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Título del artículo 97

¿No te parece extraño que en estos tiem -


Mujeres gestantes, pos aún se engendre a los hijos dentro del
madres en gestación. cuerpo, que haya que parir de una forma
tan salvaje? ¿Y que la humanidad se siga
Metáforas reproduciendo por este sistema tan viejo,
con un cuerpo dentro de otro, como las
de un cuerpo muñecas rusas? Es algo que me cuesta
encajar con el resto, conciliarlo con la vida
fronterizo en las ciudades, el mundo cibernético, la
ciencia y la ingeniería, mi vieja condición
de hija, o el cemento que separa los pies de
la tierra 1.

(Jamís y Núñez, 1999:12)

Elixabete Imaz Martínez

E ste trabajo se articula en torno al que


puede considerarse el cuerpo liminal
por excelencia, el cuerpo humano en
gestación, y a los significados sociales que se
le atribuyen y que, a su vez, engendra. La ges-
tación, desde su visibilidad y exterioridad, evi-
dencia nuestra encarnación, nuestro origen y
finitud, en definitiva, nuestra dependencia bio-
lógica. La idea misma de individuo se tamba-
lea cuando el cuerpo –factor de individuación,
según Durkheim– se desdobla rompiendo con
la certeza de un individuo poseedor de y dis-
tinguido por un cuerpo. El cuerpo gestante se
convierte, por ello, en un territorio ambiguo,
donde es difícil discernir los límites entre lo
uno y lo otro. Pero el embarazo es, también, el
proceso fisiológico que, públicamente percep-
tible, conduce a la persona de un estado social
a otro, es el tiempo en el que se produce el
tránsito a la nueva posición de madre. El cuer-
po embarazado deviene, tanto para la portado-
ra/dueña (¿cómo deberíamos denominar aquí a
la mujer embarazada?) como para los que lo
contemplan, un tiempo y espacio fronterizo,
un cuerpo liminal donde se funden el ahora y
el devenir, lo natural y lo cultural, el yo y el
otro.
Sin embargo, a excepción del interés mos-
trado por algunas corrientes del feminismo que
han hecho del cuerpo materno uno de sus
temas de reflexión y de inspiración, la ausen-
cia de referencias al embarazo y a los signifi-
cados vinculados a él es casi total en las cien-
cias sociales, muy especialmente dentro del
ámbito de la sociología.

Elixabete Imaz Martínez. Universidad del País Vasco


Política y Sociedad, 36 (2001), Madrid (pp. 97-111)
98 Elixabete Imaz Martínez

Turner (1994) nos da cuenta, en parte, de nosotros, pero la sociedad, a su vez, habla de sí
esta omisión. La sociología, en tanto que pro- misma a través de él.
ducto de la tradición dualista occidental que En definitiva, el cuerpo, aquello común y, a
distingue y contrapone de forma radical el bi- la vez, distinto en todo ser humano, es el
nomio naturaleza/cultura –así como sus deri- campo idóneo para todo tipo de representacio-
vados cuerpo/mente, sentimiento/razón–, hizo nes sociales, no sólo porque exprese la socie-
suya la concepción de lo cultural como lo con- dad, sino porque lo social está anclado en él.
trapuesto y radicalmente diferente a lo natural. Es en este sentido que la antropología habla de
Prescindió de todo aquello subsumido en el «metáforas corporales»: el cuerpo es una
polo de lo natural y se dedicó al estudio de metáfora de la sociedad cuyos valores y dispo-
sociedades urbanas industriales, concibiendo siciones sociales han penetrado –y están imbri-
al actor humano en términos de elección racio- cados– en él (Orobitg, 1999).
nal respecto a fines, utilidad e instrumentali- Mi argumento aquí es que ese cuerpo fron-
dad. La encarnación humana ha sido conside- terizo, que es el cuerpo embarazado, puede ser
rada, en consecuencia, como algo meramente abordado como una metáfora de la próxima
accidental y se ha negado la importancia que la maternidad: la vivencia del cuerpo embaraza-
genética, los factores físicos y psicológicos do, la forma de entender la metamorfosis sufri-
individuales pudieran tener en la vida social da por el cuerpo femenino, la forma de mirar y
del ser humano. Cualquier análisis o reflexión de interpretar lo que ocurre «dentro» del vien-
que tenga como eje el cuerpo ha encontrado tre materno nos habla de las concepciones de
dificultades para su legitimación, pues éste se lo masculino y lo femenino, de las nociones de
concibe como una propiedad, una máquina persona y de individuo, de las relaciones entre
distinta al verdadero actor social –que es el naturaleza y cultura, entre materia y espíritu; la
individuo– (Le Breton, 1990:60). Así, las con- disciplina, cuidados y prácticas a los que se
diciones biológicas impuestas por el carácter somete el cuerpo embarazado, son un aprendi-
encarnado del ser humano no pueden ser otra zaje del propio ejercicio de la maternidad; las
cosa que secundarias. imágenes utilizadas al definir la relación entre
Al dirigir nuestra atención hacia el embara- feto y cuerpo de la mujer nos hablan de las
zo, tematizándolo como materia de interés concepciones que de la maternidad se tienen y
sociológico, topamos con la dificultad que de la relación que se espera en el futuro entre
supone tomar como objeto de análisis un pro- madre e hijo.
ceso fisiológico que, según la concepción clá- Utilizo el término metáfora en su acepción
sica de la sociología, sería completamente aje- más simple, entendida como imagen o compa-
no a su ámbito de estudio. Sin embargo, en ración implícita (Ferrater Mora, 1986:2204 y
este artículo partimos de que todo conocimien- ss.). Sin embargo, la transposición de sentido
to y toda vivencia corporal es resultado de un que realiza esta figura del lenguaje no puede
aprendizaje. No hay una forma natural de sen- considerarse como un mero ejercicio de la
tir el cuerpo: «La experiencia física del cuerpo imaginación. La metáfora se presenta como
[está] modificada siempre por las categorías instrumento imprescindible al pensamiento y a
sociales a través de las cuales lo conocemos» la comprensión humana: «no sólo hablamos en
(Douglas, 1988:89). El embarazo, el parto y el metáforas, sino que además pensamos y con-
amamantamiento como experiencias corpora- ceptualizamos la realidad social en metáforas.
les son vividas de diferente manera según los Y estas metáforas condicionan también nues-
saberes que sobre el cuerpo tenga determinada tra acción» (González García, 1998:480). Es
sociedad. Considerado como lo natural por por ello que coincido con Casado al considerar
antonomasia en lo humano, le atribuimos la la metáfora «no como ornamento, peligroso o
capacidad de explicarse por sí mismo. Pero el engañoso, sino como ‘inscriptor’ fundamen-
cuerpo que utilizamos como nuestra carta de tal» (Casado, 1999:41). No me preocupa, por
presentación social (Bourdieu, 1991:484 y ss.) tanto, si las descripciones del cuerpo embara-
no nos expresa más que a partir de un lengua- zado se adecuan a determinada realidad bioló-
je socialmente compartido. Moldeamos la que gica, sino cómo representan la maternidad;
es nuestra primera herramienta frente a la qué tipo de vínculo materno-filial describen y
sociedad (Mauss, 1971) para que hable de –al describir– establecen; qué prácticas de la
Mujeres gestantes, madres en gestación. Metáforas de un... 99

maternidad definen como correctas; y cuál es Transformándose en madre:


la manera apropiada de experimentar la mater-
nidad que instituyen. el tiempo fronterizo del
Retomando la argumentación de Turner, en proceso de embarazo
los últimos años estaríamos asistiendo a un
replanteamiento del lugar del cuerpo dentro de
la teoría social. El nuevo interés por el cuerpo EL EMBARAZO COMO RITO DE PASO
provendría de la confluencia de al menos tres
factores: 1) La teoría feminista y el énfasis en El embarazo (…) mediatiza todo lo
el uso de la diferenciación orgánica como sis- que hago y vivo. No sólo me ceden el
tema de clasificación y de desigualdad. 2) El asiento en los autobuses, sino que he co -
derrumbamiento del aparato moral del capita- menzado a andar como si fuera un pato.
lismo burgués que condena los placeres sexua- Todo mi cuerpo, vísceras, venas, humo -
les y el correlativo auge de los valores positi- res, están en función nutricia, pendien -
vos vinculados al ocio, deporte y consumo en tes de la vida que dentro de mí progresa,
detrimento del énfasis en el trabajo. 3) La tran- sin que mi voluntad pueda cambiar un
sición demográfica y envejecimiento de la ápice, o modificar nada. La naturaleza
población, junto con los avances de la alta tec- es sabia, pero desconsiderada con las
nología médica y reproductiva (Turner, potencias del alma.
1994:19-20). Y mi cerebro ¿hasta qué punto supe -
La consolidación de esta emergente socio- dita mi persona a la maternidad? ¿O es
logía del cuerpo «exige que veamos la corpo- sólo una cuestión accidental? (Riera,
ralidad en el centro mismo de nuestra sociali- 1998:130)
dad y de nuestra identidad (social y personal)»
(García Selgas, 1994:45). Esto supone el Van Gennep (1969), primero que definió lo
abandono de la concepción del cuerpo como que comprendemos como «ritos de paso»,
«máquina habitada por un espíritu», y el paso incluyó el embarazo y el parto dentro de esta
a su consideración como «estructura ex- categoría 2. Los ritos de paso son aquellos con-
periencial vivida, en el ámbito de los proce- juntos rituales que posibilitan «que el indivi-
sos y mecanismos cognitivos» (ibídem:48). duo pase de una situación determinada a otra
En este sentido, la teoría social del cuerpo situación igualmente determinada» (van Gen-
iría vinculada a una teoría social de las emo- nep, 1969:13). Son una «categoría especial»
ciones y a una teoría social de la experiencia. de ritos en los que de forma más o menos níti-
Sólo en este contexto el planteamiento del da, más o menos presente, se puede discernir
embarazo como tema de estudio encuentra una «secuencia» a través de la que el sujeto
legitimidad. pasa con la ayuda de mediadores y en las que
El texto que sigue no hace más que esbozar el individuo «va dejando tras de sí varias eta-
algunas de las direcciones que este análisis pas y franquea varias fronteras» (ibídem).
puede tomar. Primero, se fija en el proceso de En el conjunto constituido por los ritos del
gestación como un tiempo fronterizo –un rito embarazo, parto y nacimiento se confunden,
de paso– entre un estado social y otro. El pro- según van Gennep, el rito de paso de la mujer
ceso fisiológico se percibe como metáfora de a la nueva posición de madre con el rito de
la transición al mundo adulto. Me interesa ana- paso del hijo a la vida y a la comunidad. El
lizar los términos en los que este tránsito se esquema genérico de esta secuencia ritual es
concibe, pues hablan de las imágenes social- descrito así:
mente dominantes de la maternidad y de su
ejercicio. En segundo lugar, se destaca el «Las ceremonias del embarazo y del
carácter de espacio fronterizo del vientre parto constituyen, por lo general, un
materno. Las imágenes a las que se recurre todo, de tal forma configurado que con
para describir las relaciones entre el feto y el frecuencia se realizan en primer lugar
cuerpo femenino funcionan a modo de metáfo- ritos de separación que excluyen a la
ra de la que, se piensa, será la futura relación mujer encinta de la sociedad general, de
materno-filial. la sociedad familiar y, a veces, incluso
100 Elixabete Imaz Martínez

de la sociedad sexual. Luego vienen los pública» que suponen las bajas por materni-
ritos del embarazo propiamente dicho, dad 3, las variadas y minuciosas pruebas, las
que es un periodo de margen. Finalmen- normas y control sobre la mujer embarazada,
te, los ritos de parto, tienen por objeto la saturación de informaciones sobre cuida-
reintegrar a la mujer a las sociedades a dos, cuestiones nutricionales, educativas y de
que anteriormente pertenecía, o asegu- salud…
rarle en la sociedad general una situa- Bourdieu (1985) al ahondar en el estudio de
ción nueva, en tanto que madre, sobre estos rituales, opta por denominarlos ritos de
todo si se trata de un primer alumbra- institución, pues considera que hacer hincapié
miento y ha sido niño» (ibídem:53). en el paso temporal oculta uno de los efectos
esenciales del rito: el de «separar quienes lo
En general, se suele considerar a la mujer han sufrido no de quienes no lo han sufrido
embarazada como en una situación «impura y sino de aquellos que no lo sufrirán de ninguna
peligrosa» (ibídem:54). Se trata de un «esta- manera, e instituir así una diferencia constante
do psicológico y social temporalmente anor- entre aquellos a quienes concierne el rito y
mal» y en consecuencia se la hace «objeto de aquellos a quienes no concierne» (ibídem:78) 4.
un tratamiento análogo al que se le dispensa En lo que aquí nos atañe, el autor enfatiza en
al enfermo, al extranjero, etc.» (ibídem). La la importancia que la utilización del cuerpo
reclusión en cabañas o en un lugar especial, adquiere como marca de cualquier clasifica-
los tabúes alimenticios, suntuarios y sexua- ción social. Dado que las distinciones social-
les, y los ritos de purificación son frecuentes mente más eficaces son aquellas que, aparen-
en este periodo. En muchos casos, los ritos de temente, se basan en diferencias objetivas,
embarazo y parto pueden ser considerados, estos rituales muestran preferencia por usar el
además, como una parte del rito de paso de cuerpo como una memoria en el que quedará
consagración de la pareja en el mundo de los grabada la institución.
adultos, lo que explica que los ritos aplicados El embarazo puede ser considerado, enton-
a la futura madre incluyan también al padre o ces, no sólo un proceso fisiológico sino tam-
que la couvade –es decir, los casos en los que bién un proceso de fuerte significado social.
el padre imita y dice padecer los dolores y La visibilidad del cuerpo embarazado es tal
sufrimientos de la mujer en el embarazo o que hace patente la transición al nuevo estado
parto– sea un fenómeno universalmente de madre. El vientre prominente, un cuerpo en
difundido. Por último, van Gennep destaca el cierta manera público que, desprovisto de su
papel desempeñado por los «intermediarios», carácter erótico, se puede tocar o acariciar, se
quienes «no sólo tienen por objeto neutralizar convierte en referente de la maternidad misma.
la impureza, o atraer sobre ellos los malefi- La barriga, sede preferente de la intervención
cios, sino también servir realmente de puente, médica, se hincha en paralelo a que la mujer va
de cadena, de vínculo, en definitiva, facilitar asimilando su nuevo papel social. El embarazo
que los cambios de estado se realicen sin es, así, un proceso de iniciación en el que la mu-
sacudidas sociales violentas ni detenciones jer «se instruye» o «es instruida» en la forma de
bruscas de la vida individual y colectiva» ejercer ese nuevo rol que tendrá, en gran medi-
(ibídem:60). da, un carácter excluyente respecto a cualquier
Considero que el carácter ritual del embara- otro rol social.
zo no ha perdido fuerza en nuestros días, sino Mi propósito es mostrar que, en esta inicia-
que, más bien, se ha reforzado debido al debi- ción, existe una analogía entre la forma en que
litamiento sufrido por otros ritos liminares el cuerpo embarazado es tratado –la forma en
tales como el noviazgo y el casamiento (cf. que se afronta el proceso de gestación y parto–
infra). Aunque el revestimiento científico con y el tratamiento que la maternidad recibe. Las
el que cuentan estas prácticas haga desconcer- nociones utilizadas en la descripción del pro-
tante la idea de que podamos seguir hablando ceso fisiológico del embarazo –en nuestro
de un rito de paso, no es difícil establecer entorno inmediato, el dolor y el riesgo, tal y
paralelismos con las prácticas descritas por como se expone a continuación– representan
van Gennep: el papel jugado por el médico determinadas concepciones de la maternidad y
como mediador, la separación de la «vida de su ejercicio.
Mujeres gestantes, madres en gestación. Metáforas de un... 101

LOS DENOMINADORES DEL En las últimas décadas, esta idea de madre


PROCESO DE GESTACIÓN: sufriente va transformándose 5 y, a su vez, el
DEL DOLOR AL RIESGO parto va perdiendo importancia relativa respec-
to al interés médico que va tomando el periodo
Es del común conocimiento el castigo con el de embarazo: éste es tratado como una enfer-
que Dios se vengó de la desobediencia de Eva: medad y las mujeres gestantes se convierten en
el dolor en sus partos. Según los padres de la pacientes. La gestación y primeros cuidados
Iglesia, cada vez que viene un niño al mundo, del bebé, sobre los que la intervención médica
las mujeres expían ese pecado genéricamente inicial fue mínima, pasan, progresivamente, a
femenino (Duby, 1998). Pero éste no es el ser considerados determinantes para el desarro-
único dolor de las madres. Cada mujer revive llo de la persona. Evitar los riesgos, la búsque-
de alguna forma el sufrimiento –esta vez espi- da de la calidad y la medicalización serán la
ritual– que María vivió al pie de la Cruz de su constantes no sólo en el embarazo, sino en el
amado hijo. La condición de madre en la cul- propio ejercicio de la maternidad.
tura occidental ha venido tradicionalmente Se puede percibir así, un deslizamiento en el
presidida por esta mezcla de amor y de dolor. acento puesto en las diferentes fases del proce-
La mujer se convierte en madre a través del so: mientras que en un principio el parto con-
sufrimiento del parto y éste se extiende a lo centraba todos los esfuerzos medicalizadores,
largo de su vida, concebida ésta como un con- más tarde va a ser el embarazo mismo lo que
tinuo sacrificio hacia sus hijos. se convierte en centro de atención por parte de
A medida que –a partir del siglo XVIII– la los médicos. Esta diferencia de acento coinci-
medicina fue tomando un interés creciente por de con una transformación de la concepción de
todo lo concerniente a la generación de la vida, la maternidad. Mientras que en el siglo XVIII
los médicos fueron asumiendo una mayor res- la maternidad venía denominada por el sufri-
ponsabilidad en el proceso de parto, desplazan- miento –cuyo exponente máximo eran los
do a las comadronas, trasladándolo a los hospi- dolores del parto– hoy la maternidad viene
tales y relegando a las mujeres a un papel cada caracterizada por el riesgo –y será el embarazo
vez más pasivo. Sin embargo, el sufrimiento el lugar idóneo de su control.
siguió protagonizando el alumbramiento y la Asistimos al nacimiento de una verdadera
generalización de métodos que mitigasen el bebología 6, nueva ciencia constituida por
dolor no se produjo hasta fechas muy tardías. expertos de procedencias disciplinarias diversas
Los comienzos de la anestesia aplicada al parto y cuyo fin será el logro de un bebé mental y físi-
–mediados del siglo XIX– despertaron largas camente sano. El vientre materno se convierte
polémicas sobre su conveniencia: primero por- en el lugar idóneo de la prevención, y desde el
que sustraía a las mujeres de la maldición de principio de la gestación, la evitación del riesgo
Eva y a Dios la gloria de los gritos de auxilio; y por medio del control, será el objetivo:
segundo, más interesante desde nuestro punto
de vista, porque ponía en peligro el amor de la «Me asegura que en cuanto sea facti -
madre. ¿Podría una mujer amar al hijo por el ble me hará una amniocentesis. Así
que no había gritado su dolor? El amor materno podrán descartarse un montón de ries -
nacía en los padecimientos del parto: el dolor gos. Me pesa (…). Me manda hacer una
físico antecede el sufrimiento de una madre analítica completísima. En cuanto tenga
concebida como mater dolorosa. (Rich, 1996; los resultados deberé verle otra vez.
Tubert, 1991). Así lo refleja Michelet en 1869: Luego, su enfermera me da un montón
de recomendaciones. Insiste sobre todo
«Si el niño no fuera Dios, si la rela- en una buena dieta. Es importante no
ción con él no fuera un culto, no sobre- pasarse de peso (…). Tampoco puedo
viviría. Es una criatura tan frágil que no tomar alcohol… El alcohol atraviesa la
se la podría criar si no tuviera en su placenta y perturba el metabolismo (…).
madre a la idólatra maravillosa que lo El alcoholismo de la madre es responsa -
diviniza, y si esa idolatría no le hiciera a ble de un montón de malformaciones,
ella dulce y deseable su inmolación» además de retraso mental (…). Me abs -
(citado en Tubert, 1991:88). tendré, qué remedio (…). También deberé
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moderarme en tomar café (…). El abuso una edad social simbólica adulta» (Langevin,
de café también puede tener consecuen - 1982:176). Lo interesante a destacar aquí es que
cias negativas y, como el tabaco, induce este tránsito, cuya marca corporal es tan clara,
al raquitismo» (Riera, 1998:19). introduce una substancial diferencia de género
en la forma de percibir el tiempo y el devenir
El prototipo de madre sufriente es así, pau- por parte de los jóvenes de uno y otro sexo.
latinamente abandonado y sustituido por el Desde hace algunos años, se viene afirman-
prototipo de madre impotente actual 7. El do que la categoría «juventud», en tanto que
estricto control al que se somete el cuerpo de periodo vital al que se le supone un correlato
la mujer embarazada tiene su correlato en un biológico, resulta poco útil en el estudio de la
modelo de maternidad que podríamos denomi- sociedad contemporánea. En los textos de las
nar de «responsabilidad impotente»: el periodo ciencias sociales, los años que engloban este
del embarazo se ha convertido en un complejo periodo se han ido ampliando por debajo y,
de pruebas, prácticas y órdenes que antecede a sobre todo, por arriba, en un intento de que la
una maternidad sin autonomía que necesita del edad siga siendo el factor determinante en la
continuo auxilio de expertos en la crianza de inclusión o exclusión de un individuo dentro
los hijos. La madre se encuentra desvalida e de esta categoría. Lo que venía definido por su
ignorante frente a la multitud de conocimien- carácter de tránsito a la edad adulta se ha con-
tos que requiere su nueva situación. Si bien el vertido en un periodo extenso en el que no
bienestar del feto, y más tarde del bebé, existen límites claros, un periodo de vida que
dependen de ella, ella está sorda, no compren- ocupa, cada vez, una franja mayor dentro del
de los mensajes, se encuentra en una perfecta ciclo vital de las personas.
ignorancia sobre las necesidades del niño. El Los rituales de paso que, antaño, procuraron
mediador-médico, los bebólogos, guiarán a la el tránsito a la madurez han perdido eficacia:
mujer en esta nueva función. En este sentido, la escuela se convierte en un encadenamiento
la maternidad sigue siendo concebida como de grados para un mercado de trabajo incapaz
una maternidad intensiva– se considera que la de asimilar a los jóvenes; el ingreso a la vida
crianza de los hijos precisa de una dedicación productiva activa se convierte en intermitente
exclusiva por parte de la madre– (Hays, 1998). y esporádico; las relaciones de pareja tienden a
Pero a su vez es una maternidad impotente plantearse como transitorias… Ante la multi-
puesto que requiere una constante guía en su plicidad de opciones, el paso a la vida adulta se
ejercicio. Volveremos sobre estas cuestiones transforma en algo poco nítido. La carencia de
más adelante. rasgos específicos que determinen la perma-
nencia dentro de la categoría juventud condu-
ce a algunos autores a plantear que deberíamos
ABANDONO DE LA JUVENTUD dejar de intentar circunscribir esta etapa de la
E INGRESO EN EL MUNDO ADULTO existencia a un periodo biológico concreto y
empezar a considerar la autoadscripción como
A veces me pesa este cuerpo, que no elemento de pertenencia básico (Irazuzta,
reconozco ni sé ocultar (…). Otras veces 1999:297).
me despierto, y al notar el volumen, Pero si renunciamos a una definición por
todavía me sorprendo. Me cuesta imagi - edad ¿cuáles serían las características que dis-
nar mi vida después (…). Imagino una tinguirían a este grupo social? Lasén realiza
vida somnolienta, de lactancia y cuida - una propuesta de acuerdo a la que la juventud
dos, de un niño que cambiar, acariciar, se caracteriza por lo que es pasajero, por lo efí-
de otro sentido del tiempo. (Jamís y mero. Es el periodo en el que la persona se re-
Núñez, 1999:42) siste a tomar caminos que limiten otras opcio-
nes, donde las elecciones están abiertas, donde
El proceso de embarazo como tránsito a la existen nuevas posibilidades y comienzos dis-
maternidad constituye, en el caso de las muje- ponibles. En definitiva, la juventud tiene co-
res, la incorporación más patente y clara a la mo rasgo más característico lo que esta autora
«mayoría de edad social» (del Valle, 1985) o, di- denomina «la estrategia de la indefinición»
cho en términos parecidos, «el desplazamiento a (Lasén, 2000).
Mujeres gestantes, madres en gestación. Metáforas de un... 103

Desde una perspectiva de género, la juven- lado en la juventud y se niegan, de alguna for-
tud presenta el interés de ser el periodo vital en ma, a tomar decisiones que les saquen de esa
el que se hacen menos patentes las desigualda- etapa de sus vidas, su transición a la edad adul-
des entre los sexos. Trayectorias femeninas y ta se representa como algo inevitable y, a la
masculinas transcurren, prácticamente, en vez, se asume que sus formas de vida serán
paralelo y los jóvenes de ambos sexos parecen muy similares a la de sus padres, aunque éstas
mostrar similares distribuciones de tiempo, no sean de su agrado.
intereses y actividades. Lasén (1999) habla de En definitiva, para las jóvenes estudiadas por
un modelo temporal generacional en el que las Lasén, casarse y tener hijos significa el fin de la
diferencias de género no están presentes. En la juventud y de la independencia. La maternidad,
misma línea, Ramos (1990), en su estudio con lo que tiene de irreversible, rompe con la
sobre los usos del tiempo, advierte que las dinámica propia de la juventud, la indefinición,
diferencias de usos del tiempo en perjuicio de acuciando a estas mujeres a entrar no sólo en la
las mujeres surgen, de forma definitiva, a par- edad adulta, sino en una edad adulta en la que el
tir de la treintena. Con todo, nivel educativo rol de mujeres imaginado o esperado corres-
superior y soltería garantizarían a las mujeres ponde al tradicional femenino del cuidado de
una mayor igualdad en la dedicación de tiem- los niños y las tareas de la casa.
pos sea en las esferas educativas, profesionales Se puede concluir por ello que, una vez di-
o de ocio. Según este autor, existe un lapso de fuminado el continuum compuesto por el enca-
relativa igualdad en lo que a los usos del tiem- denamiento noviazgo-matrimonio-maternidad
po se refiere, vinculada al periodo de estudios –tránsito ineludible para las generaciones ante-
y etapa juvenil, que es rota con la entrada en el riores 8–, el embarazo aparece hoy como nítido
mercado laboral y, sobre todo, con el cambio punto de inflexión en la trayectoria femenina, el
de estado civil. En este contexto el propio hito a partir del cual se articula toda su biogra-
Ramos sugiere que la maternidad estaría fía 9. Del Valle define los hitos como «aquellas
actuando como factor en las desigualdades decisiones, vivencias que al recordarlas se cons-
que, tras el frágil y efímero periodo de lo que tituyen en una referencia significativa (…)
él llama «democracia académica juvenil», catárticas en cuanto que desencadenan otras
emergen en los usos del tiempo y en las tasas muchas situaciones y decisiones» (1997:61-62).
de actividad económica entre los sexos. El proceso de gestación considerado como hito
Retomando la argumentación de Lasén, se sitúa la frontera entre juventud y etapa adulta
hace patente que los jóvenes de ambos sexos femenina. Es un tiempo de transformación,
asocian el abandono de esta etapa con el asen- tiempo liminar entre un estado y otro. Este
tamiento en el aburrimiento y la monotonía, periodo en el que la mujer se convierte en
características atribuidas a la edad adulta. madre, cambiante –más tardío hoy, más tempra-
Estos jóvenes aceptan el advenimiento de la no anteriormente–, minuciosamente programa-
madurez como algo inevitable, pero no por do –cálculo de los momentos adecuados para el
ello deseable. Lasén destaca que en el caso de embarazo frente a la pasividad del quedarse
las mujeres, a la falta de entusiasmo por for- embarazada de antaño–, pero a su vez estrecho
mar una familia y pasar al mundo adulto se –siempre limitado por el temido parón del
suma la certeza de que la maternidad conlleva- «reloj biológico» 10– es el punto a partir del cual
rá dificultades de compatibilización de las se dibuja la trayectoria vital de las mujeres.
diversas esferas vitales, en especial dificulta- El embarazo es aquí conversión, entrada en
des de compatibilización de vida profesional y el grupo de mujeres adultas y abandono defi-
de ocio con vida familiar. Y aunque para las nitivo de la etapa juvenil, por indefinible que
jóvenes contemporáneas –a diferencia de las ésta sea. Lo irretornable, lo permanente de la
de generaciones anteriores– la maternidad no maternidad, transforma el ciclo vital de la per-
parece considerarse el único destino social sona. La reversibilidad, la posibilidad de cam-
posible para las mujeres, queda patente que bio, característica de la juventud, se pierde
esta opción se imagina como clara creadora de definitivamente.
desventajas, sin que sin embargo se rompa con Este aspecto nos lleva a un elemento de
los clichés y con la atribución de roles tradi- notable interés: si bien las jóvenes se ven dife-
cionales. Si bien las y los jóvenes se han insta- rentes a sus madres, ven este cambio como
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temporal, un periodo tras el cual ellas también para-otro para referirme a él: el otro respecto
deberán asumir la posición que les fue asigna- al que el cuerpo de la mujer gestante se define
da a sus propias madres o, también opción se localiza, en esta ocasión, dentro de su pro-
aceptada, renunciar a la maternidad por las pio cuerpo. Es esta idea de cuerpo-para-otro
limitaciones que ésta conlleva. Frente a la lo que resume el cuerpo entero de la mujer, el
maternidad de sus madres, las mujeres jóvenes feto es ese otro respecto al que se lee lo que
actuales se plantean la opción de la no mater- ocurre en el cuerpo de la embarazada.
nidad más que la de «otra» maternidad. Pese a Participando de este carácter de cuerpo-para-
las transformaciones en la vida de las mujeres, otro, a continuación se abordan las metáforas
este aspecto de la existencia aparece a sus ojos hegemónicas de esta relación: primero la ima-
inalterable: o se toma o se deja. Este punto nos gen del cuerpo materno como cuerpo fusiona -
parece de interés crucial, y nos da paso al do con el feto y, segundo, la de su reverso, el
segundo tema que trata este artículo, las imá- cuerpo materno parasitado por el feto. En ter-
genes del cuerpo materno: ¿cuáles son las cer lugar se expone una metáfora cada vez más
metáforas que utilizamos al referirnos a él? recurrente, la del feto individuo. Como punto
¿en qué medida las imágenes de la maternidad último, se presenta la propuesta de Rouch en
van cambiando o están viéndose alteradas por torno a lo que ella denomina la economía pla -
las nuevas posiciones sociales de las mujeres? centaria, por la potencialidad que nos descu-
bre en cuanto que metáfora alternativa de la
maternidad.
Metáforas maternales
en el espacio fronterizo EL EMBARAZO COMO FUSIÓN:
LA SIMBIOSIS MADRE-HIJO
del cuerpo embarazado
Desde el comienzo de la civilización occi-

E
dental, e independientemente de la apreciación
n este epígrafe pretendo defender que que de la sexualidad femenina se tenga, ha
existe una analogía entre la forma de sido una constante el considerar que el emba-
ver e interpretar lo que pasa dentro razo y posterior maternidad, procura salud físi-
del cuerpo embarazado y la imagen de la rela- ca y emotiva a la mujer.
ción materno-filial que se sostiene socialmen- En la antigüedad, se describía el cuerpo de
te. Las metáforas que vehiculan estas interpre- la mujer como cuerpo abierto, en desequilibrio
taciones no son, sin embargo, únicas, pues desde la pérdida de la virginidad, que sólo con
distintas imágenes del cuerpo materno, a veces la preñez se cerraba. Consecuentemente, se ha
contradictorias, conviven y se solapan. En las concebido a la mujer como ser incompleto, en
metáforas presentadas aquí como propias de constante búsqueda de la integridad perdida
nuestro contexto social existe un elemento (Tubert, 1991; Rich, 1996). El deseo femenino
constante: la idea del cuerpo embarazado defi- es, de hecho, necesidad de que el varón cierre
nido no por sí mismo, sino en función de ese ese cuerpo –a través del embarazo– para recu-
ser interior, que es el feto. perar su equilibrio. De esta manera, la histeria
Siguiendo a del Valle (1985), el denomina- se atribuyó durante largo tiempo a la ingravi-
dor colectivo de las mujeres, aquello por lo dez del útero: un embarazo volvería a recolo-
que pueden ser consideradas como una cate- carlo en su sitio. Así lo argumentaba en Timeo
goría social, es que su identidad social viene Platón:
dada por su carácter de seres-para-otros, es
decir, personas cuya posición y función en la «Para las mujeres aquello que se
existencia vendría definida en relación a los llama matriz o útero, es un animal situa-
demás –sean estos padres, hermanos, marido, do dentro de ellas que desea tener un
hijos o familia en general–. Esta concepción hijo. Cuando pasa la estación propia sin
de la mujer tiene su correlato biológico en la dar fruto se enfada, se inquieta sobrema-
forma en que es descrito el cuerpo embarazado nera y soporta muy mal este nuevo esta-
y es por ello que utilizo la expresión cuerpo- do. Entonces vaga por todo el cuerpo,
Mujeres gestantes, madres en gestación. Metáforas de un... 105

obstruye el paso del aire, impide la res- el hijo en cada momento necesita y que se ha
piración y provoca angustias terribles, y venido en llamar instinto maternal.
enfermedades de todo tipo. Esto dura En este contexto, el embarazo es la simbio-
hasta que el deseo conduce a la unión de sis perfecta, la unión completa e ideal. En este
los dos sexos para que pueda recoger el proceso la mujer realiza su destino, pues es su
fruto, como se recoge el del árbol» (cita- cuerpo y su ser entero el que está preparado
do en Riera, 1998:165). para esta función. Al igual que la mujer nutre
de sus entrañas al ser que va a nacer, igual-
Esta idea de incompletitud de la mujer, mente lo cuidará y nutrirá cuando haya nacido.
debida a su vacío interior, se ha mantenido A la dependencia física del niño hacia la
hasta la actualidad: «Nunca hasta ahora me madre corresponde la dependencia emocional
había parado a pensar que el cuerpo femenino de ésta hacia él. La madre es quien lo da todo
oscila entre lleno y vacío, ocupado y libre» incondicionalmente, constantemente, sin cóle-
(Riera, 1998:120). La necesidad de llenarse, ra.
de cerrar ese cuerpo abierto, hace que la mujer
busque instintivamente la maternidad: el cuer- «Te he dado mi calcio, mi hierro, mi
po embarazado es aquel que se cierra y pierde flúor, mi carne y mi sangre, mis humores,
todo deseo convirtiéndose, así, en un cuerpo mi flujo, mis secreciones, mis hormonas.
asexuado. No puedo darte más. No me queda nada
Esta íntima vinculación entre maternidad y que no sea también tuyo, nada que no
ausencia de deseo se ve reforzada a partir del sea para ti» (ibídem:169-70).
siglo XVIII, cuando la idealización de la
maternidad en occidente encuentra su apogeo. La vigencia de la concepción del cuerpo de
A medida que el sentimiento se instala como la madre y del feto como fusión, en el que la
elemento básico de la familia, la madre se con- mujer alcanza su verdadera plenitud, es paten-
vierte en la columna vertebral de todo el te también en muchas obras psicoanalíticas
modelo de familia actual 11. Se considera al contemporáneas. Así, Langer (1983) defiende
amor maternal un valor que hasta entonces que si bien antaño la sociedad imponía severas
había sido injustamente despreciado, funda- restricciones sexuales y sociales a la mujer y
mental en el equilibrio individual y social. La favorecía las actividades y funciones materna-
idealización de la maternidad toma la forma de les –de lo que derivaban las frecuentes histe-
una ilimitada pasión de la madre hacia el hijo, rias y otros trastornos psicosomáticos– la mas-
que pone el amor materno por encima de cual- culinista sociedad contemporánea otorga
quier otro afecto o interés. Esta concepción del mayor libertad sexual y social a las mujeres
amor materno-filial llega hasta nuestros días: pero impone graves restricciones a la materni-
dad por circunstancias culturales y económi-
«Ahora que tú y yo somos la misma cas. Esto explicaría las alteraciones psicoso-
persona, fundidos, confundidos, me doy máticas relacionadas con la procreación tan
cuenta de que no hay unión más podero - abundantes en la actualidad (dificultades en la
sa, simbiosis más perfecta que la de la fertilidad, concepción, menstruación, lactan-
madre y el hijo o hija. Quizá el deseo de cia, etc). Según Langer, la mujer contemporá-
fusionarnos con el amante (…) no es nea está en conflicto consigo misma porque la
más que el deseo de volver a estar den - sociedad actual, «antiinstintiva y antimater-
tro del cuerpo que nos cobijó, búsqueda nal», no deja que la mujer goce de su hijo, no
de un pasado feliz, de sintonía absoluta» deja que le ame y se ve en necesidad de recu-
(Riera, 1998:48). rrir a libros y especialistas que le enseñen lo
que, tradicionalmente, las madres sabían ins-
Al igual que en el embarazo la mujer no tintivamente, es decir, querer al niño.
puede evitar la «terrible y al mismo tiempo En la mujer, según afirma esta autora, a dife-
maravillosa metamorfosis» (ibídem:17) que se rencia del hombre, existe una interrelación bio-
produce en su cuerpo, también es inevitable el lógica y psicológica, ya que «desde la me-
florecimiento de los vínculos emocionales, ese narquía hasta la menopausia, durante la parte
sentimiento de unidad, de saber qué es lo que más importante de su vida [sic] 12, se desarrollan
106 Elixabete Imaz Martínez

en ella procesos biológicos destinados a la rior de la mujer, que puede ser enriquecimien-
maternidad» (Langer, 1983:26). Mientras que to, pero que es mutilación a la vez.
en los hombres no existe una relación directa Simone de Beauvoir habló de la gestación
entre el deseo genital y el deseo psicológico de como de un conflicto entre el individuo y la
paternidad, en la mujer «parece existir (…) un servidumbre a la especie. En el hombre, la
deseo instintivo de ser fecundada y concebir vida genital no se contraría con su existencia
un hijo» (ibídem). Las mujeres sin hijos «que- personal y se desarrolla sin crisis. Las funcio-
dan frustradas y truncadas, por no haberse rea- nes procreativas en la mujer, sin embargo,
lizado en una parte transcendental de su ser» representan un elemento de desequilibrio para
(ibídem:25) y manifiestan esta frustración en el individuo a favor de la especie: «entre la
problemas ginecológicos. La mujer sin hijos adolescencia y la menopausia en ella se desa-
puede lograr ser feliz «siempre que encuentre rrolla una historia que no le concierne perso-
una forma de vida que le permita la sublima- nalmente» (de Beauvoir, 1982:51). El cuerpo
ción satisfactoria de su instinto maternal» (ibí - femenino se percibe como un cuerpo que trai-
dem:26), pero siempre existirá el sentimiento ciona (que menstrúa, que se embaraza, que se
de haber desperdiciado parte de sí misma, de metamorfosea a pesar de la voluntad). No
no haber transcendido en todos los planos. existe ninguna finalidad individual cuando en
En definitiva, la representación de la mater- el cuerpo femenino se da un esbozo sin des-
nidad como fusión sigue aún hoy fuertemente canso del trabajo de la gestación: «la mujer
vigente. Filósofos, psicólogos y pedagogos –dice– como el hombre, es su cuerpo, pero su
hablan de una maternidad que es fuente nece- cuerpo es distinto de ella» (ibídem:53). Este es
saria y suficiente de equilibrio emocional de la el conflicto individuo-especie que se batalla en
mujer, a la vez que condición imprescindible el cuerpo de la mujer y al que la mujer se resis-
para la crianza del niño. Y para ello se estable- te en diversas formas de enfermedad y de
ce un paralelismo entre el proceso de gestación malestar.
y la maternidad misma: el cobijo ofrecido por Así, en la mujer embarazada desaparece la
el cuerpo embarazado antecede la generosidad diferencia entre objeto y sujeto: la mujer posee
sin límites de la madre; al igual que el cuerpo al feto pero a la vez el feto la posee, se perci-
femenino logra su equilibrio perdido en el be como «invadida» por él. Los límites de su
embarazo, la mujer realiza su persona en la individualidad se difuminan. La mujer es una
maternidad. Dependencia mutua y autosufi- incubadora, un huevo: «ella es un ser humano,
ciencia hacia el exterior caracterizan al víncu- conciencia y libertad, que se ha transformado
lo emocional entre madre e hijo. Y su origen en instrumento pasivo de la vida» (de Beau-
está en las entrañas mismas, por lo que es ini- voir, 1982b:274). El propio cuerpo, que es del
mitable, incomprensible para quien no tenga niño, se recubre de un carácter sagrado y a la
acceso a esa misma experiencia: vez temible. La mujer es presa de la especie, la
naturaleza le impone sus propias leyes: «de
«La diferencia fundamental entre todas las hembras mamíferas, la mujer es la
paternidad y maternidad es que la pa - que está más profundamente enajenada y la
ternidad transcurre siempre por el lado que rechaza con mayor violencia esa enajena-
de fuera, mientras que la maternidad ción; en ninguna hembra la esclavización del
comienza desde dentro. Los hombres organismo a la función reproductora es tan
nunca podrán sentir la metamorfosis que imperiosa ni tan difícilmente aceptada» (de
nosotras experimentamos, la explosión Beauvoir, 1982a:55). En el conflicto que se
de vida y su desbordamiento» (Riera, desarrolla en su cuerpo, la mujer se rebela por
1998:148). medio de vómitos y molestias típicas de la ges-
tación, por medio de las cuales el yo de la
mujer busca la expulsión de ese otro ajeno: el
EL EMBARAZO COMO INVASIÓN: cuerpo femenino se niega a la especie que la
EL PARASITISMO ocupa y domina. La posición de la mujer
embarazada no es la de equilibrio –como dicta
El reverso de la moneda habla del embarazo la ideología dominante– sino la de la ambiva-
como de un drama que se desarrolla en el inte- lencia: mientras quiere conservar el feto –que
Mujeres gestantes, madres en gestación. Metáforas de un... 107

le da valor social en cuanto madre, que la jus- mujeres sólo accidentalmente, que hayan
tifica socialmente– quiere, a la vez, deshacerse minimizado su biología o los vínculos
de él –ya que quiere liberarse del malestar físi- con otras mujeres. El cuerpo ha termina-
co y de la pérdida del yo que le supone–. do siendo tan problemático para las mu-
En sintonía con esta concepción del embara- jeres que a menudo han preferido pres-
zo, la opción de los primeros feminismos fue cindir de él y viajar como un espíritu
proclamar la propiedad de las mujeres sobre su incorpóreo» (Rich, 1996:81).
cuerpo y su capacidad reproductiva y revertir
el cuidado de la prole hacia la sociedad. La Las posturas antimaternales para las que el
consideración de la gestación como proceso embarazo es sinónimo de enajenación derivan,
animal y embrutecedor y, en consecuencia, la precisamente, de premisas cuyos orígenes son
renuncia a la maternidad, en cuanto que obstá- esa misma ideología que desde el feminismo se
culo al desarrollo de la mujer como individuo, combate. La maternidad, que debe ser conside-
se consideró la única alternativa por parte de rada opción y no destino femenino, es «una par-
muchas feministas de los setenta. Firestone te del proceso femenino; no se trata de una iden-
(1976), portavoz de esta tendencia, puso toda tidad permanente» (ibídem:76). La autora
su esperanza de liberación en la asunción por describe las contradicciones que le crea el es-
parte de la tecnología de todas las cargas repro- fuerzo por rescatar «su propio yo» en una socie-
ductivas: dado que sus funciones procreativas dad en la que las mujeres son consideradas
han sido las que han sometido universalmente exclusivamente madres. Así, se refiere al sufri-
a las mujeres, éstas sólo podrán ser libres en la miento provocado por la ambivalencia hacia sus
medida en que la ciencia asuma la procreación. hijos, entre el amor y el resentimiento, y de la
El cuerpo y sus capacidades reproductivas se sensación de ser un monstruo, una antimujer
perciben, desde esta perspectiva, como trampa ante su incapacidad de dejarse dominar por el
y el embarazo es la evidencia más palpable de amor incondicional y desinteresado que como
cómo la propia carne traiciona la individuali- madre se le suponen.
dad femenina. La superación de la opresión Lo relevante, en este contexto, del argumen-
femenina sólo será posible cuando la repro- to sostenido por Rich, es que considera que
ducción biológica sea reemplazada por la lograr una maternidad no enajenante sino enri-
reproducción artificial. Pero no está de más quecedora, supone analizar y superar la aliena-
decir aquí, con Tubert (1991), que, por el ción del parto y del embarazo que, para la tra-
momento, las Nuevas Tecnologías Reproducti- dición judeocristiana, es un castigo de Dios
vas, lejos de liberar a las mujeres, han reforza- caracterizado por el sufrimiento pasivo. La
do la idea de madre sufriente, la de la mujer imagen del feto como parásito se convierte así
dispuesta a sacrificarse, a someterse a repetidas en una metáfora propia de un feminismo que
y dolorosas pruebas en pos del hijo y ha ahon- concibe el cuerpo, exclusivamente, como limi-
dado en la fantasía de la partenogénesis, es tación. Es por ello que reivindica una reapro-
decir, la fantasía de la procreación libre de todo piación de la experiencia física y psicológica
contacto con lo sexual, el nacimiento incorpó- de la maternidad por parte de las mujeres y,
reo y virginal (Tubert, 1991:49). junto a ello, una reapropiación del cuerpo:
La primera en intentar rescatar y dar un nue-
vo valor a la maternidad como experiencia fue «Creo que debemos considerar nues-
Adrianne Rich, llevando, a su vez, el cuerpo tro físico como un recurso, en lugar de un
maternal al centro mismo del debate feminista. destino. A fin de vivir una vida humana
El cuerpo, como núcleo de la propia experien- plena, no solamente exigimos el control
cia, debe ser recuperado: de nuestros cuerpos (…), debemos captar
la unidad y resonancia de nuestro cuerpo,
«Pensar como un hombre ha sido un nuestro vínculo con el orden natural, el
halago o una limitación para las mujeres fundamento físico de nuestra inteligen-
que han querido escapar de la trampa del cia» (ibídem:80).
cuerpo. No es extraño que muchas muje-
res inteligentes y creativas hayan insisti- La vía abierta por Rich, posibilita un giro
do en que eran seres humanos primero y que abandona la consideración del cuerpo
108 Elixabete Imaz Martínez

como freno a la realización femenina e inau- vertida, ahora, en práctica rutinaria, es un buen
gura una corriente dentro del pensamiento ejemplo de cómo la tecnología médica está
feminista para la que cuerpo materno no es reforzando la concepción del feto individuo. A
más un cuerpo parasitado, subordinado a fuer- pesar de que lo que se ve a través de una eco-
zas que le someten, sino «fuente de placer, grafía es una imagen poco nítida, que necesita
conocimiento y poder específicamente feme- de la interpretación del médico, parece que es la
ninos» (Tubert, 1996:8). visibilización del feto lo que convierte a éste en
persona. No importa haber sentido su presencia
por otras alteraciones fisiológicas. Su visión es
EL EMBARAZO COMO CUERPO la que confirma definitivamente su existencia y
ESCINDIDO: EL FETO-INDIVIDUO presencia. La ecografía se convierte no sólo en
un «asegurarse de que todo va bien», sino de
Una tercera imagen de la relación entre que todo está, efectivamente, sucediendo:
vientre materno y feto se ha ido consolidando
debido a la influencia de la religión y, sobre «Yo sentía mucha alegría y un gran
todo, a la evolución de la medicina. Se trata de alivio. Por fin tenía la impresión de
la representación del feto como individuo haber visto realmente al niño. Mi hijo.
habitante del vientre femenino, distinto del, Sus pies, sus manos. Ahora ya tiene
pero, a su vez, a merced del cuerpo materno. nombre (…) Y hablar de él o hablarle
La presencia de un ser en el interior de la llamándole por su nombre es una gran
mujer gestante, ser completo con capacidad de diferencia» (Jamís y Núñez, 1999:37).
sentir y cuya eliminación no podía ser otra
cosa que un crimen, fue defendida por la Igle- A través de éste y otros recursos tecnológi-
sia desde los inicios mismos de su consolida- cos, la mujer se convierte en espectadora de su
ción. Es así como se promovió la concepción propio embarazo; el vientre se escinde del
del feto como sujeto, como individuo fisioló- cuerpo y toda la información que sobre él aco-
gicamente dependiente de la madre pero con pia es recibida a través de terceros, fundamen-
su propia alma. Los movimientos antiabortis- talmente, el médico. El feto individuo es una
tas han seguido trabajando en este principio curiosa forma de vida exterior instalada en el
del feto como individuo, sujeto de derechos cuerpo de la mujer, pero ajena a ella. Y como
jurídicos, usándolo como argumento principal ajena e individualizable, revestida de sus pro-
en su labor de concienciación contra la inte- pios derechos: derecho a la salud (no fumar, no
rrupción de embarazo. beber, no medicarse, evitar alimentos y activi-
Sin embargo, ha sido la medicalización y la dades), esperando que nada lo altere en su pro-
tecnología –sobre todo visual– aplicada a ella, ceso (una vida armoniosa que no trastorne al
la que ha afianzado la representación del feto bebé). La embarazada se percibe como un vien-
como ser habitando el cuerpo materno, pero dis- tre que debe amoldarse a las necesidades de ese
tinto a éste. La medicina, cuyo campo de traba- habitante interior.
jo es el cuerpo, entendiendo éste como propie - Pero lo fundamental aquí, a diferencia de la
dad de un individuo, no como el individuo metáfora de la fusión, tratada más arriba, es que
mismo (Le Breton, 1990:181 y ss.), parcela el la madre no sabe como atenderle, no sabe –ya
organismo humano y actúa sobre él, localmen- no intuye– lo que necesita, ya que el feto es
te, aislado del resto de la persona. En el caso otro diferente, distinto a sí misma, pero del que
que nos atañe, los esfuerzos médicos se centran es responsable. Así, podemos distinguir tres
en el vientre materno, allí donde se localiza el momentos en el tratamiento médico de la ges-
feto. La medicina asume la vigilancia del emba- tación: en el primero se identificó el embarazo
razo, pero lo deslinda de todo aspecto personal como una enfermedad, y se medicalizó en
de la madre. El no-visible, que es el bebé, hace cuanto que era considerado un fenómeno po-
desaparecer a la madre gestante, que se con- tencialmente patológico; más tarde, se conside-
vierte en una presente-ausente (Tubert, 1991). ró el embarazo como un proceso cuyo rasgo
La ecografía, pensada en principio, como definitorio era el riesgo; hoy, sin embargo, a
tantos recursos tecnológicos, para aquellos pesar de que el riesgo siga siendo el protago-
embarazos que presentasen dificultades y con- nista, se ha producido un desplazamiento en su
Mujeres gestantes, madres en gestación. Metáforas de un... 109

localización y se considera que el riesgo le con- resultar sugerente cara a la creación de nuevas
cierne al feto en sí, pensado individualmente. representaciones de la maternidad.
No es que la gestación sea peligrosa para la Luce Irigaray, a través de una entrevista rea-
mujer, es el feto el que corre riesgos durante el lizada a Hélène Rouch, ofrece otra metáfora de
embarazo, y ello a consecuencia, precisamente, la relación cuerpo materno-feto, que ella cali-
de las malas costumbres de la madre (Quéniart, fica de carácter «casi ético» (1992:39), cen-
1988:48). La embarazada no está en posición trándose para ello en la descripción del papel
de decidir, pues es otro –el hijo– quien queda a desempeñado por la placenta en el proceso de
merced de su falta de prudencia. De esta forma, embarazo.
la concepción del feto como otro independien- Según defiende esta autora, la característica
te conecta perfectamente con la maternidad de la economía placentaria es que el tejido de
impotente de la que hablaba anteriormente. La la placenta está formado por el embrión y que
mujer encinta se convierte en la única respon- está estrechamente imbricado a la pared uteri-
sable del sano desarrollo del feto: se habla de na, pero a la vez separado de ella, siendo inde-
las consecuencias que sus malos hábitos pue- pendiente de una y otro. La placenta juega un
den acarrear al futuro bebé, no destacando papel mediador: por una parte, espacialmente,
nunca otros factores ambientales igualmente pues los tejidos de madre e hijo nunca llegan a
perjudiciales tanto para el feto como para la fundirse; por otra parte, funciona como un sis-
mujer. tema regulador de intercambios. La placenta
Las futuras madres se convierten en consu- cambia el metabolismo de la madre, sustituye
midoras compulsivas de obras científicas de a los ovarios en algunas de sus funciones y
divulgación y de revistas especializadas. Los establece una relación madre-feto que permite
descubrimientos científicos hacen variar lo crecer al último sin agotar a la primera. Se
«adecuado» de una época a otra. Lo imprescin- trata de un órgano anatómicamente dependien-
dible de hoy se convierte en nocivo mañana, y te del embrión, que segrega hormonas de la
las nuevas investigaciones científicas «descu- madre, que bloquea las reacciones de rechazo
bren» nuevas eventualidades a evitar. Las viejas a cuerpos extraños, pero sólo en el útero. El
costumbres no sirven o se han perdido, no valen cuerpo de la madre reconoce a ese otro (feto)
en el objetivo de eliminación total del riesgo. La como un no-sí-misma, con el que entra en una
maternidad se descolectiviza totalmente y se continua negociación a través de esa interme-
pierde la transmisión del saber popular. Ante la diaria que es la placenta:
soledad y el desconocimiento –ideas recurren-
tes en los testimonios de las mujeres embaraza- «La relativa autonomía de la placenta,
das–, ante la responsabilidad impotente adquiri- sus funciones reguladoras que aseguran
da, los médicos son los únicos referentes. el crecimiento de un cuerpo dentro de
otro, no pueden reducirse a mecanismos
ya sea de fusión (mezcla inefable de los
UNA METÁFORA ALTERNATIVA: cuerpos o de las sangres materno y
LA ECONOMÍA PLACENTARIA fetal), ya sea de agresión (el feto como
cuerpo extraño que devora el interior,
Tal y como se argumenta aquí, la relación que vampiriza el cuerpo de la madre)»
entre mujer y feto dentro del útero, sea como (ibídem:37).
relación de fusión, sea como relación parasita-
ria, o sea como responsabilidad dependiente, Las imágenes utilizadas para referirnos al
funciona como metáfora de la relación madre- embarazo hablan de incompletitud de la mujer
hijo tras el nacimiento. Estas tres metáforas se en cuanto sujeto, o bien de la limitación de su
superponen y combinan en el imaginario, en carácter de sujeto o bien de invisibilización
un collage más o menos coherente, ofreciendo detrás del verdadero sujeto. Desde las repre-
unas representaciones de la maternidad que sentaciones procuradas por estas imágenes, la
parecen poco acordes con las transformaciones identidad de la mujer madre existe gracias a,
que se han producido en otros ámbitos de la se pierde por culpa de o se diluye tras un otro,
existencia de las mujeres. Es por esta razón que es el feto. Si, tal y como aquí se presenta,
que incluyo aquí una cuarta imagen, que puede el embarazo actúa como una metáfora o, como
110 Elixabete Imaz Martínez

poco, un aprendizaje de la maternidad, es evi- taria en la Nada o en el menor Ser» (ibídem). En nues-
dente que la imagen ofrecida por Irigaray es tro caso, el grupo que queda marcado y excluido es el de
aquellos que no pueden tener hijos, en principio los
interesante, en la medida en que procura unas varones. Las mujeres, como potencialmente madres y
vías de pensamiento en las que la maternidad consagrables pasan a participar de ese carácter específi-
se entiende más allá de la lucha cuerpo a cuer- co del que les enviste la maternidad. Esta lógica da pie
po por la propia posición de sujeto, ofreciendo a que las mujeres puedan arrogarse una sensibilidad
una ruptura de la imagen de las mujeres como –«maternal»– diferente a la masculina, discurso amplia-
mente extendido en la sociedad y también en algunos
cuerpo-para-otros, seres-para-otros. La metá- feminismos:
fora utilizada por Rouch e Irigaray permite la
construcción de una imagen de la maternidad «existe un espacio acotado femenino, vinculado
en la que la distinción entre lo interior/lo exte- sin duda a nuestras cavidades oscuras, a la
rior, sujeto/objeto y yo/el otro pierde de algu- boca ciega que nos conecta, a través del sexo,
na forma su carácter rotundo e, incluso, beli- con la profundidad telúrica ancestral» (Riera,
1998:104).
coso, para dar lugar a concepciones más laxas
y diluidas, más acordes, tal vez, con nuevas Pero, a la vez, deja sin lugar a las mujeres que no lo-
formas de maternidad que puedan estar emer- gran tener hijos, en una posición imprecisa entre las con-
giendo en nuestro entorno. sagrables y una imposibilidad de pertenencia entre los no
consagrables. Tubert (1991) analiza la ambigüedad de la
mujer estéril, en una sociedad dividida entre hombres y
(potencialmente) madres.
NOTAS 5
Sin embargo, Tubert ve un resurgir de la idea de
madre sufriente en el empeño por la consecución de la
1
Para la ilustración de lo argumentado en este artícu- maternidad biológica por medio de las técnicas de repro-
lo he utilizado dos recientes publicaciones de carácter ducción asistida. La ciencia, puesta al servicio de mos-
autobiográfico que tienen como tema central el embara- trar la «naturalidad» mujer-madre, recurriendo, para ello,
zo y la maternidad: el texto de Riera (1998) es un diario a toda clase de «artificios», reafirma la «imagen martiri-
de gestación que la autora escribió como legado para su zada y estoica de la mujer, reforzada por los sacrificios y
propia hija. El de Jamís y Núñez (1999) es una compila- riesgos propios de este tipo de tratamiento« (1991:49).
ción de la correspondencia mantenida entre dos mujeres 6
Utilizo aquí el término con el que Delaisi de Parse-
durante el embarazo y primera infancia de sus hijos. Las val y Bigeargeal denominan, con cierta ironía, al conjun-
citas extraídas de estos dos textos aparecerán escritas en to de saberes y científicos especializados en la «crea-
cursiva. ción» de bebés cada vez más perfectos. Según estas
2
Arnold van Gennep intentó distinguir este tipo de autoras, estamos siendo testigos del surgimiento de una
ritos de otros de diverso carácter, contextualizándolos y bebolatría en la que se verían involucrados tanto las nue-
buscando un sentido diferente al de un carácter religioso. vas «madres-profesionales» como especialistas de las
Además del embarazo y el parto, englobó dentro de los diversas ramas de la medicina.
7
ritos de paso la integración de extranjeros, el nacimiento Acuño la expresión «maternidad impotente» a par-
y la infancia, los ritos de iniciación (de pubertad, de gru- tir de la expresión «responsabilidad impotente» utilizada
pos de edad, de asociaciones diversas,…), el matrimonio por el grupo feminista estadounidense «The Matriar-
y los funerales. chists» para definir la maternidad contemporánea. Cita-
3
Puede considerarse que las bajas de maternidad fun- do en Rich, 1996:98.
8
cionan como periodo de reintegración –casi siempre– en La reproducción ha dejado de considerarse finali-
desigualdad para las mujeres que asumen, por una u otra dad del matrimonio, se legitiman opciones alternativas
razón, para sí la baja, creando, probablemente, dinámicas de convivencia y residencia, el casamiento deja de ser la
que funcionarán como antecedente en la responsabilidad única forma de garantizar la sustentabilidad económica
que en el cuidado de la descendencia asumirá cada uno de la mujer. Esta transformación, en especial en nuestro
de los miembros de la pareja. Este tipo de bajas, diferen- entorno inmediato, se ha producido en unas pocas gene-
tes de las bajas de enfermedad, poco tienen que ver con raciones, tal y como muestra el estudio sobre las mujeres
la recuperación física tras el parto, pues en tal caso, nacidas en la posguerra española realizado por Roca i
como en toda convalecencia, tendría que ser el médico, Girona (1996).
y no la ley, quien determinase su duración. 9
En el caso de los varones, sin embargo, aunque el
4
Es decir, el rito crea una frontera interna al grupo, tránsito a la madurez se ve igualmente inevitable, se con-
evidenciando, a su vez, un grupo escondido en relación cibe de forma más desdibujada. En los escasos casos en
al cual se define el grupo instituido: «El verdadero mila- los que se hace referencia a la paternidad, ésta, a dife-
gro que producen los actos de institución reside segura- rencia de la maternidad en el caso de las mujeres, no se
mente en el hecho de que consiguen hacer creer a los hace patente en el discurso como hito, sino como un ele-
individuos consagrados que su existencia está justifica- mento más de ese conjunto denominado madurez. Con-
da, que su existencia sirve para algo» (Bourdieu, 1985: vertirse en padre no es, en este caso, el tránsito mismo a
86). Pero, concluye el autor, este sentido del ser sólo se la etapa adulta, sino un efecto o consecuencia de estar en
puede tener a costa «de la caída de la clase complemen- ella (Lasén, 1999).
Mujeres gestantes, madres en gestación. Metáforas de un... 111

10
A pesar de que las condiciones de vida de las muje- GARCÍA SELGAS, F. (1994): «El «cuerpo» como base del
res y su esperanza de vida han cambiado radicalmente en sentido de la acción social», pp. 41-83 en REIS nº 68.
los últimos años, el periodo en el que se considera que la GONZÁLEZ GARCÍA, J. M. (1998): «Metáfora», pp. 479-
maternidad es «adecuada» –médica y socialmente– sigue 80, en S. Giner, E. Lamo de Espinosa y C. Torres
ocupando un estrecho margen de años, mucho menor que (eds.) Diccionario de sociología, Madrid, Alianza.
el efectivo periodo de sus capacidades reproductivas. HAYS, S. (1988): Las contradicciones culturales de la
Langevin aboga por una nueva definición del tiempo maternidad, Madrid, Paidós.
vital de las mujeres, en el que el periodo adecuado para IRAZUZTA, I. (1999): «Cuestiones de piel. Impresiones
la maternidad, que actúa como articuladora de toda la somáticas sobre las clasificaciones del ciclo biológico
trayectoria vital femenina, sea considerado más laxa- en la tardomodernidad», pp. 287-299 en G. Gatti e I.
mente y no se censure a las mujeres con acusaciones de Martínez de Albeniz (coords.), op.cit.
insensatez. Sobre la presión social, pero sobre todo IRIGARAY, L. (1992): Yo, tú, nosotras, Madrid, Cátedra.
médica, que las mujeres maduras sufren por sus embara- JAMÍS, R. y NÚÑEZ, I. (1999): Maternidad. Cartas entre
zos «tardíos» véase Langevin (1982), Quéniart (1988) y dos mujeres, Barcelona, Urano.
Riera (1998). LANGER, M. (1983): Maternidad y sexo, Barcelona,
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Este sentimiento tomará tres formas: amor román - Paidós.
tico –el sentimiento entre los cónyuges–, amor maternal LANGEVIN, A. (1982): «Pour une nouvelle réflexion sur
–sentimiento de la madre hacia el hijo que supone que les âges de la vie», pp. 125-217, en A. Langevin (ed.)
éste se convierta en el eje de la vida de la mujer– y Ces maternités que l’on dit tardives, París, Robert
domesticidad –el amor hacia la vida familiar que deriva- Laffont.
do del anterior convierte la residencia familiar en un LASÉN, A. (1999): «Le devenir fémenin des temporalités
«hogar-nido», en el que el conjunto de los miembros del juvéniles», pp. 99-114 en Cahier du genre, nº 24.
grupo encuentran la intimidad y arropamiento que nece- LASÉN, A. (2000): A contratiempo. Un estudio de las
sitan (Shorter, 1977). temporalidades juveniles, Madrid, CIS/Siglo XXI.
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Es evidente esa especie de tautología implícita en LE BRETON, D. (1990): Anthropologie du corps et moder -
la afirmación de la autora. El periodo entre menarquía y nité, París, PUF.
menopausia será, por supuesto, la parte más importante LE GOFF, J. (1992): «¿La cabeza o el corazón? El uso
de la vida de una mujer siempre y cuando –o, sólo cuan- político de las metáforas corporales durante la Edad
do– su realización y su valor social y personal se consi- Media», pp. 12-27 en M. Feher (ed.) Fragmentos para
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