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Rafael Del Pino - Venezuela
Rafael Del Pino - Venezuela
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Fidel Castro presidió la ceremonia de graduación de una promoción de militares
venezolanos de la Escuela Superior del Ejército «Libertador Simón Bolívar», que lo habían
elegido como padrino de graduación.
Luego le entregó la Medalla Fraternidad Combativa y el título que los acredita como
oficiales a los 74 militares. Además, obsequió al general Eduardo Antonio Centeno Mena,
director de la institución castrense, una réplica del «Granma», gesto retribuido con un
submarino en miniatura de la Armada venezolana y dos bastones de mando.
Todo este trajín de la oficialidad venezolana visitando Cuba, los buques de guerra en visitas
amistosas, los grupos de pilotos «intercambiando experiencias» y lo que falta por ver es
sólo una repetición de una vieja película de los años 70, un re-run, como le dirían en
Hollywood. Cambian sólo nombres de Generales y de navíos. En aquella oportunidad, fue
el Buque Escuela de la Armada chilena «Esmeralda», en esta oportunidad, es el «Goajira»
T-63. Probablemente los guiones del show cambien poco. Micrófonos por doquier en las
habitaciones que se hospedan para saber qué hablan entre sí, visitas a instituciones militares
vitrina, pioneritos dándoles vivas y poniéndole pañueletas, cantándole himnos de seremos
como el Che y, por supuesto, no faltarán las noches de Tropicana con sus mulatas de fuego
y los ríos de ron para que suelten las lenguas.
¿Exagero?
Bueno, déjenme comenzar con el grupo que visitó Cuba encabezado por el General chileno
Anaya Castro en 1972. Más de cuarenta altos oficiales enviados por Salvador Allende para
poder nosotros lavarles el cerebro en Cuba. La flor y nata del anticomunismo de las Fuerzas
Armadas chilenas llegó en aquel avión. Entre ellos, nada menos que el Coronel Roberto
Souper el famoso jefe del regimiento de tanques de Santiago de Chile que se lanzó contra
La Moneda el 29 de junio de 1973 protagonizando lo que se conoció como «El Tancazo»
tres meses antes de que Pinochet se decidiera cortar por lo sano.
¿No dicen que una imagen vale mil palabras?. Pues veamos esta interesante foto.
De izquierda a derecha, el General Arnaldo Ochoa, el General Senén Casas, Fidel Castro, el
autor de este artículo General Rafael del Pino, el General Chileno Anaya Castro y Victor
Drake. el jefe de la Dirección Política del MINFAR en aquella época. El oficial entre Fidel
Castro y el Gral. del Pino es el Coronel chileno Roberto Souper, quien posteriormente
desempeñara un papel importante en la toma del Palacio de la Moneda.
Simplemente, enviado por Allende para ser «salvado» por nosotros. Habíamos preparado
unas maniobras sin precedentes al costo de varios millones de dólares para impresionar a
los militares chilenos. Sólo la pérdida del MIG-21PFM tripulado por el Capitán Evelio
Bravo Martín se llevó un millón y medio de billetes verdes.
Quedó claro después que el Coronel Souper fue quien trajinó al comandante en aquella
ocasión, prometiéndole apoyar a Allende para después hacer todo lo contrario, lanzándose a
los pocos meses con su regimiento de tanques sobre el Palacio de la Moneda.
Recuerdo que el corretaje fue tremendo en Cuba. A revisar las grabaciones ocultas que se
hicieron de todos estos oficiales en sus habitaciones del antiguo hotel Habana Hilton, a
llamar a las mulatas de Tropicana que tiraron sus bailecitos con los agraciados, a revisar los
informes rendidos por los oficiales cubanos encargados de adoctrinar a la oficialidad
chilena. Y por último, la inquisición: ¡Que me los traigan que quiero hablar con todos ellos!
Pobre general López Cuba, encargado de atender directamente a Roberto Souper. Le cayó
arriba un bombardeo más grande que el que le cayó en los combates de Bahia de Cochinos
¡Comemierda, cómo no te diste cuenta lo que tenía en mente ese hijo de puta! Tronó la voz
de Fidel en el salón de reuniones del cuarto piso del MINFAR.
Los adoctrinadores estábamos todos con el rabo entre las patas. Por suerte para mí, los
Coroneles Jaime Stay y Jorge Vargas, que me tocó atender aquellos días, no participaron en
el Tancazo. Meses después, cuando le entraron a bombazos a La Moneda, ya se sabía que
todo estaba perdido en Chile y la reacción fue menos violenta contra nosotros.
Los primeros años de esa década del 70 fueron de una febril actividad por parte de Castro
en su propósito de penetrar ideológicamente al estamento militar latinoamericano.
Con los militares peruanos se siguió un patrón similar que con los chilenos. A los que nos
tocó tomar parte en la ejecución de sus planes, lo mismo se nos veía llevando en un vuelo
especial al General Leonidas Rodríguez a Panamá para entrevistarse con Torrijos, que
acompañando al Primer Ministro General Mercado Jarrín a una velada en Tropicana o
montándome en un avión MIG-21 de dos plazas para llevar de paseo al Coronel César
Enrico Praeli, posible candidato a General y Jefe de la Fuerza Aerea Peruana, según los
propios cálculos de Castro. Para los que a veces menosprecian la intuición del gobernante
cubano, valga decir que 10 años después de su predicción, el Coronel Cesar Enrico Praeli
no era solamente General del Aire sino Jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas
Peruanas.
Después del revés sufrido en Chile y más tarde el golpe de perder sus esperanzas con Perú
al verse traicionado por el General Morales Bermúdez, quien entrega el poder a los civiles
en contra de sus consejos, Castro continúa su febril actividad de levantar un bastión en
tierra firme del continente. Los Sandinistas le dan esa oportunidad y Nicaragua se convierte
en punto central de la guerra fría en el continente hasta que el rechazo del pueblo
nicaragüense a la desastrosa política colectivista de los Sandinistas dio al traste con el
régimen de los hermanos Ortega.
He tratado de sintetizar lo mayor posible para no hacer este trabajo tan extenso que los haga
perder el interés de una cuestión tan sensible e importante como los sueños napoleónicos de
Fidel Castro. Voy a excluir, por lo tanto, el conocido papelazo que sufrió el dictador
caribeño en Granada con la rendición a las tropas norteamericanas de cientos de
combatientes cubanos y otras aventurillas locas que condujo en la región, como la que
ocasionó la muerte del aguerrido combatiente dominicano Coronel Francisco Caamaño
Deñó en febrero de 1973. Lo hago en aras de dedicar el centro del análisis a la obsesión
casi enfermiza que desde el propio año 1959 desarrolló el comandante cubano por
Venezuela. ¿Casualidad? En la mente de Castro no hay espacio a la casualidad. La
casualidad es un lujo que no es aceptable para el gobernante cubano. Sólo la planificación
meticulosa, fría y calculadora puede dar la victoria y ay de quien ose salirse de ella.
Ni siguiera la aventura del Che en Bolivia pudo contar con ningún general cubano del
calibre y la talla de los Ochoa, Tomasevich o Rosales. ¿Razones? Múltiples. El episodio de
Bolivia fue una de esas oportunidades que le encantan al Comandante para matar dos
pájaros de un tiro. Su primer propósito crear un objetivo diversionista. Esta es una
estrategia muy usada en el arte militar, donde se trata de confundir al enemigo haciéndole
creer que ésa es la dirección principal por donde vienen los tiros. En la primera guerra del
golfo, el jefe de la coalición de tropas aliadas, el general Norman Schwarzkopf, simuló todo
un desembarco anfibio por las costas de Kuwait para confundir a las tropas de Saddan
Hussein mientras el grueso de las fuerzas irrumpían desde la frontera de Arabia Saudita y
cortaban al ejército Iraqui en dos, desguasándolos más tarde.
El segundo objetivo del episodio de Bolivia fue por supuesto deshacerse del otro caudillo
iluminado. No hay cabida bajo un mismo techo para dos caudillos iluminados. Mucho
menos en un proyecto continental tan bien planeado por Fidel Castro. Por lo tanto, el
caudillo que pretendió convertir a cada cubano en un hombre nuevo, en una especie de San
Francisco de Asís de la Revolución, debía ser sacrificado. Alfil por peón para allanar el
camino al jaque.
Pero volvamos a Venezuela. ¿Por qué precisamente Venezuela? ¿Por qué no, digamos,
Brasil, donde existían selvas majestuosas excelentes para desarrollar las teorías del foco
guerrillero? ¿Por qué no Guyana? ¿Por qué no Costa Rica, Guatemala, Belice o hasta el
propio México, que están tan cerca de las costas cubanas? Estoy hablando de invasión de la
flor y nata de generales cubanos, no de los focos guerrilleros que proliferaron en otros
países como Colombia, donde sólo se apoyó con entrenamiento y armas.
Sencillamente por la misma razón que fue Angola el único país africano que tuvo que
soportar un ejército de ocupación de más de 50,000 cubanos durante 15 años. Las
aventurillas del Congo, de Guinea, de Argelia, de Yemen eran como Bolivia, simplemente
acciones diversioncitas. A mí me llamó mucho la atención una reunión que sostuvimos el
General Colomé Ibarra y yo con Samora Machel en Maputo, a solicitud del presidente
Mozambiqueño a principios de 1978.
Dije inicialmente que me llamó la atención esta reunión con el presidente de Mozambique y
su Estado Mayor, porque en realidad, si la misión nuestra en África, según Fidel Castro, era
proteger a los africanos de las agresiones de los racistas surafricanos. Mozambique estaba
siendo atacado constantemente por los rodesianos, poseía una frontera totalmente
vulnerable con Sudáfrica e indudablemente estaban mucho más indefensos que Angola.
¿Por qué Angola sí y Mozambique no? Por lo mismo que Venezuela sí y Brasil no. Por un
solo denominador común que lleva el nombre de petróleo.
Etiopía fue una de las grandes palas de la guerra en África. Digo pala, porque hasta unos
meses antes del enfrentamiento las tropas somalíes, eran asesoradas por los cubanos.
Sabíamos perfectamente la composición de sus unidades, las posibilidades combativas, sus
puntos débiles, sus reservas de proyectiles, los defectos de sus jefes, en fin, no tenían la más
remota posibilidad de aguantar nuestro arrolladora maquinaria militar suministrada por los
soviéticos y nos daban en bandeja de plata la oportunidad de dejar boquiabiertos a todo el
tercer mundo.
El conflicto Etiope-Somalí era una bronca ancestral entre ambos países que no tenía nada
que ver con nosotros. Pero nos hacía falta un gran show. Un espectáculo que al mismo
tiempo que embarcara a los soviéticos en la aventura africana le demostrara a ese complejo
mundo africano la invencibilidad de la maquinaria bélica cubana. Todo se preparó tras
bambalinas y el show se dio de acuerdo al guión. Hasta los soviéticos se tragaron la píldora
y como siempre, la prensa sensacionalista occidental sacó de proporciones la breve
campaña del Ogaden. Al igual que Herbert Mattews en la Sierra Maestra 20 años antes, esa
prensa servía nuevamente para allanar el camino a la idea estratégica de Castro.
Necesariamente tenemos que referirnos a varios de estos episodios paralelos porque ellos
nos ayudan a atar cabos que de alguna manera se nos pueden quedar sueltos. Ya sabemos
que los objetivos de Venezuela y Angola tienen un denominador común, que es el petróleo.
Pero, ¿no tenía Castro todo el petróleo que quisiera por parte de los soviéticos?
Durante la invasión y ocupación de Angola por más de 14 años, no fue necesario el empleo
abierto de ese petróleo. El suministro soviético estaba garantizado y Angola quedaba como
un «sidepocketing», como le dicen algunos gringos, a cualquier reserva de emergencia. Los
cubanos le llamamos «por si las moscas».
Castro desde muy temprano aprendió algo muy importante y es que sólo con la subvención
total de un proyecto social, ya sea por una potencia mundial que asuma esa responsabilidad,
como ocurrió con la extinta URSS, o por los recursos financieros que emanan de la riqueza
natural más importante del planeta, es posible quebrar la voluntad de las personas y
convertir a pueblos enteros en parásitos del Estado.
Por el Mein Kampf, Castro aprendió también que el fascismo puede llegar al poder por las
urnas y mantenerse a base de chovinismo. Todo lo que se necesita es suficientes recursos
para apretar la tuerca de forma tal que la rosca no violente los niveles de supervivencia ni
proporcione demasiado espacio para que se acumulen pensamientos empresariales
malsanos que puedan dar cabida a ideas independientes del poder totalitario.
Venezuela es el terreno perfecto para el experimento. Por una parte, 90,000 barriles de
petróleo diarios a 62 dólares el barril, como cerró en el mercado en el día de hoy,
representan cinco millones y medio de dólares que cada mañana entran a las arcas de Fidel
Castro para sostener la madriguera del proyecto. Eso es suficiente para darle un poco de
energía eléctrica a la población, venderles algunas ollas de presión y de paso permitirles
comprar un poco de chocolate en polvo.
Y ¿quien ha dicho que aquí hay dos caudillos iluminados? Hay solo uno. El señor
presidente de Venezuela es un aprendiz que hace todo lo que puede por parecerse a su
maestro. Ojalá pueda dedicar unos minutos a leer estas cortas memorias y a reflexionar
hasta qué abismo puede conducir a su país.
Ah, y de paso, ve desapareciendo todos esos archivos con los nombres de los militares
venezolanos que cayeron por enfrentarse a nuestros heroicos internacionalistas. Con Ochoa
y Tomasevich no hay que preocuparse, pues los tengo tres varas bajo tierra, pero el diablo
son las cosas, y no vaya a ser que mi ministro del azúcar el General Ulises Rosales del Toro
tenga que hacerles una visita de ayuda a la industria azucarera y algunos de los familiares
de esos muertos se pongan pesados. No te confíes, que la lista no es corta. Desde los
primeros caídos como el SubTte Abelardo Estrada Vale, hasta los Capitanes Ernesto Báez
Gonzáles y Jesús Eduardo Ávila Paoli, hay unas cuantas docenas de oficiales, sin contar los
soldados que cayeron frente a nuestros gloriosos internacionalistas.
Pero, para ir al seguro, manda a alguna de mi gente que te cuida para que desaparezca el
Cuadro de Honor levantado entre un roble y un samán en el patio de ejercicios de la
Academia Militar de Venezuela, donde aparece los nombres de toda esa gente. Apúrate,
Hugo, que cambiar la historia no es fácil y toma tiempo.
Señor presidente de Venezuela, tire una mirada a esos cerros que rodean a Caracas y piense
por un momento lo que usted podría hacer por esos infelices con los cinco millones y medio
de dólares que usted pone diariamente en las arcas de Fidel Castro. Aunque ya no pueda
recuperar jamás esas exorbitantes cifras, rectificar es de sabio, y el pueblo de Venezuela se
merece un destino mejor.
Señor Presidente de Venezuela, le recomiendo también cuando tenga una oportunidad, que
le pregunte al Presidente de Angola, Jose Eduardo Dos Santos, lo que significa un ejército
extranjero ocupando prácticamente el país, sin poder decidir cuándo decirles que se vayan.
Averigüe cómo comenzó aquella pesadilla con algunos instructores cubanos, algunas
graduaciones de angolanos como ésta que acaba de tener lugar con oficiales venezolanos.
Todo empieza como algo simbólico, como algo muy sano, como una «ayuda fraternal
internacionalista» y se termina con regimientos blindados rugiendo por autopistas y
carreteras. Agustino Neto cruzó esa linea maldita que separa el camino empedrado de las
buenas inteciones con el infierno. Cuando quiso dar marcha atrás, murió inexplicablemente
en un salón de operaciones de Moscú. Si usted cruza tambien esa línea y después se
arrepiente, no cometa el mismo error. Ya sea un catarro o una apendicitis, viaje a Houston y
atiéndase en la Clínica de los Hermanos Mayo, antes de viajar al CIMEQ. Nadie sabe
cuando la picada de un misterioso mosquito puede transformar una simple gripe en una
mortal neumonía.
Cuando leía la noticia de los agasajos de Fidel Castro a los oficiales venezolanos
graduados, me vino necesariamente a la mente la noche en que despidió también en el
Palacio Presidencial a los oficiales chilenos. Cada uno de ellos obtuvo también su réplica
del yate Granma, pero fue más lejos y a cada uno se le obsequió con un fusil AK-47
dedicado con una placa de oro grabada en el culatín con el nombre y la firma de Fidel
Castro. Sabemos que Allende se suicidó con uno similar que le regaló Fidel. Sería
interesante saber si el Coronel Roberto Souper llevaba el suyo el día del Tancazo.
(*): El General Rafael del Pino y Díaz es el militar de más alta graduación, de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias, que haya escapado de Cuba para buscar asilo en el exterior.