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Antecedentes del alfabeto

“El lenguaje no es estático y que el alfabeto latino moderno es el resultado de una continua
transición que viene de varios milenios" (Ambrose y Harris).

El primer sistema de escritura estandarizado que se conoce hasta el 2017 es el cuneiforme, en el


que se utiliza un estilete en forma de cuña para realizar marcas sobre la arcilla húmeda. El origen de
este sistema se remonta al 3500 a. C. en la antigua Mesopotamia, más precisamente Sumeria, y
servía para registrar intercambios comerciales.

Un alfabeto es una serie de signos —las letras— sobre las que existe un consenso cultural para que
sirvan como representación de sonidos específicos. Antes de que los fenicios (una comunidad de
navegantes y comerciantes que vivió en lo que hoy en día es el Líbano) desarrollasen un alfabeto,
en torno al 1500 a. C., el lenguaje escrito representaba una palabra completa en cada signo.

Las primeras formas de escritura cuneiforme se leían en columnas y de forma descendente, pero
luego se transformaron en renglones que se leen de izquierda a derecha. Con este cambio, se
ladearon los signos. El mencionado tipo de escritura empezó a desaparecer a medida que
comenzaron a extenderse otros sistemas lingüísticos semíticos por la región.

Asimismo, desde el 3000 a. C., se registró el uso del sistema jeroglífico en la región de Egipto.
Este es un sistema de escritura basado en pictogramas, es decir, un elemento gráfico que describe
una acción o una serie de acciones mediante referencias visuales. Cada pictograma representa un
objeto, una herramienta o un animal en lugar de un sonido vocal. El sistema jeroglífico puede
escribirse de derecha a izquierda, de izquierda a derecha o de arriba abajo. La dirección de lectura
se deduce del sentido en el que están encaradas las personas o los animales. Esto significa que el
texto se lee a partir de considerar la dirección hacia la que apunta el rostro.

Con el paso del tiempo, este sistema fue simplificado y, en un principio, se transformó en la
escritura hierática, que luego daría lugar a la escritura demótica.

En conjunto, los sistemas cuneiforme y jeroglífico logran la asignación de un significado a un


símbolo y la codificación de significados específicos en símbolos determinados. Esto permitió la
representación visual de ideas complejas. Específicamente en el caso del sistema jeroglífico,
permite otorgar una estructura a la escritura y a la lectura de símbolos (lectura de acuerdo con la
orientación del rostro).

Alrededor del 1600 a. C., al este del Mediterráneo, se crearon las bases del alfabeto latino
moderno. Los pueblos semíticos, entre ellos los fenicios, fueron los encargados de formalizar un
sistema de 22 signos o símbolos que representan sonidos en lugar de objetos o significados. Una
parte del diseño de estos signos está basada en la escritura cuneiforme sumeria y otra parte en la
demótica egipcia.

Este alfabeto es principalmente consonántico, es decir, solo representa consonantes, ya que no tiene
la necesidad de figurar vocales porque estas son representadas a través de signos diacríticos, al igual
que en el árabe y el hebreo actual (ambos descendientes del arameo). Además, la escritura de los
fenicios es de derecha a izquierda, sin dejar espacios entre palabras. Solamente en algunas
ocasiones utilizan puntos para indicar las separaciones entre las palabras.
Para pronunciar esta escritura, basta leer el principio del nombre de cada pictograma reproducido:
es lo que se llama sistema acrofónico. Por ejemplo, el sonido B resulta de la articulación del
principio del nombre del pictograma que representaba el plano de una casa (y que se decía beth).

Gracias a los fenicios, se cuenta con las siguientes contribuciones:

• La existencia de veintidós símbolos que representan sonidos y no objetos.

• La combinación de los sonidos permite la formación de las palabras.

• Funciona como base para otros sistemas de escrituras posteriores.

• El sistema de los fenicios es el que permite la aparición de los principales caracteres del
alfabeto occidental actual.
Orígenes del alfabeto
Es lento el camino hacia el nacimiento del alfabeto latino. Hasta ahora, se ha visto cómo se
desarrollaron las bases a través de los primeros sistemas ideográficos: el cuneiforme y el
jeroglífico, para desembocar luego en el desarrollo de los primeros sistemas de escritura fonética
de tipo silábico, es decir, la representación del sonido a través del signo gráfico (este es el aporte de
los fenicios). Así, se pasa de un sistema gráfico que tiene miles de ideogramas (los jeroglíficos
egipcios eran 3000) a un sistema que tiene tan solo 22 signos. De esta forma, se sientan las bases de
algunas lenguas posteriores, tales como el griego, el hebreo y el latín.

La palabra alfabeto surge de la compresión de las dos primeras letras del alfabeto griego: alfa y
beta.

El alfabeto griego

El alfabeto griego aparece en torno al 900 a. C. Tras adaptar la escritura consonántica egipcia
(demótica), los griegos realizaron algunos cambios en el mencionado sistema: modificaron el valor
de ciertas consonantes y convirtieron toda sílaba en consonantes y vocales, eliminando así la
notación silábica. Tomaron del alfabeto fenicio los signos álef (a) y beth (b), entre otros. Además,
añadieron los signos de puntuación y los espacios.

En un principio, el griego antiguo se escribía en estilo bustrófedon, en el que el texto se empieza a


escribir de izquierda a derecha, en la próxima línea pasa a escribirse de derecha a izquierda y así
sucesivamente toda la página.

El estilo tenía tres métodos de escritura posibles: con renglones invertidos, con líneas y palabras
invertidas o bien con líneas, palabras y letras invertidas. Los renglones se leen hacia ambas
direcciones de forma alterna. Este estilo es abandonado con la introducción de los signos de
puntuación, lo que también significa el cambio de orientación de los signos.

Posteriormente, el alfabeto griego es exportado por las culturas etruscas y, más tarde, por la
romana.

El alfabeto romano

Hacia el siglo I se encuentra el nacimiento del alfabeto romano de veintiséis letras, que se forma a
partir del alfabeto griego y se difunde por todo el imperio. Los romanos cambiaron las formas de
varias letras griegas y añadieron las letras g, y y z. A medida que la influencia de Roma se expandía
por toda Europa, Asia Menor y el norte de África, también se expandieron el alfabeto romano y las
letras romanas. Las mayúsculas (caja alta), que constituyen la base de muchos de los tipos de letras
actuales, derivan de las letras que los romanos grababan en la piedra, motivo por el cual este
alfabeto recibe el nombre de romano. Durante mucho tiempo, las letras llegaron a dibujarse con una
técnica muy precisa y refinada.
El aporte esencial de los romanos puede resumirse en dos puntos:

• el desarrollo del alfabeto de veintiséis letras.


• la creación del sistema numérico basado en letras.

Por esta época, las letras manuscritas guardaban poca semejanza con las elegantes capitalis
monumentalis, es decir, las letras de los monumentos de la capital. La letra oficial, es decir, la que
se usaba para los documentos formales o todo tipo de comunicación que viniese del imperio, se
encuentra en lo que se llama capitalis cuadrata, muy diferente a su variante suave, la capitalis
rustica.

Sin embargo, también existe una letra de cursus (de carrera) que es de trazos muy libres y poco
elegantes, pero que existe por la necesidad creciente de comunicar, necesidad que provoca que las
letras tengan que ser más fáciles de dibujar y que tengan que adaptarse a las características de las
herramientas, como la pluma y el pergamino.

Hacia los siglos IV y V, se escribía con una letra de trazos redondeados, más fáciles de hacer que
las capitalis y que hoy se conocen como uncial o semiuncial. Estas letras, además de que
convierten en curvas muchas astas rectas, incorporan el rompimiento de la línea de base, haciendo
aparecer aquí los rasgos ascendentes y descendentes de la tipografía. Aunque, en aquel entonces, las
capitalis aún se utilizaban, al requerir un mayor esfuerzo comenzaron a ser utilizadas
principalmente para los titulares y partes destacadas de los manuscritos.

A partir de todo esto podemos decir que, de los estilos más ágiles, surgieron los trazos ascendentes
y descendentes que hoy caracterizan a un gran número de letras del alfabeto latino moderno.

Las semiunciales, que son una formalización posterior de la escritura cursiva, marcan el comienzo
formal de las letras de caja baja, repletas de trazos ascendentes y descendentes, dos mil años
después del origen del alfabeto fenicio. Debido a las revueltas políticas y sociales que se produjeron
en el continente europeo en aquella época, los mejores ejemplos de letras semiunciales provienen de
manuscritos realizados en Irlanda e Inglaterra.
El alfabeto latino en la Edad Media

Los estilos en la Edad Media

Escritura precarolingia

Con la caída del Imperio romano en el año 476, surgió una nueva etapa en la sociedad occidental
conocida como Edad Media o Medioevo, caracterizada por la fragmentación cultural. Durante la
Edad Media coexistieron muchos estilos, ya que cada centro de poder, cada monasterio, tenía su
propia tradición cultural.

Por ejemplo, el merovingio francés (siglos VII y VIII) tiene cánones formales bastante variables y
está caracterizado por un aspecto decididamente decorativo que reduce el grado de legibilidad. Los
trazos de las letras separadas están acentuados, las ascendentes y las descendentes se alargan de
modo desproporcionado, y son numerosas las ligaduras entre dos o más caracteres.

En Italia, la escritura más difundida es la cursiva beneventiana, empleada por los monjes de
Montecassino y denominada beneventiana. Las letras muy negras, con pocos contrastes de
claroscuro, tienen trazos cortados y algunos engrosamientos en las extremidades de los rasgos que
preanuncian la forma del gótico. Por otro lado, en los países anglosajones, se difunde la escritura
irlandesa: se basa en el estilo semiuncial y dispone de un trazo claro y legible. Su forma se la
reconoce por la típica terminación en triángulo.

Estos estilos, todos caracterizados por la abundancia de trazos ascendentes y descendentes,


generalmente se suelen confundir al llamarlos minúsculas merovingias, italianas o beneventanas,
ya que su función semántica era la misma que las capitalis monumentalis, solo que eran dibujadas
de una forma más libre y vivaz.

Minúsculas carolingias

A finales del siglo VIII, Carlomagno, rey de los francos, comenzó a extender su dominio hasta
convertirlo en un imperio, el denominado sacro Imperio Romano. Al hacerlo, Carlomagno vio la
necesidad de mejorar su sistema de comunicación, unificando los tipos de escritura y estableciendo
como idioma oficial el latín.

Fue entonces cuando llamó al monje inglés Alcuino de York para que cree un sistema unificador de
los estilos. Alcuino no creó un sistema desde cero, sino que adaptó una caligrafía propia de sus
tierras, la despojó de ornamentos y reglamentó una novedosa forma de sostener la pluma y una serie
de reglas para la escritura. Es decir, se estableció un ductus de trazo de los signos para lograr
mantener la unidad en los modelos. Este tipo de escritura es reglamentado para las minúsculas, ya
que las predecesoras capitalis quadrata o rústica se seguían usando. A este sistema se lo conoce
como minúsculas carolingias o escritura carolina. Su éxito se debe al hecho de que, primero,
Carlomagno lo impuso por ley y luego hizo revisar y transcribir todos los libros de la Iglesia a este
sistema.

“El ductus describe la dirección, la secuencia y el número de trazos que componen un signo; cada
letra tiene un ductus específico”.

Las letras de la escritura carolingia presentan pocas y esenciales ligaduras, tiene ascendentes y
descendentes contenidas en un ojo que resulta amplio y legible aunque no ocupa mucho espacio.
Algunas minúsculas, tales la "a", "g" y la "r" asumen en este momento de su evolución la forma
definitiva, que se encuentra luego en los caracteres tipográficos.

Además, se empezó a tener un mayor cuidado en la composición de los textos, permitiendo líneas y
palabras más espaciadas.

Hacia el siglo IX surgieron numerosos talleres de copistas que dieron origen a los scriptoria y de
éstos destacó el de Saint Martin de Tours, en Francia, por la calidad de su producción que estuvo
bajo la dirección del abad Alcuino. Aquí se perfeccionó el modelo carolino, cuya versión tardía
(hacia el siglo XII y XIII) sirviera de inspiración para la letra humanista del Renacimiento italiano.
Como era de esperarse, el modelo instaurado evolucionó y poco a poco fue adoptando rasgos
insulares que fueron quebrando la forma de los signos. Esta transición que duró cerca de tres siglos
y que se consolidó hasta finales del siglo XIII, dio origen a un nuevo modelo que también obedeció
a «la aceleración del ritmo de escritura, la escasez de pergamino y la búsqueda de una nueva
estética» ya era evidente en la propuesta arquitectónica.

Estilos pregóticos o protogóticos y góticos

A partir del siglo X, con el inicio de las Cruzadas, se abrió el mercado de Occidente y, junto con
esto, se ampliaron los horizontes culturales, se empezaron a construir grandes catedrales, se
fundaron universidades y nuevos centros de estudio y cultura. Todo esto hizo que los libros
empezaran a ser considerados como instrumentos necesarios para el estudio y de uso más común
que en épocas anteriores. Esta demanda generó ciertas modificaciones necesarias en los estilos
caligráficos con el fin de emplear menos tiempo en su ejecución y ocupar menor espacio en la hoja.
Se compactó horizontalmente y también se redujeron los largos ascendentes y descendentes,
cambiando el estilo amplio y generoso del sistema carolingio a un estilo más apretado y anguloso.
Esto es lo que se llama estilo pregótico, cuya aparición suele localizarse a principios del siglo XI,
en el norte de Europa, más precisamente en Normandía, aunque no se terminó de imponer como
norma hasta mediados del siglo XIII, en el que se adoptó lo que se llama escritura gótica textura,
nombre justificado por el aspecto de trama cerrada que ostentan las páginas escritas.

La forma original más antigua, usada para códices y textos elegantes, es llamada Textura, nombre
justificado por el aspecto de trama cerrada que ostentan las páginas escritas. Tiene una disposición
extremadamente rigurosa: módulos repetitivos verticales forman las letras por separado que se
diferencia una de la otra por pocos trazos característicos. Para acentuar la uniformidad, la distancia
entre los rasgos verticales (largo 1/5 de la altura) es siempre constante e igual al espesor del rasgo
mismo. La angulosidad está aumentada por la típica terminación en diamante de los trazos.

Por más que no haya registros físicos de alguna guía de trazos para este estilo, se aprecian reglas
estrictas y muchas similitudes en las variantes, tanto en las proporciones, espacio entre letras, el
ángulo de escritura, como en los rasgos y las terminales de los distintos estilos de letra góticos. La
gótica de textura de finales del siglo XIV era tan precisa y estaba tan normada que las reglas de
escritura sirvieron de base para consolidar uno de los inventos más grandes de la humanidad: la
imprenta, justo a mediados del siglo XV.

La escritura humanista

A mediados del siglo XV, empezó a cerrarse otra etapa en la historia de Occidente conocida como
Edad Media. A veces, se toma como inicio del fin de la Edad Media el descubrimiento de América,
en 1492, y otras veces se toma la caída del Imperio Romano de Oriente, el Imperio Bizantino, en
1453. Durante esta época y como movimiento de transición entre la Edad Media y la Edad
Moderna, se desarrolló una corriente de pensamiento o un movimiento cultural llamado
Renacimiento, que abarcó varios estratos de la vida social de la época y estuvo guiado por la
corriente de pensamiento del Humanismo.

La escritura humanista surgió como rescate de la minúscula carolingia por parte de los estudiosos
del Renacimiento por considerar a la escritura gótica, por su pequeño tamaño y lo excesivamente
elaborado de sus formas, un tanto difícil de leer.

Los estilos tipográficos que hoy llamamos humanistas surgieron como rescate de la legendaria
minúscula carolingia del siglo VIII d.C. (en realidad de sus versiones tardías de siglos XI y XII),
último momento de la historia europea al que los renacentistas veían asociada una cierta unidad
político-cultural.

Petrarca (1304-1374) fue el precursor de esa admiración por la carolingia, la reflejó en su propia
letra de copista y la llamó “lettera antica” en oposición a los modelos medievales vigentes en su
época. A partir de su influencia y la de sus discípulos – Coluccio Salutati (1330-1406), discípulo de
Petrarca; y Poggio Bracciolini (1380-1459), discípulo de Coluccio–, los estilos caligráficos de los
manuscritos italianos del siglo XV, inspirados en los manuscritos carolingios, alcanzaron singular
belleza, demostrando la devoción de los humanistas al combinar sus ideales románticos con sus
capacidades artísticas. Hacia 1400 Poggio Bracciolini escribe una nueva lettera humanistica, muy
inspirada en las carolingias de los siglos XI y XII.

De acuerdo a Donald Anderson, ese es el corazón de nuestro alfabeto minúsculo. Sin apuro este
estilo convivió durante casi un siglo con la gótica rotunda y con varios estilos de bastarda, una
gótica itálica típicamente francesa.
La invención de la imprenta

El primer libro impreso del mundo occidental es una Biblia de 42 líneas, por un total de entre 180 a
200 ejemplares, impresa en Maguncia (hoy, Alemania) hacia el 1455, por medio de la imprenta de
tipos móviles de Johann Gutenberg. Si bien se reconoce a Gutenberg como su inventor, se debe
considerar que esto es una mirada simplista, dado que los grandes cambios suceden en medio de
complejos procesos, es decir, ciertos antecedentes fueron necesarios para la creación de la imprenta.

Movimientos previos e invención de la imprenta

Entre los siglos IX y XI, en China y Corea se desarrollaron sistemas de impresión con caracteres
móviles realizados con diferentes materiales: madera, arcilla cocida e incluso metal. No se sabe con
exactitud si estas invenciones llegaron a Europa y, si llegaron, cómo lo hicieron, pero se presume
que en el siglo VI en Europa ya se usaban bloques de madera para estampar en textiles.

El encargado de perfeccionar la forma de imprimir es Gutenberg, idea ya trabajada en Europa de


diferentes maneras. Esto significa que, para crear la imprenta, Gutenberg experimentó durante
mucho tiempo con técnicas y materiales comunes en su época. Específicamente, nos referimos a las
más reconocidas, que detallaremos a continuación.

• El papel o el método de fabricación del papel. Se trata de un invento chino de gran


significación, transmitido por los árabes en Europa.

• Fundición de piezas de metal y estampas en las mismas piezas. Gutenberg, orfebre de


oficio, sabía cómo hacerlo.

• Utilización de tintas para escribir o estampar.

• Utilización de prensas para procesar lino, uvas u otros materiales.

En efecto, los puntos anteriores resultan esenciales para comprender la creación de la imprenta. Esta
fue posible porque las técnicas anteriores y materiales estaban disponibles en la época. Ahora bien,
¿cuáles son las innovaciones de gran importancia que desarrolló Gutenberg y que le valen para
reconocerlo como creador de la imprenta? Entre estas y siguiendo a Gorodischer (2010), podemos
destacar algunas.

• El sistema ajustable de moldes para fundir tipos móviles. Esto evitaba el desarrollo de un
molde individual para cada letra de distinto grosor, ya que los caracteres metálicos podían
combinarse y volver a utilizarse.

• La ideación de una aleación que era blanda, como para fluir dentro de los matices, pero
también dura, como para que se pudiera presionar de manera reiterada.

• La afirmación acerca de cuál es la composición de la mejor tinta para realizar impresiones.


A partir de registros históricos de la época, puede comprobarse que Gutenberg tenía carencias
económicas, razón por la cual, en reiteradas oportunidades, solicitó y adquirió diversos préstamos.
Su imprenta no fue la excepción; es decir, para llevar adelante la imprenta que dio lugar a la Biblia
mencionada en la introducción, Gutenberg recibió un préstamo del empresario Johann Fust, quien,
luego de un reclamo legal, le obligó a entregar todo su material.

A partir de aquel pleito económico, Johann Fust, en conjunto con Peter Schoeffer, quien era
inicialmente asistente de Gutenberg pero luego fue yerno de Fust, obtuvo todas las pertenencias
materiales de Gutenberg, incluida la Biblia a medio terminar. Fueron ellos, en realidad, quienes la
terminaron y vendieron. Es así como la dupla Fust-Schoeffer inició un negocio de impresión y
edición, posteriormente heredado por el hijo del último, y a quienes se les reconocen importantes
avances en materia de edición y tipografía. Sin embargo y a pesar de todo lo anterior, es a
Gutenberg al que se lo reconoce como inventor de la imprenta e incluso como encargado de la
primera impresión: la Biblia.

Efecto de la invención de la imprenta

La sistematización para la producción de los tipos móviles que permitió la imitación de la


escritura caligráfica fue gracias a las reglas precisas en las que se había fundado el modelo gótico de
textura —como el que se empleó en la Biblia Gigante de Mainz (1452-1455)—, y cuya similitud
con la biblia de Gutenberg de 42 líneas (1452-1455), es evidente, aunque no ha podido comprobarse
si ésta fue el modelo del impresor. Lo que sí es evidente es que la estandarización en los anchos y
proporciones para la producción de los primeros tipos romanos humanistas es idéntica a la
empleada en la fabricación de los tipos góticos de textura empleados por el maguntino.

Al respecto, Blokland explica que «son el resultado de la reutilización de los patrones que
emplearon los tipos de textura para la producción de los tipos romanos».

El efecto que tuvo la invención de la imprenta en toda Europa dio origen a distintos estilos
tipográficos, por ejemplo, el blackletter en Francia. Sin embargo, también sucedió que muchos
impresores decidieron adoptar la escritura veneciana, como resultado de la expansión del
Renacimiento y el Humanismo como corrientes de pensamiento hegemónicas de la época.

La imprenta trajo consigo la creación de nuevos oficios y formas de comercio del libro. Una de
estas actividades fue la de cortador de tipos, quien se encargaba de tallar los signos en un punzón y
con éstos fabricar matrices para la fundición de tipos. Los punzones, en algunos casos, fueron
producidos por el mismo diseñador, en otros, el punzonista era sólo un ejecutante, aunque, no por
ello debe demeritarse la calidad de su trabajo, pues, existieron figuras, como la de Francesco Griffo,
quienes fueron los verdaderos artistas de la letra.

Hacia finales del XV e inicios del XVI, la diseminación de la imprenta en toda Europa dio pie a un
sinnúmero de talleres y oficiantes de la tipografía con nuevas propuestas de diseño de letra como
Aldo Manuzio y su colaborador Francesco Griffo, en Italia; Antoine Augereau, Guillaume Le Bé ,
Simon de Coline y Claude Garamond, en Francia; Christoffel Plantin en Bélgica, o Hendrik van den
Keere en Holanda. Con mayor o menor destreza y calidad cada uno de ellos propuso sus propios
especímenes tipográficos y mostró los distintos cuerpos en los que se talló la letra, acompañado de
una impresión completa o parcial del repertorio de signos, también, con los ornamentos e idiomas
disponibles. Todo lo anterior se estampó en hojas sueltas y hasta ese momento el espécimen
cumplió con una función específica: mostrar las cualidades de la letra y destacar las diferencias con
respecto a otras propuestas existentes.

La imprenta se expande por Europa

En 1462, la ciudad de Maguncia fue arrasada por las tropas del arzobispo de Nassau. Los
impresores —la mayoría de los cuales se habían desplazado desde otros países para aprender la
nueva tecnología— volvieron a dispersarse por toda Europa en busca de refugios más seguros para
la práctica de su oficio.

En 1465, dos impresores alemanes —Conrad Sweynheym, que había sido ayudante de Schöffer en
Maguncia, y Arnold Pannartz— fundaron una imprenta en el monasterio benedictino de Subiaco,
unos 50 km al este de Roma, donde continuaron trabajando hasta 1473. Al igual que Gutenberg
había fundido sus tipos a imitación del estilo de escritura prevaleciente en el norte, Sweynheym y
Pannartz fundieron los suyos en correspondencia con la caligrafía italiana: la escritura humanista.

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