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HERNAN BUCHI BUC La transformaci6n econdémica de Chile Del estatismo a Ia libertad econdémica GRUPO EDITORIAL NORMA BARCELONA BUENOS AIRES CARACAS GUATEMALA México MIAMI PANAMA Quito SAN Josi SAN SALVADOR SAN JUAN SANTAFE DE BocoTA SANTIAGO SAo PAULO PRIMERA EDICION, OCTUBRE DE 1993 © HeRWAN Bocit BUC, 1993 © Eorrontat. NORMA 5.4, 3993 "APARTADO AEREO 53550 Santaré DE Bocoré, CovoMBra Impreso POR PANAMERICANA, IneREso EN Coromara PRINTED IN COLOMBIA Disefio De custeRra Camo UMaita ForocRAFfa DE CUBIERTA ‘Dreco SAMPER Prokibida la reproducci6n total o parcial de este libro, sin permiso escrito de la editorial ISBN: 958-04-2612-0 CC: 21018339 El autor ha contado con Ja valiosa colaboracién del Instituto Libertad y Desarrollo y el sefior Héctor Soto para la materializaciGn de esta obra CONTENIDO PREAMBULO 1 VERANO DEL 75 13 Nace un economista 15 Socialismo mesiénico 17 Compromiso con el gobierno 18 La teorfa y la practica 20 IL DE MILAGROS Y PROGRAMAS 25 Precedentes 25 La originalidad 26 EI modelo permanece 26 Dos paises 27 Cinco observaciones 29 Del dicho al hecho 31 Los ingredientes del éxito 32 Cambios y consenso 34 Los dos frentes 36 Las etapas 38 Las preguntas 39 IIT LOS PRIMEROS DILEMAS 41 Conciencia y critica liberal 42 ~Dénde estuvo el shock? 43 La apertura externa 45 Politica cambiaria 48 Elrescate monetario 50 Ingresos y gastos fiscales 51 Elllibreto totalitario 54 Detrés de las cifras, las personas 56 El socialismo venia de antes 57 IV LAS MODERNIZACIONES REALES 61 Propiedad mas normas de mercado 62 La agricultura 66 La minerfa 73 Sector energético 78 Sector forestal 82 Régimen de aguas 85 Elsector pesquero 87 Telecomunicaciones 88 Transportes 91 Industria 95 La modernizacién del Estado 96 V TRABAJO, CAPITAL Y LIBERTAD 99 El mercado laboral 100 La reforma previsional 108 Mercado de capitales 117 VILA OPCION POR EL CAPITAL HUMANO 125 Vivienda, focalizacion y mercado 131 Descentralizando la educacién 133 La salud, los arboles y el bosque 141 VII LA MODERNIZACION SE HACE LEY 153 Legislando con perversidad 154 Los principios y los detalles 156 Otros tiempos 157 Observaciones aisladas 159 VIII TIEMPO DE CRISIS 163 La afluencia de délares 164 {Qué fall6? 165 Dos factores 166 Preguntas sin respuestas 168 El bando se divide 170 Convergencia fatal 172 El gobierno y los grupos econémicos 174 Reflexiones a la distancia 176 IX COMO SALIR A FLOTE 179 El diagnéstico 181 Un motor débil y descompuesto 183 La deuda externa 183 Crecer pero con estabilidad 185 Laautoridad del detalle 188 Las armas de la recuperacién 190 El camino de la privatizacion 191 Los desenlaces 196 X DESPUES DE LA BATALLA. 199 EPiLOGO: LIBERANDO LA ENERGIA DE UN PUEBLO 209 A CLAUDIA Y MARIA ANA PREAMBULO He escrito este libro porque siento que me correspondié participar en una gran epopeya. Sé que fue un proceso que todavia no ha concluido, porque siguen estando pendientes enormes desafios de desarrollo y de bienestar, pero lo importante es que Chile lo comenzé. Y lo comenzé al tomar la decision de salir al encuentro de mejores destinos. Entre los afios 1973 y 1990 Chile avanzé mucho camino en esa direccién, luego de ser el pais latinoamericano que, después de Cuba, mas se habia adentrado en las junglas del estatismo. Esa aventura significé para los chilenos miseria, violencia y desesperanza, hasta quela situacién en 1973 dio un vuelco y Chile se convirtié a la postre en un ejem- ploy en un modelo para salir del subdesarrollo. En ese momento comenz6 una experiencia de progreso y desarrollo integral, con fases de crecimiento econémico inéditas desde hacia mucho tiempo y con un sostenido mejoramiento en los indicadores de bienestar social. Fue una experiencia dificil de levar a cabo. Cuando uno le preguntan cémo lo hicimos, o cuando veo los problemas que se les plantean a otros paises latinoamericanos, a los de Europa del este oa las naciones en desarrollo en general en sus intentos de hacer lo mismo que hicimos nosotros, se dimensiona mejor la complejidad del vasto proceso modernizador llevado a cabo en Chile. El reto no radica en hacer una modernizaci6n primero y otra después, segtin una agenda ordenada de cometidos y prioridades. A menudo eso es imposible. Los procesos de 9 modernizacién son globales y todas las variables en todos los frentes estan interrelacionadas. Manejar esa multiplicidad de hilos es lo que cuesta. Mi propésito en estas paginas es entregar un testimonio de esta epopeya. Tuve el privilegio de vivirla y participar bien de cerca en algunos de los mds caracterizados proyectos e iniciativas modernizadoras de contenido econémico y social durante ese periodo. Sin embargo este no es un libro de experiencias personales. Es un libro sobre un proceso en el cual participaron miles de personas. Aquino hay un solo héroe. La liberalizacin de la eco- noma chilena recogié el aporte de multiples equipos de trabajo y de una infinidad de personas conocidas y desconocidas, prominentes y modestas, tedricas y prdcticas, a quienes les correspondi¢ intervenir en el proceso por conviccién 0 por circunstancia, por iniciativa propia o sdlo por responsabilidad funcionaria, porque asi lo quisieron siempre o s6lo porque la casualidad y el destino los sorprendié en coyunturas favorables 0 propicias. Desde luego hay muchas maneras de dar cuenta de la mo- dernizacién econémica que se hizo en Chile. Una alternativa es describir las dificultades y conflictos politicos que fue necesario resolver para ejecutar los grandes cambios. Detrés de cada proyecto hubo dilemas, resistencias, contraproposiciones, debates e incertidumbres amenazantes. Otra manera de desarro- llar el tema es atendiendo a la crénica, a las vivencias y anécdotas personales, y a los detalles y caracteres que muchas veces permitieron sacar adelante en forma providencial modemizacio- nes que de otro modo jamés se habrian realizado. Esta fuera de duda que todo este material puede ser muy revelador de la envergadura y profundidad del proceso general de liberaliza- cién que vivié el pais. Sin embargo desestimé esas opciones porque podian prestar- se a injusticias con gran facilidad. Al final esta fue la obra de todo un régimen. Un régimen encabezado por el general Pinochet y los miembros de la Junta de Gobierno, pero en el cual confluyeron muchos cfrculos de influencia y muchos sectores de 10 opini6n. Si més all de ellos, hubiera que personalizar el proceso econémico y social en alguien, quizés s6lo deberian nombrarse entre los ministros del rea econémica, por la tenacidad, persis- tencia y claridad de metas que tuvieron, a Sergio de Castro y Miguel Kast. No siendo los tinicos, porque también fueron fundamentales otras personas, de Castro fue como un gran eje en todo el primer periodo de la experiencia, hasta el afio 82. Kast, por su parte, fue el simbolo del entusiasmo, la energia y los imperativos éticos con que se hicieron las transformaciones de las politicas sociales durante ese mismo periodo. Pero atin asi el proceso como un todo los trascendié incluso a ellos. Entre los hechos que mds me impresionaron mientras estuve trabajando en el gobierno fue la muy diversa extraccién de los equipos que trabajaron codo a codo en las moderniza- ciones. Una de las vertientes de estos equipos fueron los economistas y profesionales sensibilizados con la economfa de mercado y en general sin ninguna experiencia gubernativa previa. Es lo que la gente lamé los Chicago Boys, asumiendo que todos habian salido de la Escuela de Economia de la Pontificia Universidad Catélica, que todos habian ido a perfeccionarse a Chicago y que conformaban una capilla o hermandad mis bien cerrada. Yo, que tenia una trayectoria muy distinta, soy una prueba de que ninguna de estas suposiciones era muy cierta. Otros equipos, cuya contribucién a menudo es subestimada, es la de algunas figuras provenientes de la propia administracion ptblica. Se trataba de gente seria, experimentada y con un impresionante sentido de integridad personal y responsabilidad funcionaria, que habia hecho carrera en el sector pubblico y que - motivados por los horizontes que se estaban abriendo- se incor poraron con entusiasmo al proceso. Si bien no eran una mayoria en la administracién publica, no fueron pocos y es un acto de elemental justicia destacar los valiosos aportes que hicieron. En todas partes habia algunos de ellos. Me los topé en los ministerios de Economfa y Hacienda, en Odeplan, en Salud, en las superintendencias, en el Banco Central, en Impuestos Internos, Ww en el ing, en la Direccién de Presupuesto, en fin, en muchas reparticiones ptiblicas. La tercera vertiente estuvo representada por los equipos provenientes de las fuerzas armadas y de orden. Era gente infa- tigable, con un gran sentido de mando y de entrega a las tareas asignadas. Alguien me dijo en cierta oportunidad que uno de los aciertos del gobierno militar -al cual él era muy poco adicto, por lo demds~ habia sido juntar la muchas veces excesiva reflexibi- lidad y racionalidad de los profesionales civiles, gravada por ciertas tendencias academicistas, incluso, con la capacidad de decision y de ejecucién que tienen los uniformados. Eso es ver- dad. Al margen de contribuciones individuales, ellos aportaban al gobierno un sistema de organizaci6n y un sistema para tomar decisiones. La contribuci6n a la obra modernizadora de nume- rosos oficiales fue fundamental. Por supuesto, el gobierno no habria sido lo que fue sin un general Pinochet, que sabia organi- zax y sabia mandar. De eso no cabia duda alguna sobre todo en los momentos de conflicto y de crisis. Me gustaria que este libro fuera interpretado como un reco- nocimiento generoso a todos estos equipos que, no obstante pen- sar muchas veces de manera distinta, fueron capaces de traba- jar juntos, con gran lealtad reciproca y gran compromiso con los ideales superiores de Chile. HB. Santiago, abril de 1993 12 I VERANO DEL 75 Para mi todo comenzé el verano del 75, mientras esperaba un bus en una acalorada calle de Santiago. Habia llegado hacia poco de Estados Unidos, donde estuve estudiando un posgrado por espacio de dos afios. Todavia me sentfa quizés algo extranjero en mi propia ciudad. Mis planes eran trabajar en asuntos de consultoria junto a un grupo de amigos, con miras a constituir, dentro de lo que fuera posible, una empresa constructora como actividad paralela. Algo habiamos avanzado en estos planes y seguramente estaba pensando en ellos cuando, al paradero aquel, lleg6 un antiguo compafiero de curso. Ese encuentro cambié totalmente mis planes. Me conté mi amigo que estaba trabajando para el gobierno en Odeplan (Oficina de Planificacién Nacional) y me dijo que, dentro del programa de saneamiento y recuperacin de la economia con que se habian comprometido, estaban necesitando mucha gente preparada y joven para los ministerios de Economia y Hacienda. Me explicé que la primera prioridad en esos momentos era ordenar el manejo de las empresas publicas, que explicaban ni mas ni menos que la mitad del déficit del sector ptiblico de entonces, y que a su juicio las cosas se estaban haciendo bien, con seriedad y sentido de largo plazo. {Por qué no consideraba -me planteé derechamente- la posibilidad de colaborar en una tarea asi, aunque no mas fuese por un tiempo breve? Asi lo hice y el tiempo que estuve en el gobierno -quince afios en total— no fue breve. Fue un largo perfodo que cubre el tramo més importante de mi vida profesional. Fue una etapa apasionante, durante la cual me correspondié intervenir en muiiltiples frentes de accién del programa modernizador que Hev6 a cabo al gobierno militar chileno. Y ese proceso, a su vez, fue un esfuerzo de mucha gente a la que més tarde me corres- pondié interpretar como abanderado politico en las elecciones presidenciales de diciembre de 1989 {Qué me indujo a entrar a trabajar en gobierno, en el equipo que rodeaba a los ministros de Hacienda y Economia, Jorge Cauas y Sergio de Castro? En primer lugar fue la percepcién de que esta vez en Chile se estaban haciendo las cosas de manera distinta. Senti que en Ia parte econémica habfa en Ja administraci6n un amplio grupo de gente trabajando con absoluta responsabilidad técnica. Me parecié que no s6lo estaban animados por el optimismo de una nueva vision de Chile sino también, lo que siempre es importan- te, que estaban libres de intereses partidistas, personales y de grupos. No veia en ellos ningtin tipo de segundas intenciones —el factor que tradicionalmente habia frustrado la buena fe de muchos gobiernos en el pasado- y me impresionaba la incondi- cionalidad que el equipo compartia con el general Pinochet la idea de un Chile libre, desarrollado y capaz de ofrecer igualdad de oportunidades a todos los habitantes. Al cabo de muy poco tiempo descubri que tenia afinidades muy profundas con este equipo. Puedo dar fe de que el grupo no actuaba como una capilla y que entre los lamados Chicago boys, mas alla de los nerviosismos del comienzo y de los proble- mas iniciales de organizacién que todos vivimos, no existfa nila sombra del fanatismo que la pasién politica —mas tarde- le atribuiria a todo el equipo econémico gubernativo, encabezado primero por Jorge Cauas y luego por Sergio de Castro. Mi experiencia por lo menos fue reveladora de una gran receptividad en esos cuadros. A diferencia de la gran mayoria de los economistas del grupo, yo no habia estudiado en la Universidad Catélica, sino en la Universidad de Chile, y nunca 14 habia pisado la Escuela de Economia. Mi formacién —mas bien laica, puesto que estudié en el Instituto Nacional- era la de un ingeniero civil especializado en minerfa. Mis créditos como economista se limitaban a haber sido alumno de Jorge Cauas en el ramo de economia y haber hecho un posgrado en la ‘Universidad de Columbia. Pero aunque mi formacién en general escapaba al perfil ortodoxo del Chicago boy, nunca me senti rechazado, incomprendido o cosa que se le pareciese. Por el contrario. Encontré respeto, acogida, lealtad al trabajo en equipo yuna genuina voluntad de servicio y apertura. Enel fondo creo que ese grupo, ese gobierno y el Chile de esos aiios me dio grandes oportunidades para potenciar mis inquie- tudes asociadas al desarrollo del pais y para poner al servicio de esta causa mi capacidad de Ievar a la practica principios y conceptos orientados en esta direcci6n. Esto tiltimo —es decir, la posibilidad de traducir las abstracciones cientificas a hechos concretos de gran incidencia en la vida de las personas o de la sociedad- fue lo que en realidad me fascin6 y lo que me mantuvo en el gobierno més alld de lo que nunca hubiera podido imagi- narme. NACE UN ECONOMISTA La economia fue una opcién mas o menos tardia para mf. Cuan- do estudiante, durante mucho tiempo me parecié que era una ciencia con muchas palabras y poco rigor. Desde Iuego mi per- cepcién cambié con posterioridad, pero ast la veia en ese tiempo. Al fin y al cabo, tenfa una formacién bastante sdlida en matemé- ticas y ciencias exactas y compartia afinidades de caracter muy profundas con la ldgica y las exactitudes de estas disciplinas. Influido quizés por la pobreza del debate econémico que existia en Chile en los afios 60, temia que tanto las leyes como Jos principios de la ciencia econémica no obedecieran a otra cosa que aun juego de poderes. Me daba la impresién de que el fondo de la discusién no estaba en la economia sino en otra parte y que las lecciones de esta especialidad no eran mas que una ret6rica impune para ocultar los intentos de manipulacion por parte de los grupos de interés. so Es curioso que teniendo esa percepci6n tan critica haya optado, una vez que me recibi de ingeniero civil, por profundizar economia en Columbia, Estados Unidos. Siempre habia querido seguir especializandome, pero en mi decision indudablemente influy6 mi contacto con un decano de esa universidad que estu- vo en Chile y a quien tuve la oportunidad de servir como traductor en conferencias universitarias. En realidad me ayudé mucho. Comprobé que tenia un buen dominio de las mateméti- cas y de la ingenieria, pero me recomend6 que profundizara otra disciplina en Estados Unidos, con miras a complementar mi formacién. En concreto, me recomendé que diera énfasis a las. teorfas econémicas y de administracién y este consejo no fue en vano. Influyé también otro factor. Fue la experiencia de los dos primeros afios del gobierno de Allende, donde pude comprobar lo que el mundo entero después de la caida del Muro de Berlin pudo verificar: que una cosa eran los discursos del socialismo y otra -desgraciadamente muy distinta— la conducta de sus promotores y dirigentes. En ese momento me terminé de quedar en claro que los individuos ~cualquiera sea su ideologia o su color politico- se comportan todos de manera mas o menos parecida, no por malos sino por humanos. Siendo asi, la presunta identidad del socialismo con la causa de los estratos més pobres de la sociedad podia Hegara ser para los socialistas sdlo una fachada para extraer ventajas personales o de grupo, con la misma l6gica y la misma dindmica del odioso poder monopélico que ellos denunciaban y querfan desarticular. Como me lo dijo un ciudadano ruso muchos afios después, entre ellos también funcionaba el mercado, sélo que no existia una economia de mercado.sino una burocracia de mercado. Si bien a muchas personas a lo mejor no les dejé un gran trauma la experiencia del socialismo de Allende —porque no fueron victimas de la violencia ni de expropiaciones, porque mantuvieron su trabajo y nada les falt6 en su mesa— creo que a toda persona que lo haya vivido sin prejuicios en Ia calle y en las fabricas le tiene que haber dejado s{ muchas dudas. 16 SOCIALISMO MESIANICO Tales dudas, en lo profundo, estan asociadas a esa fe irracional con que el socialismo se dio en Chile respecto a que las cosas, la vida y la sociedad podian cambiar ~y que efectivamente iban a cambiar- como consecuencia de medidas voluntaristas y superestructurales, capaces supuestamente de convertir en blanco lo que hasta ese momento era negro. Siempre me inspir6 profundas dudas ese tipo de confianza. El socialismo trataba de revestirse de ropajes cientificos, de formulas extremadamente complejas y de metalenguajes mas o menos altisonantes, pero su base no era sino una utopia muy silvestre, sostenida sobre pies de barro. En tanto ideologia, el socialismo no pasaba de ser una creencia mesidnica. Creer que Jas personas podian mejorar su condicién al margen del sacrificio o cl esfuerzo personal, pensar que la injusticia es consustancial al derecho de propiedad privada, o pretender que lo importante no es cémo producir mas riqueza sino cémo distribuir la existente, son de hecho —cual més cual menos- manifestaciones muy crudas de insensatez. Me parecié a comienzos de los aftos 70 que un sistema aside ninguna manera podia funcionar y la prueba que entreg6 al respecto el gobierno de Allende en Chile fue por lo demas perentoria y concluyente. Anticipé un fracaso que sdlo dos décadas después se harfa manifiesto a escala mundial. El socia- lismo no podia sino fracasar y creo que a Ja hora de verificar su desenlace lo que debiera extrafiarnos no es tanto que se haya derrumbado como que haya logrado sobrevivir durante tanto tiempo. Lo tinico que puede explicar ese hecho es el fatidico grado de control que impuso sobre sociedades enteras a través de la propaganda, la manipulaci6n de las organizaciones inter- medias, la fiscalizacién politica, la represi6n policial y la expro- piacién de todas las potencialidades y expresiones de la vida en sociedad. Aparte de la severidad con que el socialismo monopolizé el poder, la sociedad y la fuerza en los regimenes blindados del Este, también influy6 la efectividad con que esta doctrina capitaliz6 los idealismos y la buena conciencia en las naciones af occidentales. Mi generacién y muchas otras fueron casi entera- mente cautivadas por el discurso estatista y sus panaceas. El socialismo ofrecia no una solucién -porque no lo era~ sino una esperanza respecto a que la situacién de los mas postergados en la sociedad podia mejorar y en esta fe basaba su legitimidad. Como quedé demostrado después, esa promesa y esa confianza nunca tuvieron sentido. La historia en América Latina no pas6 por Fidel Castro, como toda conciencia progresista de Jos afios 70 juraba que iba a ocurrir. Pasé en cambio por la figura, ingrata para mucha gente, de un militar poco elocuente y con gran sentido de la tenacidad, el general Pinochet, que se atrevié a desafiar los mitos en boga y a hacer gobierno efectivo y a la altura de las potencialidades del pais. Al final el socialismo no s6lo terminé defraudando en todo el mundo las expectativas que Joalimentaron durante afios sino también revelando —sobre todo en los pais del Este- una dimensién sérdida en términos de injusticias, privilegios, arbitrariedades, opresiones, corrupcién, terrorismo, cérceles y sanatorios, aparatos de control y mecanis- mos represivos de refinada crueldad. Bastante de esto habia dejado ver ya en Chile en el periodo de la Unidad Popular. Después, tras la disolucién de la Unién Soviética y la caida de los Honecker y los Ceaucescu, se sabria mucho mas. COMPROMISO CON EL GOBIERNO En ningtin momento tuve grandes dudas al entrar a trabajar en el gobierno militar. Impresionado por la mistica y la responsa- bilidad con que se estaba actuando en el sector econémico, creo que a comienzos del 75 no podia menos que reconocer la voluntad sincera de las nuevas autoridades de encaminar al pais por caminos distintos a los que Ilevaron al descalabro del aito 73. Este solo hecho ya me parecia positivo. Igualmente positivo era para mi el proyecto de avanzar a un Chile donde el valor la libertad tuviera una prioridad sustancial- mente més alta que en el pasado reciente. El hecho de venir recién Iegado de Estados Unidos, tras permanecer allé dos afios, me habia persuadido en el plano teérico de las ventajas de las economias libres y, en la vida cotidiana, del dinamismo de las 18 sociedades abiertas. La sociedad norteamericana, con todos sus bemoles y problemas, que por supuesto son reales, era un buen ejemplo al respecto. Yo vefa que el problema del desarrollo no era una cuestién genética ni una cuestin racial. Era un asunto de disciplina social solamente. Mientras estudiaba, durante los veranos habfa convivido por espacio de varias semanas con obre- ros norteamericanos en trabajos de temporada y habia visto que no eran basicamente diferentes a los obreros chilenos. Podian estar mejor entrenados, mejor alimentados, pero a a hora de la inventiva y del ingenio me parecia muy posible que un trabaja- dor de los nuestros los sobrepasara. El problema entonces no era genético ni de recursos humanos estrictamente. El problema era del sistema como un todo, porque mientras alla éste inducia al trabajador a esforzarse més, a ser més ciudadoso y competitivo, ac4 en cambio la moral y la institucionalidad del estatismo y sus subsidios -aceitada por el socialismo y sus rencores-favorecian Ja demagogia, la irresponsabilidad o la pasividad. Esto era lo que comenzaba a cambiar en Chile el aio 75. El pais estaba todavia muy en los umbrales de la fase de moderni- zacin a que entraria en los afios siguientes. Las fuerzas armadas habfan logrado imponer orden desde el gobierno, pero subsistian todos los desequilibrios y distorsiones generados durante décadas por la presién del estatismo. Las empresas ptiblicas ~que fue el Area en la cual yo empecé a prestar servicios desde los ministerios de Economia y Hacienda estaban trabajando ahora con mayor disciplina que antes, pero igual generaban pérdidas astronémicas. El tamafio del Estado era desproporcionado. La asignaci6n de los recursos estaba al margen de toda nocién de eficiencia. Los margenes de accién del sector privado eran muy escasos y la descapitalizacién de las empresas era un fenémeno totalmente generalizado. Chile, por otra parte, continuaba estando absolutamente cautivo de un modelo de economia cetrada y luego de mas de un afio de gestién del gobierno militar Ja situacién era dificil. Dificil por la hostilidad internacional, dificil por los coletazos que planteé en ese tiempo la crisis del petréleo y dificil también por el Jastre de los problemas estructurales todavia no resueltos en el manejo de la economia. 19 Esa era la realidad del gobierno y del pafs en ese momento. Cuando yo entré a trabajar a Economia, el horizonte podia ser amenazante, pero asi y todo el clima que se respiraba ahf era de optimismo y confianza. Cauas y de Castro habian preparado un programa de recuperacién econémica y quienes trabajébamos con ellos presentiamos que, en este pais aparentemente tan encajonado, se estaban abriendo horizontes objetivos de apertu- ra, desarrollo y voluntad. No todas las sefiales que entregaba por esos dias el gobierno eran sin embargo asi de alentadoras. Como en todo orden de cosas, también existfan problemas. Esto es lo que convierte a la politica en una actividad compleja. Las opciones politicas casi nunca son un juego en blanco y negro. Existen los matices, suelen producirse conflictos entre un valor y otro y en-no pocos casos se plantean serias contradicciones internas. Ningtin grupo esté libre de los desentendimientos conceptuales y de los roces personales. En el Area econémica, la dictacion el afio 75 del Decreto Ley 966, que nombré a Jorge Cauas como superministro, fue un intento por corregir la descoordinacién e introducir homogeneidad en un Area donde todavia quedaban feudos indisciplinados, dificiles de comprometer en una linea de accién uniforme y coherente. Colaboré con el gobierno del presidente Pinochet y siento mucho més el orgullo de haberlo hecho que la necesidad de dar explicaciones al respecto. Sigo reivindicando con absoluta responsabilidad la decisién que entonces tomé. Aun més, vol- veria a decidir de la misma manera. Creo que las fuerzas armadas prestaron un servicio a la patria decisivo y fundamental, que cambié la historia de Chile no slo para mejor sino también para un insospechado destino de reencuentro y prosperidad. LA TEORIA Y LA PRACTICA Por muy profundo e integral que fuese el saneamiento al que aspiraba el gobierno militar chileno en el plano econémico y en el plano politico, no creo que haya sido un régimen fundacional como tantas veces se ha dicho. Y hago esta afirmacién enbene- ficio de este régimen, porque a diferencia del gobierno socialista 20 —que aspiré literalmente a crear un hombre nuevo y a cambiar las estructuras de la sociedad- el gobierno del general Pinochet, entre lo bueno que hizo, no creé nada que difiriera sustancial- mente de los mas sanos habitos politicos de este pais ni nada, desde luego, que contrariara tampoco la naturaleza humana o Jas formas més civilizadas de convivencia social. Las grandes modernizaciones del gobierno militar -por ejemplo, la apertura de la economia, la reduccién del tamafio del Estado, la politica social, por sélo citar algunas- estuvieron al margen de todo delirio fundacional. Fueron elaboraciones sensatas, juiciosas, realistas, de gran sentido comtin y contenido practico, las cuales, lejos de imponer conductas o valores, aspi- raban sdlo.a reconocer hechos, realidades, percepciones comunes, jerarquias naturales, valores basicos, conductas y preferencias ancestrales. La experiencia chilena, en este sentido, no tuvo nada de constructivista ni de ingenieria social. Fue una experiencia modernizadora de absoluto realismo, sustentada en consensos expresos y tacitos, y es sobre todo por eso que tiene buenas expectativas de sobrevivir. Cuando me preguntan si es traspasable esta experiencia a otros paises, yo respondo invariablemente que si. Si, es traspasable, pero sdlo en lo que tiene de principios. Estos funcionan con la misma efectividad en cualquier parte. Pero el cémo hacer las cosas, el qué velocidad imprimirle a la apertura, el qué ha de hacerse antes y el qué después y, tan importante como eso, el con qué grupo de gente se va a hacer la moderniza- cién, son asuntos que varian de pais en pais. En esto ninguna experiencia es totalmente transferible, por muy exitosa que sea, y es ahi donde entra la creatividad del técnico y la sensibilidad del politico. Hasta donde yo fui testigo, el general Pinochet jamés se neg6 alas modernizaciones que le proponfan sus ministros, toda vez que las presentasen y. defendiesen adecuadamente. Porque nunca las regalaba. Dentro del gobierno convivian mucho grupos de posiciones encontradas y los proyectos modernizadores debian imponerse al escrutinio severo de distintos sectores. El presidente equilibraba, arbitraba, convencia y al final tomaba las 24 decisiones. Pero tras cada decisién existia una buena madeja de debates, estudios, conflictos, presiones, consensos y pugnas. Toda tarea gubernativa es asf, aun en un régimen autoritario. Con todo lo cerrado que pudieran ser, los niveles de participacién del gobierno del general Pinochet eran mucho menos verticalizados y mucho mis sensibles a la opinién publica de lo que siempre se cree. Ni siquiera un gobierno fuerte como el del general Pinochet podia funcionar con un pais en contra. Ningtin gobierno ala larga lo puede hacer, sobre todo cuando estd ampliando los espacios de libertad de las personas. La liberalizacién de la economia chilena debié superar una tremenda adversidad —la generalizada hostilidad internacional al gobierno del general Pinochet~ pero tuvo también en esta misma circunstancia una gran ventaja. El rechazo y el aislamiento desvaneci6 entre nosotros la ilusién de tener otros modelos alternativos de desarrollo, que es el espefismo que ha Ilevado a la tumba a muchos otros gobiernos latinoamericanos, confiados como parece ser el caso de la administracién de Alfonsin en Argentina- en que iban a poder resolver los problemas econ6- micos porque contaban con la simpatia de la opini6n piiblica mundial y con una presunta “solidaridad” internacional. Esa confianza probé ser absolutamente infundada y necia. La adiccién a la ayuda econémica internacional, la dependencia de las pequefias dddivas que entrega la red mundial de la buena conciencia, la practica de hacer sonar el tarro de la limosna en las naciones ricas con la creencia que aparecerdn los recursos como por arte de magia, son rasgos que describen una opcién que, aparte de humillante, es especialmente improductiva. Por generosa que sea, no hay ayuda internacional que pueda compensar 0 corregir las distorsiones estructurales que tenga una economia. La ayuda al final puede convertirse en una peligrosa anestesia y aunque los politicos populistas no lo hayan crefdo nunca asf- en ningiin caso libera a los gobiernos del imperativo de sanear, ajustar y modernizar sus economias. En esta responsabilidad, sin embargo, pienso que lo mejor es el realismo. Yo en general descreo de los fundamentalismos, asi sean de cuiio liberal. Modernizar nuestros paises no es una tarea 22 para gurdes ni para los predicadores de un liberalismo mesidnico. Por el contrario, creo que es un desafio que cuadra mucho mejor con politicos sensatos, con tecnécratas razonables, con hombres de gobierno que tengan buena percepcién no tanto de los libros sino de la gente, de sus equipos de trabajo y de la realidad. En este plano el exceso de coherencia, el celo doctrinario desmedido, el ideologismo a ultranza, suele hacer ms mal que bien. Después de todo, hoy por hoy llegar al liberalismo no es tan dificil. No se requiere ser una autoridad en la materia. El asunto es més sencillo que eso. Basta ver cudles economias han tenido éxito y cules no. Basta comparar y sacar Iuego algunas conclusiones. Pero no hay que dejar las cosas ahi, que es la tendencia que tiene el te6rico. Lo importante es pasar ala acci6n, obrando en consecuencia con realismo e imaginacion. 23, II DE MILAGROS Y PROGRAMAS El milagro econémico chileno no fue un milagro. Fue un programa. Los milagros salen de la esfera de la responsabilidad humana y son dones caidos del cielo; los programas, en cambio, son terrenales y deben ser trabajados en detalle por las personas. Tienen ademas otro rasgo inquietante: siempre conllevan el riesgo del fracaso. El proyecto que se concibié en Chile se tradujo en un progra- ma que fue en realidad muy pragmatico y descarnadamente realista. No tuvo nada de sobrenatural. En su elaboracién se tuvieron en cuenta numerosas experiencias y representé un esfuerzo gigantesco para entregar una respuesta integral, cohe- rente y coordinada a los principales problemas del pais. PRECEDENTES No fue exactamente una creacién muy original, al menos en lo que tuvo de confianza en el mercado y en la iniciativa privada. A fines de los afios 60 y mediados de los 70 el caso de los paises del sudeste asidtico era absolutamente transparente para quien quisiera analizarlo. Hacia fines de los afios 70, por otro lado, Brasil ya estaba entrando en una declinacién ~de la cual, por lo demés, todavia no sale- pero habia tenido con su experiencia liberalizadora en Ja década del 60 aftos de crecimiento econémico espectacular, con tasas de 9% de incremento del producto. Yendo un poco mis lejos, estaban también Jos precedentes de Alemania bee y Jap6n, que se levantaron sobre la base de los estimulos del mercado y del dinamismo de la iniciativa privada. De suerte que Chile no descubrié la pélvora. La verdadera ruta al desarrollo era conocida desde hacia mucho tiempo. La originalidad de la experiencia chilena, por lo mismo, no radicé en los contenidos del programa econémico. Radicé més bien en el coraje de haber emprendido un rumbo solitario y dificil cuando toda América Latina caminaba en direccién opuesta. Radicé también en la decisién de avanzar a un modelo de eco- nomia libre no obstante que el pais habia cruzado hacia mucho tiempo -antes de Allende, incluso— los primeros umbrales de la estatizacién y el socialismo. LA ORIGINALIDAD Lo asombroso estuvo ahi. En haber iniciado un proceso de saneamiento y recuperacién de la economia que iba a contrapelo de las mitologias programaticas imperantes en la region, las cuales, desde el socialismo al populismo, compartian una confianza al margen de toda racionalidad en el intervencionismo estatal y en el efecto vivificador de politicas monetarias de corte expansivo. Y, también, en haber reconocido que la salida que tenia Chile, dentro del oscuro e interminable ttinel en que se encontraba, estaba exactamente en la boca opuesta a la que el pais se estaba acercando desde hacia muchas décadas. EL MODELO PERMANECE Estos son los rasgos que hacen efectivamente interesante la experiencia de liberalizacién econémica que vivi6 Chile. Y son ellos los que justifican aportarla como contribucién al bagaje de precedentes y lecciones que los paises de América Latina, y las naciones en desarrollo en general, pueden tener en consideracién al afrontar sus procesos econémicos de ajuste y modernizacién. El andlisis de esa experiencia y su difusién en otros paises tiene también otra justificacién. Ocurre que mientras la economia chilena se liberalizaba enfrentamos internamente una oposicién absoluta e inmisericorde. Fuimos combatidos con especial rudeza y falta de generosidad. Qué no se dijo en otra época de 26 nuestra obra. Se dijo que lo nuestro era no s6lo equivocado desde el punto de vista técnico, sino también genocida desde el punto de vista social y cavernario desde la perspectiva politica. Se dijo que este no era un modelo de desarrollo al servicio de Chile sino ala medida de una dictadura oprobiosa e impresentable. Se dijo que nada de lo que hacfamos iba a perdurar, porque estaba condenado a extinguirse junto con el régimen politico que habia dado su amparo a la experiencia. Pero no ocurrié asf. El legado permanece y —por esas curiosas vueltas del destino— ahora viste y prestigia internacionalmente a los mismos circulos y personeros que ayer lo criticaban en nombre de la economia de la solidaridad, de la cogestién, de la justicia distributiva, de la economia del pueblo, del socialismo y de varias otras entelequias probadamente fracasadas. Los hechos ~por fortuna~ resultaron mas fuertes que la coherencia y el dogmatismo politico. El modelo econémico de hecho soporté sin ningiin tropiezo un cambio politico de propor- ciones y por lo menos hubo en las nuevas autoridades la altura politica y la cuota de racionalidad suficiente para no desarticular Jo que estaba funcionando bien y estaba rindiendo grandes frutos a todos los chilenos, especialmente alos mds pobres. No era como se habia dicho un esquema econémico al servicio del gobierno anterior ni de grupos eventualmente afines; era un modelo de objetiva conveniencia nacional. Dos paises Cuesta reconocer en las expectables realidades y cifras del Chile del aio 89, pais que esta iniciando un proceso de desarrollo sostenido que ya en 199 lleva una década de crecimiento a tasas. de 6 y 7%, y que entre el 85 y el 89 fue capaz de emplear a un cuarto de la fuerza de trabajo nacional, la tenebrosa situacién y el sombrio destino del cual Chile se sustrajo en 1973. Las cifras en general no mienten. Este era un pafs que a la cafda del gobier- no de Allende registraba una inflacién anualizada de 286% que a los tres meses se convirtid en una inflacién de 508% luego de corregir algunas de las distorsiones creadas por las fijaciones de precios. Era un pafs sin perspectivas. Mas pobre que el afto 27 anterior, con un indice de desarrollo negativo (-5,6%), con tasas crecientes y amenazadoras de desempleo. Al mes de septiembre del 73, esa tasa fue el doble de la registrada un afio antes, y el déficit fiscal representaba el 55,1% del gasto y més de un 20% del pos. En sdlo tres aftos el gobierno socialista elevé en un 23% el monto de la deuda externa. Al finalizar el gobierno de Allende, el ahorro y la inversion geografica bruta registraban sus niveles mds bajos desde los inicios de los afios 60, de 6% y 7,9%, respectivamente. Era una economia que a partir de 1970 venfa registrando sucesivos e importantes déficit de balanza de pagos, y donde el control de los medios de produccién pasaba en forma creciente al Estado, mediante nacionalizaciones, expropiaciones, requisiciones e intervenciones. Como resultado, la participacién empresarial directa del Estado en el valor de la produccién para todos los sectores econdémicos de actividad alcanzaba a mas del 70% en 1973, con excepcién de aquella para el sector industria, que ascendia a un 40%. Era una economia donde la mayoria de sus bienes de primera necesidad se encontraban con precios controlados. Los niveles de proteccionismo para la produccién nacional eran de tal magnitud que, aparte de existir una tarifa promedio nominal a la importacién de 105% hacia fines de 1973, con un rango para sus valores maximos entre 220% y 750%, las restricciones para-arancelarias de diversa indole existentes en la practica impedian la importacién de bienes clasificados de mds de 3000 posiciones arancelarias, dentro de las 5125 existentes. Es imposible apreciar el enorme costo que significé a Chile la experiencia socialista durante décadas, pero llevada al extremo a comienzos de los afios 70. El costo en términos de miseria y menor calidad de vida es inconmensurable y solamente un salto de progreso sostenido por décadas puede remontarlo y dejar esa experiencia atras. Curiosamente la sociedad chilena todavia no tiene suficiente conciencia del por qué del precio pagado ni de quienes fueron los verdaderos responsables. CENCO OBSERVACIONES El catastréfico panorama que ofrecié Chile el afio 73 debe dejar espacio a unas cuantas observaciones cualitativas: ¢ Esta fue una crisis que se labré en casa. A diferencia de las que el pais vivirfa mas tarde, que fueron inducidas por factores extemos (octubre del 73, primera crisis del petréleo; 1979, segun- da crisis del petréleo; 1982, crisis de la deuda), la del altimo afio de Allende se debié exclusivamente a una conduccién econémica irresponsable. Baste tener presente que, ante la preocupacién de amplios sectores de la opinion publica por el crecimiento desme- dido del dinero(con tasas de incremento del 119% el 71; 139% el 72 y 337% el 73), el presidente del Banco Central de la época sefialé que esta era una variable burguesa, irrelevante en la construccién del socialismo a la chilena. * El descontrol a que Ilegé la economia chilena en los afios 70-73 fue una expresiOn radicalizada de las panaceas keynesianas que medio mundo practicé y recomend6 en los afios 60. Fue un periodo de acelerada expansién, pero fueron también afios de farra. Efectivamente durante esos aiios las tasas mundiales de crecimiento fueron muy altas, salvo en Chile, puesto que hasta en eso el pais estuvo entrampado en un estatismo sin destino. Los gobiernos de entonces creyeron descubrir una especie de piedra filosofal de la prosperidad y la riqueza. Al menor sintoma de fatiga o contraccién de la economia, apelaban a politicas monetarias expansivas que volvian a poner la méquina del dinamismo en movimiento. Al comienzo la férmula parecié efectiva, pero sus costos se hicieron pagar muy caro después. Porque el remedio poco a poco se fue desgastando y, mientras tanto, comenzaron a acumularse presiones inflacionarias que se desatarian desembosadamente en la década siguiente. Los afios 70 fueron el momento en que el mundo hubo de pagar la cuenta. * Si Chile ahora suele ser presentado como modelo de una economia rescatada gracias a la energia del mercado, ha de tenerse en cuenta que en otro tiempo fue también vanguardia, pero vanguardia de estatismo y de hipertrofia del sector ptiblico. En cierto modo este pais volvié antes del centralismo estatista ad porque, en este plano, habia legado mucho més lejos que el resto de las economias latinoamericanas. * Se podria pensar de buena fe que la economia chilena del 73 era una economia defectuosa, ineficiente, pero ~asi y todo- atendible desde el punto de vista ético, en la medida en que habria estado organizada en funcién de los requerimientos y las necesidades de los sectores mas pobres de la sociedad. Pero de hecho no era asi. Todo lo contrario. Las politicas sociales del Chile de ese entonces eran no sélo indiferentes al 20% de la poblacion que sobrevivia en condiciones de extrema pobreza sino de signo claramente regresivo. En vivienda, en salud, en educaci6n, los pobres —no obstante los discursos, no obstante la retérica politica en boga~ siempre salieron invariablemente “para atrés”. Por muchas razones: porque no tenfan poder politico; porque no constituian grupos de presién; porque al banquete de las platas del Estado ellos no estaban convidados; porque eran espectado- res perplejos de consignas tales como “universidad para todos”, ellos, que ni siquiera tenfan un buen acceso a la educacién basica... * Lade Chile en 1973 no era slo una economia en ruinas. Era también la carta de presentacién de una sociedad desengafiada y sin confianza ninguna en si misma. El espiritu empresarial practicamente se habia extinguido en el pais. En principio, la mejor expectativa que un estudiante podfa hacerse era encontrar algiin empleo en el sector piiblico o en alguna de las empresas controladas por el Estado. En las universidades y en los circulos bienpensantes se tejfan laboriosas hipétesis culturales, histéricas y antropol6gicas sobre la falta de empuje de los chilenos, sobre su incapacidad para los negocios y el trabajo productivo. ;Por qué nuestra gente no era disciplinada como los alemanes? ;Por qué no somos industriosos como los japoneses? Buscando respuestas para estas conjeturas en el “alma nacional”, en el inconsciente colectivo o en los genes del infausto cruce entre ind{genas —mAs bien flojos— y espafioles ~buenos para guerrear pero malos para producir- a nadie se pasaba por la mente que aqui, antes que una limitaci6n racial o una tara genética, habia un problema de incentivos de por medio, de sobredimensiona- 30 miento del Estado y de asfixia del sector privado. A nadiesse le pasaba por la mente preguntarse por qué los coreanos, por ejemplo, no obstante la consabida “espiritualidad de los pueblos de Oriente”, estaban alcanzando por esa época tasas de creci- miento econémico que ya hubieran querido los pueblos mas materialistas de la tierra... DEL DICHO AL HECHO Creo que dio en el clavo un integrante de la delegacion de economistas rusos que visit6 el Instituto Libertad y Desarrollo, en 1991, cuando sefialé que la originalidad y el valor del caso chileno estaba en haber sabido aplicar principios econémicos de validez universal a las circunstancias particulares y situaciones concretas que presentaba nuestro pais. Ahi, quizas, estuvo todo. El mérito que tienen en sf iniciativas como el programa chileno de apertura y desgravacién arancelaria, como la reforma tributaria, la reforma previsional o las privatizaciones no esté asociado a los principios -que son universales y cualquiera puede conocer-sino a las instancias y dispositivos practicos con Jos cuales esas modernizaciones se llevaron a cabo. La grandeza de una politica econémica se mide siempre en el 4rea chica y mucho més en el cémo que en el qué. En este sentido -en lo que tuvo de detalle, de sintonia fina y de trabajo artesanal y paciente- la revoluci6n chilena no es exportable como un todo. La exitosa reforma previsional que Chile llevé a cabo no necesariamente tiene que ser, en sus esquemas operativos y en los mecanismos de transicién, valida para México o para la Federacién Rusa. Los principios podran funcionar igualmente bien en cualquier parte, pero seguramente las modalidades tendran que ser diferentes. Lo mas seguro es que Jas circunstancias y condiciones allé sean otras. Chile no es un modelo que se pueda trasplantar de un macetero a otro con absoluta impunidad. La leccién chilena va definitivamente por otro lado. Va por el lado de comprobar que no hay problemas que sean insupera- bles. De demostrar que la solucién a los males endémicos de una sociedad no depende de terceros paises ni de la ayuda externa 31 ni mucho menos:de ‘supuesta “solidaridad internacional”; depende sélo del esfuerzo que haga cada pais por si mismo para corregir sus desequilibrios y superar las adversidades. En Chile tanto aquéllos como éstas fueron muy grandes. El gobierno militar se hizo cargo de un pais en estado calamitoso y no bien habia puesto un poco de orden en las primera semanas de administracién cuando, en octubre del 73, se desaté la crisis del petréleo, que para Chile significé un dramatico deterioro de los términos de intercambio: a partir de ese momento tuvo que comprar petréleo cuatro veces mas caro y vender cobre dos veces més barato. zDe donde sacé energias Chile para salir de ese atolladero? Las sacé del fondo de sus propias reservas y de ninguna otra parte. Aunque parezca contradictorio ‘decirlo, pudo hacerlo porque habia tocado fondo. Inconscientemente el pais durante aiios se habia estado encaminando a un callej6n sin salida. Y Hegé el momento en que ~por desesperacin de la base ciudadana y urgencia de la nueva cipula gubernativa— se dieron las condi- ciones para el gran golpe de timon. LOS INGREDIENTES DEL EXITO Esas condiciones podrian resumirse en tres. Primero, una voluntad politica de restablecer una economia que fuese viable y congruente con las aspiraciones de bienestar de los chilenos. Segundo, un equipo profesionalmente idéneo para llevar a cabo el proyecto de saneamiento y desarrollo econémico. Y, tercero, una mistica para hacer las cosas que fue capaz de trascender nuestras individualidades y toda suerte de personalismos. De una forma u otra, todos fuimos partes y agentes de un todo mayor, que ni siquiera era el equipo econémico, ni siquiera el régimen militar, sino Ja idea de un Chile por fin rescatado de la mediocridad y en condiciones de hacer efectivas las inmensas potencialidades de sus recursos y -més que eso- de su gente. La voluntad politica, sostenida con una tenacidad increible por el general Pinochet, nunca fall6 y fue el elemento que le dio continuidad a la experiencia. Aun en el momento en que parecié entrar al gobierno un equipo econémico de relevo ~cuando jur6 32 como ministro de Hacienda Luis Escobar-las grandes lineas se mantuvieron. Incluso mas, con el nuevo ministro entraron cuadros profesionales que desempefiaron un papel decisivo en la gestién que yo levaria a cabo més tarde en esa misma secretaria de Estado. Entre marzo del 82 y febrero del 85 Chile tuvo seis ministros de Hacienda. Asi de fuertes fueron las turbulencias de ese periodo, aunque afortunadamente en defi- nitiva el rumbo se mantuvo. El apoyo politico del. presidente a la gestién del equipo econémico nunca fue, en todo caso, un cheque en blanco. Ni mucho menos. Era escrutado permanentemente y con absoluta distancia. Creo que nunca mientras fui ministro tuve la sensacion de estar seguro en mi cargo. Tenfa muy claro que podia quedar fuera del gabinete de un momento a otro. Los fines de afio—que era la época en que el general Pinochet acostumbraba a realizar ajustes en el equipo de sus colaboradores- eran periodos donde todo ministro debia prepararse para salir a buscar trabajo en otra cosa. En este sentido la situacién nuestra era muy precaria. Nuestra extraccién era més bien academicista y en general compartfamos una cierta torpeza para la actividad lucrativa. Por Jo demés, cualquier negocio paralelo hubiera sido mirado no slo con sospecha sino también con escdndalo, Los sueldos, como se sabe, eran extraordinariamente modestos y las practicas de austeridad en los ministerios y jefaturas de servicio Ilegaban a extremos de franco puritanismo. También por ese concepto—que se traducfa en una anticipada desconfianza ante la sola idea de que alguien estuviera sacando de su cargo ventajas personales- la alianza gobierno, banca e industria, que aparentemente funciona sin inconvenientes en paises como Jap6n o Corea, por ejemplo, y que genera objetivos maridajes o complicidades entre ministros y gerentes, entre empresas y reparticiones puiblicas, era en Chile absolutamente impensable. Si el general Pinochet y las fuerzas armadas y de orden aceptaron el modelo econémico fue -entre otras cosas- porque les garantizaba que el esquema hacia desaparecer la discrecionalidad. Lo que se ve como esquema oriental, donde el gobierno para bien o para mal se asocia con las empresas, donde EE Ja concentraci6n es maytiscula, donde se escogen a dedo-cudles sectores productivos se proyectan al exterior y cudles no, donde las politicas industriales se labran a costa de exenciones y privi- legios, donde el Estado apuesta por asf decirlo a determinadas actividades productivas, jams hubiera podido funcionar bajo el gobierno militar. Esa imposibilidad, aparte de mayor transparencia y limpieza en la gestion ptiblica, también entregé una garantia de mayor eficiencia econémica. Al ser en mayor medida el mercado la instancia que determin6 cuéles actividades tenfan ventajas competitivas para proyectarse externamente, Chile tal vez pudo optimizar mejor su esfuerzo de inversién. Es cierto que a los paises del sudeste asidtico les ha ido muy bien, pero también es cierto que a veces, en determinadas metas y apuestas, les ha ido muy mal, perjudicando el rendimiento de las elevadas tasas de inversi6n que tienen. Los coreanos, por ejemplo, a comienzos de los afios 80, debieron pagar el costo del fracaso de industrias que afios antes habfan querido privilegiar. La desconfianza en el dirigismo no quiere decir que no sea necesaria una constante preocupacién para fortalecer al sector privado, pero esto se hizo en Chile como politica general y no como una estrategia especifica para favorecer a un sector, a una industria o a una persona en particular, con nombre y apellido. CAMBIOS Y CONSENSO Una cosa es que en Chile haya existido respaldo politico y un programa cabal de transformaciones, ademds de gente idénea y motivada para ejecutarlas, pero otra cosa es que los cambios se hayan hecho efectivamente. Es importante distinguir ambos aspectos porque la revoluci6n econémica chilena no se hizo por libros. El cargo que nos hicieron en forma recurrente los oposi- tores a la modernizacién, respecto a que nosotros éramos una especie de banda fanatica empefiada en aplicar las recetas estandarizadas de la Universidad de Chicago a cualquier costo y a como diera lugar, no puede haber sido més injusto en este sentido. Porque en Chile no existieron recetas. Tal vez si las hubiésemos tenido todo habria sido més facil. Para llevar a cabo exitosamente una transformaci6n no sdlo se requiere que esté bien concebida desde el punto de vista técnico. A veces los gobiernos ~casi todos los gobiernos- tienen excelentes ideas que naufragan porque nunca pueden traspasar la esfera de la teorfa, de los ideales y de la especulacién. Se requiere, por lo mismo, algo mas que buenas ideas. Se necesita también una cierta habilidad para generar consensos —no en las ctipulas, que era donde le interesaban los consensos a la oposi- cién chilena de entonces- sino especialmente en la base social, entre la gente comin y corriente. Eso es un hecho: las transformaciones no se pueden realizar cuando todo el pais est en contra:y cuando las iniciativas no tienen ninguna aceptacién ciudadana. Ni siquiera en un gobierno autoritario como el del general Pinochet. Lo que nosotros aprendimos fue que el margen de receptividad a las transformaciones siempre es ampliable cuando el equipo que las promueve tiene un conocimiento pormenori- zado de los problemas que est intentando resolver. El conoci- miento es basico. Basico en lo que concierne a la teoria y a la prdctica, a la linea gruesa y a los detalles, a la trayectoria o historia de los problemas y a la situacién actual. Es el conocimiento acabado de las cosas -de la situaci6n tributaria concreta que enfrenta una actividad, del sistema de despacho de carga en el transporte maritimo o de la forma en que trabajan las empresas que generan electricidad y las que la distribuyen, por dar algunos ejemplos— es lo que permite sacar a discusi6n de la esfera ideolégica, desplazarla al plano técnico y llegar -con creatividad y sentido comuin- a soluciones real- mente de fondo. Nada de esto fue facil, desde luego. Es distinto hablar de liberalizacién hoy, a comienzos de los aftos 90, que haberlo hecho hace quince o veinte afios. En la actualidad existe un ambiente internacional mucho mis receptivo que entonces a las soluciones de la economia de mercado. Después de la bancarrota de los socialismos, de la crisis de los modelos cepalinos y del gigantesco fraude econémico y politico que encarnaron los populismos latinoamericano de distinto estilo en los afios 80, existe una ae convergencia de puntos de vista mucho mayor. Por ejemplo, pronunciar la palabra privatizacién dejé de ser un sacrilegio. Asi y todo, sin embargo, segiin la sabiduria popular, donde hubo fuego brasas quedan. Y no es facil para los lideres y partidos politicos que condenaron ayer la economia de mercado aceptarla hoy sin traumas. Son muchos los prejuicios y-reservas que todavia subsisten; no obstante su capacidad para mejorar las condiciones de vida, especialmente de los més pobres. Y son muchos los fantasmas que la hacen desconfiable para amplios sectores de la opinién publica. No es facil aceptar la realidad cuando las utopias se desploman de un dia para otro y un académico norteamericano comienza a hablar del fin de la historia. El desarrollo ya no consiste en transferir riqueza; consiste en crearla y ciertos sectores politicos no tienen reperto- rio intelectual alguno para reaccionar ante este reto. El propio presidente Aylwin, en una entrevista a un diario brasilefio, decia, a propésito del nuevo sistema previsional chileno, que no.era solidario, pero que a lo mejor era realista, porque reconoce a la naturaleza humana tal como es. Para mucha gente todavia, hablar de economia social de mercado es hablar de egoismo, de consumismo o de un sistema donde los pobres son cada vez mas pobres, lo cual empiricamen- te es una falacia. Aun a comienzos de los afios 90 -a pesar de los vientos mundiales.que soplan- los uruguayos, por ejemplo, rechazan‘en un plebiscito un plan de privatizaciones para poner a.esa economia a'Ja altura de los tiempos. {Por qué el rechazo? 2Acaso la crisis no fue lo suficientemente fuerte para sensibilizar a. esa ciudadania con la disciplina del Estado reducido? ,Estuvo mal planteado el plebiscito? {Fallaron los lideres al explicar al pueblo las verdaderas ventajas de las privatizaciones? {Significa esto que Uruguay prefiere de ahora en adelante ir queddndose atras? LOS DOS FRENTES Hubo dos grandes instancias, por decirlo asi, en la revolucién econémica chilena: estabilizacién y modernizaci6n. La primera fase significé que entre tener las cuentas en orden 36 y tenerlas desequilibradas era desde todo punto de vista preferible lo primero. Esta es en la actualidad una opcién de perogrullo, pero en ese tiempo no lo era. Més alld del olimpico desprecio de los jerarcas del gobierno socialista a los equilibrios macroeconémicos basicos, que ahora puede prestarse a toda suerte de humoradas, a fines de los afios 60 y durante bastante tiempo una vertiente importante del pensamiento econémico consideraba que, en tiltimo término, un poco de desequilibrio no necesariamente era malo. Tras muchos eufemismos, el crecimien- to, en otras palabras, bien valfa una cierta inestabilidad en los precios. ;Total, qué més daba! El problema era cudnta inflacion se podia tolerar. Es cierto que la complicidad del modelo cepalino con los desequilibrio macroecondémicos fue llevada —segiin el propio Ratil Prebisch lo reconocfa~ a extremos de caricatura por el gobierno de Allende (anticipando el calamitoso manejo de la economia que llevarfan a cabo afios después, en casi toda la regin, populismos exacer- bados como el de Alan Garcia en Pert o de menor grado como los de Alfonsin en Argentina y Sarney en Brasil), pero siempre hubo ahi un virus disociador, de efectos devastadores, cuya presencia era peligrosa para cualquier economfa sana. EI programa rectificador y modernizador en el cual trabajé durante el gobierno de Ande un amplio equipo de economistas y profesionales encabezado, entre otros, por figuras como Emilio Sanfuentes, Sergio de Castro, Pablo Baraona, y que en su tiempo se conocié como El Ladrillo, contenia un-rechazo muy radical a ese planteamiento. Atribuia a esta distorsién consecuencias muy dajiinas que desde hacia décadas habian estado frustrando las potencialidades de desarrollo del pais. Si poner las cuentas en orden significaba sobre todo tratar de estabilizar la economia y restaurar algunas condiciones de racio- nalidad muy basicas para hacer viable la funcién productiva, en Chile siempre estuvo claro que el régimen militar se proponia ir bastante mis alla. Uno era el problema urgente: apagar los incendios que estaban consumiendo el edificio econémico chileno por los cuatro costados. Pero otro era el problema de fondo: qué hacer 37 para que el pais entrara a un proceso de modernizacién capaz de resolver las deficiencias e incongruencias estructurales que presentaba la economia. Elrégimen militar actué en uno y otro frente en forma para- ela. No es que entrara a modernizar una vez que la economia haya estado estabilizada. No. Los combates de la estabilizacion y de la modernizacién fueron simultaneos. Puede que al comienzo, muy al comienzo, el énfasis haya estado.en tratar de ordenar el caos que el pais presentaba en septiembre del 73. Pero, tan pronto como la economia salié de la esfera del descontrol, el gobierno se aplicé a metas de mas largo plazo. Tuvo que hacerlo, por lo demés. Quizés ya no tenfa otra alternativa. No bien habia tomado el control del pais cuando el régimen debié enfrentarse a la dramatica crisis del petréleo de octubre del 73. A partir de ese momento todo se hizo mis dificil y el precio del cobre ~del cual Allende tanto se habia quejado, porque le tocé efectivamente una cotizacién més baja que la del gobierno de Frei— entré a una fase alarmante de declinaci6n. Ojala el gobierno de Pinochet hubiera podido tener los excelentes precios reales del cobre que existieron durante el periodo de Allende. Dos crisis -enormes, descomunales, demoledoras y dificiles- se juntaron en el afio 74 en Chile. Por una parte, la herencia del gobierno socialista, que se hizo sentir no tanto el 73 como en los afios siguientes y que hizo decir al ex presidente Frei que el pais iba a necesitar por lo menos diez afios para recuperar todo lo que habfa perdido con esa experiencia, sin pensar nien el alza de los precios del crudo ni en la crisis de la deuda. Por otro lado; los severos efectos de la crisis del petréleo. LAS ETAPAS Fue alli cuando entré en accién el programa de recuperacién econémica del ministro Jorge Cauas, que supuso una politica mucho mis estricta en materia de gastos del sector ptiblico y el inicio de un periodo de muchas privaciones. Fueron lo que se llamé los afios de la politica de shock. Afios duros y dificiles, porque de hecho el margen de accién del pais se habia estrechado 38

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