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UNIVERSITÉ BORDEAUX MONTAIGNE

Lise Segas

ANTHOLOGIE
Littératures de l'Amérique coloniale

Licence LLCE Espagnol


3 e année
UE LJA5Y3

Année 2020/2021
Table des matières

1/ Las literaturas y tradiciones literaris indígenas en la literatura


colonial
Tradiciones náhuatl :
- Canto de las mujeres de Chalco, Aquiauhtzin (s. XV), p. 4
Tradiciones mayas :
- Popol Vuh, anónimo (s. XVI-XVIII), p. 8
Tradiciones quechuas :
- Dioses y hombres de Huarochirí, Francisco de Ávila (comp.) (1598), p. 10

2/   Narrar y ordenar el Nuevo Mundo: los límites de la historia y la


invención de nuevas modalidades narrativas
- Diario de a bordo de Cristóbal Colón : Primer viaje, atribuido a Fray
Bartolomé de Las Casas (hacia 1557), p. 12
Crónicas de Indias :
- La historia verdadera de la Conquista de Nueva España, Bernal Díaz del
Castillo (Tenochtitlan) (1632), p. 14
- La historia verdadera de la Conquista de Nueva España, Bernal Díaz del
Castillo (La Malinche) (1632), p. 16
- Historia general de las Indias, Gonzalo Fernández de Oviedo (1535), p. 18
-Naufragios, Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1555), p. 20
- Comentarios reales, Inca Garcilaso de la Vega (1609), p. 21
- Nueva coronica y buen gobierno, Guamán Poma de Ayala (texto e
ilustración) (hacia 1615), p. 23

3/ La evolución de las crónicas y las « fábulas » : ¿cómo escribir relatos


divertidos y de ficción en un contexto de control y censura?
Épica :
- Armas antárticas, Juan de Miramontes (hacia 1607-1609), p. 25
Relatos híbridos :
- Los infortunios de Alonso Ramírez, Carlos de Sigüenza y Góngora (1690),
p. 28
- El carnero, Juan Rodríguez Freyle (hacia 1636-1638), p. 30

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4/ Sor Juana Inés de la Cruz y las artes en la sociedad colonial
novohispana : una figura del Barroco
- "Hombres necios", Sor Juana Inés de la Cruz, p. 33
-Villancicos y ensaladillas, Sor Juana Inés de la Cruz, p. 34
- Respuesta a Sor Filotea, Sor Juana (1691), p. 37
-Primero sueño o El sueño, p. 39

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1/ Las literaturas y tradiciones literarias indígenas
en la literatura colonial

Canto de las mujeres de Chalco


Aquiauhtzin (s. XV)

Levantaos, vosotras, hermanitas mías,


vayamos, vayamos, buscaremos flores,
vayamos, vayamos, cortaremos flores.
Aquí se extienden, aquí se extienden
las flores del agua y el fuego, las flores del escudo,
las que se antojan a los hombres, las que son prestigio:
flores de guerra.
Son flores hermosas,
¡con las flores que están sobre mí, yo me adorno,
son mis flores, soy una de Chalco, soy mujer!
Deseo y deseo las flores,
deseo y deseo los cantos,
estoy con anhelo, aquí en el lugar donde hilamos,
en el sitio donde se va nuestra vida.
Yo entono su canto,
al señor, pequeño Axayácatl,
o entretejo con flores, con ellas lo circundo.
Como una pintura es el hermoso canto,
como flores olorosas que dan alegría,
mi corazón las estima en la tierra.
¿Qué significa todo esto?
Así estimo tu palabra,
compañero en el lecho, tú, pequeño Axayácatl.
Con flores lo entretejo, con flores lo circundo,
lo que nos une levanto, lo hago despertarse.
Así daré placer
a mi compañero en el lecho, a ti, pequeño Axayácatl.
Se alegra, se alegra,
hace giros, es como niebla.
Acompañante, acompañante pequeño, tú, señor Axayácatl.
Si en verdad eres hombre, aquí tienes donde afanarte,
¿Acaso ya no seguirás, seguirás con fuerza?
Haz que se yerga lo que me hace mujer,
consigue luego que mucho de veras se encienda.
Ven a unirte, ven a unirte:
es mi alegría.
Dame ya al pequeñín,
el pilón de piedra
que hace nacer en la tierra.
Habremos de reír, nos alegraremos,
habrá deleite, yo tendré gloria,
pero no, no, todavía no desflores,
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compañerito, tú, señor, pequeño Axayácatl.
Yo, yo soy atrapada,
mi manita da vueltas,
ven ya, ven ya.
Quieres mamar en mis pechos,
casi en mi corazón.
Quizás tú mismo estropearás
lo que es mi riqueza, la acabarás;
yo, con flores color de ave de fuego,
para ti haré resonar mi vientre,
aquí está:
a tu perforador hago ofrenda.
La preciosa flor de maíz tostado,
la del ave de cuello de hule,
la flor de cuervo, tu manto de flores,
están ya extendidos.
Sobre la estera preciosa tú yaces,
en casa que es cueva de plumas preciosas,
en la mansión de las pinturas.
Así en su casa me aflijo,
tú, madre mía, quizás ya no puedo hilar.
Tal vez no puedo tejer,
sólo en vano soy una niña.
Soy muchachita
de mí se dice que tengo varón.
Aborrezco a la gente,
mi corazón la detesta en la tierra.
Así tristemente cavilo,
deseo la maldad,
la desesperación ha venido a ser mía.
Me digo, ven niña,
aun cuando del todo he de morir.
Aunque mi madre perezca de tristeza,
aquí tengo yo a mi hombre,
no puedo ya hacer bailar el huso,
no puedo meter el palo del telar:
niñito mío, de mí te burlas.
¿Qué me queda? ¡Lo haré!
¿Cómo se embraza el escudo
en el interior de la llanura?
Yo me ofreceré, me ofreceré,
niñito mío, de mí te burlas.
Compañerito, niñito mío,
tú, señor, pequeño Axayácatl,
vamos a estar juntos,
a mi lado acomódate,
haz hablar tu ser de hombre.
¿Acaso no conozco, no tengo experiencia
de tus enemigos, niñito mío?
Pero ahora abandónate a mi lado.
Aunque seamos mujeres,
tal vez nada logres como hombre.
Flores y cantos
de la compañera de placer, niñito mío.
No hay ya jugo, señor mío, tú gran señor,
tú, pequeño Axayácatl;
todavía no empiezas
ya estás disgustado, compañero pequeño.
Ya me voy a mi casa, niñito mío.
Tal vez tú aquí me has embrujado,
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has pronunciado hermosas palabras.
Sabrosa es tu semilla,
tú mismo eres sabroso.
¿Acaso se sabe esto en nuestra casa?
¿Acaso tú me has comprado,
tú para ti me adquiriste, niñito mío?
¿Tal vez cambiarás mi placer, mi embriaguez?
Acaso desprecias, te has disgustado,
pequeño compañero, ya me voy a mi casa, niñito mío.
Tú, amiga mía, tú mujer ofrendadora,
mira como permanece el canto,
en Cohuatepec, en Cuauhtenanpan,
sobre nosotros se extiende, luego pasa.
Tal vez mi ser de mujer hace locuras,
mi pequeño corazón se aflige.
¿Cómo habré de hacerlo,
a aquél que tengo por hombre
aunque sean mías falda y camisa?
¡Los que son nuestros hombres,
compañeros de lecho!
Revuélveme como masa de maíz,
tú, señor, pequeño Axayácatl,
yo a ti por completo me ofrezco,
soy yo, niñito mío, soy yo, niñito mío.
Alégrate, que nuestro gusano se yerga.
¿Acaso no eres un águila, un ocelote,
tú no te nombras así, niñito mío?
¿Tal vez con tus enemigos de guerra no harás travesuras?
Ya así, niñito mío, entrégate al placer.
Nada es mi falda, nada mi camisa,
yo, mujercita, estoy aquí,
viene él a entregar su armonioso canto,
viene aquí a entregar la flor del escudo.
¿Acaso de algún modo somos dos,
yo mujer de Chalco, yo Ayocuan?
Quiero que haya mujeres como yo,
de allá de Acolhuacan,
quiero que haya mujeres como yo,
que sean tecpanecas.
¿Acaso de algún modo somos dos,
yo mujer de Chalco, yo Ayocuan?
Están avergonzados: yo me hago concubina.
Niñito mío,
¿Acaso no me lo harás
como se lo hiciste al pobre Cuauhtlatohaua?
Poco a poco desatad la falda,
abrid las piernas, vosotros tlatelolcas,
los que lanzáis flechas,
mirad aquí a Chalco.
Que yo me atavíe con plumas,
madrecita mía,
que me pinte yo la cara,
¿cómo habrá de verme mi compañero de placer?
Ante su rostro saldremos,
quizás habrá de irritarse
allá en Huexotzinco Xayacamachan,
en Tetzmolocan,
yo mujer que unté las manos con ungüentos,
me acerco con mi falda de fruto espinoso,
con mi camisa de fruto espinoso.
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Los veré a todos perecer.
Deseo en Xaltepetlapan a los huexotzincas,
al cautivo de Cuetlaxtan,
a los traviesos cuetlaxtecas,
los veré a todos perecer.
¿De qué modo se sabe?
Me llama el niño, el señor, el pequeño Axayácatl
quiere conmigo lograr su placer.
Por mi causa
a dos tendrás que cuidar,
niñito mío,
tal vez así lo quiere tu corazón,
así, poco a poco, cansémonos.
Tal vez no de corazón, niñito mío,
entras a la que es placer
a tu casa.
Tal vez así lo quiere tu corazón,
así, poco a poco, cansémonos.
¿De qué modo me lo haces, compañero de placer?
Hagámoslo así juntos,
¿acaso no eres hombre?
¿qué es lo que te confunde?
Mi corazón con flores circundas,
son tu palabra.
Te digo el lugar donde yo tejo,
el lugar donde hilo,
te hago recordar, compañero pequeño.
¿Qué es lo que te turba, corazón mío?
Soy vieja mujer de placer,
soy vuestra madre,
soy anciana abandonada,
soy vieja sin jugo,
es esto lo que hago,
yo mujer de Chalco.
He venido a dar placer a mi vulva florida,
mi boca pequeña.
Deseo al señor,
al pequeño Axayácatl.
Mira mi pintura florida,
mira mi pintura florida: mis pechos.
¿Acaso caerá en vano,
tu corazón,
pequeño Axayácatl?
He aquí tus manitas,
ya con tus manos tómame a mí.
Tengamos placer.
En tu estera de flores
en donde tú existes, compañero pequeño,
poco a poco entrégate al sueño,
queda tranquilo, niñito mío,
tú, señor Axayácatl.

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Popol Vuh , anónimo (s. XVI-XVIII)

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Dioses y hombres de Huarochirí
Francisco de Ávila (comp.) (1598)

Capitulo 1

Dicen que en los tiempos muy antiguos había unos huacas llamados Yananamca y
Tutanamca.
A estos, en una época posterior, los venció otro huaca llamado Huallallo Carhuincho.
Después de haberlos vencido, era Huallallo quien animaba a los hombres a los cuales no
consentía que engendrasen más de dos hijos. Uno se lo comía. El otro --el preferido-- era
criado por los padres. En aquella época, los hombres resucitaban sólo cinco dias despues de
morir y los cultivos también maduraban solo cinco dias después de haber sido sembrados.
Todas estas comunidades estaban pobladas por yuncas.
Los hombres proliferaban tanto que, (faltándoles espacio para sus sembradíos), vivían en gran
estrechez. (Fue así como subieron a los cerros donde,) para hacer sus chacras, solo escarbaban
y raspaban las crestas y laderas.
Dicen que, aun hoy, se ven estas chacras, grandes y pequeñas, sobre todos los cerros.
En aquel tiempo, los pájaros eran todos muy hermosos, los loros y los caquis deslumbrantes
de amarillo y rojo. Cuando más tarde apareció otro huaca llamado Pariacaca, esos pájaros
fueron expulsados, junto con todas las demás obras de Huallallo Carhuincho hacia la region
de los antis.
Narraremos más adelante la lucha que hubo entre estos dos y el origen de Pariacaca.
Había también otro huaca que se llamaba Cuniraya.
No sabemos muy bien si este existía antes o después de Huallallo y de Pariacaca.
Sin embargo, /sabemos que/ su culto está estrechamente asociado con el de Huiracocha, ya
que los hombres, cuando adoraban a Cuniraya, le dirigían el rezo siguiente: "Cuniraya
Huiracocha, animador de la tierra y del hombre, todas las cosas son tuyas; tuyas son las
chacras, tuyos son los hombres".
En los tiempos muy antiguos, antes de empezar cualquier tarea difícil, los hombres de antaño
arrojaban su coca al suelo y, sin ver a Huiracocha, rezaban asi: "Haz que me acuerde de como
realizar esta tarea y que sea hábil en su ejecución, oh Cuniraya Huiracocha".
Especialmente los tejedores de ropa fina, cuando tenían que tejer algo muy dificil, lo adoraban
y lo invocaban. Por eso, primero vamos a escribir sobre Cuniraya y después sobre Pariacaca.

Capítulo 2

Dicen que en los tiempos muy antiguos, Cuniraya Huiracocha, convertido en hombre muy
pobre, andaba paseando con su capa y su cusma hechas harapos.
Sin reconocerlo, algunos hombres lo trataban de mendigo piojoso.
Ahora bien, este hombre animaba a todas las comunidades.
Con su sola palabra preparaba el terreno para las chacras y consolidaba los andenes.
Con nada más que arrojar una flor de cañaveral llamado pupuna abría una acequia desde su
fuente. Así realizando toda clase de hazañas andaba humillando a los demás huacas locales
con su saber. Había una vez una mujer llamada Cahuillaca que también era huaca. Esta
Cahuillaca era todavía doncella. Como era muy hermosa todos los huacas y huillcas deseaban
acostarse con ella. Pero ella siempre los rechazaba.
Sucedió que esta mujer, que nunca se había dejado tocar por un hombre, estaba tejiendo
debajo de un lucumo. Cuniraya, gracias a su astucia, se convirtió en pájaro y subió al árbol.
Como había allí una lucuma madura, introdujo su semen en ella y la hizo caer cerca de la
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mujer. Ella, muy contenta, se la trago. Así quedo preñada sin que ningún hombre hubiera
llegado hasta ella. Nueve meses más tarde, como suelen hacer las mujeres, Cahuillaca
también dio a luz, aunque fuese todavía doncella.
Durante un año más o menos, crio sola a su hijo, amamantándolo. Siempre se preguntaba de
quien podía ser hijo. Al cumplirse el ano –el niño ya andaba a gatas– hizo llamar a todos los
huacas y los huillcas a fin de saber quién era el padre. Cuando oyeron el mensaje, todos los
huacas se regocijaron mucho y acudieron vestidos con su ropa más fina, cada uno convencido
de ser el que Cahuillaca iba a amar. Esta reunión tuvo lugar en Anchicocha. Cuando llegaron
al lugar donde residía esa mujer, todas los huacas y los huillcas se sentaron; entonces ella les
hablo: "¡Miradlo! varones, señores, ¡reconoced a este niño! ¿Quién de vosotros es el padre?".
Y a cada uno le pregunto si había sido él. Pero ninguno dijo que era su hijo. Cuniraya
Huiracocha --como suelen hacer los muy pobres--se había sentado a un lado; despreciándolo,
Cahuillaca no le pregunto a él, pues le parecía imposible que su hijo hubiera podido ser
engendrado por aquel hombre pobre, habiendo tantos varones hermosos presentes…

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2/ Narrar y orgnizar el Nuevo Mundo:
los límites de la historia y la invención de nuevas modalidades
narrativas

Diario de a bordo de Cristóbal Colón : Primer viaje


atribuido a Fray Bartolomé de Las Casas (hacia 1557)

Sábado, 13 de octubre

Luego que amaneció vinieron a la playa muchos de estos hombres, todos mancebos, como
dicho tengo. Y todos de buena estatura, gente muy hermosa. Los cabellos no crespos, salvo
corredios y gruesos, como sedad de caballo. Y todos de la frente y cabeza muy ancha más que
otra generación que hasta aquí haya visto. Y los ojos muy hermosos y no pequeños. Y ellos
ninguno prieto, salvo del color de los canarios. Ni se debe esperar otra cosa, pues está
Lesteoueste con la Isla de Hierro, en Canarias, so una línea. Las piernas muy derechas, todos
a una mano, y no barriga, salvo muy bien hecha. Ellos vinieron a la nao con almadías, que son
hechas de pie de un árbol, como un barco luengo, y todo de un pedazo, y labrado muy a
maravilla según la tierra, y grandes en que en algunos venían 40 y 45 hombres. Y otras más
pequeñas, hasta haber de ellas en que venía un solo hombre.

Remaban con una pala como de hornero, y anda a maravilla. Y si se le trastorna, luego se
echan todos a nadar y la enderezan y vacían con calabazas que traen ellos. Traían ovillos de
algodón hilado y papagayos y azagayas y otras cositas que seria tedio de escribir, y todo
daban por cualquier cosa que se les diese.

Y yo estaba atento y trabajaba de saber si había oro. Y vi que algunos de el traían un


pedazuelo colgado con un agujero que tienen a la nariz. Y por señas pude entender que yendo
al Sur o volviendo la Isla por el Sur, que estaba allí un rey que tenía grandes vasos de ello, y
tenía muy mucho. Trabajé que fuesen allá, y después vi que no entendían en la ida. Determiné
de aguardar hasta mañana en la tarde y después partir para el Sudueste, que según muchos de
ellos me enseñaron decían que había tierra al Sur y al Sudueste y al Norueste; y que estas del
Norueste les venían a combatir muchas veces, y así ir al Sudueste a buscar el oro y piedras
preciosas. Esta isla es bien grande y muy llana y de árboles muy verdes y muchas aguas y una
laguna en medio muy grande, sin ninguna montaña, y toda ella verde, que es placer de
mirarla. Y este gente harto mansa, y por la gana de haber de nuestras cosas, y teniendo que no
se les ha de dar sin que del algo y no lo tienen, toman lo que pueden y se echan luego a nadar,
más todo lo que tienen lo dan por cualquier cosa que les den; que hasta los pedazos de las
escudillas y de las tazas de vidrio rotas rescataban, hasta que vi dar 16 ovillos de algodón por

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tres ceotis de Portugal, que es una blanca de Castilla. Y en ellos había más de una arroba de
algodón hilado.

Esto defendiera y no dejara tomar a nadie, salvo que yo lo mandara tomar todo para Vuestras
Altezas si hubiera en cantidad. Aquí nace en esta Isla, más por el poco tiempo no pude dar así
del todo fe. Y también aquí nace el oro que traen colgado a la nariz; mas, por no perder
tiempo quiero ir a ver si puedo topar a la isla de Cipango. Ahora como fue noche todos se
fueron a tierra con sus almadías.

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La historia verdadera de la Conquista de Nueva España
Bernal Díaz del Castillo (1632)

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La historia verdadera de la Conquista de Nueva España
Bernal Díaz del Castillo (1632)

CAPITULO XXXVII

Cómo doña Marina era cacica a hija de grandes señores, y señora de pueblos y
vasallos, y de la manera que fue traída a Tabasco

Antes que más meta la mano en lo del gran Montezuma y su gran México y
mexicanos, quiero decir lo de doña Marina, cómo desde su niñez fue gran señora de
pueblos y vasallos y esdesta manera: que su padre y su madre eran señores y
caciques de un pueblo que se dice Painala, y tenía otros pueblos sujetos a él, obra
de ocho leguas de la villa de Guazacualco, y murió el padre quedando muy niña, y
la madre se casó con otro cacique mancebo y hubieron un hijo, y segun pareció,
querían bien al hijo que habían habido; acordaron entre el padre y la madre de darle
el cargo después de sus días, y porque en ello no hubiese estorbo, dieron de noche
la niña a unos indios de Xicalango, porque no fuese vista, y echaron fama que se
había muerto, y en aquella sazón murió una hija de una india esclava suya, y
publicaron que era la heredera, por manera que los de Xicalango la dieron a los de
Tabasco, y los de Tabasco a Cortés, y conocí a su madre y a su hermano de madre,
hijo de la vieja, que era ya hombre y mandaba juntamente con la madre a su
pueblo, porque el marido postrero de la vieja ya era fallecido; y después de vueltos
cristianos, se llamó la vieja Marta y el hijo Lázaro y esto sélo muy bien, porque en
el año de 1523, después de ganado México y otras provincias, y se había alzado
Cristóbal de Olí en las Higüeras, fue Cortés allá y pasó por Guazacualco, fuimos
con él a aquel viaje toda la mayor parte de los vecinos de aquella villa, como diré
en su tiempo y lugar; y cómo doña Marina en todas las guerras de Nueva-
España, Tlascala y México fue tan excelente mujer y buena lengua,.como adelante
diré, a esta causa la traía siempre Cortés consigo. Y en aquella sazón y viaje se casó
con ella un hidalgo que se decía Juan Jaramillo, en un pueblo que se decía Orizava,
delante de ciertos testigos, que uno dellos se decía Aranda, vecino que fue de
Tabasco, y aquél contaba el casamiento, y no como lo dice el cronista Gómara; y la
doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios en toda la
Nueva-España. Y estando Cortés en la provincia de Guazacualco, envió a llamar a
todos los caciques de aquella provincia para hacerles un parlamento acerca de la
Santa doctrina y sobre su buen tratamiento, y entonces vino la madre de doña
Marina, y su hermano de madre Lázaro, con otros caciques. Días había que me
había dicho la doña Marina que era de aquella provincia y señora de vasallos, y
bien lo sabía el capitán Cortés, y Aguilar, la lengua; por manera que vino la madre
y su hijo, el hermano, y conocieron que claramente era su hija, porque se le parecía
mucho. Tuvieron miedo della, que creyeron que los enviaba a llamar para matarlos,
y lloraban; y como así los vio llorar la doña Marina, los consoló y dijo que no
hubiesen miedo, que cuando la traspusieron con los de Xicalango que no supieron
lo que se hacían, y se lo perdonaba, y les dio muchas joyas de oro y de ropa y que
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se volviesen a su pueblo, y que Dios le había hecho mucha merced en quitarla de
adorar ídolos ahora y ser cristiana, y tener un hijo de su amo y señor Cortés, y ser
casada con un caballero como era su marido Juan Jaramillo que aunque la hiciesen
cacica de todas cuantas provincias había en la Nueva-España no lo sería; que en
más tenía servir a su marido e a Cortés que cuanto en el mundo hay; y todo esto
que digo se lo oí muy certificadamente, y así lo juro, amén. Y esto me parece que
quiere remedar a lo que le acaeció con sus hermanos en Egipto a Josef, que
vinieron a su poder cuando lo del trigo. Esto es lo que pasó y no la relación que
dieron al Gómara, y también dice otras cosas que dejo por alto. E volviendo a
nuestra materia, doña Marina sabía la lengua de Guazacualco, que es la propia de
México, y sabía la de Tabasco; como Jerónimo de Aguilar sabía la de Yucatán y
Tabasco, que es toda una, entendíanse bien; y el Aguilar lo declaraba en castellano
a Cortés: fue gran principio para nuestra conquista; y así se nos hacían las cosas,
loado sea Dios, muy prósperamente. He querido declarar esto, porque sin doña
Marina no podíamos entender la lengua de Nueva-España y México. Donde lo
dejaré, e volveré a decir cómo nos desembarcamos en el puerto de San Juan
de Ulúa.

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Historia general de las Indias

Gonzalo Fernández de Oviedo (1535)

Libro 3, Cap. XII

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Naufragios
Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1555)

Ellos no querían sino ir con nosotros hasta dejarnos, como acostumbraban, con otros
indios; porque si se volviesen sin hacer esto, temían que se morirían; que para ir con
nosotros no temían a los cristianos ni a sus lanzas. A los cristianos les pesaba de esto, y
hacían que su lengua les dijese que nosotros éramos de ellos mismos, y nos habíamos
perdido mucho tiempo había, y que éramos gente de poca suerte y valor, y que ellos eran
los señores de aquella tierra, a quien habían de obedecer y servir. Mas todo esto los indios
tenían en muy poco o nada de lo que les decían; antes, unos con otros entre sí platicaban,
diciendo que los cristianos mentían, porque nosotros veníamos de donde salía el sol, y
ellos donde se pone; y que nosotros sanábamos los enfermos y ellos mataban los que
estaban sanos; y que nosotros veníamos desnudos y descalzos, y ellos vestidos y en
caballos y con lanzas; y que nosotros no teníamos codicia de ninguna cosa, antes todo
cuanto nos daban tornábamos luego a dar, y con nada nos quedábamos, y los otros no
tenían otro fin sino robar todo cuanto hallaban, y nunca daban nada a nadie. Y de esta
manera relataban todas nuestras cosas y las encarecían, por el contrario, de los otros; y así
les respondieron a la lengua de los cristianos, y lo mismo hicieron saber a los otros por
una lengua que entre ellos había, con quien nos entendíamos, y aquellos que la usan
llamamos propiamente primahaitu, que es como decir vascongados, la cual, más de
cuatrocientas leguas de las que anduvimos, hallamos usadas entre ellos, sin haber otra por
todas aquellas tierras. Finalmente, nunca pudo acabar con los indios creer que éramos de
los otros cristianos, y con mucho trabajo e importunación les hicimos volver a sus casas, y
les mandamos que se asegurasen, y asentasen sus pueblos, y sembrasen y labrasen la
tierra, que, de estar despoblada, estaba ya muy llena de monte; la cual sin duda es la mejor
de cuantas en estas Indias hay, y más fértil y abundosa de mantenimientos, y siembran tres
veces en el año. Tienen muchas frutas y muy hermosos ríos, y otras muchas aguas muy
buenas. Hay muestras grandes y señales de minas de oro y plata; la gente de ella es muy
bien acondicionada; sirven a los cristianos (los que son amigos) de muy buena voluntad.
Son muy dispuestos, mucho más que los de Méjico, y, finalmente, es tierra que ninguna
cosa le falta para ser muy buena. Despedidos los indios, nos dijeron que harían lo que
mandábamos, y asentarían sus pueblos si los cristianos los dejaban; y yo así lo digo y
afirmo por muy cierto, que si no lo hicieren será por culpa de los cristianos.

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Comentarios reales
Inca Garcilaso de la Vega (1609)

I,  I,  cap.  15    


 
Después   de   haber   dado   muchas   trazas   y   tomado   muchos   caminos     para   entrar   a   dar  
cuenta   del   origen   y   principio   de   los   Incas   Reyes   naturales   que   fueron   del   Perú,   me  
pareció   que   la   mejor   traza   y   el   camino   más   fácil   y   llano   era   contar   lo   que   en   mis   niñeces  
oí  muchas  veces  a  mi  madre  y  a  sus  hermanos  y  tíos  y  a  otros  sus  mayores  acerca  de  este  
origen  y  principio,  porque  todo  lo  que  por  otras  vías  se  dice  de  él  viene  a  reducirse  en  lo  
mismo  que  nosotros  diremos,  y  será  mejor  que  se  sepa  por  las  propias  palabras  que  los  
Incas   lo   cuentan   que   no   por   las   de   otros   autores   extraños.   Es   así   que,   residiendo   mi  
madre  en  el  Cuzco,  su  patria,  venían  a  visitarla  casi  cada  semana  los  pocos  parientes  y  
parientas  que  de  las  crueldades  y  tiranías  de  Atahualpa  (como  en  su  vida  contaremos)  
escaparon,   en   las   cuales   visitas   siempre   sus   más   ordinarias   pláticas   eran   tratar   del  
origen   de   sus   Reyes,   de   la   majestad   de   ellos,   de   la   grandeza   de   su   Imperio,   de   sus  
conquistas  y  hazañas,  del  gobierno  que  en  paz  y  en  guerra  tenían,  de  las  leyes  que  tan  en  
provecho  y  favor  de  sus  vasallos  ordenaban.  En  suma,  no  dejaban  cosa  de  las  prósperas  
que  entre  ellos  hubiese  acaecido  que  no  la  trajesen  a  cuenta.  
   
De   las   grandezas   y   prosperidades   pasadas   venían   a   las   cosas   presentes,   lloraban   sus  
Reyes   muertos,   enajenado   su   Imperio   y   acabada   su   república,   etc.   Estas   y   otras  
semejantes   pláticas   tenían   los   Incas   Pallas   en   sus   visitas,   y   con   la   memoria   del   bien  
perdido  siempre  acababan  su  conversación  en  lágrimas  y  llanto,  diciendo:  »Trocósenos  
el   reinar   en   vasallaje…   «   etc.   En   estas   pláticas   yo,   como   muchacho,   entraba   y   salía  
muchas  veces  donde  ellos  estaban,  y  me  holgaba  de  las  oír,  como  huelgan  los  tales  de  oír  
fábulas.   Pasando   pues   días,   meses   y   años,   siendo   ya   yo   de   diez   y   seis   o   diez   y   siete   años,  
acaeció   que,   estando   mis   parientes   un   día   en   esta   su   conversación   hablando   de   sus  
Reyes  y  antiguallas,  al  más  anciano  de  ellos,  que  era  el  que  daba  cuenta  de  ellas,  le  dije:  
 
—  Inca,  tío,  pues  no  hay  escritura  entre  vosotros,  que  es  lo  que  guarda  la  memoria  de  las  
cosas  pasadas,  ¿qué  noticia  tenéis  del  origen  y  principio  de  nuestros  Reyes?  Porque  allá  
los   españoles   y   las   otras   naciones,   sus   comarcanas,   como   tienen   historias   divinas   y  
humanas,  saben  por  ellas  cuándo  empezaron  a  reinar  sus  Reyes  y  los  ajenos  y  al  trocarse  
unos  imperios  en  otros,  hasta  saber  cuántos  mil  años  ha  que  Dios  crió  el  cielo  y  la  tierra,  
que  todo  esto  y  mucho  más  saben  por  sus  libros.  Empero  vosotros,  que  carecéis  de  ellos,  
¿qué  memoria  tenéis  de  vuestras  antiguallas?,  ¿quién  fue  el  primero  de  nuestros  Incas?,  
¿cómo  se  llamó?,  ¿qué  origen  tuvo  su  linaje?,  ¿de  qué  manera  empezó  a  reinar?,  ¿con  qué  
gente  y  armas  conquistó  este  grande  Imperio?,  ¿qué  origen  tuvieron  nuestras  hazañas?  
El   Inca,   como   holgándose   de   haber   oído   las   preguntas,   por   el   gusto   que   recibía   de   dar  
cuenta  de  ellas,  se  volvió  a  mí  (que  ya  otras  muchas  veces  le  había  oído,  mas  ninguna  con  
la   atención   que   entonces)   y   me   dijo:    
—  Sobrino,  yo  te  las  diré  de  muy  buena  gana;  a  ti  te  conviene  oírlas  y  guardarlas  en  el  
corazón   (es   frase   de   ellos   por   decir   en   la   memoria).   Sabrás   que   en   los   siglos   antiguos  
toda  esta  región  de  tierra  que  ves  eran  unos  grandes  montes  y  breñales,  y  las  gentes  en  
aquellos  tiempos  vivían  como  fieras  y  animales  brutos,  sin  religión  ni  policía  ,  sin  pueblo  
ni  casa,  sin  cultivar  ni  sembrar  la  tierra,  sin  vestir  ni  cubrir  sus  carnes,  porque  no  sabían  
labrar  algodón  ni  lana  para  hacer  de  vestir;  vivían  de  dos  en  dos  y  de  tres  en  tres,  como  

  21  
 
 
acertaban  a  juntarse  en  las  cuevas  y  resquicios  de  peñas  y  cavernas  de  la  tierra.   Comían,  
como  bestias,  yerbas  del  campo  y  raíces  de  árboles  y  la  fruta  inculta  que  ellos  daban  de  
suyo   y   carne   humana.   Cubrían   sus   carnes   con   hojas   y   cortezas   de   árboles   y   pieles   de  
animales;  otros  andaban  en  cueros.  En  suma,  vivían  como  venados  y  salvajinas,  y  aun  en  
las  mujeres  se  habían  como  los  brutos,  porque  no  supieron  tenerlas  propias  y  conocidas.  
 
Adviértase,   porque   no   enfade   el   repetir   tantas   veces   estas   palabras:   »Nuestro   Padre   el  
Sol«,   que   era   lenguaje   de   los   Incas   y   manera   de   veneración   y   acatamiento   decirlas  
siempre  que  nombraban  al  Sol,  porque  se  preciaban  descender  de  él,  y  al  que  no  era  Inca  
no  le  era  lícito  tomarlas  en  la  boca,  que  fuera  blasfemia  y  lo  apedrearan.  Dijo  el  Inca:  
 
Nuestro   Padre   el   Sol,   viendo   los   hombres   tales   como   te   he   dicho,   se   apiadó   y   hubo  
lástima  de  ellos  y  envió  del  cielo  a  la  tierra  un  hijo  y  una  hija  de  los  suyos  para  que  los  
doctrinasen  en  el  conocimiento  de  Nuestro  Padre  el  Sol,  para  que  lo  adorasen  y  tuviesen  
por  su  Dios  y  para  que  les  diesen  preceptos  y  leyes  en  que  viviesen  como  hombres  en  
razón  y  urbanidad,  para  que  habitasen  en  casas  y  pueblos  poblados,  supiesen  labrar  las  
tierras,   cultivar   las   plantas   y   mieses,   criar   los   ganados   y   gozar   de   ellos   y   de   los   frutos   de  
la   tierra   como   hombres   racionales   y   no   como   bestias.   Con   esta   orden   y   mandato   puso  
Nuestro   Padre   el   Sol   estos   dos   hijos   suyos   en   la   laguna   Titicaca,   que   está   ochenta   leguas  
de   aquí,   y   les   dijo   que   fuesen   por   do   quisiesen   y,   doquiera   que   parasen   a   comer   o   a  
dormir,  procurasen  hincar  en  el  suelo  una  barrilla  de  oro  de  media  vara  en  largo  y  dos  
dedos   en   grueso   que   les   dio   para   señal   y   muestra,   que,   donde   aquella   barra   se   les  
hundiese  con  solo  un  golpe  que  con  ella  diesen  en  tierra,  allí  quería  el  Sol  Nuestro  Padre  
que  parasen  e  hiciesen  su  asiento  y  corte.  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
  22  
 
 
 
Nueva coronica y buen gobiern,
Guamán Poma de Ayala (texto e ilustración) (hacia 1615)
 
 

  23  
 
 
"Conquista. Córtanle la cabeza a Atagualpa Inga, umanta cuchum [córtanle la cabeza].
Murió Atagualpa en la ciudad de Cajamarca."
Chap. XXIX

Como le prendieron, y estando preso Atagualpa Inga, estando preso le robaron toda su
hacienda don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro y todos los demás soldados y
españoles, y lo tomaron toda la riqueza del templo del sol y de Curicancha y de Uanacauri,
muchos millones de oro y plata que no se puede contar porque solo Curicancha tenía todas las
paredes y la cobertura y suelo y las ventanas cuajado de oro, dicen que las personas que
entran dentro con el rayo de oro parece difunto en el color del oro, y del Inga Atagualpa y de
todos sus capitanes y de señores principales de este reino y las dichas andas de oro y plata que
pesaban más de veinte mil marcos de oro fino el tablón de las dichas andas y veinte mil
marcos de plata fina, un millón y trescientos y veinte y seis mil escudos de oro finísimo,
asimismo les quitó sus servicios hasta quitarle su mujer legítima, la Coya; y como se vido tan
mal tratamiento y daño y robo tuvo muy gran pena y tristeza en su corazón, y lloró y no
comió como vido llorar a la señora coya, lloró, y de su parte hubo grandes llantos en la ciudad
de los indios, cantaban de esta suerte: aray araui aray araui sapra aucacho coya atihuanchic
llazauanchicma coya suclla uanason amatac acuyraqueca cachundo paracinam ucqui
payllamanta urmancam coya hinataccha. [Un guerrero perverso nos ha aprisionado, oh Coya,
ha saqueádonos, oh Reina, ahora moriremos; que nuestro infortunio no sea como una lluvia de
lágrimas que pos sí sola cae, así tendrá que suceder]
[…]
De como los indios andaban perdidos de sus dioses y uacas y de sus reyes y sus
señores grandes y capitanes en este tiempo de la conquista ni había Dios de los cristianos ni
rey de España ni había justicia; así dieron a hurtar y robar los españoles como Challcochima,
Quisquis Auapanti Rumiñaui y otros muchos capitanes y los indios cañari y chachapoyas,
uancas andaban robando y saltando y perdidos, hechos yanaconas; desde allí comenzaron a
ser los yanaconas bellacos y ladrones y ansí hubo muy mucha hambre y alboroto y se murió
mucha gente y revuelta en todo el reino daca oro y toca oro.
De como había pronunciado un auto y sentencia don Francisco Pizarro a cortarle la
cabeza a Atagualpa Inga, no quiso firmar don Diego de Almagro ni los demás la dicha
sentencia, porque daba toda la riqueza de oro y plata y lo sentenció; todos dijeron que lo
despachase al emperador preso para que allá restituyese toda la riqueza de este reino.
Atagualpa fue degollado y sentenciado y le mandó cortar la cabeza don Franciso
Pizarro.

  24  
 
 
3/ La evolución de las crónicas y las « fábulas » :
¿cómo escribir relatos de ficción en un contexto de
control y censura?

Armas antárticas
Juan de Miramontes (hacia 1607-1609)

Canto IV

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  26  
 
 
  27  
 
 
Los infortunios de Alonso Ramírez
Carlos de Sigüenza y Góngora (1690)

  28  
 
 
  29  
 
 
El carnero
Juan Rodríguez Freyle (hacia 1636-1638)

  30  
 
 
  31  
 
 
  32  
 
 
4/ Sor Juana Inés de la Cruz y las artes en la
sociedad colonial novohispana : una figura del
Barroco

« Hombres necios… » que, con desigual nivel,


a una culpáis por cruel
Hombres necios que acusáis y a otra por fácil culpáis.
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión ¿Pues como ha de estar templada
de lo mismo que culpáis; la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
si con ansia sin igual y la que es fácil enfada?
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien Mas, entre el enfado y la pena
si las incitáis al mal? que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
Combatís su resistencia y quejaos en hora buena.
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad Dan vuestras amantes penas
lo que hizo la diligencia. a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
Parecer quiere el denuedo //effort las queréis hallar muy buenas.
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco ¿Cuál mayor culpa ha tenido
y luego le tiene miedo. en una pasión errada:
la que cae de rogada,
Queréis, con presunción necia, o el que ruega de caído?
hallar a la que buscáis
para pretendida, Thais, ¿O cuál es de más culpar,
y en la posesión, Lucrecia. aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
¿Qué humor puede ser más raro o el que paga por pecar?
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo ¿Pues, para qué os espantáis
y siente que no esté claro? de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
Con el favor y el desdén o hacedlas cual las buscáis.
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal, Dejad de solicitar,
burlándoos, si os quieren bien. y después, con más razón,
acusaréis la afición
Opinión, ninguna gana, de la que os fuere a rogar.
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata, Bien con muchas armas fundo
y si os admite, es liviana. que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
Siempre tan necios andáis juntáis diablo, carne y mundo.

  33  
 
 
Villancico
Sor Juana Inés de la Cruz

 
 

 
 

       

 
 

   
   
   
   
   
   
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Traduction  des  passages  "Negrillos"  et  "Tocotín":  
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

  36  
 
 
Respuesta a Sor Filotea
Sor Juana Inés de la Cruz (1691)

Pues ¿qué os pudiera contar, Señora, de los secretos naturales que he


descubierto estando guisando? Veo que un huevo se une y fríe en la manteca o
aceite y, por contrario, se despedaza en el almíbar; ver que para que el azúcar se
conserve fluida basta echarle una muy mínima parte de agua en que haya estado
membrillo u otra fruta agria; ver que la yema y clara de un mismo huevo son tan
contrarias, que en los unos, que sirven para el azúcar, sirve cada una de por sí y
juntos no. Por no cansaros con tales frialdades, que sólo refiero por daros entera
noticia de mi natural y creo que os causará risa; pero, señora, ¿qué podemos saber
las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se
puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: Si
Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito. Y prosiguiendo en mi
modo de cogitaciones, digo que esto es tan continuo en mí, que no necesito de
libros; y en una ocasión que, por un grave accidente de estómago, me prohibieron
los médicos el estudio, pasé así algunos días, y luego les propuse que era menos
dañoso el concedérmelos, porque eran tan fuertes y vehementes mis cogitaciones,
que consumían más espíritus en un cuarto de hora que el estudio de los libros en
cuatro días; y así se redujeron a concederme que leyese; y más, Señora mía, que ni
aun el sueño se libró de este continuo movimiento de mi imaginativa; antes suele
obrar en él más libre y desembarazada, confiriendo con mayor claridad y sosiego
las especies que ha conservado del día, arguyendo, haciendo versos, de que os
pudiera hacer un catálogo muy grande, y de algunas razones y delgadezas que he
alcanzado dormida mejor que despierta, y las dejo por no cansaros, pues basta lo
dicho para que vuestra discreción y trascendencia penetre y se entere perfectamente
en todo mi natural y del principio, medios y estado de mis estudios.

Si éstos, Señora, fueran méritos (como los veo por tales celebrar en los
hombres), no lo hubieran sido en mí, porque obro necesariamente. Si son culpa, por
la misma razón creo que no la he tenido; mas, con todo, vivo siempre tan
desconfiada de mí, que ni en esto ni en otra cosa me fío de mi juicio; y así remito la
decisión a ese soberano talento, sometiéndome luego a lo que sentenciare, sin
contradición ni repugnancia, pues esto no ha sido más de una simple narración de
mi inclinación a las letras.

Confieso también que con ser esto verdad tal que, como he dicho, no
necesitaba de ejemplares, con todo no me han dejado de ayudar los muchos que he
leído, así en divinas como en humanas letras. Porque veo a una Débora dando
leyes, así en lo militar como en lo político, y gobernando el pueblo donde había
tantos varones doctos. Veo una sapientísima reina de Sabá, tan docta que se atreve
a tentar con enigmas la sabiduría del mayor de los sabios, sin ser por ello
reprendida, antes por ello será juez de los incrédulos. Veo tantas y tan insignes
  37  
 
 
mujeres: unas adornadas del don de profecía, como una Abigaíl; otras de
persuasión, como Ester; otras, de piedad, como Rahab; otras de perseverancia,
como Ana, madre de Samuel; y otras infinitas, en otras especies de prendas y
virtudes.

Si revuelvo a los gentiles, lo primero que encuentro es con las Sibilas, elegidas de
Dios para profetizar los principales misterios de nuestra Fe; y en tan doctos y
elegantes versos que suspenden la admiración. Veo adorar por diosa de las ciencias
a una mujer como Minerva, hija del primer Júpiter y maestra de toda la sabiduría de
Atenas. Veo una Pola Argentaria, que ayudó a Lucano, su marido, a escribir la gran
Batalla Farsálica. Veo a la hija del divino Tiresias, más docta que su padre. Veo a
una Cenobia, reina de los Palmirenos, tan sabia como valerosa. A una Arete, hija de
Aristipo, doctísima. A una Nicostrata, inventora de las letras latinas y eruditísima
en las griegas. A una Aspasia Milesia que enseñó filosofía y retórica y fue maestra
del filósofo Pericles. A una Hipasia que enseñó astrología y leyó mucho tiempo en
Alejandría. A una Leoncia, griega, que escribió contra el filósofo Teofrasto y le
convenció. A una Jucia, a una Corina, a una Cornelia; y en fin a toda la gran turba
de las que merecieron nombres, ya de griegas, ya de musas, ya de pitonisas; pues
todas no fueron más que mujeres doctas, tenidas y celebradas y también veneradas
de la antigüedad por tales. Sin otras infinitas, de que están los libros llenos, pues
veo aquella egipcíaca Catarina, leyendo y convenciendo todas las sabidurías de los
sabios de Egipto. Veo una Gertrudis leer, escribir y enseñar. Y para no buscar
ejemplos fuera de casa, veo una santísima madre mía, Paula, docta en las lenguas
hebrea, griega y latina y aptísima para interpretar las Escrituras. ¿Y qué más que
siendo su cronista un Máximo Jerónimo, apenas se hallaba el Santo digno de serlo,
pues con aquella viva ponderación y enérgica eficacia con que sabe explicarse dice:
Si todos los miembros de mi cuerpo fuesen lenguas, no bastarían a publicar la
sabiduría y virtud de Paula. Las mismas alabanzas le mereció Blesila, viuda; y las
mismas la esclarecida virgen Eustoquio, hijas ambas de la misma Santa; y la
segunda, tal, que por su ciencia era llamada Prodigio del Mundo. Fabiola, romana,
fue también doctísima en la Sagrada Escritura. Proba Falconia, mujer romana,
escribió un elegante libro con centones de Virgilio, de los misterios de Nuestra
Santa Fe. Nuestra reina Doña Isabel, mujer del décimo Alfonso, es corriente que
escribió de astrología. Sin otras que omito por no trasladar lo que otros han dicho
(que es vicio que siempre he abominado), pues en nuestros tiempos está floreciendo
la gran Cristina Alejandra, Reina de Suecia, tan docta como valerosa y magnánima,
y las Excelentísimas señoras Duquesa de Aveyro y Condesa de Villaumbrosa.

 
 
 
  38  
 
 
El sueño o Primero sueño
Sor Juana Inés de la Cruz

[…]   y  del  viejo  Titón  la  bella  esposa,    


Piramidal,  funesta  de  la  tierra   amazona  de  luces  mil  vestida,  
nacida  sombra,  al  cielo  encaminaba   contra  la  noche  armada,  
de  vanos  obeliscos  punta  altiva,   hermosa  si  atrevida,  
escalar  pretendiendo  las  estrellas;   valiente  aunque  llorosa  
si  bien  sus  luces  bellas   su  frente  mostró  hermosa  
esemptas  siempre,  siempre  rutilantes,   de  matutinas  luces  coronada,    
la  tenebrosa  guerra   aunque  tierno  preludio,  ya  animoso  
que  con  negros  vapores  le  intimaba   del  planeta  fogoso,  
la  vaporosa  sombra  fugitiva   que  venía  las  tropas  reclutando    
burlaban  tan  distantes,   de  bisoñas  vislumbres,  
que  su  atezado  ceño   las  más  robustas,  veteranas,  lumbres    
al  superior  convexo  aún  no  llegaba   para  la  retaguardia  reservando    
del  orbe  de  la  diosa   contra  la  que  tirana  usurpadora  
que  tres  veces  hermosa   del  imperio  del  día,  
con  tres  hermosos  rostros  ser  ostenta;   negro  laurel  de  sombras  mil  ceñía    
quedando  sólo  dueño   y  con  nocturno  cetro  pavoroso    
del  aire  que  empañaba   las  sombras  gobernaba,  
con  el  aliento  denso  que  exhalaba.   de  quien  aun  ella  misma  se  espantaba.  
Y  en  la  quietud  contenta   Pero  apenas  la  bella  precursora    
de  impero  silencioso,   signífera  del  sol,  el  luminoso  
sumisas  sólo  voces  consentía   en  el  oriente  tremoló  estandarte,    
de  las  nocturnas  aves   tocando  alarma  todos  los  suaves    
tan  oscuras  tan  graves,   si  bélicos  clarines  de  las  aves,    
que  aún  el  silencio  no  se  interrumpía.   diestros  -­‐aunque  sin  arte-­‐  
Con  tardo  vuelo,  y  canto,  de  él  oído   trompetas  sonorosos,  
mal,  y  aún  peor  del  ánimo  admitido,   cuando,  como  tirano  al  fin,  cobarde    
la  avergonzada  Nictímene  acecha   de  recelos  medrosos  
de  las  sagradas  puertas  los  resquicios   embarazada,  bien  que  hacer  alarde    
o  de  las  claraboyas  eminentes   intentó  de  sus  fuerzas,  oponiendo    
los  huecos  más  propicios,   de  su  funesta  capa  los  reparos,    
que  capaz  a  su  intento  le  abren  la   breves  en  ella,  de  los  tajos  claros  
brecha,   heridas  recibiendo,  
y  sacrílega  llega  a  los  lucientes   bien  que  mal  satisfecho  su  denuedo,    
faroles  sacros  de  perenne  llama,   pretexto  mal  formado  fue  del  miedo,  
que  extingue,  sino  inflama   su  débil  resistencia  conociendo,  
en  licor  claro  la  materia  crasa   a  la  fuga  ya  casi  cometiendo  
consumiendo;  que  el  árbol  de  Minerva   más  que  a  la  fuerza,  el  medio  de  
de  su  fruto,  de  prensas  agravado,   salvarse,    
congojoso  sudó  y  rindió  forzado  .  […]     ronca  tocó  bocina  
a  recoger  los  negros  escuadrones    
  para  poder  en  orden  retirarse,  
Pero  de  Venus  antes  el  hermoso     cuando  de  más  vecina  
apacible  lucero   plenitud  de  reflejos  fué  asaltada,    
rompió  el  albor  primero   que  la  punta  rayó  más  encumbrada    
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de  los  del  mundo  erguidos  torreones.    
Llegó  en  efecto  el  sol  cerrando  el  giro    
que  esculpió  de  oro  sobre  azul  zafiro    
de  mil  multiplicados  
mil  veces  puntos,  flujos  mil  dorados,    
líneas,  digo,  de  la  luz  clara  salían  
de  su  circunferencia  luminosa,    
pautando  al  cielo  la  cerúlea  plana    
y  a  la  que  antes  funesta  fué  tirana    
de  su  imperio,  atrapadas  embestían  
que  sin  concierto  huyendo  presurosa  
en  sus  mismos  horrores  tropezando    
su  sombra  iba  pisando  
y  llegar  al  ocaso  pretendía  
con  él  sin  orden  ya,  desbaratado  
ejército  de  sombras,  acosado  
de  la  luz  de  la  luz  que  el  alcance  le  seguía.  
Consiguió  al  fin,  la  vista  del  ocaso    
el  fugitivo  paso  
y  en  su  mismo  despeño  recobrada  
esforzando  el  aliento  de  la  ruina,    
en  la  mitad  del  globo  que  ha  dejado    
el  sol  desamparado,  
segunda  vez  rebelde  determina    
mirarse  coronada,  
mientras  nuestro  hemisferio  la  dorada    
ilustraba  del  sol  madeja  hermosa,    
que  con  luz  juiciosa  
de  orden  distributivo,  repartiendo  
a  las  cosas  visibles  sus  colores  
iba  restituyendo  
entera  a  los  sentidos  exteriores  
su  operación,  quedando  a  la  luz  más  cierta  
el  mundo  iluminado,  y  yo  despierta.  

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
  41  
 
 

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