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PROLOGO La moral cambia a lo largo del tiempo en funcién de los problemas “ke la informacién que vamos obteniendo y tam- teen de nuestros cambiantes sentimientos, valores, metas ¢ intersses filosofias y religiones considera- Hasta hace un par de siglos todas las an tn eeclavitucl legal como algo moralmente aceptable, pero ahora todas la condenan con indignacién. Frente al consenso moral alcan- cién positiva, la frontera de rado en el pasado y plasmado en Ia legisla las reivindicaciones morales Ja moral pasa en cada momento por aquel nuevas sobre Jas que todavia'no hay consenso alguno, pero sobre las que ya se discute activamenté- En esta frontera las nuevas intuiciones morales de muchos individuos chocan con el consenso congelado del pasado, plasmado en el Derecho viigente, Por e50 s© Propane © inclu- so se exige el cambio de la legislacién, para adecuarla a las nuevas ae lidades morales. En el siglo xix la frontera de la moral pasd pe i ampliaci6n del derecho @ la libertad, es decir, por la abolici6n. be ane viead, lo que en Estados Unidos legs a provocst uns ger : vil. A principios del siglo la natora dela moral pasaba (ye 8 que nos confrontan, 12 ests MOSTERIN nas zonas sigue pasando) por la concesién de derechos a las mujer, Hy en dia Ia frontera de la moral pasa (entre otros puntos) por lng. tensidn del derecho a no ser torturado a todos los animales capice de suftir, Por eso éste es un libro de frontera. Muchas précticas abusivas de las que son victimas los animales ng humanos nos indignan moralmente. Las gallinas apretujadas en este. chas baterfas, donde no pueden moverse ni estirar las alas ni escarbar el suelo ni ver la luz del sol, condenadas a una vida de estrés, frustra. ién, llagas y dolores, sufren de un modo infernal. Lo mismo puede decirse de las cerdas paridoras permanentemente inmovilizadas, atz das al suelo, encerradas tras barrotes, impedidas de hacer lo que sus genes les piden, y de tantas otras tragedias cotidianas que tienen lugar en los establos de concentracién. Los perros colgados por los dientes y golpeados con barras de hierro y luego soltados en las peleas de pe- 110s; los toros lacerados atroz y publicamente por picadores, banderi- Ileros y toreros; los carnivoros atrapados en cepos 0 confinados en trisces jaulas para arrancarles la piel; los miles de conejos cegados in- fectados en experimentos para probar cosméticos: otros tantos ejem- plos de aquello que habria que prohibir. Algo se puede hacer. La pre- sién de los consumidores y de activistas como Henry Spira ya ha conseguido que los experimentos dolorosos con fines cosméticos se estén acabando de hecho y que un niimero creciente de paises los prohiban ya de derecho, cee eee metal reputacién de ser uno de los pafses més elo xn en Inglaterra ean palma Mientras a principios del si- de los animales re prohibit Aa las primeras sociedades protectoras Pafia Fernando VI farndaba as corridas y encierros de toros, en Es triad gubemacvs sabes escuela taurinas. Todavia hoy Ia s corridas de toros, los televisores cho- tean sangre y si ¥ sigue habii iy embrutecimiento col biendo ayuhtamientos que promueven ¢l dad y la intoxicacié, Lora nos recuerd: marrlleia del PSOE y ee] pp uti® Sapttulo de este libro cémo la le ani : ha'vehidd impidi imales, que indigna aun min no imPidiendo que la tortura ntimeto creciente de ciudadanos, entre ue en novi i noviembre de 2001 unos gambe- PROLOGO 13 gros entraran por la noche en el refugio de una sociedad protectora de ‘Tarragona y cortaran con una sierra mecénica las patas a quince pe- tos, dejéndolos desangrarse hasta la muerte en una agonfa espantosa sao Hepat qledéitonmocionada de horror) tn meade cng, ron més de seiscientas mil firmas exigiendo la reforma del digo Pe nal yun castigo ejemplar para los culpables. Sin embargo, el juez. de Jo Penal de Reus imputé a un solo individuo, al que finalmente dejé en libertad sin cargos. En vista de la indignacién que causa esta situa- cidn, el gobierno remitid a las Cortes en 2003 una propuesta de mo- dificacién del Cédigo Penal, en el que se introduce para casos extre- mos de maltrato de animales domésticos una pena de prisién de menos de un afio. Pero enseguida la Junta de Fiscales del ‘Tribunal Supremo consideré que tal pena seria excesiva y sugirié sustituirla por una multa, Menudos fiscales tenemos. Y menudos jueces. La Generalitat de Catalufa, en aplicacién de su norma vigente de proteccién de los animales, habia prohibido la pretensién de Salvador T4vora de introducir el rejoneo, lidia y muerte de un toro en medio de la representacién de la 6pera Carmen en Barcelona. Increfblemen- te, los ttibunales, incluyendo el Supremo en 2003, condenaron a la Generalitat a pagar una indemnizacién multimillonaria a'TAvora, ba- sdndose en la presunta defensa de la libertad de expresién artistica Con ello la ceremonia de la confusién, la falta de légica, la crasa in- comprensién de lo que es el arte, Ia carencia de sensibilidad y compa- Sion y el total desprecio por el suftimiento de los animales condue- ron a un esperpento judicial que dificilmente seré olvidado. Como sefialaba Antonio Machado por boca de su alias Juan de Mairena, al arte es representacidn, ficcién, y por eso el toreo no es arte. La corti- da no es wunvarte, puesto.que nada hay envellacde ficticio 0 smag A: ‘Jon. Al final de la épera Carmen, Escamillo torea y don José apufiala a Carmen, Naturalmente la muerte del toro y de Carmen sO Ficcio- ex. El arte es ficcién y la pera es arte. Matar a un toro el escena- vhs ndseeartercomo.cariipoce lo scrlzmarar @ Miata inerpte dl papel de Carmen. Sélo un artista mediocs Y 8 imagine Soeaee er laerepresencatiGmsicticia .artistica °° er te con ka cosasmnisma, Si Tévora fuera.consistents parla ats dee te con ta corr gor. como a la actriz que iNCGRPFERS Te ibe. curioso ver si el Tribunal Supremo Jo absolverfa por FesP* 14 yess MOSTERIN tad artstica, La libertad artistica es la libertad de crear ficciones, y ., vie nada que ver con la libertad de torturar y matar de verdad, Py. aac entita que los jucces del Supremo confundan ambos concepig, Fate libro de Pablo de Lora merece ser saludado con albricas méritos intelectuales y literarios, por la doble cir aprstancia de haber sido escrito en Espafia y precisamente por un jy. Fista, un profesor de Filosoffa del Derecho de la Universidad Auténo. ma de Madrid, Ojalé que su ejemplo cunda y que contribuya a que nuestra legislacidn y nuestra judicatura rompan la costra de prejuicios que les impiden ver el suftimiento de los animales y escuchar sus ge. midos. Hay que estar moralmente ciego para no apreciar la enorme diferencia que hay entre serrar las patas a una mesa y serrar las patas a un perro, A un mimero creciente de ciudadanos sensibles ¢ informa- dos no les cabe la més minima duda. Esperemos que legisladores, fis- cales y jueces saquen las consecuencias. A partir de aqui dedicaré el resto del prélogo a hacer una serie de consderaciones filos6ficas sobre la moral, la ética y las principales teo- rlas éticas contempordneas, en didlogo implicito con de Lora. Si nuestra conducta estuviera completamente determinada, de tal modo que nunca tuviéramos que elegir ni tomar decisién alguna, la reflexién sobre lo que hacer serfa superflua y la conciencia moral no existirfa. Sin embargo, nuestra conducta no siempre est univoca- mente determinada. Muchas veces podemos hacer cosas distintas y vacilamos entre ellas. En algunas de esas ocasiones reflexionamos s0- bre lo que hacer a la luz de la informacién de que disponemos y de BUREN robles metas, principios, inclinaciones y senti ates: Estas refleiones constiuyen nuestra conciencia moral. No podenon ables fi letooreais moral, de lo que Aranguren lam cane der desc ae: contrapaicidas tos contenidos tomar decisiones. Incluso si d * es eee do ana wi: Inluso si decidimos resolver nuestro dilema ech decisién. te y aceptando su veredicto, eso es también una De todos fa : a i ae fxigoo teflexionar desde cero en cade Kanciana) que guien nee as fees morales (0 mais, en jet En vez de platessa st aecién en mulkitud de casos parcidos » cada vez que vamos al restaurante, el dilema aparte de por sus PROLOGO 15 de si pagar la cuenta o irn por todas la regla de mente sencillo, ‘os sin pagar, podemos adoptar de una vez Pagar siempre la cuenta. En este caso, especial, Coinciden nuestras intuiciones morales, nuestres ten. siguen. Uno quien deja de cooperar con el vencerlos para ya la inversa, Da zy moral se ve influida por el ejemplo y las razones de los our De todos modos, la sociedad necesita regular miltiples conducta humana de un modo més objetivo, impersontl y estable que la mera confrontacién de las morales individuales, Est, regula- cién es el Derecho, a veces basado en la interseccién de las me ies individuales, pero en cualquier caso expresién convencional de leva. tuntad del legislador. La moral s6lo puede ser individual particular, pero el Derecho es universal, al menos dentro del pequefo univers de su ambito juridico. Una vex establecida la ley (la norma juridica positiva), ésta da lu- gar a una serie de derechos y obligaciones legales 0 convencionales, Cuando pensamos que no se han respetado nuestros derechos legales, Prorestamos por la injusticia que se nos ha hecho y exigimos su repa. racién. Los animales no humanos quedan fuera del Paraguas de la Proteccién juridica, al menos en Espafia. A pesar de ello, ¢ obvio que Son capaces de sufrir. Como sefala Francis Crick, los tinicos autores que dudan del dolor de los perros son los que no tienen perro. Los animales no humanos padecen y nosottos podemos com-padecer-nos on ellos. La compasi6n es una emocién moral bésica, que lleva a la 16 _ yess MOSTERIN consderaeibn moral de todos los animales capaces ae En ef. snimal humanos no sean agent HOFALES so, 10} rales (segtin la afortunada expresién de Pablo de Lora), ents morales 8 aga el pato de muchas de nuesras see Due sf ued «Ccompasin. para los animales» haba sido un y, eee Uscutible para este libro que Justicia para los animales, Fn efecto, sjusticia viene del latin iuttia, derivado de tastes (ut, ca forme a ley o Derecho), que procede de ius (ley, Derecho), que g su ver proviene de la rafz indoeuropea yewes Mey). Pero aunque la ley y el Derecho espafol ofrezcan casi nula proteccién a los animales no humanos, elcirculo en expansién de-la:compasién esté ya en marcha yacabard, espero, ones fo cambios en la legislacién, Ja ética (en el sentido en el que aquf vamos a usar la palabra) es algo distinto de la moral. La-ética:esrel intento filoséfico de-iluminar racionalmente el proceso de reflexién moral. Por.tantoy la.ética es ~ algo asi.como,la meta-moral, la teorfa que nos permite examinar cri= ticamente las morales y nos proporciona ctiterios racionales para pre-, ferir entre ellas, Hay morales religiosas, pero no existe (es un oximo- ron) una ética religiosa. Algunos llamados comités de ética a veces son meros voceros de una determinada moral religiosa y deberfan lla- marse comités de moral catélica, por ejemplo. Asi se entenderfan me- jor sus por lo demés incomprensibles remilgos ante entidades tan poco merecedoras de consideracién moral como las células madre 0 las bléstulas de las que proceden. La ética introduce en nuestra reflexién moral valores de segundo orden, como la consistencia entre las maximas la universalizacién relevante, Si dos de nuestras reglas morales se contradicen, hemos de renunciar a (0 modificar) al menos una de ellas. Si aceptamos una norma en ciertos casos, hemos de extenderla a todos los casos rele- vantemente similares. Por eso la ética es incompatible con cualquier forma de grupismo (racismo, nacionalismo exchuyente, sexismo, esPe- ciefsmo, etc.) que restrinja la consideracién moral a los miembros del Propio grupo y deje en la intemperie normativa a los demés. Lo que nunca constituye justificacién ética de una regla o costumbre es st eatin, La wadicién puede explicar sociogicamente decease ettas normas morales 0 costumbres en un grupo soe » Peto la tradicién tiene valor nulo como justificacion PROLOGO 17 éxica de nada. Las salvajadas més execrables son tradicionales allf don- de se practican. Las teorias éticas més ambiciosas pretenden formular criterios ge- nerales y uniformes para justificar todo tipo de reglas morales en cua- lesquiera situacionés, aunque es dudoso que lo consigan. Probable- mente las teorias éticas generales mds en voga en los’ circulos académicos actuales son el utilitarismo, el kantismo y el contractua- lismo de Rawls. Aunque menos en voga, la teoria de los derechos na- turales 0 intrinsecos es favorecida por de Lora. A continuacién exa- minaremos brevemente estas cuatro concepciones. Parece obvio queen el enjuiciamiento de nuestras reglas précticas hay que tener en cuenta las consecuencias que su aplicacién ocasio- ne. Una regla que produzca consecuencias malas 0 indeseables sera una regla mala o indeseables y a la inversa. Las éticas que tienen en cuenta este punto de vista se llaman éticas consecuencialistas. La mds famosa de entre ellas es la ética utilitarista. Casi todos conside- ramos en alguna medida las consecuencias que nuestras posibles ac- ciones alternativas tendrian para nosotros mismos. Fl utilitarismo nos invita a tener en cuenta no sdlo cémo las alternativas nos afecta- Ana nosotros, sino también cémo afectardn a cualquier criatura ca- paz de ser afectada. Ademés, en un alarde de altruismo heroico, exi- que demos la misma importancia y peso a las consecuencias que tenga la accidn o la regla para cualquier ser humano ¢ incluso para cualquier criatura capaz de gozar y suftir que a las que tenga para nosotros mismos o para nuestros hijos. Cualquier cosa que satisfaga un deseo tiene utilidad para quien la desea. Si: ponemos todas las utilidades que producirfa una accién (o el seguimiento de una regla) en el mismo plano y las sumamos, obtenemos la utilidad agregada de esa accién o regla. El principio de utilidad dice: actita de tal ma- nera que maximices la utilidad agregada, es decin actia de tal mane; ra que tu accién incremente lo més posible la felicidad. que hay en dl mundo (0 minimice el dolor y la aflicci6n). La ética utilicarista es fa cil-de aplicar a nuestras relaciones con los animales no humanos, pues ya de entrada tiene en cuenta sus padecimientos € eS ne es de extrafar que los éticos que mds han destacado en Ia deli los animales —desde Jeremy Bentham hasta Peter Singer— "aya sido utilitaristas. 18 jess MOSTERIN EI utilirarismo tropieza con serios Pee empezando ificultad o imposibilidad de definir de un modo mateméti cites i6n central, la de utilidad. Es cierto que a sn aceptable su nocién , Se Binads fai Partie un sistema individual de preferencias binatias suficientemente gai zado se puede obtener una funcién métrica de utilidad ordinal, e 4. cir, una funcién que asigne nimeros mayores a los estados de ¢ prefers por el sujeto. Sin embargo, no se puede obtener de med, alguno (sin presupuestos arbitrarios) una funcién supraindividua), no digamos ya supraespecffica, de utilidad. Y si ni siquiera esté def. nida la funcidn de utilidad, no se entiende lo que signifique el pring, pio de maximizarla. Incluso lo de que cada uno valga como uno « tuna mera convencién 0 dogma. Ademis, los éticos poco proclives a utilitarismo han sefialado circunscancias imaginarias en las que ¢ principio de la maxima utilidad nos Ilevaria a decisiones contratias 3 nuestras intuiciones y sentimientos morales. De Lora mismo sefaly varias de estas dificultades. Kant propuso un esquema abstracto —el imperativo categérico— de justificacién ética que sin embargo es inaplicable, en opinidn del mismo Kant, a nuestra relacién con la naturaleza y con los animales no humanos. A lo més que llega es a repetir a opinién de Tomés de Aquino de que no hay que maltratar a los animales ajenos para no perjudicar a sus duefios humanos y de que no hay que maltratar tam- poco a los animales propios, no vaya a ser que nos volvamos tan gfo- ser0s y nos acostumbremos tanto al maltrato que empecemos a apli- carlo a ottos seres humanos. La fundamentacién kantiana de la ética no es una fandamentacién viable, pues infradetermina la moral y no oftece respuestas ni solucio- ‘es a nuestras preguntas y problemas morales. Es un formalismo hue- ro y estéril, incapaz de dar de s{ més de lo que nosotros previamente introduzcamos en él de contrabando. Kant es el principal adalid de una ética formalista, una ética tan pura y formal que ni siquiera esté hecha para los seres humanos, sino para todo «ser racional», El kan- tismo é ico es un formalismo tautolégico. Los seres racionales en sen- tido kantiano hacen lo que dice Kant por definicién; porque, si no lo hacen, no son (o no se comportan como) setes racionaled Ses wets tagonales» actin exclusivamente por respeto a la ley moral y consi “yen un reino espiritual de fines. El problema es que tales sees y tl Por |, Cameng PROLOGO 19 reino no existen. En Kant hay ly una separacién tajai il i oi] inte entre sensible y el mundo inteligible, entre el mand, el mundo el mundo del espfritu, cuya compatibil mundo es sumamente dudosa. Yo no recuerdo haber actuad radacaecenai tte rae hace tres meses, al volver a casa, encontré a mi perra Lina “olorida y con el hiimero roto, no vacilé en llevarla a la clinica veterinaria, ie cerla operat y cuidarla luego. Lo hice por compasién, por carifo, pero no por respeto ala ley moral 0 porque piense que tiene un dere- cho intrinseco a ser operada. Entrego algiin dinero a una ONG que defiende ideales que comparto porque quiero impulsar esos ideales, no porque pense que tengo el deber de hacerlo 0 que la ley moral me lo exija. El imperativo categérico kantiano, en cualquiera de sus tres versio- nes, stan vacto y formal, que cada esr racional» debe aftadirlerodos sus prejuicios para poder deducir a partir de él leyes y reglas morales concretas. Esta legislacién no sera nunca universal, en contra de lo que Kant pretende. De los principios vacios s6lo se deduciré lo que cada uno haya afiadido como premisas suplementarias técitas. A la hora de deducir reglas morales en la Metaphysile der Sitten, el mismo Kant se limita a deducir la moral cristiana tradicional. Ast, en el § 6, dedicado al suicidio, «deduce» el resultado sorprendente (para una moral de la autonomia) de que el suicidio esta moralmente prohibido y es un crimen. Los griegos ‘clisicos habrfan Ilegado a una conclusién distinta a partir del mismo principio, y no porque fueran menos ra. ionales, sino porque no eran cristianos. El capitulo siguiente, $7, cred dedicado a la lujuria (el placer sexual que no conduce ala procres, ién), que al parecer tambien es algo prohibido moralmente. «Un tal tiso (0 mas bien abuso) contra natura de la sexualidad es una viola Gdn del deber para consigo mismo que se opone @ maximo grado a la moralidad...» La raz6n de ello consiste en que «el humén renuncia a au personalidad (la azoja), usando de si mismo cone es medio para la satisfaccién de sus instintos 20 lesw. Aq i repe- Kant, bajo la pretensién de una deduccion abs s li ape tir la moral cristiana pietista qu lado . habia asimil i \ducirfa en estos viaje no hacian falta estas alforjas. mundo de la naturaleza y idad con una visién cientifica del E| utilitarismo com q lis de 1 it 20 jESUS MOSTERIN casos (el del suicidio y a placer sexual no reproductor a cond morales més razonables. "Oty La misma dificultad reaparece en John Rawls. Rawls nos como formula de justificacién el considerar lo que acordarian 4 dios racionales (ene sentido de la teona dela decisin) per tos (adepcos ala repla del maximin en situaciones de incertidune sometidos al velo de la ignorancia sobre la posicién que luego” ocupar en la sociedad para la que legisan. De nuevo aqui nos enon! tramos con que este planteamiento formal dard lugar a legislcges muy distintas, segin sea el abanico de posibles situaciones fing, que se admitan. Por ejemplo, silos agentes no saben si van a ser blancos 6 negny © amarillos, se inclinardn por dar las mismas oportunidades a toi las razas. Pero, igualmente, si no saben si van a ser estadounidensesg mexicanos, espafioles 0 marroquies, etc., acordardn una legislacén muy distinta que si ya saben de antemano que van a ser ciudadano, de un estado nacional concreto. Si ya saben que todos ellos van a ne cer, tendran una posicién distinta ante el aborto que si también cabe que sean embtiones o fetos nonatos. Si estan seguros de que vans ser humanos, concederdn menos derechos a los otros animales ques piensan —como los pitagéricos, los budistas 0 los hinduies— que pueden encarnarse en cualquier especie animal. Si pueden encarnat se como toros, prohibirén las corridas e incluso simpatizardn con lz posiciénhindd de considerar a las vacas animales sagrados. Si es posibilidad esté excluida, quizds piensen que a los toros y vacas ls parta un tayo. En definitiva, el abanico de posibilidades que se cot- sideran puede abritse m4s 0 menos y en direcciones distintas. Y se giin cuanto (y en qué sentido) se abra; los agentes racionales en la situacién originaria llegardn a legislaciones muy distintas. As{ com del principio moral de Kant salia casi cualquier cosa, de la situaci6a originaria bajo el velo de la ignorancia sale casi cualquier legisl «on, segtin el alcance y el sesgo que elijamos atribuir a esa ignoran” cia inicial rary ae oes vada época se expresa en categorias es posteriomen de fees de iene, en la Edad Media de pes hos tporla quelcrasicncs a Oo acta es @ siente obvia simpatia. Sin embargo, la noc! Her PROLOGO 21 de derechos no deja de ser vidriosa y de prestarse a todo tipo de ma- entendidos, que vamos a tratar de evitar. Los derechos no son algo que exista ya dado en la naturaleza y que nosotros nos limitemos a descubrit. Los animales tenemos derechos en un sentido muy distinto de aquel en que tenemos ojos o tifiones. Porque los derechos no existen de por sf, por eso tiene sentido tratar de crearlos mediante convenciones legislativas. Los derechos los crea- mos nosotros. La cuestién de los derechos que tengamos es una cues- tién convencional, que sélo se plantea en el seno de una sociedad or- ganizada politicamente y provista de un ordenamiento jurfdico. Ast que la pregunta relevante no es qué derechos tienen los animales (0 los hombres 0 las mujeres)2, sino: :qué derechos queremos que ten- gan? La moralidad, a diferencia de la composicién quimica, no es una propiedad natural, sino convencional, pertenece —para usar la jerga de los griegos clisicos— al nomos, no a la physis. La fuente de los de- rechos es el Derecho, y no hay més Derecho que el positivo. Por tan- to, qué derechos tengamos los hombres o las mujeres, los payos o los gitanos, los mamiferos 0 las aves depende exclusivamente de la legis- lacién vigente en el momento y lugar en que se plantea la pregunta. Los derechos de los animales no los revela la ciencia ni la autopsia, sino la ley del pais. Las leyes del pais no tienen nada que ver con las lamadas leyes de la naturaleza. Estas tiltimas son regularidades fcti- cas, mientras que las primeras son expresiones convencionales de la voluntad del legislador. Se habla de derechos en al menos dos sentidos: como convencio- nes legales 0 como presuntos derechos naturales w objetivos. En el primer sentido, y siguiendo a Kelsen, crear un derecho para alguien significa establecer una obligacién (0 prohibicién o restticcién) pata los demas. Por eso los animales 0 los nifios pueden tenet derechos sin tener obligaciones. Que algunos tengan derecho a la vida'o a la liber- tad consiste en que a los demés les esté prohibido matarlos o esclavi- zatlos. La libertad de prensa es la prohibicién de la censura, El dere- ccho de las vacas suecas a salir de paseo una ver al dia es la obligacién de los ganaderos de sacarlas del establo. Los derechos naturales, inde- pendientes de nuestras convenciones, no existen, son meras ficciones. Sin embargo, a veces usamos la jerga de los derechos para referirnos a algo intermedio, a algo que todavia no es un derecho legal pero que 22 JESUS MOSTERIN nosotros pretendemos, proponemos 0 exigimos que se convieny un derecho legal. Tendrfamos, pues, tres tipos de derechos: los ina,°* rentes derechos naturales y los existentes derechos como pretensi” y derechos legales. ca Las éticas religiosas y hasta cierto punto la kantiana y la de los dg rechos absolutos tienden a suponer que hay una objetividad mor comparable con la fisica, que las leyes morales estén dadas de tina y, por todas (por Dios o por un principio abstracto aplicado en tna oy, munidad ideal de seres espirituales), que los valores existen 0 inhiere, (con inherentes) en las cosas mismas (porque Dios o la naturaleza al os han depositado) y con independencia de nuestras valoraciones, Pienso que todo esto es mitologia. Por ello no puedo estar de acuerdo con que los animales (humanos 0 no) tengan valor inherente o in- trinseco por si mismos, como pretende Tom Regan y-a veces de Lor Nada tiene valor intrfnseco. El valor es un efecto de la valoracién, ‘Algo tiene valor en la medida en que lo valoramos, y no a la invers, El valor econémico de un bien o servicio es la resultante de las valo- raciones que los agentes que actan en el mercado hacen de ese bien Si nadie lo valota nada, el bien carece de valor. Lo mismo ocurre con el valor estético y el moral. A veces protestamos porque la legislacién no reconoce ciertos de- rechos. Eso es una manera oblicua de decir que no estamos de acuer- do con la legislacién vigente y que propugnamos su cambio en el sen- tido de incorporar como derechos ciertas garantias hasta ahora no reconocidas juridicamente. Si no estamos de acuerdo con el desampa- 10 legal de los animales, si pretendemos introducir nuevas garantias para ciertos grupos de animales, una manera de expresatlo consiste «0 decir que esos animales tienen unos derechos que claman por su re conocimiento juridico (aunque, naturalmente, los que clamamos s- mos nosotros, no los derechos). Los valores intrinsecos no existen, ¥ sélo esté justificado hablar de ellos en contextos retéricos, donde @ veces el buen fin quizé justifique el mal medio de un uso confuso Y mitol6gico del lenguaje. Nuestras intuiciones y emociones y sentimientos morales son la piedra de toque de las teorfas éticas, y no al revés. Las emociones mo tales juegan el mismo papel en la ética que las observaciones empiti- cas en la fisica. Por muy plausible que resulte una teoria fisica, si com PROLOGO 23 aradice nuestras observaciones, tanto peor para la eora fiscal m vo, en general). Y por muy elocuente que sea una teorta dtica, ‘a os cella resultan conclusiones contrarias a nuestras intuiciones y pentimientos morales, tanco peor para la teorfa ética, La idea de atl seescarizae 2 un solo hombre sano para rasplanae wis dganos 2 Yao hombres enfermos me produce indignacién mora, lo mismo sr de Lora. Por es0 no soy utilitarsta, Si una teoria icaiconduds dee eados que chocan frontalmente con mis emociones morales, lo gue voy a tevsar es la teorfa, no las emociones (al menos, en general). Hay un proceso continuo en que nuestras emociones gufan nues- was teorias'y nuestras feorias educan nuestras emociones. El poner {ras emociones morales encima de la mesa no constituye ningu- e por si mismo a ningin acuerdo y en Itar contraproducente, a no ser que di- tamiz de la eflexién moral consciente y os responden a un rues nna panacea ética, no conduc ocasiones puede incluso resu chas emociones pasen por el sosegada. Pero con frecuencia nuestros sentimien procesamiento de la informacién més abarcador y profundo y no Pot rvonsciente menos sofisticado que las ideologias y teorias conscien- remente articuladas. Muchos de los mayores crimenes de nuestro si- glo han sido el resultado de le supresién de nuestros sentimientos Be rales de compasién y de la aplicacién implacable de idcologias aprendidas en los libros. En’ cualquier caso, ser una buena persona ene mas que ver con los sentimientos, emociones,acticudes y dispo- Siciones que con el conocimiento.de (0 acuerdo con) alguna abstrusa teorfa ética. Nada de lo aq ido con el emotivismo, la uf dicho debe ser confundic ficado de los enunciados posicién filos6fica que pretende que ¢ signi Prorales se agota en Ia expresiOn de las emociones subyacentes. El aan smo ce. la ética [o que el fenomenismo 4a filosofia de la fica, Segin el fenomenismo, los enuncindos de la fisica, aunque aperencemente se refieran, por eemplos @ Jos electrones, en seal serge refieren a-nuestras propias percepCionss Ningiin fisico se Se ee serio esta postura, La fisica habla de los electrones y de los ao oss deatiuestraaipengepcionss/ VO TumOCe TD cemotivista en ética, Mis enunciados mo: presat mis emocio- nes, sino que transmiten tam! morales acerca de, por ejemplo, rales no se limiran a ex : ‘de mis reflexiones ites de ma~ ign los resultados de mi las ventajas e ineonvenien 24 yess MOSTERIN lar nuestra conducta organizay fisica se sigue de las observaciones co itica setsigue elos.sentimnicn os: Sin embarg, muda at dora, el graadesyeproduce mina gran cand dad de prope vi atcas incompatbless De-algimmods:hay due eribaras. Lay teres In de piedra de toques de cfiterio 0 test negatio pa, : vaciones orca eertas fisicass También hay otros criterion, cong Jevancia. Lo mismo acutre con la consistencia interna o la rel eran z ica § consist fiea predice lo contrario de 1o.que ODS © sin ty una feoRddona lo que me parece aborrecibl; dificilmente voy ag sat teorfa, Sila discrepancia es marginal, quizds re-eduque propios sentimientos o percepciones én Tos mérgenes, para que cy aeopicon la teotia Sila discrepancia es frontal, probablemente pref ra renunciar ala teorfa y empezar de nuevo. En el mejor de los casos Hlegaremos a un equilibrio reflexivo entre teorfa y sentimientos. Co, mo de Lora aptueba y practica el méndo frecuencia, ni a eso. El mis de los wexperimentos mentales» y utiliza la repugnancia que le profs cen ciertas conclusiones como argumento para rechazar Ia teorfa del que se siguen. ‘A los fildsofos nos gustan los principios simples, que dan cuena de todo con el mismo criterio y desde el mismo punto de vista. Peo la realidad cs compleja, y diferentes puntos de vista son a veces requ ridos para dar cuenta de aspectos distintos de ésa complejidad. Nus tra conciencia moral ha de tener en cuenta la diversidad de nuestes problemas morales, y ha de ser Jo suficientemente flexible como pit adoptar diferentes perspectivas para tratar de problemas diversos. Ab gunas de las teorfas éticas funcionan bien a ciertos niveles, pero 50° iniitiles en otros. Por ejemplo, la ética kantiana enfatiza el efecto nnuestras acciones en los demas humanes; pero se olvida de sus eect en nosotros mismos 0 en la biosfera. En general, los enfoques tractualistas de la ética sirven para analizar cuestiones morales om? el cumplimiento de las promesas o el pago de las deudas, pet frac san cuando se aplican a nuestras relaciones con los infantes 0" otros animales. El utilicarismo es una teorfa ética mejor part EH fen aconecon los otros animales, pero no nos PE faiectelapaiblenta para asegurar las libertades individuales ° ©), ica ecoldgica. Ninguna teorfa ética simple © eras alternativas de reg} convivencia. Nila teoria ea PROLOGO 25 panacea de todos los problemas morales. Bl conflicto moral entre perspectivas 0 intuiciones diferentes es a veces inevitable. A lo mds que podemos aspirar es a alcanzar un compromiso prictico, que ten- ‘en cuenta todos los aspectos relevantes de la cuestién. La fisica ha avanzado mucho més que la ética, pero ni siquiera en Aisica hemos logrado la teorfa unificadas mucho menos en ética. No existe la teorfa 0 esquema ético que solucione todos nuestros proble- mas morales por aplicacién uniforme del mismo principio, regla 0 formula. En fisica aplicamos teorias distintas en campos diversos (en cosmologia y en fisica de particulas, por ejemplo). En ética, también. Enjuiciar las actuaciones humanas no es més sencillo que describirlas. No hay teoria social ni fSrmula simple que nos permita resumir y predecir la conducta humana en todos sus detalles. Si la hubiera, no necesitarfamos leer el diario para enterarnos de lo que pasa; nos bas- tarfa con hacer deducciones a partir de la formula. Tampoco (todavia menos) hay una frmula simple que resuma la ética. Las offecidas hasta ahora no funcionan més que en ciertos casos. Ojalé hubiera tal frmula mégica, tal maquina conceptual de justificar decisiones mo- rales. Nos ahorrarfa muchos dilemas y quebraderos de cabeza. Mien- tras no se encuentre, tendremos que seguir reconstruyendo inacaba- blemente nuestra propia moral, como en la metéfora del barco de Neurath, aludido por de Lora; tendremos que seguit avanzando a tientas en la oscuridad, por ensayo y error, echar mano en nuestras deliberaciones de todos los heterdclitos recursos de los que dispone- mos, desde nuestras inclinaciones congénitas hasta nuestras teorias fi- loséficas, desde los datos cientificos objetivos hasta nuestra subjetiva experiencia de la vida, desde el célculo hasta la compasién. Ojalé fue- ra todo més sencillo, pero no lo es. Es hora de acabar este prélogo, que me ha salido més largo de lo que habia previsto. Como fiicilmente comprobaré el lector, de Lora y yo estamos en desacuerdo en algunas cuestiones tedricas, pero coinci- dimos en gran parte de nuestras propuestas pricticas, sobre rodo ef Propugnar reformas legislativas que pongan coro a los a Ee et ctueles y moralmente repugnantes a los que se ven somenic o8 ora mal: ba salar mee ocumtt con Peter Sinemn,Cusnde not Senge disentimos’ continuamente-y, sin embargo, ambos calaborgmas e) cuestiones como el Proyecto Gran Simio. Singer, Lora yo Y ep 26 JESUS MOSTERIN que el lector, aunque en desacuerdo sobre los esquemas te6rcos ey, sess de acuerdo en la mayor parte de las metas pricticas. Hay m, seuerdo en las conclusiones que en las premisas. Afortunadameny, las arcanas discusiones de la ética tedrica no enfirfan los buenos seni, mientos, Son los buenos sentimientos los que mueven a un néimer, creciente de buenas personas a compadecerse con los animales, a mo, vilizarse en su defensa y en definitiva a amarlos. Jestis Mosterty Moia, mayo de 2003

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