Professional Documents
Culture Documents
Sotelo, Gracias K. Cross & Botton
Sotelo, Gracias K. Cross & Botton
— ¿Víctimas? Jesucristo.
Lo siguiente que sé es que me arroja por encima de su hombro y
atraviesa la cafetería, con mi cómic colgando de su mano libre. Estoy
tan aturdida que no se me ocurre gritar hasta que casi hemos llegado
a la puerta. Me doy la vuelta, mirando frenéticamente hacia la cocina,
pero el cocinero no está ahí. Probablemente esté afuera, fumando.
Pero grito de todos modos. Grito lo más fuerte posible antes de que la
puerta de cristal se cierre detrás de nosotros, el tintineo de la campana
se desvanece en la noche.
Necesito luchar. Necesito huir.
Ha visto una foto mía. ¿Dónde?
¿Simplemente ha tratado de seducirme para que vaya a su
camión?
¿Por qué haría eso cuando es lo suficientemente fuerte como
para llevarme ahí contra mi voluntad?
—Suéltame.
—Nunca.
Se abre la puerta del camión y me saca de su hombro, me levanta
y me hace pasar por una abertura con su gran cuerpo.
Frenéticamente, miro a mí alrededor en la pequeña habitación. Está
situada detrás del asiento delantero del camión y solo es lo
suficientemente grande para albergar un colchón de dos plazas, la
ropa de cama desordenada. Una pequeña nevera. Una lámpara de
escritorio en la esquina. —Oh Dios, ¿cuánta gente ha sido asesinada
aquí? Un poco de luminol iluminaría este lugar como una prueba de
Rorschach, ¿no?
—Suficiente. — dice entre dientes. —Aquí no han matado a
nadie.
Me abalanzo sobre la lámpara y se la lanzo a la cabeza. —
¡Guárdalo para el juez!
Jadea. —Ohh.
— ¿Qué?
—Cre-creo que ahora está mejor. — Su agarre mortal en mis
hombros se alivia. —Creo que me gusta.
—Oh, te va a gustar, pequeña. — gruño, usando mi agarre en su
pelo para tirar de su cabeza hacia un lado, exponiendo su cuello para
una larga lamida. Un mordisco y una succión brusca. —Te va a
jodidamente encantar. Solo dime cuando estés lista para que papi
empiece a bombear.
— ¿Hay m-más?
—Hay mucho más.
—Muéstrame.
La correa se suelta. Mis manos dejan su pelo y se deslizan por
debajo de su culo, sujetándolo con dos manos firmes, y la golpeo con
seis rápidos impulsos. Lo suficiente para hacerla gritar. Luego inclino
mis caderas para acercar el tronco de mi polla a su resbaladizo clítoris
y lo froto suavemente, captando su aliento, haciendo que sus
magníficos ojos giren hacia atrás en su cabeza. Y me quedo ahí,
cabalgando sobre esa bonita fuente rosa de placer, viendo cómo el
color sube por su cara, sintiendo cómo sus uñas se hunden en mi
espalda.
—Oh... por favor. Hoss. No te detengas. No...
—Nunca pararé. — gruño. —Mi trabajo es hacer que te corras.
Tu trabajo es jodidamente dejarme.
—Papi.
Dejarla embarazada.
Esa exigencia mental me hace bramar entrecortadamente en su
cuello, con la parte inferior de mi cuerpo moviéndose hacia arriba y
hacia atrás, con la polla golpeando húmedamente en su agujero. Poner
un niño en su vientre no se me había ocurrido hasta este momento,
pero Jesús, eso es lo que quiero. ¿Tengo alguna opción? Ni siquiera
— ¡Papi!
Jesús sálvame, eso es lo que la excita. Gritando mi nuevo y
brillante título lo suficientemente alto como para escucharlo en la
interestatal. Se corre en un fino colchón en la parte trasera de un
camión en el estacionamiento de una parada de camiones, siendo
barrida como si yo hubiera pagado por ello, pero bien podríamos estar
en el mejor hotel en nuestra luna de miel, porque así es como se siente
estar con ella. Estar juntos. El pecho se me agolpa justo antes de
correrme, dejándome sin poder respirar, con el corazón a mil por hora.
Estoy demasiado ahogado para decir otra maldita palabra, así que
simplemente aplasto a mi chica y bramo entrecortadamente, mis
caderas temblando a través de tres impulsos finales, la presión siendo
conducida desde mis pelotas hacia su cuerpo donde pertenece. Donde
va a criar a mi futura esposa. Mi vida. Mi Tatum.
—Oh, Dios mío. — solloza. —Está tan caliente. Hay tanto de él.
Puedo sentirlo en todas partes.
Está hablando de mi semen. En voz alta. Elogiándolo. Y me hace
estallar más fuerte.
Más tiempo.
Mía.
Si la tocan, los mataré como a perros.
— ¿Qué pasa?— susurra, mirándome, adormecida. Es hermosa.
Hay al menos media docena de hombres ahí afuera. No puedo
arriesgarme con esas probabilidades.
Joder. Separarme de ella ahora va a ser como arrancarme el
corazón del pecho, pero no tengo elección. Mantenerla a salvo es mi
prioridad. —Tatum, escúchame con atención. — le inclino la barbilla.
—Necesito que cojas el camión y te vayas. Conduce a un lugar seguro,
y luego cambia a un tren. Viaja al menos cien millas al oeste, luego
encuentra un motel y espérame ahí. Te voy a dar mi teléfono, para que
pueda llamarte y saber dónde estás.
—Pero... ¿por qué? ¿Qué está pasando?
Las voces son cada vez más fuertes. Se acercan al camión. Lo
reconocen. —No tengo tiempo para explicarte, bebé. Tengo que
protegerte. Por favor, haz lo que te pido.
Estoy enamorado de ella. Me doy cuenta de ello cuando asiente
y entra en acción como una auténtica patea traseros, arreglándose la
ropa y subiéndose al asiento delantero. Poniendo en marcha el coche,
Fin…