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Hacia un Futuro Neuroqueer

Una entrevista con Nick Walker

Nick Walker, PhD,1 y Dora M Raymaker, Phd2

Palabras Clave: neurodiversidad, neurodivergencia, neurocosmopolita, neuroqueer,


autismo

Introducción
En esta entrevista, Dora M. Raymaker, editora asociada de Autismo en la Edad Adulta, entrevista
a Nick Walker en relación al estado de las investigaciones y práxis en neurodiversidad, en el
pasado, en el presente y en el futuro.
Nick Walker es autista, profesor de psicología y queer, cofundador de la editorial cooperativa
Autonomous Press, participa desde hace mucho tiempo en la cultura autista, sus ideas han
influido en los campos emergentes de los estudios sobre neurodiversidad y la teoría crítica del
autismo, y también es un académico transdisciplinario cuyo trabajo explora las intersecciones de
la neurodiversidad, la corporeidad, la teoría queer y la práctica transformadora. Raymaker y
Walker conducen la entrevista original a través de correo electrónico; Raymaker añade luego las
citas, el formato y una ligera corrección de estilo.

Dra. Dora M. Raymaker: Has estado muy involucrado en los estudios y el movimiento de
la neurodiversidad desde los primeros días. ¿Puedes empezar con una visión general del
concepto de neurodiversidad y los orígenes del movimiento, especialmente para los
lectores que no estén familiarizados con su génesis?

Dr. Nick Walker: A principios de la década de 1990, en gran parte gracias a la creciente
disponibilidad de acceso a Internet, un número cada vez mayor de personas autistas de
todo el mundo angloparlante comenzó a conectarse entre sí cocreando una comunidad,
una cultura y un movimiento por los derechos de las personas autistas. Éste movimiento
surgió como respuesta a ciertas condiciones imperantes: En primer lugar, el discurso y la
práctica relacionadas con el autismo estaban (y siguen estando) dominadas por lo que he
denominado paradigma patológico, en el que el autismo se enmarca como una forma de
patología médica o "trastorno" psiquiátrico; en segundo lugar, este paradigma patológico
provocaba de manera sistemática que las personas autistas fueran estigmatizadas,
tergiversadas, deshumanizadas, maltratadas, perjudicadas y traumatizadas por los
profesionales y por sus propias familias; en tercer lugar, las personas autistas que
intentaban mejorar esta situación encontraban rechazo, hostilidad y/o violencia. Lxs
activistas autistas empezaron a reconocer que eran un grupo minoritario oprimido cuyo
abuso seguía, en cierto modo, patrones similares a la opresión de otros grupos
minoritarios.

Por ejemplo, lxs investigadores que estudiaban a las personas autistas siempre partían
del supuesto incuestionable que el autismo era una patología médica y el hecho de ser
autista era intrínsecamente inferior a no serlo; este supuesto sesgaba y deformaba la
investigación del mismo modo que los supuestos sexistas y racistas han sesgado y
deformado históricamente los llamados discursos ''científicos'' sobre las mujeres y las
personas de color. Esto dejó a lxs activistas autistas con la consigna de cómo describir
mejor la naturaleza de nuestra condición de minoría. Ser autista no es una etnia, un
género, una orientación sexual, una religión o una nacionalidad, Entonces ¿Qué clase de
grupo minoritario somos? La especialista en autismo Judy Singer, escribió sobre este
tema a finales de la década de 1990, y nos proporcionó una respuesta cuando acuñó el
término neurodiversidad.

Al igual que la humanidad es diversa étnicamente, también lo es en términos de género,


orientación sexual y otras numerosas cualidades, asímismo, los seres humanos también
somos neurocognitivamente diversos, y las personas autistas conformamos un grupo
neurominoritario. Acuñé el término neurominoridad unos años después de que Singer nos
diera el término neurodiversidad; me resultaba una extensión obvia del concepto de
Singer, y estoy seguro de que otras personas también lo pensaron de forma
independiente. Otro término esencial es neurodivergente, acuñado por Kassiane
Asasumasu en torno al año 2000; ser neurodivergente es divergir de los estándares
culturales dominantes de funcionamiento neurocognitivo.

La neurodiversidad, sencillamente, es la diversidad entre las mentes humanas. Durante


los 15 años posteriores a la creación del término, era habitual hablar de neurodiversidad
como "diversidad entre cerebros". Todavía hay mucha gente que la describe así. Creo que
esto es un error; es una definición excesivamente reduccionista y esencialista que lleva
décadas de retraso con respecto a la comprensión actual del funcionamiento del cuerpo-
mente humanos. La mente es un fenómeno encarnado, es decir, está codificada en el
cerebro en forma de redes de conexiones neuronales en constante cambio. El cerebro es
una parte del cuerpo que se interconecta, a través de una extensa red de nervios, con
toda la corporalidad. Las actividades de la mente y el cuerpo generan cambios en el
cerebro; los mismos nos afectan tanto mental como físicamente. La mente, el cerebro y el
cuerpo están profundamente entrelazados en un único y complejo sistema. No somos
mentes montadas en cuerpos, somos cuerpo-mente.

Mucha gente ve “neuro” y piensa en cerebro. Pero el prefijo neuro no significa cerebro,
sino nervio. La neurodiversidad se entiende mejor como una abreviatura conveniente del
funcionamiento de todo el cuerpo-mente y de la forma en que el sistema nervioso
entreteje la cognición con el cuerpo. Entonces, neurodiversidad se refiere a la diversidad
entre los cuerpos-mente humanos.

Desde el punto de vista académico, discursivo y práctico, hay dos formas básicas de
abordar el fenómeno biopsicosocial de la neurodiversidad. En algún momento, alrededor
de 2010, empecé a referirme a estos dos enfoques distintos como el paradigma
patológico y el paradigma de la neurodiversidad.

El paradigma patológico parte del supuesto que las divergencias significativas con
respecto a las normas socioculturales dominantes de cognición y corporalidad
representan alguna forma de déficit, defecto o patología. En otras palabras, el paradigma
patológico divide el espectro del rendimiento cognitivo/corporal humano en "normal" y
"distinto de lo normal", privilegiando implícitamente lo "normal" como el estado deseable y
superior. El paradigma de la neurodiversidad parte del entendimiento que la
neurodiversidad es un eje más de la diversidad humana, del mismo modo que lo es la
diversidad étnica o de género y orientación sexual, y como éstas, también está sujeta a
los mismos tipos de dinámicas sociales, como por ejemplo las dinámicas de las
desigualdades de poder social, los privilegios y la opresión. Con este enfoque, la
patologización de las neurominorías puede fácilmente entenderse como otra forma de
opresión sistémica similar a la ejercida sobre otros grupos minoritarios. Al reconocer la
neurodiversidad como una expresión de la diversidad humana, podemos ver al paradigma
patológico como una forma de opresión sistémica como lo son el racismo o el
heterosexismo, se hace evidente que el concepto de una "mente normal" es tan absurdo e
innatamente opresivo como la idea de que los blancos son la raza "normal"
predeterminada o que la heterosexualidad es la única sexualidad "normal". Y la
patologización de las neurominoridades -el encuadre del autismo, por ejemplo, como un
"trastorno mental" o una "afección" médica- no es más válida ni menos opresiva que el
encuadre de la homosexualidad como un "trastorno mental".
Los dos paradigmas -el patológico y el de la neurodiversidad- son tan fundamentalmente
incompatibles como lo son, digamos, la homofobia y el movimiento por los derechos de
los homosexuales, o la misoginia y el feminismo.

En términos de discurso, investigación y legislación, el paradigma patológico plantea:


"¿Qué hacemos con el problema que representan estas personas que no son normales?",
mientras que el paradigma de la neurodiversidad plantea: "¿Qué hacemos con el
problema de estas personas que son oprimidas, marginadas y/o mal tratadas y mal
integradas en la cultura predominante?". Yo definiría el movimiento de la neurodiversidad
como el movimiento orientado a cambiar la cultura y el discurso dominantes, alejándose
del paradigma patológico y evolucionando hacia el paradigma de la neurodiversidad. El
movimiento de la neurodiversidad no es en absoluto monolítico; hay muchas maneras
diferentes en las que la gente está trabajando para introducir este avance en diferentes
ámbitos y contextos y, por supuesto, hay algunas variaciones en la interpretación del
paradigma de la neurodiversidad por parte de distintos grupos e individuos dentro del
movimiento.

Aunque lxs estudiosxs y activistas autistas -y lxs estudiosos no autistas con visión de
futuro interesadxs en el autismo- siguen constituyendo gran parte de la vanguardia del
movimiento, el movimiento de la neurodiversidad se ha extendido más allá de sus
orígenes en la comunidad autista y ha sido acogido por miembros de otros grupos
neurominoritarios, como las personas disléxicas y las que actualmente se describen como
"TDAH" (No me gusta la etiqueta "TDAH" porque significa "Trastorno por Déficit de
Atención e Hiperactividad", y los términos "déficit" y "trastorno" apestan a paradigma
patológico. A menudo he sugerido que se sustituya por el término Estilo Cognitivo
Cinético, o ECC; tanto si esa sugerencia en particular se pone de moda como si no,
ciertamente espero que la etiqueta TDAH acabe siendo sustituida por algo menos
patologizante).

Dra. Raymaker: Entonces de ahí venimos; ahora me gustaría hablar de dónde estamos.
¿Cómo caracterizaría el estado actual del paradigma de la neurodiversidad, tanto en
términos académicos como respecto a su presencia en la comunidad, o como un factor
en las prácticas y las decisiones políticas?

Dr. Walker: En el ámbito académico, el paradigma de la neurodiversidad ha estado


generando algunos estudios valiosos y vitales en una amplia gama de disciplinas. Por
mencionar solo algunos ejemplos recientes que tengo en mente, está el trabajo de
Yergeau en el campo de la retórica, el trabajo de Savarese en los estudios literarios, el
trabajo de Bakan en musicología, el libro de Gratton sobre la psicoterapia con pacientes
autistas transgénero, y mi propio trabajo sobre las intersecciones de la neurodiversidad
con las psicologías somática y humanista.

El primer manual de Estudios de la Neurodiversidad se publicó en el verano de 2020. He


hablado con bastante optimismo sobre ''el campo emergente de los Estudios de la
Neurodiversidad'' desde aproximadamente 2012, así que es maravilloso ver que la
realidad está alcanzando mi optimismo. En los próximos años aumentará el trabajo en
esta dirección. Sin embargo, como se puede deducir de los ejemplos recientes que he
enumerado, parte de la naturaleza intrínsecamente queer e ingobernable del paradigma
de la neurodiversidad es que no puede ser confinado dentro de los límites de un solo
campo, ni siquiera un campo de Estudios de la Neurodiversidad.

Lo impactante de todos estos estudios es su dinamismo y originalidad; cada uno de los


ejemplos que he mencionado, y muchos otros que recuerdo, contribuyen culturalmente de
manera única y tienen el potencial de ser la base de una praxis constructiva y creativa. Es
un cambio sumamente revitalizador con respecto a las décadas de investigación
desarrolladas dentro del paradigma patológico, que puede reducirse a un millón de
tediosas variantes de “¿Qué les pasa a estas personas que no son normales, y cómo
podemos hacer que se comporten como si lo fueran?” Hay algo inherentemente opresivo
y falto de imaginación en el paradigma patológico, y algo inherentemente germinativo en
el paradigma de la neurodiversidad.

Me gustaría observar que la creciente popularidad del término "neurodiversidad" ha


llevado a muchas personas y organizaciones, que todavía piensan y operan dentro del
paradigma patológico, a apropiarse de él como palabra de moda sin entender sus
implicancias.
implicancias Actualmente es muy habitual encontrar un sitio web o un artículo en el que
se utiliza la palabra neurodiversidad y luego se habla del autismo y/o de otras formas de
neurodivergencia con un enfoque patologizante, por ejemplo, hablando de ellos como
"trastornos", promoviendo los viejos estereotipos y cánones del paradigma patológico, o
valorando a las personas autistas como "de alto o bajo funcionamiento". Entonces, es
importante pensar críticamente y reconocer que la mera adopción de la terminología no es
igual que hacer un auténtico giro ideológico.

Con respecto a la presencia del paradigma de la neurodiversidad en la cultura y la


comunidad, la cosa está muy revuelta. Por un lado ha sido profundamente significativo y
liberador para muchas personas, estamos viendo más ejemplos de de representación
neurodivergente positiva y no patologizante en diversos medios de comunicación: el
personaje autista Entrapta, en la serie de Netflix She-Ra y Las Princesas del Poder, es
uno de mis ejemplos recientes preferidos.

Por otro lado, el mismo problema que ha surgido en el ámbito académico también está
muy presente en la macro cultura: mucha gente ha adoptado algunos términos del
paradigma de la neurodiversidad, pero aún piensan arraigadamente en el paradigma
patológico. Las grandes organizaciones e instituciones tienen mucha inercia, así que
todavía no estamos viendo la influencia del paradigma de la neurodiversidad en las
políticas y prácticas a gran escala. Aunque sí he visto desarrollos fascinantes en menor
escala, al nivel básico de la praxis, por ejemplo, hay psicoterapeutas y otros
profesionales, o pequeñas organizaciones, que están avanzando hacia el paradigma de la
neurodiversidad. También está la problemática de la apropiación; neurodiversidad es una
palabra en boga en la industria de la tecnología actual, pero a menudo sólo significa:
"¿Cómo podemos explotar más fácilmente el trabajo de las personas autistas talentosas
en el desarrollo de software?” Hay una novela de ciencia ficción brillante llamada Hoshi
and the Red City Circuit que explora a dónde pueden conducir este tipo de cosas.

Dra. Raymaker: ¡Ja! Hablando de hacia dónde puede conducir el paradigma de la


neurodiversidad -o la apropiación de éste-, ¡es un pie perfecto para hablar del futuro!
¿Hacia dónde cree que deberíamos orientarnos, cuál es el trabajo más urgente a corto
plazo, tanto en términos académicos como prácticos?
Dr. Walker: Según lo veo, la meta a largo plazo de nuestro trabajo es un cambio de
paradigma cultural: la sustitución generalizada del paradigma patológico por el paradigma
de la neurodiversidad. Si queremos que esto ocurra, hay un conjunto de prácticas
cruciales que tendremos que cultivar rigurosamente en años venideros: Primero, es
necesario tener absolutamente claro -tanto mental como discursivamente en lo oral o
textual- que el paradigma patológico no es más que la discriminación institucionalizada
con disfraz de ciencia, y que es ilegítimo y dañino como lo son el racismo, la misoginia y
otras formas de opresión que también se han camuflado históricamente como ciencia.
En segundo lugar, tendremos que entrenarnos para reconocer al paradigma patológico en
todas sus muy diversas expresiones. La naturaleza de los paradigmas dominantes de
cualquier cultura es ser muy penetrantes, de tal forma, se normalizan hasta el punto de
ser invisibles para cualquier persona criada dentro de esa cultura. Por eso a tanta gente le
cuesta tanto reconocer el sexismo o el racismo aún cuando está ocurriendo delante de
sus ojos. Despertar y aprender a ver el paradigma patológico es como despertar y
aprender a ver cualquier otra forma de opresión sistémica. El hecho de que alguien se
refiera al autismo como un "trastorno" o una " afección" debería hacer saltar
inmediatamente las mismas alarmas en nuestra mente que cuando oímos a alguien
referirse a la homosexualidad como un "trastorno" o a una minoría étnica como "inferior".
La frase del paradigma patológico "individuos con autismo" debería ser considerada
inapropiada, igual que intuitivamente podemos reconocer que hay algo malo en la frase
"individuos con homosexualidad". En tercer lugar, tendremos que mejorar mucho para
mantener el paradigma patológico a raya, sabiendo que es tan inaceptable como
cualquier otra forma de discriminación. Y sí, me consta que esto significa rechazar casi
todas las investigaciones y discursos relacionados con el autismo que se han producido
en los últimos 90 años, o más. Estoy de acuerdo con eso. Hasta la década de 1970, casi
todos los estudios relativos a la homosexualidad la enmarcaban como un trastorno
mental, y la práctica profesional pretendía averiguar sus causas, tratarla y/o prevenirla.
¿Resulta familiar? En 1960, para la mayoría de los psicólogos hubiese sido impensable
desechar por completo las investigaciones y las prácticas que estigmatizaban la
homosexualidad y la trataban como una patología. Sin embargo, en las últimas décadas,
el mundo académico y profesional ha hecho exactamente eso, y los resultados han sido
plenamente beneficiosos.

Hoy en día, si un profesor de psicología de una gran universidad diera una conferencia
proclamando la "cura de la homosexualidad", habría una protesta y seguramente una
reprimenda administrativa. Si un investigador escribiera un artículo encuadrando la
homosexualidad como una patología médica, abogando por una terapia de conversión
gay y lo enviara a una revista dedicada a los estudios queer o a la salud LGBTQ, sería
rotundamente rechazado. A pesar de ello, incluso las universidades que alardean de
haber abrazado la neurodiversidad siguen estando dispuestas a emplear académicos que
hablan de las personas autistas en términos patológicos y que respaldan el hecho de
someter a lxs niñxs autistas a técnicas abusivas de terapia de conversión, como el
Análisis de Conducta Aplicado (ABA por sus siglas en inglés). Esa misma discriminación
se sigue publicando alegremente en las revistas académicas y en las editoriales. No
tenemos que tolerar este tipo de cosas, pero continuarán mientras lo hagamos. En la
actualidad, tanto la homofobia como el racismo son cada vez más inadmisibles en el
discurso académico dominante, lo que supone un avance positivo para un movimiento
que comenzó con grupos relativamente pequeños de académicos que decidieron que no
iban a seguir aceptando todo eso en silencio. Desafiar los discursos opresivos es una
ardua batalla al principio, pero me anima ver lo mucho que ha cambiado el discurso
académico sobre la homosexualidad a lo largo de estos años.
Dra. Raymaker: ¿En su opinión, en la actualidad hay alguien que esté llevando la
investigación en neurodiversidad a este nuevo nivel, o encaminándola hacia el futuro de
otra manera interesante o innovadora? ¿Qué se está aportando al discurso?

Dr. Walker: Actualmente, el trabajo académico sobre neurodiversidad que más me


entusiasma es el que se centra en el potencial creativo y transformador de la
neurodivergencia. Hasta el momento, muchos de los informes sobre neurodiversidad se
han centrado en la justicia en materia de discapacidad; su objetivo ha sido cuestionar los
abusos generados por el paradigma patológico y trabajar en pos de la acogida e inclusión
de las neurominorías en la sociedad. Es una tarea necesaria, y todavía hace falta mucho
más. Pero especialmente en esta era postnormal de creciente caos e incertidumbre, es de
vital importancia que no sólo abordemos los problemas vigentes, sino que cultivemos
visiones positivas de un futuro mejor hacia el que podamos avanzar. Las investigaciones
sobre neurodiversidad aspiran a un mundo en el que las neurominorías sean aceptadas y
bienvenidas, pero el trabajo más inspirador y atractivo -el que lleva las cosas a un nivel
superior- apuesta a un futuro en el que nos centremos en la neurodivergencia de forma
que desarrollemos el potencial creativo de los individuos, las comunidades y la humanidad
en su conjunto. Este es el propósito central de mi trabajo actual, el mismo se enfoca en el
uso de prácticas transformadoras para promover la realización de los potenciales
neurodivergentes creativos y alcanzar la autosuperación.

Otras personalidades destacadas en la investigación de la neurodiversidad que están


realizando un trabajo muy interesante e innovador son M. Remi Yergeau, cuyo libro
Authoring Autism es una crítica magistral de la retórica del paradigma patológico, pero
también va más allá de la crítica y se adentra en la exploración de cómo los cerebros
neurodivergentes pueden ampliar y alterar creativamente los límites de la retórica, la
comunicación, la intencionalidad y la experiencia; Ralph Savarese, cuyo trabajo con
colaboradores autistas en See It Feelingly explora cómo las perspectivas
neurodivergentes pueden proporcionar nuevas capas de visión creativa en la literatura;
también Erin Manning, que examina la naturaleza de la percepción autista y su potencial
inherentemente creativo en Always More Than One y otros artículos; y el equipo de Estee
Klar, Adam Wolfond y el "Colectivo A", cuyo trabajo explora las sinergias creativas que
pueden surgir de las interrelaciones y colaboraciones de las conciencias autistas y no
autistas. Vale la pena decir que estos ejemplos se sitúan mayormente en el ámbito de las
humanidades (a excepción de mi propio trabajo, que está en el campo de la psicología y,
por tanto, técnicamente, entra en el terreno de las ciencias sociales). Claro que
actualmente hay otras investigaciones en las ciencias sociales que se basan en el
paradigma de la neurodiversidad (algunas de ellas publicadas en Autism in Adulthood):
estudios que exploran las vidas, preocupaciones y necesidades de las personas autistas
y/o de otros grupos neurominoritarios sin patologizarlos. No hay duda de que este tipo de
investigación es beneficiosa y necesitamos más, pero hasta ahora no es exactamente
"innovadora" o "de nuevo nivel", son estudios que en su mayoría sólo me hacen pensar,
"Ya era hora" o "Al menos se las arreglaron para mantenerse alejados del lenguaje del
paradigma patológico".

Una excepción notable con la que me he topado es la antología de Peter Smagorinsky


Creatividad y Comunidad entre los Jóvenes del Espectro Autista, que aplica
brillantemente las teorías del desarrollo de Lev Vygotsky para explorar los beneficios
sociales y educativos de involucrar a lxs jóvenes autistas en procesos creativos
colaborativos; este libro es un ejemplo de lo que puede ser la investigación sobre la
neurodiversidad del "siguiente nivel" en las ciencias sociales.
En el terreno de la investigación biomédica, el avance más prometedor que he visto hasta
ahora es el estudio realizado por la Multidisciplinary Association for Psychedelic Studies
(MAPS) sobre el uso de la psicoterapia asistida con MDMA para tratar la ansiedad social
en autistas adultxs. Fui consultor, investigador asociado y coautor de este estudio, que se
publicó en el 2018 bajo el incómodo título de ''Reducción de la ansiedad social tras la
psicoterapia asistida con MDMA en adultxs autistas: Un estudio piloto aleatorizado, doble
ciego y controlado con placebo'' De principio a fin, insistí en que el equipo de investigación
mantuviera el estudio libre de cualquier mancha del paradigma patológico.

En cuanto a la fundamentación de la investigación biomédica en el paradigma de la


neurodiversidad, el estudio de MAPS fue ejemplar en algunos aspectos. Por un lado, no
había nada que patologizara a las personas autistas o que situara el autismo en un plano
de inferioridad con respecto a la neurotipicidad. No se trataba en absoluto de "tratar el
autismo" (un concepto innatamente opresivo que es fundamental para el paradigma
patológico); se trataba de tratar la ansiedad social en adultos autistas que daban su
consentimiento para ser tratados porque veían afectada su calidad de vida (lo más
importante es que su calidad de vida se veía disminuida según sus propias apreciaciones,
y no según la opinión de algún neurotípico sobre cómo debería ser una alta calidad de
vida). En segundo lugar, lo hicimos todo fuera del lenguaje del paradigma patológico.
Nunca nos referimos al autismo como un "trastorno" o " afección", y dijimos "adultxs
autistas" y nunca "adultxs con autismo". ¿Y adivinen qué? El estudio fue aprobado por la
FDA y la DEA (se necesita la aprobación de la DEA para utilizar una sustancia controlada
como el MDMA en un estudio de investigación), y posteriormente fue publicado en la
importantísima revista Psychopharmacology, sin añadir ningún lenguaje patologizante.
Y en tercer lugar, mientras que lxs investigadores que están dentro del paradigma
patológico probablemente habrían enmarcado la ansiedad social como un "síntoma del
autismo" o una "condición comórbida" (insinuando implícitamente al autismo como una
patología), nosotros dejamos claro desde el principio que reconocíamos la ansiedad social
como un síntoma del extenso trauma que la sociedad neurotípica inflige a las personas
autistas desde la primera infancia; en otras palabras, reconocimos que la ansiedad social
que procurábamos tratar era un síntoma de opresión. Reconocer la ansiedad social como
síntoma de un trauma fue fundamental para el estudio: de hecho, la razón por la que
pensamos que la psicoterapia asistida con MDMA podría ser eficaz para tratar la ansiedad
social en personas autistas fue porque estudios anteriores habían demostrado que la
psicoterapia asistida con MDMA era eficaz para tratar el estrés postraumático en las
personas no autistas. (Por cierto, resultó que teníamos razón: lxs participantes de nuestro
estudio mostraron un alivio muy significativo de los síntomas de ansiedad social tras el
tratamiento asistido con MDMA).
Para mí, el estudio de MAPS es mucho más fresco y emocionante que cualquiera de los
innumerables y tediosos estudios que el paradigma patológico sigue produciendo sobre
las supuestas "causas" del autismo. Es un gran ejemplo de las direcciones fascinantes
que podría tomar la investigación biomédica con poblaciones neurodivergentes
(investigación con nosotros, no sobre nosotros) una vez que lxs académicxs se libren de
las agendas poco imaginativas del paradigma patológico.

Dra. Raymaker: Conozco a algunas de esas personas, pero no a todas; este es un


maravilloso grupo para explorar más. ¿Podría abrir la lente futurista un poco más y
describir cómo se imagina un futuro en el que el paradigma de la neurodiversidad cambie
el mundo para mejor? Podría ser un futuro tan lejano como quieras.

Dr. Walker: Independientemente de su aspecto, cualquier sociedad futura que haya


abrazado y haya sido transformada por el paradigma de la neurodiversidad se distinguiría
por dos cualidades fundamentales: sería neurocosmopolita y sería neuroqueer. El
cosmopolitismo es la aceptación abierta de la diversidad humana. El individuo
cosmopolita -o la sociedad cosmopolita- se siente cómoda con el amplio espectro de
diferencias culturales y étnicas entre las personas, aprecia y acoge esas diferencias como
fuentes de enriquecimiento estético, intelectual, cultural y creativo. El individuo
cosmopolita se compromete con la diversidad de forma humilde, respetuosa, curiosa y
siempre abierta al aprendizaje, al crecimiento, a la incertidumbre, a la complejidad y a las
nuevas experiencias.
El término cosmopolitismo se utiliza generalmente en referencia a la aceptación y el
aprecio de la diversidad cultural y étnica. Ser neurocosmopolita -un término que
acuñamos Ralph Savarese y yo de forma independiente- es extender ese mismo espíritu
de aceptación y apreciación de mente abierta al ámbito de la neurodiversidad.
Un individuo neurocosmopolita acepta y da la bienvenida a las diferencias neurocognitivas
en la experiencia, la comunicación y la corporalidad del mismo modo que un individuo
cosmopolita acepta y da la bienvenida a las diferencias culturales en los hábitos
gastronómicos. En una sociedad futura que verdaderamente haya adoptado el paradigma
de la neurodiversidad, el neurocosmopolitismo sería la actitud que prevalecería hacia las
diferencias neurocognitivas entre los seres humanos.

También está el término neuroqueer, desarrollado originalmente por M. Remi Yergeau,


Athena Lynn Michaels-Dillon y yo mismo. En el campo de la Teoría Queer, el género se
entiende como una representación corporal: estamos adiestradxs desde la infancia para
representar y personificar ciertos roles de género heteronormativos estrechos y
específicos. Cuando hablamos de género queer (o de ser queer), nos referimos a la
subversión activa, a la disrupción y a la desviación de la interpretación de los roles de
género heteronormativos.
Así como la cultura dominante obliga y empuja a las personas a encarnar los roles de
género heteronormativos, también nos obliga y empuja a representar la neurotipicidad,
que es lo que la cultura dominante considera un cuerpo-mente "normal". Y, al igual que la
heteronormatividad puede ser cuestionada, también lo puede ser la neurotipicidad:
podemos subvertir, disrumpir y desviarnos de la representación material de ser
neurocognitivamente "normal". Eso es el neuroqueering (o ser neuroqueer).

Cuando digo que una sociedad futura que haya sido transformada por el paradigma de la
neurodiversidad sería una sociedad neuroqueer, lo que quiero decir es que en esa
sociedad no existiría la neurotipicidad, no existiría la "mente normal". Lo habitual sería que
las personas considerasen sus propias mentes y manifestaciones como fluidas y
personalizables, como los lienzos para la experimentación creativa continua, al igual que
cada vez más personas lo hacen con sus géneros. Debo señalar aquí que parte de la idea
de lo neuroqueer es que la heteronormatividad y la neurotipicidad están íntimamente
entrelazadas, y que al transformar una de ellas es inevitable transformar de algún modo la
otra. Además de adoptar tanto la fluidez de género como la neurofluidez, una cultura
neuroqueer reconocería que una y otra están entrelazadas e interactúan sinérgicamente.

En cuanto a los riesgos potenciales, yo diría que el más importante hoy en día es la
tendencia común a considerar la neurodiversidad a través de la lente del
neuroesencialismo, en la que todas las personas se dividen en categorías o "neurotipos"
rígidamente definidos, innatos y en gran medida inmutables, es decir, cada persona es
categorizada como encajando permanentemente en la caja de ''neurotípico'', o en la caja
de ''autista'', o en la caja de ''TDAH'', o lo que sea, dependiendo del ''tipo de cerebro'' con
el que hayan nacido. Este tipo de esencialismo no es muy diferente del esencialismo de
género que busca identificar permanentemente a cada persona en la estrecha categoría
de "hombre" o "mujer" dependiendo de la forma de los genitales con los que nace.
Ese neuroesencialismo es enemigo de lo neuroqueer, de la creatividad neurofluida y de la
hibridación creativa. Ya he visto que algunas personas critican o rechazan el movimiento
de la neurodiversidad, o incluso el propio concepto de neurodiversidad, porque está
demasiado asociado con el esencialismo y con la clasificación de personas en categorías
rígidas por "tipo de cerebro". Lo cierto es que ese esencialismo de ningún modo es
inherente al paradigma de la neurodiversidad; por el contrario, creo que hasta cierto punto
es un vestigio del paradigma patológico que el movimiento de la neurodiversidad aún no
ha terminado de superar.
Hasta que lo logremos, es un peligro que tiene el desafortunado potencial de hacer
descarrilar nuestro camino hacia un futuro neuroqueer. No estoy diciendo que no sea útil
que la gente se reconozca como autista o disléxica o lo que sea. Cuando no se
patologizan o estigmatizan, estas categorías pueden ser enormemente valiosas. Me ha
sido útil, definitivamente, entenderme como autista. Lo que quiero decir es que nuestra
concepción de la neurodiversidad no debería estar limitada por esas categorías, al igual
que nuestra concepción del género y la sexualidad no debería estar limitada por las
categorías de hombre, mujer, gay y heterosexual.

Las diferencias entre los cuerpos-mente autistas y los no autistas son muy reales, no
obstante, el autismo es una categoría culturalmente construida que no necesariamente
durará, ni será socialmente relevante para siempre. Hace cien años, en la época de
Sigmund Freud, los médicos y psicólogos nunca imaginaron que la "enfermedad" a la que
se referían como "histeria" era una construcción cultural que algún día se consideraría
una irrisoria y arcaica pseudociencia sexista.

¿Se seguirá considerando el autismo como una categoría útil y válida dentro de 100 o 300
años? No tengo ni idea. Pero sí creo que el concepto de neurodiversidad, entendido de
una manera no esencialista que permita la fluidez y promueva el neurocosmopolitismo,
tendrá implicaciones de gran alcance y un potencial transformador que se extenderá más
allá de cualquier sistema de categorización. No puedo decir con certeza cómo será la
investigación científica sobre la neurodivergencia en una cultura académica
verdaderamente neurocosmopolita y neuroqueer, pero si seguimos empeñándonos en
hacer avanzar el discurso en esa dirección, algún día podríamos descubrirlo.

Traducción: Verónica Libre

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