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Walker 2021 - Hacia Un Futuro Neuroqueer
Walker 2021 - Hacia Un Futuro Neuroqueer
Introducción
En esta entrevista, Dora M. Raymaker, editora asociada de Autismo en la Edad Adulta, entrevista
a Nick Walker en relación al estado de las investigaciones y práxis en neurodiversidad, en el
pasado, en el presente y en el futuro.
Nick Walker es autista, profesor de psicología y queer, cofundador de la editorial cooperativa
Autonomous Press, participa desde hace mucho tiempo en la cultura autista, sus ideas han
influido en los campos emergentes de los estudios sobre neurodiversidad y la teoría crítica del
autismo, y también es un académico transdisciplinario cuyo trabajo explora las intersecciones de
la neurodiversidad, la corporeidad, la teoría queer y la práctica transformadora. Raymaker y
Walker conducen la entrevista original a través de correo electrónico; Raymaker añade luego las
citas, el formato y una ligera corrección de estilo.
Dra. Dora M. Raymaker: Has estado muy involucrado en los estudios y el movimiento de
la neurodiversidad desde los primeros días. ¿Puedes empezar con una visión general del
concepto de neurodiversidad y los orígenes del movimiento, especialmente para los
lectores que no estén familiarizados con su génesis?
Dr. Nick Walker: A principios de la década de 1990, en gran parte gracias a la creciente
disponibilidad de acceso a Internet, un número cada vez mayor de personas autistas de
todo el mundo angloparlante comenzó a conectarse entre sí cocreando una comunidad,
una cultura y un movimiento por los derechos de las personas autistas. Éste movimiento
surgió como respuesta a ciertas condiciones imperantes: En primer lugar, el discurso y la
práctica relacionadas con el autismo estaban (y siguen estando) dominadas por lo que he
denominado paradigma patológico, en el que el autismo se enmarca como una forma de
patología médica o "trastorno" psiquiátrico; en segundo lugar, este paradigma patológico
provocaba de manera sistemática que las personas autistas fueran estigmatizadas,
tergiversadas, deshumanizadas, maltratadas, perjudicadas y traumatizadas por los
profesionales y por sus propias familias; en tercer lugar, las personas autistas que
intentaban mejorar esta situación encontraban rechazo, hostilidad y/o violencia. Lxs
activistas autistas empezaron a reconocer que eran un grupo minoritario oprimido cuyo
abuso seguía, en cierto modo, patrones similares a la opresión de otros grupos
minoritarios.
Por ejemplo, lxs investigadores que estudiaban a las personas autistas siempre partían
del supuesto incuestionable que el autismo era una patología médica y el hecho de ser
autista era intrínsecamente inferior a no serlo; este supuesto sesgaba y deformaba la
investigación del mismo modo que los supuestos sexistas y racistas han sesgado y
deformado históricamente los llamados discursos ''científicos'' sobre las mujeres y las
personas de color. Esto dejó a lxs activistas autistas con la consigna de cómo describir
mejor la naturaleza de nuestra condición de minoría. Ser autista no es una etnia, un
género, una orientación sexual, una religión o una nacionalidad, Entonces ¿Qué clase de
grupo minoritario somos? La especialista en autismo Judy Singer, escribió sobre este
tema a finales de la década de 1990, y nos proporcionó una respuesta cuando acuñó el
término neurodiversidad.
Mucha gente ve “neuro” y piensa en cerebro. Pero el prefijo neuro no significa cerebro,
sino nervio. La neurodiversidad se entiende mejor como una abreviatura conveniente del
funcionamiento de todo el cuerpo-mente y de la forma en que el sistema nervioso
entreteje la cognición con el cuerpo. Entonces, neurodiversidad se refiere a la diversidad
entre los cuerpos-mente humanos.
Desde el punto de vista académico, discursivo y práctico, hay dos formas básicas de
abordar el fenómeno biopsicosocial de la neurodiversidad. En algún momento, alrededor
de 2010, empecé a referirme a estos dos enfoques distintos como el paradigma
patológico y el paradigma de la neurodiversidad.
El paradigma patológico parte del supuesto que las divergencias significativas con
respecto a las normas socioculturales dominantes de cognición y corporalidad
representan alguna forma de déficit, defecto o patología. En otras palabras, el paradigma
patológico divide el espectro del rendimiento cognitivo/corporal humano en "normal" y
"distinto de lo normal", privilegiando implícitamente lo "normal" como el estado deseable y
superior. El paradigma de la neurodiversidad parte del entendimiento que la
neurodiversidad es un eje más de la diversidad humana, del mismo modo que lo es la
diversidad étnica o de género y orientación sexual, y como éstas, también está sujeta a
los mismos tipos de dinámicas sociales, como por ejemplo las dinámicas de las
desigualdades de poder social, los privilegios y la opresión. Con este enfoque, la
patologización de las neurominorías puede fácilmente entenderse como otra forma de
opresión sistémica similar a la ejercida sobre otros grupos minoritarios. Al reconocer la
neurodiversidad como una expresión de la diversidad humana, podemos ver al paradigma
patológico como una forma de opresión sistémica como lo son el racismo o el
heterosexismo, se hace evidente que el concepto de una "mente normal" es tan absurdo e
innatamente opresivo como la idea de que los blancos son la raza "normal"
predeterminada o que la heterosexualidad es la única sexualidad "normal". Y la
patologización de las neurominoridades -el encuadre del autismo, por ejemplo, como un
"trastorno mental" o una "afección" médica- no es más válida ni menos opresiva que el
encuadre de la homosexualidad como un "trastorno mental".
Los dos paradigmas -el patológico y el de la neurodiversidad- son tan fundamentalmente
incompatibles como lo son, digamos, la homofobia y el movimiento por los derechos de
los homosexuales, o la misoginia y el feminismo.
Aunque lxs estudiosxs y activistas autistas -y lxs estudiosos no autistas con visión de
futuro interesadxs en el autismo- siguen constituyendo gran parte de la vanguardia del
movimiento, el movimiento de la neurodiversidad se ha extendido más allá de sus
orígenes en la comunidad autista y ha sido acogido por miembros de otros grupos
neurominoritarios, como las personas disléxicas y las que actualmente se describen como
"TDAH" (No me gusta la etiqueta "TDAH" porque significa "Trastorno por Déficit de
Atención e Hiperactividad", y los términos "déficit" y "trastorno" apestan a paradigma
patológico. A menudo he sugerido que se sustituya por el término Estilo Cognitivo
Cinético, o ECC; tanto si esa sugerencia en particular se pone de moda como si no,
ciertamente espero que la etiqueta TDAH acabe siendo sustituida por algo menos
patologizante).
Dra. Raymaker: Entonces de ahí venimos; ahora me gustaría hablar de dónde estamos.
¿Cómo caracterizaría el estado actual del paradigma de la neurodiversidad, tanto en
términos académicos como respecto a su presencia en la comunidad, o como un factor
en las prácticas y las decisiones políticas?
Por otro lado, el mismo problema que ha surgido en el ámbito académico también está
muy presente en la macro cultura: mucha gente ha adoptado algunos términos del
paradigma de la neurodiversidad, pero aún piensan arraigadamente en el paradigma
patológico. Las grandes organizaciones e instituciones tienen mucha inercia, así que
todavía no estamos viendo la influencia del paradigma de la neurodiversidad en las
políticas y prácticas a gran escala. Aunque sí he visto desarrollos fascinantes en menor
escala, al nivel básico de la praxis, por ejemplo, hay psicoterapeutas y otros
profesionales, o pequeñas organizaciones, que están avanzando hacia el paradigma de la
neurodiversidad. También está la problemática de la apropiación; neurodiversidad es una
palabra en boga en la industria de la tecnología actual, pero a menudo sólo significa:
"¿Cómo podemos explotar más fácilmente el trabajo de las personas autistas talentosas
en el desarrollo de software?” Hay una novela de ciencia ficción brillante llamada Hoshi
and the Red City Circuit que explora a dónde pueden conducir este tipo de cosas.
Hoy en día, si un profesor de psicología de una gran universidad diera una conferencia
proclamando la "cura de la homosexualidad", habría una protesta y seguramente una
reprimenda administrativa. Si un investigador escribiera un artículo encuadrando la
homosexualidad como una patología médica, abogando por una terapia de conversión
gay y lo enviara a una revista dedicada a los estudios queer o a la salud LGBTQ, sería
rotundamente rechazado. A pesar de ello, incluso las universidades que alardean de
haber abrazado la neurodiversidad siguen estando dispuestas a emplear académicos que
hablan de las personas autistas en términos patológicos y que respaldan el hecho de
someter a lxs niñxs autistas a técnicas abusivas de terapia de conversión, como el
Análisis de Conducta Aplicado (ABA por sus siglas en inglés). Esa misma discriminación
se sigue publicando alegremente en las revistas académicas y en las editoriales. No
tenemos que tolerar este tipo de cosas, pero continuarán mientras lo hagamos. En la
actualidad, tanto la homofobia como el racismo son cada vez más inadmisibles en el
discurso académico dominante, lo que supone un avance positivo para un movimiento
que comenzó con grupos relativamente pequeños de académicos que decidieron que no
iban a seguir aceptando todo eso en silencio. Desafiar los discursos opresivos es una
ardua batalla al principio, pero me anima ver lo mucho que ha cambiado el discurso
académico sobre la homosexualidad a lo largo de estos años.
Dra. Raymaker: ¿En su opinión, en la actualidad hay alguien que esté llevando la
investigación en neurodiversidad a este nuevo nivel, o encaminándola hacia el futuro de
otra manera interesante o innovadora? ¿Qué se está aportando al discurso?
Cuando digo que una sociedad futura que haya sido transformada por el paradigma de la
neurodiversidad sería una sociedad neuroqueer, lo que quiero decir es que en esa
sociedad no existiría la neurotipicidad, no existiría la "mente normal". Lo habitual sería que
las personas considerasen sus propias mentes y manifestaciones como fluidas y
personalizables, como los lienzos para la experimentación creativa continua, al igual que
cada vez más personas lo hacen con sus géneros. Debo señalar aquí que parte de la idea
de lo neuroqueer es que la heteronormatividad y la neurotipicidad están íntimamente
entrelazadas, y que al transformar una de ellas es inevitable transformar de algún modo la
otra. Además de adoptar tanto la fluidez de género como la neurofluidez, una cultura
neuroqueer reconocería que una y otra están entrelazadas e interactúan sinérgicamente.
En cuanto a los riesgos potenciales, yo diría que el más importante hoy en día es la
tendencia común a considerar la neurodiversidad a través de la lente del
neuroesencialismo, en la que todas las personas se dividen en categorías o "neurotipos"
rígidamente definidos, innatos y en gran medida inmutables, es decir, cada persona es
categorizada como encajando permanentemente en la caja de ''neurotípico'', o en la caja
de ''autista'', o en la caja de ''TDAH'', o lo que sea, dependiendo del ''tipo de cerebro'' con
el que hayan nacido. Este tipo de esencialismo no es muy diferente del esencialismo de
género que busca identificar permanentemente a cada persona en la estrecha categoría
de "hombre" o "mujer" dependiendo de la forma de los genitales con los que nace.
Ese neuroesencialismo es enemigo de lo neuroqueer, de la creatividad neurofluida y de la
hibridación creativa. Ya he visto que algunas personas critican o rechazan el movimiento
de la neurodiversidad, o incluso el propio concepto de neurodiversidad, porque está
demasiado asociado con el esencialismo y con la clasificación de personas en categorías
rígidas por "tipo de cerebro". Lo cierto es que ese esencialismo de ningún modo es
inherente al paradigma de la neurodiversidad; por el contrario, creo que hasta cierto punto
es un vestigio del paradigma patológico que el movimiento de la neurodiversidad aún no
ha terminado de superar.
Hasta que lo logremos, es un peligro que tiene el desafortunado potencial de hacer
descarrilar nuestro camino hacia un futuro neuroqueer. No estoy diciendo que no sea útil
que la gente se reconozca como autista o disléxica o lo que sea. Cuando no se
patologizan o estigmatizan, estas categorías pueden ser enormemente valiosas. Me ha
sido útil, definitivamente, entenderme como autista. Lo que quiero decir es que nuestra
concepción de la neurodiversidad no debería estar limitada por esas categorías, al igual
que nuestra concepción del género y la sexualidad no debería estar limitada por las
categorías de hombre, mujer, gay y heterosexual.
Las diferencias entre los cuerpos-mente autistas y los no autistas son muy reales, no
obstante, el autismo es una categoría culturalmente construida que no necesariamente
durará, ni será socialmente relevante para siempre. Hace cien años, en la época de
Sigmund Freud, los médicos y psicólogos nunca imaginaron que la "enfermedad" a la que
se referían como "histeria" era una construcción cultural que algún día se consideraría
una irrisoria y arcaica pseudociencia sexista.
¿Se seguirá considerando el autismo como una categoría útil y válida dentro de 100 o 300
años? No tengo ni idea. Pero sí creo que el concepto de neurodiversidad, entendido de
una manera no esencialista que permita la fluidez y promueva el neurocosmopolitismo,
tendrá implicaciones de gran alcance y un potencial transformador que se extenderá más
allá de cualquier sistema de categorización. No puedo decir con certeza cómo será la
investigación científica sobre la neurodivergencia en una cultura académica
verdaderamente neurocosmopolita y neuroqueer, pero si seguimos empeñándonos en
hacer avanzar el discurso en esa dirección, algún día podríamos descubrirlo.