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EL HOMBRE MUERTO Y LA MALETA DE DIOS

Narrador: Esta es la historia de un hombre que murió repentinamente. Este, al darse cuenta que había
fallecido, vio que se le acercaba Dios y que traía en sus manos una maleta. Dios le dijo.

(El hombre se encuentra en el cielo con Dios) (música melancólica durante toda la obra)

– Dios: Hijo mío, ha llegado tu momento, es hora de irnos.

– El hombre: (asombrado pregunta) ¿Ya es mi hora? ¿Tan pronto? pero si yo tengo aun muchos planes y
cosas para hacer.

– Dios: Lo siento mucho hijo, pero este es el momento de tu partida.

– El hombre: (resignado y con un poco de curiosidad pregunta) ¿Qué es lo que traes en esa maleta?

– Dios: En esta maleta traigo tus pertenencias

– El hombre: (sorprendido) ¿Mis pertenencias? Traes todas mis cosas, mi ropa, mi dinero…

– Dios: (con una pequeña sonrisa) Eso nunca te perteneció, eran cosas de la vida.

– El hombre: ¿Entonces traes mis recuerdos?

– Dios: Esos nunca te pertenecieron, eran del tiempo.

– El hombre: (afirmando) Entonces traes mis talentos

– Dios: Esos tampoco te pertenecieron, eran de las circunstancias.

– El hombre: (nuevamente con dudas) ¿Entonces traes a mis familiares, mis amigos?

– Dios: Lo siento hijo, ellos jamás te pertenecieron, eran parte del camino.

– El hombre: ¿Traes a mi mujer y a mis hijos?

– Dios: (con vos bondadosa) Ellos nunca te pertenecieron, eran de tu corazón.

– El hombre: ¿Entonces traes mi cuerpo?

– Dios: No, eso nunca fue tuyo, era de la tierra.

– El hombre: (con un tono asustado) ¿Entonces traes mi alma?

– Dios: No, tampoco, no era tuya, siempre fue mía.

El hombre, al no saber que hacer ni que preguntar, y con mucho miedo, le arrebato a dios la maleta y al
abrirla se dio cuenta que no había nada, estaba totalmente vacía. Con lagrimas de tristeza brotando de
sus ojos el hombre le pregunto a dios.

– El hombre: ¿Entonces nunca tuve nada señor?

– Dios: Así es hijo mío, tu nunca tuviste nada, pero lo tuviste todo al mismo tiempo, ya que cada uno de
los momentos que viviste fueron únicamente tuyos y solo tuyos. La vida esta echa de momentos y jamás
uno fue idéntico al otro.
– Narrador: (dirigiéndose a los espectadores) Moraleja, mientras estés con vida, disfrútala plenamente en
su totalidad, ya que nada de lo que crees que te pertenece es para siempre. Vive el ahora y valora tu vida,
no te olvides de ser feliz, eso es lo único que realmente vale la pena.

Las cosas materiales y todo lo demás por lo que luchaste aquí se queda y no podrás llevarte nada, solo te
llevaras los buenos momentos que pasaste en compañía de otros a lo largo de todas las etapas de tu
vida. Valora a quienes te estiman, ama a tu familiares y amigo, y hasta a tus enemigos si es posible, ya
que la vida es muy corta para desperdiciarla en odios y rencores.

Fin

EL PRÍNCIPE FELIZ

Personajes:

 Golondrina
 El Príncipe
 Mamá
 Niño
 Estudiante
 Niña
 El Alcalde
 Ángel
En la plaza de una ciudad esta parada una estatua de un PRÍNCIPE. Tiene puesto un manto de oro. Por
ojos tiene dos esmeraldas grandes y una corona de piedras preciosas.

Entra GOLONDRINA, y viendo la estatua encima de una banca, se acerca.

– GOLONDRINA: Voy a quedarme aquí esta noche. Hay bastante aire fresco y buena altura y a los pies
del príncipe dormiré en una alcoba de oro.

EL PRÍNCIPE está llorando. Exprime un pañuelo y caen gotas encima de la GOLONDRINA.

– GOLONDRINA: ¿Eh? Que es eso? Está lloviendo. Este clima sí es raro. No había ni una nube en el
cielo. Ay !Otra gota. (Mira hacia la cara del príncipe) ¿Quien es usted?

– EL PRÍNCIPE: Soy el Príncipe Feliz.

– GOLONDRINA: Entonces por qué está llorando. Me está mojando.

– EL PRÍNCIPE: Toda la vida yo era muy feliz y no conocía las lagrimas. Durante el día jugaba con mis
compañeros en el jardín y en la noche bailaba en el gran salón.

Alrededor del jardín había una pared alta y nunca preguntaba qué había más allá de la pared, porque todo
era tan bello donde yo vivía. Los del palacio me llamaron el Príncipe Feliz y eso era cierto, si el placer es
felicidad.

– GOLONDRINA: ¿Pero porqué ahora está aquí en la plaza?

– EL PRÍNCIPE: Porque ahora estoy muerto y me han hecho estatua y me han puesto aquí alto para ver
toda la miseria en esta ciudad. Antes tenía un corazón humano. Ahora tengo un corazón de plomo, pero
paso todo el tiempo llorando.

– GOLONDRINA: (Al publico) Y yo pensé que el corazón también era de oro.

– EL PRÍNCIPE: Por allá lejos en un callejón hay una casa humilde Allí por la ventana abierta se ve una
mujer sentada en una silla. (Entra LA MUJER) En un rincón está acostado su hijito que está
enfermo. (Entra HIJITO) Tiene fiebre y está pidiendo naranjas. Ella es tan pobre que solo tiene agua del río
para darle a su hijo.

Golondrina, por favor, llévale mi corona de piedras preciosas para que el niño no llore más. Mis pies están
pegados aquí en la columna.

– GOLONDRINA: Pero me están esperando en Egipto. Todos mis amigos están reunidos a lado del Río
Nilo y vamos a visitar las Pirámides.

– EL PRÍNCIPE: Golondrina, Golondrina, por favor quédate conmigo una noche y se mi mensajero. El
muchacho tiene mucha sed y la mamá está muy triste.

– GOLONDRINA: No sé. Casi no me gustan los muchachos. Siempre me están tirando piedras, además,
ya está haciendo frío.

– EL PRÍNCIPE: Seguro esta noche no sentirá el frío.

– GOLONDRINA: Bueno, por una noche puedo quedarme y ser su mensajero.

– EL PRÍNCIPE: Gracias, Golondrina.

GOLONDRINA coge la corona del príncipe y vuela por encima de la ciudad y llega a la casa humilde. Deja
la corona con la mamá, dormida en la silla. Vuela alrededor de la cama del niño, echándole fresco con sus
alas hasta que queda dormido. Después regresa al PRÍNCIPE.

– GOLONDRINA: Bueno, misión cumplida. En verdad no he sentido nada de frío esta noche.

– EL PRÍNCIPE: Es porque has hecho una obra muy buena. (Se quedan dormidos)

Salen la mamá y su hijito

– GOLONDRINA: (Despertándose) Bueno, hoy sí voy para Egipto. ¿Tienes algún encargo por allá?

– EL PRÍNCIPE: Golondrina, Golondrina, ¿no puedes quedar una noche más?

– GOLONDRINA: Pero mis amigos me esperan en Egipto. Hoy seguramente van a visitar la esfinge.

– EL PRÍNCIPE: Más allá, al otro lado de la ciudad veo un estudiante joven sentado a una mesa con
muchos papeles.

Entra ESTUDIANTE con silla, mesa y papeles.

– EL PRÍNCIPE: El está tratando de terminar una obra de teatro para el director del teatro Municipal. Pero
tiene tanto frío que no puede escribir y el hambre le esta dando mareo.

– GOLONDRINA: Bueno, voy a esperar una noche más. ¿Tienes otra corona para llevar?

– EL PRÍNCIPE: No, mis ojos son lo único que tengo. Cada uno es una esmeralda grande que trajeron de
Colombia hace cien años. Quítame un ojo y llévalo al estudiante. El lo puede vender para tener leña para
el frío y algo de comer. Así podrá terminar su obra.

– GOLONDRINA: Ay, querido Príncipe: Yo no lo puedo hacer. Tus ojos, no!

– EL PRÍNCIPE: Golondrina, por favor haga lo que te pido.

GOLONDRINA encoge los hombros, le quita un ojo precioso del príncipe y volando por la ciudad, llega a la
casa del ESTUDIANTE. Le deja el ojo de esmeralda y regresa al PRÍNCIPE.
– ESTUDIANTE: (Mirando la esmeralda) Increíble. ¿Como puede ser? (Sale con regocijo)

– GOLONDRINA: Bueno, cumplí con tu deseo. Ahora sí vengo para decirte adiós.

– EL PRÍNCIPE: Golondrina, Golondrina, ¿no me puedes acompañar una noche más?

– GOLONDRINA: Pero es invierno. Pronto llegará la nieve y el hielo. Tengo que ir a Egipto, pero en
primavera volveré y te traeré piedras preciosas y una corona nueva.

Entra una NIÑA con una caja llena de cajitas de fósforo

– EL PRÍNCIPE: En la plaza aquí abajo una niña esta vendiendo fósforos. Acaba de caer su cajita y todos
se perdieron en un charco. El papá de ella le va a pegar si no trae dinero a la casa. Ella no tiene medias, ni
zapatos, ni un abrigo para cubrirse.

– GOLONDRINA: Bueno, me quedaré una noche más, pero no puedo quitarte el único ojo. Entonces
quedaras ciego.

– EL PRÍNCIPE: Golondrina, por favor, haga lo que pido.

GOLONDRINA quita el otro ojo del príncipe y se lo lleva a la NIÑA.

– NIÑA: Oh, que cosita tan linda, un vidrio todo verdecito. Me lo llevo a la casa. (Sale)

– GOLONDRINA: (Volviendo al Príncipe) Ya esta ciego mi amigo. No te puedo dejar así. Ahora me quedo
contigo.

– EL PRÍNCIPE: No, Golondrina . Ahora sí debes irte para Egipto, y cuando vuelvas me traerás muchas
historias de todo lo que has visto.

– GOLONDRINA: No amigo, aquí me voy a quedar.

– EL PRÍNCIPE: Gracias, querida Golondrina. Entonces vuela por toda la ciudad y me cuentas todo lo que
ves.

GOLONDRINA vuelva por todas partes y regresa al PRÍNCIPE.

– GOLONDRINA: Querido Príncipe, He visto mendigos en la calle, niños hambrientos, durmiendo


abrasados bajo el puente. He visto mucho sufrimiento.

– EL PRÍNCIPE: Mi amigo, no hay misterio más grande que el sufrimiento humano. Estoy cubierto en oro.
Por favor quítame el oro y llévelo donde más se necesita.

GOLONDRINA quita el manto dorado del Príncipe. Vuela por todas partes, sacudiendo el manto y poco a
poco se cae todo el oro. Después regresa al PRÍNCIPE.

– GOLONDRINA: Mi querido Príncipe, tengo que decirte adiós.

– EL PRÍNCIPE: Oh, Golondrina, estoy feliz que por fin te vas para Egipto. Has quedado demasiado
tiempo conmigo. Por favor, abrázame antes de irte.

– GOLONDRINA: No es a Egipto que voy, mi amigo. Me voy para la casa de la muerte. La muerte es un
mensajero de alegría también, no es así? ( Abraza los pies del Príncipe y se cae muerto).

– EL PRÍNCIPE: ¡Golondrina! (Suena un crac. Saca de su camisa un corazón de plomo partido en dos. Lo
deja caer al suelo)

Entra EL ALCALDE
– EL ALCALDE: Como alcalde de esta ciudad, a mi me gusta caminar por la plaza y asegurar que todo
está en buen orden. (Mira al Príncipe) Agh! Como está de feo el Príncipe Feliz. No tiene ojos ni corona y el
color dorado cambió a gris. Parece un mendigo. ¿Y este pájaro muerto a sus pies? (Da patadas a la
GOLONDRINA hasta que sale. Solo quedan las alas y el corazón roto.)

– EL ALCALDE: No deben permitir a los pájaros morir aquí. Voy a mandar a quitar la estatua y con el
metal puedan hacer una estatua nueva, cubierto en oro. Pero esta vez con mi propia imagen. (Sale)

Entran DOS HOMBRES y salen cargando la estatua del Príncipe Feliz. Después entra un ÁNGEL.

– ÁNGEL: Este trabajo de ser un ángel mensajero de Dios no es nada fácil. Imaginase, hoy me mandó a
traer las dos cosas más preciosas de esta ciudad. Claro aquí hay mucha riqueza ahora. Parece que todo
el mundo tiene lo que necesita y más. Pero a Dios no le interesa riquezas. Yo se lo que está pidiendo, pero
carumba, no lo encuentro. (Sigue buscando hasta que encuentra las alas y el corazón roto)

Claro, si, si, si aquí están. El corazón del Príncipe Feliz y las alas de Golondrina. Es por ellos que esta
ciudad tiene prosperidad y todos viven felices. Ahora que vuelvo les voy a contar al Príncipe y a
Golondrina como encontré su pueblo. Van a ser más felices todavía. (Sale con las alas y el corazón roto)

– Coro de niños: Oh Pueblo de Dios, No os ocupéis con vuestros propios asuntos; que vuestros
pensamientos se fijen en lo que será capaz de restituir la prosperidad de la humanidad y santificar los
corazones y almas de los hombres. Bahá’u’lláh

FIN

Moraleja:

La historia del Príncipe Feliz y la Golondrina nos deja una moraleja poderosa: no hay mayor alegría que
ayudar a los demás. Incluso en la muerte, el Príncipe y la Golondrina eligieron ayudar a los menos
afortunados, demostrando que la compasión y la generosidad pueden vencer incluso a la más desoladora
de las adversidades. Recordémonos siempre que la verdadera riqueza no radica en los objetos materiales,
sino en las acciones de bondad que realizamos.

MARTÍN EL ZAPATERO

MARTÍN EL ZAPATERO
EXPRESIDIARIO
ANCIANO
MUJER
NIÑA
AMIGO
AMIGA
CORO DE NIÑOS
VOZ
NARRADOR

NARRADOR. Nuestro drama ocurre en un pueblecito de Francia. Hallamos a Martín, un zapatero, en su


taller.

MARTÍN. (Sentado a la mesa, lee en voz alta, en Sn. Mateo 2: 9-11) ¡Ay!... ¡Qué cosas!... ¡Ver al niño
Jesús! Si mañana fuera la primera Navidad, yo iría al pesebre también como los pastores y los magos, y
mi regalo al Niño serían estos zapatos blancos de cuero fino. (Pone los zapatos sobre la mesa.) ¡Ay…!
¡Qué sueño tengo! (Se apoya en la mesa y se duerme.)

VOZ. Martín, Martín, tú quisiste verme, verás tu deseo cumplido; hoy, vendré a visitarte.

MARTÍN. (Despierta mirando a todos lados.) ¿Qué? ¿Qué? Oí la voz del Señor Jesús, pero nadie está
aquí. Pero Él dijo que viene hoy... Tengo que prepararme... (Cierra la Biblia y comienza a barrer.)

AMIGO. (Golpea la puerta, Martín le abre y entra.) ¡Hola Martín! ¿Cómo estás?

AMIGA. ¡Feliz Navidad Martín! ¿Qué tal? ¿Hay mucho trabajo en estos días haciendo preparativos para la
Noche Buena?

MARTÍN. Buenos días, bienvenidos amigos.

AMIGO. Hemos venido para invitarte a una fiesta esta tarde en mi casa; habrá pollo asado y todo lo
necesario para una celebración alegre.

MARTÍN. Lo siento amigos, pero no puedo. ¿Saben qué pasó? Oí la voz del Señor diciendo, que Él va a
venir a visitarme hoy. Tengo que quedarme aquí, porque no quiero perder esta ocasión tan maravillosa.

AMIGA. ¿Dices que el Señor Jesús viene aquí? Pero Martín, eso no puede ser; estabas soñando...

MARTÍN. ¡No... No...! ¡Él vendrá, bien lo sé!

AMIGO. Vamos, Martín, basta de bromas, y ven a la fiesta.

MARTÍN. No, muchas gracias por la invitación, pero no puedo ir.

AMIGA. (Mira al otro, señalando la cabeza con el dedo, y suspira.) Pues como tú quieras, hasta luego.
(Salen sacudiendo sus cabezas tristemente.)

MARTÍN. (Hablando solo, poniendo las cosas en la mesa y el café en una olla.) Ahora, aquí hay pan y café
y leche, no es mucho, pero con un poquito de queso, podemos almorzar... ¡Que gozo ver a mi Señor!...
¡Sus manos heridas por mí en la dura cruz!... Su cara tan compasiva... Bueno, estoy listo, puedo trabajar
mientras espero. (Usa el martillo en un zapato; Un anciano toca y Martín va a abrir.) Pasa Samuel, ¿Cómo
andas?...

ANCIANO. No muy bien Martín. Este viento frío y la nieva penetra hasta mis huesos. No he visto una
Noche Buena tan fría, y además no hay trabajo para un anciano como yo. La vida es muy dura.

MARTÍN. Siéntate amigo, y toma este café calientito...

ANCIANO. (Bebe.) ¡Ay que bueno!... Eres muy bondadoso, si todo el mundo fuera como tú, que feliz sería
la vida. La Biblia dice que Dios ama al dador alegre y como queréis que los hombres os hagan, así haced
también vosotros.

MARTÍN. Hago lo que puedo, aunque no es mucho...

ANCIANO. Tengo que irme, pero muchas gracias por tu bondad; me siento mucho mejor. Feliz Navidad
Martín... (Sale.)

MARTÍN. Feliz Navidad, Samuel... (Sigue trabajando, mientras afuera se oye un grupo cantando himnos
de navidad.) Es verdad que hace frío hoy... (Se oye a una niña llorando.)
¿Cómo? ¿Una niña llorando? (Abre la puerta.) Ven acá hijita, ¿Cómo te llamas?

NIÑA. Fui al campo para buscar leña para mi casa y la nieve a cubierto todo y no puedo hallar nada; tengo
frío y hambre... ¡Mi papá me va a pegar cuando regrese sin leña!... ¡Somos pobres, y no podemos comprar
carbón!

MARTÍN. Pobrecita, calla, calla, te ayudaré. Toma este pan y queso, y aquí puedes tomar la mitad de la
leña. (Envuelve el pan y el queso en un papel.)

NIÑA. Gracias, gracias señor, me voy... (Sale corriendo y sonriendo. Se oye cantar afuera.)

MARTÍN. Ya es tarde y no ha venido todavía el Señor Jesús, ahora no tengo ni pan, ni café, ni queso para
ofrecerle... (Barre otro poco y se asoma a la calle.) Aquel hombre sin chaqueta en la nieve, esta temblando
de frío... señor, señor venga...

EXPRESIDIARIO. (Parado en la puerta, habla con miedo.) ¿Qué quiere? No he hecho nada.

MARTÍN. Calma, amigo, solamente quiero que pase, entre para calentarse.

EXPRESIDIARIO. ¡OH gracias! Verdad que tengo frío. Es que me soltaron de la cárcel esta mañana, y no
tengo ropa de invierno. Quiero vivir una nueva vida y ser un hombre honrado, pero nadie tiene confianza
en un ex presidiario. No quieren darme empleo.

MARTÍN. Entiendo, quizás pueda ayudarle. Váyase al carpintero de la calle 14, y dígale que Martín le
envió. A él le hace falta un obrero.

EXPRESIDIARIO. Muchas gracias, señor. Me acuerdo que mi madre cristiana solía decirme:
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.”

MARTÍN. Aquí tiene una chaqueta que lo protegerá un poco. Obedezca al Dios de su madre, y Él le
bendecirá.

EXPRESIDIARIO. Yo lo creo. Gracias, señor, adiós...

(Se despiden, sale y Martín sigue su trabajo. Luego tocan a la puerta)

MUJER. (Con un niño en brazos.) Señor, perdona la molestia, pero puede decirme usted,
¿Dónde está la calle del hospital?... (Casi se desmaya.)

MARTÍN. ¡Señora! Siéntese aquí. ¿Está enferma?

MUJER. Sí, estoy enferma y voy al hospital con mi niño. Mi esposo es marinero y está en alta mar. No
tengo familia acá para ayudarme.

MARTÍN. Descanse un rato. ¡Que lindo niño! Pero no tiene zapatos y hace frío...

MUJER. No tengo zapatos, ni un centavo para comprarlos. El barco ha demorado tanto, que el dinero se
acabó.

MARTÍN. Sírvase esta leche caliente. Pobrecito... Aquí tiene estos zapatos para él. Son de cuero suave,
fino; protegerá sus piececitos del frío.

MUJER. ¡Que Dios le bendiga! Estoy muy agradecida. (Se levanta.) Dios nos promete: “dad y se os dará,
medida buena, apretada, remecida y rebozando dará en vuestro seno.

MARTÍN. Siga esta calle y a tres cuadras doble a la derecha, ahí está el hospital.

MUJER. Muchas gracias, y feliz Navidad... (Sale.)

MARTÍN. (Se siente tristemente.) Ya la noche viene y el Señor no ha llegado. Quizás fue solamente un
sueño como mis amigos dijeron... ¡Ay... no vino!... (Abre su Biblia para leer... afuera el coro canta el himno
“Tu dejaste tu trono...”)

TODOS. (Los cuatro visitantes pasan uno a uno, diciendo al pasar.) “¿No vine yo a visitarte Martín?”

VOZ. “Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me
recogiste, estuve desnudo y me cubriste, en la cárcel y viniste a mí, de cierto te digo que en cuanto lo
hiciste a uno de estos hermanos más pequeños, a mí lo hiciste.”
La tienda del cielo
Andaba yo por la carretera de la vida tiempo atrás y un día vi un letrero que decía: "La
tienda del cielo".

Cuando me aproximé, la puerta se abrió... y cuando me di cuenta ya había entrado.

¡Vi grupos de ANGELES por todos lados!

Uno me dió una cesta y dijo: "Hijo mío, compra todo lo que quieras, en la tienda hay todo
lo que un cristiano necesita... y lo que no puedas cargar hoy, puedes volver mañana y
llevarlo sin problemas".

Lo primero que agarré fue PACIENCIA y luego AMOR, estaban en el mismo estante.

Mas adelante estaba la COMPRENSIÓN y también la compré; iba a necesitarla donde


quiera que fuera.

Compré, además, dos cajas de SABIDURÍA y dos bolsas de FÉ. No pude dejar de lado al
ESPÍRITU SANTO pues estaba en todo el lugar...

Me detuve un poco para comprar, FUERZA y CORAJE pues, me ayudarían mucho en esta
carrera de la vida.

Cuando ya tenía casi llena la cesta, recordé que me hacía falta un poco de GRACIA,
BENDICIÓN, y que no me debía olvidar de la SALVACIÓN.

¡¡¡Esta la ofrecían GRATIS!!! Entonces tomé una buena porción de cada una: suficiente
para salvarme y para salvarte.

Caminé hacia el cajero para pagar la cuenta, ya tenía todo para hacer la voluntad del
MAESTRO. Cuando iba llegando a la caja, vi la ORACIÓN y la agregué a mi canasta ya
repleta. Sabía que cuando saliera la usaría.

La PAZ y la FELICIDAD estaban en unos estantes pequeños, aproveché para cargarlos; la


ALEGRÍA colgaba del techo, agarré un paquete para mí.

Llegué al cajero y le pregunté: ¿Cuánto debo? Él sonrió y me contestó:

"Lleva tu cesta donde quiera que vayas".

Una vez más, sonreí y pregunté: "¿Cuánto realmente yo debo?"

El sonrió otra vez y dijo:

"Hijo mío, no te preocupes, Jesús pagó la cuenta hace mucho, mucho tiempo atrás". "Todo
lo que pidas en plegaria, con fe, lo recibirás".

LOS ANTEOJOS DE DIOS


El cuento trata de un difunto, camino del cielo donde esperaba encontrarse con Dios para el juicio. Iba con sus
miedos porque llevaba muchas cosas negras y muy pocas positivas que hacer valer.

Quedó realmente desconcertado cuando se percató de que las puertas estaban abiertas de par en par, y además no
había nadie para vigilarlas. Así que entró al paraíso sin que nadie se lo impidiera.

Fascinado por lo que veía se fue adentrando por los patios de la Gloria, hasta que desembocó en lo que tendría que
ser la oficina de Dios. Por supuesto, estaba abierta también ella de par en par. Así que penetró en la sala ocupada en
su centro por el escritorio de Dios. Y sobre el escritorio estaban sus anteojos. Nuestro amigo no pudo resistir la
tentación —santa tentación al fin —de echar una miradita hacia la tierra con los anteojos de Dios. Y fue ponérselos y
¡Qué maravilla! Se veía todo clarito y patente.

Entonces se le ocurrió una idea. Trataría de ubicar a su socio de la financiera para observarlo desde esta situación
privilegiada. Pero lo agarró en un mal momento. En ese preciso instante su colega estaba estafando a una pobre
mujer viuda mediante un crédito bochornoso que terminaría de hundirla en la miseria por siempre. Y al ver con
meridiana claridad la cochinada que su socio estaba por realizar, le subió al corazón un profundo deseo de justicia.
Buscó a tientas debajo de la mesa el banquito de Dios, y lo lanzó a la tierra con una tremenda puntería pegando un
formidable golpe a su socio, tumbándolo allí mismo.

En ese momento llegó Dios de su paseo acostumbrado. Nuestro amigo se sobresaltó y trató de explicar balbuceando
que había entrado a la gloria, porque no había encontrado a nadie para pedir permiso.

-No, no —le dijo Dios —no te pregunto eso. Todo está muy bien. Lo que te pregunto es lo que hiciste con mi
banquito donde apoyo los pies.

El pobre tipo se fue animando y le contó que había entrado en su despacho, había visto el escritorio y encima los
anteojos, y que no había resistido la tentación de colocárselos para echarle una miradita.

Ahora sí el alma bendita se encontró animada del todo. Le contó a Dios en forma apasionada que había estado
observando a su socio justamente cuando cometía una tremenda injusticia, y que le había subido al alma un gran
deseo de justicia, y que sin pensar en nada había cogido el banquito y se lo había arrojado por el lomo.

Ah, no, volvió a decirle Dios. Ahí te equivocaste. ¿No te diste cuenta de que, si bien te habías puesto mis anteojos, te
faltaba tener mi corazón? Imagínate que si yo cada vez que veo una injusticia en la tierra me decidiera a tirarles un
banquito, no alcanzarían los carpinteros de todo el universo para abastecerme de proyectiles. No mi hijo, no. Hay
que tener mucho cuidado con ponerse mis anteojos si no está bien seguro de tener también mi corazón. Solo tiene
derecho a juzgar el que tiene poder de salvar. Y entonces Dios, poniéndole la mano sobre el hombro, le dijo con
afecto de Padre: Vuélvete ahora a la tierra y en penitencia durante cinco años reza todos los días esta jaculatoria:
‘Jesús, manso y humilde corazón, dame un corazón semejante al tuyo’. Y el hombre se despertó todo transpirado,
observando por la ventana entreabierta que el sol ya había salido y que afuera cantaban los pajaritos.

Hay historias que parecen sueños y sueños que cambian la historia.

TENER UN CORAZÓN MANSO Y HUMILDE COMO EL DE JESÚS IMPLICA APRENDER A VER CON LOS OJOS DE CRISTO

1. ¿Qué descubrimos en este cuento sobre el corazón de Dios? ¿En cuáles pasajes evangélicos vemos reflejadas
esas características?

2. ¿Cómo reacciono a las debilidades y errores de quienes me rodean? ¿Cuál es la mirada que espero de Dios y
los demás hacia mis propias limitaciones y faltas?

3. ¿Qué situaciones concretas se nos ocurren para llevar a la práctica estas enseñanzas y poner en juego la
humildad?

TIENDA DE IDENTIDADES
PERSONAJES

DEPENDIENTA
PERSONA
MALO
PAYASO
ESTUDIOSO
CANTANTE
ACTOR
CRISTIANO

Estamos en una tienda de “identidades”. Las identidades están tapadas con una sábana blanca para que
no cojan polvo y no se quiénes son. La dependienta está dando vueltas por la tienda hasta que entra un
cliente. Se trata de una persona sin identidad que está buscando una para su vida. El cliente va vestido de
un color uniforme, sin destacar mucho (todo gris, o negro oscuro) con capucha y con la cara tapada.

DEPENDIENTA. ¡Hola! ¡Buenos días!

CLIENTE. ¡Buenos días!

DEPENDIENTA. ¿En qué puedo ayudarle?

CLIENTE. Sí, mire, estoy de visita por aquí y al pasar delante de la tienda me llamó muchísimo la atención
y decidí entrar a ver qué había ya que quizá alguna de las cosas que tiene por aquí me puedan servir.

DEPENDIENTA. Pues bienvenido. Si quiere echar un vistazo y preguntar algo, aquí estoy para ayudarle.

CLIENTE. Muchas gracias. (El cliente va dando vueltas sin atreverse a levantar las sábanas.) Disculpe…

DEPENDIENTA. ¿Sí?

CLIENTE. Podría enseñarme un poco lo que tiene oculto por aquí.

DEPENDIENTA. Desde luego. Sí, mire, nuestra tienda se ha especializado en la venta de identidades y
por lo que veo quizá usted esté interesado en adquirir una.

CLIENTE. Sí, así es.

DEPENDIENTA. Pues ha venido al lugar perfecto.

CLIENTE. La verdad es que he probado tantas identidades que he perdido la mía propia y al ver esta
tienda me he animado a entrar y probar suerte. ¿Me podría mostrar algún ejemplo?

DEPENDIENTA. Por supuesto, yo le muestro, venga por aquí. Como no sé el presupuesto que tiene le voy
a enseñar desde las más accesibles hasta las más caras y así usted decide cuál se puede ajustar a su
vida. ¿Le parece bien?

CLIENTE. Sí, sí, muy bien.

DEPENDIENTA. (Levanta la primera sábana y descubre a un joven con una pistola en la mano apuntando,
en actitud agresiva. El cliente se asusta al verla.) Como puede ver, ésta es la identidad del malo. Si usted
compra esta personalidad todo el mundo le va a temer. ¿Quién se va a meter con usted? ¡Nadie!

CLIENTE. Esta personalidad es muy interesante. Cuando yo era pequeño, mis compañeros me golpeaban
en la escuela, me insultaban y me dejaban todo dolorido… Ojalá hubiera tenido esta identidad antes, me
habría ido mejor…

DEPENDIENTA. Si usted hubiera venido entonces, no le habrían tocado ni un pelo…

CLIENTE. Pues sí, yo me habría defendido y les habría asustado. ¿Sabe lo que le digo? Que me quedo
con esta identidad.

DEPENDIENTA. Bueno, como quiera, pero quizá haya ahora otras le vayan mejor con su situación actual.
Déjeme que le enseñe el resto.

CLIENTE. Bueno, está bien…


DEPENDIENTA. (Levanta otra sábana y aparece un payaso haciendo monerías.) Como puede ver, ésta es
la identidad del payaso. Esta identidad es bien interesante también porque con ésta va a ser muy feliz y va
a hacer muy feliz a todos los que están a su alrededor.

CLIENTE. Fíjese que tiene razón... ¿Quién quiere ser un malo, asustar a todas las personas para que se
venguen de uno cuando se puede ser un payaso y hacer reír a las personas amadas sin que se alejen de
ti? Está muy interesante ésta del payaso.

DEPENDIENTA. A usted lo van a querer, lo van a invitar a todas las fiestas y va a ser el centro de atención
de todos...

CLIENTE. ¡Qué bien! Cuando yo era pequeño contaba chistes y la única que se reía era mi mamá, nada
más… Así que con esta identidad veo que puedo ser feliz, pero ya que estamos me gustaría ver el resto
porque cada identidad nueva que me enseña es mejor que la anterior.

DEPENDIENTA. ¡Por supuesto! Es por eso que tienen distintos precios… Déjeme mostrarle otra. (Quita la
sábana y aparece la personalidad del estudioso.) Como puede ver ésta es la identidad del estudioso. Si se
lleva esta identidad, como graduado de la Universidad de Harvard, todo el mundo va a estar interesado en
usted. Su opinión va a ser muy influyente e incluso los presidentes contarán con su consejo.

CLIENTE. Tiene usted mucha razón. Con esta identidad, yo creo que podría hacer hasta dinero con sólo
aparentar que tengo mucha sabiduría.

DEPENDIENTA. Claro, claro…

CLIENTE. Atraería a gente más importante, ya no estaría con los amigos de siempre, ¿verdad? Me gusta
mucho, creo que me voy a llevar ésta.

DEPENDIENTA. Bueno pero, ¿qué le parece si le enseño el resto? Igual hay otra mejor para usted.

CLIENTE. De acuerdo.

DEPENDIENTA. (Levanta otra sábana y aparece un joven cantante.) Como puede ver, ésta es la identidad
del rockero. Con esta identidad va a poder viajar de país en país y todo el mundo va a saber quién es
usted. Va a tener fama, dinero, va a ser escuchado por millones de personas. Es una identidad muy
interesante. Va a recorrer mundo y las chicas van a estar locas por usted.

CLIENTE. Me gusta, me gusta… Esta personalidad me está gustando. (Lo imita.) Fíjese, parece que ya se
me pega algo…

DEPENDIENTA. Le está perfecta.

CLIENTE. Yo siempre he tenido la intención de viajar pero como no tenía dinero me ha sido imposible;
pero con esta personalidad creo que voy a poder realizar ese sueño. Las personas se me echarán encima
para que les firme autógrafos. ¿Quién no quiere ser una persona reconocida con fama y éxito?

DEPENDIENTA. Claro que sí. ¿Está interesado en ella?

CLIENTE. ¡Sí, sí, por supuesto!

DEPENDIENTA. Pues aún tengo una mejor: la más cara. (Quita la sábana.) Esta identidad es la de actor.

CLIENTE. ¿Un productor de cine?

DEPENDIENTA. Esta identidad es bien interesante. Déjeme decirle… Porque con esta identidad usted va
a hacer el papel que quiera. Podrá cambiar de personalidad, de personaje y va a ganar mucho dinero…

CLIENTE. Tiene razón. Siendo productor de cine puedo ser un cantante, aparentar que soy estudioso,
hacer tonterías como un payaso y hasta volverme malo, si es necesario. Yo creo que ésta es la
personalidad adecuada.

DEPENDIENTA. Pero déjeme recordarle que esta es la personalidad más cara y no sé si usted tendrá
tanto dinero para comprar esta identidad… Mire el precio…

CLIENTE. (Mira la etiqueta y se asusta.) ¡Uy! Pues… ¿sabe? Quizá tendría que venir en otro momento…
En fin… Gracias por su ayuda, las identidades son interesantes pero no sé si me convencen al 100% ya
que algunas de ellas ya las he probado en parte en otros momentos de mi vida y no me han llenado… Yo
pensaba que esta vez iba a ser diferente pero quizá no sea así… Bueno, de todas formas, gracias, ha sido
muy amable pero todo esto es como muy complicado.

DEPENDIENTA. Bueno, espere, no se vaya todavía. Permítame un segundo. Por aquí tengo otra identidad
que no la muestro mucho porque no suele interesarse a la gente. Sólo échele un vistazo, tampoco pierde
nada. Si ya ha probado algo de las otras identidades y no se ha sentido cómodo como para adoptarlas
como su identidad personal fija, quizá algo distinto le haga pensar. ¿Qué le parece?

CLIENTE. Bueno, sí, tiene razón. No tengo nada que perder.

DEPENDIENTA. (Quita la sábana.) La tengo aquí tan aparcada, sin vender desde hace tanto tiempo, que
si a usted le interesa se la regalo.

(Se trata de la identidad del cristiano. Un hombre vestido normal, sin nada llamativo.)

CLIENTE. (Mirando la identidad.) ¿Y esta qué identidad es?

DEPENDIENTA. Es la identidad del cristiano. Fíjese, lo interesante de esta personalidad es que viene con
un manual de instrucciones que se llama la Santa Biblia.

CLIENTE. ¿Con un manual de instrucciones?

DEPENDIENTA. Así es…

CLIENTE. La verdad es que aparte del manual no tiene nada llamativo ni interesante…

DEPENDIENTA. Desde luego, lo que distingue a esta identidad del resto es este manual. Algunos clientes
que se la llevaron vinieron a decirme luego que lo interesante de la identidad era precisamente ese
manual. Que les sirvió de muchísima ayuda y que no entendían cómo podía ser tan barata con el valor que
tenía ese manual…

CLIENTE. Bueno, pues no sé… En sí no me dice mucho pero quizá el manual traiga un poco de luz a esta
identidad. He probado muchas identidades en la vida pero nunca me había planteado ésta… Quizá
debería probar…

DEPENDIENTA. ¿Quién sabe? Quizá encuentre su verdadera identidad ahí.

CLIENTE. Entonces, ¿de verdad que me la da?

DEPENDIENTA. Sí, así es…

CLIENTE. No sé qué decirle, se lo agradezco mucho… Espero encontrar mi verdadero yo en las letras de
este manual.

DEPENDIENTA. De nada. Mucha suerte y por favor, venga a contarnos su experiencia cuando la conozca
mejor.

CLIENTE. Así lo haré. (Coge a la identidad y se la lleva.)


FINAL ALTERNATIVO

(Se apagan las luces para expresar el paso del tiempo.)

CLIENTE. (Entra de nuevo en la tienda vestido de forma normal y con la Biblia en la mano.) De todas las
identidades que he tenido esta es la única identidad que ha llenado el vacío de mi corazón. Con esta
personalidad he sido yo el que ha escogido su propia personalidad. (Se marcha de la sala.)

DEPENDIENTA. (Al público.) ¿Qué identidad están comprando ustedes? ¿Están escogiendo la identidad
correcta?

QUIERO SERVIRTE, SEÑOR


PERSONAJES

YERMAN
JOVEN 1
JOVEN 2
ANCIANITA
JOVEN 3

(Entra un joven con la Biblia escondida dentro de su chompa y se dirige al público, mirando hacia arriba.)

YERMAN. Dios mío, yo te amo y quiero servirte, Señor, Aquí están mis manos, mándame ahora para que
yo pueda hacer grandes cosas para ti, Señor, quiero hacer grandes cosas para ti, mi Jesús.

(En ese momento entra una joven y se acerca)

JOVEN 1. Hola, Yerman, un favor, ¿será que me puedes ayudar con mis tares de matemáticas? Es que
hay un ejercicio que no entiendo.

YERMAN. Que molestosa eres, ¿no ves que estoy hablando con Dios? A ver, fuchi. Fuera, necesito hablar
con mi Señor, no molestes; además, igual no entiendes tú nada de matemáticas. ¡¡¡Fuera!!!

(Sale joven 1.)

YERMAN. ¿En qué iba…? ¡Ah, sí, Dios! Quiero serte fiel y amarte sólo a ti, Señor.

(En ese momento entra un joven.)

JOVEN 2. Yerman, un favor, ¿puedes ayudarme a cargar un cajón? Es hasta la esquina, por favor. Está
muy pesado y no puedo solo.

YERMAN. Otro molestoso, ¿que no ves que estoy ocupado? Por favor, si estoy ocupadísimo: Además ¡au!
Me duele mi bracito, así que por favor, si me permites concentrarme.

(Sale el joven.)

YERMAN. Dios, quiero predicar tu palabra que la gente vea en mí el reflejo de tu amor, quiero hacer
grandes cosas para ti, Señor.

(En ese momento entra una ancianita.)

ANCIANITA. Joven, joven, ayúdeme a cruzar la calle, por favor; los autos pasan muy rápido.
YERMAN. A ver, doñita, por favor, estoy ocupado; además estoy esperando a mi abuelito que está en la
esquina, no tengo tiempo. Además, usted ya está muy vieja. Así que, por favor, déjeme tranquilo. (Sale la
ancianita.) Bueno, Señor, aquí estoy con mis manos levantadas, Señor, ¡¡envíame a mí!!

(Entra una joven con una Biblia)

JOVEN 3. Yerman, el Padre de nuestra parroquia dijo que vayamos a predicar. Ya es hora, ¿vamos?

YERMAN. (Molesto.) No, así no se puede, Señor, hay muchas interrupciones. Señor, cuando quieras que
te ayude, me avisas. Dios, yo siempre estaré dispuesto, bueno chau. Ah, y no tengo tiempo, tengo que ir a
almorzar y estoy muy cansado.

EL CINCEL DE DIOS

PERSONAJES

HOMBRE
DIOS

HOMBRE: Efesios 2:10 dice que somos el trabajo de Dios, y que somos sus obras maestras. No sé tú,
pero cuando me levanto por la mañana y me veo en el espejo, yo no veo una “obra maestra”. Quizás una
obra de Picasso. Pero yo quiero ser una obra maestra. Quiero ser todo lo que Dios cuando me creó
esperaba que yo fuera. Por eso oro y le digo: “Dios mío, haz lo que tengas que hacer para sacar de mi
vida todas esas cosas que no tienen que estar ahí. Moldéame a la imagen de tu hijo, para que pueda ser
tu obra maestra.”

DIOS. Hola.

HOMBRE. ¿Quién eres?

DIOS. Soy Dios.

HOMBRE. (Ríe.) Tú no eres Dios.

DIOS. Sí, acabas de hacer la oración y aquí estoy.

HOMBRE. (Sonriendo.) Bueno, si tú eres Dios haz que empiece a nevar.

DIOS. Si hiciera nevar, el lugar se volvería asqueroso, y no quisiera que eso pasase.

HOMBRE. ¡Ves! Tú no eres Dios (señalándole y sonriendo).

DIOS. ¿Por qué dices eso?

HOMBRE. Dios no diría “asqueroso”.

DIOS. Sí que lo diría, es una palabra que proviene del latín, de escharosus o costra.

HOMBRE. Bueno, si tú eres Dios, ¿qué dice Lamentaciones 15:9?

DIOS. Lamentaciones es un libro muy corto, solo tiene 5 capítulos.

HOMBRE. ¿Por qué tan corto?

DIOS. Estaba cansado de lamentarme.

HOMBRE. Bueno, si tú eres Dios, dime: ¿quién ganará la liga este año?
DIOS. ¿Sabes? No estoy aquí para andarme con jueguecitos.

HOMBRE. Sí, que eres Dios.

DIOS. ¿Por qué estas tan seguro ahora?

HOMBRE. Contestaste a mi pregunta con otra pregunta.

DIOS. ¿De verdad?

(Ambos sonríen.)

DIOS. Así es, así soy yo. ¿O no?.. (Se ríen). Ponte aquí, vamos a empezar.

HOMBRE. ¡Ey! ¿Para qué es esto?

DIOS. Estas son las herramientas que usaré para hacer de ti mi obra maestra.

HOMBRE. Ah, está bien. ¡Espera! Pensé que eras carpintero.

DIOS. Ese es mi hijo. Empecemos, ponte aquí.

HOMBRE. ¿Cómo sabrás qué quitar y qué dejar?

DIOS. Quitaré todo lo que no venga de Mí, y aliviaré tus cargas.

HOMBRE. Hablando de eso, ¿podrías arreglarme esta parte? Es que no he conseguido quitármelo de
ninguna manera, lo demás, más o menos, pero aquí… hago algo de ejercicio, vigilo mi dieta, pero esto…
(señalando la zona abdominal).

DIOS. ¿Vamos a hablar todo el rato o empezamos a trabajar?

HOMBRE. De acuerdo, empecemos.

DIOS. Allá vamos. Tienes demasiada ira (golpea con el martillo al cincel).

HOMBRE. ¡Auhh!

DIOS. Orgullo. (Golpea con el martillo al cincel.)

HOMBRE. ¡Auhh!

DIOS. Te comparas con otros en lugar de conmigo. (Golpea con el martillo al cincel.)

HOMBRE. ¡Auhh!

DIOS. Eres perezoso.

HOMBRE. ¡Auhh!

DIOS. Haces creer que siempre estás muy ocupado… Tienes problemas de lujuria.

HOMBRE. Tiempo muerto (hace la señal de la T). ¡Yo no tengo problemas de lujuria!

DIOS. ¿No tienes?

HOMBRE. ¡Claro que no!

(Dios le mira fijamente)


HOMBRE. Está bien (suspira resignado). Espera un momento, ¿podríamos tomarnos un respiro? Creo que
ya me has dejado bastante bien.

DIOS. Sí, estás muy bien pero, ¿qué ves cuando te miras al espejo?

HOMBRE. ¡Me veo a mí!

DIOS. Entonces debo seguir moldeándote, porque el mundo necesita ver a mi hijo en ti. ¡Sigamos!

HOMBRE. Espera un momento, no vayas a tomártelo mal, pero cuando empiezo a parecerme a tu hijo la
gente se incomoda conmigo, incluso mis amigos de la iglesia me critican diciendo ¡Uy con el santurrón!

DIOS. Estás tratando de ser dios sobre partes de tu vida en lugar de que yo sea Dios sobre toda tu vida.

HOMBRE. ¡Yo no dije eso!

DIOS. Pero es lo que quisiste decir.

HOMBRE. Sí, así es (cabizbajo). Es difícil hablar contigo porque ya sabes lo que pienso. Lo que digo es
que ya hiciste tu trabajo, ahora toca descansar. ¡Después seguimos!

DIOS. Lo que estás haciendo es muy común y se llama “control” ¿quieres controlar las cosas en tu vida o
quieres que siga trabajando?

HOMBRE. ¡No, no, moldéame! ¿Puedes moldear lo que yo quiera?

DIOS. Eso se llama “control”. Has estado aferrado a esto por mucho tiempo. ¿Listo para esto?

HOMBRE. Sí… Eso duele

DIOS. A Mí me duele más que a ti.

HOMBRE. No creo que entiendas este dolor.

DIOS. No me hables de dolor, yo sé todo sobre el dolor. Envié a mi hijo y murió en la cruz por el dolor y el
pecado. Y lo hice también para darte libertad. ¿Sabes qué es la locura? Locura es hacer lo mismo una y
otra vez y esperar diferentes resultados. Y esas son las cosas, que si recuerdas, ya hacías en el instituto y
que ahora sigues haciendo pero que no funcionan, cuando estás triste, enfadado, cansado, preocupado…
¡pero no funciona!

HOMBRE. Bueno, creo que quizás…

DIOS. Yo no pienso así.

HOMBRE. Bueno, pero si lo hacemos de otra manera.

DIOS. Esa no es mi manera.

HOMBRE. Bueno entonces, ¡YO NO PUEDO SER BUENO!

DIOS. Yo te creé bueno. ¡Sé bueno! ¿Qué?

HOMBRE. Nada

DIOS. ¿Qué te pasa?

HOMBRE. ¡No lo entenderías!

DIOS. “Yo, Dios de todo el universo, no entendería lo que uno de mis hijos tiene que decir”. Pruébame.
HOMBRE. Dios, te he dejado caer tantas veces...

DIOS. No... tú nunca me has sostenido. Yo te sostengo a ti con mi victoria, nunca olvides eso. En esta
relación yo soy quien te sostiene.

HOMBRE. Está bien. Sigue moldeándome.

DIOS. Sigamos.

HOMBRE. Solo…. Prepárate para lo que vas a encontrar. Porque yo sé quién está dentro de mí. Es que
Dios... me levanto todas las mañanas, y me miro en el espejo. (Apuntando al espejo.) Y yo veo un…
pequeño niño asustado que se levanta todos los días, y trata de vestirse y actuar como un adulto, ¡pero no
puede! Así que prepárate para lo que vas a encontrar dentro de mí.

DIOS. Has escuchado durante mucho tiempo palabras que no eran las mías. Tú crees que eres basura,
¿verdad? ¿Realmente crees que eres basura? Escúchame bien, yo no hago basura… ¿Qué diría eso de
mí? ¿Cómo puedo mostrarte que mi amor no tiene límites? Ya sé, mete la mano en tu bolsillo.

HOMBRE. ¿Qué?

DIOS. Mete la mano en tu bolsillo.

HOMBRE. ¿Por qué?

DIOS. ¿Estás discutiendo conmigo? Mete la mano en el bolsillo. ¿Sabes qué es eso?

HOMBRE. Es una página de mi diario de cuando era joven. ¿Cómo la conseguiste?

DIOS. ¿HOLA?

HOMBRE. Es cierto.

DIOS. Léela.

HOMBRE. “Te amo, (nombre)”

DIOS. Al otro lado.

HOMBRE. Lo siento. “Querido Dios: Hoy te he entregado todo lo que tengo y todo lo que soy. Nunca me
volveré a aferrar a algo. Tu palabra dice que me harás tu obra maestra y me usarás para hacer grandes
cosas. No sé cómo va a ser posible, pero lo deseo con todo mi corazón. Así que por favor, haz lo que sea
necesario para hacer de mí lo que tú esperas. Te amo, Dios.

DIOS. Yo también te amo (nombre). Te amo mucho, te amo tanto como para dejarte así como estás. Así
que esta salvación que tú ya tienes, no dejes que sea solo un sentimiento. Quiero que trabajes en cada
detalle de tu vida, y no te compares con los demás porque no tiene sentido. Fuiste una de mis obras
maestras, fuiste creado a mi semejanza. No veas esto como una prisión (sosteniendo el martillo y el cincel
en la mano) sino como el Padre que instruye a su hijo. El Padre instruyendo al hijo que ama.

HOMBRE. Lo sé, pero me dolerá.

DIOS. Así es. Te dolerá. Al principio, cuando me dijiste que sí creíste que todo sería muy fácil. Esto no
funciona así. Quiero que hagas algo, mira al frente y repite conmigo: “(Nombre) es la obra maestra de
Dios”.

HOMBRE. (Sin convicción, brazos cruzados.) (Nombre) es la obra maestra de Dios.

DIOS. No, no, no. No en la manera en la que te ves, o en la manera en la que te ven los demás sino en la
manera en la que YO te veo.
HOMBRE. “(nombre) es la obra maestra de Dios” (Esta vez con convicción).

DIOS. Sí, lo eres.

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