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tural. A pesar de que muchas veces la naturaleza y la cultura se hayan opuesto una a la otra, no es menos cierto_ ue la naturaleza del hombre es su cultura. ‘ara comprender mejor este problema és necesario aqui distinguir adecuadamente los conceptos de naturaleza y cultura y tam- bién, al mismo tiempo, ponerlos adecuada- mente en relacién entre ellos. Designamos con la palabra “Naturaleza” el conjunto de facultades, eapacidades, exi- gencias y deseos que posee un ser por el so-_ To hecho de haber nacido y, por lo tanto, de existir. La especie, a la cual pertenece el in- dividuo, debido a una hereditariedad biold- gica, provee a cada nuevo ejemplar de este conjunto de instrumentos que lo ayudan a proyectarse en la existencia. No es una ca- sualidad que la palabra n misma E L hombre es por naturaleza un ser cul- “Naturaleza” _ deriv atin “Nascor”, que significa pre- cisamente nacer. En los animales inferiores Jos contenidos del instinto natural son sufi- cientes para orientarlos integralmente en las vicisitudes de la existencia. El instinto es un impulso a actuar que deriva de la constitucién nerviosa del animal. Frente a un estimulo éste reacciona, y la forma de la reaccién esta enteramente determinada por aquella del estimulo, segtin leyes que estan inscritas en la estructura biolégica del ani- mal mismo. No obstante, en el caso de los animales superiores las cosas ya no son exactamente asi. Un perro, ciertamente, es- tA determinado por su instinto, sin embargo &ste es elastico y puede asumir formas di- versas. En los animales superiores tiene ya una cierta importancia el proceso de apren- dizaje. La respuesta al instinto no esta me- cdnicamente programada, y es precisamente 1 "Ta Recamaitla del Sewkdo he la Cowen ‘ mR EReS. por esto que es posible, por ejemplo, el adiestramiento de algunos animales. Si esto es cierto para los animales supe- riores, con mayor raz6n aun para el hombre. Las informaciones y las instrucciones para la accién que nos entrega la naturaleza no son suficientes para guiarnos en la vida. Ellas constituyen la base del desarrollo del ser humano, que construye sobre el instinto haciendo uso de su capacidad especifica de aprender. Esta capacidad de aprender es es- ecifica del ser humano. Asume en él una orma diversa de la que podemos encontrar en cualquier animal. A un animal sus fines. le son dados. El es libre sdlo en a seleccién de—los medios para_coner: El cebo atrae @ Un Per pao eee arlos. salud con la misma fuerza inexorable con que un iman atrae a un objeto de metal. El instinto de autoconservacién, y al instinto sexual, que son los dos grandes instintos vitales, an forma a toda la existencia animal. El hombre esta dotado también de los mismos instintos; sin embargo, no se puede decir ue ellos basten para dar forma a su vida. 1 hombre ciertamente desea comer; ‘sin/ embargo, desea al mismo tiempo manifestar y acrecentar su dignidad en cuanto persona| humana. Ciertamente desea satisfacer su impulso sexual, pero de un modo digno y\ acorde a su dignidad de persona. A L dar forma a la vida propia por me- dio de la capacidad propia de apren- der, el hombre usa su inteligencia no sdlo para conseguir de un modo mas efi- ciente las finalidades que son propias del instinto, sino también Para alcanzarlas de (PasealaEl4yE 15) a manera compatible con otras finalidades que no le son dictadas por el instinto. | La esfera en la cual estas otras finali- dades se descubren y elaboran es la de la cultura. Etimolégicamente, también la pa- labra cultura viene del latin e indica el cul- tivo de lo humano en el hombre. Colere en_ latin, quiere decir cultivar y cultus 0 cultivo indica Ia actividad de cultivar, de cuidar. En este sentido también se. podia hablar de “cultivar” a los dioses: colere Deos. La “cul- tura hominis” tiene el significado espectfico del cultivo del hombre. Este se distingue de un simple nutrir y elevar porque el fin de nutrir y elevar es aquél de desarrollar aque- llo que es dado al hombre debido a su natu- raleza, mientras que el objetivo de la cul- tura es en-cambio el de desarrollar en el hombre aquello que es especificamente hu- mano, vale decir aquello que hace de un hombre un_hombre. aturalmente, también Ta posesién de sus Propiedades naturales pertenece a la perfeccién del hombre. Los griegos desarrollaron el ideal de lo “bueno y_ bello” como maximo ideal humano, Ello, si embargo, parece suponer una correspon- dencia necesaria entre naturaleza y cultura que no Siempre, e incluso en pocas ocasio- nes, se da en la historia. , Quizds sea.necesario en este punto dis- tinguir entre dos significados del término naturaleza que muchas veces se confunden entre sf. Puedo hablar de la naturaleza hu- mana teniendo en mente aqi ad. hombre es dado desde el comienzo debido a Su _constitucién psico-fisica. En este caso ha- blo de naturaleza humana exactamente en el mismo sentido en que puedo hablar de la naturaleza de un animal. A ella se puede 3 (ead a agregar un segundo tipo de excelen- cia, que es ya mas tipicamente humano pero que, sin embargo, no es en si mismo sufi- ciente para diferenciar de modo adecuado al hombre del mundo animal al cual por lo de- mas, con un lado por lo menos de su ser, pertenece. Se trata de la belleza y de la fuerza del cardcter. En una competencia de caballos no valoramos sdlo la belleza del ani- mal sino también su eficiencia, su capacidad de llevar a cabo las tareas que se le confian. Esto requiere una cierta inteligencia, la ca- pacidad de aprender, y también una cierta docilidad, unida al coraje, a la capacidad de no dejarse inmediatamente intimidar por las dificultades. De un hombre decimos que ha desarrollado las potencialidades inheren-_ fes a su natural cuando no sdlo tiene el cuerpo bien formado, sino que. pose act mas de esto un cardcter que le f ermite ha- cer uso del modo mejor de sus capacidades y una inteligencia suficiente ara orientar- se en el mundo. EI cardcter es también algo que dentro de ciertos limites heredamos fe los progenitores y esta biolégicamente con- dicionado. Por otro Iado, sin embargo, el ca- racter es el resultado de procesos de apren- dizaje y de adiestramiento. Estos procesos, ciertamente, forman parte de la educacién humana. Todo esto que hemos enumerado no bas- ta sin embargo todavia para decirnos la ver- dad sobre el hombre o para hacernos com- prender cuél es la excelencia propia y tipi- camente humana. En el mundo homérico encontramos cierto ideal humano que en- carna todas estas cualidades, y es aquél del héroe; a diferencia del atleta el héroe no po- see sdlo un cuerpo bien formado y una gran fuerza fisica. Su excelencia se funda en igual medida en su cardcter intrépido y en su capacidad de comprender y dirigir la di- namica intima de los acontecimientos, como sucede del modo més claro en el caso del mas conocido y mas tipico de los héroes ho- méricos: Ulises. \ excelencia, esta vez tipicamente hu- mano. No lo recordamos por la belleza de su cuerpo o por las coronas que conquis- t6 en Olimpia. Si queremos creer en una tra- dicién quizds malévola, pero que es segu- ramente muy antigua, era mas bien feo. Un poco mejor van las cosas si lo consideramos desde el punto de vista del caracter y del va- lor en la guerra. Era un soldado valiente y en Potidea salvé la vida de un compafiero que después fue el famoso Jenofonte. Sin embargo, esta accién no bastaba para hacer eterno su nombre o permitir compararlo con los héroes de la epopeya homérica 0 in- cluso sélo con. los grandes de la historia griega como Epaminondas o Milcfades, Aje- cilao o Temistocles 0 el propio Alcibiades. La excelencia humana de Sécrates se mani- fiesta en el que haya elegido la muerte para no traicionar la verdad que ha reconocido. Aqui encontramos un fenédmeno que es ver- daderamente nuevo y desconocido para el mundo animal. Sécrates descubre y testi- monia con su accién la obligacién del hom- bre para con la verdad. Esto no es el desa- - rrollo de un programa impreso genética- mente en la estructura biolégica del ser hu- mano. No se sittia en la prolongacién de los instintos vitales y tampoco en una prolon- gacién que sea realzada y reforzada por el aprendizaje. Aqui Sécrates nos abre una di- mensi6én totalmente nueva de la naturaleza humana. Una dimension en si misma no na- tural. De hecho su comportamiento no es na- tural y se opone a todas las instrucciones que estén contenidas desde el principio en 5 S OCRATES nos ofrece otro ejemplo de la estructura psico-fisica biolégicamente de- terminada. Esta oposicion a las leyes que dominan a. toda la naturaleza viviente se realiza sobre la base de una naturaleza di- ferente, que Sdcrates descubre que tes- timonia precisamente en su eleccién de mo- rir. Se trata aqui de una naturaleza que es especificamente humana, que sélo se puede determinar y definir con las palabras “‘es- fritu” o “libertad”. Mediante la libertad o ien el espfritu, que constituyen la natura- leza_especificamente humana, el hombre tre ciende las determinaciones de la natu- a al que tiene en com an con Tos otros animales, oo Cuando hablamos de naturaleza humana en este sentido especifico debemos recordar que aqui estamos frente a algo diferente con respecto al primer significado en que ' hicimos uso de la palabra naturaleza. En e: te caso la naturaleza del hombre no esta c racterizada por el instinto 0 por la obedien- cia a una estructura bioldégicamente terminada, sino exactamente por Ia capac dad de tr: er los limites de est. tura,o_bien es | tamente humano en en el que pi do decimos que la cultura es ele huimano en al hombre, es decir de aquel ele- que Io hace ser més plenay comple tamente hombre. El tema de Ya libertad esta entonces en el centro de la cultura. Ser cul- tos significa aprender a ser libres. Teda la vida del hombre transcurre, en cierto sen- tido, bajo un perpetuo chantaje. La natura- leza externa pide al hombre que se adapte tn Hay una curiosa actitud de des- confianza frente a la realidad que es propia de la época moderna y que induce a dudar sistematicamente de todo y de todos, exigiendo por toda afirmacién una demostracién que en muchos casos nadie puede dar. LL a ee para sobrevivir. Lo mismo hacen las insti- tuciones sociales en las que el hombre esta inserto. Ellas le piden que desempefie el rol social que le es asignado, que sea un miem- bro util de la sociedad, que se uniforme a sus reglas y apoyan estas solicitudes como un sistema mds 0 menos elaborado de pre- mios y de sanciones. De manera andloga el hombre esta condicionado por sus pulsiones internas, por las pasiones que habitan en su corazén y a las cuales no es capaz de resistir. Muchas veces los dos tipos de condiciona- mientos se sostienen uno al otro y se refuer- zan entre si. El modo mas eficaz de dirigir un hombre es aquel que no contrasta con Sus pasiones, sino que las utiliza. Los siste- mas sociales modernos y los “mass media” modernos han llegado a un grado bastante elevado de perfeccién precisamente en este tipo de manipulacién. Creemos actuar libre- mente y en realidad no hacemos mas que uniformarnos a una presién social de con- formismo que ignora la mediacién de nues- tra personalidad consciente. + f f f f f — = tad es comprensible sélo si lo relacio- namos con la idea de una verdad ob- jetiva que atrae a si a la libertad. Sécrates puede contradecir las presiones sociales-y también a sus pasiones interiores_s6lo por-_ que ha descubierto una verdad a la cual es justo adherir, o bien a Ja cual desde el prin-— cipio ad] mas todavia que al Estado de! cual es ciudadano o a la familia en la cual est4_inserto. El adhiere a esta verdad mas ‘que a si mismo. Es debido a la soberania de la verdad que él puede ser libre. Si la libertad es concebida exclusiva- mente como arbitrio, entonces el hombre por sf solo no puede ser libre. Su arbitrio in- dividual esta estructuralmente sometido a aquel de las comunidades humanas mas grandes en las cuales esta inserto y es ade- més demasiado facil de manipular. E] hom- bre se vuelve libre sélo si es_ el encuentro de Ia verdad. El cultivo de lo humano fiene que ver esencialmente con es- te descubrimiento de la verdad y de la liber- tad. Podemos decir que la cultura empieza con la conviccién de que el hombre és por naturaleza unser inteligents-¥ libre. El hombre culto, es decir cultivado en cuanto hombre, es un ente que adhiere al espi- ritu y a la verdad mds de lo que adhiere a sf mismo y precisamente debido a esto es li- bre. desing Jenn GOES La idea de cultura, si la comprendemos de este modo, se opone a la idea de adiestra- miento. El adiestramiento, en principio, es posible también fuera de la verdad. Esta in- teresado en construir miembros utiles de una sociedad que no cuestionen las caracte- risticas esenciales de ésta. La palabra cultura, para ser compren- dida_a ecuadamente debe ser distinguida también de otra palabra, el término “erudi-— cion”. De una persona decimos que es eru- dita cuando sabe muchas cosas, Bor ejemplo porque ha lefdo muchos libros. Persiste, sin embargo, el problema de si la persona eru- dita es también propiamente “culta”. Es de- a ] } L descubrimiento socratico de la liber- cir, hay que determinar si el saber contenido en los libros‘ha sido objeto de una asimila- cién personal, capaz de hacer crecer a la persona en humanidad. Pongamos un ejem- plo: una persona erudita Puede conocer muy bien “De Consolatione Philosophiae” de Boecio, una de las obras mds impresio- \ nantes que se hayan escrito sobre la transi- toriedad esencial de toda cosa humana y so- bre el hecho de que el tinico descanso del al- ‘ma esta en Dios. Obra mas impresionante aun si sabemos que fue escrita probable- mente en la carcel, ala espera de la muerte. | Esta obra, sin embargo, se comprende se- gun su sentido auténtico sélo si produce en nosotros una disposicién de espfritu tal que nos haga‘ juzgar ecudnimemente nuestras desgracias y Nos lleve a esperar la salvacion ultima que esta mds all4 de las desventuras de la vida. Se trata en el fondo de una enér- gica meditacién sobre el significado de la muerte ¥, del hecho de que el hombre es un ser en el fondo mortal. . Un erudito puede haber lefdo la obra y sin embargo no haber comprendido su sen- tido. Frente a un hombre que muere o fren- te a un amigo que sufre ef erudito sera im- potente, incapaz de decir una sola palabra que no suene falsa o de circunstancia. En cambio una persona anciana, incluso una Viejita, que nunca haya lefdo el “De conso- latione Philosophiae” o el “Fed6n” y que qui- a zA4s nunca haya ofdo hablar de estas obras, puede ser capaz en la misma circunstancia— de reconocer el valor en juego y de asumir la actitud y realizar las acciones que pongan de manifiesto ese valor y ayuden a vivir de manera plenamente humana aquel aconte- cimiento. Quizds se trate sélo del gesto sim- plisimo de entrar en la habitacién en la cual se encuentra el cadaver y rezar. Actuando de ese modo, la viejecita analfabeta puede asimilar el significado cultural de esas gran- des obras, dar cuerpo a la intencién conte- nida en ellas bastante mejor que el erudito que las ha lefdo o tal vez también las ha es- tudiado, pero que no las ha personalizado ni menos comprendido. Personalizar_y asimi-_ lar significa confrontar con la vida. ARA hacer cultura es necesario tener la capacidad de decodificar un texto, remitiéndonos a la situaci6n humana fundamental que él quiere expresar, para comprender su significado humano. Sélo en ese punto es posible hacernos a nosotros mismos la pregunta decisiva: “;Qué pienso de este hecho o de esta teoria?”, o también: “;Cual es mi toma de postura personal fren- te al valor que se propone aqui?”. Raras ve- ces se recuerda, en el transcurso de todo el proceso educativo, que si estudiamos a los clasicos antiguos y modernos, si leimos las obras de Homero o de Hegel, no lo hacemos 10 tanto para saber qué pensaban ellos, sino para aprender a pensar nosotros mismos. Pensar nunca puede ser una simple repeti- cién de lo que ya han pensado otros. Pensar implica siempre una toma de posicién per- Si consideramos el pensamiento como acto moral vemos cémo se nos manifiesta inmediatamente su caracter comunional. Sélo una com- pafiia le garantiza una consistencia capaz de resistir el paso del tiempo. LL a Ta EE LS aN I Ta TE sonal. La presencia 0 Ja ausencia de tal toma de posicién constituye propiamente la dife- rencia entre Io que llamanos «erudicién» y To que Ilamamos cultura. La persona culta piensa por si misma, asume la responsabi- lidad del -pensamiento propio. Lo que inte- resa no es solo la inteligencia, sino también la integridad personal. Para pensar ‘la ca- pacidad de comprender es importante, pero no basta. Igualmente es necesaria la pasion por la verdad y la decisién del cardcter. Es- o no tiene ninguna relacién con la presun- cién de aquel que imagina que, en cierto sentido, la historia del pensamiento humano comienza con él, Vale la pena leer muchos ir libros para aprender. Lo que yo pienso pro- bablemente ya ha sido pensado por otros an- tes que yo. Muchas veces es simplemente un acoger lo que otros han pensado antes que yo y repetirlo con admiracién y reconoci- miento. Algunas veces en el didlogo con los grandes del pasado podré descubrir que existe con respecto a esto una novedad que ellos no pensaron y que yo tuve la suerte de encontrar. En todo caso, aun cuando mi pen- samiento no sea original en el contenido, lo sera sin embargo en la forma. Todo pensa- miento auténtico, de hecho, en cierto sen- tido es original. Si yo afirmo algo que he ve- rificado como verdadero en mi experiencia Personal y a lo cual adhiero, puedo presen- tarlo “como si fuera mio”. En realidad me bertenece. La prueba de su verdad proviene de experiencias que yO personalmente he vivido. Por otro lado, habiéndolo asimilado a través de la vida estoy en condiciones no slo de repetir sus principios sino también de extraer de ellos consecuencias, es decir, de usar ese pensamiento Para iluminar los problemas y las decisiones que en mi vida diaria debo tomar. Pensar significa desarro- llar y proseguir en el camino que otro me ha abierto, que tiene una validez universal y que me pertenece en cuanto soy hombre y con mi capacidad de verdad redescubro y revivo lo que me ha sido indicado. Un aprendizaje critico sdélo Puede tener lugar de este modo, mediante la comparacién. No 1d es algo que los nifios aprendan a través de los ejemplos. La aplicacién al caso concreto siempre es prueba de la fecundidad de una postura teérica y, al mismo tiempo, despier- ta el interés por ella. Si debiéramos resumir en una palabra el sentido de esta meditacién sobre el tema de la erudicién, debemos decir que a la idea de cultura pertenece no sélo y quizés no tan- to el saber muchas cosas sino-también la ca- pacidad de vivir intensamente y con pleni- tud. Allf donde la actitud comtin ve sdlo un tono pardo uniforme, la cultura hace des- ° cubrir una realidad diferenciada que ofrece . una infinita pluralidad de ocasiones de vida y de encuentro. Educar significa, entonces, ensefiar a ver esta infinita riqueza de la rea- lidad, de tal manera que ella pueda enrique- cer nuestra vida. ‘ El discurso sobre la educacién da pos- * teriormente un nuevo paso adelante cuando el educador no sélo se encuentra en condi- ciones de presentar ejemplos, es decir de mostrar en accion la doctrina que esta pre- sentando, sino que es él mismo un ejemplo; es decir, se encuentra en condiciones de in- troducirnos a través de su propia vida en la verificacién de la hipétesis de vida que nos presenta. Imaginemos a un docente de apli- caciones técnicas que explica_en clase qué es el torno y cémo funciona. Después, al fi- nal de la leccién, a los mas interesados (0 quizds en cambio precisamente a los mas re- zagados) dice: “Hoy por la tarde vengan a verme a mi oficina para que les muestre cé- mo funciona”. Naturalmente es mas diffci). asumir una actitud de esta indole cuando lo que queremos explicar es el funcionamiento de la persona. En tal caso para poder decir “para que les muestre como funciona” es necesario que estemos dispuestos a admitir ‘al otro en nuestra interioridad personal, en aquella relacién especifica que Aristételes designa con la palabra “amistad”. Sin em- bargo seria un peligroso megalémano el que pretendiese poder introducir a través de su experiencia personal propia a otro ser hu- mano en la verdad. Es caracteristico de la verdad del hombre el hecho de que ella esta presente en todo ser humano como horizon- te de su experiencia, pero no se deja agotar por ninguna vivencia humana Particular. Damos a este cardcter de la verdad del hom- bre el nombre de trascendencia. La verdad del_hombre_trasciende aquello gue cada hombre vive, y esto se cumple también en el caso de los pensadores mas geniales 0 de Ios artistas mas profundos. Es quizds también en este sentido que hay que entender el fa- moso dicho socratico: “Conécete a ti mis- mo”. Asociado a la afirmacién socratica de “no saber”, pretende quizds precisamente indicar que el hombre es mas que lo que é1 pueda Negar a descubrir sobre sf mismo, El hombre es mas que si mismo y en esto con- siste su paradoja,.o, como podriamos decir también, su “misterio”. El verdadero edu- cador es aquél que introduce al discfpulo en este misterio del hombre. En lugar de pre- tender resolver el misterio en algurias for- mulitas, el maestro lo acompafia’ para que tome conciencia de él. En este sentido la verdadera cultura es por naturaleza contra- ria al dogmatismo, es decir a cualquier acti- tud sabionda que pretenda haber medido el fondo del coraz6n del hombre o poner Ifmi- tes a la experiencia posible del ser. Aver- sién al dogmatismo no significa sin embargo ‘escepticismo ni mucho menos renuncia a po- ue seer certidumbre. Aunque sélo hayamos ro- zado el misterio del ser, sin embargo lo que hemos vivido nos habilitaa poseer certidum- bres, pocas pero esenciales. En parte ellas nos son dadas desde el principio de nuestra aventura en la tierra. Se trata de un conjun- to de evidencias y de exigencjas intelectua-. les y morales que poseemos desde el co- mienzo y que son constitutivas de nuestro intelecto y de nuestro corazén. Es el caso por ejemplo del conocimiento de los prime- ros principios de la razén o del conjunto de las evidencias morales primeras. Existe una ee“ El pensamiento moderno, en cam- bio, muchas veces ha sentido horror a esta compafifa y mas bien ha tra- tado de encontrar dentro de si mis- ma la garantia de la propia verdad y continuidad. LETT ELE aE a NR TY capacidad originaria de reconocer lo ver- dadero y el bien que instintivamente se re- vela y se activa en la confrontacién con la realidad. Otras certidumbres nacen de la ex- periencia de nuestra vida y de nuestra bus- queda intelectual. Hay una ¢uriosa actitud de desconfianza frente a la realidad gue es propia dela época moderna y que induce a dudar sistemdticamente de todo y de todos, exigiendo por toda afirmacién una demos- traci6n que en muchos casos nadie puede dar porque repugna a la naturaleza del ob- jeto que deberfamos demostrar. Asi por ejemplo nunca sera posible demostrar la verdad del amor de un hombre por una mu- jer con la misma precisién matematica con la que se demuestra el teorema de Pitago- dice justamente que no se debe pretender de una demostracién un nivel de certeza su- perior a aquél que es inherente a la natura- leza de la cosa que es objeto de la demostra- cién, La actitud antidogmatica no implica por lo tanto ninguna erftica a priori de toda certeza posible y es perfectamente compa- tible con una apertura juiciosa hacia toda la realidad, con realismo. Ello simplemente nos recuerda constantemente que aquello que hayamos podido conocer siempre es in- finitamente inferior a aquella plenitud de verdad para la cual fuimos hechos. UIZAS hoy nuestra cultura esta en crisis precisamente porque se ha erdido una actitud realista justa. 1 hombre ya no tiene el coraje de confiar en la propia apertura originaria al ser, que sin embargo lo constituye. Pensar, por un lado, es un hecho espontaneo que tie- ne lugar en el hombre de un modo casi in- coercible. Por otro lado es no obstante tam- bién un acto moral que implica creer, de un modo u otro,,que a la apertura al ser que es- tA presente en Ia persona corresponde una andloga y cortespondiente apertura del ser, que acoge labusqueda del hombre y, en cierto modo, se le entrega. Ja objecién escéptica, segtin la cual a la 4G busqueda humana no corresponde ningtin ob- jeto que le sea adecuado, y por la cual la na- da al final siempre triunfa, siempre puede sin embargo replantearse nuevamente. EF] pensamiento nunca puede, en cierto senti- do, garantizar que valga la pena pensar y que esta aventura no termine en un callejon sin salida. La tnica fuente de la cual el su- jeto humano puede obtener la energia ne- cesaria para pensar es una compafiia hu- mana que comparta esta aventura. Vivir la esperanza de la realizacién adecuada del de- seo propio de felicidad sdélo es posible si tal esperanza es combartida, si es vivida junto con otros, si la salvacién esperada tiene un caracter no sdlo individual. Si consideramos el pensamiento como acto moral vemos cé- mo se nos manifiesta inmediatamente su ca- rdeter comunional. Sélo una compaiifa le ga- rantiza una consistencia capaz de resistir el paso del tiempo. El Pensamiento moderno, en cambio, muchas veces ha sentido horror a esta compafifa y mas bien ha tratado de encontrar dentro de si misma la garantia de la propia verdad y continuidad. Es esta la actitud kantiana, es decir de aquel que an- tes de emprender la aventura del pensa- miento se cierra a considerar si el instru- ninguna garantia de éxito, renuncia a Ja em- Presa incluso antes de haberla empezado. ia actitud kantiana es fruto, en cierto sen- tido, del individualismo protestante, pero su Ib resultado Ultimo és el éscepticismo moder- no, es decir la crisis actual de la cultura. Otra dimensién del mismo problema la encontramos si nos reguntamos cuales son los fundamentos de’ pensamiento. Nuestra facultad ldgica nos lleva siempre a estable- cer conexiones entre hechos. La légica mo- derna ha tratado de desarrollar instrumen- tos siempre mas precisos para establecer el aleance y el Ambito de estas conexiones. Sin embargo ninguna légica puede decirnos cuales son los hechos entre los cuales estan establecidas las conexiones. Podemos esta- blecer los hechos empfricos de manera in- controvertible (hasta cierto punto) con los métodos de las ciencias empiricas. Ellos pueden en cierto modo ser cuantificados y medidos con la ayuda de maquinarias cada vez més sofisticadas. Una cultura sin embar- go no se basa sdlo en hechos mensurables. Existen hechos que pertenecen a otro orden de la existencia humana. No se puede cues- tionar su existencia por el hecho de que tie- nen un tipo particular de evidencia, y sin embargo no se dejan encuadrar como los simples hechos empiricos. Pensemos por ejemplo en la ingratitud, Se trata de un fe- nomeno cuya existencia es innegable, sobre todo cuando alguien que deberia tributar- Ma Existen muchas personas que estan en condiciones de hablar de los va- lores pero sélo pocas que tengan la capacidad de ofrecer al hombre una compafiia en la cual los valores se yuelvan evidentes. a nos su gratitud nos la niega y experimen- tamos una injusticia, o bien la ausencia de algo que se nos debe. Sin embargo la ingra- titud no se pesa ni se evalua en términos matematicos: El problema de los fenémenos atinentes a esta esfera de la existencia no es tanto pesarlos, sino simplemente verlos. Pa- ra verlos es necesaria una mirada particu- larmente sagaz. Esto parece ser un don es- pecifico que no tienen todos en igual medi- da. Ocurre en la vida que tomamos concien- cia de ciertos valores sélo en compania de otros que ya poseen tales valores, al menos un poco mas de lo que los poseemos noso- tros. La presencia de ellos despierta nuestra conciencia a la experiencia de los valores. Los valores, por otro lado, estan al principio de cualquier filosofia o de cualquier cultu- ra. Para que yo pueda comprender un dis- curso que me habla del bien, y argumenta cuales acciones son buenas y cuales malas, es necesario que yo en mi vida, al menos una vez, al menos confusamente, haya visto el bien y me haya identificado con él. Este arte de hacer visibles, es decir evidentes, {a los valores, los filésofos sin embargo no lo poseen. No es que ellos no hablen de valo- res. Es por eso que ésta es una de las ocu- paciones a las cuales se dedican con parti- cular placer. Cuando hablan de los valores, no obstante, ellos siempre los presuponen. Hablan del ser y quizds digan que el ser es bueno, y suponen que esto es evidente. Una madre, en cambio, no habla a su bebé del ser ni del bien. Su presencia al lado del be- bé, el esfuerzo de responder a las necesida- des de éste y de tranquilizarlo, surte sin em- bargo el efecto de hacer experimentar al be- é el ser como bien, de comunicarle una fe originaria en el ser que lo acompajiara des- pués por toda su vida. Si falta un cuidado originario de esta indole, ninguna demostra- cién filoséfica podra sustituirlo. Donde ella en cambio haya estado presente el bebé, lle- gado a adulto, aprendera la verdad filosé- fica de que “ser es bueno” sin dificultad y ella le podrd asf ser evidente por si misma. Ella de. hecho le resulta evi lente porque desde el comienzo le fue mostrada de ma- nera convincente, OCAMOS aqui una Segunda:raiz de la crisis actual. Existen muchas perso- nas que estan en condiciones de ha- blar de los valores Pero sélo pocas‘que ten- gan la capacidad de ofrecer al hombre una compafifa en la cual los valores se vuelvan evidentes. Sélo de tal manera, no obstante, puede tener lugar una toma de posesion cul- tural adecuada del valor. De lo contrario también los valores verdaderos pueden con- vertirse en objeto de una erudicién simple. Desde este punto de vista es indudable que la crisis de la cultura debe ser relacionada con la crisis de la familia. Una familia que se disuelve en una convivencia precaria de dos personas que no se pertenecen recipro- camente y para las cuales el nacimiento de un hijo es una amenaza para su autorrealiza- cién personal o en cambio, en el mejor de los casos, una gratificacién debidamente programada como la adquisicién de un ob- Jeto, no tiene la capacidad de asumir la fun- cién de eslabén esencial en el proceso de la transmisién de los valores. La nueva gene- racién se asoma ahora a la vida-del mundo. con un patrimonio_empobrec onio. ido de certezas morales _ originarias, Ellas,. ciertamente, siempre estan pr ntes en cuanto consti- tutivas del ser humano como tal. Sin embar- £0, parecen marchitarse precozmente, atro- pelladas por el cinismo y el escepticismo, porque tan pronto como aparecieron encon- traron una respuesta negativa que las quemé y sacudié la osadia originaria y justa con la cuatan joven va al encuentro de la vida. juego aq el cuyos pr: acercamientos a la realidad son infructuosos y se estrellan con la indi- ferencia de los otros seres humanos 0 con la hostilidad de éstos, aprende a entender su libertad como proteccién contra la frustra- cién que parece estar vinculada inevitable- mente a la comunicacién con los otros hom- bres. Pierde entonces la capacidad moral de extraer de una compafiia la energia necesa- ria para vivir en la verdad. La libertad se configura entonces como un derecho a Ja propia soledad y no como la ocasion de vivir con una dependencia del amor a otras per- HY sonas. El hombre en cambio esta hecho de tal modo de que puede encontrarse a sf mis- mo sélo mediante una dependencia vivida por el amor. En la obediencia a la persona amada o a las personas amadas la fibertad encuentra su significado y su realizacién. Una cierta tendencia natural a comprender este significado de la libertad esta presente en el corazén de todo hombre, sin embargo ella se explicita adecuadamente sélo cuando ' uno tiene por primera vez la experiencia de ser objeto de un amor similar, La respuesta de Ja libertad se presenta entonces como el unico comportamiento adecuado, que per- mite desarrollar toda la riqueza contenida en este descubrimiento oviginario de ser amado. Originariamente lo que hemos dicho describe Ja relacion entre el hombre y Dios. Dios nos ha amado y creado antes de gue\ exisliéramos, en un sobresallo de infinita gratuidad. Sin embargo, existencialmente, el amor mismo de Dios se hace creible para nosotros sélo si alguien nos acoge de ma- nera desinteresada, aceptando representar ante nosotros aquella gratuidad infinita. Naturalmente, esta es la tarea de la familia. No obstante en una sociedad que se consti- tuye segiin un modelo distinto de libertad muchas familias no estan en condiciones de garanlizar esta experiencia originaria de acogimiento y de seguridad. Cuando esto a2 ocurre la continuidad de una cultura parece interrumpirse y parece destinada a morir. Por lo demas esto ya ha sucedido muchas veces en la historia. Muchas civilizaciones han nacido, han crecido, han alcanzado su apogeo y finalmente se han extinguido. iPor qué la civilizacién del Occidente cris- tiano no deberia correr la misma suerte? No existe ninguna razon de principio por la cual esto no deberia ocurrir. Sin embargo muchas veces ya en la histora ha parecido que el cristianismo se encontraba al final de su ciclo hist6rico y que la cadena de trans- misi6n de la cultura se hab{a agotado de ma- nera definitiva. Ocurrio, por ejemplo, en el siglo quinto 0 sexto, cuando toda la civiliza- cién del Imperio Romano se derrumbo. Pa- recia que el cristianismo debfa terminar junto con el mundo, del cual él mismo for- ma parte. Las cosas en cambio ocurrieron de otro modo. También en el siglo XII parecia que el cristianismo debfa Negar a su térmi- no, arrollado por la ola de las herejias y por la corrupcién interna de la Iglesia. También aquella vez las cosas ocurrieron a la postre de manera diferente. ;Por qué? En el Evan- gelio esta escrito que Dios es capaz de crear hijos de Abraham incluso a partir de las pie- dras. Cuando la continuidad histérica de una tradicién se interrumpe, Dios crea en el mundo las figuras de los santos, con los cua- les en cierto sentido recomienza la tradi- cién. En la época de San Francisco se habia hecho imposible creer sobre la base de la Js tradicién cultural cristiana dominante. No obstante, quien conocia a Francisco ten{a la impresién de revivir el acontecimiento pri- mordial a partir del cual surgia esa tradi- cién. Esa tradicién cultural se le presentaba con toda la frescura y la libertad de un aco- tecimiento presente. Por esta raz6n sus pri- meros discipulos y Tomas da Celano, su pri- mer biégrafo, Jamaron a Francisco un “alter Christus”. Estar cerca de él era como encon- trarse con Cristo en Galilea. Todo el mundo de los valores cristianos volvia a hacerse presente coneentrado en una persona. Algo andélogo puede decirse de San Benito en el siglo VI y de San Juan Bosco en el contexto de la primera periferia industrial del Turin de su época. Los jévenes que él encontraba a su paso exhibfan ya vidas dafiadas, en las cuales la influencia de la familia y de la cul- tura no hab{an-podido ejercitarse. No obs- tante un acontecimiento suscitado por el Es- pfritu hacia revivir aquella experiencia hu- mana fundante con respecto de toda cultura. Los fildsofos y los artistas redactan des- pués en forma racional y reelaboran el es- pesor cultural que esta contenido en el en- cuentro. El encuentro se presenta en cam- bio la mayoria de las veces de manera con- fusa. No revela el contenido cultural propio, no lo exhibe. Por esto puede ocurrir que el santo sea despreciado por los intelectuales 2y oe ee ee =_ an de profesién, que no lo reconocen como uno de los suyos. Sin embargo es en aquella fuente donde debera beber la renovacién cultural. No serfa posible, por ejemplo, la gran filosofia de Buenaventura y de Santo Tomas en el siglo XIII si cincuenta afios an- tes San Francisco y Santo Domingo no hu- bieran iniciado su particular aventura hu- mana. En la gran reelaboracioén cultural se expresaba (aunque tal vez s6lo parcialmen- te) la nueva experiencia de lo humano que portaban los dos grandes santos fundadores de las érdenes mendicantes. Quizds es por esto que Benedetto Croce en uno de sus ul- timos escritos, espantado frente a las pro-- porciones inauditas que habia adquirido en la Europa del novecientos la revuelta contra la razon, decia que de ella y de los totalita- rismos vinculados a ella solo puede salvar- nos el advenimiento, no de una nueva ge- racion de filésofos, de cientificos o de li- no de santos que de nuevo hagan, presencia, evidente y deseable el . En esto reside la raiz ultima del pro- blema de la cultura. Se trata de contemplar la historia para descubrir los signos de los tiempos, es decir aquello que el Espiritu es- ta despertando en ella. Para los creyentes vale el axioma de que Dios nunca deja que a la Iglesia le falten santos. Pero ;seremos ca: paces de hallar y de seguir a los santos de nuestro tiempo? *Rocco Buttiglione, prorrector de la Academia Inter- nacional de Filosofia de Liechtenstein. ay

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