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7/23/2020

Jurisdicción internacional en materia contractual

Por Rodrigo Fernando Piñeiro(*)

SUMARIO: A. Exordio; B. Características generales de la jurisdicción internacional; C. Límites a la jurisdicción internacional;


D. Normas y criterios de atribución; E. Jurisdicción internacional en materia contractual; E.1) La prórroga de jurisdicción en el
Código Civil y Comercial de la Nación; E.2) Jurisdicción internacional de los jueces argentinos en ausencia de acuerdo; E.3)
Jurisdicción internacional de los jueces argentinos en los contratos de consumo; F. Colofón.

A. Exordio.

Sabido es que el caso iusprivatista que atañe a nuestra disciplina, es aquel que incluye un elemento extranjero que puede
ser personal, real o conductista: en el primer supuesto, uno de los sujetos involucrados será extranjero o tendrá un domicilio
foráneo; en el segundo, el negocio jurídico recaerá sobre un bien sito en el exterior; y finalmente, podrá ocurrir que el delito,
[1]
el cuasidelito, o el negocio jurídico se hubiere llevado a cabo fuera del país . La doctrina española se refiere a ello bajo el
[2]
rótulo de “situación privada internacional”, caracterizándola como aquella que presenta, al menos, un elemento extranjero .
De inmediato y naturalmente, nos embarga la duda en punto al Estado cuyos Jueces debieran intervenir de promoverse
algún reclamo con base en esa relación jurídica. Tal el problema de la jurisdicción internacional.
En efecto, entendemos por ello la “aptitud legal de los órganos jurisdiccionales y autoridades públicas de un Estado,
considerados en su conjunto, para conocer de las controversias suscitadas por las situaciones privadas internacionales, ya
pertenezcan a la jurisdicción contenciosa o voluntaria”[3].
Por consiguiente, habremos de conceptualizar en este trabajo a la jurisdicción internacional como la potestad que asumen
los tribunales de un Estado, cuando les corresponde decidir respecto de relaciones jurídicas vinculadas con dos o más
[4]
ordenamientos jurídicos, cuyo debate presenta un interés privado .
Nuestro propósito será entonces describir primero sus caracteres, para abocarnos luego al estudio de los criterios que han
sido fijados en el Código Civil y Comercial de la Nación de reciente sanción; todo ello con especial referencia al campo de
los contratos internacionales.

B. Características generales de la jurisdicción internacional.

Liminarmente cabe puntualizar que la jurisdicción internacional resulta pasible de ser clasificada en directa e indirecta. La
primera de ellas se relaciona con el análisis que efectúa el Juez nacional para determinar si el caso mixto sometido a su
juzgamiento pertenece al país. Por el contrario, la segunda refiere al examen que realiza el Magistrado sobre la jurisdicción
internacional de su par extranjero, ante la petición por el reconocimiento o ejecución de una sentencia dictada por
[5]
este último .
Por otra parte, el examen de las normas atributivas de jurisdicción permite advertir que, en ocasiones, el dispositivo legal
[6]
adjudica jurisdicción exclusivamente a un foro , participando entonces del grupo de normas que Quintín Alfonsín llamaba
[7] [8]
preceptivas ; en otros casos, asigna competencia a dos o más Tribunales de diversos Estados existiendo entonces
jurisdicciones concurrentes para decidir el caso iusprivatista –normas optativas en los términos del autor citado-; o bien
[9]
puede ocurrir que el precepto delegue en las partes la elección del foro al cual desean sujetarse .

C. Límites a la jurisdicción internacional

Sabemos bien que el carácter soberano de los Estados determina que solo sus autoridades cuenten con prerrogativas para
regular la jurisdicción internacional de sus Tribunales. Por consiguiente, un Estado podría investir de competencia a sus
Jueces para resolver cualquier conflicto que involucrase elementos extranjeros, toda vez que no existe principio alguno de
[10]
derecho internacional que obligue a limitar jurisdicción .
En efecto, Fragistas afirmaba que “es el derecho nacional de cada Estado, el que define el volumen de su propia
competencia en los litigios internacionales”[11].
Sin embargo, el ejercicio irrestricto por cada Nación de esa potestad, redundaría seguramente en la ineficacia
extraterritorial del decisorio, pues bien podría suceder que la ejecución de la sentencia fuera del Estado de su
[12]
pronunciamiento acarrease su resistencia .
En el ánimo de conjurar precisamente tal potencial óbice, es que los Estados restringen la jurisdicción internacional de sus
Jueces. Y en esa inteligencia discriminan los casos iusprivatistas separando aquellos que por sus características consideran
propios -sometiéndolos en forma exclusiva a su competencia- de aquellos que, por resultar ajenos al foro, justifican la
[13]
incompetencia de los Tribunales del Estado -principio de la independencia jurisdiccional- . Asimismo, limita también su
competencia internacional aquel Estado que reconoce o admite la ejecución de una sentencia extranjera en el ámbito de su
[14]
jurisdicción –principio de interdependencia jurisdiccional- .

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No obstante, pensamos que los inconvenientes desaparecen del todo sólo mediante la celebración de convenciones
internacionales. En efecto, el reparto internacional de la jurisdicción mediante el establecimiento preciso de los foros dotados
de potestades para decidir los casos multinacionales en acuerdos bilaterales o multilaterales, garantiza el respeto de los
Estados signatarios acerca de las sentencias dictadas y sus eventuales ejecuciones extraterritoriales.
Si bien es cierto que mucho se ha avanzado en este campo, parece improbable que la totalidad de los eventuales conflictos
de jurisdicciones queden resueltos mediante la vía propuesta. Así, en ausencia de convenios bilaterales o multilaterales, se
ha sugerido recurrir a las disposiciones sobre jurisdicción internacional elaboradas por el derecho interno del Estado; en su
defecto pueden aplicarse analógicamente las normas sobre competencia interna; y de persistir la laguna, deberá estarse a la
[15]
jurisprudencia del superior Tribunal federal del Estado del juez que previene .

D. Normas y criterios de atribución.

Las normas de competencia judicial internacional presentan ciertos caracteres que no resulta ocioso recordar.
En primer lugar, revelan un tinte unilateral habida cuenta que sólo delimitan el ámbito jurisdiccional de los Tribunales de un
Estado: la íntima vinculación entre la jurisdicción y la soberanía obsta que una norma estadual pueda atribuir competencia a
un Tribunal extranjero, por más relación que exhiba el caso con ese Magistrado[16].
De otro lado, resultan indirectas y atributivas: luego de fijar la categoría jurídica en cuestión –sucesión, alimentos, etc.-,
incorporan un criterio de conexión denominado “foro” o “fuero de competencia”, que contiene los requisitos de
proximidad del caso justificantes de la consecuencia jurídica: la atribución de competencia judicial internacional a los
Tribunales de un Estado determinado[17].
Y presentan finalmente notas de territorialidad y exclusividad: a excepción de los foros que pudieren fijarse por imperio de
tratados internacionales, el Juez no puede acudir a ninguna norma extranjera para fundamentar su propia competencia[18].
Ahora bien, la atribución de jurisdicción internacional resulta subordinada a la existencia de un contacto serio –
razonable- del caso iusprivatista con el foro considerado. Adoptar una tesitura contraria, esto es, atribuirse el Estado
competencia en relaciones jurídicas internacionales respecto de las cuales no pueda predicarse un vínculo relevante,
importaría un ejercicio exorbitante de la jurisdicción. Tal secuestro del caso redundaría, como hemos visto, en el improbable
reconocimiento de la decisión fuera del país donde fue dictada.
De este modo, el foro aparecerá exorbitante cuando el contacto atributivo de competencia resulte ser tangencial, accidental
o ajeno a la relación jurídica considerada; o bien en aquellos supuestos donde pueda advertirse en la disposición atributiva
de competencia, la intención de brindar un tratamiento preferencial a la conexión local, es decir: “la que presenta un vínculo
[19]
con el país cuyo ordenamiento incluye la norma de jurisdicción exorbitante en desmedro de la parte foránea” .
A menudo se ilustra el punto recurriendo al sistema vigente en el Reino Unido: la competencia del Tribunal inglés es
convalidada cuando la carta de notificación de la demanda –clain form- es recibida por el demandado en Inglaterra, aunque
estuviese presente durante un período muy corto -incluso al solo efecto de disfrutar sus vacaciones-, siempre que la estadía
no haya sido producto de secuestro o fraude[20].
Fuera de esta anomalía, bueno es recordar que el derecho romano organizaba una jurisdicción general a la par de otra
especial: el Corpus Iuris Civiles de Justiniano distinguía las acciones planteadas ante el domicilio del demandado, donde
este era susceptible de ser perseguido por cualquier tipo de disputa; de las acciones presentadas contra no residentes
respecto, por ejemplo, de contratos celebrados o que debían cumplirse allí –en este último caso, la competencia del foro
para entender estaba limitada a las disputas surgidas de la relación contractual-[21].
Modernamente los criterios de conexión –llamados “foros de competencia”- permiten agruparse o catalogarse en
“personales” –cuando se toman en consideración circunstancias del actor o demandado, como su nacionalidad, domicilio,
residencia habitual, etc.-, “territoriales” –lugar de situación del bien, lugar de ejecución del contrato, lugar del accidente,
etc.-, o “flexibles” –en caso que el litigio posea una vinculación estrecha con el foro-[22].

E. Jurisdicción internacional en materia contractual.

Examinada la cuestión desde la perspectiva de nuestro país y con especial referencia a la materia contractual, advertimos
que los Tratados de Montevideo atribuyen competencia al Tribunal del Estado donde se domicilia el demandado, o al foro
cuya ley resulta aplicable al fondo del acto que, en relación a las obligaciones convencionales, reenvía al derecho de
ejecución del contrato –TM89:56 y TM40:56-.
Asimismo, en el ámbito Mercosur el “Protocolo de Buenos Aires sobre Jurisdicción Internacional en Materia Contractual” -
suscripto en 1.994 y aprobado por ley 24.669-, establece que “en ausencia de acuerdo tienen jurisdicción a
elección delactor: a) los jueces del lugar de cumplimiento del contrato; b) los jueces del domicilio del demandado; c) los
jueces de su domicilio o sede social cuando demostrare que cumplió con su prestación” –art. 7-.
A su turno, la normativa de fuente interna recientemente derogada abría dos foros concurrentes[23]: los
Tribunales delEstado donde el demandado tuviere domicilio, o bien los del Estado donde su hubiere previsto la
ejecución del contrato –CCiv:1215 y 1216-.
A propósito de ello, vale recordar la interpretación amplia que la jurisprudencia asignaba a esa previsión: distinguía entre la
calificación que correspondía asignar al “lugar de cumplimiento” cuando se trataba de establecer la ley aplicable –donde el
concepto se restringía al sitio en que se proyectaba cumplir la “prestación característica” del contrato- de aquella que debía
seguirse para fijar la competencia internacional, donde correspondía atenerse al lugar en que fuese a cumplir cualquier
prestación del contrato[24].

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En efecto, tenía dicho nuestro máximo Tribunal Federal que “en ausencia de solución convencional específica, cualquier
lugar de cumplimiento de las obligaciones en la República, [justificaba] la apertura de la jurisdicción internacional de los
jueces argentinos (conf. art. 1215 Cod. Civ.)”[25].

E.1) La prórroga de jurisdicción en el Código Civil y Comercial de la Nación.

El instituto a que se alude en el epígrafe, supone dotar a las partes en una relación iusprivatista multinacional, de la facultad
para determinar el juez que se encargará de resolver las controversias que se susciten entre ellos; esa voluntad podrá
plasmarse en un acuerdo o cláusula de elección de foro que modifique la jurisdicción internacional[26].
Su ejercicio reporta una indudable ventaja para las contratantes al excluir la intervención de un tribunal “imprevisto”; pero al
mismo tiempo puede ser instrumento de abusos de la parte económicamente más fuerte, cuando pretenda imponerle a la
otra más débil, su foro preferido[27].
No obstante, el Código Civil y Comercial de la Nación recientemente aprobado, ubicó en un lugar de privilegio a la
autonomía de la voluntad, como criterio rector a fin de fijar la jurisdicción argentina en materia contractual. Una rápida lectura
de sus preceptos permite corroborar tal proposición.
Desde el inicio del capítulo sobre jurisdicción internacional se anuncia el carácter subsidiario de sus normas, pues
condiciona su aplicación a la “ausencia de acuerdo de partes en materias disponibles para la prórroga de jurisdicción” –
CCyCN:2601-.
Luego, establece que “en materia patrimonial e internacional las partes están facultadas para prorrogar jurisdicción en jueces
o árbitros fuera de la República, excepto que los jueces argentinos tengan jurisdicción exclusiva o que la prórroga estuviese
prohibida por ley” –CCyCN:2605-. Y acuerda carácter exclusivo a la competencia del Tribunal así elegido –CCyCN:2606-.
Finalmente y en línea con esa inteligencia, la apertura de los foros previstos para la materia contractual aparece
condicionada a la inexistencia de acuerdo sobre jurisdicción –CCyCN:2650-.
El nuevo régimen legal admite que ese pacto sea expreso, en caso de que resulte de “convenio escrito mediante el cual los
interesados manifiestan su decisión de someterse a la competencia del juez o árbitro ante el cual acuden”; o bien algún
“medio de comunicación que permita establecer la prueba por un texto”. Pero también acepta un sistema ficto que opera
“para el actor, por el hecho de entablar la demanda y, con respecto al demandado, cuando la conteste, deje de hacerlo u
oponga excepciones previas sin articular la declinatoria.” –CCyCN:2607-.
Ese último aspecto del precepto no alcanza a conformarnos, pues una interpretación rigurosa de la norma parecería
convalidar la prórroga en ausencia o rebeldía del demandado, circunstancia por demás delicada ni bien se advierta que, en
muchos casos, el acceso a una jurisdicción distante al sólo efecto de enjuiciarla, puede ser en extremo complicado para el
demandado.
Puestos a decidir, hubiésemos preferido una redacción similar a la norma Montevideana[28], en tanto condiciona la prórroga
[29]
a que la voluntad del accionado se manifieste positivamente después de promovida la acción : el demandado puede
consentir la jurisdicción internacional por acto concluyente -contestar demanda omitiendo su cuestionamiento vía excepción-;
[30]
sin embargo, no podría admitirse la existencia del consentimiento para el caso de rebeldía del demandado .
Por lo demás, idéntica solución se impone en el derecho comunitario europeo: se entiende que existe “sumisión tácita” en los
términos del art. 24 del Reglamento 44/2001 -relativo a la competencia judicial, el reconocimiento y la ejecución de
resoluciones judiciales en materia civil y comercial-, cuando el actor acude al tribunal interponiendo la demanda y, además,
el demandado “realiza cualquier actuación positiva que revele su indubitada voluntad de someterse a [ese] tribunal”[31].

E.2) Jurisdicción internacional de los jueces argentinos en ausencia de acuerdo.

Prevé el código que “no existiendo acuerdo válido de elección de foro, son competentes para conocer en las acciones
resultantes de un contrato, a opción del actor: a) los jueces del domicilio o residencia habitual del demandado. Si existen
varios demandados, los jueces del domicilio o residencia habitual de cualquiera de ellos; b) los jueces del lugar de
cumplimiento de cualquiera de las obligaciones contractuales; c) los jueces del lugar donde se ubica una agencia, sucursal o
representación del demandado, siempre que ésta haya participado en la negociación o celebración del contrato.” –
CCyCN:2650-.
De manera que, en defecto de pacto, se abren varias opciones para el actor: puede acudir por caso, a los
jueces deldomicilio o la residencia habitual del demandado –actor sequitur forum rei-[32]; criterio atributivo de competencia
[33]
que es generalmente aceptado por la mayoría de las legislaciones .
Ello es así debido a un triple fundamento jurídico-público: i) el Estado con más título para conocer del asunto, es el
Estado del domicilio del demandado porque si éste se beneficia de los servicios de dicho Estado, debe quedar sujeto a su
“poder jurisdiccional”; ii) este foro permite una adecuada secuela del proceso en orden a las pruebas, notificaciones, etc.; iii)
visto que el actor es quién tiene, en su caso, que “desplazarse” al país del demandado, sólo lo hará si tiene sólidas razones
para creer que su demanda está fundada y triunfará[34].
Por otra parte, es claro que el forum domicilli reporta atractivos tanto para el actor como para el demandado. En cuanto al
primero de ellos, parece claro que ese foro acrecienta las expectativas de ejecutar una eventual sentencia condenatoria,
mientras que respecto del accionado, el beneficio estribará en las mejores posibilidades que contará para acceder
fácilmente a la jurisdicción debido a su inmediatez y organizar adecuadamente su defensa.
Empero, la novedad estriba en que, a renglón seguido, la norma contempla la posibilidad del litisconsorcio pasivo y, para tal
caso, abre el foro local en la medida de que cualquiera de los demandados tuviere en la República domicilio o residencia
habitual.
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Tal previsión –que, acotamos, reedita la regla sentada en el art. 12 del Protocolo de Buenos Aires- fue consagrada sin pauta
alguna de interpretación[35], extremo que como bien ha señalado la doctrina, impone al Juez seguir un criterio exigente en el
escrutinio de la vinculación entre los distintos demandados y la causa, a efectos de evitar un despliegue exorbitante de la
jurisdicción argentina que pudiere redundar en una vulneración al derecho de defensa[36].
Por otra parte, la norma dota de jurisdicción internacional a los jueces argentinos, cuando en la República se hubiere
previsto cumplir cualquier obligación contractual. Se consagra así la corriente jurisprudencial antes aludida elaborada a la
luz del CCiv:1215 que, en la inteligencia de allanar el acceso a la justicia, postulaba la apertura del foro nacional si en la
República preveía cumplirse alguna prestación del contrato, cualquiera fuera ella –esto es: sin necesidad de que fuera o
pudiera considerarse la “característica”-.
Finalmente, la jurisdicción argentina puede provocarse cuando aparezca radicada en el país una agencia, sucursal o
representación del demandado. Y su intervención en el contrato hubiere sido activa y concreta[37].

E.3) Jurisdicción internacional de los jueces argentinos en los contratos de consumo.

A propósito de las relaciones de consumo, el Código Civil y Comercial de la Nación ofrece una regulación específica en
su art. 2654, que contempla una multiplicidad de supuestos.
Así cuando el reclamo sea propiciado por el “consumidor”, podrá optar por formalizar su demanda ante “los jueces del lugar
de celebración del contrato, del cumplimiento de la prestación del servicio, de la entrega de bienes, del cumplimiento de la
obligación de garantía, del domicilio del demandado o del lugar donde el consumidor realiza actos necesarios para la
celebración del contrato”. Y agrega el precepto, que “también son competentes los jueces del Estado donde el demandado
tiene sucursal, agencia o cualquier forma de representación comercial, cuando éstas hayan intervenido en la
celebración delcontrato o cuando el demandado las haya mencionado a los efectos del cumplimiento de una garantía
contractual.”.
Por último, el dispositivo legal precisa que la acción deducida por el proveedor “solo puede interponerse ante los
jueces delEstado del domicilio del consumidor.” Y que no se admite el “acuerdo de elección de foro”.
Si bien resulta notorio el desarrollo normativo que experimentaron las “relaciones de consumo” a partir de las disposiciones
contenidas en la ley 24.240 y sus modificatorias; no existían hasta la reciente sanción del Código Civil y Comercial de la
Nación, normas en la fuente interna o convencional que se ocupasen de establecer reglas sobre jurisdicción internacional.
Ahora bien: el dispositivo legal resulta aplicable a las “relaciones de consumo”; por tanto, el significado de la categoría debe
construirse a partir del CCyCN:1092 y ss.
Cabe además puntualizar que el nuevo régimen se erige sobre la base de considerar al “consumidor” parte débil delcontrato,
circunstancia que amerita su especial tutela. Prueba de ello es la veda absoluta a la autonomía de la voluntad: pretende así
evitarse que, con el pretexto de su ejercicio y valiéndose de una posición dominante, el proveedor pudiere imponerle
unilateralmente a su contratante un foro ventajoso a sus intereses. De ese modo, la prohibición actuará tanto cuando la parte
demandada en Argentina pretenda invocar un pacto de sumisión en favor de tribunales extranjeros; como cuando cualquiera
de las partes pretenda justificar la competencia del juez argentino invocando un acuerdo en su favor[38].
Desde esa misma perspectiva protectoria, es que se explica el abanico de foros admitidos, tendencia que predomina en los
instrumentos positivos más modernos.
En efecto, tanto el Protocolo de Santa María sobre “Jurisdicción Internacional en Materia de Relaciones de Consumo” (arts.
4, 5 y 6 de la Decisión CMC 10/96, del 22 de diciembre de 1.996, no vigente), como el Reglamento 44/2001 -relativo a la
competencia judicial, el reconocimiento y la ejecución de resoluciones judiciales en materia civil y comercial- prevén un
régimen de foros concurrentes a opción del “consumidor” accionante.
Empero, llama la atención que, a diferencia de cuanto sucede con esos textos legales, el CCyCN:2654 no contemple la
posibilidad de que el consumidor promueva su reclamo ante los jueces de su domicilio o residencia habitual; cuestión sobre
la que llamaba la atención la doctrina en el marco del régimen derogado[39], pues difícilmente pueda pensarse en un foro
más caro a sus intereses.

F. Colofón.

Escribió Alcides Calandrelli: “si hay un conjunto de principios que aseguran los derechos del hombre dentro de cada
soberanía local, es preciso que exista también un conjunto de normas, una organización jurídica, una disciplina científica,
que vele por los derechos del hombre que abandona aquellas soberanías, que le acompañe en su peregrinación por el
[40]
mundo, que mantenga y garantice sus derechos adquiridos, en cualquier parte que pretenda hacerlos valer” .
Tal la magna y noble tarea que incumbe al Derecho Internacional Privado y que, pensamos, se robustece con la reforma
legal que resultó en el Código Civil y Comercial de la Nación.
En efecto, las consideraciones efectuadas nos convencen sobre las bondades que ofrece el régimen de reciente sanción:
por un lado, la sistematización de las reglas sobre jurisdicción internacional para los contratos, consolida criterios elaborados
por autorizada doctrina al tiempo que, por otro, se entroniza a la autonomía de la voluntad en línea con las tendencias
modernas que exhibe el derecho comparado.
Restará sin embargo, aguardar por la interpretación que las modificaciones introducidas pudieren generar en los operadores
jurídicos y, por supuesto, en la jurisprudencia de nuestros Tribunales.

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(*) Profesor de Derecho Internacional Privado de la Universidad de Buenos Aires. Maestrando de Derecho Internacional
Privado de Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
[1] Goldschmidt, Werner en “Derecho Internacional Privado”, ed. AbeledoPerrot, Buenos Aires 2.009, p. 5.
[2] Calvo Caravaca, Alfonso y Carrascosa González, Javier en “Derecho Internacional Privado”, ed. Comares, Granada
2.010, T. I, p 18.
[3] Calvo Caravaca, Alfonso y Carrascosa González, Javier en “Derecho Internacional Privado”, ed. Comares, Granada
2.010, T. I, p. 77.
[4] Explica Vico que “el ciclo de las relaciones jurídicas puede limitarse a un solo ámbito territorial, o abarcar dos o más
soberanías legislativas, caso este en que se plantea el problema de determinar cuál ha de ser el juez competente para
aplicar el derecho pertinente. Desde este punto de vista, el derecho procesal internacional fija las reglas referentes a la
jurisdicción y competencia en la esfera internacional, a los modos de proceder y a la ejecución de las sentencias
extranjeras”. En “Curso de Derecho Internacional Privado”, ed. Biblioteca Jurídica Argentina, Buenos Aires 1.957, T. II, p.
271.
[5] Kaller de Orchanky, Berta en “Nuevo Manual de Derecho Internacional Privado”, ed. Plus Ultra, Buenos Aires 1.997,
p. 453. Tal distinción fue elaborada por Bartín: “En la primera [competencia general directa], la cuestión es de saber si los
tribunales de un país determinado son generalmente competentes para conocer en un litigio que les ha sido sometido (…)
hay una segunda hipótesis: puede tratarse del exequatur o del reconocimiento de un fallo extranjero, y se debe buscar si el
tribunal extranjero que lo ha dictado, era competente para darlo. Esta cuestión debe ser resuelta por las reglas de derecho
internacional privado del país en donde se invoca el fallo”, citado por Romero del Prado, Víctor en “Manual de Derecho
Internacional Privado”, ed. La Ley, Buenos Aires 1.944, T. II, ps. 705 y 706.
[6] Prevé el CCyCN:2609 que “Sin perjuicio de lo dispuesto en leyes especiales, los jueces argentinos son exclusivamente
competentes para conocer en las siguientes causas: a) en materia de derechos reales sobre inmuebles situados en la
República; b) en materia de validez o nulidad de las inscripciones practicadas en un registro público argentino; c) en materia
de inscripciones o validez de patentes, marcas, diseños o dibujos y modelos industriales y demás derechos análogos
sometidos a depósito o registro, cuando el depósito o registro se haya solicitado o efectuado o tenido por efectuado en la
Argentina”.
[7] citado por Klett, Selva en “La Jurisdicción Internacional”, publicado en “Curso de Derecho Procesal Internacional”, ed.
Fundación de Cultura Universitaria, Montevideo 1.997, p. 100.
[8] Cfr. el “Convenio de Responsabilidad Civil Emergente de Accidentes de Tránsito” celebrado entre la República Argentina
y la República Oriental del Uruguay, aprobado por ley 24.106, que en su art. 7 confiere jurisdicción a los tribunales del lugar
donde se produjo el accidente; del domicilio del demandado o; del domicilio del actor.
[9] Conviene puntualizar que existe una norma que atribuye previamente, la competencia del caso a una jurisdicción,
permitiendo a su vez, la modificación de esta regla mediante el instituto de la prórroga de competencia internacional.
[10] Sobre el supuesto contemplado nos ilustra Vico al plantear que “puede concebirse, en abstracto, que no haya límites
lógicos a la jurisdicción, es decir, que un Estado pretenda dirimir todas las litis posibles, aún aquellas que no tengan ninguna
vinculación con él”, en “Curso de Derecho Internacional Privado”, ed. Biblioteca Jurídica Argentina, Buenos Aires 1.957, T. II,
p. 272.
[11] cit. por Miaja de la Muela, Adolfo en “Sobre los Principios Rectores de las Reglas de Competencia Territorial de los
Tribunales Internos en Litigios con Elementos Extranjeros”, Revista Española de Derecho Internacional, Seg. Época, Vol.
XXI, Num. 4, oct-dic 68, ps. 736/762.
[12] conf. Fernández Arroyo, Diego en “Derecho Internacional Privado de los Estados del Mercosur”, ed. Zavalia, Buenos
Aires 2.003, p. 140.
[13] Es posible trazar una simetría con el principio que Pecourt denomina de la exclusividad y que Miaja de la Muela explica
al aclarar que “…cada Estado, como hemos visto, delimita unilateralmente el ámbito de competencia de sus propios
tribunales en los supuestos de hecho en los que, por existir alguna conexión con el extranjero, pudieren también ser
competentes los órganos judiciales de otro Estado”, en “Sobre los Principios Rectores de las Reglas de Competencia
Territorial de los Tribunales Internos en Litigios con Elementos Extranjeros”, en Revista Española de Derecho Internacional,
segunda época, Vol. XXI, Nro. 4, oct-dic 68, p. 747.
[14] Boggiano, Antonio en “Derecho Internacional Privado”, ed. AbeledoPerrot, Buenos Aires 1.991, T. I, p. 236.
[15] conf. Kaller de Orchanky, Berta en “Nuevo Manual de Derecho Internacional Privado”, ed. Plus Ultra, Buenos Aires
1.997, p. 452. Señala Miaja de la Muela que “en el estado actual del Derecho procesal internacional, salvo algunas
limitaciones impuestas por el derecho internacional, especialmente referentes a la prohibición de la denegación de justicia y
a la incompetencia de jurisdicción y ejecución sobre los Estados extranjeros y algunos de sus órganos, la función de
distribuir los posibles litigios derivados de relaciones privadas conectadas con diferentes Estados muy pocas veces aparece
cumplida en las previsiones establecidas en tratados internacionales. Lo normal es que cada Estado regule en sus leyes
procesales internas el ámbito de competencia territorial internacional de sus propios tribunales y que, como ocurre en casi
todas las materias jurídico privadas, los supuestos imprevistos o de solución dudosa en las leyes de cada Estado sean
resueltos por la jurisprudencia de sus respectivos tribunales”, en “Sobre los Principios Rectores de las Reglas de
Competencia Territorial de los Tribunales Internos en Litigios con Elementos Extranjeros”, en Revista Española de Derecho
Internacional, segunda época, Vol. XXI, Nro. 4, oct-dic 68, p. 734.
[16] Fernández Rozas, José y Sánchez Lorenzo, Sixto en “Derecho Internacional Privado”, ed. Civitas, Madrid 1.999, p. 85
y Calvo Caravaca, Alfonso y Carrascosa González, Javier en “Derecho Internacional Privado”, ed. Comares, Granada 2.010,
T. I, p. 81.
[17] Fernández Rozas, José y Sánchez Lorenzo, Sixto en “Derecho Internacional Privado”, ed. Civitas, Madrid 1.999, p. 86.
[18] Fernández Rozas, José y Sánchez Lorenzo, Sixto en “Derecho Internacional Privado”, ed. Civitas, Madrid 1.999, p. 86
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[19] Fernández Arroyo, Diego en “Derecho Internacional Privado de los Estados del Mercosur”, ed. Zavalia, Buenos Aires
2.003, p. 154.
[20] Beevers, Kisch en “Jurisdicción y Reconocimiento de Decisiones Bajo las Normas Tradicionales de Inglaterra”, Revista
DeCita 04.2005, ed. Zavalía, Buenos Aires 2.005, ps. 710 y 711.
[21] Juenger, Friedrich en “La Jurisdicción General en el Derecho Norteamericano”, Revista DeCita 04.2005, ed. Zavalía,
Buenos Aires 2.005, p. 573.
[22] Fernández Rozas, José y Sánchez Lorenzo, Sixto en “Derecho Internacional Privado”, ed. Civitas, Madrid 1.999, p. 87.
[23] Que coexistían con la prórroga autorizada por el CPr:1 “Si estos asuntos son de índole internacional, la prórroga podrá
admitirse aún a favor de jueces extranjeros o de árbitros que actúen fuera de la República, salvo en los casos en que los
tribunales argentinos tienen jurisdicción exclusiva o cuando la prórroga está prohibida por ley.”.
[24] CNCom., sala “E”, del 10.10.85 in re “Antonio Espósito e Hijos S.R.L.”, LL1986-D, p. 46.
[25] CSJN., in re “Exportadora Buenos Aires S.A.”, del 20.10.98, F.321:3.
[26] Rodríguez Benot, citado por All, Paula en “Las Normas de Jurisdicción Internacional en el Sistema Argentino de Fuente
Interna”, en Rev. DeCita 04.2005, ed. Zavalía, Buenos Aires 2.005, p. 430.
[27] Schmidt, Jan en “Competencia Internacional de los Tribunales Alemanes y Reconocimiento y Ejecución de Decisiones
Judiciales Extranjeras en Alemania”, en Rev. DeCita 04.2005, ed. Zavalía, Buenos Aires 2.005, p. 406.
[28] “Las acciones personales deben entablarse ante los jueces del lugar a cuya ley está sujeto el acto jurídico
material deljuicio. Podrán entablarse igualmente ante los jueces del domicilio del demandado. Se permite la prórroga
territorial de la jurisdicción si, después de promovida la acción, el demandado la admite voluntariamente, siempre que se
trate de acciones referente a derechos personales patrimoniales. La voluntad del demandado debe expresarse en forma
positiva y no ficta” TM40:56.
[29] Klett, Selva en “La Jurisdicción Internacional”, publicado en “Curso de Derecho Procesal Internacional”, ed. Fundación
de Cultura Universitaria, Montevideo 1.997, p. 102.
[30] Goldshmidt, Werner en “Derecho Internacional Privado”, ed. Depalma, Buenos Aires 1.997, p. ed. erancia, Buenos Aires
1997, Ed. Depalma; pág. 462.
[31] Calvo Caravaca, Alfonso y Carrascosa González, Javier en “Competencia Judicial Internacional: Régimen de
Producción Interna en Derecho Internacional Privado Español”, en Rev. DeCita 04.2005, ed. Zavalía, Buenos Aires 2.005, p.
530.
[32] No debe soslayarse que, a diferencia de cuanto ocurría en el ordenamiento positivo derogado, el CCyCN:2613
proporciona definiciones de los contactos mencionados: “A los fines del derecho internacional privado la persona humana
tiene: a) Su domicilio, en el Estado en que reside con la intención de establecerse en él; b) Su residencia habitual, en el
Estado en que vive y establece vínculos durables por un tiempo prolongado. La persona humana no puede tener varios
domicilios al mismo tiempo. En caso de no tener domicilio conocido, se considera que lo tiene donde está su residencia
habitual o en su defecto, su simple residencia.”.
[33] Goldshmidt, Werner en “Derecho Internacional Privado”, ed. Depalma, Buenos Aires 1.997, ps. 460 y ss. y Wolff, Martín
en “Derecho Internacional Privado”, ed. Bosch, Barcelona 1.958, p. 59. Ver análisis de jurisprudencia sobre la
aplicación delforo domicilio del demandado en Boggiano, Antonio en “Conflictos de Jurisdicción Internacional ante la Corte
Suprema de Justicia de la Nación. Cuestiones Federales de Jurisdicción Internacional”, ED:62-620.
[34] Calvo Caravaca, Alfonso y Carrascosa González, Javier en “Competencia judicial Internacional: Régimen de Producción
Interna en Derecho Internacional Privado Español”, en Rev. DeCita 04.2005, ed. Zavalía, Buenos Aires 2.005, p. 532.
[35] Como sí sucede en el marco del Reglamento 44/2001 de la Unión Europea, que si bien admite la apertura del foro
donde se domicilie alguno de los demandados, exige una relación “tan estrecha” entre las demandas, que la tramitación en
distintas jurisdicciones pudiere generar decisiones inconciliables.
[36] Fernández Arroyo, Diego en “Código Civil y Comercial de la Nación”, ob. dir. por Rivera, Julio y Medina Graciela, ed. La
Ley, Buenos Aires 2.014, T. VI, p. 940.
[37] Fernández Arroyo, Diego en “Código Civil y Comercial de la Nación”, ob. dir. por Rivera, Julio y Medina Graciela, ed. La
Ley, Buenos Aires 2.014, T. VI, p. 941.
[38] Fernández Arroyo, Diego en “Código Civil y Comercial de la Nación”, ob. dir. por Rivera, Julio y Medina Graciela, ed. La
Ley, Buenos Aires 2.014, T. VI, p. 957.
[39] Najurieta, María Susana en “Conflicto de Jurisdicciones en casos que involucran a Consumidores”, en RDCO, Nro.
139/40, p. 210.
[40] “Cuestiones de Derecho Internacional Privado”, Librería General de Victoriano Suárez, Madrid 1.913, T. II, ps. 89 y 90.

Citar: elDial.com - DC245A

Publicado el 24/11/2017

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