You are on page 1of 516

¡Apoya al autor comprando sus libros!

Este documento fue realizado sin fines de lucro, tampoco


tiene la intención de afectar al escritor. Ningún elemento
parte del staff recibe a cambio alguna retribución monetaria
por su participación en cada una de nuestras obras. Todo
proyecto realizado tiene como fin complacer al lector de habla
hispana y dar a conocer al escritor en nuestra comunidad.
Si tienes la posibilidad de comprar libros en tu librería más
cercana, hazlo como muestra de tu apoyo.
¡Disfruta de la lectura!
Staff
Moderación
Tolola

Traducción
Bella'
BettyS
EstherC
Gali_00
Guadalupehyuga
Ione
Ms. Lolitha
Renatte
RRZOE
Tolola

Corrección y Revisión
Vickyra

Diseño
Tolola
Índice
Staff
Índice
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Epílogo
Próximo libro
Sobre la autora
Sinopsis
Cuando me despierto en una subasta de mujeres en un
mundo que no reconozco, en lo único que pienso es en volver
a casa, a Texas. No quiero tener absolutamente nada que ver
con un reino llamado Valora, con la magia, con los fae ni con
ser vendida al mejor postor.
Pero el rey del Reino del Día tiene otros planes.
Zander dice que soy su pareja predestinada. No le creo.
Pero eso no le impide engañarme para que me case con él. No
importa si discuto o huyo, no me dejará ir.
Debería odiarlo. En cambio me siento ridículamente
atraída por ese hombre testarudo y malhumorado. A veces me
aterroriza, así que no sé por qué sus raras sonrisas me
producen un cálido cosquilleo o por qué sus brazos me hacen
sentir segura.
Todo lo relacionado con Valora es confuso, pero después
de poco tiempo aquí, me doy cuenta de algo: este lugar está
lleno de peligros que son mucho más aterradores que mi
nuevo marido, y permanecer a su lado podría ser mi única
opción.
Between Dawn & Dusk, #3
Prólogo
Zander
7 AÑOS
—Para. Por favor —susurro a través de mis labios secos y
agrietados, pero el esfuerzo que supone suplicar solo empeora
el dolor.
Me estoy quemando. Siento que todo mi cuerpo está en
llamas. El calor se extiende a través de mí con cada
respiración que tomo, y creo que estoy a punto de morir. No
puedo aguantar más.
Otra llama sube por mi columna vertebral y me sacudo
sobre el duro suelo de mármol.
Con la esperanza de que las frías baldosas alivien al
menos el ardor de mi cara, aprieto la mejilla contra la
superficie lisa.
Es inútil. Nada ayuda.
Una presión increíble aumenta en mi antebrazo hasta
que se parte en dos. Me duele tanto que no puedo evitar
gritar, y no me da tiempo a recuperar el aliento antes de que
se rompan más huesos.
Mi. Huesos. Se. Están. Rompiendo.
Cada uno.
Seguramente el final esté cerca. Le doy la bienvenida,
pero en lugar de paz, experimento furia. Rabia por lo injusta
que es la vida. Angustia por dejar atrás a mi madre.
La oigo llorar en el rincón más alejado de la habitación.
Ha estado encadenada allí desde que intentó impedir que mi
padre dejara que el mago me hechizara. No entendí todas las
palabras que el fae mágico dijo mientras esparcía polvo sobre
cada centímetro de mi cuerpo desnudo. He estado
descuidando mis estudios de la lengua de los Antiguos Fae,
pero capté fuerza, dolor y rey.
No sé cuánto tiempo pasó. ¿Minutos? ¿Días?
Al principio pensé que mi padre estaba tratando de
restaurar mi vista. Debido a una guerra entre los reinos del
Día y de la Noche, un aquelarre de poderosas brujas lanzó
una maldición de ceguera sobre todos los primogénitos de la
realeza el año pasado. La única manera de romper la
maldición es si encuentro a mi pareja predestinada.
Pero me estoy muriendo, así que eso nunca sucederá.
¿Estará oscuro después de mi muerte?
Me da miedo la oscuridad. Siempre me he sentido muy
afortunado por haber nacido en un reino donde el sol brilla
todo el tiempo, pero entonces todo se volvió negro justo antes
de mi sexto cumpleaños, y desde entonces no he visto ni una
pizca de luz.
No poder ver hace que todo se sienta mucho más.
Incluso el dolor.
Una oleada de calor me atraviesa el cráneo y grito.
Fuerte.
Mi cráneo se parte, y las placas temblorosas se separan.
Intento arrastrarme hacia delante, pero no consigo que
mis dedos agarren nada. Golpeando el suelo, me doy cuenta
de que no tengo control sobre mi mano. Sigue resbalando
como si mi brazo fuera de gelatina.
—Por favor —suplica mi madre.
Se oye un chasquido y un aullido. Mi padre la golpea de
nuevo.
—Te he dicho que dejes de usar ese lenguaje —le dice
con severidad—. Ahora vives aquí. Hablarás como nosotros.
—P-por favor —intenta de nuevo, con su acento
portugués más marcado que de costumbre porque está
molesta.
—El mago dijo que la primera transformación es la peor
—murmura padre, irritado—. No es raro que tarde un par de
días.
—Ya han pasado tres días —llora ella—. Lo está
matando. Estás matando a nuestro hijo.
—Lo estoy haciendo más fuerte.
—Está bien como está.
—¡Está ciego y no tiene poder! —ruge padre—. Nadie en
la línea real ha carecido nunca de la habilidad de los fae.
Hasta ahora. Por tu culpa.
—Te di un hijo —dice madre con desafío—. ¿No es
suficiente?
—No, no lo es. —Su voz es tranquila ahora, pero no me
engaña. Su temperamento sigue hirviendo, igual que la
sangre en mis venas—. Es demasiado... humano. Pero lo
estoy arreglando. Zander será el orgullo del reino pronto.
—Si no somos lo suficientemente buenos para ti,
entonces envíanos de vuelta.
No lo hagas, madre.
Quiero decirle que no diga esas cosas. Hace enojar a
padre. Podría herirla de nuevo.
No soporta oírla hablar de su casa, el lugar de donde la
sacaron. Ella me lo cuenta en secreto. Por la noche, cuando
estamos los dos solos, habla de un lugar llamado Brasil.
Describe la granja de ganado en la que creció y algo llamado
selva. Suena mágico.
Me entristece no poder verlo nunca.
Los pasos de papá marchan hacia ella y, aunque apenas
puedo moverme, hago lo que siempre hago cuando va a por
ella: distraerlo.
Grito, pero un sonido que no reconozco sale de mi
garganta. Es un graznido y un chillido.
Se hace el silencio.
Las botas de papá dejan de pisar fuerte. Las cadenas de
mamá ya no resuenan ni tintinean.
Hay demasiado silencio.
De repente hay luz. Parpadeo mientras aparecen objetos
borrosos. En unos segundos, la habitación se hace más
nítida.
Veo las columnas de mármol que decoran las altas
paredes de mi dormitorio. El edredón amarillo de mi cama. La
cara llena de lágrimas de mi madre y sus muñecas
ensangrentadas por los grilletes de hierro.
Mi padre lo hizo. Me devolvió la vista.
¿Valió la pena? Todavía no estoy seguro.
El dolor y el fuego han disminuido, convirtiéndose en un
dolor sordo en todo mi cuerpo. La sangre caliente bombea
desde mi corazón, pero no es desagradable sentir el torrente
de calor a través de mis venas.
Rodando hacia mi espalda, intento sentarme. Todavía no
controlo muy bien los brazos. Mi mano vuelve a resbalar
contra el suelo y acabo tumbado de lado.
—¿Qué le has hecho? —pregunta mamá, horrorizada—.
¿Qué le has hecho a mi bebé?
—El mago dijo que sería poderoso. —Padre suena igual
de aturdido—. Que le peguen a todo. Ese bastardo me engañó.
Hago una mueca de dolor cuando la palabra maldita
golpea la mano de mi madre, y espero que el golpe me llegue a
mí también. Pero no lo hace.
Mi madre solloza ahora.
—¿Volverá a cambiar?
¿Volverá a cambiar? ¿Volverá a cambiar de qué?
—Yo... no lo sé.
Hay algo que sé sobre el rey del Día: no le gusta admitir
que ha cometido un error y nunca dice que lo siente. Así que
la incertidumbre que percibo en su voz no es tranquilizadora.
Agitándome, finalmente me pongo a cuatro patas,
apoyándome en las manos y las rodillas.
Pero algo no está bien. Tengo los brazos extendidos a los
lados, ¿qué me sostiene?
Cuando bajo la mirada, veo unas largas garras en unos
pies deformados. Entonces bajo la cabeza para mirar detrás
de mí y me doy cuenta de que tengo las patas de un animal.
Mis pies son patas peludas. A mi lado, hay grandes alas de
plumas negras que se extienden donde deberían estar mis
brazos. Son como las alas que suelo tener, pero mucho más
grandes.
Por eso no podía usar mis manos. Por eso resbalaban.
Ahora sólo son plumas.
Me dirijo hacia el espejo ovalado de pie y se me escapa
otro graznido de la garganta cuando veo mi reflejo.
No reconozco a la criatura que me devuelve la mirada.
Tengo un pico en lugar de cara. Una cabeza de plumas
blancas cambia por un suave pelaje marrón en mi cuerpo.
Una cola se agita detrás de mí, el mechón marrón del extremo
golpea sin descanso el suelo.
La única parte de mí que es la misma son mis ojos. Me
brillan como dos monedas de oro que reflejan la luz de las
velas.
Soy aterrador.
—¡Pega! —le grita madre con fuerza a mi padre—. ¡Que te
peguen hasta las profundidades del infierno!
Un estallido se enciende contra la mejilla de mi padre y
otro le sigue rápidamente. Una vez más, espero que la palabra
maldita se encienda contra mí, pero no lo hace. Tal vez no
pueda alcanzarme cuando estoy en esta forma.
Podría volver a cambiar. De alguna manera sé que esto
es cierto. Pero también creo que me dolerá, y no estoy
dispuesto a pasar por el dolor de nuevo.
Me quedaré así un tiempo.
Una vez papá se ha recuperado de las descargas
eléctricas que le dio mamá, dirige su ira hacia ella y levanta el
puño. Antes de que pueda darle un puñetazo estoy
derrapando por el suelo, y mis talones y mis garras dejan
profundos surcos en el mármol mientras me deslizo entre
ellos.
En cuanto protejo a mi madre, cierro los dientes contra
la mano de mi padre.
No, mis dientes no, mi pico.
Se echa atrás, con el miedo brillando en sus ojos
dorados, mientras se lleva el brazo al pecho. Casi pierde un
dedo en ese momento. Siento haber fallado. No me importaría
sentir el crujido de sus huesos y saborear su sangre cobriza
como pago por la forma en que nos ha maltratado a mi madre
y a mí.
Mis movimientos me parecen antinaturales cuando me
agacho, mirando a mi padre mientras me acomodo como
guardián de mi madre. Aunque estoy sentado, soy tan alto
como él. La fuerza fluye a través de mi gran cuerpo, y ahora
que puedo ver, reconozco la expresión de su rostro.
Arrepentimiento.
No porque se sienta mal por lo que me hizo, sino porque
soy peligroso. Tiene miedo de mí.
—Por los soles, ¿qué ha sido de ti? —Su tono está lleno
de asco.
Y sé la respuesta a su pregunta.
Un monstruo. Me convirtió en un monstruo.
1
Maelyn
PRESENTE
El carro cubierto se detiene con una sacudida, y a mi
alrededor suenan gemidos y gritos. Parece que no puedo decir
ni pío. El miedo me ha dejado helada y muda.
La chica a mi izquierda empieza a sollozar de nuevo, y
otra persona se pone a rezar en español.
Yo también quiero llorar y rezar, pero incluso las
lágrimas silenciosas me sacarían los mocos, y ya siento que
me asfixio con este saco de arpillera contra la cara. La tela
rasposa está llena de agujeros diminutos para la
transpiración, pero aún así hace un calor increíble y apesta
aquí dentro. No estoy segura de si es la bolsa sobre mi cabeza
la que huele o el propio vagón.
Me falta el teléfono y el bolso. Aunque tengo las muñecas
atadas por delante, lo que limita mi rango de movimiento, he
hecho todo lo posible por buscar en mis bolsillos y en la zona
donde estoy sentada. No tengo nada.
Lo peor de todo es que mis gafas han desaparecido.
Deben haberse caído en la refriega.
Mientras me devaneo los sesos en busca de lo último que
recuerdo, todas las advertencias de mis padres sobre ir sola al
auto en estacionamientos oscuros vuelven a perseguirme.
Recuerdo la farola parpadeante, la quietud de la
madrugada antes del amanecer y el silencioso crujido de mis
zapatillas sobre la grava a cada paso. De repente, un brazo
me rodea el cuello, un cuerpo me aprieta la espalda y un paño
me tapa la nariz y la boca.
Luego, solo oscuridad.
Había estado visitando a mi compañera en su trabajo.
Paige siempre tiene hambre a mitad de su turno y, como soy
madrugadora, hago lo que cualquier buena amiga hace: de
vez en cuando le llevo el desayuno. Paige baila en un club de
estriptis. Aunque está en una zona mala de la ciudad, tienen
buenos porteros. Uno de los chicos suele acompañar a las
chicas a sus autos cuando se van y, aunque yo no trabajo allí,
hacen lo mismo conmigo.
Excepto anoche. Estaban escasos de personal y yo sólo
quería volver a mi apartamento. Así que, en lugar de esperar,
les dije que no se preocuparan.
Gran error.
Lo siguiente que supe fue que me desperté aquí.
Desde entonces, estimo que hemos estado montando
durante una hora. Al menos, creo que lo hemos hecho. El
viaje ha sido accidentado y lento, y el tiempo pasa de forma
diferente cuando estás bastante seguro de que vas a morir.
De repente, alguien abre las puertas traseras y una luz
brillante sustituye a la oscuridad a la que me había
acostumbrado.
Se acabó el tiempo.
Cuando la luz del sol se filtra a través del saco de
arpillera, intento ver a través del material mullido. Hay la
silueta de un hombre, una sombra abultada, pero eso es todo
lo que puedo distinguir.
Las cadenas suenan y hay más gritos de miedo cuando el
hombre empieza a sacar a las chicas. O arrastrando, en
algunos casos. Un par de chicas luchan contra él. Parece una
buena idea hasta que oigo una bofetada y un golpe seco.
—Levántate —gruñe el hombre—. Podemos hacer esto
por las buenas o por las malas.
Por las buenas. Elegiré eso cualquier día.
Algunos podrían llamarme cobarde, pero nunca me han
golpeado y no quiero descubrir lo que se siente.
No soy dura. Ninguna parte de mí se ha roto nunca. Ni
un hueso. Ni mi corazón. Ni siquiera una caries.
He vivido una buena vida, y aunque aprecio eso, no me
preparó para condiciones duras.
Tengo cero tolerancia al dolor.
Para resumir, soy una floja.
Considerando mi ocupación, siento que debería tener
mejor aguante. Debería ser más fuerte. Porque, ¿qué clase de
persona asesora a mujeres maltratadas, convenciéndolas de
que dejar a sus parejas violentas era lo correcto, cuando todo
el tiempo sé que yo no sería tan valiente?
Siempre sospeché que si hubiera un concurso para la
mejor víctima de secuestro, yo perdería. O tal vez ganaría.
Supongo que depende de cuál sea el objetivo final: escapar a
toda costa o simplemente ser complaciente y hacer lo que sea
necesario para no enfadar al captor.
Siempre que he visto noticias sobre mujeres
desaparecidas que se encuentran años después de su
desaparición, y nadie puede entender por qué no intentaron
escapar antes... Lo entiendo. Lo entiendo. Lo mismo ocurre
con las mujeres atrapadas en malas relaciones. No puedo
culparlas. La promesa de dolor también me mantendría a
raya a mí. Apenas puedo ver programas de televisión con
escenas de tortura. Si fuera yo la que estuviera en esa
situación me derrumbaría, lloraría y suplicaría a la primera
amenaza de tormento.
Mis padres solían decir que era la niña perfecta. Era muy
obediente. Nunca tuve una fase rebelde, ni siquiera durante
la adolescencia. En lugar de cometer mis propios errores
aprendí de los demás. He vivido mi vida con cuidado,
demasiado asustada para dejar que la experiencia personal
fuera mi maestro.
Hasta anoche.
Una mala decisión, y aquí estoy.
Secuestrada.
Como todas las cautivas están atadas como niños en un
paseo al parque, la cuerda que rodea mis muñecas me corta
la piel cuando la persona que está delante de mí es empujada
hacia delante.
El roce es casi excesivo. Me hormiguean los dedos por la
falta de circulación. El sudor me resbala por la sien y cae por
el lado de mi cara sonrojada mientras me arrastro hacia la
luz. Aunque estoy cooperando, el hombre tira bruscamente de
mi cuerda, haciendo que se tense aún más.
Finalmente se me escapa un gemido mientras caigo de
rodillas. Las tablas de madera del vagón no perdonan y me
dejan moretones en las piernas.
Mientras el dolor irradia por mi cuerpo, me arrastro
hacia adelante el resto del camino hasta que mis manos
encuentran la cornisa. No quiero caer de cabeza, así que
muevo las piernas con cautela y me aseguro de que mis
zapatillas aterricen en el suelo antes de sacar mi trasero del
vagón.
Y hablando de eso. ¿Quién utiliza carros y caballos para
viajar hoy en día?
Una vez que me alejo unos metros del tipo, por fin
encuentro mi voz y le susurro a una compañera que está
frente a mí:
—Oye, ¿sabes qué está pasando?
—Tengo una idea —responde, con la voz acentuada.
¿Irlandesa o inglesa?—. Soy Sasha.
—Maelyn.
—¿Eres humana?
¿Eh?
—Lo siento, ¿qué me acabas de preguntar?
—No hables —ladra una voz grave—. Todo el mundo
fuera.
Las últimas mujeres hacen lo que dice. En total, he
contado diez de nosotras. Creo.
Con estos números, esto tiene que ser una especie de
tráfico sexual. O una secta sexual. ¿Por qué si no alguien
reuniría a un grupo de chicas y nos pondría bolsas en la
cabeza para que no podamos ver por dónde vamos?
¿Y no es eso una patada en los dientes? He pasado
buena parte de mi vida guardando mi virginidad como si
fuera algo especial. El par de chicos con los que salí tenían
fama de acostarse con cualquiera, y yo me negaba a ser una
muesca más en el poste de su cama. Claro que me habían
engatusado con un par de citas, pero mis sospechas sobre lo
que realmente querían de mí se confirmaron cuando
rompieron conmigo por no dejarme hacer.
En el pasado incluso evitaba salir de fiesta y beber
porque temía ser menos exigente si estaba intoxicada.
Ahora podría acabar siendo violada.
Me sube la bilis a la garganta, pero me la trago. Estar
atrapada en este saco con vómito en la cara es lo último que
necesito.
—Una sola fila —ordena nuestro secuestrador,
caminando de persona en persona.
Por sus movimientos bruscos, parece que está
comprobando nuestras ataduras.
Cuando llega a Sasha, ella sisea de dolor.
—No tienes que ser brusco —digo, manteniendo mi voz
suave y apaciguadora—. Estamos haciendo lo que tú quieres.
No tiene sentido hacerle daño.
El hombre se ríe. Me estremezco cuando se acerca a mí,
anticipando su puño. En cambio, sus manos van a mis
muñecas. Si antes creía que los nudos estaban apretados me
había equivocado. Tira, y juro que siento mi sangre
empapando la cuerda mientras las fibras me cortan la piel.
Una vez asegurados alguien nuevo tira de nosotras desde
la parte delantera, obligándonos a caminar.
Estar al sol me hace pasar un calor imposible. Pensaba
que sería mejor al aire libre, pero apenas hay brisa y el sol
pega sin tregua. Quizá la ola de calor que se supone que
vamos a tener se haya adelantado un par de días.
Al menos llevo una camiseta de tirantes. Cuando distingo
los contornos difusos de las otras chicas, veo que un par de
ellas llevan vestidos largos, incluida Sasha. Tienen que estar
ardiendo.
Mientras pongo un pie delante del otro, el pánico y la
resignación guerrean entre sí. No sé qué hacer.
¿Gritar o quedarme callada? ¿Luchar o seguir la
corriente?
No es que tenga muchas opciones.
Si grito probablemente acabe recibiendo un puñetazo. Y,
aunque pudiera escapar, no llegaría muy lejos con las manos
atadas. Por no mencionar que no sé dónde estamos.
No podemos estar lejos de Dallas. Si estuvimos
deambulando en un maldito caballo y carro todo el tiempo no
podríamos haber salido de Texas.
Obviamente estamos en medio de la nada. ¿Pero estamos
al norte o al sur de mi casa?
Me pongo en sintonía con mis otros sentidos. La hierba
crecida es suave bajo mis pies. Hay una falta de sonido. Oigo
el susurro lejano de las hojas y el trinar de algunos pájaros,
pero no pasan coches. No huelo nada de la ciudad, ni asfalto
ni gases de escape.
Parece que caminamos durante horas antes de escuchar
algo diferente y, cuando me doy cuenta de lo que es, la
esperanza estalla en mi pecho.
Habla. El murmullo de una multitud. Una grande.
Más adelante distingo una mancha oscura contra la
extensión del verde. Hay movimiento, como si la gente se
arremolinara.
Oh, gracias a Dios.
Nos verán y alguien llamará a la policía.
El ruido de la reunión se hace más fuerte a medida que
nos acercamos. Sigo esperando que alguien les grite a estos
hombres. Que les diga que nos dejen ir.
Entonces veo la forma de algo grande, rectangular y de
unos dos metros de altura que se cierne frente a nosotros.
¿Un escenario? Cuando nos detenemos justo al lado, mi
esperanza se desvanece.
No hay llamadas de auxilio. De hecho es todo lo
contrario. En lugar de sonar alarmados, toda la gente parlotea
en tono excitado.
Una sensación de hundimiento pesa en mis entrañas. Mi
ritmo cardíaco se acelera.
—Muy bien, señoras —nos saluda jovialmente nuestro
líder, como si estuviéramos aquí por voluntad propia—.
Suban las escaleras. Cuidado. Si se rompen la cara, vamos a
tener problemas. Hablando de eso, Tarik, vas a pagar por la
mercancía que has dañado.
—Fue un golpe —se defiende.
—Si su cara está sangrando o magullada, lo pagarás.
Esas son las reglas.
Se refunfuñan un poco más, pero no escucho las
palabras porque mis pensamientos están atascados en una
palabra en particular.
Mercancía.
Malditas bolsas de mierda, tenía razón. Estamos muy
jodidas. Rara vez digo palabrotas, suelo ser bastante discreta,
incluso en mi mente. Desde el principio adopté el hábito de mi
padre de usar exclamaciones tontas en lugar de palabrotas.
Pero “mardito sea” y “jolines” no van a servir en las
circunstancias actuales.
Así que muy jodidas.
El miedo se dispara y empiezo a imaginarme formas de
salir de esto: esperar mi momento. Adormecer a mis captores
con una falsa sensación de seguridad siendo dócil y
complaciente. Permitir que abusen de mi cuerpo, pero
mantener siempre mi mente protegida.
Puede que quede traumatizada si escapo, pero sobrevivir
con algún daño es mejor que vivir en un infierno literal.
Tal vez me equivoque conmigo misma. Nunca sabes
cómo vas a reaccionar ante una situación que pone en peligro
tu vida hasta que estás en ella, y quizás sí que tengo ganas de
luchar. Porque no puedo ser el juguete sexual de alguien por
el resto de mi vida.
Hay un temblor colectivo de todas nosotras cuando la
primera chica de la fila avanza. Siento que tiembla a través de
la cuerda. Cuando llego a las escaleras, me empiezan a picar
los ojos al poner el pie en el primer escalón. No creo que
pueda contener las lágrimas mucho más tiempo.
Casi he llegado a la cima de la plataforma cuando la
punta de mi zapatilla se engancha en un saliente. Me caigo y
el dolor estalla a lo largo de mi espinilla derecha.
Malditos sean mis pies desiguales. Alrededor del sesenta
por ciento de las personas tienen pies de diferente tamaño,
aunque para la mayoría no suele ser lo suficientemente
extremo como para que se note. Mi pie derecho es una talla
más pequeña que el izquierdo, y eso me hace ser torpe.
Los espectadores murmuran y jadean, y por un segundo
pienso en quedarme en el suelo. Podría fingir que me
desmayo. A nadie le serviría de mucho una chica
inconsciente. O, pensándolo bien, ¿lo harían?
Realmente podría vomitar.
Alguien empieza a tirar de mí desde el codo, y el toque es
suave.
—Vamos —me anima Sasha—. Aparenta ser fuerte. Es
mejor así.
Su amabilidad me da el aliento que necesito para
ponerme de pie. Me duele la pierna, pero intento no cojear
mientras todas avanzamos hasta que un hombre nos dice que
nos detengamos.
—Gracias —susurro a mi derecha.
—De nada. —Su silenciosa respuesta casi se pierde en el
estruendo de la multitud, pero se acerca—. Necesito que me
escuches. Estamos en una subasta. Es importante que te
hagas ver lo más atractiva posible. Demuestra que eres
inteligente, pero no demasiado. Si tienes un talento o
habilidades especiales, hazlo saber.
Un suspiro estremecedor me abandona.
—¿Por qué? ¿Qué importa?
—Lo mejor es que alguien te elija como compañera. Al
menos tendrás la oportunidad de que te traten bien. Haz
contacto visual con los hombres solteros. No mires a las
parejas casadas. Puede parecer mejor cuando una mujer está
con ellos, pero no es una situación que desees. Están
buscando a alguien para criar.
—¿Criar? —Estoy mareada, mi cabeza da vueltas—.
¿Como en El cuento de la criada?
—¿El qué? —Sasha parece confundida, pero estoy
demasiado ocupada parpadeando por el mareo para
explicarlo.
Antes de que pueda desmayarme, me quitan el saco de la
cabeza.
Parpadeo por la dura luminosidad repentina.
Mi vista no es terrible sin mis gafas, pero lloro en silencio
la pérdida de mis nuevas monturas rosas de moda mientras
entrecierro los ojos hacia el campo descuidado de maleza más
allá del escenario. Con un lento movimiento, calculo que hay
al menos cincuenta personas ahí fuera.
Y rápidamente me doy cuenta de que esta multitud no es
lo que se ve un sábado en el mercado de agricultores. O en
este caso, un mercado humano. Estas personas parecen
bárbaros vikingos. La mayoría de los hombres tienen
mohawks, muchos no llevan camisa y hay espadas atadas a
todos los cinturones. Algunos llevan una gruesa raya negra
alrededor de los ojos y otros tienen rayas oscuras en la parte
superior de las mejillas.
Si se tratara de una película probablemente los
encontraría atractivos, pero las miradas lascivas son
suficientes para que se me erice la piel. Veo a algunas
mujeres con vestidos anticuados. Cinturas imperiales.
Mangas de globo. El material es tan fino que puedo distinguir
la silueta de sus piernas en las faldas. Una de ellas lleva un
gorro y las demás tienen sombrillas para cubrirse.
Hago lo que dice Sasha y evito el contacto visual con
ellas.
Vuelvo la cabeza hacia mi nueva amiga y me sorprende
lo guapa que es. Incluso con la suciedad en la cara y el heno
en su trenza lateral, sigue siendo una de las personas más
bonitas que he visto nunca.
Es más alta que yo. No es sorprendente ni difícil de
conseguir, teniendo en cuenta que apenas llego al metro y
medio. Pero, además de nuestra diferencia de altura, somos
opuestas en otros aspectos. Yo, con el cabello rubio y los ojos
color avellana, y ella, con largos mechones color cuervo y ojos
de un gris tan intenso que casi parecen plateados. Ella es de
complexión media, mientras que yo no lo soy. Me esfuerzo por
mantenerme en forma pero, por muy delgada que esté, mi
trasero y mis pechos nunca parecen reducirse.
El vestido azul que lleva Sasha tiene mangas largas. Los
puños de las muñecas son de color óxido oscuro, al igual que
el escote. Al principio pienso que la variación de color forma
parte del diseño del vestido, pero entonces me inclino un poco
hacia delante para verla mejor. Respiro un poco al seguir las
vetas rojas de su pecho hasta el cuello.
Sangre.
Horrorizada, se me cae la mandíbula. El collar metálico
que le rodea el cuello y los grilletes en las muñecas la están
haciendo sangrar.
—Hierro —aclara—. Me quema.
Abro la boca para preguntarle qué significa eso, pero ella
sacude sutilmente la cabeza.
Mis dientes se cierran de golpe. No quiero empeorar las
cosas para ella, así que guardo silencio.
—Buenos días —dice el hombre que encabeza la fila a la
multitud antes de hacer una elegante y exagerada reverencia.
Con su acento elegante y su tono agradable, casi cuesta creer
que sea un psicópata—. Soy Byris, y voy a asegurarme de que
al menos diez de ustedes se vayan muy contentos hoy. No hay
múltiples, es una regla. Una hembra por macho o pareja. La
puja comienza en cincuenta monedas de oro.
Sin perder tiempo, empieza a hacer que las chicas se
presenten. Las tres primeras lloran demasiado para decir más
de cinco palabras. Una de ellas es la chica que rezaba en el
carro, y sigue haciéndolo ahora. Lleva el cabello negro
recogido en una cola de caballo y unos pantalones de pijama
con corazones rosas. Parece que podría estar en el instituto, y
el dolor de esta situación es demasiado para mí.
El entumecimiento se apodera de mí mientras miro al
frente. Oteando el horizonte con visión borrosa, busco
edificios altos, líneas eléctricas o puntos de referencia.
Cualquier cosa que me indique dónde estoy.
Nada.
Sólo hay árboles y más campos hasta donde puedo ver.
Mientras busco en el mar de gente, me pregunto quién
pujará por mí. Algunos hombres no apartan la vista de mi
cuerpo y me gustaría estar más cubierta. Mis vaqueros son
ceñidos y mi top es bajo, mostrando algo de escote.
Una figura en el centro me llama la atención. Lleva una
capa corta de color canela. Aunque no es el único que lleva
una capucha para protegerse del sol, sus ojos me cautivan.
Son dorados y brillantes, casi como si resplandecieran.
Incluso sin una visión cristalina, puedo distinguir la
forma de su boca. Su afilada mandíbula, salpicada de vello
facial oscuro, está tensa como si rechinara los dientes. Lleva
una gruesa correa de cuero marrón sobre el pecho y la
empuñadura de una gran espada sobresale por la espalda.
Hay un aire de peligro en él. Una intensidad que no se
puede negar.
Parece tan malo.
Me estremezco, sintiendo de repente frío, a pesar del
calor.
—Número siete. —El cabecilla señala a Sasha.
Ella da un paso adelante, con la barbilla en alto.
—Soy un fae de pura sangre, tengo cincuenta y siete
años y soy del Reino de la Noche. Tejo mantas y tapices.
La miro dos veces. La mayor parte de lo que ha dicho no
tiene ningún sentido, sobre todo su edad. Es imposible que
sea tan vieja. No puede tener más de veinticinco años. Se
mete un poco de pelo detrás de la oreja y casi hago un ruido
de sorpresa. Es puntiaguda.
Fae.
Me ha preguntado si soy humana.
Porque ella no lo es.
¿Dónde diablos estoy?
No tengo tiempo de pensar en ello, porque el hombre me
hace un gesto de impaciencia.
—Ocho, te toca.
Esta es mi oportunidad de hacer que esta gente me vea
como algo más que una mercancía. Hacer que me vean como
un ser humano vivo, que respira. Una persona con
sentimientos y una familia.
Es una estrategia sencilla que, por desgracia, las mujeres
tienen que aprender en la vida. Lo mismo ocurre con no llevar
el cabello recogido para que un atacante no pueda agarrarlo.
O mantener las llaves en posición entre los dedos como
Lobezno en caso de que tengas que defenderte.
Yo fallé en ambas cosas, y ahora estoy pagando el precio.
Con las palmas de las manos húmedas y la lengua seca,
cuadro los hombros y avanzo todo lo que me permite la
cuerda. Parte de mi cabello se ha soltado y los mechones se
pegan al sudor de mi cara. Probablemente tengo un aspecto
lamentable, pero supongo que eso no es malo. Tal vez sea
indeseable.
—Me llamo Maelyn Moore. —Mi voz flaquea. Trago con
fuerza e inhalo lentamente—. Tiendo a divagar cuando estoy
nerviosa, así que abróchense los cinturones y prepárense
para una exageración épica. —Nadie reacciona. Ni siquiera
una sonrisa—. Tengo veintiún años y mi color favorito es el
rosa. Crecí en un pequeño pueblo a una hora de Dallas
llamado Bliss. Mis padres, Artie y June, se divorciaron hace
unos años, pero siguen llevándose muy bien. En serio, llevan
la co-paternidad pacífica a un nivel completamente nuevo.
Empecé a trabajar como voluntaria en un refugio para
mujeres cuando tenía dieciocho años, y encontré mi pasión:
ayudar a la gente. Así que terminé la universidad un año
antes, y acabo de conseguir un trabajo como consejera de
violencia doméstica…
—¿Qué es eso? —grita un hombre rubio al frente,
acercándose al escenario. Lleva una larga cresta trenzada al
cuero cabelludo. Sus ojos azules y entrecerrados pasan de las
zapatillas de tenis en mis pies a mis pechos. Se detienen ahí,
como si estuvieran pegados a mi pecho.
—Hum, básicamente, hablo con personas que han
sufrido relaciones abusivas. O, mejor dicho, ellas hablan
conmigo. A veces les ayudo a encontrar recursos de
protección, alojamiento temporal, comida o trabajo; cualquier
cosa que necesiten para volver a ponerse en pie. —Me siento
orgullosa de mí misma por mantener el contacto visual con él,
aunque parezca totalmente confundido por la descripción de
mi trabajo.
—¿Sabes cocinar?
—La verdad es que no —admito, preguntándome si debo
mentir.
—¿Sabes coser?
—No, pero sé cantar. Hice teatro musical en el instituto y
estoy en un grupo de canto local llamado Belting Belles.
Actuamos una vez al mes. Normalmente en iglesias o colegios.
Somos una organización sin ánimo de lucro, y todo el dinero
de nuestras entradas va a los bancos de alimentos. Sé que no
parece mucho, pero el mes pasado vinieron cincuenta y seis
personas a escuchar...
—¿Nanas? —pregunta una mujer, y yo sacudo
rápidamente la cabeza al recordar las palabras de Sasha
sobre la crianza.
—No. Números de teatro musical, sobre todo.
Todo lo que me hace ganar son unas cuantas miradas
vacías.
—Ya son suficientes preguntas —interviene Byris,
anunciando el número nueve a continuación.
Pero el hombre que empezó a interrogarme me dice:
—No, todavía no he terminado con esta. Si voy a pagar el
precio completo, quiero saber qué puede hacer. —Le da una
palmadita a una pequeña bolsa de terciopelo negro que cuelga
de su cinturón, y oigo el tintineo de las monedas—. Canta
para nosotras, bonito pájaro.
—Está bien —cede Byris—. Una canción.
Me señala y trago saliva.
Espera que actúe. Ahora mismo. A capella.
Quizá sea mi oportunidad de apelar a su compasión. La
música tiene una forma de evocar emociones. Puede
conmover a alguien hasta las lágrimas. Unir a la gente.
Mi garganta está seca por el miedo, el nerviosismo y la
deshidratación, pero de alguna manera, encuentro la
voluntad de empezar la primera línea de “Amazing Grace”. No
tengo el tipo de voz que me llevaría a Broadway, pero confío
en mi capacidad para llevar una melodía. Las notas salen
claras, suaves y en su punto.
Cuando empiezo la segunda estrofa, hay movimiento en
el público.
La gente se acerca, atraída por la canción. El interés que
he despertado en estos pervertidos es evidente. No me
sorprendería que algunos de ellos empezaran a babear, y
empiezo a preguntarme si no debería haber seguido el consejo
de Sasha.
Me siento sucia, vendiéndome así.
En cierto modo, me recuerda a todos los concursos de
belleza en los que participé cuando era pequeña. Alrededor de
los tres años mi madre pensó que sería una buena idea
inscribirme en el concurso de la feria local Little Miss Bliss.
Perdí. O, mejor dicho, no quedé en primer lugar. Y mi racha
perdedora continuó, a pesar de que mamá me inscribió en
varios concursos al año hasta que cumplí diez años. Supongo
que no tenía la chispa que buscaban los jueces. O la
coordinación. No ayudaba que, cuando me tocaba hablar de
mí misma, divagara sin parar. Siempre he odiado ser el centro
de atención y, cuando me siento incómoda o bien estoy
callada o hablo a mil por hora. No hay un punto intermedio
para mí.
Mamá finalmente tiró la toalla cuando admití que lo
odiaba. Me derrumbé después de un incidente especialmente
grave en el que me caí del escenario, y mi madre se vio
sorprendida por mi confesión. Ella pensaba que los concursos
eran algo nuestro. Una experiencia especial de unión que
hacíamos juntas. Y durante años no tuve el valor de decirle
que quería dejarlo.
Eso es lo que haré por alguien a quien quiero. Seré su
muñeca en la vida real, vistiendo y actuando como tal, sólo
para no herir sus sentimientos. Lo peor es que mi madre se
sintió fatal porque pensó que me estaba divirtiendo todo el
tiempo. Nunca me habría obligado a hacer nada si pensara
que no quería hacerlo.
Dios, la echo de menos. La vi anoche en nuestra cena
semanal, pero daría cualquier cosa por estar con ella ahora.
El tipo que había hecho todas las preguntas sonríe. No
es una sonrisa amable y tranquilizadora. Puedo leer
tendencias crueles detrás de su sonrisa.
Se me revuelve el estómago y mis náuseas aumentan
cuando vuelvo a fijarme en el tipo con la capucha. Está
serpenteando entre las hordas de gente y se dirige
directamente hacia mí, con esos ojos brillantes fijos en mi
dirección.
No.
Él no. Cualquiera menos él.
Se me corta la respiración en la garganta y me falla la
voz, pero continúo cantando mientras vuelvo a prestar
atención al hombre rubio que antes mostró tanto interés.
Estéticamente es guapo. Obviamente es una basura total
porque está aquí, pero podría ser el menor de los males.
—Muy bien, es suficiente —me interrumpe el
secuestrador antes del final—. Me gustaría que este lugar se
despejara antes de que los soles se fusionen. Ya hace
bastante calor.
¿Soles, en plural?
Alargando la cabeza, miro al cielo. A la izquierda, el sol
es brillante y, a juzgar por su distancia del horizonte, diría
que son alrededor de las ocho de la mañana. Pero entonces
giro a la derecha, y un orbe idéntico se cierne de forma
similar, justo enfrente del primero. Miro de un lado a otro
entre los dos, sin poder creer lo que estoy viendo.
Dos soles.
¿Qué?
Cuando la siguiente chica de la fila se acerca, me doy
cuenta de que el aterrador tipo de la capucha está ahora a
unos metros del escenario. Su rostro parece aún más oculto
en las sombras de cerca, pero sus iris siguen ardiendo bajo la
capucha.
Mis ojos se dirigen de nuevo al señor Basura Primero y,
entre una neblina de lágrimas, le suplico en silencio que me
compre. A la larga no importará. En cuanto tenga la
oportunidad de escapar, la aprovecharé. Aquí y ahora me
hago esa promesa.
Seré una buena chica, la cautiva más obediente.
Me ganaré su confianza y averiguaré cómo volver a casa.
Luego, cuando baje la guardia, huiré.
2
Zander
Debido a la plaga que diezmó la población femenina en el
Reino del Día, la demanda de mujeres aquí es alta. El precio
que la gente está dispuesta a pagar es aún más alto y,
aparentemente, Byris está dispuesto a asumir el riesgo por la
recompensa.
Tendrá su castigo. He escuchado su nombre más de una
vez de mis espías. Se ha hecho un nombre como vendedor
pesado y disfrutaré llevando a cabo personalmente su
ejecución.
Cada vez que destruyo una de estas redes organizadas,
siento un subidón de euforia. He desbaratado muchas
subastas desde que obtuve el control de este reino hace cinco
años. He ejecutado a muchos hombres y algunas mujeres que
se atrevieron a desafiar la ley.
Soy un monstruo que elimina a otros monstruos.
Algunos, aunque pocos, me llamarían héroe. Mis
hombres saben que mis intenciones son buenas y las mujeres
que hemos salvado nunca olvidarán lo que he hecho por ellas.
En resumidas cuentas, vender mujeres está mal.
Mi propia madre fue víctima de un secuestro y una
reproducción forzada, y que me aspen si dejo que eso ocurra
bajo mi mandato.
Pero mentiría si dijera que no tengo motivos ocultos.
Siempre sospeché que podría encontrar a mi pareja en
uno de estos pozos negros.
La reconocerás por su voz. No estará contigo por elección.
Las pistas de mi maldición se repiten en mi cabeza una y
otra vez mientras me acerco al escenario.
En cuanto Maelyn dijo su nombre, lo sentí en mis
huesos. Un zumbido eléctrico recorrió mi columna vertebral.
Los vellos de la nuca se me erizaron. Un escalofrío recorrió mi
cuerpo.
Pero cuando empezó a cantar... El fuego se encendió
dentro de mi alma.
La oscuridad que nubla mi visión me impide verla, pero
la dulce melodía que sale de su boca me llena de un anhelo
tan fuerte que me cuesta mantenerme en pie. Luchando
contra la debilidad de mis rodillas, sigo avanzando con
piernas temblorosas, acercándome a la que reclamará mi
corazón para siempre.
La que romperá mi maldición.
La que será mi reina.
Usando mis hombros, empujo a través de los cuerpos en
mi camino. Unos cuantos gruñidos y jadeos molestos se
pierden detrás de mí, y resisto el impulso de aplastar sus
gargantas.
Ya llegará el momento de la violencia.
Maelyn es lo único que importa ahora.
A medida que me acerco a ella, mis emociones se
convierten en un torbellino.
Estoy abrumado por la euforia de haberla encontrado por
fin, pero también lucho con la rabia porque la han
maltratado. Junto con su dulce olor en la brisa, puedo
detectar el olor de su sangre.
La han herido y puedo sentir su dolor. Me pican y
escuecen las muñecas y me duele la pierna.
Todo mi instinto me pide a gritos que me precipite al
escenario y la coja. Podría liberarla fácilmente de sus
ataduras y llevarla a algún lugar lejano. Mis soldados se
encargarían del caos que dejaría a mi paso, pero echaría por
tierra todo el plan y pondría en peligro a las demás hembras.
Seis de mis mejores guerreros se harán pasar por
compradores en el público y tengo todo un ejército apostado
en el bosque detrás de nosotros. Nuestra operación será la
misma de siempre: capturar a los criminales. Matarlos si es
necesario. Liberar a las hembras.
Todo lo que tengo que hacer es dar la señal.
Tan pronto como me baje la capucha y revele mi corona,
se arremolinarán en la multitud y acabarán con este
libertinaje. Podría hacerlo ahora, pero solemos esperar a que
la subasta esté a medio camino antes de interceder.
Además, el lado sádico de mí quiere saber quién pujará
por Maelyn.
¿Quién quiere comprarla, profanarla, poseerla?
Ellos serán los que reciban los castigos más duros una
vez que los llevemos a Hailene. El patio de ejecución estará
bañado con su sangre.
Me acerco al hombre que acribilló a mi compañera con
preguntas. Se atrevió a mirarla, a hablarle, a imaginarse con
ella.
Pagará caro ese error.
De repente, el subastador interrumpe bruscamente el
canto de mi compañera y me sobresalto al perder su dulce
voz.
Quiero arrancarle la cabeza.
Puede que lo haga.
Después de todo, se lo merece por los crímenes que ha
cometido.
Los ladrones son todos iguales. Codiciosos. Despiadados.
Sólo alguien con un corazón verdaderamente
ennegrecido podría arrancar a las jóvenes de sus hogares y
arrojarlas a los brazos de alguien que quiere utilizar sus
cuerpos para su propio placer.
Después de que las dos últimas chicas del escenario se
presenten y hagan preguntas, comienza la puja.
Mientras espero, mi ira hierve a fuego lento, un hervor de
rabia que ondea bajo la superficie de mi tranquila fachada. La
expectación es enorme, ya que la gente que me rodea hace
sonar el oro que tiene guardado en el bolsillo.
Las cinco primeras mujeres son compradas por mis
propios hombres. Una solloza al salir del escenario, pero las
otras gritan y luchan mientras las arrastran, sin darse cuenta
de que las están salvando.
Una pareja ansiosa en la multitud supera a mi último
soldado por la sexta hembra. Odio ejecutar a las mujeres;
especialmente porque las mujeres son tan apreciadas aquí,
pero las esposas en las subastas son tan malas como los
hombres que las trajeron. Desean tanto tener hijos que no les
importa tener que robar el vientre de otra persona para
conseguir un bebé.
La séptima mujer es comprada por un solo hombre.
No me preocupa: algunos de mis guerreros los seguirán
cuando se vayan.
A medida que pasan los segundos, puedo sentir las
miradas interrogantes de mis hombres. Se preguntan por qué
no he dado la señal todavía.
No se dan cuenta de que todo está a punto de cambiar.
Para mí. Para el reino.
—Número ocho, el pájaro de la mañana —anuncia el
subastador, dándole un apodo especial para subir el precio—.
La puja por ésta comienza en cien monedas de oro.
El hombre que está a mi lado levanta la mano.
Otro detrás de mí dice:
—Ciento veinte.
—Uno cincuenta.
—Doscientos.
Las ofertas vienen de todos lados, rápido y sin vacilación.
El deseo pervertido empuja el precio de Maelyn hacia los
miles. Ellos sienten su dulzura. Su inocencia. Y puedo decir
que es más pequeña que las otras. A muchos hombres les
gustan las pequeñas porque pueden ser dominadas más
fácilmente.
Aprieto la mandíbula tan fuerte que temo que se me
rompan los dientes.
Ya está bien de esta mierda.
—Diez mil monedas de oro. —Mi escandalosa oferta
provoca un silencio en la multitud.
Nadie ha pagado nunca tanto.
La respiración de Byris se entrecorta con la emoción.
—Diez mil a la una, a las dos...
—Once —dice el primer hombre, el que está lleno de
preguntas.
Aunque no puedo verle, le dirijo una mirada de soslayo
por debajo de mi capucha.
—Doce.
—Trece.
—Catorce.
—Quince...
—Podríamos quedarnos aquí el resto del día y pujar —le
interrumpo—. Pero todo lo que estamos haciendo es llenar los
bolsillos de otra persona. Así que tengo una propuesta para ti.
—¿Sí?
—Un juego.
—¿Un juego? —repite, con un tono burlón, como si
creyera que estoy bromeando.
Despreocupado, encojo mis hombros.
—Me gusta una buena apuesta.
—¿Qué hay para mí?
—Si gano, me quedo con la chica. Pero si pierdo... —
Inclino la cabeza de izquierda a derecha como si estuviera
considerando una gran decisión—. Puedes quedarte con la
chica y con mi oro. Básicamente la compraré para ti.
El hombre se chupa los dientes y sé que lo tengo. Nadie
podría rechazar una apuesta tan atractiva.
—¿Juegas al póker? —pregunto, sacando una baraja de
mi mochila.
Es una baraja vieja. Cada una tiene una imperfección
que las hace únicas y fáciles de reconocer para mí, a pesar de
mi ceguera. Un rasguño. Una esquina deshilachada. Una
arruga cuidadosamente colocada.
He memorizado cada una de ellas.
Oigo al hombre sacudir la cabeza.
—Podrías hacer trampa. Tus cartas podrían estar
encantadas.
Una lenta sonrisa levanta mis labios porque esperaba
que dijera eso.
—¿Ajedrez, entonces? Si puedes ver el tablero todo el
tiempo, sabrás que estoy jugando limpio.
Gruñendo, mi oponente acepta a regañadientes y el
subastador murmura algunas maldiciones. Podría
rechazarnos. Podría decirnos que la puja es la única forma de
ganar aquí.
Pero no lo hará. El entretenimiento es una mercancía.
En nuestras largas vidas, puede ser difícil encontrar
experiencias nuevas y emocionantes. Ver a dos hombres
desesperados apostando por una chica humana será algo de
lo que la gente hablará durante años, aunque estemos aquí
sudando la gota gorda cuando el sol se funda al amanecer.
Busco en mi bolsa y saco mi juego de ajedrez. El tablero
de cuero es flexible y antes de que pueda desenrollarlo,
alguien trae un barril de cerveza para que lo ponga encima.
Mientras Byris salta por encima de Maelyn y remata los
dos últimos, mi entorno se desvanece mientras coloco las
piezas de madera en su sitio.
Es tranquilizador y familiar. Este juego de estrategia
forma parte de mi vida tanto como respirar.
Si mi oponente fuera más inteligente, se daría cuenta de
que no tiene ninguna posibilidad de ganar contra alguien que
lleva su propio juego de ajedrez. Pero también estoy
desafiando su orgullo. Podría haberse negado, pero le habría
hecho parecer débil.
Esa es la caída de los hombres del Reino del Día. Somos
demasiado orgullosos, yo incluido.
—¿Cómo te llamas? —le pregunto, manteniendo la
apariencia de un intercambio amistoso.
—Gideon. ¿Y tú?
—Rey. —Es una media mentira; Rey es el nombre de
soltera de mi madre y siento el apretón en el estómago por la
deshonestidad. El doloroso efecto secundario es algo a lo que
me he acostumbrado. Añade más sombras a mí ya oscurecida
alma, pero ¿qué importa?
Vivo en la oscuridad. He prosperado en ella durante
tanto tiempo que un poco más no va a suponer ninguna
diferencia.
—Bueno, Rey, espero que no seas un mal perdedor —
dice Gideon y me imagino la mirada de suficiencia que
seguramente tiene en su rostro.
No digo nada. A veces el silencio es mejor para intimidar
que las palabras.
Termino con los peones blancos y escucho cómo cada
uno de ellos hace un ruido distinto cuando se mueven.
Gideon tenía razón al preocuparse por los juegos encantados,
pero no por la razón que él cree. Los fondos de estas piezas de
madera están recubiertos de una pintura mágica. Cuando se
deslizan o se colocan hacia abajo, emiten un sonido musical
que sólo yo puedo oír. Sin embargo, yo no lo llamaría trampa.
No me ayuda a ganar. Simplemente es necesario para que
pueda reconocer qué movimientos está haciendo mi oponente.
La respiración agitada de Maelyn rompe mi
concentración y me doy cuenta de que es la única que queda
en el escenario, a excepción del subastador.
Pronto, ella será toda mía.
—Byris. —Me giro hacia el escenario y le lanzo una
moneda de plata—. ¿Harías los honores? Gideon, ¿soles o
estrellas?
—Soles —dice Gideon con seguridad.
Se escucha el whoosh whoosh whoosh del metal girar
volando en el aire, junto con una suave palmada en la piel.
—Soles —anuncia Byris—. El primer turno es para
Gideon.
Asintiendo cordialmente, me dirijo al otro lado del tablero
para jugar con el equipo negro y esperar el primer movimiento
de Gideon.
3
Maelyn
El Sr. Basura Primero, Gideon, juega con las blancas.
Esto es bueno. Tendrá ventaja desde el principio. Cuando
abre con peón a E4, un poco de tensión abandona mi cuerpo.
Sabe lo que hace. Bien.
Rey, Señor Basura Segundo, también conocido como el
aterrador hombre encapuchado, mueve su peón a E5.
Gideon saca a su caballero. Rey también.
El siguiente movimiento es el alfil blanco. El negro hace
lo mismo.
Trago saliva, con la garganta dolorosamente seca,
mientras observo la apertura básica del ajedrez. Es un
escenario que he jugado con mi papá muchas veces. Lo que
haga Gideon a continuación podría ser fundamental para su
victoria.
Mi corazón está tronando en mi pecho mientras me paro
junto a Byris. Su mano carnosa está envuelta alrededor de mi
brazo. Aunque no es un agarre doloroso, tengo la sensación
de que si respiro mal, lo sentiré apretado.
Al menos la gente ya no me mira. Ahora están atrapados
por el juego, al igual que yo. Gideon ya ha enrocado,
protegiendo aún más a su rey. Ambos alfiles de Rey están
fuera, y acaba de perder un caballo.
En lugar de jugar al alfil, Rey empuja su peón un espacio
más. Es un movimiento inesperado, porque eso significa
sacrificar a su alfil.
Se me cae el estómago porque tengo un mal
presentimiento. Un jugador experimentado no haría eso sin
una razón.
Estudiando el tablero, trato de ver qué hace. Ciertamente
no soy un genio cuando se trata de ajedrez, pero gané algunos
torneos en la escuela secundaria. Siempre he sido buena para
predecir los próximos movimientos que podrían hacer los
jugadores.
Gideon luce una sonrisa victoriosa, aunque aún no ha
ganado. Cree que tiene esto en la bolsa, pero probablemente
esté cayendo en una trampa y no se dé cuenta. Su caballo
captura otro peón negro.
Oh no.
No.
Entonces lo veo.
Después de que el caballo negro tome un peón blanco,
dejará un camino despejado para que Rey mueva su reina. No
habrá nada que Gideon pueda hacer para evitarlo.
Cerrando los ojos, me dejé hundir en la decepción y el
pavor.
La última persona con la que quería terminar me va a
ganar.
Mercancías. Odio esa palabra casi tanto como la
siguiente que pronunció Rey.
—Mate. —Muy serio de hecho. Sin regocijo.
Cuando abro los ojos, Gideon está boquiabierto, mirando
el juego como si no pudiera creer lo que acaba de pasar.
Lo engañaron. Eso fue lo que paso. Y en menos de cinco
minutos también. De hecho, estoy avergonzada por él.
—Hiciste trampa —dice entre dientes, su mano
avanzando lentamente hacia un cuchillo gigante en su
cinturón.
—No lo hice. —Rey gesticula tranquilamente hacia el
tablero—. No hubo trucos aquí. Solo estrategia.
Byris suelta mi brazo porque la tensión creciente
requiere toda su atención.
—Caballeros. Vamos ya. —Su tono es apaciguador
cuando comienza a bajar los escalones del lado opuesto del
escenario. Todos miramos—. Gideon. Fue una victoria justa.
—¡Me prometiste una mujer! —Gideon ruge.
—¿Qué pasa con las demás que tienes en casa? Siempre
hay una próxima vez.
Mi mirada se lanza entre los dos.
Se conocen. Gideon es un cliente recurrente.
Otras. En casa.
Oh Dios.
No importa quién ganara el juego, siempre iba a terminar
en un destino peor de lo que pueda imaginar.
Miro al hombre encapuchado, esperando una mirada
lasciva mientras inspecciona su nuevo premio: yo. Solo que
no está mirando en mi dirección.
Recogiendo tranquilamente las piezas en su tablero,
parece que Gideon y Byris no lo molestan discutiendo
mientras guarda su juego.
Pronto, vendrá aquí. Me arrastrará lejos.
Las lágrimas brotan de mis ojos, y una se escapa,
resbalando por mi mejilla. Otra sigue al otro lado, y no las
borro. No tendría sentido que simplemente fueran
reemplazados por más. La presión aumenta en mi garganta.
Un sollozo se acumula hasta el punto de ser doloroso, pero de
alguna manera, me las arreglo para tragarlo. No quiero llamar
más la atención sobre mí.
Salto cuando la voz de Gideon se eleva a un grito, su
dedo apunta acusadoramente a Byris.
Entonces sucede algo maravilloso.
Byris lanza un puñetazo. La sangre sale de la boca de
Gideon, salpicando el pecho y la cara de una mujer cercana.
Ella grita. El hombre con el que está va tras los guerreros,
pero Gideon ya sacó su cuchillo. Girando, se lo lanza a Rey.
Saltando hacia atrás, Rey rápidamente quita la espada
atada a su espalda y la bloquea.
En cuestión de segundos, los demás de la multitud se
unen con gritos y armas agresivos. A medida que crece la
refriega, hay un sonido fuerte, como las sábanas de un
tendedero batiendo con un viento fuerte, y luego grandes alas
explotan de la espalda de varias personas.
Te lo juro por Dios, alas.
Simplemente salieron de la nada.
Sobresaltada, caigo sobre mi trasero. El dolor se dispara
hasta mi coxis porque no puedo detener la caída con las
manos atadas, pero estoy demasiado conmocionada para
dejarlo notar.
Los humanos no tienen alas. Cualquier apariencia de
esperanza de que todavía esté cerca de mi casa se desvanece,
y la dura realidad finalmente se establece.
He sido secuestrada. Por seres que ni siquiera son
humanos. En un mundo con dos soles. Un mundo donde los
disturbios van acompañados de montones de objetos
punzantes.
Rugidos y gritos de batalla provienen del bosque detrás
de la multitud, y alrededor de dos docenas de hombres más
cargan de esta manera.
Los disturbios empeoran cuando se unen a la lucha,
empuñando hachas, dagas y lanzas. Gideon recibe un golpe
en la boca con la empuñadura de la espada de Rey, y un
diente vuela hacia el escenario. La pieza blanca está cubierta
de sangre mientras traquetea y rueda por la madera a unos
pocos metros de mí.
Con los ojos muy abiertos, vislumbro a Gideon y Rey en
el suelo en un combate de lucha libre. Es una mancha de
puños aterrizando en mandíbulas, bocas y ojos.
Con el alboroto y el caos, todos parecen haberse olvidado
de mí. Me apresuro hacia las escaleras, esperando a que
alguien se dé cuenta y me detenga.
Nadie lo hace.
Esta es mi oportunidad de escapar.
Mirando a lo lejos, evalúo mis opciones. Hay una amplia
extensión de hierba que se aleja de este lugar, pero estoy
bastante segura de que de ahí es de donde venimos. Luego
está el bosque.
El bosque eso es.
Prefiero arriesgarme en un mundo desconocido solo que
quedarme y esperar a que el infierno venga en mi camino con
estos hombres.
Tengo algunas habilidades básicas de supervivencia en la
naturaleza. Mi papá y yo íbamos a acampar todos los veranos.
Con las manos todavía fuertemente atadas frente a mí,
me levanto y corro. Mis zapatillas bajan con fuerza los
escalones y casi espero que alguien venga detrás de mí. Para
derribarme al suelo.
Pero no lo hacen, y sigo corriendo, negándome a mirar
atrás.
Me arden los pulmones y los músculos de las piernas
mientras pongo cada gota de energía en correr hacia un lugar
seguro. Los árboles están casi al alcance. Una vez que llegue
allí, mis posibilidades de escapar serán mucho mayores.
Los gritos y el sonido metálico del metal se han
desvanecido detrás de mí, y estoy jadeando con fuerza
mientras llego a los frondosos arbustos. Los árboles de arriba
están floreciendo con millones de diminutas flores blancas, y
los pétalos caen al suelo, flotando a mi alrededor como nieve.
Si no me aterrorizara, podría apreciar su belleza.
Sin embargo, me impulsa un objetivo: ir tan rápido como
pueda sin caerme. Pisoteé palos, hojas, ramas caídas y todos
los demás obstáculos que encuentras en la naturaleza salvaje.
Me voy a perder. Eso es una certeza.
No me importa. Seguiré viajando más adentro del
bosque. Puedo ir un par de horas hasta encontrar agua
fresca. Sin filtro ni herramientas, tendré que arriesgarme con
las bacterias.
Luego están mis muñecas. Podría intentar cortar la
cuerda con una piedra afilada, pero prefiero tratar de
desatarla con los dientes y mantener la longitud entera. Una
cuerda es una mercancía en la naturaleza.
No he llegado muy lejos cuando escucho el chasquido de
una ramita.
Todo mi cuerpo se tensa y mi corazón da un salto, pero
no dejo de moverme. No sé de dónde vino el sonido. Podría
haber sido un animal, pero por si acaso no lo fue, necesito ir
más rápido.
Tratando de mantener mi jadeo y resoplido al mínimo,
aumento la velocidad de mi caminata. De hecho, he ganado
tanto impulso que cuando alguien sale de detrás de un árbol
justo enfrente de mí, no puedo detenerme a tiempo.
Corro directo hacia él. Ni siquiera se inmuta, como si
fuera una pared de ladrillos. Al levantar la vista, veo todo lo
que estoy tratando de evitar: un mohawk rubio con varias
colas de caballo de burbujas sobre la curva de su cuero
cabelludo. Pintura negra alineada alrededor de sus ojos. Una
espada atada a su cinturón.
No lo reconozco de la subasta, pero eso no significa que
no sea uno de ellos.
Cuando su mano se aferra a mi antebrazo, me congelo
con miedo. Paralizada, incapaz de gritar.
Levanta mis muñecas atadas por encima de mi cabeza y
saca una daga de su bolsillo.
Mi centro está bien abierto. Totalmente vulnerable a los
ataques.
Agachada, cierro los ojos de golpe mientras espero a que
la hoja afilada me atraviese el estómago. O mi cuello. Tal vez
lo haga rápido y lo sumerja directamente en mi corazón.
4
Maelyn
No viene ningún dolor. Cuando siento el vaivén de la
cuerda, miro por un ojo. Me está liberando.
Con la boca abierta, me quedo perfectamente quieta
mientras él corta con destreza las fibras que se clavan en mis
muñecas. Y se las arregla para hacerlo sin hacerme más
daño.
La cuerda cae al suelo en pedazos.
—Mi nombre es Thayne y estás a salvo —dice el hombre,
volviendo a poner el arma en sus pantalones con una mano
mientras la otra permanece firmemente envuelta alrededor de
mi brazo.
—Thayne. —Deliberadamente utilizo su nombre para
tratar de establecer una conexión y asiento hacia las
profundidades del bosque—. Me dirijo hacia allí, muchas
gracias.
—No puedo dejar que hagas eso.
—¿Por qué no?
—Es demasiado peligroso ahí fuera.
Lanzo una carcajada que suena histérica.
—Después del día que tuve, estoy dispuesta a
arriesgarme. —Intento alejarme de un tirón, pero su agarre
sobre mí no se afloja—. Aléjate de mí. —Presa del pánico,
busco en el bosque a cualquiera que pueda estar
persiguiéndome—. Escucha, estoy huyendo de algunas
personas realmente malas.
—Lo sé.
El hielo infunde mis venas mientras me fijo en sus ojos
delineados como el carbón.
—¿Estás con ellos?
—No los malos.
Está insinuando que hay buenos. Aun así, no quiero
tener nada que ver con este hombre.
—Si eres un buen chico, déjame ir. Solo quiero irme a
casa.
—Eso es lo que estoy tratando de hacer —dice, su tono
es plano, casi como si estuviera aburrido.
Dejo de luchar.
—¿Me estás rescatando?
Es demasiado esperar. Podría estar mintiendo para que
me calme, pero cuando asiente, dejo que la esperanza se
apodere de mí. Tal vez sea una ilusión o el optimismo
ridículamente irracional que me han acusado de tener en el
pasado, pero quiero creerle.
—¿Así que eres, como, la policía?
Thayne se encoge de hombros.
—Algo como eso.
—Quita tus manos de ella.
Me sobresalto por la voz que viene de mi izquierda y de
alguna manera, sé a quién pertenece sin siquiera mirar.
Tragando saliva, me vuelvo hacia el chico de ojos
brillantes. No parecen tan radiantes sin su capucha, pero aún
son inquietantemente brillantes, brillando como la corona
dorada en su cabeza. La lujosa banda mide aproximadamente
dos pulgadas de ancho, con siete puntas. Todo está decorado
con joyas y perlas. La luz fluye a través de las ramas en lo
alto y brilla en una mezcla de colores cálidos: blanco,
melocotón y naranja.
Con su capa echada hacia atrás, se revelan hombros
anchos, pectorales musculosos y abdominales definidos. Sus
pantalones estilo caqui le caen hasta las caderas y veo los
músculos en V y un rastro oscuro y feliz que desaparece en la
cintura.
Obligándome a mirar a un lugar más apropiado, me fijo
en su rostro con el ceño fruncido.
—Su Majestad. —Thayne hace una leve reverencia con la
cabeza—. Encontré a una de las humanas tratando de
escapar.
—Me la darás ahora. —La orden no es fuerte, pero es
aguda y oscura, como un látigo.
Asustada, me alejo de él cuando se acerca. Su cabeza se
inclina, frunce el ceño y sus ojos se entrecierran.
¿Como si estuviera... confundido?
No leo enojo o intenciones maliciosas en el rostro de rey
cuando Thayne me hace pasar, así que me acerco a él de
mala gana.
Su mano toma suavemente mi codo y tan pronto como
me toca, susurra un suspiro.
Parpadeo, insegura de qué decir o hacer. Si Thayne
estaba diciendo la verdad y estos dos son parte del mismo
grupo, entonces tal vez no sea tan malo como pensaba.
—Th-Thayne dijo que me vas a llevar a casa —
tartamudeo.
—¿Lo hizo? —Otra inquisitiva inclinación de cabeza.
—Sí.
En lugar de confirmar, desliza su mano en la mía en un
gesto de saludo y se inclina. Cuando se endereza, en lugar de
retroceder, se balancea aún más cerca.
—Soy Zander.
Soy tan baja que tengo que inclinar la cabeza hacia atrás
solo para ver su rostro estoico.
—Te escuché decir que tu nombre es Rey.
—No lo es.
—Zander —repito, y cierra los ojos como si acabara de
susurrar el cumplido más dulce.
—Rey Zander —interviene Thayne, corrigiéndome
mientras enfatiza el título.
Zander apunta con el ceño fruncido a su amigo.
—Solo Zander para ella. Mi reina no se inclinará ante
nadie.
El desconcierto se apodera de los rasgos de Thayne por
un momento. Luego sus ojos se agrandan mientras me mira
con una nueva expresión que no puedo interpretar.
—Sí, sus majestades.
¿Reina? ¿Majestades?
—Bueno, está bien entonces —toso—. Soy Maelyn. Les
agradezco de antemano por devolverme a Dallas. Ni siquiera
tienes que traerme a mi apartamento. Solo llévenme cerca de
la ciudad y encontraré el camino de regreso.
En mis divagaciones, los labios de Zander se arquean
hacia un lado. No es una sonrisa, pero tengo la sensación de
que está divertido. Tal vez no sea tan aterrador después de
todo.
Extiende el codo y me ofrece el brazo como lo haría un
caballero.
—Reunámonos con mis hombres y las otras mujeres. Ya
deberían estar a salvo.
Agradecida, deslizo mi mano alrededor de su antebrazo.
El calor de su piel es sorprendente pero no desagradable.
Mientras estaba en modo de escape, toda mi sangre se
precipitó a mi cabeza y órganos, dejando mis dedos helados.
Thayne toma la delantera, usando un hacha grande para
cortar los arbustos y palos en nuestro camino. Mientras tengo
cuidado de no tropezar, miro de reojo a Zander y estudio sus
rasgos.
Ahora que no le tengo miedo, me tomo un segundo para
apreciar lo guapo que es.
Como los otros hombres, tiene una tira de cabello similar
a una cresta, pero la suya no es rubia ni lo suficientemente
larga para trenzar. Las hebras desordenadas de cuatro
pulgadas son tan negras como pueden ser.
Es un poco discordante ver la oreja puntiaguda contra el
lado afeitado de su cabeza, pero tiene una mandíbula afilada,
pómulos altos y una nariz recta. La corona se ajusta a su
cabeza de una manera extraña, demasiado ajustada, como si
estuviera hecha para otra persona. Su oscuro flequillo se
derrama sobre él, pero no parece molesto por tener cabello en
los ojos.
Hablando de sus ojos, no usa el maquillaje que todos los
demás usan, pero sus pestañas son oscuras y gruesas, lo que
le da la apariencia de un delineador de ojos. Mi atención
aterriza en sus labios. Están increíblemente llenos. Coquetos.
Bonitos. Rosados.
Empiezo a preguntarme si están hinchados por la pelea.
Por lo que vi, recibió algunos buenos golpes en la cara, pero
no veo ninguna evidencia de ello ahora.
Me protegió. Luchó por mí.
Su cabeza comienza a moverse en mi dirección y me
sonrojo violentamente mientras dirijo mi mirada hacia los
árboles en flor que nos rodean.
Espero que no me pille mirándolo.
—¿Arrestaste a las personas que me secuestraron?
—Han sido capturados, sí. —Su voz es profunda, pero
hay una cierta dulzura cuando me habla, a diferencia de la
forma en que hablaba con Thayne—. Serán castigados por lo
que te hicieron.
—Bien. Espero que se pudran en la cárcel.
Gruñe y no estoy segura de si es un acuerdo o
simplemente un ruido de descontento por lo horrible que ha
sido hoy. Espero a que llene el tranquilo viaje de
conversación, pero no lo hace.
Ah, el tipo fuerte y silencioso.
Nunca me he sentido bien con pausas incómodas. No me
resulta cómodo. No me gusta no saber qué está pensando
otra persona, especialmente en tiempos de confusión.
—¿Quieres explicar lo que pasó antes? —Lanzo la
abertura para que empiece a hablar.
—No.
Pasan varios segundos después de su negativa y nos
acercamos a la salida del bosque.
—¿Por qué no? —Presiono y cuando no responde de
inmediato, prosigo—: Obviamente, estaban vendiendo gente.
Y, por lo que dijo una de las otras mujeres, puedo concluir
que fue por, ah, razones sexuales. Solo quiero saber por qué
me trajeron aquí. ¿Dónde es aquí? ¿Por qué yo?
Zander se detiene abruptamente, a solo unos metros de
la luz brillante del campo de hierba. Su movimiento es tan
repentino que me tira hacia atrás porque todavía estoy
sosteniendo su brazo.
Cuando veo la furia en su rostro, retiro mi mano como si
me quemara y retrocedo un par de pasos. No tengo la
sensación de que su ira esté dirigida hacia mí, pero de todos
modos da miedo.
Sus cejas se fruncen más apretadas y su gruñido
produce un atisbo de dientes blancos y rectos.
—¿Quieres que te diga lo que pretendían hacer contigo?
No puedo. Ni siquiera puedo pensar en eso.
Está temblando de rabia. Sus dedos tiemblan a los lados
y su pecho sube y baja con respiraciones rápidas. Brillantes
destellos dorados de sus ojos y juro que veo que sus iris
toman una forma diferente. Se alargan, convirtiéndose en
rendijas oscuras por un segundo.
—Su majestad —Thayne ladra desde unos metros de
distancia y el término de respeto ha perdido la reverencia que
escuché antes. Ahora, suena como una advertencia de
preocupación—. Cálmate.
La ira desaparece del rostro de Zander. Tomando algunas
respiraciones lentas, la máscara estoica vuelve a levantarse.
Me tiende la mano como si no hubiera estado casi en
modo Hulk hace un segundo.
He vuelto a ser cautelosa. Obviamente, este tipo tiene
mal genio.
Estoy agradecida de que esté aquí; intervino por
nosotras, las mujeres, pero estoy tan dispuesta a dejar este
lugar.
Haciendo caso omiso de la mano que me ofrece, sigo
adelante, rodeando a Thayne para salir a la luz del sol. El
calor golpea mis hombros mientras miro hacia delante.
Algunos hombres están desmontando el escenario con sus
hachas y usando la madera para hacer una hoguera. Las
llamas sisean y crepitan cuando añaden la madera a la pila.
A la derecha de eso, hay un grupo grande y reconozco a
algunos de ellos de la subasta.
Zander no bromeaba acerca de que fueran castigados.
Junto con Byris, un grupo de compradores potenciales
están encadenados. No parecen emocionados ahora. La
mirada lasciva espeluznante se ha ido. Encadenados y
golpeados, están arrodillados. La sangre corre desde donde
las cadenas están envueltas alrededor de sus cuellos y
muñecas.
Un ejército de guerreros alados sin camisa los rodea con
lanzas en la mano y están tan cerca del fuego que su piel está
rosada y reluciente de sudor. Algunas de las mujeres lloran
apoyándose en sus compañeros en el crimen.
No sé qué será de ellos, pero el mal perdió hoy.
Estoy tan aliviada que puedo llorar.
Mirando hacia el otro extremo del campo, encuentro a
Sasha. Sin mis lentes, su forma es borrosa, pero puedo verla
consolando a otra mujer. Escaneo el grupo acurrucado y
cuento nueve cabezas. Un aliento del que no me di cuenta
que estaba conteniendo silbidos de mis pulmones y mi pecho
se siente más ligero.
Thayne y Zander realmente las rescataron a todas.
Rápidamente miro por encima del hombro y veo a Zander
avanzando hacia mí. Quiero poner tanta distancia como sea
posible entre mí y toda esta experiencia, así que corro hacia el
grupo de mis compañeras cautivas.
Sasha me recibe con los brazos abiertos y me abraza.
—Todo estará bien ahora. Estás bien. Estás bien,
querida.
El tono maternal de su voz finalmente me rompe.
Un fuerte sollozo sufre espasmos en mi pecho. A la
primera le sigue una avalancha de otros y soy un poco
consciente de que sueno como una foca moribunda mientras
lo pierdo por completo.
No soy una llorona silenciosa. Nunca lo he sido. No lo
hago a menudo, así que cuando sucede, es como si mi cuerpo
dejara escapar un montón de averías reprimidas a la vez. Las
lágrimas cubren mis mejillas y los mocos corren por mi nariz.
Breves lamentos y quejidos brotaron de mi garganta.
Hay un toque suave en mi espalda y al principio creo que
es una de las otras chicas, pero cuando miro detrás de mí, es
él.
Zander.
—Me la darás ahora —le dice a Sasha. A su demanda le
falta el borde oscuro que tenía cuando le dijo lo mismo a
Thayne antes, pero sigue siendo firme e inflexible.
Me aferro más fuerte a Sasha y ella nos hace girar en un
movimiento protector.
—Parece que ella no quiere ir contigo, Rey del Día.
Thayne se acerca y le susurra algo al oído. Ambos son
mucho más altos que yo y no entiendo lo que dice. Pero sea lo
que sea, es suficiente para convencerla de que haga lo que
pide Zander.
Mirándome, me da una sonrisa tranquilizadora con la
felicidad brillando en sus ojos.
—Eres afortunada.
—¿Qué? —Confundida, tengo hipo y me limpio la cara
mientras ella se aleja de mí.
Sostengo su mano, tratando de tener cuidado con las
heridas en su muñeca, pero cuando miro bien el área, veo
una piel perfecta.
Me quedo mirando, preguntándome si imaginé sus
heridas. Su cuello también está mejor. La única evidencia de
que estaba herida es el color óxido que todavía mancha partes
de su vestido. ¿Cómo podía pasar de sangrar a no tener
siquiera un rasguño?
—¿Está ella herida, su majestad? —Un chico nuevo se
acerca, sus manos se acercan a mí.
El puro instinto me hace retroceder. Dejando caer la
mano de Sasha, termino retrocediendo hacia Zander.
—Está bien —dice Zander en voz baja, frotando sus
pulgares sobre la piel de la parte superior de mis brazos—.
Este es Marek, y te quitará el dolor.
Ni siquiera sé lo que eso significa.
El hombre todavía tiene las manos extendidas. Al igual
que la mayoría de los otros chicos, tiene la cabeza afeitada a
los lados, pero el cabello rubio blanquecino de su cresta es
más corto como el de Zander. Unos mechones helados se
adhieren al sudor de su frente. Las cejas a juego se unen con
una emoción que no puedo identificar. ¿Preocupación?
¿Frustración por no cooperar?
Siento una puñalada de traición. Pensé que el tiempo de
la cooperación había terminado. Se supone que ahora soy
libre.
Retorciéndome, presiono contra Zander con más fuerza.
—No quiero que me toques. Estoy bien con mi dolor. En
realidad.
—Bueno, no estoy de acuerdo con eso —afirma Zander—.
Hazlo, Marek.
Me tenso cuando la palma de Marek se detiene a una
pulgada de mi pecho, pero para su crédito, en realidad no me
toca. Durante unos segundos, flota allí. Una sensación de frío
emana de él y me estremezco, aunque hace más calor aquí.
—¿Necesitas mi guía, Marek? —Otro tipo da un paso
adelante. Aunque no parece tener más de treinta años, tiene
arrugas alrededor de los ojos y la boca. Se profundizan
mientras frunce el ceño.
Y de repente, me distrae su apariencia áspera. Su rostro
y brazos están marcados con muchas cicatrices. Las rayas
largas, irregulares y de color carne desaparecen en su camisa
sin mangas y estaría dispuesta a apostar que su torso
también está cubierto con ellas.
Por supuesto, nunca juzgaría a alguien por estar
desfigurado. De hecho, es todo lo contrario. A pesar de su
ceño fruncido, siento simpatía por este hombre y no puedo
evitar preguntarme de dónde vienen todas las marcas.
Estoy tan perdida en mis pensamientos que apenas noto
las sutiles diferencias en mi propio cuerpo. El escozor
alrededor de mis muñecas se calma y el latido en mi espinilla
se desvanece.
Levanto mis manos.
Al igual que Sasha, las marcas de ligadura rojas se han
ido. Si me subiera la pernera del pantalón, estaría dispuesta a
apostar que no vería moretones.
—No es necesario, Kai —le dice Marek al hombre de las
cicatrices, sonriendo por encima del hombro—. Lo tengo
manejado.
—¿Cómo hiciste eso? —pregunto, desconcertada
mientras froto la piel perfecta alrededor de mis muñecas.
Cuando miro a Marek, me sorprende la repentina
claridad de mi visión. Las hojas de los árboles a lo lejos ya no
están borrosas. Las nubes son distintas en lugar de verse
como manchas esponjosas. Todo es nítido y claro.
Por costumbre, muevo mi mano hacia mi cara para
ajustar mis lentes. Pero termino pinchándome en la sien
porque no están allí.
—Mis ojos —exclamo sin aliento mientras parpadeo.
El agarre de Zander sobre mis hombros se aprieta.
—¿Qué hay de tus ojos? ¿Estás dañada? Marek, ¿qué
hiciste?
Su voz atronadora me tiene luchando para defender al
hombre que me arregló.
—Nada está mal. Puedo ver muy bien. Yo... yo ya no
necesito anteojos.
No puedo creerlo. Siempre quise hacerme la cirugía
laser, pero para alguien que ni siquiera puede usar lentes de
contacto porque no puedo soportar la idea de poner un dedo
en mi ojo, un láser estaba fuera de discusión.
Este tipo Marek no solo curó mis heridas, sino que
arregló mi miopía.
—Gracias, Marek. ¿Cómo lo hiciste?
Marek no responde. Simplemente me da una respetuosa
inclinación de cabeza y se gira para irse.
Un suave empujón en mis hombros me hace dar la
vuelta y me encuentro con la tierna expresión de Zander.
—Obtendrás todas las respuestas que buscas, Mae.
—Es Maelyn —le corrijo.
—Me gusta Mae.
—A mí no.
No me conoce. Si lo hiciera, definitivamente no me
llamaría así. Aparte del hecho de que habla con una
familiaridad que no tenemos, odio el apodo. Siento que me
hace sonar como un paleto de campo, que es una persona de
la que he pasado una buena parte de mi vida adulta tratando
de deshacerme. Al crecer en la pequeña ciudad de Bliss, tuve
tres garantías durante mi infancia: ir a la iglesia los
domingos, gran peinado en los espectáculos y comidas
caseras en la mesa todas las noches a las seis de la tarde
exactamente.
La ciudad es más rápida, más transitada, más
complicada. Más sofisticado. Mi mudanza permanente a
Dallas fue un intento deliberado de ser esas cosas.
Antes de que pueda afirmar mi opinión más profunda
sobre el tema, Zander envuelve un brazo alrededor de mi
cintura, me presiona a su lado y se enfrenta a todas las
mujeres.
—Si eres fae, acércate. —Hace un gesto hacia la
izquierda donde algunos de sus guerreros están firmes y tres
mujeres se separan del grupo para unirse a ellos—. Estos
hombres las escoltarán de regreso a sus hogares, por muy
lejos que estén. Serás compensada por tus problemas y
recibirás una disculpa formal por escrito del Reino de Día.
Todo rastro del escepticismo anterior de Sasha sobre
Zander se ha desvanecido. Ella y las otras chicas le sonríen y
no creo que sea mi imaginación cuando veo a una de ellas
examinar a Zander de la cabeza a los pies de una manera
muy agradecida.
Es más que adorar a un héroe. Es atracción. Lo miran de
la misma manera que yo en el bosque.
Por un segundo, los celos me atraviesan.
Me los quito mentalmente. No tengo por qué sentirme
así. Aquí solo hay un objetivo: volver a casa.
Quienquiera que sea Zander, rey o lo que sea, le
agradeceré y le desearé una buena vida antes de irme.
5
Zander
Escucho a mis hombres alejar a las hembras. Conocen el
ejercicio. Una vez que entren en el bosque y se pierdan de
vista, extenderán sus alas y volarán. Supongo que podrían
hacerlo aquí, pero sé por experiencias pasadas que los
humanos no reaccionan bien a eso. Ya han visto suficiente
hoy y no quiero asustarlos más.
Suspiros de agradecimiento y charlas relajadas
provienen del grupo que se retira mientras atraviesan algunos
arbustos. Para esta noche, las tres mujeres deberían estar de
regreso a donde pertenecen en el Reino de la Noche.
Ahora para las demás. Podrías cortar la tensión
silenciosa en el aire con un cuchillo. Las seis humanas
delante de mí están exhaustas, desconfiadas y probablemente
traumatizadas.
Esta parte de la operación de rescate es siempre la
misma. Conseguir que las chicas crean todo lo que digo será
difícil.
—Hola. Soy el Rey Zander, gobernante del Reino del Día.
Como ya habréis concluido, no estáis en la Tierra. Este es un
mundo llamado Valora. Os llevaron a través de un portal.
Murmullos de alivio e incredulidad estallan entre las
chicas mientras se aferran la una a la otra.
Y agrego:
—No, no os estoy tomando el pelo. No estoy mintiendo.
Os tomaron con propósitos nefastos, pero os rescataron.
—¿Qué significa nefasto? —pregunta una de las chicas.
—Maldad. Sin embargo, lo que habían planeado para ti
no será tu destino. Tenéis opciones. Si deseáis regresar al
lugar de donde vinisteis, puedo hacer que eso suceda.
Maelyn se pone rígida a mi lado cuando un estallido de
emoción proviene de ella.
Hago una pausa, sin comprender las emociones que
viajan a través del vínculo. Primero, ella estaba asustada por
mí. Ahora, parece que la idea de irse la hace feliz.
Eso simplemente no puede ser. Somos compañeros. Ella
debería sentirse atraída por mí. Se supone que debe sentirse
segura, tranquila y contenta en mi presencia. Estar separado
de mí debería sentirse mal en todos los niveles.
Descartando mi preocupación, continúo:
—O podéis quedaros aquí. Es un hecho conocido que a
los ladrones les gusta llevarse mujeres que vienen de vidas
difíciles, y sospecho que hoy no es el peor evento por el que
habéis pasado. Quizás sois huérfana o vivís en la pobreza.
Quizás no haya nadie en casa que os extrañe. Pero hay un
lugar para vosotras aquí, si lo queréis.
—¿Qué tipo de lugar? —alguien habla, aprensiva—. No
entiendo lo que estás ofreciendo.
—Un lugar donde tendrás posibilidades —respondo—.
Obtendrás alojamiento.
—Nada es gratis —interviene otra escépticamente.
—Tienes razón —le digo—. Hay muchos trabajos para
elegir. Buenos trabajos, con un trabajo honesto que te
permitirá ser independiente. Algunos requieren capacitación,
pero le brindaremos educación sin costo alguno.
—Ya tengo un apartamento y un trabajo —responde la
primera voz—. ¿Qué es diferente aquí?
—Bueno, algunos de los mayores incentivos son que te
convertirías en fae en una década, y cuando eso sucede, tu
envejecimiento se ralentiza hasta casi detenerse. Los dolores y
molestias no te afectarán. Aquí no tenemos virus naturales,
por lo que nunca te enfermarás. Si te crecen alas, es posible
que eventualmente puedas volar. Lo mejor de todo es que
podrías vivir hasta treinta mil años.
Los jadeos resuenan a mi alrededor, incluido uno
pequeño de mi pareja.
Sí, ese último dato suele ser muy convincente. La
esperanza de vida humana es trágicamente corta.
—La forma en que terminaste aquí es desafortunada —
digo—, pero no tiene por qué ser así en el futuro. Podrías ser
feliz.
—¿Estás seguro de que esto no es una broma? —una
chica que no ha hablado hasta ahora dice dócilmente—. ¿O
un truco? ¿O un sueño?
—Es real.
—Tendrás que disculparme por decir tonterías.
—¿Se siente como si estuvieras soñando?
No hay respuesta, pero el grupo se mueve nerviosamente
mientras contemplan todo lo que les he dicho.
Dejando que la realidad penetre, digo pacientemente:
—Os voy a dar unos minutos para procesar esto.
Su escepticismo está justificado. Hasta hoy, es posible
que hayan creído en fantasmas o extraterrestres, pero su
mundo ya casi no reconoce a las hadas.
La hoguera gigante detrás de nosotros crepita y percibo
el olor a carne quemada. De hecho, bastante. Supongo que
unos seis o siete criminales perdieron la cabeza durante la
pelea, y ahora sus cuerpos están siendo eliminados,
convirtiéndose en cenizas. Buen viaje.
Una mujer comienza a llorar de nuevo. No suena como
algo aliviado o feliz.
—No te asustes ni te enfades —digo las palabras
suavemente en su dirección—. Lo que decidas será respetado.
Mi tranquilidad solo la hace sollozar más fuerte.
—No creo que hable inglés —Maelyn murmura en voz
baja. Es tan pequeña, su aliento acaricia mis costillas debajo
de mi pectoral cuando vuelve la cabeza hacia mí—. Puedo
traducirle al español.
—¿Realmente? —pregunto y ella asiente.
El orgullo me atraviesa. Mi pareja es inteligente y
considerada.
—Aprecio la oferta, pero no es necesario.
Durante mis muchos años de exilio en palacio, estudié
materias de todo tipo. Hablo con fluidez varios idiomas
terrestres comunes, y es útil para momentos como este.
Los ladrones suelen tratar de ceñirse a países donde el
idioma predominante es el inglés porque eso es lo que
hablamos aquí. Los compradores quieren que sus nuevos
esclavos cumplan sus órdenes rápidamente, sin tener que
repetirlas. Tratar de ladrar órdenes a alguien que no puede
entender las palabras es frustrante para ellos. Pero a veces
los secuestradores agarran a alguien sin tener en cuenta ese
hecho.
Empiezo a hablar con la chica en español. Me entero de
que se llama Lupe y es de México. Una vez que le explico la
situación, me agradece profunda y apasionadamente antes de
calmarse.
La admiración y el asombro emanan de Maelyn.
Eso es algo más.
Está impresionada conmigo, al igual que yo con ella.
Aunque no siento ningún amor intenso a través de la atadura,
el respeto mutuo es un buen lugar para comenzar.
—La gente desaparece en tu mundo a veces, ¿verdad? —
le pregunto al grupo, lo que confirman tranquilamente—. No
todos se han ido, simplemente viajaron a un mundo diferente.
Muchos humanos se han establecido aquí y han encontrado
un éxito al que nunca se acercaron en su vida anterior. Sin
embargo, si la promesa de seguridad y magia no es suficiente
para atraerlos a quedarse, pueden regresar a la Tierra. —
Hago un gesto hacia Thayne, que tiene los portales—.
Acércate si quieres irte, pero debes saber que nunca podrás
hablar de este lugar o de lo que pasó...
Me apago porque Maelyn me está apartando el brazo.
Envolviendo su manita alrededor de la mía, me quita los
dedos de la cintura. Luego, junto con otra humana, camina
penosamente hacia Thayne.
Y estoy demasiado aturdido para reaccionar.
No estaba hablando con ella. Ella no estaba incluida en
esas opciones, pero lo dejó muy claro.
Maelyn realmente quiere dejarme, y simplemente
demostró su opinión frente a todos mis hombres. Estoy
seguro de que a estas alturas muchos de ellos sospechan que
ella es mi compañera predestinada. Nunca me ocupo
personalmente de ninguna de las víctimas que salvamos. No
los consuelo, no los toco. Solo les doy una opción y los envío a
su alegre camino.
Sin embargo, no dejaré Maelyn irse. Me niego. No puedo.
Pero el hecho de que ella no sienta lo mismo me hiere
profundamente. Duele.
Rechazo.
Nunca antes ha habido un caso de rechazo de pareja. El
vínculo es demasiado exigente.
Mientras froto mi pecho dolorido, la alegría que sentí
antes se enturbia con tristeza, ira y decepción. En el poco
tiempo que Maelyn y yo nos conocemos, ella ya me encontró
indigno.
Por un segundo, me cuestiono. ¿Me equivoqué con ella?
¿Estaba equivocado acerca de nuestra conexión?
Todavía siento el cosquilleo a lo largo de mi costado
donde había estado nuestro contacto anterior. Mis dedos
arden con su ausencia. La sola idea de estar lejos de ella me
duele el alma más de lo que lo haría si hubiera dicho una
mentira.
Si hay algo de lo que estoy seguro, es que Maelyn es mía.
Quizás esté demasiado asustada para darse cuenta. Más
temprano en el bosque, su miedo era tan fuerte que me sentí
físicamente enfermo.
Es comprensible si necesita tiempo para adaptarse.
Además, cuanto más estemos juntos, más la empujará el
vínculo hacia mí.
Acechando lentamente hacia mi pareja, apunto una
versión traducida a Lupe, y ella se une a la otra humana que
quiere irse.
Sujeto a Maelyn a mí una vez más mientras le digo:
—Nunca podrás hablar de lo que te sucedió hoy. El
tiempo pasa de otra manera aquí. Un año en Valora es un día
en la Tierra. De dónde eres, han pasado pocos segundos
desde que desapareciste, y es poco probable que alguien te
crea si intentas contarles sobre esta terrible experiencia.
—Entiendo —Maelyn entona con seriedad, mientras que
la otra chica dice con firmeza—: Mi boca está cerrada.
Después de explicarle el resto a Lupe, le hablo a la otra
mujer.
—¿Cuál es tu nombre?
—Jackie.
—Jackie, podemos darte seguridad. Refugio, comida y
ropa.
—No necesito una limosna. Mi vida no es mucho de lo
que presumir, pero es mía. Lo hice para mí y quiero volver.
Asiento con la cabeza.
—Lo suficientemente justo.
Esto sucede a veces. El encanto de Valora no es
suficiente para que algunas personas renuncien a lo que han
construido por sí mismas, incluso si su entorno está lleno de
luchas y conflictos.
Maelyn se aclara la garganta y mira a las chicas que
quieren quedarse.
—Lo siento si lo han pasado mal antes de todo esto —
dice con genuina simpatía—. Si quieren volver conmigo,
puedo ayudar. Conozco un gran refugio que podría acogerlas.
—¿Puedes hacerme vivir treinta mil años? —pregunta
una de ellas, con tono amistoso y burlón.
Soltando una carcajada Maelyn niega con la cabeza.
—No. Y no puedo culparte por querer eso. —Se vuelve
hacia mí—. Me gusta mi vida tal como es. Estoy feliz. Aprecio
tu disposición para acogerme, pero no es necesario.
Inclinando mi cabeza, le lanzo una mirada de
incredulidad. ¿Me está mintiendo? Al ser humano, la
deshonestidad no le afectará de la misma manera que lo haría
con un fae, así que no tengo forma de saberlo.
Ignorándola, la aparto suavemente del codo y asiento con
la cabeza de Thayne a Jackie y Lupe.
—Váyanse.
Mi guerrero levanta la tapa de su caja de madera e
inmediatamente me golpea el olor del portal. Es como el aire
después de una gran lluvia. Disfruto el aroma. No tenemos
tormentas a menudo en el Reino del Día, pero he aprendido a
apreciarlas. Solían asustarme cuando era niño, pero dejé de
temer a los truenos el día que me convertí en un
cambiaformas grifo.
Dejé de tener miedo de muchas cosas ese día.
Thayne coloca el pequeño portal en la palma de Jackie y
le dice:
—No lo dejes caer todavía. Cuando estés lista, piensa en
dónde quieres ir. Imagínalo en tu mente como si ya estuvieras
allí. Luego, deja que el portal caiga al suelo. Deberías ver tu
destino al otro lado. Camina y estarás donde quieres estar. —
Hace una pausa antes de darle una última oportunidad para
cambiar de opinión—. Este es un trato de una sola vía. Una
vez que hayas pasado, la puerta desaparecerá y no podrás
volver.
—Bien para mí.
—De acuerdo. —Él se aleja.
Escucho a Jackie mover la cabeza para mirar hacia atrás
a las humanas restantes.
—¿Están seguras de esto?
—No tengo mucho a lo que volver —responde alguien,
mientras que otra agrega—, vivía en la calle. Si no tengo que
pasar otra noche durmiendo detrás de un contenedor de
basura, no lo haré.
—Está bien —suspira Jackie—. Adiós, señoras. Buena
suerte.
Luego deja caer el portal.
El estallido de magia es palpable, y varias de las chicas
hacen ruidos de sorpresa, incluyendo Maelyn. Mi compañera
se aleja de mí, hacia la apertura a su mundo. La aparto.
Cuando vuelve los ojos a mi cara, puedo sentir que me
escudriña. Cuestionándome.
Pronto entenderá por qué no puedo dejarla ir.
Un sonido de consternación resuena en su garganta
cuando el portal se cierra.
Luego Lupe se va, y una vez más, Maelyn parece querer
saltar detrás de la mujer.
—Es mi turno ahora, ¿verdad? —La esperanza en su voz
es obvia, haciendo trizas mi orgullo.
Odio la tristeza. Es debilidad.
Así que en lugar de eso me enfado.
—Kai —le grito al soldado a cargo de que las mujeres se
instalen en su nuevo alojamiento—. Lleva a mis hombres, a
los prisioneros y a estas cuatro mujeres a Hailene. Asegúrese
de que las mujeres se alimenten en el camino. Responda
cualquier pregunta que tengan.
—Si su Majestad. —Duda al darse cuenta de que Maelyn
todavía está atrapada en mi agarre—. ¿Qué hay de esta?
—Ella quiere irse a casa —muerdo—. Me aseguraré de
que llegue allí.
6
Maelyn
—¿Prometes llevarme a casa? —debería sentirme
aliviada, pero el tono de Zander no era tranquilizador cuando
declaró su intención. Fue la forma en que escupió casa, como
si hubiera una broma interna de la que no soy parte. Como si
él supiera algo que yo no sé.
Estoy confundida, y los cambios de humor de este tipo
me ponen de los nervios. Un segundo es tierno, cariñoso y
protector, y al siguiente su expresión es dura e ilegible.
Creo que está enfadado conmigo, pero no tengo ni idea
de por qué.
—¿Y bien? —vuelvo a preguntar, mirando la mano que
tiene alrededor de mi muñeca. No aprieta lo suficiente como
para que me duela, pero me recuerda a la cuerda. A ser
propiedad—. ¿Lo prometes?
—Sí. —Su tono es tranquilo.
Demasiado tranquilo.
Es una total contradicción con la forma en que su
mandíbula sigue tensa. La forma en que su nariz se
ensancha. La forma en que me empuja con él mientras
caminamos hacia el bosque.
Thayne, Marek y otro soldado nos siguen. Les devuelvo
una mirada de impotencia. Uno de ellos empieza a sonreírme
para reconfortarme, pero me tropiezo con una pequeña
piedra. Agitando los brazos, cierro los ojos y me preparo para
el impacto.
A medio camino de caer, mi mano libre choca con un
músculo duro e impide mi caída.
Cuando abro los ojos, Zander está frente a mí. Está de
rodillas, recostado, interponiéndose literalmente entre el suelo
y yo.
Y tiene las alas desplegadas. Son enormes y están
cubiertas de brillantes plumas negras. Las ha extendido y
doblado alrededor de nosotros dos, creando un oscuro capullo
de protección.
Debe tener reflejos como un gato. O un pájaro, en este
caso.
Ha llegado al suelo muy rápido.
Le miro fijamente, con los labios entreabiertos mientras
me mira con preocupación.
Una onda de algo agradable recorre mi cuerpo, y tardo
un par de segundos en darme cuenta de que es atracción. Mi
mano sigue apoyada en su hombro y mi pulgar patina
involuntariamente sobre su clavícula.
Cierra los ojos y gime en silencio.
Trago con fuerza.
—¿Te has hecho daño?
Una franja de sus iris aparece a través de los ojos
pesados.
—Creo que eso es lo que debería preguntarte yo.
Incluso su acento aumenta su sensualidad.
—Estoy bien. Gracias. —Me enderezo y me doy cuenta de
que aún no me ha soltado el brazo. Tal vez eso sea algo
bueno. Tal vez me esté sujetando para que no me haga daño.
Cuando sus alas se retraen, las plumas rozan mi cuerpo
mientras se encogen. La sedosidad roza mi trasero antes de
recorrer mis brazos.
Me estremezco.
Sin duda experimento cierta atracción.
Creo que estoy en estado de shock. Es la única
explicación que tengo para explicar por qué la sensación hace
que la piel se me ponga de gallina. Por qué me endurece los
pezones. Por qué puedo sentir el pulso en mi clítoris.
—¿Seguro que estás bien? —el tono de Zander es suave
mientras se levanta—. ¿Necesitas que Marek te cure de
nuevo?
Su preocupación me hace sonreír un poco. Este lado de
él es mucho mejor que el que está pisando fuerte y echando
humo.
—Realmente está bien. Si lo único que me duele es un
dedo del pie, me consideraré muy afortunada.
—Me alegro de oírlo. Este es un lugar tan bueno como
cualquier otro. Necesito el portal ahora. —Zander se vuelve
hacia Thayne mientras sus alas desaparecen por completo, y
yo me inclino hacia un lado, intentando asomarme por debajo
de la capa para ver a dónde han ido. Se absorben literalmente
en su cuerpo.
—¿Una ida? —El soldado levanta la pequeña caja de
madera.
—No.
Claramente confundido por la petición, Thayne frunce
los labios.
—¿Cuánto tiempo debe permanecer abierta?
—Una hora. No más.
Mis ojos se mueven entre ellos, sin tener idea de por qué
importa si el portal permanece abierto o no. No es que vaya a
cambiar de opinión una vez que lo atraviese. No hay
necesidad de darme más tiempo para decidir.
En lugar de pasarme el portal como hizo con Jackie,
Thayne lo deja caer en la palma de la mano de Zander, que lo
espera. La cosita parece una canica aplastada. Es brillante
como el cristal, y el interior es un remolino de color blanco
lechoso en constante movimiento con algo de brillo.
Extiendo la mano para aceptarla, pero no la entrega.
Zander se queda completamente quieto, mirando al
frente como si no pudiera verme.
Entonces inclina la mano y el portal se desliza hacia la
hierba.
Sorprendida por el repentino destello brillante que
desgarra el aire, reacciono por instinto y me acerco a él. Mi
mano acaba extendida sobre su estómago y él me rodea los
hombros con un brazo.
Estoy un poco fascinada por lo suave y cálido que es.
Nunca había tocado a un chico, aunque intuyo que la
mayoría de los chicos de mi edad no tienen unos abdominales
así.
De nuevo, mis dedos parecen tener mente propia. Se
doblan contra Zander y mis uñas se clavan en su piel. Sus
músculos se tensan bajo mi contacto, y rápidamente retiro mi
mano. Quedan pequeñas formas de media luna, como prueba
de que estuve allí. Estoy un poco hipnotizada por mi marca
en él, y sacudo la cabeza ante la ridícula idea.
—Gracias de nuevo por salvarme. —Levanto la vista
hacia el apuesto rostro de Zander—. Te lo agradezco de
verdad.
Uno pensaría que el tipo estaría orgulloso de sí mismo
por ser un héroe, pero parece muy triste. La expresión que
lleva ahora es diferente a la de la melancolía o la ira. Sus ojos
están llenos de dolor.
Hay una misteriosa punzada de malestar en mi interior
cuando pienso en no volver a verlo, casi como si supiera que
voy a echar de menos algo que nunca tuve, lo cual es una
locura.
—Adiós, Zander —digo, inyectando confianza en la
despedida—. Siempre te estaré agradecida.
Girándome, doy un paso hacia el portal, pero me detengo
tan rápido que casi tropiezo de nuevo.
Porque al mirar a través de la película acuosa me doy
cuenta de que el otro lado es un lugar que no reconozco. Para
ser justos, le dije a Zander que no tenía que acercarme a la
ciudad, pero no veo ningún edificio, casa o carretera. Es sólo
otro campo y más árboles en flor.
Pero la luz es diferente. Más cálida. Más tenue, como si
fuera otra hora del día.
Eso tiene sentido. Se acercaba el amanecer cuando me
tomaron desde el estacionamiento. Supongo que si esto me va
a escupir en algún lugar al este de Dallas, el sol podría estar
ya arriba.
—Vamos, Mae. —Soltando el agarre que tiene en mi
muñeca, Zander desliza sus dedos hasta que se entrelazan
con los míos.
Me toma de la mano íntimamente, como hacen los
amantes, con su pulgar rozando de un lado a otro el interior
de mi muñeca. Intento ignorar la forma en que mi estómago
se revuelve y las indeseadas mariposas que surgen en mi
pecho.
Cuando se acerca al portal, le pregunto:
—¿Vienes conmigo?
No responde, y el miedo no tarda en sustituir a las
mariposas.
Las alarmas se disparan dentro de mi cabeza cuando
Zander atraviesa la abertura como si lo hubiera hecho cientos
de veces.
Permaneciendo plantada donde estoy, miro cómo
nuestras manos siguen conectadas con él al otro lado. Casi
parece un espejismo, distorsionado y húmedo.
Me da un tirón de ánimo para que le siga.
Cuando atravieso el portal, el aire se vuelve fresco y
húmedo. Una fina capa de vaho cubre mi piel y huele a lluvia.
Es súper extraño entrar en un mundo diferente, pero no
es doloroso. Más hierba crecida se aplana bajo mis zapatos y,
aproximadamente dos segundos después, me doy cuenta de
que no estamos en Texas.
Ni siquiera cerca.
El miedo se apodera de mis entrañas mientras estudio
mi nuevo entorno.
Los árboles están llenos de flores rosas y, cuando sopla
la brisa, los pétalos caen juguetonamente al suelo. El aire es
increíblemente fresco y dulce. No hay ni rastro de los gases de
los coches ni de otros olores a los que estoy acostumbrada en
la ciudad.
Pero no es el hermoso paisaje ni la atmósfera impoluta lo
que me dice que estoy lejos de casa, sino el cielo.
Reclino la cabeza y me quedo mirando.
Una mitad es de noche. El cielo se oscurece hacia el
horizonte y está plagado de estrellas.
En la otra dirección, hay un resplandor amarillo que
ilumina las nubes de color melocotón con sombras púrpura.
En el centro del cielo, hay un cambio abrupto entre los
dos. Es como si la noche y el día chocaran en una franja llena
de prismas.
—¿Dónde estamos?
—En otro reino. —Zander mantiene su mano entrelazada
con la mía mientras avanza para hacer sitio a Thayne y a los
demás que vienen por el portal detrás de nosotros.
Vuelvo a mirar el campo en el que estábamos antes. La
luz es mucho más brillante allí, pero está atenuada por la
película del portal.
—No estamos en el reino de la Tierra. —Es una tontería
decir eso. Por supuesto que no estamos en la Tierra, y Zander
lo confirma con un movimiento de los labios que no le hace
gracia.
—Se llama Amanecer y Anochecer. Estamos entre el
Reino del Día y el Reino de la Noche.
Mi esperanza se marchita. Cuando Zander soltó el portal,
me emocioné mucho. Pensé que mi mundo estaba a unos
pocos metros de distancia. Ahora me siento más lejos que
nunca.
—¿Mi casa? —le recuerdo, preguntándome si molestar al
tipo le hará hacer lo que quiero.
Guardando silencio, frunce el ceño y aprieta su mano.
—Majestad. —El tercer soldado, no sé su nombre, se
acerca a Zander con cuidado, como si temiera que lo que vaya
a decir a continuación vaya a enfadar al rey.
Este tipo tiene un aspecto diferente al del resto. Lleva el
cabello largo y oscuro, suelto alrededor de los hombros. En
lugar de pintura negra en la cara, tiene tatuajes debajo de sus
ojos plateados. Las rayas negras van desde sus mejillas hasta
la línea del cabello. Tiene más marcas en la frente. A primera
vista alguien podría encontrarlo extremadamente intimidante,
pero hay una suavidad en él que los otros no tienen.
Los hombros de Zander están tensos cuando gira hacia
el hombre.
—¿Sí, Torius?
—¿Qué estamos haciendo? —Los ojos preocupados de
Torius se dirigen a mí durante un segundo antes de volver a
posarse en Zander—. Hoy hemos roto el protocolo más de una
vez.
Como Zander está de espaldas a mí, no puedo ver su
expresión, pero lo que Torius encuentra allí es respuesta
suficiente. Con los ojos muy abiertos, el soldado retrocede.
Confundida, miro fijamente a los hombres. No tengo ni
idea de lo que está pasando. Nada de lo ocurrido hoy tiene
sentido. Sólo quiero volver a mi cama, echar una larga siesta
y seguir con mi vida como si nada de esto hubiera ocurrido.
Las últimas horas van a requerir meses de terapia para
ser borradas. Aunque sospecho que no olvidaré a Zander, por
mucho que lo intente.
Antes de que pueda hacer más preguntas, me llevan a
un arbusto alto.
Espera.
No es un arbusto.
A medida que nos acercamos, me doy cuenta de que es
un enrejado. La hiedra y otras plantas parecidas a la vid han
crecido sobre él después de años de abandono, pero puedo
ver algo de metal pintado de blanco asomando en algunos
lugares. Es extraño que esté aquí solo, en medio de un claro.
Cuando llegamos frente a ella, Zander me suelta la mano
y empieza a rebuscar en su bolsa.
—Necesito algunas cuerdas —refunfuña en dirección a
sus hombres—. Cuero o tela rasgada servirán hasta que
encuentre algo más adecuado.
Thayne se quita de la espalda una mochila de color
canela. Mete la mano y saca una herramienta parecida a un
látigo. Pensaba que las diferentes cuchillas daban miedo, pero
esta cosa se lleva la palma. Es obviamente un dispositivo de
tortura. El mango negro tiene unos treinta centímetros de
largo, y en él hay docenas de tiras de cuero.
Usando sus dientes, Thayne corta dos tiras.
Reprimo una arcada al pensar en dónde han estado.
Toda la sangre y la piel que han tenido. Pareciendo percibir
mi incomodidad, Zander frunce el ceño ante los trozos cuando
Thayne se los extiende.
Ese ceño fruncido. Me he dado cuenta de que es su
expresión por defecto.
Me gustaría verle sonreír, aunque sea una vez antes de
irme, pero sus labios se vuelven aún más fruncidos cuando
hace rodar el cuero entre los dedos.
—Esto no servirá. No para mi reina. Usaré mis cordones
en su lugar. —Arrodillándose, Zander trabaja rápidamente
con sus botas, quitando los cordones marrones y
sustituyéndolos por el material negro del látigo.
¿Su reina?
Desconcertada, lo observo con la boca abierta.
Cuando se levanta, vuelve a su bolsa y saca una pieza de
ajedrez blanca. Una reina.
Ohh. Esa reina.
Zander ata el cordón alrededor de ella y me la entrega.
Luego hace lo mismo con el rey negro. Sujetando los extremos
de la cuerda, se acerca a mí con los brazos extendidos.
Yo retrocedo.
Frunce más el ceño.
—Tengo que ponerte esto alrededor del cuello.
—¿Para qué?
—Para que me tengas siempre contigo.
Eso es... extraño. ¿El rey se enamoró instantáneamente
de mí o algo así? Había mujeres mucho más hermosas en el
grupo con el que vine. Sasha podría haber sido modelo, y es
igual que él.
No tengo ni idea de por qué me he vuelto especial para él
en tan poco tiempo, pero si le hace feliz darme un regalo
antes de irme, supongo que no le hará daño.
Me quedo quieta mientras me coloca el rey alrededor del
cuello y murmuro “Gracias” cuando termina.
—Ahora ponme la reina —me indica, bajando un poco la
voz. El sonido bajo es sexy, y me hace sentir algo entre las
piernas.
Necesito alejarme de él. Este lugar está haciendo cosas
raras en mi cuerpo. Mis reacciones son desconcertantes, por
decir lo menos. No soy una persona sexualmente impulsiva.
No pierdo el control de mis impulsos y no me entran ganas de
enrollarme con completos desconocidos.
Extraños con piel bronceada y pezones marrones. Un
paquete de ocho abdominales. Esas líneas en V junto a sus
caderas.
Desviando la mirada de su torso perfecto, le hago un
gesto con el collar.
—¿No puedes hacerlo tú mismo?
—Tiene que ser un regalo tuyo.
Bien. Le seguiré el juego.
Como Zander no se agacha para que pueda ponérselo,
acabo de puntillas mientras intento alcanzarle por detrás de
la cabeza. Mi frente está presionada contra la suya y de
repente soy muy consciente de nuestra cercanía mientras mis
dedos tantean para hacer un nudo decente.
El cuerpo de Zander está rígido, su pecho completamente
inmóvil. Ni siquiera creo que esté respirando, mientras que yo
no puedo conseguir suficiente aire. Con cada inhalación y
exhalación, mis pechos empujan contra su estómago duro
como una roca.
Me hace consciente de mi suavidad.
De mi vulnerabilidad.
Su cara está agachada y la mía levantada. Algunos de
sus flequillos negros y entintados caen hasta la mitad de la
nariz sobre su coronilla, y tengo que resistir el impulso de
echarlos hacia atrás.
Se me calientan las mejillas al pensar en lo cerca que
estamos. Unos pocos centímetros más y podría besarlo.
Intento no mirarle los labios, pero es imposible no hacerlo.
Ya no frunce el ceño.
Su boca está relajada, sus labios ligeramente separados.
Los hace parecer aún más llenos que antes. Sigue pareciendo
que hace un mohín, pero no es un mohín triste.
Es del tipo sexy.
Y su olor... Uno pensaría que después de un día de
desbaratar una red de tráfico sexual y algunas peleas, Zander
olería mal.
No lo hace.
Cuando estoy tan cerca de él, siento que lo estoy
inhalando. Fresco y seductor. Sándalo y luz solar.
Hablando de olores, apuesto a que apesto.
Ese pensamiento me convence de no quedarme. En
cuanto la cuerda está atada, me alejo de él, poniendo unos
metros entre nosotros.
—Torius. —Zander señala un lugar frente al enrejado—.
Te pongo a cargo.
Con una expresión vacilante, el guerrero hace lo que se
le dice.
Zander se coloca junto a Torius y extiende sus brazos,
con las palmas hacia arriba.
—Toma mis manos, Mae.
No le corrijo mi nombre porque no es importante.
Mirando fijamente sus manos que esperan, clavo la punta de
mi zapato en la suave hierba.
—¿Esto es parte de la cosa del portal que me enviará a
casa?
Apretando los dedos con impaciencia, Zander me hace
un gesto para que me acerque.
Bien, bien.
Entrelazando mis manos con las suyas, me sobresalto
un poco cuando Zander le habla a Torius en un idioma que
desconozco. Hablo con fluidez el español, y he hecho algunos
pinitos con el francés y el alemán. No es ninguno de ellos.
Van de un lado a otro. El tono de Torius es confuso y
aprensivo, mientras que el de Zander claramente no deja
lugar a la discusión.
Con un profundo suspiro, Torius cede a los deseos de
Zander, sean los que sean, y comienza una charla más larga
con las palabras extranjeras. Suena... ceremonial. Tal vez esté
haciendo algún tipo de hechizo para enviarme a casa.
Sigo esperando que se produzca la magia, pero no es así.
Impaciente, me acerco un poco a Zander para susurrarle:
—¿Cuándo voy a estar en casa?
—Muy pronto —me dice.
Satisfecha, asiento y dejo que Torius termine.
Como no sé lo que está diciendo desconecto un poco,
observando la zona mientras mi mirada se desplaza. Thayne y
Marek están de pie al otro lado de nosotros, con los hombros
cuadrados y las manos a la espalda, y con expresiones serias.
Puede que fruncir el ceño sea algo cultural aquí. No
todas las sociedades sonríen tanto como los americanos del
sur. De pequeña me enseñaron que es de buena educación
sonreír, aunque no me apetezca.
Y ahora no me apetece, pero las viejas costumbres son
difíciles de erradicar. Queriendo parecer agradable y
desarmante para los dos estoicos soldados, les envío una
sonrisa apretada. Detrás de ellos, el bosque en la distancia se
vuelve más oscuro. La niebla se extiende entre las sombras.
Algunas piedras se incrustan en la hierba, y cuando enfoco la
zona, me doy cuenta de que hay escaleras. Debemos estar en
un terreno elevado o algo así.
—Muy bien, Mae. —Zander me da un apretón de manos
—. Repite después de mí y estarás en casa.
La sonrisa de mi cara se vuelve genuina al escuchar las
palabras que dice. Son difíciles de pronunciar, pero lo intento.
Mientras repito como un loro los extraños sonidos, me
siento un poco mareada y sin aliento. ¿Magia? El corazón me
da un vuelco cuando tartamudeo un par de veces y él tiene
que corregirme en la última parte, pero al final lo consigo. Lo
sé por la sonrisa de su cara.
El hombre realmente puede sonreír.
Y es hermosa.
Sus dientes son blancos y rectos, y descubro que tiene
un pequeño hoyuelo cerca de la esquina derecha de la boca.
Sin dejar de sonreír, se acerca y cambia la posición de
nuestras manos para que nuestros dedos apunten hacia
arriba y nuestras palmas se junten. Sus dedos se mueven
contra los míos hasta que se entrelazan.
Se unen.
Baja su cara hacia la mía y, por un segundo, creo que va
a besarme.
Pero no lo hace.
Tocando brevemente su frente con la mía, dice:
—Fue un éxito. Puedo sentirlo.
¿Eh? Mi cabeza gira de izquierda a derecha,
desconcertada por el hecho de que no haya pasado nada y yo
siga aquí.
Los tres soldados se arrodillan al mismo tiempo y dicen:
—Felicidades, rey Zander y reina Maelyn.
Dejo escapar una risita nerviosa, un sonido forzado como
mis sonrisas falsas.
—Espera un segundo. ¿Qué?
Manteniendo un firme agarre en una de mis manos,
Zander comienza a guiarme de vuelta al portal.
—Deberíamos volver.
Confundida, señalo la brillante abertura mientras
arrastro un poco los pies.
—¿Hacia allí?
En cuanto atravesamos el portal, entrecierro los ojos
contra la luz del sol, casi cegadora, y gimo cuando me
produce un dolor agudo en la cabeza. Me cubro los ojos,
deseando tener unas gafas de sol.
Zander me frota el interior de la muñeca.
—Lo siento, esposa. Es el amanecer. Los dos soles de
nuestro reino chocan en el lado este dos veces al día, y la luz
puede ser difícil para alguien que no esté acostumbrado.
Mi mente ignora completamente su explicación sobre los
soles, porque estoy atascada en la palabra esposa.
Me llamó esposa.
Los chicos se inclinaron ante mí y me llamaron Reina
Maelyn, lo que implicaría que me casé con la monarquía.
—¿Pueden darme un botón de pausa? —pregunto,
todavía protegiendo la mitad superior de mi cara con el
antebrazo mientras entrecierro los ojos hacia Zander—. ¿De
qué estás hablando?
—Los soles... —empieza de nuevo, pero le interrumpo
con un ruido grosero.
Se acabó la cortesía.
A medida que las piezas enrevesadas van encajando, mi
corazón late con una mezcla de miedo y rabia.
Zander se ha encariñado conmigo desde que me encontró
en el bosque. Ha sido posesivo, protector y dulce. Mostró
signos de irritabilidad cuando no correspondí a su atención,
pero supuse que probablemente se debía a que está
acostumbrado a que las mujeres se le lancen encima.
Cuando lo pienso, se interesó desde el primer segundo
en que me vio. Desafió a ese tipo que quería comprarme. Jugó
una partida de ajedrez y ganó mi libertad.
Me viene un pensamiento aterrador. Tal vez no fuera mi
libertad por lo que estuviera jugando. Tal vez era... yo.
El modo en que se quedó conmigo, recitando palabras
que parecían líneas ensayadas, me recordó a una ceremonia
que he visto al menos media docena de veces en iglesias con
familiares y amigos.
—¿Qué ha pasado ahí atrás? —Mi voz tiembla de
emoción mientras señalo el enrejado a través del portal—.
¿Qué me has hecho decir?
La cara de Zander no delata nada.
—Votos.
—¿Qué clase de votos?
—Votos matrimoniales.
Un sonido desconocido, de indignación e incredulidad,
brota de mi garganta.
—¿Votos matrimoniales? —Jadeo, sintiendo que me voy
a desmayar—. ¿Por qué? ¿Por qué?
—Ya estamos casados.
—Pero prometiste que me llevarías a casa. —
Probablemente suene como un disco rayado en este punto. He
perdido la cuenta de cuántas veces les he pedido que me
envíen de vuelta a donde pertenezco. En mi defensa, dejaron
claro que llevarme a casa es el objetivo.
—Y así es. Eres mi esposa. Por lo tanto, este es tu hogar.
—Mueve un brazo hacia la hierba verde, el bosque y el cielo
azul más allá.
—¡Me has engañado! —grito, emitiendo sonidos más
desagradables que nunca antes había escuchado de mí
misma—. Cuando acepté esa ceremonia no me refería a eso, y
lo sabes.
Le quito la mano de encima.
La sonrisa de Zander ha desaparecido. Quiero
recuperarla. Quiero las palabras amables y la seguridad que
me dio cuando creí que estaba siendo un héroe. Quiero que
me diga las cosas que quiero oír.
En cambio, sus dedos vuelven a encadenar mi muñeca.
Su mano es tan grande que su pulgar se superpone a sus
dedos alrededor de mi delicado hueso.
No puedo escapar.
Aunque luchara con todo lo que tengo, no sería capaz de
zafarme de su fuerte agarre.
—Esto es una locura. No puedes hacer esto.
—Puedo, y lo hice.
No.
Voy a tener que encontrar una manera de convencer a
Zander para deshacer los votos y elegir a otra persona. Podría
literalmente tener a quien quiera. Estoy segura de que si se lo
pidiera a las chicas del grupo una de ellas se ofrecería para
ser su esposa. Es increíblemente sexy. Y un rey.
Obviamente ha habido un error, y tengo que hacer que
Zander se dé cuenta.
No soy como las otras mujeres. La evidencia de la dura
vida de la que hablaba Zander era clara en sus rostros. Sus
ropas. Sus zapatos. Una de las chicas parecía no haberse
duchado en semanas. Entiendo perfectamente por qué
quieren quedarse, pero yo tengo padres, una mejor amiga y
una carrera a la que volver.
7
Zander
—Este es un gran malentendido —insiste Maelyn,
arrastrando los pies mientras atravesamos el campo.
—No lo es —no estoy de acuerdo.
—Sí lo es. Ha habido un error. Un gran error. ¿Antes,
ustedes dijeron que las chicas que son secuestradas tienen
malas vidas? ¿Son elegidas porque nadie los echará de
menos? Bueno, se equivocaron de persona cuando me
llevaron.
—Te puedo asegurar; estás destinada a estar aquí.
—Y te lo digo, ellos tenían la intención de conseguir a
alguien más.
—¿Quién más habría?
Maelyn hace una pausa.
—Tienes que prometer que no volverás por nadie cuando
me devuelvas. No quiero que nadie más se involucre en esto.
—Nunca soñaría con llevar a alguien en tu lugar.
—Estaba en un lugar de mala reputación cuando me
secuestraron y es posible que estuvieran persiguiendo a mi
amiga Paige. Nos parecemos un poco, aunque ella es mucho
más alta que yo. Ha tenido una vida difícil. Su madre era
adicta y su padre abusivo.
—¿Su padre la golpeaba?
—Algunas veces. Cuando ella tenía diez años, se fue a
vivir con una novia a otro estado. Nunca regresó. Sé que le
dolió, pero me alegré de que se hubiera ido. Paige estaba
mejor sin él. Además, pasaba más tiempo en mi casa que en
la suya cuando era niña. Nuestro segundo año de secundaria,
terminó mudándose con mi familia de forma permanente
cuando arrestaron a su madre. Es más como una hermana
que como una mejor amiga. Nos hemos apoyado mutuamente
en las buenas y en las malas. Ella me ayudó cuando era más
joven y he estado a su lado en nuestros años mayores.
Incluso a pesar de todas sus malas decisiones, que ha tomado
mucho en los últimos años, nunca la he abandonado. Me
necesita. Es una de las razones por las que tengo que volver.
Esto es intrigante. Habla de esta amiga con mucho
respeto, amor y admiración. Quiero que ella hable de mí de
esa manera.
—¿Cómo te ayudó ella cuando eras más joven? —
pregunto, quiero saber qué se necesita para ser tan venerado
en los ojos de Maelyn.
—Me protegió. Paige y yo nos conocimos a la mitad del
segundo grado. Me habían molestado ese año porque era muy
pequeña, más pequeña que la mayoría de los niños de
kindergarten.
—¿Fuiste intimidada? ¿Quiénes son estos delincuentes?
Quiero nombres y direcciones.
Ella farfulla un ruido cercano a una risa.
—No quiero que vayas tras nadie. Dios, eso fue hace
mucho tiempo y todos éramos solo niños.
—Te lastimaron.
—No físicamente. Eran un montón de burlas. Algunos
tirones de pelo, pero sobre todo palabras.
—Las palabras pueden herir.
—Cierto. De todos modos, Paige apareció de la nada en el
patio de recreo un día cuando me estaban molestando y
anunció que cualquiera que quisiera meterse conmigo tenía
que pelear con ella. Era tan feroz y fuerte. La habían retenido
un grado, por lo que ya era un año mayor que la mayoría de
los niños de nuestra clase. Además, era grande para su edad,
por lo que era más alta que algunos de los alumnos de quinto
grado.
—Suena como una guerrera.
—Lo era. Lo es. Ojalá pudiera ser como ella a veces, pero
eso significaría pasar por todo lo que ella... y honestamente
creo que me hubiera roto dadas las circunstancias hace
mucho tiempo.
—Dijiste que tu amiga tomó malas decisiones. ¿De qué
tipo? —Sinceramente, tengo curiosidad y prefiero esta
conversación a las constantes protestas de Maelyn.
Los paralelismos de la turbulenta vida de Paige con la
mía son peculiares. Siempre me he considerado una persona
dañada irreparablemente, pero me imagino que tener el tipo
de amor y lealtad que Maelyn le ha dado a su amiga sería
curativo.
—Mucha fiesta, para empezar —responde Maelyn, un
poco sin aliento por el ritmo rápido que estoy estableciendo a
medida que nos acercamos al bosque—. En general, pude
evitar que se metiera en problemas en la escuela secundaria
porque me negué a ir a ningún lado con alcohol o drogas,
pero una vez que nos graduamos, se diversificó. Mientras
estaba ocupada estudiando, encontró a otras personas con
las que pasar el rato. Estoy segura de que nunca se interesó
por las sustancias duras por lo que vio con su madre, pero
bebió bastante. A veces, me llamaba para que la recogiera de
lugares sospechosos. También ha salido con algunos tipos
bastante malos. Y luego está su trabajo. No estaba de acuerdo
con que se desnudara, pero ella no tenía el dinero para ir a la
universidad y sus calificaciones no eran lo suficientemente
buenas para obtener una beca. Entiendo por qué lo hace—.
Se encoge de hombros—. El Slippery Pole paga mucho más de
lo que pagaría cualquier comensal.
—Todavía no entiendo por qué crees que ella era el
objetivo.
—Ahí es donde me atraparon los hombres: The Slippery
Pole. Fui a visitarla y me atacaron fuera del edificio, así que
solo puedo asumir que se suponía que se llevarían a otra
persona. Quizás a ella.
Cree que la trajeron a Valora por accidente, pero se
equivoca.
Gruño.
—El destino no comete errores.
—¿Destino? —El tono de Maelyn es incrédulo, como si
mencionara algo que no existe—. El destino no me secuestró.
Esos hombres lo hicieron. Por favor, Zander. Jackie y Lupe,
ambas se fueron.
—Algunas optaron por quedarse.
—Bueno, eso no es lo yo que elegí.
Decir que esto no va según lo planeado es quedarse
corto. Todas las veces que imaginé encontrarme con mi
pareja, no era nada como esto.
En mis fantasías idealistas, ella estaba encantada. Mi
presencia le traía una felicidad que nunca conoció. En el
instante en que me veía, sabía que soy el único y nunca
querría separarse.
Pero cuando recuerdo mis pistas, me doy cuenta de que
no debería sorprenderme.
La conocerás por su voz. Ella no estará contigo por
elección.
Esperaba decir que los votos darían algo de vida al
vínculo. Aunque no lo hemos consumado, el matrimonio
debería haber fortalecido nuestra conexión.
Sí, estuvo mal por mi parte hacer que Maelyn dijera la
promesa en el idioma de los Antiguos Fae, pero es probable
que no lo hubiera repetido después de mí si hubiera sabido
las palabras.
Desde el amanecer hasta el anochecer, desde el
anochecer hasta el amanecer, nunca amaré a otra.
Aunque Maelyn no comprende la profundidad de la
promesa, el juramento sagrado no disminuye. Puedo sentirlo
en mi alma. Y, a pesar de sus objeciones, me da una
sensación de paz, que es probablemente la única razón por la
que no estoy cambiando en este momento.
Hoy temprano en el bosque, mis emociones casi me
superaron. Mi enojo por la forma en que habían tratado a mi
pareja me empujó al borde del abismo.
Han pasado al menos un par de años desde que perdí el
control del grifo dentro de mí y no quiero empañar ese récord.
Especialmente no frente a Maelyn.
Ella no puede saber lo que soy.
Aún no.
Tal como están las cosas, ya me teme. Descubrir que soy
un monstruo no ayudará.
Cambiar no es natural y la gente piensa en mí como una
abominación por eso. Estoy a la altura de los licántropos, las
criaturas asesinas que acechan en las Tierras Sombrías.
Incluso mis mejores hombres, los que más me respetan, se
sienten desanimados por el grifo. Por mucho que intenten
educar sus características, no pueden ocultar su miedo y
disgusto una vez que he cambiado.
—Torius, vuela hacia nuestro lugar y prepara los
caballos —ordeno—. Nos pondremos al día con Kai y los
demás. Me gustaría llegar a Hailene al anochecer.
El guerrero hace lo que le pido. Thayne y Marek están a
solo unos pasos detrás de mí cuando llegamos a un hueco
entre los árboles. Un camino que conduce a una carretera.
Seguramente, la noticia ha viajado a los pueblos y aldeas
cercanas de que hubo otra redada. Estas operaciones ocurren
con menos frecuencia que antes, pero algunas han estado
volando por debajo de mi radar. Byris tuvo al menos dos
subastas anteriores antes de que me enterara de sus
actividades.
Inaceptable.
—Thayne, quiero una reunión personal con Gideon
cuando regresemos al palacio. Por lo que parece, ha hecho
negocios con Byris antes y tiene más de una mujer en su
poder. Deben estar escondidos en algún lugar y tengo la
intención de averiguar la ubicación, con todos los medios
necesarios.
—Ah, eso no será posible —dice Thayne con pesar.
—¿Por qué no? —Caminando por el sendero, tiro de
Maelyn por su brazo. En cambio, me gustaría tomar su mano,
pero su pequeña mano está húmeda. No me importa el sudor,
le tomará un tiempo adaptarse al calor en este reino, pero le
facilitaría escapar de mi agarre.
Thayne tose torpemente:
—Gideon se escapó.
Me detengo de repente y me doy la vuelta.
—¿Perdón?
—Tenía un portal de un solo sentido. Parece que estaba
preparado para que las cosas salieran mal e hizo una salida
rápida.
Hijo de un golpe. Él es el que más quería. Aparte de Byris
y Tarik, él es quien merece mi ira más que cualquier otro.
Mi ira vuelve a subir a niveles peligrosos y empiezo a
contar hacia atrás para distraerme.
Diez, nueve, ocho, siete...
Los signos reveladores de un cambio inminente
disminuyen a medida que llego a cero. Los huesos de mi
pecho dejan de vibrar y el dolor de mi columna se desvanece.
—Dime que tenemos a Byris y Tarik.
—Tenemos a Byris —confirma Thayne—. Pero Tarik
murió por la espada de Torius.
—No importa. —No me importa que el ladrón esté muerto
y ya estoy pensando en todas las formas en que voy a torturar
las respuestas de Byris—. El subastador nos dirá algo útil si
valora su cabeza.
—Si su Majestad.
Preocupado, continúo nuestro viaje mientras pienso en la
fuga de Gideon.
No me gusta la idea de cazar a un fugitivo. Por lo general,
la misión me emociona, pero todo es diferente ahora que
tengo pareja. Donde sea que yo vaya, Maelyn también irá.
Esperaba traerla a este mundo. Un tiempo de ocio en el
palacio le vendría bien.
Pero si va a ser reina, entenderá por qué no podemos
quedarnos sentados sin hacer nada.
Maelyn intenta alejarse de mí de nuevo y falla.
—Zander, por favor dime que estás bromeando sobre
todo el asunto de la boda.
—No. No bromeo.
—No me digas —refunfuña, y reconozco su tono jocoso
como un sarcasmo humano.
Hay una razón por la que no tengo un gran sentido del
humor y no es solo porque siempre he sido serio.
Reír no es algo que hago.
Cualquier emoción extrema, ya sea buena o mala, puede
hacer que cambie.
Debido a esto, debo mantener mi estado de ánimo en
una línea de base que bordea la indiferencia. La apatía es mi
punto dulce. La ira y la frustración suelen ser los principales
culpables de mis cambios accidentales, porque tengo
dificultades para controlarlos, pero la felicidad es una rareza
de la que no he tenido que preocuparme.
El aire se vuelve notablemente más frío a medida que nos
adentramos en el bosque, donde la sombra es más espesa.
Mirando frenéticamente detrás de ella, como si el campo fuera
la última esperanza de Maelyn, comienza a luchar de nuevo.
Suficiente.
Tirando de ella hacia mí, suelto su muñeca y coloco mis
brazos debajo de su espalda.
Jadea mientras la levantan en mis brazos.
—¿Qué estás haciendo?
—Cargándote.
—Estás siendo un hombre de las cavernas en este
momento—. Ella resopla como si estuviera frustrada y
definitivamente lo está.
Pero también hay algo más que fluye a través del vínculo.
Excitación.
Estar tan cerca de mí la excita.
—¿Qué sentido tenían estos collares? —pregunta Maelyn,
moviendo la mía. Probablemente esté tratando de distraerse
de la atracción confusa que siente por mí, pero me alegro de
que lo haya preguntado—. Me lo diste, así te tendría conmigo
siempre, ¿verdad? Bueno, eso sonó como un adiós.
—No era una despedida —le informo—. Fue un
compromiso.
—Un compromiso —repite rotundamente.
—Sí. Objetos de compromiso, para ser más precisos.
Estas piezas son el equivalente a los anillos de boda en tu
mundo.
La voz de Maelyn se estremece un poco cuando dice:
—No puedo creer que confiara en ti.
Llorar no le hará ningún bien, pero su tristeza pica y sus
sentimientos de traición arden.
—Deberías confiar en mí.
—¿Y por qué es eso? ¿Porque eres el rey?
—Porque soy tu pareja y tú eres la mía.
—Alto, alto, alto. ¿Pareja? ¿Cómo animales?
—Almas gemelas —aclaro.
Traga saliva con fuerza.
—No sé qué tipo de drogas estás tomando, pero no
puedes simplemente decirle a la gente que es tu alma gemela.
—No te lo voy a decir. Simplemente lo eres. Es un hecho
—afirmo con confianza—. Y eso significa que te protegeré.
Mataré a cualquiera que intente hacerte daño o alejarte de mí.
—¿Y si eres tú quien me está haciendo daño?
—¿Te estoy lastimando? —Horrorizado de mí mismo, dejo
de caminar y mentalmente reviso el vínculo de los
sentimientos de Maelyn. Hago un balance de dónde la
sostengo, pero no creo que tenga dolor. Lo sentiría si lo fuera.
Thayne y Marek todavía están con nosotros, aunque han
retrocedido, dándonos más espacio para tener una
conversación privada. Gracias a los soles. Ya estoy bastante
humillado por el rechazo de Maelyn. Si yo lastimara a mi
propia pareja el día de nuestra boda, me consideraría el peor
fracaso de un esposo.
—No —dice, más suave—. No quise decir eso. Al no
dejarme ir, me estás rompiendo el corazón.
Ella no entiende. Como compañeros, nos pertenecemos o
de lo contrario habrá consecuencias nefastas. Efectos
secundarios mortales.
—No sabes el significado de la angustia —le digo y si su
vida es tan buena como dice que ha sido, entonces es verdad.
Y esa es una buena noticia para mí. Mi alma oscura
necesita a alguien puro y ligero. Alguien íntegro e impoluto.
Maelyn es esa persona. El destino lo hizo bien.
Ella es la luz del sol y yo las sombras. Ella me
equilibrará. Nos complementaremos.
Decido que hemos hablado lo suficiente. Claramente,
Maelyn no va a dejar ir el tema.
Estamos casi en el pequeño claro donde están los
caballos. Pronto, estaremos de camino a Hailene. Una vez que
Maelyn vea la grandeza del palacio, se entusiasmará con la
idea de quedarse.
—¿Sabes montar a caballo? —pregunto—. ¿O prefieres
viajar en la carreta?
Se estremece con tanta fuerza que sacude todo su
cuerpo.
—No más carros. De hecho, soy bastante buena a
caballo. Mis padres nos enviaron a Paige y a mí a un
campamento de equitación cuatro veranos seguidos cuando
éramos adolescentes.
Odio la idea de no estar lo más cerca posible de ella, pero
tenemos un largo viaje por delante. Un viaje que prefiero
pasar en silencio que escuchar sus súplicas de libertad.
Quizás estar separada de mí por un tiempo le dará
espacio para darse cuenta de que no soy tan malo.
De mala gana, la dejo junto a un caballo que ha sido
alimentado y ensillado. Ya me duele su ausencia. Me pica la
piel donde nos habíamos estado tocando, pero trato de no
dejar que el disgusto se refleje en mi rostro.
—Este es Gander. —Le doy palmaditas al corcel blanco
—. Es tuyo ahora.
—¿Mío?
—Tuyo.
—Pero…
—Sin peros. Es digno de una reina y te mereces cosas
buenas. Es una de las muchas posesiones de las que
automáticamente tienes conocimiento como esposa. —Antes
de que Maelyn pueda discutir sobre nuestro matrimonio o su
tiempo aquí, pongo mis manos en su cintura y la levanto—.
Arriba, sube.
Farfulla cuando la coloco encima de la silla.
—Puedo hacerlo yo sola.
Me encojo de hombros antes de montar mi semental
negro. Thayne se sube a su caballo y Marek se sube al asiento
del conductor del carro.
Prácticamente puedo escuchar las ruedas girando en la
cabeza de Maelyn mientras pasa su mano por el cuello de
Gander.
¿Qué va a hacer a continuación? ¿Gritarme? ¿Huir?
Ninguno de los dos la llevará de regreso al lugar de donde
vino. Cuanto antes se dé cuenta de eso, mejor.
No dice nada. No más discusiones. Solo un silencio
agradable.
Sintiéndome satisfecho conmigo mismo por ser severo, le
doy a Onyx la señal para avanzar y escuchar a Gander que
me siga.
Lo hace. Está entrenado para eso. Incluso cuando no
tiene jinete, mantiene el rumbo. Lo que significa que si a
Maelyn se le ocurre la idea de irse con él, no irá.
Aparte del calor, es un buen día para pasear. La primera
parte de nuestro viaje estará sombreada por árboles, así que
espero que mi pareja no se sienta demasiado incómoda.
A los pocos minutos, el vínculo estalla dentro de mí,
haciendo que mi corazón palpite erráticamente. Un zumbido
impaciente recorre todo mi cuerpo y mi alma está inquieta. No
es exactamente doloroso, pero es desagradable.
Hay un anhelo en lo profundo de mí. Un mordisco en mis
entrañas.
Tal vez debería haber hecho que Maelyn viajara conmigo.
Si se siente como yo, debe sentirse incómoda.
—¿Estás bien ahí atrás? —La llamo.
—Podría desmayarme por la deshidratación, pero sí,
claro. Muy bien. —Más sarcasmo.
De repente, preocupado por su bienestar, tiro de las
riendas de Onyx y me doy la vuelta rápidamente.
Por supuesto que Maelyn necesita agua.
Lo que siento es su sed extrema, no nuestra separación.
Quiero castigarme por no pensar en eso antes. Ella es
humana. Los humanos son frágiles.
—Hay un odre de agua pegado a la silla —digo,
alcanzando el mío—. Debería estar colgando a tu izquierda.
—Oh. Muy bien. —Su voz se quiebra por la sequedad en
su garganta y me siento aún peor.
He estado tan consumido por mi orgullo herido que no
he pensado en ella lo suficiente. La culpa y la inseguridad
reemplazan la ira en mí.
Siempre me he preguntado qué tipo de compañera sería.
No soy amigable y extrovertido como los otros reyes de Valora.
Mi primo Kirian siempre ha sido carismático sin esfuerzo. La
gente del Reino de la Noche adora literalmente el suelo sobre
el que camina. Luego está Damon, el gobernante del Reino de
los Sueños. Con su ingenio y humor, puede ganarse a
cualquiera.
No es de extrañar que los otros dos reyes encontraran a
sus compañeras, rompieran la maldición y vivieran felices
para siempre. No, no fue un camino fácil para ellos, pero sus
mujeres se sintieron completamente dedicadas a ellos desde
el momento en que se conocieron.
A veces, el amor puede marcar la diferencia.
O eso me han dicho.
Me gustaría averiguarlo por mí mismo.
¿Pero yo? Solo soy un gilipollas hosco.
Casi me siento mal por Maelyn por quedarse atascada
conmigo.
—¡Oh! —La exclamación de Maelyn sale como un
gorgoteo húmedo.
—¿Estás bien? —Troto hacia ella.
—Está fría —dice con asombro y un rayo de satisfacción
me llega a través de nuestra conexión.
Mientras bebe más agua, su felicidad momentánea me
contagia y una sonrisa tira de mis labios.
—Sí. Es la niebla de la cascada. Siempre se mantiene fría
y es muy refrescante.
—Yo… yo me lo bebí todo. —Hay una nota de vergüenza
y disculpa en su declaración jadeante.
—Entonces puedes quedarte con el mío también. —
Desato el odre de agua de mi propia silla y lo extiendo hacia
ella.
—¿No lo necesitas?
—Ahora no. Además, tenemos muchos más guardados.
—Inclinando la cabeza hacia el carro, indico los artículos de
viaje que hemos amarrado en la parte superior—. Tenemos
más de lo habitual porque ayer tuvimos una reunión
comercial con los delegados del Reino de la Noche. Además,
nunca salgo de casa sin un par de semanas de artículos
esenciales.
—¿Te quedas en la carretera tanto tiempo?
—Algunas veces. —Por mucho que me guste hablar con
Maelyn, especialmente cuando ella no está tratando de
convencerme de que no pertenecemos juntos, tenemos
lugares para estar—. Vámos.
Empiezo a dar vueltas de nuevo cuando ella me detiene.
—En realidad... el camino es lo suficientemente ancho
como para que dos caballos monten uno al lado del otro,
¿verdad?
Volviendo la oreja hacia las hojas y los árboles que
susurran con la brisa, calculo una distancia de tres metros y
medio entre un lado y el otro.
—Sí, supongo.
—¿Puedo montar a tu lado?
Quiere estar cerca de mí. A ella le gusta mi compañía. Es
un cambio tan rápido de cómo estaba actuando antes, pero
no lo voy a cuestionar.
—Sí, por supuesto. —Haciéndole señas para que se una
a mí, la orden manual más para Gander que para Maelyn,
reanudo un paso firme y espero a que ella diga algo. Ojalá
algo feliz.
Afortunadamente, ella no defrauda.
—Gander y Zander. ¿Rimaste los nombres a propósito?
—No. Gander fue confiscado a un ladrón que atrapamos.
Ese ya era su nombre, así que lo guardé.
—Un ladrón. Así es como llamaste a los hombres que
secuestran mujeres.
—Correcto.
—¿Hacen mucho eso?
—No tan a menudo como solían hacerlo. Era más
frecuente cuando mi padre era rey.
—¿Por qué ya no es rey? ¿Porque dejó que sucediera?
¿Se rebeló la gente o lo que sea?
Una cosita tan ingenua. Maelyn cree que la mayoría de
los ciudadanos derrocarían a un rey corrupto.
Ella ve lo mejor en las personas.
Incluso si no fuéramos una pareja predestinada,
encontraría esa cualidad increíblemente entrañable. Y suerte
también.
Porque voy a necesitar que ella vea lo mejor de mí,
incluso cuando sea difícil de encontrar.
Lo último que quiero hacer es empañar su feliz
ignorancia con la verdad sobre nuestro reino.
Desafortunadamente, es inevitable. La historia del Reino del
Día está, como dirían los humanos, jodida.
Decido que mi respuesta sea breve.
—Él... —hago una pausa, no queriendo decirle a Maelyn
que maté a mi propio padre. Que cambié a la forma de un
grifo, lo perseguí y le arranqué la cabeza del cuerpo con mi
propio pico... —murió hace cinco años.
—Oh, lo siento, Zander. Eso es terrible.
Mi respuesta es solo un gruñido. Serpenteamos a buen
ritmo durante un minuto, luego ella vuelve a hablar.
—Sabes, de donde yo vengo, se supone que la gente se
conoce antes de comprometerse.
¿Qué hay que saber? Ella es mi compañera. Soy suyo.
Fin de la discusión.
No creo que a ella le guste esa respuesta, así que le digo:
—Si pudieras preguntar algo sobre mí, ¿qué sería?
—Bueno, nos acabamos de conocer, así que no tiene por
qué ser profundo o complicado. Cosas simples, como ¿cuál es
tu color favorito?
No sé cómo responder porque no tengo un color favorito.
Cuando estoy en forma de grifo, puedo ver. Puedo ver muy
bien. Nunca he pensado en colores en una gama de más
preferidos a menos preferidos.
Para ser honesto, no tengo nada favorito.
—Verde —adivina, rebotando un poco y puedo escuchar
la sonrisa en su voz cuando canta—, apuesto a que es verde.
Bueno, antes no tenía predilección, pero ahora sí.
Ahora, mi color favorito es el verde. Siempre lo asociaré
con la primera vez que Maelyn se sintió realmente feliz a mi
alrededor.
—Estás sonriendo —exhala Maelyn, pareciendo
sorprendida por la sonrisa que no sabía que estaba usando—.
Acerté.
—Lo hiciste.
Chilla como si acabara de ganar un concurso y mi
sonrisa se ensancha.
Los músculos de mi cara se sienten extraños. Un poco
cansados y temblorosos, como si no supieran cómo mantener
esta expresión en su lugar durante tanto tiempo. Pero se
siente bien.
Lo único que haría que este momento fuera mejor es si
pudiera ver el hermoso rostro de Maelyn sonriéndome.
Todavía no sé qué aspecto tiene, pero no importa. Ella es
maravillosa. Puedo decirlo. Ya sentía su pequeño cuerpo
suave contra el mío, su cabello sedoso haciendo cosquillas en
mi brazo cuando la sostuve a mi lado.
No puedo esperar a estar tan cerca de ella de nuevo. Mi
polla se contrae ante el pensamiento y cuando percibo el olor
dulce y ligeramente floral de Maelyn en la brisa, mi erección
crece. Mis pantalones se aprietan. Haciendo una mueca por el
confinamiento, ajusto mi posición en la silla para aliviar la
presión sobre mis bolas doloridas.
El sudor estalla en mi frente y no es por el calor.
Es pura necesidad, impulsada por el vínculo.
—¿Estás bien? —pregunta Maelyn, preocupada—. Estás
temblando. ¿Te lastimaste antes?
Intento hablar, pero en su lugar sale un gruñido salvaje.
Maelyn jadea un poco cuando su miedo aumenta.
Maldita sea. Ni siquiera me había dado cuenta de que mi
pecho estaba traqueteando por un cambio amenazante. Cierro
los ojos, con la esperanza de ocultar la forma en que mis
irises cambian de forma justo antes de que suceda.
La presencia de Maelyn está poniendo a prueba mi
control.
—Estoy bien —respondo con brusquedad—. Es probable
que un labio roto y un par de moretones ocurran en una
pelea. Sin embargo, Kai me curó, así que estoy como nuevo.
—Me alegra oírlo. —Su sinceridad hace que algo se
retuerza en mi pecho.
—¿Tú… —me apago, de repente inusualmente tímido.
—¿Yo qué?
—¿Sentiste cuando me golpearon? —He podido sentir su
dolor todo el día, así que solo puedo asumir que ella también
sintió el mío.
Hay una pausa confusa.
—Lo siento, no estoy segura de lo que estás
preguntando. ¿Por qué sentiría algo que te pasó?
Mmm. Obviamente, estamos en diferentes longitudes de
onda. Me pregunto por qué estoy absolutamente desesperado
por ella, mientras que ella es bastante indiferente hacia mí.
Estoy en sintonía con cada sensación y cada cambio en sus
emociones, pero ella parece completamente ajena a mis
sentimientos.
Tal vez sea la mente sobre la materia. Demasiado
pensamiento racional. De donde ella viene, el amor es a
menudo una elección. Las almas gemelas no están
conectadas de la misma manera intensa que aquí.
El vínculo entre parejas predestinadas es mágico.
Irresistible.
¿Cuánto tiempo podrá Maelyn resistir el tirón? ¿Será lo
mismo con nosotros que con otros compañeros de la historia?
¿Se dejará abrumar por el camino y se lanzará sobre mí esta
noche?
Ajustando discretamente mi erección, escucho
atentamente cualquier indicio de que ella está excitada.
Respira acelerada. Pulso rápido.
La atracción fugaz que había notado en ella antes se ha
ido.
Todo lo que detecto ahora es un trasfondo de
nerviosismo, tristeza y determinación. El miedo ha
disminuido, pero el júbilo que debería estar experimentando
está trágicamente ausente.
Me desinflo.
Parece que no vamos a consumar nuestra unión a corto
plazo.
8
Maelyn
Siento que estoy de vuelta en los senderos del
campamento. No tengo que conducir. Las riendas son inútiles
en mis manos. Gander parece conocer este camino, como si
pudiera recorrerlo en sueños. Estoy montando, pero
literalmente no hay ninguna habilidad involucrada.
Quiero galopar. Sentir el viento en mi cabello. Estar en
control.
Mi estómago da un fuerte gruñido, rápidamente Zander
señala otra bolsa pegada a la silla.
—Hay frutos secos y nueces ahí.
No tiene que decírmelo dos veces.
Agarro la bolsa de cuero y tiro del cordón marrón. Mi
plan para quitarle los pantalones a Zander, en sentido
figurado, por supuesto, tendrá que esperar mientras me lleno
la boca.
—Lo... lo siento —se disculpa Zander, las palabras
forzadas como si no fuera algo que dice a menudo—. No estoy
acostumbrado a pensar en las necesidades de los demás. Si
hay algo que deseas, dímelo. Me aseguraré de que lo consigas.
Excepto irme. No me dará eso.
Me muerdo la lengua porque mendigar no es parte del
plan.
Necesito que Zander crea que he aceptado esta situación
para que baje la guardia. Tiene que pensar que estoy de
acuerdo con este matrimonio. Y la única forma de hacerlo es,
bueno, ser yo misma. Realmente, no va a ser tan difícil. Seré
dócil, dulce y habladora.
Y en cuanto me dé la espalda, escaparé.
Se trata de esperar el momento adecuado. Quizás podría
robarle uno de esos portales a Thayne.
—Y pronto —continúa Zander, ajeno a mis intrigas
internas—, deberíamos alcanzar a los demás. A estas alturas,
mis hombres se habrán detenido a cazar carne fresca para
alimentarnos a todos.
¿Cazar?
—¿Supongo que ustedes no tienen un Walmart o algo
así?
—¿Un qué?
—¿Una tienda? ¿Que vende comida?
—Cada pueblo tiene un mercado —responde con el ceño
fruncido—. Pero los vendedores suelen vender sus productos
en el exterior.
—¿En el exterior?
—En carpas.
Ausentemente, asiento con la cabeza mientras la
extrañeza de este mundo me golpea de nuevo.
—¿Tienen coches aquí? ¿Televisión? ¿Radio? ¿Teléfonos?
Zander niega lentamente con la cabeza.
—No. Nada de eso. Si lo hiciéramos, los duendecillos
morirían por los humos y las frecuencias.
—¿Duendecillos?
Levantando las manos, Zander indica un espacio de
aproximadamente veinte o veinticinco centímetros de alto.
—Pequeñas cosas que vuelan. Se parecen un poco a las
personas, pero son diminutos. También son muy rápidos,
reservados y codiciosos. Supongo que son nuestros teléfonos,
en cierto modo. Los contratamos para que transmitan
mensajes a lugares lejanos.
—Interesante.
Tendré que creer en su palabra porque no planeo estar
aquí el tiempo suficiente para ver uno por mí misma.
Será un poco más difícil escabullirse una vez que nos
encontremos con los demás en el grupo de viaje. Más ojos
estarán puestos en mí, pero tal vez podría contar con la
ayuda de mis compañeras humanas. El hecho de que quieran
quedarse no significa que no me ayudarán a escapar.
Olfateando, Zander inclina la cabeza y señala la
carretera.
—Estamos cerca y estamos de suerte. El almuerzo
todavía se está cocinando.
Huelo el aire, tratando de captar un poco de lo que olía.
Después de unos seis metros más, hay una pizca de humo.
Como una fogata y algo sabroso.
Se me hace la boca agua.
Cuando damos la vuelta a una curva, hay dos soldados a
ambos lados de la carretera en la distancia. Son inexpresivos,
sus cuerpos rígidos mientras sostienen lanzas mientras nos
acercamos.
—Rey Zander —dan la bienvenida al unísono.
Zander mueve un brazo hacia mí con una insinuación de
una sonrisa en sus labios.
—Y reina Maelyn.
Sus ojos se abren cómicamente cuando su atención se
centra en mí. Cayendo de rodillas, me saludan formalmente.
Aturdida, corto mis manos en el aire.
—Oh, no tienen que hacer eso. En realidad. Sólo Maelyn
es lo que prefiero.
—Ella es la reina, y te dirigirás a ella como tal —Zander
contradice firmemente.
Avergonzada, los saludo y le lanzo una mirada a Zander.
Ojalá dejara de decirle eso a la gente. Cuanta más gente
piense que soy especial, más me estarán mirando.
Pero la advertencia de ojo maloliente que le doy no hace
nada para evitar que se lo cuente a todo el grupo. En un
minuto, todos en la gran reunión se enteraron de la noticia.
Incluso los humanos están arrodillados y murmurando
promesas de lealtad eterna como si hubieran estado aquí toda
su vida.
—¡Reina Maelyn! —alguien grita desde el interior de una
carreta estacionada en la carretera. Tiene aproximadamente
la longitud de un vagón de tren y es todo de metal. Las
ventanas pequeñas tienen rejas y, por lo que puedo ver, está
lleno hasta los topes de gente.
Son los prisioneros. Uno de ellos atraviesa los barrotes y
su brazo chisporrotea cuando toca el metal, como si estuviera
caliente.
—Ten piedad de nosotros. Por favor. Mi reina fantástica.
Los cánticos de piedad comienzan desde dentro, y se
cortan rápidamente cuando Zander hace un gesto con un
dedo sobre su garganta.
Por una vez, él y yo estamos en la misma página.
Realmente tienen algo de valor para pedirme ayuda. Como si
pudiera hacer cualquier cosa para mejorar su situación.
Como si quisiera.
Bendice sus corazones.
En una rara demostración de crudeza, les saco el dedo
medio. Varios de los humanos se ríen entre dientes, pero
todos los faes estudian mi dedo medio como si no tuvieran
idea de por qué lo sostengo.
Aparentemente, el gesto J-ete no es universal.
Todo el mundo está de rodillas todavía y me muevo
torpemente. ¿Cuánto tiempo suele durar esto?
—Tengo hambre —no le digo a nadie en particular, y
Zander asiente.
—Vamos a comer ahora.
Afortunadamente, su deseo de comida hace que sus
soldados se pongan en marcha.
Antes de que pueda deslizarme del caballo, un guerrero
se acerca a Zander. Es el chico de las cicatrices, Kai.
—Sus majestades, es posible que no quieran quedarse
aquí demasiado tiempo. Obtuvimos información de Byris.
Zander se sienta más derecho en la silla.
—¿Sobre Gideon?
—Si y no. —Haciendo una pausa, Kai me mira.
—Puedes hablar libremente frente a la reina —le dice
Zander, enfatizando la palabra como si realmente disfrutara
diciéndola.
Me abstengo de dejar escapar un suspiro exasperado.
—Está bien. —Kai cambia su enfoque entre nosotros,
como si nos estuviera informando a los dos—. Hay una
destilería no autorizada al sur de Olphene.
Un músculo hace tic en la mandíbula de Zander.
—Podemos prescindir de algunos guerreros. Envía a tres
o cuatro hombres para que se encarguen de ello.
—Se trata de unas instalaciones experimentales —Kai
está firme, luciendo tan infeliz como el rey—. Y Gideon es el
dueño.
—Maldita sea. No hemos tenido uno de esos en un
tiempo, pero no me sorprende que el cabrón sea el cerebro
detrás de eso.
Kai asiente.
—Parece que Byris está al tanto cuando se trata de redes
subterráneas.
—Entonces lo usaremos a nuestro favor. Extráele todo lo
que sepa sobre Gideon, incluido su paradero.
—Byris afirma que no sabe dónde vive o hace negocios
Gideon, pero Pippin recopiló algo del sitio de subastas. —Kai
le hace un gesto a otro chico para que se acerque.
Debajo del delineador negro ahumado alrededor de sus
ojos, puedo decir que Pippin es más joven que el resto de los
chicos. Es más delgado, su rostro es más fino y, en lugar de
afeitarse los lados de la cabeza, hay intrincadas trenzas que
recubren su cuero cabelludo, mientras que el cabello rubio en
la parte superior está peinado como un mohawk encrespado,
terminando en una cola de caballo en la parte posterior. Es el
estilo más elaborado que he visto hasta ahora. Compensación
excesiva. Como si estuviera tratando de compensar su
juventud con un gran peinado.
Sonriendo, levanta una tela blanca manchada, sus ojos
turquesas brillan con orgullo.
—Esto me ayudará a encontrar a Gideon.
Zander arruga la nariz y yo trato de no darme cuenta de
lo linda que es la acción.
—¿Es un pañuelo ensangrentado?
La expresión emocionada de Pippin flaquea.
—Es el diente de Gideon.
Ahora soy yo la que arruga la nariz. Recuerdo haber visto
el diente volar hacia el escenario. Lo que no entiendo es por
qué Pippin lo tiene, o cómo se supone que eso ayuda.
Claramente complacido, el pecho de Zander se hincha
con una respiración profunda.
—Buen trabajo.
El joven soldado sonríe.
—¿Quiere que vaya a la destilería?
Pasan unos segundos mientras Zander inclina la cabeza
de izquierda a derecha, pareciendo tener una discusión
interna consigo mismo. Como si estuviera sopesando los pros
y los contras de la oferta de Pippin.
Se muerde el labio inferior, chupándolo por un segundo.
El calor inunda mis mejillas cuando la carne regordeta sale
húmeda.
No puedo evitar imaginar esos labios en los míos.
Besándome.
Esa molesta opresión en mis pezones regresa y comienza
un latido entre mis piernas.
Como si Zander pudiera sentir mi mirada, mira en mi
dirección. Rápidamente muevo mis ojos hacia los árboles
porque no debería alentar este enamoramiento que tiene por
mí.
Finalmente, dice.
—No, Pippin. No desperdicies tu poder. Si Gideon es el
dueño de la destilería, podríamos tener suerte y encontrarlo
allí.
—Pero si no lo está, podría ayudar a localizarlo —ofrece
el joven soldado con entusiasmo.
Zander me mira y niega lentamente con la cabeza.
—Abordemos un problema a la vez. La reina estará
cansada después de este viaje. Empácanos algo de comida y
nos pondremos en camino.
9
Zander
Este cambio de planes no es bienvenido. Estoy a punto
de presentarle a Maelyn una de las realidades más feas de
Valora.
—¿Ese tipo dijo algo sobre una destilería? —Maelyn se
acerca a mi lado, parece revitalizada ahora que ha terminado
su almuerzo de carne asada y bayas frescas.
—Lo hizo.
—Fui a una destilería de whisky el año pasado en mi
cumpleaños. Fue la primera vez que me emborraché. Y la
última. Santa resaca, Batman. ¿Es ese tipo de destilería? —
Mantiene su tono ligero. Burlón, incluso. Ni siquiera puedo
apreciar su alegría porque estoy de muy mal humor.
—No.
—Mencionó experimentos. ¿Es un laboratorio de
ciencias?
—Haces muchas preguntas. —¿Todas las mujeres son
así de conversadoras?
—Oye, no pedí estar aquí. Puedes despedirme si quieres.
—Nunca.
—Bueno, también podrías decirme hacia dónde nos
dirigimos y por qué parece que prefieres beber una botella de
aceite de ricino que ir allí.
Suspiro. Supongo que no puedo postergar más el tema.
—Hay una historia que debes conocer primero. Hace
mucho tiempo, cuando mi abuelo Zed todavía gobernaba el
Reino del Día...
—¿Cuánto tiempo?
—Más de dos mil años.
Maelyn silba.
—Sigo olvidando cuánto tiempo viven ustedes.
—Serás tan vieja como yo algún día, y luego verás que
un par de milenios no es tanto tiempo.
Se burla, incrédula.
—De acuerdo, seguro.
—De todos modos, una plaga arrasó el reino durante el
gobierno de Zed. Solo mató a mujeres en edad adulta y...
—¿Por qué sólo mujeres adultas?
—Porque no fue aleatorio. Fueron atacadas a propósito.
Recuerda, aquí no tenemos virus. Fue una maldición
enfermiza de un poderoso aquelarre de brujas.
—¿Hay brujas?
—Sí, pero este aquelarre específico ya no existe. Todas,
excepto una de las miembros, murieron hace unos años.
—¿Cómo murieron?
—¿Siempre interrumpes a las personas cuando intentan
contarte una historia? —pregunto, atrapado a medio camino
entre divertido e irritado.
—En realidad, sí —admite tímidamente—. Mi cerebro
funciona a veces más rápido que mi boca. Me emociono y
siento la necesidad de obtener una aclaración o dar una
opinión demasiado pronto, y luego el tema se desvía por un
montón de tangentes. Lo siento. Me quedaré callada.
Por los soles, es adorable.
—No me importan tus preguntas, Mae —digo en voz baja
—. A veces es difícil recordar lo confuso que puede ser Valora
para alguien nuevo. Vamos de camino a una destilería de
agua diurna. Resplandor es como la gente llama al producto
terminado. Es una sustancia volátil y, en primer lugar, no
puedo culpar a nadie más que a mí mismo por su creación. —
Suspiro—. La primera vez que apareció la plaga, duró varios
años antes de desaparecer misteriosamente. Luego reapareció
hace unos seis años. Cuando la gente todavía estaba enferma
y moribunda, tomé el asunto en mis propias manos e inventé
la medicina concentrada. El agua diurna puede curar, así que
pensé que si amplificaba esas propiedades a través de la
destilación, podría curar la enfermedad.
—¿Lo hizo?
—No. Todo lo que terminé haciendo es crear una nueva
crisis. Has visto los poderes que poseemos algunos, como
cuando Marek te curó. Bueno, las habilidades de los fae
también pueden ser destructivas. Algunos pueden empuñar
fuego, controlar el clima o comunicarse con la vida silvestre.
El Resplandor tiene un efecto secundario: mayores poderes.
—Me imagino que eso podría ser peligroso.
—Mucho. Además de eso, recientemente la gente ha
estado tomando la sustancia concentrada y destilando más
para hacer Blaze. Es por eso que intentamos destruir las
instalaciones lo más rápido posible: Blaze tarda más en
producirse y sale en cantidades mucho más pequeñas.
Cuanto antes podamos interrumpir su proceso, mejor. Tal
como está, el Resplandor es altamente explosivo si se mezcla
con polvo de estrellas. Afortunadamente, el polvo de estrellas
solo proviene del Reino de los Sueños, y estamos lo más lejos
posible de ese reino.
—¿Cuántos reinos hay en Valora?
—Tres. Día, noche y sueño. El reino entre el día y la
noche es donde nos casamos. Es un territorio neutral, no
gobernado por nadie.
Maelyn se calla mientras procesa toda la información que
acabo de distribuir.
Me está mirando de nuevo. Puedo sentirlo. Porque cada
vez que me estudia, tengo estas sensaciones tentadoras a
través de nuestro vínculo. Calidez en mi corazón y calor en mi
polla. Mi corazón comienza a latir con fuerza y se me erizan
los vellos de los brazos.
Si sus ojos me afectan tanto, ¿qué harían sus manos? ¿O
su boca?
—Entonces, estabas diciendo —recuerda Maelyn—. ¿La
plaga mató mujeres?
—Sí. —Sacudo la cabeza, deseando que mi cuerpo se
calme—. Diezmó a la población femenina. Noventa y cinco por
ciento, para ser exactos. Fue entonces cuando comenzó el
secuestro. Nuestros hombres querían mujeres y fueron a
otros lugares para conseguirlas. Se convirtió en una práctica
común. Después de que mi padre Zarid se hizo cargo, fingió
no darse cuenta. Él simplemente... dejó que sucediera.
—¿Han estado sacando mujeres de la Tierra durante
miles de años?
—No. Recuerda la diferencia horaria entre la Tierra y
aquí: un año en Valora es un día de donde vienes.
—Así que eso es... —La voz de Maelyn es tranquila, como
si estuviera hablando consigo misma—. Dos mil algo dividido
por trescientos sesenta y cinco… ¿Cómo siete u ocho años?
—Suena justo. —Me quedo callado por un momento,
dándole la oportunidad de hablar si lo desea. Cuando no lo
hace, continúo—: Incluso con los secuestros, el Reino del Día
nunca se recuperó. La proporción de hombres a mujeres era
de siete a uno cuando reapareció la plaga. Pudimos
contenerla un poco mejor la segunda vez con estrictas
cuarentenas, pero aún así perdimos a muchas de nuestras
ciudadanas. Ahora la proporción es de diez a uno.
—Vaya. Esa es una gran diferencia.
Asiento.
—La fertilidad de las fae no es buena para empezar, por
lo que concebir hijos puede ser difícil. Después de la segunda
ola de plaga, el comercio sexual empeoró más que nunca. Fue
entonces cuando asumí el control y he estado haciendo todo
lo que estaba en mi poder para detenerlo desde entonces.
—Los criadores —dice pensativamente—. Sasha dijo algo
sobre las parejas en la subasta.
—Sí. Estaban allí para comprar una hembra fértil con la
intención de embarazarla y llevarse al niño.
Ella hace un sonido de disgusto.
—Ahora, no estoy sugiriendo esto como una opción, en
absoluto, pero si quieren tanto a los niños, ¿por qué no se
llevan a los bebés? —Un grito ahogado se le escapa mientras
se agarra el estómago—. ¿O lo hicieron?
—No, no toman niños. Sus razones podrían tener más
que ver con su preocupación por mancillar el linaje que con
ser morales. Prefieren embarazar a una mujer humana con
un bebé mitad fae que traer un debilucho a su familia.
—Un debilucho. —Maelyn se ríe—. No estoy segura de si
debería sentirme insultada o no. Es mi clase de la que estás
hablando.
—La mía también.
—¿Qué?
—Nací mestizo. Mi madre fue una de las primeras
mujeres humanas en ser traídas aquí contra su voluntad
cuando mi padre la agregó a su harén de mujeres.
—Oh. —Maelyn hace una pausa, sonando triste—. ¿Pero
eligió quedarse?
—No tenía otra opción. —Es la respuesta más sencilla
que puedo dar en este momento.
Ya he dicho más que suficiente. Por mucho que quiera
que Maelyn me conozca, hay historias que prefiero guardar
para más adelante.
Más tarde, cuando no me sienta tan crudo y expuesto.
Cuando haya tenido tiempo de adaptarme al cambio
repentino en mi vida. Cuando tenga un poco más de
confianza, Maelyn no me encontrará repulsivo e inadecuado
por el sufrimiento que he soportado.
—¿Qué quieres decir con que no tuvo otra opción? —
Traga—. ¿Como... como si yo no tuviera otra opción?
Su pregunta me golpea en el estómago como un golpe
físico.
La comparación no es la misma. No lo es. Ella es mi
compañera predestinada. Es preciosa más allá de las
palabras.
Aún.
La culpa me devora.
No me gusta.
—El camino podría volverse más estrecho más adelante
—digo, cuidando mis palabras para no lastimarme con una
mentira—. Guiare hasta que lleguemos a nuestro destino.
Apretando los costados de Onyx con mis botas, lo
empujo hacia delante, dejando a mi pareja detrás de mí. Su
decepción por el abrupto final de nuestra conversación es otra
patada rápida, pero no quiero hablar de su cautiverio. Porque
arroja luz sobre uno de mis peores temores: que me parezco
más a mi padre de lo que pensaba.
10
Maelyn
Mi plan para ser dulce y encantadora se está
desmoronando rápidamente.
La negativa de Zander a reconocer cómo me tomó contra
mi voluntad es indignante.
¿Quiere raptar a una mujer? Lo mínimo que puede hacer
es reconocerlo.
Después de que cortó la conversación y siguió adelante,
viajamos en silencio durante un par de horas antes de llegar a
un claro donde dijo que estableceríamos un campamento para
pasar la noche. En ese tiempo, he alcanzado niveles
trepidantes de molestia.
No recuerdo la última vez que estuve tan enojada. Tal vez
cuando Paige se fue a ver a un chico que nunca había
conocido a una ciudad a dos horas de distancia. No era sólo el
hecho de que ella quisiera coquetear con un tipo que solo
conocía de Internet, me molesté porque estaba borracha
cuando se fue. Como sabía que no estaría bien con la idea de
que conociera a un extraño para empezar, se fue sin
decírmelo. Nunca llegó a ver al chico. Terminó siendo
detenida a más de veinte minutos de distancia, fue arrestada
y perdió su licencia por conducir bajo la influencia del
alcohol.
No estoy segura de si eso me convierte en una buena
amiga o en una mala, pero me sentí aliviada después de eso.
Debido a la policía, no tuvo un accidente y no se encontró con
un posible asesino en serie. Y no pudo conducir durante seis
meses, por lo que le resultó más fácil no meterse en
problemas.
El lado bueno.
Pero aquí no hay policía. Nadie va a detenernos y parar
esta locura. El hombre que es la ley me tiene bajo su control.
O en su tienda, si estamos siendo literales al respecto.
Esto es más como “campamento de lujo”. Es un
campamento real, con frijoles cocinándose sobre un fuego y
todo, pero la tienda de Zander tiene todas las comodidades.
La estructura blanca es al menos dos veces más grande que
las otras para Thayne, Marek y Torius. Estoy sentada en un
suave colchón desplegable que es tan ancho como una cama
de matrimonio y está cubierto con sábanas blancas y
almohadas peludas blancas. Las cajas están colocadas en
ambos lados como mesitas de noche. Dado que el lienzo
grueso mantiene la brillante luz del día fuera, hay velas
colocadas en cada una.
Dos cofres se alinean en una de las paredes. Los baúles
parecen anticuados, hechos de madera intrincadamente
tallada con tapas curvas.
Caminando de puntillas hacia uno de ellos, jugueteo con
el pestillo.
Me pregunto si hay portales aquí.
Hay un ojo de cerradura que indica que está bloqueado,
pero cuando presiono los lados metálicos, la parte superior se
abre.
Tropiezo hacia atrás.
Armas. Dentro hay muchos objetos afilados. En serio,
¿quién necesita tantas espadas y cuchillos?
—Si buscas ropa, es el otro. —La voz de Zander me hace
estremecer, y miro hacia atrás para verlo de pie justo dentro
de la puerta.
Mi corazón late con fuerza por haber sido sorprendida
husmeando.
Ropa. Correcto. Vayamos con eso.
Manteniendo la pretensión de buscar un nuevo atuendo,
me dirijo al segundo baúl. Cuando miro adentro, solo
encuentro grandes camisas blancas y pantalones caqui.
—¿Tienes algo que me quede bien?
Zander frunce el ceño.
—Puedes ponerte cualquier cosa mía.
Examino sus anchos hombros y sus gruesos muslos.
—Eso sería un no, entonces.
Pensando, se frota el labio.
—Las camisas podrían ser más como un camisón. Serán
más cómodas para dormir que lo que llevas puesto.
—De acuerdo. —Levantando el algodón limpio y liviano,
pregunto—: ¿Dónde está mi tienda?
Zander levanta las manos en un gesto de encogimiento
de hombros.
—Estás parada en ella.
—Esta es tu tienda.
—Nuestra.
Frustrada, resoplé.
—¿Podemos parar con esto?
—¿Con qué?
—Fingir que estamos casados.
—Lo estamos.
—Fingir que todo está bien.
—Lo está.
Gruño.
—Fingir que no me tienes aquí cuando todo lo que quiero
hacer es irme.
Zander suspira con cansancio. Es el mismo sonido que
alguien hace cuando tiene que explicarle las reglas de un
juego a un niño cuatro veces seguidas.
Sé cuándo me están volviendo loca con engaños. Actuar
como si estuviera siendo irracional por tener un ataque
cuando este es literalmente el peor día de mi vida es,
francamente, una mierda. Mi papá decía barcos y anclas en
lugar de mierda. Pero estoy aprendiendo rápidamente que la
vida es demasiado corta para sustituir las palabrotas cuando
estás furioso.
—Pareces ser un buen chico, ¿de acuerdo? —Intento
suavizar mi tono, pero no estoy haciendo un buen trabajo
para mantener la calma—. No creo que quieras hacerme
daño. Así que déjame ir.
Cruzando los brazos, la mirada de Zander permanece
pegada al suelo cuando dice.
—No.
Avanzando, invado su espacio personal.
—Lo mínimo que puedes hacer es mirarme a los ojos
cuando te pido mi libertad.
Se ríe, aunque no hay verdadero humor en el sonido.
—No, no puedo.
Mi cara se arruga.
—¿Qué…?
—Estoy ciego, Maelyn.
No estoy segura de qué es más impactante: él diciéndome
que es ciego o él usando mi nombre completo. No Mae. Ni
reina, ni esposa.
Por eso sé que habla en serio.
Inclinando la cabeza, lo miro a los ojos, realmente lo
miro. El resplandor amarillo ya no me asusta, así que estudio
las variaciones en su iris. La mayor parte del color es
brillante, como la luz de las velas, pero hay partes doradas
más oscuras, especialmente alrededor del centro.
Centrándome en sus pupilas oscuras, muevo la cabeza
hacia la derecha y noto cómo se mueven conmigo. Pero ahora
que estoy prestando atención noto un vacío allí. Es como si
estuviera mirando a través de mí.
—¿Quieres decirme que no puedes ver nada? —Mi voz es
más tranquila ahora, su admisión le quita el viento a mis
velas.
—Ni siquiera un poco.
—Pero... pero... —tartamudeo—. Pero me viste en ese
escenario.
—Te oí.
—Jugaste ese juego de ajedrez con Gideon.
Sostiene la reina blanca que cuelga de su cuello y frota la
base.
—Piezas encantadas. Cada una emite un sonido distinto
cuando se mueven. Sonidos que solo yo puedo oír. Sonidos
que he memorizado.
—Nunca te encuentras con cosas —discuto, como si
señalar que su buena movilidad de alguna manera volviera
falso lo que dijo—. Siempre sabes dónde estoy. —Alzando mi
mano, levanto dos dedos—. ¿Qué estoy haciendo ahora
mismo?
—Darme algo que los humanos llaman un signo de paz.
No estaba tratando de transmitir paz, pero no se
equivoca.
—¿Cómo haces eso?
—He estado sin mi vista desde que tenía cinco años. Los
fae ya tienen sentidos más intensos en comparación con los
humanos. Cuando perdemos uno, los demás se intensifican.
Mi audición es especialmente buena y he aprendido a usarla
en mi beneficio. La distancia no es difícil de calcular. El
movimiento del aire es muy revelador.
—Si no te importa que te pregunte, ¿Cómo te quedaste
ciego?
—El mismo aquelarre que causó la plaga, ellas me
maldijeron.
—¿Por qué harían eso?
—Venganza. —Soltando un suspiro, sacude la cabeza—.
Es un lío complicado, pero intentaré explicarlo. Las brujas no
causaron la plaga por diversión. El Reino de la Noche les
pagó. Fue una represalia contra nosotros por los crímenes
que el Reino del Día cometió contra ellas. Nuestro reino y el
de ellos estaban equivocados, y las brujas quedaron
atrapadas en nuestra guerra. Los soldados cazaron al
aquelarre para castigarlas por la plaga, y cuando encontraron
a las brujas, les cortaron los ojos. Estaban enojadas y querían
golpear a los miembros de la realeza donde les dolía: sus
hijos. Así que maldijeron a los príncipes.
—¿Es por eso que te brillan los ojos?
—No. Aproximadamente el diez por ciento de las
personas del Reino del Día tienen ojos que parecen más
brillantes. Es una mutación genética. Mi padre la tenía. Es
uno de los rasgos característicos que heredé de él, gracias a
los soles por eso.
—¿Por qué me hablas ahora de tu discapacidad? ¿Estás
tratando de hacerme sentir lástima por ti?
—Nunca querría tu compasión —afirma, con fuerza—.
Preferiría que me odiaras.
—Puede que obtengas ese deseo —me quejo.
—Es hora de dormir.
—¿Ya es de noche? —Es imposible saberlo aquí.
—No, pero necesitas una siesta.
La audacia. Puede que esté de mal humor, pero no soy
una niña.
—Quizás no estoy cansada.
Lo estoy. Estoy agotada, pero también tengo un subidón
de adrenalina. Ha estado todo el día. En algún momento, me
voy a estrellar. Simplemente no estoy lista para ser vulnerable
todavía.
—Duerme —ordena, su tono final mientras tira de las
sábanas de la cama.
—¿Siempre eres así de mandón?
Piensa por un segundo.
—Sí. Te despertaré cuando sea la hora de cenar.
Señala a un lado del colchón. No es una sugerencia. Me
está diciendo que me acueste. Como un perro.
Aún agarrando el camisón, digo.
—Date la vuelta.
—¿Por qué?
—Por privacidad.
—No puedo verte, Mae.
—Incluso si eres ciego, no me voy a desnudar frente a ti.
—Estas siendo ridícula. Cámbiate. —Su tono es tan
altivo. Tan parecido a un rey.
Mis puños se enroscan alrededor de la tela con tanta
fuerza que tengo miedo de que mis uñas puedan atravesarla.
—No puedo creer que realmente pensara que eras guapo.
Levanta una ceja.
—¿Crees que soy guapo?
—Pensé. Pasado.
—No entiendo. ¿Cómo puedes encontrarme guapo en un
minuto y no en el siguiente?
—Porque eso fue antes de que me engañaras para que
me casara contigo.
—Si te atraigo, deberías alegrarte de que estemos
casados.
Lanzo una carcajada.
—El matrimonio es mucho más que una atracción.
—Tienes razón. —Sigilosamente, se mueve hacia mí y
retrocedo hasta que el colchón detrás de mí me dobla.
Mi trasero aterriza en las suaves plumas con un “Oof”.
Zander se sienta a mi lado, tan cerca que nuestras
rodillas chocan.
—Mi matrimonio contigo es la unión de nuestras almas.
La promesa de estar juntos hasta el fin de los tiempos. El voto
de que te amaré, incondicionalmente, para siempre.
Con él tan cerca, el calor de su cuerpo se filtra dentro de
mí. Su olor me rodea. Si lo hubiera conocido de manera
tradicional, en el gimnasio o en la tienda de comestibles, y me
hubiera invitado a salir como un caballero, podría haber
dicho que sí.
Bueno, probablemente.
Probablemente definitivamente.
Hubiera dicho que sí.
Pero este arreglo inoportuno es tan poco tradicional
como lo es en los Estados Unidos de hoy en día. En menos de
doce horas, fui secuestrada, vendida como esclava sexual,
rescatada y luego secuestrada nuevamente.
Para colmo, supuestamente estoy casada con un
extraño. Demonios, pasé el día con Zander y ni siquiera sabía
que estaba ciego hasta hace cinco minutos.
Lo peor de todo es que actúa como si yo le estuviera
agradecida por haberme atrapado.
Inclinándose, inhala por la nariz y exhala con un
suspiro.
—Quiero besarte.
Mi corazón hace gimnasia dentro de mi pecho.
¿Está loco?
Esa es probablemente una de las peores cosas que
podría haber dicho. No sólo porque hemos estado discutiendo
y el momento es terrible, sino porque, independientemente de
nuestras circunstancias, he pensado en besarlo. Lo había
querido, su boca carnosa presionada contra la mía, y me
asusta el hecho de que podría gustarme. Mucho.
¿Y qué diría eso de mí?
—Tengo una regla de treinta días. —Espeto, admitiendo
algo que solo le he dicho a Paige—. No beso a un chico
durante los primeros treinta días que estamos saliendo. Si
todavía está por aquí después de eso, entonces sé que
realmente le agrado y que tiene buenas intenciones. Sé que
probablemente suene ridículo y estirado, pero he visto a las
mujeres acostumbrarse muchas veces. He visto personas que
dan cada parte de sí mismas y no obtienen nada a cambio. Mi
corazón se rompió por ellas y nunca quiero terminar en una
situación en la que me sienta descartada. Soy cautelosa.
Riesgo laboral, supongo.
Predigo que Zander me preguntará más sobre mi trabajo
o tal vez soltará algo sobre que no estamos “saliendo” y que
en realidad estamos casados, pero me sorprende.
—¿Y quién ha pasado tu prueba? —Su expresión facial
se oscurece, y juro que sus pupilas hacen esa cosa en la que
se ven alargadas por un segundo.
—Un chico. Había sido un amigo durante mucho tiempo
y sabía que le agradaba. Honestamente, no debería haberme
complacido con su idea de llevarlo más lejos. Nunca pensé en
él de una manera romántica, pero era agradable y nos
llevábamos bien. Fue fácil pasar el rato con él durante un mes
porque de todos modos ya pasamos mucho tiempo juntos, y él
estaba totalmente dedicado a la idea de estar conmigo.
—¿Y te besó?
Por el tono de advertencia en el voz de Zander, tengo la
sensación de que aquí hay una respuesta incorrecta. No le
gusta la idea de que bese a otra persona, eso es obvio. Pero
mierda. Fue en el pasado. Hace mucho tiempo. Y
honestamente apestaba y arruinó una amistad en el proceso.
—Si. Fue... decepcionante. —Me encojo de hombros—.
Supe tan pronto como nos besamos que no tenía sentido
tratar de tener una relación con él. Después lo evité durante
un par de días, luego rompí las cosas. Amistad terminada.
De repente, Zander se levanta y sale de la tienda. Sin
explicación, sin adiós. Simplemente sale.
Quedándome absolutamente quieta, espero a que
regrese.
Pasan los minutos.
¿Fue a buscar nuestra cena?
Me acerco sigilosamente a la puerta y asomo la cabeza
por la lona. No hay nadie a la vista. El fuego crepita debajo de
la olla de hierro fundido en medio del campamento. De vez en
cuando, la tapa hace ruido cuando sale vapor, pero aparte de
eso, no escucho nada.
Bien.
Aparentemente, la forma de conseguir que Zander me
deje en paz es hablando de besar a otros tipos. Lástima que
no tenga más historias sobre eso.
Pero en serio. ¿Quién es él para juzgar? Ni siquiera
quiero pensar en todas las mujeres con las que ha estado. De
donde yo vengo, los hombres pueden acostarse con docenas
de mujeres en un año, gracias a las aplicaciones de conexión.
Puede que no tengan tecnología moderna aquí, pero Zander es
un rey. Los reyes no necesitan Tinder.
No estoy celosa. No. De acuerdo, tal vez un poco, pero no
quiero admitirme eso a mí misma.
Más que nada, siento una punzada de arrepentimiento,
porque por más enloquecedor que pueda ser Zander, no
quiero lastimarlo. Y a pesar de la cantidad de mujeres con las
que ha tenido relaciones sexuales, hay una inocencia en él.
Una desorientación entrañable y exasperante cuando se trata
de mujeres y romance.
Pero esa desorientación podría ser su perdición y mi
ganancia.
Me ha dejado sin vigilancia.
Esta podría ser mi única oportunidad de escapar, y será
mejor que la aproveche antes de que regrese.
11
Maelyn
No soy la excursionista más preparada. De hecho, estoy
bastante segura de que mi padre me daría el regaño de mi
vida si pudiera verme ahora mismo.
Ramitas y palos raspan mis jeans mientras paso por el
bosque cubierto de maleza. Se enganchan en el camisón que
até alrededor de mis caderas, probablemente rompiéndolo en
pedazos, una pequeña rasgadura a la vez. Demasiado para
tener una prenda extra de ropa. Tengo un cuchillo enfundado
en la cintura de mis pantalones y un bolsillo lleno de mezcla
de frutos secos. Una de esas cantimploras está sujeta a la
pretina de mi cinturón y sigue golpeando mi cadera mientras
me tambaleo entre los arbustos. Al menos el agua
chapoteando en el interior me hace sentir un poco más
segura acerca de este escape mal planeado.
No hace falta decir que no conseguí un portal.
Ya era bastante arriesgado acercarse a los caballos en las
afueras del campamento para conseguir comida y agua.
Había pensado brevemente en llevarme a Gander, pero pensé
que tendría más éxito escabulléndome por mi cuenta.
Además, planeo evitar las carreteras, ya que es más fácil
permanecer escondida en los árboles.
Una pequeña rama azota mi mejilla, dejando un
pinchazo. Extiendo la mano para tocarlo y un poco de sangre
sale de mis dedos. Debería detenerme a limpiarlo. Lo último
que necesito es una infección, pero no tengo tiempo. Calculo
que llevo caminando unos diez minutos, no lo suficiente para
detenerme todavía.
Si puedo llegar a una ciudad, intentaré encontrar una
persona de confianza y contarle mi situación. Los portales
parecen ser bastante fáciles de conseguir; Thayne tiene una
caja completa de ellos.
—Ay —siseo mi queja cuando otra rama fibrosa me raspa
la parte superior del brazo.
¿Cómo me cortan tan fácilmente?
Al pasar cerca de otra, me inclino para alejarme de ella
mientras estudio su longitud en busca de espinas. Ahí es
cuando noto que viene hacia mí. Casi como si me estuviera
alcanzando.
Evito por poco ser cortada por esa, solo para ser cortada
por una rama diferente a mi izquierda.
—Hijo de un macho cabrío —exclamo por costumbre,
antes de enmendar mi declaración—. Perra. Perra, perra,
perra. —La blasfemia se siente bien al pasar por mis dientes,
y está completamente justificada.
Estos árboles se mueven solos.
Reconocer el tipo específico de árbol que es dañino es
fácil porque no tiene flores como las demás. Con enredaderas
flácidas y fibrosas en lugar de ramas verdaderas, me
recuerdan a los sauces llorones.
Hago zigzag para eludirlos, pero hay demasiados,
demasiado juntos. No sirve de nada.
—¡Para! —medio susurro medio grito, solo para darme
cuenta de que estoy hablando con plantas.
Manteniendo mi ritmo, me saco el camisón de la cintura
y me lo pongo. No me tomo el tiempo de abrocharlo, pero me
dará algo de protección en mis brazos.
Mientras me quito la cola de caballo y sacudo mi cabello
para protegerme el cuello, la advertencia inicial de Thayne
regresa para perseguirme.
Es demasiado peligroso ahí fuera.
Eso es lo que había dicho sobre el bosque. Pensé que
estaba hablando de animales salvajes o exposición a los
elementos. No árboles asesinos.
Giro en círculo para mirar hacia atrás, preguntándome si
debería regresar al campamento.
No.
Me prometí que me iría.
Adentrándome más hacia el bosque, encorvo los
hombros y trato de hacerme lo más pequeña posible mientras
acelero el paso.
Agachándome de algunas ramas más gruesas, noto que
la vegetación comienza a dispersarse un poco. Un pequeño
ruido de alivio resuena en mi garganta cuando veo un camino
de tierra delgada más adelante. Parece natural, no artificial.
Probablemente no dure mucho y esté rodeado de más árboles
asesinos, pero me permitirá correr un rato.
En el segundo en que mis zapatos tocan tierra firme en
lugar de un lecho de hojas, salgo corriendo. Me deleito con el
estallido de energía que está ejerciendo mi cuerpo. La
quemadura en mis piernas y pulmones me recuerda que estoy
viva. Puede que sea un desastre, pero soy libre.
Solo he avanzado unos diez metros cuando el suelo cae
de repente. Mi cuerpo se tambalea y cierro los ojos. Agitando
los brazos, espero el dolor de golpear algo sólido.
Pero no hay impacto, y tan rápido como el camino
pareció desmoronarse, estoy parada sobre algo sólido. Estoy
anclada, con las piernas en su lugar.
Cuando bajo la mirada, parpadeo al ver mis piernas
sumergidas en la tierra.
Solo que no es suciedad.
Es arena.
Arenas movedizas.
El material parece suelo seco y sólido hasta que se toca.
Tan pronto como deslizo mis dedos sobre la superficie
mojada, mi terrible situación me golpea con fuerza.
Intento levantar una de mis piernas, pero estoy
sumergida hasta las rodillas y es imposible. Gruñendo, lo
intento de nuevo, más fuerte esta vez. Pongo todo mi cuerpo
en el esfuerzo, envolviendo mis manos alrededor de mi pierna
para levantarla, pero pierdo el equilibrio y casi caigo de cara.
No puedo salir.
Estoy atascada y se siente como si estuviera siendo
succionada. Centímetro a centímetro, el nivel sube por mis
muslos.
Respiraciones rápidas entran y salen de mi pecho
mientras entro en pánico.
—Oh, mierda. Mierda, mierda, mierda.
El miedo, peor que cualquier otra cosa que haya sentido
hoy, se abre camino hasta mi garganta.
Si no salgo de aquí en los próximos minutos, estoy
muerta.
Muerta.
Usando mis dedos, empiezo a cavar alrededor de mis
piernas, recogiendo la arena y tirándola lejos. No hace nada
para ayudar. Cada vez que muevo algo, más viene corriendo
para ocupar su lugar.
Tal vez no debería moverme porque cuanto más me
muevo, más me hundo.
Ya casi me llega a la entrepierna.
Al darme cuenta de que debería deshacerme de cualquier
peso extra, tiro la cantimplora, el cuchillo y la camisa a un
metro y medio de distancia. Se encuentran con tierra firme.
Tan cerca, pero tan lejos. Si pudiera acercarme a ella, podría
arrastrarme fuera, pero estoy completamente inmóvil. Mis
piernas no se mueven en absoluto, y temo que si meto los
brazos dentro, me hundiré más rápido.
También debería tirar mis lentes. Extiendo la mano para
agarrarlos, solo para darme cuenta de que no están en mi
cara. Los marcos gruesos se han ido, pero todo lo que está a
la vista permanece nítido. Prueba de que lo que sucede a mi
alrededor es real y no un sueño o una alucinación.
Para colmo de males, los árboles asesinos comienzan a
venir por mí. Pululan a mi alrededor, cortando mi piel antes
de alejarse bailando. Mis antebrazos, mis hombros, mi cara.
Pensando que podría usar uno como cuerda, trato de
agarrarme de él para salir, pero me corta la palma
profundamente. Gritando, me suelto y aprieto mi mano
sangrante contra mi pecho.
Las arenas movedizas me llegan hasta el ombligo y tengo
que levantar los codos para mantenerlos fuera de la materia
húmeda y pegajosa. Aunque tener mis brazos en el aire los
deja expuestos a más cortes, los mantengo ahí. Quiero tanto
de mí misma fuera de este pozo como sea posible.
Durante el mayor tiempo posible.
Sin embargo, al ritmo que voy, estaré hundida en menos
de dos minutos.
Dejé escapar un sollozo angustiado.
No queda nada por hacer. Eso es todo. Así es como
muero.
Todo porque soy una chica estúpida que no podría estar
de acuerdo con casarse con un rey sexy.
Me arden los ojos cuando recuerdo lo feliz que se veía
Zander en la ceremonia. Cuán herido se sintió cuando le dije
que quería irme. Cómo me preguntó si podía besarme, y le
dije que no cuando, si soy honesta conmigo misma, quise
decir que sí.
Puede que esté loco, pero al menos persigue lo que
quiere. No vive con tanto cuidado como para no vivir en
absoluto.
Diferente a mí.
A medida que pierdo más de mi cuerpo en las arenas
movedizas, mi vida pasa ante mis ojos, pero no de la forma en
que la gente dice que lo hace.
Pienso en todas las cosas que no hice. Todas las fiestas
que me salté. Las innumerables noches de viernes que pasé
dentro, sola, porque tenía demasiado miedo de salir y cometer
errores.
Y el beso que realmente quería de Zander... nunca lo
conseguiré debido a una regla tonta que inventé cuando tenía
dieciocho años.
Me perdí.
Voy a morir aquí.
Incompleta.
Sangrando.
Sofocándome.
Grandes lágrimas caen por mis mejillas en pistas
calientes cuando pienso en Zander dándose cuenta de que me
he ido. Al principio, se enojará. Entonces estará preocupado.
Me buscará y nunca me encontrará, y estará devastado.
A no ser que…
No puedo estar demasiado lejos del campamento. Zander
había dicho que su audición había aumentado. Quizás no sea
demasiado tarde para mí.
—Zander —grito débilmente, mi voz se quebrándose
mientras lloro—. ¡Zander!
La arena me llega al pecho ahora, y la presión que ejerce
sobre mis costillas hace que sea difícil respirar bien.
—¡Zander! —grito más fuerte, pero todavía se siente
como si el aire se estuviera tragando mi grito.
Ahora estoy sumergida hasta las axilas. Puedo sentir la
arena fresca y húmeda que se eleva con cada inhalación que
tomo. Mi clavícula desaparece. Es como si el pozo fuera
codicioso. Sabe que está cerca de tenerme para siempre y
comienza a absorberme más rápido.
En unos segundos, seré devorada y desaparecerá
cualquier posibilidad de rescate.
Aún así, lo intento.
—Zander. —Es apenas un chirrido—. Zander. Ayuda,
ayuda, ayuda. —El canto sin aliento es todo lo que puedo
manejar mientras la arena cubre mi garganta.
Entonces recuerdo lo que Zander dijo sobre la pieza de
ajedrez que todavía está alrededor de mi cuello. Cuando se
toca la base, emite un sonido que solo él puede oír.
Buscando a tientas el cordón, lo agarro con los dedos y
lo tiro. Tiro un músculo de mi hombro esforzándome por
conseguirlo, pero lo logro.
Todo se queda en silencio cuando las arenas movedizas
llegan a mis oídos. Inclinando la cara hacia arriba, sostengo
al rey negro en el aire y froto la base con un frenético
movimiento de ida y vuelta.
—Ayuda. —Mis ojos se mueven rápidamente, deseando
ver un destello de piel bronceada, cabello oscuro e iris
amarillos.
No vendrá.
La arena juega en las comisuras de mi boca mientras
cubre mis mejillas. Más lágrimas caen mientras parpadeo
hacia el cielo azul brillante que se asoma a través de las hojas
de arriba.
Se acabó.
Respiro por última vez por la nariz, cierro los labios con
fuerza y la oscuridad me traga.
12
Zander
Malditos celos.
Los he experimentado antes, pero no hasta este punto, y
la emoción se apoderó de mí. He estado celoso de mi padre; de
la lealtad, el poder y la libertad que tenía. Incluso he estado
celoso de mis soldados, porque su falta de rango significa
menos responsabilidad. El peso de todo un reino no recae
únicamente sobre sus hombros.
Pero nunca me había sentido así por una mujer.
Mi lado racional me dice que la interacción de Maelyn
con el otro hombre fue en el pasado. Y, por como lo contó, no
lo disfrutó.
Por supuesto que no lo disfrutó.
Ella es mi compañera predestinada. No la de él. Estar
con alguien más que yo nunca se sentiría bien para ella, sin
importar con cuántos chicos saliera. Puede que no se dé
cuenta, pero esa es la verdadera razón por la que nunca fue
tentada por otra persona.
Avergonzado de mi falta de autocontrol, camino de un
lado a otro en el arroyo, esperando que el agua fría me calme.
Mis patas salpican con fuerza y dejan huellas profundas en el
barro blando. Resoplando, raspo algunas rocas con mis
garras.
Estoy decepcionado de mí mismo.
Cambié.
No quería, pero sabía que iba a suceder cuando los
huesos de mi pecho temblaron hasta que mis costillas
empezaron a separarse. Al menos llegué a la protección del
bosque antes de que el grifo se hiciera cargo. Corrí allí,
quitándome los zapatos, quitando mi precioso collar y
desabrochándome los pantalones en el camino. Mis soldados
lo vieron y desaparecieron. Siempre lo hacen cuando estoy
así.
Debería volver con Maelyn, pero necesito asegurarme de
que esta rabieta haya terminado antes de regresar. Si hubiera
cambiado en nuestra tienda, podría haberla lastimado. No
hay suficiente espacio y toda la estructura se habría
derrumbado sobre nosotros. Sin mencionar que estaría tan
aterrorizada que mi oportunidad con ella probablemente se
habría ido. Cualquier atracción que sintiera por mí habría
sido borrada.
Quizás debería tener miedo. Tal vez, en el fondo, se dé
cuenta de que no estoy en lo cierto. Una peligrosa
abominación.
—Zander. —Dejo todo movimiento.
Podría haber jurado que escuché a Maelyn decir mi
nombre, pero tal vez sea una ilusión. Cuando imploro nuestro
vínculo, me doy cuenta de que es difícil sentirla mientras
estoy cambiando. Es difícil saber si el dolor que persiste en mi
cuerpo es por ella o por el reajuste de mis huesos, pero estoy
recibiendo indicios de un terror abrumador.
—Zander. —Ahí está de nuevo.
Es débil, pero el grito de ayuda es inconfundible y
proviene de la dirección opuesta al campamento. Miro hacia el
bosque.
—Zander. —Más silencioso ahora. Su voz está demasiado
lejos.
¿Qué ha sucedido?
Presa del pánico, tomo vuelo.
Mi envergadura es tan amplia como el arroyo, y las
puntas de mis plumas chocan contra algunos árboles
mientras me elevo sobre el bosque y me dirijo hacia el este.
—Zander. —Solo un susurro. Un grito desesperado de
ayuda.
La fuerza de Maelyn se está desvaneciendo y su
devastación me golpea.
Incluso podría estar muriendo y no sé dónde está.
Le grito, pero el único sonido que sale de mi pecho es un
rugido profundo y amenazador. Rodeando la zona, busco en el
bosque de abajo. En algún lugar entre el verde brillante de las
hojas, busco una astilla de piel, ropa o cabello.
Otro susurro flota en una brisa. No entiendo las
palabras, pero está cerca. Me sumerjo entre los árboles y
aterrizo sin gracia en un montón de arbustos de bayas
silvestres.
Paso pisando fuerte, olfateando el olor de Maelyn. Estuvo
aquí. Recientemente. Junto con su dulzura, detecto el
distintivo sabor metálico de la sangre.
Su sangre.
Esta parte del Reino del Día está llena de árboles
azotadores. Los cortes que infligen pueden no ser profundos,
pero son muchos. Cualquiera que quede atrapado en una
arboleda tan grande como esta puede quedar con cientos de
arañazos.
Los árboles azotadores no me molestan. La última vez
que uno de ellos me cortó mientras estaba en forma de grifo,
le partí el tronco por la mitad con el pico.
Mientras paso junto a ellos, busco en sus temblorosas
enredaderas un rastro de rojo.
Entonces lo veo. Más adelante, cuento al menos diez
ramas cubiertas con la sangre de Maelyn.
Si no tuviera prisa, derribaría todos y cada uno de los
que la lastimaron. También parecen conocer mis
pensamientos, porque se apartan de mí cuando paso.
Ya no escucho la voz de Maelyn. En cambio, hay un
zumbido musical que reconozco por la pieza de ajedrez que le
di. Sigo el sonido hasta que llego a un camino.
Un odre de agua, mi daga y mi camisón han caído al
suelo. Confundido, examino la vegetación en busca de
Maelyn.
Luego huelo algo mohoso y húmedo: una trampa de
arena. En lo que respecta a las apariencias, la superficie del
suelo parece tierra normal hasta que se toca.
Mi corazón casi se detiene cuando veo parte del rey negro
sobresaliendo de la arena. Creería que Maelyn lo dejó caer
accidentalmente si no fuera por la yema del dedo que se
movió ligeramente a su lado.
Soles y estrellas, Maelyn está ahí.
Actúo rápido.
Soportando mis alas a ambos lados del pozo, me
sostengo mientras alcanzo la arena con mi garra. Después de
buscar a tientas, encuentro su cuerpo, envuelvo mis garras
alrededor de su cintura y tiro.
La levanto unos meros centímetros.
No es suficiente.
Tiré de nuevo.
Estas trampas han consumido muchas faes a lo largo del
tiempo. Incluso las alas de fae más poderosas no tienen la
fuerza para volar lejos de ella, pero el material no es rival para
un grifo.
Muy rara vez estoy agradecido por mi poder. Hoy es uno
de esos momentos, porque Maelyn estaría muerta sin mí.
Batiendo mis alas con más fuerza que nunca, me levanto
del suelo con mis patas traseras mientras me aferro con
fuerza a mi pareja. El polvo, la suciedad y las hojas salen
volando por la fuerza del aire cuando despego del suelo.
Aparece la parte superior de la cabeza de Maelyn, y la
arena burbujea y gime, protestando por la pérdida de su
última víctima. El pozo parece succionar más fuerte, pero el
sonido de la tos de Maelyn, y lo más importante, la
respiración, alienta mi motivación.
Los músculos de mi espalda se tensan a medida que me
elevo. Las piernas de Maelyn todavía están atrapadas, pero no
lo estarán por mucho más tiempo. Solo unos metros más...
Tan pronto como la sueltan, ambos salimos disparados
hacia arriba como si fuéramos propulsados por una
catapulta.
Maelyn grita, y el sonido inquietante es seguido por
algunos sollozos.
Nunca escuché un mejor sonido en mi vida.
Ella está viva.
Estará bien. No era demasiado tarde.
Me toma unos segundos recuperar el equilibrio, pero una
vez que lo hago, vuelvo al arroyo. Durante el vuelo corto, ella
no pelea conmigo. Simplemente cuelga de mi agarre,
temblando. Sus piernas se balancean sin fuerzas y veo que
perdió un zapato. Oh, bien. Pequeño precio a pagar por
sobrevivir a una trampa de arena.
Una vez que llegamos al agua, nos bajo a casi un metro
de profundidad. Cuando la dejo ir, espero que huya de mí. Me
la imagino alejándose y gritando, como muchos otros lo han
hecho en el pasado.
No lo hace. Parece demasiado concentrada en respirar y
eliminar la mugre marrón de su piel. Me quedo impotente a
unos metros de distancia, mirándola toser y farfullar mientras
se salpica la cara y se frota los brazos.
Quiero ayudar a limpiarla, pero probablemente
terminaría rasgándola. Lo que me recuerda que tengo que
irme para poder volver a la forma fae y venir a consolarla.
Mi ira de antes se ha enfriado. El susto cercano a la
muerte apagó todos los celos mezquinos que había estado
albergando. Ahora no siento nada más que una preocupación
persistente por la seguridad de mi pareja y el agradecimiento
por haber llegado a tiempo.
Maelyn se inclina hacia atrás y se enjuaga el cabello.
Cuando se endereza, sus ojos van directamente a los
míos. Jadea y pierde el equilibrio, casi se sumerge en el agua
mientras ve un grifo por primera vez.
Temblando y con los ojos muy abiertos, se pone de pie.
Debería alejarme, pero no puedo.
Esta es la primera vez que la veo. Tal como sospechaba,
ella es la perfección.
Su cabello rubio está oscurecido por estar mojado. Las
hebras empapadas se adhieren a la piel de su cuello y
hombros antes de terminar un par de centímetros por debajo
de la clavícula. La camiseta sin mangas que usa es rosa. Su
color favorito, recuerdo ese dato de la subasta. La tela es lo
suficientemente ligera y fina como para que pueda ver
claramente su sujetador a través de la tela. Sus jeans son
como una segunda piel, ajustados y moldeados a su forma.
Ya sabía que era menuda, pero ver su pequeño tamaño
es diferente a sentirlo contra mí. Es tan pequeña. El agua
poco profunda casi le llega a los pechos y, aunque está
distorsionando su figura, puedo decir que su cuerpo está bien
formado. Es delgada, pero las curvas de sus caderas
conducen a unos muslos que podría apretar.
Mis ojos viajan hacia arriba.
Su cintura se hunde a la mitad. Un indicio de escote se
asoma de su camisa. Cada vez que respira hace que sus
amplios senos se tensen contra la camisa.
Tan hermoso como es su cuerpo, es su rostro lo que me
atrapa.
Sus ojos color avellana parecen más vibrantes por las
lágrimas en ellos. El verde, mi color favorito, es el tono más
prominente entre las manchas de marrón y azul.
No estoy seguro de si es porque está llorando, pero sus
pálidas mejillas parecen tener un color rosado permanente
manchado allí, como si siempre estuviera ruborizada.
Sus labios son como el resto de ella: pequeños pero bien
formados. El labio superior tiene un pronunciado arco de
Cupido y el inferior está arrugado en el medio. El color
natural es casi rojo.
No quiero nada más que saber cómo es besarla, pero no
tengo ni idea de cuándo sucederá.
Un resoplido decepcionado me abandona, y el ruido la
sobresalta. Se tambalea hacia atrás con un pequeño
chapoteo, pero se recupera rápidamente.
Empiezo a retroceder y a prepararme para el vuelo.
—Espera —suplica, mirándome con una expresión que
no puedo leer.
No es miedo, y eso me impacta hasta la médula. ¿Por qué
no está corriendo?
Da un paso adelante tentativamente y extiende la mano.
Cuando su mano está a centímetros de mi cara, su mano se
enrosca sobre sí misma. Tomando una respiración profunda
por la nariz, sus labios se aprietan, como si estuviera
reuniendo coraje.
Entonces me toca.
Acariciando ligeramente mi pico, me acaricia mientras
estoy congelado en el lugar.
—Gracias. No sé por qué me salvaste, pero gracias.
Me da una sonrisa temblorosa, y noto que sus labios se
levantan un poco más en un lado. Una peculiaridad
asimétrica. De alguna manera, lo que podría verse como una
imperfección se suma a su belleza.
Estar tan cerca de ella, mirándola con mis propios ojos
mientras ella valientemente se para frente a mí, es como un
golpe fuerte de Resplandor.
La única vez que probé la droga en mí mismo, cambié a
la forma de grifo durante dos días seguidos. Con el corazón
acelerado y la energía por las nubes, todo lo que quería hacer
era volar.
Es lo mismo ahora.
Estoy mareado de euforia.
Me inclino y acaricio el hombro de Maelyn. Se pone
rígida momentáneamente, pero luego se relaja y lleva sus
manos a las plumas blancas de mi cabeza.
—Vaya, eres amigable. —Se ríe, aunque con nerviosismo.
Y estoy celoso de nuevo. De mí mismo. Del monstruo.
¿Cómo puede Maelyn aceptarlo tan fácilmente? ¿Es solo
porque la rescató?
Yo también la salvé. Hoy temprano, yo era su héroe, pero
ella huyó de mí.
Escapó del campamento, prefiriendo arriesgarse con
peligros desconocidos que ser mi esposa. Ese pensamiento
absorbe la felicidad de este momento, y sé que tengo que
irme.
13
Maelyn
Temblando, veo cómo el animal se aleja de mí, agitando
sus alas.
—No te vayas —digo, avanzando a trompicones contra la
corriente del agua—. No sé dónde estoy y necesito ayuda.
Creo que he enloquecido. La falta de oxígeno, tal vez.
Quiero decir, estoy hablando con un animal como si pudiera
entenderme.
Antes de que pueda decir nada más, suelta un profundo
grito y salta al cielo. Las gigantescas alas negras bloquean el
sol durante un segundo. En la sombra, siento una sensación
de pérdida mientras un escalofrío recorre mi cuerpo.
Tan rápido como el animal acudió a rescatarme,
desaparece por encima de las copas de los árboles, con su
cola peluda azotada por el viento.
Con los dientes castañeando por la conmoción,
permanezco en el agua durante unos segundos mientras
asimilo lo sucedido.
Casi muero, hundiéndome sin remedio. Las arenas
movedizas me consumían tan rápido. Tan despiadadamente.
¿Cómo pudo salir mi plan tan horriblemente mal?
Me creí muy inteligente, escapando de Zander tan
fácilmente.
Ahora me siento como una idiota por subestimar la
naturaleza.
Todo esto me supera.
Por encima de mi cabeza.
Como la arena.
La histeria se apodera de mí y empiezo a reír y a sollozar
al mismo tiempo. Mis lamentos de locura resuenan en la orilla
del río mientras empiezo a lavarme de nuevo.
Quiero enjuagar toda la experiencia. La arena sigue
estando en lugares donde nunca debió estar. En mis fosas
nasales y oídos. En la camisa. Dentro de mis pantalones.
Puedo sentir los restos de arena en mi ropa interior.
Justo cuando pienso en desnudarme, oigo la voz de
pánico de Zander detrás de mí.
—¡Maelyn!
Mi corazón salta de alivio cuando emerge de entre los
árboles, con un aspecto agotado, con los ojos salvajes y el
pelo revuelto.
No estoy segura de haberme alegrado nunca de ver a
alguien. Ni siquiera me importa que me hayan atrapado. Tal
vez me castigue, pero al menos estaré viva para
experimentarlo.
—Estoy aquí, —anuncio débilmente, acercándose a la
orilla del río para arrastrarme a una roca lisa.
—¿Adónde fuiste? —Respira con dificultad mientras se
me acerca, y no lleva zapatos.
Frunzo mis cejas cuando veo que sus pantalones están
parcialmente desabrochados. El botón superior cuelga
abierto, lo que me permite ver aún mejor el oscuro rastro de
felicidad bajo su ombligo.
—Yo... —Pienso en mentir. Podría decir que sólo fui a dar
un paseo, pero estoy muy agotada para ser deshonesta—. Me
escapé.
Espero que se enoje conmigo. Que se enfade y grite. Así
que no me confió cuando se tira en el barro a mi lado y
simplemente me pregunta:
—¿Por qué?
Él sabe por qué. Tiene que saberlo. Y una mirada a sus
ojos me dice que tengo razón. Están más tristes que de
costumbre.
Levantando las rodillas, apoya los codos en ellas,
entrelazando las manos al frente. Una postura de aislamiento.
Mirando al frente, manteniendo al menos un pie de distancia
entre nosotros.
Está decepcionado.
Probablemente yo también lo estaría si la persona que
pensé que era mi alma gemela saliera corriendo.
—¿Vas a hacerme daño?
Inclina su cabeza en mi camino, su voz es aguda.
—¿Qué?
—Por desobedecerte —aclaro.
—Nunca te haría daño. —La intensidad de su respuesta
me produce sensaciones extrañas en el estómago.
Ya sea racional o no, Zander se preocupa por mí. Su
imprudente devoción es ridícula, pero también es halagadora.
Cree que estamos destinados a estar juntos. Aunque yo
no esté de acuerdo, para él es real.
Mi mirada se posa en sus labios y recuerdo uno de mis
últimos pensamientos antes de que la arena me hundiera, me
enfadé conmigo misma por no besarlo cuando tuve la
oportunidad.
Probablemente no estoy en el estado mental adecuado
para tomar esta decisión, pero quiero ese beso. Nunca he
deseado nada más. Lo necesito.
En serio, al diablo con la regla de los treinta días.
Girando mis hombros hacia la derecha, tiro de uno de
sus brazos y me abro paso. Antes de que pueda dudar de mí
misma, rodeo su nuca con mis manos, me pongo de puntillas
y atraigo su cabeza hacia la mía.
Mis labios tocan los suyos.
Suavemente.
Tentativamente.
Sin práctica, ya que sólo lo he hecho una vez.
Su única reacción es una rápida inhalación por la nariz,
y no me devuelve el beso.
La falta de cooperación no me disuade. Continúo con un
segundo beso a labios cerrados y noto el calor que desprende.
Sus labios están muy calientes. Todo su cuerpo es como un
horno.
Las mariposas estallan en mi pecho y siento un
cosquilleo en la boca, pero empiezo a sentirme tonta porque
Zander está totalmente rígido, y es como si me estuviera
besando con una estatua.
Avergonzada, empiezo a retroceder, pero Zander se pone
rápidamente en movimiento.
Me rodea con un brazo por el medio y me arrastra hasta
su regazo, mientras su otra mano se dirige a la parte posterior
de mi cabeza. En un segundo, estoy a horcajadas sobre él y él
vuelve a unir nuestras bocas.
La presión de nuestros labios es más confiada esta vez.
La boca de Zander es suave y flexible, pero a la vez firme
y controladora, a medida que cambia nuestro beso de casto a
apasionado. Su ritmo es entrecortado al principio, sólo un
montón de besos con la boca cerrada explorando mis labios.
Intento moverme con él, pero soy torpe. Ambos lo somos.
Entonces mi labio inferior queda atrapado entre los
suyos. Nos conectamos y nos detenemos, aferrándonos al
momento mientras encajamos. Lo chupa y lo suelta con un
chasquido audible.
Un suspiro quejumbroso sale de mi garganta, y su agarre
sobre mí se intensifica.
Me mantiene en su sitio.
Aunque soy yo la que está encima, él tiene todo el control
cuando su boca se funde con la mía. Me tiene anclada a su
cuerpo, con un brazo rodeando mi cintura y el otro cruzando
la parte superior de mi espalda con su mano en mi nuca.
Y por primera vez desde que me desperté hoy, no me
importa estar atrapada. Por el momento, me siento a salvo.
Ahora mismo, puedo dejar de lado mis preocupaciones.
No quiero pensar en los últimos diez minutos. Sólo
quiero esto. A él. Ahora.
Mi corazón va a mil por hora y me falta el aire. Cuando
abro la boca para tomar aire, Zander saca su lengua. Me lame
la comisura de los labios.
El calor estalla en mi abdomen y nuestro beso se vuelve
mucho más sexy. El instinto se impone y me pierdo en él.
Recorriendo con las uñas el cabello corto de la parte
posterior del cuero cabelludo de Zander, une su lengua con la
mía en un lento recorrido. Es nuevo y fascinante, y se siente
tan bien.
Lo hacemos una y otra vez.
Sujetando mi cabello en un puño, Zander me inclina la
cabeza para encontrar un nuevo ángulo, una forma de
profundizar. Me coge el labio inferior entre los dientes y tira
de él.
Gimoteo. Es un ruido silencioso que no quería hacer,
pero Zander lo toma como un estímulo para continuar. Se
echa hacia atrás y me lleva con él mientras se tumba en el
suelo, con los labios aún pegados.
Para apoyarme, pongo la palma de la mano derecha en el
suelo, junto a su cabeza.
Un fuerte dolor me recuerda la herida que me hice
cuando intenté utilizar una de las lianas para salvarme.
—Ay —grito suavemente, la palabra amortiguada por el
beso.
Zander, que aún me sujeta el cabello, me levanta la
cabeza.
—¿Qué sucede?
Es una pregunta capciosa.
Hay muchas cosas que van mal.
Aparte de mi experiencia cercana a la muerte, mi cuerpo
está reaccionando como nunca antes lo hizo.
Las llamas que antes tenía en mi estómago se ha
desplazado hacia abajo, y ardo en todos mis lugares más
íntimos. El pulso entre mis muslos ha crecido hasta niveles
dolorosos y estar a horcajadas con Zander no está ayudando.
Él está duro. No tengo que estar familiarizada con las
erecciones para darme cuenta. El bulto que me presiona se
siente como un maldito bate de béisbol.
Mi cuerpo quiere fricción. Resistiendo el impulso de
frotarme contra Zander como una gata en celo, jadeo:
—Mi mano. Me corté un poco.
Uno pensaría que una buena sesión de besos podría
calmar un poco a un chico. Para Zander, es lo contrario.
Está tan ceñudo como siempre.
Se sienta bruscamente y me aparta de él. Con cuidado
me deja en el suelo con suavidad, sin dejar demorar sus
manos.
—¿Tienes idea de lo peligroso que es este bosque?
—Lo he descubierto. —Mirando los pocos centímetros
que nos separan, de repente odio la distancia.
Acabamos de tener nuestras bocas, lenguas y manos por
todas partes, pero tal vez Zander está empezando a darse
cuenta de que soy más problemática de lo que valgo.
Debería alegrarme por ello.
Pero no lo estoy.
Mis emociones son una mezcla cruda de confusión y
devastación acumulada.
He pasado por demasiadas cosas.
Necesito dormir. Dejar mi mente descansar para que
pueda procesar todos los eventos. Después de una pesadilla,
todo está más claro por la mañana.
—Creo que me gustaría aceptar esa siesta.
—Métete en el agua primero. —Zander se adelanta,
obviamente esperando que lo siga.
—Ya me lavé. Me gustaría ponerme algo seco. —Y
sacarme la arena de la raja del culo.
—Estás sangrando por todas partes, así que asumo que
has corrido a través de una arboleda de árboles azotadores.
Sosteniendo mis brazos frente a mí, miro las docenas de
rasguños que obtuve. Son demasiados para contarlos.
—Árboles azotadores. Así que las cosas sádicas tienen un
nombre.
—Bien ganado, pero no te tomes su intención de herirte
como algo personal. Van detrás de todo lo que sangra. —De
espaldas a mí, me hace un gesto para que me acerque—. El
agua del día es curativa, ¿recuerdas? Los arañazos se sellarán
si los dejas en remojo durante unos minutos, pero
necesitaremos la ayuda de Marek con tu mano.
Con cuidado de mi herida, cierro las manos en puños y
camino a paso de cangrejo hasta sentarme junto a él en el
agua.
—¿Puedes...? —Me reprimo de las ganas de empezar a
llorar de nuevo—. ¿Puedes abrazarme?
No me siento con derecho a pedirle a Zander que me
consuele físicamente después de rechazarlo repetidamente y
haber huido, pero estoy muy afectada.
Aunque he sobrevivido, mi espíritu está roto. Me siento
derrotada y humillada.
Y lo más deprimente es que no tendré el valor de intentar
escapar de nuevo. No después de lo que acaba de pasar.
—Siempre —gruñe Zander, sorprendiéndome y
ablandando mi corazón.
Incluso cuando debería estar furioso, está aquí para mí.
Levantando el brazo, me invita a entrar. No dudo en
inclinarme hacia él. Me acerca, aplastando mi cuerpo contra
el suyo.
La sensación de satisfacción y seguridad que
experimento en este momento es tan fuerte que me sacude.
Es increíblemente reconfortante.
No debería saborear la sensación que me producen los
brazos de mi captor, pero no puedo evitarlo. Me relajo un
poco y apoyo la cabeza en su hombro. Es tan agradable
sentirse apoyada por su fuerza y su calor.
—¿Quieres contarme qué más ha pasado ahí fuera? —
pregunta Zander, frotando ociosamente mi brazo mientras
dejo que mis manos se deslicen bajo el agua.
Me estremezco al pensar en las arenas movedizas. La
oscuridad y la imposibilidad de respirar. El inquietante
silencio.
—Cuando era pequeña —empiezo—, mi madre me dio la
espalda durante un segundo cuando nadábamos en la parte
menos profunda de una piscina. Me alejé de ella, sin darme
cuenta de que la pendiente hacía que el agua fuera más
profunda a pocos metros. De repente, me encontré bajo el
agua y, aunque no sabía nadar, lo intenté. Pateé y moví los
brazos. Probablemente pasaron menos de quince segundos
antes de que ella me sacara, pero me pareció mucho más
tiempo. Ahí fuera, hago un gesto con la barbilla hacia el
bosque, caí en arenas movedizas, pero no fue como ahogarse.
Fue como ser enterrada viva. No podía moverme, no podía
hacer nada para ayudarme. Me ahogaba.
Zander no muestra ni furia ni sorpresa, su ceño por
defecto está obstinadamente presente.
—Muy poca gente ha escapado de las trampas de arena.
Como los faes no pueden morir por falta de oxígeno, se
sumergen, pero sobreviven, obligados a vivir suspendidos en
las profundidades.
Horrorizada, se me cae la mandíbula.
—¿Quieres decir que permanecen ahí, que mueren de
deshidratación o algo así?
—Los faes tampoco necesitan agua ni comida para vivir.
Al final, mueren de viejos.
—Pero... pero eso podrían ser miles de años.
—Exactamente. Tu agonía habría terminado mucho más
rápida —replica Zander con brusquedad—. Minutos, Maelyn.
Estuviste a minutos de dejar de existir.
Empiezo a temblar de nuevo.
—Lo sé.
—¿Cómo saliste?
—Algo me salvó.
—¿Algo?
—Un gran... —Agito mi mano no herida—, una cosa
mitad pájaro, mitad león.
—¿Un grifo?
—Sí, eso creo. Parece una locura, ¿no? —Al principio,
cuando la fuerte garra rodeó mi torso, pensé que era Zander.
Pensé que era su brazo llegando a las profundidades del
infierno para salvarme. Luego vi las garras una vez que
salimos a la superficie.
—¿Fue aterrador?
—Sí. —Exhalé un suspiro y añadí—: Pero también algo
magnífico.
Sacudiendo la cabeza con incredulidad, Zander se ríe un
poco. Quizá piensa que aluciné.
—¿Qué? Hablo en serio. Estaba justo ahí. —Lanzo un
brazo hacia donde la criatura estuvo minutos antes, y me
sorprenden un poco las marcas rosas que decoran mi piel.
Antes eran rojas y sangrantes. Ahora están cerradas, parecen
de hace días.
Zander levanta una mano en señal de rendición.
—Confío en lo del grifo. Es sólo que...
—¿Sólo qué?
—Lo llamaste magnífico. ¿Por qué?
—Porque era grande e intimidante, pero también era
gentil.
—¿Dirías lo mismo de mí?
Hago una pausa. Zander tiene razón. Él es todas esas
cosas.
Balanceándose hacia mí, baja la cabeza hasta que su
boca está a centímetros de la mía.
—¿Dirías que yo también soy magnífico, Mae?
—Sí, pero...
—¿Pero ¿qué?
—Pero el grifo no me pidió nada. Sólo me salvó, se
aseguró de que estuviera bien y se fue.
Zander suspira con tristeza.
—¿Qué voy a hacer contigo, esposa?
—Dejarme ir. —Mi voz me traiciona. Porque la demanda
ha perdido su fuerza, sonando más como una débil
sugerencia.
—¿Qué sientes cuando estoy tan cerca de ti? —Zander
pregunta, con su aliento sobre mi boca.
Sería tan fácil acortar la distancia entre nosotros.
Perderme en su beso como lo hice antes. Ni en mis sueños
más salvajes imaginé que los besos pudieran ser tan buenos.
Tan poderoso.
Durante un minuto glorioso, fui felizmente inconsciente
de todo lo que nos rodeaba mientras nos besábamos. Sé cómo
sabe Zander. Lo suave y cálida que es su lengua. Qué bueno
sería dejar que las buenas sensaciones eclipsaran todos mis
pensamientos.
Y eso me aterra.
—Miedo.
—¿Nada más?
Oh, siento muchas otras cosas. Cosas que nunca he
sentido antes.
—Me acojo a la quinta enmienda.
Él frunce el ceño con más fuerza.
—Hay algo malo en nuestro vínculo. Mi compañera
nunca debería huir de mí.
—Lamento haberlo hecho, si eso hace alguna diferencia.
—Vaya si lo siento. Qué fracaso épico.
—Somos almas gemelas —continúa con vehemencia—.
Se supone que debes sentirte atraída por mí. Que sufras por
mí como yo por ti.
En ocasiones, mi cuerpo ha reaccionado intensamente
ante él que me ha dolido, pero no expreso esa confesión.
—Odio admitirlo, pero necesitamos ayuda —murmura
cabizbajo.
—¿Qué tipo de ayuda?
Su labio se curva con desagrado.
—La ayuda de una bruja.
14
Maelyn
Escuchando a hurtadillas justo dentro de la puerta de la
tienda, me inclino hacia la carpa de lona que ondea con la
brisa.
—Encuentra un espíritu mensajero y envíalo al palacio
de Cassia —le dice Zander a uno de sus hombres—. Dale un
portal. Ella debe dárselo a Astrid, y sólo a Astrid. Si es lo
suficientemente rápida, la bruja debería poder utilizarlo para
llegar aquí mañana por la mañana. Haré que valga la pena.
—Sí, su majestad —responde Thayne.
Por lo visto, están dando portales a todo el mundo menos
a mí.
Los silenciosos pasos de Zander se dirigen hacia aquí, así
que salto al colchón y me siento con las piernas cruzadas y
las manos juntas en el regazo. Si Zander sospecha de mi
espionaje, no lo menciona cuando entra.
—¿Has comido lo suficiente?
—Sí. —De hecho, puede que me haya excedido con la
sopa de judías que sirvieron para cenar. Se supone que la
comida del campamento es insípida, pero la sopa estaba rica
y salada, y aunque estoy llena, solo de pensar en ella se me
hace la boca agua.
Los labios de Zander se curvan hacia arriba.
—¿Te ha gustado?
—Estuvo bastante buena —admito.
—¿Necesitas algo más?
Gracias a Marek, me curé y estoy como nueva. Hice mis
necesidades personales detrás de un árbol en el bosque que
rodea nuestro campamento, lo que ha sido ligeramente
embarazoso porque Zander insistió en estar cerca y estoy
segura de que oyó el chapoteo.
Mi ropa mojada cuelga de una varilla que sostiene el
techo de la tienda, yo tengo puesto otro de los camisones de
Zander. También tengo un par de sus calzoncillos. Son como
calzoncillos, pero más cortos. La mayoría de mis bragas son
tipo calzoncillos de chico, así que no es muy diferente a lo que
estoy acostumbrada, pero no puedo dejar de pensar en el
hecho de que estos han estado en las partes privadas de
Zander. Y ahora están en mis partes. Sí, están limpias, pero
hay algo súper íntimo en eso.
Se me ocurre de nuevo, técnicamente, nos hemos casado
hoy. Solo puedo asumir que una noche de bodas tradicional
es igual para las parejas casadas aquí. ¿Espera Zander sexo?
¿Me presionará, incluso si digo que no?
Me vienen a la mente horribles visiones de él
desnudándome y separando bruscamente mis piernas
mientras no puedo evitarlo. Sé que no es miedo racional.
Zander dijo que nunca me haría daño, y me inclino a creerle.
Su expresión divertida decae inmediatamente.
—¿Qué acaba de pasar? ¿Dónde están tus
pensamientos?
—No estás... —toso mientras se me hace un nudo en la
garganta por el pánico—. No estás esperando nada, ¿verdad?
—¿Esperando qué? —Su cara está en blanco.
—Ya sabes, es tu noche de bodas...
—También es tu noche de bodas. —Me interrumpe.
—Sí. Bueno. Lo que digo es que eres un hombre. ¿Vas
a... vas a querer... vas a hacerme...?
El significado de mi divagación finalmente se asimila y la
cara de Zander se endurece. Entrecierra sus ojos y sus
dientes rechinan audiblemente.
—Nunca te obligaría. Cuando consumemos nuestra
unión, estarás rogando por mi polla.
Vuelvo a toser, esta vez de sorpresa. Nunca nadie me
habló así. Dudo mucho que vaya a suplicar por sexo, pero no
lo digo.
—De acuerdo. Estoy lista, entonces.
—Bien. Ahora puedes elegir. —Zander sostiene unas
cuerdas—. Formando dos lazos con nudos, y el material
áspero está acolchado por gruesas vendas blancas—. Puedes
dormir con ellas puestas, o yo puedo sujetarte.
Mis ojos se clavan en él como si estuviera loco.
—¿Vas a atarme?
—Es por tu bien.
Aferrando las mantas a mi cuerpo, sacudo la cabeza.
—Te prometo que no volveré a huir. Créeme, aprendí la
lección.
Levanta un hombro.
—No puedo estar seguro de eso. ¿Cuerdas o mis brazos?
Sin poder evitarlo, miro alrededor del espacio e intento
pensar en alguna otra opción. Pensé que quizá Zander
dormiría en el suelo, no en la cama conmigo. Supongo que
aún podría pedirle que lo hiciera, pero entonces me quedaría
con las muñecas atadas.
No quiero volver a pasar por eso, que me encadenen
como mercancía. Solo pensar en la subasta de hoy me
revuelve el estómago.
—Mae —dice Zander, más suave ahora, tirando las
cuerdas hacia abajo como si odiara la idea de tenerme atada
tanto como yo—. Solo quiero estar cerca de ti. No te haré
daño. No... te tocaré de forma inapropiada. Es una promesa.
Tu bienestar es importante para mí.
Me permito creerle, y mientras mi ansiedad se
desvanece, pienso en la forma en que me abrazó antes en el
arroyo. Lo bien que me sentí.
Lo que me propone ahora suena inocente, pero mi mente
lo lleva a otro lugar. Piernas enredadas. Cuerpos apretados.
Mi mirada recorre su parte superior desnuda,
deteniéndose en mis partes favoritas. La amplia extensión de
sus musculosos hombros. Sus pezones oscuros y firmes y los
pectorales marcados. Cada surco de sus abdominales, que
recubren su estómago como una armadura esculpida. Esa
feliz silueta.
Dentro de sus pantalones, el claro contorno de su polla
es obvio. Su polla dura. La erección es prominente contra su
muslo, atrapada dentro del material de color marrón.
Retorciéndome, intento sofocar el calor que estalla en mi
interior, pero lo único que consigo es que el algodón me roce
el clítoris.
Como si Zander percibiera lo que me ocurre, la sonrisa
que se dibuja en sus labios se convierte en una mueca.
Me sonrojo y miro hacia otro lado.
No puede saber cómo me siento.
¿Puede saberlo?
Tengo que controlar mi atracción como un latigazo.
¿Muchas señales confusas? No puedo insistir en que quiero
dejarlo un segundo, acusarlo de intentar violarme al siguiente
y luego lanzarme sobre él.
—No sé si puedo dormir con alguien tocándome —
tartamudeo—. Nunca lo hice antes.
—¿Por qué no lo intentamos? —Zander deja caer una
rodilla sobre la cama.
—Vas a dejarte los pantalones puestos, ¿verdad?
—Sería lo correcto.
Eso no es ni un sí ni un no. Zander no me parece el tipo
de persona que se adhiere a nada apropiado, pero se acuesta
con los pantalones puestos. De cara a mí, apoya la cabeza en
una de las almohadas y despliega el brazo. Extendiéndolo por
el colchón, con la mano extendida. Esperando por mí.
—Mira, incluso estoy por fuera de las sábanas. —Zander
hace un gesto hacia la sábana que nos separa—. Tu virtud
permanecerá intacta.
No conozco a ningún hombre que pueda decir eso con
cara seria, pero Zander no está bromeando.
El rey del Reino del Día no bromea.
Torpemente, ruedo hacia él hasta que está detrás de mí.
Tal y como sabía que ocurriría, el brazo de Zander encaja
perfectamente bajo mi cuello. Suelto un chillido cuando
engancha su otro brazo alrededor de mi torso y tira hasta que
mi cuerpo queda al ras del suyo.
Manteniendo las mantas a mi alrededor como un
cinturón de castidad, las coloco debajo de mí más
cómodamente.
Y entonces me derrito.
Toda la tensión abandona mi cuerpo al sentir el calor de
Zander detrás de mí. Aunque no tenga sentido, mi sistema
reconoce su cercanía como un respiro temporal de toda la
agitación que me rodea. El enorme y múltiple subidón de
adrenalina del día por fin me está alcanzando, y estoy lista
para estrellarme.
A pesar de mi afirmación de que no puedo dormir con
alguien tan cerca, siento que podría quedarme dormida ahora
mismo.
Antes de que el sueño me reclame, pregunto algo que me
ha estado molestando todo el día.
—¿Qué me has hecho decir hoy temprano? ¿En la
ceremonia? En inglés, —especifico.
La voz profunda de Zander adquiere un tono ronco
cuando responde:
—Desde el amanecer hasta el atardecer, desde el
atardecer hasta el amanecer, nunca amaré a otra.
—Es una promesa muy intensa. ¿Qué la hace mágica?
Son sólo palabras.
—Aquí, cada juramento tiene peso. Nuestras almas
cosechan consecuencias si no las cumplimos. Nos mantiene
honestos.
—O manipulables.
—Sí, o eso. —Sus dedos atrapan un mechón de mi
cabello y empieza a enroscarlo alrededor de su dedo—. Hay
una historia detrás. Una leyenda. Pero fue hace tanto tiempo
que nadie sabe si la historia es correcta.
—La mayoría de las leyendas provienen de la verdad,
aunque cambien con el tiempo —reflexiono, sintiéndome más
cómoda a cada segundo—. Cuéntame.
—Yelissa y Conrad. Es la historia de los primeros
compañeros predestinados de Valora. Por aquel entonces, no
habían reyes ni reinas, sino tribus que a menudo se
enfrentaban entre sí. Yelissa era una campesina, nacida de
una de las mujeres de menor rango de su tribu. Desde el
momento de su nacimiento, todos pudieron ver su belleza.
Era preciosa más allá de las palabras, y también era amable.
Cuando era una adolescente, llamó la atención del líder de la
tribu y él juró que la tendría para sí cuando estuviera en edad
de casarse.
—Pero ella no lo amaba —concluyo, y Zander asiente
detrás de mí.
—Durante sus viajes de recolección a la montaña, Yelissa
se hizo amiga de un mago solitario. Todos los días, cuando la
enviaban a recoger hierbas y otras plantas, se reunían. Él
hacía trucos de magia y la hacía reír. Conrad la hacía feliz.
Cuando ella tenía casi veintiún años, se enamoraron. Sabían
que se les acababa el tiempo y que el líder la convertiría en su
esposa, así que el día antes de su cumpleaños, ella empacó
una bolsa y huyó.
—Esto va a acabar mal, ¿verdad?
En lugar de confirmarlo, Zander continúa:
—Los espías del líder la venían vigilando y sorprendieron
a los amantes intentando huir. Aunque el mago tenía una
magia poderosa, no pudo vencerlos cuando le tendieron una
emboscada con redes de hierro y cadenas. El líder le atravesó
el corazón con una espada de hierro, que es mortal para los
fae. El hierro envenena la sangre, y terminan con una muerte
lenta y agónica. Dejaron a Conrad allí, sangrando y
destrozado en el lugar donde la pareja se conoció por primera
vez, y dejaron que Yelissa se quedara con él para que fuera
testigo de su sufrimiento. Conrad instó a Yelissa a seguir
huyendo antes de que los hombres vinieran por ella. Quería
que viviera en otro lugar, libre de la tiranía de su tribu, pero
ella se negó a separarse de él. Pasaron cinco días antes de
que la muerte viniera finalmente a reclamarlo, pero antes de
que lo hiciera, se ofreció a utilizar lo que le quedaba de magia
para un último hechizo. Había un encantamiento que podía
crear para unir sus almas, pero significaba que cuando él
muriera, ella también moriría. Ella le rogó que lo hiciera,
porque no podía imaginar vivir su vida sin él. Y entonces dijo
esas palabras: desde el amanecer hasta el atardecer, desde el
atardecer hasta el amanecer, nunca amaré a otro. Cuando
ella se las repitió, exhaló su último aliento, y murieron juntos,
envueltos en los brazos del otro.
—Eso es muy triste.
—El destino reconoció las trágicas circunstancias —
continúa Zander—, y se apiadó de ellos. La promesa se hizo
más grande que Yelissa y Conrad. Nunca más una pareja
predestinada se mantendría separada si tenía la suerte de
encontrarse. Serían capaces de reconocer a su otra mitad en
cuanto se mirarán a los ojos. Al instante, hubo una oleada de
emparejamientos por toda la tierra. Incluso el líder, que
infligió el duro castigo a Conrad, encontró a su verdadera
pareja. Las tribus rivales tuvieron que unirse porque hubo
muchas almas gemelas que se cruzaban de una comunidad a
otra. El amor ganó gracias al sacrificio de Yelissa y Conrad.
La historia es hermosa y trágica. Una parte de mí espera
que no sea cierta, porque ¿por qué tienen que sufrir tanto
unas personas para que otras sean felices?
—Las parejas predestinadas —empiezo—. ¿Dijiste que
bastaba con una mirada para que supieran si eran el uno
para el otro?
—Sí. El destino lo hizo fácil. Sin disputas, sin preguntas.
Solo confianza.
—¿Es por eso que nuestra conexión no me parece real?
¿Porque tú no puedes verlo?
Él gruñe.
—No fue un problema para los otros reyes malditos.
Me quedo callada durante varios segundos, y luego digo:
—Debería haber sido mi elección decir esos votos,
Zander. Tú me lo quitaste.
—Lo sé. —Aunque por fin reconoce su error, no parece
lamentarlo en absoluto. El sueño está a punto de sumergirme
cuando vuelve a hablar—. Quizá algún día lo digas y lo
sientas.
15
Zander
El amanecer está aquí, lo que significa que nos
interrumpirán en cualquier momento. Astrid llegará y, con
suerte, obtendré respuestas. Incluso podría ser capaz de
hacer un hechizo y arreglar la brecha que hay entre mi
compañera y yo. Lo que sea que esté interrumpiendo el
vínculo necesita ser reparado.
No me gusta tratar con brujas, pero si debo hacerlo,
prefiero que sea Astrid. Ayudó a Kirian y Damon cuando
encontraron a sus compañeras. La lógica me dice que ella
puede hacer lo mismo por mí.
Siempre que ella esté dispuesta. No he sido exactamente
amable con ella en el pasado. Mi prejuicio contra los de su
clase está profundamente arraigado debido a mis
experiencias. Primero, el aquelarre que me quitó la vista.
Luego, el mago que me dio el poder de transformarme. Ambas
fueron imposiciones que nunca quise.
Maelyn deja escapar un suspiro de ensueño y me aferro
a ella un poco más fuerte.
No me arrepiento del ultimátum que le di anoche. ¿Cómo
podría hacerlo cuando todo salió tan bien?
Tenía que estar atada a algo y me eligió a mí.
Mi presencia debe ser tranquilizadora porque no se ha
despertado ni una vez. En algún momento, se volvió en mis
brazos para mirarme y se acurrucó más cerca durante toda la
noche. Tiene las manos dobladas bajo la barbilla. Aunque la
manta todavía nos separa, su pierna está enganchada sobre
la mía.
Cada vez que una bocanada de aire sale de sus labios
entreabiertos, acaricia el hueco de mi garganta, provocando
una oleada de placer que recorre mi cuerpo.
Apenas dormí nada en toda la noche, porque quería
absorber cada momento. A pesar de la cantidad de veces que
Maelyn ha expresado su rechazo, nunca he sido más feliz que
ahora.
Desafortunadamente, incluso los mejores momentos
deben terminar.
Justo a tiempo, escucho el sonido del portal cuando se
abre en algún lugar en las afueras del campamento.
Diez segundos después, una voz ronca proviene del
exterior de la puerta.
—Toc Toc. Será mejor que estéis decentes antes de que
yo entre.
—No entres —le digo en voz baja, esperando que Maelyn
duerma un poco más.
Quiero hablar con Astrid en privado.
Quitando con cuidado mi brazo de debajo de la cabeza de
Maelyn, me aseguro de que la almohada esté allí para
sostener su cuello. Cuando deslizo mi pierna de entre sus
tobillos, el vínculo se rebela ante la pérdida de contacto. Mi
corazón late contra mi esternón, provocando una punzada
dolorosa en mi pecho.
—Maldita sea —susurro, frotando el lugar.
Me llevará un tiempo acostumbrarme a eso.
Después de agarrar una de mis camisetas sin mangas
del baúl de almacenamiento, me la paso por la cabeza y salgo
de la tienda.
En el exterior, siento varias presencias que ayer no
estaban aquí. Detrás del habitual olor a humedad de Astrid,
huelo el aire fresco de la noche, el polvo de estrellas y las
hojas de otoño.
—¿Rey Kirian? —digo—. ¿Rey Damon? ¿Están los dos
aquí?
—Y nosotras también —habla Quinn.
Whitley se ríe de algo que Damon le susurra al oído.
Me sorprende que aparecieran todos.
Kirian es mi primo de sangre, y aunque no comenzamos
a tener relación hasta hace unos cinco años, nos hemos
vuelto cercanos. Damon, por otro lado, ha sido un poco más
difícil de leer para mí. No lo veo tan a menudo, y sé que solía
albergar malas opiniones sobre mi reino. Jugué un papel en
salvar su vida hace unos años, así que eso ayudó a despejar
el aire entre nosotros.
Inclinando mi cabeza hacia la brisa de la mañana, trato
de detectar a otros, pero no lo consigo.
—¿Los niños?
Kirian se aclara la garganta mientras da un paso
adelante.
—Dani todavía estaba dormida cuando nos fuimos.
—Kallum también —agrega Damon—. El festival trianual
del Reino de los Sueños es hoy, y necesitarán su energía.
¿Recibiste la invitación?
Asiento.
—Lo hice. Sin embargo, he estado un poco preocupado.
—Preocupado. —La forma en que el rey del Reino de los
Sueños dice la palabra me hace pensar que tiene un
significado diferente en mente—. Si así es como lo llamamos
en estos días. —Riéndose, se acerca y amablemente me da un
codazo—. Felicidades, hombre.
—Gracias —respondo cortésmente—. Pero la situación es
un poco complicada.
—¿Cómo? —Whitley se adelanta para unirse al lado de
Damon.
—Ah. —Avergonzado, me rasco la sien—. Ella no puede
esperar para alejarse de mí.
—Eso no puede ser cierto —dice Damon con confianza, y
no es de extrañar que él piense que así.
Whitley y él se llevaron bien de inmediato. Incluso antes
de conocerse, tenían una conexión profunda en el
subconsciente de Whitley cuando Damon empezó a caminar
entre los sueños de ella.
Kirian y Quinn tampoco entenderán mi situación. Se
conocen desde niños, e incluso antes de descubrir que
estaban destinados a estar juntos, estaban enamorados.
Entonces, aunque aprecio su apoyo moral, no creo que
puedan responder a mis preguntas.
—¿Zander? —La voz de Maelyn proviene del interior de la
tienda y provoca una reacción física en mi cuerpo.
Un temblor recorre mi columna y tengo que apretar los
puños para no temblar.
—Quédate dentro —le digo—. Regreso en un minuto. —
Me vuelvo hacia la pequeña bruja—. Astrid, ¿puedo hablar
contigo?
—Por eso estoy aquí, ¿no? —Es una cosita descarada.
La llevo a la tienda de Torius. Dijo que se iría antes del
amanecer para explorar la destilería, para que pudiéramos
hablar aquí mientras él no esté. Es más pequeña que mi
tienda y no hay ningún lugar para sentarse excepto un catre
en el suelo, así que me limito a mirar al troll y llegar a mi
punto.
—Maelyn fue una de las mujeres secuestradas durante la
redada de ayer. Ella es mi compañera, estoy seguro de eso,
pero no reconoce el vínculo. De hecho, ella lo niega
rotundamente. No puedo dejarla ir, pero ella no quiere
quedarse.
—Vaya, eso si que es un problema. —El vestido de Astrid
cruje cuando busca en su bolsillo—. ¿Puedes bajar el escote
de tu camisa? Un poco más bajo. Si. Hum. —Se inclina más
cerca, su rostro a solo unos centímetros de mi pecho.
—¿Qué estás haciendo? —Me quedo completamente
quieto mientras ella mira... algo—. ¿Que ves?
—Mi lupa encantada puede decir mucho sobre el alma.
—Y algo anda mal en la mía. —No es una pregunta. Más
bien, una conclusión. Quizás he dicho demasiadas mentiras.
Quizás soy demasiado oscuro. Estoy demasiado contaminado.
Astrid hace un ruido evasivo.
—Tu alma está bien. Un poco ennegrecida, pero intacta.
El vínculo, sin embargo... es fuerte en ti. Brilla tan
intensamente que apenas puedo mirarlo.
—¿Es bueno eso? —Mi impaciencia crece.
—¿Cuánto dijiste que me pagarías? —Ella retrocede.
Aprieto los dientes.
—No lo dije. ¿Qué quieres?
—Una vez me dijiste que no haces negocios con brujas.
—Y no los hago. Pero hoy haré una excepción.
Ella se burla.
—No me mientas. ¿Cómo es que tienes una fuente
ilimitada de portales que puedes usar a tu antojo? Solo
puedes hacerlo gracias a una bruja.
—No. Thayne es un creador de portales.
—¿Un mago? —Suena impresionada.
—No exactamente. Esa es su única habilidad. Puede
producir uno cada dos semanas.
—Interesante.
—Sí. Es muy valioso para mi reino y el trabajo que estoy
tratando de hacer. Con él, no necesito brujas ni magos.
—Hasta ahora. —Escucho a Astrid sonreír—. Ahora me
necesitas.
—No te traje aquí para escucharte regodearte. —Dando
un paso atrás, meto mis manos en los bolsillos—. ¿Puedes
decirme qué pasa con el vínculo o no?
—Sí.
—¿Bien? ¿Qué es?
—Primero voy a necesitar una buena humillación.
—¿De mí?
—No, de tu caballo —suelta sarcásticamente—. Claro
que de ti.
Sabía que nuestra última interacción iba a volver a
perseguirme. Han pasado más de tres años desde que hablé
con Astrid y nuestra conversación no fue bien. Quería una
botella de Resplandor. No quiso decirme para qué y, en ese
momento, se sabía muy poco sobre la volátil droga. Recuerdo
claramente que la insulté sin darme cuenta cuando me negué
a darle la botella.
Pero eso fue antes de que supiera que el Resplandor
podía revertir el envenenamiento por hierro si se inyectaba.
Antes de que supiéramos que servía para algo. Cuando se usa
apropiadamente, puede salvar vidas.
Frustrado, abro los brazos.
—¿Qué quieres que haga? ¿Qué me ponga de rodillas y te
pida perdón?
—Eso sería un buen comienzo.
No me inclino ante nadie. Una disculpa está fuera de
discusión.
—No. —Doy un paso hacia la puerta para irme.
Astrid me agarra del brazo.
—¿Qué tal esa botella de Resplandor que me debes?
Mis labios se mueven hacia abajo.
—Sabes lo peligroso...
—Por supuesto que sí —grita—. ¿Crees que soy idiota?
Siempre que no se abuse, sabes lo beneficioso que puede ser.
Ella está en lo cierto. No sería la primera vez que doy
Resplandor a otros reinos para uso medicinal o mágico.
Siempre que la persona que lo utilice tenga precaución, la
sustancia puede ser útil para la curación o los hechizos.
Nunca se lo he dado directamente a una bruja, pero
estoy desesperado.
—Está bien. Eres talentosa y cuidadosa. —La alabo,
esperando que eso compense la forma en que la he desairado
en el pasado—. Recibirás una botella de Resplandor si puedes
decirme algo útil.
—Maravilloso. —Ella sonríe—. La unión está defectuosa.
Defectuoso. Inadecuado. Dañado. ¿Cuántas veces, en mi
vida, la gente se ha referido a mí como tal? Incontables. Y
aquí está de nuevo.
—Oh, no hagas pucheros —Astrid regaña a la ligera—.
Vas a tener líneas de expresión prematuras.
Frunzo el ceño más fuerte.
—¿Nuestro vínculo de pareja es defectuoso?
—No por tu parte, rey Zander. De hecho, lo estás
experimentando doblemente. ¿Sientes las emociones de
Maelyn?
—Como si fueran mías —confirmo—. Sus sensaciones
físicas también.
Astrid asiente.
—Me imagino que es bastante intenso para ti. Cuando
digo que la unión está defectuosa, no tiene nada que ver con
tu alma. ¿Recuerdas cuando perecieron ocho de los nueve
miembros del aquelarre?
—¿Cómo podría olvidarlo? —Damon y Whitley hicieron
que se mataran mientras dormían. Fue uno de los asesinatos
más rudos de los que he oído hablar.
—Bueno, cuando murieron, algunas de las maldiciones
que crearon se fueron con ellas.
—Como la plaga.
—Precisamente. Pero todos sabemos que Merina todavía
está por ahí en alguna parte.
—¿Y estamos asumiendo que ella es el ancla de mi
maldición?
—Sí. Sin embargo, con las demás fuera de escena —
Astrid se encoge de hombros—, el vínculo se desvinculó de
Maelyn. Quizás alguien más fue su ancla. Tu eres su
predestinado, pero ella no puede sentirlo.
Tenía miedo de eso. Cuando el aquelarre se disolvió y su
desaparición significó el fin de la plaga, me pregunté si mi
propia maldición sería alterada. Pero el pensamiento era
demasiado desagradable, así que me convencí de que estaba
equivocado. Aparentemente no.
—¿Maelyn alguna vez sentirá nuestro vinculo?
—Ya que es una maldición inestable la que lo bloquea,
una vez que la maldición se rompa, sí, eso creo. Todo lo que
tienes que hacer es el dunga-dunga y todo saldrá bien.
—El dunga-dunga —digo inexpresivo.
—Una de las expresiones de Damon. —Astrid agita una
mano desdeñosa—. Ten sexo, rey Zander.
Estoy un poco perturbado por la sugerencia tan
contundente.
—Maelyn no me quiere —le recuerdo—, es por eso que
estás aquí. No puedo acostarme con ella si ella no está
dispuesta.
—Bueno, no puedo hacer hechizos de amor, si eso es lo
que buscas. No son mi fuerte.
—Yo tampoco querría eso. —Niego con la cabeza.
No se sentiría bien o real si Maelyn fuera obligada a
follarme.
—Eres un hombre guapo —dice Astrid—. ¿No puedes
simplemente seducirla?
Pensativo, me froto el labio cuando recuerdo el beso
desesperado de Maelyn y la forma en que su cuerpo se
calienta cuando estamos cerca o cuando me estudia durante
demasiado tiempo.
—Es confuso. Puedo deducir que ella se siente atraída
por mí. De hecho, es una tortura para mí. Cuando su corazón
se acelera de emoción, cuando sus pezones se endurecen,
cuando el calor la inunda… —Termino la oración con un
gruñido en lugar de seguir hablando del coño de Maelyn—.
Todo lo que le pasa a ella, me pasa a mí. No solo estoy
lidiando con mi propio deseo, el de ella se apila encima.
—Ella te desea, querido rey, pero no es el vínculo lo que
la hace sentir de esa manera. La atracción física que siente es
por ti, no por tu alma.
Había asumido que las reacciones positivas de Maelyn
hacia mi cuerpo eran el resultado del vínculo. Ahora que sé
que eso no es cierto, se presenta una noción que nunca
consideré.
—¿Quieres decir... que le gusto por mí? —La pregunta
suena extraña porque no soy agradable, y nunca se me
ocurrió que mi pareja se enamoraría de lo que soy como
persona.
Pero debo admitir que tiene atractivo.
No depender de un vínculo místico para empujarme
hacia el corazón de Maelyn sería lo ideal. Si pudiera
aceptarme por si sola, me sentiría verdaderamente digno.
Elegido. Amado.
Obviamente, ella encuentra agradable mi apariencia, así
que la mitad del problema ya está resuelto.
Un susurro repentino proviene del exterior de la tienda.
—Si nos hubiera querido allí, lo habría dicho. —Ese es
Kirian.
—¿Por qué no querría nuestro aporte? Somos
imprescindibles. —Y ese era Damon.
Debería haber sabido que estarían husmeando. Yo
suspiro.
—Adelante.
—¿Ves? —Damon le dice triunfalmente a Kirian, sin
dudar en entrar—. Él nos quiere aquí.
Aguanto otro suspiro.
—¿Cuánto tiempo llevas escuchando?
Damon pone una mano en mi hombro.
—El tiempo suficiente para saber que necesitas un
momento entre tíos.
—¿Un qué?
—Ya sabes, somos tus hermanos y estamos teniendo un
momento. Un corazón a corazón entre tíos.
Niego con la cabeza hacia él, sin tener ni idea de lo que
está parloteando.
—Vale.
Kirian se encoge de hombros.
—Así que tu pareja es algo distante. No es el fin del
mundo. Siempre que puedas lograr que ella se recupere
eventualmente, todo estará bien.
—O de lo contrario moriré. Claro, no es la gran cosa. —
Inyecto sarcasmo en mi voz, sabiendo que es el idioma
favorito de Damon.
—Qué tal si —reflexiona Damon—. Juegas la carta del
pésame. Dile que tu vida depende de ello.
—No —desecho la idea con firmeza—. Sin piedad.
No permitiré que Maelyn sienta pena por mí. Es por eso
que no le dije que recuperaría la vista si completamos el
vínculo, por qué no le expliqué completamente el alcance de
la maldición. Si me va a dar su cuerpo, no puede ser por
ninguna otra razón que no sea la que quiere hacerlo.
Kirian gruñe.
—Entonces tendrás que conseguir que se enamore de ti a
la antigua.
Si pudiera lanzarle una mirada, lo haría.
—Ser compañeros predestinados es a la antigua.
—En Valora —enfatiza Kirian—. Pero no en la Tierra.
Maelyn no comprende nuestra cultura. Podrías usar eso en
ventaja. Haz las cosas a su manera.
Una cita. Eso es lo que hacen los humanos. He leído
suficientes libros para conocer sus costumbres románticas.
Películas, cenas, caminatas.
No tenemos películas, pero las otras dos son factibles.
—Definitivamente —Damon agrega—. Cortéjala con tu
encanto y personalidad brillante.
Frunzo el ceño en su dirección.
Ahora sé que me está vacilando. Nadie me describiría
nunca como encantador de ninguna manera.
—No tiene gracia.
—Tiene razón, Zander —dice mi primo con seriedad—.
Hay una razón por la que el destino los eligió a los dos para
estar juntos. Pasa suficiente tiempo con Maelyn y ella
también se dará cuenta.
—Bueno, ella se casó conmigo, así que al menos estamos
atados por los votos.
Hay un silencio largo y desconcertado.
—¿Cómo lograste hacer eso? —Astrid pregunta,
buscando a tientas con su lupa de nuevo.
Mientras está ocupada tratando de inspeccionar mi
alma, apuñalo mis dedos por mi cabello y agarro la parte de
atrás de mi cuello.
—Sin decirle lo que significaba, hice que Maelyn dijera el
voto entre compañeros en el idioma antiguo.
—¿Hiciste qué? —preguntan los tres al mismo tiempo.
—Eso todavía cuenta. —En defensa, señalo a los otros
reyes—. Como si no hubierais hecho lo mismo si hubiera sido
necesario.
Se quedan callados por unos segundos antes de que
Damon se eche a reír.
—Nuestras esposas te van a patear el trasero con tanta
fuerza por esto.
—Nadie puede tocar mi trasero excepto Maelyn.
—Es una forma de hablar. —Sigue riendo—. Vamos,
Kirian. Vamos a ver cómo se llevan las mujeres.
Puedo oírlo reírse a través del campamento. Bastardo
alegre.
Haciendo un gesto para que Astrid vaya frente a mí, le
digo:
—Bien podríamos unirnos a ellos.
—Rey Zander, hay una cosa más. Algo importante que
debes saber.
—¿Sí?
—Dado que el vínculo es básicamente inexistente por
parte de Maelyn, si la enviaras de regreso al lugar de donde
vino, no experimentaría los efectos de la abstinencia.
Todo parece detenerse. Esa es otra instancia que nunca
antes había sucedido entre una pareja predestinada.
—¿Podría dejarme y no le haría daño?
—No físicamente —responde Astrid—. Ella podría
extrañarte, pero eso no la mataría. Podría seguir con su vida,
sin saber que dejó que su alma gemela se le escapara de los
dedos.
—¿Pero yo? ¿Cómo me sentiría?
—Una absoluta agonía. Experimentarías los síntomas de
abstinencia por dos, y probablemente morirías en un par de
años.
Pégame.
Antes, llegué a la conclusión de que mantener a Maelyn
aquí no era negociable porque pensé que significaría la
miseria y muerte para los dos si se iba.
Pero si lo que dice Astrid es cierto, podría darle a Maelyn
lo que realmente anhela, libertad, y estaría bien.
Sin embargo, no soy lo suficientemente desinteresado
para hacer ese sacrificio.
He anhelado a mi pareja durante tanto tiempo. No puedo
imaginarme dejarla ir ahora que sé cómo huele, cómo es
besarla, la paz que me da solo dormir a su lado.
Esto tal vez me convertiría en un bastardo desalmado,
pero me quedaré con ella pase lo que pase.
16
Maelyn
—¿Te obligó a casarte con él? —Quinn, la bonita morena
con el rostro pecoso, me mira boquiabierta desde donde se
acomodó en el suelo de la tienda.
Me froto los ojos, no estoy segura de estar
completamente despierta todavía.
—Repetí las palabras de buena gana. Simplemente no
sabía lo que estaba diciendo. ¿Es legalmente vinculante?
—¿Legal? —Whitley suelta una carcajada mientras pasa
los dedos por su vientre muy abultado por el embarazo—. Hay
más que legalidad. Es un juramento inquebrantable que une
tu alma a la de él.
—El concepto es tan absurdo —murmuro—. Los
hombres no pueden engañar a las mujeres para que se casen
con ellas.
Quinn y Whitley intercambian una mirada divertida.
—¿Qué? —pregunto.
Mordiéndose el labio, Quinn sonríe.
—Kirian probablemente habría hecho lo mismo si lo
hubiera rechazado.
—Damon, también —asiente Whitley, encogiéndose de
hombros como si no fuera gran cosa—. Los fae son
incorregibles, malhumorados, traviesos, sexys, reservados y
misteriosos… —La frase termina con un suspiro de ensueño.
—¿Y estás de acuerdo con eso? —Parecen más que bien
con ese hecho.
Obviamente, están muy felices aquí y parecen pensar
que yo también lo estaré.
Como sospechaba, ambas asienten.
Cuando llegaron por primera vez y se presentaron como
las reinas de los otros reinos, pensé que estaban aquí para
llevarme. Ambas habían parloteado sobre ser como yo,
humanas. Al menos, lo fueron en un momento.
—¿Cuánto tiempo lleváis aquí? —pregunto, mirando el
atuendo casual de Quinn.
Si bien su cola de caballo muestra sus orejas
puntiagudas, su estilo se parece más al mío. Vaqueros y una
bonita camiseta sin mangas.
Por el contrario, Whitley encaja bien en el papel de reina
de los faes. Es alta e increíblemente hermosa, con cabello rojo
vibrante y rasgos faciales llamativos. El vestido azul que lleva
realza el color zafiro de sus ojos, casi haciéndolos brillar como
lo hacen los de Zander.
—He estado aquí durante cinco años, así que ahora soy
fae —responde Quinn con orgullo—. Tengo alas y todo.
—Mi respuesta es un poco más complicada —afirma
Whitley con una sonrisa—. Larga historia corta. En pocas
palabras, vine aquí hace poco más de tres años y me convertí
en fae muy rápidamente.
Mis ojos se posan en su estómago.
—¿Y ya vas a tener un bebé?
—Es el segundo —me corrige, radiante—. Va a salir en
cualquier momento.
Miro a Quinn.
—¿Tú también tienes hijos?
—Tengo una hija, Dani. Tiene casi cuatro años y estoy
esperando otro bebé. —Enmarcando el bulto ligeramente
redondeado en la parte inferior de su vientre con las manos,
sonríe—. Solo estoy de un par de meses, pero está creciendo
rápido.
Aturdida por su indiferencia, una serie de preguntas
salen de mis labios.
—¿No tenías ninguna duda sobre venir a vivirá aquí?
¿Sin mirar atrás? ¿Cómo es eso posible?
La cara feliz de Whitley cae.
—Mis padres murieron justo antes de que me trajeran
aquí. Tuvimos un accidente de automóvil y no me queda
mucha familia. Damon me salvó la vida, pero no por eso me
quedé. Él es mi alma gemela. Donde él va, yo voy.
Antes de que pueda ofrecerle el pésame por su pérdida,
Quinn asiente con la cabeza.
—Kirian es mi hogar. Tomó un portal a mi bosque
cuando teníamos doce años, y fue amor a primera vista para
mí. Ha sido una parte tan importante de mi vida que no
puedo imaginarme no estar con él. Además, con los portales,
puedo visitar la Tierra de vez en cuando para hacer una
llamada telefónica o dos.
Sentándome más recta, abro mis ojos hacia ella.
—¿Puedes volver?
—Bueno, el momento puede ser complicado. Kirian usa
un portal al año, en su cumpleaños. Los portales son muy
difíciles de conseguir y no tenemos un creador como Thayne.
Los portales son raros, anotado. Lo que significa que
incluso si hubiera llegado a un pueblo ayer durante mi
escape, no habría encontrado lo que estaba buscando.
La cara de Quinn se arruga mientras piensa.
—La última vez que vi a mis padres fue unos seis meses
después de mi boda. Kirian regresó conmigo, pero tuvo que
esperar en mi casa del árbol, porque para mis padres, solo
había pasado medio día desde que me vieron. Si trajera a casa
a un hombre al azar, habrían sospechado. Además, estaba
embarazada de unos cuatro meses en ese momento, por lo
que tuve que usar una camisa holgada para cubrir mi
estómago. En los años transcurridos desde entonces, hemos
visitado Key West, donde mis padres creen que vivo. Llamo
desde allí, pero probablemente pasarán muchos años antes
de que pueda volver a verlos cara a cara. Creen que trabajo en
un crucero, así que se supone que debo estar en el océano
ahora mismo.
—Esa es una historia de portada bastante inteligente. —
Recojo algunas bolas de pelusa en las sábanas—. Me llevará
un tiempo acostumbrarme a la diferencia horaria. Sigo
teniendo momentos de pánico, asumiendo que la gente está
muy preocupada por el hecho de que estoy desaparecida, pero
he desaparecido por mucho tiempo. Tendría que estar aquí
durante meses antes de que alguien se diera cuenta.
—¡Sí! —Quinn se palmea las rodillas con entusiasmo—.
¿No lo ves, Maelyn? Eso es bueno. No tienes nada que perder
al intentarlo.
—¿Crees que debería quedarme? —digo, sintiéndome un
poco traicionada por mi propia gente. Definitivamente no se
están poniendo de mi lado—. ¿Incluso cuando Zander me
tiene literalmente cautiva?
El rostro de Quinn se suaviza.
—Él te ama.
—Ni siquiera me conoce.
—Su alma ama la tuya —aclara Whitley—. Es incluso
más profundo que el amor convencional. En Valora, cuando
dos personas están destinadas a estar juntas, no es una
elección. Una vez que conoces a esa persona, eso es todo.
Estás conectado para siempre. Si dejas a Zander ahora, él...
De repente, la solapa de la puerta se abre y la sombra de
Zander se asoma a la luz del sol.
—Ya fue suficiente charla.
Todas las chicas entrecerramos los ojos y nos
protegemos ante el repentino brillo. Estoy un poco perturbada
por la interrupción. Whitley sonaba como si estuviera a punto
de decirme algo importante.
—¿Qué le pasaría? —le digo moviendo la boca, esperando
que continúe con lo que estaba diciendo, pero no obtengo una
respuesta porque una anciana diminuta pasa junto a Zander
y viene directamente hacia mí.
Sin pedir permiso para tocarme, agarra mi muñeca,
levanta mi brazo y comienza a mirar mis venas con una lupa.
Intento alejarme, pero es sorprendentemente fuerte para su
tamaño.
No puede medir mucho más de un metro veinte de altura
y está muy delgada. Su vestido amarillo cuelga de sus
huesudos hombros, como si no le quedara bien. Largos
mechones grises le caen hasta la cintura, su piel está
arrugada y sus ojos son del color del whisky.
Esta debe ser la bruja.
—¿Hum hola? —rompo tímidamente el prolongado
silencio mientras le doy otro tirón a mi brazo.
Lo suelta esta vez. Deslizando la herramienta de nuevo
en su bolsillo, me lanza una mirada.
—Eres humana.
Confundida por el hecho obvio, levanto las cejas.
—Lo sé.
—Cien por ciento.
—Correcto. ¿Se supone que debo ser otra cosa?
Ella mira a Zander.
—Esto podría ser un problema para tu posición como
rey. No desarrollará un poder y existe la posibilidad de que no
le crezcan alas funcionales. Es probable que tus hijos no
tengan la habilidad de los fae, a menos que los genes de su
padre se transmitan.
—¿Significa esto que no soy el alma gemela de Zander
después de todo? —Cruzo mis brazos protectoramente sobre
mi cintura.
—Oh no, lo eres.
La estudio con cautela.
—¿Cómo sé que Zander no te está pagando por decir
eso?
—¿No me crees?
—No sé. —Encogiéndome de hombros, niego un poco con
la cabeza.
—Zander me debe una buena cantidad, pero no por
decirte la verdad. No tengo la costumbre de demostrar mis
habilidades a los demás, pero veamos. —Con una sonrisa, se
frota las manos antes de señalar la ropa de ayer que cuelga
del techo—. ¿Están todavía mojados?
Zander quita los jeans, asintiendo mientras siente la
humedad. Me los arroja para que pueda sentirlo por mí
misma. Sí, hoy va a tocar llevar pantalones mojados y eso
apesta.
Astrid hace movimientos de agarre con las manos.
—Dámelos.
Después de doblar los jeans, los coloca en su mano
mientras rocía flores secas sobre ellos con la otra. Cierra los
ojos durante cinco segundos y su cuerpo se balancea un
poco.
Entonces sus ojos se abren de golpe y tira el montón
flores y los pantalones sobre la cama. Cuando los recojo, me
sorprende descubrir que están secos y calientes, como si
acabaran de salir de la secadora. También huelen bien.
—Wow —susurro, abrazando la tela fresca contra mi
pecho—. Gracias.
—De nada. Ese es el único obsequio que obtienes. Así
que, ten la seguridad de que eres la pareja predestinada del
rey. —La mujercita segura de sí misma se tapa la oreja, y
parece estar escuchando algo fuera de la tienda. Se vuelve
hacia Whitley y dice—: El portal se está cerrando. Será mejor
que regresemos. No queremos perdernos el primer puesto de
adivinación en la feria.
Sonriendo, Whitley coloca una mano en su cadera.
—Solo quieres recolectar pelo para tus alfombras.
—Es un pago razonable por una lectura de la reina.
—Me siento usada. —Lloriquea Whitley intenta ocultar la
sonrisa divertida detrás de su mano.
—Te va a encantar. Ya he visto el resultado, será un
éxito. También haremos una el próximo año.
Whitley pone los ojos en blanco, pero se ríe.
No tengo idea de qué están hablando, pero la
camaradería entre ellas es inconfundible.
¿Podría tener algo así aquí? ¿Podría hacer nuevos
amigos, enamorarme y ser tan feliz como todos los demás?
Dos hombres asoman la cabeza detrás de Zander. El de
cabello castaño se concentra inmediatamente en Quinn,
mientras que la atención del rubio va directamente a Whitley.
Supongo que ya sé quién está casado con quién.
Para ser ciegos son buenos ocultando la discapacidad.
Sus ojos son más claros que los de Zander, y parecen estar
enfocados en sus esposas.
Cuando Quinn se pone de pie, Kirian aparece detrás de
ella y rodea su cintura.
—Hola, Maelyn. —Ni siquiera gira la cabeza en mi
dirección porque no puede apartar los labios del cuello de
Quinn—. Soy Kirian, rey del Reino de la Noche. Estamos muy
contentos de que estés aquí.
—Estoy de acuerdo con eso —interviene el hombre rubio
mientras frota el vientre redondo de Whitley—. Soy Damon,
rey del Reino de los Sueños. También soy el más divertido y
carismático de los miembros de la realeza.
Kirian se burla de la engreída declaración. Hay una
mochila colgando de su mano, y Quinn la acepta con un beso.
Me mira y levanta la bolsa como si fuera un premio.
—Maelyn, ¿preferirías usar vestidos o te gusta la ropa
informal?
—Informal, definitivamente.
Ella sonríe y lanza una mirada triunfal a Whitley.
—Te lo dije. Me debes una lectura.
—Maldita sea — suelta Whitley, apartando el paquete
que Damon le trajo.
Dejando la bolsa en el suelo al final de la cama, Quinn
me hace un gesto para que mire dentro. Manteniendo un
agarre firme en la sábana, me aseguro de que permanezca
envuelta alrededor de mi cintura como una falda mientras me
levanto. Sintiendo mi malestar, Zander gruñe a los hombres y
señala con la cabeza hacia la puerta. Kirian y Damon reciben
el mensaje y se van.
Arrastrando los pies hacia la mochila, abro la cremallera.
En el interior, se encuentra la materia de la que están hechos
los sueños. Tres pares de vaqueros, dos camisetas sin
mangas y dos camisetas. Incluso hay un sujetador deportivo,
unas braguitas y un par de zapatillas. Miro la suela de goma
y veo el tamaño, son un treinta y nueve. Calzo un treinta y
ocho en el pie izquierdo y un treinta y siete en el derecho.
Suficientemente cerca. Teniendo en cuenta que ayer perdí
uno de mis zapatos en las arenas movedizas, los voy a
necesitar.
Estoy tan conmovida por la amabilidad inesperada que
se me llenan los ojos de lágrimas.
—¿Me trajiste ropa?
—Probablemente te tendrás que remangar los dobladillos
de los pantalones ya que eres más baja que yo, pero todo es
elástico para dar margen de maniobra. Lo que no hubiera
dado por ropa normal la primera semana que estuve aquí —
suspira Quinn con una sonrisa—. Espero volver a verte
pronto, Maelyn.
—Si. —Whitley comienza a caminar lentamente hacia la
puerta—. Si necesitas algo más, envía a un duendecillo.
Se me cae la cara.
—¿Ya os vais?
—Como dijo Astrid, la feria comenzará pronto. —Whitley
se encoge de hombros—. Tú y Zander son bienvenidos a
asistir.
Mi mirada inquisitiva se dirige a Zander, pero ya está
negando con la cabeza.
—Tenemos otra redada esta mañana.
Damon, que podría tener un deseo de morir, asoma la
cabeza hacia atrás en la tienda y, a juzgar por la sonrisa
traviesa en su rostro, creo que se divierte molestando a
Zander.
—¿Por qué no envías a Maelyn de regreso con nosotros
durante el día? Ven a buscarla cuando hayas terminado. Nos
aseguraremos de que esté a salvo y que se lo pase bien.
—No. —Zander cierra la oferta rápidamente.
—Una redada no es lugar para alguien que todavía se
está adaptando.
—Ella es mi compañera, yo decido.
A regañadientes, Damon acepta la negativa de Zander
con un asentimiento. Las chicas comienzan a salir,
murmurando adiós y deseos de buena suerte.
Quinn es la última en irse. Ella me envía una sonrisa
triste por encima del hombro. Creo que quiere darme ánimos,
pero parece que siente lástima por mí.
Dejando caer la sábana, los persigo, olvidándome de que
no tengo pantalones. La camisa me llega a las rodillas de
todos modos. Quiero verlos atravesar el portal, pero Zander
me detiene justo dentro de la tienda. Enganchando un brazo
alrededor de mi cintura, me mantiene quieta. Asegurándose
que no corra.
No estaba planeando hacerlo.
Una parte de mí todavía quiere estar cabreada con él,
pero tengo problemas para aferrarme a la ira. El haber
dormido junto a él toda la noche, combinado con todo lo que
pasé ayer, me ha hecho asociar su toque con la seguridad.
Además, estoy locamente cachonda y estar cerca de él solo lo
empeora.
Tal vez realmente esté diciendo la verdad sobre el vínculo
de pareja. Si ese es el caso, mi atracción por él no puede
evitarse.
Mientras los dedos de Zander acarician mi cintura,
reprimo un escalofrío y salgo de su agarre.
Necesito distancia. Y ropa.
17
Maelyn
Acabo de vestirme con una camiseta rosa, un sujetador
deportivo y unos vaqueros cuando Zander me dice:
—Voy a darte la oportunidad de volver a tu casa.
—¿Ah, sí? —Mis ojos se clavan en su nuca, lo había
hecho girar mientras me cambiaba, y él asiente.
Girando hacia su mochila, la toma y saca el tablero de
ajedrez. Deja caer el juego en el extremo de la cama.
—Puedes jugar a cambio de tu libertad.
Entrecierro los ojos.
—¿Es un truco?
—Por supuesto que no. —Aparece su característico ceño
fruncido—. Pero le di la misma cortesía a esa basura de mala
muerte, Gideon. Es lo menos que puedo hacer por ti.
Conmovida, cambio mi peso de un pie a otro y veo cómo
Zander se arrodilla para desenrollar el tablero. Las casillas de
color crema y negro están desocupadas, y todo lo que veo es
una oportunidad. Cada espacio en blanco es una posibilidad.
Un futuro que aún no he descubierto.
También tengo una ventaja: no tiene ni idea de lo buena
que soy al ajedrez, así que ya está subestimando mis
habilidades.
Me siento en el colchón.
—¿Así que esto es una apuesta?
—Un trato. —Zander comienza a alinear las piezas,
poniendo el equipo negro en su lado—. Si ganas, te quedarás
aquí durante un mes, sin discusión. Si todavía quieres irte al
final de ese tiempo, no te lo impediré.
¿Un mes entero?
—Una semana —contesto.
—Tres semanas.
—Dos. —Cuando Zander asiente, pregunto—: ¿Qué pasa
si ganas tú?
—Te quedas para siempre.
Se hace el silencio entre nosotros mientras contemplo lo
que está en juego. Hace cinco minutos quedarme para
siempre era la única opción que me había dado. Pero si le
gano, podré elegir.
Como dijo Quinn, podría estar aquí un tiempo antes de
que alguien en casa se dé cuenta de que he desaparecido.
Sería como unas vacaciones mágicas en las que no estoy
atada a mis propias reglas y expectativas de vida.
—De acuerdo —acepto, y un aleteo estalla en mi pecho.
Jadeando, me froto el esternón.
—El trato —explica Zander, tocando su propio pecho—.
Recuerda que aquí las promesas son como entidades sólidas.
Ayer sentí algo parecido cuando me hizo repetir nuestros
votos, pero en ese momento estaba tan drogada de adrenalina
que pensé que tenía palpitaciones. Ahora sé que algo pasó
dentro de mí.
Trago saliva cuando me doy cuenta de que prometí que
nunca amaría a otro. A nadie más que a él.
Si gano y me voy, ¿me seguirá ese juramento el resto de
mi vida?
Demasiado asustada para preguntar, dirijo la
conversación hacia otro lado.
—Así que es un problema que sea humana, ¿eh?
Zander ladea la cabeza de un lado a otro, pareciendo
despreocupado por el tema.
—Astrid parece pensar que sí.
—Pero Quinn y Whitley también lo son.
—Las otras reinas tienen ascendencia fae en diversos
grados.
—Parece que encajan aquí —comento—. ¿Tienen
poderes?
—Quinn puede saber cuándo alguien está siendo
deshonesto o evadiendo la verdad. Es un poder menor, pero
es útil durante los interrogatorios. Ella es la razón por la que
supe de la subasta en la que estabas. Ella y Kirian vienen al
Reino del Día cada dos meses para ayudarme a interrogar a
los criminales que atrapamos. La clandestinidad tiene
círculos internos muy cerrados, y a menudo tienen
información sobre los próximos eventos.
—¿Y Whitley?
—Whitley es vidente igual que Astrid. Ambas pueden
adivinar el futuro y hacer hechizos.
Vaya. Supongo que puedo ver por qué Astrid estaba tan
malhumorada por mi dolorosamente promedia humanidad.
—¿Y los otros reyes? —pregunto.
La mano de Zander se detiene mientras alinea mis
peones.
—Kirian puede manipular elementos, como el clima y la
naturaleza. Damon es un caminante de sueños. Puede entrar
en los sueños de cualquiera, siempre que tenga un objeto que
le pertenezca. Junto con la ayuda de Whitley pueden
controlar esos sueños. Incluso pueden hacer que la gente sea
sonámbula.
Parpadeando, sacudo la cabeza.
—Eso es genial. ¿Cuál es tu poder?
El ceño de Zander se frunce.
—Supongo que si quiero que me quieras —empieza
suavemente—, voy a tener que hablarte de mí, de mi pasado.
Y no sólo mi color favorito: cosas más profundas. Cosas que
me hacen... ser yo. Cosas que me hacen débil.
—¿Tú? ¿Débil? —Levanto las cejas mientras mi mirada
se dirige a sus brazos cincelados y sus anchos hombros—.
Hay muchas formas de describirte, pero esa no es una de
ellas.
—En tu mundo, la fuerza física, la velocidad o la riqueza
es cómo se mide el poder, pero aquí, ser fae lo es todo. La
magia es la característica que define a una persona.
Deja escapar un suspiro que suena a cansancio mientras
se levanta y viene a sentarse a mi lado. Me coge la mano,
jugueteando suavemente con mis dedos, como si tocarme le
diera fuerzas. Y maldita sea, eso me hace sentir especial.
—Si un rey es desafiado por su posición —explica Zander
—, puede perder el cargo con la misma facilidad con la que lo
heredó. Normalmente son los hermanos u otros familiares
cercanos los que intentan hacerse con la corona, pero
cualquier ciudadano podría hacerlo, y es probable que lo haga
si cree que puede ganar.
—¿Alguien te ha desafiado alguna vez?
—Todavía no —dice, como si fuera algo inevitable—. Pero
no he gobernado durante mucho tiempo. Tener poderes puede
crear o terminar con un rey. —Haciendo una pausa, deja
pasar varios segundos como una cuenta atrás para una
bomba—. Yo no nací con uno.
Recorriendo de nuevo sus músculos, mis ojos se posan
en sus brillantes orbes.
—¿Nada de nada?
—Ninguno.
—Porque tu madre es humana.
Zander asiente.
—Me parezco a ella, en el aspecto y en la falta de magia.
Fue una gran fuente de vergüenza y de desconcierto para mi
padre.
—Conmigo como reina, serás aún más un objetivo —
concluyo, y Zander me da un asentimiento reacio—. Podrías
elegir a otra persona.
Su cuerpo se pone rígido ante la sugerencia, y tengo que
admitir que a mí tampoco me gusta mucho. Ayer quería que
eligiera a una de las otras chicas. Debería seguir queriendo
eso, pero cuando me lo imagino en los brazos de otra mujer,
alguien alta, elegante y guapa, la idea me produce un horrible
revuelo en las tripas.
Tragándome los celos, enderezo los hombros y digo la
verdad.
—No quiero ser la que te contenga, Zander. No es
demasiado tarde para echarte atrás conmigo. No te obligaré a
cumplir tus votos. No lo digo porque quiera dejarte; no se
trata de mí. Se trata de tu futuro...
—Nuestro futuro. —Sus dedos se estrechan alrededor de
los míos—. No puedo dejarte, Maelyn. No lo haré. Nunca te
cambiaré por otra persona.
Levantando la mano, arranca la corona de su cabeza.
—Tal vez debería dejar de ser rey. —Gira la corona en
sus manos. Girándola, sus dedos tocan las perlas y las joyas
—. Nunca quise esto. Me he esforzado mucho por arreglar
este reino, pero sigue roto.
Le toco la muñeca, tranquilizándolo.
—Este reino te necesita. Sólo llevo aquí poco más de
veinticuatro horas, pero incluso yo puedo verlo. Has salvado a
mucha gente de las subastas.
Una media sonrisa sin humor se levanta en su rostro.
—Intenta decírselo a la gente. Me odian en el reino del
Día. El resto de Valora tampoco es fanático de mí, del legado
que dejó mi padre. Los buenos ciudadanos me culpan de
haber creado el Resplandor, y los criminales me quieren
muerto por intentar acabar con el comercio de mujeres y las
destilerías ilegales.
—Estás condenado hagas lo que hagas. Eso es lo que
diría mi padre.
—Muy bien dicho. —Su agarre se refuerza alrededor de
la corona—. Es tan pesado, Mae.
La compasión se me escapa y me encuentro
acercándome.
—¿Y si se la pasamos a un familiar o algo así?
Sacude la cabeza.
—A mi madre le pesó ser reina mucho tiempo. Y la tía
Zephina desprecia tanto el palacio que se niega a vivir allí.
Espero que enumere más candidatas, pero no lo hace.
—¿Eso es todo? ¿No hay nadie más?
Se muerde el interior de la mejilla y reflexiona.
—Mi abuelo, Zed, tenía un hermano mayor. Ziah era el
heredero legítimo del reino, pero desapareció cuando apenas
eran adultos.
—¿Desapareció?
—No dejó una nota ni se llevó ninguna de sus
posesiones. Se sospechó que hubiera un juego sucio, por
supuesto, pero no se pudo probar nada. Al final asumieron
que estaba muerto o que había huido al reino humano.
—¿El reino humano? ¿Tu gente cambia todo esto —hago
girar el dedo en el aire—, para vivir en la Tierra?
—No es frecuente, pero ocurre. Significa renunciar a la
capacidad de volar mientras están allí, ya que sus alas no
funcionan fuera de Valora. Puede que conserven parte de su
magia durante un tiempo, pero al final se convertirán en
humanos. Perderán las puntas de las orejas y empezarán a
envejecer como lo haría un humano. Nunca he entendido por
qué alguien cambiaría la posibilidad de vivir treinta mil años
aquí por setenta o más allí. —Se encoge de hombros—. Pero
tal vez la larga vida sea demasiado desalentadora para
algunos.
—Si tu tío abuelo volviera, podría hacerse cargo. —Estoy
tratando de darle al chico un poco de esperanza, pero no
parece levantado por ella.
—Está muerto, Mae. Eso es lo que creo. Muchos de los
que estaban vivos entonces dicen que era un hombre bueno y
justo. Estaba deseando liderar nuestro reino. No se habría ido
por su propia voluntad.
—Oh. —Tengo el corazón pesado por Zander. Por esta
responsabilidad que nunca quiso. Por su incapacidad de
elegir una vida diferente.
Él no pidió estar aquí más que yo.
Me dije que no lo besaría de nuevo. Me dije que lo de
ayer fue un momento de debilidad. Necesitaba a Zander.
Tomé su beso como consuelo y distracción.
Ahora él me necesita.
Le quito la corona de las manos y la dejo en la mesita de
noche.
Luego levanto una mano hacia su cara y acaricio su
cincelada mandíbula. Su vello oscuro es áspero y erizado, y le
froto el pelo áspero con el pulgar. Cerrando los ojos, se inclina
hacia mi tacto y me acaricia la palma de la mano.
Colocando mis dedos en su nuca, me levanto para
presionar mi boca contra la suya en el más lento de los besos.
Es tan suave que nuestros labios apenas se rozan, pero aun
así nos afecta a los dos.
La humedad inunda mi centro y Zander gime. Su sonido
gutural no hace más que incitarme, y le lamo el labio inferior,
esperando obtener más de su adictivo sabor. Chupo la carne,
tirando de ella con los dientes antes de soltarla.
—Mae —ruge Zander, y de repente estoy de espaldas.
Su peso me presiona contra las plumas que tenemos
debajo, y una de sus piernas termina entre las mías mientras
hunde su lengua en mi boca. Su grueso muslo me roza el
clítoris y muevo las caderas involuntariamente.
Mis paredes internas se estrechan mientras suelto más
humedad. Las bragas nuevas que acabo de ponerme están
húmedas, pero estoy demasiado excitada para que me
importe.
Mientras Zander sigue poseyendo mis labios, y su mano
se desliza por mi caja torácica. Las puntas de sus dedos rozan
la parte inferior de mi pecho. Incluso a través de las dos
capas de tela, puedo sentir su tacto como si estuviera sobre la
piel desnuda.
Su palma se cierra sobre mi pecho y su pulgar roza mi
pezón rígido. Arqueando la espalda, busco más contacto y
gimoteo de alivio cuando repite la acción.
Jadeante y mareada, empiezo a mover las caderas más
rápido.
Estoy fuera de control.
Necesito más fricción.
Necesito correrme.
El calor aumenta en el bajo vientre hasta que hay una
intensa presión entre mis piernas. Pequeños espasmos se
contraen en mi núcleo.
Nunca me había permitido sentirme así. Nunca he
dejado que nada llegue tan lejos. Nunca me había sentido
tentada de esta manera.
Hasta ahora, eso me parecía bien. Mis propios dedos
funcionan bien si necesito una liberación. Pero sospecho que
con Zander un orgasmo no sería como rascarse una picazón.
Sería como sobrevivir a una explosión. Tengo miedo de salir
por el otro lado, cambiada. Alterada para siempre.
Pasando mis manos por su espalda, meto mis dedos bajo
su camisa. Los deslizo por sus músculos. Araño ligeramente
con las uñas las crestas y las protuberancias de los tendones
y los huesos.
Quiero que su camisa no estorbe.
Con movimientos de necesidad, tiro de ella y él me ayuda
a quitársela por la cabeza. Nuestros labios se separan
durante un brevísimo segundo antes de que su boca
descienda de nuevo sobre la mía.
Ahora que tengo tanta carne a mi disposición, mis dedos
descienden hasta los hoyuelos de su trasero. La lengua de
Zander masajea la mía mientras yo froto las hendiduras de su
espalda.
Un gruñido feroz retumba en su interior cuando se
acerca, y su dura longitud se clava en mi estómago mientras
gira sus caderas.
Su boca se aleja de la mía y me besa a lo largo de la
mandíbula. Girando la cabeza, le doy un mejor acceso a mi
cuello mientras pierdo la cabeza.
Se siente tan bien: la succión de sus labios, el roce de su
barba. Zander se aferra a un lugar debajo de mi oreja,
enviando una sacudida hasta mi clítoris.
Jadeando, muevo mi cuerpo contra el suyo, apretando su
muslo entre los míos mientras se acerca mi orgasmo. Cierro
los ojos, rindiéndome a él.
De repente, los labios de Zander, su calor y su peso
desaparecen.
Me quedo sola, respirando agitadamente sobre mi
espalda, preguntándome cómo la situación se ha agravado
tan rápidamente. Preguntándome por qué ha parado.
Cuando me levanto sobre los codos, Zander está de
espaldas a mí, con las manos agarrándose la nuca con tanta
fuerza que sus uñas podrían sacarle sangre.
Sin quererlo, me desconcentro.
Tiene lo que Paige llamaría un culo en pompa. Aunque
estoy segura de que está tan tonificado como el resto de su
cuerpo, la carne es redondeada.
Sexy.
—Zander, yo... —No sé qué decir. Una parte de mí quiere
rogarle que vuelva y termine lo que empezamos. La otra mitad
quiere agradecerle por no permitir que continúe.
Si hubiera insistido en más, podría haberlo hecho.
Soltando un suspiro desgarrado, me siento y me paso
una mano por la cara. Tengo las mejillas calientes. Mis labios
están hinchados.
—¿Estás lista? —Completamente serio, Zander pivota y
hace un gesto hacia el juego mientras se quita la reina blanca
del cuello.
Vale. Así que vamos a volver a jugar al ajedrez como si
no estuviéramos echando un polvo seco.
Genial.
Perfecto.
No es nada confuso.
Me quito el collar e intercambiamos las piezas.
Después de colocar mi reina en su sitio, doblo las
piernas debajo de mí, me poso sobre el tablero y reúno mi
tono más inocente.
—¿Me enseñas las reglas?
Escucho atentamente mientras Zander me explica las
diferentes piezas, lo que pueden hacer y cómo puedo
utilizarlas en mi beneficio. A su favor, no trata de engañarme
dándome información falsa. Es minucioso, incluso me da una
salida de práctica y me muestra un ejemplo de cómo capturar
su rey.
Ahora que hemos empezado oficialmente, me doy un
golpecito en el labio, manteniendo la apariencia de que no
estoy seguro de la jugada que debo hacer. Abro con un peón a
D4.
Zander responde con un peón en D5.
Eligiendo un enfoque más agresivo, muevo mi alfil a G5.
Zander parpadea dos veces. Es el único indicio de
sorpresa, pero es suficiente para suponer que sospecha que
he restado importancia a mis habilidades. Quizá no debería
haberme delatado tan pronto, pero quiero despistarle. Se
recupera con un peón a C6, despejando un camino para que
su reina se mueva. Su alfil también podría salir.
Después de que yo mueva mi peón a E3, él elige el alfil,
colocándolo al lado del mío.
Mientras nuestras piezas se mueven por el tablero, me
doy cuenta de que me estoy divirtiendo.
Tengo que mantener la seriedad porque hay mucho en
juego, pero jugar se parece un poco a coquetear. Es como un
baile. Un tira y afloja. Sin palabras, hago valer mi poder.
Zander me lo quita. Se lo devuelvo.
Me gusta ver las expresiones faciales que no es
consciente de que está haciendo. Una contracción de su
nariz. Un tic en la comisura de los labios.
—Sus majestades. —Una voz llega desde el exterior de la
tienda—. Es hora de ponerse en marcha. Tenemos que hacer
las maletas, y tendremos que desayunar de camino a la...
—Sólo unos minutos —digo al mismo tiempo que Zander
ladra—: Ahora no.
Compartimos una pequeña y reservada sonrisa.
Es mi turno y nuestras piezas están repartidas por todo
el tablero. Él ha capturado varias de las mías, pero yo tengo
más de las suyas.
Empujo mi reina un espacio en diagonal, obligando a
Zander a mover su rey.
—Creía que no sabías jugar —dice en tono sombrío,
aunque capto una pizca de diversión en su voz.
—¿He dicho que no sabía?
Sus labios se curvan con una sonrisa impresionada.
—No. Desde luego que no.
Me niego a distraerme por lo atractivo que es cuando
sonríe, y vuelvo a mirar el juego.
—Mi padre me enseñó cuando tenía cinco años.
—Yo aprendí de mi madre. Eres una oponente
formidable, esposa.
Oh, mi apodo tiene una mejora. No es la primera vez que
me llama esposa, pero la forma en que lo dice ahora suena
como un recordatorio. No quiere que olvide que soy suya.
Y eso me dice que su confianza se ha visto afectada.
Puede que gane de verdad.
Empiezo a pensar en cómo pasaré mis dos semanas
aquí. Me gustaría ver el palacio. Ver algunos lugares de
interés. Visitar a los otros humanos y asegurarme de que se
están adaptando bien.
La tristeza parpadea tenuemente en mi mente cuando
me imagino de vuelta en mi habitación, en mi cama, sola.
Zander puede ser un bruto, pero es un bruto que ha dejado
muy claro su afecto y sus intenciones.
Los chicos de mi mundo no son como él. Las chicas
están por docenas, y ninguno puede mantener su atención en
mí el tiempo suficiente antes de distraerse con alguien más
brillante.
Alguien más. Más franca, más asertiva, más espontánea,
más dispuesta a darles la satisfacción física que no quieren
esperar.
Y no puedo negar que hay algo entre Zander y yo. Ya sea
el vínculo mágico de pareja o la atracción natural, me siento
atraída por él.
Rompí mis reglas por él. Es el único hombre por el que
he cedido, y no me arrepiento ni un poco. De hecho, mi
cuerpo todavía zumba desde antes, como si se quejara porque
no hemos ido más allá.
Miro la cara seria de Zander, que mira fijamente a un
punto del tablero.
Se frota el labio inferior y mueve la reina.
—Jaque mate.
Mi corazón se desploma mientras la incredulidad me
recorre.
—¿Qué?
Buscando frenéticamente el final que no vi venir, mis
ojos recorren el tablero.
Estaba tan sumida en mis pensamientos que no me di
cuenta de que Zander tenía una línea directa con mi rey.
Aunque lo moviera, no cambiaría el resultado.
Me distraje y simplemente jugué. Un error de novato.
¿Cómo pude dejar que esto sucediera?
Oh, sí, ya sé cómo. Mi vagina está básicamente en el
asiento del conductor ahora mismo.
—Ha sido un buen juego. —El consuelo de Zander es
suave y sincero mientras recoge las piezas y enrolla el tablero
—. He disfrutado enfrentándome a ti.
—¿La revancha? —Necesito redimirme y tener una
segunda oportunidad a mi elección.
—Me gustaría alguna vez, pero sólo por diversión.
—Doble o nada —insisto, sonando desesperada—. En
cambio, acepto un mes.
Zander sacude la cabeza.
—El trato está hecho.
Hecho.
Final.
Mi destino aquí está sellado.
—Fue una propuesta de mierda desde el principio —
señalo, dándome cuenta de que estoy siendo una mala
perdedora—. Pensaste que era una aficionada. No hay honor
en limpiar el suelo con una principiante.
—Pero tú no eres una principiante, ¿verdad? —responde.
No, no lo soy. De hecho, pensé que tenía una
oportunidad de ganarle, pero estaba demasiado ocupada
babeando por mi oponente para concentrarme.
Mi incontenible atracción por Zander será mi perdición.
Ya lo es.
Con sus músculos ondulados, Zander toma la reina
blanca, todavía sujeta a su cordón, y se la pasa por la cabeza.
Se pone la capa y se ata la funda de su arma al pecho,
asegurando la espada larga a su espalda.
Dirige sus ojos desenfocados hacia mí y me lanza una
mirada acalorada, llena de posesividad y triunfo, antes de
salir.
Está contento porque ahora soy verdaderamente suya.
He jugado. He jugado a su juego y he perdido.
Mientras me pongo mi propio collar, las palabras de
Quinn vuelven a mí.
¿Qué puedo perder estando aquí?
La respuesta se escucha fuerte en mi cabeza.
Mi familia. Paige. Mi independencia.
Mi virginidad.
Mi corazón.
Básicamente todo.
Pero, al recordar los labios de Zander sobre los míos y su
pretensión de protegerme, hay un susurro repentino,
sorprendente y esperanzador en mi mente: porque si Zander,
y Astrid, y todos los demás tienen razón, yo también tengo
algo que ganar.
Mi pareja predestinada.
Sólo desearía no sentirme como su prisionera.
18
Zander
La melancolía de Maelyn me devora al cabalgar hacia
nuestro destino. Lo siento en el estómago, en cada inhalación
que tomo.
Ha estado callada, cuidando sus heridas tras la derrota.
No me iba a disculpar por ganar. Nuestro juego había
sido justo.
Para ser honesto, podría haber salido victoriosa. Al
darme cuenta de que la había subestimado por mucho, me
hizo sudar un poco. Me gustaría culpar al hecho de que casi
me corrí en mis pantalones minutos antes, pero no fue la
frustración sexual lo que me hizo luchar mentalmente para
seguir el ritmo del juego.
Mi esposa es buena.
Inteligente. Estratégica. Sorprendente.
Y me estoy enamorando de ella. El vínculo no tiene nada
que ver con eso. Es todo ella. Cuando le dije que no nací con
un poder, esperaba una decepción. En cambio, obtuve su
apoyo.
Incluso se ofreció a sacrificar su título de reina por mí.
Una mujer más astuta intentaría usar su posición a su
favor. Podía exigir joyas y otros lujos materiales. Podría dar
órdenes a mis hombres o intentar inventar reglas que la
beneficien.
No Maelyn. Ella rezuma compasión y aceptación, aunque
no me lo merezco.
Ni siquiera pude darle el orgasmo que necesitaba.
Esta mañana en la cama, estaba tan dócil y dispuesta
debajo de mí. Se retorcía. Gemía.
Por mí.
Quería seguir adelante, pero no pudimos.
No pude.
Me sentí tan abrumado que casi me aparté.
Lo que fue impactante. El placer propio nunca ha
provocado un cambio en mí antes. Puedo asumir que es por
dos razones. Uno, no es sorprendente ni emocionante cuando
estoy solo. Y dos, con el vínculo que me alimenta con las
sensaciones de Maelyn, es casi demasiado para soportarlo.
No sé qué hacer al respecto.
Exposición repetida y desensibilización, supongo.
Necesito tocarla. A menudo.
Desafortunadamente, no voy a lograrlo mientras estemos
en caballos separados.
Girando la cabeza a la derecha, dónde Maelyn cabalga a
mi lado, tengo la voz dura al decir.
—Mira, voy a tener que esperar fuera con Thayne cuando
lleguemos a la destilería. Confío en ti para que te quedes
donde estás.
—Vale. —Escucho que se encoge de hombros.
—Lo digo en serio, Mae. Estas misiones pueden ser
peligrosas y necesito mantener la cabeza centrada.
—No tienes que preocuparte por mí. Estaré bien.
—Buena chica.
Se sonroja, y también yo. Maelyn se siente elogiada por
mi cumplido, igual incluso un poco encendida. El pensar en
llamarle buena chica cuando esté desnuda hace que se me
ponga dura.
Agarró las riendas un poco más fuerte de lo necesario y
me fuerzo a pensar en lo que importa.
Ahora que Maelyn ha prometido cooperar, puedo respirar
más fácilmente. No le dejaré acercarse a uno de esos agujeros
del infierno. Eso es en lo que se han convertido estos sitios y
Maelyn es demasiado buena para presenciar esas
atrocidades. Sin embargo, dependiendo del número de
cautivos dentro, puede que necesite que me ayude después de
todo.
—Has dicho que eres consejera —reflexioné—. ¿Significa
eso que eres buena calmando a gente alterada?
—Acababa de empezar en el trabajo hacía un par de
meses y era voluntaria antes de eso, así que no tengo mucha
experiencia, pero diría que sí.
—La gente a la que vamos a rescatar, hay una alta
probabilidad de que hayan pasado por mucho dolor. Puede
que estén drogados o heridos. Marek puede curarles las
heridas externas, pero no podemos arreglar las mentales. Lo
mejor que podemos hacer es ofrecerles comida y un viaje
seguro.
Maelyn se toma un segundo para absorber lo que he
dicho.
—Haré lo que pueda, pero el daño emocional no se va
con un vaso de agua, comida y un abrazo. Puede tener efectos
duraderos. El estrés postraumático, es un desorden que
puede durar años. Toda una vida.
No está equivocada. Dos trolls murieron por suicidio el
año pasado después de pasar un mes en una instalación de
pruebas. No estaba seguro de si los experimentos del
Resplandor les alteraban el estado mental o de si estaban
demasiado rotos para seguir. De cualquier manera, me siento
responsable.
—¿Qué sugerirías como tratamiento?
Maelyn hace ruidos, pensando.
—Bueno, una terapia recurrente es una buena idea. A
veces, hace falta medicación. ¿Tienes un hospital al que
pueden ir para recuperarse?
—¿Hospital? No exactamente. Ya que no tenemos
enfermedades naturales en Valora, nunca ha sido necesario.
Algunos supervivientes de la plaga tienen ungüentos físicos y,
por eso, hay un curandero o doctor en cada ciudad para curar
el dolor.
—Necesitáis centros médicos a los que pueda acceder
todo el mundo. —Dice Maelyn y suena como una reina, con
tono de no rebatirle—. No es poco común que la mente se
quede en el olvido. Las enfermedades mentales no se tratan
tampoco en mi mundo. En mi opinión, deberías montar un
hospital grande en alguna ciudad céntrica y después
suplementarlo con pequeñas clínicas en otros lugares. Y
deberías involucrarte.
—¿Involucrarme?
—Ya sabes, ir de vez en cuando y para ver a tu gente y
comprobar que estén bien. Sé que has dicho que, en general,
no les agradas, pero podría cambiar si formaras amistades, si
les enseñaras que les proteges las espaldas.
¿Ves? Inteligente, estratega, sorprendente.
—Creo que tienes razón, mujer.
Entusiasmada por mis ánimos, Maelyn sigue hablando,
sus pensamientos parece que le salen a borbotones.
—Las nuevas llegadas de humanos podrían necesitar
algo así, también, como un centro de rehabilitación. Darles
hogares y trabajos es genial, pero hay un periodo de ajuste.
No se puede esperar que salten de una vida a otra sin tiempo
para procesar el cambio. Un poco más de cuidado podría
ayudar mucho.
—Si te fuera a poner a cargo de este proyecto, ¿te
gustaría?
Me hace más gestos entusiastas.
—¿De verdad? ¿Confiarías en mí con tu gente?
—Nuestra gente —corregí—. También te necesitan a ti.
No responde a eso, pero no hay tiempo para discutirlo,
de todas formas, porque estamos cerca de la destilería. Puedo
oler el hedor. Sulfuro, carbón quemado y suciedad húmeda.
Olphene está a solo un par de kilómetros al norte.
Gideon, probablemente, eligió este sitio para montar la tienda
porque mucha gente viajaba de una ciudad a otra. Más tráfico
significa más compradores.
Desafortunadamente, no soy tan optimista en
encontrarlo aquí hoy. Los dueños de la destilería,
normalmente, contratan a trabajadores para que hagan las
tareas desagradables, sabiendo que, si hay un accidente,
alguien tomará la caída.
Ralentizo mi caballo y voy hacia la carretera lateral. Hay
un área limpia con suficiente espacio para los caballos y el
vagón. A veces, un vendedor ambulante se pone aquí. Puede
que no estén hoy porque saben que la destilería son
problemas.
—Aquí es donde te quedas con Thayne —le digo a Maelyn
—. Sin importar lo que pase, no te muevas de este sitio.
Tras asegurarme que los caballos estén bien atados a un
poste, me acerco a Maelyn. De pie frente a mí, siento su
ansiedad, pero no sé qué significa.
Ladeo la cabeza.
—¿Estás preocupada por mí?
—Bueno, si es parecido a ayer, habrá muchas peleas.
¿Va a salir herida la gente?
—Sí —respondí honestamente.
—¿Incluso tú?
—Tal vez.
No se sabe qué encontraremos dentro. Si tenemos suerte,
el lugar estará vacío a excepción de uno o dos trabajadores,
pero ya rara vez es tan simple.
Extiendo la mano para acariciar la mejilla de Maelyn.
—Volveré pronto, esposa.
Me inclino para besarla.
Ella ha iniciado nuestros besos hasta ahora. Es mi
turno.
Pasando mi gran mano a lo largo del costado de su
delicado cuello, agarro la parte posterior de su cabeza con los
dedos e inclino su barbilla hacia arriba con el pulgar.
Luego aplasto mi boca contra la suya.
No es como las otras veces que nos hemos besado. Es
más duro. Más necesitado. Más rápido.
Ni siquiera me importa que mis hombres estén aquí para
presenciarlo. Si saben lo que les conviene, apartarán la
mirada.
Agarrando la cintura de Maelyn, presiono mi creciente
erección contra su estómago mientras lamo el interior de su
boca y enredo mi lengua con la suya.
Tomando el labio inferior de Maelyn entre los míos,
muerdo.
La forma brusca con la que la estoy manejando puede
ser demasiado agresiva, pero necesito acostumbrarme al
contacto físico con ella. Cuanto antes mejor.
Es demasiado fácil olvidar dónde estamos.
Es demasiado difícil parar, especialmente cuando los
pequeños puños de Maelyn agarran mi capa como si
necesitara algo a lo que agarrarse. Como si quisiera
acercarme más.
Golpéame, no se supone que la exposición repetida y la
desensibilización se sientan tan bien. En algún momento,
tendré que ir a por ello y dejar que sucedan las repercusiones.
Mi cabeza está liviana y estoy zumbando por todas
partes, y el vínculo está ardiendo con la necesidad de ser
satisfecho.
Finalmente, rompiendo el beso, apoyo mi frente sobre la
de ella y trato de recuperar el aliento.
—No te muevas. —Le ordeno, me alejo antes de hacer
alguna tontería.
Como frotarle la polla contra ella hasta perder el control
y volverme un grifo.
Tras ponerme la capucha, apunto a Thayne y empiezo a
andar con Marek y Torius.
—Protégela con tu vida.
—Siempre, su majestad.
Nadie hace ningún comentario de mi demostración de
afecto. Si mis hombres y yo fuéramos amigos, puede que
incluso tuvieran el coraje de vacilarme. Pero no somos
camaradas. Me sirven porque me respetan y les pago bien. La
amistad no es parte de la ecuación.
—Iré primero —empieza Torius, siempre todo negocios—,
y desactivo cualquier trampa que me encuentre. Marek, tú
vienes detrás e incapacitas a los trabajadores.
Este es el plan típico, menos Thayne. Por lo general, está
detrás de mí para protegerme la espalda, pero alguien
necesita estar con Maelyn. No me preocupa tanto que se
escape en este momento; mi principal preocupación es que
alguien la coja. El rescate por la nueva reina sería alto.
Rodeando una parcela de tupidos árboles, llegamos a un
campo llano. No veo ninguna tierra elevada, lo que significa
que excavaron un lugar bajo tierra en lugar de vaciar una
colina.
Maldita sea.
Estas son las destilerías más peligrosas. Los
delincuentes que los construyen no son ingenieros ni
arquitectos, y las habitaciones que construyen no son
seguras.
Antes de que estos bastardos comenzaran a probar en
personas como ratas de laboratorio, las redadas eran fáciles.
Podríamos llegar con un lanzador de polvo de estrellas y hacer
añicos el lugar. Si los destiladores morían en la explosión,
mejor aún.
Pero ahora tienen rehenes. Cuando los experimentos
comenzaron hace unos años, capturaban a los fae que
intentaban colarse y robarles. Pensaban que los ladrones
merecían ser atrapados y torturados.
Trolls inocentes han sido atacados recientemente, así
que tengo que tener cuidado. No quiero perder más
ciudadanos, sean fae o no.
Agachándome, aplasto mi mano sobre la hierba. Hay
vibraciones sutiles debajo, y si puedo detectar las diferencias
en el suelo, eventualmente encontraré la puerta oculta.
Torius y Marek están callados a mi lado mientras palpo a
mi alrededor.
Allí.
Silenciosamente, me muevo hacia delante y ligeramente
hacia la derecha, parpadeando mis manos dos veces para
indicar seis metros.
Descubrimos una trampilla debajo de un arbusto.
El sudor corre por mi sien mientras Torius desactiva
rápidamente un cable conectado a una trampa que nos
habría disparado flechas desde un árbol cercano. Luego
levanta la puerta.
Inmediatamente, el olor me golpea. Está compuesto de
carbón, cuerpos sin lavar y sangre.
Torius se mete con cuidado en el agujero oscuro,
subiendo a una escalera que está incrustada en el barro. Una
vez bajamos unos cinco metros, nos encontramos con un
túnel de techo bajo. Cada uno de nosotros tiene que
inclinarse solo para pasar.
Sin viento, es más difícil para mí estimar la distancia,
pero por la forma en que resuena nuestra respiración,
supongo que solo son unos tres metros hasta que
encontremos otra puerta.
En el camino se desmontan dos trampas explosivas más.
Como Torius y Marek no están acostumbrados a estar en
la oscuridad, se comunican a través de toques en la mano.
Escucho que el dedo de Torius hace contacto con la palma de
Marek con la señal de que está entrando.
Atravesamos la puerta.
Hay tres gritos de consternación. También registro tres
jadeos y gemidos, sonidos de sufrimiento, junto con un
cuerpo que exhala respiraciones superficiales.
Tres detenciones y cuatro rescates. No es la peor redada
que hemos tenido.
—Marek, ahora —le ordeno.
Siguen gritos espeluznantes cuando Marek usa el lado
destructivo de su poder.
Sí, es un sanador, pero también puede hacer daño. Muy
pocas personas poseen lados opuestos del mismo poder. Su
hermano gemelo tenía la misma habilidad, pero Tibbult fue
asesinado hace años en el cumplimiento del deber del Rey
Damon. Cuando Tibbs murió, su poder se transfirió a su
hermano. Marek me dijo que podía sentirlo cuando sucedió.
Aunque estaba devastado por perder a la única familia que le
quedaba, juró usar el poder aumentado para siempre y se
comprometió conmigo como un guerrero fiel.
Honestamente, no podría hacer esto sin él.
Los huesos se rompen cuando rompe los cuerpos de los
criminales de dentro hacia fuera, y se derrumban al suelo de
tierra. Se arrastran, tratando de escapar del dolor, pero ahora
no tienen escapatoria.
Inclinando la oreja, escucho los sonidos más silenciosos
de la instalación. Carbones chisporroteantes, agua
burbujeante y un goteo constante indican cinco barriles de
Resplandor.
Es probable que parte de ella se haya concentrado a
partir de la fórmula original para hacer Blaze. Tendremos que
tener cuidado al deshacernos de él. A veces, deshacerse de las
cosas es la parte más peligrosa. Como puede contaminar
lagos, arroyos y cultivos, tengo una tripulación de marineros
que arrojan el líquido a los Mares Infinitos.
Torius suele liderar esa misión porque sé que puedo
confiar en él, y dado que su poder influye en el agua y las
criaturas acuáticas, tiene experiencia con la navegación.
Hablando de él, está ya atendiendo a uno de los rehenes,
así que voy a la mesa más cercana y empezó a desatar las
cuerdas que retienen a la troll.
—¿Cómo te llamas?
—Synda —responde y suena joven.
Tiene las muñecas atadas tan fuerte, que no me
sorprendería si se le hubiera cortado la circulación de las
manos. Le libero los tobillos.
—Eres libre ahora. ¿Puedes andar?
—No. Me han roto la pierna.
Capullos. Sus gritos de dolor son música para mis oídos.
—Marek te curará en cuanto te saquemos de aquí —le
digo a Synda—. Por ahora, te cargaré.
Mientras cargo con su ligero peso, escucho el sonido del
cuero desatándose, de que Torius está liberando a otro troll.
Me envía dos de ellos hacia mí antes de ir a por el último.
Más gritos hacen eco a nuestro alrededor y Torius grita
sobre la conmoción.
—¡El cuarto troll no responde!
—Puedo con otro.
—Yo tengo a esta. Te veo fuera. Sácalos antes de que se
derrumbe este sitio.
Todos los gritos están meneando la tierra sobre nosotros.
Cada vez que el suelo tiembla por la más mínima vibración,
llueve polvo y grumos de barro.
Después de darle a Torius un asentimiento, comienzo a
arrastrar los pies hacia la puerta con la gente pequeña. Se
aferran a mí, agarrando mis pantalones y mi capa como si
fuera una balsa salvavidas en el Mar Infinito.
Una de las víctimas de Marek ruge un grito de batalla
cuando sus uñas raspan el costado de un barril de madera.
El recipiente se vuelca, derramando el contenido con un
fuerte chapoteo. El líquido cubre el suelo, haciendo que el
barro sea suave y blando debajo de mis botas.
Un olor a algo familiar me hace detenerme en la puerta;
lo huelo antes de que nadie más lo vea: el aroma de la noche.
Es débil, pero inconfundible. Y es lo último que alguien
debería tener cerca del agua destilada Diurna.
Los criminales deben tener algo de polvo de estrellas en
espera para una ocasión como esta. En lugar de ser
capturados, preferirían morir y llevarnos a todos con ellos.
—¡Polvo de estrella! —grito en advertencia, protegiendo a
los trolls temblorosos contra el marco de la puerta, tanto
como puedo—. Agach…
BOOM.
19
Maelyn
Silencio incómodo. No hay mucho de lo que Thayne y yo
podamos hablar. He intentado iniciar conversaciones sobre el
tiempo, que han sido respondidas con gruñidos. Cuando he
preguntado algo sobre nuestro próximo destino, me han
respondido con una sola palabra, o mi respuesta favorita: el
rey nos lo dirá.
Me he acostumbrado a alejar mi ansiedad. Cada vez que
me alejo un poco, Thayne se tensa y da un paso hacia mí
como si fuera a salir corriendo en cualquier momento.
Por favor.
Para empezar, como si pudiera correr más rápido que él.
El tipo tiene alas.
Y dos, no voy a arriesgarme de nuevo con el bosque.
Tres, estoy demasiado preocupada por Zander. Porque si
algo malo le pasa a él, ¿qué me pasaría a mí?
Sin él, no tengo lugar en este mundo.
Y para ser honesta, no quiero imaginar este mundo sin él
en él.
Mordiéndome la punta de la uña del pulgar, estiro el
cuello e intento ver alrededor de la curva de la carretera por la
que desaparecieron los hombres hace unos diez minutos. Hay
demasiados árboles en el camino.
—No te preocupes, mi reina —dice Thayne, más suave
ahora—. Todo esto es rutina.
Asintiendo, intento que su tranquilidad me calme, pero
no estaré satisfecha hasta que Zander esté de vuelta.
De repente, el suelo tiembla. Al primer temblor le sigue
rápidamente un fuerte estruendo, y casi pierdo el equilibrio
cuando el camino parece moverse bajo mis pies.
Extendiendo los brazos para estabilizarme, miro por
encima del hombro a Thayne.
—¿Qué...?
Un chasquido ensordecedor atraviesa el aire, e
instintivamente caigo de rodillas mientras me cubro la
cabeza. Oigo un zumbido y tardo un segundo en darme
cuenta de que mis tímpanos están reaccionando al fuerte
sonido.
Apoyando las palmas de las manos en la tierra seca para
estabilizarme, intento dar sentido a los ondulantes temblores
que se producen bajo la superficie. Los guijarros bailan por el
camino mientras todo parece calmarse.
Y entonces se hace un silencio tan grande que resulta
casi espeluznante.
Desorientada, parpadeo mirando el cielo. Una oscura
columna de humo se eleva sobre los árboles.
—Reina Maelyn. —Thayne me levanta por los codos—.
¿Estás bien?
—¿Supongo que eso no era parte del plan? —le grito mi
preocupación por encima de mis tímpanos, y mi necesidad de
preocuparme se ve confirmada por la alarma en sus ojos—.
Zander. ¿Está en problemas?
Aplastando sus labios en una fina línea, Thayne se limita
a asentir una vez mientras me acompaña rápidamente de
vuelta a donde los caballos están alucinando.
Gander y Onyx tiran de sus ataduras y golpean sus
cascos. Consigo calmarlos un poco, pero los que están
enganchados al carro deciden salir corriendo en cuanto cogen
las riendas para liberarse. Antes de que podamos intentar
detenerlos, pasan volando por el camino, levantando polvo
mientras desaparecen en la distancia.
Trago con fuerza. Thayne me salvó justo a tiempo. Si no
me hubiera apartado, podría haber sido pisoteada.
—Su majestad. —Su voz suena tan lejana—. Tengo que
salvar al rey y a los demás. Quédate aquí. Por favor.
Le hago señas, sintiendo la urgencia del asunto.
Thayne se aleja tres metros y luego lanza un portal. El
otro lado está completamente oscuro, y él empuja contra él,
como si tuviera problemas para atravesarlo. Cuando sus
brazos llegan al interior, tantea antes de apoyar los pies en el
suelo y tirar hacia atrás.
De repente, un cuerpo cae al camino junto con una
tonelada de tierra. La pequeña figura tose y se revuelve en su
vestido manchado, pero Thayne vuelve a cavar antes de
comprobar cómo está.
Sé que me dijo que me quedara, pero seguramente no se
refería exactamente a este lugar.
Puedo ayudar.
Corriendo hacia delante, engancho mis manos bajo las
axilas de la persona. Es ligera, como un niño. ¿Tienen niños
en las instalaciones? ¿Con qué clase de gente malvada
estamos tratando aquí?
Veo la sangre en su cara y decido levantarla en lugar de
arrancarla. Es más pesada de lo que parece, pero soy capaz
de llevarla a un lugar seguro. Cuando la dejo junto a un
árbol, le aparto el pelo castaño de los hombros para mostrarle
los ojos color miel.
—¿Estás bien? —Examino su vestido en busca de
grandes cantidades de sangre y jadeo cuando llego a su
pantorrilla. El hueso está torcido y la carne que lo rodea es de
color púrpura oscuro y está hinchada—. Tu pierna.
—Los otros —dice con voz ronca—. Ayúdales.
Miro detrás de mí. Otros dos cuerpos pequeños están
arrugados en el creciente montón de tierra.
Después de dos viajes más, tengo tres niños acurrucados
y casi ningún conocimiento de lo que acaba de suceder o de
cómo ayudarlos.
Agua.
Me apresuro a acercarme a Gander y le acaricio
tranquilamente el cuello mientras aflojo mi cantimplora de
niebla de cascada. La acerco rápidamente a los niños y se la
ofrezco, sin saber a quién dársela primero.
Por unanimidad, los dos chicos la empujan hacia la
chica. Ella da cuatro tragos antes de pasársela.
Al escanearlos en busca de más heridas, pregunto
frenéticamente:
—¿Por qué querrían hacer daño a los niños?
—No somos jóvenes —responde uno de los machos, con
una voz sorprendentemente grave—. Somos trolls, señorita.
—Trolls —repito como un loro, y ahora que miro sus
rostros noto la evidencia de la edad. Las patas de gallo y las
líneas de expresión decoran su piel. Al principio era difícil de
ver bajo toda la suciedad, pero al mirar más de cerca, me doy
cuenta de que uno de los hombres tiene el pelo canoso.
También hay algunas diferencias en sus rasgos faciales,
que los diferencian de los humanos o los fae. Sus narices son
un poco más largas y sus ojos están ligeramente más juntos.
Me recuerdan a Astrid.
Y ahí es cuando me doy cuenta. Astrid también es un
troll. Pensé que era una persona muy pequeña. No es que sea
mucho más alta que esta gente. Tengo tal vez medio pie sobre
los hombres. ¿Quién soy yo para juzgar a alguien por ser
bajo?
—Habla por ti —dice la chica, sonriendo, y luego
haciendo una mueca de dolor al intentar ponerse más
cómoda sin que le moleste la pierna—. Yo podría pasar por
una adolescente.
Trago con fuerza.
—¿Qué edad tienes?
—Veintiuno.
—Yo también. Soy Maelyn. —Logro saludar con un gesto
incómodo.
—Synda, del Distrito Cuatro de Trolls en Olphene —se
presenta, y luego me señala—. Déjame adivinar: humana,
¿no?
—Así de obvio, ¿eh?
Los tres asienten antes de que Synda responda a mi
pregunta original.
—Los trolls son una opción popular para las
instalaciones porque la mayoría no tenemos poderes. Si no
tenemos poderes, pueden usar el Resplandor con nosotros sin
preocuparse de que seamos una amenaza para ellos una vez
que estemos amplificados.
—Lo siento mucho. —La disculpa sale a trompicones
mientras me agacho. Habría sido bueno obtener un poco más
de información de fondo antes de entrar en esto, pero estoy
aprendiendo a tomar las cosas con calma en este mundo—.
¿Qué te ha pasado ahí dentro? —No estoy segura de quién
responderá primero, y no me importa. Mi mirada pasa de un
rostro desconfiado al otro—. Ahora estás a salvo. Te lo
prometo.
—Me capturaron hace una semana. —Synda suspira—.
Los hombres malos me cortaron un poco y me dieron
Resplandor para curar mi piel. Luego me rompieron la pierna
y me dieron Blaze anoche.
—El Resplandor concentrado. —Recuerdo cuando Zander
me lo contó. Al menos, eso lo sé.
Asintiendo, señala su hueso destrozado.
—De todos modos, como puedes ver, no funcionó.
Entonces unos hombres entraron corriendo hace unos
minutos, y estábamos a punto de ser rescatados, pero hubo
una explosión y todo el lugar se derrumbó.
—Me alegro de que hayan salido. —Intento sonreír, pero
es más bien una mueca—. Una parte de mí espera que los
tipos que te hicieron esto no sobrevivan.
—Los fae son muy difíciles de matar. —Synda parece
muy decepcionada por eso—. Mi opinión es que estarán bien.
—Zander no dejará que se salgan con la suya.
Ella mira al oír el nombre.
—¿Zander?
—Sí. Estoy... acompañando al rey.
Los ojos de Synda se abren de par en par.
—¿El rey? —señala un punto sobre mi hombro—. ¿Es él?
Rodando desde mis rodillas hasta mi trasero, vuelvo a
mirar a Thayne. Hay un nuevo cuerpo, uno grande, tendido
en el suelo. Lo único que veo es la piel carbonizada de una
amplia espalda y unos pantalones de color claro que parecen
haberse quemado en grandes parches. El pelo de la cabeza
está completamente chamuscado.
—Zander —susurro, con el corazón en la garganta.
Me levanto tan rápido que casi me caigo hacia delante,
pero me enderezo y corro hacia él.
Olvidando cualquier entrenamiento de primeros auxilios
que haya aprendido en mi vida, me asusto y le doy un tirón
en el hombro quemado, empujándolo hacia la espalda para
que pueda ver su cara.
Pero su cara no está ahí. Ha desaparecido. Ha
desaparecido.
Lo único que queda es sangre, huesos y trozos de
cerebro.
Grito y me tapo la boca con una mano para no vomitar.
Mi estómago se retuerce y se revuelve violentamente, y las
lágrimas me inundan los ojos de repente.
No puede haberse ido. No puede. No puede.
—No, no, no. —Los recuerdos de las últimas veinticuatro
horas me azotan el corazón, desgarrándolo con un dolor que
nunca antes había sentido.
Los hipnotizantes ojos de Zander bajo su oscura
capucha. Sus exasperantes y obstinados ceños fruncidos. Los
besos apasionados que hemos compartido. Cómo me abrazó
anoche, tan fuerte y seguro, como si pudiera desaparecer en
cualquier momento.
Durante el poco tiempo que tuve con Zander, pasé la
mayor parte del tiempo resentida con él.
Sí, tenía buenas razones. Se equivocó al tomarme, pero
nunca quiso hacerme daño.
Me adora.
Lo hacía.
Ahora está muerto.
Si realmente era mi pareja predestinada, eso significa
que pasaré el resto de mi vida sintiéndome incompleta.
Cualquier hombre que conozca en el futuro palidecerá en
comparación con el rey melancólico.
Un sollozo sale de mi garganta cuando toco su frío brazo.
El calor al que me he acostumbrado está dolorosamente
ausente. Puede que los fae no mueran fácilmente, pero está
claro que no le queda vida.
Thayne me sacude suavemente el hombro, sacándome de
mi dolor.
—Majestad.
Incapaz de apartar la mirada de Zander, sólo consigo
otro sollozo.
—Ese no es el rey —dice Thayne, haciendo que mi
corazón dé un salto.
—¿No es? Bueno, ¿quién es entonces?
—Nadie que conozcamos.
Moqueando, escudriño el cuerpo con una nueva
perspectiva. Su piel es más pálida que la de Zander, aunque
eso lo había atribuido a que estaba muerto, y el vello del
pecho es rubio. El collar de la reina blanca no está ahí. No
hay ningún rastro de felicidad oscura que se dirija a sus
pantalones.
—El rey Zander podría enfadarse conmigo por pedirte
que te ensucies las manos. —La voz de Thayne es tensa—.
Pero me vendría bien tu ayuda si eres capaz.
Mientras pestañeo para alejar mis lágrimas, lo miro.
—¿Qué necesitas?
Está intentando sacar a otra persona del portal. La mitad
de un brazo cuelga. El dorso de la mano está muy quemado,
pero bajo la capa de suciedad hay una piel bronceada.
Jadeo de felicidad.
—¿Zander?
Asintiendo, Thayne indica:
—Dale un tirón al rey mientras yo busco su otro brazo.
Está muy encajado ahí.
Más alivio me inunda en cuanto envuelvo con mi mano
la de Zander y él me devuelve el apretón.
Tirando con todas mis fuerzas, clavo los talones en el
suelo y uso el peso de mi cuerpo mientras me inclino hacia
atrás. Con la ayuda de Thayne, conseguimos sacar a Zander
hasta que su cabeza y sus hombros quedan libres.
La deslumbrante corona sigue intacta en su cabeza. La
banda está tan apretada que ni siquiera una explosión podría
arrancarla.
—No te enfades, Mae —suelta Zander, y nunca pensé
que me alegraría tanto oírle llamar por el nombre acortado,
pero lo hago—. Odio cuando estás triste.
—¿Tienes idea de lo ridículo que es que pienses en mis
sentimientos en un momento como este? —medio me río,
medio sollozo.
—Siempre estoy pensando en ti. —Empujándose para
salir del portal con un gruñido, Zander empieza a pasarle
información a Thayne—. El espacio era de unos seis metros
por treinta antes de que se derrumbara. Hay tres destiladores
para capturar. Torius debería estar a unos tres metros detrás
de mí. Un troll está con él.
—¿No debería recuperar a Marek primero? Sus heridas...
—No son tan graves —termina Zander por él, liberando
sus piernas y dejándose caer en el suelo.
Asintiendo una vez, Thayne saca otro portal de su caja y
se aleja varios pasos antes de dejarlo caer. Se abre un nuevo
agujero oscuro, y continúa su búsqueda de los demás,
sacando enormes trozos de barro.
Apoyándose en un codo, Zander sacude la cabeza,
haciendo volar trozos de tierra.
—¿Mae?
—Estoy aquí. —Arrodillándome junto a él, escudriño su
cuerpo en busca de más heridas, pero no encuentro nada
significativo. Los únicos lugares donde parece estar herido
son los nudillos. Sus pantalones parecen carbonizados, pero
no lo suficiente como para haberle quemado. La capa está
torcida sobre sus hombros, y rápidamente compruebo debajo
de ella.
La piel es lisa y sin manchas. Va a salir relativamente
ileso.
—Pensé que habías muerto. —No puedo evitar el temblor
de mi voz.
—No soy yo del que tienes que preocuparse. —Sentado,
me agarra la mano con urgencia—. Había cautivos a mi cargo.
Tres trolls. Traté de protegerlos. Mi capa es a prueba de fuego,
pero...
—Los salvaste. —Detengo su discurso de pánico—. Están
allí, al lado del camino.
Exhala una bocanada de aire como si el peso del mundo
acabara de abandonar sus hombros. Se pone de pie y se lo
sacude de encima.
—No debía ocurrir así. Había una bomba de polvo de
estrellas.
—Bueno, uno de los malos perdió la cabeza. —Me encojo
—. O la mitad de ella, al menos. Definitivamente está muerto.
—Siento que hayas tenido que ver eso. Quizá Damon
tenía razón, no debería haberte traído aquí.
—No estoy segura de estar de acuerdo contigo —dice
Synda desde su lugar—. Esta mujer nos ayudó.
Zander me hace una inclinación de cabeza interrogativa,
y yo logro asentir humildemente.
—Sólo los llevé a una zona más segura.
—Y nos dio niebla de cascada —añade Synda,
sonriéndome un poco. Luego su tono se vuelve más frío al
mirar a Zander—. Yo sugeriría tener a una buena mujer en tu
ejército en todo momento. Si no fuera por su ayuda,
podríamos haber sido aplastados por las especies más
valiosas que tu hombre pretende conseguir.
Zander levanta una ceja, pero no reprende a Synda por
su tono altanero.
—¿Especies más valiosas?
—Faes, majestad. Sabemos que se creen por encima de
nosotros.
—Te aseguro que no.
Estoy entre el sonrojo por los elogios de Synda y el
erizamiento por su sarcástica amonestación a Zander.
Obviamente no es fan de los fae, pero acaba de ser salvada
por algunos.
—Mi reina estará siempre conmigo. —Colocando su
mano en la parte baja de mi espalda, Zander me acerca a los
trolls.
Los ojos de Synda se dirigen a mí.
—¿Eres la reina? ¿Te has casado con él?
Sin saber qué responder, abro la boca y respiro,
preparándome para soltar una retahíla de excesos y
explicaciones.
—Sí, lo es —interviene Zander por mí, impidiendo la
divagación.
Es lo mejor. Decirle a Synda que me han sacado de una
subasta no le haría ganar puntos a Zander.
Se agacha frente a los trolls, poniéndose a su nivel.
—Ya te conozco. —Asiente en dirección a Synda antes de
hablar con los demás—. ¿Cómo se llaman?
—Teegan —responde el más viejo.
El más débil susurra:
—Tomas.
—Todos serán curados, acompañados a casa y
compensados por las molestias —les informa Zander
secamente, y se produce un incómodo silencio.
Así que sus modales podrían mejorar. Está claro que no
es de los que miman, pero esta gente acaba de pasar por algo
horrible.
Puede que ahora no sea el momento de hacer valer mi
condición de reina, pero bueno. Zander me puso en este
papel. Si realmente quiere una esposa, va a tener que aceptar
todo lo que conlleva, incluidas mis opiniones.
—A no ser que quieran volver al palacio con nosotros
como invitados. Si necesitan tiempo para recuperarse
cómodamente, podemos proporcionárselo.
Claramente no impresionado, Teegan resopla.
—La oferta es generosa, majestad, pero tengo una familia
con la que volver. Hijos y nietos.
Synda asiente, aunque parece tentada por mi oferta.
—Mi madre estará muy preocupada, sin duda.
Tomas se ha dormido, pero su respiración es un poco
superficial.
—¿Está bien? —Me agacho para comprobar su pulso,
encuentro un rápido latido bajo mis dedos y miro a Zander—.
¿Debe su corazón latir tan rápido?
—Tomas estuvo en el centro antes que yo —me dice
Synda—. Estuvo medio inconsciente la mayor parte del
tiempo.
Teegan lanza una mirada de preocupación a sus
compañeros de cautiverio.
—Fui el último en llegar, ayer mismo. Sólo me
dosificaron una vez, pero Tomas había perdido la cuenta de
cuántas veces le habían inyectado.
—¿Dosificarle con qué? —pregunta Zander—. ¿Blaze?
Asintiendo, Teegan se frota el lado del cuello. Hay una
débil marca de pinchazo en la piel junto a su arteria.
—Fue como si me inyectaran el sol. Se extendió por mis
venas como lava. Grité hasta que no pude más. Me desperté
esta mañana y me encontré con que le estaban haciendo lo
mismo a Tomas, pero él no tenía ni siquiera la energía para
hacer ruido.
—Usaron lo último del Blaze en él —dice Synda—. Les oí
discutir sobre la necesidad de hacer más. Probablemente por
eso la explosión no nos mató a todos.
—Yo los protegí —dice Zander con rotundidad.
Teegan resopla.
—El Resplandor ni siquiera existiría si no fuera por ti.
—Hice todo lo posible para mantenerlos a salvo.
Detecto molestia en la voz de Zander. No es divertido que
no te aprecien, y siento una punzada de culpabilidad, porque
lo he tratado con el mismo desprecio que los trolls están
mostrando ahora.
Veo lo que quiere decir Zander cuando dice que su gente
no le quiere. Y es una pena. Él inventó el Resplandor con la
intención de salvar a la gente, no de hacerle daño. No es su
culpa que la gente apeste y trate de abusar de él.
Usar a estos trolls como ratas de laboratorio es horrible,
pero no es obra de Zander.
Sin embargo, estoy confundida acerca de por qué se
hace. Mis ojos tristes se dirigen a Tomas, que parece más gris
a cada segundo.
—¿Qué pretendían estos tipos inyectándole
repetidamente?
—Ver si se puede crear una tolerancia —completa
Zander—. He oído rumores de muertes por exceso de Blaze.
Los destiladores están tratando de averiguar cuánto puede
soportar el cuerpo. Hay una línea muy fina entre amplificar
sus poderes y sobrecargarse de toxinas.
—Tomas. —Le doy un suave empujón en el huesudo
hombro del hombre, temiendo que pueda morir delante de mí,
pero no responde.
Entonces Thayne descubre a alguien más en uno de los
muchos portales que tiene en marcha. Torius.
El guerrero lleva a un troll cojo bajo su brazo derecho
mientras se arrastra con el otro.
—Tómala.
Thayne acuna el pequeño cuerpo inmóvil contra su
pecho mientras Torius se arrastra para salir.
En cuanto Torius se pone en pie, toma al troll de nuevo y
mira con desprecio los diez agujeros oscuros que surcan el
aire.
—No deberías haber desperdiciado tantos portales en mí,
Thayne. Puede que me haya llevado algo de tiempo, pero
podría haber excavado para salir.
—No estaba seguro de si habías sobrevivido a la
explosión. —Thayne lanza otro portal a unos metros de
distancia.
Torius se burla, sin parecer afectado por las enormes
quemaduras en sus brazos y espalda.
—Ya deberías conocerme mejor que eso.
Desgraciadamente, no creo que esta lo haya conseguido. —
Baja la oreja a la boca de la hembra troll antes de acercarse a
la orilla del camino para depositarla en un trozo de hierba
suave—. Apenas se sostenía cuando llegué a ella. La
explosión nos derribó a los dos con fuerza.
—Sé hacer RCP —ofrezco, pero Marek sale de un portal
un segundo después.
Él puede ayudarla más que yo. El soldado se quita el
polvo y se pasea por nuestro camino, sin un rasguño.
Supongo que esa es la ventaja de ser un sanador. Puedes
arreglarte a ti mismo.
Escupiendo suciedad por la boca, se acerca, con las
manos extendidas, a Zander.
—Yo no. —El rey rechaza el intento de Marek con un
movimiento de su mano carbonizada hacia el trol con Torius
—. Ella primero.
Cuando Marek deja que su mano se cierna sobre el
pecho del pequeño cuerpo maltrecho y magullado, inclina la
cabeza.
—Se ha ido.
Exhalando un suspiro, Zander pregunta a los trolls:
—¿Cómo se llamaba?
—No lo sabemos —responde Synda—. No estuvo
despierta en todo el tiempo que estuvimos allí, y ninguno de
nosotros la reconoció.
Ante eso, Zander frunce el ceño y dirige a Marek hacia
Tomas.
—Él es el siguiente. Necesita ser limpiado. Luego
arreglarás la pierna de Synda y atenderás a Teegan. Por el
olor a carne quemada que viene de Torius, él también te
necesitará. Trátame el último.
Mi corazón da un extraño vuelco. Los actos
desinteresados me hacen sentir cosas. Zander no deja que
Marek se acerque a él hasta que todos los demás se hayan
curado.
Puede que no haya querido gobernar un reino, pero se le
da bien.
Veo lo mucho que le importa.
Tan pronto como Marek comienza a curar a Tomas, el
trol se sacude. Sin despertarse, todo su cuerpo tiembla. Los
movimientos se vuelven más violentos hasta que se
convulsiona. Horrorizada, me tapo la boca mientras la
espuma y el vómito brotan de su boca y nariz.
—¿Qué está pasando? —susurro con dureza.
De pie, Zander me levanta con él y me rodea la cintura
con un brazo para llevarme lejos.
—Marek tiene que forzar la salida de la sustancia del
torrente sanguíneo de Tomas. El proceso no es bonito, pero
debería estar bien después de que haya salido de su sistema.
—Me frota el brazo para tranquilizarme—. Han sido tiempos
difíciles para ti, esposa. Si hubiera podido elegir, los primeros
atisbos de mi mundo habrían sido maravillosos para ti. No
esto.
Señala detrás de nosotros la carnicería.
A Tomas todavía lo están limpiando. Hay humo en el
lugar de la explosión. Thayne va de portal en portal, buscando
los cuerpos de los otros criminales.
No estaba preparada para nada de esto. Cuando Zander
habló de una redada, la imagen que tenía en mi mente era
más bien la de un laboratorio de metanfetamina rodeado por
un equipo SWAT. Gritarían desde el exterior que todo el
mundo está atrapado, y los drogadictos saldrían con las
manos en alto.
No. Ni siquiera cerca.
Al menos Zander y su equipo están bien.
Le rodeo con los brazos por el medio y le doy un abrazo.
Por un momento, no estoy segura de que pueda volver a
tocarlo así.
Aprieto mi mejilla contra su pecho. La suciedad y el
polvo de pelo son ásperos en mi piel, pero él sigue oliendo
bien. Bajo el inconfundible aroma a barro y azufre, hay
sándalo y sol.
Suspirando, Zander me acaricia suavemente el pelo
mientras me abraza.
—Te prometo que te enseñaré lo mejor de Valora. Sólo
tenemos que llegar a casa.
A casa.
La palabra evoca imágenes de la casa blanca estilo
rancho de mi madre y los campos que rodean su propiedad de
un acre. Y la cabaña de madera de papá, a sólo cuatro casas
de distancia de la casa de mi madre. Recuerdo todas las veces
que iba y venía entre las dos después del divorcio, feliz de que
mis padres siguieran estando tan cerca.
No sé si volveré a ver esos lugares, pero no son las
paredes y los tejados lo que echo de menos. Es la gente. Los
recuerdos.
Mi familia.
Y no sé si el mejor castillo del mundo podría compensar
eso.
20
Maelyn
De acuerdo, odio admitirlo, pero el castillo es incluso
más grande de lo que me imaginaba.
La añoranza que llevo sintiendo todo día se desplaza al
ver, boquiabierta, las puntas brillantes de mármol de color
crema. Las ventanas de cristal tintado. Los arbustos de rosas
que delinean el perímetro y la hiedra que trepa por los lados.
Es mágico.
Hay una enorme fuente circular en el frente, rodeada de
caminos de adoquines que se desvían en diferentes
direcciones a través de un jardín con un laberinto de setos.
El palacio del Reino del Día está sacado directamente de
un libro de cuentos.
Sin embargo, el agotamiento puede con mi emoción, y
bostezo.
Ha sido un largo día.
Después de confirmar que dos de los trabajadores de la
destilería estaban muertos, tuvimos que renunciar al tercero.
Thayne no podía seguir usando portales y necesitábamos
llevar a Synda, Tomas y Teegan a sus aldeas. Ninguno de los
trolls aceptó mi oferta de ir a Hailene.
Zander no bromeaba sobre el desdén que la gente del
pueblo siente por él, y fui testigo de la hostilidad de primera
mano. A pesar de que éramos héroes, recibimos muchas
miradas sucias de los trolls mientras llevábamos a las
personas desaparecidas a salvo a sus puertas. La mayoría ni
siquiera salía de sus casitas. Simplemente nos miraban por
las ventanas.
Para compensar el problema que habían causado los
criminales, Zander repartió bienes: jarras de niebla de
cascada, bolsas de grano y cestas de fruta.
Aún así, sus silenciosas burlas eran evidencia de la
culpa que le echaban. Synda fue la única que dio las gracias
durante todo el día, e incluso entonces, lo dirigió a mí, no a
Zander y sus hombres, las personas que realmente lo
merecen.
Pasamos el resto de la tarde buscando la identidad del
troll que no sobrevivió. Zander quería dejarla descansar en su
ciudad natal, pero después de pasar por una docena de
distritos troll sin suerte, se preocupó por lo agotada que
estaba y le pidió a Thayne un portal de regreso a Hailene.
Insistí en llevar nuestra misión hasta el final, pero
Zander dijo que Marek y Torius podrían manejarlo. El troll
misterioso podría haber sido de cualquier parte, y podría ser
necesario investigar un poco para averiguar de dónde era.
Bostezo de nuevo.
Con la luz constante, tengo problemas para recordar qué
hora es. He prestado atención a los soles durante el día, y los
dos cuerpos parecen hacer círculos alrededor del mundo en
direcciones opuestas. He concluido que cruzan caminos
cuatro veces al día. Dos en el este, y dos en el oeste.
Estoy bastante segura de que amaneció hace unas
horas. Los soles están haciendo círculos, casi en extremos
opuestos del cielo.
—¿Cómo puedes saber la diferencia entre la mañana y la
noche? —pregunto—. ¿No los mezclas?
—Tienes que escuchar a los pájaros mañaneros.
—¿Pájaros mañaneros? —miro al perfil de Zander—. ¿No
es eso lo que me llamó el tipo de la subasta?
—Sí. En el Reino del Día, los pájaros cantan durante una
hora antes y después del amanecer. A veces más tiempo si
están de buen humor. Si los soles están juntos en el este y no
se oye, entonces es anochecer. —Me rodea por los hombros
con el brazo y Zander me guía por el camino hacia la puerta
—. Vamos dentro.
Pasamos unos cuantos guardas de pie en el camino, y
nos hacen una reverencia robótica y después vuelven a su
postura estoica mirando al frente con grandes espadas en la
mano.
Reconozco al soldado de la puerta. Es el joven que estaba
con el grupo ayer. El de los ojos turquesa.
—Sus majestades. —Nos saluda—. Es bueno ver que han
vuelto tan pronto.
—Hola, Pippin. —Zander no le resume al guerrero las
complicaciones que nos hemos encontrado hoy, pero sí que
pregunta por las chicas humanas de la subasta.
—Han sido aposentadas en los dormitorios, como
pediste.
—Maelyn tuvo una buena idea. —anuncia Zander con
orgullo, sorprendiéndome—. Cree que algún tipo de centro de
rehabilitación podría ser más apropiado para los nuevos
humanos. ¿Puedes organizar una reunión con Zephina? —
Gira la cara hacia mí—. Mi tía Zephina es la que gestiona los
asuntos de inmigrantes.
—Sí, su majestad. —Pippin asiente—. ¿Hay algo más que
pueda hacer esta noche?
—¿Dónde está mi madre? —Zander baja la voz, como si
estuviera preocupado de que su madre pudiera oírle
preguntar por ella.
—Dormida, como la mayoría del personal. —Este chico
puede que sea joven, pero es listo, ha percatado el deseo de
Zander de evitar a la gente sin parpadear. Nos guiña un ojo y
dice—: Si toman el pasillo secreto a los aposentos, diría que
podéis llegar sin que os vea nadie. Puedo hacer que os lleven
algo para cenar.
Estoy un poco aliviada. No es que no quiera conocer a la
madre de Zander. Es que estoy tan sobrepasada con el día,
necesito algo de tiempo de descanso.
En vez de pasar por la puerta, Zander me lleva a un lado
del castillo.
Nos cubren unas vallas altas y recortadas al andar por el
perímetro, al lado de la pared. Pasamos unas pocas ventanas
antes de detenernos al lado de una.
Zander le da una palmada a una piedra rectangular al
lado del marco de la ventana.
—¿Has abierto alguna caja de rompecabezas alguna vez?
Asiento.
—Una vez, en un museo de ciencia.
—Toca esto. —Me coge la mano y me la lleva a través de
una serie de movimientos en el marco. Se oyen unos
chasquidos mecánicos al poner presión en el borde y giramos
piedras en un orden específico—. Es como un candado de
combinación y somos los únicos que conocen el código.
Con un último movimiento, la pared se separa y un
hueco de metro y medio se abre bajo la ventana. Fascinada,
miro por el pasillo poco iluminado. Está construido con
piedras grises y la ventana da la luz suficiente para ver las
escaleras a unos nueve metros.
—¿Cuán estupendo es esto? —Mi susurro hace eco en el
pasillo en silencio, haciendo que parezca incluso más
prohibido.
Zander hace un gesto para que vaya delante de él.
—Después de ti.
Como soy bajita, casi no me tengo que agachar para
pasar. Zander se inclina y me sigue detrás. Cierra la puerta
secreta y, al cerrarse, el sonido de los engranajes resuena en
el pasillo.
El cristal tintado detrás de nosotros arroja colores al
suelo; amarillo del sol, rosa de las flores y verde de las hojas y
el diseño.
Le sonrío a Zander.
—Supongo que un castillo no sería legítimo sin túneles
secretos.
—Los pasajes no estuvieron siempre aquí. —Me coge de
la mano y me lleva hacia las escaleras—. Antes de la primera
plaga, mi abuelo Zed era amado por muchos, y también su
mujer, Lynea. Pero ella sucumbió a una enfermedad en el
primer año de estar aquí, y el rey Zed se volvió loco por el
corazón roto. La paranoia mandaba en su cabeza. Pensaba
que todo el mundo intentaba matarle, así que hizo que
construyeran túneles secretos, en caso de que hubiera una
sublevación y necesitara escapar con sus hijos. Pero sus hijos
eran víctimas de su locura, desafortunadamente. Su hija,
Zella, acabó siendo la pareja de Keryth, el rey del Reino de la
Noche. Por la tensión entre los reinos, Zed quería mantenerlos
separados. Cuando Zella huyó con Keryth, los cazó e intentó
matarla.
—Caray. Hablando de disfuncional.
—No estaba bien de la cabeza.
No estoy segura de si creerme la defensa de la locura.
Mucha gente pierde a sus esposos y siguen con una vida
saludable.
—¿Zella y Keryth consiguieron estar juntos?
—Sí. Gobernaron el Reino de la Noche un tiempo y son
los padres de Kirian.
—¿Qué le pasó a Zed?
—Murió. Mi padre, su hijo, Zarid, lo sacó de su miseria.
Se me levantaron las cejas al subir las escaleras.
—¿Lo mató su propio hijo?
Un músculo de la mandíbula de Zander se contrae
cuando aprieta los dientes, y está callado durante el resto de
la subida.
Y es una escalada.
De hecho, me alegro de que haya dejado de hablar para
poder concentrarme en respirar.
Pensé que las escaleras se estabilizarían, girarían y
comenzarían otro tramo, pero sigue en línea recta. Arriba y
arriba vamos. No hay ventanas ni luces, por lo que está
bastante oscuro. Eso no le molesta a Zander, pero me
preocupa tropezar. Agarrando la mano de Zander, levanto las
piernas un poco más de lo necesario, asegurándome de que
mis pies se despejen en cada paso.
—¿Por cuánto espacio sigue subiendo esto? —Jadeando
y echando aire, hago un gesto hacia la escalera que parece
que no termina nunca.
—Hasta la planta cuarta. —Claro, no le falta el aire para
nada—. Ya no queda mucho.
Al final, veo una pizca de luz. Cuando llegamos arriba,
un brillo sale de debajo de la puerta de enfrente. Es la línea
más fina, pero sé que la habitación del otro lado debe estar
iluminada.
Me quedo detrás de Zander en el pequeño descansillo,
estimando que la plataforma tiene un metro veinte de ancho y
un metro y medio de largo. Cuando pone nuestras manos en
otra piedra de rompecabezas en la pared, termina
enseñándome cómo encontrar la caja secreta con la llave.
—Los otros palacios en Valora se han mejorado con
candados encantados —me dice—. Las puertas se abren con
el toque de la mano del rey. Pero no lo voy a permitir aquí. No
confío en magos y brujas.
—Confías en Astrid.
Zander hace un sonido evasivo y mete la llave.
—Cuando no tengo otra opción.
—¿Te ha dicho algo útil? —pregunto—. ¿A parte del
hecho de que soy una humana súper débil?
Zander no se ríe de mi chiste autodespectivo, y no
contesta con nada más que un.
—Sí.
Abre la puerta y veo una bonita habitación.
La gran cama tamaño King está cubierta con un edredón
negro mullido y almohadas peludas. Las paredes y suelos son
de mármol. Hay columnas decorativas incrustadas en las
paredes cada tres metros aproximadamente, y se extienden
hasta los techos increíblemente altos. Un ventilador cuelga
donde debería estar una luz, girando lentamente.
Los candelabros están adheridos a las paredes en varios
lugares, pero las velas nunca se han usado. Las mechas son
blancas y nuevas. Supongo que no necesitarían estar
encendidos en un lugar donde hay luz de día todo el tiempo.
Cortinas de color azul oscuro enmarcan ventanas altas
que dan a algunos jardines. Las puertas dobles de vidrio
conducen a un balcón semicircular. Un armario de madera se
encuentra a mi derecha y a mi izquierda, un escritorio de
trabajo con varias hojas de papel en blanco y un tintero.
Me acerco a él y toco ligeramente la pluma negra de la
pluma.
Estoy acostumbrada a las paredes beige apagadas de mi
apartamento, a mi cama doble y al póster de mono bebé que
tengo sobre mi escritorio que dice: "Aguanta".
Si bien el cuarto de Zander supera al mío en lujo, es
increíblemente impersonal. Como un hotel. No hay espejos ni
decoraciones.
Como si me pudiera leer la mente, dice:
—Puedes decorarlo como quieras.
Miro atrás, a él, al cerrar la puerta con un suave ruido.
Por cómo está cortado el mármol, nunca sabrías que hay un
pasadizo secreto en la pared.
Primero, Zander deja la mochila que Quinn me dio en
una cesta al lado del armario. Después, se quita las armas y
se desata la capa antes de dejar todo con mis cosas.
—Nos daremos unas duchas. —Empieza a desatarse el
pantalón—. Después, te contaré todo lo que quieras.
El aire sale silbando de Zander mientras camina a mi
lado con su bragueta colgando abierta, y veo el fantasma de
una sonrisa en sus labios.
¿Acaba de medio… reírse?
—Puede que no tengamos electricidad, pero sí que
tenemos agua caliente —me informa y le sigo al baño de la
habitación—. También aire acondicionado. A algunos
criminales que pillamos, se les da la opción de un trabajo
forzado mientras esperan sentencia. Un buen
comportamiento puede ayudarles a evitar la ejecución.
Trabajan en turnos, llenando el fuego bajo el calentador de
agua, mientras que otros montan en bicis estáticas para
mantener la presión del agua.
Lo demuestra girando la manilla dentro de la ducha de
cristal. Empieza a caer agua y vapor unos segundos después,
empañando el espejo de marco dorado sobre el lavabo.
—Suena a trabajo infernal. —Comento y Zander se rasca
la barbilla, pensativo.
—Sí lo es. Aunque el frío no molesta a los seres feéricos,
un calor excesivo es incómodo. Pero es mejor a que te corten
la cabeza.
Me he estado preguntando por los castigos para toda la
gente que cazaban en la subasta. Siento curiosidad por cómo
gestionan el sistema judicial aquí, pero preguntaré más tarde
sobre ello. Necesito limpiarme y descansar antes de empezar a
pensar en sentencias de muerte y prisión.
Además, de repente soy consciente de toda la suciedad
acumulada en mi cuerpo. Ese baño en el riachuelo me limpió
anoche, pero necesito jabón.
Después de hurgar en un cajón, Zander coloca un cepillo
de dientes de madera nuevo y un frasco de pasta en la
encimera junto al fregadero. Luego hace un gesto hacia una
pila de toallas blancas mullidas en un estante de mimbre.
—Tómate el tiempo que necesites.
Espero hasta que se ha ido, luego me quito la ropa sucia
como si tuviera hormigas rojas en los pantalones.
La ducha es enorme. Probablemente lo suficientemente
grande como para cinco personas. Cuando el agua caliente
rocía mi cuero cabelludo, se siente tan bien que, de hecho,
gimo.
Me quedo aquí unos minutos, dejando que el calor me
relaje los músculos y se lleve el día.
Mientras el agua se precipita sobre mí, se me aclara la
mente. Mis pensamientos siempre tienen más sentido en la
ducha y puedo ver mi situación con un poco más de
objetividad.
Todos los eventos de los últimos dos días todavía me
parecen totalmente extraños, pero me doy cuenta de algo
sorprendente.
No soy la misma persona que era antes de venir aquí.
Si me fuera ahora, sabiendo todo lo que sé,
experimentando todo lo que he experimentado... no podría
volver a mi vida anterior como si nada hubiera pasado. He
tenido demasiados momentos cargados de emociones y que
me han destrozado la vida.
Del tipo que cambia a alguien.
Cuando pensé que Zander había muerto hoy, nunca
sentí un dolor así. Incluso si fue solo por un minuto, fueron
sesenta y pocos los agonizantes segundos de devastación que
nunca había conocido.
Ha sido un punto de inflexión para mí.
No voy a pedir que me envíen a casa de nuevo. Quiero
saber más sobre Valora y, después de hoy, siento que podría
tener un propósito aquí.
Y también quiero conocer mejor a Zander. En todas las
formas. Quiero trazar cada línea y hendidura en su cuerpo.
Quiero saber cómo se siente tener sus músculos temblando
bajo mi toque. Quiero saber qué lo hace sonreír y por qué no
se ríe.
Ayer tenía razón en la subasta, soy débil.
Tan débil que ni siquiera soy candidata para el síndrome
de Estocolmo. Simplemente pasé por delante de él, apenas
deteniéndome en el camino, y me sentí atraída por mi captor.
Alguien podría darme un cuaderno para dibujar corazones y
estrellas alrededor del nombre de Zander en cada página.
La vergüenza debería tragarme.
Debería.
No es así.
En cambio, siento una extraña especie de aceptación.
Hay una pequeña parte de mí que todavía se rebela
contra mi atracción por él. Una pequeña parte que me dice
que luche contra mi creciente cariño. Que corra, si no por mi
libertad, entonces por el principio de ella.
Pero esa voz no es lo suficientemente fuerte.
Incluso ahora, cuando debería estar disfrutando de mi
tiempo a solas, no puedo dejar de pensar en Zander.
El agua se escurre por mi pecho y, por un segundo, me
dejo imaginar que son sus dedos recorriendo mis pezones. La
excitación chispea dentro de mí, calentando el lugar entre mis
piernas.
Estuve tan cerca de correrme con él esta mañana, y mi
cuerpo nunca pareció recibir la nota de que no iba a tener el
orgasmo que necesitaba tan desesperadamente. He estado
nerviosa todo el día por eso.
Podría tocarme y solucionar el problema.
Deslizando mi mano por mi estómago, entierro mis dedos
en el cabello recortado sobre mi montículo. Deslizo mi dedo
medio entre mis labios y presiono mi clítoris. Salta al contacto
y mis músculos internos se agitan.
Cerrando los ojos, me imagino la mano de Zander
encajada en mis muslos, su muñeca torciéndose mientras
hunde sus gruesos y bronceados dedos en mí.
Estoy tan sensible ahí abajo que apenas puedo reprimir
un gemido. Con otro suave empujón en mi clítoris, mis
rodillas casi se doblan y golpeo con la palma de la mano las
baldosas de mármol para estabilizarme.
Tres largos golpes en la puerta hacen que abra los ojos
de golpe.
—¿Estás bien ahí dentro? —La voz de Zander sale del
otro lado de la madera y mi mano culpable se retira.
¿He hecho algún ruido y no me he dado cuenta?
—Estoy bien. —Intento que la respiración sea normal—.
Solo dame unos pocos minutos más.
¿Qué estoy haciendo? Esto es a lo que me refiero cuando
digo que he cambiado. La yo de antes nunca se masturbaría
con pensamientos de un chico mientras él está en la
habitación de al lado.
Me lavo rápidamente, me froto el cuerpo con el jabón de
sándalo. Hay un bote de cuero sin etiqueta en la balda, como
una mini versión de un odre de agua. Tras echarme algo en la
mano, me doy cuenta de que es champú.
Desafortunadamente, no veo acondicionador. No es la
primera vez que no lo use, pero sé que mi pelo será un
desastre encrespado por la mañana.
Después, cojo el cepillo de dientes.
Mientras me los cepillo, me salen tarareos involuntarios,
burbujeantes de la garganta, por todas las pompas de menta
en la boca. Siempre he tenido la costumbre de cantar en la
ducha. Mi madre me dijo que lo solía hacer incluso antes de
pasar de la bañera de bebés. Contenta, triste o enferma. No
importaba. Yo cantaba.
Y la acústica aquí es genial. ¿Quién iba a saber que el
mármol, oro y cristal son tan buenos para la reverberación del
sonido?
Justo cuando me estoy lavando la boca, me suena el
estómago, recordándome que no hemos cenado todavía.
Cierro el agua. Después de secarme, mis ojos aterrizan
en una bata blanca que cuelga de la puerta.
Ups.
En mi prisa por limpiarme, me he olvidado de traer ropa.
Es la bata de Zander. Ha estado sobre su cuerpo
desnudo y mojado.
Ya te has puesto su ropa interior.
Cojo la bata blanca, la agarro y deslizo los brazos por las
mangas mullidas. Después de atarme el cinturón a la cintura,
salgo y veo a Zander en nada más que sus calzoncillos tipo
bóxer.
Está de espaldas a mí, y su trasero musculoso se
flexiona cuando saca un cajón inferior del armario. Se pone
de pie con un camisón blanco en la mano y se vuelve hacia
mí.
—Para ti, para que duermas con esto. —Viene hacia mí y
Zander me tiende la ropa—. Me gustas con mi ropa.
Voy a cogerlo, pero lo aparta. Frunzo el ceño, doy un
paso más cerca y voy a cogerla. De nuevo, la aparta. Ahora la
tiene detrás de él y casi estamos pecho con pecho. Bueno, su
estómago contra mi pecho por la diferencia de altura.
Jadeo un poco cuando siento su erección en mi ombligo.
No la había visto antes porque estaba la camisa de por medio,
pero ahora no hay duda. Está duro y es enorme.
Resistiendo las ganas de mirar, subo la cabeza y me
centro en su cara seria.
—¿Me lo vas a dejar o no?
Se inclina y me acaricia con la nariz el pelo y el costado
de la cara, antes de darme la camisa.
—Me gusta que también huelas a mí.
¿En serio acaba de hacer un juego de alejarme la ropa
para poder olerme? ¿Y me está intentando marcar
literalmente con su aroma y ropa?
Extrañamente, me siento alagada en vez de aterrada, y
estoy muy al tanto de lo desnuda que estoy debajo de la bata
cuando Zander pasa a mi lado para irse al baño. Tengo los
pezones duros y la tela se roza contra ellos. Hay humedad
entre mis piernas, que no tiene nada que ver con la ducha.
Antes de desaparecer tras la puerta, que no se molesta
en cerrar del todo, sus gruesos muslos y el culo se tensan con
cada paso, y la musculosa espalda se mueve. Esta es la
primera vez que le veo sin zapatos ni calcetines, e incluso sus
pies son sexys.
La ducha se abre y se me ocurre que Zander me ha
dejado, de nuevo, desatendida. ¿Está tan confiado en que no
huiré? ¿O sabe simplemente que me perdería en el castillo?
Me apoyo en la cama y miro la puerta principal del
cuarto. Probablemente esté cerrada. Curiosa, tiro la camisa a
la cama y voy de puntillas a la única salida.
No planeo huir. Solo quiero saber si estoy atrapada aquí.
Estoy a punto de coger el pomo cuando un toque suena
desde el otro lado.
Me congelo, insegura de si debo responder.
Hay más ruido, seguido de la voz de una mujer.
—Rey Zander, bienvenido a casa. Le traigo la cena.
Mi estómago, prácticamente, grita por la mera mención
de comida.
Giro el pomo. El pestillo se retrae suavemente al abrirse
la cerradura.
Así que estaba cerrado, pero solo para los de fuera.
Cuando abro la puerta unos centímetros, hay una mujer
rubia al otro lado, con una gran bandeja en las manos. Tiene
el pelo perfectamente rizado sujeto a un lado con un lazo
blanco, y lleva un elegante vestido de noche amarillo. Es muy
como los vestidos de las mujeres feéricas que llevaban en la
subasta, solo que se ve que el suyo es, probablemente, más
caro por toda la seda.
Es más alta que yo por unos buenos quince centímetros,
así que tengo que echar arriba la cabeza para mirarle a la
cara. Le miro a los ojos. Los tiene marrones, pero hay un
brillo en ellos. La forma en la que se iluminan es obvia en el
pasillo.
Baja las cejas y me frunce el ceño descaradamente.
—¿Dónde está Zander?
—En la ducha.
Se centra en la bata, que me estoy sujetando contra el
pecho.
—Entonces, es verdad. Zander por fin a traído una mujer
a casa.
¿Al fin? Lo dice como si las huéspedes femeninas no
fueran algo normal para el rey. Pero no puede ser verdad.
Puede que Zander simplemente sea discreto con sus
escarceos.
Ignoro la mirada de quiero-sacarte-los-ojos que me da
esta mujer, doy un paso atrás, y dejo espacio para que entre.
Después de todo, tiene mi comida.
Deslizándose con gracia como si estuviera flotando en el
aire, me estudia de la cabeza a los pies en un lento repaso. Su
mirada escrutadora se detiene en mi cabello lacio y húmedo y
recorre mi cara. Sea lo que sea lo que ve, no está
impresionada.
—Soy Maelyn —le informo.
—Soy Carielle. —Va hasta el escritorio y deja la bandeja
antes de susurrar—. Conozco a Zander de toda la vida. Puede
ser impulsivo, aunque debo decir que esto se lleva el premio.
Me mira de esa forma de nuevo. Como si fuera menos
que nada. Una mala decisión.
Se cierra la ducha. Se le iluminan los ojos con interés e
intenta mirar detrás de mí al baño. Unos celos poco amables
me aprietan el estómago.
¿Ha estado con él? ¿Tienen una historia romántica?
Cambio un par de veces los pies, esperando preservar la
privacidad de Zander. Mi pequeña figura no hace mucho para
taparle la vista, pero puedo distraerla.
—Zander dice que soy su pareja destinada.
—¿Dice? —ladea la cabeza—. ¿No lo sabes seguro?
Me cojo una hebra imaginaria de la manga.
—Hasta ayer, no creía en otros mundos, la magia o las
almas gemelas. Me estoy… ajustando a todo.
—Nadie quiere contradecir a un rey. —Suspira fuerte,
niega como si Zander fuera un niño desobediente que no sabe
lo que quiere—. Las ilusiones pueden ser una perra.
Tengo la impresión de que ella también puede serlo.
—¿Estás diciendo que no tiene razón?
—La desesperación hace que la gente haga cosas
desesperadas. —Se encoge de hombros como quien no quiere
la cosa.
No me gusta. No soy el tipo de persona que juzga tan
rápidamente, nunca; pero hay algo en ella que me da mala
espina.
Carielle hace un gesto a los dos platos cubiertos y los
vasos de agua, siguiendo con su tono seco.
—Zander normalmente come en la mesa. Solo hay una
silla. Supongo que puedes sentarte en el suelo.
—Mi esposa no come en el suelo.
Ambas saltamos al oír a Zander.
—Rey Zander. —Carielle jadea—. Ahí está. Y, espera,
¿qué? ¿Su esposa? —Me da una mirada.
—Sí. —Zander se acerca con nada más que una toalla—.
Nos casamos ayer en el arco de bodas.
Perdiendo la compostura, Carielle abre la boca y la cierra
como un pez.
—¿Sabe su madre sobre esto?
—Asumo que no, ya que no se lo he dicho. —Hay una
advertencia en sus palabras. Quiere ser él quien le de la
noticia, y será mejor que Carielle no se chive.
—Bueno. —Se le ponen los nudillos blancos, tiene las
manos en puños a los lados—. Los rumores ya circulan.
—Confío en que puedas ser discreta. —Es una orden. No
estoy familiarizada con este mundo, pero incluso yo lo
reconozco.
—Claro, su majestad —Carielle está de acuerdo con
cortesía.
Mientras, mira abiertamente, a mi marido.
Mi marido.
En serio me he referido a él así en mi cabeza. Pero es la
verdad. Lo es. Carielle no sabe las circunstancias reacias de
nuestra unión, y es súper maleducado que mire a un tío
cuando está prácticamente desnudo.
Esa toalla apenas es lo suficientemente larga para cubrir
su cintura. Se enrolla hacia adentro, permaneciendo en su
lugar por pura casualidad. La huella de su pene es obvia y su
piel todavía está húmeda. La reina blanca está alrededor de
su cuello, y supongo que se duchó con ella porque la cinta
está empapada. Un riachuelo de agua gotea de él,
deslizándose por su piel bronceada. Una gota queda atrapada
en su pezón y Carielle se lame los labios.
Bueno. Eso es todo.
Me muevo frente a él, presionando mi espalda contra su
frente. Engancha un brazo alrededor de mi cintura como si
fuera la cosa más natural del mundo.
—Podemos comer en la cama —sugiero, esperando que
Carielle se vaya—. Gracias.
—Eso es todo. —Zander la despide con un gesto de
mano.
Tiene la cara roja mientras recoloca la cena y, después,
se va de la habitación.
—¿Quién era? —pregunto, intentando mantener el tono
ligero para que no refleje mi repentina rabieta interna.
Zander me suelta y se sienta al final de la cama con
facilidad, pero yo tengo que trepar porque está muy alta.
—Una de las mujeres atrapadas en el harén de mi padre
—responde—. Cuando murió, algunas decidieron volver al
mundo de los humanos. Otras no tenían a dónde ir, así que
mi madre les dio puestos de trabajo en el palacio o los
dormitorios. Carielle es la coordinadora de eventos reales. Ya
que no tenemos muchos eventos que planificar, también hace
algo de trabajo de sirvienta.
—Oh. —Ahora me siento como una capulla—. ¿Ha
sufrido, eh?
—¿Te ha tratado mal?
—Define mal.
Se le oscurece la cara.
—¿Te ha insultado? Estabas celosa.
Quiero negar la muy verdadera acusación, así que digo.
—Celosa… no… solo… —A veces es bastante guay lo en
sincronía que está conmigo. Otras veces es embarazoso.
—La despediré ahora mismo.
—¡No! No quiero que pierda su trabajo. Jesús, Zander.
No puedes ir a por cabezas cada vez que no me llevo bien con
alguien.
—¿Por qué no?
—Porque no. —Cojo la tapa de mi plato y veo que hay un
sándwich, algunas patatas redondas que se parecen mucho a
las patatas fritas, y un pequeño bol de uvas verdes—. Porque
no quiero que lo hagas.
—Debe haber dicho algo para hacerte sentir… —Los ojos
de Zander vagan mientras busca la palabra concreta—…
amenazada. Si Carielle se ha sobrepasado, yo…
—Me ha dada una mala vibra, eso es todo —lo rebajo—.
Parecía tener dudas de que fuéramos destinados.
—No tiene que tener una opinión sobre el tema. ¿Y tú?
¿Aun te niegas a reconocer nuestra conexión?
Exhausta y estresada, me froto la sien.
—Sé que me importas. No lo puedo negar.
—¿Por qué lo dices como si fuera un problema?
—Porque no debería. —Me rio, pero no tiene nada de
divertido—. Me has forzado a estar aquí, y aun así, me gustas.
Y toda esta penosa experiencia me ha hecho ver lo maleable
que soy. —Me llena la tristeza cuando pienso en mi carrera
arruinada—. Incluso si fuera a casa, en este punto, nunca
podré recuperar mi trabajo. ¿Cómo podría si soy un fraude?
¿Cómo podría mirar a esas mujeres heridas a los ojos, cada
día, y decirles lo fuertes que son por dejar a sus parejas
abusivas? Soy una hipócrita.
Zander frunce el ceño. Es más intenso que el normal.
—¿Por qué te comparas con esas mujeres? Nunca te
pegaría, Mae. Preferiría morir que causarte ningún dolor.
—El abuso no es siempre físico. A veces también es
psicológico.
—¿Y te sientes… —le palpita un músculo en la mejilla
—… abusada por mí de esa forma?
—No, no exactamente; pero me has robado la libertad
cuando decidiste por mí.
Se le juntan las cejas y parece confuso.
—Te di una elección.
Bufo.
—¿Qué? ¿Cuándo?
—Di opciones a los humanos. Te fuiste de mi lado. Te
alejaste de mí. Elegiste mal, así que tuve que corregir tu error.
Hago un ruido de indignación.
—El hecho es, que no tenía una elección.
Parecía dolido y Zander cerró los ojos.
—No quiero ser como mi padre.
—No lo eres —digo amablemente—. No le conocía, pero a
ti sí. Peleas duro por el bien de tu reino.
—Pero, con respecto a ti, soy un bastardo egoísta.
Incluso si prefieres estar en cualquier otra parte, me alegro de
que estés aquí conmigo. No me voy a disculpar por eso, pero
te pido que, al menos, me des una oportunidad. —Se suaviza,
se le va el ceño fruncido y toma su lugar una expresión
esperanzada—. Necesito que me elijas. Que estés aquí por
voluntad propia. Me mataría que pensaras en ti misma como
una prisionera. No puedo manejarlo. Elígeme. Por favor, Mae.
Por favor.
Nunca le había oído sonar tan desesperado. Tan abierto.
Que Zander se desnude ante mí, de forma que lo hace
vulnerable a mi negación.
—Si digo que no, ¿me retendrías aun así? —solo quiero
comprobar la teoría.
—Sí. —Y es brutalmente honesto.
Tiene cero remordimientos. Está tan seguro de sí mismo
y tan incansable con lo que tenga que ver con mi cautividad.
¿Pero no había decidido ya que me iba a quedar?
No tiene sentido luchar contra esto, para mí, pero hay
una petición en la que no voy a ceder.
—¿Podré alguna vez volver a la Tierra, de visita? No para
quedarme, solo para ver a mis padres de vacaciones o algo.
Quinn me dijo que ella lo hace.
Zander mueve la cabeza de lado a lado, considerándolo.
—Nunca he estado en el reino humano. Nunca había
tenido interés en él. Pero, siempre que me permitas
acompañarte, sí, podemos visitar.
Sorprendida por que esté de acuerdo, me echo para
atrás.
—¿De verdad?
—Lo juro.
—De acuerdo. —Exhalo fuerte.
Zander parece sorprendido.
—¿Qué?
—Está bien, te voy a dar una oportunidad. No porque me
fuerces, sino porque siento curiosidad por todo esto de las
parejas y, como te he dicho, me gustas.
El hombre en serio tiene una sonrisa preciosa, y
entonces, me la lanza.
21
Zander
Siento que Maelyn me ha regalado los soles. Claro, me
redujo a rogar por su cooperación como un vendedor
ambulante tratando de vender soles en el Reino del Día, pero
mi orgullo es lo último que tengo en mente.
Ella está dispuesta a quedarse.
A cambio, le daré todo lo que pueda, incluyendo mis
secretos. No, no todos. Pero le contaré lo suficiente para
atraerla más a mi vida.
—Era necesario hacerlo —digo, recordando nuestra
conversación en el hueco de la escalera.
—¿Qué era necesario? —Maelyn mastica alegremente su
sándwich, ajena a la trágica historia que estoy a punto de
soltar.
—Zarid mató a su padre para salvar la vida de su
hermana. Si Zella moría ese día, las repercusiones en este
mundo habrían sido enormes. La brecha entre el Día y la
Noche habría sido más grande que nunca. La guerra podría
haber estallado. El comercio se habría detenido, lo que
significa que, como mínimo, no tendríamos bebidas frías. —
Levantando mi vaso de agua, dejo que el hielo del Reino de los
Sueños tintinee—. Todo sería diferente. Zarid tomó la decisión
correcta cuando atravesó a su padre con un pico de hierro.
Respirando profundamente por la nariz, Maelyn mastica
sus papas fritas.
—Bueno, parece justificado.
—¿De verdad? —Estoy sorprendido y escéptico.
Es obvio que mi mujer es blanda, lo cual no es un mal
rasgo. Es dulce. No está contaminada por lo malvada que
puede ser la gente. Me gusta su inocencia.
Pero está aceptando el brutal crimen más fácilmente de
lo que esperaba.
—No soy partidaria de la pena de muerte —afirma—,
pero en las situaciones de abuso doméstico, hay veces en que
escapar no es una opción. En el peor de los casos, alguien
resulta muerto, y prefiero que sea el maltratador que la
víctima. Si tu padre mató a su padre para evitar que hiciera
daño a Zella, entonces fue una forma de defensa.
Defensa. La excusa rueda en mi mente.
¿Es eso lo que fue cuando perseguí a mi padre? ¿Cuando
volé sobre él en el Campo de Batalla en forma de grifo,
deleitándome con el miedo en su cara cuando me vio en el
cielo? ¿Cuando le mordí el cuello con mi pico, saboreando su
sangre y sintiendo el crujido de los huesos al cortarle la
columna vertebral?
—Yo lo asesiné —le confesé—. Zarid, quiero decir. Hace
cinco años, hizo un trato por debajo de la mesa con la
princesa del Reino de la Noche. Intercambió una gran
cantidad de Resplandor por un buen número de sus hembras.
Kirian se enfureció y desterró a su hermana por el crimen, y
yo supe que me correspondía rescatar a las mujeres porque
mi padre estaba dispuesto a luchar para conservarlas. La
batalla resultante con el Reino de la Noche me sirvió de
oportunidad perfecta para llevar a cabo la ejecución de mi
padre. Nunca me vio venir hasta que fue demasiado tarde... y
le arranqué la cabeza.
Maelyn jadea.
—¿Con tus manos?
Dejo escapar un sonido que no es ni una confirmación ni
una negación, pero lo toma como un sí.
Sus suaves dedos cubren mi puño.
—Eso debió ser horrible para ti.
Una risa sin humor me abandona, pero es más bien un
gruñido. Es increíble, en el mejor sentido. Incluso después de
que la retuviera contra su voluntad y la obligara a casarse
conmigo, está de mi lado. No hay preguntas, ella está de mi
lado.
Es una reina perfecta.
—Estoy seguro de que fue peor para él —digo con sorna.
—A ti te maltrataron, ¿verdad, Zander? —la suave
pregunta de Maelyn me da en el corazón.
¿Maltratado? La palabra no es lo suficientemente fea
para lo que mi padre nos hizo a mi madre y a mí.
Cierro los ojos al recordar sus estruendosos gritos. Sus
puños golpeando mis costillas, mi espalda, mi cabeza. Su
cinturón, crujiendo sobre mi piel. Las veces que usaba su
poder de fuego para quemarme. Y lo que es peor, lo recuerdo
dirigiendo su ira contra mi madre, con su sangre goteando
sobre el suelo inmaculado mientras el olor de su piel
chamuscada flotaba en el aire.
—Sí —exclamó—. Durante toda mi infancia, mi padre
nos utilizó a mi madre y a mí en contra del otro. Si lo
desafiaba, me obligaba a mirar mientras la torturaba. Si ella
era desobediente, me atacaba a mí. Teníamos que seguir sus
reglas. O si no.
—¿Qué reglas?
—Para empezar, a mi madre no se le permitía hablar su
idioma original. Apenas hablaba inglés cuando llegó aquí, y
tuvo que aprender rápidamente.
He perdido el apetito, pero me obligo a dar unos cuantos
bocados de todos modos. Una vez que he terminado la mitad
de mi sándwich, continúo contándole a Maelyn las terribles
verdades de mi vida.
—Ya sabes cómo llegó mi madre hasta aquí. Era de
Brasil. Le encantaba su casa y tenía una gran familia: era la
mayor de cuatro hermanas. Simplemente estaba en el lugar
equivocado en el momento equivocado. Los secuestradores la
sacaron de la carretera cuando iba a dar un paseo. La
eligieron porque era hermosa. Sólo lo mejor para el Rey Zarid.
No estaba dispuesto a esperar a su pareja predestinada, pero
quería un heredero, así que formó un harén de unas quince
mujeres humanas, con la esperanza de embarazar a una o
más. Mi madre fue la primera y la única que concibió, y se
casó con ella para hacerlo legítimo. Qué mala suerte para ella
estar atada a un hombre tan despiadado.
—Pero algo bueno salió de ello —declara Maelyn con
optimismo—. Te tiene a ti.
Me burlo.
—Si hay algo que pudiera cambiar del pasado, sería su
secuestro. Borraría mi existencia, pero al menos ella no
habría tenido que sufrir.
Un rayo de tristeza recorre el vínculo, y aunque no quiero
que Maelyn esté triste, me gusta el hecho de que se preocupe.
—¿Es eso lo que tu mamá elegiría también? —pregunta
Maelyn—. ¿Daría marcha atrás en el tiempo y te
abandonaría?
Sé la respuesta inmediatamente.
—No. Ella me quiere más que a nada.
—Entonces tienes que dejar de pensar en un resultado
diferente. Acepta su amor y sé que eres un buen hombre. Ella
crio a un gran rey, y no puedo imaginar este mundo sin ti en
él.
Hay tanta convicción en sus cumplidos que lo creo. Me
asombra su capacidad para elevar mi alma con palabras.
—¿Esto es lo que haces cuando trabajas? ¿Construir a la
gente?
—Cuando alguien ha sido golpeado, necesita escuchar
afirmaciones positivas. Todo el mundo anhela la bondad.
Algunas personas sólo la necesitan un poco más que otras.
—Eres muy buena en eso.
Sonrojada por mis elogios, recorre su plato antes de
morder una uva.
—¿Qué otras reglas había?
—No se me permitía salir de los terrenos del palacio.
Primero, porque mi padre se avergonzaba de mi falta de
poder. Luego fue porque era ciego. Luego porque...
Me detengo, dándome cuenta de que estoy a punto de
revelar uno de los secretos que no quiero que Maelyn conozca
todavía. Quiero que su afecto por mí sea más profundo antes
de que descubra que soy un monstruo.
—¿Porque qué? —pregunta.
—Por eso muchos ciudadanos de Valora no me
reconocen —desvío nuestra conversación, esperando que no
señale mi deliberada evasión—. Hasta la muerte de mi padre,
casi nadie me vio más allá de los cinco años. Los poderes de
los Fae pueden surgir en la infancia, pero a veces tardan
hasta que alguien tiene cuatro años en hacerse presentes.
Cuando llegué a mi quinto cumpleaños y todavía no tenía
ningún poder, mi padre se encolerizó. No hubo celebración. Ni
regalos ni tarta. Me encerró en mi habitación durante todo un
día mientras destrozaba el castillo y golpeaba a mi madre.
Cuando acabó con ella, vino por mí. Hasta entonces, deseé su
aprobación y su amor. Pasé muchos meses mirando mis
manos inútiles, deseando que pudieran conjurar fuego como
las suyas, pero mi esperanza murió ese día.
—Oh, Zander. Lo siento mucho.
Suspiré con fuerza.
—Menos de un año después, las brujas lanzaron la
maldición y perdí la vista. Así que, además de débil, quedé
discapacitado. Papá no quería que el reino supiera que tenía
un hijo defectuoso, así que me prohibieron salir. Al principio
no me importaba quedarme en casa. Tenía a mi madre, buena
comida, profesores y una biblioteca. Aparte de los abusos, era
un privilegiado y estaba protegido. No es un mal lugar para
estar.
Siguiendo escuchando atentamente, Maelyn come su
cena mientras hablo.
—Me perdí las batallas, los oficios y los lazos con mis
ciudadanos, pero tenía una razón para quedarme. Una vez
que fui lo suficientemente grande como para enfrentarme a mi
padre físicamente, me defendí. Me protegí a mí y a mi madre.
Si yo estaba aquí, él no podía tocarla. Esa es una de las
razones por las que mantuvo su harem. No podía tomar el
cuerpo de mi madre, así que satisfacía sus necesidades en
otra parte. Creo que esperaba dejar embarazada a otra mujer.
Si hubiera tenido éxito en hacerlo, podría haber encontrado
una manera de deshacerse de nosotros. Pero, por desgracia
para él, yo era su único hijo. —Sintiéndome más ligero ahora
que he sacado todo eso de mi pecho, respiro profundamente
—. Tuve que acabar con él, al igual que él con su padre.
—¿Qué te hizo esperar tanto tiempo para ir por él? —
pregunta Maelyn entre sorbos de agua—. No estoy juzgando.
Sólo me pregunto cómo fue el momento. ¿Fue la gota que
colmó el vaso el turbio trato con el Reino de la Noche?
—Ojalá pudiera decir que maté a mi padre por razones
nobles: justicia para mi madre y para mí, o para salvar a las
hembras del Reino de la Noche. Pero eso no es cierto. Lo hice
por ti.
Inhalando su bebida, tose un poco.
—¿Yo? Entonces ni siquiera me conocías.
—Pero eras una posibilidad. —Sonrío un poco al recordar
la ráfaga de esperanza que tuve cuando Kirian encontró a su
pareja predestinada—. Hasta hace varios años, creía que mi
vida no tenía sentido, y no pensaba que la maldición se
rompería nunca. Muchas veces, contemplé el suicidio. —
Antes de que pueda reñirme por esos pensamientos, continúo
—. La única razón por la que no me suicidé es porque no
podía dejar a mi madre, pero todo cambió cuando Quinn
rompió la maldición de Kirian y le devolvió la vista. Consiguió
gobernar con su otra mitad a su lado mientras observaba su
reino y miraba a su gente. Entonces lo mismo ocurrió con
Damon...
—Espera. —La mano de Maelyn corta el aire—. Estaban
ciegos por la misma maldición que tú, ¿verdad?
—Lo estaban.
—¿Pero la maldición se rompió? ¿Cómo? Ni siquiera
sabía que eso era posible.
Retorciéndome incómodamente, y reprendiéndome por
ello, porque los reyes no se retuercen, me aclaro la garganta,
dándome cuenta de que mi intento deliberado de omitir un
detalle tan importante va a volver a "morderme el culo", como
probablemente diría Damon.
—Toda maldición tiene una salida. —Pincho mis uvas—.
Las estipulaciones de dicha maldición son estar ciegos para
siempre a menos que encontremos a nuestras parejas
predestinadas y consumemos la unión.
—Sexo. Quieres decir sexo.
—Precisamente.
—¿No crees que eso es algo que deberías haberme dicho
ayer? —El colchón se sacude cuando Maelyn se sienta más
recta.
Dirijo mis ojos sin ver hacia ella.
—No estoy buscando un polvo por lástima.
—Bien. Porque yo no te follaría por lástima. —La palabra
sucia suena tan bonita saliendo de su dulce boca.
Mi polla se pone rígida mientras toda mi sangre se dirige
a mi mitad inferior, lo que me dificulta pensar con claridad.
Aunque no tenía pensado divulgar tantos detalles, ahora que
estamos hablando de ello, no puedo parar.
—Además de tener sexo con la persona adecuada, la
única persona del universo destinada a mí, tiene que ser ella.
Contigo. Si tan solo beso a alguien que no es mi alma gemela,
la maldición será permanente y estaré ciego para siempre.
—Oh. —Maelyn se decepciona—. Así que no me lo dijiste
porque la maldición es permanente para ti.
—No. ¿Por qué la maldición sería permanente?
—Porque has besado a otra persona antes que a mí.
Mi rostro se frunce.
—¿A quién?
—No lo sé. A alguien. —La voz de Maelyn se eleva antes
de bajar a un susurro—. Es imposible que ayer fuera tu
primer beso.
—¿Y eso por qué?
—Porque eres tú.
—¿Qué significa eso?
—Tú eres... tú eres caliente. Zander, puede que no veas
las miradas que te lanzan las chicas, pero se fijan en ti.
Mucho. Y eres un rey y eres todo un melancólico. Eres como
hierba gatera para las mujeres.
Mi orgullo masculino se hincha.
—Me halagas, esposa, pero te aseguro que eres la
primera y serás mi única.
Los sentimientos positivos fluyen a través del vínculo.
Afecto cálido mezclado con felicidad. Hay una nueva ligereza
en el vínculo de Maelyn, y me doy cuenta de que parte de su
armadura ha caído desde que consintió en estar aquí.
—En fin. —Vuelvo a retomar nuestra conversación
anterior—. El éxito de Kirian me dio la esperanza de que lo
mismo podría ocurrirme a mí, pero si había una mínima
posibilidad de encontrarte, mi padre tenía que irse. Y te
encontré. Estás aquí, y a mi lado es donde te quedarás.
—Quiero añadir una condición a mi elección —afirma
Maelyn, haciéndome entrar en razón.
—¿Sí, esposa?
—Si quieres que sea tu compañera, necesito que seas
abierto conmigo. Tengo mucho que aprender sobre este
mundo, y no quiero que me sorprenda ninguna cosa. ¿El
hecho de que puedas recuperar la vista? Eso es algo
importante y debiste decírmelo. No más secretos.
—No más secretos —acepto, y me duele.
Porque eso era una mentira.
22
Maelyn
Aprieto mis muslos juntos mientras me deslizo bajo las
mantas. Mi estómago está lleno y mi cuerpo está limpio, pero
estoy lejos de estar satisfecha.
El dolor entre mis piernas no desaparecerá.
Por el rabillo del ojo, Zander empuja la bandeja de la
cena hacia el pasillo antes de cerrar la puerta y trabarla.
Aunque está oscuro aquí porque él cerró las cortinas,
hay suficiente luz detrás de ellas para ver.
Todavía está usando esa toalla y, de alguna manera, está
colgando de un hilo. Mientras se acerca al armario, el
material cae repentinamente y su trasero esculpido está allí
en todo su esplendor.
Aguanto un chillido y levanto la manta a la altura de los
ojos. Parece que no puedo obligarme a esconderme detrás de
ella por completo, porque entonces perdería la vista.
Los hombros de Zander tiemblan y una serie de
bocanadas exhalan silenciosamente de su cuerpo.
¿Se está riendo de mí?
Incluso si soy el blanco de la broma, juego de palabras
intencionado, agradecería sus burlas. Cualquier cosa para
escuchar una gran alegría de este hombre.
Después de enterarme por lo que pasó cuando era niño,
me duele el corazón. Me di cuenta de que fue difícil para él
abrirse como lo hizo. Su historia había resultado torpe y
forzada, como si nunca antes la hubiera contado. Y eso es
una tragedia en sí mismo, retener todo eso durante tanto
tiempo.
Me tomó todo mi autocontrol evitar saltar sobre nuestros
platos y darle un abrazo. Quizás también algunos besos.
Ahora camina hacia la cama vistiendo solo esos
calzoncillos bóxer blancos. Con solo una camisa de dormir y
bragas, eso podría resultar en algo de acción piel con piel
debajo de las sábanas.
—No estás usando pantalones —le digo en voz baja.
Su rostro normalmente melancólico se levanta con una
sonrisa torcida.
—Normalmente no lo hago en mi propia cama.
—Podría dormir en el suelo.
—Mi esposa no dormirá en el suelo.
Cada vez que me llama esposa, mi pecho se contrae con
una emoción inidentificable. Me encanta su posesividad.
Acostada de lado, mantengo la espalda girada cuando él
entra. El colchón se hunde detrás de mí. El calor emana de su
cuerpo. La anticipación vibra en mis venas mientras espero a
que se acerque.
Cuando desliza su palma sobre mis caderas y alrededor
de mi estómago, el calor explota dentro de mí. Es como si un
millón de diminutas mariposas en llamas despegaran,
extendiéndose hacia fuera, a través de mis brazos hasta mis
dedos. Desde mi abdomen hasta mi núcleo húmedo.
Empapé las bragas.
—Está bien si te sostengo, ¿verdad? —Aunque Zander lo
plantea como una pregunta, no hay ninguna inflexión al final,
lo que hace que parezca más una afirmación.
No espera a que asienta, pero tampoco digo que no.
Uniendo su parte frontal con mi espalda, Zander desliza
su otro brazo debajo de mi cabeza como lo hizo anoche.
A diferencia de anoche, no estamos separados por capas
de mantas y ropa. Su erección es como una barra de acero
contra mi espalda baja.
Mis dedos de los pies se curvan mientras trato de no
moverme contra él.
Su pulgar roza mi vientre sobre la tela de la camisa. De
ida y vuelta. Una caricia ociosa.
Un gemido queda atrapado en mi garganta mientras
aprieto los dientes y agarro una esquina de la almohada.
Sospecho fuertemente que me está molestando a
propósito. Mi mente está confusa por el deseo y mis pulmones
están trabajando más rápido para seguir el ritmo de mi
corazón atronador.
¿Cómo se supone que voy a dormir cuando mi cuerpo
está tan acelerado?
Como si Zander supiera exactamente dónde está mi
mente, pregunta.
—¿Hay algo que necesites?
—No —le susurro.
—Ah, ah. Pensé que habías dicho que no había más
secretos. —Su cálido aliento me hace cosquillas en la oreja—.
Debería funcionar en ambos sentidos.
Soy demasiado tímida para decirle que necesito llegar.
—No puedo decirlo.
—¿Por qué no? —Deslizando su mano hacia arriba,
golpea mis costillas.
—Simplemente no puedo.
Cuando sus dedos rozan la parte inferior de mi pecho,
casi le digo que tendrá que tomar la iniciativa, ser el que haga
un movimiento. Besarlo estaba fuera de lugar para mí. Él es
la excepción a la regla, y espero no haberle dado la impresión
de que soy del tipo que se lanza contra alguien.
Los dedos de Zander suben por mi esternón,
deteniéndose en mi clavícula. Su muñeca está atrapada entre
mis pechos, enterrada en mi escote. Más calor inunda mi
centro, haciéndome sentir hinchada e inflamada ahí abajo.
Zander frota suavemente el hueco de mi garganta.
—¿Qué te parece si jugamos un juego?
—¿Como el ajedrez?
Tararea bajo, un sexy estruendo en su pecho.
—Un juego en el que te digo que hagas algo. Si realmente
quieres hacerlo, obedeces. Si no quieres hacerlo, dime que
pare.
Los términos suenan lo suficientemente inofensivos, pero
no hace falta ser un genio para darse cuenta de que está
hablando de algo físico, y todo mi cuerpo se ilumina ante la
idea de hacer algo más que besar.
—No sería apropiado que vayamos muy lejos —digo
débilmente, sin saber si realmente lo digo en serio.
—Estamos casados. Podemos hacer lo que queramos.
No se equivoca y mi resolución se está resquebrajando.
—¿Qué tal esto? —propone Zander, apoyándose en un
codo—. No te tocaré a menos que me lo pidas.
Arrugo mi nariz.
—Pensé que el objetivo del juego era no tener que decir
nada. ¿Qué vamos a...? —mi pregunta se desvanece cuando
Zander se levanta de la cama.
Se dirige a su escritorio y toma la pluma del tintero.
Mirándolo, mis cejas se fruncen con confusión mientras
limpia la tinta. Girando distraídamente la pluma, se dirige
hacia mí.
—Esto es de mi propia ala —dice con un toque de
orgullo.
—Si hubiera un concurso por la mejor pluma, apuesto a
que ganarías. —Realmente lo haría.
Tiene más de treinta centímetros de largo y las fibras
negras son tan brillantes que destellan por el resplandor
detrás de las cortinas. Cuando la agita hacia mí lentamente,
como un director de orquesta, me doy cuenta de lo que
pretende hacer.
Puede que no me toque, pero la pluma sí lo hará.
Y quiero eso.
Quiero que la sedosidad se deslice sobre mi piel.
Zander se detiene a mi lado de la cama.
—Baja la manta.
Hago lo que dice, empujándola hasta mis rodillas.
Chasqueando la lengua, niega con la cabeza.
—Por completo. También necesito tus pies.
—Tengo muchas cosquillas —le advierto, pateando las
mantas hasta el final del colchón—. Si esperas hacerme reír,
puedes lograrlo.
Sus labios se arquean.
—Me encanta tu risa, pero espero escuchar algunos
sonidos nuevos de ti esta noche. Dime cómo se siente esto.
Tomando la pluma, toca la punta de mi rodilla izquierda
y la arrastra hacia arriba a lo largo de la parte interna del
muslo.
Me estremezco y cierro los ojos ante la suave sensación.
—Bien. Se siente bien.
Mi corazón se acelera cuando repite la acción unas
cuantas veces. Abajo. Luego sube. Abajo. Arriba de nuevo.
Lentamente. Suavemente.
Con cada movimiento ascendente, va un poco más alto,
apartando la camisa de su camino.
Con la siguiente pasada, mis piernas se abren
automáticamente.
Una invitación silenciosa.
Mis párpados están pesados mientras miro a Zander, y
sé que algo va a cambiar entre nosotros esta noche.
Ya entregué mi libertad. Ahora mi cuerpo es masilla en
sus manos. Eh, masilla debajo de su pluma, supongo.
De cualquier manera, quiero más.
Necesito más.
Mi corazón está a mil por hora y este tipo de euforia es
algo que nunca antes había experimentado. Me está
drogando, mareándome y embelesándome. Nunca he sido una
adicta a la adrenalina, pero ¿quién necesita hacer puénting
cuando tienes un rey fae sexy acechando sobre ti?
—Desabotónate la camisa —ordena Zander.
Está probando las aguas. Queriendo saber si detendré el
juego.
Tragando saliva, saco el primer botón de mi cuello. Luego
el segundo. Y el siguiente.
Pronto, la camisa está abierta a lo largo de mi pecho. No
despego la tela para dejar al descubierto mis senos. Dejo que
me cubra, la franja de piel expuesta ultrasensible al aire
fresco.
Zander apunta la pluma al hueco de mi garganta. No se
demora mucho. La satisfacción y el deseo me atraviesan
mientras toma el camino entre mis pechos y baja por mi
estómago. La sumerge brevemente en mi ombligo, la hace
girar y luego continúa su descenso.
El toque ligero roza mis bragas antes de detenerse justo
encima de mi clítoris.
Gimo.
Presionando mis dedos contra mi boca, miro a Zander,
con los ojos muy abiertos. No tenía la intención de hacer ese
sonido.
—Ahí está —dice con voz ronca. Con aprobación—.
Podría escuchar eso durante horas.
Continuando con la maravillosa tortura, repite el lento
movimiento de arrastre a lo largo de mi torso unas cuantas
veces más.
No es suficiente. Este juego no está ayudando, solo está
haciendo que mi autocontrol se rompa. Palabras que nunca
había pensado en decir están en la punta de mi lengua.
Quítame la ropa. Tócame. Hazme venir.
Estoy temblando. Mis dedos siguen apretando, haciendo
puños a los lados. La humedad en mis bragas ha pasado de
un charco a un estanque. Puedo sentir la humedad
filtrándose hasta la cama y la parte interna de mis muslos
está pegajosa.
Al menos no soy la única afectada por este juego erótico.
La erección de Zander es prominente dentro de su bóxer,
cubriendo la tela. Su polla es tan larga y gruesa, está
parcialmente atrapada en uno de los agujeros de las piernas,
y hay una sombra oscura y redondeada que sobresale. La
punta.
En la siguiente pasada por mi esternón, hace una pausa,
pasando la pluma contra mi piel un par de veces antes de
sacudir la camisa. El algodón que cubre mi pecho derecho se
cae.
Siseo.
Sin la protección de la tela, mi pezón se endurece
dolorosamente y no tengo la oportunidad de recuperarme
antes de que Zander lo rodee.
Mi respiración sale en una serie de jadeos rotos.
—Zander.
—¿Sí, esposa?
Sólo lloro, sin saber cómo explicar lo que siento. Mi cara
y mis dedos empiezan a sentir un hormigueo. La piel de
gallina decora todo mi cuerpo y el sudor me salpica la frente.
Duele. Me duele. En todas partes.
Pero el peor dolor está entre mis piernas. Mi núcleo
palpita ferozmente, exigiendo atención, ya que tiene espasmos
alrededor de la nada, y no puedo pensar con claridad. Todas
mis necesidades se centran en el espacio vacío.
Zander empuja el otro lado de la camiseta, pero en lugar
de jugar con mis pezones, mueve la pluma hacia abajo,
pasándola por el elástico de mis bragas.
—¿Quieres que me detenga?
—No —susurro temblorosamente.
—Entonces quítate esto.
Engancho mis pulgares en la cintura y los empujo hacia
abajo mientras muevo mis caderas. Las bragas blancas
terminan colgando de uno de mis dedos mientras cuelgo mi
pierna sobre la cama, y Zander las agarra antes de que
puedan caer al suelo.
Enrollándolas en su puño, se lleva el material a la nariz.
Inhala, luego se estremece.
Con absorta fascinación, me quedo boquiabierta
mientras su lengua se lanza para lamer el material. El
material que está húmedo con mi excitación.
Chupándolo en su boca, gruñe. Profundo. Como un
animal. Es tan fuerte que las vibraciones viajan a través del
marco de la cama de madera y sacuden el colchón.
Estoy segura de que ese sonido ha hecho que los
hombres adultos corran por sus vidas, pero por alguna razón,
simplemente me excita más.
Puedo ver por qué las mujeres se enamoran del chico
malo. Hay una oleada prohibida de poner en peligro tu propia
vida a sabiendas, mientras piensas que tienes una red de
seguridad debajo de ti.
En mi línea de trabajo, a menudo me he preguntado
cómo sería ser atraída por un hombre peligroso, ignorar todas
las banderas rojas y lanzar la precaución al viento debido a
un tirón que no puedo negar. Les pasa a las mujeres todo el
tiempo.
Pero Zander no es malo. Realmente no. Es peligroso, no
hay duda de eso, pero no es un peligro para mí. Si hay algo de
lo que estoy segura en este mundo confuso, es que Zander
aprecia todo lo que soy.
Ama de la misma manera que odia, con total abandono.
Con pasión. Con todo su corazón.
Su dulzura y su violencia son dos caras de una misma
moneda.
El amor no es algo de lo que haya tenido mucho, sin
embargo, todavía encuentra un pozo interminable dentro de sí
mismo, como si hubiera pasado toda su vida guardándolo
para mí.
Por eso elegí quedarme. Por qué dije que sí al juego. Por
qué estoy tan enamorada de él.
Las reglas y responsabilidades son un lejano susurro en
mi mente mientras Zander roza mi abertura con la pluma. Me
hace cosquillas en la piel demasiado sensible de mis labios y
apenas roza mi clítoris hinchado. El toque es demasiado
ligero. Muy suave. Necesito más presión.
—Piernas más abiertas —ordena, y obedezco de
inmediato—. Dobla tus rodillas y extiende esos dulces
muslos. Lleva tus talones hasta tu trasero. Sí, así. Ahora
envuelve las manos alrededor de tus tobillos. Mantente
abierta para mí.
Todo el aire me deja en un suspiro mientras hago lo que
dice.
Apretando la mandíbula, olfatea el aire y otro gruñido
sale de su garganta. Las bragas se le caen de las manos y la
mano que sostiene la pluma tiembla.
Me alegro de no ser la única que se está volviendo loca
aquí.
La cabeza de Zander cae hacia atrás y gruñe.
—Quieres más.
—Sí —estoy de acuerdo con un gemido.
—Podría usar mis dedos en su lugar. —Deja pasar varios
segundos, esperando a que lo rechace—. Pero recuerda, tienes
que pedirlo.
He superado el punto de la vergüenza.
—¿Tócame?
—Si insistes. —Tirando descuidadamente la pluma al
suelo, Zander pone una rodilla en el colchón. Mi corazón
martillea y mi cuerpo se empuja mientras él se sube
suavemente al final de la cama. Girándose para mirarme, se
sienta en cuclillas, sus rodillas entre mis pies.
Estoy completamente desnuda para él. No es que él
pueda verlo, pero todavía estoy un poco escandalizada por mi
propia visión: mis rodillas se abren de par en par, mis manos
sujetan mis piernas en su lugar.
La primera caricia en mi tobillo me da una sacudida. Es
solo la punta de un dedo, por el amor de Pete. Pero es el dedo
de Zander, y estoy tan agitada.
—¿Estás lista para esto ahora? —el tono de Zander es
casi burlón—. ¿O todavía es inapropiado que toque a mi
esposa?
—Sólo haz algo —jadeo—. Por favor.
—Di por favor otra vez. —Su dedo sube unos
centímetros, torturando el interior de mi pantorrilla.
—Por favor.
Aunque su rostro está envuelto en sombras, sus ojos
dorados brillan de emoción.
—De nuevo.
—Por favor —me quejo, contemplando tomar su mano y
empujarla donde quiero.
Deja escapar un zumbido de satisfacción y va más alto,
dejando la piel de gallina a su paso mientras llega a la parte
interna de mi muslo.
—Eso es lo que quiero escuchar, mi esposa ansiosa
suplicándome que la folle con los dedos.
Jadeando un poco por su charla sucia, mi mandíbula se
abre y el calor infunde mi cara.
—No te avergüences, Mae —arrulla—. Es normal que me
quieras tanto. Movería montañas para llegar a ti. —Su dedo
medio traza el pliegue donde mi muslo se encuentra con mi
pelvis—. Quemaría el mundo entero hasta los cimientos por
este coño.
Antes de que pueda decir algo más, presiona su pulgar
contra mi clítoris con increíble precisión.
Mi espalda se arquea y gimo de nuevo.
—Estás tan húmeda —elogia, su tono lleno de asombro
mientras frota hacia arriba y hacia abajo. Su boca se abre con
un gemido mientras explora mi entrada resbaladiza y la suave
carne de mis labios.
Se detiene por encima de mi clítoris. Con el índice y el
pulgar, pellizca el cordón de los nervios y lo enrolla entre sus
dedos.
Ahogo un grito.
Nunca me había tocado así antes. Por lo general, me
concentro sólo en la parte principal del clítoris, no en las
áreas a su alrededor.
Pero esto…
Yendo un poco más alto, Zander continúa pellizcando y
rodando. Tocando todas las notas correctas mientras me
vuelvo loca. Tal vez podría salir de esto, pero no creo que ese
sea su objetivo.
Quiere llevarme al borde de la locura y lo está
consiguiendo. Jugando con esa cuerda atada a mi clítoris, me
toca como si me hubiera practicado durante años.
Cada mujer es diferente. Todas tenemos preferencias
personales, que es lo que hace que sea tan difícil para los
hombres complacernos. Al menos, eso es lo que dice Paige.
Muchas veces se ha quejado de tener que enseñar a sus
novios lo que le gusta, por eso sospecho que se queda con los
perdedores con los que sale mucho después de la fecha de
vencimiento.
Pero Zander conoce mi cuerpo mejor que yo.
Con la cantidad justa de presión y velocidad, su toque es
perfecto.
Mi voz sin aliento está llena de acusación cuando digo.
—Para alguien que nunca ha hecho esto antes, eres muy
hábil.
Deja de frotar.
—¿Crees que estaba mintiendo cuando dije que nunca
había estado con alguien antes?
—¿Cómo sabes dónde necesito que me toquen?
—Durante mi exilio aquí, pasé incontables horas en la
biblioteca investigando anatomía. Probablemente conozca el
cuerpo femenino mejor que tú. Zonas erógenas.
Terminaciones nerviosas. Aunque nunca he practicado, soy
bastante capaz de besar, entre otras cosas. —Empieza a jugar
conmigo de nuevo—. Además, está el asunto del vínculo.
Siento un eco de todo lo que sientes.
Para hacer su punto, golpea mi clítoris tres veces.
—¿Ves? —levanta las cejas—. Sentí eso.
—¿Qué quieres decir? —balbuceo, casi borracha de
deseo—. ¿Cómo qué lo sentiste?
—Pon tu mano sobre mí. —Bajando más la barbilla,
indica su polla. Cuando no cumplo de inmediato, arrastra las
palabras—: O podríamos dejar de jugar.
—No —digo demasiado rápido, luego me siento y levanto
mi mano temblorosa hasta su entrepierna.
Tímida y completamente inexperta, lo toco ligeramente.
Zander pone su mano sobre la mía, forzando mis dedos
alrededor de su cintura a través de su bóxer. Dios, es tan
grueso. Ni siquiera puedo poner mis dedos alrededor de su
polla.
—Quédate allí. —Zander golpea mi clítoris de nuevo, y
mis ojos se agrandan cuando su polla salta en igual bajo mi
mano.
—¿Sientes literalmente todo lo que siento?
¿Sexualmente?
—No solo eso. Dolor. Emociones Todo ello.
—¿Puedes decir cuando estoy feliz?
—Sí.
—¿Sabes cuando estoy excitada?
—Cada vez.
Jadeo.
—¿Entonces lo sabías cuando me toqué en la ducha?
Su sonrisa es malvada.
—Oh, sí.
—Me interrumpiste a propósito.
—No podría dejar que te divirtieras sin mí.
Eso es un poco vergonzoso. Aquí pensé que estaba
haciendo un buen trabajo al ocultar mi creciente atracción.
Lo supo todo el tiempo.
Es tan íntimo estar conectado de esta manera.
Nunca antes me habían azotado así. Un trago áspero
baja por mi garganta, y mi brazo cae hacia mi estómago
mientras me sostengo en un gesto protector. Un escudo, como
si pudiera esconderme del imponente hombre frente a mí.
Un hombre que me mira como si yo fuera el centro de su
mundo. Un rey que se ha postrado ante mí. Un guerrero que
me daría su último aliento.
Y ahora tengo pruebas tangibles de su afirmación.
—Realmente somos almas gemelas, ¿eh?
No responde con palabras. En cambio, continúa la dulce
tortura, trazando mi abertura húmeda. Me recuesto de nuevo
y mi respiración se entrecorta cuando se detiene en mi
entrada y juega con el agujero. Lo empuja, encendiendo las
terminaciones nerviosas pero nunca empujando hacia
adentro.
Arrastrándose ligeramente a través de mis pliegues,
deliberadamente evita los lugares donde más lo necesito.
Nerviosa, agarro un puñado de mi cabello.
—Te estas burlando de mí.
—¿Quieres que me detenga?
—¡No!
Se ríe, la travesura sangra a través del sonido.
Acercándonos a la risa.
—Voy a besarte ahora —murmura Zander.
Bajo la mirada justo a tiempo para verlo deslizarse fuera
de la cama, agarrar mis caderas y tirar de mí hasta el final del
colchón. Grito de sorpresa.
Beso. No se refiere a la boca.
Zander es tan grande que incluso de rodillas, su pecho
es más alto que la enorme cama. Su hermoso rostro está
situado en la V de mis piernas. Cuando su cálido aliento
sopla contra mí, clavo los talones en el colchón y doblo los
dedos de los pies.
Una a la vez, coloca mis piernas sobre sus anchos
hombros.
Emocionada y nerviosa, presiono mis dedos contra mis
labios mientras espero a que él ponga su boca sobre mí. A
menudo me he preguntado si el sexo oral está sobrevalorado.
Las chicas hablan de ello como si fuera la octava maravilla del
mundo. Según Paige, depende del chico. No todos son buenos
en eso.
Sin embargo, Zander lo será.
El silencio tenso se extiende entre nosotros. Su
respiración es rápida como la mía, y cada exhalación es otra
caricia burlona en mi centro.
Puedo decir que no es fácil para él reprimirse. Sus
grandes manos están envueltas alrededor de la parte superior
de mis muslos, sus dedos se clavan en mi piel mientras
sostiene mis piernas en su lugar. Girando la cabeza, besa mi
muslo interior, luego lame el área que está húmeda con mi
excitación.
Gime, arrastrando lentamente su lengua por el mismo
lugar de nuevo. Probándome.
Me muevo con impaciencia.
—¿Bien? ¿Lo vas a hacer o no?
—¿Qué deberías decir? —Arquea una ceja.
—¿Por favor?
—¿Por favor qué?
—¡Sólo por favor! —Estallé, exasperada y desesperada—.
Dime qué decir y lo diré.
Sonríe. Es una de sus raras sonrisas, pero se parece
totalmente al gato que atrapó al canario.
—Por favor, esposo, lame mi bonito coño.
Hago un ruido ahogado.
—¿Qué?
—Me escuchaste.
Mi garganta se obstruye mientras el sudor corre por mi
sien a mi cabello. No sé si puedo pronunciar las palabras.
Como para atraerme más, los pulgares de Zander
comienzan a frotar el lugar donde mis piernas se encuentran
con mi trasero. Está tan cerca, pero tan lejos.
Formando sus labios en forma de O, sopla suavemente.
Mis músculos internos se aprietan con fuerza cuando el aire
me golpea, enojados por ser tan descuidados.
—¡De acuerdo! —le grito al techo, incapaz de mirar la
cara de Zander cuando me quejo—: Por favor, lame mi coño.
—Bonito coño —corrige.
—Bonito coño.
—Esposo.
—¿Eh?
—Olvidaste esa parte.
—Esposo —gimo, mi corazón da un extraño vuelco
cuando la palabra sale de mis labios.
—Todo junto ahora.
Este hombre. Este hombre exasperante, sexy y
obstinado.
Dejo escapar un gruñido que no es ni una fracción tan
amenazante como el suyo.
—Por favor, esposo, lame mi bonito coño.
Tan pronto como termina la oración, Zander ataca. Grito
cuando su boca se fusiona con mi clítoris, succionando a un
ritmo pulsante.
Gruñendo contra mí, Zander se mueve un poco hacia
abajo para arrastrar su lengua sobre mi entrada. Poniéndolo
rígido, lame el interior.
La presión es asombrosa, y solo mejora cuando
reemplaza su lengua con un dedo, insertándolo hasta el
segundo nudillo. Masajea el interior, curvándolo hacia arriba,
estimulando un lugar que nunca antes había tocado.
Mientras sigue así, sus labios vuelven a mi clítoris.
Las sensaciones duales son suficientes para hacer que
mis ojos se muevan hacia atrás en mi cabeza, y he perdido
por completo el control de mí misma.
Ya no me preocupo por los sonidos que hago. Gimiendo,
me retuerzo, arqueo y balanceo mis caderas, persiguiendo el
orgasmo que sé que vendrá.
Todas mis extremidades tiemblan y mi pierna comienza a
resbalar del hombro de Zander. Atrapándola con facilidad, se
llevó la mano detrás de la cabeza y entrelazó mis tobillos,
tocándolos con una orden de “quieto”. Luego golpea
ligeramente mis rodillas, haciendo que mis piernas se abran
aún más.
Me gusta que él tenga el control. Elimina cualquier
conjetura para mí. Casi quiero poner a prueba la teoría de
que se detendría si se lo pidiera, pero no quiero arriesgarme a
arruinar el momento.
Este es un gran problema: la primera vez que un hombre
me va a hacer llegar.
Necesitando algo que hacer con mi mano, me agacho y
paso mis dedos por su desordenado cabello oscuro. Gime un
sonido de aprobación, y las vibraciones de su boca causan
pequeños espasmos en mi núcleo.
—Zander —jadeo.
Quita la boca el tiempo suficiente para decir.
—Me llamarás esposo cuando esté dentro de ti.
—E… esposo —obedezco.
Me recompensan con un segundo dedo. Hay un poco de
escozor en el estiramiento, pero el dolor aumenta todas las
demás sensaciones.
La lengua de Zander está azotando mi clítoris. Uno de
sus pulgares está tirando de mis labios, abriéndome más.
Siento el áspero rasguño de su vello facial en mis muslos.
—¿Quién soy? —gruñe en voz baja.
—Esposo.
Chupa, chupa, chupa.
—¿Esposo de quién?
—Mío.
—Buena niña.
Lame, lame, lame.
A medida que avanza mi clímax, mi respiración sale en
jadeos de tono alto y empiezo a agitarme. El brazo de Zander
se engancha sobre mis caderas, sujetándome en mi lugar
mientras me trabaja como un profesional.
Cuando un tercer dedo empuja hacia adentro y todos
esos dígitos presionan lo que sólo puedo asumir que es mi
punto G, mi coño se aprieta con un orgasmo tan fuerte que
realmente duele.
Inclinando la cabeza hacia atrás, todo mi cuerpo se
bloquea mientras grito. Una ola de contracciones choca con la
siguiente, y Zander grita en voz alta contra mí cuando broto
en su rostro.
Sollozo hacia el final, mis pulmones luchan por respirar
mientras cada músculo se quema por tensarse con tanta
fuerza.
A medida que los últimos aleteos disminuyen, me relajo.
Me sobresalto por un par de réplicas y estoy temblando.
Espera. El temblor no viene de mí. Es Zander. Está
temblando con tanta fuerza que su brazo prácticamente vibra
donde descansa sobre mi estómago y mis muslos.
Desliza sus dedos fuera de mí y se pone de pie.
Aún tratando de recuperar el aliento, miro su rostro
serio. Es brillante y resbaladizo con mi excitación. Se lame los
labios, totalmente despreocupado por el desastre.
—Zander, yo... —Gracias, por no detenerte—. Eso es lo
mejor que he sentido en mi vida. Siempre. Quiero decir, he
oído hablar de orgasmos alucinantes antes, pero no estaba
segura de que fuera real. Y tú…
Mi divagación se desvanece porque él me da la espalda y
se dirige al otro lado de la habitación. Al principio, creo que
tal vez tomará una toalla para limpiarse, pero hace una línea
recta hacia las puertas del balcón. La luz brillante inunda el
interior cuando las abre.
—Regresaré más tarde —dice con brusquedad antes de
salir.
¿Eh?
Escucho el batir de alas. Me levanto de la cama y me
abrocho rápidamente la camisa.
Mis piernas todavía están temblorosas por lo que Zander
me hizo, pero me las arreglo para tambalearme hacia las
puertas abiertas. Cuando llego, el balcón está vacío.
El calor del Reino del Día me invade mientras avanzo.
Llegando a la barandilla, coloco mi mano sobre el
mármol liso, bajando la mirada mientras busco en el suelo
cuatro pisos más abajo.
Desde aquí arriba, se ve mucho más de Hailene. La
ciudad más allá de los muros del palacio se extiende por
kilómetros. Calles empedradas y casas de estilo Tudor forman
la cuadrícula, que se extiende en todas direcciones.
Existen. No hay mucha gente por ahí, pero cuando un
bostezo amenaza con surgir, recuerdo que es la mitad de la
noche. Los soles están a punto de chocar en el oeste, y hace
que las nubes sean de un amarillo anaranjado brillante.
Levantando los ojos, examino el cielo.
Zander no se encuentra por ningún lado.
Y estoy confundida.
¿Hice algo mal?
La decepción se filtra a través de lo alto que sigo
montando. Puede que no tenga experiencia con hombres en el
departamento de dormitorio, pero estoy bastante segura que
irme inmediatamente después de un acto sexual se considera
de mala educación.
Miro hacia atrás a la cama deshecha y vacía.
Estoy demasiado animada para dormir.
Más sudor corre por un lado de mi cara, y cuando
levanto la mano para limpiarlo, mi mano queda atrapada en
los nudos húmedos pegados a mi cuero cabelludo. Mi cabello
es un completo desastre. Supongo que podría ocuparme
buscando un cepillo decente. Por supuesto, eso significaría
rebuscar en los cajones de Zander, pero si no quería que
husmeara en su habitación, entonces no debería haberme
dejado sola.
Suspirando, me giro para volver adentro mientras siento
un poco de pena por mí misma.
23
Zander
Cuando tenía doce años, a mi estirado tutor de
matemáticas le dio un ataque de tos mientras bebía su té, y le
salió disparado por la nariz. Yo no pude verlo, pero el sonido
fue muy divertido y no pude evitar reírme. De hecho, me reí
tanto, que la bulliciosa presión en mi pecho se convirtió
rápidamente en un cambio inminente. Allí mismo, en la
biblioteca, me puse en plan grifo delante de Ontario, lo que
sólo consiguió que escupiera más fuerte mientras me miraba
con ojos aterrados. Aquel día renunció y volvió a degradarse a
las cocinas para no tener que estar cerca de mí.
Odiaba mi poder entonces, y lo detesto ahora.
El recuerdo se oscurece mientras atravieso la azotea del
palacio con las garras clavadas en la piedra. Mi padre se
enfadó conmigo por haber asustado a uno de mis maestros,
que tuve que vigilar a mi madre durante todo un mes para
asegurarme de que no se desquitara con ella.
Siempre me castigan por lo que soy, y esta noche no es
una excepción. Lo que debería haber sido un momento
glorioso fue interrumpido.
Al menos resistí la transformación lo suficiente para que
Maelyn se corriera, pero perdí el control cuando sus muslos
temblaron. Cuando sus caderas se agitaron. Cuando se corrió
en mi cara.
Sentí su explosión de placer disparándose a través de mí.
Fue tan fuerte que provocó mi propio orgasmo.
Y ocurrieron dos cosas: Me corrí más fuerte que nunca,
mi semilla cubrió mi ropa interior y se deslizó por mi muslo. Y
comenzaron los primeros temblores de la transformación.
Tenía que salir de allí antes de que Maelyn lo viera. Por
suerte, llegué a la azotea antes de que el grifo se hiciera cargo.
Asomándome por encima del muro de piedra de metro y
medio, contemplo a mi mujer, observándola mientras me
busca. Se pregunta por qué me fui sin dar explicaciones.
Como debe ser.
Qué movimiento más estúpido.
Ojalá no tuviera que ser así. No quiero nada más que
tenerla en mis brazos mientras disfrutamos del momento que
compartimos juntos. Y lo haré cuando me calme.
Afortunadamente, no me quedaré transformado mucho
tiempo. Mi corazón se está ralentizando a medida que se
desvanece la excitación. Pronto estaré tumbado con mi mujer,
durmiendo plácidamente, como hicimos anoche.
Cuando Maelyn inclina la cabeza hacia arriba para
estudiar el cielo, retrocedo, perdiéndome de vista.
—Me sorprende encontrarte aquí arriba.
Gruño al oír la voz detrás de mí, y me giro para ver a
Carielle de pie dentro de la puerta de una de las cuatro torres.
Tiene la cadera levantada, su sonrisa coqueta está en su sitio,
y está enrollando su cabello alrededor de su dedo.
Si pudiera poner los ojos en blanco en forma de grifo, lo
haría.
Está actuando para mí, como solía hacerlo con mi padre.
—Pensé que estarías con tu nueva mujercita —añade,
burlona.
Cuando me acerco a ella, sus ojos se abren de par en par
con auténtico miedo.
No hay mucha gente que pueda ponerse delante de mí
con este aspecto sin querer ensuciarse. Mi madre es la única
persona que ha sido capaz de aceptarme tal y como soy, sin
importar mi forma.
Maelyn también lo hizo, en el arroyo. Pero eso es porque
ella casi muere. No estaba en su sano juicio.
Me acerco a un contenedor pegado a la pared, golpeo la
tapa con el pico y saco un par de pantalones.
Mirando a Carielle, giro la cabeza hacia un lado.
Aparta los ojos.
Todo el mundo sabe que no me gusta que me miren
mientras me transformo. Soy demasiado vulnerable, incapaz
de ocultar el dolor cuando mis huesos encajan en su sitio.
Por no mencionar que estoy desnudo.
Una vez que Carielle me da la espalda, comienzo el
proceso de cambio.
Mi pico cruje mientras las llamas recorren mi cara. La
agonía se dispara a través de mi cabeza, las placas de mi
cráneo se rompen. Los fragmentos de hueso desgarran los
tendones y los músculos mientras mis piernas y brazos se
pliegan sobre sí mismos.
Cuando por fin termina, la oscuridad desciende en mi
visión una vez más. Estoy de manos y rodillas, con los
miembros inestables mientras cuelgo la cabeza. Respiro
profundamente varias veces, permitiendo que mi caja torácica
se expanda junto a mis pulmones. Mis alas de hado se han
desplegado. Las necesitaré para volar de vuelta a mi
habitación, así que las dejo donde están.
Con un gruñido, me levanto de la piedra y me visto.
—Así que el príncipe Zander se escapó y se casó. —El
tono excesivamente dulce de Carielle me pone de los nervios
mientras me abrocho los pantalones.
—Rey Zander —corrijo con dureza, volviéndome hacia
ella—. Y sí, lo hice.
—¿Por qué ella?
—Es mi compañera.
—Lo dudo.
La furia me recorre el pecho, pero mantengo mi
temperamento a raya.
—El sentimiento correcto es “felicidades”.
—Es imposible que sea tu pareja predestinada, —
continúa, sin tener ni idea de lo cerca que está de ser
arrojada de este tejado. Ella tiene alas. Estaría bien. Pero
sería un claro mensaje sobre lo mucho que disfruto de su
compañía—. Vi la forma en que te miró. No es la forma en que
una mujer mira a un hombre que ama. Si es tu pareja, te
miraría con los soles en los ojos. No... con indiferencia.
Sonrío. Maelyn no era tan indiferente hace unos
minutos.
—No sabes de qué hablas.
—Tal vez te hechizo.
—Es una humana, Carielle. No puede hechizar a nadie.
—Más razón para que rechaces la idea de estar con ella.
Ella te hará débil.
Me está provocando, y le lanzo una mirada de
advertencia para transmitir el sentimiento.
—Déjala en paz. Una vez fuiste humana.
—Pero no del todo, ¿verdad? Debo tener alguna herencia
fae o no habría cambiado tanto como lo hice.
Es cierto. Solo puedo asumir que Carielle tiene algo de
sangre de fae corriendo por sus venas. Varios años después
de su llegada, le crecieron alas blancas cubiertas de plumas.
Sus ojos se volvieron más brillantes, y desarrolló un poder
menor. Puede mover objetos con su mente, aunque solo un
poco. Nada pesado ni complicado. Su poder es equivalente a
una fuerte ráfaga de viento. Y, fiel a su naturaleza fae, puede
ser manipuladora y encantadora.
Todas las razones por las que era una de las favoritas de
mi padre. Eso, y porque siempre parecía muy entusiasmada
por complacerlo.
Suspiro, harto de que persiga una relación romántica
conmigo. Desde que fue liberada de la posesión de mi padre,
ha estado proponiendo una unión entre nosotros dos. Una y
otra vez, le he dejado claro que nunca sucederá.
Carielle ha sido condicionada a usar su cuerpo como un
medio para un fin. Ella ha fracasado desde que fue liberada,
pero mi madre le ha dado un propósito aquí. Uno que no
incluye follar con el rey para ganarse el sustento.
Lo siento por ella, pero mi simpatía sólo llega hasta cierto
punto. Maelyn obviamente sintió algo extraño en Carielle. Tal
vez la mujer ha sobrepasado su bienvenida aquí. Hay otros
lugares a los que puede ir. Con suerte, lejos de mí.
—La azotea es toda tuya. —Hago un gesto a nuestro
alrededor—. Te dejo en paz. Buenas noches.
—El baile de máscaras es dentro de cinco días —dice,
siguiéndome a la cornisa—. ¿Quieres repasar el menú por la
mañana?
—Mi madre puede aprobar las opciones de comida.
—¿Asistirás?
—No lo sé. Después de que Maelyn haya tenido tiempo
de instalarse, volveremos a salir a cazar a un fugitivo.
—¿La llevas contigo a una misión peligrosa?
—Por supuesto. Es la reina.
A pesar de lo que pasó antes en la destilería, no cambié
de opinión sobre mantener a Maelyn a mi lado. Sí, este
mundo es brutal y horripilante, pero Maelyn me sorprendió
hoy. Fue compasiva y valiente. Los trolls podrían haber sido
menos receptivos a mi ayuda si ella no hubiera estado
conmigo.
Carielle recorre con sus dedos mi antebrazo.
—Si me dejaras, podría hacerte tan feliz que te olvidarías
de ella.
—No lo hagas. —Mi agarre es duro cuando atrapo su
muñeca y retiro su mano de mi brazo—. No tocarás lo que no
es tuyo.
—¿Cómo reaccionó Maelyn cuando le hablaste de tu
habilidad? —insiste, y yo guardo silencio, sobre todo porque
no es de la maldita incumbencia de Carielle. Ella hace una
pausa—. Oh. Todavía no se lo has dicho. No me imagino que
eso vaya a ir bien. ¿Y qué pasa después de completar el
vínculo? Si realmente es tu compañera, ¿sentirá tu dolor cada
vez que te transformes?
Me siento como si el viento me hubiera golpeado. Carielle
acaba de sacar un punto que no había considerado. Astrid
dijo que Maelyn y yo estaríamos conectados como
compañeros normales después de consumar el vínculo. ¿Pero
ella sufriría durante mis transformaciones? No hay otros
como yo. No tengo a nadie a quien preguntar sobre los
poderes dotados y cómo afectará a Maelyn. Al aparearme con
ella, podría exponerla a la insoportable realidad a la que me
enfrento cada día.
Otra pregunta apremiante, ¿me transformare cada vez
que tengamos intimidad? Eso sería un inconveniente, como
mínimo.
Aparto todas mis inseguridades.
Nada de eso importa.
El destino eligió a Maelyn para mí. Me eligió a mí para
ella. Estamos destinados a ser.
Cuando se haya enamorado de mí, podré mostrarle todas
mis facetas. Le contaré sobre mi poder y lo resolveremos como
el destino quiere, juntos.
—Puedo hacerte sentir bien —intenta Carielle de nuevo,
invadiendo en mi espacio personal.
La bilis sube por mi garganta.
Ella es como otra madre para mí. Todas las mujeres del
harén de mi padre lo eran. Mientras crecía, me mimaban,
disfrutando de la inocencia impoluta que solo un niño puede
aportar en una época oscura.
Al entrar en contacto con el grifo, dejo que mis ojos se
dirijan a ella, y mis iris se convierten en rendijas ovaladas.
Ella retrocede a trompicones, reaccionando como sabía que lo
haría, y yo disfruto con su jadeo aterrorizado.
—Si vuelves a tocarme, te encontrarás en la calle como
una mendiga.
Ella ruge.
—Bien, pero cuando ella te deje, yo seguiré aquí, y mi
oferta sigue en pie.
Cuando sus pasos furiosos se desvanecen, me subo sin
esfuerzo a la cornisa.
El viento cálido me despeina y los rayos del sol me
calientan la piel.
Me relamo los labios.
La esencia de Maelyn sigue en mi cara, su sabor a miel
es pura felicidad en mi lengua. A pesar del intenso orgasmo
que ambos tuvimos hace unos minutos, no estoy saciado. Lo
único que quiero es volver a mi habitación y darle placer una
y otra vez, pero no quiero volver a transformarme. Me duele el
haberme transformado tan rápido.
Además, Carielle me ha puesto de mal humor. Ha
avivado las llamas de la duda con la que lucho, y lo erróneo
de su propuesta me revuelve las tripas.
Después de la mascarada, haré otro barrido de lealtad
entre mi personal y mis guardias. Necesitaré a Quinn para
eso. Le he enviado a Kirian una invitación para el próximo
baile, pero no sé si él y la Reina de la Honestidad asistirán.
De cualquier manera, Carielle estará entre los primeros
en ser enviados a empacar. Su tiempo en el palacio ha
terminado. Mi madre se opondrá, pero ahora soy el rey.
Cada decisión depende de mí, me guste o no.
Por mucho que no quiera estar lejos de Maelyn, necesito
desahogarme. Un vuelo enérgico me hará bien.
24
Maelyn
Me balanceo al borde del sueño. No puedo recordar
exactamente lo que soñé, pero Zander estaba allí. Conmigo en
Texas. En el campo, detrás de la casa de mi madre, y él reía.
Tal como lo imaginé, el sonido era profundo y alegre, y
provocaba que mi corazón se elevara de felicidad.
Pero no estoy en Texas. Si la sábana satinada bajo mi
mejilla no es una indicación, el alegre canto del pájaro de la
mañana sí lo es. En algún lugar del exterior, oigo a varios de
ellos silbando.
Me doy la vuelta y parpadeo contra la brillante luz que
entra por las ventanas. Las cortinas se han corrido.
Y estoy sola.
Acaricio el lado vacío del colchón que está a mi lado.
Todavía está caliente.
Zander estuvo aquí hace poco.
Anoche intenté esperarlo despierta. Me quedé despierta
todo lo que pude, desenredándome el pelo con un peine que
encontré y desempacando parte de mi ropa.
Finalmente, el cansancio me ganó y descansé en la cama
con los ojos caídos hasta que el sueño se apoderó de mí.
De alguna manera, sé que Zander me sostuvo durante
toda la noche. Es como si aún pudiera sentir sus brazos a mi
alrededor.
Sentada, me aparto el cabello desordenado de la cara
mientras observo la silenciosa habitación.
Hay una bandeja de comida en el escritorio, junto con un
vaso lleno de agua. Cuando me acerco a ella, hay una nota
para mí. Un trozo de papel ha sido doblado y apoyado sobre
mi bebida.
Esposa está escrita con letra tipo caligrafía. Obviamente,
es la pluma que ha utilizado para ello, y mis mejillas se
calientan al ver la pluma negra que se encuentra
inocentemente en el tintero.
Abro la nota. Para ser ciego, la caligrafía de Zander es
buena. Meticulosa y precisa. Elegante.
Como él.
No quería despertarte. Tengo una reunión con mis
hombres esta mañana, pero almorzarás conmigo al mediodía.
Firmado Esposo.
Incluso sus notas son mandonas.
La comida del palacio es mucho mejor que la que
tuvimos en el camino. El desayuno es más bien un pequeño
festín. Hay una cesta de panecillos, tres tipos diferentes de
mermelada, huevos revueltos con queso y salchicha
mezclados, algo de tocino y un bol de ensalada de frutas.
Después de picar la cena de anoche y de comer tanta
mezcla de frutos secos por el camino, me muero de hambre.
Mi cuerpo quiere todos los carbohidratos.
Empiezo por los panecillos primero, parto el pan y sale
vapor. Están recientes y se me hace la boca agua. Cuando le
pongo un poco de mermelada roja, espero que sepa a fresas.
Me sorprendo cuando obtengo un sabor afrutado más
intenso, más dulce y más rico al mismo tiempo.
Paso a los huevos y les doy tres bocados antes de coger
más pan.
Me alegro de que Zander no esté aquí ahora mismo. El
relleno de mi cara, muy poco elegante, es real. Ni siquiera
estoy sentada todavía. Estoy encorvada sobre el escritorio
como un animal.
Introduzco el dedo en la mermelada azul, recojo una
buena porción y hago un ruido de sorpresa cuando pruebo los
cítricos en lugar de las bayas.
He vaciado la mitad de mi plato y cuatro panecillos
cuando mi estómago llega al límite.
Me lamo la mermelada pegajosa de los dedos, me acerco
al armario y abro las puertas. Bajo una hilera de pantalones
marrones colgados y algunas camisas de aspecto rígido, hay
varios montones de mi ropa doblados, separados por
pantalones, camisas y ropa interior.
Elijo unos vaqueros ceñidos de color blanco y una
camiseta de color lila con un amplio cuello tipo botella.
Cuando me los pongo, meto la parte delantera de la
camiseta en la cintura. Uno de los hombros cae hacia un
lado, pero con el sujetador deportivo debajo, parece
intencionado.
Ahora me toca el cabello.
Me entretengo en mis mechones algo rizados. No debería
haberme dormido con el pelo húmedo. No tengo el pelo muy
largo, pero sí grueso. Entre liso y rizado, es un montón de
ondas sin sentido.
Suspiro, porque tengo mucho trabajo por delante.
Cuando me dirijo al baño, llaman a la puerta.
Me detengo en seco, preguntándome si debo contestar
cuando,
—Servicio de habitaciones —llega desde el otro lado con
una voz cantarina.
Oh. Al mirar las sábanas arrugadas de la cama y el cesto
de la ropa sucia, me doy cuenta de que debí haber supuesto
que Zander haría venir a una asistenta para arreglarlo todo.
Primero el desayuno, ¿y ahora esto? Hablando del tratamiento
real.
Cuando abro la puerta, me encuentro con una mujer de
mi altura. El cabello largo y negro cae alrededor de la piel
bronceada de sus brazos, y su sonrisa llega hasta sus
conmovedores ojos marrones.
Y enseguida sé quién es, porque puede ser mujer y
menuda, pero el parecido es asombroso.
—Eres la madre de Zander.
Sonriendo, asiente.
—Sólo bromeaba sobre el servicio de habitaciones.
Quería conocerte.
Me aparto y le hago un gesto para que entre.
—¿Zander te habló de mí?
Su expresión de felicidad decae un poco, y sus dedos se
tensan alrededor de un estuche de porcelana en sus manos.
—No. No he visto a mi hijo desde que regresó, pero el
molino de rumores en el palacio está trabajando horas extras.
Cuando me enteré que se presentó con una mujer anoche,
tuve que verlo por mí misma.
—Oh. —Bueno, esto es incómodo. Todavía no he salido
de la habitación y ya estoy haciendo el paseo de la vergüenza
—. No es lo que parece.
—¿Qué es lo que parece? —enarca sus cejas y, antes de
que pueda responder, señala la pieza de ajedrez que tengo en
el cuello—. Parece que se casaron. Objeto de compromiso,
¿verdad? Zander talló ese rey, y todas las piezas de su
tablero, con sus propias manos. No se lo daría a cualquiera.
No hay juicio en su voz. No hay desaprobación.
Exhalo un suspiro.
—Sí, lo has entendido. En mi defensa, no tenía ni idea de
lo que pasaba en ese momento.
Confundida, inclina la cabeza y señala la cama.
—¿Por qué no te sientas y dejas que te ayude con el
cabello, y me lo cuentas todo?
Asintiendo, me apresuro a tirar las mantas hasta las
almohadas en un pobre intento de tender la cama antes de
sentarnos donde Zander me hizo cosas sucias anoche.
Nuestras miradas se cruzan cuando nos subimos a la
cama alta, y las dos soltamos una pequeña risa porque somos
muy pequeñas comparadas con el gigantesco mueble.
Se siente bien reír con ella. Como si fuera una amiga.
Tengo que recordarme a mí misma que tiene miles de años
más que yo y que técnicamente es mi suegra, pero no parece
tener más de veinticinco años. Es realmente hermosa, con
pómulos altos, pestañas gruesas y labios rosados.
—Soy Rowan, por cierto. Quiero decir, Rosita. —Con una
carcajada, sacude la cabeza de la forma en que alguien se
corrige a sí mismo—. Yo era Rosita antes de venir aquí. Luego
me cambiaron el nombre. Hace poco decidí volver a
cambiarlo, pero a veces se me olvida. Puedes llamarme
simplemente Ro. Rosita también está bien. Pero no Rowan,
por favor.
Me gusta su forma de divagar. Me recuerda a mí misma.
—Probablemente te abras enterado, pero soy Maelyn. A
Zander le gusta acortarlo a Mae, pero es la única persona que
puede salirse con la suya.
La esperanza llena sus ojos.
—¿Puede ver ahora? ¿Se ha roto la maldición?
—No. —Bajo la mirada—. Yo... él... no hemos...
—Ya veo. —Con una sonrisa comprensiva, me impide
explicar torpemente que aún no me he acostado con su hijo
—. Siéntate aquí delante de mí.
Me señala un lugar en el edredón. Abriendo la tapa de su
maletín, coge un pequeño bote de spray y un cepillo. Me
pongo en posición y ella empieza a rociar primero los lugares
más enredados de mi pelo. El rocío que sale huele bien. Como
a rosas.
Utiliza sus dedos para introducir el líquido en los
mechones y, mientras arrastra el cepillo por el nido de pájaros
de mi cabeza, espero el tirón, pero no llega. Las cerdas se
deslizan fácilmente por cada nudo, sin ninguna resistencia.
De hecho, se siente bien. Reconfortante. Lo que sea que
haya en esa botella debe ser mágico, porque ya puedo decir
que me está suavizando el pelo.
Incluso después de que Ro ha deshecho el enredo, sigue
cepillando.
Me recuerda los tiempos en que mi madre me peinaba
cuando era niña. Su madre había sido emocionalmente
distante cuando era una niña, y nunca aprendió a hacer una
trenza francesa hasta que tuvo su propia hija. Recuerdo lo
torpe que era al principio, a veces tirando accidentalmente de
mi pelo con demasiada fuerza, pero con el tiempo se hizo
realmente buena. La primera vez que le salió perfecta, sonrió
con lágrimas en los ojos, saltando de alegría porque se sentía
muy orgullosa de sí misma. Luego me abrazó y me dio las
gracias por ser suya.
Yo no hice nada especial. Todo lo que tuve que hacer fue
sentarme allí y ser paciente con ella, pero se sintió tan
agradecida de tenerme.
La echo de menos.
De repente, la emoción me invade el pecho y se me hace
un nudo en la garganta. Parpadeando rápidamente, intento
tragar alrededor del bulto que tengo en el esófago, pero es
inútil.
Una lágrima resbala por mi mejilla derecha.
Me limpio la lágrima en silencio, pero a Ro no se le
escapa nada.
—Oh, querida. —Me agarra suavemente por los hombros
—. ¿Qué pasa?
Antes de darme cuenta, estoy soltando todo.
Balbuceando entre algunos sollozos, le cuento que me
desperté en el vagón. La subasta, las otras chicas, el rescate.
Si estuviera en otro lugar, parecería una loca hablando de
portales, ceremonias de matrimonio encantadas y trolls, pero
Ro se limita a escuchar, asintiendo mientras deja que le
cuente todo.
—Y luego llegamos aquí —termino, limpiándome debajo
de mis ojos—. Lo siento. Es que estoy muy abrumada. No sé
cómo ser una esposa o una reina, y si lo que Astrid dijo de mí
es cierto, probablemente voy a llevar hacia abajo Zander solo
porque soy humana.
La cara de Ro es seria mientras me da un masaje
maternal en la espalda.
—Te han apartado de tu vida, ¿y te preocupa mi hijo?
Me encojo de hombros y asiento al mismo tiempo.
Sus ojos cambian, se vuelven duros mientras un gruñido
levanta su labio superior.
—Voy a estrangular a ese chico.
Esa es toda la advertencia que recibo antes de que se
precipite hacia la salida. Su largo vestido blanco se agita
violentamente en torno a sus piernas con sus zancadas, sigue
agarrando el cepillo, los nudillos blancos por el fuerte agarre.
Oh, barcos y anclas. Acabo de delatar a Zander. No era
mi intención hacer eso.
—¡Espera! —la llamo, corriendo a través de la puerta.
Ro va tan rápido que apenas la veo desaparecer por una
esquina al final del pasillo.
La sigo.
—Ro, espera.
Bajamos dos tramos de escaleras, tramos reales, con
giros entre cada nivel, y para cuando está bajando por un
pasillo que creo que está en el segundo piso, estoy resoplando
por el esfuerzo.
Sin interrumpir su diatriba, da una patada a una puerta
de madera y la abre con una fuerza sorprendente.
Como el maldito Chuck Norris.
El marco se resquebraja y se hace añicos, y yo retrocedo
para evitar que me golpeen los escombros.
—¡Tú! —señala la habitación, blandiendo el cepillo como
si fuera un arma, antes de dejar volar unos cuantos
improperios en portugués.
Y yo que pensaba que Zander tenía mal genio.

25
Zander
—Gideon no tiene una dirección registrada. —Me informa
Thayne dos sitios más abajo.
No me sorprende. Todos los registros que tenemos del
bastardo son sospechosos como poco.
Es inusual que alguien desaparezca. Todos los miembros
del Reino del Día tienen algún tipo de huella trazable: un
trabajo, matrimonio o miembros familiares. Pero Gideon es
como un fantasma.
La única información que tenemos de él es que nació en
Azerdeen y que es un Pyro. Sus padres no están porque el
orfanato que lo crio se quemó hasta los cimientos cuando
llegó a la edad adulta y, junto con eso, todos sus libros de
ascendencia. Qué conveniente. Y sospechoso.
¿Le prendió fuego a los registros a propósito?
Pero bueno, no importa dónde viva Gideon. Con el poder
de buscador de Pippin, le podremos encontrar.
—Marek, ¿qué hay del troll sin nombre muerto que
recuperamos?
—Hemos encontrado a su familia en Azerdeen —
responde—. Lleva desaparecida seis semanas.
Me froto el labio.
—Entonces estaba bastante lejos de casa.
Marek asiente.
—¿Mi teoría? Le transfirieron a la destilería abandonada
donde la encontramos el pasado mes.
—Lo que significa que Gideon lleva más aquí de lo que
pensábamos.
—Casi no intenta cubrir sus pasos —se mete Torius—.
Es casi como si quisiera que le pilláramos.
Gruño, de acuerdo.
—O, al menos, causarme tantos problemas como pueda.
Algo no encaja de todo esto. Que sea tan chulo…
De repente, el suelo tiembla bajo mis botas. Esta
habitación está insonorizada, por lo que no puedo escuchar
ninguna conmoción proveniente del exterior en el pasillo, pero
los golpes son rítmicos. Como pisadas fuertes.
Se oye un ruido ensordecedor cuando la puerta de
madera se hunde hacia dentro.
Alarmado, casi alcanzo la espada que mantengo atada a
la parte inferior de la mesa, pero mi madre comienza a
gritarme.
Me relajo.
Aparentemente, conoció a Maelyn. Sabía que se
enfadaría si se enteraba de mi esposa por alguien que no
fuera yo. Tenía la intención de ir con ella esta mañana antes
de la reunión, pero parece que no pude apartarme de Maelyn
hasta el último segundo.
—Hola, madre. Buenos días para ti también.
—¿Secuestraste a una chica? —pierde el acento
practicado, mostrando el que tenía hace tanto—. ¿Y te casaste
con ella contra su voluntad?
Mierda. Estoy en problemas.
No se me había ocurrido que iba a descubrir tantos
detalles sobre mi indiscreción.
—Disculpadnos. —Hago un gesto a los hombres que,
inmediatamente, se levantan y salen de la sala de tácticas.
Nadie quiere estar presente cuando mi madre pierde la
compostura. Aunque no tiene ningún poder, posee la
habilidad para hacer que hombres adultos se sientan como
que miden dos centímetros con su actitud.
—Por favor, Ro. —Aunque Maelyn sigue fuera de la
habitación, su proximidad hace que se me calienten las venas
—. No intentaba hacer chismes sobre él. Es solo que han sido
un par de días duros para mí.
—No lo defiendas —mi madre la corta, con su tono más
amable para Maelyn—. No hay excusas para lo que ha hecho.
Miro a Maelyn y hago un gesto hacia el pasillo.
—Hay una biblioteca por esa puerta. Ve a explorar un
poco y enseguida voy.
Hay cosas que mi madre y yo nos vamos a decir que no
quiero que Maelyn escuche. Normalmente, cerraría la puerta
de esa habitación por privacidad. Esa puerta, ahora mismo,
está en cientos de pedazos.
—Muy bien —consiente Maelyn en voz baja, y escuchó
sus pies descalzos por el pasillo.
Una vez se cierra la puerta de la biblioteca, me giro hacia
mi madre.
—Es mi pareja destinada.
—¿Y? —responde, sorprendiéndome.
—¿Qué quieres decir con y? Y, eso explica por qué tengo
que quedármela.
—Pero la engañaste para que prometiera algo que
debería haber podido decidir cuando quisiera. —Para más
énfasis, viene hacia mí y me pega en el hombro—. No tienes
excusas. ¡Ninguna!
—Mamá, ¿no estás feliz por mí? —decido llamarla por el
nombre que solo me deja en privado, cuando solo estamos los
dos.
Se ablanda y bufa.
—Hay mejores maneras de hacer esto. Si es tu pareja
destinada, entonces no tendrías que recurrir a los trucos.
—Tenía que hacerlo porque no hay nada malo en el
vínculo. —Digo entre dientes y me alejo, pasándome una
mano por el pelo y tirando la corona al suelo en el proceso.
Incluso después de años, aun se me olvida que la tengo en la
cabeza. Rebota en el suelo y espero que se rompa. Aunque sé
que no lo hará. Esa jodida cosa es indestructible.
—Siéntate. —La orden de mi madre no deja espacio a
debate—. Explícate.
Me hundo en la silla y enrollo el mapa de Valora para
después lanzarlo al medio de la mesa junto con el libro de
registros.
—Cuando los miembros del aquelarre murieron, hubo
una fractura en la maldición.
—¿Una fractura?
—Sí. —Con voz rasposa, le cuento lo que Astrid me dijo;
cómo Maelyn no puede sentir el vínculo, mientras que yo lo
siento multiplicado—. En ese momento, pensaba que estaba
salvando la vida de Maelyn al hacer que se casara conmigo.
Ya nos conocíamos, y no podía mandarla a casa para que
muriera por síntomas de abstinencia.
—Sí, eso es cierto. —madre está de acuerdo, dudosa.
—Solo que no es eso. La maldición está tan dañada que
ha jodido nuestra unión. Al parecer, si se fuera ahora, antes
de que la unión esté completa, estará bien.
Pasan unos cuantos segundos.
—¿Vas a dejar que se vaya, entonces? ¿Y qué pasa
contigo? ¿Cómo lo harías sin ella? No apruebo lo que hiciste,
pero tampoco puedo dejar que mueras.
Casi sonrío por sus preguntas tan rápidas, sin dejarme
contestar. Mi madre y Maelyn tienen ese hábito de verborrea
en común.
—Anoche, Maelyn dijo que se quedaba —le digo—. Lo
que es bueno, porque si la dejo marchar, la abstinencia sería
más intensa de lo normal y bastante devastadora para mí. De
acuerdo con Astrid, no me quedaría mucho tiempo.
Madre suspira.
—¿Qué vamos a hacer al respecto?
—Nosotros no vamos a hacer nada. Esto es entre Maelyn
y yo.
—Lo entiendo, pero sigo siendo tu madre. Estoy en
conflicto con todo esto.
—Yo también.
—Haré todo lo que pueda para que se sienta como en
casa —dice madre, ya sin enfado—. Tiempo de chicas,
comidas, días de spa. Le haré saber que se le desea aquí, pero
si decide volver al mundo de los humanos…
—No es una opción.
—No puedes mantenerla cautiva para siempre aquí.
—No está cautiva. Es mi mujer. Puede que lo haya hecho
de la manera equivocada, pero puedo cortejarla. Haré que se
enamore de mí.
Antes de nuestro encuentro íntimo anoche, puede que no
hubiera estado tan seguro. Pero ahora sé lo que puedo
hacerle al cuerpo de Maelyn. El placer que puedo darle.
Aunque, no estoy seguro de si tendremos una repetición
pronto. Salir corriendo de ella una vez es lo suficientemente
confuso. Si se convierte en un patrón, tendrá preguntas.
Asintiendo con entusiasmo, Madre coloca su mano sobre
la mía.
—Solo sé tú mismo, deja que ella te conozca y su corazón
lo seguirá. Estoy segura.
Por supuesto que pensaría eso de su único hijo. A sus
ojos, podría hacer cualquier cosa. Nuestro amor está forjado
profundamente. Yo era su única luz en esta vida, su protector
y salvador. Su seguridad y bienestar dependieron de mí
durante mucho tiempo.
—Cenemos en el jardín esta noche. —Sugiere madre—.
Los tres solos.
Asiento, sabiendo que me hará sentir culpable si digo
que no. Debo admitir que me gusta la idea de que Maelyn y
mi madre se vuelvan cercanas. Cuantos más amigos tenga mi
mujer, mejor.
Ahora que la discusión ha terminado, debería llamar a
mis hombres y que vuelvan, seguir con nuestra planificación.
Pero me tira el corazón, me lleva a la biblioteca donde está mi
pareja. Salí de nuestra cama hace menos de una hora y ya le
echo de menos.
Cruzo la habitación, me detengo cuando mi bota choca
con algo. Cojo un trozo de la puerta rota y lo dejo en la larga
mesa.
—Haz que alguien lo arregle.
—Lo haré —responde y después añade—. Tienes que
contárselo.
—¿Contarle el qué? —me hago el tonto.
—Tu don.
Don. Quiero bufar por su elección de palabras. Lo que el
hechicero me hizo es una maldición que nunca romperé.
Me quedo de espaldas a mi madre, le doy toques al
marco de la puerta, intentando hacerme el inocente.
—¿Cómo sabes que no lo he hecho todavía?
—Porque eres mi hijo. Nunca has abrazado tu poder.
—Una vez lo hice —digo sin girarme—. Solo una vez,
disfruté del dolor al cambiar. Sonreí mientras se me rompían
los huesos y se me partía el cráneo. ¿Y sabes por qué?
—¿Por qué? —susurra mi madre y sospecho que se hace
una idea de lo que voy a decir.
—Porque iba a matar a Zarid. Ser una bestia era la única
manera de derrotarle, así que, por un día, me encantó.
—¿Y cómo se sintió amar lo que eres? —es una pregunta
retórica y sigue—. ¿Cómo de maravilloso sería sentirse así
todo el tiempo?
Imposible.
Sigo hacia la puerta y no le respondo. El silencio habla
por sí solo.
Mi autodesprecio le causa dolor a mi madre. Lo sé, pero
no puedo cambiarlo. He odiado quien soy durante tanto
tiempo, que el odio es parte de mí.
Caminando hacia las puertas dobles de la biblioteca,
entro y me encierro. Si tuviera mi vista, vería marrones
intensos en las paredes con paneles de madera. Techos
abovedados dorados. Alfombras azul marino en los suelos de
mármol. Los colores más oscuros son un alivio para los ojos.
Con lo brillante que es el Reino del Día todo el tiempo, la
gente necesita un descanso de la luz, y esta biblioteca es el
lugar perfecto para eso.
Está tranquilo aquí. El aroma de los libros es
reconfortante y los pasos de Maelyn son como un suave
susurro mientras recorre la sección de historia. La historia de
Valora, para ser exactos.
Escucho un cambio de página cuando me acerco a ella.
—Esta habitación tiene el aire de “La bella y la Bestia” —
dice y levanta la vista del libre.
¿Bestia?
¿Nos ha oído hablar a mi madre y a mí? ¿Lo sabe?
—¿Qué? —pregunto un poco tenso.
—Oh. —Se ríe—. Es un cuento de hadas popular. Un
príncipe está maldito para que parezca una bestia y secuestra
a la mujer que ama, le enseña su maravillosa biblioteca. —Se
acerca a mí y me da un golpe de cadera, burlón—. Suena
familiar, ¿eh?
Me doy cuenta de que está señalando las similitudes con
nuestra propia historia, pero no sabe que ha dado en el clavo.
—Una empresa llamada Disney hizo una película —le
informo, manteniendo el foco en la película de la que habla y
no en mis cualidades bestiales—. Junto con otras historias
que siempre acaban en un Vivieron felices y comieron
perdices.
—¿Conoces Disney?
—Está todo aquí —apunto al frente—. En la sección de
entretenimiento. La Tierra está en la tercera columna por
abajo.
—¿Estudias la Tierra?
—Estudio todo. Probablemente sepa más que tú de tu
mundo.
—Los libros están genial, pero no son lo mismo que
experiencias —contesta, con tono ligero—. Por ejemplo, los
olores. No sabes cómo huele en mi jardín un día caluroso de
verano, justo después de una tormenta fuerte, cuando el sol
vuelve a salir y seca la hierba. O una noche de otoño, cómo
está de crispado el viento.
—Tienes razón —le concedo—. Igual algún día me lo
puedes enseñar.
Incrementa su alegría.
—¿Lo decías de verdad cuando me dijiste que podríamos
visitar a mis padres?
—Sí. No mentiría con eso.
Sin embargo, sí que le mentí con lo de no tener secretos
y todavía estoy lidiando con las consecuencias a día de hoy.
Normalmente, ser deshonesto no me afecta tanto tiempo; pero
puede que serlo con mi propia pareja tenga consecuencias
más graves. El dolor en mi estómago es persistente. Mi apetito
no ha sido muy bueno y me siento un poco febril.
—¿Qué lees? —cambio de tema.
—La historia de las parejas destinadas. He encontrado la
leyenda de Yelissa y Conrad. —Maelyn pasa los dedos por los
puntos con relieve de las páginas—. ¿Todos los libros están en
Braille para ti?
—Sí. Me llevó décadas, pero al final los tuvimos todos
adaptados para mí. ¿Te crees que esto solía ser una oficina
pequeña? —Abro los brazos e indico a cada lado de la gran
ventana que da al jardín—. Las paredes solían estar aquí y
aquí. Las tiré un día cuando mi padre se había ido. Las otras
habitaciones a este lado del pasillo eran alcobas para
invitados que nunca se usaban. Pensé que, ya que estaba
aquí encerrado, podría tener un sitio en el que mantenerme
ocupado, así que expandí la librería con cuatro habitaciones
más.
Deja el libro a un lado, en la mesa al lado del sillón de
cuero, Maelyn se gira hacia mí y su voz se vuelve un poco
demasiado seria.
—¿Voy a ser una ocurrencia tardía en tus relaciones de
negocios?
—¿Qué? —estoy confundido por la repentina pregunta.
—Dices que soy tu compañera y hablas de esta relación
como si fuéramos un equipo. Iguales. Pero te vas sin decirme
a dónde y no me incluyes en reuniones. —Hace un gesto
quitándole importancia, como si intentara que no fuera un
gran problema—. Solo me preguntaba. Quiero saber qué
esperar. Cualquiera que sea tu respuesta, está bien.
Al parecer, no está bien. Está triste por anoche. Porque
la dejé sola. Y parece que no le gusta demasiado despertarse
sola, tampoco.
La acerco a mí y me vuelve el cuerpo a la vida cuando su
pecho golpea el mío.
—Estabas cansada —digo, refiriéndome a esta mañana y,
a propósito, dejando de lado anoche—. Si quieres ser incluida
en las reuniones militares, está más que bien. Pero te lo
advierto, las charlas pueden ponerse tensas. —Apoyo la frente
en la suya—. No planeamos fiestas de té.
Pone los ojos tan en blanco que escucho cómo se le
tensan los músculos en la cabeza.
—No asumía que fuera agradable.
—Supongo que podríamos añadir té —digo en broma—,
para subir la moral. Pero a todos mis hombres no les gusta el
té y, si a alguien no le gusta el té, al menos deberían
contribuir con una educada conversación.
—¿Acabas de citar a Alicia en el país de las maravillas?
—Maelyn jadea un poco—. ¿Estás… ¿Acabas de hacer un
chiste?
—¿Te hacen gracia las fiestas de té? El té no es un
asunto con el que bromear por aquí —digo serio, con una
sonrisa en los labios—. Todos se lo tienen que tomar en serio.
O sino…
—¿O sino qué?
Al final sonrió de verdad.
—Que les corten la cabeza.
Riéndose, Maelyn sacude la cabeza.
—Estás gracioso hoy. Y sí que conoces Disney.
—Estoy familiarizado con las novelas asociadas a las
adaptaciones a películas. —Subo los dedos a su boca y siento
su sonrisa—. Me gusta cuando te ríes.
Me acuna la cara.
—¿Alguna vez te ríes tú?
Antes de poder contestarle, hay un toque en las dobles
puertas. Una se abre y entra un carrito con comida, que
chirría al empujarlo dentro de la biblioteca.
—Tu madre dijo que podríais querer comer aquí —dice
una voz áspera.
Es Tabitha. Es un troll y una de nuestras empleadas
mejor valorada. Lleva en el palacio desde los tiempos del Rey
Zed y la Reina Lynea. A su edad, debería haberse retirado
hace unos cien años, pero se queda por mí y por mi madre.
—Todavía no es hora de comer. ¿Y, por qué nos estás
sirviendo la comida, Tabby? —no puedo poner tono de
reproche porque siempre he tenido un lugar especial para la
mujer mayor que me curaba las heridas después de la rabia
de mi padre. Le quito el carrito, levanto los platos y los dejo
en la mesa redonda—. Se supone que tienes que estar en
textiles. —Me giro hacia Maelyn para explicarle—, Tabitha es
la jefa del departamento de costura real, y su talento es
inigualable. Diseña todos los vestidos de mi madre.
—Oh. —Se ríe disimuladamente Tabitha—. Me halaga,
rey Zander.
—Gracias por servirnos. Lo aprecio. —Espero que se vaya
una vez ha terminado su tarea, pero se queda.
—¿Y quién es esta encantadora chica?
Ah. Así que esta tarea es personal. Parece que nadie
puede esperar para conocer a mi mujer.
Mantengo a Maelyn pegada a mi lado, con el brazo firme
alrededor de su cintura.
—Esta es Maelyn, mi esposa.
Tabitha suelta un grito emocionada.
—Oh, esperaba que fuera verdad. No me lo creía y tenía
que verlo por mí misma. Felicidades, sus majestades. —Le
coge de la mano a Maelyn—. Que bella eres.
Casi me rio entonces.
La bella y la bestia, sí.
26
Maelyn
—¿Qué es ese edificio? —La estructura gris rectangular
está en medio de un campo, solo. Para una mejor vista, casi
aprieto la nariz contra el cristal de la ventana al final del
pasillo de la segunda planta.
—La única destilería certificada de Resplandor en Valora
—responde Zander detrás de mí—. Ahí es donde se produce a
salvo y en un lugar seguro. Los alquimistas lo diluyen hasta
un uno por ciento y los ciudadanos pueden usarlo con fines
medicinales o recreativos.
—¿Se colocan con eso?
—Es básicamente como ir un poco borracho.
—Interesante. ¿Qué es esa gran área gris? —Apunto al
cráter que puedo ver en la otra dirección.
—El jardín de las ejecuciones. —Zander me rodea con los
brazos y me aparta de la ventana.
—¿Me vas a llevar ahí?
Frunce el ceño al andar hacia las escaleras que bajan al
recibidor.
—Preferiría que no.
—¿Por qué?
—Nada bueno pasa ahí.
—¿Es como cuando en El Rey León, Mufasa advierte a
Simba que no vaya a donde los elefantes?
Sacude la cabeza.
—Ni de cerca. El anfiteatro ha estado empapado de más
sangre de la que te puedas imaginar. Es inevitable que lo veas
algún día, pero hoy no.
De acuerdo, eso suena bastante mórbido.
—Sí que quiero ver la prisión, sin embargo —insisto—.
¿Ahí es a dónde vamos después?
Después de todo, Zander me había prometido enseñarme
el castillo después de comer y ya habíamos visto la mayoría
del interior. Un tour incluye todo, ¿verdad? Dejaré de lado el
jardín de ejecución… porque está lejos y vamos a cenar con
Ro enseguida.
—¿Te refieres a la mazmorra? —Zander parece aprensivo.
—Suena tan ominoso cuando lo llamas así. —Echo la
cabeza atrás para mirar la lámpara de cristal de la gran
entrada. Justo como los otros elementos decorativos de
iluminación, las velas nunca se han encendido.
Al parecer, en el reino hay un treinta por ciento de gente
con poderes pirolíticos; así que los incendios domésticos son
muy comunes, por lo que usan la luz del día en vez del fuego
siempre que pueden.
—Eso es porque es ominoso, Mae. Los pisos de debajo de
este sitio son literalmente el infierno. No quieres verlo.
—Sí que quiero. —Tiro de la mano de Zander y le hago
detenerse al final de las anchas escaleras con alfombra roja—.
No digo que voy a querer volver ahí abajo de nuevo, pero
necesito verlo. Una vez solo.
Deja salir el aire y se peina con los dedos. No lleva la
corona esta tarde y me alegro. Cuando la lleva está gruñón,
bueno, más gruñón, además interfiere con el flequillo. Me
encanta cómo los mechones negros como la tinta le caen
sobre los ojos.
Levanto la mano para jugar con su cabello.
—¿Por favor?
Me da un beso en la palma de la mano.
—Está bien. Pero primero te enseño el salón de baile.
Mi estómago da un vuelco de anticipación cuando me
lleva a nuestra izquierda. Más adelante, las puertas dobles
doradas están cerradas, y no estoy preparada para la
elegancia y la belleza cuando uno de los guardias nos ve
yendo por ese camino y nos las abre.
Un salón de baile real.
Es donde se llevará a cabo la mascarada, y no puedo
detener mi entusiasmo. Grandes ventanales enmarcados con
cortinas de color azul oscuro se alinean en el gran espacio
ovalado, y el sol brilla intensamente, resplandeciendo sobre el
suelo de mármol con toques de oro. La elegante habitación
tiene un segundo piso compuesto por balcones individuales
estilo teatro con vista al nivel inferior. Y el techo... allí está
pintado un cielo nocturno, y las estrellas parecen brillar y
centellear. Puedo imaginarme cuando las cortinas están
cerradas, se siente como de noche.
Hay dos tronos en una plataforma elevada en el otro
extremo.
—Una vez a año —empieza Zander—, viene una
compañía de teatro para representar el solsticio de invierno.
El escenario se vacía. —Hace un gesto hacia los tronos y
después apunta al palco más cercano—. Tenemos los mejores
sitios del lugar. La reina tiene el privilegio de cerrar la obra.
Le sonrío a Zander.
Sé que está tratando de hacer que el palacio suene lo
más atractivo posible. A pesar de que le dije que me quedaría,
todavía está en modo convincente, por lo que probablemente
no quiere que vea los lugares desagradables.
El recorrido comenzó en el cuarto piso. Zander y su
mamá ocupan ese nivel, pero hay varias habitaciones vacías
ahí arriba.
Guarderías.
Para niños.
Los hijos de Zander. Y míos también, si nos estamos
poniendo técnicos.
El tercer piso está lleno de habitaciones que pertenecen
al personal. Eso me sorprendió gratamente. Las doncellas y
cocineras no son tratadas como ciudadanos de segunda clase.
Sus habitaciones son tan elegantes como el resto del palacio,
aunque un poco más pequeñas.
Como ya tuve un recorrido no planeado por el segundo
piso cuando Ro literalmente interrumpió la reunión de
Zander, entramos en algunas habitaciones desocupadas
frente a la biblioteca. Mientras tanto, Zander hablaba de
fiestas y eventos divertidos, aunque tengo la impresión de que
odia las funciones sociales.
De lo que no se da cuenta es que no tiene que seducirme
con mascaradas y espectáculos de teatro. Claro, eso es
divertido, pero ¿después de anoche? Honestamente, podría
arrastrarme hasta su cama y convencerme con la lengua.
Volvemos a la entrada y entramos en un comedor formal
que tiene las paredes de un marrón oscuro, cortinas azul
oscuro y una mesa para veinte.
Pasamos por la cocina y vamos a la puerta de atrás.
Varios miembros del personal se inclinan cuando pasamos, y
yo solo sonrío mientras mi mano cae con un movimiento
descoordinado. Hay una razón por la que nunca fui reina de
los concursos. Aparte de mis divagaciones, no pude con esa
ola.
Mientras salimos, tímidamente me tiro de la camiseta. Mi
cabello se está comportando mucho mejor desde que Ro lo
roció con eso, pero lo até en una coleta alta, y con mis jeans y
zapatillas, parezco más lista para ir de excursión que para
sentarme en un trono.
Incluso el personal usa ropa bonita. Sé que Quinn tenía
buenas intenciones al ofrecer su guardarropa informal, pero
me gustaría haberle pedido a Whitley que me diera esos
vestidos.
Como si Zander pudiera leer mi mente, dice:
—Puedes quedar con Tabby antes de la mascarada. Te
hará el vestido más refinado que este reino haya visto.
—¿Cómo sabes qué pensaba? ¿También te lo dice el
vínculo?
—Puedo sentir tu vergüenza y estás jugueteando con tu
ropa.
Perceptivo.
—No soy tan guapa como las mujeres de aquí. —Me
encojo de hombros—. No es solo por lo que llevo puesto. Son
altas y delgadas. Algunas tienen ojos que brillas. No puedo
competir con eso.
—Mae, ni se comparan contigo. Eres preciosa, y tus ojos
son increíbles. La variedad de tonos… —Zander sacude la
cabeza—. Podría perderme en ellos durante horas, intentando
ver todos los colores de tus irises.
Confundida, me detengo.
—¿Cómo sabes cómo son mis ojos?
Zander se tensa.
Es una reacción pequeña, pero la veo.
—Zander, nunca has visto mis ojos. ¿Verdad?
—Hice que alguien me los describiera. —Un suspiro sale
de sus fosas nasales ensanchadas mientras una mueca
revolotea sobre su rostro. Sus labios delgados y sus ojos
entrecerrados.
Dolor.
He visto a mujeres intentar esconderlo en el refugio
donde trabajaba.
Le pongo la mano en el antebrazo.
—¿Estás bien?
Simplemente me da una sonrisa tensa y une nuestras
manos mientras me acompaña a una puerta tipo sótano. Dos
guardias a cada lado nos saludan formalmente antes de sacar
algunas llaves y abrir un cerrojo resistente. La losa de metal
está incrustada en el suelo en un ángulo, y las bisagras
crujen con fuerza cuando uno de los hombres la tira hacia
arriba.
Un hedor inidentificable flota mientras miro hacia los
escalones de piedra cubiertos de musgo.
Incluso con los soles detrás de nosotros, está
completamente oscuro allí, como si la oscuridad se tragara la
luz.
Un escalofrío recorre mi columna vertebral.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —pregunta
Zander y me pone la mano en la parte baja de la espalda.
Dudosa, asiento.
—Un rápido vistazo.
Uno de los guardas coge una antorcha sin encender y
pone la mano sobre ella. Para mi sorpresa, empieza a salir
humo justo antes de que el palo de madera se prenda.
Hábil.
Zander acepta la antorcha con un asentimiento y me
guía hacia el frente.
Al bajar las escaleras, el aire se vuelve más caliente. Más
pesado. Más denso.
Estoy respirando, pero no parece que consigo el
suficiente oxígeno. Pasos y sonidos de cadenas hacen eco
abajo. El olor distintivo de algo quemándose me llega a la
nariz.
—El calentador de agua está aquí abajo. —Me recuerda
Zander.
Es cierto. Cuando llegamos al último escalón, veo la
fuente del calor. Más al fondo del pasillo, una gran pila de
cenizas brilla bajo un fuego gigante. El contenedor tipo cubo
es, al menos, de dos metros y medio de alto y tres de ancho.
Una tubería va desde la parte superior hasta el techo de
hormigón.
Un guardia se para a la izquierda con una lanza en la
mano y varias armas atadas a su cinturón. Manteniendo su
expresión estoica en su lugar, se seca la cara sudorosa con
un trapo. Hombre, debe apestar tener su trabajo. Espero que
Zander le pague más por estar aquí.
Alrededor del tanque de agua, cuatro personas están
cortando leña. Dos más están cogiendo los troncos y
metiéndolos en el fuego. Un grupo de personas se turnan para
mover una palanca larga hacia arriba y hacia abajo en un
movimiento constante y uniforme. Otros tres están
pedaleando lo que parecen monociclos estacionarios.
Todos brillan de sudor. Ropas grises y andrajosas
cuelgan de sus demacrados cuerpos. Una bola y una cadena
están unidas a sus tobillos, lo que limita su movimiento, y
hay grilletes de hierro similares en sus muñecas y cuellos.
Las celdas con barrotes se alinean a ambos lados de la
mazmorra. Cuento dieciséis en total, y varias están ocupadas
por bultos durmientes en el suelo duro. No hay ventanas. Los
únicos artilugios que veo que se parecen mucho a los
inodoros son agujeros de seis pulgadas en el suelo en la
esquina de las celdas, que conducen a quién sabe dónde.
—No sientas pena por ellos —dice Zander seriamente—.
Esta gente son personas que te habrían violado día tras días
hasta que te arrancaran a tu hijo de los brazos.
Ahora que miro más de cerca, reconozco a una mujer de
la subasta. Su pelo rubio está hecho un desastre, pegado a la
cara y cuello sudados. Hacemos un breve contacto visual
antes de que ella aparte la mirada y vuelva a echar leña al
fuego. Le caen riachuelos oscuros de las bandas metálicas
que lleva. Sangre. Ahora sabe lo que sentía Sasha.
—¿Es necesario tenerlos bajo dolor a todas horas? —
hago una mueca por la idea de que me quemen las
veinticuatro horas del día, siete días por semana.
—No se trata de hacerles sufrir, aunque se lo merecen.
El metal les debilita, así no pueden usar sus poderes contra
nosotros.
Necesito dejar de olvidarme de lo peligrosa que puede ser
esta gente.
—Lo pillo. Parecen terriblemente flacos. ¿Se les
alimenta?
—Una vez al día, para mantener sus fuerzas. No
necesitamos comida de igual manera que los humanos. El
hambre no nos mata, pero es poco placentero.
—Hay mucha misera aquí abajo.
—Te lo advertí. Es lo más lejos de una fiesta del té que
puedas ver.
Le doy un ligero codazo en las costillas.
—Aunque me gustan tus chistes, el momento es bastante
inapropiado.
No parece afectado, se encoge de hombros.
—Lo digo en serio. Se les está castigando. Si tienen
suerte, completarán su sentencia y se reformarán de su
pasado oscuro.
—¿Y si no cambian?
La cara de Zander es completamente imperturbable.
—Mueren.
—¿Así como así?
—Así como así.
Qué duro.
Zander no puede abrazarme porque lleva la antorcha,
pero creo que quiere hacerlo. Se acerca a mí, me da un beso
en la frente y murmura:
—Hay un lugar y un tiempo para la compasión, pero no
es ni aquí ni ahora. Esta gente es peligrosa. Su sentencia
puede o bien hacerles darse cuenta de los errores que han
hecho, o puede que incendie el resentimiento. Con todos los
otros crímenes que pasan en este reino, la venganza no es
algo para lo que tengo tiempo.
Lo entiendo. De verdad. La seguridad de los ciudadanos
inocentes es prioritaria. No significa que me guste en gente
muriendo, sin embargo.
Uno de los hombres que está cortando leña se gira y me
mira a los ojos. Byris. Sisea y, de repente, ya no me siento
mal por ellos.
El olor me está llegando y me trago una tos.
—He terminado aquí.
Asintiendo, Zander me aprieta la mano y echamos a
andar hacia las escaleras. La luz arriba me agrada y pongo un
pie tras otro con ganas, queriendo salir de la mazmorra.
—¿Cómo determinas si alguien ha aprendido la lección?
—Quinn —responde Zander—. Es capaz de leer las
verdaderas intenciones. Los faes intentan no mentir porque
tiene consecuencias físicas, pero es posible que no sean
honestos si pueden enmascarar el dolor.
Las mentiras causan dolor. Anotado. Creo que la forma
en la que Zander hizo una mueca antes cuando me dijo que
no me había visto nunca antes. Como es ciego, sé que no es
posible que sepa cómo me veo, pero ¿por qué mentir sobre
que alguien me describió?
Podría pedirme una descripción, pero no lo ha hecho. Y
lo encuentro raro.
Creo que hay algo que no me está contando, pero no
tengo ni idea de qué puede ser.
Pero, de nuevo, puede que esté siento paranoica.
—¿Está satisfecha con la visita guiada, mi reina? —
pregunta Zander al ascender los últimos escalones.
Estamos casi fuera de ese lugar infernal, así que decido
aligerar la conversación.
Pongo el tono más sombrío que puedo y digo:
—Bueno, hay otro sitio en el que necesito estar ahora
mismo. Una situación peligrosa y traicionera de la que no
puedo escapar.
Frunce el ceño, Zander parece de verdad preocupado.
—¿De qué estás hablando?
Se me curvan los labios, con una sonrisa tentadora y me
inclino para susurrarle, conspirando.
—Cena con mi suegra, quien sé que puede ponerse como
Chuck Norris.
Un fuerte sonido sale de Zander, lo que me hace
retroceder y presionar mi columna contra las piedras
cubiertas de musgo, mientras que la sonrisa más grande se
extiende por su rostro. Todos sus dientes están a la vista
mientras su estómago tiene espasmos y le siguen más risas
cordiales.
—Tú… te has reído —digo asombrada, doy un paso hacia
adelante y pongo los dedos en su sonrisa—. Te he hecho reír.
—Sí que lo has hecho.
Y me enamoro un poco más. En el sitio menos esperado,
además. Aquí, en esta mazmorra asquerosa y sucia llena de
desesperación, cubierta de dolor y oscuridad; he encontrado
uno de mis momentos favoritos.
27
Maelyn
Los jardines están llenos de flores. Por supuesto, los
jardines suelen estarlo, pero el complicado laberinto lo lleva a
un nuevo nivel. Mientras Zander me guía a través de los giros
y vueltas construidos con setos recortados, miles de rosas y
lirios se asoman entre las hojas y ramas. También todos los
colores, como un artista salpicando las paredes con arco iris.
La grava suelta cruje bajo nuestros pasos cuando
doblamos una esquina y llegamos al centro del laberinto. El
área redonda cuenta con cuatro fuentes y una glorieta de
mármol rodeada de rosas de diferentes tonalidades púrpuras.
—La novia y el novio. —Con el rostro iluminado, Ro se
pone de pie y nos saluda desde una pequeña mesa redonda
bajo la sombra de la glorieta.
Su sonrisa sincera me tranquiliza al instante.
Independientemente de la pequeña charla que ella y Zander
hayan tenido esta mañana, parece que ya no está cabreada.
Cuando nos acercamos, mis ojos se posan en platos de
carne en rodajas al vapor, verduras asadas y más de esos
deliciosos panecillos.
—Por favor, sentaos. —Hace un gesto hacia las otras dos
sillas y Ro se sienta en la suya, levantando la copa de cristal
con vino tinto—. Hay que celebrarlo. Por mi nueva hija y reina
que reinará esta tierra con amabilidad y sabiduría.
Como de normal no bebo alcohol, educadamente choco el
vaso con el suyo y lo vuelvo a poner en la mesa.
Tras unos minutos para comer, empecé con los
panecillos primero, Ro deja el tenedor al lado del plato y me
mira.
—Me han dicho que tienes interés en trabajar con las
mujeres humanas nuevas.
Intento no hablar con la boca llena, así que asiento y
trago.
—Es cierto.
—Zephina podría necesitar ayuda. Mi cuñada ha
dedicado los últimos años de su vida a asentar a las mujeres.
Mirar por su bienestar, asegurarse de que tengan éxito. —
Enumera—. Pero ha sido complicado No entiende a los
humanos como tú. La mayoría del conflicto que tiene con
ellas es porque no conoce la vida de la que vienen.
—¿De qué tipo de conflicto hablamos?
—Mayormente, ofensas menores. Algún robo de comida.
No se dan cuenta de que no se tienen que preocupar por su
próxima comida. También está el saltarse el toque de queda.
Las libertades individuales son un gran tema para los
humanos, y estas nuevas no se dan cuenta de lo peligroso
que es este mundo si se van a andar por ahí solas.
Lo entiendo.
Hombre, cómo aprendí mi lección en El Bosque de
Azotes.
Pero es raro que Ro me hable como si fuera la única
humana en esta mesa que conoce el mundo de La Tierra. Ella
también viene de ahí, pero igual ha pasado tanto tiempo que
se le ha olvidado.
Es una superviviente. Es posible que haya bloqueado sus
viejos recuerdos para protegerse a sí misma, pero no tiene
que ser así ya. Ya no es prisionera. Es libre.
Me pregunto si ayudar a otras personas le ayudaría
también a ella. Estar cerca de gente que está sanando puede
ser terapéutico. O puede ir en el otro sentido y activarlo para
ella.
—¿Te gustaría unirte a mí en este proyecto? —La invito
dudosa—. Quiero decir, es algo que podríamos hacer juntas.
La cara feliz de Ro flaquea un poco y sus ojos se vuelven
distantes.
—No he salido fuera de las paredes de palacio.
Se me abre la boca.
—¿Nunca?
Despacio, niega.
—Al principio porque no me estaba permitido. Después
tenía miedo. —Le vuelan las pestañas cuando baja la mirada
al plato—. Debería estar ahí par las mujeres. Lo sé.
Me inclino hacia adelante.
—Tienes que hacer lo que se sienta bien. Haz lo que te
haga feliz. Te mereces eso y mucho más.
Levanta la vista.
—Sí, me lo merezco. —Me asiente y la mirada sombría
deja su rostro—. Me alegra mucho que hayas venido. Eres lo
que necesitarán.
—Si alguna vez quieres unirte, solo dilo. —Vuelvo a mis
panecillos.
—¿Ha…? —Ro juguetea con su servilleta y parece que
está recogiendo valor—. ¿Ha cambiado mucho el mundo
desde que me fui?
Zander, quien ha estado callado durante todo el
intercambio, parece preocupado mientras sigue escuchando
nuestra conversación.
Pobre Ro. Como yo, dejó una encantadora familia atrás.
¿Cómo he podido pensar que los olvidaría? La mayoría de
humanos que vienen no han tenido una gran vida a la que
aferrarse, pero Ro y yo sí. Tenemos eso en común.
—Algunas cosas nunca cambian. —Sonrío irónicamente
—. Política, religión, guerras. Todo eso va de la mano. Pero la
tecnología ha avanzado. Por ejemplo, los móviles. Ahora ya no
son solo para llamar o mandar mensajes. Ahora los teléfonos
lo son todo. La gente los usa como cámaras, para ver
películas, llevar todo el negocio desde un pequeño aparato. Es
de locos.
—Guau —Ro suspira tristemente—. Me hubiera
encantado ver eso.
Le doy un sorbo a mi agua, miro a Zander, y veo que casi
no ha comido nada. Está pinchando la cena con el tenedor,
pero solo la mueve por el plato. Está más pálido de lo normal
y tiene sudor en la frente.
—¿Zander? —su madre habla antes que yo, se inclina
sobre la mesa y le toca la cara con la punta de los dedos—.
¿Estás bien? Estás caliente.
—Siempre estoy caliente.
—Más caliente, entonces. —Sigue con la mirada de
escrutinio que solo una madre puede poner sin parecer una
perra, Ro ladea la cabeza a una buena distancia—. ¿Una
charla privada, querido hijo?
A regañadientes, asiente y empuja su silla hacia atrás.
Deja caer un beso rápido en la parte superior de mi cabeza
antes de seguir a su madre.
Esforzándome por escuchar su conversación, observo su
lenguaje corporal. Zander tiene una mano metida en el
bolsillo, mientras que la otra se frota distraídamente el
estómago. Ro levanta las manos y comienza a secarse la
frente con un pañuelo.
Entre sus exclamaciones más fuertes, capto las palabras
mentira y enfermo.
Supongo que mi paranoia no era injustificada.
Zander me mintió, y ahora está dolido por eso. ¿Por qué?
—¿Más vino?
Salto por la voz que viene de la nada y miro hacia la
mujer.
Carielle.
Sacudo la cabeza y miro mi vaso lleno.
—No, gracias. Estoy bien, pero parece que Ro podría
necesitar otro.
—Ro —Carielle arrastra la palabra y llena la copa hasta
el borde—. Oh, vaya, te has puesto cómoda pronto.
La frase en sí está bien. Cómo lo dice, sin embargo, no lo
está. Una vez aprendí que ese tono de voz es el noventa por
ciento de lo que alguien dice. Y ese tono agrio en su voz revela
mucho.
—Es el nombre que prefiere —defiendo—. Además, ahora
soy de su familia.
—Familia —repite inexpresiva—. Hablando de eso, ¿cómo
va la luna de miel?
—Genial —exagero un poco.
—¿De verdad? —el tono de Carielle es de incredulidad—.
¿Por eso tu marido estaba en la azotea anoche conmigo?
Siento como si alguien me diera un puñetazo en el
estómago. Los celos, tan intensos y cambiantes, me queman
desde dentro.
—Mientes.
—No. Nunca he sido buena mintiendo.
La estudio, buscando signos de dolor o de estar
incómoda, y no encuentro ninguno en esa cara de chula.
Puede que esté diciendo la verdad, pero no creo que sea
lo que está queriendo implicar. A donde fuera que Zander
fuera anoche, no era para poder engañarme. Sé eso.
Si Carielle es tan honesta, veamos cómo reacciona a mis
preguntas directas.
—¿Tuviste sexo con Zander?
Se le cae la sonrisa y duda.
—¿Y bien? —presiono—. ¿Lo hiciste?
Chirría los dientes y aprieta las manos sobre el asa de la
vasija de oro de vino.
—No.
—¿Te besó? ¿Te tocó?
—No.
Bajando la mirada, parece herida. Solitaria.
Todo lo que Zander me dijo sobre Carielle sale a la luz y
es difícil no sentir simpatía por ella. Esta mujer necesita a
alguien con quien hablar. Tres minutos con ella es más que
suficiente para mí, pero podría ayudarla a sentarse y
purgarse de los amargos recuerdos a los que se aferra. Ella es
una víctima, en el peor sentido de la palabra.
De vuelta en la Tierra, los cautivos no viven mucho.
Incluso si se satisfacen sus necesidades básicas,
eventualmente el espíritu se rompe. En general, la esperanza
de vida humana es corta de todos modos. Pero el abuso puede
quitarte décadas.
En Valora, alguien puede verse obligado a soportar miles
de años de tormento sin un final a la vista.
—Carielle —empiezo con cuidado—. Soy consejera de
víctimas de violencia doméstica. Sé por lo que has pasado que
ha sido horrible…
—No sabes nada —me corta en voz baja, mirando a
Zander para asegurarse de que no la ha oído.
Perpleja por su hostilidad, se me calienta la cara con algo
parecido a la vergüenza.
—Tienes razón. No lo sé. Solo… estoy aquí si me
necesitas.
No es inusual que a los supervivientes no les guste el
nombre de víctima. La palabra puede hacer que la situación
se sienta demasiado real, puede hacerte sentir débil.
Me mira de arriba debajo de nuevo, y no estoy segura de
si intenta saber si soy sincera o si me mira así como si fuera
una mosca debajo del zapato.
Qué resultado por intentar llegar a ella.
Deja la vasija en la mesa y Carielle se me acerca para
susurrarme:
—¿Crees que soy una damisela en apuros que necesita
que la salven? Te equivocas. Era la favorita del rey. Me
amaba. Quería casarse conmigo, pero no podía por esa vaca.
—Asiente hacia Ro.
Me siento insultada en nombre de Ro.
—Es tu amiga. Te ha dado un hogar aquí.
Carielle bufa.
—Oh, que gentil de la gran reina. Una vez se me
reverenciaba y se me respetaba. Me traían todo, me daban
regalos, unos que sobrepasaban mis sueños más locos; y un
hombre me atesoraba. Ahora soy una sirvienta.
El veneno puro en su voz es sorprendente.
Puede que me equivocara con ella. Había asumido que
su amargura era por el trauma que había sufrido, pero suena
más como a luto y cabreo.
No sé qué pensar.
Para darle el beneficio de la duda a Carielle, podría
asumir que fue condicionada al principio, haciendo que
creyera que amaba a Zarid, pero es posible que ella y el exrey
encontraran un espíritu semejante el uno en el otro.
Bien, fuera abusada o no, sin embargo, ahora es
peligrosa. Pienso en lo que Zander dijo sobre la venganza en
la mazmorra.
Claramente, Carielle busca remover problemas. Primero
con su comentario de la nada de ver a Zander en la azotea. Y
ahora ha admitido que Ro ha tomado algo que es suyo.
Suena como alguien con resentimiento.
Zander y su madre parecen estar terminando su
conversación y están viniendo, Carielle coge la vasija y
desaparece detrás de la esquina sin otra palabra. Su rápida
aparición, junto con cómo se ha esfumado, me da una mala
sensación.
Una punzada de sospecha me pone la piel de gallina en
la nuca y me quedo mirando el vino tinto que acaba de echar
hace unos minutos. Puede que sea mi imaginación, pero juro
que veo una capa flotando arriba de todo.
Carielle no ha rellenado la bebida de Zander, aunque
está a medias.
Llámalo instinto o lo que sé, no sé por qué lo hago, pero
rápidamente cambio mi vaso con el de Ro. Entonces, me entra
el pánico y lanzo el líquido fuera de la terraza.
No quiero ir acusando a nadie ni nada; pero, al mismo
tiempo, no puedo correr el riego de que Carielle envenene a la
reina.
Me plasmo una sonrisa falsa, dejo el vaso al lado de mi
plato y Zander y Ro se reúnen conmigo.
—¿Era esa Carielle? —Ro suena confundida cuando se
sienta.
—Sí —respondo despacio.
—Raro. No trabaja hoy.
Se me revuelve el estómago y se me aprieta al mirar a mi
vaso de vino, el que antes era de Ro, a unos pocos
centímetros. Se bebe el mío contenta, totalmente sin saber lo
que sospecho.
Puede que esté siendo paranoica de verdad esta vez.
Aun así, tengo que hablar con Zander.
28
Zander
—¿Estás seguro de que estás bien? —Maelyn me
pregunta por décima vez desde donde está sentada sobre
Gander.
Se me curvan los labios en una sonrisa. Es mona cuando
se preocupa por mí. Puede que tenga que mentir más a
menudo y enfermarme.
Pensándolo mejor, no. Ayer fue horrible. No me había
sentido tan mal en mucho tiempo. De hecho, pensé que podía
vomitar durante la cena. Mentir nunca me había afectado
tanto.
Mientras hablaba con mi madre, determinamos que las
mentiras importan más cuando es tu pareja y,
probablemente, lo estaba sintiendo por dos por el vínculo
jodido.
Para sentirme más culpable, Maelyn me atendió
amablemente cuando volvimos a la habitación, y me siento
mal por acaparar toda su atención. No me merecía la toalla
fría que me puso en la frente o la canción relajante que
tarareaba y me dormía.
Pero lo tomé. Todo lo que tenía para ofrecerme.
A partir de ahora, lo intentaré todo para ser honesto con
Maelyn. No solo porque no quiero ponerme enfermo, sino
porque le debo la verdad. O, al menos, una versión de ella.
—Estoy bien —le digo—. Pero, aunque no lo estuviera, no
podemos retrasar esta misión. Es demasiado importante.
Con cada hora que pasa, Gideon podría estar hiriendo a
las mujeres en su posesión. O podría estar moviéndolas a otro
sitio nuevo. Es mejor encontrarlo cuanto antes.
Si no lo arrestamos hoy, volveremos a casa con las
manos vacías. No me voy a llevar a Maelyn por todo el reino
del día cuando debería estar disfrutando de las comodidades
de palacio.
Sin mencionar, que la mascarada es en tres días, y no
voy a hacer que se la pierda. Cada vez que habla de ella, su
emoción sale en oleadas contagiosas de ella. Aparentemente,
básicamente se perdió el baile de graduación del instituto, lo
que es un gran asunto para los adolescentes humanos. Su
amiga había llevado una petaca de licor al baile y Maelyn
acabó llevando a una borracha y agresiva Paige a casa antes
de que pudieran coronar a la reina del baile.
Tan raro… los colegios marcando a estudiantes como de
la realeza falsa. ¿Con qué fin?
—Hablando de importante. —Maelyn interrumpe mis
pensamientos—. Tenemos que hablar de Carielle.
—¿De nuevo? —Frunzo el ceño.
Anoche, mientras volvíamos de la cena, Maelyn me llenó
de preguntas sobre la mujer. Al principio, al sentir sus celos,
sospeché que Carielle podría haber actuado fuera de lugar. Y
tenía razón sobre eso. Que Carielle le hiciera pensar que ella y
yo habíamos estado juntos de cualquier forma es
exasperante. Casi me doy la vuelta entonces y la echo a la
mazmorra, pero Maelyn me convenció de que no lo hiciera.
Una vez que llegamos a la habitación, dejó el tema y
cambió la atención a mis dolores autoinfligidos. Como la
maravillosa mujer que es.
—¿Dijiste que iba a ir al mercado hoy para comprar
suministros para la mascarada? —pregunta Maelyn.
—Sí.
—¿Y estará ahí todo el día?
Asiento, más confuso con cada segundo que pasa.
—Planear un baile es una gran tarea. Consume mucho
tiempo. ¿Por qué lo preguntas?
—Creo que puede intentar herir a tu madre. —Su frase
con pánico sale rápida, como si la hubiera estado
aguantando.
Se me hiela la sangre solo por escucharlo.
—¿Qué te hace creer tal cosa?
—Algunas cosas que me dijo anoche cuando vino a la
mesa. No está contenta, está incluso rabiosa, y culpa a tu
madre. —Maelyn me cuenta que cambió el vaso de vino y se
disculpa mucho por incluso pensar una cosa así de Carielle
—. Sé que ha pasado por mucho. Solo intento jugar a lo
seguro. Lo siento.
—No tienes que sentirlo, Mae. Valoro tu opinión y me
alegra que me lo hayas hecho notar.
—¿Pero?
—Sin peros. Haré que alguien la vigile de cerca los
próximos días. Si planea algo, la pillaremos y detendremos.
—De acuerdo —dice Maelyn en voz baja—. Eso me hace
sentir mejor.
—Después del baile, haré que la acompañen fuera de
palacio y le den otro lugar en el que vivir.
Maelyn suelta.
—¿Así como así? ¿Todo lo que tengo que hacer es decirte
que sospecho de alguien y lo echas?
—¿Mentías?
—No. Claro que no.
—Entonces, ¿por qué no te tomaría en serio?
—Solo… pensaba que tendría que convencerte. Su hogar
a sido en palacio durante miles de años.
—Eso no le hace fiel. Tienes que entenderlo, en este
mundo, una lealtad constante es difícil de encontrar. Los
traidores son comunes. Por eso me alegro de tenernos el uno
al otro. Te protegeré, siempre. Y ahora sé que tú harás lo
mismo.
Pasan varios latidos mientras viajamos, y absorbo lo que
Maelyn ha dicho. Si tiene razón, Carielle será castigada con
más de una recolocación. Cuando dije otro lugar en el que
vivir, me refería a la mazmorra. Posiblemente la muerte.
Nadie puede amenazar a mi esposa o herir a mi madre e
irse de rositas. Después de lo que le hice a Zarid, todo el
mundo lo sabe.
Una pregunta todavía me quema. Es penoso que
presione el tema, pero necesito saberlo.
—Entonces, ¿no estás cabreada porque Carielle viniera a
mí?
—¿Vino a ti? —Maelyn prácticamente grita.
—Mujer, mi lealtad hacia ti nunca estará en cuestión.
Soy tuyo. Tú eres mía. Los avances de Carielle empezaron
mucho antes de que tu aparecieras, y han sido una molestia
que tenía que sufrir.
—¿Te ha perseguido desde que volviste conmigo?
¿Sabiendo que estás casado?
Me crece una sonrisa en la cara porque está
reconociendo nuestro matrimonio. Creo que es la primera vez
que le he oído decirlo en voz alta sin quejarse. Claro, menos
los minutos que tuve la lengua en su coño. No le importó
llamarme marido entonces.
Bufa.
—Me alegro de que sea divertido para ti, porque para mí
no lo es.
Me acerco para cogerle la mano.
—Mi corazón y alma te pertenecerán siempre. Nadie
puede cambiarlo. Además, no soy yo lo que quiere Carielle. Va
detrás de una posición que solo un rey puede darle.
Simplemente está desesperada buscando un estilo de vida
que nunca tendrá.
La acerco a mí y le doy un beso en los nudillos. Las
piernas se rozan por los caballos juntos. Quiero ponérmela en
mi silla y besarla. Quiero que me monte, con su centro
caliente contra mi dura polla. Pero tengo que mantener la
mente centrada en la misión, así que la suelto.
—¿Dónde estamos ahora? —Maelyn saca el mapa que
teníamos en la sala de tácticas esta mañana para la reunión.
El papel se arruga y oigo que sus dedos tocan la forma
elevada del castillo, la textura áspera de los bosques y la
suave extensión de tierra. Todos los rincones y recovecos del
terreno son explorados por su aguda atención. Mis dedos lo
han memorizado como si fuera el dorso de mi propia mano.
—A una hora más o menos de Azerdeen, una ciudad
costera de donde importamos la mayoría de nuestro pescado
—le informo—. Es un buen sitio para intercambio de bienes.
—Incluidas mujeres, asumo.
—Solo espero que no lleguemos al agua. Si Gideon tiene
montado un burdel en un barco en algún lugar, estaremos en
problemas. —El Endless Sea es peligroso y me niego a llevar a
Maelyn allá donde los monstruos vagan bajo las olas y donde
incluso los mejores navegantes se pierden.
—La colina de Yelissa —murmura mi pareja con asombro
y toca las montañas del noroeste del reino—. ¿Podremos ir
algún día?
—Es un área prohibida —digo con pena—, incluso para
un rey y reina. Se cuenta que pasan extraños incidentes
cuando la gente traspasa el área. Desapariciones. Heridas
misteriosas.
—Oh, qué pena. —A Maelyn le suena el estómago,
recordándome que casi es hora de parar a comer.
Los sonidos del bosque están a nuestro alrededor al
acercarnos a nuestro destino.
Los pájaros matutinos han dejado de cantar hace unas
horas, y hemos estado viajando hacia el sur, a Azerdeen.
Detrás de nosotros, Kai y Marek llevan el vagón. Thayne va
delante para vigilar desde un poco de distancia
—Pippin —llamo al soldado que va justo delante de mí—.
¿Cuánto queda?
—Nos estamos acercando.
—¿Dormiste anoche?
Tose, incómodo.
—Uh, unas horas, su majestad.
—Te dije que te fueras a la cama pronto.
—Lo hice.
—A tu propia cama. —Si cree que no escuché la visita a
los dormitorios femeninos, se equivoca.
—Lo siento. Solo intentaba asegurarme de que las
mujeres se estaban aposentando bien.
Torius suelta una carcajada a su lado.
—¿Así es como se le llama hoy en día?
Pippin solo gruñe, sabiendo que no tiene el rango para
responderle.
—Será mejor que no te estés aprovechando de nadie —le
advierto.
—No, lo juro. Vinieron ellas a mí.
—¿Ellas? —levanto la ceja, preguntándome lo bien que
se lo está pasando en su tiempo libre.
No es poco común que los jóvenes experimenten con su
sexualidad, porque no todo el mundo encuentra a su pareja
destinada. De hecho, hoy en día es la excepción,
especialmente en el Reino del Día. Cuando el aquelarre nos
infectó con enfermedades, perdimos a muchas mujeres; vidas
y futuros se vieron alterados para siempre.
Así que no culpo al chico por ser liberal con su cuerpo.
Con veintidós años, Pippin no ha llegado a la madurez
completa de un hombre todavía. La vida es nueva. La adultez
es emocionante.
Normalmente no cogería a alguien de su edad para
militar, pero es el único rastreador que conozco.
Su capacidad para encontrar a alguien, siempre que
tenga un objeto de ellos en su poder, es una rareza. Sin
embargo, debido a su juventud, su poder no está
completamente desarrollado. Si alguien usa un portal más de
una vez para cambiar de ubicación, perderá el rastro. La
única forma de recuperarlo es encontrar otra posesión que el
fugitivo haya tocado recientemente.
Eventualmente, podrá encontrar a cualquier persona, en
cualquier lugar, sin limitaciones. Pero hasta entonces, lo
necesito bien descansado y con todas sus fuerzas.
De repente, Pippin silba.
Aparentemente, tenía razón acerca de estar cerca.
Siempre deja escapar la primera señal cuando estamos a
unos cien metros de nuestro objetivo.
Bosques, campos y alguna que otra finca en el campo
conforman esta parte del reino. Bien. Una ubicación remota
significa que es menos probable que cualquier ciudadano
inocente quede atrapado en el fuego cruzado si nuestro
enfrentamiento sale mal.
Tiro de las riendas de Onyx, ralentizo la marcha y me
hago a un lado del camino, para decirle a Maelyn:
—Voy a tener que hacerte esperar aquí con Torius.
Cualquier cosa podría ir mal. Después de lo que pasó en
la destilería, vio cómo los planes se pueden ir al traste.
Idealmente, pillaremos a Gideon desprevenido y las mujeres
serán fáciles de encontrar. Lo arrestaremos, meteremos a las
mujeres en el vagón y estaremos en casa al anochecer.
Aunque tengo serias dudas de que vaya a pasar así.
Justo cuando Maelyn se baja de su caballo, Thayne
aterriza en la carretera, a unos pocos metros.
—Su majestad, hay una casa más arriba, justo al lado de
la carretera. —Pasa hojas en su libro de registro—. No está
enlistada.
—¿Una propiedad abandonada, quizás? —pienso en voz
alta.
—Definitivamente no. A las tejas de madera ni siquiera
les han llovido lo suficiente como para oscurecerse.
Considerando que llueve cuatro o cinco veces al año, la
casa tiene menos de un año.
—¿Has visto a alguien fuera?
—No. La cabaña está bien escondida en un círculo de
árboles. Hay unas pocas velas encendidas dentro de las
ventanas. Hay flores en la entrada y un camino que va por el
jardín.
En cuanto a apariencias, no suena sospechoso. Con las
velas encendidas, indica que alguien está en casa y parece
que la propiedad está cuidada.
Quizás Pippin está fuera de juego y nosotros estamos en
el lugar equivocado.
Después de asegurar todos los caballos y asegurarme de
que Maelyn se quedará donde se supone que debe estar, me
dirijo a pie con mis hombres.
Hago un gesto para que Marek y Pippin sigan adelante.
Llegamos a la entrada de un camino. El crecimiento
excesivo de los árboles a ambos lados lo oculta un poco, pero
levantamos las ramas y continuamos.
Una vez que llegamos al patio, Pippin camina lentamente
mientras se aleja hacia la izquierda. Está inactivo en un lugar
cubierto de hierba junto a la línea de árboles. Las malas
hierbas sin recortar le rozan las botas.
—Gideon salió a través de un portal aquí. Pero no siento
su presencia en este lugar. —Desenreda el diente del pañuelo,
lo dobla y anda un par de pasos más. Suelta un suspiro
derrotado—. No está aquí y no siento su nueva localización.
Mierda. Solo podemos esperar que Gideon haya dejado
algo suyo en la casa para que Pippin lo rastree nuevamente.
Afortunadamente, podemos aprovechar su ausencia. Si las
mujeres siguen aquí, podemos rescatarlas. Nos
preocuparemos por el arresto de Gideon más tarde.
—Entraré primero, su majestad —anuncia Marek,
siempre dispuesto a liderar el camino.
Sus pasos se deslizan sobre el camino de adoquines
hasta la puerta. Con cautela, gira el pomo de la puerta y lo
encuentra desbloqueado.
Demasiado fácil.
Demasiado silencioso por dentro.
Algo esta mal.
Antes de que pueda gritar una advertencia de que creo
que es una trampa, Marek cruza el umbral.
Inmediatamente, su cuerpo se agarrota y se derrumba al
suelo. Siguen gritos agonizantes y crepitantes estáticas.
Activó un campo de fuerza eléctrico alrededor de la casa
y ahora está atrapado en él.
—¡Coge una cuerda! —le grito a Thayne.
Maldita brujería. Un encantamiento de electricidad es
difícil de lograr, especialmente en una vivienda de este
tamaño. Gideon debe ser amigo de un poderoso mago, lo que
explicaría todos los portales que tiene a su disposición.
Marek sigue gritando y no se detendrá hasta que lo
saquemos de allí. Una vez que alguien ha traspasado una
barrera eléctrica, queda inmóvil. He oído que es insoportable.
Sin embargo, no lo matará. No, solo causará un dolor
interminable mientras dure el hechizo. Dependiendo de la
fuerza del mago, podrían pasar años.
Desesperado por ayudar a su amigo, Kai se acerca para
agarrar la bota de Marek. Error. Debería saberlo mejor. Sus
gritos se unen a los de Marek.
Aunque su brazo es la única parte de su cuerpo que está
sumergida, lo volverá inútil. Pippin intenta ayudar. Lo
golpean tan pronto como toca a Kai, retrocediendo con un
grito de dolor.
Thayne pasa corriendo a mi lado, la cuerda que cogió del
carro se arrastra en la hierba detrás de él. Podría ser capaz de
atar a Kai para tirar de él, pero Marek probablemente está
demasiado en el interior para que funcione.
Pippin viene hasta mí y su tono de voz es urgente cuando
dice.
—Cambie, su majestad. Es el único que puede romper la
barrera. Es la única forma.
Obviamente está desesperado. Esta es la primera vez que
uno de mis hombres me ha pedido que sea el grifo, pero no
está equivocado.
Esta es una de las raras circunstancias en las que mi
poder, de hecho, tiene sentido.
29
Maelyn
Torius parece destrozado cuando Thayne se aleja
corriendo con la cuerda. El hombre presa del pánico había
gritado algo sobre un hechizo de electricidad, y puedo
escuchar gritos espeluznantes que resuenan desde algún
lugar más adelante. No se detienen ni se rinden. Las aves y
otros animales salvajes siguen evacuando el área, tan
asustados como yo por los horribles sonidos.
—Tienes que ir a ayudar —le digo a Torius, mis ojos se
abren de par en par por el terror.
Niega con la cabeza.
—No puedo dejarla sola.
—Entonces iremos juntos. —Empiezo a dirigirme por el
camino, pero Torius me lo impide con su gran cuerpo—.
Muévete. Estamos perdiendo el tiempo.
—Estoy siguiendo órdenes. —Torius se cruza de brazos.
—Está bien. —Hago un incómodo movimiento, tratando
de parecer una reina—. Tienes nuevas órdenes mías, la reina.
Ve y ayuda. O lo que sea.
Se desinfla y sé que lo convenzo. Tiene que hacer lo que
le digo. Odio imponer autoridad de esa manera, pero él me
obligó.
Salgo corriendo, siguiendo los gritos de dolor que se
hacen más fuertes con cada metro de distancia que cierro
entre la casa y yo.
Cuando rodeo un grupo de árboles y me abro paso a
trompicones a través de algunas ramas bajas, veo el caos
frente a mí.
Pippin se mantiene alejado, sus manos sujetan con
estrés su cabello mientras Thayne intenta pasar la cuerda
alrededor de la pierna de Kai sin tocarlo, pero cada vez, el lazo
no se mantiene lo suficientemente apretado y se resbala.
El pobre Kai está en la puerta, todo su cuerpo se
estremece mientras grita ruidos guturales. Su brazo está
atrapado en una especie de red. Entrecierro los ojos y me
acerco, solo para darme cuenta de que no es una telaraña
como la que hacen las arañas. La red azul brillante me
recuerda a esos globos de electricidad en un museo de
ciencia. De esas que cuando se toca una parte determinada,
se atrae toda la electricidad.
Dentro de la puerta, veo unas botas que pertenecen a
otra persona. Él también está atrapado en la red.
Girando frenéticamente mi cabeza, busco a Zander. No lo
veo.
—El rey está a salvo —menciona Pippin, leyendo mi
preocupación.
—¿Dónde?
No aparta la mirada de sus amigos.
—Debería estar de vuelta en cualquier segundo.
Aliviada, asiento. No le desearía dolor a nadie, pero me
alegro de que Zander no esté en la casa.
Torius se acerca sigilosamente a Pippin.
—¿Qué puedo hacer?
—Nada. —Pippin niega con la cabeza—. Ya está siendo
atendido.
De repente, un rugido ensordecedor viene del cielo y
todos miramos hacia arriba.
Unas alas negras. Con patas y garras. Un pico grande y
una cola de león bate al viento.
Conmocionada, me tapo la boca.
—¿Cuántas de esas cosas tienen en Valora?
—¿Disculpe, su majestad? —Torius suena confundido.
Apenas le dedico una mirada porque el animal desciende
sobre la casa. Comienza a desgarrar el techo con su pico,
lanzando trozos por el aire.
—Un grifo me salvó el otro día. —Lo señalo—. Se parecía
a ese.
—Solo hay uno en el Reino del Día —me informa Torius
secamente. Agarrándome suavemente por el codo, me empuja
a una distancia más segura mientras caen tejas y vigas de
madera en la hierba.
Tan pronto como la abertura es lo suficientemente
grande como para que el grifo pueda colarse, entra en la casa.
Preocupada, presiono una mano contra mi corazón
palpitante.
—¿No se lastimará también?
Thayne me lanza una mirada extraña, como si estuviera
sorprendido de que tenga que preguntar.
—Los hechizos no pueden tocarlo.
Bueno, ¿cómo se supone que voy a saber algo así?
Los grifos trascienden la magia. Entiendo. Guardo ese
consejo útil cuando estallidos fuertes y sordos provienen del
interior de la casa.
Unos segundos más tarde, Kai y Marek son empujados
fuera de la puerta. El grifo usa su pico y garras para alejarlos.
Es demasiado grande para caber por la puerta, pero asoma la
cabeza lo más que puede para asegurarse de que ambos
hombres estén al menos a un par de metros de la escalinata.
La red desaparece una vez que los cuerpos ya no la
tocan, y los gritos de Kai y Marek han cesado. Se quedan
quietos, a excepción de que sus pechos se elevan con jadeos.
Espero a que la criatura vuelva a salir por el techo, pero
pasa un minuto.
—¿Estás seguro de que está bien? —no le pregunto a
nadie en particular—. No va a salir.
—Supongo que está comprobando si hay alguien más
que pueda estar dentro —explica con voz ronca Kai, rodando
sobre su estómago para levantarse del suelo.
Un ruido fuerte proviene del interior, seguido de un
estrépito. A través de la ventana, vislumbro al grifo acechando
alrededor. Su enorme tamaño lo hace parecer un elefante en
una cristalería. Aparta los muebles como si no pesaran nada.
Se oye un crujido y un chirrido cuando rompe una puerta de
sus bisagras.
Con fascinación, me muevo hacia un lado para seguir
viendo a través de una ventana. Cuando se da la vuelta, su
cola golpea una linterna. El vidrio se rompe. Estallan llamas.
Con un rugido de advertencia, el grifo escapa lejos,
dirigiéndose a una cocina en la parte trasera de la casa.
—Mierda —maldice Pippin.
—Eso es malo, ¿verdad? —observo a los hombres con
preocupación—. ¿O también es incombustible?
Torius aprieta los dientes y se agarra la nuca.
—Sus plumas. Son demasiado inflamables para que él
esté ahí. —Acercándose a la casa, junta las manos alrededor
de su boca y grita—: ¡Sal! ¡Sal ahora!
Un humo oscuro se eleva desde el agujero en el techo, y
el silencio que sigue es desconcertante.
Todos los hombres están tensos, con los músculos
rígidos. Sus manos están en puños mientras miran la casa en
llamas. No pueden entrar o volverían a estar donde
empezaron.
Empiezo a entrar en pánico junto con todos los demás.
Porque si estos sujetos están perdiendo la calma, debe ser
malo. Obviamente, este grifo trabaja con ellos. Tal vez incluso
sea una especie de mascota real.
—Hay un arroyo en la parte de atrás, ¿verdad? —habla
Torius—. Puedo...
Finalmente, el grifo atraviesa la parte superior de la casa
en la parte trasera, sus alas humean en ciertas áreas. Su
vuelo está entrecortado cuando pasa por encima de nosotros,
y es obvio que ha resultado herido. Se estrella en un área
abierta del patio, arrancando hierba y tierra mientras patina
hasta detenerse con sus garras.
Todos corremos hacia él. Algunos objetos caen al suelo,
cayendo de sus garras y pico. Un peine, un cepillo de dientes
y algo de ropa. Pippin corre hacia la pila como si fuera un
tesoro precioso y recoge todo. Luego retrocede tan rápido que
casi tropieza con sus propios pies.
No es el único que se mantiene a distancia del grifo.
Kai y Marek aún no están con toda su fuerza. Aún
respiran con dificultad, están un poco encorvados mientras se
recuperan a unos tres metros de distancia. Torius también
está distante.
Entonces, tal vez el grifo no sea una mascota.
Si bien los chicos parecen preocupados, no parecen tener
ningún sentimiento cálido por el animal.
Antes de que alguien pueda detenerme, me acerco al
grifo. Manteniendo mis movimientos lentos, rodeo su cuerpo,
asegurándome de no asustarlo mientras veo mejor sus
heridas. Algunas de sus plumas negras se han carbonizado,
dejando al descubierto los intrincados huesos de sus alas.
Tiene quemaduras en las patas traseras y la borla peluda de
su cola está muy chamuscada.
Parándome frente a él, toco ligeramente su pico.
—Pobrecito.
Soltando un gemido, se inclina hacia mi toque.
Miro detrás de mí.
—¿Él tiene nombre?
Thayne me da una sonrisa tensa.
—Creo que preferiría permanecer en anonimato.
—¿Kai? ¿Marek? ¿Pueden curarlo, chicos?
—Los grifos son inmunes a la magia —responde Kai,
sacudiendo la cabeza—. Eso incluye la nuestra.
—¿Qué vamos a hacer? No podemos simplemente dejarlo
aquí así. —Mi cabeza se mueve de un lado a otro entre la
criatura y los hombres—. ¿Podría volver al castillo con
nosotros?
Me encuentro con miradas en blanco y un silencio
incómodo. Algo les pasa. ¿Por qué están siendo tan raros?
Entonces me doy cuenta de que están asustados,
cambian de un pie a otro, juguetean con las manos. Estos
grandes y malos guerreros le tienen miedo al grifo.
—Es realmente agradable —insisto, demostrando el
hecho al rascarle un lado de su cuello emplumado—. ¿Ven?
Una mano aterriza en mi hombro y comienza a guiarme.
Es Torius.
—Por favor, venga conmigo, reina Maelyn.
—Pero... pero… —extiendo mi brazo, alcanzando al grifo
herido mientras clavo los talones en la hierba—. Quiero
ayudar.
—Bien, porque me vendría bien su ayuda con algo. Es
muy importante.
La urgencia sincera en la voz de Torius me hace dejar de
resistirme, y veo a Kai avanzar lentamente hacia el grifo. De
pie a un brazo de distancia, torpemente acaricia la cabeza del
grifo y me asegura:
—Lo cuidaré lo mejor que pueda.
—No lo vas a matar, ¿verdad? ¿Como sacrificar a un
caballo cojo?
Kai luce horrorizado.
—¿Qué? No. —Levanta las manos—. ¿Por qué todo el
mundo siempre piensa que me propongo asesinar?
—Es tu cara —bromea Torius alegremente, riendo un
poco.
—No puedo arreglar mis cicatrices —gruñe Kai.
—Eso no. Pareces enojado todo el tiempo. Quinn lo llama
cara de perra en reposo.
Quinn no se equivoca. La constante expresión de enojo
de Kai es peor que el ceño fruncido de Zander.
Hablando del rey malhumorado, ¿dónde está?
Como si Torius me leyera la mente, dice:
—Zander debería volver pronto y sabrá qué hacer con el
grifo.
—De acuerdo. —A regañadientes, dejo que me lleve.
30
Zander
Debería haber tenido más cuidado allí, porque las casas
no están construidas para monstruos como yo.
Otros monstruos, sin embargo... Gideon es
definitivamente un lobo con piel de oveja. Puede que se
parezca a cualquier otro fae por fuera, pero hay algo siniestro
dentro de él.
La cabaña de aspecto inocente es realmente la casa de
los horrores. Gideon no dirige un burdel normal, es un
calabozo sexual, un patio de recreo para masoquistas.
Antes de derribar la linterna, encontré dos dormitorios
además del suyo en la cabaña, y olían a sexo y desesperación.
Había látigos de cuero esparcidos por todas partes, algunos
colgados de las paredes y otros tirados al suelo como si el
esgrimidor se hubiera marchado a toda prisa. Habían cuerdas
atadas a las cabeceras y los nudos estaban cubiertos con
sábanas de seda roja.
Rojo. Apuesto a que Gideon eligió ese color para que no
se vieran las manchas de sangre.
Cuando arranqué la puerta del sótano del piso de la
cocina para asegurarme de que no hubiera mujeres retenidas
allí, olí sangre y orina en las oscuras profundidades. Cadenas
y grilletes colgaban de las paredes de piedra, pero estaba
vacío. Movió a las mujeres recientemente. Por los fuertes
aromas, diría que estaban aquí ayer.
Perdimos nuestra oportunidad, pero tendremos otra.
No dejaremos de cazarlo. Si no es por las mujeres a las
que lastima, entonces por mi pareja.
Si se hubiera salido con la suya, Maelyn habría sido una
de sus esclavas.
Me siento enfermo de solo pensar en eso.
Al menos la rabia enturbia los efectos de mis heridas.
Una vez que volví a estar en mi forma normal, Kai pudo
curar mis quemaduras. Sin embargo, mis alas están dañadas
y las plumas que perdí tendrán que reemplazarse solas.
Ruedo mis rígidos hombros, acostumbrándome a la
ligera diferencia en la forma en que encajan cuando están
dobladas por dentro. Menos mal que el grifo tiene más
plumas que yo. Cuando mis alas se reducen a un tamaño
normal, es difícil saber que faltan con solo mirar.
Thayne me arroja una camiseta nueva de un baúl de
almacenamiento de la carreta. Es idéntica a la que llevaba
antes, así que Maelyn no se dará cuenta de que me he
cambiado.
Hasta hace unos minutos, mis hombres no sabían que
había estado manteniendo mi poder en secreto de Maelyn,
pero su falta de idea les dio una pista bastante rápido.
Afortunadamente, se lo tomaron todo con calma.
Escuché a Torius llevar a Maelyn por la parte trasera de la
casa hacia el arroyo. Puede manipular el agua e hizo que
pareciera que necesitaba su ayuda para apagar el fuego.
Estoy agradecido por su rapidez de pensar.
Simultáneamente, la hizo sentir necesaria mientras me daba
el tiempo que necesitaba para cambiar de vuelta.
—Entonces, ella no lo sabe —concluye Thayne en voz
baja.
Debería habérselo dicho. Él es el jefe de mi guardia, por
lo que debería estar al tanto.
—No. —No doy una explicación detallada y Thayne se da
la vuelta como si fuera a dejarlo pasar. Pero entonces…
—Su majestad, si se me permite...
Ajusto la reina blanca alrededor de mi cuello.
—Escúpelo.
—Ella parecía aceptar mucho tu condición.
Lo hizo.
Por segunda vez, vino hacia mí mientras yo estaba en
forma de grifo. Por segunda vez, pude verla de cerca. Esos
amables ojos color avellana. Con su cabello ligero y fino que
enmarca su rostro. Esa linda peculiaridad de sus labios
asimétricos.
Me hizo olvidar mi dolor.
Acarició mi pico.
Mi polla se agita ante el recuerdo reciente y el optimismo
llena mi pecho.
El momento en que se acercó a mí en el arroyo podría
considerarse una casualidad. ¿Pero dos veces ahora? No es
una coincidencia. Ella no tiene miedo de lo que soy.
Siento que me han quitado un peso de encima.
Pronto podré decírselo a Maelyn. Solo tengo que
encontrar el momento adecuado. Podría darle unas semanas
para que sus sentimientos por mí crezcan, porque ahora
tengo que explicar mi mentira.
Su voz flota por el camino, hermosa, como campanillas
de viento en la brisa. Cuando me ve, su felicidad brota de la
atadura.
—Zander, ¿dónde estabas? Estaba preocupada. ¿Y te
encargaste del grifo? Te dije que vi uno el otro día.
Mi sonrisa se intensifica.
—Y te dije que te creía.
—¿Él está bien? —acorta la distancia entre nosotros
rápidamente, sus zapatos rechinan audiblemente con cada
paso que da. El olor del agua del arroyo le recubre el pelo y la
ropa.
—Él lo está. ¿Por qué estás mojada? —pregunto
cambiando de tema.
—Oh, Torius necesitaba ayuda para apagar el fuego. Hizo
este ciclón súper genial a partir de la niebla. —Sus manos se
mueven animadamente y agrega con orgullo—: Tuve que
decirle a dónde dirigir el rocío.
Contengo una sonrisa. No le diré que Torius es un
maestro en la manipulación del agua y que podría haberlo
hecho sin ella.
—Bien hecho. —Envolviéndola en mis brazos, la atraigo
para un abrazo. Le doy las gracias en silencio a Torius antes
de girar hacia Pippin—. ¿Recogiste un nuevo rastro?
—Sí. El peine que me dio el grifo está fresco. Gideon salió
por el portal en las afueras de la propiedad, pero está muy
lejos. Siento una gran distancia entre nosotros.
—¿Qué pasa con este tipo y los portales? —murmura
Thayne, probablemente preguntándose dónde los consigue
Gideon—. Idiota escurridizo.
—O Gideon es un idiota holgazán al que no le gusta
viajar a la antigua —dice Pippin—, o sabe sobre mí y mi
debilidad. Está usando portales para despistarnos.
Arrugo la frente.
—Hemos sido sigilosos sobre las limitaciones de tu
poder.
Pippin se encoge de hombros.
—Podría ser una fuga.
Eso implicaría que uno de mis hombres no me es leal.
Pensé que había eliminado a aquellos en el barrido más
reciente.
—¿Y no le has dicho a nadie más? —le pregunto a
Pippin.
—Eh, bueno…
Levanto las cejas.
Se aclara la garganta.
—Las mujeres de los dormitorios son muy
conversadoras. Cuando aparezco, esperan una conversación
fascinante.
—Así que comprometiste nuestra misión.
—No fue a propósito. Estaba en una... posición
comprometedora.
Paso una mano por mi rostro. Ni siquiera quiero saber
qué quiere decir con eso, pero suena pervertido.
Pensé que él era más inteligente que esto, pero tal vez su
boca suelta no tiene la culpa.
—Las humanas más nuevas solo han estado aquí
durante tres días. No creo que hubieran tenido la oportunidad
de filtrar información importante.
—No me refiero a las recién llegadas. —Suena cada vez
más culpable—. Estuve en el otro dormitorio la semana
pasada. Y la semana anterior a esa.
El otro dormitorio, es decir, el edificio más grande que
alberga a las humanas bien adaptadas que han estado aquí el
tiempo suficiente para convertirse en faes. También es el
lugar donde varias de las cautivas de mi padre decidieron
vivir después de ser liberadas. Mujeres que venderían los
secretos de Pippin sin remordimientos porque no tienen
ningún apego a su alma.
—Lo siento muchísimo, Su Majestad —se arrastra,
cayendo de rodillas dramáticamente—. Si soy la causa de
nuestros problemas, nunca me lo perdonaré. Merezco un
castigo. Me encargaré de la mazmorra todo el tiempo que me
diga.
Tengo una idea mejor.
—Un voto de celibato.
—¿Qué? —su cabeza se levanta y está tan horrorizado
que pensarías que lo acabo de sentenciar a muerte.
—Mantén la polla en los pantalones y la boca cerrada.
—¿Por cuánto tiempo?
—Hasta que decida lo contrario. —Entrelazando mis
dedos con los de Maelyn, empiezo a llevarla hacia los caballos
y le doy una palmada en la espalda a Pippin en el camino—.
No es tan malo. Lo hice durante miles de años.
El chico, debidamente castigado, se pone de pie y patea
unas piedras con el zapato.
—Sí, Su Majestad.
Me dirijo a mi mejor guerrero.
—Thayne, ¿cuántos portales tienes en acción?
—Seis.
Hemos utilizado más de lo habitual en los últimos días.
No quiero nada más que volver al palacio con Maelyn ahora.
Con ella en nuestra cama. Pero es hora de reducir la
velocidad con los portales o de lo contrario podríamos
agotarnos.
—Guárdalos. Viajaremos de regreso a Hailene por donde
vinimos.
Exprimidos por la experiencia de la electrocución, Marek
y Kai caminan penosamente hacia la carreta. Torius y Pippin
montan en sus caballos, y Thayne salta al cielo para ser
nuestro vigía en el camino de regreso.
Mantengo firme la mano de Maelyn mientras avanzamos
hacia nuestros caballos. El contacto físico, incluso no sexual,
es una bendición con ella. Odio cuando no nos tocamos.
Mientras nos detenemos junto a Gander, ninguno de los
dos se aleja.
Deslizo suavemente las yemas de mis dedos desde los
hombros de Maelyn hasta sus codos, necesitando tocarla.
Necesito asegurarme de que ella es mía, ahora y para
siempre.
A veces tengo miedo de estar soñando. Que me
despertaré y descubriré que nada de esto es real.
Estoy a punto de ordenarle que viaje conmigo cuando
dice:
—¿Puedo...? —La timidez se apodera de ella y se apaga
—. No importa.
—¿Qué pasa, esposa?
—¿Puede Onyx manejar a dos personas a la vez? No.
Estoy siendo tonta. Estoy empapada y no quiero que ustedes
también se mojen.
Sonriendo un poco, le paso el pulgar por los labios.
—¿De qué estás divagando?
Ella resopla.
—Gander es genial, pero yo...
Quiero estar contigo. Extraño tus caricias. Te amo.
Mi mente llena los espacios en blanco con todas las
posibilidades, pero no la obligo a terminar la oración. Si
Maelyn quiere estar cerca de mí, no tiene que dar
explicaciones.
Poniendo mis manos en su cintura, la levanto hasta la
silla de Onyx. Cuando me uno a ella un segundo después, se
derrite en mí, todo su cuerpo se relaja mientras descansa
contra mi pecho. Disfruto la frescura de su ropa húmeda y el
dulce aroma de su cabello.
Puede que no hayamos ganado hoy, pero me siento como
el hombre más victorioso de todo Valora mientras me alejo
con mi esposa.
31
Maelyn
—Torre a F4, por favor.
La sirvienta, Miria, asiente, su moño color trigo se
balancea hacia arriba y hacia abajo. Mueve mi pieza en el
tablero de ajedrez, luego me mira por encima del hombro.
—Buen movimiento, Su Majestad. Y no tiene que decir
por favor todo el tiempo.
—Lo hago y lo haré. —Le sonrío cálidamente desde mi
pedestal, pero la costurera a mis pies se aclara la garganta,
irritada conmigo por no estar erguida—. Lo siento —le digo a
la mujer que está agachada cerca del dobladillo de mi vestido.
Tabitha está a su lado, cosiendo sobre la marcha.
—Tampoco tiene que disculparse —aclara la pequeña
troll, con la voz teñida de diversión—. Las reinas no tienen
porqué saber esas palabras.
—Bueno, entonces voy a establecer una nueva norma
para las reinas —argumento tratando de estar lo más quieta
posible mientras terminan mi vestido para el baile de
máscaras.
Hablando de terminar justo a tiempo.
Tenemos minutos de sobra antes de que empiece el baile.
Cuando Zander dijo que el departamento de modistas
podría diseñar un vestido nuevo para mí, pensé que no habría
tiempo suficiente. ¿Quién puede hacer un vestido de gala en
unos pocos días? Aparentemente, Tabitha y su equipo
pueden. Tan pronto como regresamos de la misión hace tres
noches, me tomaron medidas y se pusieron manos a la obra.
Cuadrando mis hombros, trato de mantener la barbilla
en alto mientras Tabitha trabaja alrededor de la tela sedosa.
No me he mirado al espejo todavía, pero ya puedo decir que es
el vestido más hermoso de todos. A primera vista, parece de
color marfil, pero tiene un ligero tinte rosado. Es casi
nacarado, por la forma en que brilla a la luz. Un patrón de
joyas decora la falda y me pregunto si son reales.
Zander no dejaría pasar la oportunidad para adornarme
con miles de diamantes.
Las puertas del balcón de la habitación de Zander están
abiertas de par en par y dejan entrar la luz natural para que
las costureras puedan ver lo que están haciendo. Junto con la
luz del sol, entra la música del exterior. Hay un cuarteto de
cuerdas instalado cerca de la entrada principal del palacio,
que toca melodías alegres a medida que llegan los invitados.
Soy un manojo de emoción y nervios mientras muevo los
dedos de los pies dentro de mis zapatos. Mis zapatos están
bien ajustados, diseñados para mis pies desnivelados.
Aunque no soy fanática de los tacones, los solicité. Las
pequeñas plataformas gruesas debajo de mis pies solo me
elevan unos centímetros, pero estoy agradecida por los
centímetros extra.
Esta es la primera vez que tanta gente en el reino me
conoce. Gente importante. Estoy tan ansiosa que es posible
que no pueda comer, y será una pena. Según Zander, no se
escatiman gastos en la comida. El personal servirá
entremeses por la sala, pero el plato principal estará en una
mesa larga, con bocadillos salados y postres dulces de todo
tipo.
Vuelvo a centrarme en el juego de ajedrez mientras Ro
extiende el brazo por el tablero. Ella toma mi torre, como
esperaba que lo hiciera. Sus traviesos ojos marrones se posan
en los míos.
Probablemente me va a ganar. Como hace su hijo cada
vez que jugamos. Y hemos jugado mucho. Estoy sufriendo un
serio impacto en mi récord aquí.
Durante los últimos días, Zander ha estado a mi lado
casi constantemente y me ha pateado el trasero en el ajedrez
al menos una docena de veces.
El ajedrez no es el único juego que le gusta. Descubrí
que detrás del exterior musculoso y el ceño fruncido, el rey en
realidad tiene un lado juguetón. Hemos pasado horas jugando
al escondite en el laberinto, que por lo general termina con él
besándome sin aliento una vez que nos encontramos.
Hemos disfrutado del desayuno en la cama todas las
mañanas, el almuerzo bajo el pabellón con Ro y la cena en el
comedor formal, solo nosotros dos.
Por la noche, nos acostamos en la cama y hablamos. Le
cuento historias divertidas sobre Paige y yo de cuando éramos
niñas y cuentos no tan divertidos de cuando éramos mayores
y de ella metiéndose en problemas. Responde a todas mis
preguntas sobre Valora en detalle, aunque su conocimiento
de primera mano sobre los otros reinos no es tan bueno como
debería ser. Si bien los ha visitado un puñado de veces desde
la muerte de su padre, simplemente hay demasiado terreno
por recorrer. Casi todo lo que sabe proviene de los libros.
Ayer pasamos varias horas en la biblioteca. Comenzó con
un delicioso postre de natillas de chocolate después del
almuerzo, seguido de una partida de ajedrez acalorada.
Después de aceptar mi derrota, le leí en voz alta mientras nos
acurrucamos en una silla de gran tamaño.
Pasar tiempo con él ha sido increíble, pero ¿hay algo que
no hemos hecho? Más que un beso. Para mi decepción, cada
vez que nuestras sesiones de besos comienzan a ponerse un
poco calientes e intensas, Zander se retira.
Y sé que él sabe que estoy frustrada. Estoy segura de que
el vínculo de pareja lo comunica con bastante claridad.
Entonces, ¿por qué no hace un movimiento?
Hablando del Rey del Día, la puerta se abre y entra
tranquilamente en la habitación.
—¿Cómo va?
Dios, es tan guapo que es ridículo.
Lleva un atuendo más formal. No es un traje, eso lo haría
verse demasiado sexy, pero la tela almidonada de la camisa
blanca con cuello se ajusta bien a su cuerpo. Las mangas
están arremangadas sobre sus musculosos antebrazos. Un
chaleco marrón está asegurado sobre su cintura con botones
nacarados. La corona está en su cabeza, luciendo incómoda
como siempre.
Quiero quitársela. Desordenar su cabello. Desabrochar
los botones sobre su pecho para que pueda deslizar mis dedos
dentro y sentir el áspero vello en su suave cuerpo.
—Casi lista —anuncia Tabitha, su respuesta es
amortiguada debido a los alfileres que sostiene en su boca—.
La reina Maelyn se ve hermosa.
—No tengo duda al respecto. —La boca de Zander se
levanta en una sonrisa de satisfacción mientras me observa
con ojos desenfocados.
Ojalá pudiera verme ahora. La forma en que mi cabello
está rizado y peinado hacia un lado con un broche de perlas.
El rímel oscuro en mis pestañas. El pintalabios malva.
Nunca me había sentido más hermosa, y cuando Zander
recupere la vista, así es como quiero lucir la primera vez que
me vea.
Pronto, la maldición se romperá.
Podría suceder esta noche. ¿Qué me detiene?
En todos los sentidos, ya soy su esposa. Esperar no tiene
sentido.
A veces olvido que comencé como cautiva de Zander.
Nunca nadie me ha hecho sentir tan especial y apreciada
como él, y durante nuestro breve tiempo juntos, ha pasado de
ser un marido no deseado a ser mi amigo. Mi mejor amigo.
—Listo —exclama Tabitha con orgullo mientras cose el
último punto. Ella me sonríe—. Este es mi mejor trabajo.
Zander se acerca para ayudarme a bajar del pedestal.
Cuando paso el tablero de ajedrez, muevo mi caballo.
Luego me detengo frente al espejo de pie ovalado que
trajo Tabitha.
Realmente me veo increíble. Apenas me reconozco.
Girando ligeramente de un lado a otro, admiro la forma
en que la luz juega con la tela iridiscente y cómo las joyas
captan la luz del sol. Tengo mangas cortas que cubren mis
hombros. La cintura encorsetada está ceñida, por lo que mis
curvas se realzan. Mis senos se empujan hacia arriba de una
manera casi lasciva, donde mi escote se encuentra a la vista.
Sí, Zander y yo tenemos que hacerlo esta noche.
Esta es una oportunidad que es demasiado buena para
desperdiciar.
Parándose detrás de mí, Zander coloca algo alrededor de
mi cuello.
Mi rey negro.
El cordón se ha ido. Se ha cambiado por una cadena de
plata. Los diamantes brillan en las puntas personalizadas que
mantienen la preciosa pieza en su lugar.
Una vez que el collar está asegurado, Zander se
aprovecha de mi peinado para besar el lado de mi cuello
expuesto. Solo una suave caricia de sus labios hace cosas
obscenas en mi cuerpo. Cerrando los ojos, inclino la cabeza,
dándole más acceso. Rogándole que lo tome.
En cambio, siento algo aterciopelado y fresco en mis
mejillas, nariz y frente.
Cuando abro los ojos, veo una máscara nacarada que
cubre la mitad superior de mi rostro. Es del mismo color que
mi vestido, con diamantes a juego en el contorno. Zander
asegura las cintas detrás de mi cabeza, tejiendo hábilmente la
seda a través de mi cabello para que el lazo quede oculto.
—Maelyn, estás absolutamente impresionante —dice Ro
desde su asiento.
—Gracias. —Mis mejillas se calientan bajo la máscara.
—Puede que tengamos que terminar este juego en otro
momento. Estoy segura de que todos están ansiosos por
conocer a nuestra nueva reina.
Hay una nota extraña en su voz. No es tristeza. Es casi...
nostálgico. Me pregunto si estará pensando en su propia
introducción al reino. Estoy segura de que no fue feliz.
Ha estado actuando un poco rara todo el día. Tal vez los
eventos sociales la incomodan. Todavía no se ha cambiado
para esta noche, por lo que es seguro decir que podría estar
temerosa.
—Tres movimientos más —insisto mientras Tabitha y su
asistente se van con sus cestas de suministros de costura—.
Entonces lo llamaremos un empate.
Agradeciendo a Miria por sentarse en mi lugar, tomo su
asiento y estudio el tablero durante unos segundos, luego
muevo mi reina. Para ser honesta, no he prestado mucha
atención al juego, pero Ro también parecía distraída. Incluso
ahora, sus ojos están enfocados en algún lugar fuera de la
ventana, con una mirada en blanco. Como si estuviera
sumida en sus pensamientos.
—¿Ro? ¿Estás planeando un jaque mate épico para mí
ahora mismo?
Ella me mira, algo de la distancia se despeja de su rostro
mientras niega con la cabeza.
—Lo siento. Hay mucho en mi mente.
Ella mueve el peón que estaba planeando tomar.
Entonces lo veo.
Una abertura. Una trampa. Un camino despejado hacia
su rey.
Pasan varios segundos mientras miro todas las
posiciones y posibilidades, quiero asegurarme de que no estoy
viendo algo que no está ahí. Pero, claro como el día, voy a
ganar.
—Mate. ¡Oh, Dios mío, jaque mate! —chillo rebotando un
poco.
Eso parece hacer que Ro vuelva a concentrarse, y
entrecierra los ojos ante el juego.
—¿En serio?
—Sí, mira. —Solo para demostrar mi victoria, deslizo a la
reina por las fichas y pongo a su rey de lado.
Pareciendo sorprendido, Zander se acerca y toca el borde
de madera a lo largo del tablero. Este no es su juego
encantado, por lo que no puede decir dónde están las piezas.
Aún así, parece sorprendido cuando sus dedos tocan las
piezas restantes.
Aplaudiendo, me pongo de pie y hago un baile de
victoria.
Por lo general, soy una ganadora amable. No me regodeo.
Pero acabo de vencer a la gran maestra.
Detengo mi baile y le lanzo a Ro una mirada sospechosa.
—¿Me dejaste ganar?
Parpadea ante el juego como si la hubiera traicionado.
—No. —Me da una sonrisa llena de satisfacción maternal
—. Hiciste esto por tu cuenta. Felicitaciones, Maelyn.
Aunque me alegro de que esté realmente orgullosa de mí,
tanto ella como yo sabemos que esto no debería haber
sucedido.
—¿Te sientes bien? —pregunto, todavía preocupada por
la presencia continua de Carielle aquí. Aunque los guardias
de Zander la han estado espiando, no sería imposible para
ella intentar algo.
—Estoy bien. —La sonrisa de Ro se ilumina—. Será
mejor que me vaya a preparar.
—A mi madre nunca le han gustado las fiestas —me dice
Zander extendiendo una mano para ayudar a su madre a
levantarse y sugiriendo—: Quizás podrías escaparte después
de todas las presentaciones.
Ro toma su mano y asiente.
—Quizás.
—¿Quieres que te esperemos? —ofrece él—. Podemos
entrar todos juntos.
—No, eso no es necesario. —Haciendo una pausa para
alisarle el chaleco, dice—: Mi guapo hijo. Te amo tanto.
—Y te amo. —Extiende la mano para palmear
amorosamente un lado de su cabeza—. Mamá.
El dulce intercambio entre ellos casi me hace llorar. Han
pasado por muchas cosas juntos. Han sobrevivido, y cuando
pienso en estar en su familia, me siento bien.
Se siente como si yo fuera una pieza perdida que estaban
esperando.
—Bien. —Parece que no soy la única que se emociona,
porque Ro se limpia el rabillo del ojo antes de decir—: Tengo
un regalo para ti, Maelyn. —Agachándose, saca una caja de
madera plana de debajo de su silla—. Esto era mío. Ahora es
tuyo.
Cuando abre la tapa, veo una delicada tiara
resplandecer. Es de oro rosa y no tan llamativa como la
corona de Zander. Tiene algunos diamantes y perlas, es
perfecta.
Respiro profundamente mientras Zander la levanta y la
coloca en mi cabeza. Las puntas en la parte posterior se
aseguran en mi cabello, y me giro para ver la imagen
completa en el espejo.
—Encantador —dice Ro—. Ustedes dos tendrán el mejor
momento esta noche. Disfruten el uno del otro.
Nos sonríe a los dos con ojos brillantes. Podría
descartarlo como una madre que se emociona por un evento
monumental, pero cuando deja la habitación en silencio, no
puedo evitar sentir que algo anda mal con ella.
32
Maelyn
De acuerdo, ya veo por qué Ro estaba aprensiva sobre
este evento.
Me quedo boquiabierta mientras nos situamos a pocos
metros de la entrada del salón de baile. Nunca he visto tanta
gente glamurosa reunida en una sala a la vez.
Vestidos de todos los colores. Joyas y elaborados
peinados. Y todos son muy altos.
Máscaras ornamentadas cubren la mitad superior de los
rostros de los invitados, como el mío y el de Zander.
Brillantes. Relucientes. Algunas tienen plumas añadidas para
darle un toque extra.
Todas las cortinas cubren las ventanas, impidiendo que
entre la luz. Es tan oscuro como la noche aquí, y se suma a la
atmósfera mágica.
Por fin se han encendido las velas. Las mechas titilantes
están por todas partes: en las tres lámparas gigantes, en los
apliques de pared y, lo mejor de todo, en las ramas de los
árboles que están pegadas a las paredes en varios lugares,
haciendo que parezca que las ramas crecen hacia dentro. Las
ramas colgantes están rodeadas de velas parpadeantes.
Mi mano se agarra al brazo de Zander cuando el
anunciador grita nuestra llegada.
Todas las miradas se dirigen hacia nosotros y el silencio
se apodera de la sala.
Por suerte, no nos quedamos en la puerta para que todo
el mundo nos mire. Zander avanza con confianza, con un aire
de derecho sobre él. Atravesando el salón de baile, no se
detiene lo suficiente como para mantener una conversación
con alguien.
En lugar de saludar a la gente, saludo sutilmente con la
cabeza y en silencio.
Pronto nos detenemos frente a los tronos y Zander me
indica con un gesto que me siente.
Tragando, miró fijamente la obra maestra dorada. Es tan
grande que me va a tragar. Mis piernas colgarán como las de
un niño.
—Siento que esto es algo que deberíamos haber
practicado —siseó en voz baja, dudando.
—Es sólo una silla, Mae. —El humor gotea del tono de
Zander—. Mírame.
Se dobla sin esfuerzo en el artilugio. No hay rituales ni
movimientos especiales. Es muy sencillo.
Imito su acción, aunque estoy segura de que no lo
consigo con tanta gracia como él. Y tal como pensaba, mis
pies no tocan el suelo. Me desplazo un poco hacia delante y
trato de alborotar mi vestido para que mi pequeño tamaño no
sea tan obvio.
Extendiendo su brazo entre las sillas, Zander desenrolla
sus dedos en una invitación a que tome su mano.
La agarro.
A estas alturas, cualquier contacto físico con él es
bienvenido. Y tortuoso. Mientras me frota la palma de la
mano con el pulgar en suaves círculos, mi cuerpo se
despierta. Los recuerdos de la noche en que usó la pluma
conmigo afloran a la superficie.
Mis pezones se endurecen hasta convertirse en puntos
dolorosos cuando recuerdo cómo la pasó por mis pechos. La
humedad inunda mi interior al pensar en su cara enterrada
entre mis muslos.
Aprieto las piernas.
Un gruñido grave sale del trono que está a mi lado.
Está sintiendo lo mismo que yo.
Bien.
Tal vez debería seguir pensando en esa noche. Tal vez si
me excito lo suficiente, no podrá resistirse a una repetición.
Desafortunadamente, la gente empieza a alinearse frente
a nosotros. Siguen las reverencias, las cortesías y las
presentaciones. Como los rostros de todos están oscurecidos,
es poco probable que recuerde quién es cada uno más tarde,
pero hago lo que creo que haría una reina: agradecerles que
hayan venido y pronunciar palabras de acuerdo cuando
alaban la comida, aunque yo no haya probado nada.
La parte de los saludos parece durar una eternidad. Para
cuando la cola se reduce, me retuerzo por la necesidad de
orinar.
Una mujer de cabello rubio y ojos lavanda que brillan
tras su máscara plateada se detiene ante nosotros.
—Sus majestades.
Zander se levanta al oír su voz.
—Maelyn, esta es mi tía. Zephina, te presento a mi
esposa, la reina Maelyn del Reino del Día.
Un miembro de la familia de Zander. Supongo que eso la
hace mía también.
—Es un placer conocerte, Zephina.
—Por favor, llámame Phinney, y el placer es todo mío.
Has estado sentada durante mucho tiempo. ¿Te gustaría dar
un paseo conmigo?
Asiento antes de que termine la oferta. Tengo el culo
entumecido, la vejiga llena y quiero comer algo.
Miro a Zander y él inclina la barbilla con permiso.
—No mantengas a mi compañera alejada por mucho
tiempo.
En cuanto me pongo en pie, Zephina engancha su brazo
con el mío y comienza a moverse entre la multitud. La gente
se separa de nosotras y se aparta de nuestro camino con
palabras de respeto murmuradas. No creo que todo sea por
mí. Zephina es muy querida en este reino.
—No sabes lo feliz que me hace tenerte aquí —exclama
mientras nos agachamos bajo una rama—. Rowan mencionó
tu interés por aclimatar a los humanos a nuestro mundo.
No la corrijo sobre el nombre preferido de Ro, pero sí lo
enfatizo cuando digo:
—Ro es genial. Sí, me encantaría ayudar. He estado
pensando en ello, y quizá un par de días a la semana podrían
venir aquí a hablar conmigo sobre cómo les va. Sólo para
quitarse algunos traumas de encima o charlar sobre su
futuro.
—Podrías convertirlo en un almuerzo —dice Zephina con
alegría, y luego su sonrisa flaquea—. Aunque tal vez eso lo
convertiría en algo estirado y formal.
—Una reunión tranquila, relajada y privada podría estar
bien al principio —proporciono pensativa—, pero podríamos
llegar a los almuerzos.
Suspira.
—Voy a ser directa, tengo problemas con las chicas
nuevas. Siempre lo hago. Prometimos a estas chicas una vida
mejor, y me mata cuando siento que son tan miserables aquí
como lo eran en el reino de la Tierra.
—Hablando desde la experiencia, ser arrancada de la
vida que conoces y traída aquí es abrumador, aterrador y
confuso. ¿Cuál es el mayor reto al que te enfrentas en la
primera semana con ellas?
—¿Por dónde empiezo? —fuerza una carcajada—. A veces
no se llevan bien entre sí, y tenemos que cambiar de
compañeras de habitación hasta encontrar parejas
adecuadas. No tenemos espacio para que todas tengan su
propio espacio.
—Entonces tenemos que hacer más espacio —afirmo con
firmeza—. Hablaré con Zander para ampliarlo.
—Fantástico. Además, las chicas se resisten a las reglas
del dormitorio. Puede que acepten mejor sus restricciones
viniendo de ti. Por mucho que intente desanimar a los
invitados masculinos a pasar la noche o a salir a escondidas,
se las arreglan para hacerlo, y estoy bastante segura de que
piensan que soy la mayor mojigata que han conocido.
Sonrío con ironía.
—Me han acusado muchas veces de ser una mojigata,
así que no estoy segura de ser mucho mejor que tú en ese
aspecto. Pero podría hablarles de la vez que me patearon el
trasero con un montón de árboles azotadores y casi muero en
una trampa de arena.
Zephina parpadea, y tengo la sensación de que va a
preguntar por la historia completa en otro momento.
—Eso podría ser efectivo para la salida a escondidas. Los
hombres, sin embargo... —Suspira—. Aquí no existe el control
de la natalidad. Aunque sería raro que una de ellas se
quedara embarazada de un hombre que no es su pareja
predestinada, es posible.
—¿Tienes hijos?
Un destello de dolor aparece en sus ojos, pero
desaparece rápidamente.
—No los tengo. Ese momento ya ha pasado para mí.
—Lo siento.
—No lo sientas. En muchos sentidos, las chicas que
vienen aquí son como mis hijos.
—¿Estás casada?
—Lo estuve una vez, pero un siglo después de que mi
marido y yo nos casáramos, él conoció a su pareja
predestinada. Quedarse conmigo no era una opción, así que
tomamos caminos separados.
—Ouch.
Sorprendiéndome, se ríe y se encoge de hombros.
—Ella era su pareja, y él y yo nunca fuimos una pareja
de amor. Fue un matrimonio arreglado por mi padre y lo
acepté porque esperaba tener hijos mientras estaba en edad
de concebir.
Me doy cuenta de que hemos dado la vuelta a la sala, lo
que nos sitúa cerca de los tronos. Me inclino para mirar
alrededor de un grupo de personas y miro a mi apuesto
marido. Varios rezagados aún se mantienen frente a él, y
parecen muy contentos de que les llegue su hora.
Zephina se gira hacia mí y toma mis manos entre las
suyas.
—Ha sido un placer conocerte. No te entretengo más.
Quedemos la semana que viene para discutir los planes a
seguir.
—Me parece bien.
—¿Quieres que te acompañe de regreso al Rey Zander?
—En realidad, ¿hay algún baño por aquí?
Asintiendo, Zephina señala una alcoba oscura detrás de
mí. —Justo por ahí. La puerta está a la derecha.
—Gracias.
Después de darme un apretón amistoso en el brazo, me
suelta y se aleja. Me doy la vuelta, con el único objetivo de
llegar al baño para poder regresar con Zander.
De camino, agarro un aperitivo de una bandeja dorada.
En cuanto me lo meto en la boca, desearía haber tomado
más. Es como una mini patata horneada dos veces.
En el momento en que me deslizo entre un grupo de
personas que se ríen, choco con fuerza contra el pecho de
alguien. Unas manos firmes me sujetan por los hombros y
miro unos ojos turquesa que me resultan familiares detrás de
una máscara negra.
—Pippin, hola. Siento haberme chocado contigo así. Soy
una mujer con una misión —Soltando una risa incómoda,
hago un gesto hacia el baño—. Cuando la naturaleza llama,
¿verdad?
Mirando a su alrededor, me doy cuenta de que la alcoba
es más bien un pasillo. Veo algunas parejas. Sombras en la
oscuridad, apoyadas en la pared. Cuerpos que se empujan
entre sí mientras los labios se conectan y los miembros se
enredan.
Se están besando, y probablemente más, allí mismo,
para que cualquiera pueda verlos.
Mis ojos se dirigen de nuevo a Pippin, y creo que veo una
mancha de carmín en su cuello blanco.
—¿Están cubiertos esta noche?
Zander me ha dicho que los guerreros no están invitados
a la fiesta de disfraces, pero tal vez quiere que algunos de sus
hombres estén dentro. La seguridad ha sido aumentada. No
hay ninguna razón en particular, salvo el hecho de que la
introducción de un nuevo liderazgo puede provocar el
descontento de algunos ciudadanos. Me aseguró que no hay
razón para creer que alguien se moleste por mi nuevo papel
como reina. En todo caso, la gente me ve como un símbolo de
esperanza y estabilidad, porque puedo romper la maldición de
Zander.
Un rey feliz es igual a un reino próspero.
—Reina Maelyn. —La forma sedosa en que Pippin dice mi
nombre me produce un escalofrío de inquietud, y la sensación
sólo aumenta cuando me frota los brazos—. Qué bueno verte.
Estoy a punto de preguntarle si ha bebido demasiado
vino cuando me hace una reverencia de despedida y se aleja
suavemente.
Qué raro.
Siguiendo adelante, atravieso una puerta blanca
ornamentada con adornos dorados y veo una serie de puestos
a lo largo de la pared del fondo. Son grandes y completamente
cerradas. Habitaciones privadas, como armarios. Qué
extravagante.
A mi izquierda y a mi derecha, hay lavabos con espejos
con marco de perlas. Paso junto a una mujer que se arregla el
pelo cuando reconozco el reflejo.
—Carielle.
Hijo de un macho cabrio. No quise decir su nombre en
voz alta. Preferiría haber fingido que no la veía y haberla
ignorado por completo.
Sus ojos se encuentran con los míos en el espejo. Tiene
el lápiz labial untado en la mejilla, el mismo tono rosa intenso
que vi en la camisa de Pippin, y la máscara está torcida,
colgando de un pasador en el cabello.
¿Ella y Pippin...?
Demasiado para su voto de celibato. Zander se va a
enfadar.
—¿Qué? —Carielle ladra—. ¿Has venido aquí sólo para
mirar mi belleza?
—Este es el cuarto de baño —le digo, pasando de largo—.
¿Qué crees que estoy haciendo?
No contesta, y me encierro en mi cabina. Un par de
segundos después, oigo la puerta principal abrirse y cerrarse.
Suelto un suspiro. No es que espere que nadie se incline ante
mí, todavía me estoy acostumbrando, pero la hostilidad de
Carielle es totalmente injustificada.
Oh, bueno. Mañana se irá y no tendré que preocuparme
más por ella.
33
Zander
Kirian y Quinn están aquí. El portavoz acaba de
anunciar la llegada del rey y la reina del Reino de la Noche, y
siento un olor a otoño y madreselva cuando se acercan.
La realeza no espera a nadie, y hay un silencio entre la
multitud cuando se ponen al frente de la fila.
Los ciudadanos del Reino del Día aún se están
aclimatando a la relación amistosa que mantengo con los
otros reyes. Son escépticos y se preguntan cuánto durarán las
alianzas.
No puedo culparlos. Hasta hace unos años, nunca
habían conocido la verdadera paz en Valora, pero la verdadera
paz la tendrán. Yo puedo darles eso, si sólo me dan una
oportunidad a cambio.
Al igual que mi madre, nunca he disfrutado de estos
eventos. Los bailes y las fiestas rara vez ocurrían bajo el
gobierno de mi padre, pero cuando lo hacían, se esperaba que
yo fuera el hijo perfecto y cumplidor. Que hiciera una
aparición rápida. Satisfacer la curiosidad de todos, demostrar
que estaba vivo y bien, y luego irme antes de que alguien
pudiera notar que había algo malo en mí.
Me pongo de pie para estrechar la mano de Kirian.
—Me alegro de que estés aquí.
—Nosotros también —responde.
—Damon y Whitley también querían estar aquí —
comenta Quinn—, pero ella se puso de parto esta mañana.
—Eso es genial. Me aseguraré de enviar un duendecillo
con un regalo para el nuevo bebé. —Impaciente por saltarme
las sutilezas e ir al grano, le digo a Quinn—: Te necesitamos.
—¿Me necesitan?
Asiento con la cabeza.
—Sospecho de un miembro de mi personal por traición, y
también hay nuevos prisioneros a los que interrogar. ¿Cuánto
tiempo van a quedarse?
—Teníamos previsto salir por la mañana, pero podemos
aplazarlo hasta mañana por la noche —ofrece Kirian.
—Quédate hasta pasado mañana y te llevaré a casa por
el portal.
Es un buen trato. Aunque viajen volando, mi forma les
permitirá regresar más o menos a la misma hora, y sus alas
no se agotarán.
—Muy bien.
—¿Dónde está Maelyn? —me pregunta Quinn, sonando
ansiosa por robar a mi esposa para una visita social.
Buena pregunta.
—Iré a buscarla. —Agradecido por una excusa para
desocupar mi lugar, hago caso omiso de las quejas de los
nobles en la fila detrás de Kirian. Probablemente quieran
hablar de la expansión de la tierra o de una disputa con un
vecino.
Pueden esperar.
Tras diez minutos lejos de Maelyn, estoy ansioso y me
pica el estómago.
Pensé que tenerla a mi lado haría más tolerable la
mascarada, pero con tanta gente pululando y dividiendo su
atención, mi necesidad de reclamarla no ha hecho más que
aumentar.
Necesito tenerla a solas.
Ahora.
Me enderezo el chaleco y sigo el zumbido en mis venas.
Las vibraciones palpitan bajo mi piel mientras devoro el
espacio que hay entre mi mujer y yo. Su deseo es tan
embriagador que me pone nervioso.
Durante los últimos días, la he privado de ella mientras
me negaba a mí mismo. Ella quiere mi cuerpo, y los soles
saben que yo quiero el suyo, pero he evitado la satisfacción
sexual. Todo porque tengo miedo de cambiar después de que
hayamos alcanzado la liberación.
En el pasillo de los baños, los gemidos, el chasquido de
los labios y el crujido de la ropa hacen cosquillas en mis oídos
cuando los amantes tienen tratos en las sombras. Las parejas
que giran están tan absortas en el otro, que no se fijan en mí
cuando llego a la puerta del baño.
Oigo el fregadero abierto y el ruido del grifo se hace más
fuerte cuando me deslizo dentro. Inmediatamente, me
abalanzo, atrapando a Maelyn por detrás.
Una pizca de miedo la atraviesa hasta que ve mi reflejo
en el espejo.
—Zander. —Su cuerpo se ablanda contra el mío—. ¿Qué
pasa?
—Te estabas demorando demasiado.
—¿Es hora de bailar?
Técnicamente, sí.
El cuarteto de cuerda se ha instalado en el interior, cerca
de la mesa del bufé, uniéndose al arpista que ha estado
tocando música serena para las presentaciones. Oigo las
primeras notas de una alegre melodía que prepara el
ambiente para un vals. Nadie bailará hasta que Maelyn y yo lo
hagamos, pero tendrán que esperar.
Ahora mismo, quiero a mi pareja para mí.
—Es hora de que vayamos a un lugar privado.
***

El calor y el sol nos calientan de inmediato mientras nos


lanzamos por la salida de la cocina y corremos por los
adoquines. La risa de Maelyn flota detrás de mí. Con su mano
atrapada en la mía, se esfuerza por seguir mi rápido ritmo.
Giro, la levanto en brazos y sigo acelerando hacia el
jardín mientras la llevo en brazos.
Al pasar por delante de algunos guardias, ordeno:
—Necesito a alguien apostado en la entrada y la salida
del laberinto. Que nadie entre.
—¿Estás loco? —Maelyn se ríe—. Acabamos de dejar
nuestra propia fiesta.
—¿Y?
—¿Qué estamos haciendo?
No llegar a nuestro destino lo suficientemente rápido, eso
es.
Si no llevara este traje tan confuso, dejaría salir mis alas
ahora mismo y nos llevaría volando hasta el centro del
laberinto.
Eso es algo que Maelyn y yo aún no hemos hecho: volar
juntos. Ella no me lo ha pedido; tal vez no esté preparada
para ello. Y yo no me he ofrecido, porque mis alas se están
curando del fuego. No he puesto a prueba mi capacidad de
volar, pero esta mañana hice que Marek me echara un vistazo
a las alas. Las plumas grises están creciendo en las partes
quemadas.
—Estamos jugando a un juego —le respondo,
atravesando a toda prisa los setos.
El aire se vuelve más fresco cuando Maelyn y yo
pasamos bajo la sombra de los altos muros floridos. No
hemos dado ni diez pasos en el laberinto cuando la dejo en el
suelo. Como el movimiento es tan repentino, se balancea,
desorientada. Extiendo mis manos sobre su espalda para
estabilizarla.
Aunque no tiene alas, el diseño del vestido se adapta a
ellas, y le deja la columna vertebral al descubierto.
Recorro con mis dedos sus delicados huesos mientras le
doy un beso bajo la oreja.
—Escondite. Tienes sesenta segundos.
—¿Qué pasa cuando me encuentras? —Sin aliento,
arrastra las yemas de sus dedos por mi pecho, jugueteando
con los botones de mi camisa. Llevándome al borde de la
locura.
—Yo gano.
Mi polla está dura y palpitante. Mi corazón retumba. El
deseo y la lujuria hacen que la atadura se sienta pesada.
Embriagadora. Como una cuerda saturada tensada.
Y hay algo más profundo entre nosotros.
El amor.
No sé si Maelyn siente lo mismo, pero yo la amo. No la
idea de ella.
A ella.
Sus tontas palabrotas y su capacidad para convertir una
simple frase en un minuto de divagación. La manera elegante
en que acepta la derrota cada vez que le gano al ajedrez, y su
determinación de intentarlo una y otra vez. Su disposición a
aceptarme como soy: gruñón, ciego, misterioso.
Girando su cuerpo para que esté de frente, dejo que mis
labios rocen su nuca.
—Corre, esposa. Cuando te atrape, será mejor que estés
preparada para mí.
Su respiración se entrecorta y vacila.
—Uno —cuento—. Dos...
Ella se va. La grava se levanta mientras ella corre sin
rumbo hacia el laberinto.
Los segundos pasan mientras escucho el resbalar de los
guijarros bajo cada pisada. Con el pulso acelerado, rastreo su
paradero con mis oídos. Toma la primera curva a la derecha.
Después de llegar a un callejón sin salida, da marcha atrás y
gira a la izquierda, luego a la derecha.
Por lo que parece, va a terminar cerca del mirador.
Perfecto.
Cincuenta y ocho, cincuenta y nueve, sesenta.
La caza está en marcha.
Me tomo mi tiempo y me paseo tranquilamente por los
zigzags, inhalando el aroma de Maelyn a medida que avanzo.
Todo está tranquilo ahora. Debe de estar refugiada en algún
lugar, y me muero de ganas de descubrirla.
A medida que me acerco, su corazón late con fuerza. Un
golpeteo rápido y fuerte.
Me encanta esto.
Cada vez que jugamos en el laberinto, mi cuerpo está
frenético por la anticipación. Disfruto persiguiéndola. Hay
algo primitivo en ello, y habla a mi bestia interior.
Me arrastro silenciosamente a lo largo del muro del seto
y me detengo a unos metros de una de las aberturas del
patio. Maelyn está en el lado opuesto al mío. Las hojas y las
ramas nos separan, y su respiración es fuerte.
Es hora de recoger mi premio.
Rodeando el muro, rodeo a Maelyn con mis brazos.
Ella grita y luego se ríe.
—Eso ha sido rápido.
—Estaba motivad —le digo—. ¿Cuál es mi recompensa?
Se pone repentinamente seria, se gira y me rodea el
cuello con los dedos.
—Yo. Tú me tienes a mí.
Me inclino para capturar sus labios, pero ella me empuja
juguetonamente antes de que pueda hacer contacto.
Riendo, corre hacia una de las fuentes.
—Atrápame.
—Ya lo hago. —Me lanzo hacia delante e intento agarrar
su vestido, pero la seda se me escapa de las manos.
Ella baila alrededor de la estructura circular de mármol,
rápida en sus pies mientras salta lejos de mí una y otra vez.
Estoy a punto de decir que al infierno con mi ropa y saltar a
través del agua y sólo cortar directamente a ella, cuando
patina hasta detenerse.
Su corazón da un extraño vuelco mientras se queda
completamente inmóvil. Puedo sentir sus ojos en mí mientras
una sensación de asombro y felicidad se infiltra en mis
huesos.
—¿Qué? —pregunto, acercándome a ella—. ¿Qué está
pasando por tu cabeza?
—Te estabas riendo. —Su respuesta es sobria, pero la
alegría irrumpe en sus emociones.
—¿Me reía?
—Sí. A lo grande. —Está un poco ahogara por la emoción
—. De la de verdad.
—¿Y esto te hace llorar?
Después de quitarme la máscara, levanto la suya antes
de dejar caer ambas al suelo. Le toco la cara. Sus mejillas
están secas, pero hay un poco de humedad bajo sus
pestañas.
—Me hace feliz, Zander.
—Mae —susurro, dejando caer mi frente sobre la suya.
Tengo el pecho lleno y vuelvo a sentir esa oleada de
amor. No estoy seguro de si viene de mí, de ella o de ambos,
pero se siente bien.
Con mi mujer, por fin sé lo que es sentirse poderoso.
Invencible. Deseado.
Yo era un rey inútil sin ella. Ahora, soy imparable.
Maelyn jadea cuando mira por encima de mi hombro
hacia el mirador y se da cuenta de mi sorpresa. Mis labios
esbozan una sonrisa de complicidad.
—¿Lo has planeado tú? —pregunta al ver las luces
centelleantes que cuelgan del techo y la manta mullida que
uno de los miembros del personal ha colocado bajo ellas. Hay
una cesta de picnic llena de aperitivos de la mascarada.
Maelyn me toma de la mano y me arrastra.
—Oh, esta noche sí que vas a comer.
Vuelvo a reír, y me gusta el sonido extraño.
—No he hecho esto sólo para meterme bajo tu falda.
Quería pasar un rato a solas contigo. ¿Tienes hambre?
—La comida puede esperar.
De acuerdo.
De repente, los días de contención nos han alcanzado.
Nuestra paciencia se ha agotado.
Cuando subimos los escalones, Maelyn prácticamente
trepa por mi cuerpo para besarme. Sus brazos me rodean el
cuello y una de sus piernas se engancha a mi trasero.
Gruñendo contra su boca, acaricio su flexible trasero a
través de las capas de su vestido.
Mientras mis labios chocan con los suyos, nuestras
lenguas se funden, sus dedos van a mi cinturón y me pongo a
trabajar en su corsé.
Sólo que no me había dado cuenta de que los cordones
podían ser tan complicados. Además de los cordones que se
entrecruzan en su espalda, hay botones y lazos. Podría
romperlo, pero me niego a arruinar el vestido. Tabitha ha
trabajado mucho en él y aún tenemos que volver a la fiesta.
Frustrado, me río entre dientes.
—Por lo visto, debería haber pasado parte de mi tiempo
en la biblioteca estudiando la ropa de mujer, porque no puedo
quitarte esto.
Maelyn resopla.
He conseguido aflojar el corpiño lo suficiente como para
apartar la tela de sus pechos y meto los dedos dentro. Ella
gime cuando encuentro sus pezones como piedrecitas.
—Parece que tendremos que improvisar en torno al
vestido —digo con rudeza, sustituyendo los dedos por los
pulgares mientras dibujo círculos en sus pechos.
Las sensaciones que me llegan son nada menos que
divinas.
Gimoteo.
—Todavía no he podido tocarte —se queja Maelyn, con el
labio levantado en un mohín.
Aprovecho para chupar la carne y morderla.
—Entonces tócame.
Atrevida, Maelyn mete la mano en mis pantalones y
aprieta mi erección. Todo mi cuerpo se estremece por lo bien
que se siente al tener sus suaves dedos alrededor de mí.
Saca mi polla de los calzoncillos y sus movimientos son
tentativos y torpes mientras explora mi longitud. Se da cuenta
de que no puede rodear toda mi circunferencia con sus dedos.
Descubre la piel ultrasensible que rodea la cabeza.
Cuando su pulgar me roza la raja y me unta el pre-
semen, siseo.
Incluso con sus inexpertos cuidados, podría correrme
ahora mismo.
Ya sé que la sensación de grifo se apoderará de mí
cuando eso ocurra, pero tengo un plan para eso: una de las
razones por las que he traído a Maelyn aquí es para poder
cambiarme con seguridad después sin que se dé cuenta.
Aunque el juego del escondite es divertido, es un señuelo.
Una oportunidad para alejarme y calmarme mientras ella me
busca.
—Zander. —Maelyn besa mi mandíbula mientras bombea
mi polla—. Quiero hacerte sentir bien.
Casi me río, porque su tono da a entender que está
fallando, lo que sin duda no es así.
—¿Qué crees que estás haciendo ahora?
Su mano se detiene y su confesión es un susurro.
—Quiero hacer algo que sea para los dos.
Sexo.
Por los soles, lo deseo tanto que me duele el pecho. Pero
nuestra primera vez no será un acoplamiento apresurado. Un
polvo rápido, a medio vestir, en medio de un evento en el que
tenemos que ir a mezclarnos entre otros después. No voy a
compartir nuestra felicidad post-coital con un montón de
extraños. Además, una vez que hayamos completado el
vínculo de pareja, mi poder se disparará cuando mi alma se
eleve, y puede que no sea capaz de volver a cambiar durante
un tiempo.
—Si tuviéramos más tiempo, te haría el amor aquí.
Agarrando su vestido en mis manos, levanto el material para
poder llegar a su coño.
Sólo que hay más gasa en el camino. ¿Cuántas capas
llamativas tiene este vestido?
—Quiero eso. Te quiero a ti. —Maelyn empieza a jadear
cuando finalmente abro sus bragas, descubriendo que está
empapada.
—Mae, cuando haga mío tu cuerpo, estaremos en
nuestra habitación. Toda la noche. Solos tú y yo.
Mi dedo encuentra su clítoris, y mientras lo rodeo, ella
frota mi polla. El doble placer es casi demasiado, pero sigo
con ello.
De repente, Maelyn se arrodilla frente a mí, apartando su
coño de mí. Dejando mis dedos, mojados con sus jugos,
desprovistos.
Pero no tengo tiempo de desilusionarme, porque su boca
está a la altura de mi polla.
Se balancea fuertemente en el aire, y puedo sentir su
cálido aliento acariciando mi punta.
Cuando me lame la cabeza, grito. El gemido se convierte
en un grito cuando me mete en su boca. Al mover su lengua,
casi me hace caer de rodillas.
—Mae. —Mis dedos se enredan en su pelo.
—¿Sí? —pregunta tímidamente, antes de rodear mi pene
con la mano y volver a chuparme.
Inicia un ritmo con su cabeza, encajándome en su boca
una y otra vez, hasta que golpeo su garganta cerrada.
—Joder. Joder, Mae.
Me suelta con un pop.
—¿Es bueno? No lo sé, no estoy segura de lo que les
gusta a los hombres, y...
—No hables de otros hombres —digo con dureza—. Soy
el único para ti. ¿Entiendes?
—Sí.
—Sí, ¿qué?
—Sí, esposo.
—Buena chica. Eres muy buena, Mae. —Tirando de su
cara hacia mi erección, necesitando sentir el sedoso calor de
su lengua, le susurro—: Sigue haciendo lo que estabas
haciendo. —Sujetando su cabeza con ambas manos, marco el
ritmo, guiándola mientras toma mi polla—. Eso es. Chúpame.
Chupa a tu esposo.
Ella gime, y yo empujo más adentro, queriendo ver lo
profundo que puede tomarme. Cuando su garganta se abre,
su reflejo nauseabundo se activa, pero la forma en que se
contrae alrededor de mi eje sólo lo hace mejor para mí.
No voy a durar mucho más. Mis pelotas ya están tensas
y hormiguean por la necesidad de liberarse.
Me alejo, con la respiración agitada.
—No puedo dejar que me acabes así. No quiero dejarte
insatisfecha.
—Puedes hacerlo conmigo después.
Si fuera un hombre normal, su sugerencia estaría
completamente bien. Tomar turnos tiene sentido. Pero no se
da cuenta de que no estaré en condiciones de devolver el favor
después de que me corra.
Alargo la mano para quitarle la tiara, me quito también
la corona y dejo que ambas caigan sobre la manta.
Luego me agacho y me tumbo.
—Tengo una idea mejor. Ven a sentarte en mi cara.
34
Maelyn
Sesenta y nueve. Eso es lo que quiere hacer Zander.
Dudando, trato de resolver la mecánica en mi mente.
Estoy a favor, pero este estúpido vestido ha demostrado
ser todo un bloqueo para la polla hasta ahora.
—No podrás respirar bajo todo esto. —Sacudo el material
alrededor de mis piernas.
Despreocupado, Zander engancha un brazo alrededor de
mi cintura y me coloca en la posición que quiere. Mis piernas
están a ambos lados de su cabeza y estoy de frente a la
enorme erección que tiene contra su estómago.
—Soy un fae. No puedo morir por falta de oxígeno. —
Mientras habla, el aire de su boca acaricia mi coño.
Sin más discusión, Zander se pone a trabajar. Me aparta
las bragas y me lame el clítoris.
De acuerdo. Así que vamos a hacer esto.
Bajando mi parte superior, presiono mis labios contra la
punta de Zander. Una gota de semen se ha acumulado en su
raja y mi lengua sale para probarla. Esperaba que fuera
asqueroso, pero no lo es. De hecho, quiero más. Lamo la
zona, asegurándome de no perder nada.
Zander gime debajo de mí, y su mano me agarra el muslo
con la suficiente fuerza como para dejarme moratones
mientras me chupa el clítoris. Con fuerza.
Todo mi cuerpo se estremece con los espasmos de mis
músculos internos, y cada vez es más difícil evitar que mis
caderas se muevan.
Zander me da una ligera palmada en el trasero,
animándome a moverme. Cuando empiezo a mover las
caderas, me recompensa con un dedo. Me masajea la
abertura antes de introducirlo.
Sorprendentemente cerca del orgasmo, me concentro en
su monstruosa polla. No puedo olvidar que se supone que
debo corresponder. El pobre está dando todo lo que tiene, y yo
estoy aquí, jadeando sobre él.
Al acariciar su saco, noto que su olor es más fuerte aquí
abajo. Más almizclado. Más sexy.
Acaricio sus testículos con una mano y con la otra
empuño la base de la polla. Cierro los labios en torno a la
cabeza y desciendo un par de centímetros. Mi mandíbula se
estira incómodamente, pero quiero que esto sea bueno para
él.
Es hora de que deje de tantear el terreno y vaya por todo.
La meto todo lo que puedo, chupando a medida que
avanzo. Ni siquiera he llegado a la mitad de su longitud, pero
lo compenso utilizando también mi mano. Siguiendo la
velocidad de su dedo, que entra y sale de mí, subo y bajo la
polla.
Debo estar haciendo algo bien. Las reacciones de Zander
son calientes. Cada vez que tensa sus muslos, todos los
gruñidos y quejidos, el empuje involuntario de sus caderas...
por primera vez, tengo la ventaja en nuestra relación. Soy la
poderosa.
Aunque también estoy a su merced.
Hay algo obscenamente erótico en tener sus dedos
llenando mi coño mientras mi boca está llena de su polla.
Me gusta.
Me gusta sentir que está en todas partes a la vez.
Endureciendo su lengua, Zander la pasa por mi clítoris
con rápidos golpes.
Oh.
Justo ahí.
Más rápido...
Sabe exactamente lo que necesito y me lo da. Añadiendo
otro dedo, acelera.
Follando y chupando. Se adueña de mí. Me ama.
Cada parte de mi cuerpo se tensa a medida que mi
orgasmo aumenta. Es casi como si el tiempo entrara en
cámara lenta cuando siento que se acerca.
No puedo respirar. Soy consciente del ardor en mis
pulmones, pero estoy congelada. Mis piernas se cierran
alrededor de la cabeza de Zander. Mis ojos se cierran de
golpe. Los dedos de mis pies se curvan dentro de mis zapatos.
Zander sigue bombeando su polla en mi boca, utilizando
mi cabeza y mi mano para su propio placer.
Entonces ocurre.
Una luz blanca estalla detrás de mis párpados mientras
mi coño se aprieta y mi clítoris se sacude dentro de su boca.
Inspirando aire por la nariz, por fin consigo el oxígeno
que necesito. Mi exhalación es una serie de gemidos y gritos
ahogados, silenciados alrededor de su longitud.
Lo hago trabajar más rápido, queriendo que llegue
conmigo, pero no pasa ni un segundo antes de que él también
se corra.
Su pelvis se sacude, empujando su polla más
profundamente. Chorros calientes y salados cubren mi
garganta y mi lengua. Intento tragarlo todo, pero es
demasiado. Se corre y se corre.
Y no es silencioso.
Sus gemidos roncos y desinhibidos contra mi carne
húmeda son los sonidos más sensuales que he oído nunca.
Mi mundo cambia de repente cuando Zander nos hace
rodar. En un instante, estoy de espaldas, parpadeando
mientras se arrastra sobre mi cuerpo. Se cierne sobre mí y me
dedica una sonrisa tensa antes de darme un rápido beso en
los labios.
—Te toca a ti —me dice—. Cuenta hasta sesenta.
Y luego se va corriendo.
Confundida, me siento, con el cabello totalmente revuelto
y el vestido suelto alrededor de los pechos. Apretando la tela
contra mi pecho, intento calmar mi corazón acelerado
mientras se evapora el trance de placer en el que me metió
Zander.
¿Quiere seguir jugando a nuestro juego?
¿Ahora?
Mirando a mi alrededor, hago balance de la manta y mi
falda arrugada. Los zapatos se me han caído en algún
momento.
Soy un absoluto desastre. Aunque Zander y yo seamos
los únicos en el laberinto, no puedo ir corriendo así.
De pie, con las piernas tambaleantes, vuelvo a meter los
pies en los zapatos. Me resulta imposible apretar el corsé,
pero lo intento. Llevo la mano a la espalda y tiro de los
cordones hasta que el ajuste es lo suficientemente decente
como para que mis pechos no queden a la vista.
Por el momento, es suficiente. Quizá Zander pueda
ayudarme a arreglarme, pero primero tengo que encontrarlo.
No he contado, pero supongo que ha pasado al menos un
minuto.
Alisándome la falda, empiezo a bajar los escalones, sin
tener ni idea de por dónde ir. Hay cuatro cortes distintos en
los setos. Cuatro caminos diferentes que tomar y estaba
demasiado distraída como para prestar atención a cuál de
ellos tomaba Zander.
Dándome un golpecito en mi barbilla, considero la que
he atravesado para llegar hasta aquí. Podría ir por ahí. Es el
que más conozco.
Estoy caminando por la pasarela empedrada cuando oigo
crujidos al otro lado del mirador.
Me doy la vuelta. Algunas hojas se agitan en los setos.
—¿Zander? —Saltando en esa dirección, pregunto—:
¿Intentas facilitarme las cosas? Te lo agradezco, pero podría
haberte encontrado por mi cuenta. Tal vez. Bueno,
probablemente no. Sin embargo, hemos estado fuera mucho
tiempo. Deberíamos volver a la fiesta.
No dice nada, y sonrío al imaginarme doblando la
esquina y abordándolo. Me debe un abrazo. Dos, en realidad.
Al fin y al cabo, es la segunda vez que se escapa y me deja
sola mientras soy un indefenso montón de moco satisfecho.
Justo cuando estoy a punto de salir del patio, un brazo
sale disparado de uno de los setos y se engancha a mi cuello
por detrás.
Por un segundo, creo que Zander está jugando conmigo,
pero me asaltan olores que no le pertenecen. Azufre y
suciedad.
Me sacuden hacia atrás.
Definitivamente no es Zander. Él nunca me trataría con
tanta brusquedad.
Un vapor frío me cubre la piel mientras el aroma de la
lluvia invade mi nariz, y una sensación familiar me invade
mientras soy llevada de un lugar a otro.
Un portal.
Alguien me ha arrastrado a través de un portal, pero mi
confusión aumenta cuando me doy cuenta de que hemos
saltado al otro lado del mirador. Todavía estamos en el jardín,
y eso significa que Zander está cerca.
Arañando el brazo sobre mi garganta, pataleo y me agito
mientras me arrastran unos metros. Uno de mis zapatos se
cae del pie en la refriega y trato de gritar desesperadamente.
Sin embargo, mis vías respiratorias están completamente
cortadas y mi boca abierta no produce más que silencio.
Antes de darme cuenta, mi atacante y yo nos
precipitamos a través de otro portal, que me lleva a un lugar
que nunca he visto antes.
35
Zander
Conseguí despojarme del collar y de la ropa antes del
cambio. Apenas.
Recorriendo el laberinto con mal humor, las flores, las
hojas y las ramas de los setos me rozan los costados. No he
tenido en cuenta que soy casi demasiado ancho para caber en
las pasarelas.
Cálmate.
Cuanto antes me desplace hacia atrás, antes podré estar
con Maelyn.
Mi maravillosa, hermosa, juguetona, cuidadosa y
talentosa esposa.
Le debo la verdad. No había planeado decírselo esta
noche, pero no puedo soportar esta culpa. En cuanto vuelva
con ella, la sentaré y le revelaré mi secreto.
Su confusión flota a través de nuestra atadura mientras
se pregunta a dónde he ido, y oigo el tono burlón de su voz.
En cualquier momento vendrá a buscarme.
Respirando profundamente, me quedo quieto y empujo
mentalmente el cambio. Mi cuerpo protesta, no quiere volver a
experimentar el dolor tan pronto. Nunca he cambiado dos
veces en el mismo minuto, pero puedo hacerlo por Maelyn.
Justo cuando mi pecho empieza a temblar, el pánico y el
miedo se disparan a través de nuestra atadura, y el sonido
distintivo de la grava pulverizada llega a mis oídos.
¿Se ha caído?
Inmediatamente, me despego del suelo con mis patas de
león, dando un salto para que mis alas parcheadas se
adelanten a las paredes del seto. El daño del fuego es peor de
lo que pensaba. Como me faltan las plumas, tengo que aletear
dos veces para que mi pesado cuerpo se eleve lo suficiente
como para poder observar el laberinto.
Me elevo sobre él, buscando rápidamente a mi
compañera.
Maelyn no está en ninguna parte.
No puede ser. Es imposible que haya encontrado la
salida tan rápido. Tal vez esté en la glorieta.
Me lanzo hacia ella, preparándome para su sorprendida
reacción cuando aterrice tan cerca de ella en forma de grifo.
Pero no está ahí. La manta está arrugada en el lugar donde
nos acostamos antes. Nuestras coronas siguen estando una al
lado de la otra. Pero Maelyn está ausente.
Algo brillante capta la luz del sol en un adoquín junto a
una de las fuentes.
Uno de los zapatos de Maelyn. Está tirado de lado,
sorprendentemente fuera de lugar sin Maelyn cerca. Olfateo
alrededor, encontrando su persistente olor... y algo más.
Un portal.
Dos, en realidad. Es un movimiento clásico de Gideon.
La rabia desciende rápidamente sobre mí cuando me doy
cuenta.
Él se la llevó.
Rugiendo, fuerte y largo, emito la llamada que mis
soldados saben que significa problemas. Si pudiera respirar
fuego, las llamas saldrían de mi boca. Por un breve momento,
desearía que eso fuera parte de mi poder. Quiero destruir todo
lo que me rodea. La glorieta, el laberinto. El mundo entero.
Quemarlo todo.
Nada significa nada sin Maelyn.
Sé que en parte es la locura la que habla. La sola idea de
no volver a estar con Maelyn me vuelve loco y siento el
amargo sabor de la locura del compañero mientras voy de un
lado a otro.
Menos de treinta segundos después, varios guerreros
surcan el cielo, con las armas preparadas, mientras aterrizan
en el patio junto a mí. Evaluando la amenaza, sus ojos alertas
recorren el espacio.
Ahora tengo que volver a cambiar. Decir a mis hombres
lo que sé. Lo que no sé. Cómo le fallé a mi compañera.
La dejé desprotegida.
Todo es culpa mía.
De cuclillas, me sobrepongo a mis tumultuosas
emociones y mentalmente deseo el cambio.
Pero justo antes de empezar a cambiar de nuevo, miro al
frente. Las flores marchitas están en mi línea de visión
directa. Uno de los rosales que rodean el mirador se está
muriendo. Las hojas secas cuelgan sin fuerza, arrugadas y
oscuras.
Es el arbusto que está justo detrás de donde Maelyn
había estado sentada en la cena con mi madre. Justo donde
ella había tirado el vino con el presunto veneno.
Carielle. Ella tiene algo que ver con esto.
Esta vez, me deleito en el dolor cuando mis huesos
crujen y se hacen crujir. Disfruto del fuego que sube por mi
columna vertebral y por mi cabeza.
Merezco ser castigado por mi estupidez. Por mi
deshonestidad.
Todo. Es. Mi. Culpa.
Cuando vuelvo a mi forma de fae, me tumbo en el suelo,
con las ásperas rocas bajo mi rostro enterrándose en mi
mejilla.
—Su majestad. —Thayne, preocupado, intenta ayudarme
a levantarme.
Quito su mano.
Basta de revolcarse.
La autocompasión no va a recuperar a Maelyn.
—Que alguien detenga a Carielle. Tráiganla con grilletes
de hierro. La reina ha sido secuestrada. —Los pantalones me
son arrojados una vez que me pongo de pie. Apretando la tela,
meto mis piernas mientras grito más órdenes—. Cierren las
puertas del salón de baile. Que nadie salga hasta que
averigüemos qué ha pasado. Dile al rey y a la reina del Reino
de la Noche que vengan también, necesito su consejo.
Se produce una oleada de acciones mientras yo
permanezco en la escena del crimen, totalmente impotente. El
tiempo pasa rápido y lento a la vez. Cada segundo que pasa
es otro momento en el que mi compañera podría resultar
herida. No siento ningún dolor a través del vínculo, pero sí
percibo algo más: la distancia.
Está lejos y me duele el alma por ello.
—¡Por favor! —La voz de pánico de Carielle es música
para mis oídos mientras la arrastran por el laberinto—. ¿Qué
significa esto? ¿Qué está pasando?
Está a punto de enfrentarse a una ira que nunca ha
conocido. Ya puedo oler la sangre y la carne quemada del
hierro en su piel. Si no necesitara información de ella, la
mataría en el acto.
Un guardia la deja caer al suelo a mis pies.
—Pasen lista. ¿Quién está aquí? —Normalmente no
permito que mi falta de visión sea tan obvia. Normalmente,
olfatearía a todos, pero no tengo paciencia para ello.
Thayne, Marek, Torius y tres guardias de palacio se dan
a conocer. Dos de ellos se alejan para alertar a más de mis
hombres. Un segundo después, Kirian y Quinn vienen
volando desde lo alto.
Arrodillada, Carielle solloza:
—Rey Zander. ¿Qué he hecho?
—Tu forma de mentir y maquinar finalmente te ha
alcanzado —gruño—. Reina Quinn, un paso adelante. —
Kirian gruñe un poco ante mi tono grosero, siempre protector
con su esposa, y añado—: Por favor.
No tengo fuerzas para reunir palabras amables en este
momento. Él debe saber eso. El por favor fue más de lo que
normalmente haría de todos modos.
—Carielle, ¿estás confabulada con Gideon? —comienzo el
interrogatorio.
—¿Quién es Gideon?
—¿Intentaste envenenar a mi madre y a Maelyn?
Carielle llora más fuerte, haciéndose la víctima bastante
bien.
—¿Por qué iba a hacer eso?
No pasa desapercibido que está respondiendo a
preguntas con preguntas. Me giro hacia Quinn y arqueo una
ceja inquisitiva.
La Reina de la Honestidad dice:
—Percibo un engaño. Hay algo que no te está diciendo.
—Vuelve a intentarlo, Carielle. —Le hago un gesto a
Marek para que se acerque—. O podríamos usar métodos más
bárbaros.
—¡No! Está bien. La otra noche empapé un poco de
corteza de árbol en el vino. No estaba tratando de matar a
nadie. Sólo quería hacerlos enfermar.
—Esa es la verdad —dice Quinn—. Absolutamente.
—Una ofensa a la traición —digo, disfrutando de sus
gemidos de miedo—. Dime otra.
—No tengo ninguna otra.
—¡Dime dónde está mi mujer! —grito.
—¿Ha desaparecido? —Carielle parece realmente
sorprendida—. No sé nada de eso. Lo juro.
—¿Entonces cómo me la han arrebatado tan rápido?
¿Sabías que estaríamos aquí? Nuestro punto de encuentro era
un secreto. —Lanzo la mano hacia el romántico montaje bajo
el mirador—. Maelyn estaba aquí un minuto y al siguiente ya
no estaba. Si formabas parte de un plan para secuestrarla,
por los soles, yo...
—No lo sé. —Las cadenas traquetean mientras Carielle
se frota las sienes—. No formé parte de ningún plan.
—Es una verdad a medias —dice Quinn—. Hay
honestidad, pero también hay omisión. Podría tener
sospechas sobre lo que pasó.
Carielle finalmente deja de actuar como una víctima y se
desahoga al decir:
—Es cierto, sabía que estarías aquí esta noche. Escuché
a una de las criadas hablar de tu sorpresa. Pero sólo se lo dije
a una persona.
—¿A quién?
—A Pippin.
Mi mandíbula tiembla. Su respuesta no es suficiente.
Mis hombres saben mi paradero la mayor parte del tiempo.
Aunque no le dije directamente a Pippin mis planes para esta
noche, no habría importado que se enterara.
—No me digas nada —escupí—. Llévenla a las
mazmorras.
—Espera. —Se revuelve mientras la levantan para
ponerla de pie—. Escúchame. Estaba actuando de forma muy
extraña. Estábamos en la alcoba en la fiesta de máscaras... —
La forma en que saca la voz me dice que estaban haciendo
algo más que hablar—. Y seguía haciendo preguntas sobre ti y
Maelyn. Sólo quería que se callara y me follara, así que le
conté tu plan de traerla aquí.
Me quedo sin palabras durante varios segundos. Uno,
porque Pippin desobedeció mi orden de celibato. Y dos,
porque ni siquiera se suponía que estuviera en la mascarada
esta noche. Estaba apostado en el cuarto piso junto con otro
soldado para asegurarse de que ningún invitado se
escabullera a explorar el palacio.
—Está diciendo la verdad —dice Quinn en voz baja.
La traición arde en mi pecho.
Desde que mis hombres me habían ayudado
amablemente a guardar mi secreto días atrás, había
empezado a considerarlos amigos. Pippin incluido.
Ayer, le dejé dirigir una misión sin mí. Dejando a un lado
mi orgullo y mi venganza personal, encomendé a mis hombres
la tarea de encontrar a Gideon porque quería quedarme en
casa con Maelyn. Pippin utilizó los objetos que habíamos
reunido en la cabaña, pero volvió con malas noticias. Había
perdido el rastro en Olphene por culpa de los saltos de portal
de Gideon.
Tal vez estaba mintiendo.
Tal vez me ha estado engañando todo el tiempo.
Le di una oportunidad cuando lo dejé entrar en mi
ejército. Lo tomé bajo mi ala, por así decirlo y ahora me ha
traicionado de la peor manera.
—Su majestad. —Hablando del diablo. Pippin suena sin
aliento mientras vuela sobre nosotros y aterriza con fuerza en
el suelo—. La reina...
—Encadénenlo a él también. —Señalo al traidor.
—¿Qué? —sisea cuando los grilletes se cierran sobre sus
muñecas—. ¿Qué está pasando?
—Lo siento, hombre. —La voz de Torius contiene
remordimiento—. La has cagado.
—Yo no la obligué a irse —protesta Pippin—. Ella quería
irse.
—¡Claro que sí! —Poniéndome cerca de su rostro, puntúo
cada palabra—. Mi. Esposa. No. Me. Dejaría.
—¿Qué? —Pareciendo confundido, Pippin sacude la
cabeza—. No estoy hablando de la Reina Maelyn. Es tu
madre. Ella se ha ido. Toma. —Un papel arrugado está en su
mano—. Ella dejó una nota en su habitación. Cuando me
enteré de que la reina había desaparecido, no estaba seguro
de cuál era, así que fui a la habitación de la reina Rowan. No
había salido para la fiesta de máscaras, así que quise ver
cómo estaba. Ella no estaba allí.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —Más allá de la
angustia, tiro de mi cabello—. ¿Qué dice la nota?
Camino de un lado a otro mientras Thayne lee:
—Mi querido hijo, ha llegado el momento de que me vaya
a casa. A Brasil. Al lugar donde estoy segura de que mi familia
llora mi ausencia cada día. Por fin tienes una reina que
gobierna a tu lado. He estado esperando este día, no sólo para
ti, sino también para mí. Aquella primera cena con Maelyn,
cuando dijo que merecía la felicidad, sé que es cierto. Pero
antes de poder ser feliz, necesito encontrar la parte de mí que
perdí cuando vine aquí. Esa parte de mí está en algún lugar del
reino de la Tierra. Por favor, no estés triste. Te quiero. Maelyn,
cuida bien de mi hijo. —Se aclara la garganta—. Está firmado
por ella en la parte inferior. No parece una falsificación, y
tengo razones para pensar que esto fue planeado.
—¿Planeado cómo?
—Ayer, tu madre me pidió un portal. No cuestioné sus
intenciones. No me correspondía preguntarle para qué era,
pero ahora tiene sentido.
Vuelvo a girarme hacia Carielle.
—¿Tuviste algo que ver con esto?
—No lo hice. Lo juro.
No necesito que Quinn me diga el veredicto. Aunque
Carielle es culpable de intentar hacer un daño menor a las
mujeres más importantes para mí, no hizo desaparecer a
Maelyn ni obligó a mi madre a marcharse.
El verdadero culpable está justo a su izquierda.
—Pippin, vas a decirme dónde está Maelyn. Si puedo
recuperarla esta noche, podría hacer que tu ejecución sea
rápida. No importa el hecho de que hayas estado en la fiesta
rompiendo las reglas. Sólo me preocupa el bienestar de mi
esposa.
—¿Fiesta? No estuve allí.
—Carielle atestigua lo contrario.
—Su majestad —habla Thaddeus, que estaba apostado
con Pippin—. Ha estado en el cuarto piso conmigo desde el
atardecer. Ninguno de los dos ha abandonado su puesto.
—La verdad —dice Quinn.
Gruño, porque nada me cuadra.
—¿Cómo puede alguien estar en dos sitios a la vez?
—Hum, algo raro está pasando. —Carielle lame la
comisura de su boca mientras su cabeza se inclina con el
pensamiento—. A Pippin le faltaba un diente antes. Ahora no.
Le falta un diente...
—Mierda —decimos la palabrota varios de nosotros.
Porque hay un hombre que conocemos al que le falta un
diente. Un hombre que la tiene contra mí.
Un hombre que tiene acceso a portales, encantamientos
de electricidad, y ahora, imitar la apariencia de alguien.
Esto sólo puede llevarme a una conclusión.
Gideon es un mago y acaba de jugar el mayor jaque mate
de todos.
Verás, el juego de ajedrez lo tiene mal. Las reglas dicen
que se acaba si el rey es derrotado, pero no debería ser así.
Cuando la reina es capturada, el rey seguramente debería
caer. Porque sin ella, no tiene futuro.
36
Maelyn
—¿Dónde estamos?
El agarre en mi codo se intensifica cuando me arrastran
por una especie de cueva. Las antorchas son la única fuente
de luz, que proyectan sombras danzantes sobre las paredes
de roca de color óxido. Los surcos desiguales decoran los
lados inclinados que nos rodean.
Hace frío aquí. Y oscuro. Muy diferente al Reino del Día
al que me he acostumbrado.
—Pippin, por favor. —Intentando apelar al tipo que he
llegado a conocer, digo—: Zander te respeta. Te valora. No
traiciones su confianza.
Se ríe, aunque no es alegre ni desenfadado.
Arrojando su máscara al suelo, me mira a los ojos.
—Eres tan crédula que resulta patético.
Contengo mi grito de miedo. Mientras mis ojos rebotan
por su cara, me doy cuenta de que no se parece mucho al
joven soldado. Sus ojos son del mismo color, pero el puente
de su nariz es ligeramente más ancho. Mientras que Pippin
suele estar bien afeitado, este hombre tiene una barba áspera
en la mandíbula.
—Tú no eres Pippin. —Jadeo. Cuando sonríe, hay un
amplio hueco oscuro donde debería estar su incisivo—.
¿Gideon? Ese eras tú con Carielle en el baile de máscaras. La
utilizaste.
No lo confirma, pero sé que tengo razón. A medida que
pasan los segundos se parece cada vez menos a Pippin. De
alguna manera, había cambiado su cara antes, pero ahora se
le está pasando.
Cada vez me arrastra más hacia la oscuridad. El suelo
tiene una ligera inclinación, y siento que me lleva a las
profundidades del infierno.
Pero hay esperanza.
Si el verdadero Pippin sigue con Zander, eso significa que
pueden encontrarme. Gideon no sabe que perdí mi zapato
entre el primer y segundo portal. Si Zander y sus hombres lo
encuentran, podrán rastrear mi ubicación.
Tratando de mantener mis pasos uniformes, camino
sobre los dedos de mi pie sin zapato. Hago una mueca cuando
las piedras afiladas me cortan la piel, y espero no dejar un
rastro de sangre. Si Gideon se da cuenta de que se ha dejado
algo mío, lo único que tendría que hacer es lanzarme a través
de otro portal.
Zander podría no encontrarme nunca si eso sucede.
Vendrá a por mí. Lo sé. Hasta entonces, solo tengo que
ser una buena cautiva.
Es curioso cómo he cerrado el círculo desde que llegué
aquí. Hace una semana estaba lista para cumplir y
comportarme. Lo que fuera necesario para sobrevivir. Luego
me rebelé, me metí en algunos problemas y encontré mi
camino, no sólo para salir de la trampa de arena, sino para
entrar en el corazón de Zander.
No lo sabía en ese momento, pero mi vida acababa de
empezar.
Ahora necesito sobrevivir para poder vivirla.
—Estás cometiendo un gran error —digo, repitiendo el
mismo argumento que intenté con Zander la primera vez que
me llevó. Sólo que esta vez sé que es verdad—. Zander va a
estar increíblemente enfadado contigo por llevarme. Es una
sentencia de muerte. Si me dejas ir ahora, podrías salirte con
la tuya.
—Ya me he salido con la mía, querida reina —dice
Gideon—. Fue muy fácil. Me infiltré en el baile, averigüé
dónde estarías y luego te secuestré. Sencillo.
—De acuerdo. Me doy cuenta de que querías comprarme,
y puede que te moleste que Zander haya ganado en la
subasta, pero no tenía elección. Soy su pareja predestinada.
Gruñendo, Gideon se detiene de repente y me tira del
brazo con tanta fuerza que me palpita la cuenca del hombro.
—El destino llegó a un punto crítico ese día, pero no te
hagas ilusiones, cariño. No se trata de ti.
—¿Entonces por qué estoy aquí?
—Sólo eres un daño colateral en un panorama mucho
más amplio.
—¿Daño colateral? —quiero que Gideon siga hablando—.
Suena personal. ¿Se trata de una venganza o algo así?
—Por supuesto.
—Pero Zander ni siquiera te conoce.
Su risa malvada me produce un escalofrío.
—Oh, pero yo lo conozco. He estado esperando la
oportunidad de quitarle algo, como él me lo quitó a mí.
—No entiendo.
—Tenía cuatro años cuando el rey Zarid asesinó a mi
padre.
Me congelo. Así que este rencor se remonta mucho más
allá de la semana pasada.
—¿Qué tiene eso que ver con Zander? Escucha, por lo
que he oído, Zarid era un asco, ¿de acuerdo? A Zander
tampoco le gustaba su padre.
—No importa. Zander es la razón por la que me robaron
mi familia. Mi padre era el mejor mago que ha existido en este
reino. Cuando el rey Zarid lo contrató para que le diera un
poder a su pequeño hijo, no salió como lo había planeado. El
hechizo no resultó de su agrado, y el gran Zarid no podía
tener un hijo más aterrador y poderoso que él, así que cazó a
mi padre. Lo apuñaló en el corazón con un pincho de hierro
delante de mi madre y de mí.
¿Poder? ¿Don? ¿Hechizo?
Este tipo está loco. Sólo balbucea cosas sin sentido.
Confundida, sacudo la cabeza.
—Zander no tiene un poder.
—Oh. —Gideon me mira como si le diera pena—. Parece
que tu marido te ha estado mintiendo, pajarito. Realmente
eres tonta. Lástima. Había pensado en quedarme contigo.
Habría sido la máxima venganza follarte mientras mueres
lentamente, sabiendo que Zander también se estará
muriendo.
Tiemblo.
—¿Vas a matarme?
Ahora sus ojos evaluadores se vuelven confusos, como si
no estuviéramos en la misma página.
—¿No lo sabías? Los compañeros predestinados no
pueden vivir sin el otro. Estar separados significa una muerte
segura. Suele durar unos cuantos años. Al menos así fue para
mi madre. No te preocupes. La locura se instalará mucho
antes de que perezcas. Estarás tan consumida por la locura
que ni siquiera sabrás que tu cuerpo está siendo utilizado
como el de una puta.
Sus palabras destrozan mi blando corazón. En más de
un sentido. Aparte del comentario de la puta, me ha contado
algunos datos importantes que Zander no me dijo.
Ya sabía que Zander me ocultaba algo. Me había dicho
que era asunto suyo y que hablaría de ello cuando estuviera
preparado.
Pero sus secretos me afectan directamente. Al parecer,
mi supervivencia depende de la suya y viceversa. Había
habido indicios sobre las consecuencias de separar a los
compañeros. Recuerdo cuando Zander mencionó cómo su
abuelo se volvió loco después de perder a su esposa. En ese
momento, pensé que la pena era una excusa ridícula para la
forma en que Zed actuó en los años siguientes a la muerte de
su pareja, pero tal vez no era realmente su culpa.
Y me decepciona que haya tenido que descubrir esto de
Gideon, de todas las personas.
Sin embargo, esa no es la mayor mentira. Zander tiene
un poder por algo que hizo el padre de Gideon.
Tengo miedo de preguntar cuál es ese poder. En cambio,
me pregunto:
—¿Por qué ahora? ¿Por qué esperar tanto tiempo para
vengarte?
—Hasta que a Zander le crecieron un par de huevos y se
cargó a su padre, estuvo bajo estricta vigilancia en el palacio.
Pero desde que mató a su querido padre le he causado tantos
problemas como me ha sido posible, creando malestar,
poniendo a sus ciudadanos en su contra, alimentando el
crimen. —Gideon parece muy orgulloso—. Todo mientras
permanecía oculto, también. Hasta la semana pasada no
había conocido al rey, y sin embargo llevaba años
convirtiendo su vida en un infierno. Entonces llegaste tú, y
eres la clave para completar mis planes. Serás el fin de
Zander, y no tendré que mover un dedo para hacerlo.
Antes de que tenga la oportunidad de sonsacarle más
información a Gideon, volvemos a ponernos en marcha,
incluso más rápido al entrar en un túnel con un techo bajo.
Gideon tiene que agacharse para poder pasar. Cuando
llegamos a una salida, la cueva se abre en una gran sala. Una
cúpula redonda.
Un par de antorchas son la única fuente de luz. Las
paredes de roca están desnudas y son ásperas. Hay otra
cueva que se abre frente a nosotros y que lleva a quién sabe
dónde. Una lona cuelga sobre ella a modo de puerta
improvisada.
El estómago se me revuelve cuando veo varias jaulas en
el suelo. Son pequeñas, y me recuerdan a la jaula en la que
mi familia guardaba a nuestro Golden retriever cuando lo
entrenaban para ir al baño. Dentro hay bultos del tamaño de
una persona.
Uno de esos bultos se mueve.
Una cabeza se levanta, emergiendo mientras una sábana
raída cae sobre sus hombros. Unos ojos marrones me miran a
través de los rizos oscuros que enmarcan su cara, y la chica
me observa mientras me conducen a mi propia prisión junto a
la suya.
—Entra —ordena Gideon, y no voy a discutir con él.
Estar dentro de un espacio reducido puede ser incómodo,
pero es una barrera entre él y yo. La acepto.
Cuando me arrastro hacia el interior, presto especial
atención a mi vestido, asegurándome de que no se descubra
mi pie desnudo.
Encorvada, me desplazo hasta el fondo de la jaula y me
siento con las piernas cruzadas mientras observo la zona.
Cuento seis jaulas en total y, aunque dos de ellas están
vacías, es obvio que una ha estado ocupada recientemente.
Hay una fina manta enrollada en el suelo.
Un escalofrío me recorre la columna, y no sólo porque
haga frío. No quiero pensar en dónde está la chica
desaparecida. En lo que la están obligando a hacer en este
momento.
Gideon pone un candado en mi puerta.
—Duerme un poco, pajarito. Tienes una actuación por la
mañana. —Sonríe, y cualquier característica familiar de
Pippin se ha desvanecido por completo.
No puedo creer que en algún momento haya pensado que
Gideon era guapo. Cuando lo vi por primera vez en la subasta
era mi opción preferida. Había visto su cara sonriente y había
confundido su sonrisa con amabilidad.
Alejándose a grandes zancadas, el psicópata silba
mientras aparta la lona y desaparece en el misterioso túnel.
A diferencia del día que me desperté en el vagón, esta vez
no voy a ser una muda temerosa. Tengo que hacer preguntas
y averiguar todo lo que pueda sobre este lugar, para que
cuando Zander venga, tenga información que le ayude a
acabar con la operación.
—Hola —le susurro a mi nueva vecina—. ¿Dónde
estamos?
—En el infierno —responde, monótona.
—Sí. —Suelto un suspiro, sin tener ni idea de lo que ha
pasado. Tal vez un rayo de esperanza la ayude a hablar—.
Vamos a salir de aquí, ¿de acuerdo?
Gira su cara hacia mí, y es preciosa. Su piel morena es
lisa y sin imperfecciones, tiene los pómulos altos e incluso en
la penumbra puedo ver lo largas y espesas que son sus
pestañas.
Parpadea.
—No hay salida.
—Te han traído aquí recientemente, ¿verdad? —
Agarrando los barrotes que nos separan, pienso en la casa
que allanamos el otro día, y en que habíamos llegado
demasiado tarde.
—Sí, pero fui capturada hace mucho tiempo.
Probablemente meses, pero no puedo estar segura. Nos han
trasladado cuatro veces, pero este lugar es el peor. No hay
agua corriente. Apenas hay comida.
—Bueno, ¿qué viste cuando llegaste aquí? ¿Marcas o
bosques? ¿Algo?
—Una montaña.
—Bien. —Asiento de forma alentadora—. Es un buen
comienzo. ¿Qué tal el tiempo?
—Un poco de frío, supongo.
—Y el cielo, ¿era de día o de noche?
—Es difícil de decir. Salimos de un portal hacia un valle
profundo. Pero creo que recuerdo haber visto cielos azules.
—Bien —digo con entusiasmo. Los cielos azules
significan que lo más probable es que aún estemos en el
Reino del Día—. Si nos liberamos, ¿serías capaz de encontrar
una salida?
Sacudiendo la cabeza, se vuelve a tumbar, apoyando la
cara en sus manos cruzadas.
—No hay forma de entrar o salir. Tuvimos que usar un
portal para entrar. Además, hay tantos túneles que podrías
perderte para siempre si te alejas. Esto es como un laberinto.
—Mi marido es el rey, y tiene experiencia con los
laberintos —le digo—. ¿Cómo te llamas?
—Sloan. —Señala al otro lado del camino—. Esas son
Milana e Ivy. —Su dedo señala la jaula vacía—. Annie está
trabajando esta noche.
Trago con fuerza.
—¿En qué consiste el trabajo, exactamente? ¿Qué se
espera que hagamos?
—Entretener.
Se me revuelven las tripas.
—¿Cosas de sexo?
—Después de actuar, sí. ¿Tienes algún talento?
Recordando las persistentes preguntas de Gideon
mientras estaba en el escenario, susurro:
—Canto.
Sloan asiente.
—También Milana. Yo bailo ballet. —Unos tirantes rosas
y sedosos cubren sus hombros, y escudriño su cuerpo
cubierto de mantas. Las zapatillas de punta asoman entre el
material de aspecto rugoso—. Ivy toca el piano. Annie es
cocinera. Mientras hacemos lo nuestro, Gideon nos subasta.
Es como un circo de tres pistas por aquí. —Sus ojos se
vuelven distantes, pero su armadura finalmente se quiebra
cuando su garganta chirria—: Había una chica llamada Bette,
también. Pero ahora se ha ido.
—¿Qué pasó?
—Murió —grazna—. Un cliente se puso demasiado duro
con ella. Había tomado Blaze, y algo salió mal con su poder.
La quemó mucho. Nunca había visto a alguien con tanto
dolor. Le tomó un día entero finalmente fallecer. Me rogó que
la matara, pero no pude. —Se derrumba, sollozando mientras
se cubre la cara—. No pude hacerlo, y ella sufrió.
—Lo siento. —Me estremezco, deseando haber
permanecido ignorante. Tal vez no saber lo que hay por
delante habría sido mejor. Porque definitivamente tendré
pesadillas si logro dormir.
Mientras me subo las rodillas hasta el pecho, intento no
llorar junto a mi nueva compañera de piso.
Faltan horas para que amanezca. Dependiendo de dónde
estemos, Zander y sus hombres podrían tardar en llegar. Lo
único que puedo hacer es esperar que lleguen antes de que
sea demasiado tarde.
37
Zander
Ahora que se ha confirmado que Pippin no es un traidor,
hago que le quiten los grilletes.
—No tenemos tiempo que perder —digo, poniendo el
zapato de Maelyn en sus manos—. ¿Puedes sentirla?
Inmediatamente asiente.
—Tanto si fue un accidente como si fue intencionado,
Maelyn dejó esto entre los dos portales. Detecto un largo viaje
hacia el norte. Si volamos, podríamos llegar allí en tres o
cuatro horas.
Suelto mis alas.
—Thayne, Marek, Torius. Os necesito a todos conmigo.
Alguien me lanza su cinturón y, cuando lo tomo, siento
el peso pesado de una espada. No será como tener la mía
atada a la espalda, pero no estoy dispuesto a consumir
preciosos minutos recuperando mi arma de mi habitación.
—Quiero ir contigo. —Kirian se acerca a mí.
Niego con la cabeza. Tiene una familia. No puedo dejar
que se arriesgue.
En lugar de eso, sugiero:
—Quédate y siéntate por mí. Deja que mis invitados
sigan con el baile como si nada. Sin mi madre no tengo un
segundo al mando. Mi reino será vulnerable en mi ausencia.
La huida de mi madre es otra catástrofe con la que
tendré que lidiar cuando regrese, pero no es el asunto más
urgente. Si se fue al reino humano podría tardar días en
encontrarla allí, lo que equivale a años aquí. Tendré que elegir
un guerrero especial para la tarea. Alguien a quien no le
importe abandonar Valora durante tanto tiempo.
Kirian pone su mano en mi hombro.
—Haré esto por ti, primo.
—Y te lo deberé.
—Sí, lo harás. —Me da una palmadita de ánimo—. Ahora
ve a buscar a tu mujer. Mañana a esta hora ella estará aquí, y
todo estará bien.
Sin dudarlo, mis guerreros y yo tomamos el cielo con
Pippin a la cabeza. Por suerte mis alas funcionan mejor en
forma fae, y no tengo que esforzarme tanto para ir alto y
rápido.
Abajo, oigo los chillidos de Carielle mientras la arrastran.
Un tiempo en el calabozo le vendrá bien. Todavía no he
decidido su sentencia, pero no voy a ser ligero con ella.
Mientras volamos hacia el norte de Hailene, toda mi ira
se dirige a Gideon. Me dejo llevar por los castigos que quiero
aplicar. Mis pensamientos giran en torno a la muerte, la
tortura y la destrucción.
Pagará con su vida.
Tal vez busque a un nigromante y haga resucitar a
Gideon para poder matarlo de nuevo.
Las horas pasan. Mis hombres y yo apenas hablamos.
Las únicas palabras que intercambiamos son las necesarias
para nuestra planificación.
Para cuando Pippin empieza a gritar que está cerca, ya
casi estamos en la orilla norte del Reino del Día. El único
punto de referencia que nos separa del Endless Sea es el Pico
de Yelissa.
Hago una mueca.
Por supuesto. Qué lugar tan perfecto para que Gideon se
lleve a mi mujer: el único lugar del reino que es sagrado y
está prohibido. El único lugar en el que no habríamos mirado.
Elevándonos, descendemos al suelo justo a las afueras
del Valle de las Parejas.
—¿Pippin? —necesito que esté seguro de que estamos en
el lugar correcto, aunque ya sé la respuesta.
Puedo sentir a Maelyn. Tiene frío. Está asustada.
Los huesos de mi pecho tiemblan, y me obligo a respirar
a través de la rabia. Apenas me mantengo a raya.
—Está aquí, pero hay una barrera en nuestro camino. —
Pippin mira hacia el alto pico—. Posiblemente esté dentro de
la montaña. O bajo tierra.
—Guíanos.
Traga saliva, sin duda preocupado por los mitos y
supersticiones asociados al Pico de Yelissa. Tal vez todo sea
una tontería, y estamos a punto de probar esa teoría.
Atravesamos el valle durante minutos, subiendo a cada
paso.
Ya ha amanecido. El brillo de los soles que chocan al otro
lado de la pared de roca hace que las sombras parezcan más
oscuras. La niebla besa mi piel. El terreno es elevado, y las
nubes nos rodean.
Pippin se detiene y mi corazón da un vuelco.
—He estado buscando una forma de entrar —dice,
sonando desanimado—. Una grieta en la pared o hierba
removida en el suelo. No lo veo.
—Si Gideon es un mago —comienza Thayne—, entonces
podría entrar en la montaña con un portal.
Lo cual sería bastante astuto. Su operación nunca se
encontraría sin una forma de entrar.
Mi oído es mejor que el de todos mis hombres juntos.
Colocando mis manos en la montaña, presiono mi oído contra
la fría pared de roca.
Cada metro más o menos, golpeo, escuchando una
diferencia de sonido. Al cuarto intento, oigo un eco.
—Aquí está hueco. —Señalo—. Thayne, rápido.
Lanza un portal y cruzamos el umbral, entrando en un
túnel que no sabíamos que existía hasta ahora.
38
Maelyn
—Despierta, despierta, pajarito bonito. —Gideon hace
sonar mi jaula e intento fingir que estoy dormida. Su falsa
simpatía decae—. O sales por tu cuenta o te arrastro por el
cabello.
Eso hace que me mueva. Me desprendo de un ovillo y me
levanto con los brazos rígidos. Me duelen las articulaciones
mientras me arrastro fuera de los confines de la jaula y me
pongo de pie. Gideon no me da tiempo a estirarme antes de
tirar de mí hacia la lona.
Al detenerse junto a las antorchas, sus ojos hacen una
rápida evaluación de mí a la luz.
—Tienes el cabello revuelto. Tu vestido está arrugado,
pero es lujoso. Creo que voy a dejar que te lo quedes para tu
disfraz. Cuando lleguemos al escenario, vas a cantar con
todas tus fuerzas, ¿entendido?
—Sí —susurro, sin querer enojarlo—. Pero necesito ir al
baño.
—No hay tiempo.
Y entonces caminamos a toda velocidad por un túnel
oscuro.
El pánico hace que mi corazón se acelere. Esto está
ocurriendo de verdad.
Esperaba ser rescatada ya, pero mi optimismo
disminuye.
No es una opción fácil. Es obvio que Gideon tiene prisa,
pero por una vez, mi nerviosa divagación resulta útil.
—Menudo lugar tienes aquí —digo—. Muchos túneles.
¿Son naturales o hechos por el hombre?
Me mira con desconfianza, como si no esperara que me
pusiera a charlar en esta situación.
—Hechos por el hombre. Hace miles de años, este lugar
fue tallado por un clan de magos que quería vivir en secreto.
Porque si el rey se enteraba de la existencia de un mago,
puedes apostar que lo obligaría a trabajar para él. ¿Y sabes lo
que pasa entonces?
—¿Qué?
—El rey mata al mago una vez que ya no es útil.
—Siento mucho lo que le pasó a tu padre. —No es difícil
sonar sincera, porque lo digo en serio.
—No hagas eso.
—¿Hacer qué?
—Intenta apelar a mi compasión. No tengo ninguna.
—Lo que he dicho no es sobre tu compasión. Se trata de
la mía. Hay cosas que no puedes quitarle a alguien, y a mí
nunca me robarás el corazón.
Sus pasos vacilan y por un segundo pienso que va a
detenerse para gritarme. Lo agradecería. Cualquier cosa para
retrasar lo inevitable.
Pero sigue arrastrándome.
—El negocio ha ido lento desde que nos cambiamos de
local —dice conversando, como si hablara de la apertura de
una cafetería en una nueva parte de la ciudad—. Sólo tengo
dos clientes esta mañana, pero conseguiré una buena suma
por ti. La mayoría de los hombres de aquí odian a Zander y
pagarán un alto precio por su coño real, pero Orin tiene su
propio rencor contra tu marido. Disfrutará desquitándose
contigo.
Casi me dan arcadas.
—¿Por qué? ¿Qué rencor?
—Hubo un asalto a mi destilería hace varios días. Orin
escapó por uno de mis portales, pero otros dos trabajadores
murieron. Uno era su hermano.
Eso me hace callar.
Supongo que conozco lo que le pasó al tercer empleado
que no pudimos encontrar, y ahora está aquí, queriendo su
venganza.
Gideon me lleva por más vericuetos. Hay muchos
túneles, y ahora veo lo que Sloan quería decir. Nunca
encontraré la manera de salir de aquí.
Demasiado pronto, llegamos a otra habitación tipo
cúpula. Esta es más bonita. Tapices de colores cubren las
paredes de roca, con apliques de velas entre cada uno. Hay
unas cuantas mesas repartidas delante de una plataforma
que parece un escenario. No sé si la roca es plana de forma
natural o si la han cincelado, pero unas cortinas rojas
enmarcan el espacio y unas linternas iluminan tenuemente el
techo.
Hay una larga mesa a un lado, con varias jarras y
botellas repartidas. Como un bar, pero de mierda.
Un club de mierda es lo que Gideon ha creado aquí.
Supongo que a nadie le importa el ambiente mientras consiga
lo que ha venido a buscar.
Dos hombres ocupan mesas separadas, y ambos me
miran. Fijamente.
E inmediatamente sé cuál es Orin. Tiene la mitad de su
rostro lleno de costras por las quemaduras y el brazo derecho
en cabestrillo. Tiene una muleta apoyada en su silla y la parte
inferior de su pierna está bien vendada.
El trabajo de Marek, supongo.
Bueno, podría funcionar a mi favor si Orin me compra.
Ya que está herido, podría tener una oportunidad de luchar
contra él.
Llevándome a una escalera a un lado del escenario
improvisado, Gideon me suelta el brazo.
—Canta con todo tu corazón. Haz un buen espectáculo.
No tienes ni idea de lo aburrida que se vuelve la vida después
de miles de años.
Incapaz de controlar mi ira, resoplo:
—Si buscas una forma de acabar antes con tu miserable
vida, estoy segura de que Zander estará encantado de
complacerte.
La rabia contornea sus rasgos y me empuja.
—Ve.
No tengo más remedio que hacer lo que dice, y pongo las
manos en la madera nudosa.
Al subir, Gideon me agarra de repente el tobillo.
—¿Dónde está tu zapato?
—Supongo que lo dejé en la jaula —miento, manteniendo
mi rostro hacia delante para que no pueda ver el miedo en
mis facciones.
Me suelta y murmura:
—Bien. De todos modos, no necesitarás zapatos para lo
que va a pasar después.
Maldito imbécil.
Cruzo el escenario arrastrando los pies, y el suelo está
frío bajo mis pies descalzos.
Una vez que estoy en el centro del escenario, Gideon se
dirige a los dos hombres que ocupan las sillas de su
desordenada cueva.
—Les presento a la reina del Reino del Día. Canta como
un pájaro de la mañana. Me pregunto cuán hermosa será su
voz cuando la hagas gritar.
Moviéndose en sus asientos, los hombres se lamen los
labios y aprietan los puños mientras sus ojos violan cada
centímetro de piel expuesta. Principalmente en la zona del
pecho. Como la mayoría de faes, son bien parecidos por fuera.
Cabellos rubios. Cuerpos fornidos. Incluso con un rostro
carbonizado, Orin sería considerado digno de un modelo en
mi mundo.
El otro tipo parece un poco mayor, comparable a un
humano de cuarenta años, lo que significa que probablemente
tenga quince mil años o más. ¿Ha estado violando mujeres
toda su vida? ¿A cuántas chicas ha hecho daño en su vida?
¿Soy la siguiente?
Me pongo en mi lugar.
Es todo lo que puedo hacer.
Tosiendo un poco, pregunto mansamente:
—¿Puedo tomar un poco de agua?
Con una expresión de fastidio, Gideon accede
sorprendentemente. Se acerca a la barra, vierte el líquido de
una jarra en un vaso hecho con un colmillo de animal y me lo
da. Bebo varios sorbos, pero entonces Gideon coge algo del
suelo. Una fusta negra. La golpea contra la palma de la mano.
Una clara advertencia.
Dejo la copa en el suelo y decido que necesito una
canción larga. O al menos cantarla muy, muy despacio.
Empiezo con “She Used to Be Mine” del musical
Waitress.
Mientras canto, mido mis palabras y saco notas. Me
pierdo en ella, cerrando los ojos e imaginando que estoy con
las Belting Belles. Cuando llega la nota final, la canto
suavemente, prolongándola mientras añado un poco de
vibrato para mantener el interés. Se prolonga tanto que las
manchas bailan delante de mis ojos por la falta de oxígeno.
Cuando por fin me detengo, aspiro aire mientras mi
pequeño público aplaude.
Pero, como sabía que ocurriría, llega el momento de la
puja.
Los hombres gritan los precios, con desesperación en sus
ofertas.
Ni siquiera saben que están comprando una virgen.
Apuesto a que el precio subiría si lo supieran, pero a la
mierda. No voy a ganar ningún dinero extra para Gideon.
Las lágrimas que he estado conteniendo finalmente se
abren paso. Mis ojos arden y se desbordan. Siento que se
avecina un feo llanto. Unas huellas calientes recorren mis
mejillas y tengo el pecho tan apretado que apenas puedo
respirar.
La subasta es un borrón. Se ha calentado, los dos
hombres están de pie, se hacen más fuertes mientras
compiten por mí.
Justo cuando Orin gruñe:
—Mil monedas de oro —algo sucede.
El suelo tiembla.
Un fuerte crujido resuena en el techo de la cúpula y
aparece una fractura en la piedra. Pensando que el lugar va a
derrumbarse sobre nosotros, me agacho, agacho la cabeza y
me protejo el cuello y el cráneo con los brazos.
Un segundo después, suena como si una bomba hubiera
estallado. Las rocas y los escombros salen volando, los más
grandes golpean el suelo como un trueno.
Me asomo por debajo del codo y me sorprendo cuando el
grifo que he visto dos veces antes irrumpe por la pequeña
abertura del pasillo. Los trozos de la cueva se desprenden
para hacer sitio a su gran cuerpo.
Acaba de irrumpir aquí como el Hombre Kool-Aid.
El alboroto hace que uno de los tapices se caiga de su
soporte y aterrice sobre algunas de las velas. El fuego se
extiende inmediatamente. El humo llena la habitación.
—¡No! —grita Orin mientras Marek aparece—. A él no.
Gideon, sácame de aquí. Aléjame de él.
Gideon sólo se ríe y luego desaparece a través de un
portal. La abertura se desvanece tan pronto como él se ha ido,
dejando a Orin y al otro tipo a su suerte. Ambos corren hacia
la pared más lejana, golpeando la implacable roca como si
fuera a servir de algo.
Marek hace lo suyo, incapacitándolos. Las monedas se
esparcen mientras los aspirantes a violadores se desmoronan.
—¡Mierda! —exclama Thayne con brusquedad, señalando
el lugar por donde escapó Gideon—. Estaba justo ahí.
El grifo ruge, pareciendo compartir su sentimiento y el
ensordecedor sonido sacude la ya comprometida estructura
que nos rodea.
Gimo de miedo.
Entonces los ojos del animal se balancean hacia mí y
chocan con los míos.
Embrujados. Aliviados. Amorosos.
Dorados y brillantes. No me había dado cuenta de lo
brillantes que son los ojos del grifo antes porque estábamos a
la luz del día, pero en la oscuridad de la cueva, brillan en mi
dirección de la forma más familiar.
—¿Zander? —susurro, tan silenciosa que no estoy segura
de que nadie me haya oído.
—Sabíamos que Gideon probablemente se nos escaparía
—gruñe Torius, arrancando rápidamente el tapiz en llamas
para apagarlas—. Es un maldito mago. Lo importante es
rescatar a la reina.
Marek debe haber recibido la orden de matar en el acto,
porque los dos hombres que antes pujaban por mi cuerpo
están irreconocibles. Sus miembros están retorcidos en
ángulos antinaturales, sus rostros ensangrentados están
hundidos y algunos cerebros se derraman de sus cráneos.
No estoy segura de sí es la deshidratación, la baja de
azúcar en la sangre o la sangrienta escena en el suelo, pero
mi cabeza se marea. Nunca antes me había desmayado, pero
es como si mi cerebro se encogiera. Todo lo que me rodea
parece irreal y lejano.
Me tambaleo un poco cuando el grifo; no, Zander, llega al
escenario.
Mi visión se mancha y todo se oscurece cuando caigo de
bruces desde la plataforma. Justo antes de perder
completamente la conciencia, mi cuerpo es acunado en una
red de suaves plumas.
39
Maelyn
Me llevan en brazos. Los suaves movimientos de
balanceo me tientan a permanecer inconsciente, pero tengo
una sensación de urgencia, como si hubiera algo que debo
hacer. Los pájaros de la mañana trinan en algún lugar de la
distancia. Sin abrir los ojos, me empapo de los buenos olores.
Sándalo y sol. El aire es fresco y dulce. Limpio.
No sucio y húmedo como...
—La cueva —murmuro, mirando la cara seria de Zander.
Su cara habitual, no la del grifo—. Había otras chicas.
Tenemos que volver a por ellas.
Empiezo a forcejear en sus brazos, pero él me aprieta.
—Las han encontrado. Todo el mundo evacuará en breve,
pero tenía que sacarte de allí.
—¿He estado inconsciente mucho tiempo?
—Unos minutos. ¿Has...? —su mandíbula se aprieta—.
¿Has sido violada?
—No. —Le acaricio la cara—. Llegaste justo a tiempo.
Sabía que vendrías. Lo sabía.
—Nunca debieron llevarte en primer lugar. Te fallé, Mae.
Lo siento mucho.
—No es tu culpa.
—Sí, lo es.
Despacio, se detiene y apoya la espalda en una pared de
roca. El cielo azul está sobre nosotros. Las nubes amarillas
brillantes reflejan la luz del sol, pero estamos en las sombras
de un valle cubierto de hierba. Cuando levanto la mirada, las
altas montañas se ciernen sobre nosotros con la niebla
flotando alrededor de los picos.
Hace fresco aquí, casi frío, pero el cuerpo de Zander se
siente tan bien contra el mío. Es cálido. Y seguro. Tan seguro.
¿He dicho que es cálido? Sólo quiero acurrucarme en él,
cerrar los ojos y olvidar dónde estamos.
Pero no puedo.
Miro fijamente el perfil estoico de Zander, tratando de
reconciliar todo lo que he aprendido sobre él. Sobre nosotros.
Zander y el grifo han sido dos entidades separadas en mi
mente hasta esta mañana. Cuando me salvó de las arenas
movedizas, le di crédito a un animal mítico. Y cuando
irrumpió en la casa para rescatar a Marek y Kai, nunca se me
ocurrió que el rey y la criatura eran uno en el mismo.
—¿Puedes bajarme? —pregunto, contoneándome.
—No. —Zander no cede—. Esperaremos aquí a los
demás.
—Puedo estar de pie.
—Lo sé.
—Tenemos que hablar —le digo con seriedad.
—Sí —concuerda.
—Entonces, ¿vamos a tener una conversación seria
mientras yo me agito así? —pateando, me doy cuenta de que
el zapato que me faltaba se ha vuelto a unir a mi pie. Tengo
mucha suerte de que se cayera cuando lo hizo. Mi pie
estropeado ha sido útil por una vez.
—Tu boca funciona tanto si estás aquí como si estás allí.
—Zander señala con la cabeza un lugar cercano a nosotros—.
Prefiero tenerte lo más cerca posible para que no puedas
correr.
—Zander. —Sueno decepcionada, y quizá sea porque lo
estoy—. Después de todo lo que hemos pasado, ¿por qué
crees que quiero alejarme de ti?
—Porque sabes lo que soy. Vi la mirada en tu rostro, el
reconocimiento en tus ojos.
—Lo viste. Así que no estás ciego cuando eres...
—¿Un grifo? —termina por mí—. Sí. Por alguna razón,
cuando cambio, tengo mi vista.
—Así es como sabías cómo era.
Asiente.
—Siento haberte mentido.
El tipo está tan malhumorado que siento la necesidad de
aligerar el momento, aunque soy yo la que acaba de ser
secuestrada y casi agredida sexualmente.
—Así que eres un grifo. —Me encojo de hombros—. He
visto cosas más extrañas desde que llegué aquí.
—Cambiante de grifo —elabora Zander.
—¿Y el padre de Gideon lo hizo posible? ¿Con un
hechizo?
Sorprendido, Zander casi me deja caer.
—¿Qué acabas de decir? ¿El padre de Gideon? ¿Gideon
es el hijo de Alonius?
—Sí, supongo que sí. Gideon se puso en plan monólogo
malvado anoche y dijo que por eso iba detrás de ti. O después
de mí, en este caso. Estaba tratando de usarme para hacerte
daño. Quiere que sufras porque tu padre mató al suyo
después del hechizo.
—¿Zarid asesinó a Alonius?
Intento recordar todo lo que dijo Gideon.
—Zarid estaba enfadado porque el hechizo te hizo más
poderoso que él. Así que mató al mago delante de Gideon y de
su madre. Luego su madre murió porque su pareja
predestinada murió. Y eso es otra cosa, querido esposo. —Le
toco el hombro a Zander—. Has omitido convenientemente el
hecho de que tú y yo moriremos si nos separamos. Habría
estado bien saberlo desde el principio. ¿Hay algo más que
quieras decirme?
Zander sacude la cabeza.
—Ya conoces todos mis secretos.
—Pero no los conozco —le respondo. Hay muchas
preguntas que hacer, y me obligo a tener algo de paciencia y a
preguntar de una en una—. ¿Qué edad tenías cuando ocurrió
el hechizo?
—Siete. —Después de soltar un suspiro, Zander se
explaya, relatando la abrupta llegada del mago al palacio y los
agónicos días que siguieron mientras se transformaba por
primera vez.
—Eso es horrible. —Le froto suavemente la mandíbula.
—Es la otra razón por la que mi padre me mantuvo
oculto. Sólo un puñado de personas podían conocer mi poder
de cambio. No se podía confiar en que saliera en público
porque las emociones fuertes pueden forzar el cambio en
contra de mi voluntad.
Una pieza del rompecabezas cae en su lugar.
—¿Por eso te fuiste tan rápido después de...?
—Sí.
—Te entiendo. Pensé que tal vez no te gustaba abrazar.
La cara de Zander se retuerce de angustia.
—Ojalá pudiera ser normal por ti. Preferiría no tener
ningún poder a vivir como soy.
—¿Pero no fue una bendición disfrazada?
—No. Es una maldición, Maelyn. Es doloroso. Está mal.
La gente desprecia lo que soy, y yo también. Soy un
monstruo.
—No eres un monstruo.
—¿Cómo puedes negarlo? Me has visto.
—¿Y qué dije en el arroyo aquel primer día? Eres
magnífico, Zander.
Parte de la tensión abandona sus músculos agarrotados.
—Sí dijiste eso.
—Y lo dije en serio.
—Deberías tenerme miedo.
—No lo tengo.
—¿Por qué?
—Porque sí. —Trago con fuerza mientras mis emociones
amenazan con desbordarse—. Porque nunca me harías daño.
Y me importas. Mucho.
La conmoción llega desde la colina del valle cuando la
gente empieza a salir de un portal.
Primero salen las chicas, aferrándose unas a otras como
si alguien fuera a arrancarles su nueva libertad en cualquier
momento. Manteniendo una distancia respetuosa, los
hombres las siguen.
Apartándose de la pared, Zander finalmente me pone de
pie y grita:
—Thayne, necesito un portal.
El guerrero se acerca corriendo y me examina de pies a
cabeza con sus ojos.
—Mi reina. Nos has dado un susto cuando has perdido el
conocimiento. ¿Estás bien?
—Estoy bien, gracias a ustedes.
Levantando la tapa de su caja de portales, Thayne saca
uno de los pequeños orbes y lo coloca en la palma de Zander.
—Su majestad, me quedan tres después de esto. No es
suficiente para enviar a cada mujer a casa, si eso es lo que
cada una elige.
Asintiendo, Zander se guarda el portal.
—Necesitaremos usar uno para volver a Hailene, y
haremos que las hembras estén lo más cómodas posible hasta
que podamos llegar a una solución permanente para ellas.
Espérenme aquí hasta que vuelva. Discúlpanos.
Con esa despedida, Zander me lleva con un brazo en mi
cintura mientras salimos del valle. Aunque me mantiene
pegada a su cuerpo, hay una distancia emocional entre
nosotros.
No me mima como suele hacerlo. Sus dedos no se
mueven constantemente buscando lugares donde
acariciarme. El paseo es rígido y se siente como un negocio.
Me invade un mal presentimiento. Como si se avecinara
un acontecimiento siniestro.
—¿Zander? ¿A dónde vamos?
—Te llevo a casa.
Oh. Girándome, miro de nuevo al grupo.
—¿Por qué no vienen con nosotros? Si tenemos pocos
portales, deberíamos usar todos el mismo.
Gruñe. ¿Así que volvemos a lo mismo?
—Ese sonido que acabas de hacer no es una respuesta
—me burlo, tratando de arrancarle una sonrisa.
—Ya verás —responde crípticamente.
La boca del valle está más adelante, abriéndose a una
pradera de hierba y algunos árboles más allá.
—¿Dónde estamos?
—En el Pico de Yelissa.
Me sorprende tanto su respuesta que me tropiezo.
—¿Qué?
Alargando el cuello, levanto la mirada detrás de nosotros.
Puntos rocosos y acantilados rodean la montaña más alta. La
luz del sol se refleja en las nubes, una mezcla de rosa y
naranja que flota alrededor de las alturas cubiertas de nieve.
Es precioso.
—Dijiste que este lugar está prohibido.
Zander me da un empujón.
—Lo está, pero parece que los rumores sobre sucesos
extraños podrían haber sido causados por Gideon y otros
magos. Por lo que parece en el interior, han estado ocupando
la montaña durante bastante tiempo.
—Sí —confirmo—. Gideon dijo eso.
Tengo más preguntas en la punta de la lengua, pero
desaparecen cuando nos topamos con una gran mancha de
tierra en la hierba. Hay una inscripción cincelada en la piedra
sobre ella.
Desde el amanecer hasta el atardecer, desde el atardecer
hasta el amanecer, nunca amaré a otro.
Bajando los ojos, mi mirada sigue la forma del lugar
donde la hierba ha muerto y no ha vuelto a crecer. El
contorno es una silueta perfecta de dos personas
acurrucadas, una frente a la otra.
En realidad parece un corazón, con una línea irregular
de color verde en el espacio que los separa.
Corrección: un corazón roto.
Fascinada, me arrodillo y pongo la mano en la tierra. En
cuanto lo hago, siento una oleada de amor, satisfacción,
desesperación y necesidad. Es tan abrumador que me
balanceo un poco.
Es como si tocara la fuente misma del vínculo de pareja.
Este es el lugar donde Yelissa y Conrad murieron, y
dejaron algo de su magia. Magia que puedo sentir. Aquí es
donde hicieron el voto, sacrificando sus vidas para que otros
pudieran tener parejas predestinadas.
Y Zander es definitivamente la mía.
No había sido capaz de sentir la conexión antes, pero
aquí, ahora, lo hago.
Las lágrimas me nublan la vista cuando miro a Zander.
No me extraña que el tipo se haya vuelto loco por mí.
Esto es algo pesado. Me siento primitiva. Posesiva. Anhelo su
amor, su atención y su aceptación.
Qué horrible se sentiría al ser rechazado por él, y yo le
hice pasar por eso. Lo rechacé una y otra vez, y sin embargo
se quedó a mi lado, esperando pacientemente que le
devolviera el amor.
—Lo siento mucho, Zander. —Una lágrima resbala por
mi mejilla.
—¿Por qué?
—Por no haberme dado cuenta enseguida de lo
importante y especial que eres.
—Vamos, Mae —dice Zander con suavidad, ayudándome
a levantarme para continuar nuestro camino fuera del valle.
Tal vez me lleve a un lugar privado para completar el
vínculo. Después de estar separados, debe estar desesperado
por tenerme de todas las maneras posibles.
Y estoy dispuesta.
Por eso me sorprende que se detenga al amparo de unos
árboles y me ponga el portal en la mano.
—Es hora de que te vayas a casa.
Es entonces cuando sus palabras se hacen notar. Antes,
le había dicho a Thayne que le esperara hasta que volviera.
Había dicho yo, no nosotros.
—¿Qué? —pregunto tontamente, la negación se niega a
permitirme aceptar la realidad.
Zander cierra mis dedos en torno al portal frío y húmedo.
—Recuerdas cómo se usa, ¿verdad? Imagínate Texas. Tu
casa. Ve con tu familia.
—No. —Repentinamente enfadada, doy un paso atrás—.
Este es mi hogar.
—Eres demasiado buena para este mundo. —
Parpadeando, los ojos empañados de Zander se enrojecen
mientras gira la cabeza—. No perteneces a este lugar.
—No vas a hacer esto. —Doy un pisotón—. Ahora no. Me
hiciste esperar un futuro en Valora, ¿y quieres enviarme de
vuelta?
—Es lo mejor. No puedes estar aquí con Gideon suelto.
—¿Qué te hace pensar que no me perseguirá de todos
modos?
Zander sigue sin mirarme a la cara.
—Mis hombres y yo ya lo hemos discutido. Haremos
correr el rumor de que has muerto al derrumbarse la cueva.
Gideon pensará que ha ganado. Si cree que estoy demasiado
débil para defenderme, bajará la guardia y entonces podremos
atraparlo.
Exasperada, levanto los brazos en un violento
encogimiento de hombros.
—Entonces, hazlo de todos modos, pero mantenme en el
palacio.
—Necesito parecer absolutamente miserable para que
sea convincente. No puedo hacerlo si sigues conmigo.
—¿Y qué hay de mí? ¿Qué pasa con mi miseria? Ambos
moriremos, Zander. Gideon dijo...
—Tú no.
—¿Qué?
—Tú no morirás. Nuestra conexión es complicada. Mi
maldición se interrumpió cuando algunos miembros del
aquelarre murieron. Por eso no puedes sentirla. Mientras no
hayamos completado el vínculo, estarás bien.
—Con o sin vínculo, no quiero estar sin ti. —Desinflada,
empiezo a darme cuenta de que discutir con un rey que tiene
su mente hecha no va a funcionar. Gimiendo, sacudo la
cabeza—. Allá en el lugar bajo la promesa, lo sentí. Te sentí a
ti. A nosotros.
Los labios de Zander caen con tanta fuerza que tiemblan.
Es el ceño más severo que he visto en él. El ceño más
fruncido que jamás haya fruncido.
Si me voy, echaré de menos esa cara, con ceño fruncido y
todo.
Colocando sus manos sobre mis hombros, Zander me
atrae hacia él hasta que nuestras frentes se tocan.
—Hace una semana no podías esperar a librarte de mí.
—Hace una semana no te amaba.
Sus dedos se agitan en mis brazos, afectados por mi
declaración de amor.
—¿Y ahora lo haces?
—Sí.
—¿Lo dices en serio?
—Nunca he estado más segura de algo en mi vida. —Mis
sentimientos por Zander han ido creciendo durante el tiempo
que hemos pasado juntos, pero hoy me ha empujado por un
precipicio y no puedo volver de la caída.
Zander es dueño de mi corazón.
Mi alma.
Entrelazo mis dedos detrás de su cuello, le bajo la cara y
aprieto mis labios contra los suyos. Dejo que mi apasionado
beso comunique todo lo que siento.
Profundizando con mi lengua, le hago saber que lo amo y
lo acepto. Cada una de sus partes.
No es hasta que pruebo las lágrimas saladas que me
retiro.
No mis lágrimas.
Las suyas.
Los ojos dorados de Zander brillan más que de
costumbre mientras las gotas húmedas se derraman sobre
sus párpados y se deslizan por su cara. Caen sobre la piel
bronceada de su pecho, rodando por su estómago,
empapando la cintura de sus pantalones.
—Dilo otra vez —ronca.
No vacilo.
—Te amo.
—Yo también te amo, Mae. Siempre lo haré.
—Por favor, no me hagas irme —le ruego.
Con movimientos apresurados, se quita el collar y lo
deposita sobre mi cabeza.
—Cuida esto por mí.
—Zander, no.
Con el pecho convulsionado por un sollozo silencioso, me
da un beso más en la boca antes de retroceder rápidamente.
—Vete. Ahora, Maelyn. —Su voz ni siquiera suena como
la suya. Mitad animal, mitad hombre. Temblando, se deja
caer al suelo. A cuatro patas, su cuerpo se sacude
violentamente mientras levanta la cabeza. Unas rendijas
negras y alargadas me miran—. Hablo en serio. Vete. No
quiero que veas esto.
Pero no puedo moverme.
No lo haré.
Necesito que Zander me mire mientras se mueve. Quiero
demostrarle que no tengo miedo.
Sin embargo, no puedo evitar hacer una mueca. Es un
espectáculo espantoso.
Gimiendo, el pecho de Zander se separa. Veo sus
órganos internos cuando sus costillas expuestas se convierten
en garras. Se desmorona cuando sus brazos se rompen en
docenas de lugares. Los fragmentos de hueso atraviesan la
piel, las extremidades se alargan y se vuelven flácidas
mientras comienzan a formarse plumas.
Su cabeza se quiebra.
Se resquebraja.
Una burbuja sangrienta llena el espacio donde se separa
su cráneo, como si su cerebro se expandiera para crear más
carne.
La piel de su cara parece derretirse, luego se alarga y se
vuelve a endurecer mientras la nariz y los labios desaparecen
y se forma un pico.
Había dicho que era doloroso. No me había dado cuenta
de su alcance, y ahora estoy horrorizada.
No por él.
Por el espectáculo.
No sé lo que esperaba. Sólo un mágico “¡puf! ahora eres
un grifo”, supongo. Pero eso es una tontería. Por supuesto
que no sería tan fácil.
Esto tiene más sentido. Su cuerpo se está reorganizando,
convirtiéndose en algo inhumano, algo más grande.
Tapándome la boca, me quedo boquiabierta cuando los
pantalones de Zander se desprenden. Sus piernas están
recibiendo el mismo tratamiento insoportable que sus brazos,
y cuando sus botas se desprenden de sus pies, veo que los
dedos se hinchan y les crece pelo, las uñas se convierten en
garras.
Finalmente, está hecho.
Estirando las alas un par de veces, Zander resopla
mientras se aclimata a su nueva forma. Las lágrimas siguen
cayendo por su pico, pero dudo que sea por el dolor físico.
Su corazón se está rompiendo.
El mío también.
Pasan unos segundos mientras nos miramos fijamente.
Ya hemos estado cara a cara antes, pero esta vez es muy
diferente. Porque no es una criatura mítica. Es mi marido, y
puede verme. Ver mis lágrimas. Ver el amor en mi cara.
Queriendo consolarle y tranquilizarle, doy un paso
adelante, pero me detengo cuando suelta un gruñido
amenazador.
Ese sonido retumbante se hace más fuerte hasta
convertirse en un rugido ensordecedor. Un grito de agonía.
Me tapo los oídos y me acobardo un poco. Porque,
mierda, eso es fuerte.
Pareciendo satisfecho por mi miedo, Zander grazna y se
va volando.
Aterriza en un saliente de roca en la parte baja de la
montaña y se sienta a presenciar mi retirada desde la
distancia.
40
Zander
Supongo que queda un secreto más. Una mentira por
omisión. No le dije a Maelyn que estar separado de ella me
mataría. Porque, si lo hubiera hecho, sé que se habría
quedado a mi lado.
Ojalá hubiera podido besarla más. Haberle dado una
mejor despedida. Intenté alejar mentalmente el cambio, pero
la devastación lo puso en primer plano. Para ser sincero, me
sorprende haber aguantado tanto como lo hice, y ahora me
duele todo. En parte por haber cambiado por tercera vez en
menos de una hora. En parte porque la otra mitad de mi alma
está a punto de ser arrancada.
No fue difícil idear una forma plausible de que Maelyn
muriera, porque bien podría haberla matado cuando el grifo
tomó el control dentro de la montaña. Perder el control en
esos pequeños túneles fue un error peligroso, pero no pude
evitarlo. Cuando descubrí las jaulas y a las chicas
demacradas, saber que Maelyn había permanecido allí
durante algún tiempo fue más de lo que podía soportar.
He sido tan egoísta, tan desesperado por quedármela,
que he estado negando nuestro futuro.
La verdad es que no puedo protegerla aquí. Quedarse en
Valora la destruirá. Si Gideon no llega a ella primero,
eventualmente alguien más lo hará.
Tengo demasiados enemigos.
Mientras mi posición como rey no sea respetada por
todos los ciudadanos del Reino del Día, seré un imán para el
peligro.
Así que alejaré a Maelyn, sin importar lo destructivo que
será para mí y mi alma.
Su angustia amenaza con paralizar mi determinación
mientras me mira con ojos llenos de lágrimas.
Bajo un árbol lleno de flores rosas, es como un ángel
mientras los pétalos revolotean a su alrededor. Un angelito
enfadado. Los puños se cierran con fuerza a los lados. Su
boca se frunce en un ceño que rivalizaría con el mío.
Mirar su dolor es como mirarme al espejo. Mi propia
miseria se refleja en mí.
Aun así, me obligo a quedarme en mi sitio y verla
alejarse de mí.
Un sollozo le sacude el pecho mientras abre los dedos. El
portal brilla en su palma. Me ahorra otra mirada de dolor y lo
deja caer al suelo a sus pies. La luz brilla a través de él,
iluminando su perfil.
El portal unidireccional se desvanece en cuanto ella lo
atraviesa.
Y entonces desaparece.
Pasan los minutos mientras miro fijamente el lugar vacío
donde una vez estuvo mi mujer. Donde me rogó que me
quedara con ella. Donde me dijo que me amaba.
—Majestad. —Thayne se acerca a mí lentamente desde
abajo, como si fuera un animal herido.
Supongo que lo soy. De todo el dolor que he
experimentado en mi vida, poner tal distancia entre mi
compañera y yo es lo peor.
—Si me permites una palabra. —Metiendo los pulgares
en los bolsillos, Thayne se balancea sobre sus talones en la
hierba.
Me muevo hacia atrás, apenas sintiendo el dolor, sin
importarme que esté desnudo. No se puede ocultar lo roto y
vulnerable que estoy.
—¿Qué? —pregunto, empujándome hasta quedar
sentado en la roca.
—¿En serio has dejado que Maelyn se vaya? ¿No vas a ir
tras ella?
—Por supuesto que voy tras ella —ladro, revelando la
parte de mi plan que no había contado a mis hombres cuando
hablé de la marcha de Maelyn—. Tan pronto como ponga en
orden los asuntos del reino, eso es.
—Sí, con la ausencia de tu madre, tendrás que nombrar
a alguien que gobierne en tu ausencia —afirma Thayne lo
obvio.
Puede que Kirian y Quinn se encarguen del fuerte en este
momento, pero tienen su propio reino de personas que
necesitan toda su atención.
Lo que Thayne no se da cuenta es que esto no es
temporal.
—Organiza un torneo —le digo—, inmediatamente.
—¿Q-qué? —balbucea.
—Me voy. Para siempre.
—¿Quieres decir que vas a vivir en el reino humano?
—Sí.
—Pero… pero… —Mi soldado se estremece—. Una vez
que tu cuerpo se aclimate a su mundo, sólo vivirás unos
setenta años, más o menos una década.
—Lo sé.
—Estás cambiando veinticinco mil años de vida para ir a
la Tierra. —No estoy seguro de si se lo está explicando a sí
mismo o a mí, pero lo confirmo cuando asiento.
—El tiempo no vale nada sin Maelyn. Iré donde ella vaya,
aunque signifique morir antes.
—Mucho antes —enfatiza Thayne—. Maldita sea. Quizá
no quiera encontrar a mi pareja después de todo. Te vuelve
loco.
A pesar de mi alma en pena, sonrío un poco por lo cierto
que es.
—No tienes ni idea.
Suspira.
—¿Así que es eso, entonces? ¿De verdad vas a renunciar
a la corona?
—Nunca estuve hecho para este papel.
—Sí, lo estás. —Mi fiel guerrero lo cree con cada gramo
de su ser, y me siento honrado de haber tenido un hombre así
luchando a mi lado.
—Significa mucho para mí que pienses así. Has sido un
buen soldado. Espero que el próximo líder sea amable
contigo. Incluso podrías ser tú.
Siempre humilde, se ríe.
—Sólo soy un hombre con unos cuantos portales.
Muchos otros son más dignos que yo.
No voy a discutir con él porque tiene razón. Hay gente
poderosa en este reino. Han pasado más de cien mil años
desde que el trono fue tomado por alguien que no era de la
realeza. Desde que alguien que no nació en el rol tuvo una
oportunidad justa de ganar la posición de rey o reina.
Probablemente la gente habrá estado esperando este día,
y con tantos ciudadanos que poseen habilidades para
manejar el fuego tengo la sensación de que el resultado podría
ser interesante. Según los registros de la historia, estas cosas
suelen acabar con la muerte de algunos de los concursantes.
—En cuanto vuelvas a Hailene, organiza el torneo y corre
la voz a lo largo y ancho —ordeno—. Cualquier hombre o
mujer que quiera participar en el desafío podrá competir.
—¿Estás seguro de esto? —Thayne lo intenta una vez
más, dándome una salida.
Asiento.
Me quedaré el tiempo suficiente para asegurarme de que
el nuevo gobernante se instala. Les ayudaré a cazar a Gideon.
Luego iré tras mi esposa.
41
Zander
Decido volar de regreso a Hailene en forma de grifo en
lugar de tomar el portal como todos los demás. Soy más feroz
cuando soy un monstruo. Un exterior hecho de garras y uñas
me da una sensación de armadura. Armadura que necesito
ahora mismo.
Me elevo durante horas, muy por encima de mi hogar
para no asustar a nadie. Entrando y saliendo de las nubes,
contemplo los bosques, los ríos y las ciudades. Veo a las
pequeñas faes aprender a volar por primera vez. Veo gnomos
trabajando en sus jardines. Los caballos salvajes corren por
campos descuidados.
Pensé que me sentiría aliviado al saber que la carga de la
realeza ya no será mi problema, pero la nostalgia se apodera
de mí.
No tuve la oportunidad de brillar como rey. No tuve
tiempo suficiente para explorar mis propias tierras.
Ahora nunca lo haré.
El cansancio me pesa mientras me acerco al palacio.
Muy abajo, soldados y sirvientes se apresuran, probablemente
difundiendo la noticia y estableciendo planes para el torneo.
Solo quiero dormir un rato, soñar con estar con Maelyn y
despertarme a una nueva realidad en la que ya no soy el rey y
soy libre de estar con mi amor.
Tan pronto como mis patas tocan el balcón de piedra
fuera de mi habitación, me muevo hacia atrás.
Juro que todavía puedo sentir la cercanía de Maelyn.
Cuando entro a mi habitación, su olor me golpea. Mis
sábanas huelen a ella. Ella está incrustada aquí, marcando
cada grieta y esquina. Mi peine sujeta sus cabellos. Mi
canasta de lavandería está llena de su ropa. Incluso la pluma
me provoca recuerdos que me ponen duro.
El calor se apresura a mi polla.
Mi cuerpo me engaña.
Mis venas traicionan mi corazón maltrecho, burbujeando
y zumbando como si Maelyn estuviera a mi lado.
Qué truco más cruel.
La extraño. La extraño mucho, me estoy imaginando
cosas. ¿Ya está comenzando la locura del compañero?
Dirigiéndome al armario, estoy a punto de sacar algunos
pantalones cuando escucho.
—Espero que no hayas dejado que todo el reino te vea
con tu traje de cumpleaños.
Lentamente, me giro, mi corazón late con tanta fuerza
que me duele el esternón.
Sí, me he vuelto loco. He escuchado historias de
hombres y mujeres que perdieron a su pareja, solo para jurar
que todavía los ven a veces. En algunos casos, han seguido
sus alucinaciones desde los acantilados hasta el mar.
Escucho el susurro de la sábana cuando Maelyn se cruza
de brazos.
—¿Por qué tardaste tanto en llegar aquí? Llevo horas
esperando. ¿Tienes idea de lo difícil que es colarse en este
lugar? Y tengo hambre, pero nadie sabe que estoy aquí, así
que nadie me trae comida. Y otra cosa: tuve que luchar para
quitarme ese vestido por mi cuenta. No es fácil de hacer,
Zander.
Ni siquiera a mi loca mente se le ocurriría una
divagación original de Maelyn como esa. Ella realmente está
aquí.
—No se supone que... se supone que...
—¿Este en Texas? Uh, Huh. Bueno, ya sabes cómo
funcionan los portales, ¿verdad? Traté de imaginarme a
dónde quería ir, ¿y sabes lo que me vino a la mente? Este
palacio. El portal me escupió al lado de unos arbustos junto a
la entrada secreta. Así que parece que estás atrapado
conmigo.
—Mae —la regaño, corriendo hacia la puerta para
asegurarme de que esté cerrada. Nadie puede saber que ella
está aquí—. Me desafiaste.
—Puedes apostar tu trasero musculoso a que lo hice. Tú
y yo tenemos más en común de lo que piensas. Porque, como
tú, cuando amo a alguien, lo amo con todo lo que tengo. Soy
leal. ¿Y este mundo? Los trolls abusados, las mujeres
secuestradas y tú... Me tienes a mí. Estoy dentro. Por todo.
No abandono el barco cuando las cosas se ponen difíciles. —
El colchón se hunde cuando se arrodilla y deja caer la sábana
—. Y ahora estoy en nuestra cama, desnuda y excitada. ¿Qué
vas a hacer al respecto?
Escucho sus manos moverse por el aire antes de
aterrizar en su estómago. El delicado roce de sus suaves
dedos subiendo por su piel pone la piel de gallina en mi
propio cuerpo. Se palmea los pechos, aprieta la carne y tira de
los pezones.
Burlándose de sí misma.
Tentándome.
Derrotándome.
Mi polla está en atención, esforzándose hacia ella. Mi
erección palpita, sobresaliendo mientras sube y baja al ritmo
de mi pulso.
La felicidad y la ira se mezclan con mi deseo. Mi
exasperante compañera. Estoy en guerra conmigo mismo, sin
saber si debería follarla, azotarla o ambas cosas.
—¿Alguien te vio? —grito, resistiendo el impulso de
agarrar mi polla y apretarla para obtener un poco de alivio.
—No. Estoy segura de ello. ¿Sabes cómo está todo el
mundo, la reina Maelyn esto y la reina Maelyn aquello?
Bueno, como dije, no me trajeron comida. No hay forma de
que no me alimenten.
Está bien, le creo. Todo el mundo sabe que les sacaría la
cabeza si dejaban que mi pareja se muriera de hambre.
—Has hecho un movimiento muy peligroso, esposa. —Le
di la oportunidad de irse y corrió de regreso aquí. Si cree que
tendré la fuerza para perdonarla por segunda vez, está
equivocada—. Acorralar al rey en un juego es una cosa. ¿Pero
en la vida real? Te encontrarás a mi merced.
—Bien. Haz lo peor que puedas, esposo.
Girando, se posa sobre sus manos y rodillas, sacando su
trasero hacia mí. Menea el trasero. Está jugando conmigo,
pero no tiene idea de lo serio que es este asunto.
Apretando los puños, mantengo las manos a los lados
mientras me acerco a la cama.
—No entiendes lo que estas pidiendo. Si hacemos esto, el
vínculo se solidificará. No podrás estar separada de mí. Nunca
podrás dejarme.
Su cabello se agita en su espalda mientras mira por
encima del hombro.
—Ya no puedo. Pertenezco a donde estás.
Cediendo a su ardid, agarro sus caderas con ambas
manos. La arrastro hacia atrás hasta que mi polla toca su
nalga. Ella toma aire al sentir mi dureza contra su piel.
Temblando por el esfuerzo que se necesita para
contenerme, giro mi pelvis hasta que mi punta se posa en su
coño empapado.
Y está empapado. Algunos de sus jugos se acumulan en
la parte inferior de la cabeza de mi polla, y un riachuelo se
arrastra lentamente a lo largo de mi longitud.
—Suplica —ordeno, mi voz apenas es un susurro ronco,
porque sus codiciosos labios vaginales se están contrayendo a
mi alrededor, tratando de succionarme. Pero no le daré lo que
quiere hasta que diga las palabras adecuadas.
—Por favor —se queja Maelyn.
—¿Por favor qué?
—Te deseo.
—¿Y? Necesito más que eso.
—Quiero que mi marido me folle el bonito coño.
Buena niña.
Colocándome en su entrada, lentamente avanzo. Su
carne caliente es sedosa. Flexible, pero apretada. Mientras los
primeros centímetros de mi polla están envueltos en un calor
húmedo, gimo.
No había planeado tomarla así la primera vez, en celo y
por detrás como una bestia salvaje. Por otra parte, Maelyn
parece disfrutar de mis formas bestiales.
Bombeando suavemente, encuentro resistencia.
La virginidad de Maelyn.
Mía.
Nuestra.
Juntos, estamos experimentando algo nuevo y
maravilloso.
Entro, empujando la barrera, pero el placer se convierte
rápidamente en dolor.
Maelyn grita y se tensa.
Bueno, joder. Eso duele. Siento el pinchazo de romper su
virginidad, una quemadura al rojo vivo en algún lugar bajo de
mi vientre.
—El sexo normalmente no duele con parejas
predestinadas —gruñí, inclinándome para cubrir la espalda
de mi esposa con mi cuerpo. Queriendo la cercanía. Besando
entre sus omóplatos.
—Por supuesto que somos la excepción —se burla, tensa.
Probablemente sea el vínculo jodido, combinado con el
hecho de que ella es completamente humana. ¿Pero sabes
que? Me alegro.
—No estoy feliz de que estés sufriendo —le digo—. Pero
estoy contigo. Estoy compartiendo tu dolor.
—¿También lo sientes?
—Sí.
—Bien. Lo siento —se corrige—. Siempre he pensado que
es injusto que las mujeres tengan que sufrir cuando tienen
relaciones sexuales por primera vez.
—Lo haré mejor —la tranquilizo, envolviendo un brazo
alrededor de ella para encontrar su clítoris.
El placer pasa de ella a mí cuando lo froto en círculos
suaves, y los músculos internos de Maelyn comienzan a
relajarse alrededor de mi grosor. Solo estoy a mitad de
camino, pero la peor parte ya pasó.
Retrocediendo, empujo suavemente, repitiendo los
movimientos varias veces. Centímetro a centímetro, mi polla
está cubierta por cómodas paredes aterciopeladas. Una vez
que estoy completamente dentro, un gemido inestable sale del
cuerpo tembloroso de Maelyn.
El dolor se ha convertido en un dolor sordo, y mientras
jugueteo con su clítoris y uno de sus pezones al mismo
tiempo, la humedad brota sobre mi polla.
Empujándose contra mí, Maelyn gime.
—Puedes moverte ahora.
—Ah, ah. —Me quedo sentado profundamente,
ganándome un gruñido de ella. Es una cosita viciosa cuando
está excitada—. ¿Qué dices?
Levantándose, Maelyn deja caer su espalda contra mi
pecho y gira la cabeza. Tomando mi mandíbula, me anima a
un beso, que estoy más que feliz de dar.
Su aliento pasa como un fantasma sobre mis labios
cuando dice.
—Desde el amanecer hasta el anochecer, desde el
anochecer hasta el amanecer, nunca amaré a otro.
Las palabras llegan a mi corazón y me agarran. Aprietan
fuerte.
La euforia me hace la cabeza ligera, mi estómago se
agita. Como si estuviera en caída libre.
Cualquier resentimiento que pudiera haber tenido contra
Maelyn por su desobediencia se desvanece.
Nunca he estado más agradecido con alguien por no
escucharme. Todavía no estoy seguro de cómo vamos a lidiar
con su presencia continua aquí, especialmente desde que se
supone que murió en la cueva, pero lo resolveremos más
tarde.
Aunque ya hemos intercambiado la promesa una vez,
esta vez es importante. Esta vez cuenta. En un susurro bajo,
le repito el voto.
—Ahora hazme el amor, esposo. Toma mi alma.
Esa es una solicitud que nunca podría negar.
Poniendo una rodilla en el colchón, mi polla se aloja en el
coño de Maelyn, la guío hacia adelante hasta que ambos
tenemos suficiente espacio para acostarnos. Con su estómago
presionado contra el colchón, empiezo a bombear dentro de
ella con movimientos lentos.
Gimiendo, empuña la almohada cerca de su cabeza, y
estoy celoso de la tela y la pelusa por tener su mano. En su
lugar, debería estar abrazándose a mí.
Deslizando mi palma debajo de la de ella, entrelazo
nuestros dedos.
He esperado tanto tiempo por esto. Por amor. Por la
intimidad. Ahora que lo he probado, no puedo imaginar pasar
más de un día sin él.
Mi vista volverá pronto, pero por ahora, confío en mis
otros sentidos.
Escucho los jadeos embriagadores de Maelyn cada vez
que toco fondo dentro de ella.
Pasando mi nariz a lo largo de su hombro, inhalo su
dulce aroma mezclado con el mío.
Siento el sedoso deslizamiento de su coño, encendiendo
las terminaciones nerviosas desde la raíz hasta la punta de mi
eje. Con su delicioso culo aplastado debajo de mi pelvis, su
teta flexible presionando mi otra mano, y mi polla enterrada
profundamente, es como si estuviera dominando todas sus
mejores partes.
Bueno, casi todas.
—Dame esa bonita boca.
Cuando gira la cabeza para cumplir con mi demanda,
atrapo sus labios en un beso sin aliento.
Encontramos un buen ritmo, tanto con nuestro cuerpo
como con nuestra boca.
Nos retorcemos juntos como uno.
Respiramos el aire del otro.
Gritos y gemidos llenan mi habitación mientras acelero
sin querer. El vínculo me impulsa a cumplir con sus
demandas y mis caderas comienzan a trabajar más duro. Mi
polla va increíblemente más profunda, estirando su coño
hasta el límite.
—Mae —gruñí, incapaz de dejar de follarla el tiempo
suficiente para decir—. Tienes que darte la vuelta.
—¿Por qué? —dice con voz ronca—. Se siente tan bien
así. Dios, podría hacer esto durante horas.
—Estoy feliz de escuchar eso, pero no puedo. En este
punto, tendré suerte de poder aguantar otros cinco minutos.
Además, necesitamos el contacto visual para romper la
maldición.
—De acuerdo. —Maelyn se retuerce contra mí,
levantando su trasero y cambiando el ángulo de mis
embestidas—. Si quieres que me dé la vuelta. —Gime cuando
llegué a un nuevo lugar—. Tendrás que salir de mí por un
segundo.
Gimo con voz ronca.
Es más fácil decirlo que hacerlo.
Lo que dice es verdad, pero mi cuerpo tiene mente
propia. Mientras mi cerebro me dice que vaya más despacio,
el vínculo me hace ir más rápido.
—A la cuenta de tres... —Me meto en ella con una
urgencia casi frenética, y la piel comienza a golpear la piel—.
Uno.
—Dos. —Su mano agarra la mía con más fuerza.
—Tres. —Con todo el autocontrol que poseo, me obligo a
escapar del apretado calor de Maelyn el tiempo suficiente
para voltear su cuerpo. Separando sus rodillas, cubro su
cuerpo con el mío y vuelvo a golpear su coño.
Esta vez no hay dolor.
Solo necesidad. La ardiente necesidad de llegar.
Y ahora sus pechos rebotan. Puedo sentir los suaves
globos moviéndose contra la piel de mi torso. Quiero jugar con
ellos. Apretarlos.
Lo haré la próxima vez, cuando pueda ver la carne
abultada entre mis dedos.
Ahora mismo es el momento de terminar con esto.
Presiono el clítoris de Maelyn con el pulgar y lo froto al
mismo tiempo que mis embestidas. Por supuesto, eso solo
duplica las sensaciones para mí, y mis bolas se tensan. Todo
mi cuerpo hormiguea.
—Mantén tus ojos abiertos. —Mis labios aterrizan en los
de ella y hablo a través de besos—. Tienes que mirarme a los
ojos para completar el vínculo.
—¿Va a suceder pronto?
—Sí. —Las motas de luz ya están detonando en la
oscuridad omnipresente—. Y un par de advertencias. —
Empuje, empuje, empuje—. Saldrán chispas en el aire una vez
que se encienda nuestro vínculo de pareja. Y... —Ahora, por
la parte que temo—. Voy a cambiar después. Lo siento, Mae.
—¿Te vas a ir? —Sus uñas se clavan en mi espalda como
si pudiera mantenerme cerca de ella sujetándome lo
suficientemente fuerte.
—Desearía no tener que hacerlo.
—Entonces no lo hagas. Solo quédate. Quédate aquí
conmigo.
—Podría cambiar durante horas —advierto—. Los
poderes de los faes se amplifican después del primer
acoplamiento entre parejas predestinadas.
—No me importa —jadea—. Solo quiero estar contigo. Te
amo.
Mi maravillosa compañera. No se da cuenta del regalo
que sus palabras son para mí.
—Te amo esposa. —Besándola profundamente,
mantengo los ojos bien abiertos mientras pellizco su pezón y
su clítoris al mismo tiempo.
Varios eventos ocurren en rápida sucesión.
Aparecen la luz y los colores, y cuando parpadeo hacia el
rostro de Maelyn, encuentro sus hermosos ojos mirando hacia
los míos.
Tan pronto como nos conectamos, mi visión se restaura.
La luz brillante y las líneas nítidas forman las mejillas
enrojecidas, los labios rosados hinchados y el cabello rubio de
recién follada y sudoroso.
Hago un ruido que parece una combinación de grito y
risa.
Maelyn comienza a sonreír, pero su rostro se contrae de
repente cuando su orgasmo alcanza un pináculo. Su boca
toma forma de O. Un grito silencioso.
El éxtasis absoluto nos inunda mientras el coño de
Maelyn sufre espasmos alrededor de mi polla.
Las apretadas contracciones desencadenan mi propio
orgasmo, y un rugido brota de mi garganta mientras derramo
mi semilla dentro de ella. Sigo bombeando a través de él,
chorro tras chorro disparando desde mi polla, cubriendo sus
cómodas paredes con calor y humedad.
Finalmente, encontrando su voz, Maelyn grita.
Inmovilizada bajo mi peso, se arquea y se agita mientras su
grito se convierte en sollozos de placer.
Las chispas detonan en el aire a nuestro alrededor
mientras me balanceo sobre ella unas cuantas veces más,
asegurándome de que ordeñe cada gota de mí.
Los ojos de Maelyn se abren de par en par mientras
observa cómo se celebra nuestra conexión mágica, pero
apenas le echo un vistazo. Estoy demasiado ocupado mirando
a mi hermosa compañera.
En cuestión de segundos, las luces parpadeantes se
apagan y desaparecen, pero nunca olvidaré la forma en que se
reflejaban en las piscinas avellana que tanto amo.
Entonces hay un cambio en mi alma.
Una especie de curación.
Todas las mentiras y promesas incumplidas que han
oscurecido mi interior a lo largo de los años desaparecen.
Mi alma se renueva. Me han lavado y un vértigo infantil
invade mi corazón. El tipo de vértigo que uno experimenta
cuando no está abrumado por la vida.
Maelyn realmente trajo su luz a mis sombras.
A pesar de la felicidad que siento, mi pecho comienza a
vibrar, advirtiendo que se acerca el cambio. Un dolor agudo
atraviesa mi esternón y gruño.
—¿Puedes sentirlo?
La frente de Maelyn se arruga por la confusión.
—¿Sentir que?
—El cambio. Puede que te resulte doloroso ahora que
estamos unidos. Lo siento mucho, Mae. —Mis nuevos ojos
buscan su rostro en busca de rasgos apretados o angustia,
pero solo veo satisfacción.
¿Podría ser? ¿Se escapará del dolor?
Envío una súplica silenciosa al espíritu de Alonius. Le
prometo al mago que nunca más me quejaré de mi poder
mientras no lastime a Maelyn.
Mi esposa sonríe.
—No me siento nada más que satisfecha.
Le devuelvo la sonrisa.
Gracias a los soles y a Alonius por perdonar a mi
compañera.
Debe ser porque mi poder fue dado, no ganado
naturalmente.
Y realmente es un regalo. Uno que nunca daré por
sentado en el futuro.
Rogándole al cambio que espere un minuto, lleno de
besos el rostro de Maelyn mientras las palabras de elogio caen
de mis labios.
—Eres todo para mí. Te amo. Nunca te dejaré ir.
Sonríe y rasca ligeramente la barba incipiente de mi
mandíbula mientras dejo que mi suave polla se deslice de su
cuerpo.
—Nunca me dejes ir.
Es una orden que siempre obedeceré.
42
Maelyn
Unos fuertes golpes interrumpen mi sueño tranquilo. Me
hundo más bajo las mantas, buscando el calor a lo largo de
mi espalda.
Pero luego siento la superficie dura debajo del edredón
clavándose en el hueso de mi cadera, y por un segundo, me
imagino dentro de esa jaula.
Mis ojos se abren de golpe.
Mi vista inmediata es la cama de Zander. Me relajo,
aunque estoy mirando el pie de cama desde el suelo.
¿Por qué estoy en el suelo?
Oh sí.
Después de que tuvimos sexo, Zander se convirtió en un
grifo. Ver la transformación por segunda vez parecía tan
doloroso como la primera, y el pobre tipo debió haber estado
reventado, porque tan pronto como se completó el cambio, se
derrumbó en medio de su habitación con un resoplido y
comenzó a roncar. Negándome a pasar tiempo lejos de él,
agarré las mantas y me acurruqué a su lado.
Me doy la vuelta y toco suavemente la piel de su costado.
Mi cabeza está acunada por su pierna trasera y la mitad
inferior de mi cuerpo está cubierta de manera protectora por
una de sus alas.
El ruido sordo comienza de nuevo y me doy cuenta de
que alguien está llamando a la puerta.
—Rey Zander, tenemos una emergencia. —Eso suena a
Thayne.
Me incorporo, molesto el ala de Zander, y al instante se
tensa cuando se despierta. Balanceando su pico de izquierda
a derecha, busca en la habitación una amenaza y no
encuentra ninguna. Sus ojos aliviados se posan en los míos.
Esposa. Te amo. Te amo mucho.
—¿Qué?
Las palabras fueron pronunciadas con claridad, pero no
por la boca de Zander. Escuché el pensamiento en mi cabeza.
El aire frío golpea mi piel desnuda mientras me arrastro
hacia su cara.
—¿Zander? Di algo. Quiero decir, piensa en algo.
Inclina la cabeza, confundido.
¿La dejé tonta de tanto follar? ¿De qué está hablando?
Jadeando, me tapo la boca y susurro:
—Tus pensamientos. Los entiendo. Puedes comunicarte
conmigo. Piensa en otra cosa.
Su cabeza se balancea de un lado a otro. Eso no puede
ser.
—Lo es.
Más golpes.
—Sé que está ahí, su majestad. Thaddeus lo vio volar a
su balcón y nadie lo vio salir.
Enviando un gruñido de advertencia a quien nos
interrumpe, Zander me lanza una mirada de pánico.
No puedes estar aquí.
—Bueno, estoy —siseo—. ¿Quieres que me esconda?
Thayne se aclara la garganta.
—Uh, si estás con una mujer, voy a tener que pedirle que
se retire mientras te informo las noticias.
Miro a Zander.
—¿Tú también puedes leer mis pensamientos?
Dejo escapar una serie de improperios en mi mente.
Porque no permitiré que nadie crea que Zander llevó a una
mujer al azar a su habitación para cuidar su dolor. Nadie
puede ser su rebote excepto yo.
Espera. Eso no tiene sentido. No puedo ser un rebote de
mí misma.
Como sea.
Me toma un segundo darme cuenta de que Zander está
negando con la cabeza.
No, esposa. Cualquier divagación que esté ocurriendo en
esa bonita cabeza tuya, no estoy al tanto de ello.
Suspiro.
—¿Puedes cambiar de vuelta? Parece que Thayne tiene
algo importante que discutir contigo.
No lo creo. Todavía estoy en lo alto de nuestro
apareamiento.
Una avalancha de recuerdos sensuales tiñe mis mejillas
de rojo.
—Bien entonces. Solo hay una cosa por hacer.
Con la sábana convertida rápidamente en una toga que
no me queda bien, me dirijo a la puerta.
Maelyn, no...
Ignoro a Zander mientras abro la cerradura y giro la
perilla.
Tan pronto como los ojos de Thayne se posan en mi
rostro, su mandíbula cae.
—Reina Maelyn. Se supone que debes estar en casa.
—Estoy en casa —digo con firmeza.
Castigado, su mirada se posa en un papel que tiene entre
las manos.
—Bien. Tenía la impresión de que te ibas a ir de Valora,
pero estamos muy contentos de tenerte.
—¿Nosotros? —Cuando doy un paso atrás para dejarlo
entrar, me doy cuenta de que no está solo.
Kirian y Quinn se arrastran detrás de él.
En retrospectiva, debería haberme puesto algo de ropa,
pero ahora es demasiado tarde.
Apretando la sábana con más fuerza contra mi pecho,
observo las reacciones de todos al grifo sentado en el medio
de la habitación. No estoy segura de qué conclusiones están
sacando, pero todos están boquiabiertos como peces.
—Él no estaba así cuando nosotros… —Toso torpemente
mientras agito una mano entre nosotros— Cuando nosotros…
El rostro de Kirian se ilumina y mira a Zander.
—¿Completaron el vínculo?
—Sí —le digo al mismo tiempo que Zander asiente.
Dejando escapar un grito triunfante, Kirian levanta a
Quinn por la cintura y la hace girar mientras se ríe. Una
sonrisa imparable se extiende por mi rostro ante la pura
felicidad que Kirian tiene por el éxito de Zander. Es un
verdadero aliado.
Su rostro se ensombrece cuando deja a su esposa en el
suelo.
—Zander, ¿por qué renunciaste a tu reino? Deberías
haberme consultado primero.
No es que Zander pueda responderle, pero esto es una
novedad para mí.
—¿Renunciar a tu reino? —le pregunto—. ¿De qué está
hablando?
En un intercambio silencioso, Zander explica su decisión
de renunciar a la corona para poder estar conmigo. Describe
el torneo y cómo las ruedas ya se han puesto en marcha.
Lo olvidé tan pronto como me di cuenta de que estabas
aquí. Además, ya se estaba corriendo la voz. Era demasiado
tarde. ¿Me seguirás amando cuando no sea un rey y tú no seas
una reina?
Conmovida, pero todavía triste al mismo tiempo, me
acerco a él y presiono una mano a un lado de su cara.
—Siempre te amaré no importa que. ¿Estás seguro de
que esto es lo que quieres?
Él acaricia mi palma con la nariz.
Es lo mejor. No tenemos que ir al reino de la Tierra si no
quieres. Podemos vivir en el Reino de la Noche con Kirian y
Quinn.
Si los pensamientos pueden sonar tristes, este lo hace.
El Reino del Día es su hogar y, a pesar de lo que piensa,
es un rey increíble.
Notando el tiempo que se extiende entre nosotros, el
dedo de Kirian va y viene de Zander a mí.
—¿Están hablando entre sí en este momento?
Sin saber si esto es un secreto que deberíamos mantener
entre nosotros, miro a Zander y levanto una ceja interrogante.
Diles. Puedo confiar en estos tres.
—Aparentemente, Zander puede hablarme, mentalmente,
cuando está en esta forma. No sé si ese será el caso una vez
que regrese. Todo esto es nuevo.
—Muy útil —comenta Kirian—. Entonces puedes ser
nuestro traductor. Tenemos asuntos urgentes. —Hace un
gesto a Thayne y el guerrero hace una mueca cuando sus ojos
vuelven a fijarse en el papel.
—Los duendecillos que enviamos esta mañana fueron
por todas partes para recopilar presentaciones para el desafío.
Hay tres. Primero, Marek.
Una serie de sentimientos de satisfacción provienen de
Zander, y estoy un poco desconcertada de poder sentir sus
emociones.
—¿Te gusta esa idea?
Marek será un gran gobernante y tiene muchas
posibilidades de ganar. Su poder será difícil de vencer cuando
pueda paralizar a su oponente en segundos.
Asiento y miro a Thayne.
—¿Quién más?
—Nikita, una Pyro de Olphene.
Su poder debe tener algo de empuje si cree que puede
ganar, reflexiona Zander.
—El último participante. —Thayne traga saliva y hace
una pausa—. Su majestad, no esperábamos este resultado.
Ha pasado tanto tiempo desde que se llevó a cabo un torneo,
nos olvidamos de una laguna...
Fuera con eso. Zander gruñe en voz baja y el sonido es
suficiente para transmitir su mensaje.
—Gideon, mago de Azerdeen. —Thayne deja escapar un
suspiro de derrota.
—¿Gideon viene aquí? —La sangre sale de mi cara
mientras tropiezo hacia atrás. El gran cuerpo de Zander está
ahí para atraparme, pero estoy temblando—. Bueno, eso es
bueno, ¿verdad? Puedes arrestarlo.
—No, reina Maelyn —dice Thayne con pesar—. Se le debe
permitir competir.
—¿Por qué? —cuestiono apasionadamente—. ¿Cómo
puede ser parte de esto cuando es un fugitivo buscado?
La expresión de Thayne es sombría, claramente tan
preocupada como yo, pero Kirian dice:
—Cualquiera con órdenes judiciales pendientes o
crímenes tiene inmunidad una vez que ha entrado en un
desafío por la corona.
—¡Eso es... eso es una mierda! —exclamo.
—Estoy de acuerdo. —Kirian se frota la sien—. Como dijo
Thayne, ha pasado tanto tiempo desde que se celebró un
torneo oficial, las reglas y las lagunas no se conocen bien. Si
Gideon pierde, puede ser arrestado o ejecutado en el acto.
Todavía estoy temblando.
—¿Y si gana?
Todos los rostros a mi alrededor se oscurecen.
Entonces será el nuevo rey.
Horrorizada, me vuelvo hacia mi marido.
—No, Zander.
Si.
—No podemos permitir que eso suceda.
No está en nuestras manos.
—¡Pero va a ganar! —estoy en modo pánico total—. Has
visto lo poderoso que es.
Entonces no nos quedaremos. Iremos a Texas y viviremos
nuestras vidas donde eres más feliz.
—Soy más feliz donde estás —susurro—. Y amas este
mundo. Te preocupas por tu gente. ¿Cómo pudiste dejarlos
con un idiota sádico como Gideon?
Una breve vergüenza cubre los ojos de Zander.
Soy un hombre egoísta. Maldeciría todo y a todos si eso
significara que podría estar contigo.
Por muy halagador que sea, no puedo aceptarlo. Synda,
Tabitha y todos los demás trolls. Las chicas humanas que
han hecho una vida aquí. Los leales soldados de Zander.
Todos se encaminarán hacia una vida de miseria cuando
Gideon sea el rey.
A no ser que…
—Zander. —Le doy una palmadita emocionada—. ¿Se te
permite entrar?
Ladea la cabeza, pero Kirian responde antes de que
Zander pueda hacerlo.
—Sí, está permitido. —Con una sonrisa creciente, Kirian
camina sin rumbo fijo—. Brillante idea, Maelyn. Zander,
puedes recuperar tu posición de rey. Y como te acabas de
aparear, serás más fuerte.
—¿Cuándo es este torneo? —No le pregunto a nadie en
particular.
—Oscuridad. —Mirando por las ventanas, Kirian parece
estar juzgando el momento cuando explica—: En unas dos
horas.
Mis ojos preocupados se dirigen a Zander.
—¿Qué opinas? —No le doy tiempo para responder
porque se me ocurre un pensamiento—. Cuando estás en
forma de grifo, eres inmune a la magia, ¿verdad? —Apretando
su pico en mis manos, mis palabras salen rápidamente—:
Eres el único que puede vencer a Gideon. No puede tocarte
con sus trucos y se verá obligado a pelear contigo con un
combate físico. Además, no espera que seas su oponente.
Tendrás el elemento sorpresa.
Kirian se ríe mientras se une al lado de Quinn.
—Me gusta tu forma de pensar, Maelyn. Tienes razón en
todo eso.
Los ojos de Zander se clavan en los míos. ¿Tú quieres
esto? ¿Para que yo sea rey? ¿Quieres ser mi reina?
Asiento.
—Más que nada.
La felicidad de Zander se filtra en mí.
Entonces lo haré. Diles que me agreguen a la lista.
43
Zander
Mi decisión impulsiva de abandonar este mundo se ha
convertido en uno de mis errores favoritos. Porque, después
de esta noche, después de que gane, mi legitimidad como rey
no se cuestionará nunca más. No seré visto como un líder
débil. Una abominación medio humana.
Tendré respeto. Mi poder será ganado. Y, lo más
importante, mi victoria garantizará la seguridad de Maelyn.
Gideon no tendrá piedad cuando me enfrente a él. No
saldrá de aquí con vida. Esta noche, morirá en mis manos. O,
en este caso, en mis garras, mis garras o mi pico. Con gusto
lo haré pedazos.
Mientras atravieso uno de los túneles de piedra que
conducen al patio de ejecución, oigo los vítores de las gradas.
La gente ha acudido de todas partes para presenciar el épico
enfrentamiento.
Siendo aún el rey actual, soy uno de los únicos que ha
visto la alineación del torneo. La suerte me ha puesto contra
Marek en primer lugar. No quiero hacerle daño. Estoy seguro
de que él tampoco desea perjudicarme, lo que hará que sea
interesante.
La luz del final del túnel se vuelve casi cegadora cuando
salgo de las sombras. A lo lejos, alguien me anuncia, y el
ruido del público se convierte en una combinación de vítores
ensordecedores, jadeos y algunos abucheos.
Nadie espera que entre en mi propio desafío.
Especialmente mis oponentes. Ya están saliendo de sus
propios túneles, y la conmoción en sus rostros sería divertida
si no se dieran cuenta de que sus vidas están en peligro
inminente.
La ira juega en la cara de Gideon. Fosas nasales
dilatadas. Dientes marcados. Ojos entrecerrados en mi
dirección.
Recuerdo las palabras que su padre me dijo el día que
lanzó el hechizo: que sería el hombre más poderoso del Reino
del Día. Nunca lo creí. Pensé que era una analogía o que tal
vez el mago estaba tratando de venderle a mi padre una
mentira.
Pero ahora me pregunto si lo que dijo es cierto. Y si, en
ese momento, sabía que algún día su hijo y yo nos
enfrentaríamos.
El aroma del miedo se extiende entre los espectadores.
La mayoría de los ciudadanos no están acostumbrados a
verme en forma de grifo. No de cerca. Puede que me vean
fugazmente cuando vuelo, pero ahora estoy frente a ellos, a
un salto de distancia de separar sus cabezas de sus cuerpos,
como hice con mi padre.
Echo un vistazo a la fila superior de la derecha, donde se
encuentra el palco especial para la realeza. Maelyn está allí
con Quinn y Kirian a su lado, con el dosel de color verde
oscuro que los protege del sol.
Mi esposa está preciosa con un vestido rosa claro que ha
tomado prestado del armario de mi madre. La gente no deja
de dirigirle miradas, y no es sólo porque sea preciosa. Se
están dando cuenta de que el rumor de la muerte era falso, y
ahora se preguntan si seguirá siendo su nueva reina. Se
preguntan si ganaré.
Te amo. Puedo hacerlo.
Maelyn me hace un sutil gesto con la cabeza, y el orgullo
en su rostro me hace sentir invencible. Nunca supe que
alguien pudiera animarme con una sola mirada. La confianza
que muestra mi compañera me fascina.
Cree en mí.
Si mi madre pudiera verme ahora. Sé que tendría la
misma expresión de asombro y admiración. Una pizca de
melancolía me revuelve el corazón. Me gustaría que estuviera
aquí para verme recuperar lo que siempre me ha pertenecido,
pero se está eligiendo a sí misma por primera vez en su vida.
Por mucho que no quiera, tengo que respetar su decisión.
El locutor hace sonar una bocina, indicando a todo el
mundo que guarde silencio mientras declara las condiciones
del torneo.
Cero reglas. Todo está permitido. Ningún truco se
considera demasiado sucio, ningún arma demasiado
peligrosa, incluida la magia. La guerra mental y física no tiene
límites en esta arena. Se nos permite llevar la lucha a otra
parte, al cielo o a los pastos que nos rodean, pero sólo
durante un minuto. Si pasan sesenta segundos antes de que
uno de nosotros regrese, se considera una pérdida. El público
puede animar y hacer ruido, pero no puede interferir
utilizando sus propios poderes.
Siguiendo las instrucciones, Marek y yo nos
encontramos en el centro. Mis garras raspan la piedra. Una
piedra que se ha empapado de sangre a lo largo de los años.
Se nota que alguien trató de lavar este lugar hoy, trató de
fregar las manchas de color óxido. Aún así, el rojo permanece
en todas las grietas y hendiduras.
El sonido de la bocina vuelve a sonar.
Comienza el primer desafío.
Marek sabe que su poder no funcionará conmigo
mientras esté cambiado, así que tengo curiosidad por ver qué
estrategia adopta en su lugar.
Hay armas atadas a él en varios lugares. Un hacha en su
cinturón. Una daga en su bota.
Saca la espada larga de su espalda. Agarrando la
empuñadura, la levanta sobre su cresta rubia antes de
bajarla. Lentamente, sostiene la hoja horizontalmente sobre
su pecho, acunada en las palmas de las manos.
Bajando la cabeza, se arrodilla y deja la espada en el
suelo.
—No lucharé contra mi único y verdadero rey. Renuncio.
¡Rey Zander para siempre, hasta que los soles ya no ardan!
Gritos de indignación y gritos de alegría surgen de la
multitud. Algunos están probablemente molestos porque no
habrá derramamiento de sangre entre nosotros. Otros se
sienten aliviados porque realmente quieren que gane, lo que
me resulta sorprendente.
Quizá tenga más seguidores de los que pensaba.
Asiento a Marek, y el locutor no tiene más remedio que
declararme vencedor de este asalto.
No habría culpado a Marek por desafiarme, por querer
mejorar su vida, por querer ganar poder.
Pero estoy más que agradecido por su lealtad.
Alguien va a recibir un ascenso.
Nikita y Gideon son los siguientes.
Mientras Marek sube los escalones para sentarse en la
primera fila, yo me siento en un lugar apartado de la arena.
No voy a intentar sentar mi enorme culo en los bancos de
piedra que recubren el estadio circular. Mi peso
probablemente lo rompería.
Abriendo con un fuerte pie hacia adelante, Nikita intenta
hacer arder a Gideon con la mirada.
Intenta es la palabra clave. Las piedras a sus pies
comienzan a arder, pero él permanece intacto ante el calor.
Debe tener un hechizo de protección.
Mostrando el verdadero alcance de su poder, erige un
muro de fuego alrededor de Gideon, enjaulándolo con llamas
de cuatro metros.
Él sonríe, lanza un portal y sale de él.
A continuación, Nikita lanza una bola de fuego gigante.
En lugar de agacharse o apartarse, Gideon desaparece a
través de otro portal y sale detrás de ella. Con un giro de sus
manos, cambia la dirección del orbe en llamas. Es arrastrado
hacia atrás antes de que Nikita se dé cuenta de dónde está
Gideon.
Como no puede ser dañada por su propio poder, el fuego
no la quema cuando le da de lleno en la cara, pero la
desorienta durante un segundo. El tiempo suficiente para que
Gideon lance un hechizo.
Gritando alarmada, Nikita empieza a rascarse
frenéticamente los brazos desnudos. El resto de su cuerpo
está cubierto por unos pantalones de lona de color crema y
un chaleco, pero se golpea la piel expuesta y se sacude el
rubio cabello.
Me doy cuenta. Una ilusión. Gideon la distrae con algo
que teme, algo que no existe en realidad, mientras blande un
cuchillo largo y dentado.
Se acerca a ella por detrás, con la clara intención de
cortarle el cuello. Tal vez de cortarle toda la cabeza.
Nikita se aparta, evitando la cuchilla en el cuello. En
cambio, la punta afilada le corta la parte superior del pecho, y
la sangre empapa inmediatamente su ropa.
Gruñendo, saca una espada de su cinturón. Ella y
Gideon comienzan a rodearse lentamente. Con unos buenos
golpes, Nikita causa algunos cortes profundos en los brazos
de Gideon y uno en su torso.
¿Por qué la deja acercarse tanto?
Está planeando algo, usándose a sí mismo como cebo.
Hay una mirada vidriosa en sus ojos mientras arrastra sus
botas con pasos medidos en un anillo perfecto.
De repente, se traslada a un extremo de la arena y, con
un chasquido de dedos, aparece un campo de fuerza eléctrico
alrededor de Nikita.
Los gritos de dolor de Nikita se escuchan con fuerza y
eco mientras se derrumba en el suelo bajo la cúpula. Sin
darse por vencida, se agita mientras intenta disparar más
fuego de sus manos. Cada llama que suelta muere en cuanto
toca el tortuoso campo de fuerza que la rodea.
Entre gritos, consigue gritar:
—¡He terminado! ¡Pierdo!
El locutor se ha convertido también en árbitro. Cuando
da por finalizado el combate, nombrando a Gideon ganador, el
campo de fuerza permanece levantado mucho más tiempo del
que debería.
—Apágalo. —El hombre hace sonar la bocina como una
campana de advertencia—. Hablo en serio, Gideon. Serás
descalificado si no te detienes.
Mis ojos se dirigen a la cara de Gideon. Ni siquiera presta
atención a lo que se dice. Con una sonrisa sádica en su
rostro, se deleita con el dolor de su oponente. Observa cómo
se retuerce y llora.
La bocina vuelve a sonar.
—Descalificando a Gideon, Mago de Azerdeen en tres,
dos…
—Muy bien. —El campo de fuerza cae, junto con los
gritos espeluznantes de Nikita, y Gideon levanta las manos en
señal de rendición—. Me he detenido.
Bastardo.
La multitud está más intranquila ahora. Intercambiando
miradas preocupadas y palabras susurradas, miran a Gideon
con preocupación y miedo.
A la mayoría de los ciudadanos del Reino del Día les
gusta permanecer ajenos a los conflictos políticos, es natural
que los faes estén ensimismados, pero no son tontos.
Reconocen el peligro cuando lo ven. En este momento, se
están dando cuenta de lo que podría ser vivir bajo el puño de
hierro de Gideon, por así decirlo. Él aplastará a cualquiera
que se interponga en su camino, y disfrutará haciéndolo.
Supongo que ahora no parezco tan malo, ¿verdad?
Marek se encarga de saltar y ayudar a Nikita a llegar a
las gradas. Gracias a la casa de los horrores de Gideon, sabe
lo que se siente al estar atrapado en ese particular infierno.
Ahora es mi turno de enfrentarme a Gideon.
Es hora de acabar con esto de una vez por todas.
Apenas oigo al orador decir nuestros nombres para
oficiar nuestra ronda. Gideon es un hombre muerto que
camina, y toda mi atención se centra en él. Resulta difícil
ignorar los nervios de Maelyn, pero lo consigo.
Gideon no debe tener el poder de curar, porque sus
cortes siguen sangrando. Observo cómo el rojo empapa su
camiseta blanca y cómo los ríos oscuros gotean de las manos
que cuelgan despreocupadamente a sus lados.
Sigue sosteniendo su cuchillo y sus ojos recorren mi
cuerpo, probablemente evaluando mis puntos débiles.
No puedo dejar que llegue a mis alas o a mis patas
traseras. Con mis plumas ya dañadas por el fuego, perder las
delicadas estructuras óseas dificultaría definitivamente mi
capacidad de volar durante bastante tiempo.
Sólo para intimidar, chasqueo mi pico hacia adelante y
rujo. El cabello de Gideon cae hacia atrás por la fuerza del
rugido. Saltando hacia mí, su espada se arquea en el aire. Lo
evito agachándome y pasando una de mis garras por la parte
trasera de su pantorrilla. La afilada garra atraviesa sus
pantalones y le hace un profundo corte en el músculo.
Rodando, Gideon se aleja de mi alcance y desaparece en
otro portal.
Suponiendo que va a salir detrás de mí, me giro
rápidamente.
Como suponía, aparece a unos cinco metros de
distancia. Lo que no esperaba, sin embargo, es que volviera
con una lanza, y un arco y flechas. Debía tener las armas
escondidas en algún lugar.
Tengo que admitir que no es una mala jugada.
Inteligente y justa. Pensó por adelantado, y no está rompiendo
ninguna regla.
Obviamente, no puede acercarse lo suficiente para usar
un cuchillo o una espada sin el riesgo de perder un miembro
o su cabeza. Dispararme podría ser su única oportunidad.
Con un grito de guerra, lanza la lanza. La esquivo hacia
la izquierda y por poco no alcanza mi ala, erizando las plumas
al pasar rozando.
No me da tiempo a recuperarme de la situación antes de
que Gideon lance una flecha y me la envíe. Es bueno con el
arma, rápido y con buena puntería.
Salto para esquivar las dos primeras, pero la tercera me
alcanza en el hombro.
Me duele.
Y me pongo furioso. No porque me haya herido, sino
porque he oído el débil grito de Maelyn cuando la flecha ha
atravesado mi piel y se ha incrustado en el músculo. Ahora
estamos unidos. Agradezco que no le duela cuando me
transformo, pero sé que lo sintió porque el dolor se hizo eco
en mí.
Gideon descarga su arsenal. La última flecha me corta el
costado, pero es un corte superficial.
Rueda hacia atrás hacia otro portal.
Ese cabrón. Cuando reaparece a mi lado, está
blandiendo un mango envuelto en cuero con una bola con
pinchos que cuelga de una larga cadena. La hace girar en el
aire varias veces y me la lanza.
Me agacho y tomo la cadena con el pico. Dando un fuerte
tirón, atraigo a Gideon hacia mí.
La adrenalina le obliga a sacar las alas y suelta el arma
mientras retrocede a trompicones.
Acercándome a él con fuerza, me acerco las alas al
cuerpo mientras cargo hacia delante. Cuando se da cuenta de
que está en peligro de ser acorralado, levanta el vuelo.
Le sigo.
Saltando hacia el cielo, me abalanzo sobre sus pies y
consigo su bota. Escupo la goma y el cuero, dejándolo caer a
la arena de abajo.
Las risas estridentes se extienden por la multitud.
Estoy dejando en ridículo a Gideon. Grita con
indignación y vergüenza.
Se produce una persecución en el cielo. No conseguimos
nada con la pelea, sólo nos cansamos, pero eso está bien.
Me doy cuenta de que Gideon está intentando usar su
magia conmigo. Siento que las ondas místicas vienen hacia
mí y rebotan en mi cuerpo. Gritando su frustración, vuela a
través de otro portal entre las nubes.
Agitando mis alas, me mantengo en mi sitio mientras
espero a que reaparezca. Cuando lo hace, luce una sonrisa
siniestra mientras sostiene dos botellas de cristal.
Blaze y polvo de estrellas.
Mira a la arena llena de gente que está abajo y su
intención me golpea con un rayo de terror cuando suelta los
envases.
Si los deja caer juntos, destruirá el anfiteatro y matará a
muchos.
Maelyn ciertamente no sobreviviría.
El bastardo se ríe mientras las botellas se le escapan de
los dedos.
Lanzándome al vacío, me dirijo al suelo y atrapo el polvo
de estrellas con mi pico a sólo tres metros del suelo de piedra
de la arena. Agarrando el polvo de estrellas con una garra, me
elevo en el último segundo, descendiendo en picado hacia el
suelo mientras planeo llevar las peligrosas sustancias a otro
lugar. En algún lugar alejado de los demás.
Se pueden recuperar más tarde.
Aterrizo en un campo y empiezo a cavar con mis patas
traseras. Se levantan grandes trozos de tierra y escupo el
Blaze allí antes de cubrirlo. Exprimo hacia otro campo para
enterrar el polvo de estrellas de la misma manera.
Para cuando estoy volando de vuelta a la arena, oigo al
locutor contar mi ausencia.
Joder.
Gideon es un cobarde por intentar que me descalifiquen.
Con cinco segundos de sobra, hago una caída libre.
Me dirijo directamente a su cara engreída, planeando
aplastarlo, aunque eso signifique ser empalado por su
cuchillo. Su sonrisa desaparece cuando se da cuenta de mis
intenciones, y su arma cae al suelo mientras busca otro
portal en su bolsillo.
Justo cuando le doy un mordisco en el hombro, se
desvanece.
Escupo su sangre y su carne a la piedra.
Cuando se reincorpora al combate a seis metros de
distancia, su carcaj se ha llenado, pero su agarre del arco es
inestable. Su puntería es mala y la flecha no recorre más de
quince metros antes de caer al suelo. El trozo de músculo que
le he quitado del brazo le dificulta sostener cualquier arma.
El dolor de mi propia herida aumenta con cada
movimiento. Quiero acercarme y arrancar la flecha, pero eso
significaría apartar la vista de Gideon. No puedo permitirme
eso.
—¡Puedes hacerlo, Zander! —grita Maelyn—. Véncelo.
Con la configuración única de mis ojos de pájaro, puedo
verla de pie, con los nudillos blancos de apretar los puños,
con el rostro marcado por la preocupación.
Todo irá bien, le digo. Yo me encargo de esto.
—No te preocupes, pajarito —se burla Gideon—. Puedes
ser mi reina cuando esto termine. Cantarás para mí todas las
mañanas.
En lugar de rabia, su burla tiene el efecto contrario.
Una sensación de paz se infiltra en mi cuerpo.
Sus palabras son un deseo.
Maelyn es mi reina, y cantará para mí, pero solo si
quiere. Nunca le he pedido una actuación, y hay una razón
para ello. No quiero recordarle el día que estuvo en la
subasta. Su valor infinito es la suma de todas sus partes, no
sólo su cuerpo y su voz.
Cojeando hacia mí, Gideon menea su cuchillo por el aire,
fallando cada vez que salto hacia atrás.
La multitud guarda silencio. Saben que su propio futuro
está en juego y observan con la respiración contenida.
La próxima vez que Gideon lanza su cuchillo al aire, me
inclino hacia él. No se lo espera. Atrapando la hoja con mi
pico, se la arranco de las manos y la arrojo lejos.
Grita de agonía y me doy cuenta de que le he quitado el
pulgar en el proceso.
Bien.
A continuación, le golpeo el abdomen. Su camisa se
desgarra mientras la sangre gotea de la nueva herida que le
he infligido. El corte es profundo y veo capas de músculo
expuestas.
Me abalanzo sobre él unas cuantas veces más, haciendo
jirones su ropa mientras le hago nuevos cortes.
Estoy jugando con él. Como el animal que soy,
básicamente estoy jugando con mi comida. Podría acabar con
él ahora, pero prefiero seguir humillándolo.
Salta a través de otro portal, pero cuando atraviesa la
abertura a seis metros de distancia, aterriza sobre las manos
y las rodillas. Debilitado. Destrozado.
Por primera vez, veo miedo y derrota reales en los ojos de
Gideon.
—Está bien. —Admitiendo finalmente que está luchando
una batalla perdida, extiende una de sus manos mientras
presiona la otra sobre la peor herida que tiene en el medio—.
He terminado. Renuncio.
Gideon ni siquiera ve a los hombres que vienen detrás de
él con la red de hierro. He ordenado a Thayne y a Torius que
se aseguren de que Gideon no se vaya después de mi triunfo.
Una alegre melodía de victoria suena en la bocina antes
de que el locutor diga:
—Damas y caballeros, les presento al Rey Zander,
gobernante del Reino del Día.
El estadio estalla en vítores, y no oigo ni un abucheo
entre mi gente.
Mi gente.
Me he ganado mi lugar como rey.
Envuelto en hierro de pies a cabeza, Gideon hace una
mueca cuando lo empujan hacia abajo, con la cara aplastada
contra la piedra.
—No puedes matarme —dice, sin darse cuenta de que sí
puedo.
—¿Y eso por qué? —pregunta Thayne mientras le clava
una bota entre los omóplatos.
—Porque soy parte del torneo.
—Eras —enfatiza mi soldado—. Eras parte de él. Ya no lo
eres porque ha terminado. Tu inmunidad terminó en el
momento en que perdiste, y ahora tienes que responder por
tus crímenes contra el Reino del Día. —Desenrollando un
pergamino, Thayne acalla al público con una mirada aguda—.
Gideon de Azerdeen queda acusado de tráfico de personas,
tráfico de hembras fae y producción y distribución ilegal de
Resplandor y Blaze. ¿Cómo te declaras?
—Inocente. —El dolor por la mentira hace que sus ojos
se entrecierren, pero por lo demás no muestra ningún signo
de engaño.
—Está mintiendo —dice Quinn desde las gradas—.
Como, mintiendo mucho.
Nadie cuestiona sus palabras, y cientos de ojos
acusadores condenan al hombre a nuestros pies con un juicio
silencioso e hirviente.
Ahora que mi energía se ha gastado, siento el impulso de
volver a cambiar, pero no estoy seguro de si debo hacerlo.
Había imaginado que, cuando derrotara a Gideon, lo
haría de la misma manera que maté a mi padre. El monstruo
que hay en mí quiere probar su sangre cuando le arranque la
cabeza del cuerpo.
No es exactamente una ejecución estándar por aquí, pero
enviaría un mensaje claro: no jodas conmigo, con mi reino o
con mi esposa.
Maelyn debe ser capaz de leer mis pensamientos
conflictivos, porque empieza a bajar por las gradas.
—Disculpen. Voy a pasar. ¡Zander!
La gente se separa de ella, algunos le ofrecen
amablemente sus manos mientras ella se dirige a la media
pared del fondo.
Me acerco a ella e inmediatamente pone las palmas de
las manos a cada lado de mi pico mientras apoya su frente
entre mis ojos.
—Lo has conseguido. Sabía que lo harías.
¿Qué debo hacer ahora?
Se aparta para mirarme con seriedad.
—Mátalo.
¿Cómo? Hay muchas maneras de hacer el trabajo. Esta es
tu justicia, mi reina.
—Y esta es tu victoria. Haz lo que quieras.
¿Me temerás después?
—Puede que te haya temido alguna vez, pero ya no.
Nunca más.
En mi visión periférica, puedo ver a la gente que nos
mira boquiabierta. Están sorprendidos por la imagen que
tienen delante. Yo, una bestia cubierta de la sangre de mi
oponente. Y Maelyn, una mujer menuda y hermosa que me
toca como si me amara.
Porque lo hace.
Diles que quiten la red de la cabeza de Gideon, le
comunico a Maelyn, y ella reitera mis deseos a Thayne.
Los cortadores de alambre rompen la red mientras
Gideon suplica por su vida, pero todos sus lloriqueos caen en
saco roto.
¿Escuchó a todas las mujeres que ha maltratado?
Cuando ellas lloraron, ¿se apiadó de ellas?
No.
Así que recibirá el mismo tratamiento de mi parte.
Aunque no se merece una muerte rápida, quiero que esto
termine. Sin pausa, merodeo hacia él. Abro bien el pico, ladeo
la cabeza y dejo que su cuello entre en mi boca.
Grita.
Entonces lo muerdo, silenciándolo de una vez por todas.
El público enloquece.
44
Maelyn
Gimo cuando Zander me llena desde atrás, acribillando
mi hombro con besos lentos que coinciden con el ritmo
pausado que tiene con su polla.
Los pájaros de la mañana han dejado de cantar. Nuestro
desayuno se ha enfriado en el escritorio de Zander.
Lo que significa que necesito darme una ducha,
encontrarme un vestido y domarme el pelo.
—Tenemos que darnos prisa. —Con mi costado pegado al
colchón, muevo mis caderas e intento forzar a Zander a
acelerar.
—No. —Pasa una mano por mi muslo mientras continúa
con sus tortuosas y lentas embestidas.
—Déjame venirme —pido sin aliento.
—Aún no.
Frustrada, lloro.
Sospecho que Zander lo está prolongando porque no
quiere moverse después, pero estoy ardiendo de dentro hacia
fuera. Estamos sudados. Mis cabellos sueltos están pegados a
mi frente y cuello, y la piel resbaladiza de Zander se pega a mi
espalda.
Cada vez que se retira lentamente de mí, puedo sentir
cada cresta de su suave polla arrastrándose sobre mis
sensibles paredes. Tengo la parte interna de los muslos
empapados y estoy bastante segura de que hay una mancha
húmeda en la cama.
Lo hemos estado haciendo durante al menos una hora.
Resulta que no puedo leer la mente de Zander cuando no
está en forma de grifo. Si bien estoy un poco contenta por eso,
porque no quiero estar al tanto de cada uno de sus
pensamientos, siento curiosidad por saber por qué está de
acuerdo con llegar tarde a una reunión muy importante.
Después del torneo de anoche, Zander cambió de forma y
Marek curó sus heridas. Luego, mientras tenía la atención de
tantos ciudadanos, el honrado rey pronunció un discurso
sobre la unidad y la lealtad, agregando una promesa de hacer
lo correcto por parte de su pueblo a cambio de su
cooperación. Todos deben trabajar juntos si queremos reparar
el reino. Les contó mis planes de establecer hospitales y
centros de bienestar en otras ciudades del reino, y cuando un
hombre sugirió que también se implementara la aplicación de
la ley, Zander estuvo abierto a la idea y lo invitó a almorzar en
el palacio para discutir los detalles.
Antes de que nos diéramos cuenta, la gente se acercaba
y se ofrecía a ser parte de un consejo real. Con Ro
desaparecida, era necesario llenar un lugar y tenía ideas para
agregar nuevos roles.
Después de todo, Zander no puede vigilar todo un reino
por sí mismo.
Con la ayuda del detector de mentiras interno de Quinn,
pudimos reunir a un grupo de diez personas de diferentes
áreas del reino que tenían realmente buenas intenciones.
Como Carielle todavía está indispuesta en la mazmorra,
Zephina asumió el trabajo temporal de planificar el almuerzo
oficial donde definiremos los planes definitivos.
Es decir, si realmente lo logramos.
Mi mano serpentea hacia abajo para tocar mi clítoris.
Zander agarra mi muñeca.
—Ese es mi trabajo.
—Entonces hazlo —siseo antes de suplicar—, Por favor,
esposo. Por favor, por favor.
Eso hace el truco.
Con un gemido, Zander ahueca mi montículo y rodea mi
capullo palpitante mientras empuja más rápido. Me abro más
para él, enganchando mi pierna sobre la suya.
Sus labios se pegan a un lado de mi cuello, y la espiral
de necesidad que se enrolla en la parte inferior de mi vientre
finalmente se rompe.
Grito, porque se me ha negado el orgasmo durante
demasiado tiempo. Mi coño se aprieta alrededor de la polla de
Zander con tanta fuerza que casi lo obliga a salir de mi
cuerpo, pero no dejará que nuestra conexión termine hasta
que sea absolutamente necesario. Agarrando mis caderas, se
estrella contra mí, enraizando su polla profundamente
mientras se sacude y me llena de calidez.
Gruñendo, las ásperas respiraciones de Zander soplan
contra mi piel mientras cubre mi hombro con más besos.
Una disculpa desesperada.
Sé que se siente mal por tener que poner distancia entre
nosotros después del sexo para permitir el cambio.
Entonces, cuando su polla permanece plantada dentro
de mí durante al menos un minuto, lo miro por encima del
hombro.
—¿Zander?
Sus ojos vagan por mi cara mientras una enorme sonrisa
aparece en la suya.
—No voy a cambiar.
—¿Qué? —Intento darme la vuelta, pero eso haría que
Zander se me escape y, aparentemente, no quiere eso.
Me pasa un brazo por la cintura, manteniéndome en el
lugar.
—Puedo decir cuándo sucederá. No lo hace —dice,
puntuando su declaración con otra estocada.
—¿Cómo? ¿Por qué?
—Tal vez sea porque cumplimos con el vínculo. Tal vez
sea porque mi alma está contenta. Me haces asentar. Ser
estable. Me siento más en control desde que nos convertimos
en uno —dice, mirándome con amor... Cualquiera sea la
razón, podemos continuar, mi hermosa compañera.
—No, no podemos. —Intento escaparme, pero Zander no
me deja ir.
Mi cuerpo se ilumina de nuevo cuando tira de mis
caderas hacia abajo mientras bombea las suyas. Con su
liberación cubriendo mis entrañas, estoy más resbaladiza ahí
abajo, y se siente increíble.
Agarra mi pecho y me aprieta el pezón.
Arqueándome, me rindo. Los planes tendrán que
esperar.

***

Me encanta ver la cara de Zander ahora que puede ver.


Después de una inspección visual de quince segundos de su
panecillo, como si saber qué aspecto haría que tuviera un
sabor diferente de alguna manera, le da un fuerte mordisco.
Sus mejillas se hinchan mientras mastica y empuja la textura
interna del pan.
Es adorable.
Desde que completamos el vínculo, sus sonrisas son más
fáciles. Cuando me sorprende mirándolo, sus labios se curvan
y el amor brilla en sus ojos.
Para la reunión de abogados, optamos por el comedor en
lugar de la sala de tácticas. Nada de lo que vamos a decir es
de alto secreto. Pronto, se anunciarán públicamente los
nuevos roles asignados al equipo de Zander.
Bandejas de mini-sándwiches y otros bocadillos están
esparcidas a nuestro alrededor en la mesa larga. Primero se
sirvió una deliciosa sopa de calabaza, luego el personal trajo
una variedad de aperitivos dulces y salados.
—Con la ayuda de Maelyn en los dormitorios, creo que
tendré tiempo para planificar todos los eventos del palacio —
ofrece Zephina, agitando su mano—. Disfruté armando esto, y
no es como si tuvieras muchas fiestas de todos modos.
Zander me mira en busca de mi opinión y asiento con
entusiasmo.
—Apuesto a que si les pidieras a las chicas humanas que
se ofrecieran como voluntarias para un comité de la fiesta,
estarían encantadas.
La hermosa rubia me sonríe.
—Es una idea maravillosa. Sí, deberíamos incluirlas.
—Y ahora que eres oficialmente la coordinadora del
evento, tengo tu primera asignación. —Sonrío tímidamente—.
Es decir, si estás dispuesta a hacerlo.
—¿Qué es? —Zephina inclina la cabeza con curiosidad
mientras mira un calendario—. Dice que estamos abiertos
hasta el solsticio de invierno.
—Una boda. —Miro a Zander y sostengo sus ojos
brillantes—. Nuestra boda. Cuanto antes mejor.
Sonríe cuando Zephina comienza a marcar los días
posibles.
Sí, Zander y yo ya estamos casados. Pero quiero una
boda de verdad esta vez. Una con un hermoso vestido, flores,
amigos... y el conocimiento de que realmente está sucediendo.
Esa última parte es algo importante.
Pippin levanta una mano.
—Puedo ser el guardaespaldas oficial de la reina. Sería
una buena idea para ella tener a alguien con ella cuando
salga del palacio.
Zander entrecierra los ojos.
—¿Estás seguro de que no es solo una estratagema para
volver a los dormitorios de mujeres?
La inocencia cubre el rostro de Pippin mientras presiona
su palma contra su pecho como si estuviera herido por la
acusación.
—Su majestad, mi preocupación por la reina triunfa
sobre todo lo demás. Además, no has levantado mi orden de
celibato. —Hace una pausa—. ¿Vas a levantarlo?
—No.
La expresión esperanzada del joven soldado decae tan
rápidamente que es casi cómica.
—Luego —continúa Zander—, Thayne y Marek serán los
dos a la cabeza de mi guardia ahora. Marek, eso significa que
obtendrás una habitación en el palacio en lugar de quedarte
en el cuartel.
—Gracias, su majestad. —El hombre sonríe con orgullo.
—Luego está el asunto de la reina Ro —dice Zander
solemnemente—. Necesito que alguien vaya al reino de la
Tierra para asegurarme de que está bien. No quiero que la
devuelvan contra su voluntad. Solo necesito saber que ella
está bien.
Torius se pone de pie.
—Lo haré.
Zander le lanza una mirada seria.
—Te das cuenta de que probablemente estarás fuera
durante muchos años. Podría llevarte dos semanas encontrar
a mi madre. Eso es catorce años. Para cuando regreses,
muchas cosas habrán cambiado.
—Soy consciente. —Por su rápida respuesta y sus dedos
nerviosos, casi diría que Torius está ansioso por salir de aquí.
Sus hombros se hunden con alivio cuando Zander le concede
su pedido, lo que confirma lo que ya sospecho: ya no quiere
estar en Valora.
Quizás la confusión ha sido demasiado para el guerrero.
Puede parecer duro por fuera con sus tatuajes y su cabello
largo y oscuro, pero todos los soldados de Zander han visto
tragedias inimaginables en este reino.
Kai ni siquiera quería venir a la reunión. El hombre de
aspecto rudo es un enigma. Parece disfrutar de verdad su
papel de soldado, pero se niega a poner un pie en el interior
del castillo. De hecho, los terrenos del palacio parecen ser un
lugar que evita con regularidad. Siempre solicita estar
destinado fuera de los muros. Zander me dijo que cuando era
niño, su padre castigó a Kai por algo. Lo castigó brutalmente
antes de desterrarlo del Reino del Día todos juntos. Y me
pregunto si es de ahí de donde salieron todas las cicatrices.
—Me gustaría hablar sobre los prisioneros. —Thaddeus,
el nuevo alcaide-verdugo, deja su sándwich a un lado—. La
mazmorra está abarrotada en estos días.
—Sí. —Zander frunce el ceño y me alegro de que no haya
perdido toda su hosquedad porque, si soy sincera, está
caliente cuando está melancólico—. Tú y yo nos reuniremos
mañana por la mañana para decidir su destino.
—Asumo que los ladrones y cualquier persona acusada
de traición será ejecutada. ¿Deberíamos convertirlo en un
evento público?
—Creo que sería prudente. Necesitamos que todos sepan
que esos crímenes no serán tolerados.
Ejecuciones públicas. No creo que tenga el estómago
para eso. Sé que Zander tiene razón, pero eso no significa que
quiera que suceda.
Tragando mi comida demasiado pronto, el pan me cae
como una piedra en el esófago.
—¿Está Carielle incluida en ese grupo?
Mi esposo pone su mano sobre la mía.
—Ella trató de envenenarlas a ti y a mi madre.
—Lo sé, pero…
—Si le mostramos misericordia, invitará a otros a hacer
lo mismo.
—Ella fue victimizada, Zander.
—No excusaré su comportamiento.
—Yo tampoco. Solo digo que no eligió estar aquí. Si no le
hubieran quitado la vida, nunca sabría sobre este lugar. Creo
que hizo lo que tenía que hacer para sobrevivir y eso la
convirtió en la persona que es hoy.
Las cabezas se mueven de un lado a otro mientras todos
observan nuestro intercambio. Por los ojos muy abiertos y las
mandíbulas flojas, diría que nadie discute con Zander.
Siempre.
No siempre interferiré con las decisiones de Zander, pero
no puedo permitir que maten a Carielle. No estaría bien.
—Envíala de vuelta al reino de la Tierra —propongo—.
Eso será un castigo suficiente, y ella ya no será una amenaza.
—Destierro de Valora. —Lentamente, Zander asiente—.
Está bien, mi reina. Si es lo que quieres.
—Lo es. —Un poco de pesadez abandona mi pecho—.
Solo quiero que se vaya, no muerta.
La discusión pasa a los nuevos sheriffs de Olphene y
Azerdeen. Cada uno tiene un segundo al mando para cambiar
de turno, uno de los cuales es Nikita, y parecen
entusiasmados por ser parte del control del crimen del Reino
del Día. Serán los ojos y los oídos en esas partes para las
destilerías o subastas que surjan, lo que significa que Zander
puede estar aquí más.
Como dirían los ciudadanos del Reino del Día, gracias a
los soles.
Iré a cualquier parte con Zander, pero no quiero estar en
la carretera todo el tiempo, especialmente una vez que
formemos una familia. Mi mano se desliza hacia la parte
inferior de mi vientre, ahuecando el lugar donde algún día
haré crecer a nuestros hijos.
No hace mucho, los niños eran lo último en mi mente.
Pero los quiero.
Quiero bebés con Zander.
Me ha dicho que podría llevar un tiempo, años, concebir.
Saber lo raro que es el embarazo aquí me hace quererlo más,
pero tengo que ser paciente y confiar en el destino.
—Las reuniones de asesoría serán una vez al mes —dice
Zander mientras concluye la reunión—. Los sheriffs pueden
alternar turnos viniendo aquí, y tendré suites listas para su
estadía.
Con palabras de respeto y promesas de lealtad, nuestros
huéspedes salen en fila. Zephina me envuelve en un abrazo y
hacemos planes para visitar los dormitorios en dos días.
Agradezco al personal por una excelente comida mientras
recogen los platos, y luego solo estamos mi esposo y yo.
—¿Ahora qué? —le pregunto mientras nos paramos junto
a una ventana que da al jardín.
Pasa un dedo seductor por mi garganta.
—Me gustaría jugar un juego con mi esposa.
Jugueteo ociosamente con el rey de mi collar.
—¿Ajedrez?
Su cabeza se balancea hacia adelante y hacia atrás
mientras reflexiona sobre ello.
—Estaba pensando en el escondite.
Casi tiemblo por la emoción de ser perseguida por él.
—¿Dentro o fuera del palacio?
—Dentro. Todavía no estoy listo para enviarte al
laberinto, incluso si es seguro.
Pobre Zander. Creo que está más traumatizado por mi
secuestro que yo. Me ama con tanta fiereza.
Empiezo a retroceder. Una sonrisa levanta mis labios, y
Zander me responde con una sonrisa mientras digo:
—Cúbrete los ojos y cuenta hasta sesenta.
—Uno, dos, tres... —Los números definitivamente están
saliendo mucho más rápido de lo que deberían, reduciendo mi
tiempo a la mitad.
Sosteniendo un chillido, me lanzo hacia una entrada a
un pasaje escondido detrás de un tapiz. Estoy cien por ciento
segura de que Zander oye que el panel se desliza hacia atrás.
De hecho, cuento con eso.
Cuando me encuentre, seguro que tendremos sexo.
45
Zander
SEIS MESES DESPUÉS
—Hola, mamá —dice Maelyn en el aparato que recogimos
en un lugar con luces y frecuencias electrónicas que provocan
dolor de cabeza.
Una tienda de teléfonos móviles, lo llamó ella.
Ya ha hablado con su padre, y ahora estamos de pie
frente a un complejo de apartamentos de tres pisos. El
exterior es una combinación de ladrillo rojo y plástico blanco.
Los automóviles de colores se alinean en el estacionamiento.
El calor del sol de Texas de las primeras horas de la tarde
rivaliza con el del Reino del Día, pero estudio los artilugios de
aire acondicionado colocados en las ventanas de cada
apartamento. Según Maelyn, el segundo desde el fondo es el
suyo.
—Sí —dice—. Estoy bien. Sólo tenía ganas de llamar.
Supongo que te echo de menos.
Su mamá se ríe, y puedo escuchar claramente sus
palabras cuando dice:
—Te vi ayer en la cena.
—Claro. Bueno, parece que hace más tiempo que eso. He
tenido un día de locos.
—¿Estás bien? —El tono jovial de su mamá se convierte
en uno de preocupación.
—Estoy genial —responde Maelyn con sinceridad
mientras se frota distraídamente la redondez de su vientre.
Sí, no tuvimos que preocuparnos de que se quedara
embarazada durante mucho tiempo. Unas semanas después
de la primera vez que tuvimos sexo, Maelyn se dio cuenta de
que su ciclo mensual no había llegado. Se rio y dijo que la
dejé embarazada al primer intento.
Joder, sí, lo hice. Estoy ansioso de que tenga el bebé
para poder hacerlo de nuevo. No sé cuántos hijos tendremos,
pero creo que nuestras posibilidades son mayores mientras
ella sea plenamente humana.
Incluso después de seis meses en Valora, las orejas de
Maelyn aún no han brotado. Está un poco acomplejada por
eso, pero esperábamos que tardara más en convertirse en fae.
Además, es perfecta tal y como es.
Y Valora la adora. Nuestra gente la ha apodado la Reina
de la Bondad, y ella se enorgullece de ello. Ha trabajado duro
para ello.
Gracias a ella, nuestro reino se está curando más rápido.
Las mujeres humanas rotas responden bien a ella, y los
centros de bienestar han sido un éxito. Muchas de las
mujeres y gnomos que fueron víctimas se han trasladado a
los hospitales como trabajadores. Ayudar les da un sentido de
propósito.
Sólo hemos tenido que desbaratar una subasta y dos
destilerías desde que recuperé el poder sobre mi reino. Parece
que golpear a Gideon fue una advertencia efectiva.
—¿Cena el viernes? —Maelyn repite como un loro,
mirándome en busca de confirmación, y le hago un gesto con
la cabeza.
Técnicamente, sigue siendo el mismo día en que fui
secuestrada aquí en el reino de la Tierra. Es sábado, así que
pasarán seis años antes de que tengamos esa cena con su
mamá, pero será algo que ambos podremos esperar
La alegre sonrisa de Maelyn casi me deja sin aliento
mientras sigue hablando en el rectángulo negro.
—Sí, por supuesto. Y tengo a alguien que quiero que
conozcas. Sí, por fin he conocido a alguien y es genial. Es
serio —Su mamá chilla emocionada, y Maelyn hace una
mueca de dolor por lo fuerte que es. Luego se ríe—. Voy a
dejar que te vayas. Paige ya debe estar despierta y quiero ver
qué hace esta noche. Vale. Yo también te quiero. Adiós.
Mientras Maelyn baja el teléfono, le doy una sonrisa. —
¿Estás lista para hacer esto?
—Sí.
—¿Cómo crees que se lo va a tomar Paige?
—No tengo ni idea. Es la cosa más rara, más loca, más
fuera de lo común que he hecho nunca. Se sorprenderá, eso
es seguro.
Tomando mi mano, mi mujer me lleva hasta una entrada
en la planta baja y pulsa un botón cuadrado junto al número
208.
—¿Quién es? —Una voz femenina y metálica sale de un
altavoz.
—Soy yo —responde Maelyn—. He perdido las llaves.
—¿Por eso tu coche seguía en el Slippery Pole esta
mañana?
—Algo así.
—Siento mucho que hayas intentado regresar a casa
antes. Estaba durmiendo y sabes que nada me despierta.
—No lo hice, y está bien. Sólo déjame entrar.
Hay un zumbido y un chasquido, y luego estamos dentro
de un pasillo con puertas a la derecha, y una estrecha
escalera a la izquierda. Subimos las escaleras y caminamos
hasta llegar a la puerta de Maelyn.
En cuanto entramos, mis ojos escudriñan las paredes
lisas, los sofás grises desgastados y la cocina con una
pequeña mesa de comedor cuadrada con dos sillas.
—Me imaginé que esa chatarra que llamas coche te dejó
por fin —dice una rubia en el sofá, con la cara dirigida hacia
el televisor que emite colores brillantes y música a todo
volumen. No mira hacia allí mientras sigue llevándose a la
boca trozos de aspecto húmedo de un bol con una cuchara—.
Intenté llamarte al móvil como una docena de veces, pero me
saltó el buzón de voz.
—También perdí mi teléfono —Maelyn deja el nuevo
aparato sobre la mesa—. Paige, tengo a alguien que quiero
que conozcas.
Finalmente mira hacia nosotros, Paige deja caer la
cuchara en su cuenco con un chapoteo cuando me ve.
—¿Y a quién tenemos aquí?
No se me escapa el tono apreciativo ni la forma en que
sus ojos se detienen en todas las partes de mi cuerpo. Percibo
los celos de Maelyn durante una fracción de segundo antes de
que me agarre con fuerza del brazo. El brazo que protege su
barriga de embarazada.
—Este es Zander. —Con un empujón en mi espalda,
Maelyn nos empuja hacia el interior del apartamento hasta
que nos situamos detrás de uno de los sofás.
Paige entorna los ojos.
—¿Qué ha pasado con tus gafas?
—También las perdí. Han pasado muchas cosas —
Maelyn respira profundamente—. Escucha, voy a empezar
diciéndote que todo lo que voy a decir va a parecer una
locura.
Con una sonrisa incrédula, Paige vuelve a comer su
comida mientras habla al mismo tiempo.
—Tu definición de locura es diferente a la mía. —Unos
trozos húmedos caen a los leggins negros sobre su regazo,
pero no se molesta en recogerlos.
—¿Qué clase de sopa es esa? —intervengo, fascinado y
repugnado a la vez por los malos modales de Paige.
—Son Cheerios —me dice Maelyn con una sonrisa
divertida—. Cereales. Comida para el desayuno.
—Son las cinco de la tarde aquí.
—Juzga y —Insultada, Paige me mira boquiabierta y un
poco de leche le cae por la barbilla—. Maelyn, en serio, ¿quién
es este tipo?
Maelyn me mira con absoluto amor.
—Zander es mi marido.
Tosiendo, Paige se limpia la boca con el dorso de la mano
antes de agarrar el mando a distancia. No nos quita los ojos
de encima mientras se esfuerza por apagar el ruido de la
televisión.
—Lo siento, ¿qué? Creía que acababas de decir que tu
marido.
Maelyn asiente.
—Lo hice.
—Estás bromeando.
—Realmente no lo estoy.
—¿Lo saben tus padres? ¿Dónde lo conociste? —Ahora
Paige me estudia con escrutinio, como si fuera su enemigo—.
¿Significa eso que te vas a mudar? ¿O se va a mudar él? No
puedo creer que te hayas casado sin decírmelo primero. Se
suponía que iba a ser tu dama de honor, perra.
Qué raro. Ella lanza el insulto, pero su tono sugiere que
es un término cariñoso. Sin saber si tengo que defender el
honor de Maelyn, la miro.
No parece molesta en absoluto.
—Paige, te he dicho que voy a parecer una loca, pero lo
que necesito que tengas en cuenta es que soy feliz. Muy feliz.
El rostro de Paige se suaviza, y puedo decir que se
preocupa mucho por Maelyn.
—Esto no es propio de ti.
—Hay cosas que no sabes —dice Maelyn en voz baja,
separándose de mí para moverse por el sofá.
Tan pronto como Paige tiene una vista completa del
estómago de Maelyn, deja su tazón medio lleno en la mesa
frente a ella con un estruendo.
—¿Llevas un traje de embarazada?
—No.
Maelyn se sienta junto a su amiga y empieza a contarle
todo lo que ha pasado. El secuestro. El matrimonio que no
sabía que estaba aceptando. Enamorarse de mí de todos
modos. La maldición.
Lo de la pareja predestinada es difícil de entender para
Paige. Como autoproclamada cínica, nunca ha creído en las
almas gemelas ni en el amor a primera vista.
Pero Maelyn es la prueba de que es real.
Me mantengo en mi sitio mientras ella habla y habla,
contándole a Paige sobre el reino, el palacio, toda nuestra
gente y el tiempo que ha pasado.
—Esto no puede estar pasando —afirma Paige,
frotándose las sienes—. Me estás tomando el pelo. ¿Me estás
tomando el pelo por la vez que intenté emparejarte con ese
gorila de mi trabajo? Enzo no era tan malo, ¿sí? No tenía ni
idea de que tuviera una prometida, y pensé que ustedes dos
podrían hacer buena pareja.
Sin poder evitarlo, gruño ante la idea de que Maelyn esté
con otra persona, y los ojos de Paige se abren como platos
mientras se aleja de mí.
—Crees en los extraterrestres, Paige —Maelyn levanta las
manos—. ¿Por qué es esto tan diferente?
—Porque es atractivo, y se supone que los extraterrestres
no son atractivos.
Una sonrisa juega en los labios de mi esposa.
—No es un extraterrestre. Es un fae. Toma...
Tomando la mano de Paige, Maelyn la presiona contra la
curva de su estómago. Nuestro hijo ya responde al tacto.
Normalmente, si palpo lo suficiente, recibo una patada a
cambio.
Al parecer, Paige también lo hace, porque grita y retira la
mano.
—Hay algo ahí.
Maelyn se ríe.
—Sí. Se llama bebé. Te digo la verdad. Te acabo de ver
esta mañana —Se señala a sí misma—. ¿Cómo podría ser esto
posible si no?
Inmóvil como una estatua y callada como un ratón, Paige
se toma un minuto entero para dejar que todo se asiente.
Entonces sus ojos azules brillan con lágrimas no
derramadas mientras parpadea a Maelyn.
—¿Así que te vas a ir? ¿Te vas, no sólo de mí, sino de
todo este mundo?
Acariciando el hombro de su amiga, Maelyn le da un
apretón tranquilizador.
—Esperaba poder convencerte de que vinieras conmigo.
Pasan varios segundos.
—¿Al mundo de los faes?
—A Valora, sí.
—¿Quieres que deje todo esto atrás? —Paige echa un
vistazo a la monótona vivienda y no puedo evitar reírme. Me
mira fijamente—. ¿Qué es tan gracioso?
—Si vieras la habitación que tendrías en el palacio,
entenderías por qué me río —Doy la vuelta al sofá adyacente a
las chicas y me hundo en el chirriante cojín—. Podrías ser la
dama de compañía de Maelyn. Es un puesto muy prestigioso.
—¿Como su sirvienta?
—No es como suena —corrige Maelyn—. No serías mi
criada ni nada parecido. Más bien mi compañera. Mi mejor
amiga.
—Yo soy tu mejor amiga.
—Exactamente. Sólo que te pagarían por ello. —
Cambiando de táctica, Maelyn pone una palma protectora
sobre nuestro bebé por nacer—. La lealtad es constantemente
cuestionada en nuestro reino. Contigo cerca, es una persona
menos de la que tengo que preocuparme. Siempre estarás de
mi lado, y sería un honor tenerte en mi equipo.
Paige está llorando ahora, y no estoy seguro de si es
porque está conmovida por las palabras elogiosas de Maelyn o
porque no va a venir con nosotros.
Entonces mira hacia el dormitorio que debe ser el suyo.
—¿Qué voy a hacer con todas mis cosas? ¿Tengo tiempo
de hacer las maletas?
—Llévate algunas de tus cosas favoritas —responde
Maelyn—, pero todo te será proporcionado. Zander y yo ya lo
hemos hablado, y sería una buena idea quedarse con el
apartamento. Podemos regresar una vez al año, recuerda que
sólo habrá pasado un día aquí, y será bueno tener un lugar al
que acudir. Independientemente de lo que decidas, Zander ya
ha pagado el alquiler de nuestra casa.
Paige pone una expresión de sorpresa y agradecimiento
mientras mira hacia mí, y me encojo de hombros porque no
es para tanto. Al parecer, las casas de empeño del mundo
humano pagan una buena suma por joyas del tamaño de la
uña de mi pulgar.
—¿Todos los chicos de allí están tan buenos como él? —
Paige mueve la barbilla hacia mí, y Maelyn se ríe.
—Creo que estarás bastante satisfecha con la variedad
masculina.
—¿Pero has dicho que no hay Netflix?
—No hay nada de electrónica.
—¿Y los coches? ¿Cómo voy a desplazarme?
—Bueno, portales, caballos, o puede que haya hombres
que estén dispuestos a llevarte volando a algún sitio.
—¿Volar? —Paige chilla.
—Vamos —Maelyn utiliza su mejor tono convincente—.
Eres la pieza que me falta. Mi vida no será la misma sin ti.
Por lo tanto, la razón por la que estamos aquí. Sé que soy
suficiente para hacer feliz a Maelyn. Pero Paige es como una
hermana para mi esposa. Ella llena un papel que yo no
puedo.
Es como lo que siento cuando mi madre se fue: me falta
algo. Me gustaría que estuviera presente en todas mis
victorias e hitos. No he tenido noticias de Torius sobre su
paradero o su bienestar, pero nunca esperé hacerlo tan
pronto.
—No puedo creer que vayas a tener un bebé —Paige no
puede dejar de mirar el estómago de Maelyn—. Ese niño
necesita a la tía Paige.
—Lo sé. Yo también te necesito.
—De acuerdo —Paige cede—. Bueno, entonces. Supongo
que esto es todo. Iré contigo.
—¡Sí! —Maelyn aplaude, envolviendo a Paige en un
abrazo—. Ahora, llama a The Slippery Pole y diles que
renuncias. Luego haz la maleta.

***

Paige hace cuatro maletas. A pesar de que Maelyn le dijo


que le proporcionaríamos ropa y artículos de aseo, quiere
llevar casi todo lo que tiene. No sabía que una mujer pudiera
tener tantos productos cosméticos. El límite lo pongo en el
perfume y la laca para el cabello. No estoy seguro de lo que
los vapores harían a los duendecillos, así que esos artículos
no pueden venir con nosotros.
—¿Cómo vamos a llegar? —pregunta Paige detrás de mí,
con los brazos vacíos porque he insistido en llevar todas sus
pertenencias.
¿Cuándo pasé de rey a conserje?
Si añadimos el equipaje de Maelyn, tengo tres bolsas de
basura colgadas del hombro, un bolso de mano en el codo y
una maleta con ruedas a mi lado.
—Hay un portal en el callejón —le dice Maelyn.
—Sigo siendo escéptica. No creo que lo crea hasta que lo
vea. Esto podría ser sólo una gran broma.
—No lo es. ¿Te acuerdas del bebé?
—Sí. —Mirando por encima de su hombro, Paige me echa
una mirada antes de murmurar—: No habla mucho, ¿verdad?
Sonrío mientras Maelyn dice:
—Es del tipo fuerte y silencioso.
—Ohh, tienes que tener cuidado con esos —responde
Paige, en voz baja—. Son los que más hablan en el dormitorio.
Puedo sentir el calor del rubor de todo el cuerpo de mi
mujer.
Epílogo
Maelyn
DIEZ AÑOS DESPUÉS
—Jaque mate —dice mi apuesto marido desde el tablero
de ajedrez de tamaño natural que hemos construido en el
patio.
Zaylee se queda boquiabierta mirando a su padre.
—Has hecho trampa.
—Nunca hago trampas. Lo sabes.
—Tampoco me dejas ganar nunca —refunfuña Zaylee.
—¿Qué gracia tendría eso?
—Hum, ¿la victoria?
Zander sólo se ríe.
—¡Es mi turno! —Maverick salta del banco a mi lado
para ayudar a poner las piezas en su sitio.
—Buena suerte. —Zaylee le da una palmadita en el
hombro a su hermano pequeño cuando pasa junto a ella.
Aunque es más joven, no es más pequeño. Los hermanos
se llevan poco más de doce meses y tienen la misma altura.
Zander y yo no teníamos ni idea de que volvería a
quedarme embarazada tan rápido tras el nacimiento de
Zaylee, pero así fue. A ese ritmo, pensábamos que ya
tendríamos un equipo de fútbol de niños, pero no estaba
previsto. A pesar de nuestros vigorosos esfuerzos, Maverick es
probablemente nuestro último bebé. Lo he aceptado y estoy
realmente satisfecha con nuestra familia.
Los dos niños son la viva imagen de su padre. Mechas
negras como el azabache. Ojos dorados. Su piel es más
pálida, como la mía, pero el contraste con su pelo sólo los
hace más llamativos.
Zander estaba aterrorizado de que su habilidad de
cambio se transmitiera, pero no fue así.
Por suerte para los niños, algo de poder se filtró en sus
genes. Ambos tienen poder del fuego, probablemente
heredado de Zarid y Zella en la línea familiar. Aunque no son
intensamente fuertes, es mejor que nada.
Aparte de mi habilidad para comunicarme con Zander
cuando está en forma de grifo, nunca desarrollé un poder.
Está bien. Sabíamos que era muy posible que no lo hiciera.
Sin embargo, me salieron alas. Hace unos años, los colgajos
iridiscentes finalmente se hicieron lo suficientemente grandes
como para que pudiera levantar el vuelo. No puedo recorrer
grandes distancias, pero si tenemos que volar a algún sitio,
Zander siempre está encantado de transformarse en grifo y
dejarme montar en su lomo.
El vestido amarillo de Zaylee se agita alrededor de sus
piernas mientras se dirige hacia mí. De mal humor, se sienta
con un resoplido.
—Algún día le ganarás —le digo—, y, cuando lo hagas,
será el triunfo más dulce porque sabrás que te lo has ganado.
—¿Como hiciste con la abuela?
Le dedico una sonrisa agridulce y asiento. A los niños les
han contado todo sobre la abuela Ro. Si algún día vuelve,
queremos que sientan que la conocen desde el principio.
Entiendo por qué tuvo que marcharse: tiene una familia ahí
fuera. Una vida de la que fue arrancada sin cierre.
Por supuesto que esperamos que vuelva con nosotros
cuando encuentre lo que sea que esté buscando. Sólo deseo
que ese día llegue más pronto que tarde. Por el bien de
Zander.
Él no puede esperar para mostrarle el éxito del reino. El
Reino del Día está prosperando. Ha sido un largo camino,
pero el crimen ha sido casi completamente eliminado.
La paz y la prosperidad como Valora nunca ha conocido
se han extendido por las tierras.
Los tres reyes, antes unidos por sus maldiciones, son
ahora aliados con su fuerza. Más que eso, son amigos.
Familia.
Hablando de amigos y familia, veo a Paige, Thayne y
Pippin saliendo de la entrada principal del palacio.
Paige coquetea con Thayne, pero sé que no es nada serio.
Tuvieron una breve aventura cuando ella llegó, pero el
romance se esfumó rápidamente antes de que ella pasara a
su siguiente conquista. No puedo culparla por salir con
alguien. Se lo ha pasado en grande aquí, viviendo conmigo,
nadando en el lujo y adquiriendo una serie interminable de
novios.
Zaylee se levanta y saluda a Pippin.
—¡Escóndete! Empieza a contar, y ni se te ocurra usar tu
poder para encontrarme. —Retrocede hacia el laberinto, pero
Paige la detiene con un movimiento de cabeza.
—Es hora de irse o llegaremos tarde.
Tener a la tía Paige cerca ha sido bastante útil cuando se
trata de los niños. Siempre está dispuesta a hacer de niñera,
y nadie puede hacer un mejor horario que ella.
Zander y Maverick ponen en pausa su partida de ajedrez
y me reúno con ellos en la zona abierta donde a Thayne le
gusta usar sus portales. En los pocos segundos que tarda en
abrir la caja del portal y elegir el correcto, Zander y yo nos
unimos como imanes.
Mi marido me abraza y me da un beso. Mis dedos se
entrelazan con su pelo, con cuidado de no alterar su corona,
una corona nueva que le diseñamos poco después de
casarnos. Es una banda sencilla, sin joyas, que hace juego
con mi tiara de oro rosa.
Durante nuestros años juntos, mi ansia por él se ha
vuelto incontrolable. Lo deseo todo el tiempo. Es como si cada
día que pasamos juntos reforzara nuestro vínculo, cosiendo
nuestras almas hasta que no sé la diferencia entre la mía y la
suya.
Mientras su lengua se sumerge en mi boca, pienso en
saltarme el festival del Reino de los Sueños. Podríamos enviar
a todos los demás y quedarnos en casa para perdernos el uno
en el otro durante unas horas ininterrumpidas.
Aunque los chicos están acostumbrados a nuestras
formas cariñosas, gimen de disgusto.
—Búsquense una habitación —dicen los dos al mismo
tiempo, y luego se echan a reír.
Paige se ríe y le revuelve el cabello a Maverick.
—Espera a encontrar a tu dama. Entonces lo entenderás.
—No quiero una pareja —responde—. Thayne dice que
eso vuelve loca a la gente.
—Eso hace. —Zander se ríe, y me encanta el sonido.
Mi melancólico hombre sigue frunciendo el ceño, pero
sus risas son más comunes que su ceño fruncido estos días.
—Hola, princesa. —Pippin le da la espalda a Zaylee y se
agacha un poco—. Su paseo a caballo le espera, miladi.
Entrar en el Reino de los Sueños siempre es un poco
desorientador. La adaptación de la luz del sol a un cielo
oscuro lleno de estrellas nos hace parpadear a todos mientras
miramos hacia el castillo resplandeciente de Cassia. El
descenso de la temperatura también es siempre chocante. En
un instante pasamos de sudar en el calor a un aire fresco con
ráfagas de nieve cayendo del cielo. Es agradable.
Thayne colocó el portal en la parte trasera del palacio, y
la fiesta al aire libre ya está en marcha. Con un montaje de
tipo carnavalesco, hay carpas con juegos y vendedores de
productos artesanales.
Los niños se alegran cuando ven a Danyetta, la hija de
Kirian y Quinn, junto a un tanque de inmersión con un bufón
dentro. A sus catorce años, es una joven preciosa, con una
larga melena castaña y ojos color lavanda.
Aeryn y Micah, la hija y el hijo menor de Damon y
Whitley, toman a mis hijos en un abrazo grupal. Poco después
se unen los gemelos de Kirian y Quinn, Caspian y Cassidy.
Los seis están tan cerca en edad, que me hace preguntarme si
los mayores alguna vez se sienten como si estuvieran
arreando ganado cuando todos los niños se reúnen.
Kallum, el primer hijo de Damon y Whitley, tiene doce
años, así que tiene más en común con Dani. Los veo
intercambiar una mirada divertida antes de que Dani
pregunte a los niños qué quieren hacer primero.
—Permanezcan juntos —dice Zander—, y vuelvan aquí
en cuatro horas.
Pippin nos envía un guiño mientras les sigue
discretamente desde una distancia imperceptible. Ha sido un
gran guardaespaldas para mí y me alegro de poder llamarlo
amigo. Por desgracia para él, Zander nunca levantó la orden
de celibato. Mi marido dice que mantiene al soldado centrado
y más responsable.
—¿Qué te gustaría hacer? —Zander me acaricia un
punto detrás de la oreja—. Puedo comprarte algunos vestidos
nuevos.
Luchando contra un escalofrío, escudriño a la multitud.
—Probablemente deberíamos saludar a los otros reyes y
reinas.
Una muestra de unidad siempre es importante.
Zander tararea en voz baja.
—O podríamos participar en un juego.
Incluso después de una década, a mi marido le sigue
gustando jugar. Echo un vistazo a las diferentes cabinas.
—¿Qué tienes pensado?
Sus ojos se dirigen al bosque encantado en la distancia.
—Apuesto a que hay muchos lugares para esconderse
allí.
Oh, sé lo que significa eso. Nuestros juegos de escondite
no son tan inocentes. Siempre terminan con orgasmos.
—Los duendecillos lo verían —le siseo, escandalizada por
su sugerencia.
—Déjales.
—Hablarán.
—Bien. Quiero que todo el mundo en Valora sepa lo bien
que he tratado a mi mujer.
—Si se ensucia este vestido... —Dejo que la amenaza a
medias quede en el aire.
Tabitha se ha pasado una semana con todas estas capas
rosas de algodón y caramelo, y no voy a dejar que se
manchen.
—Hay formas de llegar a tu coño manteniendo tu falda
en perfectas condiciones, Mae.
Mi corazón revolotea y da un vuelco. Todavía recuerdo lo
molesta que me sentí cuando me llamó Mae por primera vez.
Lo presuntuoso que me pareció. Ahora no puedo imaginarme
que me llame de otra manera, a menos que sea esposa.
Los pulgares de Zander rozan la parte inferior de mis
pechos mientras susurra:
—Tienes diez segundos de ventaja.
—¿Diez? No es suficiente.
—No debe serlo.
Cuando me doy la vuelta para correr, me levanto la falda
y miro por encima del hombro la sonrisa diabólica de Zander.
Con el corazón acelerado, me precipito hacia los árboles.
Acabo de pasar la barrera encantada cuando oigo a Zander
reírse detrás de mí.
Está demasiado cerca.
Es imposible que haya esperado los diez segundos.
Me niego a mirar atrás, me escondo detrás de un gran
arbusto y espero. Escucho si hay pasos o ramas que se
rompen.
Nada.
Mi pulso se acelera.
Miro en la dirección por la que he venido, esperando que
Zander salte en cualquier momento.
En lugar de eso, unos brazos me rodean por detrás y
más risitas malvadas me hacen cosquillas en el oído.
—Te he capturado. ¿Qué vas a hacer ahora? —Me da un
beso en el cuello.
Giro la cabeza por encima del hombro y le acaricio la
mandíbula. Acariciando tiernamente su rostro, le beso los
labios.
—Quedarme contigo. Para siempre.
Próximo libro
Sólo tenía cinco meses la
primera vez que miré a los ojos de
mi compañero, pero mi alma tardó
menos de un segundo en reconocer
a Torius como mi otra mitad.
Entonces, sin decir una palabra, se
alejó de mí y nunca volvió. El
agudo escozor del rechazo me dejó
inconsolable durante días, y en los
años siguientes, sentí su ausencia
como si me faltara mi propio
corazón.
Al principio no entendía las
razones de Torius para evitarme. No sabía que había sido el
mejor amigo de mi padre desde que eran niños ni que revelar
nuestra relación demasiado pronto podría tener
consecuencias.
Para asegurarse de que no volviéramos a cruzarnos, la
brillante solución de Torius fue huir al reino humano. Pensó
que podría esconderse de mí hasta que fuera lo
suficientemente mayor, hasta que estuviera preparado para
enfrentarse a nuestro destino y a mi padre.
Siempre supe que volvería a mí algún día.
Pero no si yo lo encuentro primero.
Mi plan se desarrolla perfectamente hasta que nos
llaman para volver a Valora, donde nuestra relación sigue
siendo un secreto. Donde nuestro mundo ha cambiado,
plagado de maldiciones y oscuridad, y Torius es nuestra
única esperanza. Depende de él salvar nuestro hogar.
Bueno, depende de nosotros.
Between Dawn and Dusk, #4
Sobre la autora

Jamie Schlosser escribe novelas románticas para


adultos, comedias románticas y novelas
fantásticas/paranormales. Cuando no está creando novios
perfectos para los libros, es una madre que se queda en casa
con sus dos maravillosos hijos. Cree que la lectura es una
gran vía de escape, y
que las nutrias son las mejores.

You might also like