Revista de psicología y neurociencias

Marzo/Abril 2022 · N.º 113 · 6,50€ · investigacionyciencia.es

Mala memoria
O el desgaste natural de la capacidad de recordar

CEFALEAS GÉNERO CEGUERA

Los niños también Masculinidad Neuroprótesis
sufren migraña en transformación para volver a ver
 SUMARIO

ARTÍCULOS SECCIONES

11 MEMORIA
Olvidos de lo más normales
21 METACOGNICIÓN
Conocer la propia memoria
26 APRENDIZAJE
Cómo aprenden los niños
03 ENCEFALOSCOPIO
¿Cómo se detecta la buena conexión
entre dos personas?
El té ayuda a relajarse y a concentrase
Internet como neuroprótesis
Los estudios no respaldan las curas
contra la resaca
¿Demasiado mediocre para pertenecer
al equipo?
Contra la inflamación: altruismo

32 PSICOLOGÍA
Las dos caras de la autoestima 58 PREGUNTAS CON RESPUESTA
¿Oímos mejor con los ojos cerrados?

39 PSICOLOGÍA SOCIAL
Masculinidad en transformación 60 CASO CLÍNICO
Una alta funcionaria acosada
por sus empleados
INFORME ESPECIAL: VISIÓN
45 Implantes retinianos, luz en la oscuridad
51 Ver sin ojos 69 TERAPIA
57 Neuroprótesis para volver a ver Drogas recreativas frente al trauma

74 NEUROPSICOLOGÍA 86 ILUSIONES
Los niños también padecen migraña Imágenes híbridas, un terreno desconocido

79 NEUROCIENCIA 88 LIBROS
El porqué de la adicción a las drogas De los insomnios y sus misterios
IMAGEN DE PORTADA: ISTOCK/ FOTOEVENTIS
ENCEFALOSCOPIO

MENTE Y CEREBRO 3 MARZO/ABRIL 2022

PSICOLOGÍA
¿CÓMO SE DETECTA LA BUENA
CONEXIÓN ENTRE DOS PERSONAS?
Los tiempos de respuesta en las conversaciones constituyen una señal sólida para saber si dos mentes
«conectan» entre sí
C
uando nos encontramos conecta-
dos con otra persona, la conversa-
ción fluye por sí sola. Y no solo nos
lo parece a nosotros, demuestra un
estudio llevado a cabo por investiga-
dores del Colegio Dartmouth de New Hampshi-
re y publicado en PNAS. La buena conexión se
revela, literalmente, en fracciones de segundo:
la breve pausa que acontece entre dos intercam-
bios de conversación lo descubre. «Nuestros
resultados indican que cuanto más rápido res-
ponden las personas entre sí, más conectadas se
sienten», explica la psicóloga Emma Templeton
en un comunicado de prensa.
Para su estudio, el equipo invitó a 66 perso-
nas que no se conocían entre sí a que conversa-
ran sobre cualquier tema: se pidió a las muje-
res que hablaran con otra mujer durante diez
minutos, y a los hombres con otro hombre. A
continuación, todos los participantes vieron el
vídeo de sus conversaciones a solas y anotaron
cómo se habían sentido en esos momentos. En
una segunda ronda de experimentos, los suje-
tos hablaron con una amiga o un amigo íntimo.
¿Resultado? Cuanto más cortas eran las pausas
entre cada aportación, más conectadas se sen-
tían las personas con su interlocutor. En una
misma conversación también acontecían fases
de mejor o peor conexión.
Este fenómeno resulta audible incluso des-
de fuera de la charla, afirman los autores. Para
comprobarlo, manipularon las grabaciones de
las conversaciones entre desconocidos de ma-
nera que se contestaban mutuamente de forma
más rápida o lenta. Las demás características
MENTE Y CEREBRO
del diálogo se mantuvieron inalteradas. Obser-
varon que cuando reducían la duración de las
pausas, los sujetos concluían que existía una
buena conexión entre ambos, pero cuando se
aumentaba el tiempo de pausa entre cada inter-
vención, esa sensación disminuía.
El momento en el que todo encaja
Ahora bien, la sensación de congeniar con el in-
terlocutor no dependía tanto de lo rápido que se
respondía a su intervención, sino de la rapidez
con la que se recibía la respuesta. Las peque-
ñas pausas suelen durar un cuarto de segundo,
señala Thalia Wheatley, coautora del estudio
y experta en psicología de las relaciones inter-
personales. «Cuando las personas sienten que
pueden terminar las frases del otro, cierran esa
brecha de 250 milisegundos. Es entonces cuan-
do las cosas encajan entre ellas», recalca.
Según informan Templeton y Wheatley en
el periódico Washington Post, algunos partici-
pantes parecían tener un talento especial para
entender a su interlocultor: tendían a respon-
der con mayor rapidez. Esa tendencia no puede
controlarse de modo consciente, indican. Para
responder rápido y de forma adecuada hay que
entender realmente a la otra persona. A veces,
la conversación fluye automáticamente; otras,
PÁGINA ANTERIOR: ISTOCK/ GOLERO
se requiere una escucha activa y conocer al in-
terlocutor. Puesto que los tiempos de respuesta
extremadamente cortos (menos de 250 mili-
segundos) impiden el control consciente, son
una «señal honesta» difícil de falsear: la buena
conexión no puede fingirse.
Christiane Gelitz
4 MARZO/ABRIL 2022
COGNICIÓN

EL TÉ AYUDA A RELAJARSE
Y A CONCENTRARSE
Una taza de té disipa el estrés y favorece la concentración y la constancia, lo que puede ser beneficioso
sobre todo para las personas que se dedican a trabajos creativos o son propensas a la fatiga

E
l té tiene un efecto particular: por
un lado, estimula; por otro, calma.
Según afirman los autores de un es-
tudio llevado a cabo en la Universi-
dad de Pekín y publicado en Food
Quality and Preference, el té ayuda a las personas
a concentrarse mejor e incrementa su constancia.
Para su investigación, el equipo dirigido por
el psicólogo Yi Jiang encomendó de manera
reiterada a un centenar de participantes la tarea
de encontrar una palabra que tuviera relación

con otras tres (Prueba de Asociados Remotos o
RAT). Previamente, un grupo de voluntarios re-
cibió té negro para beber; el resto, agua caliente
(ambas bebidas se sirvieron a 42 grados centí-
grados). Según constataron los investigadores,
el té aumentó el rendimiento en las tareas difíci-
les y de mayor duración de la prueba, pero solo
en los sujetos habituados a tomar té. Al parecer,
la razón de estos resultados estriba en que los
consumidores habituales de té esperaban que la
infusión tuviera un efecto estimulante, sugieren
los autores. Por otro lado, el efecto de esta bebi-
da solo se percibía cuando las tareas requerían
especial concentración y perseverancia.
Fomenta la calma y el estado de alerta
Los ingredientes del té que tienen un efecto cal-
mante, como el aminoácido L-teanina y el an-
tioxidante epigalocatequina (EGCG), combina-
dos con la teína, sustancia activadora, producen
un «efecto paradójico»: estimulante y calmante
a la vez, indica Andrew Scholey, de la Universi-
dad de de Tecnología Swinburne en Melbourne.
Mediante el análisis de la actividad cere-
bral de los participantes, Sholey y su equi-
po observaron en sus estudios que la L-te-
anina relaja las regiones del cerebro que
no se necesitan en ese momento y que esto
favorece la capacidad de concentración. Los
sujetos habían tomado una bebida con
ISTOCK/ FOTOSTORM
200 miligramos de L-teanina (la misma canti-
dad que contienen ocho tazas de té). Bajo la in-
fluencia de la catequina EGCG no solo aumentó
la actividad de las ondas alfa (típicas del estado
de relajación), sino también la de las ondas beta
y theta, las cuales se producen con el aumento
del estado de alerta y la concentración en calma.
Pero la teína no explica por sí sola el efecto
activador, demostraron Andrew Steptoe, del
Colegio Universitario de Londres, y su equipo
en un estudio. Los investigadores pidieron a
75 hombres sanos y no fumadores que renuncia-
ran al café y té durante cuatro semanas. A conti-
nuación, y a lo largo de seis semanas, les permi-
tieron beber té negro o una bebida que contenía
la misma cantidad de teína y era de color y sabor
similares. ¿Resultado? Con el té, los sujetos se
recuperaron más rápidamente tras efectuar ac-
tividades estresantes. En concreto, sus niveles de
cortisol (biomarcador del estrés) se redujeron, de
media, en torno al 50 por ciento en poco menos
de una hora, un porcentaje bastante mayor en
comparación con la bebida placebo. Además, los
que habían bebido té se sentían más relajados.
Christiane Gelitz

MENTE Y CEREBRO 5 MARZO/ABRIL 2022

COGNICIÓN

INTERNET COMO NEUROPRÓTESIS

Cuando las personas consultan información en buscadores como Google o Yahoo, no distinguen entre
los conocimientos almacenados en su propia memoria y los obtenidos a través de la Red

E
l acceso a la información ha cam-
biado radicalmente en los últimos
decenios. Antes del triunfo de Inter-
net teníamos que acudir a la enci-
clopedia de la estantería de casa o
investigar en la biblioteca. Hoy en día, el orde-
nador o el teléfono inteligente que llevamos en
el bolsillo constituye nuestra puerta de acceso al
conocimiento del mundo. Sin embargo, a veces
no distinguimos entre los conocimientos adqui-
ridos en Internet de los nuestros, demuestra un
estudio de Adrian Ward, de la Universidad de
Texas, pubicado en PNAS.
El investigador de mercadotecnia llevó a cabo
ocho experimentos diferentes. En los primeros,
constató que los sujetos a los que se les per-
mitió consultar un motor de búsqueda como
Google para responder a una serie de preguntas
sobrestimaron posteriormente sus propios cono-
cimientos en comparación con los que tuvieron
que responder sin ayuda. En el octavo experi-
mento, Ward dividió a 156 voluntarios en dos
grupos, a cada uno de los cuales enfrentó a 50

ISTOCK/ METAMORWORKS
preguntas con el fin de examinar con más detalle
cómo las herramientas de Internet influyen en la
percepción del propio nivel de conocimiento.

Una neuroprótesis más que una enciclopedia

A la mitad de los participantes se les dejó buscar
la respuesta en Google si se quedaban atasca-
dos. A los demás voluntarios se les facilitaron los
enlaces a los artículos de Wikipedia correspon-
dientes a la pregunta que debían responder, de
manera que no tenían que buscarlos ellos mis-
mos. A continuación, el investigador presentó a
todos los participantes 70 preguntas, incluidas
las que habían trabajado con anterioridad. Para
cada una de ellas, se les pidió que indicaran si
habían utilizado fuentes externas para respon-
der. Por término medio, el grupo de Wikipedia
solo atribuyó «falsamente» una respuesta a sus
propios conocimientos. En el grupo de Google,
ese valor casi se triplicó.
Investigar en un motor de búsqueda adapta-
do a nuestro uso lingüístico se asemeja más al
pensamiento propio que «buscar» algo en una
enciclopedia como Wikipedia, sugiere Ward. So-
bre todo, porque Google trata de proporcionar
información de la forma más «casual posible».
Por ello, puede ocurrir con mayor frecuencia
que las personas confundan los conocimientos
investigados con los propios. «Quizá para noso-
tros Internet se parezca menos a una biblioteca
y más a una neuroprótesis a la que estamos co-
nectados, no por cables, sino por flujos de da-
tos», concluye el psicólogo.
Anton Benz

MENTE Y CEREBRO 6 MARZO/ABRIL 2022

ALCOHOL

LOS ESTUDIOS NO RESPALDAN

LAS CURAS CONTRA LA RESACA
El análisis de los ensayos clínicos sobre remedios contra la resaca muestra que la calidad de los hallaz-
gos científicos es tan baja que no puede recomendarse ninguno de ellos para prevenirla o tratarla

L
os múltiples efectos asociados a la
resaca (cuyo término médico es vei-
salgia) son bien conocidos por la
población general: dolor de cabeza
y muscular, malestar general, náu-
seas, fatiga, irritabilidad, mareos, especial sen-
sibilidad al ruido y a la luz, entre otros. Estos
síntomas, que aparecen tras un episodio de
consumo excesivo de alcohol, cuando el nivel
de esta molécula en sangre se acerca a cero,
provocan con frecuencia absentismo laboral y
estudiantil. Además, en diversos países, como
Estados Unidos, la resaca tiene un gran impac-
to en la productividad económica.
A pesar de lo cotidiano que resulta la vei-
salgia, no se conocen completamente todos los
mecanismos que están involucrados. Este tras-

torno es complejo y son muchos los factores que
se hallan detrás: deshidratación, presencia de
metabolitos tóxicos por la transformación del
alcohol en el cuerpo, alteración del sistema in-
munitario, inflamación del tracto gastrointesti-
nal, bajos niveles de glucosa en sangre, cambios
hormonales, entre estos.
La gran incapacidad temporal que provoca la
resaca en las personas que la sufren lleva a una
acuciante necesidad de encontrar un remedio
para tratarla. Con el objetivo de satisfacer esta
demanda, que se acentúa en festividades como
Nochevieja, múltiples empresas comercializan
productos que se publicitan como «curas»
contra la resaca o efectivos contra ella. Sin em-
bargo, la evaluación científica sistemática de
este tipo de productos brilla por su ausencia.
Por esta razón, investigadores de la Universi-
dad Colegio King de Londres y la Fundación
Trust NHS Maudsley decidieron realizar una
revisión de los ensayos clínicos que estudiaban
la efectividad y la tolerabilidad de diversos re-
medios contra la resaca. Sus resultados se han
publicado en la revista Addiction.
ISTOCK/TRAITOV
Los autores observaron que hasta su estudio
no existía ninguna investigación que hubiera
analizado de forma cuantitativa y exhaustiva
los resultados de los ensayos clínicos con tra-
tamientos para la resaca, incluyendo compa-
raciones de datos entre ellos. Además, las dos
revisiones publicadas previamente se habían
quedado desactualizadas por la publicación de
nuevos ensayos.
En total, los investigadores seleccionaron
21 estudios sobre tratamientos contra la resaca
publicados hasta el 1 de agosto de 2021 en los que
se incluían 386 participantes adultos y sanos. Las
moléculas que se probaron en los citados ensayos
como terapias contra la resaca fueron: Clovinol
(extracto con polifenoles derivados del clavo),
medicamentos antiinflamatorios no esteroideos,
ácido tolfenámico, naproxeno y loxoprofeno, piri-
tinol (estimulante del sistema nervioso), extracto
de la fruta del árbol Hovenia dulcis, complemen-

MENTE Y CEREBRO 7 MARZO/ABRIL 2022

to de L-cisteína y vitaminas B y C, ginseng rojo,
zumo de pera coreana, extracto rico en polisa-
cáridos de la planta Acanthopanax senticosus,
higo chumbo, N-acetilcisteína, los productos
Rapid Recovery, Duolac ProAP4, Morning Fit, y
SJP-001, hojas de la planta Phyllanthus amarus
(Phyllpro), curcumina, L-ornitina, propanolol, al-
cachofa, fexofenadina (fármaco antihistamínico)
y clometiazol (sedante).
La primera limitación del conjunto de los
estudios es que ninguno de los tratamientos
descritos se evaluaron en dos o más ensayos
clínicos independientes, en comparación con el
placebo. Ello impedía llevar a cabo un metaná-
lisis para esclarecer los efectos de dichas mo-
léculas. De entre todas las investigaciones, se
observó que varias moléculas aliviaban de for-
ma significativa síntomas asociados a la resaca:
ácido tolfenámico, Clovinol, piritinol, extracto
de la fruta Hovenia dulcis, L-cisteína y vitami-
nas B y C, ginseng rojo y zumo de pera coreano.
Sin embargo, todos los ensayos contaban
con importantes problemas metodológicos (por
ejemplo, un número reducido de participantes)
o imprecisiones (omitían información relevan-
te), por lo que los científicos consideraban que
los resultados de eficacia presentaban una cali-
dad de evidencia muy baja. En el resto de ensa-
yos, no existía evidencia clara de que el reme-
dio fuera mejor que el placebo o los resultados
PSICOLOGÍA SOCIAL
¿DEMASIADO MEDIOCRE PARA
PERTENECER AL EQUIPO?
Ser expulsado de un grupo resulta doloroso. Pero si la propia actuación no se considera suficientemen-
te buena, muchas personas prefieren dejar el equipo de forma voluntaria: descontentas pero aliviadas.
T
rabajar en equipo para conseguir
un objetivo refuerza la autoestima
y el sentido de propósito. Pero ¿qué
ocurre con las personas que se in-
terponen en el camino hacia éxito
de su propio grupo? Investigadores de las uni-
MENTE Y CEREBRO
no ofrecían una puntuación general de sínto-
mas asociados a la resaca. Todas las moléculas
eran, en general, bien toleradas (no se registra-
ron abandonos de los voluntarios por efectos
adversos), pero estos resultados también eran
de calidad baja o muy baja.
Los autores detectaron que en 8 de los 21 en-
sayos solo participaban hombres, por lo que re-
calcan la necesidad de mejorar la participación
de las mujeres en las investigaciones centradas
en la resaca. Por otra parte, las actuaciones tí-
picas para aliviar la resaca como la hidratación
abundante con agua y zumos o el consumo de
ibuprofeno no se evaluaron en dichos ensayos.
En definitiva, la limitada investigación sobre
terapias contra la veisalgia y la baja calidad de
los estudios publicados hasta ahora no permi-
ten recomendar ningún remedio para aliviar
o evitar los síntomas asociados a este trastorno
temporal. Por ahora, la única forma segura de
evitar la resaca es beber alcohol con moderación
o abstenerse de ello. Además, ante personas que
acuden a consulta para el alivio de la resaca, los
sanitarios deben identificar posibles trastornos
asociados al consumo de alcohol. Es imprescin-
dible un análisis más riguroso y extenso para
que tanto los médicos como la población gene-
ral puedan elegir los productos con información
basada en la evidencia científica.
Esther Samper
versidades de Leiden y Tilburgo han estudiado
este fenómeno. Según describen en Journal of
Experimental Social Psychology, algunos de los
miembros con un rendimiento más bajo aban-
donan el grupo por propia voluntad. Y se sien-
ten infelices, aunque también aliviados por ello.
8 MARZO/ABRIL 2022
 Para el estudio, investigadores dirigidos por
el psicólogo Frank Doolaard invitaron a más de
500 personas a participar en una serie de expe-
rimentos. Se les pidió que evaluaran repetida-
mente cuántos círculos pequeños podían verse
en una pantalla. En función de su éxito, el equi-
po recibía entre 0 y 100 puntos. Por término
medio, los equipos debían obtener al menos
70 puntos para acceder a un sorteo en el que
cada miembro podía ganar 50 euros. Sin em-
bargo, se manipuló el número de puntos: a
la mitad de los participantes se les hizo creer
que tenían una puntuación media de más de
70 puntos, al igual que sus compañeros. A los
demás se les indicó que eran notablemente
peores, por lo que tendrían la culpa si su grupo
no lograba el objetivo.
En el primer experimento, todos pudieron
opinar «en aparencia» la persona del equi-
po que podía seguir participando en él. Con
independencia de si su actuación había sido

buena o mala, los que supuestamente fueron
expulsados del grupo por los demás se sin-
tieron mal y su autoestima se hundió. Pero
los supuestos participantes con un bajo ren-
dimiento se sintieron aliviados. Ellos mismos
no querían seguir en el grupo.
Una salida menos dolorosa
En un segundo experimento, se pidió a los su-
jetos que decidieran por sí mismos salir del
grupo después de la primera ronda. Si eran
(supuestamente) tan buenos como los miem-
bros de su equipo, ni uno solo optaba por irse.
Pero entre los que pensaban que eran mucho
peores, el 43 por ciento no quería continuar.
Estaban estresados, tenían un menor senti-
miento de pertenencia al grupo y se sentían
aliviados tras marcharse. Además, la salida
voluntaria resultaba menos dolorosa que si
eran excluidos por parte de los demás.
¿Dependía ese fenómeno del hecho de po-
der decidir la propia expulsión? Los investiga-
dores lo comprobaron con otro experimento.
De manera supuesta, dejaron que el ordenador
decidiera la participación posterior en la mitad
de los casos, asegurándose de que la decisión
resultara bastante «aleatoria», como deseaban
los participantes. Sin embargo, los que fueron
expulsados por el ordenador no se sintieron
menos aliviados que después de una salida
autogestionada. Así pues, el fenómeno no de-
pendía de tomar la decisión por sí mismos.
ISTOCK/ MATIMIX
Según concluyen los autores, tener un bajo
rendimiento y perjudicar con ello al propio
equipo resulta estresante incluso cuando, como
en el experimento, las personas no se conocen
entre sí: casi uno de cada dos participantes
quería renunciar a su puesto en el grupo en
esas circunstancias. Ello incluía, sobre todo, a
los que sufrían de manera notable por su su-
puesto mal rendimiento. Para los demás, en
cambio, permanecer en el equipo era la mejor
opción, escriben los investigadores. «Ambos
caminos pueden tener sus ventajas.» La mejor
medida para el bienestar es permanecer en el
equipo porque los demás también lo quieren.
Con todo, los resultados obtenidos en el labora-
torio no son tan fáciles de extrapolar a la vida real,
ya que los compañeros de equipo eran desconoci-
dos entre sí y las tareas estaban bien delimita-
das. En el caso de las personas que mantienen
una relación amistosa intervienen muchos más
aspectos que el rendimiento y la posibilidad de
ganar 50 euros. La decisión en esas condicio-
nes puede resultar mucho más difícil: ¿se debe
abandonar un equipo que se ha visto crecer a
lo largo de los años o seguir en él siendo un
obstáculo para que siga avanzando?
Christiane Gelitz

MENTE Y CEREBRO 9 MARZO/ABRIL 2022

COMPORTAMIENTO

CONTRA LA INFLAMACIÓN: ALTRUISMO

Las relaciones sociales positivas se asocian con un menor nivel de la molécula inflamatoria IL-6 si van
acompañadas de la disposición a ayudar a los demás

D
esde hace tiempo se sabe que
las relaciones sociales positivas
mejoran el bienestar mental y la
salud física, además de reducir
el estrés y la inflamación general
del cuerpo, factores implicados en el enveje-
cimiento y en diversas dolencias (entre ellas,
el cáncer, la obesidad y las enfermedades
cardiovasculares y cerebrales). Pero faltaban
pruebas biológicas que demostrasen tal rela-
ción. Un estudio llevado a cabo por Tao Jiang
y otros científicos de la Universidad Estatal de
Ohio arroja luz a esta laguna, según publican
en Brain Behavior and Immunity.
Para su investigación, los autores analiza-
ron los datos de más de 1000 adultos esta-
dounidenses que completaron cuestionarios
ideados para evaluar su integración social,
disposición a apoyar a los demás y sus relaciones
sociales, así como las características sociodemo-
gráficas y de salud de cada uno. Por otra parte,
extrajeron muestras de sangre de los partici-

pantes con el fin de medir los niveles de in-
terleucina-6 (IL6), una molécula inflamatoria
que se halla más concentrada en el cuerpo
cuanto mayor es el nivel de inflamación ge-
neral (y el riesgo de enfermedades asociadas).
Los científicos observaron que las relacio-
nes sociales positivas (como los amigos) no se
encontraban necesariamente relacionadas con
niveles más bajos de IL6 en la sangre en compa-
ración con los sujetos que mantenían pocos la-
zos interpersonales. Ello solo sucedía en el caso
de las personas que se consideraban capaces de
ayudar a los demás o que realmente lo hacían.
En otras palabras, si se está dispuesto a apoyar
a la pareja o a la familia, a los amigos o a ejercer
el voluntariado, los niveles de IL6 son más bajos
que los de las personas que no ayudan porque
no quieren o piensan que no pueden hacerlo.
ISTOCK/ FIZKES
Este fenómeno se daba con independencia
de otros factores, como la edad, la salud, el ni-
vel de vida, la educación y los ingresos, pero sí
influía el sexo de la persona. Por otra parte, los
autores constataron que la asociación entre la
ayuda a los demás y los bajos niveles de IL6 y,
por tanto, un mejor bienestar físico y mental,
era más notable entre las mujeres que entre
los hombres. Según concluyen, pensar que se
puede ayudar o apoyar a los demás favorece
que las relaciones sociales resulten gratifican-
tes, al menos para las mujeres, lo cual reduce
el estrés y, de esta manera, la inflamación.
Bénédicte Salthun-Lassalle

MENTE Y CEREBRO 10 MARZO/ABRIL 2022

 MEMORIA

OLVIDOS
DE LO MÁS NORMALES
Sophie Fessl | Todos cambiamos alguna vez y sin percatarnos las cosas de sitio, olvidamos
nombres o incluso una cita. ¿Deberíamos preocuparnos por ello? Según la neurociencia, no.
El propio sistema de funcionamiento de nuestra memoria revela el porqué
CORRADOBARATTAPHOTOS /
GETTY IMAGES / ISTOCK
H
ace poco cayó en mis manos
una carta al director publicada
en una revista de moda. Habla-
ba de un artículo en el que se
criticaba la falta de modelos de
portada con medidas «normales». La lectora se
preguntaba: «¿Qué es eso de “ser normal”? Yo
no soy baja ni tengo curvas, tampoco soy grácil
y hace mucho que dejé de ser grande». ¿Tenía,
pues, una constitución normal?
Algo parecido nos preguntamos seguramen-
te casi todos respecto a la memoria. ¿Soy olvi-
dadizo? ¿O mis lapsus de memoria se hallan
dentro de lo que se considera normal? Además,
cuando leemos que existen personas como Kim
Peek, que puede citar 12.000 libros de memoria,
o como Suresh Kumar Sharma, quien logra me-
morizar 70.000 decimales del número pi, nues-
tra propia capacidad memorística se nos antoja
bastante pobre.
Pero en ese supuesto estamos pasando
por alto todo lo que nuestra memoria es ca-
paz de efectuar en el día a día. Los cerca de
87.000 millones de neuronas y los casi 15 trillo-
nes de sinapsis de nuestro encéfalo disponen
de una enorme capacidad de almacenamiento.
El cerebro no funciona como un ordenador, por
lo que resulta difícil expresar esa capacidad en
cifras, pero según una estimación aproximada
de los expertos, ¡es de nada menos que 2,5 pe-
tabytes! Si nuestro cerebro fuera una cámara
de vídeo, podría almacenar unos 3 millones de
horas de película, que equivale a unos 300 años
viendo la televisión sin parar.
Debe admitirse, sin embargo, que esa com-
paración presenta lagunas. El cerebro registra
los recuerdos en redes neuronales, no en chips
binarios. Cuando se produce el almacenamien-
to de un recuerdo, las neuronas modifican la
intensidad de las conexiones sinápticas con
las células nerviosas adyacentes. Ese proceso es
gradual, lo que en comparación con un siste-
ma de funcionamiento binario de «encendido
o apagado» aumenta de modo considerable la
capacidad de almacenamiento.
No obstante, la memoria no es ni mucho
menos una cuestión exclusiva de capacidad.
Los recuerdos autobiográficos son mucho más
que una mera compilación de datos y conoci-
mientos adquiridos, es decir, no son solo pun-
tos de datos en una trayectoria vital. Constitu-
yen la materia con la que tejemos la persona
que somos, porque las vivencias y experiencias
se encuentran igual de entrelazadas que nues-
tras costumbres y sentimientos. La memoria
nos confiere una personalidad individual y nos
convierte en seres culturales. Y para ello, desde
luego, no hace falta ser el campeón mundial
del juego memorama.
El enorme almacén de nuestro cerebro ope-
ra como un agente secreto: efectúa su traba-
jo de incógnito. De esa manera, las vivencias y
experiencias pasadas marcan nuestra percep-
ción actual, de igual manera que las señales
que nos encontramos en un camino nos ayu-
dan a clasificar las impresiones nuevas: ¿qué
sabemos ya?, ¿qué podría ser peligroso? Nues-
tros órganos de los sentidos reciben aproxima-
damente 400.000 estímulos por segundo. El
cerebro debe clasificarlos, evaluarlos y asignar-
los a una corriente de consciencia en la que la
mayoría de ellos se perderán. En realidad, son
muy pocas las señales que se almacenan. Y así
es como debe ser, porque, de lo contrario, la
avalancha de información tardaría muy poco
en abrumarnos.
La capacidad funcional de la memoria «nor-
mal» se demuestra con esta sencilla prueba:
párese un momento a pensar qué ocurriría si
perdiese sus recuerdos autobiográficos, hábitos,
rutinas y todo lo que sabe. Sin duda, se sentiría
completamente desamparado en el presente.

EN SÍNTESIS
De vez en cuando, en los me-
dios de comunicación aparecen
personas capaces de memorizar
libros enteros o una larga lista
de códigos postales. En compa-
ración, nuestra memoria se nos
antoja bastante mediocre.
Sin embargo, cierto grado
de olvido resulta normal
en una memoria sana. Si
almacenásemos cada uno
de los estímulos que reci-
bimos, dejaríamos de ser
capaces de actuar.
Con el paso de los años, el cerebro
va volviéndose más lento, aunque
la memoria a largo plazo apenas se
reduce. En cambio, el rendimiento de
la memoria operativa disminuye. Por
ello, las personas mayores pierden el
hilo con más facilidad.

MENTE Y CEREBRO 12 MARZO/ABRIL 2022

 MANIPULACIÓN DE RECUERDOS

Para observar la huella neurobiológica de los recuerdos en el cerebro de los animales de laboratorio, los in-
vestigadores han desarrollado técnicas con las que pueden marcar las neuronas implicadas en ese proceso,
así como activarlas y desactivarlas.

Neurona marcada MARCADO DE LAS NEURONAS

Las células del hipocampo se modifican

genéticamente de manera que producen
proteínas fotosensibles en cuanto empie-
zan a activarse. Cuando el animal recibe
una pequeña descarga eléctrica en las pa-
tas, se marcan las neuronas que intervie-
nen en ese recuerdo.

Descarga eléctrica

Luz azul

EVOCACIÓN DE RECUERDOS

Cuando los investigadores irradian luz azul

a las neuronas marcadas, estas empiezan a
excitarse y el animal recuerda la experien-
cia que ha quedado almacenada en su me-
moria (la descarga eléctrica). El ratón reac-
ciona con miedo, aunque en ese momento
no exista ninguna descarga eléctrica ni el
entorno le recuerde ese episodio.
YOUSUN KOH SEGÚN JASIEK KRZYSZTOFIAK/NATURE; SHEN, H.: HOW TO

REPRESIÓN DE RECUERDOS

Los neurocientíficos pueden incluso blo-

quear artificialmente los contenidos de la
SEE A MEMORY. NATURE, VOL. 553, 2018.

memoria. Para ello, usan una proteína que

silencia las neuronas implicadas cuando
reciben luz de un color determinado. El
animal ya no puede evocar ese recuerdo,
ni siquiera en la jaula en la que recibió an-
teriormente la descarga eléctrica.
El almacén de las vivencias
¿Qué sucede exactamente en nuestro cerebro
cuando memorizamos? Si se habla de «me-
moria», en lo primero que se suele pensar es
en la memoria explícita o declarativa, es decir,
aquella que almacena datos y recuerdos episó-
dicos y autobiográficos. En esta, los hábitos, las
rutinas, el aprendizaje perceptivo y el motor,
así como el aprendizaje por imitación, proba-
blemente ocupan un porcentaje muy elevado
de la capacidad de almacenamiento cerebral;
en torno al 70 por ciento, sugieren los expertos.
Aunque no existe un lugar inequívoco en el
que se depositen nuestros recuerdos, como si
de una biblioteca se tratara, sí que hay áreas
cerebrales concretas indispensables para la
memoria explícita. La primera de esa lista es
el hipocampo. Junto con algunos segmentos de
los lóbulos frontal y temporal, dicha región con
forma de caballito de mar se encarga de almace-
nar y recuperar los acontecimientos autobiográ-
ficos. Gracias a las llamadas oscilaciones neu-
ronales (las subidas y bajadas ordinarias de la
actividad cerebral), el hipocampo se mueve, en
el más estricto sentido de la palabra, al unísono
con los centros sensoriales, somestésicos y de
consciencia del cerebro. Eso ayuda a almacenar
los recuerdos y a evocarlos de forma ordenada.
Por tanto, el hipocampo actúa como un di-
rector de orquesta que se encarga de que los
sonidos de los distintos instrumentos compon-
gan un todo armónico. Además, funciona como
una especie de filtro para los contenidos de la
memoria declarativa: la contribución del hipo-
campo es necesaria para que esos contenidos
lleguen a la corteza cerebral, donde se unen a
otros recuerdos similares, ya sea porque se han
generado en un contexto semejante a partir de
la misma sensación, acompañados de la misma
música o porque forman parte de la misma his-
toria. Con frecuencia, ese proceso se produce a
la vez en varios puntos de la corteza cerebral.
Una red llena de experiencias
Cuando evocamos nuestros recuerdos, estos se
comportan como una bandada de estorninos:
permanecen cerca unos de otros en una for-
mación muy previsible. Si queremos recuperar
contenidos específicos de la memoria, nos en-
contramos al mismo tiempo con otros recuer-
dos que se hallan ligados a los que buscamos.
En cuanto vivimos una situación que se sale
de lo habitual (si vamos a un restaurante nue-
MENTE Y CEREBRO
Corteza
prefrontal
YOUSUN KOH
Tálamo
Amígdala
Hipocampo anterior
Lóbulo temporal Hipocampo posterior
Los lugares que ocupan los recuerdos
Nuestro cerebro no procesa los recuer-
dos en una sola región, sino que utiliza
distintas. El hipocampo es el «centro de
la memoria» más conocido. Junto con
porciones de la corteza prefrontal y del
lóbulo temporal, almacena los episo-
dios autobiográficos y contribuye a evo-
carlos. La parte anterior del hipocampo
retiene fundamentalmente los detalles
de un acontecimiento, mientras que la
posterior almacena la esencia común de
distintos acontecimientos. La amígda-
la brinda a los recuerdos un contenido
emocional y el tálamo se ocupa de que
las vivencias especialmente importantes
se transmitan de la memoria a corto pla-
zo a la memoria a largo plazo.
vo, por ejemplo), nuestro cerebro tiene que
procesar numerosas constelaciones de estímu-
los desconocidos. La carta del local de restau-
ración presenta platos que desconocemos y
el lugar nos resulta novedoso. Pero podemos
recurrir a experiencias pasadas: sabemos que
nos gusta la pasta italiana y que, en los restau-
rantes, el baño suele estar señalizado. Así pues,
nuestro cerebro une las vivencias novedosas
con los conocimientos ya almacenados en una
especie de red de pesca de arrastre que asimila
cada vez más experiencias y se las lleva con-
sigo. De esta manera, todos los estímulos que
recibimos llegan, a través del sistema sensorial,
al hipocampo y a la amígdala (región central
del lóbulo temporal que controla el contenido
emocional de las experiencias).
14 MARZO/ABRIL 2022
Cinco consejos para mejorar la memoria
5
Leer es un entrenamiento
extraordinario para
3 nuestra memoria y para

1 Elabore una
el cerebro en general.
Refuerza la capacidad de
En el momento estructura en la que
concentración y retención,
de almacenar la pueda clasificar con
así como la capacidad de
nueva información, rapidez aquello que
imaginación espacial.
relaciónela con datos ha memorizado (el
que ya conozca. índice de contenidos
o unos conceptos
principales).

2 4
Imagínese lo que Si no consigue recordar,
memoriza de forma trate de poner en marcha
gráfica (por ejemplo, una reacción en cadena de
con imágenes o en asociaciones en su cabeza.
forma de mapa mental). ¿Qué se le ocurre en relación
La activación de la con el contexto de lo que
memoria visual le no recuerda? Puede ser, por
ayudará a evocar el ejemplo, el lugar en el que
recuerdo más tarde. se topó por primera vez con
ese recuerdo.

El hipocampo, a su vez, ordena la informa- incluso a identificar en un estudio las pobla-

ción por relevancia: mientras dormimos dese-
cha lo irrelevante y traslada lo importante a
distintas regiones de la corteza cerebral. El nú-
cleo esencial de un recuerdo que es aplicable a
muchas situaciones se queda almacenado en el
hipocampo. Ese núcleo puede ser, por ejemplo,
el conocimiento de que los líquidos humean-
tes suelen estar calientes o que una silla tiene
asiento y respaldo. Ese saber nos permitirá cla-
sificar con rapidez una situación futura y reac-
cionar ante ella.
Como apuntan la neurocientífica Eleanor Ma-
guire y su equipo del Colegio Universitario de
Londres, la parte anterior del hipocampo con-
tribuye a la especificidad de la memoria. Esa
parte almacena de manera temporal los deta-
lles de un episodio (como el recuerdo del pri-
mer beso) y, con el paso del tiempo, los traslada
a la corteza cerebral.
La parte posterior del hipocampo, en cam-
bio, retiene de forma duradera la esencia
común de distintos acontecimientos; por esa
razón, los expertos también hablan de «esen-
cia de la memoria». Los neurocientíficos del
equipo de Susumu Tonegawa, del Instituto de
Tecnología de Massachusetts (MIT), llegaron
ciones neuronales específicas que codifican ese
tipo de contenidos de la memoria. Tales po-
blaciones se activan siempre que vivimos una
experiencia similar al recuerdo.
Esta forma de organización podría ayudar
al cerebro a manejar de inmediato situaciones
desconocidas y a integrar rápidamente la in-
formación novedosa en las redes existentes. Es
probable que los grupos neuronales encarga-
dos de la memoria esencial se ocupen también
del aprendizaje por transferencia: nos permi-
ten usar conocimientos que ya tenemos para
aprender nuevas relaciones.
Por ejemplo, cada vez que cenamos se acti-
van las células de la memoria en el hipocampo,
independientemente de dónde nos encontre-
mos y de qué vayamos a comer. Para ahorrar
espacio de almacenamiento, la porción poste-
rior del hipocampo localiza y extrae de la si-
tuación tantos conocimientos generalizables
(esencias) como sea posible y los compara con
experiencias antiguas. Al mismo tiempo, la
porción anterior del hipocampo y el lóbulo
temporal intentan almacenar el máximo de de-
talles y datos distintivos. En cuanto evocamos
los contenidos de la memoria, regresan los pa-

MENTE Y CEREBRO 15 MARZO/ABRIL 2022

trones de actividad que estaban presentes en el
momento de la codificación del recuerdo.
Como saben los investigadores desde hace
tiempo gracias a las simulaciones informáticas
y a los experimentos con animales de labora-
torio, en este proceso desempeñan una tarea
importante los llamados ritmos theta. Estas
ondas cerebrales lentas recorren el encéfalo con
una frecuencia de entre 3 y 7 hercios. En 2019,
Srinivas Kota y su equipo de la Universidad
de Texas demostraron en un estudio que las
oscilaciones theta también funcionan de esta
suerte en los humanos. Los investigadores es-
tudiaron a 19 personas adultas que presenta-
ban una epilepsia grave y a las que se habían
implantado electrodos en el cerebro para tra-
tar su enfermedad. Los sensores servían, sobre
todo, para determinar el origen de las crisis
epilépticas, pero también permitían investigar
otras funciones cerebrales. Los investigadores
solicitaron a estos pacientes que llevaran a
cabo una tarea de reconocimiento asociativo;
en concreto, debían retener pares de palabras
relacionadas entre sí. Mientras los sujetos rea-
lizaban este ejercicio, los científicos registra-
ban la actividad neuronal de su hipocampo. De
esta manera descubrieron que las ondas theta
se presentaban solo cuando los participantes
utilizaban la memoria asociativa.
«Los recuerdos
se encuentran
integrados por
muchas partículas
del acontecimiento
original que
se evocan y se
recomponen
para construir
un recuerdo»
Eleanor Maguire,
Colegio Universitario de Londres
MENTE Y CEREBRO
Los patrones de oscilación que aparecían
durante el proceso de codificación se repe-
tían cuando evocaban la información que ha-
bían retenido. De hecho, cuanto más claros eran
los patrones, mejor los recordaban. En cambio,
cuando los participantes no eran capaces de es-
tablecer la asociación correcta, el patrón origi-
nal de ondas theta aparecía poco marcado.
Por tanto, diferentes regiones cerebrales se
acoplan temporalmente entre sí a través de los
ritmos neuronales. Las impresiones se almace-
nan de forma pasajera en la memoria operativa
(o de trabajo), donde se decide cuáles de ellas
van a llegar a la memoria a largo plazo y cuáles
podrán olvidarse sin miedo.
Hasta ahora se creía que la memoria ope-
rativa se basaba únicamente en la interacción
del hipocampo y la corteza prefrontal. Pero los
estudios más recientes han demostrado que el
tálamo también contribuye de manera impor-
tante a este proceso. Al principio se pensaba
que no era más que una estación de conmu-
tación entre los órganos de los sentidos y la
corteza cerebral. Según se sabe ahora, además
intensifica una serie de ritmos neuronales, con
lo que aumenta la probabilidad de que una ex-
periencia novedosa o un conocimiento nuevo
se transmita de la memoria a corto plazo a la
memoria a largo plazo.
¿Es posible leer los recuerdos ajenos?
Aunque innumerables equipos se han dedicado
a investigar la memoria, todavía nadie ha con-
seguido descifrar los recuerdos de una persona
o de un animal de laboratorio. Tampoco resulta
tarea fácil, puesto que la información almace-
nada es sumamente subjetiva y se encuentra
cargada de emociones personales. Además, es
difícil que terceras personas comprendan co-
nocimientos sobre contenidos interconectados
de la memoria.
¿Es posible, al menos, ver las huellas de los
recuerdos en el cerebro? En un estudio, inves-
tigadores dirigidos por Tonegawa consiguieron
hacer visibles, e incluso manipular, los llama-
dos engramas. Para ello usaron la técnica de
la optogenética, gracias a la cual puede con-
trolarse la actividad de determinadas neuro-
nas cerebrales mediante la luz. Modificaron el
genoma de los ratones de modo que sus neu-
ronas cambiaban de color cuando almacena-
ban un recuerdo. Con ello podían identificar
al microscopio las células que formaban parte
16 MARZO/ABRIL 2022

En esta imagen al microscopio del hipocampo de un ratón, las células que han almacenado un recuerdo a corto plazo
aparecen de color verde. Para ello y como paso previo, se han modificado genéticamente las neuronas del animal con el fin
de que creen una proteína fluorescente cada vez que aprendían una información nueva.
del engrama o huella mnemónica. Además, los
investigadores insertaron un gen que producía
que las neuronas se activaran siempre que re-
cibían luz azul.
A continuación, colocaron a los ratones en
una jaula que no conocían y que podían re-
correr tranquilamente. Mientras exploraban el
entorno, los científicos usaron la misma técni-
ca descrita para teñir las células de la memoria
responsables de ese recuerdo. Al día siguiente,
introdujeron a los ratones en un segundo espa-
cio en el que recibieron una pequeña descarga
eléctrica en las patas mientras los investiga-
dores activaban con luz las células —ya tin-
tadas— que codificaban el recuerdo de la pri-
mera jaula. Transcurrido otro día, volvieron a
poner a los roedores en el primer espacio. De
manera sorprendente, los animales se queda-
ron helados de miedo, aunque nunca habían
sufrido ningún daño en ese entorno. ¡Se había
creado un falso recuerdo! Por supuesto, para
ello los científicos tuvieron que echar mano de
todos los trucos de la chistera de la biotecnolo-
gía. Aunque cierto es que nuestra propia me-
moria se deja engañar una y otra vez.
MENTE Y CEREBRO
DHEERAJ ROY / LABORATORIO DE SUSUMU TONEGAWA, MIT
Cuando no queremos admitir algo, hacemos
acopio de falsos recuerdos que consideramos
verdaderos. A veces, las impresiones nuevas in-
cluso se mezclan con las antiguas o se tiñen de
opiniones o sentimientos codificados. Se reescri-
ben una y otra vez, como las entradas de la enci-
clopedia en línea Wikipedia. En ocasiones, como
por arte de magia, acaban ahí recuerdos comple-
tamente falsos.
Por tanto, la memoria no es un disco duro
ni un archivo fílmico de nuestra vida en el que
podamos reproducir determinados episodios a
voluntad. Constantemente creamos sitio en el
cerebro y almacenamos solo una selección de
momentos. De lo contrario, estaríamos siempre
sumidos en nuestros recuerdos.
Si hacemos un análisis retrospectivo, nues-
tra memoria presenta muchos fallos. A veces
es irritante y desata más de una discusión.
Sin embargo, el pasado tiene mucha menos
importancia de la que solemos creer para
nuestro almacén cerebral. Porque lo más im-
portante es la planificación de patrones de
comportamiento futuros. Hasta nuestros re-
cuerdos episódicos los utilizamos para dar
17 MARZO/ABRIL 2022

El método del palacio de la memoria
Los especialistas en memorizar suelen
usar un método llamado «el palacio de
la memoria». Consiste en asociar mental-
mente las cosas que se deben recordar
(por ejemplo, objetos o cifras) a lugares
que conocen. Según un estudio, los legos
en la materia también pueden aprovechar
este método. Si se usa esta técnica en las
pruebas de memoria, la circunvolución del
hipocampo y ciertas áreas de la corteza
frontal operan de manera más eficiente.
Además, se intensifica la conexión neuro-
nal entre el hipocampo y la corteza cere-
bral, lo que también aumenta a largo plazo
el rendimiento de la memoria.
Durable memories and efficient neural coding through
mnemonic training using the method of loci. I. C.
Wagner et al. en Science Advances, vol. 7, n.º 10, 2021.
forma al futuro, para configurar escenarios
mentales y ser creativos. Son la materia prima
de nuestras visiones.
La capacidad de nuestros antepasados para
imaginar peligros o estrategias de caza segu-
ramente fue el primer paso evolutivo hacia el
notable don humano de desarrollar ideas y
fraguar planes. Cuanto más sabe una perso-
na sobre el mundo, cuantas más situaciones
comparables ha vivido con anterioridad, más
fácil le resulta proyectar esos conocimientos
hacia el futuro.
La contribución de la memoria episódi-
ca a la simulación de patrones de compor-
tamiento o acontecimientos que se van a
producir también ha quedado demostrada
mediante investigaciones con personas que
han sufrido daños en el hipocampo. Una
de ellas fue el famoso paciente H. M. (1926–
2008). Debido a sus graves crisis epilépticas,
los médicos decidieron extirparle parte de
los lóbulos temporales, incluido el hipocam-
po. Desde ese momento, sufrió amnesia an-
terógrada: podía recordar vivencias pasadas,
pero no era capaz de recordar cosas nuevas
ni de imaginarse el futuro. Además, los re-
cuerdos de acontecimientos anteriores eran
más bien de naturaleza semántica, esto es,
hechos puros y duros, sin impresiones senso-
riales ni sentimientos asociados, es decir, sin
el contenido habitual en una memoria episó-
dica intacta. Un registro de llamadas entre
Endel Tulving, investigador de la memoria, y
MENTE Y CEREBRO
su paciente N. N., quien presentaba daños en
el hipocampo, ilustra este fenómeno:
Tulving: Una pregunta sobre el futuro: ¿qué va
a hacer usted mañana?
N. N: No lo sé. [Se ríe evasivamente, pausa de
15 segundos].
T.: ¿Aún se acuerda de lo que le he preguntado?
N. N.: Que qué voy a hacer mañana, ¿no?
T.: Sí. ¿Cómo se siente cuando trata de pensar
en ello?
N. N.: Vacío, supongo. Es como si estuviera en
una habitación sin objetos y me pidiesen que
busque una silla, pero no hay ninguna.
¿Cuánto es normal olvidar?
La memoria nunca es perfecta, ni siquiera con
el hipocampo intacto: los olvidos y los fallos
son inherentes al sistema, forman parte de la
naturaleza de las cosas y, en principio, no tie-
nen nada que ver con la edad. No obstante, las
personas mayores suelen empezar a cuestionar
su capacidad de recordar.
Una serie de investigaciones demuestran
que, si bien la memoria semántica de datos y
nombres funciona con algo más de lentitud e
imprecisión con la edad, de la misma manera
que otros procesos cerebrales, el declive del
rendimiento de la memoria en su conjunto es
muy poco relevante.
Pero ¡atención!: la creencia de que cada vez
se nos olvidan más cosas enseguida se convier-
te en una profecía autocumplida. De hecho,
nuestra capacidad cerebral también depende
de lo que nos creemos capaces de hacer, como
han demostrado diversos estudios con perso-
nas de edad avanzada. Mientras los partici-
«El tiempo presente
y el tiempo pasado /
Acaso estén presentes
en el tiempo futuro /
Y tal vez al futuro lo
contenga el pasado»
T. S. Eliot,
Cuatro cuartetos
18 MARZO/ABRIL 2022
pantes esperaban a que se iniciara la prueba
de memoria, algunos escucharon, de manera
involuntaria, la conversación que los respon-
sables del estudio mantenían en el vestíbulo.
Hablaban de lo mal que habían hecho la prue-
ba las personas de más edad. Y, en efecto, los
participantes de edad avanzada que realizaron
la actividad después de oír esos comentarios
efectuaron más fallos que las de su misma
edad que no habían escuchado esa conversa-
ción (grupo de control).
Las personas que creen que están perdiendo
la memoria centran su atención con más inten-
sidad en los momentos en los que la memoria
les ha fallado. En algún momento, la motiva-
ción de poner a trabajar a las neuronas de la
sustancia gris disminuye y, en consecuencia, el
rendimiento decrece de verdad.
Tengo 56 años de edad en el momento de
escribir este texto. Nací justo 400 años des-
pués de que Arancio descubriese el hipocam-
po en el cerebro humano. Como muchos de
mis coetáneos, me cuesta memorizar los nom-
bres y en ocasiones tengo que ir dos veces a
la cocina para recordar qué había ido a bus-
car. Pero el problema no tiene tanto que ver
con la memoria a largo plazo, sino con el gra-
do de distracción. A medida que cumplimos
años, se reduce la capacidad de la memoria
operativa, la cual controla la atención selecti-
va del cerebro. Retiene el contenido de nues-
tros pensamientos y de nuestras impresiones
sensoriales durante unos segundos, incluso de
aquello que tenemos previsto llevar a cabo en
el próximo momento.
Pero la distracción y los despistes tampo-
co son un asunto exclusivo de los mayores de
50 años. Según algunos estudios, la capacidad de
la memoria operativa empieza a declinar a partir
de la treintena. Cualquier distracción (una idea
nueva, la vibración del móvil que está en modo
silencioso, una pregunta, entre otros muchos fac-
tores) puede favorecer que perdamos el hilo. Su-
cede a todas las edades, aunque va aumentando
conforme vamos cumpliendo años.
Como saben, entre otros, los padres con hijos
jóvenes, los trabajadores a turnos o las perso-
nas que sufren ciertos trastornos psicológicos,
la falta de sueño, el estrés y la tensión psíqui-
ca también reducen el rendimiento de la me-
moria operativa. Incluso se habla de «amnesia
materna» en relación a las madres que se en-
cuentran agotadas.
MENTE Y CEREBRO
Otro tema es la demencia, que afecta casi
exclusivamente a las personas de edad avan-
zada: alrededor del 2 por ciento de los adul-
tos de más de 60 años desarrollan algún tipo
de este trastorno, riesgo que se duplica más o
menos con cada quinquenio. Por ejemplo, a los
80 años se sitúa por encima del 30 por ciento.
Pero el hecho de que una persona mayor no
sepa dónde ha dejado las gafas no significa ne-
cesariamente que sufra un problema neurobio-
lógico. En la mayoría de los adultos de más de
60 años, la memoria a largo plazo permanece
intacta, han constatado neurólogos de la Uni-
versidad de Pittsburgh.
Incluso existen ciertos componentes de nues-
tro sistema de almacenamiento interno que
pueden funcionar mejor a edad avanzada,
como son los conocimientos especializados,
los cuales se benefician de tener la mayor ex-
periencia posible. De esta manera, las personas
mayores presentan una ventaja, sobre todo
en aquello relacionado con detectar patrones
y series regulares y con efectuar pronósticos
correctos en situaciones complejas.
Oler la Toscana por primera vez
Los procesos de envejecimiento hacen que
nuestra maquinaria de pensamiento se vuelva
más lenta con el paso del tiempo; eso es ine-
vitable. Pero si a las personas mayores se les
da un poco más de tiempo, muchas de ellas
siguen obteniendo resultados sorprendente-
mente buenos en las pruebas cognitivas. Al fin
y al cabo, deben escudriñar una base de datos
bastante más grande que la de los jóvenes para
encontrar los datos o el recuerdo autobiográfi-
co que están buscando.
Pero a veces, tan solo, les falta la curiosidad
de seguir aprendiendo. Las cosas que vivimos
por primera vez se almacenan en nuestro cere-
bro con mayor prioridad y de manera especial-
mente detallada, tengamos la edad que tenga-
mos. Recuerdo muy bien la primera vez que fui
a un partido de fútbol de la liga o la primera
vez que respiré el aroma de la Toscana. En ese
momento, eran situaciones nuevas y emocio-
nantes para mí. La segunda y la tercera vez, en
cambio, esas experiencias dejaron menos hue-
lla. Cuando somos mayores, como es natural,
ya no hay muchas cosas que nos resulten por
completo novedosas.
El cerebro de una persona mayor alberga
una gran cantidad de recuerdos generalizables.
19 MARZO/ABRIL 2022
Si la mayoría de las cosas que vivimos tienen
relación con esos recuerdos, ya no prestamos
tanta atención a los detalles. La porción pos-
terior del hipocampo trabaja y la anterior
descansa. Por esa razón, en la vida cotidiana
de las personas mayores llegan unos pocos re-
cuerdos nuevos a la memoria a largo plazo de
la corteza cerebral.
Para que la corteza del cerebro siga reci-
biendo una información tan detallada como
sea posible a edad avanzada, deben buscarse
activamente sensaciones novedosas: sabores,
lugares o congéneres que sean desconocidos.
De hecho, los investigadores hace tiempo que
saben que recopilar nuevas experiencias es la
mejor forma de que el cerebro se mantenga
joven, plástico y alerta. Pero las viejas histo-
rias tampoco deben caer en el olvido. Por ello,
la mejor opción es contárselas a los demás de
vez en cuando.
Martin Korte es catedrático de neurobiología en la
Universidad Técnica de Brunswick. Investiga los fundamentos
celulares del aprendizaje y el recuerdo. Su objetivo es
averiguar cómo olvida el cerebro lo que hemos aprendido.
PARA SABER MÁS
Amyloid β deposition and suspected non-Alzheimer pathophysiology and cognitive decline
patterns for 12 years in oldestold participants without dementia. Y. Zhao et al. en JAMA
Neurology, vol. 75, 2018.
EN NUESTRO ARCHIVO
Facultades mentales y envejecimiento. Marion Sonnenmoser en MyC, n.º 13, 2005.
Implantes de retina. Andreas Jahn en IyC, n.º 22, 2007.
Dormir para recordar. Matthew P. Walker en MyC, n.º 25, 2007.
Hacia un modelo unificado de la memoria. Francis Eustache y Béatrice Degranges en MyC,
n.º 43, 2010.
A más edad, peor sueño y memoria. En www.investigacionyciencia.es, 30 de enero de 2013.
La mente del anciano se distrae con facilidad. Esther Landhuis en MyC, n.º 72, 2015.
Mitos y certezas de la memoria. Luis Alonso en MyC, n.º 106, 2021.

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MENTE Y CEREBRO 20 MARZO/ABRIL 2022

METACOGNICIÓN

CONOCER LA PROPIA
MEMORIA
Monika Undorf | Para el aprendizaje resulta
útil valorar de manera correcta la propia
capacidad memorística y sus límites. La llamada
«metamemoria» ayuda al estudio y, con un par
de trucos, puede mejorarse si hace falta

ISTOCK/ DONY

Según una extendida creencia, la mejor

manera de memorizar el contenido de estudio
y aprobar es hincar los codos hasta altas horas
la noche anterior al examen. ¡Craso error!
R
ecordamos acontecimientos que
quedaron muy atrás, disponemos
de información de los más varia-
dos campos del saber y podemos
acordarnos de un amplio vocabu-
lario de idiomas extranjeros. Al mismo tiempo,
tenemos fallos de memoria fastidiosos: nos ol-
vidamos de una cita programada, se nos escapa
el nombre de un pariente lejano o no recorda-
mos la contraseña que hemos introducido mil
veces en el ordenador. Estas fortalezas y debi-
lidades de la memoria se hallan relacionadas
muy estrechamente con la certeza que tenemos
sobre el propio aprendizaje y nuestra memoria.
Por tanto, quien valora de forma adecuada los
límites de su memoria puede evitar situacio-
nes indeseadas, en la medida en que recurre a
ayudas, como puede ser una lista de la compra,
notas en la nevera o un calendario electrónico.
La persona que sabe que tiene dificultades para
recordar nombres puede escuchar con especial
atención cuando le presentan a alguien. Quien
reconoce que se concentra mejor en un entorno
tranquilo puede buscar un lugar de silencio. Y el
estudiante que sabe que no le funciona una téc-
nica de aprendizaje determinada puede intentar
aplicar otras estrategias.
Desde la década de 1970, el conocimiento so-
bre los procesos de memoria y la propia forma
de aprender y recordar se denomina metame-
moria. Desde entonces se ha ido investigando
de manera exhaustiva en psicología, filosofía,
ciencias de la educación y otras disciplinas afi-
nes. A menudo se distinguen tres facetas de la
metamemoria: el conocimiento metacogniti-
vo, los procesos de supervisión metacognitivos y
los de control metacognitivos. Por el primero
se entienden convicciones y opiniones sobre
cómo aprendemos o recordamos. Para ello se
tienen en cuenta suposiciones generales (entre
ellas, que la memoria empeora con la edad o
que al aprender idiomas es útil apuntar pares
de palabras) y opiniones relacionadas con la pro-
pia forma de aprender y recordar.
Pero este conocimiento metacognitivo no solo
incluye convicciones correctas, sino también
erróneas. Como la creencia extendida, aunque
falsa, de que los exámenes pueden salir mucho
mejor si se estudia con intensidad la tarde y
la noche anteriores. Numerosas investigacio-
nes demuestran que los mejores resultados se
consiguen cuando el aprendizaje se distribuye
equitativamente durante varios días.
¿Qué sé y qué no sé todavía?
A través de los procesos de control metacogni-
tivos, las personas regulan su forma de apren-
der y recordar (por ejemplo, cuando terminan
de estudiar deciden si seguirán utilizando el
mismo método o si probaran otra técnica). Di-
chos procedimientos de control a menudo son
consecuencias directas de los procesos de su-
pervisión metacognitivos. El alumno que se
siente preparado para el examen puede dejar
de estudiar e irse al cine; la profesora de inglés
puede volver a repasar el vocabulario con su
alumnado, y la colegiala con dificultades para
entender el texto opta por consultar en el dic-
cionario las palabras que no conoce.
En el día a día, utilizamos las tres facetas de la
metamemoria. La persona que desea conseguir
una licencia de patrón de barco piensa sobre los
conocimientos que tiene al respecto y lo que le
costó aprobar exámenes en ocasiones anteriores
(conocimiento metacognitivo). Durante la pre-
paración pone en práctica la metacognición de
supervisión y control: comprueba su evolución
en el aprendizaje, reflexiona sobre si dispone

EN SÍNTESIS
Se denomina metamemoria al
conocimiento de la memoria en
general y de la propia en par-
ticular. Contiene suposiciones
correctas pero también falsas (por
ejemplo, sobre estrategias de
aprendizaje supuestamente úti-
les) e incluye la supervisión y el
control de los procesos de apren-
dizaje y memoria.
Las estimaciones erróneas ponen
de manifiesto que los humanos
no poseemos acceso directo a esos
procesos, sino que nos apoyamos
en información externa, en parte
irrelevante (como el tamaño de
la letra para memorizar mejor el
contenido de un texto o el for-
mato digital como facilitador del
aprendizaje).
Las personas que evalúan de forma
realista sus avances en el aprendiza-
je y detectan a tiempo las propias la-
gunas de conocimiento pueden evitar
sorpresas indeseadas (suspender, por
ejemplo) y aumentar su rendimiento.
Para ello resulta útil evaluar de mane-
ra activa las propias capacidades, to-
mando distancia temporal respecto a
la adquisición de conocimientos.

MENTE Y CEREBRO 22 MARZO/ABRIL 2022

de suficiente tiempo para prepararse todas las
preguntas o decide repetir aquellas que le pare-
cen más complicadas. Durante el examen utiliza
asimismo procesos metacognitivos de supervi-
sión y control (por ejemplo, responde primero
las preguntas de las que está seguro, y a conti-
nuación, contesta aquellas que le suponen una
mayor reflexión).
En 2018, los pedagogos Kazuhiro Ohtani, de
la Universidad Hokkaido, y Tetsuya Hisasaka,
de la Universidad de Iwate, constataron en un
trabajo de revisión la importancia de la meta-
memoria para obtener un aprendizaje exitoso.
Analizaron 149 estudios con más de 300.000 niños,
jóvenes y adultos. En cada investigación se eva-
luó tanto el rendimiento de aprendizaje como,
al menos, una faceta de la metamemoria de los
participantes. Para ello, a veces se empleaba
material de apoyo (entrevistas o cuestionarios);
otras, actividades que los voluntarios debían
cumplimentar. Con independencia del método
de investigación utilizado, se demostró que una
buena metamemoria se asociaba con un buen
rendimiento de aprendizaje en todos los grupos
de edad. Pero el resultado no se debió a que la
metamemoria estuviera relacionada con un alto
nivel de inteligencia. De hecho, diversos estu-
dios sugieren que el entrenamiento de la meta-
memoria mejora el aprendizaje.
Por otra parte, las falsas suposiciones pueden
mermar la adquisición de conocimientos. De al-
gunos estudios se desprende que las personas en-
tienden y retienen peor los textos que leen en una
pantalla que si lo hacen en papel. Un estudio, de
2018, en el que colaboraron investigadores de la
Universidad de Valencia, reveló el sorprendente
motivo: los estudiantes que utilizaban la pantalla
sobrevaloraban el dominio que tenían de lo que
habían leído, por ello, dedicaban menos tiempo
a leer un texto digital que uno impreso. Causas
técnicas o inseguridades en el manejo del orde-
nador no influyeron en esa tendencia. Entre 2001
y 2017, incluso se acentuó la desventaja de leer en
pantalla, a pesar de que los dispositivos digitales
eran más amables para la vista de los usuarios
y estos tenían más experiencia con los ordena-
dores [véase «La lectura digital, en desventaja»,
por Pablo Delgado, Ladislao Salmerón y Cristina
Vargas; Mente y Cerebro, n.o 99, 2019].
Valoraciones erradas
La evaluación de la propia memoria no es ne-
cesariamente siempre cierta. De hecho, las per-
MENTE Y CEREBRO
METAMEMORIA
La metamemoria comprende los conocimien-
tos que los humanos tenemos sobre la memo-
ria, entre ellos, el modo en que aprendemos,
retenemos y recordamos los datos, así como
la supervisión y control de dichos procesos.
METACOGNICIÓN
Por metacognición se entiende la capacidad hu-
mana de reflexionar sobre los propios procesos
cognitivos (pensamientos, ideas o atención) y de
cuestionarlos y encauzarlos.
sonas suelen equivocarse al valorar sus propias
capacidades. Esas suposiciones erróneas reve-
lan cierta información sobre cómo funciona la
metamemoria. Por ejemplo, esperamos recor-
dar mejor las palabras impresas a gran tamaño
que las escritas en letra pequeña. Sin embargo,
el tamaño de letra prácticamente no influye en
la memoria posterior.
El equipo de Shana Carpenter, de la Univer-
sidad Estatal de Iowa, informó en un estudio
de otra interpretación equivocada. Los científi-
cos mostraron a varios estudiantes dos versio-
nes de una grabación audiovisual en la que una
docente joven explicaba un principio biológico
complejo. En uno de los vídeos, la profesora
hablaba con fluidez y espontaneidad, mante-
nía el contacto visual y gesticulaba. En el otro,
leía el mismo contenido de forma entrecortada,
repasaba continuamente el manuscrito y apar-
taba la mirada de la cámara. Los vídeos solo
se diferenciaban en la profesionalidad con la
que la docente llevaba a cabo la explicación.
La grabación que habían visto los participan-
tes no influyó en los resultados de una prue-
ba de conocimento posterior: ambos grupos
recordaron la misma información. Pero, por
lo general, después de ver la presentación
fluida, los alumnos esperaban recordar casi
la mitad del contenido y sobrevaloraban su
capacidad de memorización. En cambio, los
participantes que habían escuchado la ex-
plicación entrecortada suponían que habían
retenido alrededor del 25 por ciento de esta,
una estimación más realista.
Esos fallos sistemáticos de la metamemoria
ponen de manifiesto que carecemos de acceso
directo a nuestros procesos de aprendizaje y
23 MARZO/ABRIL 2022
memorización. En su lugar, nos apoyamos en
las informaciones del entorno de aprendizaje
que nos parecen relevantes (como el tamaño
de la letra). A menudo, esta estrategia funcio-
na. Las personas consideran de forma acertada
que los contenidos que despiertan emociones
agradables o desagradables son más fáciles de
retener que los neutros. De igual manera, en
relación a la palabra «vapor» se pueden memo-
rizar mejor los términos «máquina», «presión»
y «agua» que otros vocablos que no estén aso-
ciados. También se augura, de forma acertada,
esta ventaja memorística.
En general, nuestra metamemoria suele ser
buena. En 2018, investigadores de la Univer-
sidad de Buenos Aires entrevistaron a 250 es-
tudiantes de medicina que estaban a punto de
graduarse. La inmensa mayoría de los futuros
médicos calificó de forma realista su capacidad
en un examen de cirugía. Solo el 20 por ciento
falló en la metamemoria (un 12 por ciento se so-
brevaloró y el 8 por ciento restante se infrava-
loró). Ahora bien, resulta irrelevante si somos
conscientes o no de la información que nos ha
llevado a esa valoración: hasta cierto punto, las
personas somos capaces de valorar de manera
correcta nuestras capacidades, incluso si no sa-
bemos cómo hemos llegado a esa convicción.
Ya a la edad de 3 años, los niños conocen las
bases de su memoria y cómo funciona, según
constató en una investigación el psicólogo del
desarrollo Wolfgang Schneider, de la Universi-
dad de Wurzburgo. Cuando se inicia la escola-
rización, la metamemoria mejora de nuevo de
forma notable. Los niños de primaria cada vez
se encuentran más preparados para aprender
y utilizar buenas estrategias de aprendizaje.
Pero la metamemoria termina de formarse por
completo en la adultez temprana y permane-
ce intacta hasta edades avanzadas. Ello puede
ayudar a amortiguar las pérdidas de memoria
propias de la vejez. Por ejemplo, la persona
consciente de que olvida con facilidad el cum-
pleaños de su nieto apunta la fecha en un ca-
lendario. Cuando Christopher Hertzog y otros
psicólogos del Instituto tecnológico de Georgia
examinaron en un estudio la metamemoria de
personas con edades comprendidas entre los
18 y los 80 años, constataron lo siguiente: con
los años empeoraba la capacidad memorística,
pero todos los grupos de edad tenían la misma
capacidad para predecir el rendimiento de su
propia memoria.
MENTE Y CEREBRO
70
Capacidad memorística (en porcentajes)
Predicción
60
Realidad
50
40
30
20
10
0
9 29 93 294
Tamaño de letra (en puntos)
¿CUANTO MÁS GRANDE MÁS FÁCIL?
Aunque las personas, por lo general, juzgan
de forma realista su memoria y capacidad de
aprendizaje, tienden a creer en estimaciones
falsas. Por ejemplo, piensan que pueden re-
cordar mejor las palabras escritas en letra de
gran tamaño. Sin embargo, dicha característi-
ca tipográfica no influye prácticamente nada
cuando se trata de retener información.
J. Exp. Psychol. Learn. Mem. Cogn. 10.1037/
xlm0000571, 2019
Valorar la propia aptitud de aprendizaje
¿Cómo se puede mejorar la metamemoria?
Según numerosos estudios, muchas de las es-
trategias que fomentan el aprendizaje exitoso
ayudan a su vez a valorar mejor las propias ha-
bilidades. Un equipo coordinado por la psicó-
loga Hannah Hausaman, de la Universidad de
California en Santa Cruz, revisó en primavera
de 2021 todos los estudios sobre el tema. De
este trabajo extrajeron una serie de recomen-
daciones basadas en resultados científicos so-
bre el modo en que los escolares y estudiantes
pueden evaluar con mayor precisión su éxito
en el aprendizaje y cómo los docentes pueden
ayudarlos en ello.
La estrategia «esperar, generar, validar» re-
sulta fundamental. De esta manera, para eva-
luar el propio rendimiento de forma adecuada
es preferible hacerlo cuando ha pasado un tiem-
po desde la adquisición de conocimientos, pues-
to que se absorbe más información mientras se
aprende que la que se será capaz de recordar
más tarde. Además, inmediatamente después de
estudiar, a menudo no es posible distinguir qué
24 MARZO/ABRIL 2022
LOS ESTUDIANTES TRAMPOSOS,
¿SE ENGAÑAN A SÍ MISMOS?
El comportamiento deshonesto en los exámenes es
un problema generalizado en escuelas y universi-
dades. En un trabajo publicado en 2020, el 38 por
ciento de los más de 15.000 estudiantes encuesta-
dos admitió haber copiado al menos una vez en un
examen final durante los estudios universitarios;
un 76 por ciento confesó haberlo hecho en la es-
cuela, ocasionalmente o con frecuencia.
Una cosa está clara: quien copia o utiliza ayudas
no autorizadas se comporta de manera injusta con
quienes sí respetan las reglas y se arriesgan a ob-
tener consecuencias determinantes para su futuro.
Pero ¿qué otras consecuencias negativas conlle-
va este engaño? Sería pensable, por ejemplo, que
los estudiantes que copian en un examen atribu-
yan la nota obtenida a sus propias habilidades, de
modo que sobrevaloren su capacidad y no explo-
ten el propio potencial en exámenes posteriores.
Con el fin de comprobarlo, en un estudio que llevé
a cabo junto con mi equipo, solicitamos a cerca de
500 estudiantes que efectuaran cuatro pruebas en
contenidos se dominan tanto como para recor-
darlos a largo plazo y cuáles no. Así pues, ayu-
da tomar un poco de distancia temporal («es-
perar»). El segundo paso («generar») consiste
en comprobar lo aprendido tras unas horas. Por
ejemplo, cuando se estudia el vocabulario de un
idioma y se intenta recordar cómo se dice una
palabra nativa en la lengua extranjera. Otros
contenidos de aprendizaje se prestan a anotar
palabras clave y definirlas de memoria o a resol-
ver ejercicios. Para ello es conveniente dejar a
un lado los libros y los apuntes y confiar única-
mente en la propia memoria, como tendremos
que proceder en el momento del examen. En el
último paso («validar») se comprueba cuán pre-
cisas y exhaustivas son las informaciones que se
han reproducido. Puesto que no siempre es fácil
determinar la calidad de las propias respuestas,
puede resultarnos útil contar con la ayuda de
otras personas.
¿Qué ocurre si esta forma de estudiar nos
parece ardua y más lenta que cuando, senci-
llamente, leemos los contenidos una y otra
vez? La respuesta que ofrece la investigación
de la metamemoria es clara y contundente: el
esfuerzo merece la pena. La persona que deter-
MENTE Y CEREBRO
las que debían responder preguntas sobre cultura
general, entre otras: ¿cuál es el mar más extenso
del mundo? ¿Qué metal se vuelve líquido a tem-
peratura ambiente? ¿En qué siglo publicó Martin
Luther sus 95 tesis? (Las respuestas aparecen a pie
del recuadro. Por favor, compruébelas una vez haya
intentado responder las preguntas.) En uno de los
tests, las soluciones se encontraban impresas en
un lateral de la hoja. Los investigadores indicaron a
los participantes que las leyeran al final de la prue-
ba para evaluar su rendimiento.
Como cabía esperar, los estudiantes puntuaron, de
media, mejor que en las otras pruebas: al parecer,
algunos habían hecho trampa. Cuando se les pidió
que pronosticaran sus resultados en pruebas pos-
teriores, la autovaloración seguía siendo realista.
Es decir, atribuían el éxito al engaño, no a su cultu-
ra general. Por tanto, según los resultados obteni-
dos hasta la fecha, no se puede dar por sentado que
la metamemoria se vea perjudicada si no somos
sinceros en los exámenes, aunque, por supuesto,
ese modo de actuar resulta reprobable.
Soluciones: Pacífico, mercurio, siglo XVI.
mina de manera realista sus propios avances
en el aprendizaje y percibe a tiempo las pro-
pias lagunas de conocimiento puede evitar sor-
presas indeseadas y mejorar de forma notable
su rendimiento. Quien descubre y subsana los
propios problemas de comprensión y las difi-
cultades de estudio cuenta con mayores proba-
bilidades de entender los contenidos y retener-
los con éxito a largo plazo.
Monika Undorf es doctora en psicología
y directora de un grupo de investigación
en la Universidad de Mannheim. Estudia la
metamemoria y su influencia en la capacidad
de aprendizaje.
EN NUESTRO ARCHIVO
El interés de memorizar. Robert Jaffard en MyC, n.º 43, 2010.
Se acabó estudiar en el último minuto. Gary Stix en IyC, junio de 2012.
Técnicas de estudio. Steve Ayan en MyC, n.º 66, 2014.
Metacognición, el poder de la reflexión. Stephen M. Fleming en MyC, n.º 75, 2015.
Aprender sin lastrar la mente. Myriam Schlag en MyC, n.º 110, 2021.
25 MARZO/ABRIL 2022
 APRENDIZAJE

CÓMO APRENDEN
LOS NIÑOS
Daniela Schönberger | En los primeros años de vida,
los niños aprenden sin esfuerzo. Su instinto precoz para los patrones
y las regularidades del entorno también se refleja en el cerebro

ISTOCK/ IMGORTHAND

Los niños absorben conocimientos

casi de forma intuitiva e inconsciente.
¿Podrían también los adultos
aprender de tal suerte?

INVESTIGACIÓN Y CIENCIA 26 FEBRERO 2022

L
ook, my cereals are swimming!
(«¡Mira, mis cereales están na-
dando!»), le explica Marie du-
rante el desayuno a su anfitrio-
na de 5 años, Andy. La pequeña
estadounidense mira con expresión crítica
a la niña alemana que está de intercambio
escolar en su casa y la corrige muy conven-
cida: They are not swimming, they are floating!
(«No están nadando, están flotando»).
¿Por qué los niños aprenden aparentemente
sin esfuerzo los matices sutiles de su idioma ma-
terno? Al fin y al cabo, Andy nunca se había
parado a pensar que en inglés se usan verbos
diferentes para los objetos animados y los
inanimados (como «nadar» y «flotar»). Sin
embargo, incluso después de varios años, los
adultos no consiguen interiorizar así de bien la
gramática de una lengua extranjera.
Por lo general, los niños no solo aprenden
idiomas con mayor facilidad que los adultos.
También en otros campos, como la música o
el deporte, las personas que se iniciaron en la
infancia temprana llevan ventaja. Ello no solo
depende de que tuvieran más tiempo para prac-
ticar esas actividades.
En 1989, las psicólogas Jacqueline Johnson,
por entonces en la Universidad Cornell, y Elissa
Newport, de la Universidad de Illinois, constata-
ron en un estudio que los coreanos y chinos que
habían emigrado a Estados Unidos con 7 años
de edad o menos dominaban la gramática ingle-
sa a un nivel semejante al de los hablantes nati-
vos. Este hallazgo sugiere que a temprana edad
se aprende de manera especialmente eficaz.
Sin embargo, la comparación de grupos
existentes (como el de niños que a mayor o
menor edad han tenido contacto con un idio-
ma nuevo) no permite determinar ninguna
conclusión causal: no podemos deducir si los
niños que aprenden una segunda lengua en
los primeros años de vida son mejores debi-
do a su edad. Antes bien, podría ser que los
niños más pequeños reciben mayor apoyo en
el nuevo hogar que los de más edad. O que
los padres prestan más atención a los hijos de
menor edad y les ofrecen más oportunidades
de aprendizaje. La cantidad y el tipo de ex-
periencia lingüística tampoco pueden contro-
larse en estos estudios. Por ello, los investiga-
dores utilizan a menudo idiomas inventados
para comprender cómo aprenden los bebés
y los niños y si los mecanismos que utilizan
difieren de los que emplean los adultos. Todo
apunta a que esa es la respuesta.
La psicóloga del lenguaje Jenny Saffran y
su equipo observaron en un estudio que cu-
ando combinaban en otro orden las sílabas
de palabras que habían inventado y presen-
tado previamente a bebés de ocho meses, es-
tos prestaban atención a lo que escuchaban
durante más tiempo. Al parecer, los lactantes
habían aprendido una regla de forma intuiti-
va y reaccionaban con asombro en cuanto se
incumplía. También la gramática de las lengu-
as sigue unas reglas complejas con las que nos
tropezamos a diario.
Karolina Janacsek, en la actualidad en la Uni-
versidad de Greenwich, y su equipo constata-
ron en 2012 que los niños hasta los 13 años son
especialmente sensibles a las regularidades de su
entorno. En su estudio, en el que participaban
personas con edades comprendidas entre los 4 y
los 85 años, los mejores resultados de aprendizaje
implícito se observó en los que tenían entre 4 y
12 años. (El aprendizaje implícito puede medirse

EN SÍNTESIS

En los primeros años de vida, en
comparación con años posterio-
res, los niños aprenden rápido,
sin esfuerzo y de forma automá-
tica. Por ejemplo, comprenden de
forma intuitiva las reglas gramati-
cales de un idioma.
A lo largo de la infancia, esas
estrategias implícitas van per-
diendo importancia. Los niños
más mayores y los jóvenes van
adquiriendo conocimientos de
forma cada vez más explícita, al
igual que lo hacen los adultos.
Este cambio depende de la madu-
rez del cerebro, sobre todo del hi-
pocampo y de la corteza prefron-
tal. Cuando esta se inhibe en los
experimentos, los adultos mues-
tran mecanismos de aprendizaje
similares a los de los niños.

MENTE Y CEREBRO 27 MARZO/ABRIL 2022

comparando los tiempos de respuesta ante acon-
tecimientos muy probables y otros improbables.)
Dos sistemas de aprendizaje distintos
Una posible explicación de la superioridad
que mostraron los más jóvenes en el estudio
de Janacsek estriba en que el cerebro humano
dispone de dos sistemas de aprendizaje que
pone en marcha en momentos distintos o que
predominan en edades diferentes. En 2020, el
psicólogo Christopher M. Conway, del Hospital
Nacional de Investigación Boys Town, confirmó
en un artículo de revisión que los niños aprenden
inicialmente sobre todo de forma implícita. Son
receptivos a las relaciones estadísticas sencillas
del entorno y las captan en gran medida de for-
ma automática e inconsciente. Por esa razón, no
es necesario animarlos a descubrir activamente
patrones repetitivos o regularidades de su en-
torno y que los apliquen a situaciones nuevas. De
hecho, en los primeros meses de vida lo hacen
solos. Esa capacidad para aprender de forma im-
plícita también les permite adquirir habilidades
complejas más adelante, como montar en bici-
cleta o hablar un nuevo idioma.
El segundo sistema de aprendizaje, el ex-
plícito, se desarrolla más tarde. Se caracteriza
por el hecho de que la persona interpreta el
entorno basándose en la experiencia previa y
que va ganando importancia a lo largo de la
infancia. Como muy tarde, en la edad adulta
determina el modo en que aprendemos. Otro
factor decisivo en el cambio de un aprendiza-
je predominantemente automático a uno más
controlado radica en que con la edad aumenta
la capacidad de retener lo que se ha aprendido,
de concentrarse en informaciones concretas y de
ignorar otras. El desarrollo de estas habilidades
se halla relacionado con la maduración del
hipocampo y de la corteza prefrontal, proceso
propio de la edad.
Estudios mediante electroencefalogra-
fía (EEG) apoyan la teoría de los diferentes
sistemas de aprendizaje. Algunas de estas
investigaciones sugieren que el cerebro pro-
cesa los mismos contenidos didácticos de
diferente forma según la edad. En muchos
experimentos se registran las oscilaciones
de la actividad eléctrica del cerebro median-
te electrodos que se colocan en la superficie
craneal del participante. De esta manera,
por ejemplo, se captan señales neuronales
cuando se frustran las expectativas, es decir,
MENTE Y CEREBRO
cuando la persona se sorprende. Ello revela
que ha aprendido una regla. Estos llamados
potenciales relacionados con eventos (PRE)
sirven de «marcadores del aprendizaje».
Siguiendo este enfoque, investigadores de la
Universidad de Hamburgo dirigidos por Sophie
Rohlf descubrieron en un estudio de 2017 que
los bebés de seis meses procesaban sonidos e
imágenes que se les presentaban de manera si-
multánea como si estuvieran relacionados. Su
cerebro, tras un breve intervalo, reaccionaba
con señales específicas en cuanto una imagen
se combinaba con un sonido diferente al pre-
vio. Por el contrario, los adultos solo mostra-
ban los marcadores de aprendizaje correspon-
dientes cuando tenían que responder de forma
activa ante nuevas combinaciones de sonidos
e imágenes; no solo al escuchar y observar.
En la actualidad, la psicóloga Veronika Schle-
singer-Zweckerl, también de la Universidad de
Hamburgo, investiga mediante un método de
estudio similar y con niños de 5 y 6 años de
edad cuándo se produce el cambio de un mé-
todo de aprendizaje implícito a uno explícito.
Al parecer, en ello influye también el mate-
rial de aprendizaje. Un grupo de la Universidad
de San Luis en Missouri coordinado por Ethan
Jost registró en un estudio los PRE de niños
con edades comprendidas entre los 6 y 9 años
que observaban patrones visuales diferentes. En
concreto, examinaron los componentes N2, que
indican mecanismos de aprendizaje automá-
tico. Pero en los niños de más edad, así como en
los adultos, aparecía la onda P300, un indicio
de procesos cognitivos controlados. Cuando la
psicolingüista Jutta Müller y otros científicos
en una investigación mostraron palabras inven-
tadas a niños de diferentes edades, en cambio,
no hallaron en los de 4 años ningún marcador
neuronal del aprendizaje implícito, al menos
cuando los pequeños solo tenían que escuchar.
Gracias sobre todo a la experimentación con
animales, se sabe que las experiencias de apren-
dizaje dejan huellas duraderas en el cerebro.
En el encéfalo de los ratones que tenían que
aprender nuevas secuencias de movimientos se
formaban prolongaciones celulares nuevas, las
llamadas espinas dendríticas, en los grupos de
células de determinadas áreas cerebrales. Con
ayuda de dichas prolongaciones, las neuronas
se comunican entre sí.
Por tanto, aprender modifica la estructura
del cerebro. Las espinas recién formadas eran
28 MARZO/ABRIL 2022
asombrosamente estables y no desaparecían
aunque los ratones no tuvieran experiencias
similares durante un tiempo prolongado. Sim-
plemente, uno puede imaginarse que las pro-
longaciones celulares recién formadas «duer-
men» en un estado reducido, es decir, en una
forma subdesarrollada. Más adelante pueden
volver a funcionar, puesto que la infraestructu-
ra necesaria ya está presente. Por esa razón, los
roedores podían aprender mejor y con más ra-
pidez lo que ya habían dominado una vez, pues
no tenían que empezar de cero.
Estos hallazgos se corresponden con una ob-
servación que llevó a cabo el investigador de
la memoria Hermann Ebbinghaus (1859-1909)
ya a finales del siglo xix. Memorizó una y otra
vez listados de sílabas sin sentido para com-
probar la rapidez con la que las olvidaría. De
esa forma, Ebbinghaus corroboró que aquello
que ya había aprendido una vez podía volver
a asimilarlo más fácilmente (en menos tiem-
po) que los conceptos nuevos [véase «Sinapsis
“durmientes”», por Mark Hübener; Mente y Ce-
rebro, n.o 40, 2011].
Efecto duradero del aprendizaje
Además, las huellas tempranas en la memoria
son muy estables. Si no, párese a pensar en lo
sorprendentemente bien que recuerda, tras
todos estos años, canciones infantiles que le
gustaba escuchar en su niñez. El fisiólogo No-
buaki Yasumatsu y su equipo de la Universidad
de Tokio dieron una posible explicación a ello
en un estudio de 2008: cuanto más viejas eran las
prolongaciones celulares del hipocampo de las ra-
tas, es decir, cuanto más temprano se habían
formado, mayor era la esperanza de vida de
dichas prolongaciones. Quizá durante los pri-
meros años de vida aprendemos más rápido en
comparación con los años posteriores, puesto
que en esa época se pueden formar unos ajus-
tes extraordinariamente estables y de alto ren-
dimiento en la estructura neuronal.
Por tanto, queda claro que en el desarrollo in-
fantil existen «fases sensibles» para la adquisi-
ción de un idioma, por ejemplo. Durante este pe-
ríodo, el cerebro es especialmente receptivo ante
las influencias del entorno y moldeable en cuanto
a su estructura y función. Así pues, aprender re-
sulta más sencillo en comparación con la adultez.
Si un niño pierde esa oportunidad, es muy difícil
compensar del todo dicho déficit más tarde. No
obstante, existe un espacio individual relaciona-
MENTE Y CEREBRO
Corteza
prefrontal
Hipocampo
EL TEMPLO DEL APRENDIZAJE
La corteza prefrontal del lóbulo frontal se
desarrolla bastante tarde y no llega a su
plena madurez hasta la edad adulta tem-
prana. Funciona como centro de control
y es importante para que planifiquemos
nuestras acciones y nos concentremos en
determinada información y obviemos otra.
El hipocampo es la central de la memoria
para el cerebro e interviene de forma de-
cisiva cuando adquirimos conocimientos y
los almacenamos a largo plazo.
do con la experiencia: por ejemplo, un implante
coclear en niños que antes eran sordos hace que
las redes cerebrales destinadas a la escucha sean
modificables durante más tiempo.
En especial, entre el cuarto y el sexto año
de vida se producen cambios importantes en
el aprendizaje infantil. El equipo del psicólogo
cognitivo Chi Ngo, de la Universidad de Temple
en Filadelfia, comunicó en 2018 que los niños
de 4 años, en experimentos sobre la memoria,
generalizaban en exceso sus experiencias por-
que consideraban conocidos los objetos que se
parecían. Por el contrario, los de 6 años distin-
guían mejor (en comparación con los adultos)
los objetos conocidos y nuevos, pero similares.
Según comprobaron Ngo y sus compañeros en
el estudio, la madurez del hipocampo desem-
peña una función muy relevante cuando los
niños retienen y evocan experiencias cada vez
más específicas.
La tendencia a la excesiva generalización
también puede observarse en el día a día. En
el idioma español, los niños aprenden primero
29 MARZO/ABRIL 2022

de forma implícita a relacionar la terminación
«ió» con la raíz cuando se trata de la tercera
persona de un verbo en pasado. A veces esto
conduce a errores en los verbos irregulares
(como «ponió» en vez de «puso»). Más adelan-
te, los pequeños, para este caso especial, recu-
rren a situaciones en las que han oído «puso»,
de forma que «sobrescriben» y corrigen la ge-
neralización excesiva.
A partir de los 4 años, aproximadamente,
los niños pueden controlar con más facilidad
sus acciones. Pueden obviar con mayor facili-
dad la información irrelevante y simultanear
varias tareas. Además, su comportamiento es
más flexible y ya no se aferran a reglas que no
siempre pueden aplicarse. Estas competencias
crecientes se deben a que la corteza prefron-
tal «da un estirón» del cuarto al quinto año
de vida. La región cerebral se desarrolla tarde,
en comparación, y no llega a la madurez plena
hasta la edad adulta temprana.
Durante mi doctorado en la Universidad
de Hamburgo investigué en qué se diferencia
el aprendizaje de niños y adultos y si los más
jóvenes también se benefician más a largo pla-
zo de experiencias de aprendizaje anteriores.
Para ello, niños de 5 a 7 años y estudiantes
jugaron durante un año varias veces a un
juego de detectives en una tableta digital. El
entretenimiento consistía en reconocer las re-
gularidades de una serie de imágenes. En es-
tas tareas implícitas, como es sabido, los más
pequeños llevan ventaja, pero mi objetivo era
averiguar si los niños que empezaron a jugar
a la edad de 5 años eran mejores a largo plazo
que los que comenzaron a los 6 o 7 años.
Conocer los detalles ayuda a veces
La sucesión de imágenes obedecía a unas re-
glas complejas que no conocían los participan-
tes y que, en la mayoría de los casos, no podían
nombrar. Sin embargo, con un poco de prácti-
ca, conseguían decidir qué series de imágenes
seguían las reglas y cuáles no. Hasta ahora han
participado más de cien niños. Ya se percibe
que los niños de 7 años mejoran con una prác-
tica de varios días tanto como los adultos y que
aplican igual de bien lo aprendido a otro mate-
rial de aprendizaje. Por el contrario, lo siguien-
te parece funcionar solo para los adultos: quien
conoce muchos detalles sobre las reglas de la
sucesión logra una mejora más notable en el
entrenamiento. Así pues, llegamos a la conclu-
MENTE Y CEREBRO
En las tareas
implícitas
de reconocer
regularidades,
los niños llevan
ventaja
sión de que los adultos hacen un mayor uso de
las estrategias explícitas que los niños.
Diversos resultados de otros estudios reve-
lan, asimismo, que las personas adquieren co-
nocimientos de distintas formas y que, según
la edad y la situación, emplean con mayor fre-
cuencia una estrategia u otra. En numerosas
ocasiones resulta ventajoso un mecanismo de
aprendizaje explícito, por ejemplo, cuando te-
nemos que concentrarnos en lo importante e
ignorar lo irrelevante, como suele suceder du-
rante una clase en la escuela. Pero, a veces, esta
estrategia resulta un estorbo.
Amy Finn, actualmente en la Universidad
de Toronto, y otras psicólogas del aprendizaje
mostraron en un experimento a adultos y du-
rante 10 minutos palabras inventadas que se
sucedían sin pausa. Cuando a los participan-
tes se les desvelaba el sentido del conjunto
(«aprender palabras»), en pruebas posteriores
obtenían mejores resultados al identificar las
combinaciones de sílabas conocidas. Sin em-
bargo, indicar que el objetivo de aprendizaje
era «aprender categorías» causaba el efecto
contrario: después, las personas tenían más
dificultades para deducir reglas gramaticales
a partir de lo que escuchaban. Las autoras
concluyeron que las estrategias de aprendizaje
explícitas son útiles a la hora de aprender pala-
bras (por eso a los adultos, por lo general, se les
da mejor que a los niños en el día a día), pero
no cuando se trata de reconocer regularidades
gramaticales de la lengua (en eso suelen supe-
rarles los niños).
Ahora bien, ¿es influenciable el modo en que
los adultos adquieren conocimientos? Es decir,
¿se puede intervenir en el funcionamiento del
cerebro para que este procese la información
como los niños? Con el fin de averiguarlo, en
30 MARZO/ABRIL 2022
¿Se puede
intervenir en el
funcionamiento
del cerebro adulto
para que procese
la información
como lo hacen
los niños?
un estudio publicado en 2013, un grupo coordi-
nado por la neuropsicóloga Angela Friederici,
del Instituo Max Planck de Leipzig, inhibió una
región cerebral importante para el aprendiza-
je explícito. Cuando se perturbaba la actividad
de la corteza prefrontal izquierda mediante
impulsos eléctricos, los adultos presentaban
unos potenciales relacionados con eventos di-
ferentes mientras escuchaban palabras de un
idioma nuevo. Los marcadores de aprendizaje
se parecían a los de los bebés e indicaban me-
canismos de aprendizaje implícito. El resulta-
do destaca el papel que desempeña la corteza
prefrontal en el cambio de una adquisición
automática del lenguaje a un aprendizaje con-
trolado cognitivamente. Dicho de otra forma:
las personas aprenden durante toda la vida,
pero la manera en que lo hacen es diferente
en los bebés y los adultos, según intervenga su
corteza prefrontal, la cual resulta decisiva para
el control de las acciones.
La psicóloga Géza Ambrus y su equipo de
la Universidad Friedrich-Schiller, en una
investigación de 2020, consiguieron estimular
el aprendizaje implícito en adultos. Los parti-
cipantes debían pulsar una tecla determinada
según el lugar en que la imagen de un perro
aparecía en una pantalla. De los tiempos de
respuesta se dedujo lo receptivos que eran ha-
cia las reglas implícitas que regían la sucesión.
MENTE Y CEREBRO
Cuando los investigadores inhibían partes de la
corteza prefrontal antes del procesamiento de
la tarea mediante estimulación magnética, al
día siguiente los voluntarios reaccionaban con
mayor rapidez al sistema que regulaba la posi-
ción de las imágenes. Por tanto, al menos en el
experimento, resultaba ventajoso estimular el
cerebro para favorecer el procesamiento implí-
cito de la información.
¿Cómo pueden utilizarse en la práctica to-
dos estos conocimientos? La Academia Ale-
mana de las Ciencias Leopoldina analizó esta
cuestión en 2015. Para ello recopiló hallazgos
de biología, psicología, sociología y economía.
Se llegó a la siguiente conclusión: sobre todo
en los primeros años de vida se perfilan los
futuros caminos (como el éxito profesional o
la resiliencia al estrés). Unas medidas de apo-
yo tempranas podrían resultar especialmen-
te efectivas y duraderas y representarían las
mejores condiciones para un desarrollo satis-
factorio. Por tanto, lo mejor sería eliminar las
dificultades de aprendizaje antes de empezar
la escuela o en los primeros años de escola-
ridad. En esta etapa, las actividades comple-
mentarias fructifican mucho (por ejemplo, si
los niños entran en contacto con un idioma
extranjero en la guardería). Quizá de esta ma-
nera, Marie, la estudiante de intercambio, ha-
bría aprendido enseguida y sin esfuerzo que
en inglés se usan verbos diferentes para los
objetos animados y los inanimados.
Daniela Schönberger es psicóloga
y doctoranda en la Universidad de Hamburgo.
Investiga la evolución del aprendizaje
en la infancia.
EN NUESTRO ARCHIVO
Bases cerebrales del aprendizaje. Ulrich Hermann en MyC, n.º 44, 2010.
Ocho preguntas clave sobre el aprendizaje. MyC, n.º 66, 2014.
El cerebro bilingüe. Albert Costa, Mireia Hernández y Cristina Baus en MyC, n.º 71, 2015.
La trascendencia del aprendizaje temprano. Nele Langosch en MyC, n.º 74, 2015.
31 MARZO/ABRIL 2022
 PSICOLOGÍA

LAS DOS CARAS

DE LA AUTOESTIMA
Antonio Duro Martín | ¿Por qué unas personas gozan de una autoestima
elevada y otras la tienen por los suelos? ¿Cómo influye el propio yo en ello?
¿Y el entorno? ¿Se puede modificar la baja autoestima?
Sin duda, las terapias ayudan.
CRÉDITO FOTO

INVESTIGACIÓN Y CIENCIA 32 FEBRERO 2022

¿Q
ué similitud presentan es-
tas cuatro situaciones? Un
estudiante se siente orgu-
lloso porque ha obtenido
la buena calificación que
pretendía; un emigrante
ha recibido la calurosa bienvenida que espera-
ba de sus compatriotas, y una adolescente ha
visto como elogiaban su peinado y vestimenta,
como deseaba. Ahora, encuentre la semejan-
za entre estas tres otras escenas: una persona
se siente fatal consigo misma por sus kilos de
más; una empleada lamenta que su supervisor
no la haya promocionado, y un treintañero aca-
ba de saber que su pareja lo ha abandonado.
Todas las situaciones expuestas afectan, para
bien o para mal, la autoestima de sus respec-
tivos protagonistas. Por una sencilla razón, a
saber, implican objetivos personales por los
que apuestan. Así, en los primeros ejemplos,
las circunstancias elevan la autoestima de los
implicados; en los últimos, la disminuyen.
De hecho, son múltiples las ocasiones en las
que aflora nuestra autoestima y producen un
efecto en nosotros. Ello se debe a que la auto-
estima se entreteje con el resultado —sea un
logro o un fracaso— que obtengamos en nues-
El estudio de la autoestima
Los conocimientos sobre la autoestima han
ido en aumento según se han sucedido los dis-
tintos enfoques y paradigmas en psicología.
Sin pretender ser exhaustivos y simplificando
mucho, señalaremos algunos momentos clave
en su investigación.
En un inicio y a partir de las teorías de perso-
nalidad, la autoestima se equiparó a la posesión
de ciertos rasgos positivos por parte del indivi-
duo. Una persona experimentaría autoestima
cuando reconoce en sí misma la existencia de
un conjunto de rasgos que valora, pero sufri-
ría baja autoestima si percibe que no los posee.
Más adelante en el tiempo, desde un paradigma
cognitivo-conductual, se consideró que la auto-
estima se produce cuando el individuo presenta
una percepción racional y válida sobre sí mis-
mo, además de un repertorio de conductas que
le faciliten la adaptación al medio, incluido el
logro de sus objetivos personales. Más reciente-
mente, desde un enfoque metacognitivo, la baja
autoestima se relaciona con un bucle incesante
de rumiaciones autocríticas en el que el indivi-
duo se encuentra atrapado y del que no puede
zafarse. Se trata de cogniciones negativas que no
es capaz de controlar o afrontar.

PÁGINA ANTERIOR: ISTOCK/SIPHOTOGRAPHY

tros objetivos personales, convirtiéndose en
una suerte de evaluación personal continua. Si
conseguimos lo que queremos, disfrutaremos
de una autoestima elevada, pero si fracasamos,
caerá la autoestima y se afectará nuestro auto-
concepto. Así pues, la autoestima es la mone-
da de cambio con la que bien cobramos o bien
pagamos según nos vayan las cosas. Además,
tiene una característica añadida: en ciertas
condiciones, se activa y funciona de manera
automática, y no logramos sustraernos de ella.
Por otro lado, la baja autoestima puede dar-
se sola o, lo que suele ser más habitual, puede
ir acompañada de un trastorno. De hecho, se
postula que podría funcionar como una especie
de «célula madre», desde la que se engendran
distintos problemas psicológicos.
Cómo se desarrolla la propia estimación
De reconocido origen psicosocial, la autoes-
tima se forma, por lo común, durante los pri-
meros años de vida y en el entorno familiar

EN SÍNTESIS
La autoestima aflora en numero-
sas ocasiones y produce siempre
un efecto en nosotros. Ello se
debe a que se entreteje con el
éxito o fracaso de nuestros obje-
tivos personales, convirtiéndose
en una suerte de evaluación per-
sonal continua.
Por lo común, la autoestima se
origina durante los primeros años
de vida y en el entorno familiar y
social primario. A partir de las opi-
niones que el niño recibe de los
demás sobre sí mismo, en su men-
te se va formando una opinión y
una estimación propias.
Pero la autoestima no es un
rasgo de la persona, sino de
un estado mental que cam-
bia en el día a día a tenor
de cómo vayan variando el
autoconcepto y el criterio de
autoevaluación que se utili-
cen en cada situación.

MENTE Y CEREBRO 33 MARZO/ABRIL 2022

y social primario. A partir de las opiniones
que sobre sí mismo va recibiendo el niño, en
su mente se va creando una opinión y una
estimación propias. Por ejemplo, si en la in-
fancia alguien recibe frecuentes elogios por
su atractivo físico o, en cambio, continuas
críticas por su falta de inteligencia, termina-
rá viéndose a sí mismo de una u otra forma.
Tales apreciaciones sociales se irán incorpo-
rando de modo automático a su autoconcep-
to, de manera que se generará la autoestima
concomitante. Pero esas calificaciones o des-
calificaciones sociales no se validan nunca,
dándose por sentado (de este modo, el niño
pasa directamente a verse a sí mismo como
guapo o torpe).

MÚLTIPLES AUTOESTIMAS

Los tipos de autoestima abundan, según se des-
prende de las múltiples investigaciones que buscan
describir este estado mental. Como el estudio lleva-
do a cabo por Thomas Pyszczynski, de la Universi-
dad de Colorado, y otros científicos en 2004. Estos
autores hablan de una autoestima contingente, en
relación a los logros del individuo según sus valo-
res socioculturales, y una autoestima intrínseca, es
decir, basada en lo que uno es. Por su parte, Erik
Franck, de la Universidad de Gante, y otros investi-
gadores plantearon en 2008 en un artículo la exis-
tencia de una autoestima implícita para referirse
a las actitudes implícitas que la persona alberga
hacia su propio yo y que constituyen un factor de
vulnerabilidad para la depresión.
con las propias necesidades, los propios valores y
estándares, como la defensa o el mantenimiento
del sentido del yo percibido, así como de una auto-
estima no contingente de fuentes internalizadas
(autoestima auténtica).
En general, hoy en día prevalece un concepto en
el que la autoestima se entiende como consecuen-
cia necesaria de las percepciones y conductas del
individuo y siempre en conexión con las metas
personales. Esta visión se entronca con la idea de
que la autoestima hay que ganársela, como indican
Johnson y otros autores.

En 2010, Maarit Johnson, de la Universidad de Es-

tocolmo, describió en su investigación una autoes-
tima básica (gustarse a sí mismo) y una autoestima
de rendimiento (el resultado de los propios actos).
Posteriormente, en 2012, Jennifer L. S. Borton, jun-
to con otros científicos, defendió en un artículo una
autoestima segura (valorarse a sí mismo por lo que
se es y los propios talentos y logros) y una autoes-
tima frágil (la valía personal, por ejemplo, ser atrac-
tivo, inteligente, atlético según ciertos estándares
internos o externos y que se corresponde, además,
con la opinión de los otros). En el año 2015, Andrea
E. Steiger, de la Universidad de Zúrich, y dos auto-
res más describieron en un estudio dos modelos
de autoestima: uno de «vulnerabilidad», donde la
autoestima actúa como predictor de la depresión, y
otro de «cicatriz», modelo en el que una depresión
previa ha dejado cicatrices en el individuo que lue-
go se reflejan en una baja autoestima.

Por su parte, Alison Maxwell y Tatiana Bachkiro-

va, de la Escuela de Negocios de la Universidad
Brookes, publicaron en 2010 un estudio que recoge
ISTOCK/ PEOPLEIMAGES

un exhaustivo repaso de los diferentes conceptos

relacionados con la autoestima que se han ido su-
cediendo en el tiempo. Según describen, se habla
de la autoestima como razón de éxito o fracaso en
los campos importantes para el individuo, como
grado de adaptación a un sistema de valores in-
ternalizados y socializados, como la congruencia

MENTE Y CEREBRO 34 MARZO/ABRIL 2022

 Ahora bien, la autoestima no es una caracte-
rística de la persona, como lo pueda ser el color
de ojos. No se trata de un rasgo, sino de un esta-
do mental que cambia en el día a día a tenor de
cómo vayan variando el autoconcepto y el crite-
rio de autoevaluación que utilice. Este modelo
sobre la actualización y el mantenimiento de la
autoestima resulta de comparar previamente
dos representaciones mentales del yo, a saber, un
yo modelo (que se toma como criterio de auto-
evaluación) y un yo percibido (autoconcepto).
Dicha comparación se activa automáticamente
en determinadas situaciones, cuya resolución
—sea favorable o desfavorable— repercutirá de
forma inevitable sobre la autoestima de la per-
sona. A mayor discrepancia entre ambos tipos
de yo, más disminuirá la autoestima. Por el con-
trario, cuanto más coincidencia exista entre las
dos representaciones, más aumentará.
LOS PORQUÉS DE LA BAJA AUTOESTIMA
Son numerosas las razones por las que una
persona puede estimarse o desestimarse pero,
en términos generales, pueden reducirse a tres
grandes categorías: la ejecución de tareas, la in-
teracción social y el aspecto físico. Así lo desta-
can Todd Heatherton, de la Universidad Harvard,
y Janet Polivy, de la Universidad de Toronto, en su
Escala de Autoestima. Cabe añadir los logros que
una persona consigue en su vida. Si esos asun-
MENTE Y CEREBRO
Así pues, la autoestima podría compararse
con un «marcador» que refleja los tantos que
vamos obteniendo según resolvemos nuestro
presente con arreglo a los objetivos personales
y, por extensión, nuestra vida.
Causas y efectos
Del mismo modo que ha sucedido con el con-
cepto de autoestima, la atribución de sus cau-
sas y efectos ha evolucionado a través de los
distintos enfoques en el campo de la psicología.
En un estudio de 2007, Tatiana Taylor y Paul
Montgomery, de la Universidad de Oxford, ci-
fraron el desencadenante de la baja autoestima
en acontecimientos traumáticos y estresantes,
estimándola como factor de riesgo para tras-
tornos de la conducta alimentaria (anorexia y
bulimia) o de comportamientos desadaptativos
(bajo rendimiento escolar o consumo de dro-
tos se van resolviendo favorablemente, se valorará
de forma positiva y, por consiguiente, se estimará a sí
misma. De no ser así, el individuo se autovalorará de
manera negativa, llegando incluso a autodespre-
ciarse. En muchos casos, la baja autoestima es
un factor de riesgo para trastornos de la conducta
alimentaria (como la anorexia y la bulimia) o de
comportamientos desadaptativos (drogadicción,
por ejemplo).
La baja autoestima es un factor
de riesgo para los trastornos de
la conducta alimentaria. ISTOCK/ KATARZYNA BIALASIEWICZ
35 MARZO/ABRIL 2022
gas, entre otros). En 2009, Freda McManus, del
Centro de Terapia Cognitiva de la Universidad
de Oxford, y otros investigadores determinaron
en un estudio que el origen de la autoestima se
halla en las experiencias tempranas. Destacan
las circunstancias vitales, las experiencias con
los cuidadores primarios y otras personas sig-
nificativas, así como el contexto religioso, so-
cial y político. La baja autoestima se deriva de
experiencias de pérdida, rechazo, negligencia o
abuso, afirman estos autores.
Posteriormente, en 2012, Jennifer L. S. Bor-
ton, del Colegio Hamilton de Nueva York, y
otros investigadores afirmaron en un trabajo
que una autoestima segura independiza la va-
lía individual de la opinión de los demás. En
cambio, la autoestima frágil comporta conse-
cuencias negativas; entre ellas, la activación de
procesos defensivos y una mayor sensibilidad
a la retroalimentación negativa. Daniel Ko-
lubinski, de la Universidad Banco del Sur de
Londres, junto con otros científicos, indicaron
en una investigación de 2018 que la peor conse-
cuencia de la baja autoestima consiste en que
la persona desarrolle unas reglas de vida para
esconderla a los demás, algo contraproducente
de todo punto.
Fuera de su origen inicial y según nuestro
modelo, la autoestima se mantiene y actualiza
de forma ininterrumpida siempre que el indi-

LA INFLUENCIA DE LA SOCIEDAD

La autoestima desempeña una importancia decisiva pueda verse como una fracasada cuando, segura-
para el bienestar y la salud de una persona y, sin mente, no lo es. Se necesitan terapias y tratamientos
duda, la sociedad ejerce una influencia sobre ella. avanzados para combatir la baja autoestima.
En la actualidad, nuestra sociedad de consumo y el
constante bombardeo publicitario apoyan valores
que, en algunos casos, pueden resultar superficia-
les —cuando no discutibles—. Los anuncios asocian
la posesión de ciertos objetos a los atributos de la
persona que los anuncia, sea un deportista de éli-
te o una actriz de moda, de forma que transmite un
mensaje implícito que podría enunciarse, por ejem-
plo, «Si usted tuviera este producto, sería como este
personaje». Para ello se valen siempre de modelos
con los que diversos segmentos de la población
pueden fácilmente identificarse. De igual modo, la
publicidad asocia la posesión o el consumo de un
determinado producto a ciertas características per-
sonales. El mensaje sigue siendo el mismo o muy
similar: «Solo las personas que son libres y audaces
se deciden por comprar o consumir este producto».
En su extremo, los anuncios pueden llegar a mentir
descaradamente en su mensaje, como sucedía con
una famosa marca de tabaco, cuya publicidad aso-
ciaba fumar con una vida sana al aire libre. Lo mis-
mo puede encontrarse en los anuncios de algunos
productos de belleza.

Si bien toda sociedad ofrece a sus miembros, de for-

ma explícita o implícita, modos de ser y de vida que
ISTOCK/ GEORGE CLERK

pueden terminar incorporándose al yo modelo del in-

dividuo, con frecuencia no facilita los recursos nece-
sarios para ser o vivir de manera que se favorezca el
aprecio por uno mismo. En algunos casos, ello pue- La sociedad de consumo asocia
de provocar conflictos de autoestima. Por ejemplo, ciertos objetos a determinadas
¿cómo se percibirá una persona de bajos ingresos si características personales.
se deja llevar por lo que dicen los anuncios? Quizá

MENTE Y CEREBRO 36 MARZO/ABRIL 2022

viduo se encuentre en situaciones que la afec-
ten, a las que hemos denominado «ocasiones
de autoestima». Para una persona que quiera
resultar atractiva, por ejemplo, tales ocasiones
pueden ser las reuniones sociales, en tanto que
para alguien que persiga exhibir un buen ren-
dimiento, podría ser un examen.
Las ocasiones de autoestima activan y so-
meten a comparación de forma automática en
la mente del individuo dos representaciones
sobre sí mismo: un yo modelo (criterio que
utiliza para autoestimarse) y un yo percibido
(el modo en que se ve a sí mismo en esa si-
tuación). Siguiendo con el ejemplo anterior,
en la reunión social se activaría el yo mode-
lo («Estar delgado es atractivo») junto con
un yo percibido («Estoy delgado»). Si ambas
representaciones coinciden, la autoestima se
mantendrá igual o incluso aumentará. Pero si
existe una discrepancia notable entre los dos
yo, la autoestima decrecerá.
Siempre que una persona acceda a una nue-
va ocasión de autoestima lo hace con una auto-
estima inicial (previa) que se pone en juego en
cada situación. Si la persona sabe, quiere y pue-
de resolver la ocasión de autoestima favorable-
mente según el yo modelo, saldrá de la situa-
ción con una autoestima final igual o superior
a la inicial. Si no es así, sucederá a la inversa: la
autoestima final será inferior a la inicial.
Lo anterior implica tres aspectos a tener en
cuenta para la autoestima final. En primer lugar,
el yo modelo determina todo el proceso de com-
paración, pues se utiliza para valorarse a sí mis-
mo en cada ocasión de autoestima. Ahora bien,
existen diferentes tipos de yo modelo. Así, puede
tratarse de un yo modelo ideal (muy perfeccio-
nista), un yo modelo realista (más pragmático)
o incluso un yo modelo inducido por terceros.
Obviamente, si se utiliza un yo modelo perfeccio-
nista como criterio, la posible discrepancia resul-
tante al compararlo con el yo percibido será más
acusada y, por ende, la autoestima del individuo
se hallará más amenazada. Si, por el contrario, la
comparación se sirve de un yo modelo realista, se
producirán discrepancias menos acusadas con el
yo percibido, asegurando así la autoestima.
En segundo lugar, el yo percibido final de-
pende del modo en que la persona considera
que se ha resuelto la ocasión de autoestima
según el yo modelo. En otras palabras, el éxi-
to o fracaso dependerá en gran medida de que
haya sido capaz de identificar la ocasión de
MENTE Y CEREBRO
autoestima, percibir sus demandas, contar con
un repertorio de conductas que satisfagan ta-
les demandas y de si ha podido seleccionar e
implementar la conducta más adecuada para
la situación a resolver. Si todo ha ido por buen
camino, el yo percibido final en esa ocasión de
autoestima será valioso y, en consecuencia, se
aproximará al yo modelo.
En tercer y último lugar, en el yo percibido
final interviene la causa que ha determinado
el resultado de la ocasión de autoestima según
lo atribuye la persona. Así, por ejemplo, si el
individuo considera que ha sido el responsable
del éxito o fracaso de la situación, ello repercu-
tirá, respectivamente, positiva o negativamente
sobre el yo percibido final.
Con todo, no debe olvidarse que el estado de
autoestima tiene sus propias consecuencias. Si
una persona tiene la autoestima alta, su ánimo
será alegre y se sentirá motivado para seguir
adelante con sus metas y cometidos. Pero si
es baja, experimentará tristeza y abatimiento.
Si este estado se intensifica y cronifica, puede
generar un cuadro depresivo. Según afirmó
Aaron T. Beck (1921-2021), psiquiatra y presi-
dente del Instituto Beck de Terapia Cognitivo
Conductual, la baja autoestima es un compo-
nente de la tríada cognitiva. En 2013, Julia F.
Sowislo y Ulrich Orth, ambos por entonces en
la Universidad de Basilea, constataron en un
metanálisis longitudinal que existe una inte-
racción entre depresión y autoestima. También
Arnold Steiger, de la Universidad de Zúrich, y
otros científicos llegaron a esta conclusión en
un estudio de 2015.
Alimentar el aprecio por uno mismo
Los recursos de autoestima y la retroalimen-
tación que se van ejerciendo sobre las dos re-
presentaciones del yo también influyen en la
autoestima. Los recursos pueden ser de carác-
ter cognitivo, social y económico, entre otros
tipos, y pueden ser capaces de reducir la dis-
crepancia entre el yo modelo y el yo percibido.
Por ejemplo, las habilidades sociales represen-
tan un recurso de autoestima para alguien que
busque la aceptación social. Del mismo modo,
cierta solvencia económica puede ser una
herramienta de autoestima para una persona
que quiere mejorar su aspecto físico con una
operación estética. En los dos casos, los respec-
tivos recursos reducirán a medio y largo plazo
las discrepancias existentes en aspectos con-
37 MARZO/ABRIL 2022
cretos entre ambos tipos de yo. Si no se cuenta
con esos medios o no están disponibles, la dis-
crepancia perdurará en el tiempo junto con sus
consecuencias perjudiciales.
Una retroalimentación eficaz ajusta de for-
ma progresiva el yo modelo y el yo percibido.
Sería el caso de una persona que se siente mal
consigo misma porque no rinde en los estu-
dios, así que decide inscribirse en un curso
para entrenar hábitos de aprendizaje. Poco a
poco ve que va mejorando su rendimiento aca-
démico. Se trata de una retroalimentación ne-
gativa tendente a corregir aquello que produce
la discrepancia. Las personas que sufren baja
autoestima no aciertan a corregir el yo modelo
o el yo percibido por medio de la retroalimen-
tación de sus resultados, puesto que evitan las
ocasiones de autoestima o no acaban de afron-
tarlas de manera adecuada.
Según se ha visto en diversos estudios, la
baja autoestima puede provocar enfermedades
mentales (ansiedad, depresión, trastornos de la
personalidad y de la conducta alimentaria, in-
cluso ciertas psicosis) y constituir en sí misma
un factor de vulnerabilidad.
Cómo puede tratarse la baja autoestima
Las diferentes terapias que se han venido uti-
lizado hasta ahora para tratar la baja auto-
estima pueden clasificarse en dos categorías:
las clásicas y las de última generación. Entre las
primeras destacan los tratamientos de rasgos y
constructos, la terapia cognitivo-conductual y
la conductual racional emotiva. Las terapias
de última generación incluyen la meditación
de consciencia plena (mindfulness) y la tera-
pia metacognitiva. Hagamos un breve repaso
de todas ellas.
Los tratamientos de rasgos y constructos se
fundamentan en identificar y seleccionar un
conjunto de rasgos positivos con los que el pa-
ciente pueda identificarse, llevándole a com-
portarse según ellos. La terapia cognitivo-con-
ductual, y por extensión la terapia conductual
racional emotiva, se basa, en cambio, en ajus-
tar la creencia que el individuo tiene sobre sí
mismo induciéndole a efectuar conductas que
le permitan desechar las ideas irracionales y
negativas sobre su persona (lo que se cono-
ce como su «línea de fondo») y que le sirvan
para validar una percepción más realista de
sí mismo. El enfoque basado en la meditación
de consciencia plena persigue que el paciente
MENTE Y CEREBRO
cobre cierta distancia respecto de las repre-
sentaciones mentales que tiene de sí mismo
y no las considere como un fiel reflejo de su
realidad personal, sino como meros estados
mentales transitorios. Por último, la terapia
metacognitiva busca que el paciente se per-
cate de sus propias rumiaciones autocríticas,
desista de afrontarlas pasivamente (mediante
la evitación o distracción) y genere estrategias
de control más efectivas.
Según constaté en mi investigación, todas
las terapias resultan efectivas, ya que, de una
u otra forma, activan determinados compo-
nentes de la propia competencia y eficacia
personales que facilitan el subsiguiente logro
de los objetivos personales. Ello fundamenta
la autoestima. Un caso común lo encontramos
en las personas que presentan anorexia. En
este trastorno de la conducta alimentaria, que
afecta sobre todo a las mujeres, la paciente
compara de forma constante su aspecto físi-
co con el de un modelo idealizado. Sufre baja
autoestima porque quiere tener esa figura (ob-
jetivo personal), pero no puede. Oliva Chang,
de la Universidad de Michigan, ha estudiado
la relación de la baja autoestima con los tras-
tornos alimentarios en un estudio de 2020.
En conclusión, la terapia debe estar focaliza-
da en ajustar el yo modelo y mejorar la actua-
ción de la persona en las ocasiones de autoes-
tima, de modo que se favorezca una valoración
positiva del yo percibido final y, de esta mane-
ra, se produzca un aumento de la autoestima.
Antonio Duro Martín es doctor en
psicología y experto en psicología clínica.
Ha impartido clases en la Universidad Rey
Juan Carlos y en la Pontificia de Comillas. En
la actualidad tiene consulta privada.
PARA SABER MÁS
Autoestima: actualización y mantenimiento. Un modelo teórico con aplicaciones en terapia.
Antonio Duro en Revista Clínica Contemporánea, vol. 12, n.º 3, págs. 1-20, 2021.
Revisión de terapias para la baja autoestima: Perfil clínico y mecanismos de acción.
Antonio Duro en Revista de Psicoterapia, n.º 32, vol. 119, págs. 143-164, 2021.
EN NUESTRO ARCHIVO
El mito de la autoestima. Roy F. Baumeister et al., IyC, marzo de 2005.
Me gusto tal como soy. Eva Luciano y Ulrich Orth, MyC, n.º 87, 2017
38 MARZO/ABRIL 2022
PSICOLOGÍA

MASCULINIDAD
EN TRANSFORMACIÓN
Anton Benz | Numerosos hombres
sufren la imposición de un rol masculino
tradicional. Para cambiar esa condición,
deberían ahondar en su propia identidad.
Los «programas de transformación de
género» pueden ayudar

CRÉDITO FOTO

Una imagen más dulce de la

masculinidad se ajusta a la época
actual, pero ¿acepta la sociedad
realmente este modelo de hombre?

INVESTIGACIÓN Y CIENCIA 39 FEBRERO 2022

P
regunta: «¿Qué películas te marca-
ron en la infancia?». Ramón piensa
un instante y responde: «Cuando
era adolescente me encantaba James
Bond. Me gustaba que siempre
fueran tan heroico». Ramón, de 30 años de
edad, participa en un taller en línea sobre la
«masculinidad crítica». Cerca de una docena de
personas, la mayoría hombres jóvenes, se han reu-
nido frente a la pantalla. Solo un par de mujeres
participan en el curso. Nadie menciona un film
con una una protagonista femenina. Tampoco
es de extrañar: en las casi 1400 películas de ac-
ción estadounidenses que se estrenaron en las
salas de cine entre 1960 y 2014, solo 180 tenían
a una mujer como personaje principal.
No obstante, hoy en día algunos héroes mas-
culinos se antojan trasnochados. Como el agen-
te 007 que encarnó Sean Connery entre 1962 y
1971. El guion de entonces contenía una variada
colección de clichés misóginos. «Deja hablar a los
hombres», indicaba el agente secreto en uno de
los largometrajes a una de sus parejas. Tras ella
haberle dado un masaje, Bond le propina una
palmadita en el trasero.
Pero el agente secreto, del mismo modo que
la sociedad en general, ha cambiado. Daniel
blemas. No solo para las mujeres, sino también
para los hombres.
Desde la década de 1980, los psicólogos in-
vestigan los efectos que los roles sexuales
masculinos tienen en la salud psíquica. Hasta
entonces, la masculinidad se consideraba una
característica natural. Las supuestas desviacio-
nes a menudo se patologizaban. De hecho, has-
ta el año 1973, el Manual diagnóstico y estadís-
tico de los trastornos mentales (DSM) incluía la
homosexualidad como una enfermedad.
Inspirados en las teorías feministas, los re-
presentantes de la «nueva psicología mascu-
lina» comprendieron la masculinidad como
un rol social acuñado por la sociedad. Veían la
imagen tradicional del hombre fuerte e inde-
pendiente, poco comunicativo y que enseña a
la mujer lo que debe hacer. Ello provoca «es-
trés de rol de género» y puede inhibir el de-
sarrollo emocional de los hombres y, de ese
modo, fomentar los trastornos psicológicos.
¿Valiente, fuerte, masculino?
En el centro de la «nueva psicología del hom-
bre» se hallan las normas de género. Se trata
de reglas no escritas sobre cómo debe com-
portarse un hombre o una mujer en la socie-

PÁGINA ANTERIOR : LAYLABIRD /GETTY IMAGES / ISTOCK

Craig, el nuevo James Bond, ya no interpreta
el papel de macho, sino que es como una má-
quina sin sentimientos. Julian Dörr, periodis-
ta del diario Süddeutsche Zeitung, lo describe
como «un hombre tenso en un cuerpo tenso.
Un bulldog que aguanta estoicamente el dolor
y la humillación, y sigue adelante. Porque los
hombres siempre siguen adelante».
Para Dörr, la transformación del agente 007
muestra el desarrollo del ideal masculino en
los últimos decenios. Aunque el sexismo abier-
to ya no se tolera, el estereotipo de un hombre
«incapaz de comunicarse, hecho para aguantar
y perseverar» sigue existiendo y acarrea pro-
dad según su género. «Las personas guían su
comportamiento a partir de normas sociales»,
afirma el psicólogo Matt Englar-Carlson, de la
Universidad Estatal de California en Fullerton.
Pero ¿qué reglas implícitas son válidas para
los hombres? Para descubrirlo, un equipo di-
rigido por James Mahalik, del Colegio de Bos-
ton, desarrolló en 2003 el llamado Inventario
de Conformidad con las Normas de Género
Masculinas (CMNI, por sus siglas en inglés),
un cuestionario sobre las normas de masculini-
dad. Esta evaluación incluye las 11 características
que, según los autores, son «típicas masculinas».
Entre ellas se hallan: independencia, disposición

EN SÍNTESIS
Con frecuencia, los hombres se
benefician de los roles tradiciona-
les, ya que les permiten disfrutar
de privilegios sociales. Sin embar-
go, paradójicamente, les provo-
can problemas psicológicos.
Por ello, los investigadores so-
ciales y los psicólogos recomien-
dan cuestionar las normas mas-
culinas, por ejemplo, a través
de los llamados «programas de
transformación de género».
En numerosos países este tipo
de intervenciones resultan toda-
vía minoritarias. Además, existe
el peligro de consolidar, sin pre-
tenderlo, los roles de género en
lugar de ayudar a superarlos.

MENTE Y CEREBRO 40 MARZO/ABRIL 2022

a correr riesgos, poder sobre las mujeres, baja
emotividad y homofobia.
Los participantes deben indicar desde una
perspectiva personal si están de acuerdo con
afirmaciones como «Nunca hablo sobre mis
sentimientos» o «Las mujeres deben obedecer-
me». Las respuestas revelan información sobre
el grado en que se orienta en modelos tradicio-
nales quien responde.
La interiorización de estas normas se halla
relacionada con problemas psíquicos, demues-
tran los estudios. En una investigación de 2017,
el equipo dirigido por Joel Wong, de la Uni-
versidad de Indiana en Bloomington, analizó
78 trabajos con casi 20.000 participantes que
habían cumplimentado el CMNI. ¿Resultado?
En general, los hombres con roles tradicionales
presentaban una peor salud mental.
¿Enferman los afectados por su propia ima-
gen de masculinidad? «Este supuesto resul-
ta muy simple, porque ignora la variedad de
orientaciones y comportamientos masculinos»,
señala Silvia Krumm, socióloga en el Hospital
Universitario de Ulm. El concepto intersecciona-
lidad describe esta pluralidad. Según Krumm,
se trata de determinar los aspectos concretos
de la masculinidad que resultan problemáticos.
Cuando el equipo de Wong desglosó las nor-
mas de masculinidad con más detalle, fueron
sobre todo los hombres que otorgaban valor a
la independencia y al poder sobre las mujeres
los que presentaban problemas psíquicos (por
ejemplo, depresión).
Trabajos como los de Wong y otros científicos
registran relaciones puramente estadísticas. De
ellos no puede deducirse una relación de causa
y efecto. Para ello se necesitarían estudios longi-
tudinales que investigaran si, con el tiempo, las
normas masculinas inflexibles perjudican la salud
mental o si sucede a la inversa, es decir, que los
problemas mentales fomentan los roles rígidos.
En la actualidad, el Gobierno australiano fi-
nancia una investigación a largo plazo para
analizar la salud de los hombres. En el estudio
llamado Ten to Men se realiza el seguimiento
de unos 16.000 hombres durante varios años.
De momento, solo se dispone de análisis pre-
liminares. En 2017, Jane Pirkis y su equipo de
la Universidad de Melbourne sugirieron en un
estudio a partir de estos datos que sobre todo
los hombres que daban una notable importan-
cia a la independencia pensaban en el suicidio
con mayor frecuencia que el resto de varones.
MENTE Y CEREBRO
Si bien parece deseable solucionar los pro-
blemas por sí mismo, según los investigadores,
algunos hombres se obstinan de tal manera en
ello, que acaban por equiparar la ayuda exter-
na con una derrota personal. La humillación
subjetiva que experimentan puede reforzar las
tendencias depresivas.
«A escala mundial, el suicidio ocupa la
segunda posición de causas de muerte en
hombres jóvenes», apunta Krumm. En 2008,
Janie Houle y su equipo, de la Universidad de
Montreal, observaron en un estudio que las
normas masculinas desempeñan una función
importante en ello. Investigaron a 80 varones
que el año anterior habían experimentado un
suceso muy estresante (la muerte de una per-
sona cercana, una separación o la pérdida del
trabajo, entre otros). La mitad de los sujetos
también había intentado suicidarse. Los in-
vestigadores se preguntaron: ¿qué diferencia
a este grupo de los otros participantes que no
han pretendido quitarse la vida? Según los
análisis, los primeros tenían las normas mas-
culinas fuertemente interiorizadas.
Ser fuerte a cualquier precio
Mas, en última instancia, esto es solo una re-
lación correlativa. Los pensamientos suicidas
también podrían promover ciertas normas de
masculinidad. Englar-Carlson afirma, no obs-
tante: «Las normas rígidas suponen un proble-
INTERSECCIONALIDAD
Cuestionarios como el Inventario de Con-
formidad con las Normas de Género Mas-
culinas (CMNI, por sus siglas en inglés) se
basan en la suposición de que los hombres
difieren solo gradualmente en su masculi-
nidad. Sin embargo, según la teoría de la
interseccionalidad, existen tipos muy dis-
tintos. Los hombres se distinguen por su
color de piel, orientación sexual y estatus
socioeconómico, entre otras característi-
cas. Algunos viven con una discapacidad
y otros con una enfermedad mental. Por
consiguiente, un hombre negro y homo-
sexual no es más o menos masculino que
uno blanco y heterosexual. Además, para
ambos, la masculinidad puede significar
algo totalmente distinto. Por ello, en el
ámbito de la investigación se habla, por
ejemplo, de la «masculinidad gay negra».
41 MARZO/ABRIL 2022

¿CUÁNDO UN HOMBRE ES UN HOMBRE?
¿Qué normas de masculinidad se encuentran
vigentes hoy en día? En un estudio llevado a
cabo en Estados Unidos y publicado en 2020,
463 hombres de distinta edad indicaron los as-
pectos que la mayoría de la sociedad estadouni-
dense asocia con la masculinidad. La ventaja de
este tipo de investigaciones radica en que los
participantes no valoran definiciones predeter-
minadas, sino que determinan ellos mismos los
rasgos que resultan importantes según su pare-
cer. En este caso, por orden de importancia, fue-
ron los siguientes:
1. Dureza emocional (55,3%)
2. Manutención de la familia (50,3%)
3. Evitación de la feminidad (39,7%)
4. Caballerosidad (33,5%)
OF SUBJECTIVE MASCULINE NORMS IN THE UNITED STATES.
GEHIRN&GEIST, SEGÚN Y. J. WONG ET AL.: THE ASSESSMENT
5. El trabajo (27,9%)
PSYCHOLOGY OF MEN & MASCULINITIES 21, 2020.
6. No ser agresivo (26,1%)
7. Entereza (24,4%)
8. Evitación de las tareas domésticas (21,2%)
9. Corporalidad (13%)
10. Heterosexualidad (11%)
(Porcentaje de encuestados que relacionaron
los respectivos conceptos con masculinidad)
The assessment of subjective masculine norms
in the United States. Y. J. Wong et al. en Psycho-
logy of Men & Masculinities, vol. 21, 2020.
ma. Numerosos hombres evitan el apoyo de los
demás porque su estatus como “hombre fuer-
te” que todo lo domina desempeña un papel
primordial para su autoimagen. Con frecuencia
no piden ayuda por miedo a parecer débiles».
MENTE Y CEREBRO
El metanálisis de Wong corrobora tal sospecha.
Los defensores de las normas masculinas más
tradicionales raramente acuden al médico o al
psicoterapeuta.
Los estudios longitudinales confirman dicha
tendencia. En una investigación publicada en
2020, Katelyn Sileo, de la Universidad de Texas
en Austin, junto con Trace Kershaw, de la Uni-
versidad Yale, acompañaron a 119 hombres
jóvenes durante medio año. Aquellos que con-
sideraban especialmente importante ser fuerte
estaban menos dispuestos a recibir ayuda para
resolver los problemas.
Resulta paradójico: los hombres llevan la
voz cantante en una sociedad patriarcal tra-
dicional, pero, a su vez, establecen unas nor-
mas que les perjudican. ¿Cómo es posible?
Englar-Carlson señala: «En la mayoría de las
sociedades, los hombres son privilegiados y
gozan de una posición de poder. Para mante-
nerla, se necesitan determinadas normas de
conducta: deben reprimirse las propias emo-
ciones si se quiere parecer fuerte. No obstan-
te, el beneficio social que conlleva tiene una
doble cara».
La socióloga australiana Raewyn Connell
acuñó el concepto «masculinidad hegemonial»
para referirse a este fenómeno. Según su teoría,
una norma central es la devaluación de los ro-
les de género alternativos. De esta manera se
refuerza la supremacía del hombre, incluso sin
violencia explícita. Englar-Carlson aboga por
que los hombres se ocupen de su rol. «Solo de
este modo pueden desarrollarse nuevas normas
de masculinidad», subraya. Una posibilidad
son los seminarios que trabajan de forma ex-
plícita la masculinidad.
Ramón, quien acaba de pensar en los hé-
roes cinematográficos de su juventud, re-
flexiona sobre las normas de masculinidad
con las que creció. Por ejemplo, en el equipo
de fútbol, en la escuela o con sus amigos, de
fiesta los fines de semana. No es raro que los
hombres compitan para ver quién bebe más y
es más gracioso. «Esto me ha hecho pensar»,
comenta el joven de 30 años.
Repensar la masculinidad
«Entre los 18 y los 21 años, la identificación con
el rol sexual alcanza su punto álgido en muchos
jóvenes», explica Englar-Carlson. «Por ello, es
importante intervenir de forma temprana si se
pretenden cambiar las normas.»
42 MARZO/ABRIL 2022
 Este es el objetivo de los llamados «pro-
gramas de transformación de género». En
un estudio de revisión publicado en 2020, un
equipo dirigido por Jessica Levy, de la Univer-
sidad de Washington en St. Louis, identificó
las características que hacen que este tipo de
intervenciones resulten exitosas. Los progra-
mas en los que los roles cambiaban de ma-
nera mesurable se caracterizaban, sobre todo,
en que los participantes podían contribuir de
forma activa a dar forma a los contenidos.
Además, incluían a su entorno social.
Por ahora, los programas de transformación
de género se utilizan sobre todo en la preven-
ción del VIH y de la violencia. Levy se muestra
convencida de que las normas de masculini-
dad rígidas conllevan un aumento de las en-
fermedades de transmisión sexual, así como de
la violencia contra las mujeres, por ejemplo,
porque la asunción de riesgos se considera
masculina. Por esta razón, los jóvenes traba-
jan explícitamente sobre sus roles de género
en intervenciones como el Programa H (en re-
ferencia a «hombre» en español y homens en
portugués). El taller creado por la organización
brasileña Promundo consta de tres partes; por
lo general, dura varios meses.
En el primer bloque, se informa sobre la
salud y los roles de género. El formador ex-
plica la diferencia entre el género biológico y
el social, las dinámicas de poder en las rela-
ciones o habla sobre la violencia sexual, entre
otros temas. Esta parte se complementa con
actividades grupales. En una de ellas, los par-
ticipantes deben pensar en los problemas de
salud relacionados con los comportamientos
típicos masculinos.
En la segunda parte del programa, los hom-
bres lanzan una campaña diseñada por ellos
mismos para su comunidad y en la que trans-
miten los contenidos que han aprendido en el
taller. En una adaptación del Programa H en
Croacia, usaron el lema Budi Muško («Sé un
hombre») para la campaña en los medios so-
ciales. Con ello transmitían la idea de que es
muy masculino hacerse cargo de las cosas y,
por tanto, los hombres debían trabajar los nue-
vos roles de género.
Meses después del inicio de la intervención,
en la tercera y última fase, los organizadores
recopilan de nuevo las normas de género con el
fin de compararlas con los datos iniciales. Para
ello, Julie Pulerwitz, quien en la actualidad for-
MENTE Y CEREBRO
«Los hombres no
piden ayuda por
miedo a parecer
débiles»
Matt Englar-Carlson
Universidad Estatal de California
ma parte de Consejo de Población, una organi-
zación para la salud sin ánimo de lucro, junto
con Gary Barker, de Promundo, desarrollaron
la Escala de Equidad de Género (GEM, por sus
siglas en inglés). Esta evaluación registra las
opiniones, por ejemplo, sobre si un hombre
puede pegar a una mujer cuando le ha sido in-
fiel o si una mujer debe obedecer a un hombre.
En 2006, los investigadores del equipo de
Pulerwitz compararon la efectividad del Pro-
grama H con una campaña de conciencia-
ción sobre el uso del preservativo. Según una
encuesta llevada a cabo un año más tarde, la
intervención para la transformación de géne-
ro aumentó el uso de preservativos de manera
más notable, por lo que fomentó la prevención
de las enfermedades venéreas de modo más efi-
caz. Este resultado se acompañó de un mayor
apoyo a las normas de género en comparación
con el grupo que había participado en la cam-
paña para fomentar el uso de profilácticos. En
comparación, los jóvenes del Programa H afir-
maban con menor frecuencia que la madre era
la que debía cambiar los pañales del bebé. De
momento, los científicos han investigado inter-
venciones parecidas sobre todo en Brasil, Etio-
pía y algunos países de los Balcanes.
Por ahora, en Europa occidental no se ha
investigado ningún programa de transforma-
ción de género con hombres jóvenes. En Esta-
dos Unidos la organización Promundo ensayó,
junto con la Universidad de Pittsburgh, una
adaptación del Programa H, al que denomi-
naron Manhood 2.0 («Masculinidad 2.0»). Su
objetivo radicaba en reducir la violencia se-
xual entre los jóvenes. Sin embargo, en una
investigación de 2020 no pudieron constatar
efectos significativos en comparación con un
grupo de control. Es posible que ello se deba a
que la duración de la intervención fue mucho
más corta de lo habitual y a que se obvió la se-
43 MARZO/ABRIL 2022
gunda fase del programa, a saber, la campaña
para la comunidad.
Pero este tipo de cursos no se encuentran exen-
tos de críticas. Algunos investigadores temen que
el análisis de las normas de género podría llevar
a la consolidación de los roles tradicionales. La
campaña croata Budi Muško, por ejemplo, des-
tacó que era «varonil» hacerse cargo uno mismo
de los asuntos. Aunque este discurso puede re-
sultar atractivo para los hombres, también puede
inculcarles de manera más intensa normas como
«fuerza» e «independencia».
Por otro lado, cabe preguntarse por qué las
intervenciones como el Programa H a menudo
van dirigidas solo a hombres jóvenes y no ad-
miten a mujeres. Según el estudio de revisión
de Levy, los cursos que incluyen a ambos sexos
permiten a los jóvenes debatir sobre modelos
sociales en un entorno seguro.
No obstante, en 2019 la psicóloga Kate Gwyther,
de la Universidad de Melbourne, constató que
las intervenciones que solo van dirigidas a los
hombres jóvenes con frecuencia brindan de-
sarrollos positivos. Entretanto, Promundo ha
desarrollado el Programa M (de «mujer» y
mulher), dirigido a mujeres jóvenes.
Anna Kågesten, del Instituto Karolinska en
Estocolmo, señala por su parte que los cursos
como el Programa H se concentran en el indi-
viduo y pasan por alto el hecho de que las nor-
mas también se encuentran ancladas estructu-
ralmente en nuestra sociedad: en la escuela, el
trabajo o los documentos legales, entre otros
numerosos contextos.
«La antigua evidencia de que el hombre es
el sostén y el cabeza de familia se ha resquebra-
MENTE Y CEREBRO
jado. La biografía “normal” masculina es cada
vez más rara. Los hombres deben volver a en-
contrar su papel entre el trabajo y la familia»,
sostiene. Ello provoca problemas a muchos
hombres, ya que han crecido con otros ideales
y expectativas. Además de la imagen de mascu-
linidad en sí, el cambio de modelos de conduc-
ta también parece generar dificultades.
Por el contrario, Englar-Carlson afirma: «Nun-
ca es demasiado tarde para enfrentarse a la
propia masculinidad. Los hombres deben em-
pezar a hablar sobre sus experiencias con las
normas masculinas». Una buena oportunidad
para ello quizá la brinde la más reciente pe-
lícula de James Bond estrenada a finales de
septiembre de 2021. En ella, Craig interpreta
al agente secreto británico por última vez. Su
relevo ya se está decidido: Lashana Lynch, la
primera mujer 007.
Anton Benz es redactor en
pácticas en Gehirn und Geist,
edición alemana de Mente y
Cerebro. Ha estudiado filosofía
y neurociencias cognitivas.
PARA SABER MÁS
El Inventario de Conformidad con las Normas de Género Masculinas (CMNI) en la población
española. I. Cuéllar-Flores et al. en Anales de Psicología, vol. 27. n.º 1, págs. 170–178, 2011.
EN NUESTRO ARCHIVO
Los «machos» padecen más trastornos mentales. En MyC, n.º 86, 2017.
Orígenes del patriarcado. Angus Chen en IyC, mayo de 2017.
Hombres promiscuos, mujeres castas y otros mitos. Cordelia File y Mark A. Elgar
en IyC, noviembre de 2017.
44 MARZO/ABRIL 2022
VISIÓN

IMPLANTES RETINIANOS:
LUZ EN LA OSCURIDAD
Sophie Fessl | El objetivo de las nuevas prótesis visuales es reemplazar
los fotorreceptores inexistentes o defectuosos de la retina y devolver un poco
de visión a las personas ciegas

PSAILA / SCIENCE PHOTO LIBRARY

PHILIPPEFOTO

El implante retiniano Argus II de la empresa

estadounidense Second Sight contiene 60
CRÉDITO

electrodos que, a través del efecto de la corriente

eléctrica en la retina, pueden hacer que se perciban
un máximo de 60 puntos de luz.

INVESTIGACIÓN Y CIENCIA 45 FEBRERO 2022

D
esde que le diagnosticaron reti-
nosis pigmentaria a los 6 años de
edad, Peter Böhm vive sabiendo
que va a perder la vista de mane-
ra progresiva. Esta enfermedad
hereditaria que causa la muerte de las células
retinianas sensibles a la luz afecta a alrededor
de una de cada 4000 personas. Suele generar
problemas de visión importantes, como cegue-
ra nocturna, hipersensibilidad al deslumbra-
miento y visión en túnel. Una parte de los afec-
tados pierde la vista por completo. En 2014,
Böhm ya no veía nada con el ojo izquierdo y
muy poco con el derecho.
Ese mismo año se sometió a una interven-
ción para recuperar parte de la visión: le coloca-
ron un implante en la retina del ojo izquierdo.
Este tipo de prótesis visuales están compuestas
por un chip que, a su vez, contiene varios cien-
tos de electrodos o de fotodiodos sensibles a la
luz. Transforman la luz en pequeños impulsos
eléctricos que emiten a su entorno. Las neuro-
nas de la retina registran esa señal y la trans-
miten al cerebro. A continuación, en la corteza
se origina una impresión de «fosfenos», unos
puntos luminosos de un solo color.
Tras la intervención, Böhm fue capaz de ver
los fuegos artificiales de las fiestas. En 2017,
compartió su experiencia en una conferencia
TEDx: le maravilló poder ver el espectáculo
pirotécnico con ambos ojos, aunque solo per-
cibiera manchas claras sobre un fondo oscuro.
Para comparar lo que veía con cada ojo, con-
templó la exhibición con uno cada vez: primero
con el no intervenido; luego, con el que dispo-
nía de un chip. Comprobó que percibía los fue-
gos artificiales prácticamente igual de bien con
los dos. «Con el ojo biónico podía incluso enfo-
car un poco mejor», explica. Con solo pulsar un
botón podía ajustar la sensibilidad al contraste
y la amplificación de la luz del chip.
Aunque ya hace unos años que las lesiones
oculares en el cristalino o la córnea pueden tra-
tarse quirúrgicamente, los daños en la retina
han carecido de tratamiento durante mucho
tiempo. La situación cambió cuando aparecie-
ron los primeros implantes retinianos. Böhm
es una de las personas (entre unos pocos cen-
tenares de pacientes) que recibió uno de esos
implantes. El chip que lleva en el ojo lo fabricó
la empresa alemana Retina Implant AG y con-
tiene unos 1600 fotodiodos sensibles a la luz.
Hasta ahora, se han autorizado en Europa tres
prótesis visuales de este tipo: las otras dos las
producen, respectivamente, la compañía es-
tadounidense Second Sight Medical Products
y la francesa Pixium Vision. Pero en 2019, los
chips dejaron de comercializarse. Las empre-
sas suspendieron su producción y centraron
los esfuerzos en desarrollar otras técnicas. Ello
supuso un duro golpe, afirma Serge Picaud, di-
rector del Instituto de la Visión de París. «Fue
muy frustrante. Muchos pacientes seguían a la
espera de implantes nuevos», explica.
Ni el implante estadounidense Argus ii (que
colocaron a 350 personas en el mundo) ni el ale-
mán Alpha AMS han vuelto a fabricarse, ya que
sus efectos quedaron por debajo de las expecta-
tivas. «Con el Argus ii, las personas ciegas pue-
den volver a ver siluetas. Por ejemplo, un objeto
blanco sobre fondo negro, caminos o puertas y
focos de luz, como las ventanas», describe Pi-
caud. Sin embargo, teniendo en cuenta la gran
cantidad de electrodos que contenía el implan-
te Alpha AMS, se esperaba que permitiera a los
pacientes volver a reconocer caras y objetos dis-
persos por una estancia. «La expectativa era que
con el implante recuperasen mucha agudeza
visual», continúa el neurocentífico. Como míni-
mo, la necesaria para que esas personas dejaran
de ser consideradas oficialmente ciegas, apunta.
Por otra parte, los resultados de los afectados

EN SÍNTESIS
Mientras que las lesiones en la
córnea o el cristalino se pueden
tratar mediante cirugía, los de-
fectos de la retina, hoy por hoy,
prácticamente no disponen de
tratamiento.
Gracias a los implantes retinianos,
varios cientos de personas ciegas
pueden recuperar parte de la vi-
sión. Sin embargo, la primera ge-
neración de chips ha quedado por
debajo de las expectativas.
Varios científicos están in-
vestigando prótesis mejo-
radas. Otros buscan con-
seguir que las neuronas de
la retina se vuelvan foto-
sensibles.

MENTE Y CEREBRO 46 MARZO/ABRIL 2022

que recibieron los implantes a veces eran muy
dispares entre sí, por lo que las compañías de
seguros retiraron su apoyo.
«Con el ojo
biónico podía
incluso enfocar
un poco mejor»
Peter Böhm,
paciente con un implante retiniano
Un chip que produce corriente
Picaud todavía no ha renunciado a esta téc-
nica: su equipo ha examinado en macacos un
nuevo implante llamado PRIMA. EL objetivo
del estudio de los investigadores radicaba en
averiguar si el chip era seguro y prometía ma-
yor éxito que las prótesis anteriores.
PRIMA contiene 378 fotodiodos sobre una
pequeña lámina de silicona (de unos 2 milí-
metros por 2 milímetros). El implante no reac-
ciona a la luz del espectro visible para el ojo
humano, sino a la radiación infrarroja. Una
cámara de vídeo que se encuentra integrada
en unas gafas registra el entorno y envía la
imagen a un procesador. Allí, las impresiones
visuales se simplifican y se transforman en
imágenes infrarrojas. Después, un proyector
integrado en las gafas vuelca esas imágenes
directamente en el ojo, de manera que se ac-
tivan los fotodiodos del chip. Dado que el chip
genera electricidad por sí mismo a partir de la
luz, este implante, a diferencia de lo que ocurre
con modelos más antiguos, funciona sin nin-
gún tipo de cableado ni fuentes de corriente
externas. Por ello, resulta más fácil de colocar.
Además, en el diseño de PRIMA se han op-
timizado otros detalles. Las mejoras técnicas
proporcionan, entre otras ventajas, mayor de-
finición en las imágenes, como se demostró en
un estudio publicado por el equipo de Picaud en
2020. «En nuestros experimentos se estimula-
ban una serie de células ganglionares de la reti-
na con un electrodo determinado, no con otros
electrodos cercanos», indica. En un primer en-
sayo clínico, los investigadores probaron el im-
plante con personas que sufrían degeneración
macular seca debida al envejecimiento. Dicha
MENTE Y CEREBRO
enfermedad ocular crónica causa la muerte
de las células fotorreceptoras del centro de la
retina, donde por lo general se ve con mayor
agudeza. En cambio, no suele dañar la capa
periférica que proporciona una visión menos
precisa. La enfermedad afecta a unos 50 mi-
llones de personas, así que el desarrollo de un
implante que las ayude también resulta intere-
sante desde el punto de vista económico.
El equipo del oftalmólogo Daniel Palanker,
de la Universidad Stanford, ya ha usado el chip
nuevo para tratar a algunos pacientes. Cuatro
de los cinco participantes de su estudio presen-
taron una mejoría de la agudeza visual: fueron
capaces de reconocer a 1 metro de distancia
objetos que las personas sin problemas de vi-
sión ven a 25 metros. Un paciente con el chip
colocado en la ubicación óptima pudo incluso
leer letras de 3 centímetros de altura a una dis-
tancia de 30 centímetros.
Pero a Picaud y a sus colegas les gustaría
seguir mejorando la agudeza visual. Una célu-
la fotorreceptora del centro de la retina mide
como mucho un par de micrómetros, mientras
que cada unidad de PRIMA tiene unos 100 mi-
crómetros de anchura. «Enseguida lo tuvimos
claro: por mucho que reduzcamos el tamaño
de las unidades y que mejoremos el diseño del
chip, nunca llegaremos a la altura de la reso-
lución natural», admite el científico. Por esa
razón, el equipo del Instituto de la Visión in-
vestiga ahora otra estrategia: la optogenética.
Dicho método aprovecha las proteínas que
reaccionan a la luz. Los investigadores in-
troducen en las neuronas de la retina el gen
correspondiente con las instrucciones para
que las neuronas que lo albergan se vuelvan
sensibles a la luz. Porque, aunque las células
fotorreceptoras de las personas con retinosis
pigmentaria o degeneración macular debida al
envejecimiento se encuentren dañadas, en la
retina quedan otras células intactas. «La idea
es conseguir que las células ganglionares de la
retina se vuelvan fotosensibles», indica Picaud.
En condiciones normales, estas neuronas re-
ciben señales de las células fotorreceptoras. Y
sus axones, que se agrupan para constituir el
nervio óptico, conducen esos estímulos hasta el
cerebro. Sin embargo, el objetivo de la modifi-
cación genética es que las propias neuronas se
conviertan en células sensoriales.
Picaud y su equipo investigaron su idea de
nuevo con macacos. Publicaron los resultados
47 MARZO/ABRIL 2022
PATRICE LATRON / LOOK AT SCIENCES /
SCIENCE PHOTO LIBRARY
Un paciente prueba el implante Argus II. El chip se inserta en el ojo y permite una visión rudimentaria en blanco y negro.
del estudio a principios de 2021. Para introdu-
cir las instrucciones de fabricación de proteí-
nas fotosensibles en las células usaron un vec-
tor vírico con el gen que codifica ChrimsonR,
una opsina que tiene su origen en un alga. Los
científicos inyectaron millones de estos «enla-
ces génicos» en los ojos de los primates. Las
partículas penetraron en las células, ganglio-
nares de la retina, que a partir de entonces fa-
bricaban ChrimsonR y se activaban en cuanto
se exponían a luz roja.
Dos meses después, sacrificaron a los anima-
les y les extrajeron la retina para seguir inves-
tigando. Proyectaron distintos patrones de luz
sobre las retinas y midieron la intensidad con
la que las células reaccionaban a los estímulos.
Esos datos sirvieron para calcular en qué medi-
da el tratamiento mejoraba la visión: en teoría,
la agudeza visual podía aumentar más de un 10
por ciento. Por tanto, según los parámetros esta-
dounidenses, los pacientes no serían calificados
de invidentes, puesto que en las pruebas clásicas
para evaluar la agudeza visual serían capaces de
leer la fila superior del cuadro de optotipos.
En la actualidad, están en marcha las prime-
ras investigaciones con pacientes humanos. En
MENTE Y CEREBRO
primer lugar, se administran tres dosis distin-
tas del tratamiento a tres personas diferentes.
De ese modo, se busca averiguar qué cantidad
se tolera bien y presenta mayores posibilidades
de ser eficaz. De momento, la dosis más baja no
causó ninguna reacción no deseada. Los resul-
tados de las dos dosis más altas todavía están
pendientes de conocerse. Cuando se demuestre
que el tratamiento es suficientemente seguro y
tolerable, deberá comprobarse su efecto tera-
péutico en un estudio con un mayor número
de participantes. Si los resultados son satisfac-
torios, podrá autorizarse su uso.
Obstáculos de la terapia génica
Pero ese planteamiento tampoco se halla exento
de dificultades. En el caso del sentido natural de
la visión, la señal se amplifica en la vía óptica.
Como las proteínas fotosensibles son produci-
das por células situadas en un punto posterior
de la secuencia, en el caso de la vista artificial no
se produce esa multiplicación. «Necesitamos luz
más intensa para que las células se activen», in-
dica Picaud. Algunas de las proteínas que se em-
plean en optogenética reaccionan a la luz azul,
y otras, como la ChrimsonR, a la roja. Ya que la
48 MARZO/ABRIL 2022

«El cerebro debe
aprender a ver
de nuevo y darse
cuenta de que
tiene que procesar
información visual»
Serge Picaud,
director del Instituto de la Visión de París
exposición intensiva a la luz azul daña las célu-
las de la retina y puede provocar su muerte, el
equipo de Picaud se decidió por la ChrimsonR.
Pero la luz ambiente no basta para saber con se-
guridad que la proteína se va a activar. Por ello,
este planteamiento también requiere que los
pacientes lleven unas gafas con cámara que
proyectan luz roja sobre la retina.
Existe otro posible problema: dado que este
método deja de lado las células fotorrecep-
toras y se centra en las neuronas, que se en-
cuentran en un punto posterior en el proceso
de generación de la vista, no está claro cómo
interpreta el cerebro esas señales. De hecho, si
las personas llevan mucho tiempo con la reti-
na dañada, es posible que la intervención tarde
en surtir efecto. «El cerebro debe aprender a
ver de nuevo y darse cuenta de que tiene que
procesar información visual», resalta Picaud.
En un estudio llevado a cabo por el equipo de
Maria Concetta Morrone, de la Universidad de
Pisa, se ha demostrado que el cerebro de una
persona invidente a la que le han colocado un
implante retiniano, al principio, a veces casi no
reacciona ante un destello de luz. En las imáge-
nes mediante resonancia magnética funcional
de cuatro pacientes que iban a ser intervenidos
para colocarles el implante, apenas se obser-
vaba activación de las neuronas de la corteza
visual. Después de que tres de los pacientes
con prótesis recibieran entrenamiento, los des-
tellos luminosos fueron desencadenando una
actividad cada vez más notable en dicha región
cortical. Se activaba incluso cuando el chip
no se hallaba operativo. «Es como si el entre-
namiento con una prótesis retiniana volviese a
activar el sistema visual», indica Picaud.
MENTE Y CEREBRO 49
Con el tiempo, es posible que el cerebro
incluso pudiera aprender a generar imágenes
en color a partir de las impresiones en blan-
co y negro proporcionadas por el chip, sugiere
Fabio Benfenati, director de investigación del
Instituto de Tecnología de Génova. Las enfer-
medades como la retinosis pigmentaria y la de-
generación macular debida al envejecimiento
debutan en la edad adulta. Hasta entonces, los
afectados ven con normalidad. «Por tanto, su
cerebro sabe que las manzanas suelen ser rojas
y, en consecuencia, tiene la capacidad de dar
color a la imagen en blanco y negro de una
manzana», agrega el neurocientífico. Ello suce-
de a todas horas en el campo visual periférico.
Las células fotorreceptoras que predominan
en esa región, los bastones, no distinguen los
colores. De eso se encargan los conos, que se
concentran sobre todo en la mácula del centro
de la retina. Gracias a que el cerebro completa
como corresponde la información visual, perci-
bimos en color los márgenes del campo visual.
Benfenati también investiga el modo de con-
seguir que la retina de las personas ciegas vuel-
va a funcionar. Empezó desarrollando un im-
plante inspirado en las células solares. «Hemos
utilizado polímeros orgánicos, fotovoltaicos.
Cuando absorben luz, se genera en esos polí-
meros un campo eléctrico», explica. Su equipo
investigó estos chips con ratas. Los resultados
fueron muy prometedores, pero Benfenati tam-
bién apreció desventajas en esta técnica: el diá-
metro de los chips estaba limitado, porque un
implante más grande y plano tendría que se-
guir la curvatura del ojo. E incluso una prótesis
flexible tiraría de la retina. «Por eso no pode-
mos colocar más que una prótesis pequeña, lo
que limita mucho el campo visual», añade.
¿Un revestimiento fotosensible?
Por todo ello, Benfenati pretende inyectar nano-
partículas fotosensibles directamente en el ojo.
Debido a su tamaño, las células de la retina
no las asimilan. «Entre la partícula y la célula
se forma una grieta estrecha, de unos 20 na-
nómetros de anchura», explica. La corriente
eléctrica puede superar esa distancia y trans-
mitir las señales desde las moléculas al estra-
to celular subyacente. En los ensayos con ra-
tas ciegas se logró revestir con partículas más
del 80 por ciento de la retina de los animales.
Ocho meses después, la concentración de polí-
meros no había sufrido cambios sustanciales;
MARZO/ABRIL 2022
por tanto, parece que el revestimiento se man-
tiene a largo plazo.
Para averiguar si las ratas eran capaces de
ver, el equipo de Benfenati aprovechó el instinto
de huida de los animales: uno de los investiga-
dores colocó en un habitáculo dividido en dos
espacios y de manera sucesiva a ratas con visión
normal, otras que eran ciegas y no se las había
intervenido y unas terceras sin visión pero que
habían recibido el tratamiento con polímeros.
En un lado de la cámara había claridad y el
otro estaba oscuro. Ambas estancias se hallaban
unidas por un pasillo abierto. Los roedores con
visión normal huyeron de inmediato a la parte
oscura y pasaron allí alrededor del 70 por ciento
del tiempo. Sus congéneres ciegos no mostra-
ron preferencia por ninguna de las dos zonas.
Y los ejemplares a los que se habían inyectado
partículas fotosensibles prefirieron la estancia
oscura. Según Benfenati, esos animales habían
recuperado el sentido de la vista al cien por cien.
Se logró sin siquiera amplificar la señal: la luz
natural bastó para que se activasen los políme-
ros. Como siguiente paso, los científicos prevén
investigar con cerdos. Si los resultados son favo-
rables, experimentarán con personas.
Maria Pia Cosma, directora de grupo en el
Centro de Regulación Genómica de Barcelo-
na, persigue otro enfoque. Toma la naturaleza
como modelo. Los peces, las salamandras y
otros vertebrados tienen una ventaja decisiva
respecto a los humanos: su retina se renueva.
Si sufren lesiones retinianas, las células neu-
rogliales de Müller que se encuentran ahí co-
mienzan a dividirse. A continuación, maduran
hasta diferenciarse en el tipo de célula necesa-
rio para curar la lesión; por ejemplo, en células
fotorreceptoras. En los humanos, sin embargo,
los daños en la retina son permanentes.
El equipo de Cosma investiga si es posible
lograr que las células neurogliales de los mamí-
feros se regeneren. En un trabajo publicado en
2016, demostraron que, por lo menos en rato-
nes, resulta posible. Para ello extrajeron células
madre de la médula ósea de los roedores. En
el laboratorio activaron en esas células un pro-
grama celular específico cuyo objetivo era ayu-
darles a transformar las células neurogliales de
la retina. Cuando inyectaron las células madre
previamente tratadas en los ojos de los múridos
que presentaban retinosis pigmentaria, estas se
fusionaron con las células neurogliales de Mül-
ler. A partir de esas células híbridas se origina-
MENTE Y CEREBRO
ron células fotorreceptoras que hicieron que la
retina de los roedores volviera a estar parcial-
mente operativa.
Con ayuda de retinas cultivadas en laborato-
rio, Cosma indaga si este proceso también sería
posible en humanos. Además, su equipo está bus-
cando en los ratones factores que puedan favore-
cer la curación sin terapia celular. «En el ojo de
los ratones, las células híbridas también se for-
man de manera espontánea tras una lesión. Pero
el proceso es muy poco eficiente y no puede rege-
nerar la retina», aclara. Cosma espera encontrar
maneras de potenciar tales procesos.
Todavía queda un largo camino por recorrer
hasta que los médicos consigan estimular la re-
tina para que se regenere. Muchos de los pasos
hacia ese objetivo traen consigo problemas es-
pecíficos, como la realización de pruebas con
animales más próximos a al ser humano (cer-
dos, por ejemplo). Extraer células de la médula
ósea de los animales no es una tarea sencilla.
Faltan, sobre todo, herramientas adecuadas
para ello. Si, por el contrario, se inyectasen cé-
lulas madre humanas a los cerdos, podrían pro-
ducirse células híbridas (animales y humanas),
lo cual conlleva todo tipo de complicaciones;
entre ellas, cuestiones éticas respecto a una in-
tervención de esta naturaleza. Por esa razón, el
equipo ha optado por investigar con organoi-
des de retina.
Puede que Böhm se beneficie algún día de
estos avances. Ya que uno de sus ojos no ha
recibido tratamiento, tal vez puedan colocarle
ahí un implante más avanzado. Pero, hasta que
eso ocurra, se siente feliz y contento con su pró-
tesis. «Cuando me pusieron el chip, podía ver
líneas y leer letras», cuenta en la charla TEDx.
«Y eso lo era todo para mí».
Sophie Fessl es doctora en
neurociencias y periodista
científica.
EN NUESTRO ARCHIVO
Retinas artificiales. Kwabena Boahen en IyC , julio de 2005.
Implantes de retina. Andreas Jahn en IyC, n.º 22, 2007.
Retinas orgánicas biocompatibles. En www.investigacionyciencia.es, 19 de marzo de 2013.
Una mirada a la retina. Dan Lahrhammar, David Lagman y Xesús M. Abalo en IyC,
diciembre de 2013.
Una mujer ciega distingue, por primera vez, letras y formas gracias a un implante cerebral.
Esther Samper en www.investigacionyciencia.es, 10 de noviembre de 2021.
50 MARZO/ABRIL 2022
VISIÓN

VER SIN OJOS

Iris Proff | Los investigadores buscan devolver algo de visión a las personas ciegas mediante
implantes que integran las señales visuales directamente en el cerebro. Pero siguen existiendo
numerosos obstáculos que los alejan de su objetivo

METAMORWORKS
CRÉDITO FOTO / STOCK.ADOBE.COM

INVESTIGACIÓN Y CIENCIA 51 FEBRERO 2022

E
n noviembre de 2020, Philip Troyk
anunciaba en una videoconferen-
cia: «Nuestros voluntarios serán
como los primeros astronautas que
la NASA envió al espacio. Explo-
rarán una nueva frontera de la ciencia». Las
30 personas presentes en la reunión lo escu-
chaban absortas. Todas ellas habían perdido
la vista a lo largo de su vida y, hasta entonces,
no tenían ninguna posibilidad de recobrarla.
El proyecto de Troyk, que sonaba un poco a
ciencia ficción, se antojaba una oportunidad
única: el bioingeniero estadounidense preten-
día que las personas ciegas lograran percep-
ciones visuales gracias a implantes colocados
directamente en el cerebro.
La vista artificial que prometía Troyk se dife-
rencia de la natural en cuestiones esenciales. En
el caso de esta última, los receptores de la retina
ocular reaccionan a la luz. Las señales que envían
estos receptores migran a continuación por los
nervios ópticos hasta la corteza visual primaria,
en la parte posterior del encéfalo. Cada neurona
de dicha región cerebral representa una diminu-
ta porción del campo visual, de manera seme-
jante a un píxel en la pantalla del ordenador. La
zona desde la que una neurona recibe una señal
no es en este caso una cuestión de azar. Las neu-
ronas colindantes procesan estímulos luminosos
que han sido detectados en el ojo por células fo-
torreceptoras también colindantes. Desde la cor-
teza visual primaria, la información llega a otras
regiones cerebrales. Allí, los puntos se convierten
en líneas, las líneas en formas y, finalmente, las
formas se combinan para configurar objetos.
Con todo, Troyk previno a los participan-
tes en la videoconferencia de las expectativas
exageradas sobre la prótesis visual. «No vais a
reconocer el rostro de vuestros seres queridos
tal y como lo recordáis», señaló. El objetivo del
implante es, ante todo, posibilitar que las per-
sonas ciegas perciban distintos puntos de luz.
Esos puntos, llamados fosfenos, pueden combi-
narse para construir formas simples: un objeto
que se aproxima, un plato encima de la mesa o la
silueta de una persona.
En el proyecto participan ocho institutos
y una cincuentena de científicos. Pero no son
los únicos que están investigando esta técnica:
la empresa Second Sight, de San Francisco, ya
está probando en estudios, bajo la dirección
del neurocirujano Daniel Yoshor, implantes
cerebrales de este tipo con varios voluntarios.
Por su parte, el neurocientífico Eduardo Fer-
nández, del Instituto de Bioingeniería de la
Universidad Miguel Hernández de Elche, está
tratando a una mujer ciega que, gracias a la in-
tervención, ha podido volver a reconocer letras
y a jugar a videojuegos.
La pérdida de visión acontece, en la mayo-
ría de los casos, por lesiones en el ojo o en el
nervio óptico. Si solo mueren las células fo-
torreceptoras de la retina, el daño puede re-
solverse con implantes retinianos. Pero si la
retina sufre lesiones más graves (a causa de
un accidente, por ejemplo) o existe una afec-
tación del nervio óptico, ese tipo de prótesis
no sirve. Los neuroimplantes, en cambio, ac-
túan directamente en la corteza visual prima-
ria. Así pues, se saltan las células que se en-
cuentran antes en la secuencia de la vía óptica
e integran las señales ópticas en el cerebro sin
dar ningún rodeo.
De la cámara a la corteza
Mas este tratamiento requiere de equipamien-
to técnico: unas gafas con cámara integrada
registran el entorno y transmiten las imágenes
a un procesador. Ahí se procesa la información
y el resultado se envía a la neuroprótesis, sea a
través de un cable que discurre por la bóveda cra-
neal o mediante ondas electromagnéticas.

EN SÍNTESIS
Diversos equipos de investigación
están probando en personas ciegas
implantes cerebrales que activan
neuronas directamente en la corte-
za visual con el fin de producir imá-
genes en el cerebro.
La resolución de esta visión
artificial es aún muy baja. Por
esa razón, resulta necesario
simplificar mucho la informa-
ción visual antes de enviarla
al chip implantado.
Por lo general, las personas que
llevan estos implantes no pue-
den conservar la prótesis a
largo plazo. Tras participar en
el estudio, las prótesis deben
extraerse mediante cirugía.

MENTE Y CEREBRO 52 MARZO/ABRIL 2022


La neuroprótesis Utah Array se implanta en la corteza visual, donde, a través de sus pequeños electrodos, estimula las neuronas
para que produzcan fosfenos.
El implante consiste en una lámina de unos
pocos milímetros de diámetro que, en la ma-
yoría de los casos, dispone de electrodos acicu-
lares. Un chip de este tipo tiene el aspecto de
un cepillo diminuto en el que el grosor de diez
de sus cerdas juntas equivale, más o menos, al
grosor de un cabello humano. Esas prolonga-
ciones penetran en el cerebro a unos 2 milíme-
tros de profundidad, de manera que llegan a
las neuronas que en condiciones normales pro-
cesarían las señales procedentes de la retina.
Los electrodos pueden manejarse de manera
individual. Cada uno de ellos emite pequeños
impulsos de corriente con una potencia de mi-
croamperios y, de este modo, activa las neuro-
nas de su entorno directo. Mientras eso ocurre,
el paciente percibe un punto de luz en la zona
correspondiente del campo visual. Conforme se
van combinando las señales enviadas, se produ-
cen líneas y formas, informan los investigadores.
Troyk y sus colegas pretenden colocar hasta
40 implantes, cada uno con 16 electrodos, en
el cerebro de los pacientes. Ello suma un to-
tal de 640 electrodos que podrían generar un
máximo de 640 puntos de luz. La neuropróte-
MENTE Y CEREBRO
CORTESÍA DE BRAINGATE (WWW.BRAINGATE.ORG)
sis de la empresa estadounidense Second Si-
ght tiene 60 electrodos y el modelo de Eduar-
do Fernández trabaja con 100. Todos estos
planteamientos son claramente inferiores al
sentido natural de la vista: cada uno de los dos
tractos ópticos establece alrededor de un millón
de conexiones con el cerebro. Incluso la pan-
talla de un antiguo teléfono móvil Nokia tiene
casi cinco veces más píxeles que los mejores
implantes cerebrales. Aun así, las prótesis
pueden suponer un avance enorme para las
personas ciegas.
Visión en túnel con puntos amarillos
¿Cómo nos podemos imaginar las impresiones
visuales generadas de manera artificial? Hoy
en día, los implantes solo cubren una región
pequeña en el centro del campo visual. Para
percibir el entorno en su conjunto, los pacientes
tienen que girar la cabeza en todas direcciones.
Quienes participan en los estudios explican que
ven puntos de luz de color blanco, amarillo o na-
ranja claro, cada uno un poco distinto. Algunos
son pequeños y blanquecinos, otros, en cambio,
parecen más claros y grandes.
53 MARZO/ABRIL 2022
 No puede predecirse el lugar exacto en el que
el electrodo generará un fosfeno. Por esa razón,
una vez colocado el implante, los pacientes y los
investigadores se embarcan juntos en un largo
proceso para asignar una posición a cada señal.
Cuando electrodos adyacentes se activan a la
vez, los puntos de luz correspondientes suelen
fusionarse y formar una mancha más grande.
Por ello, al final solo se aprovecha parte de los
puntos para la visión artificial.
Por muy innovadora que parezca la técnica,
la idea no resulta novedosa. Nadie lo sabe me-
jor que Jens Naumann. Este canadiense nacido
en Alemania tiene nueve hijos y es un gran
aficionado a la electrónica. Se gana la vida
trabajando a temporadas como pianista y afi-
nador de pianos y también produciendo leña.
Naumann colaboró en la construcción de una
escuela en Mozambique, fundó una empresa de
energías renovables y equipó su casa con tur-
binas eólicas y paneles solares con sus propias
manos. Todo ello, sin ver.
A la edad de 17 años, un fragmento metáli-
co penetró a gran velocidad en el ojo izquierdo
de Naumann, lo que le destrozó la retina. Tres
años después, perdió el ojo derecho en otro trá-
gico accidente. Desde 1984 es ciego, pero nunca
ha aceptado su deficiencia visual. Siempre ha
soñado con recuperar la visión.
En 2002, tuvo por primera vez su sueño al
alcance de la mano. En aquella época, Naumann
oyó hablar de William Dobelle, un investigador
que buscaba personas para un experimento re-
volucionario. «Es el principio del fin de la ce-
guera», se decía de él. Dobelle creó el primer
neuroimplante para que las personas ciegas pu-
dieran ver y sentó los cimientos de la investiga-
ción en este campo. Sin embargo, en la actuali-
dad, la mayoría de los investigadores fruncen el
ceño cuando se menciona su nombre.
Dobelle no trabajaba en ninguna univer-
sidad, no aceptaba subvenciones y casi nun-
ca publicaba en revistas científicas. Era un
lobo solitario y estaba convencido de que
sin riesgos ni víctimas el progreso no es po-
sible. El implante cerebral que colocó a 16 per-
sonas no se había testado en animales. Cuando
llegó el momento de los experimentos, seguían
abiertas muchas cuestiones: ¿qué verían los
participantes?, ¿causaría el implante daños ti-
sulares?, ¿cuáles iban a ser las consecuencias
a largo plazo? Dobelle vivía en Estados Uni-
dos, pero no consiguió que las autoridades
MENTE Y CEREBRO
CORTESÍA DE JENS NAUMANN
Jens Naumann probó uno de los primeros implantes visua-
les. Una cámara y un ordenador portátil se conectaban me-
diante un cable con los electrodos que le habían implantado
en el cerebro.
estadounidenses aprobaran su tratamiento ex-
perimental, por lo que llevó a cabo las inter-
venciones en una clínica de Lisboa, donde los
requisitos eran menos estrictos. Naumann fue
uno de sus primeros pacientes. De hecho, se
convirtió en una parte muy importante de sus
investigaciones.
Gracias a los conciertos de piano, Naumann
logró ahorrar los 75.000 dólares (algo más de
66.163 euros) necesarios para participar en el
proyecto. Voló a Portugal y se sometió a una
operación de seis horas que le iba a cambiar la
vida. O, al menos, eso esperaba. Tres semanas
después empezaron las pruebas. Durante las
sesiones, el paciente sufrió dos crisis epilépti-
cas. A diferencia de lo que ocurre con la ma-
yoría de los implantes actuales, la colocación
de los electrodos en el cerebro era superficial,
por lo que se requerían impulsos eléctricos de
mayor intensidad para conseguir estimular las
neuronas adecuadas: hablamos de impulsos
1000 veces más intensos que los que produce el
implante de Troyk. Ello aumentaba el riesgo de
desencadenar descargas eléctricas sincrónicas de
las neuronas. Pero ni Dobelle ni Naumann deja-
ron que eso los desanimara. «Teníamos claro que
formábamos parte de un proyecto de investiga-
ción», explica Naumann. «No iba a funcionar
todo a la primera».
54 MARZO/ABRIL 2022
 El paciente pronto estuvo en condiciones de
ver un par de puntos de luz con el implante.
Tras 18 años de oscuridad, podía seguir el tra-
zado de las calles, entrever los árboles y, por
primera vez en su vida, ver la silueta de sus hi-
jos. Dobelle llegó incluso a grabar un vídeo en
el que su paciente ciego aparecía conduciendo
un coche dentro de un aparcamiento. La idea
era publicitar su estudio.
Con el paso del tiempo, el funcionamiento
del implante de Naumann, así como el de los
demás participantes, iba a peor: los electrodos
fueron dejando de estar operativos uno tras
otro y cada vez desaparecían más puntos lumi-
nosos. Hasta que todos se apagaron. En 2004,
Dobelle murió de diabetes. Y su proyecto de
investigación se fue con él. Pocos meses antes
de su muerte, rechazó la oferta de un equipo de
la Universidad Estatal de Ohio, que pretendía
comprar el sistema y hacer todo lo posible para
conseguir una autorización en Estados Unidos.
«Dobelle consideraba que él estaba más cuali-
ficado», comenta Naumann.
Pasados unos 19 años, continúa llevando el
implante inservible en el cerebro. Pese a todo,
Naumann no se arrepiente de haber participado
en el proyecto. «Atesoro los recuerdos visuales
de esa época», sostiene. Someterse a otra inter-
vención cerebral no supone una opción para él,
pero sigue con grandes esperanzas la investiga-
ción actual, ya que podría arrojar algo de luz a
la vida de otras personas invidentes.
Más electrodos para una mayor información
En los estudios que actualmente se encuentran
en marcha no se ha notificado ninguna crisis
epiléptica hasta el momento. Hoy en día, los
equipos que implantan chips en el cerebro de
personas los han probado antes de manera ex-
haustiva con animales con el fin de garantizar
su seguridad. La neuroprótesis más avanzada
hasta la fecha también se halla en esa fase. Dis-
pone de 1024 electrodos, muchos más que todas
las versiones que se han testado hasta ahora
con humanos. La neurocientífica Xing Chen,
del grupo de Pieter Roelfsema en el Instituto
de Neurociencia de Ámsterdam, comprobó el
implante cerebral con dos macacos. El equipo
de científicos publicó los resultados de sus seis
años de investigación en diciembre de 2020.
Chen entrenó a los primates durante dos
años. Les enseñó a distinguir letras en una pan-
talla y a reconocer en qué dirección se movía
MENTE Y CEREBRO
Las ondas
cerebrales de las
personas que
cierran los ojos
muestran a menudo
patrones muy
similares a las
que escuchan con
atención
un punto luminoso. Después de que les coloca-
ran sendos implantes, tenían que resolver las
mismas tareas, pero con electroestimulación
cerebral en lugar de imágenes. Los animales
consiguieron hacerlo con una precisión media
de casi el 70 por ciento. No obstante, resulta
muy difícil determinar qué percibían exacta-
mente los macacos. Esa es una gran desventaja
de los estudios con animales en comparación
con investigar en humanos.
Los experimentos finales requirieron sacri-
ficar a los primates, ya que los investigadores
buscaban establecer con mayor exactitud los
efectos del implante en el cerebro. En estas si-
tuaciones, los científicos siempre sopesan si los
beneficios de su trabajo justifican este tipo de
estudios. «Trabajamos con el menor número
de animales posible y tratamos de minimizar
el sufrimiento que les causamos durante su
vida», indica Chen.
Su equipo prevé que en los próximos años
podrá investigar con pacientes humanos. «Para
la primera generación de implantes sabemos lo
suficiente sobre el cerebro como para fabricar
algo que funcione y ayude a las personas invi-
dentes», afirma Chen. De momento, los mayo-
res desafíos son, sobre todo, técnicos.
Uno de ellos es la baja resolución. Ya que los
implantes funcionan con una cantidad limitada
de electrodos, se necesita simplificar la imagen
que llega a la neuroprótesis. «Buscamos trans-
mitir únicamente la información más relevan-
55 MARZO/ABRIL 2022
te», destaca Chen. Algunos ejemplos son los
objetos en movimiento, las siluetas de personas
o el trazado de las calles. Para avanzar en ese
sentido, muchos grupos de investigación tienen
previsto aprovechar el aprendizaje automático.
¿Cuánto es posible discernir a partir de imá-
genes simplificadas de esta manera? Fernández
confía en la capacidad de aprendizaje del cere-
bro. En 2015 examinó al artista británico Neil
Harbisson, a quien en 2004 le implantaron una
antena en la cabeza para tratar su daltonismo.
Ese implante transforma las ondas lumínicas en
vibraciones que percibe como ruidos. Fernández
determinó que el cerebro del artista presenta-
ba una extraordinaria cantidad de conexiones
entre la corteza auditiva y la visual. Su cerebro
se había «recableado» para «oír» los colores. El
investigador espera que ocurra algo parecido
con los participantes ciegos de su investigación;
en concreto, que aprendan a rellenar los huecos
entre los puntos luminosos para percibir líneas,
círculos y, en última instancia, objetos comple-
tos. «Todos tenemos un punto ciego en nuestro
campo visual. En ese punto tendríamos que ver-
lo todo negro», señala. Y agrega: «Pero nunca
sucede, porque el cerebro rellena ese hueco de
manera automática».
Problemas de encapsulación
Un obstáculo aún más relevante es la tolerabi-
lidad biológica de los implantes, puesto que un
cuerpo extraño en el cerebro activa los meca-
nismos de defensa del organismo. En ese pro-
ceso también pueden producirse respuestas in-
munitarias en el sistema nervioso central. Si el
chip pasa meses o años en la corteza cerebral,
es posible que crezca a su alrededor una capa
de células y lo aísle. La estructura de esa capa
se parece a la barrera hematoencefálica que
protege al encéfalo frente a bacterias, virus y
toxinas. A veces, este tipo de adherencia atenúa
las señales que emiten los electrodos o incluso
las intercepta por completo. Seguramente, esa
fuera la causa de que los implantes de Dobelle
acabasen dejando de funcionar. Por esa razón,
en los proyectos actuales se prevé extraer las
neuroprótesis del cerebro pasados unos meses.
MENTE Y CEREBRO
En la actualidad, hay varios investigadores
buscando soluciones para este problema. Fer-
nández también continúa investigando. Por
ejemplo, reviste los electrodos con una capa de
antiinflamatorios y moléculas presentes en la
membrana de las células. De esta manera pre-
tende hacer creer al cerebro que el implante es
material orgánico. Asimismo, otros científicos
y empresas están buscando materiales artificia-
les nuevos que el encéfalo tolere mejor.
Los participantes de Troyk tampoco podrán
conservar las prótesis a largo plazo. El estudio
de este bioingeniero les supone una gran inver-
sión de tiempo sin compensación económica.
El implante que reciban solo lo probarán en el
laboratorio y no podrán usarlo en su vida co-
tidiana. No obstante, el entusiasmo de estas
personas resulta palpable en la videoconferen-
cia. «Nuestros voluntarios no son objetos de
pruebas humanos», asegura Troyk. Con gestos
grandilocuentes, que quienes le escuchan no
pueden apreciar, añade: «Vais a convertiros en
miembros de nuestro equipo de investigación.
Seréis los únicos que podréis describirnos qué
aspecto tiene esta nueva frontera de la ciencia».
Iris Proff es investigadora
de la cognición y periodista
científica.
LIBRO RECOMENDADO
Search for paradise: A patient’s account of the artificial vision experiment. Jens Naumann.
Xlibris, 2012.
En esta autobiografía, Jens Naumann cuenta la historia de su pérdida de visión
y el tratamiento experimental con una neuroprótesis. Es la única documentación escrita
que existe del proyecto de investigación de William Dobelle.
EN NUESTRO ARCHIVO
Mecanismos neuronales de la percepción. Javier Cudeiro, en MyC, n.º 41, 2010.
Ciegos con visión. Beatrice de Gelder en IyC, julio de 2010.
Ver por primera vez. Pawan Sinha en IyC, septiembre de 2013.
Implantes retinianos, luz en la oscuridad. Sophie Fessl, en este mismo número.
56 MARZO/ABRIL 2022
 SINOPSIS
NEUROPRÓTESIS PARA VOLVER A VER
Michaela Maya-Mrschtik | Los daños en la retina o en el nervio óptico pueden causar problemas de visión
permanentes; incluso, ceguera completa. Hasta ahora, los afectados apenas tenían posibilidades de recuperar la vista.
Las prótesis en distintos puntos de la vía óptica podrían ser la solución
ILUSTRACIÓN DE YOUSUN KOH
1 Implantes retinianos
Cuando las células fotorreceptoras se encuentran dañadas, las
2 Implantes en el nervio óptico
señales ópticas las pueden transmitir, en su lugar, unos pequeños
chips colocados sobre o bajo la retina. Producen diminutos impulsos
eléctricos que estimulan las neuronas circundantes. Los modelos
más antiguos suelen funcionar con electrodos (arriba). Estos
requieren una fuente de corriente externa y un receptor que conduz-
ca las señales al chip. Los implantes más novedosos con fotodiodos
(abajo) transforman la luz en corriente eléctrica. Funcionan sin
cableado y son más fáciles de colocar detrás del globo ocular.
Retina
Electrodos
Fotodiodo Coroides
Células bipolares
Retina
Células
Cuerpo vítreo
ganglionares
Esclerótica
La córnea y el cristalino concentran la luz que
recibe el ojo y la proyectan sobre la retina. La capa
más interna de la retina contiene células fotorre-
ceptoras (verde): bastones sensibles a la luminosi-
dad y tres tipos de conos que permiten percibir el
Córnea color. La capa externa está formada por células
ganglionares de la retina (naranja), cuyas prolon-
gaciones se agrupan y forman el nervio óptico. Las
células fotorreceptoras registran un estímulo
luminoso y transmiten la señal a través de las
células bipolares que están en medio (amarillo)
Cristalino
hasta las células ganglionares. A continuación,
llegan al cerebro a través del nervio óptico.
La mayoría de los implantes visuales requieren otros dispositi- Transmisor
vos para funcionar. Por lo general, son necesarios una cámara Cámara
integrada, así como un procesador que asimila y simplifica las Electrodo
impresiones visuales. Las señales llegan al chip a través de un
cable o por ondas electromagnéticas, generadas por un trans-
misor que las transmite a un receptor. La prótesis recibe la
Los electrodos colocados en el nervio óptico emiten
energía de una fuente de corriente.
impulsos eléctricos que llegan al cerebro a través de
las prolongaciones neuronales. Este tipo de enfoques
todavía se encuentran en sus primeras fases de Electrodo
experimentación. Un equipo de investigación ya ha Procesador
probado un implante de este tipo con conejos.
Cámara
4 Implantes corticales
En el lóbulo occipital se halla el centro de procesa-
miento óptico del cerebro: la corteza visual. Con
Receptor/ neuroprótesis colocados encima o integrados en
1 cm fuente de corriente dicha región, es posible generar impresiones
visuales artificiales. Este tipo de prótesis visuales
ya se están probando con humanos.
Procesador
3 Estimulación cerebral profunda
El cuerpo geniculado lateral del tálamo es el centro
Electrodos
de control más importante de la vía óptica. En la
Nervio
actualidad, varios grupos de investigación están
óptico
analizando la estimulación de este ganglio nervioso.
Este enfoque todavía no se ha probado con humanos. Corteza
Conos Tálamo visual
Células fotorreceptoras
Bastones
3
Epitelio pigmentario
4
2
1
Cuerpo geniculado lateral
Intervención en la vía óptica
El ojo «vuelca» una reproducción del entorno en la retina ( 1 ),
donde los fotorreceptores transforman las señales ópticas en
Retina
eléctricas. Esas señales eléctricas llegan a través del nervio
1 óptico ( 2) hasta el cuerpo geniculado lateral del tálamo ( 3 ).
Allí, las fibras del nervio óptico se interconectan con otras
INVESTIGACIÓN Y CIENCIA 57 neuronas cuyos axones llegan a la corteza visual en el lóbulo
FEBRERO 2022
occipital ( 4), donde los estímulos se procesan y se integran
2 para construir imágenes. Los investigadores están investigando
varios métodos para introducir señales de manera artificial en
esta vía óptica (arriba).
Nervio óptico
PREGUNTAS CON RESPUESTA

¿OÍMOS MEJOR
CON LOS OJOS
CERRADOS?
/ GETTY IMAGES / ISTOCK
CRÉDITO FOTO
IEFERPIX

INVESTIGACIÓN Y CIENCIA 58 FEBRERO 2022

¿A
veces cierra los ojos cuan-
do le resulta difícil escu-
char con atención? En si-
tuaciones «acústicamente
exigentes» (durante una
prueba de audición o cuando el teléfono mó-
vil tiene mala cobertura, por ejemplo), muchas
personas creen que cerrar los ojos les ayudará a
oír mejor. ¿Se trata solo de una impresión sub-
jetiva o puede demostrarse este efecto desde
la ciencia? En un estudio publicado en 2020,
científicos del grupo de investigación Cognición
Auditiva, de la Universidad de Lübeck, indaga-
mos la respuesta.
En un principio, cabe pensar que la supresión
de la información visual aumenta la capacidad
de escucha. En la década de 1940, los neurocien-
tíficos descubrieron que las corrientes cerebrales
de las personas que cierran los ojos muestran
a menudo patrones muy similares a los que se
observan durante una escucha atenta. En ambos
casos, aumenta la amplitud de las ondas alfa,
unas ondas cerebrales relativamente lentas (su
frecuencia es de unas diez oscilaciones por se-
gundo), las cuales se relacionan con un estado de
vigilia relajado.
Asimismo, se sabe por numerosos estudios que
este patrón característico surge cuando nuestro
cerebro suprime los estímulos ambientales que
resultan irrelevantes para una tarea determinada
o interfieren en ella. En eso consiste precisamen-
te la escucha atenta, pues hemos de seleccionar
lo esencial y suprimir cualquier distracción. En
este sentido, parece bastante plausible que oiga-
mos mejor con los ojos cerrados.
En nuestro laboratorio, solicitamos a una se-
rie de estudiantes que prestaran atención a una
de dos voces alternantes, masculina o femenina.
En ciertos pasajes debían cerrar los ojos. Median-
te electrodos que habíamos colocado en el cuero
cabelludo de los voluntarios, registramos sus on-
das cerebrales. Durante la escucha atenta, en el
electroencefalograma (EEG) aumentaba la ampli-
tud de las ondas alfa, resultado que esperábamos.
Mas el ascenso y descenso rítmico de las ondas del
cerebro se intensificó cuando cerraban los párpa-
dos. ¿Significaba ello que el rendimiento cognitivo
también aumentaba durante la tarea de escucha?
Contrariamente a la creencia popular, cerrar
los ojos no surtió ningún efecto en la capacidad
para reproducir lo que se había dicho en voz
alta y habían escuchado los participantes. No
recordaban mejor las palabras a las que habían
MENTE Y CEREBRO
La percepción
subjetiva
de la audición
y la audición
objetiva no son
equiparables
prestado atención previamente con los párpa-
dos cerrados que aquellas que habían escucha-
do con los ojos abiertos. Dicho de otro modo,
no lograron concentrarse mejor en lo que decía
la voz que escuchaban.
Otro experimento confirmó tales hallazgos.
En esta ocasión, los participantes debían «fil-
trar» con su oído un tono suave entre el ruido
de fondo general. Los resultados obtenidos con
los ojos cerrados fueron igual de buenos o malos
que cuando mantenía los ojos abiertos.
Aunque nuestros estudios no desmienten que
las personas se enfrentan mejor a ciertas tareas
con los ojos cerrados, revelan que la percep-
ción auditiva subjetiva y el rendimiento audi-
tivo objetivo no son equiparables: al parecer,
nuestra percepción subjetiva intuitiva no refle-
ja necesariamente la realidad.
Si usted es una de esas personas a las que les
gusta cerrar los ojos cuando no escuchan bien,
no se preocupe, continúe haciéndolo. Pero no
espere que su capacidad auditiva mejore.
Malte Wöstmann es científico cognitivo
en la Universidad de Lübeck, donde
estudia los fundamentos de la atención.
PARA SABER MÁS
Eye closure helps memory by reducing cognitive load and enhancing visualisation.
A. Vredeveldt et al. en Memory & Cognition, vol. 39, págs. 1253–1263, 2011.
The effects of eye-closure and «earclosure» on recall of visual and auditory aspects of a
criminal event. A. Vredeveldt et al. en Europe’s Journal of Psychology, vol. 8, n.º 2, 2012.
EN NUESTRO ARCHIVO
Oídos para ver. En www.investigacionyciencia.es, 28 de mayo de 2014.
Mejorar la audición con ruido de fondo. Jillian Kramer en IyC, marzo de 2020.
El cerebro usa filtros, no un foco, para prestar atención. Jornada Cepelewitz en MyC,
n.º 109, 2021.
59 MARZO/ABRIL 2022
CASO CLÍNICO

UNA ALTA
FUNCIONARIA
ACOSADA POR
SUS EMPLEADOS
Grégory Michel | Perfeccionista y brillante, Francisca es ascen-
dida para ocupar un puesto en la administración pública provincial,
pero los nuevos compañeros de trabajo no aprecian sus métodos
y ejercen acoso laboral sobre ella. Para la alta funcionaria es el
principio de un largo descenso a los infiernos

ISTOCK/ PROSTOCK STUDIO

INVESTIGACIÓN Y CIENCIA 60 FEBRERO 2022

U
na mañana, me encontré con un
mensaje un tanto extraño en el
correo electrónico de mi consulta
privada. Una mujer me pedía ase-
soramiento. Su escrito finalizaba
con la frase: «Mi petición no es urgente. Seguro
que tendrá usted pacientes que requieren más
ayuda que yo; no quiero ocupar el lugar de una
persona que le necesite de verdad». Esa par-
ticular forma de concertar una cita reflejaba,
por un lado, la necesidad de ser recibida; por
otro, el temor a ello.
Dos semanas después, se presentó a mi con-
sulta una mujer menuda, frágil y encogida sobre
sí misma. Como si estuviera ausente, se sentó en
la sala de espera. Posó la mirada en el vacío de la
biblioteca frente a ella. Al pronunciar su nom-
bre, se giró despacio hacia mí. A continuación,
se levantó silenciosa y atravesó el pasillo como
si fuera un robot o, más bien, un zombi. «Desvi-
talizada», pensé.
Al límite de sus fuerzas
Con un suspiro profundo, se desplomó sobre el
asiento que le ofrecí. Debía tener unos sesen-
ta años de edad, estimé. Parecía estar al borde
de sus fuerzas. Tenía las mejillas hundidas, la
frente arrugada, la mandíbula tensa, las fac-
ciones cansadas, la piel pálida y unos pliegues
de amargura en la comisura de los labios. Una
mirada inexpresiva apenas se colaba entre sus
párpados caídos. Con una postura que denota-
ba angustia, juntó las palmas entre las piernas.
Francisca tenía 54 años, pero su forma de
vestir pasada de moda (americana clásica, fal-
da gris marengo, sin color ni fantasía) la hacía
parecer mayor. Sus palabras se me antojaron
un eufemismo. «Como le explicaba por correo
electrónico, doctor, llevo un tiempo pasando
por una etapa difícil. Me está costando saber
en qué punto de la vida me encuentro, sobre
todo profesionalmente.»
Tardó varios minutos en evocar, de forma ne-
bulosa, un sufrimiento sin rostro, una angustia
existencial en la encrucijada de diferentes mo-
mentos de su vida. Al principio no entendí muy
bien su problema. Luego, de repente, añadió:
«Estoy tomando antidepresivos y somníferos
porque no puedo dormir. Además de ansiolí-
ticos cuando la angustia es muy fuerte. Pero
siento que tengo que tratarme de otra forma.
Esto está durando ya demasiados años.»
Hasta la segunda sesión, Francisca no me
aclaró por fin el verdadero motivo de su pade-
cimiento. «Doctor, no me atrevo a contar lo que
ha pasado en mi trabajo. Me da vergüenza, mu-
cha vergüenza. Me han culpado de ejercer acoso
moral. Sé que usted no juzga a sus pacientes,
pero me siento humillada.» Mientras tomaba
notas, averigüe la causa que le originaba tanto
daño: la acusación hacia ella había ido demasia-
do lejos. Se la denunció con consecuencias muy
perjudiciales en el ámbito profesional. Incluso
el magistrado solicitó un informe psicológico de
su persona. ¿Qué había pasado?
Una vida consagrada al trabajo
Francisca era una alta funcionaria en una im-
portante administración pública de Francia.
Después de trabajar muchos años en ese
puesto, ocupó responsabilidades múltiples.
No tenía hijos y hacía nueve años que mante-
nía una relación sentimental con un hombre.
«Cristóbal y yo estamos juntos, pero cada

EN SÍNTESIS

Francisca, una alta funcio-
naria perfeccionista, autoexi-
gente y trabajadora, ve cómo
su exitosa vida profesional
sufre un duro revés cuan-
do la ascienden y trasladan a
otro departamento. Los nue-
vos compañeros de trabajo
no aceptan sus métodos y la
culpan de acoso moral.
Sin embargo, no es ella la
acosadora, sino que son el
resto de empleados e inclu-
so sus superiores los que se
ponen en contra suya y obs-
taculizan su trabajo. La nin-
gunean, critican y acusan de
manera injustificada. Francis-
ca es víctima de mobbing o
acoso colectivo.
En el acoso colectivo, la víctima es
agredida psicológicamente por parte
de sus compañeros durante un largo
período (al menos seis meses). Los
instigadores buscan eliminar a esa
persona, que pasa a convertirse en
«su blanco». Muchos afectados aca-
ban sufriendo trastorno por estrés
postraumático y depresión, como en
el caso de Francisca.

MENTE Y CEREBRO 61 MARZO/ABRIL 2022


El trabajo se
convirtió para ella
en una forma de
terapia. Empezaba
la jornada laboral
temprano por
la mañana y
terminaba tarde
uno vive en su casa. Me va muy bien así»,
me explicó. No quería comprometerse más.
Parecía bastante decepcionada, ya que había
sufrido mucho tras la ruptura con su antigua
pareja, Iván, con el que convivió casi veinte
años. «No estábamos casados, pero formába-
mos una familia. Él tenía dos hijos de su pri-
mer matrimonio y yo los consideraba como
míos. Fue Iván quien lo dejó. Se me hizo muy
duro. No he vuelto a tener noticias de los ni-
ños, aunque los crié yo.»
La separación dejó huellas profundas en
Francisca. «Me sentí traicionada cuando Iván
me contó que había conocido a otra mujer.
Menos mal que me apoyó mi hermana y que
contaba con mi trabajo», continuó. Francisca
se volcó en cuerpo y alma en su vida profe-
sional. Desde entonces, se distanció de su
hermana y de su familia en general. Durante
toda la infancia había estado muy unida tanto
a su hermana mayor como a su madre. «Mi
padre, militar del ejército del aire, estaba poco
en casa. Por eso, nosotras tres compartíamos
muchas cosas», me dijo.
Ausente pero duro
El padre, aunque ausente, tuvo una gran in-
fluencia en la carrera de su hija menor. «Me
llevaba muy bien con él y me empujó a que
realizara estudios largos. Era duro y exigente.
Quizás yo haya heredado eso de él.» Francis-
ca se describió a sí misma como muy volunta-
riosa, trabajadora y ambiciosa. De hecho, tras
superar un curso preparatorio, destacó como
estudiante en una universidad de renombre.
MENTE Y CEREBRO
Cuando se graduó, ingresó en una administra-
ción pública relevante.
El fallecimiento de su padre, hacía quince años,
fue un trauma de enorme peso para ella. Y lo
seguía siendo. «Lo implicaba mucho en mis
elecciones profesionales. Siempre me aconseja-
ba y me animaba a tomar mayores responsa-
bilidades. Le debo mucho respecto a mi éxito.
Su desaparición me dejó desamparada durante
muchos meses. Sufrí depresión. Mi médico me
recetó antidepresivos. Ninguno de mis compa-
ñeros de trabajo lo sabía. Nunca dejé de traba-
jar», relató.
El trabajo se convirtió para ella en una
forma de terapia, según describió. Trabajaba
mucho, se encargaba de numerosos proyectos,
multiplicaba sus responsabilidades, empezaba
la jornada laboral temprano por la mañana y
terminaba tarde. «Me llevaba trabajo a casa.
A menudo me quedaba delante del ordenador
o pendiente del teléfono para responder a los
correos electrónicos y me volvía a poner con
los documentos después de cenar. La mayoría
de los fines de semana los dedicaba a trabajar.
Viéndolo con perspectiva, me doy cuenta de
que realizaba un trabajo enorme. Mis superio-
res me animaban y valoraban todo lo que con-
seguía. Me sentía fuerte, poderosa y todas mis
angustias desaparecían detrás de ese mar de
actividades», relató. No entendía a los compa-
ñeros de trabajo que se quejaban; menos aún
a los que dejaban de trabajar por enfermedad.
«Yo, en más de treinta años de carrera, nunca
he parado. Estaba orgullosa de ello, pero no
veía hasta qué punto era mucho, demasiado.»
La actividad laboral para llenar el vacío
La paciente había forjado una relación particu-
lar con su trabajo, la cual se tornó patológica
bajo el disfraz de realización y éxito. Se impo-
nía estándares de rendimiento elevados, muy
apreciados por sus superiores y valorados por
los directores de la administración. A menudo
la ascendían, pues su cultura de excelencia, ya
presente en la familia a través de su padre, se
reforzaba con el ambiente profesional. La ocu-
pación laboral se convirtió en el centro de su
vida. Pero el último ascenso acabó transfor-
mándose en crítico y decisivo: se convirtió en
el germen de su derrumbamiento.
Francisca se trasladó de París a una ciudad
de provincias para dirigir un nuevo departa-
mento que acababa de ser reestructurado y
62 MARZO/ABRIL 2022

contaba con unos sesenta empleados. «Me
impliqué de lleno en el trabajo. Debía llevar el
departamento, porque soy rigurosa y me entre-
go. Tuve que gestionar la reorganización y cam-
biar la función de algunos trabajadores. Pero
no tuve suficientemente en cuenta la tradición
del departamento y su historia. Yo, que venía de
París y era una extraña en el lugar», explicó.
Rápidamente, se dio cuenta de que la adap-
tación iba a resultar complicada, con muchas
resistencias: «Enseguida me hicieron compren-
der que yo no era de allí y que sus costumbres
eran distintas. Pero pensé que era cuestión de
tiempo. Como tenía el apoyo de mi director,
no me preocupé». Sin embargo, al cabo de los
meses, empezó a percibir pequeñas señales de
hostilidad por parte de algunos empleados a su
cargo, actitud que se fue extendiendo a casi to-
dos los compañeros de trabajo. «Tardé tiempo
en entenderlo. A veces me reprochaban la carga
de trabajo que yo imponía, pero de la cual no
era totalmente responsable, pues me lo exigían
desde dirección», se defendía. De hecho, su di-
rector le impuso remodelar el departamento y
optimizarlo, lo cual implicó decisiones de ges-
tión en ocasiones difíciles. «La dirección debe-
ría haberme apoyado más. Pero los responsables
cerraban los ojos. Solo tenían en cuenta los re-
sultados», lamentaba.
MENTE Y CEREBRO
ISTOCK/ VICHAKORN
El departamento se rebela
Pasado un año de su llegada, el ambiente gene-
ral se degradó. La tensión en las reuniones iba
en aumento y algunos trabajadores se mostra-
ban menos profesionales con el paso del tiem-
po. «Eso me irritaba. En las reuniones, todos
cuestionaban mis decisiones y se oponían a
ellas. Tampoco llevaban a cabo sus tareas. Inter-
cambiaban miradas insistentes y mostraban su
desacuerdo. Cada vez me sentía más desvalori-
zada en mi cargo.»
Mientras la situación empeoraba, aunque
no se producía ningún incidente destacado,
Francisca siguió escudándose en el silencio. No
informó a sus superiores de lo que estaba su-
cediendo en su departamento. Pero todo se pro-
pagó muy deprisa y mucho más allá de sus jefes
directos; incluso llegó a la dirección. Un vier-
nes por la tarde, los directivos la citaron para
una reunión el lunes a las nueve de la mañana.
Fue una situación violenta: «Recibí ese mensa-
je cuando me hallaba en un encuentro fuera de
las oficinas de mi administración. Comprendí
de inmediato que sucedía algo. Todo el fin de
semana me sentí en peligro, sin saber por qué.»
El lunes por la mañana se presentó a la cita.
La presencia del director de recursos humanos
no dejaba lugar a dudas; algo pasaba. «Cinco
compañeros habían presentado un expediente
63 MARZO/ABRIL 2022

«Estaba
avergonzada y me
sentía culpable,
como si hubiera
cometido un delito,
un crimen, cuando
yo era la víctima»
con cargos contra mí. El golpe de gracia llegó
cuando el director me anunció que habían in-
terpuesto una denuncia contra mí por acoso
moral.» Francisca estaba en el punto de mira.
Salió de esa reunión completamente atur-
dida y asustada. A partir de ese día empezó su
descenso a los infiernos. «Todo se derrumbaba.
Aunque me defendía, nadie me creyó. Todo el
mundo me volvió la espalda», recuerda. Sus
cinco compañeros habían orquestado de forma
magistral un proyecto de «exterminio» y divul-
gaban rumores horribles sobre ella. La descri-
bían como «una gestora colérica, sin empatía y
autoritaria» que acosaba a sus empleados. Pero
ninguna de esas acusaciones tenía fundamento.
Más adelante, Francisca se enteró de que en
los intercambios de correos electrónicos de sus
compañeros, uno de ellos incluso la tachaba
de criminal: «Si pasa algo en el departamento
[un suicidio, se sobreentiende], la acusaré de
ser una asesina». Con todo, la acusada no se dejó
avasallar. Luchó por demostrar su inocencia. No
obstante, cada vez se acumulaban más elementos
de hostilidad.
«Tenía todo en mi contra. Alegaban antiguos
incidentes, algunos de los cuales ni siquiera me
concernían, pues todavía no era yo la responsa-
ble. Hasta me reprocharon insultar a mis com-
pañeros y amenazar a uno de ellos con el despi-
do, ¡lo cual era totalmente falso!».
Mentiras y traiciones
También me explicó una anécdota importante
que aconteció tras una reunión tensa, aunque sin
violencia física ni verbal: «Al terminar la reunión,
uno de mis compañeros se dirigió a urgencias
para que corroboraran con un certificado mé-
MENTE Y CEREBRO 64
dico que se encontraba en estado de shock por
los insultos degradantes que había recibido».
Pero no se profirió ningún insulto. Francisca le
comentó simplemente que debía modificar su
forma de trabajar para cumplir los objetivos.
Cuando él levantó el tono de voz, ella se limitó
a decirle con mucha firmeza: «No estamos en
un gallinero».
Este incidente llegó a oídos de toda la admi-
nistración y se utilizó en contra de Francisca:
había realizado unas declaraciones insultantes
que representaban un ataque a la «dignidad
humana». Desde ese momento, la desprecia-
ron. «Visto desde la perspectiva, estoy segu-
ra de que esas personas querían provocar mi
enfado. Sabían perfectamente que me gusta el
trabajo bien hecho y cumplir los plazos, que
soy perfeccionista y que puedo perder la calma.
Eso es lo que pasó. ¡Lo consiguieron!.»
Al cabo de varios meses, las consecuencias
de la denuncia fueron terribles. «Vivía en per-
manente ansiedad. No pasaba ni una noche
sin despertarme», me explicó. Lloraba mucho,
en silencio, en su lugar de trabajo y en casa,
pero nadie lo sabía. «Me sentía extremadamen-
te infeliz. Y continúo siendo infeliz. Nadie me
apoyó. Tenía que haberse aplicado un procedi-
miento de mediación. No pensé en cambiar de
trabajo y dedicarme a otra cosa, pues estaba
convencida de que todo se arreglaría».
Las humillaciones indirectas y las traiciones
fueron en aumento y se repetían, hasta el punto
de convertirse en habituales, incluso casi rutina-
rias para todos. «Sucedió muy deprisa. De cinco
personas pasó al departamento entero. Tenía se-
senta trabajadores en mi contra; luego, a toda la
administración. ¡Era horrible!». Se generalizó la
negativa a la comunicación, así como la distorsión
de los hechos. Las actitudes degradantes hacia ella
se multiplicaron, se difundieron rumores que in-
cluso sobrepasaban la esfera profesional y afecta-
ban a su vida privada. Se organizaron reuniones
secretas para decidir sobre el «caso de Francisca»
basándose en las acusaciones, pero sobre todo en
su personalidad e incompatibilidad con el entorno
profesional. Le redujeron las responsabilidades,
sus tareas perdieron todo sentido y eran muy infe-
riores a sus capacidades profesionales. Cuando, en
un atisbo de esperanza, pidió a sus superiores que
la ayudaran a encontrar el sentido de su trabajo y
le dieran tareas adaptadas a su puesto y cualifica-
ción, la dirección le propuso que trabajara en un
proyecto quimérico. Un simple entretenimiento.
MARZO/ABRIL 2022

ISTOCK/ FIZKES
Aislamiento e ideas de suicidio
«Fue muy denigrante, incluso humillante, so-
portar todo aquello. No conseguía aceptar que
la dirección me había abandonado, después de
todo lo que había dado por ella», lamentaba.
De manera progresiva, Francisca se volvió in-
sípida, inexistente, y al poco tiempo se aisló.
«En unos meses me convertí en un auténtico
fantasma. No solo ya no tenía nadie a mis ór-
denes, sino que nadie me hablaba. Estaba
desorientada, asustada.» Con miedo en el es-
tómago, sin saber por qué, llegaba a su puesto
de trabajo y se encerraba en el despacho ante el
temor de cruzarse con algún compañero. «Me
rechazaban y me abocaban al ostracismo. Pero
yo misma contribuía a mi aislamiento. Estaba
avergonzada y me sentía culpable, como si hu-
biera cometido un delito, un crimen. Pero la
víctima era yo. Me inculpaban de acoso, ¡pero
la acosada era yo!»
Su autoestima se desvaneció con rapidez.
Dudaba de sus competencias. Poco a poco fue
perdiendo la dignidad. Pensaba en acabar con
su vida. «No me quedaba ningún motivo por
el que vivir. Me había entregado por completo
a mi trabajo y ya no tenía familia. Entonces,
¿qué sentido tenía vivir?» Recordó aquel largo
y espantoso fin de semana, en el que el domin-
go por la mañana, sentada en la cama tras un
insomnio interminable, pensó en suicidarse to-
mando medicamentos. Pero un SMS de Cristó-
bal, su pareja, la sacó de esa espiral mortífera.
«Sin ese mensaje de cariño no sé si aún segui-
ría aquí», me reveló.
MENTE Y CEREBRO
Intentó recomponerse
durante muchos meses,
sobre todo con la ayuda
de un psicólogo experto
en la técnica terapéuti-
ca de desensibilización y
reprocesamiento por mo-
vimiento ocular (DRMO)
[véase «Fijar la mirada
para tratar los traumas»;
Mente y Cerebro, n.o 84,
2017]. «Tenía muchas
imágenes en la mente,
flashes, y ya no podía ir a
trabajar sin sentir miedo.
Mi sueño estaba salpicado
de pesadillas y me desper-
taba muchas veces». La
psicoterapia, junto con los antidepresivos, resul-
tó muy eficaz para los síntomas de estrés pos-
traumático (TEPT) de Francisca, quien siguió
trabajando en la misma administración.
Una larga reconstrucción postraumática
Durante el tratamiento tuvo lugar el proceso
judicial. Al cabo de varios meses, le pidieron
que se sometiera a un examen psicológico.
«Fue un verdadero calvario. Estaba empezan-
do a mejorar, pero temía tener que volver a
hablar de todas esas acusaciones y, sobre todo,
me daba miedo que me condenaran. Sabía que
no había hecho nada, pero ignoraba lo que po-
nía en el expediente. Creo que los testimonios
de los compañeros con los que había traba-
jado en otros departamentos me beneficiaron
mucho, así como otros elementos del expe-
diente que, según me dijo el abogado más tar-
de, demostraron ser pobres e insignificantes»,
detalló Francisca.
El examen psicológico también aportó da-
tos a su favor. Revelaron que mi paciente tenía
una personalidad de tipo ansioso y rigidez psi-
cológica, lo que la llevaba a mostrarse exigente
consigo misma, en especial en el ámbito profe-
sional, y manifestar honestidad y gran fideli-
dad hacia sus superiores. Asimismo, el informe
recogía que seguía presentando síntomas (re-
siduales) de TEPT, sobre todo síntomas de in-
trusión: recuerdos de varios sucesos (antiguas
reuniones con sus compañeros o con la direc-
ción, entre otros) invadían con regularidad su
pensamiento sin que ella pudiera controlarlo.
Todo afectaba de manera negativa a su estado
65 MARZO/ABRIL 2022
MOBBING O ACOSO COLECTIVO
DEFINICIÓN E HISTORIA
El término mobbing se refiere general-
mente al acoso, pero la palabra ingle-
sa significa también «atacar, maltratar,
asediar» (del verbo to mob), a la vez
que «multitud, manada» (por el sus-
tantivo mob). Así pues, mobbing de-
fine una forma particular de acoso: el
acoso colectivo.
El etólogo austríaco Konrad Lorenz
(1903-1989) fue el primero en utilizar
este término en 1963 para calificar la
agresión de un grupo de animales, por
lo general pequeños y débiles, hacia
otro más fuerte y grande.
Unos años más tarde, también en la
década de 1960, Peter Paul Heinemann
(1931-2003), médico sueco, exportó este
término a la psicología humana para
designar actitudes intimidatorias du-
rante un período prolongado por parte
de un grupo de personas hacia otro
congénere, quien se convierte en «el
blanco» y que, por lo general, suele
ser un niño o un trabajador. El mob-
bing se caracteriza por ser colectivo
y, sobre todo, organizacional. Según
Heinemann: «El mobbing designa una
relación conflictiva en el lugar de traba-
jo, tanto entre compañeros como entre
superiores y subordinados. La perso-
na acosada, la víctima, es agredida de
forma reiterada durante un período de
al menos seis meses. El objetivo es
excluir a dicha persona». Por tanto, se
trata de un proceso grupal, concerta-
do, violento e intencionado que busca
eliminar a un empleado, a un compa-
ñero, que pasa ser a «su blanco». Ève
Seguin, profesora de Ciencias políticas
y Sociología de la Universidad de Que-
bec en Montreal, explica que primero
se condena al compañero y luego se
crean las pruebas de «culpabilidad»
para poder eliminarlo.
Heinemann distingue varias formas de
mobbing o acoso colectivo:
Mobbing horizontal o entre iguales:
Es el más importante. Se trata de los
casos en los que la víctima es agredi-
da por los compañeros directos, de su
mismo nivel jerárquico.
Mobbing ascendente: Se refiere a los
casos en que varios subordinados ejer-
cen conductas intimidatorias hacia su
responsable jerárquico.
Mobbing descendente: Designa los
casos en los que varios superiores se
comportan de forma intimidante y vio-
lenta con un subordinado.
TIPOS DE ACOSO
En el acoso colectivo se utilizan dos ti-
pos de agresión, según define Seguin:
una centrada en el trabajo de la vícti-
ma y otra dirigida contra su persona.
Contra el trabajo. Se trata de convertir
la actividad profesional del acosado
en un calvario: sufre la descalifica-
ción constante del trabajo realizado;
se le encargan tareas muy inferiores
a sus competencias o imposibles de
finalizar dentro de plazo; se le asignan
proyectos irrealizables o nuevos traba-
jos inexistentes; no se le convoca a las
reuniones importantes; se le excluye
de los comités con responsabilidades;
se listan equivocaciones, errores y se
difunden ampliamente; se rechazan los
ascensos; se retiene o manipula in-
formación necesaria para que pueda
efectuar el trabajo, etcétera.
Contra la persona. Estas técnicas se
utilizan sobre todo cuando al principio
no existen reproches ni defectos en el
ámbito laboral. El abanico es muy va-
riado. Sobre todo consiste en emplear
una comunicación no ética o negativa,
como subraya Heinemann: acusaciones
injustificadas, ruptura de la comunica-
ción, humillaciones en público, impu-
tación incesante de errores, rumores y
miradas de confabulación. «El blanco»
se convierte, señala Seguin, en una «no
persona», lo cual explica el paralelis-
mo establecido por algunos expertos
entre mobbing y genocidio.
INFLUENCIA DE LA
ORGANIZACIÓN
Se extiende a toda la organización. El
mobbing suele comenzar en el entorno
profesional próximo al objetivo. Des-
pués, los rumores llegan al resto de de-
partamentos. Todo el mundo se implica
de forma activa o pasiva alimentando
chismorreos y rompiendo los lazos con
«el blanco». La presión de grupo, la in-
diferencia afectiva y el miedo de correr
la misma suerte que el objetivo refuer-
zan y legitiman el mobbing.
Participación de la dirección. Cuando
el mobbing alcanza al conjunto de la
organización, el acosado se convierte
en un «caso» conocido y un problema
que hay que resolver. La implicación
de la dirección y de recursos huma-
nos, como destaca Seguin, aumenta
el impacto de este tipo de acoso, con
dos consecuencias: la dirección, re-
cursos humanos o incluso comités ad
hoc para la prevención del acoso y el
bienestar en el trabajo ayudan a crear
el expediente de cargos. El uso de he-
chos falsos y la creación de pruebas a
veces dan lugar a sanciones discipli-
narias y se culpabiliza al objetivo para
convencerlo de que el problema pro-
cede de él. Las tentativas de ayuda (por
ejemplo, reuniones «amistosas» con los
acosadores o la mediación) a menudo
fracasan porque se niega la realidad
de la violencia padecida. Por lo gene-
ral, la consecuencia en el sector pri-
vado es la expulsión del «objetivo»;
en la administración pública, el im-
pedimento de avanzar en la carrera
profesional, una baja prolongada por
enfermedad, la dimisión, la jubila-
ción anticipada o la marginación del
trabajador. Puede suceder en todos
los ámbitos profesionales: en el sec-
tor empresarial, en el académico y en
la administración.
EJEMPLOS DE CONDUCTAS
Impedimento de expresión. Los com-
pañeros interrumpen a la víctima con-
tinuamente, critican su trabajo y vida
privada, la amenazan de forma verbal
(rara vez por escrito, ya que de ese
modo dejan rastro), rechazan el con-
tacto (miradas y gestos de rechazo) e
ignoran su presencia (por ejemplo, di-
rigiéndose solo a terceros).
Aislamiento. Los acosadores dejan
de hablarle, no le responden y presio-
nan a los compañeros para que no le
dirijan la palabra. La dirección puede
atribuirle un puesto laboral que aleja y
aísla a la víctima de sus compañeros.
Desconsideración delante de los com-
pañeros. Se calumnia al acosado, se le
insulta, se provoca que se equivoque,
se ridiculiza su trabajo y vida privada, se
lanzan rumores sobre su persona o se in-
sinúa que padece un trastorno psiquiá-
trico o una personalidad incontrolable.
Se cuestionan sus decisiones.
Desacreditación en el trabajo. Los su-
periores pueden dejar de confiar ta-
reas a la víctima, limitarla a trabajos
inútiles o absurdos e inferiores a sus
competencias. De manera reiterada
se le dan actividades nuevas sin que
estas existan o se le ofrecen trabajos
muy superiores a sus competencias
con el fin de desacreditarla.
Riesgos para la salud. También pueden
darse amenazas de violencia o agre-
siones (físicas, sexuales o psicológi-
cas), actos de vandalismo en el lugar
de trabajo, encargarle tareas peligro-
sas, etcétera.
CONSECUENCIAS
Para la víctima: Estrés, ansiedad, ago-
tamiento con riesgo de depresión y
trastorno de estrés postraumático, e
incluso, suicidio.
Para la organización: Costes directos
derivados del descenso de productividad
relacionado con la insatisfacción y la fal-
ta de implicación de la persona y de sus
compañeros de trabajo, un alto absen-
tismo y una pérdida de competencias
de la víctima.

En el acoso colectivo, los instigadores
buscan eliminar a un empleado, quien
se convierte en «su blanco».
de ánimo. De ahí los síntomas de depresión y
los pensamientos suicidas. Además, los psicó-
logos constataron que presentaba comporta-
mientos de evitación hacia lo que le recordaban
determinadas situaciones o lugares. De acuer-
do con el informe, se aconsejó que continuase
con el tratamiento DRMO y los antidepresivos.
En busca de las causas
Tras muchos meses de proceso judicial, Fran-
cisca fue declarada inocente. El expediente del
caso se describió como vacío, ya que las alega-
ciones de los demandantes no eran suficiente-
mente concluyentes para probar una culpabili-
dad de esa índole. Pero las consecuencias para
su salud mental fueron tremendas. Aunque los
síntomas de TEPT y depresión se habían ate-
nuado de manera considerable, seguía sintién-
dose muy frágil. «Si he venido a verle es para
entender todo lo que ha pasado y empezar des-
de cero, porque siento que todavía sigo atra-
pada en esta historia. El futuro me da miedo
y he perdido por completo la confianza en mí
misma», me explicó.
El relato de su historia profesional resultó
muy útil, tanto para mí como para ella. Retoman-
do varios de los elementos y datos que habíamos
analizado durante las sesiones, la paciente tomó
mayor consciencia de la realidad que había vivi-
do. «He leído muchas cosas sobre el acoso moral
y, obviamente, no me considero una acosadora,
MENTE Y CEREBRO
ISTOCK/IBREAKSTOCK
aunque me hayan hecho pasar por eso. Al fin y al
cabo, ¡es a mí a quien acosaron!»
Gracias al caso de Francisca descubrí una
forma de mobbing o acoso colectivo en el ám-
bito laboral difícilmente detectable, muy
malicioso (la paciente tardó mucho tiempo
en identificar a los autores y, aún más, al
instigador principal) y con el objetivo de eli-
minar de manera deliberada a un empleado
(«el blanco»), quien constituye un estorbo
para los intereses de los demás (los acosa-
dores). El funcionamiento extremadamente
perverso del acoso colectivo se apoya en lo
que Francisca vivió: convertir a los agreso-
res en víctimas y a la víctima en agresor. A
ello se sumó la pasividad por parte la admi-
nistración y la dirección.
Una víctima sin ninguna posibilidad
Francisca comprendió desde el principio que,
hiciera lo que hiciera, era un blanco al que
abatir y que los intereses del compañero hos-
tigador, peligraban por su llegada: tras las
acusaciones de los empleados se escondían
las de uno de ellos, que quería su puesto. Este
instigador y, después los acosadores, puso en
marcha una estrategia diabólica que no deja-
ba ninguna posibilidad a la acosada. Escudán-
dose detrás de una amenaza para la salud y
el bienestar laboral, emprendieron una cam-
paña de descalificación y exterminio hacia la
67 MARZO/ABRIL 2022
«empleada modelo», que sería sacrificada,
como ella misma describió, «en el altar de la
diosa Ápate» (diosa del engaño, la traición y
la deshonestidad en la mitología griega).
En el momento en el que me encargué del
seguimiento psicológico de Francisca, los di-
rectivos de su departamento llevaron a cabo
algunos cambios profesionales. La apartaron
de todas las responsabilidades, sus detractores
ganaron y el rival asumió las funciones que ha-
bía ejercido ella hasta entonces. Francisca pasó
a trabajar dos días a la semana en la dirección
nacional de su administración, en París, y otros
tres teletrabajaba desde casa. Según le indicó
cínicamente la dirección, en la era de la «ges-
tión empática» es más fácil «trasladar a una
persona que a cinco o incluso a sesenta».
Al principio, Francisca contempló la posibi-
lidad de recurrir a los tribunales con el fin de
que se reconociera su condición de víctima y
pudiese reconstruir su vida. Pero se dio cuenta
de que iba a seguir agotándose y que no era la
mejor solución.
El análisis de los engranajes del mobbing y
la descomposición de este proceso de destruc-
ción perverso que realizamos juntos durante
las sesiones la ayudaron a comprender que
nunca sería reconocida como víctima y que no
recuperaría su lugar de trabajo en la adminis-
tración. Los directores no le prestarían la con-
sideración que ella esperaba. Parafraseando
a Nelson Mandela: «Cuando has luchado tan
duro para volver a ponerte de pie, nunca vuel-
vas con los que te han hundido». Durante una
de nuestras sesiones, Francisca decidió que
todo había terminado. Hizo el duelo de una
parte de su vida profesional y se propuso vivir
una vida fuera del trabajo.
La única solución: marcharse
En la actualidad, Francisca ha dejado su puesto
en la administración provincial y ha regresa-
do a trabajar en París. Continúa en la misma
MENTE Y CEREBRO
administración, pero ya no ocupa un cargo de
responsabilidad. Tampoco mantiene contacto
alguno con sus excompañeros de trabajo ni
con sus antiguos directivos. Ha solicitado un
empleo a media jornada, lo cual le deja tiem-
po para disfrutar de otras satisfacciones de la
vida. También ha consolidado su relación con
Cristóbal, con quien ahora convive.
Pero continúa siendo frágil. Tiene que vivir
con la violencia que sufrió, la interposición de
la denuncia y la falta de apoyo por parte de
sus superiores. Todo eso nunca lo olvidará. Solo le
queda aceptarlo y vivir de otra manera. Nues-
tras citas de psicoterapia se han espaciado, pero
todavía son necesarias. Aunque parece haberlo
superado, es vulnerable. ¿Cuántas otras per-
sonas acosadas son marginadas, maltratadas,
desvitalizadas y viven en el miedo sin saber
que, en realidad, las víctimas son ellas?
Grégory Michel, es profesor de psicología clínica
y psicopatología en la Universidad de Burdeos,
investigador en el Instituto de Criminología y Justicia,
psicólogo y psicoterapeuta con consulta propia y
perito para los tribunales.
PARA SABER MÁS
Bullying in the workplace: Definition, prevalence, antecedents and consequences.
S. B. Matthiesen y S. Einarsen en International Journal of Organization Theory & Behavior,
vol. 13, págs. 202-248, 2010.
Workplace aggression: The effects of harassment on job burnout and turnover intentions.
S. Deery et al. en Work, Employment and Society, vol. 25, págs. 742-759, 2011.
Mobbing, ou l’extermination concertée d’une cible humaine. E. Seguin, en Acfas Magazine,
septiembre 2016.
Bullying and mobbing in academe: A literature Review. C. Prevost y E. Hunt
en European Scientific Journal, vol. 14, art. 15, 2018.
EN NUESTRO ARCHIVO
Efectos del acoso laboral. B. Moreno Jiménez y Alfredo Rodríguez Muñoz, en MyC, n.º 40, 2010.
Acoso en el trabajo. David González y José L. Graña Gómez en MyC, n.º 43, 2010.
68 MARZO/ABRIL 2022
TERAPIASECCIÓN

DROGAS
TÍTULORECREATIVAS
FRENTE AL TRAUMA
Autor | Subtítulo

Corinna Hartmann | El MDMA, sustancia

que contiene el éxtasis, puede mejorar de forma
notoria el efecto de la psicoterapia en los casos
de trastorno por estrés postraumático

STRELOV / STOCK.ADOBE.COM
U
na ventana al alma. Con es-
tas palabras definió el químico
Alexander Shulgin la llamada
3,4-metilendioximetanfetamina
(MDMA) tras fabricarla en su la-
boratorio y experimentar sus efectos él mismo
junto con sus amigos. La sustancia se convirtió
en su droga favorita. Aunque se conocía desde
1912, su recorrido como droga se inició en la
década de 1960; poco después se generalizó el
término «éxtasis» para denominar las pastillas
cuyo componente principal es el MDMA.
A finales de la década de 1970, algunos
expertos utilizaban esta sustancia como tra-
tamiento complementario de la psicoterapia.
Los partidarios de la psicoterapia psicolítica
estaban convencidos, y lo siguen todavía hoy
en día, de que las sustancias psicoactivas ge-
neran un estado de consciencia en el que las
personas se manifiestan más receptivas a la
labor terapéutica. Algunos de esos profesio-
nales habían experimentado con LSD hasta
que lo prohibieron, y vieron el MDMA como
una alternativa. Pero en 1986 se le puso punto
final a esa idea: antes de que pudiera investi-
garse el potencial terapéutico de la droga, se
prohibió en casi todo el mundo.
No obstante, como es bien sabido, la his-
toria no termina aquí. En los años noventa, el
éxtasis se convirtió en la droga por excelencia
de la cultura tecno. El MDMA reduce la sensa-
ción de cansancio y permite a quienes están de
fiesta pasarse la noche bailando. Su efecto esti-
mulante se parece al de la anfetamina, aunque
hay otros aspectos en los que se diferencian: el
MDMA es un entactógeno (literalmente, «en-
tra en contacto con el interior»). Después de
consumirlo, tarda unos 30 minutos en hacer
reacción y su efecto dura entre cuatro y seis
horas. Además de acelerar el ritmo cardíaco,
intensifica las emociones de quienes lo consu-
men y les causa una sensación de euforia.
El MDMA también favorece la disposición
a centrarse en la propia vida interior, a prestar
atención a los demás y a establecer contacto con
ellos. Muchos usuarios hablan de conversaciones
particularmente de confianza y profundas tras
consumir la droga. Además, se sienten más rela-
jadas que cuando no han consumido nada. En un
estudio llevado a cabo por el equipo de Gillinder
Bedi, de la Universidad de Melbourne, los partici-
pantes se mostraron más afectivos tras consumir
MDMA. Sin embargo, presentaban más dificul-
tades para interpretar las expresiones de miedo
en la cara de otras personas en comparación con
los participantes que habían recibido un placebo.
Según comprobaron en una investigación Cédric
Hyek, quien por entonces trabajaba en la Uni-
versidad de Basilea, y su grupo, las personas que
consumían la sustancia también obtenían mejo-
res resultados a la hora de reconocer emociones
positivas (entre ellas, amabilidad o alegría) cuan-
do les mostraban imágenes de la zona de los ojos.
Las miradas hostiles, en cambio, las percibían
con menor intensidad. Al parecer, el éxtasis nos
hace ver todo de color de rosa.
Justamente por ese motivo, dicha droga re-
sulta tan interesante para la práctica de la psi-
coterapia. En las primeras investigaciones con
pacientes que presentaban traumas ya demos-
tró ser muy prometedora. Pero en estos casos
el MDMA no se usa como único tratamiento,
sino como catalizador para la conversación de
la psicoterapia. En teoría, bajo la influencia de di-
cha sustancia la terapia surte especial efecto,
pues favorece que los pacientes se abran y se
relajen, efecto que les puede ayudar a procesar
la experiencia traumática y volver a tener con-
fianza en ellos mismos y en los demás.
Cuando el trauma no sana
El trastorno por estrés postraumático (TEPT)
se presenta como consecuencia de una expe-
riencia extrema que traumatiza a una perso-

EN SÍNTESIS
Las personas que han vivido un
trauma grave deben superar los
miedos que ha generado esa ex-
periencia para tratar su trastorno
psicológico.
Suele ser doloroso y en mu-
chos casos difícil sobreponerse
de una vivencia traumática me-
diante las estrategias de terapia
habituales.
La administración de MDMA
puede facilitar el proceso. Di-
cha droga actúa como «facili-
tador» social y ayuda a enfren-
tarse al miedo.

MENTE Y CEREBRO 70 MARZO/ABRIL 2022

na a largo plazo. No obstante, no todo lo que
consideramos «trauma» en el lenguaje colo-
quial es un trauma en términos psiquiátricos.
Según el actual Manual diagnóstico y estadís-
tico de los trastornos mentales (DSM-5), los
posibles desencadenantes de un trauma son
cualquier amenaza que pueda resultar mortal,
un traumatismo grave o la violencia sexual.
Esas experiencias puede haberlas vivido di-
rectamente la persona afectada, presenciado
como testigo o haberse enterado a posteriori
de que le ha sucedido a una persona impor-
tante para ella. Si se trata del fallecimiento
de un ser querido, según el DSM-5, el diag-
nóstico de trauma solo es aplicable cuando
la muerte se ha producido en un accidente o
de manera violenta. También se considera un
acontecimiento potencialmente traumático la
confrontación reiterada con sucesos horribles,
como es el caso de los profesionales que tra-
bajan en primera línea en urgencias o de los
agentes de policía encargados de los delitos de
abuso sexual de menores.
Las personas con TEPT suelen sufrir pesa-
dillas. Incluso cuando están despiertas, los re-
cuerdos y las impresiones del acontecimiento
traumático se abren camino una y otra vez has-
ta su consciencia. Este revivir se acompaña del
mismo miedo y la misma desesperación que en
el trauma original. Parece real y resulta igual
de amenazador que entonces. A veces también
se presentan episodios retrospectivos (flash-
backs) durante los que la persona afectada se
disocia: su yo se fracciona durante un tiempo y
pierde el contacto con la realidad. En esos mo-
mentos, actúa como si volviese a encontrarse
en la situación traumática. Los desencadenan-
tes suelen ser olores, imágenes, ruidos o con-
tactos relacionados con el recuerdo traumático.
Por esa razón, los afectados suelen evitar
todo lo relacionado con ese acontecimiento,
sean lugares, personas o actividades. En su
interior también tratan, tanto de forma cons-
ciente como inconsciente, de poner distancia
con lo ocurrido reprimiendo los recuerdos, las
emociones y los pensamientos al respecto. Pero
eso limita su libertad de acción e impide que el
miedo remita con el tiempo. Es habitual que las
personas traumatizadas sean incapaces de re-
cordar determinados aspectos del factor desen-
cadenante. Esa amnesia es un signo de que lo
ocurrido no se ha procesado adecuadamente:
como consecuencia de la tensión extrema en
MENTE Y CEREBRO
el momento de los acontecimientos, el trauma
se ha archivado de manera fragmentaria y no
puede integrarse como un recuerdo normal en
la memoria ni en la propia biografía. Al con-
trario: de manera continua se abre camino e
impone sin control. A veces, la experiencia vi-
vida hace que la persona se cuestione todo lo
que creía saber hasta ese momento. Tiene una
visión negativa de sí misma y del mundo ex-
terior («El mundo no es un lugar seguro, no
me puedo defender y los demás nunca tienen
buenas intenciones»). Ello suele dar lugar a un
estado depresivo y a la sensación de alienación
respecto a otras personas.
El organismo de la persona afectada se en-
cuentra, por así decirlo, sometido continuamen-
te a una gran tensión. Esa hiperexcitabilidad se
debe a la hiperactividad del sistema nervioso
autónomo. El umbral de excitación se halla tan
bajo que el más mínimo trastorno puede causar
comportamientos irritados o accesos de rabia.
La intensificación del estado de alerta en situa-
ciones de peligro tiene sentido desde el punto de
¿CÓMO FUNCIONA LA TERAPIA
PARA TRATAR EL TRAUMA?
La clave del tratamiento para el trastor-
no por estrés postraumático (TEPT) es
la llamada extinción del miedo: hay que
desaprender poco a poco el temor exce-
sivo ante todo aquello que recuerda al
trauma. Existen distintos procedimientos
para poner en marcha y acompañar este
proceso. Un método clásico es la terapia
de confrontación, en la que el afectado,
bajo la dirección del terapeuta, se expo-
ne de manera progresiva a estímulos que
desencadenan su temor cada vez más in-
tensos. En lugar de evitar esos estímulos,
el paciente aprende a lidiar con ellos. Al
final, se habitúa a esas situaciones y su
nivel de ansiedad desciende. Otra técni-
ca es la desensibilización y el reprocesa-
miento mediante movimientos oculares
(DRMO). En este método desarrollado en
Estados Unidos, el terapeuta efectúa una
serie de movimientos regulares con las
manos que el paciente debe seguir con la
mirada mientras recuerda la situación en
la que se desencadenó el trauma. Según
los estudios, esta técnica funciona igual
de bien que la terapia convencional, aun-
que todavía se desconoce su mecanismo
de acción.
71 MARZO/ABRIL 2022
vista de la biología evolutiva, ya que nos prepa-
ra para reaccionar con rapidez y determinación
ante posibles amenazas. Pero en el TEPT, ese
mecanismo se ha descontrolado. Los pacientes
no son capaces de diferenciar los estímulos pe-
ligrosos de los inocuos. Se asustan con facilidad
y se mantienen exageradamente atentos a su
entorno. Suelen referir problemas de concentra-
ción y de insomnio y tienden a presentar com-
portamientos irreflexivos o autodestructivos.
Enfrentarse a los miedos
Para superar el trauma, el paciente debe en-
frentarse, aunque solo sea mentalmente, a la
experiencia que ha vivido. Con algunas técni-
cas especiales de psicoterapia y siguiendo las
instrucciones del terapeuta, se sitúa una y otra
vez en la situación traumática hasta que la
reacción física y la emocional van poco a poco
perdiendo intensidad. Pero si la angustia es tan
abrumadora que no permite confrontar lo vivi-
do, estas técnicas se topan con sus límites.
En la creación de recuerdos asociados al
miedo, la amígdala desempeña un papel im-
portante. Dicha región forma parte del sis-
tema límbico, donde la serotonina también
resulta fundamental. Y la acción del MDMA
intensifica la liberación de este neurotrans-
misor. A través de la experimentación con
ratones se ha descubierto que esta droga con-
tribuye asimismo a eliminar los recuerdos
dominados por el miedo y la angustia al es-
timular la «remodelación» en la amígdala. Al
parecer, permite que se modifiquen recuerdos
de miedo muy arraigados, logro muy difícil de
conseguir con personas adultas. Los neuro-
científicos hablan de un aumento de la neu-
roplasticidad (la capacidad del cerebro para
reorganizarse de forma flexible).
Según los partidarios de este método, el
MDMA, usado en la psicoterapia, abre un «mar-
gen de tolerancia» gracias al cual a las personas
traumatizadas les resulta más sencillo enfren-
tarse a la experiencia que han vivido. Además,
ese «facilitador social» podría mejorar la rela-
ción con el terapeuta. «Con el MDMA se puede
generar durante un breve período una especie
de confianza extrema que ayuda a las personas
que han tenido malas experiencias a abrirse en
terapia», explica Torsten Passie, psiquiatra ex-
perto en los estados de consciencia alterados y
quien trabajó con éxtasis en Suiza. Pero ¿ayuda
realmente esta droga a dejar atrás el trauma?
MENTE Y CEREBRO
Algunos estudios piloto de 2001 revelan re-
sultados muy prometedores, aunque hasta el
2021 no se ha publicado el primer estudio clí-
nico extenso de fase III sobre el uso de MDMA
en el marco de la terapia para tratar el trauma.
En este tipo de investigación se está probando
un medicamento con un grupo más amplio de
pacientes. Si los resultados son positivos, se po-
drá solicitar una autorización de comercializa-
ción. Un equipo de científicos estadounidenses,
canadienses e israelíes dirigido por Jennifer
Mitchell, de la Universidad de California en
San Francisco, llevó a cabo un estudio con 90
pacientes que presentaban un TEPT grave des-
de hacía una media de 13 años. A una parte de
los participantes se les administró MDMA antes
de tres de las doce sesiones de terapia. El resto
recibió el mismo tratamiento psicológico, pero
tomaron placebo en lugar de la droga (grupo de
control). Los resultados fueron asombrosos: en
el grupo del MDMA, la psicoterapia contra el
trauma resultó efectiva en más del doble de los
casos que en el otro grupo. El 67 por ciento de
los pacientes del grupo que recibió la sustancia
dejó de encajar en los criterios diagnósticos de
TEPT dos meses después de terminar la psicote-
rapia. En el grupo del placebo esa cifra alcanzó
solo el 32 por ciento. El tratamiento convencio-
nal también surtió, al fin y al cabo, cierto efecto.
«El estudio resulta muy convincente», afir-
ma Ulrike Schmidt, directora en funciones de
la Clínica de Psiquiatría y Psicoterapia de la
Universidad de Bonn, donde dirige el grupo de
Investigación Traslacional en Psicotraumatolo-
gía. Aunque no cree que haya nunca una sus-
tancia que sustituya por completo la psicotera-
pia en el tratamiento de los traumas. Ya solo la
formación de sentimientos como la vergüenza
y el asco en nuestro cerebro es tan compleja
que haría falta una gran cantidad de sustancias
para influir en ese proceso. Pero sí concibe la
existencia de medicamentos que refuercen de
forma notoria el efecto de la terapia y la acor-
ten. «Hasta ahora, el MDMA es la sustancia con
efectos más prometedores», sostiene Schmidt.
¿Es seguro el MDMA?
En comparación con otras drogas, el MDMA se
considera menos dañino. Algunos de sus efectos
secundarios son náuseas, inquietud y problemas
de circulación. Muchos consumidores hablan de
una «resaca de éxtasis» al día siguiente: a la eu-
foria le siguen abatimiento y agotamiento. No
72 MARZO/ABRIL 2022
obstante, en caso de sobredosis o si se mezcla
con alcohol o con otras sustancias, el consumo
de MDMA puede resultar mortal. Lo mismo
sucede cuando una persona bajo el efecto de la
droga pasa por alto necesidades físicas como el
hambre, la sed o el descanso. Así pues, el MDMA
no es en absoluto inocuo y los pacientes trauma-
tizados no deben consumirlo por cuenta propia.
Con todo, en las condiciones del estudio clínico
y en las dosis que se utilizaron no se produjeron
efectos secundarios graves.
Por ello, los autores consideran que el MDMA
es igual de seguro que los antidepresivos con-
vencionales que con frecuencia se recetan a los
pacientes con traumas. Los investigadores llegan
incluso a la conclusión de que el MDMA es más
eficaz que los inhibidores de la recaptación de
serotonina (entre ellos, la sertralina y la paroxe-
tina), antidepresivos muy habituales. «Todavía
no se dispone de hallazgos científicos suficien-
tes para valorar ese supuesto», recalca Schmidt.
Hasta la fecha, no existen estudios que presenten
comparaciones directas entre esas sustancias. Si
se dejaran los antidepresivos en favor del MDMA,
tal vez este último dejaría de surtir tanto efecto.
Torsten Passie considera que los resultados
del estudio clínico coinciden con sus propias ex-
periencias. «El MDMA hace que algo se suelte
en los pacientes. Causa una especie de disten-
sión psíquica», explica. «La red neuronal del
miedo se apaga, pero al contrario de lo que su-
cede con tranquilizantes como el diazepam, el
paciente conserva un buen estado mental». El
MDMA apenas afecta las capacidades cogniti-
vas. Según Passie, esa combinación de relajación
y lucidez permite trabajar especialmente bien
con pacientes traumatizados. A diferencia de lo
que sucede con los alucinógenos como el LSD y
la psilocibina (sustancia que contienen las setas
alucinógenas), cuya aplicación en la práctica de
la psicoterapia también debaten los especialis-
tas, el «colocón» del MDMA no causa trastornos
del pensamiento, alucinaciones ni disociación.
Sus efectos son más sutiles, por tanto, más fáci-
les de manejar terapéuticamente.
Tratamiento restringido
En Suiza, a diferencia de otros países, los psi-
coterapeutas con experiencia pueden recibir
una autorización especial para el tratamiento
con MDMA. Si alguien lo administra sin esa
autorización, incurre en un delito. El siguiente
caso muestra muy claramente por qué es nece-
MENTE Y CEREBRO
saria una regulación estricta. En septiembre de
2009, un médico de Berlín administró una mezcla
de sustancias (MDMA, entre ellas) a 12 pacientes
en una sesión de terapia de grupo. La dosis era
demasiado alta y murieron dos personas. Tras
las investigaciones se supo que el propio médico
estaba drogado cuando pesó la sustancia.
Pese a ciertos obstáculos burocráticos, en
Alemania, Austria y Suiza pueden autorizarse
los estudios científicos con MDMA, aunque en
los dos primeros países no se están llevando a
cabo actualmente investigaciones de este tipo.
En la Universidad de Basilea se investiga a
fondo la posible aplicación médica de esta sus-
tancia. Los estudios clínicos ya finalizados se
centraban principalmente en el TEPT. No está
claro si el MDMA también podría ayudar a tra-
tar otras enfermedades mentales, aunque Pas-
sie contempla esa posibilidad. «Podría merecer
la pena usarlo sobre todo en el caso de tras-
tornos que sean resultado de acontecimientos
biográficos desagradables y que dificulten las
relaciones interpersonales, como los trastornos
de la personalidad o los trastornos de ansiedad»,
señala. Otros posibles ámbitos de aplicación
son los problemas psicosomáticos y algunas de-
presiones. «En los casos de psicosis, por ejemplo,
el MDMA no funciona», continúa Passie. Las
enfermedades con causa neurológica, como
la demencia, tampoco reúnen las condiciones
para que esta droga funcione.
De hecho, Passie advierte de otro posible
riesgo: «En teoría, puede ocurrir que los pa-
cientes bajo los efectos del MDMA idealicen
a su terapeuta o que incluso se enamoren de
él». En general, considera que esta sustancia
no debe estar en manos de psicoterapeutas
con consulta privada que no estén especiali-
zados en esta cuestión. Por el contrario, consi-
dera que lo lógico sería ofrecer el tratamiento
en clínicas donde trabajen equipos interdisci-
plinares que hayan recibido formación sobre
esta terapia.
Corinna Hartmann es psicóloga
y periodista científica.
EN NUESTRO ARCHIVO
Borrar los recuerdos dolorosos. Jerry Adler en IyC, julio de 2012.
Una proteína para combatir el estrés postraumático. Stephani Sutherland en MyC, n.º 66, 2014.
73 MARZO/ABRIL 2022
NEUROPSICOLOGÍA

LOS NIÑOS TAMBIÉN

PADECEN MIGRAÑA
Emily Sohn | La manera en que los investigadores clínicos entienden la migraña que
sufren los niños y adolescentes está cambiando. Ello abre una vía esperanzadora para
mejorar el control de la enfermedad a largo plazo

GETTY IMAGES / ISTOCK

CRÉDITO
POLLYANA FOTO/
VENTURA

INVESTIGACIÓN Y CIENCIA 74 FEBRERO 2022

E
n el año 2010, Scott Powers, psi-
cólogo pediátrico, comenzaba a
sentirse frustrado por la falta de
investigación en el campo de la
migraña infantil. Los tratamientos
farmacológicos usados habitualmente en los ni-
ños se habían estudiado sobre todo en adultos.
Por ello, los pediatras iban a ciegas en cuestio-
nes como el medicamento más seguro para sus
jóvenes pacientes y el tiempo de tratamiento
necesario para obtener una mejoría antes de
plantear cambiar la medicación.
Con el objetivo de ofrecer guías clínicas ba-
sadas en hallazgos científicos, Powers y otros
investigadores del Centro Médico para Niños de
Cincinnati diseñaron un ensayo clínico. Compa-
rarían los dos fármacos preventivos más usados
en niños con migraña crónica con placebo.
En 2012 se inició el ensayo clínico de Pre-
vención de la Migraña en Niños y Adolescentes
(CHAMP, por sus siglas en inglés). Reclutaron
328 niños, con edades comprendidas entre los
8 y los 17 años, de 30 centros médicos esta-
dounidenses. Repartieron a los participantes
de manera aleatoria en tres grupos: uno de
ellos recibiría placebo; otro, el antidepresivo
amitriptilina, y el tercero, el antiepiléptico topi-
ramato. Basándose en investigaciones previas,
el equipo esperaba demostrar que el placebo
ofrecía beneficios relevantes. Pero, según halla-
ron a través de encuestas llevadas a cabo antes
de empezar el ensayo, los médicos afirmaban
que seguirían prescribiendo medicación inclu-
so si solo funcionaba entre un 10 y 15 por cien-
to mejor que el placebo.
La intención de los investigadores era elimi-
nar la rama del placebo en el caso de que los
resultados preliminares demostrasen benefi-
cios a favor de los fármacos. No hubo ocasión:
tras un análisis interno realizado por estadís-
ticos independientes, se detuvo el estudio en
noviembre de 2015. Tras casi un año, Powers
comprendió el porqué: el placebo era tan eficaz
para prevenir las migrañas como cualquiera de
las dos medicaciones. En los tres grupos, más
de la mitad de los niños del estudio indicaron
tener un 50 por ciento menos de cefaleas al
cabo de seis meses. Los científicos considera-
ron que no tenía sentido continuar adminis-
trando medicamentos al grupo de tratamiento
si no eran más eficaces que el placebo.
Cuando el equipo presentó los resultados
del estudio en una reunión de neuropediatría
MENTE Y CEREBRO
en Vancouver, la respuesta de los asistentes,
médicos que prescribían de forma habitual di-
chos fármacos a los pacientes jóvenes, fue de
asombro absoluto, señala Powers. Era el pri-
mer estudio multicéntrico que investigaba el
efecto de placebo en las migrañas infantiles.
Los hallazgos del estudio CHAMP, así como
los resultados recopilados desde entonces, han
puesto de manifiesto las diferencias clave entre
la migraña durante la infancia y en la etapa
adulta. Esta información ha reconducido el in-
terés hacia los tratamientos no farmacológicos
y sugiere que es necesario concentrar los es-
fuerzos en ese 40 por ciento de pacientes pe-
diátricos cuyas migrañas no muestran una me-
joría con medicación ni con placebo. Se postula
que mejorar el manejo en la infancia podría
aportar beneficios a largo plazo, al influir en el
desarrollo cerebral e interrumpir la progresión
hacia las migrañas crónicas en la adultez.
Encontrar fondos sigue siendo un reto, pero
los hallazgos están ayudando a virar el enfo-
que en la investigación de la migraña infantil.
«Esto es una señal, una alarma que nos indica
que los niños no son adultos pequeños», recal-
ca Powers. Y añade: «Nuestros datos sugieren
que si quieres saber sobre niños, tienes que es-
tudiar a los niños».
Un dibujo perfecto
La migraña es un trastorno neurológico que afec-
ta hasta a un 10 por ciento de la población joven y
se hace más frecuente a mayor edad. En Estados
Unidos se estima que hasta un 3 por ciento de
los niños entre los 3 y los 7 años y hasta un 23
por ciento de los adolescentes de 15 años padecen
migraña. Además, la mayoría continúa sufriendo
el problema durante la adultez, aunque en esta
etapa de la vida se dan diferencias entre sexos:
afecta hasta un 19 por ciento de las mujeres fren-
te a un 10 por ciento de los hombres.
A pesar de su prevalencia, las migrañas se in-
fradiagnostican con frecuencia y han sido poco
estudiadas, sobre todo, en la infancia. Uno de
los motivos reside en que se carece de una prue-
ba de laboratorio que permita identificar el cua-
dro. Los médicos se basan en la historia clínica
del paciente y determinan un diagnóstico por
exclusión, sostiene Prab Prabhakar, neuropedia-
tra del Hospital de la calle Great Ormond y del
Colegio Universitario de Londres.
Los niños no siempre poseen el vocabulario
adecuado para explicar sus síntomas y, aunque
75 MARZO/ABRIL 2022
lo tengan, sus síntomas suelen diferir de los
que presentan los adultos. Mientras una perso-
na adulta define la migraña que padece como
un dolor opresivo de predominio en un lado de
la cabeza, los niños, sobre todo los menores de
8 años, tienden a describir cefaleas que abar-
can toda la frente.
Para llegar a un diagnóstico más preciso,
los investigadores sugieren recurrir a los lá-
pices de colores. En los años noventa del si-
glo pasado, Carl Stafstrom, neurólogo en el
Hospital John Hopkins en Baltimore, pidió
a sus pacientes más jóvenes que dibujaran
los dolores de cabeza que sufrían. Observó
que los niños tendían a representar las ce-
faleas con objetos que pueden causar dolor
(como relámpagos, martillos e incluso taco-
nes) golpeando una cabeza.
Carl y su equipo analizaron en un estudio
las imágenes que habían dibujado 226 niños
en un estudio en el 2002. Descubrieron que
los dibujos predecían de forma fiable el diag-
nóstico de migraña en casi un 90 por ciento
de los casos. «Si un niño dice que tiene un
dolor de cabeza fuerte, el médico con frecuen-
cia anotará “cefalea intensa” en su gráfica»,
indica Stafstrom. Y prosigue: «Pero si el niño
dibuja su cabeza explotando como un volcán,
te da una idea totalmente distinta de su nivel
de dolor». Stafstrom ha recopilado miles de
imágenes, las cuales está utilizando para de-
terminar si resultan igual de útiles y precisas
para los niños de corta edad que en los más
mayores. También investiga si las ilustracio-
nes que elaboran los padres con migraña son
similares a las de sus hijos.
Según Amy Gelfand, neuropediatra en la
Universidad de California en San Francisco, los
médicos deberían buscar indicadores de ma-
nera precoz en la infancia, incluso en la etapa
lactante. Siempre le llamaron la atención las
similitudes entre los lactantes con cólicos, que
presentan un llanto inconsolable e irritabili-
dad, sobre todo por las tardes, con los adultos
que sufren migraña, quienes describen sentirse
abrumados por las luces, los ruidos y otros es-
tímulos sensoriales.
Indagando en la literatura, encontró varios
artículos que relacionaban los cólicos del lac-
tante con las migrañas en la primera infancia,
según reflejaban los testimonios de los padres.
En un par de encuestas posteriores y junto con
otros científicos constató que era dos veces más
MENTE Y CEREBRO
frecuente que las madres que padecían migra-
ña tuvieran bebés con cólicos en comparación
con las que no sufrían este tipo de cefaleas.
Los cólicos del lactante se relacionan con
alteraciones gastrointestinales, pero Gelfand
sospecha que algunos bebés pueden tener un
cerebro más sensible que se satura con los es-
tímulos de un mundo luminoso y ruidoso. De
hecho, ha observado que los cólicos presentan
un pico durante el período de desarrollo ace-
lerado del sistema visual. Su objetivo es usar
inteligencia artificial para calcular cuánto llo-
ran y demostrar esta posible relación de for-
ma más objetiva.
Si se constata este vínculo, reducir la hi-
perestimulación sensorial podría ser un tra-
tamiento más efectivo que los cambios dietéticos
recomendados en la actualidad. Las gestantes
con migraña también podrían preparase para la
posibilidad de que su bebé vaya a tener cólicos
y aprender a vigilar signos de migrañas que pu-
dieran aparecer durante su infancia.
Los cólicos no son la única posible manifes-
tación de una posible migraña en la infancia,
según Prabhakar. También se han relaciona-
do las migrañas con cuadros de tortícolis (un
tipo de contractura muscular en el cuello de
los bebés), dolor abdominal y el síndrome de
vómitos cíclicos (un cuadro recurrente de náu-
seas, vómitos y letargia). La tendencia de los
investigadores ha sido extrapolar lo que se co-
noce de las migrañas en adultos a la población
infantil, explica, pero los hallazgos acerca de
signos precoces sugieren que el planteamiento
debería ser al contrario. «La investigación está
invertida», advierte Prabhakar. «Necesitamos
estudiar qué es la migraña en los niños.»
El poder del placebo
Las guías clínicas elaboradas en 2020 por la So-
ciedad Americana de Cefalea recomiendan que
cuando un niño reciba el diagnostico de migraña
se le trate con antinflamatorios no esteroideos y
analgésicos (como naproxeno, ibuprofeno y pa-
racetamol). Otras medicaciones, como los tripta-
nes, también se recomiendan en algunos casos,
además de evitar factores precipitantes (por ejem-
plo, saltarse comidas o dormir poco o mal).
En la última década han surgido nuevas al-
ternativas farmacológicas para el tratamiento y
la prevención de la migraña en adultos, como
son los gepantes (antagonistas del péptido con
el gen de la calcitonina o CGRP), los ditanes
76 MARZO/ABRIL 2022
(agonistas selectivos de los receptores 5-HT1F)
y los anticuerpos monoclonales anti-CGRP. La
mayoría actúan por vías distintas a los tripta-
nes. En la actualidad hay estudios en marcha
con población joven, si bien muchos médicos
ya los prescriben como fármacos de utilización
no indicada (off-label), comenta Gelfand. «Hay
muchas cosas que utilizo a diario en mi prácti-
ca clínica que no estaban disponibles hace un
par de años», afirma.
Se están empleando otros tratamientos no
farmacológicos, como el Nerivio, un dispositivo
de neuromodulación. Su uso se ha analizado en
adultos. Se coloca como un brazalete y produce
estimulación nerviosa que logra inhibir las se-
ñales del dolor y así abortar los ataques de mi-
graña. Todavía carece de resultados de ensayos
clínicos en niños, pero Gelfand sostiene que en
su práctica clínica tiene niños y adolescentes a
los que les ha gustado el dispositivo porque pa-
rece causarles menos efectos adversos. Existen
otros dispositivos de neuromodulación en di-
versas fases de desarrollo y estudio, tanto para
adultos como para niños, comenta Serena Orr,
neuropediatra y experta en cefaleas de la Uni-
versidad de Calgary.
Continúa creciendo el número de investiga-
ciones que respaldan los hallazgos del ensayo
CHAMP de 2016 acerca de la similitud en los
efectos de la medicación preventiva y del pla-
cebo. En un metanálisis de 2020, los investiga-
dores evaluaron a 2200 pacientes de 23 ensayos
clínicos. Confirmaron que el propanolol y el
topiramato actuaban como medicación preven-
tiva en los primeros cinco meses, pero a largo
plazo no mostraban más eficacia que el placebo.
En otro estudio de 2020, un fármaco inyectable
llamado onabotulinumtoxina tampoco demos-
tró ser más eficaz que el placebo en los adoles-
centes. En el trabajo del equipo de Powers pu-
blicado en 2021 se ha comprobado que tres años
después de la finalización del estudio CHAMP,
los pacientes que mejoraron durante la inves-
tigación seguían bien, con independencia de si
habían recibido medicación o placebo.
El poder del efecto placebo en la preven-
ción de las migrañas infantiles ha puesto a
los clínicos en un apuro, asegura Powers. No
parece estar justificado prescribir un fármaco
con efectos adversos potenciales, pero tampo-
co pueden recetar píldoras de azúcar. Como
alternativa, algunos expertos sugieren pautar
vitaminas o suplementos como riboflavina,
MENTE Y CEREBRO
magnesio o coenzima Q10, que en esencia
no conllevan riesgo y podrían ayudar por sí
mismos o por el efecto placebo de tomar una
pastilla. Los médicos también parecen más
dispuestos a recomendar que sus pacientes
abandonen los tratamientos farmacólogicos si
no toleran los efectos adversos, ya que conti-
nuar sufriéndolos puede no merecer la pena
en relación con el beneficio esperado.
El poder del efecto
placebo en la
prevención de las
migrañas infantiles
ha puesto a los
clínicos en un apuro
A raíz de la evidencia científica sobre la efi-
cacia del placebo frente a la medicación tradi-
cional, se han empezado a desarrollar nuevos
enfoques en el tratamiento de la migraña en
la población joven, entre ellas, técnicas psico-
lógicas. La terapia cognitiva conductual (TCC)
parece particularmente prometedora. En un
estudio con 135 jóvenes que empleaban un re-
gistro diario de cefalea, Powers y otros científi-
cos constataron que la TCC resultaba más eficaz
que impartir talleres educativos sobre la cefalea,
cuando ambas técnicas se empleaban junto a
la amitriptilina. Los talleres sobre la cefalea in-
cluían clases sobre qué es una migraña y cómo
desarrollar hábitos para prevenir la aparición
de las mismas, como la ingesta regular, el sue-
ño y el ejercicio. Al final del ensayo, un 47 por
ciento del grupo de TCC afirmaron que habían
sufrido cuatro o menos migrañas al mes; un 32
por ciento, tres o menos. En el grupo que reci-
bió educación sobre la cefalea, un 20 por ciento
indicó que había experimentado cuatro o menos
al mes; un 16 por ciento, tres o menos.
Según confirmó el equipo de Powers en
un estudio de 2020, la TCC parece modificar
el funcionamiento de las áreas cerebrales que
controlan las emociones y el dolor, que son dis-
tintas a las regiones del cerebro sobre las que
actúan los analgésicos.
77 MARZO/ABRIL 2022
 A medida que aumentan los hallazgos a fa-
vor de un enfoque no farmacológico en la pre-
vención de la migraña, Powers ha identificado
un escollo: faltan sanitarios entrenados para
explicar los ejercicios de relajación que parecen
ser más beneficiosos para tratar la dolencia.
Por esa razón, prevé desarrollar un plan para
formar a personal de enfermería, pediatras y
médicos de familia sobre el modo de reconocer
las migrañas en la población infantil y ofrecer
apoyo psicológico que sea realmente útil.
«Antes de retirarme, me encantaría ver que
si tengo una hija o un hijo que comienza con
migrañas a los diez años, logremos acelerar el
diagnóstico», afirma Powers. El diagnóstico
debería realizarse en los primeros seis meses,
no después de cuatro años, y debería existir un
plan claro que potencie el uso de técnicas de re-
lajación como primera opción y relegue el tra-
tamiento farmacológico a una segunda línea.
Cambiando de trayectoria
Existe un porcentaje importante de niños con
migraña a los que ningún tratamiento parece
aliviar los síntomas. En el estudio CHAMP,
hasta un 40 por ciento de estos pacientes no
presentaba mejoría con la medicación ni con
el placebo. Para ayudarles, hay que profundi-
zar en la investigación y comprender mejor la
migraña que afecta a la población pediátrica.
Un estudio llevado a cabo por la Universi-
dad de Calgary mediante espectroscopia de
resonancia magnética demostró que el patrón
de excitación e inhibición cortical cerebral en
los jóvenes con migrañas es distinto al que se
observa en adultos. Los niveles de los neuro-
transmisores GABA y glutamato hallados en
el tálamo, en la corteza sensoriomotora y en
la corteza visual de los niños con migraña va-
riaban en función de cuánto tiempo llevaban
padeciendo la dolencia y la proximidad tempo-
ral del siguiente episodio. Entender de manera
más exhaustiva estos flujos bioquímicos en el
cerebro ayudaría a optimizar el tratamiento.
La investigación sugiere, además, que la
mejoría que presentan algunos niños podría
depender del modo en que los médicos, los
padres y los propios niños abordan y hablan
sobre la migraña. Un estudio de principios de
2020 en el que participaron 95 jóvenes con
dolor crónico encontró que ciertos comporta-
mientos bienintencionados de los padres —ex-
cusar a los niños de realizar ciertas actividades,
MENTE Y CEREBRO
prestarles más atención cuando sufren dolor o
preguntarles con frecuencia por ese daño— se
asociaban con un dolor más intenso.
Puede haber formas de ayudar a estos pa-
dres a modificar sus conductas, indica Orr, y
los profesionales de la salud pueden contribuir
a la solución. Los estudios sugieren que la res-
puesta al placebo depende, en parte, de cómo
se les presenten las opciones terapéuticas a los
pacientes. De esta manera, se podría optimizar
el efecto del placebo si los médicos realzan sus
beneficios y promueven su uso.
Los expertos que trabajan en este campo
consideran que optimizar el diagnóstico y el
tratamiento de las migrañas infantiles resulta
de gran importancia: intervenir de forma pre-
coz puede modificar los circuitos cerebrales
que se desarrollan, así como la percepción del
dolor para el resto de la vida. «Tras cinco años
de estudios, los datos sugieren que los niños
que mejoran durante la infancia tienden a
seguir estando bien más adelante. También
tienen menos riesgo de convertirse en adultos
con migrañas incontrolables», señala Powers.
«Siguen sufriendo la enfermedad y teniendo
que encontrar maneras eficaces de manejarla.
Pero creemos que logramos modificar su expe-
riencia vital», afirma.
Es posible que el cerebro aprenda a tener
migrañas con frecuencia o incluso a evitar-
las, añade Gelfand. El tratamiento que se
haga en la infancia puede influir de manera
positiva. «El cerebro aprende de su propio
comportamiento» explica Gelfand. «Con el
tratamiento precoz podemos modificar la evo-
lución natural de la enfermedad.»
Emily Sohn es periodista científica. Escribe para Nature.
Artículo original publicado en Nature, vol. 586, págs.
19-21. Traducido y adaptado con el permiso de Nature
Research Group © 2021.
Con la colaboración de
EN NUESTRO ARCHIVO
Causas de la migraña. David W. Dodick y J. Jay Gargus en IyC, octubre de 2008.
Mecanismos de la migraña. Gilles Géraud en MyC, n.º 19, 2006.
Los genes de la migraña. En www.investigacionyciencia.es, 13 de junio de 2012.
78 MARZO/ABRIL 2022
NEUROCIENCIA

EL PORQUÉ
DE LA ADICCIÓN
A LAS DROGAS
Christian Lüscher | Algunas personas consumen
drogas sin llegar a engancharse; otras sucumben
enseguida a la adicción. ¿Qué marca la diferencia?

ITAKDALEE
CRÉDITO / GETTY IMAGES / ISTOCK
FOTO

INVESTIGACIÓN Y CIENCIA 79 FEBRERO 2022

L
as drogas forman parte de la ruti-
na de muchas personas. Un vaso de
vino antes de cenar, un cigarrillo
durante el tiempo de descanso en el
trabajo y un porro para relajarse en
el fin de semana. Las drogas «duras» tampoco
son un tabú. Varias encuestas revelan que entre
el 3 y el 5 por ciento de los jóvenes de 16 años
de Estados Unidos ya ha probado la cocaína y el
10 por ciento de los mayores de 60 años afirma
que ha consumido un medicamento opiáceo en
el mes anterior.
La mayoría de las personas que toman este
tipo de sustancias conocen su peligrosidad:
la dosis ocasional pronto se convierte en un
deseo de más, hasta que, en algún momento,
esa ansia no se puede controlar. Se consume
la droga a pesar de que el placer que generaba
ha desaparecido hace tiempo o que ese com-
portamiento conduzca al aislamiento social y a
la ruina económica. El consumo se vuelve com-
pulsivo. Se ha caído en la adicción.
Pero ¿qué determina que una persona se
vuelva adicta? En primer lugar, por supuesto,
la propia droga: la caña de cerveza tras la jor-
nada laboral no lleva tan rápido a la perdición
como una dosis diaria de heroína. En segundo
lugar, la persona. No todas acaban sufriendo
una adicción. Por el contrario, la mayoría tiene
el consumo bajo control durante mucho tiem-
po. ¿Por qué?
Médicos y neurocientíficos llevan tiempo in-
dagando la respuesta a esa pregunta. A finales
de la década de 1980, los farmacólogos Assunta
Imperato y Gaetano Di Chiara, de la Universi-
dad de Cagliari, llevaron a cabo los primeros
ensayos para investigarlo en su laboratorio de
Cerdeña. Habían perfeccionado la técnica de
la microdiálisis, lo que les permitía medir la
concentración de dopamina en muestras cere-
brales diminutas. De esta manera constataron
en su estudio que la cocaína podía triplicar la
cantidad de dicho neurotransmisor en el cere-
bro. Observaron ese efecto sobre todo en el núcleo
accumbens, un área clave del sistema de recom-
pensa cerebral [véase «Sistema de recompensa»,
por Claudia C. Wolf; Mente y Cerebro, n.º 61, 2013].
Algo parecido ocurría tras tomar nicotina, alco-
hol, anfetaminas y morfina. Los investigadores
llegaron a la conclusión de que la sensación
de placer que generan todas las drogas se basa
en la liberación de dopamina en el cerebro.
Sus experimentos supusieron el nacimiento
de la llamada «hipótesis de la dopamina de
la adicción».
Cerca de cuarenta años más tarde, en nues-
tro laboratorio de la Universidad de Ginebra,
repetimos ensayos de Imperato y Di Chiara,
pero con otra técnica de medición. Utilizamos
sensores dLight, unas proteínas que produ-
cen las células cerebrales de ratones transgé-
nicos. Cuando la concentración de dopamina
aumenta, estos sensores se tornan fluorescen-
tes, de manera que resultan visibles al mi-
croscopio. Ello nos permitió corroborar en un
estudio los resultados de los investigadores ita-
lianos, además de demostrar que el efecto per-
siste después de varias inyecciones de la droga.
Aunque las sustancias adictivas pueden
clasificarse, en parte, en categorías farmaco-
lógicas completamente distintas, producen el
mismo efecto en el cerebro: a saber, incremen-
tan la concentración de dopamina en el núcleo
accumbens. Solo se diferencian en la forma de
hacerlo. La cocaína, por ejemplo, se une a la
proteína que se encarga de que las células ner-
viosas «recapten» la dopamina que se ha libe-
rado, de forma que bloquean la eliminación de
dicho neurotransmisor del espacio sináptico.
En cambio, los opiáceos (como la heroína, la
morfina y el fentanilo) estimulan el llamado
receptor opioide μ, que reduce la acción inhi-

EN SÍNTESIS
La mayoría de las drogas
aumentan la concentración
del neurotransmisor dopa-
mina en el núcleo accum-
bens, centro de control del
sistema de recompensa del
cerebro.
El aumento de dopamina ge-
nera una sensación de bienes-
tar e impulsa las ganas de más.
Sin embargo, el consumo es-
porádico de drogas no gene-
ra en todas las personas una
adicción.
Una personalidad impulsiva y el estrés
favorecen la predisposición a perder el
control. El epigenoma, es decir, las mo-
dificaciones químicas en el material ge-
nético a causa de la experiencia vital y el
ambiente, también parece desempeñar
un importante papel en este proceso.

MENTE Y CEREBRO 80 MARZO/ABRIL 2022


¿DEPENDENCIA O ADICCIÓN?
Para los investigadores, estos dos términos
no son sinónimos. Cuando dejar una droga
causa síntomas de abstinencia, se habla de
dependencia, estado que presenta, antes o
después, todo consumidor. La adicción su-
pone el consumo compulsivo de la sustan-
cia en cuestión, a pesar de sus consecuen-
cias negativas. No todas las personas que
consumen droga se tornan adictas.
bidora de la célula diana sobre las neuronas
dopaminérgicas. De ese modo, estas últimas
aumentan su actividad y secretan más dopami-
na. Por último, la nicotina activa directamente
las neuronas dopaminérgicas.
La repercusión que las drogas adictivas ejer-
cen en el comportamiento resulta llamativa.
Cuando los ratones reciben una inyección de
cocaína, se muestran inquietos y no dejan de
correr por la jaula. Al fin y al cabo, la cocaína
es un psicoestimulante. Cuando decae el efecto
de la primera inyección y los animales reciben
una segunda dosis, se observa en ellos una agi-
tación motora más intensa que con la primera
dosis. En la década de 1990, Terry Robinson y
Kent Berridge, de la Universidad de Michigan,
indicaron que después de entre cinco y diez
inyecciones, la estimulación psicomotora se
duplicaba o incluso triplicaba. Fenómeno que
denominaron «sensibilización locomotora».
Si se permite a los múridos que se au-
toadministren la droga pulsando una palan-
ca, lo van haciendo cada vez más a menudo.
El efecto gratificante de la sustancia refuer-
za su conducta. Además, si los animales tie-
nen acceso ilimitado a la sustancia, la dosis
administrada sigue aumentando, constata-
ron en un estudio de 2000 Serge Ahmed y
George Koob, del Instituto de Investigacióm
Scripps, en California. Pero la situación da
un vuelco cuando la administración se inte-
rrumpe de forma abrupta: sobre todo tras el
consumo prolongado de opiáceos, tanto las
personas como los animales experimentan
un desagradable síndrome de abstinencia
que se manifiesta a través de agitación, su-
dores, náuseas y palpitaciones, entre otros
síntomas. Cuando se retira la morfina a
ratas y ratones, se sacuden de forma carac-
terística y se mueven dando saltos apresu-
MENTE Y CEREBRO
rados. Este síndrome de abstinencia este-
reotípico define la dependencia y constituye
el primer paso hacia la adicción.
Aunque la interrupción repentina del con-
sumo de cocaína no tiene por qué causar sín-
tomas igual de graves a los humanos, las per-
sonas adictas hacen todo lo posible para evitar
el estado depresivo que se les avecina. Tanto
por estas consecuencias negativas como por
el refuerzo positivo de la conducta que se ha
mencionado más arriba, hay personas que no
consiguen desengancharse.
El protagonismo de la dopamina
En 1996, la neurobióloga Brigitte Kieffer, de la
Universidad de Estrasburgo, halló en un estudio
que los ratones transgénicos que carecían de re-
ceptores opioides μ no presentaban un refuerzo
positivo de su conducta relacionada con el con-
sumo de morfina ni tampoco síntomas de absti-
nencia cuando ya no la recibían.
Para comprender la función de la dopami-
na, primero hay que examinar las neuronas
del sistema de recompensa. A finales de la
década de 1990, Wolfram Schultz, de la Uni-
versidad de Friburgo, observó la actividad de
las neuronas dopaminérgicas en el cerebro de
macacos de la India. En concreto, en el área
tegmental ventral (ATV), una de las regiones
del sistema de recompensa. Sin recibir ninguna
estimulación especial, estas células se activan
de manera espontánea entre cuatro y seis veces
por segundo. Sin embargo, si los animales re-
cibían un sorbo de zumo de frutas, su actividad
aumentaba durante un corto período. Pero ello
ocurría solo cuando los animales no esperaban
de antemano la recompensa. En cambio, si
aprendían que un sonido precedía al zumo, las
neuronas del ATV dejaban de reaccionar ante
la dulce bebida y se activaban con el sonido, el
cual actuaba como un estímulo condicionado.
Así pues, cuando recibían zumo no se obser-
vaban cambios en la actividad basal. Por últi-
mo, los investigadores emitieron de nuevo el
sonido, pero esta vez no ofrecieron zumo a los
macacos. Las neuronas del ATV no mostraron
ninguna actividad.
A partir de esas observaciones, Schultz y los
otros investigadores formularon en un estudio
de 1997 la llamada «hipótesis de la predicción
y la recompensa»: cada vez que no se cumplen
nuestras expectativas respecto a una recom-
pensa, cambia el patrón de liberación de do-
81 MARZO/ABRIL 2022
pamina en el cerebro y se inicia un proceso de
aprendizaje. Por tanto, relacionamos el premio
con determinadas señales del entorno (en el
experimento de los macacos, con el sonido). Es-
tas señales hacen que el premio sea previsible,
de manera que las neuronas dopaminérgicas
vuelven a su ritmo de descarga habitual.
Pero ¿qué ocurre cuando hablamos de dro-
gas en vez de zumo? En 2015, Patricia Janak y
su equipo de la Universidad Johns Hopkins de
Baltimore indagaron esa cuestión en un estudio.
Según confirmaron, como las drogas actúan di-
rectamente sobre el sistema de recompensa, la
concentración de dopamina también aumenta
cuando se conoce de antemano la administra-
ción de la sustancia. Además, el efecto resultan-
te es más intenso y duradero que la recompensa
que genera el zumo.
Todas las drogas
adictivas refuerzan
las sinapsis del área
tegmental ventral
De esta manera, se adjudica una especial
importancia a cualquier referencia a la droga.
Por ejemplo, si una persona adicta se dirige a
un lugar en el que ya ha consumido droga en
alguna ocasión, puede presentarse una intensa
ansia de tomar esa sustancia. Incluso quienes
ya han superado su adicción, a veces sufren
una recaída en este tipo de situaciones.
Los neurocientíficos observaron comporta-
mientos similares en los roedores: si una rata o
un ratón podía elegir entre dos partes distintas
de la jaula, se dirigía a aquella en la que había
recibido droga anteriormente. Y si durante la
administración de la sustancia se había activa-
do un sonido, los animales buscaban la droga en
cuanto oían ese ruido, aunque ya hiciera mucho
tiempo que no se les hubiera administrado.
¿Qué activan las drogas en nuestro sistema
dopaminérgico para llegar a alterar la con-
ducta hasta ese punto? Como constataron en
un estudio Robert Malenka y su equipo de la
Universidad Stanford durante el cambio de
milenio, todas las drogas adictivas refuerzan
las uniones interneuronales (sinapsis) del ATV
MENTE Y CEREBRO
desde la primera vez que se consumen. Las
prolongaciones nerviosas de los centros del
tronco encefálico llegan hasta la región en la
que forman sinapsis con las neuronas dopa-
minérgicas. Cuando se activan, estas neuronas
liberan el neurotransmisor glutamato, que ex-
cita las siguientes células de la secuencia.
Alteración de la plasticidad
En 2006, en nuestro laboratorio de Ginebra
confirmamos con ratones que las neuronas se
intercambiaban determinados tipos de recep-
tores proveedores de calcio, según publicamos
en un estudio. Por lo general, una sinapsis se
refuerza cuando el potencial de membrana de
la neurona postsináptica, que suele ser negati-
vo, asciende hasta casi 0 milivoltios mientras
la neurona presináptica libera glutamato. Pero
eso cambia tras consumir drogas: entonces, la
sinapsis se refuerza solo cuando el glutamato
llega a neuronas dopaminérgicas muy polari-
zadas y, por tanto, el potencial de membrana
se mantiene en un rango negativo. Así pues, las
drogas invierten las reglas de la plasticidad si-
náptica en el ATV.
En nuestros ratones, tras varios días, ese pro-
ceso repercutió en el núcleo accumbens, región
en la que las conexiones nerviosas procedentes
de la corteza prefrontal se encuentran con las
que parten del hipocampo [véase «El núcleo
accumbens, fundamental para la memoria», por
A. Moreno, L. Pérez Cervera y S. Canals; Mente
y Cerebro, n.º 95, 2019]. Después de varias in-
yecciones de cocaína, las sinapsis de las neuro-
nas del núcleo accumbens se reforzaron y los
animales dieron muestras de la hiperactividad
ya mencionada. Una semana después, tanto la
agitación motora como la transmisión sináptica
se mantenían elevadas. Ambos parámetros se
normalizaron tras un mes de abstinencia.
Sin embargo, mediante una intervención di-
rigida conseguimos que las sinapsis volviesen
a su estado original durante los primeros días
posteriores a su intensificación. De esta mane-
ra, también desapareció la agitación motora:
tras recibir una inyección de prueba, los ratones
se comportaron como si nunca antes hubieran
tomado cocaína. Ello demostró que los cambios
de conducta por el consumo de drogas tienen
una relación causal con esta forma poco habi-
tual de plasticidad sináptica.
Después de que otros grupos también obser-
vasen esta relación, en 2016 elaboré junto con
82 MARZO/ABRIL 2022
Centros de la adicción
en el cerebro de un ratón
A B C
Corteza
prefrontal
Corteza orbitofrontal
Estriado ventral Sustancia negra
(Núcleo accumbens) Estriado dorsal Área tegmental
ventral (ATV)
La intensificación de las sinapsis
en el estriado dorsal causa la
conducta compulsiva C La cocaína, las anfetami-
B nas y el éxtasis impiden
A la recaptación de la
La intensificación de las
sinapsis en el estriado ventral
va de la mano de un refuerzo Todas las drogas aumentan la
positivo de la conducta concentración de dopamina en
el ATV y el núcleo accumbens
otros científicos un modelo de circuito neuro-
nal de la adicción. Este modelo permite conce-
bir un mapa anatómico en el que se marcan las
distintas sinapsis y los correspondientes cam-
bios de conducta que aparecen en cuanto se re-
fuerzan esas sinapsis. En dicho mapa figuran,
por ejemplo, los centros de mando del núcleo
accumbens, cuya intensificación va de la mano
de la sensibilización locomotora.
Sin embargo, esta primera versión del mode-
lo no permitió aclarar por qué solo una parte
de quienes consumen drogas se vuelven adictos.
¿En qué área del cerebro se toma la decisión de
recurrir una y otra vez a la droga aunque se sea
consciente de que resulta perjudicial? En 2004,
Pier Vincenzo Piazza y su equipo del Neurocen-
tro Magendie, en la Universidad de Burdeos,
observaron en un estudio este fenómeno en ra-
tas: los animales pasaron mucho tiempo consu-
miendo cocaína sin limitaciones, pero solo alre-
dedor del 20 por ciento se volvieron adictos. El
hecho de que solo unos pocos roedores acaben
MENTE Y CEREBRO
Dónde intervienen las drogas
en el sistema dopaminérgico
Neurona Los opiáceos y el cannabis
inhibidora contrarrestan la acción
inhibidora de las neuronas
dopaminérgicas
ATV
La nicotina activa las
Dopamina neuronas dopaminérgicas
Neurona
dopaminérgica
Núcleo accumbens
dopamina
La mayor parte de los conocimientos que tenemos sobre lo
que ocurre en el cerebro en la drogadicción procede de ex-
perimentos con ratones. Estos animales presentan una red
de regiones cerebrales implicadas similar a la de los huma-
nos. Aunque las distintas drogas intervienen de diferente
manera en el sistema dopaminérgico, todas incrementan
la concentración de dopamina en el área tegemental ven-
tral (ATV) y el núcleo accumbens. Ello refuerza las sinapsis
en los estriados ventral y dorsal, dando lugar al típico com-
portamiento de la adicción.
presentando una adicción dificulta las investi-
gaciones neuronales, porque requiere grupos
experimentales muy grandes para que se obten-
gan resultados significativos.
Por ello, en nuestro laboratorio desarro-
llamos un nuevo modelo de la adicción. Para
esta investigación trabajamos con ratones
que podían estimular determinadas neuronas
dopaminérgicas del ATV por medio de una
palanca. Pero la estimulación no tenía lugar
con una inyección de cocaína, sino mediante
manipulación optogenética. Cuando los ani-
males activaban la palanca, un láser excitaba
las neuronas dopaminérgicas a través de fibra
óptica. El efecto que se producía es el mismo
que acontece tras inyectarles droga: los rato-
nes presionaban la palanca cada vez con mayor
frecuencia. En casi la mitad de los roedores, ese
comportamiento se tornó compulsivo en ape-
nas dos semanas; no podían dejar de hacerlo.
Esa cifra era claramente más alta que el 20 por
ciento que se enganchó a la cocaína.
83 MARZO/ABRIL 2022

PUNTOS DE CONEXIÓN MOLDEABLES
En el cerebro, los impulsos eléctricos no
saltan de una neurona a la siguiente. En
el punto de encuentro (sinapsis), la señal
eléctrica se transforma en química: la neu-
rona presináptica libera neurotransmisores
que se difunden a través de la hendidura
sináptica hasta la célula diana, donde se
unen a proteínas receptoras. De esta forma
se desencadena un nuevo impulso postsi-
náptico. El proceso dura alrededor de una
milésima de segundo y requiere mucha
energía. Es probable que las sinapsis se
hayan impuesto en el curso de la evolución
debido una característica particular: son
extremadamente plásticas y se adaptan
enseguida cuando las condiciones cam-
bian. La transmisión se intensifica cuando
la neurona presináptica y la postsináptica
se activan al mismo tiempo. De ese modo,
la sinapsis moviliza más receptores y la
«corriente de datos» aumenta.
Al comparar la actividad cerebral de los ani-
males que presentaban un comportamiento
compulsivo con el de los demás múridos halla-
mos que el primer grupo presentaba una acti-
vidad más intensa en la corteza orbitofrontal.
Las neuronas de esa región descargaban con
extraordinaria intensidad en el momento en
que decidían activar la palanca. Dicha área ce-
rebral interviene en la toma de decisiones.
Por último, sorprendimos mediante un desa-
gradable golpe de aire a los ratones mientras se
autoestimulaban. Observamos que en los ejem-
plares sin un comportamiento compulsivo, la
actividad cerebral de la corteza orbitofrontal
disminuía como consecuencia de ello. Además,
dejaron de utilizar la palanca. En cambio, los
roedores con conducta compulsiva siguieron
recurriendo a la palanca. También la actividad
neuronal en dicha región de su cerebro perma-
neció elevada, sin mostrar ningún cambio.
Por qué algunos se enganchan
Nuestras observaciones nos permitieron com-
prender mejor los mecanismos neuronales que
subyacen a la adicción, pero no explicaban por
qué algunas personas son más propensas que
otras a sufrirla. Gracias a la investigación clíni-
ca, se sabe que esa propensión se acompaña de
ciertos rasgos de personalidad. Así, las perso-
nas irreflexivas e impulsivas son especialmente
MENTE Y CEREBRO
vulnerables a la adicción. Ello también ocurre
en las ratas, como demostraron en 2008 en un
estudio Trevor Robbins y Barry Everitt, de la
Universidad de Cambridge.
El estrés constituye un factor determi-
nante: un acontecimiento estresante puede
convertirse en el desencadenante directo de
una recaída. En el caso de los ratones de la-
boratorio, a veces basta el encuentro con un
congénere dominante para que el animal más
huidizo aumente su consumo de cocaína. La
marcada jerarquía social de los roedores favo-
rece la tendencia a la adicción.
Ahora bien, resulta sorprendente que tanto en
los humanos como en los ratones y las ratas pier-
dan el control del consumo un porcentaje similar
de individuos, a saber, alrededor del 20 por cien-
to. Los animales de experimentación se asemejan
genéticamente entre sí. El genoma de los sujetos
humanos, en cambio, varía mucho más. Por tan-
to, es probable que la tendencia a la adicción no
se deba a los factores hereditarios.
Al parecer, la causa estriba en otro fenóme-
no que podemos resumir en una palaba: epi-
genética. Así pues, la actividad de los genes
podría ayudar a determinar si el consumo de
drogas se vuelve compulsivo. La frecuencia
con la que se transcribe un gen depende, entre
otros factores, de determinados elementos que
se añaden al ADN. Esos añadidos pueden ser
los llamados grupos metilo, los cuales dificul-
tan la transcripción, o los grupos acetilo, que
descomprimen el material genético, de modo
que resulta más fácil acceder a él.
Estimulación cerebral como tratamiento
La experiencia vital también determina la
cantidad y el tipo de «añadidos» que porta
un gen. Los acontecimientos particularmente
decisivos que provocan un gran estrés mar-
can el epigenoma, pero también lo hacen la
jerarquía social y otros factores ambientales.
El neurocientífico Eric Nestler, de la Facultad
de Medicina Icahn del Monte Sinaí de Nueva
York, investiga si este tipo de modificaciones
de la estructura génica intervienen en la pre-
disposición individual a la adicción. Sin em-
bargo, todavía faltan pruebas experimentales.
¿Qué suponen todos estos hallazgos para el
tratamiento de la adicción? El principal obje-
tivo terapéutico debe consistir en restablecer
la función normal de los circuitos cerebrales y,
de esta manera, reencauzar la conducta. El fár-
84 MARZO/ABRIL 2022
maco baclofeno, por ejemplo, atenúa la nece-
sidad imperiosa de consumir droga (craving),
porque reduce la actividad de las neuronas do-
paminérgicas. Puede evitar que las personas al-
cohólicas recaigan. Existen, además, sustancias
que revierten algunas formas de plasticidad si-
náptica. Se ha demostrado su efecto en anima-
les, pero todavía no se han obtenido resultados
significativos con humanos.
Asimismo, se antoja muy prometedora la es-
timulación directa de esos circuitos neurona-
les mediante impulsos eléctricos o magnéticos.
Los médicos llevan usando la estimulación
cerebral profunda desde la década de 1990
para tratar la enfermedad de Parkinson. Con-
siste en implantar en el cerebro del paciente
minúsculos electrodos, los cuales emiten pe-
queños impulsos eléctricos a un centro cere-
bral profundo. Se coloca bajo la piel un estimu-
lador que funciona con baterías para regular el
sistema y corregir la actividad cerebral patoló-
gica. De esta forma desaparecen los síntomas
típicos del párkinson, entre ellos, los temblores
y la rigidez muscular.
Esta técnica también puede usarse contra la
adicción, como averiguamos mi equipo y yo en
2015 en nuestro trabajo con ratones adictos a
la cocaína. Ya habíamos conseguido, median-
te estimulación optogenética selectiva, que
las sinapsis modificadas como consecuencia
del consumo de la droga volviesen a su estado
normal. En esta ocasión intentábamos excitar
las neuronas con impulsos eléctricos, porque,
a diferencia de la manipulación optogenética,
estos también pueden aplicarse a humanos. El
efecto fue el mismo: los animales perdieron el
ansia irrefrenable de consumir cocaína.
Sin embargo, el método aún no se ha proba-
do en humanos, en parte, porque la cirugía no
se contempla como tratamiento para la mayoría
de los adictos. Por esa razón, varios grupos de
investigación están trabajando con la estimu-
MENTE Y CEREBRO
lación magnética no invasiva transcraneal. Ya
que los campos magnéticos no llegan al cerebro
profundo, esta técnica se dirige a otras áreas ce-
rebrales más superficiales, entre ellas, la corteza
prefrontal o la orbitofrontal.
En 2016, Luigi Gallimberti y su equipo de la
Clínica Universitaria de Padua practicaron este
método con personas que presentaban adic-
ción a la cocaína. El resultado de su estudio fue
satisfactorio, al menos en parte: varios de los
participantes declararon que su ansia de con-
sumo había disminuido de manera apreciable.
Pruebas clínicas posteriores lo corroboraron.
No debe olvidarse que en el consumo de dro-
gas cotidiano también desempeñan un impor-
tante papel las circunstancias sociales de cada
persona. Por ese motivo, además de las interven-
ciones directas en los circuitos cerebrales relacio-
nados con la adicción, es aconsejable ofrecer a los
afectados la asistencia psicosocial adecuada.
Christian Lüscher es catedrático de neurología
y neurociencia en la Universidad de Ginebra.
Junto con su grupo de trabajo Adicción y Sistema
Dopaminérgico investiga los mecanismos celulares
de la adicción a las drogas.
PARA SABER MÁS
The molecular basis of drug addiction: Linking epigenetic to synaptic and circuit mechanisms.
E. J. Nestler y C. Lüscher en Neuron, vol. 102, n.º 1, 2019.
The transition to compulsion in addiction. C. Lüscher et al. en Nature Reviews Neuroscience,
vol. 21, págs. 247-263, 2020.
EN NUESTRO ARCHIVO
El sistema dopaminérgico en las adicciones. M. Corominas Roso, C. Roncero Alonso y M. Casas
Brugué en MyC, n.º 35, 2009.
La trampa de la adicción. Christian Lüscher en MyC, n.º 48, 2011.
Del hábito a la adicción. Christian Honey en MyC, n.º 80, 2016.
85 MARZO/ABRIL 2022
 ILUSIONES
IMÁGENES HÍBRIDAS,
UN TERRENO
DESCONOCIDO
Susana Martinez-Conde y Stephen L. Macknik | Una experta cartógrafa de juegos
de rol descubre un campo perceptual inexplorado
E
n diciembre de 2021, Lesha Porche,
ilustradora y artista gráfica afincada en
Florida, tropezó con una ilusión óptica.
Esa creación se convirtió en un fenó-
meno viral en Internet e hizo rumiar a
muchos expertos en percepción. El trabajo de ilus-
tración de Porche consiste con frecuencia en dibujar
mapas para juegos de rol de mesa, entre ellos, Dra-
gones y Mazmorras. Esta vez, se dispuso a elaborar
un terreno de recreo para los jugadores. Al inicio, no
se percató de nada inusual. Utilizó un patrón repeti-
tivo de baldosas con bordes de hierba; lo copió, giró,
volteó y pegó al azar las baldosas en una cuadrícula
de 8x8. Justo cuando tenía lista la imagen, la alejó
de su vista para observar el efecto que propiciaba
al completo. «Casi me rompo la cabeza tratando de
comprender lo que acababa de hacer», recuerda.
En la ilusión de la cuadrícula retorcida que
desvela la obra de Porche, una cuadrícula entre-
CORTESÍA DE LESHA PORCHE
La ilusión de la cuadrícula retorcida, de Lesha Porche, causa en el observador la
percepción de que las líneas del patrón se hallan deformadas (izquierda). Pero
son perfectamente rectas (derecha).
INVESTIGACIÓN Y CIENCIA
cruzada sobre un patrón de baldosas parece do-
blarse y deformarse ante nuestros ojos. En rea-
lidad, todas las líneas son perfectamente rectas.
Es más, el efecto de distorsión siempre resulta
escurridizo para el observador. Cada una de las
líneas que parece retorcerse en nuestra periferia
visual se convierte en recta cuando la observa-
mos directamente.
«Las ilusiones me resultan un quebradero de
cabeza, así que me vi sorprendida por haber crea-
do una tan dinámica y de manera completamen-
te accidental», explica Porche. «Mi amigo Mike
Johnson puntualizó que había una especie de
camino secreto en el patrón empedrado, por esa
razón los ojos continuaban “saltando”», señala.
La cuadrícula con el dibujo de hierba de Por-
che no parece retorcerse de forma aleatoria,
sino que sigue las «cadenas» del empedrado
blanquecino dibujado sobre las baldosas. Si ese
fuera el caso, la creación de Por-
che podría estar relacionada con
las imágenes híbridas, un tipo de
ilusiones ópticas que contienen
dos imágenes superpuestas —una
con detalles visuales finos; la otra,
con detalles más imprecisos, de
frecuencias espaciales respectiva-
mente altas y bajas— y que dan
lugar a una rivalidad perceptual.
La primera imagen se percibe si
se observa la creación de cerca; la
segunda, cuando se mira de lejos
(o mirando de reojo).
86 FEBRERO 2022
 En el caso de la ilusión de la
cuadrícula retorcida de Porche, las
frecuencias espaciales altas surgen
de una cuadrícula rectilínea, mien-
CORTESÍA DE AUDE OLIVA M.I.T.

tras que las bajas se crean a partir

de los diseños que forman las bal-
dosas de colores similares. Si se
observa la imagen directamente,
las altas frecuencias espaciales de
la cuadrícula resultan dominantes,
de modo que sus líneas parecen
En estas dos imágenes híbridas puede verse a Albert Einstein si se observan rectas. En cambio, desde la peri-
a corta distancia. Pero si se miran desde lejos, aparecen, respectivamente,
las caras de Marilyn Monroe (izquierda) y Harry Potter (derecha). En ambos feria visual, las bajas frecuencias
retratos también desaparece el rostro de Einstein si se entornan los ojos de espaciales del conjunto de baldosas
modo que los detalles finos de cada imagen se vuelven borrosos.
toman el control, retorciendo el
diseño de la cuadrícula con distor-
siones dignas de un de un mago de
¿Un nuevo tipo de imagen híbrida? nivel 7 en Dragones y Mazmorras.
A finales de la década de 1990, los científicos de
la visión computarizada Aude Oliva y Philippe
Schyns desarrollaron una técnica de imagen hí-
brida en el Instituto de Tecnología de Massachus-
sets (MIT), que dio lugar a numerosos ejemplos
espectaculares sobre cómo nuestra interpretaci-
ón perceptual puede variar con la distancia desde
la que miramos. Por ejemplo, una imagen que de

(HTTPS://CREATIVECOMMONS.ORG/LICENSES/BY-SA/2.0/)
cerca muestra el rostro de Albert Einstein puede

MICHELE URSINO / CREATIVE COMMONS / CC BY-SA 2.0

convertirse en Marilyn Monroe o Harry Potter si
se observa desde el otro extremo de la sala. El
truco consiste en la composición de cada ima-
gen híbrida: mientras el retrato de Einstein está
elaborado con detalles nítidos que se perciben
mejor desde cerca, los rasgos de Marilyn y Potter
contienen solo elementos imprecisos que se apre-
cian mejor desde lejos.
Años antes, Salvador Dalí ya ideó un ejemplo
de imagen híbrida. Inspirándose en un artículo
de Scientific American sobre el reconocimiento
En el cuadro Gala contemplando el mar Mediterráneo (1976),
facial, creó una de sus obras más famosas: Gala Salvador Dalí logra que la imagen de su musa se transforme
contemplando el mar Mediterráneo, que a 20 en el retrato Abraham Lincoln-Homenaje a Rothko (segunda
metros de distancia se transforma en el retrato versión) si se observa a 20 metros de distancia.

de Abraham Lincoln. En esta obra maestra am-

Susana Martinez-Conde y Stephen L. Macknik,
bigua de Dalí, el retrato de Lincoln se compone son catedráticos de oftalmología, neurología, fisiología y
farmacología en el Centro Médico Downstate de la Universidad
de bloques de color en una progresión de tonali- Estatal de Nueva York. Son autores del libro Los Engaños de la
dades variantes. Sus detalles imprecisos hacen Mente, publicado por la Editorial Destino.

que el decimosexto presidente de Estados Uni-

dos resulte irreconocible a corta distancia. Por PARA SABER MÁS
el contrario, la figura de Gala y la escena que Marvels of illusion: illusion and perception in the art of Salvador Dali. Susana Martinez-Con-
la rodea se representan con un detalle exquisi- de, Stephen L. Macknik et al. en Frontiers in Human Neuroscience, vol. 29, n.º 9, 2015.

to, ideal para contemplarlas desde cerca. A una

distancia de 20 metros, ambas percepciones se EN NUESTRO ARCHIVO
revierten: Gala y la ventana se desvanecen y el Solo para sus ojos. Susana Martinez-Conde y Stephen L. Macknik en MyC, n.º 54, 2012.
delgado rostro de Lincoln salta a la vista. Duplicados dalinianos. Susana Martinez-Conde y Stephen L. Macknik en MyC, n.º 77, 2016.

MENTE Y CEREBRO 87 MARZO/ABRIL 2022


De los insomnios y sus misterios
David Jiménez Torres | El mal dormir. Un ensayo sobre el sueño, la vigilia y el cansancio |
Libros del asteroide, 2022. 151 págs.
P
asan los años
y el sueño
sigue siendo
una de las
fronteras de
la investigación huma-
na. Como sucede con
otras funciones fisioló-
gicas básicas, dormir
es una experiencia uni-
versal que todos vivi-
mos. Es una necesidad
circadiana. Contiene un placer efímero que se
disfruta en la narrativa del sueño fantástico, en
los viajes oníricos en los que volamos a parajes
mágicos y gozamos de historias imposibles en
vida; se sufre en las pesadillas, cuando emergen
nuestros miedos y terrores ocultos; o también,
en la mayoría de ocasiones, el sueño simplemen-
te pasa y despertamos ignorantes de su conte-
nido, pero recompensados con un descanso re-
parador. El descanso nocturno es fundamental
para nuestro organismo y para los procesos de
aprendizaje y memoria [véase «Secretos del
sueño reparador», por Jason Castro; Mente y
Cerebro, no 60, 2013].
Pero ¿qué ocurre cuando conciliar el sueño
se nos resiste? ¿Qué hacer cuando no podemos
dormir, cuando el insomnio se apodera de nues-
tras noches y lastra nuestros días? Los insom-
nios son tan diversos como las personas, aun-
que existen muchas causas y patrones comunes.
Sabedor de ello, David Jiménez Torres publica
El mal dormir, un recorrido personal, de insom-
ne clásico, que deleitará en especial a los que
compartan su experiencia. Su ágil lectura invita a
la risa y a la preocupación, en una suerte bifásica
en cuyas pausas les animo a la reflexión científi-
ca: ¡cuánto queda por investigar sobre el sueño!
No esperen mucha ciencia en El mal dormir.
Acaso encontrarán los retazos de algún estudio
científico sobre el sueño y algún listado de con-
sejos, basados en evidencias, para caer más fá-
MENTE Y CEREBRO
LIBROS
cilmente en los brazos de Morfeo. El mal dormir
es una confesión intimista de Jiménez Torres. Es
el breviario de la existencia noctámbula de los
que duermen mal, un guiño cómplice a los lecto-
res que alternan días luminosos tras una atípica
noche de descanso, con vigilias variadas que, se
rellenen como se rellenen, acaban por arrastrar
al cansancio. No trata del insomnio grave, pero
sí de los insomnios cotidianos y particulares de
la mayoría de la población. Esos que, datos en
mano, impactan a la par en la salud individual y
en las economías mundiales. El autor ha logra-
do que esa abigarrada legión de insomnes leves
— a los que bautiza acertadamente como mal-
durmientes o maldormidos según el momento
narrativo — se sienta comprendida. Tras su lec-
tura, parafraseando el lema del Club de Fútbol
del Liverpool: «Insomne, en tu particular An-
field, nunca te desvelarás solo».
Jiménez Torres recorre las etapas del maldur-
miente hasta la mediana edad. Revisa así su ex-
periencia con los más variopintos métodos para
conciliar o impedir el sueño. Recuerda su etapa
estudiantil dependiente de las bebidas energé-
ticas o la cafeína, estimulantes para ganar ho-
ras de estudio a la noche, e hilvana posterior-
mente otros tópicos del insomne, como son la
revisión postural propioceptiva (¿qué posición
me irá mejor para dormirme?), contar ovejas, la
ingesta de melatonina, la meditación y otras al-
ternativas con las que intentar lograr la pócima
mágica, aquella que permita «el buen dormir»
impuesto en la sociedad actual como dormir del
tirón, preceptivas o no, las ocho horas.
Hay una interesante crítica social en El mal
dormir. La imposición de horarios vinculados
más al liberalismo económico que a la salud, ¿es
realmente productiva? ¿No deberían los horarios
adaptarse a los biorritmos que benefician al or-
ganismo, como se ha demostrado es el caso de la
siesta? A modo de ejemplo, Jiménez Torres acu-
de a la historia para recordarnos los testimonios
antiguos del sueño bifásico, una realidad para mi-
88 MARZO/ABRIL 2022
les de personas que duermen en dos tramos con
intermedios en los que, al parecer, podríamos ser
especialmente creativos. Por desgracia, el segundo
tramo del sueño, aunque se logre conciliar, suele
interrumpirlo el despertador. ¿Se debería legislar
a favor de una mayor flexibilidad horaria, que con-
duzca a una sociedad menos cansada? Tal vez así,
indirectamente, además de la salud, mejorarían
otros aspectos cruciales, entre ellos, el tiempo de
calidad que se dedica a los niños y, por supuesto y
para alegría empresarial, la productividad.
Jiménez Torres reflexiona sobre qué implica
compartir el tálamo con alguien que duerme
bien, sobre la experiencia mamífera del sueño
y sus raíces evolutivas. Es brillante el enfoque
dedicado a los «críos», a cómo se ve alterado el
mal dormir (o se genera en quien dormía bien)
cuando, ineludiblemente, dormir ya no depende
solo de uno mismo, sino que se encuentra supe-
ditado al sueño de otro. En este sentido, quizá
por quedar fuera de las vivencias del autor, se
soslaya el mal dormir de las personas mayores
que, en muchas ocasiones, también depende del
sueño ajeno. ¿Cómo conciliar el sueño cuando
tu pareja ronca, padece apnea o está conectado
a un ruidoso respirador? ¿Qué patrones cambia-
rían bajo un enfoque gerontológico?
Porque si bien el insomnio es una experiencia
solitaria, reitera el autor, el componente social
del sueño todavía se debe estudiar mucho más
científicamente. Es algo que sorprende dado el
impacto social que tienen las consecuencias del
mal dormir. Eso sin olvidar la emergente indus-
tria del sueño, que salpica de remedios milagro
al maldurmiente: ¿deja de probar alguno para
evitar la dependencia de benzodiazepinas, a la
larga nada recomendables? La solución narcó-
tica, ya sea la droga o el fármaco recetado en
trastornos crónicos, no se contempla en El mal
dormir. Esa es otra guerra, otra división.
Las evocaciones literarias de Jiménez Torres
son muy enriquecedoras, en un trayecto hu-
manístico antitético al de otras obras que han
explorado los sueños, caso de clásicos pseudo-
científicos superados, como La interpretación
de los sueños (1900) de Freud o el posterior
psicoanálisis de Jung. No podría ser de otra
manera para alguien al que no le importa el
contenido del sueño: ¡lo que quiere el maldur-
miente es dormir!
Jiménez Torres está por encima de la mística
del romanticismo y de las intrahistorias oníricas,
que encumbraron a Gérard de Nerval en Aurora
MENTE Y CEREBRO
El componente
social del sueño
todavía se debe
estudiar mucho
más científicamente
o El sueño y la vida (1855), o antes a Novalis en
sus Himnos a la noche (1797), aunque este últi-
mo llegase a defender la superioridad del mundo
noctámbulo, basándose en gran medida en sus
experiencias en las interfases de su sueño parti-
do. Porque su relato es precisamente la cara B de
ese mundo nervaliano, es el agotamiento de la
ojera que se opone a la frescura del sueño.
Sin embargo, es inevitable la coincidencia del
autor con Albert Béguin, quien en el principio de
El alma romántica y el sueño (1939) afirmaba:
«Toda época del pensamiento humano podría
definirse, de manera suficientemente profunda,
por las relaciones que establece entre el sueño
y la vigilia. Sin duda, nos admiraremos siempre
de vivir dos existencias paralelas, mezcladas una
a la otra, pero entre las cuales no llegaremos
nunca a establecer una perfecta concordancia».
Porque Jiménez Torres, sea consciente o no, es
en realidad un maldurmiente romántico que na-
vega por los intersticios de esos dos mundos de
vigilia y sueño. El siglo XXI nos empuja a la bús-
queda de esa concordancia que a Béguin se le
antoja imposible. Jiménez Torres da en el clavo
buscando ese punto de encuentro en las rendi-
jas de la noche: en las fronteras de lo humano,
lo científico y lo tecnológico.
Deben leer El mal dormir los médicos, los
psicólogos y demás expertos en trastornos del
sueño. Porque a veces es demasiada la distancia
que separa al terapeuta del paciente. Y, aunque
personal e intransferible, la experiencia de Ji-
ménez Torres merece ser considerada, pues la
comparte todo aquel que haya navegado por el
proceloso mar del insomnio. En la soledad del
piélago del maldurmiente, este escritor atisba
en lontananza una esperanza final: «La llegada
de algo extraordinario» que resuelva el singular
problema de la conciliación del sueño.
Antoni Hernández-Fernández
Universidad Politécnica de Cataluña
89 MARZO/ABRIL 2022
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