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# Christine Nostlinger Nacio en 1936 en las afueras de Viena. Estudio Arte y trabajé como periodista ‘en un diario austriaco, Sus libros, que responden a una nueva forma de literatura infantil y juvenil, conceden amplio espacio a los problemas Pedagogicos y sociales, sin mermar, bajo ningun concepto, la fantasia y el humor. Entre otros premios ha obtenido el «Hans Christian Andersen» en 1984. Juan tiene ocho anos y es muy bajto para su edad. Ademas es pelirrojo, tiene pecas, los dientes toreidos y el pie Izquierdo mas grande que ‘1 derecho... Todo esto le crea muchos problemas. Sin julia su situacion seria terrible. Pero con ella todo es diferente, porque son amigos. Julia tiene una bicicleta, un abuelo, un gato, y un perro San Bernardo que se llama Jerico. Juan y Julia lo comparten todo, Como debe ser en una amistad, ues Asf era Juan a, Setiamabs jun. Juan Jerbek, Tenia ocho afios y era muy bajito para su edad, En el colegio, cuando en cla- se de gimnasia los obligaban a ponerse en fila segin la estacura, siempre se peleaba con Michi por el peniilcimo puesto. Juan no queria ser el mis bajito de la clase. ‘También era bastante delgado. Pero fuerte, En el gimnasio, cuando los manda- ban a subir la cuerda, siempre Iegaba al echo el primero. Y nadie en el colegio co- rria mds rapido que él. Ni siquiera uno de cuarto, Alex, que tenia las piernas larguts- mas como las de las arafas. En las peleas, camino del colegio, a veces les ganaba a os niios incluso més al- tos que dl siluchaban limpiamente. Los ojos de Juan eran de un azul 8 | clarisimo. Sus cabellos eran rojizos, muy +0[1705, como la piel del 2orro, y ensortija- dos. En la nariz y en las mejillas tenfa pe~ | cas. En verano, cuando le daba el sol, las pecas tentan hijos y entonces su cara se lle- naba de puntitos. En invierno, casi desa- | pareclan. Le quedaban tan pocas que hasta podia contarlas: tres en la nari, dos en la iejilla izquierda y siete en la derecha. Y los dos dientes de arriba, que le habjan salido el sltimo invierno, eran muy | grandes y estaban ligeramente torcidos. | Ademés, su pie izquierdo era algo mis ancho y un poco més largo que el de- recho, Para el izquierdo necesitaba un zapa- 4o'del ntimero 30. Para el derecho, uno del 29. Pero como, por desgracia, no hay zapa- terfa que venda dos zapatos de distinto ni ‘mero, su madre siempre elegia el par que le | ‘quedaba bien al pie derecho. Y, claro, el za- Pato izquierdo le apretaba. Le presionaba el dedo gordo y le rozaba en el ralén. Como consecuencia, tenfa una ampolla en el dedo y una zona enrojecida en el talén. ° Por eso Juan tenfa una ligera coje- a, En verano, cuando llevaba sandalias, jamés cojeaba, Ni tampoco cuando corria descalzo, como en clase de gimnasia Juan tenia... lim tenia padre y madre, un het= mano pequefto y una hermana mayor, una abucla y una abuelita. Juan tenia una coleccién de cajas de fosforos y un album de estampillas muy gordo, un mecano viejo y otro nuevo. Te- nia sesenta y siete autitos y un traje de in- dio con un penacho de auténticas plumas de dguila, Juan tenia una habitacién empape- lada con dibujos de patos Donald y sus sobrinos Hugo, Paco y Luis y ratones Mickey y relucientes montahas de mone- das de oro sobre las que se sentaban mu chos Ricos Mac Pato. Juan tenia unos piisméticos, cinco relojes de pulsera desarmados y un desperta- dor roto, dos cajas Henas de construcciones, unos tirantes rojos y treintay siete libros. 2 Juan tenéa una chaqueta azul mari- rho que le obligaban a ponerse cuando iba de visita con su mami. Juan siempre tenfa sed. Juan renfa miedo cuando se desper- taba porta:noche y todo estaba muy oscu- ro y silencioso. Juan tenfa tres amigos: Andrés, Ka- “rin y Sissi. ¥ un hamster en una jaula Juan solia renee suerte Cuando viajaba en autobiis sin bo- leto, nunca pasaba el revisor. Cuando hizo afiicos una copa de vi- no muy cara bebiendo limonada, consi- {guid envolver los trozos de cristal en un papel y tirarlos al cubo de fa, basua sin que se dictait Cueata st mache, Su abuclita ‘su hermana mayor. Cuando jugaba al Fiicbol en el patio y en ver de lanzar el ba- l6n a la porteria formada por la barra ho- rizontal donde se colgaban las alfombras para ser sacudidas, lo tiraba a la ventana abierta del conserje, éste sala al patio y re- taba a Andrés, O a cualquier otro nit. 1B Pero nunca sospechaba de Juan, Las tareas de mateméticas sélo tenia ‘que escribirlas. No necesitaba sacar las euen- t@s, Su,hermana mayor le dictaba las ope- raciones. ¥ los resultados. Porque su madre siempre le decta —jAyuda a Juan! Ademis, una de sus abuelas, la que l Ilamaba cabuelita», tenfa una tienda de golosinas. Juan tenfa més chocolates, més caramelos y mas barquillos de los que po- dia comer. En el colegio, durante el re- creo, solia repartir caramelos y chocolates y barquillos. Eso le hacia ser muy querido entre los nifios. (Como es légico, Juan tenfa un ‘monton de cosas més. Aqui sdlo hemos ci- tado las mas importantes.) fF Juan no tenia... 5 para soharse. Ni un pafiuelo de tela ni uno de papel. Ni icicleta. Ni una pistola de ju- ssuete, Ni una escopera de plistico. Ni un cortaplumas bien afilado. Juan no tenia una billetera roja con 19 wenmehoras». Dibujé en una hoja de papel una casilla por cada una de las horas ‘que faltaban hasta las tres de la tarde del domingo. Un cuadFado de 12 hileras con 12 casillas cada una, Juan miraba las 144 «asillas y suspiraba. Las 144 horas le pare- fan una erernidad. —Se esté portando péor que antes de Navidad —dijo la abuelita—. Estas nostal= gias amorosas necesitan tratamiento, A tu edad ya no estis para esos trotes, abuelita —dijo el padre No seas descarado, hijo —excla- } 1mé la abuelita—, que tengo 58 afios muy bien Mevados, me” encuentro. més fresca a 4” que una rosa y recibo dos propuestas de matrimonio por temporada Dicho esto, se fue a su habitacién muy ofendida por las risas del padre y de la madre, ‘A Juan el tiempo hasta el domingo se le hizo verdaderamente eterno. Pero de nada le sirvié, No podfa estudiar. Ni leet. No queria ordenar sus cajas de fésforos Ni ver la televisi6n. La pelicula italiana del este que retransmitieron en uno de los programas de la tarde no le interesé lo més minimo. Y en el colegio estaba tan distrai- do que era terrible. En lugar del libro de lectura abria el libro de mateméticas; los lépices se lecafan del pupitze sin parar; en lugar de mirar a la pizarra miraba por la ventana, y cuando la sefiora Meyer le pedia que le dijera una palabra que empe- zara por una eh muda» y ana win, Juan res- pondia: 7 —7, 14, 21, 28, 35.. Y es que no se habia dado cuenta de que la clase de matematicas habia ter- 50 tninado hacfa rato y ya no estaban pasan- do la tabla del siete, A Juan lo tinico que le interesaba era tachar horas, El jueves, cuando en el wcomehoras» no le quedaban mds que 72 casilleros sin tachar, le dijo a su madre: —Voy a dar un paseo de prueba hhasta Ja casa de Julia. Para saber cuénto ciempo necesito para llegar. No es necesario —respondid su madre—. El domingo yo te Hevaré en au- to hasta alli, No tardaremos ni cinco mi- * LY si ese dia tienes gripe? Yo sélo tengo gripe en invierno —contesté su madre. —Dues también hay gripe en vera- insistié Juan. —Entonces te Hlevars tu padre. Y si pilla tambien la gripe de ve- rano? Es algo que sucede de la noche a la mafiana —volvi6 a la carga Juan. —jEn ese caso te Hlevard la abuelital 31 —exclamé la madre. WY sia la abuelita se le rompen sus gafas y no encuentra las de repuesto? No se puede conducir sin gafas —dijo Juan —jMamé, esto no hay quien lo aguante! —grité su hermana—. Déjalo que haga la prueba de una vez. Asf por lo menos lo perderemos de vista un rato y tendremos tun poco de tranquilida. Juan se dirigié, pues, a vitulo de prueba, a casa de Julia. Con una gorra de ciclista blanca sobre sus rizos rojos y unas gafas de sol cubriéndole los ojos. Era su camutlaje por si Julia se asomaba por casualidad a fa ventana o se la encontraba casualmente en la calle, junto a su casa Juan queria cumplir a toda costa la prome- ‘a que le habia hecho al doctor. El camino hacia la casa de Julia era ficil. Juan bajé primero hasta la calle prin- cipal, camind por ella hasta Hegar al par- que, lo cruz6 y gird luego por la tercera bocacalle ala izquierda, 52 3 Julia vivia en la calle Meisen. En el nimero 13, Habja tardado en llegar 30 minutos. El edificio era bajo. Sélo tenia dos pisos. Juan conté nueve ventanas en el primero. La planta baja carecia de venta- nas, Sélo tenia una puerta muy ancha, a su derecha una floreria y a la izquierda una relojesia, Sobre la puerta de entrada habia un gran letrero de latén en el que estaba grabado: Doctor Orto Bramber Médico Consulta previa cita Juan se detuvo unos minutos frente al edificio, al otro lado de la calle, miran- do hacia las ventanas, Tras los cristales pendian cortinas blancas. Sobre un alféi- zar habja una maceta con flores de color rosa. En ese momento, aparecié un Merce- des negro por la calle y se detuvo ante la casa de Julia, Al volante iba el doctor, Juan se alej6 cortiendo a toda velocidad. No deseaba que el doctor lo viera. EI viernes por la tarde Juan em- prendié un nuevo viaje de prueba a casa de Julia. Fue hasta la calle principal, tomé. el autobits hasta el parque y caminé hasta Ja calle Meisen. Tardé sélo 17 minutos. El sébado Juan convencié a su padre para hacer un tercer viaje de prueba. Como el padre tenia desde hacia una se- ‘mana un auto nuevo del que se sentia muy ‘orgulloso, no puso el menor reparo. Tar- daron 5 minutes, —Maiiana, como es domingo, habré ‘menos tréfico —dijo su padre—. Seguro que tardaremos menos de 3 minutos. A pesar de todo, el domingo, al mediodia, Juan ya estaba listo para salir. Se habia lavado el pelo y se lo habia secado con el secador. Se habia lavado y cortado Jas ahas —incluso las de los pies—, y co- ‘mo Ie abuelita se quejaba de que siempre Ievaba el cuello sucio, Juan se lo habia 54 frotado con un algodén empapado en co- | Jonia. 2 Por eso, después de comer, le obliga- ron a sentarse en el baleén. Toda la familia decia que desprendia un apestoso olor a violetas que provocaba dolor de cabera —jMamé, todavia apesto? —grita- ba Juan cada 3 minutos. Su madre salia al balcén y olfateaba —;Si! jA’ violevas! —respondia. —Parece que la cosa se va arreglan- do —dijo su madre al cuarto olfateo, Cuando olisqueé por séprima vez, le permitieron entrar de nuevo en casa. Juan se puso su chaqueta azul y de- j8 que la abuelita le anudase alrededor del cucllo una corbara. De pie junto ala puer- ta de entrada, no cesaba de preguntar: —Nos vamos ya? Pero nadie le contestaba y eso le pa- recia una maldad incalificable. | ‘A las tres y media soné el telefono. Su padre descolgé el auricular. ,Al6?. —dijo—. Buenas tarde” | i 35 sefior Bramber —afiadié. Juan palidecié. ;Habria cambiado Julia de idea? ;Habria preferido como re- galo de cumpleafios una cocinita, un pia- ho de juguete 0 un sombrero rojo ances que ad? El padre sostenia el auricular contra Ia oreja y reia, Pero su.risa no tranquilizé a Juan, Su padre a veces se refa de cosas aque a €l no le hacfan ningusa gracia, —Puede usted estar seguro de ello, doctor —dijo al fin y a continuacisn col- Qué pasa? —pregumts Juan con vor temblotosa Su padre volvié a teirse. —Ese hombre no tiene ni idea de emo estés —explicd-—. Sélo queria re- cordarte que prometiste ir @ ver a Julia. Entonces Juan se tranquilizé. y aguardé pacientemente junto a la puerta hasta que fueron cinco pata kes cuatro. Julia celebra su cumpleafios A tascuseroen punto el coche del_| padte de Juan se detuvo ante la casa de Ju- lia —Que te diviertas, Juan fe dijo su madre entregéndole una caja de bom- bones. Una caja muy bonita con un gran | lazo, —Adiés, mamé. —Papd vendré a buscarte a las ocho | le records su madre, Juan bajé del auto y se dirigié-2 la | puerta de la casa. Esta vez estaba abierta, con una mujer bajita yun tanto regordeta esperando en el umbial. A Juan no le pa- recié Jo bastante vieja como para ser la abuela de Julia ni lo suficientemente joven para ser su madre. —Hola, Juan —saludé la mujer ba- jira y un tanto regordeta—. Soy la sefiora 37 Tranek, el ama de llaves. La sefiora Tranek apreté entonces tun botén situado en el vano de la puerta y anuncié por una pequefa rejilla que habia junto al borén: —Doetor, Juan ha llegado. —jMagaifico! Enconces podemos ‘empezat —2umbé la voz del doctor pot la pequetia rejilla. El ama de Haves tomé a Juan dela mano. Lo celebraremos en el jardin in formé. Atravesando el vestibulo. y una puerta con cristales rojos y violetas, lo condujo hasta el jardin. Lo levé por uit camino de grava, flanqueado por macizos, de pensamientos y culipanes. De repente se encontraron ante una pequefia casa de madera, Sobre su puerta se lefa en enormes letras de color rojo: «VILLA JULIA. EB] interior de la casa de madera era tan grande como la habitacién de Juan. En 58 el centro habia una mesa. Sobre Ja mesa, un mantel blanco. Y encima de él, una torta de color rosa con ocho velas alrede- dor y una en el centro: Y alrededor de la torta, un montén de paquetes envueltos cen papel de color rosa. A la derecha de la mesa, en el suelo, una montafia de cajas a rayas amarillas y verdes. A la izquierda, también en el suelo, otra montafa de pa- quetes, esta vez rojos. La sefiora Tranek encendié las nue- ve velas de la torta con un encendedor mientras murmuraba: —iQué disparate! {Todos estos ca- chivaches bastarfan para contentar a todo un orfanato el dia de Reyes! —sefialé una silla situada junto a la mesa y ordené—: Siéntate, Juan, El obedecié. El ama de llaves cruz6 los brazos sobre el regazo, miré la torta con las velas encendidas y murmurs: —Le dan todo lo que pide —y afia- i6 miréndole—: jIncluso a ti! Por su forma de hablar, parecta co- 39 mo si el ama de llaves no estuviera dema- siado satisfecha con Julia. Pero Juan no ruvo tiempo de meditar sobre ef asunto, porque la puerta del patio chirrié y se oy Ia vor de Julia que decta: —Abuelo, abuelito bueno, abueli- to, ;voy a tener a Juan? jContéstame, por favor! —Lo sabris enseguida —oyé decir al doctor y Juan se senté tieso como una vela —Si Juan no esté sentado junto a smi mesa de cumpleafios, empezaré allorar, abuelo, y Horaré y lloraré hasta caer muer- La voz de Julia sonaba ya muy cer- ca de la casita de madera, Poco después se abrié la puerta. Pero no fue Julia Ja que entré primero; por la puerta pasé como tuna flecha un perro gigantesco. Un autén- tico San Bernardo. Dio un salto hacia la mesa, ladré a las velas de la torta, metié su enorme cabeza en la montafia de paquetes rojos esparciéndolos todos por el suelo y 60 luego, saltando hacia Juan, le colocé sus | patas delanteras sobre los hombros y lela mié la cara con una lengua blanda, célida y Inimeda —iQuicto, Jericé! ;Siéntate, Jericé! —ordené a gritos la sefiora Tranek ‘Agarré al San Bernardo por el co- | lar ¢ intenté apartarlo de Juan. Pero el pe- rro era mucho més fuerte que el ama de | Haves. | Juan sentia una sensacién muy ra- | ra, Estaba un poquito asustado, porque nunca le habia puesto las patas sobre los hombros un perro tan descomunal, y ade~ mds también le espantaba un poco la baba caliente del perro en la cara. Juan pensé en su madre. $i hubiera estado allf habrfa gri- tado: «(Qué ascols. A pesar de todo, se ale- | graba. A fin de cuentas el San Bernardo cera el perro favorito de Juan, y zacaso no es estupendo que te abrace y te bese tu perro | favorito? Pero habja algo no tan bueno en esa situacién: el San Bernardo era tan a grande que Juan no vela més que su piel marrén y blanca. Sélo podia oir a Julia que gritaba: —jQuieto, Jerieé, deja en paz a mi Juan! Ae asia eee ee eels abuelo: —jQuieto, Jericé! jEchate, Jericé! ;Para de una vez, maldico animal! Y como la sefiora Tranek seguia ri- fiendo al San: Bernardo, aquello parecia tuna jaula de monos. De repente, Jericé se alejé aullando y se metié debajo de la me- sq. Al mover la cola, ésta habia pasado por encima de las velas de la rasta y se habia chamuscado los pelos de la cola. Juan quiso limpiarse la cara mojada de babas, pero desgraciadamente no Ileva- ba panuelo. Por més que hurgé en todos Jos bolsillos, no encontré ninguno. —Toma el mio —le oftecié Julia Se acercé a Juan y le tendié un pa- fiuelo de color rosa. —Gracias —dijo Juan y cogiéndo- 6 lo se limpié la cara. —Este animal ha echado a perder toda la solemnidad del momento —le dijo el abuelo al ama de llaves, y di Jetied que seguia cumbado bajo la mesa la- ‘migndose los pelos chamuscados de su co- la, le adviesi—: Te lo mereces por atolon- dado. Un perro tan gigantesco como éte tiene que estar adiestrado! —le dijo la sefiora Tranek al doctor. Y mirando a Jeticé afiadié—: ;Si vuelve a suceder, me voy! Juan y Julia no, dectan nada. Se miraban y sonreian. Julia hizo chocar la punt de su zapato rojo con la punta del zapato rojo de Juan, y éste empujé con la punta de su zapato azul la punta del zapa- to azul de Julia. Ylos dos se echaron a reir con risa contenida —Vimonos, Tranek! —dijo el abue- lo. —jSeriora Tranek, sino le importa! —precisé el ama de Hlaves abandonando la casa de madera tras el doctor. 64 Julia y Juan todavia se estuviero riendo un rato. A continuacién, Julia cogi tun cuchillo y tres platos del cajén de la me- | sa y corté tres trozos de torta. El pequetio, para ella, el mediano para Juan y el més grande para Jericd, La torta era de arinda- nos y requesén. Estaba exquisica. Pero, al parecer, a Jericé no le gust6 porque se limi- té.a lamer la capa de mermelada que tenia por encima. —Has tenido muchos regalos —di- jo Juan, : Julia asinti6. | lo vas a abrirlos? —Lucgo. Lo principal ex que te tengo a ti Todo lo demés carece de impor- Juan se sintié muy feliz a Lahistoriade Julia contada por Juan Lr sado? —le pregunté la abuelita cuando re- _gresé a casa al anochecer. —;Cudncos niios estaban invita dos? —le pregunté su hermana. —Sélo yo. Y en realidad més que un invitado era un regalo, Es que Julia no- tiene amigos? le pregunté su padre —iMe tiene a mi! —replicé Juan —Pero sélo desde hoy —precisé su hermana—. ;Hay que ser muy raro para no tener amigos hasta cumplir los 9 afos! —Ha estado todo ese tiempo espe- randome —replicé Juan. ‘Al ver que sw hermana se teia, in- tenté darle una parada, pero su madre Jo agarté por los hombros. —iJuan, estite quiero! —excla- 66 mé—. En primer lugar, no hay que pelear- se, y ademés, tu hermana es més fuerte. {Te va a ganar! Elno crefa que su hermana pudiese vencerlo en una pelea limpia. Si la dejé en paz fue Gnicamente porque no qui chara perder aquel domingo feliz con pe- leas y discusiones. —;Cémo son los padres de Julia? —quiso saber la abuclita. —La madre de Julia es una mujer muy nerviosa y tiene cuatro pelucas. Su padre es calvo y vive en Estados Unidos. Y la madre, en Suecia. Y el hermano mayor, ‘eh Suiza, Y la hermana pequefia, en Italia. —Juan, deja de mentir como un bellaco —le regaiié su padre. —iNo miento! —grité Juan, rojo de ira, porque toda la gentea la que le gus- ta mentir se enoja muchisimo sino les creen cuando dicen la verdad. —iNo grits, cuenta, cuenta! —di jo la hermana. Juan se senté en el sillén de la tele- o visién de la abuelita y esperé a que su pa- dre, su. madre, su hetmana y la abuelia se sentaran en el sofé y su hermano pequefio se trepara a los brazos de su madre. Julia vive con el doctor, que es su abuelo—conté Juan—. Cocinar, regafiar, lavar, planchar, ordenar y mandarla a la cama lo hace la sefiora Tranek. El padre de Julia es hijo del doctor. Vive en Estados Unidos. Hace ya mucho tiempo. Se casé tuna vez que vino de visita. Con la madre de Julia, Y ella se marché a Norteamérica con él. Juan miré a su familia, El padre, la madre, la hermana y Ja abuelita asinticron. Lo comprendfan perfectamente. Peto, sti madte, Estados Unidos le parecfa hortoroso —continué—. Ast es que regresd. Con Julia y con su hermano. Ella atin cra casi un bebé. La madre, el padré, la abuelica y la hermana asintieron de nuevo. —El afio pasado la madre se mar- ché a Suecia, Porque de todo el mundo lo 68 que mis le gusta es Suecia. no mayor? —pregunt6 la abuelita. —Porque quiere ser cocinero —ex- plicé Juan—. Y la mejor escuela de hote- lerfa esté en Suiza. —Y la hermana pequefia, ¢qué hace | en Italia? —pregunté el padre. Roma —respondié Juan. AY cémo es que vive en Roma la esposa del doctor? —pregunté la abuelita La mujer del doctor esté mis muerta que una momia —explicé Juan—. jLa abuela de Roma es la otra abucla! —Una familia muy complicada —comenté el padre. —jEn absoluto! —grité Juan— ‘Tener dos abuelas es normal. Yo también las tengo. —De acuerdo, de acuerdo —dijo el padre—. Pero, zpor qué esté Julia aqui? —Porque vivié en’ Estados Unidos con su padre y en Suecia con su madre y Por qué esté en Suiza el herma- | | —Esté con su abuela, que vive en o ‘en Roma con su abuela y ninguno de esos le gust6, {Esto es mejor! —precisé Juan. —jAh, claro! —exclamaron la ma dre y el padre y la hermana y Ia abuelia. Luego se quedaron callados, mirén- dose entre s —Pobre nia, esa Julia. «6 entonces la madre. —Qué va dijo juan—. De Esta- dos Unidos ha recibido como regalo 10 paquetes a rayas verdes y amavillas:y de Suecia, otros 10 de color rojo. Los de Ro- mma los recibiré manana, porgue Ja abuela italiana es lenta. Pero ‘rica: -jLe mandara por lo menos otros tantos!,Y eso'que Julia tiene ya un montén de casas. Si? Qué? pregunts su rhadre. Juan las enumérd Julia tiene muchos pafuelos.de seda. Y una bicicleta ‘roja:.Y siete pistolas —comen- de, juguete, y una escopetade plistico. Y dos cortaplumas-miuy afilados. ¥ una bille- téra roja con, cierses miétdlicos-que cente- a n tirantes, ni prisméticos, ni relojes que de- sarmar, También le faltan libros y cons- trucciones y un hémster. Ademés, con el chocolate la tienen a raya. Por los dien- RS. Juan miré a su familia y prosiguié Iean cuando les da Ia luz. Tiene un perro | San Bernardo. Y un sombrero de cowboy | tejano de ala ancha, de los de verdad. Yun | gato, Y dinero de sobra para sus gastos. Délares americanos, coronas suecas, liras italianas y marcos de su abuelo. También | tiene un agujero entre los dientes por el} 0” un suspiro, que puede silbar. Y castillos de papel re- —Tampoco tiene mucha suerte. cortados y montados por ella misma. Y§j No tiene una hermana que le haga las ta- reas de matemiticas. FY si alguna vez toma el autobiis sin boleto, aparece el revisor! Y —Es tremendo todo lo que tiene |) si la sefiora Tranek hace aficos algo, el Julia! —exclamé le madre—. jAl parecer || abuelo piensa que ha sido Julia! jY cuando cien cartas de su hermano, Le escribe unafl todas las semanas. | Jp tiene todo! rompié de un pelotazo, el cristal de la “No —dijo Juan—. ;Toda no! puerta de la floreria, el duefio se dio cuen- SY qué es lo que le falta? —pre- |) @ enseguida que habia sido ella gun el padte. —iBs terrible! —dijo la madre. Juan enumers: Juan asintid. —Julia no tiene una coleccién de —Ademés, tampoco tiene una ver- cajas de fésforos ni albumes de estampi- | dadera abuela, ni una madre y un padre las. Niuun mecano. Ni maquetas de autos, } tealmente auténticos. Porque tenerlos tan ni plumas de indio. ¥ el papel de la pared § lejos es como no tenerlos. de su cuarto no es bonito, Es de flores de —Ni una hermana mayor —dijo la color rosa, muy raquiticas. Julia no tiene § hermana. Juan sonrié. —Pero ahora todo esté en orden —anuncié—. ;Vamos a gompartilo! ue es lo que van a compartir? —-pregunté la madre, ~Todlo —respondié Juan. —sIncluso a mi? —quiso saber la abuelita. Juan asinis —A cambio supongo que me toca- ra la mitad del abuelo. imi también piensas compar tifme con Julia? —pregunté su hermana. ;Por supuesto! Tié le hards los de- beres de marematicas y a cambio su her- mano me escribird una carta todas las se- —:Y qué hay de nosotros? —pre- guntaron el padre y la madre —Como es natural, a ustedes tam- bign Jos compartiré con ella —contest6 Juan frunciendo el ccf. B AY que recibirds « cambio? le interrogé la madre. —Podré Ilevar a Jericé de la corres, Y ponerme el sombrero de cowboy. Y ade- ins... —afiadié levanténdose de la butaca de la televisidn de la abuelita—, cuando se trata de amistades, no hay que ser tan ca- culador, Juan abandoné el cuarto de estat. La madre, el padre, Ia hermana y la abue- lita Jo siguieron -on Ja mirada, Qué espanto! —exclamé su her mana—, ;Vamos a tener la casa lena! Pa Juan y Julia . lo comparten todo Doce et domingo del cumple fios, Juan y Julia compartieron de verdad todo lo que tenfan. Hasta las cosas desa- gradables. La sefiora Tranek, por ejemplo: cuando Juan pasaba la tarde del lunes, del miércoles y del viernes con Julia, lo rega- fiaba lo mismo que a ella. Y¥ cuando Julia visitaba a Juan en su ‘casa los martes, los jueves y los sébados por la tarde, compartian las Cajas de fsfo- 10s, los autitos de juguete y los relojes des- montados, y también al hermano pequefio de Juan, que podia ser pesadisimo. Gatea- ba por el suelo sin importarle un pepino que el mecano estuviera armado o los au- titos de juguete perfectamente alineados. En cuanto Juan y Julia se descuidaban, se abalanaaba sobre las estampillas, se las me- tia en la boca y se las comia, Su hermano 75 pequefio era un caprichoso. ;Lo queria to- dol ¥ si no se lo daban, se ponia a berrear ‘como un demonio. Los domingos, Juan y Julia no los pasaban juntos. —Los domingos son para descansar le habia dicho a Juan su madre—. Pasar juntos todos los dias —le explicé—, acaba con la mejor amistad. Juan no crefa que cuviera raz6n, pe- ro no se opuso porque se daba cuenta de que bastante tenia su madre con aguantar a Julia tres veces por semana —Julia es una nitia muy simpética, pero te crispa los nervios. ;De veras! —ha- bia ofdo que le comentaba a su padre. Juan comprendta hasta cierto pun: to que Julia le aracase los nervios a su ma- dre, porque no era una nifia teanguila y discreta, Cuando queria algo, lo exigfa. Si no se 1 daban, siempre preguntaba por qué Cuando queria gritar bien alto, lo hhacfa mejor que toda una tribu de indios, 6 y sila vecina golpeaba la pared con el ce- pill, Julia, en vez de callarse, cogia otro cepillo y golpeaba también la pared. A Julia le parecia completamente normal saltar desde el peldafio mas alto de Ia escalera de mano a la cama de los padres, de Juan. Para dibujar usaba el hermoso pa- pel de cartas de la abuelita hecho a mano, YY cuando jugaban a los indios, tomaba del bafto las pinturas de labios y las sombras de ojos de la madre de Juan para hacerse sus camuflajes de guerra. Y sacaba de la jaula al hamster de Juan y se olvidaba lue- g0 de,volver a meterlo dentro, El hémster entonces se esrondia na se sabe dénde y la madre tenfa que buscarlo. A veces, el hamster permanecia oculto durante toda Janoche. Ya la maftana siguiente la alfom- bra aparecia cubierta de sus cagadicas. En una ocasién Julia pinté el papel ‘mural del cuarto de Juan. Con un plumén dlibuj6 rosas de color rosa entre los patos Donald, los tios Rico MacPato y los sobri- nos Hugo, Paco y Luis. Entonces, la abue~ 7 lita se enojé mucho. Julia no lo entendi. —Pero, abuelita, no te pongas asf le dijo Julia—. A cambio, Juan pucde pintar patos Donald y tfos Rico y sobrini- tos entre mis rosas de color rosa. ‘Ademés Julia siempre estaba hars- brienta, En una’ tarde necesitaba por lo menos 7 sdndwiches y 5 jarras de leche con cacao. Y chocolates, y caramelos, por supuesto, Julia se moria por el chocolate. —jAbuelita, no seas amarrete, dare tun poco més! —decia cuando la abuelita le negaba el octavo bombén de chocola- te—. jSi tienes una tienda entera lena de chocolates, abuelital —Pero es para vender —respondia Ia abuelita—, no para comérmelo yo. Si no vendo chocolate, no ganaré dinero y me moriré de hambre. No, abuelita —replicaba Julia—, porque entonces no podrias comerte | chocolate. —No —insistia la abuelita—. Si ‘me como ¢| chocolate, no tendria dinero 78 para comprar mds y me morinia de bam- re. Entonces, saca dinero del banco —sugeria Julia, —Del banco sélo puedes sacar di- lo has metido antes —decfa la —Eso es una tonteria —decia Ju- lia—. jHay que hacer algo! —jBueno, bueno! —suspiraba la abuelita—. [Haz algo! Y salfa inmediatamente de la habita- cién porque no tenia ganas de seguir hablando con Julia de dinero, ni de bancos, ni de chocolate. Julia entonces corria donde la ma- dre de Juan, —Mami de Juan, tienes que poner dinero en el banco a nombre de la abuelita Para que pueda sacatlo. La madre de Juan se rela. —iEn serio! —decia Julia—. Si no, se moriré de hambre. Yo no tengo dinero para meter | \ | i i ” en el banco —contestaba la madre de Juan—. El que tengo me llega justo para pa- gar el alquiler y comprar la comida y todo lo dems, ;No me sobra ni un céntimo! —iEso es una tonterfa! —decfa Ju- lia—. Hay que hacer algo! ‘Bueno, bueno! —suspiraba la madre—, Haz algo! ‘A continuacién, Julia iba a ver al padre de Juan, que acababa de volver a ca- sa de trabajar, y le decia: —Papé de Juan, tienes que darle @ Ja mamé de Juan més dinero, para que pueda meter una parte en el banco y la abuelita pueda sacarlo del banco y no se imuera de hambre. —Le doy a la mamé de Juan todo lo que me da mi jefe —contestaba el p2- ddre—. Y dl se niega a darme més, —Eso es una tonterfa —decta Ju- Hay que hacer algo! ‘Bueno, bueno, hazlo! —decfa el padre, saliendo de la habitacién. Julia queria de verdad resolver «se lia 80 ’ asunto del dinero. —Abuelito le dijo por la noche al doctor—, hay que arreglar el asunto del dinero, —,Por qu —El jefe del padre de Juan le da tan poco dinero que la madre de Juan no puede meter nada en el banco. Por ¢s0 la abuelita no puede sacar nada. —Bueno, zy qué? —Nosotros siempre podemos sacar dinero del banco —dijo Julia. —Bueno, zy qué —insi abuclo, © iQue es injusto! —replicé Julia ‘A continuacién, le propuso que compartiese con los padres de Juan el di- rncro que tenia en el banco. El abuelo se opuso. —iDe eso ni hablar! —dijo—. No pienso regalar mi dincro. ;Me gusta tener dinero! Julia intenté convenceslo de que lo repartiera, Pero el abuelo se mantuvo firme. 2 Ni sofiarlo! —grité—. Enronces también tendria que repartirlo con la se- fora Tranek. Ella tiene todavia menos di- nero que los padres de Juan. También ten- dria que repartirlo con la conserje. Y con la ayudante de mi consulta. La mayor par- te de los pacientes que acuden a mf tienen también menos dinero que yo. {Silo repar- {0 con todos ellos me quedaré sin nada! El abuelo argumenté que entonces se verfa obligado a vender su magnifico Mercedes. Y no cendrian carne suficiente para Jericé. Y tendrian que convertir en le- fia Villa Julia. Y no podria ir de vacaciones a Capri, ¥ tendsfa que renunciar a sus ci garros habanos. —Pero yo lo comparto todo con Juan! —exclamé Julia. Haz lo que quieras, eso 3 asun- to tuyo —contést6 el doctor. —Gracias —dijo Julia. —,Gracias por que? Porque sélo eres avaro ti y 10 ime obligas a serlo a mf también. | 33 A la tarde siguiente, cuando Juan fue a casa de Julia, éta le preguncé: —,Cudnto dinero tienes? Juan sacé unas cuantas_monedas del bolsllo del pantalén, medio chelfn en oul. = en casa? —jNadal —dijo Juan. —Dame la mitad —exigié Julia Juan repartié las monedas. Julia cogié una lara del cajén de la mesa y sacé de ella cuatro billetes. —Son 800 chelines —dijo, y sepa- rando 400, los empujé hacia su amigo. —No puedo aceprarlo —dijo Juan—. Mis padres se opondsfan. —Si lo compartimos todo, tam- bién hemos de compartir el dinero —e- plicé Julia. —Mi padre siempre dice que. con el dinero termina la amistad’ —afirms Juan. Julia reflexioné unos momentos y silbé a través del hueco entre los dientes. 84 —Ellos no tienen por qué enterae- se de esto —afadié. —De un modo u otto, siempre ter 1inan enterdindose de todo Julia volvi6 a reflexionar ya silbar por el agujero entce los dientes. Después se levant, cogié otra lta y metié dentro el dinero que le correspondia a Juan —Déalo en mi casa —dii. Guardé las dos latas en el cajén de ta mesa, Juan se alegré, Nunca en su vida habia tenido tanto dinero. Ahora era rico: al menos los lunes, migrcoles y viernes por la carde, i : afi AJulia se le ocurre una idea, Clr Villa Julia sentados en el suelo, apoyados en Jericé que dormitaba tumbado detris de ellos. —Jericd, viejo, la vidita que Mevas, mucho mejor que yo —decta Julia rascén~ dole suavemente el lomo. —jPor qué mejor? —pregunté Juan, Porque no tiene que it al colegio. ‘A Julia no le gustaba ir al colegio, Le resultaba insoportable. —El colegio al que voy ahora es 1o- davia mis estiipido que los colegios en los que he estado antes —explicé Julia Hacia medio afio que habfa regrest- do de Suecia, donde habia asistido durante seis meses a un colegio. Y antes a otro en Estados Unidos. —jPor qué es més estipide el ccle- 86 gio de aqui? —pregunté Juan. —En Suecia y en Estados Unidos —explicé Julia—, no entendia todo lo que ddecian los nifis y la profesora. Porque no sé mucho inglés y el sueco lo hablo fatal. Pero aqui lo entiendo todo. Y me doy cuenta de lo estiipidos que son todos. Si, a veces lo son, desde luego que sit —confiemé Juan. Recordaba cémo se habfan burlado de Al los nifios por llevar los 2apatos de distinto color, uno azul y otro rojo y cémo Karin, Sissi y Andrés corrfan tras él can- tandolg canciones absurdas. Pero como ya no la malestahan porque se habfan'hecho amigos de Thomas, afadié: —... Pero la estupidez desaparece con el tiempo —Tampoco me gusta mi profesora —Aijo Julia—. Siempre esti de mal hu- mor. —A mi me encania la mia —dijo ‘Juan—. La sefiora Meyer es muy carifiosa, —No lo creo. Una mujer que se Ila- 87 ma Meyer por fuerza tiene que ser tonta. —jPero Julial —exclamé Juan—. {No digas bobadas! Ser carfioso o malhume- rado no tiene nada que ver con el nombre. Mi papé conoce a un sefior llamado Ale- gre. {Y siempre esta triste! —Pero los nifios de tu clase pare- cen auténticos monos, Julia conocia a un par de nifios de Ia clase de Juan, porque a veces iban a pa sear con Jericé y cruzaban el parque don- de solian reunitse los compaferos de clase de Juan. —No todos los nitios de mi clase parecen monos —la contradijo Juan. —(Calla, calla! —exclamé Julia—. [Nos miran como monos y actiian igual que ellos. ¥ el mono jefe es el que le titd la co- laa Jericé y se puso a temblar en cuanto le ‘grufié. {El supermono, el tonto ése! Julia suspir6, esperando la respues- ta, Pero Juan siguié callado porque no queria discutir con ella Asi que durante un rato permane- 88 cieron sentados en silencio uno junto al ‘orto, Julia rascdndole a Jericé entre las ore- ney Juan scarce I cole que wo ce —Ningiin colegio es bueno. jNo quiero ir al colegio! —dijo Julia al fin, —No nos queda otto remedi —dijo Juan. Pues Ia semana que viene no pienso ie! —replicé Julia—. De veras! jNe- cesito reponerme de todo esta! Ti estis loca! La sefiora Tranek no va a permitir que te quedes en casa. Y el abuelo tampoco. Bueno, y qué {Me importa un comino! —Julia sonteia maliciosamente—. Me marcharé muy temprano con mi carte- ray me sentaré en el parque a leer uno de tus libros. Y a mediodfa, cuando el reloj del campanario dé la una, regresaré'a casa. Juan meneé la cabeza. —Si faltas dos dias sin presencar ningsin justficativo, la profesora llamard a tu casa para averiguar qué pasa, y entonces 89 saldré todo a relucir. —Tienes razén —reconocié Julia. Se puso a pensar silbando a la ver por el hueco entre sus dientes. El silbido desperté a Jeried. Boster6, se estird, se vvanté de un brinco y con la cabeza le dio 4 Juan un empujén en el hombro. Su ges to significaba: «;Vamonos de paseo!» Julia dijo: —jOye, Juan, se me acaba de oct- sit una idea! Ti Hamas a mi colegio im tando la vor de la seitora ‘Tranek y dices que Julia Bramber no puede ir a clases porque se fue a Estados Unidos pase tuna semana... 0 dos. Con su papa. Que se moria de nostalgia por verl. Durante el resto de fa tarde Julia ensayd con Juan, Pero éste no consiguié hablar como el ama de llaves. Su voz sona ba demasiado aguda. Y cuando simulabs una vor profunda, no parecia la sefiora ‘Tranek, sino més bien Jericé ladrando. Ya se me ocurrint otra cosil —concluyé Julia, Stee Mas ocurrencias de Julia" L. tarde siguiente, Julia ya habia pensado otra cosa. Cuando fue a casa de Juan, se levé con ella a Jeric6. Era la pri- sire ver que lo hacia. porque el hamster se asustaba de Jericéy Te entraban palpita- ciones. —Tenemos que conseguir que Jevieé me mucrda en la mano derecha —le dijo a Juan, Enconces el abuelo me pondri un vendaje bien gordo y no podré escribir. Co- mo-ore dolerd, no pararé de quejarme y de emit, Eso molestarfa a la clase, asi que jten- re gute quedarme en casa! Julia y Juan se esforzaron al maxi- —jMuerde, Jericé, muerde! —ro- gaba Julia poniendo la mano derecha ante el hocico del San Bernardo, Pero Jeric6 se negaba a morder. Ni 1 siquiera cuando Julia le metié Ja mano en Ja boca, Entonces, Juan trajo una prieta de la cocina y Julia se la restregs entre los dedos. Las prietas eran la comida preferida de Jeri- 6, Este lamié con cuidado la prieta de los dedos de Julia, Pero de morderla, nada Un dia Jericé habia mordido a un hombre que le habia pisado una pata, asi aque Julia probé a darle un pisotén a Jeri- 66, aunque con poca fuerza, pues queria mucho a su pert. “A Jericé el pisotén le cayé muy mal y oferidido, se metiédebajo de la cama de Juan. Es que este animal es demasiado bueno —dijo Julia Y entonces se acordé del gato. El gato era viejo y tenia muy mal cardcter. Bufaba, mordia y arafiaba en cuanto lo molestaban. —Mahana haté que el gato me des- toce la mano a arafiazos y mordiscos dijo Julia os ‘Avla tarde siguiebite,‘en casa'de Jue lia, Juan y su amiga se pusteron a buscar a gato, Peto el gato se fabfa escondido. —Jericé,” busca af ‘minino..Jeric6, donde estd ef minino? —decfa Julia Jericé no tenia buscar al gato, pero como Julia no paraba de pedirselo y le susurraba'al ofdo: «sBus- ca, Jeticd, perrito lindo, ,buscal, el San Bemardo hacia como si estuviera buscén- dolo. Trotaba por la casa olfareando.:Al Hegar junto a la ventana abjerta de la coc na se detuvo, miré hacia el petal que recta enfrente y empezd a ladrar. Con sus Jadridos queria decir: «Creo que esté sen~ tado en la rama mds alta del rbol Julia y Juan corrieron hacia el drbol con una lata de comida para gatos y, s- twindose debajo, intentaron atraerle con halagos. —|Minino, toma, minino, toma, carnecital Entonces el gato bajé del Arbol IO 4 Julia le tendié la laca abierta. El gato se ‘acerc6, Julia agarré al gato y lo levanté. —jArafa, minino! ;Muerde, mi- nino! ;Pero fuerte! —le dijo Julia mientras, le soplaba en una oreja, cosa que al gato le resultaba insoportable. El gato maullé enfadado. Y quiso escapar de las manos de Julia. Primero tienes que arahar y morder! —exigié Julia mientras lo sujeta- ba, EL gato bufé. Después arafié. Y mordié. Pero los gatos muy viejos no nen mucha fuerza en los dientes. El mor- disco ni siquiera se veia. Y los dos arafiazos que el gato le habia hecho a Julia no esta- ban en la mano derecha, sino en la mejilla iequicrda, justo debajo del ojo A pesar de todo, Julia corrié junto al doctor y sollozando le mostré los dos rasguiios sangrantes —Abuelito, esto hay que coserlo, FY con anestesia! El doctor se rid de su nieta, y se li- 95 mité a echarle en los arafiazos unas gotas de un liquido rojizo. —Pues asf roda rasgufiada no pue- do ir al colegio —dijo Julia. No seas ridicula —contest6 el abuelo—. Por supuesto que irds asf al co- legio. Entonces Julia comprendié que ¢os arafiazos de gato no bastaban para que la considerasen enferma, —Pucha murmurs, Salié del cuarto del abuelo y cers Ja puerta de un portazo. —Ya no se me ocurre nada —Ie co- ‘municé a Juan—. Ahora te toca a ti pen- sar algo antes de mafiana. Juan lo prometié. El hallazgodeJuan Ay ulia, he estado pensando —di- jo Juan [z tarde siguiente en su casa—. Basta con que te hagas la enferma. Mi hermana también lo hace a'veces, Cuando tiene un examen. Se echa en Ja cama y di- cce que se siente mal. —Eso sélo es posible porque no tienes un médico en casa —suspird Ju- lia—, Pero el abuelo sabe lo que hace. ” —Pues con el apéndice de la abue- lita hubo tres médicos que no sabian lo que hactan —dijo Juan. —Yo ya no tengo apéndice —expli- 6 Julia—. También me han operado de las amigdalas. Y para todo lo demas hace falta fiebre 0 tos y ronquera 0 vomitos y diarrea, O manchas rojas. O la lengua su- cia y de color verde. «Tiene que haber una enfermedad % que se pueda fingirs, pensaba Juan. Y como en ese preciso momento entraba su hermana cn la habitacién a preguntar si tenia que 1a- cerles los deberes de mateméticas, Juan le pregunté a su hermana por esa enfermedad La hermana afirmé primero que una enfermedad asi no existia, Pero des- pués, acordindose de las muelas de tia ‘Anna, dijo: —La la Anna siempre tiene dolor de muelas. Le dan unos dolores tan espin- tos0s que le impiden dormir por la noche. Pero ningin dentista encuentra nada. A ky tf Anna le han hecho miles de radiografias de todas sus muelas, sin encontrar nada. —jJusto! —exclamd: Juan—. La abuelita piensa que lo de la tia Anna es cosa de los nervios o algo parecido al reuma. —jReuma en las muelas! jEs esu- pendo! —grité Julia—. jE reuma en las rmuelas te hace polvo! —;Cémo que es estupendo? ,Cé- mo que te hace polvo? —preguntaba la hheemana 98 Vamos, dictanos las cuentas —di- jo enseguida Juan—, que hoy tenemos los dos un montén de tareas. Y como la hermana no disponta de ‘mucho tiempo —quera ise al cine con sus amigas—, romé los libros de matematicas dd Juan y Julia y le dict6 doce cuentas a Ju- lia otras tantasa Juan. Y se olvidé del reu- man las muelas. Cuando la hermana salié de la ha- biracién, Julia se eché a reft. — Eso es, Juan! —exclamé—. Des- de matiana, estoy enferma. < wi Julia, enferma de muerte, Casndo Juan se presents al dia siguiente para ver a Julia, sélo estaban en casa la sefiora Tranek y Jericé. En la sala de espera del doctor habia tres pacientes. El docror se fue con Julia al den tista —informé el ama de Ilaves—. Pero pronto estarin de vuelta, La consulta em: pera denera de cinco minvtos. 1a sefiora Tianek acompans a Juar a la cocina y le preparé siete sindwiches y tuna jarra de leche con cacao. Cre‘a que to dos los nifos tenian canta hambre come Julia Pero Juan no tenfa hambre. Hacis apenas una hora que habia comido en su casa ravioles con jamén. A pesar de todo, cempexé. a comerse los sindwiches para ne ofender al ama de llaves. Engullé uno tras otro mientras ésta : 100 le contaba que Julia se habia despertado por la mafana con un terrible dolor de muelas, —Cémo se quejaba mi pobre corde- rita —decfa la sefiora Tranek—, Y al lavar- se los dientes, por poco se desmaya. Juan pregunté si haba ido al cole- gio. —¢Cémo se te ocurre semejante cexclamé el ama de llaves—. La po- brecilla estaba empefiada en ir, pero yo no la dejé. ;Si uno toma frio con dolor de muelas, la cosa puede empeorar mis toda- vial * Justo cuando Juan tragaba con difi- cultad el tltimo mordisco, llegaron el doc- tor y Julia. Esta levaba enrollado alrededor de ja cabeza un chal de lana a cuadros que Ainicamente dejaba al descubietto la nariz:y Ios ojos. —Todos los dientecitos impecables —4ijo el abuclo—. Ni una caries, ni sarro, ni enefas inflamadas. ;Sabe Dios lo que tendral esi a abciarsnei mets 101 —Tengo reuma en las muelas —far- fulld Julia a través del chal de lana. Y a continuacién lanzé unos gemi- dos tan horribles, tan trégicos y tan senti- dos que Juan pens6: «A lo mejor le éuele de verdad. Pudiera ser que si finges una enfermedad, acabes padeciéndola de ver- dad —iDéjate ya de tonterias! —grité el doctor. El reuma de muelas no exis- te —;Pues claro que existe! —exclamé Ja sefiora Tranek—. Mi abuela lo cuvo. —Los ancianos tienen todo tipo de cosas extrafias —afadié el abuelo—, Pero Julia no es una anciana y, por tanto, no puede tener enfermedades inexistentes. El ama de llaves puso las manes en jarras, entorné los ojos hasta convertslos en dos ranuras estrechas y enfurecidas, y adelantando la barbilla, exclamé: —jUstedes los médicos son todos inteligentisimos! ;Pero no saben librar de sus dolores a un corderito inocente! ee 102 Julia volvié a lanzar unos gemidos que partian el corazén. Jericé encontrs tan espantosos esos ayes y Jamentos que empezé a aullar, Y el gato encontré tan atroces los ayes, los lamentos y los aulli- dos, que empe26 a maullar. Esto es un infierno! —bramé el abuclo—, {No hay quien lo aguante! |Me voy! Salié a escape de La cocina snusmu- rando que tenfa que ir ripidamente a su consulta, a vera sus pacientes, que sufrian males més razonables que su nicta Barbaro, bruto, ignorance! ;Espe- Galistaidiuta y sin sentimientos! ~ ~lespotri 6 rras dl la sehora Tranck, Juan nord que Julia se refa a escon: didas tras el chal. Le entsd miedo de que también se diera cuenta Ia sefiora Tranek. Pero ésta ni se enter —Ven, Julia, corderita. Yo te cuidaré con los métodos de mi abuela. Ya ver mo te sientan de marl Julia dejé de refrse por lo bajo tras i i i | i 103, cl chal de lana y volvi6 a gemir. Esta vez sonaban casi sinceros. Los métodos curati- vvos de la abuela Tranek no le inspiraban demasiada confianza. : E] método curativo del reuma de muelas de la abuela Tranek era como si- ‘gue: Julia debfa quitarse el chal de la cabe- za y meterse en fa cama. El ama de llaves cogid un paquete de algodén de tamafo familiar, De esos en los que el algodén vie~ ne en zigzag. Enrollé a Julia’altededor de la cabera la larga tira de algodén hasta que ya sélo asomaba su nariz entre una enor- me bola algodonosa —Para que pueda respirar —expli- 6 Ia sefiora Tranck. Después, colocé cuatro bolsas de agua caliente sobre la bola de algodén. Una a la derecha de la nariz, otra a la 2- guierda, Ja tercera debajo, y Je cuarta la deslizéentre la bola de algodén y la almo- hada. Y para que las bolsas de agua caliente no pudieran escurrirse, envolvié el con- junto con el chal de lana a cuadros. Para Deere ete eee eeeees 104 terminar prendié dos alfileres de gancho en el chal —jAjaja! —exclamé—. Y ahora mi ovejita se quedard bien metidita en Ia ca- ma. ¥ dentro de una o dos horas, se senti- 1a mucho, pero mucho mejor. Luego el ama de Haves se fue a la cocina porque tenia que cortar tocino pa- rahacer manteca. A Juan le encargé que se uedase con Julia y la cuidase ‘Apenas hubo salido por la puerta el ‘ama de llaves, Julia dejé de quejarse, se in- comporé y tiré de la envoltura de algodén y del chal hasta que consiguid dejar libre fa boca Maldica porqueria —bufé—. Esto no me lo habia imaginado! —Pareces un globo a cuadros —di jo Juan conteniendo la tis. —Me importa un comino la pinta aque tengo —dijo Julia—. Se me van a de- rretir los sesos de calor. ¥ estoy a punto de moritme de hambre. Desde ayer pot la no- che no he probado bocado, 105 Te traeré unos bocadillos —dijo Juan. —Los verdaderos enfermos de muerte como yo no tienen hambre. Y ade- és, con reuma de muelas no se puede co- mer nada. {Tendria que gritar de dolor a cada mordisco! Julia sacé las bolsas de agua calien- te de debajo del chal y las introdujo bajo Ja manta. —jUf, Ahora me siento mejor —y tras una pausa afiadié—: Anda a ver ala sefiora Tranek y dile que tienes hambre, aque te dé unos sindwiches, y luego me los —Ya me los dio hace rato —le ex- plicé Juan. —Dile que hoy tienes un hambre de lobo! —sugirié Julia. Juan fe a a cocina y le dijo al ama de Haves que tenia un hambre de lobo y que le gustaria comerse unos cuantos sandwiches més, Esta dejé de cortar teci- no, unté siete panecillos de mantequilla, a se 106 los rellené con jamén, salame, queso Em- mental y pepinos y les puso mayonesa por Juan los colocé sobre una bandeja y se dispuso a regresar junto a Julia, péro la sefiora Tranek no le dejé salir de la cocina. —Tienes que comer aqui —le ad- virtié~-, La pobre Julia no tiene nada en «le ayer por la noche. ¥ va swivcs 0 tragona que es. Bastante tiene con estar hambrienta y no poder probar boca- do por culpa de los dolores. Si encima ce pones a comer delante de ella, seré una torturg infernal para la pobrecita Pero si el algndén le rapa los ojos... —dijo Juan—. jElla no puede ver- Pero puede oler el jamén plies la seftora Tranek-—. Y si masticas, lo oir. No, no, cémetelos aqut. —Pero es que tengo que cuidar a Julia El ama de Haves puso a Juan un sindwich en la mano y dijo: 1.07 —Entonces, apiirate! Juan pens6: «Si nota que no tengo hambre, se dard cuenta de que pensaballe- varle los bocadillos 2 Julia. ;Y no puede darse cuenta!» ‘Ast que Juan, dio un mordisco y Volvié a morder. Y a masticar, Pero cera incapaz de tragarse los mordiscos. uicres limonada? —pregunts el ama de llaves. Juan asintié, La sefiora Tranek lend ‘una jarra de limonada. Juan dio un trago «enorme y arraste6 hacia abajo los mordiscos masticados. «Vaya... Funcionals, pensé. ‘La limonada se leva lo que he masticido dlirectamente hasta el estémago». ‘Al terminar el rercer sindwich ne- cesité un nuevo jarro de limonada; y tras el quinto, pidié otra mas. Cuando estaba con el iltimo sindwich, ya s6lo le queda- ban ctiatro mordiscas, se sintié rato, Le zumbaban los oidos, le costaba respirar y sus ojos no funcionaban como ¢s debido. 108 Todo lo que miraba aparecta salpicado de puntitos grises. Era como si estuviese mi- rando a través de unos anteojos muy su- —zJuan, qué te ocurre? jAy, Juan, estis pilido como la cera! —grité la seito- ra Tranek. Juan oyé muy apagada la vor del ama de llaves. Como si tuviera algodones en los ofdos. Después le entraron ganas de —Perdén, voy a vomitar —susu- 6. La seiora Tranek lo cogié por los hombros’y lo arrastré hacia el bafto mien- tras le rogaba: —jResiste, Juan! jNo vayas a vomi- tarme en el suelo! ;Enseguida llegamos! Consiguié llegar al cuarto de bafio. Después vomité primero los siete sindwi- ches y luego otros siete mas, los ravioles con jamén del mediodia y el cacao y las tres jarras de limonada, La sefiora Tranek, de pie ante el re- 109 ‘rete, se lamentaba en vor alta —jAve Marfa Purisima! (Este chico esté a punto de morit! Este nifio va a vo- mitar hasta el alma! jDoctor! ;Doctor! ;Venga ahora mismo! —grité mientras sa- Ita cortiendo hacia la consulta, Julia lo habia ofdo todo. Pues ya no estaba en la cama, sino detrés de la puerta de su cuarto esperando a Juan con los boca- dillos. Los gritos del ama de llaves le dieron tun susto de muerte. Preocupada por Juan se olvidé de que padecia reuma de las mue- las, Salié corriendo de su habitacién, legs al cuarto de bao, abrazé a Juan, que esta- ba vomitando, y exclamé: —Ay, Juan, querido Juan, no t me mueras! jJuan querido, no vomites has- ta el alma! Cuando el doctor y la sefiora ‘Tra- nk llegaron al cuarto de batio, Juan ya se hhabla recuperado. Estaba sentado en la ta- zz del baio y sonrela, aunque seguia muy pélido, Julia, a su lado, le acariciaba sus - 1205 £0j0s. KL rrSSS— 10 Ya vuelve a estar mejor —deela— Y atin tiene el alma dentro ‘del cuerpo. En su camino hacia el cuarto de ba- fio, Julia habfa perdido el chal. También el algodén habia volado de su cabeza. Sélo tun par de diminutas hilachas colgaban de sus orejas, pegadas a sus bucles rojos em- papados de sudor. —Y segiin veo, también ti vuelves a sentirce perfectamente —Ie dijo el abue- loa sunieta. A Julia no le quedé més remedio aque asentir. —En ese caso, mafiana podrés vol- ver abcolegio —dijo el doctor mientras en sus labios se dibujaba una sonrisa. —No sé, abuelito —repuso Julia va- cilante—. A lo mejor por la noche me vuel- ve el reuma a las muelas. —Yo, sinceramente, no lo aconse- jarla —dijo el doctor. Ta sonrisa habia desaparecido susti- tuida por una mirada bastante amenaza- dora. secession i Mm —Bueno, bueno, abuelito. No vol- veri. {Seguro que no! —contest6 Julia, La sefiora Tranek, sin embargo, se sentia muy orgullosa. A lo largo de los dias siguientes le conté a toda la gente con que se tropezaba que le habla curado a Julia el reuma de muelas siguiendo el mérodo de su abuela iY pensar que los médicos ya casi hhabjan desahuciado a la pobre nitial —de- la. Fe eee eee a Jeried se enamora . Uh ata juan y Jia slieron de paseo con Jericé. Caminaban por el par- {que y Juan lo llevaba de la correa. Al prin- cipio, Jericé trotaba tras él. Pero al llegar al lago de los patos, el perro eché a correr arrastrando a Juan. —jfiste quiere bafarse en el lago! gris. Seguro que no. Le tiene més miedo al agua que un gato —Ie contesté a voces Julia. —iEntonces quiere cazar patos! —Imposible. Jamés caza. No le gusta —grité Julia. En ese. momento vieron adénde pretendia ir Jerid. A la orilla del lago, ba- jo un sauce, habia un perro. De pelo negro y sedoso, Un perro de aspecto muy esbel- to y clegante. Junto a él habfa una mujer. 13 Una mujer madura y gorda, Cuando Jericé lleg6 galopando con Juan y Julia, la mujer sujeté al perro negro por el collar —jFuera, nifios, fuera! Sujeten a su perro! —les orden6, —Es inofensivo, sélo quiere jugar —dijo Julia —jLlévenselo de aqui! —chill6 la ujer y, sefalando a su perro, afiadio—: Esuna hembra y esti en clo, La mujer intentaba apartar de alli a su perra, pero ésta habia visto a Jericé y deseaba ise con él. Solté un aullido, aun: que no con demasiads fuerza porque el

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