros a mi espalda y no quiero que piensen que algo va
mal. Aunque lo que realmente quiero hacer es salir huyendo.
Alan me coge de la muñeca y aprieta con fuerza.
—Más te vale desaparecer y dejar de hacer lo que se supone que
estés haciendo, si no, te vas a arrepentir —me susurra bajito muy
cerca del oído, tengo ganas de vomitar.
—¿Y qué demonios se supone que estoy haciendo? —contraataco
intentando no gritar mientras me zafo de su agarre de un tirón—. No
eres el centro del universo, tú y tus mierdas me importan bien poco,
capullo.
Se lo digo mirándolo a los ojos, retándolo, para hacerle saber que
no me dan miedo sus estúpidas amenazas.
—¿Todo bien por aquí? ¿Puedo ayudarle señor? —Interrumpe
Adrien, y no puedo sentirme más aliviada.
Alan retrocede un paso y puedo respirar.
—Todo bien. —Se apresura a decir Alan con una sonrisa que me
pone los pelos de punta—. Tengo una reunión con el señor Digory.
—En recepción lo ayudarán —suelta Adrien con un tono que
jamás le he escuchado, siempre es muy alegre.
Alan asiente y se marcha hacia la recepción, no sin antes
dedicarme una mirada que dice que esto no se ha terminado.
Adrien me mira, no sé qué ve en mis ojos, pero me coge de la
mano y me lleva hacia un recoveco detrás del ascensor.
—¿Estás bien? ¿Le conoces? —me pregunta volviendo a un tono
más amable.
—Eh… Más o menos, es el primo de mi mejor amiga, es un
capullo.
—¡Malditos ricos que se creen con el derecho de hacer lo que
quieren! —suelta Adrien.
Después me coge del brazo cuidadosamente y me examina la
muñeca que me ha cogido Alan, no me duele pero la tengo colorada.
—Dios… Qué asco de tío. ¿Seguro que vas a estar bien? ¿Quieres
que te acompañe a casa? Mi turno termina en media hora, pero
puedes esperarme en el comedor, hay mucha gente y estaré allí. —Se
ofrece.
—No te preocupes, de verdad, no es nada… —Aunque sí que lo
es, Alan es un capullo y se le ha metido entre ceja y ceja que yo estoy
aquí para arruinar sus negocios, los cuales no pueden importarme
menos. Pero no quiero que mi amigo se preocupe.
Adrien me mira sin creerme alzando una ceja rubia.
—Emily… Te ha hecho daño, esto…
—¿Quién? —pregunta Alistair apareciendo de golpe por el
pequeño hueco, ambos damos un respingo pero su voz masculina y
grave hace que mi corazón lata como loco, está enfadado—. ¿Quién te
ha hecho daño Emily?
Solo me mira a mí, como si Adrien no existiera, aún me está
sosteniendo la mano y Alistair se fija en eso.
—Puedes irte Adrien, yo me ocupo —le dice a mi amigo.
—No… —Intento decir, no quiero estar con él a solas, no después
de haberme ignorado toda la semana. Tampoco quiero que se entere
y que haga una montaña de un granito de arena.
—Ahora no, Emily —me pide que no discuta con él.
Adrien nos mira de hito en hito a ambos, y luego su mirada se
concentra en mí esperando que le de mi confirmación. Asiento.
—Estaré bien con él —le digo a mi amigo en un susurro, porque
eso no es del todo cierto, Alistair despierta en mí toda clase de
sentimientos que no debería.
Adiren se va, no sin antes echarnos un último vistazo. En cuanto
desaparece quiero huir de ahí, pero el hueco es estrecho y tengo que
pasar por su lado. Pero aun así lo intento igualmente, tengo que salir.
—¿En serio vas a salir corriendo Emily? —me dice Alistair
tapando todo el espacio con sus grandes hombros, por poco me
choco contra él—. Díme que te ha pasado, por favor —dice
cruzándose de brazos como si le estuviese costando mantener la
calma.
—Nada que te incumba.
Él suelta un suspiro y se lleva una mano al puente de la nariz.
—¡Joder Emily! ¿Por qué todo lo tienes que poner tan difícil? —
explota.
—¿Yo? ¡Yo no soy la que ha desaparecido toda la semana y
cuando me ha visto ni siquiera me ha saludado! —le reprendo.
De repente él se me queda mirando con esos ojos que parecen
dos pozos llenos de agua con perlas al fondo, son preciosos.
—Me has echado de menos. —Y como si nada se le dibuja una
sonrisa en esos estúpidos y perfectos labios.
—¿Qué? ¡Estás loco! Solo me confundes y te odio ¡Eres un grano
en el culo! —le suelto sintiéndome demasiado expuesta a él, eso no es
lo que yo quería, no deseaba mostrar mis sentimientos a ningún
hombre, todos son unos interesados, asquerosos y mentirosos.
—Un grano en el culo que no te puedes quitar de la cabeza,
admítelo. Además, tú tampoco eres ningún encanto a primera vista
—se burla de mí.
—¡Pues déjame en paz!
—No puedo, ojalá pudiera sacarte de mi maldita cabeza, lo he
intentado, créeme que lo he intentado, Emily. —¿Por qué tiene que
decir mi nombre de esa forma y con ese tono? Solo consigue
excitarme.
Él alza su mano y la posa en mi mejilla, después desliza sus
dedos sobre mis labios muy suavemente, el calor invade mi cuerpo y
siento como me sonrojo. Alistair no aparta la mirada de mis ojos, y
yo tampoco puedo. Él se inclina hacia mí para susurrarme algo al
oído, es cuando inspiro su aroma y las piernas me flaquean, me
agarro a sus hombros. Él pasea su mano por mi cuello como si fuese
suyo, como si tuviese total derecho a tocarme.
Y la verdad es que lo tiene.
—Tienes que ser mia, Emily. —Su voz está más rasposa que de
costumbre y me da un beso en el cuello que me desarma
completamente.
No sé qué contestar a eso, mi cuerpo está muy de acuerdo con
sus palabras, quiero intimar con él, desde la primera vez que lo vi
sentí la atracción que hay entre nosotros, a pesar de nuestras
discusiones y su forma de actuar que me desquicia. Pero mi cabeza
no piensa igual, Alistair es un mujeriego, es rico y puede tener a la
chica que quiera, él mismo lo ha dicho y yo lo he visto con mis
propios ojos. Si acepto tener algo con él sería solo cosa de una vez,
nada más, y yo no estoy preparada para eso, no quiero sentirme
usada, no voy a permitir que ningún hombre me pisotee nunca más.
—Basta, basta, basta —profiero cada vez más fuerte, Alistair da
un paso atrás —. No, estoy harta de este juego que te traes conmigo,
no soy como las demás chicas con las que haces estas cosas, no soy
así, no vas a conseguir que me acueste contigo, por favor déjame en
paz. —Le pido casi con lágrimas a punto de caerme por las mejillas.
Alistair abre los ojos de par en par.
—Emily no…
—No me engañes, no me digas cosas que no vas a cumplir solo
para echar un polvo, tienes a miles de chicas, solo…
—¡Emily! —Suelta de golpe y alzo el rostro para mirarlo a la cara
—. En ningún momento he dicho que seas como esas chicas que van
detrás de mí por mi dinero o mi fama, en ninguno, Emily. ¿Es que no
te lo he dejado lo suficientemente claro? No te he prometido una
relación ni lo voy a hacer, me gustas, solo quiero pasar tiempo
contigo y obviamente que te deseo, pero eso no es lo único.
Me quedo en silencio unos segundos, o puede que minutos,
mirándolo a los ojos sin saber qué decir a eso ¿Lo creo? Estoy hecha
un lío.
—Tienes una reunión, vas a llegar tarde. —Mi voz suena casi sin
fuerza, no sé qué más decirle ante lo que me ha confesado.
Alistair suspira.
—Ahora mismo me importa una mierda la reunión.
—No quiero interferir en tus cosas, debes irte, y yo también. —
No quiero ni pensar en volver a cruzarme con Alan—. Nos vemos,
señor Digory —digo sin mirarlo a la cara y pasando por su lado,
tiemblo cuando su manga se roza con la mía, pero no me detengo.
Él tampoco lo hace.
CAPÍTULO 13
Emily
Valerie está a punto de llegar a mi casa, le he dicho de cambiar los
planes y quedarnos a ver una película o serie en Netflix. Al principio
se ha negado, pues pasar un sábado por la noche en casa para Val es
una noche perdida, pero no tengo ganas de salir. Además, sé que no
es posible porque ni siquiera he besado a Alistair, pero parece que
estoy pasando por una especie de ruptura, solo tengo ganas de comer
chocolate y ver pelis románticas de Navidad.
No le he comentado nada de Alistair a Val, y mucho menos lo
que me pasó el viernes con su primo, pero sé que Valerie lo entendió
cuando le dije que no he tenido la mejor de las semanas, por eso ha
accedido a que nos quedemos en casa.
Mientras me pongo una sudadera limpia después de la ducha,
oigo que tocan al timbre, tiene que ser ella.
—¡Jack abre, me estoy terminando de vestir! —grito desde arriba
a mi hermano que está en el sofá, nuestros padres han salido a
disfrutar de una noche en pareja.
Unos minutos después, mientras me peino en el cuarto de baño,
escucho como Valerie sube las escaleras, sé que es ella por la forma
de repiquetear con sus carísimos tacones sobre la madera.
—¡Pero si estás viva! —grita en cuanto me ve tirándose sobre mi
espalda para abrazarme. Suelto una carcajada.
—¡Quita de encima, me vas a tirar! —digo apoyándome sobre la
encimera del baño intentando poner mala cara.
Valerie me da un beso en la mejilla y se separa.
—Tienes muy mala cara, amiga… Vamos, menos mal que he
traído nuestro vino favorito. —Me coge de la mano y me lleva a mi
habitación donde cierra la puerta.
—No tengo mala cara… —le rebato llevándome las manos a las
mejillas. La verdad es que seguramente sí que la tengo, no he
dormido mucho y mi familia me lo ha dicho también.
—¿Me vas a contar ya qué ha pasado con Alistair? —me pregunta
resignada sentándose en mi cama.
¿Qué? ¿Cómo lo sabe? ¿Le habrá contado algo Jack?
—No me mires así, tu hermano me ha dicho que estas depre por
un chico. —Sonríe y yo pongo los ojos en blanco.
—Este niño es idiota, no estoy depre por ningun chico, pero sí,
tengo que contarte algo.
—¡Genial! —Se quita los tacones y se tumba en la cama dando
palmadas a su lado para que me tumbe con ella.
No puedo más que sonreír y negar con la cabeza mientras lo
hago. Ambas nos cubrimos con la manta.
—Es el dueño, Val —susurro.
—¿El dueño de tu corazón? Vaya, sí que ha sido intensa la
semana —bromea mi amiga.
—Calla tonta, es el dueño del hotel y es… demasiado.
—¿Demasiado qué? —pregunta incorporándose un poco para
mirarme —. Emily, ya te lo dije, es el destino.
—¡No lo es!
—Sí, ay ¡Es super sexy, es tu jefe! ¿Cómo ha ido la semana? ¿Os
habéis tirado el uno encima del otro en los rincones más oscuros del
hotel? —Sonríe alzando las cejas.
—No es sexy, es un coñazo, y deja de hacer eso. —Le doy un
golpe en el brazo —. No hemos parado de discutir en toda la semana,
al menos las veces que nos hemos visto, y le he dejado claro que esto
nuestro se tiene que terminar.
—No te creo, a ver explícamelo TO-DO —me pide Val, y así lo
hago, aunque obvio la parte en la que me enfrenté a Alan.
Val me escucha sin hacer ni un comentario al respecto, pero la
conozco lo suficiente como para saber que se lo está guardando para
el final.
—En resumen, te gusta mucho mucho y estás asustada de
cojones. —Acaba Val por mí.
—No me gusta mucho y no estoy asustada, es solo que no quiero
sufrir a lo tonto.
—Ay Em, pero es super mono de su parte que te haya dicho que
no solo quiere sexo contigo.
—Pero tampoco una relación.
—¡Al cuerno las relaciones, eso es cosa del pasado! —Ríe Val.
—Pues para mí, no.
—Ya, ya… Pero yo no sé como te puedes controlar tanto, yo tengo
a ese hombre frente a frente diciéndome que no solo me quiere para
el sexo y me tiro a sus brazos, Em.
—Yo también quiero hacerlo, una parte de mi al menos. Pero…
—Te gusta mucho y te asusta enamorarte, lo sé —me dice
poniéndome un mechón de cabello rojizo tras la oreja—. ¿Y qué
harás cuando lo veas el lunes?
—Nada, seguramente volverá a ignorarme y sino, lo haré yo.
Tendría que marcharme del hotel… —suspiro derrotada.
—No, él se irá después de Navidad, no hay razón para que no
sigas en el trabajo, y él te dijo que no lo permitiría así que… No creo
que haga falta que renuncies.
—Pero es muy incómodo Val… Nos odiamos pero nos deseamos
y él es mi jefe… Todo es un lío.
—Ya, bueno mi consejo ya sabes cual es… —dice alzando las cejas
de forma sugerente.
—¡Basta ya! —le digo tirándole un cojín a la cara—. Oye y tú con
Derek ¿qué?
—Uf no, eso ya es agua pasada. —Ríe Val.
—Así que estás como yo, con miedo de enamorarte.
—No, como tu no, yo follo. —Me saca la lengua y las dos
empezamos a reír.
—Eres una marrana. —Sonrío.
Al final Val consigue animarme y, después de tomarnos una copa
de vino, decidimos ir con Rosie y los demás, ya que me ha llamado y
Val ha escuchado la conversación, no me ha quedado más remedio
que aceptar. Jack también nos acompaña. Hemos quedado en un
pequeño bar en Colmar, muy cerca del hotel.
—¿No había otro lugar? —me quejo.
—¿Es ese el hotel en el que trabajas? —me pregunta mi hermano.
—Sí, aquel que está al lado del edificio amarillo.
—¡Igual Alistair está en su habitación y decide hacernos una
visita! —Val da una palmada entusiasmada.
—¡No!
—Pues a mi me cayó muy bien —dice Jack mientras nos sostiene
la puerta para que entremos.
—Ya, claro que sí —le reprocho poniendo los ojos en blanco.
—¡Emily! —grita Rosie en cuanto nos ve entrar, no es un lugar
muy grande y está bastante concurrido, pero justo mis compañeros
se encuentran en la barra, cerca de la entrada.
—Hola —la saludo.
—Me alegro que hayas podido venir —dice dándome un abrazo
rápido—. Hola, soy Rosie, encantada —se presenta a Val y a Jack.
—Ellos son mi hermano Jack y mi amiga Val.
—Encantada —responde Valerie, y Jack asiente sonriendo.
—Venid, estamos aquí, a Adrien le va a encantar que hayas
venido —me guiña un ojo Rosie.
Intentamos hablar por encima del disco de Navidad de Michael
Bublé de fondo, parece que lo tienen en bucle. Somos siete personas:
Rosie, Adrien, nosotros tres y dos compañeros más con los que no he
hablado mucho: Manon y Clément. En un momento dado, mientras
está sonando Holly Jolly Christmas, Adrien me dice de ir a hablar
fuera y yo asiento, sé que le debo una explicación por lo sucedido con
Alan.
—¿Estás bien? —Es lo primero que me pregunta.
—Sí, siento haberte preocupado —le respondo mientras me llevo
las manos a los bolsillos, hace mucho frío y seguramente nevará de
un momento a otro. Me arrebujo dentro de mi bufanda de colores
otoñales.
—El jefe y tú… ¿Hay algo entre vosotros? —No puedo decir que
me sorprenda la pregunta, no después de cómo reaccionó Alistair el
otro día.
Suelto un suspiro y siento el frío en las mejillas. Todo lo que no
he querido que la gente de mi trabajo piense sobre que tengo un trato
especial o, que saquen conclusiones erróneas, se está cumpliendo.
—No. —Miento de pena.
—No lo parecía. —Ríe sin creerme—. No te voy a juzgar, está
buenísimo, pero es un poco creído.
—¿Está buenísimo? —repito abriendo los ojos de par en par.
—Sí, a ver, es rico, tiene esa mirada que te penetra el alma y
seguro que tiene unos abdominales de acero bajo esos trajes. —
Sonríe Adrien retirándose un mechón rubio de la frente.
—No te lo niego pero… tu… yo pensé que…
—No me van las etiquetas. —Se encoge de hombros—. Tú
también me pareces preciosa. —Me guiña un ojo.
Vaya.
Sonrío.
—Gracias, tú no estás mal tampoco.
—Mentirosa… no te he llamado la atención ni un poquito. —
Sonreímos.
—Eso no es cierto, me pareces muy amable y guapo, solo que no
eres mi tipo.
—Claro, tu tipo es Alistair Digory. —Se mete conmigo y no puedo
negarlo, me sonrojo.
—Es complicado.
—Siempre lo es, ¿no es eso un cliché del amor?
—Tiene pinta, aunque esto no es amor, ni siquiera lo conozco
tanto —digo con un gran suspiro, luego reímos.
—Entonces lo del tipo ese…
—No te preocupes, de verdad, no creo que vuelva a verlo, al
menos en un tiempo.
—Bueno, cuando necesites ayuda ya sabes donde encontrarme,
Em.
Después de agradecerle y de que Adrien se queje del frío que
hace, él entra dentro. Yo le digo que lo haré enseguida, pero que me
apetece mirar un rato más las calles iluminadas de luces navideñas y
la poca gente que se atreve a salir a la calle a pasear.

CAPÍTULO 14
Emily
Camino calle arriba hipnotizada por las luces de colores, tengo que
admitir que vivimos en un lugar privilegiado, es precioso. Sobre todo
el lado que da a la pequeña Venecia, es tarde pero aún está lleno de
turistas y lugareños paseando y haciéndose fotos. Me acerco a la
barandilla y me quedo mirando el agua oscura donde se reflejan las
luces, suspiro. No sé qué hacer con Alistair, quiero dejarme llevar,
pero sé que eso no va conmigo, y menos siendo él mi jefe, de todas
formas se marcha en un par de meses a lo sumo y no volveré a verlo
¿Debería aprovechar? ¿Mantenerme en mis trece? ¿Me arrepentiré
de hacerlo? y, ¿de no hacerlo? ¿Realmente él piensa lo que me dijo el
viernes? No, él es un mujeriego, ve a las chicas como nada más que
un trozo de carne, me lo dejó bien claro en la fiesta con aquel
comentario de capullo cuando lo conocí. Pero una parte de mí quiere
creerlo, quiero tener más de él y eso me asusta, hace mucho tiempo
que no sentía nada así por nadie y cuando pienso en que puede
acabar igual que lo que me sucedió con Théo… se me revuelven las
tripas.
Mi cabeza no para de dar vueltas a todo eso, me estoy volviendo
loca ¿Por qué tiene que ser todo tan complicado?
De repente mi teléfono comienza a vibrar en mi bolsillo, no llevo
nada más conmigo. Es Val, le cuelgo y le envío un mensaje para
decirle que en cinco minutos estaré ahí. No sé cómo, pero de un
momento a otro me encuentro frente al hotel, miro hacia arriba,
aunque la habitación de Alistair está al otro lado, y suspiro.
Ya casi no hay nadie por la calle y hace muchísimo frío,
comienzo a caminar de nuevo hacia el bar y me detengo de golpe.
Subiendo por la calle viene una mujer sonriendo colgada del brazo de
un hombre, un hombre que conozco muy bien porque está día y
noche en mi mente: Alistair. Si ya tenía frío, ahora lo siento por todo
el cuerpo, mi sangre se hiela y quiero correr para huir de aquí, pero
no hay sitio en el que poder hacerlo.
—Este pueblito es encantador Alistair, me encanta —dice la
mujer sonriendo.
Me quedo como una estatua en medio de la calle, y sin quererlo
me vienen todos los malos recuerdos de cuando me enteré que Théo
me era infiel: el asco, la vergüenza, el dolor, mi corazón partiéndose
en mil pedazos… Pues esta vez es peor y no sé porqué, ni siquiera he
besado a Alistair, no somos nada, pero la traición que siento duele
como mil puñaladas.
—¿Emily? —pregunta Alistair al verme iluminada por las luces
de Navidad. Está sorprendido.
—Eh… hola —digo torpemente, no quiero que vea que me está
afectando verlo con otra, pero realmente quiero gritarle y escupirle
sus palabras del viernes a la cara. No ha tardado ni un día en
demostrarme que no me equivocaba con él.
Normalmente no soy muy dada a llorar, de verdad que no, pero
mis lágrimas ya están al borde de salir por mis ojos, y no entiendo
porqué, Alistair no es nada mío, puede hacer lo que quiera con quien
le dé la gana, igual que yo.
—Me tengo que ir… —susurro y comienzo a caminar rápido hacia
el bar pasando por al lado de la pareja.
—¡Emily! —me llama, pero no me detengo. Veo el cartel del bar,
si me apresuro puedo llegar y decirle a mi hermano y a Val de irnos a
casa ya, solo quiero meterme bajo las sábanas y dormir para no
despertarme hasta el año que viene—. ¡Emily, para! —Alistair me
alcanza y me coge de la mano, me detengo pero me suelto de un
tirón.
—¡No me toques! ¿Qué quieres de mí, eh? —Me doy la vuelta y le
grito, sin poder contenerme lo empujo, pero Alistair no se mueve ni
un maldito centímetro. La mujer ha desaparecido, seguramente lo
está esperando en su habitación.
—¿Qué estabas haciendo en la puerta del hotel a estas horas? —
me pregunta serio.
—¿Qué te importa? No vayas a hacer esperar a tu cita ¡Vete! —
Lucho para que no se me caigan las lágrimas, de veras que lo intento.
—¿De qué estás hablando? Estás helada ¿Por qué no entras al
hotel y lo hablamos?
—¿Qué? —Rio sin ganas, no puedo creer que me diga que vaya a
su habitación cuando ya tiene a una mujer esperándolo—. Ni de coña
voy a ser tu sujetavelas, capullo.
—Emily, para de decir tonterías ¡Joder! —Se mece el pelo oscuro
hacia atrás y mira al cielo, como si estuviera conteniéndose.
Están cayendo algunos copos de nieve.
Y sin previo aviso Alistair me coge de las mejillas y me besa, al
principio no soy consciente, hacía mucho tiempo que nadie me
besaba, y mucho menos me han besado de esta forma: con
desesperación y deseo, incluso con un poco de dureza, eso me excita.
Alistair lame mis labios y me insta para abrirlos, no puedo negarme y
me rindo a él. Todo mi cuerpo lo hace, ya no tengo frío, me siento
rodeada de llamas, de un calor que proviene de Alistair. Me aferro a
sus brazos porque mis piernas empiezan a flaquear y suelto un
gemido. Alistair intensifica el beso con un gruñido y siento como me
humedezco por este hombre.
Sus labios están arrasando los míos y yo le correspondo sin
poder evitarlo, lo he deseado tanto...
Poco a poco Alistair detiene el beso y se separa jadeante
lentamente, juntando nuestras frentes sin soltar mis mejillas
ruborizadas. Y me siento como si me estuvieran robando el aire,
quiero más de sus besos.
—Me moría de ganas por probar estos labios que no paran de
soltar insultos hacia mi persona. —Sonríe.
—Porque te los mereces —le respondo mordaz, él ríe.
—No llores Emily, me mata que llores por mi. —Me limpia los
restos de lágrimas, no he sido consciente de que estaba llorando.
Casi cedo ante este dulce gesto.
—Pues no me vuelvas loca, y no lloro por ti. —Me aparto.
—Creo que he sido suficientemente claro contigo desde el
principio. —Frunce el ceño y… está muy atractivo cuando lo hace.
—Sí, muy claro, te da igual una que otra, si soy yo o la mujer que
traías hace cinco minutos del brazo.
—¿Qué? Dios, no, Emily, ella es Loana, mi madrastra. —Suelta
con una sonrisa iluminando su rostro, se está riendo de mí, y con
razón—. ¿Estabas celosa de mi madrastra?
—Es… muy joven. —Me intento defender mientras me sube el
calor de la vergüenza por el rostro.
—Lo es, pero… —No acaba la frase, empieza a reírse a carcajadas.
—¿Eres idiota? ¡Deja de reírte! —le reprocho con una media
sonrisa.
—Le va a encantar que la hayas confundido con una mujer de mi
edad.
—¡Está muy oscuro y es muy joven! —Vuelvo a decir en mi
defensa dándole un golpe en el hombro—. ¡Ni se te ocurra decírselo!
Y, ¡para de reírte!
—Pararé si me besas otra vez —me dice cogiéndome de la cintura
y me acerca a su cuerpo, lo siento caliente y quiero deshacerme sobre
él. Pongo mis manos en su pecho.
—No.
—¿No? Sabes qué consecuencias tienen esas palabras, ¿verdad
muñeca? —Su mirada me está retando y, aunque me muero de ganas
por volver a besarlo, no voy a darle esa satisfacción.
—¡Emily! —Me llama Val de repente. Los vecinos no van a estar
muy contentos esta noche, estamos haciendo demasiado ruido para
las horas que son.
Me separo un poco de Alistair pero él no me suelta la cintura
mientras mi hermano y mi amiga se acercan.
—¡Alistair, cuanto tiempo! Me preguntaba por qué Emily
tardaba tanto —dice Val guiñandome un ojo.
—Valerie, ¿no? La prima de Alan. —Le tiende una mano Alistair
y Val se la estrecha, después hace lo mismo con mi hermano.
—Señor Digory, un placer volver a verlo —dice Jack
educadamente. Cuando quiere puede parecer un buen niño y todo.
—Llámame Alistair, por favor, me haces sentir viejo.
—E...estábamos hablando —digo rápidamente avergonzada
antes de que saquen conclusiones que no son, aunque sí que lo serían
porque nos estábamos besando pero… eso no viene al caso —. Ya
podemos irnos si queréis.
—Claro, claro, hablando. ¿Qué otra cosa podrías estar haciendo
con tu jefe? —Sonríe Val, y me entran unos grandes instintos
asesinos.
—Tenemos que irnos antes de que empiece a apretar la nieve —
dice Jack.
—Sí, eso, la nieve, vámonos —corroboro soltándome del agarre
de Alistair y cogiendo a Val del brazo para tirar de ella hacia donde
hemos aparcado el coche.
—Chicos, ¿nos dais un minuto? —dice Alistair dirigiéndose a mi
hermano y a Val.
—Claro, te esperamos en el coche, Em —contesta mi amiga con
una sonrisita. Definitivamente voy a matarla—. Buenas noches,
Alistair. Vamos Jack, me estoy helando. —Coge a mi hermano del
brazo y ambos empiezan a caminar calle abajo hacia el parking que
está fuera del centro histórico del pueblo.
—¿Estabas intentando huir otra vez? —me pregunta Alistair
cogiéndome de la mano. Esta vez no me aparto, estoy helada.
—No, es que la nieve…
—Emily, dime qué quieres que haga —me pide, pero realmente
no sé a qué se refiere.
—Yo… Alistair esto es… te marchas en unos meses, no quieres
nada serio, lo entiendo, pero yo necesito compromiso, mi última
relación… él me engañó, durante mucho tiempo, no quiero sentirme
usada nunca más —le confieso finalmente sin poder mirarlo a los
ojos, aún me da vergüenza pensar que fui tan tonta de creerme todas
las malditas mentiras que me contaba Théo.
—Lo entiendo. No voy a engañarte, las relaciones no son lo mío y
como sabes, me marcho después de las fiestas, pero ahora estoy aquí
y quiero pasar tiempo contigo. —Puedo creerlo, realmente no dudo
de que Alistair quiera pasar tiempo conmigo, pero no estoy
preparada para ilusionarme y después nada.
—¿Pero qué sentido tiene empezar algo con fecha de caducidad?
No quiero ser tu rollo de las navidades.
—¿Rollo? Emily, creo recordar que ya he dejado claro que tu no
eres como las demás, sería algo exclusivo, mientras esté aquí, eso si
te lo puedo prometer.
—Mira, hace frío y es muy tarde —digo cansada, no quiero darle
una respuesta, pero igualmente eso está fuera de lugar porque sigue
siendo mi jefe—. Hablamos otro día.
—¿Cuándo?
—Eres mi jefe Alistair… No está bien.
—¡Joder mujer! ¿Por qué eres tan cabezota? ¿Qué más da que yo
sea tu jefe? En ningún momento me has visto como tal, eso es una
maldita excusa, Emily.
—¡Pues será una excusa pero a mi me vale para proteger mi
corazón, maldita sea! —grito e inmediatamente me tapo la boca—.
Me marcho, buenas noches Alistair.
Me giro para irme pero él me coge del brazo, me atrae hacia él,
pega nuestros cuerpos y me alza el mentón para besarme con pasión,
mi corazón se pone como loco. Me agarro con fuerza al cuello de su
chaqueta, me cabreo pero también estoy excitada, este hombre hace
de mí un auténtico desastre y no me gusta sentirme así, que no tengo
el control, de nuevo.
Jamás he deseado tanto a alguien, Alistair es perfecto en todos
los sentidos menos en el que yo más necesito: la confianza y el
compromiso.
—No vas a poder resistirte a mi mucho más, mi duendecillo de la
navidad, te lo aseguro. —Me da un último beso en la frente y me
suelta dejándome ahí sin aliento y deseando otro beso.
CAPÍTULO 15
Emily
El lunes paso toda la mañana decorando el hotel y, por suerte, no me
encuentro con Alistair. Una parte de mi pensaba que me estaría
esperando a las ocho de la mañana en la puerta para insistirme sobre
su estúpido plan de ser su rollo de Navidad. Al parecer tiene cosas
más importantes que hacer, como es normal, y seguramente también
tenga planeado pasar tiempo con su madrastra. Lo que me sorprende
es que ella esté aquí y su padre no. Me dijo que tenía una
hermanastra con la que no tenía relación. ¿Quizá es la hija de su
madrastra? Pero parece que se lleva bien con ella, ¿por qué no con su
hija?
En fin, a mí no me incumbe ni me importa lo más mínimo.
—Emily, ya he colocado todo lo del comedor como me has dicho,
la gente está encantada con todos los adornos que has elegido —dice
Rosie mientras acabo de decorar el gran árbol de Navidad del
vestíbulo a ritmo de Brenda Lee, con su canción Rockin' Around The
Christmas Tree de fondo.
—Me alegro mucho, está quedando genial. —La verdad es que
estoy sorprendida de mí misma, es la primera vez que hago algo así
de grande y estoy muy contenta con el resultado, me siento orgullosa
—. ¿Y ese arbolito? —Rosie sostiene uno de los abetos en miniatura
de Navidad que he pedido.
—No sé donde más ponerlo, he colocado uno en el pasillo y en el
comedor, Manon ya ha puesto uno en cada pasillo de las
habitaciones, pero este ya no sabemos dónde dejarlo.
—Vale, pues déjamelo a mí, luego pienso donde colocarlo.
Muchas gracias.
—Genial, no es nada. Vuelvo a la recepción.
Asiento y lo primero que pienso es en ponerlo en la habitación a
Alistair, ya que va a pasar las navidades aquí y seguramente solo… Al
menos se merece tener un bonito detalle. Lo malo es que no quiero
verlo y, mucho menos quedarme a solas con él en su habitación. El
recuerdo de nuestro beso vuelve a mi mente y no puedo evitar sentir
unas inmensas ganas de tener sus labios sobre los míos.
—Oh Dios mío, si solo hemos estado fuera unas cuantas horas en
la mañana ¡Qué preciosidad! —Escucho decir desde la puerta a una
mujer, me giro con una sonrisa, la cual flaquea cuando veo a Alistair
y a su madrastra colgando de su brazo. A la luz del día sí que puedo
ver que es una mujer de cincuenta y dos años más o menos, es joven
pero no tanto como pensé la otra noche. Me avergüenzo de mí misma
por haber reaccionado de aquella manera...
En cuanto la mujer posa su mirada en los adornos que tengo en
las manos para decorar el gran árbol, se suelta de Alistair y se dirige
hacia mí con la elegancia de una reina. Viste una chaqueta blanca y
unas botas de tacón nada aptas para las calles de piedra de Colmar, y
mucho menos para la nieve.
—¿Lo has decorado tú? —me pregunta con una sonrisa.
—Sí —contesto amable—. He tenido ayuda pero sí.
—Sabía que podía confiar en ti —dice Alistair orgulloso
acercándose a nosotras.
—Está precioso, has hecho muy bien en contratarla, Alistair —le
dice la mujer sonriendo—. No pensé que decorarías el hotel, no te
suelen gustar estas fiestas —comenta algo comedida.
—A los clientes les gusta —dice encogiéndose de hombros y su
madrastra asiente.
—Por cierto, eres Emily, ¿no? —me pregunta con una gran
sonrisa, la miro sorprendida de que sepa quién soy y avergonzada,
una vez más, por mi comportamiento del sábado.
—Sí, encantada. —Le tiendo una mano y ella la desestima, me da
dos besos en las mejillas.
—Soy Loana, la madrastra de Alistair, bueno, madrastra suena
fatal pero en fin, etiquetas. —Hace un gesto con la mano para
quitarle importancia—. Mi Alistair me ha hablado mucho de ti, estoy
encantada de que no vaya a pasar todas las navidades
completamente solo y te tenga, como amiga, claro. —Me guiña un ojo
y me ruborizo.
—Loana… —La avisa Alistair con tono serio.
—¿Qué? Es verdad, siempre estás trabajando para estas fechas y
lo creas o no, a tu padre y a mi nos encantaría que pasaras las
navidades con nosotros. —Puedo percibir como Alistair se tensa al
mencionar a su padre—. En fin, tengo que ir a preparar las maletas,
mi vuelo sale esta noche. Emily, un placer, espero que cuides de mi
niño, te lo encargo. —Me da un apretón cariñoso en el hombro con
una gran sonrisa.
Me cae muy bien Loana, pero no voy a hacer tal cosa.
Alistair pone los ojos en blanco.
—No tengo cinco años —se queja el aludido.
—A veces parece que sí —suelto sin poder evitarlo.
—¿Lo ves? Ya sabía yo que me caería bien. —Ríe Loana, Alistair
me mira con una media sonrisa, divertido. Las ganas de suspirar
como una tonta enamoradita de su crush me invaden, pero me
mantengo firme—. En fin, me marcho, nos vemos luego para comer.
Emily, deberías venir con nosotros.
—Yo no… es que tengo trabajo y…
—Tonterías, mi hijo es el jefe, así que automáticamente mando
yo, y yo digo que vengas, no se hable más, nos vemos a la una.
Y se marcha como si tal cosa antes de que pueda replicar. Me
quedo anonadada mirando como se sube al ascensor. Alistair suelta
una carcajada y me vuelvo hacia él.
—Sí, siempre es así —responde a la pregunta que no he hecho en
voz alta—. ¿Vendrás?
—¿Tengo alguna alternativa?
—No, supongo que no. —Ríe—. Por cierto, has hecho un gran
trabajo con la decoración en muy poco tiempo, sabía que por algo te
llamaba mi duendecillo de la navidad. —Me guiña un ojo y me
ruborizo.
—Que mote tan ridículo…—me quejo con la boca pequeña, pero
la verdad no me disgusta del todo—. He pensado que podríamos
añadir a la carta un chocolate caliente especial, con nata y nubes…
—Vale.
—¿Vale? —pregunto sorprendida mirándolo.
—Quiero hacerte feliz, y si quieres chocolate, lo añadiré. —Me
sonríe y por poco me desmayo aquí mismo. ¿Cómo puede ser alguien
tan malditamente atractivo? Sus facciones masculinas y marcadas,
sobre todo esa mandíbula cuadrada, hacen que quiera mordisquearlo
y lamerlo.
—Gra… gracias.
—No hay de qué, Emily. —Da un paso hacia mí y susurra mi
nombre con esa voz ronca y oscura que sabe perfectamente que
provoca en mí un placentero escalofrío, lo veo en su mirada. Es
malditamente consciente de lo que me hace.
—Tengo… que volver al trabajo. Ah, espera, toma. —Le tiendo el
arbolito que me ha traído Rosie antes.
—¿Qué es esto?
—He pensado que quizá lo querías poner en tu habitación. Es
una tontería, supongo, da igual, ya le buscaré otro sitio… —Ha sido
una tontería. ¿En qué estaba pensando?
—Me encanta, gracias. —Me corta—. Pero, ¿podrías ponerlo tú?
Tengo que hacer una llamada urgente. —Me tiende la tarjeta de su
habitación.
—¿Seguro? Puedo guardarlo en la recepción y cuando acabes
vienes a por él.
—No, sube y búscale un sitio, seguro que tú sabes ponerlo en el
lugar adecuado. —Me pone la tarjeta en la mano y se va hacia fuera
con el móvil ya en la oreja.
Miro la tarjeta y el arbolito. ¿Es una táctica para estar solos?
Seguramente, ¿Se cree que soy estúpida o qué? No pienso ir a su
habitación y quedarme a solas con él, ni de coña. No me fío de mí
misma y mucho menos de él, así que vuelvo a mis quehaceres con el
árbol gigantesco. Dejo el pequeño arbolito en el suelo junto con la
tarjeta de la habitación de Alistair, y me subo a la escalera portátil
que he colocado para poner algunos adornos en la parte de arriba.
Diez minutos después, Alistair vuelve a entrar a ritmo de Last
Christmas de Wham! Y, en unos segundos, noto su presencia bajo las
escaleras.
—¿Alguna vez vas a hacer caso a lo que te digo? —me pregunta
con una sonrisa.
—Cuando lo crea oportuno —le contesto sin mirarlo.
—Emily, baja, lo haré yo —dice sujetándome la escalera.
Estoy intentando poner la estrella plateada sobre el árbol pero,
no consigo llegar ni con la escalera, no he podido encontrar una más
alta. No obstante, no voy a dejar que lo haga Alistair Digory, y menos
cuando toda la recepción y el portero nos están mirando.
—Puedo yo solita, gracias.
Alistair suspira y juraría que oigo como dice “cabezota”, pero
estoy totalmente concentrada en mi tarea. Me pongo un poco más de
puntillas y doy un pequeño salto, me tropiezo con uno de los adornos
que tengo en el escalón más alto para colocarlo y pierdo el equilibrio.
Mi corazón bombea con fuerza y pienso que me voy a romper el
cuello, la adrenalina corre por mis venas como un torrente de fuego
mientras intento sostenerme a cualquier cosa, pero no lo logro.
Cierro los ojos con fuerza esperando la caída, pero no es como
esperaba.
Alistair me coge en volandas antes de que mi culo se estampe
contra el suelo, como si él fuese un maldito príncipe de cuento
navideño que ha venido a rescatarme, aunque su expresión es de
puro cabreo.
Ups.
—Te tengo —dice—. Esto te pasa por cabezota. ¿Y si no llego a
estar aquí? ¡Maldita sea Emily! ¿Por qué tienes que ser tan
orgullosa?
—¡Ha sido por tu culpa! —No puedo contenerme a replicarle y
echarle la culpa—. ¡Suéltame! Estoy bien, por cierto.
Me deja en el suelo y seguimos discutiendo frente a frente.
—Claro que lo estás. ¡Porque yo te he cogido a tiempo! De nada.
—¡Encima querrás una medalla! Si no me hubieses puesto
nerviosa, hubiera llegado tranquilamente a poner la maldita estrella,
que por cierto… —Está rota en el suelo—. ¡No!
—Te compraré otra.
—¡No quedaban más!
—¡Pues elige otra puñetera estrella, Emily!
—¡No me grites, capullo!
—¡Joder! —Me coge del codo y me arrastra hacia el pequeño
despacho que hay al lado de la recepción, como el primer día.
Enrojezco y me callo de golpe consciente de que hemos estado
discutiendo delante de todos mis compañeros y de algunos
huéspedes que se han acercado al ver que me caía. Y no solo he
discutido con él, le he gritado y llamado “capullo”, va a despedirme, y
si no lo hace él, me despediré yo, esto es bochornoso, jamás me ha
pasado algo así en un trabajo.
Alistair cierra la puerta con fuerza tras de mí y me encojo de
hombros.
Ahora viene cuando me despide…
Alistair se acerca a mí y me coge del mentón para que lo mire, su
mirada es de puro fuego. Y cogiéndome totalmente por sorpresa, me
besa con intensidad. Su boca devora la mía y Dios… este beso me está
llevando al cielo. Me aferro a él y subo mis manos por su cuello, tiro
de su cabello para saborear cada segundo de este beso y presionar mi
cuerpo contra el suyo, ambos gemimos.
—Esto es una maldita locura, discutir contigo me pone a cien —
dice Alistair besándome por la mandíbula y descendiendo hacia mi
cuello. Siento como su tacto me enciende, como su lengua y sus
labios se pasean por mi piel, saboreándome, mordisqueándome y
haciendo que pierda la cabeza.
—Alistair… —No puedo evitar gemir y aferrarme a sus cabellos
negros.
—Te quiero arrancar toda esta maldita ropa. —Me saca la camisa
de la cinturilla e introduce una mano por debajo. Cuando sus manos
tocan mi cintura siento como mi piel se eriza. Su mano es grande y
cálida y me está abrasando.
Alistair me posiciona sobre el escritorio y me siento, en un
segundo se acomoda entre mis piernas y puedo sentir lo mucho que
me desea.

CAPÍTULO 16
Alistair
Emily me vuelve loco, solo deseo tenerla para mí, besarla por todo el
cuerpo y hacerla cabrear para que explote conmigo, es de locos. Mi
miembro reacciona al ruidito que hace cuando presiono mis caderas
en su sexo, su olor a caramelo me envuelve por completo, la deseo, la
deseo más que a ninguna otra mujer.
Quiero volver a escuchar mi nombre de entre estos labios del
color de las fresas, así que le saco la camisa por completo y la dejo en
sujetador, me muero por besar sus pechos, por saborearla. La miro a
los ojos y sé que ella también lo desea, eso provoca que mi miembro
se apriete más contra los pantalones. Ella se sonroja y parece tímida.
¿Mi Emily? ¿Tímida? Me encantan todas sus facetas, incluso la que
me llama grano en el culo o capullo delante de todo el mundo.
—Eres preciosa, no puedo dejar de pensar en ti, en tenerte,
Emily —le susurro en el oído porque sé cómo le afecta que le diga
estas cosas con la voz más grave. Ella se estremece entre mis brazos y
pienso que es la cosa más bonita que he visto jamás, y quiero más,
todo.
Le dejo un reguero de besos por el cuerpo hasta llegar a sus
pechos, ella gime y se aferra a mis cabellos. Eso me enciende aún
más.
Lleva un bonito sujetador de encaje azul oscuro, le doy un último
beso largo entre medio de los pechos saboreando el momento, luego
la miro a esos preciosos ojos azules oscuros.
Y entonces lo veo, Emily va a echarse atrás otra vez.
—Esto ha sido un error —dice a la vez que me aparta y se cubre
los pechos.
—Emily… —Se baja del escritorio y busca su camisa.
—No, estoy trabajando, esto no está bien.
—¡Maldita sea! —gruño mientras la veo colocarse la camisa de
nuevo—. ¿Hasta cuándo vas a huir de mí?
—Hasta que deje de sentir esto… —dice llevándose las manos al
pecho sin mirarme.
—Emily yo…
—¡Lo sé! Te marchas, no quieres nada serio y bla bla bla ¡Solo
déjame en paz! Por favor… —Esas últimas palabras se me clavan en
el corazón, parece que está a punto de llorar y no lo soporto, no
quiero hacerle daño, jamás. Sé que lo ha pasado mal con su exnovio y
puedo entender que ella quiera algo serio y real, pero, ¿cómo va a
sentir algo más que no sea deseo por mí? Eso no tiene sentido para
mí.
—Emily, no quiero hacerte daño, pensé… que podríamos pasarlo
bien, es decir… ¡Mierda! Eso suena fatal, no quiero que pienses que
quiero usarte o algo así, me gustas de verdad, ya te lo dije, quiero
pasar tiempo contigo, y sí, me marcho y no quiero nada serio, pero,
¡Joder! tampoco sé cómo hacer esto. Nunca me he sentido así por
nadie… —Intento ser lo más sincero que puedo, pero para mí
también es difícil expresarlo. Nunca me he sentido así, para mi las
mujeres siempre han sido un divertimento, un juego, ninguna me ha
querido lo suficiente como para conocerme de verdad, y yo he
actuado como se esperaba de mí, todas son falsas, solo quieren mi
dinero y mi polla, luego me dejan tirado.
Pero siento que con Emily es diferente, ella lo es, no actúa de
una forma premeditada conmigo para conseguir algo y eso me gusta,
pero yo no sé ser de otra forma.
—Yo tampoco quiero interferir en tu vida ni cambiar tus planes,
así que es mejor que solo seamos amigos —dice ella mirándome con
esos preciosos ojos y poniéndose un mechón ondulado y pelirrojo
tras la oreja. Es la mujer más bonita que he conocido jamás y me
duele el pecho cuando la miro y sé que no puedo tenerla.
—Yo no he dicho que no quiera que lo hagas —le contesto muy
serio y ella abre los ojos de par en par—. Interfiere, enséñame que
quieres de mí —le pido dando un paso hacia ella.
—No quiero nada, Alistair, solo… seamos amigos, ¿vale?
—Amigos. —Rio sin ganas, no puedo ser su amigo, la deseo,
quiero hacerle el amor a todas horas… ¿El amor? Jamás he querido
hacérselo a nadie, pero sé que con Emily sería así, no se trata de solo
sexo, y estoy seguro de que con una vez no tendré suficiente, no me
bastará para saciarme de esta preciosa mujer y todo ese fuego que
tiene en su interior. Y ella quiere que seamos amigos…—. No confías
en mí.
Duele, pero lo entiendo, mi reputación me precede.
—No es eso… —dice desviando la mirada y abrazándose a sí
misma. Sí que lo es, no confía en mis palabras—. Alistair, me han
hecho daño y creo que a ti también, sé que me dices la verdad cuando
me miras así y me dices que me deseas, pero yo necesito confiar en
alguien para… —Coge aire—. No quiero follar, quiero que me hagan
el amor, que me quieran… Necesito sentir el corazón en un lugar
seguro, ¿entiendes? Te deseo, me gustas mucho y por eso mismo no
podemos hacerlo, porque sé que si damos un paso más, me quedaré
destrozada cuando te marches, o si te veo con otra… No lo soportaré.
Alzo una mano y se la poso en la mejilla, la entiendo
perfectamente. Una lágrima desciende de sus ojos y la recojo. La
beso en la frente, un beso largo y sentido. Quiero calmar su corazón,
decirle que conmigo estará a salvo, que no voy a hacerle daño, pero la
realidad es que voy a marcharme y no puedo quedarme para cuidar
de su precioso corazón como ella necesita, tampoco sabría como
hacerlo, seguramente acabaría pisoteándolo sin querer.
Ojalá fuese diferente.
—Me duele dejarte marchar, Emily —le susurro y ella se hunde
en mi pecho sorprendiéndome, la abrazo con fuerza. ¿Cómo puede
ser que alguien que conozco de tan poco tiempo me haga sentir esta
necesidad y estas ganas de no querer soltarla jamás?
Emily es importante para mí, no sé cuándo ni cómo, pero es la
mujer que más me ha importado en la vida, y eso es algo que no he
visto venir. Ella inspira y se separa, esboza una sonrisa que no llega a
sus ojos.
—Nos vemos luego para comer, amigo. —Me la quedo mirando,
no quiero soltarla pero me obligo a hacerlo. Emily sale del despacho
dejándome abatido. Es demasiado irreal y una maldita locura pero,
parece que acabo de romper con mi novia de toda la vida, me siento
vacío.
Emily
No sé qué me ha sucedido, no debería haber permitido que Alistair
me besara ni me acariciara como lo ha hecho. Y lo peor de todo es
que siento que debo volver ahí dentro y dejarme llevar por el fuego
que me hace sentir. “Amigos”, nunca una palabra me ha sonado tan
fría para describir lo que siento por alguien. Mi relación con Alistair
ha empezado mal, muy mal, pero entre discusiones e insultos, hemos
tenido momentos de conectar que nunca he vivido con nadie, se ha
vuelto alguien especial para mí. Tiene algo que me hace querer estar
con él, conocerlo como sospecho que nunca ha dejado hacer a nadie.
Empiezo a ver que detrás de esa actitud arrogante, bromista y de
capullo a veces, hay un hombre herido. Y eso solo hace que me
interese más.
Vuelvo a la recepción bajo las atentas miradas de mis
compañeros, y sobre todo la mirada de preocupación de Rosie.
—¿Todo bien? —me susurra.
—Sí. —Intento que parezca que no estoy mintiendo ni que tengo
el corazón roto porque el hombre que me gusta no quiere nada serio
conmigo. Y aunque Alistair me ha pedido que le enseñe lo que yo
quiero de él… Se va a marchar, no tiene sentido.
Lo veo salir del despacho con el teléfono en la oreja hablando
sobre unos papeles que debe revisar.
La vida sigue.
Loana me está esperando en uno de los sillones de la recepción
mientras acabo de hacer el check-in de unos nuevos huéspedes.
Cuando termino, cojo el abrigo y mi mochila y me acerco a ella un
poco tímida, la comida va a ser algo incómoda con todo lo que ha
pasado con Alistair, al cual no veo por ningún lado.
—¿Lista? —me pregunta Loana.
—Sí. ¿Dónde está Alistair? —pregunto.
—Me ha dicho que vendrá más tarde, menos mal que estás tú
porque sino me hubiera tenido que ir sola —dice sonriendo. Se pone
en pie y me coge del brazo. Se nota que Loana es una mujer cariñosa
y de trato fácil, yo soy un poco torpe con las personas que no
conozco, pero con ella me siento agusto. Ambas nos dirigimos a la
puerta como si fuésemos amigas de toda la vida—. ¿Sabes? Me alegro
de pasar un rato a solas contigo, Alistair me ha hablado mucho de ti
en el poco tiempo que llevo aquí, y eso es muy raro, nunca me habla
de las chicas… con las que sale, ya me entiendes, no suele salir con
nadie.
Enrojezco al instante, Loana piensa que soy diferente a las
demás chicas con las que Alistair ha estado, pero la verdad es que ni
siquiera estamos juntos.
—Nosotros no… no estamos juntos —le digo queriendo sacarla
de su error—. Es mi jefe y la verdad no nos llevamos muy bien…
—¡No me lo creo! Emily querida, conozco a mi hijo, le gustas.
No puedo evitar fijarme que ella lo llama “hijo”, aunque él no la
llama “mamá”.
—Lo sé… Pero es complicado.
—Ay el amor y la juventud… —suspira la mujer sonriendo.
Cogemos mesa en uno de los restaurantes cercanos al hotel,
podríamos haber comido en el Belle nuit, pero Loana quería visitar
otros sitios, así que Alistair ha reservado aquí.
El camarero nos guía a una mesa redonda con sillones y al lado
de la ventana, el mejor sitio.
—¿Y lo obligaste a que te dejara su coche? —pregunta riendo a
carcajadas después de que le cuente cómo fue nuestro primer
encuentro.
—Sí. ¡Me había secuestrado! —me defiendo con una sonrisa.
—Me alegro veros tan animadas, veo que no me necesitáis —dice
Alistair apareciendo tras nosotras.
Loana se levanta a darle un beso en la mejilla y yo me quedo
sentada sin saber qué hacer. Mi corazón da un vuelco. ¿Siempre va a
ser así? ¿Su presencia me va a alterar de esta forma?
—Emily me estaba contando cómo os conocisteis. ¡No me habías
dicho que la secuestraste! ¿Así te he educado yo? —le pregunta en
broma mientras se sientan, Alistar en una silla frente a mí.
—No me dejó otra opción, es muy cabezota.
—¡Mira quién fue a hablar! —le respondo sonriendo.
—Al menos te lo compensé con crepes, eso anula lo otro —dice
con una preciosa sonrisa de engreído. Ay… me muero de ganas por
besar esos labios de nuevo y lamer esa mandíbula tan perfecta.
Carraspeo después de darme cuenta de que me he quedado
embobada mirándolo.
—No estoy tan segura de eso… —digo al fin, y Loana ríe.
—¡Me encanta! —exclama feliz la mujer—. Sois adorables. —Y
ambos nos giramos a mirarla—. ¿Pedimos? —pregunta ignorando
nuestras miradas.
CAPÍTULO 17
Emily
—Lo dicho Emily, me encantaría que vinieras a visitarnos a Brujas, es
un lugar precioso —dice Loana cogiéndome de las manos para
despedirse. Acabamos de llegar a la recepción del hotel después de la
comida, ya que entro a trabajar a las tres otra vez.
—Seguro que sí, muchas gracias Loana.
—Tienes que traerla Alistair.
—Claro, cuando ella quiera —dice él.
Pero sé que eso no va a pasar.
Durante la comida he conocido mucho sobre Alistair, aunque
más por Loana que por él. Al parecer su madre murió cuando él tenía
cinco años y Loana y su padre, Román, se conocieron un par de años
después, prácticamente lo ha criado ella. Se nota que Loana y Alistair
se quieren mucho pero, con su padre tiene una relación un poco
tensa, no me han contado mucho y yo tampoco he preguntado por no
parecer una entrometida. También he podido deducir que la medio
hermana que comentó Alistair no es hija de Loana.
—Estoy muy feliz de que no estés solo en Navidad, por favor
Emily, intenta que no trabaje ese día —me pide dándome un abrazo,
yo le correspondo.
—Yo… —Miro a Alistair de reojo, está serio mientras mira a
Loana —. Haré lo que pueda.
—Genial, bueno me voy a acabar de recoger las cosas y después
me iré al aeropuerto.
—¿Seguro que no quieres que te lleve? —le pregunta Alistair.
—No te preocupes cariño, sé que estás muy ocupado. —Le da un
golpecito en la mejilla y luego se abrazan.
—Que tengas un buen vuelo, Loana, me alegro de haberte
conocido. —Me despido.
—Ay cariño, yo también. —Me da un beso en la mejilla y después
se va a su habitación.
—Le gustas —dice Alistair en cuanto Loana llega al ascensor.
—Ella también me gusta, es una mujer fantástica.
—Lo es, no se la merece… —susurra en voz baja, pero sé que se
refiere a su padre.
—¿Estás bien? —le pregunto.
—Sí, ¿tú? —me responde sorprendido.
—Bien, me lo he pasado genial con vosotros.
—Nosotros también contigo.
—Se nos da bien esto de ser amigos… ¿No? —Intento sonreír
pero estoy un poco tensa ahora que Loana no está en medio.
—Supongo, no hemos discutido ni nos hemos insultado, eso
tiene que ser una buena señal.
Ambos sonreímos torpemente.
—Tengo que volver a mi puesto —digo nerviosa.
—Claro.
—Nos vemos por aquí.
Él asiente y yo me voy a la recepción con la mirada de Alistair
clavada en mi espalda.
Cuando termina mi jornada y me dirijo a la salida, me doy cuenta de
que el arbolito al final sigue en el suelo, al pie del árbol gigantesco.
Me detengo y pienso en subírselo, pero no quiero interrumpirlo,
seguramente está ocupado pero…, una parte de mí quiere verlo una
vez más antes de irme a casa. ¿Está mal? Sí, porque no puedo
sentirme así y menos después de insistirle para ser “amigos”, y
porque no estoy segura de poder ser solo su amiga. No obstante, ya
no puedo echarme atrás.
Decido ponérmelo difícil a mí misma y subir, solo le daré el
arbolito y me marcharé, ni siquiera entraré a su habitación. Además,
subir las escaleras me va bien para hacer glúteos y piernas, eso es un
plus.
Mentalmente me reprendo por pensar tonterías para ir a verlo,
soy patética.
Cojo aire y subo por las escaleras, no voy a mentir, estoy
nerviosa. Durante la comida hemos estado bien porque Loana ha
actuado de pantalla, pero al quedarnos solos en la recepción ha sido
un poco incómodo, y, tengo miedo que vaya a ser siempre así entre
nosotros.
Cuando llego a la puerta de su habitación, llamo con el puño y no
recibo contestación. Lo primero que pienso es que quizá no está en
su habitación.
—No tendría que haber subido, estará ocupado… —me digo en
voz baja mientras me giro para irme.
Es entonces cuando escucho que alguien se acerca a la puerta y
esta se abre. Me quedo sin aliento, Alistair sostiene el teléfono en la
oreja mientras habla con alguien, pero eso no es todo, no, va sin
camiseta, con el cabello oscuro húmedo cayéndole perfectamente por
la frente. Inmediatamente quiero hundir mis dedos en ellos. Mi
mirada desciende a su pantalón de chándal gris, lo único que lleva, y
no puedo apartar la mirada de su torso musculoso y marcado… Está
buenísimo, ya lo había notado e intuido, pero verlo… Es muy
diferente, completamente diferente.
Va a ser imposible sacarlo de mi mente, deja sin aire a
cualquiera. Su piel bronceada y con esas ondulaciones me hacen
fantasear con lamerlo y besarlo, con tenerlo sobre mí, piel contra
piel. Estoy húmeda, y, ¡Ni siquiera me ha tocado!
Soy patética.
—Perfecto, no volveré hasta después de Navidad, podemos
hablar de ese proyecto entonces —habla con su interlocutor, eso hace
que vuelva a la realidad y lo mire a la cara avergonzada, él tiene una
sonrisa de suficiencia y burlona. Capullo, es bien consciente de lo
bueno que está y el efecto que tiene en mí.
Me hace un gesto con la cabeza para indicarme que pase y él se
dirige a la mesita que le sirve de despacho. Lo sigo con el arbolito
entre las manos sintiéndome una estúpida. ¿No he dicho que no iba a
entrar? La puerta se cierra tras de mí.
—Genial, te tengo que dejar, tengo una reunión. Sí. Perfecto, nos
vemos. —Y cuelga.
—No quiero entretenerte mucho, solo he venido a traerte el
arbolito —digo apresuradamente e intentando concentrarme en la
ventana de la pared de enfrente, en vez de en su cuerpo desnudo que
parece el de un modelo de ropa interior.
—No me entretienes, puedo hacer un descanso —dice Alistair
aún divertido—. ¿Vas a mirarme a la cara o prefieres seguir
pretendiendo que te interesa mucho la ventana? —me pregunta
apoyando una mano en el escritorio.
—Son unas ventanas muy bonitas… —susurro en un intento
estúpido por disimular.
No puedo evitar mirarlo cuando suelta una carcajada. Le intento
hacer ver que no me intimida para nada verlo semidesnudo, pero
cometo el error de fijarme en su poderoso brazo, se le marcan las
venas y eso hace que mi sexo lata. Es la primera vez que lo veo tan
informal y es muy íntimo.
—¿Hubieras abierto así a cualquiera? —le reprocho cambiando
de tema.
—No, he visto por la mirilla que eras tú, y como somos amigos…
—Se está burlando de mí.
Suelto un bufido, no voy a dejar que se salga con la suya. Dejo el
arbolito en la mesa del escritorio.
—Sí, lo somos, por mi como si estás completamente desnudo, no
me importa en absoluto —miento.
—Tomo nota. —Ríe sabiendo que es una burda mentira.
—Te he traído el arbolito, ya me marcho.
—Gracias Emily —me dice serio cuando ya estoy de espaldas
caminando hacia la puerta.
Me detengo.
—No hay de qué, es lo que hacen los amigos —digo, e
inmediatamente comienzo a caminar y me tropiezo con mis propios
pies de lo nerviosa que me pone. Un segundo después, Alistair me
está sosteniendo contra su pecho firme y caliente.
—¿Te ha gustado que antes te salvara de caerte y vuelves a
ponerme a prueba, mi duendecillo de la Navidad? —Ríe Alistair en
mi oído, su torso se pega más a mi espalda y ahogo un suspiro ante el
calor que emana, me muero de ganas de girarme y tocarlo. Mi cuerpo
arde y siento por completo como sus manos están alrededor de mis
caderas y vientre, se instala un cosquilleo por todo mi cuerpo que me
insta a hundirme más en él.
Me mantengo firme.
—Muy gracioso, es por tu culpa… —le reprendo, él me hace
sentir mareada y temblorosa, necesitada de él.
—¿Mi culpa de nuevo? Soy el peor amigo entonces…
—Sí, lo eres —digo dando un paso hacia adelante deshaciéndome
de su contacto electrizante y me giro para encararlo.
Él emite una carcajada de esas que me hacen querer lamerlo de
arriba abajo, de querer abrazarlo y escuchar cómo salen de su torso y
rebotan en mí. Nuestros ojos se encuentran y desaparece su mirada
bromista para sustituirla por una más intensa, ardiente y que
promete mucho placer.
Mis ojos se desvían hacia sus labios sin poder evitarlo y me
sonrojo al recordar los besos tan sumamente ardientes que nos
hemos dado antes. Alistair acorta la distancia dando el paso que nos
separa, no puedo moverme, no quiero hacerlo. Aspiro su aroma a
tomillo y algo excitante, oscuro y atrayente.
—No podemos ser amigos, Emily —me susurra con voz ronca,
hace que se clave en mi sexo.
—Debemos serlo, sino… Me alejaré de ti —contesto sumida en la
preciosa e hipnotizante mirada azul grisácea de Alistair.
—No lo permitiré —promete poniendo sus manos en mis caderas
y atrayéndome hacia él. Mi corazón late con fuerza y siento el calor
apoderarse de mí, poso mis manos en sus pectorales sin poder
evitarlo. Emana calor.
—Solo un último beso. —Cedo, eso puedo hacerlo, un beso de
despedida y convertir nuestra relación en una de amistad totalmente,
o de jefe/empleada.
—Donde yo quiera y el tiempo que yo quiera —contesta Alistair
con una mirada salvaje, sé que trama algo y frunzo el ceño extrañada.
Y un poco excitada, para qué engañarnos.
Me quedo sin palabras. ¿Dónde quiere besarme si no es en los
labios? ¿Va a besarme la mejilla o la frente? ¿He malinterpretado las
cosas?
—Vale… —accedo intentando no parecer desilusionada.
Él sonríe de una forma que no sé cómo interpretar.
—No puedes echarte atrás ahora Emily, me lo has prometido.
CAPÍTULO 18
Emily
¿Qué está planeando Alistair? ¿Me va a salir caro lo de haber
accedido a un último beso? Alistair me mira intensamente mientras
estoy pegada a su cuerpo, siento como me excito aún más, tiene que
hacerlo ya o no lo soportaré y acabaré pidiéndole mucho más.
—¿Lista? —me pregunta Alistair.
Asiento sin saber muy bien en qué está pensando.
—Túmbate en la cama —me ordena.
¿Como dice?
—¿Qué? —pregunto en voz alta, quizá me ha salido hasta un
gallo. Carraspeo un poco.
—Puedo hacerlo estando tú de pie, pero creo que será más
cómodo si estás tumbada. —Me dedica una sonrisa de medio lado
que hace que mi sexo palpite, aprieto los muslos. No puede estar
insinuando lo que creo que está insinuando—. ¿Me vas a negar mi
beso, muñeca? —me pregunta poniéndome un mechón de cabello
tras la oreja. Me pongo colorada de pies a cabeza.
—¿Estás pensando lo que creo que estás pensando? —Casi no me
sale la voz, trago saliva y un destello de lo que está proponiendo se
me viene a la mente.
—¿Qué estás pensando tú? —me pregunta divertido.
—No lo sé, dímelo tú —le respondo avergonzada, de ninguna
manera voy a decirlo en voz alta para que se ría de mí.
Él sonríe, se acerca a mi oído y me susurra:
—Voy a besarte el coño Emily, te va a gustar y me vas a pedir
más. —Sus labios rozan mi oreja mientras habla y mi piel se eriza, me
hace sentir necesitada, mi sexo lo espera impacientemente.
No puedo creerlo ¿Lo dice en serio? ¿De verdad me acaba de
susurrar eso al oído? Sí, es Alistair Digory. El hombre más atractivo y
seguro de sí mismo que he conocido jamás. El hombre que ocupa
todos mis malditos pensamientos, que me cabrea y me excita a
partes iguales, este hombre, mi perdición.
—Túmbate en la cama, Emily.
—No —le respondo más por inercia que por otra cosa, me
encanta llevarle la contraria y, aunque me muero de ganas de que
cumpla lo que promete, estoy asustada. Tengo miedo de no poder
detener lo que mi corazón empieza a sentir. He aceptado un beso en
los labios, como despedida pero esto…, esto es demasiado íntimo, es
dar un paso gigantesco hacia adelante.
—¿No? ¿Te tengo que volver a recordar qué pasa cuando me
dices que no? —me reta.
—Alistair no…
—Dame esto Emily, si no puedo tenerte, dame esto, quiero darte
placer, necesito probarte —me pide acariciándome la mejilla. Sus
caricias son adictivas, cálidas, y no puedo negar que me siento muy
bien entre sus brazos. Y si me lo pide así… No puedo negarme, estoy
muy excitada y me muero de ganas de que él me toque.
—Solo eso, no vamos a hacerlo. —Acepto a regañadientes. No
puedo creer que estemos hablando de esto.
—Solo eso, mi duendecillo de la Navidad.
No lo voy a pensar, voy a actuar como siempre me ha pedido Val
que haga. Así que antes de que pueda echarme atrás y pensar en las
consequiencias que tendrá esto, me pongo de puntillas, cojo a
Alistair por la nuca y lo beso, necesito hacerlo para tranquilizar mi
corazón, no quiero que sea simplemente sexo, necesito que signifique
algo.
Alistair me coge de los glúteos y me alza besándome con pasión y
desenfreno, yo envuelvo mis piernas en su cadera y pego mi pecho al
suyo. Ya no hay vuelta atrás, estoy perdida, no quiero parar.
Alistair me lleva a la cama y me tumba delicadamente, nuestros
ojos se encuentran unos segundos y es como si él quisiera confirmar
que no voy a arrepentirme de esto, ni ahora ni más tarde. También lo
espero, pues estoy aceptando todo lo que dije que no haría, me estoy
dejando llevar por el deseo ardiente que siento por este hombre que
ni siquiera está enamorado de mí.
—¿Quieres poner alguna regla más? —me pregunta Alistair
apoyando sus fuertes y venosos brazos alrededor de mi cabeza, el
cabello negro corto y húmedo le cae desde arriba y alzo mis manos
para tocarlo.
Niego con la cabeza.
—Solo no vamos a llegar al final —le digo sonrojada.
—Hecho. —Acepta mientras se acomoda entre mis piernas y baja
el rostro para besarme de nuevo.
Esta vez Alistair me besa lento, saboreándome. Lame mis labios
y no puedo evitar gemir, me aferro a sus hombros y después
desciendo por su musculosa y ancha espalda, acariciando su piel
suave y dura, cálida.
—Necesitamos deshacernos de esto —dice separándose y
llevando sus manos a los botones de mi camisa azul de manga larga,
quita los primeros botones y después me la saca por la cabeza. Por
suerte esta mañana he elegido un sujetador bonito, uno azul oscuro
de encaje, aunque en estos momentos no recuerdo qué braguitas he
escogido, espero que no sean una de las viejas.
—Eres la mujer más hermosa que he visto jamás —me besa en el
cuello y después desciende hasta mis pechos. Desliza los tirantes del
sujetador hacia abajo y me da un tierno beso en el hombro.
—No lo dices en serio. —Se me escapa.
Alistair levanta la mirada y lleva sus dedos a mi mentón para
alzar mi mirada hacia él. Sus ojos me atraviesan.
—Lo digo muy en serio Emily, jamás dudes de lo preciosa, lista y
divertida que me pareces, no hay otra como tú.
Me sonrojo todavía más y asiento sin saber qué decir ante sus
palabras. Realmente me hace sentir bien conmigo misma.
—¿No soy una borde y una cabezota? —bromeo.
—Sí, eso también. —Alistair sonríe y vuelve a besarme
apasionadamente, llevando sus grandes manos a mi cuello, ese gesto
posesivo hace que me arda el sexo—. Te quiero completamente
desnuda, ahora.
No me opongo, necesito sentirlo en cada centímetro de mi piel.
Me deshago de las botas y los pantalones, después Alistair se encarga
de quitarme el sujetador. Estoy un poco avergonzada, hace mucho
tiempo que un hombre no me ve desnuda y menos un hombre como
Alistair Digory, que seguramente ha visto millones de mujeres
desnudas que me superan en físico.
Él me retira el cabello hacia atrás y vuelve a ponerse entre mis
piernas, después me insta a tumbarme de nuevo. Instintivamente me
llevo las manos a los pechos, sé que no son gran cosa y no es que me
avergüence de mi cuerpo, pero la presencia de Alistair es demasiado
abrumadora.
—No te escondas de mí, Emily. —Coge mis brazos, me da un
beso en cada uno y los envuelve alrededor de su cuello—. No voy a
hacerte daño.
«Tarde», pienso, pero no digo nada. Mi corazón bombea a toda
velocidad y me muero de ganas de pegar mi cuerpo al suyo, sentir su
calor, necesito sentir que al menos por una vez Alistair es mío.
Él me da un suave beso en los labios y después empieza a
descender hasta mis pechos, que se yerguen erizados esperando su
contacto.
—Son preciosos, tal y como los he imaginado —susurra sobre mi
pezón izquierdo provocando mil y una sensaciones placenteras. No
puedo contenerme y suelto un gemido a la vez que balanceo las
caderas, no puedo aguantar la necesidad que palpita entre mis
piernas.
—Alistair… —suplico.
Él profiere un gruñido y se lanza a lamerme el pezón, creo que
voy a correrme en este instante. Sus labios, su lengua, sus dientes…,
se mueven de una forma perfecta que me lleva a sentirme cada vez
más sumida en un estado de placer que jamás he experimentado.
—Por favor… —suplico de nuevo. Alistair me da un último
lametón y me besa entre medio de los pechos.
—Puedo oler lo excitada que estás por mí desde aquí, y no sabes
lo duro que me pone eso. Me muero por descubrir tu sabor y hacerte
gritar para que te corras en mi boca, muñeca —me estimula mientras
desciende sus labios por mi cuerpo y me baja las braguitas que están
demasiado húmedas.
Alistair me abre completamente de piernas y puedo notar como
mi excitación desciende por mis muslos, debería sentirme
avergonzada, pero no es así. La mirada de puro deleite en Alistair me
dice lo mucho que eso le gusta y no puedo más que sentirme sexy y
deseada.
—Perfecta, preciosa —susurra, y entonces me besa ahí donde
más lo necesito. Emito un grito de satisfacción cuando Alistair lame
todo mi sexo y después pone énfasis en mi clítoris, lamiendo con
desesperación y dureza. Jamás he estado así de excitada, jamás he
sentido esta necesidad por nadie, ni por Théo.
—Alistair no voy… ah… no puedo aguantar mucho más. —Es
vergonzoso, pero estoy al límite ya de lo mucho que me aviva este
hombre tan sexy. Me agarro con fuerza a sus cabellos negros.
—Córrete muñeca, te lo haré las veces que necesites —me
promete añadiendo un dedo en mi interior que es mi perdición.
Me dejo llevar por todas estas sensaciones, por sus labios en mi
sexo, por su olor envolviéndome, su calor, sus palabras… «Alistair,
Alistair…», no puedo pensar en otra cosa que no sea él.
—¡Joder! Ha sido precioso, Emily, me vuelves loco.
Y sin poder asumir del todo el primer orgasmo, Alistair vuelve a
llevarme al cielo, esta vez de una forma más pausada y profunda,
saboreándome y volviéndome un completo y absoluto manojo de
temblores. Sus dedos se mueven dentro y fuera de mí con la misma
precisión que su lengua me provoca cálidas sensaciones que se
acumulan esperando para estallar.
Al tercer orgasmo pienso que voy a desmayarme. Mi cuerpo está
como envuelto en algodón calentito y sumido en un estado de puro
placer, no estoy segura de poder soportarlo una vez más, pues lo que
verdaderamente anhelo es tenerlo dentro de mí.
—Alistair… tenemos que parar, no lo soporto… —Le sostengo la
cara con mis manos temblorosas para despegarlo de mi sexo.
Alistair me da un último beso en mi centro y me estremezco de
placer, después se yergue sobre mí y se acomoda entre mis piernas,
alzándolas sobre sus hombros, y entonces noto lo duro que está por
mí, incluso a través del pantalón de chándal.
—No he estado más duro en mi vida, Emily —susurra con esa voz
tan masculina y rasposa. Empieza un movimiento con sus caderas
que me hace gemir su nombre y agarrarme a sus antebrazos—. Me
encanta como suena mi nombre en esos malditos labios que me
quitan el sueño.
Me besa en el cuello y desciende a mis pechos, su barba
incipiente me marca por todo el cuerpo y no puedo más que
arquearme contra su boca, desesperada por sus movimientos que me
están llevando a un nivel mayor de necesidad de él.
—¿Puedes notar lo duro que estoy? ¿Cómo tu humedad me
empapa? Me muero por estar dentro de ti.
Si soy sincera conmigo misma… yo también, en estos momentos
siento que es una estupidez privarnos de lo que ambos necesitamos,
pero una parte de mí sigue pensando que si no lo hacemos por
completo, podremos tener una relación de amistad. Aunque eso es
una abasoluta tontería, después del placer que me está dando jamás
podré volver a mirarlo a la cara sin sentir su boca por todo mi
cuerpo, o su mimebro presionándose duro y caliente contra mi
sexo…, estoy absolutamente perdida.
Debo parar esta locura.
—¡Joder! —gruñe Alistair, se sienta sobre sus rodillas, se saca su
miembro de los pantalones y comienza a acariciarse a sí mismo con
dureza. No puedo apartar la mirada de su movimiento, de su enorme
miembro duro y erguido, de su gran mano moviéndose rápido sobre
este… Está así por mí, eso me lleva a un nuevo estado de excitación
—. Emily… —gruñe él sumido en su propio placer y se corre sobre mi
estómago. Siento su excitación sobre mí y un calor abrasador se
expande por todo mi cuerpo, me tiene fascinada—. Joder… lo
siento… —dice recuperando el aire y apoyando su frente sobre mi
hombro.
—No… no pasa nada —susurro con el rubor cubriéndome la cara,
deseo tocarlo y darle placer como él ha hecho conmigo, y ver de
nuevo su expresión cuando llega, pero no me muevo ni digo nada al
respecto.
Alistair se queda mirando fijamente su semen sobre mí y puedo
notar como eso lo excita, más a juzgar por cómo se agita su miembro.
—Déjame hacer esto —murmura con voz ronca, y entonces lleva
su mano grande y fuerte a mi estómago llenándose de su propio
fluido, después desciende hasta llegar a mi sexo. Contengo el aliento
con el corazón a punto de explotarme y Alistair me acaricia
furiosamente sobre mi clítoris. Me corro en unos segundos y Alistair
bebe mi grito de placer con un beso.
CAPÍTULO 19
Emily
Acabo de ducharme y me estoy vistiendo en el baño de Alistair, me
ha ofrecido ser la primera en ducharme en vez de insistir en
ducharnos juntos, como pensaba que haría. En estos momentos me
muero de vergüenza por tener que verlo de nuevo cuando salga del
baño. Lo que hemos compartido ha sido lo más excitante que he
vivido en mi vida y, aunque no lo queramos, para mí lo ha cambiado
todo entre nosotros.
Me deshago el moño que me he hecho para ducharme y me hago
una coleta alta, me suelto algunos mechones y me miro al espejo. Mis
ojos de color azul oscuro están brillantes y mi rostro ligeramente
sonrojado, lo cual hace más visibles mis pecas.
Suspiro.
¿Qué puñetas he hecho? ¿Cómo hemos llegado a este punto? Ni
yo misma me lo creo, me he acostado con Alistair Digory… Vale, no
hemos llegado al final pero, ¿importa? El hecho de que me haya visto
desnuda, que me haya besado por todas partes y me corriera en su
boca es igual o más intimo que si hubiéramos llegado al final.
Me doy unos golpecitos en las mejillas y me obligo a coger aire y
salir del baño. No sé como actuar delante de él ahora… ¿Haremos
como si no hubiese ocurrido? ¿Podré hacerlo a pesar de que ha sido
la experiencia sexual más alucinante de mi vida? Seguramente
Alistair está acostumbrado a esto pero yo…, no sé qué hacer. Y lo
peor de todo es que quiero que se vuelva a repetir.
Pero no, eso no va a suceder, jamás. Me tapo la cara con las
manos.
—¡Joder! —suspiro flojito.
Cuando salgo a la habitación, Alistair está de espaldas, mirando la
ventana y hablando por teléfono. Está muy sexy, tiene una espalda
muy ancha y musculosa y quiero acercarme, darle un abrazo por
detrás y… No, lo que tengo que hacer es huir ahora que no me ve…
La puerta del baño no quiere cooperar en mi huida y se cierra con
fuerza, Alistair se gira y posa su preciosa mirada azul grisácea en mí.
Mierda.
—Tengo que colgar. Sí, perfecto. —Y cuelga sin quitarme los ojos
de encima. En su entrepierna aún puedo vislumbrar la mancha que
le he dejado con mi excitación y me muero de la vergüenza. Él parece
darse cuenta donde estoy mirando porque percibo que se pone duro
de nuevo.
—Eh… me voy ya —digo nerviosa—. Siento haber interrumpido
tus…
—¿Estás bien Emily? —me interrumpe acercándose lentamente,
como si supiera que el más mínimo movimiento brusco hará que
corra hacia la puerta.
—Eh… Sí, bien, gracias… —Suelto sin saber muy bien donde
mirar o qué hacer con mis malditas manos.
—Emily —me llama y me coge del mentón para alzar mi rostro y
que lo mire.
—Lo siento no sé…, cómo actuar, ¿se supone que ahora tenemos
que olvidar lo que ha pasado? Oscar Wilde dijo una vez: “Si nunca se
habla de una cosa, es como si no hubiese sucedido.” Podríamos
hacerlo, pero yo…
Y entonces Alistair ríe cortando mi monólogo antes de que me
ponga más en ridículo.
—Ya decía yo que la frase de tu tatuaje me sonaba, es de Wilde
también, ¿no? —me pregunta.
—Sí —contesto asombrada de que lo haya adivinado.
—¿Qué? ¿No pensabas que fuera un hombre de literatura? Me
encanta leer, sobre todo los clásicos. Mi favorito es El curioso caso de
Benjamin Button de…
—Scott Fitzgerald —decimos al unísono.
Y ambos sonreímos.
—Es apenas un relato, pero creo que es una de sus mejores
obras, en tan poco dice mucho sobre la sociedad en la que vivía, lo
frenética que llegaba a ser esa época, tanto que la gente olvidaba
cuanto sabía en un segundo, lo efímero de la vida… Una crítica
maravillosa a través de un relato fascinante.
—Sí, exacto —digo quedándome sin palabras—. Mi padre me
hizo leerlo a los quince años y no entendí nada, así que lo volví a leer
hace poco y fue mucho más claro que entonces. —Sonrío.
—¿Tu padre te lo hizo leer? —me pregunta.
—Sí, es profesor de literatura, adora los clásicos, y Wilde es
nuestro favorito.
—Me encantaría conocerlo y charlar con él, seguro que es muy
interesante —señala Alistair.
Y eso hace que ambos volvamos a la realidad y a lo que acaba de
pasar entre nosotros. ¿Puedo presentarle a mis padres? ¿Sería raro?
¿Debería hacerlo si se da la casualidad? ¿Cómo lo presentaría?
¿Como si fuese mi jefe, mi amigo…? Obviamente no voy a decirles
nada de lo que ha pasado entre nosotros, estoy muy unida a mis
padres, pero esto me lo voy a guardar para mí sola.
—Seguro que le caerías bien —digo un poco cohibida.
Él asiente sin más.
—Emily, lo que ha pasado…
—Podemos olvidarlo, es lo que sueles hacer, ¿no? —digo nerviosa
y Alistair alza una ceja interrogante—. Sí, con las chicas, te acuestas
con ellas y después si te he visto no me acuerdo.
—Emily, no quiero olvidar lo que ha pasado. —Suelta muy serio
dando un paso más hacia mí. Tengo que alzar el rostro para seguir
mirándolo a los ojos. Mi corazón se acelera por su cercanía y no
puedo evitar desear volver estar bajo su merced.
—Bien…, pues yo sí. —Obviamente es mentira, no podría hacerlo
ni aunque quisiera realmente.
—¿Lo dices en serio? —Ahora parece dolido.
No sé qué decir, no quiero mentirle, pero tampoco puedo decirle
la verdad, Alistair se va a marchar en unos meses y yo no quiero
volver a sufrir…
—Me marcho ya —anuncio después de unos segundos, me doy la
vuelta para salir de aquí antes de que cometa una u otra estupidez.
—¡Joder Emily! —Lo oigo maldecir a mi espalda, pero me deja
marchar.
¿Estoy siendo estúpida por no aceptar lo que deseo? ¿Lo que
ambos deseamos? No, no puedo exponer mi corazón con una
relación pasajera, sé que si durante estas semanas disfruto de la
compañía de Alistair, hay una posibilidad de acabar enamorándome
de él y deseando algo que jamás va a darme. No soy tonta ni ilusa, sé
que a Alistair no le van las relaciones y que conmigo no va a ser
distinto.
Esto ha sido un error, no lo debería de haber permitido.
Quedan justo dos semanas para el día de Navidad, las cosas entre
Alistair y yo han estado un poco raras e intensas, cada vez que lo veo
no puedo evitar pensar en el placer que me dió, en sus manos
recorriendo mi cuerpo, en su miembro duro y excitado por mí… Es
una maldita tortura porque lo deseo cada vez más, lo necesito en mi
interior y mi estúpido cuerpo me lo recuerda cada vez que nos
cruzamos. Y él quiere lo mismo a juzgar por esas miradas que me
atraviesan y parece que pueden verme a través de la ropa,
seguramente así sea, pues ya me ha visto completamente desnuda.
Pero no ha hecho ningún intento de acercarse a mí, es como si
fuese una empleada más y eso, aunque es lo que quería, me molesta y
me entran ganas de gritarle y tirarme encima de él al mismo tiempo,
suplicarle que me toque. Algo impropio de mí, nunca he sentido este
deseo tan intenso por nadie, Alistair ha removido todo mi mundo y
mis convicciones.
—Rosie. —Su voz retumba en mis oídos cuando llama a mi
compañera en vez de a mí, eso me fastidia más de lo que debería,
pero no levanto la mirada del ordenador de la recepción, no le voy a
dar esa satisfacción.
—¿Si, señor Digory? —pregunta Rosie mirándome de reojo.
Genial, lo que faltaba… Doy pena.
—Necesito que cuando llegue este fin de semana Amber Falls la
envíes a mi habitación inmediatamente.
¿Qué? ¿Es una maldita broma? Tiene una cita y lo dice así sin
más, ¿delante de mí? No levantes la cabeza Emily, no levantes la
cabeza…, me repito cabreada. ¿Como es tan idiota? ¿Es que no tiene
ni la mínima decencia? ¿No le importo ni lo más mínimo? ¡Maldito
Alistair Digory, capullo…, y en mi mente sigo insultándolo.
—Claro, pero…, ¿necesitará una habitación la señorita Falls? —
pregunta Rosie un poco afligida por la situación conmigo.
—No, no hará falta.
—Vale.
—Gracias. —Y se marcha de aquí saliendo por la puerta del hotel
sin tan siquiera dirigirme una mirada.
—Es un capullo —dice Rosie quitándome las palabras de la boca.
He pasado del enfado a la decepción y de esta, a estar a punto de
gritar de rabia y dolor. Me siento traicionada pero no debería,
nosotros no tenemos nada, yo lo he querido así. Pero una parte de mí
le hubiese gustado que él hubiera luchado, que me demostrara que
de verdad no soy como las demás. Pero estoy esperando un
imposible, desde el principio él me ha dejado claro lo que hay y yo
debería estar feliz porque al fin me trate como es debido: como una
simple empleada más.
—¿Estás bien? —me pregunta al ver que no digo nada.
Cojo aire y me trago esta sensación de decepción.
—Sí, claro, ¿por qué no iba a estarlo? —le suelto más brusca de lo
que mi amiga se merece.
Rosie me echa una mirada de incredulidad, pero no le da tiempo
a decir nada más porque llaman por teléfono.
CAPÍTULO 20
Alistair
Salgo del hotel con la mandíbula apretada, he tenido unas imperiosas
ganas de coger a Emily, sacarla de la recepción, y llevármela a mi
habitación para gritarle y hacerle el amor a la vez. Estoy desquiciado,
ella ha conseguido volverme loco, y ver durante esta semana cómo
me miraba de reojo pidiéndome que le arrancara la ropa y la hiciera
mía, me mata y me excita, también me cabrea por ser tan
malditamente cabezota. Pero no voy a ir tras ella, esta vez no, ella ha
dejado claro muchas veces que no quiere nada esporádico y a mí me
parece bien… ¡Y una mierda! No me parece nada bien, pero tampoco
puedo prometerle una relación ni que voy a quererla para siempre,
aunque eso es lo que se merece, que alguien la quiera y la ame.
Sé que le han hecho daño y no quiero hacérselo, pero la necesito
¡Joder! No puedo pensar en otra cosa y menos después de haberla
probado y de haber visto lo bonita que estaba cuando se corría, me
muero de ganas por penetrarla y llevarla al placer más ensordecedor
con mi polla. Solo con pensarlo ya me pongo duro, es una puta
locura.
Tengo que centrarme, mi ayudante Amy me ha comentado que
un importante fabricante de chocolate de la zona está interesado en
reunirse conmigo, y allí es donde me dirijo en estos momentos.
Aunque no hable con Emily, quiero mantener mi promesa y he
estado buscando los mejores proveedores de chocolate de la zona
para incorporarlo en mi restaurante, incluso he tenido la idea de
contratar a un maestro chocolatero para hacer nuestras propias
chocolatinas del hotel, por eso me reuniré con Amber Fall, una
importante maestra chocolatera. La mujer me ha dicho que solo
tenía el sábado por la mañana para reunirse conmigo, que por la
tarde tenía un vuelo a París, por eso he optado por llevar a cabo la
reunión en mi habitación.
Una vez de vuelta al hotel, con un montón de muestras de chocolate,
más de las que podré o quiero comer, he cerrado el acuerdo con la
empresa familiar. Estoy convencido que de todas las empresas con
las que me he reunido estos días, Les chocolats de Faure, son el
mejor proveedor. Su tradición los avala, y me ha gustado mucho su
historia y sus valores, es lo que quiero para asociarlo con Digory
Hotels.
En cuanto entro por la puerta del hotel, mis ojos se van
directamente en busca de Emily, pero no está. He pensado que,
aunque hayamos decidido ir por caminos separados, puedo regalarle
las muestras como agradecimiento a la idea que me dió. Aún no es su
hora de plegar así que me dirijo a la recepción, Rosie me mira con
una sonrisa, pero sus ojos me dicen que en estos momentos no le
caigo muy bien. He visto que son muy amigas y posiblemente sepa
ciertas cosas sobre nosotros. Debería molestarme, pero la verdad es
que prefiero que Emily tenga alguien que la cuide, aunque no lo
necesite, y sé que Rosie es de fiar.
—Rosie, ¿dónde está Emily? —Ni siquiera la saludo, estoy
impaciente por saber el paradero de Emily, no sé porqué, pero tengo
un mal presentimiento.
—Ha venido el señor Alan Lefebvre, ha pedido verla en privado
no se…
—¿Dónde están? —pregunto inmediatamente cortándola, no me
gusta nada que Emily esté a solas con Alan, y mucho menos después
de ver cómo se comportó con ella en la fiesta en la que la conocí.
—En el despacho…
Ni dos segundos tardo en tirar la bolsa de chocolates al suelo y
dirigirme allí, cuando llego veo que la puerta está un poco abierta.
—Te dije que te alejaras de él, deja el trabajo —le dice Alan a
Emily, está cabreado.
—¿Qué mosca te ha picado? ¿Eres idiota? ¿Te crees que me
importan tus negocios o algo que tenga que ver contigo?
—Sí, desde que te hiciste amiga de Valerie no has hecho otra cosa
que ponerla en mi contra e interferir, eres una cazafortunas que te
estás aprovechando de la buena fe de la tonta de mi prima.
—Pero, ¿qué dices? ¡Estás loco! —Alza la voz Emily alejándose
de él y caminando hacia la puerta.
—¿Entonces por qué Digory no ha cerrado ya el trato conmigo?
¡Lo estás manipulando! —le grita cogiéndola de la muñeca con fuerza
y tirando de ella hacia él, Emily suelta un gemido de dolor.
Ya tengo suficiente.
Abro la puerta de golpe y los dos se giran a mirarme.
—Suéltala, ya —digo amenazante, estoy muy cabreado.
—Señor Digory…, solo estábamos hablando —me contesta Alan
con una voz repulsiva y suave mientras suelta la mano de Emily.
—¡Basta! No permito que le hablen así a mis empleados, y
mucho menos que los agredan, fuera Lefebvre, se acabó, no pienso
hacer negocios contigo.
—Pero…
—¡Largo! —grito, me estoy conteniendo para no darle un maldito
puñetazo por haber lastimado a Emily.
El tipo me mira una vez largo y tendido, con cara de no haber
roto un plato en su vida, pero drásticamente cambia su semblante y
me mira con odio.
—¡Os vais a arrepentir de esto! —Nos grita como un loco
enfurecido y se marcha de aquí, espero no tener que verlo más
porque si vuelvo a verlo cerca de Emily, no respondo de mí mismo.
Aprieto los puños con fuerza.
—Gracias —dice ella de repente con la voz rota, quiero abrazarla
y consolarla, pero no lo hago, necesito saber qué pasa aquí.
—¿Estás bien? —Me acerco a ella y Emily retrocede un paso
cogiéndose la mano que el maldito Alan le ha estirado, se me parte el
alma.
—Sí.
—No, Emily, está claro que no lo estás. ¿Qué coño pasa aquí? Es
la segunda vez que os pillo en esta situación —digo exasperado y sin
entender nada.
—Ojalá lo supiera, está loco… Yo no… de verdad que no sé de qué
habla, adoro a Val, es mi mejor amiga, nunca haría nada que le
hiciera daño, ni a ella ni a su familia... Por muy mal que me caiga
Alan no me inmiscuiría en sus negocios ni nada parecido, no soy
así… —La creo, claro que lo hago, y verla así de rota me está
matando.
Ha tenido cientos de ocasiones para hablarme mal de Alan, para
decirme que no hiciera negocios con él, pero no lo ha hecho ni una
vez, y sé que adora a Val, de eso no tengo dudas.
Me acerco a ella y la abrazo sin importarme que eso no sea lo que
ella quiere, pero Emily no se resiste, sino todo lo contrario, se aferra
a mí como si fuese su roca. Emily es una chica fuerte y peleona y
verla así…, hace que me ardan las entrañas.
—No sabía qué hacer, pensé que podría hablar con él y
solucionarlo, pero no atiende a razones, se le ha metido entre ceja y
ceja que quiero estropear su acuerdo contigo... gracias por aparecer
—dice entre sollozos.
—No acababa de fiarme de él, por eso no había firmado aún,
tengo mis sospechas de que Alan no está llevando la empresa como
debe, y esto solo me lo confirma. No permitiré que se te acerque
nunca más, te lo prometo.
Entonces ella se aparta bruscamente.
—No puedes decir eso, no me lo puedes prometer y no es asunto
tuyo.
—¡Maldita sea, claro que lo es Emily, deja de apartarme! —le
grito cabreado y harto de que sea tan cabezota.
—¡Pero te vas a ir! —me grita ella.
—¡Ya lo sé! Y créeme cuando te digo que lo último que quiero es
alejarme de ti… —le confieso.
Nuestras miradas se encuentran y ella la aparta con rapidez.
—Me voy a casa ya —dice muy bajito.
—Te llevo —digo inmediatamente.
—No, Alistair…
—Emily, no voy a dejarte sola con Alan todavía por aquí, te llevo.
—La cojo de la mano y la saco de aquí antes de que pueda rebatirme.
—Alistair… —me llama, pero no le hago caso y salgo a la
recepción con ella de la mano, sin importarme que todo el mundo
nos vea.
—Señor Digory. —Rosie se acerca con una sonrisa —. Su bolsa…
—dice refiriéndose a la bolsa de chocolates que había traído y tirado
al suelo. Rosie mira nuestras manos entrelazadas y sonríe aún más.
—Gracias. —Cojo la bolsa.
—Tengo que ir a por mis cosas —dice Emily.
Asiento y la suelto a regañadientes.
—Te espero fuera.
Emily
Camino hacia el área de trabajadores con Rosie pisándome los
talones. La mitad de la gente que ha estado en la recepción ha sido
testigo de cómo salía de ese despacho de la mano de Alistair Digory,
ya no hay vuelta atrás, si antes ya sospechaban que había algo entre
nosotros, ahora los cotilleos serán más infundados.
Rosie cierra la puerta tras nosotras.
—¿Se ha puesto celoso o algo así? El señor Lefebvre ha salido
echando humo por las orejas.
—No, nada de eso… —digo sin mirarla mientras cojo mi bolso y
mi abrigo.
—¿Entonces?
—Digamos que el señor Lefebvre se estaba comportando
inapropiadamente y Alistair ha intervenido.
—¿Te ha hecho daño? —pregunta preocupada.
—No, bueno, no. No te preocupes, estoy bien. —La tranquilizo
mirándola a los ojos, Rosie es muy buena persona.
—¿Seguro? ¿Te lleva a casa el señor Digory entonces?
—Sí, seguro y sí, ha insistido… —Pongo los ojos en blanco al ver
su enorme sonrisa.
—Está loquito por ti, no tenía ganas ni de soltar tu mano. —Está
encantada con todo esto.
—Qué va… somos amigos… o algo así. —No me lo creo ni yo, y
después de la semana que hemos pasado y lo que sabe Rosie de
nosotros, no va a colar.
—Ya claro, a otro con ese cuento, amiga —me guiña un ojo
pasándose su melena rubia hacia atrás.
—Eres una cotilla. —Rio y salimos fuera.
—Lo sé, pero soy team Aliem, así que… —Ríe con fuerza al decir
esa estupidez y yo me sonrojo. ¿Nos ha puesto apodo de pareja?
—Dios, ni se te ocurra decir eso por ahí…
—Pues puede que ya haya alguna que otra apuesta sobre
vosotros y que tenga ese nombre… —dice haciéndose la loca.
Me detengo de golpe y Rosie choca contra mí.
—¡No lo dices en serio! —Me muero de vergüenza. ¿De verdad
hay tanta gente al tanto de lo que pasa entre nosotros?
—Eh no, claro, es una broma… —Mentira.
—¡Rosie!
—Lo siento, yo no he dicho ni una palabra, es solo que…, no es
que os escondáis realmente.
Resoplo con ganas y pongo los ojos en blanco ¡Maldita sea!
Reanudo la marcha y me despido de Rosie.
CAPÍTULO 21
Emily
Alistair me está esperando en frente con el teléfono pegado a la oreja,
como casi siempre, aunque cuando está conmigo nunca lo coge ni le
suena ¿Lo pone en silencio? Eso es un detalle por su parte.
—Sí, vale, si no podéis solucionarlo me llamas. Nos vemos —dice
colgando mientras me mira—. ¿Lista?
Asiento e inmediatamente Alistair me coge de la mano como si
fuese algo de lo más normal, y comenzamos a caminar hacia el
parking situado lejos de las calles peatonales. Realmente parece que
lo hemos hecho miles de veces, que es algo habitual en nosotros. Sus
manos grandes y calentitas encajan a la perfección con las mías,
mucho más pequeñas. Me quedo mirando nuestros dedos
entrelazados y siento cómo mi corazón se calienta. Cuando Alistair
me sostiene me siento segura, me siento excitada, una parte de mí
quiere gritar de euforia por poder tocarlo y estar con él…, pero luego
está la realidad, una en la que él se marchará en unas semanas y no
volveré a verlo jamás, o al menos no lo veré en mucho tiempo.
El destino, universo o como maldita sea que lo quieras llamar, se
está riendo de mí, desde que lo dejé con Théo ningún otro hombre
me ha llamado la atención, ni siquiera estaba buscando sentirme
atraída por nadie, y entonces llega él, Alistair, con su prepotencia y
sus ojos azules como perlas en el fondo del mar, y que me hace sentir
mil cosas a la vez, cosas que nunca he sentido por nadie, e incluso
algo que me prometí a mí misma no volver a sentir…
—Estás muy callada —señala Alistair dándome un dulce apretón
en la mano.
—Solo… pensaba.
—¿En mí? —bromea, bueno, o no, porque se trata de Alistair
Digory.
—Sí, en ti, porque soy incapaz de pensar en otra cosa —digo
irónica, aunque no se aleja mucho de la verdad.
—Ya lo sabía. —Ríe y le pego en el hombro en broma—. De
verdad que no te tienes que preocupar por Lefebvre, ya he
contactado con un par de conocidos que me mantendrán al tanto de
todos sus movimientos, no se va a acercar a ti —dice poniéndose
serio.
—Vaya, señor Digory… —digo asombrada.
Alistair se detiene de golpe, se gira hacia mí y coge mis mejillas
entre sus manos.
—Eres importante para mí, Emily, no voy a arriesgar tu
seguridad. —Su voz está llena de convicción y su tono es vehemente,
siento la intensidad de sus palabras.
—Gra… gracias. —No se me ocurre otra cosa qué decir, me ha
sorprendido.
—Ni me las des, mi duendecillo de la Navidad, esto es por mi
culpa…
—No, no lo es, ya se comportaba extraño conmigo desde antes de
conocerte, no te eches la culpa, por favor. —Pongo mis manos sobre
las suyas que siguen en mis mejillas.
Mi corazón se acelera y siento unas imperiosas ganas de
ponerme de puntillas y besarlo. Que se preocupe así por mí solo hace
que mis sentimientos hacia él crezcan más, tanto que duele no poder
tenerlo.
—¡Maldita sea! —maldice Alistair, y luego me besa la frente—.
Vamos.
Cuando llegamos a su coche, Alistair me llama.
—Eh, muñeca, hoy conduces tú —me guiña un ojo y después me
lanza las llaves, las cojo al vuelo.
—¡Qué haces! Se me podrían haber caído —me quejo.
—Confiaba en que no. —Ríe Alistair.
—Estás loco. —Sonrío negando con la cabeza, pero no rechazo la
oferta de conducir su coche de nuevo.
—Seguramente, loco por ti —me dice cuando entramos en el
coche con una sonrisa demasiado peligrosa, mi estómago se llena de
mariposas.
Cuando llevamos diez minutos en el coche de camino a mi casa, el
teléfono de Alistair, que está conectado al bluetooth del coche,
empieza a sonar, en el ordenador puedo ver que se trata de Loana.
Alistar le da al botón para contestar.
—Somos Emily y Alistair —contesta él, y eso me hace sentir…
feliz, nuestros nombres juntos, contestando al teléfono, como si
fuésemos una pareja... Basta Emily, no lo sois, no sois nada.
—Oh, no me lo puedo creer, que adorables contestando los dos,
¿lo habéis hecho oficial ya? —pregunta Loana a través de los
altavoces, puedo imaginarla con una gran sonrisa en sus labios por
su entusiasmo.
—Loana… —le avisa Alistair, yo me quedo callada con el rostro
rojo.
—Hola Loana, encantada de volver a hablar contigo. —Me obligo
a decir.
—Ay Emily, cariño, yo también. ¿Sabéis? Esto es mejor de lo que
pensaba. Llamaba a Alistair porque ya sé que estás muy ocupado y
después de irte de Colmar ibas a regresar a Bruselas, pero he
pensado que podríais venir los dos en Enero a Brujas, después de año
nuevo, un par de días.
Miro de reojo a Alistair, parece no estar muy feliz con eso por su
mandíbula tensa.
—No estoy seguro de…
—Tu padre quiere verte Alistair, hace mucho que no lo ves —dice
Loana con seriedad—. Y Emily se muere por ver la ciudad de Brujas.
Supongo que eso es algún tipo de chantaje para hacer que
Alistair vaya a visitarlos, aunque realmente quiero ver la ciudad, pero
no sé si es una buena opción ir de viaje con Alistair a ver a su familia
en Navidad, eso suena como…, si estuviéramos juntos.
—¿Tú qué dices? —me pregunta Alistair mirándome después de
unos segundos.
—Yo no sé… pero tú deberías ir, seguro que ellos se mueren por
pasar tiempo contigo.
—¿Quieres ver la ciudad? —me pregunta de nuevo ignorando mi
comentario.
—Sí, claro, pero nosotros no…
—Iremos —dice Alistair sin dejarme terminar.
—¡Eso es fantástico! Tu padre estará muy contento y yo más, os
prepararé las mejores comidas y Emily, sé que adoras el chocolate,
tranquila, te voy a traer de los mejores.
—Muchas gracias Loana pero de verdad que no quiero ser una
molestia.
—¡No lo vas a ser! Tengo muchas ganas de conocerte mejor.
Bueno, os dejo tranquilos, parejita. Hijo, ya me avisaras con los
detalles de vuestra llegada, te quiero, un beso a los dos.
Y cuelga sin darnos ninguna oportunidad de responderle a nada.
—Alistair no puedo ir…, Loana cree que...
—Que estamos saliendo, sí, y deberíamos hacerlo.
—No somos compatibles.
—¿No? Yo creo que el otro día demostramos que sí que lo somos.
—Sonríe con esa maldita sonrisa de engreído, prepotente y sexy que
me deshace.
—¡Oh por Dios! Eres desesperante, sabes que no me refiero a
eso. Tú no buscas una relación y yo no estoy preparada para ser una
del montón, no quiero serlo. —Cada vez que recuerdo el dolor y la
rabia que sentí al enterarme de que Théo, me había estado
engañando en mi cara todo el tiempo que mantuvimos una
relación…, me hierve la sangre.
—Emily, ¿cuántas veces te tengo que decir que desde el minuto
uno en el que te conocí no has sido como ninguna de las mujeres con
las que he estado? ¿Piensas que llevo a todas las chicas a conocer a
mi familia?
En el fondo quiero ser especial para él, pero no puedo hacerme
ilusiones, los hombres como Alistair no pueden mantener la bragueta
cerrada, y si alguien tan banal como Théo me engañó… ¿Cómo no iba
a hacerlo este hombre sexy, rico e inteligente al que le llueven ofertas
por doquier?
—¿Qué pasa con tu padre? —decido cambiar de tema, no sé si
Alistair va a querer hablar del tema conmigo, pero tengo que
intentarlo. Parece ser algo que le hace daño y quiero estar preparada
para la situación, no es que haya aceptado ir todavía pero…, estoy
preocupada por él.
Alistair tarda unos minutos en contestar, tanto que pienso que
no lo hará.
—El rollo de siempre, supongo, es un capullo.
—¿Qué pasó?
—Engañó a Loana cuando empezaban a salir, fue cuando tuvo a
mi hermana, ¿te acuerdas que te hablé de ella? —me pregunta,
asiento.
—Y, ¿tú no le has perdonado? Porque ella parece que sí.
—No, hizo lo mismo con mi madre, es un capullo, no sabe
valorar lo que tiene. Por su culpa tengo una medio hermana que es
casi una extraña para mí, su madre no quiere saber nada de él y eso
me jode.
Puedo entender cómo se siente, tiene una medio hermana y ni
siquiera puede verla cuando le apetece, es duro y está claro que su
padre tiene toda la culpa, pero no puedo ni imaginarme como sería
llevarme mal con mi padre, por muchos errores que cometiera…
Aunque claro, no es lo mismo, mi padre es el mejor, mi héroe, nunca
me ha fallado, ni a mí ni a nuestra familia.
—Lo siento mucho —digo entrando ya por mi calle, no sé qué
más decir para consolarlo.
—Es una putada, pero es lo que hay. —Se encoge de hombros
como si no le importara, pero sé que sí que le afecta, tanto las
decepciones que se ha llevado con su padre, como el no poder pasar
tiempo con su hermana, estoy segura. No puedo imaginarme estando
lejos de mi hermano, a veces lo odio porque es un tocapelotas, pero
lo adoro y lo quiero con todo mi corazón.
—¿Sabes algo de ella?
—Sí, tiene veintitrés años y es muy lista y guapa, estudia
astronomía. Se llama Mckenzie —dice muy orgulloso.
—¿Hablas con ella?
—Alguna vez, como su madre no quiere que tenga contacto con
nosotros…, se siente mal y por eso no nos vemos más que una vez al
año o así, tampoco es que yo vaya mucho por casa.
—Vaya…
—Estoy seguro de que seríais buenas amigas. —Me mira
sonriendo y se me derrite el corazón al verlo así, Alistair es mucho
más de lo que parece, tiene sus miedos y sus problemas, y aun así es
un hombre exitoso, divertido y puede parecer superficial, pero no lo
es para nada.
—Estoy segura de que sí. —Le cojo de la mano y él me la aprieta
con cariño.
—Nunca he hablado con nadie de esto —me confiesa y después
se lleva mi mano a sus labios, para depositar un beso en mis nudillos.
Siento mi corazón estremecerse, este hombre…, puede hacerme
mucho daño, se ha convertido en alguien importante para mí en muy
poco tiempo, y eso me asusta.
—Me alegro de que me lo hayas contado.
CAPÍTULO 22
Emily
En el mismo momento en el que salimos del coche, la puerta de mi
casa se abre y mis padres aparecen por esta, seguramente van a hacer
la compra. La mirada de mi madre es la primera en posarse en mí y
en el coche del que salgo del lado del piloto, sus ojos se abren como
platos y tengo que aguantar una sonrisa. Le da un codazo a mi padre
que va distraído caminando hacia su coche y le señala con la cabeza
hacia mi dirección, tarda unos segundos en reaccionar y en mirarme
sorprendido.
Luego caigo en la cuenta de que Alistair también está saliendo
del coche y que mis padres caminan hacia nosotros.
Mierda.
—¡Emily! —me llama mi madre. Alistair se gira hacia ella, pues
no se ha dado cuenta de las miradas de asombro de mis padres.
—Hola —saludo caminando hasta acercarme a ellos y a Alistair,
quien se ha quedado al otro lado del coche.
—Señor y señora Fenn, soy Alistair Digory, encantado —le tiende
la mano a mi padre y este se la estrecha sin decir nada, simplemente
asiente sin palabras. Mi madre sin embargo está examinando a
Alistair con demasiada intensidad.
—Me suena tu nombre… —dice mi padre al fin.
—Es mi jefe. —Me apresuro a decir—. El señor Digory es dueño
de Digory Hotels.
—Ah sí, lo vi en las noticias, es precioso el hotel del centro, y
muchas gracias por contratar a nuestra Emily —dice mamá
sonriendo un poco más.
—Muchas gracias, me alegro de que le guste. Emily es fantástica
—dice Alistair y no puedo evitar sonrojarme—. Y señor Fenn, soy un
gran admirador de su trabajo, desde que Emily me dijo que era
profesor de literatura he estado leyendo su libro comentando la obra
de Shakespeare, y he de decir que son sublimes sus teorías sobre la
autoría de algunas de sus obras —comenta Alistair a mi padre
sorprendiéndome a mí también, no me ha dicho nada.
—Oh, muchísimas gracias, es un honor, cuando quieras podemos
debatirlas.
—El honor es mío, me encantaría.
Papá está visiblemente feliz por tener un fan, y yo estoy
encantada de que a mi padre le agrade Alistair, aunque no debería
importarme.
—Y, ¿de donde es señor Digory? —pregunta mi madre.
—Vivo en Bruselas, pero me crié en Brujas, y por favor,
llámenme Alistair.
—Claro. Ay, Brujas es una ciudad preciosa, ¿verdad cariño?—
dice mi madre mirando a papá —. Estuvimos cuando éramos jóvenes
—explica mamá, y mis padres comparten una sonrisa.
—Sí que lo es.
—¿Entonces tu familia está allí? ¿Irás a visitarlos por Navidad?
—Se interesa mi madre, está siendo demasiado cotilla.
Le envío una mirada de advertencia que ella ignora
deliberadamente, esto parece un interrogatorio y seguramente lo es,
mi madre es muy amable pero muy perspicaz también, y se ha dado
cuenta de que Alistair no es simplemente mi jefe.
—Luego, después de las fiestas seguramente —contesta Alistair
con una sonrisa sin entrar en el pequeño detalle de que yo
probablemente viajaré con él.
—¡No puede ser! ¿Vas a pasar las navidades aquí solo? —exclama
mi madre alarmada, como si eso fuese la peor de las desgracias.
Aunque sí que es algo triste y yo también lo he pensado, incluso
Loana me pidió que no lo dejara solo, pero no he caído hasta ahora
que Alistair habrá pasado muchas navidades sin nadie —. De
ninguna manera, en nuestra mesa hay sitio de sobra, siéntete en
casa.
—No se preocupe señora Fenn, siempre estoy trabajando así
que…
—Ah no, en Navidad no se trabaja, ya está decidido, te
esperamos para la cena de Nochebuena.
—Mamá… —la aviso, pues tampoco quiero obligar a Alistair a
pasar las navidades con mi familia, por no hablar de lo raro que
sería, tan raro como que yo vaya a visitar la suya.
—¿Qué? Si tiene la confianza como para dejarte conducir su
coche, también para venir a comer a casa —dice mi madre como si
nada y dejando el tema zanjado.
Ahí tiene razón.
—Me encantará cenar con ustedes, si a Emily le parece bien —
dice Alistair mirándome.
—Claro que le parece bien, no se hable más. —Sonríe satisfecha
mi madre. Y yo no tengo más que decir, no me dejaría.
Después de despedirnos de mis padres, se marchan a la compra
y Alistair y yo volvemos a quedarnos solos.
—No tienes que venir si no quieres… mi madre se ha
entusiasmado demasiado —digo algo avergonzada.
—¿Tú no quieres que vaya?
—¿Qué? No es eso, osea, a ver, somos amigos, claro que puedes
venir, además Loana me dio la misión de hacer que no trabajaras
tanto así que…
—Claro, lo hacemos por ella. —Ríe Alistair, se está burlando de
mí porque en realidad sabe que quiero pasar tiempo con él.
—Eres idiota —le digo con una una medio sonrisa.
—Así es como más te gusto —me guiña un ojo.
—Es imposible —acepto y suelto un bufido.
Una vez Alistair se ha marchado, voy directa a mi habitación para
cambiarme de ropa, ponerme algo cómodo y seguir viendo mis series
navideñas en Netflix, y sobre todo, a comerme los chocolates que me
ha regalado Alistair. Aunque no puedo concentrarme demasiado
porque él acude a mi mente todo el rato. Realmente es una locura, él
va a pasar las navidades con mi familia y yo iré de visita a pasar unos
días con la suya… No sé ni cómo hemos llegado a esta situación. Y
menos puedo imaginarlo en la cena de Nochebuena con mis abuelos
y tíos, aguantando los chistes malos de tío Gerard y las historias que
siempre cuenta mi abuelo Mathéo de su juventud, o a mi prima
Rébecca hablando de sus perros, en serio, tiene como diez, y sus
conversaciones se centran exclusivamente en ellos, digas lo que
digas, siempre saca una historia de sus perros. Es un disparate
imaginar a Alistair en medio de todos ellos.
Más tarde llamo a Val para contárselo y decidimos salir a cenar,
en mitad de la cena recibo una llamada de Rosie. Descuelgo.
—¿Rosie? Dime.
—Hola Em, siento llamarte a estas horas pero necesito un favor
—dice con una voz un poco ronca.
—No pasa nada, ¿qué es?
—Sé que mañana es tu día libre y que es sábado pero…, necesito
que me cubras en el hotel, es el día más ajetreado y no me encuentro
muy bien.
—¿Y eso?
—No lo sé, de repente me he empezado a encontrar mal y me
duele la cabeza y tengo fiebre. —Tose—. No creo que me encuentre
mejor mañana.
—Vale, no te preocupes, yo haré tu turno.
—Ay, muchísimas gracias, te prometo que te lo compensaré.
—No tienes porqué, así consigo dinero extra, no te preocupes, de
verdad, tú mejórate.
—Muchas gracias. —Tose de nuevo—. Con suerte nos vemos el
lunes.
—Genial.
Y después de despedirnos, colgamos.
—¿Qué pasa? —pregunta Val.
—Tendremos que aplazar las compras navideñas a la tarde,
tengo que ir a trabajar por la mañana. —Pongo mala cara, la verdad
es que no me apetece nada, pero no puedo dejar que Rosie vaya a
atender a los clientes en este estado.
—Por mi no hay problema. ¿Qué le pasa a Rosie?
—Se encuentra mal, dice que le duele la cabeza y tiene fiebre.
—Uf, qué mal, en esta época no es nada extraño.
Asiento y sin querer recuerdo que Alistair tiene una cita con una
mujer este finde, y que dijo que la enviaran directamente a su
habitación… ¿Tendré que ver como queda con una mujer con mis
propios ojos? Se supone que él va a asistir a la fiesta de Navidad de
mi familia en calidad de amigo, pero aun así…, que se vaya a ver con
otra chica frente a mis narices no me parece nada bien si una semana
después, va venir a mi casa. Estoy celosa, no lo admitiré en voz alta,
pero lo estoy, y muy cabreada.
—¿Qué te pasa? ¿Qué estás pensando que tienes esa cara de
querer asesinar a alguien? —pregunta mi amiga con una sonrisa en la
cara.
—Eh, ah, nada.
—¿Tiene que ver con Alistair? —Alza las cejas burlándose de mí.
Bufo y pongo los ojos en blanco.
—Odio que me conozcas tan bien. Sí, es que… dijo que este fin de
semana llegaría una mujer y que la enviáramos directamente a su
habitación…
—Y te mueres de celos, lo entiendo.
—¡No me muero de celos! —me quejo.
—Si que lo haces… —canturrea con una sonrisita odiosa.
—Dios… que tonta eres a veces… —Suelto sin poder evitar
sonreír.
—Menos mal que solo es a veces… —Reímos —. Pero en serio, a
lo mejor no es nadie, solo una reunión.
—No creo, sus reuniones no las hace en su habitación.
«Al menos las que no son conmigo», pienso.
—Pues pregúntale, en vez de comerte la cabeza —dice apoyando
los codos sobre la mesa y aguantando su cabeza con las manos, como
si fuese la cosa más simple preguntarle eso.
—Es muy fácil decirlo.
—Y hacerlo. Tenéis una relación extraña, si después de hacerlo
en su habitación y de haberte regalado semejantes orgasmos, y de
que tu madre lo invite por Navidad, y tu vayas a ver su familia, queda
con otra… Es un gilipollas y te ayudaré a cortarle las pelotas.
—Solo somos amigos…
—¡A la mierda con eso, Em! No los sois y lo sabes bien,
pregúntale sobre esa chica —me exige.
—No sé Val…, ya veré mañana si coincidimos. ¿Podemos
cambiar de tema? ¿Tú qué tal en la empresa de tu familia? —le
pregunto realmente curiosa, ya que no me fio nada de Alan, y
después de que Alistair me dijera que sospechaba que no llevaba su
empresa como debería…, tengo miedo de que eso salpique a Val,
aunque ella solo se dedica al marketing y los eventos.
—Ay Dios, no me hagas hablar, ya conoces a mi primo, es un
idiota, y estresa a todo el mundo con sus tonterías en vez de
centrarse en lo que importa. Por cierto, no habrá trato con Digory
Hotels, ¿lo sabías? Era un acuerdo que nos iba a salvar el culo porque
las cosas no están yendo muy bien desde que mi tío se marchó y se lo
dejó todo a él… —dice triste y preocupada—. Después de todas las
generaciones que han habido de Bodegas Lefevbre, tienen que dejar
al mando a mi primo que no sabe hacer su trabajo, y nos está
llevando a la bancarrota…. —lamenta.
—Siento mucho oír eso Val, me sabe mal por tí. Deberías haberla
heredado tú, a ti siempre te ha gustado la idea de llevar la empresa,
te has formado para ello y se te da genial, eres increíble en eso —le
digo sincera, realmente lo pienso.
—Ya, pero mi abuela está chapada a la antigua y quería que fuese
un hombre quien gestione la empresa y bla bla bla… No digo que
Alan no se lo merezca, pero creo que debería ser yo quien dirigiera
Bodegas Lefebvre.
—Pues yo sí que lo digo, es un inútil y ha perdido el trato con
Alistair por ser un capullo y hacer lo que no debe —le digo cabreada,
sin darme cuenta de que le estoy dando más información de la que
debería.
—¿Por qué? ¿Sabes qué ha pasado para que Alistair se retire?
—Eh… más o menos, Alistair no se fía de tu primo, Val, tienes
que tener cuidado, cree que Alan podría estar haciendo mal las cosas,
ya sabes. —Bajo la voz en mis últimas palabras.
—Mal en plan… ¿Cosas ilegales?
—No lo sé, pero creo que sí.
—No creo que mi primo sea tan estúpido como para arriesgar el
sustento de toda la familia… —dice más para sí misma que para mí,
no se la ve muy convencida—. De todas formas estaré atenta, gracias.
—Ni me las des, ya sabes que a mí, Alan, nunca me ha dado
buena espina, sé que es tu familia pero…
—Ya, bueno, cambiemos de tema.
Nos ponemos a hablar de cosas más banales, de series y películas
que tenemos ganas de ver juntas, sobre todo ahora que estamos en el
mood navideño y son un imprescindible para nosotras, como The
Holidays o Anastasia.
CAPÍTULO 23
Emily
Al día siguiente llego al hotel Belle Nuit cuando el sol está por salir,
hace muchísimo frío y ha nevado durante la noche y parte de las
calles, coches y tejados, están blancos. Sería precioso si no fuese por
el frío que hace. Entro rápido al calorcito del hall del hotel, sigo
maravillada con la decoración navideña que he llevado a cabo casi yo
sola por completo. Me siento en un cuento de navidad con todas esas
decoraciones, el reno, el buzón de Santa Claus en el que algunos
niños se han acercado a dejar sus cartas, la nieve artificial de
alrededor del árbol, las luces... El árbol gigantesco es una pasada con
todos esos adornos en dorado y madera que contrastan con los tonos
madera claro y el mármol blanco de la recepción. Además pude
conseguir una estrella igual a la que se nos rompió, y Alistair le pidió
a Bonnie, la chica de mantenimiento que la pusiera.
Dan ganas de sentarse en los sillones de color verde esmeralda y
tomarse una taza de chocolate caliente a admirar el paisaje.
Pero no tengo tiempo para eso, voy directamente a la sala de
empleados para dejar mis cosas.
—Buenos días —saludo a mis compañeros al entrar.
—Eh, Emily —me llama Adrien—. ¿Un sábado aquí? —pregunta
con una sonrisa.
—Sí, Rosie se ha puesto enferma y he venido a reemplazarla —
explico mientras me quito el abrigo y me acerco a mi taquilla para
colgarlo.
—Ostras, no lo sabía, espero que se recupere pronto.
Asiento en contestación.
—¿Quieres tomar un café antes de empezar el turno? Hemos
quedado unos cuantos.
Miro mi reloj, he llegado diez minutos antes, así que acepto la
invitación.
Ambos vamos a la cafetería del hotel, donde en una mesa grande
están sentados Manon, Clément y un par de chicos más, por la
vestimenta creo que son chefs o miembros de la cocina, pero no los
recuerdo.
—Buenos días —anuncia nuestra llegada Adrien—. ¿Os acordáis
de Emily? —Manon me dedica una sonrisa y Clément asiente con la
cabeza en mi dirección.
—Ven Emily —dice Manon haciéndome sitio a su lado. Cojo una
silla y me siento donde me ha indicado.
—Ellos son Gabriel y Maxime —los presenta Adrien sentándose
al lado del tal Maxime, que está presidiendo la mesa y parece el más
mayor, y, aunque está sentado se nota que es muy alto y delgado,
tendrá unos treinta y ocho años.
—¿Tú eres la que está liada con el jefe? —pregunta Gabriel sin
tapujos, y abro los ojos como platos y me ruborizo completamente.
Ay Dios mío… ¿En serio ha dicho eso?
Gabriel parece que tenga uno o dos años menos que mi
hermano, y al parecer es un bocazas.
Clément le da una colleja mirándolo reprobatoriamente y yo se
lo agradezco mentalmente. Los demás se han quedado callados
observándome.
—¡Ay! ¿Qué? —se queja Gabriel mirando a Clément.
—Eres idiota —le responde este.
—No le hagas caso —dice Manon mirándome con cara de
disculpa—. Es un niño y un bocazas.
—No pasa nada, y no, no estoy liada con el jefe y aunque lo
estuviera no es de tu incumbencia —le espeto cabreada.
—Tienes razón Emily —dice Maxime—. ¿Qué te traigo? —
pregunta levantándose de la silla.
—Ya voy yo Chef —dice Gabriel —. Lo siento Emily, a veces
suelto lo primero que se me viene a la mente, no quería hacerte
sentir incómoda —se disculpa el chico —. ¿Qué quieres?
—Un capuccino, gracias.
—Marchando.
—Por cierto has dejado el hotel precioso, ya pensábamos que el
jefe no iba a decorarlo para Navidad —habla Manon.
—Muchas gracias.
—Sí, a todos los clientes les encanta el árbol de la entrada —
afirma Adrien, y todos asienten.
Me alegro que haya cambiado de tema, y parece que lo dicen de
verdad que les gusta como he dejado el hotel.
—Aquí tienes —dice Gabriel volviendo de la barra con mi
Capuccino.
—Gracias.
—He añadido una galleta para que me perdones. —Me sonríe,
tiene una sonrisa amplia muy bonita y sincera, como la de un niño
pequeño. No es muy alto y el pelo lo tiene muy cortito y de color
castaño.
No puedo evitar sonreírle de vuelta, una pequeña sonrisa solo.
—Estás perdonado.
—Aunque no soy el único que se lo pregunta, porque no sé si
sabrás que hay una apuesta sobre vosotros —me dice sentándose en
su silla de nuevo.
—¡Gabriel! ¿Puedes callarte ya? —le pide Manon avergonzada
porque los haya descubierto, y este se encoge de hombros—. No le
hagas caso…
—Ya me lo dijo Rosie… Pero de verdad, entre el señor Digory y
yo no hay nada.
Adrien emite una risita y yo lo fulmino con la mirada.
—Permítenos que lo dudemos, todos hemos visto cómo te mira
—dice Clément, normalmente es un chico callado y silencioso, va
rapado casi al cero y sus ojos son penetrantes, de color casi gris.
—Sí, de la misma manera que tú miras a Rosie —dice Gabriel
riendo, se lleva otra colleja y no puedo evitar darme cuenta de como
Manon pierde la sonrisa unos instantes.
Ella es morena y con unos ojos azules casi transparentes, es
bajita y muy guapa. ¿Le gusta Clément?
Por suerte la charla se lleva a temas más banales y pronto me
despido de ellos para ir a mi puesto de trabajo. Cuando llego a la
recepción, no puedo evitar mirar hacia las escaleras y pensar en
Alistair, quien está a tan solo unas habitaciones de distancia.
¿Debería subir a saludarlo? Pero entonces recuerdo que está
esperando a una chica, y los celos y el enfado vuelven a aparecer. ¿De
verdad va a verse con una chica después de lo que hicimos? Suspiro
intentando no pensar demasiado en eso, somos amigos, eso fue un
momento de debilidad, nada más.
Al ser sábado por la mañana hay muchos huéspedes para
registrarse y entradas, así que estoy bastante ocupada y no puedo
pensar demasiado en Alistair, cosa que agradezco. Pero cuando
llegan las diez y veinte de la mañana y aparece una chica muy guapa,
vestida completamente de negro con una chaqueta larga y unos
tacones, con un vestido ajustado de color negro debajo, sé que es ella.
Es una mujer elegante y sofisticada que es perfecta para él y su
mundo. Su cabello ondulado, largo y de un intenso color chocolate se
mueve perfectamente sobre sus hombros.
—Buenos días, soy Amber Falls, he quedado con el señor Digory
—dice cuando llega al mostrador con prisa.
Me quedo unos segundos observándola y siento un pinchazo en
el corazón, la mujer me mira impaciente, debe de pensar que soy
tonta o sorda.
—He quedado con el señor Digory —repite.
—Sí, vale, ahora le aviso.
Maldita sea, no soy su maldita secretaria. ¡Joder! Si quiere
quedar con su amante que se las apañen. Maldito seas Alistair
Digory.
A pesar de mis pensamientos me giro hacia el teléfono y llamo a
la suite de Alistair, espero que no reconozca mi voz, por alguna razón
no quiero que él se entere de que estoy aquí.
—¿Si? —contesta al teléfono con esa voz tan profunda que me
provoca mil sensaciones.
—Señor Digory, Amber Falls está aquí —digo con un tono muy
profesional.
—¿Emily? —pregunta él en cambio.
—¿Si? —respondo.
¡Mierda!
—¿Qué haces aquí un sábado? Hoy no trabajas.
—Rosie está enferma —contesto sin más.
—Oh, vale, dile a la señorita Falls que suba a mi habitación.
—¿En serio? —se me escapa, estoy cabreada y no he podido
aguantarme —. Mierda —suelto y cuelgo sin saber cómo arreglarlo.
No debería haber dicho nada. Nosotros no somos nada. No paro de
repetírmelo a mí misma, pero mi estúpido corazón no lo entiende.
—Suba, quinto piso, suite belle nuit —le digo sin siquiera mirarla
a la cara. Seguramente ha escuchado nuestra conversación.
—Gracias —dice la tal Amber y se marcha hacia los ascensores.
—Soy idiota, él es idiota… —murmuro para mí misma.
Alistair
Emily está cabreada, pero no entiendo porqué ¿Le molesta que me
reúna con la señorita Falls en mi habitación? ¿Está celosa? No confía
en mí, esa es la respuesta, lo sé perfectamente y eso, aunque no
debería, me duele. Si soy sincero no he pensado que desde fuera
pueda interpretarse mal, desde que estoy aquí no me he reunido con
nadie en mi habitación a parte de Emily, he hecho una excepción con
la señorita Falls ya que me pidió total discreción. Después bajaré a
explicárselo en persona, aunque dudo mucho que me deje
explicarme. Parece que no paro de cagarla con Emily, pero es que ella
no me lo pone nada fácil.
Unos minutos después llaman a mi puerta, y voy a abrirla
sabiendo quién es.
—Buenos días, señor Digory —me saluda Amber.
—Buenos días. —Me hago a un lado para que entre.
—Siento no tener mucho tiempo para reunirme con usted,
créame que me hubiese gustado tener más tiempo, me han hablado
mucho de usted —dice con un tono insinuador.
—No se crea ni la mitad —bromeo intentando ignorar cómo se
está quitando el abrigo exhibiendo su escote.
En otro momento le hubiese seguido la corriente y en cinco
minutos la tendría desnuda en mi cama, es atractiva, pero desde que
conozco a Emily ninguna chica está a la altura, ya no me vale
cualquiera.
—Oh, créame, son todo cosas buenas. —Sonríe seductoramente.
—¿Empezamos? —le pregunto señalándole la mesa. Ella abre los
ojos de par en par por mi rechazo, pero no vuelve a decir nada más.
Al final firmamos el acuerdo, es muy buena en su trabajo y tiene
una gran trayectoria como maestra chocolatera, eso ya lo sabía
cuando me puse en contacto con ella. En este acuerdo yo pondré el
chocolate de calidad de Les chocolats de Faure y ella su talento para
crear las chocolatinas que van a ser un habitual en el hotel, primero
en Colmar y después, si tienen éxito, en el resto de mis hoteles.
CAPÍTULO 24
Emily
Llevan media hora en la habitación, la señorita Falls aún no se ha
ido, la hubiese visto pasar. No voy a mentir, estoy nerviosa y
cabreada, y no me entiendo ni yo misma. Claramente se trata de
algún asunto de negocios, pues uno no queda a estas horas para… ya
sabéis. Pero sigo sin entender porqué la ha citado en su habitación y
no en el despacho o en una cafetería o restaurante. ¿Él quiere estar a
solas con ella? No debería importarme en absoluto, pero lo hace, y
eso me cabrea.
La curiosidad me come por dentro y entonces se me ocurre hacer
algo que sé que no está bien… La busco en google.
Amber Falls es una maestra chocolatera galardonada y elogiada
en toda Europa, y ha ganado premios en Japón también, es increíble
todo lo que ha conseguido a sus treinta y siete años. Miro su
Instagram, tiene más de cien mil seguidores y una chocolatería en
París muy famosa.
La mujer es increíble y si es una maestra chocolatera… ¿Quiere
decir eso que trabajaría para el hotel? Quizá por eso ha elegido
reunirse en privado, para que la prensa no hable antes de tiempo ni
haya rumores.
—¿Qué tan interesante es lo que lees? —me pregunta Adrien
desde detrás del mostrador de la recepción asustándome, doy un
pequeño bote en la silla y cierro todas las páginas en un impulso.
—¡Joder, que susto! —me quejo volviendo a sentarme bien en la
silla y con la mano en el corazón.
Adrien se ríe y apoya los codos en el mostrador para mirarme de
cerca.
—¿Estabas viendo porno o algo así? —se burla.
—¡Claro que no! —Y tengo que reír.
—No voy a juzgarte —promete en broma.
—Anda, cállate. ¿Quieres algo? O, ¿solo vienes a molestar?
—Jo, qué borde, yo nunca te molesto y lo sabes —me guiña un
ojo—. Venía a saludar, y te he visto tan concentrada… —Ríe.
—¿No trabajas nunca? —le pregunto en broma, aunque con cara
seria.
—A veces, es que ahora hay poca gente y me estoy aburriendo. —
Se encoge de hombros y sonrío. En ese momento escucho la voz
chillona de Amber desde el ascensor, ella y Alistair están yendo hacia
la puerta y, él nos está mirando a Adrien y a mí con el ceño fruncido
mientras Amber habla, ni siquiera se ha dado cuenta de que él no le
está haciendo ni caso.
—Uy, esas miraditas…, creo que quiere asesinarme —dice Adrien
en un susurro. Es entonces cuando rompo el contacto con sus ojos
azules y miro de nuevo a mi amigo.
—Que va…
—¿Quién es ella?
—Una maestra chocolatera muy famosa —digo removiendo
algunos papeles que no necesito cambiar de lado, pero lo hago
igualmente, necesito concentrarme en algo y no mirar hacia Alistair.
—Aaaah, ya sé que está pasando aquí… —dice Adrien con una
sonrisa—. Estabas celosa y la has buscado por internet.
—¿Qué? ¡No!
—No me mientas, te has puesto roja. —Se ríe de mí y yo le tiro un
boli que le da en la cabeza y exploto en una carcajada—. ¡Joder, que
agresiva!
—Te lo mereces por tocapelotas. —Rio sin poder parar.
—Emily. —Me llama Alistair por detrás de Adrien. ¿Cuándo ha
llegado hasta nosotros? Ambos nos ponemos serios de golpe y nos
erguimos—. Esto no es un patio de recreo, hay huéspedes esperando
—me dice serio.
¿Pero de qué va? No hay nadie esperando para ser atendido, y en
el hall solo hay una señora mayor sentada en una de las butacas
leyendo una revista, y un hombre joven y trajeado mirando su
teléfono.
—No hay nadie —le contesto mordaz.
—Creo que me llaman de la cocina —murmura Adrien y se
esfuma.
Maldito cobarde.
—¿Te parece profesional estar ligando con un compañero así
delante de los clientes? —Está cabreado y celoso el muy estúpido,
pues que tome de su propia medicina.
Pero no puedo estar callada.
—¿Eres idiota? No estaba ligando, ¿ni siquiera puedo reírme?
¿Es esto una especie de cárcel o una dictadura? Perdóneme, oh, su
majestad, la próxima vez le pediré permiso para reirme —le espeto
irónica y cabreada cruzándome de brazos. Soy consciente de la
mirada de Alistair hacia mis pechos.
Empiezo a sentirme excitada.
—Emily, al despacho, ya.
—No, estoy trabajando y tengo clientes que atender —le suelto
irónica sin moverme.
—No lo diré dos veces.
—Perfecto entonces, que pase un buen día señor Digory —digo
apartando la mirada de él y posándola en el ordenador, como si allí
estuviese la cosa más interesante del mundo.
—¡Maldita sea! —Siento cómo da la vuelta al mostrador y se
acerca a mí. Sin previo aviso, mueve mi silla del escritorio para
tenerme de frente, me dedica una sonrisa lobuna, me rodea la
cintura con sus brazos y me coge para echarme al hombro, como si
fuese un maldito saco de patatas, antes de que pueda huir ni decir
nada.
Mi primera intención es gritar y patalear, pero no quiero llamar
la atención de las pocas personas que hay aquí.
—Te voy a matar —le susurro cerca del oído, no le veo la cara
pero sé que está sonriendo el muy idiota—. Bájame.
—No —dice él—. ¿Qué tal sienta? —me responde llevándome
hasta el despacho.
—¡Te odio, eres un inmmaduro, un idiota y un grano en el culo!
—le espeto cuando entramos en el despacho y cierra la puerta.
—Por favor, no me halagues más, me vas a poner rojo —se mofa
Alistair.
Suelto un gruñido de exasperación y empiezo a patalear al aire y
a moverme para que me suelte.
—Emily, para, nos vas a tirar.
—¡Pues suéltame! —le grito sin parar de moverme.
—Espera… —De repente estamos en el suelo, Alistair se golpea la
espalda con el suelo duro y yo caigo sobre él—. Joder, qué daño… —
se queja cerrando los ojos y sujetándome por las caderas. Podría
haberme hecho mucho daño si Alistair no hubiera maniobrado para
que cayera sobre él.
—Oh Dios mío. ¿Estás bien? —le pregunto preocupada y con el
corazón acelerado por la inminente caída.
—No… —se queja, y entonces no puedo evitar reírme a
carcajadas al imaginarme cómo hemos caído, pero a cámara lenta.
—Eso te pasa por idiota. —Río más fuerte.
—Me alegro de que te resulte gracioso que tu jefe se haya roto la
espalda.
—¡Qué exagerado! —Sigo riendo.
Y en un momento Alistair me tiene debajo de él, mi risa se
esfuma y nuestras miradas se conectan, siento ese calor en el cuerpo
que solo él me provoca. Tiene una media sonrisa en los labios por mi
sorpresa.
—Estás preciosa riéndote a carcajadas, si tengo que partirme la
espalda más a menudo para verlo, lo haré encantado —me dice, y yo
pongo los ojos en blanco, pero mi sonrisa de tonta no desaparece.
—Está claro que no te has partido nada, te has movido muy
ágilmente.
—Y puedo ser más ágil todavía —me dice acercando su rostro al
mío, va a besarme, y no lo voy a detener, no quiero hacerlo. Nuestras
miradas se conectan y la química que hay entre nosotros explota,
ansío a este hombre, a su calor, a su tacto...
Nos besamos apasionadamente, lo he echado mucho de menos,
sus labios, su sabor, la forma que tiene de apoderarse de mis labios,
de mí, de mi cuerpo… Alistair es el hombre más excitante que jamás
he conocido, no puedo mantenerme alejada de él. Envuelvo con mis
brazos su cuello y me arqueo hacia él, necesito sentirlo. Entonces
Alistair me abre las piernas alzando mi falda ajustada y negra sin
dejar de besarme. Su lengua se roza deliciosamente con la mía y
presiona su duro miembro contra mi sexo, no puedo contenerme y
suelto un gemido, Alistair se lo traga envistiendo una y otra vez. Lo
necesito, tanto como él a mí, quiero sentirlo dentro de mi cuerpo.
—Eres preciosa —me susurra dándome pequeños besos por la
mandíbula y mi cuello—. Esto tiene que ir fuera —dice refiriéndose a
mi camisa.
No tarda ni dos segundos en deshacerse de ella y dejarme en
sujetador para volver a besarme con desesperación, eso hace que me
sienta aún más mojada. Comienza a acariciarme los pechos y el
estómago creándome mariposas y escalofríos de placer, entonces soy
yo quien se deshace de mi sujetador, necesito mi piel contra la suya.
—Esto también tiene que ir fuera —le informo sacándole la
camisa del pantalón. Y Alistair, con una sonrisa endiabladamente
sexy, se quita los primeros botones de la camisa y luego se lleva la
mano al cuello de esta y se la saca.
Es lo más sexy que he visto jamás.
—Tus deseos son órdenes para mí, muñeca —me susurra en los
labios frotando sus definidos pectorales contra mis pezones erguidos.
Gimo y me arqueo hacia él presa de la necesidad de sentirlo en
mi punto más sensible en este preciso momento.
—Alistair…
—Lo sé muñeca, también quiero sentirte. —Me besa unos
segundos en los labios y después va descendiendo hacia mis pechos,
me estremezco cuando se introduce mi pezón en la boca, lamiéndolo
y succionando. Me aferro a su cabello negro y miro hipnotizada como
me debora.
Alistair se yergue y se pone de rodillas entre mis piernas, siento
el peso de su mirada sobre mí y como eso provoca que una bola de
fuego explote en mi centro.
—Necesito verte completamente desnuda, ahora. —Y entonces él
lleva sus grandes manos a cada lado de mi falda y me la desliza muy
lentamente por las piernas, tanto la falda como el tanga que llevo y
las medias. Me acaricia volviéndome loca, alargando el momento.
Gimo enloquecida por sentirlo.
—¿Qué quieres Emily? ¿Mi polla? ¿Mis manos? ¿Mi boca? —me
pregunta con esa voz ronca que se me clava en el pecho.
Siento todo mi cuerpo chisporrotear cuando Alistair comienza a
acariciar mi vientre, descendiendo muy lentamente.
—Todo —digo casi sin aliento.
—Así me gusta. —Sonríe satisfecho y me acaricia toda la
humedad, me abre con sus pulgares y grito de placer.
Me estremezco cuando lo siento introducir uno de sus dedos en
mi interior y mover en círculos su pulgar sobre mi clítoris, me está
volviendo loca, voy a deshacerme en segundos.
—Me gusta sentir lo húmeda que estas por mi, y me gusta ver
como te corres para mí. —Su voz ronca y sexy no hace otra cosa que
alimentar todas las sensaciones devastadoras en mi interior, siento
como un torrente eléctrico se acumula entre mis piernas dispuesto a
explotar—. Eso es, muñeca. —Me alienta acariciándome un punto
muy sensible en mi interior, acelera el toque en mi clítoris y de
repente siento su boca allí donde antes estaba su pulgar, bebiéndose
mi orgasmo e intensificándolo.
Me llevo las manos a la boca en un afán de no gritar demasiado,
consciente de que estamos en el despacho de la recepción mientras
mi cuerpo se convulsiona de placer. Alistair no baja el ritmo de sus
lamidas y sus embestidas, sino todo lo contrario, acelera el
movimiento de sus dedos en mi interior, rozándome puntos que no
sabía ni que existían, pero que me están convirtiendo en un volcán,
provocando un segundo orgasmo demasiado intenso.
—Me vuelves loco Emily ¡Joder! Solo quiero ver como te corres
una y otra vez. —Se incorpora sobre mí y me besa profundamente en
los labios con desesperación y pasión desatada.
—Alistair… —Lo llamo cuando se separa.
—Debemos parar antes de que te haga el amor en este suelo, no
quiero hacerlo contigo así, quiero que sea especial —dice él
acariciándome la mejilla, después me da un suave beso en la frente.
Me sonrojo, mi corazón late desbocado, pero no por lo que
acabamos de hacer, que también, sino por sus palabras, me encanta
que quiera que sea algo especial entre nosotros. La verdad es que lo
necesito en este preciso momento, aquí, me da igual que sea en este
suelo, pero no seré yo quien lo inicie.
—Ven aquí. —Alistair me ayuda a incorporarme y después me
coge en volandas para sentarme en la mesa. Luego me ayuda a
vestirme mientras me da ligeros besos sobre la piel. Estoy a punto de
deshacerme de amor aquí mismo.
—Lista y preciosa —dice él cuando acabo de ponerme bien la
camisa dentro de la falda. Ha sido… demasiado íntimo, y mi corazón
sigue latiendo como loco por este hombre —. ¿Estás bien, mi
duendecillo de la Navidad? —me pregunta. No me he dado cuenta de
que me he quedado como una tonta mirándolo.
—Sí, gracias… —digo apartando la mirada. Me estoy
enamorando de Alistair, y realmente…, da miedo sentirme así.
Él suelta una risotada.
—Ha sido un placer —contesta con una sonrisa de medio lado
que da a entender que se está refiriendo a los orgasmos que me ha
dado.
—¡No me refería a eso, idiota! —suelto dándole un golpecito en
el hombro descubierto, él ríe más fuerte y se me escapa una sonrisilla
—. Será mejor que te vistas tú también —digo apartándome de él
para coger su camisa, pero también para separarme un poco de
Alistair, no quiero sentirme así, no con un hombre como él, que no
va a quedarse a mi lado.
Le tiendo la camisa y luego le ayudo a abrochársela, aunque lo
que quiero hacer es lamer esos abdominales de puro acero.
—Eh, oye —me llama cogiéndome del mentón para que lo mire a
los ojos, quiero hundirme en él, en su aroma a tomillo y a hombre —.
Me asustas cuando estás tan callada. ¿Te arrepientes? —me
pregunta y en sus preciosos ojos azules, que brillan como si hubiese
perlas al fondo, están llenos de preocupación por mí.
—No, no me arrepiento, pero tenemos que dejar de discutir si
vamos a acabar…, así —digo avergonzada. Él suelta una carcajada.
—Creo que estoy enfermo, pero discutir contigo me pone a mil
—me guiña un ojo y me da un suave beso en los labios, yo sonrío.
—Sí que lo estás.
CAPÍTULO 25
24 de diciembre, Nochebuena en casa de los Fenn.

Emily
El día veinticuatro mi casa es un caos, mi madre pasa el día
cocinando platos de comida y postres de todo tipo, y todos nosotros
estamos a sus órdenes para dejarlo todo perfecto. Para mi madre,
que venga la familia a la cena de Nochebuena es algo muy
importante y una tradición que nos vuelve locos por todo el trabajo
que conlleva cocinar tanto, limpiar y decorar la casa para la cena,
pero cuando ya estamos con la familia, comiendo y disfrutando, todo
el trabajo merece la pena. Y este año estoy especialmente nerviosa,
pues por primera vez voy a traer a alguien y no a alguien cualquiera,
sino a Alistair Digory. Vale que fue mi madre quien lo invitó, pero de
alguna manera viene por mí, como si fuese mi acompañante, y
espero que mi familia no haga preguntas incómodas… Bueno, ¿a
quién pretendo engañar? Claro que las van a hacer, sobre todo mi tía
Chloé que no puede estar callada.
Theó nunca quiso acudir ni involucrarse, y es la primera Navidad
sin él, la verdad es que no le echo nada de menos. Ahora veo
claramente que nunca lo quise realmente, o es que el daño que me
hizo ha anulado todo lo bueno que pasamos, pero de todas formas
estoy bien, he pasado páginas y tengo que admitir que Alistair tiene
mucho que ver. Aunque no quiero darle muchas vueltas a ese
pensamiento.
Cuando ya tenemos la mesa y las decoraciones listas del
comedor, me voy a mi cuarto a arreglarme. No puedo evitar sentirme
nerviosa cada vez que miro el reloj y veo que se acerca la hora en la
que llegarán todos. ¿Qué va a pensar mi familia de Alistair? ¿Qué va
a pensar él de mi familia? ¿Realmente vendrá? Ayer me dijo que
tenía muchas ganas de cenar con nosotros. Desde que pasó aquello
en el despacho la semana pasada no hemos vuelto a coincidir
demasiado, y estoy deseosa de pasar un rato con él, aunque que esté
mi familia presente no es el mejor de los escenarios.
Me pongo un vestido rojo ajustado con tirantes anchos y mis
zapatillas de estar por casa, que no son otra cosa que unas con forma
de conejitos, peluditas y muy calentitas, es la ventaja de celebrar la
Navidad en casa. Me ondulo el cabello rojizo casi rubio y me
maquillo un poco los ojos y las pestañas, después me pongo brillo en
los labios de un tono rosa.
—Mamá, ¿estoy bien? —Voy a la habitación de mis padres para
pedirle opinión a mi madre.
—Oh Dios mío cariño, estás guapísima —dice mamá asomándose
desde el baño que tienen en su habitación, está a medio maquillar.
—¿Si? —Me miro en el espejo de su habitación—. La verdad es
que me hace buen culo. —Reímos—. ¿Qué te has puesto tú? —le
pregunto.
Ella lleva unos pantalones de campana negros y una camisa de
color verde, está muy guapa también.
Luego la ayudo a peinarse, le hago un recogido con un moño
bajo y unos mechones cayéndole por la frente.
—Listas. —Sonreímos a nuestros reflejos en el espejo.
—Gracias cariño. Oye, te quería preguntar por el señor Digory…
Ya sabes que tu tía Chloé se mete en todo y va a preguntar, así que
quiero saberlo primero, ¿hay algo entre vosotros?
Pongo los ojos en blanco y suelto un bufido, sabía que antes o
después tendría que responder a esa pregunta, pero no estoy
preparada porque no hay gran cosa que decir.
—Mamá… es complicado.
—¿Y qué más? —me pregunta perspicaz.
—Es… un hombre exasperante, me saca de mis casillas y no
paramos de discutir…
—¿Pero?
—Pero también es… buena persona, considerado, y se preocupa
por su familia, bueno, por Loana, su madrastra, y su hermana. Y
tiene esa sonrisa que te deja suspirando y es… —Paro en cuanto me
doy cuenta de que parezco una chica enamorada.
—¿Atractivo? ¿guapo? ¿Está cañón? —Sugiere mi madre por mí.
—¡Mamá! —La increpo avergonzada de que diga algo así.
—¿Qué? Yo también tengo ojos. —Reímos.
—Sí, pero es mi jefe y se marchará a Bruselas y no lo volveré a
ver.
—Bueno, ¿en qué punto estáis?
—Estamos en uno en el que al parecer viene a cenar en
Nochebuena porque mi madre no puede evitar ser una buena
persona y una metomentodo. —Le lanzo una mirada de reproche y
ella ríe.
—Quería darte un empujón, me parece que a él le gustas mucho
hija, una madre sabe estas cosas.
—Oh por Dios, mamá. —Pongo los ojos en blanco otra vez.
—Tienes que pasar página, Théo fue un, y perdóname por lo que
voy a decir, pero fue un capullo contigo, nunca me cayó bien —me
confiesa, abro los ojos de par en par porque mi madre nunca me ha
dicho algo semejante.
—¿Por qué no me lo dijiste nunca?
—Porque estabas muy enamorada y luego, cuando pasó eso, pues
no quise hurgar en tu herida, pero cariño, tienes que abrirte al amor
de nuevo —me dice cogiéndome de las manos—. Quiero verte feliz.
Alistair parece un buen hombre, no un chiquillo que todavía no sabe
lo que quiere.
—Pero Alistair no…
—Pues disfruta simplemente, y lo demás ya se verá —me guiña
un ojo.
—Pero me da miedo, creo que me estoy enamorando mamá —me
sincero esperando que me dé algún consejo.
—Oh, mi niña, pues haz caso a tu corazón, si tiene que ser será.
No todos los hombres son tan rastreros como Théo, mira tu padre. —
Me acaricia una mejilla con una sonrisa cálida —. Y no puedes culpar
a Alistair por los errores de otros, ¿verdad?
Y en ese preciso instante tocan al timbre, la fiesta va a empezar.
—Ves a abrir tu, serán tus abuelos.
Mi madre tiene razón, no puedo culpar a Alistair por los errores de
otro. Es verdad que estoy alejándome de él por miedo a que me haga
lo mismo que Théo, pero él no es Théo, ni siquiera yo soy como solía
ser con él. Con Alistair es todo diferente, emocionante y muy
excitante, me hace sentir deseada, cuidada y protegida, con mi ex
nunca me sentí de esa manera. Pero aun así, eso no cambia que él se
va a marchar, y que seguramente sus sentimientos por mí
desaparecerán cuando se presente delante de él una de esas modelos
con las que se rodea, y yo quedaré destrozada y sola, una vez más.
No quiero sentirme así nunca más.
—¡Emily! —exclama mi abuela en cuanto abro la puerta, y nos
abrazamos—. Estás guapísima, cariño. —Me sonríe apartándome por
los hombros para verme bien.
—Muchas gracias, abu Sylvie, tú también.
—Bueno, hago lo que puedo, a una ya se le cae todo. —Reímos y
yo niego con la cabeza.
—¿Para mí no hay abrazo? —pregunta mi abuelo Mathéo.
Nos saludamos todos y no tardan en llegar mis tíos, Chloé y
Jerom, con sus hijos mellizos de siete años: Daphné y Dominique, mi
prima Rébecca y mi tío Gerard con su hija Elodie, que es una niña
preciosa de tres años.
—¿Dónde está tu amigo, Emily? —me pregunta mi tía Chloé, y yo
controlo el impulso de poner los ojos en blanco—. Tu madre nos dijo
que ibas a traer a alguien.
Miro a mi madre reprobatoriamente y ella me dedica una mirada
diciéndome que ya me lo ha advertido.
—Deja a la niña que traiga a quien quiera, Chloé, no te metas en
todo. —Sale en mi defensa mi abuela.
Es la mejor.
—Si yo no digo nada, solo tengo curiosidad, nunca ha traído a su
otro novio y ahora ¿se trae a un amigo? Tengo curiosidad, nada más
Sylvie —dice dándose la vuelta para ir a la cocina y dejar los dulces
que ha traído.
Mi abuela me hace un gesto para decirme que mi tía está loca y
que pase de ella, y las dos empezamos a reír.
Adoro a mi abuela, de mayor quiero ser como ella. Es una mujer
super fuerte y muy sincera, demasiado a veces. Tiene el cabello
rizado y corto, de un color rubio platino muy bonito y siempre va
perfectamente maquillada y vestida, con sus camisas y sus
pantalones.
—¿Tienes muchos novios prima Emily? —me pregunta mi
pequeña prima Daphné tirando de mi mano para llamar mi atención.
—No, no tengo ningún novio.
—Pero tu si que puedes tener todos los que quieras, cariño, o
novias —le dice mi abuela acariciándole la cabecita.
Y la niña sonríe como si tuviera un secreto con mi abuela.
Cuando llaman a la puerta el corazón me da un vuelco, ya solo
queda una persona por llegar y mis nervios me invaden por
completo, tengo muchas ganas de ver a Alistair, pero en esta
situación…, no sé si estoy preparada.
CAPÍTULO 26
Emily
Cojo aire y mi abuela lleva a Daphné hacia el comedor, dejándome
sola, se lo agradezco. Abro la puerta y ahí está el hombre que me
quita el sueño, el que me ha robado el corazón con tanta facilidad
como tiene para cabrearme y excitarme. Está guapísimo, lleva una
chqueta negra larga, por debajo se intuye un jersey de color azul
marino que resalta sus precisos ojos azules iluminados como si
fuesen una batalla entre el cielo y las nubes. Y se ha puesto unos
pantalones tejanos de color negro y unos botines del mismo color.
—Has venido… —suelto como una tonta sin poder evitarlo.
Alistair emite una risotada de esas que se me clavan en el pecho y
bajan como una bola de fuego hacia mi sexo.
—Yo también me alegro de verte, mi duendecillo de la Navidad
—me dice dándome un beso en la mejilla, muy cerca de la comisura
de los labios—. Y estás preciosa Emily —me susurra al oído
provocando un escalofrío placentero por todo mi cuerpo, me encanta
que un hombre como él me vea preciosa y me lo diga sin tapujos, es
muy sexy.
—Tu… tampoco estás mal —digo algo cohibida—. Pasa, por favor,
y gracias por venir.
—No seas tan formal.
—Perdón es que… esto es raro. —Sonrío avergonzada.
—También es la primera vez para mí —me guiña un ojo y ambos
sonreímos.
—Sabes que vamos a ser la comidilla de mi familia, ¿no? —Él
sonríe más, no se le ve para nada preocupado por ser el centro de
atención de una gente que no conoce y, que no debería importarle lo
más mínimo.
—Sé manejarme, además, no creo que tu familia sea tan mala —
dice mientras se quita el abrigo.
—Oh… —se me escapa una sonrisa maliciosa—, te vas a
arrepentir de haber dicho eso. —Rio—. Dame, te guardo el abrigo.
Él me sonríe confiado.
—He traído esto. —Me tiende una botella de Champagne Dom
Perignon con un estuche negro, no sé mucho de champagns, pero sí
que sé que este es caro, la botella ronda los trescientos euros.
—No tendrías que haberte molestado, Alistair esto es…
—Un regalo para tu familia. —Me corta.
Asiento y le doy las gracias, pero esto es demasiado, no es como
si estuviéramos saliendo y tenga que caerle bien a mi familia...
—¿Preparado? —le pregunto.
Entonces Alistair me coge del brazo y me atrae hacia él, me da
un beso en los labios. Fugaz, rápido y que me deja con mil ganas de
más. Por poco tiro la botella del carísimo champagne, pero la sujeto
con fuerza.
—Ahora sí —dice él separándose de mis labios.
—¡Alistair, por poco se me cae la botella! ¿Sabes lo caro que es?
—exclamo alterada, aunque más bien es por el beso y no por la
botella en sí.
Él me dedica una sonrisa de medio lado que hace que me ardan
las entrañas, claro que sabe cuánto vale la botella, la ha comprado él.
—Así me gustas más. Y sí, lo sé, muñeca. —Quiero pegarle una
bofetada y besarlo a partes iguales, hasta que mis pulmones y mis
manos digan basta.
—Eres imposible —digo exasperada, pero me doy la vuelta para
que no vea mi sonrisa.
—Por cierto me encantan tus zapatillas —se burla.
—¡Cállate! Son muy cómodas para estar por casa.
—Sí, eso parece, quiero unas iguales —bromea.
—Oh por Dios, ¿vas a dejar de decir tonterías alguna vez? —le
pregunto girándome para mirarlo.
—Nunca, ya sabes que es mi sello personal. —Ríe.
—Emily, cariño… —Sale mi madre del pasillo que lleva al
comedor—. Alistair… qué alegría verte de nuevo, es un honor que
hayas podido venir.
—Mamá, pero si casi lo obligaste a venir, ahora no disimules… —
bromeo.
—¿Qué? Yo nunca obligaría a nadie a hacer nada —dice
aparentando estar ofendida.
—Muchas gracias por invitarme señora Fenn, el honor es mío
por poder pasar la Nochebuena con su familia —dice Alistair
encantador.
—¿Ves cariño? Es un honor para él —bromea, y los dos ríen
mientras yo suelto un bufido.
—Toma, ha traído champagne —le digo a mi madre.
—Ay, tu abuelo estará encantado de por fin tener un buen
champagne y no el que tenemos todos los años —dice mamá
entusiasmada—. Muchas gracias Alistair. —Le sonríe—. Id pasando,
yo voy a la cocina, siéntete en tu casa —le dice y se marcha.
—Tienes a mi madre loquita, que lo sepas.
—¿Estás celosa? —se burla recordando cuando pensé que Loana
era una de sus “amigas”.
—Por el amor de Dios, ¿no lo vas a olvidar nunca? —Pongo los
ojos en blanco.
—Nunca, por cierto, Loana me ha dicho que la llamemos cuando
podamos para felicitarnos la Navidad.
—Oh, vale, es fantástica.
—Sí, lo es —contesta Alistair sin añadir nada más.
—Bueno, toma aliento porque a partir de ahora te van a atosigar
a preguntas y no te van a dejar en paz —le aviso antes de abrir la
puerta del comedor. Él ríe como si estuviera de broma, no tiene ni
idea.
—No creo que sea para tanto.
—Luego me lo cuentas —le contesto con una sonrisa de
«pobrecito, no sabe lo que le espera».

Alistair
Me he enfrentado a los mayores negociadores de diferentes países, a
multitud de contratiempos, a todo tipo de personas, y nunca he
sentido ni una pizca de nervios o miedo a no conseguir lo que me
propongo, pero aquí estoy…, delante de la familia de la chica más
increíble que he conocido y nervioso como un chaval de doce años
ante su primer día de instituto. ¿Qué demonios me pasa? Quiero
caerles bien a estas personas, que me acepten, como si fuese a
quedarme al lado de Emily…
—Alistair, ¿no? —me pregunta la abuela de Emily.
—Sí, señora.
—Oh no, llámame Sylvie —me dice seria —. Espero que le estés
dando a mi nieta lo que necesita, bien sabemos que el novio ese que
tenía era un picha floja.
Por poco me ahogo con el trago que acabo de dar a mi copa y
empiezo a toser y a reír a la vez.
Después de las presentaciones me he quedado charlando con
Jack, pero el chico ha ido con sus primos a jugar y Emily a ayudar a
su madre y a su tía, es entonces cuando la abuela de Emily se ha
acercado. Parece una mujer dulce con su estatura bajita y su pelo
canoso, corto y rizado, la he prejuzgado.
—¿Qué le has dicho mamá? —pregunta Jerom sonriendo, el tío
de Em. Él y Gerard, su otro tío, están hablando en el sofá, junto a
ellos está su padre, Jason, y su abuelo.
—Nada, ale ya está, ya está. —La mujer me da unos golpecitos en
la espalda mientras toso.
—Perdona a mi mujer muchacho, pero se preocupa por su nieta
—dice Mathéo con una sonrisa, al parecer aquí todos están
acostumbrados a la sinceridad de la mujer. Me cae bien.
—¿Os dejo unos segundos solos con él y ya se está ahogando? —
pregunta Emily enfadada apareciendo por la puerta, está muy guapa
cuando se acerca a mí como si quisiera protegerme de su familia—.
Abuela… —La mira detenidamente.
—¿Qué? Solo le he preguntado lo que una abuela tiene que
preguntarle al amigo de su nieta —responde la mujer alzando los
brazos con inocencia.
Emily pone los ojos en blanco, abraza a su abuela y le da un beso
en la mejilla.
—Miedo me das, abu.
Y las dos se ríen. Siento como mi corazón se calienta, esta escena
es lo más bonito que he visto jamás. Los padres de mi madre
renunciaron a mí y los de mi padre son tan egoístas como mi padre,
así que nunca he tenido unos abuelos, y menos una abuela como
Sylvie. Me hace muy feliz que Emily tenga una familia así.
—Anda, vete tranquila, yo cuidaré de tu jefe buenorro —dice su
abuela separándose de Emily y empujándola ligeramente hacia la
cocina.
—¡Abuela! —le reprende Emily sonrojada, casi se me escapa un
pulmón por la boca de la carcajada que suelto. No puedo creer que
haya dicho eso, esta mujer me va a matar.
—¿Qué he dicho? —pregunta Sylvie sin inmutarse siquiera.
Emily le manda una mirada asesina a su abuela y después me
mira a mí con una interrogación en sus preciosos ojos azules. No
puedo más que sonreírle diciéndole con la mirada que no se
preocupe.
—Vamos niña, márchate, que no me lo voy a comer, no creo que
yo sea su tipo —le insiste su abuela.
—Abuela por favor… —Emily suelta su característico bufido, está
avergonzada y yo no puedo dejar de sonreír.
Emily me dedica una última mirada y se marcha a
regañadientes.
—Mi nieta lo ha pasado mal por culpa del capullo ese, espero que
tu no quieras joderla también, bueno, ya sabes a qué me refiero.
—Sylvie, es usted una mujer como pocas —le digo sincero—. Y no
se preocupe, sé bien que Emily no lo ha pasado bien con el pichafloja
ese como dice usted, no quiero hacerle daño, ambos sabemos dónde
nos metemos, nunca he sido tan sincero con nadie en mi vida como
lo he sido con Emily.
—Bien, así me gusta, nada de gilipolleces, Alistair Digory, que sé
donde encontrarte.
—Ninguna gilipollez Sylvie, se lo prometo. —Le sonrío a la mujer
y esta me devuelve el gesto.
—Me caes bien.
—¡Oye chico, el champagne está buenísimo! —dice Mathéo—.
Por fin tenemos uno de calidad y no la mierda esa que trae Jerom del
super. —Ríen.
—Alistair, tenemos un debate pendiente —me dice Jason, el
padre de Emily.
—Pero eso será otro día, Jason, hoy es Nochebuena, id a traer las
cosas de la cocina, la cena está lista —anuncia Noel.
CAPÍTULO 27
Emily
Entre todos preparamos la mesa y nos sentamos a disfrutar del gran
festín mientras suena de fondo música navideña antigua como Santa
Baby de Eartha Kitt, la favorita de mis abuelos. Incluso mi padre ha
encendido la chimenea y el ambiente no puede ser más navideño y
acogedor, me encanta.
De reojo miro a Alistair, que habla animadamente con mi
hermano sobre alguna cosa friki de ordenadores que a mí poco me
interesa. Mi abuela se me ha acercado antes de sentarnos en la mesa
para decirme que, y cito textualmente: “No puedes dejar escapar a
este Dios del Olimpo, tiene pinta de ser un buen empotrador”. Mi
abuela nunca ha tenido filtro, pero esto es pasarse ya. Todos parecen
encantados con Alistair, incluso mi tía Chloé, está impresionada con
él y no nos ha acribillado a preguntas incómodas.
—¿Entonces él no es tu novio, prima Emily? —pregunta Daphné
de nuevo.
—Claro que sí lo son, tonta —dice Dominique, su hermano—.
¿No ves que se miran igual que Ana y Christoph? —añade mi primo
refiriéndose a la película de Frozen.
—No puedo creer que haya hecho esa comparación. —Ríe su
madre, y toda la familia la sigue, todos saben de la obsesión que
tienen los dos pequeños por esa película. Enrojezco cuando soy
consciente de que todos nos miran.
Malditos niños.
—Pero no se han besado —puntualiza la niña.
—¿Sabéis que siempre me dicen que mi perro Lans se parece al
reno de Frozen? Yo no le veo parecido pero… —dejo de escuchar a mi
prima Rébecca en cuanto siento que Alistair me coge de la mano por
debajo de la mesa y lo miro. Él sonríe mientras me mira. ¿Sabe acaso
quiénes son Ana y Christoph?
—Me encanta tu familia —me susurra acercándose a mi oído y
haciendo que mi corazón se acelere más, todos los ojos están sobre
nosotros, pero yo no puedo apartar la mirada de nuestras manos
entrelazadas, de sentir su cálido aliento en mi mejilla, de sentir sus
ojos en mí.
—Alistair, ¡Tienes que ver la película con nosotros! —chillan los
niños sacándonos de nuestra burbuja.
Alistair mira a los niños sonriente.
—¿Otra vez? Si la vimos ayer, niños —se queja mi tía Chloé.
—Pero él no la ha visto mamá —dice Daphné—. ¿A que no?
—Lo cierto es que no, me encantará verla con vosotros.
Los niños gritan eufóricos y no puedo evitar sonreír, me encanta
que esté siendo tan amable y fantástico con mi familia, está
encajando a la perfección… No, no encaja, no puede encajar… Me
levanto de repente, todos se me quedan mirando con interrogación
en sus ojos y me sonrojo.
—Voy… a recoger —digo bajando la mirada y llevándome
algunos platos a la cocina.
Cuando estoy sola, suelto un suspiro dejando los platos en la
encimera. Esto está siendo demasiado, me está gustando mucho que
él esté aquí con mi familia, charlando y queriendo ver películas de
dibujos con mis primos…, pero duele porque sé que esto es cosa de
una vez, el año que viene ya no estará aquí, es más, en unos meses se
habrá ido para siempre.
Escucho la puerta de la cocina abrirse.
—Mamá no… —me callo en cuanto me doy la vuelta.
—Soy yo —dice Alistair con algunos platos en las manos, se
acerca a mí y yo me apoyo en la encimera—. ¿Los dejo aquí? —
pregunta.
—Sí, ahora los meto en el lavavajillas.
—Te ayudo.
—No… —La mirada de Alistair me hace callar la réplica que iba a
salir de mis labios—. Vale, tu enjuaga y yo los meto.
—Perfecto.
Estamos haciendo eso unos segundos en silencio, pero Alistair lo
rompe rápido.
—¿Qué pasa, Emily? Y no me digas que no es nada.
Me detengo.
—Es que… No sé como sentirme ante la idea de que estés aquí y
encajes tan bien con mi familia… —decido ser sincera.
—¿Quieres que me vaya? —me pregunta serio.
—¡No, claro que no! Y menos ahora que les has prometido a los
mellizos que vas a ver Frozen con ellos.
—Al principio creí que era esa peli sacada de unos libros eróticos,
por los nombres, pero luego pensé que no podía ser eso. —Reímos.
—Definitivamente no es esa peli, no —digo riendo.
—Estás preciosa cuando te ríes, personalmente te prefiero
cuando me insultas, sabes que eso me pone mucho, pero así también
estás preciosa. —Me acaricia la sonrisa y siento mi cuerpo arder.
—Eres idiota —le digo intentando esconder mi sonrisa.
Él suelta una carcajada.
—Ven aquí. —Me coge de la nuca y me besa, pega sus labios a los
míos de una forma tan lenta que parece una tortura, una que quiero
disfrutar siempre.
Instintivamente pego mi cuerpo al suyo y suelto un gemido, este
hombre es adictivo para mí. Mi cuerpo tiembla ante sus ardientes
manos agarrándome por la cintura para sostenerme cerca de él.
Profundizamos el beso, Alistair me insta a abrir los labios y nuestras
lenguas chocan con determinación y necesidad.
—Me muero por hacerte el amor con este vestido puesto —
susurra Alistair en mis labios y mirándome a los ojos. Por mi cuerpo
recorre un cálido estremecimiento al pensar en tener a Alistair en mi
interior—. Ven a dormir conmigo esta noche Emily, déjame tenerte.
—«Sí» grito internamente en un primer instante, necesito a este
hombre, no me basta solo con caricias y algunos besos, quiero
tenerlo todo de él, pero sé que si doy el paso voy a sufrir, si doy
rienda suelta a mis sentimientos para después separarme de él, va a
ser más complicado.
—Alistair…
Entonces alguien entra en la cocina y yo me separo
instintivamente de él.
—Vamos a sacar el postre —dice mi madre sonriendo—. No
tardéis. —Coge el bizcocho, algunos dulces y sale otra vez.
Estoy colorada y seguramente mi madre sabe qué hemos estado
haciendo, me siento mortificada.
—Será mejor que salgamos —digo dando un paso hacia la puerta
alejándome de la intensidad de Alistair.
—Emily, lo he dicho en serio —suelta con esa voz ronca y sexy
que envía bolas de fuego a mi sexo—. Solo dormir, no hace falta que
hagamos nada, aunque me muera de ganas.
—Sabes que si voy a tu habitación lo último que haremos será
dormir —confieso con el corazón martilleándome en el pecho.
Él suelta una carcajada.
—¿Tan malo sería? —Se acerca a mí y me abraza por la espalda,
envolviendo sus brazos en mi cintura, no puedo evitar apoyarme en
su duro pecho. Alistair me da un dulce beso en el cuello que me
desarma—. Me he vuelto adicto a ti, mi duendecillo de la Navidad.
—Yo también a ti, y eso es lo que más me preocupa —susurro
muy flojito.
Alistair
Acabamos los cuatro viendo Frozen en el comedor y sentados en el
sofá, Daphné se sienta a mi lado y al otro tengo a Emily, su primo
Dominque a su lado. Los demás se han quedado alrededor de la mesa
charlando.
Los niños caen dormidos enseguida y Emily dormita sobre mi
hombro, no sé cómo sentirme ante una escena tan familiar. Abrazo a
Emily y la atraigo hacia mi pecho, ella protesta un poco pero se
abraza a mí y se acomoda para quedarse dormida, me encanta
sentirla tan relajada y cómoda conmigo. ¿Así sería mi vida con Emily
si estuviéramos juntos y con hijos? ¿Pero qué estoy pensando? Ni
siquiera estamos saliendo… ¿Hijos? Desde luego eso no entra en mis
planes, no quiero fastidiar la infancia de ningún niño como han
hecho conmigo. Aunque tengo que admitir que me gusta la idea de
ver a una preciosa niña con mis ojos y el pelo pelirrojo casi rubio de
Emily.
Me la quedo mirando. No sé cómo romper este muro que ha
levantado contra mí, entiendo que esté asustada de volver a sentir
ese dolor, de que la traicionen, pero si de una cosa estoy seguro es de
que nunca voy a ser como mi padre y hacerle daño a Emily. A estas
alturas ya no puedo negar que ambos nos estamos enamorando el
uno del otro, aunque no sé ni cómo ha ocurrido. El amor nunca ha
entrado en mis planes, no lo quería, no necesitaba una relación como
la que tuvieron mis padres, ni como la que tuvo mi padre con Loana
al principio, o con la madre de mi hermana. Pero Emily…, esta
pelirroja preciosa ha cambiado toda mi vida en un segundo. ¿Quién
me iba a decir que estas navidades las estaría pasando con la chica
que me gusta y su familia? Me hubiera burlado de cualquiera que
hubiese insinuado algo así.
Pero aquí estoy, teniendo una de las mejores Navidades de mi
vida, y todo gracias a ella, sí que he elegido bien su mote, es mi
duendecillo de la Navidad. Me la ha devuelto a mi vida.
Desde que murió mi madre no he querido celebrar las fiestas, ni
árbol, ni regalos, ni adornos, y a mi padre ya le había ido bien.
Después, al vivir solo, ni siquiera pensaba en estos días como
festivos, para mí son días normales. Loana ha intentado devolverme
un poco el espíritu navideño pero no lo ha conseguido, hasta ahora,
con la ayuda de Emily.
Daphné se remueve y se acurruca a mi otro lado y no puedo
evitar sonreír, es adorable, ha salido a su tía Noel, tiene el cabello
rubio pero con los ojos de Emily. La tapo mejor con la manta con
motivos navideños que nos cubre.
—Me los llevo ya —dice el tío de Emily, Jerom, cuando acaba la
película que ya solo estoy viendo yo, al parecer—. Gracias por
aguantarlos. —Me sonríe.
Primero coge a la pequeña y luego al niño, es un hombre grande,
por lo que no le supone ningún problema cargar a ambos.
—Son geniales.
—No dirías eso si pasaras más de una hora entera con ellos sin
película de por medio. La mayor te la dejo a ti —dice refiriéndose a
Emily, y ambos reímos—. Feliz Navidad, espero verte en la próxima.
—Feliz Navidad, me encantaría.
No tardan en marcharse todos y pienso que debería hacer lo
mismo, aunque no quiero alejarme de Emily.
CAPÍTULO 28
Emily
Me despierto justo a tiempo para despedirme de mis abuelos. Mi
abuela me ha despertado mientras estaba acurrucada contra Alistair
y, mentiría si dijera que no quería quedarme entre sus brazos toda la
noche. Después de que Alistair se despida de mis abuelos, los
acompaño hasta la puerta.
—Me gusta —dice mi abuela mirando por detrás de mi hombro,
observando como Alistair habla con mi padre.
—Abuela…
—No diré nada, solo que deberías darle una oportunidad.
—No vamos de ese plan, él… se marchará.
—¿Se lo has preguntado?
—¿El qué? —pregunto sin saber a qué se refiere mi abuela.
—¿Qué va a ser? Si quiere marcharse.
—Esa no es la cuestión —digo cruzando los brazos, ya que el frío
se está empezando a colar por la puerta de la entrada, mi abuelo ya
está en el coche.
—Bueno, me lo cuentas en unas semanas —me guiña un ojo
mientras se ríe y se marcha. Mi abuela es de lo que no hay, pero…,
realmente quiero que tenga razón y que Alistair no quiera irse.
—Me marcho también —dice Alistair a mi espalda. No he notado
su presencia, me giro para mirarlo—. Pero antes… Quería darte esto
—dice tendiéndome una cajita que saca del bolsillo de su abrigo—.
Feliz Navidad, mi duendecillo de la Navidad. —Sonríe.
Oh Dios, ¿Cómo pude ser tan guapo y sonreír de esa manera que
hace que mi corazón se vuelva tan loco?
—¿Para mí? —pregunto anonadada.
—Claro. —Ríe.
—Pero yo no… no deberías…
—Cógelo Emily.
Le hago caso y deshago el lazo rojo que envuelve la cajita de
color blanco, la abro y dentro hay una preciosa gargantilla, un
pequeño árbol de navidad en plata y dos esmeraldas pequeñas y
redondas a cada lado, es precioso.
—Alistair… ¡Me encanta! —exclamo ilusionada y feliz mientras lo
saco de la caja y lo miro —. Ayúdame —le pido para que me la ponga,
no me lo voy a quitar jamás.
Me doy la vuelta y me aparto el pelo, Alistair me pone el collar
acariciando mi cuello, un placentero escalofrío me recorre el cuerpo
poniéndome la piel de gallina.
—Te queda perfecto —me susurra al oído y me da un dulce beso
en la mejilla.
Contengo el aliento.
—Es precioso. —Me giro hacia él—. Muchísimas gracias de
verdad, yo no te he comprado nada pero…
—Esta noche ha sido suficiente regalo para mí, me ha encantado
pasar tiempo contigo y tu familia.
—Para, deja de ser tan perfecto y vuelve a ser el idiota engreído
de siempre —le recrimino en broma y él suelta una carcajada.
—Ven aquí. —Me envuelve entre sus brazos y apoyo la mejilla en
su pecho, está calentito y siento el latido de su corazón, su olor a
tomillo y a un olor que solo es suyo me envuelve, quiero bañarme en
este olor—. Aún no me he ido y ya me estoy arrepintiendo de no
llevarte conmigo.
Siento mi corazón bombear rápidamente por sus palabras. No sé
qué contestar a eso, realmente quiero irme con él, pasar la noche
entre sus brazos, bajo su cuerpo, sintiendo sus caricias y su boca por
todas partes. Pero si me voy con él va a ser demasiado real, y no sé si
podré soportar dejarlo marchar después.
Estoy asustada de lo que siento, lo admito.
—Debes irte, es tarde y hace mucho frío —digo apartándome de
sus brazos haciendo un sobre esfuerzo.
Alistair me mira unos segundos, va a decir algo pero sé que se lo
calla.
—Nos vemos pronto Emily. —Me da un beso en la frente y se
marcha dejándome helada, y no es por el frío.
Cuando lo veo alejarse con el coche, me meto dentro y cierro la
puerta apoyando la frente en esta, suspiro.
—Te gusta mucho, ¿no? —me pregunta Jack sobresaltándome.
Me giro hacia él.
—¿Qué? ¡No! —Niego inmediatamente, demasiado deprisa.
Jack se carcajea.
—No estoy ciego, ni yo ni nadie de esta familia hermanita, lo
hemos visto todos. —Sonríe.
—No habéis visto nada porque no hay nada que ver. —Parece
que soy incapaz de esconder lo que siento si hasta mi hermano se ha
dado cuenta.
—Ya, claro. Mira, no me quiero meter ni nada, pero le gustas y
está claro que le importas, sé que Théo fue un capullo contigo, pero
Alistair parece un buen tío, me cae bien.
—Cállate mocoso —le digo dándole un golpe en el hombro y
revolviéndole el pelo—. No te pega nada ponerte tan serio.
—Qué tonta, puedo ser serio cuando la situación lo requiere —
bromea.
—Gracias por preocuparte por mi. —Le doy un abrazo—. Pero se
va a marchar, no quiero hacerme ilusiones tontas —le confieso.
Mi hermano me abraza de vuelta.
—Igual hay alguna solución.
—No hay que buscar una solución porque no hay nada —digo
apartándome—. Buenas noches, enano.
Es martes y quedan dos días para terminar el año, si miro hacia
atrás… No puedo imaginar cómo era mi vida antes de que Alistair
entrara en ella, es raro. Este año lo empecé super ilusionada y
enamorada de un hombre que ha resultado ser un mentiroso y un
capullo, y lo acabo soltera y a punto de enamorarme de un hombre
que es el soltero más codiciado del mundo y con el que nunca llegaré
a poder tener una relación. Las cosas cambian en un segundo sin
darnos cuenta, y el tiempo pasa demasiado rápido. A veces da miedo
lo efímeros que somos.
—¿Qué vas a hacer el día de fin de año por la noche? —me
pregunta Rosie mientras estamos en la recepción del hotel.
—Cena con mi familia y después iré a tomar algo con Val, está
invitada a un montón de fiestas así que elegiremos una.
—¿No pasarás tiempo con tú ya sabes quien? —dice susurrando,
lo cual ya es una tontería porque casi todos aquí, ya están al tanto del
rumor de que entre Alistair y yo hay algo.
La verdad es que después de la cena de Navidad no hemos vuelto
a pasar tiempo juntos a solas, lo he visto por el hotel y hemos
hablado brevemente, pero no ha salido el tema de fin de año. De
todas formas, no somos una pareja, igual él ha hecho sus planes y no
tiene porqué comentarme nada.
—No hemos hablado del tema. —Me llevo la mano
instintivamente a la gargantilla que él me regaló por Navidad.
—Pero fue a cenar a tu casa por Navidad, ¿no?
—Sí, ¿y qué? Solo somos amigos.
Rosie se ríe en mi cara y yo pongo los ojos en blanco.
Al día siguiente no trabajo así que es mi última oportunidad de
hablar con él antes de que termine el año. No sé si aún sigue en pie el
plan de ir a ver a su padre y Loana, y si es así, en ese caso quiero
comprarle algún regalo a su madrastra por haber sido tan amable
conmigo. Además deberíamos mirar los vuelos y organizar el viaje.
Aún tengo dudas sobre si ir o no, pero Loana ha sido muy amable y
no quiero parecer una borde al rechazar su invitación, aunque eso
signifique que piense que estamos juntos, pero ya lo aclararemos.
No sé si Alistair está reunido o si ha salido, y aun así mis pasos
me guían hasta su habitación.
Cojo aire y llamo a la puerta. Dentro se oyen unos gritos, Alistair
está cabreado, supongo que está hablando con alguien por teléfono.
Sé que no debería hacerlo pero…, pongo la oreja en la puerta para
escuchar qué dice, pero no llego a entender nada.
—Mierda, estas puertas son buenas… —me quejo.
En ese instante se abre la puerta bruscamente y pierdo el
equilibrio cayendo hacia adelante. Alistair me coge y choco contra su
musculoso torso.
—Soluciónalo, ya. —Y cuelga la llamada.
—¿Escuchando tras las puertas, muñeca? —Su tono enfadado
desaparece por uno cargado de diversión.
—Yo… yo no… —Me separo sonrojada—. No eres el centro del
universo, no estaba escuchando nada. —Miento haciéndome la
indignada.
Alistair suelta una carcajada.
—Te he echado de menos —dice acariciándome la mejilla. Mi
corazón se salta un latido—. Ven.
Atrapa mi mano y me lleva dentro de la habitación cerrando la
puerta a mi espalda.
—No…, no quiero interrumpirte, si es mal momento…
—Nunca es mal momento para ti, muñeca —me guiña un ojo y
después se dirige hacia la mesa, donde tiene el portátil abierto con
muchas páginas y unos cuantos papeles esparcidos por la mesa.
—¿Ha pasado algo? —pregunto sin poder evitarlo.
—Negocios, no te preocupes. —Pero lo hago, porque lo he
escuchado gritar.
—Puedes contarme lo que te preocupa, igual no sé mucho sobre
inversiones, contabilidad de grandes empresas y esas cosas, pero
puedo escucharte.
Alistair me observa con una mirada que nunca he visto en él,
como si por fin alguien estuviera ahí para él y no se lo creyera. Me
enamoro un poco más de este hombre que en realidad está más solo
de lo que aparenta. Está claro que Alistair no ha tenido a muchas
personas de confianza en su vida, de hecho solo conozco a su amigo
Derek, de la fiesta, y no parecen muy cercanos. La vida que ha
escogido es la de estar rodeado de un montón de gente pero nadie
importante de verdad.
—¿Lo dices en serio? —pregunta incrédulo.
—Claro, si hay algo que te preocupa puedes contármelo, somos
amigos. —Me siento en la cama para mirarlo a él, que está apoyado
en la mesa del escritorio.
—Amigos, claro. Bueno, tan solo unos problemas con algunos
proveedores, han cancelado nuestro acuerdo así, de repente, no
sabemos qué ha sucedido —dice pasándose la mano por el cabello
corto y negro.
—¿En serio? Lo siento mucho… —Y entonces se me ocurre algo
—. No sé si es una locura lo que voy a decir pero…, ¿podría estar
detrás de esto Alan?
Alistair se queda pensativo y se pasa la mano por la incipiente
barba, está muy guapo. Lleva un jersey gris y unos tejanos que
parecen desgastados.
—Ahora que lo dices…, son proveedores que también tienen
contacto con Bodegas Lefebvre. Dame un segundo.
Hace una llamada y manda a alguien a investigar sobre eso.
—Listo, si ese maldito está detrás de esto, lo averiguaré.
Asiento pero estoy preocupada, pues si Alan actúa en nombre de
la empresa de la familia y pasa algo malo, recaerá también en Val, y
no quiero que a ella le salpique nada de esto.
—¿Qué piensas muñeca? —me pregunta sentándose a mi lado.
—Estoy preocupada por Val, ella es buena persona y la mejor
opción para llevar las bodegas, el maldito Alan los está llevando a la
ruina y no quiero que le salpique a ella.
—No te preocupes, si él está detrás de esto me aseguraré que sea
el único que pague —me garantiza Alistair.
Y sé que puedo confiar en él.
CAPÍTULO 29
Emily
Hablamos sobre las posibles tretas que puede estar usando Alan para
llevar a cabo todo este plan contra Alistair y su empresa, si es que se
trata de él, aunque no tengo duda alguna de que el idiota y malvado
primo de Val está detrás de todo esto, tengo una corazonada. Lo que
me extraña es que aún no haya movido ficha contra mí, pues su
objetivo desde el principio he sido yo.
—Me alegro habértelo contado, sin ti ni siquiera me hubiera
planteado que el idiota de Alan se hubiera atrevido a ir contra mí.
—Solo es una conjetura… —Le quiero tranquilizar, aunque no
dudo de que Alan está tras esto.
Alistair asiente.
—Por cierto, ¿venías a decirme algo? No me quejo, pero
normalmente no vienes a mi habitación por las buenas —pregunta
Alistair con una sonrisa.
—Ah sí, solo quería saber si… Sigue en pie el plan de ir a ver a
Loana y a tu padre. —Con toda esta historia de Alan me he olvidado
de para qué había venido a su habitación.
—Si no quieres ir no pasa nada Emily, no te sientas obligada.
—No, no es eso, me apetece ir, Loana me cae muy bien y quiero
ver el sitio donde te criaste, tiene que ser precioso.
—No es para tanto… —dice levantándose y yendo hacia la
ventana, su tono es frío y cortante. Está claro que no guarda buenos
recuerdos de allí, puedo entender cómo se sintió siendo un niño y
perder a su madre cuando era tan pequeño, y después descubrir que
su padre es un mentiroso.
—¿Tu quieres ir? —le pregunto poniéndome en pie y
acercándome a su espalda.
Alistair está unos segundos en silencio, finalmente suspira y
responde.
—No lo sé. Loana nunca me ha insistido tanto para ir a verlos
y…, tengo un mal presentimiento —me confiesa y se gira para
mirmame—. Pero igual es solo porque quiere conocerte más, es la
primera vez que le presento a alguien…, bueno, a una chica, y ya
sabes qué piensa de nosotros —me dedica una media sonrisa.
—Sí, por eso también estaba reticente a ir, no quiero avivar los
rumores de que estamos juntos.
—Podríamos estarlo. —Su voz es seria y demasiado convincente.
—Alistair, ya lo hemos hablado…
—Emily, ¿tanto te cuesta confiar en mí? —Cuando pronuncia mi
nombre así me deshago por este hombre.
—No es eso, es que te vas a marchar… ¿Qué sentido tendría
empezar algo?
—Ya ha empezado.
Me mira con esos ojos azules como perlas y mi corazón se vuelve
loco, quiero eso, estar con él, salir con Alistair. Pero no soy tonta ni
ilusa, y si estamos juntos estas vacaciones, después será peor al
despedirse. Claramente, mi cuerpo no piensa igual, siento su calor
cuando él da un paso hacia mí, acortando la distancia, y ese
magnetismo que me impulsa a acercarme a él crepita entre nosotros,
me incita a hundirme en su cuerpo. Lo deseo, nunca he sido
consciente de que pudiera desear tanto a un hombre hasta que ha
llegado él.
—No puedes negármelo, mi duendecillo de la Navidad —susurra
en mi oído a la par que me retira el cabello hacia atrás, siento como
mi piel se eriza y como mis piernas empiezan a flaquear—. Nos
morimos el uno por el otro.
Ahogo un gemido cuando Alistair me besa el cuello, siento como
me excito, como mi temperatura sube y como mi respiración se
acelera. Cierro los ojos con fuerza y alzo una mano para sostenerme
de su jersey.
—Yo no —susurro pegándome a él, más cerca. Alistair suelta una
carcajada que siento en todo el cuerpo, me encanta. Me agarra de la
nuca suavemente.
—¿Hasta esto me lo vas a discutir? —Ríe en mis labios y me alza
el mentón con sus elegantes dedos para fundirnos en un ferviente
beso que me hace enloquecer.
Alistair lame mis labios y me muerde suavemente el labio
inferior para después hundirse en mi boca y arrasar con ella. Suelto
un gemido y me aferro a su cuello acercándome lo máximo posible.
Su aroma a tomillo y a él me embriaga y me siento en el paraíso, este
hombre besa como los mismísimos dioses. No es que haya besado a
ninguno, pero me imagino que si un beso puede catalogarse como
celestial, sería este.
Alistair pega sus caderas a las mías haciéndome notar lo mucho
que lo excito, eso envía una bola de fuego a mi sexo y que sienta que
de un momento a otro mis propias piernas me van a traicionar
dejándome caer, pero Alistair no lo permite. Me separo unos
segundos para instarlo a deshacerse de su jersey, y poder acariciar
sus musculosos brazos y ver esos malditos abdominales que parecen
una tableta del mejor chocolate navideño.
Después vuelvo a besarlo con fervor acariciando su cuerpo,
Alistair me coge en volandas y envuelvo mis piernas en sus caderas.
Me lleva a la cama y me tiende lentamente sin dejar de besarme.
Siento su peso ligeramente sobre mí y quiero sentir su piel contra la
mía. No tengo que esperar, pues Alistair mete sus manos bajo mi
camisa y me acaricia con su cálida y gran mano, provocándome un
hormigueo placentero ahí por donde pasa. Gimo en su boca.
—Eres preciosa Emily, me vuelves loco —me susurra
abandonando mis labios y besándome el cuello.
Se deshace de mi camisa y me deja un ardiente beso entre mis
pechos y baja por mi estómago. Estoy ardiendo, me arqueo hacia él
sin poder evitarlo.
—Alistair… —suspiro.
Él se yergue y se pone de rodillas entre mis piernas con los
venosos y musculados brazos a cada lado de mis caderas.
—¿Reglas? —me pregunta.
Niego con la cabeza, estoy harta de negarme lo que más deseo, si
esta es mi única oportunidad de estar con Alistair, la aprovecharé.
—Ninguna. —Alzo los brazos y tiro de su cuello para besarlo, él
emite un gruñido excitado que se clava en mi sexo y presiona su
miembro en mi parte más sensible.
Aun con la ropa lo siento duro, grande y caliente.
Me deshago como mantequilla derretida y entonces la mano de
Alistair me acaricia alrededor del pecho, no tarda ni dos segundos en
deshacerse de mi sujetador y bajar su boca hambrienta a mis pezones
erizados por el placer, los lame y succiona volviéndome loca de deseo
por él. Su lengua envia pequeñas descargas a mi sexo, me siento
húmeda y tengo la imperiosa necesidad de quitarnos toda la ropa que
llevamos.
—Me encantan tus pechos, son perfectos, preciosos, como tú.
—Alistair, te necesito —gimo arqueando las caderas en busca de
alivio.
—¡Joder! Me pone a mil que me digas eso, muñeca, yo también
te necesito, no sabes cuanto —me da un suave beso en los labios y
después vuelve a ponerse de rodillas entre mis piernas para
desatarme los pantalones y despojarme de mi ropa interior.
En unos segundos estoy completamente desnuda ante la mirada
hambrienta de Alistair, me siento sexy y poderosa, segura y amada.
Es mi turno de desnudarlo, y mentiría si no dijese que me muero
de ganas por verlo completamente desnudo. Me pongo de rodillas
frente a él y lo beso con desesperación, la misma que siento por que
me haga el amor. Después deslizo mis manos por su torso musculado
hasta llegar al botón y la cremallera de sus pantalones abultados. Lo
acaricio por encima y Alistair gruñe cogiéndome la mano. Ambos nos
miramos y noto como mi corazón bombea con fuerza.
—Quítamelo todo, Emily —me ordena.
Alistair se pone en pie y yo asiento, me acerco al borde de la
cama y me deshago de sus pantalones muy lentamente, Alistair sisea
cuando poso mis manos en sus boxers y los deslizo liberando su gran
erección.
Es bonita, a ver, no es que haya visto muchas y no es que el
miembro masculino sea una maravilla de la anatomía, pero la suya es
bonita, erecta, dura, ancha, suave, perfecta. Me muero por tocarla y
lamerla.
—Si sigues mirándola fijamente así, creo que me voy a correr —
bromea llevándose una venosa mano a su miembro y acariciándolo.
Ese gesto tan íntimo es sumamente erótico, me excita sobremanera
observarlo—. ¿Quieres probar?
—Sí, por favor —digo tragando saliva.
—Buena chica —me dice mientras me la acerca como si me la
ofreciese.
La tomo entre mis manos y comienzo a acariciarla. Alistair emite
un gruñido y me coge por el cabello, eso crea más humedad entre mis
piernas y me incita a lamerla, primero de abajo a arriba y después
pongo énfasis en su glande.
—¡Joder! —maldice Alistair instándome a seguir—. Sí, así. ¡Dios,
Emily! —Sigo lamiendo y succionando, llevándolo al máximo placer
—. Emily, voy a correrme, para…
Pero no me detengo, darle placer es tan adictivo como comer
galletas de Navidad, quiero más, deseo ver su expresión cuando
llegue al orgasmo, necesito sentir sus manos aferrando mi cabello
mientras me empuja hacia su miembro, quiero volverlo loco.
—Quiero que acabes —le digo.
—¿Segura? —me pregunta mirándome a los ojos, en los suyos
veo lo mucho que desea acabar en mi boca, pero quiere asegurarse de
que estoy bien con eso. Noto a mi corazón enamorarse un poco más
de él.
Como respuesta vuelvo a introducir su miembro en mi boca y
succiono profundamente, después lamo el glande, agrego presión,
eso lo deshace por completo. Emite un profundo gruñido que envía
bolas de fuego a mi sexo, haciendo que mi clítoris palpite de
necesidad mientras trago toda su esencia. Es la primera vez que hago
algo así de excitante. Con Théo el sexo siempre era algo rápido, y
ahora me doy cuenta de que tampoco era nada emocionante.
—¡Oh, joder! —gime saliendo de mi boca, se inclina hacia mí y
me besa con desenfreno y deseo, saboreándose a sí mismo—. Has
estado maravillosa, ven aquí.
Se tumba en la cama y me hace subirme a horcajadas sobre él,
estoy muy húmeda, pero no siento vergüenza porque él lo note, me
siento sobre los abdominales de su estómago y su semi erección
presiona mis glúteos, gimo.
—La mejor vista —dice Alistair con una sonrisa llevando sus
manos a mis caderas.
Se yergue y me besa los pechos, acariciándome con las manos el
cuello, los brazos, el estómago…, hasta llegar a mi clítoris. Me aferro
a sus hombros y gimo al sentir su lengua presionar en mis pechos y
sus dedos acariciarme con ímpetu en mi brote más sensible,
dejándome sin aire. Me lleva al borde y después se detiene.
—No… —Emito un ruidito en protesta.
—Ahora viene lo mejor, mi duendecillo de la Navidad —me
susurra en el oído. Entonces alarga una mano hacia el cajón de la
mesilla y saca un condón, en unos segundos lo tiene puesto y está
listo para penetrarme lentamente, sujetándome por los glúteos me
hace descender sobre su erección.
—Alistair… —gimo hundiendo mi cara en el cuello masculino,
inspirando su olor y sintiendo el dolor-placer que me proporciona,
pues hacía mucho tiempo que no tenía relaciones sexuales.
—Te sostengo, no te preocupes.
Poco a poco voy sintiéndolo más profundo, estoy en un estado de
placer en el que jamás me he encontrado, todo mi cuerpo es
consciente de Alistair, cada trozo de piel, cada recoveco de su cuerpo,
cada hueso, cada fibra… Lo siento en todas partes.
Ambos empezamos un movimiento adictivo que nos lleva al
mayor de los placeres, siento que me quedo sin respiración y que mi
corazón ya no es mío.
Los dos gritamos de placer en la boca del otro.
CAPÍTULO 30
Alistair
Ya está, ahora sí que estoy perdido, estar dentro de Emily ha sido
como un maldito sueño, mejor, como estar en el cielo, es
indescriptible. La miro mientras duerme plácidamente sobre mi
pecho; estoy loco por esta mujer. Quizá es una locura, la conozco
desde hace menos de dos meses, pero ninguna mujer me ha hecho
sentir como lo hace Emily. Ninguna mujer me ha hecho querer lo que
necesito con ella.
Acaricio suavemente con mi pulgar su tatuaje debajo de su pecho
derecho.
—Vivir es la cosa más rara del mundo —leo en un susurro.
No le falta razón, la casualidad ha querido que encuentre a la
única mujer que me ha hecho cambiar drásticamente todo lo que
había planeado para mí. Está claro que nunca sabes cuando va a
cambiar tu suerte, ni siquiera aunque lo tengas todo planeado al
milímetro, no puedes asegurar qué pasará, dejas la vida correr y de
repente, en un segundo, todo se altera.
Ella es mi alteración y estoy decidido a no dejarla marchar.
Emily se despierta poco a poco, son las siete de la tarde pero
podría quedarme lo que queda de día y toda la noche con ella entre
mis brazos, en esta habitación, los dos solos sin que nadie nos
moleste.
—Buenos días, muñeca. —Le sonrío quitándole un mechón de
fuego de la cara y le acaricio la mejilla.
—Siento haberme quedado dormida —dice apurada y sonrojada,
me encanta verla así.
—No importa, me gusta cuando te duermes sobre mí y en sueños
murmuras lo guapo que soy y lo mucho que me deseas —bromeo.
—Más quisieras tú, engreído —me reprocha con una sonrisa y no
puedo evitar abrazarla con más fuerza contra mí mientras suelto una
carcajada.
No quiero dejarla ir.
—¿Quieres que cenemos juntos? —le pregunto tentando a la
suerte, con Emily nunca se sabe.
—Quiero ir a comprarle un regalo a Loana, podemos ir y cenar —
acepta.
—No hace falta que le compres nada —le digo acariciando su
brazo, Emily se acurruca más y siento cómo su piel se pone de gallina
por mis caricias.
—Quiero hacerlo, ha sido muy amable conmigo. —Su voz me
acaricia el pecho y es la sensación más agradable que jamás he
sentido.
—Vale, lo que tú quieras. —Le doy un suave beso en la frente y
después la beso en los labios. No puedo negarle nada cuando la
siento desnuda contra mi piel.
Jamás he estado así con ninguna mujer antes, las charlas
posteriores siempre son incómodas y cortas, más bien han sido para
echar a la chica o era yo quien se marchaba antes de que pudieran
decir nada.
Pero estar así con Emily es algo íntimo, de pareja… Y me gusta,
me gusta mucho más de lo que hubiese imaginado nunca.
El beso se intensifica y no puedo evitar hacer que se corra en mi
mano antes de irnos a la ducha y hacerle el amor allí otra vez.
Emily
Después de que Alistair me deje muy satisfecha, vamos al centro de
Colmar a mirar un regalo para Loana. Pasar esta tarde con él está
siendo genial y muy divertido, me hace sentir muy bien, me ha hecho
el amor como nunca antes me lo han hecho y después no ha sido
incómodo ni nada, sino que Alistair se ha ocupado de dejarme más
necesitada de él.
Está siendo todo perfecto, y eso sé que va a tener consecuencias
en mis sentimientos por él, pero no quiero pensarlo, al menos no por
ahora.
Al final elegimos un pañuelo de color gris con una textura suave,
es un detalle para agradecerle a Loana que me haya invitado.
—¿Crees que le gustará el detalle? —le pregunto a Alistair
mientras nos sirven la cena en un restaurante cerca de the
Roesselmann Fountain, en Colmar.
—Estoy seguro de que sí. —Me sonríe desde el otro lado de la
mesa con esa maldita sonrisa que hace saltar mi corazón. Es
realmente atractivo.
No puedo evitar pensar que nos comportamos como una pareja,
hemos paseado de la mano toda la tarde, hemos reído, nos hemos
besado… Y esto no es bueno para mi corazón.
—¿En qué piensas muñeca? —me pregunta Alistair poniendo su
mano grande y calentita sobre la mía para llamar mi atención.
—No te voy a mentir, estoy asustada de lo que me haces sentir…
—¿Te cuento un secreto? Yo también tengo miedo de no estar a
la altura —me confiesa —. Pero quiero esto —dice mirándome a los
ojos y dándome un pequeño apretón en la mano—. Y lo quiero
contigo, con nadie más, Emily.
Mi corazón muere y resucita, Alistair es perfecto para mí, jamás
lo hubiese pensado al juzgar por cómo nos conocimos y por cómo
discutimos, pero él me hace feliz de muchas maneras, me hace sentir
segura y preciosa. Siempre me saca una sonrisa o una mirada
furiosa, pero mentiría si dijese que no disfruto de cada segundo que
paso con él. Y en lo físico…, ha quedado más que claro que somos
muy compatibles.
Confío en él, y eso es lo más difícil para mí.
—Yo también lo quiero contigo Alistair, pero tenemos que ser
realistas… Cuando te marches…
—Ahora estamos aquí, mi duendecillo de la Navidad. —Me corta
y se lleva mi mano a los labios para darme un dulce beso en los
nudillos.
Me derrito por dentro.
—No puedo evitar pensar que nuestra relación es como un copo
de nieve en un árbol de Navidad, es algo fugaz, precioso y, trae
felicidad, pero al fin y al cabo perecedero —confieso.
—Pero siempre vuelve a caer nieve y los árboles de Navidad se
convierten en simples abetos o pinos, no tiene porqué ser siempre
bonito, pero sí perduran.
Me lo quedo mirando con los ojos abiertos por su contestación,
con el corazón alterado. ¿Está insinuando que quiere algo a largo
plazo conmigo? ¿Que esto que tenemos va a perdurar? ¿Está
hablando siquiera de una relación? No puede ser, ¿no?
—Me estoy enamorando de ti Emily —confiesa—. Sé que te
parecerá una locura porque nos conocemos desde hace poco, pero
nunca he conocido a nadie como tú, que me haga sentir como tu lo
haces, me importas más que nada en el mundo y haría cualquier cosa
por ti, ya sea abrir una crepería a la una de la madrugada o buscar el
mejor chocolate de la zona para hacerte feliz. Haría cualquier cosa
que me pidieras.
Me quedo sin palabras. ¿Se está enamorando de mí? ¿Lo estoy
haciendo yo también? Sí, es una locura. Mi pecho se llena de calor y
la felicidad que siento en este momento va a hacerme llorar. Estoy
asustada, pero feliz, es una sensación abrumadora.
—No hace falta que digas nada, sé lo que piensas de lo nuestro,
solo quería que lo supieras —dice Alistair al ver que no hablo.
—Lo siento, es que yo…, creo que también me estoy enamorando
de ti —le confieso en un susurro—. Pero no quiero…, esto…, no va a ir
a ninguna parte. Creo que ha sido un error todo esto. —Me pongo en
pie con las lágrimas en los ojos y el corazón presionando contra mi
pecho.
Mi mente me grita que salga huyendo de aquí.
Alistair también se pone en pie.
—Emily…
—Tengo que irme —digo deprisa y sin aliento, y sin esperar a que
él pueda hacer o decir nada, salgo huyendo como una cobarde, pues
eso es lo que soy.
CAPÍTULO 31
Emily
No puedo creer que haya sido tan cobarde como para salir corriendo
del restaurante. No quiero ir a casa, así que me quedo dando tumbos
por el pueblo sin saber donde ir ni qué hacer.
Una parte de mí sabía que iba a pasar, que me iba a enamorar de
él, pero nunca pensé que Alistair iba a sentirse igual, y mucho menos
que me lo confesara. Imaginaba que para él yo solo era un capricho,
una chica que no le bailaba el agua como las demás, que le atraigo y
que quiere conocerme, eso no lo he dudado pero, ¿amor? Esa es una
palabra muy grande e importante. No puede sentirse así por mí, y yo
no quiero sentirme así por él, esto empeora las cosas y me asusta.
Mi teléfono móvil vuelve a sonar por millonésima vez, es Alistair.
Lo pongo en silencio y camino hacia la zona de la pequeña Venecia,
donde me apoyo en la barandilla del puente a coger aire. Miro el
agua iluminada por las luces de Navidad y respiro hondo. El frío se
cuela por mis fosas nasales congelándome.
No puedo creer que le haya confesado que me estoy enamorando
de él. Estoy helada, pero realmente no siento el frío, no hasta que
pasan unos minutos y realmente me doy cuenta de que he salido tan
rápido de allí, que ni siquiera he cogido la maldita chaqueta ni la
bufanda.
Empiezo a no sentir las manos y me abrazo a mí misma sin
apartar la mirada del río iluminado por las luces, está precioso y me
siento estúpida aquí rodeada de turistas y de gente paseando,
mientras las mejillas se me congelan por las lágrimas. Me las limpio
y vuelvo a sentir la vibración del móvil en mis pantalones.
Estoy siendo ridícula, me siento así. ¿Cómo voy a volver a
mirarlo a la cara después de haber salido huyendo como alma que
lleva al diablo? Pero es que he sentido una opresión demasiado
grande en el pecho al confesarle mis sentimientos. Después de lo de
Théo me prometí no volver a caer en la estupidez de enamorarme, y
como una tonta he caído de lleno, y encima con un hombre que ni
siquiera se va a quedar, por mucho que diga que siente algo por mí…
No va a quedarse, eso no lo ha dicho en ningún momento.
—¡Emily! —Lo escucho gritar.
Alzo la cabeza con un movimiento brusco hacia donde viene la
voz de Alistair. Está al otro lado del puente, mirándome con la
respiración acelerada y mi chaqueta en su brazo, seguramente ha
estado buscándome sin parar. Eso hace cosas raras en mi corazón, no
quiero pensarlo.
Mi primer pensamiento es el de salir corriendo una vez más,
pero eso no sería nada maduro y tendría que enfrentarme a él tarde o
temprano, al fin y al cabo es mi jefe.
—¡Emily, no te atrevas a moverte de ahí! —me grita acercándose
a zancadas. La gente de alrededor nos mira y cuchichean, pero yo
solo puedo tener ojos para Alistair. Mi corazón late en mis oídos y
siento el rubor cubrir mis mejillas—. ¿Qué coño te pasa? ¿Cómo se te
ocurre salir así sin abrigo y sin nada, hace un jodido frío de cojones.
—Está cabreado pero aun así me cubre con mi chaqueta y después
me abraza con fuerza.
No me muevo ni digo nada, simplemente me aferro a él y las
lágrimas empiezan a caer de nuevo. En el calor y la seguridad de su
cuerpo me siento mucho mejor, pero aún tengo esa opresión en el
pecho.
—No vuelvas a huir de mí así, por favor, creía que me moría
cuando te he visto salir corriendo, lo siento mucho Emily, no quería
hacerte sentir mal —me susurra abrazándome más fuerte y dándome
un suave beso en la cabeza.
—Lo siento… —le contesto bajito y entre sollozos. No quiero
hacerle sentir que es su culpa por haberme confesado lo que siente,
Alistair no es de esos hombres que se abren al amor y yo se lo estoy
poniendo más complicado aún.
No se merece mi desprecio.
—No lo sientas, solo habla conmigo, si tanto te asusta la idea de
estar conmigo no sacaré más el tema, lo juro, pero por favor no huyas
de mí así. —Se me parte el corazón, yo he provocado que Alistair se
sienta mal por quererme. Lo he hecho preocuparse, incluso asustarlo
al verme salir corriendo del restaurante, estoy siendo patética.
—Lo siento mucho yo no quería… —sollozo y Alistair se aparta
un poco para alzarme la cara y mirarme a los ojos.
—Shh… ¿Estas mejor? —Me corta y me limpia las lágrimas. Todo
mi cuerpo se debilita ante esa caricia tan suave.
—Sí, perdona…
—No pasa nada, mi duendecillo de la Navidad. —Vuelve a
abrazarme, tan fuerte que puedo sentir atravesarme su amor, su
preocupación y angustia.
Le devuelvo el abrazo con fuerza, inspirando su olor a tomillo y a
algo que solo es de Alistair. Me gusta mucho, me duele el corazón
solo con pensarlo, pero es la verdad y estoy asustada, me he
acorazado en que para él, yo solo estaba siendo una diversión, pero
está claro que no es así y eso me ha hecho entrar en pánico, tengo
que entender que no es malo que me quiera, que puedo volver a
confiar en alguien.
Un copo de nieve me cae en la frente y ambos miramos al cielo,
está empezando a nevar de nuevo.
—Necesito que entres en calor, estás helada ¿Quieres venir
conmigo? —me pregunta con mucho cuidado, y eso me hace sentir
fatal porque mi Alistair hubiese bromeado con secuestrarme o
alguna tontería así.
No quiero que vaya con pies de plomo conmigo, como si fuese a
salir huyendo a cada instante, como acabo de hacer.
—Claro que quiero ir contigo, perdona, no sé que me ha pasado,
bueno sí lo sé pero…
—Emily, luego. —Sin decir nada más se da la vuelta, se arrodilla
de espaldas a mí y estira los brazos—. Sube —me dice.
—¿Qué? No hace falta, estoy bien, puedo caminar y no voy a
huir, te lo prometo.
—Pues hazlo por mí, así te sentiré y podrás entrar en calor, la
alternativa no te va a gustar —dice sacando su Alistair bromista.
—¿En serio? —Pongo los ojos en blanco pero tiene razón, estoy
helada y aunque sería raro que me llevara a caballito, más raro sería
que me cogiera en bolandas por toda la ciudad.
—Sabes que soy capaz de llevarte como un saco de patatas, así
que sube ahora mismo, señorita Fenn.
—Ag, eres de lo que no hay… —suspiro pero subo a su espalda.
Sin decir nada más me abrazo a él, Alistair se pone en pie y
comienza a caminar, me lleva hasta el hotel Belle nuit. Espero que
ninguno de mis compañeros me vea aparecer subida a caballito del
jefe, sería una anécdota que no dejarían de recordarme.
Por suerte, al ser tan tarde, nadie nos ve, y al llegar al vestíbulo
Alistair me baja y subimos las escaleras que nos llevan a su
habitación cogidos de la mano.
—¿Tienes hambre? Al final no has cenado —dice Alistair al
entrar a su habitación y cerrando la puerta.
Niego con la cabeza.
—Estoy bien, gracias.
Alistair asiente.
—¿Tienes frío? ¿Te preparo un baño caliente? —Vuelve a
preguntar e intento ocultar una sonrisa, está adorable cuando se
preocupa por mí.
—Estoy bien, no tengo frío, tu espalda es muy calentita. —Sonrío.
—Entonces… ¿Quieres hablar de lo que ha pasado?
—¿Puedo pedirte un favor? —pregunto seria.
—Lo que quieras, ya lo sabes.
—¿Puedo dormir contigo esta noche y mañana lo hablamos?
Quiero estar contigo.
—¡Joder, claro que puedes! —exclama acercándose a mí, pero se
queda a un metro, como si no quisiera asustarme, entonces soy yo
quien acorto la distancia.
—No voy a salir huyendo, te lo prometo Alistair —le digo, y va
muy en serio. Aunque me da un miedo atroz entregarme a lo que
siento, más miedo me causa provocarle a él cualquier tipo de daño o
preocupación. Alzo mi mano y la poso en su áspera mejilla y acaricio
sus gruesos labios con el pulgar, esos labios que me muero por besar
—. Gracias por ser sincero conmigo, por preocuparte por mí, por
estar para mí.
—Siempre —lo dice como si se tratase de una promesa, y así lo
siento, mi cuerpo tiembla con la certeza de que él lo dice de verdad.
CAPÍTULO 32
Alistair
Emily por fin se duerme entre mis brazos, después de disculparse
otra vez por haber salido huyendo. Cuando la vi en el restaurante
levantándose de la mesa, con esa mirada de pánico en los ojos, se me
paró el corazón. Sé de su retincencia a salir conmigo, pero no sabía
cuánto le asusta que le hagan daño de nuevo, maldije al idiota y
capullo que le hizo perder la fe en el amor a mi preciosa pelirroja. No
es que yo haya tenido mejores experiencias en ese campo, y desde
luego siempre he sido un escéptico, pero conocerla a ella ha hecho
que desee tener una relación, querer a una persona y que esa persona
me quiera a mí por como soy y no por quien represento ser.
Compartir bromas, charlas sobre cualquier tontería, discutir y
reconciliarnos con sexo… Y solo lo quiero con ella, con mi
duendecillo de la Navidad.
Su rechazo me ha dolido, pero entiendo que la haya pillado por
sorpresa mi confesión, a mi también, ni siquiera había planeado
decirle que me estaba enamorando de ella, y mucho menos que
Emily me dijese lo mismo. En el momento en que la vi salir
corriendo pensé que la iba a perder para siempre, que no volvería a
verla, pero ahora está aquí, durmiendo entre mis brazos, esto tiene
que significar que quiere intentarlo, ¿no? Quizá esté asustada de sus
sentimientos, pero el deseo de querer estar conmigo es mayor.
Tengo que hablar con ella y averiguar qué necesita de mí, estoy
dispuesto a darle cualquier cosa para probarle que conmigo su
corazón está a salvo. Por primera vez en la vida voy a luchar por una
chica, y no me voy a rendir.
Emily
Me despierto algo confusa, pues estas no son las sábanas de mi
cuarto, abro los ojos poco a poco y recuerdo que estoy en el hotel, en
la habitación de Alistair. Me quedé dormida sobre su pecho,
escuchando el latido de su corazón. Pero él ya no está en la cama.
Me yergo tapándome con el edredón y me abrazo las rodillas. No
se escucha ningún ruido. ¿Me ha dejado sola? En cierta manera lo
agradezco para tener unos minutos y poner mis pensamientos y
sentimientos en orden, pero por otro lado me hubiese gustado
encontrarlo conmigo al despertar.
De repente se abre la puerta de la habitación y aparece Alistair
con una bandeja en las manos.
—¿Ya estás despierta? —Deja la bandeja en la mesa y va a retirar
las cortinas para que entre más luz, aunque está bastante oscuro por
el mal tiempo—. No quería que te levantaras sola, pero como ayer no
cenaste pensé que tendrías hambre.
No se equivoca, estoy hambrienta y le quiero un poco más por
ser tan atento conmigo, es muy mono de su parte.
—Muchas gracias, sí que lo estoy —digo sonriendo.
Entonces Alistair coge la bandeja y se sienta en la cama,
dejándola entre los dos. Hay chocolate recién hecho, tostadas,
cruasanes y fruta, todo puesto con esmero, da pena comérselo.
Mi estómago ruge, bueno quizá no da tanta pena.
Alistair me ofrece una taza de chocolate con una sonrisa en los
labios, esos preciosos y gruesos labios que me muero por besar.
—¿No tenemos servicio de habitaciones? —pregunto con una
sonrisa cogiendo la taza con las dos manos, nuestros dedos se
acarician y me invaden unas imperiosas ganas de sentirlas por todo
mi cuerpo.
—Sí, pero me apetecía ir yo mismo.
—Pues muchas gracias. —Doy un sorbo al chocolate y casi me
muero del gusto—. Oh Dios mío, este chocolate está buenísimo,
Alistair.
Él sonríe con orgullo.
—Lo sé, es de una fábrica tradicional, igual los conoces; Les
chocolats de Faure.
—Los conozco, me encanta ese chocolate, es super navideño, no
sé cómo lo hacen pero cuando pienso en chocolate y Navidad, su
marca es la primera en la que pienso. Voy a necesitar una taza de
estas todas las mañanas. —Rio.
—Pues la tendrás, mi duendecillo de la Navidad. —Me da un
suave beso en la mejilla y me sonrojo.
Después de desayunar, Alistair retira la bandeja y se estira junto
a mí en la cama, tengo la imperiosa necesidad de tumbarme sobre él
y devorarlo, de acariciarle el cabello oscuro y suave. ¿Cómo he
podido siquiera plantearme alejarme de él si es un imán para mí?
—Gracias por el desayuno.
—De gracias nada, luego te pasaré la factura —bromea Alistair
cogiéndome del brazo y tumbándome sobre él como si hubiese leído
mis pensamientos.
He dormido con tan solo una camiseta suya y las braguitas, y eso
es lo que llevo, por lo que mi culo queda al descubierto. Él se ha
cambiado y se ha puesto sus pantalones de chándal grises y una
camiseta negra que se le ajusta perfectamente a su musculoso
cuerpo, me encanta verlo así.
—¿Has dormido bien? —me pregunta quitándome un mechón de
pelo de la cara y poniéndomelo tras la oreja con una dulzura que me
hace querer suspirar de amor.
—Sí, gracias, ¿tú?
—Yo he tenido una losa sobre mi toda la noche que roncaba
como un rinoceronte, pero por lo demás, bien. —Reímos y le doy una
palmadita en el hombro, siento su risa por todo mi cuerpo y eso me
excita.
Me contoneo un poco sobre él y siento como el miembro de
Alistair crece.
—Realmente me he pasado toda la noche duro por ti —me
susurra cogiéndome por los glúteos y moviéndome sobre él, ambos
gemimos ante la fricción.
No lo puedo soportar más y lo beso enredando mis manos en su
pelo, ambos nos entregamos al maravilloso roce y al sabor de
nuestros labios, los suyos saben a chocolate.
En un movimiento, Alistair me tiene debajo de él sin dejar de
besarme.
—Me distraes, mi duendecillo de la Navidad, tenemos que hablar
—me dice en un suspiro, y vuelve a atacar mis labios sin dejar de
embestir contra mi sexo.
Me siento arder, estoy húmeda y tengo la enorme necesidad de
tener a este hombre en mi interior, ya.
—Luego…, te necesito dentro de mí, ahora —le digo metiendo
mis manos por dentro de su camiseta y acariciando su espalda.
—¡Joder! Vas a matarme, Emily. —Alistair se aparta para
deshacerse de la camiseta y de sus pantalones, aparentemente no
lleva nada más y eso provoca que mi sexo palpite, Dios, este hombre
es demasiado sexy para mis sentidos.
Me deshago a toda prisa de mi ropa mientras Alistair busca un
condón en la mesilla y se lo coloca. Ambos estamos desesperados por
sentirnos después de haber pasado toda la noche abrazados.
Cuando lo tiene vuelve a posicionarse sobre mí y se abalanza
sobre mis labios, abriéndolos para él, dominándome.
—Eres tan bonita y estas tan húmeda para mi… —gruñe al
acariciar mi sexo con dos dedos y sentirlo húmedo—. Me vuelves
loco, Emily.
Me acaricia suavemente el clítoris y gimo aferrándome a él.
—Eso es, mírame mientras te toco. ¿Te gusta, verdad, Emily? —
me pregunta avivando mi excitación.
Gimo y me arqueo en contestación sin poder apartar la mirada
de esos ojos perlados tan azules.
—Por favor… —suplico deseando tenerlo en mi interior.
—Quieres mi polla dentro de ti, ¿verdad muñeca? Dímelo.
—Sí, la quiero.
—Tómame, es tuya —gruñe introduciéndose en mí de una sola
estocada que me hace soltar un grito de puro placer. Estoy muy
húmeda, Alistair me excita de una forma que jamás he sentido.
Me aferro a su cuello y abro más las piernas para él, el roce es
demencial. Alistair me besa el cuello y baja a mis pechos sin dejar de
embestirme con dureza, con desesperación, la misma que siento yo
en cada fibra de mi ser.
Entonces desliza una mano entre nosotros y me acaricia el
clítoris sin dejar de introducirse en mi interior con un ritmo
enloquecedor. Mi respiración se corta y se agita todavía más, sus
dedos acariciándome furiosamente junto con sus embestidas me
llevan cada vez más alto. Me arqueo para no perder ni un segundo de
este maravilloso contacto y grito de placer cuando me siento tan
cerca.
—Eso es muñeca, estás ahí, ¿verdad? Quieres correrte con mi
polla dentro. —Su voz rasposa y susurrada me lleva al límite.
No puedo contener las sensaciones que se arremolinan en mi
cuerpo y me deshago bajo su calor y sus palabras.
Alistair me sigue, sucumbiendo al placer.
CAPÍTULO 33
Emily
Cuando recuperamos el aliento después de varios asaltos más,
Alistair me arrastra sobre él y me abraza por la espalda, es cerca del
mediodía. Me da un suave beso en el hombro y me siento más
satisfecha que nunca, Alistair es perfecto, y sé que tenemos que
hablar de lo que ocurrió ayer, pero tengo miedo. Estoy siendo egoísta
porque aunque le he repetido que no quiero tener nada con él, estoy
aquí, en su cama, lo beso y lo toco, y es que en lo más interno de mi
ser sé que no puedo evitarlo, como sé que Alistair también siente
algo por mí. No quiero perder esto que tenemos, pero la realidad
siempre está ahí, acechando, él se marchará.
—¿Emily? —me susurra abrazándome más fuerte contra él.
—¿Si?
—Dime que tú también lo sientes. —Me pide dándome un suave
beso en la mejilla. Sé perfectamente a qué se refiere, nuestros
corazones laten al mismo compás, como dos copos de nieve que caen
al mismo tiempo en el mismo árbol de Navidad.
En este preciso instante tengo la certeza de que me estoy
enamorando sin remedio de Alistair Digory y que jamás he sentido
nada parecido por nadie.
—También lo siento —susurro perdiéndome en su mirada y con
el corazón martilleándome a toda prisa, al compás de una mezcla
entre amor y miedo.
Una vez salimos de la cama, nos duchamos juntos en silencio, pero
no es un silencio incómodo, sino uno en el que nos limitamos a
sentirnos el uno al otro y en el que no hacen falta palabras, pues
nuestras miradas, las caricias y los besos hablan por nosotros.
—¿Te he dicho ya lo preciosa que estás con ese albornoz? —me
dice Alistair tirando de las cuerdas del albornoz hacia su pecho
desnudo, solo se ha puesto unos pantalones de chándal tipo tartán
después de secarse. Estoy muy a favor de eso.
Apoyo las manos en sus pectorales duros y sonrío.
—No me lo has dicho, no. —Me pongo de puntillas para darle un
dulce beso en los labios.
—Pues lo reafirmo, estás preciosa. —Vuelve a besarme y me
retira un mechón de pelo húmedo tras la oreja.
—Tu tampoco estas nada mal, así ¿Te he dicho lo mucho que me
gusta el estampado de tartán rojo y verde? Es muy navideño —Llevo
mis manos al inicio de los pantalones.
—Me encantaría ver lo mucho que te gusta que los lleve —me
susurra en los labios y después me besa con pasión.
—Ahora no, tienes trabajo —digo sonriendo.
—¡Que le den al trabajo! —Suelta cogiéndome por los glúteos y
haciendo que enrosque las piernas en su cintura y gira conmigo entre
sus brazos.
Rio abrazándome a él y cuando para de girar, ambos nos
fundimos en un intenso beso.
—Eres idiota —le digo con una sonrisa.
—Soy tu idiota.
Me gusta como suena eso.
—¿Qué vas a hacer para fin de año? —le pregunto sin pensar.
—Derek quiere ir a una fiesta en un club, pero me apetece más
estar contigo.
—Yo he quedado con Val para ir a una fiesta, pero también me
apetece quedarme contigo —le confieso.
—Pues hazlo.
—No puedo dejar tirada a Val. —Pongo cara de pena.
—Entonces nos veremos al día siguiente para viajar a Brujas.
—¿Tan pronto? ¿Cómo? No hemos reservado… —La sonrisa
petulante de Alistair me hace callar—. No me digas, un avión privado
o alguna mierda de esas, ¿no?
—Sí, una mierda de esas. —Rie.
—A veces se me olvida que eres un tío asquerosamente rico. —
Pongo los ojos en blanco y Alistair suelta una carcajada.
—Supongo que es una especie de cumplido viniendo de ti.
—No estoy muy segura —bromeo, entrecierro sus mejillas entre
mis pequeñas manos y lo beso.
La noche de fin de año la paso con mi familia, y después de la cena
me arreglo para salir con Val. Hemos elegido una de las fiestas que se
celebra en un local exclusivo en Turckheim, con música en directo.
Me pongo un vestido de lentejuelas doradas que me llega por las
rodillas, de media manga sin escote y con la espalda descubierta, lo
acompaño con unos tacones negros y un bolso a conjunto.
Me ondulo el cabello pelirrojo casi rubio y me lo dejo suelto,
después me maquillo intensamente los ojos para destacar mi color
azul y un color suave brillante y rosado para los labios.
La verdad es que lo que más deseo es pasar el cambio de año con
Alistair, y no verlo esta noche, tengo que admitir, que me disgusta un
poco. Por no mencionar que estará en un club con muchas chicas que
seguramente buscarán su atención, no es que no me fíe de él pero…,
es difícil para mí, aunque lo que tengamos no sea serio. Al final no
hablamos de lo que sucedió en el restaurante, parece que hemos
decidido seguir fluyendo.
Mi móvil suena cuando Val me envía un mensaje para avisarme
de que ya está en la puerta, así que me pongo mi perfume y bajo a
despedirme de mis padres.
—¿Entonces mañana te vas de viaje con Alistair? —me pregunta
mi madre.
—Sí, nos vamos después de comer.
—Pues venid a comer a casa.
—Le preguntaré. Me voy ya, que me espera Val. —Beso a mamá
en la mejilla y después me acerco a papá.
—Tened cuidado —me dice dándome un beso en la frente.
—Siempre ¡Feliz año! —grito mientras corro hacia el coche de mi
amiga, hace un frío helador.
No tardamos en llegar al local donde hemos quedado también con
Giselle, la amiga de Val. Lo más complicado es encontrar
aparcamiento, y las dos gritamos como locas cuando encontramos
uno. Nos ponemos los abrigos y salimos del coche para dirigirnos al
local.
—Lo vuestro es muy fuerte —dice Val, sonriendo y cogiéndome
del brazo después de que la haya puesto al corriente de todo lo que
ha sucedido con Alistair.
—Es de locos, yo tampoco me explico cómo hemos llegado a este
punto —le confieso.
—Desde que te arrastró a aquel despacho en la fiesta yo ya supe
que entre vosotros iban a saltar chispas, y desde luego ha habido
chispas y fuego por lo que veo.
—¿Qué ibas a saber tú? —Reímos.
—Soy tu mejor amiga, sé estas cosas —dice convencida—.
Deberías haberle dicho que viniera.
—Ha quedado con Derek…
—Ah, bueno, es agua pasada, solo hemos follado una vez… Ni
siquiera he vuelto a pensar en él y seguro que él tampoco en mi.
Pero por el tono que usa Val, sospecho que no me está diciendo
la verdad ¿Podría ser que Derek le gusta más de lo que quiere
admitir? Pero no comento nada, pues sé que Val no tolera muy bien
hablar de sus sentimientos.
En cuanto entramos buscamos a Giselle, la cual está en la barra
pidiéndose un mojito.
—¡Por fin llegáis! Un poco más y os perdéis la cuenta atrás! —
exclama abrazándonos a las dos.
Todo está medio oscuro, iluminado por las luces de colores del
escenario donde hay un grupo de música que no conozco, tocando la
versión de Let It Snow! Let It Snow! Let It Snow! de Dean Martin. El
lugar está decorado con globos de fin de año y serpentinas doradas y
plateadas, la pista de baile está atestada de gente joven bailando y
divirtiéndose.
—Por cierto, tu primo está por aquí —dice Giselle mirando a
Valerie. Sin quererlo me tenso al oírla, lo último que quiero es
compartir aire con ese capullo.
—No lo sabía —dice Val mirándome con una disculpa en los ojos.
—¿Va todo bien en la empresa? Porque me han llegado rumores
de que tu primo os está llevando a la ruina —le pregunta Giselle.
Realmente se la ve preocupada, no la conozco tan bien como para
juzgarla, pero Valerie confía en ella, así que yo también.
—Sí, va todo bien, aún se está adaptando —contesta Val sin
entrar en detalles—. Pero es noche vieja ¡Olvidémonos del trabajo y
disfrutemos de la noche!
—¡Esoo! —grita eufórica Giselle dando un sorbo a su mojito.
CAPÍTULO 34
Emily
Aunque trato por todos los medios evitar al indeseable de Alan, es
totalmente inútil cuando se acerca a nosotras con una sonrisa
delirante en los labios que queda terrorífica en su rostro.
—¿Disfrutando de la fiesta, chicas? —suelta acercándose y
mirándome tan solo a mí, me recorre un escalofrío del asco que le
tengo.
—Me voy al baño —digo inmediatamente, no quiero ni verlo.
—No seas borde, Emily, acabo de llegar —dice Alan cortándome
el paso y diciendo mi nombre como una serpiente.
—Aparta.
—¿O sino que? —me susurra más cerca.
—Alan, por favor… —le suplica Val acercándose a su primo.
No quiero que Val se meta y acabe herida, así que doy un paso
atrás chocando con alguien que envuelve sus manos en mi cintura
atrayéndome más a su cálido cuerpo, es entonces cuando huelo a
tomillo y a algo que solo es de él. Mi corazón se acelera.
—O sino lo haré yo —dice Alistair a mi espalda, me giro
sorprendida y agradecida hacia él, Alistair me acaricia el abdomen
para tranquilizarme mientras le dirige una mirada asesina a Alan sin
apartar su mirada.
—Oh, el que faltaba…, el exitoso hombre del negocio hotelero —
escupe con sarcasmo—. ¿Has cerrado muchos tratos últimamente? —
Su sonrisa sardónica nos lo dice todo, Alan anda tras el boicot que ha
sufrido Alistair con los proveedores.
Siento como Alistair se tensa y como aprieta su cincelada
mandíbula.
—Lárgate ahora mismo y no te vuelvas a acercar a mi novia —
gruñe Alistair. Y siento como mi corazón se para y mis ojos se abren
de par en par por la palabra que ha usado para referirse a mí.
—Vamos Alan, por favor… —Interviene Val otra vez. Alan nos
mira con odio, en su mirada se ven las ganas de venganza.
—Vamos tío, no montes una escena. —Derek aparece tras Alistair
cogiendo a Alan del hombro como si fuese un gesto amistoso. Es
entonces cuando Alan mira a éste y a su prima y se ve acorralado,
resopla y refunfuña algo y se da media vuelta con Derek y Val
pisándole los talones.
Val me mira con una cara culpable y yo le sonrío para
tranquilizarla antes de que se vaya con Derek. Cuando desaparecen
de mi vista, Alistair me gira entre sus brazos para que lo mire.
—¿Estás bien? ¿Te ha tocado? —me pregunta preocupado.
—Estoy… bien —contesto aún en shock.
—¿Seguro? Juro que si lo vuelvo a ver amenazándote así le parto
la cara.
—Puedo cuidarme yo solita. —No quiero que Alistair tenga más
problemas con Alan, y menos por mi culpa.
—No lo dudo, mi duendecillo de la Navidad, pero me hierve la
sangre al pensar que ese asqueroso tipo podría ponerte las manos
encima.
—No lo hará, no quiero que te metas en problemas por mi culpa,
todo el mundo nos está mirando.
Y es cierto, hemos armado un buen revuelo, y no es que Alan
haya moderado su tono de voz.
—¡Joder Emily! Me da igual meterme en problemas, si tengo que
partirle la cara a ese capullo para dejarle claro que no se acerque a ti,
lo haré.
—No, no lo harás, no soy una maldita doncella en apuros, sé
cuidar de mi misma, así que deja de comportarte como un troglodita.
—Lo aparto y quiero salir en dirección contraria, pero Alistair me
coge de la mano y me atraer hacia él de nuevo.
—Admite que te has puesto cachonda cuando te he defendido —
me susurra al oído con una sonrisa petulante.
—No. —Pero sí, tiene razón, aunque no voy a admitirlo ni loca.
Él suelta una carcajada y con una mano me coge de la nuca para
besarme con fervor.
—Te conozco, Emily Fenn, tu cuerpo no es un secreto para mi, y
ahora mismo estás tan cachonda que podría penetrarte con mi polla
tan duro, que haría que te corrieras en segundos.
Ahogo un gemido ante sus palabras, sí, estoy húmeda y mi
cuerpo está caliente por este hombre y esa voz rasposa que me vuelve
loca. Siento como la electricidad que hay entre nosotros crepita, y mi
cuerpo instintivamente se acerca más al suyo, deseo que me toque.
—Alistair no… —Estamos rodeados por un montón de gente, la
mayoría no nos hace caso ahora que Alan ya no está, pero hay gente
que aún nos mira con curiosidad, me sonrojo.
—Estás preciosa. —Me besa el cuello y sube su gran mano por mi
espalda desnuda, acariciándola y provocándome placenteros
escalofríos—. Me vuelves loco, Emily. Solo tengo ganas de sacarte de
aquí y tenerte para mí solo.
—Yo también —le contesto alzando mis manos por su traje y
acariciándole su cuello, enrosco mis brazos a su alrededor. Está
guapísimo, como siempre.
Alistair funde nuestras bocas y abro los labios para darle paso a
su lengua, lo deseo, no entiendo cómo, pero Alistair es como una
adicción para mí, no tengo suficiente de este hombre y nunca lo
tendré.
—Así que esto va en serio… —dice Val apareciendo a nuestro
lado con una sonrisa.
Me separo un poco de Alistair y vuelvo a la realidad, no estamos
solos.
—Muy en serio —responde Alistair sin soltarme de la cintura con
una sonrisa que me hace flaquear.
—Vamos con calma. —Siento la necesidad de aclararlo, aunque
no sé por qué.
—¡Me alegro mucho por vosotros! —grita emocionada mi amiga
sin hacer caso de mi comentario. Alistair sonríe—. Podría decirse que
yo os junté. —Ríe.
—Tu mejor trabajo sin duda. —Le sigue la broma Alistair.
—Bueno, el trabajo duro lo has hecho tú, porque estoy segura de
que nuestra Emily no te lo ha puesto fácil.
—Aún me lo está poniendo difícil, pero ya la tengo medio
enamorada. —Ríe y después me mira con esa maldita y seductora
sonrisa y me da un beso en la sien. Pongo los ojos en blanco pero no
puedo evitar que se me escape una sonrisa y me sienta realmente
bien entre sus brazos.
—¡Mírate, estás coladita por él! —Me señala Val.
—Sois unos pesados, me voy a ir… —Los amenazo medio en
broma.
En ese momento vuelve a aparecer Derek.
—Se ha ido —dice serio, es tan alto como Alistair y un poco
menos corpulento, pero parece en forma también, tiene unos ojos
marrones del color de la miel y el cabello lo lleva casi rapado y rubio,
la verdad es que es muy atractivo.
No sé mucho de él, que es amigo de Alistair y poco más,
seguramente también tendrá negocios importantes, ya le preguntaré
a Alistair.
—Bien, gracias —le agradece Alistair a su amigo.
—Sí, gracias, y siento mucho lo que ha pasado con mi primo, no
voy a excusarlo, es un capullo —suelta Val enfadada.
—No te preocupes, no es tu culpa —le cojo de la mano para que
sepa que ella no tiene culpa de que su primo esté loco.
—Deberías ir con cuidado, tu primo no es trigo limpio —le dice
Derek a Val. Ella asiente avergonzada.
—Bueno, ¿no ibas a traerme un cóctel mortal? —le pregunto a mi
amiga para que se olvide del tema.
—¡Sí, tienes que probarlo antes de medianoche! —Mi técnica de
distracción funciona y sonrío.
—Nos vemos a medianoche, muñeca. —Me sonríe Alistair y me
besa en los labios antes de que Val tire de mí hacia la barra donde
está Giselle, que inteligentemente se ha alejado de nosotros en
cuanto ha visto a Alan acercarse.
Chica lista.
Cuando tenemos nuestras bebidas vamos a la pista a bailar entre la
gente, quedan diez minutos para la medianoche y todos ya están
celebrando el año nuevo como si no hubiera un mañana. Pero yo no
puedo ser consciente de otra cosa que no sean los ojos de Alistair
sobre mí y sus palabras diciendo que soy su novia.
—Esto me recuerda a cuando os conocisteis, te sigue mirando
igual de encandilado. —Ríe Val en mi oído.
—Estoy cagada Val, me gusta muchísimo, y creo que estoy medio
enamorada de él —le confieso.
—¡Lo sé! Es precioso lo que te está pasando, tienes que disfrutar
—me dice cogiéndome de la mano y dándome una vuelta.
—Habló, ¿y tú qué?
—¿Yo?
—Sí, Derek no te quita los ojos de encima tampoco, y te ha
ayudado con lo de Alan, creo que de verdad está preocupado por ti.
—Bueno, supongo que podríamos llevarnos bien. Y, ¿qué le pasa
a mi primo con vosotros? Estaba muy cabreado.
Suspiro ante el cambio de tema, sé que lo hace aposta, pero no
comento nada.
—Ni idea, nunca nos hemos llevado bien, pero desde esa fiesta…,
se piensa que le he arruinado el trato con Alistair y se ha propuesto
vengarse de nosotros. Nunca lo hubiera hecho, ni siquiera hablaba de
eso con Alistair, en ningún momento, él mismo buscó que Alistair no
quisiera hacer negocios con él.
—¿Qué pasó?
—Apareció en el hotel echando pestes, pero Alistair ya intuía que
Alan no trabaja de la forma en que debería… —digo un poco con pies
de plomo.
Val parece avergonzada.
—Últimamente bebe mucho y se junta con gente…, un poco
indeseable, o eso he escuchado en la familia —me explica
preocupada.
—Mantente todo lo alejada que puedas de él, ¿vale? No quiero
que te arrastre, debemos buscar una solución y que te quedes con la
empresa antes de que sea demasiado tarde para Bodegas Lefebvre.
—No creo que eso sea posible…
En ese preciso instante la gente empieza a contar la cuenta atrás
para dar la bienvenida al año nuevo, y aparece Alistair a mi espalda.
—¿Te la puedo robar? —le pregunta a Valerie.
—Toda tuya —le guiña un ojo y Derek se acerca a ella, no puedo
escuchar de qué hablan porque me centro en Alistair.
—Hola —me saluda al oído mientras me coge de las caderas y me
acerca a él.
—Hola —le contesto con una sonrisa.
—¿Te he dicho ya lo preciosa que estas? —Sus ojos azules en
mitad de la oscuridad parecen una tormenta de deseo y promesas de
placer.
—Eres todo un halagador, señor Digory —me burlo.
—Es mi encanto personal. —Ríe y de repente caen globos y
serpentinas del techo, por los altavoces sale la voz del cantante
felicitando el año a todos—. Feliz año, mi duendecillo de la Navidad,
no sabes lo feliz que estoy por estar aquí contigo.
—Feliz año, yo también me alegro mucho Alistair. —Y ambos nos
fundimos en un beso.
—Di mi nombre otra vez —me susurra en los labios provocando
que mi corazón se acelere y mi cuerpo vibre.
—Alistair…
CAPÍTULO 35
Emily
Lo tengo todo preparado para el viaje de fin de semana en casa de los
padres de Alistair, y debo admitir que estoy nerviosa porque no sé
cómo actuar después de la noche que hemos pasado, primero en la
fiesta y luego con el sexo salvaje que hemos tenido en el hotel.
¿Somos novios? ¿Es oficial? ¿Debo preguntárselo? ¿Es lo que
realmente quiero? ¿Y si solo me ha llamado “novia” para disuadir a
Alan? Que nos hayamos acostado no es novedad, pero sí que me
llame “novia” cuando en la última conversación que tuvimos salí
corriendo en cuanto nos dijimos lo que sentíamos. Lo que está claro
es que ya no me sirve algo a medias.
He salido pronto del hotel para acabar de preparar algunas cosas
y ayudar a mi madre con la comida, Alistair debe estar al caer.
—Así que una escapada a Brujas… —suelta mi madre con una
sonrisa mientras pela las verduras y yo las corto.
—No es una escapada romántica ni nada de eso, mamá… —le
contesto con un bufido.
—Ya, ya… —Sonríe sin afectarle mi contestación borde—. Me
parece un hombre realmente encantador, y se nota que le gustas.
—Ya lo sé.
—Ay hija, no se puede mantener una conversación contigo —se
frustra y se desplaza hasta los fogones para mover la carne en la
sartén.
—Tu lo que quieres que te diga es que estamos enamorados y
que vamos a salir juntos y a vivir felices y bla bla bla, pues lo siento
mamá pero esa no es la realidad, ni siquiera yo sé lo que somos.
—Lo que sois es un par de cabezotas, porque cualquiera con un
par de ojos vería que estais enamorados.
—Por el momento solo estamos…, viendo qué pasa hasta que él
se tenga que marchar, no quiero hacerme ilusiones.
Mi madre suspira.
—Bueno, ya cruzaréis ese puente cuando lleguéis a él. —Y en ese
preciso instante llaman a la puerta.
Me da un vuelco el corazón, solo puede ser Alistair.
Cuando salgo de la cocina me lo encuentro en la entrada
hablando con mi padre animadamente sobre libros. En cuanto me
ven, los dos se giran hacia mí y los ojos de Alistair se iluminan, me
encanta cómo me mira, como si fuese la única persona capaz de
hacerlo feliz y volverlo loco al mismo tiempo.
Me acerco a ellos y el saludo es un poco raro porque no voy a
darle un beso ni nada, pero Alistair sí se acerca para darme uno en la
mejilla cuando yo me acerco para darle un abrazo y acaba dándome
un beso en los labios, delante de mi padre y… Dios, es muy
embarazoso.
Me separo bruscamente sonrojada.
—Creo que Noel me llama en la cocina —dice mi padre sin saber
dónde meterse, se marcha volando con esa excusa.
Alistair me mira y ambos empezamos a reír.
—¡Joder! Creo que ha sido el momento más incómodo de mi
vida —dice él—. Lo siento mucho, no quería besarte delante de tu
padre.
—No importa, ya lo sé, ha sido mi culpa por girarme en ese
momento, Dios… ¡Qué vergüenza! —Reímos.
—Una anécdota más para contársela a nuestros hijos —bromea
Alistair, o eso pienso, pero me gusta como suena.
Le dedico una media sonrisa.
—La comida estará enseguida.
—¿Crees que perderé algunos puntos con tu padre por esto? —
bromea mientras vamos al salón.
—No creo, mi padre es muy moderno, y seguramente intentará
olvidarlo, ha sido incómodo para todos. —Río.
—Eso espero.
Lo primero que hace mi padre es sacar el incómodo momento de
antes mientras comemos. Típico de él.
—¡Papá! —Le recrimino mientras él se ríe.
—¿Qué? Hay que reírse de estas cosas, no pasa nada, soy un
padre guay —bromea, o bueno, no, porque lo triste es que él se cree
guay.
—Lo que hubiese dado por haberlo visto… —Se ríe mi madre.
—Mamá, por favor… Sois de lo que no hay —susurro colorada
como un tomate, mi hermano suelta una carcajada al igual que
Alistair, se lo están pasando en grande a mi costa.
—Y bueno Alistair ¿Tienes ganas de ver a tu familia? —pregunta
mamá y yo me tenso por la pregunta, sé que a Alistair no le gusta
mucho hablar de su padre.
Pero para mi sorpresa él sonríe a mi madre y contesta:
—Tengo ganas de ver a mi madrastra, suena un poco mal
llamarla así pero es lo mejor que le ha podido pasar a mi padre.
—Y, perdona que te pregunte, pero, ¿tu madre?
—Mamá, basta… —le pido, no quiero que se sienta obligado a
contestar.
—No, está bien Emily, no pasa nada —me dedica una sonrisa y
luego mira a mi madre, este hombre es perfecto—. Mi madre murió
cuando era un niño, después mi padre se casó con Loana y
prácticamente ella ha sido una madre para mí.
Se nota que quiere mucho a Loana, siempre habla con cariño
cuando se trata de ella, y eso me gusta. Me alegro de que al menos su
infancia no haya estado tan marcada por la muerte de su madre y un
padre casi ausente que engañaba a su mujer.
—Emily me ha comentado que ha sido ella quien la ha invitado,
no la conozco, pero por lo que me ha contado mi hija seguro que es
una gran mujer.
—Sí que lo es, la mejor. —Sonríe Alistair orgulloso—. Estoy
seguro de que se llevarían bien.
—Sí, yo también lo creo —comento con una sonrisa.
Después la conversación deriva a temas de literatura y a
cuestiones de empresas, ya que Jack está empezando con la suya y
Alistair le da algunos consejos. Da un poco de miedo lo normal que
parece todo, una comida en familia, con mis padres, mi hermano y…,
mi novio, me gusta mucho cómo suena, pero esta no es la realidad.
Después de comer y de pasar un rato más con mis padres nos
despedimos, montamos las maletas en el coche de Alistair y nos
vamos hacia el aeropuerto, donde según él, nos está esperando su
avión privado. Son en ocasiones como esta en las que pienso en lo
muy diferentes que somos, no porque él tenga más dinero, sino por
la vida que llevamos. Yo soy una simple recepcionista de hotel, me
gusta mi trabajo y está muy bien pagado, pero no es comparable con
ser el dueño de una cadena hotelera de lujo, situada en más países de
los que yo nunca he visitado.
—Estás muy callada, mi duendecillo de la Navidad —me dice
Alistair una vez entramos en el avión privado, después de dejar el
coche en medio de la pista de aterrizaje, el cual alguien se encargará
de llevarlo de vuelta al hotel.
Es una puta pasada ser rico.
—Es solo que… Madre mía ¡Es un avión de verdad! —exclamo
alucinada mientras miro el interior de la cabina, es enorme, y solo
para nosotros dos.
El azafato que está con nosotros intenta esconder la sonrisa ante
mi comentario, pero Alistair ni siquiera lo intenta, se ríe a carcajada
limpia.
—Sí, es de verdad, creo que vuela y todo —responde con sorna
acercándose a mí y me coge de las caderas para atraerme hacia él.
Me molesta un poco que se ría de mí.
—Eres idiota. —Intento zafarme de sus brazos aunque no lo
intento con demasiado ímpetu.
—Me gusta cuando me dices esas cosas —se burla dándome un
beso en la mejilla—. Estás muy sexy alucinando con mi avión, si lo sé
te hubiera traído antes —me susurra en el oído provocando que me
excite. Cuando él está cerca no soy dueña de mi cuerpo.
—Antes no hubiera accedido a venir.
—No estés tan segura. —Me alza el mentón y me besa en los
labios con esa intensidad que hace que mis piernas flaqueen. Sus
besos son entregados y ardientes, nunca me han besado como lo hace
él, ni me han hecho sentir como lo hacen sus besos: necesitada de
más y anhelante de él—. No puedo esperar a tenerte otra vez, en
saborear cada parte de tu cuerpo, estoy loco por tí, Emily —me
susurra muy bajito con esa voz rasposa y grave que provoca que mi
pulso se acelere.
—Despegamos en unos minutos, señor Digory —dice de repente
una voz por el interfono. Supongo que es el piloto del avión que he
conocido antes.
—Ven, vamos a sentarnos, muñeca. —Me coge de la mano y me
lleva hasta las enormes butacas de cuero marrón que hay en el avión.
No es como un vuelo comercial, sino que hay dos butacas
enormes y una mesa entre medio, en frente otras dos, pero son
espaciosas y parecen los asientos más cómodos que he visto en mi
vida.
Alistair me indica que me siente en el que está al lado de la
ventana y él se acomoda a mi lado, luego se inclina hacia mí y me da
un ligero beso en los labios mientras me pone el cinturón de
seguridad.
—Puedo hacerlo yo —digo un poco sonrojada.
—Lo sé —me responde sin más, luego me da otro beso y se ata a
él mismo.
CAPÍTULO 36
Emily
Caigo dormida nada más despegar, el trayecto no es muy largo pero
no he dormido mucho, por no decir nada, y estoy agotada. Dos horas
y media después llegamos al aeropuerto de Ostende, cerca de Brujas,
allí nos espera otro coche en el que están cargando nuestras maletas.
—Esto sí que es un buen servicio… —murmuro alucinando—. Sin
colas, sin esperas…
—Lo mejor para mi duendecillo de la Navidad. —Sonríe Alistair
cogiéndome de la mano.
Subimos al coche y Alistair me explica que la casa de su padre
está en las afueras de Damme, a diez minutos de Brujas. Mientras me
habla sobre la casa, lo último que me imagino es que se trata de una
maldita mansión del siglo XVII, que parece sacada de una película.
Solo conserva la fachada, ya que por dentro se ha reformado
completamente según me dice Alistair, pero aun así, es imponente.
Llegamos por un camino de gravilla y con un precioso jardín
alrededor, hay un río con un precioso puente, no puedo dejar de
mirar hacia todos lados, esta finca es preciosa. Lo que más me gusta
es la increíble fachada típica de ladrillos formando escaleras, con
chimenea y tres ventanas grandes y una más pequeña arriba en el
centro. La puerta está coronada con un friso de madera en forma de
triángulo a la que se accede mediante unas escaleras.
—Alistair…, esto es precioso. —Estoy encantada y alucinando
mirándolo todo mientras salgo del coche.
—Me alegro que te guste —contesta sin más. Está claro que él no
guarda muy buenos recuerdos aquí y me sabe un poco mal estar tan
entusiasmada con el lugar.
De repente la puerta se abre y una Loana sonriente y que destila
felicidad, sale a recibirnos, va impecablemente vestida, como
siempre, y me siento un poco tonta con mis tejanos, mi jersey de
cuello alto de color marrón y mis botas de montaña.
—¡Ya estáis aquí! Como me alegro. —Se dirige hacia mí primero
y me abraza—. Emily querida, cómo me alegro que hayas venido.
—Muchas gracias por invitarme, esto es precioso Loana.
—Sí que lo es, yo me enamoré nada más verlo y ya no me
pudieron echar —bromea.
Alistair baja nuestras cosas del coche y se acerca a nosotras para
abrazar a Loana con mucho cariño.
—¿Cómo estás? —le pregunta Alistair.
No puedo evitar pensar en que Loana y yo somos de la misma
estatura. ¿Tan alto y grande se ve Alistair cuando me abraza a mí?
No sé porqué, eso me hace sonreír.
—Muy bien, os he echado de menos, vamos, pasad, que ya está
oscureciendo y hace un frío que pela. —Se frota las manos y va hacia
dentro.
Nosotros seguimos cargando nuestras maletas, o más bien,
Alistair es quien carga con ellas.
—¿Dónde está mi padre? —pregunta Alistair con un deje de
tensión en la fuerte mandíbula.
—En su despacho, ahora voy a buscarlo, poneros cómodos. Hay
pastas, chocolate y café en la cocina, servíos. —Y desaparece por un
pasillo con la elegancia de una reina.
La casa es muy diferente a su exterior, es rústica pero a la vez
moderna con tonos suaves y maderas, muy sofisticada, y huele de
maravilla, a chocolate y galletas de navidad, me muero por probar
una, o unas cuantas. Todo está decorado muy hogareño, sofisticado y
con un toque navideño que me encanta. Es precioso.
—Ven, te enseño esto —dice Alistair dejando nuestras cosas en
una banqueta que hay en el recibidor. Me coge de la mano y me lleva
por el amplio pasillo hacia una sala de estar enorme con sofás, una
chimenea decorada con una guirnalda navideña alrededor, una
televisión enorme en la pared con altavoces y estanterías a los lados
repleta de libros y alguna que otra fotografía. También hay sitio para
una mesa de madera clara enorme junto a un árbol de navidad
precioso al lado de unos ventanales, desde donde se ve el jardín con
el río y el puente, son unas vistas de ensueño. Al fondo de la estancia
se puede ver la cocina, con encimeras de granito blanco y elementos
de madera que le dan un toque precioso.
—Madre mía, esto es precioso Alistair… —Estoy sin palabras.
—Sí, ha cambiado mucho desde la última vez que vine. —
También está observando todo como si fuese nuevo para él y creo
atisbar un deje de nostalgia en sus ojos—. ¿Tienes hambre? Las
galletas de navidad de Loana son de lo mejor. —Me sonríe
tendiéndome el plato que está en la encimera.
—Huelen super bien. —Cojo una y la muerdo, es como tener la
navidad en la boca—. Están buenísimas.
—Me alegro que te gusten —dice Loana apareciendo por otra
puerta, detrás de ella hay un hombre que es la viva imagen de
Alistair, pero con un poco más de peso, más mayor y con pelo blanco.
—Estoy harto de decirle a mi mujer que debería abrir una
pastelería. —Sonríe el hombre en cuestión. Luego se acerca a Alistair
—. Hijo, me alegro de verte.
Alistair se tensa y asiente, ni un abrazo ni ninguna muestra de
afecto de ningún tipo, el aire se pone un poco denso, pero Loana se
encarga de suavizarlo.
—Mira cielo, ella es Emily. —Me presenta.
—Román, encantado. Loana me ha hablado mucho de tí. —Me
sonríe, la verdad es que parece un hombre muy amable, sus ojos
azules me transmiten simpatía.
—Igualmente. —Nos damos dos besos a modo de saludo.
—Emily está deseando ver Brujas, así que eso será lo primero
que haremos mañana. —Se ve que Loana está encantada con todo
esto.
—Seguro que os lo pasáis en grande —dice Román.
—¿Tu no vendrás? —pregunta Alistair serio, sin ningún tipo de
expresión en su perfecto rostro.
—No, tengo trabajo.
—Estás jubilado.
—Son cosas que no entenderías. —Hace un gesto con la mano
para desestimarlo, su voz denota un poco de cansancio.
Alistair no comenta nada más, pero sé que esa contestación le ha
herido.
—¡Bien! Estoy segura de que querréis descansar un poco antes
de la cena. ¿Por qué no le enseñas las habitaciones a Emily, cariño?
—le dice Loana a Alistair.
—Claro.
Mientras nos marchamos al piso de arriba veo como Loana
inmediatamente le ofrece una silla a Román y como le susurra algo
preocupada, pero no intento escuchar lo que le dice, no me quiero
entrometer.
Subimos las escaleras a la segunda planta y Alistair está muy
callado, llegamos a una de las puertas y se detiene haciendo que casi
choque con él. Se gira y me mira con una expresión indescifrable.
—¿Duermes conmigo? —Parece más una petición desesperada
que una pregunta, así que aunque me da un poco de corte, por estar
en casa de sus padres, asiento y ambos entramos.
—¿Esta era tu habitación? —pregunto curiosa mirando a todas
partes. Es una habitación muy espaciosa a pesar de los tonos
oscuros, con un rincón para la lectura con grandes estanterías y un
sillón de color negro.
—Sí, aunque obviamente cuando era adolescente no estaba tan
ordenada como ahora. —Sonríe volviendo a ser el de antes.
Inmediatamente me acerco a sus estanterías a inspeccionar los
libros, no lo puedo evitar.
—Madre mía, ¿eras un friki de los cómics? —pregunto con una
sonrisa y Alistair se acerca y pasa su gran mano por sus viejos
cómics.
—Cómics, novelas gráficas, clásicos, me gustaba leer de todo.
—Eres una caja de sorpresas.
—Ya ves, soy perfecto. —Me abraza por detrás y me da un dulce
beso en la mejilla.
—Lo que eres es un creído. —Reímos.
Estamos unos segundos así, abrazados, sintiendo el calor y los
latidos del otro. Siento sus brazos a mi alrededor y sus fuertes y
grandes manos acarician mi abdomen distraídamente.
Quiero quedarme de esta manera para siempre.
—Me gusta tenerte así Emily, que estemos aquí juntos. Nunca
traje a ninguna chica a mi habitación. —Ríe.
—¡No me lo creo!
—De adolescente no era tan popular como ahora, te lo creas o
no.
Me giro entre sus brazos y le sonrío.
—No me creo nada, Alistair Digory. —Me pongo de puntillas y él
se inclina hacia mí para darme un beso en los labios.
—Créetelo, Emily Fenn, eres la primera chica en pisar esta
habitación, y espero que seas la única.
Vuelve a besarme y sus palabras me conmueven, que él quiera
que sea la primera y la última en estar aquí me gusta mucho, parece
que lo nuestro es real y no un espejismo que acabará en unos días.
Aunque sea solo eso, un espejismo.
CAPÍTULO 37
Alistair
Veo como Emily se desviste lentamente, yo la observo sin perder
detalle, sentado en el sillón de mi cuarto. Me está provocando, no
puedo creer que esté en mi antigua habitación con ella. De alguna
forma, hacerle el amor aquí va a ser algo íntimo y personal. Este ha
sido mi refugio durante muchos años y nunca lo he compartido con
nadie, ni siquiera mis amigos del colegio o el instituto subieron a mi
habitación alguna vez.
Emily es preciosa, una diosa de curvas voluptuosas y a la vez
atlética, me tiene loco y no quiero soltarla, mi pulso late feroz en
todas partes por ella.
—Ven aquí —le ordeno porque no puedo aguantar ni un segundo
más esta tortura mientras ella se desnuda.
—No, ven a buscarme —me reta como siempre hace, pero eso
solo me pone más.
Emito un gruñido y desnudo como estoy me levanto y me acerco
a ella, la cojo en volandas y la deslizo suavemente sobre la cama de
sábanas negras, ella ríe y mi miembro reacciona a ese sonido, todo lo
que proviene de ella me excita.
—¿Seguro que no se van a enterar? —me pregunta Emily con sus
brazos enroscados en mi cuello, refiriéndose a mi padre y a Loana.
—Está totalmente insonorizada. —La beso porque estos malditos
labios solo hacen que pedir que los devore con ansia.
Emily gime en mi boca y poco a poco me acomodo entre sus
piernas, rozo mi pene contra su sexo, está húmeda y caliente por mí y
eso me vuelve loco. Siento una descarga en mi miembro, podría
correrme con tan solo este roce celestial.
—¡Joder! Siempre estás preparada para mí, eso me vuelve loco.
—Le beso la clavícula y los pechos, Dios, estos pechos son preciosos,
ni muy grandes ni muy pequeños, simplemente perfectos.
—Alistair… —gime presa del placer, suplicando por tenerme
dentro.
Llevo una de mis manos hacia su sexo mientras me dedico a
lamerle los pezones rosados y erguidos, son tan dulces como el
chocolate navideño que a ella tanto le gusta. Emily abre más las
piernas para mí, entregándose a mis caricias, y eso consigue que mi
sangre me recorra como un torrente y explote en mi miembro, me
muero de ganas por penetrarla.
Mis dedos se mueven rápidos sobre su clítoris, quiero llevarla al
extremo para después deslizarme por sus resbaladizas paredes y
hacer que grite mi nombre, es tan dulce, tan hermosa… Mi Emily, mi
duendecillo de Navidad.
Los gemidos y sus uñas clavándose en mi espalda me dicen que
está más que preparada para mí. Levanto la cabeza de sus pechos y
me deslizo hasta sus carnosos labios abiertos, la beso y ella me
responde con lujuria desatada. Llevo mi erección hacia su sexo y todo
mi cuerpo se tensa al sentir sus ardientes fluidos empapándome,
consumiéndome.
—Me muero por sentirte alrededor de mi polla, es una puta
agonía tenerte así y no poder hacerte el amor.
—Pues házmelo, ya —implora ella moviendo las caderas
incitándome a penetrarla.
No tiene que decirlo dos veces, y gruñendo como un animal la
penetro hasta el fondo, duro y sin contemplaciones. Emily responde
con un grito de placer y sorpresa, sus ojos azules parecen casi negros
por la excitación.
—¿Más? —le pregunto.
—Mucho más, por favor… —Y eso es suficiente para marcar un
ritmo furioso y duro que nos lleva a ambos a un placer descomunal.
Meto un brazo por debajo de su espalda y la atraigo hacia mi pecho,
Emily vuelve a gritar de placer ante la nueva posición y se rinde a mis
atenciones.
La devoro, mientras nuestros cuerpos se rozan en todas las
partes correctas devoro sus labios sin piedad, preso del placer que
me está consumiendo. Estar dentro de ella es abrasador como el
maldito fuego, y placentero como nada que haya sentido jamás.
Emily llega al orgasmo gritando en mi boca, aferrándose a mí
como si fuese su aliciente de vida, yo la sigo en el placer y desde este
maldito momento, sé que jamás podré hacer esto con nadie más que
no sea ella.
Emily sigue durmiendo entre mis brazos cuando Loana llama a la
puerta para decirnos que en veinte minutos podemos bajar a cenar.
—Muñeca, despierta —la llamo con un tono suave.
Ella se revuelve y se acurruca más entre mis brazos, la beso con
una sonrisa en los labios y se me ocurre algo mejor. Deslizo mi mano
por su cuerpo hasta llegar entre sus piernas, las abro y empiezo a
acariciarle lentamente el clítoris, Emily abre los ojos con un gemido.
—Buenos días, dormilona. —Río sin dejar de acariciarla, ella
gime en respuesta y se aferra a mí abriendo más las piernas—.
Tenemos que bajar a cenar.
—¿No nos lo podemos saltar? —pregunta ella acomodándose en
la cama con la respiración entrecortada. Me pongo sobre ella para
deslizarme hacia abajo y hundirme en su sexo, la lamo e introduzco
un par de dedos y me la como, aún sabe a sexo y a algo dulce.
Emily
Después de la ducha rápida, bajamos a cenar, me siento como en una
nube y no puedo evitar pensar que cada vez estoy más enamorada de
este hombre tan apuesto, alto y fuerte que está a mi lado y hace que
todo mi mundo gire. Alistair me coge de la mano mientras bajamos
las escaleras, y me sonríe de esa manera tan canalla suya. Quiero
volver a la habitación para no dejarlo salir en horas de allí.
Loana está yendo de aquí para allá, de la cocina al salón llevando
platos y preparando la mesa.
—Siento no haber bajado a ayudarte —le digo ahora un poco
avergonzada por haber estado haciendo guarrerías con Alistair, en
vez de ayudar a su madrastra.
—No te preocupes cariño, eres nuestra invitada —me contesta
con una sonrisa, esta mujer es puro encanto—. He hecho comida
ligerita, espero que os guste.
—Seguro que sí, Loana, no tendrías que haberte molestado. —
Alistair le quita de las manos un plato de verduras a la plancha y lo
lleva hasta la mesa.
—No es molestia, hijo, estoy muy feliz de que estés aquí, que
estéis los dos. —Nos guiña un ojo.
Román aparece por la puerta y se acerca a su esposa, la abraza y
le da un suave beso susurrándole algo al oído, ella ríe. Me parece una
escena muy bonita, se les ve muy enamorados. Pensaba que, por lo
que me ha dicho Alistair de su padre, este sería diferente, un hombre
egoísta, frío y vanidoso, pero no lo parece, aunque lo poco que ha
interactuado con Alistair sí que se ha comportado un poco frío.
Nos sentamos todos en la mesa, Román y Alistair en lados
contrarios de esta. Loana ha preparado puré de verduras, pollo a la
plancha y más verduras, está todo muy bueno.
—¿Cómo va el negocio, hijo? —le pregunta Román a Alistair, él
inmediatamente se tensa.
—Bien —responde escuetamente.
—Emily y Alistair trabajan juntos en el hotel de Colmar, es
precioso querido, tenemos que ir alguna vez, ¿verdad Emily? —dice
Loana, como siempre intentando mediar entre padre e hijo.
—Sí, es precioso, yo he empezado hace poco como recepcionista
y Alistair es muy buen jefe. —Sonrío hacia él y Alistair me guiña un
ojo divertido, al menos ya no tiene el ceño fruncido.
—Me alegro, he leído la prensa y veo que te va muy bien, estoy
orgulloso. —Se nota que dice la verdad, pero Alistair simplemente
asiente, se le ve tenso y con el ceño fruncido, parece estar
conteniéndose para no decir algo.
—Tu madre me ha explicado que fue muy gracioso cómo os
conocisteis… —Alistair se levanta de golpe.
—No es mi madre y deja de fingir que te importa nada de lo que
tenga que ver conmigo, eres un maldito hipócrita —le espeta
cabreado y se marcha hecho una furia. A lo lejos se escucha un fuerte
portazo.
Veo como la mirada de Loana se entristece y Román le coge de la
mano, ella lo mira y le sonríe triste.
—Lo siento mucho —dice Román mirándonos a ambas.
—No te preocupes, poco a poco. —Loana aprieta su mano.
No sé qué hacer o qué decir.
—Lo sentimos mucho Emily, ha sido nuestra culpa —se disculpa
Loana.
—No, no se preocupen, creo que será mejor que vaya a buscarle.
—Al menos ha aguantado hasta casi el final de la cena, sin ti ni
siquiera se hubiera sentado en la misma mesa que yo, o bueno, ni
siquiera hubiera aceptado venir —me explica Román, realmente se le
ve afligido y preocupado.
—Hablaré con él —digo, aunque no sé qué puedo hacer, pero al
menos no estará solo.
CAPÍTULO 38
Emily
Salgo hacia la fría noche sin abrigo y sin nada más que mi jersey de
cuello alto y mi falda, llevo medias calentitas de color negro, pero
aun así me estoy muriendo de frío. Las pocas luces de la casa me
iluminan el camino, no sé donde puede haber ido Alistair, igual hasta
ha salido de la finca. Me abrazo a mí misma y empiezo a caminar por
la gravilla, mis piernas me llevan hacia el río, donde está el puente.
Allí distingo una sombra de pie mirando el agua negra.
—¡Joder, que frío! —me quejo mientras me acerco, la sombra se
gira hacia mí y su rostro se ilumina un poco con las luces que
provienen de la casa.
—¿Emily? —me llama Alistair.
—Sí, me estoy congelando. ¿Cómo se te ocurre salir así de la
casa? —le espeto cabreada.
Alistair se acerca a mí y me envuelve entre sus brazos.
—No deberías de haber venido —me dice él.
—Sí, como si fuese a dejar que pasaras tú solo esta rabieta.
—No ha sido una rabieta.
—¿No? Pues tenía todas las letras. ¿Qué ha pasado? —le
pregunto hundiéndome en su calor.
—Me pone de los nervios, es tan falso… —escupe con rabia, no
digo nada, simplemente lo abrazo—. ¿Cómo puede fingir que le
importa Loana o yo cuando toda su vida lo único que ha hecho es
usarnos y mentirnos?
—Loana lo ha perdonado, se quieren —comento cauta, él ríe
incrédulo.
—No creo que ese ser pueda querer a nadie más que a él mismo.
—Alistair. —Me separo un poco y alzo mis manos para posarlas
en sus mejillas y hacer que me mire—. Estás siendo muy duro, has
hecho daño a Loana y ella te quiere mucho, no sé todo lo que te hizo
tu padre, pero, ¿no se merece que le des una oportunidad? Las
personas cambian.
—No lo creo.
—Pues yo antes no te soportaba.
Él suelta una carcajada.
—¿Eso quiere decir que ahora sí? —me pregunta divertido.
—¿No es evidente? —le espeto señalándonos a ambos.
—No es lo mismo, Emily. —Su rostro se vuelve serio una vez
más.
Si ya de normal me parece el hombre más atractivo del mundo,
aquí, iluminado por la luna y por las pocas luces, parece un dios. Su
mandíbula fuerte y cuadrada, esas pequeñas marcas que le salen en
las mejillas cuando sonríe, sus ojos de un azul perlado tan increíble…
Su voz, la manera de llamarme duendecillo de la Navidad, como me
saca de quicio pero, a la vez me hace reír como nadie… Todo él, todo
Alistair Digory me tiene enamorada, más que eso, no quiero
separarme nunca más de este hombre.
—¿Por qué me miras así? —pregunta él sonriendo de nuevo.
—Porque creo que estoy enamorada de ti hasta los intestinos —
confieso sin pensar.
Él sonríe ampliamente y me besa sin medida, hunde sus dulces
labios en los míos y siento una descarga por todo mi cuerpo. Ya me
ha besado antes, pero este beso significa mucho más. Nunca creí que
volvería a decir nada parecido.
—Yo también estoy enamorado de ti Emily Fenn, enamorado y
loco por ti —me susurra en los labios y volvemos a hundirnos en un
ardiente beso hasta que ambos nos quedamos sin aliento—.
Deberíamos entrar, nos vamos a congelar aquí fuera —dice Alistair
justo cuando empieza a caer nieve.
—Solo entraré si me prometes que intentarás no tener más
rabietas de estas —le pido seria.
—¿Y sino que?
—Se acabó el sexo.
—¿Ese sexo tan bueno que hay entre nosotros? —Se acerca a mí
como probando que nuestros cuerpos se entienden a la perfección.
—Sí, ese.
—Vale, lo intentaré. —Ríe y pongo los ojos en blanco.
—Hombres… —murmuro empezando a caminar hacia la casa.
Alistair me alcanza con dos zancadas y me coge de la mano, me
acerca a él y me besa una vez más. Después, sonriendo como dos
locos bajo la nieve, entramos en el calor de la casa.
Lo primero que hacemos es buscar a Loana, quien se ha quedado
esperándonos en el salón leyendo un libro.
—Pensé que os ibais a quedar haciendo algunos muñecos de
nieve y a tontear ahí fuera hasta que uno de los dos cogiera una
hipotermia —bromea ella dejando el libro sobre su regazo.
—Loana —la llama Alistair acercándose al sillón donde está
sentada, se arrodilla ante ella y pone las manos sobre las suyas—. Lo
siento mucho, sabes que eres como mi madre, no debería haber
dicho eso.
—No te preocupes, tu siempre serás mi hijo, digas o hagas lo que
hagas, te quiero Alistair. —Le sonríe con la calidez y el amor de una
madre. Suelta una de sus manos y le acaricia la mejilla. Alistair la
envuelve en un abrazo y no puedo evitar sonreír—. Estás helado, y
seguramente Emily también, así que a la cama todo el mundo.
—Sí, mamá —dice Alistair, y le da un beso en la mejilla. Los ojos
de Loana se humedecen y sé que es de las pocas veces que él la ha
llamado así.
—Venga, a dormir —dice con la voz casi rota—. Y Alistair. —Lo
llama—. Deberías intentar perdonar a tu padre, por mi, no me gusta
veros así.
Él se la queda mirando unos segundos y luego asiente.
Durante el camino a la habitación, Alistair no dice nada y lo dejo
solo con sus pensamientos.
En cuanto cerramos la puerta y empezamos a quitarnos la ropa
mojada para ponernos el pijama, Alistair murmura:
—Realmente Loana lo ha perdonado… —Se sienta en la cama con
tan solo los pantalones. Lo he visto varias veces desnudo y
semidesnudo, pero todavía me siento impresionada por su
escultural, fuerte y definido cuerpo.
No sé si está hablando para sí mismo, pero aun así quiero
consolarlo, voy hasta su lado y me arrodillo frente a él.
—Es lo que intentaba decirte, ella lo ama y lo ha perdonado.
Alistair me mira a los ojos.
—Pero yo no puedo hacerlo, no después de como se ha
comportado… —Se lleva las manos a la cabeza.
—Lo entiendo. —Me siento a su lado y le froto la espalda con
suavidad.
—Supongo que podría intentar no echárselo en cara cada vez que
lo vea, en especial si está Loana en frente, no quiero hacerla sufrir.
—Eso es un comienzo.
—Y lo único que ese hombre obtendrá de mi parte.
A la mañana siguiente nos levantamos temprano para ir de excursión
a Brujas, estoy muy emocionada, pero a la vez siento un nudo en el
estómago por Alistair, se nota que todo este tema con su padre no le
ha dejado dormir, y mucho menos está de humor para salir a dar una
vuelta, pero aquí está, conduciendo el coche de camino a Brujas por
mí.
Casi no ha desayunado y no quiero preguntar, pero Román no ha
aparecido siquiera.
—Es un lugar precioso, y ahora que ha estado toda la noche
nevando…, estará todo como de cuento —dice Loana desde los
asientos traseros. Le he insistido para que fuese ella de copiloto, pero
se ha negado en rotundo—. ¿Te acuerdas de aquella vez que fuimos
los tres juntos a aquella inauguración de una chocolatería cuando
tenías quince años? Podríamos volver a ver cómo está todo, era un
sitio muy bonito.
Alistair
Lo recuerdo perfectamente, pero no como Loana, para mí no fue un
día feliz, pues esa misma noche descubrí que tenía una medio
hermana. Esa noche, después de pasar el día en Brujas, pillé a mi
padre hablando por teléfono en susurros, diciéndole al interlocutor
que se merecía conocer a su hija, me quedé en shock al escuchar
aquello y fue Loana quien me vio escuchando a escondidas. Ella ya lo
sabía por aquél entonces y aun así me sonrió y me explicó que tenía
que escuchar las dos versiones de la historia antes de decir o hacer
nada. Pero no quise escuchar nada más, lo odié con todas mis
fuerzas, e incluso al principio también me enfadé con ella por no
habérmelo contado y haber perdonado a mi padre. Tiempo después
la perdoné, pero a mi padre nunca. Primero por no haber querido a
mi madre lo suficiente y permitir que muriera sola, aunque era muy
pequeño cuando sucedió, recordaba muy bien todas las discusiones
de mis padres. Y después por engañar a Loana con otra mujer hasta
el punto de tener una hija, y el muy capullo no tuvo el valor de
contarme que tenía una hermana.
Aprieto con fuerza el volante, odio a mi padre, es un mentiroso
compulsivo y un adúltero que no sabe tener la bragueta cerrada, y la
mujer que hay en los asientos traseros no se merece nada de esto, ni
mi madre tampoco se lo merecía.
—¿Alistair? —me llama Emily tocándome suavemente el brazo.
—Eh, sí, claro, podemos ir a esa chocolatería —respondo un poco
más borde de lo que pretendía.
Aparcamos a las afueras del centro histórico y nos dirigimos
hacia el centro andando, Emily y Loana van charlando
animadamente y yo me concentro en la sonrisa de Emily, no puedo
estar de mal humor todo el día.
CAPÍTULO 39
Emily
En cuanto nos acercamos al centro caminando por una de las calles
adoquinadas de la ciudad, un olor a chocolate invade mis fosas
nasales. Brujas es como Colmar, parece una ciudad de cuento pero,
con otro estilo. Aquí las casas tradicionales tienen esas fachadas
triangulares y escalonadas que le dan ese aire pintoresco y precioso,
y el toque que le da la nieve hace que me haya quedado enamorada
completamente.
No se me ha pasado desapercibido el mal humor de Alistair, y
pienso que podría haber sido por el recuerdo que ha comentado
Loana junto con lo que pasó ayer. A medida que va pasando el día,
Alistair se va animando y volviendo a ser el hombre bromista y
seductor de siempre, me ha cogido de la mano e incluso me ha
besado, nos hemos hecho fotos junto al río en el puente de piedra, en
la Plaza Mayor y comiendo chocolate.
Está siendo un día fantástico.
En la plaza Simon Stevinplein, en la calle Eiermarkt, me explica
Alistair, hay una chocolatería muy famosa creada por Stephan
Dumon. Se trata de un edificio pequeño de ladrillo viejo y embutido
entre dos edificios más grandes, la Chocolatería Dumon. Cuando la
veo con mis propios ojos me quedo enamorada de ella. Parece estar
fuera de lugar pero, a la vez, encaja a la perfección. Tenemos que
hacer mucha cola pero vale la pena, el chocolate que venden aquí es
artesanal y de muy buena calidad, está buenísimo.
—No me quiero ir nunca de esta ciudad —digo sonriendo de
camino al coche.
—Podemos volver cuando quieras, mi duendecillo de la Navidad.
—Me sonríe Alistair dándome un apretón suave en la mano.
Le sonrío de vuelta, pero sé que eso solo son palabras vacías, por
mucho que me cueste recordarlo.
Cuando llegamos a casa de los Digory, Román está en el salón viendo
la televisión, se pone en pie en cuanto entramos y se dirige a Loana
para darle un beso.
—¿Os lo habéis pasado bien? —nos pregunta mirándonos a
nosotras dos.
—Mucho, Emily se ha enamorado de la ciudad, así que puede
que pronto vuelvan a visitarnos.
—Eso sería genial, esta ya es tu casa Emily —dice el hombre
completamente en serio, o esa es la sensación que me da al mirarlo a
esos ojos tan parecidos a los de su hijo.
A mi lado, Alistair se tensa y endurece la mirada, pero no dice
nada.
—Muchas gracias señor Digory —le contesto agradecida.
—Oh no, por favor, Román, nada de señor Digory. —Hace un
gesto con la mano como para restarle importancia.
—Vale. —Le sonrío.
—Voy a ducharme —dice Alistair de repente.
—Espera hijo, quiero hablar contigo —lo detiene Román.
Alistair se para pero no se gira cuando dice:
—¿Para qué?
—¿Necesito una razón? Soy tu padre.
Alistair suelta una risotada amarga.
—Para lo que te interesa —escupe con amargura.
—Alistair por favor… —le pide Loana.
—Cinco minutos. —Alistair mira a Loana y luego se gira hacia mí
—. Ves a ponerte cómoda, enseguida voy. —Y me da un suave beso en
los labios.
—Vale, no te preocupes, ahora nos vemos.
—Yo iré a preparar la cena —anuncia Loana.
—Me ducho y bajo a ayudarte —me ofrezco.
—Genial, haré lo mismo.
Me marcho al cuarto de Alistair preocupada por él, sé que tiene
cosas de las que hablar con su padre, tiene que perdonarle muchas
otras e intentar ver que realmente ha cambiado. No conozco a
Román pero, lo poco que he visto y lo que me ha contado Loana de
ellos durante el día, se nota que están profundamente enamorados, y
si ellos dos están bien es porque Román ha hecho todo lo posible
porque Loana lo perdone, estoy segura de que ella no se lo ha puesto
fácil.
Me meto en la ducha, siento los pies doloridos y el agua caliente
calma mi cuerpo frío.
Después de una ducha reparadora, oigo entrar a Alistair por la
puerta de su cuarto, a penas han pasado diez minutos. Salgo del baño
con tan solo la toalla, le veo nervioso y cabreado.
—¿Qué ha pasado? —le pregunto preocupada.
—Lo mismo de siempre… Ahora quiere darme explicaciones.
¡Pues ya es demasiado tarde, maldito capullo! —grita fuera de sí.
—Eh, oye, escúchame. —Me acerco y le pongo las manos sobre el
pecho para que me mire y se calme.
—Lo siento Emily, nunca quise que me vieras así, no deberíamos
de haber venido ¡Joder! —maldice meciéndose el cabello negro.
—No digas eso, tienes que relajarte, ven. —Lo obligo a sentarse
en la cama y me subo a horcajadas suyas, muy consciente de que bajo
la toalla azul, estoy completamente desnuda, pero lo abrazo. Su
corazón está acelerado y poco a poco él me envuelve con sus brazos
hasta que se va calmando, hundo mi rostro en su cuello e inspiro
profundamente.
—Gracias por estar aquí, por apoyarme en esto, sin ti no hubiera
sido capaz de poner un pie en esta casa —me confiesa.
—No me agradezcas nada. —Me separo un poco para mirarlo a
los ojos y le acaricio ese rostro tan masculino y perfecto que tiene.
Siento como Alistair inspira mi olor en mi cabello húmedo y roza
su nariz en mi cuello, mi piel se eriza y él me besa ahí con un
gruñido.
—Hueles tan bien… —susurra.
—Alistair…, no podemos, tu madre me espera para ayudarla…
—No le importará —dice cogiéndome en volandas y
tumbándome en la cama, la toalla no se cae de milagro. Me río
enroscando mis brazos en su cuello.
—Lo digo en serio…
—Y yo. —Y no me deja replicar, se hunde en mis labios mientras
con una mano me acaricia el brazo y luego baja a mis piernas
desnudas.
Mete sus manos por debajo de la toalla acariciando mi muslo y
cada vez más arriba, provocando un cosquilleo ardiente por todo mi
cuerpo.
—Alistair…, de verdad, debemos parar. —Intento detenerlo sin
mucha convicción.
—Mmm —murmura él besándome el cuello, la clavícula y
deshaciéndose por completo de la toalla, dejando expuesto todo mi
cuerpo.
Alistair se lanza a lamer mis pezones ya erguidos y un torrente
de fuego cubre mis venas, gimo y me arqueo hacia ese toque que me
vuelve loca.
—Me encanta cuando te entregas así a mí, eres perfecta —
murmura lamiéndome los pezones, después mordiéndolos
suavemente provocando que mi sexo se inflame, necesitando la
misma atención.
Luego desciende dándome dulces besos por mi estómago y
lamiéndome. Que él esté completamente vestido y yo desnuda del
todo, me provoca una nueva oleada de excitación y, cuando Alistair
se posiciona entre mis piernas y me mira directamente a los ojos con
ese azul perlado…, puedo sentir como mis fluidos caen de mi sexo. Es
tan malditamente masculino y atractivo que me afecta de tantas
maneras que es abrumador. Verlo entre mis piernas deseando
devorarme, me enciende como nada.
—Dime qué estás pensando, Emily. —Me pide como si pudiera
leer mi mente y quisiera escucharlo de mis labios..
—En que me muero por sentir tu boca —gimo aferrándome a sus
poderosos hombros y arqueándome hacia él, impaciente por sentirlo.
—Eso es lo que pensaba. —Me dedica una sonrisa de
autosuficiencia el muy maldito y una parte de mí quiere discutir con
él, pero en cuanto pone su lengua sobre mi sexo, no puedo más que
gemir y agarrarme a sus cabellos negros.
Alistair lame sin piedad, como si estuviera hambriento de mí y
puedo sentir cómo mi cuerpo cada vez se encuentra rozando el borde
del placer más intenso. Él me abre más de piernas y hunde su lengua
en mi sexo, después mordisquea mi clítoris y succiona, me hace
gritar de placer, y me deshago en deliciosos temblores.
Cuando mi orgasmo remite, Alistair deja de lamerme y se
incorpora sobre mí para besarme en los labios, me pruebo a mí
misma junto a su sabor y eso hace que vuelva a sentirme necesitada
de él.
Nunca tengo suficiente, y eso me asusta.
CAPÍTULO 40
Emily
Loana y yo estamos acabando de preparar la cena cuando Alistair
baja después de ducharse. No puedo evitar sonrojarme al recordar lo
que hemos hecho hace tan solo veinte minutos.
—¿Necesitáis ayuda? —Sonríe abrazándome por detrás y
dándome un suave beso en el cuello, pues lo tengo descubierto
gracias a la coleta alta que llevo. Los utensilios de aliñar la ensalada
casi se me caen cuando me tenso.
—¿Ya estás de mejor humor? —dice Loana con una sonrisa.
—Eso parece —contesta él.
—Pues haz algo de provecho y lleva esto a la mesa —le ordeno
para evitar mirarlo a la cara y, así, que no vea lo sonrojada que estoy.
Me trata con tanta cercanía y naturalidad delante de sus padres…,
como si estuviéramos en una relación de muchos años, y eso me hace
sentir demasiado bien.
—Mandona —bromea Alistair, pero coge el bol y lo lleva al otro
lado de la sala, donde está la mesa grande del comedor.
—Gracias —me dice Loana. Yo la miro extrañada y me doy
cuenta de que me he quedado como una tonta mirando la espalda de
Alistair.
—¿Qué? —pregunto, y Loana sonríe aún más.
—Por hacerle feliz, nunca lo había visto sonreír tanto en esta
casa.
—No…, yo no he hecho nada.
—Oh, claro que sí. —Sonríe y luego se pone seria—. Román lo
está intentando, quiere…, arreglar su relación, pero sé que Alistair no
lo perdonará fácilmente.
Asiento, lo sé.
—Es un buen hombre, ha tomado malas decisiones en su vida,
sobre todo con respecto a Alistair, y se atormenta por ello, no puede
evitar sentir que el tiempo se le escapa —continúa hablando.
Noto como Loana lo dice con pena y preocupación, no sé a qué
se refiere con lo de «se le escapa el tiempo», pero puedo entender
que Román quiera hacer las paces con Alistair antes de que sea
demasiado mayor.
Durante la cena las cosas están un poco tensas, pues tanto Loana
como yo sabemos de la discusión que han tenido Alistair y Román.
Loana, para rellenar los espacios, está hablando de cómo hemos
pasado el día.
—Mi foto favorita de hoy es la que os he hecho en la chocolatería,
mientras Alistair te miraba ensimismado y tu comiéndote ese
bombón, me encanta. —Ríe Loana—. Se os ve tan enamorados… ¿Te
acuerdas, mi vida, cuando empezamos a salir? —dice Loana mirando
a Román con ilusión.
Me sonrojo y quiero negarlo, pero la verdad es que así me siento,
me estoy enamorando de Alistair. Es evidente que hay algo entre
nosotros, aunque no nos va a llevar a nada más que dolor. Por debajo
de la mesa Alistair me aprieta el muslo y luego nos miramos, sus ojos
lo hacen con determinación.
—Claro que me acuerdo, eras la mujer más sonriente que jamás
había conocido, no pude resistirme a esa sonrisa —le contesta
Román y se besan.
Alistair los mira y se tensa.
—¿Eso piensas de mi madre? ¿Que era una persona triste? —
pregunta apretando la mandíbula.
—Alistair… —lo llamo intentando que deje de ver lo negativo.
—No he dicho eso, pero tu madre y yo no éramos felices y…
—¡Basta! No quiero escuchar ni una palabra de ella en tu boca.
—No, basta tú. ¿Por qué no lo superas de una vez? He intentado
hablar contigo, sé que hice mal las cosas pero soy tu padre, y ¡Joder!
Te quiero y nunca quise hacerte daño, ni a ti ni a tu madre y mucho
menos a Loana —grita a la vez que se pone en pie dando un golpe en
la mesa—. Siento que tu madre muriera sola, que la engañara con
Loana, que engañara a Loana después, lo de tu hermana…, sí, he sido
un capullo, lo sé, maldita sea, pero solo quiero...
—Román…, tienes que relajarte… —le pide preocupada Loana. Y
en ese instante el hombre se lleva la mano al pecho y su semblante
rojo empieza a tornarse blanco de golpe—. ¡Román! —grita
preocupada Loana. Román se sienta en la silla desgarbadamente y
todos nos levantamos preocupados. Parece que el hombre no puede
respirar y se me hiela la sangre.
—Papá… ¿Qué pasa? —pregunta Alistair acercándose a él.
—Llama a emergencias —le pide alterada Loana con lágrimas en
los ojos.
—Estoy llamando —dice Alistair con el teléfono ya en la oreja.
Todo ocurre muy deprisa, Loana se marcha en la ambulancia y
Alistair y yo vamos en su coche tras ellos. Llevamos aquí dos horas
de angustia y espera, Alistair no para de dar vueltas por la sala de
espera y Loana y yo estamos sentadas en unas butacas. La pierna de
Loana no para de moverse de preocupación y de vez en cuando le
caen lágrimas de los ojos, yo la sujeto de la mano.
—Siento no habértelo dicho antes, pero tu padre no quería
decírtelo… —se explica Loana en voz baja y entre sollozos.
—¡Joder, pues debería haberlo echo! —suelta exasperado
Alistair.
Al parecer su padre está débil del corazón, es la segunda vez que
tiene un ataque, y ahora lo están operando de urgencias por una
obstrucción del tronco de la arteria coronaria izquierda, tienen que
hacerle un bypass con todos los riesgos que eso comporta.
—Lo siento.
—No te disculpes, es culpa mía ¡Joder!
—No lo es —le digo levantándome de la silla y cogiéndole de la
mano para que me mire—. No lo es, no lo sabías.
Alistair me mira como si fuese consciente por primera vez de que
yo estoy aquí.
—Deberías irte —susurra con una voz ronca.
—Quiero quedarme contigo.
—No, deberías irte a casa, a tu casa —me dice con tono frío y
cortante, soltándome la mano de inmediato y dando un paso atrás.
—Alistair… —lo avisa Loana.
—No, esto ha ido demasiado lejos, ya no es divertido —suelta.
¿Divertido? Claro que no lo es, no sé qué puñetas está pasando
por la cabeza de Alistair.
—¿Qué estás diciendo? —pregunto con el corazón encogido,
tengo un mal presentimiento, además de la angustia por la situación.
—Estoy diciendo que esto era divertido, estar contigo, pero se
acabó, esto es cosa de familia, tienes que irte.
Abro los ojos como platos. Sus palabras caen sobre mí como una
jarro de agua fría, con jarrón incluido. Mi corazón se rompe en mil
pedazos y, por fin, lo entiendo todo. Me está confirmando lo que yo
pensé desde el principio, que Alistair no buscaba nada serio, que iba
tras de mí solo por diversión, que mis sentimientos no le importan,
que todo lo que hemos vivido es una mentira.
Mi corazón se detiene, siento como si me estuviese ahogando y
las lágrimas se amontonan en mis ojos. Me siento morir.
—No… —susurro con la voz rota—. No hablas en serio.
Alistair suelta una risotada amarga.
—Muy en serio muñeca, es hora de que te largues, voy a llamar a
un coche para que vayas a por tus cosas y que te lleve al avión —dice
dándose la vuelta con el teléfono ya en la mano.
Me quedo parada, sin poder moverme. Me ha utilizado, me ha
mentido en mi maldita cara, todo este tiempo… Y yo me lo he
tragado todo como una idiota.
—Eres un capullo —le suelto cabreada y rota de dolor cuando
cuelga el teléfono—. Confié en ti…
—No debiste hacerlo —me contesta aún de espaldas con esa voz
fría y distante, no parece él.
La vergüenza, el dolor, la traición…, todo vuelve a mí, como
cuando Théo me confesó que me había engañado durante tantos
meses. Y otra vez vuelve a repetirse, pero el dolor que siento en estos
momentos no se puede comprar con nada. Estoy temblando y aprieto
con fuerza los puños de las manos, consciente de que estoy en un
hospital, que Loana nos está mirando… Me siento tan estúpida…
—No, no debí hacerlo, sabía desde el principio quién eras, un
mujeriego caprichoso con aires de grandeza, fui una estúpida. ¿Pero
sabes que? Que te den, no eres nadie para mí Alistair Digory. —Decir
su nombre y esas palabras hirientes duele más que tragar fuego, pero
no voy a enseñarle el daño que me ha hecho, lo idiota e insignificante
que me siento, lo estúpida que he sido al creer que de verdad él se
estaba enamorado de mí—. No quiero volver a verte en la vida.
Dicho esto me encamino hacia la puerta pasando por su lado sin
mirarlo, me estoy ahogando, me tiembla todo el cuerpo y no puedo
respirar, necesito aire.
—Emily… —me llama Loana.
Pero no me detengo, lo siento por ella, Loana no tiene culpa de
nada, pero no quiero estar con nadie.
Cuando salgo fuera está nevando, hace mucho frío pero no lo
siento, quiero coger el primer avión de vuelta a casa, pero desde aquí
no hay vuelos comerciales directos a Colmar y ni siquiera he cogido
mi bolso.
—¿Señorita Fenn? —me pregunta un hombre vestido de traje—.
La llevaré a por sus cosas.
Perfecto.
Una hora después estoy de camino a casa en el avión privado de
Alistair, me ha jodido, así que voy a aprovecharme de él hasta el
último momento. Mientras estuve recogiendo mis cosas en casa de
Alistair he llorado y me he permitido estar rota unos minutos, eso sí,
he cogido algunas de sus cosas como; un reloj que había sobre la
mesita, algunos de sus libros, la lámpara, y algunas cosas más y las
he roto, destrozado. Como él ha hecho con mi corazón, mi confianza
y la posibilidad de que pueda volver a ser feliz algún día.
«Que te den Alistair Digory, capullo mentiroso e insensible».
También estoy acabando con toda la existencia de comida y
bebida que hay en este maldito avión de ricos, aunque no tengo
hambre, simplemente lo abro y lo desecho, tengo ganas de vomitar.
Es la una de la mañana y solo quiero llegar a mi casa y meterme en
mi cama para no salir nunca jamás de ahí.
CAPÍTULO 41
Alistair
La operación de mi padre ha salido bien, está descansando y estoy en
parte aliviado, pero en general me siento como una mierda. Los ojos
de dolor de Emily me persiguen sin parar, no puedo quitarme de la
cabeza todo el daño que le he hecho. Miro el reloj, ya son las diez de
la mañana y mi chófer ya me ha informado de que Emily ha llegado a
su casa. Me odiará para siempre, igual que yo a mí mismo, pero tuve
que hacerlo, ver a mi padre en ese estado, como ha enfermado por mi
culpa… Me asusté, mi madre también enfermó por mi culpa, no por
la de mi padre, por la mía. Y no puedo permitir que a Emily le pase lo
mismo, en ese momento lo vi claro, tenía que alejarla de mí antes de
que fuese tarde, aunque eso signifique no volver a ver a la única
mujer que he amado.
Loana sale de la habitación en la que está descansando mi padre.
—Deberías descansar, pensar, comer algo e ir a por ella, te ama,
te perdonará y lo entenderá —me dice por millonésima vez.
—No, he tomado mi decisión.
—No es culpa tuya lo que le ha pasado a tu padre, y mucho
menos de ninguna manera vas a provocar lo mismo en Emily, es una
tontería Alistair.
—Es mejor así, no merezco que alguien como ella esté a mi lado,
casi mato a mi padre.
—No, no…, mi niño, no es así. Esto que le ha pasado a tu padre
no es culpa tuya, de ninguna manera. —Se acerca a mí con lágrimas
en los ojos y me abraza entre sus pequeños brazos. Pero no siento
nada, desde que se ha ido Emily solo soy un recipiente, me siento
vacío.
—Voy a volver a Bruselas un tiempo. Cuando se despierte me
despediré de él y me iré —digo alejándome de Loana, no merezco su
compasión.
—Como quieras, es tu decisión, pero no me parece nada bien que
huyas —me recrimina cabreada.
—No estoy huyendo, solo… No quiero que muera, y sin mi estará
más tranquilo, de todas maneras no puedo perdonarlo… Así que lo
mejor es marcharme.
—Tu padre no quiere eso, Alistair.
Es inútil lo que me diga Loana, no voy a cambiar de opinión.
Emily
Han pasado dos días desde que volví de Brujas y todavía me siento
como si me hubiesen martilleado el corazón. Le he escrito a Rosie
para decirle que no me encuentro bien y ella me ha llamado
inmediatamente, ya que sabía que he estado el fin de semana con
Alistair, he ignorado las llamadas. No puedo ni imaginarme cruzando
las puertas del hotel sin pensar en todo lo que ha sucedido entre
nosotros, me ha engañado a base de bien.
¿Por qué he sido tan tonta?
Miro hacia la mesita de noche donde he dejado el collar del árbol
que Alistair me regaló por Navidad, no me lo había quitado hasta
ahora y lo odio mucho porque el collar realmente me gusta y me
recuerda a esa noche, lo bien que había encajado con mi familia, lo
mucho que mi abuela me insistió para que le diera una
oportunidad…
Idiota, estúpido mentiroso..., lo insulto mentalmente por
enésima vez y reprimo las lágrimas.
De repente oigo a mi madre que me llama desde la planta de
abajo para que vaya a comer algo, y como las otras veces que lo ha
intentado, le digo que no tengo hambre. Pero al parecer mi madre ya
está harta de esa contestación, porque entra de todas maneras a mi
habitación.
—Emily Fenn, se acabó, vas a ducharte y a bajar a comer con tu
familia —me dice quitándome las mantas de encima con voz seria.
Quizá estoy exagerando mucho las cosas, ni siquiera hemos
estado saliendo, pero el corazón y el alma me duelen igual o más que
cuando me enteré de la traición de Théo.
—Mamá, no tengo hambre.
—Pues come aunque sea muy poco, no puedo verte así, otra vez
no. —Su voz es la de una madre preocupada y me siento fatal por
ella, no quiero hacerla sufrir con mi propio sufrimiento.
—Estoy bien —miento.
—¡Claro que no lo estás! Vamos. —Me coge del pie y tira de mí.
¿En serio? No puedo evitar soltar una carcajada.
—Mamá, por favor… —No consigue moverme pero me hace
gracia que lo intente con tanta fuerza—. Vale, vale, me levanto.
—Así me gusta —dice mi madre acalorada por el esfuerzo, y me
levanto para darle un beso en la mejilla—. Ve a la ducha, apestas hija
—se burla.
Pongo los ojos en blanco, aun así le hago caso.
—¿Vas a quedarte ahí mirándome todo el rato? —le espeto a mi
madre mientras me visto con una sudadera y unas mallas negras
cuando salgo de la ducha—. Porque es raro.
—No me pienso ir hasta que me cuentes que ha pasado —dice
ella cruzándose de brazos mientras me dirijo al espejo para peinarme
el cabello húmedo—. Te he dado dos días.
—No ha pasado nada, él no me quería ahí cuando las cosas se
pusieron serias, nada de lo que había entre nosotros era real.
—¿Por qué dices eso? Parecía muy enamorado de ti.
—Mamá, no lo sé, es un psicópata que nos hizo creer lo que
queríamos, yo que sé —le suelto más borde de lo que mi madre se
merece, ella no tiene la culpa de nada.
—¿Y entonces?
—¿Entonces que? Se acabó, no pienso verlo nunca más.
—¿Pero no trabajáis en el mismo sitio?
Si soy sincera no espero que Alistair vuelva al hotel, y si lo hace
no tenemos porqué vernos, aunque si me lo encuentro…, le arrancaré
las pelotas.
—No creo que se le ocurra volver por ahí, de todas formas voy a
renunciar, no pienso trabajar para un asqueroso mentiroso. —Nunca
me he peinado tantas veces el pelo en una sola vez como esta.
Oh, qué insultos más maduros, Emily…, me reprocho a mí
misma. Pero hacen que me sienta un poquito mejor.
—¿Otra vez vas a estar meses buscando trabajo? —me pregunta
mi madre preocupada, más por mí que por volver a empezar.
—Sí, a ver, no es lo que me gustaría. —Me giro hacia ella y me
apoyo en el mueble del baño—. Pero, ¿qué otra cosa puedo hacer? No
quiero encontrármelo ni trabajar para él.
—Bueno, si es lo que crees mejor, adelante. —Yo asiento—. Lo
siento mucho cariño, pensé que era bueno para tí…
—No, mamá, no es tu culpa, fui una estúpida, pensé que él era
diferente, pero supongo que se me da mal elegir —le dedico una
sonrisa triste y una lágrima se me cae por la mejilla, mi madre me la
limpia.
—Vales oro, mi niña, y si ese tonto de Alistair Digory no lo ha
visto es porque no te merece.
Las dos nos abrazamos y no puedo evitar llorar envuelta en el
cálido abrazo de mi madre. Duele porque lo empezaba a amar a
pesar del poco tiempo que hace que nos conocemos. Alistair ha
entrado con fuerza en mi corazón y no estaba preparada para una
traición así. No lo vi venir, parecía todo tan perfecto entre nosotros…
Pero solo se trataba de diversión para él, desde el principio. ¿Cómo
ha sido capaz de engañarme así a la cara? Y no solo a mí, sino a mi
familia, a la suya… No tiene sentido. Y, todo, ¿para qué? ¿Para echar
unos cuantos polvos?
Pero la verdad es que no es la primera vez que alguien me
miente en la cara, que me traiciona y se ríe de mí a mis espaldas… No
entiendo como puede haber personas tan cínicas y malvadas.
Al día siguiente Valerie se presenta en casa, me he dicho a mí misma
que el miércoles volveré al trabajo para llevar la carta de renuncia y
avisar con tiempo de que me marcho. Solo de pensar en ir al hotel me
entra ardor en el estómago, me siento avergonzada cuando no he
hecho nada malo.
—Espero que no te enfades, pero como no contestabas a mis
mensajes le escribí a tu hermano, lo siento muchísimo, Em —dice
nada más entrar a mi cuarto mientras estoy intentando ver
Sobrenatural, pero si soy del todo sincera, no he podido prestarles la
atención necesaria a los hermanos Winchester.
Val se acerca a mi cama y detengo el episodio que estoy viendo
en mi portátil mientras mi amiga se mete en la cama conmigo.
—Estoy bien… —le contesto cansada de que cada dos por tres se
asome alguien a la puerta para verme.
—A otro con ese cuento, amiga —me reprocha Val—. Cuéntame
qué ha pasado.
Resoplo cansada y pongo los ojos en blanco, pero finalmente le
cuento todo lo que ha ocurrido, no es como si pudiera huir de ella.
—Vale, sé que quieres que diga «uff, menudo capullo», y no me
mal interpretes, lo es, porque fue a donde más te dolía, pero...
¿Puede ser que se sintiera mal por lo de su padre y que no quisiera,
de alguna manera, que tu lo vieras así? ¿Que quisiera alejarte de él y
te hirió exactamente donde sabía que tu no cederías? No sé.
—¿Sabes? En algún momento se me ha pasado por la cabeza,
pero yo ya no sé qué creer Val, me hizo daño, sea como sea no
debería de haberme hablado así, es que su tono de voz era tan frío, su
desprecio… Si yo le importaba algo, no hubiese tirado por tierra lo
que sentíamos el uno por el otro.
—Igual fue lo único que se le ocurrió en ese momento.
Las dos nos quedamos en silencio durante unos minutos.
—Le echo de menos, es…, me duele, siento un gran vacío que no
tiene lógica ninguna, le odio por haberme hecho que me enamorara
de él y luego dejarme tirada como un trapo, le dije que era lo que más
me asustaba, le dije que me estaba enamorando de él…, y me ha
herido —sollozo.
Val me abraza pero no me permito derramar ninguna lágrima
más, no vale la pena.
CAPÍTULO 42
Emily
El miércoles ya me obligo a ir a trabajar, al menos tengo que dar la
cara y presentar mi renuncia a Rosie. Sé que intentará disuadirme,
que me dirá que Alistair no va a volver por el hotel y bla bla bla, pero
no solo se trata de verlo o no verlo, es mi orgullo, lo admito, pero no
voy a trabajar para el hombre que me ha destrozado el corazón.
Cuando llego al hotel mi móvil vibra con un mensaje, se me
acelera el corazón, siempre espero que sea él, pero nunca lo es.
Aunque ver quien me ha escrito me sorprende de igual manera, es
Loana:
Cielo, sé que seré la última persona con la que quieras hablar,
pero tienes que llamarme, es importante.
Mi mente inmediatamente piensa en que al padre de Alistair se
le ha complicado la operación, también lo he tenido en mente y
espero de todo corazón que se recupere. Me quedo parada en medio
de la calle mirando fijamente la pantalla del móvil con el corazón en
un puño, los turistas y personas que pasean por las calles
adoquinadas me esquivan.
Escribo con dedos temblorosos:
Hola Loana, ¿todo bien?
Recibo contestación casi al instante:
Sí, no te preocupes, pero quiero hablar contigo cuando puedas.
Vale, cuando salga del trabajo te llamo.
Podría llamarla ahora, voy bien de tiempo, pero lo retraso y no
sé porqué, bueno, sí que lo sé, tengo miedo de lo que pueda decirme
Loana. Alistair ha dejado bien claro que no le importo y espero que
ella no quiera que nos reconciliemos o algo así, porque no va a
conseguirlo.
Loana me responde conforme y empiezo a caminar de nuevo
hacia el hotel.
—Menudas vacaciones, ¿no? —me saluda un sonriente Adrien
cuando entro al vestíbulo.
—He estado enferma —contesto un poco borde.
—Ahora que lo dices, no tienes buena cara. —Y su expresión
cambia a un estado de preocupación—. ¿Todo bien?
—Sí, sí, estoy bien, un simple dolor de cabeza. —Quiero parecer
casual, pero Adrien me mira con el ceño fruncido.
—Vale, pues me alegro que estés mejor, nos vemos luego.
—Claro.
Nos despedimos y voy directamente a la recepción, ni siquiera
doy un pequeño vistazo hacia las escaleras que llevan a las
habitaciones de los huéspedes, a su habitación. Espero que aún esté
en Brujas con sus padres, después de la operación y todo, yo es lo que
hubiese hecho.
Pero aun así estoy nerviosa.
—¡Emily! Me alegro que estés mejor —dice Rosie a modo de
saludo en cuanto llego a la recepción.
—Gracias. ¿Podemos hablar un segundo? —le contesto directa,
no quiero perder más tiempo, cuanto antes le diga que quiero irme,
mejor.
—Claro —me responde ella preocupada. Y ambas nos dirigimos
al pequeño despacho que hay tras la recepción.
Este despacho… Siento que se me escapa el aire en un suspiro
lastimero, aún puedo notar como Alistair me afecta, como sus ojos
azules perlados se clavan en mí llenos de pasión y, lo que yo había
creído que era cariño y amor. Aún puedo escuchar el eco de nuestras
discusiones en este despacho, nuestros besos compartidos, las
caricias.
Se me encoge el corazón.
—Dime —me insta a hablar Rosie.
Cojo aire e intento calmarme.
—Quería decirte que…, renuncio, sé que me debo quedar unos
días hasta que encontréis a alguien, así que no te preocupes. Siento…
—No puedes renunciar Emily, ¿qué ha pasado? —Me corta
inmediatamente haciendo que olvide todo el discurso que he
preparado.
A Rosie no la puedo engañar, aunque sea mi superior, hemos
tenido muy buena relación desde el principio y me ha ayudado en
todo.
—No salió bien —le confieso sin más, y veo en los ojos de Rosie
que ella entiende perfectamente a qué me refiero.
—Pero…, él no ha vuelto, quizá no lo haga en un tiempo y…
—Eso no importa, no quiero trabajar para él, solo quiero
olvidarme y pasar página.
—Oh Emily, cuánto lo siento, de verdad que no sé qué os ha
pasado, se os veía tan bien juntos…
Aguanto las ganas de decirle que Alistair solo es un capullo sin
corazón, que me ha utilizado, pero no quiero causar problemas.
Vuelvo a inspirar profundamente.
—Sabes que se lo tengo que notificar a Amy, ¿no? Él lo va a
saber.
—Sí, ya lo supongo, no creo que le importe, seguro que es lo que
más desea, apartarme de su vista, como yo quiero hacer.
—Entonces…, ¿no hay vuelta atrás? —Se la ve realmente
preocupada y afectada por mi marcha, y me siento fatal—. Es que en
cierta manera siento que es mi culpa, yo te animé a…, bueno, ya
sabes.
Niego con la cabeza.
—Ni lo pienses, no es tu culpa para nada. Yo solita me metí en la
boca del lobo.
—Vale, bueno, ya veo que estás decidida, así que por mi parte
hoy hablaré con Amy y tramitaremos las cosas.
—Gracias.
Rosie me dedica una sonrisa triste.
Cuando acabo mi jornada me dirijo a mi coche para irme a casa. Sé
que debo llamar a Loana y lo haré, pero no he podido quitarme de la
cabeza en todo el día de qué quiere hablar que no pueda hacerlo por
mensaje, y, a pesar de la curiosidad, el miedo a que pueda decirme
algo de Alistair, me frena.
Al llegar a casa voy a la cocina, necesito algo de chocolate para
sobrellevar esta llamada que tengo que hacer. Mi hermano está
sentado en la barra americana tomándose un café, con su ordenador
y su cabello rubio revuelto, seguramente de estar concentrado en su
trabajo.
Cuando entro él alza la mirada.
—¿Ya estás aquí? ¿Qué tal el día? ¿Ha… aparecido? —me
pregunta un poco cauto. No es que sea un secreto, en la familia Fenn
no hay de eso, somos demasiado bocachancla. Pero aun así, siento un
poco de vergüenza de que mi hermano pequeño sea testigo de lo
tonta que he sido al caer en la trampa de otro idiota.
—No, y mejor así.
—¿Entonces ya has dejado el trabajo?
—Sí, pero no necesito que me des una charla de eso, ya me la dio
mamá. —Le advierto, Jack levanta las manos a modo de rendición.
—Que sepas que me parece un puto capullo, me caía bien y no sé
que ha pasado entre vosotros, pero no te merece hermanita —me
dedica una mirada de apoyo que agradezco. Mi familia es la mejor.
—Ya, bueno, supongo que ahora sí que sí he aprendido la
lección. —Lo miro con una mirada triste y Jack se levanta, y sin
mediar palabra me abraza con fuerza. No quiero llorar pero…, no
puedo evitarlo.
CAPÍTULO 43
Emily
Una vez en mi cuarto con una taza de chocolate caliente y un cruasán
y, después de haberle prometido a Jack que no lloraría más, me
siento en la silla de mi escritorio y suspiro mirando al teléfono con el
número de Loana en pantalla. No quiero oír excusas de su parte para
hacer quedar mejor a Alistair, ha sido un capullo conmigo, no sé qué
espera conseguir Loana porque, quien me echó fue él y no tiene
sentido que ella se quiera disculpar en su nombre o algo así.
Le doy al botón de llamada antes de arrepentirme. Estoy
nerviosa por hablar con ella, en verdad es un poco raro hacerlo
después de como me fui del hospital, humillada por Alistair.
—Emily, cielo, ¿cómo estás? —pregunta con voz dulce al
descolgar.
—Hola Loana, bien —miento—. ¿Cómo está Román?
—Bien, bien, se está recuperando de la operación, poco a poco…
—me explica, se nota en su voz que está cansada.
—Me alegro.
Hay unos segundos de silencio entre nosotras.
—Siento lo que te dijo Alistair… —Pongo los ojos en blanco y en
mi mente resuenan las palabras: «ya empezamos».
—No quiero parecer borde, pero si querías llamarme para
convencerme de que Alistair se arrepiente o algo así… No quiero
oírlo Loana, de verdad.
—Lo sé, no tiene excusa lo que te hizo, pero estoy preocupada
Emily, sé que te quiere, lo vi. Nunca se ha comportado así con nadie,
pero está asustado.
Mentiría si dijese que eso no me afecta, el corazón me da un
vuelco, pero no puedo creerlo, no después de como me habló
hiriéndome donde más me duele.
—Eso no le da derecho a hacerme daño ni a decirme lo que me
dijo, lo siento pero no voy a darle más satisfacción, quiero pasar
página.
—Oh Emily… Lo entiendo, te hizo daño, pero solo quiero que
sepas que se ha marchado de vuelta a Bruselas… Va a encerrarse de
nuevo en sí mismo y tengo miedo de que no tenga otra oportunidad
de estar con su padre, sé que es muy egoísta pedirte esto y que estás
enfadada, pero solo si pudieras… Hablar con él, a tí te escuchará.
No sé qué piensa Loana o quien cree que soy para Alistair, pero
se equivoca del todo. Ella misma pudo oír el desprecio de su voz
cuando me echó del hospital y sus palabras crueles. Entiendo que
esté preocupada por la relación de Alistair con su padre, pero yo no
puedo hacer nada.
—Lo oíste tan bien como yo Loana, yo solo he sido una diversión
para él, no significo nada.
—¿De verdad lo crees? —me pregunta seria. Siento que mi
corazón late desbocado al pensarlo, claro que no quiero creerlo, pero
no soy tonta ni ilusa. Ya lo fui una vez y me salió muy mal, no quiero
volver a ser la idiota a la que engañan una y otra vez.
—Aunque no fuese así, él me ha apartado. Sabía qué es lo que
más daño me haría.
—Porque está asustado, y estoy preocupada por él, no me
contesta a las llamadas y… —La mujer suspira—. Vale, lo entiendo, es
injusto que te pida esto, lo siento mucho Emily.
Lo entiendo de veras y me sabe muy mal por ella, mi madre
hubiese hecho lo mismo si se tratara de mí. Está desesperada porque
sabe que Román está enfermo y no saben cuándo podría darse otro
ataque o si la operación ha salido del todo bien. De verdad que lo
entiendo, pero ya no es asunto mío, si Alistair ha decidido apartarse
de todo el mundo… ¿Qué puedo hacer yo?
—Te entiendo, de verdad que sí, pero yo no… No puedo. Lo
siento.
—Claro, yo también lo entiendo, mi hijo fue un idiota contigo, y
creeme que ya le eché la bronca, por eso sé que le importas, se culpa
por lo que le ha pasado a Román y cree que estará mejor solo —
suspira derrotada—. Perdóname si me he excedido con tu confianza.
—No pasa nada.
Pero sí pasa, ahora no sé qué pensar. ¿De verdad Alistair tiene
miedo y por eso me ha apartado? Pero, ¿miedo de qué? Comprendo
que se eche la culpa por lo de su padre, aunque él no la tenga, no
obstante, no tiene sentido que me aleje a mí también y me dijese
todas esas cosas, ahora una parte de mí está preocupada por él.
—¿Se ha marchado a Bruselas? ¿No se ha quedado con vosotros
unos días? —le pregunto al recordar lo que me ha dicho antes.
—No, se marchó en cuanto Román despertó y desde entonces no
sé nada de él, he llamado a sus oficinas en Bruselas y no saben nada
de Alistair.
Me llevo una mano al pecho, siento que mi corazón se encoge
por el miedo, imaginarse a un hombre como Alistair, tan grande, tan
seguro de sí mismo, tan fuerte, tanto en personalidad como en físico,
en un estado de culpa y tristeza me parte el corazón, por mucho daño
que me haya ocasionado, no quiero verlo mal.
Pero soy la que menos sabe de él.
—Siento no poder ser más de ayuda, si aparece por aquí…, te
avisaré.
—Gracias Emily.
Después nos despedimos de una forma torpe, me quedo
preocupada, no puedo imaginarme cómo de mal lo tiene que estar
pasando Alistair culpándose de todo lo que le ha sucedido a su padre.
Sin embargo, no puedo dejar de pensar en las palabras hirientes que
me dijo y en que ha estado jugando conmigo. Por mucho que su
intención hubiese sido alejarme de él o protegerme de sí mismo, no
puedo simplemente perdonarlo. Tampoco es como si fuese a verlo
otra vez, y si no contesta a las llamadas de Loana, de ninguna manera
lo hará a las mías.
Quedan tres días para que mi tiempo en el hotel Belle nuit termine, y
realmente no quiero irme. Sigo sintiendo que Alistair me ha
traicionado, pero no he podido dejar de pensar en lo que me dijo
Loana y se me está haciendo insoportable echarle de menos. No dejo
de preguntarme si habrá contestado a las llamadas de Loana, si ha
decidido perdonarse a sí mismo… Todavía me duele el corazón al
pensar en ese momento en el hospital, pero una parte de mí, cada vez
está más convencida de que lo que me dijo Loana es verdad, pero ya
es tarde, no hay nada que pueda hacer. No volveré a verlo.
Por la tarde-noche estoy sola en la recepción, los martes no suele
haber casi nadie en el vestíbulo ni solemos tener mucho trabajo. Me
giro para coger el libro que estoy leyendo de fantasía, sobre una
medio humana medio hada y un ángel esclavo que me tiene
demasiado enganchada, pero de repente la puerta se abre y me
obligo a dejar el pesado libro de nuevo. Me volteo con mi mejor
sonrisa hasta que veo quien entra por la puerta. Siento ganas de
vomitar.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto a Alan, quien sonríe con
malicia. Por los pasos torpes que da y el aspecto desaliñado adivino
que está muy borracho.
Joder...
—Emily, Emily, Emily… —Canturrea poniéndome los pelos de
punta—. La preciosa y astuta Emily… —dice mientras se acerca al
mostrador.
—Alan, será mejor que te marches, si no, llamaré a la policía.
—¿Y qué les vas a decir? —Ríe como el estúpido que es.
—Mi compañero va a volver en un minuto —miento, no hay
nadie aquí, y los pocos trabajadores que hay están en el comedor o en
la cocina preparando la hora de la cena.
Busco mi móvil a tientas debajo del mostrador para enviarle un
mensaje a Adrian, pero entonces me acuerdo de que me lo he dejado
en la sala de empleados.
Mierda.
Alan se deja caer en el mostrador apoyando los codos en este.
—Me importa una mierda… —Emite un hipo, está muy borracho.
—Alan, por favor, estás borracho, vete a casa.
—No, me has jodido pero bien, zorra. Tenía el trato con Alistair y
lo jodiste todo. ¿Sabes como me mira ahora mi familia? Como si
fuera un fracasado, y ¡Todo es culpa tuya! —me grita y alza la mano
para agarrarme, pero doy un salto atrás, menos mal que está tan
borracho que sus movimientos son muy torpes.
Entonces empieza a reír como un loco.
—Yo no hice nada, fuiste tú con tus chanchullos, deberías
echarte la culpa a ti mismo y solo a ti —le espeto cabreada y cansada
de este asunto.
Y entonces él me mira y del bolsillo de su chaqueta saca un arma,
una pistola pequeña, abro los ojos como platos y siento como mis
niveles de ansiedad aumentan.
—Baja eso —le digo despacio mientras él me apunta a la cabeza.
Intento mantener la calma y ahogo un grito, mi corazón se ha vuelto
loco.
—Eso quieres, ¿eh? Pues habértelo pensado antes de joderme la
vida.
—No hagas nada de lo que te puedas arrepentir, Alan —le aviso,
espero que mi voz no tiemble como lo hace el resto de mi cuerpo.
Aun así intento llegar al teléfono de la recepción y marcar a la policía,
tengo que entretenerlo—. ¿Crees que así vas a conseguir solucionar
algo? ¿No has decepcionado bastante a tu familia ya?
—¡No hables de mi familia, zorra! —me grita acercándome más
el arma a la cabeza, no me aparto, pero siento como mi pulso va a mil
por hora, necesito llegar al teléfono.
En silencio imploro para que no entre nadie más.
—Suplica por tu vida, puta —me pide con un brillo malvado y
lleno de locura en sus ojos cansados y rojos.
—No pienso hacerlo —le digo tajante, sé que llevarle la contraria
a este capullo me puede costar la vida, pero no voy a doblegarme.
Por fin llego al teléfono y marco el número de teléfono sin mirar
y rezo por haberlo hecho bien, lo dejo descolgado.
—No, ¿eh? Pues que sepas que la primera en sufrir tus acciones
será tu querida amiga Valerie, así que suplica si no quieres que la
mate también —escupe con rabia.
—Es tu prima.
—Es una maldita sanguijuela, siempre dispuesta a señalar mis
fallos y a reírse de mí a mis espaldas ¡Que le jodan a la maldita perra
esa, la voy a matar! —gruñe, y hace un movimiento torpe con la
mano que sostiene la pistola, dispara. Me muevo tan rápido como el
miedo me deja y me tiro al suelo a tiempo, aunque me golpeo la
rodilla con el mueble. Ahogo un gemido de dolor.
Al menos el disparo alertará a alguien, o eso espero. Aunque no
sé si llegarán a tiempo.
—Lefevbre, suelta esa pistola antes de que hagas daño a alguien
—le suelta mordaz una voz que conozco bien. Ahora el corazón se me
dispara del pecho con una sensación muy diferente al miedo. Al estar
en el suelo, el escritorio de la recepción me cubre y no puedo ver
nada—. No, fuera de aquí todo el mundo. —Escucho que dice,
seguramente la gente habrá acudido al sonido del disparo.
—Mira a quién tenemos aquí… El caballero de brillante
armadura —canturrea Alan, y no me hace falta ver para saber que
ahora la pistola le apunta a Alistair en vez de a mí. Un miedo atroz
me cubre el pecho. Puedo vivir con que me haga daño a mí, pero no
que alguien muera por mi culpa, y menos Alistair.
¿Qué demonios hace él aquí? ¿Por qué ha venido justo en el peor
momento?
—¿Estás bien Emily?—pregunta con urgencia, pero sin
vacilación en su voz.
—Sí —contesto con voz temblorosa. Estoy nerviosa, con la
adrenalina corriendo por mis venas y sintiendo como si mi rodilla
estuviese siendo sometida a un fuego abrasador. Pero no voy a dejar
que el capullo de Alan lo sepa.
—No por mucho tiempo —escupe Alan con una risita que me
hace querer patearle el maldito culo blanco y flácido que
seguramente tiene.
—Esto ha ido demasiado lejos Alan —le espeta cabreado Alistair.
—Haberlo pensado antes de retirar tu oferta, la zorra esta te
convenció con ese culito respingón y esa mirada desafiante y
seductora, ¿verdad?
Me siento asqueada ante las palabras que escupe llenas de
veneno el muy capullo.
—Ya te dijo que ella no tuvo nada que ver en mi decisión, fuiste
tú solito el que ocasionó que me retirara —le explica Alistair
intentando ganar tiempo, su voz suena cada vez más cerca.
—¡Ni un paso más! —grita enloquecido Alan—. Todo esto es por
vuestra culpa, vosotros me habéis llevado a la ruina… —murmura
como un loco, parece que la borrachera no le afecta en el habla, pero
sí en la forma de pensar y actuar.
CAPÍTULO 44
Emily
Necesito ponerme en pie e interponerme entre Alistair y Alan, no
puedo dejar que el loco del primo de Val cargue contra Alistair
cuando me la tiene jurada a mí. Intento ponerme en pie pero la
rodilla me falla y hago un ruido sordo contra el suelo al caer, un
segundo después, escucho como suena un disparo en mi dirección,
grito del susto.
—¡Joder! —Maldice Alistair.
Estoy temblando.
Y de repente escucho un fuerte portazo y todo son gritos e
instrucciones. Oigo fuertes pisadas, el sonido de armas y como
mucha gente entra en el vestíbulo, se crea un caos impresionante, la
policía está aquí y en cierta manera siento alivio. No puedo
moverme.
Unos segundos más tarde, Alistair está a mi lado y se arrodilla
junto a mí.
—Emily —me llama con urgencia.
—¿Alistair? —pregunto con el corazón en un puño y la voz
temblorosa.
—Está todo bien, muñeca —me dice mirándome detenidamente
como si buscara alguna herida o rasguño. Se me remueve todo por
dentro al escucharlo llamarme así, quiero llorar y gritar al mismo
tiempo.
—Estoy bien. —Una parte de mí quiere tranquilizarlo—. Me he
hecho daño en la rodilla, solo un golpe.
—Ven —me pasa un brazo por debajo de las rodillas y me sujeta
por la espalda con el otro para alzarme y pegarme a su cuerpo. Me
abraza con fuerza y su preocupación por mí es palpable, eso hace que
me cree ilusiones. Sigo cabreada con él, pero lo que acaba de pasar
aún me tiene alterada y no sé qué ha ocurrido.
Me sujeto a su cuello y deseo hundirme en él, en su olor a tomillo
y a algo masculino que solo es suyo, pero me contengo.
—Señor Digory, ¿están bien? —nos pregunta un policía, veo que
el vestíbulo está lleno de agentes e intuyo que han detenido a Alan,
no lo veo por ninguna parte.
—Sí, solo un golpe en la rodilla, la llevaré al hospital.
—No hace falta…
—Deberán presentar una denuncia contra el señor Lefebvre y
contarnos qué ha sucedido. —Nos avisa.
—Mis abogados se encargarán.
El hombre asiente y nos deja, un grupo de policías desalojan el
hotel de la gente curiosa que se ha acercado e interrogan a los
huéspedes y los pocos trabajadores que hay. Parece que nadie ha
sufrido daño alguno.
—¡Emily! —me llama Adrian acercándose a toda prisa cuando la
policía lo deja pasar—. ¿Estás bien? ¡Joder! No nos hemos enterado
de nada hasta que no ha sonado el primer disparo, hemos llamado a
la policía inmediatamente. Espero que esta sea la última vez que te
acorrala… ¡Que hijo de puta! Ya es la tercera vez que lo consigue. —
Está realmente enfadado y preocupado por mí y se lo agradezco.
—¿La tercera? —pregunta Alistair.
—Sí, una de las veces que te reuniste con él…, vino a
amenazarme, pero Adrien estaba allí así que…
—El día que os encontré detrás de la escalera —murmura
recordándolo, asiento—. ¡Joder! ¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque no era de tu incumbencia, como ahora, déjame en el
suelo —le pido cabreada, recordando que para él todo lo que hemos
vivido ha sido una maldita farsa. Ni siquiera entiendo qué hace aquí,
y se cree con el derecho de estar preocupado por mí.
—Emily, no discutas conmigo ahora, nos vamos al hospital.
—Puede llevarme Adrien. —Observo a mi amigo con una mirada
suplicante pero Alistair también lo hace, aunque su mirada está
cargada de amenaza.
—Yo…es... —balbucea el rubio—. Tengo cosas que hacer y…, me
alegro que no te haya disparado, nos vemos —dice alejándose.
¡Será capullo!
Alistair sonríe triunfante conmigo aún en brazos.
—Chico listo.
—Eres un idiota. —Me remuevo entre sus brazos para que me
deje en el suelo—. Llamaré a mi hermano.
—Emily. —Usa ese tono de voz profunda y seria que siento en
todo mi cuerpo, me excita y quiero besarlo, darle una bofetada y
obedecer y no hacerlo, todo al mismo tiempo.
—No puedo… —murmuro sintiendo que todo el peso de la
adrenalina se está disipando, que todos los recuerdos junto a él se
arremolinan en mi mente y me hacen estremecerme por tenerlo tan
cerca y a la vez tan lejos—. Solo quiero que me dejes en paz.
—Emily, lo siento de veras, no quise decir todo aquello… Sé que
fui un capullo insensible, pero me importas de verdad.
—Me da igual lo que me digas ahora, me heriste donde sabías
que más me dolería, déjame Alistair. —Hasta pronunciar su nombre
es doloroso.
Él me deja sobre el mostrador y se coloca entre mis piernas, se lo
permito porque… ¿Qué otra cosa puedo hacer? Cuando se trata de él
hay algo en mí que no me deja rechazarlo por más que me resista.
—Mi duendecillo de la Navidad, por favor, escúchame... —me
susurra para que solo lo oiga yo. Me niego a mirarlo a esos ojos
hipnotizadores.
—Me dijiste que no me harías daño… —sollozo, no quiero llorar,
de verdad que no…
—Lo sé, y créeme cuando te digo que me odio por haberte dicho
todo lo que te dije, no lo pienso de verdad, estaba asustado. —Me
acaricia la mejilla y luego me levanta el mentón para que lo mire—.
Tenía miedo de hacerte daño, como se lo hice a mi padre.
—No fue tu culpa —lo defiendo inmediatamente. Loana tenía
razón, se culpa por lo de su padre y de alguna manera piensa que
puede herirme a mí también, pero alejándome me ha hecho todavía
más daño.
—Sí que lo ha sido, siento haberte herido, me importas y por eso
creo que es mejor que dejemos de vernos. Sé que lo que te dije no
estuvo bien, pero fue lo único que se me ocurrió para alejarte de mí
en ese momento.
Mi corazón ya roto se vuelve a destruir.
—No puedes decirme eso… No tienes derecho a decidir qué es lo
mejor para mí —lo encaro mirándolo a los ojos y sujetándolo con
fuerza del cuello de la chaqueta de traje. Se nota que tiene los ojos
cansados y la barba parece que no se la ha afeitado en unos días, está
sexy, salvaje… Suspiro—. No te lo permito.
—¡Joder Emily, me estas matando! —Y me planta un beso con
dureza, lo acepto todo de él porque estoy enamorada de este hombre
que me saca de mis casillas y me vuelve loca de mil maneras
distintas.
Nuestras bocas se amoldan y su lengua me saborea como si
hubiese necesitado de mi aliento para vivir. Mi corazón se vuelve
loco y siento como mi cuerpo reacciona a él, siempre lo hace.
Gimo en sus labios y Alistair me coge de las caderas y puedo
sentir su calor, su cuerpo duro contra el mío blando. Lo he echado
mucho de menos.
—Joder, joder, joder…. —murmura como si estuviera luchando
contra sí mismo—. No quiero hacerte daño, de verdad que no… —
suplica besándome la frente.
—No me lo harás si te quedas conmigo, si eres sincero, no más
mentiras, no más palabras hirientes —le pido desesperada
abrazándolo—. Te necesito a mi lado Alistair.
Ya no me importa decir lo que siento, es ahora o nunca.
—Yo también te necesito, mi duendecillo de la Navidad. —Se
yergue y me mira a los ojos—. Estos días sin ti, contigo tan lejos…,
han sido un puto infierno, nunca pensé que necesitaría a alguien
tanto como quiero estar contigo, cuando pensé que te iba a
disparar…, joder, creía que me moría, te quiero Emily.
Mi corazón se detiene, sabía que Alistair sentía algo por mí, en el
fondo lo sabía. Las lágrimas se arremolinan en mis ojos.
Él me acaricia las mejillas tan delicadamente, como si me
adorara, como si fuese lo más preciado para él en el mundo, mi
corazón se encoge.
—¿Me quieres? —pregunto en un sollozo casi sin voz.
—Más que a mi vida Emily, no sé cómo hemos llegado a esto,
pero necesito que me creas —me suplica pegando su frente a la mía.
—Te creo. Yo…, me siento igual, te amo Alistair. —Sonrío cuando
una lágrima se desliza por mi mejilla, él la atrapa con sus labios y
después me da un suave beso en los míos.
—Debemos estar locos —bromea él y ambos reímos.
—Seguramente lo estemos.
No existe nada más a nuestro alrededor que nosotros dos.
EPÍLOGO
Emily

Unos meses después


Me acomodo en el sofá de color gris del apartamento de Alistair en
Bruselas, bueno, ahora es el apartamento de los dos, y descuelgo la
videollamada.
—¿Cómo va la vida de la prometida del hombre más deseado de
Europa? —pregunta Val nada más aparecer en la pantalla con una
sonrisa, pongo los ojos en blanco y resoplo.
—Que pesadita… Va genial, como puedes ver. —Enfoco un poco
el apartamento y las preciosas vistas a la ciudad—. Estoy deseando
que vengas a vernos —le digo.
—En un par de semanas me tenéis ahí, lo prometo, pero es que
hay tanto trabajo en Bodegas Lefevbre… —suspira—. Quien tu ya
sabes nos llevó al borde de la quiebra, menos mal que tu mejor amiga
es la mejor del mundo y cae bien a gente influyente, que sino… —me
explica. La veo cansada, pero feliz de poder estar haciendo lo que ella
ha querido desde siempre, ser la CEO de Bodegas Lefebvre y
devolver el honor al nombre de la familia.
Ahora Alan está en la cárcel y pronunciar su nombre es como
decir el de Voldemort, es el innombrable. A su abuela le costó
aceptarla como la mejor opción para dirigir la empresa, pero por
suerte, acabó cediendo al ver que no tenía a nadie más a quien dejar
la herencia.
—Lo estás haciendo genial Val, me alegro mucho por tí.
—Muchas gracias, te echo de menos… —Hace un puchero—.
¿Dónde está tu futuro marido cañón? —pregunta con una sonrisa.
—Y yo, y mi futuro marido está trabajando, pero me ha dicho
que saldrá pronto para comer conmigo. Todavía me parece super
raro que vaya a casarme. —Las dos reímos.
—Aún queda un poco hasta Navidad, tienes tiempo para hacerte
a la idea. —Sonríe feliz por mí.
Alistair me pidió que me casara con él unos días después de que
Alan se volviera loco y apareciera en el hotel con una pistola. La
pedida fue en el lugar donde nos conocimos. Alistair me llevó
engañada con la excusa de ayudar a Val con algunas cosas a la
bodega. Cuando llegamos, todo estaba decorado con adornos
navideños, e incluso había nieve artificial dentro. Alistair me dijo que
somos como dos copos de nieve, que habíamos caído en el mismo
árbol, que nos derretiríamos al mismo tiempo porque no puede
imaginarse una vida sin mí, y yo desde luego no quiero una vida sin
él. Fue perfecto.
Mi corazón bombea con fuerza al recordar lo romántico que fue
y lo mucho que lo amo.
—Sí, hay tiempo.
—¿Qué tal el nuevo trabajo? No te has enamorado de tu jefe ¿no?
—bromea la muy tonta.
—Ja, ja, ja, me parto contigo —le contesto irónica—. Todo bien,
mi nuevo jefe es una mujer muy simpática que está muy contenta
conmigo.
He encontrado trabajo en Bruselas de recepcionista en un hotel,
y aunque echo de menos a Rosie y Adrien, aquí estoy muy cómoda y
muy feliz con mi nueva vida. Fue difícil mudarse y dejar toda mi vida
y mi familia en Colmar, echo muchísimo de menos a mis padres, a mi
hermano y a Val, pero ahora tengo a Alistair y estoy enamorada de él
hasta decir basta. No cambiaría ni un segundo de la vida que tengo
ahora junto a él.
Sin embargo las cosas con el padre de Alistair están un poco
igual, Loana está encantada de vernos juntos y felices, y seguimos
intentando que padre e hijo se lleven bien. Espero que para nuestra
boda se hayan perdonado mutuamente.
Escucho el sonido de las llaves en la puerta y sé que Alistair ya
está aquí, me muero de ganas de verlo.
—Me alegro que te vaya todo genial.
—Yo también me alegro por ti.
—¿Muñeca? Ya estoy en casa —grita Alistair al entrar.
—Bueno, te dejo que parece que alguien ha venido a comer… —
suelta Val con tono sugerente.
—Dios…, eres de lo peor —suspiro con una sonrisita. Val se
carcajea.
—¡Estoy aquí! —le contesto.
—Espero que estés desnuda porque… —Alistair se calla de golpe
al ver que estoy en una video llamada.
—Porque… ¿Qué? No te cortes por mí. —Ríe Val.
—Porque tengo poco tiempo y pienso hacer que mi futura mujer
se corra tantas veces como pueda antes de irme —le contesta sin
vergüenza alguna, se quita la chaqueta del traje y se remanga la
camisa. Dios, es que es demasiado atractivo...
Valerie suelta una carcajada.
—Adiós tortolitos, que disfrutes de tus orgasmos, amiga.
—Vaya dos —me quejo poniendo los ojos en blanco y cuelgo
mientras Val aún se está descojonando.
Alistair da la vuelta al sofá sonriente y se inclina para darme un
beso en los labios.
—Te he echado de menos —me dice y toda mi piel se eriza.
—Nos hemos visto esta mañana antes de que te marcharas.
—Demasiado tiempo. —Él me tiende las manos y se las cojo para
que Alistair tire de mí y me levante del sofá para pegarme a su
musculoso cuerpo—. Mucho mejor.
No puedo evitar sonreír de felicidad.
—¿Vas a darme esos orgasmos que has prometido o qué? —lo
desafío mirándolo a los ojos.
—Ahora mismo, mi señora. —Me sonríe de medio lado y
contengo el aliento. ¿Cómo puede ser tan atractivo? ¿Y tan mío?
Me coge en volandas y me lleva a nuestra habitación entre risas y
besos apasionados.
Alistair me tumba en la cama y me besa fervientemente.
—Me ha llamado la agente inmobiliaria esta mañana —le
comento entre besos.
—¿Si?
—Sí —gimo cuando Alistair me levanta el jersey y me da un beso
en la tripa, muy cerca de mi sexo.
Después se deshace de mis mayas y mi ropa interior.
—¿Y? —pregunta él regalándome un sin fin de besos allá por
donde hay piel descubierta. Me está distrayendo.
—El sábado iremos a visitar una casa en las afueras, me ha
enviado fotos y me gusta mucho.
—Pues si a ti te gusta a mi también —dice él alzándose sobre mí y
mirándome a los ojos, envuelvo mis brazos en su cuello y le sonrío.
—Eres todo un adulador, señor Digory.
—Solo quiero lo mejor para mi futura esposa.
Sonrío negando con la cabeza.
—Ven aquí, futuro marido.
Ambos nos hundimos en la boca del otro sintiéndonos
afortunados de habernos encontrado el uno al otro, de haber
superado nuestros miedos y por fin haber aceptado lo que sentíamos.
Porque, a veces, vivir es la cosa más rara del mundo, nunca sabes con
qué te va a sorprender la vida, y yo, no puedo estar más feliz porque
pusiera a este hombre en mi camino. Ahora, tengo la seguridad de
que hay un futuro magnífico esperándonos.
FIN
Agradecimientos
Primero de todo, si estás leyendo esto en Navidad… ¡Feliz Navidad!
La gente que me conoce sabe lo mucho que me gusta la Navidad, es
por eso que no podía dejar pasar la oportunidad de escribir una
novela ambientada en esta época tan mágica. Así que lo que empezó
siendo una novela de verano, pasó a una de invierno. Y el lugar que
elegí es uno de los lugares que más ilusión me hace visitar (Colmar) y
que cuando terminé de escribir esta novela en febrero de 2021, no
podía imaginar que el mismo mes en el que se publicaría la novela,
iría a visitar esta ciudad, así que estoy muy agradecida por esto.
Simplemente agradecerte, a ti lectora, que hayas escogido este
libro navideño para leerlo, que le hayas dado una oportunidad a
Emily y a Alistair y, sobre todo, a mí, muchísimas gracias, deseo de
corazón que hayas disfrutado de esta historia. Si te animas,
compartir tu opinión en Amazon, Goodreads, Instagram, etc., me
ayudará a seguir creciendo.
Y, por último, muchas gracias a mi familia y amigos, que siempre
me apoyan, es un honor contar con vosotros. Sobre todo a Lorena
Claramunt, la artista de la portada y una amiga excepcional. Muchas
gracias por todo, vivir este viaje contigo de la mano de Alistair y
Emily va a ser genial.
Otros libros de la autora
Cuando te salve
Bajo la lluvia de Londres
El día que nos enamoramos
Sobre la autora
Lorena Concepción (1993, Barcelona) es graduada en historia del
arte (UAB), técnica en marketing y publicidad, y recientemente, en el
máster de Edición (UAB).
Autora de Cuando te salve (2018), con la que quedó finalista
del Primer premio Chic de novela romántica adulta. Y, Bajo la
lluvia de Londres (2022) con la editorial Eterciopelo.
Siempre está escribiendo o ideando nuevas historias de
romántica y, cuando no, la encontraréis en su bookstagram hablando
de sus libros favoritos, series o películas y, por supuesto,
presumiendo de sus gatos: Tizón y Yako.
Su novela best seller El día que nos enamoramos ya está
disponible en formato papel en Amazon.
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Instagram: @lorenasbooks / @lorena0_08
TikTok: @lorena0_08
Goodreads: Lorena Concepción

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