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TEMA 7 (Resumen)
TEMA 7 (Resumen)
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Este panorama puede ampliarse en Santos Sanz Villanueva, Literatura actual, t. 6/2 de Historia de la literatura espa-
ñola, Barcelona, Ariel, 1984, cap. 2 (“La novela”).
Los primeros años de la postguerra fueron Eugenio o la proclamación de la primave-
especialmente pobres en manifestaciones ra (1938), de Rafael García Serrano, se
artísticas. Los vencidos hubieron de salir al plasman los valores falangistas de una ge-
exilio, o permanecieron en un duro ostra- neración de “jóvenes, elementales, orgu-
cismo interior. La línea de la deshumani- llosos, católicos y revolucionarios”. García
zación artística parecía inapropiada para la Serrano es también autor de La fiel infan-
nueva situación en España (pero también tería (1943). La vinculación del ideal fa-
en una Europa que se debatía en la II Gue- langista y el alzamiento armado se percibe
rra Mundial). La desorientación estética en Leoncio Pancorbo (1942), de José M.ª
provocó, en unos, un evasionismo por la Alfaro, o Javier Mariño (1943), de Torren-
línea del humor o del irrealismo: El bosque te Ballester. Otros intentos de novelar la
animado (1944), de Wenceslao Fernández guerra española con más desapasionamien-
Flórez; en otros, la continuación de un to habrían de esperar bastantes años: há-
realismo tradicional, sólido pero poco re- gase referencia a la voluminosa y desigual
novador en lo formal y en lo ideológico: saga de José María Gironella, comenzada
Zunzunegui, Ignacio Agustí... Varios auto- con Los cipreses creen en Dios (1953), o a
res de anteguerra publican ahora novelas la serie novelística de Ángel María de Le-
que exponen una tesis, a veces de manera ra, en que la guerra se contempla desde la
visceral, a favor de la “Cruzada” nacional perspectiva republicana, y que comenzó en
y de un catolicismo integrista. Es el caso 1968 con Las últimas banderas.
de Ricardo León (Cristo en los infiernos, La visión de la guerra por parte de quienes
1941) o de Concha Espina (Princesas del hubieron de salir al exilio peca asimismo,
martirio, 1941). en general, de maniqueísmo y panfletaris-
Entre los escritores más jóvenes, la guerra mo; aunque ofrece, también en general,
fue un motivo literario frecuente, habi- mayor altura y complejidad literarias. Al-
tualmente interpretada desde apriorismos gunas de las mejores obras son, con todo,
ideológicos que hicieron de muchas de muy posteriores al conflicto, cuando se
estas novelas obras de propaganda, de habían remansado las pasiones más ele-
exaltación política y gran retoricismo beli- mentales, y si las incluimos en este epígra-
cista. Así ocurre, desde la óptica de los fe es por su tema y no por su cronología.
vencedores, con Benítez de Castro (Se ha Obra maestra en su admirable economía
ocupado el kilómetro seis, 1939), Tomás narrativa es la novelita de Ramón J. Sen-
Borrás (Checas de Madrid, 1944)... Más der Mosén Millán (1953), luego titulada
valiosa es Madrid de corte a checa (1938), Réquiem por un campesino español. Un
de Agustín de Foxá, cuya vivacidad en la fresco poderoso sobre la guerra civil son
recreación de los años treinta se torna vis- las novelas de la serie “Campos” del versá-
ceralidad más allá de lo panfletario al des- til narrador Max Aub: Campo cerrado
cribir la barbarie en el Madrid “rojo”. En (1943), Campo abierto (1951), Campo de
línea con la exaltación de unos principios sangre (1945), Campo del Moro (1963),
de espiritualidad, valentía, hidalguía y ca- Campo de los almendros (1968)... Justa-
tolicismo integrista, está Raza (1942), de mente famosa es la trilogía La forja de un
“Jaime de Andrade”, pseudónimo que rebelde (1953), de Arturo Barea, cuya ter-
ocultaba la autoría del general Franco. En cer libro responde ya, desde el apasiona-
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miento ideológico del autor, a una descrip- sinceridad a vivencias que a veces son las
ción palpitante de la guerra. del autor. Pero, frente a ellas, no se recurre
sistemáticamente a la truculencia exaltada
o al desgarrón expresionista. Las situacio-
III. Tremendismo, existencialismo nes son más acordes con la insatisfacción
En 1942 apareció La familia de Pascual que con la desesperación. Con todo, la
Duarte, de Cela, quien iría marcando, en impresión global no puede ser más negati-
pasos sucesivos, el curso de la narrativa de va, dominada por la sensación de fracaso y
postguerra. Se trata de una novela descar- la sordidez ambiental. Este clima es el de
nada, con un protagonista bestializado que Nada (1945), novela con que la jovencísi-
parece movido por un hado ciego, en un ma Carmen Laforet obtuvo el primer pre-
mundo brutal. Un lenguaje hermoso e mio Nadal. En ella contaba en primera
inocente ―y a veces un tanto impropio, persona y con gran sencillez las vicisitudes
pues la novela se presenta como las memo- de Andrea, joven estudiante de una tristeza
rias de un inculto campesino extremeño poco definida, en un entorno familiar ca-
condenado a muerte― contrasta con la racterizado por la morbosidad y la oquedad
realidad novelada, patológica y hasta re- vital. En 1948 Miguel Delibes inicia su
pulsiva. Aunque la obra parece vertebrar andadura, dentro de este marco, con La
cierto existencialismo, la sordidez ambien- sombra del ciprés es alargada, de un pe-
tal termina proponiendo una lectura social. simismo vagamente existencial.
Entre los méritos de la novela, descuella su Años después, novelas como Nosotros, los
prosa de ribetes expresionistas, que en Rivero (1952), de Dolores Medio, o Entre
ciertos rasgos remite a la de Valle. visillos (1958), de Carmen Martín Gaite,
La novela de Cela abrió la puerta a una presentaban un mundo en que la frustra-
serie de obras que presentaban similares ción de los personajes ya no procedía prin-
ingredientes: seres alucinados, tarados físi- cipalmente de su desorganizado universo
cos o psíquicos, miseria moral... El abuso íntimo, sino, en muy buena medida, de un
de una literatura que se regodeaba en la entorno ramplón, gris y provinciano. La
degradación terminó provocando una sen- relación entre novela existencial, centrada
sación de hartazgo. A esta corriente litera- en conflictos que desbordan lo histórico, y
ria se la denominó “tremendismo”, aunque novela social, en que el problema deriva
por criterios puramente estéticos parece principalmente de las circunstancias del
más propio considerarla neoexpresionista. medio, se hace así evidente.