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EL VALOR Y EL MIEDO

En un pueblo lejano, hace mucho atrás, vivía Sabrina, una pequeña niña que era muy querida por todos
los vecinos. Ella había sabido ganarse el afecto de todos porque siempre estaba corriendo alegremente
por las calles del pueblo, cantando y llenando de flores silvestres las ventanas de las casas.

Pero cierto día se enfermó. Despertó a las cuatro de la madrugada con muchísima fiebre. Sus papás la
atendieron de inmediato y le dieron las medicinas apropiadas parta estos casos, al mismo tiempo que le
ponían paños fríos en la frente. Sin embargo, la fiebre no cedía y, a pesar de los esfuerzos y de la
dedicación de sus padres, no podían bajársela.

Cuando concurrieron al médico y le hizo una revisación integral, descubrió dos pequeñas heridas en su
pierna que correspondían a una mordedura. Él ya había visto ese tipo de marca provocada por una
serpiente venenosa del monte y sabia que se curaba con una hierba que crecía al pie de la montaña.

Convocó al pueblo entero para que se reuniera en la plaza, y después de contar la situación de Sabrina,
pidió un voluntario para que fuera a buscar la hierba. Advirtió que no se podía esperar hasta el día
siguiente porque sería tarde.

- Yo voy – dijo David. –

Se puso de pie y fue hasta su casa a buscar una antorcha y un abrigo porque ya estaba atardeciendo e
iba a tener que volver entrada la noche.

Cuando ya se estaba poniendo en camino, se le acercó Pedro, otro joven y le dijo:

- Te voy a acompañar; la verdad es que estoy muerto de miedo. Me parece que ir a la montaña,
de noche, con los animales salvajes y la tormenta que se aproxima, es una locura, pero tu valor
me da fuerzas.
- Yo también tengo miedo, mucho más miedo de lo que tú crees- dijo David.
- ¿Y entonces? ¿Cómo te animaste? – Preguntó Pedro- ¡Además ibas ir solo!¡Eres un inconsciente,
no sabes lo que haces!
- Si quieres, puedes decirme que soy valiente, pero puedes estar totalmente seguro de que no soy
inconsciente-contestó David.
- Es cierto que haría cualquier cosa por salvar a Sabrina. Pero, si no estuviera seguro de que soy
capaz de traer lo que necesita para curarse no me hubiera ofrecido a aceptar este desafío. Fíjate
que, en todo el pueblo, soy el que tiene más posibilidades de llegar. Soy joven, fuerte y podría ir
hasta la montaña con los ojos cerrados pues me he criado allí. Además, conozco las
características de esa hierva que necesita el doctor para hacer el antídoto y se perfectamente a
donde ir para localizarla. Una cosa es tener miedo y otra, muy distinta, tener el coraje necesario
para superarlo.

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