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GENTE DE LA EDAD MEDIA INDICE PROESGOSS oa eaeee, « Sco e ers te etre ee ll PRIMERA PARTE, EL HOMBRE Y EL MUNDO. » ELHOMBRE DESNUDO . Una criatura fragil . Un ser poco agraciado ..... Bastante satisfecho consigo mismo Pero, no obstante, zve los matices? Pero una criatura amenazada .. 4Se conocian de verdad? Contra el hombre, ataques «anormales» La enfermedad que acecha . La muerte negra .. ier? pPodlemos caleular cudntas eran estas personas? 40 2. LASETAPASDEIAVIDA . Del nifio al hombre A la espera del hijo Cuando el hijo ha legado Las «infancias» : Elnitio entre los suyos . Elhombre en suintimidad . Ll paso del tiempo .... é re Elcuenpo que hay que alimentar 0.60.0. 0c 0c vecn ese 70 b |. La NATURALEZA . . YLOS ANIMALES? ... El gusto que hay que formar .. Elcuerpo que hay que adornar . .. Elhombre, la mujer y los demas Los dos sexos frente a frente Los asuntos del sexo Vivir y trabajar juntos . Las cadenas del matrimonio Ysus candados . Los parientes Yel «parentesco» El marco del esfuerzo La casa Y lo que alli se encontraba El hombre este hecho para trabajar Pero qué trabajo? . éY las herramientas? El final de la vida Los ancianos El «paso» 20.0.0. Después dela muerte El tiempo que hacia : Las luces del palomedioambienle . Qué vetan osentian? . Elfuegoyelagua .. El fuego, séimbolo de la viday la muerte . Elagua saluadoray bienhechora . Elmar, horribley tentador Los productos de la tierra El dominio dela tierra . Conseguir que a tierra sea productiva Lahierbaylavina .......... Los arboles y el bosque El bosque, abrumadory sagrado . . . Elbosque, necesario y proveedor de alimentos a¥ la genie del bosque? El hombre frente al animal 2. ELCONOCIMIENTO ... El miedo y el asco - 190 Elrespetoy el afecto . . 192 Conocery comprender .. . 197 {Qué eran los animales? . Penetrar en este mundo Utilizarydestruir ... Los servicios delanimal . Matar es propio del hombre 210 Un balance contrastado . . . 217 SEGUNDA PARTE EL HOMBRE EN Sf MISMO. 1, EL HOMBRE Y LOS DEMAS. an Viviren grupo ....... gPor qué unirse? gCOmo unirse? . Donde reunirse? Reiry jugar Cautelas y desviaciones .. ElOrdeny los «érdenes» LaPazy elhonor . 261 LaLey el Poder Violencia Eas Bente Helicase ee een oa 285 Gonocimiento innato . La memoria Elimaginario La medida .. Conocimiento adquirido Elgesto, la imagen, la palabra Lacscritura ... {Qué aprender? gDénde aprender? . Paes pesiOne owes fesse ein. ne Quin escribe'y qué? gPara quién y por qué se escribe? El/papel del artista. BARU AIMAR Re Unie Pen sas eees El Bien y el Mal Elfin del dualismo La virtud y la tentacién El pecado y el perdén LaFeylaSalvacin . Eldogma y los ritos de la fe cristiana medieval . La Iglesia UM APATIE eras oe gs CONCLUSION PROLOGO «Nosotros, la gente de la Edad Media, sabemos todo eso», era Jo que un autor del siglo pasado ponia en boca de uno de sus per- sonajes. Esta frase burlesca tenia por objetivo hacer reira las perso- nas cultas; pero cy las demas? Es decir, aquellas para quienes la «Edad Media» es una inmensa planicie de limites indetermina- dos, por donde la memoria colectiva hace que pululen reyes, monjes, caballeros, mercaderes, entre una catedral y un castillo con torre6n, todos inmersos, hombres y mujeres, en una atmosfe- rade violencia, piedad y fiestas, una atmésfera asus héroes les encontrara cierta especificidad. Como la forma no era algo que le Ilamase demasiado la atencién, buscaba un com- portamiento en el cual lo fisico apoyara o ilustrase lo moral. Y, aun- que no siempre lo supiera, se aproximaba a Galeno o Hipéerates: elser humano posefa un «temperamento», un que apelan, hasta llegar a lo grotesco, a nuestros egos enloquecidos. Se meten incluso en re- gimenes alimenticios o en las virtudes de las plantas; ademés, des- de la Edad Media, la mayoria de las recetas de cocina pueden en- contrarse en tratados de medicina. Aunque las mujeres destacaban porque Eva era medio bruja y Porque cualquier madre conocia las recetas para curar a sus hijos, los hombres, mas observadores que apegados a las tradiciones, aportaron la experiencia que les ofrecian sus rebaiios y, en casos mas raros, sus viajes. Sin embargo, los judfos eran la excepcin.» Tban de aldea en aldea, de calle en calle, Hevando saquitos, frascos y amuletos; sabfan examinar la orina, purgar y hacer sangrias, en- tablillar correctamente, poner ventosas y tomar el pulso. Acumu- laron esta ciencia, estas practicas, a través de su contacto mas que milenario con las culturas mediterraneas u orientales. Adoptaron las hipotesis sintéticas de la medicina grecorromana, la experien- cia analitica de los doctores hindties e iranfes y, a través del islam, transmitieron sus conocimientos de comunidad en comunidad. Los mas eruditos tradujeron a Avicena y Galeno y comentaron a Constantino el Africano; eran seguidores de Maimonides y ensefia- ban los conocimientos de Averroes. Los judfos eran quienes cura- ban, modestos practicantes de la ciencia. Es cierto que enseguida * Fabliauzven el original francés: se trata de euentos breves en verso que recitaban los juglares en la Edad Media francesa. (N. de T.) 28 EL HOMBRE DESNUDO tuvieron que pagar un precio por ello: puesto que tenfan conoci- mientos y se les consultaba en cuanto se presentaba la ocasién, su suerte iba vinculada al éxito que obtuvieran; si fracasaban ante una epidemia, puesto que la conocfan, se afirmaba que habian sido ellos quienes la habian desencadenado. »* Para curar con otras armas que no fuesen «remedios caseros» habia que saber de qué esta hecho el cuerpo. Algo que no tenia sentido esperar entre la gente corriente: el soldado veia vientres abiertos y heridas sangrantes; el campesino poseia algunas ideas sobre los esqueletos de los animales que despedazaba; todas las mujeres eran ginec6logas. Pero ninguno tenia una vision de con- junto; quizé ni siquiera sobre el papel que desempeiian el coraz6n y elcerebro. En el caso de las epidemias, tampoco se comprendia ni se combatia el contagio, ni por lo tanto el agente transmisor. Ade- més, esta ignorancia, que slo logré vencer la medicina popular del siglo xix, no era completa, pues —por experiencia o intui- cién, como se prefiera— habia practicas terapéuticas acertadas: trepanaci6n, cauterizacién con fuego, reduccién de fracturas, ca- taplasmas, opidceos, torniquetes, ventosas o revulsivos que conse- guian sus fines y dan prueba de algunas observaciones exactas en cuanto a la sangre, los huesos ola piel. Es cierto que a menudo ha- cia falta la intervenci6n de un physicus, de un «mire» 0 médico de pueblo. Estos eran mds académicos; incluso llegaron a conseguir que se avalaran listas de plantas medicinales en un capitulario de 800. Pero permanecieron durante mucho tiempo en el nivel de la teorfa de los humores de Hipécrates, Galeno y Oribasio. La apor}& taci6n persa, a través de Salerno o Montpellier, acerca de la armo- nia de las funciones orgénicas, la circulacién sanguinea, el papel de la médula espinal e incluso la idea de los criterios hereditarios, procedia de Espafia y las Baleares a fines del siglo x11, pero tropez6 con las prohibiciones de la Iglesia, como en el caso de Troyes en 1163 o Letran en 1215. Se condenaba la idea de usar el escalpelo en el cuerpo humano; se equiparaba a la «magia negra», cuando inclu- so el despiece de cadaveres de animales no era s6lo una labor de carniceria, sino también investigacion cientifica. :De cuando da- tan las autopsias humanas? Las clandestinas, efectuadas a cuerpos inhumados, datan de 1190 0 1230 en Venecia; en el caso de cadé- veres de ejecutados, de un poco mas tarde, zy siempre en Italia? 29 Gane De La Epa Menus El emperador Federico II, como siempre tan innovador, las acon- sej6 y las hizo practicar en Sicilia a partir de 1240; después de 1290 8 autoriz6 la diseccién en Bolonia 0 Padua. Los académicos, se- ducidos, se lanzaron a los placeres de la ciencia experimental, sobre todo en el norte de Europa (lo cual mereceria algiin comentario): Alberto el Grande, Neckham, Cantimpré o Bacon. Esta ruptura con el empirismo a la antigua supuso un capitulo nuevo en la historia del pensamiento; en los siglos xiv y xv nacié una medicina cienti- fica, Pero ¢d6nde esta la gente corriente en todo esto? Contra el hombre, ataques «anormales» Abrumados por la jerga médica, que nos permite hacernos la ilusin de que sabemos, perdemos de vista la forma primitiva de la enfermedad. En nuestras sociedades desaforadas, el diagnéstico popular echa la culpa de todo, por ejemplo, a la alergia; el estrés €s una excusa practica para cualquier tipo de desorden y el virus mutante sirve de excusa cuando se dan por vencidos quienes po- seen el conocimiento. Pero, en nuestra vida cotidiana, lo habitual es el retima, los célicos, los pruritos, el «dolor de rifiones» 0 de ca- beza. Es algo de lo que no hablamos; ¢c6mo iba a hacerlo la gente de antafio, en una sociedad mas acostumbrada que la nuestra a los reveses del destino? «Flujo de vientre», «catarros», «decaimiento», «pestilencia», «fiebres» no contaban con un significado médico seguro. Las enfermedades de nacimiento 0 contrafdas no se cura- ban ni se discutian: el baston para el invalido, la mano en la oreja en el caso del sordo y la burla ante las gesticulaciones del mudo. En lo que respecta alos ciegos, no cabe duda de que la luz vacilan- tede la chimenea o de las velas aumenté su ntimero; pero sus con- fusiones causaban risa y no se hizo nada por ayudar al miope en- tre la amatista de Nerén y la lupa de Bacon en el siglo xt Las anomalfas del comportamiento impresionaban mas: se po- dian observar en los grandes personajes del mundo, pero no se buscaba remedio para ellas. jCudintos obesos estigmatizados apa- recen en las cr6nicas y de quienes se burlaban por su incapacidad para montar a caballo, pero no de la gula! Y mostraban de manera complaciente la conciencia vana que tenian de ello, como Luis VI 30 EL HOMBRE DESNEDO. y su enemigo el Conquistador que se burlaban el uno del otro a este respecto. La embriaguez, si cabe, era de la misma indole: ya tratara de gente humilde o no, muchos bebfan demasiado y perdian el sentido. Lo que sabemos sobre el volumen de vino y otros alcoholes que ingerian los adultos de ambos sexos, y de todos los es- tratos sociales y todas las edades, lo explica todo: entre un litro y li tro y medio de manera cotidiana; es cierto que ignoramos la gra- duacién del alcohol. Por lo demas, en los paises viticolas, se contempl6 la embriaguez con indulgencia siempre que no desem- bocara en conducta deshonrosa: sabemos que Juan sin Tierra bebifa demasiado, como su enemigo Felipe Augusto, y que el diagndsti- co de cirrosis del higado no admite dudas si tenemos en cuenta su comportamiento; o que mas tarde Carlos el Temerario, que se em- borrachaba un dfa sf y otro también, encontré de ese modo una muerte absurda. En lo que se refiere a san Luis, piadoso y austero, yque hizo cerrar y vaciar a la fuerza las tabernas de Paris por la ta de, gacaso fue obedecido? Comery beber en exceso conllevaba desarreglos que se atribufan a debilidades de cardcter y que se lamentaban, pero con una son- risa. Las actitudes o las practicas sexuales, sobre las que volveré a hablar, también provocaban problemas que fomentaban el abuso de productos afrodisiacos. Pero, como en el caso de los excesos en Ja alimentaci6n, sus efectos tampoco se consideraban enfermeda- des. En cambio, habfa dos comportamientos que desde aquella €poca, y teniendo en cuenta explicaciones psicosomaticas actua- les, ponfan en peligro la armonfa hipocratica. En realidad, uno de ellos se ha convertido en la actualidad en plaga social: la droga, con sus efectos fisicos, nerviosos y orgdnicos. Desgraciadamente, Ja falta de control de uno mismo que conlleva la drogadiccién se parecia, en aquellos tiempos Iejanos, a una sumision a fuerzas ma- léficas; por eso se identificaba mas bien con el pecado o el vicio, ocultos, que con una adiccién fisica contra la cual luchar; puesto que no se denunciaba, no aparece descrita y escapa en buena me- dida a la investigacion. Sin embargo, su presencia era obvia. En los estados francos de Oriente, 0 en las tierras cercanas del islam, se masticaba o inhalaba cafiamo indio no sélo en el seno de las sectas musulmanas del Libano o el Adas. Incluso en Europa, los polvos de adormidera, cosechados en Asia, eran tipicos de Italia 31 (Grvre br 14 Eon Mein antes de 1200 0 1250, y pasaron de ser fardos de «especias» a fras- cos medicinales. Las visiones extrafias, las impresiones psicodéli- cas 0 las desviaciones cerebrales que conlleva este consumo esca- paban a la descripcién que podria hacer un individuo indulgente; pero, si hubiera tenido un pincel, podria haber pintado las visio- nes fantisticas de El Bosco, Fsta droga podia absorberse sin pre- tender conseguir una iluminacién interior confusa. En la actuali- dad se cree que debemos identificar el ergotismo con Ja droga involuntaria: en este caso nuestras fuentes tienen mucho que de- cir; pues, aunque entonces no conocieran el origen de la enferme- dad ni sus remedios, el caracter epidémico del «mal de los ardien- tes», del «fuego de san Antonio» impresionaba enormemente a la plebe y conmovia a los cronistas. Esta dolencia, de la que se tienen referencias desde 872 en el norte de Europa, en el siglo x en la Francia media, a fines del siglo x1 y de manera muy amplia en la Francia meridional, no cabe duda de que procedia de los efec- tos alucindgenos del cornezuelo, un hongo microscépico del tipo morilla que no se puede observar a simple vista y que se introduce en la espiga de los cereales, sobre todo en el centeno, llegando a contaminar campos enteros; todo aquel que lo consumia se veia aquejado y la opinién publica vefa en ello un contagio maléfico: vértigos, confusion, delirio, mas tarde ardores y fiebre intensos que daban la impresién de una droga y una epidemia. En todas partes el ergotismo, no siempre mortal, disminuyé al mismo tiem- Po que se reducia el cultive del centeno a fines de la Edad Media y desaparecié con los abonos nitricos. Del mismo modo que se consideraba al ergotismo una plaga epi- démica y al consumo de hachis una practica delictiva, también se €quivocaban en cuanto al origen de la astenia cerebral, ese comple- jo de angustia, pardlisis, frustracién y cansancio del que se quejan casi todos nuestros contemporaneos, bajo el nombre de «tensién» nerviosa (estrés). Los términos utilizados en la época medieval mues- tran que les preocupaba més la actitud de abatimiento del enfermo que su sobreexcitacién anormal: se hablaba de langor, stupor, indolen- tia. Por supuesto, desde nuestra perspectiva consideramos el ruido, la agitacion y el trabajo excesivo motivos suficientes para alterar los nervios; en los siglos medievales, puesto que su incidencia era evi- dentemente menor, se preguntaban ms bien por el origen del aba- 32 EL HOMBRE DESNUDO timiento vinculado al cardcter: La persona inactiva s6lo podia ser un inditil; ademas, no existfan vacaciones, ni ocio, ni casas de reposo. Era algo que se rechazaba, que incluso se despreciaba, por lo que no se vefa como una enfermedad que debia ser curada, una debilidad que requeria cuidado. La ociosidad era un lujo para el poderoso 0 una vocacién en el caso del monje. La enfermedad que acecha Sin embargo, todos estos hombres no estaban cojos, borra- chos, drogados o abatidos, sino que sufrian enfermedades, como nosotros, 0, mas bien, no tenian las mismas que nosotros. Resulta extraiio que el c4ncer, que atormenta nuestro subconsciente, si no nuestros érganos, nunca se mencione; no obstante, el princi- pio en que se basa, la alteracion de la vida celular, por lo tanto, un ataque directo a los principios de la armonfa mantenidos desde la Antigiiedad, deberia haber impactado los eruditos y a la gente en general: jsilencio! Es evidente que algunos de los indicios que nos proporcionan podrian ser, son, desde Inego, signos cancero- sos; las palabras «tumor» y «cancer» aparecen, pero en el sentido de hinchaz6n, incluso de piistulas. En lo que se refiere al conta- gio, a la metistasis, como decimos nosotros, entre distintos 6rga- nos, es algo que se negaba, del mismo modo que la corrupcion de un cuerpo por otro; quiza, los doctos encuentren a Aristételes detras de esto. Nada de cdncer y, lo que resulta no menos curioso, ninguna alusién a las vias respiratorias, pues el catarro podia ser cualquier cosa. Sin embargo, el paituelo es un «inyento» medie- val; pero en esta época la gente no se sonaba, ni esputaba, ni tosia, al menos no nos dicen que lo hicieran. En definitiva, parece que el hombre vulgar sdlo prestaba aten- ciéna lo que veia: la piel; a aquello que le inquietaba: el vientre; a lo que consideraba un signo precursor de algiin mal que pudiera sufrir: la fiebre, El «flujo de vientre» era una de las causas mas ha- bituales a las que se recurria para explicar la muerte de una perso- na mayor, pero sin duda también de un nifio. :Qué abarcaba? eSimples desarreglos imtestinales 0 gastricos? En el siglo xy se ha- blaba de purgantes, cataplasmas, aceites para beber y, en cierta 33. Gente DeLA Ea Menia forma con arreglo a la realidad, de haber bebido aguas contami- nadas y del aire viciado de las calles. Pero eran conscientes de que podian aparecer formas graves que entonces se consideraban a veces contagiosas: ¢distinguian entre disenteria, tifus e incluso escorbuto? Se daban perfecta cuenta de la fiebre intensa, las dia- rreas, la sed, los dolores «malignos» y los atribufan, con bastante acierto, a los insectos y a la ingestion de sustancias sucias y liqui- dos impuros 0 al simple contacto con ellos. Gomo consecuencia, creian que se trataba de una enfermedad contagiosa porque ata- caba a grupos enteros que vivian sin higiene, a la gente pobre de las ciudades, los soldados en los campos de batalla y los campesi- nos hambrientos. Llegaron incluso a hablar de epidemias: se ob- sery6 en gran medida en el siglo viy en el xt en los ejércitos de Italia, Aquitania o donde el hambre hacia estragos: 30,000 muer- tos en Inglaterra en 1406? Pero la enorme magnitud de estas cifras, u otras, refleja mas el miedo del cronista que la verdadera exten- sin del mal. Realizaban sangrias y purgas, lo cual agravaba mas la enfermedad; usaban ungiientos y hierbas machacadas, que eran mejores, pero no consiguieron salvar nia san Luis nia Juan XXIL. La fiebre no es mas que un sintoma que enseguida se nota en los enfermos. Pero cuando se manifiesta de manera intensa, cré- nica, como fuente de dolores 0 vomitos, tenia que verse como sin- toma de un mal especifico: fiebre amarilla, cuartanas, sarpullido, sudores febriles, todas esas manifestaciones, que la ciencia médi- ca actual sabe distinguir, entonces s6lo se consideraban variantes de la «peste de Jas marismas», la malaria, el paludismo de los pai- ses cdlidos, htimedos y malsanos. Es probable que establecieran la vinculacién entre estas diversas modalidades y las picaduras de in- sectos venenosos; pero el cardcter recurrente de los accesos de fie- bre o las deficiencias hepaticas sdlo conlleyaban curas superficia- les: compresas © pociones hechas con opidceos, de modo que se morfan como tantos cruzados en Oriente o campesinos a orillas de los litorales. En cambio, la gripe, de origen virico, que se carac- teriza por la tos, la cefalea y el cardcter especialmente agudo del contagio, no se reconocfa bien como algo distinto: se han registra- do momentos terribles en 972, dos 0 tres mas en el siglo x1, mas en el siglo xiv; pero nada que indique que hayan sabido distin- guirla de una fiebre «clasica», o de los ataques de tos del «catarro». 34 EL HONaRE DESUDO Incluso el «hipo», del que se quejaba el

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