Carfruvo XXXVI
EL CONCURSO DE PERSONAS EN EL DELITO"
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Moreton de compided
1L=LA PROBLEMATICA DE LA CONCURRENCIA
DE PERSONAS EN EL. DELITO
521, Planteamiento general. El delito puede ser la obra de
varias personas, como sucede frecaentemente, las que concurren en.
288 ‘Teoria pet, pesto.
el hecho con parecidos o diferentes roles, tal como ocurre con cual-
‘quier otra obra humana. Igualmente, puede darse el caso en que la
‘empresa criminal, levada adelante por uno 0 mas sujetos, no llegue
1a su término, es decir, quede en mero conato, sea porque se inte-
rrumpa la conducta 0’ porque no sobrevenga el resultado. Por otro
lado, un sujeto puede cometer varios delitos o bien, puede cometer
sun delito que resulte prohibido a la luz de dos o mis tigos penales.
Todas estas circunstancias dan lugar a la aparicién de una pro-
blemética especial de la tipicidad que es, respectivamente, la. de la
‘concurrenda de personas en el delito, Is de la tentativa y Ia del
concurso de delitos y de leyes. Son formas eventuales de la tipi
dad, segtin la caracterizacién de algunos autores, pero también
puede ser que ni siquiera pueda hablarse de “formas” de tipicidad,
sino sélo ce eventuales problemas de la misma, por lo que preferi-
‘mos designarlas a todas bajo la denominacién de “problemitica es-
ppecial de la tipicidad”, que tratamos aqui para evitar ast una hiper-
trofia abrumadora del desarrollo de la tipicidad y porque, ademés,
puede comprenderse mejor una vez que hemos superado la. vision
«de conjunto de todos los estratos analiticos del concepte de delito.
Comerzaremos por el estudio de la participacién o concurren-
cia de personas en el delito, a cuyo respecto cabe obsewar que la
cexpresin “participacin” tiene dos sentidos diferentes: en un senti-
lo completamente amplio podemos hablar de participantes, es decir,
llamar “participacién” al fendmeno que se opera cuando una plura
lidad de personas toma parte en el delito, en el caracter que fuere,
‘es decir, como autores, cémplices o instigadores; en un sentido limi.
tado o restringido hablamos de patticipes, es decir, Vamando “par-
ticipacién’ al fendmeno por el que otras personas foman parte en el
delito ajeno, sentido en el cual son participes sélo los abmplices y
los instigadores, quedando fuera del concepto los autores
En el sentido amplio de “participacién” el Cédigo Penal rubrica
como “paricipacién criminal” el titulo séptimo de la parte general,
en que se abarca a todos los participantes (autores, instigadores y
‘cémplices). En lo sucesivo, para evitar confusiones, nos abstendre-
‘mos de utilizar la expresion en este sentido amplio, haciéndolo s6lo
cen el sentido estricto, que sélo abarca a los instigadores —que son
los que deviden 2 otro a Ja comisién de un delito— y a los eSmpli-
Fatispecie eventuali" las lama Purtno Novotowe (Il sistema del Di-
Padova, 1975, p. 349.Concunse ot pensowas 289
‘ces —~aque son los que cooperan en el injusto ajeno—, lo que, por
otra parte, nos serviré para identifcar estas formas de concurrencia
como distintas de la autoria, cuya delimitacién, es decir, la dist
cién entre autor y participe, conligura el nicleo problemitico mis
importante de la concurrencia de personas
Nuestra labor aqué ha de comenzar, pues, por la caracterizacién
del concepto de autor y su correspondiente distincién del concepto
de participe.
Cabe aclarar, aunque resulte més que obvio, que cuando hablamos
‘aqui de autor, para nada nos estamms refiriendo a la posicién, bastante
Gifundida en ia doctrina —particularmente italiana—, que escinde de Ia
‘eoria del delito y de Ta teoria de Is coereién, algunos elementos con los
que pretende intograr una “teoria del autor” en forma independien
Esta “teoria del autor” asi entendida, suele Iamarse “teoria del deli
ceuente” y tiene origen postivista, pese a que In sostienen otros muchos
‘autores no identifieadoe con esn vieja corriente, como por ejemplo, An
tolise, quien sistematizaba el estudio de nuestra diseiplina en ley penal,
delito, delincuente y consecuencias Juridiess del delito. A la “teoria del
delinevente” reserva a
“mputabilidad” y la“
También es necesario evitar confusiones respecto de algunas
cexpresiones usuales y que si bien por geéficas pueden ser itiles, mal
comprendidas pueden dar lugar a equivocos. Asi, para graficar el
alcance de Ia ley penal, suele decirse que el menor esti fuera de
lla, 0 que el diplomitico no puede ser aleanzado por ella, ete. 0
‘mis directamente, que “no pueden ser autores”. En todos estos casos
‘debe quedar claro que no hay una exclusién de la autoria, ln que
se determina por los principios que le son propios *, mediando s6lo
una ausencia de responsabilidad frente a nuestra ley penal.
522. Naturaleza de los conceptos de autor y participe. Cabe pre-
‘guntarse si los conceptos de “autor” y de “participe” son conoeptos
juridicos, porque en tal caso seré el legislador quien los habré de
proporcionar. En ese caso, el legitlador podria llegar a negar cual-
‘quier diferencia entre el autor y el participe, plegindose a la Ila-
mada tesis del “autor tinico”, para la cual es autor todo el que
2 Cr, Gamunvar Onoxic, Exaique, Autor y porticipe en derecho penal,
‘Madsid, 1966, p. TL
TAwtorise, 461-590; entre nosotros, Tami Lomas, La teorla del ou.
tor en ia sitematica del derecho. penal y otros ensoyos, Bs. AS, 1068, pp. 113
+ Of, Bum, 66.
290 Teoria vet. psuit0
hhace cualquier aporte al delito, sea como autor 0 participe, tesis
que fue consagrada por el cédigo italiano y, siguiendo sus pasos,
por el cédigo de Brasil de 1940. No obstante, la insuficiencia de este
recurso se ha puesto de manifiesto en Ia necesidad que ha tenido la
doctrina italiana de desarrollar la teoria de la participecién para
establecer adecuadamente las diferencias, como lo prueba la abun-
dante bibliogratia al respecto*, Pero dejando de lado este recurso
extremo, de cualquier manera nos queda por ver si en los textos -
que no Hlegan a esos limites, los conceptos de autor y participe que
manejan sen de elaboracién legislativa,
Si la regulseiin de tn autoria es un producto del legislsdor 0 Ia
fevencia de In partieipacién le esta predada al legislador, configura una
lucha que “ya en tiempos de Ia dogmética clasia, he conducido eriti-
cas completimente temperamentales, Asi, ol gran Karl Binling, Tiamé
al instigador del StGB, un hominculo de Ia retorta de la doctrina”*.
““La idea de que el instituto del eoncurso de personas sea por entero un
producto de Ia ley podria ser sostenida. aélo en una concep-iin causal
fo Ia accién, para Ta cual el devenir eausel, privado por ai de signifiend,
seria transformado por la ley en un hecho o en algo juridiamente re
levante. A ia inversa; eyando ge Teconoce que la disciplina normative
el concurso nace del valor implicito en la estructura espedtion de la
‘conducta coltctiva, se reconoce también que al legisiador preexisten Int
fstructuras ontol6gicas del ser"? "Si se prescinde de la relevancia. del
contenido de Ta voluntad y not quedamot con la considerscién del puro.
‘agpecto exterior (causal) de los comportamientos de los participates in-
dividusles, es imposible aceptar ol eardeter unitario del hecho colectivo”
Para nosotros, caben muy pocas dudas de que el legilador pue-
de valorar o desvalorar las conductas de distinta forma, pero lo
que no puede alterar es el objeto de su desvaloracién, tal como lo
hhemos repetido varias veces. Este respeto a la estructura éntica del
objeto, es cecir, esta estructura légico-real que vincula al legislador,
inde también sus frutos en la indagacién de ta participecién.
+ V, Paonazas, IL concorto di persone nel reat, Palermo, 1952, Ravn,
1 concorso 4 pri persone in sn teafo, Mano, 1982; Laracuisth, ANCKLO
Rarrane, I prnciph del concorso di persone nel reato, Napoli, 1964; Peco
ano-ALaant Il -concorto di persone ‘nel realo, Milano, 1867 Boscanrtes,
Contribute dia teora del concor di persone el reat, Padova, 1888; BET:
Tot. SST y 8, Pacuano, SOT ya,
Lance Riciano, Beteligter und Tellachmer, en “Fest. f. Mavrach”,
235-245. (242)
TLaraitiara, op. cit, p. 287
Wem, p. 258,CoNCURSO DE ERSONAS 20k
La posicién idealista pretenderd siempre que estos. conceptos
son de factura legal, lo que seré rebatido desde un punto de vista
realista, como el que venimos aplicando en nuestra. construccin
St negamos al legislador la posibilidad de alterar et concepto de
Conducta, es tuna necesaria consecuencia que tampoco puede alte-
rar el concepto de autor 0 de participe de la conducta. Si de la
Gntico proviene la idea de conducta, también de lo dntico surgirs
el concepto de autor, que la anterior supone. Esto no significa que
no pueda limitarlo 0 restringirlo en cierta medida, para lo cual siem-
pre debera partir de su propia estructura éntica, pero lo que no
puede admitirse —siempre desde el angulo realista del conocimien-
to— es que lo recorte tanto que lo presente reducido a una caricatu-
+a que no guarde semejanza alguna con el dato éntico. No obstante,
vveremos luego que las mismas limitaciones juridieas no pueden
entenderse en el sentido de alteracién del concepto, sino de restric-
ciones que impone la vinculacién légica del mismo.
En la vida cotidiana nos manejamos con los conceptos de autor
y de participe, sin necesidad de acudir para ello a conceptos juridi-
0s. A diario decimos que una persona es autora de una obra, que
otra cooperé en la obra de un tercero 0 que otro decidié a alguien
1 emprender una tarea determinsda. En los prélogos de los libros
el autor suele agradecer a los colaboradores y a quienes le impul-
saron y decidieron a le empresa de escribirlos, y distinguimos niti-
damente los roles de cada uno, sin necesidad alguna de acudir a
‘conceptos juridicos.
Todo esto demuestra que lor conceptos de autor, cémplice €
instigador, no son conceptos juridicos, sino éntico-ontolégicos. EX
cconcepto de autor de la conducta de escribir un libro no se distin-
‘gue estructualmente del concepto de autor en una conducta de escri-
bir una novela injuriosa, La conducta del que paga para que otto:
se decida a hacerlo un corte de cabello a un tercero, no tiene dife-
rencia estructural alguna con la del que paga para que otro cometa
un delito.
Estos son conceptos que vienen dados al legislador, pero que
éte no puede alterar. La teoria del autor nico no ha logrado
nunca modifiear el concepto de autor, sino s6lo aplicar también ab
participe Ja pena del autor, que no es lo mismo. Aunque no resulte
muy racional, el legislador puede extender al participe Ia misma
pena del autor, pero el concepto de autor y de participe no puede
ser alterado, so pena de “rebautizar” a uno o al otro de manera
absurda. Piénsese en lo absurdo que resulta considerar “autor del
292 ‘Teoria bet. pesto.
Aelito de avto-aborto” al farmacéutico que le proporciona el abortive
‘sla mujer 0 autor de violaclén al que slo Ik glpen o la ume.
drenta.
‘Nuestio eédigo penal no cae en esos errores, pues habla clara-
mente de “complicidad” y “cémplice” en el art. 47, indicando certe-
ramente que cémplice es el que coopera con el autor, es decir, que
cémplice es el que coopera en el delito ajeno. La instigacién no estd
definida en la parte general ni tampoco se la menciona expresamen-
te-en ella, El concepto esti reconocido en la parte especial, donde
cl art. 83 pena al que “instigare a otro al suici
que “instigare a otro a provocar o a aceptar un duo". De estos
tipos —y de los arts. 148 y 200— resulta claro que ol ebdigo ar-
gentino no pretende caer en el absurdo de alterar el sentido seman-
tico de la “instigacién’, entendida como “inducir a alguien a hacer
algo”,
Dicho sintéticamente, los conceptos de cémplice y de instigador
‘son receptados por nuestro cédigo como conceptos de Ja vida real,
que en ningun momento pretende alterar.
Con tofa razén dice Sierra que “Ios conceptos de autora, compli-
sucede tanto en los Estado de terror, que hajan barrido
on Tos derechos humanos, al igual que en organizaciones ddlietivas que
‘etden come una especie de “Estado dentro del Estado", Ias que no né-
cesitan tener objetivos exclusiva ni preponderamente politicos (Ia. "mat
Tia", por ejemplo), pero que no deben confunditse con cualquier asseia-
cidn iicta, sino que se requiere, conjuntamente, el aparato y poder y la
fungibilidad de sus miembros.
‘De esta manera concluye en que el “dominio del hecho" no ea un
concepto acabedo sino un concepts “abierts", ain que la consideracién
de ln autor'a mediate pars estos casos conforme un “derecho de excep-
‘ifn’, sino slo tna complementacin del principio del "dominio del hecho”
hacia nuevas formes
En general, cabe decir que 1s posicién de Roxin es importante y
novedosa. No Ia suseribimos decididamente, porque ereemos que stn est
‘un tanto carente de elaboracién. De cualquier manera, no hebria mucha
dificultad para hacerlo frente al texto de nuestra ley, puesto que no cabe