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“David ee rut fel eee i gekaa iiReola eee) eta ice cientifico Pensar como Leonardo El pensamiento emprende el vuelo Leonardo da Vinci erraba. Pero estaba perspicazmente equivo- : cado. Concibié una idea errénea acerca del vuelo, mas la pauta mental que respaldaba tal idea era ejemplar. Ese italiano del siglo xv que tan brillantemente combin6 el ar- te y la ciencia posee incluso hoy una reputaci6n estelar gracias a su mente exploradora y flexible. De la Mona Lisa al disefio de maquinas bélicas, de La ultima cena a las disecciones anatémicas que revelaron los mecanismos sutiles del organismo humano, Leo- nardo trat6é de comprender el mundo que existia a su alrededor, asi como de expresar vis ones de éste y traducir sus Conceptos en ins- trumentos practicos. Cabria decir desde luego que Leonardo in- tenté demasiado. Llegé a tener fama de iniciar proyectos y no fi- nalizarlos. Siendo como era un tipo ocupado, tenia que cometer errores. ' No fueron pocos los originales hallazgos de Leonardo en lo re- lativo a volar. Observ6 atentamente a las aves, analiz6 sus meca- nismos y formulé principios. Reconocié que los pajaros lograban volar no s6lo mediante el aleteo sino remontandose en corrientes / : de aire: «Las aves que se alzan sobre el viento en cfrculos mantie- ' nen muy altas sus alas, de modo tal que el aire pueda servir de cu- 15 ‘mides ubrimient® cieatiGo 4'Tad 4a . Pex kins David. “Pe Ol » i Spear pore up i) "en Ly Sedorn, oe Ar Guillermo Solana, Paidés , arcelona, 2008, pp. 15-36 Disefo del helicdptero de Leonardo da Vine Fuente: Edward MacCurdy, The Mind of Leonardo da Vinci, Londres, Jonathan Cape, 1928. fia para elevarlas».' A partir de tales observaciones, esboz6 varios artefactos voladores para seres humanos. Uno fue una especie de helicdptero, con una gigantesca hélice de 8 braccia (aproximada- mente 4,25 metros). Leonardo escribid: «Creo que si este instru- mento dispone de una hélice bien hecha, es decir, de lino con los poros obturados por almidén, la mencionada hélice girada répida- mente lo elevard en espiral en el aire y subiré muy alto»? El atisbo de Leonardo establecié una conexién entre dos cosas muy diferentes. Advirtié una vinculagpn entre los tornillos y el re: to de volar. Una hélice equivale a un tornillo aéreo y depende del aire tanto como un tornillo de madera cuenta con ese material, si bien con menos firmeza. Leonardo no concibi6 ciertamente su idea para que fuese opera- tiva en una escala humana. Resultaba por completo impracticable. La hélice que imagin6 tendrfa demasiado peso para alzarse en el ai- re gracias a la fuerza que pudieran proporcionar unos musculos hu- manos. En este terreno se plantean principios ba icos de fisica: el vuelo resulta mas facil para los animales pequefios como los paja- 1. Edward MacCurdy, The Mind of Leonardo da Vinci, Londres, Jonathan Cope, 192 pag. 268. 2. Ibid., pag. 275 16 4c, ros 0 los insectos o para vehiculos mintisculos como los helicépteros de juguete, mientras que los grandes requieren unas fuentes energé- ticas proporcionalmente muy superiores. Hasta comienzos del si- glo Xx no resolvieron por fin Wilbur y Orville Wright los numero- sos problemas de los vuelos de los objetos mas pesados que el aire. Y lo consiguieron pensando como Leonardo da Vinci. Los hermanos Wright también se inspiraron en el vuelo de las aves, pero afiadieron sus propios avances especificos.’ Una idea crucial fue la concerniente a la hélice. En un principio, los herma- nos Wright supusieron que podian basar el disefio de su propulsor aerondutico en alguna teorfa sobre disefio de hélices que encontra- sen en libros de texto sobre ingenieria naval. Pronto descubrieron que no existia semejante teorfa. Contando con su propio ingenio, los Wright buscaron una analogia, como lo habia hecho Leonardo da Vinci, pero la que obtuvieron fue un tanto diferente. Habria que concebir la hélice no como un tornillo para el aire, sino como un ala rotatoria. Del mismo modo que las alas del avi6n proporcionarian un impulso ascensional, las «alas» de la hélice aportarian un impulso hacia delante. La analogfa ala-hélice permitié a los hermanos Wright aplicar también al disefio del propulsor su andlisis técnico del dise- fio del ala. El desarrollo de la hélice fue uno de los mayores pro- gresos necesarios para lograr la invencion del vuelo a motor. Lo mds sorprendente acerca del pensamiento de Leonardo da Vin- ci y del de los hermanos Wright no estribs en las conclusiones a que llegaron, sino en las vias que siguieron. Uno y otros buscaron analo- gfas con las que reconsiderar un problema enigmatico y hallar una solucion inesperada. La tentativa de Leonardo estaba tan adelantada s. Los hermanos Wright, con la ayuda de los numerosos avances en ciencia para su tiempo que careci6 de piezas cruciales del rompecabe: y tecnologia, lograron que funcionase. Mas alla de las cuestiones es- pecificas del vuelo 0 de cualquier otra invencién tecnolégica, cabe 3. Tom Crouch, The Bishop's Boys: A life of Wright Brothers, Nueva York, Norton, 1989, cap. 18. 17 46 admirar a ambos por el salto de pensamiento, un tipo de reflexion que ha contribuido en gran manera a proporcionar a la poblacién del mundo niveles excepcionales de comodidad, salud y comprension Este libro plantea e intenta responder a una simple pregunta: {cmo opera el salto del pensamiento? Advierta que lo que aqui im- porta no es la creatividad en general, sino especificamente el pro- greso mental, el tipo de creatividad que suscita una ruptura decisi- va con el pasado. {Qué clases de problemas extrafios, exoticos procesos mentales, sagaces estrategias del pensamiento y otros in- gredientes intervienen en esa ruptura y determinan su naturaleza, del mismo modo.que la harina, los huevos, etc., hacen que un pas- tel sea un pastel? Dentro del espiritu del propio tema, la respuesta resultara ser harto diferente de lo que uno podria esperar. jEureka! Cualquier avance que merezca su nombre tiene derecho a una ex- clamacién, La mayorfa de nosotros diriamos probablemente: «| Aja!>, pero también cabria declarar: «jEureka!».* Eureka es una palabra que en el griego antiguo venia a significar «j|Lo encontré!». Resulta curioso que un término de hace més de dos mil aiios siga presente en el vocabulario de cualquiera. La raz6n estriba en otro relato del sal- to del pensamiento, el que ha proporcionado su titulo a este libro, el descubrimiento por parte del fildsofo y cientifico griego Arquimedes del principio del desplazamiento del agua. Aunque probablemente apécrifa, es una de esas historias que mereceria ser cierta. La ocasién fue el cumplimiento de una orden real Hiern I se habia convertido en el nuevo tirano de Siracusa. Se consider favo- recido por los dioses y dispuso que le hicieran una corona de oro que les dedicarfa en signo de agradecimiento. Hier6n aports el oro y pronto recibio de los artifices la corona. Oyé, sin embargo, que és- 4. Arthur Koestler, The Act of Creation, Nueva York, Dell, 1964 18 AQ tos podfan haber robado parte del oro. La corona pesaba tanto como el metal 4ureo que Hierdn aporté, pero quiza los artifices habian reemplazado una cierta cantidad con plata menos valiosa, no lo su- ficiente para alterar su coloracién, mas capaz de significarles un copioso beneficio. Resuelto a no ser enganado, Hier6n encarg6 a Arquimedes que determinase si la corona contenia todo el oro. Arquimedes sabja que la plata no es tan densa como el oro. Si los artifices habjan sustituido un determinado peso de oro por el equi- valente en plata, eso supondria mas volumen en plata que el oro re- emplazado. La corona seria algo mayor de lo que debiera. Atin asi, el problema no resultaba facil. ;Cémo conseguiria Arquimedes cal- cular el volumen de la corona, un objeto de forma tan irregular, pa- ra comprobar si era sospechosamente grande? . Pensando en el problema, Arquimedes acudié a los bafios publi- cos. Cuando se acomod6 en una bajfiera, advirtié que el agua rebo- saba por los bordes. Cuanto mas se introducfa, mas agua se vertia. En un instante, Arquimedes descubrié la respuesta. Su cuerpo des- plazaba un volumen igual de agua. Del mismo modo, sumergiendo la corona en el agua, Arquimedes podria determinar su volumen y compararlo con el de un peso igual de oro. La leyenda dice que Ar- quimedes salté de la bafiera y corrié desnudo por las calles de Sira- cusa gritando: «jEureka!» («jLo encontré!»). En su empleo de la analogia, Arquimees reflexioné como Leonardo. O habida cuenta de la precedencia de Arquimedes, serfa mejor decir que Leonardo pens6 como Arquimedes. Cémo construyé nuestro mundo el progreso del pensamiento Cuando me siento y escribo, esta invenci6n quintaesencial de la bombilla ilumina el espacio en que trabajo gracias al salto mental de Thomas Edison hacia 1880, Dejo constancia de mis palabras con la ayuda de un ordenador personal, descendiente tecnolégico de los 19 ' pee transistores simples desarrollados por los Laboratorios Bell en 1948 y desde entonces transformados para Ienar huecos en millares de rincones técnicos. Y por si todo esto parece demasiado contempo- raneo, estoy sentado en una silla, Considere por un momento los origenes de tal asiento. En la na- turaleza, rara vez surgen formas semejantes. Nuestros antepasados se habrian acomodado en una roca conveniente 0 en un arbol caido. Probablemente se apoyaban en un tronco 0 en el muro de una cue- ya. Alternaron asientos sin respaldo y respaldos sin asiento hasta que alguien realiz6 en pequefia escala un progreso del pensamiento. La silla no parece tan dificil. No se trata, sin embargo, de una cons- truccion por completo obvia. No ha sido aportada por la naturaleza, dispuesta para el uso humano tan claramente como un tronco cafdo sirve de puente sobre un arroyo. El tema no es aqui una invencidn aumentativa, sino transforma- dora. Desde hace varias décadas y gracias a los antibidticos, cortes y heridas constituyen incidentes de pequefia importancia, carentes de problemas. Pero ,quién habrfa pensado que unos organismos vi- vos como los del moho generarfan unos agentes capaces de detener las infecciones bacterianas? La mayorfa de los lenguajes del mundo poseen alfabetos fonéticos, con caracteres que representan sonidos en vez de las mas obvias palabras 0 ideas, una solucién transforma- dora. Durante centenares de afios, los artistas pintaron edificios con tejados y muros convergentes de un modo vagamente semejante al de una perspectiva. Pero fue preciso que Filippo Brunelleschi y otros, reflexionando de firme acerca de las implicaciones de la 6p- tica y del desplazamiento de los rayos de luz, dotaran al Renaci miento primitivo de una auténtica perspectiva. Unos cordones cie- rran la capucha de mi parka invernal; no se trata de una idea muy sutil. Sin embargo, existen recursos mucho menos obvios como los botones, las cremalleras y el velcro. Mi chaquetén es practicamen- te una historia de cierres y broches. Aparatos, filosofias, formas de gobierno, sistemas de simbolos, procesos industriales y muchos otros avances no surgen a través de 20 unos perfeccionamientos continues, sino mediante saltos significa- tivos respecto de lo existente hasta entonces. so no significa decir que el pensamiento aumentativo no haya realizado contribuciones creadoras. Una parte considerable del muy valioso pensamiento creativo no da lugar a avances sorprendentes sino a ideas y produc- tos titiles y un tanto nuevos dentro de un marco establecido. Mas esto supone que cuando obseryamos un auténtico salto del pensa- miento estamos examinando algo especial {Qué cabe decir del proceso del salto mental si éste ha construi- do nuestro mundo o al menos una buena parte? Simplemente sobre la base de ejemplos histéricos, resulta util realizar un boceto inicial. En la aventura'de Arquimedes en los bafios, y en muchos episodios similares, cabe discernir una estructura quintuple que se desarrolla conforme al siguiente esquema: 1. Larga biisqueda: el salto del pensamiento requiere de mane- ra caracteristica una larga busqueda. Arquimedes pugn6 con el problema de Hierén. Leonardo da Vinci se preocupaba con- tinuamente del vuelo y los hermanos Wright dedicaron aiios a su empefio. 2. Escaso avance aparente: un salto mental sobreviene tras un avance escaso 0 no evidente. Arquimedes pugné con el pro- blema de Hierén. Los hermanos Wright derrocharon tiempo en versiones de inspiraci6n néutica para la hélice de su avion. 3. Acontecimiento desencadenante: el tipico progreso comienza con un acontecimiento desencadenante. En ocasiones, cir- cunstancias externas marcan este momento: el agua que re- bosa de la bafiera de Arquimedes. Otras veces basta con un acontecimiento mental: hallar el punto de vista preciso, por ejemplo el concepto de una hélice como tornillo o como ala. 4. Chasquido cognitivo: el progreso sobreviene con rapidez, co- mo el encaje de una pieza, un chasquido cognitivo. No es mu- cho el tiempo que separa al acontecimiento desencadenante de una soluci6n, incluso aunque todavia sea preciso comprobar 21 49 los detalles. Este es el clasico «jBureka!» de Arquimedes. El tiempo puede ser una fraccién de segundo, varios minutos 0 algo mas, pero resulta caracteristicamente breve en compara- cin con el que conduce al progreso. En contraste, quiz se re- icaciones de los quiera mas tiempo para determinar Jas rami conocimientos basicos. Los hermanos Wright debatieron y abordaron durante meses los problemas técnicos de traducir su atisbo de la hélice como ala a una hélice bien construida. 5. Transformacion: el avance modifica de un modo generativo el mundo mental o fisico de alguien. Antes de su bafio, Ar- quimedes no pensaba ciertamente en algo semejante al des- plazamiento del agua. Las hélices no eran tornillos ni alas hasta que Leonardo y Wright las concibieron asf. Ideas como el principio del desplazamiento del agua y tecnologias co- mo la del vuelo ejercen asimismo un profundo impacto fisi- co, alterando la manera en que los seres humanos realizamos las cosas. ‘Tal esbozo dista mucho de una teorfa del salto del pensamiento. Los cinco pasos revelan muy poco acerca de lo sucedido en la men- te que permite cruzar la gran divisoria entre un montén de prece- dentes inconexos y una nueva sintesis. Pero este boceto contribuira a que nos mantengamos concentrados en algunas caracteristicas im- portantes del proceso, pensando en explicarlas después. Malthus marca un gol dos veces EI acontecimiento desencadenante y el chasquido cognitivo son un poco como marcar un gol en el fiitbol: primero sobreviene la pa- tada y, unos segundos mas tarde, la pelota vuela entre los palos. En los ejemplos anteriores, la analogia ha destacado en estos goles men- tales: la hélice de Leonardo como tornillo, la de los hermanos Wright como ala y el cuerpo de Arquimedes desplazando el agua como la 22 an corona. Pero ;constituye la analogia el tinico recurso? De uno de los mas relevantes hallazgos cientificos de todos los tiempos, el descubrimiento de la teorfa de la evolucién, emana una imagen am- pliada de las posibilidades. En septiembre de 1838 hacfa quince meses que Charles Darwin hab{a regresado del famoso viaje en el H. M. S. Beagle. Durante su itinerario encontré en las Islas Galapagos pruebas acuciantes de la realidad de la evolucién. Convencido de la existencia de ésta, Dar- win busc6 un mecanismo.° Si la evoluci6n era un hecho, zpor qué se producia? Darwin Ilen6 sus cuadernos de notas con conjeturas, algunas un tanto curiosas, acerca del modo en que la evolucién podia tener lu- gar. El avance crucial sobrevino durante un momento en que se ha- llaba apartado del problema. Darwin conté que estaba leyendo como distraccién la famosa obra de Malthus Ensayo sobre el principio de la poblaci6n. El texto se referfa a la manera en que la desenfrenada expansi6n exponencial de las multitudes humanas conduce a un des- astre por obra de la superpoblaci6n. Reflexionando sobre la tesis de Malthus, Darwin comprendié que los organismos mejor capacitados sobrevivirian y transmitirian a la prole sus rasgos. Eso podria pro- porcionar un mecanismo para la evolucién. En pocos momentos, Darwin encontré un atisbo que resolvi6 el rompecabezas en el que habia trabajado durante meses, una idea que eventualmente modifi- c6 el pensamiento de la humanidad acerca de si misma. Resulta interesante que Darwin no reconociese por completo y de inmediato la significacién de su descubrimiento.’ El psicologo Ho- ward Gruber, tras un atento estudio de los cuadernos de notas de Darwin, sostiene que no experimenté tal descubrimiento como una 5. Charles Darwin, The Life and Letters of Charles Darwin, edici6n a cargo de Francis Darwin, Nueva York, Appleton, 1888, vol. 1, pag. 68 (trad. cast.: Autobiografia y cartas es cogidas, Madrid, Alianza, 1984, vol. 1), 6. Howard Gruber, Darwin on Man: A Psychological Study of Scientific Creativity, Nueva York, Dutton, 1974 (trad. cast.: Darwin sobre el hombre: un estudio psicolégico de Ja creatividad, Madrid, Alianza, 1984). 23 ree wee sl epifanfa. Darwin simplemente expuso en sus comentarios la idea de la seleccién natural como habia hecho con docenas de otras conjetu- ras acerca de un mecanismo para la evoluci6n. No volvi6 a analizar- la durante varios dias. S6lo entonces torné a su examen, comenzé a reconocer su fertilidad y extrajo sus implicaciones. Uno podria decir que Darwin conocié un chasquido lento en lugar de rapido. Algunos descubrimientos requieren un cierto tiempo para que sea reconocido su potencial: horas, dias o incluso mas. Atin asi, el tiempo en cues- tidn sigue siendo muy inferior al consagrado a la biisqueda general. El chasquido es tal con relaci6n al perfodo que lo procede. El propio Darwin no hizo un relato minucioso del modo en que habia Hegado a esta conexién crucial. Simplemente escribid en su autobiografia que en 1838, tras leer el ensayo de Malthus con sus ominosas predicciones acerca de la superpoblaci6n, «al instante se me ocurrié que bajo estas circunstancias tenderfan a subsistir las variaciones favorables mientras que quedarfan destruidas las desfa- vorables». Pero, temeroso de la reaccién de quienes se aferraban al relato biblico de la creaci6n, Darwin demoré durante veinte afios la publicacién de su idea mientras reunfa pruebas para la polémica que a su juicio surgirfa. En 1858, Alfred Russel Wallace logré el mismo descubrimiento. Sorprendentemente, represent6 también una consecuencia de la lectura de Malthus. Wallace conocia la obra de éste desde hacia varios afios y entonces volvié a pensar en el te- ma, reflexionando sobre las implicaciones de lo que dijo Malthus. Wallace tenia algo mas que sefialar que Darwin acerca de la vincu- laci6n entre las ideas de Malthus y la seleccién natural. Simplifi- cando un tanto, equivalia a lo siguiente: 1. Malthus se refirié a seres humanos, no a animales. Recalcé la manera en que las enfermedades, los accidentes, las guerras, el hambre y factores semejantes limitaban el desarrollo de las «razas salvajes» Wallace advirtié que esto se aplicaba también a los animales, i una analogia facil at oz 3. Los animales se reproducian con mayor rapidez que los seres humanos, asf que eso significaba que su tasa de mortalidad era también mas elevada 4. Meditando sobre la cuestién, Wallace se pregunt6: «;Por qué unos mueren y otros viven?». 5. La respuesta parecia obvia: «En conjunto, viven los mejor adaptados. Los mas sanos soslayaban las consecuencias de las enfermedades; los mas fuertes , rapidos © astutos escapa- superaban el hambre los cazadores mas diestros o quienes digerian mejor» ban de los enemigos 6. «Entonces —concluyé Wallace—, se me ocurrié de repente que este proceso autogenerado mejoraria la raza necesaria- mente porque en cada generacién y de una manera inevitable los inferiores perecerian y los superiores permanecerian, es decir, los mas capacitados sobrevivirian.»’ No hay modo de saber si el relato autobiografico de Wallace describe con exactitud la trayectoria de su razonamiento. Ni tampo- co ese texto da a entender que discurriera escrupulosamente paso a paso. Al fin y al cabo, emplea frases como: «Se me ocurrid de re- pente» —un chasquido cognitivo—. Pero al margen de tal incerti- dumbre, la explicacién de la vinculaci6n por parte de Wallace es ilustrativa en tres aspectos. En primer lugar, la analogia, si bien pre- sente, no parece constituir la causa. La parte analégica resulta muy facil: después de todo, los seres humanos son organismos biolégi- cos. En segundo lugar, desempefian un papel las conexiones légi- cas. Wallace no describe un salto en el vacio que le condujera a un sitio iddneo, sino una cadena de relaciones razonables. En tercer lu- gar, la formulacion de una pregunta crucial ocupa un puesto decisi- vo: «jPor qué unos mueren y otros viven?». Quizas otra persona no habria planteado este interrogante. En consecuencia, el repertorio 7. Alfred Russel Wallace, My Life, Nueva York, Dodd, Mead, 1905, vol. 1, pags. 361- 362. La cursiva es de Wallace. 25 we de acciones tras el salto del pensamiento se expande para incluir no slo la analogia sino una extrapolacién ldgica y la formulacion de la pregunta adecuada. 99 % de transpiracion Aunque el acontecimiento desencadenante y el chasquido cogni- tivo sean momentos claves en el salto mental, también realiza su aportacion la larga busqueda con escasos progresos. En ocasiones, ésta permite que el que la emprende se familiarice profundamente con el problema en cuestién y se ponga en disposicidn de recono- cer el acontecimiento desencadenante cuando suceda. Seguin las palabras atribufdas a Louis Pasteur, «la suerte favorece a la mente preparada». Pero a veces se trata de una cosa mas simple. Para en- contrar algo, uno necesita desplazarse bastante por el entorno ade- cuado, Conforme a este espiritu, Thomas Edison declaré que la inven- cién significaba un 1 % de inspiracion y un 99 % de transpiraci6n. Restaba desde luego importancia a su ingenio, pero también sabia de lo que hablaba. Elev6 a la categoria de un arte el proceso de ex- ploraci6n sistematica de gran nimero de posibilidades. Incluso te- nia un nombre para ese proceso: dragado. Un ejemplo famoso fue el de la busqueda que emprendio para hallar un filamento adecuado para la bombilla.* El reto era peliagu- do. Una generaci6n eficiente de luz exigia elevar la temperatura del filamento hasta cerca de su punto de fusién. Por desgracia, seme- jante proceso solia provocar la expansion, el agrietamiento y la fu- 8. Neil Baldwin, Edison: Inventing the Century, Nueva York, Hyperion, 1995; Robert Friedel y Paul Israel, Edison's Electric Light, New Brunswick, Nueva Jersey, Rutgers Uni- versity Press, 1986 (trad. cast: La luz eléctrica de Edison, Barcelona, Bellaterra, 1987); W. B Carlson y M. Gorman, «A Cognitive Framework to Understand Technological Creativity: Bell, Edison, and the Telephone», en R. J. Weber y D. N. Perkins (comps.), Inventive Minds. Creativity in Technology, Nueva York, Oxford University Press, 1992, pags. 48-79. 26 vee we 54 we si6n de los materiales del filamento. Edison realiz6 algunas pruebas preliminares con papel carbonizado (parcialmente quemado para reducirlo al carbono que contenia) que condujera la electricidad, pero descubrié que se quemaba muy pronto, incluso en el vacio de una bombilla. En intentos previos, otros trataron de desarrollar una bombilla empleando un metal prometedor. El platino presenta una resistencia muy elevada y soporta sin quemarse los 2.760 °C. Esas dos propie- dades tornaban al filamento de platino muy recomendable para el vasto sistema de iluminacién concebido por Edison. Comenz6 sus experimentos con platino, pero pronto ensay6 asimismo una diver- sidad de otros metales. El paladio se agrietaba e incluso burbujeaba al calentarlo. El oro no era capaz de alcanzar la incandescencia. El rutenio, el iridio y el rodio dieron resultados también decepcionan- tes. Edison obtuvo al principio algunos resultados prometedores con el nfquel. Pero pronto descubrié que se oxidaba con demasiada rapidez para ser Util como filamento. Y en consecuencia retorné al platino. Mas las realidades econdmicas le obligaron a prescindir del fi- lamento de platino. Comprendié que seria tanto dificil como cos- toso disponer de las cantidades necesarias de platino para la pro- duccién en serie de bombillas. Asi que tuvo que volver al carbono, mas accesible y econdmicamente a su alcance. De hecho, el pro- pio laboratorio de Edison, Menlo Park, contaba con un vasto vo- lumen de carbono para el receptor telefénico que fabricaba. El carbono también parecfa un camino prometedor, porque cabe car- bonizar cualquier numero de materiales basados en ese elemento. Edison y sus colegas ensayaron una gama sorprendente de sustan- cias, incluyendo sedales, carton y papel blando, que carbonizaban y utilizaban como filamento. El hilo de algod6n fue el que mejor funcioné, aunque resultaba harto fragil. Eso indujo a Edison a probar otros materiales como virutas de madera, lino e incluso pe- los de coco. Durante un breve periodo, Edison opté como sustan- cia para el filamento por el papel carbonizado, un material que ha- 27 SS bia ensayado y rechazado antes. Mas poco después de recibir una carta del cientifico Simon Newcomb, quien le advirtié de que la produccion de luz seria mayor con una forma més homogénea y s lida de carbono, prosiguié su busqueda. Tras ensayar diferentes fi- br: carbonizado. Mas tarde la eleccién final de Edison recay6 sobre otro compe- tidor en el mercado. La lampara de filamento de volframio fue en s vegetales, en el verano de 1880 se decidié por la de bambi primer lugar desarrollada por los austriacos Alexander Just y Franz Hanaman y fabricada en Estados Unidos a partir de 1907. Pero el filamento no result6 realmente eficaz hasta que en 1908 William D. Coolidge logré volframio dictil, una forma de este elemento sufi- cientemente blanda para lograr filamentos que no se rompieran. El volframio se revel superior a los filamentos carbonizados porque tiene el mas elevado punto de fusién de cualquiera de los materia- les susceptibles de ser utilizados con esta finalidad. Aunque la btisqueda en gran escala de Edison pueda parecer desmaiiada, recientes episodios en la historia de la invencién ates- tiguan la viabilidad del enfoque. A finales de los afios cincuenta, Edward Rosinski y un colega suyo desarrollaron un catalizador de ceolita para un cracking* del petroleo y ensayaron sistematica- mente centenares de combinaciones de condiciones. Nuevos anti- bidticos surgen mediante la automatizaci6n, semejante a la de una cadena de montaje, aplicada al cultivo en muestras de suelos de di- ferentes partes del mundo. A la lista de las acciones que forman parte del progreso del pensamiento, vale la pena afiadir la tarea agobiante de una busqueda larga y sistematica, el 99 % de transpi- racién de Edison * Su descomposicién térmica en sustancias de peso molecular relativamente bajo, por desdoblamiento 0 fraccionamiento de los hidrocarburos de peso molecular elevado. (N. del 1.) S4 Cémo Ilegaron a volar los plecépteros Analogfa, conexiones légicas, formulacién de la pregunta opor- tuna, btisqueda sistematica... pa sos como éstos constituyen la prac- tica humana del salto del pensamiento. Pero ,c6mo actiia la madre naturaleza? Leonardo da Vinci y los hermanos Wright representan una his- toria reciente. Los seres humanos son unos recién Iegados en la busqueda del vuelo que la madre naturaleza ha inventado al menos cinco veces. Casi una eternidad antes de que los hermanos Wright discurriesen y trabajaran en su garaje de Kitty Hawk, en Carolina del Norte, unos pequefios dinosaurios desarrollaron plumas, echa- ron a volar y se convirtieron en aves. Les precedieron, muchos mi- Hones de afios antes, los pterosaurios, lagartos voladores de alas membranosas. Los insectos voladores entraron en escena en fecha muy anterior. En el perfodo carbonifero, hace unos 300 millones de afos, grandes libélulas con una envergadura de unos 75 centimetros cruzaban por el paisaje primitivo, generando la energia suficiente para el vuelo en una atmésfera con una riqueza de oxfgeno del 35 % mientras que ahora es s6lo del 20 %. Los murciélagos representan dos ocasiones més del descubrimiento del vuelo. Hay dos tipos di- ferentes de quirépteros, cada uno con su propia historia evolutiva. Si el vuelo puso a prueba el ingenio de los seres humanos, no hi- zo menos con la naturaleza. Los evolucionistas han reflexionado largo y tendido sobre el modo en que unas criaturas terrestres pu- dieron adaptarse gradualmente a ese tipo de desplazamiento. Las mutaciones no pueden saltar desde la ausencia de alas a la existen- cia de unas por completo funcionales. Las secuencias tipicas de la evolucidn siguen el paradigma de la aleta. Por ejemplo, las focas evo- lucionaron a partir de animales terrestres y sus aletas fueron obra de una adaptacion de las patas delanteras. Unas extremidades un tanto mas largas y palmeadas les permitieron nadar mejor, favoreciendo Ja supervivencia de Ja protofoca hasta que, centenares 0 miles de generaciones después, las focas alcanzaron su forma actual. La evo- 29 luci6n representa una historia de la acumulacion de ventajas cre- cientes a lo largo del tiempo. Pero lo que tiene sentido con las ale- tas apenas lo posee respecto de Jas alas. Supongamos que una mu- tacion crea un pequefio dinosaurio con pliegues de piel bajo sus antebrazos. Eso sigue sin bastar para el vuelo. {Donde reside, pues, la ventaja creciente? ;Cudl es en suma la trayectoria por etapas des- de una criatura terrestre a otra voladora? Habida cuenta de la escasez de vestigios fésiles, resulta dificil entender cémo pudieron emprender el vuelo diversos seres. Pero un cierto tipo de insecto acuatico revela una historia evolutiva a través de variedades todavia existentes. El plec6ptero invernal es un in- secto pequefio e inofensivo que vive en las charcas, desplazandose sobre la pelicula creada por la tensién superficial del agua. El bid- logo James H. Marden se refiere al plec6ptero como una leccidn en la resolucién de problemas evolutivos.’ Algunas especies de ple- cOpteros vuelan con facilidad, otras mas dificilmente y algunas ni siquiera se alzan en el aire. Pero una especie no voladora, Allocap- nia vivipara, muestra una adaptaci6n intermedia e interesante: na- vega impulsada por el viento. Imagine la escena: una brisa fresca sopla sobre la superficie de la charea. A. vivipara vaga por alli hasta que se topa con una rana dispuesta a devorarla. A. vivipara alza sus pequefias excrecencias, que no son completamente alas, y aprovecha el viento. Impulsada, comienza de repente a deslizarse sobre la superficie del agua, fuera del alcance de la lengua acuciante de la rana. A. vivipara resume en su anatom{a y conducta una explicacién plausible del modo de alzarse del suelo (en este caso del agua) por incrementos. Los primitivos antepasados de los plec6pteros tenian apéndices semejantes que no eran suficientemente fuertes para so- portar su peso en el aire. Los datos disponibles indican ademas que tales apéndices resultaban demasiado pequefios y endebles para el 9. James H. Marden, «How Insects Learned to Fly», The Sciences, vol. 35, n° 6, 1995, pags. 26-30. 30 vuelo. Pero en ocasiones las membranas aprovechaban el impulso del viento y permitian al plecéptero escapar de los predadores 0 en- contrar pareja, una ventaja creciente para la supervivencia. Asi co- menz6 la seleccién de las velas del plecdptero. A lo largo de muchas generaciones las futuras alas se hicieron mayores y mas fuertes. Fi- nalmente, algunas especies Ilegaron a alzarse en el aire lejos del agua, otro tipo de ventaja para la supervivencia. Se inicié entonces el desarrollo de unas alas auténticas. La madre naturaleza no piensa en el sentido humano del térmi- no. El «pensamiento» de la evolucién biolégica es un tipo de pro- ceso de busqueda a ciegas, que examinaremos con detencién hacia el final de este libro. Pero {qué harfa si pensase la madre naturale- za en relacion con A. vivipara? En ingenieria existe un nombre pa- ra este género de reflexién: replanificacién. Los apéndices desarro- llados originariamente para navegar a vela fueron replanificados para el vuelo. La replanificacién es uno de los recursos favoritos de la madre naturaleza con el fin de realizar grandes progresos: de ale- tas a patas, de extremidades anteriores a alas, de escamas a plumas. Y la replanificacién constituy6 desde luego un mecanismo conspi- cuo en el desarrollo tecnolégico cuando los cuchillos de la Edad de Piedra se convirtieron en raspadores, las an: 's en flechas, las rue- das en norias, los fuegos artificiales en cafiones y los osciloscopios en televisores. La madre naturaleza progresa La madre naturaleza es capaz de replanificar. ; Advertimos empe- ro alli toda la pauta del salto del pensamiento: la larga busqueda, un escaso progreso aparente, el acontecimiento desencadenante, algtin equivalente no mental del chasquido cognitivo y una transformacién? jProbablemente si! La idea misma de salto implica que existe una trampa de la que escapar. En la naturaleza, algunas vias de adaptacién son directas y 31 ver wee io ae casi siempre las preferidas. Practicamente, toda criatura que nada en el mar posee apéndices semejantes a las aletas, un problema evo- lutivo facil para el que no se requiere ningtin progreso. Pero otras trayectorias de adaptaci6n se revelan sutiles y tortuosas. Muchos seres son capaces de echar a volar, pero slo unos pocos han dado ese paso en unos 600 millones de afios de historia de los organis- mos multicelulares. {Qué decir de los progresos en la escala evolutiva cuando los saltos de cardcter humano exigen slo unos escasos momentos? Tra- dicionalmente, se concebia la evoluci6n como un proceso gradual. Los cuellos se alargan, los picos se aguzan, los pelajes se espesan a lo largo de incontables periodos de tiempo. Las especies se con- vierten poco a poco en otras, un tipo de morfogénesis que sélo seria visible en una fotografia de un lapso de tiempo extremadamente largo. Pero una visién contemporénea de la evoluci6n redacta el gui6n de manera diferente. Segtin la teorfa del equilibrio puntuado,'° la evoluci6n sobreviene a estallide s entre prolongados perfodos de es- tancamiento. Una nueva especie emerge relativamente deprisa des- pués de que no se hayan operado grandes cambios durante millones de aftos. La fase inicial del estancamiento implica pequefias adapta- ciones, simplemente una sintonizacién ajustada. Luego se produce un acontecimiento desencadenante. Este puede ser un cataclismo que ca: i Hega a destruir a algunas especies y que crea la oportuni- dad para que otras ocupen sus huecos ecoldgicos. De un modo al- ternativo, cabe que el acontecimiento desencadenante sea la Hega- da fortuita de una especie a un nuevo entorno (una semilla arrojada a una nueva costa, una familia de roedores que pugna por cruzar un puerto de montafia) donde es capaz de adaptarse y medrar. Bajo ta- les condiciones surge la evolucién rapida, simples minutos en la es- 10. Stephen Jay Gould, The Panda's Thumb: More Reflections in Natural History Nueva York, Norton, 1980, caps. 17-18 (trad. cast.: ET pulgar del panda, Barcelona, C ca, 1994), ti w v on y tt cala del tiempo geoldgico. La visién del equilibrio puntuado pre- serva la idea de que la evoluci6n es creciente. Los pequefos dino- saurios no dispusieron de alas en una sola generacion. Pero la teo- ria sostiene que el proceso del cambio creciente puede ocurrir con gran celeridad. Presumiblemente, semejante pauta se aplicaria al plecéptero. Al comienzo del desarrollo de este animal, se registré un lento proce- so de adaptacin durante el que se perfeccionaron los apéndices del plec6ptero para mejorar su navegacién a vela. Pero en un determi- nado punto despegé el proceso. Las velas empezaron a cobrar un empuje ascensional significativo, comenzé a operar la presion de la selecci6n en pro de un auténtico vuelo y las alas se desarrollaron con relativa rapidez. Los saltos en la evolucién sugieren que el atisbo en los seres hu- manos constituye slo un caso en una clase més amplia de proce- sos. La pauta dindmica de largos estancamientos y un cambio stibi- to caracteriza los avances tanto humanos como evolutivos. Aunque los progresos humanos reflejen la combinatoria de ideas y los evo- lutivos la combinatoria de genes, es posible que en un profundo ni- vel estructural tengan mucho en comin. La pregunta determinante Una de las preguntas fundamentales de la humanidad ha sido du- rante largo tiempo la referida al modo en que opera la creatividad. Hace dos milenios y medio, Platén recurrid como explicacién a la inspiracién divina: «Un poeta es algo luminoso, alado y sacro y no se expresa por obra del arte, sino gracias al poder divino»." 11. Platén, Jon, 534, en Edith Hamilton y Huntington Cairns (comps.), The Collected Dialogues of Plato, Princeton, Nueva Jersey, Princeton University Press, 1961 (trad. cast Jon, en Didlogos, tomo 1, Madrid, Gredos, 2000). 33 wv “ee Los grandes y pequefios avances son especialmente sorprenden- tes. Aunque sean mas las versiones crecientes del pensamiento crea- tivo las que han hecho realidad cosas valiosas, son I Itos los que llaman nuestra atencién. Y con razén. El salto mental ha hecho po- sibles las exploraciones lunares, la penicilina, la forma de la sona- ta, las leyes de Newton, el impresionismo, la fotografia instantanea, los tiltimos cuartetos de cuerda de Beethoven y tanto mas. Entender el salto del pensamiento seria comprender una parte significativa de lo que hace que la especie humana triunfe como especie. También significarfa llegar a mas éxitos, puesto que, como sostuve en Outs- marting IQ,” cabe cultivar la inteligencia humana. Hasta ahora hemos perfilado lo que parece superficialmente el avance del pensamiento: la larga biisqueda, el escaso progreso, el acon- tecimiento desencadenante, el chasquido cognitivo y la transforma- cién. Sobre la mesa quedan unos cuantos pasos que contribuyen a ese avance: analogia, extrapolacién Iégica, formulacién de la pre- gunta adecuada, indagaci6n sistematica a gran escala y replanifica- cién. Pero estas ideas no penetran muy hondamente ni orientan lo suficiente. Necesitamos una explicacién del modo en que el salto del pensamiento opera por dentro. Uno puede comparar la situacion con el examen de un reloj. Superficialmente resulta bastante facil determinar cémo funciona: la aguja grande, la pequefia, las cifras, etc. Pero no esta tan clara la manera en que acttia el reloj por den- tro. Tenemos que tratar de abrirlo para descubrir el muelle real, los engranajes, el escape y otros mecanismos que lo mantienen en mar- cha. {Qué otros recursos logran, pues, que funcione el salto del pensamiento tal como lo hace? Los psicdlogos que estudian la r olucién de problemas y la crea- ay de las artes, los paleonté- tividad, los historiadores de la cienc logos interesados por la evolucién humana y otras clases de estu- diosos han reflexionado sobre esta cuestién. Un tipo de respuesta 12. David Perkins, Outsmarting 1Q: The Emerging Science of Learnable Intelligence. Nueva York, Free Press, 1995. 34 62 Ito on cil as, n- los del ea- to- stu- osta nce, revela ser mas corriente que cualquier otro: procesos mentales es- peciales realizan la tarea. Estos procesos sdlo intervienen de vez en cuando y quizds tinicamente en personas muy dotadas. Por ejemplo, algunos estudiosos se refieren a la incubacién, un mecanismo mental que supuestamente resuelve problemas en nuestro beneficio mientras prestamos atenci6n a otra cosa, como cortar el césped. Otros aluden a los procesos en el cerebro que a veces establecen conexiones sor- prendentes que nos ponen en situacién de alerta ante indicios cru- ciales en los misterios médicos o cientificos. Tales explicaciones psicolégicas iluminan algunos aspectos del Ito del pensamiento, pero existe el riesgo de darles demasiado crédito. El propésito de este libro estriba en exponer una vision muy diferente del modo en que opera el progreso mental. En su forma mis simple, la idea viene a decir: la pauta superficial del salto no refleja procesos mentales subyacentes sino los substratos de los propios problemas. Dicho més Ilanamente, muchos proble- mas son razonables. Cabe razonarlos paso a paso hasta Hegar a la soluci6n. Pero ciertos problemas son irrazonables. No se prestan a una reflexién por etapas. Es preciso penetrar a hurtadillas en su in- terior. Todo esto posee asimismo una interpretacion evolutiva. Claro es- ta que la evoluci6n no razona en el sentido humano; por el contrario realiza una biisqueda a ciegas a través de incontables lanzamientos de los dados genéticos. Incluso asi, la evolucién llega a algunos de sus resultados paso a paso y de un modo bastante regular. Mas, co- mo vimos antes, otros resultados evolutivos surgen por vias tortuo- sas y de un modo relativamente rapido, el equivalente de introdu- cirse a hurtadillas hasta la solucion. El vuelo representa un buen ejemplo de semejante desenlace, tanto en lo que ataiie a la inven- cién humana como a la evolucién. La historia nos muestra que no se trataba de un problema razonable para la humanidad y la paleon- tologia revela que no constituy6 un problema razonable para la evo- luci6n. Pero tanto la humanidad como la evolucion fueron capaces de resolver este problema irrazonable. wer viet Todo esto sdlo permite examinar de antemano ideas desarrolla~ das mucho mas rigurosamente en capitulos ulteriores. El resto de la primera parte explora ejemplos adicionales del progreso del pensa~ miento, recogiendo conceptos de la inteligencia artificial para ana- lizar la diferencia entre problemas razonables e irrazonables. Exis- te un arte de abordar los problemas irrazonables y, en consecuencia, la segunda parte explora el aspecto estratégico del salto del pensa- miento, explotando una gama de ejemplos y rompecabezas histri- cos. La tercera parte examina las investigaciones psicoldgicas sobre el atisbo, estudia algunos de los mecanismos mentales propuestos para explicar el progreso del pensamiento y observa sus limitacio- nes, pero aprovecha su valor real. Finalmente, la cuarta parte retorna al tema de la evolucién, desenmarafiando las semejanzas y diferen- cias entre los modos en que logran avances la evolucién ciega y las mentes imaginativas humanas. a

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