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ISBN 978-987-693-972-0
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Este libro tiene, como uno supone que tienen todos los libros, un tema
del que se ocupa y podemos decir que ha sido su disparador. También
tiene un modo de abordar ese tema, entre tantos modos posibles. Y,
por supuesto, un contexto que sitúa tanto a la obra como a quien la es-
cribe. Esas tres cosas explicarían este libro, sin mucho misterio. Pero
antes de presentarlo como lo que es (o quiere ser), tal vez sea mejor
primero aclarar qué no es.
No es una obra de filosofía, porque no profundiza en los supuestos
últimos de aquello que aborda.1 Tampoco se trata de un análisis de
discurso, ya que no se analizan discursos que integren un corpus de-
limitado por un criterio de soporte temporal o espacial; ni sigue una
metodología de análisis que podemos encontrar en esa disciplina. Ni
tiene que ver con la historia de las ideas o de las ideologías, por cuanto
no hace historia ni su objeto de análisis es entendido como ideología
determinada. Por lo dicho, no describiremos aquí a la tendencia lla-
mada “gorilismo”. Mucho menos es intención de este texto la descrip-
ción de una tipología de grupo social determinado, de aquellos que
habitualmente denominamos “gorilas”.
Buscaremos aquí hacer otra cosa, lo cual no necesariamente con-
tradice las perspectivas a las que acabamos de renunciar. Personas
con mayor capacidad y dedicación podrán llevar el tema de modo
más profundo en alguno o en varios de sus aspectos, que ameriten
1 En su libro clásico para todos aquellos que desean acercarse a la filosofía, Adolfo
Carpio define a la filosofía, entre otras cosas, como un “saber sin supuestos” por cuanto
su indagación apunta precisamente a los supuestos o fundamentos que en otras formas
del saber son dados por sentados. Cfr. el final del Capítulo III: “La filosofía como crí-
tica universal y saber sin supuestos”, Carpio, Adolfo P. (1987), Principios de filosofía,
Glauco, Buenos Aires.
Insistimos. Todo sería tan fácil si se tratase nada más que de con-
tradecir a “señoras gordas” de Recoleta. De contraponerse a las pers-
pectivas de “gente bien” o de “garcas”, y también de aquellos “des-
clasados” que nos parece que repiten acríticamente las palabras de
su verdugo porque las han oído en el prime time televisivo. Más fácil
todavía si la cosa fuese nada más que estrictamente partidaria, entre
peronistas y antiperonistas. Unos acá, otros allá. Y listo. Pero pen-
semos un poco. Si todo fuese tan fácil, si la tuviésemos tan servida
para nuestro entendimiento, ¿por qué el razonamiento gorila, lejos
de ser patrimonio de tales o cuales, aflora por todos lados y en tantos
lugares a la vez? ¿Por qué algunas señoras gordas de Recoleta ven con
buenos ojos blanquear a su empleada doméstica y muchos laburantes
menosprecian los derechos que les corresponden a otros laburantes?
¿Por qué hay garcas que, a pesar de todo, entienden que necesitan
del mercado interno para sostener su nivel de vida y personas de los
sectores medios que están fascinadas con un posible aluvión de pro-
ductos importados?
Pero ojo. Si el problema está en todas partes tampoco deberíamos
resignarnos a decir que vivimos en una “sociedad gorila”, porque el
hecho de que algo esté por todas partes no quiere decir que lo ocupe
todo, ni que su mera circulación sea en sí misma una victoria para
él. Si volvemos de la carnicería con la idea de que “la gente es gorila”
solo por lo que le escuchamos decir a la persona que estaba compran-
do delante de nosotros, partiremos de una derrota ficticia pero que
bien funcionará como profecía autocumplida. Nada de desesperarse
ni ponerse a pelear con cualquiera a cada rato. O sí, si quieren. Pero
se perjudican ustedes. ¿Qué debemos hacer entonces? Empecemos
por pensar un poco fríamente, para ver dónde estamos parados y qué
podemos hacer desde ahí.
Tenemos ya, entonces, dos cuestiones que hacen a este librito. El
tema, que nos ocupa porque no preocupa, y su contexto de apremio.
Falta exponer el modo de abordarlo que, a su vez, es la explicación
de su título.
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