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GIOVANNI PICO DELLA MIRANDOLA DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE UNA NUEVA CONCEPCION DE LA FILOSOFIA Estudio preliminar, traducci6n y notas: Silvia Magnavacca @ coiciones winocnao Giovanni Pico della Mirandola DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE Una nueva concepcién de la filosofia Estudio preliminar, traduccién y notas: Silvia Magnavacca Pico della Mirandola, Giovanni Discurso sobre la dignidad del hombre. - 1a ed. - Buenos Ate: Ediciones Winograd, 2008. 304 ps 13,5e19,5 cm. “Traducido por Silvia Magnavacea ISBN 978-987-24090-4-3, 1, Filosofia Moderna I. Magnavacea, Silvia rad, I Teulo cpp 190 Director de coleccién: Antonio D. Tors Exzudio preliminar, raduccién y nots Silvia Magnavacca Diagramacién y correscin: Lucila Schonfeld y Laura Landucci ise grific: Caroling Marcucci © Del estudio prliminar, raduccién y noras: Silvia Magnavacca (© De eats edicign: Ediciones Winograd, 2008 Pringles 210, Buenos Aires (C1183AED) swwedicioneewinograd.comar 1 edicon: noviembre de 2008 ISBN: 978.987-24000-4.3 Hecho el déposivo que dispone la ley 11.723 Impreso en la Argentina “Todos lor derechos reservados. Ninguna parte de esta publicaci, incluido el disefo de cubierta, puede ser reproducida, ni registada o tansmiida en ningu- na forma ni por ningin medio, sea mecinico,fotoquimico, electrénico, magné- ‘ico, eectr0-éptic, por forocopia, 0 cualquier oxo, sn el permiso previo por cecrito del editorial I mpreso en Artes Grificat del Su, Buenos Aires, Repiblica Argentina. a ant Indice Presentacién Estudio preliminar Capitulo I. Panorama del Humanismo italiano, 1. Escenario de una crisis..... 2, Reaccién y fundacién. 19 53 Capiculo II. La trayectoria de Giovanni Pico 1. La etapa formativa, 2. El descubrimiento de la propia misién . Capitulo II]. La etapa de produccién 1. Tiempo de esperanza. 2. Tiempo de decepcién.. 101 Capitulo IV. El concepto piquiano de Filosofia 121 1. Para qué filosofar 2. Cémo filosofar. Capitulo V. La dignidad humana segin Pico della Mirandola 1. La obra divina 2. La construccién de sf mismo... 149 149 Apéndice bibliogréfico . Discurso sobre la dignidad del hombre... A mis amigos florentinos ya nuestra ciudad, tan amada Presentacién «Oh, Adén, drbitro y soberano artifice de ti mismo!» La famosa Oratio de hominis dignitate de Giovanni Pico della Mirandola, celebrada como el manifiesto mismo del Rena- cimiento, ha sido estudiada y asumida desde miltiples puntos de vista a lo largo del medio milenio que nos separa de ella. En esta presentacién se optard por un enfoque que, aunque evi- dente y quiz4 precisamente por ello, no ha sido, en nuestra opi- nién, bastante subrayado por los intérpretes: el de la particular concepcién de la Filosofia que implica el planteo mismo del Discurso. De hecho, la nocién piquiana de Filosofia recoge ele- mentos esenciales que neeier AR icién (©, mejor aun, las tradiciones que sobre este concepto tuvo Occidente en toda su historia, pero superdndolas en una nueva clave integradora. Concebida como alocucién preliminar de un debate que habria de congregar a las principales cabezas filos6ficas y teolégicas de su tiempo, para encontrar un nticleo comtin en las corrientes cenfrentadas, la Oratio tiene, como es obvio, indudable vocacién dialégica. Tal vez la frustracién de tal cénclave, que nunca alcan- 26.2 reunirse, ha contribuido, de modo paradojal, 2 hacer de esa vocacién algo mds hondo, més intenso y més perdurable, como si se tratara de una suerte de idea reguladora. DDISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE. . el punto de vista individual, esa libertad hace que cada uno sea artifice de su ser, le permite a cada persona co-crearse sobre la base de la Creacién divina, Pero ésta, la més recordada, es sélo la primera clave de la Onatio y no pocas veces su brillo ha opacado la segunda. Con frecuencia se olvida, en efecto, que ese carmen de diggjtate quiso ser y es el fundamen- 0 cen PE new ni cr cia de SP¥amticisn que los hombres pueden y deben aspirar a construir entre todos la paz, més alld de sus diferencias. Menos aun se ha prestado atencién al hecho de que, entre ambos car- ‘© mina, se inserta a manera de gozne un tercero: es el carmen de ilosopbia, puesto que, en el proyecto piquiano, la Filosofia se convierte en clave y pieza maestra en Ia laboriosa, paciente y dialégica edificacién de una paz verdaderamente universal. No es infrecuente -sucede con muchos textos clésicos- que la lectura se limite a los lugares comunes, es decir, a los pasajes mis citados. Tampoco es inusual que asi, marginando el contexto, se desdibuje el sentido tiltimo de esas citas y se pierda, por ende, buena parte de su riqueza. El caso del De hominis dignitate es emblemtico: hasta el mismo ticulo, impuesto por los editores y no por el autor, despista sobre su propésito iltimo que no s, ‘como se verd, sumar una voz exaltada al coro de los muchos humanistas que hacian el panegitico de las capacidades huma- nas, Por otra parte, el optimismo de su tono, perennemente joven, acaso distraiga de las advertencias que Pico mismo for- 12 PRESENTACION “mula sobre la dificultad de la gigantesca empresa ya no indivi- ‘dual sino colectiva que 1 proponia e intentaba encabezar. En "efecto, en esa tarea, la Filosofia, de austera y majestuosa exigen- "ia, cobra un protagonismo decisivo: ella es la que, con su luz ‘matutina y meridiana, ilumina el esfuerzo de los hombres en la Jabor interminable de dar con un nticleo de principios comunes ‘a todas las cortientes y a todas las religiones, los cuales —Pico ‘estaba convencido de ello~ subyacen en las diferencias cultura les y religiosas. ;Se puede leer un mensaje mds vigente, més a ae como el nuestro, lacerado, global y, 2 avez, multicultural? Después de leer la propucsta piquiana, se diré tal vez que las ‘coordenadas, las pautas de nuestro tiempo vuelven imposible ‘extraer ensefianzas 0 recabar inspiracién en una nocién de Filosofia como la del Mirandolano, tan comprometida con ale- * gorias sobre serafines o querubines, tan ligada en expresién y ‘contenido a términos que nos son extrafios como «purificacién spiritual» 0 «ascensién a lo supraceleste». En este sentido, en primer lugar, hay que recordar que las posibilidades hermenéu- ‘ticas -no infinitas, pero siempre incontables— hacen que cada época privilegie determinados pasajes y vea en ellos mensajes diferentes, decodificados a partir de sus propias preocupaciones. Pero para ello, para espigar en los varios escorzos vigentes en un texto clisico como éste, se vuelve necesario conocer los supues- tos desde los que fue escrito: sélo el conacimiento de éstos puede iluminar esa interpretacién. Por eso, con el fin de arrojar luz sobre esos supuestos, nos hemos demorado en el Estudio 13 DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE preliminar. En segundo término, y de modo semejante pero inverso, se ha de tener presente que, a su ver, la lectura fecunda de una obra de la que nos separan muchos siglos es siempre una traduccién: se trata de ver cémo se aplican al mundo contempo- raneo las categorias propias del texto en cuestién en lo que tie- nen de medular, despojéndolas de su peculiaridad epocal, decir, circunstancial. En el caso de la concepcién de la Filosofia sustentada por Pico, dirfamos que esas categorlas son vatias. ‘Mis alld del asombro que puede despertar su pasmosa erudi- ign, més alld aun de la sonrisa que pucde suscicar su singenui- dad», hay en sus escritos, sobre todo, en el paradigmético que aqui presentamos, rasgos destinados a la supervivencia. Leido el Discurso sobre la dignidad del bombre en la clave por la que hemos optado, Pico della Mirandola sigue diciéndonos aquello que corremos el riesgo de olvidar: que la dedicacién a la Filosofia sigs rset te Gas Sc erneatde gaa hombre como tal est4 potencialmente a su altura; que requiere genuina voluntad de didlogo; que es empresa ineludible, ya que mira a la superacién de la discordia que destruye. Ciertamente, nos asiste hey una aguda conciencia del peso que tienen no sélo los factores culturales y religiosos sino fundamen- talmente los econémicos en Ia vida planetaria y que atentan contra la paz. Sin embargo, son las ideas las que sobreviven a los avatares que concentran nuestra atencién al abrir los periddicos cada mafiana. El periodismo es veloz y acato espasmédico; en ‘cambio, la Filosofia, al menos tal como Pico la concebia, debe bucear en aguas profundas, sin prisa y sin pausa. De ese modo jinvitamos 2 leer o releer estas inolvidables paginas piquianas “que, mds alld de su vuelo poético, no son sencillas. Tal ver la principal dificultad en su lectura, cuando ésta ¢s “como deciamos y segtin debe ser completa y contextual, radi- ‘ca.en el abrumador firrago de erudicién que oftece el texto; de ah{ que se vuelva imperioso no perder su hilo conductor, es decir, la visién de su estructura interna que, en el marco del pro- ppésito general que lo anima, vemos claramente articulada en ‘cinco momentos, En el primero, Pico fundamenta en una libertad ontolégica- mente creadora la excelencia del hombre, y en ésta, la posibili- dad de la paz; en el segundo, establece el didlogo filosdfico como herramienta principal de esa construccién colectiva propia del hombre, esto es, de la humanidad en su conjunto; en el rercero, manifiesta su concepcién de la Filosofia, valiéndose —justamen- te por la universilidad del didlogo propuesto— de tradiciones heterogéneas y heterodoxas, que integra a las occidentales, En la declaracién de este concepto de Filosofia consiste, aun literal- mente, el centro mismo de la obra. En cuarto lugar, se inserta tun excursus subjetivo en el que el Mirandolano declara su propia posicién, trazando un diagndstico de la situacién filoséfica en su época y justificando la iniciativa de la asamblea de doctos. En quinto término, se anuncia la organizacién temética y metodo- légica del debate propuesto. El inicio de cada uno de esos cinco “HP momentos esté marcado en las notas 1, 28, 38, 70 y 79, respec- tivamente, de las que acompafian la traduccién. Estamos, pues, DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE © ante tres carmina que, en su conjunto, se despliegan sinfénica- ‘mente en cinco movimientos. Respecto precisamente de la versién que aqui se presenta, resta hacer una aclaracién. Fue concebida para dos tipos de lectores: el especialista én Historia de la Filosofia que quiera ahondar en este periodo de trabajosa transicién, y aquel que sdlo pretende ir al encuentro del texto sin mediaciones. Ast, el Estudio prelimi- nar que lo antecede se ha pensado para ambos, pero especial- mente para ¢l lector ya iniciado. Intenta ofrecer un panorama de conjunto, tanto del mundo humanistico como del itinerario particular que, embleméticamente, el Mirandolano traza dentro de él, Se ha decidido, ademas, presentar tna visién sistemitica | dela nocién de Filosofia y de la concepcién sobre el hombre que | le fueron propias y le ganaron memoria histérica, con el objeto } de descender a los detalles eruditos en las notas de la traduccién. Se decidié también ubicar a estas tiltimas al final del texto para ] no interrumpir el goce que procura seguir la musicalidad y el vuelo de la prosa piquiana; en una segunds lectura esas notas podrén eventualmente ayudar a una comprensién més concien- zzuda y cabal de la obra. Estudio preliminar Entremos, pues, de la mano de Pico, en ese mundo humanistico del Renacimiento, en ese brillante Quattrocento florentino, férvi- do, angustioso y exaltado, como la adolescencia de Occidente. | Silvia Magnavacca Buenos Aires, otofio de 2008 Capitulo I _ Panorama del Humanismo italiano 1. Escenario de una crisis este primer capiculo nos proponemos hacer una répida presen- _tacign del horizonce inelecual en el que surg la figura de Pico Mirandols. Esto implica que habremos de aludir al siglo xv ‘en Italia. Pero, para comprender el Quattrocento, cs inevitable | remitirse 2 los procesos culturales y, en especial, intelectuales jinmediacamente anteriores que confluyeron en su gestacién y lo ‘explican. Ello nos lleva a esbozar un panorama muy general, en - cuanto meramente introductorio, del Humanismo italiano. pees 4 Ueaaigisibe ies Estos beeline scaracteristica central era la intensificacién del recurso a los valo- res de la civilizacién antigua y, sobre todo, Ia latina.! Dichos valores no sédlo eran los expresados en las obras licerarias de la _Antigiiedad, sino también en las juridicas, las filoséficas, las artiscicas y aun las cientificas. Tal remisién obedece a lalipehin- propia del fenémeno humanistico ¢ impulsa- da is peculiar que se manifiesta ya desde las primeras | décadas del siglo XIV. En efecto, en esa apertura, Octiclenteva et busca We sus GH “ReLo hace porque ya no se siente respaldado por su DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE mds reciente. En este sentido, el Humanismo consticuye el intento de Europa de reconocerse, indagando en su filiacién, es decir, arrojando una mirada honda y, al mismo tiempo, abarca- dora sobre su procedencia. Poco debe sorprender que digho intento se inicie y tenga s sea, donde pre- cisamente se gesté esa filiacién. En ese regreso a la cuna ~guia- do por una intencionalidad diferente de la que habia hecho que los copistas medievales conservaran las obras antiguas~ se verifi- ca un encuentro nuevo con los libros fundamentales de Oucidente, con sus viejos maestros, cuyas doctrinas vuelven a resonar a través de los siglos. Y se da, consecuentemente, una revalorizacién de los mismos/jalqules lat R65 no selhavale- ‘d6Sibe. Esa apertura hacia el no habria sido universal si sélo hubiera estado dirigida a los textos escritos en latin, esto es, cn la lengua de los ancestros propios. Por el contrario, se voles también a las s, hebraicas, buscando a necunar de ls humenidedy conformando de esta suerte la biblioteca universal del Medierrineo en una sintesis brillante, Toda la sabidurla que estaba potencialmente disponi- ble se capitaliza y se asume, pues, como legitima herencia, Conviene sefialar cuanto antes un eee tal en el fendmeno del Humanismo: tse recurso aft Aneguedad no se verifica con el solo fin de imitarla, de reeditar su brillo en una actitud que ~desde el punto de vista cultural podria cali case, por lo menos, de superficial. Lejos de ello, los humanistas apelaron 2 él para asumir elementos de la cultura antigua como ESTUDIO PRELIMINAR factores determinantes de una renovacin creativa. Tal vez el ori- ‘gen del extendido equivoco al que se acaba de aludir obedezca al oropel del que sucle aparecer rodeado el movimiento huma- -n{stico: sus protagonistas pertenecen -principal, aunque no ‘exclusivamente~ a elites laicas que acompafian al poder civil en ‘busca de una cultura nueva que no respondiera sélo a la visién teolégico-eclesidstica imperante en la época. De ahi que no ‘constituya un fenémeno rural sino urbano, rastreable en Pf ambientes aristocréticos, de la burguesfa prominente y también del alto clero. ® El tercer aspecto importante en este movimiento de ‘otigenes, critica del pasado reciente . =. atafie a la peculiaridad que asume en tierra italiana? faios factores confluyen para que asi sea: en primer lugar, el interés y aun la cca do romanidsd len constitula el reencuentro con un pasado glorioso que, si bien era visto como patrimonio de Occidente, concernfa de modo directo a Jos italianos, quienes lo sentian como propio. En segundo tér- mino, el particular florecimiento de los humanistas en Italia también obedece al momento politico que ella atravesaba: sus nnumerosos y pequefios estados conformaban organismos que requerfan hombres cultos, cuyos talentos literarios fueran tiles cen la diplomacia y en la actividad politica, ademés de contribuir al prestigio intelectual de dichos estados. Por tiltimo, hay que ‘considerar la intensificacién de las relaciones politico-econémi- ‘eas que Italia sostenfa con el mundo oriental. Esta apertura pro- imueve el contacto con los intelectuales bizantinos, herederos de ammo 2 DDISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE fa lengua y la tradicién griegas, quienes alimentaron en los ita- lianos su ya alerta gusto por la literatura clasica. Con este ultimo punto se vincula el esptitu critic y, a la vez, renovador y creativo del movimiento humanistico. En efecto, la atraccién que sobre los humanistas ejercian las obras cldsicas fue nutriendo la pasién por los manuscritos que custodiaban la redaccién més genuina y completa del pensamiento antiguo, pasi6n que redundé en la capacidad de distinguir textos autén- ticos de espurios. Pero este espiritu critico termind por calar mas hondamente en el bagaje intelectual redescubierto: se fue afi- nando la sensibilidad para (@eilpor confrontacién con lo anti- guo, la escala de valores y la visién del mundo y del hombre que se habfa mantenido durante el Medioevo, pero que ya no ofte- fa respuestas al desasosiego de una época en crisis. Asi pues, los humanistas se valen de ese recurso a lo originario, de ese viaje al pasado, para satisfacer profundas exigencias de su propio presen- te. Por esa razén, el fenémeno humanistico, al que tantas veces quiere reducir a un movimiento filolégico, presenta una face- filosifica; més aun, culmina en ella. De este modo, caracterizamos en general el Humanismo como movimiento cultural mediante dos nocs fandamentales: la puesta en crisis -o aun el rechazo decidido~ del pasado inmedia- to por insatisfactorio; y la remisin a los origenes motivada, de un lado, por la busqueda de respuestas que ese pasado reciente no alcanzaba a proveer ante la nueva situacién histérica y, de otro, por la necesidad de replantear la propia identidad. Nos 22 ESTUDIO PRELIMINAR, sremos ahora a la primera de dichas notas, a lo largo de yo tratamiento ird surgiendo la segunda. ‘comprender las razones que impulsaban a los humanistas a el movimiento intelectual de la época ~particularmen- filosdfico, en el que nos centraremos aqu{-, ¢s menester izar algunos aspectos del mismo. Ello nos obliga a esbo- rapidamence su constitucién; esto es, a examinar cémo llegé ,conformarse. En tal sentido, se impone despejar un equivoco euente: el de suponer que, considerado filosdficamente, el ismo ¢s, sin més, una vuelta a Platén. En términos abso- ‘esto no es exactamente asi. cho se ha hablado del reingreso de Aristételes en Occidente ate el siglo xmt, entendiendo por ello lo fundamental del atistotélico, ya que el mundo occidental nunca dejé de er presentes las obras I6gicas del Estagirita. Cuando se redes- ‘sus otros escritos, se advierte que éstos dan cuenta de un sobre la realidad no coincidente con los esquemas de la iduria ctistiana» de base neoplaténica y agustiniana, sobre ‘que Occidente se habla apoyado durante tantos siglos. El es redescubierto, especialmente el fildsofo del mundo |, presenta una perspectiva completamente nueva para los dores de entonces, algunos de los cuales advierten que en radicaba el secreto de la supremacia arabe. Ante ese fenéme- perfilan tres actitudes diferentes, rastreables en la actividad \ tatia de dicha centuria: la de la entusiasta aceptacién critica, Ia de la asimilacién critica y la del rechazo.* La primera B DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL. HOMBRE da lugar al «aristotelismo rigido», cuya figura mds representativa a Para esta cortiente a Blosofla.en cuanto tal se reduce exclusivamente a Aristételes, sin ningiin tipo de rmodificacién a su obra para adapearla ala resolucién de nuevos problemas; en todo caso, considera a Averroes como el més adecuado intérprete del Estagirita, De ahi el acercamiento de esa Iinea de pensamiento occidental y el mundo rabe, que da aga leaf laid Seana. Por via averroista, en este aistotelismo rigido se deslizan empero algunas influencias neoplaténicas. Por otra parte, y también debido al mismo tamiz, ‘eta actitud conlleva la indiferencia ance el problema de la con- cordancia o falta de ella que pueda surgir entre las afirmaciones filossficas ~Iéaseaaristotdlicasy—y la fe, s decir, la adopcién de Ja doctrina de la doble verdad. ‘Como no podfa ser de otra manera, esta posicién motivé la reac- cién de pensadores cristianos que, aun asumiendo la recupe- racién del pensamiento aristotdlico, se negaban a admitit el divorcio entre filosofia y fe. El aristotelismo de estos autores pierde asf rigidez, se vuelve un «aristotelismo moderado» en la medida en que la aceptacién de las doctrinas del Estagirita pasa por un examen critico. Nos referimos a la posicién asumida especialmente por Alberto Magno y Tomés de Aquino, quienes se proponen rehacer los esquemas fundamentales de la sabidurfa cristiana sobre esa nueva base, y establecer la concordancia del uso de la raz6n natural en el campo filoséfico y cientifico con los dogmas cristianos. No obstante, cabria preguntarse si aun esta cortiente no resulta, a la postre, un intento de repensar ahora 24 ESTUDIO PRELIMINAR ‘categorlas aristotélicas~ esas viejas lineas tradicionales de o neoplaténico que, particularmente en el Ambito teoldgico, » se desdibujan completamente. Esta duda se acennia en el ‘de Duns Escoto, pero podria quizds extenderse a otros, seguian sustentando doctrinas teoldgicas que, en lo ‘mostraban la huella agustiniana. Pero lo cierto es que ‘no se apelaba esencialmente al Hiponense en los problemas cernientes, por ejemplo, a la antropologia y 2 la ética. Asi, bién esta linea reservaba para el Estagirita la denominacién de «el Filésofo» con que los averrofstas lo honraban. En cambio, la intencién de la tercera linea universitaria del siglo fue la opuesta: la del rechazo. Encabezada por Buenaven- sus autores concebfan el aristotelismo como una forma de fa pagana, comentada y enriquecida por infieles. Y la ny ademds, como una verdadera amenaza para la cis cs liberales, sino que oftecia todo el vigor de una nueva visién de conjunto que, por su innegable superioridad en el de lo profano, conllevaba la promesa de una absoluta a de la razén respecto de la fe. Sin embargo, ante la imposicién de esta corriente de pensamiento, los auto- de tendencia bonaventuriana, como John Peckham, hacen, respectivas doctrinas, concesiones a elementos del aristote- o; de aht que conformen una suerte de «aristotelismo ecléc- expresién que encierra un eufemismo desde el momento en que, sin sistematizar ni analizar exhaustivamente la obra del Estagirita, como lo hacfan las otras lineas, roman elementos de 25 DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE su perspectiva, interpreténdolos empero con una mens decidida- mente neoplaténica y agustiniana. As( pues, sobre las consecuencias del «reingreso» de Aristételes habria que formular dos observaciones o salvedades generales: en primer lugar que, debido a la diversidad de enfoques desde los que se asume dicho redescubrimiento, el aristotelismo del siglo xm ofrece como una de sus pocas notas comunes a todas las vertientes el no apoyarse en el agustinismo como pilar cen- tral 0, al menos, no hacerlo explicitamente. En segundo térmi- no, que esas vertientes aristotélicas no lo son tanto por recurrit directamente a las obras de Arist6teles cuanto por utilizar pers- pectivas y categorias de cufio aristotdico, por lo demas ya con- dicionadas por una previa concepcién religiosa de la realidad. De este modo, tampoco se respeta completamente el espiritu mismo de la obra aristorélica, con muchos interrogantes y cues- tiones abiertas que cada linea escoléstica se ocupa de zanjar en un sistema. Piénsese, por ejemplo, en las diferentes soluciones dadas al problema del intelecto agente. A esto debe afiadirse el hhecho de que, al menos en el mundo occidental, la actividad filoséfica y teolégica se habia circunscrito ya al Ambito universi- tario, en el que se consagra como método valido de discusién y buisqueda el escolistico, que fue adquiriendo un afinamiento y una precisién cada vez mayores. Ast, los contenidos de sello aristorélico quedan cefidos a un segundo condicionamiento: el aque les impone ese rigor metodolégico que clevaba la ldgica ala categoria de llave durea de acceso a la verdad. 26 ESTUDIO PRELIMINAR ‘esto se acentiia en la primera mitad del siglo x1v, durante inea expeculatva: ésta podria ser caracterizada como herede- “de las sintesis que construyeron especialmente Tomés de y Duns Escoto. El primero habfa trazado con precisién la divisoria entre filosofia y teologia —distincién que el agusti- no oftecia-, sefalando su no incompatibilidad. El segundo | més alld y muestra la pretensién de conciliarlas, con un resul- do dscuible, Ambos istemascoinciden en el énfiss puso en especulativa como fundamento de todo sistema filo- yen que son las doctrinas que mejor muestran, en su arti- in interna, los resultados del procedimiento de la disputatio. ‘embargo, en el siglo al que ahora nos referimos, ninguna de ‘dos se revelaba fecunda en nuevas investigaciones. De modo aque tomistasy escoistas se refugian, por una pare, en los aspec- ‘tos puramente formales y en el afinamiento técnico de la discu- “si6n escoléstica; y por otra, se limitan a una defensa vehemente de ‘imetafisica, acentuando un apego a las respectivas tradiciones ‘en lo dogmitico. La dialéctica formal servia como gimna- ‘sia imelectual pero, al convertir su condicién de propedéutica en “un fin en sf mismo, nada nuevo ensefiaba acerca dela realidad. La “teologiay la filosofia ya no buscaban su confluencia, y la primera ‘se habla convertido en una mera theologia dsputatri. 1) la Ynea averrolcta latina: tampoco ella es ajena a cierto forma- lismo. Continuando la tradicién que sefialdbamos en el siglo xm, 7 és DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL. HOMBRE cen el averrofsmo latino se acentuaba la separacién entre filosofia y teologia. Pero lo mds importante y distintivo de éste es que se habia ido configurando como philosophia naturalis, circunscri- biendo asf sus intereses al mundo de la naturaleza, en el que sumergia aun Ia realidad humana: la scientia de anima formaba parte dela scientia de natura, y el hombre, despojado cada vez més de su propia dignidad espiritual, se consideraba una de las tantas cosas naturales, es decit, un objeto de esa investigacién de tipo naturalista en a que habian brillado, especialmente, los drabes. Por lo demés, permanecia indiferente ante la habitual objecién de los tedlogos cristianos acerca de que la posiio fidei era la posisio veritatis, dada la escisién que habfa practicado entte el orden filo- séfico y el de la fe. Cabe indicar, ademds, que el nombre de «ave- rrofstas» es, en este sentido, equivoco, puesto que el mismo Averroes no suscribia a la doctrina de la doble verdad, de manera que la expresién «aristotélicos extremos» se torna més aconsejable. Por otra parte, los historiadores debaten todavia la cuestién de la orientacién doctrinal de esta corriente; en particular, se discute si consistia en tcorfa 0 en mera exégesis. Esta insistencia en el comentario lo Hevaba muchas veces al drido y ambiguo método de un intérprete que leia a Aristételes sélo a través de Averroes. Més aun, desdefiando también ellos la bellza expresiva, y despro- vvistos en general del conocimiento del griego y del drabe, los aris- totdlicos extremos habjan sacralizado los textos del Estagirita y, sobre todo, de su commentator, que leian en traducciones a menu- do inexactas y siempre estlisticamente reprochables. Seguian asi susie el propio material, sin extracr de él su potencial fecun- [ESTUDIO FRELIMINAR ©) la Hinea légico-experimentalista: esta corriente venia a cubrit luna necesidad insatisfecha por las anteriormente esbozadas. Tanto el ocamismo como el experimentalismo heredero de Bacon asestaron un serio golpe ala linea especulativa, es decir, a aquella tradicién que ponia el acento en la metafisica: insistie- ron en la atencién a lo individual, lo concreto, lo observable y mensurable, después de haber susticuido lo universal inteligible por Jo individual intuible como miicleo central de la investiga- de Averroes. [Asi pues, queda sefialado el aspecto de la produccién agustinia- nna que Petrarca revive para Occidente, abriendo con ello una nueva etapa del pensamiento, la humanistica, con el fin de opo- nerse a la «cultura oficial», cuyos signos de esterilidad él perci- bfa. En este sentido, y para proseguir con los paralelismos, no se puede dejar de reparar en cierta coincidencia de las situaciones vividas por Agustin y Petrarca: el primero, sobre el derrumbe del. paganismo, sefiala las lineas fundamentales de la vida cristianas cl segundo, sobre la decadencia del escolasticismo, propone nue- vos temas y nuevas vias de indagacién intelectual. Con el transfondo de esta historia reciente y sobre el escenario escrito al comienzo del presente capitulo, se dibuja la fugaz pero iluminadora trayectoria de Pico della Mirandola. ESTUDIO PRELIMINAR jnmensa =y muy diversabibliografa al respect, hemos optado por segs aq encaciéa hecha por Tenent, A. [rinascimenti 1350-1630, Florencia, Le Monnies, Tepecalmente las pp. 1-23. Aunque no se sate de bibliografla reciente, sigue endo vigencia. ‘al sentido, la importancia que revsten los nombres de humanisas franceses, ‘0 germanot no es comparable con la que tienen Musso, Cola di Rienzo, rea, Boceaccio, Salutati, Leonardo Bruni, Guarino de Verona o Loren Valls. Jems, aders, para trazar una curva eronolégica, que el primero de los mencio- mere en 1329 y Vallaen 1457. Lo que se acaba de indicar rige para el sig xv: 4 Is preminencia italiana se advierte si se piensa que Franca, por ejemplo, segula endo tera medieval. se tefiere al Humanism en ertostéeminos: «La niciden de su surgimiento elativa maducez que lo caraterin6 desde su fase inicial han inducido a muchos adores a consideralo el verdadero Renacimiento propiamente dicho, Estos ex, ademds,convirtieron tal renacimiento, un rico fenémeno cultural, em perio- ‘porque lo consideraron el fenémeno mayor y mis caractesiico de la etapa en Is se desarollb. Esta operacisn hirtoriogrifica por lo menos discutble a sido segui- “da bests cl punto de generar no pocas confusiones. A esala europea es prcticamente imposible sostener que este renacimiento, aun visto ya ariculado y miltiple, hays Jo Ia vida del continence», ep. cit, p. 7- Todas las traducciones en nota soo, Este aspecto de nuestra exposicién deriva del tradicional planteo de Vas eeenberghen,F, La plileephie au XI sdcle, Lovaina, Nawelaers, 1966, Av sin om ideraren su momento los importantes aspectosinstnucionales ~concretamente os av es univesiarios y politicor- como lo hace, por ejemplo, Alin de Libera en La flwe- refotmulando con todo su sintsis para cefida al Ambito que nos inte- recx'a G. Di Napoli, La lf del Humaniome y del Renacimiento cap. 3 del vol de “Ia Historia de le Filosofia, Madi, 1965. “6. Cerra y linpidamente, BO. Kesler eablecisimporantes preiione sabre ese “exquera biscoen ne Renaisance Though. The Clie Scholastic and Humaniic Sein, ‘York, Harper and Row, 1961. En el segundo capitulo, dedicado =

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