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Prólogo a MI madre siempre lloraba por las noches de Trifonia Melibea Obono.

Isabela de Aranzadi

¿Quién habla por ti, por ellas, por las mujeres fang? Obono, mujer fang ha dicho. En la cultura
fang todo el mundo dice Ma dzon ah...., yo digo. ¿Todo el mundo? Los hombres en el abáa, la
casa de la palabra, dicen Ma dzon ah..., yo digo. En la cultura oral fang, etnia patrilineal, los
hombres dicen. Hoy, Obono, mujer fang, ha dicho.

Hace unos días se nos fue María Nsué, gran escritora y amiga. En su poblado Bidyabidyan, en la
frontera de Guinea Ecuatorial con Camerún, viví tres años en mi infancia, estableciendo un
vínculo entre nuestras familias y nosotras hasta hoy.

En palabras de María Nsué Angüé: “Siempre digo que si la historia de Guinea no está escrita,
está sin embargo cantada por la mujeres del país…” (Prólogo en Cartas a las cosas del bosque
de Íñigo de Aranzadi).

Ahora en este siglo XXI, Obono habla.

Conocí a Trifonia en el CEAH (Centro de Estudios Afro-Hispánicos) en Madrid en 2014,


hablando de la cultura fang y citando la obra En el Bosque Fang, donde mi padre escribe gran
parte de lo que le transmitió el gran conocedor de la tradición fang, Etó Mebimi, nonagenario
en los años sesenta del siglo pasado. A pocos centímetros de ella, pude escuchar la voz de una
mujer fang, examinando la filosofía de esta cultura desde una visión novedosa en la que ponía
en cuestión la tradición y el lugar en el mundo de las mujeres fang. Su ponencia, sorpresa para
todos y todas los que allí nos encontrábamos, fue comentada con reservas y críticas por
investigadores españoles y guineanos y por una investigadora fang que no compartía desde su
experiencia como mujer lo expuesto por Trifonia. Escuchábamos una nueva voz, sorprendente,
atrevida, desconcertante. Y ahora, podemos leer en clave de literatura su pensamiento y sus
vivencias como guineana y como mujer fang.

Obono escribe desde su experiencia y por boca de muchas mujeres guineanas, con una
escritura compulsiva, deshilachada y nerviosa en un español que refleja lo que vive en Guinea,
una realidad desgarrada, heredera de la colonia y de la tradición, una sociedad poliédrica y
paradójica.

Obono se rebela, grita en estos relatos. Declara la guerra a una sociedad patriarcal, la sociedad
fang. En esta cultura, la Casa de la Palabra, el abáa, es un espacio reservado para los hombres
y no permitido a las mujeres hasta que dejan de menstruar.

“Ahora mi dios es la rebeldía de mujer y la casa de la palabra mi enemigo a tumbar”.

Entre dos mundos que silenciosamente se entrecruzan, el europeo y el africano, estos relatos
destilan el día a día de Guinea hoy, de la ciudad de Malabo hoy, en un país que fue colonia de
España aunque muchos lo ignoran: “Guinea Ecuatorial, ja. ¿Dónde se encuentra eso?”. Y se
asoma también a las duras condiciones de las africanas en España uno de estos relatos.

Obono se introduce en los intersticios de las contradicciones de Guinea a través de un


discurso lleno de preguntas, cuestionamientos e incisivas paradojas desveladas, intentando lo
imposible, rechazar las normas de la tradición según las cuales el espacio femenino se ha
delimitado con nitidez. Normas que han sido y son aceptadas por hombres y mujeres.
En la particular herencia colonial de España, el franquismo aún se respira en Guinea y Obono
describe la parafernalia de los actos militares; el trato obligado de Excelencia a los ministros;
las misas de acción de gracias como inicio de la campaña electoral; “el país de blancos que dejó
en herencia las mujeres busca-blancos, prostitutas; “una sociedad que promovía la
prostitución femenina y exigía a la vez santidad sexual a las mujeres”.

Lo relata con ironía en “la infancia aquella entre catequesis forzadas y misas de duración
eterna, más la indumentaria que nunca superaba las rodillas a lo Pilar Primo de Rivera.
Entonces era niña”. Lo pone en boca de aquellos guineanos que con nostalgia recuerdan la
época colonial: “El otro día vi en la televisión a dos hombres besándose. Estas atrocidades no
sucedían cuando vivía el caudillo, Francisco Franco. Estoy preocupado por ti, viajas a España
precisamente cuando se ha convertido en un país de degenerados y maleantes”.

Y Obono se coloca en un no-lugar: “en Semana santa toda la aldea se ha ido a rezar”. “El
pueblo guineano no católico está solo, sin estado, como yo en las navidades”.

Escritora de trazo rápido, enérgico, conciso, telegramático, busca su ubicación, en una


sociedad entretejida de franquismo y tradición, la tradición según la cual la comunidad debe
crecer, uno debe llegar a ser ancestro: “¿Cómo no estás casada? Debes eliminar la palabra
soltera en la instancia y es imprescindible que conste el número de descendientes”. “Tienes 30
años es el momento de dedicarte al hogar”. Obono se subleva: “una mujer sin esposo no vale
nada”. Se rebela contra los que critican a las “que atentan contra los principios de la moral
fang, estas negras que estudiaron en Europa”.

Navega por una cultura en la que la comunidad es el sujeto social, donde se experimentan
verdaderas aventuras en los taxis compartidos, donde la gente ocupa los espacios abigarrados
de las calles de Malabo para venta de buñuelos, tarjetas de crédito telefónico, pan, pinta-uñas,
en muchos días en los que “la luz eléctrica se encontraba de viaje”, donde surgen de ‘pleno
derecho’ las reclamaciones de los familiares en busca de trabajo, que les dará obligadamente
aquél que asciende en la sociedad.

Y nos muestra una cultura trastocada en la colonia, pero también tras la independencia, una
sociedad de contrastes y contradicciones:

“Esto no es el barrio Paraíso. Esto no es el barrio Pequeña España. Ni falta que hace decirlo.
Los y las menores cargan agua en la cabeza y se bañan en los grifos de la colonia, deteriorados,
situados a varios metros de las viviendas y olvidados por amor a la patria”.

“Sipopo, al contrario que Malabo no lleva el pueblo acuestas. Pasando el tiempo libre en algún
restaurante los ratones no sorprenden a nadie circulando en el tejado; los edificios no revelan
la apariencia de derrumbarse al día siguiente; los edificios coloniales no existen en Sipopo; las
viviendas no son insalubres”.

En la celebración del Día de las mujeres en Guinea Ecuatorial “las mujeres de nuestro país ya
tienen derechos, se los ha dado su excelencia” y antes de celebrarlo, la mujer deberá barrer la
casa, y seguir un ejemplo, el de la primera dama. “Todas ya tendríamos que imitar a la Primera
Dama de la nación, mujer de buen corazón, amable, lo mismo que la Virgen María”. Y continúa
más adelante: “Además, ellas mismas están a favor de la opresión, si no fuera así entonces por
qué cantan en los coros de adoración/coros de animación al Satán presidente de la república.
Hoy 8 de marzo, el partido ofrece dinero en efectivo para que nuestras mujeres cocinen,
coman y beban”.
En Guinea, otros rechazan lo europeo, lo español, reclaman su africanidad en un eco de lo que
promovió el primer presidente Francisco Macías, eco que aún resuena: - “Este país es nuestro,
de las fuerzas de seguridad. ¿Estuviste en el frente cuando enterramos la triste memoria?” y
nos habla de “partidos, organizaciones sectarias, vacías de ideología”.

Trifonia Melibea Obono busca su espacio y su derecho a ocuparlo en una sociedad invadida
por la prostitución, de “piernas abiertas y movilidad social”, llegando incluso a la Iglesia “y los
cuerpos de las niñas han cambiado de jefatura”…

Pero sobre todo Obono, busca su existencia, “no puedes ser persona y mujer a la vez”,
existencia negada para ella en la sociedad fang, donde la palabra mbot, persona, no se aplica a
las mujeres que son ngoan, sexo, mujer, menstruación, soltera, doncella, mujer que menstrua
pero no casada, luna (mes lunar).

Isabela de Aranzadi (Akumu Nzé Etó)

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