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Awayo

Otro convivir es posible


Lic. Lía Goren

La estrategia de la madeja de lana en la familia y en la vida

Cuando cambias las forma de ver las cosas,


las cosas que ves cambian.
Max Plank

Hace muchos años llamé a una psicóloga conocida porque quería recomendarla para que atienda a una
persona de mi conocimiento. Cuando hablamos, me hizo unas pocas preguntas sobre la necesidad del
consultante y sin dudarlo me dijo: “yo no inicio un tratamiento con nadie en medio de una crisis.” Me
sentí confundida y un tanto molesta. ¿El destino de esa persona era hundirse en su crisis sin remedio?
Entonces me surgió esta pregunta: ¿podemos darnos cuenta del momento adecuado para
ocuparnos de los problemas a tiempo?
Con esa pregunta en mente, con mucha metáfora y algo de mi baúl de experiencia a la mano, fui
configurando esta nueva entrada en el blog que espero que disfrutes.

Con el agua al cuello


Desde mi compromiso con la salud, sigo pensando que alguien tiene que hacerse cargo de la ayuda y, en lo
que de mí depende, lo intento. Al mismo tiempo y desde la experiencia de varios años de trabajo, entiendo
mejor su punto de vista. Porque en medio de una crisis no se puede pensar bien y el trabajo del
profesional se hace casi imposible. Y pasaré a iluminar un poco mejor este punto.
Hace muchos años vino a consultarme una mujer que trabajaba de guardavidas. Ella me contó que, a
causa de la desesperación, es muy común que la persona que se está ahogando trate de agarrarse del
guardavidas de tal modo que es capaz de ahogarlo e impedir su propia salvación. Por este motivo, los
guardavidas son entrenados hasta para aturdir con un golpe al que se ahoga. Para poder sacarlo del agua y
salvarlo necesitan interrumpir el absoluto estado de irracionalidad que provoca el miedo a morir ahogado.
Algo así sucede cuando se trata de las relaciones familiares. Es muy común que las personas
consulten recién cuando el agua les llega al cuello y están todos a punto de ahogarse. En
esas circunstancias, la intensidad de las preocupaciones no ayuda para nada. Abordan las cosas al modo
de manotazos de ahogados y eso no permite avanzar hacia la mejora, ni la familia ni el profesional que ha
sido invitado a colaborar.

Lo urgente es enemigo de lo posible


Las personas tienden a creer que el problema es la crisis. No es así, la crisis es la
consecuencia de una sumatoria entrelazada de problemas y de lo que no se ha hecho antes.
Tarde o temprano se deberá hacer algo y aprender de lo que está pasando. Caso contrario, no hay
remedio.
Los problemas familiares conviven en madeja y enredados. Existe la fantasía generalizada acerca de que
los temas de convivencia familiar y crianza pueden arreglarse de un día para el otro. No es así. Cualquiera
que tenga amigos con problemas familiares podrá constatarlo.

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La gran dificultad que hay que atravesar para poder trabajar con familias en crisis es la combinación de la
urgencia (el factor tiempo) con expectativas casi siempre irreales. El combo urgencia + expectativas
irreales hace que los padres y las madres se frustren muy rápido cada vez que ven que no
existen soluciones mágicas. Comienzan a saltar de un profesional a otro y sólo consiguen atrasar o
empeorar la situación.
Aun más, el aprendizaje significativo comienza recién después de la crisis, no durante. El
trabajo realmente creativo, la posibilidad de ver con otros ojos y apuntalar el cambio sucede cuando se ha
salido de la sensación fuerte de preocupación y de urgencia. Es fundamental estar dispuestos a distinguir
entre lo urgente y lo necesario. Hay que salir de la coyuntura y apuntar al proyecto de vida.

La estrategia de la madeja de lana


Cuando “las papas queman” en la familia, mi recomendación y estrategia de trabajo es la misma que se
usa para desenredar una madeja de lana que se ha enredado.
¿Alguna vez trataste de desenredar rápido algo que estaba muy enredado? Si es así, te habrás dado cuenta
de que tirar con fuerza de cualquier lugar sólo empeoraba las cosas. Provistos de tiempo y paciencia, hay
que ir tirando un poquito de cada lado para comenzar a ver por donde pasa cada hebra, evaluar las
relaciones entre cada hebra y darle sentido a cada movimiento. Por un rato se tiene la sensación de tarea
imposible, pero de pronto, todo se aclara y el desanudado comienza a suceder con facilidad. Usted
comienza a notar que cada movimiento se vuelve eficiente y que todo fluye cada vez más rápido, sin
tironear y sin cortar ninguna hebra. Porque estarás de acuerdo en que, en cuestiones de familia, eso de
cortar por lo sano no sirve.

Evita que el agua te llegue al cuello


O, dicho de otro modo, evita que la madeja de lana se te enrede demasiado. En caso de que sientaa que
hay cosas que quieres mejorar en su familia y no quiere que los problemas se profundicen recomiendo lo
siguiente:

• Pon atención en esos (todavía) pequeños problemas cotidianos de convivencia que se repiten
demasiado a menudo. Piensa en esas situaciones de “baja frecuencia” ante las cuales
descubres que no tienes respuesta y que, además, suelen llevarte a lugares o modos de actuar que
hubieras preferido no transitar.

• Una vez que las has detectado ocúpese a tiempo, no postergues. Tener problemas no es el
problema. Sería maravilloso si no tuviéramos problemas, pero la vida perfecta es sólo una ilusión
y los problemas son parte inevitable del vivir. El peor de los problemas es no poder reconocerlos y
dejar que las situaciones escalen a crisis inmanejables y provoquen sufrimiento y peleas.

• Busca ayuda y ten la disposición de aprender. No estás fallado o fallada, simplemente


aprendiste otras cosas y esto que te pasa ahora te invita a explorar otras alternativas, ampliar tu
percepción y ver desde nuevos puntos de vista.

• Eres el adulto responsable y tienes los mejores recursos para abordar lo que está
pasando. Es usted quien tiene la autonomía económica y el potencial intelectual y emocional
para reflexionar y aprender. Si en tu hogar hay un problema de finanzas, no esperarías que sean

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tus hijos quienes se ocupen de arreglar las cosas. Según sea el caso, te sentarías solo o con tu
pareja, evaluarían y planearían cursos de acción posibles y, quizás después, inclurían a sus hijos
para que sepan lo que pasa y colaboren en lo que de ellos depende. En mi experiencia, cuando son
los adultos los que asumen el problema, el cambio ocurre, es duradero y todos salen más crecidos
de la experiencia.

• No pretendas arreglar todo de una vez. Recuerde la metáfora de la madeja enredada. Como
los problemas de convivencia están todos interconectados, cuando se comienza a trabajar sobre
una cosa, enseguida aparecen otras más asociadas a ese problema y no se puede trabajar todo a la
vez. Se necesita tiempo y paciencia.

Venía con un problema y me iba con diez


Para finalizar, les comparto un recuerdo que resume con claridad gran parte de lo dicho en este posteo.
Hace muchos años, Rosana, una mujer y mamá que venía asistiendo hacía bastantes meses a mi espacio
grupal de crianza nos dijo:

Al principio, venía con un problema y me iba con diez y eso me provocaba cierta
frustración. Sin embargo, con el paso del tiempo, pude ver cómo todas esas cosas
estaban conectadas. Ahora puedo definir más rápidamente la situación, pienso mejor y
me veo mucho más eficaz al abordar lo que sea que esté pasando.

Publicado en mi Blog: https://liagoren.wordpress.com/

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