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Cristo crucificado Señor de la historia

(Sobre la cristología de Puebla)


Pbro Dr. Miguel Antonio Barriola
No se llega a Cristo si no es por la Iglesia
La moderna exégesis crítica, junto con invalorables avances, más allá de un abordaje
ingenuo del texto bíblico, ha traído también consigo un considerable oscurecimiento, que
desalienta la utilización saludable de la Palabra de Dios.
Una de las consecuencias más patente ha sido la atomización corrosiva del hecho
salvífico e infinidad de niveles y una jungla de hipótesis, que, inadvertidamente y sin otro
fundamento que las aplomadas afirmaciones de los comentaristas, pasa a ser plataforma
indiscutida donde se asentarán a su vez construcciones posteriores.
Sucede entonces que la visión unitaria del plan de Dios en Cristo, predicada por la
Iglesia, es sustituida por "relecturas del Evangelio, resultado de especulaciones teóricas
mas bien que de auténtica meditación de la Palabra de Dios y de un verdadero
compromiso evangélico. Ellas causan confusión, al apartarse de los criterios centrales de
la fe de la Iglesia y se cae en la temeridad de comunicarlas, a manera de catequesis, a las
comunidades cristianas" 1.
Es frecuente que nos veamos enredados en cuestiones por el estilo: ¿Quién habrá sido el
autor de tal o cual lógion, Jesús o la comunidad primitiva? ¿Provendrá esta perícopa de
las formas kerigmáticas tradicionales o del redactor final? ¿No está todo
irreversiblemente contaminado por la "fe pascual", de modo que no era ya posible
atravesar la barrera que nos separa del Cristo histórico? ¿Los evangelios de la infancia
serán otra cosa que theologoúmena de Mateo y de Lucas, sin que interese mayormente su
relación con la historia, la cual, por otra parte, es proclamada como el distintivo
específico del judeocristianismo?. Siendo la historia tan fundamental y, a la vez,
interponiendo tantas cortinas de humo entre ellas y nuestros textos, ¿no estamos
serruchándonos la rama en que nos asentamos? Y Juan…¿podrá ser utilizado seriamente
como elemento válido de acceso a Jesucristo? ¿No constituye, más bien, el punto de
arranque de la futura "helenización" del cristianismo, los pródromos del gnosticismo?.
Por todos lados se levantan sospechas, se practica vivisecciones de obras, sometiéndolas
a una colosal electrólisis hermenéutica.
No se deja de reconocer los aportes valiosísimos y luminosos que el trabajo exegético
actual ha ido acumulando pacientemente. Pero, no menos forzoso es confesar el
sentimiento de muchos frentes (no sólo de la pastoral), que intuye excesos de análisis con
pocos esfuerzos de síntesis.
Ahora bien, hay un hecho, que vemos poco investigado en las publicaciones teológicas de
hoy día: consiste en que la Iglesia vio indudablemente una unidad profunda (hecho del
"canon") detrás de las formas de tradición, de los "redactores" distintos y de las diversas
acentuaciones teológicas que corren a lo largo y ancho del N.T.( para no hablar del
Antiguo).
A tal imagen unitaria no pueden sustraerse ni siquiera los más afilados bisturíes de la
crítica. Sirva de ejemplo M. Kâhler, que confiesa: "Todas las descripciones bíblicas
producen la irresistible impresión de las más completa realidad. Uno puede aventurarse a
predecir de qué manera Jesús habría actuado en tal o cual situación, en realidad hasta lo
que habría dicho. Por lo tanto, nosotros podemos entrar en conversación con este Jesús, y
no necesitamos para este propósito otra cosa que la presentación bíblica. Su figura tan
llena de vida, tan singularmente más allá del poder de invención, no es la creación
idealizadora de la mente humana; aquí su propio ser se ha dejado su impresión
imperecedera"2.
Esta figura coherente, que se desprende del conjunto del Nuevo Testamento, es la que
siempre ha custodiado la Iglesia, defendiéndola con ahínco singular en los grandes
concilios cristológicos, enfrentando resueltamente todo conato reductor de Cristo y
contando para ello con el apoyo del pueblo sencillo, contra adiestrados y sagaces
eruditios (como por ej. Arrio).
De ahí que la Iglesia, en AL, comience su presentación de Cristo con un acto de
confianza en su propia e insoslayable misión: es imposible llegar a Cristo, si no es a
través de la Iglesia 3.
Por lo mismo, ante el desconcierto de respuestas que hoy se ensayan, así como en
tiempos del mismo Cristo había distintos tanteos para encuadrarlo en esquemas
conocidos, los legítimos pastores reivindican su derecho auténtico de hablar de Cristo,
porque no les dicta su ciencia " la carne o la sangre", sino "el Padre que está en el cielo"
(Mt 16,17) 4.
De entrada, pues, prescindiendo de la selva de opiniones, afirman: "la pregunta
fundamental del Señor: "¿ y vosotros quién decís que soy yo? (Mt 16,15), se dirige
permanentemente al hombre latinoamericano. Hoy como ayer se podrían registrar
diversas respuestas. Quienes somos miembros de la Iglesia, sólo tenemos una, la de
Pedro…"Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16,16"). (" La verdad sobre Cristo",
N° 170).
No se trata, pues, de una cristología "latinoamericana", sino de Jesucristo proclamado por
Pedro, del que se afirma " tanto la divinidad, tal como la profesa la fe de la Iglesia, como
la realidad y la fuerza de su dimensión humana e histórica "5.
Toda cristología, antes de las coloraciones que pueda tomar, al entrar en contacto con las
distintas culturas y situaciones que ha de iluminar, es ante todo, "palestinenses", si es
verdad que se respeta la dimensión histórica de la Encarnación.
Allí mismo radica su escandalosa universalidad: en que Dios" intima ahora a los hombres
que todos en todo lugar se arrepientan, por cuanto ha señalado el día en que va a juzgar al
mundo según la justicia, por medio de un hombre a quien ha destinado, poniendo al
alcance de todos la fe con el hecho de haberle resucitado de entre los muertos" (Hech
17,30-31).
En consecuencia, la auténtica verdad sobre Cristo es eminentemente católica siendo, a la
vez, completamente enraizada en la historia. Pero, no puede de tal manera singularizarse
en algún lugar del globo, que no conserve lazos de unión con el resto de la Iglesia y de
sus pastores, pues, "¿ acaso salió de nosotros la palabra de Dios o llegó sólo a nosotros?"
(Cfr. 1 Cor 14,36), como podríamos parafrasear el apóstrofe con que Pablo sacudía el
particularismo corintio 6.
De ahí que, en la más genuina y sana actitud teológica 7, se tenga también como locus
theologicus importante la fe "del pueblo latinoamericano profundamente religioso", por
más que se esté alerta asimismo para no caer en la ilusión de ignorar la " insuficiente
proclamación del Evangelio y de las carencias de nuestro pueblo en su vida de fe 8.

"Esto no se realiza sin problemas" Los "maestros de la verdad"9


10
, colegialmente reflexionando y enseñando a nuestro continente desde Puebla, se dan cuenta de
que la presentación actual de Cristo ha sido distorsionada, por más que la empresa haya sido
inspirada inicialmente por una auténtica ansia pastoral, ya de no deformar a Cristo, ya de poner
en juego su rostro siempre nuevo, que inspira la legítima aspiración de nuestros pueblos "a una
liberación integral" 11.
Se comprueba la necesidad de clarificar entre los esfuerzos por presentar a Cristo como Señor de
nuestra historia e inspirador de un verdadero cambio social y los intentos por limitarlo al campo
de la conciencia individual"12.
Es que, a una exacerbada privatización existencialista e individual, estilo Bultmann, sucedió una
colectivización de la figura de Cristo, de cuyo evangelio, a toda costa debían surgir líneas
revolucionarias, que hicieran palidecer al propio Mao con el sentimiento de haber llegado tarde
frente a la fuerza agitadora que dormía en las páginas de un libro más antiguo que el "rojo".
Se razonaba más o menos así: si Tomás de Aquino tuvo la osadía de bautizar a Aristóteles, ¿por
qué no hacer la empresa del siglo, cristianizando la fuerza formidable que fermenta el mundo y
en forma especial al continente latinoamericano?. Si el marxismo, es la "forma mentis"
imperante, ¿quién más marxista que el cristiano, que, por vocación, es universal?.
Se olvidó que la universalidad de la Iglesia y su arraigo histórico nunca significó aprobación
indiscriminada de cualquier movimiento que se diera en la historia, por extendido y aceptado que
fuera. La Iglesia se defendió contra el dilagante gnosticismo y el triunfante arrianismo; combatió
todo intento de síntesis con el idealismo alemán y condenó tanto al comunismo como al nacional
socialismo.

3. Señorío de Cristo no a cualquier precio


Esta amenaza de convertir a Cristo en un impulso histórico que sirva para sumar la masa
considerable de cristianos a los movimientos de independencia actuales es la más atrayente y la
más peligrosa, porque puede hacernos caer en la trampa de querer mostrar una vez más "el rostro
siempre nuevo" de Cristo, pero a la manera de sus parientes, que lo instaban: "vete a Judea, para
que también tus discípulos vean esas obras que haces. Porque nadie hace las cosas ocultamente,
si quiere adquirir publicidad. Ya que haces esas cosas, manifiéstate al "mundo"(Jn 7,3-4).
Con exacta profundidad lo había expuesto el P.J. Guillet: "Tentación de comprometerle en sueños
de porvenir terrestre…es la más visible. Constantemente, y hasta las despedidas de la Ascensión,
sus discípulos esperan de Jesús que "restaure el Reino de Israel" (Hech 1,6). Por adictos que
estén a su persona, no pueden, sin embargo, contenerse de atraerle al servicio del porvenir en que
sueñan, de ver en ÉL "al libertador de Israel" (Lc 24,21)".
"A esos sueños Jesucristo rehusa plegarse. Seguirle por la liberación que esperan de Él es preferir
esa liberación, es preferir a Israel, es desconocerle. Jesús quiere ser seguido en la fe. Tal es la
primera tentación de los discípulos; tal es aún hoy la tentación de un cierto número de cristianos.
Por miedo de parecer extraños a su tiempo, de ser descartados del porvenir que ven dibujarse
ante ellos, cediendo a la seducción de sueños humanos de prestigio, se inclinan a no ver en Jesús
sino al profeta del porvenir grandioso, pero terreno, sólo el cual podrá liberar a la humanidad. El
peligro está en que a sus ojos esa humanidad liberada parece tan seductora que se olvidan del
verdadero rostro del liberador" 13.
Jesús es el Señor de la Historia, no porque su mensaje sea acomodaticio a voluntad, sino porque
su palabra y su obra, desde un rincón olvidado del ya caducado imperio romano, tuvo y sigue
manteniendo la inaudita pretensión de ser medida de los siglos, tanto anteriores como posteriores
a Él: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24,35). A veces- advierte D.
Gil, S.J.- se devalúa la enseñanza del Señor, cuando tras leerse el Evangelio, se pregunta una y
otra vez "que hubiera dicho Jesús si hubiera vivido en nuestra época", y a continuación se insinúa
una substitución de la enseñanza de Jesús por otra, aparentemente más actualizada. Subyace a
estos procedimientos un historicismo craso, que niega valor actual a la enseñanza pasada, así sea
la del Hijo de Dios" 14.

Jesucristo, único tesoro de la Iglesia


Esta voluntad de no engañar a nuestros pueblos con el oropel de falsos mesianismos estuvo de
manifiesto en todos los niveles del magisterio ejercido por la Iglesia desde Puebla. Los obispos
proclamaron: "solidarios con los sufrimientos y aspiraciones de nuestro pueblo, sentimos la
urgencia de darle lo que es específico nuestro: el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios.
Sentimos que esta es la verdad de Dios capaz de transformar nuestra realidad personal y social y
de encaminarla hacia la libertad y la fraternidad, hacia la plena manifestación del reino de Dios"
15
.
La Iglesia se da cuenta que tiene un estilo propio en la ayuda al hombre. Ella no es la UNESCO
ni la CEPAL; y, si bien surgen en su seno organizaciones como Cáritas o justitia et pax, etc., que
materialmente pueden confundirse con tantas otras instituciones de promoción humana,
formalmente su aporte no puede ser nivelado en el solo orden temporal. Ella trae "la fuerza de
Dios" y la manifestación "plena", en Cristo, del Reino, que, para quienes lo aceptan en la fe, se
realizan aún más allá de los fracasos que pueda padecer el aparato de ayuda humanitaria.
Con meridiana distinción de estos importantísimos aspectos lo enuncia ya el mensaje a los
Pueblos de América Latina": "Una vez más deseamos declarar que, al tratar los problemas
sociales, económicos y políticos, no lo hacemos como maestros en esta materia, como
científicos, sino en perspectiva pastoral, en calidad de intérpretes de nuestros pueblos,
confidentes de sus anhelos, especialmente de los más humildes, la gran mayoría de la sociedad
latinoamericana. ¿Qué tenemos que ofreceros?. Como Pedro, ante la súplica dirigida por el
paralítico, a las puertas del templo, os decimos, al considerar la magnitud de los desafíos
estructurales de nuestra realidad: " No tenemos oro ni plata para daros, pero os damos lo que
tenemos: en nombre de Jesús de Nazaret, levantaos y andad" (Cfr. Hech 3,6)…Aquí la pobreza
de Pedro se hace riqueza y la riqueza de Pedro se llama Jesús de Nazaret, muerto y resucitado,
siempre presente, por su Espíritu divino (N° 3).
La Iglesia es consciente de los límites de su acción evangelizadora, trazados por sí mismo Cristo.
El no hizo todo lo que su poder taumatúrgico le consentía y renunció explícitamente a ello:
"¿Piensas que no puedo rogar a mi Padre, y pondrá ahora mismo a mi disposición más de doce
legiones de ángeles?"(Mt 26,53). Jesús se rehusó a ser el "gran panadero", que con su sola
bendición seguiría multiplicando los panes; y cuando el gentío lo buscó por eso, "se retiró de
nuevo al monte, él solo (Jn 6,15), reprobando explícitamente después, que lo hubiesen seguido
sólo" porque comieron los panes y se hartaron"(Ibid. ,v.26).
S. Agustín con su habitual penetración, explicó espléndidamente esta actitud de Cristo,
comentando el milagro realizado sobre el paralítico de Bezata: "Si consideramos la obra de
Cristo con corazón estrecho y, como si dijéramos, a la medida en inteligencia humana, no hizo
cosa grande por lo que atañe a su poder e hizo poco por lo que atañe a la bondad. ¡tantos como
allí yacían y sólo uno fue curado, cuando con una palabra podía hacer levantarse a todos! ¿Qué
deducir de ahí, sino que aquel poder y aquella bondad más obraban lo que las almas pudieran
entender para su salud eterna en lo que obraba, que no lo que los cuerpos pudieran ganar para su
salud temporal? Porque la salud verdadera que esperamos del Señor se cumplirá al fin en la
resurrección de los muertos. Lo que entonces vivirá, no morirá; lo que entonces estará sano no
enfermará; lo que entonces estará harto, no tendrá más hambre o sed; lo que entonces se
renovará, no envejecerá. Sin embargo, ante aquellos hechos de Jesucristo, nuestro Señor y
Salvador, los ojos abiertos de los ciegos se volvieron a cerrar por la muerte; los miembros
reforzados de los paralíticos volvieron a desatarse por la muerte, y todo lo que fue
temporalmente sanando en miembros temporales, al fin desfalleció; mas el alma que creyó pasó
a la vida eterna" 16.

5. Cristo liberador con estilo propio


Muchos cristiano de hoy, ante el testimonio de pura cepa evangélica, como el que acabamos de
citar, sienten escalofríos de vergüenza y se preguntan si no es suministrar nuevamente "opio" al
pueblo, anestesiando la preocupación y trabajo urgentísimo que está por hacer, para restablecer la
justicia en" este mundo".
¿Cómo hablar del más allá, cuando el hambre está aquí, ante los ojos?
Lastimosamente, tales reacciones demuestran sólo que nos hemos ido deslizando hacia una
incapacidad de mantener dos ideas juntas en la cabeza, hacia un simplismo que, encandilado con
un problema, por dramático que sea, pierde la visión amplia del conjunto trascendente, sin el
cual, no sólo la revelación sobrenatural, sino la misma razón humana no puede actuar con
coherencia total. Para Cristo, la turba famélica no excluye el "pan de vida eterna" 17. De ahí que
la universalidad de Cristo y su potencial de influjo en la historia no siempre sean coincidentes
con el éxito multitudinario que periódicamente van teniendo los sistemas o movimientos que se
turnan en el tiempo. Jesús manda predicar a todas las gentes y hasta el fin del mundo (cfr. Mt
28,19-20), pero no a cualquier precio; se debe "enseñar guardar", no la primera teoría que se
presente, por popularidades que desencadene, sino "lo que él ordenó, bautizando en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Ibíd).
Jesús no considera mermada la virtualidad de transformación de su mensaje por el hecho de que
"muchos se vuelvan atrás"(Jn 6,66). A Él le basta que haya quienes, uniéndose una vez más a
Pedro, digan: " Tú tienes palabras de vida eterna" (ibid., v 69). Ahí reside la debilidad vigorosa
de Cristo; la Iglesia no puede seguir otro estilo.
Por eso tampoco ella cederá a la tentación de "convertir piedras en pan" (Mt 4,3) y continuará
predicando que " no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios" (Ibid., v.4). Se pregunta muy pertinentemente Y. Congar: "¿Es que acaso voy a predicar o
la Iglesia va a tratar de procurar únicamente lo que los hombres buscan?¿ Acaso la salvación
cristiana será hecha únicamente de aquello de lo cual los hombres quieren ser salvados, de
aquello de lo cual el mundo quiere ser salvo? El mundo quiere ser salvado del hombre, de la
ignorancia, de la enfermedad, de la guerra, del racismo…¡ esto está bien: son cosas buenas! Y
nosotros debemos hacer todo eso, y lo hacemos con muchos hombres no creyentes. Es humano,
es temporal. Pero ¿acaso la Iglesia aporta sólo eso como salvación y, por tanto, como anuncio del
Evangelio, como evangelización? ¿O es que la Iglesia no tiene que anunciar al mundo y procurar
al mundo también una salvación de aquello de lo cual el mundo no puede ser salvado por sí
mismo y aún quizás de aquello de lo cual el mundo no puede ser salvado de la alienación del
egoísmo, del pecado, de la adoración a nuevos ídolos, como son el dinero, Mammon, el sexo, la
gloria, la publicidad, el progreso en sentido materialista, etc. El mundo ignora que tenga que ser
salvado de lo que S. Pablo llama las Potestades o potencias (las dynámeis)…Por lo tanto, la
Iglesia tiene que predicar el Evangelio que asume las causas humanas, liberación que trata de
realizar también en la historia. Pero, más allá, la Iglesia debe contestar al mundo y pregonar que
eso no basta…debe anunciar…la propuesta que Dios nos hace de convertirnos en hijos de Dios
semejantes a Él, imagen suya; debe pregonar la promesa que nos ha hecho Dios de la
resurrección y de la vida absoluta, de la vida eterna; en fin, de una liberación total, precisamente
por Jesucristo, el verdadero Mesías; debe presentar el verdadero mesianismo en el cual se
encuentra la verdad del conocimiento del poder y de la santidad, las cosas que los hombres
buscan" 18.
No tendrá empacho el documento de Puebla en presentir la desilusión que en muchos producirá
esta fundamental postura, que," a primera vista parece una expresión sin la energía necesaria para
enfrentar los graves problemas de nuestra época. Sin embargo, os aseguramos- dicen los obispos
al pueblo latinoamericano -: no existe palabra más fuerte que ella en el diccionario cristiano. Se
confunde con la propia fuerza de Cristo. Si no creemos en el amor, tampoco creemos en Aquel
que dice: "Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he
amado" (Jn 15,12)" 19.
Juan Pablo II, en lúcido análisis de su paso por América Central y México, lo confirma con luz
meridiana. Nadie como Él movió tanta masa de gente, reeditando los encuentros del Señor con el
pueblo; ¿para qué?. Para alimentar un hambre que siente el hombre, más imperiosa que la del
estómago.
Una vez de regreso a Roma, en una de las múltiples oportunidades en que volvió su recuerdo al
primer viaje evangelizador fuera de su sede, expresó con sinceridad impresionante: "¿Acaso
puede esto resolver los múltiples problemas de la vida cotidiana de México y de América Latina,
los problemas a que se refieren varios pasajes de mis discursos, y sobre los que trabajará la
Conferencia en Puebla hasta el 12 del corriente febrero? Ciertamente no.
" Sin embargo, este encuentro grande y múltiple con el pueblo de Dios, su desarrollo y el clima
creado permiten, nos impulsan a contemplar los grandes problemas en un contexto bien preciso:
sobre todo en el contexto de los hombres, de las comunidades que viven la fe y la esperanza, que
aprecian la libertad, que están ávidos de justicia y de paz.
Es necesario, pues, contemplar estos problemas en primer lugar con verdadero amor al hombre
como es.
Todo el encuentro "mexicano" ha demostrado con qué intensidad el hombre de este país- y
ciertamente de todo el continente latinoamericano- cree en este amor traído por Cristo, y con qué
íntima aspiración espera sobre todo ese amor. En él ve la solución principal y más profunda de
sus problemas. Se alegra con la sola esperanza de estas soluciones" 20.
¡Valiente declaración!. Los problemas no están solucionados. Pero en medio de ellos se alza un
vértice al que todo tiende: el hombre tal como es, caracterizado por "creer en el amor traído por
Cristo" y por " esperar sobre todo" en ese amor, que es la solución principal y más profunda de
sus problemas".

6. Cristo no libera al margen de la Cruz


Esta visión teológica entronca con otra audaz declaración de los obispos en Puebla; en ella se
rescata un aspecto que corría peligro de ser sepultado por la insistencia "ortopráctica" de
eficiencia y resultados, para que la acción de Cristo en su Iglesia, en pro de la "liberación", se
volviera creíble y así los cristianos nos viéramos exentos del complejo de inferioridad que nos
creaban los "maestros de la praxis", libres de escrúpulos que paralizarán su acción.
Enseñan los obispos que "Jesús tiene claro que no sólo se trata de liberar a los hombres del
pecado y sus dolorosas consecuencias. Él sabe bien lo que hoy tanto se calla en América Latina:
que se debe liberar el dolor por el dolor, esto es, asumiendo la cruz y convirtiéndola en fuente de
vida pascual" 21.
Esta observación crítica de un olvido grave en las publicaciones teológicas de la última década
puede ser también mal interpretada y tomada como un justificativo anestesiante de situaciones
deprimentes, cohonestadas con la mística de la Cruz.
Pero, el abuso no quita el uso; no es lícito escamotear la densidad propia de la Cruz en el
Evangelio y la vida cristiana, que estará presente en la historia hasta la Parusía. Para que se dé la
redención bastan la fe y el amor. Y es verdad que un amor verdadero, irá siempre acompañado de
penetración, sagacidad y obras consecuentes; pero eso no quiere decir que, si no siempre se
obtienen resultados visibles que se perseguían en este mundo, quedaremos irremediablemente
lejos de la redención liberadora. Atascados todavía en el pecado.
Si no se logra cambiar la situación injusta ¿serán los cristianos unos fracasados? Una situación
histórica, donde imperó el pecado ¿impidió a los cristianos, que en ella sufrieron, la entrada del
Reino? ¿Los cristianos oprimidos por coyunturas de pecado, han vivido una historia que no logró
ser configurada por la justicia divina?
Si la respuesta a estas preguntas fuera afirmativa, deberíamos sacar la monstruosa conclusión que
los apóstoles y los mártires (al no haber conseguido abolir la esclavitud ni la tiranía) fueron
derrotados, evangélicamente hablando.
Hans urs von Balthasar reflexiona al respecto: "Ya que el Espíritu está derramado, tenemos
acceso a la gracia, en la que estamos fundados", y redundará a favor nuestro no sólo la gloria y la
magnificencia futura, sino también su tardar, la tribulación presente serán transfigurados como
por la aurora del futuro, porque de la tribulación nace la paciencia, de ella la prueba, de ella la
esperanza, que no puede engañar, porque el espíritu se derramó como amor en nuestros
corazones. El presente adverso se demuestra, por tanto, productivo para el futuro glorioso sobre
la base de lo que ya ha sido anticipado del porvenir: la base del amor, sin el cual no podría haber
ninguna esperanza, ninguna confirmación en la prueba, ni paciencia".22

7. Posibles configuraciones de la historia.


La situación en que por antonomasia imperó el pecado y reveló la ira del juicio divino fue la
Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Y en ella, en su muerte y resurrección, acontece
indivisiblemente la superación y la transformación de la historia humana.
Ahora bien, la configuración de la historia según el sentido del reinado de Dios, ocurre
definitivamente en la gloria, más allá de la muerte. Como la historia del mismo Jesús: no llegó a
la gloria sino después de la muerte. "¿No era necesario que el Mesías padeciese estas cosas y así
entrase en su gloria?"(Lc 24,26).
La pasión de Jesús nos enseña que una situación de pecado, como su juicio, su cruz y su martirio,
puede ser modificada de dos modos: o bien cambiándola en otra (como pretendió Judas,
devolviendo el dinero de la traición y denunciando la injusticia del proceso), o bien, sufriéndola
hasta el fin, como hizo Jesús.
Es innegable que se ha recurrido al ejemplo de Jesús, entregándose voluntariamente a la pasión,
para inducir a los cristianos a consentir culpablemente en situaciones injustas. Pero en tales
deformaciones del mensaje de la cruz, se ha olvidado que sus destinatarios no son sólo los
miembros de una clase social o los pueblos a los que, por medio de estas "alienaciones místicas"
habría que mantener a raya y "dopados". La cruz es una advertencia universal, dirigida a los
pobres y ricos, desarrollados y subdesarrollados, pues nadie se libra de la precariedad de una
vida erigida al margen de Dios por espléndidos logros que se obtengan en la empresa 23.
Tales verdades están destinadas sobre todo a los ricos atolondrados, que limitan sus previsiones
al horizonte de esta vida, demoliendo sus almacenes, para construir otros más espaciosos,
mientras se dicen: "Alma mía, tienes muchos bienes, repuestos para muchos años; descansa,
come, bebe, date la buena vida" (Lc 12,19).
Se ha de predicar sin desmayo que semejantes cálculos son insensatez: no porque vendrá un
cambio revolucionario de gobierno, que revisará el "statu quo", sino, yendo hasta el fondo de las
cosas, porque "esta misma noche te exigen tu alma; lo que amontonaste ¿de quién será?" (Ibid.
v.21).
La predicación de la cruz, pues, no es resignación para unos y pase libre a las ambiciones de
otros, sino proclamación indiferenciada del destino de todo hombre, que en Jesucristo quiera
salvarse. Si esto se entendiera y practicara, la riqueza de la tierra, reconocida como caduca,
circularía más, pues se vería aligerada del lastre idolátrico que la transforma en fin, en vez del
carácter de medio transitorio que le es propio.

8. ¿Habrá una sola clase de opio?


No hay duda de que un indiscriminado repudio de todo consentimiento con el sufrimiento de
situaciones injustas significa, lisa y llanamente, alejar del horizonte toda posibilidad de asumir la
Cruz de Cristo.
Es, por lo mismo, igualmente entontecedor para el pueblo no advertirle que la ausencia de
sufrimiento está reservada sólo para la "Jerusalén celestial", único estado donde será " enjugada
toda lágrima.. y la muerte no existirá ya más, ni habrá ya más duelo, ni grito ni trabajo"(Apoc
21,4). Esto indica que una liberación integral, cuantitativamente hablando, es imposible en este
mundo.
Pero, a la vez, que es factible anunciar la liberación, no sólo cuando los obreros, injustamente
postergados, consiguen un beneficio sindical, cuando se va el Sha de Persia o es derrocado Idi
Amin; sino también cuando se anuncia a un canceroso (que, humanamente hablando, no tiene
salida) que, si cree en Cristo, está igualmente redimido.
Cuando un cristiano es llevado por el Espíritu a sufrir la opresión de las situaciones de pecado, su
sacrificio no sólo no es inútil para el intento de encaminar este mundo según el designio divino,
sino que puede ser la misteriosa manifestación de su transformación. De modo que el impulso
que la gracia divina imprime a la historia humana puede preguntarse en un doble aspecto: uno de
"reflejo promisorio" del Reino, una especie de aurora del Reinado de Dios (en las victorias que
se van obteniendo, en las invenciones de penicilina, la extensión y el respeto de los derechos del
hombre, etc).
Pero, puede asimismo asumir la forma kenótica (como en Cristo) del siervo oprimido, sujeto a
injusticia y a muerte, que libremente acepta pasar de este mundo al Padre, no mediante las obras
de justicia de los buenos, sino por el servicio criminal de las manos de los mismos pecadores.
Dejando, además, en el inescrutable designio del Padre la forma de la victoria.
Esto no significa dar carta blanca al aprovechador, que, para colmo, pasaría como causante de la
redención con su saña y sus torturas. Con este criterio deberíamos entablar un proceso de
revisión histórica, atribuyendo a Judas el don de nuestra redención. Pero, no en vano, Cristo, el
que pediría perdón por sus propios verdugos (Lc 23,34) pronunció aquellas terribles palabras:
"¡Ay de aquel hombre, por cuyas manos el Hijo del hombre es entregado! .Mejor le fuera a aquel
hombre no haber nacido" (Mt 26,24).
Una vez más: la cruz no es sólo para Jesús y los mártires que lo imitan; es también una
advertencia para el centurión, que dirá su confesión (Mc 15,39) y para las turbas que se "volvían
golpeándose el pecho" (Lc 23,48).
La insistencia en los "signos creíbles", en la necesidad de mostrar realidades consistentemente
visibles y comprobables, que harían brillar la fuerza transformadora de la redención puede
alejarnos de la sabiduría de la cruz. Exigiendo "signos venidos del cielo", para poder competir
con los éxitos materiales de las liberaciones consumistas o marxistas, nos apartamos
peligrosamente de la desolada impotencia del calvario, que, sin embargo, ha salvado al mundo.
Por eso toda la creación, aún quienes en ella tienen las primicias del Espíritu, nunca se verá
eximida de gemir, esperando la adopción de los Hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo
(Rom 8,23). Por medio de nuestro cuerpo, caduco y mortal, estructura primigenia y constitutiva,
base y meta de todas las demás, en el orden temporal, hemos de medir la transitoriedad de todo
esfuerzo que no transfigure la muerte en cruz redentora por el amor de Cristo al Padre y a la
humanidad.
Ni el escandinavo más electrotecnificado, ni el cafre más retrógrado podrán desentenderse de los
"gemidos del espíritu, si es que tienen fe en Cristo. Esa fe es la que, condenando la injusticia
indigente del último, lo posibilita, así y todo, a gustar y gozarse, por más que nunca llegue a
superar la abyección de su condición; porque Dios ya "nos resucitó juntamente con Cristo y nos
hizo sentar con él en el cielo"(Ef 2,6); a la vez que, amenazando esa misma fe la engañosa
opulencia del primero, lo importunará continuamente, aún en sus más prósperas inversiones,
recordándole que no tenemos aquí morada permanente, pues andamos en busca de la futura"
(Heb 13,14).
Hay que matizar, por lo tanto, la manera cómo concretamente puede quedar plasmada la historia,
cuando la gracia domina al pecado. Es posible tanto una forma epifánica (Exodo, milagros de
Jesús, transfiguración), como otra kenótica (Exilio de Babilonia, Job, Tobías, cruz de Cristo,
martirio), que en modo alguno conviene ignorar, ni menos aún contraponer, a modo de
alternativa excluyente; asentando el principio de base que la Epifanía no se obtiene sino a través
de la kénosis, y que aquella no será total más que en la superación del "último de los enemigos,
la muerte" (1 Cor 15,26), cosa que tendrá lugar sólo más allá de la historia.
Claro que a nosotros nos agrada más la Epifanía que la kénosis y nos empeñamos para que
acontezca mas bien la primera que la segunda. Pero no hemos de olvidar que l último toque lo da
siempre Dios. Y bien, siempre le costará al viejo Adán recibir de otro su " ser como Dios", en vez
de arrebatarlo por mano propia. Allí reside el fundamental misterio de la cruz, como nos lo hace
meditar el gran texto de la kénosis de Cristo (Fil 2,5-11). Para el mismo Kyrios la exaltación la
otorga otro: el Padre.
De modo que si Dios Padre ha puesto una cruz sobre los hombros de nuestros pueblos, no
deberíamos sumarnos a los coros de los que gritan :"Elimina tu cruz y entonces creeremos, sal de
ahí y muestra que eres mamado de Dios" (cfr. Mt 26, 40-43) 24.
No hemos de cejar en nuestro empeño de liberar de toda opresión; pero sin caer en la ingenuidad
de fomentar ilusorios mesianismos, echando al olvido que "es necesario que sobrevengan
escándalos"(Mt 18,7) y que, por lo mismo, no podremos librarnos de ellos, ni sanear de tal forma
las "estructuras de pecado" que no quede algún resquicio por donde pueda colarse el misterio de
iniquidad (II Tes 2,7).
Es el eterno enigma de la colaboración de Dios con el hombre: él nos manda trabajar, y duro ("el
que no trabaja que no coma": II Tes 3,10) pero, sabiendo que hay un margen de misterio del que
sólo sus manos providentes disponen. Por ahí viene la cruz, los imprevistos, la posibilidad misma
del pecado. Este es el mundo: bueno, creado por el propio Dios, pero con la potencialidad
tremenda de la rebeldía, a la vez que con la oferta, doblemente engrandecedora para el hombre,
de poder vencerlo en Jesucristo crucificado (aparentemente vencido), más triunfante según la
sabiduría de Dios.
La gloria junto al Padre, pues, es premio no sólo para el que durante su vida convirtió una
situación en otra, cambiando triunfalmente las estructuras pecaminosas; puede ser asimismo la
del que durante su vida se sometió al poder esclavizador de la ley y de las situaciones de pecado
y, precisamente por eso, fue exaltado de la muerte a la gloria.
Lo que sí es de vida o muerte, es discernir bien, cuándo os llama Dios, a una cosa o a otra. Pero
sin caer en la tentación de "salirnos de este mundo" (I Cor 5,9-10),para no contaminarnos con "!
los fornicarios, codiciosos, ladrones o idólatras", huyendo a un islote de cátaros revolucionarios,
que acumulen el mal y la "violencia" detrás de las filas por ellos combatidas, sin percatarse de
que "por el corazón de cada cristiano pasa la línea que divida la parte que tenemos de justos y
pecadores"25.La Iglesia, y cuanto más el mundo, se verán purificados solo en el recuento final,
cuando se separen límpidamente el trigo de la cizaña y los peces buenos de los nocivos (cfr Mt
13, 24-29.36-43.47-50).

9. Rechazando la tentación del poder político26


Las anteriores consideraciones pueden culminar con dos párrafos del documento de Puebla, cada
línea de los cuales merece detenida reflexión. Me dispensaré de citarlos, remitiendo a los Nos.
192-193 de "La verdad sobre Jesucristo".
Se destaca la figura del "siervo de Yahvé", que presenta equivocadamente Jesús en el Evangelio.
Entre sus rasgos salientes se insiste en su rechazo de la "tentación del poder político y todo
recurso a la violencia…camino que no es el de la autoafirmación arrogante de la sabiduría o del
poder del hombre, ni del odio o la violencia (N° 192).
Vemos, en este y otros párrafos del documento, un saludable progreso de clarificación ante la
maraña pseudohermenéutica que, en los últimos años, había "targumizado" a la Biblia, sin
respeto alguno por la objetividad de los textos 27.
Es digno de transcribirse por completo el juicio crítico que formula un advertido exégeta
español, después de haber recorrido la principal literatura "exegético-teológica", tanto europea,
como estadounidense y latinoamericana, respecto a" relecturas" e "hipótesis brillantes quizás,
pero frágiles e inconsistentes"28."factor común a todos ellos es un racionalismo radical, traducido
en la convicción de que el Cristo de los cuatro evangelios es una desfiguración del auténtico
Jesús de Nazaret, el cual, por lo demás, debe ser comprendido sólo a la luz de la esperanza
mesiánico-política del judaísmo contemporáneo y en la línea de la lucha zelota por la liberación
de la opresión romana. Es éste un apriorismo del todo erróneo. Y sólo mantenido por un análisis
arbitario de las fuentes literarias, conducido al filo de una elección frecuentemente caprichosa de
los textos, que puedan ofrecer analogías con el pasado movimiento zelota o con la actual
ideología y práxis marxista. Los textos discordantes vienen cuidadosamente silenciados,
manipuladamente interpretados a la luz de aquéllos o de una ideología (el marxismo) del todo
ajena a los mismos, no frecuentemente sino también eliminados como producto de la fe pascual
de la Comunidad o de la intencionalidad de cada evangelista. La noble intención de encontrar en
el mensaje de Jesús una respuesta a la hioderna problemática de liberación no justifica, en modo
alguno, este procedimiento, científicamente inválido y moralmente ilícito.
"Porque la más elemental norma de exégesis literaria es interpretar una obra -y por tanto el
protagonista de la misma- desde la perspectiva de su autor, no del intérprete…Al Jesús de los
evangelios se lo acepta íntegramente o se lo rechaza en bloque. Una figura intermedia no existe.
O será un Jesús 'reimarizado', 'eislerizado', 'brandonizado', 'belizado'…, cuyo mensaje de
liberación es tan estéril como el de cualquier otro liberador revolucionario. ¡No me interesa! Y
no puede interesar al cristiano que abrigue la convicción de que, contra cuanto piensan hoy -
como F. Belo, G Girardet y otros muchos- numerosos cristianos filomarxistas, no es la injusticia
de viejas estructuras sociopóliticas lo que oprime al hombre, sino la injusticia del hombre 'viejo',
oprimido y opresor por el egoísmo, la avaricia, la envidia , el odio…¡el pecado!. Este constituye
la verdadera base de estructuras opresoras. No viceversa. Liberar al hombre del pecado,
implicará, pues, el inevitable desplome de aquellas, atacar de raíz la causa de toda tiranía,
emprender la radical y única perdurable liberación. Esta -lo veremos- ofrece el mensaje de Jesús.
¡Sólo éste me interesa!.29
"Pero precisémoslo, no sólo el mensaje de Jesús pre-pascual, sino completado por la inspirada
interpretación, que de aquél hicieron los evangelistas. Una interpretación enraizada en el
testimonio de los Doce, que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra
(Lc 1,2), y garantizada por el mismo Espíritu que descendió sobre Jesús (Mc 1,10 par), actuó en
Él (Mc 1,12; Mt 12,28 par), y, según su promesa (Lc 4, 49; Act 1,4-6.8; Jn 15,26; 16,7), se lo
comunicó (Jn 20,22; Act 2,1-4.33) para enseñarles todo y recordarles cuanto les había enseñado
(Jn 14,26) ¡Sólo este Jesús libera (Lc 4,18.21) del verdadero 'tirano' (cfr. Act 10,38; Jn 8, 31-44),
motor de toda tiranía y latente causa de toda esclavitud! ¡Sólo ese Jesús me interesa!

Concepto de política
Estirando y haciendo equivalentes distintas acepciones o niveles que puede vehicular la palabra
"política", muchos teólogos han embrollado considerablemente la doctrina y acción de la Iglesia.
Dado que la política viene de polis, todo lo que tenga que ver con la vida ciudadana en común es
política y, por lo tanto, nadie está exento de ser político o de hacer política en sus acciones…así
se trate de un anacoreta que se retira de la polis, porque está hastiado de su "política" 30.
También aquí ejercerá Puebla un esperado magisterio esclarecedor. Pues distingue "dos
conceptos de política… primero, la política en un sentido más amplio, que mira al bien común,
tanto en lo nacional como en lo internacional…en este sentido amplio, la política interesa a la
Iglesia y, por tanto, a sus Pastores, ministros de la unidad. Es una forma de dar culto al único
Dios, desacralizando y a la vez consagrando el mundo a Él (GS 34)"31.
Estando de acuerdo en que, ese sentido amplio, nada deja de ser político, sin embargo, más de un
teólogo se deslizaba, sin alertar de la jugarreta a sus lectores u oyentes, al segundo sentido, el de
la política partidaria, justificando y exigiendo, entonces, definiciones y pronunciamientos de
apoyo a determinada orientación ideológica por parte de la jerarquía.
Al respecto dice Puebla: "Segundo (concepto de política): la realización concreta de esta tarea
política fundamental se hace normalmente a través de grupos de ciudadanos que se proponen
conseguir y ejercer el poder político para resolver las cuestiones económicas, políticas y sociales
según sus propios criterios o ideologías" (N° 523 de "Evangelización, ideologías y política"). Ya
por el hecho mismo es palmaria la conclusión de que en este sentido la política no es asunto de
todos, pues no todos pueden en una nación ejercer el poder. "La política partidista es el campo
propio de los laicos (GS 43) (Ibid. , N°524); así lo es la medicina o el ser bombero o cualquier
otra profesión, que quitará un tiempo primordial a una dedicación íntegra al reino de Dios por
parte de los representantes de Cristo, que no fue saduceo, fariseo, esenio o zelota, como tampoco
oculista o panadero, si bien sanó a los ciegos y ofreció pan en el desierto, aunque no como el
centro que debía concitar la atención, sino como "signo" para otra liberación más profunda.
" Los pastores, por el contrario, puesto que deben preocuparse de la unidad, se despojarán de
toda ideología político-partidista que pueda condicionar sus criterios y actitudes. Tendrán, así,
libertad para evangelizar lo político como Cristo, desde un Evangelio sin partidismos ni
ideologizaciones. El Evangelio de Cristo no habría tenido tanto impacto en la historia, si Él no lo
hubiese proclamado como un mensaje religioso.
'Los Evangelios muestran claramente cómo para Jesús era una tentación lo que alterará su misión
de servidor de Yahvé (cfr. Mt 4,8; Lc 4,5). No acepta la posición de quienes mezclaban las cosas
de Dios con actitudes meramente políticas' (cfr. Mt 22,21; Mc 12,17; Jn 18,36) ( Juan Pablo II,
Discurso inaugural I, 4. AAS LXXI, p.190)" ( Ibid. N° 526).
Esta distinción fue descuidada en la copiosa literatura de más de un sector de la teología de la
liberación. Véase como muestra este párrafo de J.L.Segundo: "así como sería no comprender el
Evangelio el declarar que las máquinas no tienen relación con él ya que no se habla de máquinas
en el Nuevo Testamento; y así como sería una deformación del Evangelio el sugerir que la
limosna continúa, en nuestra sociedad actual, constituyendo la respuesta cristiana al problema del
dinero y de su relación con el amor (cfr. Vaticano II, Gaudium et Spes N° 30), así también lo
sería hoy un amor apolítico, supuesta, además, la posibilidad de que se pueda efectivamente ser
apolítico cuando la fundamental dimensión humana es justamente la política " 32.
El Evangelio no habla de máquinas ni de vuelos espaciales; pero lo hace acerca de Dios y del
hombre y, abarcando esos dos polos, tendrá siempre algo que decir sobre cualquier cosa que
tenga que ver con ellos, por más que no esté materialmente contemplada en el mensaje revelado.
En este mismo sentido se ha de corregir la última afirmación del párrafo citado; pues la
dimensión fundamental del hombre es la religiosa. No excluimos la dimensión abarcante de lo
político 33, pero por globales que sean algunos aspectos del hombre, no se sigue necesariamente
que deban subir al primer plano de la atención teológica.
El problema alimenticio, lo psicofísico, lo estético, doméstico, individual, constituyen también
zonas amplísimas en la antropología. ¿Impondremos entonces a la Teología la obligación de
volverse una sucursal de la FAO, del ministerio de salud pública, de la facultad de bellas artes,
etc.? nada de eso escapa, a la consideración teológica 34, pero es extralimitarse pedir que una de
estas facetas acapare la atención de la reflexión teológica, sobre todo si de su concepto amplio se
lo hace derivar al partidario, como ha sucedido con la política 35.
Deslindados así los conceptos y sus campos, cabe preguntarnos, ante el delirio hermenéutico que
forcejeó por hacer de Jesús un Mesías político: ¿Qué nos dicen los textos?.
"La respuesta a este interrogante -según Sabugal- es decisivamente negativa. El constante
testimonio de los cuatro evangelios es, a este respecto, unánime, del todo inequívoco. Según ese
testimonio, en efecto, Jesús rechazó reiteradamente y con energía la tentación de un mesianismo
político" 36.
Los autores que acometen la tarea de politizar la acción redentora de Jesús se amparan en briznas
de textos, para reconstruir una hipótesis simpática de Cristo con los zelotas o acciones suyas que
parezcan una provocación política.
Sin embargo, Jesús frecuentemente se apartó de un deseo casi atlético del martirio, muy exaltado
en sectores eclesiásticos y extraeclesiásticos 37. Así, Jesús "no elevó la voz contra el despotismo y
opresión económica del tetrarca galileo Herodes Antipas…frente a la injusticia y crueldad de éste
para con Juan Bautista, a quien encarceló primero (Mc 1,14 par; 6,17 par) y ordenó ajusticiar
después (Mc 6,21-29 par), Jesús simplemente se retira (Mt 4,12; 14,13ª). Previno ciertamente a
sus discípulos contra las ambiciones políticas del Tetrarca (cfr. Mc 8,15): No le hizo frente…No
se asoció a la rebeldía zelota contra el despotismo y crueldad ejercidos por los procuradores
romanos, especialmente por Pilato… Ni siquiera cuando le informaron sobre la masacre de
algunos galileos, efectuada por éste en el Templo (Lc 13,1), episodio sangriento que Jesús
aprovecha para exhortar a la conversión (Lc 13,2-3). Y cuando, a raíz del proceso, le recuerda el
Procurador su poder de soltarle o crucificarle (Jn 10,10), Jesús reconoce sin ambages el origen
divino ('de Arriba' cfr. Jn 3,27)de esa potestad, ejercida contra (!) Él (Jn 19,11). Un zelota habría
afirmado exactamente lo contrario: la despótica autoridad romana contra el pueblo judío
contradecía el exclusivo señorío de Dios sobre él: no podía, por tanto ser un don de 'Arriba?
(Dios) sino de 'abajo' (Satanás)" 38.
Las acciones de Jesús tuvieron repercusión política, tomando la palabra en el sentido amplio
aclarado por Puebla, pero no actuó en política partidaria, ni mucho menos en la zelota, encarnada
por Barrabás en el evangelio. Su "política" era de más largo alcance que la visión de una secta. Y,
por eso mismo, más abarcante y segura, aunque su logro llevará tiempo. "Después de todo -
pregunta Sabugal- ¿quién de los dos - Barrabás o Jesús- era el verdadero y más peligroso
enemigo de Roma? Sin duda este último, como los hechos deberían confirmar: la rebeldía zelota,
por la que el sedicioso prisionero había combatido, fue luego sofocada por las legiones de Tito,
concluyéndose con un indiscutible triunfo para el hijo del César Vespasiano, con una nueva
victoria para aquel imperio, que sin embargo, apenas tres centurias más tarde inscribiría sobre el
yelmo imperial y sobre sus monedas el monograma de Cristo, signo visible de su reconocible
'derrota' por la fe en el Nazareno crucificado. ¡Ironía de la historia!" 39.

Conclusión
S. Pablo, el mismo que predicaba que "si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe" (I Cor 15,14),
recordaba en la misma carta que no predicó" sino a Cristo y a éste crucificado" (I Cor 2,2). Es
que la resurrección de Cristo no tiene sentido sino a través de su cruz; si se redujera al lúgubre
recuerdo de un maestro ilustre, pero abatido injustamente. Sin la resurrección recordaríamos a
Cristo como Platón guardaba la memoria de Sócrates o como lo añoraban los discípulos de
Emaús, antes de que "se les abrieran los ojos".
Pero, si la resurrección nos hubiera hecho dejar atrás la cruz, como una pesadilla pasada, en la
que no hay más que pensar, ¿cómo explicar tanto dolor y la muerte misma, que acechan todavía a
los miembros del resucitado?
La cruz es un aspecto paradójico después del triunfo del que en ella fue suspendido. Jesús guarda
sus llagas después de la resurrección (Jn 20,20.27; Apoc.5,6) y es presentado ya en su pasión,
sobre todo en Juan.
Este triunfo, lejos de toda revancha prepotente, señaló la actividad de Cristo, antes y después de
su muerte y resurrección. Él no se apareció a los sanedritas o a Pilato después de su victoria,
como para hacerles morder el polvo 40.
Son muy a propósito estas observaciones de A. Vanhoye: "Si un historiador que viviera en el
tiempo del primer Pentecostés se hubiese esforzado por conjeturar la probable evolución de la
predicación cristiana, habría previsto más bien la insistencia cada vez mayor en la vida pública
de Jesús y en su resurrección, mientras, por el contrario, que se hablaría cada vez menos de la
pasión. La luz de la resurrección debía de invadirlo todo y habría correspondido perfectamente al
deseo de evasión que está profundamente ínsito en la mente del hombre atribulado y que
frecuentemente asume la parte principal en la religión: huir de los conflictos de la existencia, la
dificultad, el dolor y todo lo que se opone a la felicidad; encontrar, más bien, un mundo ideal en
el que todas las aspiraciones pueden ser satisfechas; esta es la tendencia natural, con la que se
obtiene una religión soporífera, opio del pueblo.
"Con todo, la larga extensión de las narraciones evangélicas sobre la Pasión contradice
perspícuamente aquellas conjeturas y muestra que la luz de la resurrección no ejerció un influjo
semejante. En modo alguno restringió el recuerdo de la Pasión, ni disuadió a los cristianos de que
consideraran y narraran la pasión. Por el contrario, la luz de la resurrección atrajo cada vez más
la atención de los creyentes a la pasión de Cristo. Este efecto paradójico es la nota característica
de la revelación cristiana.
"Es verdad, sin embargo, que la luz de la resurrección lo invadió todo paulatinamente y que
evacuó los aspectos negativos, pero no por supresión del recuerdo o una fácil evasión. La
resurrección iluminó poco a poco la pasión y reveló su valor positivo a los creyentes.
"Entre la pasión y la resurrección la mente humana percibe primeramente una oposición: la
pasión es humillación, la resurrección es glorificación; la pasión y la muerte son una pésima
calamidad, la resurrección victoria. Esta oposición es expresada muchas veces en el Nuevo
Testamento (Hech 2,23 ss; 2,36; 3,13.15; 4,11; 5,30; II Cor 13,4; Hech 12,2; I Pedro 1,11). Pero
la fe enseguida avanzó más allá de su oposición. Bajo la luz del fin (o sea: de la resurrección), se
considera todo lo antecedente y se reconoce la unidad de todo el proceso. La resurrección se
manifiesta como una consecuencia de la pasión, efecto de la pasión. Se observa una íntima
conexión: por ej. Fil 2, 8-9: ' Cristo se humilló a sí mismo… hasta la muerte de cruz, por lo cual
Dios lo exaltó'; o bien, Hebr. 2,9: 'vemos a Jesús a causa de la pasión de muerte coronado de
gloria y honor'. Así la resurrección revela el valor de la pasión y enseña a los cristianos no la
evasión de la vida real, sino la atención a la vida real hasta sus aspectos que parecen del todo
negativos (contradicciones, humillaciones, dolores y la muerte misma). Pues, Cristo superó la
negatividad de l pasión, de tal modo que su pasión no fue una calamidad, sino una victoria, el
cumplimiento real del plan de Dios. En la pasión y por la pasión se obtiene la resurrección y la
instauración del reino de Dios. La pasión y la resurrección no se oponen, no se dividen, sino que
forman un solo acontecimiento indivisible. Tal perspectiva ya es sugerida por los sinópticos…
pero es afirmada mucho más fuertemente por Juan, en el cual la misma pasión es definida como
la elevación y Glorificación de Cristo. Así se explica rectamente la atención que se presta a los
acontecimientos de la pasión.
"Por ello la revelación cristiana se presenta como muy diversa de cualquier construcción
mitológica. No es una fábula maravillosa que proyectaría a los creyentes fuera de la realidad.
Dios no evacúa la vida real, al contrario, le da su valor pleno. La luz de la resurrección reveló el
valor de la pasión de Cristo y así nos muestra el camino para percibir y realizar plenamente el
valor de nuestra vida real" 41.
Este lugar indeclinable de la cruz fue puesto en claro una vez más por la Iglesia en la
evangelización futura de nuestro continente. La Iglesia sabe que sólo en su divino esposo está el
triunfo y toda suerte de liberación; pero no engatusa a nuestros pueblos con promesas que no
están a su alcance y que no se compadecen con el estilo discreto del triunfo de Cristo, siempre
sellado por la cruz, pues, aunque lo sabemos viviente, que "ya no muere y la muerte no lo
domina más" (Rom. 6,9), con todo, "anunciamos su muerte, hasta que vuelva" (I Cor 11,26).
No podemos, pues, pretender dar más fuerza al mensaje de Cristo intentando inducirlo a
cualquier tipo de movimiento histórico, que asuma el liderazgo de amplios sectores de la
humanidad. La fuerza del Evangelio está en Cristo crucificado, única riqueza de la Iglesia, cuyo
dinamismo resplandece en la debilidad (cfr. II Cor 12,9-10).
El mismo Jesús así lo practicó, rechazando "como tentación" todo recurso al poder político y
aceptando libremente "ser la víctima decisiva de la injusticia y del mal de este mundo " 42.
La suprema suficiencia de Cristo, "cordero de pie, como degollado" (Apoc. 5,6), ha de salir una
vez más a la luz, luchando, como lo hiciera Pablo, contra cualquier otro sucedáneo o
"suplemento", que se pretenda añadir, para darle mayor fuerza y "actualidad".
Pablo combatió contra la sabiduría de la ley judaica y de la ciencia griega frente a los que no se
contentaban con la prédica del sólo Cristo crucificado (cfr. Gal. Rom. I y II Cor). Hoy en día
"pensamos que la excesiva confianza puesta en el cambio revolucionario de las estructuras es una
forma moderna de la salvación por la ley, mediante algo creado, hecho por la industria de los
hombres; el camino, en suma, emprendido con los solos medios de la carne y no como resultado
del espíritu en el corazón" 43.
De ahí la antigua novedad que proclama Puebla, asentada nuevamente en su sitial de honor: "La
alianza nueva que Cristo pactó con su Padre se interioriza por el Espíritu Santo que nos da la ley
de gracia y libertad que El mismo ha escrito en nuestros corazones. Por eso, la renovación de los
hombres y consiguientemente de la sociedad dependerá, en primer lugar, de la acción del Espíritu
Santo. Las leyes y estructuras deberán ser animadas por el Espíritu que vivifica a los hombres y
hace que el Evangelio se encarne en la historia " 44.
No se menosprecia la ley, ni se tiene en poco la estructura, pero se la sitúa en su rango, que no
debe exorbitarse, ahogando lo principal: el corazón del hombre, donde nadie fuera del Espíritu
Santo, fruto de Cristo crucificado (cfr. Jn 7,38-39 y 19,34), puede penetrar; ni siquiera la Iglesia.
Reiteradamente muestra esto de manera fehaciente la impotente fuerza de la Evangelización: la
Iglesia en Cristo es como el salmista que alerta a su pueblo: "Si el Señor no construye la casa, en
vano se cansan los albañiles. Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Es
inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, que comáis el pan de vuestros sudores; ¡Dios
lo da a sus amigos mientras duermen!" (Sal. 127, 1-2).
Tanto en el orden doméstico (casa), como en el político(ciudad), y en el trabajo afanoso (que
anticipa horas a la misma aurora, empezando las faenas antes de la luz, terminándola todavía
entrada ya la noche), todo es vano, si no se tiene presente al Señor de la historia, que reina
desde un patíbulo, por más que "se amotinen las naciones y los pueblos planeen un fracaso" (Sal
2,2; cfr. Hech 4,25-27).
Notas
1
Juan Pablo II, Discurso inaugural I,4. Texto retomado por el documento de Puebla en: "La verdad sobre
Jesucristo", N° 179.
2
Citado por W. Barclay, The First Three Gospels, London, 1966 p.33.
3
"La presencia misma de Cristo en la historia, la cultura y toda la realidad de América Latina es manifiesta. Esta
presencia, en el sentir de nuestro pueblo, va inseparablemente unida a la de la Iglesia, porque a través de ella su
Evangelio ha resonado en nuestras tierras…La Iglesia es también depositaria y trasmisora del Evangelio" ("La
verdad sobre la Iglesia" Nos. 221 y 224)
4
¿Podrá ser científica la actitud de H. Kung ( que no hace más que asumir la de E. Kasemann), cuando, antes de
exponer "su" visión de Cristo, parecería querer comenzar desde un punto cero? : "Nuevamente -dice- hemos de
aprender a deletrear la pregunta: ¿quién es Jesús? Todo lo demás distrae. Él es nuestra medida, no la que nos pueden
ofrecer las Iglesias, los dogmas y los hombres piadosos…El mayor o menor valor de éstos depende del grado en que
remiten a Jesús e invitan al seguimiento del Señor " (Ser cristiano, Madrid, 1977,p.218)

¿Una prescindencia de la Iglesia será garantía de mayor objetividad científica al acercarnos a Cristo?. No lo
rebajaremos más bien nuevamente a " Juan Bautista, Elías, Jeremías o uno de los profetas", justamente porque no
nos lo "revela el Padre" a través de Pedro?

S. Agustín, en una cuestión tan preliminar a todas, como la determinación del canon de los libros inspirados,
afirmaba: " yo no creería al Evangelio, si no me moviera la autoridad de la Iglesia católica". (Contra epistolam
Manichaei quam vocant fundamenti 5, 6; Pl 42, 176)

Los obispos latinoamericanos coinciden en apreciar esa pregunta como la más fundamental; pero también en ver la
respuesta de Simón Bar Jona, convertido en roca de la fe y la verdad, el único camino de su orientación.
5
" La verdad sobre Jesucristo", N° 175.
6
Básica comprobación, en sintonía con lo que enseña Puebla sobre los "Criterios y signos de evangelización": "Una
comunidad particular concretiza en sí misma la fe de la Iglesia universal y deja así de ser comunidad privada y
aislada; supera su propia particularidad en la fe de la Iglesia total" ( Evangelización, dimensión universal y criterio",
N° 373)
7
En coherencia, por lo demás, con una de las comprobaciones mayores de esta III Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano, según la cual, hay en nuestros pueblos un " sustrato radicalmente católico" (ver N°
Nos. 1,6,7,10,109,171,221,396,412 y pássim).
8
"La verdad sobre Jesucristo, N° 173.
9
Ibid.,N° 174.
10
Juan Pablo II, Discurso inaugural, I.
11
" La verdad sobre Jesucristo", N° 173.
12
Ibid.,N° 174.
13
J. Guillet,S.J., Jesucristo ayer y hoy, Madrid (1966) pp. 253-254. De ahí que Fray Jerónimo Bórmida O.F.M. Cap.,
en una conferencia todavía inédita sobre la reflexión cristológica de Puebla, aluda con acierto a "los derechos de
Jesucristo", que también han de ser respetados, evitando convertirlo en un "comodín" endosable a cualquier tipo de
efervescencia histórica. La universalidad de Cristo no es la del veleta, que cede en la dirección del primer viento que
sopla. Es la universalidad de un " signo de contradicción", como virilmente se está encargando de mostrar Juan
Pablo II.

En más de un intento de engrandecer a Cristo con el " sentido de la historia" que se creía avizorar, ¿ no se ha
reincidido, sin mayor originalidad, en el sueño de D.F.Strauss, cuando decía: "Esta es la llave de toda cristología;
que como sujeto de los predicados que la Iglesia atribuye a Cristo, se coloque una idea en lugar de un individuo?…
¿qué puede todavía de especial un individuo? Nuestro tiempo requiere una cristología que lo lleve desde el hecho a
la idea, desde el individuo a la especie. Una dogmática que se quede en Cristo como individuo, no es una dogmática
sino una Prédica". (Citado por H. Bojorge. S.J., Revelación, Interpretación Bíblica y teología de la liberación" en:
perspectiva Teológica, Sao Leopoldo, X 1978, p.65)
14
D. Gil S.J. " Propuesta sobre el marco teológico" en: III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.
Aportes de las Conferencias Episcopales, libro auxiliar 3, CELAM, 1978, p.895.

En la motivación de su aporte comenta comenta el citado autor:" se acentúa a menudo la posibilidad histórica, pero
se cae a veces en un concepto historicista de la historia, como un dios Cronos que se traga a sus hijos; conviene
reafirmar la soberanía de la palabra de Jesús sobre todos los tiempos: "Mis palabras no pasarán".

"Cuando se insiste en la humanidad de Jesús, se utilizan a veces fórmulas que son verdades a medias, por tanto se
insinúan enseguida falsas consecuencias; "Jesús habló para su época", "Jesús enseñó y señaló orientaciones para las
situaciones históricas en que vivía"; etc; se insinúa así que sus enseñanzas y decisiones han de ser aggiornadas e,
incluso, rectificadas: para ser fieles a Jesús hoy aquí, debemos hacer lo contrario de lo que él hizo allá y entonces"
(ibid., p. 896).

Es evidente que no todo lo que hizo Jesús puede ser materialmente imitado. Él, por ej. Podía decir que estaba exento
de pecado (Jn 8,46). Pero, Él también fue circuncidado, frecuentó el templo judío; y, una vez más, la única interprete
que tuvo la audacia (porque se sentía amparada y guiada por el Espíritu de Cristo) de eximir a los cristianos de un
sometimiento a la ley, practicado por el mismo Cristo, fue la Iglesia. Ella es la última instancia en la custodia
viviente, fiel, a la vez que actualizada de la Palabra y obra redentora de Cristo.
15
" La verdad sobre Jesucristo, N° 181.
16
In Johannem, tract. XVII, n.1; PL 35, 1527.
17
He aquí otros textos que suelen horripilar a más de un grupo "cristiano", pero no por eso menos verdadero y
enraizado en el escándalo de Cristo: " La Iglesia no pretende dar un espectáculo, sino hacer una labor. La Iglesia
contempla este mundo y todo lo que en él hay como una mera sombra, como polvo y ceniza, en comparación con el
valor de una sola alma. La Iglesia cree que para ella no tiene objeto hacer nada, si -a su modo- no puede hacer bien a
las almas…La Iglesia considera el hacer de este mundo y el hacer del alma como magnitudes sencillamente
inconmensurables, si se las considera según sus órdenes respectivas. La Iglesia preferiría salvar el alma de un solo
bandolero salvaje de Calabria o de un desarrapado mendigo de Palermo, antes que tender miles y miles de
kilómetros de vía férrea por toda la extensión de Italia, o llevar a cabo una reforma sanitaria - hasta en sus detalles-
en todas las ciudades de Sicilia, a no ser que esas grandes obras nacionales tendiesen hacia algún bien espiritual que
estuviese más allá de ellos" (J.H. Newman, Certain Difficulties felt by Anlicans in Catholic Teaching considered, I,
Longmans, London, 1908,pp.239-240).

S. Pablo…trabajó más que todos los apóstoles. ¿Y por qué?. No para civilizar al mundo, ni para abrillantar la faz de
la sociedad…, no por hacer propaganda en el extranjero, no para cultivar la razón, no para ninguna meta humana
grande…,no para convertir toda la tierra en cielo. Este ha sido el verdadero triunfo del Evangelio…ha convertido a
los hombres en santos". (J.H. Newman, Porochial and plain Sermons, IV,Longmans, London, 1900, pp. 151-156).
18
Y. Congar, "Salvación y liberación"en: Conversaciones de Toledo, junio de 1973. Teología de la Liberación,
Burgos, 1974, pp. 196-197;
19
" Mensaje a los Pueblos de América Latina", N° 8.
20
"Alocución dominical del Santo Padre", 4 de febrero, 1979,en: El Papa habla en América Latina. Ed. Universidad
del Salvador. Buenos Aires,1979,pp. 212-213.
21
" La verdad sobre la Iglesia", N° 278.
22
Hans Urs von Balthasar, Spiritus Creator, Brescia, 1971, pp. 143-144.
23
Advierte al respecto T.I. Urrestí: "Contra lo que Marx piense, esos son problemas que se dan también en esta vida
(o sea; comprobar que todos los esfuerzos de la técnica no valen para calmar la ansiedad de Dios en Cristo: cfr.
GS,18), que radican en el hombre mismo, en su ser entero y en lo más profundo de su corazón y de sus vísceras. Ya
eso nos responde Marx, aún cuando dé a los hombres un quehacer en este mundo. Al contrario, ese quehacer es una
alienación que lo distrae de lo verdaderamente importante para el hombre, para cada hombre y le aliena con las
promesas de un paraíso en el que no va a estar él, el hombre de todas las generaciones anteriores" (en
"Conversaciones de Toledo", p.397).
24
Esta última frase, desconectada de todo el contexto con que había sido presentada en un plenario de Puebla, fue
utilizada en dos ocasiones por la revista española Vida Nueva, para presentar a su autor bajo una luz no muy
simpática que digamos.
25
"La verdad sobre la Iglesia", N° 253.
26
"La verdad sobre Jesucristo", N° 192.
27
El Targum era la "traducción" aramea que se practicaba en la sinagoga, después del exilio babilónico, cuando el
pueblo no comprendió más el hebreo. Pero esa traducción estaba lejos de ser literal. Era más bien una paráfrasis, en
la cual los diversos intérpretes (meturgemanes) iban inyectando los conceptos o interpretaciones corrientes de la
teología rabínica, del Midrash, etc.

Así, por ejemplo, la tradición judaica contemporánea de Cristo hacía resaltar el aspecto glorioso del reino de Dios,
evitando todo lo que pudiera lesionar el honor de su mesías. De tal forma, el siervo de Yahvé, que es llamado Mesías
en Is 53,73, sufrirá un proceso de embellecimiento teológico. Así, cuando el texto original hebreo lee: "No tiene
forma ni hermosura" (Is 53,2), el Targum de Jonatán "traduce": "No será su aspecto como el aspecto común…sino
que su hermosura será como la hermosura de la santidad"( se niega la humillación y se destaca la gloria). Donde le
texto masorético trae: "Y nosotros lo tuvimos como un leproso, herido por Dios y humillado" (Ibid.v 4), el Targum,
vierte: "Y nosotros fuimos tenidos por heridos, golpeados por la faz del Señor y afligidos" ( no se admite el castigo
del siervo y es trasladado al pueblo). El v.7 del mismo capítulo: "entregó a la muerte a los robustos de los pueblos"
(nuevamente: es negada la humillación del siervo y se afirma osadamente su poder sobre los enemigos), cfr. A.
Vanhoye S.J., De narrationibus Passionis christi in evangeliis synopticis, Romae, 1970, p.17.

Es verdad que hay en el procedimiento targúmico una intuición básica valedera:" La palabra de Dios permanece para
siempre" (Is 40,8) y, por lo mismo, ha de poder decir algo también en la circunstancia actual. Es cierto, siempre que
no se la distorsione y seamos nosotros los que nos adaptamos a ella y no al revés. De lo contrario no sería y la
palabra de Dios la que habla sino las inflexiones que nosotros le hacemos tomar. en tal caso, cuadraría con todo
derecho el reproche de Ezequiel: "¿ No habéis anunciado adivinaciones mentirosas diciendo; "ha dicho el Señor, no
habiéndolo yo dicho?" (Ez 13,6). De hecho, Jesús y S. Pablo hicieron un poderoso esfuerzo para que el pueblo judío
volviera a leer sus escrituras sin las anteojeras que,en muchos casos, había creado la teología judía al uso.
28
Juan Pablo II, Discurso inaugural, I, 5. Sabugal (el autor español que vamos a citar), refiriéndose a F. Belo,
Lecture materialiste de l' évangile de Marc, París, 1974, emite este severo juicio: "No puedo sustraerme a dar una
pesada valoración sobre su contenido: Amalgama tan erudita como confusa de las más diversas ideologías actuales
y,tras los estudios de R. Eisler y S.G.F. Brandon, de una esterilidad doctrinal verdaderamente alarmante. ¡He
malgastado muchas horas en su lectura!"(Liberación y secularización?-Intento de un respuesta bíblica, Barcelona,
1978, p. 149, n. 7; subraya el autor).
29
S. Sabugal, íbid. , pp. 151-153.
30
Uno de estos sofismas aparece en las siguientes consideraciones de J.L.Segundo: " La opresión concreta, diaria,
estructurada, a la que se enfrentó Jesús en su tiempo no aparecía como 'política' - en el sentido moderno de la
palabra -, sino más bien como 'religiosa'. Quienes determinaban la estructura socio-política de Israel eran, más que
los empleados del Imperio, la autoridad religiosa de escribas, fariseos y saduceos. Que Jesús hay hecho trizas esa
autoridad realmente política, lo prueba el hecho de que el interés por eliminar físicamente a Jesús, en cuanto
amenaza para el Statu quo, viniera, no de los representantes del Imperio Romano, que sólo dieron un aval
desinteresado y formal, sino de las autoridades supuestamente "religiosas". (Liberación de la teología, Bs.As,
1975,p.84,n 5).

El autor quiere dar a entender que Jesús, oponiéndose a la autoridad "supuestamente religiosa", pero en realidad
"política" de los jefes de su pueblo, intervino políticamente.

Con Puebla deberíamos distinguir: en sentido amplio, puede ser. En sentido partidista, en modo alguno. Ahora bien,
sin advertir a los lectores, hacia ese sentido quiere derivar la atención de los mismos el autor uruguayo.

Aparte el hecho de grandes inexactitudes históricas (pues: el censo bajo el cual nació Cristo no emanó de jefes
judíos, ni la obligación de pagar impuesto al César era determinada por escribas y demás, así como la suspensión en
el ejercicio del ius capitis no había sido implantada al sanedrín por propia determinación, ni los sacerdotes habían
pedido la guardia pretoriana como custodia de las festividades en el templo, desde la vecina torre Antonia;
prescindiendo de que el aval de Pilato haya sido tan desinteresado, como lo dio ante la presión fuertemente política
de no ser "amigo del Cesar", si soltaba a Jesús -Jn 19,12-), hay que notar que Jesús hace añicos una autoridad
"religiosa" mal entendida, que llevaba ínsita una carga teocrática y, por lo tanto, era irreconciliable con el imperio
romano, Religión y política estaban espesamente trenzadas en Israel y la acción original y fuera de serie de Jesús
consistirá en distinguir justamente lo "religioso puro", como él lo entendía, de lo "religioso espúreo", cual era
practicado por los jefes judíos de su tiempo.

Que esto suscite la rabia "religioso-teocrática" de los partidos fustigados por Cristo, no quiere decir que él mismo
entendiera su acción como política en sentido partidario, como fundador de una nueva fragmentación entre los
movimientos liberacionistas patrióticos de la época. Sacar tal conclusión equivaldría a calificar como acción de
inspectorado meracantil a la expulsión de los mercaderes del templo, pues provocó también la ira de estos; o de
intervencionismo en los negocios de productos porcinos, por haber provocado la masacre de cerdos en Gerasa ya
que desencadenó contra Jesús el pedido de suspensión de su actividad taumatúrgica (¿competencia desleal?), en
aquella región.

Así, curiosamente, quien de modo expreso combate la intromisión política de lo religioso estaría haciendo política.
Tal vez se pueda aclarar más lo que intentamos explicar, si lo iluminamos "e contrario". ¿Llamaríamos "gesto
religioso" al del ateo que desea extinguir todo vestigio de religión?. Su acción tendrá, evidentemente, una iniciativa
en "lo religioso", pero precisamente para borrarlo del mapa. No queda otro remedio que calificar tal empresa de
irreligiosa, so pena de trastornar lo más básico del lenguaje: la afirmación y la negación (el principio de
contradicción). Por lo tanto, el que una acción recaiga o roce un ámbito determinado, no la colorea ipso facto con los
atributos que caracterizan a ese sector. Si no, habría que dar a Cristo el título de pecador, pues combatió el pecado,
de fariseo, porque lo contradijo.
31
"Evangelización, ideologías y políticas". N° 521. Ya en el N° 516 había aclarado " La necesidad de la presencia de
la Iglesia en lo político proviene de lo más íntimo de la fe cristiana: del señorío de Cristo que se extiende a toda la
vida. Cristo sella la definitiva hermandad de la humanidad".
32
J.L.Segundo, íbid. , p.84. De paso: consulte el lector Gaudium et Spes, 30, y comprobará que ni una sola línea
desaconseja la limosna. Sólo urge la sensibilidad social, lo cual no excluye los actos de misericordia individual.
Dicho sea esto, para reivindicar tantas obras buenas, que han sido desprestigiadas bajo el rótulo de "desarrollismo" y
que se descuidan en muchos casos, porque serían "parches", hasta que no se saneen las estructuras. Con lo cual se
pospone lo poco que se puede hacer, en espera de las macromovilizaciones, que serán siempre, por otra parte,
revisables e imperfectas.
33
Santo Tomás de Aquino, comentando a Aristóteles, daba a la política un rango principalísimo entre las ciencias
activas. Pero, dado que para el Santo Doctor la política no debe desentenderse del orden religioso natural, le es
superior sólo la Teología. "Se ha de saber que (Aristóteles) dice que la política es principalmente, no simplemente,
sino en el género de las ciencias activas, que versan sobre las cosas humanas, cuyo fin último lo considera la
política, pues el fin de todo el universo lo considera la ciencia divina, que es principalísima respecto de todas las
demás" (In Ethicam, I, 2, Ed. A.M.Pirotta, Taurini, 1820
34
Así, Hans Urs von Balthsar lleva adelante un voluminoso proyecto de estética teológica en su imponente:
Herrlichkeit.
35
En otro lado (M.Barriola , El Espíritu Santo y la praxis cristiana. El tema del camino en la teología de S. Pablo,
Montevideo, 1977,p. 406, n 19) proponíamos una comparación ilustrativa: "Medítese también el caso de Giuseppe
Verdi. Su música tuvo una dimensión patriótica comparable a las gestas de Garibaldi. Los coros del Nabucco, de
Lombardi o I Vespri siciliani enardecían a los italianos ansiosos de liberarse del yugo austríaco y en busca de la
unidad de la península.

"Pero cuando Cavour quiso hacerlo diputado el 10 de junio de 1861, en reconocimiento del fervor patrio que su
música supo inyectar al pueblo, el mismo Verdi pidió ser dispensado. Cavour no quiso renunciar a él y el 3 de
febrero de 1862 fue elegido a la Cámara. 'Es superfluo añadir que no dio al parlamento ninguna contribución de
actividad considerable: votó las leyes propuestas o queridas por Cavour, por la justa confianza que él tenía en el
genio del gran estadista, pero nada más' (Ildebrando Pizzetti, 'Verdi' en Enciclopedia Italiana, Roma, 1937, XXXV,
p. 154)".
36
S.Sabugal, Ibid.,p 202. Véase el discurso inaugural I, 4 de Juan Pablo II: "En otros casos se pretende mostrar a
Jesús comprometido políticamente, como un luchador contra la dominación romana y contra los poderes, e incluso
implicado en la lucha de clases. Esta concepción de Cristo como político, revolucionario, como el subversivo de
Nazaret, no se compagina con la catequesis de la Iglesia. Confundiendo el pretexto insidioso de los acusadores de
Jesús con la actitud de Jesús mismo -bien diferente- se aduce como causa de su muerte el desenlace de u conflicto
político y se calla la voluntad de entrega del señor y aún la conciencia de su misión redentora. Los evangelios
muestran claramente cómo para Jesús era una tentación lo que alteraba su misión de servidor de Yahvé (cfr. Mt 4,8;
Lc 4,5). No acepta la posición de quienes mezclaban las cosa de Dios con actitudes meramente políticas (cfr. Mt
22,21; Mc 12,17; Jn 18,36)".
37
La segunda redacción del actual N° 735 en "Vida consagrada" del Documento de Puebla, traía este párrafo, que
fue suprimido en su última fase:"La preferencia por los pobres y la defensa de la justicia en muchos casos las malas
interpretaciones y la persecución. Los casos se han ido multiplicando y podemos hablas de época martirial"
(Comisión 12, Segunda redacción, p. 5).

Frase justamente omitida, pues el martirio es asunto sumamente delicado y no sólo cuestión de valentía en arrostrar
la muerte. También los kamikaze nipones eran heroicos en su fanatismo por despreciar sus vidas. Nadie, sin
embargo los llamará mártires. Dentro del mismo santoral católico: Juana de Arco, fue condenada como" herética y
relapsa" por jueces católicos. Cuando la Iglesia universal reivindica su memoria y la canoniza, no le da el título de
mártir, porque acierta que los reales móviles que la llevaron a la hoguera, por parte de sus enemigos, eran en
realidad políticos.

El martirio además es en primer lugar un "don de gracia" y no una "obra" (en el sentido peyorativo Paulino) de la
que podamos gloriarnos: "si repartiera toda mi hacienda y entregare mi cuerpo al fuego, no teniendo caridad, nada
me aprovecha"(I Cor. 13,3). Por eso es necesario examinar cada caso, en las muertes que haya habido últimamente
en América Latina por luchar en promoción de la justicia. ¿ Fueron in odium fidei o consecuencia de provocaciones
vistas como políticas?.

Jesucristo mismo se pasó huyendo y escondiéndose hasta que "llegó su hora". En las Actas del martirio de S.
Policarpo leemos lo siguiente: "Un cristiano, por nombre Quinto, natural de Frigia, que había casualmente venido de
su patria, apresuradamente, por su pronta voluntad de sufrir el martirio, se presentó muy confiado al sanguinario
juez. Mas la flaqueza venció a la voluntad. "Pues, apenas le soltaron las fieras, aterrado, a su sola vista, empezó a no
querer lo que había venido a combatir. Así, pues, a éste logró el procónsul, con muchos halagos, persuadirle a
sacrificar. De ahí que no debemos alabar a aquellos hermanos que se ofrecen espontáneamente, sino a los que,
hallados en sus escondrijos, se muestran mas bien constates en el martirio. Así, pues, en efecto, nos lo confirma la
palabra evangélica y nos lo persuade este ejemplo, en que vemos que cedió el espontáneo y venció el forzado. De
ahí que Policarpo , varón de eximia prudencia y sólido consejo, oídas estas cosas, buscó un escondite . Y no es
que por cobardía de alma huyera el sufrir, sino que lo difería" ("Martirio de S. Policarpo, obispo de Esmirna" Nos 4-
5 en: Actas de los mártires, Ed. D. Ruiz Bueno, BAC, Madrid, 1974, p.268; Subrayados nuestros).

Y no solo se desaconseja una actitud petulante por el riesgo de flaquear después, sino que el Concilio Illiberitano, en
su cano 60, establecía que si un cristiano hubiese roto un ídolo y en el acto ha sido muerto, no ha de ser contado
entre los mártires, pues "tal acto no se recomienda en el Evangelio, y no creemos que haya dado en el tiempo de los
apóstoles" (cfr. K.J.Hefele- H. Leclercq. Histoire des Conciles, Paris, 1907, T. I.p.160).

S. Cipriano (que era censurado por los presbíteros romanos, dado que se había dado a la fuga durante la persecución
de Decio) escribía en su última carta: "ninguno de vosotros… se presente espontáneamente a los gentiles. Si es
aprehendido y entregado a los magistrados, debe hablar, puesto que hablará por vosotros en aquel momento Dios,
que prefirió una confesión a una profesión" (Epist. 81, en : Obras de S. Cipriano, Ed Julio Campos, Bac, Madrid,
1964, p.740).
38
S. Sabugal, Ibid., p.207. Basten estos ejemplos. Se podría continuar con muchos otros, seriamente analizados por
el autor que venimos siguiendo. Ver pp.202-224. Refiriéndose a R. Eisler, S.G.F. Brandon y G. Girardet exclama:
"¡Es increíble cómo estos autores tergiversan el relato de los evangelistas, para hacer decir a Jesús lo que ellos
quieren!" (Ibid., p.208, n. 108 subrayó el autor)
39
S. Sabugal, Ibid. , p. 205.
40
Por eso la forma humilde en el triunfo del mismo Cristo, que históricamente no se puede comprobar, si no es a
través del testimonio de sus discípulos, era "para los griegos tontería" (I Cor 1,23). Así lo veía Celso: " Si Cristo
quiso en realidad hacer conocer su poder divino, era necesario, por cierto, que se mostrara a sus adversarios, a su
juez, a todos los hombres" ( en: Orígenes, Contra Celsum, II, 63; PG 11, 896). Lo mismo pedía Porfirio:: "¿Por qué
Jesús, después de que padeció y resucitó como decís vosotros, no se apareció a Pilato, que lo había castigado y había
dicho que él no había hecho nada digno de muerte, a Herodes, el rey de los judíos, al sumo sacerdote o a muchos
testigos que a la vez fuesen fidedignos, especialmente al senado romano y al pueblo, para que ellos admirasen sus
cosas y no condenaran a muerte, como impíos, a los que creen en Él? Pero, se apareció a María Magdalena, a una
mujer plebeya y nacida en una aldea miserable, de la cual habían salido siete demonios; después a otra María, una
mujer desconocida y rústica y a otras pocas no muy nobles. Sin embargo, como lo afirmaba mateo, él había predicho
al sumo sacerdote de los judíos: dentro de poco veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del poder viniendo

con las nubes. Pues, si se hubiese aparecido a varones nobles, por ellos todos creerían y ningún juez los castigaría
como fingidores de mitos absurdos" (Fragmento 64).

Se ve, pues, que la cruz marca hasta el triunfo mismo de Cristo, que está confiado a testigos pobres, "rústicos", que
en sus sufrimientos completan lo que falta a la pasión de Cristo 8cfr. Col. 1,24).
41
A. Vanhoye, Ibid., pp.18-19.
42
" La verdad sobre Jesucristo", N° 194.
43
Miguel A. Barriola, Ibid., p 285.
44
"La verdad sobre Jesucristo", N| 199.

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