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NOVENA AL DIVINO NIÑO JESÚS

Segundo día de la Novena


Por la señal de la Santa Cruz...
Acto de Contrición:
Jesús, mi Señor y Redentor. Yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me
pesa de todo corazón porque con ellos ofendí a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a
pecar, y confío en que por Tu infinita misericordia y por los méritos de tu Santa Infancia, me has de
conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA
¡Oh Divino Niño Jesús! Confiando en tu infinita misericordia y bondad, quiero hacer esta novena para
presentarte con sencillez mis necesidades espirituales y materiales.
Cuando vivías entre los hombres, conversabas con tu Padre Celestial, en actitud confiada de
adoración, alabanza, gratitud y petición. Así quiero que sea mi oración, especialmente en estos días
de la novena.
Tú eres nuestro intercesor ante el Padre; Tú pediste por las necesidades de los hombres. Hoy te
presento mis propias necesidades. Me acojo también a la intercesión de María, Madre tuya y también
mi madre, para que, como Ella, me des fortaleza para aceptar y hacer siempre tu voluntad. Amén.
CONSIDERACIÓN PARA CADA DÍA:
DÍA SEGUNDO:
CELO DEL NIÑO JESÚS POR LA GLORIA DE DIOS
Del Evangelio según san Lucas
“Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días,
el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana,
hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se
volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo
sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban
estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su
madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos
buscando.» Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi
Padre?»” Palabra del Señor.
Ninguna criatura ha deseado jamás con más ardor alguna cosa, como deseó el Niño Jesús glorificar a
su Padre Celestial. Jesús vivió y se esforzó desde su más tierna edad, en hacerlo conocer, adorar,
servir y amar; esta gloria era el único objeto de sus anhelos. Por ello, a la edad de doce años, se quedó
en el templo de Jerusalén, dialogando con los maestros de la Ley, sin que lo supieran sus padres.
¡Oh, mi querido Niño Jesús! Enciende en mi alma ese fuego divino; destruye de mi corazón el amor
propio y de todo lo que no sea Dios o a Dios no se refiera, y que sólo conserve afectos para lo que
puede serle agradable y procurarle gloria y amor. Amén.
OREMOS
Haz Señor,
que sepamos reconocer la divinidad de tu Hijo
en la humildad de su Encarnación,
y confesar su omnipotencia
en la debilidad de su infancia,
para que, siguiéndolo con sencillez de corazón,
acojamos como niños tu Reino,
y consigamos el premio prometido a los humildes.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que por ser Dios, vive y reina contigo,
en la unidad del Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.
Gozos
Dulce Jesús mío,
mi niño adorado
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

Ah, ven prontamente


para rescatarnos,
y que un niño débil
muestre fuerte el brazo!

¡Oh, raíz sagrada


de Jesé que en lo alto
presentas al orbe
tu fragante nardo!

Dulcísimo Niño
que has sido llamado
Lirio de los valles,
Bella flor del campo.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS


Acuérdate, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste a todos tus devotos, estas palabras tan consoladoras
para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los meritos
de mi infancia y nada te será negado”. Lleno de confianza en Ti, ¡oh Jesús!, que eres la misma
verdad, vengo a presentarte mis necesidades.
Ayúdame a llevar una auténtica vida cristiana, para conseguir una eternidad feliz. Por los méritos
infinitos de tu encarnación y de tu infancia, concédeme la gracia que te estoy pidiendo (aquí se
expresa el favor que se quiere alcanzar). Me entrego a ti, oh Niño Omnipotente, seguro de que
escucharás mi súplica y me fortalecerás en la esperanza. Amén.

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