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La Estrategia de La Madeja de Lana en La Familia
La Estrategia de La Madeja de Lana en La Familia
Hace muchos años llamé a una psicóloga conocida porque quería recomendarla para que atienda a una
persona de mi conocimiento. Cuando hablamos, me hizo unas pocas preguntas sobre la necesidad del
consultante y sin dudarlo me dijo: “yo no inicio un tratamiento con nadie en medio de una crisis.” Me
sentí confundida y un tanto molesta. ¿El destino de esa persona era hundirse en su crisis sin remedio?
Entonces me surgió esta pregunta: ¿podemos darnos cuenta del momento adecuado para
ocuparnos de los problemas a tiempo?
Con esa pregunta en mente, con mucha metáfora y algo de mi baúl de experiencia a la mano, fui
configurando esta nueva entrada en el blog que espero que disfrutes.
La gran dificultad que hay que atravesar para poder trabajar con familias en crisis es la combinación de la
urgencia (el factor tiempo) con expectativas casi siempre irreales. El combo urgencia + expectativas
irreales hace que los padres y las madres se frustren muy rápido cada vez que ven que no
existen soluciones mágicas. Comienzan a saltar de un profesional a otro y sólo consiguen atrasar o
empeorar la situación.
Aun más, el aprendizaje significativo comienza recién después de la crisis, no durante. El
trabajo realmente creativo, la posibilidad de ver con otros ojos y apuntalar el cambio sucede cuando se ha
salido de la sensación fuerte de preocupación y de urgencia. Es fundamental estar dispuestos a distinguir
entre lo urgente y lo necesario. Hay que salir de la coyuntura y apuntar al proyecto de vida.
• Pon atención en esos (todavía) pequeños problemas cotidianos de convivencia que se repiten
demasiado a menudo. Piensa en esas situaciones de “baja frecuencia” ante las cuales
descubres que no tienes respuesta y que, además, suelen llevarte a lugares o modos de actuar que
hubieras preferido no transitar.
• Una vez que las has detectado ocúpese a tiempo, no postergues. Tener problemas no es el
problema. Sería maravilloso si no tuviéramos problemas, pero la vida perfecta es sólo una ilusión
y los problemas son parte inevitable del vivir. El peor de los problemas es no poder reconocerlos y
dejar que las situaciones escalen a crisis inmanejables y provoquen sufrimiento y peleas.
• Eres el adulto responsable y tienes los mejores recursos para abordar lo que está
pasando. Es usted quien tiene la autonomía económica y el potencial intelectual y emocional
para reflexionar y aprender. Si en tu hogar hay un problema de finanzas, no esperarías que sean
tus hijos quienes se ocupen de arreglar las cosas. Según sea el caso, te sentarías solo o con tu
pareja, evaluarían y planearían cursos de acción posibles y, quizás después, inclurían a sus hijos
para que sepan lo que pasa y colaboren en lo que de ellos depende. En mi experiencia, cuando son
los adultos los que asumen el problema, el cambio ocurre, es duradero y todos salen más crecidos
de la experiencia.
• No pretendas arreglar todo de una vez. Recuerde la metáfora de la madeja enredada. Como
los problemas de convivencia están todos interconectados, cuando se comienza a trabajar sobre
una cosa, enseguida aparecen otras más asociadas a ese problema y no se puede trabajar todo a la
vez. Se necesita tiempo y paciencia.
Al principio, venía con un problema y me iba con diez y eso me provocaba cierta
frustración. Sin embargo, con el paso del tiempo, pude ver cómo todas esas cosas
estaban conectadas. Ahora puedo definir más rápidamente la situación, pienso mejor y
me veo mucho más eficaz al abordar lo que sea que esté pasando.