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La Corona se lleva a bendecir a la Iglesia el primer domingo de

Adviento y después se coloca en un lugar digno de la casa, la mesa del


comedor por ejemplo, y en torno a ella se reúne la familia a hacer oración.
Oración para encender la Corona de Adviento

Canto: Pueden cantar un villancico o poner una grabación y tratar de seguirla todos
juntos.

Invocar al Espíritu Santo


Ven Santo Espíritu
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Amén.

Jefe de la casa: En esta familia amamos al Niño Jesús y por eso queremos prepararnos
debidamente a su santo nacimiento. Que este momento de oración que hacemos en
familia nos ayude a tener nuestro corazón mejor dispuesto para que Jesús nazca en
nuestros corazones en esta Navidad.
(En seguida uno de los miembros de la familia enciende solemnemente la vela
correspondiente, de tal forma que cada domingo se encienda una nueva vela que se
unirá a la luz de las demás que se han encendido)

Aclamación: ¡Ven, ven, Señor, no tardes!

Todos: ¡Ven, ven, que te esperamos!

(Aplausos)

Lectura: En seguida otros miembro de la familia lee una lectura del Evangelio:

Primer domingo de Adviento 2023 – 3 de diciembre


Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (1,1-8)

Éste es el principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. En el libro del profeta
Isaías está escrito:

He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti,


a preparar tu camino.
Voz del que clama en el desierto:
“Preparen el camino del Señor,
enderecen sus senderos”.

En cumplimiento de esto, apareció en el desierto Juan el Bautista predicando un


bautismo de arrepentimiento, para el perdón de los pecados. A él acudían de toda la
comarca de Judea y muchos habitantes de Jerusalén; reconocían sus pecados y él los
bautizaba en el Jordán.
Juan usaba un vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se
alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Proclamaba: “Ya viene detrás de mí uno que
es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para
desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los
bautizará con el Espíritu Santo”.

Segundo domingo de Adviento 2023 – 10 de


diciembre
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (1,1-8)

Éste es el principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. En el libro del profeta
Isaías está escrito:

He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti,


a preparar tu camino.
Voz del que clama en el desierto:
“Preparen el camino del Señor,
enderecen sus senderos”.

En cumplimiento de esto, apareció en el desierto Juan el Bautista predicando un


bautismo de arrepentimiento, para el perdón de los pecados. A él acudían de toda la
comarca de Judea y muchos habitantes de Jerusalén; reconocían sus pecados y él los
bautizaba en el Jordán.

Juan usaba un vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se


alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Proclamaba: “Ya viene detrás de mí uno que
es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para
desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los
bautizará con el Espíritu Santo”.

Tercer domingo de Adviento 2023 – 17 de diciembre


Lectura del Santo Evangelio según San Juan (Jn 1, 6-8.
19-28)

Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para
dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino
testigo de la luz.

Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde
Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?” Él reconoció y
no negó quién era. Él afirmó: “Yo no soy el Mesías”. De nuevo le preguntaron: “¿Quién
eres, pues? ¿Eres Elías?” Él les respondió: “No lo soy”. “¿Eres el profeta?” Respondió:
“No”. Le dijeron: “Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que
nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” Juan les contestó: “Yo soy la voz que grita en el
desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’, como anunció el profeta Isaías”.

Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron: “Entonces ¿por
qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?” Juan les respondió: “Yo
bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien
que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus
sandalias”.

Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.

Cuarto domingo de Adviento 2023 – 24 de


diciembre
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (Lc 1, 26-
38)

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada
Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La
virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría
decir semejante saludo.

El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir
y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo
del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa
de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.

María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco
virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado
Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un
hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para
Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has
dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.

Padre Nuestro…

Rito de la paz
Señor Jesucristo que viniste a traer tu paz al mundo, danos tu paz. (Se dan la paz con un
beso, o un abrazo).

Ofrecimiento:
(Preparamos la Navidad con nuestra oración, pero también con nuestras obras buenas.
En este momento cada miembro de la familia ofrece hacer una buena obra en esta
semana, dice cual y la anotan en un papelito. Si la obra buena se cumplió se coloca el
papelito en la cuna del Niño Jesús en el nacimiento, como paja calientita que acogerá al
Niño en la Navidad.)
Oración final:
Que nuestras responsabilidades terrenas no nos impidan, Señor, prepararnos a la venida
de tu Hijo, y que la sabiduría que viene del Cielo nos disponga a recibirlo y a participar
de su propia vida. Por nuestro Señor Jesucristo… Amén.

Canto: Villancico.

Oración a la Sagrada Familia

Jesús, María y José en vosotros contemplamos el esplendor del verdadero amor, a


vosotros, confiados, nos dirigimos. Santa Familia de Nazaret, haz también de nuestras
familias lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas escuelas del Evangelio y
pequeñas iglesias domésticas. Santa Familia de Nazaret, que nunca más haya en las
familias episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o
escandalizado sea pronto consolado y curado. Santa Familia de Nazaret, haz tomar
conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el
proyecto de Dios. Jesús, María y José, escuchad, acoged nuestra súplica. Amén.

Consagración a María

Oh María, Madre de nuestra familia, a tu Corazón Inmaculado queremos consagrarnos


en este día. Queremos ponernos bajo tu manto y protección para que siempre nos
defiendas de todo mal y de todo poder del maligno. Madre nuestra, Virgen María,
defiéndenos de los peligros, ayúdanos a superar las tentaciones y presérvanos de todo
mal. Y, cuando lleguen los momentos de dolor, sé Tú nuestro refugio. Y, en los
momentos de alegría, llévanos por el camino que nos conduzca a Dios para serle
siempre agradecidos.

Madre nuestra, recibe nuestro humilde acto de consagración. Tuyos somos y tuyos
queremos ser para siempre. Y danos la gracia de amar a Jesús con todo nuestro corazón
y ofrecerle el homenaje de nuestro amor, especialmente en la Eucaristía.

Todos repiten: Soy todo tuyo, Reina mía, madre mía, y cuanto tengo tuyo es. Te entrego
mi vida y mi amor, mi pasado, mi presente y mi futuro con todo lo que tengo y todo lo
que soy para que se lo presentes a Jesús, que lo recibirá contento de tus manos. Dulce
Corazón de María, sed la salvación mía. Amén.

Consagración al Corazón de Jesús

Señor Jesús, queremos proclamarte en este momento como el Rey y dueño de nuestro
hogar y de nuestra familia. Queremos que reines en nuestras mentes y en nuestros
corazones por el amor. Queremos amarte y adorarte a Ti, Jesús, que siempre nos esperas
en la Eucaristía. Queremos que reines en nuestra vida entera: en nuestros pensamientos,
deseos, sentimientos, palabras, miradas, obras... Todo es tuyo y todo te lo entregamos
para que reines en nuestro cuerpo y en nuestra alma, pues queremos hacer siempre tu
santa voluntad.

Oh divino Corazón de Jesús, dirige nuestra familia por el camino del bien, bendice
nuestro trabajo y nuestras empresas, nuestras diversiones, nuestras amistades y todas
nuestras actividades para que Tú seas el primero en todo.

Cúbrenos a todos con tu sangre bendita y protégenos de todo poder del maligno.
Ayúdanos en los momentos difíciles y consuélanos en nuestras penas.

Sé Tú la alegría de nuestras vidas, porque sin Ti no podemos ser felices. Te pedimos por
nuestros familiares difuntos para que los tengas en tu gloria. Y, cuando a nosotros nos
llegue el momento de la partida definitiva, reúnenos a todos en tu reino para gozar
unidos contigo en la patria celestial.

Jesús, bendice nuestro hogar. Sé Tú nuestro Rey. Establece en nuestra casa tu trono para
siempre, porque no queremos que reine otro sino Tú. Por eso, con toda la fuerza de
nuestro corazón, queremos decir: ¡Viva por siempre amado, bendecido y glorificado en
nuestro hogar el Corazón divino de Jesús! ¡Venga a nosotros tu reino! ¡Bendito y
alabado seas por siempre Jesús! ¡Bendito seas por siempre en el Santísimo Sacramento
de la Eucaristía! ¡A Ti el poder, el honor y la gloria por los siglos de los siglos! Amén.

Todos repiten: Oh Jesús, por medio de María me consagro a Ti y quiero que Tú seas el
Señor y el Rey de mi vida. Jesús, yo te amo y yo confío en Ti. Sagrado Corazón de
Jesús, en Vos confío.

Bendito sea Dios


Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

Oremos:
Oh Dios, que en este sacramento admirable
nos dejaste el memorial de Tú pasión;
te pedimos nos concedas venerar de tal modo
los sagrados misterios de Tu Cuerpo y de Tu Sangre,
que experimentemos constantemente en nosotros
el fruto de Tu redención.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
Amen.

Alma de Cristo

Se compone de 5 decenas, en honor a las cinco llagas de nuestros Señor Jesucristo.

Alma de Cristo, santifícame.


Cuerpo de Cristo, sálvame.

Sangre de Cristo, embriágame.


Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.

¡Oh, buen Jesús!, óyeme.


Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.

Del maligno enemigo, defiéndeme


En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.

Para que con tus santos te alabe.


Por los siglos de los siglos.
Amén

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