You are on page 1of 5

1

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO - CICLO B

Preparemos en el desierto el camino de la esperanza para recibir a señor.

Primera lectura (Is 40,1-5.9-11):

Dentro del libro de Isaías tenemos los capítulos 40 a 55 que se atribuyen a un profeta
del exilio al que se denomina Segundo Isaías y que es, sin lugar a duda, el profeta del
amanecer, del despertar después de la larga noche del exilio en Babilonia (51,17; 52,1).
Justamente le ha tocado a este profeta la misión de anunciar a los desterrados un
mensaje de consolación porque Dios considera que el pueblo ya ha cumplido con el castigo
por su pecado y, por ello, ha decidido devolverlos a la tierra de Judá (Is 40,1-2).
“Consolad a mi pueblo” (Is 40, 1) es la frase que abre esta sección del libro de Isaías y
que se repetirá como constatación más adelante (“El Señor consuela” en Is 51,12; 52,9). La
consolación no se agota en palabras, se realiza en las obras mismas del Señor. La consolación
es reconciliación y perdón. Se trata de la consolación del pueblo desterrado, pero también de
la consolación de Jerusalén que volverá a resplandecer para recibir a los desterrados que
regresan a ella. El pueblo se prepara para regresar y Jerusalén para recibirlos. Así, el tiempo
del exilio es visto como una purificación, como un crisol donde el pueblo, como la plata, se
depuró (cf. 48,9-10).
Es de notar que el mensaje de este profeta está tan centrado en la acción de Dios, es tal
el protagonismo de Dios, que quien va a regresar a la tierra es ante todo el mismo Dios,
presidiendo y cerrando la procesión de los deportados: "Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el
camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios!" (Is 40,3). La mención del “camino
por el desierto” (‫ ) ַּב ִּמ ְד ָּב ֙ר ֶ ֶּ֔ד ֶרְך‬hace referencia al éxodo de Egipto, primera y fundamental
acción liberadora de Dios con su pueblo Israel. Esta idea de un “nuevo éxodo” volverá más
adelante: “Así habla el Señor, el que abrió un camino a través del mar y un sendero entre las aguas
impetuosas; el que hizo salir carros de guerra y caballos, todo un ejército de hombres aguerridos; ellos quedaron
tendidos, no se levantarán, se extinguieron, se consumieron como una mecha. No se acuerden de las cosas
pasadas, no piensen en las cosas antiguas; yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan
cuenta? Sí, pondré un camino en el desierto (‫ ) ַּב ִּמ ְד ָּב ֙ר ֶ ֶּ֔ד ֶרְך‬y ríos en la estepa” (Isa 43,16-19).
Su mensaje es sobre todo una Buena Noticia o evangelio (la LXX lo expresa con el
verbo euaggelizw = “anunciar buenas noticias, evangelizar” en 40,9) pues al pueblo que se
encontraba desterrado en Babilonia (sin tierra, sin gobierno propio, sin culto, sintiéndose
abandonado hasta por Dios) el profeta le da la buena noticia de que Dios viene con poder a
rescatarlo.

Segunda lectura (2Pe 3,8-14):

Esta carta, al igual que otros textos del Nuevo Testamento, busca dar razón de la
“demora de la parusía”. Y para explicar su retraso utiliza el Sal 90, 4 donde se afirma que para
el Señor un día es como mil años. Es decir, los tiempos de Dios no son los nuestros; su
medida del tiempo es diversa de la nuestra y, por eso, la invitación que hace a mantener viva
la esperanza en que Dios cumplirá su promesa y vendrán “los cielos nuevos y tierra nueva”. Más
aún, esta aparente demora de la venida del Señor hay que interpretarla como signo de la
actitud paciente de Dios y como un tiempo de gracia o de misericordia en el cual Dios espera
la conversión de todos los hombres. Y también, al igual que otros textos del Nuevo
Testamento, la invitación es a tener durante este tiempo de espera una conducta de vida santa
“para que Dios los halle sin mancha y sin defecto, y en paz con él” (3,14) al momento de su
repentina venida.
2
Evangelio (Mc 1,1-8):

"Comienzo del evangelio de Jesús, Mesías, Hijo de Dios" (1,1)


Sólo Marcos llama a su obra "evangelio", término que no indica primeramente un libro,
sino una “buena noticia”. Evangelio de Jesucristo. Se trata de un genitivo a la vez subjetivo y
objetivo. En cualquier caso, no se trata del evangelio de Marcos, sino del evangelio de Jesús y
que es Jesús, según san Marcos.
Este versículo con valor de título constituye una síntesis de la cristología de Marcos
afirmando que Jesús es el Cristo-Mesías en respuesta al tema de su función o misión; y que es
Hijo de Dios para responder a la cuestión de su ascendencia directa de Dios (cf. 12,35-37).

La cita inicial del profeta: (Mc 1,2-3 = Mal 3,1 + Is 40,3)

Mc 1,2-3 Mal 3,1 Is 40,3


“Conforme está escrito en Isaías “Voy a enviar a mi mensajero “Una voz proclama: ¡Preparen
el profeta: Mira, envío mi a allanar el camino delante de en el desierto el camino del
mensajero delante de tu rostro mí rostro,” Señor, tracen en la estepa un
(pro. prosw,pou sou), el que ha sendero para nuestro Dios!”
de preparar tu camino. .
Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
enderezad sus sendas…”

Marcos funde una cita de Malaquías con otra de Isaías, para referirse al Bautista como
el enviado que viene a preparar el camino de Jesús. Cambia el texto de Malaquías “delante de
mi rostro” (el rostro de Dios) por “delante de tu rostro” (el de Jesús); y cambia el preparar
sus caminos (de Dios) por tu camino (el de Jesús). Esta cita de Malaquías le permite a Marcos
vincular a Juan Bautista con Elías, ya que este profeta anunciará la venida del Mesías antes
del día final: "Voy a enviaros al profeta Elías antes de que llegue el Día de Yahvé, grande y terrible" (Mal
3,23).
Por otra parte, donde Isaías decía “tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios”,
Marcos dice: “enderezad sus sendas”, las de Jesús. Entonces, ha tomado dos textos de la
Escritura referidos a Dios y los refiere a Jesús. ¿Cómo se puede hablar así de un simple
hombre? Porque Marcos empieza a dar contenido al título Hijo de Dios aplicado a Jesús. Esta
identidad no se puede entender sin recurrir al Antiguo Testamento, por eso las citas del
profeta que invitan a preparar la venida de Dios. Además, “la cita profética sitúa a los protagonistas
que vienen a continuación, Juan y Jesús, en una historia más amplia hacia detrás y hacia delante […] La
repetición de camino anticipa un elemento fundamental de la historia”1. Pero al mismo tiempo hay una
sorprendente novedad en esta "buena noticia" de san Marcos pues no sólo anuncia el
cumplimiento en la persona de Juan el Bautista de estos dos oráculos proféticos sino la misma
venida de Dios en la persona de Jesús.
Además, estas citas bíblicas preparan la aparición en escena de Juan "bautizando en el
desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados " (1,4). Se nos presenta aquí
de modo concreto lo que significa preparar el camino y allanar las sendas para la venida del
Señor: conversión para el perdón de los pecados. No se trata ahora, como en la profecía de
Isaías, de la vuelta a Jerusalén del pueblo exiliado, sino de la vuelta a Dios. Por tanto, lo que
obstaculiza el camino, el vínculo con Dios, es el pecado. Hay que arrepentirse y pedir perdón.
En síntesis, el mensaje de Juan Bautista, antes incluso de hablar, es doble: “esperanza en
Dios fiel que cumple sus promesas, y conversión, pues sólo una persona que espera y se convierte puede
aceptar a Jesús como Mesías e Hijo de Dios”2.

1
Cf. M. Navarro Puerto, Marcos (Verbo Divino; Estella 2006) 43.45.
2
Cf. A. Rodríguez Carmona, Evangelio de Marcos (DDB; Sevilla 2006) 21.
3
El pueblo responde a este llamado a la conversión y se hace bautizar por él confesando
los pecados (1,5).
Luego en 1,6 se describen las vestiduras y la frugal comida del Bautista que
demuestran su condición ascética; refuerzan su predicación del juicio y lo asemejan a Elías3.
El contenido de la predicación del Bautista (cf. 1,7-8) está claramente orientado a
Jesús, presentado como el más fuerte y quien tiene un bautismo del Espíritu, en
contraposición al del agua que ofrece el Bautista. El agua purifica, es signo del perdón de los
pecados. El Espíritu Santo comunica la vida nueva de la gracia, nos hace hijos de Dios en el
Hijo Jesús. Como bien nota L. Monloubou 4 : "la predicación de Juan lleva la marca de su propia
insuficiencia. Juan pide que se acepte el bautismo para una remisión de los pecados aún no realizada; su
bautismo de agua es temporal, preludio de otro bautismo eficaz y definitivo, el del Espíritu".

Algunas reflexiones:

La frase de Isaías citada por Marcos da el tono y el sentido a este segundo domingo de
Adviento: "preparen los caminos del Señor, enderecen sus senderos". Y vimos que se trataba del
Señor Jesús, por tanto en el contexto litúrgico hay que entenderlo como una invitación a
preparar la venida de Jesús en esta Navidad y, también, su venida al fin de los tiempos.
En efecto, las tres lecturas nos ponen delante al Señor que viene. Y estas venidas, con
matices diferentes, invitan a prepararse para recibirlo mediante la conversión.
En la primera lectura el profeta Isaías anuncia que el Señor viene a liberar a su
pueblo cautivo en el destierro repitiendo las proezas del éxodo y del providencial camino por
el desierto. Sí, Dios viene a consolar, a rescatar, a perdonar. Viene como un buen pastor a
recoger su rebaño disperso. Se trata de la Buena Noticia del perdón de Dios y de su venida a
nosotros. Ante esta venida amorosa de Dios, la esperanza se enciende y el corazón se abre
para recibirlo.
La segunda lectura, en continuidad con el domingo pasado, vuelve a ponernos ante la
venida final del Señor al fin de los tiempos. Y la demora de este día final hay que interpretarla
como signo de la paciencia Divina que espera la conversión de todos, pues no quiere que
nadie se pierda. Ante esta realidad se pide a los cristianos una esperanza activa que se traduce
en "una conducta santa y piadosa" para que en su venida nos "encuentre en paz, sin mancha ni
reproche".
El evangelio, por su parte, nos recuerda la venida histórica de Jesús que Dios preparó
con el envío de Juan el Bautista, el precursor, tal como lo señalaban las Escrituras. Así, Juan
invita al pueblo a prepararse para la venida del Señor Jesús mediante un bautismo de
conversión para el perdón de los pecados. Y como el Señor vendrá nuevamente en esta
Navidad, también nos toca a nosotros "preparar los caminos, enderezar los senderos".
Ahora bien, este camino para el Señor hay que prepararlo en el desierto. Hay que
animarse en este adviento a recuperar nuestra vida interior, animarse a hacer silencio y aceptar
la soledad habitando nuestro propio corazón. Pues bien, en este desierto silencioso y solitario
de nuestro corazón, si ponemos atención, resonará la voz del profeta que nos llama a preparar
la venida del Señor, a reconocer nuestros pecados y a confesarlos; a corregir nuestros defectos
dominantes. Tengo que arreglarme y arreglar mi corazón para recibirlo. Se trata de conversión,
de ascesis, pero todo esto motivado por el deseo de Su visita; porque la certeza de su Venida
aumentará nuestro deseo de recibirlo. Es el deseo de gozar de Su compañía, de una presencia
más plena suya, lo que debe movernos a poner en orden nuestra vida, a trascender la
dimensión temporal u horizontal de nuestra existencia, para abrirnos al Eterno que viene a
nuestro tiempo. Justamente en la oración colecta de este domingo le pedimos a Dios que

3
Cf. J. Gnilka, El evangelio según San Marcos. Vol I (Sígueme; Salamanca 1992) 54.
4
Leer y predicar el evangelio de Marcos (Sal Terrae; Santander 1981) 17.
4
"ninguna actividad temporal detenga a quienes vamos presurosos al encuentro de tu Hijo; sino que, instruidos
por la sabiduría divina, podamos gozar siempre de su compañía".
Al respecto decía el Papa Francisco en el ángelus del 6 de diciembre de 2020: “La
conversión implica el dolor de los pecados cometidos, el deseo de liberarse de ellos, el propósito de excluirlos
para siempre de la propia vida. Para excluir el pecado, hay que rechazar también todo lo que está relacionado
con él, las cosas que están ligadas al pecado y, esto es, hay que rechazar la mentalidad mundana, el apego
excesivo a las comodidades, el apego excesivo al placer, al bienestar, a las riquezas. El ejemplo de este
desapego nos lo ofrece una vez más el Evangelio de hoy en la figura de Juan el Bautista: un hombre austero,
que renuncia a lo superfluo y busca lo esencial. Este es el primer aspecto de la conversión: desapego del
pecado y de la mundanidad. Comenzar un camino de desapego hacia estas cosas.
El otro aspecto de la conversión es el fin del camino, es decir, la búsqueda de Dios y de su reino.
Desapego de las cosas mundanas y búsqueda de Dios y de su reino. El abandono de las comodidades y la
mentalidad mundana no es un fin en sí mismo, no es una ascesis solo para hacer penitencia; el cristiano no hace
“el faquir”. Es otra cosa. El desapego no es un fin en sí mismo, sino que tiene como objetivo lograr algo más
grande, es decir, el reino de Dios, la comunión con Dios, la amistad con Dios”.

En síntesis, sin dejar de mirar al futuro, de dónde vendrá el Señor, el evangelio nos
vuelve al pasado, a Juan el Bautista, el precursor del Mesías, para que nos ayude también a
nosotros a preparar su Venida en esta Navidad.
¿Y qué nos dice Juan el Bautista? Nos repite actualizadas las palabras del profeta
Isaías: preparen en el desierto un camino al Señor. El camino en el desierto evoca al Éxodo
de Israel, al inmenso desierto que tuvieron que atravesar los israelitas en su camino hacia la
tierra prometida. También hoy, entre nosotros y el Señor, hay un desierto que atravesar y el
único camino para hacerlo es el de la Esperanza.
El desierto es un lugar donde se sobrevive más que se vive, no es acogedor, no es apto
para la vida y da miedo perderse en él. Pero al mismo tiempo es el lugar donde resuena la
Palabra del Señor y se aprende a seguirlo; dónde se dejan todas las cosas no necesarias y se
aprende a vivir con lo esencial.
Hacer un camino en el desierto para que venga el Señor en esta Navidad:
➢ Significa convertirse, dejar el camino equivocado del pecado que nos lleva a la
destrucción y volver al camino de la Esperanza que nos lleva hasta la Vida plena.
➢ Significa hacer silencio en medio de tanto ruido de voces para concentrarse en la escucha
de la Palabra del Señor, única guía verdadera para caminar por el desierto.
➢ Significa renunciar a lo superfluo, a lo que poco vale y nos distrae de lo que realmente
importa en la vida.
➢ Significa dejar de correr detrás de las cosas urgentes para dedicarse a las esenciales.

Éste último aspecto de la conversión nos parece para resaltar: se nos invita a revisar
nuestro uso del tiempo. Desde esta perspectiva descubrimos que muchas veces hemos
descuidado lo importante por lo urgente; que el tiempo se nos consumió en cosas vanas y
superfluas, descuidando las esenciales de la vida. Nada tan importante y esencial para la vida
humana y cristiana como el buen manejo del tiempo. Al respecto nos advierte E. Bianchi: “El
tiempo es el enemigo contra el que se lucha o el fantasma que se persigue; el tiempo se nos escapa, perdemos
el tiempo, no tenemos tiempo, estamos devorados por el tiempo, el tiempo se convierte de esta manera en el
ídolo al que nos hemos alienado habitual y cotidianamente. Pero para nosotros los cristianos el tiempo es el
ámbito en el que se juega nuestra fidelidad al Señor: o sabemos vivir el tiempo, ordenarlo, sintiéndolo como don
y compromiso, o somos idólatras del tiempo”5.
El tiempo del creyente se enriquece con la luz de la Esperanza que nos invita a vivir
de modo diferente, con serenidad y alegría. Sobre este tema decía H. J. Nouwen6: “La paradoja
de la espera está precisamente en el hecho de que los que creen en el mañana están en disposición de vivir
mejor el hoy; que los que esperan que de la tristeza brote el gozo están en disposición de descubrir los rasgos

5
A los presbíteros, Salamanca 2005, 15-16.
6
Forza dalla solitudine, Brescia 1998, 59-62.
5
inaugurales de una vida nueva ya en la vejez; que los que esperan con impaciencia la vuelta del Señor pueden
descubrir que él ya está aquí y ahora en medio de ellos (...). Precisamente en la espera confiada y fiel del amado
es donde comprendemos cómo ya ha llenado nuestras vidas. Como el amor de una madre por su propio hijo
puede crecer mientras espera su regreso, como los que se aman pueden descubrirse cada vez más durante un
largo período de ausencia, así nuestra relación interior con Dios puede ser cada vez más honda, más madura
mientras esperamos pacientemente su retorno”.

PARA LA ORACIÓN (RESONANCIAS DEL EVANGELIO EN UNA ORANTE):

Ven, Ven

Desde el lugar anhelado, inimaginado


Señor, no te demores, ven!

Desde lo más profundo del Misterio


Buena Noticia, hazte escuchar, ven!

Desde ese espacio de paz y alegría verdadera


Mesías esperado, muéstranos tu Rostro, ven!

Desde la ciudad poblada de seres sedientos


Bautismo en el Espíritu Santo, úngenos, ven!

Desde el grito del pobre en el desierto


Poderoso Rey y Señor, Suma Dignidad, ven!

Allanaremos el camino para acoger la Vida


Dios hombre, tierno niño, ven!

You might also like