¿Qué es el afecto?

En el lenguaje cotidiano, llamamos afecto al cariño o la inclinación que sentimos por

alguien o por algo, es decir, a un tipo de vínculo o sentimiento de estima, cuando
no a la totalidad de los sentimientos o emociones que podemos experimentar en un
momento dado (generalmente “los afectos”).

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Esta palabra proviene del vocablo en latín affectus, compuesto por
el prefijo ad- (“hacia”, “en dirección a”) y el verbo facere (“hacer”), como una
derivación de afficere (“afectar”). Los romanos hablaban de affectus para referirse al
mismo tiempo al “estado del alma”: la combinación del estado físico y el estado
emocional, y a sentimiento o la voluntad que uno podía expresar hacia alguien o
hacia algo, es decir, lo afectado que se viera por ello.

En todo caso, hoy en día entendemos el afecto como la medida de nuestro mundo
emocional y sentimental, o sea, como aquello que nos moviliza interiormente.
Sentimos afecto por alguien a quien queremos, pero también nos mueve el afecto
una situación particularmente conmovedora.

El tema de la afectividad, sin embargo, ha ocupado a los filósofos durante siglos,

que han intentado entender qué cosa son las emociones y de qué manera las
experimenta el ser humano. Autores como Baruch de Spinoza (1632-1677), por
ejemplo, las reducía en su totalidad a variaciones de tres afectos fundamentales: la
alegría, la tristeza y el deseo.

Sin embargo, en el ámbito legal el afecto se entiende como una carga u

obligación que atañe a una cosa o a una persona, o que favorece jurídicamente a
alguno de los actores involucrados, pudiendo hablarse, por ejemplo, de “bienes
afectos a detracción”, por ejemplo, o de “sujetos afectos al impuesto sobre la renta”.

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Muestra de afecto
Dado que el afecto es una realidad interior del ser humano, o sea, un elemento de los
que componen su mundo mental interno, se suele requerir de una manifestación o
muestra de afecto, es decir, de una acción o una palabra que revela a los demás
los sentimientos escondidos dentro de una persona.

Las muestras de afecto, sin embargo, forman parte de los códigos y convenciones de
las culturas, y existen por lo tanto formas más y menos aceptadas de demostrar el
afecto, dependiendo del contexto histórico y cultural en que uno se encuentre. Así,
por ejemplo, en Occidente se consideran muestras de afecto:

 Los besos, en la mano de una mujer, en la mejilla de un amigo o familiar,

o en la boca de los amantes.
 Los abrazos, especialmente entre personas muy cercanas afectivamente,
como familiares o amigos, como saludo o despedida, o como respuesta a
una noticia (buena o mala).
 El apretón de manos, utilizado sobre todo en contextos formales, en los
que se expresa respeto, agradecimiento o acuerdo.
 Los obsequios, tanto en días festivos (como la Navidad) como en días
ordinarios, se interpretan como una forma de expresar al otro el afecto.
 Las fiestas, en las que se reúne un conjunto de personas a rendir
homenaje al afecto que sienten por un individuo homenajeado.

Neurociencia afectiva

La neurociencia afectiva utiliza técnicas y tecnologías de la medicina.

La neurociencia afectiva es una disciplina científica que se dedica al estudio de
los afectos y las emociones, desde un punto de vista tanto psicológico como
neurológico. Así, se interesa por elementos tales como la personalidad, las
emociones y el estado de ánimo, buscándoles un origen o al menos un vínculo con
la química cerebral y las reacciones bioquímicas del cuerpo humano.

Para ello, esta disciplina se sirve de técnicas y tecnologías comunes en el mundo

médico, como las resonancias magnéticas, los electroencefalogramas. Además
utiliza modelos computacionales, tests psicológicos y la historia de pacientes, sobre
todo la de aquellos cuyas funciones neurológicas se hayan visto alteradas
accidentalmente y hayan presentado como consecuencia cambios drásticos en su
forma de ser y de sentir.