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Tema 10. Las Desamortizaciones
Tema 10. Las Desamortizaciones
Introducción
Desarrollo
Hacia 1833, cuando finalizó el reinado de Fernando VII, la agricultura continuaba siendo la
base fundamental de la economía española. Los factores que obstaculizaban entonces el desarrollo
del sector agrario en nuestro país eran tanto de carácter natural y físico, como de tipo sociopolítico.
Tras la muerte de Fernando VII, los mayores impedimentos de carácter sociopolítico al
crecimiento y a la modernización agraria eran el exceso de tierras de “manos muertas”, la carencia
de libertades económicas y la desigual distribución de la propiedad de la tierra (la mayoría del
campesinado sobrevivía en una situación de extrema pobreza que contrastaba con la extraordinaria
riqueza de una minoría latifundista). Sin embargo, a partir de 1833 aumentó rápidamente la
superficie de tierra cultivada ya que, como consecuencia de las leyes desamortizadoras, fueron
roturados nuevos terrenos y la producción total agraria española (cereales, vid, olivo) experimentó un
fuerte crecimiento.
Después de desmontar el régimen absolutista, los liberales impulsaron diversas iniciativas
con el propósito de reformar la agricultura: la eliminación de los mayorazgos (1836), la introducción
de la libertad total de producción y comercio (1836), la supresión de los derechos señoriales (1837) y
la desamortización eclesiástica. Con estas medidas, los liberales no pretendían culminar una
transformación social para facilitar a los campesinos el acceso a la propiedad de la tierra, sino que,
por el contrario, sus reformas sólo tenían objetivos de carácter económico:
Una característica de la mentalidad ilustrada fue considerar que las tierras vinculadas eran
mal explotadas por sus propietarios y esto tenía graves consecuencias para la sociedad y además
contribuía al atraso de España. A pesar de esto, no se procedió a la desamortización de esas
tierras hasta que el Estado no se vio obligado a ello, para sufragar los gastos ocasionados por las
guerras o ante los graves problemas de la Hacienda pública.
El gobierno de CARLOS IV, agobiado por los gastos ocasionados por las guerras, recurrió
a las manos muertas para salvarse de la bancarrota. El rey decidió en 1798 la primera
desamortización de los bienes de la Iglesia. Los bienes a desamortizar fueron los de los
establecimientos de beneficencia regidos por instituciones eclesiásticas (hospicios, casas de
misericordia, etc.). Los bienes se venderían en pública subasta pero la deuda no dejó de crecer y las
tierras fueron a parar a los grandes propietarios, pues eran los únicos que podían comprarlas.
También hubo un proceso de desamortización durante el reinado de JOSE I
BONAPARTE de los bienes del clero y de los aristócratas que se resistieron a la dominación
francesa.
Las CORTES DE CÁDIZ también emprendieron una obra desamortizadora. Se estableció,
por los decretos de 1812 y 1813, la desamortización de los bienes de las comunidades religiosas
extinguidas, de los bienes de la Inquisición, de los jesuitas y de las órdenes militares; también
contemplaba la reducción a la mitad de las tierras de los ayuntamientos. La desamortización
quedó interrumpida en 1814 con el regreso de Fernando VII.
La desamortización fue concebida como una medida fiscal, no como una reforma agraria.
la educación. Todas las fincas rústicas y los bienes inmuebles urbanos desamortizados fueron
subastados, en presencia del juez, en los locales de los distintos ayuntamientos.
Mendizábal pretendía alcanzar tres objetivos con esta desamortización eclesiástica:
• El objetivo prioritario era de carácter financiero: conseguir ingresos extraordinarios
para pagar las deudas contraídas por el Estado. Con el dinero recaudado se aspiraba a
resolver los graves problemas hacendísticos y, además, se obtenían nuevos fondos para
costear la guerra contra los carlistas.
• El objetivo político de la desamortización consistía en ampliar el número de
simpatizantes del liberalismo, ya que los compradores de bienes eclesiásticos
desamortizados perderían las tierras adquiridas en caso de una victoria del bando carlista.
Los partidarios de don Carlos habían anunciado su disposición a devolver las propiedades
al clero.
• La creación de una clase media agraria de campesinos propietarios era otro de los
objetivos, éste de tipo social.
Sin embargo, esta desamortización sólo sirvió para aliviar parcialmente el abultado déficit
público estatal.
Entre los compradores de tierras desamortizadas destacaron los latifundistas y los ricos
hombres de negocios residentes en Madrid y Barcelona (que adquirieron parcelas para especular y
revenderlas luego), pero también hubo muchos pequeños agricultores y modestos campesinos.
Sin duda alguna, el desmantelamiento de los fundamentos materiales del poder
económico de la Iglesia y el aumento del distanciamiento entre el clero y el nuevo régimen
liberal fueron dos de las principales consecuencias de esta desamortización. El clero católico (que
también había perdido el diezmo en 1837) fue despojado de casi todas sus propiedades, tierras,
edificios y fincas urbanas.
La interrupción de la obra desamortizadora, fue obra de Narváez (Década Moderada 1844-
1854). No será hasta el Bienio Progresista (1854-1856), siendo ministro de Hacienda Pascual
Madoz, cuando se complete la obra desamortizadora.
1. Sociales
• No se crea una clase media campesina. La estructura de la propiedad sigue siendo
similar a la época anterior.
• Sirvió para liquidar el poder económico de determinados sectores estamentales y para
dotar de base territorial a la naciente burguesía que carecía de ella.
• Impuso una mayor miseria a los campesinos, ya que los nuevos propietarios hicieron
más duras las consecuencias de los contratos o empleaban a jornaleros.
• Se crea una nueva oligarquía, la de los burgueses terratenientes, que no trasformaron sus
explotaciones sino que se convirtieron en absentistas, que viven de las rentas, sin
preocuparse de la modernización.
2. Económicas
• Aumentó la extensión de las tierras cultivadas.
• No se produjo el proceso de renovación técnica que debía traer un aumento de
productividad. Los rendimientos por hectárea eran bajos.
• En España, apenas tuvo incidencia la revolución agrícola europea, y el campo adoleció
de inversiones que permitieran la modernización.
• Los Ayuntamientos perdieron una de las más importantes fuentes de ingresos, lo que
ocasionó una mayor centralización al depender del Ministerio de Gobernación.