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He impartido cursos sobre la adoración durante más de dos

décadas en el seminario solo para encontrar resistencia a la


idea de que Dios regula cómo se debería realizar la
adoración corporativa. Incluso los más comprometidos con
la exactitud bíblica y doctrinal se convierten repentinamente
en relativistas cuando se habla de la adoración pública.
¡Preséntese, Sam Waldron! ¿Cómo deberíamos adorar el
domingo? La respuesta del Dr. Waldron es bíblica,
razonable, sistemática y (a veces) contundente. ¿Hay
argumentos a favor del principio regulador de la adoración?
Lea este libro y descúbralo.
Derek W. H. Thomas
Ministro principal, First Presbyterian Church,
Columbia, South Carolina, EE. UU.
Profesor titular permanente (Chancellor’s Professor),
Reformed Theological Seminary
Docente titular, Ministerios Ligonier

Recomiendo encarecidamente la lectura del nuevo libro del


Dr. Sam Waldron: ¿Cómo, pues, deberíamos adorar? Con
el redescubrimiento bíblico y emocionante de «las doctrinas
de la gracia» en los últimos sesenta años, sola scriptura
requiere que reexaminemos más verdades de la Biblia. Una
de estas verdades es el debate moderno sobre «el principio
regulador de la adoración». ¿Es bíblico ese principio? Si lo
es, ¿es para toda la vida o especialmente para la adoración
y el gobierno de la iglesia? ¿Hace la Biblia tal distinción o
no? Incluso los «reformados» discrepan entre sí (por
ejemplo, Frame, Gore vs. Waldron, Duncan).
Al creer en la suficiencia de sola scriptura en todos los
asuntos de fe y práctica, el Dr. Waldron aporta claridad al
«principio regulador de la iglesia» que incluye «el principio
regulador de la adoración». Los debates sobre la adoración
han sido acalorados durante los últimos sesenta años. Esto
se debe en parte a que la hermenéutica de la Biblia aplicada
a ciertos textos ha sido errónea con respecto a su contexto
y gramática. El Dr. Waldron procura abordar esos errores
de forma irénica[1] y pastoral. Sus aplicaciones van hasta el
«amén», cuestiones litúrgicas, el papel de la mujer en la
adoración, la música de la adoración y la diferencia entre las
circunstancias de la adoración y las partes (elementos) de la
misma.
En resumidas cuentas, me gustaría utilizar este texto en
un curso que tenga nivel de seminario, pero también para la
enseñanza en la iglesia local. Es muy ameno y completo.
Usted será bien instruido, desafiado, tal vez corregido o
quizá reafirmado por este libro. ¡Pero tendrá que leerlo para
descubrirlo! Como podría preguntar el Dr. Waldron: «¿Está
usted abierto a ello?». Esta es una obra muy necesaria hoy
en día para la claridad entre las posturas, para la esperanza
de una mayor unidad en la iglesia local de Cristo, y para un
debate más irénico y civilizado entre las partes
involucradas... Solo para la gloria de Dios.
Pastor Fred A. Malone
Autor de The Baptism of Disciples Alone
Profesor de Teología Pastoral,
CBTS, IRBS

¿Por qué nos preocupamos tanto por la forma de adorar de


la iglesia? Sam Waldron responde esta pregunta
proporcionando una sólida defensa de la adoración
reformada histórica, su principio regulador, sus elementos
autorizados y otras cuestiones relacionadas. Escribe para
un público bautista reformado, pero su argumento es
importante para todos los discípulos serios de Cristo. Nos
preocupamos —responde el autor— porque hace la
diferencia si la Escritura reúne los elementos de la
adoración: si se leen porciones considerables, si se
predican libros enteros de la Biblia, si hay una dieta completa
de oración llena de la Escritura, si se cantan salmos, si la
Cena del Señor se administra como una cena pactual. Nos
preocupamos porque hace la diferencia si los cultos son
reverentes en lugar de irreverentes, si se centran en Dios
en vez de centrarse en el hombre, si se estructuran
conforme al evangelio en lugar de ser desestructurados y
aleatorios, si son dependientes del Espíritu en vez de ser
impulsados por el mercado, si tienen una base histórica en
lugar de despreciar el pasado. Hace toda la diferencia del
mundo si la adoración se lleva a cabo «conforme a la
Escritura» en vez de «según las preferencias». Esta es una
obra que merece una cuidadosa consideración por parte de
todos aquellos que desean que su forma de adorar sea más,
y no menos, agradable a Dios.
Dr. Terry L. Johnson
Ministro principal, Independent Presbyterian Church,
Savannah, Georgia. EE. UU.

En el entorno de las guerras sobre la adoración que han


tenido lugar en las últimas tres o cuatro décadas, la voz
bíblica y de razonamiento santificado del Dr. Sam Waldron
hace un llamado a la Iglesia en la actualidad. Con una
comprensión magistral de las Santas Escrituras y un agudo
entendimiento del panorama religioso, el lector recibe una
fórmula equilibrada y completa para la adoración,
proveniente tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.
¡Hay que señalar cuidadosamente que el Dios Trino NO
quiere adoración de cualquier tipo o clase!, sino una que
sea aceptable (véase Heb. 12:28-29 {LBLA}[2]).
Recomiendo de corazón el libro titulado ¿Cómo, pues,
deberíamos adorar?, que nos instruirá bien sobre cómo
adorar a Dios de forma aceptable.
Earl M. Blackburn
Pastor principal, Heritage Baptist Church,
Shreveport, Luisiana, EE. UU.
Título original: How then Should We Worship?
Subtítulo original: The Regulative Principle and Required Parts of the
Church’s Corporate Worship
Autor: Samuel E. Waldron

Copyright © 2022 por Samuel E. Waldron.


Publicado originalmente en ingles por Evangelical Press.

Evangelical Press, una imprenta de 10Publishing


Unit C, Tomlinson Road,
Leyland, England, PR25 2DY

Traducción al español por Ailet Torres Hernandez.


Revisión (inglés–español) por Alaín J. Torres Hernandez.
Lectura de prueba por Jorge A. Rodríguez Vega y Luis J. Torrealba.
Diseño de Portada por Jude May Design.

Traducido y Publicado por © Editorial Legado Bautista Confesional


(Santo Domingo Ecuador, 2023).

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede


ser reproducida o copiada, ya sea de manera electrónica o
mecánica, incluyendo fotocopias, grabaciones, digitalización o archivo
de imágenes electrónicas, excepto cuando sean autorizados por la
editorial.

Traducción de Las Sagradas Escrituras: LA BIBLIA DE LAS


AMÉRICAS. Copyright © 1986, 1995, 1997. La Habra, CA: Editorial
Fundación, Casa Editorial para La Fundación Bíblica Lockman; a
menos que se indique otra versión.

SBN: 978-9942-605-20-7

Clasificación Decimal Dewey: 264


Vida y práctica cristianas. Culto público.
Versión Digital / e-Book.
Índice de contenido
Introducción al principio regulador
Capítulo 1: ¿Cuál es el argumento?
Parte 1: El principio regulador de la
adoración corporativa de la iglesia
Parte 1.1.1: La confesión histórica del principio
regulador: El entendimiento de la Iglesia
posapostólica
Capítulo 2: ¡Santa Iglesia!
Parte 1.1.2: La confesión histórica del principio
regulador: El desarrollo en la Iglesia de la Reforma
Capítulo 3: ¡Sola Scriptura!
Parte 1.2.1: El marco eclesial del principio regulador:
La presencia especial de Dios en la iglesia (Mat.
18:20)
Capítulo 4: ¿Hay un principio regulador?
Parte 1.2.2: El marco eclesial del principio regulador:
La identificación especial de la iglesia por parte de
Dios en 1 Timoteo 3:15
Capítulo 5: ¿Hay un principio regulador?
(Continuación)
Parte 1.2.3: El marco eclesial del principio regulador:
¿Qué aprendemos del Antiguo Testamento sobre
la adoración? (Jua. 4:24)
Capítulo 6: ¿Qué aprendemos del Antiguo
Testamento sobre la adoración?
Parte 1.3.1: La base bíblica del principio regulador:
¿Qué aprendemos del Nuevo Testamento? (Col.
2:20-23)
Capítulo 7: ¡Dame esa religión humana!
Parte 1.3.2: La base bíblica del principio regulador:
La aclaración de su enseñanza (Col. 2:20-23)
Capítulo 8: ¡Dame esa religión humana!
(Continuación)
Parte 2: Las partes que se requieren en
la adoración corporativa de la iglesia
Parte 2.1.1: Consideraciones preliminares: Una
defensa de la noción de «las partes de la
adoración formal de la iglesia» (Hch. 2:42)
Capítulo 9: ¿Las partes y las circunstancias de la
adoración?
Parte 2.1.2: Consideraciones preliminares: Las
partes para el corazón de la verdadera adoración
y un corazón para las partes de la verdadera
adoración (Mat. 15:8-9)
Capítulo 10: ¡Las partes para el corazón de la
verdadera adoración y un corazón para las
partes!
Parte 2.2.1: Las partes de la adoración: ¡La
proclamación de la Palabra!
Capítulo 11: Primero, ¡la proclamación de la
Palabra!
Parte 2.2.2: Las partes de la adoración: Dar ofrendas
(Hch. 2:42)
Capítulo 12: ¿Deberíamos recoger ofrendas en la
adoración?
Parte 2.2.3: Las partes de la adoración: Las
oraciones (Hch. 2:42; 1 Tim. 2:8)
Capítulo 13: ¿Las oraciones?
Parte 2.2.4: Las partes de la adoración: La lectura de
las Escrituras (1 Tim. 4:13)
Capítulo 14: ¡Preste atención a la lectura!
Parte 2.2.5: Las partes de la adoración: Decir el
amén (1 Cor. 14:16)
Capítulo 15: ¡Amén!
Parte 2.2.6: Las partes de la adoración: El canto de
salmos, himnos y cánticos espirituales (Mat.
26:30)
Capítulo 16: El canto en la adoración de la iglesia:
Sus precedentes y propósitos
Capítulo 17: El canto en la adoración de la iglesia:
Su práctica
Capítulo 18: El canto en la adoración de la iglesia:
Su práctica Instrumentos, bandas y coros
(¡Ay, Dios mío!)
Parte 2.2.7: Las partes de la adoración: La
pronunciación de la bendición sobre la
congregación (Luc. 24:50)
Capítulo 19: Ser una bendición para el pueblo de
Dios y pronunciar una bendición sobre este
Parte 2.2.8: Las partes de la adoración: Los
sacramentos u ordenanzas del bautismo y la Cena
del Señor (Hch. 2:41; 1 Cor. 11:17 y vv. sigs.)
Capítulo 20: La Cena del Señor y el bautismo
como partes de la adoración
Parte 2.2.9: Las partes de la adoración: Los actos de
orden eclesial (Mat. 18:17)
Capítulo 21: Los diversos actos de orden eclesial
como partes de la adoración
Apéndices
Apéndice 1: Los mandamientos de Pablo sobre el
papel de la mujer en la adoración corporativa
de la iglesia como confirmación de la
regulación especial y única de la iglesia de
forma diferente al resto de la vida humana
Apéndice 2: El día del Señor y la adoración
corporativa
Apéndice 3: Decir amén, aplaudir y levantar las
manos en la adoración
Apéndice 4: La adoración dialógica: La
importancia de la participación en la adoración
evangélica (1 Cor. 14:25)
Apéndice 5: Una implementación sugerida y práctica
de estos principios en los cultos del día del Señor
I
Capítulo 1

¿Cuál es el argumento?
¿Cómo, pues, deberíamos adorar?
El auge del movimiento carismático y del movimiento de
adoración contemporánea relacionado con éste plantea
inevitablemente la pregunta a toda iglesia local y sus
ancianos: ¿Cómo, pues, deberíamos adorar? Este
problema es particularmente serio para aquellos que han
llegado a abrazar más o menos la fe y el entendimiento
reformados del cristianismo. ¿Hace alguna diferencia este
nuevo (para nosotros) y más profundamente bíblico
(creemos) entendimiento del cristianismo sobre cómo
deberíamos adorar? Indudablemente, muchos de los que
han pasado a formar parte de iglesias o denominaciones
que son más estrictamente o ampliamente reformadas en
sus puntos de vista han optado por lo que la mayoría
llamaría una adoración más conservadora y tradicional.
Pero, ¿requiere una adoración distintivamente reformada un
punto de vista distintivamente reformado de la fe cristiana?
La proposición es atractiva y, de hecho, parece irrefutable:
Sí, ¡una teología distintivamente reformada requiere una
adoración distintivamente reformada! ¿Realmente
podemos pensar que un entendimiento de la Escritura que
ha reformado nuestro entendimiento del cristianismo no
reformará nuestro entendimiento de la adoración?
Pero si la teología reformada requiere una adoración
reformada, ¿qué quiere decir esto? ¿Significa simplemente
un enfoque de la adoración que sea más conservador y
tradicional (no carismático y no contemporáneo)? ¿Y qué
quiere decir esto? ¿No hay otros enfoques de la adoración
que se puedan considerar conservadores y tradicionales
que no sean verdaderamente reformados? Creo que los
hay. En su instructiva obra titulada {trad. no oficial}[3]
Adorando con Calvino, Terry Johnson señala que hay
varios tipos de adoración tradicional y (lo que se podría
llamar) conservadora que en realidad se centran en cosas
que los caracterizan como cualquier cosa menos
reformados. Él menciona el modelo avivador-evangelista y el
modelo de enseñanza de la Biblia en la tradición evangélica.
[4]
Quizá la adoración luterana y la adoración católica
romana también pretendan ser tradicionales y
conservadoras, pero claramente son enfoques no
reformados.

El principio regulador de la iglesia[5]


¿Qué es la adoración verdaderamente reformada? Una
preferencia reaccionaria por la adoración conservadora y
tradicional (lo que sea que esto quiera decir para nosotros)
no es suficiente. Ha llegado el momento de decir que no
basta con que los que han llegado a la fe reformada (y ahora
la sostienen) abracen reaccionariamente una adoración
conservadora y tradicional, lo que sea que esto signifique en
la tradición con la que estén familiarizados. Es hora de
contestar la pregunta ¿Cómo, pues, deberíamos adorar?
conforme a las ideas bíblicas, auténticas y distintivas de la
tradición reformada. La teología bíblica y reformada debe
conducir a una adoración distintivamente bíblica y
reformada.
Siendo este el caso, está claro que, si la adoración ha de
ser verdaderamente reformada y Reformada {sic}, debemos
hacer algo más que simplemente desempolvar el {título
oficial} Directorio para la Adoración Pública de Dios de
Westminster. Debemos hacer algo más que leer los
antiguos tratamientos puritanos y reformados de la
adoración. No me malinterpreten. Creo que debemos
prestar atención a los venerables consejos y la sabiduría
histórica de esa tradición reformada que en tantos otros
aspectos nos ha parecido sabia y bíblica. ¡Sería insensato
no hacerlo! Comenzaré mi tratamiento propiamente dicho de
cómo deberíamos adorar echando un buen vistazo a lo que
podemos aprender tanto de la Iglesia posapostólica como de
la Iglesia de la Reforma. Pero como veremos, la idea
fundamental de la tradición reformada es que la adoración
se debe ordenar conforme a la sola scriptura.
Fundamentalmente, su idea es que la adoración de la iglesia
se debe construir conforme al principio de «solo la
Escritura». En concreto, esto quiere decir que la adoración
reformada debe ser gobernada por la sola scriptura
funcionando como el principio regulador. Esto significa que
mi orientación y enfoque en este libro será la Escritura y lo
que ésta tiene que decir sobre la adoración de la iglesia.
Esto quiere decir, y es importante decirlo, que me acercaré
a las Escrituras con la misma suposición que la tradición
reformada lo hizo. Me refiero a la suposición de que la Biblia
sí tiene la intención de proporcionarnos un plano adecuado
para la iglesia y su adoración. Si dudamos de esto, nunca
nos tomaremos el tiempo de examinar tan detenidamente
como deberíamos lo que puede enseñarnos sobre la
adoración corporativa de la iglesia.
La articulación histórica del principio regulador lleva
implícita una importante distinción entre la iglesia y el resto
de la vida humana. Argumentaré que no es correcto, bíblico
o reformado decir que en el resto de la vida deberíamos vivir
conforme al principio regulador.[6] Como se afirma en la
tradición confesional de Westminster, el principio regulador
no es una regla para toda la vida humana. El capítulo XXI,
párrafo 1 de La Confesión de Westminster dice así:
Sin embargo, la forma aceptable de adoración al Dios
verdadero, está instituida por Él mismo, y está de tal manera
limitada por su propia voluntad revelada, que no debe ser
adorado según las imaginaciones e invenciones de los
hombres, o según las sugerencias de Satanás; bajo ninguna
representación visible, o en alguna otra forma que no esté
prescrita en la Biblia.[7]
Sustituya «adoración» por vivir en este párrafo y verá
que el principio regulador no es para toda la vida, ¡sino
simplemente para la adoración de la iglesia! ¿Es realmente
cierto y correcto decir que «…la forma aceptable de vivir
ante el Dios verdadero, está instituida por Él mismo, y está
de tal manera limitada por su propia voluntad revelada, que
no podemos vivir según las imaginaciones e invenciones de
los hombres, o según las sugerencias de Satanás; o en
alguna otra forma que no esté prescrita en la Biblia»? Sería
imposible vivir bajo tal regla y, como veremos, por supuesto
que no es bíblica. Sin la distinción entre la iglesia y el resto
de la vida, ¡las burlas de Mark Driscoll con respecto al
principio regulador serían correctas! [8]
El principio regulador de la adoración, como suele
llamarse, es en realidad en la tradición reformada el principio
regulador de la iglesia y su adoración corporativa. (Esto —
creo y así lo argumentaré— está implícito claramente en la
tradición. También —pienso— es algo que se debe hacer
explícito en nuestra enseñanza sobre el tema en la
actualidad). Por lo tanto, en este volumen escribiré sobre el
principio regulador de la iglesia. No pretendo ser novedoso.
Simplemente creo que esta implicación de la tradición debe
hacerse explícita en el contexto del debate moderno sobre la
adoración. La iglesia es santa, por lo tanto, sus asambleas
formales también lo son, y por esta razón son gobernadas
por Dios de una manera especial y distintiva. «Solo la
Escritura», en su aplicación especial a la iglesia, gobierna la
adoración de la iglesia de una manera y con una
especificidad que no gobierna el resto de la vida humana.
Cuando se aprecia apropiadamente esta función especial
de la Escritura como principio regulador de la iglesia,
entonces nos guía hacia un modelo bíblico de adoración al
que no se debe añadir nada sustancial y del que no se debe
sustraer nada, ¡porque ese modelo ha sido establecido por
Dios!

Partes necesarias de la adoración


Tanto lógica como históricamente, esta idea bíblica de la
tradición reformada lleva a la conclusión de que hay ciertas
partes o elementos necesarios de la adoración que la iglesia
debe practicar en la forma que la Biblia requiere. Por lo
tanto, también se deduce que de estas partes o elementos
prescritos de la adoración no se puede restar nada. (Las
circunstancias de la adoración corporativa de la iglesia
pueden cambiar, pero no las partes o elementos en sí). Sin
embargo, esto plantea la siguiente pregunta: ¿Realmente
especifica la Biblia esas partes de la adoración? La
segunda parte de este libro argumenta que sí, da las
pruebas bíblicas de esto, especifica cuáles son esas partes
de la adoración y describe lo que requiere de la iglesia en la
práctica.

Conclusión
No quiero concluir este resumen de los puntos principales
de este volumen sin señalar que su énfasis en sola scriptura
es la consecuencia inevitable de otra de las cinco solas.
Esa sola es teológicamente la más básica. Es soli Deo
gloria. Porque la adoración es para Dios y sobre Dios y, de
hecho, está llena de la presencia especial de Dios, debe ser
ordenada por Dios. Esto quiere decir que el enfoque de los
que procuran ordenar la adoración conforme al principio de
soli Deo gloria no debe estar en la tradición humana, ni en la
invención humana, ni en el pragmatismo humano, sino que
debe estar «solo en la Escritura»: sola scriptura.
Decir que la adoración es para Dios es o debería ser
«una obviedad». Como dice Terry Johnson: «todo esto
parece perfectamente obvio —se podría decir. ¿Para qué
otra cosa se diseñarían los cultos de adoración sino para
expresar la devoción a Dios? Lamentablemente, no es obvio
para todos o incluso para la mayoría».[9]
Como esto es cierto, y no es obvio para todos que la
adoración es para Dios, permítanme ofrecer solo un
fragmento de la enorme enseñanza bíblica que debería
impresionarnos con esta verdad. 1 Pedro 2:4-5 afirma:
Y viniendo a Él como a una piedra viva, desechada por los
hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios, también
vosotros, como piedras vivas, sed edificados como casa
espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios
espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.
El apóstol Pedro pone de manifiesto aquí varios hechos que
tienen que ver con que la adoración sea para Dios. En
primer lugar, deja claro que la identidad fundamental de la
iglesia es una casa o templo espiritual. La actividad principal
de un templo es la adoración. En segundo lugar, aclara que
la descripción fundamental de la iglesia es que es un
sacerdocio santo. Indiscutiblemente, el propósito principal de
los sacerdotes es dirigir la adoración ofrecida a Dios. En
tercer lugar, deja en claro que la labor fundamental de esta
casa espiritual y sacerdocio santo es ofrecer sacrificios
espirituales a Dios. De nuevo, toda la dirección de la
adoración de la iglesia es llevar algo a Dios como adoración.
En cuarto lugar, Pedro aclara que la preocupación
fundamental con respecto a estos sacrificios no es que
sean agradables a los hombres, sino que sean «aceptables
a Dios». ¡Una vez más queda claro que la adoración debe
ser dirigida a Dios y es para Él!
Permítanme citar a Terry Johnson una vez más:
¿Por qué practicar la adoración reformada histórica? Porque
su asamblea pública está dirigida a Dios. Allí se le ofrece
alabanza, se le confiesa, se le presentan peticiones, Él nos
dirige Su Palabra, se reúne con nosotros en Su Mesa y
nosotros disfrutamos de Su comunión. ¿Acaso no es la
enseñanza de la Biblia centrarse en Dios en la adoración de la
asamblea de los santos? Nos «acercamos» a Dios en
adoración (Stg. 4:8-10; Heb. 4:15-16; 10:19-23). Atribuimos
gloria a Su Nombre (1 Cró. 16:29; Sal. 96:7; 29:2). Ante Él nos
postramos y arrodillamos (Sal. 95:6-7). Venimos ante Él con
cánticos de júbilo (Sal. 100:2). Cantamos con gozo «al Señor»
(Sal. 95:1-2; 96:1-2). Damos «gracias al Señor» (Sal. 106:1).
Podríamos seguir con un ejemplo tras otro de la adoración
dirigida a Dios. En la adoración que es apropiada, todo está
centrado en Dios y es dirigido a Él».[10]
¿Cuál es el argumento de este libro? Su argumento es
que la adoración de la iglesia está centrada en Dios, porque
la iglesia misma está controlada por Dios. Su argumento es
que, como la iglesia misma está controlada por Dios, la
iglesia debe ser regulada por Dios. Su argumento es que
debido a que la iglesia está regulada por Dios, está
controlada por sola scriptura funcionando como el principio
regulador de la iglesia. Su argumento es que, debido al
principio regulador de la iglesia, las partes de la adoración
de la iglesia son prescritas y reguladas «solo por la
Escritura».
P 1: E
P 1.1.1: L

E I
Capítulo 2

¡Santa Iglesia!
La Iglesia posapostólica confesó su fe en la Iglesia como
«una {sola}, santa, católica[11] y apostólica»[12]. Este lenguaje
aparece en El Credo Niceno. Después de que la Iglesia
confesara su fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo como
Personas divinas distintas, pero un solo Dios verdadero,
confesó que también creía en la Iglesia: «Creemos en la
Iglesia, que es una {sola}, santa, católica y apostólica».
La prominencia de esta confesión de la Iglesia es una
amonestación permanente a la importancia cada vez menor
que muchos cristianos contemporáneos conceden a la
iglesia. Para un gran número de personas que profesan ser
cristianas en la actualidad, un cristianismo sin iglesia parece
cada vez más aceptable.[13] Pero, ¿qué sentido tiene que la
Iglesia confiese su fe en que ella posee estas cuatro
características? Parece obvio que al confesar que la Iglesia
está modificada por los cuatro adjetivos —una {sola}, santa,
católica y apostólica— el credo tiene la intención de declarar
que tal Iglesia existe y que es una cuestión de fe creer en
ella. Entonces, estos cuatro adjetivos son los atributos
distintivos de la iglesia de Cristo. Por lo tanto, sostener que
tal iglesia existe es una cuestión de fe y un principio
fundamental de la religión cristiana.[14] ¡El entendimiento más
básico de los puntos de vista de la Iglesia en la época en
que se publicó de El Credo Niceno debería dejar claro
también que estos atributos no eran meramente espirituales
y propios solamente de una Iglesia invisible! Se atribuyeron
a la iglesia visible (y con el objetivo de que se expresaran en
esta) con su membresía definida, su ministerio oficial, sus
asambleas públicas y sus sacramentos tangibles.
Pero mi interés particular en este libro es la aseveración
de El Credo Niceno de que la iglesia visible es santa. Hay
preguntas que presionan al cristiano que piensa en esta
afirmación hoy en día. ¿Hay realmente un buen argumento
bíblico para decir que la iglesia es santa con este tipo de
énfasis? ¿Y qué podría significar tal aseveración en la
práctica para nuestro entendimiento de la iglesia y de cómo
debería adorar?
Un respeto correcto por la historia de la Iglesia y,
especialmente, por las afirmaciones de sus importantes
credos, debería hacer que nos confrontáramos a nosotros
mismos con estas preguntas. Debemos cuestionar la
modernidad y no seguir en un descuido orgulloso y en una
indiferencia arrogantemente ajena a El Credo Niceno. Pero,
por supuesto, la respuesta final a las preguntas planteadas
anteriormente debe provenir de las Escrituras. ¿Justifican
las Escrituras este tipo de afirmación categórica de que uno
de los cuatro atributos principales de la iglesia es su
santidad? Y si las Escrituras justifican tal afirmación, ¿qué
podría significar para nosotros en la práctica? Estas
preguntas requieren que consideremos en el resto de este
capítulo el hecho, el significado y las implicaciones de la
santidad de la iglesia.
La realidad de la santidad de la iglesia
Habiendo visto que los credos antiguos atribuyen un
carácter sagrado o santidad a la iglesia, ¿hay alguna
justificación bíblica para ello? ¿O la peculiar asociación de la
santidad con la iglesia en los credos es simplemente una
singularidad de la historia de la Iglesia? Un examen de la
aparición de la palabra iglesia y los derivados de la raíz
griega traducidos de diversas maneras, como santidad,
santo, santificar y santificación, sí justifica, de hecho, la
atribución de santidad a la iglesia en los credos como una de
sus cuatro cualidades principales y distintivas. A
continuación se presentan las pruebas bíblicas para la
asociación peculiar de la santidad con la iglesia. He
recopilado la evidencia bajo tres encabezados: (1) la
aparición de iglesia y santidad en un mismo versículo, (2) la
aparición de iglesia y santidad en dos versículos seguidos y
(3) las otras coincidencias relevantes de iglesia y santidad.

Iglesia y santidad en un mismo versículo


1 Corintios 1:2: «a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los
que han sido santificados en Cristo Jesús, llamados a ser
santos, con todos los que en cualquier parte invocan el nombre
de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro».
1 Corintios 14:33: «porque Dios no es Dios de confusión, sino
de paz, como en todas las iglesias de los santos».
1 Corintios 16:1: «Ahora bien, en cuanto a la ofrenda para los
santos, haced vosotros también como instruí a las iglesias de
Galacia».
2 Corintios 1:1: «Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad
de Dios, y el hermano Timoteo: A la iglesia de Dios que está
en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya».
Efesios 5:27: «a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia
en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa
semejante, sino que fuera santa e inmaculada».
Apocalipsis 3:7: «Y escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia:
«El Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que
abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre, dice esto».

Iglesia y santidad en dos versículos seguidos


Efesios 5:25-26: «Maridos, amad a vuestras mujeres, así
como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, para
santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua
con la palabra».
Hechos 9:31-32: «Entretanto la iglesia gozaba de paz por toda
Judea, Galilea y Samaria, y era edificada; y andando en el
temor del Señor y en la fortaleza del Espíritu Santo, seguía
creciendo. Y mientras Pedro viajaba por todas aquellas
regiones, vino también a los santos que vivían en Lida».
Romanos 16:1-2: «Os recomiendo a nuestra hermana Febe,
diaconisa de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor
de una manera digna de los santos, y que la ayudéis en
cualquier asunto en que ella necesite de vosotros, porque ella
también ha ayudado a muchos y aun a mí mismo».
Romanos 16:15-16: «Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y a
su hermana, y a Olimpas y a todos los santos que están con
ellos. Saludaos los unos a los otros con un beso santo. Todas
las iglesias de Cristo os saludan».
2 Corintios 8:24-2 Corintios 9:1: «Por tanto, mostradles
abiertamente ante las iglesias la prueba de vuestro amor, y de
nuestra razón para jactarnos respecto a vosotros. Porque me
es por demás escribiros acerca de este servicio a los santos».
Colosenses 1:25-26: «de la cual [la iglesia] fui hecho ministro
conforme a la administración de Dios que me fue dada para
beneficio vuestro, a fin de llevar a cabo la predicación de la
palabra de Dios, es decir, el misterio que ha estado oculto
desde los siglos y generaciones pasadas, pero que ahora ha
sido manifestado a sus santos».
Otras coincidencias relevantes de iglesia y
santidad
Filipenses 1:1: «Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús: A
todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos,
incluyendo a los obispos y diáconos».
Colosenses 1:2: «a los santos y fieles hermanos en Cristo que
están en Colosas: Gracia a vosotros y paz de parte de Dios
nuestro Padre».
Efesios 1:1: «Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de
Dios: A los santos que están en Éfeso y que son fieles en
Cristo Jesús».
Romanos 1:6: «entre los cuales estáis también vosotros,
llamados de Jesucristo; a todos los amados de Dios que están
en Roma, llamados a ser santos: Gracia a vosotros y paz de
parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo».
1 Pedro 2:9: «Pero vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de
Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó
de las tinieblas a su luz admirable».

Conclusiones
En no menos de siete versículos aparece una palabra de la
raíz de santidad con iglesia en el mismo versículo.[15] Otras
seis veces aparece una palabra de la raíz de santidad en el
versículo anterior o posterior al versículo donde aparece el
término iglesia. Además, en los últimos cinco casos que
acaban de ser citados anteriormente (que probablemente no
sean una lista exhaustiva) la raíz de santidad se usa con
referencia a sinónimos cercanos o paralelismos
conceptuales de iglesia. Esta es la base bíblica sobre la que
podemos aseverar que un examen de la aparición de la
palabra iglesia y los derivados de la raíz griega que se
traduce de varias maneras como santidad, santo, santificar
y santificación sí justifica enfáticamente, de hecho, la
atribución de santidad a la iglesia en los credos como una de
sus cuatro cualidades distintivas.

El significado de la santidad de la iglesia


El mero hecho de que la santidad se asocie en algún sentido
peculiar y especial con la iglesia no responde por sí mismo a
la pregunta del significado que se debe asociar con la
santidad de la iglesia. En otras palabras, ¿cuál es la
santidad que se debe atribuir especialmente a la iglesia?
¿En qué consiste?
No debemos permitir que nuestras nociones populares de
santidad y las cosas con las que asociamos esta palabra
nos informen y definan su significado como atributo de la
iglesia. Aunque creemos normalmente y casi sin pensarlo
que la santidad indica un corazón puro y un estilo de vida
recto, hay que preguntarse si este concepto de santidad
tiene algo que ver con el concepto bíblico de la santidad de
la iglesia y, si tiene que ver, hay que preguntarse
exactamente qué es la santidad de la iglesia. El hecho es
que la santidad ha sido definida de diferentes maneras en la
historia de la Iglesia. Se han utilizado diversos calificativos
para describir su carácter: moral, ética, subjetiva, relacional,
objetiva, cultual, externa y ritual.[16]

La idea raíz
La primera definición de santidad que se encuentra en los
diccionarios comunes es algo así como apartado para Dios
o apartado por Dios. Lo fundamental de la palabra es la idea
de separación o apartamiento con relación a Dios.
Berkouwer señala:
{Las palabras} «santo» y «santidad» apuntan con frecuencia a
la separación, al apartamiento para un propósito particular o un
servicio particular. Se habla de santidad no solo en un contexto
«personal». Diversas cosas y asuntos son designados como
santos por su separación: por ejemplo, tierra santa, una ciudad
santa [...], un monte santo [...], un templo santo [...] u ofrendas
y cosas santas [...]. También cuando se habla de personas
santas domina el aspecto de la separación, la dirección a un
objetivo particular. No en vano se ha hablado a menudo de la
santidad como un concepto relacional.[17]
Se podrían ofrecer muchas confirmaciones de la
comprensión que aporta Berkouwer. Una confirmación
interesante de la idea raíz relacional de la separación la
proporciona el modo en que la Biblia asocia la santidad con
algo o alguien que pertenece especialmente a Dios (Éxo.
13:1, 2, 11-12; 19:5, 6; Lev. 23:1-2; Núm. 3:11-13; 8:12-19;
16:3-7; Deu. 26:18-19; 28:9, 10). De este modo, por
ejemplo, el día de reposo del Antiguo Testamento y el Día del
Señor cristiano son santos porque pertenecen
especialmente a Dios, y pertenecen especialmente a Dios
porque son santos.
El fundamento objetivo
El carácter relacional de la idea raíz de la santidad nos
prepara el camino para ver que la santidad comienza en la
Escritura con un fundamento objetivo. Ser apartado por Dios
y para Dios, ser asociado con Dios, (cuando se trata de
hombres pecadores) requiere que se trate la distancia o el
alejamiento espiritual de Dios que crea su pecado. Aunque
este distanciamiento es también del lado humano y se
origina a causa de nuestro pecado, ahora se debe
considerar de manera más significativa desde el lado divino.
Es decir, no solo somos hostiles hacia Dios, sino lo que es
aún más importante, Él está alejado y es hostil hacia
nosotros a causa de nuestro pecado. Es esta hostilidad la
que es fundamental. Solo un poder divino, uno que provenga
de Su parte, puede cambiar nuestra hostilidad hacia Dios,
pero este poder redentor (santificador) encuentra una
terrible barrera levantada por la ira y la justicia divinas entre
Dios y el hombre. Por lo tanto, si hemos de ser llevados al
lado de Dios, esta barrera debe ser eliminada. Ser llevado al
lado de Dios significa, entonces, ser separado en un sentido
redentor para Dios, o ser hecho santo en un sentido
sotérico, o llegar a pertenecer a Dios (no para juicio sino)
para ser librados. Esto solo se puede lograr mediante la
provisión objetiva de una propiciación que aplaque este
alejamiento y hostilidad por parte de Dios contra nosotros.
Entonces, santificar significa, en primer lugar, apartar para
Dios mediante un sacrificio que aplaca la ira de Dios contra
nosotros.
El primer lugar al que debemos acudir para encontrar
pruebas de este entendimiento (que se ha llamado
relacional, objetivo, cultual, externo o ritual) de la santidad
de la iglesia es Hebreos. No es necesario probar que
Hebreos se mueve en el mundo de los rituales del Antiguo
Testamento con sus sacrificios, sacerdocio y lugares
santos. En perfecta conformidad con esto parece que la raíz
/jag-/ que significa santidad o santificación se usa en 28
lugares en Hebreos. Esto es más del 10 % de sus 275 usos
en total en el Nuevo Testamento. En la NASB[18] esta raíz se
traduce de diversas maneras: «holy» (santo), «saints»
(santos), «sanctifies» (santifica), «sanctified» (santificado),
«sanctuary» (santuario), «holy place» (lugar santo), «holy of
holies» (lugar santísimo), «sanctify» (santificar), «holiness»
(santidad) o «sanctification» (santificación). Se utiliza en los
siguientes 25 textos: Hebreos 2:4, 11; 3:1, 7; 6:4, 10; 8:2;
9:1, 2, 3, 8, 12, 13, 24, 25; 10:10, 14, 15, 19, 29, 12:10, 14;
13:11, 12, 24.
Bajo el próximo encabezado veremos que esta raíz se
utiliza para algo así como el concepto popular, subjetivo o
ético de la santidad de corazón y de vida, pero aquí quiero
señalar que el claro punto de partida del concepto de
santidad en Hebreos es objetivo. A continuación se presenta
un estudio de los textos relevantes para este punto de
partida:
Hebreos 2:11: «Porque tanto el que santifica como los que son
santificados, son todos de un Padre; por lo cual Él no se
avergüenza de llamarlos hermanos».
Aquí santificar es la labor de un sacerdote. Esto, ya en los
primeros capítulos de Hebreos, nos alerta sobre el hecho de
que la santidad tiene un fundamento objetivo.
Hebreos 8:2: «como ministro del santuario y del tabernáculo
verdadero, que el Señor erigió, no el hombre».
Aquí «santuario» es literalmente «santísimo». El uso de la
raíz para describir el templo del Antiguo Testamento es
profundamente relevante para el significado de santidad en
Hebreos. El templo, y especialmente el lugar santísimo, se
caracterizaban por restricciones que limitaban el acceso
solo a personas selectas y solo bajo condiciones
especiales:
Hebreos 9:1: «Ahora bien, aun el primer pacto tenía
ordenanzas de culto y el santuario terrenal».
El uso de la raíz para describir el templo del Antiguo
Testamento que se caracterizaba por un acceso tan
restringido es relevante para el significado de santidad en
Hebreo:
Hebreos 9:2: «Porque había un tabernáculo preparado en la
parte anterior, en el cual estaban el candelabro, la mesa y los
panes consagrados; este se llama el Lugar Santo».
Una vez más, la zona anterior del Tabernáculo («el lugar
santo»), a diferencia del «lugar santísimo» interior, se llama
aquí «santísimo». La palabra es plural:[19]
Hebreos 9:3: «Y detrás del segundo velo había un tabernáculo
llamado el Lugar Santísimo».
El santuario interior del Tabernáculo se denomina
literalmente el «santo de santos» (es decir, el «lugar
santísimo»). En los versículos siguientes se menciona
explícitamente (v. 7) el acceso cuidadosamente restringido
al lugar santísimo legislado en el Antiguo Testamento:
Hebreos 9:8: «Queriendo el Espíritu Santo dar a entender
esto: que el camino al Lugar Santísimo aún no había sido
revelado en tanto que el primer tabernáculo permaneciera en
pie».
Aquí se dice que el acceso restringido al lugar santísimo
es una característica del período en que (traducido
literalmente) «el primer tabernáculo» aún permanecía en pie.
Por lo tanto, hay un contraste implícito con el período del
Nuevo Pacto. La santidad está conectada con el acceso al
lugar santo, y el acceso al lugar santo con el Nuevo Pacto:
Hebreos 9:12: «y no por medio de la sangre de machos
cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre,
entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo
obtenido redención eterna».
Jesús entró en el lugar santo por medio de Su sangre. La
idea es que la santidad es proporcionada por la sangre y
significa el acceso al lugar santo que simbolizaba y
expresaba la pureza y santidad del Dios que era inaccesible
para los pecadores.
Hebreos 9:13: «Porque si la sangre de los machos cabríos y
de los toros, y la ceniza de la becerra rociada sobre los que se
han contaminado, santifican para la purificación de la carne».
Hay que destacar la relación de este versículo con el 14.
Hebreos 9:14 dice: «¿cuánto más la sangre de Cristo, el
cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha
a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para
servir al Dios vivo?». La sangre es el medio objetivo de
santificación en el Antiguo y el Nuevo Pacto. La sangre de
Cristo limpia nuestra conciencia para servir al Dios vivo. La
implicación es que le servimos en la adoración haciendo
ritos religiosos. Así es como Louw y Nida definen la palabra.
[20]

Hebreos 9:24: «Porque Cristo no entró en un lugar santo hecho


por manos, una representación del verdadero, sino en el cielo
mismo, para presentarse ahora en la presencia de Dios por
nosotros».
Jesús nos representa en el Lugar Santo celestial. ¿No
tenemos aquí una visión o descripción de lo que significa ser
santo en Hebreos? Significa tener acceso por medio de
Cristo a la santa presencia de Dios para ser apartados para
Dios por medio de la obra de Cristo.
Hebreos 9:25: «y no para ofrecerse a sí mismo muchas veces,
como el sumo sacerdote entra al Lugar Santísimo cada año
con sangre ajena».
Una vez más, el contexto de la santidad en Hebreos es el
mundo ritual del Antiguo Testamento y sus símbolos. Como
el cumplimiento de estas sombras, Jesús, nuestro Sumo
Sacerdote, entra en el verdadero Lugar Santo sobre la base
de Su propio sacrificio y Su propia sangre:
Hebreos 10:10: «Por esta voluntad hemos sido santificados
mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo ofrecida de una
vez para siempre».
La voluntad en cuestión es la voluntad redentora de Dios
(Heb. 10:5-9). Esta voluntad fue la que obedeció el Mesías
al ofrecerse a Sí mismo como sacrificio:
Hebreos 10:14: «Porque por una ofrenda Él ha hecho
perfectos para siempre a los que son santificados».
En este versículo y en los anteriores, la santificación es la
obra de Cristo como sacerdote que quita nuestros pecados
mediante Su sacrificio. Es por esta obra que somos
santificados y perfeccionados. (Se usan tiempos perfectos).
Hebreos 10:19: «Entonces, hermanos, puesto que tenemos
confianza para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de
Jesús».
La perfección y la santificación (mencionadas en los
versículos 10 y 14) son el derecho a entrar en el Lugar
Santo por la sangre de Jesús.
Hebreos 10:29: «¿Cuánto mayor castigo pensáis que
merecerá el que ha hollado bajo sus pies al Hijo de Dios, y ha
tenido por inmunda la sangre del pacto por la cual fue
santificado, y ha ultrajado al Espíritu de gracia?».
Este es un versículo difícil por su referencia a la
apostasía. Pero, independientemente de la explicación que
se le dé, atestigua una vez más la idea de que la
santificación se realiza por medio de la sangre del pacto y
que el cumplimiento del ritual del Antiguo Testamento es de
carácter objetivo y externo.
Hebreos 13:11-12: «Porque los cuerpos de aquellos animales,
cuya sangre es llevada al santuario por el sumo sacerdote
como ofrenda por el pecado, son quemados fuera del
campamento. Por lo cual también Jesús, para santificar al
pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la
puerta».
En estos versículos se da otro testimonio de que la sangre
de Jesús (Quien se describe aquí como nuestro sacerdote y
nuestro sacrificio) es la fuente de nuestra santificación. El
propósito primario del padecimiento de Jesús es santificar a
Su pueblo. Fue el sacrificio que objetivamente (aunque
tipológicamente) santificó al pueblo en el Antiguo
Testamento. Aun así, debemos concluir que es el sacrificio
de la sangre de Jesús el que santifica objetivamente (y
realmente) al pueblo de Cristo.
Las pruebas de que hay un significado externo u objetivo
de la santidad son convincentes. Permítanme resumir los
hechos relevantes descubiertos en el estudio anterior:
En primer lugar, la santidad de la que se habla en
Hebreos está arraigada en la santidad de Dios
revelada en el templo y el tabernáculo del Antiguo
Testamento y lo que estos simbolizaban. El lugar
santo de la presencia de Dios, tanto en los
símbolos del Antiguo Testamento como en las
realidades del Nuevo Pacto, es inaccesible para
los hombres pecadores.
En segundo lugar, la santidad en Hebreos es
proporcionada por la obra de un sacerdote y el
sacrificio que él hace. Es por medio de Jesús y
Su sangre, el antitipo de los sacerdotes y
sacrificios del Antiguo Testamento, que los
hombres son santificados.
En tercer lugar, en este contexto de los rituales del
sistema sacrificial del que Hebreos habla, ser
santificado solo puede significar que se da
acceso legítimo a (o se es hecho apto para) el
Lugar Santo donde Dios mora, es decir, el Cielo
mismo, ya que el Lugar Santísimo celestial es la
realidad a la que apuntaba el Antiguo Testamento.
Por lo tanto, los hombres son apartados para Dios
mediante la propiciación de sus pecados por el
sacrificio de sangre de Su Sumo Sacerdote:
Cristo. Entonces, desde este punto de vista, la
santificación no es progresiva, sino de una vez
para siempre. De este modo, encontramos el uso
del tiempo perfecto en Hebreos 10:10
(santificado) y 10:14 (perfecto).[21] De hecho, la
santificación progresiva no podría estar en vista,
porque es por definición imperfecta. La
imperfección no puede hacer a los hombres aptos
para la perfección y la santidad pura y ardiente del
Lugar Santísimo y la presencia de Dios en
cuestión. Por tanto, la teología de Hebreos nos
confronta con una visión de la santidad muy
parecida a lo que normalmente consideramos
como la justicia en la justificación. Hace aptos a
los hombres para la pureza ardiente de la
presencia de Dios, no es de carácter progresivo,
y se basa en la obra sacerdotal de Cristo.
Hay pruebas de que esa visión de la santidad no es ajena
al resto del Nuevo Testamento ni tampoco al apóstol Pablo.
De hecho, existen notables paralelismos entre Efesios 5:25-
26 y Hebreos 9:11-14. Estos dos pasajes son los únicos
lugares en todo el Nuevo Testamento donde los dos verbos,
santificar y purificar, se utilizan en conjunto. En Hebreos
9:11-14, santificar y purificar son la obra de un sacerdote.
Es Cristo, que ha aparecido «como Sumo Sacerdote de los
bienes futuros», quien con Su sangre santifica y purifica a
Su pueblo. Es decir, los hace aptos para la presencia de un
Dios santo y quita el sentido de la corrupción moral de sus
conciencias. Entonces, es difícil eludir la idea de que en
Efesios 5:25-26 la santificación y la purificación son también
actos sacerdotales (y, por tanto, objetivos).
Además, esta connotación de santificación en Efesios
5:25-26 confirma el hecho de que la palabra «lavamiento»
en el versículo 26 también está relacionada estrechamente
con la actividad de un sacerdote (Heb. 9:13; 10:21-22). El
agua utilizada para rociar y purificar la corrupción
ceremonial en el Antiguo Pacto se preparaba mediante el
sacrificio sacerdotal de una novilla roja (Núm. 19:9, 17 y vv.
sigs.). Por lo tanto, de nuevo, se supone la actividad
sacerdotal en el «lavamiento del agua» mencionado en
Efesios 5:26.
Sin embargo, todo esto no quiere decir que al evaluar la
santidad de la iglesia tengamos que ver solo con una
santidad exclusivamente objetiva. Tampoco significa que al
hacer exégesis de las referencias a los santos o hermanos
santos en Hebreos solo tengamos que ver con un tipo de
santificación objetiva. Esta conclusión superficial se ha
sacado a menudo en los debates eclesiológicos sobre la
santidad de la iglesia con el fin de servir y apoyar ciertas
agendas teológicas. El «evangelio fácil» del cristianismo
contemporáneo, que se incomoda con la idea de que todos
los cristianos son santos en un sentido ético y moral,
también ha sacado con frecuencia dicha conclusión. Por lo
tanto, ahora debemos pasar a mostrar que, tanto en
Hebreos como —sin duda— en el resto del Nuevo
Testamento, la santidad de la iglesia no es solamente
objetiva.

La implicación subjetiva
Cuando pensamos en la santidad de la iglesia, no podemos
excluir de esta una implicación subjetiva. En otras palabras,
también debemos notar que la santidad de la Iglesia
individual y corporativamente tiene un carácter moral o ético
y connota una semejanza subjetiva a Dios y no solo un
apartamiento objetivo para Dios.
Los siguientes pasajes de Hebreos son relevantes para
este aspecto de la santidad:
Hebreos 2:4: «testificando Dios juntamente con ellos, tanto por
señales como por prodigios, y por diversos milagros y por
dones del Espíritu Santo según su propia voluntad».
No se puede olvidar que aquí y en varios otros pasajes de
esta carta la santidad se asocia con la obra del Espíritu de
Dios por el simple hecho de que se le llama Espíritu Santo
(Heb. 3:7; 6:4; 9:8). Parece muy poco natural concluir que la
santidad es simple o exclusivamente objetiva, cuando la
designación común del Espíritu divino parece relacionar la
santidad con Él y Su obra:
Hebreos 3:1: «Por tanto, hermanos santos, participantes del
llamamiento celestial, considerad a Jesús, el Apóstol y Sumo
Sacerdote de nuestra fe».
Si Hebreos habla predominantemente en términos de una
santificación objetiva, entonces una terminología como la
que se aprecia en la frase «hermanos santos» no se puede
separar de esta perspectiva de la santidad. No obstante,
hay que notar que estos «hermanos santos» son
participantes del llamamiento celestial. Según Hebreos (Heb.
9:15; 11:8, 18) y el resto del Nuevo Testamento, este
llamamiento es eficaz en el sentido de que realmente
produce fe, arrepentimiento y obediencia:
Hebreos 6:10: «Porque Dios no es injusto como para olvidarse
de vuestra obra y del amor que habéis mostrado hacia su
nombre, habiendo servido, y sirviendo aún, a los santos».
Una vez más, nuestra visión de la santificación en
Hebreos debe influir en nuestro entendimiento del término
santos. Son aquellos que han sido hechos aptos para la
santa presencia de Dios y apartados para Él por la sangre
de Cristo. Sin embargo, este mismo versículo en su contexto
(Heb. 6:9-12) nos recuerda que los verdaderos santos se
caracterizan por las obras de amor por los hermanos (véase
el v. 9 particularmente).
Hebreos 12:10, 14: «Porque ellos nos disciplinaban por pocos
días como les parecía, pero Él nos disciplina para nuestro
bien, para que participemos de su santidad […]. Buscad la paz
con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor».
Sin lugar a dudas, en Hebreos 12:10 y 14, la santidad es
una cuestión de nuestra condición subjetiva o estado ético.
Esto deja claro que la santidad ritual u objetiva, en el sentido
de la aptitud para la santa presencia de Dios, no se puede
separar de la santidad subjetiva y ética del corazón y de la
vida. Aprendemos de estos textos que la santidad es
también el producto de la disciplina del Padre y no solo el
don del sacerdocio del Hijo. La santidad y la búsqueda de la
paz con todos los hombres conviven en el mismo ámbito
práctico. La búsqueda de la santidad (junto con la búsqueda
de la paz con todos los hombres) también es absolutamente
necesaria para ver al Señor, es decir, para tener parte en el
Reino escatológico de Dios.
Hebreos 13:24: «Saludad a todos vuestros pastores y a todos
los santos. Los de Italia os saludan».
Todo lo que se ha dicho en el estudio anterior sobre el
significado de la santidad en Hebreos deja claro cómo
debiéramos entender esta referencia a los «santos».
Cuando vemos en el penúltimo versículo de Hebreos la
palabra «santos», debemos descubrir en esta tanto un
fundamento objetivo (ser hecho aptos para la presencia de
Dios en virtud de la obra de Cristo, nuestro Sacerdote)
como una implicación subjetiva (la semejanza ética y
progresiva a Dios perfectamente consumada cuando vemos
a Dios). Por supuesto, lo que es cierto en Hebreos es aún
más claramente cierto en el Nuevo Testamento en general
(véanse Jua. 17:17, 19; 1 Tes. 5:23; Rom. 6:19, 22; 1 Tes.
4:3, 4, 7). Solo cuando se dé la debida importancia a estos
dos aspectos entenderemos correctamente las
implicaciones de atribuir santidad a la Iglesia.

La implicación de la santidad de la Iglesia


Hay muchas implicaciones prácticas de la santidad de la
Iglesia que no trataré aquí.[22] Pero para nuestros propósitos,
lo que se debe subrayar primero es la dignidad de la
identidad única de la iglesia. La santidad de la iglesia
significa que, como institución, sociedad u organismo, está
relacionada con Dios —apartada para Dios— de una
manera que ninguna otra institución humana lo está. Por
supuesto, no se puede ni se debería negar que las otras
instituciones principales de la sociedad humana, la familia y
el Estado, también tienen un origen e institución divinos. Está
claro en la Biblia que así es.[23] Sin embargo, este hecho
indudable no debe ocultar que la familia (como institución de
la Creación) y el Estado (como institución de la gracia
común [hecha necesaria por la Caída]) no poseen la misma
relación estrecha con Dios o la santidad redentora que la
Iglesia. Por lo tanto, (en un pasaje que luego estudiaremos
con cierto detalle), Pablo describe el cuerpo de Cristo como
poseedor de una relación única con Dios y una identidad
como «la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo,
columna y sostén de la verdad» (1 Tim. 3:15).
Otra implicación de la santidad de la Iglesia que está
relacionada estrechamente con La dignidad de la identidad
única de la Iglesia es: Lo apropiado de la regulación
especial de la iglesia. De la relación peculiar de la Iglesia
con Dios y su consiguiente identidad única se desprende el
hecho de que hay una regla especial por la que su vida debe
ser gobernada. Lo que se conoce históricamente como el
principio regulador de la adoración se describe con mayor
precisión como el principio regulador de la iglesia, porque
está arraigado en la identidad única de la iglesia. Debido a
su santidad única como la casa de Dios, Pablo se ve
obligado a escribir a Timoteo para instruirlo sobre cómo
debe conducirse en la Iglesia del Dios vivo (1 Tim. 3:15).
Entonces, como veremos, el principio regulador no solo es el
principio regulador de la adoración. Es el principio regulador
de toda la vida de la Iglesia: su adoración, su gobierno, su
doctrina y sus tareas. Como veremos, esto también quiere
decir que (al contrario de la opinión de John Frame) el
principio regulador no es simplemente la aplicación especial
a la iglesia de una regla que se aplica a toda la vida de la
misma manera.[24] Es la santidad única de la iglesia la que da
lugar a su regla única: el principio regulador.
P 1.1.2: L

E I
R
Capítulo 3

¡Sola Scriptura!
La comprensión que tenía la Iglesia posapostólica con
respecto a la santidad de la Iglesia era importante, pero solo
cuando este entendimiento fue unido a la doctrina de sola
scriptura en el período de la Reforma se articuló
cuidadosamente la noción del principio regulador de la
iglesia.

El desarrollo histórico del principio


regulador
Hay ciertas palabras y frases teológicas que adquieren un
significado tan claro y definido en la historia de la teología
que, afirmar que uno se adhiere a ellas, es equivalente a
afirmar su significado en esa historia. Afirmar tales palabras
y frases y no adherirse a su significado histórico es
simplemente inducir al error tanto a nosotros mismos como
a otros en cuanto a nuestras convicciones teológicas
reales. Por ejemplo, afirmar la Trinidad pero sostener puntos
de vista que tienen más en común con el modalismo
histórico que con el trinitarismo (como hacen algunos
modalistas contemporáneos) es engañarnos a nosotros
mismos e inducir a otros al error.[25] De nuevo, afirmar la
sola fide pero sostener puntos de vista que son paralelos a
los de Roma (como hacen algunos evangélicos modernos y
devotos de la Nueva Perspectiva sobre Pablo) es
francamente engañoso.[26] De manera similar, afirmar el
principio regulador de la adoración y aun así sostener
puntos de vista que son más afines al principio normativo, el
cual es sostenido por los que se oponen al principio
regulador, es simplemente tergiversador.
Por supuesto, el telón de fondo para los debates acerca
del principio regulador entre los protestantes debe
encontrarse en los debates acerca de la sola scriptura que
surgieron en el tiempo de la Reforma. El conflicto entre los
dos puntos de vista, que en la Reforma llegó a caracterizar
al romanismo y al protestantismo respectivamente, se había
estado cristalizando en los siglos previos a la Reforma en la
teología medieval.[27] Cuando las iglesias de la Reforma
afirmaron la sola scriptura, la pregunta fue si las Escrituras
solas eran suficientes para regular la adoración de la iglesia
o si, en caso contrario, la tradición podría tener cabida en la
ordenación del gobierno y la adoración de la iglesia. La
pregunta suscitó dos respuestas por parte de las iglesias de
la Reforma. Algunas, de forma sustancial, no dieron cabida
alguna a la tradición en este proceso de construcción. Este
punto de vista llegó a conocerse como el principio
regulador. Otras {iglesias} consideraron que la tradición
tenía un papel que desempeñar en la construcción de la
adoración y el gobierno de la iglesia. Esto llegó a conocerse
como el principio normativo.[28]
La distinción entre estos dos principios para la regulación
de la adoración emergió por vez primera en aquel entonces,
en las controversias entre las iglesias reformadas y las
luteranas en Europa. La «Reforma conservadora» de Lutero
adoptó como política la preservación de la adoración del
catolicismo medieval, excepto allí donde esta contradijera la
Escritura. Por otra parte, Calvino adoptó el principio que
decía que el contenido de la adoración tenía que estar
autorizado por la Escritura. Los puntos de vista de Calvino
parecen ser los mismos que los puritanos enunciaron más
tarde.
Algunos afirman que los puntos de vista de Calvino eran
diferentes de los que sostenían los puritanos; por tanto, hay
un debate acerca de Calvino y su relación con el principio
regulador de la adoración.[29] Aunque es posible señalar
diferencias de aplicación entre Calvino y los puritanos
ingleses, estoy casi seguro de que Calvino articuló
claramente lo que llegaría a ser conocido como el principio
regulador de la adoración. Citas de Calvino que apoyan lo
anterior pueden ser presentadas, y han sido presentadas
con todo detalle,[30] pero quizás la más clara y clásica es la
siguiente tomada de su obra titulada, {título oficial} La
necesidad de reformar la iglesia:
Además, la regla {o principio} que distingue entre la adoración
pura y la viciada es de aplicación universal, a fin de no
permitirnos adoptar invención alguna que a nosotros mismos
nos parezca apropiada, sino para que miremos a los preceptos
de Aquel que es el único con derecho a prescribir. Por lo tanto,
si quisiéramos que Él aprobara nuestra adoración, esta regla
que Él hace cumplir en todo lugar con extremo rigor debe ser
observada cuidadosamente, porque hay una doble razón por la
cual el Señor, al condenar y prohibir toda adoración ficticia,
requiere que nosotros rindamos obediencia solamente a Su
propia voz. En primer lugar, {esta regla} tiende a establecer Su
autoridad grandemente para que no sigamos nuestro propio
placer, sino que dependamos por entero de Su soberanía; y,
en segundo lugar, tal es nuestra insensatez, que cuando somos
dejados en libertad, todo lo que podemos hacer es
extraviarnos. Entonces, una vez que nos hemos apartado del
camino correcto, no hay límites para nuestras andanzas hasta
que terminamos enterrados bajo una multitud de
supersticiones. Por tanto, con el propósito de afirmar derecho
pleno de dominio, con justicia obra el Señor al preceptuar
estrictamente lo que Él desea que nosotros hagamos y al
desechar de un golpe todas las invenciones humanas que
están en desacuerdo con Su mandamiento. Con justicia Él
también define nuestros límites en términos expresos para que
no provoquemos Su ira contra nosotros por fabricarnos modos
perversos de adoración. Sé cuán difícil es persuadir al mundo
de que Dios desaprueba todos los modos de adoración que no
estén expresamente sancionados por Su Palabra. La
persuasión opuesta que está firmemente pegada a ellos, que
está arraigada —por así decirlo— en sus mismos huesos y
médulas, es que cualquier cosa que hagan tiene en sí misma
una aprobación suficiente, con tal que exhiba alguna clase de
celo por el honor de Dios. Pero como Dios no solo considera
estéril sino que además explícitamente abomina cualquier cosa
que emprendamos por celo a Su adoración si está en
desacuerdo con Su mandamiento, ¿qué ganamos con un
camino contrario? Las palabras de Dios son claras y bien
definidas: «El obedecer es mejor que un sacrificio» (1 Sam.
15:22); «Mas en vano me rinden culto, enseñando como
doctrinas preceptos de hombres» (Mat. 15:9). Cada adición a
Su Palabra, especialmente en este asunto, es una mentira. El
«culto voluntario» /ezelozreskeía/ no es más que vanidad. Esta
es la decisión, y una vez que el Juez ha decidido, no es tiempo
ya de debatir...[31].
Este principio, articulado por Calvino y los reformados en
contra de Lutero y los católicos romanos, fue resaltado en
los debates entre puritanos y anglicanos en la Inglaterra de
finales del siglo XVI y el siglo XVII. Recibió su forma clásica
y definitiva en las confesiones reformadas formuladas en el
siglo XVII en Gran Bretaña. Es afirmado con un lenguaje
idéntico tanto en La Confesión de Fe de Westminster
(XXI.1)[32] como en La Confesión Bautista de Fe de Londres
de 1689 (22.1):
La luz de la naturaleza demuestra que hay un Dios que tiene
señorío y soberanía sobre todo; que es justo, bueno y hace el
bien a todos; y, por lo tanto, debe ser temido, amado,
alabado, invocado, se debe confiar en Él y debe ser servido
con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas.
Pero la manera aceptable de adorar al Dios verdadero está
instituida por Él mismo, y está tan delimitada por Su propia
voluntad revelada, que no puede ser adorado conforme a las
imaginaciones e invenciones de los hombres ni las sugerencias
de Satanás, ni por medio de ninguna representación visible, ni
de ninguna otra manera no prescrita en las Santas Escrituras.
[33]

Esta declaración puritana puede entenderse mejor al


contrastarla con la declaración de la Iglesia de Inglaterra que
se encuentra en Los treinta y nueve artículos. El Artículo 20
afirma: «La Iglesia tiene poder para decretar ritos o
ceremonias y autoridad en controversias de la fe. Sin
embargo, no es lícito para la Iglesia ordenar algo que sea
contrario a la Palabra de Dios escrita».[34]
G. I. Williamson resume el útil y popular principio puritano
ejemplificado en La Confesión Bautista de Londres de
1689 : «Lo que se ordena es correcto, y lo que no se ordena
es incorrecto».[35] James Bannerman aporta este útil
contraste entre la doctrina puritana en este asunto
(contenida en nuestra Confesión) y la doctrina anglicana:
En el caso de la Iglesia de Inglaterra, su doctrina de la
autoridad de la iglesia en la adoración a Dios es que esta tiene
el derecho de decretar todo excepto lo que la Palabra de Dios
prohíbe. En el caso de nuestra propia iglesia, su doctrina de la
autoridad de la iglesia en la adoración a Dios es que esta no
tiene derecho a decretar nada sino {solo} lo que está
preceptuado expresa o implícitamente por la Palabra de Dios.
[36]

G. I. Williamson ilustra útilmente la diferencia entre la


interpretación anglicana y la interpretación puritana del
principio regulador con el diagrama que reproducimos en la
página siguiente.[37]

Contraste entre el principio regulador y el


principio normativo
La diferencia entre los puritanos y los anglicanos se puede
ilustrar útilmente contrastando dos edificadores que se
proponen construir el Templo de Dios. El Sr. Anglicano debe
utilizar los materiales que la Palabra de Dios le ofrece, pero
no tiene plano alguno y puede utilizar otros materiales. El Sr.
Puritano debe utilizar solamente los materiales que la
Palabra de Dios le ofrece y tiene un plano. No hace falta ser
un genio para discernir que los dos edificios serán
drásticamente diferentes cuando hayan sido terminados, o
para discernir cuál agradará más a Dios.[38]
La implicación histórica del principio
regulador
Por implicación histórica del principio regulador me refiero al
marco eclesial que presupone. Esta es una cuestión que, en
mi opinión, necesita una aclaración importante. Pienso que
el entendimiento de esta implicación ayudará a los
defensores del principio regulador a defenderlo y aplicarlo
mejor. Al mismo tiempo, expondrá los problemas de una
afirmación moderna del principio regulador que es bastante
controvertida.
El nombre común dado al principio en cuestión es el
principio regulador de la adoración. Me propongo
esclarecer este principio llamándolo el principio regulador
de la iglesia. En los debates históricos está implícita una
distinción entre la adoración y el resto de la vida. Esta
distinción se expresa con perspicacia en la descripción que
Williamson hace de este principio citada anteriormente: «Lo
que se ordena es correcto, y lo que no se ordena es
incorrecto». Si esta es una descripción apropiada del
principio regulador —y pienso que lo es—, acentúa la idea
de que Dios regula Su adoración de una manera diferente a
como Él regula el resto de la vida. Para el resto de la vida,
Dios da a los hombres los grandes preceptos y principios
generales de Su Palabra y, dentro de los límites de estas
instrucciones, les permite ordenar sus vidas como a ellos
mejor les parezca. Él no les da instrucciones minuciosas con
relación a cómo construirán sus casas o se dedicarán al
ejercicio de sus vocaciones seculares. Por otra parte, el
principio regulador implica una limitación a la iniciativa y
libertad humanas que no es característica del resto de la
vida. Este principio dice que una parte de la vida llamada
adoración a Dios está regulada de una manera más
restrictiva y definida que el resto de la vida.
La Confesión de Fe de Westminster (XX.2) presenta
más pruebas a favor del punto de vista que afirma que el
principio regulador es algo que no abarca la totalidad de la
vida. Nótese las frases que he puesto en letra cursiva a
continuación:
Dios es el único Señor de la conciencia, por tanto, en asuntos
de fe y adoración, la ha dejado libre de doctrinas y
mandamientos humanos, que sean contrarios a su Palabra o
añadidos a ella. De manera que creer u obedecer de
conciencia tales doctrinas o mandamientos, es traicionar la
verdadera libertad de conciencia; y el requerimiento de una fe
implícita y de una obediencia absoluta y ciega, es destruir la
libertad de conciencia y también la razón.[39]
Según esta declaración, sola scriptura tiene una
aplicación diferente para los asuntos de fe y adoración, y
para el resto de la vida. En el resto de la vida, esto significa
que somos libres de los mandamientos de hombres que son
contrarios a la Palabra. En asuntos de fe y adoración,
significa que somos libres incluso de los mandamientos de
hombres que pretenden sustituir la Palabra o que no están
contenidos en esta. Esta área de la vida es diferente.[40]
Pienso que esta distinción se presupone en muchos
tratamientos tradicionales del principio regulador de la
adoración. Incluso La Confesión de Fe de Westminster y La
Confesión Bautista de Fe de 1689 —pienso— lo sugieren.
Como explicaré a continuación, se reconoce comúnmente
que hay un importante suplemento y clarificación del
principio regulador en el análisis que hace la Confesión
sobre la suficiencia de la Escritura en el segundo párrafo de
1.6. He aquí lo que dicen tanto La Confesión de Fe de
Westminster como La Segunda Confesión de Londres
acerca de este punto:
...que hay algunas circunstancias concernientes a la adoración
a Dios y el gobierno de la Iglesia que son comunes a las
acciones y sociedades humanas, las cuales deben ser
ordenadas a la luz de la naturaleza y la prudencia cristiana,
conforme a las reglas generales de la Palabra, las cuales
siempre deben ser obedecidas.
En esta declaración aclaratoria sobre las circunstancias
de la adoración a Dios debe notarse que el gobierno de la
iglesia se menciona también, y se lo menciona
seguidamente. Entonces se presenta la sugerencia: que
tanto el gobierno de la iglesia como la adoración a Dios han
de ser gobernados por el principio regulador, excepto en lo
tocante a sus «circunstancias». Además, es evidente en 1.6
que la adoración que está en perspectiva en esta
declaración aclaratoria en cuanto al principio regulador es la
adoración corporativa de la iglesia (al menos
primariamente). Esto provee —creo— alguna justificación
para la clarificación que estoy sugiriendo.
John Frame rechaza la restricción que impone el principio
regulador tanto a la adoración corporativa como a la iglesia.
Sin embargo, él mismo testifica de lo apropiado de esta
restricción históricamente:
En la tradición presbiteriana, el principio regulador ha sido
debatido típicamente en el contexto de «la autoridad de la
iglesia» […] Para ellos, el asunto del principio regulador era
una cuestión de autoridad de la iglesia: ¿Qué acción puede
requerir la iglesia a los adoradores? Y la respuesta puritana
presbiteriana fue, muy acertadamente: —Solamente lo que la
Escritura ordena […]. Sin embargo, esta posición sobre la
autoridad de la iglesia condujo a algunos teólogos a hacer
distinciones marcadas entre {1} cultos de adoración
«formales» u «oficiales» (i. e., con la autorización del cuerpo
de gobierno de la iglesia) y {2} otras reuniones en las cuales
hay adoración, como son: las devociones familiares, los cantos
de himnos en los hogares, etc., las cuales no necesitan
aprobación oficial. Algunos han dicho que el principio regulador
se aplicó propiamente a los cultos formales u oficiales
solamente y no a otras formas de adoración. Pero esa
distinción no es bíblica […]. Según el punto de vista puritano, el
principio regulador pertenece primariamente a la adoración que
recibe la autorización oficial de la iglesia [...]. Por lo tanto,
rechazo que el principio regulador se limite a los cultos de
adoración oficiales. A mi modo de ver, el principio regulador en
la Escritura no es una cuestión de autoridad de la iglesia ni de
cultos de adoración con autorización oficial.[41]
De hecho —y como dije anteriormente— los puntos de
vista anglicanos, en contra de los cuales los puritanos
lanzaron el principio regulador, argumentaban que tanto el
gobierno de la iglesia como la adoración de la iglesia
estaban sujetos a ser suplementados por las tradiciones de
los hombres. Esta realidad nos da un contexto del debate
acerca del principio regulador que también nos obliga a
incluir el gobierno de la iglesia bajo el principio regulador.
Es cierto que el párrafo 6 del capítulo XXI en La
Confesión de Westminster y el párrafo 6 del capítulo 22 en
La Segunda Confesión de Londres podría parecer implicar
que el principio regulador tiene aplicación para otra
adoración además de la adoración corporativa de la iglesia.
Nótese las cursivas en la siguiente cita:
Ni la oración ni ninguna otra parte de la adoración religiosa
está atada a, o se hace más aceptable por, ningún lugar en
que se realice o hacia el que esté dirigida ahora bajo el
evangelio, sino que Dios debe ser adorado en todas partes en
espíritu y en verdad; tanto en cada familia en particular
diariamente, como cada uno en secreto por sí solo, así como
de una manera más solemne en las asambleas públicas, las
cuales no deben descuidarse o abandonarse ni por negligencia
ni deliberadamente cuando Dios por Su Palabra o Su
providencia llama a ello.
Algunas cosas deberían alertarnos para que no
supongamos con demasiada facilidad que este párrafo
{22.6} aplica el principio regulador a la adoración familiar y a
la adoración en secreto de la misma manera {que se aplica
a la adoración de la iglesia}. En primer lugar, debe tomarse
en cuenta el hecho de que varios párrafos se interponen
entre este párrafo y la declaración sobre el principio
regulador que se encuentra en el primer párrafo de este
capítulo {22.1}. En segundo lugar, debemos considerar
seriamente el hecho adicional de que este capítulo habla
claramente de la adoración pública. Esto se sugiere por todo
tipo de cosas en este capítulo de La Segunda Confesión de
Londres. Designa un día para la adoración (párrafos 7 y 8),
pero la designación de tal día es necesaria debido a la
necesidad de que los hombres adoren a Dios
corporativamente. En la dispensación del evangelio, la
adoración no está atada a un lugar geográfico determinado,
sino que esta es una observación que tiene que ver
primariamente con la adoración corporativa y no con la
adoración privada o doméstica. El análisis de la distinción de
las partes de la adoración en el párrafo 5 se centra en la
adoración corporativa de la iglesia: «La lectura de las
Escrituras, la predicación y oír la Palabra de Dios, la
enseñanza y amonestación de unos a otros con salmos,
himnos y cánticos espirituales, cantar con acción de gracias
en nuestro corazón al Señor, así como la administración del
bautismo y la Cena del Señor son todos partes de la
adoración religiosa a Dios». En tercer lugar, el enfoque de
la declaración aclaratoria (1.6) en la adoración de la iglesia
debería alertarnos para que no concluyamos con demasiada
prontitud que lo que los puritanos tenían en mente aquí era
que el principio regulador se aplicaba a la adoración
doméstica y a la adoración personal de la misma manera
{que se aplicaba a la adoración de la iglesia}. Finalmente,
incluso suponiendo que estamos en lo correcto, creo que la
mención de la adoración privada y familiar en el párrafo 6
podría tener el potencial de crear confusión, oscuridad
restante en su declaración que podría ser disipada con una
clarificación sin afectar la sustancia de sus puntos de vista.
Me parece que una de las mayores piedras de tropiezo
intelectuales que impide a los hombres abrazar el principio
regulador es que este implica que la iglesia y su adoración
están ordenadas y reguladas de un modo diferente al resto
de la vida. Para el resto de la vida, Dios da a los hombres
los grandes preceptos y principios generales de Su Palabra
y, dentro de los límites de estas instrucciones, les permite
ordenar sus vidas como a ellos mejor les parezca. Él no les
da el mismo tipo de instrucciones detalladas con relación a
cómo construirán sus casas o se dedicarán al ejercicio de
sus vocaciones seculares que —como afirmamos— da a la
iglesia.
Por otra parte, el principio regulador implica una limitación
a la iniciativa y la libertad humanas que no es característica
del resto de la vida. Claramente supone que hay una
distinción entre la manera en que la iglesia y su adoración
han de ser ordenadas y la manera en que el resto de la
sociedad humana y la conducta han de ser ordenadas. Por
eso puede parecer a los hombres que el principio regulador
es opresivo, raro y que —por tanto— está
sospechosamente en desacuerdo con los tratos de Dios
con la humanidad en cuanto al resto de los aspectos de la
vida. Esta distinción que estoy sugiriendo entre la iglesia y el
resto de la vida significa que sola scriptura tiene una
aplicación diferente para la iglesia de la que tiene para el
resto de la vida.[42]
P 1.2.1: E

L D
(M . 18:20)
Capítulo 4

¿Hay un principio regulador?


Introducción
Los que redefinen y rechazan el principio regulador de la
adoración han percibido, con razón, que este exige una
norma de conducta diferente para la adoración que para el
resto de la vida. Mark Driscoll se divierte burlándose del
llamado punto de vista de la luz roja para la adoración de la
iglesia y el llamado punto de vista de la luz verde para el
resto de la vida:
Lo que no entiendo es por qué trataríamos 1 hora a la semana
conforme a un cierto conjunto de reglas, y las otras 167 horas
de la semana conforme a un conjunto de reglas diferente.
Cuando salen de la Mars Hill Church, viven conforme al
principio normativo de luz verde. No se levantan por la mañana
actuando conforme al principio regulador. No se levantan por la
mañana y dicen: —Okey, tengo que lavarme los dientes.
¿Dónde está eso en la Biblia? No está ahí. Caramba,
esperaba poder lavarme los dientes, pero no puedo. Bueno,
supongo que desayunaré. Bueno, la palabra «desayuno» no
aparece en la Biblia. Esta dice que hay que comer, pero no
dice cuándo. ¿Es correcto comer por la mañana? Será mejor
que ore sobre esto. Okey. Tengo que ponerme pantalones.
Oh-oh, la palabra «pantalones» no está en la Biblia. Oh no.
Este va a ser un mal día [...] ¿Por qué vivimos conforme al
principio normativo de luz verde hasta que llegamos a la
iglesia, y luego, solo por una hora a la semana, tenemos que
vivir conforme al principio regulador de luz roja como si no se
confundieran los límites? También tenemos otros encuentros
de la iglesia, reuniones, clases del miércoles por la noche,
grupos comunitarios. ¿Cuentan con luz roja o luz verde? Todo
se vuelve muy confuso. Creo que vivimos toda nuestra vida
conforme a los mismos principios; ya sea que estemos
dispersos o reunidos para la adoración, es luz verde. Somos
libres hasta que vemos algo que es pecaminoso y está
prohibido, entonces es luz roja y nos detenemos.[43]
Del mismo modo, y como hemos visto, aunque pretende
defender el principio regulador, John Frame niega que este
suponga una diferencia entre la adoración y el resto de la
vida.[44]
Driscoll y Frame proporcionan cierto contexto para el
tema de este capítulo. Se titula: «¿Hay un principio
regulador?». Lo que pretende esta pregunta se puede
resumir en otra pregunta: ¿Gobierna Dios la iglesia y su
adoración de forma diferente al resto de la vida?
Históricamente, el principio regulador de los reformados y
puritanos se desarrolló en contraste con el principio
normativo de los luteranos y anglicanos. Pero si Frame y
Driscoll tienen razón, no existe tal contraste. La negación de
tal contraste por parte de Frame está «fuera de sintonía»
con la tradición y el entendimiento reformados del principio
regulador. Las grandes confesiones reformadas definen el
principio regulador de la siguiente manera:
…la manera aceptable de adorar al Dios verdadero está
instituida por Él mismo, y está tan delimitada por Su propia
voluntad revelada, que no puede ser adorado conforme a las
imaginaciones e invenciones de los hombres ni las sugerencias
de Satanás, ni por medio de ninguna representación visible, ni
de ninguna otra manera no prescrita en las Santas Escrituras.
[45]
Una simple lectura de esta definición sugiere que
tenemos una regla para la adoración diferente de la regla
para el resto de la vida. Las exposiciones estándar del
principio regulador, como hemos visto en las citas de
Bannerman y Williamson en el capítulo anterior, confirman
esta diferencia. Si Williamson y Bannerman tienen razón,
entonces tenemos aquí una diferencia evidente entre la
adoración y el resto de la vida. Acerca del resto de la vida,
no se dice que lo que se ordena es correcto y lo que no se
ordena es incorrecto. En el caso de la familia y del Estado,
no se dice que est[os] no [tengan] derecho a decretar nada sino
{solo} lo que está preceptuado expresa o implícitamente por la
Palabra de Dios. Pero sí se dice esto acerca de la iglesia y su
adoración. Ligon Duncan escribe:
El fuerte y especial énfasis en que la adoración corporativa a
Dios se fundamenta positivamente en las indicaciones de la
Escritura se llegó a conocer como el principio regulador. Es
una ampliación del axioma reformado de sola scriptura. Así
como la Biblia es la autoridad final en la fe y la vida, también
es la autoridad final en la forma en que adoramos
corporativamente —pero de una manera distinta y especial.
Mientras que toda la vida debe ser vivida conforme a la
Escritura, esta no habla discretamente [sic] acerca de cada
parte específica de nuestras vidas. Hay muchas situaciones en
las que debemos basarnos en principios bíblicos generales y
luego tratar de pensar de forma cristiana sin una guía
específica en diversas circunstancias.
Los reformadores creían que el asunto de la adoración
corporativa era un poco diferente a esto. Enseñaban que Dios
había prestado toda la atención a este asunto en Su Palabra
porque es de importancia central en la vida cristiana y Sus
propósitos eternos. Por lo tanto, debemos ejercer un tipo de
cuidado especial cuando se trata de esta actividad —un
cuidado distinto del que empleamos en cualquier otra parte de
la vida cristiana...
¡Pablo regula el número y el orden de las personas a las
que se les permite ejercer los dones extraordinarios
conferidos por el Espíritu Santo durante la adoración
corporativa! No se puede concebir tal restricción en la
«adoración en toda la vida» [Duncan está hablando de 1 Cor.
14][46]…
También es evidente [...] que el Nuevo Testamento tiene una
categoría distintiva de adoración corporativa y una
preocupación especial por la adoración que es única y
distinguidamente corporativa. Es importante decir esto porque
en el debate sobre la adoración, voces serias cuestionan si se
puede encontrar una categoría distinta de adoración
corporativa en la edad del Nuevo Pacto.[47]
Derek Thomas añade:
Ninguna discusión teológica sobre lo que se puede llamar
adoración abierta y cerrada puede superar el momento
definible (señalado por un llamado a la adoración) en el que el
pueblo del pacto de Dios se reúne y ya no se permite hacer
ciertas cosas, ya sean legítimas o no. Citando a Terry
Johnson: «Si debo o no cavar zanjas, empinar papalotes o
bañar a mis hijos en el contexto de la adoración pública no es
la misma cuestión que si Dios puede ser glorificado por ello o
no».[48]
Ahora bien, suponiendo lo anterior, la pregunta que quiero
empezar a responder en este capítulo es simplemente esta:
¿Por qué? ¿Por qué hay una diferencia entre el principio
regulador de la adoración y la forma en que Dios regula el
resto de la vida?[49] Como acabamos de notar, para muchos
hoy en día esta distinción es contraintuitiva. Mi propósito
aquí es mostrarles que hay una muy buena razón para esta
distinción. La respuesta a los que piensan que el principio
regulador es contraintuitivo está contenida en dos textos
clave del Nuevo Testamento. En este capítulo y en el
siguiente nos centraremos en estos dos textos clave:
I. La presencia especial de Dios en la iglesia en
Mateo 18:20.
II. La identificación especial de la iglesia por parte
de Dios en 1 Timoteo 3:15.

I. La presencia especial de Dios en la iglesia


en Mateo 18:20
Desde el principio es importante ubicar este texto clave en
su contexto para su estudio. Ese contexto crucial comienza
en Mateo 18:15:
15Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele
estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.
16Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que

en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. 17Si no los


oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle
por gentil y publicano. 18De cierto os digo que todo lo que atéis
en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la
tierra, será desatado en el cielo. 19Otra vez os digo, que si dos
de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de
cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que
está en los cielos. 20Porque donde están dos o tres
congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
{RVR60}
A muchos les parece que esta promesa no es más que
una promesa general de la presencia de Dios a cualquier
reunión informal de cristianos para orar. Pero nada podría
estar más lejos de la verdad. La promesa del versículo 20
viene unida a una condición o limitación muy clara: «Porque
donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí
estoy yo en medio de ellos». Dichas palabras limitan esta
promesa a la reunión formal o pública del pueblo de Dios.
Permítanme exponer cuatro fundamentos para esta
afirmación.

El primer fundamento de mi afirmación es el


contexto del versículo 20
El pasaje que tenemos ante nosotros, desde el versículo 17
en adelante, trata de la iglesia local: «Si no los oyere a ellos,
dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y
publicano». Es este contexto significativo el que debe
controlar nuestra interpretación de esta promesa.

El segundo fundamento de mi afirmación es la


conexión del versículo 20
El uso de «otra vez» al principio del versículo 19 enfatiza
esta conexión. Esta palabra significa «además».
Compárese el uso de esta misma palabra en Mateo 19:24,
que continúa y explica la idea de Mateo 19:23:
23Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que
difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. 24Otra vez
os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una
aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. {RVR60}
Por lo tanto, esta conjunción conecta claramente el
contexto precedente con la interpretación de esta promesa.
Alfred Plummer hace una observación sobre el versículo 19:
«Con su “Otra vez” […], Mateo acopla el segundo “os digo”
con el primero (v. 18) […]. Esta conexión significa que, con
seguridad, Dios ratificará la decisión de la congregación…».
[50]
Hay una red de paralelismos entre esta promesa y lo que
se ha dicho antes:
Lenski nos sugiere el paralelismo entre los «dos o
tres» del versículo 20 y los «dos o tres» del
versículo 16. Comenta sobre el versículo 20:
«Entonces, por cuanto Él está en la asamblea de
la iglesia o está presente cuando dos o tres están
redarguyendo de pecado a un hermano, Él mismo
actúa con Su iglesia y los miembros de esta
cuando ellos ejecutan Su Palabra al invocar
también Su presencia y Su ayuda».[51]
El versículo 19 repite la referencia del versículo
18 al Cielo y la tierra, lo cual habla de la disciplina
de la iglesia en la tierra siendo confirmada en el
Cielo. Hendriksen comenta: «…nótese, “cualquier
cosa que pidieren” está relacionado
especialmente con la oración que pide sabiduría
para actuar en asuntos de disciplina».[52] La
promesa de la presencia especial de Cristo se da
de conformidad con la promesa del versículo 18
de que la disciplina de la iglesia recibe
confirmación celestial o divina.
También hay conexiones conceptuales entre los
versículos 19-20 y los versículos 15-18. Una
iglesia o sinagoga cristiana es una /cajál/, palabra
hebrea que significa asamblea. La /cajál/ de Dios
es una asamblea que se reúne alrededor de Él
mismo como Israel se reunió alrededor de Yahweh
«el día de la iglesia [o asamblea /cajál/]» en el
Monte Sinaí. Esta misma imagen literaria del
Antiguo Testamento está presente en los «dos o
tres» que se congregan alrededor de Jesús en el
versículo 20.

El tercer fundamento de mi afirmación es la


condición del versículo 20
El cumplimiento de la promesa de Jesús en el versículo 20
viene unido a una condición específica. Según Jesús, este
requisito es congregarse «en [Su] nombre». Mateo 10:41
ofrece un uso paralelo de esta frase: «El que recibe a un
profeta porque es profeta, recibirá recompensa de profeta; y
el que recibe a un justo porque es justo, recibirá
recompensa de justo» {RVA-2015}. Recibir a un profeta «en
el nombre de»[53] un profeta significa recibirlo en su carácter
oficial como profeta, recibirlo porque es profeta.
Del mismo modo, en Mateo 18:20 no es cualquier reunión
de hombres ni es incluso cualquier reunión de cristianos la
que cumple con la condición especificada de esta promesa,
sino el reunirse en el Nombre de Cristo. Esta frase hace
referencia a la reunión del pueblo de Cristo en su carácter
oficial de iglesia Suya y bajo Su autoridad. Designa la
reunión en cuestión como una reunión oficial, formal e
intencional del pueblo de Cristo bajo Su autoridad. Un
comentarista vio claramente la significación[54] de esta frase
cuando dijo que la reunión en el nombre de Cristo «es un
sinónimo de la nueva sociedad. La /ekklesía/ es un cuerpo
de hombres reunidos por una relación común con el Nombre
de Cristo: una sinagoga cristiana».[55]
Permítame ilustrar la importancia de esta frase. Hace
muchos años trabajé en un gran almacén con varios
cristianos. El almacén era operado por su propietario, la
empresa Amway Corporation. Almorzábamos juntos. A
menudo comenzábamos el almuerzo orando y nos
pasábamos todo el tiempo debatiendo temas bíblicos.
Éramos más de dos o tres. Sin embargo, según el
significado de este texto, aquella reunión para almorzar no
era una reunión en el Nombre de Cristo. Era una reunión de
cristianos, sí, pero era una reunión de cristianos en el
nombre de Amway Corporation y por causa del hambre, no
en el Nombre de Cristo. Estábamos reunidos como
empleados de Amway, no como el pueblo oficial de Cristo.
No teníamos ningún derecho bíblico para reclamar la
promesa de Mateo 18:20. La limitación especificada de esta
promesa es la reunión oficial de la iglesia local en el Nombre
de Cristo, porque son una iglesia, y en su carácter de
iglesia. Esa condición debe cumplirse para la reclamación
de esta promesa.[56]

El cuarto fundamento de mi afirmación son las


correspondencias del versículo 20
Mi última razón por la que podemos considerar que los
versículos 19-20 están estrechamente conectados con los
versículos 15-18 son los paralelos entre este pasaje {Mat.
18:15-20} y otro pasaje principal en el Nuevo Testamento
que trata con la disciplina de la iglesia: 1 Corintios 5:1-13.
Recordando las palabras de Mateo 18:20 y su contexto,
consideremos 1 Corintios 5:4, que dice así: «En el nombre
de nuestro Señor Jesús, cuando vosotros estéis reunidos, y
yo con vosotros en espíritu, con el poder de nuestro Señor
Jesús». Los paralelismos entre este versículo y 1 Corintios
5:4 son impactantes e inevitables, y ofrecen una
interpretación paulina y bíblica de las palabras de Jesús en
Mateo 18:20. ¿Cuáles son estos paralelismos?:
Ambos pasajes están tratando el tema de la
disciplina de la iglesia.
Ambos convocan a que esta disciplina sea
decretada mediante una reunión formal de la
iglesia.
Ambos usan la misma palabra (el verbo griego
/sunago/) para hablar de esta reunión.
Ambos describen esta reunión como una que
tiene lugar en el Nombre del Señor Jesús.
Ambos hablan de la autoridad de esta reunión
para ejercer la disciplina eclesial como una que
cuenta con la presencia especial del Señor
Jesucristo. Si el poder de Cristo está presente de
manera especial, entonces Él {mismo} está
presente de manera especial.
He aquí mi punto sin complicaciones: El apóstol Pablo
apoya la interpretación de Mateo 18:19-20 que aquí se
presenta. John Owen, en su obra {trad. no oficial} Breve
instrucción sobre la adoración a Dios, interpreta Mateo
18:20 de la manera que defiendo aquí: «...así el Señor
Jesucristo ha prometido Su presencia para los mismos fines
y propósitos a todos los que se reúnen en Su Nombre para
la observancia de la adoración que Él ha ordenado en el
evangelio: Mateo 18:20».[57]
Si Dios en Jesucristo está presente especialmente en las
asambleas de Su iglesia de una manera que no lo está en
otros lugares, esto tiene tremendas consecuencias. Entre
ellas está el principio regulador de la iglesia. Bíblicamente,
tiene sentido decir que, si Dios está presente especialmente
en algún lugar, se requiere una conducta especial en ese
lugar.
Cuando Dios se le apareció a Moisés en la zarza
ardiente, ¿qué dijo Él a Moisés? En Éxodo 3:5 se lee:
«Entonces Él dijo: No te acerques aquí; quítate las sandalias
de los pies, porque el lugar donde estás parado es tierra
santa». Cuando el capitán de los ejércitos del Señor se le
apareció a Josué, ¿qué fue dicho a Josué? Josué 5:15 dice:
«El capitán de los ejércitos del Señor le dijo a Josué: Quítate
las sandalias de los pies, porque el lugar donde estás
parado es sagrado».
Asimismo, el lugar donde se reúne la iglesia es tierra
santa y debemos quitarnos las sandalias pecaminosas de
nuestra creatividad e innovaciones. Debemos dejar atrás las
invenciones humanas, las tradiciones humanas y el
razonamiento humano, y adorar a Dios de la manera que se
ordena en Su Palabra. Esta es la primera razón por la que
hay una diferencia en la forma en que Dios regula las
asambleas de Su pueblo y la forma en que Él regula el resto
de la vida humana.
P 1.2.2: E

L
D 1
T 3:15
Capítulo 5

¿Hay un principio regulador?


(Continuación)
El principio regulador de la adoración supone e implica lógica
e históricamente que la adoración de la iglesia es gobernada
de manera única por Dios. Tanto en el capítulo anterior
como en este estamos examinando esta suposición
haciendo la pregunta: ¿Hay un principio regulador? Mi
respuesta es que hay una regulación especial de la
adoración de la iglesia y esto se basa en la identidad
especial y única de la iglesia.
Para muchos hoy en día esta distinción es contraintuitiva.
Mi propósito en este capítulo es mostrarles que hay una muy
buena razón para esta distinción. La respuesta a los que
piensan que el principio regulador es contraintuitivo está
contenida en dos textos clave del Nuevo Testamento:
I. La presencia especial de Dios en la iglesia en
Mateo 18:20.
II. La identificación especial de la Iglesia por parte
de Dios en 1 Timoteo 3:15
En el capítulo anterior examinamos la presencia especial
de Dios en la iglesia como se enseña en Mateo 18:20.
Concluimos que este texto es claramente una promesa
especial hecha a la iglesia reunida sobre la base de la
presencia especial de Dios en la iglesia reunida y no una
promesa hecha a cualquier reunión informal o indiscriminada
de cristianos para orar.
En este capítulo llegamos al segundo de estos textos
clave: 1 Timoteo 3:15.

II. La identificación especial de la iglesia por


parte de Dios en 1 Timoteo 3:15
A continuación 1 Timoteo 3:14-15:
14Te escribo estas cosas, esperando ir a ti pronto, 15pero en
caso que me tarde, te escribo para que sepas cómo debe
conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios
vivo, columna y sostén de la verdad.
Con respecto a 1 Timoteo 3:15, considérese en primer
lugar:
A. Las descripciones contundentes
La identidad única de la iglesia se enfatiza en el texto
mediante tres descripciones contundentes.
«La casa de Dios»
En primer lugar, la Iglesia se describe como «la casa de
Dios». En teoría, esta frase podría describir a la Iglesia
como la familia de Dios o el Templo de Dios. La palabra
«casa» se utiliza de ambas formas en el Nuevo Testamento
y por el Apóstol Pablo. Cualquiera de las dos descripciones
subrayaría la identidad única de la Iglesia.
Pero ahora estoy convencido de que podemos elegir
entre estas dos posibles alternativas. Hace poco, tuve uno
de esos momentos obvios en los que uno se dice a sí
mismo: —¿Por qué no se me ocurrió antes? Me di cuenta
de que la frase «casa de Dios» se utiliza muchísimas veces
en la Escritura, pero rara vez o nunca se utiliza para
describir la familia de Dios. Se utiliza exclusivamente o casi
exclusivamente para referirse al Templo de Dios. Por lo
tanto, estoy bastante seguro de que cuando leemos sobre la
casa de Dios en nuestro pasaje deberíamos pensar en el
Templo de Dios y darnos cuenta de que la Iglesia está
siendo descrita como el nuevo y verdadero Templo de Dios.
Los paralelos a este significado de «la casa de Dios» se
encuentran en pasajes como estos:
Hebreos 10:21: «y puesto que tenemos un gran sacerdote
sobre la casa de Dios».
1 Pedro 2:5: «también vosotros, como piedras vivas, sed
edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para
ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de
Jesucristo».
Entonces, la iglesia tiene como identidad santa, única y
gloriosa que es la casa, no de un hombre, sino de Dios.
Pero también se describe como:

«La iglesia del Dios vivo»


La palabra «iglesia» no se refiere a los salvos como un
grupo de individuos heterogéneo, desorganizado e informal.
Una iglesia (gr.: /ekklesía/) era normal y propiamente una
asamblea formal y organizada. Esto se demuestra tanto por
el trasfondo judío como gentil de esta palabra. El término
«iglesia» se usaba para referirse a la asamblea
formalmente organizada de Israel en el Antiguo Testamento.
También se usaba para referirse a los ciudadanos votantes
de una ciudad-Estado griega democrática cuando se
reunían formalmente para dirigir los asuntos de la ciudad. En
ambos casos, la iglesia era una asamblea definida y
organizada para la que había requisitos para ser miembro,
sobre la que se nombraban oficiales definidos, a la que se
podían añadir individuos y de la que se podía excluir a
personas.
Pero es la frase preposicional «del Dios vivo» la que
distingue a la iglesia de la que habla Pablo de todas las
demás congregaciones o asambleas. La iglesia de la que
habla Pablo es la iglesia del Dios vivo. Para entender el
impacto práctico de esta frase, por favor véase el Salmo
115:1-8:
1No a nosotros, S , no a nosotros, sino a tu nombre da
gloria, por tu misericordia, por tu fidelidad. 2¿Por qué han de
decir las naciones: ¿Dónde está ahora su Dios? 3Nuestro Dios
está en los cielos; Él hace lo que le place. 4Los ídolos de ellos
son plata y oro, obra de manos de hombre. 5Tienen boca, y no
hablan; tienen ojos, y no ven; 6tienen oídos, y no oyen; tienen
nariz, y no huelen; 7tienen manos, y no palpan; tienen pies, y
no caminan; no emiten sonido alguno con su garganta. 8Se
volverán como ellos, los que los hacen, y todos los que en ellos
confían.
Si la iglesia adorara a un ídolo muerto o se reuniera en el
nombre de un simple mortal, los hombres podrían atreverse
a controlar o regular sus reuniones. Sin embargo, dado que
la iglesia es la iglesia del Dios vivo, Él exige que se
reconozca Su presencia y se convierta en la atracción
central de sus reuniones. Él está vivo. Tiene boca y puede
hablar. Exige que Su Palabra sea proclamada y escuchada
en sus reuniones. Él tiene oídos. Por lo tanto, exige que todo
lo que se diga sea con el pensamiento de que Dios está
escuchando. También exige que Su pueblo alabe y ore en
espíritu y verdad, recordando que Sus oídos aceptan la
alabanza y Él responde las oraciones. El Dios vivo tiene una
nariz que huele el dulce incienso de la adoración verdadera
y también para sentir el mal olor de la frivolidad, la
irreverencia y el formalismo en Su adoración. Tiene manos y
pies que se mueven con poder y vida. Por tanto, exige que
las reuniones de Su pueblo se caractericen tanto por el
santo temor como por la confianza que descansa en Su
fuerza y poder.

La iglesia como «columna y sostén de la


verdad»
Aquí Pablo describe la iglesia como «columna y sostén de la
verdad». ¿Qué significan estas palabras? La primera
palabra, στυλος, se refiere al tipo de columna utilizado en la
arquitectura antigua para sostener el techo. La segunda
palabra, ἐδραɩωµα, se refiere al fundamento de todo un
edificio. Por lo tanto, Hendriksen bien dice: «Así como la
columna sostiene, incluso mejor (¡nótese el clímax!), así
como el fundamento sostiene toda la superestructura,
también la iglesia sostiene la gloriosa verdad del evangelio».
[58]
La residencia del presidente de los Estados Unidos es la
Casa Blanca. La misma ilustra estas dos palabras. Tiene
columnas que sostienen el techo del portal y el fundamento
que sostiene toda la casa.
El punto de nuestro texto es que la función de la iglesia es
sostener la verdad en el mundo. En otras palabras, la iglesia
debe enseñar, ser ejemplo, defender, confesar y dar
testimonio de la verdad en el mundo (Mat. 28:18-20; Flp.
1:16, 27; 2:16;). La tarea y el papel especial y distintivo de la
iglesia es ser la institución encargada de sostener y
propagar la verdad de Dios al mundo.
Una vez consideradas sus contundentes descripciones
de la iglesia, considérese también lo relativo a 1 Timoteo
3:15…

B. Las preguntas urgentes


Antes de que podamos considerar la pertinencia de este
pasaje a nuestro tema, hay dos preguntas que debo hacer
en aras de ganar claridad.

¿Se está hablando aquí de la Iglesia universal o


de la iglesia local?
Quizá alguien esté de acuerdo con todo lo que he dicho,
pero se pregunte sobre su aplicación a causa de esta
interrogante. Los estudiosos de la Biblia suelen distinguir
entre la Iglesia universal y la iglesia local. Así que la pregunta
es esta: ¿Está Pablo hablando aquí de la iglesia local o de la
Iglesia universal? ¿Cuál es la respuesta? —Sí.
Sí, Pablo está hablando de la iglesia local. Sí, está
hablando de la Iglesia universal. En otras palabras, está
hablando de ambas. ¿Por qué debemos decir eso?
Por un lado, cuando Pablo habla de la iglesia del Dios
vivo, la casa de Dios y la columna y sostén de la verdad, me
parece claro que no puede estar hablando simplemente de
una iglesia local en Éfeso. Se trata de un lenguaje que
describe la Iglesia universal y su papel en el mundo. La
iglesia de Éfeso no era por sí sola la iglesia del Dios vivo, la
casa de Dios y la columna y sostén de la verdad.[59]
Por otro lado, Pablo dice que le escribe a Timoteo para
que sepa cómo debe conducirse en la iglesia.
Evidentemente, Timoteo no estaba llevando a cabo un
ministerio en la Iglesia universal como un todo, sino en la
iglesia local de Éfeso. Pablo le escribía para decirle cómo
debía comportarse como ministro en esa iglesia. Así que
Pablo debe estar hablando aquí de la iglesia local.
Por tanto, en este pasaje Pablo está hablando tanto de la
iglesia local como de la Iglesia universal. Cada iglesia local
es una expresión de la Iglesia universal de Cristo. Las
iglesias locales no solo son una idea bonita que se les ha
ocurrido a los seres humanos. Son una institución de Cristo
mismo. Son una expresión local y visible de la Iglesia
universal de Cristo. Por lo tanto, las iglesias locales deben
ser a nivel local lo que la Iglesia de Cristo es a nivel
universal: la iglesia del Dios vivo, la casa de Dios, la
columna y sostén de la verdad.
¿Sabían que el terreno sobre el que se construyen las
embajadas de un país en otras naciones es literalmente su
territorio soberano? Una embajada de los Estados Unidos
en Sudáfrica, Zambia o Brasil es literalmente un pedacito de
los Estados Unidos. Eso es lo que cada iglesia local es: ¡Un
pedacito o una expresión local de la Iglesia del Dios vivo!
Por lo tanto, si el principio regulador se aplica a toda la
Iglesia universal, ciertamente se aplica a cada expresión
local de esa Iglesia —¡a cada iglesia local!

¿Con qué se contrasta la iglesia en este texto?


Cuando digo que la iglesia es la casa de Dios, te
preguntarás: ¿En contraposición a qué? ¿Qué no es la
casa de Dios? El contraste en la mente de Pablo no es entre
la iglesia como la casa de Dios y el reino de Satanás. Por
supuesto, el reino de Satanás no es la casa de Dios, pero
ese no es el contraste en la mente de Pablo.
El contraste en la mente de Pablo es entre la casa de
Dios y nuestra casa. Mira 1 Timoteo 3:5: «pues si un
hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo
podrá cuidar de la iglesia de Dios?». Este contraste en el
contexto inmediato demuestra que Pablo está diciendo que
la iglesia es la casa de Dios en un sentido en el que
nuestras familias no lo son. Está diciendo que la iglesia es la
casa de Dios en un sentido que incluso otras instituciones
establecidas por Dios no lo son. La familia es una institución
divina. El Estado también lo es (Rom. 13:1-7). Pero no son
la casa de Dios, la iglesia del Dios vivo, o la columna y
sostén de la verdad. Ese es el estatus único de la Iglesia en
contraste con el resto de la vida humana e incluso con otras
instituciones divinas.
En tercer lugar, con respecto a 1 Timoteo 3:15,
considérese...

C. Conclusiones prácticas
Ahora bien, ¿cuál es la razón de este tremendo énfasis en la
identidad única de la iglesia en este versículo? La
preocupación declarada por Pablo en este versículo ofrece
la respuesta clara. Pablo dice que está escribiendo a
Timoteo «para que [él] sep[a] cómo debe conducirse uno en
la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y
sostén de la verdad». ¿Cuál es el punto de Pablo? Que se
requiere una conducta especial por el carácter especial de
esa iglesia en la cual Timoteo se mueve como delegado o
representante apostólico de Pablo. La identidad única de la
iglesia requiere una regulación única de la conducta de
Timoteo allí.
Timoteo no ignoraba las Escrituras del Antiguo Pacto. No,
más bien se las habían enseñado y las había conocido
desde su niñez. Su madre y su abuela se habían encargado
de enseñárselas cuidadosamente:
2 Timoteo 1:5: «Porque tengo presente la fe sincera que hay
en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre
Eunice, y estoy seguro que en ti también».
2 Timoteo 3:14-15: «Tú, sin embargo, persiste en las cosas
que has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo de
quiénes las has aprendido; y que desde la niñez has sabido las
Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que
lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús».
¡Pero el conocimiento de las Escrituras del Antiguo
Testamento no era suficiente en sí mismo para ordenar la
nueva casa de Dios! Según Hebreos 9:1: «Ahora bien, aun
el primer pacto tenía ordenanzas de culto y el santuario
terrenal». Con la venida del Nuevo Pacto y la nueva casa de
Dios —la iglesia—, fueron necesarias nuevas regulaciones
para la adoración a Dios para el nuevo Santuario. Por eso
Pablo debe escribir a Timoteo para decirle cómo ordenar la
«casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo» en Éfeso. El
conocimiento del Antiguo Testamento no era suficiente para
esto. La identidad especial de la nueva casa de Dios
requería regulaciones especiales para su conducta. De
estas ideas se desprenden una serie de lecciones
concretas sobre el principio regulador de la iglesia.
1. Según Mateo 18:20 y 1 Timoteo 3:15, la iglesia es
tierra santa y está bajo la regulación especial de Dios. La
iglesia no es el juguete de los ancianos o del pastor ni de la
congregación. Es tierra santa. Allí debemos quitarnos las
sandalias de nuestras tradiciones, nuestro pragmatismo y
nuestros impulsos creativos. La primera y principal
consideración debe ser siempre: ¿Esta maravillosa idea
sobre cómo deberíamos adorar o qué deberíamos creer o
cómo deberíamos dirigir nuestra iglesia o qué ministerios
puede realizar nuestra iglesia tiene una clara justificación en
la Palabra de Dios? La iglesia no es mi casa ni es tu casa,
es la casa de Dios.
¿Qué pensarías si invitaras a alguien a cenar y, mientras
estás ocupado en la cocina, esa persona decidiera cambiar
de lugar los muebles de tu sala de la manera que le
pareciera mejor? ¿Pensarías que es grosero, impertinente y
engreído? ¡Eso, y más, es lo que piensa Dios de los
mortales que se encargan de cambiar de lugar los muebles
de Su casa!
2. Al aplicar el principio regulador de la adoración es
crucial distinguir entre las reuniones formales de la iglesia
y las reuniones informales. El principio regulador se aplica a
las reuniones formales de toda la iglesia en el Nombre de
Cristo. Si esto es cierto, entonces esas reuniones deben
distinguirse claramente de otras que tienen lugar bajo los
auspicios de la iglesia pero no son reuniones formales de la
iglesia. Las clases de escuela dominical para niños, los
grupos pequeños, los estudios bíblicos, los pícnics de la
iglesia, e incluso los juegos de sóftbol de la iglesia pueden
ser buenos, sanos y útiles, pero no debemos verlos como
reuniones formales de la iglesia a las que se debe aplicar el
principio regulador.
Cabe preguntarse: ¿Quién convoca las reuniones
formales de la iglesia? ¿Quién decide qué es una reunión
formal de la iglesia? Los ancianos de la iglesia convocan
tales reuniones. Sobre la base de los principios bíblicos,
ellos deciden si una determinada reunión es convocada para
hacer cosas que la iglesia debe hacer en el Nombre de
Cristo.
3. Al aplicar el principio regulador de la adoración es
importante tener un comienzo y un final claros para las
reuniones de la iglesia. Por eso son tan útiles (y tan
comunes en la adoración reformada) una oración de
invocación (al principio) y una bendición (al final). Ayudan a
dejar claro que todo lo que tiene lugar entre esos dos puntos
en el tiempo es una reunión formal de la iglesia en la que se
van a hacer aquellas cosas que se han designado como
parte del servicio de la iglesia a Dios.
4. Cuando venimos a una reunión de la iglesia, es
importante recordar que venimos a la presencia especial
de Cristo. Debe haber una especie de «quitarse»
espiritualmente las sandalias de nuestro caminar en el
mundo. Debemos preparar nuestros corazones y mentes
para una santa labor. Debemos recordarnos a nosotros
mismos y a nuestras familias que el lugar donde venimos a
estar es tierra santa.
5. La presencia especial de Cristo en medio de Su
pueblo reunido sugiere que el cristianismo moderno está
infectado por una incapacidad de distinguir lo que es santo
de lo que no lo es: «El cristianismo no es una religión»,
«toda la vida es santa», «todos los días son santos» y
«Dios está presente en todas partes» son lemas con los
que se promulga entre los cristianos modernos un sutil pero
real rechazo de lo sagrado y lo santo. Pero el hecho es que
el cristianismo es una religión, todos los días no son
igualmente santos, toda la vida no es igualmente adoración y
Dios está presente de manera especial en medio de Su
pueblo reunido. Y el hecho es que estas realidades santas
deberían influir profundamente en la forma en que vivimos
nuestra vida.
6. La presencia especial de Cristo en medio de Su
pueblo reunido nos anima a usar con diligencia los medios
de gracia públicos. Vivimos en una generación de cristianos
que todavía padece de un entendimiento altamente
individualista del cristianismo. A menudo se supone que los
devocionales privados es todo lo que necesitamos para
cultivar nuestro caminar con Dios. Creemos que se pierde
poco si se descuidan los medios de gracia públicos. Aunque
de ninguna manera quiero restar importancia a la oración y
la lectura de la Biblia en privado (son cruciales para la vida
cristiana), el hecho es que los medios de gracia públicos
son, al menos, igualmente importantes y conllevan una
promesa de la presencia especial de Cristo que nunca se da
a nuestros devocionales privados.
7. Ya que se basa en la identidad única de la iglesia
como {una institución} llena de la presencia especial de
Dios, el principio regulador se aplica a todo lo relacionado
con la iglesia. Es decir, no solo se aplica a la adoración de
la iglesia, sino también a la doctrina, el gobierno y las tareas
de la iglesia. Todo lo relacionado con la vida de la iglesia es
santo y está sujeto a la regulación especial de Dios. Por eso
prefiero hablar del principio regulador de la iglesia en lugar
de hablar simplemente del principio regulador de la
adoración. Además de la adoración de la iglesia, el principio
regulador de la iglesia gobierna otras tres cosas: la doctrina,
el gobierno y las tareas de la iglesia.
El principio regulador se aplica a la doctrina de
la iglesia
La doctrina de la iglesia debe ser gobernada por el principio
regulador. En otras áreas de la vida se nos permite creer lo
que pensamos que es verdad siempre y cuando no
contradiga la Escritura. Mientras nuestros puntos de vista
políticos, científicos o de otro tipo no contradigan la
enseñanza de la Escritura, se nos permite creer como
pensemos que sea correcto. Pero este no es el caso con
respecto a la doctrina de la iglesia. En cuanto a las doctrinas
de la iglesia, debe haber un apoyo bíblico claro y
convincente. Con respecto a esto, La Confesión Bautista de
Fe de Londres de 1689 (1.6) es clara:
Todo el consejo de Dios concerniente a todas las cosas que
son necesarias para Su propia gloria, la salvación del hombre,
la fe y la vida está expresamente escrito o necesariamente
contenido en la Santa Escritura, a la cual no debe añadirse
nada en ningún momento, ni por nueva revelación del Espíritu
ni por las tradiciones de los hombres.
Los que sostenían el principio normativo (los luteranos y
los anglicanos) solían hacer una importante distinción entre
{1} la doctrina de la iglesia y {2} su gobierno y adoración.
Defendían la sola scriptura para la doctrina de la iglesia,
pero no para el gobierno y la adoración de la iglesia. El Dr.
Tulloch, un oponente del principio regulador, señala:
Las Escrituras cristianas son una revelación de la verdad
divina, no una revelación de la política eclesial. No solo no
establecen el esquema de tal política, sino que ni siquiera dan
las pistas adecuadas y concluyentes de una {política eclesial}.
[60]
A primera vista, parece plausible esta distinción entre
doctrina y sistema de gobierno eclesial por parte de los que
sostienen el principio normativo. Sin embargo, en la práctica,
era difícil mantener el sistema de gobierno eclesial y la
doctrina tan cuidadosamente separados. Si la doctrina de la
iglesia no está sujeta al principio regulador o sola scriptura,
entonces, puede ocurrir que otras doctrinas no estén sujetas
a sola scriptura, sino a la tradición de la iglesia. Quizá un
ejemplo de ello sea el propio Martín Lutero. Él sostenía el
principio normativo de la iglesia y su adoración. Por lo tanto,
¡para él era suficiente fundamentar la práctica del bautismo
de infantes en la tradición de la iglesia!
No cabe duda de que en el establecimiento del bautismo
de infantes la tradición cristiana desempeñaba un papel
importante para Lutero. Althaus comenta:
Al establecer contra los anabaptistas que el bautismo de
infantes era correcto, Lutero coloca la tradición cristiana
común en primer plano del debate. Para usar los términos de
la Iglesia Luterana en sus comienzos, podríamos llamarlo la
realidad «católica» (universal) del bautismo de infantes.
Ciertamente no fue la última palabra de Lutero sobre el tema,
pero sí fue la primera.[61]
El hecho de que el bautismo de infantes sea una parte
indiscutible de la tradición cristiana posapostólica es el
fundamento de la defensa de dicha doctrina por parte de
Lutero. Por supuesto, no es toda su defensa. También debe
ser coherente con la Biblia. Esto se afirma cuidadosamente.
Los siguientes resúmenes de Althaus deben ser
considerados con detenimiento:
Tal argumento tomado de la Historia de la Teología es solo
condicionalmente válido, pues es válido solo si la institución no
es contraria a la Escritura.[62]
Sin embargo, como ya hemos dicho, Lutero no pretende que
tales argumentos proporcionen un fundamento incondicional y
finalmente válido para su postura. Las tradiciones de la Iglesia
antigua y de la Iglesia universal solo tienen una autoridad
limitada: «No debiéramos descartar o modificar lo que no
puede ser descartado o modificado por una clara autoridad
bíblica. Dios es maravilloso en Sus obras. Lo que Él no quiere,
lo testifica claramente en las Escrituras. Lo que no se testifica
allí, podemos aceptarlo como Su obra. Somos libres de culpa
y Él no nos inducirá al error».[63]
Lutero admitió libremente que el bautismo de infantes no se
ordena ni se menciona explícitamente en la Escritura. No hay
«pasajes específicos» que se refieran al bautismo de infantes.
El testimonio explícito de la Escritura no es por sí mismo lo
suficientemente fuerte como para proporcionar una base
adecuada para comenzar a practicar el bautismo de infantes si
no fuera porque ya se practicaba anteriormente.[64]
Sin embargo, todo depende de que tal conocimiento no sea
contradicho por la Escritura, sino que esté de acuerdo y en
armonía con esta [...]. Más bien, Lutero exigía que todo lo que
se enseñaba y se hacía en la iglesia, no solo el bautismo de
infantes, fuera compatible con la Escritura.[65]
Para los que sostienen el bautismo de infantes, basta con que
la Escritura no esté en contra del bautismo de infantes, sino
que el bautismo de infantes sea compatible con la Escritura.[66]
Estos pasajes muestran un claro rechazo del principio de
sola scriptura con respecto al tema del bautismo de
infantes. En este tema, Lutero difiere poco del punto de vista
católico romano sobre el lugar que ocupa la Escritura con
relación a las tradiciones de la Iglesia. Creo que lo que
tenemos aquí es una distinción entre asuntos de orden
eclesial y asuntos de doctrina correcta. En otras palabras, lo
que tenemos aquí es la declaración de Lutero de que el
principio normativo de la iglesia y su adoración es suficiente
para establecer la doctrina del bautismo de infantes. Me
parece que Lutero indudablemente habría exigido algo más
que esto para establecer la doctrina de la justificación por la
fe sola o la doctrina opuesta de Roma. Pero para los que
sostienen el principio normativo de la iglesia y su adoración
es suficiente demostrar que el bautismo de infantes como
rito de la iglesia no contradice la Escritura. Dado que los
luteranos y los anglicanos no sostienen el principio regulador
de la iglesia, el bautismo de infantes no tiene que ser
establecido por la clara enseñanza de la Escritura. Es
suficiente que no contradiga la Escritura y que sea
compatible con esta.

El principio regulador se aplica al gobierno de la


iglesia
Puesto que los puritanos sostenían el principio regulador,
también estaban comprometidos históricamente con el jus
divinum: el concepto de que en la Biblia se nos da una forma
de gobierno eclesial divinamente ordenada. Históricamente,
los anglicanos niegan expresamente el principio regulador,
empezando por Richard Hooker en su obra {trad. no oficial}
De las leyes de sistema de gobierno eclesial.[67] Un escritor
dice de la obra clásica de Hooker: «Su objetivo es afirmar el
derecho de una libertad amplia sobre la base de la Escritura
y la razón».[68] Los puntos de vista de Hooker anticipan los
puntos de vista de muchos evangélicos de hoy en día. Pero
tales puntos de vista solo se pueden sostener mientras se
permanezca en la ignorancia de la identidad de la iglesia
como la casa de Dios y el principio regulador especial que la
gobierna.
El hecho de que el principio regulador controla tanto la
adoración como el gobierno de la iglesia se sugiere por la
forma en que La Confesión Bautista de Fe de 1689 (1.6)
agrupa la adoración y el gobierno de la iglesia cuando hace
una aclaración acerca del principio regulador:
…hay algunas circunstancias concernientes a la adoración a
Dios y el gobierno de la Iglesia que son comunes a las
acciones y sociedades humanas, las cuales deben ser
ordenadas a la luz de la naturaleza y la prudencia cristiana,
conforme a las reglas generales de la Palabra, las cuales
siempre deben ser obedecidas.

El principio regulador se aplica a las tareas de la


iglesia
La iglesia está sujeta a la regulación especial de la Palabra
de Dios precisamente por su identidad única en la sociedad
humana. En el lenguaje de los credos posapostólicos, la
iglesia es santa de una manera que ninguna otra institución
de la sociedad humana lo es. La identidad única de la iglesia
nos lleva directamente a la identidad única de sus funciones
o tareas en el mundo. Si las tareas distintivas de la iglesia
están especificadas por el principio regulador, esto me
sugiere tres deberes claros de la iglesia:
En primer lugar, requiere que la iglesia cumpla
cuidadosamente con sus distintas tareas. La
iglesia debe definir y entender claramente las
funciones peculiares que Dios le ha dado. La
iglesia debe emplear sus recursos y fuerzas en la
terminación de esas tareas.
En segundo lugar, la iglesia debe tener mucho
cuidado de no usurpar o de que le impongan
funciones que son propiamente las del Estado o la
familia. Del mismo modo, la introducción de
funciones extrabíblicas en la iglesia tiende
inevitablemente a anular y socavar las tareas
designadas por Dios. Si el Templo de Dios siente
la necesidad de funcionar como un partido político
o como una institución educativa general, habrá
una tendencia inevitable a olvidar su identidad
única y exaltada como Templo de Dios.
En tercer lugar, la iglesia debe cuidarse mucho de
abdicar de sus propias tareas peculiares y de
permitir que otras esferas de la sociedad cumplan
sus propias funciones únicas. Este es el gran
principio sobre el que debe formarse nuestra
actitud hacia las organizaciones
paraeclesiásticas. Hoy en día se nos dice
constantemente que la iglesia no puede hacer las
cosas que Dios ha ordenado que haga. Yo no lo
creo. Solo la iglesia puede mantener la adoración
pública a Dios. Solo la iglesia puede cumplir la
Gran Comisión. Solo la iglesia puede discipular,
bautizar y enseñar a los discípulos a observar
todos los mandamientos de Cristo. Solo la iglesia
puede adiestrar apropiadamente a su propio
liderazgo.
Sobre la base de un claro entendimiento de sus tareas, la
iglesia toma decisiones sobre cómo gastar lo que se le ha
confiado. Debe gastar su dinero en las tareas que Dios le ha
encomendado. Por supuesto, no siempre es fácil decidir
dónde terminan estas tareas y dónde comienzan las
responsabilidades propias de otras instituciones divinas.
Pero, independientemente de cómo se resuelvan estos
asuntos difíciles, los fondos de la iglesia deben gastarse a la
luz de las tareas divinamente asignadas.
P 1.2.3: E

¿Q A
T
? (J . 4:24)
Capítulo 6

¿Qué aprendemos del Antiguo


Testamento sobre la adoración?
Los lectores perspicaces pueden sentir el equivalente
intelectual de un latigazo al pasar de los dos últimos
capítulos al tema de este capítulo del libro. Pudieran
preguntarse, ¿cuál es la posible conexión entre la idea de
que la iglesia está gobernada especialmente por Dios
debido a su relación especial con Él y lo que aprendemos
sobre la adoración en el Antiguo Testamento?
Pero hay una conexión, ¡y muy estrecha! En este capítulo
quisiera exponer una consecuencia importante del hecho de
que es la identidad especial de la iglesia la que requiere que
la iglesia esté especialmente regulada. El marco eclesial del
principio regulador tiene todo que ver con la pregunta: ¿Qué
aprendemos del Antiguo Testamento sobre la adoración?
La conexión quedará clara a medida que se desarrolle este
capítulo.
Abordaremos este tema partiendo de la enseñanza
explícita de Jesús en uno de los textos que posiblemente
sea de los más importantes sobre la adoración en el Nuevo
Testamento. Se trata de Juan 4:24: «Dios es espíritu, y los
que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad».

Introducción
Hay tres asuntos introductorios que debo mencionar antes
de pasar a los tres puntos principales de mi texto.

La pregunta que se va a responder


¿Cuál es la pregunta principal que estaré respondiendo en
este capítulo? Simplemente esta: ¿Qué peso debería tener
la enseñanza del Antiguo Testamento para determinar qué
tipo de adoración tiene justificación divina para nosotros hoy
en la iglesia neotestamentaria? Tanto mi lectura como mi
experiencia me dejan claro que este es uno de los grandes
asuntos que se debaten en la actualidad con respecto al
principio regulador. Hay algunos que, mientras honran con
sus labios el principio regulador, todavía encuentran en la
Biblia —y específicamente en el Antiguo Testamento— la
justificación para las grandes bandas musicales, los grandes
coros, la danza litúrgica y el drama religioso en la adoración.
Si hubieran mirado más allá, también descubrirían que se
justifican las procesiones ceremoniales, los desfiles
religiosos e incluso el uso de espadas en la iglesia.

La verdad que se presupone


Aunque puedo decir algo sobre varios de los asuntos
prácticos que se acaban de plantear, más bien lo que quiero
tratar es el principio que está en juego. Me refiero al
principio que nos ayudará a responder la pregunta de cómo
debería utilizarse el Antiguo Testamento a la hora de
discernir cómo debería adorar la iglesia neotestamentaria.
He aquí la esencia de ese principio: Si el principio regulador
es el principio regulador de la iglesia, como hemos visto en
Mateo 18:20 y en 1 Timoteo 3:15, entonces, dado que la
naturaleza de la iglesia ha cambiado drásticamente del
Antiguo Testamento al Nuevo Testamento, debemos ser muy
cuidadosos y cautelosos acerca de cómo aplicamos a la
iglesia las instrucciones veterotestamentarias sobre la
adoración.
Ahora bien, ¡no malinterpreten lo que estoy diciendo! Los
cristianos reformados creen que el Antiguo Testamento
contiene principios fundamentales para la adoración.
También creemos que hay un tipo de continuidad entre la
Iglesia judía y la Iglesia cristiana. La Iglesia cristiana es en
realidad un especie de Iglesia judía reformada y
transformada.
Pero también reconocemos que la Iglesia cristiana es
muy diferente a la Iglesia veterotestamentaria.
Reconocemos que el nuevo Israel es diferente al antiguo
Israel. El antiguo Israel era una nación física en la que se
combinaban las instituciones de la familia, la Iglesia y el
Estado. El Israel actual es distinto tanto de la familia como
de la Iglesia. A diferencia de Israel, {la iglesia} es una nación
espiritual.
Ahora pensemos en esto. El principio regulador es el
principio regulador de la iglesia. La Iglesia neotestamentaria
es bastante diferente a la Iglesia veterotestamentaria.
Entonces, se deduce necesariamente que la adoración en la
iglesia tal como se construye en el Nuevo Testamento será
significativamente diferente a la adoración en la iglesia tal
como se construye en el Antiguo Testamento. Para decirlo
con otras palabras, es razonable y también necesario que
supongamos que mucho de lo que se enseña en el Antiguo
Testamento sobre la adoración era apropiado para el
carácter de la Iglesia veterotestamentaria, pero, quizá no lo
sea para la adoración en la Iglesia neotestamentaria.
Para situar todo esto sobre una base bíblica, veamos de
nuevo 1 Timoteo 3:15. Hay dos cosas sorprendentes en
este texto. En primer lugar, recordemos que hay tres
descripciones contundentes de la identidad de la iglesia. La
iglesia es la casa de Dios, la iglesia del Dios vivo, y la
columna y sostén de la verdad. En segundo lugar, de la
identidad de la iglesia se saca una clara deducción. Timoteo
debe regular su conducta en la iglesia y poner en orden la
iglesia a la luz de la identidad de la iglesia. 1 Timoteo 3:14-15
dice:
Te escribo estas cosas, esperando ir a ti pronto, pero en caso
que me tarde, te escribo para que sepas cómo debe
conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios
vivo, columna y sostén de la verdad.
Como en otras cosas, el deber está determinado por la
identidad. El deber de la iglesia está determinado por su
identidad.
Ahora bien, ¿cuál es el punto? Simplemente que la
naturaleza e identidad de la iglesia cambiaron drásticamente
del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento. Por lo tanto,
es razonable pensar que la regulación de su adoración
cambió drásticamente y que debemos ser muy cuidadosos
en cómo usamos el Antiguo Testamento para ordenar la
adoración de la iglesia neotestamentaria.

El texto presentado
Quizá el texto clásico de todo el Nuevo Testamento sobre la
necesidad de adorar a Dios —no según los tipos y sombras
terrenales del Antiguo Testamento— sino conforme al
cumplimiento de estos tipos y sombras en el Nuevo Pacto es
Juan 4:24. Aquí está en su contexto inmediato:
23Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque
ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. 24Dios
es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en
verdad. 25La mujer le dijo: Sé que el Mesías viene (el que es
llamado Cristo); cuando Él venga nos declarará todo. 26Jesús
le dijo: Yo soy, el que habla contigo.
Por tanto, es crucial que entendamos la enseñanza de
este texto en el sentido de que debemos adorar a Dios a la
luz del evangelio y no según las sombras del Antiguo Pacto.
En Juan 4:24 se encuentra una hendíadis en la frase «en
espíritu y en verdad».[69] Hendíadis es una palabra que
suena sofisticada, pero en realidad tiene un significado y un
origen muy sencillos. Una hendíadis es una construcción
gramatical en la que se expresa un solo concepto por medio
de dos palabras. Eso es lo que significa hendíadis (hen- =
uno, -día- = por medio de, -dis = dos). En esta hendíadis de
Juan 4:24, «espíritu» y «verdad» son introducidos por un
solo artículo y así se combinan para expresar un solo
concepto.
Los escritos de Juan se caracterizan a menudo por una
aparente sencillez que esconde una riqueza de significado.
En este caso, la adoración en espíritu y en verdad tiene al
menos tres matices de significado. Esto se confirma por el
hecho de que el contexto de Juan 4:24 enfatiza cada uno de
estos diferentes matices de significado. El tercero de estos
significados es el más importante para mi tesis y propósito
en este capítulo. Sin embargo, no debemos descuidar los
dos primeros matices.
A. La adoración en espíritu y verdad es la
adoración conducida a la luz de la revelación
divina y en sumisión a esta. Por lo tanto, es lo
contrario a la adoración ignorante
Hay un énfasis en esto en el contexto. Véase el versículo 22
donde Jesús dice: «Vosotros adoráis lo que no conocéis;
nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación
viene de los judíos». Recuérdese también el énfasis del
profeta Isaías citado por nuestro Señor en Mateo 15:8-9:
«“E , P
M. P
,E
”».
Esto se aplica a nosotros en que la verdad siempre debe
regular la adoración de la iglesia de Dios. Dios es espíritu y,
como tal, se interesa por nuestra mente. La adoración
carente de un contenido mental correcto no es aceptable a
Dios. Esta aplicación tiene varias facetas:
Por supuesto, esto condena todo mero
emocionalismo en la adoración. La emoción es
necesaria, pero debe ser una emoción que se
encienda en la leña de la verdad. Es la emoción
del amén. Por definición, un amén es emocional,
pero es una respuesta emocional a la verdad.
La proclamación de la verdad debe tener un lugar
de honor en la adoración de la iglesia. Es
principalmente por medio de la predicación y la
enseñanza de la Palabra de Dios que la iglesia es
guiada a dar una adoración en verdad. Además,
en nuestra oración y canto la verdad debe ser
central en la adoración corporativa. Debemos
orar la verdad. Debemos cantar la verdad.
Debemos adorar en verdad.
Esto también condena toda adoración que no es
guiada y guardada cuidadosamente por las
afirmaciones de la verdad. La adoración
corporativa no debe ser regulada por las
tradiciones humanas o el pragmatismo, sino por el
plano de la Palabra de Dios. Por eso no nos
avergüenza decir que creemos en el principio
regulador de la iglesia.

B. La adoración en espíritu y en verdad es la


adoración que está en correspondencia con la
naturaleza de Dios como espíritu. Por lo tanto, es
lo contrario a la adoración muerta
¿Por qué lo digo? De nuevo el contexto nos guía. El
versículo 24 deja claro que la adoración en espíritu y en
verdad es una adoración que está controlada por la
naturaleza de Dios como espíritu o está en correspondencia
con esta. Pero, ¿qué quiere decir aquí la Biblia con la
palabra «espíritu»? Cuando pensamos en la palabra espíritu
en español, ¿cuál es el primer sinónimo que nos viene a la
mente? Creo que el primer sinónimo de espíritu que vendría
a la mente de la mayoría de la gente es fantasma. ¿Y qué es
un fantasma? Es algo etéreo, débil, inmaterial, impotente y
muerto. Sin embargo, es importante darse cuenta de que las
ideas fantasmales que nos sugiere la palabra espíritu en
español son completamente engañosas cuando se trata del
concepto griego y hebreo de espíritu.
La primera vez que encontramos la palabra espíritu en la
Biblia es en Génesis 1:2. Allí leemos que el Espíritu de Dios
se movía sobre la faz del mundo amorfo, vacío y oscuro,
como Aquel que, por orden de Dios, creará orden, vida y luz
en ese mundo. En el Evangelio de Juan, el Espíritu de Dios
se nos presenta en Juan 3 como el Agente {creador} de vida
nueva, donde se dice que los hombres deben nacer del
Espíritu para ver y entrar en el Reino de Dios. Después de
nuestro texto, la siguiente aparición de la palabra espíritu en
el Evangelio de Juan se encuentra en Juan 6:63. Allí se
habla del Espíritu como el Autor de la vida. Fuerza, poder y
vida son las palabras asociadas con el término espíritu en la
Biblia.
Otra palabra bíblica asociada a espíritu en la Biblia es
emoción:
Juan 11:33: «Y cuando Jesús la vio llorando, y a los judíos que
vinieron con ella llorando también, se conmovió profundamente
en el espíritu, y se entristeció».
Juan 13:21: «Habiendo dicho Jesús esto, se angustió en
espíritu, y testificó y dijo: En verdad, en verdad os digo que
uno de vosotros me entregará».
La naturaleza espiritual de Dios es lo que lo separa de los
ídolos muertos (Sal. 115:3-8). Dios no es materia muerta,
inerte, sin vida, como los ídolos. Él es espíritu, está vivo,
crea, se mueve, hace, habla, es poderoso, y si bien no es
emotivo, al menos es «afectuoso».
¿Qué aprendemos en la práctica del hecho de que el gran
y absorbente interés de la adoración evangélica debe ser
rendir una adoración apropiada al Dios que es espíritu? (1)
Aprendemos que la adoración de la iglesia de Dios debe ser
viva y emotiva. (2) Aprendemos que debemos asegurarnos
de que nuestros espíritus estén preparados para adorar a
Dios de forma viva y emotiva. (3) También aprendemos que
debemos conducirnos en la casa de Dios de manera que no
seamos una distracción para los demás. (4) Aprendemos
además una razón por la que Dios nos dio el segundo
mandamiento: Aquel que es la vida no puede ser
representado adecuadamente por ninguna imagen o ídolo
muerto.

C. La adoración en espíritu y en verdad es la


adoración conforme a las realidades evangélicas
traídas por la venida del Mesías. Por lo tanto, es
lo contrario a la adoración veterotestamentaria
conforme a sombras.
Como ya he dicho, esta es la razón principal por la que
vinimos a este pasaje. Creo que también es el punto
principal de este rico texto. Todo este pasaje está lleno de
énfasis en la llegada de la nueva edad de cumplimiento en la
que las sombras del orden temporal del Antiguo Testamento
desaparecen. Nótense especialmente los versículos 21, 23
y 25 en el contexto que los rodea:
Juan 4:21: «Jesús le dijo: Mujer, créeme; la hora viene cuando
ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre».
Juan 4:23: «Pero la hora viene, y ahora es, cuando los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en
verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le
adoren».
Juan 4:25: «La mujer le dijo: Sé que el Mesías viene (el que es
llamado Cristo); cuando Él venga nos declarará todo».
La palabra verdad en la Biblia no solo es lo contrario de
falsedad, sino también lo contrario de sombra. Juan 1:17 es
claro: «Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la
gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de
Jesucristo». Sobre este punto, véanse las palabras de Juan
Calvino:
Y aquí también se debe observar que la verdad no se compara
con la falsedad, sino con la adición externa de las figuras de la
Ley; de modo que —para usar una expresión común— es la
sustancia pura y simple de la adoración espiritual.[70]
Aprendemos dos cosas de esto: (1) La adoración
evangélica debe llevarse a cabo a la luz de las realidades
gloriosas y espirituales del Nuevo Pacto. (2) La gloria de la
adoración evangélica no son los grandes y magníficos
lugares y ceremonias del tabernáculo y el templo del Antiguo
Testamento. Tal grandeza distrae de las glorias verdaderas
y espirituales del evangelio. En la tradición reformada, la
adoración se ha caracterizado, y debería caracterizarse en
nuestros días, por una santa simplicidad con respecto a las
cosas externas.
Conclusiones prácticas
Aprendemos que el centro de nuestra atención
para determinar lo que tiene justificación divina
para nuestra adoración no debe estar en los
tipos y sombras del Antiguo Testamento.
Debido a todo esto, se debe tener mucha precaución y
cuidado interpretativo antes de introducir algo en la
adoración del Nuevo Pacto simplemente sobre la base del
Antiguo Testamento. Por supuesto, algunas leyes del Antiguo
Testamento sobre la adoración se mantienen. Por ejemplo,
con la adoración sucede lo mismo que con la ética en
general: está claro que las leyes básicas para la adoración
que implican los Diez Mandamientos son permanentes y no
forman parte de las sombras y ceremonias del Antiguo
Testamento. Por lo tanto, debería considerarse que los
primeros cuatro de los diez mandamientos gobiernan
especialmente nuestra adoración.[71] Ciertamente, la idea del
principio regulador establecida en el Antiguo Testamento
también trasciende las distinciones dispensacionales entre
el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Pero antes de introducir en la iglesia los sacerdotes
ceremoniales, las procesiones, las bandas musicales, los
coros y otros aditamentos de la adoración
veterotestamentaria, debemos someter estas cosas a la
prueba hermenéutica de Juan 4:24. El hecho de que fueron
parte de la adoración en el Antiguo Testamento no quiere
decir que sean parte de la adoración en el Nuevo
Testamento. ¿Son adoración en espíritu y en verdad? ¿Son
adoración evangélica? ¿O constituyen una introducción
ilícita de los tipos y sombras del Antiguo Testamento en la
adoración de la iglesia del Nuevo Testamento? Nuestros
antepasados puritanos reconocieron históricamente que
hay, y debería haber, una simplicidad en la adoración
evangélica. Esta simplicidad diferencia la adoración
evangélica de la adoración en sombras en el templo y su
perversa imitación por parte de Roma.
Antes de dejarnos llevar por quienes citan afirmaciones
de los Salmos y otros pasajes del Antiguo Testamento para
justificar sus novedosas prácticas, debemos recordar que el
Antiguo Testamento no es el centro de atención para
determinar la adoración en la iglesia del Nuevo Testamento.
Si empezamos por este camino, debemos seguirlo donde
nos lleve. Permítanme ilustrar esto con el Salmo 149.

En concreto, aprendemos que incluso los


pasajes de los Salmos deben ser considerados
cuidadosamente y pasados por este filtro antes
de suponer que se aplican a la iglesia.
Salmos 149:1-3 es citado a menudo por los partidarios de la
adoración contemporánea:
¡Aleluya! Cantad al S un cántico nuevo: su alabanza en la
congregación de los santos. Alégrese Israel en su Creador;
regocíjense los hijos de Sión en su Rey. Alaben su nombre con
danza; cántenle alabanza con pandero y lira.
Pero, ¿por qué estas personas quieren incorporar estas
prácticas a la adoración de la iglesia pero se niegan a seguir
lo que viene después?
Salmos 149:4-9: «Porque el S se deleita en su pueblo;
adornará de salvación a los afligidos. Regocíjense de gloria los
santos; canten con gozo sobre sus camas. Sean los loores de
Dios en su boca, y una espada de dos filos en su mano, para
ejecutar venganza en las naciones, y castigo en los pueblos;
para atar a sus reyes con cadenas, y a sus nobles con grillos
de hierro; para ejecutar en ellos el juicio decretado: esto es
gloria para todos sus santos. ¡Aleluya!
El hecho es que Salmos como este deben ser pasados
con cautela y cuidado a través de la red interpretativa que
separa a la iglesia veterotestamentaria de la iglesia
neotestamentaria antes de que aceptemos su aplicación a
nuestra adoración. El Antiguo Testamento fue escrito para el
pueblo de Dios cuando era un Estado nacional con una
adoración externa en el templo que era totalmente diferente
al carácter y la adoración de la iglesia actual. Es
simplemente un capricho necio aplicar a la iglesia de
nuestros días los textos destinados al pueblo de Dios en
aquella época.

Una vez más y específicamente, aprendemos


que este principio debe aplicarse a los
argumentos tomados del Antiguo Testamento
para {justificar} el uso de instrumentos
musicales en la adoración.
Permítanme aplicar esto al uso de instrumentos musicales
en la adoración. Es común que los defensores de las
bandas musicales de adoración señalen el uso de todo tipo
de instrumentos musicales con relación a la adoración en el
templo bajo el Antiguo Testamento. Por supuesto, como lo
ilustran los siguientes pasajes, tienen razón en que tales
cosas se encontraban en la adoración veterotestamentaria
e incluso estaban establecidas para esta:
1 Crónicas 15:16: «Entonces David habló a los jefes de los
levitas para que designaran a sus parientes los cantores, con
instrumentos de música, arpas, liras y címbalos muy
resonantes, alzando la voz con alegría».
1 Crónicas 16:4-7: «Y designó a algunos levitas como
ministros delante del arca del S , para que celebraran,
dieran gracias y alabaran al S , Dios de Israel: Asaf el
jefe, y segundo después de él, Zacarías; después Jeiel,
Semiramot, Jehiel, Matatías, Eliab, Benaía, Obed-edom y
Jeiel, con instrumentos musicales, arpas, liras; también Asaf
tocaba címbalos muy resonantes, y los sacerdotes Benaía y
Jahaziel tocaban trompetas continuamente delante del arca del
pacto de Dios. Entonces en aquel día David, por primera vez,
puso en manos de Asaf y sus parientes este salmo para dar
gracias al S ».
Los problemas con esta «prueba» para {justificar} el uso
de instrumentos musicales en la adoración son al menos
dos:
En primer lugar, demuestra demasiado. Si estos
pasajes son considerados normativos para la
adoración en el Nuevo Testamento, probarían que
tenemos que tener instrumentos musicales y
coros en nuestra adoración. Incluso aquellos que
usan estos pasajes como prueba para {justificar}
el uso de instrumentos musicales en la adoración
no desearían decir que estamos pecando si no
tenemos tales instrumentos. Sin embargo, parece
que tales instrumentos eran una parte establecida
de la adoración en el templo y, por lo tanto,
necesarios para la misma.
En segundo lugar, queda abierta la pregunta de si
el detallado uso de instrumentos musicales en la
adoración en el templo bajo el Antiguo Testamento
no formaba parte del aspecto ceremonial de esa
adoración. ¿No podría ser que el verdadero
cumplimiento de los coros y las bandas musicales
sacerdotales sea el canto del real sacerdocio
utilizando como instrumentos sus corazones y
voces? Entonces, los instrumentos musicales del
Antiguo Testamento son tipos de las voces
humanas que cantan en el Nuevo Testamento.
En mi opinión, si vamos a utilizar instrumentos musicales
en la adoración, tendremos que encontrar una base más
amplia, mejor y neotestamentaria para dicho uso. Creo que
tal base se puede encontrar. El canto se ordena en la
adoración del Nuevo Pacto. Es una circunstancia natural del
canto, especialmente en público, que a veces sea
acompañado y apoyado —y a menudo se acompaña y
apoya— con instrumentos musicales. De hecho, la propia
palabra salmo en realidad significa o ciertamente se deriva
de una raíz que significa tocar un instrumento musical con
cuerdas. Entonces, en mi opinión, el uso de instrumentos
musicales en la adoración no forma parte de la adoración en
el Nuevo Testamento, sino que puede ser una circunstancia
legítima de dicha adoración.
Dado que los instrumentos musicales no forman parte de
la adoración, las iglesias no pecan si no los tienen. Sin
embargo, como circunstancia de la adoración, las iglesias
son libres (en mi opinión) de usar una variedad de
instrumentos musicales en la adoración, siempre que esos
instrumentos se usen sabiamente y en subordinación a la
voz humana. He visto cómo se hace un mal uso de los
instrumentos tradicionales, como los órganos. He visto
instrumentos no tradicionales como los violines, las flautas e
incluso las guitarras eléctricas utilizados correctamente.
Lo que hay que recordar siempre, y que a menudo se
olvida o se viola en nuestra época, es que los instrumentos
musicales son solo un acompañamiento de la voz humana
que da salida al corazón humano en el canto. Deben estar
subordinados a la voz humana en su uso. Por lo tanto, no
deben tocarse demasiado fuerte ni exhibirse con demasiada
prominencia. Lo que forma parte de la adoración es la
alabanza a Dios con el corazón y la voz humana, no el
instrumento musical que se toca.
Aprendemos que el centro de nuestra atención
para determinar lo que es apropiado en la
adoración de la iglesia del Nuevo Testamento
debe ser la enseñanza de las Escrituras del
Nuevo Pacto.
Creo que esto quiere decir que normalmente debemos
insistir en la evidencia del Nuevo Testamento para cualquier
parte de la adoración evangélica. Por supuesto, ya he
señalado que el núcleo moral de la ley del Antiguo
Testamento que se encuentra en los Diez Mandamientos
tiene una autoridad permanente. También es cierto que esta
evidencia neotestamentaria puede ser reforzada y ampliada
a la luz de la evidencia veterotestamentaria, pero en esta
cuestión de la adoración corporativa de la iglesia
neotestamentaria el centro debe estar en lo que enseña el
Nuevo Testamento.
Esto es más cierto en este asunto que incluso en lo que
respecta a la ética en general. ¿Por qué? Porque aquí
estamos tratando un asunto que está ligado estrechamente
a la naturaleza misma de la iglesia. El principio regulador es
el principio regulador de la iglesia, y la naturaleza de la
iglesia ha cambiado drásticamente y ha sido transformada
por el Nuevo Pacto.[72] Por lo tanto, es obvio que el Nuevo
Testamento y no el Antiguo Testamento debe controlar la
forma externa de la iglesia. El Nuevo Testamento, no el
Antiguo, es primordial para determinar el gobierno de la
iglesia. El Nuevo Testamento, no el Antiguo, es primordial
para determinar las tareas de la iglesia. El Nuevo
Testamento, no el Antiguo, también debe ser fundamental y
central para determinar la naturaleza de la adoración de la
iglesia.
Antes de aceptar las danzas, las presentaciones
teatrales, las procesiones religiosas o los grupos de rock
ruidosos y prominentes como parte de la adoración, quiero y
necesito ver algún precedente de estos en el Nuevo
Testamento. La iglesia judía y la iglesia neotestamentaria
son muy diferentes, por tanto, su adoración es muy
diferente.
Aprendemos que algunos puntos de vista
tradicionales relacionados con el principio
regulador son muy cuestionables.
Ya he dicho (brevemente) por qué rechazo el no
instrumentalismo. Hablaré más sobre esto cuando trate el
tema del canto como una de las partes necesarias de la
adoración. En la mente de muchas personas, la salmodia
exclusiva también está relacionada estrechamente con el
principio regulador. Pero, curiosamente, este punto de vista
no parece estar en sintonía con lo que Jesús dice en Juan
4:24.
Permítanme explicar lo que quiero decir. Por supuesto, no
estoy diciendo que no debamos cantar los salmos de David.
Creo que deberíamos hacerlo. Pero deben ser entendidos y
cantados a la luz del principio de Juan 4:24. Deben ser
cantados y entendidos en términos de su verdadero
significado, que encuentra su cumplimiento en la adoración
en espíritu y en verdad del Nuevo Pacto. Así que, sí,
debemos predicar, orar y cantar los 150 Salmos bíblicos.
Pero las palabras de Jesús indican claramente que
incluso los Salmos formaban parte de la adoración en
sombras bajo el Antiguo Testamento. Ciertamente, a la luz
de las enseñanzas de Jesús sería extraño adoptar la
postura de que solo podemos cantar los Salmos del Antiguo
Testamento, pero que no podemos cantar las palabras y
verdades en las que encuentran su cumplimiento en el
Nuevo Testamento. A la iglesia se le debe permitir adorar en
espíritu y en verdad y su canto de adoración no debe ser
restringido a la revelación preliminar, tipológica y en sombras
del Antiguo Testamento.
Piense en lo que la postura de la salmodia exclusiva
plantea realmente y en lo discordante que es a la luz de las
verdades que hemos estado considerando. Jesús nos dice
que adoremos en el espíritu y la verdad de la revelación del
Nuevo Pacto, pero la salmodia exclusiva nos dice que solo
podemos cantar los Salmos del Antiguo Testamento en esa
adoración. ¿Cómo puede ser esto?
Aprendemos que el centro de nuestra atención
en la adoración neotestamentaria debe estar en
las grandes realidades del evangelio de Cristo.
Debemos prestar atención a algunas cuestiones externas
incluso en la adoración bajo el Nuevo Testamento. Debemos
asegurarnos de incorporar en nuestra adoración cada parte
de la adoración ordenada por el Nuevo Testamento. Sin
embargo, seguramente nuestro texto nos advierte contra un
externalismo falto de corazón en la adoración. No debemos
hacer del principio regulador una excusa para estar
satisfechos con simplemente «cumplir nuestro deber» y
hacer las cosas correctas {externamente} en nuestra
adoración. Creo que esto es un peligro en nuestra época
para aquellos que se toman en serio el principio regulador.
Es demasiado fácil reaccionar contra la emotividad
desconectada de la mente y el pragmatismo orgulloso de
nuestros días sumiéndonos en una adoración sin corazón y
sin emociones. Si hacemos eso, seremos los principales
culpables de la destrucción del principio regulador en nuestra
época.
La adoración en espíritu y en verdad nos llama a
alejarnos del ceremonialismo y el externalismo del Antiguo
Testamento para acercarnos a las grandes realidades
espirituales de la adoración evangélica. Pero esto no quiere
decir que nuestra adoración deba estar muerta y seca. Para
muchos la adoración regulada se asocia con una adoración
muerta, seca, polvorienta y sin emociones. Tal adoración
contradice directa y rotundamente el mandato de Jesús de
adorar en espíritu y en verdad. La frialdad de algunas
iglesias bautistas y presbiterianas no es mejor que el fuego
desenfrenado de muchas iglesias pentecostales.
Nuestra adoración corporativa debería resonar con
cantos congregacionales fuertes y sonoros, oraciones
fervientes y enérgicas, amenes emotivos y afirmativos, una
predicación fiel y apremiante, y por medio de todo esto,
¡vistas claras y gloriosas de las grandes realidades del
evangelio de Cristo! El objetivo debería ser traer algo de la
adoración del Cielo a la tierra. La enseñanza de Jesús en
Juan 4:24 nos dice que cuando estructuramos nuestra
adoración no debemos mirar hacia atrás, a la adoración
ceremonial en el Antiguo Testamento, sino hacia la gloriosa
adoración en el Cielo y la nueva edad:
Apocalipsis 5:9-14: «Y cantaban un cántico nuevo, diciendo:
Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú
fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente
de toda tribu, lengua, pueblo y nación. Y los has hecho un reino
y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra. Y
miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono y de
los seres vivientes y de los ancianos; y el número de ellos era
miríadas de miríadas, y millares de millares, que decían a gran
voz: El Cordero que fue inmolado digno es de recibir el poder,
las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la
alabanza. Y a toda cosa creada que está en el cielo, sobre la
tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que
en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al
Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el dominio por
los siglos de los siglos. Y los cuatro seres vivientes decían:
Amén. Y los ancianos se postraron y adoraron».
P 1.3.1: L

¿Q N
T ? (C . 2:20-23)
Capítulo 7

¡Dame esa religión humana!


El título de este capítulo plagia a propósito el verso del
antiguo cántico evangélico titulado {trad. no oficial} «Dame
esa religión de antaño».[73] El título de este capítulo tipifica lo
que muchas iglesias parecen decir en nuestros días.
«Religión humana» es la traducción que hace LBLA (y la
NBLA) de una frase en Colosenses 2:23 que se traduce en
la RVR60 como «culto voluntario» y, en otras traducciones
contemporáneas, como «religión impuesta» (BTX IV, BTX II).
He utilizado esta frase porque he elegido el importante
pasaje que aparece como el texto de prueba clásico para el
principio regulador en el Nuevo Testamento, por medio del
cual verteré una serie de otras pruebas bíblicas para este
principio. Espero de esta manera darles una mejor
apreciación de la amplia base bíblica del principio regulador.
Colosenses 2:20-23 es el pasaje al que me refiero:
20Si habéis muerto con Cristo a los principios elementales del
mundo, ¿por qué, como si aún vivierais en el mundo, os
sometéis a preceptos tales como: 21no manipules, no gustes,
no toques 22(todos los cuales se refieren a cosas destinadas a
perecer con el uso), según los preceptos y enseñanzas de los
hombres? 23Tales cosas tienen a la verdad, la apariencia de
sabiduría en una religión humana, en la humillación de sí mismo
y en el trato severo del cuerpo, pero carecen de valor alguno
contra los apetitos de la carne.
Introducción
Consideraremos Colosenses 2:20-23 y la base bíblica del
principio regulador por medio de tres encabezados:
I. La consideración de su enseñanza
II. La confirmación de su enseñanza
III. La aclaración de su enseñanza
Antes de comenzar este estudio, será bueno recordar
qué es lo que estamos tratando de probar notando
nuevamente la declaración autoritativa del principio
regulador. Esta declaración se afirma con un lenguaje
idéntico en La Confesión de Westminster, La Declaración
de Saboya y La Confesión Bautista de 1689:
La luz de la naturaleza demuestra que hay un Dios que tiene
señorío y soberanía sobre todo; que es justo, bueno y hace el
bien a todos; y, por lo tanto, debe ser temido, amado,
alabado, invocado, se debe confiar en Él y debe ser servido
con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas.
Pero la manera aceptable de adorar al Dios verdadero está
instituida por Él mismo, y está tan delimitada por Su propia
voluntad revelada, que no puede ser adorado conforme a las
imaginaciones e invenciones de los hombres ni las
sugerencias de Satanás, ni por medio de ninguna
representación visible, ni de ninguna otra manera no prescrita
en las Santas Escrituras.[74]
La aseveración clave y confesional aquí es la declaración
de que Dios no puede ser adorado «de ninguna otra manera
no prescrita en las Santas Escrituras». ¿Apoya la Escritura
una afirmación tan clara y rotunda? Mostraré que sí y, en
primer lugar, comenzaré con Colosenses 2:20-23:

I. La consideración de su enseñanza
Colosenses 2:20-23 es la denuncia de Pablo a los
creyentes colosenses por dejarse tiranizar por una nueva
religión carente de alguna justificación divina. Los eruditos
debaten el carácter de aquella religión. Yo creo que era una
forma de gnosticismo judío. Pero la forma exacta de aquella
nueva religión no es crucial para nuestros propósitos. La
denuncia que hace Pablo de esta se basa en un principio
que se aplica a cualquier religión que no tenga una clara
justificación divina. Nótense varias cosas a modo de análisis
del pasaje:
La frustración de Pablo con la nueva religión de los
colosenses: «Si habéis muerto con Cristo a los principios
elementales del mundo, ¿por qué, como si aún vivierais en el
mundo, os sometéis a preceptos…». De la frustración de
Pablo aprendemos que los cristianos no deberían
someterse, en materia de religión, a decretos sin
justificación divina.
La forma en que Pablo ilustra la nueva religión de los
colosenses: «tales como: no manipules, no gustes, no
toques (todos los cuales se refieren a cosas destinadas a
perecer con el uso)». Estos mandamientos no eran en sí
mismos pecaminosos en lo que requerían. No es pecado
abstenerse de comer carne de res o de otro tipo o cualquier
otra cosa si quieres, siempre que no se le dé al
mandamiento una importancia religiosa. Por lo tanto,
aprendemos del ejemplo de Pablo que los cristianos no
deberían obedecer en materia de religión las leyes hechas
por el hombre, incluso si no nos exigen pecar.
La caracterización que hace Pablo de la nueva religión
de los colosenses: «¿…según los preceptos y enseñanzas
de los hombres? De la caracterización de Pablo
aprendemos que la autoridad humana es incompetente para
enseñar doctrina o dar mandamientos en materia de religión.
La valoración que hace Pablo de la nueva religión de los
colosenses: «Tales cosas tienen a la verdad, la apariencia
de sabiduría en una religión humana, en la humillación de sí
mismo y en el trato severo del cuerpo, pero carecen de valor
alguno contra los apetitos de la carne». De la valoración de
Pablo aprendemos que la religión humana no tiene ningún
valor para el alma de los hombres.
Y de todo esto aprendemos que en materia de religión y
adoración solo Dios tiene derecho a establecer ritos
religiosos, dar mandamientos religiosos y enseñar doctrinas
religiosas, y que todos los ritos, mandamientos y doctrinas
meramente humanos carecen por completo de valor
religioso y nunca deberían imponerse como parte del
gobierno, la doctrina, las tareas o la adoración de la iglesia.
Aquí creo que las palabras de La Confesión de Westminster
(XX.2) con respecto a la libertad cristiana son correctas y
útiles:
Dios es el único Señor de la conciencia, por tanto, en asuntos
de fe y adoración, la ha dejado libre de doctrinas y
mandamientos humanos, que sean contrarios a su Palabra o
añadidos a ella…
En el resto de la vida, la autoridad humana es competente
para ordenar. El gobernante civil tiene esa autoridad en el
Estado. El padre tiene tal autoridad en el hogar. Pero solo
Dios en Su Palabra tiene dicha autoridad en asuntos de fe y
adoración.

II. La confirmación de su enseñanza


Bajo este encabezado presentaremos otras
consideraciones bíblicas que apoyan las conclusiones que
hemos sacado de Colosenses 2:20-23. Permítanme
señalarles cuatro argumentos bíblicos que confirman la
enseñanza de Colosenses 2:23. Aquí está el primero:

Solo Dios tiene la prerrogativa de determinar los


términos en que los pecadores pueden
acercarse a Él en adoración.
Bannerman expone con elocuencia este primer argumento:
El principio fundamental que se encuentra en la base de todo el
argumento es que, con respecto a la ordenanza de la
adoración pública, es competencia de Dios, y no del hombre,
determinar tanto los términos como la forma de dicha
adoración [...]. El camino de acceso a Dios se cerró de golpe y
se bloqueó como consecuencia del pecado del hombre; era
imposible que el hombre mismo renovara la relación que tan
solemnemente había sido terminada por la sentencia judicial
que lo excluyó de la presencia y el favor de su Dios. ¿Podría
abrirse de nuevo ese camino y renovarse la comunión de Dios
con el hombre y del hombre con Dios? Esta era una cuestión
que solo Dios podía determinar. Si era posible, ¿en qué
condiciones se renovaría la relación, y de qué manera se
mantendría la comunión de la criatura con su Creador?
También esta cuestión, al igual que la anterior, debía ser
resuelta únicamente por Dios.[75]
Pero Dios no solo posee esta prerrogativa, ¡la Biblia
también muestra que la ejerce! Génesis 4:3-5 registra el
primer ejemplo de adoración formal en la Biblia:
Y aconteció que al transcurrir el tiempo, Caín trajo al S
una ofrenda del fruto de la tierra. También Abel, por su parte,
trajo de los primogénitos de sus ovejas y de la grosura de los
mismos. Y el S miró con agrado a Abel y a su ofrenda,
pero a Caín y su ofrenda no miró con agrado. Y Caín se enojó
mucho y su semblante se demudó.
De este pasaje se desprende claramente que las
personas de Caín y Abel no solo fueron las que
determinaron la aceptación por parte de Dios de la ofrenda
de Abel y el rechazo de la ofrenda de Caín. El texto es claro.
Tanto Abel como su ofrenda fueron aceptados y tanto Caín
como su ofrenda fueron rechazados.
A veces se supone que, como no se menciona
previamente ningún requisito particular para tales ofrendas,
no podía haber nada más aceptable en la ofrenda de Abel
que en la de Caín. Pero hay varios problemas con esta
suposición. En primer lugar, el sacrificio de animales para
cubrir la piel de Adán y Eva en Génesis 3:21 sugiere el
establecimiento del sacrificio de animales. En segundo lugar,
la mención en Génesis 4:4 de «los primogénitos de sus
ovejas y de la grosura de los mismos» anticipa el
establecimiento posterior de las leyes mosaicas sobre los
sacrificios. (Para encontrar información sobre la importancia
sacrificial de los primogénitos, véase Lev. 27:26 y Núm.
18:17. Para encontrar información sobre la importancia
sacrificial de la grosura, véase Éxo. 23:18; 29:13, 22; Lev.
3:3-4, 9-10; 7:3-4, 23-24). Muy probablemente Moisés tenía
la intención de que sus lectores pensaran en el
establecimiento posterior de estas leyes. Por lo tanto, no es
descabellado interpretar que en Génesis 4:4 Moisés
pretendía que concluyéramos que tanto el propio Caín como
su sacrificio eran inaceptables para Dios.
Con frecuencia se cita correctamente Éxodo 20:4-6
como el fundamento del principio regulador en la tradición
reformada. Este pasaje también deja claro que Dios ejerce
Su prerrogativa de controlar la forma en que los seres
humanos le rinden adoración:
No te harás ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en
el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la
tierra. No los adorarás ni los servirás; porque yo, el S tu
Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres
sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que
me aborrecen, y muestro misericordia a millares, a los que me
aman y guardan mis mandamientos.
Si Dios decretara que solo le adorarán los que llevan
camisas naranjas y corbatas verdes, tendría derecho a
hacerlo. ¡Qué arrogante es el hombre al pensar que tiene el
derecho de determinar cómo se adorará o servirá a Dios!
Sin duda, ya está claro que Dios no puede ser adorado con
imágenes ni de ninguna otra manera no prescrita en las
Santas Escrituras.

La introducción de prácticas extrabíblicas en la


adoración tiende inevitablemente a anular y
socavar la adoración designada por Dios.
Mateo 15:3 sugiere la inevitable tendencia a seguir las
tradiciones humanas: «¿Por qué también vosotros
quebrantáis el mandamiento de Dios a causa de vuestra
tradición»?
2 Reyes 16:10-18 es un relato moral penetrante y una
ilustración sorprendente de lo que ocurre con las
ordenanzas cuando la invención humana se entromete en la
adoración a Dios que ha sido ordenada:
Y el rey Acaz fue a Damasco a ver a Tiglat-pileser, rey de
Asiria, y vio el altar que estaba en Damasco; y el rey Acaz
envió al sacerdote Urías el diseño del altar y su réplica,
conforme a toda su hechura. Y el sacerdote Urías edificó un
altar; conforme a todo lo que el rey Acaz había enviado de
Damasco, así lo hizo el sacerdote Urías antes del regreso del
rey Acaz de Damasco. Cuando vino el rey de Damasco y vio el
altar, el rey se acercó al altar y subió hasta él; quemó su
holocausto y su ofrenda de cereal, derramó su libación y roció
la sangre de sus ofrendas de paz sobre el altar; y el altar de
bronce, que estaba delante del S , lo trajo de delante de
la casa, de entre su altar y la casa del S , y lo puso al
lado norte de su altar. Entonces el rey Acaz dio órdenes al
sacerdote Urías, diciendo: Quema sobre el gran altar el
holocausto de la mañana y la ofrenda de cereal de la tarde, el
holocausto del rey y su ofrenda de cereal, con el holocausto de
todo el pueblo de la tierra y con su ofrenda de cereal y sus
libaciones; y rocía sobre él toda la sangre del holocausto y
toda la sangre del sacrificio. Pero el altar de bronce será para
mí para consultar. Y el sacerdote Urías hizo conforme a todo
lo que el rey Acaz le había ordenado. Entonces el rey Acaz
cortó los bordes de las basas, y quitó de ellas la pila; también
bajó el mar de sobre los bueyes de bronce que estaban debajo
de él y lo puso sobre un enlosado de piedra. Y el pórtico para
el día de reposo, que habían edificado en la casa, y la entrada
exterior del rey, los quitó de la casa del S a causa del rey
de Asiria.
Obsérvese la astucia con la que se desvían aquí de la
adoración divina. El altar del Señor no es reemplazado por el
nuevo altar. Solo es desplazado. Esta es la sutileza habitual
del error humano. Nunca soñaríamos con deshacernos de
las ordenanzas de Dios. Las trataremos con gran respeto.
Pero no tendrán el lugar central en nuestra adoración. Ese
lugar lo ocuparán las invenciones de nuestra sabiduría.
Esta tendencia se pone de manifiesto en las iglesias
evangélicas de la actualidad, donde los anuncios mundanos
o tontos y la imprudente tradición de dar la mano en medio
de la adoración, los tiempos de testimonio mal organizados,
los espectáculos de payasos, la mímica, la danza litúrgica,
las películas y el teatro sustituyen completamente o
restringen gravemente las partes de la adoración claramente
ordenadas. Estas y otras tradiciones de los hombres a
menudo dejan poco tiempo para el canto congregacional, la
oración, la lectura de las Escrituras y la predicación. Del
mismo modo, las ensordecedoras bandas musicales de
adoración y el predominio de la música especial pueden
arrinconar el canto congregacional en la adoración
corporativa.

La sabiduría de Cristo y la suficiencia de las


Escrituras son puestas en duda por la adición de
elementos no establecidos en la adoración.
El razonamiento detrás de la adición de elementos no
establecidos en la adoración ilustra las razones que a
menudo se dan cuando esto sucede. John Owen comenta:
Se suelen alegar tres cosas para justificar la observancia de
tales ritos y ceremonias en la adoración a Dios: En primer
lugar, que tienden a fomentar la devoción de los adoradores;
en segundo lugar, que hacen que la adoración misma sea
atractiva y hermosa; en tercer lugar, que son las que preservan
el orden en su celebración. Y por estas razones pueden ser
instituidas o establecidas por algunos y observadas por todos.
[76]

Un razonamiento como el que Owen describe pone en


duda la sabiduría de Cristo. Con toda nuestra debilidad,
pecado y locura, ¿nos dejará Cristo sin una guía adecuada
en el importantísimo asunto de la adoración? ¿Nos ha
dejado a nosotros, que estamos por naturaleza en tal
condición espiritual, sin una adoración a Dios
suficientemente devocional, hermosa y ordenada? Dice otro
puritano (posiblemente William Whitingham): «Porque el que
es la sabiduría del Padre, el resplandor de Su gloria, la luz
verdadera, la palabra de vida, incluso la verdad y la vida
misma, ¿puede dar a Su Iglesia (por la que pagó el rescate
de Su sangre) lo que no debe ser una seguridad suficiente
para la misma?».[77]
Este razonamiento no solo está en desacuerdo con
nuestra necesitada condición espiritual y, por tanto, no solo
revela no poco orgullo espiritual, sino que también pone en
duda la suficiencia de la Escritura (2 Tim. 3:15-17). El Dr.
Tulloch, un oponente del principio regulador, trata de evadir
la acusación de que su punto de vista niega la suficiencia de
la Escritura argumentando que la Biblia nunca tuvo la
intención de ser una regla de política eclesial. Él señala:
Las Escrituras cristianas son una revelación de la verdad
divina, no una revelación de la política eclesial. No solo no
establecen el esquema de tal política, sino que ni siquiera dan
las pistas adecuadas y concluyentes de una {política eclesial}.
[78]

El texto bíblico clave sobre la suficiencia de la Escritura


nos proporciona los explosivos necesarios para destruir el
punto de vista del Dr. Tulloch acerca de la Escritura. Ese
texto es 2 Timoteo 3:16-17:
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y es útil para enseñar,
para reprender, para corregir, para instruir en la justicia, a fin
de que el hombre de Dios sea completo, enteramente
preparado para toda buena obra.
La suficiencia de las Escrituras de la que se habla en
este texto es su suficiencia precisamente para el hombre de
Dios. El hombre de Dios es la persona encargada de
ordenar y dirigir al pueblo de Dios.[79] 2 Timoteo 3:16-17 nos
obliga a plantear esta pregunta a los que piensan como el
Dr. Tulloch. ¿Ordenar la iglesia para la gloria de Dios es una
buena obra que debe realizar el hombre de Dios
especialmente? Entonces debemos concluir que las
Escrituras pueden preparar enteramente al hombre de Dios
para esta tarea. Enseñan al hombre de Dios una forma
adecuada de orden bíblico de la iglesia y los elementos
esenciales de la adoración en la iglesia.

La Biblia, en muchos otros pasajes, condena


explícitamente toda adoración que no sea
ordenada por Dios (Lev. 10:1-3; Deu. 17:3; Deu.
4:2; 12:29-32; Jos. 1:7; 23:6-8).
Dos de estos pasajes merecen un comentario especial.
Deuteronomio 12:29-32 en su contexto original aborda
precisamente la pregunta de cómo se debería adorar a
Dios. Obsérvese especialmente el versículo 30:
29Cuando el S tu Dios haya destruido delante de ti las
naciones que vas a desposeer, y las hayas desposeído y
habites en su tierra, 30cuídate de no caer en una trampa
imitándolas, después que hayan sido destruidas delante de ti, y
de no buscar sus dioses, diciendo: «¿Cómo servían estas
naciones a sus dioses para que yo haga lo mismo?». 31No
procederás así para con el S tu Dios, porque toda acción
abominable que el S odia ellos la han hecho en honor de
sus dioses; porque aun a sus hijos y a sus hijas queman en el
fuego en honor a sus dioses. 32Cuidarás de hacer todo lo que
te mando; nada le añadirás ni le quitarás.
La regla dada aquí en respuesta a la pregunta de cómo
se debe adorar a Dios es muy clara: «Cuidarás de hacer
todo lo que te mando; nada le añadirás ni le quitarás» (v. 32).
Esto implica claramente que es una gran tentación para el
pueblo de Dios ver cómo adora el mundo y permitir que eso
tenga un impacto formativo en nuestras actitudes sobre la
adoración. Tal actitud está prohibida explícitamente al pueblo
de Dios.
Levítico 10:1-3 es el aterrador relato de lo que les
sucedió a Nadab y Abiú cuando desagradaron a Dios en la
forma en que lo adoraban:
1Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron sus respectivos
incensarios, y después de poner fuego en ellos y echar
incienso sobre él, ofrecieron delante del S fuego extraño,
2
que Él no les había ordenado. Y de la presencia del S
salió fuego que los consumió, y murieron delante del S .
3Entonces Moisés dijo a Aarón: Esto es lo que el S habló,
diciendo: «Como santo seré tratado por los que se acercan a
mí, y en presencia de todo el pueblo seré honrado». Y Aarón
guardó silencio.
¿Qué fue lo que hizo que Nadab y Abiú recibieran un
juicio tan impactante? El versículo 1 es explícito. Ellos
«ofrecieron delante del S fuego extraño». El
significado de la frase «fuego extraño» se expone en la
siguiente oración. No se trata del fuego que Dios había
prohibido. El hebreo dice clara y literalmente que era fuego
«que Él no les había ordenado». El mero hecho de que se
atrevieran a traer «fuego no autorizado» (como traduce la
NIV)[80] trajo la muerte abrazadora sobre ellos.
Nuestra conclusión debe ser que la enseñanza de la
Biblia con respecto al principio regulador de la iglesia es:
Pero la manera aceptable de adorar al Dios verdadero está
instituida por Él mismo, y está tan delimitada por Su propia
voluntad revelada, que no puede ser adorado conforme a las
imaginaciones e invenciones de los hombres ni las sugerencias
de Satanás, ni por medio de ninguna representación visible, ni
de ninguna otra manera no prescrita en las Santas Escrituras.
Esto se resume acertadamente en la frase concisa de G. I.
Williamson: En la iglesia «lo que se ordena es correcto, y lo
que no se ordena es incorrecto».[81]
P 1.3.2: L

L
(C . 2:20-23)
Capítulo 8

¡Dame esa religión humana!


(Continuación)
En el capítulo anterior examinamos Colosenses 2:20-23
bajo los dos primeros de tres encabezados. En este capítulo
llegamos al tercero.
El capítulo anterior concluyó con la afirmación de G. I.
Williamson de que «en la iglesia lo que se ordena es
correcto y lo que no se ordena es incorrecto». Williamson
tiene razón, pero solo cuando se recuerda que el principio
regulador que resume con claridad se aplica únicamente a
las partes, pero no a las «circunstancias» de la adoración.

III. La aclaración de su enseñanza


Aquí llegamos a una advertencia o aclaración importante,
incluso crucial, del resumen de Williamson de la doctrina de
La Confesión de Westminster sobre el principio regulador.
Recuerde las palabras de La Confesión Bautista de 1689
en el capítulo 22, párrafo 1:
Pero la manera aceptable de adorar al Dios verdadero está
instituida por Él mismo, y está tan delimitada por Su propia
voluntad revelada, que no puede ser adorado conforme a las
imaginaciones e invenciones de los hombres ni las sugerencias
de Satanás, ni por medio de ninguna representación visible, ni
de ninguna otra manera no prescrita en las Santas Escrituras.
El capítulo 1, párrafo 6, de la misma Confesión
proporciona una importante aclaración de lo que se afirma
en el capítulo 22, párrafo 1, sobre el principio regulador:
...hay algunas circunstancias concernientes a la adoración a
Dios y el gobierno de la Iglesia que son comunes a las
acciones y sociedades humanas, las cuales deben ser
ordenadas a la luz de la naturaleza y la prudencia cristiana,
conforme a las reglas generales de la Palabra, las cuales
siempre deben ser obedecidas.
Por lo tanto, cuando las confesiones dicen que lo que no
se ordena en la adoración pública está prohibido, están
hablando de la sustancia y las partes de la adoración, no de
sus circunstancias. El capítulo 22 procede a hablar de las
«partes» de la adoración en los párrafos 3, 5 y 6. Por
consiguiente, debe entenderse que el párrafo 1 habla de
dichas «partes» de la adoración y no de las
«circunstancias» mencionadas en el capítulo 1, párrafo 6.
Mientras que las partes y la sustancia de la adoración
pública están limitadas por Dios, Él ha dejado que las
circunstancias de la adoración sean determinadas por la luz
de la naturaleza, la prudencia cristiana y las reglas
generales de la Escritura. Esta distinción sugiere natural y
necesariamente la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos
distinguir entre las partes de la adoración y sus
circunstancias? ¿Cuáles son las diferencias entre las partes
y las circunstancias? Esta es una pregunta importante. Gran
parte de la oposición contemporánea y el revisionismo del
principio regulador se basa en los problemas y las
objeciones planteadas con respecto a la distinción entre las
partes y las circunstancias de la adoración.[82] Tengo varias
respuestas a esto:
En primer lugar, por «circunstancias», la
Confesión se refiere claramente a los detalles
incidentales necesarios para llevar a cabo la
práctica de la parte de la adoración en cuestión.
No debemos darle demasiadas vueltas a este asunto.
Tampoco debemos permitir que otras personas lo
compliquen. Una circunstancia, a diferencia de una parte de
la adoración, es simplemente un detalle incidental que se
requiere para hacer algo, en este caso, ¡para llevar a cabo
precisamente la parte de la adoración! Las circunstancias
de la adoración corporativa y del gobierno de la iglesia
deben ser entendidas a la luz de lo que creemos que son las
partes o elementos de la adoración. Una vez que esas
partes o elementos de la adoración se definen, se hace
mucho más fácil ver qué cosas son las circunstancias
requeridas para llevar a cabo o implementar esos elementos
de la adoración.
Por ejemplo, una vez que entendemos que la adoración
corporativa requiere que la asamblea de la iglesia (entre
otras cosas) oiga la proclamación de la Palabra de Dios, se
deduce que tales circunstancias como el lugar, la postura
(sentado o de pie) y el tiempo tendrán que ser determinados
de tal manera que se implemente mejor esa parte de la
adoración. Nos preguntaremos: ¿Qué promueve mejor la
escucha de la Palabra predicada? Entonces ordenaremos
las circunstancias «a la luz de la naturaleza y la prudencia
cristiana, conforme a las reglas generales de la Palabra».
Del mismo modo, una vez que se determina que el canto
congregacional de alabanza a Dios es una parte de la
adoración, entonces se aclaran las cuestiones de las
circunstancias que deben decidirse. Nos preguntaremos:
¿Qué circunstancias promoverán mejor el canto
congregacional? A la luz de esta preocupación general,
responderemos a las preguntas sobre las circunstancias.
¿Habrá acompañamiento musical? ¿De qué tipo? ¿Cómo
se entonarán los cantos si no lo hay? ¿Quién dirigirá el
canto? ¿Cómo sabrá cada uno lo que tiene que cantar? ¿Se
utilizará una hoja de cantos, un himnario, un retroproyector o
una presentación en PowerPoint? ¿Cuánto tiempo
cantaremos? ¿Cuántos cánticos cantaremos? De nuevo, se
trata de cuestiones de circunstancias, «las cuales deben ser
ordenadas a la luz de la naturaleza y la prudencia cristiana,
conforme a las reglas generales de la Palabra, las cuales
siempre deben ser obedecidas».
En segundo lugar, la Confesión (1.6) limita estas
«circunstancias concernientes a la adoración a
Dios y el gobierno de la Iglesia» a cosas
«comunes a las acciones y sociedades
humanas».
Hemos visto que es la identidad única de la iglesia la que
requiere su regulación especial. Entonces, tiene perfecto
sentido que aquellas cosas que la iglesia tiene en común
con otras sociedades deban ser reguladas de la misma
manera que esas sociedades son gobernadas. Como
ejemplos de tales circunstancias, el pastor Bob Fisher
señala que implican los horarios de las reuniones (siempre
que el Día del Señor sea observado), el lugar de las
reuniones, la postura en la que las personas asisten a las
reuniones, ya sea de pie o sentados en el suelo o en sillas,
el orden de las reuniones, si la reunión implica el canto, si
ese canto es acompañado por una guitarra o un piano o un
diapasón o una flauta.[83]
En tercer lugar, 1 Corintios 14 contiene dos
ejemplos de estas reglas generales que Dios
exige que apliquemos a nuestras circunstancias
específicas.
Las reglas que se enfatizan en 1 Corintios 14 son las de
edificación y orden (vv. 26 y 40). En los versículos 1-26,
Pablo habla de la regla de la edificación y la aplica a la
adoración en la iglesia de Corinto. Concluye esta sección
con una declaración resumida de la regla. El versículo 26
concluye esta sección diciendo: «Que todo se haga para
edificación». De manera similar, en los versículos 27-40
Pablo aplica la regla del orden a su adoración y concluye
declarando el principio. El versículo 40 concluye esta
sección que trata de esta regla diciendo: «Pero que todo se
haga decentemente y con orden». Dios exige que se sigan
estas dos reglas generales, pero no nos ha dado una lista
detallada de lo que significan en cada situación y cultura.
En cuarto lugar, las iglesias pueden diferir en
cuanto a dónde se traza la línea entre las
circunstancias y las partes de la adoración sin
dejar de ser verdaderas iglesias ni entrar en
largas polémicas entre sí.
Las diferencias razonables no deberían ser la fuente de
división. Que los ancianos de cada iglesia estén plenamente
convencidos en su propia mente {Rom. 14:5 [RVR60]}. Las
diferencias en la aplicación del principio regulador pueden
ser toleradas siempre y cuando cada iglesia reconozca su
identidad única como la casa de Dios y se aferre
seriamente al principio regulador. Podemos ser generosos
en tales cosas, siempre y cuando la sustancia del principio
regulador sea abrazada sinceramente.
En quinto lugar, un temor piadoso será el
resultado de un abrazo genuino del principio de
que debemos adorar corporativamente como
Dios ha establecido solamente.
Sin duda, esto debe inyectar una actitud de cautela en lo que
justificamos como circunstancias legítimas de la adoración
corporativa. La libertad con respecto a las circunstancias no
debe ser el pretexto para introducir lo que equivale a nuevas
partes de la adoración. Las circunstancias solo son lo que
se requiere para hacer lo que Dios ha ordenado. Por
supuesto, tal cautela no debe llevarnos a adoptar la
aplicación más estricta y conservadora del principio
regulador. Una postura tan reaccionaria conduce a menudo
a la violación de otros principios de la Escritura.

En sexto lugar, las circunstancias de la adoración


deben estar dispuestas de tal manera que se
sometan a las partes de la adoración.
Es decir, deben estar dispuestas de tal manera que realcen,
y no oscurezcan, el elemento de la adoración en cuestión.
Por ejemplo y como ya se ha señalado, el acompañamiento
musical del canto congregacional no debe ahogar la voz
humana. Tampoco se debe dar la impresión a los
adoradores, por la forma en que están dispuestas las
circunstancias, de que la música es realmente un concierto
del grupo de adoración y no un acompañamiento y ayuda al
canto congregacional. Por lo tanto, un entendimiento claro y
profundo de la naturaleza de la parte de la adoración en
cuestión guiará, y debería guiar, la disposición de las
circunstancias de la adoración.
Este capítulo y el anterior conducen a una serie de
conclusiones prácticas importantes:
¡El principio regulador es liberador! ¡Aquí vemos de
nuevo que la Palabra de Dios es una ley de la libertad {Stg.
2:12}! La fuerza del principio regulador es liberarnos de la
autoridad de los hombres en nuestra adoración. Nos libera
de las doctrinas, ritos y mandamientos humanos. Nos libera
para adorar a Dios solo de la manera que Él ha establecido.
Libera al pueblo de la iglesia de la tiranía pastoral. Libera al
pastor de la iglesia de la tiranía congregacional. ¡Libera a
todos para hacer solamente lo que Dios dice
El principio regulador permite una sabia disposición de
las circunstancias de manera que se adapte a las
diferencias culturales legítimas. Por ejemplo, en algunas
culturas, las guitarras, flautas o arpas pueden ser los
instrumentos más apropiados y disponibles para el
acompañamiento de la adoración. Quizá los pianos y los
órganos no estén disponibles, sean demasiado caros o
sean culturalmente raros.
El principio regulador significa que la autoridad pastoral
es ministerial y no legislativa. Esta es una distinción
venerable que se encuentra en toda la tradición reformada.
Los ancianos de la iglesia no tienen derecho a crear leyes,
doctrinas o ritos religiosos nuevos para la iglesia. Su
autoridad está limitada por el principio regulador. Toda la
legislación necesaria para la iglesia de Dios se encuentra ya
en la Escritura. Los pastores sí tienen la autoridad y el deber
de disponer las circunstancias de la adoración a Dios y
aplicar los mandamientos de la Palabra de Dios. En el
ejercicio de esta autoridad, deben ser obedecidos. Sin
embargo, no tienen el derecho de añadir a los
mandamientos y la adoración que Dios ha dictado en Su
Palabra. Hacerlo sería, en el lenguaje de Colosenses 2:23,
¡una religión humana!
P 2: L
P 2.1.1: C

U
«
» (H .
2:42)
Capítulo 9

¿Las partes y las circunstancias


de la adoración?
Es un truismo que el maestro siempre aprende más de su
enseñanza que sus estudiantes. Pero he aquí mi
sorprendente experiencia de este truismo. A lo largo de los
años he aprendido más enseñando en las clases de la
Escuela Dominical de Adultos, llenas de cristianos
«ordinarios», que enseñando en las clases del seminario,
¡llenas de seminaristas! La razón es que los cristianos
«ordinarios» de esas clases de escuela dominical me han
hecho, en general, ¡preguntas más difíciles y profundas que
los seminaristas!
Lo mismo ocurre con el presente tema que supone la
distinción entre las partes y las circunstancias de la
adoración. Una madre joven, al oír esta distinción y
escucharme decir que las partes de la adoración deben ser
prescritas por Dios, pero no las circunstancias de la
adoración, me preguntó: —¿Dónde encuentra usted en las
Escrituras la distinción entre las partes y las circunstancias
de la adoración? Me quedé asombrado. Nadie en todos mis
años de enseñanza sobre este tema me había hecho esta
pregunta (que me parecía) perfectamente obvia.
Ahora bien, el tratamiento de las circunstancias de la
adoración en los capítulos anteriores proporciona parte de
la respuesta a esta buena pregunta. Hay una distinción de
sentido común que debe hacerse entre las partes
divinamente establecidas de la adoración y la
implementación circunstancial de esas partes en términos
de las reglas generales de la Escritura, como son: esas
reglas generales de máxima edificación y buen orden que
encontramos en 1 Corintios 14.
Pero la otra parte de la respuesta a esta pregunta es
proporcionar pruebas y ejemplos de la noción de que la
Biblia se ocupa de establecer lo que la tradición reformada
ha descrito como las «partes» o «elementos» de la
adoración.[84] La prueba clásica de esto se encuentra en
Hechos 2:42, un pasaje que ha cobrado especial
importancia en la tradición reformada con respecto a la
cuestión de las partes establecidas de la adoración.[85]
Para poder estudiar con detenimiento este pasaje clave,
primero debemos exponer su tema muy cuidadosamente. El
tema de este pasaje clave es La adoración formal de la
Iglesia apostólica. Consideraré este pasaje bajo cinco
encabezados:
I. El contexto de Hechos 2:42
II. El carácter de Hechos 2:42
III. La centralidad de Hechos 2:42
IV. La clasificación de Hechos 2:42
V. Los componentes de Hechos 2:42
I. El contexto de Hechos 2:42: La primera
descripción de la vida de la Iglesia original
justo después de Pentecostés
Siempre es importante en la exposición de cualquier pasaje
de la Escritura proporcionar un entendimiento de su
contexto. Esto suele ser crucial para una interpretación
correcta de dicho pasaje. ¿Cuál es el contexto en el que
aparece nuestro texto? Se trata de la Primera descripción
de la vida de la Iglesia original justo después de
Pentecostés.
La iglesia nació el día de Pentecostés.[86] Ese nacimiento
se describe en Hechos 2:41. Sí, la iglesia había existido en
algún sentido antes de ese gran día. Los 120 discípulos
reunidos y descritos en Hechos 1 eran en cierto sentido esa
iglesia. Pero esa era la iglesia in utero. La iglesia había sido
concebida allí pero aún no había nacido. En el día de
Pentecostés la iglesia llegó a un nacimiento glorioso, externo
y público. Esto ocurrió en los tres acontecimientos descritos
en el versículo 41. Hechos 2:41 dice: «Entonces los que
habían recibido su palabra fueron bautizados; y se
añadieron aquel día como tres mil almas». Algunos
recibieron la Palabra, fueron bautizados, y luego fueron
añadidos a la iglesia.
La adoración continua de esta iglesia recién nacida se
describe después en el versículo 42: «Y perseveraban en la
doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en
el partimiento del pan y en las oraciones» {RVR1960}.
Examinaremos este versículo en detalle.
Por último, en los versículos 43-47 se describen la vida y
la dinámica más amplia de su vida eclesial:
43Sobrevino temor a toda persona; y muchos prodigios y
señales eran hechas por los apóstoles. 44Todos los que habían
creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común;
45vendían todas sus propiedades y sus bienes y los
compartían con todos, según la necesidad de cada uno. 46Día
tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan
en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de
corazón, 47alabando a Dios y hallando favor con todo el
pueblo. Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que
iban siendo salvos.
Entonces, permítanme darles un resumen de la
descripción de la Iglesia apostólica original contenida en
estos versículos:
Versículo 41: Sus acciones originarias
Versículo 42: Su devoción continua
Versículos 43-47: Su dinamismo impresionante

II. El carácter de Hechos 2:42:


descriptivo, no directivo; narrativo, no
normativo
Ahora bien, si lo que he estado diciendo es cierto, entonces
este texto es una descripción y narración. Esto quiere decir
que el carácter el versículo 42 es descriptivo y no directivo,
narrativo y no (explícitamente) normativo. En otras palabras,
lo que tenemos aquí no son mandamientos y exhortaciones
en primer lugar, sino simplemente descripciones de la vida
de la Iglesia apostólica. Tanto el texto como su contexto
tienen este carácter.
¿Por qué es esto importante? No lo señalo porque piense
que no hay nada que aprender ni ninguna orientación o
dirección que pueda extraerse de este pasaje. De hecho,
creo todo lo contrario. Lo digo porque significa que debemos
tener cuidado con la forma en que nos aplicamos estos
pasajes. Los pasajes narrativos y descriptivos de la Biblia
tienen como objetivo enseñarnos por medio de ejemplos.
Muchas veces nos enseñan positivamente por este medio;
otras veces no. Pero a diferencia de los pasajes directivos y
normativos, la aplicación de los pasajes narrativos requiere
que pasemos por un proceso. No son mandamientos
directos [87], sino historias indirectas e informativas.
Debemos preguntarnos si se aplican a nosotros y cómo. Por
ejemplo, tomemos el Libro de Jueces. Muchas veces nos
enseña lo que no debemos hacer a modo de ejemplo. De
hecho, quizá este sea el mensaje general del libro.
Entonces, ¿cómo nos debemos aplicar este pasaje?
¿Por qué deberíamos considerar que Hechos 2:42 nos
enseña lo que debemos hacer en la iglesia?
En primer lugar, pocos negarían que el versículo anterior
(Hechos 2:41) pretende darnos un ejemplo positivo. Sería
discordante tomar el versículo 41 como un buen ejemplo, y
no el versículo 42. Leemos el versículo 41 y nos decimos a
modo de aplicación que también debemos recibir la Palabra,
bautizarnos y así ser añadidos a la iglesia. ¿Cómo entonces
podríamos llegar inmediatamente al versículo 42 y responder
que no tiene nada que enseñarnos?
En segundo lugar, el hecho de que esta adoración-
devoción tuviera lugar bajo el liderazgo directo de los
apóstoles de Cristo exige que debamos tomar el versículo
42 como un ejemplo positivo para nosotros en nuestra
adoración formal. Por sí mismo, esto nos lleva a pensar que
lo que estaba ocurriendo era apropiado y un ejemplo bueno
y necesario para nuestra adoración.
En tercer lugar, debemos tomar el versículo 42 como un
ejemplo positivo para nuestra adoración formal porque cada
uno de los elementos [88] que la componen es confirmado por
otros pasajes del Nuevo Testamento. Para «las enseñanzas
de los apóstoles», véanse 1 Timoteo 2 y 1 Corintios 14;
para el compartir o «la comunión», véase 1 Corintios 16:1-2;
para «el partimiento del pan», véase 1 Corintios 11; y para
«las oraciones», véase 1 Timoteo 2. El ejemplo positivo de
Hechos 2:42 es confirmado por las instrucciones positivas
del resto del Nuevo Testamento.
En cuarto lugar, debemos tomar el versículo 42 como un
ejemplo positivo para nuestra adoración debido al principio
regulador. Este dice que todo lo que no se ordena está
prohibido. La única alternativa a tomar Hechos 2:42 como
un ejemplo positivo para nuestra adoración es decir que
representa una violación del principio regulador de la
adoración de la iglesia. Si estas cosas no estaban bien,
entonces estaban mal. Cuando se trata de la adoración
formal de la iglesia, las partes de la adoración se ordenan o
se prohíben. No hay un punto medio. La adoración formal
descrita en Hechos 2:42 es correcta o incorrecta. Pero es
imposible pensar que la adoración dirigida por los (¡)
apóstoles de Cristo (!) descrita en el versículo 42 violara el
principio regulador. Por lo tanto, ¡debe ser considerada
como ordenada y correcta!
Pero hay una pregunta que se ha planteado sobre este
pasaje y probablemente esté en la mente de algunos de
ustedes y que, por tanto, debo responder. Algunos
argumentan que, si tomamos el versículo 42 como un
ejemplo positivo, también debemos tomar, de la misma
manera, los versículos 43-47 como un ejemplo positivo. Así
que preguntan: ¿Deberíamos entonces esperar señales y
prodigios hechos por apóstoles {hoy}? ¿Deberíamos
reunirnos diariamente en el templo? ¿Deberíamos decir que
nada de lo que tenemos es nuestro y tener todas las cosas
en común? Estas son preguntas razonables y merecen una
respuesta razonable. Así es como yo las respondería:
Los versículos 43-47 son claramente una
descripción de la vida más amplia de la comunidad
cristiana. Lo que ocurría en esa vida más amplia
no está en la misma categoría que lo que ocurría
en la adoración formal descrita en el versículo 42
y guiada por el principio regulador. Está claro que
el versículo 43 da un giro en la narración, pasando
de la adoración formal a la vida más amplia de la
iglesia.
Los versículos 43-47 tienen como objetivo
impresionarnos con el dinamismo y la autoridad
de la Iglesia apostólica. En cierto sentido, se trata
de un ejemplo positivo del que podemos aprender.
La intención es que quedemos impresionados
positivamente por esto, pero esto no quiere decir
que la iglesia actual pueda seguir o esté llamada a
seguir todas las acciones específicas descritas
en estos versículos. Algunas cosas son
admirables, pero no necesariamente obligatorias
o ejemplos a seguir. Nótese particularmente las
señales y prodigios hechos por los apóstoles, el
tener todas las cosas en común y la adoración
diaria en el templo. En cambio, lo que ocurría en
su adoración es obligatorio debido al principio
regulador. Entonces, la descripción del versículo
42 es admirable y obligatoria, mientras que la
descripción de los versículos 43-47 es admirable,
pero no necesariamente obligatoria.
A diferencia de los elementos de la adoración[89]
mencionados en el versículo 42, que por el resto
del Nuevo Testamento pueden confirmarse como
normativos para nosotros, muchas de las cosas
mencionadas no pueden confirmarse por el
Nuevo Testamento. De hecho, en algunos casos
no se ven positivamente como obligatorias. No se
ordena la adoración diaria, ni tener todas las
cosas en común, ni reunirse en el templo, ni las
señales y prodigios hechos por apóstoles.
Todo esto nos da derecho a considerar que el versículo
42 tiene un significado normativo para la iglesia que los
versículos 43-47 no tienen. Es como el padre que está
enseñando a su hijo de 9 años de edad a trabajar en el
jardín. Le dice a su hijo: —¡Observa! Entonces corta el
césped y utiliza la deshierbadora en los bordes. Después,
saca la motosierra (que anteriormente ha prohibido que su
hijo toque) y corta un pequeño árbol. El hijo debe quedar
impresionado por el corte del césped, la eliminación de las
malas hierbas y la tala del pequeño árbol. Pero no se
pretende que siga el ejemplo del padre en las tres cosas,
sino solo en las dos primeras. Lo mismo ocurre con esta
descripción de la Iglesia apostólica en Hechos 2:41-47.
Todo esto tiene como objetivo impresionarnos, pero no todo
pretende ser un ejemplo para nosotros.

III. La centralidad de Hechos 2:42:


La adoración formal de la Iglesia apostólica
Por supuesto, las cuatro cosas mencionadas en el versículo
42 parecen ser, por lo general, actos formales de adoración.
(Sí, incluso la comunión mencionada en el versículo 42,
como demostraré). Pero además de esto, cada cosa
mencionada tiene el artículo que sugiere que se refiere a un
acto específico de adoración. Por ejemplo, no es comunión,
sino «la comunión»; no es oración, sino «las oraciones». La
referencia es a los elementos específicos [90] de la adoración
cristiana. El versículo 42 describe los actos específicos
relacionados con la adoración pública de la iglesia.

IV. La clasificación de Hechos 2:42:


Dos pares de elementos
No solo está presente el artículo acompañando cada una de
las cosas mencionadas en el versículo 42; hay algo más que
se pasa por alto con facilidad y frecuencia. Los cuatro
elementos constitutivos de la adoración mencionados en el
versículo 42 se agrupan en dos pares. El griego dice
literalmente (nótese la colocación de la coma en la siguiente
traducción): «las enseñanzas de los apóstoles y la
comunión, el partimiento del pan y las oraciones». No hay
«y» entre el segundo y el tercer elemento, sino solo entre el
primero y el segundo, y entre el tercero y el cuarto. Esto
significa que el griego asocia las enseñanzas de los
apóstoles con la comunión o el compartir y asocia el
partimiento del pan con las oraciones. Si se observan las
versiones modernas en inglés,[91] verá que traducen el
versículo de una manera que muestra claramente estas dos
clasificaciones de elementos o divisiones (véanse la NASB,
ESV, NET y NIV).
Permítanme ilustrarlo. Supongamos que un joven
almuerza en casa de alguien. Más tarde, su madre le
pregunta qué ha comido y él responde: —Hemos comido
emparedados: mantequilla de maní y mermelada; tocino,
lechuga y tomate. No quiso decir —y su madre lo sabría—
que comió un (horrible) emparedado compuesto de
mantequilla de maní, mermelada, tocino, lechuga y tomate.
No, ella supondría por la estructura de la oración que su hijo
comió dos tipos de emparedados. Asimismo, la estructura
griega aquí sugiere que había dos divisiones en la adoración
apostólica cristiana. Una parte se describe como las
enseñanzas de los apóstoles y la comunión. La otra parte se
describe como el partimiento del pan y las oraciones.
Hay una interesante confirmación de esta división en la
historia temprana de la iglesia. N. R. Needham en su primer
volumen de historia de la iglesia titulado {trad. oficial} 2000
Años del Poder de Cristo, hace estas observaciones sobre
la adoración en la Iglesia apostólica como se representa en
los primeros documentos cristianos. Habla de la distinción
entre lo que se llamaba el «culto de la Palabra» y el «culto
del aposento alto»:
Un punto importante [...] es que el culto de adoración se dividía
en dos partes distintas. La primera parte, conocida como «el
culto de la Palabra» (canto, lectura, sermón) estaba abierta a
los creyentes bautizados, a los que recibían instrucción en la fe
cristiana y, probablemente, a los que tenían curiosidad por el
cristianismo. La segunda parte, las oraciones y [...] (la Cena
del Señor), era solo para los que habían sido bautizados; el
resto debía marcharse.[92]
Curiosamente, esto nos trae a la memoria Hechos 2:42.
Nos recuerda a Hechos 2:42 de dos formas. En primer
lugar, nos recuerda la distinción entre las enseñanzas de los
apóstoles y la ofrenda, por un lado, y el partimiento del pan y
las oraciones, por otro. En segundo lugar, también nos
recuerda cómo el partimiento del pan está relacionado con
las oraciones.
V. Los componentes de Hechos 2:42
Incluso una lectura superficial de Hechos 2:42 muestra que
la adoración formal de la Iglesia apostólica estaba
compuesta por al menos cuatro elementos principales.
Consideraremos estos elementos brevemente y uno a la vez
solo para aclarar su identidad y mostrar el interés del Nuevo
Testamento por especificar la identidad de las partes de la
adoración en la adoración de la Iglesia apostólica.

Las enseñanzas de los apóstoles


La palabra enseñanza puede referirse tanto al acto de
enseñar como a lo que se enseña. Probablemente se trata
de ambas cosas. Se dedicaron al acto de enseñanza de los
apóstoles y luego, consiguientemente, a lo que enseñaban.
Enseñanza se refiere básicamente a la comunicación de
un sistema de doctrina. Por supuesto, el ministerio de la
Palabra debe implicar más que la comunicación de la
doctrina, pero no puede ser menos. Un sistema coherente
de la verdad debe estar implícito y enfatizado en el ministerio
de la Palabra. Solo cuando tal sistema de la verdad es la
base para el ministerio público de la Palabra, se puede
hacer apropiadamente una aplicación cálida y práctica. El
camión de volteo debe estar lleno de la verdad antes de que
se pueda dar marcha atrás y verter sobre los oyentes. De lo
contrario, la aplicación es solo la emoción vacía del
predicador o su opinión personal.
El ministerio de la Palabra en la Iglesia apostólica no se
limitaba a un solo hombre. Era la enseñanza de los
apóstoles en plural. La idea de que el ministerio público debe
estar principal o exclusivamente en manos de un solo
hombre en cualquier iglesia es una tradición humana sin
base bíblica. Es correcto y bueno que el ministerio público
de la Palabra en cualquier iglesia sea compartido por varios
hombres. Por supuesto, esto no quiere decir que un anciano
no pueda predicar más que otro, pero sí expone la falsedad
del «modelo de ministerio de un solo hombre» para la vida
de la iglesia.
El ministerio público de la Palabra ocupa el lugar más
importante en esta lista de los elementos o partes de la
adoración de la iglesia. Por supuesto, está claro que la
enseñanza de los apóstoles no era lo único, pero está
igualmente claro que era lo primero. Lo primero en la
adoración y la primera prioridad en la vida de la iglesia es la
doctrina y la enseñanza de la iglesia. Nada más puede
compensar las deficiencias en esta área. La música y el
canto son importantes. Que nadie me malinterprete. El canto
congregacional de la Palabra es una parte establecida de la
adoración. Las circunstancias de nuestro canto deben ser
tratadas de tal manera que sirvan mejor a las personas de la
iglesia. Es importante cómo y qué cantamos. Pero en este
pasaje, ¿no es sorprendente (dadas las prioridades de la
iglesia de hoy) que la música y el canto ni siquiera se
mencionen? Esto dice algo muy penetrante sobre las
prioridades equivocadas de la iglesia actual.
La comunión
«La comunión» en Hechos 2:42 se refiere a la ofrenda de
contribuciones financieras con la iglesia. Reconozco que a
muchos de nosotros nos parece extraño pensar en la
comunión como la ofrenda formal de la iglesia. Sin embargo,
esta interpretación no es tan extraña como se piensa.
Calvino, en su comentario sobre Hechos 2:42, señala:
Porque ҡοɩνωνɩα, a menos que se le añada algo, nunca
aparece en este sentido; por lo tanto, lo refiero más bien a la
sociedad mutua y la comunión, las limosnas y otros deberes
de la comunión fraternal.[93]
Sin embargo, el propio texto nos da pistas de que se trata
de algo diferente a lo que normalmente consideramos como
«comunión». El primer indicio de que se trata de algo más
que lo que normalmente consideramos como comunión es
que el sustantivo es definido. Es «la comunión». La segunda
pista es que esta comunión se menciona en una lista de
elementos de la adoración. Los siguientes aspectos
confirman la identificación de la comunión como la ofrenda
formal de la iglesia en su adoración.
La palabra utilizada aquí y traducida como comunión es
una de las palabras más comunes del Nuevo Testamento
para referirse a dar o contribuir. La palabra griega para
comunión significa compartir o tener algo en común y, por
lo tanto, a menudo significa contribuir con algo para otra
persona. Véanse las siguientes referencias en las que he
resaltado con cursivas la palabra raíz traducida como
«comunión» en Hechos 2:42:
Romanos 15:26: «pues Macedonia y Acaya han tenido a bien
hacer una colecta para los pobres de entre los santos que
están en Jerusalén».
2 Corintios 9:13: «Por la prueba dada por esta ministración,
glorificarán a Dios por vuestra obediencia a vuestra confesión
del evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra
contribución para ellos y para todos».
Hebreos 13:16: «Y no os olvidéis de hacer el bien y de la
ayuda mutua, porque de tales sacrificios se agrada Dios».
Romanos 12:13: «contribuyendo para las necesidades de los
santos, practicando la hospitalidad».
Gálatas 6:6: «Y al que se le enseña la palabra, que comparta
toda cosa buena con el que le enseña».
Filipenses 4:15: «Y vosotros mismos también sabéis,
filipenses, que al comienzo de la predicación del evangelio,
después que partí de Macedonia, ninguna iglesia compartió
conmigo en cuestión de dar y recibir, sino vosotros solos».
1 Timoteo 6:18: «Enséñales que hagan bien, que sean ricos en
buenas obras, generosos y prontos a compartir».
Esta misma palabra raíz se utiliza en los versículos y
capítulos siguientes para describir la distribución de bienes
entre los primeros cristianos:
Hechos 2:44: «Todos los que habían creído estaban juntos y
tenían todas las cosas en común».
Hechos 4:32: «La congregación de los que creyeron era de un
corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo lo que poseía,
sino que todas las cosas eran de propiedad común».
El compartir o dar de los primeros cristianos se describe
como poner sus dones a los pies de los apóstoles en un
entorno público (Hch. 4:35, 37; 5:2). Esta entrega de sus
dones a los pies de los apóstoles parece representar un
entorno formal, o al menos público, en el que se traían estos
dones; y es difícil excluir de tal imagen la adoración pública
de la iglesia. Lenski observa: «Parece que se los representa
sentados en una plataforma y en ese momento
administraban la distribución de los fondos traídos
voluntariamente».[94]

El partimiento del pan


Lo primero que hay que afirmar aquí es que se trata de una
referencia a la ordenanza o sacramento de la Mesa del
Señor. Este es el lenguaje exacto, el partimiento del pan, que
se emplea en la institución de la Cena del Señor en los
evangelios. Este es el lenguaje exacto usado en la Mesa del
Señor en 1 Corintios 10 y 11. Aunque este lenguaje de partir
el pan puede emplearse para las comidas ordinarias,
cuando se usa en la descripción de la adoración formal de la
Iglesia apostólica como se utiliza aquí, está claro que se
refiere a la Cena del Señor.
Lo segundo que hay que afirmar es que quizá el
partimiento del pan sea una parte ordinaria o regular de la
adoración formal de la iglesia. Parece haber sido una parte
tan regular de la adoración de la iglesia como las
enseñanzas de los apóstoles, las contribuciones y las
oraciones. Creo que esto habla a favor de una celebración
más regular de la Mesa del Señor como parte de la
adoración. No creo que obligue necesariamente a una
observancia semanal, pero sí creo que sugiere que la
observancia trimestral, bimensual e incluso mensual es
insensible al hecho de que la Cena del Señor era una parte
tan regular de la adoración de la Iglesia apostólica como las
otras tres cosas mencionadas en Hechos 2:42.
Las oraciones
Lo primero que hay que entender es la traducción apropiada
de este cuarto y último elemento de la adoración cristiana
que se menciona aquí. Es «las oraciones». Permítanme
reconocer aquí las versiones que traducen «las oraciones».
En el original en griego no dice «and prayer» (y oración),
como vierten sin el artículo algunas traducciones al inglés, ni
«la oración» en singular, como dicen la NBLA, LBLA, NVI;
sino «las oraciones», como traducen RVR60, RVA2015,
BTX IV, BTX II. La traducción de la RVR60 muestra que el
artículo está presente y que la palabra está en plural. Así
está en el original realmente: «y las oraciones».
Lo segundo que hay que mencionar es el pasaje paralelo.
Se trata de 1 Timoteo 2:8 donde Pablo ordena a los varones
adultos que oren en todo lugar donde la iglesia se reúna
para la adoración. Los paralelismos entre Hechos 2:42 y 1
Timoteo 2:8 son que las oraciones que se mencionan están
en plural, ya que son dirigidas por hombres (en plural), y que
se habla de tales oraciones como parte regular de la
adoración cristiana.
He aquí, entonces, cuatro de los elementos básicos de la
adoración cristiana. No digo que sean todos los elementos
básicos de la adoración cristiana. Pero ciertamente
debemos decir que son cuatro de los elementos más
básicos y más importantes. ¿Qué significa esto en la
práctica?
En primer lugar, este pasaje muestra que la noción de las
partes de la adoración establecidas por Dios no es ajena a
la mentalidad de la Biblia. Antes bien, las partes de la
adoración establecidas se mencionan de forma destacada
en la primera descripción de la vida de la Iglesia apostólica.
En segundo lugar, esto quiere decir que es el deber de la
Iglesia cristiana observar regularmente estos elementos en
su adoración. Además, recuérdese que esta observancia no
debe ser minimalista ni externalista. No se debe mostrar la
siguiente mentalidad: «Vamos a pasar por todos para poder
decir que los hicimos». Hay que tomarse tiempo para
observar espiritual y significativamente estos elementos de
manera que hagan bien al alma.
En tercer lugar, esto quiere decir que es el deber de los
ancianos de una iglesia convocar suficientes reuniones
regulares de la iglesia para incorporar estos elementos. La
sabiduría y la experiencia demuestran que esto requerirá a
menudo, e incluso por lo general, más de una reunión por
semana. Si es el deber de la iglesia reunirse más de una vez
por semana para observar estos elementos innegociables
de la adoración, entonces es el deber de los miembros de la
iglesia estar presentes en esas reuniones a menos que se
vean impedidos de asistir providencialmente. La iglesia tiene
la responsabilidad bíblica de exigir dicha asistencia.
En cuarto lugar, esto quiere decir que los cristianos
deberían confiar en el Dios que ordenó estos elementos de
la adoración y creer que usarlos como Él quiere, como
medios de gracia, beneficiará sus almas. Si buscamos a
Dios de la manera que Él ha establecido, Él nos permitirá
encontrarlo.
En quinto lugar, esto significa que no debemos hacer de
estos elementos de la adoración cristiana fines en sí
mismos, sino medios de gracia. No son Cristo, son ventanas
a través de las cuales podemos ver a Cristo. No son gracia,
sino fuentes por medio de las cuales la gracia es traída a
nosotros. No decimos «Cristo y no las ordenanzas, ni
decimos las ordenanzas y no Cristo, tampoco decimos las
ordenanzas como Cristo, sino Cristo en y a través de las
ordenanzas». Busquen a Cristo en Sus ordenanzas de
adoración formal.
P 2.1.2: C

(M .
15:8-9)
Capítulo 10

¡Las partes para el corazón de


la verdadera adoración y un
corazón para las partes!
Es una queja común: «Hoy no he recibido nada en la
iglesia». Por supuesto, puede haber una serie de razones
por las que esto sucede. Algunas iglesias se han alejado
tanto de la Biblia, se han centrado en el hombre y se han
orientado al entretenimiento, que es poco lo que se puede
obtener de sus cultos. Pero hay una pregunta bíblica que
debe ser respondida cuando se oye una declaración como
esta. Habría que preguntarse: «¿Es posible que no haya
recibido nada de la iglesia porque no ha puesto nada en
ella?». El pasaje clave que quiero que consideres en este
capítulo es Mateo 15:8-9: 8«E
, . 9M
,
». También hay que ver el pasaje
del Antiguo Testamento que Jesús está citando aquí. Isaías
29:13 dice: «Dijo entonces el Señor: Por cuanto este pueblo
se me acerca con sus palabras y me honra con sus labios,
pero aleja de mí su corazón, y su veneración hacia mí es
solo una tradición aprendida de memoria».
Hay que reconocer que un estudio de las partes
necesarias de la adoración suena muy objetivo, por decirlo
amablemente: —Esto es lo que deberíamos hacer en la
adoración. Esto es lo que no deberíamos hacer. Suena
bastante seco y polvoriento, ¿no es así? La verdad es que
nada está, y nada debería estar, más lejos de la verdad que
una respuesta así a este tema. Los textos que constituyen la
base de este capítulo muestran la falacia de semejante
respuesta a este asunto. Subrayan que hay dos cosas que
van juntas: Un corazón para las partes de la adoración y las
partes de la adoración para el corazón de la adoración.

I. Un corazón para las partes de la adoración


Ahora bien, para demostrar que debemos tener un corazón
para las partes de la adoración, tengo que mostrarles dos
cosas.

La adoración es para Dios


Jesús dice primero en los textos que sustentan este capítulo
que debemos tener un corazón para las partes de la
adoración. Escúchenlo de nuevo: «E
,
». No basta con pasar por la adoración divina y sus partes
constitutivas sin un corazón comprometido. Incluso si lo que
hacemos es perfectamente ortodoxo, Jesús dice que
nuestro corazón debe estar comprometido. Si no lo está,
Jesús dice en Mateo 15:9 que nuestra adoración es
«van[a]». Esa palabra significa aquí que no tiene ningún fin
o que no tiene ningún resultado bueno. Pero esto plantea
una pregunta. ¿Cuál debería ser el resultado de la
adoración?
1 Pedro 2:5 responde: «también vosotros, como piedras
vivas, sed edificados como casa espiritual para un
sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales
aceptables a Dios por medio de Jesucristo». ¿Ven por qué
en este versículo nuestro disfrute de la adoración no es lo
primero ni lo importante? Esto se debe a que la adoración no
está dirigida a nosotros sino a Dios, para empezar. La
adoración cristiana es ofrecer «sacrificios espirituales
aceptables a Dios». ¿Lo ven? La adoración tiene la
intencionalidad de agradar a Dios. Para que tenga un
resultado útil y no sea la adoración vana que Jesús
condena, debe ser aceptable a Dios.

La adoración requiere que nuestros corazones


estén comprometidos
El punto de Jesús es que la adoración sin un corazón
comprometido no complace a Dios y, por lo tanto, es inútil y
sin sentido. Por supuesto, Pedro está diciendo lo mismo
cuando llama a los cristianos a ofrecer «sacrificios
espirituales» a Dios. Esto nos recuerda el gran texto central
sobre la adoración en el Nuevo Testamento: Juan 4:24:
«Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en
espíritu y en verdad». A menos que nuestro corazón y
nuestro espíritu estén comprometidos en la adoración, no
está sucediendo nada agradable a Dios y nuestra adoración
es en vano.
En nuestra época tendemos a pensar en términos de una
dicotomía. Contraponemos el corazón para la adoración a
las partes de la adoración. Quiero mostrarles que este tipo
de contraposición o dicotomía entre el corazón y las partes
de la adoración es errónea y antibíblica.
II. Las partes de la adoración para el corazón
de la adoración
Vuelvan a mirar nuestros textos. Mateo 15:9 dice: «M
,
». Isaías 29:13 dice: «Dijo
entonces el Señor: Por cuanto este pueblo se me acerca
con sus palabras y me honra con sus labios, pero aleja de
mí su corazón, y su veneración hacia mí es solo una
tradición aprendida de memoria».
He aquí lo interesante de estos pasajes. No contraponen
el corazón y las partes de la adoración; los yuxtaponen. Es
decir, no los tratan como enemigos, sino como amigos. No
los contraponen; antes bien, los ponen juntos. Alejar el
corazón de Dios se yuxtapone con adorar según la
tradición aprendida de memoria y enseñar como doctrinas
los preceptos de hombres. Tener el corazón correcto en la
adoración y tener las partes correctas (divinamente
establecidas) de la adoración no se contraponen, sino que
se relacionan. ¡Estos pasajes relacionan el no tener el
corazón correcto y no tener las partes divinamente
establecidas! Es necesario tener tanto el corazón
comprometido en la adoración como las partes divinas de la
adoración. Ambos se ayudan mutuamente.
Otra forma de ver esto es pensar más detenidamente en
esos sacrificios espirituales que Pedro menciona. Cuando
escuchan «sacrificios espirituales», ¿en qué piensan?
¿Piensan en una variedad de emociones y sentimientos?
Ciertamente, las emociones y los sentimientos son
deseables, pero eso no es lo que la Biblia quiere decir con
«sacrificios espirituales». De hecho, los sacrificios
espirituales están relacionados con las partes necesarias
de la adoración. Ofrecemos a Dios sacrificios espirituales al
hacer ciertas cosas en la adoración con nuestro corazón.
Argumentaría que cada parte de la adoración corporativa
implica dar a Dios un sacrificio espiritual. De hecho, tengo
textos que prueban que la adoración tiene al menos cuatro
partes. Tal vez los ayude a entenderlo mejor si señalo los
diversos sacrificios espirituales que requieren que nuestros
corazones estén comprometidos si van a ser ofrecidos.

(1) Debemos ofrecer a Dios el sacrificio espiritual


con un oído que tiembla ante Su Palabra
Permítanme recordarles dos pasajes importantes sobre este
tema:
Salmos 51:16-17: «Porque no te deleitas en sacrificio, de lo
contrario yo lo ofrecería; no te agrada el holocausto. Los
sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y
humillado, oh Dios, no despreciarás».
Isaías 66:1-3: «Así dice el Señor: El cielo es mi trono y la
tierra el estrado de mis pies. ¿Dónde, pues, está la casa que
podríais edificarme? ¿Dónde está el lugar de mi reposo? Todo
esto lo hizo mi mano, y así todas estas cosas llegaron a ser —
declara el S . Pero a este miraré: al que es humilde y
contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra. El que mata
un buey es como el que mata a un hombre, el que sacrifica un
cordero como el que desnuca un perro, el que presenta
ofrenda de cereal como el que ofrece sangre de cerdo, el que
quema incienso como el que bendice a un ídolo. Como ellos
han escogido sus propios caminos, y su alma se deleita en sus
abominaciones».
Permítanme mencionar un par de aplicaciones de esto:
¿Han pensado alguna vez en las cosas que estropean
este sacrificio y lo hacen desagradable a Dios a la luz de
cómo es en verdad? Cuán desagradables son para Dios el
adormecimiento y la distracción bajo la Palabra. No digo
esto para desanimar a los que luchan con mantenerse
alertas debido a problemas médicos. Pero una cosa es
lamentarse y luchar con estas cosas y otra muy distinta es
entregarse a ellas sin un sentido de la solemne importancia
de cómo escuchamos la Palabra.
¿Han prestado la debida atención al estado de sus
corazones al escuchar la Palabra? El hecho de que se trate
de un sacrificio espiritual significa que la actitud de sus
corazones ante la Palabra es de crucial importancia.
Debemos dar a Dios corazones creyentes, dispuestos a ser
enseñados, sumisos y arrepentidos.
(2) Debemos ofrecer a Dios el sacrificio espiritual
de una contribución consagrada y alegre a Su
causa
La Escritura es clara en cuanto a que nuestro dar, cuando
proviene de un corazón correcto, es un sacrificio espiritual
aceptable a Dios.
Malaquías 3:8 dice: «¿Robará el hombre a Dios? Pues
vosotros me estáis robando. Pero decís: “¿En qué te hemos
robado?”. En los diezmos y en las ofrendas». La palabra
traducida como «ofrendas» se refiere al tipo de ofrendas
que se daban a Dios en la adoración en el templo. Por lo
tanto, las contribuciones tangibles a la causa de Dios se
describen como un tipo de sacrificio o regalo a Dios.
Filipenses 4:18 dice: «Pero lo he recibido todo y tengo
abundancia; estoy bien abastecido, habiendo recibido de
Epafrodito lo que habéis enviado: fragante aroma, sacrificio
aceptable, agradable a Dios». Aquí se utiliza la misma
palabra («sacrificio») que en 1 Pedro 2:5 para describir las
contribuciones que los creyentes filipenses recogieron y
enviaron a Pablo.
Hebreos 13:16 dice: «Y no os olvidéis de hacer el bien y
de la ayuda mutua, porque de tales sacrificios se agrada
Dios». La frase «de hacer el bien y de la ayuda mutua» se
refiere a las obras de beneficencia y las contribuciones
caritativas a los necesitados. La palabra «ayuda mutua» es
particularmente interesante porque tiene una referencia
específica a dar al Señor para fines caritativos (Rom. 15:26;
2 Cor. 9:13). Tales contribuciones formaban parte de la
adoración de la Iglesia apostólica (Hch. 2:42).
En 2 Corintios 8:5 se lee: «y esto no como lo habíamos
esperado, sino que primeramente se dieron a sí mismos al
Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios». Este
versículo enfatiza el espíritu de consagración que es la raíz
de este sacrificio. Para que ofrendar sea un sacrificio
aceptable al Señor, debe provenir de personas que
primeramente se hayan dado al Señor.
Segunda de Corintios 9:7 dice: «Que cada uno dé como
propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación,
porque Dios ama al dador alegre». Este versículo nos
enseña que el espíritu de consagración con el que damos a
Dios no debe ser a regañadientes. Debe ser un espíritu de
alegría y disposición que motive nuestras ofrendas al Señor.
¿Qué lecciones aprendemos del hecho de que ofrendar
con un motivo correcto es un sacrificio espiritual aceptable a
Dios?
No solo debemos preocuparnos por dar, sino también con
qué espíritu damos. ¡Deberíamos dar! Pero el mero hecho
de dar, sin importar la cantidad, no agradará a Dios. Es un
sacrificio espiritual. Deben mirar sus corazones y tener
cuidado con la forma en que dan.
Aprendemos cuáles son las cualidades espirituales que
Dios busca en el sacrificio de nuestras contribuciones. Él
quiere consagración. Debemos dar a Su causa porque
primeramente nos hemos dado a Él y a Su causa (2 Cor.
8:5). Pero Dios no solo quiere consagración, Él quiere
alegría también. El Señor ama al dador alegre. Tu sacrificio
debe ser alegre para que sea aceptado. Debemos
deleitarnos dando a Dios y decepcionarnos solamente por
no poder dar más.
Ofrendar no debe ser considerado un asunto carnal que
no tiene lugar en la adoración santa. La Biblia identifica
explícitamente el ofrendar como un sacrificio espiritual.
Entonces no hay nada inapropiado en ofrendar como parte
de la adoración. Es totalmente correcto.

(3) Debemos ofrecer a Dios el sacrificio espiritual


de una intercesión aceptable en Su propiciatorio
De nuevo, la Biblia identifica explícita y repetidamente que la
oración es un sacrificio espiritual. Los principales pasajes
son:
Isaías 56:7: «yo los traeré a mi santo monte, y los alegraré en
mi casa de oración. Sus holocaustos y sus sacrificios serán
aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de
oración para todos los pueblos».
Salmos 141:2: «Sea puesta mi oración delante de ti como
incienso, el alzar de mis manos como la ofrenda de la tarde».
Malaquías 1:11: «Porque desde la salida del sol hasta su
puesta, mi nombre será grande entre las naciones, y en todo
lugar se ofrecerá incienso a mi nombre, y ofrenda pura de
cereal; pues grande será mi nombre entre las naciones —dice
el Señor de los ejércitos».
1 Timoteo 2:8: «Por consiguiente, quiero que en todo lugar los
hombres oren levantando manos santas, sin ira ni
discusiones».
1 Timoteo 2:8 registra el cumplimiento neotestamentario
de Malaquías 1:11. Habla de cómo los «gentiles» (1 Tim.
2:7) deben ofrecer a Dios el incienso de la oración «en todo
lugar» donde se reúnan para la adoración corporativa.
Permítanme aplicar esto de dos maneras.
La oración es un sacrificio espiritual que debe ofrecerse
a Dios con un espíritu correcto. Nuestro espíritu en la
oración debe ser alegre. Debemos estar alegres en la casa
de oración (Isa. 56:7). Nuestro espíritu en la oración debe
ser pacífico. No debemos llenarnos de ira y disensión contra
nuestros hermanos cuando oramos a Dios, especialmente
en medio de Su iglesia (1 Tim. 2:8). Nuestro espíritu en la
oración debe ser puro. Debemos levantar manos santas,
limpias por medio del arrepentimiento y la sangre de Cristo
de los pecados que contaminan (1 Tim. 2:8). Sin un espíritu
alegre, pacífico y puro, este sacrificio no es agradable a
Dios. Sin estas cualidades no es un aroma fragante. Es más
bien un hedor en Sus narices santas. Pero la solución no es
negarse a venir a la reunión de oración. La solución es
arrepentirse de sus actitudes malolientes que hacen o
harían de sus oraciones en la iglesia un hedor.
Todos deberían ofrecer constantemente este sacrificio en
la reunión de la iglesia porque su identidad misma es la de
una casa de oración. Debería ser ofrecido
congregacionalmente por toda la iglesia durante la oración
pastoral pidiendo la bendición. No está permitido
desconectarse cuando el pastor está orando. Debemos
participar en su oración. Déjense guiar por él en oración. Se
debería ofrecer corporativamente en la reunión de oración
cuando los hombres de la iglesia dirigen las oraciones.
Cuando estén allí, tienen el privilegio de ofrecer a Dios el
sacrificio espiritual de la oración participando en las
oraciones de los hombres que las dirigen.

(4) Debemos ofrecer a Dios el sacrificio espiritual


de un canto agradecido de Su alabanza
He dejado este sacrificio para el final porque es el más
destacado en el texto de la Escritura. A menudo la Biblia
habla del sacrificio de alabanza. Un texto clave es Hebreos
13:15: «Por tanto, ofrezcamos continuamente mediante Él,
sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de labios que
confiesan su nombre». Nada de lo que estoy diciendo
pretende negar que haya un lugar para los cantos de
lamentación, pero el espíritu habitual del pueblo de Dios en la
adoración debería ser de alegría y acción de gracias.
Debe proceder de un espíritu de alegría:
Nehemías 12:43: «y ofrecieron aquel día grandes sacrificios y
se regocijaron porque Dios les había dado gran alegría;
también las mujeres y los niños se regocijaron; y el regocijo de
Jerusalén se oía desde lejos».
Salmos 27:6: «Entonces será levantada mi cabeza sobre mis
enemigos que me cercan; y en su tienda ofreceré sacrificios
con voces de júbilo; cantaré, sí, cantaré alabanzas al S ».
También debe proceder de un espíritu de acción de
gracias:
Salmos 50:14: «Ofrece a Dios sacrificio de acción de gracias,
y cumple tus votos al Altísimo».
Salmos 50:23: «El que ofrece sacrificio de acción de gracias
me honra; y al que ordena bien su camino, le mostraré la
salvación de Dios».
Salmos 56:12: «Están sobre mí, oh Dios, los votos que te hice;
ofrendas de acción de gracias te ofreceré».
Salmos 116:17: «Te ofreceré sacrificio de acción de gracias, e
invocaré el nombre del S ».
Jeremías 17:26: «Vendrán de las ciudades de Judá y de los
alrededores de Jerusalén, de la tierra de Benjamín, de la tierra
baja, de la región montañosa y del Neguev, trayendo
holocaustos, sacrificios, ofrendas de grano e incienso, y
trayendo sacrificios de acción de gracias a la casa del
S ».
Hebreos 13:15: «Por tanto, ofrezcamos continuamente
mediante Él, sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de
labios que confiesan su nombre».
Se debe expresar ordinariamente con un canto sincero:
Salmos 27:6: «Por tanto, ofrezcamos continuamente mediante
Él, sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de labios
que confiesan su nombre».
Salmos 107:22: «Ofrezcan también sacrificios de acción de
gracias y pregonen sus obras con cantos de júbilo».
Hebreos 13:15: «Por tanto, ofrezcamos continuamente
mediante Él, sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de
labios que confiesan su nombre».
Hay varias aplicaciones sencillas de todo esto:
Recuérdese que este canto debe ser un sacrificio
espiritual. No es suficiente cantar en voz alta si nuestros
corazones están desprovistos de alegría en el Señor y de
acción de gracias por Sus misericordias hacia nosotros. Es
esta alegría y gratitud lo que hace que sea un sacrificio
espiritual.
La forma habitual de ofrecer a Dios el sacrificio de
alabanza es con alegría y gratitud. Si cantamos con alegría y
gratitud, no musitaremos los himnos. Musitar las alabanzas a
Dios es una mentira. Por lo general, creo que si nuestros
corazones están llenos de alegría y acción de gracias,
cantaremos con valentía y en voz alta. Deberíamos aspirar
a tener congregaciones que se destacan por cómo cantan
las alabanzas a Dios.
El lugar principal en el que se debe ofrecer este sacrificio
a Dios es en el canto congregacional. Porque es
principalmente por medio del canto congregacional que el
sacerdocio santo de la iglesia en su adoración corporativa
da a Dios el sacrificio espiritual de alabanza. Un coro no
puede hacer esto por nosotros, tampoco un solista.
Nuestros propios labios deben dar la alabanza a Dios.
Antes de concluir este capítulo hay que hacer varias
aplicaciones:
Cuando venimos a adorar, debemos estar preparados
para dar a Dios un sacrificio. ¿Qué hacemos cuando
venimos a adorar? ¿Qué pretendemos hacer? ¡Debemos
venir a la adoración preparados para hacer algo!
La adoración no nos permite en ninguna manera ser
espectadores pasivos, sino participantes activos. ¡Todos
somos sacerdotes en el templo espiritual encargados de
ofrecer sacrificios espirituales!
Si tomamos en serio estos principios de adoración de
«corazones comprometidos», «las partes de la adoración
divinamente establecidas» y ofrecer sacrificios
espirituales, nuestra adoración será una bendición para
nosotros mismos y será atractiva para los demás. ¿Qué
queremos que las personas piensen cuando vienen a adorar
con nosotros? ¿Queremos que piensen que somos un grupo
de formalistas ritualistas o cristianos solo de nombre y
tibios? Entonces no adoremos de una manera que
ciertamente da esa impresión.
No creamos la mentira del diablo de que la atención al
principio regulador y a las partes necesarias de la
adoración harán que la adoración sea muerta y formal. La
Biblia une el corazón y las partes de la adoración, y lo que
Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
Un ejemplo de esto es la controversia sobre la práctica
cada vez más común de las iglesias evangélicas de celebrar
la Cuaresma. Mi primer argumento contra los cristianos que
celebran la Cuaresma sería que no forma parte de la religión
bíblica. Es más bien una religión humana. Pero la semana
que prediqué sobre este tema a nuestra iglesia, una de
nuestras queridas mujeres dejó claro en su blog otro
problema al respecto. Dijo que celebrar la Cuaresma no
promueve en ella un corazón de verdadera adoración. No
ayuda a la adoración evangélica, sino todo lo contrario.
Eso es exactamente lo que trato de decir. Hay dos cosas
cruciales para la verdadera adoración: las partes correctas
y el corazón correcto. El corazón correcto nos llevará a las
partes correctas. Las partes correctas promoverán el
corazón correcto. El corazón correcto y las partes correctas
van juntos y se apoyan mutuamente.
¡No dejemos que nadie nos diga que si tenemos las
partes (divinamente establecidas), no necesitamos el
corazón! Por otro lado, ¡no dejemos que nadie nos diga
que, si tenemos el corazón, no necesitamos las partes de
la adoración (divinamente establecidas)! ¡La verdadera
adoración requiere tanto el corazón para las partes de la
adoración como las partes de la adoración para el corazón!
Es la adoración irreflexiva según la tradición humana en
lugar de según el precepto divino lo que destruye la
adoración verdadera y sincera.
P 2.2.1: L

¡L P !
Capítulo 11

Primero, ¡la proclamación de


la Palabra!
En el estante de mi estudio tengo un libro titulado {trad. no
oficial} Los oráculos de Dios, de T. H. L Parker.[95] Es un
estudio sobre la predicación de Juan Calvino. Muestra que
una de las cosas que trajo la Reforma fue el rescate de la
predicación de la Palabra de Dios. De hecho, la Reforma
identificó la predicación como la Palabra de Dios. Ahora, por
supuesto, no atribuían infalibilidad a ningún predicador, pero
sí creían que Dios se acercaba a Su pueblo y le hablaba en
el ministerio público de la Palabra de Dios. ¡Por eso fue muy
apropiado que Parker diera a su libro sobre la predicación
de Calvino el título {trad. no oficial} Los oráculos de Dios!
Tenemos que rescatar ese concepto de la predicación.

Introducción
En la segunda parte de este libro hemos comenzado a
estudiar las partes necesarias de la adoración. Los dos
últimos capítulos han constituido una especie de
introducción general a este tema. En este capítulo comienzo
a especificar cuáles son esas partes necesarias de la
adoración. Pero aquí nos enfrentamos a una pregunta
importante: ¿Qué hace que una prueba sea suficiente para
demostrar que algo debería ser observado como parte de la
adoración?
Quienes se oponen al principio regulador a veces
sostienen que este requiere un mandamiento explícito para
todo lo que hacemos en la adoración. Esto es ciertamente
un malentendido, como mostraré más adelante. Sin
embargo, los defensores del principio regulador en
ocasiones han contribuido a este malentendido sin darse
cuenta. He citado un par de veces el resumen conciso del
principio regulador que proporciona G. I. Williamson: «Lo
que se manda es correcto, y lo que no se manda es
incorrecto».[96] Algunos piensan que la declaración de
Williamson requiere mandamientos explícitos para cualquier
cosa que se haga en la adoración corporativa. No creo que
esta sea su intención. Solo quiere contrastar claramente el
punto de vista regulador con el punto de vista normativo.
Williamson no está diciendo que las partes de la adoración
nos deben llegar necesariamente en forma de mandatos o
imperativos en la Escritura. Más bien, pienso que está
diciendo simplemente que debemos tener una revelación
divina que en efecto proporcione tal mandamiento. Creo que
él estaría de acuerdo en que un mandamiento explícito no
es necesario y que un mandamiento implícito es suficiente.
Independientemente de cuál sea el caso, debo aclarar
que no creo que para justificar una parte de la adoración
sea necesario un mandamiento explícito. Piénsenlo. Los que
creen en el principio regulador deben suponer también que
este se practicó en los ejemplos bíblicos de la adoración
correcta. Entonces, para nosotros, un ejemplo bíblico o un
precedente de algo que se practica como parte de la
adoración neotestamentaria sería suficiente para
establecerlo como una parte necesaria de la adoración.
Esto constituiría para nosotros un mandamiento implícito,
aunque no hubiera un mandato o imperativo explícito en el
pasaje donde se encuentra el ejemplo. El precedente
apostólico de una parte de la adoración es suficiente para
establecer algo como parte de la adoración ordenada por
Dios. Tal ejemplo o precedente proporcionaría entonces un
mandamiento implícito.[97]
Pero permítanme responder directamente a la objeción de
que según el principio regulador es necesario un
mandamiento explícito. A continuación, dos razones por las
que un entendimiento histórico y bíblico del principio
regulador no requiere mandamientos explícitos para todo lo
que hacemos en la adoración.
En primer lugar, esta objeción ignora el hecho de que los
primeros defensores del principio regulador creían que lo
que podía deducirse de la Escritura por buena y necesaria
consecuencia era equivalente a la Escritura, aunque no
estuviera «explícito». Véase La Confesión de Fe de
Westminster (I.6) y la declaración paralela en el mismo lugar
en La Confesión Bautista de Fe de 1689. En segundo lugar,
la naturaleza misma del principio regulador lleva a la
necesaria conclusión de que los «mandamientos» explícitos
no son necesarios. Si encontramos un ejemplo de algo que
se hace en una reunión con la aprobación apostólica,
entonces está claramente en conformidad con el principio
regulador. No es necesario un mandamiento explícito.
Pero dicho esto, debemos llegar a ese elemento de la
adoración que merece un lugar de honor como la primera
(aunque no la única esencial) parte de la adoración: La
proclamación de la Palabra. En lo que queda de este
capítulo, comenzaré a tratar esta parte de la adoración bajo
cuatro encabezados.
I. La prueba bíblica para la proclamación de
la Palabra como parte de la adoración
La proclamación de la Palabra de Dios y escuchar la
Palabra de Dios proclamada es claramente una parte de la
adoración corporativa del pueblo de Dios. Permítanme
darles tres pruebas de esta realidad:
Hechos 2:41-42: «Entonces los que habían recibido su palabra
fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil
almas. Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los
apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la
oración».
Como hemos visto en un capítulo anterior, este pasaje
habla de la adoración de la Iglesia apostólica. El primero de
los cuatro elementos de la adoración de la Iglesia apostólica
que se menciona aquí es las enseñanzas de los apóstoles.
Esto se refiere al ministerio público de la Palabra mediante
la enseñanza de los apóstoles en las reuniones y los
ministerios de la iglesia.
1 Corintios 14:26: «¿Qué hay que hacer, pues, hermanos?
Cuando os reunís, cada cual aporte salmo, enseñanza,
revelación, lenguas o interpretación. Que todo se haga para
edificación» [véase también 1 Cor. 14:4-6, 12-19, 23-26].
Había muchas cosas que estaban mal en las mentes y
reuniones de la iglesia de Corinto. Pero está claro en estos
versículos que una cosa que no estaba mal era la prioridad
que daban en su adoración a las diversas y múltiples formas
de la proclamación de la Palabra en sus reuniones.
1 Timoteo 2:8-12: «8Por consiguiente, quiero que en todo lugar
los hombres oren levantando manos santas, sin ira ni
discusiones. 9Asimismo, que las mujeres se vistan con ropa
decorosa, con pudor y modestia, no con peinado ostentoso, no
con oro, o perlas, o vestidos costosos; 10sino con buenas
obras, como corresponde a las mujeres que profesan la
piedad. 11Que la mujer aprenda calladamente, con toda
obediencia. 12Yo no permito que la mujer enseñe ni que ejerza
autoridad sobre el hombre, sino que permanezca callada».
Este pasaje también habla de las reuniones de la iglesia
para la adoración en Éfeso. Esto se desprende de las
instrucciones especiales dadas a hombres y mujeres. Estas
habrían sido innecesarias si Pablo estuviera hablando en
general de cualquier situación pública. También está claro
por el hecho de que Pablo habla en el versículo 8 de todo
lugar donde la iglesia se reúne para orar. Siendo este el
caso, también está claro que dos partes prominentes de su
adoración eran la oración y el ministerio de la Palabra.

II. La posición central que ocupa la


proclamación de la Palabra como parte de la
adoración
Cada uno de los pasajes que acabamos de examinar deja
claro que la proclamación de la Palabra ocupa un lugar
central en la adoración corporativa de la iglesia. Encabeza la
lista de Hechos 2:42. Se menciona como el principal don a
desear (la profecía es una forma de proclamación de la
Palabra) en 1 Corintios 14:1. También está presente de
muchas maneras en la reunión de la iglesia descrita en 1
Corintios 14. Se menciona de forma destacada en 1
Timoteo 2:8-12. De hecho, las únicas dos partes de la
adoración que se mencionan allí son la oración y la
enseñanza de la Palabra de Dios.
¿Significa esta posición central de la proclamación de la
Palabra que no debe haber ninguna reunión de la iglesia
donde no se proclame la Palabra? Permítanme decir varias
cosas en respuesta a esa pregunta:
En primer lugar, el principio regulador no requiere
que celebremos cada parte de la adoración
corporativa en cada reunión de la iglesia. De lo
contrario, sería pecado no tener, por ejemplo, la
Mesa del Señor en cada reunión de la iglesia.
Mientras como iglesia practiquemos regularmente
cada elemento de la adoración divina según
tengamos oportunidad, creo que estamos siendo
obedientes a la Palabra de Dios.
En segundo lugar, dado el hecho de su posición
central en la adoración, creo que esto debería
argumentar que debería ser rara la reunión que no
tenga como uno de sus elementos la
proclamación de la Palabra. Es esta parte de la
adoración la que da su propio significado e
importancia a la adoración en su conjunto.
En tercer lugar, dado el carácter dialógico de la
adoración, es correcto pensar que será raro el
culto que no contenga este elemento de la
adoración. ¿Qué quiero decir con el carácter
dialógico de la adoración? Quiero decir que la
adoración es fundamentalmente un diálogo o
conversación entre Dios y Su pueblo. La
verdadera adoración se resume en Santiago 4:8:
«Acercaos a Dios, y Él se acercará a
vosotros…». Entonces, es esencial que en la
adoración Dios nos hable, así como que nosotros
hablemos a Dios. Debemos acercarnos a Dios en
la oración, y Él debe acercarse a nosotros en Su
Palabra. Siendo este el caso, parece correcto que
en cada reunión de la iglesia haya por lo menos la
lectura y —usualmente también— la proclamación
de la Palabra de Dios.

III. La pregunta contemporánea


La pregunta que tengo en mente es: ¿Se puede utilizar el
teatro (obras de teatro o sketches) en la adoración
corporativa alegando que es una forma de enseñanza y
predicación de la Palabra de Dios? John Frame ve el teatro,
en el sentido de obras de teatro y sketches, como «una
forma de enseñanza». Por lo tanto, su argumento a favor del
uso del teatro en la adoración equivale a afirmar que el
teatro es simplemente una «circunstancia» o forma de
proclamación de la Palabra. Él observa:
Si admitimos que la Palabra puede ser predicada o enseñada
por más de un orador, que la enseñanza puede tener lugar por
medio del diálogo, y que esta tiene inevitablemente elementos
dramáticos, entonces no podemos oponernos al teatro como
forma de enseñanza.[98]
En respuesta a Frame, permítanme darles varias
observaciones que proporcionan en conjunto mis diversas
objeciones al uso del teatro en la adoración con la excusa
de que es una forma de enseñanza.
En primer lugar, la cuestión en el debate del teatro
en la adoración corporativa es principalmente de
definición o identificación. A continuación, la útil
definición de teatro del diccionario Webster.
(Nótese que incluye cinco definiciones distintas):
1. Composición literaria que cuenta una
historia, generalmente de conflicto humano,
por medio de diálogos y acción, para ser
representada en el escenario por actores;
obra de teatro […] 2. Arte o profesión de
escribir, actuar o producir obras de teatro;
institución del teatro […] 3. Obras de teatro
colectivas: Teatro isabelino. 4. Serie de
acontecimientos tan interesantes, vívidos,
etc., que se asemejan a los de una obra de
teatro. 5. La cualidad de ser dramático.[99]
En segundo lugar, obsérvese que, si nos tomamos
en serio esta definición, está claro que no hay
ninguna base bíblica en los relatos o la adoración
corporativa del Antiguo ni del Nuevo Testamento
para el teatro en el sentido de las tres primeras
definiciones del Webster. La falta de tal
precedente es suficiente para excluir el teatro en
este sentido de la adoración corporativa de la
iglesia. No se puede encontrar ninguna obra de
teatro en la adoración de Israel ni de la iglesia.
En tercer lugar, obsérvese que, por otra parte, si
consideramos las definiciones cuarta y quinta, en
las que teatro tiene la definición más amplia —
algo que es dramático—, es cierto, por supuesto,
que el «drama» es y debe ser parte de la
adoración en este sentido. Nuestra experiencia
de adoración debería ser interesante, vívida y
dramática (1 Cor. 14:25). Pero aquí es donde
debemos tener cuidado con el uso equívoco del
lenguaje por parte de los defensores del teatro en
la adoración corporativa. ¿Qué quiero decir con
uso equívoco del lenguaje? Es la falacia en la
argumentación de usar la misma palabra, pero
con dos significados diferentes para que parezca
que se demuestra algo que en realidad no se
demuestra. La justificación de esta definición
secundaria de teatro en la adoración no
constituye una justificación de la primera y
principal definición de teatro. Todo teatro[100] es o
debería ser dramático, pero no todo lo que es
dramático es teatro propiamente dicho. Es decir,
justificar la idea de que la adoración debería ser
interesante y vívida no constituye una justificación
para las obras de teatro o sketches en la
adoración. El teatro puede ser instructivo y la
enseñanza y la predicación pueden ser
dramáticas, pero esto no hace que el teatro sea
equivalente a la enseñanza y la predicación.
En cuarto lugar, nótese que ninguna de las cosas
que Frame menciona por separado, ni todas
juntas, equivalen a la justificación de las obras de
teatro en la adoración corporativa. Más de un
orador enseñando o predicando, el diálogo, e
incluso las ilustraciones dramáticas como las que
exponen los profetas solo pueden ser vistos como
equivalentes a las obras de teatro por el mismo
uso equívoco del lenguaje identificado
anteriormente.
En quinto lugar, nótese que hay una distinción bien
entendida entre las obras de teatro y la
predicación o enseñanza. Las obras de teatro
existían en el tiempo en que fue escrito el Nuevo
Testamento. Piensen en las famosas obras
griegas clásicas. Pero no hay evidencia alguna de
que estas (o algo parecido) fueran llevadas a la
adoración en la iglesia bajo la apariencia de
predicar y enseñar la Palabra de Dios. La sencilla
razón de esto es que hay algo muy diferente en la
predicación y la enseñanza de la Palabra de Dios
(incluso con ilustraciones «dramáticas») que en
las obras de teatro. Creo que la diferencia crucial
es que la predicación y la enseñanza de la
Palabra de Dios tienen, por su propia naturaleza y
necesidad, una inmediatez y un carácter directo
que las obras de teatro o los sketches no poseen.
Por definición, las obras de teatro son un
acercamiento indirecto al alma. Esta sutileza es
su propia genialidad y poder. La predicación y la
enseñanza son directas de una manera que
destruiría una buena película o un teatro y lo haría
sermoneador.
En sexto lugar, obsérvese que la enseñanza y la
predicación deben tener una realidad que una
obra de teatro no tiene ni debería tener. ¡Una obra
de teatro es una obra de teatro! Es fingida.
Fundamentalmente, y en su carácter global y
principal, la predicación y la enseñanza no es
fingida. Tiene un carácter directo y un realismo
que destruye una buena obra de teatro o una
película. Hay lugar para una buena producción o
película o teatro en la vida humana en general,
¡pero no en la iglesia! Predicar es anunciar como
heraldo la palabra del Rey. Enseñar es instruir a
los hombres en las verdades del Reino. Ambas
cosas son fundamentalmente diferentes a las
obras de teatro en su carácter directo y realidad.
La predicación y la enseñanza de la Palabra de
Dios tienen un lugar en la adoración. El teatro no,
ni siquiera como circunstancia de la predicación y
la enseñanza.
Mi esposa y yo hemos asistido a un par de producciones
de historias bíblicas de una organización cristiana que
produce maravillosas obras de teatro con una calidad similar
a la de Broadway en Paradise, Pensilvania. Como estas
obras procuran dramatizar la historia bíblica, al final de la
obra alguien sale al escenario y hace un breve llamado al
evangelio. Pero hay una distinción muy clara entre la
seriedad, la realidad y el carácter directo del llamado del
evangelio y la diversión, el fingimiento y el carácter indirecto
de la producción teatral. Así debería y tiene que ser. De lo
contrario, la obra de teatro ya no es una obra de teatro; y la
predicación del evangelio ya no es la predicación del
evangelio.
IV. La participación espiritual de los oyentes
La idea clave que quiero comunicar bajo este último
encabezado es la siguiente: En la Biblia, temblar ante la
Palabra de Dios se identifica como un sacrificio espiritual
con el que Dios se complace. Quiero que consideren con
un poco de cuidado dos pasajes:
Salmos 51:16-17 dice: «Porque no quieres sacrificio, que
yo lo daría; No quieres holocausto. Los sacrificios de Dios
son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado
no despreciarás tú, oh Dios» {RVR1960}. Quiero que noten
dos cosas importantes acerca de este texto:
En primer lugar, habla de un espíritu quebrantado
y un corazón contrito y humillado como un
sacrificio espiritual. Se dice que el sacrificio físico
y el holocausto no son agradables a Dios y se
contrastan con el sacrificio de un espíritu
quebrantado.
En segundo lugar, este sacrificio se ofrece a Dios
con relación a la forma en que escuchamos Su
Palabra. Este salmo fue escrito con motivo de la
reprensión del profeta Natán a David por su
pecado con Betsabé. La respuesta de David a
esta proclamación de la Palabra de Dios para él
fue el sacrificio de un corazón contrito y humillado.
Isaías 66:1-3 dice:
1Así dice el S : El cielo es mi trono y la tierra el estrado
de mis pies. ¿Dónde, pues, está la casa que podríais
edificarme? ¿Dónde está el lugar de mi reposo? 2Todo esto lo
hizo mi mano, y así todas estas cosas llegaron a ser —declara
el S . Pero a este miraré: al que es humilde y contrito de
espíritu, y que tiembla ante mi palabra. 3El que mata un buey
es como el que mata a un hombre, el que sacrifica un cordero
como el que desnuca un perro, el que presenta ofrenda de
cereal como el que ofrece sangre de cerdo, el que quema
incienso como el que bendice a un ídolo. Como ellos han
escogido sus propios caminos, y su alma se deleita en sus
abominaciones.
Nótese varias cosas de estos versículos:
En primer lugar, el contexto tiene que ver con la
adoración y la casa de Dios en el versículo 1.
En segundo lugar, se vuelve a decir que el espíritu
humilde y contrito es agradable a Dios de una
manera muy paralela a la del Salmo 51:16-17: «a
este miraré».
En tercer lugar, este espíritu contrito se ejercita
con relación a nuestra escucha de la Palabra de
Dios. Es llamado a temblar ante Su Palabra.
En cuarto lugar, este temblar ante la Palabra de
Dios, como en el Salmo 51, se compara con el
ofrecimiento de sacrificios a Dios meramente
físicos y externos. (El mismo contraste entre el
sacrificio aceptable de escuchar y aceptar la
Palabra de Dios y el mero sacrificio externo está
contenido en Jeremías 6:19-20 y 7:21-23).
El resultado de escuchar con temblor la Palabra de Dios
es el cumplimiento de Su voluntad. En la Biblia esto también
se contrasta con el mero sacrificio externo (Sal. 40:6-8; Pro.
21:3; Heb. 10:6-8). Por lo tanto, en la Biblia se dice que se
sirve y se adora a Dios escuchando Su Palabra:
Deuteronomio 13:4: «En pos del S vuestro Dios andaréis
y a Él temeréis; guardaréis sus mandamientos, escucharéis su
voz, le serviréis y a Él os uniréis».
Josué 22:5: «Solamente guardad cuidadosamente el
mandamiento y la ley que Moisés, siervo del S , os
mandó, de amar al S vuestro Dios, andar en todos sus
caminos, guardar sus mandamientos y de allegarse a Él y
servirle con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma».
Josué 24:24: «Y el pueblo respondió a Josué: Al S
nuestro Dios serviremos y su voz obedeceremos».
Ezequiel 20:39: «En cuanto a vosotros, casa de Israel” —así
dice el Señor D — “vaya cada uno a servir a sus ídolos;
pero más tarde ciertamente me escucharéis y no profanaréis
más mi santo nombre con vuestras ofrendas y con vuestros
ídolos».
¿Qué significa en la práctica ofrecer a Dios un sacrificio
espiritual en la proclamación de la Palabra?
Significa que deben recordar que, en la
predicación, lo que les concierne principalmente
es tener trato con Dios y recordar que Él les está
hablando. Deben escuchar conscientemente lo
que Dios les dice.
Significa que deben entregar sus corazones a la
predicación. No deben mantenerse al margen ni
ser distantes. Deben comprometer sus
corazones.
Significa que deben plantearse seriamente una
serie de preguntas bajo el ministerio de la Palabra.
¿Cómo quiere Dios que me arrepienta? ¿Cómo
quiere Dios que cambie? ¿Qué quiere Dios que
crea? ¿Cómo quiere Dios que confíe en Él?
¿Cómo quiere Dios que obedezca? ¿Qué quiere
Dios que haga?
Para nosotros que proclamamos la Palabra,
significa que en nuestra predicación debemos ser
dignos de atención a la Palabra que predicamos
como los oráculos de Dios. No debemos
predicarnos a nosotros mismos, sino a Cristo
Jesús el Señor. Debemos prepararnos
cuidadosamente para dar al pueblo de Dios
fielmente Su Palabra. Debemos mantener
nuestras propias emociones y opiniones carnales
fuera de nuestra predicación. Y en general,
debemos recordar que cuando predicamos y
enseñamos la Palabra de Dios estamos en un
lugar santo haciendo algo santo en la presencia
del Dios santo.
P 2.2.2: L

D (H . 2:42)
Capítulo 12

¿Deberíamos recoger ofrendas


en la adoración?
Tal vez sea apropiado revelar un poco mi trayectoria en este
tema. Crecí en una iglesia bautista fundamentalista bastante
típica en la que se recogían ofrendas con regularidad. Los
platos de las ofrendas se pasaban de un lado a otro durante
la adoración por los pasillos con (¡créanlo o no!) los
asientos plegables de los que se usan en los teatros en el
auditorio de nuestra iglesia. En la iglesia bautista reformada
de la que formé parte en mis primeros años como bautista
reformado rechazamos esta costumbre. Considerábamos
que era una tradición humana que centraba demasiado la
adoración a Dios en la avaricia del dinero {1 Ped. 5:2}. A la
entrada de nuestro lugar de adoración había una cesta o
caja de ofrendas. Después fui al seminario de una iglesia
local en una iglesia bautista reformada de renombre donde
(¡para mi sorpresa!) se recogían ofrendas. Esto me llevó a
reconsiderar si la práctica de recoger ofrendas durante la
adoración era correcta. Lo que me condujo inmediatamente
a estudiar si ofrendar podía ser una parte necesaria de la
adoración y, por tanto, no solo una parte permitida sino, de
hecho, necesaria como parte de la adoración por el principio
regulador. Los resultados de esos estudios (después de 30
años de maduración) están contenidos en este capítulo.
¿Cuáles son mis conclusiones? Creo que recoger
ofrendas como parte de la adoración es un mandamiento de
la Escritura. Por otro lado, en mi opinión, colocar
silenciosamente una caja o cesta de ofrendas no
reconocible en la parte de atrás del lugar de adoración no
proporciona una implementación adecuada y visible de esta
parte necesaria de la adoración.
Aquí es donde vamos en este capítulo:
I. Los argumentos a favor de dar como parte de la
adoración
A. El texto clave
B. Los argumentos de apoyo
II. El espíritu de dar como parte de la adoración
I. Los argumentos a favor de ofrendar como
parte de la adoración
A. El texto clave
Hechos 2:42 dice lo siguiente: «Y se dedicaban
continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la
comunión, al partimiento del pan y a la oración». Tenemos
aquí una descripción concisa de la adoración corporativa en
la Iglesia apostólica. Hemos estudiado este texto
fundamental sobre la adoración en un capítulo anterior.
Permítanme darles aquí una traducción literal del texto y esto
puede ayudarles a verlo: Se dedicaban continuamente a la
enseñanza de los apóstoles y a la comunión, al partimiento
del pan y a las oraciones. El punto a notar es que cada una
de las cuatro cosas mencionadas en este versículo se
introducen y se especifican con el artículo definido el/la. Por
ejemplo, no solo se menciona la oración en general, sino
«las oraciones» —las oraciones corporativas de la iglesia.
No solo se menciona el comer juntos en general, sino «el
partimiento del pan», una referencia a la Cena del Señor.
Por lo tanto, la enseñanza de los apóstoles, las oraciones y
el partimiento del pan son designaciones de partes de la
adoración formal y corporativa de la iglesia. Entonces, se
supone que lo que Lucas llama «la comunión» también es
una parte de la adoración. Aquí tenemos claramente una
descripción de la adoración corporativa de la Iglesia
apostólica.
Pero esto me lleva a mi punto principal por el que los llevo
a este pasaje: En Hechos 2:42, la «comunión» es una
referencia al dar de la iglesia. Como hemos considerado
anteriormente, esta puede ser una nueva forma de ver esta
palabra para muchos cristianos. Normalmente, supongo,
pensamos en hablar y comer juntos cuando pensamos o
leemos sobre la comunión. La presencia del artículo, «la
comunión», debería alertarnos sobre el hecho de que aquí
está sucediendo algo más. ¿Qué es ese algo más? Como
Calvino y otros comentaristas han visto, es el ofrendar
formal de la iglesia.[101]
Es cierto que Calvino no da tanta importancia a las
ofrendas en sus comentarios como lo haré yo aquí. Sin
embargo, sus palabras sí muestran que no es novedoso ver
este pasaje como una referencia al dar y recoger ofrendas.
Permítanme presentarles mis argumentos para pensar que
la comunión aquí se refiere a las contribuciones u ofrendas.
(1) La palabra utilizada aquí que se traduce
como «comunión» es una de las palabras más
comunes del Nuevo Testamento para referirse a
dar o contribuir.
La palabra griega para comunión significa compartir o
tener algo en común, por lo tanto, a menudo significa
contribuir con algo para otra persona. Comparen las
siguientes referencias; nótense las palabras que he
enfatizado con cursivas:
Romanos 15:26: «Porque Macedonia y Acaya decidieron hacer
una contribución para los pobres de los santos que están en
Jerusalén». {BTX4}
2 Corintios 9:13: «Por la prueba dada por esta ministración,
glorificarán a Dios por vuestra obediencia a vuestra confesión
del evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra
contribución para ellos y para todos».
Hebreos 13:16: «No se olviden de hacer el bien y de compartir
lo que tienen porque tales sacrificios agradan a Dios».
{RVA2015}
Romanos 12:13: «contribuyendo para las necesidades de los
santos, practicando la hospitalidad».
Gálatas 6:6: «Y al que se le enseña la palabra, que comparta
toda cosa buena con el que le enseña».
Filipenses 4:15: «Y vosotros mismos también sabéis,
filipenses, que al comienzo de la predicación del evangelio,
después que partí de Macedonia, ninguna iglesia compartió
conmigo en cuestión de dar y recibir, sino vosotros solos».
1 Timoteo 6:18: «Enséñales que hagan bien, que sean ricos en
buenas obras, generosos y prontos a compartir».

(2) Esta misma palabra raíz se utiliza en los


versículos y capítulos siguientes para describir
los bienes compartidos entre los primeros
cristianos.
Comparen los siguientes versículos:
Hechos 2:44: «Todos los que habían creído estaban juntos y
tenían todas las cosas en común»;
Hechos 4:32: «La congregación de los que creyeron era de un
corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo lo que poseía,
sino que todas las cosas eran de propiedad común».

(3) En tercer lugar, el compartir o dar de los


primeros cristianos se describe como poner sus
dones a los pies de los apóstoles en un entorno
público (Hch. 4:35, 37; 5:2).
Poner sus dones a los pies de los apóstoles parece
representar un ambiente formal o, al menos, público, en el
que se traían los dones, y es difícil excluir de esta imagen la
adoración pública de la iglesia. Lenski observa: «Parece que
se los representa sentados en una plataforma y en ese
momento administraban la distribución de los fondos así
traídos voluntariamente».[102]
Para mí está claro que «la comunión» en Hechos 2:42 es
una referencia a la ofrenda formal de la iglesia. Dado que
Hechos 2:42 es una descripción de la adoración de la
Iglesia apostólica, tenemos aquí una prueba explícita de que
ofrendar es una parte establecida de la adoración
corporativa.

B. Los argumentos de apoyo


Hay muchos argumentos de apoyo por los que se puede
confirmar la conclusión a la que hemos llegado sobre la
base de Hechos 2:42.

(1) La adoración veterotestamentaria en


sombras muestra que dar diezmos y ofrendas
es una parte de la adoración formal a Dios.
Consideren los siguientes pasajes del Antiguo Testamento:
Génesis 4:2-5: La primera vez que se da que
quedó registrado en la Biblia (por parte de Caín y
Abel) tiene lugar como una ofrenda al Señor y, por
tanto, como un acto de adoración. Por
consiguiente, dar debe estar motivado por la
adoración al Señor.
Génesis 14:19-22: Abraham dio la décima parte
de todo a Melquisedec, el sacerdote. Dado que
Melquisedec era un sacerdote, claramente esto
era en algún sentido un acto de adoración.
Además, dado que esta ofrenda se produjo
después de una victoria significativa otorgada a
Abraham, que le permitió liberar a su sobrino Lot
de los reyes extranjeros, es difícil no pensar que
esta ofrenda fue motivada específicamente por la
gratitud a Dios.
Génesis 28:18-22: Jacob prometió dar la décima
parte de todo al Señor en un voto por el que
suplicaba al Señor que prosperara su viaje y lo
guardara en este. Esta ofrenda se menciona en el
contexto de la edificación de una casa de Dios en
Betel.
Números 18:21-32: Aquí el diezmo y el diezmo del
diezmo se presenta como una ofrenda al Señor.
Por lo tanto, el diezmo es un acto de adoración y
debe ser motivado por la adoración.
Deuteronomio 12:1-19: Aquí el diezmo se
presenta de nuevo en el contexto de la adoración
en el templo. Se debe llevar al templo y allí se
utiliza en la adoración, para un banquete y el
sostenimiento de los levitas. Por lo tanto, el
diezmo parece ser motivado por la adoración, así
como por el regocijo y la compasión.
Deuteronomio 26:1-15: Aquí la ofrenda de las
primicias se presenta como un acto de adoración
agradecida.
Nehemías 12:42-47: Aquí la ofrenda del pueblo de
Dios se presenta como resultado de la alegría del
pueblo de Dios en la adoración pública a Dios
dirigida por los sacerdotes y levitas, «pues Judá
se regocijaba por los sacerdotes y levitas que
servían».
Lucas 21:2-3; compárese Lucas 20:1 con 21:5:
Está claro que las palabras de Jesús sobre la
superioridad de la ofrenda de la viuda tienen lugar
en el templo. Por lo tanto, está claro que el arca
del tesoro (que es una probable referencia a las
cajas de ofrendas) donde se recogían esos
dones estaba en el terreno santo del templo.

(2) En el Nuevo Testamento, las ofrendas se


relacionan con el primer día de la semana, el
día de la adoración corporativa.
1 Corintios 16:1-2 habla de la adoración de las iglesias de
Corinto y Galacia el primer día de la semana. La referencia
probable es a la recogida de ofrendas durante la adoración
de esas iglesias.[103] En todo caso y de forma muy clara, la
recogida de la ofrenda para la iglesia de Jerusalén está
relacionada con el primer día de la semana. Dado que el día
del Señor es el día de reposo cristiano y, por lo tanto, es un
día de reposo y adoración, la ofrenda se presenta en
conexión con la adoración a Dios.

(3) Ofrendar se describe como un sacrificio


espiritual y es, por lo tanto, uno de los
sacrificios espirituales de los que debería estar
compuesta la adoración corporativa de la
iglesia.
Muy opuesto a la noción de que la recogida de ofrendas
traiciona la naturaleza espiritual y santa de la adoración
corporativa es el hecho de que dar de nuestros recursos
financieros a Dios se describe como un «sacrificio
espiritual». Consideren los siguientes pasajes:
Filipenses: 4:11-20: Aquí Pablo menciona de pasada varios
resultados positivos de dar que pueden servir como motivos
para hacerlo. Entre ellos menciona que su dádiva era
«fragante aroma, sacrificio aceptable, agradable a Dios».
Como tal, era un acto de adoración.
Hebreos 13:16 {RVA2015}: Aquí el escritor motiva el
«compartir» y «hacer el bien» al señalar que tales sacrificios
constituyen una adoración aceptable y agradan mucho a Dios.

Conclusión práctica: Ofrendar es una parte


establecida de la adoración corporativa de la
iglesia.
Esta conclusión tiene una serie de implicaciones prácticas:
Si ofrendar es una parte establecida de la
adoración corporativa, entonces no deberíamos
avergonzarnos de darle un lugar prominente en
nuestra adoración.
Si ofrendar es una parte establecida de la
adoración corporativa, entonces no es suficiente
relegarlo a una cesta inadvertida en la que
ponemos nuestro dinero antes y después de
nuestra adoración corporativa. ¿Y si tratáramos la
oración, el canto o la predicación de la misma
manera?
Si ofrendar es una parte establecida de la
adoración corporativa, entonces no deberíamos
dejarnos llevar por argumentos pragmáticos en
contra de incluir las ofrendas en nuestra
adoración corporativa. Por ejemplo, algunos
podrían argumentar: —¿Qué pensará la gente?
Si ofrendar es parte de la adoración, la respuesta
correcta a tales argumentos es: —No sé, y no
importa, ¡si Dios lo ha ordenado!
Si ofrendar es una parte establecida de la
adoración corporativa, entonces debemos
concluir que hay una sabiduría práctica en esto.
Personas bien intencionadas y queridas sostienen
que la gente puede malinterpretar si permitimos
que el ofrendar ocupe un lugar prominente en
nuestra adoración. Pero digámoslo de otra
manera, si Dios ha establecido el ofrendar como
parte de la adoración, entonces ¿qué bendición y
sabiduría estamos perdiendo al ponerlo en un
rincón? ¿Estamos robando a aquellos que
necesitan la lección objetiva de la prominencia del
ofrendar corporativamente? ¿Estamos robando
esto a nuestros hijos? ¿Estamos robando esto a
los hermanos que deberían reconsiderar su forma
de ofrendar y tener un continuo estímulo en sus
conciencias debido a su deficiente forma de
ofrendar? ¿Nos estamos robando a nosotros
mismos el gozo de ofrecer públicamente nuestros
bienes a Dios al hacer que sea algo que hacemos
casi en secreto y como con vergüenza en un
rincón?

II. El espíritu de ofrendar como parte de la


adoración
Como hemos visto, la Escritura es clara en cuanto a que
nuestro ofrendar, cuando proviene de un corazón recto, es
un sacrificio espiritual aceptable a Dios. Así que sabemos
que ofrendar es un tipo de sacrificio espiritual. Pero, ¿cuál
es el espíritu con el que deberíamos ofrendar y que Dios
encuentra aceptable? Para concluir, permítanme señalarles
dos textos que, al menos, identifican dos facetas
importantes de este espíritu:
2 Corintios 8:5: «y esto no como lo habíamos esperado, sino
que primeramente se dieron a sí mismos al Señor, y luego a
nosotros por la voluntad de Dios».
Este versículo enfatiza que, en primer lugar, el espíritu
de compromiso evangélico está en la raíz de este
sacrificio. Para que ofrendar sea un sacrificio aceptable al
Señor, debe provenir de personas que primeramente se
hayan dado a sí mismas al Señor. Esto nos recuerda que el
diezmo, el 10 % que damos a Dios, es un símbolo del hecho
de que todo lo que tenemos pertenece a Dios. También nos
recuerda el ejemplo de la viuda que puso en el tesoro del
templo todo lo que tenía para vivir. Su ofrendar debería ser
muestra de un corazón que primeramente se ha dado a sí
mismo a Dios.
Con esta descripción del espíritu de ofrendar nos
acercamos mucho a la descripción de la naturaleza de la fe
salvadora. ¿Qué es la fe salvadora? Es una entrega a Dios
por medio de Jesucristo para salvación. Es un acto de
compromiso, o mejor aún, ¡es un acto de encomienda! Es
renunciar a la propiedad y a la autosuficiencia que los
pecadores se atreven a tener y darse a Jesucristo para
salvación. Esto es lo que significa creer en el Señor
Jesucristo. Tal vez por eso ofrendar es tan extraño para
algunas personas. Es porque nunca se han dado realmente
al Señor con una fe salvadora.
2 Corintios 9:7: «Que cada uno dé como propuso en su
corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama
al dador alegre».
Ofrendar no solo es un acto de compromiso evangélico,
sino también un acto de gratitud evangélica. El compromiso
evangélico crea, sin duda e inevitablemente, una gratitud
evangélica en el corazón del cristiano. El que se da a sí
mismo al Señor se convierte en un dador alegre. Para
concluir, observen aquí la necesidad, las razones y la
esperanza de un dador alegre.
En primer lugar, aprendemos aquí la necesidad de dar
con alegría. Este versículo nos enseña que el espíritu de
compromiso con el que damos a Dios no debe ser a
regañadientes. Debe ser un espíritu de alegría y disposición
que motive nuestras dádivas al Señor. No solo debemos
preocuparnos por dar, sino con qué espíritu damos.
Deberían dar. Deberían preocuparse por eso. Están
pecando contra Dios si no contribuyen a Su causa. Pero el
mero hecho de dar, no importa en qué cantidad, no agradará
a Dios. Es un sacrificio espiritual. Deben mirar sus
corazones en la forma en que dan. Debe ser una ofrenda
alegre.
En segundo lugar, aprendemos las razones de dar con
alegría. ¿Por qué entonces el dador alegre es tan alegre?
Es porque Dios lo ha abrazado en la gran obra del
evangelio. Está alegre porque puede participar en lo que
Dios está haciendo para Su propia gloria y para Su iglesia.
Esto es lo que aclara el contexto siguiente en 2 Corintios
9:12-15:
Porque la ministración de este servicio no solo suple con
plenitud lo que falta a los santos, sino que también
sobreabunda a través de muchas acciones de gracias a Dios.
Por la prueba dada por esta ministración, glorificarán a Dios
por vuestra obediencia a vuestra confesión del evangelio de
Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y
para todos; mientras que también ellos, mediante la oración a
vuestro favor, demuestran su anhelo por vosotros debido a la
sobreabundante gracia de Dios en vosotros. ¡Gracias a Dios
por su don inefable!
En tercer lugar, se nos habla de la esperanza del dador
alegre. Pero algunos de ustedes pueden luchar con un temor
que los hace menos que un dador alegre. ¿Cuál es la
solución a ese temor? Está en el texto: «Dios ama al dador
alegre». Los siguientes versículos en 2 Corintios 9:8-11
enfatizan que no hay necesidad de temer dar a la manera de
Dios:
Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para vosotros, a
fin de que teniendo siempre todo lo suficiente en todas las
cosas, abundéis para toda buena obra; como está escrito: É
, ;
. Y el que suministra semilla al sembrador y pan para
su alimento, suplirá y multiplicará vuestra sementera y
aumentará la siega de vuestra justicia; seréis enriquecidos en
todo para toda liberalidad, la cual por medio de nosotros
produce acción de gracias a Dios.
El dador alegre puede dar con alegría porque, aunque no
da solamente para recibir, sabe que Dios ama al dador
alegre.
P 2.2.3: L

L (H . 2:42; 1 T .
2:8)
Capítulo 13

¿Las oraciones?
He estado siguiendo el orden de Hechos 2:42 en estos
capítulos iniciales sobre las partes necesarias de la
adoración. Si continuara siguiendo ese orden en este
capítulo se podría esperar que abordara la Cena del Señor
o, lo que Lucas llama en Hechos 2:42, «el partimiento del
pan». Sin embargo, por razones de claridad y precisión,
reservaré el tratamiento de la Cena del Señor para un
capítulo posterior, de modo que pueda tratarlo junto con el
otro sacramento u ordenanza de la iglesia: el bautismo. Así
que, saltando esa parte de la adoración, llegaremos a lo que
Lucas llama simplemente «las oraciones».[104]
En teoría, «las oraciones» podrían referirse a las
diferentes oraciones que se ofrecen durante la adoración.
En la adoración reformada, a lo largo de la historia, estas
podrían incluir la oración de adoración e invocación, la
oración de confesión de los pecados, la oración de acción
de gracias y la oración de súplica. A veces los autores
también mencionan la oración por iluminación y la bendición
para la congregación.[105] Permítanme decir claramente que
creo que cada una de estas debería formar parte de las
oraciones ofrecidas durante la adoración de la iglesia. En mi
opinión, es totalmente posible que tales oraciones se
incluyan en aquellas a las que se refiere Lucas.
Pero creo que es más probable y, por tanto, preferible,
que Lucas se refiera principalmente a un tiempo más
prolongado de oración corporativa durante la adoración
corporativa de la iglesia, lo cual creo que se menciona en un
pasaje fundamental sobre la adoración corporativa: 1
Timoteo 2:8-12. He aquí este pasaje y los versículos (8-12)
que, en mi opinión, deberíamos considerar que interpretan
Hechos 2:42:
1 Timoteo 2:8-12: 8Por consiguiente, quiero que en todo
lugar los hombres oren levantando manos santas, sin ira ni
discusiones. 9Asimismo, que las mujeres se vistan con ropa
decorosa, con pudor y modestia, no con peinado ostentoso, no
con oro, o perlas, o vestidos costosos; 10sino con buenas
obras, como corresponde a las mujeres que profesan la
piedad. 11Que la mujer aprenda calladamente, con toda
obediencia. 12Yo no permito que la mujer enseñe ni que ejerza
autoridad sobre el hombre, sino que permanezca callada.
El pasaje al que los he dirigido es claramente «El llamado
a la oración por todos los hombres». Consideren este texto
bajo los cinco encabezados siguientes:
I. La colocación explicada: «Por consiguiente»
II. La autoridad invocada: «quiero»
III. Las personas designadas: «los hombres»
IV. El lugar contemplado: «en todo lugar»
V. La pureza exigida: «levantando manos santas, sin
ira ni discusiones»

I. La colocación explicada: «Por


consiguiente»
1 Timoteo 2:8 está relacionado con su contexto por la
conjunción «entonces» o «por consiguiente». Hay dos
maneras de entender esta relación.
Podría entenderse que hace referencia a los versículos
anteriores inmediatos. Estos versículos centran la atención
en la obra salvadora de Dios en Cristo, Quien es el único
Mediador entre Dios y los hombres. Entonces la conexión
sería que la iglesia debería orar porque Jesús nos concede
acceso al trono de la gracia a través de Su mediación. Eso
sería cierto. Deberíamos animarnos a orar por causa de la
obra mediadora de Cristo.
Pero hay una segunda posibilidad con respecto a cómo
entender la conexión. Esta forma de verla conecta
inmediatamente el versículo 8 con el versículo 2 y considera
los versículos intermedios como si estuvieran entre
paréntesis. Con respecto a este punto de vista, deberíamos
leer los versículos 1 y 2 como si llevaran inmediatamente al
versículo 8:
1Exhorto, pues, ante todo que se hagan rogativas, oraciones,
peticiones y acciones de gracias por todos los hombres; 2por
los reyes y por todos los que están en autoridad, para que
podamos vivir una vida tranquila y sosegada con toda piedad y
dignidad [...]. 8Por consiguiente, quiero que en todo lugar los
hombres oren levantando manos santas, sin ira ni discusiones.
Estoy seguro de que esta forma de ver la conexión es la
más correcta. El tema general de Pablo en los versículos
anteriores es la importancia de que la iglesia ore. En los
versículos 3-7 él introduce la obra salvadora universal de
Dios en Cristo para apoyar ese deber. Por lo tanto, la iglesia
debería orar sobre la base de la mediación del Salvador de
todas las naciones: Jesucristo. Sin embargo, la conexión
principal que Pablo tiene en mente aquí es que el deber de la
iglesia de orar como se describe en los versículos 1-2
requiere la dirección apostólica que se da en el versículo 8
para las reuniones de la iglesia. Debido a que la iglesia
tiene la gran responsabilidad de orar en todo tipo de
formas por todo tipo de personas, Pablo ordena en el
versículo 8 que una parte importante de la adoración de la
iglesia reunida debe ser «las oraciones», como se les
llama en Hechos 2:42.

II. La autoridad invocada: «quiero»


Pablo comienza el versículo 8 con las palabras «[yo]
quiero». Describo estas palabras como «la autoridad
invocada» porque lo que hay que entender es que estas
invocan la autoridad apostólica como la base o fundamento
del «deseo» o «quiero». Así que este no es el deseo o
anhelo de un niño que dice «quiero papas fritas», o «quiero
helado». Es más bien el deseo o anhelo de un general que
dice: —Quiero que la artillería se sitúe en estas colinas a la
derecha de nuestras líneas. Este deseo expresa el mismo
tipo de autoridad y dirección apostólica que cuando Pablo
utiliza el mismo verbo en 1 Timoteo 5:14: «Por tanto, quiero
que las viudas más jóvenes se casen, que tengan hijos, que
cuiden su casa y no den al adversario ocasión de
reproche».
Por lo tanto, este anhelo o deseo de Pablo llegó a la
iglesia en aquel entonces y llega a la iglesia hoy en día como
obligatorio y no opcional. La iglesia está edificada sobre el
fundamento de los apóstoles de Cristo. Lo que ellos dicen a
la iglesia, Cristo lo dice a la iglesia, y lo que ellos dicen,
nosotros debemos hacerlo. Por consiguiente, debemos
tomar en serio las indicaciones de Pablo. De hecho, no solo
son los deseos de Pablo, sino también de nuestro Salvador,
el Señor Jesucristo.
Hay una lección importante aquí. Hay una hostilidad
generalizada hacia las ideas de la ley y la autoridad en
nuestra época. Parece que la peor acusación es la de
legalismo, y parece que casi cualquier insistencia en la
obediencia a la ley y la sujeción a la autoridad cuenta como
legalismo. Pero la obediencia a Cristo y la sumisión a la
autoridad apostólica e incluso la sensibilidad cuidadosa a los
deseos apostólicos es esencial para el cristianismo. En el
alma donde no hay tales cosas, tampoco hay cristianismo, y
no hay fe genuina en Cristo.
III. Las personas designadas: «los hombres»
Como veremos más claramente en un momento, Pablo está
pensando aquí en las reuniones ordinarias de la iglesia. Por
lo tanto, exige que «los hombres» oren en todo lugar. La
palabra que usa no es el término genérico para designar a la
humanidad que podemos encontrar a menudo en el Nuevo
Testamento y se utiliza 2 veces en el versículo 5 cuando
Pablo habla de que Jesús hombre es el único mediador
entre Dios y los hombres. La palabra que Pablo utiliza aquí
es más bien el vocablo griego específico que habla de los
seres humanos masculinos adultos en contraste con los
seres humanos femeninos adultos y los seres humanos no
adultos. Es decir, esta palabra significa hombres en
contraposición a mujeres y niños. Por consiguiente, Pablo
quiere ordenar que sean los hombres, no las mujeres o los
niños, los que oren en las reuniones de la iglesia de Cristo.
[106]
La razón de esto es que el liderazgo de todo tipo en la
casa de Dios, y por lo tanto las reuniones formales de la
iglesia, siempre está restringido a los hombres por Cristo y
Sus apóstoles en este sentido. Dios ha ordenado el
liderazgo masculino para la raza humana en general. Por
consiguiente, por respeto al Creador del mundo, este orden
divino debe ser observado cuidadosamente tanto en el
hogar como en la iglesia:
1 Corintios 11:3: «Pero quiero que sepáis que la cabeza de
todo hombre es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y
la cabeza de Cristo es Dios».
1 Corintios 14:34-35: «Las mujeres guarden silencio en las
iglesias, porque no les es permitido hablar, antes bien, que se
sujeten como dice también la ley. Y si quieren aprender algo,
que pregunten a sus propios maridos en casa; porque no es
correcto que la mujer hable en la iglesia».
Aquí se enseña otra importante lección. Nos enfrentamos
en nuestra época a una antítesis entre la cosmovisión
cristiana del mundo y la cosmovisión de nuestra cultura y
sociedad. La enseñanza de la Biblia sobre el liderazgo
masculino en la iglesia y en el hogar es una parte vital de la
ética bíblica, pero es absolutamente repugnante para el
mundo. Querido cristiano, debes enfrentar el hecho de que
en nuestros días hay cada vez menos cabida para transigir
sobre este tema. Permanecerás firme o caerás ante la
hostilidad del mundo a la verdad cristiana. ¡Decídete ahora a
defender la verdad sin importar lo que diga el mundo!

IV. El lugar contemplado: «en todo lugar»


La antigua Biblia del rey Jacobo (King James Version o KJV,
por sus siglas en inglés) no es clara para los lectores
modernos en la forma en que traduce 1 Timoteo 2:8 al
inglés. Una traducción al español de su versión del versículo
sería: «Quiero, por tanto, que los hombres oren
dondequiera, levantando manos santas, sin ira ni
cuestionamiento».[107] Esta traducción no aclara el hecho
que acabamos de ver. Pablo está hablando de los varones
adultos y no solo de la humanidad genéricamente. También
oscurece el hecho de que Pablo no está ordenando la
oración en general. La traducción, «dondequiera», parece
sugerir que Pablo quiere que nos sintamos libres de orar
dondequiera todo el tiempo.[108] Por supuesto, deberíamos
sentirnos libres de hacerlo. Pero, ciertamente eso no es lo
que Pablo está diciendo aquí. El griego realmente dice lo que
la NASB traduce al inglés. Pablo quiere que los hombres
oren «en todo lugar». La referencia es a todo lugar donde la
iglesia se reúne para la adoración. Lenski entiende esto
claramente: «“En todo lugar” —en toda ciudad o pueblo
donde haya una congregación— donde se celebre la
adoración pública [...] “En todo lugar” no se refiere a la
adoración privada, es decir, la adoración de una o varias
personas en casa».[109] El dogmatismo de Lenski al respecto
es correcto. Su punto de vista es correcto por varias
razones:
En primer lugar, esta interpretación concuerda
con el tema general de la carta. El tema y el
propósito de 1 Timoteo se exponen en 1 Timoteo
3:14-15. Allí Pablo dice explícitamente que su
propósito en 1 Timoteo es instruir a Timoteo en la
conducción de su ministerio en la iglesia. En esta
carta, Pablo no se dedica a dar instrucciones
espirituales a cristianos individualmente sobre su
andar privado con Dios. Él está dando
instrucciones al «pastor» Timoteo sobre la iglesia,
que es la casa de Dios. De este modo, por
ejemplo, en el capítulo 3 da normas para los
oficiales de la iglesia. Así también, al hablar de la
oración en el capítulo 2, no está pensando, en
primer lugar, en la vida de oración privada de los
cristianos, sino en las oraciones formales y
corporativas de la iglesia.
En segundo lugar, está claro que en el contexto
posterior del versículo 8 Pablo está pensando en
las reuniones de la iglesia. Habla de las reuniones
de la iglesia en las que hay enseñanza y de cómo
deberían vestirse y comportarse las mujeres
cuando van a esas reuniones.
En tercer lugar, está claro que él está pensando
en las reuniones formales de la iglesia debido a
los mandamientos contrastados que se dan a los
hombres para que oren y a las mujeres para que
guarden silencio en este contexto. A las mujeres
se les permite tanto orar como dar instrucciones
informales a los hombres en situaciones menos
formales. Las mujeres judías de Filipos se reunían
en el río para orar. Las cuatro hijas vírgenes de
Felipe profetizaban, y Priscila instruyó a Apolos,
todo esto en situaciones distintas a las reuniones
formales de la iglesia. Por lo tanto, las cuidadosas
instrucciones de Pablo acerca del
comportamiento contrastado de hombres y
mujeres en este pasaje dejan claro que está
pensando en las reuniones de la iglesia y no en
otras situaciones más informales.
Las lecciones para nosotros aquí son las siguientes: Es
de vital importancia no aplicar de forma general y sin
restricciones los mandamientos de Pablo que se dan aquí. Él
está hablando de las reuniones formales de la iglesia y no de
otras situaciones. Pablo no está diciendo que las mujeres no
pueden orar en grupos pequeños. No está diciendo que no
pueden orar en estudios bíblicos. No está diciendo que no
deberían orar en los devocionales familiares. Sin duda, no
está diciendo que las mujeres nunca pueden orar en
presencia de los hombres. Solo está diciendo que las
mujeres no deberían guiar la iglesia en oración cuando se
reúne como la casa de Dios. Es y sería una esclavitud
aplicar los mandamientos dados por el apóstol para la casa
de Dios a toda la vida humana. Como hemos visto en la
primera parte de este libro, es crucial en este y muchos
otros asuntos que distingamos entre la regulación divina de
la casa de Dios y Su regulación del resto de la vida humana.

V. La pureza exigida: «levantando manos


santas, sin ira ni discusiones»
En el mundo de Dios, el privilegio siempre viene con la
responsabilidad. El privilegio que tienen los hombres de orar
en la casa de Dios viene con la responsabilidad de orar de
una manera agradable a Dios. Pero Pablo no se centra en la
forma externa de las oraciones de estos hombres. Más bien
se centra en el espíritu interno. Permítanme considerar una
frase a la vez en esta descripción del espíritu correcto de
oración de los hombres en la iglesia.

«Levantando manos...»
Pablo se refiere a la cuestión externa de la postura en sus
mandamientos con respecto a cómo deberían orar los
hombres. Habla de levantar manos. La cuestión de levantar
las manos en la adoración es controvertida en nuestra
época. Basta decir que las palabras de Pablo aquí hacen
evidente que está bien que cuando estamos orando en la
iglesia levantemos nuestras manos a Dios. Siempre y
cuando no lo hagamos de manera ostentosa, extravagante u
orgullosa, levantar las manos a Dios en la oración es algo
perfectamente apropiado. Sin embargo, Pablo no dice que
debemos levantar las manos. Hendriksen, en su comentario,
hace una larga lista de todas las posturas diferentes en las
que se ora en la Escritura. Su estudio de este asunto
demuestra lo que dice sobre la postura en la oración:
La postura en la oración nunca es una cuestión de indiferencia.
Una posición perezosa del cuerpo mientras se supone que se
está orando es una abominación para el Señor. Por otra parte,
también es cierto que la Escritura no prescribe en ninguna
parte una, y solo una, postura correcta durante la oración. Se
indican diferentes posiciones de los brazos, de las manos y del
cuerpo en su conjunto. Todas estas son permisibles siempre
que simbolicen diferentes aspectos de la actitud reverente del
adorador, y siempre que interpreten verdaderamente el sentir
del corazón.[110]
La lección práctica para nosotros en esto es la siguiente.
Muchos pueden creer que no queremos volver a ver a
alguien levantando las manos en la adoración. Lo
asociamos con estilos modernos de adoración de los que
desconfiamos profundamente. Sin embargo, en nuestro
conservadurismo no debemos adoptar puntos de vista que
vayan en contra de la clara enseñanza de la Biblia. Por un
lado, no existe ningún mandamiento que exija al pueblo de
Dios en general que levante las manos en la adoración. (Las
palabras aquí, en 1 Timoteo 2:8, no son un imperativo sino
un participio de circunstancia acompañante). Sería un error
hacer que las personas crean que deben o tienen que hacer
esto. Por otro lado, no debemos prohibir a las personas que
levanten las manos en la adoración cuando la Biblia lo
permite claramente y lo describe como una postura
aceptable en la oración pública.

«...manos santas...»
En la Biblia hay dos palabras diferentes que a menudo se
traducen como santo. La más común significa apartado.
Habla de la santidad como aquello que es diferente de lo
común. Lo que es santo pertenece a Dios de manera
especial. Sin embargo, esa no es la palabra utilizada aquí.
Ahora bien, como esa palabra para santidad no se usa
aquí, quería saber en qué se diferencian esta palabra y la
otra. Al estudiar la palabra usada aquí, me di cuenta de que
esta habla de la santidad como lo que es puro. Dios y lo que
es santo es sin defecto o mancha o mezcla o
contaminación. Entonces, la palabra utilizada aquí puede ser
traducida como puras o limpias. Después de buscar
muchos pasajes y sacar esta conclusión, entonces me
percaté de que este significado había estado frente a mí
todo el tiempo en nuestro mismo pasaje. Aquí Pablo habla de
manos santas. En otras palabras, habla de manos puras o
limpias. No debemos orar con las manos manchadas de
pecado. Debemos elevar a Dios manos puras y un corazón
limpio:
Salmos 66:18-19: «Si observo iniquidad en mi corazón, el
Señor no me escuchará. Pero ciertamente Dios me ha oído; Él
atendió a la voz de mi oración».
¿Cómo podemos hacer esto, hombres? ¿Cómo podemos
tener manos puras para levantarlas a Dios? ¡Solo mediante
el arrepentimiento para con Dios y la fe en el Señor
Jesucristo! Levantar manos puras a Dios no requiere
perfección sino purificación por medio de la sangre
purificadora de Jesucristo. No requiere una vida perfecta
sino un corazón limpio. Y esta purificación solo puede tener
lugar mediante la sangre purificadora de Cristo:
1 Juan 1:7-9: «mas si andamos en la luz, como Él está en la
luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de
Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la
verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados,
Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para
limpiarnos de toda maldad».
Por favor hombres, no oren si tienen pecados conocidos
y no confesados en su conciencia en la iglesia. Deben
levantar manos puras. Por otra parte, no permitan que el
pecado que han confesado y cubierto con la sangre de
Cristo les impida orar. La contaminación y la suciedad del
pecado son limpiadas realmente por la sangre de Cristo. No
deben dudar de su deber y llamado a orar por el pecado que
han confesado. Hacer eso es negar el evangelio de Cristo.

«...sin ira ni discusiones»


Estas palabras se refieren a un tipo específico de impureza
o contaminación de manos que no se debe permitir para que
no contamine la oración pública. En general, los hombres
deben levantar manos puras en la oración. Específicamente,
no deben permitir que la impureza de la ira y las discusiones
contaminen sus oraciones públicas.
Las versiones en inglés más antiguas traducen estas
palabras: «sin ira ni cuestionamiento»[111]. Esta traducción
parece sugerir dos tipos de impureza específica que
contaminarían la oración: la ira y el cuestionamiento. Es
cierto que la segunda palabra utilizada por Pablo en esta
frase puede significar cuestionamiento. Sin embargo,
cuando se usa aquí junto con la palabra ira o enojo, creo
que en la mente de Pablo hay otro significado de la palabra.
Las versiones en inglés modernas concuerdan y suelen
traducir esta palabra como «disputing» (disputas o
discusiones), «dissension» (disensiones) y «quarreling»
(riñas). Se utiliza de esta manera varias veces en el Nuevo
Testamento. Uno de los pasajes donde aparece es
Filipenses 2:14: «Haced todas las cosas sin murmuraciones
ni discusiones». En este contexto, es importante notar que
esta palabra habla primeramente de los pensamientos y de
cómo uno piensa y no solo de las discusiones externas o
verbales. Los hombres no deben orar mientras están
albergando en su corazón discusiones, disputas y ofensas
con otros en la iglesia. Pablo no solo prohíbe las discusiones
externas, sino también las que tienen lugar en el corazón.
Saben de lo que estoy hablando. Cuando alguien se enoja,
empieza a tener estas discusiones imaginarias con las
personas en su mente. Pablo dice que esto no se debe
hacer cuando se trata de dirigir la oración. La persona debe
arrepentirse de ese pecado mental.
Pero eso nos lleva a otra pregunta. ¿Con quién teme
Pablo que los hombres cristianos que deben dirigir la oración
se enojen y tengan discusiones en el corazón? Algunos
piensan que podría ser con el mundo, por el que se supone
que deben orar. Supongo que esto es posible en este
contexto en el que deben orar por todos los hombres (1 Tim.
2:1-2). Pero creo que Pablo está pensando primariamente
en las divisiones en la iglesia. En Filipenses 2:14 se utiliza la
misma palabra cuando dice: «Haced todas las cosas sin
murmuraciones ni discusiones». Esta es su preocupación
en Filipenses 2:14 y en muchos otros pasajes, y creo que es
su preocupación primaria. Independientemente de cuál sea
el caso, no creo que se pueda excluir esta preocupación.
Entonces, ¿cómo evitamos que nuestras manos y
oraciones se vuelvan impuras por causa de la ira y las
discusiones?
En primer lugar, debemos reconocer y confesar
cualquier ira carnal que esté manchando nuestras
almas. A veces tenemos que predicarnos a
nosotros mismos. Tenemos que decirnos a
nosotros mismos sobre la base de la Palabra de
Dios que no tenemos ninguna buena razón para
estar enojados.
En segundo lugar, si pensamos que tenemos una
buena razón para airarnos, entonces debemos
seguir las indicaciones de Jesús con respecto a
mantener buenas relaciones interpersonales.
Esas indicaciones se resumen sencillamente en
Lucas 17:3-4: «¡Tened cuidado! Si tu hermano
peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y
si peca contra ti siete veces al día, y vuelve a ti
siete veces, diciendo: “Me arrepiento”,
perdónalo». Estas son las opciones: pueden
arrepentirse de su ira por considerarla
pecaminosa, o pueden ir a reprender a su
hermano. Pero no pueden alimentar la ira y
negarse a hacer algo piadoso al respecto.
Solo el evangelio de Cristo puede darte manos y corazón
puros, no tus obras. ¡El evangelio es la solución a la
suciedad de tu corazón y de tus manos! ¿Quieres ser
limpio? «Hay una Fuente sin igual de sangre de
Emanuel»[112] que lava los corazones y manos y limpia de
tales pecados.
No puedo terminar este capítulo sin enfatizar la principal
conclusión que debe sacarse de este pasaje y que podría
confirmarse a partir de otros en el Nuevo Testamento. La
iglesia está obligada a incluir en la adoración corporativa,
que se expresa en sus reuniones formales, tiempos de
oración corporativa dirigidos —no solo por los pastores—
sino generalmente por los hombres de la iglesia. Pueden
surgir muchas preguntas sobre la mejor manera de conducir
tales tiempos de oración. Esas preguntas deben ser
respondidas con sabiduría y equilibrio. Sin embargo, no
deben ocultar el hecho de que la exclusión de esta parte de
la adoración en la adoración corporativa de la iglesia es una
violación del principio regulador de la iglesia. ¡La iglesia debe
orar como iglesia! ¡Una iglesia reformada que no ora como
se enseña en 1 Timoteo 2:8 es una contradicción viva de su
propia fe en la soberanía de Dios y la incapacidad del
hombre!
P 2.2.4: L

L E (1
T . 4:13)
Capítulo 14

¡Preste atención a la lectura!


«La Biblia, y solo la Biblia, es la religión de los protestantes».
Estas son las palabras del famoso autor inglés William
Chillingworth.[113] ¿Quién puede dudar de la verdad de dichas
palabras? Los que salieron de Roma en busca de la reforma
de la iglesia dejaron Roma por la Biblia. Cuando ya no se
pueda decir que «la Biblia, y solo la Biblia, es la religión de
los protestantes», entonces será el momento de que los
protestantes hagan las maletas y vuelvan a Roma. En este
capítulo llegamos a la parte de la adoración reformada y
protestante que tipifica más enérgicamente este dicho: la
lectura de las Escrituras.
Hemos completado nuestro estudio de los cuatro
elementos de la adoración en Hechos 2:42, con la
excepción de «el partimiento del pan», que reservé para
tratarlo junto con el otro «sacramento», el bautismo, en un
capítulo posterior. En este capítulo comenzamos a tratar
otras partes importantes de la adoración que tienen un claro
precedente en la Biblia. Puesto que mi deseo es ser
abiertamente bíblico en mi tratamiento de las partes
necesarias de la adoración, en este capítulo
consideraremos el apoyo bíblico para la lectura de las
Escrituras como parte de la adoración partiendo de 1
Timoteo 4:13: «En tanto que llego, dedícate a la lectura
pública de las Escrituras, y a enseñar y animar a los
hermanos» {NVI}. Hay cinco cosas que considerar sobre la
lectura pública de las Escrituras partiendo de este
importante texto:
I. La clara alusión a la lectura pública de las
Escrituras
II. La estrecha relación con la lectura pública de las
Escrituras
III. El establecimiento ordenado de la lectura pública
de las Escrituras
IV. La disposición común de la lectura pública de las
Escrituras
V. La aplicación cuidadosa de la lectura pública de
las Escrituras
I. La clara alusión a la lectura pública de las
Escrituras
En algunas versiones de la Biblia, podría parecer que 1
Timoteo 4:13 no es más que una orden a Timoteo de
mantener su lectura y estudio personal de la Biblia.[114] Como
ejemplo, permítanme señalarles dos traducciones muy
usadas de la Biblia:
1 Timoteo 4:13 (RVR60): «Entre tanto que voy, ocúpate en la
lectura, la exhortación y la enseñanza».
1 Timoteo 4:13 (LBLA): «Entretanto que llego, ocúpate en la
lectura de las Escrituras, la exhortación y la enseñanza».
La mayoría de las versiones modernas en inglés (NIV,
ESV, e incluso la RSV, proporcionan una traducción más
precisa al traducir este versículo como lo hace la NASB: «la
lectura pública de la Escritura».[115]/[116] De hecho, en el
griego original hay una clara referencia o alusión a la lectura
de las Escrituras en la adoración pública de la iglesia. El
griego dice así literalmente: Hasta que venga, dedícate a la
lectura, a la exhortación, a la enseñanza. El artículo está
presente antes de cada una de las palabras lectura,
exhortación y enseñanza. Entonces, Pablo se refiere
claramente al ministerio público o corporativo de Timoteo
cuando habla de la exhortación y la enseñanza. Por lo tanto,
en este contexto debe referirse también a la lectura pública
de las Escrituras. Por eso las versiones modernas lo
traducen así. Al parecer, para Timoteo y otros ministros del
evangelio, el ministerio público de la Palabra consistía en
estas tres actividades principales. Y esto nos lleva a un
segundo punto:
II. La estrecha relación con la lectura pública
de las Escrituras
Está claro que la lectura pública de las Escrituras está
relacionada estrechamente con el ministerio público de la
Palabra. Permítanme comentar las dos cosas con las que la
lectura pública de las Escrituras está relacionada
estrechamente.
En primer lugar, consideremos la palabra «exhortación».
Exhortación es una palabra fascinante. Tiene una
connotación predominantemente negativa en nuestros días.
Si alguien nos dice: —¡Tengo una exhortación para ti!, nos
preparamos más bien para una especie de reprimenda. Sin
embargo, en el Nuevo Testamento, el significado de esta
palabra es más amplio. Puede significar dos cosas
diferentes que suelen considerarse opuestas.
La exhortación en la Biblia puede ser consolación o
ánimo. Véase 2 Corintios 1:3-4, donde la raíz de esta
palabra es traducida cuatro veces, y la mayoría de las
versiones al español la traducen correctamente como
«consolación», «consolar», «consuelo» y «consolados»:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos
consuela en toda tribulación nuestra, para que nosotros
podamos consolar a los que están en cualquier aflicción con el
consuelo con que nosotros mismos somos consolados por
Dios.
También puede ser una amonestación o reprimenda:
Hebreos 12:5: «además, habéis olvidado la exhortación que
como a hijos se os dirige: H ,
S ,
É ».
Hebreos 13:22: «Os ruego, hermanos, que soportéis la
palabra de exhortación, pues os he escrito brevemente».
Normalmente, pensamos que el ánimo y la exhortación
son opuestos. ¿Cómo es posible que la misma palabra
tenga dos significados tan diferentes? La explicación está
en el significado de la propia palabra. Significa básicamente
llamar a alguien para tener una conversación personal y
seria. Lo que tienen en común todos estos usos de la
palabra es que se dirigen a alguien de una manera personal,
emocional y práctica. En nuestra época podríamos decir que
la exhortación se dirige al corazón de las personas; en
cambio, la enseñanza se dirige a la mente de las personas.
En el ministerio público de la Palabra en la iglesia debe
haber llamados basados en el texto de la Escritura que sean
personales, emocionales y prácticos, que se dirijan al
corazón de las personas.
Pero el ministerio público de la Palabra debe dirigirse
también a la mente de las personas. Ese es el significado
de «la enseñanza» mencionada en 1 Timoteo 4:13. Así
como la exhortación se refiere a la aplicación personal de la
Palabra, también la enseñanza se refiere a la instrucción
doctrinal por la Palabra. Significa instruir a los hombres en el
sistema de doctrina contenido en las Escrituras. Hay un
sistema de doctrina que se enseña en las Escrituras. Una
de las funciones principales del ministerio de la Palabra en la
iglesia es enseñar a los hombres ese sistema:
Mateo 15:9: «M ,
».
1 Timoteo 4:1: «Pero el Espíritu dice claramente que en los
últimos tiempos algunos apostatarán de la fe, prestando
atención a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios».
1 Timoteo 4:6: «Al señalar estas cosas a los hermanos serás
un buen ministro de Cristo Jesús, nutrido con las palabras de
la fe y de la buena doctrina que has seguido».
Tito 1:9: «reteniendo la palabra fiel que es conforme a la
enseñanza, para que sea capaz también de exhortar con sana
doctrina y refutar a los que contradicen».
Toda exhortación debe ser edificada sobre el fundamento
de la doctrina. La exhortación que no se edifica sobre la
doctrina será confusa, contradictoria y, en última instancia,
imposible de obedecer. Será solo una emoción ruidosa que
finalmente no logrará nada. El estímulo que no se basa en la
doctrina será vacío e incapaz de soportar la tensión de la
prueba.
Ahora bien, lo que quiero decir con todo esto sobre «la
exhortación» y «la enseñanza» mencionados en nuestro
texto es que «la lectura» a la que allí se hace referencia
está en estrecha relación con estas cosas. ¿Por qué? El
primer aspecto del ministerio de la Palabra que no debe ser
descuidado en la adoración corporativa de la iglesia es la
lectura de las Escrituras. Debería haber una lectura regular
y consecutiva de todo el consejo de Dios en las Escrituras
en la iglesia. En el ministerio público de la Palabra, lo primero
que debe hacerse —(¡)el primer trabajo(!)— es la lectura y
explicación de las Escrituras. Antes de que un predicador
haga cualquier otra cosa, antes de que exhorte y enseñe,
debe sentar la base de la lectura y explicación del texto de la
Escritura. El ministerio público de una iglesia no debe
basarse en la lectura del periódico, ni en la lectura de los
puritanos, ni en la lectura de los blogs. Debe basarse en la
lectura y explicación de las Escrituras.
Tendré más que decir sobre esto más adelante en el
capítulo...

III. El establecimiento ordenado de la lectura


pública de las Escrituras
1 Timoteo 4:13 refleja el precedente y la tradición antigua y
bíblica en la adoración del pueblo de Dios de tener como
parte prominente de la adoración la lectura pública de las
Escrituras. El mandamiento dado a Timoteo de dedicarse a
la lectura pública de las Escrituras no era solo para él, ni
solo por un tiempo, ni solo ocasionalmente. Viene en el
contexto de la antigua práctica de la lectura de las Escrituras
como parte de la adoración pública del pueblo de Dios.
Cuando se examina esta práctica, es evidente que está
arraigada en su designación divina y la presupone. Quiero
recordarles rápidamente y, en algunos casos, llevarlos a la
base bíblica para decir esto. Comenzando en la sinagoga
del Antiguo Testamento y llegando directamente a la iglesia
del Nuevo Testamento, la lectura regular y coherente de las
Escrituras era una parte reconocida de la adoración.
Permítanme ayudarlos a repasar las Escrituras sobre este
tema:
Apocalipsis 1:3: «Bienaventurado el que lee y los que oyen las
palabras de la profecía y guardan las cosas que están escritas
en ella, porque el tiempo está cerca».
Este es un ejemplo de la lectura pública de las Escrituras
en la iglesia. El libro de Apocalipsis fue escrito a las iglesias.
Se leía en la iglesia. Obsérvese que «el que lee» está en
singular, mientras que «los que oyen» está en plural. Aunque
es posible que se leyera en una sola sesión, parece más
probable que se leyera en varias reuniones. No obstante,
parece seguro que se leía grandes secciones y no
simplemente dos o tres versículos a la vez.
1 Tesalonicenses 5:27: «Os encargo solemnemente por el
Señor que se lea esta carta a todos los hermanos».
Al igual que en el texto anterior, aquí también debían
leerse las Escrituras del Nuevo Testamento en la iglesia. En
este caso es probable que se leyera toda la carta a la vez.
Nótese que Pablo ordena su lectura.
Colosenses 4:16: «Cuando esta carta se haya leído entre
vosotros, hacedla leer también en la iglesia de los laodicenses;
y vosotros, por vuestra parte, leed la carta que viene de
Laodicea».
De nuevo, Pablo ordena que sus cartas a las iglesias se
lean en la iglesia. Y de nuevo es probable que se leyera en
su totalidad en un solo culto.
Hechos 15:30-31: «Así que ellos, después de ser despedidos,
descendieron a Antioquía; y reuniendo a la congregación,
entregaron la carta; y cuando la leyeron, se regocijaron por el
consuelo que les impartía».
Aquí la carta de los apóstoles en Jerusalén fue leída a
toda la iglesia en Antioquía. Era la Escritura (apostólica) y se
leía en los cultos de las distintas iglesias.
Hechos 15:21: «Porque Moisés desde generaciones antiguas
tiene en cada ciudad quienes lo prediquen, pues todos los días
de reposo es leído en las sinagogas».
La práctica de la lectura de las Escrituras era tradicional
en las sinagogas del judaísmo. En este sentido, la práctica
cristiana parece ser una continuación de la práctica judía.
También vemos aquí que estaba relacionada con la
predicación, como en 1 Timoteo 4:13.
Hechos 13:27: «Pues los que habitan en Jerusalén y sus
gobernantes, sin reconocerle a Él ni las palabras de los
profetas que se leen todos los días de reposo, cumplieron
estas escrituras, condenándole».
Hechos 13:15: «Después de la lectura de la ley y los profetas,
los oficiales de la sinagoga les mandaron a decir: Hermanos, si
tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad».
Tras la «lectura» de las Escrituras, los misioneros fueron
invitados a dirigirse a la sinagoga con una palabra de
«exhortación». Se trata de las mismas dos palabras
utilizadas en 1 Timoteo 4:13. No está claro si se exigía que
se basara exactamente en la lectura de las Escrituras de
ese día. Podía ser «alguna palabra de exhortación».
Lucas 4:16, 20-21: «Llegó a Nazaret, donde se había criado, y
según su costumbre, entró en la sinagoga el día de reposo, y
se levantó a leer […]. Cerrando el libro, lo devolvió al asistente
y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en
Él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura
que habéis oído».
También aquí Jesús sigue la lectura de las Escrituras con
una exhortación. En este caso toma como texto {base} el
pasaje que acababa de leer.
Nehemías 8:18: «Y leyó Esdras del libro de la ley de Dios
cada día, desde el primer día hasta el último día. Celebraron
la fiesta siete días, y al octavo día hubo una asamblea
solemne según lo establecido».
Nehemías 8:8: «Y leyeron en el libro de la ley de Dios,
traduciéndolo y dándole el sentido para que entendieran la
lectura».
La fiesta del Antiguo Testamento de la que se habla aquí
se celebraba en parte con la lectura de las Escrituras. Es
posible que durante el cautiverio el idioma de los judíos
hubiera cambiado ligeramente (del hebreo a la lengua
aramea, estrechamente relacionada). También es posible
que gran parte de las prácticas culturales que los judíos
habían conocido antes del exilio fueran ahora desconocidas
para sus hijos que regresaban del exilio. Ambas cosas
pueden explicar por qué era necesario que los sacerdotes y
levitas que leían las Escrituras las tradujeran o al menos las
interpretaran mientras se leían. Independientemente de cuál
haya sido el caso, vemos que es apropiado hacer
comentarios explicativos en la lectura de la Palabra de Dios
en la adoración corporativa.
Deuteronomio 31:10-13: «Entonces Moisés les ordenó,
diciendo: Al fin de cada siete años, durante el tiempo del año
de la remisión de deudas, en la fiesta de los tabernáculos,
cuando todo Israel venga a presentarse delante del S tu
Dios en el lugar que Él escoja, leerás esta ley delante de todo
Israel, a oídos de ellos. Congrega al pueblo, hombres, mujeres
y niños, y al forastero que está en tu ciudad, para que
escuchen, aprendan a temer al S tu Dios, y cuiden de
observar todas las palabras de esta ley. Y sus hijos, que no la
conocen, la oirán y aprenderán a temer al S vuestro Dios,
mientras viváis en la tierra adonde vosotros vais, cruzando al
otro lado del Jordán para poseerla».
La práctica de la lectura de las Escrituras en la adoración
proviene en última instancia del mandamiento de Dios de
leer las Escrituras durante las fiestas de Israel. Nótese que
este pasaje asevera que sería un medio de gracia para
Israel: «Y sus hijos, que no la conocen, la oirán y aprenderán
a temer al S vuestro Dios». Mientras que el
cristianismo contemporáneo puede ver poco valor en la
simple lectura de las Escrituras, Dios la estableció como un
medio de gracia con la intención de ayudar a Israel a
aprender a temer al Señor.
Quizá en algunos aspectos nos queden preguntas
después de considerar estos pasajes de las Escrituras. Sin
embargo, una cosa está clara por estos numerosos
ejemplos bíblicos. Hay un claro precedente en la adoración
tanto de la Iglesia judía como de la Iglesia cristiana para la
lectura de porciones sustanciales de las Escrituras del
Antiguo y del Nuevo Testamento en su adoración
corporativa.

IV. La disposición común de la lectura


pública de las Escrituras
La Biblia no contiene ningún mandamiento de que solo los
pastores ordenados pueden leer la Palabra públicamente. Al
mismo tiempo, hay algunas consideraciones que nos llevan
a decir que generalmente las Escrituras deberían ser leídas
públicamente por los pastores de la iglesia. Las razones
para ello ya deberían estar claras. He aquí tres:
En primer lugar, la lectura de las Escrituras está
relacionada estrechamente con el ministerio
público de la Palabra, que es principalmente
responsabilidad de los pastores de la iglesia.
Quienes realizan la lectura en 1 Timoteo 4:13 y en
Nehemías 8 son Timoteo y Esdras (con sus
compañeros levitas) respectivamente.
En segundo lugar, la lectura de las Escrituras
debería ir acompañada, cuando sea necesario,
de comentarios explicativos sobre el significado
del texto leído, y son los ministros de la Palabra
los más competentes para hacerlos.
En tercer lugar, la lectura de las Escrituras es una
parte de la dirección de la adoración, y la
dirección es principalmente la responsabilidad de
los pastores de la iglesia.

V. La aplicación cuidadosa de la lectura


pública de las Escrituras
En su estudio de la práctica de las iglesias reformadas a lo
largo de los siglos, Terry Johnson muestra que la
implementación de esta parte de la adoración se ha
caracterizado por una gran variedad de prácticas.[117] A
veces la lectura de las Escrituras constituía el texto de la
predicación; otras veces no. A veces la lectura de las
Escrituras se convertía en la base de lo que equivalía casi a
un segundo sermón. A la luz de la variación en la tradición
cristiana y reformada sobre esta cuestión y, especialmente,
a la luz de la falta de especificidad en muchas cuestiones de
la Escritura, debe permitirse un grado de libertad en la
implementación de esta parte de la adoración. He tratado de
limitar mis observaciones sobre la aplicación de esta parte
de la adoración a las cosas que parecen claras y centrales
para su práctica.

La lectura de porciones sustanciales de la


Escritura debería formar una parte distinta de la
adoración corporativa de la iglesia
La lectura de un breve texto para el sermón es insuficiente
para cumplir el requisito bíblico. Muchos de los pasajes
considerados anteriormente muestran que debe haber una
porción sustancial de la Escritura leída. La Biblia justifica que
esta sea una parte distinta de la adoración (Luc. 4:20). A
veces en la Escritura la exhortación o la enseñanza se basa
en la porción leída de la Biblia (Luc. 4:20), pero a veces en
la Escritura no es así (Hch. 13:15). Aunque la lectura de las
Escrituras está relacionada estrechamente con la
exhortación y la enseñanza, no es simplemente un
complemento o parte de la proclamación de la Palabra (la
predicación o la enseñanza).
Con relación a esto, parece claro que se debería seguir
algún plan en la lectura pública de las Escrituras. El plan
debería formularse de manera que, con el tiempo, todo el
canon de la Escritura se lea públicamente en la adoración
de la iglesia. Ciertamente está claro en la Escritura que tanto
el Antiguo como el Nuevo Testamento deben ser leídos en la
adoración de la iglesia.[118]

La lectura de las Escrituras puede ir


acompañada y, cuando sea necesario, debería ir
acompañada de breves comentarios explicativos
Esto queda claro por su conexión con la exhortación y la
enseñanza en 1 Timoteo 4:13, y por los comentarios que se
hacen en Nehemías 8:8.[119]

La lectura de las Escrituras debe ser realizada


por hombres dotados y llamados a ello
No se debería pedir a todos que lean las Escrituras
públicamente. No hay ningún ejemplo de una mujer que lea
las Escrituras en la adoración corporativa. La estrecha
relación de la lectura pública de las Escrituras con el
ministerio de la Palabra deja claro que esto sería
inapropiado. De la misma manera, ni tan siquiera todos los
hombres cristianos tienen la gracia o el don de leer
públicamente para la edificación del pueblo de Dios de una
manera que no distraiga y sea clara y fiel al espíritu del
pasaje. Además, no todos están capacitados para hacer las
observaciones explicativas necesarias que a veces requiere
la lectura pública de las Escrituras. Por último, esto nos lleva
a pensar que, si se pide a alguien que lea las Escrituras en
público, deberían hacerse algunos preparativos para llevarlo
a cabo de una manera que sea bíblicamente edificante. El
pasaje debería ser repasado para que se pueda leer sin
equivocaciones. Se debería estudiar para poder hacer
cualquier comentario explicativo necesario.

La lectura de las Escrituras debe ser recibida con


el mismo sacrificio espiritual que damos a la
predicación de la Palabra
Debemos recibir la lectura pública de la Palabra con el
mismo corazón tembloroso, quebrantado, contrito y
voluntariamente obediente que damos a la proclamación de
la Escritura. Debería haber la misma postura de atención, de
estar dispuestos a ser enseñados y de ser receptivos que
damos al ministerio de la Palabra. No debería haber una
desatención descuidada durante el ministerio público de la
Palabra. La actitud no debe ser: —Es solo la lectura de las
Escrituras. No, es la Palabra de Dios en la adoración a Dios
y merece la atención cuidadosa del pueblo de Dios.
P 2.2.5: L

D (1 C . 14:16)
Capítulo 15

¡Amén!
Hay una gran lucha teniendo lugar en las iglesias cristianas
de los Estados Unidos entre las iglesias que practican la
adoración tradicional y las que tienen cultos
contemporáneos. Algunas iglesias incluso tienen cultos
contemporáneos para los contemporáneos y adoración
tradicional para los tradicionalistas. Seguro ya han visto los
anuncios de varios cultos de adoración en la misma iglesia.
Los tradicionalistas valoran el orden, la reverencia y la
solemnidad, y su adoración es considerada por los
contemporáneos como muerta, sin vida y formal. Los
contemporáneos valoran la alegría, la libertad, la
participación y la expresión, y su adoración es considerada
por los tradicionalistas como desenfrenada, irreverente e
incluso profana.
A decir verdad, me temo que ambos tipos de la así
llamada «adoración» tienen mucho más que ver con gustos,
deseos y comodidad humanos que con lo que la Biblia
enseña sobre la adoración bíblica. Quizás ambos grupos
sean mejores para criticar al otro que para practicar ellos
mismos la adoración bíblica.
En este capítulo llegamos a considerar una parte o
elemento de la adoración bíblica que puede ayudarnos a
discernir más allá de las tensiones y dicotomías de los
argumentos humanos. Este elemento de la adoración bíblica
puede ayudarnos a lograr un equilibrio bíblico en nuestra
adoración que una la reverencia y el orden con la alegría y la
participación. El elemento de la adoración bíblica que vamos
a considerar es el decir el amén durante la adoración
corporativa de la iglesia.
Al analizar la enseñanza bíblica sobre este tema en la
actualidad, consideren conmigo el propósito de decir el
amén, la prueba que justifica el decir el amén (como parte de
la adoración corporativa de la iglesia), y la práctica de decir
el amén.

I. El propósito de decir el amén


Aquí pretendo hacer y responder tres preguntas sobre el
propósito de decir el amén. La primera debe ser:

¿Qué significa el amén?


Aquí me limitaré a dar las definiciones que he encontrado en
dos diccionarios del Antiguo Testamento:
El derivado «men» (en verdad) se lleva al Nuevo Testamento
en la palabra /amén/, de donde proviene nuestra palabra
amén. Jesús usó esta palabra con frecuencia (Mat. 5:18, 26,
etc.) para enfatizar la certeza de un asunto. Las formas en
hebreo y en griego aparecen al final de las oraciones e himnos
de alabanza (Sal. 41:13; Sal. 106:48; 2 Tim. 4:18; Apo. 22:20,
etc.). Esto indica que el término usado así en nuestras
oraciones debería expresar certeza y seguridad en el Señor a
quien oramos [...]. «men» (en verdad, verdaderamente, amén
{…}). La palabra expresa cierta afirmación en respuesta a lo
que se ha dicho. Se utiliza después de la declaración de
maldiciones solemnes (Núm. 5:22; Deu. 27:15 y vv. sigs.; Neh.
5:13; Jer. 11:5) y después de oraciones e himnos de alabanza
(1 Cró. 16:36; Neh. 8:6; Sal. 41:13, etc.). Dos veces se utiliza
el término con relación al Señor (Isa. 65:16), y solo una vez
para aprobar las palabras de un hombre (1 Rey. 1:36). Por
último, Jeremías utiliza una sola vez el término
sarcásticamente en respuesta a los falsos profetas (Jer. 28:6).
[120]

(1) [...] confirmar, apoyar [...]. (2) {algo que es} hecho firme,
seguro, duradero. (3) confirmado, establecido, seguro. (4)
verificado, confirmado. (5) confiable, fiel, fiable [...]. (1)
mantenerse firme. (2) confiar, creer...[121]
Partiendo de estas definiciones de la palabra hebrea
podemos afirmar de forma muy sencilla que responder
«amén» aseveraba que una declaración determinada era
fiable o verdadera.
¿Cuándo se decía el amén?
Después de las maldiciones: Número 5:22;
Deuteronomio 27:15-26; Nehemías 5:13;
Jeremías 11:15.
Nehemías 5:13 es un ejemplo de esto:
También sacudí los pliegues de mi manto y dije: Así sacuda
Dios de su casa y de sus bienes a todo hombre que no cumpla
esta promesa; así sea sacudido y despojado. Y toda la
asamblea dijo: ¡Amén! Y alabaron al S . Entonces el
pueblo hizo conforme a esta promesa.

Después de las alabanzas: Salmos 41:13;


72:19; 89:52; 106:48; 1 Corintios 16:14.
Salmos 41:13 proporciona un ejemplo de esto: «Bendito sea
el S , Dios de Israel, desde la eternidad hasta la
eternidad. Amén y amén».
Después de las proclamaciones: Jeremías 28:6;
Apocalipsis 1:7; 22:20.
Apocalipsis 1:7 ilustra este uso: «H ,
y todo ojo le verá, aun los que le traspasaron; y todas
las tribus de la tierra harán lamentación por Él; sí. Amén».

Después de las bendiciones {a la iglesia}: 1


Corintios 16:24; Gálatas 6:18.
Gálatas 6:18 demuestra este uso: «Hermanos, la gracia de
nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén».

Después de las doxologías: Romanos 1:25; 9:5;


11:36; 16:27; Gálatas 1:5; Efesios 3:21;
Filipenses 4:20; 1 Timoteo 1:17; 6:16; 2 Timoteo
4:18; Hebreos 13:21; 1 Pedro 4:11; 1 Pedro
5:11; 2 Pedro 3:18; Judas 1:25; Apocalipsis 1:6
(15 veces en el Nuevo Testamento las
doxologías concluyen con amén).
Romanos 16:27 utiliza el amén en este sentido: «al único y
sabio Dios, por medio de Jesucristo, sea la gloria para
siempre. Amén».
Esta lista de momentos en los que se utilizó el amén en la
Biblia explica por qué lo decimos en nuestros cultos.
Decimos el amén en respuesta a la Palabra cuando se lee o
se predica. Lo decimos en respuesta a las oraciones
cuando se pide, se agradece y se bendice a Dios. Lo
decimos después del canto de alabanza a Dios.
Deberíamos decir el amén en respuesta a la bendición {a la
iglesia}. Decimos y deberíamos decir el amén en estos
momentos. Es bíblico.

¿Por qué se decía el amén?


Esta palabra expresa un acuerdo sincero con lo que se
acaba de decir. Este acuerdo puede adoptar diversas
formas y el amén puede tener varios significados
ligeramente diferentes según la naturaleza de lo que se
acaba de decir. A la verdad divina responde: —Así es. A las
promesas divinas responde: —Que así sea. A las
predicciones divinas responde: —Así será. En pocas
palabras, el amén expresa la respuesta del corazón de fe a
la Palabra de Dios.

II. La prueba que justifica el decir el amén


Soy consciente de que estoy luchando contra la tradición
humana y los efectos del pecado cuando pido a los
cristianos que digan amén en la adoración. Aquí, entonces,
me propongo avanzar más allá y probarles que debe tener
su lugar en nuestra adoración corporativa por autorización
divina. Tengo tres argumentos.

En primer lugar, decir el amén formaba parte de


la adoración corporativa del Antiguo Testamento
Ahora bien, sé que el solo hecho de presentar este
argumento suscitará interrogantes en algunos de ustedes.
Pueden preguntarse, ¿no debe ser regulada nuestra
adoración por las ordenanzas del Nuevo Testamento? Es
cierto que hay un cambio en las formas externas de la
adoración corporativa en el Nuevo Pacto, pero no es cierto
que el Antiguo Testamento no tenga nada que enseñarnos
sobre cómo adorar a Dios. ¿Deberíamos ignorar los
primeros cuatro de los Diez Mandamientos para entender
cómo deberíamos adorar a Dios? ¡Por supuesto que no!
Las ceremonias, tipos y sombras del Antiguo Pacto han sido
abolidos, pero ¿quiere decir esto que la enseñanza del
Antiguo Testamento es irrelevante para nosotros? ¡En
absoluto! Mucho del Antiguo Testamento es relevante.
Esta es la pregunta simplemente: ¿Decir el amén parece
ser una parte de las sombras ceremoniales del Antiguo
Testamento? Podemos ver cómo el sacerdocio levítico es
una parte de las sombras ceremoniales. Podemos ver cómo
los sacrificios de sangre son tipos y sombras. ¿Pero puede
alguien explicar cómo decir el amén es un tipo, es
ceremonial y es una sombra? No creo que puedan. Sin
embargo, el punto es que decir el amén es una parte muy
importante de la adoración formal del Antiguo Testamento.
Consideren como prueba de esto los siguientes pasajes de
apoyo: Deuteronomio 27:15-26; 1 Crónicas 16:36;
Nehemías 8:6; y Salmos 106:48.
En Deuteronomio 27:15-26 Israel dice «amén» a las
maldiciones que allí se pronuncian contra los transgresores
de las leyes de Dios. Ninguna de estas leyes parece
ceremonial. Todas parecen ser de carácter moral.
1 Crónicas 16:36 es la conclusión de un largo salmo de
acción de gracias que David ordenó a Asaf y a sus
parientes que cantaran con motivo de la entrada del Arca del
Pacto en la tienda que había montado para esta en
Jerusalén (1 Cró. 16:1). Se registra que todo el pueblo dijo
«amén» a este salmo de acción de gracias. El versículo 36
dice lo siguiente: «Bendito sea el S , Dios de Israel,
desde la eternidad hasta la eternidad. Entonces todo el
pueblo dijo: Amén; y alabó al S ». Es difícil ver cómo
decir el amén en respuesta a la acción de gracias es
ceremonial. De hecho, como veremos en 1 Corintios 14:16,
está claro que no lo es.
Nehemías 8 registra la lectura de las Escrituras en una
gran fiesta de Israel (v. 2). Nehemías y los levitas que lo
ayudaron en esta lectura leyeron las Escrituras de pie sobre
un estrado de madera (v. 4). Acompañaron esta lectura con
una traducción interpretativa para que el pueblo entendiera
la lectura. Nehemías 8:6 registra lo que sucedió al comienzo
de esta lectura: «Entonces Esdras bendijo al S , el gran
Dios. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén, Amén!, mientras
alzaban las manos; después se postraron y adoraron al
S rostro en tierra». En respuesta a la doxología, el
pueblo dijo un doble amén. Probablemente debemos
entender que dijeron amén repetidas veces. Nada de esto
parece limitarse de alguna manera a la economía del
Antiguo Testamento.
El Salmo 106 termina con la oración de Israel para que
Dios los salve y los reúna de entre las naciones para que lo
alaben. El versículo 47 dice: «Sálvanos, oh S , Dios
nuestro, y reúnenos de entre las naciones, para dar gracias
a tu santo nombre, y para gloriarnos en tu alabanza». Como
respuesta creyente a esta oración, el versículo 48 contiene
una doxología: «Bendito sea el S , Dios de Israel,
desde la eternidad y hasta la eternidad…». Después, este
mismo versículo concluye con la respuesta del pueblo a esta
doxología: «Y todo el pueblo diga: Amén. ¡Aleluya»!
Una prueba más de que decir el amén no puede ser
relegado a los tipos y sombras del Israel típico se encuentra
en mi segundo argumento a favor del decir el amén en la
adoración corporativa.

En segundo lugar, decir el amén forma parte de


la adoración corporativa del Cielo
La adoración de la iglesia debería ser y es en gran medida
la anticipación de la adoración en el Cielo y en la nueva
edad. Pero sabemos claramente que el amén se oye en la
adoración del Cielo. Véase Apocalipsis 5:14; 7:12; y 19:4.

En tercer lugar, decir amén formaba parte de la


adoración corporativa en la Iglesia apostólica
1 Corintios 14:16 es el pasaje clave aquí: «De otra manera,
si bendices solo en el espíritu, ¿cómo dirá el Amén a tu
acción de gracias el que ocupa el lugar del que no tiene ese
don, puesto que no sabe lo que dices?». Este versículo se
encuentra en un pasaje que tiene como tema o esencia la
entrega de reglas generales para la conducta en la
adoración en la iglesia. Los versículos 1-26 exponen la regla
de edificación y concluyen con la exhortación: «Que todo se
haga para edificación». Los versículos 27-40 establecen la
regla de orden y concluyen con la exhortación: «Pero que
todo se haga decentemente y con orden».
El versículo 16 supone que decir el amén en respuesta a
la adoración del pueblo de Dios cuando bendecían y
agradecían a Dios era una parte normal de su adoración.
Pablo usa el hecho de que las personas estaban
acostumbradas a decir el amén como la premisa misma de
su argumento contra la gente que hablaba en lenguas sin
traducir en la adoración pública. Decir el amén era una parte
tan normal y natural, habitual e importante de la adoración
corporativa en la Iglesia apostólica, que Pablo podía
suponerlo como la premisa misma de su argumento en este
capítulo. Está claro que decir el amén debe ser parte de la
adoración de la iglesia.
Hay algo más interesante que hay que considerar aquí.
Algunos tradicionalistas se sienten muy incómodos cuando
alguien rompe el silencio absoluto de su adoración
tradicional. Suelen decir que el hecho de que alguien diga
amén no es edificante o es desordenado. Pueden ver lo que
Pablo habría pensado de esa idea. En el mismo capítulo en
el que está enfatizando la importancia de las reglas de
edificación y orden en la adoración corporativa, él supone
que habrá y debería haber amenes vocales acentuando la
alabanza a Dios.

III. La práctica de decir el amén


¿Cuáles son las implicaciones prácticas de todo esto?[122]

En primer lugar, es el deber corporativo del


pueblo de Dios responder con amenes vocales a
todas las expresiones públicas apropiadas de
alabanza, peticiones, lectura de las Escrituras y
proclamación en la adoración a Dios
Si volvemos a los pasajes que hemos considerado, veremos
que todas estas expresiones públicas de adoración a Dios
están presentes. Había alabanza, peticiones, lectura de las
Escrituras o proclamación. ¿Cómo se aplicaría esto a
nosotros? Cantamos el amén correctamente después de la
alabanza. Deberíamos decir amén al concluir la lectura
pública de las Escrituras. Debería decirse al concluir las
oraciones. Debería decirse ocasionalmente durante la
predicación de la Palabra, y se dirá, si estamos escuchando
como debemos. El amén debería decirse en todos los
lugares apropiados donde las personas deberían
reaccionar. Debería haber una respuesta de todo el pueblo
expresada por un amén vocal.

En segundo lugar, todo este asunto nos instruye


sobre la naturaleza de la verdadera adoración
bíblica
La verdadera adoración en la iglesia debería ser una
expresión de unidad corporativa. No se trata de que el
pastor Joe haga su trabajo en la adoración matutina y el
pastor Sam haga su trabajo en la adoración nocturna, y que
el único que se entusiasme con la adoración a Dios sea el
predicador y el líder de adoración. Esto no debería ser así.
Cuando los visitantes vienen a la adoración deberían poder
ver fácilmente que hay toda una multitud que está de
acuerdo. El rebelde no debería salir pensando que tiene una
controversia solamente con el predicador. Debería darse
cuenta de que tiene un problema con toda la iglesia. Debería
expresarse una unidad corporativa en la adoración a Dios.
Esto no solo es algo temperamental. Fue David quien dijo
que todo el pueblo diga amén. Si un incrédulo viera cómo se
adora, ¿sería motivado a inquirir sobre la religión cristiana?
¿Los miraría y diría: —No me creo nada de lo que dicen,
pero está claro que ellos sí lo creen. Están metidos en
esto. Toda su alma está involucrada en este asunto de la
adoración?
Los jóvenes deberían decir el amén. Se debería enseñar
a los niños a decirlo en la adoración familiar y en la
adoración en la iglesia. Si los jóvenes no pueden decir el
amén y no lo dicen, se debería preguntarles por qué.
El amén debería ser audible. No deberíamos guardar un
silencio absoluto. ¿Cómo el amén podría ser una señal de
nuestra unidad corporativa en la adoración al Dios vivo si no
se puede escuchar?
La verdadera adoración pública debería manifestar la
participación sagrada. No se permiten espectadores en la
adoración pública. La adoración no es un deporte para
espectadores. No estás ahí para mirar sino para adorar, y
eso implica decir el amén.
La verdadera adoración implica una respuesta emocional
a la verdad. Si podemos emocionarnos con todo tipo de
cosas: el baloncesto universitario... el mundial de fútbol... el
fútbol americano de la NFL[123]…, ¿por qué no podemos
emocionarnos con la adoración a Dios? Recuerden el doble
amén en las Escrituras. El amén dice que es el anhelo de
nuestros corazones que la gloria del Mesías llene toda la
tierra. La pasividad en la adoración es intolerable y
repugnante. ¿Qué es la tibieza? Quisiera que fueras caliente
o frío. ¿No es esto tibieza? Vienes a la iglesia. No eres frío
para con Dios, pero tampoco tienes una respuesta
emocional en la adoración. No eres caliente. La tibieza
provoca náuseas al sagrado estómago de Dios. Ser tibio es
tomar el Nombre de Dios en vano, de forma vacía,
descuidada e irreflexiva.
La verdadera adoración implica una respuesta emocional
basada en la verdad. No podían decir el amén a menos que
entendieran y creyeran lo que el hombre estaba diciendo en
Corinto. A lo largo de ese capítulo se hace hincapié en la
racionalidad y el entendimiento.
La verdadera adoración exige un corazón de fe y santa
confianza. El amén es esencialmente una respuesta de fe.
Consideremos un texto sobre el amén que no hemos visto
hasta ahora en este capítulo: «Pues tantas como sean las
promesas de Dios, en Él todas son sí; por eso también por
medio de Él, Amén, para la gloria de Dios por medio de
nosotros» (2 Cor. 1:20). Es propio del carácter cristiano
decir el amén a las promesas de Dios por medio de Cristo.

En tercer lugar, decir el amén o la incapacidad


de decirlo correctamente de corazón es un
indicio de nuestra condición espiritual ante Dios
Richard Sibbes comentó:[124]
Amén es una palabra corta, pero maravillosamente preñada
de significado, llena de sentido y espíritu. Sella todas las
verdades de Dios, todas las verdades de las promesas de
Dios y cada promesa particular de Dios. Probablemente nunca
surja en el alma, a menos que primero haya un poder
omnipotente del Cielo que se apodere de las fuerzas del alma
para someterlas y hacer que diga: —Amén. Hay tal
levantamiento interno del corazón y rebelión innata contra la
bendita verdad de Dios, que a menos que Dios —con Su brazo
poderoso— derribe el corazón, este nunca dirá ni podrá decir:
—Amén.[125]
He aquí dos declaraciones memorables hechas por un
pastor, y creo que contienen mucha verdad:[126]
Si puedes sentarte bajo la predicación fiel de la Palabra de
Dios, y nunca surge del corazón un amén a la verdad de la
Palabra de Dios, entonces no eres cristiano.
Algunos de ustedes podrían recordar el tiempo en que podían
decir: —Amén, y hoy no lo dicen. Están aquí solo por la rutina.
Hace mucho tiempo que desde lo más profundo de vuestra
alma no surge el amén. Tienes que ponerte a cuentas con
Dios. Necesitas volver a ese lugar donde dices —Amén. No
tomarás el Nombre del Señor tu Dios en vano. Creo que
podemos hacerlo mejor. ¿No quieres que Dios sea alabado, no
quieres que las personas sepan que adoras y alabas a Dios?
¿No quieres que las personas sepan que amas y crees la
verdad? Entonces, amados, digan: —Amén.
P 2.2.6: L

E ,
(M .
26:30)
Capítulo 16

El canto en la adoración de
la iglesia: Sus precedentes
y propósitos
La carga que me impulsó a escribir todo este libro es
explicar la gloria, el significado y las implicaciones del hecho
de que la iglesia es la casa de Dios y su adoración está
regulada por Dios en un sentido especial y con un nivel de
detalles único. Por lo tanto, habiendo argumentado que los
elementos de esta adoración deben ser prescritos por Dios
y encontrar un precedente en las Escrituras, ahora estoy
tratando de practicar lo que he predicado. Por consiguiente,
he estado haciendo la pregunta, «¿Cuáles son los
elementos prescritos de la adoración corporativa en la
iglesia»? En este capítulo y los que siguen llegamos a otro
de esos elementos prescritos: El canto de salmos, himnos
y cánticos espirituales.
Este es un elemento de la adoración corporativa a Dios
que ha sido objeto de muchos debates diferentes en la
historia de la Iglesia. Algunos han cuestionado la
permisibilidad misma del canto en la iglesia. Otros han
cuestionado si es correcto el uso de instrumentos musicales
con relación al canto. Aún otros han argumentado que solo
los salmos bíblicos o, a lo sumo, solo citas de las Escrituras
deberían cantarse en la iglesia. Se han planteado preguntas
sobre los coros, la música especial, los directores de canto,
los líderes de adoración, las bandas musicales de
adoración, los equipos de música y muchas otras
cuestiones. No quiero ser polémico, pero tampoco puedo
abordar este tema e ignorar todas estas cuestiones.
Es mi intención considerar el tema del canto en la
adoración corporativa de la iglesia bajo tres encabezados:
I. Su precedente
II. Su propósito
III. Su práctica
I. Su precedente
En este asunto es importante comenzar por el principio. La
primera cuestión tiene que ver con el precedente bíblico o la
justificación para el canto de alabanzas a Dios en la iglesia.
¿Sabían que, en una ocasión, a finales de los años 1600 y
principios de los 1700, hubo una controversia hostil sobre si
la Biblia permitía siquiera el canto en la adoración a Dios?
La hubo, y fue una controversia que tuvo lugar entre
nuestros antepasados bautistas particulares.[127] Por esta
razón es importante establecer un fundamento sólido sobre
este asunto.
Los argumentos a favor del canto de alabanzas a Dios
como parte de la adoración corporativa en la iglesia no son
poco convincentes. Se basan al menos en cinco pasajes de
la Escritura.
Mateo 26:30 es el primer texto: «Y cuando hubieron
cantado el himno, salieron al monte de los Olivos»
{RVR1960}. Este versículo registra que al final de la Pascua
(lo que llamamos «La última cena») y antes de partir del
lugar de su celebración el Señor dirigió a Sus discípulos en
el canto de un himno. No es importante para nuestro
propósito determinar cuál era ese himno. Es importante
darse cuenta de que la palabra «himno» en las Escrituras
siempre se refiere a un canto que tiene contenido religioso,
un canto de alabanza a Dios. Ahora bien, ¿qué tiene esto
que ver con la adoración cristiana? ¡Mucho en todos los
sentidos! Porque, como saben, fue en esta Pascua que el
Señor instituyó lo que llamamos la Mesa del Señor. Más allá
de toda discusión, la Cena del Señor es una parte de la
adoración corporativa en la iglesia. Por lo tanto, al cantar un
himno al final de este tiempo de adoración corporativa con
Sus discípulos, Jesús nos enseña que no hay nada
inapropiado en el canto de himnos en la adoración
corporativa de la iglesia.
1 Corintios 14:15-26 es el segundo pasaje. El versículo
15 dice: «Entonces ¿qué? Oraré con el espíritu, pero
también oraré con el entendimiento; cantaré con el espíritu,
pero también cantaré con el entendimiento». En el versículo
26 se pregunta: «¿Qué hay que hacer, pues, hermanos?
Cuando os reunís, cada cual aporte salmo, enseñanza,
revelación, lenguas o interpretación. Que todo se haga para
edificación».
En nuestro estudio de «Las partes necesarias de la
adoración en la iglesia» hemos recurrido varias veces a 1
Corintios 14. Lo hemos hecho porque contiene una de las
descripciones más extensas de la adoración en la iglesia
que tenemos en nuestro Nuevo Testamento. Cuando nos
dirigimos a este pasaje, no debemos olvidar que contiene
referencias al uso de dones extraordinarios que solo
estuvieron presentes en la iglesia durante los tiempos
apostólicos. Cuando vamos a este pasaje, también
debemos recordar que Pablo se dedica a corregir los
problemas que habían surgido en la adoración de la iglesia
en Corinto. Sin embargo, incluso teniendo en cuenta todo
esto, hay mucho que aprender de este capítulo sobre la
adoración en la iglesia. Algo que aprendemos es que el
canto de alabanzas a Dios era una parte perfectamente
correcta de esa adoración. Creo que esto queda claro en
los versículos 15 y 26:
v. 15: Entonces ¿qué? Oraré con el espíritu, pero también
oraré con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero
también cantaré con el entendimiento.
v. 26: ¿Qué hay que hacer, pues, hermanos? Cuando os
reunís, cada cual aporte salmo, enseñanza, revelación,
lenguas o interpretación. Que todo se haga para edificación.
Por supuesto, estos versículos pueden plantear
preguntas en nuestra mente. Tendremos que volver a pensar
en ellos en este estudio, pero hay dos cosas claras. En
primer lugar, está claro que el canto no es un don
extraordinario que solo estuvo presente en la iglesia durante
los tiempos apostólicos. En segundo lugar, está claro que
Pablo consideraba que el canto de alabanzas a Dios era
perfectamente correcto en la adoración de la iglesia siempre
que todo se hiciera para edificación y de forma ordenada.
Efesios 5:19-20 y Colosenses 3:16-17 son los pasajes
tercero y cuarto. Los trataré juntos:
Efesios 5:19-20: «hablando entre vosotros con salmos, himnos
y cánticos espirituales, cantando y alabando con vuestro
corazón al Señor; dando siempre gracias por todo, en el
nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios, el Padre».
Colosenses 3:16-17: «La palabra de Cristo viva en vosotros en
abundancia, con toda sabiduría, enseñándoos y
amonestándoos los unos a los otros con salmos, e himnos, y
cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros
corazones a Dios. Y todo lo que hagáis, de palabra o de obra,
hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a
Dios Padre por medio de Él». {BTX2}
Estos pasajes aparecen en secciones de Colosenses y
Efesios llenas de exhortaciones más generales sobre la vida
cristiana. Por tanto, algunos han cuestionado su aplicación
al canto de alabanzas a Dios en la adoración de la iglesia.
¿De qué tipo de canto está hablando Pablo? No puede estar
hablando del canto privado para la propia edificación. El
canto privado no habla a nadie y no puede enseñar o
amonestar a nadie. Todo el punto de este pasaje es cómo
debemos edificar a la iglesia por nuestra acción de gracias
a Dios. Por muy bueno que sea el canto y la acción de
gracias en privado para nuestras propias almas, no puede
ser edificante para otros. Por lo tanto, Pablo no se refiere al
canto privado. La otra alternativa es que los textos se
refieran al canto corporativo en los cultos de la iglesia. Esta
opción satisface todas las exigencias del texto. Estos
pasajes se dirigen a las iglesias y no solo a los individuos.
Ordenan a toda la iglesia que se enseñe y amoneste
mutuamente mediante el canto. Pablo está pensando aquí en
el canto corporativo en la iglesia.
Apocalipsis 5:9-10 es el quinto pasaje:
Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el
libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu
sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua,
pueblo y nación. Y los has hecho un reino y sacerdotes para
nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra.
Este pasaje es una descripción figurada de la adoración
que tiene lugar en la Iglesia reunida alrededor del trono de
Dios en el Cielo. Está claro que el canto de alabanzas a
Dios forma parte de esa adoración. Mi argumento es
simplemente este: Si el canto es una parte de la adoración
de la Iglesia en el Cielo, entonces hay muchas razones para
pensar que es una parte correcta de la adoración a Dios en
la tierra. Piénsenlo de esta manera. El canto era parte de la
adoración en el Antiguo Testamento. Es parte de la
adoración celestial. ¿Podemos entonces argumentar que no
es una parte de la adoración en el Nuevo Pacto? Obsérvese
también la referencia al «cántico nuevo». ¿No debería la
adoración en el Nuevo Pacto cantar un cántico nuevo a
Dios?
De estos pasajes se desprenden dos conclusiones
importantes sobre el lugar del canto en la adoración de la
iglesia:
Estos cinco pasajes proporcionan lo que creo que
es un fundamento firme para la práctica del canto
de alabanzas a Dios en nuestra adoración.
Deberíamos cantar salmos, himnos y cánticos
espirituales no solo en privado, sino también
públicamente en la adoración corporativa de la
iglesia. Esto está claro.
Las pruebas que he citado también muestran que
el Nuevo Testamento no se obsesiona con la
música y el canto en la iglesia, como creo que
hacen muchos en la Iglesia contemporánea. Las
pruebas a favor del canto son relativamente
breves. También observamos que en Hechos
2:42, un pasaje fundamental para entender los
elementos de la adoración en la Iglesia apostólica,
ni siquiera se menciona el canto explícitamente.
La obsesión contemporánea por la música y el
canto apenas parece apropiada a la luz de esta
evidencia.

II. Su propósito
El propósito del canto de alabanzas en la adoración
corporativa de la iglesia es doble: ministrar a los hombres y
alabar a Dios.

A. Ministrar a los hombres


He leído y oído muchas veces que el canto de salmos,
himnos y cánticos espirituales debería ser solo para los
oídos de Dios. Se afirma que la alabanza es solo para Dios.
Ahora bien, reconozco que esto suena muy lógico y muy
centrado en Dios. Además, tales afirmaciones recalcan un
punto importante. La única dificultad es que simplemente no
son estrictamente ciertas o bíblicas. De hecho, en tres de
los cinco pasajes a los que los dirigí en el primer punto,
ministrar a los hombres es claramente uno de los propósitos
del canto de alabanzas.
1 Corintios 14:26 declara que todas las cosas se hagan
para edificación, es decir, la edificación de la iglesia: «¿Qué
hay que hacer, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada
cual aporte salmo, enseñanza, revelación, lenguas o
interpretación. Que todo se haga para edificación». Pero,
¿qué es «todo»? Incluye interpretación, lenguas, revelación,
enseñanza y salmo.
Efesios 5:19 describe este ministrar a los hombres:
«hablando entre vosotros con salmos, con himnos y
cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en
vuestros corazones» {RVR1960}. Los salmos, himnos y
cánticos espirituales deben cantarse a Dios, pero, según
este texto, deben hablar a los hombres.
Colosenses 3:16 también enfatiza el aspecto ministerial a
los hombres del canto de alabanzas a Dios: «La palabra de
Cristo viva en vosotros en abundancia, con toda sabiduría,
enseñándoos y amonestándoos los unos a los otros con
salmos, e himnos, y cánticos espirituales, cantando con
gracia en vuestros corazones a Dios» {BTX2}. En
comparación con Efesios 5:19, el lenguaje es aún más
específico. El canto de alabanzas a Dios debe enseñar y
amonestar a la iglesia.
Hay dos implicaciones prácticas de este énfasis de los
textos clave. Si el canto de alabanzas a Dios debe ministrar
a los hombres, es importante que esta alabanza tenga un
contenido sólido y una variedad sana.
¿Qué quiero decir con contenido sólido? Me refiero a dos
cosas. Contenido sólido significa que los himnos que
cantamos deberían ser ricos en enseñanza doctrinal.
Volvamos a ver Colosenses 3:16. Este versículo es claro en
cuanto a que nuestra himnodia debería ser rica en contenido
doctrinal. Deja claro que debería ser la sobreabundancia de
la Palabra de Cristo que mora ricamente en ustedes.
También aclara que nuestra himnodia debería resonar con
toda sabiduría. Finalmente, este versículo deja claro que el
canto de nuestros himnos debería tener como resultado la
enseñanza y la amonestación. Ciertamente, si algo no
contiene enseñanza, no enseña. Así que nuestros himnos
deberían estar llenos de enseñanza.
Un contenido sólido también significa que los himnos que
cantamos deberían ser profundos en experiencia espiritual.
Palabras como «toda sabiduría» y «amonestándoos unos a
otros» en Colosenses 3:16 hablan de experiencia espiritual
profunda. Aún más clara es la enseñanza del pasaje de
Efesios 5:18 y 19. Cuando se observa la conexión entre los
dos versículos, «sino sed llenos del Espíritu» {v. 18} y
«hablando entre vosotros con salmos, himnos y cantos
espirituales» {v. 19}, está claro, sin dudas, que nuestros
cánticos espirituales deben ser la expresión de nuestra
experiencia de ser llenos del Espíritu.
¿Por qué hablo de la variedad sana? La razón es que,
tanto en Efesios 5:19 como en Colosenses 3:16, Pablo
especifica «salmos e himnos y cánticos espirituales»
{RVR60}. ¿Por qué lo hace? ¿Cuál es el propósito? ¿Por
qué no dice simplemente salmos o himnos? ¿Por qué en
ambos lugares menciona las tres palabras? Ahora bien, es
cierto que estas tres palabras son sinónimos en la mayoría
de los aspectos. Cada una se refiere a cantos religiosos.
Cada una de estas palabras se usa repetidamente en los
prefacios de los salmos en la Septuaginta. Sin embargo,
esto no quiere decir que no haya distinción entre estas
palabras. Ciertamente, cada una expresa un significado
ligeramente diferente.
Generalmente, un salmo es algo que se toca con un
instrumento de cuerda. Bíblicamente, viene a significar un
canto de alabanza a Dios y una referencia específica al
Libro de los Salmos. Un himno es un canto de contenido
religioso, un canto de alabanza a Dios. Un cántico es algo
que se canta. Por eso Pablo tiene que especificar diciendo
«cánticos espirituales». La palabra «espirituales» nos indica
que el cántico en cuestión es un canto nacido del ministerio
del Espíritu en el cristiano.
El propósito del uso de estas tres palabras es que puede
y debe haber una rica variedad en los himnos que cantamos.
Deberían cantarse todo tipo de himnos cristianos.
Ahora bien, todo esto es muy importante. Estas cosas
tienen profundas y diversas aplicaciones en nuestra época.
Pero, por supuesto, los salmos, himnos y cánticos
espirituales no están dirigidos final o principalmente a los
hombres. Tampoco hablarán, ni enseñarán, ni amonestarán
a los hombres, a menos que también sean para...

B. Alabar a Dios
Ahora bien, los versículos clave en Efesios y Colosenses
enfatizan dos cosas sobre esta alabanza a Dios que deben
poder describirla, si ha de ser genuina y aceptable a Dios.

En primer lugar, debe ofrecerse en el contexto


de la redención trinitaria
¿Qué quiero decir con redención trinitaria? La redención o
salvación es la obra del Dios Trino. El Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo participan en la obra de la redención. Todos
están involucrados en restaurar a los hombres al favor de
Dios. Todos están involucrados en hacer a los hombres
aceptables para Dios. Si nuestra alabanza ha de ser
genuina y aceptable, debe ofrecerse por medio de esta obra
del Dios Trino en la salvación. Debe ser ofrecida al Padre
por el Hijo y por medio del Espíritu Santo.
Debemos ofrecerla al Padre. Nótese las dos últimas
palabras de Colosenses 3:16: «a Dios». Observen también
las últimas palabras de Colosenses 3:17: «dando gracias a
Dios Padre…». Fíjense también en las últimas palabras de
Efesios 5:20: «a Dios, el Padre». En esencia nuestros
cantos deben dirigirse solo a Dios como único objeto digno
de nuestras alabanzas. No deben dirigirse a ángeles, ni a
ningún otro ser espiritual creado, ni a los santos que hayan
muerto, ni a María ni a héroes cristianos vivos. Nuestras
alabanzas deben dirigirse a Dios el Padre. Por supuesto,
está permitido alabar al Hijo y al Espíritu en nuestros cantos.
Porque ellos también son en esencia Dios. Sin embargo, en
la economía de la redención, el Padre sostiene la majestad
de la Divinidad. Así que, normalmente, la alabanza es
ofrecida al Padre por el Hijo y por medio del Espíritu Santo.
Debemos ofrecerla por el Hijo. Nótese Colosenses 3:17:
«Y todo lo que hagáis, de palabra o de obra, hacedlo todo en
el nombre del Señor Jesús» {BTX2}. Efesios 5:20 contiene
palabras equivalentes: «dando siempre gracias por todo, en
el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios, el Padre».
Estas palabras significan que todo lo que ofrecemos a Dios
en nuestros cantos de alabanza debe ser ofrecido por la
mediación del Señor Jesús. Es Su Nombre unido a nuestros
cantos de alabanza y no el nuestro lo que los hace
aceptables a Dios. Piensen en esto. Somos tan pecadores e
inaceptables por naturaleza que incluso nuestros cantos de
alabanza no agradarían a Dios y no serían aceptables a
Dios sin la sangre, la cruz y la intercesión de nuestro Señor
Jesús. Creo que eso es un pensamiento asombroso[128].
Tomen el mejor y más hermoso canto de alabanza a Dios
que puedan imaginar. Hagan que lo cante el coro más
grande y melodioso que se pueda concebir. Que lo
acompañe la orquesta más renombrada y talentosa que se
pueda reunir. Y aún con todo esto, este canto de alabanza
no sería aceptable a Dios.
¿Ven lo que esto dice sobre nuestra contaminación por
naturaleza? ¿Ven lo que esto dice sobre nuestra necesidad
de Cristo? Si lo mejor que podemos imaginar no es
aceptable a Dios, ¿qué debe pensar Él de lo peor? Oh, tú
que nunca has sentido tu necesidad de Cristo, que nunca te
has revestido de Cristo, que nunca has buscado refugio en
Cristo, ¿qué crees que hará Dios contigo si llegas al trono
del juicio sin Cristo? ¡Que Dios te libre de tu insensibilidad a
tu gran necesidad!
Debe ofrecerse por medio del Espíritu. Aquí las palabras
clave se encuentran en Efesios 5:18 y 19: «Y no os
embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución, sino sed
llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos,
himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con
vuestro corazón al Señor». Solo cuando seamos llenos del
Espíritu, los cantos de alabanza a Dios brotarán de nuestros
corazones al Señor.
Nuestra alabanza debe ser ofrecida al Padre por el Hijo y
por medio del Espíritu. ¿Ven por qué no deben cantar o venir
a adorar sin pensar? No debemos pensar que podemos
adorar a Dios de forma aceptable o incluso cantar Su
alabanza de forma aceptable sin los recursos de la
redención que se encuentran en el Hijo y el Espíritu Santo.
Necesitamos que el Espíritu cree en nosotros un corazón de
alabanza. Necesitamos la mediación del Hijo para unir Su
Nombre a nuestra alabanza a fin de que llegue a Dios de
forma aceptable. Necesitamos buscar en oración la llenura
del Espíritu y ofrecer deliberadamente nuestra alabanza a
través de la mediación de Cristo cuando participamos en la
adoración cristiana.

En segundo lugar, debe ofrecerse de corazón


Recuerden que en Juan 4 nuestro Señor nos dijo que los
que adoran a Dios deben adorarlo en espíritu y en verdad.
También recuerden Mateo 15:8: «“E
,
”». Así que nuestro canto debe ser en espíritu y en
verdad. Debe salir de nuestro corazón. Recordemos de
nuevo las palabras de Efesios 5:19 y 20: «…cantando y
alabando con vuestro corazón al Señor; dando siempre
gracias por todo». Recordemos también Colosenses 3:16:
«La palabra de Cristo viva en vosotros en abundancia […]
cantando con gracia en vuestros corazones a Dios»
{BTX2}. También es muy pertinente 1 Corintios 14:15:
«Entonces ¿qué? Oraré con el espíritu, pero también oraré
con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero también
cantaré con el entendimiento». Salmos 57:8 y 9 también es
muy claro al respecto: «¡Despierta, gloria mía! ¡Despertad,
arpa y lira! ¡A la aurora despertaré! Te alabaré entre los
pueblos, Señor; te cantaré alabanzas entre las naciones».
Observen varias cosas a modo de conclusión. Estos
pasajes de la Escritura sobre el canto de alabanzas a Dios
de corazón dejan claras varias cosas. En primer lugar,
debemos cantar con entendimiento. En segundo lugar,
debemos cantar con acción de gracias. En tercer lugar,
debemos cantar con energía. En cuarto lugar, debemos
cantar con emoción a medida que Dios nos ayuda. Es una
mentira y un pecado cantar entre dientes sin pensar y sin
corazón en el canto congregacional de la iglesia. Enséñense
ustedes mismos a cantar. Enseñen a sus hijos a cantar tan
pronto como tengan edad para leer. Hagan que se pongan
de pie. Hagan que miren la letra. Hagan que canten con la
boca, y oren para que un día canten con el corazón.
Capítulo 17

El canto en la adoración de
la iglesia: Su práctica
La cuestión de la salmodia exclusiva
En el principio, Dios dijo: «Hágase el canto». El acto de la
creación se describe como un momento de canto. Fue
«cuando cantaban juntas las estrellas del alba» (Job 38:7).
Desde entonces, Dios en Su providencia ha dicho:
Produzca la tierra toda clase de cantos y música. Ha dicho:
Háganse canciones de amor, lamentos por los muertos,
baladas por los valientes, y que haya himnos de alabanza
para Mí. También ha ordenado que, así como debe haber
una gran variedad de canciones, también haya una gran
variedad de música. De Su providencia creadora han
surgido toda clase de instrumentos musicales y toda clase
de genios en la música. En el mundo disfrutamos de todo,
desde bandas de música hasta Bach y mucho más. El canto
y la música son dones maravillosos de Dios para que los
disfrutemos.
De hecho, hay una gran libertad cristiana con respecto a
este asunto. Algunos pueden llevar este asunto de su
libertad más allá de lo que es bueno para ellos o para
glorificar a Dios o para edificar a sus hermanos. Sin
embargo, no cabe duda de que existe una gran libertad
cristiana para disfrutar de estos buenos dones de Dios. Los
cristianos pueden disfrutar de conciertos sagrados, del
canto de salmos bíblicos, del talento de grandes músicos, de
cuartetos de música evangélica del sur, de solistas, dúos,
tríos. Todos estos son buenos regalos para ser disfrutados.
Los cristianos también pueden disfrutar de todo tipo de
música secular con discreción. Por supuesto, hay que tener
cuidado de no llenar nuestras mentes con música que nos
contamina. Pero hay un lugar para todo esto en la rica vida
que Dios ha dado a Su pueblo.
Ahora bien, en este libro no estoy tratando la libertad que
tienen los cristianos para disfrutar de los buenos dones de
Dios en sus propias vidas como estimen conveniente. No
hablo aquí de qué tipo de música pueden llevar a sus propias
casas o salas de concierto. Mi preocupación es diferente.
Estamos preguntando qué es lo que Dios ha designado
sobre este asunto para Su propia casa. Hay muchas cosas
que tienen lugar en el mundo de Dios que no tienen lugar en
la casa de Dios. Tenemos una libertad para ordenar
nuestras propias casas que no tenemos en la casa de Dios.
La esencia misma del principio regulador de la iglesia es que
Dios ejerce una regla mucho más particular sobre Su propia
casa que es diferente de Sus reglas para la vida en general.
Esta es la razón por la que Pablo le dijo a Timoteo: «te
escribo para que sepas cómo debe conducirse uno en la
casa de Dios» (1 Tim. 3:15). En el mundo tenemos la
libertad cristiana dentro de los límites de Sus leyes. En la
iglesia tenemos a Dios controlando Su propia adoración.
En este libro, cuando llegué a la parte necesaria de la
adoración que La Confesión Bautista de 1689 describe
como enseñarse y amonestarse unos a otros con salmos,
himnos y cánticos espirituales, mi intención era decir poco
sobre la música que se debe disfrutar fuera de la iglesia.
Podemos hacer lo que queramos en el mundo dentro de los
límites de las leyes de Dios, pero en Su casa Dios condena
el culto voluntario o la religión humana (Col. 2:23). La
pregunta aquí es simplemente esta: ¿Qué ha dicho Dios
sobre el canto de Su alabanza en Su adoración?
Ahora bien, surgen muchas preguntas con relación a
esto, pero la que quiero abordar en este capítulo tiene que
ver con el renovado impulso de la salmodia exclusiva en
algunos círculos reformados. Para responder esta pregunta,
presupongo las respuestas a dos preguntas anteriores. La
primera tiene que ver con el precedente del canto
congregacional en la adoración formal a Dios. Creo que
existe tal precedente sobre la base de pasajes como Mateo
26:30; 1 Corintios 14:15, 26; Efesios 5:18-20; Colosenses
3:16-17; y Apocalipsis 5:9-10. La segunda pregunta, cuya
respuesta presupongo, tiene que ver con el propósito del
canto congregacional. Aquí el Nuevo Testamento deja claro,
y esto puede ser un poco sorprendente, que el propósito de
dicho canto no solo es la alabanza a Dios, ¡sino también
ministrar a los hombres! Esto se enfatiza claramente en al
menos tres de los cinco pasajes que acabamos de citar (1
Cor. 14:26; Efe. 5:18-20; y Col. 3:16-17).
Pero, presuponiendo estas cosas, debo llegar a mi tercer
punto con respecto al canto congregacional...

III. Su práctica
Bajo este encabezado, abordo la primera pregunta
relacionada con la práctica del canto.

A. La cuestión de la salmodia exclusiva


En este capítulo responderé cuatro preguntas relacionadas
con este tema:
1. ¿Qué es la salmodia exclusiva?
2. ¿Por qué deberíamos dedicar tiempo a tratarla?
3. ¿Cómo se debe responder a esta cuestión?
4. ¿Cuáles son los principales argumentos en contra de
la salmodia exclusiva?

1. ¿Qué es la salmodia exclusiva?


He utilizado la frase salmodia exclusiva. Permítanme
explicarla. Hay quienes creen que en la adoración a Dios
solo debemos cantar los Salmos bíblicos. Hay dos versiones
de este punto de vista. La versión más estricta dice que solo
se pueden cantar los 150 Salmos del Libro de los Salmos.
La versión menos estricta permite que se canten otras
porciones de la Palabra de Dios, pero, aun así, a menudo —
y quizás incluso por lo general— concluye que para estar
seguros debemos cantar solo los Salmos que se encuentran
en el libro bíblico llamado Salmos.
Lo último que quiero hacer es caricaturizar o tergiversar
esta postura. Ha sido sostenida por grandes y buenos
hombres. Ha sido sostenida por estos hombres debido a su
estricto respeto por el principio regulador de la adoración.
Los honro por esto.
Uno de estos hombres, alguien a quien respeto mucho,
es John Murray. Con un toque un poco irónico, a veces lo he
caracterizado como mi «santo patrón». Hay pocos o ningún
hombre con el que tenga una mayor deuda teológica que con
el profesor Murray. He aquí su {propio} resumen de la
postura:
1. No hay ninguna justificación en la Escritura para
el uso de composiciones humanas no inspiradas
en el canto de alabanza a Dios en la adoración
pública.
2. Hay autorización explícita para el uso de cánticos
inspirados.
3. Por lo tanto, los cánticos de adoración a Dios
deben limitarse a los cánticos de la Escritura,
pues solo estos son inspirados.
4. El Libro de los Salmos nos proporciona el tipo de
composiciones que cuentan con la autoridad de la
Escritura.
5. Por lo tanto, estamos seguros de la autorización y
aprobación divinas en el canto de los salmos.
6. No estamos seguros de que otros cánticos
inspirados estuvieran destinados a ser cantados
en la adoración a Dios, aunque el uso de otros
cánticos inspirados no viola el principio
fundamental sobre el que la autorización de la
Escritura es explícita, a saber, el uso de cánticos
inspirados.
7. En vista de la incertidumbre con respecto al uso
de otros cánticos inspirados, debemos limitarnos
al Libro de los Salmos.[129]
Es apropiado hacer varios comentarios sobre este
notable punto de vista de Murray.
En primer lugar, Murray pone de manifiesto aquí un
movimiento que creo que es bastante típico de los
defensores de la salmodia exclusiva. Por un lado, ellos
admiten que cantar «otros cánticos inspirados no viola el
principio fundamental sobre el que la autorización de las
Escrituras es explícita». No obstante, prefieren cantar solo
el Libro de los Salmos debido a la supuesta incertidumbre
con respecto a la utilización de estos otros cánticos
inspirados. Esto termina siendo muy similar a lo que expresa
Brian Schwertley, quien da esta definición de salmodia
exclusiva: «Algunas iglesias cantan “himnos” de
composición meramente humana; algunas iglesias cantan
himnos no inspirados y cánticos inspirados del Salterio
bíblico, mientras que algunas iglesias cantan solo los 150
salmos de la Biblia. Utilizar solamente el Libro de los Salmos
como manual de alabanza en la iglesia se denomina
“salmodia exclusiva”».[130] Por lo tanto, aunque
ocasionalmente se considere el canto de otras partes de la
Escritura, en la práctica solo se practica el canto del Libro
de los Salmos.
En segundo lugar, Murray ilustra algo de lo que podría
llamarse la «rigidez» (desde una perspectiva) o el «cuidado»
(desde otra perspectiva) de la postura de la salmodia
exclusiva en esta declaración: «No estamos seguros de que
otros cánticos inspirados estuvieran destinados a ser
cantados en la adoración a Dios». Esto es… asombroso, o
como quiera llamarlo. ¡Murray no está seguro de que incluso
algunos cánticos inspirados sean una adoración aceptable!
En tercer lugar, Murray y Schwertley dejan claro que
entonces la cuestión no es si debemos cantar a veces los
Salmos de la Escritura. Creo que deberíamos cantar del
Libro de los Salmos. No voy a argumentar en contra de eso.
Más bien creo que hay sabias y buenas razones para
hacerlo e incluir, como hacemos en nuestra propia iglesia,
Salmos de la Biblia en nuestro canto como iglesia. Están
llenos de consuelo, son muy instructivos y presentan una
visión de la experiencia cristiana que es mucho más bíblica y
realista que gran parte de la himnología contemporánea. La
cuestión no es la salmodia inclusiva; la cuestión es la
salmodia exclusiva. La cuestión es si debemos cantar solo
Salmos de la Biblia.

2. ¿Por qué deberíamos dedicar tiempo a tratar


este asunto?
Tanto al predicar sobre este tema en nuestra iglesia como al
considerar la posibilidad de escribir un blog sobre este
asunto en Internet, y ahora al decidir escribir un capítulo
sobre esta cuestión en este libro, me he planteado una
pregunta que quizá ustedes también tengan. ¿Por qué
debería molestar las mentes del pueblo de Dios con este
tema? Hay miles de cuestiones teológicas y exegéticas que,
desde luego, no tienen cabida en el púlpito, los blogs o los
libros.
He aquí mis razones para abordar esta cuestión. En
primer lugar, algunos de aquellos con los que estaría más de
acuerdo sobre el principio regulador y a los que considero
mejor en otros aspectos teológicos creen que el principio
regulador conduce directamente a la salmodia exclusiva.
John Murray es un buen ejemplo aquí. En segundo lugar, una
importante objeción práctica al principio regulador por parte
de algunas personas es que este {supuestamente} implica la
salmodia exclusiva, una doctrina que consideran anticuada y
rígida. Tengan o no razón en cuanto a que la salmodia
exclusiva es anticuada y rígida, creo que es importante
demostrar que el principio regulador no conduce a la
salmodia exclusiva. Debo tratar la salmodia exclusiva para
eliminar este prejuicio innecesario contra el principio
regulador.

3. ¿Cómo se debe responder a esta cuestión?


¿Qué quiero decir con esta cuestión? Quiero decir: ¿Sobre
qué base se debe responder a esta cuestión? ¿Qué regla
debería regirnos cuando tratamos de responder a la
cuestión de la salmodia exclusiva? En el contexto de este
libro titulado «¿Cómo, pues, deberíamos adorar?», ¿cuál
debería ser nuestra base para responder a esta cuestión?
Por supuesto, debe ser el propio principio regulador. Este
principio requiere que tengamos una justificación en la
Palabra de Dios para cada elemento de nuestra adoración.
Pero aquí se plantea un asunto difícil. ¿Cómo se aplica
exactamente el principio regulador a esta cuestión? ¿Es la
aplicación del principio regulador a esta cuestión que el
defensor de la salmodia exclusiva debe proporcionar una
justificación clara y bíblica para la salmodia exclusiva? ¿O
es la aplicación que el defensor de la salmodia no exclusiva
debe proporcionar una justificación para cantar
composiciones no inspiradas?
Como he dicho, se trata de un asunto difícil. Sin embargo,
también es un tema importante porque está relacionado con
la cuestión crucial (para este y todos los demás
argumentos) de «la carga de la prueba»[131]. ¿Sobre quién
recae la carga de la prueba? ¿Recae sobre el defensor de
la salmodia exclusiva? Entonces la pregunta será:
¿Tenemos justificación en la Escritura para la doctrina de
la salmodia exclusiva? ¿O la carga de la prueba recae en el
que rechaza la salmodia exclusiva? Entonces la pregunta
sería: ¿Tenemos justificación en las Escrituras para cantar
algo distinto a los Salmos inspirados que se encuentran en
la Biblia?
Obviamente, el que sostiene la salmodia exclusiva suele
argumentar que la carga de la prueba recae en el que quiere
cantar algo distinto a los Salmos de la Biblia. Dirá que está
claro que debemos cantar los Salmos bíblicos y que
tenemos una clara justificación para esto. Dirá que es
seguro cantar Salmos bíblicos inspirados, pero que no es
seguro cantar otros himnos no inspirados, a menos que
tengamos una justificación clara para ello en la Biblia.
Ahora bien, no estoy seguro de que el defensor de la
salmodia exclusiva tenga toda la razón al hacer recaer la
carga de la prueba sobre nosotros, sus oponentes.
Seguramente sería algo extraño si la salmodia exclusiva
como doctrina no pudiera justificarse sobre la base del
principio regulador. Para decirlo en otras palabras, sin duda
sería extraño si la doctrina de la salmodia exclusiva no
pudiera ser probada sobre la base de sola scriptura.
¿Acaso no hay que probar cada doctrina de la iglesia,
incluyendo la salmodia exclusiva, sobre la base de sola
scriptura? Sí, ciertamente ese es el caso. Para citar La
Confesión Bautista de 1689, capítulo 1, párrafo 6a:
Todo el consejo de Dios concerniente a todas las cosas que
son necesarias para Su propia gloria, la salvación del hombre,
la fe y la vida está expresamente escrito o necesariamente
contenido en la Santa Escritura, a la cual no debe añadirse
nada en ningún momento, ni por nueva revelación del Espíritu
ni por las tradiciones de los hombres.
Cada doctrina de la iglesia debe basarse en la Escritura o
en sus buenas y necesarias consecuencias. Este es el
significado de la frase, «está expresamente escrito o
necesariamente contenido en la Santa Escritura». Por tanto,
me parece que es muy difícil para el defensor de la salmodia
exclusiva hacer recaer la carga de la prueba en su oponente
y evadir la necesidad de demostrar que la salmodia
exclusiva puede ser probada sobre la base de la sola
Escritura.
Pero, tanto si puede hacerlo como si no, es cierto que su
causa está perdida si la carga de la prueba recae en el
defensor de la salmodia exclusiva. Está claro que no puede
demostrar por las Escrituras que solo debemos cantar
Salmos inspirados y bíblicos. Si la carga de la prueba recae
en el defensor de la salmodia exclusiva, entonces
(¡permítanme repetirlo!), su causa está perdida. Y creo que
él sabe que su causa está perdida. El pastor Jeff Smith de
Coconut Creek, Florida, (en su trabajo inédito titulado {trad.
no oficial} «Argumentos en contra de la salmodia exclusiva»)
[132]
señala:
...las Escrituras nunca dicen en ninguna parte que el libro de
los Salmos del Antiguo Testamento fue dado para ser el
himnario definitivo de la Iglesia para todos los tiempos. En
verdad las Escrituras son dadas para que sean nuestra única
regla de fe y vida, pero las Escrituras nunca dicen que el
Salterio deba ser nuestra única fuente de alabanza cristiana.
Permítanme ilustrar esto con las Escrituras. Para
demostrar la salmodia exclusiva por la sola scriptura, el
defensor de este punto de vista debe demostrar que pasajes
como 1 Corintios 14:26; Efesios 5:19-20 y Colosenses
3:16-17 se refieren únicamente al Libro de los Salmos. El
hecho es que no hacen esta afirmación. Su argumento es
más bien que estos pasajes incluyen claramente el Libro de
los Salmos, pero no que este sea única, total y ciertamente
todo a lo que se refieren. Más bien dicen que no es seguro
que se trate de otros cánticos. Por lo tanto, para estar
seguros, solo debemos cantar el Libro de los Salmos o, a lo
sumo, cánticos inspirados.
Del mismo modo, sugieren que la palabra «espirituales»
puede referirse a la idea de inspiración. No obstante, no se
puede demostrar que este término signifique inspirados en
este contexto. De hecho, como mostraré más adelante, otra
interpretación se impone con mucha más fuerza.
Entonces, todo esto solo dice que la salmodia exclusiva
no puede ser probada sobre la base de la Escritura
solamente. Por lo tanto, puede ser muy apropiado
argumentar que no tenemos justificación para la salmodia
exclusiva en el principio regulador.
Pero, por el bien de este argumento en este capítulo,
estoy dispuesto a asumir la carga de la prueba. Estoy
dispuesto a hacer y responder la pregunta: ¿Tenemos
justificación en las Escrituras para cantar algo más que los
Salmos inspirados que se encuentran en la Biblia? Mi
respuesta es un rotundo ¡SÍ!

4. ¿Cuáles son los principales argumentos en


contra de la salmodia exclusiva?
En primer lugar, los propios defensores de la salmodia
exclusiva no cantan realmente Salmos inspirados
Los escritos de los defensores de la salmodia exclusiva
están llenos de afirmaciones de que solo cantan Salmos
inspirados. No obstante, tengo que empezar mi crítica a su
postura diciendo que en realidad no lo hacen. Esto puede
parecer algo increíble o audaz. Sin embargo, el hecho es
que no creemos en la inspiración de ninguna traducción de
la Biblia. Ciertamente, no creemos en la inspiración de
ninguna versión a otro idioma de los Salmos tal y como han
sido arreglados para ser cantados.
La cuestión no es simplemente que se hayan añadido
muchas palabras y se hayan modificado frases en todos los
arreglos métricos de los Salmos a otros idiomas y que esto
plantee grandes dudas sobre la afirmación de cantar Salmos
inspirados. En lo que a mí respecta, esto es una crítica
veraz y válida a la afirmación de que cantan Salmos
inspirados. Como escribe Gary Crampton:
En cuarto lugar, otra pregunta que hay que plantear a los
defensores de la salmodia exclusiva es: ¿Qué constituye un
salmo metrificado? ¿Cuán fieles a las Escrituras deben ser los
salmos cantados? Algunos salmos metrificados son, en el
mejor de los casos, paráfrasis aproximadas del texto hebreo.
Los defensores de la salmodia exclusiva no tolerarían tal falta
de precisión en sus Biblias. Cantar estos salmos está muy
lejos de cantar la «Escritura inspirada». ¿Viola el defensor de
la salmodia exclusiva el principio regulador cuando no canta los
Salmos en el idioma exacto de los hebreos?[133]
Bob Morey señala: «¿No es un hecho que el Salterio
reordena de tal manera las palabras de la Escritura, añade
palabras y sustrae palabras de la Escritura que hay una
clara evidencia de que el Salterio es en realidad un producto
de composición humana»?[134] Morey demuestra que sin
duda la respuesta a esta pregunta es afirmativa.
Pero este problema es solo la punta del iceberg. La
cuestión más profunda es que la inspiración plenaria verbal
solo es válida para las Escrituras en los idiomas originales
en las que están escritas. Los evangélicos de hoy solo
afirman que los autógrafos originales de la Biblia son
inspirados, infalibles e inerrantes. La Declaración de
Chicago sobre la Inerrancia Bíblica afirma en la sección
sobre transmisión y traducción:
Puesto que Dios no ha prometido en ninguna parte una
transmisión inerrante de la Escritura, es necesario afirmar que
solo el texto autógrafo de los documentos originales fue
inspirado y mantener la necesidad de la crítica textual como
medio para detectar cualquier error que pueda haberse
deslizado en el texto en el curso de su transmisión. Sin
embargo, el veredicto de esta ciencia es que los textos en
hebreo y en griego parecen estar asombrosamente bien
conservados, de modo que estamos ampliamente justificados
en afirmar, junto con La Confesión de Westminster, una
singular providencia de Dios en este asunto y en declarar que
la autoridad de la Escritura no está comprometida en absoluto
por el hecho de que las copias que poseemos no estén
totalmente libres de errores.
Del mismo modo, ninguna traducción es o puede ser
perfecta, y todas las traducciones son un paso más allá de los
autógrafos. Sin embargo, el veredicto de la ciencia lingüística
es que, al menos, los cristianos de habla inglesa están
sumamente bien servidos en estos días con una gran cantidad
de excelentes traducciones y no tienen motivos para dudar en
concluir que la verdadera Palabra de Dios está a su alcance.
En efecto, teniendo en cuenta la frecuente repetición en la
Escritura de los asuntos principales de los que trata y también
el constante testimonio que el Espíritu Santo da de la Palabra
y por medio de ella, ninguna traducción seria de la Santa
Escritura destruirá de tal manera su significado que la haga
incapaz de hacer a su lector «sabio para la salvación por la fe
que es en Cristo Jesús» (2 Tim. 3:15) {RVR1960}.
Esto es correcto y verdadero según nuestra Confesión
de fe. El capítulo 1, párrafo 8, dice:
El Antiguo Testamento en hebreo (que era el idioma nativo del
pueblo de Dios en la antigüedad) y el Nuevo Testamento en
griego (que, en el tiempo en que fue escrito, era por lo general
el idioma más conocido entre las naciones), siendo inspirados
inmediatamente por Dios y guardados puros en todas las
edades por Su singular cuidado y providencia, son —por lo
tanto— auténticos; así que, en todas las controversias
religiosas, la Iglesia debe apelar a estos como autoridad final.
Esto quiere decir que todo su discurso de cantar solo
Salmos inspirados se basa en una confusión fundamental.
Las traducciones de la Biblia y los salmos metrificados no
son inspirados. ¿Significa esto que no podemos confiar en
nuestras traducciones de las Escrituras? ¡Por supuesto que
no! ¿Significa que no tenemos la Palabra de Dios en nuestro
idioma? De nuevo, ¡por supuesto que no! Tenemos la
Palabra de Dios en traducciones fieles a nuestro idioma.
Pero esas traducciones no son en sí mismas inspiradas.
Por lo tanto, La Confesión Bautista de 1689 (1.8) procede a
argumentar:
Pero, debido a que estas lenguas originales no son conocidas
por todo el pueblo de Dios, el cual tiene derecho a las
Escrituras e interés en estas, y debido a que se le manda
leerlas y escudriñarlas en el temor de Dios, por lo tanto, deben
ser traducidas a la lengua común de toda nación a la que sean
llevadas, para que, habitando en abundancia la Palabra de
Dios en todos, puedan adorarle de manera aceptable, y para
que, por medio de la paciencia y el consuelo de las Escrituras,
tengan esperanza.
Ahora bien, el defensor de la salmodia exclusiva puede
sostener que todavía podemos y debemos cantar la Palabra
de Dios. Estoy completamente de acuerdo y no discuto con
él en este sentido. Pero, como dije, los escritos de los
defensores de la salmodia exclusiva están llenos de
afirmaciones de que debemos cantar los Salmos inspirados.
Lean las palabras de Brian Schwertley en su {trad. no oficial}
La salmodia exclusiva: Una defensa bíblica:
Cantar cánticos divinamente inspirados en la adoración no solo
es una ordenanza de la adoración del Antiguo Testamento, sino
también una ordenanza de la edad del Nuevo Pacto [...],
debemos rechazar el intento de las personas de eludir el
requisito de Dios de que se canten cánticos inspirados en la
adoración pública.[135]
A menos que estemos dispuestos a aprender hebreo, no
podemos cantar los Salmos inspirados. Solo podemos
cantar traducciones fieles de estos a nuestro idioma, pero
esto no es lo mismo que cantar Salmos inspirados.
Me parece que hay una consecuencia importante de
entender y admitir que realmente nadie canta Salmos
inspirados. La consecuencia es sugerir que lo correcto en
este asunto es que nuestro canto debe ser cuidadosamente
escritural y no que debemos cantar Salmos inspirados. Sin
embargo, hay muchos himnos que son cuidadosamente
bíblicos y que no son salmos metrificados textualmente en
nuestro idioma ni incluso la Escritura textualmente.
He aquí mi segundo argumento:
En segundo lugar, se nos ordena adorar en espíritu y en
verdad (Jua. 4:24), es decir, debemos adorar a la luz del
cumplimiento del evangelio y no de las sombras del
Antiguo Testamento.
Juan 4:24 dice: «Dios es espíritu, y los que le adoran deben
adorarle en espíritu y en verdad». Es necesario explicar el
uso que hago de este texto. Podría decirse que Juan 4:24
es el texto clásico de todo el Nuevo Testamento sobre la
necesidad de adorar a Dios, no según los tipos y sombras
físicos del Antiguo Testamento, sino conforme al
cumplimiento de estos tipos y sombras en el Nuevo Pacto.
Por lo tanto, es crucial que entendamos la enseñanza de
este texto en el sentido de que debemos adorar a Dios
según la luz del evangelio y no según las sombras del
Antiguo Pacto.
Como ya se argumentó en el capítulo 6 del presente libro,
en Juan 4:24 se encuentra una hendíadis en la frase «en
espíritu y en verdad». Hendíadis es una palabra que suena
sofisticada, pero en realidad tiene un significado y un origen
muy sencillos. Una hendíadis es una construcción
gramatical en la que se expresa un solo concepto por medio
de dos palabras. Eso es lo que significa hendíadis (hen- =
uno, -día- = por medio de, -dis = dos). En esta hendíadis de
Juan 4:24, «espíritu» y «verdad» son introducidos por un
solo artículo y así se combinan para expresar un solo
concepto.
Los escritos de Juan se caracterizan a menudo por una
aparente sencillez que esconde una riqueza de significado.
En este caso, la adoración en espíritu y en verdad tiene al
menos tres matices de significado. Esto se confirma por el
hecho de que el contexto de Juan 4:24 enfatiza cada uno de
estos diferentes matices de significado. El tercero de estos
significados es el más importante para mi tesis y propósito
en este capítulo. Sin embargo, no debemos descuidar los
dos primeros matices.
La adoración en espíritu y verdad es la adoración
conducida a la luz de la revelación divina y en sumisión a
esta. Por lo tanto, es lo contrario a la adoración ignorante.
Hay un énfasis en esto en el contexto. Véase el versículo 22
donde Jesús dice: «Vosotros adoráis lo que no conocéis;
nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación
viene de los judíos». Recuérdese también el énfasis del
profeta Isaías citado por nuestro Señor en Mateo 15:8-9:
«“E , P
M. P
,E
”».
La adoración en espíritu y en verdad es la adoración que
está en correspondencia con la naturaleza de Dios como
espíritu. Por lo tanto, es lo contrario a la adoración muerta.
¿Por qué lo digo? De nuevo el contexto nos guía. El
versículo 24 deja claro que la adoración en espíritu y en
verdad es una adoración que está controlada por la
naturaleza de Dios como espíritu o está en correspondencia
con esta.
Por muy importantes que sean las dos facetas de esta
frase, no agotan ni constituyen el punto principal del texto. La
adoración en espíritu y en verdad es la adoración en
términos de las realidades evangélicas introducidas por la
venida del Mesías. Por lo tanto, es lo contrario de la
adoración en sombras del Antiguo Testamento. El contexto
de Juan 4:24 está lleno de énfasis en la llegada de la nueva
edad de cumplimiento en la que las sombras del orden
temporal del Antiguo Testamento desaparecen (vv. 21, 23,
25):
v. 21: Jesús le dijo: Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en
este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.
v. 23: Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque
ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren.
v. 25: La mujer le dijo: Sé que el Mesías viene (el que es
llamado Cristo); cuando Él venga nos declarará todo.
La verdad en la Biblia no solo es lo contrario de falsedad;
también es lo contrario de sombra. Juan 1:17 es claro:
«Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la
verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo».
Sobre este punto, lean las palabras de Juan Calvino:
Y aquí también debe observarse que la verdad no se compara
con la falsedad, sino con la adición externa de las figuras de la
Ley; de modo que —para usar una expresión común— es la
sustancia pura y simple de la adoración espiritual.[136]
Esta faceta del significado de Juan 4:24 tiene varias
aplicaciones importantes, pero entre ellas está la clara
enseñanza de que la salmodia exclusiva en la mente de
muchas personas está asociada con el principio regulador.
Pero este punto de vista parece extrañamente fuera de
sintonía con lo que dice Jesús en Juan 4:24.
Permítanme explicar lo que quiero decir. Por supuesto, no
estoy diciendo que no debamos cantar los Salmos de David.
Creo que deberíamos hacerlo. Pero deben ser entendidos y
cantados a la luz del principio de Juan 4:24. Deben ser
cantados y entendidos en términos de su verdadero
significado, que encuentra su cumplimiento en la adoración
en espíritu y en verdad del Nuevo Pacto. Así que, sí,
debemos predicar, orar y cantar los 150 Salmos de la Biblia.
Pero las palabras de Jesús indican claramente que
incluso los Salmos formaban parte de la adoración en
sombras del Antiguo Testamento. De hecho, sería extraño, a
la luz de las enseñanzas de Jesús, tomar la postura de que
solo podemos cantar los Salmos del Antiguo Testamento,
pero que no podemos cantar las palabras y verdades en las
que estos encuentran su cumplimiento en el Nuevo
Testamento. A la iglesia se le debe permitir adorar en
espíritu y en verdad y su canto no se debe limitar a la
revelación preliminar, tipológica y en sombras del Antiguo
Testamento en su adoración. Piensen en lo que la postura
de la salmodia exclusiva está diciendo realmente y lo
discordante que es. Jesús nos dice que adoremos en el
espíritu y la verdad de la revelación del Nuevo Pacto, pero la
salmodia exclusiva nos dice que solo podemos cantar los
Salmos del Antiguo Testamento en esa adoración.
La conclusión debe ser que el Libro de los Salmos es un
himnario inadecuado para la Iglesia de Jesucristo. Sin duda,
el defensor de la salmodia exclusiva dirá que los Salmos
deben ser cantados a la luz de la revelación del Nuevo
Testamento. Eso está bien. Pero, aunque se canten a la luz
de la revelación del Nuevo Testamento, esto sigue
suponiendo que las interpretaciones y comprensiones
cristianas de los Salmos son dignas de ser cantadas.
Además, puesto que no existe un equivalente
neotestamentario a los Salmos, esto significa que los
cristianos están llamados a componer himnos que sean
fieles a la Palabra de Cristo.
Pero incluso el reconocimiento de que los Salmos deben
ser cantados a la luz del cristianismo no cumple el requisito
de Juan 4:24. Nadie antes de la venida de Cristo entendía o
creía específicamente en la doctrina de la Trinidad. Estaba
implícita en el Antiguo Testamento, pero no era explícita.
Nadie en el Antiguo Testamento enseñó la doctrina de la
justificación con la claridad del apóstol Pablo. Estaba
implícita en el Antiguo Testamento, pero no era explícita.
Nadie en el Antiguo Testamento identificó específicamente a
Jesús de Nazaret como el Cristo. Estaba implícito en el
Antiguo Testamento, pero no era explícito.
Entonces, ¿cuál es mi punto? No es suficiente cantar
palabras que solo hacen implícita la identidad del Mesías, la
doctrina de la justificación y la doctrina de la Trinidad. El
corazón cristiano clama por decir estas cosas con la
claridad de la revelación del Nuevo Testamento.
Habiendo visto que en Juan 4:24 se requiere que
adoremos a Dios a la luz del evangelio y no en las sombras
de la ley, el tercer argumento es este:
En tercer lugar, las Escrituras nos ordenan cantar nuevos
cánticos en armonía con la revelación progresiva de la
redención divina.
En la Biblia hay una serie de llamados a cantar cánticos
nuevos a Dios. En el pasado he dudado en presentar estos
llamados como un argumento en contra de la salmodia
exclusiva, pero después de haberlo considerado durante
muchos años, ahora creo que constituyen un argumento de
este tipo. Tal vez su significado pueda ser expresado de
manera más sucinta y clara en Apocalipsis 5:9-10:
Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el
libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu
sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua,
pueblo y nación. Y los has hecho un reino y sacerdotes para
nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra.
En mi opinión, los comentarios de Schwertley sobre la
frase «cántico nuevo» en {trad. no oficial} La salmodia
exclusiva: Una defensa bíblica,[137] no explican la
importancia de esta frase para una crítica de la salmodia
exclusiva. Schwertley argumenta que el «cántico nuevo» no
es un cántico no inspirado, sino uno inspirado. Esto puede
ser, pero sigue contradiciendo tanto a Schwertley como a
Murray en su rechazo a cantar cualquier cosa que no sean
los Salmos de David. Ellos admiten que la Escritura ordena
que se cante un «cántico nuevo», ¡pero se niegan a
cantarlo, aunque sea inspirado!
Schwertley sugiere, como alternativa, que el «cántico
nuevo» es solo un antiguo cántico cantado con un nuevo
significado. Tal vez sea así, aunque lo dudo, con respecto a
algunos de los usos de la frase «cántico nuevo» en el
Antiguo Testamento. También sugiere que podría ser uno de
los Salmos del Libro de los Salmos, pero uno con el que el
pueblo de Dios aún no está familiarizado. Una vez más, tal
vez sea este el caso. El problema es que ninguna de estas
especulaciones puede aplicarse o explicar el uso de la frase
en Apocalipsis 5:9-10.
Consideren varias características claras de Apocalipsis
5:9-10:
En primer lugar, cumple un mandamiento bíblico que se
repite con frecuencia. En Apocalipsis 5:9-10 la multitud
celestial está cumpliendo el mandamiento frecuentemente
repetido en las Escrituras de cantar un cántico nuevo al
Señor:
Salmo 33:3: «Cantadle cántico nuevo; tañed con arte, con voz
de júbilo».
Salmo 96:1: «Cantad al S un cántico nuevo; cantad al
S , toda la tierra».
Salmo 98:1: «Salmo. Cantad al S un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas, su diestra y su santo brazo le han
dado la victoria».
Salmo 149:1: «¡Aleluya! Cantad al S un cántico nuevo: su
alabanza en la congregación de los santos».
Isaías 42:10: «Cantad al S un cántico nuevo, cantad su
alabanza desde los confines de la tierra, los que descendéis al
mar y cuanto hay en él, las islas y sus moradores».
En segundo lugar, celebra una nueva etapa en la historia
de la redención y se sitúa cuidadosamente en esta. En el
contexto anterior de Apocalipsis 5:9-10 se nos indica
simbólica pero claramente la ocasión de este «cántico
nuevo». Se trata de la ascensión y entronización del
Mediador: Cristo Jesús. Se trata de un nuevo
acontecimiento en la historia de la redención simbolizado
claramente en el Cordero que se acerca al trono y toma el
libro. Habrá un cántico nuevo para celebrar este nuevo
acontecimiento y la nueva etapa de la historia de la
redención. Hay que notar que la letra y el tema de este
cántico nuevo se sitúan cuidadosamente con respecto a la
historia de la redención. No solo se trata de un cántico
nuevo cantado después de la entronización del Mediador,
sino de un cántico nuevo que refleja un período anterior al
tiempo en que los santos reinarán en la tierra. (Creo que el
mejor texto en griego de Apocalipsis 5:10 está en tiempo
futuro).
En tercer lugar, este cántico nuevo implica cantar nuevas
palabras y tiene un nuevo texto. En el propio texto de
Apocalipsis 5:9-10 se nos dice cuál es la letra de este
cántico. No es un antiguo Salmo cantado con un nuevo
significado. No es un Salmo del libro bíblico de los Salmos
con el que el pueblo de Dios no esté familiarizado. Es un
canto con palabras nuevas que transmiten nuevos
pensamientos y conceptos. El griego es claro: «cantaban un
cántico nuevo, diciendo…».
Entonces, consideren el extremismo de la postura de
Murray y Schwertley. Aunque hablan de los dientes para
afuera sobre la posibilidad de cánticos nuevos inspirados,
en la práctica se niegan a cantar nada más que los 150
Salmos del Libro de los Salmos. Prácticamente se niegan a
hacer lo que las Escrituras nos enseñan por mandato y
ejemplo que debemos hacer. Debemos cantar cánticos
nuevos que expresen los acontecimientos gloriosos y
redentores de la nueva etapa de la historia de la redención
que se ha alcanzado, ¡pero ellos solo cantarán los Salmos
del Libro de los Salmos del Antiguo Testamento!
En Apocalipsis 5 el «cántico nuevo» es claramente un
cántico con nuevas palabras y pensamientos. ¡La nueva
revelación exige nuevos cánticos! Y esto exige cánticos
bien informados e impregnados de la revelación dada en el
Nuevo Testamento. Esto refuta la idea de que solo podemos
cantar en el lenguaje del Antiguo Testamento.
En cuarto lugar, la salmodia exclusiva no concuerda con
los requisitos que Dios impone a las demás partes de la
adoración.
Ciertamente se nos ordena predicar sermones bíblicos y
orar oraciones bíblicas, pero esto no nos limita a leer solo
los sermones que se encuentran en la Escritura u orar solo
las oraciones que se encuentran en la Escritura. Entonces,
¿por qué deberíamos pensar que en nuestro canto estamos
limitados a cantar la Escritura inspirada o incluso a cantar la
Escritura textualmente?
Mi punto es que esta opinión es incoherente con las otras
partes de la adoración. El punto de vista de la salmodia
exclusiva dice que en la adoración de la iglesia solo
podemos cantar traducciones de la Escritura, pero
considere cuán incoherente y extraño es esto. La salmodia
exclusiva no limita la predicación a la recitación o lectura de
la traducción de la Escritura. No limita y no limitamos la
predicación a sermones inspirados o traducciones de
sermones que aparecen en la Biblia. No limita y no limitamos
la oración a la recitación o lectura de oraciones que se
encuentran en la Escritura. No limita y no limitamos la
oración corporativa a las oraciones inspiradas o a las
traducciones de las oraciones que aparecen en la Biblia.
Sin embargo, la salmodia exclusiva limita el canto de
alabanzas al canto de cánticos inspirados o traducciones de
himnos bíblicos. Nos preguntamos simplemente por qué.
¿Cómo puede ser correcto predicar sermones no
inspirados, hacer oraciones no inspiradas, y sin embargo
puede ser incorrecto cantar himnos no inspirados? ¿Por qué
deberíamos limitar nuestra himnodia a las traducciones de la
Escritura cuando no limitamos así nuestra predicación u
oración?
Lean las palabras del pastor Jeff Smith en su inédito {trad.
no oficial} «Ensayo sobre la salmodia exclusiva»:
...si es incorrecto cantar himnos no inspirados en la adoración,
entonces me parece que sería incorrecto hacer oraciones no
inspiradas y predicar sermones no inspirados. ¿Se dan
cuenta? El mismo argumento para el uso exclusivo del Libro de
los Salmos, o un argumento más moderado para el uso
exclusivo de los cantos ya registrados en la Escritura, si se
lleva a su conclusión lógica, significaría que solo podemos
recitar oraciones de la Escritura y solo podemos recitar
sermones de la Escritura. Si no hay lugar para los cánticos de
alabanza improvisados, tampoco hay lugar para la oración y la
predicación improvisadas. Ahora bien, los que sostienen este
punto de vista no van tan lejos y yo digo que, por lo tanto,
están siendo incoherentes...
Este problema es especialmente urgente porque la Biblia
no hace una distinción tajante entre cantar y orar. Algo más
de 20 de los 150 Salmos se denominan oraciones. He aquí
un ejemplo: El Salmo 17:1 dice: «Oración de David. Oye, oh
S , una causa justa; atiende a mi clamor; presta oído a
mi oración, que no es de labios engañosos».
El defensor de la salmodia exclusiva a veces apela a la
parte de la adoración que implica la lectura de las Escrituras
para mostrar que hay otra parte de la adoración que está
limitada a las propias palabras de la Escritura. De este
modo, sostienen que algunas partes de la adoración son
libres (como la predicación y la oración), pero otras están
limitadas, como el canto y la lectura de las Escrituras). A
esto hay que responder de varias maneras:
En primer lugar, como se ha señalado anteriormente, este
tipo de distinción tiende a oponerse a la forma en que el
canto pasa a la oración. Y, como diré ahora, tiende a
oponerse a la relación entre la lectura y la interpretación de
las Escrituras.
En segundo lugar, la Biblia enseña que parte de la lectura
de las Escrituras debería incluir los comentarios explicativos
del lector. ¿Qué dice Nehemías 8:8? Y ellos «leyeron en el
libro de la ley de Dios, traduciéndolo y dándole el sentido
para que entendieran la lectura». La lectura de las
Escrituras puede ir acompañada y, cuando sea necesario,
debería ir acompañada de breves comentarios explicativos.
Esto queda claro por su conexión con la exhortación y la
enseñanza en 1 Timoteo 4:13; queda claro por los
comentarios que se hacen en Nehemías 8:8.
En tercer lugar, como he sugerido en mi primer
argumento, la lectura de las Escrituras en los cultos en un
idioma dado requiere la selección de una traducción a dicho
idioma. Toda traducción de la Biblia al español, incluso la
más literal, implica decisiones interpretativas por parte de los
traductores. Sin embargo, esto no es un error, sino que
encuentra su precedente en Nehemías 8:8. Por lo tanto, ni
siquiera la lectura de las Escrituras es paralela a la
afirmación de cantar Salmos inspirados.
Este tratamiento de la salmodia exclusiva estaría
incompleto si no tratara los textos clave de Efesios 5:19-20,
Colosenses 3:16-17 y su mención de «salmos e himnos y
cánticos espirituales». Por lo tanto, debemos llegar a un
quinto argumento en contra de la salmodia exclusiva.
En quinto lugar, la mejor interpretación de Efesios 5:19-20
y Colosenses 3:16-17 lleva a la conclusión de que Pablo
no estaba pensando estrictamente en el Libro de los
Salmos en este pasaje o incluso en cánticos inspirados.
Para aclarar la interpretación correcta de estos pasajes
paralelos, será bueno exponer claramente los principios
fundamentales de su interpretación proporcionada por el
defensor de la salmodia exclusiva.
En primer lugar, el defensor de la salmodia exclusiva
afirma que la frase «salmos e himnos y cánticos
espirituales» se refiere al Libro de los Salmos. Es común
que ellos señalen que cada una de estas tres palabras se
usa frecuentemente en los Salmos. En este punto exegético
tienen toda la razón. Un rápido recuento muestra que 76 de
los 99 usos de la palabra salmo en la Septuaginta y en el
Nuevo Testamento en griego aparecen en los Salmos. 13 de
los 34 usos de la palabra himno están en los Salmos. 44 de
los 95 usos de la palabra cánticos aparecen en los Salmos.
Murray argumenta que «cuando Pablo escribió “salmos e
himnos y cánticos espirituales” esperaba que las mentes de
sus lectores pensaran en [...] el Libro de los Salmos».[138] Del
mismo modo, Frank Smith asevera que estas palabras «se
refieren específicamente al material del Salterio».[139]
Schwertley defiende igualmente esta postura en su libro
{trad. no oficial} La salmodia exclusiva: Una defensa
bíblica.[140]
En segundo lugar, los defensores de la salmodia
exclusiva sostienen que el modificador «espirituales» en
Efesios 5:19 y Colosenses 3:16 se refiere a estos cánticos
(y posiblemente también a los salmos e himnos) como
inspirados. Para el defensor de la salmodia exclusiva,
«espirituales» en este pasaje significa inspirados. En {trad.
no oficial} La salmodia exclusiva: Una defensa bíblica,
Schwertley sigue el argumento de Murray, quien dice:
En cualquiera de estas suposiciones, los salmos, himnos y
cánticos son todos «espirituales» y, por tanto, todos inspirados
por el Espíritu Santo. La relación de esto con el asunto en
cuestión es perfectamente evidente. Los himnos no inspirados
quedan inmediatamente excluidos.[141]
Una vez expuestos los dos pilares de la interpretación de
los defensores de la salmodia exclusiva en estos pasajes,
podemos contraponerles la interpretación correcta.
En cuanto al significado de «espirituales» en este pasaje,
debemos decir inmediatamente que es muy improbable que
signifique inspirados. La palabra «espirituales» nunca
aparece en la Septuaginta, pero aparece 26 veces en el
Nuevo Testamento. Según el diccionario de Gingrich en
Bibleworks, «espirituales» significa «perteneciente o relativo
al espíritu». En Efesios 6:12 se utiliza en la frase «las
huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales».
Por tanto, en este caso significa perteneciente a los
espíritus malignos. En los otros 25 casos se usa en
asuntos relacionados con el Espíritu de Dios y, por tanto,
significa que tiene que ver con el Espíritu de Dios. Se utiliza
para referirse a los sacrificios espirituales (1 Ped. 2:5), a
una casa espiritual (1 Ped. 2:5), a un don espiritual (Rom.
1:11), a que la ley es espiritual (Rom. 7:14), a los bienes
espirituales (Rom. 15:27), a las cosas espirituales (1 Cor.
2:13; 9:11), a las personas espirituales (1 Cor. 2:13), al
hombre espiritual en contraste con el hombre natural (1 Cor.
2:15; 3:1), al alimento y la bebida espirituales de una roca
espiritual (1 Cor. 10:3-4), a los dones espirituales (1 Cor.
12:1; 14:1), a las personas con dones espirituales (1 Cor.
14:37), a los cuerpos espirituales, es decir, resucitados o
glorificados (1 Cor. 15:44, 46), a una persona espiritual en
contraste con un cristiano que ha caído en pecado grave
(Gál. 6:1), a las bendiciones espirituales (Efe. 1:3) y a la
comprensión espiritual (Col. 1:9).
El estudio anterior es suficiente para mostrar la enorme
variedad del uso de la palabra «espirituales» en el Nuevo
Testamento. La mayoría de sus usos no tienen nada que ver
con la inspiración. Solo en unos pocos casos hay una
relación incluso tangencial con la idea de inspiración (1 Cor.
12:1; 14:1 y 14:37). Por lo tanto, aunque es posible que la
palabra «espirituales» se asocie en algunos casos con la
idea de inspiración, la idea de que significa o puede
traducirse como inspirados es sencillamente errónea.
Además, en los pasajes que estamos analizando hay
muchas razones para dudar de tal significado.
El significado de «espirituales» en Efesios 5:19 debe
conectarse con el llamado a los cristianos en el versículo 18
a que sigan siendo llenos del Espíritu. El versículo 19 está
conectado directamente con el versículo 18 por medio del
participio instrumental «hablando» al principio del versículo
19. Por consiguiente, y con toda seguridad, puesto que ser
lleno del Espíritu no significa ni connota en modo alguno ser
inspirado, este contexto implica directamente que
«espirituales» en el versículo 19 no significa inspirados.
Del mismo modo, el lenguaje paralelo de Colosenses
3:16, que pide a los cristianos que permitan que la Palabra
de Cristo habite en ellos de forma abundante, no los llama a
ser inspirados. Por lo tanto, el llamado a cantar cánticos
espirituales no es un llamado a cantar cánticos inspirados.
Se desmorona así el primer pilar de interpretación de
estos pasajes clave de la salmodia exclusiva. No es
probable en absoluto que «espirituales» signifique aquí
inspirados, sino más bien, y mucho más probable, que
signifique resultantes de la llenura del Espíritu.
El segundo pilar de la postura de la salmodia exclusiva es
que la frase «salmos e himnos y cánticos espirituales» se
refiere específicamente al Libro de los Salmos del Antiguo
Testamento. En contra de este punto de vista se pueden
presentar una serie de poderosas objeciones.
En primer lugar, ninguna otra parte del Nuevo Testamento
se refiere al Libro de los Salmos con ese lenguaje.
Observen los siguientes cuatro ejemplos:
Lucas 20:42: «Pues David mismo dice en el libro de los
Salmos: El Señor dijo a mi Señor: “S ”».
Lucas 24:44: «Y les dijo: Esto es lo que yo os decía cuando
todavía estaba con vosotros: que era necesario que se
cumpliera todo lo que sobre mí está escrito en la ley de
Moisés, en los profetas y en los salmos».
Hechos 1:20: «Pues en el libro de los Salmos está escrito:
Q ,
; :Q ».
Hechos 13:33: «Dios la ha cumplido a nuestros hijos al
resucitar a Jesús, como también está escrito en el salmo
segundo: H ; ».
En segundo lugar, hay que observar que en este pasaje
falta el artículo antes de cada una de las tres palabras que
se supone que se refieren al Libro de los Salmos. Aunque la
ausencia no es definitiva, en este caso parece que la hace
una referencia general a los salmos, himnos y cánticos
espirituales y no sugiere una referencia específica al Libro
de los Salmos.
En tercer lugar, la afirmación de que estas palabras son
referencias específicas al Libro de los Salmos se ve
dificultada por el uso de la palabra «espirituales» para
modificar «cánticos». Parecería que la postura de la
salmodia exclusiva requeriría que cada una de las tres
palabras fuera una referencia específica al Salterio. Sin
embargo, la palabra «espirituales» no se utiliza en el Antiguo
Testamento y, sin duda, tampoco en el texto de los Salmos.
Si la palabra «cánticos» es una referencia específica al
Salterio, ¿por qué es necesario añadir la palabra
«espirituales»?
Los defensores de la salmodia exclusiva sostienen que la
palabra «espirituales» puede definir las tres palabras. Esto
puede ser posible gramaticalmente (pero no es probable,
«espirituales» concuerda con «canciones» {RVR1960}, que
es un sustantivo femenino, pero no concuerda {en griego}
con «salmos» e «himnos»). Pero el problema señalado
anteriormente permanece. ¿Por qué es necesario añadir la
palabra «espirituales» (o inspirados, como ellos dicen que
significa), si «salmos» e «himnos» ya se refieren al Libro de
los Salmos?
Sin embargo, de hecho, hay una razón mucho más
probable para la adición de la palabra «espirituales». Tanto
los salmos como los himnos se refieren a cánticos divinos,
es decir, a cánticos de alabanza a Dios. La palabra
«cánticos» no tiene esta referencia religiosa en sí misma
(por eso, como he dicho, es poco probable que se refiera
específicamente al Libro de los Salmos). Dado que el
término «cánticos» no tiene este significado religioso en sí
mismo, era necesario que Pablo añadiera la palabra
«espirituales» para dejar claro el tipo de cánticos que tenía
en mente.
En cuarto lugar, es poco probable que las palabras se
refieran específicamente al Libro de los Salmos porque la
Biblia registra otros cánticos de adoración con estos
nombres. Jeff Smith en su inédito {trad. no oficial} «Ensayo
sobre la salmodia exclusiva» dice:
...hay cánticos de adoración en la Biblia escritos tanto antes
como después del libro de los Salmos. Lean Éxodo 15;
Números 21:17; Deuteronomio 32; y Jueces 5 y encontrarán
cánticos de adoración que nunca fueron incorporados al libro
de los Salmos. Y en el Nuevo Testamento encontrarán lo
mismo, por ejemplo, en el libro de Apocalipsis. No solo eso, en
1 Corintios 14 parece que tenemos referencia a cánticos que
fueron dados bajo la influencia inmediata del Espíritu y que no
están registrados en la Biblia en absoluto. Reconociendo que
esto fue en el contexto del ejercicio de los dones de revelación,
creo que han dejado de funcionar en la iglesia desde que se
completó el canon de la Escritura. Sin embargo, todavía
parece ser un ejemplo de cánticos cantados en la iglesia que
no son del libro de los Salmos.
En quinto lugar, si Pablo quería referirse a otros cánticos
distintos de los contenidos en el Salterio, estas son las
únicas palabras que podría haber utilizado. El pastor Jeff
Smith vuelve a ser útil aquí:
...las tres palabras que Pablo utiliza en nuestro texto son las
únicas que designan cánticos de cualquier tipo en griego
bíblico. En otras palabras, si Pablo quería referirse a una
variedad de cánticos y no solo al Salterio del Antiguo
Testamento, estos son los términos que tendría que utilizar.
Mientras que, por otro lado, si ciertamente quería enfatizar un
uso exclusivo de los Salmos del Antiguo Testamento podría
haber dicho simplemente: «hablando entre vosotros con los
salmos». Podría haberse referido a los salmos como una
referencia exclusiva a los Salmos canónicos. Esa construcción
se utiliza a menudo en el Nuevo Testamento con referencia al
Libro de los Salmos. Pero él no hace eso.
Permítanme resumir con respecto a la salmodia
exclusiva. En primer lugar, reafirmo mi amor y respeto por
los hermanos que sostienen la salmodia exclusiva. Están
entre mis hermanos más queridos. En segundo lugar, no
obstante, expreso mi profunda preocupación por que sus
puntos de vista no se conviertan en predominantes entre
aquellos que sostienen la importante doctrina reformada del
principio regulador. La salmodia exclusiva es tan contraria a
los instintos básicos del corazón y la vida cristiana que me
temo que su prevalencia traería (como ha traído) descrédito
y sospecha sobre el propio principio regulador. En tercer
lugar, resumo mis argumentos en contra de la salmodia
exclusiva:
Primero, los propios defensores de la salmodia
exclusiva no cantan realmente Salmos inspirados.
Segundo, se nos ordena adorar en espíritu y en
verdad (Jua. 4:24), es decir, debemos adorar a la
luz del cumplimiento del evangelio y no de las
sombras del Antiguo Testamento.
Tercero, las Escrituras nos ordenan cantar
cánticos nuevos en armonía con la revelación
progresiva de la redención divina.
Cuarto, la salmodia exclusiva no concuerda con
los requisitos que Dios impone a las demás partes
de la adoración.
Quinto, la mejor interpretación de Efesios 5:19-20
y Colosenses 3:16-17 lleva a la conclusión de que
Pablo no estaba pensando estrictamente en el
Libro de los Salmos en este pasaje o incluso en
cánticos inspirados.
Capítulo 18

El canto en la adoración de
la iglesia: Su práctica
Instrumentos, bandas y coros
(¡Ay, Dios mío!)
En este capítulo seguimos examinando el tercer punto sobre
el canto en la adoración de la iglesia...
III. La práctica del canto de alabanzas
Bajo este mismo encabezado solo respondí en el capítulo
anterior la primera de varias preguntas, que fue:
A. ¿Exige el principio regulador de la adoración la
salmodia exclusiva?
En este capítulo me propongo responder varias preguntas
más sobre el canto en la iglesia:
B. ¿Quién debería cantar en la adoración
corporativa de la iglesia?
C. ¿Debería haber un líder de canto?
D. ¿Puede haber acompañamiento musical?
E. ¿Es importante la calidad de nuestra música?
B. ¿Quién debería cantar en la adoración
corporativa de la iglesia?
El Nuevo Testamento exige por mandato y ejemplo que se
canten las alabanzas a Dios en la iglesia. Por lo tanto, es
natural y necesario preguntar: ¿Quién debería cantar esta
alabanza? ¿Quiénes son los receptores de este mandato?
La respuesta bíblica a esta pregunta es que es la
congregación en su conjunto la que se le ordena cantar las
alabanzas a Dios. En otras palabras, la Biblia da prioridad al
canto congregacional. Como prueba de lo que estoy
diciendo, permítanme pedirles que consideren cuatro cosas:

En primer lugar, los mandatos y ejemplos del


Nuevo Testamento sobre el canto de alabanzas
exigen el canto congregacional.
Mateo 26:30 es el primer pasaje: «Y cuando hubieron
cantado el himno, salieron al monte de los Olivos»
{RVR1960}. En la frase «Y cuando hubieron cantado el
himno», el participio «cantado» está en plural. Indica
claramente que Cristo no cantó un solo, sino que todos los
que comieron juntos cantaron un himno juntos.
Efesios 5:19 y Colosenses 3:16 son los mandatos
clásicos del Nuevo Testamento sobre este tema. Efesios
5:19 dice: «hablando entre vosotros con salmos, himnos y
cantos espirituales, cantando y alabando con vuestro
corazón al Señor»; Colosenses 3:16 dice: «La palabra de
Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y
exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con
gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos
y cánticos espirituales» {RVR1960}. Las cartas de Efesios y
Colosenses están dirigidas a las iglesias. Por lo tanto, los
mandatos que se encuentran aquí se dirigen claramente a
toda la iglesia. No se dirigen a los músicos, a los solistas, a
los grupos o a los cuartetos musicales evangélicos. Se
dirigen a toda la iglesia y requieren el canto congregacional.
Apocalipsis 5:9 es un pasaje que habla de la adoración en
el Cielo. De ahí argumentamos que, si el canto de alabanzas
es parte de la adoración en el Cielo, debería ser parte de la
adoración en la iglesia. Pero fue toda la asamblea en el
salón del trono de Dios la que cantó este canto de alabanza.
En segundo lugar, el único supuesto ejemplo de
música especial en el Nuevo Testamento puede
tener una interpretación muy diferente y mucho
mejor.
Ese supuesto ejemplo en el Nuevo Testamento es 1
Corintios 14:26. Supongo que sería posible pensar que este
versículo habla de la música especial, es decir, un solo
cantado por un hermano dotado para ello. Creo que es igual
de fácil pensar en algún hermano con talento que venga con
un himno para enseñar a cantar a la iglesia o (como
diríamos nosotros) en el que dirija a la iglesia. Me parece
que esta debe ser la interpretación más probable, dado que
nuestro deber es cantar alabanzas a Dios y no simplemente
admirarlas.

En tercer lugar, el ejemplo veterotestamentario


de los coros sacerdotales o levíticos sugiere
fuertemente que el canto de alabanzas a Dios
debería ser congregacional.
Todo el mundo sabe que el canto de los coros sacerdotales
formaba parte de la adoración del Antiguo Testamento (1
Rey. 10:12; 1 Cró. 9:33). A muchos les ha parecido natural
concluir que hoy en día deberíamos tener coros especiales
o selectos en la iglesia de Dios. Sin embargo, para mí, el
ejemplo de los coros levíticos apunta exactamente en la
dirección opuesta. Parte de la naturaleza peculiar y temporal
del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento era
precisamente que solo una parte de ellos eran sacerdotes y
levitas. Una de las cosas que se debía eliminar era que solo
los sacerdotes y levitas podían ministrar en el templo y
acercarse al lugar santo. Ahora todos en el pueblo de Dios
son sacerdotes calificados para acercarse al lugar santo de
Dios por medio de la sangre de Cristo:
1 Pedro 2:5: «también vosotros, como piedras vivas, sed
edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para
ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de
Jesucristo».
1 Pedro 2:9: «Pero vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de
Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó
de las tinieblas a su luz admirable».
Apocalipsis 1:6: «e hizo de nosotros un reino y sacerdotes
para su Dios y Padre, a Él sea la gloria y el dominio por los
siglos de los siglos. Amén».
Apocalipsis 5:10: «Y los has hecho un reino y sacerdotes para
nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra».
La implicación es que todo el pueblo de Dios debe
constituir un coro sacerdotal para cantar las alabanzas a
Dios. Argumentar a favor de los coros especiales podría ser
adoptar una especie de argumento judaizante que se
remonta erróneamente al estado de cosas del Antiguo
Testamento.
En cuarto lugar, se pueden plantear muchas
objeciones en contra de la música especial tal y
como se practica hoy en día. Permítanme
exponer brevemente varias de ellas:
La música especial tiende a disminuir el canto
congregacional al quitarle el tiempo y el
compromiso con el canto congregacional.
Recuerden la declaración de Jesús de que las
tradiciones de los hombres tienden a anular los
mandamientos de Dios.
La música especial instrumental viola la
enseñanza del Nuevo Testamento. Este enseña
que las alabanzas a Dios deben ser cantadas por
voces humanas. La prioridad de Dios es también
que Su alabanza ministre a los hombres hablando,
enseñando y amonestando. La música especial
instrumental no puede hacer ninguna de estas
cosas.
La música especial desvía la atención de la
adoración centrada en Dios al centrar la atención
en el talento musical natural del intérprete más que
en Dios.
La música especial exalta a la prominencia en la
adoración a algunos elegidos, no sobre la base de
cualificaciones espirituales, sino de los talentos y
dones que pueden tener sin ser siquiera
cristianos. La práctica de algunas iglesias
supuestamente reformadas de contratar músicos
profesionales sin tener en cuenta la profesión
cristiana es detestable.
La música especial fomenta un enfoque en la
adoración que es pasivo y espectador. Nos dice
que nos sentemos, admiremos y nos
entretengamos. El canto congregacional nos llama
a unirnos y cantar. Ciertamente, la Biblia enseña
que debemos cantar las alabanzas de Dios, ¡no
admirar las alabanzas de Dios! Sí, debemos
sentarnos y escuchar en silencio la Palabra de
Dios, pero cuando se trata de la alabanza a Dios
debemos unirnos y cantarla. Debemos participar
en el canto. Cantar la alabanza a Dios no es un
deporte para espectadores.
Aquí se pueden sacar varias conclusiones sobre quién
debería cantar en la iglesia:
Hay un lugar para todo tipo de música especial en
todo tipo de lugares diferentes. Las bodas, los
funerales y los conciertos de música sacra
pueden estar llenos de este tipo de música. No
crean que estoy en contra de la música especial.
Estoy a favor de esta, en el lugar adecuado. Sin
embargo, en la adoración corporativa de la iglesia,
las Escrituras enseñan que el canto
congregacional es claramente la prioridad. No
solo eso, sino que los argumentos a favor de la
música especial en la iglesia son débiles y se ven
acosados por muchas preguntas y dificultades. En
tal caso, el curso a seguir en la sagrada y santa
casa de Dios es hacer lo que sabemos que Él
quiere que hagamos, y hacerlo lo mejor que
podamos.
Es su deber solemne tratar de cantar con fervor
en la adoración a Dios. Si algo es nuevo para
ustedes o un poco desconocido, hagan lo mejor
que puedan. Recuerden que puede ser familiar
para otros, y si las palabras son para glorificar a
Dios, deben cantar para la gloria de Dios y el bien
de los demás.
Es el deber solemne de sus pastores conducir
este aspecto de la adoración de manera que a
ustedes se les permita cantar. Nuestra meta
como pastores es cantar lo que permita que las
personas canten. Si a veces los pastores fallan
en este asunto, traten de interpretarlo lo mejor que
puedan.
Es nuestro deber ser clementes con respecto a la
práctica de otras iglesias y el uso ocasional de
música especial. No estoy abogando por
convertirnos en nazis anti música especial.
Mientras se mantenga y enfatice el canto
congregacional, una pieza ocasional de música
especial no lleva a la ruina total de la adoración
espiritual. Tampoco debería perturbar la comunión
entre las iglesias.
Todo lo que perjudique el canto de la
congregación debe ser eliminado de la adoración
formal. Si el equipo de música o el órgano está
tocando demasiado alto e impide que la
congregación se escuche a sí misma cantar, esto
debe ser cambiado. Si el equipo de música se
muestra de forma demasiado prominente y da la
impresión de que esta parte de la adoración es un
concierto en el que escuchamos pasivamente en
lugar de una adoración en la que participamos
personal y activamente, esto debe ser cambiado.

C. ¿Debería haber un líder de canto?


En respuesta a esta pregunta tengo dos subpreguntas.

En primer lugar, ¿debería haber un líder de


adoración, o mejor, un líder de música?
Creo que la respuesta es sí. Déjenme decirles por qué.
La interpretación correcta de 1 Corintios 14:26 lo sugiere.
Este versículo dice: «¿Qué hay que hacer, pues, hermanos?
Cuando os reunís, cada cual aporte salmo, enseñanza,
revelación, lenguas o interpretación. Que todo se haga para
edificación». Hemos visto que este pasaje no implica
necesariamente el canto de un solista, pero ciertamente
sugiere que alguien toma la iniciativa en el canto de un salmo
en la iglesia.
La luz de la naturaleza lo requiere. No se puede cantar sin
que alguien tome la iniciativa. Alguien debe dirigir el canto o
el resultado será un alboroto escandaloso. Esta es una de
esas circunstancias de la adoración que debe ser
gobernada por la luz de la naturaleza y la prudencia
cristiana. El orden es necesario en la adoración de la iglesia
(1 Cor. 14:40). El canto ordenado requiere cierta medida de
liderazgo. Recuerden La Confesión Bautista de 1689 (1.6b):
No obstante, reconocemos que la iluminación interna del
Espíritu de Dios es necesaria para el entendimiento salvador
de las cosas que están reveladas en la Palabra, y
reconocemos que hay algunas circunstancias concernientes a
la adoración a Dios y el gobierno de la Iglesia que son
comunes a las acciones y sociedades humanas, las cuales
deben ser ordenadas a la luz de la naturaleza y la prudencia
cristiana, conforme a las reglas generales de la Palabra, las
cuales siempre deben ser obedecidas.
Permítanme que lo explique de esta manera. Alguien
dirigirá el canto: quizás el pianista o algunas voces fuertes
de la congregación. Es mejor que los cantos sean dirigidos
por los ancianos o por alguien que los ancianos designen y
no {por alguien más} a falta de otra persona.
¿Quién, pues, debería dirigir el canto? No sé qué tipo de
imagen viene a sus mentes cuando piensan en un líder de
canto. Yo tiendo a pensar en esos chicos llamativos que
eran invitados a dirigir el canto en la conferencia bíblica de la
universidad a la que asistía. Creo que muchas de las cosas
que hacían esas personas eran contraproducentes para el
canto congregacional. Sus bromas, sus constantes
exhortaciones a elevar la voz y sus frecuentes
interrupciones no favorecían la alabanza congregacional;
solo distraían de esta. Probablemente hoy en día mucha
gente piense en un joven con pantalones de mezclilla,
camiseta, guitarra y una pequeña barba. Para usar la
pegajosa frase del pastor Jim Savastio, muchos líderes de
música «son como animadores al borde del Gran Cañón» y
deberían quitarse de en medio {para dejarnos ver el
hermoso paisaje}. El propósito de la dirección del canto
congregacional es ayudar a la congregación a cantar, no ser
una distracción.
En segundo lugar, ¿quién, pues, debería dirigir
la música?
La respuesta corta es que debería ser dirigida por un
anciano o algún hombre apropiado que ellos designen. El
canto congregacional debe estar bajo la supervisión de los
ancianos de la iglesia. Lo ideal es que un anciano dirija el
canto. Pero en algunos casos es legítimo delegar esta
responsabilidad. Puede darse el caso en el que el único
pastor de la iglesia no pueda cantar de manera afinada.
Además, 1 Corintios 14:26 no especifica que un anciano
deba dirigir el canto. Por lo tanto, creo que los ancianos
pueden delegar esta responsabilidad.
Sin embargo, hay tres cosas que deben poder decirse de
aquellos en quienes los ancianos podrían delegar esta
responsabilidad de dirigir el canto de alabanzas a Dios en la
iglesia:
Deben ser hombres. Sería erróneo y contrario al
principio del Nuevo Testamento poner a una mujer
en tal posición de liderazgo en la asamblea de la
iglesia.
Deben ser hombres de buena reputación y
ejemplo piadoso. De lo contrario, su presencia al
frente hará más daño que bien al canto de la
iglesia. Poner a un joven al frente de la iglesia
para dirigir la música solo porque puede tocar la
guitarra, simplemente viola la santidad de la
adoración. El líder de la música debe ser alguien
respetable desde el punto de vista doctrinal y
práctico.
En tercer y último lugar, estos hombres deben
tener, si es posible, suficientes conocimientos y
habilidades musicales.
D. ¿Puede haber acompañamiento musical?
¡Sí! El acompañamiento musical está permitido. Pero dicho
esto, tengo que añadir que, en mi opinión, hay tanto un
argumento malo como uno bueno para ello.
El argumento malo es que, dado que los instrumentos
musicales fueron designados como parte de la adoración en
el templo en el Antiguo Testamento, deberían ser parte de la
adoración cristiana. Es cierto que David, el rey y profeta de
Israel, estableció que tales instrumentos musicales formaran
parte de la adoración en el Antiguo Pacto (1 Cró. 15:16).
También es cierto que incluso en la ley ceremonial se
designó el toque de trompetas como parte de la vida del
pueblo de Dios (Lev. 23:24; Núm. 10:2). Entonces, ¿por qué
es un argumento malo?
Porque demuestra demasiado. Si argumentamos a favor
de los instrumentos musicales sobre la base de estos
mandatos, entonces se nos ordena usar instrumentos
musicales en nuestra adoración. Está claro que eran una
parte obligatoria de la adoración en el templo. Si
argumentamos a favor de estos sobre la base de tales
pasajes, entonces debemos concluir que son parte de la
adoración en el Nuevo Pacto. A su vez, esto significa que, si
una iglesia no tiene instrumentos musicales, está en pecado.
Nadie quiere decir eso. Es permitido cantar sin
acompañamiento. Es edificante en ocasiones.
Esto se debe a que es dudosa la aplicación en el Nuevo
Testamento de esta característica de la adoración
veterotestamentaria. Por ejemplo, Spurgeon, según su
nueva biografía escrita por Tom Nettles, creía que la
aplicación espiritual de estos pasajes a la iglesia era que las
personas debían cantar las alabanzas a Dios con los
instrumentos de sus voces.[142] Además, como hemos visto
en este libro, Jesús llama a la iglesia en Juan 4:24 a adorar
a Dios según la luz del evangelio y no según las sombras del
Antiguo Testamento. Sería fácil considerar los instrumentos
musicales simplemente como parte de la naturaleza externa
de la adoración en el Antiguo Pacto.
Así que hay un argumento malo para el uso de
instrumentos musicales en la adoración. ¿Hay un argumento
bueno? Sí, el acompañamiento musical está permitido y es
útil. ¿Cómo lo sé?
Aunque los instrumentos musicales no son parte de la
adoración en el Nuevo Pacto, pueden ser una circunstancia
legítima de la adoración en el Nuevo Pacto.[143] Permítanme
resumir. El principio regulador de la adoración dice que cada
parte de nuestra adoración debe tener justificación bíblica,
pero también dice que hay algunas circunstancias de
nuestra adoración que deben ser establecidas por el sentido
común santificado y no necesitan tener una justificación
bíblica clara. Lo que estoy diciendo es esto. Aunque los
instrumentos musicales no son parte de la adoración como
lo eran en el Antiguo Pacto, se pueden permitir como una
circunstancia de la adoración en el Nuevo Pacto. No se
ordenan como parte de la adoración como en el Antiguo
Testamento, pero pueden ser permitidos como una
circunstancia de la adoración en el Nuevo Testamento.
Dicho esto, creo que es correcto recordar que en la
adoración en el Antiguo Testamento se utilizaban
instrumentos musicales. Esto demuestra que no hay nada
repugnante en sí mismo en el uso de instrumentos musicales
para acompañar la alabanza a Dios.
El origen de la palabra bíblica para salmo sugiere
fuertemente que tal acompañamiento es aceptable y
apropiado. ¿A qué me refiero? Así es como los diccionarios
en griego definen la palabra salmo: «un movimiento o tañido
con los dedos, de un arco [...] sobre todo de las cuerdas
musicales: el sonido del arpa [...] una canción cantada al
arpa, un salmo...». En 1 Samuel 16:18 y 23, se puede ver
esta idea de la palabra salmo. En el versículo 18 las
palabras «que sabe tocar» se dicen en griego literalmente
«que se sabe un salmo». Entonces, la traducción reconoce
que normalmente un salmo es acompañado por un
instrumento musical. En otras palabras, un salmo podría
definirse como un cántico que se canta con el
acompañamiento de un instrumento musical con cuerdas
que se puntean. En nuestra época pensaríamos
naturalmente en una guitarra o un banjo. Por cierto, esto
quiere decir que no hay ningún argumento bíblico para
restringir el acompañamiento musical en la iglesia a pianos y
órganos.
Puesto que estamos defendiendo que los instrumentos
musicales son, de esta manera, una circunstancia de la
adoración, está claro que el acompañamiento debe seguir
siendo acompañamiento. El propósito del acompañamiento
musical es solo ayudar y apoyar el canto de la alabanza a
Dios. Como hemos visto, Dios quiere que Su alabanza en la
iglesia sea cantada con palabras instructivas y no punteadas
o sopladas en instrumentos musicales. Por lo tanto, este
debe ser el propósito del acompañamiento. Debe evitar a
toda costa distraer del canto, desplazar el canto, o
sobrecargar el canto. Por consiguiente, decir que el
acompañamiento musical es admisible no enseña que todo
tipo del así llamado acompañamiento sea apropiado. Los
órganos o las bandas que son tan ruidosos que uno no
puede oírse a sí mismo cantando no ayudan o apoyan el
canto. Lo sobrecargan y distraen de este. Los equipos de
música que se exhiben de manera prominente en el frente
de la iglesia tienden a dar la impresión de que somos
espectadores en un concierto en lugar de adoradores en la
iglesia.

E. ¿Es importante la calidad de nuestra música?


A esta pregunta, solo puedo decir: ¡por supuesto! ¿Quién
querría defender la postura de que la calidad de cualquier
cosa en nuestra adoración no es importante? Ciertamente
yo no quiero. Nuestro acompañamiento musical debería ser
de la mejor calidad posible. Nuestra dirección de la música
debería ser de la mejor calidad posible. Lo más importante
de todo, nuestro canto congregacional debería ser de la
mejor calidad posible. ¡Debemos cantar la gloriosa verdad
gloriosamente! ¡Deberíamos cantar de corazón! Esto
significa que deberíamos cantar con entendimiento, emoción
y energía. Con toda la gracia que el Espíritu de Dios nos
pueda dar, deberíamos tratar de no dejar que nada nos
distraiga de lo principal: ¡ofrecer una adoración a Dios con
entusiasmo en nuestro canto!
P 2.2.7: L

(L .
24:50)
Capítulo 19

Ser una bendición para el pueblo


de Dios y pronunciar una
bendición sobre este
Reconocemos instintivamente la importancia de quién tiene
la última palabra. El que tiene la última palabra gana la
discusión. La última palabra o la palabra final proporciona la
conclusión de toda la discusión. Digo que todos
reconocemos esto instintivamente. Si esto es así, entonces
es y debe ser muy importante que tradicionalmente la última
palabra en la adoración sea la pronunciación de una
bendición sobre la congregación. Pero la cuestión que se
plantea en este capítulo es si esta tradición de terminar la
adoración con una bendición sobre la congregación es
también bíblica.
Sin embargo, antes de llegar a esta cuestión práctica,
debemos asegurarnos de situar todo el asunto escritural de
las bendiciones en general y las bendiciones pronunciadas
sobre la congregación en su contexto bendito más amplio.
¡Sí, las bendiciones son benditas! Con este fin, quisiera
tratar brevemente lo que creo que podría considerarse con
razón la bendición más importante de toda la Escritura. No
estoy pensando en la conocida bendición dada a Aarón y a
sus hijos para que la pronunciaran sobre Israel en Números
6:23-27:
Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: «Así bendeciréis a los
hijos de Israel. Les diréis: “El S te bendiga y te guarde; el
S haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti
misericordia; el S alce sobre ti su rostro, y te dé paz”».
Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los
bendeciré.
Pienso más bien en el cumplimiento de esta bendición.
Se encuentra en un pasaje que pone ante nosotros el
ejemplo del Señor Jesucristo en un momento clave de Su
historia. Está en Lucas 24:50-53:
Entonces los condujo fuera de la ciudad, hasta cerca de
Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que
mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado arriba
al cielo. Ellos, después de adorarle, regresaron a Jerusalén
con gran gozo, y estaban siempre en el templo alabando a
Dios.
Creo que este texto pone delante de los pastores (y
también de los diáconos, pero de otra manera) la
responsabilidad de bendecir sus iglesias y su congregación.
Para tratar las cuestiones prácticas que rodean la práctica
de pronunciar bendiciones sobre la congregación, por favor
consideren cuatro cosas sobre este texto:
I. Lo que ocurrió cuando Jesús bendijo a Sus
discípulos
II. Lo que ocurrió antes de que Jesús bendijera a
Sus discípulos
III. Lo que ocurrió después de que Jesús bendijera a
Sus discípulos
IV. Lo que debería ocurrir ahora porque Jesús
bendijo a Sus discípulos
I. Lo que ocurrió cuando Jesús bendijo a Sus
discípulos
Observen cuatro cosas que ocurrieron cuando Jesús
bendijo a Sus discípulos:
En primer lugar, cuando (o quizás justo antes de que) Él
los bendijo, les dio la Gran Comisión en los versículos 46-
49. Probablemente debamos conectar la bendición que
Jesús les dio con Su entrega de la Gran Comisión y el
otorgamiento de la capacidad espiritual para que llevaran a
cabo la gran obra que implicaba. Las bendiciones en general
y las bendiciones pronunciadas sobre la congregación
tienen la intención de ser un medio para fortalecer al pueblo
de Dios para la obra que se les llama a hacer. Los cristianos
deberían recibir la bendición pronunciada sobre ellos por
Cristo con un sentido creyente de empoderamiento. Piensen
en Hebreos 13:20-21:
Y el Dios de paz, que resucitó de entre los muertos a Jesús
nuestro Señor, el gran Pastor de las ovejas mediante la sangre
del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para
hacer su voluntad, obrando Él en nosotros lo que es agradable
delante de Él mediante Jesucristo, a quien sea la gloria por los
siglos de los siglos. Amén.
Esto es lo que deberían concluir de la bendición de Cristo:
¡Por la gracia de Dios puedo hacer esto que se llama la vida
cristiana! Por la gracia de Cristo nosotros como iglesia
podemos hacer nuestra parte para cumplir la Gran
Comisión.
En segundo lugar, cuando Jesús los bendijo, levantó Sus
manos. Este gesto o postura se asociaba comúnmente con
el acto de bendecir y especialmente con las bendiciones
sacerdotales del Antiguo Testamento. Entonces, aquí se
representa a Jesús como el Gran Sumo Sacerdote de Su
pueblo con Sus manos levantadas para bendecirlo.
Recordemos Levítico 9:22: «Entonces Aarón alzó sus
manos hacia el pueblo y lo bendijo, y después de ofrecer la
ofrenda por el pecado, el holocausto y las ofrendas de paz,
descendió».
En tercer lugar, cuando (o mientras) Jesús los bendecía,
se apartó de ellos y ascendió. Por lo tanto, está claro que la
última imagen que los apóstoles tuvieron de Jesús fue la de
Él con Sus manos levantadas para bendecirlos. Por
consiguiente, también está claro que las últimas palabras
que los apóstoles escucharon de Jesús fueron palabras de
bendición sacerdotal. Seguramente esto fue intencional por
parte del Señor Cristo. Esta es la imagen, el sonido y el
sentido que Jesús quería dejar a Sus discípulos y en el que
quería que continuaran. La imagen, el sonido y el sentido de
Su bendición para ellos.
En cuarto lugar, después de que Jesús hubo bendecido a
Sus discípulos, éstos lo adoraron y volvieron a Jerusalén
con el corazón lleno de gozo y alabanza. La bendición tiene
como resultado, y debería tener como resultado, que los
corazones de las personas estén llenos de adoración, gozo
y alabanza. Si hoy respondemos con fe a la bendición de
Jesús, nuestros corazones también se llenarán de
adoración, gozo y alabanza.

II. Lo que ocurrió antes de que Jesús


bendijera a Sus discípulos
Como ya he insinuado, este incidente está conectado a
modo de cumplimiento con la ordenanza de la bendición
sacerdotal establecida como un deber principal del
sacerdocio en el Antiguo Testamento. Hemos visto el pasaje
clave anteriormente, a saber, Números 6:23-27:
Habla a Aarón y a sus hijos, y diles: «Así bendeciréis a los
hijos de Israel. Les diréis: “El S te bendiga y te guarde; el
S haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti
misericordia; el S alce sobre ti su rostro, y te dé paz”».
Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los
bendeciré.
La bendición de Lucas 24:50 es el gran cumplimiento de
esta ordenanza y de todas las bendiciones sacerdotales que
se derivaron de la misma. Así como todos los sacrificios
ceremoniales del Antiguo Testamento encontraron su
cumplimiento en el gran sacrificio de Jesús, también todas
las bendiciones sacerdotales levíticas encontraron su
cumplimiento en la gran bendición con la que Jesús terminó
Su ministerio terrenal y comenzó Su ministerio celestial. En
Lucas 24:50 Jesús, como el Gran Sumo Sacerdote según el
orden de Melquisedec, levanta Sus manos y bendice a Sus
discípulos, tal como Melquisedec, Su gran predecesor,
bendijo a Abraham. Génesis 14:18-20 registra esta primera
bendición de Melquisedec:
Entonces Melquisedec, rey de Salem, sacó pan y vino; él era
sacerdote del Dios Altísimo. Y lo bendijo, diciendo: Bendito
sea Abram del Dios Altísimo, creador del cielo y de la tierra; y
bendito sea el Dios Altísimo que entregó a tus enemigos en tu
mano. Y le dio Abram el diezmo de todo.
Como sacerdote, y a la luz del gran sacrificio que
acababa de hacer, Jesús bendice aquí poderosa y
eficazmente a Su pueblo.
III. Lo que ocurrió después de que Jesús
bendijera a Sus discípulos
El sacrificio de Jesús por el pecado puso fin a todos los
sacrificios por el pecado, pero Su bendición no puso fin a
todas las bendiciones pronunciadas sobre las
congregaciones. Aunque la bendición de Jesús fue el gran
cumplimiento de la ordenanza dada al sacerdocio levítico
para bendecir a Israel, no puso fin a la práctica de bendecir
al pueblo de Dios. Las manos levantadas de Jesús para
bendecir significaban la abolición del sacerdocio levítico,
pero no significaban el fin de la práctica de bendecir al
pueblo de Dios. Los apóstoles, viéndose a sí mismos como
la extensión del ministerio de Jesús y entendiendo que lo
representaban, bendecían constantemente al pueblo de
Dios. 17 o 18 de las 22 cartas que se encuentran en el
Nuevo Testamento concluyen con la pronunciación de una
bendición sobre el pueblo de Dios. He aquí algunas de las
más famosas:
2 Corintios 13:14: «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de
Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos
vosotros».
Efesios 6:23-24: «Paz sea a los hermanos, y amor con fe de
Dios el Padre y del Señor Jesucristo. La gracia sea con todos
los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor
incorruptible».
Hebreos 13:20-21: «Y el Dios de paz, que resucitó de entre
los muertos a Jesús nuestro Señor, el gran Pastor de las
ovejas mediante la sangre del pacto eterno, os haga aptos en
toda obra buena para hacer su voluntad, obrando Él en
nosotros lo que es agradable delante de Él mediante
Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos.
Amén».
El último libro de la Biblia y, por tanto, en cierto sentido, la
propia Biblia, termina con una bendición:
Apocalipsis 22:20-21: «Él que testifica de estas cosas dice: Sí,
vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús. La gracia del Señor
Jesús sea con todos. Amén».
En este capítulo argumentaré que la continuidad de la
práctica de los apóstoles de bendecir al pueblo de Dios no
es un caso de sus privilegios apostólicos únicos. Todos los
que son llamados a predicar el evangelio apostólico son
llamados a predicar y, por tanto, a pronunciar bendiciones
sobre el pueblo de Dios, lo cual constituye una parte
esencial de la Palabra apostólica. Esto me lleva al último
punto.

IV. Lo que debería ocurrir ahora porque


Jesús bendijo a Sus discípulos
El apóstol Pablo nos recuerda que el ministerio cristiano
ordinario de pastores-maestros es un resultado de la
ascensión de la que da testimonio nuestro texto. Son un don
del Cristo ascendido para Su iglesia. Son fruto de aquellas
manos levantadas mientras bendecía cuando Él ascendió al
Cielo y, ahora que está sentado allí, para bendecir a Su
pueblo:
Efesios 4:8, 11: «Por tanto, dice: C
, ,
[…]. Y Él dio a algunos el ser apóstoles, a
otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y
maestros».
Aquí descubrimos otra faceta de nuestro texto. Jesús
ascendió al Cielo para bendecir a Su pueblo con dones. Qué
apropiado y qué importante es entonces que ascendiera con
Sus manos levantadas para bendecir a Su pueblo. El
ministerio cristiano es una bendición y un don de Cristo para
la iglesia. El reconocimiento de que un hermano es pastor
del pueblo de Dios, no importa el tiempo que lleve o lo
reciente que sea, es una afirmación de que es uno de esos
dones o bendiciones que, para darlo a Su pueblo, Jesús
ascendió al Cielo. Entonces, esto es solo para decir o
suponer con franqueza que debe ser su aspiración ser una
bendición para este pueblo. Esto sugiere varias ideas
prácticas:
Creo que esto implica para los pastores la
práctica de pronunciar la bendición sobre la
congregación al final de sus reuniones para la
adoración. Pero como este es el tema mismo de
este capítulo, aplazaré los comentarios al
respecto. Además, esta pronunciación de la
bendición sobre la congregación no es más que la
señal externa de algo que debería predominar y
evidenciarse en todo su ministerio. ¿Cuáles son
algunas de las otras cosas que significa para su
ministerio ser una verdadera extensión de las
manos de Jesús levantadas para bendecir a Su
pueblo?
¡Significa que su primer y principal deber es amar
a su congregación de corazón, profunda y
sacrificialmente! ¡Los pastores deben «amar
hasta los huesos» a su congregación! Deben
estar dispuestos a hacer cualquier cosa por ellos
que sea coherente con el derecho y los principios.
Esto no se puede hacer sin sacrificios. No se
puede hacer sin ser vulnerable a las heridas. La
única manera de evitar ser herido por las
personas es dejar de amarlas. ¡Y eso es algo que
ningún pastor puede hacer y seguir siendo un
pastor enviado por Cristo!
¡Significa que el tono general del ministerio público
de la Palabra debería ser de bendición
evangélica! Es fácil que algunos predicadores se
conviertan en lo que nuestros padres en la fe
solían llamar mujeres malhumoradas…
¡gruñones! (Con todas las desilusiones que
sentimos, con toda la longanimidad que tenemos
que ejercer y con todos los sacrificios que
tenemos que hacer a causa de las personas), es
fácil que nuestro ministerio adopte un tono airado,
incluso amargado, o al menos uno de continua
reprimenda. Por supuesto, debemos ser fieles.
Debemos advertirles de sus pecados. Pero el
tono general de nuestro ministerio no debe reflejar
el rigor de la ley, sino la bendición del evangelio.
Esto debería quedar claro tanto en el contenido
como en la forma del ministerio del predicador.
¡Significa que debería ser su objetivo constante
promover esa unidad entre los hermanos donde
Dios manda la bendición (Sal. 133)! Si su iglesia
va a ser bendecida, entonces debe estar muy
preocupado porque la unidad del Espíritu se
mantenga en esta. ¡Esto es fundamental para que
cualquier iglesia conozca la bendición de Dios!
Recuerden Salmos 133:1-3 y sus maravillosas
afirmaciones sobre la unidad:
Mirad cuán bueno y cuán agradable es que los
hermanos habiten juntos en armonía. Es como el óleo
precioso sobre la cabeza, el cual desciende sobre la
barba, la barba de Aarón, que desciende hasta el
borde de sus vestiduras. Es como el rocío de Hermón,
que desciende sobre los montes de Sión; porque allí
mandó el S la bendición, la vida para siempre.
Ahora bien, aunque este asunto de ser una
bendición y pronunciar una bendición se refiere
primariamente a los pastores, también tiene una
aplicación especial para los diáconos, ¿no es
así? ¿Recuerdan que la ocasión en que los
primeros diáconos fueron elegidos por una iglesia
cristiana fue un tiempo en que la paz y la unidad
de la iglesia estaban en peligro? Hechos 6:1-7
registra cómo la división amenazaba a la iglesia
de Jerusalén debido a la percepción de un trato
injusto hacia las viudas de los judíos helenistas y
cómo los apóstoles llevaron a la iglesia a elegir
diáconos para resolver este problema. Los
diáconos no deben ser simplemente «hombres
prácticos», «los hombres del dinero» o «los
hombres de las instalaciones», ¡deben ser
hombres pacíficos!
Esto significa que, después de servir a Dios en
todo al grado máximo, la meta de los oficiales de
la iglesia —y especialmente de los pastores—
debería ser servir a su congregación en toda
forma apropiada. Creo que es fácil que algunos
hombres —algunos hombres reformados, bajo la
apariencia de ser siervos de Dios y buscar Su
gloria en grado sumo— cometan el error de
identificar su propia voluntad con la voluntad de
Dios en asuntos de indiferencia y circunstancia.
Creo en el principio regulador de la iglesia desde
la planta de los pies y hasta el pelo de la cabeza,
pero todavía hay mucho espacio para que el
verdadero pastor y el verdadero diácono no se
sirvan a sí mismos en estas cosas, sino que
sirvan a su congregación y hagan lo que sea más
fácil, mejor y más feliz para ellos.
Pero, tras ubicar la pronunciación de la bendición sobre
la congregación en su contexto teológico, histórico y
práctico más amplio, ha llegado el momento de considerar la
pronunciación de la bendición sobre la congregación como
una parte o elemento de la adoración. Al igual que ocurre
con el amén, a algunos les puede parecer extraño pensar en
la pronunciación de la bendición sobre la congregación
como una parte de la adoración. No obstante, estoy
convencido de que no es simplemente una circunstancia de
la adoración. Por lo tanto, si vamos a practicar la
pronunciación de la bendición sobre la iglesia de Cristo,
debe ser una parte (o parte de una parte) de la adoración
corporativa y debe tener justificación bíblica. Con respecto a
esta cuestión práctica consideren en primer lugar...

La definición precisa de la pronunciación de la


bendición sobre la congregación
La pronunciación de la bendición sobre la
congregación[144] significa bendición. La palabra en
latín[145] de la que proviene esta frase {en su forma verbal}
significa literalmente decir lo bueno[146]. Ese es el significado
de bendición. Significa pronunciar o declarar cosas buenas
para alguien.
Por lo tanto, debemos tener cuidado de evitar la
confusión entre doxologías y las bendiciones
pronunciadas sobre la congregación. ¿Podrían
distinguir ahora mismo (antes de seguir leyendo) la
diferencia entre una doxología y una bendición pronunciada
sobre la congregación? Hay un versículo en la Biblia que
ayuda mucho en esto. Hebreos 7:7 habla de la bendición
pronunciada por Melquisedec sobre Abraham en el Antiguo
Testamento: «Y sin discusión alguna, el menor es bendecido
por el mayor». Ahora bien, si esto es así, hay una importante
distinción entre doxologías y bendiciones pronunciadas
sobre la congregación o sobre alguien en particular. En
cierto sentido, en una doxología bendecimos a Dios, pero
este no es el tipo de bendición al que nos referimos cuando
hablamos de bendiciones pronunciadas como la de
Melquisedec. ¿Qué bendición o beneficio (que Él no tenga
ya) podemos desear para Dios? En una doxología
bendecimos a Dios, es decir, alabamos y agradecemos a
Dios, pero en la pronunciación de una bendición, alguien en
posición de autoridad bendice a otro que está bajo su
cuidado.
Esto nos lleva a otra distinción que es importante
entender. En la Biblia hay dos tipos de bendiciones. Hay
bendiciones paternales y hay bendiciones sacerdotales-
eclesiales. A esto se refiere John Owen cuando dice que en
la Biblia hay tanto bendiciones paternales como
sacerdotales.[147] No estoy diciendo que las bendiciones
paternales sean totalmente irrelevantes para nuestro tema
en este capítulo. Sin embargo, nuestro enfoque son las
bendiciones sacerdotales o eclesiales y no las bendiciones
paternales o familiares. La pronunciación de una bendición
sobre la congregación no es una doxología, sino alguien en
una posición de autoridad espiritual bendiciendo a otro que
está bajo su cuidado.

La prominencia bíblica de la pronunciación de la


bendición sobre la congregación
Las bendiciones sacerdotales o eclesiales pronunciadas
sobre la congregación son prominentes en las Escrituras.
Nuestro estudio acerca del lugar que ocupa la pronunciación
de la bendición sobre la congregación en la adoración debe
comenzar con un entendimiento de la importancia de las
bendiciones sacerdotales o eclesiales en la Escritura. A
continuación, un breve resumen de tales bendiciones
pronunciadas sobre la congregación o sobre alguien en la
Escritura:
Melquisedec, tipo de Cristo, bendijo a Abraham
(Gén. 14:19; Heb. 7:1).
A los sacerdotes del Antiguo Pacto se les
ordenaba pronunciar las bendiciones de Dios
sobre el pueblo como parte importante de sus
responsabilidades (Núm. 6:23-27; Deu. 21:5; Jos.
8:33; 2 Cró. 30:27).
Cristo concluyó Su ministerio terrenal bendiciendo
a Sus discípulos (Luc. 24:50-51). Tampoco
debemos olvidar que los pastores cristianos,
aunque no son sacerdotes, sí asumen parte del
oficio sacerdotal especialmente como ministros
de la Palabra (Rom. 15:16). En el ministerio de la
Palabra, ellos representan a Cristo y hablan Su
Palabra.
Los apóstoles concluían constante y casi
uniformemente sus cartas a la iglesia
pronunciando bendiciones sobre la iglesia. Todas
las cartas del Nuevo Testamento terminan con la
pronunciación de una bendición, con la excepción
de Santiago, 2 Pedro, 1 y 2 Juan y Judas, (Judas
y 2 Pedro terminan con doxologías que tienen
matices de bendiciones pronunciadas {sobre sus
destinatarios}). Para nuestros propósitos, también
se puede considerar que el Libro de Apocalipsis
es una carta, y que por lo tanto la Biblia también
termina con una bendición (Apo. 22:21). Es decir,
17 de las 22 cartas del Nuevo Testamento
terminan con la pronunciación de bendiciones.

Los argumentos teológicos que apoyan la


pronunciación de la bendición sobre la
congregación
Sobre la base del énfasis bíblico visto anteriormente en las
bendiciones sacerdotales y apostólicas pronunciadas sobre
congregaciones o personas específicas, se pueden
presentar varios argumentos teológicos sanos para la
práctica de la pronunciación de bendiciones sobre la
congregación al final de la adoración:
La prominencia de la bendición sacerdotal en las
Escrituras, junto con la forma en que los apóstoles
acostumbraban a concluir sus cartas a las
iglesias, y —sumado a esto— la forma en que
Jesús concluyó Su ministerio terrenal con una
bendición, sugiere que es correcto concluir la
adoración bendiciendo al pueblo de Dios.
Puesto que, como hemos visto, las cartas de los
apóstoles debían leerse en la adoración pública
de la iglesia y contenían bendiciones
pronunciadas {sobre los destinatarios} (Col. 4:16-
18), está claro que hay una justificación bíblica
para pronunciar las bendiciones apostólicas sobre
el pueblo de Dios. Había que hacerlo si se leían
sus cartas en la adoración.
El principio regulador (tal como lo hemos definido)
implica claramente que debería haber un
comienzo y un final de la adoración bien definidos.
Así como la invocación es el comienzo evidente,
también la bendición pronunciada sobre la
congregación proporciona una conclusión clara a
la adoración.
La pronunciación de la bendición sobre la
congregación también se recomienda por el
hecho de que se debe decir algo a modo de
conclusión. Seguramente una bendición es una
conclusión mucho más apropiada para la
adoración a Dios que las otras cosas penosas
que a menudo se dicen para concluir la adoración,
como —Pueden retirarse; —Ya pueden irse; o
peor aún, —Acompáñenos al salón de comunión
para tomar café y comer rosquillas.
La conclusión de la adoración con una bendición
sobre la congregación es recomendable por el
hecho de que es una maravillosa expresión del
sentido de la bienaventuranza que Dios desea
que Su pueblo obtenga de Su presencia en la
adoración. La última palabra de Cristo a Su
pueblo fue una bendición, y es apropiado que,
entonces, la última palabra en la adoración sea
una bendición. La última palabra de los apóstoles
a la iglesia en sus cartas era generalmente una
bendición. Por todo esto, la bendición debería ser
la nota dominante de la adoración cristiana y el
ministro cristiano. Por lo tanto, es apropiado que
uno de los ministros de la Palabra concluya la
reunión pronunciando sobre la iglesia una de las
bendiciones con las que las propias Escrituras
bendijeron al pueblo de Dios.
La práctica de la Iglesia apostólica apoya la
pronunciación de bendiciones sobre la
congregación. Un escritor dice:
Además, la Iglesia apostólica cristiana no desarrolló un
orden del culto de la nada. Todos los indicios apuntan
a que la liturgia de la Iglesia neotestamentaria siguió el
modelo de la sinagoga. En la sinagoga, el sermón y el
culto terminaban con la pronunciación de una bendición
sobre la congregación. En ese momento la
congregación respondía «Amén», que era el patrón de
aceptación de la validez de la bendición con sus
responsabilidades y consecuencias.[148]

IV. Las posibles objeciones a la


pronunciación de la bendición sobre la
congregación
Permítanme tomar nota de dos objeciones aquí:

En primer lugar, se puede objetar si existe un


precedente claro de que dicha bendición forme
parte de la adoración.
En primer lugar, hay que decir que la proclamación de
cualquier parte de la Palabra de Dios al pueblo de Dios
nunca puede ser una violación del principio regulador. De
hecho, es un cumplimiento claro y muy apropiado de una
parte clara del principio regulador.
En segundo lugar, la evidencia del Nuevo Testamento
muestra que es especialmente apropiado que la iglesia
experimente la proclamación de la bendición de Dios. Por el
evangelio, esa bendición está sobre ellos de una manera
que supera al antiguo Israel. Es al menos una práctica sabia
y una ayuda para la preservación de un ministerio
equilibrado de la Palabra que los pastores concluyan los
cultos proclamando esta bendición.
En segundo lugar, se puede objetar si los que
pronuncian la bendición están asumiendo
erróneamente prerrogativas sacerdotales o
apostólicas al dar la bendición.
Esta objeción se plantea porque muchas de las bendiciones
de la Escritura fueron dadas por sacerdotes o apóstoles. En
respuesta, debe enfatizarse que, si Dios ha dado dones y
llamados a los hombres para que tomen en su boca la
Palabra de Dios y la enseñen a los hombres, y si las
bendiciones son parte de esa Palabra, entonces no puede
estar mal que esos mismos hombres proclamen las
bendiciones de la Palabra de Dios al pueblo de Dios en sus
predicaciones, enseñanzas y también pronunciándolas
sobre el pueblo de Dios. Simplemente debe entenderse que
no están pronunciando estas bendiciones de manera eficaz
ni personal sino de manera declarativa y ministerial. Ellos no
dan estas bendiciones como sacerdotes, sino como
ministros de la Palabra de Dios y del Gran Sacerdote sobre
la casa de Dios: el Señor Jesucristo.

V. Preguntas prácticas acerca de la


pronunciación de la bendición sobre la
congregación
¿Quién debería pronunciar la bendición sobre la
congregación?
Ordinariamente, un ministro de la Palabra o, en otras
palabras, un pastor oficial debería pronunciar la bendición
sobre la congregación. Puesto que la Biblia enseña que el
menor es bendecido por el mayor {Heb. 7:7}, quien
pronuncie la bendición debería ser (normalmente al menos)
alguien en una posición de autoridad espiritual. Lo que
debería suceder cuando no está presente tal ministro es una
cuestión más difícil que no intentaré decidir en este capítulo.
¿En qué postura debería pronunciarse la
bendición sobre la congregación?
Dado que está claro que la postura de bendecir en la Biblia
era normalmente con las manos levantadas (Lev. 9:22; Neh.
8:6; Sal. 63:4; 134:2; Luc. 24:50), la postura normal de
bendecir debería ser con las manos levantadas. La postura
es importante. Como dice un escritor:
Sin embargo, también deberíamos evitar la falsa enseñanza de
que no importa lo que estés haciendo con tu cuerpo, con tal
que lo estés «haciendo en tu corazón». Esta es la tendencia
del gnosticismo que se ha colado silenciosamente en la iglesia
actualmente. Al pronunciar una bendición sobre la
congregación, sería prudente hacerlo con una sólida
instrucción sobre lo que es y lo que no es, y seguir los
patrones bíblicos de cómo se hacía.[149]

¿Cómo debería recibir el pueblo de Dios la


bendición?
En primer lugar, permítanme explicar cómo el pueblo de Dios
no debería recibir la bendición. No deberían recibirla
ignorándola, ni guardando sus Biblias mientras se pronuncia,
ni mirando sus relojes o teléfonos para ver si el pastor
terminó a tiempo.
Antes bien, deberían escuchar atentamente la bendición y
recibirla con fe y gozo. Así como debería recibir siempre la
Palabra con fe, el cristiano también debería recibir con fe la
bendición pronunciada sobre la congregación. Ya que la fe
debe responder a la Palabra de manera apropiada, la fe
también debería responder a la palabra de la bendición
sintiéndose bendecida. En respuesta a dicha bendición, el
creyente debe juzgarse a sí mismo y tratar de sentir «gozo y
paz en el creer» {Rom. 15:13}.
Además, el cristiano debería recibir la bendición que se
pronuncia sobre la congregación con un sentido de
empoderamiento. La bendición con la que Jesús puso fin a
Su ministerio terrenal siguió inmediatamente a la entrega de
la Gran Comisión a Sus discípulos en Lucas 24. Piensen
también en Hebreos 13:20-21:
Y el Dios de paz, que resucitó de entre los muertos a Jesús
nuestro Señor, el gran Pastor de las ovejas mediante la sangre
del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para
hacer su voluntad, obrando Él en nosotros lo que es agradable
delante de Él mediante Jesucristo, a quien sea la gloria por los
siglos de los siglos. Amén.
Esto es lo que deberías extraer de la bendición con la que
se termina la adoración: ¡Por la gracia de Dios puedo hacer
esto que se llama la vida cristiana!

¿Qué enseña a los ministros cristianos la


pronunciación de la bendición sobre la
congregación?
Enseña a los ministros cristianos que su actitud
predominante hacia el pueblo de Dios y el espíritu
predominante de su ministerio hacia ellos debería ser de
bendición. Es decir, debería ser un deseo de verlos
bendecidos y de bendecirlos.

¿Quiénes son los bendecidos por la bendición


que es pronunciada sobre la congregación?
Solo el pueblo de Dios son los sujetos receptores de esta
bendición. Efesios 6:23-24 lo ilustra: «Paz sea a los
hermanos, y amor con fe de Dios el Padre y del Señor
Jesucristo. La gracia sea con todos los que aman a nuestro
Señor Jesucristo con amor incorruptible».

¿Qué debería concluir el pueblo de Dios del


hecho de que la adoración termina con una
bendición?
Deberían concluir que lo que Dios quiere para ellos en la
adoración es que Él tiene el propósito de bendecirlos.
Deberían aprender (y deducir de la bendición que se
pronuncia sobre la congregación) que el gran y seguro
propósito de Dios es ¡bendecirlos!

Conclusión
¿Puedo terminar este capítulo pidiendo una reforma en este
tema? No sé por qué la pronunciación de la bendición sobre
la congregación ha desaparecido de la práctica de muchas
iglesias evangélicas e incluso de la práctica de muchas
iglesias bautistas reformadas. Tal vez sea una reacción
excesiva al ceremonialismo litúrgico del catolicismo romano
y otras iglesias similares. Quizá sea la influencia paulatina
de la inclinación de nuestra cultura por la informalidad.
Cualquiera que sea la causa, ¡es hora de volver a la práctica
de dejar que la última palabra para el pueblo de Dios en la
adoración sea la bendición!
P 2.2.8: L

L
C
S (H . 2:41; 1 C . 11:17
. .)
Capítulo 20

La Cena del Señor y el bautismo


como partes de la adoración
Hay dos ordenanzas tangibles y simbólicas que Cristo dio a
Su iglesia. Se conocen de diversas maneras como los
sacramentos u ordenanzas de la iglesia.[150] Estas dos
ordenanzas o sacramentos apuntan de diferentes maneras
a Cristo y Su salvación. La práctica de estas dos
ordenanzas por la iglesia en su adoración es un testimonio
permanente de las verdades cristianas fundamentales.
Estas dos ordenanzas o sacramentos son el bautismo y la
Cena del Señor.
Obviamente, se han escrito volúmenes enteros y muchos
libros sobre cada uno de estos sacramentos u ordenanzas.
Puede parecer que escribir un solo capítulo sobre ambos es
sumamente arrogante o ingenuo. Sin embargo, mi propósito
aquí está muy definido y limitado. En este capítulo trataré de
manera muy sencilla estas dos ordenanzas, hablaré solo de
por qué son partes de la adoración corporativa de la iglesia
y por qué es importante que lo sean. Creo que ayudará a su
entendimiento si abordo este tema (que podría describirse)
en orden inverso. Primero trataré la Cena del Señor y luego
el bautismo.

I. La Cena del Señor


Hay tres argumentos claros que demuestran que la Cena del
Señor es parte de la adoración corporativa de la iglesia:
La primera celebración de la Cena del Señor fue en la
iglesia original compuesta por el Señor Jesucristo y Sus
apóstoles en lo que se llama la Última Cena (véase Mat.
26:19-30).
La Cena del Señor simboliza la unidad de la iglesia y,
por lo tanto, es y debe ser celebrada en el contexto de la
reunión de una iglesia local donde esa unidad es visible
(véase 1 Cor. 10:16-17).
Las instrucciones apostólicas con respecto a la
celebración de la Cena del Señor enfatizan que debía y
debe celebrarse en una reunión de la iglesia en la que se
debía tener en cuenta cuidadosamente la unidad visible de
la iglesia (véase 1 Cor. 11:17-34, especialmente los vv. 17-
22, 33).
Estos tres argumentos a favor de la Cena del Señor
como parte de la adoración corporativa plantean
directamente una cuestión relacionada que debe ser tratada
aquí.
Cada uno de los tres argumentos dados anteriormente
sugieren fuertemente que la Cena del Señor solo debe ser
celebrada en la reunión formal de una iglesia local.
Consideren que...
No hay ningún ejemplo de que se celebre en otro
lugar que no sea una iglesia reunida. Por lo tanto,
no hay ningún precedente bíblico para tal
celebración.
La propia Cena es un emblema de la unidad de la
iglesia (1 Cor. 10:16-17). Por lo tanto, es una
violación del significado simbólico central de la
Cena que se celebre en privado y no en la reunión
de la iglesia.
El pasaje clásico y fundamental que da
instrucciones sobre la Cena del Señor (1 Cor.
11:17-34) enfatiza repetidamente (4 veces) que la
Cena del Señor se celebraba corporativamente.
En este pasaje, se contrasta incluso la Cena del
Señor en la iglesia con las comidas privadas en
casa.
La Confesión de fe sugiere fuertemente que la
Cena del Señor debe ser celebrada solo en una
reunión de la iglesia. La Segunda Confesión
Bautista de Londres (30.1) afirma (nótese las
palabras que he puesto en cursiva):
La Cena del Señor Jesús fue instituida por Él la misma
noche en que fue entregado, para que sea observada
en Sus iglesias hasta el fin del mundo, para que se
haga memoria perpetua y se proclame el sacrificio de
Sí mismo en Su muerte, para confirmación de la fe de
los creyentes en todos los beneficios de esta, para su
alimentación espiritual y crecimiento en Él, para un
mayor compromiso de ellos en —y con— todos los
deberes que deben a Él; y para que sea un vínculo y
una prenda de la comunión de ellos con Él y entre
ellos mutuamente.
Como mínimo, la santa cautela y prudencia deberían
impedirnos practicar algo que no solo parece ir en contra de
la enseñanza bíblica, sino que tampoco tiene ningún
precedente bíblico.
Antes de pasar a considerar el lugar que ocupa el
bautismo en la adoración corporativa, hay que considerar
varias aplicaciones prácticas de este estudio sobre el lugar
de la Cena del Señor en la adoración corporativa. La
pregunta clave es: ¿Por qué es importante que
obedezcamos el mandamiento evangélico de tomar a
menudo la Cena del Señor en nuestra adoración?
Volvamos a leer 1 Corintios 11:23-26:
Porque yo recibí del Señor lo mismo que os he enseñado: que
el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y
después de dar gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que
es para vosotros; haced esto en memoria de mí. De la misma
manera tomó también la copa después de haber cenado,
diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced
esto cuantas veces la bebáis en memoria de mí. Porque todas
las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte
del Señor proclamáis hasta que Él venga.
(1) Debemos obedecer este mandamiento evangélico
porque Cristo nos lo dijo y de la manera que Él nos lo dijo:
«haced esto en memoria de mí». Y debemos tener cuidado
de obedecer este mandamiento en la forma en que Cristo
quiso: como un cuerpo reunido en la adoración evangélica, a
menudo o con frecuencia. El mandamiento de Cristo no es
un mandato a observar la Cena del Señor en todas partes,
todo el tiempo, sin importar las circunstancias. Es un
mandato a recordarlo a Él con Su pueblo en la iglesia. Bajo
circunstancias ordinarias, es pecado que un cristiano no
observe la Cena del Señor con una iglesia local. Dado que
una iglesia no debería dar la Cena del Señor de manera
normativa y perpetua a personas que se niegan a ser
miembros de esa iglesia, también es pecado no unirse a una
iglesia donde se puede tomar la Cena del Señor. Por
supuesto, también es pecado que una persona no sea
cristiana. Sin embargo, también es pecado que cualquier no
cristiano tome la Cena del Señor.
(2) Todo esto significa que la observancia de la Cena del
Señor en situaciones en las que la iglesia de Cristo no está
formalmente reunida es un error. Las bodas no son
reuniones de la iglesia. El matrimonio no es un sacramento
de la iglesia. La Cena del Señor no debe ser celebrada en
las bodas, ni por la congregación, ni por los novios.
Tampoco debe celebrarse en los funerales, que
normalmente no son reuniones de la iglesia en el nombre de
Cristo, sino reuniones de una familia en nombre de su ser
querido. Las conferencias y retiros que tampoco son
reuniones formales de una iglesia local son también lugares
inapropiados para celebrar la Cena del Señor. Por ejemplo,
los ancianos tampoco deben celebrar la Cena del Señor por
sí mismos cuando no se convoca a toda la iglesia.
(3) Pero hay otra razón por la que esto es importante. Es
por lo que la Cena del Señor simboliza y significa. La Cena
del Señor simboliza a Cristo mismo y los beneficios de Su
salvación. Cuando la tomamos por fe, lo estamos tomando a
Él en Su poder salvador. Entonces, la Cena del Señor
apunta al hecho de que la salvación y el cristianismo no son
simplemente un acontecimiento de una sola vez. La Cena
del Señor nos dice en voz alta que para ser cristianos
necesitamos a Cristo no solo en un acontecimiento único en
el pasado. Necesitamos a Cristo todo el tiempo. Fuimos
salvos por comer espiritualmente a Cristo, y continuamos
como cristianos por comer espiritualmente a Cristo. La
salvación no es solo un acontecimiento que tuvo lugar una
sola vez en el pasado.
(4) La Cena del Señor también es importante porque es
un recordatorio constante de que, así como la salvación no
es solo un acontecimiento que tuvo lugar una sola vez en el
pasado, tampoco es simplemente un asunto privado o
personal. A los cristianos modernos les gusta hablar de
recibir a Cristo como su Salvador personal y tener una
relación personal con Cristo. Eso es cierto y correcto, pero
a veces me temo que toda esta charla de una relación
personal con Cristo implica la idea de que nuestra relación
con Cristo no es solo personal, sino privada. Es decir, a
veces las personas piensan que pueden tener una relación
personal con Cristo en el sentido de una relación privada
con Cristo. La Cena del Señor es un testimonio abierto de
que tal punto de vista es muy incorrecto. Nuestra relación
con Cristo debe ser personal, pero no puede ser privada.
Como cristianos no podemos tomar la Cena del Señor en la
privacidad de nuestros hogares. Debemos tomar a Cristo
públicamente en una reunión de la iglesia. Este es el único
lugar donde se permite tomar a Cristo simbólica y
sacramentalmente. Una persona recibe a Cristo en
compañía de la iglesia, ¡y no de otra manera! ¡Una relación
meramente privada con Cristo no es suficiente para
prepararte para el día en que serás juzgado sobre la base
de si confesaste a Cristo en público ante los hombres!

II. El bautismo
Entonces, la Cena del Señor es categóricamente una
ordenanza corporativa o de la iglesia reunida. Pero aquí hay
algo extraño. No hay ningún ejemplo claro de que el
bautismo se practicara en el contexto de la iglesia reunida
en el Nuevo Testamento.
Esto me lleva a decir que hay al menos una clara
diferencia entre la Cena del Señor y el bautismo. La Cena
del Señor es una ordenanza que se centra en la iglesia
como un todo. Como hemos visto, parte de su significado
central y simbólico es enfatizar la unidad de la iglesia (1 Cor.
10:16-17). Por esta y otras consideraciones similares,
acabo de argumentar que no debemos celebrar la Cena del
Señor en privado. En su significado simbólico, el bautismo
se centra claramente en el individuo. La Cena del Señor se
toma en común. Las personas son bautizadas
individualmente o una a la vez, aunque muchas sean
bautizadas en la misma ocasión. Se centra principalmente
en la relación personal del creyente con Cristo. Quizá el
ejemplo más claro de esto sea el caso del bautismo del
eunuco etíope, quien fue bautizado por Felipe en el desierto
aparentemente solo (Hch. 8:26-40). Otro ejemplo claro de
esto es el bautismo del carcelero de Filipos en medio de la
noche en su casa (Hch. 16:31-34).
Mi opinión es la siguiente: El bautismo es como la
oración, el canto y la predicación de la Palabra. Puede ser
practicado correctamente tanto en contextos informales
fuera de la iglesia como en las reuniones formales de la
iglesia. Por supuesto, lo que hay que probar aquí es que es
correcto practicar el bautismo en una reunión formal de la
iglesia. Me parece que hay dos argumentos principales para
probarlo:
En primer lugar, el bautismo es una ordenanza
dada a la iglesia visible (Mat. 28:18-20).
La Gran Comisión no fue dada a los cristianos
individualmente. Fue dada a los apóstoles de Cristo como
las piedras fundamentales de la iglesia de Cristo. En cada
uno de los lugares donde se registra en el Nuevo
Testamento (Mat. 28:18-20; Luc. 24:45-49; Jua. 20:20-21;
Hch. 1:5-8) se da a los apóstoles de Cristo y por medio de
ellos a la iglesia visible organizada. Por eso el bautismo solo
debe ser administrado por un pastor o un representante
autorizado de una iglesia local.
Obviamente, es correcto que tal ordenanza se practique
en una reunión de la iglesia visible. El bautismo es
literalmente la ordenanza por la cual alguien es añadido a la
iglesia visible a la cual se le da la Gran Comisión. Esto
queda claro en un segundo pasaje.
En segundo lugar, el bautismo es la ordenanza
por la que los hombres son añadidos a la iglesia
visible (Hch. 2:41).
Por favor, vean una vez más Hechos 2:41-42:
41Entonces los que habían recibido su palabra fueron
bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil almas. 42Y
se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los
apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración.
Aunque la palabra «iglesia» no se utiliza en los mejores
textos de Hechos 2:41, está implícita directamente. ¡Se
«añadieron»! ¿Se añadieron a qué? ¡A la iglesia, por
supuesto! Por lo tanto, el bautismo es la ordenanza visible
por la que los hombres son añadidos a la iglesia visible y
local. Observen también el versículo 42. Habla de los
diversos elementos de la adoración en la Iglesia apostólica
al decir que se dedicaban continuamente a estos; lo cual
sugiere que después de ser bautizados (una parte de la
adoración), se dedicaban continuamente a las otras partes
de la adoración mencionadas en el versículo 42.
Independientemente de cuál fuera el caso, si el bautismo es
la ordenanza por la que los hombres son añadidos a la
iglesia visible, obviamente parece apropiado que dicha
ordenanza sea practicada en una reunión de la iglesia
visible. Todo esto concuerda con La Segunda Confesión
Bautista de Londres y es confirmado por esta. Observen
especialmente las frases que he puesto en cursiva en su
capítulo 28, párrafos 1 y 2:
28.1 El bautismo y la Cena del Señor son ordenanzas que han
sido instituidas positiva y soberanamente; establecidas por el
Señor Jesús, el único Legislador, para que [sean observadas
continuamente] en Su [iglesia] hasta el fin del mundo.
28.2 Estas santas instituciones deben ser administradas solo
por aquellos que estén cualificados para ello y sean llamados
a administrarlas, conforme a la comisión de Cristo.
Antes de llegar a un par de lecciones generales y
conclusivas de este capítulo, permítanme recordarles un par
de lecciones prácticas que aprendemos sobre el bautismo
como parte de la adoración formal.
(1) En primer lugar, recuerden que el bautismo simboliza
el recibimiento de Cristo personalmente en Sus beneficios
salvadores. El bautismo simboliza ser lavado de los pecados
por la sangre de Cristo (Hch. 22:16). Simboliza estar unido a
Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección (Rom. 6:1-4),
esos grandes acontecimientos por los cuales Él compró y
aseguró nuestra salvación. Esta es la importancia de la
ordenanza del bautismo. Es el recibimiento visible y
simbólico de Cristo y Su salvación.
(2) En segundo lugar, por tanto, la naturaleza personal del
bautismo enseña que Cristo debe ser recibido personal e
individualmente. Vimos en los casos del eunuco etíope y el
carcelero de Filipos que el bautismo era tan personal que
podía tener lugar en el desierto o en medio de la noche. Esto
nos da una verdad equilibrada con respecto a la que vimos
en el tratamiento de la Cena del Señor. Allí dije que la
salvación no es personal en el sentido de que no es privada.
Ahora debo decir que del bautismo aprendemos que la
salvación no es tan pública y corporativa y eclesiástica que
no sea también personal. No solo debemos ser salvos en
compañía de la iglesia y la ordenanza de la Cena del Señor;
debemos ser salvos personal e individualmente. El bautismo
es claramente personal y dice que su salvación debe ser
personal e individual.
Pero antes de concluir este capítulo hay que destacar un
par de lecciones generales del tratamiento de los
sacramentos. En primer lugar, permítanme resumir lo que
hemos visto en este capítulo. Tanto la Cena del Señor como
el bautismo pueden ser partes de la adoración evangélica
corporativa de la iglesia. La Cena del Señor debe ser parte
de esa adoración frecuentemente. El bautismo puede ser
parte de esa adoración ocasionalmente. De esto
aprendemos dos cosas.
En primer lugar, el cristianismo no es una religión
meramente espiritual. Tiene ordenanzas visibles con
símbolos físicos que deben ser practicados en la iglesia
visible. Tengan cuidado con las versiones del cristianismo
que minimizan la participación en las ordenanzas visibles
con la iglesia visible hasta el punto de considerarlas sin
importancia e insignificantes. El cristianismo sin iglesia no es
un cristianismo bíblico.
En segundo lugar, el cristianismo genuino está
relacionado estrechamente con el recibimiento de estas
ordenanzas visibles. La conversión al cristianismo está
relacionada estrechamente con el bautismo. Está claro que
el bautismo no es solo para dar testimonio al mundo o a la
iglesia. El eunuco etíope fue bautizado en el desierto,
probablemente con solo algunos espectadores. El carcelero
de Filipos fue bautizado en medio de la noche con los
miembros creyentes de su familia. Esto no quiere decir que
no se pueda ser salvo sin el bautismo. Lo que sí quiere decir
es que pretender ser cristiano y rechazar el bautismo
suscita las más serias dudas sobre el verdadero estado del
alma. Ser cristiano también está relacionado estrechamente
con la participación continua en la Cena del Señor con la
iglesia local. Vivir incumpliendo esta ordenanza es una
violación directa del mandamiento de Cristo y, una vez más,
suscita las más serias preocupaciones sobre el bienestar
del alma.
P 2.2.9: L

L
(M . 18:17)
Capítulo 21

Los diversos actos de orden


eclesial como partes de
la adoración
Ahora bien, permítanme ser sincero. En cierto sentido, este
capítulo es una especie de sección sumaria en la que quiero
mostrar que hay diversos actos esenciales para el orden de
la vida de la iglesia que es legítimo hacerlos en una reunión
formal de la iglesia.[151]
Pero antes de llegar a estos diversos actos de orden
eclesial, hay una pregunta que creo que debemos
considerar a modo de introducción: ¿Existen diferentes
tipos de reuniones formales de la iglesia? Como sucede
con muchas preguntas, lo primero que hay que decir es:
¡Depende de lo que se quiera decir! Analicemos un poco
esto.
Ciertamente hay más reuniones informales de la
comunidad eclesial que no son reuniones
formales de la iglesia.
Cuando prediqué sobre esto en nuestra propia iglesia,
íbamos a tener un almuerzo de comunión el siguiente
domingo por la tarde, entre la adoración en la mañana y la
adoración en la tarde. Sería una reunión de la comunidad
eclesial durante el almuerzo. Podría cumplir funciones
importantes en términos de aumentar el sentido de
comunidad en la iglesia. Pero ese almuerzo no sería una
reunión formal de la iglesia. Por lo tanto, hay reuniones
informales de la iglesia para cosas como almuerzos de
comunión que son simplemente reuniones de la comunidad
eclesial, pero no son reuniones formales de la iglesia. La
familia de la iglesia puede celebrar pícnics, conciertos y
momentos informales de oración en los que puede estar
presente toda la iglesia o la mayor parte de ella. El hecho de
que la mayoría de las personas estén presentes no lo
convierte en una reunión formal de la iglesia.

Ciertamente la iglesia tiene la autoridad de


convocar reuniones para los ministerios
establecidos importantes de la iglesia que no son
reuniones establecidas de toda la iglesia.
El momento de escuela dominical es para muchas iglesias
un ministerio establecido de la iglesia, pero no es una
reunión de toda la iglesia. Las clases de escuela dominical
para niños no son reuniones establecidas de la iglesia. Es
mejor describirlas como ministerios establecidos de la
iglesia. De nuevo, cuando estaba predicando sobre esto en
nuestra propia iglesia, estábamos teniendo clases de
crianza bíblica un lunes al mes por la noche. Dichas clases
eran un ministerio establecido de la iglesia destinado a
aquellos que tienen hijos en el hogar, pero no eran una
reunión formal de toda la iglesia.

Ciertamente hay reuniones formales de la iglesia


que incluyen las diversas partes de la adoración
en diferentes proporciones y variedad.
No hay ninguna regla que diga que cada parte de la
adoración debe ser incluida en cada culto de adoración en la
iglesia. Por ejemplo, a menudo tenemos cultos que no
incluyen la Cena del Señor, o la dirección de un tiempo de
oración corporativa por parte de los hombres de la iglesia, o
la celebración del bautismo. Esto es perfectamente legítimo.
Porque, aunque estas cosas deben ser practicadas por la
iglesia, no hay ninguna regla que diga que deben ser
practicadas en cada reunión de la iglesia.

Pero en principio o cualitativamente no hay


diversos tipos de reuniones formales de la
iglesia.
¿Por qué debemos decir eso? Fundamentalmente por lo que
hemos visto y establecido con respecto al principio
regulador de la iglesia. ¿Qué hace que una reunión de la
iglesia sea una reunión formal de la iglesia regida y
gobernada por el principio regulador de la iglesia? Es la
presencia especial de Cristo prometida a una reunión oficial
de la iglesia en el Nombre de Cristo. Recordemos Mateo
18:15-20; 1 Corintios 5:1-5; 1 Corintios 14:25; 1 Timoteo
3:14-15. Es debido a la presencia especial de Cristo en la
iglesia que tenemos la regla especial de sus reuniones: el
principio regulador. O una reunión tiene la presencia
especial de Cristo prometida a la iglesia y se rige por el
principio regulador, o no la tiene. Si no tiene la presencia
especial de Cristo, no se rige por el principio regulador. Es
así de simple. Así que, por ejemplo, no podemos hacer
ninguna distinción cualitativa entre las reuniones de la iglesia
para la adoración y las reuniones de asuntos de la iglesia.
Ambas deben ser conducidas considerando que cuentan
con la presencia especial de Cristo y deben ser gobernadas
por el principio regulador.
Entonces, consideremos esta última categoría sumaria
de las partes necesarias de la adoración bajo varios
encabezados:
I. La dirección de los asuntos disciplinarios
de la iglesia
Hay casos claros en los que la asamblea de la iglesia trata
formalmente los asuntos de la disciplina eclesiástica (Mat.
18:15-20; 1 Cor. 5:1-13; 2 Cor. 2:6-7). De hecho, estos
textos incluyen los principales pasajes a los que acudimos
para probar la presencia especial de Cristo en la iglesia. Ya
que tratan de lo que llamaríamos reuniones de asuntos de la
iglesia, muestran lo lejos que está de ser bíblica la
mentalidad que pone tales reuniones de asuntos de la iglesia
en una categoría diferente de reuniones de la iglesia. Las
reuniones a las que Cristo promete específicamente estar
presente de forma especial son las reuniones de la iglesia
para la disciplina.
Esto muestra un principio importante. Los actos
necesarios para el orden eclesial se cumplen correctamente
en las reuniones de la iglesia y estas reuniones no son
sustancialmente diferentes de las otras reuniones de la
iglesia para lo que podemos llamar adoración. La disciplina
eclesial y otros actos de orden eclesial son actos formales
de adoración.
II. La entrega de informes relevantes para las
tareas de la iglesia
Hay varios lugares en los que la iglesia se reúne
formalmente para recibir informes de los misioneros que ha
enviado o de otros obreros (Hch. 14:26-27; Col. 4:7-8). Las
misiones son una parte tan vital de las tareas de la iglesia
que recibir informes de los misioneros es una parte
perfectamente legítima de su adoración corporativa.

III. La elección y apartamiento solemnes de


oficiales y misioneros
Está claro que la iglesia apartó a oficiales y a misioneros en
una asamblea formal de la iglesia. Ese apartamiento
solemne de los oficiales de la iglesia y los misioneros
enviados en nombre de la iglesia solo tiene sentido si se
hace en medio de la iglesia. Esto lo confirma el testimonio
explícito de la Escritura (Hch. 6:5-6; 14:23; 13:1-3 con
14:26-27).

IV. La dirección de los asuntos ordinarios de


la iglesia
Por buena y necesaria consecuencia de lo anterior, está
claro que, para ordenar abierta, correcta y honorablemente
los asuntos de la iglesia, esta tendrá que reunirse para
tratarlos recibiendo informes financieros y votando sobre
asuntos muy importantes, etc. (Hch. 15:4, 22; 2 Cor. 8:18-
24).
Lo que llamamos reuniones de asuntos de la iglesia son
reuniones formales de la iglesia gobernadas por el principio
regulador porque se llevan a cabo en la presencia especial
de Cristo. Si se recordara esto, cuánta carnalidad y maldad
se habría evitado en la iglesia. ¡Asegurémonos de que
siempre conduzcamos todo el trabajo de la iglesia en el
temor del Señor de la iglesia!
Debido a todas estas consideraciones, permítanme
también recomendar la práctica de comenzar las reuniones
de «asuntos» de la iglesia con un breve tiempo de oración,
canto y el ministerio de la Palabra. Esta práctica es un
recordatorio permanente de que las reuniones de asuntos
de la iglesia son cultos de adoración realizados en la
presencia especial de Cristo.
A
Apéndice 1

Los mandamientos de Pablo sobre


el papel de la mujer en la adoración
corporativa de la iglesia como
confirmación de la regulación
especial y única de la iglesia de
forma diferente al resto
de la vida humana
En el capítulo 4 de este volumen, comenté en una nota a pie
de página:
En un apéndice al final de este volumen argumentaré que las
directrices de Pablo con respecto al papel de la mujer en las
asambleas de la iglesia proporcionan una gran ejemplificación
del hecho de que Él gobierna Su iglesia de forma diferente a
como gobierna el resto de la vida. Tanto en 1 Timoteo 2:8-12
como en 1 Corintios 14:33b-35, me parece claro que Pablo
está estableciendo prohibiciones especiales que se aplican
solo (o al menos principalmente) a la conducta de las mujeres
en las asambleas formales de la iglesia. De ahí, por ejemplo,
la triple repetición de la frase «en la iglesia» o «las iglesias» en
1 Corintios 14:33b-35.
Como dice esta nota a pie de página, mi tesis es que
Pablo da prohibiciones con respecto a la conducta y
acciones de las mujeres en la iglesia que les impiden hacer
ciertas cosas que sí se les permite hacer fuera de la iglesia
en el resto de la vida. Si esta afirmación es cierta y puede
ser reivindicada, proporciona un claro ejemplo de mi tesis de
que el principio regulador gobierna la iglesia y su adoración y
no toda la vida. De hecho, no hay un pasaje en todo el
Nuevo Testamento donde se vea más claramente la
distinción entre la regulación de la adoración corporativa de
la iglesia y la regulación del resto de la vida que en las
regulaciones dadas por el apóstol Pablo para la conducta de
las mujeres en las reuniones de la iglesia.
Creo que esto queda claro en 1 Corintios 14:33-35,
nótense las cursivas añadidas:
33porque Dios no es Dios de confusión, sino de paz, como en
todas las iglesias de los santos. 34Las mujeres guarden
silencio en las iglesias, porque no les es permitido hablar,
antes bien, que se sujeten como dice también la ley. 35Y si
quieren aprender algo, que pregunten a sus propios maridos
en casa; porque no es correcto que la mujer hable en la
iglesia.
Una de las características más claras de este pasaje es
que Pablo especifica tres veces que los mandamientos que
da, son para las asambleas de la iglesia en Corinto.
Probablemente, como señalan muchos intérpretes, el
versículo 33b debe conectarse con los versículos 34-35. La
referencia del triple uso de /ekklesía/ no es a la Iglesia como
organización o institución, sino a la iglesia como asamblea
visible o literal. Compárese un uso similar de la palabra
«iglesia» cada vez que se menciona en el contexto (vv. 4, 5,
12, 19, 23, 28). Muchos piensan que las reglas para las
mujeres son las mismas en la iglesia que en cualquier otro
lugar, pero esto no es lo que Pablo enseña aquí. ¡Él dice lo
contrario!
Como acabo de sugerir, la clave está en el uso contextual
de los verbos hablar y guardar silencio. En este capítulo se
utilizan de forma clara y destacada. El verbo hablar (/laleo/)
se utiliza 296 veces en el Nuevo Testamento, pero
sorprendentemente 24 de esos usos (alrededor del 8 %) se
encuentran solo en este capítulo. Debemos permitir que este
uso contextual del verbo controle su significado en los
versículos 34-35. Entonces, ¿cómo se usa? Además de los
dos usos en los versículos 34-35, se utiliza de la siguiente
manera:
17 veces se refiere a hablar en lenguas (1 Cor.
14:2 [tres veces], 4, 5 [dos veces], 6, 9, 11 [dos
veces] 13, 18, 21, 23, 27, 28, 39).
2 veces a hablar profecías (1 Cor.14:3, 29).
3 veces a hablar públicamente a la iglesia a
modo de enseñanza (1 Cor. 14:6, 9, 19).
¿Y el verbo guardar silencio? Este verbo se utiliza 10
veces en el Nuevo Testamento, 3 de ellas en este capítulo.
¿Cómo se usa en los otros dos versículos de 1 Corintios
14? Compruébenlo ustedes mismos:
1 Corintios 14:28: «pero si no hay intérprete, que guarde
silencio en la iglesia y que hable para sí y para Dios».
1 Corintios 14:30: «Pero si a otro que está sentado le es
revelado algo, el primero calle».
Cabe destacar que en estos dos usos anteriores guardar
silencio también se utiliza de forma correlativa con hablar.
Esto aumenta la importancia de dichos paralelismos. En el
versículo 28 hace referencia a hablar en lenguas y en el
versículo 30 se refiere a profetizar. ¿Cuál es mi conclusión?
Está muy claro que Pablo quiere decir en los versículos 34-
35 que prohíbe a las mujeres que hablan en lenguas y a las
profetisas que ejerzan sus dones en la iglesia. Ahora bien, la
implicación es explícita e importante.
Sabemos que había mujeres que hablaban en lenguas y
otras que profetizaban en la Iglesia apostólica. Claramente,
ellas ejercían sus dones en público de alguna manera y en
algún lugar. Compárense 1 Corintios 11:5; Hechos 2:17;
21:9. El punto de Pablo aquí es prohibir el ejercicio de esos
dones en la iglesia. Por implicación y contexto, él también
tiene en mente y prohíbe la enseñanza por parte de las
mujeres en otras formas que no sean mediante las lenguas
o la profecía:
1 Corintios 14:6: «Ahora bien, hermanos, si yo voy a vosotros
hablando en lenguas, ¿de qué provecho os seré a menos de
que os hable por medio de revelación, o de conocimiento, o de
profecía, o de enseñanza?».
1 Corintios 14:9: «Así también vosotros, a menos de que con
la boca pronunciéis palabras inteligibles, ¿cómo se sabrá lo
que decís? Pues hablaréis al aire».
1 Corintios 14:19: «sin embargo, en la iglesia prefiero hablar
cinco palabras con mi entendimiento, para instruir también a
otros, antes que diez mil palabras en lenguas».
Y claramente, si Pablo prohíbe a las mujeres la
enseñanza extraordinaria, la predicación y la dirección de la
oración asociadas con el hablar en lenguas y la profecía,
también les prohíbe la enseñanza ordinaria, la predicación y
la dirección de la oración. Está claro aquí que lo mayor
incluye lo menor.[152]
Pero he aquí la aplicación. Hay una prohibición especial a
las mujeres de profetizar y hablar en lenguas dentro de las
reuniones de la iglesia que no se aplica en otras situaciones
públicas. Esta es la razón por la que personalmente me
siento cómodo, aunque pueda parecer extraño para
algunos, con que las mujeres lean la Escritura y oren en
grupos pequeños y en la Escuela Dominical, pero no puedo
aprobar que hagan lo mismo en la iglesia. Este mandamiento
en 1 Corintios 14:33-35 regula la conducta de las mujeres
en la iglesia, pero no en otros lugares.
Por supuesto, hay principios más amplios que deberían
regir la conducta de las mujeres incluso fuera de la iglesia.
Por ejemplo, me parece claro que la iglesia no debería
colocar a las mujeres en una posición formal de enseñanza
sobre los hombres, ni siquiera en las clases de la escuela
dominical, los grupos pequeños o los estudios bíblicos
informales. Pero todo esto no debería ocultar el hecho
evidente de que las mujeres podían profetizar y hablar en
lenguas públicamente, aunque no se les permitía hacerlo en
la iglesia.
Este fenómeno no se limita a 1 Corintios 14:34-35.
También se manifiesta en el otro pasaje sobre la conducta
de las mujeres en las asambleas de la iglesia en el Nuevo
Testamento (1 Tim. 2:8-15). Aquí Pablo está ordenando la
vida de la iglesia, como deja claro en 1 Timoteo 3:14-15. Por
lo tanto, en el capítulo 2 aborda las reuniones de oración de
la iglesia y, en el capítulo 3, los oficios de la iglesia.
Al hablar de las reuniones de oración de la iglesia, da
varias indicaciones.[153] Una de estas es que los hombres
deben orar (dirigir la oración) en la iglesia. Al usar el
sustantivo griego distintivo que se refiere a un hombre adulto
a diferencia de un niño o una mujer, Pablo deja claro que no
quiere que las mujeres dirijan la oración en la iglesia. Más
bien su directriz para ellas es que se adornen con ropa
decorosa, con pudor y modestia. A continuación, confirma el
modo en que las mujeres deben comportarse en la iglesia,
ordenándoles que aprendan en silencio, es decir, con una
postura de escucha y sin tratar de hacer impacientemente
su propia contribución.
De nuevo, la aplicación es clara. En la iglesia se prohíbe
a las mujeres hacer algo que claramente se les permite
hacer en otros lugares.[154]
Estas indicaciones para las mujeres en la iglesia son
parte del principio regulador. Claramente, entonces, el
principio regulador no se aplica a toda la vida, sino
peculiarmente a las reuniones de la iglesia. La oración
pública (dirigir en oración) por parte de las mujeres es
contrario a la directriz de 1 Timoteo 2:8 y a la directriz de 1
Corintios 14:34-35. Entre otras cosas, hablar en lenguas era
una forma de oración. Si a las mujeres se les prohibió hablar
(orar) en lenguas (que es algo mayor), entonces
seguramente se les prohíbe que dirijan la oración en formas
que no utilicen un don tan extraordinario (que es algo
menor).
Apéndice 2

El día del Señor y


la adoración corporativa
No hay que ser una «lumbrera» ni, de hecho, un teólogo
calificado para discernir que hay una red de conexión
profunda y estrecha entre el día del Señor y la adoración
corporativa de la iglesia. Permítanme señalar aquí tres de
estas conexiones.

El principio regulador de la iglesia y su


adoración conduce directamente a la noción
de un día de adoración divinamente
establecido, es decir, el día del Señor o día
de reposo cristiano.
Es bien sabido que Juan Calvino, aunque no era el anti-
sabatariano que algunos suponen, no era un sabatariano
coherente en su enseñanza. Entre estas incoherencias se
encuentra la opinión de Calvino de que el Día del Señor no
fue establecido por la autoridad divina, sino por la tradición
de la Iglesia. La dificultad más amplia que esto plantea
dentro del contexto del propio pensamiento de Calvino es su
doctrina sobre el principio regulador. Él creía y enseñaba el
principio regulador. Este principio supone que Dios ejerce la
prerrogativa de regular Su propia adoración. Es probable
que fuera a la luz del principio regulador que los puritanos
vieran claramente la necesidad de enseñar la autoridad
divina y el precedente apostólico del día del Señor. En la
medida en que Calvino enseñaba implícitamente la misma
doctrina de la suficiencia y autoridad de la Escritura que
enseñaban los puritanos y que por extensión lógica
desarrollaron en lo que se llama el principio regulador,
Calvino simplemente estaba siendo incoherente al
fundamentar la observancia del domingo en nada más
aparentemente que la tradición de la Iglesia apostólica. Se
puede argumentar sobre esta base que todo lo que hicieron
los puritanos fue corregir una incoherencia en su mentor.
El punto de esta pequeña clase de historia es que
sostener el principio regulador de la iglesia lleva
directamente a la idea de que el día de adoración no puede
ser establecido por la tradición humana, sino por la autoridad
apostólica (y, por lo tanto, divina). Sostener el principio
regulador y permitir que el día mismo de adoración se deje a
la mera tradición u opinión humana es bastante incoherente
realmente. Pensar que Dios estableció y gobernó
especialmente la adoración de Su iglesia con algunos
detalles, pero dejó el gran asunto del día establecido para la
adoración corporativa a la tradición humana es casi
impensable. El ambiente del principio regulador no alberga tal
noción[155], de hecho, es muy hostil a esta idea. Este no es el
lugar para un tratamiento completo de los fundamentos de la
santificación del día de reposo cristiano o de la observancia
correcta del día del Señor. Mi propósito es simplemente
señalar cuán directamente el principio regulador sugiere el
establecimiento divino del día de adoración.
La noción de un día especial y único para
Dios de una manera diferente a otros días es
paralela conceptualmente con la institución
de la iglesia, la cual también es diferente al
resto de la vida de una manera especial y
única para Dios.
Con una sorprendente repetición, la Biblia enfatiza que la
identidad única del día de reposo cristiano es que es santo.
La palabra santo significa que es algo que está apartado
para Dios. En otras palabras, es un día que pertenece
especialmente a Dios. El cuarto mandamiento nos llama a
recordar el día de reposo para santificarlo. Apocalipsis 1:10
nos recuerda que un día de la semana es el día del Señor y,
por lo tanto, pertenece a Dios de una manera diferente a los
otros días.
Del mismo modo, el principio regulador habla de una
iglesia que es santa; por tanto, es el centro especial del
interés y la regulación de Dios. Esta iglesia pertenece
especialmente a Dios. Es «la casa de Dios» y «la iglesia del
Dios vivo» (1 Tim. 3:15). Por lo tanto, Timoteo necesita una
instrucción especial sobre cómo conducir su ministerio en
esta.
Los paralelismos conceptuales entre el día del Señor y la
iglesia ordenada por el principio regulador son obvios. No es
de extrañarse que personas como Mark Driscoll, que no
«entienden» el día de reposo cristiano, tampoco
«entiendan» el principio regulador.
El propósito principal del establecimiento de
un día especial para Dios en la Creación del
mundo era proporcionar un tiempo para la
adoración corporativa.
Al afirmar esto, no estoy negando que el día de reposo
tuviera otros propósitos. Indiscutiblemente proporcionaba un
día de descanso físico para los hombres. También es
indiscutible que proporciona un tiempo especial o adicional
para la adoración privada y familiar. No obstante, es mi firme
opinión que el propósito principal del día de reposo y su
institución sucesora actual (el día del Señor) era establecer
un tiempo que debe ser apartado para la adoración
corporativa. Como apoyo a esta opinión, permítanme
señalar varias cosas.
En primer lugar, el día fue establecido originalmente
mediante el ejemplo divino del reposo del propio Dios (Gén.
2:1-3). Puesto que la necesidad de descanso físico no
puede atribuirse a Dios, parece probable que debamos
encontrar el significado de este reposo divino en una
contemplación satisfecha de la obra de la Creación
completada en los primeros 6 días de la semana de la
Creación. Las tres afirmaciones expositivas de John Murray
resumen acertadamente el significado del reposo de Dios. Él
comenta que el reposo de Dios no es inactivo, sino que es el
cese de un tipo de actividad (la obra de la Creación), y que
es el reposo del deleite en la obra de la Creación
completada.[156]
En segundo lugar, la obligación fundamental asociada a la
observancia del día de reposo era santificarlo (Éxo. 20:8-
11). Dado que el significado de esta palabra es apartar algo
para un uso santo —apartar algo para Dios—, es difícil ver
el descanso físico como equivalente en importancia a la
adoración en el propósito del día en cuestión.
En tercer lugar, si el propósito del día es la adoración,
entonces, debemos encontrar la importancia distintiva del
día en la adoración corporativa a diferencia de la adoración
privada o familiar. El tiempo establecido y apropiado para la
adoración no es un problema con respecto a los
devocionales personales o para la adoración familiar.
Podemos establecer el tiempo dentro de los límites de la
razón y la sabiduría para nuestros devocionales personales.
La cabeza del hogar puede establecer el tiempo de la
adoración familiar. Pero, ¿quién tiene la autoridad para fijar
el día y la hora para la adoración corporativa de toda una
comunidad? Si creemos en el principio regulador, es muy
poco probable que estemos satisfechos con permitir que la
autoridad humana de cualquier tipo medie en esto. Dios
debe establecer el tiempo para la adoración corporativa, y lo
ha establecido en Su designación del séptimo día de la
semana como el día de reposo en el Antiguo Testamento y
del primer día como el día de reposo en el Nuevo
Testamento.
¿Cuáles son las implicaciones prácticas de estas
intersecciones entre el Día del Señor y la adoración
corporativa regida por el principio regulador?
He aquí una conclusión que no tenemos ni debemos
sacar. Por supuesto, el establecimiento del día de adoración
no tiene ni debe interpretarse en un sentido exclusivo, como
si la iglesia solo pudiera celebrar sus reuniones de
adoración corporativa en este día. Tanto el Israel del Antiguo
Testamento como el Israel del Nuevo Testamento celebraron
reuniones formales para la adoración divinamente
establecida en días distintos al día semanal señalado. El
antiguo Israel celebraba muchas fiestas señaladas de los
judíos en días distintos al día de reposo. La Iglesia
apostólica en Jerusalén se reunía diariamente en el templo
(Hch. 2:46).
La conclusión que deberíamos sacar es más bien la
siguiente. El establecimiento del día de adoración debería
interpretarse en lo que puedo llamar un sentido intensivo. La
iglesia puede celebrar reuniones otros días. Incluso puede
exigir la asistencia a tales reuniones. Sin embargo, debe
celebrar la adoración corporativa en el día del Señor y exigir
la asistencia a estas reuniones. Por supuesto, hay razones
legítimas por las que un cristiano no puede asistir a las
reuniones en el día del Señor o en otros días, pero esas
razones legítimas serán mucho menos y mucho más claras
en el día del Señor. Este hecho llevará a la iglesia y a los
ancianos sabios a hacer pleno uso del día establecido para
la adoración y enseñar la necesidad de su cuidadosa
observancia.
Apéndice 3

Decir amén, aplaudir y levantar


las manos en la adoración
Es una exageración, pero no una muy grande, decir que la
adoración tradicional se concibe de la siguiente manera:
sentarse con las manos cruzadas, cantar entre dientes el
himno y principalmente estar en silencio ante Dios. Por otro
lado, la adoración contemporánea se concibe como un
frenesí de aplausos, manos levantadas y aleluyas en medio
de las danzas, el rodar por los pasillos y las caídas en el
Espíritu del movimiento carismático y pentecostal. Por lo
tanto, hay una batalla interminable entre la multitud de «el
S está en su santo templo: calle delante de Él toda la
tierra» y la multitud de «Batid palmas, pueblos todos;
aclamad a Dios». En mi modesta opinión, ninguno de los dos
bandos en esta batalla suele tomarse el tiempo de
preguntarse con seriedad si sus ideas preconcebidas sobre
la adoración se basan realmente en la Escritura. Ambos
suponen que —¡desde luego!— la Escritura está de su lado.
Lo que me propongo hacer en este apéndice es preguntar
a la Escritura sobre asuntos relacionados con este debate
(quizás «pelea a gritos» sería más preciso) y ver si la
enseñanza real de la Biblia sobre decir amén, aplaudir y
levantar las manos puede arrojar luz sobre cuál debería ser
el ambiente en la adoración. ¿Se parece más la adoración
bíblica a la adoración tradicional o a la adoración
contemporánea? Propondré que decir el amén es
claramente un deber, aplaudir es una posibilidad
circunstancial y levantar las manos es apropiado
ocasionalmente.
Pero antes de entrar en todo esto, quiero resaltar los
supuestos con los que abordo este tema. Esos supuestos
se encuentran en las expresiones confesionales más
maduras de la Reforma: La Confesión de Westminster, La
Declaración de Saboya y La Segunda Confesión Bautista
de Londres. Sobre este asunto hablan al unísono; y creo
que hablan bíblicamente. En esencia, estos documentos nos
animan a pensar en la adoración en términos de una
distinción entre las partes necesarias de la adoración y las
circunstancias de la misma.
Hablando de las partes necesarias de la adoración, La
Segunda Confesión de Londres (22.1) afirma:
La luz de la naturaleza demuestra que hay un Dios que tiene
señorío y soberanía sobre todo; que es justo, bueno y hace el
bien a todos; y, por lo tanto, debe ser temido, amado,
alabado, invocado, se debe confiar en Él y debe ser servido
con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas.
Pero la manera aceptable de adorar al Dios verdadero está
instituida por Él mismo, y está tan delimitada por Su propia
voluntad revelada, que no puede ser adorado conforme a las
imaginaciones e invenciones de los hombres ni las sugerencias
de Satanás, ni por medio de ninguna representación visible, ni
de ninguna otra manera no prescrita en las Santas Escrituras.
El hecho de que esto se refiere a las partes necesarias
de la adoración queda claro en las varias menciones de las
partes de la adoración que siguen a esta declaración en el
capítulo 22, y especialmente en el párrafo 5:
La lectura de las Escrituras, la predicación y oír la Palabra de
Dios, la enseñanza y amonestación de unos a otros con
salmos, himnos y cánticos espirituales, cantar con acción de
gracias en nuestro corazón al Señor, así como la
administración del bautismo y la Cena del Señor son todos
partes de la adoración religiosa a Dios que deben realizarse en
obediencia a Él, con entendimiento, fe, reverencia y temor
piadoso; además, la humillación solemne con ayunos, y
acciones de gracias en ocasiones especiales, deben usarse de
una manera santa y religiosa.
Entonces, la clara enseñanza de la Confesión es que la
adoración formal a Dios y todas sus partes deben encontrar
un precedente explícito en las Escrituras. Sin embargo, esto
se matiza de manera importante en el capítulo 1, párrafo 6b,
que proporciona una matización importante y muy relevante
de sola scriptura cuando se aplica a la iglesia y su
adoración:
Todo el consejo de Dios concerniente a todas las cosas que
son necesarias para Su propia gloria, la salvación del hombre,
la fe y la vida está expresamente escrito o necesariamente
contenido en la Santa Escritura, a la cual no debe añadirse
nada en ningún momento, ni por nueva revelación del Espíritu
ni por las tradiciones de los hombres.
No obstante, reconocemos que la iluminación interna del
Espíritu de Dios es necesaria para el entendimiento salvador
de las cosas que están reveladas en la Palabra, y
reconocemos que hay algunas circunstancias concernientes a
la adoración a Dios y el gobierno de la Iglesia que son
comunes a las acciones y sociedades humanas, las cuales
deben ser ordenadas a la luz de la naturaleza y la prudencia
cristiana, conforme a las reglas generales de la Palabra, las
cuales siempre deben ser obedecidas.
Creo que la distinción confesional entre las partes y las
circunstancias de la adoración es bíblica y también crucial.
Por lo tanto, no puedo evadir esta pregunta sobre decir el
amén, aplaudir y levantar las manos. ¿Son partes
necesarias de la adoración? ¿O son circunstancias de la
adoración? El planteamiento de esta pregunta es muy
esclarecedor con respecto a estas cosas y el debate
moderno sobre la adoración.

Decir el amén
Existe un precedente bíblico para decir el amén durante la
adoración formal. Como vimos en el capítulo 15, hay un
apoyo claro e incluso enorme en la Biblia para esto. Aunque
algunos pueden pensar que es un poco extraño, creo que
podemos afirmar que decir el amén es una parte necesaria
de la adoración.
Utilizando las mismas categorías confesionales, pasamos
ahora a examinar los aplausos y el levantar las manos. ¿Son
acaso también partes necesarias de la adoración? ¿O son
circunstancias permitidas de la adoración? ¿O acaso son
realmente una violación del principio regulador y no son ni
una parte necesaria ni una circunstancia permitida de la
adoración?
Ahora bien, los temas de aplaudir y levantar las manos en
la adoración provocan profundas reacciones viscerales.
Algunos ven esas cosas como la señal de que una iglesia
está viva realmente. Otros quieren huir horrorizados de
cualquier lugar en el que se permitan esas cosas. Lo que
rara vez ocurre es que el defensor de la adoración
contemporánea o el defensor de la adoración tradicional se
pregunten realmente si aplaudir o levantar las manos en la
adoración tiene alguna base o precedente bíblico.
Aplaudir en la adoración
Veamos qué dice la Biblia sobre los aplausos en la
adoración.
I. Sus diversos significados en la Biblia
Los aplausos tienen una variedad de usos y significados en
la Biblia. Permítanme revisar rápidamente los pasajes en los
que se menciona para que puedan verlos. Estos son los 12
pasajes donde se mencionan los aplausos; ¡aquí están
todos! [157]
2 Reyes 11:12: «Sacó luego al hijo del rey, le puso
la corona, le dio el testimonio, y lo proclamó rey, y
lo ungieron, y aplaudieron gritando: ¡Viva el rey!»
{BTX4}. Literalmente, el texto dice que estas
personas «batieron palmas». Es evidente que
este aplauso era la expresión de gozo.
Job 27:23: «Batirán palmas por su ruina, y desde
su propio lugar le silbarán». Literalmente, el texto
dice que los hombres «batirán sus manos». El
contexto sugiere que el significado de esto es un
fuerte escarnio.
Job 34:37: «Porque a su pecado añade la
rebelión; aplaude en medio de nosotros y
multiplica sus palabras contra Dios» {RVA2015}.
Literalmente el texto hebreo significa aplaudir o
dar palmadas. El contexto sugiere que esto
expresa ira contra Dios.
Salmo 47:1: «¡Pueblos todos, aplaudan! ¡Aclamen
a Dios con voz de júbilo!» {RVA2015}.
Literalmente, el texto llama a las personas a batir
sus manos. El contexto sugiere que este aplauso
expresa gozo y alabanza a Dios.
Salmo 98:8: «Aplaudan los ríos; regocíjense todos
los montes» {RVA2015}. Literalmente, el Salmo
dice que los ríos aplauden. El contexto sugiere
gozo y alabanza a Dios.
Isaías 55:12: «Ciertamente, con alegría saldrán y
en paz se irán. Los montes y las colinas
irrumpirán en cánticos delante de ustedes, y todos
los árboles del campo aplaudirán» {RVA2015}.
Literalmente, el texto hebreo habla de batir las
manos o aplaudir. El contexto sugiere que los
aplausos expresan alegría y alabanza.
Lamentaciones 2:15: «Aplaudían contra ti todos
los que pasaban por el camino. Silbaban y
sacudían su cabeza ante la hija de Jerusalén,
diciendo: “¿Es esta la ciudad de la cual decían
que era perfecta en hermosura, el gozo de toda la
tierra?”» {RVA2015}. Literalmente, el texto hebreo
dice que daban palmadas o aplaudían. El contexto
sugiere que las palmadas expresan escarnio.
Ezequiel 6:11: «Así dice el Señor D : «Bate tus
manos, golpea con tu pie, y di: “¡Ay!, a causa de
todas las graves abominaciones de la casa de
Israel, que a espada, de hambre y de pestilencia
caerán”». Literalmente, el texto hebreo dice: «da
palmadas». El contexto sugiere que se trata de
una expresión de tristeza y dolor.
Ezequiel 21:14: «Tú, pues, hijo de hombre,
profetiza y bate palmas; sea la espada duplicada y
triplicada, la espada para los muertos. Es la
espada de la gran víctima, que los tiene
rodeados». Literalmente, el texto hebreo dice:
«golpea la palma de tu mano». El contexto sugiere
que se trata de una expresión de tristeza y dolor.
Ezequiel 21:17: «También yo batiré palmas, y
aplacaré mi furor. Yo, el S , he hablado».
Literalmente, el texto hebreo dice: «golpearé una
mano contra la otra». El contexto sugiere que se
trata de una expresión de ira.
Ezequiel 25:6-7: «Porque así dice el Señor D :
“Por haber batido palmas y golpeado con tus pies,
por haberte alegrado con todo el escarnio de tu
alma contra la tierra de Israel…». Literalmente, el
texto hebreo dice por haber aplaudido. El contexto
sugiere regocijo o alegría o triunfo burlón como el
significado de este aplauso.
Nahum 3:19: «No hay medicina para tu quebranto;
tu llaga es incurable. Todos los que oyen de tu
fama aplaudirán a causa de ti, porque ¿sobre
quién no ha pasado de continuo tu maldad?»
{RVA2015}. Literalmente dice en hebreo: «batirán
las manos». El contexto sugiere regocijo o alegría
o triunfo burlón.
Estas diversas referencias a los aplausos en la Biblia
muestran que se trata de una expresión física de una fuerte
emoción con referencia a algo o alguien. Como tal, se
podría suponer que, al menos en algunas culturas, podría
expresar de manera apropiada y natural las fuertes
emociones asociadas con la adoración a Dios. Entonces,
esto plantea directamente la cuestión de...

II. Su posible aplicación a la adoración formal a


Dios
Con respecto a la posible aplicación de los aplausos en la
adoración, consideren tres aspectos:

A. El hecho indiscutible
¿Existe alguna evidencia de que alguien haya aplaudido
alguna vez en el contexto de la adoración formal a Dios en el
Antiguo o en el Nuevo Testamento? La respuesta sencilla a
esta pregunta es ¡no! No se menciona con respecto a la
adoración en el Nuevo Testamento simplemente porque no
hay ninguna referencia a los aplausos en el Nuevo
Testamento. Tampoco se menciona con respecto a la
adoración en el Antiguo Testamento. Ninguno de los 12
textos que hemos visto habla de un contexto de adoración
formal. Estos son los hechos del caso, ¡y los hechos no se
discuten!
B. El texto debatible
A veces se presenta un texto en defensa de los aplausos en
la adoración. Se trata de Salmos 47:1: «¡Pueblos todos,
aplaudan! ¡Aclamen a Dios con voz de júbilo!» {RVA2015}.
Este texto se presenta como prueba para aplaudir en la
adoración. ¿Qué debemos pensar al respecto?
No es un llamado específico a que las naciones aplaudan
en el contexto de la adoración formal. Se trata de un llamado
general (escrito poéticamente) para que todas las naciones
alaben a Dios.
Este llamado, si se insta como un mandato a aplaudir en
la adoración, prueba demasiado. ¿Por qué? Si este texto
obliga a los cristianos a aplaudir en la adoración en el Nuevo
Pacto, entonces no aplaudir es pecado. Es una violación del
claro mandato de Dios para la adoración en el Nuevo Pacto.
Los defensores del aplauso con los que estoy familiarizado,
aunque desean argumentar a favor de los aplausos como
casi un deber, no están dispuestos a decir que los cristianos
están en pecado por no aplaudir en la adoración.
Este mandato no fue implementado en la adoración formal
en el Antiguo Pacto. No hay ningún registro o ejemplo de
aplausos en la adoración formal en el Antiguo Testamento.
Este mandato, si es que lo es, hasta donde tenemos
constancia, nunca se practicó en la adoración del Nuevo
Pacto. No hay ninguna mención de que se aplaudiera en el
Nuevo Testamento.
Salmos 47:1 es un llamado expresado poéticamente a
que todo el mundo alabe a Dios. El aplauso mencionado es
simplemente una forma vívida y poética de expresar el
llamado a esa alabanza. No debemos centrarnos demasiado
en los aplausos en un versículo que tiene como punto
principal un llamado a la alabanza universal a Dios.
Se menciona el aplauso simplemente porque es una
forma en que los seres humanos expresan a veces la fuerte
emoción de la alegría. A lo sumo, este texto, junto con los
otros que hemos visto, sugiere que los aplausos pueden
permitirse a veces como una circunstancia natural y
espontánea del gozo que debe caracterizar nuestra
adoración a Dios.

C. Las reglas necesarias


Sin embargo, el estudio anterior sobre los aplausos en la
Biblia exige[158] que se reconozcan ciertas reglas que deben
regular los aplausos en la adoración. Si admitimos que a
veces se puede aplaudir en la adoración como una
expresión natural de alabanza gozosa, entonces hay ciertas
reglas necesarias que deben ser recordadas.
En primer lugar, el aplauso debe ser espontáneo, no
manipulado ni ordenado. El aplauso no es una parte o
elemento de la adoración. A lo sumo es una circunstancia
permisible de la adoración. Nunca debe ser exigido u
ordenado al pueblo de Dios. No se lo debe amonestar,
criticar o reprender por no practicarlo. Puedo decir al pueblo
de Dios que debería decir amén; es una parte necesaria de
la adoración; pero no puedo decirle que debería aplaudir.
En segundo lugar, el aplauso debe estar centrado en
Dios, no es un aplauso para los hombres, sino una alegre
alabanza a Dios. Cuando y si se aplaude espontáneamente
en la adoración formal, la naturaleza centrada en Dios o
teocéntrica de la adoración debe controlar su uso y su razón
de ser. Definitivamente no debe ser un aplauso para los
hombres, sino una expresión de alabanza gozosa a Dios.
En tercer lugar, el aplauso debe ser apropiado, no debe
interrumpir o captar la atención. Ciertamente, es posible
concebir una situación en la que aplaudir carezca tanto del
fruto del Espíritu, que es el autocontrol, que se convierta en
algo que interrumpa la adoración a Dios. También es
posible, especialmente en el contexto actual, que algunos
aplaudan intencionalmente para llamar la atención. Por
supuesto, esto sería totalmente contrario a la verdadera
adoración centrada en Dios y, por lo tanto, sería totalmente
incorrecto.
Levantar las manos en la adoración
He señalado que decir el amén tiene todas las
características de una parte necesaria de la adoración. En
cambio, he demostrado que no hay razón para considerar
los aplausos de la misma manera. En el mejor de los casos
(y considerándolo con mucha simpatía) es una circunstancia
permitida de la adoración. Ahora llegamos a considerar el
hecho de levantar las manos en la adoración, y aquí nos
enfrentamos a una práctica que parece ocupar una especie
de terreno neutral en la adoración entre decir el amén (un
deber claro) y aplaudir (una circunstancia posible). Aquí
están los datos bíblicos.

I. Los casos bíblicos en los que se levantan las


manos en la adoración formal
Los siguientes textos hablan de levantar las manos durante
la adoración en la Biblia:
Levítico 9:22: «Entonces Aarón alzó sus manos
hacia el pueblo y lo bendijo, y después de ofrecer
la ofrenda por el pecado, el holocausto y las
ofrendas de paz, descendió». Aquí Aarón levanta
las manos para pronunciar la bendición sacerdotal
en el contexto de la adoración formal en el Antiguo
Testamento.
Deuteronomio 32:40: «Ciertamente, alzo a los
cielos mi mano, y digo: Como que vivo yo para
siempre». Aquí se presenta a Dios en un acto
formal de juramento en el que jura por Sí mismo.
Creo que los juramentos y votos solemnes
sugieren una adoración formal, aunque no
siempre se toman en el contexto de la adoración
formal a Dios.
Nehemías 8:6: «Entonces Esdras bendijo al
S , el gran Dios. Y todo el pueblo respondió:
¡Amén, Amén!, mientras alzaban las manos;
después se postraron y adoraron al S rostro
en tierra». Aquí todo el pueblo está reunido en
circunstancias que recuerdan mucho a la
adoración en el Nuevo Pacto. Todo el pueblo
levanta las manos mientras dice amén. El
levantamiento de sus manos es claramente un
acto que indica su acuerdo y participación con
Esdras en bendecir al Señor. También se inclinan
y adoran al Señor con el rostro hacia el suelo.
Salmos 28:2: «Escucha la voz de mis súplicas
cuando a ti pido auxilio; cuando levanto mis manos
hacia el lugar santísimo de tu santuario». Levantar
las manos hacia el santuario santo es claramente
una forma de hablar de la oración. El contexto del
versículo 1 lo confirma. La referencia al santuario
santo sugiere una adoración formal.
Salmos 63:4: «Así te bendeciré mientras viva, en
tu nombre alzaré mis manos». Levantar las manos
aquí es paralelo a, y explicativo de, bendecir a
Dios. Nótese la referencia a alabar a Dios en el
versículo 3 y ver a Dios en el santuario en el
versículo 2. Entonces, levantar las manos no solo
es indicio de oración, sino también de alabanza y
bendición a Dios.
Salmos 134:1-3: «1He aquí, bendecid al S
todos los siervos del S , los que servís por la
noche en la casa del S . 2Alzad vuestras
manos al santuario y bendecid al S . 3Desde
Sión te bendiga el S , que hizo los cielos y la
tierra». De nuevo, según el versículo 2, levantar
las manos es indicio de bendecir al Señor, y
según el versículo 1, esto tiene lugar en la casa
del Señor.
Salmos 141:2: «Sea puesta mi oración delante de
ti como incienso, el alzar de mis manos como la
ofrenda de la tarde». Aquí levantar las manos es
indicio de oración. Esto se ve en el paralelismo
entre la primera y la segunda mitad del versículo.
La segunda mitad del versículo tiene una
interesante referencia a la adoración en el templo
cuando David desea que Dios vea sus manos
levantadas como la ofrenda de la tarde. Este
versículo es interesante cuando se compara con
Malaquías 1:11 y 1 Timoteo 2:7-8. Quizás muestre
cómo Pablo llegó a su interpretación y aplicación
de Malaquías 1:11.
Lamentaciones 2:19: «Levántate, da voces en la
noche al comenzar las vigilias; derrama como
agua tu corazón ante la presencia del Señor; alza
hacia Él tus manos por la vida de tus pequeños,
que desfallecen de hambre en las esquinas de
todas las calles». Una vez más, clamar al Señor
se asocia con levantar las manos hacia Él.
Lamentaciones 3:41: «Alcemos nuestro corazón
en nuestras manos hacia Dios en los cielos». El
contexto muestra que levantar las manos se
asocia con volver en oración y arrepentimiento al
Dios de los cielos (v. 40).
Lucas 24:50: «Entonces los condujo fuera de la
ciudad, hasta cerca de Betania, y alzando sus
manos, los bendijo». Debemos entender que aquí
Jesús está bendiciendo a Sus discípulos con Su
bendición sacerdotal con motivo de Su partida.
1 Timoteo 2:8: «Por consiguiente, quiero que en
todo lugar los hombres oren levantando manos
santas, sin ira ni discusiones». El contexto aquí es
la adoración formal y las oraciones de la iglesia.
Ya he señalado el trasfondo veterotestamentario
de esta declaración en Malaquías 1:11 y Salmos
141:2. (Levantar las manos se limita aquí a los
varones adultos, pero esto se debe
probablemente a que Pablo está hablando de
dirigir la oración y no cree que a las mujeres se
les deba permitir hacerlo en la iglesia reunida. La
idea de que solo los varones adultos pueden
levantar las manos, y solo cuando dirigen la
oración, no tiene sustento en los pasajes
paralelos del Antiguo Testamento. Comparen Neh.
8:6; Lam. 2:19; 3:41).
Santiago 4:8: «Acercaos a Dios, y Él se acercará
a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores;
y vosotros de doble ánimo, purificad vuestros
corazones». Hay una posible referencia a
levantar las manos en la adoración. Deben estar
limpias antes de acercarnos a Dios.
Apocalipsis 10:5-6: «Entonces el ángel que yo
había visto de pie sobre el mar y sobre la tierra,
levantó su mano derecha al cielo, y juró por el que
vive por los siglos de los siglos,
hay,
hay,
hay, que ya no habrá dilación».
Levantar la mano se asocia aquí con el acto
solemne de hacer un juramento. Compárese con
Deuteronomio 32:40, en el que se representa a
Dios levantando Su mano para jurar por Sí mismo.

II. Las conclusiones correctas sobre levantar las


manos en la adoración formal
A. Levantar las manos se asocia a los actos solemnes de
devoción a Dios, incluyendo los juramentos, las bendiciones
pronunciadas sobre la congregación, decir el amén, las
oraciones (incluyendo las de arrepentimiento) y las
alabanzas y bendiciones a Dios.
B. Se hace y, por lo tanto, se le da un precedente bíblico
en el contexto explícito de la adoración formal y corporativa
a Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En
Levítico 9:22, Aarón bendice al pueblo en medio de la
adoración formal. En Nehemías 8:6, en medio de la
adoración formal el pueblo dice el amén. En Salmos 134:1,
los siervos de Dios que sirven en la casa del Señor levantan
sus manos para bendecir a Dios. En 1 Timoteo 2:8, los
hombres en el contexto de la adoración en la iglesia levantan
sus manos mientras dirigen la iglesia en oración.
C. Esto es muy diferente de las referencias bíblicas a los
aplausos. Aunque en algunas referencias se asocia el
aplauso con la alegría y la alabanza, e incluso con la
alabanza a Dios, nunca se menciona explícitamente con
relación a la adoración formal y corporativa a Dios, ni en el
Antiguo ni en el Nuevo Testamento. Tampoco se asocia
explícitamente con actos solemnes como jurar, bendecir,
decir el amén y orar.
D. Aunque no estoy convencido de que levantar las
manos sea un elemento de la adoración, dicha práctica está
relacionada muy estrechamente con varios elementos de la
adoración. En tal caso, sería difícil e incluso erróneo, en mi
opinión, que los ancianos prohibieran que el pueblo de Dios
levante las manos en la adoración. Supongo que algunos
podrían abusar de esto y podrían agitar sus manos de una
manera llamativa o que distraiga. Esto sería un abuso de la
enseñanza bíblica, lo cual debe ser tratado de forma
individual y no mediante una prohibición general de levantar
las manos.
E. A diferencia de los aplausos, que nunca se mencionan
en el contexto de la adoración formal en la Biblia, hay
muchas menciones de levantar las manos en la adoración
formal. Entonces, ¿significa esto que levantar las manos en
la adoración es una parte necesaria de la adoración? No
creo que esa sea la conclusión. Se trata de una cuestión de
expresión externa, como los aplausos. Esto sugiere que
levantar las manos en la adoración no debe recibir el estatus
de parte necesaria de la adoración como una cuestión
externa. Creo que aún debemos clasificarlo como una
circunstancia de la adoración. Por otro lado, se trata de una
expresión o gesto externo que parece tener un uso
apropiado especial en la adoración. ¿Leyeron esa frase,
uso apropiado? Aunque no diría que levantar las manos es
una parte de la adoración, diría que a veces es apropiado en
la adoración. No se ordena, pero es apropiado. ¿Entienden
la diferencia entre algo que se ordena y algo que es
apropiado? Es apropiado saludar a alguien sonriendo y
extendiendo la mano para estrecharla. No hacerlo sería
generalmente inapropiado. No es pecado no hacerlo, pero
puede ser inapropiado. Es apropiado vestirse elegante para
asistir a una boda. No hacerlo suele ser inapropiado. No es
pecado no hacerlo, pero puede ser inapropiado. Lo que
quiero decir es que —para repetir lo que he dicho— aunque
levantar las manos no es una parte de la adoración, a veces
es apropiado hacerlo. No es solo una circunstancia
permitida de la adoración; es una circunstancia apropiada
de la adoración.
Entonces, permítanme repetir lo que dije al principio sobre
estos tres asuntos en la adoración formal. Decir el amén es
claramente un deber, aplaudir es una posibilidad
circunstancial y levantar las manos es apropiado
ocasionalmente.
¿Qué tipo de ambiente para la adoración formal vemos a
través de los lentes de este estudio sobre decir el amén,
aplaudir y levantar las manos en la adoración formal en la
Biblia? Creo que es un ambiente adecuado para llamar a
una seria reflexión —e incluso creo que al arrepentimiento—
{tanto} al tradicionalista que no responde y es silencioso
como al progresista descontrolado y sentencioso. Creo que
es un ambiente que presenta una forma de adoración viva,
expresiva, que responde, reverente y teocéntrica.
Apéndice 4

La adoración dialógica:
La importancia de la participación
en la adoración evangélica (1 Cor.
14:25)
Estoy preocupado. Me preocupa que los cristianos
reformados no reaccionen ante todo el fuego desenfrenado
y lo raro de la vida eclesial contemporánea. También me
preocupa que no reaccionemos a un tipo de adoración muy
pasivo, silencioso y reservado. Para tratar este problema o
preocupación consideraremos 1 Corintios 14:23-26
prestando especial atención al versículo 25 (que he
enfatizado con cursivas):
23Por tanto, si toda la iglesia se reúne y todos hablan en
lenguas, y entran algunos sin ese don o son incrédulos, ¿no
dirán que estáis locos? 24Pero si todos profetizan, y entra un
incrédulo, o uno sin ese don, por todos será convencido, por
todos será juzgado; 25los secretos de su corazón quedarán al
descubierto, y él se postrará y adorará a Dios, declarando
que en verdad Dios está entre vosotros. 26¿Qué hay que
hacer, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada cual aporte
salmo, enseñanza, revelación, lenguas o interpretación. Que
todo se haga para edificación.

Introducción
Antes de pasar a la exposición de este pasaje, hay varias
cosas que deben ser notadas con respecto al mismo, a
modo de introducción.

En primer lugar, Pablo está hablando de una


reunión formal de la iglesia en Corinto
Pablo lo deja claro en el versículo 23 con las palabras: «Por
tanto, si toda la iglesia se reúne...». Se trata de una
asamblea de toda la iglesia, por lo tanto, está claro que es
una asamblea formal de la iglesia. Estoy seguro de que a
estas alturas del libro ya se ha comprendido lo que significa
que el contexto sea el de una asamblea formal de la iglesia,
pero por si acaso, permítanme recordarles dos
implicaciones específicas.
En primer lugar y lo que es más importante, significa que
la presencia especial, clemente y gloriosa de Cristo estaba
en tal reunión. Vean 1 Corintios 5:3-5:
Pues yo, por mi parte, aunque ausente en cuerpo, pero
presente en espíritu, como si estuviera presente, ya he
juzgado al que cometió tal acción. En el nombre de nuestro
Señor Jesús, cuando vosotros estéis reunidos, y yo con
vosotros en espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesús,
entregad a ese tal a Satanás para la destrucción de su carne,
a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.
La asamblea formal de la iglesia estaba capacitada para
tomar la acción de excomulgar al malvado de la iglesia
porque fue convocada en el Nombre y con el poder del
Señor Jesús. Del mismo modo, en 1 Corintios 14:23 y los
versículos siguientes, Pablo está hablando de tal asamblea.
En segundo lugar y, por consiguiente, significa que dicha
asamblea se regía por reglas especiales. No se trata de un
pícnic de la comunidad cristiana donde todo {lo que sea
lícito} vale. Esta era una asamblea de la iglesia que tenía
que ser gobernada de manera especial por reglas
especiales. Por eso, en este contexto, Pablo afirma que la
regla general de la edificación es la que rige esta asamblea
(v. 26). Es por eso que además da reglas especiales sobre
el hablar en lenguas, la profecía y la participación de las
mujeres en esta asamblea (vv. 27-35). El hecho de que la
asamblea formal de la iglesia se rija por la Palabra de Dios
de una manera especial es lo que llamamos el principio
regulador de la iglesia.

En segundo lugar, Pablo está hablando a la


Iglesia apostólica donde los dones de profecía y
hablar en lenguas todavía existían y se
practicaban en sus asambleas
Permítanme declarar algo que no puedo tomar tiempo para
demostrar aquí y creo que no necesito tomar tanto tiempo
para demostrarlo. El hecho de que Pablo permitiera bajo
ciertas directrices la práctica de profetizar y hablar en
lenguas en Corinto no significa ni implica que esas prácticas
existan hoy en día. No creo que tales dones todavía sean
dados a la iglesia después del tiempo de los apóstoles de
Cristo. Por lo tanto, su mención en este contexto no implica
en absoluto que debamos practicarlos en la actualidad.
Podemos y debemos filtrar la existencia y la práctica de
estos dones por nuestro entendimiento de lo que la iglesia
debe hacer actualmente en su adoración.

En tercer lugar, Pablo está escribiendo a una


iglesia que necesita seriamente la reforma de su
adoración
El mero hecho de que los corintios hicieran algo en su
adoración no significa que fuera correcto. Digo esto
enfáticamente. A lo largo de este pasaje, como hemos visto,
Pablo está prohibiendo cuidadosamente ciertas prácticas en
la adoración de los corintios que él consideraba
desordenadas y poco edificantes. Por lo tanto, debemos
tener cuidado con lo que aprendemos de este pasaje sobre
nuestra adoración.
Al mismo tiempo, ni la existencia de dones milagrosos en
Corinto ni las prácticas desordenadas y poco edificantes de
la adoración de los corintios significan que no podamos
aprender nada de este pasaje sobre nuestra adoración. Al
igual que en 1 Corintios 11 aprendemos muchas cosas
sobre la Cena del Señor a pesar de la insensatez de los
corintios, ¡también podemos hacer lo mismo aquí! Solo
tenemos que tener cuidado en cómo aplicamos el pasaje y
asegurarnos de que no estamos tomando como precedente
para nosotros algo que era peculiar de la Iglesia apostólica o
de la insensatez de los corintios. Por supuesto, el lector
tendrá que juzgar si he logrado aplicar correctamente este
pasaje a nosotros mismos.
Habiendo dicho todo esto, hay tres cosas principales
sobre la adoración evangélica que quiero que noten de este
pasaje.

I. Un resultado muy deseado


En la introducción hemos visto que a cada asamblea de la
iglesia como iglesia se le promete la presencia especial de
Cristo. Esta promesa se remonta a las palabras de Cristo
para Su iglesia en Mateo 18:20: «Porque donde están dos o
tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
Es la presencia especial del Hijo de Dios lo que constituye a
la iglesia como un templo y es el principio mismo y originario
de la adoración evangélica.
Hay un sentido en el que Cristo está presente en cada
reunión de Su iglesia, ya sea que las personas lo
reconozcan correctamente o no; pero, por supuesto, es algo
glorioso cuando el pueblo de Dios reconoce, aprecia y
percibe o disfruta de esta presencia especial.
Es aún más grandioso en cierto modo cuando sucede
algo como lo que se menciona en los versículos 24 y 25. Si
un incrédulo entrara en la adoración evangélica y percibiera
de tal manera la presencia especial de Dios que cayera
sobre su rostro y adorara diciendo algo como lo que Pablo
describe aquí, ¡sería maravilloso, ¿no es así?! ¡Sería
maravilloso ver a un incrédulo entrar en la adoración
evangélica y decir algo como lo que dijo Jacob la mañana
después de su sueño acerca de los ángeles que subían y
bajaban por una escalera entre el Cielo y la tierra! Génesis
28:16-17 dice: «Despertó Jacob de su sueño y dijo:
Ciertamente el S está en este lugar y yo no lo sabía. Y
tuvo miedo y dijo: ¡Cuán imponente es este lugar! Esto no es
más que la casa de Dios, y esta es la puerta del cielo».
¿Les gustaría que ocurriera lo que Pablo describe aquí?
¿Están de acuerdo conmigo en que esto sería algo
maravilloso de contemplar? ¡¿Reconocen que esto es un
resultado muy deseable de la adoración evangélica?! Si
aman las almas de los hombres y aman al Cristo de la
Escritura, ¡¿admiten que este es un resultado muy deseable
de la adoración evangélica?! Y antes de pasar a mi
siguiente punto, hay varias deducciones prácticas
necesarias de esto que debemos hacer.
En primer lugar, ¡aprendemos que no debemos ser
reacios a invitar a los no creyentes a venir a la iglesia con
nosotros! Es común en algunas partes menospreciar la idea
de invitar a la gente a la iglesia como una forma de
evangelismo. Por supuesto, reconozco que algunas
personas no responderán a tal invitación y que tal vez
necesiten primero otras formas de evangelismo. No
obstante, si nuestra adoración es lo que debería ser, no hay
experiencia que pueda tener un efecto más profundo en el
no creyente que estar en la presencia especial de Cristo
bajo la denodada predicación de Su Palabra, siendo testigo
de la adoración ferviente y viva de Su pueblo. El valor de
invitar a los incrédulos a la iglesia se justifica en este pasaje.
En segundo lugar, ¡aprendemos que la adoración
evangélica debería ser una experiencia muy diferente a la
ordinaria para el no creyente! Es común que los evangélicos
modernos se tomen muy en serio la necesidad de llevar a
los incrédulos a la iglesia —de invitarlos a la iglesia— en una
dirección muy contraria a lo que sugiere nuestro pasaje.
Sobre esta base, algunos tratan que su adoración sea tan
cómoda para los incrédulos como sea posible. Para estar
culturalmente a tono, muestran fragmentos de películas
completamente seculares que algunos de nosotros ni
siquiera permitiríamos en nuestros hogares. Hacen que su
música sea lo más parecida posible a la del mundo, de modo
que sus reuniones parecen más un concierto de rock que
una adoración evangélica.
Pero todo esto es incorrecto. Lo que nuestro texto dice
sobre la experiencia del incrédulo en la adoración es que él
ve y percibe que hay algo muy diferente en la adoración
evangélica en una reunión de la iglesia. No se dice a sí
mismo: —Esto es familiar, ¡es cómodo! Más bien debería
decir: —Esto es muy diferente. ¡Dios está aquí de una
manera que no he experimentado antes! ¡Veo mis pecados
bajo una luz que nunca antes había visto!
¡Por lo tanto, nuestro objetivo no debe ser estructurar
nuestra adoración para hacer que el incrédulo se sienta
cómodo! Hay que recordar que la adoración es para Dios.
¡Debemos estructurar nuestra adoración de tal manera que
lo complazca a Él! Debemos poder recordar que Cristo es el
Gran Sacerdote sobre la casa de Dios y que Sus directrices
deben controlar nuestra adoración. Solo si hacemos esto, y
en la medida en que lo hagamos, podremos esperar que los
incrédulos experimenten lo que leemos en este pasaje.
En tercer lugar, ¡aprendemos que deberíamos
conducirnos en la adoración evangélica de manera que este
resultado pueda ser promovido, no obstaculizado! Ahora,
por supuesto, creemos en la soberanía de Dios. Es solo por
la operación soberana del Espíritu de Dios que un incrédulo
hará lo que Pablo dice que hace en nuestro pasaje. Si el
Espíritu de Dios no actúa, el incrédulo saldrá de la adoración
evangélica sin ser afectado y quizás diciendo: —¡Ustedes
están locos! No obstante, sin entrar en detalles sobre esto
ahora, ¿no está claro que Pablo se preocupa en este pasaje
de que los cristianos se comporten de tal manera en la
adoración que este resultado pueda ser promovido y no
obstaculizado? ¿No es ese todo el contexto?
¿Qué está diciendo Pablo? —¡No permitan que se hable
en lenguas sin interpretar y sin límites! ¡Si hacen eso, el
incrédulo puede decir: —¡Ustedes están locos!, y con algo
de razón (v. 23). ¡Entonces, claramente Pablo cree que la
manera en que los cristianos se conducen en la adoración
es crítica para lograr el tan deseado resultado del versículo
25!
Así que el principio sencillo y sin elaborar es este: Es
importante que nos comportemos apropiadamente en la
adoración para exhibir la presencia real de Dios en medio
de Su pueblo. Probablemente se pregunten: —¿Qué
significa eso? Significa tanto, que solo puedo arañar la
superficie en lo que diré en el resto de este apéndice. Pero
todo esto introduce mi segundo punto.

II. Un medio que hay que adoptar sabiamente


Les he mostrado que Pablo considera que los cristianos
pueden ser tan insensatos en su forma de adorar como para
justificar que los incrédulos digan: —¡Ustedes están locos!
Todos nosotros probablemente hemos experimentado o
escuchado historias de cómo algunas personas entraron en
un culto de adoración pentecostal o carismático y salieron
pensando lo mismo.
Pero evitar hacer lo malo no es lo único que Pablo
enfatiza en este pasaje. Él prohíbe muchas cosas en este
contexto. No dejen que más de dos o tres hablen en lenguas
y solo con interpretación. No dejen que más de dos o tres
profetas hablen. No permitan que las mujeres hablen en
lenguas, profeticen, enseñen o dirijan en la iglesia.
Pero Pablo también da instrucciones más positivas.
Enfatiza que la Palabra de Dios hablada de forma entendible
debe ser fundamental en la adoración. En el contexto, él dice
que la Palabra no solo debe ser hablada; también debe ser
cantada (vv. 15, 26); debe ser orada (v. 16); se le debe decir
«amén» (v. 16). Nótese además que todo este hablar,
cantar, orar y decir el amén a la Palabra de Dios no es
hecho por un solo hombre mientras el resto observa. Está
claro que la adoración en Corinto no era un deporte de
espectadores. Está claro que más de un hombre dirigía y
que todos participaban activamente en su adoración. Véase
este énfasis en el uso de «todos» en los versículos 23-26.
Ahora bien, creo que es cierto que la ausencia de dones
milagrosos en la actualidad cambia un poco este panorama.
Los que hablaban en lenguas y los profetas no tenían que
pasar muchas horas preparando lo que iban a decir en la
iglesia, como deben hacer los pastores, si han de ser fieles
siervos de Dios y de sus almas. Por lo tanto, tiene sentido
que no encuentren a tantas personas hablándoles la Palabra
de Dios como quizás había en Corinto. No obstante, incluso
en nuestra adoración matutina más formal, además del
predicador, otros ancianos pueden leer la Escritura y guiar a
la iglesia en oración y en el canto. Todos ellos se toman en
serio estas responsabilidades y se preparan para las
mismas antes de ir a adorar.
Todo esto nos lleva a otra conclusión que podemos sacar
legítimamente de la adoración evangélica de la iglesia en
Corinto. ¡Era participativa! Los cristianos no venían a la
adoración para mirar, escuchar un concierto evangélico,
observar a un sacerdote hacer cosas espirituales, o ser un
espectador mientras la banda y el orador hacían sus cosas;
¡venían a participar activamente en la adoración!
Todo esto nos conduce directamente a una pregunta
seria. ¿Vienen a la iglesia para participar activamente en la
adoración? ¿O vienen a mirar, sentarse pasivamente y
quizás dormirse durante el mensaje? Si es así, ¡su opinión
acerca de la adoración es sub-bíblica y su práctica en la
adoración es pecaminosa!
Todo esto también nos lleva directamente a una
conclusión necesaria. Si la adoración es participativa,
entonces debemos concluir que no es un monólogo divino.
Es un diálogo entre la iglesia y Dios. A esto nos referimos
cuando decimos que la adoración es dialógica. Es una calle
de doble sentido. No es la Second Street[159] de la ciudad en
la que vivo que solo va hacia el oeste. No es la Fourth
Street[160] que solo va hacia el este. Es la Third Street[161] que
va en ambas direcciones. Por lo tanto, la adoración como un
diálogo entre Dios y Su pueblo se resume muy bien en
Santiago 4:8: «Acercaos a Dios, y Él se acercará a
vosotros». Esta idea de la adoración como diálogo también
está implícita directamente en Hebreos 10:19-25:
Entonces, hermanos, puesto que tenemos confianza para
entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, por un
camino nuevo y vivo que Él inauguró para nosotros por medio
del velo, es decir, su carne, y puesto que tenemos un gran
sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón
sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo nuestro corazón
purificado de mala conciencia y nuestro cuerpo lavado con
agua pura. Mantengamos firme la profesión de nuestra
esperanza sin vacilar, porque fiel es el que prometió; y
consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las
buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos
tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y
mucho más al ver que el día se acerca.
Es la adoración evangélica lo que se está considerando
aquí, al menos en parte. Nótese la referencia a
«congregarnos». En este pasaje, la adoración evangélica se
representa como la llegada al templo en el Antiguo
Testamento. Solo que venimos a la adoración evangélica
con una confianza consciente en la sangre de Jesús como
nuestro derecho a entrar en el templo de Dios. Y venimos
también en sujeción consciente a Jesús como el Gran
Sacerdote sobre la casa de Dios y, por tanto, con cuidado
de acatar Sus instrucciones para la adoración evangélica.
Obsérvese también que, aunque venimos principalmente a
adorar a Dios, venimos recordando que la forma en que nos
acercamos debe estimular a nuestros hermanos y
hermanas al amor y a las buenas obras, no debe
desanimarlos.
Pero ahora llegamos a...

III. Un deber que hay que tener muy en cuenta


¿Qué deber es el que tengo en mente? Es el deber de
recordar que la adoración es participativa. Los teólogos
utilizan la palabra dialógica para referirse a esto. Está claro
que la adoración de los corintios y de la Biblia es
participativa y dialógica. De esto podemos extraer una serie
de observaciones prácticas.
En primer lugar, se nos recuerdan todas las formas que
hemos visto en este libro sobre la adoración evangélica en
las que debemos participar y a las que debemos responder
en la adoración evangélica:
La adoración evangélica significa traer sacrificios
espirituales a Dios: Nuestra escucha de la
Palabra con un corazón quebrantado y contrito
que tiembla ante la Palabra de Dios, nuestro canto
de la Palabra como un sacrificio de alabanza en
nuestros corazones a Dios, nuestra contribución
a la causa de Dios como un sacrificio ofrecido a
Dios, nuestra oración como una ofrenda de
incienso a Dios.
La adoración evangélica significa responder en
momentos apropiados de la adoración evangélica
con un ferviente —¡Amén! Deberíamos responder
así a las oraciones, a la lectura de las Escrituras,
a la bendición pronunciada sobre la congregación,
a la predicación de la Palabra de Dios. En esos
momentos, es incorrecto estar en silencio. Lo
correcto es participar y responder verbalmente.
La adoración evangélica significa participar activa
y apropiadamente en la adoración. Significa tomar
la Cena del Señor con fe activa. Significa cantar
los himnos con fervor. Significa que los hombres
que dirigen la oración levantan manos santas.
¿Por qué algunos hombres cristianos rara vez
dirigen la oración corporativa?
En segundo lugar, se nos muestra que toda forma de
adoración monológica o de espectador es condenada por la
adoración bíblica y evangélica:
Esto condena la adoración sacerdotal de las
llamadas «iglesias» que han convertido la
adoración en un acto realizado por un sacerdote
en presencia de la congregación.
Esto condena la adoración tradicional de aquellas
iglesias que han convertido la adoración en algo
realizado principalmente por un ministro que ora y
predica frente a una audiencia fundamentalmente
pasiva, cuyo único deber es orar en silencio y
escuchar aún más en silencio.
Esto condena la adoración contemporánea de
aquellas iglesias que han convertido la adoración
en una actuación de una banda de música
evangélica y un mensaje (a menudo grabado) de
un predicador talentoso.
¡La adoración evangélica no consiste en ser
espectadores! ¡Se trata de participar!
En tercer lugar, estamos preparados para considerar
otras formas bíblicas en las que nuestra adoración debería
ser participativa y dialógica. Decir «amén» al concluir la
lectura de las Escrituras. Cantar el himno con entusiasmo
después de la predicación. ¿Debería la iglesia a veces
repetir juntos «La oración del Señor»? ¿Deberían participar
en una confesión corporativa de la Fe repitiendo El credo de
los apóstoles o El credo de Nicea o un párrafo de nuestra
propia Confesión Bautista de Fe de 1689? ¿Deberíamos
seguir la práctica de algunas iglesias de repetir juntos una
confesión corporativa de los pecados? ¿Se debería tomar
parte activa en la lectura de las Escrituras?
Independientemente de lo que hagan las iglesias dentro de
los límites del principio regulador, es necesario que la
adoración sea más activa, participativa y dialógica y menos
pasiva y de espectadores.
En cuarto lugar, se nos enseña a preguntar: ¿Qué
aprendería un no creyente sobre la adoración al observar mi
práctica? Si la adoración evangélica en la presencia
especial del Cristo vivo es una realidad, entonces eso
debería tener un efecto controlador y dominante en toda su
vida. Debería hacer que se preparen para el día del Señor y
vengan listos para la adoración. Debería hacer que estén
vivos y alertas en la adoración. Debería hacer que procuren
no ser descuidados en su asistencia o venida a la iglesia.
Normalmente hará que lleguen temprano de manera que
solo una verdadera emergencia hará que lleguen tarde.
Hará que reconsideren lo que realmente es un obstáculo
providencial para venir a la iglesia y cambien algunas de sus
prioridades en la vida. Hará que reflexionen sobre el efecto
que sus prácticas al respecto tienen en otras personas.
Antes de tomar una decisión que afecte su adoración, se
harán la pregunta: ¿Desanimará este comportamiento a
nuestros pastores y a nuestros hermanos y hermanas?
A continuación, una buena pregunta de diagnóstico.
Nuestro texto la sugiere directamente. ¿Qué aprendería un
incrédulo sobre la adoración evangélica si observara de
cerca mi práctica con respecto a la adoración evangélica?
¿Contribuiría mi práctica a que se postrara y dijera que
ciertamente Dios está entre nosotros?
En quinto lugar, se nos enseña que si alguien entra
realmente en la adoración evangélica aunque sea una sola
vez, será una experiencia salvadora y transformadora para
esa persona. ¿No vemos esto en nuestro texto? El incrédulo
entra y, por la gracia del Espíritu Santo, realmente oye lo que
se dice, realmente ve lo que sucede, y en medio de la
adoración evangélica es convicto de sus pecados y
comienza a adorar a Dios por medio de Jesucristo. ¡Es
salvo!
Nuestro objetivo en la adoración debería ser el mismo.
Queremos que si alguien realmente oye y ve lo que sucede
en nuestra adoración sea salvo. Deberíamos querer que las
personas tengan una experiencia evangélica de Dios en
Jesucristo al acercarse a Dios mediante nuestra oración de
adoración e invocación, al confesar sus pecados y recibir el
perdón por medio de Cristo en nuestra oración de
confesión, al dar gracias a Dios en nuestra oración de
acción de gracias, y al escuchar la lectura y la predicación
de la Palabra de Dios.
Apéndice 5

Una implementación sugerida y


práctica de estos principios en
los cultos del día del Señor
A modo de introducción a este apéndice, permítanme
enfatizar dos palabras clave en su título. Lo que aquí se
ofrece al lector es simplemente una sugerencia. Con esta
palabra quiero transmitir en primer lugar que se ofrece al
lector con toda humildad y modestia a la vez. Este apéndice
y este libro representan muchos años de ardua reflexión,
trabajo y experiencia. Representa también la madurez y —
espero— el crecimiento y ajuste de mis propios puntos de
vista sobre la adoración pública. Sin embargo, no se ofrece
como la última palabra, ni siquiera como mi última palabra.
Aunque los puntos de vista que defiendo aquí sobre el
principio regulador en sí han sido mi invariable convicción
durante muchos años, he modificado mis puntos de vista
sobre ciertos aspectos de las partes y circunstancias de la
adoración a lo largo de los años. Espero que el Señor siga
concediéndome cada vez más sabiduría en estos asuntos
mientras continúo sirviendo a la iglesia de Cristo.
Lo que aquí se ofrece al lector es solo una sugerencia
también en un segundo sentido. Se ofrece con la convicción
de que hay otras formas posibles y bíblicas de estructurar la
adoración corporativa a Dios. El orden del culto que
proporcionaré y comentaré en este apéndice está
influenciado ciertamente por nuestras circunstancias y
experiencias locales. Permítanme contarles una de las
formas en que está influenciado. Yo crecí en un pequeño y
tranquilo pueblo rural con una economía agrícola. Los
agricultores trabajaban duro, pero no tenían que recorrer
grandes distancias para ir a trabajar. Un elemento de la vida
eclesial en la que crecí era el culto de oración de la iglesia a
mitad de semana. Creo que nuestra reunión de oración era
el jueves por la noche. Quedó grabado en mi naturaleza
religiosa que dicha reunión era una parte básica de la vida
de la iglesia. Algunos con un trasfondo similar pueden
pensar que no tener un culto en la iglesia a mitad de semana
significa que estás a un paso de entrar por la puerta de los
que se vuelven liberales. Por tanto, permítanme aclarar que
no me opongo a tales reuniones. De hecho, creo que es
legítimo que una iglesia convoque una reunión formal para la
oración corporativa en una noche a mitad de semana. No
obstante, con el modo de vida y trabajo cada vez más
ocupado y ajetreado de nuestro país, con los viajes y las
exigencias que se plantean a las familias con hijos, creo que
es mejor y más sabio programar la reunión de oración
corporativa de la iglesia para el día del Señor. El orden del
culto que se ofrece aquí lo refleja. Como he dicho, creo que
es la forma más prudente de incluir una reunión de oración
corporativa en la vida de la iglesia hoy en día en nuestra
sociedad.
Hay otra palabra en el título de este apéndice que
requiere énfasis. Es la palabra práctica. ¿Por qué me
molesto en ofrecer este apéndice si es solo una
sugerencia? Porque mi propósito primordial en este libro es
ayudar a los líderes de las iglesias a tomar decisiones
sabias y bíblicas sobre la adoración. El principio regulador y
las partes necesarias de la adoración son ciertamente más
importantes que las circunstancias de la adoración y el
orden particular del culto que una iglesia utiliza. Al mismo
tiempo, la Confesión enfatiza que las circunstancias de la
adoración deben manejarse con un sentido común
santificado. Esto significa que también es posible manejarlas
de manera insensata, imprudente y, por lo tanto, poco
edificante. Con este apéndice espero guiar al lector
dispuesto a ser enseñado hacia una implementación sabia
de las cosas que he tratado de inculcar en este libro.
A continuación, se ofrece un orden típico del culto en la
iglesia de la que soy uno de los pastores. Permítanme
compartirlo y luego hacer una serie de comentarios
explicativos al respecto.
Adoración AM
Música de preludio
Bienvenida y anuncios:
Tiempo de meditación en silencio antes
de que comience la adoración formal
Oración de adoración e invocación:
Himno
Oración de confesión:
Himno
Lectura consecutiva de las Escrituras del Nuevo Testamento
Oración de acción de gracias, de intercesión y por
iluminación:
Tiempo intermedio para ofrendar y recibir las ofrendas
Himno
Predicación:
Himno
Bendición pronunciada sobre la congregación:

Culto PM
Bienvenida y anuncios antes del comienzo
de la adoración formal
Invocación:
Himno
Lectura consecutiva de las Escrituras
del Antiguo Testamento
Predicación:
Himno
Cena del Señor:
Oración corporativa:
Bendición pronunciada sobre la congregación:
Permítanme hacer una serie de comentarios explicativos
sobre el orden de estos cultos.
En primer lugar, el orden de los cultos anteriormente
mencionados suele ser dirigido por varios pastores o
estudiantes del ministerio.
En segundo lugar, la bienvenida y los anuncios se
distinguen de la adoración, que comienza con la invocación.
En tercer lugar, obsérvese que la adoración matutina y
nocturna propiamente dicha están delimitadas por una
oración de invocación y una bendición pronunciada sobre la
congregación. Creemos que esto proporciona un claro punto
inicial y final del tiempo en que nos reunimos gobernados
explícitamente por el principio regulador.
En cuarto lugar, en nuestra adoración matutina seguimos
el siguiente orden para nuestra oración pública: adoración,
confesión, acción de gracias y súplica. En otros tiempos
dividíamos nuestra oración de acción de gracias de la
oración de súplica, y asociábamos la oración de acción de
gracias con las ofrendas. Sin embargo, ahora combinamos
la oración de acción de gracias con la oración de súplica. La
experiencia demostró que separar la acción de gracias de la
súplica en la oración era difícil. Tener cuatro oraciones
separadas antes de la predicación también parecía
engorroso.
En quinto lugar, permítanme hacer comentarios sobre
nuestro canto. En nuestra adoración matutina y nocturna
cantamos un total de seis veces como iglesia. Cantamos la
{trad. no oficial} Edición bautista de «El himnario de la
Trinidad»[162], el {trad. no oficial} Salterio de la Trinidad[163], y
a menudo incluimos en el boletín (el cual contiene un
esquema del orden de nuestro culto) himnos tradicionales o
contemporáneos y canciones evangélicas que no están en
la {trad. no oficial} Edición bautista de «El himnario de la
Trinidad» ni en el {trad. no oficial} Salterio de la Trinidad.
Nuestra iglesia tiene una composición bastante ecléctica en
lo que respecta a las preferencias musicales.
Aunque insistimos en cantar solo lo que es ricamente
bíblico y centrado en Dios, a menudo incluimos himnos
contemporáneos y canciones evangélicas. De nuestros seis
o siete cánticos no sería raro que cantáramos una selección
del {trad. no oficial} Salterio de la Trinidad, tres de la {trad.
no oficial} Edición bautista de «El himnario de la Trinidad»,
un himno evangélico tradicional que no esté en estos dos
himnarios, y dos canciones o himnos evangélicos
contemporáneos. Siempre estamos atentos a las melodías
contemporáneas que actualizan la música más antigua de
algunos de los maravillosos himnos reformados de la {trad.
no oficial} Edición bautista de «El himnario de la Trinidad.
Por la mañana, nuestra primera selección es a menudo y
en especial un himno centrado en la alabanza a Dios, y se
relaciona así con la oración de invocación y adoración.
Nuestra segunda selección en la mañana se relaciona con
la oración de confesión y el recibimiento del perdón. Por
esto, con frecuencia se centra especialmente en la obra de
Cristo. El tercer himno puede centrarse en la preparación
para escuchar la Palabra. El cuarto himno que sigue al
ministerio de la Palabra de Dios es un himno de respuesta
en el que intentamos retomar los temas del mensaje y
cantarlos. Un peligro para nosotros, ya que tendemos a
cantar todas las estrofas del himnario, es desgastar
nuestras voces con demasiado canto. Por lo tanto, tratamos
de evitar cantar demasiadas estrofas, incluso de himnos
gloriosos, que requieren forzar mucho la voz. También
podríamos asegurarnos de cantar una canción evangélica
más breve o más fácil si tenemos que cantar uno de los
himnos más largos.
En sexto lugar, esperamos lograr un sabio equilibrio en
nuestra lectura consecutiva de las Escrituras. Normalmente
leemos de 10 a 30 versículos. En la adoración matutina
leemos el Nuevo Testamento y en la adoración nocturna
leemos el Antiguo Testamento. Pedimos que todos los
comentarios sobre la lectura de las Escrituras se hagan
antes de la lectura propiamente dicha, porque queremos que
nuestra congregación responda directa y verbalmente con
un «amén» u otra expresión de agradecimiento por la
Palabra de Dios.
En séptimo lugar, obsérvese que nuestra adoración
nocturna no es una copia de nuestra adoración matutina. A
menudo el argumento contra la adoración nocturna es que
es simplemente una repetición de la adoración matutina.
Incluso si eso fuera cierto, ¿sería algo malo? Pero el hecho
es que la iglesia tiene tantas cosas que hacer como iglesia,
que la adoración nocturna puede y debería tener un carácter
distintivo. Por un lado, y lo he insinuado en este volumen,
debería tener un enfoque familiar y eclesial más íntimo. Por
supuesto, no estoy diciendo que cualquier culto de la iglesia
deba ser estructurado para complacer al no creyente. Más
bien, lo que quiero decir aquí es que el culto nocturno puede
centrarse en el ministerio que se enfoca más en el interior
del propio cuerpo de la iglesia. Es un mejor lugar para
celebrar la Mesa del Señor y no presenta los desafíos de
«cercar» la Cena del Señor que existen cuando hay más
visitantes en la adoración matutina. Es un mejor lugar para
tener un tiempo de oración formal y corporativa y compartir
las peticiones de oración personales, eclesiales y de las
misiones que preocupan a la familia de la iglesia. La
predicación debe ser más breve, si se quiere asignar tiempo
para que se cumplan estos objetivos. Por consiguiente,
nuestra predicación matutina es más bien del orden de 45-
50 minutos, y la predicación nocturna, de 35 minutos. El
tema de la predicación nocturna también puede tratar
cuestiones de interés específico para las necesidades del
cuerpo de la iglesia.
En octavo lugar, he proporcionado los límites de tiempo
para nuestra adoración nocturna. Pretendo mostrar que es
posible tener la predicación, la Mesa del Señor y un buen
tiempo de oración corporativa dentro del espacio de
aproximadamente una hora y media, lo cual creemos que es
un buen límite de tiempo para nuestros cultos.
En noveno lugar, lo que he presentado anteriormente es
nuestra adoración nocturna ordinaria. Es importante
mencionar que la adoración nocturna puede ser, y a menudo
es, organizada para satisfacer diferentes circunstancias y
necesidades que surgen en la vida de la iglesia. Celebramos
nuestras reuniones de asuntos de la iglesia junto con la
adoración nocturna. Tenemos dos reuniones de asuntos de
la iglesia semestrales obligatorias. También celebramos
reuniones para escuchar el testimonio de nuevos miembros
y recibirlos a la membresía. Además, podemos recibir
informes de los misioneros en nuestra adoración nocturna.
Por último, nuestros bautismos se celebran normalmente en
nuestra adoración nocturna.
En décimo lugar, de todo esto se desprende nuestra
opinión sobre la frecuencia de la Mesa del Señor. Nuestra
convicción es que la Cena del Señor debería celebrarse con
frecuencia, y normalmente se celebrará 3 o 4 veces al mes.
Sin embargo, no estamos tan convencidos de la necesidad
de una celebración semanal que no pueda saltarse
ocasionalmente una semana para dar tiempo a otras
prioridades bíblicas en la adoración.
En undécimo lugar, a veces la adoración nocturna puede
ser dedicada (o es necesario dedicarla) en mayor medida a
un tiempo de oración corporativa. Creo que una ocasión así
surgió recientemente en nuestra vida como iglesia. Abrevié
mi predicación para proporcionar un período más largo para
la oración.
En duodécimo lugar, a lo largo de este apéndice he
hablado de nuestra adoración nocturna. Sin embargo, es
perfectamente legítimo trasladar todo esto a la tarde y hablar
de adoración vespertina. Para algunas iglesias, la adoración
vespertina regular puede ajustarse mejor a sus
circunstancias. Es bueno para la iglesia comer juntos. A
nosotros nos ha parecido muy agradable tener
ocasionalmente un almuerzo de comunión después de
nuestra adoración matutina. Después comenzamos nuestra
adoración vespertina alrededor de la 1:30 p. m. y concluimos
alrededor de las 3:00 p. m.
O L S
W

Un Manifiesto Bautista Reformado


Este libro es el resultado de un estudio teológico exegético
del Dr. Sam Waldron, en el que nos lleva a estudiar un
pasaje importante sobre el Nuevo Pacto, Jeremías 31:31-
34. En este libro se enfoca en sacar la riqueza teológica
para la iglesia del Nuevo Pacto exponiendo cómo este
pasaje da respuesta a ciertas creencias erróneas como lo
son, 1) el Dispensacionalismo, 2) el Arminianismo, 3) el
Antinomianismo y 4) el Paidobautismo. De esta manera,
muestra que el Nuevo Pacto es la constitución de la Iglesia
de Cristo. E incluye unos apéndices importantes para
completar la explicación general.
El Hombre Como Sacerdote en Su
Hogar
El propósito de este libro tiene su origen en ese gran
llamado a servirnos unos a otros. Como esposos y padres
cristianos, ¿cómo debemos ver nuestro ministerio para con
nuestra familia? ¿Cómo deberíamos responder cuando
nuestro hijo adolescente acaba de saltar a los anales de la
historia con su comportamiento pecaminoso? ¿Qué
deberíamos hacer cuando decepcionamos a nuestras
esposas? ¿Cómo podemos ayudar cuando nuestras
familias están pasando dificultades? ¿Qué tipo de ministerio
deberíamos tener en nuestros hogares?
Dos Cosas que Debes Hacer para
Ser Salvo
Aunque sin duda puede ser de gran ayuda para personas
que están tratando de entender el Evangelio, este libro no es
un tratado o folleto evangelístico; es, más bien ,un estudio
bíblico sobre el Evangelio que tiene el propósito de
ayudarnos a comunicarlo a los demás de una forma más
clara, precisa y eficaz. El autor hace una maravillosa y
detallada presentación de los que significa el
arrepentimiento verdadero y la fe salvadora.
Mas del Fin de los Tiempos:
Otra Explicación para Todos
Este libro es mucho más que una simple continuación del
libro anterior, el Dr. Waldron nos clarifica ciertos puntos que
no se pudieron tocar anteriormente y desarrolla de una
manera brillante una explicación más profunda, y sobre todo
equilibrada, en cuanto a dos aspectos importantes: 1) el
futuro de la iglesia (entre lo optimista y pesimista); y también
2) el futuro de Israel (incluyendo los debatidos pasajes de “el
Israel de Dios”).
El Principio Regulador de la
Adoración
En este libro, el Dr. Waldron realiza un excelente, amplio y
completo estudio sobre el tema de la adoración en la iglesia
reunida en el Día del Señor. Mostrando que el principio
regulador constituye una peculiaridad importante, incluso
básica, tanto de la tradición reformada como de la
enseñanza bíblica. El Principio Regulador de la adoración es
el resultado de entender que a Dios solo se le puede adorar
de la manera en que Él lo ha establecido sobre todo para su
iglesia reunida. En este estudio bíblico, confesional e
histórico el Dr. Sam Waldron expone en seis secciones el
entendimiento reformado de cómo la iglesia reunida debe
conducirse en la adoración. Empezando por su significado
histórico, su marco eclesiológico, hasta llegar a su respaldo
bíblico; para luego explicar su función multifacética, su
limitación necesaria y finalmente concluir con las respuestas
a varias objeciones a este principio rector.
Una Respuesta Amistosa al
Manifiesto Milenarista de MacArthur
El Dr. Samuel Waldron nos presenta con este libro una
respuesta amistosa pero ciertamente contundente desde
una sólida posición amilenarista, en el que de manera
brillante y muy profunda desglosa todo este manifiesto. Su
intención es exponer de forma clara la naturaleza de dicha
tesis y argumento, sacando a la luz tergiversaciones,
exégesis de algunos pasajes bíblicos y métodos
hermenéuticos. Con el estilo detallado y organizado propio
del autor, Waldron nos lleva a reexaminar cada punto y
argumento a la luz de las Escrituras, para así dar una
respuesta adecuada y precisa.
Aunque Waldron muestra una profunda admiración y
respeto por el pastor MacArthur, su compromiso con la
verdad bíblica es tal que encuentra en dicho manifiesto la
necesidad de aclarar y responder a diversos asuntos que
parecen no haber sido tocados con precisión y que pudieran
crear confusión más que debate.
¿Continuarán?
Este libro es un estudio sobre el fundamento y propósito de
los dones milagrosos o extraordinarios dados en la época
apostólica del comienzo de la iglesia cristiana para mostrar
que debido a la naturaleza de estos dones en específico ya
no hay base bíblica para creer que estos dones siguen
vigentes hoy en día. En este estudio se expone que es la
revelación divina la razón de los dones milagrosos y, por lo
tanto, al morir el último apóstol ya Dios no siguió revelando
más Palabra divina a la iglesia, quedando la Biblia escrita
con todo lo necesario para la fe cristiana y por eso ya no
hay necesidad de dones milagrosos.
Las Raíces de los Bautistas en
los Estados Unidos de América
En este libro el Dr. Waldron nos lleva en un viaje histórico y
teológico a las raíces bautistas en Estados Unidos para
comprender el trasfondo histórico, aprender de su auge y
declive, y con ello el surgimiento de los bautistas reformados
que llevan el legado hasta hoy en día. Esta obra “suministra
una guía valiosa para la nueva generación de bautistas
reformados quienes llevan sobre sus hombros una misión
muy parecida a la que tuvieron los bautistas particulares al
llegar a los Estados Unidos de América: proclamar la verdad
de la Palabra de Dios desde una perspectiva bíblica,
reformada y bautista”.
[1]
Nota de los traductores: de forma irénica —Es decir, de forma
reconciliadora.
[2]
Nota de los traductores: Los textos y/o caracteres {entre llaves}
son traducciones o aclaraciones para preservar la fidelidad al
significado del texto original.
[3]
Nota de los traductores: La etiqueta «{trad. no oficial}» indica que
la traducción que sigue a continuación pertenece a una fuente que aún
no está disponible en español; por tanto, puede aparecer oficialmente
con otro título o como parte de otras obras en el futuro. En cambio, si
el material citado ya ha sido publicado en español en el momento en
que se hace esta traducción, se usará el título oficial precedido de la
etiqueta «{título oficial}». Por lo general, la traducción del título de una
fuente bibliográfica aparecerá solamente la primera vez que el autor la
cite.
[4]
Terry L. Johnson, Worshipping with Calvin: Recovering the
Historic Ministry and Worship of Reformed Protestantism {trad. no
oficial: Adorando con Calvino: Rescatando el ministerio histórico y la
adoración del protestantismo reformado} (Darlington, Inglaterra:
Evangelical Press, 2014), pp. 67-70.
[5] Nota de los traductores: Es común escribir Iglesia con letra
inicial mayúscula cuando se refiere a la Iglesia universal, e iglesia con
letra inicial minúscula, cuando se refiere a su expresión local y visible.
Como la mayoría de las veces el autor se refiere a ambas al mismo
tiempo (algo que explicará en el capítulo 5), escribiremos el término
con letra inicial minúscula, excepto cuando el autor se refiera explícita
o únicamente a la Iglesia universal en todos los tiempos, en algún
periodo histórico, o como parte del nombre de alguna denominación.
[6]
Sé que esto plantea preguntas sobre cómo se relacionan las
Escrituras con el resto de la vida. Véase el excurso donde respondo
esta pregunta como una de las objeciones al principio regulador.
[7]
Nota de los traductores: Todos los fragmentos de esta fuente
fueron tomados textualmente de Los Estándares de Westminster:
Confesión, catecismos y forma de gobierno, trad. Alonzo Ramírez
Alvarado (Guadalupe, Costa Rica: CLIR, 2010), citado en R. C. Sproul,
editor general, La Biblia de Estudio de La Reforma (Ligonier Ministries
y Poiema Publicaciones, 2020), pp. 2391 y sigs.
[8]
La toma humorística de Mark Driscoll sobre el principio regulador
se puede encontrar en: ˂www.youtube.com/watch?v=rJRo0YQ9ruc˃.
Él niega la distinción entre la iglesia y el resto de la vida, lo cual es
esencial para el entendimiento histórico del principio regulador y para el
tratamiento que hago del mismo en este libro.
[9]
Johnson, Worshipping with Calvin, p. 4.
[10]
Johnson, Worshipping with Calvin, pp. 65-66.
[11]
La palabra «católica» hace referencia a la Iglesia universal.
[12]
Nota de los traductores: Todos los fragmentos de esta fuente
fueron tomados textualmente de El Credo Niceno, citado en R. C.
Sproul, editor general, La Biblia de Estudio de La Reforma (Ligonier
Ministries y Poiema Publicaciones, 2020), p. 2335.
[13]
Johnson, Worshipping with Calvin, p. 246, asevera que muchos
líderes evangélicos de alto nivel rara vez asisten a la iglesia. También
nota otras señales preocupantes de un cristianismo sin iglesia que está
invadiendo.
[14]
G. C. Berkouwer, The Church (Grand Rapids, Míchigan:
Eerdmans, 1976). Berkouwer ordena toda su doctrina de la Iglesia en
cuatro partes en las que trata la unidad, la catolicidad, la apostolicidad
y la santidad de la Iglesia.
[15]
Por supuesto, la palabra griega para iglesia es ɛҡҡλƞơɩα.
[16]
Berkouwer, The Church, pp. 313-333.
[17]
Berkouwer, The Church, 317-18.
[18]
Nota de los traductores: NASB —New American Standard Bible,
por sus siglas en inglés.
[19]
Nota de los traductores: En inglés, la frase que traducimos al
español como santísimo se escribe en plural («Holies»); literalmente
traducen «Holy of Holies» ([el lugar] santo de santos).
[20]
Greek-English Lexicon of the New Testament {trad. no oficial:
Diccionario griego-inglés del Nuevo Testamento} de Louw y Nida,
Bibleworks.
[21]
Es cierto que en algunos de los textos estudiados aquí se utiliza
el verbo en presente pasivo (Heb. 2:11; 10:14). El presente pasivo no
transmite necesariamente un sentido duradero, y ciertamente no hay
razón para pensar que lo hace en estos textos.
[22]
Berkouwer, The Church, pp. 391-392. Él dice: «Quien reflexiona
sobre las misiones en relación con la santidad de la Iglesia se
encuentra en un terreno bien conocido. Aunque a menudo se ha
prestado poco interés a la comisión de la Iglesia en el mundo, el Nuevo
Testamento es demasiado claro al respecto para que permanezca en
las sombras para siempre. Y se ha visto cada vez más que no se
puede pensar en la esencia de la Iglesia aparte de ese movimiento
peculiar hacia el exterior: el mundo. La distinción entre la Iglesia y el
mundo nunca puede denotar una separación en la que, en su
fundamento, la Iglesia y el mundo no tienen nada que ver. Más bien hay
un móvil centrífugo en la existencia de la Iglesia. No es algo
secundario; la misión de la Iglesia no se puede añadir a la realidad de
la Iglesia como si perteneciera al “bienestar” de la misma.
Especialmente sobre la base de la idea raíz de la santidad
(separación) de la Iglesia, es necesario reflexionar una y otra vez
sobre este sorprendente movimiento de la Iglesia hacia el exterior. Se
podría malinterpretar esta santidad, ese pueblo “santo”, en el sentido
de que la Iglesia ya ha llegado a su destino final, sin que se requieran
adiciones esenciales [...]. Evidentemente, esta visión de la Iglesia no
solo se opone diametralmente a diversas declaraciones explícitas
sobre el testimonio de la Iglesia en el mundo, sino también a la
intención más profunda de la separación o santidad de la Iglesia [...].
Allí donde esta separación se hace realidad por la acción electiva de
Dios, surge simultáneamente un movimiento que se cristaliza en la
comisión de “id” como testigo hasta los confines de la tierra...».
[23]
Para encontrar pruebas que demuestran que Dios creó la
familia, véanse Génesis 1 y 2; Efesios 5:22-6:4; y muchos otros
pasajes. Para encontrar pruebas que demuestran que Dios creó el
Estado, véanse Mateo 22:16-23; Romanos 13:1-7; y muchos otros
pasajes.
[24]
John Frame, Worship in Spirit and Truth {trad. no oficial: La
adoración en espíritu y en verdad} (Phillipsburg, Nueva Jersey: P&R
Publishing, 1996), pp. 38-43.
[25]
Muchos creen que esto es lo que T.D. Jakes y otros modalistas
están haciendo hoy en día. Cf. su debate «Elephant Room 2» con
Mark Driscoll y James Macdonald, disponible en:
˂https://www.youtube.com/watch?v= PXv2jiHZt34˃.
[26]
En mi tesis doctoral demuestro que esto es lo que están
haciendo varios evangélicos modernos; Sam Waldron, Faith,
Obedience, and Justification: Current Evangelical Departures from
Sola Fide {trad. no oficial: La fe, la obediencia y la justificación: Las
desviaciones evangélicas actuales de la sola fide} (Palmdale,
California: Reformed Baptist Academic Press; 2006).
[27]
Heiko Oberman, Forerunners of the Reformation {trad. no
oficial: Los precursores de la Reforma} (Cambridge, Inglaterra: James
Clarke & Co., 1967), pp. 51-120.
[28]
En la época medieval, se produjo entre los seguidores de Hus
una interesante anticipación de la distinción entre el principio regulador
y el principio normativo. Con su quema, Hus se convirtió en un héroe
nacional. Esto impulsó en gran medida la Reforma, pero pronto los
husitas se dividieron en dos bandos: los utraquistas y los taboritas. Los
utraquistas eran el grupo husita más conservador y aristocrático.
Defendían la comunión en ambos elementos {o sea, pan y vino}, un
clero moral y la libre predicación del evangelio. Los taboritas procedían
de las filas más humildes de la sociedad y eran los husitas más
radicales. Los utraquistas solo se oponían a las prácticas que
consideraban prohibidas por la Biblia. Los taboritas rechazaban todo lo
que no estuviera justificado expresamente en la Biblia. Esto prefiguraba
los posteriores debates sobre el principio regulador entre los
reformados y luteranos en el área continental y los puritanos y
anglicanos en Inglaterra.
[29]
Véase el argumento de R. J. Gore en Covenantal Worship:
Reconsidering the Puritan Regulative Principle {trad. no oficial:
Adoración pactual: Reconsiderando el principio regulador puritano}
(Phillipsburg, Pensilvania: P&R Publishing, 2002), pp. 53-90. En mi
opinión y la de otros, Gore solo ha tenido éxito en probar que hay
diferencias de aplicación, pero no una diferencia en principio entre
Calvino y los puritanos. Véase la crítica al libro de Gore hecha por T.
David Gordon en el artículo titulado «The World’s Ruined: The
Regulative Principle of Worship» {trad. no oficial: «El mundo está
arruinado: El principio regulador de la adoración»}, en Modern
Reformation (2003 Sept./Oct., Vol. 12; 5).
[30]
Nótese la gran cantidad de citas presentadas por Brian
Schwertley en su apéndice sobre Calvino y el principio regulador en su
artículo titulado «Sola Scriptura and the Regulative Principle of
Worship» {trad. no oficial: «Sola scriptura y el principio regulador de la
adoración»}, disponible en:
˂ http://www.reformedonline.com/uploads/1/5/0/3/15030584/sola_script
ura_and_the_regulative_principle_of_worship.pdf ˃ (consultado el 22
de agosto de 2021). Nota de los traductores: Este escrito ya no se
encuentra disponible en el enlace anterior.
[31]
Juan Calvino, «The Necessity of Reforming the Church» {título
oficial: «La necesidad de reformar la iglesia»}, Selected Works {título
oficial: Obras escogidas}, 1:128-129.
[32]
Nota de los traductores: (21.1) —Es decir, capítulo 21, párrafo
1.
[33]
Nota de los traductores: La traducción de este fragmento fue
tomada textualmente de La Segunda Confesión Bautista de Fe de
Londres (Santo Domingo, Ecuador: Legado Bautista Confesional,
2021).
[34]
James Bannerman, The Church of Christ {trad. no oficial: La
Iglesia de Cristo} (Edimburgo: The Banner of Truth Trust, 1960), 1:
339. Nota de los traductores: La traducción de este fragmento fue
tomada textualmente de «Los treinta y nueve artículos» (20), en La
Biblia de Estudio de la Reforma (EE. UU.: Ligonier Ministries y Poiema
Publicaciones, 2020), p. 2344.
[35]
G. I. Williamson, The Westminster Confession of Faith for Study
Classes {título oficial: La Confesión de Fe de Westminster para
Clases de Estudio}, 162 (Nota del traductor: Para traducir este
fragmento nos guiamos por el original en inglés citado aquí). Algunos
podrían quejarse alegando que la afirmación de Williamson implica que
se requieren mandamientos explícitos para cualquier cosa que se haga
en la adoración corporativa. No pienso que esta sea la intención de
Willliamson. Él simplemente se propone contrastar ambos puntos de
vista de forma clara. De todos modos, debería aclarar que no pienso
que sea necesario un mandamiento explícito para justificar una parte
de la adoración. Si el principio regulador es verdad y si así fue
practicado en los ejemplos bíblicos de adoración correcta {o
aceptable}, entonces un ejemplo o precedente bíblico sería suficiente.
Tal ejemplo o precedente supondría entonces un mandamiento
implícito.
[36]
Bannerman, The Church of Christ, 1: 339-40.
[37]
Williamson, The Westminster Confession of Faith for Study
Classes, p. 160. Un correspondiente se quejó de que este diagrama da
una falsa impresión del punto de vista anglicano al afirmar que ellos
podrían introducir en la adoración corporativa absolutamente cualquier
cosa que no estuviera prohibida. Por supuesto, es improbable que los
anglicanos hagan algo así, pero la razón por la que no lo harían sería
porque contradice su razonamiento y no porque tengan una razón
bíblica para no hacerlo.
[38]
Algunos han reaccionado con duda a mi afirmación de que los
anglicanos no tienen un plano del Templo de Dios: —Seguramente los
anglicanos piadosos no dirían eso —¡piensan ellos! Por el contrario,
creo que la afirmación de Richard Hooker acerca de los puntos de vista
anglicanos en su obra titulada The Laws of Ecclesiastical Polity {trad.
no oficial: Las leyes de la política eclesiástica} confirma mi afirmación.
Hooker no cree que tengamos un plano bíblico para la adoración o el
gobierno de la iglesia. Por eso Hooker, en aquel entonces, y el
anglicano Peter Toon, hoy en día, creen que la razón y los concilios de
la iglesia de los primeros cinco siglos deben ser usados en adición a la
Biblia para crear un gobierno de la iglesia adecuado o completo (Véase
el libro que contiene cuatro puntos de vista, titulado Who Runs the
Church? {trad. no oficial: ¿Quién dirige la iglesia?} [Grand Rapids:
Zondervan, 2004], pp. 21-41, especialmente la p. 23).
[39]
Es cierto que las palabras en letra cursiva no aparecen en la
Declaración de Saboya ni en La Confesión de 1689. Algunos han
opinado que esto se debe a que los redactores de estas confesiones
no sostenían la distinción que estas palabras suponen. John Owen fue
uno de los que redactó La Declaración de Saboya y sostenía la
distinción entre la adoración de la iglesia y el resto de la vida. Por
ejemplo, véase The Works of John Owen {trad. no oficial: Las obras
de John Owen} (Londres: Banner of Truth Trust, 1960), 15:445-530.
Entonces, es muy improbable que Owen no afirmara esta distinción.
Sin embargo, la supresión de las palabras en cuestión es una dificultad.
Su ausencia plantea preguntas difíciles acerca de la legitimidad de los
mandamientos de las autoridades humanas (como son: el Estado o la
familia) que no están contenidos en la Biblia. Tal vez los redactores de
La Declaración de Saboya creían que este posible malentendido era
tratado por este mismo enunciado más adelante en el párrafo cuando
dice que tales mandamientos no deben ser obedecidos «de
conciencia»; es decir, —quizá— {obedecer} a Dios por conciencia,
pero {obedecer} a la autoridad humana meramente por respeto. Desde
mi punto de vista, la supresión de estas palabras plantea preguntas
innecesarias. Deberían haber sido incluidas y se necesitan para que la
idea del párrafo esté clara. Sin embargo, no pienso que su supresión
suponga un desacuerdo con La Confesión de Fe de Westminster.
[40]
Sin embargo, argumentaré que hay una frase mejor y más
precisa que «de la adoración» para describir el aspecto de la vida que
está gobernado por el principio regulador. Describir la aplicación
apropiada del principio regulador {con la frase de la adoración} es, a la
vez, demasiado impreciso en ciertos aspectos, demasiado abarcador
en algunos sentidos; y, paradójicamente también, es una descripción
demasiado restrictiva de su aplicación apropiada. El alcance o
aplicación apropiado del principio regulador puede ser clarificado si
preguntamos directamente: ¿Cuál es la distinción que da lugar a la
regulación especial, más restrictiva y más definida del aspecto de la
vida en cuestión? La respuesta a esta pregunta es sugerida por un
atributo que se adscribe la Iglesia en El Credo Niceno: «Creemos en la
Iglesia, que es una {sola}, santa, católica y apostólica» (Nota de los
traductores: Cursivas añadidas por el presente autor). La Iglesia es
santa de una manera que el resto de la vida no lo es. Tiene una
relación distintiva con Dios que incluso otras instituciones divinas como
la familia y el Estado no tienen. Es la santidad especial de la Iglesia la
que da lugar a, y necesita, la regulación especial de la iglesia,
regulación que es expresada en lo que ha sido llamado el principio
regulador de la adoración.
[41]
Frame, Worship in Spirit and Truth, pp. 43-44.
[42]
Para algunos, esto parece un problema u objeción, pero lo
trataré en mi excurso sobre las objeciones contemporáneas al principio
regulador.
[43]
Driscoll, ˂www.youtube.com/watch?v=rJRo0YQ9ruc˃, ilustra
esta tendencia (la cita comienza a los 45 minutos); véase también el
análisis de R. J. Gore sobre esta cuestión y el consiguiente rechazo del
principio regulador en Covenantal Worship: Reconsidering the Puritan
Regulative Principle {trad. no oficial: La adoración pactual:
Reconsiderando el principio regulador puritano} (Phillipsburg,
Pensilvania: P&R Publishing, 2002), pp. 112-116. Algunos han
argumentado que Driscoll apoya el principio regulador. Se pueden citar
declaraciones suyas en ese sentido. Aunque no impugno la veracidad
de Driscoll, me parece cuestionable que estas afirmaciones sean
realmente coherentes con el principio regulador histórico o con otras
declaraciones (como las que he citado aquí).
[44]
Frame, Worship in Spirit and Truth, pp. 44-45.
[45]
Esto se cita de La Segunda Confesión Bautista de Londres,
pero La Confesión de Fe de Westminster y la Declaración de Saboya
tienen un lenguaje idéntico.
[46]
Corchetes añadidos.
[47]
Ligon Duncan, en Give Praise to God: A Vision for Reforming
Worship {trad. no oficial: La alabanza a Dios: Una visión para
reformar la adoración}, editado {en inglés} por Philip Graham Ryken,
Derek W. H. Thomas y J. Ligon Duncan III (Phillipsburg, Nueva Jersey:
P&R Publishing, 2003), pp. 21, 47, 49.
[48]
Thomas, en Give Praise to God, p. 87.
[49]
En un apéndice al final de este volumen argumentaré que las
directrices de Pablo con respecto al papel de la mujer en las
asambleas de la iglesia proporcionan una gran ejemplificación del
hecho de que Él gobierna Su iglesia de forma diferente a como
gobierna el resto de la vida. Tanto en 1 Timoteo 2:8-12 como en 1
Corintios 14:33b-35, me parece claro que Pablo está estableciendo
prohibiciones especiales que se aplican solo (o al menos
principalmente) a la conducta de las mujeres en las asambleas
formales de la iglesia. De ahí, por ejemplo, la triple repetición de la
frase «en la iglesia» o «las iglesias» en 1 Corintios 14:33b-35.
[50]
Alfred Plumer, An Exegetical Commentary on the Gospel
according to St. Matthew {trad. no oficial: Comentario exegético del
Evangelio según San Mateo} (Londres: Robert Scott Roxburghe House
Paternoster Row, 1928), p. 254.
[51]
R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. Matthew’s Gospel
{título oficial: La interpretación del Evangelio de San Mateo}
(Minneapolis: Augsburg, 1943), p. 707. Nota de los traductores: Para
traducir este fragmento nos guiamos por la traducción al inglés citada
aquí.
[52]
William Hendriksen, Exposition of the Gospel According to
Matthew {título oficial: Exposición del Evangelio según San Mateo}
(Grand Rapids, Míchigan: Baker, 1973), p. 702.
[53]
Nota de los traductores: «en el nombre de» —Esta es una
traducción de la versión de la Biblia en inglés (NASB) usada por el
presente autor. Otras traducciones en inglés (KJV, NET) también
vierten esta frase en Mateo 10:41 como «in the name of a prophet»
(en el nombre de un profeta). Las traducciones de la Biblia en español
traducen: «por cuanto es profeta» (RVR60), «porque es profeta»
(RVA-2015), «como profeta» (LBLA).
[54]
Nota de los traductores: la significación —Es decir, la
importancia o trascendencia.
[55]
The Expositor’s Greek Testament {trad. no oficial: El
Testamento griego del expositor} (Londres: Hodder and Stoughton),
1:241.
[56]
Un correspondiente no estuvo de acuerdo con que la reunión en
el Nombre de Jesús se refiera a la iglesia y argumentó que podemos
orar en el Nombre de Jesús dondequiera. Ciertamente podemos orar
en el Nombre de Jesús dondequiera. No se necesita una reunión de la
iglesia para poder orar en el Nombre de Jesús. Sin embargo, orar en
el Nombre de Jesús y reunirse en el Nombre de Jesús no es lo mismo.
Son cosas claramente diferentes y no deben de ser confundidas.
[57]
John Owen, Works (Edimburgo: Banner of Truth Trust, 1965),
15:475.
[58]
William Hendriksen, I-II Timothy and Titus {título oficial: I-II
Timoteo y Tito} (Grand Rapids, Míchigan: Baker Book House, 1957),
p. 136.
[59]
Para que quede claro, no estoy suponiendo el punto de vista
católico romano de que la Iglesia asegura la autoridad de la Escritura
por su propia autoridad. Simplemente presupongo que la Iglesia es la
institución encargada de promover la verdad de las Escrituras (las
cuales se autentifican ellas mismas) en el mundo.
[60]
Dr. Tulloch, The Reformation of the Church {trad. no oficial: La
reforma de la Iglesia}, seleccionado con notas introductorias por Iain
Murray (Londres: The Banner of Truth Trust, 1965), p. 44.
[61]
Paul Althaus en The Theology of Martin Luther {trad. no oficial:
La teología de Martín Lutero} (Philadelphia: Fortress Press, 1966), p.
359.
[62]
Althaus en The Theology of Martin Luther, p. 359.
[63]
Althaus en The Theology of Martin Luther, pp. 360-361.
[64]
Althaus en The Theology of Martin Luther, p. 361.
[65]
Althaus en The Theology of Martin Luther, p. 361.
[66]
Althaus en The Theology of Martin Luther, p. 363. Véanse
también las afirmaciones similares que Althaus hace en el resumen de
Lutero en la página 362.
[67]
Nota de los traductores: El título original en inglés es Of the
Laws of Ecclesiastical Polity.
[68]
The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge
{trad. no oficial: La nueva enciclopedia Schaff-Herzog de
conocimiento religioso} (Nueva York: Funk & Wagnalls, 1909), vol. V,
p. 360.
[69]
D. A. Carson, The Gospel According to John {trad. no oficial: El
Evangelio según Juan} (Grand Rapids, Míchigan: Eerdmans, 1990),
loc. cit.
[70]
Juan Calvino, Calvin’s Commentaries {trad. no oficial: Los
comentarios bíblicos de Juan Calvino}, volumen 17. Véase su
comentario sobre Juan 4:23. Nota de los traductores: Para traducir
este fragmento nos guiamos por la traducción al inglés citada aquí.
[71]
Estoy convencido de que el principio del diezmo se mantiene, y,
sin duda, también otros principios que se enseñan en el Antiguo
Testamento.
[72]
Aunque para mí, como bautista reformado, es indudable y
rotundamente cierto que la iglesia ha cambiado radicalmente en el
Nuevo Pacto, en principio también lo es para cualquier reformado. Toda
la tradición reformada reconoce la transformación de la iglesia en el
Nuevo Pacto. Esto es cierto independientemente de la opinión de cada
uno en cuanto al bautismo de infantes.
[73]
Nota de los traductores: El título original en inglés es «Give Me
that Old-time Religion».
[74]
La Confesión de Westminster (XXI.1) y La Confesión de
Saboya y La Confesión Bautista de 1689 (22.1). Las palabras en
cursiva son la parte clave de este párrafo que define lo que se conoce
como el principio regulador.
[75]
Bannerman, The Church of Christ, 1:340-341.
[76]
John Owen, The Works of John Owen {trad. no oficial: Las
obras de John Owen} (Londres: Banner of Truth Trust, 1960), 15:467.
[77]
The Reformation of the Church {trad. no oficial: La reforma de
la iglesia}, p. 75. La cita es del prefacio anónimo a Form of Prayers
and Ministration of the Sacraments, etc., used in the English
Congregation at Geneva {trad. no oficial: La forma de las oraciones y
la ministración de los sacramentos […] utilizada en la congregación
inglesa en Ginebra}, publicada en 1556.
[78]
Tulloch, The Reformation of the Church, p. 44.
[79]
Supongo aquí, lo que creo que la exégesis cuidadosa
demostrará, que la frase «el hombre de Dios» no se refiere a todos los
cristianos, sino al líder o pastor del pueblo de Dios. Tanto el uso de
esta frase en el Antiguo Testamento, como el contexto de su uso por
Pablo en 1 Timoteo 6:11 apoyan esta identificación. Por supuesto, no
niego que hay una importante aplicación de la suficiencia de las
Escrituras a cada cristiano.
[80]
Nota de los traductores: fuego no autorizado —La New
International Version (NIV) traduce «unauthorized fire».
[81]
Williamson, The Westminster Confession of Faith for Study
Classes, p. 162. Algunos podrían quejarse de que la declaración de
Williamson requiere mandamientos explícitos para cualquier cosa que
se haga en la adoración corporativa. No creo que esta sea la intención
de Willliamson. Él solo quiere contrastar claramente los dos puntos de
vista. En cualquier caso, debo aclarar que no creo que para justificar
una parte de la adoración sea necesario un mandamiento explícito. Si
el principio regulador es verdadero y, por tanto, fue practicado en
ejemplos bíblicos de adoración correcta, entonces un ejemplo o
precedente bíblico sería suficiente. Tal ejemplo o precedente supondría
entonces un mandamiento implícito.
[82]
Gore en Covenantal Worship, pp. 47-51, rechaza en parte el
principio regulador por las dificultades que ve en esta distinción. Frame,
en Worship in Spirit and Truth, pp. 40-41, basa gran parte de su
modificación del principio en dificultades similares.
[83]
Notas inéditas.
[84]
Obsérvese el tratamiento de este tema por Terry Johnson en su
obra Worshipping with Calvin, pp. 44 y sig. El lenguaje confesional se
refiere a las «partes» de la adoración. Véase La Confesión Bautista de
1689 (que se hace eco de La Confesión de Westminster) en 22.3, 5,
6. Creo que el término elemento, donde aparece en la tradición
reformada sobre esta cuestión, es sinónimo de parte.
[85]
Nótese el tratamiento de este tema por Terry Johnson en su
Worshipping with Calvin, pp. 40-41. Cita a Elsie Mckee, quien dice que
este pasaje proporcionó «el paradigma bíblico clave para la adoración
reformada “calvinista”».
[86]
El lector no debería inferir de mis palabras la típica distinción
dispensacionalista entre la Iglesia e Israel. Creo que, en última
instancia, la Iglesia se compone del número completo de los elegidos
de Dios (Véase La Confesión de Westminster [XXV.1]). Además, no
niego la existencia de «la Iglesia de Israel» en el Antiguo Testamento,
ni la profunda continuidad entre la Iglesia del Antiguo y la del Nuevo
Testamento. Pero la iglesia visible tuvo un nuevo comienzo con la
primera venida de Cristo. La propia descripción de la iglesia en el
Nuevo Testamento justifica que hablemos (en cierto sentido) de su
nacimiento en Pentecostés. Obsérvese especialmente la primera
mención de la iglesia por parte de nuestro Señor en Mateo 16:16-19,
que la describe como un edificio que será edificado sobre el
fundamento de la confesión de Pedro (y de los demás apóstoles).
Nótese también el lenguaje de un nuevo comienzo que se encuentra en
Mateo 21:43: «Por eso os digo que el reino de Dios os será quitado y
será dado a una nación que produzca sus frutos».
[87]
Nota de los traductores: directos —Es decir, explícitos.
[88]
Nota de los traductores: cada uno de los elementos —O cada
una de las partes.
[89]
Nota de los traductores: los elementos de la adoración —O las
partes de la adoración.
[90]
Nota de los traductores: los elementos específicos —O las
partes específicas.
[91]
Nota de los traductores: Este libro se escribió originalmente en
inglés. Por ejemplo, la NASB traduce Hechos 2:42 así: «They were
continually devoting themselves to the apostles’ teaching and to
fellowship, to the breaking of bread and to prayer» (Se dedicaban
continuamente a la enseñanza de los apóstoles y la comunión, al
partimiento del pan y la oración).
[92]
N. R. Needham, 2000 Years of Christ’s Power {trad. no oficial:
2000 años de poder de Cristo} (Londres: Grace Publications Trust,
2011), 1:69-70.
[93]
Juan Calvino, Calvin’s Commentaries, «Acts» («Hechos»), Parte
I (Grand Rapids, Míchigan: Baker, 1981), loc. cit.
[94]
R. C. H. Lenski, Commentary on Acts {título oficial: Comentario
sobre Hechos} (Minneapolis: Augsburg Publishing House, 1934), pp.
189-190. Nota de los traductores: Para traducir los fragmentos
tomados de esta fuente nos guiamos por el original en inglés citado
aquí.
[95]
T. H. L. Parker, The Oracles of God {trad. no oficial: Los
oráculos de Dios} (Londres: Lutterworth Press, 1947).
[96]
Williamson, The Westminster Confession of Faith for Study
Classes, p. 162.
[97]
Anticipo la objeción de que esto proporcionaría una justificación
para la continuidad de la práctica de la profecía y las lenguas en la
adoración del Nuevo Pacto. Mi respuesta es que sí la justificaría, si no
supiéramos por otras razones que tales dones extraordinarios ya no
son dados a la iglesia. Sin embargo, sí sabemos que la práctica de las
lenguas y la profecía hoy en la adoración corporativa no sería una
práctica de esos dones, sino de falsificaciones sin precedentes en el
Nuevo Testamento (véase mi tratamiento de este tema en
¿Continuará? [Editorial Legado Bautista Confesional, 2021]).
[98]
Frame, Worship in Spirit and Truth, p. 93.
[99]
Webster’s New World Dictionary of the American Language
(Cleveland, Nueva York: The World Publishing Company, 1968).
[100]
Nota del traductor: teatro —O drama.
[101]
Calvino, Calvin’s Commentaries, loc. cit. Cursivas añadidas.
[102]
Lenski, Commentary on Acts, pp. 189-190.
[103]
En mi opinión, los comentarios de Charles Hodge sobre este
pasaje (que apoyan la opinión aquí expuesta) son convincentes y
constituyen la interpretación necesaria de este texto (Charles Hodge, 1
Corinthians {título oficial: Comentario 1 Corintios} [Crossway, 1995],
en loc).
[104]
Como dije en un capítulo anterior, el artículo está presente y la
palabra está en plural. Por lo tanto, la traducción «las oraciones» es
correcta.
[105]
Con humildad y modestia, permítanme simplemente exponer mi
opinión de que la oración por iluminación es una súplica, y la bendición
para la congregación no es, en el sentido ordinario, una oración dirigida
a Dios, sino una bendición dirigida al pueblo en presencia de Dios.
[106]
En un excurso al final de este volumen sobre el papel de la
mujer en las reuniones de la iglesia respondo a las objeciones a la
exégesis natural del pasaje que aquí supongo.
[107]
Nota de los traductores: «I will therefore that men pray every
where, lifting up holy hands, without wrath and doubting».
[108]
Uno de mis editores me informa de que everywhere
(dondequiera) en inglés antiguo equivale a en todo lugar. Sin embargo,
para muchos lectores modernos transmite una idea diferente.
[109]
Lenski, p. 554.
[110]
Hendriksen, I-II Timoteo y Tito, 103.
[111]
Nota de los traductores: «without wrath and doubting».
[112]
Nota de los traductores: Himno compuesto por William Cowper,
más conocido por su primer verso «There is a fountain filled with
blood» {título oficial: «Hay una Fuente», n.º 173 en El Himnario
Bautista de la Gracia (EE. UU.: Publicaciones Faro de Gracia, 2000)}.
[113]
Se encuentran en su tratado titulado Religion of Protestants a
Safe Way to Salvation {trad. no oficial: La religión de los protestantes,
un camino seguro a la salvación}.
[114]
Uno de mis editores opina que es probable que los lectores
originales de la KJV no leyeran este texto con el individualismo de los
lectores modernos y que es más probable que pensaran en la lectura
pública de las Escrituras. Creo que tiene razón.
[115]
Nota de los traductores: «the public reading of Scripture».
[116]
Nota de los traductores: Así lo traduce la NVI: «la lectura
pública de las Escrituras».
[117]
Johnson, Worshipping with Calvin, pp. 83-98.
[118]
No pretendo oponerme a la práctica de resumir algunos pasajes
(largas genealogías o pasajes muy repetitivos).
[119]
Aquí permítanme fomentar la práctica de hacer tales
comentarios antes de la lectura de las Escrituras en la adoración
corporativa. Después, las Escrituras deberían leerse, en mi opinión, sin
comentarios. Prefiero esto porque (1) deja clara la distinción entre la
lectura de las Escrituras y la predicación y evita que la lectura de las
Escrituras se convierta en un segundo sermón y (2) permite que las
Escrituras no adulteradas hablen sin la constante interrupción del
lector.
[120]
Según se encuentra en The Theological Wordbook of the Old
Testament {trad. no oficial: El libro de palabras teológicas del Antiguo
Testamento}, en Bibleworks 7.0.
[121]
Según se encuentra en Brown, Driver, Briggs, Hebrew Lexicon
{trad. no oficial: Brown, Driver, Briggs, Diccionario hebreo, en
Bibleworks 7.0.
[122]
Para estas observaciones prácticas estoy en deuda en gran
parte con un mensaje predicado hace muchos años por Jim Hufstetler
sobre decir el amén.
[123]
Nota de los traductores: NFL —La {trad. no oficial} Liga
Nacional de Fútbol Americano, por sus siglas en inglés.
[124]
Según cita Jim Hufstetler en un sermón inédito sobre el amén.
[125]
Richard Sibbes, Works {trad. no oficial: Las Obras de Richard
Sibbes}, editadas {en inglés} por Alexander B. Grosart, 7 vols.
(Edimburgo: The Banner of Truth Trust, reimpresión de 1983), vi., p.
540.
[126]
Una vez más cito a Jim Hufstetler sobre decir el amén.
[127]
Benjamin Keach, The Breach Repaired in God’s Worship, or
Singing of Psalms, Hymns, and Spiritual Songs Proved to Be an Holy
Ordinance of Jesus Christ {trad. no oficial: La brecha reparada en la
adoración a Dios o Prueba de que el canto de salmos, himnos y
cánticos espirituales es una santa ordenanza de Jesucristo} (c. 1691);
James Renihan analiza esta controversia en Edificación y belleza: La
eclesiología práctica de los bautistas particulares ingleses, 1675-1705
(Santo Domingo, Ecuador: Editorial Legado Bautista Confesional,
2020).
[128]
Nota de los traductores: asombroso —O sublime.
[129]
John Murray, Worship in the Presence of God {trad. no oficial:
La adoración en la presencia de Dios}, editado {en inglés} por Frank J.
Smith y David C. Lachman (Fellsmere, Florida: Reformation Media and
Press, 2006), p. 192.
[130]
Esto es una cita tomada de la publicación en línea titulada
Exclusive Psalmody: A Biblical Defense por Brian Schwertley,
disponible en:
˂ http://www.reformedonline.com/uploads/1/5/0/3/15030584/exclusive_
psalmody.pdf ˃ (consultado el 17 de marzo de 2021). Nota de los
traductores: Este escrito ya no se encuentra disponible en el enlace
anterior.
[131]
Nota de los traductores: la carga de la prueba —«Der. carga
que incumbe a una parte en un proceso para poder dar por probados
los hechos que alega» (REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de
la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.6 en línea].
<https://dle.rae.es> [1 de marzo de 2023], s. v. «carga»).
[132]
Nota de los traductores: El título original en inglés es
«Arguments Against Exclusive Psalmody».
[133]
Gary Crampton, «Exclusive Psalmody» {trad. no oficial: «La
salmodia exclusiva»}, The Trinity Review {trad. no oficial: Revista de
La Trinidad}, octubre de 1992.
[134]
Robert Morey, «An Examination of Exclusive Psalmody» {trad.
no oficial: «Un examen de la salmodia exclusiva»}, disponible en línea
en: ˂ http://www.the-highway.com/exclusive-psalmody_Morey.html ˃
(consultado el 17 de marzo de 2021).
[135]
Esta cita fue tomada de la publicación en línea de Exclusive
Psalmody: A Biblical Defense, de Brian Schwertley.
[136]
Calvino, Calvin’s Commentaries. Véase su comentario sobre
Juan 4:23.
[137]
Brian Schwertley, Exclusive Psalmody: A Biblical Defense,
página 16 de la versión en PDF en línea que puede encontrarse en:
˂ http://www.reformedonline.com/uploads/1/5/0/3/15030584/exclusive_
psalmody.pdf ˃ (consultado el 17 de marzo de 2021). Nota de los
traductores: Este escrito ya no se encuentra disponible en el enlace
anterior.
[138]
Murray, Worship in the Presence of God, p. 187.
[139]
Smith, Worship in the Presence of God, p. 206.
[140]
Esta cita fue tomada de la publicación en línea de Exclusive
Psalmody: A Biblical Defense, por Brian Schwertley.
[141]
Murray, Worship in the Presence of God, p. 188.
[142]
Tom Nettles, The Life and Pastoral Theology of Charles
Haddon Spurgeon {trad. no oficial: La vida y la teología pastoral de
Charles Haddon Spurgeon} (Mentor, 2013), p. 262.
[143]
Algunos de mis lectores querrán saber si he leído el libro de
John Price titulado Old light on New Worship: Musical Instruments and
the Worship of God. A Theological, Historical and Psychological Study
{trad. no oficial: La antigua luz sobre la nueva adoración: Los
instrumentos musicales y la adoración a Dios. Un estudio teológico,
histórico y psicológico} (Avinger, Texas: Simpson Publishing Company,
1995). Sí, lo he leído, y mi argumento aquí es mi respuesta a su
argumento basado en el principio regulador contra el uso de
instrumentos musicales en la adoración formal a Dios. A los que están
impresionados con el argumento histórico que él elabora, les sugiero
leer el libro de Philip Kayser titulado Musical Instruments in Worship: A
Critique of the Non-Instrumentalist Position {trad. no oficial: Los
instrumentos musicales en la adoración: Una crítica a la postura no
instrumental}. Está disponible en: ˂ www.biblicalblueprints.org ˃ .
[144] Nota de los traductores: La pronunciación de la bendición
sobre la congregación —Toda esta frase que el autor ha estado
usando en todo el capítulo traduce una sola palabra inglesa:
benediction.
[145]
Nota de los traductores: Lat. benedictio.
[146]
Nota de los traductores: Lat. benedícite.
[147]
Ryan M. McGraw, «The Benediction in Corporate Worship»
{trad. no oficial: «La pronunciación de bendiciones en la adoración
corporativa»}, en KATEKOMEN: The Journal of Greenville
Presbyterian Theological Seminary {trad. no oficial: KATEKOMEN: La
revista académica del Greenville Presbyterian Theological Seminary},
p. 2. Disponible en: ˂ https://www.theaquilareport.com/the-benediction-
in-corporate-worship/ ˃. Nota de los traductores: Consultado el 3 de
marzo de 2023.
[148]
Tomado de un folleto anteriormente disponible en el sitio web
trinitykirk.org.
[149]
Tomado de un folleto que estaba disponible anteriormente en el
sitio web: ˂ trinitykirk.org ˃ .
[150]
No pretendo debatir la terminología de sacramento frente a
ordenanza en este capítulo. Sin embargo, estoy satisfecho si se lo
define correctamente e incluso prefiero hablar de sacramentos.
[151]
Mi referencia a una reunión formal de la iglesia debe
entenderse en términos de la Parte 1 de este libro. Allí mostré que las
reuniones formales de la iglesia o autorizadas oficialmente por esta son
bendecidas con una presencia especial de Cristo que requiere que
sean conducidas según el principio regulador. Es decir, son reuniones
de la iglesia convocadas por los ancianos de la iglesia para reunirse
como la iglesia de Cristo. Como demostré allí, esto es lo que Jesús
quiere decir con una reunión «en mi nombre» (Mat. 18:20; 1 Cor. 5:4).
[152]
Soy consciente de que Don Carson sostiene que la prohibición
que aparece en 1 Corintios 14:33b-35 solo significa que las mujeres
tienen prohibido juzgar a los profetas. Esta interpretación ha alcanzado
un estatus casi canónico entre algunos. [D. A. Carson, «Silent in the
Churches: On the Role of Women in 1 Corinthians 14:33b-36» {trad. no
oficial: «El silencio en las iglesias: Sobre el rol de las mujeres en 1
Corintios 14:33b-36»}, en Recovering Biblical Manhood and
Womanhood: A Response to Evangelical Feminism {trad. no oficial:
Rescatando la hombría y la feminidad bíblicas: Una respuesta al
feminismo evangélico}, editado {en inglés} por John Piper y Wayne
Grudem (Wheaton, IL: Crossway, 2006), pp. 140-153). Dado el uso
contextual de «guarden silencio» y «hablar» como se documenta aquí,
esta interpretación es extremadamente improbable. No solo no tiene
apoyo en los usos contextuales de las palabras clave, sino que en
realidad contradice su uso contextual. También soy consciente de que
existe una aparente contradicción entre el aparente permiso de 1
Corintios 11:5 para que las mujeres profeticen y la prohibición de 1
Corintios 14:33b-35. Sin embargo, hay una armonización muy
satisfactoria de estos dos pasajes: 1 Corintios 11:5 está hablando de
situaciones públicas más generales, mientras que 1 Corintios 14:33b-
35 está hablando de la reunión formal de la iglesia. Por supuesto, esto
armoniza perfectamente con el énfasis que hace este presente
volumen en la importante distinción entre las reuniones formales de la
iglesia y el resto de la vida. También me complace observar que esta
es la forma precisa en que John MacArthur entiende la relación entre 1
Corintios 11 y 1 Corintios 14. Él dice: «Creo que la respuesta más
sencilla es que la prohibición a las mujeres de hablar es para un
contexto específico, a saber, «en las iglesias» (1 Cor. 14:34). En 1
Corintios 11, Pablo no comienza a dirigirse a los corintios en el
contexto de su asamblea local hasta los versículos 17 y 18. El
versículo 18 dice: «Pues, en primer lugar, oigo que cuando os reunís
como iglesia…». El primer asunto que Pablo trata en relación con la
asamblea reunida es el tema de la división, y eso no llega hasta el
versículo 18. Por lo tanto, especialmente a la luz del pasaje en 14:34-
35, es muy probable que la referencia de Pablo a la oración y la
profecía en 11:4-5 no se entienda en el contexto de la reunión
corporativa. Las mujeres podían ejercer su don de profecía, que es un
don de autoridad y enseñanza, fuera de la iglesia reunida. Ciertamente
no era inaudito que los profetas del Nuevo Testamento profetizaran
fuera de la asamblea, como en el caso de Agabo (Hch. 21:10-11). E
incluso hoy en día, los que creemos que las mujeres no deben enseñar
o ejercer autoridad sobre los hombres en la iglesia, aprovechamos, no
obstante, toda oportunidad para que las mujeres dotadas enseñen a
los niños y a otras mujeres (Tit. 2:3-4). La enseñanza en un ministerio
para niños o la dirección de un estudio bíblico para mujeres no viola 1
Timoteo 2:12, ni tampoco lo violaba el profetizar de aquellas mujeres.
No hay ninguna razón por la que el Espíritu no haya podido proveer a
algunas mujeres con el mismo don de profecía que dio a hombres y al
mismo tiempo haya limitado su uso para fuera de la asamblea
reunida». Este material está disponible en: ˂ http://www.gty.org/
Resources/Print/Blog/B140317 ˃ (consultado el 17 de marzo de 2021).
Nota de los traductores: Sigue disponible con el mismo enlace.
Consultado por última vez el 6 de marzo de 2023.
[153]
La referencia en el versículo 8 a «en todo lugar» (ἐν παντὶ
τόπῳ) es claramente en este contexto una referencia a todo lugar
donde la iglesia se reunía formalmente para la adoración.
[154]
Soy consciente de que hay otra exégesis de 1 Timoteo 2:8 que
dice que los hombres deben orar levantando manos santas y las
mujeres deben orar vestidas decentemente. Esto contradice la
construcción gramatical del pasaje. Sugiere extrañamente que las
mujeres no pueden levantar las manos al orar. También es antinatural a
la luz de lo que sigue, donde Pablo dice a las mujeres que aprendan en
silencio.
[155]
Nota de los traductores: no alberga tal noción —Lit., no es
habitable para tal noción.
[156]
John Murray, Principles of Conduct {título oficial: Principios de
Conducta} (Grand Rapids, Míchigan: Eerdmans, 1956), pp. 30-31.
[157]
Nota de los traductores: El autor citará todos los pasajes en
cuestión de la traducción anglosajona New American Standard Bible
(NASB). Para lograr una mayor equivalencia con dicha traducción, se
citaron diferentes versiones oficiales y más usadas de la Biblia al
español.
[158]
Nota de los traductores: exige —Lit., dicta.
[159]
Nota de los traductores: Second Street —Calle Segunda.
[160]
Nota de los traductores: Fourth Street —Calle Cuarta.
[161]
Nota de los traductores: Third Street —Calle Tercera.
[162]
Nota de los traductores: El título original en inglés es Trinity
Hymnal Baptist Edition.
[163]
Nota de los traductores: El título original en inglés es Trinity
Psalter.

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