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FernandoArandaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
DEBATESCONTEMPORÁNEOS
SOBREELUTILITARISMO
2
Tεv
FernandoArangaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
λος RevistaIberoamericanadeEstudiosUtilitaristas-2003,XII/2:00-00 ISSN1132-0877
RESUMEN
John Rawls construyó una teoría sobre la Justicia, contractualista y liberal,
basada en una doble crítica de dos importantes corrientes que estuvieron de
modaduranteelsigloveinte,asaber,elutilitarismoyelintuicionismo.Sostuvo
queelprimeropresentabaunasupuestafaltadeconsideraciónporlaslibertades
civiles y derechos de las personas, mientras que defendía su bienestar general.
La propuesta de Rawls llegó a ser conocida como teoría de la justicia como im-
parcialidad, una idea que tenía elementos de ambas corrientes, aunque siempre
en armonía con su intención explícita de evitar cualquier alusión a cualquier
concepción del bien relacionada con fines que pudieran tener un carácter fun-
dacional o de liderazgo.
Palabras clave: utilitarismo, justicia, equidad, imparcialidad, contractualis-
mo, John Rawls
ABSTRACT
John Rawls built his conception about Justice, contractarian and liberal,
starting from a criticism of Utilitarianism and Intuitionism. Against both he
defends his Theory of Justice as fairness, a conception that assumes marks of
both criticised models, mainly of utilitarianism, but always avoiding, or trying
to avoid, the assumption of any idea of intrinsic good or ends.
Keywords: utilitarianism, justice, fairness, impartiality, contractarianism,
John Rawls.
* Gran parte del presente texto, previo a su actual modificación y adaptación para ser publicado,
integraelcapítulo8demitesis:Interpretacióncríticadelaéticacontractualistaysuprolongación
en el neocontractualismo. De Hobbes a Rawls: antecedentes, ruptura y continuidad.Tesis doctoral
no publicada, defendida en mayo de 2002, Santa Fe de la Veracruz, Universidad Católica de San-
ta Fe, Cap. 8: “La primera versión de la teoría de la justicia de John Rawls [A Theory of Justice
(1971)], págs. 257-318. Asimismo, algunas porciones del artículo se han derivado de un proyecto
de investigación posterior, becado por la Facultad de Ciencias Económicas y de laAdministración,
de la Universidad Adventista del Plata, titulado: “Las aplicaciones contemporáneas de la ética y
de la justicia en la política y en la economía”.
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FernandoArandaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
Quienes están familiarizados con la filosofía política de John Rawls,
específicamente con su teoría de la justicia, saben que el ex1 profesor
emérito de la Universidad de Harvard comenzó a pensar su concepción
sobrelajusticiaapartirdeunadefinidaydeclaradaintención,manifiesta
yadesdelasprimeraspáginasdesuobrade1971(ATheoryofJustice),
de separarse y diferenciarse de la ética utilitarista. Desde su declarada
posición liberal, y tomando como eje directriz el valor cardinal de la li-
bertad, Rawls efectúa su crítica al utilitarismo en cuanto a lo negativo
queveenestaescueladepensamiento,parafinalmenteresaltaraquellos
aspectosqueéljuzgacomopositivosyque,especialmente,coincidencon
su teoría de la justicia como imparcialidad. Veremos, pues, en lo que
sigue, primeramente, qué observa Rawls de negativo en la ética utili-
tarista, pasando luego, en forma somera y concisa, a examinar algunos
puntos débiles de la teoría rawlsiana general de la justicia, justamente
en aquellos aspectos en que Rawls pretende superar al utilitarismo
como ética de bienes y de fines, para cerrar y concluir con la exposición
de los puntos en contacto que el propio Rawls señala que existen entre
ambas concepciones.
1 Representante de la escuela ética contractualista, es considerado como uno de los mayores e influ-
yentesfilósofospolíticosdelsigloXX.FallecióenBoston,ennoviembrede2002,luegodesobrellevar,
durante sus últimos años, una enfermedad cancerígena. Había nacido en Baltimore, en 1921.
2 Asíanalizalaéticautilitaristaunpensadorderaigambrepolíticadefinidaydeclaradamenteliberal,
peronoprovenientedelafilosofía,sinodelámbitodelderecho,comoloesMarianoGrondona:“[...]
el utilitarismo incluye dentro de su explicación los principios‘intuicionistas’, que podrían competir
con él. Es, por lo pronto, individualista, por cuanto el cálculo de la felicidad del mayor número no
se refiere a una entidad supraindividual –la comunidad de la doctrina del bien común, por ejem-
plo– o a nociones abstractas como el‘interés nacional’ o la‘soberanía’ sino a individuos concretos.
Cada uno de esos individuos sobre los cuales se basa el cálculo utilitario ‘vale uno y nada más
queuno’(J.S.Mill),demodotalque,alafirmarlo,elutilitarismodasalidaaotrodelosprincipios
de nuestro tiempo: la igualdad. Individualista e igualitario, el cálculo utilitarista pretende ser
también ‘justo’. Si la justicia es, al decir de Aristóteles, la igualdad de los hombres en cuanto son
iguales y la desigualdad de los hombres en cuanto son desiguales, el utilitarismo trata de aceptar
el hecho de que la cantidad y calidad de placeres que necesita cada persona para ser feliz no es
la misma aun cuando en la cuenta utilitaria no se le dé a ninguna de ellas el privilegio de valer
más que una. El balance neto de felicidad entre un millonario y un mendigo no supone igualar
sus patrimonios; sólo se trata de darle al mendigo lo‘poco’ que necesita para ser feliz; lo cual, por
4
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están establecidas en forma definitiva. Es posible tolerar una injusticia
sólo si su propósito es evitar una injusticia mayor. La justicia no es
transable, continúa Rawls, y afirma que hay una “convicción intuitiva”
dequeestoesasí;deque,endefinitiva,hayunaprimacíadelajusticia.
La teoría de la justicia deberá poder justificar estas afirmaciones3. En
el parágrafo 5 de su obra capital, Rawls declara hacia dónde apuntará
sus dardos al elaborar una nueva teoría de la justicia, que el designará
como “imparcialidad”.
Tres son las concepciones a las cuales intenta oponerse con su pecu-
liar teoría y en esta tarea ha de comenzar por su crítica al utilitarismo
en general, posición moral que resume hacia el final del párrafo citado
arriba:
“Existen varias formas de utilitarismo, y el desarrollo de la teoría ha
continuado en los años recientes. No revisaré aquí todas estas formas,
ni tomaré cuenta de sus numerosos refinamientos que se encuentran en
las discusiones contemporáneas. Mi propósito es elaborar una teoría
de la justicia que represente una alternativa al pensamiento uti-
litarista en general, como así también a todas las diferentes versiones
del mismo. Pienso que el contraste entre la concepción contractual y el
utilitarismo se aplica, en su esencia, en todos estos casos. Por tanto he
decompararlajusticiacomoimparcialidadconlasvariantesmás
familiares del intuicionismo, perfeccionismo y utilitarismo a fin
de extraer, de manera simple, las diferencias fundamentales. Con
este propósito en mente, el tipo de utilitarismo que describiré aquí es,
estrictamente, la doctrina clásica4 que ha recibido, quizás, su formulación
másclarayaccesibleenSidgwick5.Laideaprincipalesquelasociedad
no ser tanto, no priva al millonario de su propio nivel”. Grondona, Mariano: Bajo el imperio de las
ideas morales. Las causas no económicas del desarrollo económico. Buenos Aires, Sudamericana,
1987, págs. 107-108.
3 Rawls, John: A Theory of Justice, 21th. edition. Cambridge, Massachusetts, Harvard University
Press, 1971, # 1, págs. 3-5.
4 A propósito de una comparación que Grondona intenta establecer entre los conceptos de igualdad
vigentes en la teoría política de Dworkin, como actual representante del iusnaturalismo y Hart,
positivistajurídico–peroconaspiracionespolíticasigualitaristas–,comparaaambosconRawls,en
tanto intenta ubicar a los utilitaristas clásicos desde el punto de vista que brinda la filosofía del
derecho:“[...]Aldistinguirentrelosprincipios,laspolíticasylasreglas,Dworkin–quien,comoHart,
esunfilósofodelDerechoynounfilósofomoralcomoRawlsyNozick–embistecontraelpositivismo
jurídico.Losutilitaristasclásicosfueronpositivistasporqueeracoherentedentrodesupensamiento
no reconocer derechos naturales por encima del Derecho positivo, ya que este Derecho sería, por
definición, el que resultare del cálculo utilitarista de los legisladores de modo tal que subordinado
a derechos absolutos como los‘naturales’, según la teoría de Locke, implicaría mediatizarlos. Pero
Dworkin sostiene que los jueces deben considerar no sólo el‘texto’ de las normas sino también los
principiosdelDerechoeinclusolaspolíticaslegislativasquelasgobiernan.Asíabreelcaminoala
vigenciauniversaldelprincipiodelaigualdaddeconsideraciónyderespeto,paratodos,invitando
a los jueces a proseguir la obra de los más débiles que las democracias opulentas ya no pueden
garantizarse desde sus principios tradicionales”. Bajo el imperio de las ideas morales, pág. 113.
5 En nota al pie de esta misma página 22, Rawls enfatiza más aún su elección por basarse en la
exposición que Henry Sidgwick ha hecho del utilitarismo en su obra: The Methods of Ethics, 7th
ed. London, 1907, por considerar que allí se encuentra un resumen del desarrollo de la teoría
moral utilitarista.Agrega aquí también que dicho autor, en el Libro III de sus Principles of Politi-
5
FernandoArandaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
estácorrectamenteordenada,yporconsiguienteesjusta,cuando
susprincipalesinstitucionesestánplanificadasconelfindelograr
lamayorsuma,enbalanceneto,desatisfaccióndistribuidaentre
todos los individuos pertenecientes a ésta” (la negrita es nuestra)6.
Rawls comienza asintiendo que, a simple vista, puede efectivamente
observarsequehayunaformafácildepensarquelaconcepciónracional
delasociedadmásjustaescomprenderutilitariamentelaconcepciónde
lajusticiaporlacualéstaserige7.Delmismomodoenqueelbienestar
de una persona se logra a partir de la suma o balance de sus propias
satisfacciones y experiencias durante el transcurso de su vida, análoga-
mente,“elbienestardelasociedadseconstruyeapartirdelcumplimiento
del sistema de deseos de los individuos que de ella forman parte”8. Así
como cada individuo desea para sí alcanzar tan lejos como sea posible
supropiobienestar,delmismomodoelprincipioquerigeaunasociedad
utilitarista es el de alcanzar el máximo bienestar posible del grupo, to-
madocomoconjunto,locualseconsiguelograndotantocomoseaposible
quesusmiembrospuedancumplirconsusdeseos.Unasociedaddeeste
tipo, continúa Rawls, está equilibrada (o “bien ordenada”), “cuando sus
instituciones maximizan el balance neto de satisfacción”9. Esto significa
queapartirdelprincipiodeeleccióndeunindividuoseinterpretaluego,
segúnladefiniciónantedicha,porextensión,elprincipiodeelecciónque
rige para una asociación de hombres. De modo tal que “justicia social
–siempresiguiendolainterpretaciónqueRawlsestádandodelutilitarismo
clásico10–eselprincipiodeprudenciaracionalaplicadoaunaconcepción
colectiva del bienestar grupal.”11
cal Economy. London, 1883, aplica esta doctrina a asuntos de economía y justicia social. Además,
en otra de sus obras: Outlines of the History of Ethics, 5th ed. London, 1902, aparece una breve
historia de la tradición utilitarista. Luego agrega que “podemos seguir a Sidgwick, asumiendo, de
un modo algo arbitrario, que éste –el utilitarismo– comienza con la obra de Shaftesbury: An In-
quiry Concerning Virtue and Merit (1711) y la de Hutcheson: An Inquiry Concerning Moral Good
and Evil (1725). Hutcheson parece haber sido el primero en establecer claramente el principio de
utilidad. Él dice en su Inquiry, Sec. III, # 8, que‘la mejor acción es aquélla que procura la mayor
felicidad para el mayor número; y que, la peor, aquélla que, de igual modo, produce miseria’.
Otras grandes obras del siglo XVIII son la de Hume: A Treatise of Human Nature (1739), y An
Enquiry Concerning the Principles of Morals (1751); deAdam Smith: ATheory of the Moral Senti-
ments (1759); de Bentham: The Principles of Morals and Legislation (1789). A todo esto debemos
agregar los escritos de J. S. Mill, representados por Utilitarianism (1863) y el de F.Y. Edgeworth:
Mathematical Psychics (London, 1888)”. Luego prosigue Rawls afirmando que durante los últimos
años el debate sobre el utilitarismo ha tomado otro rumbo, centrándose en problemas relativos a
la publicidad y recomienda, a fin de tener un panorama que resume esto, la obra de David Lyons:
Forms and Limits of Utilitarianism. Oxford,The Clarendon Press, 1965, como así también la tesis
deAllanGibbard,“UtilitarianismsandCoordination”.Dissertation,HarvardUniversityPress,1971.
Finalmente, termina mencionando algunos ensayos notables que sobre el tema han sido escritos
por J. C. Harsanyi y por R. B. Brandt. Rawls: A Theory of Justice, # 5, págs. 22-23, nota al pie
Nº 9.
6 Ibid., # 5, pág. 22.
7 Ibid., # 5, 23.
8 Ibid.
9 Ibid., # 5, pág. 24.
10 Alcompararlaneutralidadestatalconladoctrinadelutilitarismoclásico,Larmorecomentaensu
obra más conocida: “Por consiguiente el utilitarismo clásico falla en su pretensión de ser neutral,
6
FernandoArangaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
ElfrancésAlainTouraine,12sinembargo,matizayarrojaciertomanto
de claridad en cuanto a las similitudes y divergencias existentes entre
liberalismo y utilitarismo. Por ejemplo, bajo la bandera política y ética,
sobre todo, de la tolerancia, afirma el rechazo por parte del utilitarismo
hacia cualquier intervención de las cosmovisiones y antropologías en
asuntossociales,algoenlocualcaenmuchasdelasperspectivasliberales
actuales sobre la sociedad y la justicia, aún la de Rawls.13
porque suscribe una concepción subjetiva del bien y en consecuencia de la vida buena que muchos
no compartirían razonablemente... El principio utilitarista obligaría a muchos a comprender que
el valor que ellos persiguen de un modo desconocido lo hace valioso para ellos. Hay, pienso, una
lección importante para aprender del error cometido por los utilitaristas clásicos. Ellos adoptaron
lo que bien podría ser una sólida estrategia para acceder a una posición neutral con respecto a
las diversas concepciones del bien humano. Consideran que la neutralidad podría estar asegurada
si ellos pudieran hallar qué tiene en común cada concepción semejante [...] Sería aceptable que
gente razonable tenga diversas concepciones sobre la vida buena, pero no exactamente por aquel-
los quienes comparten, por ejemplo, el ideal de persona según Mill”. Larmore, Charles: Patterns of
Moral Complexity, reprinted. New York, Cambridge University Press, 1997, págs. 49-50, 51.
11 Rawls, A Theory of Justice, # 5, pág. 24.
12 “Ni utilitaristas ni liberales oponen el interés individual a la integración social; consideran al
primerocomoelmediomássegurodeobtenerlasegunda.Asícomorechazanlaintervencióndelas
concepciones del hombre en la gestión de los asuntos colectivos, porque aquéllas provocan siempre
intolerancia y discriminación, del mismo modo tienen como objetivo principal el fortalecimiento
del vínculo social en una sociedad en la que el egoísmo puede triunfar y debe ser corregido por
el respeto y la preocupación por la felicidad de los demás. Pero, a pesar de la proximidad de sus
reflexiones, las diferencias entre las dos escuelas son más marcadas que sus convergencias. Los
utilitaristas, y John Stuart Mill en especial, colocan al individuo, su libertad y sus demandas en
el centro del análisis. Por lo tanto, no separan al actor social del sistema político y, en consecuen-
cia, a la economía de las instituciones [...]. Los liberales desconfían tanto de los actores sociales
que buscan un principio de orden que pueda sustituir a la religión. Su espíritu antirreligioso y a
menudo anticlerical encubre la búsqueda de un orden racional, definido de la manera más formal
posible, como un conjunto de reglas que conduzcan a los individuos a comportarse racionalmente
subordinandosuinterésparticularalfortalecimientodelasinstitucionesqueorganizanyprotegen
el orden. Los utilitaristas, al contrario, son más sensibles a la representación de los intereses y su
mayor influencia en Gran Bretaña que en Francia, donde las categorías políticas parecen siempre
más importantes que las categorías sociales, explica el desarrollo mucho más precoz del otro lado
del Canal de la Mancha de la acción sindical y la democracia industrial. El pensamiento liberal
domina de Hobbes a Stuart Mill pasando por Benjamin Constant y Tocqueville, pero es el pen-
samiento utilitarista el que se impone en el siglo XIX capitalista y en el Welfare State del siglo
XX. La distancia entre las dos corrientes de pensamiento no siempre se manifiesta con claridad,
lo que explica la riqueza pero también la pobreza de John Stuart Mill, que pertenece a las dos;
sin embargo es grande, y no dejará de ensancharse, sobre todo porque los liberales creen en la
autonomía y la centralidad de lo político, mientras que los utilitaristas subordinan la política a la
representación y la satisfacción de los intereses y las demandas. Los liberales están del lado del
sistema, los utilitaristas del lado de los actores”. Touraine, Alain: ¿Qué es la democracia?. Buenos
Aires, F.C.E., 1995, págs. 129-130.
13 Con respecto al tema del vaciamiento de la ética liberal contemporánea, a cuenta de la tolerancia
y el pluralismo, puede verse mi trabajo:“La justicia política y sin fundamento metafísico de John
Rawls”, en AA.VV, Justicia global e democracia. Porto Alegre, EDIPUCRS, 2004, en prensa.
14 Aquí Rawls se detiene en algunas consideraciones de metaética. Por ejemplo, dice que “los dos
principalesconceptosdelaéticasonlocorrectoylobueno”,conceptosapartirdeloscuales,afirma
7
FernandoArandaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
definición que de éstas hace Frankena15, ya que, según aquél afirma,
el utilitarismo goza de gran atracción, porque participa del “profundo
atractivo intuitivo” –así lo califica el propio Rawls– que poseen todas
las teorías teleológicas, en cuanto parecería que incorporan “la idea de
racionalidad”,pues“esnaturalpensarqueesracionalmaximizaralgoy
que en materia moral esto debe ser la maximización del bien”. Esto es
así porque resulta algo muy tentador suponer la autoevidencia de que
las cosas debieran jerarquizarse de manera tal que conduzcan al mayor
bien posible.16 El hecho de que las teorías teleológicas definan el bien
de manera independiente de lo correcto, dice Rawls, significa dos cosas:
primeramente, que la teoría toma en cuenta nuestros juicios de valor,
referidos a qué cosas consideramos como buenas, como una especie di-
ferente de juicios que pueden ser distinguidos intuitivamente mediante
el sentido común, proponiendo luego como hipótesis que lo correcto es
maximizar lo bueno tal como antes ha sido definido. En segundo lugar,
la teoría tiene la capacidad de juzgar la bondad de las cosas sin refe-
rencia alguna sobre qué es lo correcto.17Así, continúa Rawls, las teorías
teleológicas difieren entre sí, según sus respectivas definiciones acerca
de lo que es considerado como bueno,18 y para ejemplificar esto mencio-
na cómo ha sido adoptada, según las diferentes culturas, la concepción
acerca de la realización de la excelencia humana, como por ejemplo la
del tipo perfeccionista, representada –según el harvardiano fallecido en
noviembre de 2002– por Aristóteles y Nietzsche, entre otros; o el hedo-
nismo,segúnlacualelmáximobieneselplacer;oeleudemonismo,que
creer, se deriva que una persona podrá ser moral. Luego, prosigue diciendo que “la estructura de
una teoría ética está, entonces, ampliamente determinada por cómo se definen y conectan estas
dos nociones básicas. Ahora bien, parece que el modo más simple de relacionarlas es, entonces, el
que adoptan las teorías teleológicas: el bien es definido independientemente de lo que es correcto,
y entonces lo correcto es definido como aquello que maximiza el bien. Más precisamente, han de
ser correctas aquellas instituciones y actos que, dentro de las alternativas disponibles, produzcan
el mayor bien, o al menos tanto bien como cualesquiera de las otras instituciones y actos abiertos
como posibilidades reales...”. A Theory of Justice, # 5, pág. 24.
15 W.K.Frankena:Ethics.EnglewoodCliffs,N.J.,PrenticeHall,Inc.,1963,pág.13,citadoporRawls:
A Theory of Justice, # 5, pág. 24, nota al pie Nº 11.
16 Rawls, A Theory of Justice, # 5, págs. 24-25.
17 Ibid., # 5, pág. 25.
18 La crítica que surge de inmediato es la siguiente: en todo caso, ¿quién puede garantizar que al no
ocuparse de definir lo que ha de ser bueno para una sociedad, pretendiendo así el máximo plura-
lismo posible, el liberalismo no ha decidido ya por los individuos mismos el concepto fundamental
en que ha de insertarse el bien de cada uno de éstos? Al respecto, afirma Cruz Prados: “El orden
liberalpuedequepermitadiversasconcepcionesdelbien;peroloquenopermiteesquelarelación
entre el hombre y lo que éste concibe como bueno sea de cualquier índole: es sólo contingente, no
constitutiva.Ningunaelecciónpuedevolversesobreelindividuoyconstituirlo,condicionandoasísu
autonomía.Elordenliberaltiendealiberalizartodoethosqueelindividuopudieraformarbajoese
supuesto orden neutral. El Estado liberal no sólo crea un ethos, sino que crea el único que acaba
siendo verdadero ethos, constitutivo de la identidad del hombre.Así se explica que, ante cualquier
conflicto de valores, el liberalismo responda habitualmente con la apertura de un nuevo campo de
elección, permitiendo que se impongan las preferencias individuales en cuanto tales: es decir, en
cuantomeraspreferencias[...]”.CruzPrados,Alfredo:Ethosypolis.Basesparaunareconstrucción
de la filosofía política. Pamplona, EUNSA, 1999, págs. 25-26.
8
FernandoArangaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
defiende la postura de que el sumo bien radica en la felicidad.19 Antes
de repasar estos ejemplos mencionados –harto conocidos, por cierto, por
cualquiera que haya incursionado mínimamente en la historia de la
ética– Rawls ha mostrado cómo al elegir en una teoría el criterio del
placer como único bien, éste puede ser jerarquizado como un valor (el
máximodentrodeestateoría)segúnuncriterioquenopresuponeningún
estándarsobreloqueescorrecto,“oloquenormalmentecreeríamosque
es correcto.”20 A este tipo de procedimientos en ética se opone la teoría
de distribución de bienes, cuando ésta“además es considerada como un
bien, quizás de un orden superior, y nos lleva a producir el mayor bien
(incluyendo el bien de la distribución entre otros), entonces no tenemos
ya más una concepción teleológica en su sentido clásico.”21 El asunto de
la distribución depende, entonces, del concepto de lo correcto, tal como
éste es intuitivamente comprendido, por lo cual esta teoría “carece de
una definición independiente de lo bueno.”22
9
FernandoArandaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
deriqueza,tantocomoelmáximoquepuedanobtener.Pero,ensímisma,
ninguna distribución de satisfacciones es mejor que otra excepto que se
prefiera una distribución más igualitaria a fin de romper vínculos. Es
verdad que ciertos preceptos de justicia de sentido común, en particular
aquellosqueconciernenalaproteccióndelaslibertadesyderechos,olos
queexpresanlasdemandasdemerecimientos,parecequecontradicental
pretensión. Pero desde un punto de vista utilitarista, la explicación de
estos preceptos y de su carácter aparentemente estricto –o riguroso– es
queellossonaquellospreceptosquelaexperienciamuestraquedeberían
ser respetados estrictamente, dejándolos de lado sólo bajo circunstancias
excepcionalessilasumadelasventajasfueranmaximizadas.Aúnasí,al
igual que todos los otros preceptos, los de justicia son derivados
a partir de la única finalidad de obtener el mayor balance de
satisfacción. De tal manera que no hay razón alguna, en principio, por
la cual las mayores ganancias de alguien no puedan compensarse por
las menores pérdidas de los demás; o lo que es más importante, porque
la violación de la libertad de unos pocos no podría ser considerada como
correctaporcausadeunbienmayorcompartidopormuchos.Estoocurre
simplemente porque bajo la mayoría de las condiciones, al menos en un
estadodelacivilización,lasumamayordelasventajasnoesobtenidade
estamanera.Sinduda,larigurosidaddelospreceptosdejusticiadel
sentido común tienen cierta utilidad para limitar las propensio-
nes de los hombres hacia la injusticia y las acciones socialmente
dañinas, aunque el utilitarista cree que es erróneo afirmar esta
restricción como un primer principio de la moral. Así como es
racionalparaunhombremaximizarlasatisfaccióndesusistema
de deseos, es correcto para una sociedad maximizar el balance
neto de satisfacción distribuida entre todos sus miembros” (la
negrita es nuestra y constituye una síntesis de la teoría utilitarista de
la justicia, según Rawls).27
Comenta Rawls que el adoptar para la sociedad el principio de elec-
ción racional individual es el modo natural de llegar al utilitarismo, y
si se reconoce este proceder, entonces logra comprenderse claramente
la idea del espectador imparcial y el énfasis que históricamente han
puesto en la simpatía, como guía de nuestra imaginación. Mediante es-
tos mecanismos el utilitarista explica cómo un principio válido para un
hombreesaplicadoluegoalasociedad.Talespectadoresquienorganiza
los deseos de todos en un sistema coherente. Para ello, este espectador
es alguien que, dotado de “poderes ideales de simpatía e imaginación”,
es un individuo perfectamente racional que “se identifica con los otros
y experimenta sus deseos como si fueran propios”.28 De este modo, el
espectador imparcial asigna la intensidad y el peso apropiados de tales
deseosenun“sistemaúnicodedeseoscuyasatisfacciónintentarámaxi-
10
FernandoArangaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
mizar el legislador ideal, ajustando las reglas del sistema social.”29 Este
legislador ideal actúa como si fuera un empresario que decide de qué
modohademaximizarsubeneficio,produciendotalocualmercancía;o
como un consumidor decidiendo cómo ha de maximizar su satisfacción
adquiriendo entre diferentes bienes. En cualesquiera de estos casos se
trata de una persona única que debe tomar la decisión acerca de los
deseos que habrán de “determinar la mejor asignación de medios li-
mitados.”30 La decisión correcta sobre dicha asignación termina siendo
una pura cuestión administrativa, condicionada por la eficiencia.31 Y,
para finalizar su exposición, cierra Rawls su propio dictamen sobre la
concepción utilitarista de la justicia:
“Esta visión de la cooperación social es la consecuencia de extender
a la sociedad el principio de elección hecho por un único hombre, y en-
tonces, hacer funcionar esta extensión fundiendo a todas las personas en
unapersonaúnica,medianteactosimaginativosdelsimpáticoespectador
imparcial.32 El utilitarismo no considera seriamente la distinción entre
personas”.33
29 Ibid.
30 Ibid. Cabe recordar aquí la similitud, o mejor dicho, la rememoración que Rawls hace sobre una
de las circunstancias objetivas, según Hume, de la justicia: la escasez.
31 Ibid.
32 Con respecto al asunto de la separación de las personas y el individualismo implícito en el cual
se arraiga esta idea, comenta Grondona, haciendo referencia al individualismo liberal de Nozick
y Rawls: “La crítica del individualismo al utilitarismo deja de ser suave y se vuelve fuerte, abso-
luta, cuando Robert Nozick señala que el utilitarismo ignora que los individuos están ‘separados’
unos de los otros en el sentido de que sus placeres o dolores no son intercambiables. Lo que pasa
en el fondo de cada ser humano es algo único, incomparable. Este argumento ya estaba en John
Rawls, cuyo juicio acerca del utilitarismo es que ‘no considera seriamente la distinción entre las
personas’. Según estas críticas, al hacer su cuenta sobre el mayor balance neto de felicidad de
un grupo, el utilitarismo no imagina a cada uno de los miembros de ese grupo como una persona
diferente, separada e incomparable, sino como un receptáculo indiferenciado de placeres y dolores,
intercambiables con los placeres y dolores de los demás‘receptáculos’. Cada ser humano sería sólo
unaunidaddemedidadeplaceres;una‘bolsa’noyadetrigo,sinodeotrobien‘fungible’:elplacer.
[...] el libro ya citado Razones y personas, de Derek Parfit [Reason and Persons. Oxford University
Press,1984],esunarespuestautilitaristaalaobjecióndeRawlsquemencionábamosenelpárrafo
anterior. Rawls y Nozick sostienen que el utilitarismo no considera debidamente la distinción en-
tre las personas. ¿Qué sostiene entonces el utilitarista Parfit? Simplemente, que no hay personas.
Lo que hay, para él, es sólo una suma de procesos corporales y mentales a los que ‘unificamos’
metafóricamente con el nombre de ‘personas’, como si ‘detrás’ de ellos hubiese una sustancia que
los sostiene. Pero‘la persona’ no es más que eso: una metáfora. Si sólo es eso, la crítica de Rawls
y Nozick pierde peso y el utilitarismo hace bien al no considerar‘la distinción entre las personas’
en su cuenta de placeres y dolores. En un artículo dedicado al libro de Parfit que tituló‘Personas,
sujetos y utilitarismo’ (‘Persons, Selves and Utilitarianism’, Ethics, julio de 1986, págs. 721-745),
Bart Schultz contrapone la tesis del autor de Razones y personas a la objeción de Rawls y Nozick
contra el utilitarismo. Sin que ésta sea su tesis, la lectura de Schultz me ha hecho pensar que
una respuesta al debate quizá se encuentre en el propio Nozick, cuando señala en Explicaciones
filosóficas que cada individuo desea no sólo elegir, sino elegirse (ser no sólo un chooser sino un
self-chooser). Siendo la meta de cada ser humano ‘elegirse’ en cuanto expresión de un nuevo haz
de valores, quedaría abierta la posibilidad de que no seamos al empezar la vida ‘personas’, como
dice Parfit, pero que nuestra vocación sea precisamente llegar a serlo a través de ese esfuerzo de
autoelevación que dura toda la vida. He aquí una perspectiva acorde con la‘salvación laica’ de la
que hablaba Aron: el ‘cielo en la tierra’ (Maslow) es llegar a ser persona”. Bajo el imperio de las
ideas morales, págs. 110-111.
33 Rawls, A Theory of Justice, # 5, pág. 27.
11
FernandoArandaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
34 Acerca de la secuencia de los principios de justicia y su prioridad“lexicográfica”, véase: Ibid., # 8,
págs. 40-45; también # 39, págs. 243-251.
35 En cuanto a la etimología del término “lexicográfico”, según Rawls, véase: Ibid., # 8, págs. 42-43,
específicamente nota Nº 23.
36 Aquíaludimosexpresamentealhartoconocido“AmericanWayofLife”,suelonutriciodesdeelcual
Rawls elabora su concepción contractual de la justicia.
12
FernandoArangaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
individuo único. Rawls no pudo por menos que asumir esta crítica a
su cargo, justo él que pretende, como también Nozick, tomar en serio el
carácter plural y distinto de los individuos. La pluralidad de las per-
sonas es el rasgo más esencial que caracteriza al sujeto moral,
es el primer postulado de la antropología filosófica que subyace a
la Teoría de la justicia. Queda por comprender la relación entre los dos
reprochesquesehandirigidoalutilitarismo:ignoralapluralidadhumana
y justifica por la razón el sacrificio de algunos por el bien de todos [...]”
(la negrita es nuestra).37
LA PRIORIDAD DEL RIGHT SOBRE EL GOOD EN LA JUSTICIA SEGÚN RAWLS
A partir de su recepción crítica del utilitarismo, Rawls elabora los
aspectosfundamentalesdesuteoríadelajusticia.Nosreferimosa:(1)la
prioridad de la libertad38 sobre otros bienes o valores;39 (2) su apelación
alcontractualismo40comoorigendelosprincipiosdejusticia,conlocual
intenta Rawls evitar la extensión a la sociedad íntegra de la elección
37 Dupuy, Jean-Pierre: El sacrificio y la envidia. El liberalismo frente a la justicia social. Barcelona,
Gedisa, 1998, pág. 125.
38 Massini Correas deja explícitamente aclarada la noción de libertad asumida por Rawls, la cual no
dejadeserlatípicanocióndelibertadquefuncionaenlasociedadcivilmodernaycontemporánea,
como una propiedad negativa, restrictiva, al estilo de Hobbes, al oponerse a la concepción política
delhombresostenidaporAristóteles,quienconcebíalalibertadcomo“libertadpara...”,esdecir,una
propiedad positiva, cuyo ejercicio pleno se cumplimentaba participando en la comunidad política
a la que cada persona pertenecía:“Si bien Rawls es un liberal –así se autodenomina él mismo– y
la noción de libertad juega un papel central en su pensamiento, la primera de las consideraciones
enestepuntohadereferirsenecesariamentealcarácterasistemáticoydispersodelasreferencias
efectuadasporRawlssobreestetema;elqueestecarácterseaunaconstanteentodoslosaspectos
desuobra,nodejadeintroducirdificultadesalahoradeprecisarquéentiendeporlibertadensu
teoríadelajusticia.Porlopronto,aparececomoevidentequeseencuentranenRawlsnounasino
varias nociones de libertad; en primer lugar, y bajo el título preciso de ‘El concepto de libertad’,
Rawls sostiene que ‘la descripción general de la libertad tiene la siguiente forma: esta o aquella
persona (o personas) es libre (o no libre) de esta o aquella constricción (o conjunto de constriccio-
nes) para hacer (o no hacer) tal o cual cosa’. Aquí el filósofo de Harvard describe el significado
de‘libertad’ a través de su acepción más corriente y primera de exención de trabas o ausencia de
restricciones. Se trata, por lo tanto, de una noción meramente negativa de la libertad, que no se
vincula directamente con la facultad de autodeterminarse de modo espontáneo (Sobre la polisemia
de‘libertad’, vid Millán Puelles,Antonio, Léxico Filosófico, Madrid, Rialp, 1984, pp. 393-405). Pero
pocosrenglonesmásadelante,Rawlsnosaclaraque‘lamayoríadelasvecesdiscutiréacercadela
libertadenrelaciónconlasrestriccionesmoralesojurídicas.Enestoscasos–continúa–lalibertad
es una cierta estructura de las instituciones, un cierto sistema de reglas públicas que definen
derechos y deberes’. Y al analizar los dos principios de la justicia, Rawls sostiene que ‘la libertad
es cierto modelo (o patrón) de las formas sociales’ y que ‘el hecho de que los hombres sean libres
está determinado por los derechos y deberes establecidos por las principales instituciones de la
sociedad’. De todos estos textos se sigue claramente que, en la Teoría de la justicia, la libertad se
concibecomounaciertaausenciaderestriccionesalaactividadsocialdelaspersonas,determinada
por los derechos establecidos por las instituciones básicas de la sociedad.‘La libertad es –concluye
Rawls– un complejo de derechos y deberes definidos por las instituciones’ [...]”. Massini Correas,
Carlos:“LanocióndelibertadenJohnRawls.”RevistadelaUniversidaddeMendoza,Nº19(2001),
págs. 19-20.
39 Rawls, A Theory of Justice, # 6, págs. 27-28.
40 Paratenerunpanoramahistóricogenéticosobreelcontractualismoyelconvencionalismoéticoen
relación con su origen, desarrollo e influencia sobre la filosofía política moderna y contemporánea
véase mi trabajo: “La justicia según Ockham, Hobbes, Hume y Rawls, en el marco de una teoría
convencional-contractualista de la sociedad política.” Estudios Filosóficos, nº 149, vol. LII (2003),
págs. 43-86.
13
FernandoArandaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
racional particular de un solo hombre;41 y (3) la negación de todo rasgo
teleológico en su teoría, optando, por el contrario, por una concepción
de tipo deontológico, cuyo rasgo esencial es que estas teorías éticas se
definen como no teleológicas, lo cual le permite priorizar lo correcto por
encimadelaconcepcióndelbienquecadaunopuedasostener,42ydeeste
modoadheriralateoría(deontológica)delajusticia:“Estaprioridadde
lo correcto (right) sobre lo bueno (good), en la justicia como imparciali-
dad,seconvierteenelrasgofundamental(central)deestaconcepción”.43
En este aspecto, central por otra parte en relación con la totalidad de
la ética rawlsiana, Alasdair MacIntyre ha sido demasiado claro en uno
de sus más renombrados trabajos, en el cual se dedicó elaboró una sis-
temática crítica de la concepción del bien sostenida por el liberalismo
contemporáneo, contraponiéndola a la noción del bien en Aristóteles y
elAquinate.Aquí nos interesa introducir una declaración meridiana del
escocés contemporáneo, tomada de su discurso inaugural, al asumir la
cátedra“McMahon/Hank”deFilosofía,enNotreDameUniversity,Indiana,
EE.UU., el 18 de abril de 1990:
“[...]ParaSantoTomásdeAquino,lomismoqueparaAristóteles,sólo
podemos comprender lo justo a la luz suministrada por el bien. El bien,
para los miembros de cada especie, es aquel fin hacia el cual se dirigen
para alcanzar, qua integrantes de esas especies, su perfección específica.
En los animales racionales, las normas para la acción recta son aquellas
querequierendelaconformidadintencional,silaperfecciónespecíficaha
de ser lograda. El contenido de aquellas normas, su carácter imperativo
y su autoridad, derivan del fin a cuya obediencia sirven. Pero las normas
morales no han de ser entendidas como modelos que especifican accio-
nes, cuya realización, como un asunto de hecho meramente contingente,
14
FernandoArangaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
provocará alguna clase particular de estado final. No se trata de espe-
cificaciones de medios externamente vinculados a un fin. Son más bien
normasparcialmenteconstitutivasdeunaformadevida,cuyavivenciaes
la función peculiar de los seres humanos en tanto que animales raciona-
les, y cuya consumación está en aquella actividad que es en sí misma la
suprema felicidad y que hace de la vida, de la cual ella es la conclusión,
una vida feliz [...].
“[...]Losdesacuerdossonnumerososyfundamentalestantoencuanto
a la naturaleza del bien humano, como a si tal bien humano existe. Este
divorcio,socialmenteexpresado,entrelasreglasquedefinenlarectarazón,
por un lado, y las concepciones del bien humano, por el otro, es uno de
losaspectosporlosquetalessociedadeshansidollamadasliberales.Pues
es un dogma central de la reciente teoría política y moral liberal que las
institucionespúblicas,yespecialmentelasgubernamentales,deberíanser
sistemáticamente neutrales entre ideas rivales acerca de qué es el bien
humano. La adhesión a cualquier concepción particular del bien humano
debería ser, desde el punto de vista liberal, un asunto de preferencia in-
dividual y elección privada, y es contrario a la racionalidad requerir de
cualquier persona que acuerde con otra el otorgar su adhesión a alguna
opinión particular.
“Elestadodelasconcepcionessobreelbienhumanoes,aesterespecto,
muydiferentedeldelasnormasmorales.Paraestaidealiberalmoderna,
lasnormasmoralesprescribenaquellasaccionesyabstencionesquecual-
quierpersonaracionalpuedeexigirdeotra.Acercadeestasprescripciones,
de su contenido, de su fuerza obligatoria y, probablemente, de las formas
adecuadas de sancionar su incumplimiento, se requiere el acuerdo entre
personas racionales. El acuerdo exigido acerca de las normas morales
por los liberales, y la clase de desacuerdo permitido y esperado por ellos
mismos acerca de las concepciones del bien, puede caracterizarse en los
mismos términos de la relación entre libertad y razón [...].
“Entre los teóricos liberales existen, por supuesto, importantes dife-
renciasenlaformaenquearticulansusposiciones,perotambiénhayun
notablegradodecoincidencia.Así,VirginiaHeld,quienexpresaelcontraste
entre el derecho (El autor emplea el término right como sustantivo y no
como adjetivo. Por ello lo traducimos como derecho, en lugar de lo justo;
lo correcto o lo recto) y el bien, en términos de principios definitorios de
derechos,afirma:‘Podemosaceptarquedifieranlasdiferentesconcepciones
de las personas sobre el bien, y esto porque, a pesar de que no todas las
concepcionesseránigualmenteadmirables,laspersonaspuedenperseguir
legítimamente un pluralismo de fines admirables. No obstante, el recono-
cimiento por las mismas personas de los principios de libertad, justicia e
igualdad, conducentes a un sistema de derechos para los seres humanos,
no es un asunto de preferencia o de elección entre bienes... Puede afir-
marse y defenderse que todas las personas, como seres morales, deberían
adherir a los principios que aseguran el respeto de los derechos’ (Rights
and Goals, University of Chicago Press, Chicago, 1984, pág. 19).
“Ronald Dworkin había identificado previamente una teoría carac-
terísticamente liberal de la igualdad, como aquella que ‘supone que las
15
FernandoArandaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
decisionespolíticasdebenser,enlamedidaqueseaposible,independientes
de cualquier concepción particular de la buena vida, o de lo que otorga
valor a la vida. Desde que los ciudadanos de una sociedad difieren en
sus concepciones, el gobierno no los tratará como iguales si prefiere una
concepciónalaotra,seaporquelosfuncionarioscreanqueunaesintrín-
secamente superior, sea porque es sostenida por un grupo más numeroso
o más poderoso’ [“Liberalism”, en S. Hampshire. ed., Public and Private
Morality, Cambridge University Press, Cambridge, 1978, pág. 127. Hay
versión española: DWORKIN, Ronald, “El liberalismo”, en Stuart Hampshi-
re (comp.), Moral, Pública y Privada, trad. M. Córdoba, F. C. E., México,
1983, págs. 133-167]. Y John Rawls había ido ya más lejos que Held y
Dworkin al afirmar no sólo que ‘el consentimiento sobre los principios
de la elección racional’ está presupuesto al alcanzar los principios de la
justicia –mientras que en el caso de planear la propia vida a la luz de
alguna concepción del bien ‘no es requerida la unanimidad concerniente
alosestándaresdelaracionalidad’desdeque‘cadapersonaeslibrepara
planearsupropiavidacomoleplazca(entantoquesusintencionessean
coherentesconlosprincipiosdelajusticia)’–,sinotambiénque‘lavariedad
enlasconcepcionesdelbienesensímismaunbien’(ATheoryofJustice,
Cambridge, Harvard University Press, 1971, pp. 447-448)”.44
Los juicios de MacIntyre acerca de la posición de Rawls y el resto
de los liberales contemporáneos mencionados, son por demás claros y
elocuentes, pero dejemos a un lado, por el momento, esta digresión en
la exposición del pensamiento del filósofo harvardiano, en lo que toca
a las éticas de bienes y fines, para continuar con la valoración crítica
rawlsiana del utilitarismo, a partir de lo cual habrá de construir, luego,
su noción contractualista de la justicia.45
44 MacIntyre,Alasdair:“Laprivatizacióndelbien”,trad.deJuanFernandoSegovia,enCarlosI.Mas-
sini Correas, comp.: El iusnaturalismo actual. Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1996, págs. 215-220.
45 Una extensa crítica, organizada bajo dos grandes acápites, puede verse en mi tesis doctoral: In-
terpretación crítica de la ética contractualista..., “Rawls frente a sus principales críticos”, págs.
376-411 y“Perspectiva personal y evaluación crítica sobre la teoría de la justicia de John Rawls”,
págs. 411-432. En este último apartado, mi principal crítica se resume en tres apartados, a saber:
“Los supuestos (metafísicos) no tematizados en la noción rawlsiana de fairness”, págs. 421-423,
“Cuestiones referidas a metaética”, págs. 423-426 y “Dimensión ético-normativa”, págs. 426-430.
46 En el capítulo 5 de la obra de Gutmann, Amy y Thompson, Denis: Democracy and Disagreement,
los autores se explayan acerca del tópico que Rawls ha desarrollado en su crítica a las teorías vi-
gentessobrelajusticia,comopasoprevioantesdelaformulacióndesupropiateoría.Estecapítulo
comienza con la afirmación de la idea de que ciertas concepciones han creído que podrían llegar a
constituirseenlamejormaneraderesolverlosdesacuerdosmoralesenunasociedad,proponiendo
principios dirigidos “a eliminar o al menos disminuir el dominio de los desacuerdos morales en
la política”. En este sentido, afirman, la concepción más prometedora ha sido la utilitarista, que
16
FernandoArangaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
sostenido por Hume, quien, a su juicio, “no es estrictamente hablando
un utilitarista” y agrega más adelante que“todo lo que Hume parecería
entender por utilidad es el interés general y las necesidades de la so-
ciedad [...]. Para Hume, entonces, la utilidad pareciera ser algo idéntico
con alguna forma del bien común”,47 agregando que de ser correcta su
interpretación de Hume,48 no existiría conflicto alguno entre ésta y la
“sostiene que el gobierno debería ocuparse en cómo maximizar el bienestar del mayor número de
ciudadanos”.Yagreganaestoque“elutilitarismohasidolamaneramásinfluyente–yaúnlamás
ampliamente aceptada– en lograr un intento por resolver los conflictos morales que surgen en la
política pública. [Una excelente exposición breve y crítica del utilitarismo como una moral política
apareceenKymlicka,Will:ContemporayPoliticalPhilosophy.Oxford,ClarendomPress,1990,págs.
9-49; nota final de los autores, Nº 1, p. 389]. En los debates políticos habituales, el utilitarismo se
manifiestabajolaformadeunllamamientoaconsiderarlosefectosdeunapolíticasobreelbienestar
detodoslosciudadanos[...]Lamanerautilitaristadepensar,conocidabajodiversosnombresyque
es percibida con múltiples facetas diferentes, ha penetrado en los foros públicos de la democracia
burguesa. La forma más fuerte y sofisticada del utilitarismo aparece en los trabajos de varios
filósofos morales contemporáneos. [Dos de las más sutiles versiones contemporáneas de las teorías
morales utilitaristas son las de Griffin, James: Well-Being: Its Meaning, Measurement, and Moral
Importance. Oxford, Oxford University Press, 1986; y Parfit, Derek: Reasons and Persons. Oxford,
OxfordUniversityPress,1984.Paraotrasdiscusionesimportantessobreelutilitarismofundacional,
ver Hardin, Russell: Morality within the Limits of Reason. Chicago, University of Chicago Press,
1988; Scheffler, Samuel: Consequentialism and Its Critics. Oxford, Oxford University Press, 1988;
y Sen, Amartya & Williams, Bernard, eds.: Utilitarianism and Beyond. Cambridge, Cambridge
University Press, 1982. Entre los utilitaristas contemporáneos, quienes aplicaron sus teorías a
problemasprácticos,estánGlover,Jonathan:CausingDeathandSavingLives.NewYork,Penguin,
1977; Gooding, Robert: Political Theory and Public Policy. Chicago, University of Chicago Press,
1982,yReasonsforWelfare.Princeton,PrincetonUniversityPress,1988;Hare,R.M.:Freedomand
Reason. Oxford, Oxford University Press, 1971, Moral Thinking. Oxford, Clarendom Press, 1989,
y Singer, Peter, ed.: Practical Ethics. Cambridge. Cambridge University Press, 1993. En cuanto al
sectordeutilitaristasdelateoríadejuegos,verlaexposiciónycríticadeBarry,Brian:Theoriesof
Justice. Berkeley, University of California Press, 1989, págs.3-142; (nota final de los autores, Nº 3,
pág. 389)]. Quienes proponen tales teorías, generalmente buscan fundamentar la moralidad antes
que proporcionar un marco para la argumentación política. Igualmente, si el utilitarismo llegara
necesariamente a convertirse en el mayor fundamento de la moralidad, esto no necesariamente
constituiría la base más satisfactoria para proceder en relación con los conflictos morales en ma-
teria política [...]”. Democracy and Disagreement.Why moral conflict cannot be avoided in politics,
and what should be done about it, third printing. Cambridge, Massachusetts, The Belknap Press
of Harvard University Press, 2000, págs. 165-166, 389.
47 Rawls, A Theory of Justice, # 6, págs. 32-33.
48 Larmore adhiere a la concepción convencional elaborada por Hume sobre la justicia, y en su
justificación se aproxima bastante a la defensa que Rawls hace aquí del filósofo escocés –además
de las restantes influencias que aquél ha tomado de éste al elaborar su noción de justicia como
imparcialidad: “Hume escribió que la justicia es una virtud ‘artificial’. No todo lo que él ha dicho
específicamente sobre qué es lo que hace que una virtud sea ‘artificial’ me resulta aceptable. En
particular, cómo distingue una virtud artificial de una natural (como la valentía), no puede ser
que eso termine siendo algo‘instintivo’, como Hume ha escrito, porque seguramente el cultivo y la
articulacióndelavalentíaconlabenevolencia,nomenosquedelajusticia,handedependerdesu
entrenamientoydelascircunstanciassociales.Peroapesardesuconfianzaenestaambiguanoción
de naturaleza del siglo XVIII, la idea de Hume de que la justicia es una virtud artificial contiene
unaverdadimportante.Laartificialidaddelajusticiatambiénsignificaparaélquesetratadeun
artificio o convención que los seres humanos establecen para resolver ciertos problemas que han
surgido a partir de otros valores y compromisos (Hume, Treatise of Human Nature, Book 3, Part
2, Section 1). [...]Veamos a qué problema atribuye Hume para el cual la convención de la justicia
constituye la solución –es decir, las ‘circunstancias de la justicia’ (Ibid., Section 2; and Hume, An
Inquiry, Section 3, Part 1. El concepto ‘circunstancias de la justicia’ proviene de Rawls, A Theory
of Justice, 126ff. Ver ademásWarnock, The Object of Morality, Chapter 2). Estas circunstancias se
dividen en dos grupos. Las circunstancias externas incluyen la escasez relativa de la mayor parte
de las cosas que los seres humanos necesitan y desean, y la inestabilidad relativa de su posesión
17
FernandoArandaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
nocióndeprioridaddelajusticia,49comoasítampocohabríaincompatibi-
lidadalgunaconlateoríacontractualdeLocke,pues“lacríticahumeana
al contractualismo lockeano no niega, sino, por el contrario, parecería
reconocer su carácter fundamental.”50
Rawls finaliza su evaluación del utilitarismo destacando los méritos
que,apesardeloafirmadoenATheoryofJustice,ésteposee,altiempo
que se ocupa de establecer el principal contraste entre la concepción
utilitarista de la justicia que acaba de criticar y su teoría de la justicia
como imparcialidad:
“El mérito de la concepción clásica, tal como fue formulada por Ben-
tham,51 Edgeworth y Sidgwick es que reconoce claramente lo que está
(las cosas que poseemos no se convierten en prolongaciones inseparables de nuestro cuerpo, pero
pueden sernos retiradas de nosotros). Las circunstancias internas consisten en la diversidad de
fines que persiguen los seres humanos, como así también en los reclamos conflictivos que la gente
efectúa en relación con los principios políticos que habrán de regular los beneficios de la coopera-
ciónsocial.Humeconsideróqueestosfinesentranencoaliciónporquenuestrasconcepcionesdela
vidabuenasonobienegoístasodemasiadoindividualistas,yquenuestrabenevolenciaalcanzaría
principalmente a los miembros de nuestra familia, amigos y asociados, y nunca a la totalidad de
la sociedad. Esta caracterización de la naturaleza humana puede resultar tan chocante como un
principio de partidismo ideológico. [...]”. Patterns of Moral Complexity, págs. 70, 71.
49 Sobre la concepción de Hume de la justicia, véase: Aranda Fraga, Fernando: “La teoría de la jus-
ticia en Hume en el marco del constructivismo ético.” Télos. Revista Iberoamericana de Estudios
Utilitaristas, Vol. XI, nº 1 (2002): págs. 33-56.
50 Rawls, A Theory of Justice, # 6, pág. 33.
51 Gutmann y Thompson señalan, en su obra antes citada, acerca de los desacuerdos en las demo-
cracias, que existen tres elementos característicos en el utilitarismo político –y particularmente
recalcan esto en la forma del utilitarismo clásico representada por Bentham, y otros–, a saber: (1)
“los utilitaristas sostienen un único y singular fin inclusivo –la utilidad– que es propuesto para
incorporartodoslosdemásfinesquelosciudadanospuedanperseguir,tanlejoscomoellospuedan
compatibilizarlosentresí.Adiferenciadeotrosfinespreeminentementepolíticosqueotrosteóricos
políticos han propuesto –la seguridad de Hobbes, la vida, libertad y propiedad de Locke, la comu-
nidaddeRousseau,todosloscualesexcluyenotrosfines–lautilidadesunapropuestaqueincluye
todos éstos y más aún. En el utilitarismo clásico de Bentham, cualquier finalidad que alguien
tengacuentacomountipodeutilidad[Además,Benthamidentificautilidadconplacer;suusodel
vocablo‘placer’esmuchomásamplioqueelusoordinariodeltérmino,ytalcomoéllohaaplicado
al principio de utilidad, incluye, al menos de modo cercano, cualquier fin que los seres humanos
puedan perseguir. Ver Bentham, Jeremy: Introduction to the Principles of Morals and Legislation,
1789, in vol. 1 of TheWorks of Jeremy Bentham, ed. John Bowring. Edinburgh,WilliamTait, 1843;
nota final de los autores, Nº 11, p. 390]. El utilitarismo confía en sí mismo como un método que
–al menos inicialmente– brinda apoyo a todas las pretensiones. Los utilitaristas contemporáneos
definen la utilidad en términos de alguna forma de bienestar, más comúnmente como una forma
de satisfacción de preferencias [...] Si bien éstas podrían, en teoría, mostrar resultados distintos,
enlaprácticatenderíanhacialaconvergencia.Encualquiercaso,losfuncionariospolíticospueden
tomar la decisión de no tener en cuenta algunas de las preferencias expresadas. Ellos podrían
rechazar, por ejemplo, aquellas que no fueran estables o aquellas que no sean consistentes con
algunas de las restantes preferencias [...]. El segundo elemento importante del utilitarismo es su
consecuencialismo:laspreferenciasquedefinenutilidadespodríanreferirseprimariamenteaestados
deasuntosocasos,norespectodeacciones,motivos,ocarácter.Esteelemento‘requierequerevise-
mos a fin de ver dónde el acto o política en cuestión cumple actualmente algún bien o no... (esto)
requiere de cada uno que censure como moralmente incorrecto aquello que se muestre... como que
está haciendo desmejorar la vida de alguien [...]. El tercer elemento del utilitarismo nos conduce
a la pregunta: ¿Cómo podrían ser calculadas las consecuencias? La respuesta parece seguirse más
analíticamente de los primeros dos elementos del utilitarismo. Si la utilidad es el fin inclusivo de
la moralidad política, y solamente cuentan las consecuencias que produzcan utilidad, entonces los
funcionariospodríanintentarproducirtantautilidadcomoellospuedanlograr.Elutilitarismoseñala
18
FernandoArangaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
en juego, denominado, la prioridad relativa de los principios de justicia
y de los derechos derivados de estos principios. El asunto consiste en si
la imposición de desventajas sobre unos pocos puede ser compensada por
unamayorsumadeventajasgozadasporotros;osielpesodelajusticia
requiere una libertad igual para todos y permite únicamente aquellas
desigualdades económicas y sociales correspondientes a los intereses de
cada persona. En los contrastes entre el utilitarismo clásico y la
justicia como imparcialidad está implícita una diferencia en las
condiciones subyacentes de la sociedad. En una, pensamos en una
sociedad bien ordenada como un esquema de cooperación para ventajas
recíprocas, regulado por principios que las personas escogerían en una
situación inicial que es equitativa; en la otra, como una administración
eficiente de recursos sociales para maximizar la satisfacción del sistema
dedeseosconstruidoporelespectadorimparcialapartirdemuchossiste-
masindividualesdedeseosaceptadoscomodados.Lacomparaciónconel
utilitarismo clásico en su derivación más natural produce este contraste”
(la negrita es nuestra).52
Más adelante, luego de exponer los principales rasgos de las concep-
ciones intuicionistas sobre la justicia –punto de vista que fuera objeto
de su evaluación crítica, a fin de contrastar ambas, intuicionismo y uti-
litarismo, con la justicia entendida como imparcialidad– repara en las
demás ventajas que presenta el utilitarismo y por tanto en qué sentido
se acerca a la justicia como imparcialidad. Nos referimos aquí al lugar
que ocupa en la concepción utilitarista de la justicia la cuestión de la
prioridad de los principios, asunto de carácter supremo para Rawls,
pueséstehadeconstituirseenunodelosrasgosesenciales–yasujuicio
insoslayables– a la hora de establecer una teoría de la justicia que sea
capaz de regular la existencia de una “sociedad bien ordenada.”
Tal como ha sido visto, Rawls percibe y deja clara constancia de que
elutilitarismo,tratandodeevitarelrecursoalaintuición,53propusoun
principio único, prioritario. Es decir que opera haciendo el ajuste
de valores de acuerdo con una pauta estándar, la cual consiste en el
principio de utilidad. Tanto Mill como Sidgwick asumieron que dicho
principioeraelúnicocapazdepermitirlaconcordanciaentrediferentes
criterioscompetitivos,demodoquecuandonosvemosanosotrosmismos
inmersosenunacolisióndepreceptos,“notenemosotraalternativaque
adoptarelutilitarismo”.Enesto,afirmaRawls,consiste“unodelosma-
yoresatractivosdeladoctrinaclásica”,puestoqueabordalacuestión
de la prioridad y trata de evitar cualquier dependencia de la
intuición.54 He aquí, entonces, lo que Rawls retiene del utilitarismo y
alosfuncionariospolíticosquetrasladentodapretensiónhacialautilidadyquelamaximice[...]”.
Democracy and Disagreement, págs. 169-173, 390.
52 Rawls, A Theory of Justice, # 6, pág. 33.
53 Ibid., # 8, págs. 40-41.
54 Ibid., # 8, pág. 40.
19
FernandoArandaFraga LacríticadeRawlsalUtilitarismo
que no podrá encontrar dentro del esquema intuicionista de la ética y
lajusticia,yaqueenésteseniegaexpresamente.Pero,indudablemente,
si bien mostrará las falencias de esta última posición, también habrá
de adherir fuertemente a parte de sus nociones básicas al elaborar su
doctrinadelajusticiacomoimparcialidad,razónporlacuallodefenderá
y adoptará en parte.
En definitiva, la teoría de la justicia rawlsiana ha de emerger como
una tercera posición –si nos atenemos sólo a las dos que Rawls más
desarrolla y explica (utilitarismo e intuicionismo), ya que de plano ha
descartado a las restantes, como las perfeccionistas, por ejemplo– que,
asimilando el núcleo central del contractualismo clásico moderno, se
constituirá como una teoría ecléctica entre estas dos concepciones de la
justicia que Rawls evalúa críticamente desde el mismo comienzo de su
obra capital, de 1971, antes de exponer la suya, a través de la cual ha
quedado en la historia mundial de la filosofía política y de la ética.
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