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Como, Pues, Deberiamos Adorar - Samuel E. Waldron
Como, Pues, Deberiamos Adorar - Samuel E. Waldron
SBN: 978-9942-605-20-7
¿Cuál es el argumento?
¿Cómo, pues, deberíamos adorar?
El auge del movimiento carismático y del movimiento de
adoración contemporánea relacionado con éste plantea
inevitablemente la pregunta a toda iglesia local y sus
ancianos: ¿Cómo, pues, deberíamos adorar? Este
problema es particularmente serio para aquellos que han
llegado a abrazar más o menos la fe y el entendimiento
reformados del cristianismo. ¿Hace alguna diferencia este
nuevo (para nosotros) y más profundamente bíblico
(creemos) entendimiento del cristianismo sobre cómo
deberíamos adorar? Indudablemente, muchos de los que
han pasado a formar parte de iglesias o denominaciones
que son más estrictamente o ampliamente reformadas en
sus puntos de vista han optado por lo que la mayoría
llamaría una adoración más conservadora y tradicional.
Pero, ¿requiere una adoración distintivamente reformada un
punto de vista distintivamente reformado de la fe cristiana?
La proposición es atractiva y, de hecho, parece irrefutable:
Sí, ¡una teología distintivamente reformada requiere una
adoración distintivamente reformada! ¿Realmente
podemos pensar que un entendimiento de la Escritura que
ha reformado nuestro entendimiento del cristianismo no
reformará nuestro entendimiento de la adoración?
Pero si la teología reformada requiere una adoración
reformada, ¿qué quiere decir esto? ¿Significa simplemente
un enfoque de la adoración que sea más conservador y
tradicional (no carismático y no contemporáneo)? ¿Y qué
quiere decir esto? ¿No hay otros enfoques de la adoración
que se puedan considerar conservadores y tradicionales
que no sean verdaderamente reformados? Creo que los
hay. En su instructiva obra titulada {trad. no oficial}[3]
Adorando con Calvino, Terry Johnson señala que hay
varios tipos de adoración tradicional y (lo que se podría
llamar) conservadora que en realidad se centran en cosas
que los caracterizan como cualquier cosa menos
reformados. Él menciona el modelo avivador-evangelista y el
modelo de enseñanza de la Biblia en la tradición evangélica.
[4]
Quizá la adoración luterana y la adoración católica
romana también pretendan ser tradicionales y
conservadoras, pero claramente son enfoques no
reformados.
Conclusión
No quiero concluir este resumen de los puntos principales
de este volumen sin señalar que su énfasis en sola scriptura
es la consecuencia inevitable de otra de las cinco solas.
Esa sola es teológicamente la más básica. Es soli Deo
gloria. Porque la adoración es para Dios y sobre Dios y, de
hecho, está llena de la presencia especial de Dios, debe ser
ordenada por Dios. Esto quiere decir que el enfoque de los
que procuran ordenar la adoración conforme al principio de
soli Deo gloria no debe estar en la tradición humana, ni en la
invención humana, ni en el pragmatismo humano, sino que
debe estar «solo en la Escritura»: sola scriptura.
Decir que la adoración es para Dios es o debería ser
«una obviedad». Como dice Terry Johnson: «todo esto
parece perfectamente obvio —se podría decir. ¿Para qué
otra cosa se diseñarían los cultos de adoración sino para
expresar la devoción a Dios? Lamentablemente, no es obvio
para todos o incluso para la mayoría».[9]
Como esto es cierto, y no es obvio para todos que la
adoración es para Dios, permítanme ofrecer solo un
fragmento de la enorme enseñanza bíblica que debería
impresionarnos con esta verdad. 1 Pedro 2:4-5 afirma:
Y viniendo a Él como a una piedra viva, desechada por los
hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios, también
vosotros, como piedras vivas, sed edificados como casa
espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios
espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.
El apóstol Pedro pone de manifiesto aquí varios hechos que
tienen que ver con que la adoración sea para Dios. En
primer lugar, deja claro que la identidad fundamental de la
iglesia es una casa o templo espiritual. La actividad principal
de un templo es la adoración. En segundo lugar, aclara que
la descripción fundamental de la iglesia es que es un
sacerdocio santo. Indiscutiblemente, el propósito principal de
los sacerdotes es dirigir la adoración ofrecida a Dios. En
tercer lugar, deja en claro que la labor fundamental de esta
casa espiritual y sacerdocio santo es ofrecer sacrificios
espirituales a Dios. De nuevo, toda la dirección de la
adoración de la iglesia es llevar algo a Dios como adoración.
En cuarto lugar, Pedro aclara que la preocupación
fundamental con respecto a estos sacrificios no es que
sean agradables a los hombres, sino que sean «aceptables
a Dios». ¡Una vez más queda claro que la adoración debe
ser dirigida a Dios y es para Él!
Permítanme citar a Terry Johnson una vez más:
¿Por qué practicar la adoración reformada histórica? Porque
su asamblea pública está dirigida a Dios. Allí se le ofrece
alabanza, se le confiesa, se le presentan peticiones, Él nos
dirige Su Palabra, se reúne con nosotros en Su Mesa y
nosotros disfrutamos de Su comunión. ¿Acaso no es la
enseñanza de la Biblia centrarse en Dios en la adoración de la
asamblea de los santos? Nos «acercamos» a Dios en
adoración (Stg. 4:8-10; Heb. 4:15-16; 10:19-23). Atribuimos
gloria a Su Nombre (1 Cró. 16:29; Sal. 96:7; 29:2). Ante Él nos
postramos y arrodillamos (Sal. 95:6-7). Venimos ante Él con
cánticos de júbilo (Sal. 100:2). Cantamos con gozo «al Señor»
(Sal. 95:1-2; 96:1-2). Damos «gracias al Señor» (Sal. 106:1).
Podríamos seguir con un ejemplo tras otro de la adoración
dirigida a Dios. En la adoración que es apropiada, todo está
centrado en Dios y es dirigido a Él».[10]
¿Cuál es el argumento de este libro? Su argumento es
que la adoración de la iglesia está centrada en Dios, porque
la iglesia misma está controlada por Dios. Su argumento es
que, como la iglesia misma está controlada por Dios, la
iglesia debe ser regulada por Dios. Su argumento es que
debido a que la iglesia está regulada por Dios, está
controlada por sola scriptura funcionando como el principio
regulador de la iglesia. Su argumento es que, debido al
principio regulador de la iglesia, las partes de la adoración
de la iglesia son prescritas y reguladas «solo por la
Escritura».
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P 1.1.1: L
E I
Capítulo 2
¡Santa Iglesia!
La Iglesia posapostólica confesó su fe en la Iglesia como
«una {sola}, santa, católica[11] y apostólica»[12]. Este lenguaje
aparece en El Credo Niceno. Después de que la Iglesia
confesara su fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo como
Personas divinas distintas, pero un solo Dios verdadero,
confesó que también creía en la Iglesia: «Creemos en la
Iglesia, que es una {sola}, santa, católica y apostólica».
La prominencia de esta confesión de la Iglesia es una
amonestación permanente a la importancia cada vez menor
que muchos cristianos contemporáneos conceden a la
iglesia. Para un gran número de personas que profesan ser
cristianas en la actualidad, un cristianismo sin iglesia parece
cada vez más aceptable.[13] Pero, ¿qué sentido tiene que la
Iglesia confiese su fe en que ella posee estas cuatro
características? Parece obvio que al confesar que la Iglesia
está modificada por los cuatro adjetivos —una {sola}, santa,
católica y apostólica— el credo tiene la intención de declarar
que tal Iglesia existe y que es una cuestión de fe creer en
ella. Entonces, estos cuatro adjetivos son los atributos
distintivos de la iglesia de Cristo. Por lo tanto, sostener que
tal iglesia existe es una cuestión de fe y un principio
fundamental de la religión cristiana.[14] ¡El entendimiento más
básico de los puntos de vista de la Iglesia en la época en
que se publicó de El Credo Niceno debería dejar claro
también que estos atributos no eran meramente espirituales
y propios solamente de una Iglesia invisible! Se atribuyeron
a la iglesia visible (y con el objetivo de que se expresaran en
esta) con su membresía definida, su ministerio oficial, sus
asambleas públicas y sus sacramentos tangibles.
Pero mi interés particular en este libro es la aseveración
de El Credo Niceno de que la iglesia visible es santa. Hay
preguntas que presionan al cristiano que piensa en esta
afirmación hoy en día. ¿Hay realmente un buen argumento
bíblico para decir que la iglesia es santa con este tipo de
énfasis? ¿Y qué podría significar tal aseveración en la
práctica para nuestro entendimiento de la iglesia y de cómo
debería adorar?
Un respeto correcto por la historia de la Iglesia y,
especialmente, por las afirmaciones de sus importantes
credos, debería hacer que nos confrontáramos a nosotros
mismos con estas preguntas. Debemos cuestionar la
modernidad y no seguir en un descuido orgulloso y en una
indiferencia arrogantemente ajena a El Credo Niceno. Pero,
por supuesto, la respuesta final a las preguntas planteadas
anteriormente debe provenir de las Escrituras. ¿Justifican
las Escrituras este tipo de afirmación categórica de que uno
de los cuatro atributos principales de la iglesia es su
santidad? Y si las Escrituras justifican tal afirmación, ¿qué
podría significar para nosotros en la práctica? Estas
preguntas requieren que consideremos en el resto de este
capítulo el hecho, el significado y las implicaciones de la
santidad de la iglesia.
La realidad de la santidad de la iglesia
Habiendo visto que los credos antiguos atribuyen un
carácter sagrado o santidad a la iglesia, ¿hay alguna
justificación bíblica para ello? ¿O la peculiar asociación de la
santidad con la iglesia en los credos es simplemente una
singularidad de la historia de la Iglesia? Un examen de la
aparición de la palabra iglesia y los derivados de la raíz
griega traducidos de diversas maneras, como santidad,
santo, santificar y santificación, sí justifica, de hecho, la
atribución de santidad a la iglesia en los credos como una de
sus cuatro cualidades principales y distintivas. A
continuación se presentan las pruebas bíblicas para la
asociación peculiar de la santidad con la iglesia. He
recopilado la evidencia bajo tres encabezados: (1) la
aparición de iglesia y santidad en un mismo versículo, (2) la
aparición de iglesia y santidad en dos versículos seguidos y
(3) las otras coincidencias relevantes de iglesia y santidad.
Conclusiones
En no menos de siete versículos aparece una palabra de la
raíz de santidad con iglesia en el mismo versículo.[15] Otras
seis veces aparece una palabra de la raíz de santidad en el
versículo anterior o posterior al versículo donde aparece el
término iglesia. Además, en los últimos cinco casos que
acaban de ser citados anteriormente (que probablemente no
sean una lista exhaustiva) la raíz de santidad se usa con
referencia a sinónimos cercanos o paralelismos
conceptuales de iglesia. Esta es la base bíblica sobre la que
podemos aseverar que un examen de la aparición de la
palabra iglesia y los derivados de la raíz griega que se
traduce de varias maneras como santidad, santo, santificar
y santificación sí justifica enfáticamente, de hecho, la
atribución de santidad a la iglesia en los credos como una de
sus cuatro cualidades distintivas.
La idea raíz
La primera definición de santidad que se encuentra en los
diccionarios comunes es algo así como apartado para Dios
o apartado por Dios. Lo fundamental de la palabra es la idea
de separación o apartamiento con relación a Dios.
Berkouwer señala:
{Las palabras} «santo» y «santidad» apuntan con frecuencia a
la separación, al apartamiento para un propósito particular o un
servicio particular. Se habla de santidad no solo en un contexto
«personal». Diversas cosas y asuntos son designados como
santos por su separación: por ejemplo, tierra santa, una ciudad
santa [...], un monte santo [...], un templo santo [...] u ofrendas
y cosas santas [...]. También cuando se habla de personas
santas domina el aspecto de la separación, la dirección a un
objetivo particular. No en vano se ha hablado a menudo de la
santidad como un concepto relacional.[17]
Se podrían ofrecer muchas confirmaciones de la
comprensión que aporta Berkouwer. Una confirmación
interesante de la idea raíz relacional de la separación la
proporciona el modo en que la Biblia asocia la santidad con
algo o alguien que pertenece especialmente a Dios (Éxo.
13:1, 2, 11-12; 19:5, 6; Lev. 23:1-2; Núm. 3:11-13; 8:12-19;
16:3-7; Deu. 26:18-19; 28:9, 10). De este modo, por
ejemplo, el día de reposo del Antiguo Testamento y el Día del
Señor cristiano son santos porque pertenecen
especialmente a Dios, y pertenecen especialmente a Dios
porque son santos.
El fundamento objetivo
El carácter relacional de la idea raíz de la santidad nos
prepara el camino para ver que la santidad comienza en la
Escritura con un fundamento objetivo. Ser apartado por Dios
y para Dios, ser asociado con Dios, (cuando se trata de
hombres pecadores) requiere que se trate la distancia o el
alejamiento espiritual de Dios que crea su pecado. Aunque
este distanciamiento es también del lado humano y se
origina a causa de nuestro pecado, ahora se debe
considerar de manera más significativa desde el lado divino.
Es decir, no solo somos hostiles hacia Dios, sino lo que es
aún más importante, Él está alejado y es hostil hacia
nosotros a causa de nuestro pecado. Es esta hostilidad la
que es fundamental. Solo un poder divino, uno que provenga
de Su parte, puede cambiar nuestra hostilidad hacia Dios,
pero este poder redentor (santificador) encuentra una
terrible barrera levantada por la ira y la justicia divinas entre
Dios y el hombre. Por lo tanto, si hemos de ser llevados al
lado de Dios, esta barrera debe ser eliminada. Ser llevado al
lado de Dios significa, entonces, ser separado en un sentido
redentor para Dios, o ser hecho santo en un sentido
sotérico, o llegar a pertenecer a Dios (no para juicio sino)
para ser librados. Esto solo se puede lograr mediante la
provisión objetiva de una propiciación que aplaque este
alejamiento y hostilidad por parte de Dios contra nosotros.
Entonces, santificar significa, en primer lugar, apartar para
Dios mediante un sacrificio que aplaca la ira de Dios contra
nosotros.
El primer lugar al que debemos acudir para encontrar
pruebas de este entendimiento (que se ha llamado
relacional, objetivo, cultual, externo o ritual) de la santidad
de la iglesia es Hebreos. No es necesario probar que
Hebreos se mueve en el mundo de los rituales del Antiguo
Testamento con sus sacrificios, sacerdocio y lugares
santos. En perfecta conformidad con esto parece que la raíz
/jag-/ que significa santidad o santificación se usa en 28
lugares en Hebreos. Esto es más del 10 % de sus 275 usos
en total en el Nuevo Testamento. En la NASB[18] esta raíz se
traduce de diversas maneras: «holy» (santo), «saints»
(santos), «sanctifies» (santifica), «sanctified» (santificado),
«sanctuary» (santuario), «holy place» (lugar santo), «holy of
holies» (lugar santísimo), «sanctify» (santificar), «holiness»
(santidad) o «sanctification» (santificación). Se utiliza en los
siguientes 25 textos: Hebreos 2:4, 11; 3:1, 7; 6:4, 10; 8:2;
9:1, 2, 3, 8, 12, 13, 24, 25; 10:10, 14, 15, 19, 29, 12:10, 14;
13:11, 12, 24.
Bajo el próximo encabezado veremos que esta raíz se
utiliza para algo así como el concepto popular, subjetivo o
ético de la santidad de corazón y de vida, pero aquí quiero
señalar que el claro punto de partida del concepto de
santidad en Hebreos es objetivo. A continuación se presenta
un estudio de los textos relevantes para este punto de
partida:
Hebreos 2:11: «Porque tanto el que santifica como los que son
santificados, son todos de un Padre; por lo cual Él no se
avergüenza de llamarlos hermanos».
Aquí santificar es la labor de un sacerdote. Esto, ya en los
primeros capítulos de Hebreos, nos alerta sobre el hecho de
que la santidad tiene un fundamento objetivo.
Hebreos 8:2: «como ministro del santuario y del tabernáculo
verdadero, que el Señor erigió, no el hombre».
Aquí «santuario» es literalmente «santísimo». El uso de la
raíz para describir el templo del Antiguo Testamento es
profundamente relevante para el significado de santidad en
Hebreos. El templo, y especialmente el lugar santísimo, se
caracterizaban por restricciones que limitaban el acceso
solo a personas selectas y solo bajo condiciones
especiales:
Hebreos 9:1: «Ahora bien, aun el primer pacto tenía
ordenanzas de culto y el santuario terrenal».
El uso de la raíz para describir el templo del Antiguo
Testamento que se caracterizaba por un acceso tan
restringido es relevante para el significado de santidad en
Hebreo:
Hebreos 9:2: «Porque había un tabernáculo preparado en la
parte anterior, en el cual estaban el candelabro, la mesa y los
panes consagrados; este se llama el Lugar Santo».
Una vez más, la zona anterior del Tabernáculo («el lugar
santo»), a diferencia del «lugar santísimo» interior, se llama
aquí «santísimo». La palabra es plural:[19]
Hebreos 9:3: «Y detrás del segundo velo había un tabernáculo
llamado el Lugar Santísimo».
El santuario interior del Tabernáculo se denomina
literalmente el «santo de santos» (es decir, el «lugar
santísimo»). En los versículos siguientes se menciona
explícitamente (v. 7) el acceso cuidadosamente restringido
al lugar santísimo legislado en el Antiguo Testamento:
Hebreos 9:8: «Queriendo el Espíritu Santo dar a entender
esto: que el camino al Lugar Santísimo aún no había sido
revelado en tanto que el primer tabernáculo permaneciera en
pie».
Aquí se dice que el acceso restringido al lugar santísimo
es una característica del período en que (traducido
literalmente) «el primer tabernáculo» aún permanecía en pie.
Por lo tanto, hay un contraste implícito con el período del
Nuevo Pacto. La santidad está conectada con el acceso al
lugar santo, y el acceso al lugar santo con el Nuevo Pacto:
Hebreos 9:12: «y no por medio de la sangre de machos
cabríos y de becerros, sino por medio de su propia sangre,
entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo
obtenido redención eterna».
Jesús entró en el lugar santo por medio de Su sangre. La
idea es que la santidad es proporcionada por la sangre y
significa el acceso al lugar santo que simbolizaba y
expresaba la pureza y santidad del Dios que era inaccesible
para los pecadores.
Hebreos 9:13: «Porque si la sangre de los machos cabríos y
de los toros, y la ceniza de la becerra rociada sobre los que se
han contaminado, santifican para la purificación de la carne».
Hay que destacar la relación de este versículo con el 14.
Hebreos 9:14 dice: «¿cuánto más la sangre de Cristo, el
cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha
a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para
servir al Dios vivo?». La sangre es el medio objetivo de
santificación en el Antiguo y el Nuevo Pacto. La sangre de
Cristo limpia nuestra conciencia para servir al Dios vivo. La
implicación es que le servimos en la adoración haciendo
ritos religiosos. Así es como Louw y Nida definen la palabra.
[20]
La implicación subjetiva
Cuando pensamos en la santidad de la iglesia, no podemos
excluir de esta una implicación subjetiva. En otras palabras,
también debemos notar que la santidad de la Iglesia
individual y corporativamente tiene un carácter moral o ético
y connota una semejanza subjetiva a Dios y no solo un
apartamiento objetivo para Dios.
Los siguientes pasajes de Hebreos son relevantes para
este aspecto de la santidad:
Hebreos 2:4: «testificando Dios juntamente con ellos, tanto por
señales como por prodigios, y por diversos milagros y por
dones del Espíritu Santo según su propia voluntad».
No se puede olvidar que aquí y en varios otros pasajes de
esta carta la santidad se asocia con la obra del Espíritu de
Dios por el simple hecho de que se le llama Espíritu Santo
(Heb. 3:7; 6:4; 9:8). Parece muy poco natural concluir que la
santidad es simple o exclusivamente objetiva, cuando la
designación común del Espíritu divino parece relacionar la
santidad con Él y Su obra:
Hebreos 3:1: «Por tanto, hermanos santos, participantes del
llamamiento celestial, considerad a Jesús, el Apóstol y Sumo
Sacerdote de nuestra fe».
Si Hebreos habla predominantemente en términos de una
santificación objetiva, entonces una terminología como la
que se aprecia en la frase «hermanos santos» no se puede
separar de esta perspectiva de la santidad. No obstante,
hay que notar que estos «hermanos santos» son
participantes del llamamiento celestial. Según Hebreos (Heb.
9:15; 11:8, 18) y el resto del Nuevo Testamento, este
llamamiento es eficaz en el sentido de que realmente
produce fe, arrepentimiento y obediencia:
Hebreos 6:10: «Porque Dios no es injusto como para olvidarse
de vuestra obra y del amor que habéis mostrado hacia su
nombre, habiendo servido, y sirviendo aún, a los santos».
Una vez más, nuestra visión de la santificación en
Hebreos debe influir en nuestro entendimiento del término
santos. Son aquellos que han sido hechos aptos para la
santa presencia de Dios y apartados para Él por la sangre
de Cristo. Sin embargo, este mismo versículo en su contexto
(Heb. 6:9-12) nos recuerda que los verdaderos santos se
caracterizan por las obras de amor por los hermanos (véase
el v. 9 particularmente).
Hebreos 12:10, 14: «Porque ellos nos disciplinaban por pocos
días como les parecía, pero Él nos disciplina para nuestro
bien, para que participemos de su santidad […]. Buscad la paz
con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor».
Sin lugar a dudas, en Hebreos 12:10 y 14, la santidad es
una cuestión de nuestra condición subjetiva o estado ético.
Esto deja claro que la santidad ritual u objetiva, en el sentido
de la aptitud para la santa presencia de Dios, no se puede
separar de la santidad subjetiva y ética del corazón y de la
vida. Aprendemos de estos textos que la santidad es
también el producto de la disciplina del Padre y no solo el
don del sacerdocio del Hijo. La santidad y la búsqueda de la
paz con todos los hombres conviven en el mismo ámbito
práctico. La búsqueda de la santidad (junto con la búsqueda
de la paz con todos los hombres) también es absolutamente
necesaria para ver al Señor, es decir, para tener parte en el
Reino escatológico de Dios.
Hebreos 13:24: «Saludad a todos vuestros pastores y a todos
los santos. Los de Italia os saludan».
Todo lo que se ha dicho en el estudio anterior sobre el
significado de la santidad en Hebreos deja claro cómo
debiéramos entender esta referencia a los «santos».
Cuando vemos en el penúltimo versículo de Hebreos la
palabra «santos», debemos descubrir en esta tanto un
fundamento objetivo (ser hecho aptos para la presencia de
Dios en virtud de la obra de Cristo, nuestro Sacerdote)
como una implicación subjetiva (la semejanza ética y
progresiva a Dios perfectamente consumada cuando vemos
a Dios). Por supuesto, lo que es cierto en Hebreos es aún
más claramente cierto en el Nuevo Testamento en general
(véanse Jua. 17:17, 19; 1 Tes. 5:23; Rom. 6:19, 22; 1 Tes.
4:3, 4, 7). Solo cuando se dé la debida importancia a estos
dos aspectos entenderemos correctamente las
implicaciones de atribuir santidad a la Iglesia.
E I
R
Capítulo 3
¡Sola Scriptura!
La comprensión que tenía la Iglesia posapostólica con
respecto a la santidad de la Iglesia era importante, pero solo
cuando este entendimiento fue unido a la doctrina de sola
scriptura en el período de la Reforma se articuló
cuidadosamente la noción del principio regulador de la
iglesia.
L D
(M . 18:20)
Capítulo 4
L
D 1
T 3:15
Capítulo 5
C. Conclusiones prácticas
Ahora bien, ¿cuál es la razón de este tremendo énfasis en la
identidad única de la iglesia en este versículo? La
preocupación declarada por Pablo en este versículo ofrece
la respuesta clara. Pablo dice que está escribiendo a
Timoteo «para que [él] sep[a] cómo debe conducirse uno en
la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y
sostén de la verdad». ¿Cuál es el punto de Pablo? Que se
requiere una conducta especial por el carácter especial de
esa iglesia en la cual Timoteo se mueve como delegado o
representante apostólico de Pablo. La identidad única de la
iglesia requiere una regulación única de la conducta de
Timoteo allí.
Timoteo no ignoraba las Escrituras del Antiguo Pacto. No,
más bien se las habían enseñado y las había conocido
desde su niñez. Su madre y su abuela se habían encargado
de enseñárselas cuidadosamente:
2 Timoteo 1:5: «Porque tengo presente la fe sincera que hay
en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre
Eunice, y estoy seguro que en ti también».
2 Timoteo 3:14-15: «Tú, sin embargo, persiste en las cosas
que has aprendido y de las cuales te convenciste, sabiendo de
quiénes las has aprendido; y que desde la niñez has sabido las
Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que
lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús».
¡Pero el conocimiento de las Escrituras del Antiguo
Testamento no era suficiente en sí mismo para ordenar la
nueva casa de Dios! Según Hebreos 9:1: «Ahora bien, aun
el primer pacto tenía ordenanzas de culto y el santuario
terrenal». Con la venida del Nuevo Pacto y la nueva casa de
Dios —la iglesia—, fueron necesarias nuevas regulaciones
para la adoración a Dios para el nuevo Santuario. Por eso
Pablo debe escribir a Timoteo para decirle cómo ordenar la
«casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo» en Éfeso. El
conocimiento del Antiguo Testamento no era suficiente para
esto. La identidad especial de la nueva casa de Dios
requería regulaciones especiales para su conducta. De
estas ideas se desprenden una serie de lecciones
concretas sobre el principio regulador de la iglesia.
1. Según Mateo 18:20 y 1 Timoteo 3:15, la iglesia es
tierra santa y está bajo la regulación especial de Dios. La
iglesia no es el juguete de los ancianos o del pastor ni de la
congregación. Es tierra santa. Allí debemos quitarnos las
sandalias de nuestras tradiciones, nuestro pragmatismo y
nuestros impulsos creativos. La primera y principal
consideración debe ser siempre: ¿Esta maravillosa idea
sobre cómo deberíamos adorar o qué deberíamos creer o
cómo deberíamos dirigir nuestra iglesia o qué ministerios
puede realizar nuestra iglesia tiene una clara justificación en
la Palabra de Dios? La iglesia no es mi casa ni es tu casa,
es la casa de Dios.
¿Qué pensarías si invitaras a alguien a cenar y, mientras
estás ocupado en la cocina, esa persona decidiera cambiar
de lugar los muebles de tu sala de la manera que le
pareciera mejor? ¿Pensarías que es grosero, impertinente y
engreído? ¡Eso, y más, es lo que piensa Dios de los
mortales que se encargan de cambiar de lugar los muebles
de Su casa!
2. Al aplicar el principio regulador de la adoración es
crucial distinguir entre las reuniones formales de la iglesia
y las reuniones informales. El principio regulador se aplica a
las reuniones formales de toda la iglesia en el Nombre de
Cristo. Si esto es cierto, entonces esas reuniones deben
distinguirse claramente de otras que tienen lugar bajo los
auspicios de la iglesia pero no son reuniones formales de la
iglesia. Las clases de escuela dominical para niños, los
grupos pequeños, los estudios bíblicos, los pícnics de la
iglesia, e incluso los juegos de sóftbol de la iglesia pueden
ser buenos, sanos y útiles, pero no debemos verlos como
reuniones formales de la iglesia a las que se debe aplicar el
principio regulador.
Cabe preguntarse: ¿Quién convoca las reuniones
formales de la iglesia? ¿Quién decide qué es una reunión
formal de la iglesia? Los ancianos de la iglesia convocan
tales reuniones. Sobre la base de los principios bíblicos,
ellos deciden si una determinada reunión es convocada para
hacer cosas que la iglesia debe hacer en el Nombre de
Cristo.
3. Al aplicar el principio regulador de la adoración es
importante tener un comienzo y un final claros para las
reuniones de la iglesia. Por eso son tan útiles (y tan
comunes en la adoración reformada) una oración de
invocación (al principio) y una bendición (al final). Ayudan a
dejar claro que todo lo que tiene lugar entre esos dos puntos
en el tiempo es una reunión formal de la iglesia en la que se
van a hacer aquellas cosas que se han designado como
parte del servicio de la iglesia a Dios.
4. Cuando venimos a una reunión de la iglesia, es
importante recordar que venimos a la presencia especial
de Cristo. Debe haber una especie de «quitarse»
espiritualmente las sandalias de nuestro caminar en el
mundo. Debemos preparar nuestros corazones y mentes
para una santa labor. Debemos recordarnos a nosotros
mismos y a nuestras familias que el lugar donde venimos a
estar es tierra santa.
5. La presencia especial de Cristo en medio de Su
pueblo reunido sugiere que el cristianismo moderno está
infectado por una incapacidad de distinguir lo que es santo
de lo que no lo es: «El cristianismo no es una religión»,
«toda la vida es santa», «todos los días son santos» y
«Dios está presente en todas partes» son lemas con los
que se promulga entre los cristianos modernos un sutil pero
real rechazo de lo sagrado y lo santo. Pero el hecho es que
el cristianismo es una religión, todos los días no son
igualmente santos, toda la vida no es igualmente adoración y
Dios está presente de manera especial en medio de Su
pueblo reunido. Y el hecho es que estas realidades santas
deberían influir profundamente en la forma en que vivimos
nuestra vida.
6. La presencia especial de Cristo en medio de Su
pueblo reunido nos anima a usar con diligencia los medios
de gracia públicos. Vivimos en una generación de cristianos
que todavía padece de un entendimiento altamente
individualista del cristianismo. A menudo se supone que los
devocionales privados es todo lo que necesitamos para
cultivar nuestro caminar con Dios. Creemos que se pierde
poco si se descuidan los medios de gracia públicos. Aunque
de ninguna manera quiero restar importancia a la oración y
la lectura de la Biblia en privado (son cruciales para la vida
cristiana), el hecho es que los medios de gracia públicos
son, al menos, igualmente importantes y conllevan una
promesa de la presencia especial de Cristo que nunca se da
a nuestros devocionales privados.
7. Ya que se basa en la identidad única de la iglesia
como {una institución} llena de la presencia especial de
Dios, el principio regulador se aplica a todo lo relacionado
con la iglesia. Es decir, no solo se aplica a la adoración de
la iglesia, sino también a la doctrina, el gobierno y las tareas
de la iglesia. Todo lo relacionado con la vida de la iglesia es
santo y está sujeto a la regulación especial de Dios. Por eso
prefiero hablar del principio regulador de la iglesia en lugar
de hablar simplemente del principio regulador de la
adoración. Además de la adoración de la iglesia, el principio
regulador de la iglesia gobierna otras tres cosas: la doctrina,
el gobierno y las tareas de la iglesia.
El principio regulador se aplica a la doctrina de
la iglesia
La doctrina de la iglesia debe ser gobernada por el principio
regulador. En otras áreas de la vida se nos permite creer lo
que pensamos que es verdad siempre y cuando no
contradiga la Escritura. Mientras nuestros puntos de vista
políticos, científicos o de otro tipo no contradigan la
enseñanza de la Escritura, se nos permite creer como
pensemos que sea correcto. Pero este no es el caso con
respecto a la doctrina de la iglesia. En cuanto a las doctrinas
de la iglesia, debe haber un apoyo bíblico claro y
convincente. Con respecto a esto, La Confesión Bautista de
Fe de Londres de 1689 (1.6) es clara:
Todo el consejo de Dios concerniente a todas las cosas que
son necesarias para Su propia gloria, la salvación del hombre,
la fe y la vida está expresamente escrito o necesariamente
contenido en la Santa Escritura, a la cual no debe añadirse
nada en ningún momento, ni por nueva revelación del Espíritu
ni por las tradiciones de los hombres.
Los que sostenían el principio normativo (los luteranos y
los anglicanos) solían hacer una importante distinción entre
{1} la doctrina de la iglesia y {2} su gobierno y adoración.
Defendían la sola scriptura para la doctrina de la iglesia,
pero no para el gobierno y la adoración de la iglesia. El Dr.
Tulloch, un oponente del principio regulador, señala:
Las Escrituras cristianas son una revelación de la verdad
divina, no una revelación de la política eclesial. No solo no
establecen el esquema de tal política, sino que ni siquiera dan
las pistas adecuadas y concluyentes de una {política eclesial}.
[60]
A primera vista, parece plausible esta distinción entre
doctrina y sistema de gobierno eclesial por parte de los que
sostienen el principio normativo. Sin embargo, en la práctica,
era difícil mantener el sistema de gobierno eclesial y la
doctrina tan cuidadosamente separados. Si la doctrina de la
iglesia no está sujeta al principio regulador o sola scriptura,
entonces, puede ocurrir que otras doctrinas no estén sujetas
a sola scriptura, sino a la tradición de la iglesia. Quizá un
ejemplo de ello sea el propio Martín Lutero. Él sostenía el
principio normativo de la iglesia y su adoración. Por lo tanto,
¡para él era suficiente fundamentar la práctica del bautismo
de infantes en la tradición de la iglesia!
No cabe duda de que en el establecimiento del bautismo
de infantes la tradición cristiana desempeñaba un papel
importante para Lutero. Althaus comenta:
Al establecer contra los anabaptistas que el bautismo de
infantes era correcto, Lutero coloca la tradición cristiana
común en primer plano del debate. Para usar los términos de
la Iglesia Luterana en sus comienzos, podríamos llamarlo la
realidad «católica» (universal) del bautismo de infantes.
Ciertamente no fue la última palabra de Lutero sobre el tema,
pero sí fue la primera.[61]
El hecho de que el bautismo de infantes sea una parte
indiscutible de la tradición cristiana posapostólica es el
fundamento de la defensa de dicha doctrina por parte de
Lutero. Por supuesto, no es toda su defensa. También debe
ser coherente con la Biblia. Esto se afirma cuidadosamente.
Los siguientes resúmenes de Althaus deben ser
considerados con detenimiento:
Tal argumento tomado de la Historia de la Teología es solo
condicionalmente válido, pues es válido solo si la institución no
es contraria a la Escritura.[62]
Sin embargo, como ya hemos dicho, Lutero no pretende que
tales argumentos proporcionen un fundamento incondicional y
finalmente válido para su postura. Las tradiciones de la Iglesia
antigua y de la Iglesia universal solo tienen una autoridad
limitada: «No debiéramos descartar o modificar lo que no
puede ser descartado o modificado por una clara autoridad
bíblica. Dios es maravilloso en Sus obras. Lo que Él no quiere,
lo testifica claramente en las Escrituras. Lo que no se testifica
allí, podemos aceptarlo como Su obra. Somos libres de culpa
y Él no nos inducirá al error».[63]
Lutero admitió libremente que el bautismo de infantes no se
ordena ni se menciona explícitamente en la Escritura. No hay
«pasajes específicos» que se refieran al bautismo de infantes.
El testimonio explícito de la Escritura no es por sí mismo lo
suficientemente fuerte como para proporcionar una base
adecuada para comenzar a practicar el bautismo de infantes si
no fuera porque ya se practicaba anteriormente.[64]
Sin embargo, todo depende de que tal conocimiento no sea
contradicho por la Escritura, sino que esté de acuerdo y en
armonía con esta [...]. Más bien, Lutero exigía que todo lo que
se enseñaba y se hacía en la iglesia, no solo el bautismo de
infantes, fuera compatible con la Escritura.[65]
Para los que sostienen el bautismo de infantes, basta con que
la Escritura no esté en contra del bautismo de infantes, sino
que el bautismo de infantes sea compatible con la Escritura.[66]
Estos pasajes muestran un claro rechazo del principio de
sola scriptura con respecto al tema del bautismo de
infantes. En este tema, Lutero difiere poco del punto de vista
católico romano sobre el lugar que ocupa la Escritura con
relación a las tradiciones de la Iglesia. Creo que lo que
tenemos aquí es una distinción entre asuntos de orden
eclesial y asuntos de doctrina correcta. En otras palabras, lo
que tenemos aquí es la declaración de Lutero de que el
principio normativo de la iglesia y su adoración es suficiente
para establecer la doctrina del bautismo de infantes. Me
parece que Lutero indudablemente habría exigido algo más
que esto para establecer la doctrina de la justificación por la
fe sola o la doctrina opuesta de Roma. Pero para los que
sostienen el principio normativo de la iglesia y su adoración
es suficiente demostrar que el bautismo de infantes como
rito de la iglesia no contradice la Escritura. Dado que los
luteranos y los anglicanos no sostienen el principio regulador
de la iglesia, el bautismo de infantes no tiene que ser
establecido por la clara enseñanza de la Escritura. Es
suficiente que no contradiga la Escritura y que sea
compatible con esta.
¿Q A
T
? (J . 4:24)
Capítulo 6
Introducción
Hay tres asuntos introductorios que debo mencionar antes
de pasar a los tres puntos principales de mi texto.
El texto presentado
Quizá el texto clásico de todo el Nuevo Testamento sobre la
necesidad de adorar a Dios —no según los tipos y sombras
terrenales del Antiguo Testamento— sino conforme al
cumplimiento de estos tipos y sombras en el Nuevo Pacto es
Juan 4:24. Aquí está en su contexto inmediato:
23Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque
ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. 24Dios
es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en
verdad. 25La mujer le dijo: Sé que el Mesías viene (el que es
llamado Cristo); cuando Él venga nos declarará todo. 26Jesús
le dijo: Yo soy, el que habla contigo.
Por tanto, es crucial que entendamos la enseñanza de
este texto en el sentido de que debemos adorar a Dios a la
luz del evangelio y no según las sombras del Antiguo Pacto.
En Juan 4:24 se encuentra una hendíadis en la frase «en
espíritu y en verdad».[69] Hendíadis es una palabra que
suena sofisticada, pero en realidad tiene un significado y un
origen muy sencillos. Una hendíadis es una construcción
gramatical en la que se expresa un solo concepto por medio
de dos palabras. Eso es lo que significa hendíadis (hen- =
uno, -día- = por medio de, -dis = dos). En esta hendíadis de
Juan 4:24, «espíritu» y «verdad» son introducidos por un
solo artículo y así se combinan para expresar un solo
concepto.
Los escritos de Juan se caracterizan a menudo por una
aparente sencillez que esconde una riqueza de significado.
En este caso, la adoración en espíritu y en verdad tiene al
menos tres matices de significado. Esto se confirma por el
hecho de que el contexto de Juan 4:24 enfatiza cada uno de
estos diferentes matices de significado. El tercero de estos
significados es el más importante para mi tesis y propósito
en este capítulo. Sin embargo, no debemos descuidar los
dos primeros matices.
A. La adoración en espíritu y verdad es la
adoración conducida a la luz de la revelación
divina y en sumisión a esta. Por lo tanto, es lo
contrario a la adoración ignorante
Hay un énfasis en esto en el contexto. Véase el versículo 22
donde Jesús dice: «Vosotros adoráis lo que no conocéis;
nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación
viene de los judíos». Recuérdese también el énfasis del
profeta Isaías citado por nuestro Señor en Mateo 15:8-9:
«“E , P
M. P
,E
”».
Esto se aplica a nosotros en que la verdad siempre debe
regular la adoración de la iglesia de Dios. Dios es espíritu y,
como tal, se interesa por nuestra mente. La adoración
carente de un contenido mental correcto no es aceptable a
Dios. Esta aplicación tiene varias facetas:
Por supuesto, esto condena todo mero
emocionalismo en la adoración. La emoción es
necesaria, pero debe ser una emoción que se
encienda en la leña de la verdad. Es la emoción
del amén. Por definición, un amén es emocional,
pero es una respuesta emocional a la verdad.
La proclamación de la verdad debe tener un lugar
de honor en la adoración de la iglesia. Es
principalmente por medio de la predicación y la
enseñanza de la Palabra de Dios que la iglesia es
guiada a dar una adoración en verdad. Además,
en nuestra oración y canto la verdad debe ser
central en la adoración corporativa. Debemos
orar la verdad. Debemos cantar la verdad.
Debemos adorar en verdad.
Esto también condena toda adoración que no es
guiada y guardada cuidadosamente por las
afirmaciones de la verdad. La adoración
corporativa no debe ser regulada por las
tradiciones humanas o el pragmatismo, sino por el
plano de la Palabra de Dios. Por eso no nos
avergüenza decir que creemos en el principio
regulador de la iglesia.
¿Q N
T ? (C . 2:20-23)
Capítulo 7
I. La consideración de su enseñanza
Colosenses 2:20-23 es la denuncia de Pablo a los
creyentes colosenses por dejarse tiranizar por una nueva
religión carente de alguna justificación divina. Los eruditos
debaten el carácter de aquella religión. Yo creo que era una
forma de gnosticismo judío. Pero la forma exacta de aquella
nueva religión no es crucial para nuestros propósitos. La
denuncia que hace Pablo de esta se basa en un principio
que se aplica a cualquier religión que no tenga una clara
justificación divina. Nótense varias cosas a modo de análisis
del pasaje:
La frustración de Pablo con la nueva religión de los
colosenses: «Si habéis muerto con Cristo a los principios
elementales del mundo, ¿por qué, como si aún vivierais en el
mundo, os sometéis a preceptos…». De la frustración de
Pablo aprendemos que los cristianos no deberían
someterse, en materia de religión, a decretos sin
justificación divina.
La forma en que Pablo ilustra la nueva religión de los
colosenses: «tales como: no manipules, no gustes, no
toques (todos los cuales se refieren a cosas destinadas a
perecer con el uso)». Estos mandamientos no eran en sí
mismos pecaminosos en lo que requerían. No es pecado
abstenerse de comer carne de res o de otro tipo o cualquier
otra cosa si quieres, siempre que no se le dé al
mandamiento una importancia religiosa. Por lo tanto,
aprendemos del ejemplo de Pablo que los cristianos no
deberían obedecer en materia de religión las leyes hechas
por el hombre, incluso si no nos exigen pecar.
La caracterización que hace Pablo de la nueva religión
de los colosenses: «¿…según los preceptos y enseñanzas
de los hombres? De la caracterización de Pablo
aprendemos que la autoridad humana es incompetente para
enseñar doctrina o dar mandamientos en materia de religión.
La valoración que hace Pablo de la nueva religión de los
colosenses: «Tales cosas tienen a la verdad, la apariencia
de sabiduría en una religión humana, en la humillación de sí
mismo y en el trato severo del cuerpo, pero carecen de valor
alguno contra los apetitos de la carne». De la valoración de
Pablo aprendemos que la religión humana no tiene ningún
valor para el alma de los hombres.
Y de todo esto aprendemos que en materia de religión y
adoración solo Dios tiene derecho a establecer ritos
religiosos, dar mandamientos religiosos y enseñar doctrinas
religiosas, y que todos los ritos, mandamientos y doctrinas
meramente humanos carecen por completo de valor
religioso y nunca deberían imponerse como parte del
gobierno, la doctrina, las tareas o la adoración de la iglesia.
Aquí creo que las palabras de La Confesión de Westminster
(XX.2) con respecto a la libertad cristiana son correctas y
útiles:
Dios es el único Señor de la conciencia, por tanto, en asuntos
de fe y adoración, la ha dejado libre de doctrinas y
mandamientos humanos, que sean contrarios a su Palabra o
añadidos a ella…
En el resto de la vida, la autoridad humana es competente
para ordenar. El gobernante civil tiene esa autoridad en el
Estado. El padre tiene tal autoridad en el hogar. Pero solo
Dios en Su Palabra tiene dicha autoridad en asuntos de fe y
adoración.
L
(C . 2:20-23)
Capítulo 8
U
«
» (H .
2:42)
Capítulo 9
(M .
15:8-9)
Capítulo 10
¡L P !
Capítulo 11
Introducción
En la segunda parte de este libro hemos comenzado a
estudiar las partes necesarias de la adoración. Los dos
últimos capítulos han constituido una especie de
introducción general a este tema. En este capítulo comienzo
a especificar cuáles son esas partes necesarias de la
adoración. Pero aquí nos enfrentamos a una pregunta
importante: ¿Qué hace que una prueba sea suficiente para
demostrar que algo debería ser observado como parte de la
adoración?
Quienes se oponen al principio regulador a veces
sostienen que este requiere un mandamiento explícito para
todo lo que hacemos en la adoración. Esto es ciertamente
un malentendido, como mostraré más adelante. Sin
embargo, los defensores del principio regulador en
ocasiones han contribuido a este malentendido sin darse
cuenta. He citado un par de veces el resumen conciso del
principio regulador que proporciona G. I. Williamson: «Lo
que se manda es correcto, y lo que no se manda es
incorrecto».[96] Algunos piensan que la declaración de
Williamson requiere mandamientos explícitos para cualquier
cosa que se haga en la adoración corporativa. No creo que
esta sea su intención. Solo quiere contrastar claramente el
punto de vista regulador con el punto de vista normativo.
Williamson no está diciendo que las partes de la adoración
nos deben llegar necesariamente en forma de mandatos o
imperativos en la Escritura. Más bien, pienso que está
diciendo simplemente que debemos tener una revelación
divina que en efecto proporcione tal mandamiento. Creo que
él estaría de acuerdo en que un mandamiento explícito no
es necesario y que un mandamiento implícito es suficiente.
Independientemente de cuál sea el caso, debo aclarar
que no creo que para justificar una parte de la adoración
sea necesario un mandamiento explícito. Piénsenlo. Los que
creen en el principio regulador deben suponer también que
este se practicó en los ejemplos bíblicos de la adoración
correcta. Entonces, para nosotros, un ejemplo bíblico o un
precedente de algo que se practica como parte de la
adoración neotestamentaria sería suficiente para
establecerlo como una parte necesaria de la adoración.
Esto constituiría para nosotros un mandamiento implícito,
aunque no hubiera un mandato o imperativo explícito en el
pasaje donde se encuentra el ejemplo. El precedente
apostólico de una parte de la adoración es suficiente para
establecer algo como parte de la adoración ordenada por
Dios. Tal ejemplo o precedente proporcionaría entonces un
mandamiento implícito.[97]
Pero permítanme responder directamente a la objeción de
que según el principio regulador es necesario un
mandamiento explícito. A continuación, dos razones por las
que un entendimiento histórico y bíblico del principio
regulador no requiere mandamientos explícitos para todo lo
que hacemos en la adoración.
En primer lugar, esta objeción ignora el hecho de que los
primeros defensores del principio regulador creían que lo
que podía deducirse de la Escritura por buena y necesaria
consecuencia era equivalente a la Escritura, aunque no
estuviera «explícito». Véase La Confesión de Fe de
Westminster (I.6) y la declaración paralela en el mismo lugar
en La Confesión Bautista de Fe de 1689. En segundo lugar,
la naturaleza misma del principio regulador lleva a la
necesaria conclusión de que los «mandamientos» explícitos
no son necesarios. Si encontramos un ejemplo de algo que
se hace en una reunión con la aprobación apostólica,
entonces está claramente en conformidad con el principio
regulador. No es necesario un mandamiento explícito.
Pero dicho esto, debemos llegar a ese elemento de la
adoración que merece un lugar de honor como la primera
(aunque no la única esencial) parte de la adoración: La
proclamación de la Palabra. En lo que queda de este
capítulo, comenzaré a tratar esta parte de la adoración bajo
cuatro encabezados.
I. La prueba bíblica para la proclamación de
la Palabra como parte de la adoración
La proclamación de la Palabra de Dios y escuchar la
Palabra de Dios proclamada es claramente una parte de la
adoración corporativa del pueblo de Dios. Permítanme
darles tres pruebas de esta realidad:
Hechos 2:41-42: «Entonces los que habían recibido su palabra
fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil
almas. Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los
apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la
oración».
Como hemos visto en un capítulo anterior, este pasaje
habla de la adoración de la Iglesia apostólica. El primero de
los cuatro elementos de la adoración de la Iglesia apostólica
que se menciona aquí es las enseñanzas de los apóstoles.
Esto se refiere al ministerio público de la Palabra mediante
la enseñanza de los apóstoles en las reuniones y los
ministerios de la iglesia.
1 Corintios 14:26: «¿Qué hay que hacer, pues, hermanos?
Cuando os reunís, cada cual aporte salmo, enseñanza,
revelación, lenguas o interpretación. Que todo se haga para
edificación» [véase también 1 Cor. 14:4-6, 12-19, 23-26].
Había muchas cosas que estaban mal en las mentes y
reuniones de la iglesia de Corinto. Pero está claro en estos
versículos que una cosa que no estaba mal era la prioridad
que daban en su adoración a las diversas y múltiples formas
de la proclamación de la Palabra en sus reuniones.
1 Timoteo 2:8-12: «8Por consiguiente, quiero que en todo lugar
los hombres oren levantando manos santas, sin ira ni
discusiones. 9Asimismo, que las mujeres se vistan con ropa
decorosa, con pudor y modestia, no con peinado ostentoso, no
con oro, o perlas, o vestidos costosos; 10sino con buenas
obras, como corresponde a las mujeres que profesan la
piedad. 11Que la mujer aprenda calladamente, con toda
obediencia. 12Yo no permito que la mujer enseñe ni que ejerza
autoridad sobre el hombre, sino que permanezca callada».
Este pasaje también habla de las reuniones de la iglesia
para la adoración en Éfeso. Esto se desprende de las
instrucciones especiales dadas a hombres y mujeres. Estas
habrían sido innecesarias si Pablo estuviera hablando en
general de cualquier situación pública. También está claro
por el hecho de que Pablo habla en el versículo 8 de todo
lugar donde la iglesia se reúne para orar. Siendo este el
caso, también está claro que dos partes prominentes de su
adoración eran la oración y el ministerio de la Palabra.
D (H . 2:42)
Capítulo 12
L (H . 2:42; 1 T .
2:8)
Capítulo 13
¿Las oraciones?
He estado siguiendo el orden de Hechos 2:42 en estos
capítulos iniciales sobre las partes necesarias de la
adoración. Si continuara siguiendo ese orden en este
capítulo se podría esperar que abordara la Cena del Señor
o, lo que Lucas llama en Hechos 2:42, «el partimiento del
pan». Sin embargo, por razones de claridad y precisión,
reservaré el tratamiento de la Cena del Señor para un
capítulo posterior, de modo que pueda tratarlo junto con el
otro sacramento u ordenanza de la iglesia: el bautismo. Así
que, saltando esa parte de la adoración, llegaremos a lo que
Lucas llama simplemente «las oraciones».[104]
En teoría, «las oraciones» podrían referirse a las
diferentes oraciones que se ofrecen durante la adoración.
En la adoración reformada, a lo largo de la historia, estas
podrían incluir la oración de adoración e invocación, la
oración de confesión de los pecados, la oración de acción
de gracias y la oración de súplica. A veces los autores
también mencionan la oración por iluminación y la bendición
para la congregación.[105] Permítanme decir claramente que
creo que cada una de estas debería formar parte de las
oraciones ofrecidas durante la adoración de la iglesia. En mi
opinión, es totalmente posible que tales oraciones se
incluyan en aquellas a las que se refiere Lucas.
Pero creo que es más probable y, por tanto, preferible,
que Lucas se refiera principalmente a un tiempo más
prolongado de oración corporativa durante la adoración
corporativa de la iglesia, lo cual creo que se menciona en un
pasaje fundamental sobre la adoración corporativa: 1
Timoteo 2:8-12. He aquí este pasaje y los versículos (8-12)
que, en mi opinión, deberíamos considerar que interpretan
Hechos 2:42:
1 Timoteo 2:8-12: 8Por consiguiente, quiero que en todo
lugar los hombres oren levantando manos santas, sin ira ni
discusiones. 9Asimismo, que las mujeres se vistan con ropa
decorosa, con pudor y modestia, no con peinado ostentoso, no
con oro, o perlas, o vestidos costosos; 10sino con buenas
obras, como corresponde a las mujeres que profesan la
piedad. 11Que la mujer aprenda calladamente, con toda
obediencia. 12Yo no permito que la mujer enseñe ni que ejerza
autoridad sobre el hombre, sino que permanezca callada.
El pasaje al que los he dirigido es claramente «El llamado
a la oración por todos los hombres». Consideren este texto
bajo los cinco encabezados siguientes:
I. La colocación explicada: «Por consiguiente»
II. La autoridad invocada: «quiero»
III. Las personas designadas: «los hombres»
IV. El lugar contemplado: «en todo lugar»
V. La pureza exigida: «levantando manos santas, sin
ira ni discusiones»
«Levantando manos...»
Pablo se refiere a la cuestión externa de la postura en sus
mandamientos con respecto a cómo deberían orar los
hombres. Habla de levantar manos. La cuestión de levantar
las manos en la adoración es controvertida en nuestra
época. Basta decir que las palabras de Pablo aquí hacen
evidente que está bien que cuando estamos orando en la
iglesia levantemos nuestras manos a Dios. Siempre y
cuando no lo hagamos de manera ostentosa, extravagante u
orgullosa, levantar las manos a Dios en la oración es algo
perfectamente apropiado. Sin embargo, Pablo no dice que
debemos levantar las manos. Hendriksen, en su comentario,
hace una larga lista de todas las posturas diferentes en las
que se ora en la Escritura. Su estudio de este asunto
demuestra lo que dice sobre la postura en la oración:
La postura en la oración nunca es una cuestión de indiferencia.
Una posición perezosa del cuerpo mientras se supone que se
está orando es una abominación para el Señor. Por otra parte,
también es cierto que la Escritura no prescribe en ninguna
parte una, y solo una, postura correcta durante la oración. Se
indican diferentes posiciones de los brazos, de las manos y del
cuerpo en su conjunto. Todas estas son permisibles siempre
que simbolicen diferentes aspectos de la actitud reverente del
adorador, y siempre que interpreten verdaderamente el sentir
del corazón.[110]
La lección práctica para nosotros en esto es la siguiente.
Muchos pueden creer que no queremos volver a ver a
alguien levantando las manos en la adoración. Lo
asociamos con estilos modernos de adoración de los que
desconfiamos profundamente. Sin embargo, en nuestro
conservadurismo no debemos adoptar puntos de vista que
vayan en contra de la clara enseñanza de la Biblia. Por un
lado, no existe ningún mandamiento que exija al pueblo de
Dios en general que levante las manos en la adoración. (Las
palabras aquí, en 1 Timoteo 2:8, no son un imperativo sino
un participio de circunstancia acompañante). Sería un error
hacer que las personas crean que deben o tienen que hacer
esto. Por otro lado, no debemos prohibir a las personas que
levanten las manos en la adoración cuando la Biblia lo
permite claramente y lo describe como una postura
aceptable en la oración pública.
«...manos santas...»
En la Biblia hay dos palabras diferentes que a menudo se
traducen como santo. La más común significa apartado.
Habla de la santidad como aquello que es diferente de lo
común. Lo que es santo pertenece a Dios de manera
especial. Sin embargo, esa no es la palabra utilizada aquí.
Ahora bien, como esa palabra para santidad no se usa
aquí, quería saber en qué se diferencian esta palabra y la
otra. Al estudiar la palabra usada aquí, me di cuenta de que
esta habla de la santidad como lo que es puro. Dios y lo que
es santo es sin defecto o mancha o mezcla o
contaminación. Entonces, la palabra utilizada aquí puede ser
traducida como puras o limpias. Después de buscar
muchos pasajes y sacar esta conclusión, entonces me
percaté de que este significado había estado frente a mí
todo el tiempo en nuestro mismo pasaje. Aquí Pablo habla de
manos santas. En otras palabras, habla de manos puras o
limpias. No debemos orar con las manos manchadas de
pecado. Debemos elevar a Dios manos puras y un corazón
limpio:
Salmos 66:18-19: «Si observo iniquidad en mi corazón, el
Señor no me escuchará. Pero ciertamente Dios me ha oído; Él
atendió a la voz de mi oración».
¿Cómo podemos hacer esto, hombres? ¿Cómo podemos
tener manos puras para levantarlas a Dios? ¡Solo mediante
el arrepentimiento para con Dios y la fe en el Señor
Jesucristo! Levantar manos puras a Dios no requiere
perfección sino purificación por medio de la sangre
purificadora de Jesucristo. No requiere una vida perfecta
sino un corazón limpio. Y esta purificación solo puede tener
lugar mediante la sangre purificadora de Cristo:
1 Juan 1:7-9: «mas si andamos en la luz, como Él está en la
luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de
Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la
verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados,
Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para
limpiarnos de toda maldad».
Por favor hombres, no oren si tienen pecados conocidos
y no confesados en su conciencia en la iglesia. Deben
levantar manos puras. Por otra parte, no permitan que el
pecado que han confesado y cubierto con la sangre de
Cristo les impida orar. La contaminación y la suciedad del
pecado son limpiadas realmente por la sangre de Cristo. No
deben dudar de su deber y llamado a orar por el pecado que
han confesado. Hacer eso es negar el evangelio de Cristo.
L E (1
T . 4:13)
Capítulo 14
D (1 C . 14:16)
Capítulo 15
¡Amén!
Hay una gran lucha teniendo lugar en las iglesias cristianas
de los Estados Unidos entre las iglesias que practican la
adoración tradicional y las que tienen cultos
contemporáneos. Algunas iglesias incluso tienen cultos
contemporáneos para los contemporáneos y adoración
tradicional para los tradicionalistas. Seguro ya han visto los
anuncios de varios cultos de adoración en la misma iglesia.
Los tradicionalistas valoran el orden, la reverencia y la
solemnidad, y su adoración es considerada por los
contemporáneos como muerta, sin vida y formal. Los
contemporáneos valoran la alegría, la libertad, la
participación y la expresión, y su adoración es considerada
por los tradicionalistas como desenfrenada, irreverente e
incluso profana.
A decir verdad, me temo que ambos tipos de la así
llamada «adoración» tienen mucho más que ver con gustos,
deseos y comodidad humanos que con lo que la Biblia
enseña sobre la adoración bíblica. Quizás ambos grupos
sean mejores para criticar al otro que para practicar ellos
mismos la adoración bíblica.
En este capítulo llegamos a considerar una parte o
elemento de la adoración bíblica que puede ayudarnos a
discernir más allá de las tensiones y dicotomías de los
argumentos humanos. Este elemento de la adoración bíblica
puede ayudarnos a lograr un equilibrio bíblico en nuestra
adoración que una la reverencia y el orden con la alegría y la
participación. El elemento de la adoración bíblica que vamos
a considerar es el decir el amén durante la adoración
corporativa de la iglesia.
Al analizar la enseñanza bíblica sobre este tema en la
actualidad, consideren conmigo el propósito de decir el
amén, la prueba que justifica el decir el amén (como parte de
la adoración corporativa de la iglesia), y la práctica de decir
el amén.
(1) [...] confirmar, apoyar [...]. (2) {algo que es} hecho firme,
seguro, duradero. (3) confirmado, establecido, seguro. (4)
verificado, confirmado. (5) confiable, fiel, fiable [...]. (1)
mantenerse firme. (2) confiar, creer...[121]
Partiendo de estas definiciones de la palabra hebrea
podemos afirmar de forma muy sencilla que responder
«amén» aseveraba que una declaración determinada era
fiable o verdadera.
¿Cuándo se decía el amén?
Después de las maldiciones: Número 5:22;
Deuteronomio 27:15-26; Nehemías 5:13;
Jeremías 11:15.
Nehemías 5:13 es un ejemplo de esto:
También sacudí los pliegues de mi manto y dije: Así sacuda
Dios de su casa y de sus bienes a todo hombre que no cumpla
esta promesa; así sea sacudido y despojado. Y toda la
asamblea dijo: ¡Amén! Y alabaron al S . Entonces el
pueblo hizo conforme a esta promesa.
E ,
(M .
26:30)
Capítulo 16
El canto en la adoración de
la iglesia: Sus precedentes
y propósitos
La carga que me impulsó a escribir todo este libro es
explicar la gloria, el significado y las implicaciones del hecho
de que la iglesia es la casa de Dios y su adoración está
regulada por Dios en un sentido especial y con un nivel de
detalles único. Por lo tanto, habiendo argumentado que los
elementos de esta adoración deben ser prescritos por Dios
y encontrar un precedente en las Escrituras, ahora estoy
tratando de practicar lo que he predicado. Por consiguiente,
he estado haciendo la pregunta, «¿Cuáles son los
elementos prescritos de la adoración corporativa en la
iglesia»? En este capítulo y los que siguen llegamos a otro
de esos elementos prescritos: El canto de salmos, himnos
y cánticos espirituales.
Este es un elemento de la adoración corporativa a Dios
que ha sido objeto de muchos debates diferentes en la
historia de la Iglesia. Algunos han cuestionado la
permisibilidad misma del canto en la iglesia. Otros han
cuestionado si es correcto el uso de instrumentos musicales
con relación al canto. Aún otros han argumentado que solo
los salmos bíblicos o, a lo sumo, solo citas de las Escrituras
deberían cantarse en la iglesia. Se han planteado preguntas
sobre los coros, la música especial, los directores de canto,
los líderes de adoración, las bandas musicales de
adoración, los equipos de música y muchas otras
cuestiones. No quiero ser polémico, pero tampoco puedo
abordar este tema e ignorar todas estas cuestiones.
Es mi intención considerar el tema del canto en la
adoración corporativa de la iglesia bajo tres encabezados:
I. Su precedente
II. Su propósito
III. Su práctica
I. Su precedente
En este asunto es importante comenzar por el principio. La
primera cuestión tiene que ver con el precedente bíblico o la
justificación para el canto de alabanzas a Dios en la iglesia.
¿Sabían que, en una ocasión, a finales de los años 1600 y
principios de los 1700, hubo una controversia hostil sobre si
la Biblia permitía siquiera el canto en la adoración a Dios?
La hubo, y fue una controversia que tuvo lugar entre
nuestros antepasados bautistas particulares.[127] Por esta
razón es importante establecer un fundamento sólido sobre
este asunto.
Los argumentos a favor del canto de alabanzas a Dios
como parte de la adoración corporativa en la iglesia no son
poco convincentes. Se basan al menos en cinco pasajes de
la Escritura.
Mateo 26:30 es el primer texto: «Y cuando hubieron
cantado el himno, salieron al monte de los Olivos»
{RVR1960}. Este versículo registra que al final de la Pascua
(lo que llamamos «La última cena») y antes de partir del
lugar de su celebración el Señor dirigió a Sus discípulos en
el canto de un himno. No es importante para nuestro
propósito determinar cuál era ese himno. Es importante
darse cuenta de que la palabra «himno» en las Escrituras
siempre se refiere a un canto que tiene contenido religioso,
un canto de alabanza a Dios. Ahora bien, ¿qué tiene esto
que ver con la adoración cristiana? ¡Mucho en todos los
sentidos! Porque, como saben, fue en esta Pascua que el
Señor instituyó lo que llamamos la Mesa del Señor. Más allá
de toda discusión, la Cena del Señor es una parte de la
adoración corporativa en la iglesia. Por lo tanto, al cantar un
himno al final de este tiempo de adoración corporativa con
Sus discípulos, Jesús nos enseña que no hay nada
inapropiado en el canto de himnos en la adoración
corporativa de la iglesia.
1 Corintios 14:15-26 es el segundo pasaje. El versículo
15 dice: «Entonces ¿qué? Oraré con el espíritu, pero
también oraré con el entendimiento; cantaré con el espíritu,
pero también cantaré con el entendimiento». En el versículo
26 se pregunta: «¿Qué hay que hacer, pues, hermanos?
Cuando os reunís, cada cual aporte salmo, enseñanza,
revelación, lenguas o interpretación. Que todo se haga para
edificación».
En nuestro estudio de «Las partes necesarias de la
adoración en la iglesia» hemos recurrido varias veces a 1
Corintios 14. Lo hemos hecho porque contiene una de las
descripciones más extensas de la adoración en la iglesia
que tenemos en nuestro Nuevo Testamento. Cuando nos
dirigimos a este pasaje, no debemos olvidar que contiene
referencias al uso de dones extraordinarios que solo
estuvieron presentes en la iglesia durante los tiempos
apostólicos. Cuando vamos a este pasaje, también
debemos recordar que Pablo se dedica a corregir los
problemas que habían surgido en la adoración de la iglesia
en Corinto. Sin embargo, incluso teniendo en cuenta todo
esto, hay mucho que aprender de este capítulo sobre la
adoración en la iglesia. Algo que aprendemos es que el
canto de alabanzas a Dios era una parte perfectamente
correcta de esa adoración. Creo que esto queda claro en
los versículos 15 y 26:
v. 15: Entonces ¿qué? Oraré con el espíritu, pero también
oraré con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero
también cantaré con el entendimiento.
v. 26: ¿Qué hay que hacer, pues, hermanos? Cuando os
reunís, cada cual aporte salmo, enseñanza, revelación,
lenguas o interpretación. Que todo se haga para edificación.
Por supuesto, estos versículos pueden plantear
preguntas en nuestra mente. Tendremos que volver a pensar
en ellos en este estudio, pero hay dos cosas claras. En
primer lugar, está claro que el canto no es un don
extraordinario que solo estuvo presente en la iglesia durante
los tiempos apostólicos. En segundo lugar, está claro que
Pablo consideraba que el canto de alabanzas a Dios era
perfectamente correcto en la adoración de la iglesia siempre
que todo se hiciera para edificación y de forma ordenada.
Efesios 5:19-20 y Colosenses 3:16-17 son los pasajes
tercero y cuarto. Los trataré juntos:
Efesios 5:19-20: «hablando entre vosotros con salmos, himnos
y cánticos espirituales, cantando y alabando con vuestro
corazón al Señor; dando siempre gracias por todo, en el
nombre de nuestro Señor Jesucristo, a Dios, el Padre».
Colosenses 3:16-17: «La palabra de Cristo viva en vosotros en
abundancia, con toda sabiduría, enseñándoos y
amonestándoos los unos a los otros con salmos, e himnos, y
cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros
corazones a Dios. Y todo lo que hagáis, de palabra o de obra,
hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a
Dios Padre por medio de Él». {BTX2}
Estos pasajes aparecen en secciones de Colosenses y
Efesios llenas de exhortaciones más generales sobre la vida
cristiana. Por tanto, algunos han cuestionado su aplicación
al canto de alabanzas a Dios en la adoración de la iglesia.
¿De qué tipo de canto está hablando Pablo? No puede estar
hablando del canto privado para la propia edificación. El
canto privado no habla a nadie y no puede enseñar o
amonestar a nadie. Todo el punto de este pasaje es cómo
debemos edificar a la iglesia por nuestra acción de gracias
a Dios. Por muy bueno que sea el canto y la acción de
gracias en privado para nuestras propias almas, no puede
ser edificante para otros. Por lo tanto, Pablo no se refiere al
canto privado. La otra alternativa es que los textos se
refieran al canto corporativo en los cultos de la iglesia. Esta
opción satisface todas las exigencias del texto. Estos
pasajes se dirigen a las iglesias y no solo a los individuos.
Ordenan a toda la iglesia que se enseñe y amoneste
mutuamente mediante el canto. Pablo está pensando aquí en
el canto corporativo en la iglesia.
Apocalipsis 5:9-10 es el quinto pasaje:
Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el
libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu
sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua,
pueblo y nación. Y los has hecho un reino y sacerdotes para
nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra.
Este pasaje es una descripción figurada de la adoración
que tiene lugar en la Iglesia reunida alrededor del trono de
Dios en el Cielo. Está claro que el canto de alabanzas a
Dios forma parte de esa adoración. Mi argumento es
simplemente este: Si el canto es una parte de la adoración
de la Iglesia en el Cielo, entonces hay muchas razones para
pensar que es una parte correcta de la adoración a Dios en
la tierra. Piénsenlo de esta manera. El canto era parte de la
adoración en el Antiguo Testamento. Es parte de la
adoración celestial. ¿Podemos entonces argumentar que no
es una parte de la adoración en el Nuevo Pacto? Obsérvese
también la referencia al «cántico nuevo». ¿No debería la
adoración en el Nuevo Pacto cantar un cántico nuevo a
Dios?
De estos pasajes se desprenden dos conclusiones
importantes sobre el lugar del canto en la adoración de la
iglesia:
Estos cinco pasajes proporcionan lo que creo que
es un fundamento firme para la práctica del canto
de alabanzas a Dios en nuestra adoración.
Deberíamos cantar salmos, himnos y cánticos
espirituales no solo en privado, sino también
públicamente en la adoración corporativa de la
iglesia. Esto está claro.
Las pruebas que he citado también muestran que
el Nuevo Testamento no se obsesiona con la
música y el canto en la iglesia, como creo que
hacen muchos en la Iglesia contemporánea. Las
pruebas a favor del canto son relativamente
breves. También observamos que en Hechos
2:42, un pasaje fundamental para entender los
elementos de la adoración en la Iglesia apostólica,
ni siquiera se menciona el canto explícitamente.
La obsesión contemporánea por la música y el
canto apenas parece apropiada a la luz de esta
evidencia.
II. Su propósito
El propósito del canto de alabanzas en la adoración
corporativa de la iglesia es doble: ministrar a los hombres y
alabar a Dios.
B. Alabar a Dios
Ahora bien, los versículos clave en Efesios y Colosenses
enfatizan dos cosas sobre esta alabanza a Dios que deben
poder describirla, si ha de ser genuina y aceptable a Dios.
El canto en la adoración de
la iglesia: Su práctica
La cuestión de la salmodia exclusiva
En el principio, Dios dijo: «Hágase el canto». El acto de la
creación se describe como un momento de canto. Fue
«cuando cantaban juntas las estrellas del alba» (Job 38:7).
Desde entonces, Dios en Su providencia ha dicho:
Produzca la tierra toda clase de cantos y música. Ha dicho:
Háganse canciones de amor, lamentos por los muertos,
baladas por los valientes, y que haya himnos de alabanza
para Mí. También ha ordenado que, así como debe haber
una gran variedad de canciones, también haya una gran
variedad de música. De Su providencia creadora han
surgido toda clase de instrumentos musicales y toda clase
de genios en la música. En el mundo disfrutamos de todo,
desde bandas de música hasta Bach y mucho más. El canto
y la música son dones maravillosos de Dios para que los
disfrutemos.
De hecho, hay una gran libertad cristiana con respecto a
este asunto. Algunos pueden llevar este asunto de su
libertad más allá de lo que es bueno para ellos o para
glorificar a Dios o para edificar a sus hermanos. Sin
embargo, no cabe duda de que existe una gran libertad
cristiana para disfrutar de estos buenos dones de Dios. Los
cristianos pueden disfrutar de conciertos sagrados, del
canto de salmos bíblicos, del talento de grandes músicos, de
cuartetos de música evangélica del sur, de solistas, dúos,
tríos. Todos estos son buenos regalos para ser disfrutados.
Los cristianos también pueden disfrutar de todo tipo de
música secular con discreción. Por supuesto, hay que tener
cuidado de no llenar nuestras mentes con música que nos
contamina. Pero hay un lugar para todo esto en la rica vida
que Dios ha dado a Su pueblo.
Ahora bien, en este libro no estoy tratando la libertad que
tienen los cristianos para disfrutar de los buenos dones de
Dios en sus propias vidas como estimen conveniente. No
hablo aquí de qué tipo de música pueden llevar a sus propias
casas o salas de concierto. Mi preocupación es diferente.
Estamos preguntando qué es lo que Dios ha designado
sobre este asunto para Su propia casa. Hay muchas cosas
que tienen lugar en el mundo de Dios que no tienen lugar en
la casa de Dios. Tenemos una libertad para ordenar
nuestras propias casas que no tenemos en la casa de Dios.
La esencia misma del principio regulador de la iglesia es que
Dios ejerce una regla mucho más particular sobre Su propia
casa que es diferente de Sus reglas para la vida en general.
Esta es la razón por la que Pablo le dijo a Timoteo: «te
escribo para que sepas cómo debe conducirse uno en la
casa de Dios» (1 Tim. 3:15). En el mundo tenemos la
libertad cristiana dentro de los límites de Sus leyes. En la
iglesia tenemos a Dios controlando Su propia adoración.
En este libro, cuando llegué a la parte necesaria de la
adoración que La Confesión Bautista de 1689 describe
como enseñarse y amonestarse unos a otros con salmos,
himnos y cánticos espirituales, mi intención era decir poco
sobre la música que se debe disfrutar fuera de la iglesia.
Podemos hacer lo que queramos en el mundo dentro de los
límites de las leyes de Dios, pero en Su casa Dios condena
el culto voluntario o la religión humana (Col. 2:23). La
pregunta aquí es simplemente esta: ¿Qué ha dicho Dios
sobre el canto de Su alabanza en Su adoración?
Ahora bien, surgen muchas preguntas con relación a
esto, pero la que quiero abordar en este capítulo tiene que
ver con el renovado impulso de la salmodia exclusiva en
algunos círculos reformados. Para responder esta pregunta,
presupongo las respuestas a dos preguntas anteriores. La
primera tiene que ver con el precedente del canto
congregacional en la adoración formal a Dios. Creo que
existe tal precedente sobre la base de pasajes como Mateo
26:30; 1 Corintios 14:15, 26; Efesios 5:18-20; Colosenses
3:16-17; y Apocalipsis 5:9-10. La segunda pregunta, cuya
respuesta presupongo, tiene que ver con el propósito del
canto congregacional. Aquí el Nuevo Testamento deja claro,
y esto puede ser un poco sorprendente, que el propósito de
dicho canto no solo es la alabanza a Dios, ¡sino también
ministrar a los hombres! Esto se enfatiza claramente en al
menos tres de los cinco pasajes que acabamos de citar (1
Cor. 14:26; Efe. 5:18-20; y Col. 3:16-17).
Pero, presuponiendo estas cosas, debo llegar a mi tercer
punto con respecto al canto congregacional...
III. Su práctica
Bajo este encabezado, abordo la primera pregunta
relacionada con la práctica del canto.
El canto en la adoración de
la iglesia: Su práctica
Instrumentos, bandas y coros
(¡Ay, Dios mío!)
En este capítulo seguimos examinando el tercer punto sobre
el canto en la adoración de la iglesia...
III. La práctica del canto de alabanzas
Bajo este mismo encabezado solo respondí en el capítulo
anterior la primera de varias preguntas, que fue:
A. ¿Exige el principio regulador de la adoración la
salmodia exclusiva?
En este capítulo me propongo responder varias preguntas
más sobre el canto en la iglesia:
B. ¿Quién debería cantar en la adoración
corporativa de la iglesia?
C. ¿Debería haber un líder de canto?
D. ¿Puede haber acompañamiento musical?
E. ¿Es importante la calidad de nuestra música?
B. ¿Quién debería cantar en la adoración
corporativa de la iglesia?
El Nuevo Testamento exige por mandato y ejemplo que se
canten las alabanzas a Dios en la iglesia. Por lo tanto, es
natural y necesario preguntar: ¿Quién debería cantar esta
alabanza? ¿Quiénes son los receptores de este mandato?
La respuesta bíblica a esta pregunta es que es la
congregación en su conjunto la que se le ordena cantar las
alabanzas a Dios. En otras palabras, la Biblia da prioridad al
canto congregacional. Como prueba de lo que estoy
diciendo, permítanme pedirles que consideren cuatro cosas:
(L .
24:50)
Capítulo 19
Conclusión
¿Puedo terminar este capítulo pidiendo una reforma en este
tema? No sé por qué la pronunciación de la bendición sobre
la congregación ha desaparecido de la práctica de muchas
iglesias evangélicas e incluso de la práctica de muchas
iglesias bautistas reformadas. Tal vez sea una reacción
excesiva al ceremonialismo litúrgico del catolicismo romano
y otras iglesias similares. Quizá sea la influencia paulatina
de la inclinación de nuestra cultura por la informalidad.
Cualquiera que sea la causa, ¡es hora de volver a la práctica
de dejar que la última palabra para el pueblo de Dios en la
adoración sea la bendición!
P 2.2.8: L
L
C
S (H . 2:41; 1 C . 11:17
. .)
Capítulo 20
II. El bautismo
Entonces, la Cena del Señor es categóricamente una
ordenanza corporativa o de la iglesia reunida. Pero aquí hay
algo extraño. No hay ningún ejemplo claro de que el
bautismo se practicara en el contexto de la iglesia reunida
en el Nuevo Testamento.
Esto me lleva a decir que hay al menos una clara
diferencia entre la Cena del Señor y el bautismo. La Cena
del Señor es una ordenanza que se centra en la iglesia
como un todo. Como hemos visto, parte de su significado
central y simbólico es enfatizar la unidad de la iglesia (1 Cor.
10:16-17). Por esta y otras consideraciones similares,
acabo de argumentar que no debemos celebrar la Cena del
Señor en privado. En su significado simbólico, el bautismo
se centra claramente en el individuo. La Cena del Señor se
toma en común. Las personas son bautizadas
individualmente o una a la vez, aunque muchas sean
bautizadas en la misma ocasión. Se centra principalmente
en la relación personal del creyente con Cristo. Quizá el
ejemplo más claro de esto sea el caso del bautismo del
eunuco etíope, quien fue bautizado por Felipe en el desierto
aparentemente solo (Hch. 8:26-40). Otro ejemplo claro de
esto es el bautismo del carcelero de Filipos en medio de la
noche en su casa (Hch. 16:31-34).
Mi opinión es la siguiente: El bautismo es como la
oración, el canto y la predicación de la Palabra. Puede ser
practicado correctamente tanto en contextos informales
fuera de la iglesia como en las reuniones formales de la
iglesia. Por supuesto, lo que hay que probar aquí es que es
correcto practicar el bautismo en una reunión formal de la
iglesia. Me parece que hay dos argumentos principales para
probarlo:
En primer lugar, el bautismo es una ordenanza
dada a la iglesia visible (Mat. 28:18-20).
La Gran Comisión no fue dada a los cristianos
individualmente. Fue dada a los apóstoles de Cristo como
las piedras fundamentales de la iglesia de Cristo. En cada
uno de los lugares donde se registra en el Nuevo
Testamento (Mat. 28:18-20; Luc. 24:45-49; Jua. 20:20-21;
Hch. 1:5-8) se da a los apóstoles de Cristo y por medio de
ellos a la iglesia visible organizada. Por eso el bautismo solo
debe ser administrado por un pastor o un representante
autorizado de una iglesia local.
Obviamente, es correcto que tal ordenanza se practique
en una reunión de la iglesia visible. El bautismo es
literalmente la ordenanza por la cual alguien es añadido a la
iglesia visible a la cual se le da la Gran Comisión. Esto
queda claro en un segundo pasaje.
En segundo lugar, el bautismo es la ordenanza
por la que los hombres son añadidos a la iglesia
visible (Hch. 2:41).
Por favor, vean una vez más Hechos 2:41-42:
41Entonces los que habían recibido su palabra fueron
bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil almas. 42Y
se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los
apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración.
Aunque la palabra «iglesia» no se utiliza en los mejores
textos de Hechos 2:41, está implícita directamente. ¡Se
«añadieron»! ¿Se añadieron a qué? ¡A la iglesia, por
supuesto! Por lo tanto, el bautismo es la ordenanza visible
por la que los hombres son añadidos a la iglesia visible y
local. Observen también el versículo 42. Habla de los
diversos elementos de la adoración en la Iglesia apostólica
al decir que se dedicaban continuamente a estos; lo cual
sugiere que después de ser bautizados (una parte de la
adoración), se dedicaban continuamente a las otras partes
de la adoración mencionadas en el versículo 42.
Independientemente de cuál fuera el caso, si el bautismo es
la ordenanza por la que los hombres son añadidos a la
iglesia visible, obviamente parece apropiado que dicha
ordenanza sea practicada en una reunión de la iglesia
visible. Todo esto concuerda con La Segunda Confesión
Bautista de Londres y es confirmado por esta. Observen
especialmente las frases que he puesto en cursiva en su
capítulo 28, párrafos 1 y 2:
28.1 El bautismo y la Cena del Señor son ordenanzas que han
sido instituidas positiva y soberanamente; establecidas por el
Señor Jesús, el único Legislador, para que [sean observadas
continuamente] en Su [iglesia] hasta el fin del mundo.
28.2 Estas santas instituciones deben ser administradas solo
por aquellos que estén cualificados para ello y sean llamados
a administrarlas, conforme a la comisión de Cristo.
Antes de llegar a un par de lecciones generales y
conclusivas de este capítulo, permítanme recordarles un par
de lecciones prácticas que aprendemos sobre el bautismo
como parte de la adoración formal.
(1) En primer lugar, recuerden que el bautismo simboliza
el recibimiento de Cristo personalmente en Sus beneficios
salvadores. El bautismo simboliza ser lavado de los pecados
por la sangre de Cristo (Hch. 22:16). Simboliza estar unido a
Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección (Rom. 6:1-4),
esos grandes acontecimientos por los cuales Él compró y
aseguró nuestra salvación. Esta es la importancia de la
ordenanza del bautismo. Es el recibimiento visible y
simbólico de Cristo y Su salvación.
(2) En segundo lugar, por tanto, la naturaleza personal del
bautismo enseña que Cristo debe ser recibido personal e
individualmente. Vimos en los casos del eunuco etíope y el
carcelero de Filipos que el bautismo era tan personal que
podía tener lugar en el desierto o en medio de la noche. Esto
nos da una verdad equilibrada con respecto a la que vimos
en el tratamiento de la Cena del Señor. Allí dije que la
salvación no es personal en el sentido de que no es privada.
Ahora debo decir que del bautismo aprendemos que la
salvación no es tan pública y corporativa y eclesiástica que
no sea también personal. No solo debemos ser salvos en
compañía de la iglesia y la ordenanza de la Cena del Señor;
debemos ser salvos personal e individualmente. El bautismo
es claramente personal y dice que su salvación debe ser
personal e individual.
Pero antes de concluir este capítulo hay que destacar un
par de lecciones generales del tratamiento de los
sacramentos. En primer lugar, permítanme resumir lo que
hemos visto en este capítulo. Tanto la Cena del Señor como
el bautismo pueden ser partes de la adoración evangélica
corporativa de la iglesia. La Cena del Señor debe ser parte
de esa adoración frecuentemente. El bautismo puede ser
parte de esa adoración ocasionalmente. De esto
aprendemos dos cosas.
En primer lugar, el cristianismo no es una religión
meramente espiritual. Tiene ordenanzas visibles con
símbolos físicos que deben ser practicados en la iglesia
visible. Tengan cuidado con las versiones del cristianismo
que minimizan la participación en las ordenanzas visibles
con la iglesia visible hasta el punto de considerarlas sin
importancia e insignificantes. El cristianismo sin iglesia no es
un cristianismo bíblico.
En segundo lugar, el cristianismo genuino está
relacionado estrechamente con el recibimiento de estas
ordenanzas visibles. La conversión al cristianismo está
relacionada estrechamente con el bautismo. Está claro que
el bautismo no es solo para dar testimonio al mundo o a la
iglesia. El eunuco etíope fue bautizado en el desierto,
probablemente con solo algunos espectadores. El carcelero
de Filipos fue bautizado en medio de la noche con los
miembros creyentes de su familia. Esto no quiere decir que
no se pueda ser salvo sin el bautismo. Lo que sí quiere decir
es que pretender ser cristiano y rechazar el bautismo
suscita las más serias dudas sobre el verdadero estado del
alma. Ser cristiano también está relacionado estrechamente
con la participación continua en la Cena del Señor con la
iglesia local. Vivir incumpliendo esta ordenanza es una
violación directa del mandamiento de Cristo y, una vez más,
suscita las más serias preocupaciones sobre el bienestar
del alma.
P 2.2.9: L
L
(M . 18:17)
Capítulo 21
Decir el amén
Existe un precedente bíblico para decir el amén durante la
adoración formal. Como vimos en el capítulo 15, hay un
apoyo claro e incluso enorme en la Biblia para esto. Aunque
algunos pueden pensar que es un poco extraño, creo que
podemos afirmar que decir el amén es una parte necesaria
de la adoración.
Utilizando las mismas categorías confesionales, pasamos
ahora a examinar los aplausos y el levantar las manos. ¿Son
acaso también partes necesarias de la adoración? ¿O son
circunstancias permitidas de la adoración? ¿O acaso son
realmente una violación del principio regulador y no son ni
una parte necesaria ni una circunstancia permitida de la
adoración?
Ahora bien, los temas de aplaudir y levantar las manos en
la adoración provocan profundas reacciones viscerales.
Algunos ven esas cosas como la señal de que una iglesia
está viva realmente. Otros quieren huir horrorizados de
cualquier lugar en el que se permitan esas cosas. Lo que
rara vez ocurre es que el defensor de la adoración
contemporánea o el defensor de la adoración tradicional se
pregunten realmente si aplaudir o levantar las manos en la
adoración tiene alguna base o precedente bíblico.
Aplaudir en la adoración
Veamos qué dice la Biblia sobre los aplausos en la
adoración.
I. Sus diversos significados en la Biblia
Los aplausos tienen una variedad de usos y significados en
la Biblia. Permítanme revisar rápidamente los pasajes en los
que se menciona para que puedan verlos. Estos son los 12
pasajes donde se mencionan los aplausos; ¡aquí están
todos! [157]
2 Reyes 11:12: «Sacó luego al hijo del rey, le puso
la corona, le dio el testimonio, y lo proclamó rey, y
lo ungieron, y aplaudieron gritando: ¡Viva el rey!»
{BTX4}. Literalmente, el texto dice que estas
personas «batieron palmas». Es evidente que
este aplauso era la expresión de gozo.
Job 27:23: «Batirán palmas por su ruina, y desde
su propio lugar le silbarán». Literalmente, el texto
dice que los hombres «batirán sus manos». El
contexto sugiere que el significado de esto es un
fuerte escarnio.
Job 34:37: «Porque a su pecado añade la
rebelión; aplaude en medio de nosotros y
multiplica sus palabras contra Dios» {RVA2015}.
Literalmente el texto hebreo significa aplaudir o
dar palmadas. El contexto sugiere que esto
expresa ira contra Dios.
Salmo 47:1: «¡Pueblos todos, aplaudan! ¡Aclamen
a Dios con voz de júbilo!» {RVA2015}.
Literalmente, el texto llama a las personas a batir
sus manos. El contexto sugiere que este aplauso
expresa gozo y alabanza a Dios.
Salmo 98:8: «Aplaudan los ríos; regocíjense todos
los montes» {RVA2015}. Literalmente, el Salmo
dice que los ríos aplauden. El contexto sugiere
gozo y alabanza a Dios.
Isaías 55:12: «Ciertamente, con alegría saldrán y
en paz se irán. Los montes y las colinas
irrumpirán en cánticos delante de ustedes, y todos
los árboles del campo aplaudirán» {RVA2015}.
Literalmente, el texto hebreo habla de batir las
manos o aplaudir. El contexto sugiere que los
aplausos expresan alegría y alabanza.
Lamentaciones 2:15: «Aplaudían contra ti todos
los que pasaban por el camino. Silbaban y
sacudían su cabeza ante la hija de Jerusalén,
diciendo: “¿Es esta la ciudad de la cual decían
que era perfecta en hermosura, el gozo de toda la
tierra?”» {RVA2015}. Literalmente, el texto hebreo
dice que daban palmadas o aplaudían. El contexto
sugiere que las palmadas expresan escarnio.
Ezequiel 6:11: «Así dice el Señor D : «Bate tus
manos, golpea con tu pie, y di: “¡Ay!, a causa de
todas las graves abominaciones de la casa de
Israel, que a espada, de hambre y de pestilencia
caerán”». Literalmente, el texto hebreo dice: «da
palmadas». El contexto sugiere que se trata de
una expresión de tristeza y dolor.
Ezequiel 21:14: «Tú, pues, hijo de hombre,
profetiza y bate palmas; sea la espada duplicada y
triplicada, la espada para los muertos. Es la
espada de la gran víctima, que los tiene
rodeados». Literalmente, el texto hebreo dice:
«golpea la palma de tu mano». El contexto sugiere
que se trata de una expresión de tristeza y dolor.
Ezequiel 21:17: «También yo batiré palmas, y
aplacaré mi furor. Yo, el S , he hablado».
Literalmente, el texto hebreo dice: «golpearé una
mano contra la otra». El contexto sugiere que se
trata de una expresión de ira.
Ezequiel 25:6-7: «Porque así dice el Señor D :
“Por haber batido palmas y golpeado con tus pies,
por haberte alegrado con todo el escarnio de tu
alma contra la tierra de Israel…». Literalmente, el
texto hebreo dice por haber aplaudido. El contexto
sugiere regocijo o alegría o triunfo burlón como el
significado de este aplauso.
Nahum 3:19: «No hay medicina para tu quebranto;
tu llaga es incurable. Todos los que oyen de tu
fama aplaudirán a causa de ti, porque ¿sobre
quién no ha pasado de continuo tu maldad?»
{RVA2015}. Literalmente dice en hebreo: «batirán
las manos». El contexto sugiere regocijo o alegría
o triunfo burlón.
Estas diversas referencias a los aplausos en la Biblia
muestran que se trata de una expresión física de una fuerte
emoción con referencia a algo o alguien. Como tal, se
podría suponer que, al menos en algunas culturas, podría
expresar de manera apropiada y natural las fuertes
emociones asociadas con la adoración a Dios. Entonces,
esto plantea directamente la cuestión de...
A. El hecho indiscutible
¿Existe alguna evidencia de que alguien haya aplaudido
alguna vez en el contexto de la adoración formal a Dios en el
Antiguo o en el Nuevo Testamento? La respuesta sencilla a
esta pregunta es ¡no! No se menciona con respecto a la
adoración en el Nuevo Testamento simplemente porque no
hay ninguna referencia a los aplausos en el Nuevo
Testamento. Tampoco se menciona con respecto a la
adoración en el Antiguo Testamento. Ninguno de los 12
textos que hemos visto habla de un contexto de adoración
formal. Estos son los hechos del caso, ¡y los hechos no se
discuten!
B. El texto debatible
A veces se presenta un texto en defensa de los aplausos en
la adoración. Se trata de Salmos 47:1: «¡Pueblos todos,
aplaudan! ¡Aclamen a Dios con voz de júbilo!» {RVA2015}.
Este texto se presenta como prueba para aplaudir en la
adoración. ¿Qué debemos pensar al respecto?
No es un llamado específico a que las naciones aplaudan
en el contexto de la adoración formal. Se trata de un llamado
general (escrito poéticamente) para que todas las naciones
alaben a Dios.
Este llamado, si se insta como un mandato a aplaudir en
la adoración, prueba demasiado. ¿Por qué? Si este texto
obliga a los cristianos a aplaudir en la adoración en el Nuevo
Pacto, entonces no aplaudir es pecado. Es una violación del
claro mandato de Dios para la adoración en el Nuevo Pacto.
Los defensores del aplauso con los que estoy familiarizado,
aunque desean argumentar a favor de los aplausos como
casi un deber, no están dispuestos a decir que los cristianos
están en pecado por no aplaudir en la adoración.
Este mandato no fue implementado en la adoración formal
en el Antiguo Pacto. No hay ningún registro o ejemplo de
aplausos en la adoración formal en el Antiguo Testamento.
Este mandato, si es que lo es, hasta donde tenemos
constancia, nunca se practicó en la adoración del Nuevo
Pacto. No hay ninguna mención de que se aplaudiera en el
Nuevo Testamento.
Salmos 47:1 es un llamado expresado poéticamente a
que todo el mundo alabe a Dios. El aplauso mencionado es
simplemente una forma vívida y poética de expresar el
llamado a esa alabanza. No debemos centrarnos demasiado
en los aplausos en un versículo que tiene como punto
principal un llamado a la alabanza universal a Dios.
Se menciona el aplauso simplemente porque es una
forma en que los seres humanos expresan a veces la fuerte
emoción de la alegría. A lo sumo, este texto, junto con los
otros que hemos visto, sugiere que los aplausos pueden
permitirse a veces como una circunstancia natural y
espontánea del gozo que debe caracterizar nuestra
adoración a Dios.
La adoración dialógica:
La importancia de la participación
en la adoración evangélica (1 Cor.
14:25)
Estoy preocupado. Me preocupa que los cristianos
reformados no reaccionen ante todo el fuego desenfrenado
y lo raro de la vida eclesial contemporánea. También me
preocupa que no reaccionemos a un tipo de adoración muy
pasivo, silencioso y reservado. Para tratar este problema o
preocupación consideraremos 1 Corintios 14:23-26
prestando especial atención al versículo 25 (que he
enfatizado con cursivas):
23Por tanto, si toda la iglesia se reúne y todos hablan en
lenguas, y entran algunos sin ese don o son incrédulos, ¿no
dirán que estáis locos? 24Pero si todos profetizan, y entra un
incrédulo, o uno sin ese don, por todos será convencido, por
todos será juzgado; 25los secretos de su corazón quedarán al
descubierto, y él se postrará y adorará a Dios, declarando
que en verdad Dios está entre vosotros. 26¿Qué hay que
hacer, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada cual aporte
salmo, enseñanza, revelación, lenguas o interpretación. Que
todo se haga para edificación.
Introducción
Antes de pasar a la exposición de este pasaje, hay varias
cosas que deben ser notadas con respecto al mismo, a
modo de introducción.
Culto PM
Bienvenida y anuncios antes del comienzo
de la adoración formal
Invocación:
Himno
Lectura consecutiva de las Escrituras
del Antiguo Testamento
Predicación:
Himno
Cena del Señor:
Oración corporativa:
Bendición pronunciada sobre la congregación:
Permítanme hacer una serie de comentarios explicativos
sobre el orden de estos cultos.
En primer lugar, el orden de los cultos anteriormente
mencionados suele ser dirigido por varios pastores o
estudiantes del ministerio.
En segundo lugar, la bienvenida y los anuncios se
distinguen de la adoración, que comienza con la invocación.
En tercer lugar, obsérvese que la adoración matutina y
nocturna propiamente dicha están delimitadas por una
oración de invocación y una bendición pronunciada sobre la
congregación. Creemos que esto proporciona un claro punto
inicial y final del tiempo en que nos reunimos gobernados
explícitamente por el principio regulador.
En cuarto lugar, en nuestra adoración matutina seguimos
el siguiente orden para nuestra oración pública: adoración,
confesión, acción de gracias y súplica. En otros tiempos
dividíamos nuestra oración de acción de gracias de la
oración de súplica, y asociábamos la oración de acción de
gracias con las ofrendas. Sin embargo, ahora combinamos
la oración de acción de gracias con la oración de súplica. La
experiencia demostró que separar la acción de gracias de la
súplica en la oración era difícil. Tener cuatro oraciones
separadas antes de la predicación también parecía
engorroso.
En quinto lugar, permítanme hacer comentarios sobre
nuestro canto. En nuestra adoración matutina y nocturna
cantamos un total de seis veces como iglesia. Cantamos la
{trad. no oficial} Edición bautista de «El himnario de la
Trinidad»[162], el {trad. no oficial} Salterio de la Trinidad[163], y
a menudo incluimos en el boletín (el cual contiene un
esquema del orden de nuestro culto) himnos tradicionales o
contemporáneos y canciones evangélicas que no están en
la {trad. no oficial} Edición bautista de «El himnario de la
Trinidad» ni en el {trad. no oficial} Salterio de la Trinidad.
Nuestra iglesia tiene una composición bastante ecléctica en
lo que respecta a las preferencias musicales.
Aunque insistimos en cantar solo lo que es ricamente
bíblico y centrado en Dios, a menudo incluimos himnos
contemporáneos y canciones evangélicas. De nuestros seis
o siete cánticos no sería raro que cantáramos una selección
del {trad. no oficial} Salterio de la Trinidad, tres de la {trad.
no oficial} Edición bautista de «El himnario de la Trinidad»,
un himno evangélico tradicional que no esté en estos dos
himnarios, y dos canciones o himnos evangélicos
contemporáneos. Siempre estamos atentos a las melodías
contemporáneas que actualizan la música más antigua de
algunos de los maravillosos himnos reformados de la {trad.
no oficial} Edición bautista de «El himnario de la Trinidad.
Por la mañana, nuestra primera selección es a menudo y
en especial un himno centrado en la alabanza a Dios, y se
relaciona así con la oración de invocación y adoración.
Nuestra segunda selección en la mañana se relaciona con
la oración de confesión y el recibimiento del perdón. Por
esto, con frecuencia se centra especialmente en la obra de
Cristo. El tercer himno puede centrarse en la preparación
para escuchar la Palabra. El cuarto himno que sigue al
ministerio de la Palabra de Dios es un himno de respuesta
en el que intentamos retomar los temas del mensaje y
cantarlos. Un peligro para nosotros, ya que tendemos a
cantar todas las estrofas del himnario, es desgastar
nuestras voces con demasiado canto. Por lo tanto, tratamos
de evitar cantar demasiadas estrofas, incluso de himnos
gloriosos, que requieren forzar mucho la voz. También
podríamos asegurarnos de cantar una canción evangélica
más breve o más fácil si tenemos que cantar uno de los
himnos más largos.
En sexto lugar, esperamos lograr un sabio equilibrio en
nuestra lectura consecutiva de las Escrituras. Normalmente
leemos de 10 a 30 versículos. En la adoración matutina
leemos el Nuevo Testamento y en la adoración nocturna
leemos el Antiguo Testamento. Pedimos que todos los
comentarios sobre la lectura de las Escrituras se hagan
antes de la lectura propiamente dicha, porque queremos que
nuestra congregación responda directa y verbalmente con
un «amén» u otra expresión de agradecimiento por la
Palabra de Dios.
En séptimo lugar, obsérvese que nuestra adoración
nocturna no es una copia de nuestra adoración matutina. A
menudo el argumento contra la adoración nocturna es que
es simplemente una repetición de la adoración matutina.
Incluso si eso fuera cierto, ¿sería algo malo? Pero el hecho
es que la iglesia tiene tantas cosas que hacer como iglesia,
que la adoración nocturna puede y debería tener un carácter
distintivo. Por un lado, y lo he insinuado en este volumen,
debería tener un enfoque familiar y eclesial más íntimo. Por
supuesto, no estoy diciendo que cualquier culto de la iglesia
deba ser estructurado para complacer al no creyente. Más
bien, lo que quiero decir aquí es que el culto nocturno puede
centrarse en el ministerio que se enfoca más en el interior
del propio cuerpo de la iglesia. Es un mejor lugar para
celebrar la Mesa del Señor y no presenta los desafíos de
«cercar» la Cena del Señor que existen cuando hay más
visitantes en la adoración matutina. Es un mejor lugar para
tener un tiempo de oración formal y corporativa y compartir
las peticiones de oración personales, eclesiales y de las
misiones que preocupan a la familia de la iglesia. La
predicación debe ser más breve, si se quiere asignar tiempo
para que se cumplan estos objetivos. Por consiguiente,
nuestra predicación matutina es más bien del orden de 45-
50 minutos, y la predicación nocturna, de 35 minutos. El
tema de la predicación nocturna también puede tratar
cuestiones de interés específico para las necesidades del
cuerpo de la iglesia.
En octavo lugar, he proporcionado los límites de tiempo
para nuestra adoración nocturna. Pretendo mostrar que es
posible tener la predicación, la Mesa del Señor y un buen
tiempo de oración corporativa dentro del espacio de
aproximadamente una hora y media, lo cual creemos que es
un buen límite de tiempo para nuestros cultos.
En noveno lugar, lo que he presentado anteriormente es
nuestra adoración nocturna ordinaria. Es importante
mencionar que la adoración nocturna puede ser, y a menudo
es, organizada para satisfacer diferentes circunstancias y
necesidades que surgen en la vida de la iglesia. Celebramos
nuestras reuniones de asuntos de la iglesia junto con la
adoración nocturna. Tenemos dos reuniones de asuntos de
la iglesia semestrales obligatorias. También celebramos
reuniones para escuchar el testimonio de nuevos miembros
y recibirlos a la membresía. Además, podemos recibir
informes de los misioneros en nuestra adoración nocturna.
Por último, nuestros bautismos se celebran normalmente en
nuestra adoración nocturna.
En décimo lugar, de todo esto se desprende nuestra
opinión sobre la frecuencia de la Mesa del Señor. Nuestra
convicción es que la Cena del Señor debería celebrarse con
frecuencia, y normalmente se celebrará 3 o 4 veces al mes.
Sin embargo, no estamos tan convencidos de la necesidad
de una celebración semanal que no pueda saltarse
ocasionalmente una semana para dar tiempo a otras
prioridades bíblicas en la adoración.
En undécimo lugar, a veces la adoración nocturna puede
ser dedicada (o es necesario dedicarla) en mayor medida a
un tiempo de oración corporativa. Creo que una ocasión así
surgió recientemente en nuestra vida como iglesia. Abrevié
mi predicación para proporcionar un período más largo para
la oración.
En duodécimo lugar, a lo largo de este apéndice he
hablado de nuestra adoración nocturna. Sin embargo, es
perfectamente legítimo trasladar todo esto a la tarde y hablar
de adoración vespertina. Para algunas iglesias, la adoración
vespertina regular puede ajustarse mejor a sus
circunstancias. Es bueno para la iglesia comer juntos. A
nosotros nos ha parecido muy agradable tener
ocasionalmente un almuerzo de comunión después de
nuestra adoración matutina. Después comenzamos nuestra
adoración vespertina alrededor de la 1:30 p. m. y concluimos
alrededor de las 3:00 p. m.
O L S
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