TEATRO UIS 2023

VISITA AL SIQUIATRA
Personajes

El loco, con pinceladas cuerdas, que va al siquiatra.

El médico, con pinceladas locas, que debe atenderlo.

- Doctor ¿seguro que usted es siquiatra?

- Hijo, como seguro, ya no estoy seguro se nada. Con la mano de locos maduros,
verdes y pintones que atiendo al día, me siento más paciente que Doctor.

- Es que yo necesito un siquiatra.

- Pues si me guarda usted el secreto, le confesaré que yo también.

- Mi problema, doctor, es que yo, de chico, odiaba a mi madre.

- Pues mi caso es peor. Yo no sólo odiaba a mi madre, sino a mi abuelita.

- Doctor, yo tengo un trauma.

- ¿Qué edad tiene su trauma?

- Ocho años doctor, pero esta crecidísimo. Parece que tiene diez.

- Pues le diré que el mío tiene tres años y se ve muy delicadillo. Para mí que es un
trauma con retraso mental.

- Tal vez sea porque yo, a mi trauma lo he visto con los. mejores sicólogos,
siquiatras y hasta ginecólogos especializados en traumas fetales.

- Esa es su ventaja. Yo al mío lo atiendo en casa y usted sabe cómo es uno de

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descuidado para sus cosas.

- Se pasa uno el día cuidando los traumas ajenos, para que se vean más gorditos
y saludables, y va descuidando los traumas propios. Con decirle que hay días en
que se me olvida hasta darle de comer a mi trauma...

- Pues tendrá una anemia espantosa.

- La tiene. Es un trauma con ocho de hemoglobina.

- ¿Y no ha probado usted a cambiar de médico?

- Pues no. Mis colegas están tan ocupados como yo. Esta generación, amigo mío,
está tan desarrollada, que el más insignificante de los humanos, que en el pasado
no se hubiera atrevido ni a tener un catarro sencillo, por falta de recursos
económicos, ahora, gracias a los sindicatos, a la socialización y a la Era Industrial,
se avientan unos traumas gigantescos.

- ¿Y alcanzan los siquiatras para tantos pacientes?

- Pues sinceramente, no. - Ayer, por ejemplo; me llegó una jovencita de dieciséis
años, con mellizos...

- ¿Dos hijos?

- No, dos traumas. Preciosos, eso sí. Parecían dos gotitas de agua.

- ¿Y qué trauma se puede tener a los dieciséis años de edad?

- En el pasado ninguno. Antes de la segunda guerra mundial, de la bomba atómica

y de los 20 millones de muertos, el trauma en una jovencita o jovencito, se curaba
a puntapiés. De la tercera guerra mundial con sus guerrillas y con sus 30 millones
de muertos, que es la. actual, la cosa ha cambiado.

- ¿Para mejorar?

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- En cuanto a honorarios siquiátricos sí. Salimos del sub-desarrollo de la consulta

de a 50.000 pesos, para entrar en la industrialización de la consulta de 200.000,
pero en cuanto a los pacientes, no...

- ¿Y a qué se debe?

- Pues que en el pasado la juventud sólo consumía lo que podía pagar, y una
consulta siquiátrica podía” pagarse cuando uno llegaba a los cuarenta años de
edad y 35 grados de neura.

- ¿Y ahora?

- Ahora los chicos fuman cigarrillos cuyo costo aún no se ganan, y adquieren
traumas Costosísimos. Desde un odio de diez grados centígrados a la maestra,
hasta uno de ocho “grados bajo cero a mamá.

- ¿Y hay soluciones?

- Bueno, soluciones, soluciones, las hay, pero serian la ruina del mundo.

- Qué soluciones, por ejemplo…

- Acabar con el mundo de la siquiatría y regresar a la época del puntapié.

- ¿Y eso es posible?

- Hablando con mentalidad moderna, no. El siquiatra es una tuerca dentro del
engranaje matemático de las computadoras que rigen comportamiento humano.

- ¿Hay estadísticas?

- Pues sí. La masa espiritual es una molécula gigante divisible entre tantos
cuerpos como haya en mundo. Esto es, la porción de espíritus o almas que
corresponde a la tierra, es la misma siempre.

- ¿Y ello en qué nos afecta?

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- En algo muy simple. A medida que la explosión demográfica se expande

numéricamente, la cantidad de alma por cuerpo se minimiza.

- ¿Sé mini qué?

- Se disminuye. Esto es, una tonelada de alma, entre 1000 habitantes, da para un
percapita de un kilo de alma por habitante. Pero Si el humano sigue
multiplicándose como conejos, la misma tonelada de alma repartida entre 10 mil....

- Entiendo. Da de a 100 gramos por cuerpo.

- ¡Eso! Cada día tenemos el espíritu más pequeño.

- De ahí que en vez de amarnos los unos a los otros, nos lleguemos a odiar los
otros a los unos…

- Incluyendo a las mamás...

- Esas son siempre las primeras, por afinidad ...

- Y ahí entran en función ustedes...

- Justamente: los siquiatras. No podemos evitar que siga el odio, pero podemos
justificarlo. La culpa de que una quinceañera odie a su tía, por ejemplo, a lo mejor
puede justificarse extrayendo de la siquis de la enferma -que de enfermedad no
tiene más que los míseros diez gramos de espíritu- el recuerdo de una mañana en
que la tía hizo gárgaras delante de la enferma, cuando ésta sólo tenía dos años de
edad, y ella la confundió con el lobo que se comió a la abuelita de la Caperucita
Roja.

- Pero dice usted que podríamos volver al pasado, a la época del puntapié en la
rabadilla, como solución a los traumas en la jiribilla.

- Eso sí, y sería el final de la siquiatría, la sicología y hasta de la zanganería.

- ¿Y hay algo que indique la posibilidad del retorno de esa época?

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Lamentablemente, sí. Pero prométame no divulgarlo. A los siquiatras nos

traumatiza el solo pensar que volvamos a la Era del Puntapié. Y ya existe una
amenaza...
- ¿De veras? ¿Quién?
- Sssss… Messi.