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Museografia El desarrollo prodigioso del «amateurismo» en el transeurso del siglo xvii es una consecuencia directa de la prosperidad econémica y de la transformacién social resultante de ella, Mientras que la antigua aristocracia conserva una posicién opulenta, basada sobre todo en la explotacién de la tie- ta, una nueva clase de la sociedad accede a la riqueza, gracias al aumento de los intercambios comer- ciales, al lento auge de la industria que permite una explotacién mis eficaz de los capitales, a la ins- titucién de las sociedades anénimas y a una organizacién més racional del trabajo; el comercio del dineto que es la banca facilitaré Ia acumulacién ripida de fortunas enormes, La burguesia se aprovecha de esas ventajas, especialmente en Francia, donde toda actividad comercial estaba vedada a la nobleza, prohibicién que no alcanzé igual grado en Inglaterra. Este movimiento llega en éltimo lugar a Ita. lia y Europa central, donde el «amatcurismon seguir siendo durante todo el siglo lo que habia sido hasta entonces: cosa de principes. En Francia e Inglaterra, el nimero de «participantes» en la bolsa de obras de arte aumenta considerablemente con la progrcsién de la riqueza y su mis amplia diseribu- i6n; de ello resulta a todo lo largo del siglo un alza regular en la cotizacién de los objetos de arte, determinada no sélo por la extensién de la oferta, sino por una intenciéa més o menos confesada de ‘especulacién, que por otra parte alcanza a muchos otros sectores de la economia. Las ventas publicas estén tan de moda como en nuestros dias. La plaza de Amsterdam conserva su importancia, pero tivaliza con ella la de Paris, que la eclipsari en la segunda parte del siglo; en el si- glo xv1t las corporaciones, que exigian el pri los fabricados por ellas, habjan paralizado en Francia las ventas en piblica subasta. Gersaint, el mar- chante de Watteau, introdujo el sistema de ventas a la manera holandesa: el experto preparaba la venta, redactaba el catilogo, anunciaba por medio de carteles y contrataba los servicios de un voceador. tasador retribuido segin el tiempo empleado en el negocio, o también con un porcentaje. Las ventas se haclan a veces en las puertas cocheras, con mis frecuencia en casa de los marchantes, pero en el legio de vender los objetos de la misma naturaleza que ‘ltimo tercio de siglo hubo salas especializadas, como las del hotel Bullion, las del hotel Alligre o las an. ‘Thomas Rowlandson. Una venta en Ia casa Christie de Lon- ddres hacia 1805. La Revolucén francesa bizo de Londres e1 primer ‘mercado de arte de Enropa a finales del siglo XVIII y principias del siglo XIX; numerosas coeccimes de Francia 1e babion refigiads on Inglaterra y especialmente La famosa colecciin de Orleins. Debe sete- arse ta ibuminacién cenital que se empleaa en las salas de venta desde sigh XVII, La galeria de Orleéns, en Paris, también estaba ilu aco Van der Berge. El principe Eugenio de Saboya en casa del tierchante Somer, ea Amatendam, Rijtimaman, Asirdew adi « le Mocsta de Gereint, tw dingo pranie af pried nts erradiinds pera er mero tak tb neo ate tal rch Seer (are ects ta) al fat Vr dr rg, Herki, o mar camer dt rg XUVILL foe entra ars ‘al principe Ei, pare gues compe cada Vena os 1719, El prime be ee 6 Vi prequel tobe heme del hotel del pintor-marchante Lebrun, n lame Vigée-Lebrun, Incluso algunas veces el rey presté su palacio as sensacionales, como la de Jean de Ju li Suadrado del Louvre » que se llev6 a cabo en el Salén en 1767, y Ia del marqués de assay, que en 1775 tuvo por sla de las Tullerias. Esas ventas atraian no s6loa los aficionados, a los revendedores, incluso a los chamari- letos, sino también a los mirones; como hoy, la fiebre les contagiaba, se sé ian pasmados con el alza de los precios, gozando al ver desembalar en la desnudez de las salas de ventas las obras maestras que iban de mano en mano, Artistas como Beaudoin, Cochin y Gabriel de Saint-Aubin hacian croquis, Saint-Aubin, que vivi lipiz en ristre, es- bozando todo cuanto caia ante sus ojos, tanto en la calle como en las reuniones de sociedad, no faltaba a una venta; tan ripido era su lépiz que podia esbozar un cuadro con algunos trazos veloces en el margen de un catilogo, mien- tras se vendia; esos catélogos ilustrados por él son hoy infinitamente preciosos para los eruditos, a los cuales per- miten trazar genealogfas y atribuciones. ‘Alrededor de las salas dle venta se llevan a cabo negocios poco honrados; un personaje equivoco, el «tevendedor», prospera en esas negociaciones turbias. La Confesion piblica del revendedor, libelo fechado en 1776, nos muestra sus cos- tumbres. A ellos se debe, en esta época, el invento de la Hamada revisién, sistema que consiste en abstenerse de pujar los unos sobre los otros, para distribuirse después a paca costa el botia asi conquistado ilegalmente, accediendo a subastarlo de nuevo entre cémplices en caso de existit desavenencia n Ia segunda mitad del siglo, la reciente crisis finan- icra hari de Paris una plaza de venta més que de compra. Al igual que Italia, Francia se convierte en un depésito de obras de arte, en donde se proven los principes alemanes, los lores ingleses, los boyardos rusos y los burgueses de Holanda, La revolucién pone fin a este momento brillante Inglaterra, a donde han aftuido las se aproveeha ¢ las coleecione: del comercio de obras de arte durante todo el siglo xvii y qu de la liquidacién revolu france o recobrari su situa- sas, ocupa el lugar de Francia, la cual cidn relevante hasta un siglo més tarde. ———— Glovannl Wellin, La Ay en el Hyerto de tov Olivos, Datlle, National Gallery, Low ‘hes, Esta obra, comprada on 1863 por la National Gallery, sin dud Jue adguirida em Veneca por el cin- ‘nl de Inglaterra ene ciudad, ueph Smith, queen el siglo XVUT ra wn profesional del comercio de frie. Ese enadro figuré al pare- fer en la senta del pintor sir Jo~ sha Reynalds ol 13 de mares de 1745. En Londres, a donde van a parar las obras de arte, se fundan en la segunda parte del siglo las dos grandes salas de ventas Christie's y Sotheby. En 1744, Samuel Backer habia organizado la sala de ventas, que a su muerte tomé el nombre de John Sotheby, stu sobrino. En el 125 de Pall Mall, James Christie, de treinta y seis afios de edad, que iba a morir en 1803, inauguré otra sala de ventas ‘que llegaria a ser célebre; sus salones estaban abiertos no solamente a las ventas pablicas, sino a las exposiciones de artistas contemporineos, entre los cuales figuraba Gainsborough, amigo de Jonh. Fl éxodo de las obras de arte motivado por la Revolucién francesa provoca en el mercado londi- nense un gran movimiento de negocios. En 1791, en visperas del Terror, el duque de Orledns, uno de los jefes més activos y més violentos de la Revolucién, previendo los acontecimientos que iban a tras- tornar la sociedad francesa, vendié a ingleses en diversos lotes la célebre galeria del Palacio Real; no ssacé gran provecho, pues el duque sans-ulette, que se hizo llamar Felipe Igualdad y envié a su primo Luis XVI 2 la guillotina, no escapé a ella. Esas ventas fueron una verdadera liquidacién que enrique- ‘cié mucho a los compradores; las exposiciones-venta de esos cuadros causaron sensacién en Lon- dres. Esta dispersién de la galeria principesca més bella de Francia consuma la decadencia de la plaza de Paris y la ascensién de la de Londres en e! mercado de arte. En el siglo xvuir Francia posee marchantes expertos cuya opinién es buscada en el extranjero, tales como Gersaint, Basan, Glomy y Rémy; cl mis erudito fue Jean-Pierre Mariette (1694-1774), mar- chante de grabados ¢ impresor, que habia heredado ese comercio de sus antepasaclos; entiquecié sus conocimientos con numerosos viajes. En 1717, el principe Eugenio le recomendé al emperador Car- los VI para clasificar Ia coleccién de estampas de Viena. Se le deben muchas publicaciones, entre ellas tun Tratado de pivdras grabadas (1750), In mejor sintesis de los conocimientos dactiliolégicos de esta época; su Abecedari, recopilacién de notas biogréficas sobre los artistas de todos los tiempos, hecho a imitacién del Abecedario pittorico del abad Antonio Orlandi (1709), y pata refutat los errores de éste, le ocupé toda su vida; el manuscrito de ese monumento de critica erudita, que contrasta con las colec- ciones de anécdotas que eran corrientemente las biografias de artista, fue retirado de Ia venta por la familia del marchante después de su muerte y donado por ella al Gabinete de Estampas del rey; alli lo encontraron Chennevitres y Montaiglon c hicieron con él una publicacién que duré diez afios (1853-1863); Mariette habia proyectado asimismo la redaccién de un corpus de la obra de todos los grabadores. Bartsch, en el siglo siguiente, utilizar en abundancia las notas de Mariette para su obra monumental el Pintor grabador. Pero Mariette no se contentaba con acumular documentos histéricos, trataba de estudiar el estilo propio de cada artista, como lo prucban sus Reflexiones sobre mancras de dibnjar de los principales pintores (1741). El conservador del Gabinete de Estampas del rey le hizo lamar para que se ocupase en comprobar el conjunto, y su erudicidn le abrié las puertas de la Academia Real de Pintura y de Escultura, en la que ingres6 en 1750. Coleccionaba no sélo estampas, sino también ibujos, de los que tenia una serie magnifica, dispersada en muchas ventas eélebres entre 1775 y 1776. Celoso de sus colecciones, que ademés le servian en sus bisquedas cientificas, rchusaba la comunica- ‘én; «era como un avaro que guarda su oro; no mostraba sus carpetas més que a aquellos de los cua- les estaba seguro de su amor a las artes, © que al menos estaban iniciados en sus misterios». Joseph Smith, también llamado «el ednsul Smithy, aunque no fue eéasul de Ing! o de march ferra cerca de la Sereni el fin de s ciudadano ‘nos proporcio inglés, nacido hacia 1675 ¢ instalado en Venecia a prineipios del siglo xvit, se asoeié con un mar- Rembrandt, La Sagrada F: milla, Muco del Exmitage, Le- ingrado, Etta obra fue conprada en Parks en 1784, para Cata- Tina 11, com la eoleccién del conde de Beaudoin que comprendia 119 ‘nadros, Diderot, Grinom y ma- dame Geoffrin eran los interme diarios de Catalina IT en Paris. chante también inglés, Will que dirigié solo después de retirarse éste en 1712. Al principio, la clicntela de la tienda estaba constituida sobre todo por los ingleses que visitaban s, en uN nego Venecia. [sa clientela turistica habia motivado, tanto en Roma como en Venecia, una verdadera pro- duccién de sediée, hechas para vender a los visitantes que querian conservar un recuerdo de viaje. En Venecia, Franciseo Guardi se presta a ello més tarde, lo que explica que en las colecciones inglesas se conserven ain muchas de sus vedite y caprcci de pequefio formato; algunos artistas del pais se dedi caton también a este género de cuadros-recuerdo; en Roma habia pintores franceses que los hacian para los viajeros de su pais y pintores ingleses para los procedentes de Ia Gran Bretafia. En Londres, Jos «cicerones» que guiaban a los extranjeros les procuraban obras de arte; ast lo hasfan los ingleses Colin Morison y James Byres. Sin embargo, el industrioso Joseph Smith extendid considerablemente el campo de sus negocios, incluso tuvo por cliente al gran elector de Sajonia. Las edute de Canaletto gustaban mucho a los ingle- ses y envié a este pintor a hacerlas en la propia Inglaterra. Al parecer, llevé a cabo con este artista ‘una asociacién comercial parecida a las que serin norma a finales del siglo xrx; sin duda se reservaba el derecho de primera vista» y tenia una comisién sobre cada cuadro vendido. Smith vendfa libros raros, dibujos y cuadros, y segiin malas lenguas su honradez dejaba mucho que desear, Reunié obras de arte para su placer y la culminacién de su carrera fue la venta en 1762 a Jorge III de Inglaterra de toda su coleccién, en Ia cual figuraba, entre numerosas obras del siglo xvit veneciano, una pieza insigne: la Agonia en el Huerto de los Olives (pig. 111) de Giovanni Bellini, maestro que pot otra parte gozaba entonces de poca consideracién; este cuadro es hoy una de las joyas de la National Gallery de Londres. Los intermediarios recorrian Eurapa en busca de buenos negocios. Una de las figuras mis pinto- rescas de esos marchantes, que negaban serlo, fue el hijo de un banquero veneciano, Francesco Alga- rotti, hombre de gran cultura y excelentes modales. Después de completar su formacién con estan- cias en Londres y en Paris, fue a San Petersburgo en compafiia de lord Baltimore. Més tarde anduvo oscilando entre las cortes de Prusia y de Sajonia, recibié de Federico II el titulo de conde y aconsejé al clector de Sajonia el engrandecimiento y reorganizacién de sus colecciones procurindole hermo- 808 cuadros, pero volvié a Berlin, donde estuvo desde 1747 a 1753; acabé sus dias en Venecia en 1764, a los cincuenta y dos afios de edad. En ese medio febril de agiotaje artistico los inteleetuales no desdefiaban los beneficios de las comi- siones conseguidas ocasionalmente por su actuacién como intermediarios. Diderot, Grimm y madame Geofttin cumplieron esa misién en Paris para Catalina II de Rusia. Diderot, que era prudente, se valié a veces de los consejos de sus amigos pintores Vernet, Cochin, Vien y Chardin; Grimm hizo comprar a la zarina la coleccién del conde de Beaudoin; pero Diderot logré para ella, en 1772, la com- pra en bloque de la eélebre coleccién Crozat, evitando que se pusiese a la venta y llevéndosela por la suma de cuatrocientas sesenta mil libras, lo que, segiin escribia a Falconet, por aquel entonces ocu- pado en fundir la estatua de Pedro el Grande en Petersburgo, «no llega a la mitad de su valor», Cini- camente, halagaba a su aug) pobres como ratas de iglesia; vendemos nuestros diamantes y descabalamos nuestras galerias para reparar los estragos del interventor general». Como en el siglo precedente, los artistas desempenaban ‘con gusto el papel de «consejero» de los poderosos. Hiacynthe Rigaud, aconsejaba a Augusto de ta cliente rebajanclo a su propio pais: «Nosotros (los franceses) estamos YV. Borovikovski. Catalina II paseando por el parque de Tsars- koie-Selo. Museo Nacional ruso, Mosed. Catalina II, com sus com ‘ras de colecianes enteras en toda Europa, funds las colecines imperia tes del Ermitage Sajonia, rey de Po cuyo retrato habia hecho en Paris en 1715, al duque de Saboya y al mismo rey de Francia, El pintor americano Gavin Hamilton, uno de los iniciadores de Ia estétiea neoclisica, practicaba en Roma la venta de antigiiedades principalmente con destino a Inglaterra; mu- cchas de ellas procedian de las exeavaciones emprendidas por él en Ia ciudad o en sus alrededores. Como ocurre hoy, las noticias relativas al movimiento de las obras de arte y a sus elevados precios, provocaban el interés apasionado de la opinién. La discutida compra por Augusto II de Sajonia de la Madona Sixtina de Rafael al convento de San Sixto de Parma, causé sensacién en toca Europa. Fue preciso més de un aio de asperas negociacio nes para conseguir éste resultado; a continuacién hubo que hacer levantar la prohibicién de exportar ordenada por el duque de Parma; el precio pagaclo — veinticinco miles cudos — parecié enorme. La prestigiosa obra legé a Dresde a finales del invierno de 1754; se cuenta que el rey de Polo- nia, fuera de si, le eedié el trono, porque la iluminacién de ese lugar realzaba particularmente el cuadro: «;Paso al gran Raf de ricas colecciones hacia tl extranjero. Paris deploré la I» habria exelamado. Se lamentaba vivamente el éxodo pérdida de Ia coleccién Crozat, conquistada por Catalina de Rusia. En sus Memorias secretar, Bachaumont escribié el 25 de marzo de 1771: «La emperatriz de Rusia se ha llevado todo el gabinete de cuadros de M. el conde de Thiers '. M. de Marigay ha tenido la pena de ver salir estas riquezas al extranjero por falta de fondos para adquiritlas por cuenta del rey. En el prefacio del catélogo de la venta Tallard que ‘ocupé en Paris treinta y tres sesiones, desde el 22 de marzo has my exhorta a los amateurs franceses en términos patéticos: «Confiemos en 1 14 de mayo de 1756, el experto quela venta que vamosa hacer de ese precioso gabinete d pertari la atencién de nuestros aficionados y que har rena- cer en ellos ese buen gusto que reinaba no hace tanto tiem: poen Francia... Nuestras pérdidas, demasiado frecuentes, nos han advertido ya bastante que los extranjeros se estin enti queciendo prodigiosamente a nuestras expensas, y que, si no ponemos remedio, acabarin pronto por despojarnos de todos estos excelentes cuadros que han constituido el honor de auestro pals y que se habfan traido de Italia con tantos cuidados y gastos», ¢Era Rémy sincero o astuto? En Ia época en que se efectué la venta, Ia crisis financiera no era todavia en Francia de las mas graves, pero el gusto se habia modificado; no gusta- ban las composiciones nobles del Renacimiento y del siglo precedente, se preferian los pequefios cuadros holandeses, las fiestas galantes, las porcelanas, los bronces, los muebles preciosos y las «chinerias», Las compras de Catalina II provocaron otro escindalo, esta vez. en Inglaterra. En 1778, Horace Walpole puso en venta la célebre coleccién que habia reunido en su castillo de Houghton (Nor- folk) su padre lord Robert Walpole, primer ministro whig durante veinticinco afios bajo el reinado de dos reyes. En Londres, los amafenrs se indignan mientras que la zarina declara que «ella hha echado la zarpa (a las obras de Walpole) y que no las dejar escapar lo mismo que un gato a un ratény, John Wilkes interpela al gobierno en la Cimara de los Comunes y propone el voto de un crédito para la adquisicién de la coleccién de Houghton Hall, con el fin de constituir una pinaco- teca nacional en el British Museum, pero el Parlamento no se hace eco de la opinién y los eré- ditos son denegados. El coleccionismo es una actividad tan corriente que se redactan tratados para guia de los aman- tes del arte. El mas antiguo de tales tratados data de 1727, lleva el titulo de Muscografia y esta redactado en latin, lo que entonces aseguraba la difusién internacional. Se debe a un marchante de Hamburgo, Caspar F. Neickel. El autor da consejos sobre la eleccié de 16s locales aptos para reunit Tos objetos, la manera de conservarlos en un clima apropiado y su clasifcacién. En el centro de cada sala, una mesa permitiré Ia consulta de las piezas extraidas de los repesiorii. Agrupa los objetos en dos series: los maturalia y los curiosa artifcialia; los cuadros y objetos de arte forman parte de la ultima y no son buscados por su calidad estética, sino como objetos raos. Las colecciones que preconiza Neickel corresponden a la antigua nocién de gabinete de curiosidades y no a la més mo- derna de gabinete de arte, Aunque es cierto que tanto el primero como el segundo no han cesado de cultivarse a lo largo de todo el siglo. ‘Los museos invaden Tos monasterios. En el siglo xvut, éstos tienden a convertirse en vastos cen- tros de cultura, principalmente en Europa central, donde su mutacién en palacios suntuosos expresa Ia estrecha asociacidn de Ia Iglesia y el imperio. Junto a la sala de fiestas, las habitaciones imperiales, cl teatro y la biblioteca, que esté adornada como un verdadero templo de los conocimientos umano: ‘el musco es un Srgano esencial. Cada monasterio tiene su Bildersaal y su Wanderkammer ; €1 monasterio de Seitenstetten, en Austria, ha conservado intacto un gabinete de curiosidades con todos sus obje- 108 y sus armarios de estilo barroco; en el monasterio de Kremsmunster, el Mathematische Turm guarda, al mismo tiempo que un observatorio astronémico en el que se hicieron las primeras notaciones me- teoroldgicas, un verdadero museo cientifico, Herzogenburg, Melk y Kremsmunster, Heiligenkreuz, cen Austria, muestran atin intacta su Béldersaal en donde los mutos estin tapizados de cuadros tan jun- ‘tos que sus marcos se tocan, El monasterio de Sankt-Florian contiene dos museos: el museo barroco instalado en 1767 y constituido por los cusdros contemporineos que compré el monasterio © que recibié en donacién, y otro musco que comprende los cuadros de la Edad Media y del Renacimiento que fueron cuidadosamente depositados cuando se rehizo Ia iglesia en estilo barroco, lo que zevela un notable sentido «museolégico»; a ese cuidado debemos la conservacién de Ia mayor parte de la obra de Altdorfer, el pintor alemin de mayor belleza del siglo xv1 con Alberto Durero. Austria ha us ‘conservado notables ejemplos de muscos monisticos; esa forma museoligica no eta desconocida en ‘1 resto de Europa, pero ha sido victima del vandalismo que ha hecho estragos en todos los lugares adonde se extendieron los efectos de la Revolucién francesa, Citemos el museo de los Benedittini de Catania, fundado por el abad Maria Vito Amico y el padre Placido Scamacca; comprendia objetos 1uos y paleoeristianos procedlentes de excavaciones locales, o comprados en Napoles y en Roma, junto a otras curiosidades de la China y del Japén, traidas por los misioneros. Estas colecciones se han reunido después de la sltima guerra con la del principe Biscari en el museo municipal, en el Castello Ursino de Federico II. El convento de los Candnigos de Santa Genoveva de Paris constituia un gabi- rete muy bello de curiosidades que habla recogido una parte de las antiguedades del erudito Peiresc, consejero en el Parlamento de Aix y de las del conde de Caylus. En 1753, la munificencia de Luis de Otledns doté a la abadia de soberbios armarios en cbanisteria rococé para guardar dicho gabinete, al cual afiadié el de su propiedad. Hijo del regente, Luis de Orledns fue tan piadoso y virtuoso como su padre disoluto; vivia retirado en la cbadia, a la que enriquecié con sus liberalidades. Esta, transfor- ‘mada en instituto, ha conservado los armarios del gabinete de curiosidades, pero vacios, ya que du- rante Ia Revolucién las colecciones fueron confiscadas y la eélebre serie de gliptica, donada por Luis de Orledns, esta hoy en el Gabinete de Medallas. ‘Valor de 1a obra original y las copias. La restauracién Al refinarse el gusto, Ia autenticidad de las obras se convierte en un factor esencial de su valor; (Caspar Neickel, en su tratado, recomienda mucho el tenerlo en cuenta. Eso no impide, sin embargo, que la copia encuentre siempre aficionados y que incluso tenga sus pattidarios: «No me preocupo nada por los originales de los grandes maestros —decia Charles de Brosses— y por ciertas razones que yo me sé no hago ningiin caso de los originales de los pequefios maestros; pero me gustan prefe- rentemente las bellas copias de los cuadros famosos, cuyo precio me resulta asequible». Los artistas de poca clientela encontraban en el trabajo de copista un medio de vida; entre 1730 y 1745, Gian Antonio Guardi subsistié copiando incansablemente para Mattia von Schulenburg, mariseal de la Serenisima, las obras maestras venecianas, entre ellas las Bedar de Cand de Veronés. Con copias elegi- das se formaban galeria; el gran auditor de Francia y presidente del Tribunal de Cuentas, Paulin Pond, embellecié su castillo de Guermantes, cerca de Paris, con una galeria que hizo decorar en 1709 con las pinturas de Merelles con temas de los grandes maestros. Esta galeria, que todavia existe, es una antologia del gusto de finales del reinado de Luis XIV y se encuentran alli reproducidos Parnaso y la Escuela de Atenas de Rafael, David y Goliat de Guido Reni, Judit y Olfernes del Domini- 116 ‘quino, Bacay Ariadna y Venus pidiendo las armas para Eneas, el Tecador de cornanusa, un Retrato de bom- dre de Van Dyck, una Bacanal de Rubens, y una Saskia de Rembrandt. La moda de las copias explica Ja abundancia de las llamadas «réplicas», que desde el siglo xvur vienen a perturbar el mercado. Ese. ‘gusto nos sorprende hoy, y sin embargo vuelve a florecer ante nuestros ojos; un aficionado como Car- los de Beistegui, que habria podido procurarse originales, ha preferido hacer de su castillo de Grous- saye un conjunto de decoraciones de diferentes épocas, pero de factura moderna; sin duda a ese gé- nero de aficionado la copia le proporciona, més que la adquisicién de obras antiguas, la ilusién de Ja creacién. La racionalizacién museol6gica propia del siglo xvi se traduce en una forma de organizat la res- tauracién de las obras antiguas, apareciendo métodos nuevos para asegurar su conservacién. En cuanto a las antigiiedades, se mantiene el criterio de completatlas; no obstante, el desarrollo de la arqueolo- gia, debido especialmente a las excavaciones de Campania, lleva aparejado un mayor respeto al docu- ‘mento original. Al conde de Caylus le gustaba decir que él no formaba un gabinete, que no se preocue paba por las piezas ostentosas y que «fragmentos despreciables de gata, piedra, bronce, barro 0 vie rio que pueden servir en lo més minimo para redescubrir un uso o el estilo de un autor» tenfan su utilidad, Limpia tales fragmentos, analiza la materia para determinar la autenticidad o Ia composicién y con frecuencia consulta a quimicos o matematicos para que le ayuden en sus buisquedas. Este pre- cursor inaugura, pues, el estudio cientifico de los documentos arqucolégicos e incluso desearia que ‘ese método de investigacién experimental se extendiese a las pinturas de la edad moderna, con el fin de secundar a los expertos. Sin embargo, con respecto a las pinturas, los notables progresos logrados en las restauraciones permitirin prolongar su conservacién. Se ha encontrado cita de restauradores de cuadros desde el siglo xvr, época en que incluso llegé a ocurrir que se lamara a los més grandes artistas para volver 4 poner en buen estado las obras maestras dle sus antecesores. Asi el Primaticio limpié y volvié a bar- nizar en Fontainebleau la gran Sagrada Familia y el San Miguel de Rafael entre 1537 y 1540. En 1603, el joven Rubens escolté hasta Valladolid copias de cuadros de Rafzel ejecutadas por Pietro Facchett, enviadas como regalo por el duque de Mantua al rey de Espafia; habiéndolas encontrado al desemba- larlas muy deterioradas por la humedad, las restaurd «y todos los percances que habian suftido — es- cribe al secretario del duque — incluso les habian dado el aspecto de obras antiguas». Los transportes muy largos y muy dificiles de aquella época y los cambios de clima impuestos a las obras de arte por los intercambios comerciales, provocaban en efecto muchos daiios que obligaban a tomar medidas de restauracidn, mientras que el oscurecimiento de los barnices inducia ya a quitar el barniz a las obras mds antiguas, Estas intervenciones consistian en volver a fijar, limpiar y retocar; es lo que en Italia se llamaba riforire las pinturas antiguas; en el siglo xvrr, el florentino Baldinueci se queja de los estra- £805 suplementatios acarreados a los cuadros por la intervencién humana: «hay un gran riesgo de que se vayan las velature, los medios tonos y atin los retoques que son las iiltimas pineeladas de donde procede una gran parte de la perfeccién de la obra». Ya en el siglo xvir a los lienzos de algunas pinturas antiguas que padecen deterioros por vejez se las consolida pegando al dorso una tela nueva. En el siglo siguiente, se inventaré la transposicién, que consiste en «sacar» del lienz0 original Ia capa de colores, que se fija a una tela nueva. Ese procedimiento se practicé en Italia con los frescos desde el siglo xvr; se encuentra mencién de ello en Napoles, en 117 —— Rafsel La Madona Sixtina. Museo de Drese, En 1753, des puis de sa larga y diel nee tiacn, el dctor de Sania, A (gate TL (Auguato ILL, rey de Paonia), eg sacar este cnaéro {el conento de San Sisto de Pla Sewia (Italia) por sna sum con Siderble, lo gue cansi ma gran Seuaciin «lt afconados princ- pescor de Faropa. EV insie cu ‘te legis a Dresden 1754. 1507. Es verdad que entonces se depositaban éstos con una porcién ce muro; el problema de transfe~ ric las pinturas murales llega a sentirse con agudez, con ocasién de los descubrimientos de Herculano y de Pompeya; es extrafio que a pesar de la presencia de especialistas en el mismo Nipoles, los Borbo- res llamaran al francés Canast, cuya técnica rudimentaria consistia en hacer pedazos el infonaco y recons- tituirlo sobre un lecho de gesro; mas tarde, Gioacchino logr6 quitar la pintura de una sola vez. Indis- ccutiblemente Italia fue la que invent6 la transposicién a principios del siglo xvrtr y la que, desde esta époea, la practica incluso de las tablas a los lienzos. Los primeros restauradores que emplearon ese procedimiento en Francia fueron Picault, Godefroy y su viuda. En 1750, con motivo de la primera cexposicién de cuadros del rey en el Luxemburgo, el piblico pasmado pudo admirar la Caridad de Andrea del Sarto, expuesta sobre tela, al lado de su soporte dle madera. Los euidados que requieren los cuadros son entonces objeto de estudios minuciosos y de consul- tas a los expertos, antes de confiarlos a los operarios. En Francia, se solicita el consejo de la Acade- mia de Pintura y de Escultura. Napoles tenia, desde comienzos del siglo xvir, una escuela de restau- adores y la fundada en Venecia en 1778 por los poderes pablicos fue particularmente activa; traba- jaba en una sala del convento de San Giovanni e Paolo y el director era Pietro Edwards (f 1821), tun inglés emigrado; incluso antes de la apertura de ese taller, el gobierno veneciano se preocupaba de la conservacién de sus obras maestras, puesto que desde 1725 a 1777 hubo setecientos cincuenta y un informes sobre cuadros deteriorados; de 1779 a 1785, Edwards hizo restaurar cuatrocientos cinco uadros bajo la supervisién de Ia Academia, En Bolonia, la Academia Clementina tomé también a su cargo Ia vigilancia de Ia restauracién de las pinturas. Esas intervenciones a menudo suscitaban polé- micas acaloradas; se discutia ya a propésito de Ia oportunidad de la pitina; es asombroso el que en esta época las consideraciones relativas a la conservacién y a la restauracién de las pinturas y las con- troversias que éstas engendran sean muy similares a las de nuestro tiempo. En la primera parte del siglo se forman en Francia las grandes colecciones. Sin mantenerse al mar- igen del mercado, el rey s6lo participa muy ocasionalmente y haciendo poco gasto. Pero las coleccio- res francesas més bellas partirin hacia el extranjero. Indudablemente, Ia mis rica fue la galeria del duque de Orleins, que el regente habia instalado en el Palacio Real en una sala con iluminacién ceni- tal, Este principe, que por el namero de sus hijos bastardos habrfa podido hacer la competcncia a Augusto el Fuerte de Sajonia, perseguia por igual a las obras maestras y a las mujeres; tendria por hijo a un principe mojigato que estuvo a punto de vender la coleccién despues de la muerte de su pa- dre, destruyé algunos cuadros que juzgé licenciosos y compré algunos de devocién. El regente habia comenzado su coleccién a finales del siglo precedente, pero amplié de modo especial su campata des- pués de la muerte de su padre en 1701. El logro mAs bello fue la compra, negociada por el financiero Crozat en Roma, de un lote de cuadros que pertenecié a Cristina de Suecia. De esta forma reunié cuatrocientos setenta y ocho cuadros y una admirable coleccién de piedras grabadas. Favorita real a su pesar, oftecida desde la flor de la edad por su matido a Victor Amadeo de Sa- boya, la condesa de Verrue se evadié de ia corte del duque en 1700 y se hizo construir en Paris un hotel; para consolarse de su amargura, acumulé una coleceién mis moderna que Ia del regente, puesto que ‘sus cuatrocientos cuadros comprendian principalmente obras holandesas y pinturas contemporineas francesas ¢ italianas, Todo fue puesto a la venta pablica en marzo y abril de 1737; los ingleses compra- venta que fue un acontecimiento «mundial», Originario de Toulouse, Pierre C zat habia hecho fortuna en la banca, con su hermano Antoine Crozat, marqués del Chatel, pero mien- ‘tras éste continuaba su carrera en los negocios, Pierre Crozat se retirS a los euatenta afios para gozar de su fortuna; este hombre riquisimo fue llamado entonces «Crozat el pobre», para distinguirlo de su hermano, que era atin més rico. Acumulé la coleccién ms bella del siglo que «abarcaba todas las di- visiones de la curiosidad». Tuvo mil quinientas piedras grabadas, cuatrocientos cuadros y diecinueve mil dibujos, una parte importante de los cuales provenia de Venecis adonde habia sido enviado por cl regente para comprar cuadros, Esas maravillas y el producto de la venta de una parte de ellas se repartieron después de su muerte, que sobrevino en 1740, entre sus diversos legatarios, y los pobres tambien tuvieron su parte. Las piedras grabadas fueron compradas en bloque por el duque de Orledns, Jos dibujos pasaron a la venta publica y las esculturas correspondieron como herencia al mayor de sus sobrinos, Louis Frangois Crozat, marques del Chatel. De los cuadzos mandé hacer tres lotes, el més importante de los cuales pas6 al hermano més joven del marqués, Louis Antoine Crozat, que en 1772 lo vendié a Catalina de Rusia, En cuanto a los cuadros del regente, fueron vendidos en Londres, a donde los habla expedido el duque de Orleéns en 1791. El siglo xvntr es la gran época del «amateurismo» en Inglaterra. La poca influencia de una monar- quia que les es extratia, favorece el libre ¢ intenso desarrollo de una vida de sociedad, a la que la pros- peridad econémica permitiré desplegar un gran lujo. No s6lo Londres va a beneficiarse de ello, pues la vida inglesa es muy activa en provincias, que se cubren de aristocriticas country bouses; entre las veintiocho colecciones més importantes que enumera Thomas Martyn en su English Connaisteur, apa- ecido en 1766, menciona por lo menos cuatro s6lo para el duque de Devonshire, en Chatsworth, Hardwick Hall, Chiswick y, en Londres, la Devonshire House. Los ingleses que viajan por Europa ‘compran en todas partes cuadros de maestros, en Roma, en Venecia, en Paris y en Amsterdam. Esta pasién por la pintura antigua acabé por perjudicar a los modernos que se rebelaron contra ese «gusto grande»; Hogarth puso su talento de polemista truculento al servicio de esta causa, De este movi- miento de protesta naceri la Royal Academy, fundada en 1769, para defender los derechos de los artis- tas y que tiene su origen en las exportaciones hechas a beneficio del Foundling Hospital, pero esta sociedad debia tener como primer presidente a Reynolds, el cual, més que ningin otro, manifesté una gran predileccién por la pintura antigua. Otra pasion se apodera de la sociedad elegante, Ia de la Antigedad. Los britinicos han contri- buido més que otros europeos a desarrollar ese retorno de Ia influencia antigua que debia trastornar la evolucién de los estilos y llevar al neoclasicismo. En Londres se funda una asociacién en 1739 para difundir el gusto clisico: la Society of Dilettanti, que en su origen fue un grupo de personas que se reunian el primer domingo de cada mes celebrando unas cenas en las que se intercambiaban /azgi y epigeamas en latin. William Hamilton, esposo de Ia célebre y escandalosa Emma Lyon, que fue amante de Nelson, llevé de Népoles, donde habia estado de embajador, una coleccidn arqueolégica. El con- junto mis bello de antigtedades lo reunié Charles Towneley, intimo amigo de Hamilton, en su mora- da de Westminster; esta casa-museo se convirtié en centro de reuniones de conocedotes y artistas. Charles Towneley se interesaba por las esculturas, Payne Knight por los objetos de gabinete: meda las, gliptica y bronces pequefios. Las tres colecciones Hamilton, Towneley y Payne fueron a enri- quecer el British Museum; la tercera por un legado, las dos precedentes por adquisicién. 120 En la Alemania del siglo xvmr, el «amateurismo» sigue siendo el atributo de un estado monérquico fragmentado en principados, pero la pasién de reunir colecciones preciosas preocupa menos a esos Principillos que la de deslumbrar por Ia geandeza y el fasto de las construcciones. Sin embargo, en al- gunas capitales, gracias a la accién de monarcas esclarecidos, se acumulan obras de arte. En Bruns- wick, el duque Carlos I reunié en un museo las colecciones fundadas por Anton Ulrich en el siglo xvtt aumentadas por él mismo; el principe de Hesse-Cassel reunié una admirable pinacoteca que las cisitudes de la historia levaron casi por entero a Leningrado. En Dusseldorf, Guillermo de Pfalz- Neuburg (que reina desde 1690 a 1716) retine obras de Rubens, Van Dyck y se hace con la célebre coleccién de la Pasin de Rembrandt, encargada por el principe Frederik Henri de Nassau, estatider de los Paises Bajos; pero Dusseldorf se vers privada de esta galeria, que a principios del siglo xxx iri por herencia a parar a Munich. La capital de Baviera ya se habia beneficiado con la galeria de Mann- heim, rica en escuelas neerlandesas, cuando en 1777 habiéndose extinguido la linea bivara de los Wittel- sbach el ducado pasé a la rama palatina; el azar hacia asi confluir las obras de arte hacia la gran me- tr6poli del sur de Alemania, en donde Maximiliano II (1679-1726) fundé una admirable pinacoteca; ‘su pasién le habia orientado especialmente hacia los flamencos y desplegé un celo tan grande para procururse obras maestras que se endeudé. El 17 de septiembre de 1698, en una sola transaccién, compré a Ghisbert van Ceulen ciento veinte piezas por noventa mil florines; habia en ese lote doce Rubens (la Elena Fourment, el Rapto de las hijas de Leucipa), quince Van Dyck, diez Brueghel de Velours y ocho Brouwer; més tarde compré obras de Poussin, Murillo y Ticiano. Conforme a una moda que se extendié en el siglo xvi, hizo construir a tres leguas de Munich un edificio especial para guar- dar sus colecciones, el castillo de Schlessheim, edificado por el italiano Zuecali, y mand6 hacer para 50s cuadros bellos marcos de elegante estilo segin un modelo uniforme. Federico II de Prusia dio un nuevo impulso a la Kinstkanmer rudimentaria que recibiera de sus antepasados; su gusto por la cultura francesa le orientaba hacia los pintores parisienses del siglo xvnt; compré trece Watteau, veintistis Lancret, treinta y siete Pater, cuatro Chardin, obras de Boucher y de Troy. Hubiera querido ampliar atin sus colecciones con otras escuelas de pintura, pero las necesi- dads de la guerra le obligaton a poner freno a sus deseos. En 1763, Catalina Il consiguié en Berlin todo un ote de pinturas del Norte que estaba destinado a aquél. El gran Federico envidiaba al gran lector de Sajonia, el cual preferia las obras maestras a los soldados, pero tuvo ocasién de arrepentirse ‘cuando los de Federico ocuparon su territorio. El mayor foco museolégico de la Alemania del siglo xv es Dresde. Los dos electores sucesivos que llevan el nombre de Fedetico Augusto fueron también elegidos reyes de Polonia y sefialan la transicién entre Occidente y Oriente, De la civilizacién occidental tienen el gusto refinado, pero le afiaden una superabundancia que es propiamente oriental. Federico Augusto I, llamado el Fuerte (que lleva el nombre de Augusto II en su reino de Polonia) hizo de 1687 a 1689, cuando era principe heredero, su Kavaliers our por Europa; aprendié lo que era necesario para figurar como gran monarca, resolviendo igualat la corte de Dresde con las grandes cortes europeas; se lanzé a una politica de cons- trucciones, de fiestas y de adquisiciones de obras de arte, que fue ruinosa para Sajonia. Su hijo Augus- to II mantuvo los mismos planes; esto desembocd en la catistrofe de la guerra de los Siete Afios, que uso a Sajonia a los pies de Prusia; la historia se ha mostrado severa con estos dos principes, pero el sentimiento pacifista de nuestros contemporsineos les hard tal vez indulgentes con monarcas que prefi- 121 Pedro Pablo Rubens. Retrato de Elena Fourment vestida de novia. Alte Pinakotek, Mu nich. Ese cuadro, pintado con oca- iin de la boda de Rubens (6 de diciembre de 1630), forms parte dela venta de ciento cinco enadros, centre ellos doce Rubent, que el mar chante Ghishert van Cealen bizo al elector Mas: Emmanuel en 1698. ricton los artistas a los soldados; asi, en 1717, Augusto I cambié con el rey de Prusia, Federico Guie Hlermo I, seiscientos dragones contra una serie de esos jarros de China de los que estaba tan enamo- rado que edificé en Dresde un verdadero templo de la porcelana, y no tuvo deseanso hasta que se ‘encontré en la misma Sajonia el secreto de Ia fabricacién china, Federico Guillermo de Prusia, por el contrario, apasionado por los soldados robustos, parece que anduvo remiso en trocar sus obras de arte por ejemplares raros de la gente soldadesca; wambié» con el zar Pedro I de Rusia todo un gal rete que habia encargado hacer en ambar del Biltico por cincuenta y cinco granadetos de dos metros de altura, Numerosos intermediarios y agentes recorrian Europa por cuenta del elector de Sajonia; el conde Algarotti fue uno de ellos. Augusto II empezé con un golpe mestro en 1698 al adquiri en Paris, al marchante Le Roy, quince pinturas, entre las que figuraba la Venus dormida de Giorgione. En tiem- pos de Augusto IIT, el conde Brihl, que a su vez formé una coleccién comprada mis tarde por Cata- lina II, gobernaba para Augusto IIL un estado en el que el principe daba la primacia «a los asuntos culturales»; bajo su ministerio, las obras maestras de toda Europa convergian hacia la capital de Sajo- nia; una cifea dard idea de la prodigalidad de este principe: Augusto III, que sentia pasién por las obras al pastel de Rosalba Cartiera, poseia por lo menos jeiento cincuenta y siete pasteles! Las més bellas adquisiciones realizadas en ese tiempo fueron en 1745 la de Ia quadreria del duque Francisco TI de Médena, que comprendia cien cuadros, y, en 1753, Ia de la Madona Sixtina de Rafael. El ingreso de ese trofeo en la corte ocuttié poco antes del desastre como consecuencia de esta politica de fasto y de placeres: en 1756 estallaba Ia guerra de los Siete Afios que puso fin al florecimiento de Ia galeria. En 1722, un inventario general de los cuadros repartidos en iglesias, capillas y castillos de la Co- ona enumera cerca de cuatro mil setecientos, de los cuales tres mil ciento diez eran obras de valor; ‘en 1707, aiin habia alli quinientos treinta y cinco. Un incendio del castillo real en 1705 habia obligado a evacuar los gabinetes de curiosidades, que se salvaron; en aquella ocasién las pinturas fueron sepa- radas instaléndolas en la sala de fiestas. En 1722, hubo que encontrar un local mas grande y se arreglé para eso el de las dependencias cerca de Jtidenhof; de 1744 a 1746, se modifié ese edificio para agran- dar las galerias y se le doté entonces de grandes vanos de medio punto, que permitfan dar una mejor iluminacién a las pinturas. El inspector de la galetia Heinecken emprendié una publicacién de las principales obras maesteas, reproducidas en grabado, cuyo primer volumen aparecié en 1753. Las resefias dedicadas a los cuadros y el prélogo que narra la historia de la coleccién estaban en francés, lengua internacional de aficiona- dos y eolecei Del «gabinete de curiosidades» de Pedro el Grande al «gran Ermitage» de Catalina I La apertura hacia el Oeste debia inducir a Pedro el Grande, imitador de los monarcas europeos, 1 hacerse coleccionista, Hasta entonces los zares no tuvieron més que un guardarropa, en el que se acumulaban armas, armaduras, trajes preciosos, joyas y vaiillas de plata y oro depésito que dio ori- gen al actual museo del Kremlin, que lleva todavia el nombre de «museo de armas», Pedro el Grande da un paso hacia el eamateurismo» pero se detiene a mitad de camino; las colecciones que forma se parecen més a las de un principe alemén del siglo xvr que @ las de un monarca del Siglo de las Luces; acaso no le vemos, como a un Rodolfo I, buscar las deformidades de la naturaleza, dando orden de {que se conserven en alcohol y se le envien los fetos y los monstruos? El gabinete que reiine en San Pe- tersburgo es ante todo un gabinete de curiosidades. El elemento més «curioso» lo constituyeron sin diuda esas joyas en oro macizo encontradas en las tumbas de Siberia y que le envié como regalo, con ‘ocasién del nacimiento de su hijo, Nikita Demidov, hijo de un siervo que se convirtié en el mas rico prospector de minas de los Urales. En el rendimiento de esas minas habia que contar el oro extraido de las tumbas prehistéricas, que constituia el objeto de una verdadera explotacién por parte de busca ores especializados, que se transmitian el oficio de padres a hijos. ;Por qué Nikita Demidov, en lugar de fundirlas como hacia ordinariamente, tuvo la idea de hacer un presente a su sefior con esos objetos extravagantes, sino porque conocia el interés que éste sentia por toda clase de curiosidades? Ese pre- sente produjo un gran efecto; el zar, atraido por la belleza de esos objetos y el misterio de las civiliza- ciones birbaras de las cuales eran testigos, promulgé inmediatamente un ukase para proteger esos monumentos de Siberia y ordend que en adelante todo lo que se encontrase en el suelo, comprendidos los fésiles, le fuese enviado. El gobernador de Siberia, principe Gagarin, para congraciarse con su sefior, hizo emprender buisquedas y en muchos lotes envié a San Petersburgo un centenar de esas joyas de oro de un formato excepcional; posteriormente no se ha encontrado nada anélogo y hoy es ‘uno de los elementos més preciosos del tesoro del Ermitage. Pedro el Grande reunié aiin algunas antigiiedades, entre ellas la Venu llamada de Téurida, y unos ccuadros; no es de extrafiar que éstos fuesen de Ia escuela holandesa, pues Pedro — que habia querido trabajar como carpintero en los astlleros de Amsterdam — entré por medio de Holanda en contacto con la civilizacién occidental, y el primer plano de la nueva ciudad de San Petersburgo estaba inspi- rado en el de la ciudad de Amsterdam, Entre esos cuadros habia uno muy bello de Rembrandt, David 7 Jonatés, que el 2a compré en Amsterdam en 1716. El gabinete de curiosidades de Pedro el Grande se instalé al principio en el edificio de los doce cole- gios, vasto conjunto administrativo construido para albergar los distintos ministerios; no solamente estaba abierto al piblico, sino que para animar a los visitantes el zar, que queria fomentar la instruc cidn de su pais, jles hacia servir un bocadillo y un vaso de wodka! En 1734, el gabinete fue trasladado la Academia de Ciencias, donde se le dio una instalacién museolégica racional; las eolecciones de historia natural y de etnografia siguen alli todavia y las otras estén en el Ermitage, incorporadas a las colecciones del museo, o presentadas en una galeria especial, a la que preside un maniqui de cera hecho a semblanza de Pedro el Grande y vestido con trajes llevadlos por el zar (pig. 125). 124 Pedro el Grande. Maniqui de cera vestide con un traje del zar. Galeria de Pedro el Grande en el museo del Ermitage, Leningrade. En su prisa por modernizar. Ratio, Pedro el Grande no desuidé la formaciin de esas cleciones que consttuyen la gloria de wu monarca_y son les inttrumentes tn Aispensables del progreso de las ciencias de las artes en se ‘estado mederao. Hie acopio de libros y wenrisidades ré los primeros enadros de lat coleccones imperiahs. Catalina I, al ser informada por Raffenstein, su agente en Roma, del talento de miniaturista de la signora Maron, heemana de Raf 1 Mengs, escribié a su corresponsal: wen- cirguele muchas, muchisimas, por Io menos tantas como pasteles caben en una cesta». En esta frase queda retratada la zarina, que ademas confesaba ser glotona, Princesa pro- cedente de una de las més pequeiias cortes alemanas, ele- vada a los treinta y tres afios a un destino imperial, que cumplié gracias a un golpe de estado perpetrado en Ia per- sona de su propio esposo, Catalina, a quien tanto las con- uistas como los amores y las obras maestras dejaban siempre insatisecha, fue una aventurera genial; su aficién insaciable por los productos de la cultura es una especie de instinto birbaro que no conocia ninguin freno en su avidez; su ima ginacidn se mue 1 horizontes sin limites; es desde luego el monarea que hacia falta en exe momento decisivo de la expansién del imperio ruso. Compra en bloque y de todo: la biblioteca de Diderot, la de Voltaire, todas las carpetas de dibujos de Clérisseau; en Dresde, toda la coleccién del conde Bru (1769); en Paris toda la coleccién Crozat (1771, 400 cuadros), toda la del conde de Beaudoin (1784, 119 cuadros) y las mil quinientas piedras grabadas de la colee- cién del regente (1787); en Londres toda la de Walpole (1778, 498 cuadros); esti representada en todas las ventas, sus agentes pujan o compran para ella en Paris, en Londres, en Amsterdam y en Bruselas; sus embajadores, sus «filéso- fos», se convierten en sus gestores; cuando muete una gran coleccionista se la avisa, Los barcos surcan los mares fleta dos por ella con cargamentos de obras maestras; llegé a ocurrir una vez que uno de esos navios zozobré con pérdida de vidas y bienes. Acuden a San Petersburgo marchantes que proceden de! mundo entero para desembalar su mercancia de pacotilla; suelen ser mal recibidos; Catalina prefiere los cuadros cuya fama le inspira confianza. No desdefa en hacet sacar copias de lo que no puede conseguir; sabiendo lo que podria costarle salir de Rusia, se ve privada de conocer Roma, cuyo espejismo la atrae; no importa, hari copiar todos los Rafael del Vaticano para ponerlos en su palacio; de esa empresa descabella cen la que se afana Raffenstein para la i construyé una galeria en 1788. queda la copia de las /oggias hecha de 1778 a 17 que el arquitecto Quaren; 125 Plano del conjunto del Palacio de Invierno y del Museo del Ermitage, en Leningrado. ll borde Neva, Catalina II babla becho consirnir en 1765 sm qermitagen 0 pabellon de recreo (Pequeo Ermitage) que hizo ones, Let usr al Palacio de Inverne, edijicado por la zarina Teabel, por medio de uma galeria. Colob alli sus cle tcxtesiin de istas la obligd a levantar en 1775, al lado de este pabellin, otro edifcio que se Nama hoy el Viejo Ermitae Detris de él, el sar Nicolis I bigo coustrair sm nuevo edifio; ol Nuevo Ermitage, que se eriid sein lr dibujos de Leo ven Klenge de 1840 a 1849. Apenas sus ejércitos han alcanzado el mar Negro, hace llevar a cabo excavaciones y enriquece su tesoro con aquellas mar intiguamente los orfebres griegos ejec wvillosas joyas de oro que la costa; en Paris encarga a Germain, Auguste y Gouthiére piezas de orfebreria de un formato ex cepcional, que a veces oftece como regalo a sus favoritos, Suscita la emulacién alrededor de ella; los Orlov, Demidov, Yussupov, Stroganov y Cheremetiey también coleccionan; como ella han contri buido a la riqueza nacional rusa, puesto que sus colecciones fueron confiscadas por los Soviets. El primer eatilogo de la coleccién de Catalina II fue ncés en 1774, comprende dos mil ochenta nimeros y contiene ciento setenta y seis paginas, de las cuales hay seis en blanco; en el cjemplar del Ermitage, esas paginas en blanco llevan a mano la mencién de ciento veinticinco euadec ‘nuevos. Durante ese tiempo, por orden de la zarina, el conde Ernest Munich redact6 un eatélogo més detallado que no Hlegé a imprimirse; el texcer volumen, que data de 1785, consigna dos mil seis cincuenta y ocho cuadros. Para acoger ese alud de obras maestras, hubo que construir todo un musco. Catalina se conten- taba al principio con instalarlos en sus habitaciones privadas del Palacio de Invierno y en un pabellon de recreo, un retiro — un ermitage — que hizo edificar por el francés Vallin de la Mothe, de 1765 a 1768, a a orilla del Neva, y que estavo unido a sus habitaciones por una larga galeria; alli se retiraba reposar, prescindiendo de toda etiqueta, con sus familiares, en medio de sus cuadros, de sus papaga- ‘yos y de sus otros animales favoritos; una mesa escamoteable permitia ala zarina y a sus invitados evi- tar la presencia de la servidumbre. ;Qué dariamos por poseer todavia el marco de esas reuniones fa- mosas! Pero, por desgracia, fue enteramente modificado en 1858-1859 y se le sustituyé por una deco- racién de mal gusto. En 1775 Catalina mand6 construir a Falten, como prolongacién del pabelléa de recreo, un edificio destinado a musco que se lam Gran Exmitage para distinguirlo del Pequefio Ermitage, edificado diez afios antes por Vallin de la Mothe, al que hoy se denomina «viejo Ermitage. El sucesor de Catalina, Pablo I, no demosted instinto alguno de coleccionista. Por otra parte, hhabla que digerir las conquistas artisticas de Catalina y Pablo hizo proceder a una aueva recopi- lacién del inventatio de los cuadros, dibujos y grabados conservados en el Ermitage por una comisién formada por miembros de la Academia de Bellas Artes: se encontraron tres mil nove- cientos noventa y seis cuadros. Partiendo de la Italia del Quattrocento, la onda museolégica aleanza gradualmente a Francia, Holanda, Austria y Bohemia, se propaga hacia el norte y el este de Europa, y tres siglos més tarde llega a orillas del Neva. Al estallar la Revolucién francesa se constituirin los aicleos de los ma- yores conjuntos de obras macstras. Algunos de ellos ya se abren a los visitantes; todos, excepto el del Ermitage, estin preparados para convertirse en instituciones piiblicas. ‘entos

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