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La tragedia ha sido acompañante de la historia del hombre, es inherente a su existencia

En los últimos años, México ha sufrido de múltiples tragedias, desde aquellas que confabulan en
contra de personajes políticos, culminando en su asesinato, hasta la terrible muerte de personas
comunes, de quienes el Estado era responsable de garantizar su seguridad.

Estos acontecimientos para la mayoría causan frustración, tristeza, enojo, hasta luto. Para otros es
una fuente que emana oportunidades, se convierten en el reflector que necesitan para brillar en el
escenario, a falta de luz propia.

Los últimos veinte años son la muestra mayor de cómo este tipo de personajes explotan al
máximo el dolor en beneficio personal, tratando de alcanzar el tesoro más preciado por el político:
el Poder.

Tras el desplome de una mina operada por Grupo México en San Juan de Sabinas, Coahulia,
conocida como Pasta de Conchos, vino la indignación de la sociedad mexicana; los mineros
advirtieron que trabajaban en condiciones de peligro, pues detectaron fuertes olores a gas,
situación reportada a sus patrones y a las autoridades federales, sin embargo, ninguno hizo algo
para prevenir la catástrofe que dejo 65 mineros muertos.

Este hecho, ocurrido el 19 de febrero de 2006, todavía en el sexenio de Vicente Fox, destapó
diversas irregularides que se tenían bien escondidas, como la corrupción de diversos funcionarios
de la Secretaría del Trabajo y las malas condiciones a la que se encontraban sujetos los mineros.

Corriendo el mandato de Felipe Calderón, además de la grave situación en materia de seguridad


pública en la que se encontraba sumida su administación, el 5 de junio de 2009, se sobrevino el
doloroso incendio en la Guardería ABC, en Hermosillo, Sonora, plantel subrogado por el IMSS.

En esta desgracia fallecieron 49 menores, además de muchos adultos y niños lesionados.

Otro infortunio alcanzó a la realidad el 26 de septiembre de 2014, este no provenía de los azares,
sino de la malicia humana, donde un grupo de 43 estudiantes fueron asesinados por criminales
que operaban en la completa impunidad, no solo en Ayotzinapa, sino en todo el estado de
Guerrero.

En todos los casos, incluidos los anteriormente descritos, ademas de la indignación, hubo un
común denominador: el Estado era corresponsable de los hechos.

Nos lleva entonces al reflector antes descrito, donde aquellos con luz tenue brincaron a escena,
para gritar con todas sus fuerzas “¡fue el estado!”.

Durante lustros esgrimían que Fox, Calderón y Peña eran los culpables de tales eventos, lo cual en
honor a la verdad es cierto, sin embargo, el uso político para ganar simpatías era más que
evidente; no había una empatía sincera con las víctimas, su popularidad era lo realmente
importante.

El personaje que mayor beneficio obtuvo de estas tragedias hoy habita Palacio Nacional, sin
mencionar a muchos de sus esbirros.
Como figura que interviene en el cuento, en el momento preciso, donde hay que colocar las líneas
que generen el clímax para que la audiencia no entre en un letargo crónico, la tragédia alcanzó el
sexenio de aquellos que no son iguales, pero se parecen mucho.

El 18 de enero de 2019, de un ducto de Pemex brotaba el maná para los pobladores, miles y miles
de litros de gasolina regaban el predio que se convertiría en una escena dantesca, donde 137
habitantes de Tlalhuelilpan, Hidalgo, murieron en llamas.

Aquí se incrusta un parteaguas, los otrora exigentes defensores de vícitmas y agoreros de cuarta,
dieron cuenta de un cambio radical en el discurso: No fue el estado, fueron los ladrones de
combustible los culpables.

No es lo mismo ser borracho que cantinero.

La mañana de este 28 de marzo despertamos con la terrible noticia de lo ocurrido en Ciudad


Juarez, Chihuahua.

Otra vez nuestra eterna compañera se hizo presente, 38 migrantes murieron al interior de
instalaciones del Instituto Nacional de Migración, imágenes espeluznantes son testigos de la
negligencia criminal de los encargados del recinto, que dejaron a su suerte a los migrantes que se
encontraban detenidos en el inmueble.

Misteriosamente los que en sexenios anteriores no tardaban en chistar y señalar, hoy callan como
momias (amlo dixit).

Lo que irremediablemente nos lleva a cuestionar la integridad de los que hoy ocupan el poder,
quienes transitaban su lugar de oposición siempre culpando y señalando, incluso llamando a los
mandatarios “asesinos” sin ningún tapujo.

Al parecer esas responsabilidades ya no existen. Amarillistas llama López Obrador a los medios de
comunicación que buscan respuestas de un trágico evento, que bien pudo haberse evitado.

El chiste remata cuando Andrés Manuel escupe las palabras más desafortunadas que cualquier
presidente puede expresar: “Esto tuvo que ver con una protesta que ellos iniciaron…pusieron
colchonetas del albergue y les prendieron fuego y no imaginaron que esto iba a causar esta
terrible desgracia”. Magistralmente trata de eludir su responsabilidad.

“No hay que lucrar con la trágedia” nos tratan de predicar aquellos que lucraron años con ella.

Los políticos mexicanos son un especimen muy singular, crean fantasmas alrededor de quien no
comulga con sus pensares y enarbola a quienes pueden ser fructíferos para su ambición personal.

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