You are on page 1of 1

enfermedad progresaba y se puso a hacer locuras, la gente simplemente se fue alejando.

Siempre he
sentido un amor muy especial por Chrissie. No abandonó nunca a su padre. Cuando nadie más podía
soportar estar cerca de él, Chrissie optó por ir a vivir con él, "para que no esté solo," dijo. Incluso ahora se
me hace un nudo en la garganta cuando pienso en aquella pequeña niña pelirroja que se fue a vivir con su
padre enfermo, "para que no estuviera solo." Su comportamiento era tal que nadie más podía soportar
estar cerca suyo. Al menos eso es lo que me decían. No fue culpa de Gus que enfermara y siempre he
pensado que no era justo para Connie, los hijos, o Gus. Desde entonces he aprendido que la vida rara vez
es justa.
Connie finalmente se volvió a casar y se fue a Austin, Texas, donde se ha establecido como una
valiosa empleada de un gran banco. Su marido es un ejecutivo de McGraw Hill. Se llama, por casualidad,
Ron. A todos nos gusta mucho Ron McClure, sobre todo a mi padre, que ha trabado con él una estrecha
amistad. Mi hermana realmente se ha convertido en una mujer maravillosa. Se ha convertido en una de
mis amigas más queridas y cercanas. Se ha convertido en una parte tan importante de mi que incluso
ahora de vez en cuando tengo la sensación de mirar hacia atrás para ver si esa niña todavía está allí.
Siento una gran pena cuando veo que sólo está Sugarbear, mi fiel perro; pero entonces, le amo también a
él, así que no puedo quejarme.
Me gradué en 1.961 en la Yamato High School en Japón. Aquel otoño me alisté en la Fuerza
Aérea. Tenía muchas ganas de ir a la Marina, pero siempre he tenido tendencia a marearme. Hice la
básica en la Base Aérea Lackland, Texas, y después en la Escuela Técnica de Aeronaves y Misiles
Pneudraulicos en la Base Amarillo de la Fuerza Aérea.
Al terminar se me ordenó ir al Comando 495 de Bombarderos Estratégicos Aéreos de la Fuerza
Aérea de la Base Sheppard en las afueras de Wichita. Posteriormente le cambiaron el nombre por el de
4245 de Bombarderos - no me preguntéis por qué. En muy poco tiempo pasé de ser un chico delgado que
no sabía casi nada de nada, aunque creía que lo sabía, a un aviador que tenía una autorización de
seguridad Secreta (!) Y que trabajaba con bombarderos B-52, aviones nodriza KC-135, y misiles
Minuteman.
Vi bombas atómicas REALES. Trabajaba cada día. Por eso tenía que llevar un dosímetro por si
quedaba expuesto a la radiación. En ese momento éramos la élite de la Fuerza Aérea y lo sabíamos.
Recibí una carta de recomendación por mi trabajo. A su debido tiempo se me concedió la Medalla a la
Defensa Nacional y la Medalla a la buena conducta de la Fuerza Aérea. (En realidad, creo que la Medalla
de la Defensa Nacional se la concedieron a todos para que nadie se sintiera avergonzado de estar en la
formación sin ninguna medalla en el pecho.)
Fue entonces cuando me encontré con un par de sargentos que, de alguna manera, me adoptaron.
Íbamos juntos a los clubes y generalmente acabábamos persiguiendo mujeres y bebiendo mucha cerveza.
Me contaron varias historias sobre estar conectado a una unidad especial que recuperaba platos voladores
que se habían estrellado. El sargento Meese me decía que había estado en una operación que transportaba
un plato tan grande que un equipo especial iba delante de ellos, rebajando todos los postes de teléfono y
los postes de las cercas. Otro equipo les seguía y los reemplazó. Sólo se movían de noche. Durante el día
se quedaban quietos y a cubierto en algún lugar de la carretera. Todas estas historias no salían hasta que
habíamos bebido lo suficiente, yo nunca les creí - los sargentos eran conocidos por contar cuentos chinos
a chicos más jóvenes como yo.
El 22 de noviembre de 1.963, estaba de servicio como CQ (Encargado de Cuartel) para el
Mantenimiento de Campo del Escuadrón. La mayoría de los hombres estaban fuera trabajando en la pista
de aterrizaje, los ordenanzas de los cuarteles les habían asignados sus tareas, el sargento se había ido a
algún sitio, y yo estaba solo. Encendí la televisión de la sala de mando para ver la transmisión en vivo de
la caravana del presidente en Dallas. No estaba preparado para lo que vi. Vi con incredulidad cómo los
acontecimientos se desplegaban ante mis ojos. Sabía que algo había pasado, pero ¿qué? Había visto y
escuchado el asesinato, pero mi mente no lo estaba aceptando. Seguí rechazándolo en conjunto intentando
descubrir qué había pasado cuando lentamente la comprensión se apoderó de mí. Un entumecimiento se
extendió por mis brazos y piernas. ¡Había visto lo que había pasado! Se me erizó el pelo de detrás del
cuello y un escalofrío me recorrió la espina dorsal. ¡El presidente Kennedy había recibido un disparo
justo delante de mis ojos!
En ese momento me empezaron a rodar, por la cara, lágrimas enormes. Olas de emoción
recorrieron mi cuerpo. Sentía que tenía que hacer algo, así que me puse en línea directa con el centro de
mando. Me tragué las lágrimas. Cuando el oficial de guardia al mando contestó, le dije que el presidente

You might also like