El juego de rol de la Plena Edad Media

La llave de carne
 La llave de carne
Una aventura básica para Walhalla, el juego de rol de la Plena Edad Media

por Ignacio Sánchez Aranda

Revisada por Antonio Lozano Lubián

Maquetada por Francisco Solier Pérez

 La llave de carne
por Ignacio Sánchez Aranda

Una aventura básica para Walhalla

NIVEL PJ: Indiferente. El DJ puede adaptar la dificul-
tad de la aventura al grupo de PJ que la vaya a jugar NÚMERO DE PJ: Cuantos más, mejor.
sin ningún problema.

REQUISITOS: Se recomienda que varios de los PJ sean buenos combatientes, y, si es posible, que tengan un
valor de Superstición bastante alto. También es aconsejable que en el grupo haya PJ que ostenten un alto por-
centaje en las capacidades de Astucia, Buscar, Descubrir, Rastrear y Sigilo.

1. Introducción. El encargo de un anciano
Tras un invierno lleno de relatos junto al fuego,
tinieblas y algunas añoranzas, por fin los días se es-
tiran considerablemente y los drekar se sacan de las
atarazanas con el propósito de iniciar cuanto antes la
campaña de strandhögg. La comunidad en la que re-
siden los PJ bulle de actividad. Todos colaboran en los
preparativos. Este año, la máxima autoridad del lugar
(un hersir; tal vez un jarl menor) ha decidido que se
perseguirán objetivos más ambiciosos, descendiendo
por la costa occidental franca en busca de los buenos
botines de la región de Guyena (actual Aquitania fran-
cesa). Para ello, la flotilla local, compuesta por una
decena de naves, se unirá a un contingente mayor, co-
mandado por el famoso jarl danés Skarphedinn “Bar-
ba de Hierro”, que dirige una armada de casi treinta
embarcaciones. El punto de reunión de unos y otros
es la ciudad de Ribe, en el litoral sudoccidental de Di-
namarca. Como el tiempo apremia y no se espera a
nadie, se debe partir para allá cuando antes.
Poco antes de zarpar, un anciano del clan de uno
de los PJ se acerca a este último y, entre cuchicheos,
le indica que nada más arribar a Ribe debe visitar sí o
sí a un célebre vitki que allí habita, de nombre Unnúlf,
el cual será capaz de predecir su fortuna en el stran-
dhögg. El anciano también ruega que se transmita al
vidente su saludo personal. Por último, y con un aire
pretendidamente misterioso, añade que en sus años
mozos las conversaciones con el vitki siempre le pro-
porcionaron información exacta sobre su futuro, de la
que supo sacar buena ventaja y excelente provecho.
Es por esto y no por otra cosa, afirma, por lo que reco-
mienda al PJ acudir a su presencia.
2. Las medias palabras y
las medias verdades
El trayecto hasta Ribe será más o menos largo en
función del área de procedencia de los PJ. Si el DJ lo
estima conveniente, puede aderezarlo con algún asal-
to pirata, alguna tormenta o cualquier otro elemento
dramático que desee. De lo contrario, tiene lugar un
fundido en negro y la acción pasa a transcurrir directa-
mente en la ciudad.
Tras desembarcar en Ribe, lo más probable es que
a los PJ les falte tiempo para ponerse a buscar al vitki
Unnúlf. Lo pueden hacer sin problemas, pues los bar-
cos de Skarphedinn, que ya se encontraba en la urbe,
aún no están listos para echarse a la mar. Por lo tan-
to, disponen de un par de días para descansar en la
ciudad, adquirir armas o armaduras (si tienen con qué
pagarlas, claro) y mantener una interesante conversa-
ción con el vidente.
Encontrar a Unnúlf es relativamente sencillo; to-
dos los habitantes de la ciudad saben dónde reside,
no así los muchos forasteros que pululan por la calle
en estos días. La vivienda del vitki es muy humilde y
está llena de mugre, y su mera visión debería chocar
a los PJ. Unnúlf es un anciano alto, seco y de rostro

2
 Aventura
La llave de carne
apergaminado que vive con la única compañía de una
mujer obesa de la que los PJ no llegarán a escuchar
una sola palabra (de modo que les resultará imposi-
ble determinar si se trata de una esclava convertida en
concubina o de una esposa legítima). El vitki tampoco
lo aclarará, ni siquiera aunque se lo pregunten, cam-
biando de tema de inmediato.
NOTA: Si la aventura se ambienta en alguna fecha
del último cuarto del siglo IX o posterior, ya habrá cris-
tianos en Ribe, de modo que el DJ puede decidir que el
vidente sea un individuo marginado en un ecosistema
urbano progresivamente monoteísta.
Unnúlf no parece alegrarse mucho de la visita de
los PJ, aunque no es grosero ni se comporta de forma
descortés. El hombre es parco en palabras y tiene una
conversación sorprendentemente insustancial. Lo úni-
co que lo anima y consigue que le brillen los ojos es
el hecho de que alguien le pida que le lea el destino,
cosa que sin duda hará, al menos, uno de los PJ que
saque una tirada de Superstición. En ese momento,
el vitki entra en efervescencia y prepara todos sus ar-
chiperres, entre los que destaca un conjunto de vérte-
bras de cordero coloreadas y grabadas con diferentes
runas. Tras escupir hasta tres veces sobre ellas, Unnúlf
arroja los huesos al suelo de la habitación mientras la
mujer obesa le sirve un brebaje oscuro en una jarrita
de madera. Tras beber el líquido de un solo trago, el
vidente observa detenidamente las vértebras y parece
entrar en una especie de trance. Pocos minutos des-
pués comienza a relatar su visión, siempre con los ojos
cerrados, que en lo sustancial es la que sigue:
“Urd, Verdandi y Skuld son las tres benditas dísir.
Ellas tejen sus tapices con los hilos del destino bajo las
raíces de Yggdrasil, al que dan de beber con las aguas
del pozo de Ud. Ahora mismo veo a Verdandi, y está
agachada y tapa a Skuld. Y Skuld goza ocultando el fin
de su labor, así que en el día de hoy, amigo mío, nada
te podré revelar acerca de cuán largo será tu devenir
en Midgard. Pero sí observo la parte de tu hilo que co-
rresponde al futuro inmediato, y contemplo a un dra-
gón mojado secándose al fin por el sol abrasador del
Mediodía, y a tu prosperidad y la de todos tus futuros
vástagos creciendo y creándose desde los primeros
momentos, aunque tendrás que esperar al desierto de
nieve para empezar a labrarla. Cuando pongas ambos
pies en la arena blanca y tus botas estén lo bastan-
te secas, elevarás la vista y divisarás, a Levante, tres
espadas de madera del tamaño de tres jötnar, y sa-
brás en ese momento que la senda de la fortuna co-
mienza justamente ahí. Entonces te cuidarás de que
solo te acompañen tus amigos, porque el botín se
disfruta mejor cuando se reparte entre pocas manos,
y te separarás de los perros de la barba de hierro en
el momento en el que, a Poniente, una pluma negra
asciende hasta el cielo. Llegarás entonces a las tres es-
padas de madera, y desde allí te vendrá el sonido de
la llave de carne, con la que podrás abrir el tesoro que
te aguarda en la tierra de los francos. Tomarás la llave
de carne sin dudarlo, preocupándote de que no sufra
daño alguno, y seguirás el rastro de los kobolds que la
abandonaron, y ese rastro te llevará hasta su fortale-
za, que tomaréis al asalto. Derrotados y muertos los
repugnantes kobolds, sacaréis del calabozo de la for-
taleza a la reina Ódinn, a la que abriréis de par en par
con la llave de carne, y entonces ella os conducirá a la
ciudad de los mil colores, en donde os aguarda el ma-
yor de los botines que habéis visto nunca. Pero no os
podréis demorar ni ensoberbecer en la victoria, pues el
camino de Heimdall os indicará el momento en el que
salir a la carrera, de regreso al desierto de nieve, en
donde, si vuestros pies se muestran tan rápidos como
vuestro entendimiento, puede que lleguéis a tiempo de
besar al dragón”.
Una vez dicho lo anterior, Unnólf sale de su trance
abriendo lentamente los ojos, sin recordar gran cosa
de lo que ha visto. Puede repetir alguna de las “locali-
zaciones” aparecidas en su visión, pero solo si los PJ le
dan pie a ello, y con cada minuto que pasa va olvidan-
do más y más detalles. El vitki no tiene nada más que
ofrecer a los PJ, salvo agradecer con una inclinación de
cabeza el pago que estos le brinden por sus servicios.
NOTA: Si entre los PJ hay algún practicante de
magia nórdica, y especialmente si es poderoso (tipo
seidkona o seidmann), advertirá la profundidad de los
conocimientos de Unnólf sin dejarse engañar por su
pobre aspecto.
3. El desierto de nieve
“Cuando pongas ambos pies en la arena blanca y
tus botas estén lo bastante secas, elevarás la vista y
divisarás, a Levante, tres espadas de madera del ta-
maño de tres jötnar, y sabrás en ese momento que la
senda de la fortuna comienza justamente ahí. Enton-
ces te cuidarás de que solo te acompañen tus amigos,
porque el botín se disfruta mejor cuando se reparte
entre pocas manos, y te separarás de los perros de la
barba de hierro en el momento en el que, a Poniente,
una pluma negra asciende hasta el cielo.”
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 Llega el día de abandonar Ribe y los PJ zarpan en
uno de los drekar de su comunidad, que a su vez se
integra en la gran flota comandada por el fiero Skar-
phedinn “Barba de Hierro”, un jarl al que el DJ puede
caracterizar como mejor le parezca. “Barba de Hierro”,
eso sí, es el líder indiscutible de la armada vikinga, y
todos le deben respeto y obediencia, PJ incluidos.
El viaje hasta la región de Guyena dura aproximada-
mente una semana. De modo similar a como se ha se-
ñalado antes, el DJ puede optar por solventar el trayec-
to con un fundido en negro y comentar que, durante su
periplo, la flota ha llevado a cabo breves incursiones por
la costa franca con el objetivo de avituallarse de agua
y comida (pequeños zarpazos sin mayor gloria; alguna
aldeílla costera arrasada, algo de ganado robado... pero
ningún botín, nada que haya supuesto riesgo alguno ni
de lo que merezca la pena ufanarse). Por el contrario, el
DJ puede querer desarrollar argumentalmente un par
de ataques de los vikingos antes de continuar con la tra-
ma de la aventura en sí, si le echa ganas. Podría introdu-
cir incluso episodios enteros y convertir esta aventura
básica en una auténtica minicampaña.
Sea como fuere, un día la flota de Skarphedinn lle-
ga a su destino. “Barba de Hierro” tiene noticia de que
existe una rica e indefensa comarca a pocos kilóme-
tros de una playa que, según se dice, aún no ha sido
hollada por los hombres del norte. El día es bueno y
soleado cuando la armada vikinga desembarca en la
ribera que andan buscando, a eso de media mañana,
desatando el pánico de unos chiquillos que juguetean
en la arena. Esta es de un blanco llamativo y parece
reverberar no solo la luz, sino también el intenso calor
de la jornada. Skarphedinn reparte entonces las órde-
nes oportunas y una vanguardia de exploradores, for-
mada por una veintena de sus hombres, se adelanta
arma en mano hacia el oeste. Mientras tanto, el grue-
so del ejército desciende de los drekar y se organiza
con rapidez a lo largo de la playa. Por desgracia, la tri-
pulación del navío de los PJ es elegida para vigilar toda
la flota, observando cómo el resto de los vikingos sale
rápidamente tras los pasos de los exploradores. Una
tirada de Descubrir permite otear no mucho después
una columna de humo que se levanta al oeste, lo que
indica el lugar en el que la vanguardia vikinga está lle-
vando a cabo sus primeras acciones.
Si los PJ son capaces de identificar la arena blan-
ca como el “desierto de nieve” y la columna de humo
como la “pluma negra que asciende hacia el cielo”,
solo tendrán que mirar al este y sacar una tirada
muy sencilla de Buscar para divisar “las tres espadas
de madera del tamaño de tres jötnar”. Estas no son
otra cosa que tres grandes troncos de árboles muer-
tos hace mucho tiempo, que aún se yerguen sobre el
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promontorio que cierra el lado oriental de la playa. Si
los PJ no son tan avispados, el DJ les puede solicitar
tiradas de Astucia o incluso Descubrir, bien para per-
catarse de dónde se encuentran, bien para hallar los
troncos secos, pero cuanta más ayuda requieran los
jugadores para interpretar correctamente el destino
entrevisto por el vitki, menos recompensa (en Puntos
de Ódinn) deberán obtener al final de la aventura.
Para abandonar la playa y trepar hasta lo alto del
promontorio, el DJ puede exigir tiradas de Sigilo o
de la relación (Discutir, Mentir, etc.). Escabullirse no
debería resultar excesivamente difícil porque la vigi-
lancia es laxa, y varios vikingos deambulan por ahí o
están tumbados en la arena lamentándose entre ellos
de haber sido escogidos para vigilar las embarcaciones
justo en el primer ataque. Alcanzar la pequeña meseta
rocosa donde se levantan los árboles requiere, ade-
más, alguna tirada sencilla de Escalar.
4. La llave de carne
“Llegarás entonces a las tres espadas de madera,
y desde allí te vendrá el sonido de la llave de carne,
con la que podrás abrir el tesoro que te aguarda en la
tierra de los francos. Tomarás la llave de carne sin du-
darlo, preocupándote de que no sufra daño alguno, y
seguirás el rastro de los kobolds que la abandonaron,
y ese rastro te llevará hasta su fortaleza, que tomaréis
al asalto.”
Desde la base de los tres grandes troncos secos se
disfruta de una panorámica excelente. El cielo azul,
tachonado ya de bastantes nubes, el mar esmeralda,
la playa blanca, los muchos drekar (que desde arriba
parecen de juguete), el bosque abierto y los hermo-
sos matorrales cargados de bayas que se alzan hacia
el interior, el trino de los pájaros, la fragancia de las
flores de primavera... todo conforma una estampa de
lo más agradable. Claro que es probable que los PJ no
estén para esparcimientos bucólicos, sino afanándose
en la tarea de descubrir la misteriosa “llave de carne”
de la que les hablara el vitki. Cuando al DJ le parezca
oportuno, una tirada de Escuchar permite a los PJ oír
el llanto inconfundible de un bebé, cuyo rumor viene
de la floresta. Hallar a la criatura exige internarse en el
bosque y sacar una segunda tirada de Escuchar.
El bebé tiene un par de días de vida a lo sumo y está
en buenas condiciones, aunque parece tener hambre.
Alguien lo ha abandonado al pie de un enebro hace re-
lativamente poco (horas, tal vez). La fortuna ha hecho
que ninguna alimaña haya reparado en él hasta el mo-
mento. Alrededor del lugar en el que yace hay varias
huellas recientes. Una tirada de Rastrear revela que
 Aventura
La llave de carne
pertenecen a dos individuos distintos, ambos grandes
y pesados. El piso arenoso facilita su seguimiento e
identificación, por lo que una sola segunda tirada bas-
ta para seguir el rastro sin problemas. Este atraviesa el
bosquecillo por una senda que en ocasiones se cruza
con algún que otro camino, hasta salir a campo abier-
to, ya lejos de la costa, frente a unas praderas aloma-
das en las que se divisa ganado pastando y un par de
edificios de piedra. Un hombre trabaja en una huerta
aneja y lleva un cuchillo al cinto, mientras que otro re-
para la cerca de un redil próximo y porta un hacha.
De la chimenea del edificio de mayor tamaño (que no
deja de ser una cabaña grande) sale humo. Reparar en
todos estos detalles exige una observación detenida y
una tirada sencilla de Descubrir. Asimismo, si los PJ no
declaran su intención de echarse a tierra u ocultarse
nada más divisar la granja, serán vistos por el hombre
que trabaja en la huerta tras 1D6 asaltos.
Atacar la propiedad puede parecer sencillo, pero
no hay forma de hacerlo sin ser visto con antelación.
Entre el final del bosque y las casas de piedra hay casi
200 metros desarbolados sin rocas tras las que ocul-
tarse. Además, los cuatro hombres que allí residen son
campesinos astutos y endurecidos. Todos disponen
de hachas y cuchillos, y uno de ellos maneja el arco
aceptablemente bien. El de mayor edad es el padre
de los otros tres. En estos momentos, uno de los tres
hermanos y el progenitor, viejo pero aún vigoroso, se
encuentran en el interior del edificio de mayor tama-
ño (los PJ solo los verán si deciden pasar un largo rato
observando a distancia; entonces llegará un momento
en el que saldrán o relevarán a los dos que están fue-
ra). Y no son tontos: en cuanto vean llegar a los PJ se
refugiarán en la casa grande, que es de piedra, y no
saldrán de ahí ni dejarán de disparar flechazos a no ser
que alguno de los PJ tenga la feliz idea de incendiar el
techo, que es de paja apisonada. La otra forma en la
que se puede provocar su salida (en este caso, iracun-
da y desesperada), es ignorar el edificio en el que se
refugian y examinar el de menores proporciones. Este
es un amplio cobertizo en el que los PJ descubrirán,
encadenada y en malas condiciones, a una jovencísi-
ma mujer que tiene un ojo completamente cerrado
por efecto de un golpe.
5. La reina Ódinn
“Derrotados y muertos los repugnantes kobolds,
sacaréis del calabozo de la fortaleza a la reina Ódinn,
a la que abriréis de par en par con la llave de carne.”
Al observar el ojo maltratado de la muchacha, los
PJ deberían comprender que tienen ante sí a la “reina
Ódinn” de la que les hablara el vitki. La “llave de car-
ne” que los PJ le traen no es sino su hijo recién nacido,
abandonado por sus hermanos y su propio padre en
el bosque. La chica da a entender que se llama Blitilda
pero, como es lógico, no habla nórdico antiguo. Pone
todo su empeño en comunicarse por gestos con los PJ,
a los que agradece el haberle traído a su bebé mien-
tras lo amamanta enfebrecidamente. El DJ puede soli-
citar algunas tiradas de Perspicacia para que los PJ se
enteren más o menos de su historia, que no es otra
que el haberse quedado embarazada del sacerdote del
pueblo cercano, el cual luego no quiso saber nada del
asunto. Por desgracia, su viejo padre y sus hermanos
tenían planes de matrimonio para ella (es decir, que
pensaban venderla al mejor postor), y el embarazo los
truncó por completo. Tomaron entonces la decisión de
recluir a Blitilda en casa y, al poco de alumbrar al niño,
la separaron de su hijo y lo abandonaron en el bosque.
La chica casi se vuelve loca, pero por fortuna Dios ha
puesto en su camino a unos esforzados guerreros que
vienen a hacer justicia.
Blitilda es una muchacha desesperada que ha te-
nido una infancia esforzada y difícil. Nada le debe a
sus brutales parientes, así que no se preocupará por
su suerte. Solo cuenta con 16 años de edad, y en su
momento resultó una presa más o menos fácil para
Childerico, el taimado sacerdote del pueblo. Pero Bli-
tilda es inteligente, y sabe que únicamente esos nór-
dicos recién llegados pueden ofrecerle algún futuro,
aunque solo sea por alejarla de la comarca en la que
nació. Aun siendo cristiana, está dispuesta a renegar
de su fe con tal de que los vikingos la lleven con ellos,
y tratará de que aquel que le parezca más sensible o,
como mínimo, menos rudo, se encariñe con ella. A tal
efecto, no dudará incluso en bautizar al bebé con el
nombre de dicho vikingo.
6. La ciudad de los mil colores
“La reina Ódinn os conducirá a la ciudad de los mil
colores, en donde os aguarda el mayor de los botines
que habéis visto nunca.”
Tal vez los PJ se sientan satisfechos tras acabar con
los “kobolds” y liberar a Blitilda, pero seguro que eso
no basta para compensar la frustración de no haber
visto hasta el momento nada que recuerde mínima-
mente al “mayor de los botines”. Quizás duden tam-
bién si llevar a la chica (¡y a un bebé!) con ellos, lo
que les puede parecer un verdadero engorro. Para
terminar de convencerlos, la muchacha no duda en
vender a sus paisanos con tal de que los nórdicos la
recojan. Un alarde gestual de Blitilda (acompañado de
una buena tirada de Perspicacia de alguno de los PJ)
le permite explicar que no lejos de la granja se alza un
5
 asentamiento en el que existe una iglesia que guarda
un importante tesoro. La plaza está a menos de una
hora de camino, según parece, y si se le pregunta es-
pecíficamente por sus defensas, la muchacha afirma
con una sonrisa que carece de protección.
En este momento, ante los PJ se abren dos opcio-
nes: si creen a Blitilda y se dirigen al pueblo al que se
refiere, la aventura continúa de forma normal. De lo
contrario, pueden volver a la playa de arenas blancas,
en donde descansan los drekar, y aguardar el regreso
de Skarphedinn y los suyos, que habrán conseguido un
moderado botín. En tal caso, la única ganancia para
los PJ será la muchacha y su bebé, esto es, dos escla-
vos con los que pueden hacer lo que les plazca (ambos
pueden alcanzar un buen precio en el mercado de es-
clavos de Ribe, a la vuelta del strandhögg). Si todo su-
cede de este modo, se recomienda al DJ que castigue
la racanería aventurera de los PJ con un buen rapapol-
vo de Skarphedinn por haber abandonado sus puestos
durante la vigilancia... Quizás “Barba de Hierro” decida
incluso cobrarse la esclava y su retoño como multa.
Si los PJ se animan a ir a por el tesoro que presun-
tamente esconde la iglesia del pueblo, Blitilda les guía
encantada por un agradable camino que serpentea
por las colinas que se levantan al sur de la granja. Pa-
sada media hora de marcha, cruzan un robledal y dan
un rodeo para situarse con ventaja sobre el asenta-
miento, que se halla al otro lado del bosquecillo. Pa-
rapetados tras unas rocas llenas de musgo, los PJ com-
prueban que se trata de una comunidad de unos 200
habitantes, casas rectangulares de piedra, apriscos
sólidos y una iglesia modesta pero con un imponente
campanario de casi 12 metros de altura. Justo enfren-
te y por debajo de los PJ discurre un río en el que va-
rias mujeres realizan la colada del mes; tras ellas, una
cantidad apreciable de ropa de color está secándose
al sol tendida sobre las ramas de varios arbustos. Y sí,
esta es toda la “ciudad de los mil colores” que los PJ
van a encontrar.
Llega entonces la parte más difícil de la aventura.
Los jugadores deben desplegar todo su ingenio para
que sus PJ salgan airosos de tan ardua prueba, pues
un pueblo de 200 almas es casi imposible de asaltar
frontalmente por un grupo de solo cinco o seis vikin-
gos. Aun así, lo pueden intentar, por supuesto, pero
de esos 200 habitantes, 40 como mínimo son varones
adultos capaces de luchar, de los cuales por lo menos
10 representan oponentes de cierta consideración (ca-
zadores, pastores, antiguos soldados o marinos, etc.).
Tal vez resulte más inteligente llevar a cabo la clási-
ca maniobra de distracción que vacíe parcialmente el
asentamiento, o infiltrarse en él a base de tiradas de
Sigilo, o incluso de Simular (esto ya más complicado,
6
pues cualquier forastero llamará la atención por mu-
cho que se haga pasar por otra persona; además, los
PJ no se pueden comunicar con nadie, aunque cuen-
tan con Blitilda). Si los PJ deciden esperar a que caiga
la noche, perderán su oportunidad, pues por la tarde
comienza a lloviznar mientras aún luce el sol, y el cielo
ofrece el majestuoso espectáculo de un arco iris com-
pleto, lo que significa que deben volver a toda prisa a
la playa de la que partieron si no quieren quedarse en
tierra (véase el punto siguiente).
7. El camino de Heimdall
“Pero no os podréis demorar ni ensoberbecer en
la victoria, pues el camino de Heimdall os indicará el
momento en el que salir a la carrera, de regreso al de-
sierto de nieve, en donde, si vuestros pies se muestran
tan rápidos como vuestro entendimiento, puede que
lleguéis a tiempo de besar al dragón”.
Se supone que unos jugadores avispados hallarán
la manera de que sus PJ se introduzcan en la iglesia del
pueblo. En ella se encontrarán indefectiblemente con
el villano de turno, el sacerdote Childerico. Este no es
un PNJ cualquiera. Hijo bastardo de un noble local, fue
educado en casa de su padre y aprendió el oficio de las
armas, pero sus continuos desmanes e insubordina-
ciones llevaron a su progenitor a expulsarlo de la casa
solariega. Obligado a tomar los hábitos y a convertirse
en sacerdote, no ha dejado de prosperar a costa de
sus muchos parroquianos, ni a satisfacer sus apetitos a
costa de las hijas de aquellos. Blitilda es una más entre
sus víctimas. Nadie estima a Childerico en el pueblo,
pero todos le temen tanto casi como le odian, ya que
se hace rodear de una pandilla de matones a sueldo
con los que impone su ley en la comarca. Solo su padre
podría ponerle freno, pero hace tiempo que decidió
olvidarse de él. Por tanto, si los PJ logran acceder a la
iglesia, tendrán que vérselas con su grupito de guar-
daespaldas (tantos como PJ+2) y por supuesto con él
mismo, que, como ya hemos dicho, sabe manejar las
armas como un verdadero experto. Este combate final
se desarrolla en el interior del templo, entre colum-
nas, bancos y altares, y, si al DJ le parece bien, puede
culminarse épicamente en lo alto de la torre.
Los PJ no deberían acabar con todos sus oponen-
tes, pues necesitan al menos uno con vida para que
revele dónde se ocultan las riquezas de Childerico. El
sacerdote solo hablará bajo tortura, mientras que con
cualquiera de sus matones bastará con la intimidación
que proporciona una buena tirada de Orgullo. Childe-
rico esconde una cantidad moderada de oro y plata,
así como algunas joyas, en un armarito de obra oculto
tras la arqueta en la que guarda el copón y el cáliz de
 Aventura
La llave de carne
la misa. Hay que retirar la arqueta para verlo, y aún así
pasa desapercibido (exige una tirada de Buscar para
hallar la ranura en la que introducir los dedos y retirar
la losa vertical que lo tapa). No se trata de un botín
fabuloso, porque Childerico y los suyos son manirrotos
y tienen bastantes vicios, pero sí algo de lo que los PJ
pueden sentirse muy afortunados.
El DJ puede decidir que a la salida de la iglesia los
PJ se topen de frente con el grueso de los habitantes
del pueblo, que los miran con algo más que descon-
fianza. Es un momento muy tenso, pero si los PJ no se
muestran hostiles, les dejarán ir; al fin y al cabo, les
han librado de Childerico y sus secuaces. Si las cosas
se ponen feas (o los PJ sencillamente quieren saquear
también a esas pobres gentes), empezará a llover de
inmediato mientras todavía brilla el sol, saliendo el
consabido arco iris completo, “el camino de Heimdall”,
señal de que los PJ deben volver a toda velocidad a la
playa o serán abandonados por los suyos. Si ningún
jugador es lo suficientemente inteligente como para
darse cuenta de eso y el grupo de PJ se demora en su
regreso, cuando quieran hacerlo ya no habrá ni rastro
de los drekar que lidera Skarphedinn. Un DJ especial-
mente benevolente podría permitir una tirada de Dio-
ses y mitos para interpretar el arco iris como el citado
“camino de Heimdall”.
Para añadirle emoción al final de la aventura, pue-
de que el DJ quiera solicitar tiradas de Correr a los ju-
gadores, que se pueden ver penalizadas por el hecho
de cargar con Blitilda y su bebé (la muchacha es ágil y
rápida, pero alumbró la criatura hace apenas dos días
y aún está débil). Por último, tal vez los PJ se enfrenten
a la ira de Skarphedinn, enfadado porque aquellos ha-
yan ido de saqueo por su cuenta en lugar de vigilar los
drekar, o puede que no, que les felicite por su osadía
y les pida nada más que la mitad de su botín... Lo que
queda en manos del DJ es convertir esta aventura en
el inicio de una campaña mucho más larga o terminar
aquí, con un largo fundido en negro y los PJ de vuelta a
sus hogares, en donde todos se interesan por esa his-
toria que dicen que han protagonizado siguiendo las
palabras de un viejo vitki.