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Idea Vilariño/Trabajo especial en Brecha, Uruguay 30/4/09

Medio = BRECHA :: Sección = LUPA/SOCIEDAD :: Fecha = 30/04/2009 :: Pagina = 1

IDEA. 1920-2009

“Sola, sola y triste, lejos de

todas las almas,

de todo lo tierno,

de todo lo suave.”

Idea Vilariño, 1937, a sus 17 años.

ANA INÉS LARRE BORGES

SOLA DE TODA soledad estará Idea. A pesar de la altivez delicada con que supo buscarla, esa
soledad duele ahora porque somos nosotros los huérfanos. Aunque estuviese retirada del mundo y
reticente, saber que estaba todavía daba intensidad a la vida. Y cierta fuerza sabernos sus
contemporáneos. De pronto se hacía presente en una nota sobre los que buscan su alimento en la
basura de los contenedores, porque “como dice Idea, acaso tiene delicadeza, vivir, romperse el
alma”, o privadamente la convocaba una secreta pérdida, el fin de algo, o aparecía en cambio su
imagen proyectada sobre las multitudes en un concierto de rock, como una marca de la renovada
adolescencia de sus lectores que, en ella como en Onetti, encuentran en estos tiempos de hastío y
desencanto una fuerza subversiva ajena a programas, porque nace desde la más honda subjetividad.
Ese universo sin dioses es el legado de Idea. Esa poesía nocturnal hecha también de silencios, es la
piedra pulida, dura y contundente que nos arroja desafiante al rostro. Pero esa dureza no lastima,
sino que tienta (¿alienta?) a pedir lo imposible, a vivir sin cálculo, a amar sin reposo. Y a sufrir
bellamente. Sí a enamorarse del dolor, esa invitación de juventud y rebeldía que procura lo más
puro de cada uno de nosotros. Es por eso quizás que a pesar del pesimismo y la amargura, su poesía
libera. No consuela, pero da dignidad y derecho al dolor de vivir. Y reivindica la olvidada pasión.

Contra corrientes hegemónicas en la poesía de su tiempo, Idea fue también en eso una figura
solitaria y escribió de los grandes temas de la gran poesía de siempre (no del lenguaje que los dice).
Tal vez por eso es difícil advertir la evolución de una obra que parece nacida enteramente ya, de
una poeta que no exhibe fácilmente sus aprendizajes. Y aunque haya ordenado sus poemas en las ya
famosas categorías de Poemas de amor, para sus cantos de desamor y sensualidad (“Un pájaro me
canta y yo le canto/ me gorjea al oído y le gorjeo/ …y me vence y lo venzo/ y me acaba y lo acabo”;
“Te estoy llamando amor, como a la muerte’); Nocturnos, para los más metafísicos (“Noche sin
nadie, noche en la espesura…* “Como una sopa amarga, como una dura cucharada atroz/ empujada
hasta el fondo de la boca”), Pobre mundo para la poesía social y el éxtasis de la naturaleza (“Con
los brazos atados a la espalda/ un hombre/ feo y joven…/ lo hundían en el agua de aquel río…/ahora
mismo/ hoy/ lo están pateando’); y No para el brevísimo escepticismo (“Como un jazmín
liviano/que cae sosteniéndose en el aire/que cae cae/cae./ Y qué va a hacer.’), su decires siempre
inconfundible, su obra sostiene una desusada unidad. Eros y Thanatos, el amor y la muerte
sutilmente enredados, fueron dichos, sin ampulosidad con las palabras sencillas del español
rioplatense, con el tono delicado de una música interior. Construyó así una poesía antirre-tórica y
lacónica -”del temblor austero”, la llamó Gelman-, hecha también de silencios, de espacios vacíos.
Con ella la grandeza se hacía cercana y doméstica. Ahí en sus versos, decía su amigo argentino
Gregoric, “está el amor, puro, elemental y condenado, no ya en el jardín del Paraíso, ni en el pasado
vertiginoso, sino en el duro presente de la ciudad americana, asediado por la tristeza, la ropa sucia,
la rutina y el dinero”.

Tal vez su ausencia, la lectura de Idea sin Idea, permita otras interpretaciones de su obra. Tal vez,
liberada de su presencia poderosa (y soberana), la crítica de su poesía aprenda a articular una
evaluación más rica y compleja y conflictiva. Queda todavía por explorar su tarea de traductora, sus
filiaciones inconfesas, sus diálogos con otros poetas. Beatriz Végh ha hecho un estudio revelador
sobre Idea traductora festiva de Quéneau. Queda por explorar su biografía, atravesar el corpus
espiralado de una correspondencia inmensa y rica. Queda la herencia del diario que inició a sus 18
años, y dispuso que fuera publicado a su muerte. Otra Idea nos espera. Intuyo, sin embargo, que
cuando todo pase, estas piedras pulidas de sus poemas, estos golpes como de dios, volverán a
imperar sobre la leyenda que también construyó, sobre lo que hayamos podido desplegar de su
tránsito. Y quedarán las palabras simples e irrevocables para que aprendamos a amar y a sufrir
bellamente. A aceptar el deseo de “loco amor, que todos o que algunos, siempre, tras la serena
máscara pedimos de rodillas”.

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Un diálogo inédito. Una invocación en la oscuridad

Es leyenda y verdad que Idea daba pocas entrevistas, pero disfrutó siempre del diálogo inteligente.
Sobre la sensualidad y la poesía, sobre el amor, habla en esta conversación hasta hoy guardada.

HILIA MOREIRA

APROXIMADAMENTE EN 1983, apareció en Montevideo una revista llamada Punto y coma.


Para el tercer número, me pidieron que hiciera una entrevista con Idea Vilariño. La tarea era difícil.
Idea era privadísima. Sin embargo, cuando la llamé, me dio una cita inmediatamente. Como tantos
lectores en el mundo, yo tenía una deuda abismal con ella. Sus poemas estaban entre los más bellos
de mi vida. Y también, el mito, la ficción, la mentira, el chisme, la maledicencia, el elogio, la
exaltación. Todos ellos, al enhebrarse, forman al fin la urdimbre de la magia. Iba a encontrarme con
un personaje de novela y con una autora de poesía, con una fruta de escándalo y con una dama
retadora. Me abrió una mujer menuda como su voz. Me sirvió té y, a veces, al hablarme, me tomó
de la mano. La conversación duró tres horas. Ella hablaba en un tono de confidencia y, a veces, se
interrumpía para preguntarme sobre mi propia vida, como si ias dos existencias fuesen iguales. En
la sala un poco desnuda, podría haberse dicho que sólo éramos dos mujeres de distintas
generaciones que conversaban sobre sus cosas. Pero el zumbido de la voz monótona fue creciendo
como una fórmula incantatoria. Desgrabar la entrevista llevó días. Mientras, Punto y coma cerró. Y,
aunque la ofrecí a otros periódicos, dijeron que era demasiado larga (yo no quería interrumpirla). O
no les interesaba y basta. Al cabo de las mudanzas, la perdí. Algunas trazas, sin embargo, quedaron
en mi interior. Otros diálogos con Idea, más adelante, confirmaron mis recuerdos. A través de estos
pequeños fragmentos aproximativos quisiera unirme al inmenso homenaje.

-Debe de ser una responsabilidad importante para una mujer ser una poeta hispanoamericana,
mundial.

-¿Usted está hablando de mí?

-¿Usted es quien escribió “Un pájaro me canta y yo le canto”?

-Hay mucha confusión con mis poemas. En general, hablan de dos cosas: la política, en la que las
personas ponen mucha esperanza.

-Y el amor.
-La mayoría de la gente ha estado enamorada o desea estarlo. Entonces, si leen textos que se
refieren a uno de esos temas, se confunden y creen que quien los escribe es un gran poeta.

-También hay otro tema en su poesía, que produce mucha identificación y ternura: los hechos
cotidianos en los que todos nos reconocemos. Coser la ropa, cerrarla ventana, no peinarse. Desde su
cátedra en la Facultad de Humanidades, al estudiar sus poemas, Jorge Medina Vidal señala que, en
Hispanoamérica, usted representa el realismo poético de Jacques Prévert.

-¿De verdad estudia mis poemas desde una cátedra? Qué amable, Jorge. Pero no conozco al poeta
que menciona.

-A veces, usted me hace pensar en otro francés: Balzac.

-Me intriga.

-Como al novelista francés, la he oído describir la interioridad de las personas, especialmente de los
artistas, a través de pequeños retratos corporales.

-Puede ser. El cabello tiene una forma de caer o de estar naturalmente untuoso, grueso, que me
sugiere una cierta actitud artística.

-Sus representaciones de la corporalidad han sido muy criticadas. Su libro Por aire sucio (que, me
parece, es una cita bíblica) creo que fue mal recibido por Clara Silva. Clara pensaba que la poesía
no debe incorporar la mugre a sus representaciones. Más tarde, algunos acercamientos poéticos a
los efluvios de los amantes, a los detalles de su abrazo, han sido criticados hasta hoy.

-No tengo idea de esa crítica. De la cita bíblica, si la hay, también me he olvidado. Pero, a propósito
de esos retratos que usted mencionaba, creo que el aire de bondad y virginidad en un artista maduro
no vaticina una obra importante.

-¿La poesía amorosa, a veces manchada, es -entonces- el centro de su vida?

-No, el centro de mi vida ha sido la corporalidad. Una corporalidad invasora, ávida, que asediaba mi
trabajo de escritura.

-Esa corporalidad amenazaba su obra pero también la alimentaba. Pocos poetas han escrito la
vivencia de la sensualidad como usted.

-Sin embargo, en la sensualidad, en el erotismo, lo que más me ha cautivado no es lo carnal.


Recuerdo una atroz enfermedad en la piel que me mantuvo clausurada durante un largo tiempo. Y
un hombre que venía todos los días. Me traía comida. Me peinaba…

-¿ La ternura es el centro del erotismo?

-Tal vez sea el juego. En un tiempo había un hombre que llegaba a mi casa sin aviso, a cualquier
hora. Cerrábamos las puertas y las ventanas. Hasta llegamos a poner cinta en las rendijas para que
ninguna luz se inmiscuyera en nuestra oscuridad. Se detenían todos los relojes. Ya no sabíamos si
era de día o de noche o si era sábado. Jugábamos. Llamábamos a otros en nuestro interior, nos
transformábamos en enemigos, en parientes, en desconocidos. Las identidades y las certezas se
desvanecían. En alguna oportunidad, llegamos a pasar días, encontrándonos a tientas, invocando a
algo que era como dar la vida. Era una experiencia del éxtasis.

-¿Sabe que hay un psicoanalista, Donald Winnicott, que dice que todas las parejas deberían jugar,
cambiar sus imágenes, para mantener un sentimiento renovado, pasional? Él mismo jugaba todos
los días con su esposa.

-¡Pero este hombre y yo no éramos una pareja! Una vez me propuso que nos casáramos. Yo tengo
una hebra de locura. ¡Él es totalmente loco! La propia intensidad y belleza de esos juegos los vuelve
peligrosos, acaso al borde de una línea sin regreso. No son ceremonias que puedan repetirse a
menudo. Además, ¿qué iba a hacer yo con un hombre que viene a cualquier hora, cualquier día y
que es insoportable?

-Usted siempre ha amado su soledad.

-Si permanezco acompañada al cabo de mucho tiempo, comienza una inquietud, una necesidad de
mar y perros.

-Sin embargo, muchos hombres han querido casarse con usted.

-Pero en general no les gustan mis condiciones.

-¿Su necesidad esporádica de soledad?

-Hace años, en París, caminaba con un hombre por un quai de la Seine. Súbitamente, el hombre me
propuso matrimonio. Yo le dije que me interesaba, pero que había algo que él debía saber: que yo
siempre iba acompañada de doce caballeros blancos y negros. Cuando yo decía: a la derecha,
llevaban un pie a la derecha. Cuando yo decía a la izquierda, se volvían hacia la izquierda. Al
rencon-trarme con el hombre, al cabo de una semana, se acercó sin saludarme y me dijo que al día
siguiente se volvía a Montevideo a casarse con otra. Qué raro, ¿no?

-Usted ha hecho desmayar a muchos uruguayos. He oído que

en un tiempo, en las reuniones, mostraba un cuaderno, diciendo que en él estaba la lista de los
nombres fascinantes que se habían enamorado de usted. Esa libertad, en el Uruguay de los años 50
y 60 escandalizaba a casi todos.

-A Benedetti nunca, por ejemplo. Los demás no la consideraban libertad ni se escandalizaban.


Decían que yo era una ordinaria.

-También fue una explosión de libertad mayúscula (y, para algunos, de escándalo) cuando usted
publicó sus Poemas de amor a Juan Carlos Onetti.

-No. Yo escribí Poemas de amor trabajando con la memoria de varias vivencias. Luego se los
dediqué a Onetti. No es lo mismo.

-Sus textos, su modo de vivir, todo ha sido sorprendente en su vida de mujer montevideana. ¿Se
siente vinculada al feminismo?
-Soy libre.

-Al escucharla, pienso en algunos textos semióticos de Kristeva, de Barthes, donde, por un lado, hay
frialdad al referirse a cualquier texto. Contradictoriamente, en ellos se connota una intensa
jouissance, placer estético y orgasmo al mismo tiempo.

-El trabajo semiótico me parece muy original. Precisamente porque, en medio de la reflexión,
transpira subjetividad.

-Idea: muchas gracias por este momento y por tantos otros. Yo quisiera poder expresarle…

-No sé por qué mucha gente se acerca a mí para expresarme cosas o me escribe cartas. ¿Creerán que
yo sé de expresión? En todo caso, usted se expresa más o menos bien. Y para mí también ha sido
muy grato, si me permites que te tutee, conversar contigo.

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Medio = BRECHA :: Sección = LUPA/SOCIEDAD :: Fecha = 30/04/2009 :: Pagina = 2

La canción y el poema

(Idea Vilariño y Alfredo Zitarrosa)

Hoy que el tiempo ya pasó,

hoy que ya pasó la vida,

hoy que me río si pienso,

hoy que olvidé aquellos días,

no sé por qué me despierto

algunas noches vacías

oyendo una voz que canta

y que, tal vez, es la mía.


Quisiera morir -ahora- de

amor,

para que supieras

cómo y cuánto te quería,

quisiera morir, quisiera… de

amor,

para que supieras…

Algunas noches de paz,

si es que las hay todavía

-pasando como sin mí

por esas calles vacías,

entre la sombra acechante

y un triste olor de glicinas,

escucho una voz que canta

y que, tal vez, es la mía.

Quisiera morir -ahora- de

amor,

jara que supieras

cómo y cuánto te quería;

quisiera morir, quisiera… de

amor,

para que supieras…

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Medio = BRECHA :: Sección = LUPA/SOCIEDAD :: Fecha = 30/04/2009 :: Pagina = 3

Entre poetas. Idea Vilariño y Mario Benedetti

ALGUNA SECRETA SIMBOLOGÍA hizo que esta semana se internasen, con diferencia de un día,
los dos poetas más conocidos y queridos de Uruguay. Idea murió y Mario está en estado grave y
delicado. Ambos nacieron en 1920 y se conocieron a fines de los cuarenta cuando la aventura de la
revista Número. La amistad perduró, según reza la leyenda, sobre esenciales coincidencias éticas y
políticas y a pesar de algunas diferencias. Brecha fue -a veces también con tensiones y
alejamientos- la casa de ambos. Aquí los reúne a través de dos cartas, que en fechas dispares
convocan temas fundamentales a su peripecia de intelectuales: la ética del escritor y la estética de la
poesía. Lejos de preconceptos fáciles, hay la modulación íntima y cercana cuando Mario aconseja
“a pedido” si aceptar o no una beca estadounidense y cuando Idea le explica a él por qué no le gustó
su último libro.

Madrid, setiembre 2 de 1982.

Querida Idea:

Le escribo en el único papelito que tengo a mano aquí, en un hotel de Madrid. Hace dos días que
vine de Dinamarca (estuve con Daniel, el cantante) y mañana parto hacia México. Luz acaba de
leerme por teléfono su carta-consulta, y aquí estoy, tratando, como usted me pide, de ser
absolutamente sincero en mi respuesta. Y ésta no es fácil, dadas las circunstancias de hoy. Usted
sabe que allá por el 65 o 66 a mí me ofrecieron la Guggenheim (por recomendación de Frasconi*) y
la rechacé. Antes, sin embargo (en el 59/60), había aceptado la invitación del American Council
para ver teatro en Estados Unidos durante cinco meses. Ese viaje me convirtió en un antiyanqui
vitalicio. De modo que, en mi propia historia, constan un Sí y un No. Esa aparente contradicción se
explica, creo, porque uno va cambiando, y hasta es probable que haya podido decidir el No del 65
por lo que aprendí cuando el Sí del 60. Sé de gente de izquierda (como Haroldo Conti y más
recientemente Jorge Musto) que rechazaron la Guggenheim, y sé de otra, también de izquierda
(como Augusto Boal, además del citado Frasconi), que la aceptaron en distintas épocas, y ese hecho
no aminoró su militancia. Quizá por eso, mi tendencia actual es a no ser esquemático en el tema, y
menos aun en las actuales circunstancias del Cono Sur. Creo que lo esencial es cómo se siente uno,
en qué disposición. Si uno acepta a contrapelo de sí mismo, el resultado puede ser negativo; pero si
halla en sí mismo una motivación legítima, probablemente sea para bien. No descarte, además, que
pese a todo le nieguen la visa. El año pasado me invitaron la Universidad y el Colegio de Abogados
de Puerto Rico para conferencia y lecturas de poemas, y decidí aceptar, primero porque era Puerto
Rico y luego porque los organizadores eran independentistas. Sin embargo, todo quedó en la nada,
porque el Departamento de Estado me negó la visa. A esta altura, usted probablemente estará
pensando que aún no le he contestado. Pero la verdad es que, sinceramente, no puedo ir más lejos,
porque yo tampoco tengo claro cuál debe ser su respuesta. Si usted me hubiera planteado la
pregunta en 1960, le habría dicho que no, sin vacilar. Pero hoy el consejo nunca puede ser tan
tajante, y creo que las razones que usted considera en su carta son muy atendibles, y también es
atendible el espacio que la aceptación abriría para su propio trabajo. O sea que vuelvo a lo primero:
lo esencial, para que todo no derive en una frustración, es el estado de ánimo, la disposición que
permita trascender las interpretaciones ajenas y enfrentar los escrúpulos propios. Dentro de 20 días,
aproximadamente, estaré de vuelta; le digo por si quiere escribirme de nuevo. No sé si sabe que a
fines de julio murió la madre de Claribel.** Seguramente los veré en México, a ella y a Bud. Parece
que estarán nuevamente en Mallorca a comienzos de octubre, pues ya concluyeron su segunda etapa
nica. Ahora estoy embarcado en un nuevo libro de cuentos, pero todavía le falta bastante. Recuerdos
a Jorge,*** cariños de Luz y un fuerte abrazo de Mario

* Antonio Krasconi (1919), pintor y grabador uruguayo. Fue caricaturista de Marcha.

** Claribel Alegría, la poeta salvadoreña, Bud es su esposo.

***Jorge Liberatti, esposo de Idea.

Octubre 25, 1998.

Querido Mario:

Espero que a esta altura ya haya quedado atrás toda tu historia de piedras y cesáreas. Aquí hicimos
una especie de correo -Claps, Jaunarena, yo, Viglietti, Coriún- que significaba que lo que uno
*sabía, lo sabían todos. Ahora ya te estás aproximando y sabremos de ti por ti. Nosotros andamos
bien, incluso Yenia -que pasó un mal invierno-, y mis ojos que al parecer no tienen arreglo.

Te debo carta desde que te fuiste. Pero la cosa era que se trataba de una carta difícil. Porque te dije
entonces que te escribiría sobre tu libro, y no sé cómo decirte que no me gustó. No es eso
exactamente. Tal vez si empezara por el principio. La cosa es que estamos en polos opuestos (o
todos los polos son opuestos?). No sé si te acordás de mi No. El último poema dice: “Inútil decir
más. Nombrar alcanza”. Y en eso ando hace tiempo, cada vez más, prohibiéndome -y no
necesitando-explicar, desarrollar. Si ese hermoso heptasílabo de tu libro se me hubiera ocurrido a
mí, ese verso sería el poema. Lo hubiera metido, así desnudo en el No, sin más. Está lleno de
contenidos, no es necesario decir más. Explicarlo parece un procedimiento prosaico, le quita
profundidad. Y tenes muchos versos así, hermosos y llenos de contenido. Lo mismo digo de los dos
versos finales de “Cartas de amor” o de los cuatro finales de “El mar”. En ambos casos allí está todo
el poema. Pero… Tengo por ahí cantidad de papeles con cuatro o cinco versos cada uno y cuando a
alguien se le ocurre editarme un nuevo libro me avergüenza entregar, y aun mostrar, esas breves
nadas. Pero tengo como claras dos o tres cosas: que un poema debe decir una sola cosa, que no debe
explicar, desarrollar, definir ¿estaré tan segura?, que debe quedar en la memoria. Y sin embargo.
Sin embargo, amo y conservo en la memoria poemas largos y explicativos. Entonces, qué estoy
diciendo. Mejor será que no envíe esta carta. Ya sé que no hay recetas; ya sé que el éxito universal
de tus poemas -y de todo lo tuyo- hace que cualquier objeción que pueda hacerte sea por lo menos
impertinente. Simplemente estoy queriendo decirte por qué no me “gustó” este libro tuyo. Creo que
el anterior me gustó mucho y que te escribí al respecto. Tengo que releerlo para ver por qué me
gustó tanto. También me pareció excelentísimo (no sé si te lo dije) el de ensayos. De manera que no
me hagas mucho caso. Tengo un problema con este libro, y te lo digo. No quería dejar de escribirte
y a la vez no podía dejar de decirte lo que pensaba. Siempre lo hicimos así, aunque tú has sido tanto
más generoso y delicado con mis cosas. Sabes, supongo, que sos un gran tipo. Salen unos ensayitos
míos -prologuitos, notas-, creo que muy mediocres, y podrás vengarte con toda razón de mis
impertinencias. Un abrazo, y cariños para Luz.

Idea

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Idea y Brecha

IDEA SE INTEGRÓ naturalmente al equipo proveniente de Marcha que fundó Brecha en 19B5
cuando se recuperó la democracia en Uruguay. Hugo Alfaro, Mario Benedetti, Carlos María
Gutiérrez, eran sus amigos y coge-neracionales. Después del silencio, Brecha era el lugar natural
para Idea que, a diferencia de todos ellos, y de Eduardo Galeano, de Carlos Núñez, participó
siempre exclusivamente a través de colaboraciones, sin formar parte de la redacción, ni alterar aquel
primer predominio masculino sin fisuras del antiguo consejo de redacción. Pero, con el rigor de
siempre, con el gesto exigente y generoso de dar “lo mejor” para las páginas efímeras de la prensa
que aprendió en Marcha, entregó ensayos exigentes y originales que aguardan como un tesoro a ser
rescatados de la colección brechiana. Escribió, por ejemplo, “Los versos de Paco”, un fino análisis
de los cuentos de Espinóla, donde su oído entré-nado en la lírica y las artes olvidadas de la prosodia
pudo escuchar los versos que escondía la prosa de “El hombre pálido” y de “¡Qué lástima!”.
Escribió, otras veces, de Discépolo, de Cabrerita y de Megget, siempre ocupada en descubrir esa
misteriosa cualidad que hace que se produzca un artista, un poeta culto o popular, contra toda
explicación y expectativa. Fue una obsesión subterránea acaso a toda la ensayística de Idea, la
indagación de las raíces y las razones del artista. Conmovedora, porque fue su amigo, es su
conclusión asombrada sobre Cabrerita: “Él aceptó limosnas, aceptó tutelas e imposiciones, pasó
privaciones, pasó miserias, pasó la miseria mayor de la Colonia y en ella las privaciones mayores de
no pintar, de no ver pintura, para salir de ese infierno a seguir pintando, pintando. Eso es lo
portentoso, esa implacable vocación, esa decisión absoluta en un expósito, en un chico de la Unión
que no terminó la escuela, en un muerto de hambre”. (Brecha, 29-I-93.)

Pero, como antes en Marcha (cuando se alejó porque Quijano le censuró aquel verso “un pañuelo
con sangre semen lágrimas”), y como casi toda aventura en la vida de Idea, tampoco fue apacible y
sosegada su relación con Brecha. Consta en toda cronología más o menos completa de su vida: su
renuncia de 1993, el mismo año en que publicó su artículo sobre Cabrerita, por “desavenencias en
cuanto a la manera en que el semanario trataba los temas de Cuba”. Idea no tuvo fisuras en su
adhesión a la revolución cubana, ni siquiera matices o modulaciones. Nunca algo parecido al “Cuba
duele” de Galeano. Recuerdo una vez en el Sportman, sus reproches por una nota que yo había
sacado sobre el caso de María Elena Cruz Várela, la poeta cubana opositora a Fidel. No le parecía
una poeta valiosa, pero separaba bien ese juicio de su condena a la pertinencia de mi nota. Aveces
se enojaba tanto que no conforme con no escribir, anunciaba que dejaría de leernos. Nunca cumplió,
sin embargo, aunque a veces lo simulaba. Fue en cambio, en ocasiones, crítica dura de lo que
sacábamos en las páginas, y otras, una generosa animadora de lo que le parecía bueno. Todos estos
años Brecha fue además el lugar natural para que Idea enviase sus mensajes públicos. En diciembre
de 2000, en una carta en el correo de lectores, se preguntaba ante el anuncio inconsulto de su
presencia en “eventos” tales como “La mujer del año” y las jornadas poéticas Tertulias Lunáticas
(“me fatiga leer u oír leer lo qué no siempre es poesía”), por qué usar el nombre de quien no quiere
y se niega.

Creo que ella también supo que estaba condenada a ser parte de Brecha. Cuando en abril de 2000
vino Gelman a Montevideo a recuperar y encontrarse con Macarena, su nieta desaparecida, y dio un
recital de poesía en El Galpón, fue Idea quien le dio la bienvenida. Naturalmente le pedí su texto
para sacarlo en Brecha. Guardo aquel original mecanografiado en cuyo margen inferior escribió con
su inconfundible y achatada letra redondita: “Esto yo no te lo di”.

A I L B

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LOS ADIOSES

“Morirse

no morirse

y estarse triste repartiendo adioses

moviendo

adiós

apenas

el pobre corazón como un pañuelo”.

“Los adioses”, 2001.

IDEA VILARIÑO MURIÓ a la una y cuarto de la madrugada del martes 28 de abril de 2008,
después de sobrevivir a una intervención quirúrgica. Estaba muy frágil, un trapito en la cama del
sanatorio del CASMU de 8 de Octubre y Abreu. Ella que fue fuerte, dura cuando las adversidades y
la infamia. El cuerpo se acababa y humillaba belleza, pero le fue concedida hasta el final la gracia
áspera de la lucidez. Sostenía el estilo, su fino humor. ¿Agradecía las palabras que la sacaban del
penoso acabar? ¿O era urbanidad atenta que ahorraba a los amigos minucias de sanatorio? ¿O
predicaba silenciosa elegancia al desviar delicada y firme, el optimismo abnegado, la sonsera
medicalizada? La víspera de la operación Idea le preguntó a Daniel Viglietti cómo era que pasaba
de la parte suave a la fuerte en su musicalización de la canción (suya, de Idea) “A una paloma”.
Viglietti se la cantó bajito al pie de la cama. No será justo ni sabio intentar disimular la fealdad de la
vida cuando imita sus versos y es cansancio, enfermedad, corredores y remedios y tristeza cerrada,
y mezquindad, pero ese gesto y otros ocurrieron y ella mantuvo aquella cortesía de la inteligencia y
aquel interés tan suyo, curioso y tierno por las personas.

Igual reservó su ensimismado orgullo. Y consecuente murió -literalmente- con los ojos abiertos.
Hacia atrás su fina calavera.

Entonces, dos amigos sin experiencia ni aptitud atravesaron la noche insomne para cumplir con las
precauciones que ella dispuso para su despedida. Podía intuirse la burlona mirada de la poeta sobre
los pasos de comedia involuntaria que transitaron estos dos en los andamios del lucro luctuoso y los
modales untuosos de quienes se ganan la vida con la muerte. Al fin lograron cumplir las
instrucciones de Idea. Tal como se lee en los trazos gruesos de drypen negro en la hoja de cuaderno
cuadriculada: “Nada de cruces. En avisos y etc sólo el nombre y apellido, Idea Vilariño. No morí en
la paz de ningún señor, etc.”

A pesar de la insistencia de los medios, Idea fue velada por muy pocos en la sala de Martinellí, pero
en el atrio de la Universidad, adonde fue llevado el féretro antes de partir hacia el Cementerio del
Norte, tuvo los aplausos cerrados más largos de un grupo humano grande, etariamente extremo y
variopinto. Hablaron autoridades que saben quién es Idea Vilariño o fueron sus amigos. El rector
Rodrigo Arocena y el decano de Humanidades, José Seoane, por la Universidad que fue su casa; por
el Ejecutivo, la ministra de Educación y Cultura, María Simón, y el director de Cultura, Hugo
Achugar, poeta y amigo, que fue quien justificó alguna virtual desobediencia. Contra las probables
preferencias austeras de Idea, su féretro mereció la bandera uruguaya. “Porque ese gesto no es para
Idea, sino para mejorarnos a todos nosotros” .argumentó. De cara a una luminosa y
provincianamente ajetreada 18 de Julio, los presentes se formaron en espontánea militancia y
sostuvieron en un aplauso emocionado, inextinguible, el desafío de los versos que acababan de
decirse y los invadían ahora de intensidad callada a cada uno.

Sobre el cajón, junto a las flores, quedó en ofrenda un papelito rosado como arrancado de una de
esas libretitas, que en letra redonda de caligrafía adolescente, leía:

Idea te dejamos un beso

Camila, Renata, Manuela, Gabriela y Gustavo:

“Siempre vas a ser una maestra”.

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Un poema inédito recuperado

El 25 de marzo pasado, hace apenas un mes, Idea Vilariño le pidió a Virginia Friedman que anotase
este poema que le venía a la memoria. Virginia, que había trabajado anteriormente con Idea en
recopilación de materiales para el libro Idea: la vida escrita, recordó la existencia de un original
anterior de este soneto, tachado (desechado) en alguna libreta. Entre ambas lo recuperaron. “Dáselo
a Ana Inés, para que lo ponga donde deba ir”, le dijo. Reivindicado, el poema de juventud irá
entonces ahora con derecho a su Obra completa.
¡Si todo está cansado, saciado de destinos!

Sabe que las estrellas y el cielo están vacíos, que cada movimiento, cada flor es en vano, que los
astros se mueren muy lejos de tus manos, que todo está cansado, saciado de destinos.

Deja que te consuma la vida, y entretanto contempla como nubes, no más, subir los cantos, y caer
las palabras como lluvia a tus plantas.

¡Si todo está cansado, saciado de destinos!

Escúchate morir sin elegir camino

y piensa en lo que eres, si eso aún te espanta.

4 y 5 febrero de 1943″

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Idea

EDUARDO GALEANO

Yo NO SÉ si el alma tiene alitas y sube al cielo, o cae, fulminada, al infierno.

Me lo decían en la infancia.

Como no me morí, no pude comprobarlo.

En cambio sí sé, me consta, que hay palabras que viajan.

Aunque calle la boca el que las nombró, esas palabras vagan por los cuatro rumbos del mundo.

Idea Vilariño fue un arbolito que creció al revés, con las raíces al aire. El arbolito ya no está, pero
de sus raíces se han desprendido palabras de rara hermosura.

Esas palabras, dolidas y dolientes, andan por los caminos del aire.
Van en busca de queridos y querientes.

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