Professional Documents
Culture Documents
Rojas Mar Roqu in Rogelio 2016
Rojas Mar Roqu in Rogelio 2016
Pontificia Universidad
JAVERIANA
----------- Bogotá ------------
LICENCIATURA ECLESIÁSTICA Y
BOGOTÁ; 2016
LA NULIDAD DE LA ORDENACIÓN SACERDOTAL
DIRECTOR
LICENCIATURA ECLESIÁSTICA Y
BOGOTÁ; 2016
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
Rector:
Vicerrector académico:
Jurado
Jurado
Ossa Soto.
A mis padres Rogelio Rojas Vargas y Doris Marroquín Preciado, que con humildad
y amor asisten mi vida y vocación. A mis hermanos Eisenover, Pbro. Jhon Robert, y César
Augusto que con fraternidad se unen a mis proyectos de vida. A mis abuelos Isaías Rojas,
formar al Clero diocesano, y junto a él, a mis hermanos del Presbiterio de la Diócesis de
Ilustrísimo Monseñor Alberto José Ojalvo Prieto, Vicario Episcopal San Pedro, al Clero de
la Arquidiócesis de Bogotá, y al Rvdo. Padre Jairo Salazar Gómez, que me han permitido
de la Sagrada Comunión y junto a ellos a la Familia Rojas Figueroa que con amistad y
Malagón, SDB, a sus profesores, a mis compañeros Pbros. Leivi Leonardo Gutiérrez Mota,
Jesús María Rosales Jaraba y Diácono Edgar Augusto Casallas Saavedra, SDS, con quienes
caminamos en esta etapa de formación; al Pbro. Leonardo Cárdenas Téllez, Rector del
Ismael Arturo Garceranth Ramos, S.J, por su esmerado apoyo y dedicación en la dirección
de este trabajo.
amistades que con fraternal caridad me han acompañado con su ferviente oración para
Introducción general............................................................................................................. 13
Capítulo I .............................................................................................................................. 17
Aproximaciones histórico - jurídicas de la nulidad de la Sagrada Ordenación..................17
1.1. Algunas definiciones Magisteriales y jurídicas del sacramento del Orden..........17
1.2. La nulidad de la ordenación sacerdotal en las intervenciones de los Concilios y del
Magisterio de la Iglesia .................................................................................................... 32
1.3. La nulidad sacerdotal en la primera codificación de la Iglesia y en el Magisterio
Pontificio posterior...........................................................................................................41
1.4. La segunda codificación de la Iglesia y avances de la canonística actual sobre la
declaración de la nulidad de la ordenación sacerdotal......................................................47
1.5. Conclusión............................................................................................................. 55
Capítulo II............................................................................................................................ 57
De las causas para declarar la nulidad de la sagrada ordenación ........................................ 57
2.1 El ministro de la sagrada ordenación..................................................................... 59
2.1.1 El ministro de la ordenación episcopal................................................................60
2.1.2 El ministro de la ordenación de presbíteros y diáconos......................................62
2.1.2.1 El Obispo propio........................................................................................... 63
2.2 Los ritos esenciales de la sagrada ordenación.......................................................64
2.2.1 La materia.............................................................................................................66
2.2.2 La forma...............................................................................................................69
2.3 La condición del sujeto que recibe la ordenación sacerdotal................................71
2.3.1 Condición masculina del sujeto............................................................................72
2.3.1.1 La interpretación a la luz de la Escritura y la Tradición.............................72
2.3.1.2 La interpretación a la luz del Magisterio...................................................... 74
2.3.2 Recepción válida del bautismo.............................................................................78
2.3.2.1 Motivaciones teológicas................................................................................ 79
2.3.2.2 Motivaciones jurídicas.................................................................................. 81
2.4 La intención del sujeto........................................................................................... 83
2.4.1 La debida libertad............................................................................................... 85
9
Art: Artículo
Comm: Communicationis
DZ: Denzinger
Hb: Hebreos
Jn: Juan
Lc: Lucas
LG: Lumen Gentium
Mc: Marcos
Mt: Mateo
Pbro: Presbítero
Sal: Salmo
Tt: Tito
Introducción general
Entre las funciones que el Sumo y Eterno Sacerdote encomendó a la Iglesia sobre el
encuentra el Munus regendi. Potestad desde la cual brota la justicia como característica
primordial que garantiza el ejercicio de los derechos y deberes de los fieles. En esta
proyecto investigativo procura exponer, a manera de síntesis, el estatuto jurídico actual que
290,1°; 1708 - 1712 de la legislación vigente y en las nuevas Regulae Servandae de SS.
Juan Pablo II del año 2001, donde se describe el procedimiento administrativo por el cual
poco tratado por la doctrina y la jurisprudencia de la Iglesia, pues “actualmente son muy
escasas las causas de nulidad de la ordenación (hay años en que se introducen 2 o 3 causas,
aproximadamente unas 50 solicitudes, la mayoría de las cuales fueron rechazadas por falta
14
de fumus boni iuris y, la totalidad de las que fueron admitidas por el procedimiento
administrativo fueron declaradas pro validitate” (Prisco, 2013, p. 604). Esto indica que el
proceso más usado por los solicitantes es la pérdida del estado clerical que presupone que la
ordenación sacramental fue válida, pero es posible que muchos desconozcan razones o
motivos canónicos que los puedan llevar a la declaración de la nulidad del Orden sagrado
recibido; y es aquí donde radica precisamente la necesidad de demostrar en qué casos puede
ser nula la ordenación y cómo proceder frente a una sospecha seria de una causal de nulidad
sacerdotal. Para responder a este propósito, tres serán los capítulos que se desarrollarán
durante el avance de este proyecto de investigación, haciendo uso del método histórico y el
método documental.
canónica del tema, generan escasez de material histórico para la conceptualización de este
canonistas para proveer a un mayor conocimiento de los orígenes de la norma eclesial que
vigente para acusar la validez del sacramento del Orden. La legislación reglamenta en
apenas cinco cánones (cc.1708 - 1712) lo concerniente a las causas para declarar la nulidad
procesos especiales. Sin embargo al presentar las causas, como lo indica el título, la
15
codificación no enuncia las causas concretas, sino que se limita a describir el respetivo
proceso. De allí que la canonística actual remitirá a distintos cánones que tratan sobre los
actos jurídicos, el sujeto, el ministro y los ritos del sacramento, que se convierten en
De esta forma, la nulidad del Orden sacerdotal versará sobre estos aspectos
los libros litúrgicos prescriben para cada grado” (c.1009 §2); 3. “Sólo el varón bautizado
de que el sujeto que va “a ser ordenado goce de la debida libertad; pues está
recibir las órdenes sagradas” (c. 1026). La intención no sólo requiere la certeza de la
libertad sino también la conveniente capacidad del sujeto (124 §1) y el necesario estado
psíquico que afectaría la mencionada intención del candidato al Orden sacerdotal. Estos
cuatro aspectos recogerán globalmente las circunstancias o causales por las cuales podría el
sacramento del orden estar viciado de nulidad y, por las que se construiría el libelo para
la nulidad de la sagrada ordenación sacerdotal. Nace este capítulo del canon 290,1°, el cual
legisla que “una vez recibida válidamente la ordenación sagrada, nunca se anula. Sin
embargo, un clérigo pierde el estado clerical: por sentencia judicial o decreto administrativo
comentar, con la ayuda de los canonistas, los pasos y las instancias necesarias que la
16
competencia debe tener en cuenta hasta llegar a la sentencia o decreto que resolverá la
implicará estos conceptos detallados durante la introducción general. Conceptos que han
abarcado la naturaleza teológico - jurídica del Orden sacerdotal; las causales que demandan
la validez del acto sacramental respecto al sujeto, al ministro, y al rito esencial (materia y
al Orden sagrado. Estas perspectivas serán la base sobre las cuales se articularán las
Capítulo I
naturaleza teológica y jurídica del mismo, de tal manera que, comprender la nulidad de la
indagar el Orden sacerdotal, su teología, su historia y derecho, se pondrán también las bases
En palabras del Papa Pablo VI, se puede argumentar que “la naturaleza del derecho
Iglesia” (Ghirlanda, 1990, p.35). De allí la necesidad de afirmar que “el derecho eclesial
debe tener como fundamento la Escritura y la Tradición, ya que la Iglesia tiene clara
fundación” (Ghirlanda, 1990, p.37). El derecho de cada sacramento nace entonces como
una exigencia misma de su naturaleza; exigencia que bajo respectivas normas se ampara,
desde el comienzo de su vida pública, Jesucristo anunció a sus apóstoles el hecho de que
los llamaba para un ministerio muy especial, ser “pescadores de hombres” (Mt.4, 1). De
esta forma “Llamó a los que Él quiso y vinieron donde Él. Instituyó a los doce para que
18
(Lc.22, 19). Con estas mismas palabras les ordenó ofrecer por la salvación del mundo el
de su pasión, una vez resucitado, confiere a sus apóstoles la sublime misión de hacer
“Como el Padre me envió, así también yo los envío” (Jn.20, 21), “A mí se me ha dado
plena potestad en el cielo y en la tierra, vayan pues y hagan discípulos a todos los pueblos
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a
Este poder conferido a los apóstoles no quedaría restringido simplemente a ellos, sino que
debería extenderse y propagarse a todo el mundo y por todas las generaciones. Por eso los
recibido del Señor para perpetuar su obra en favor de la salvación del género humano
(Hch.6, 6; 1Tim.4, 14). En otras palabras, se puede decir que la transmisión de los apóstoles
la Iglesia. La comprensión jurídica del Orden sacerdotal hunde, entonces, sus raíces en los
19
los fieles. Confió también a los que él eligió y, elige cada día, el poder de atar y desatar;
perdonar y retener, de regir en su nombre la gran familia de los redimidos” (Prólogo, CIC
17).
Este hecho sucesorio lo constata ya a finales del siglo I San Clemente Romano:
Cristo ha sido enviado por Dios, los apóstoles son enviados por Cristo y éstos,
42). Esta misma verdad la certifica San Ireneo de Lyon (Adversus Haereses V,
20.1), la confirman Tertuliano (De praescriptione III, 2) y San Cipriano (Carta 64,
3.1) , y se repite de continuo en los escritos de los santos padres (DGDC V, p. 740).
sacramento del Orden, definiciones que son base de la estructura jurídica de este
sacramento. Así por ejemplo, el Concilio de Trento declaró que “existe en la Iglesia
católica un sacerdocio visible y externo” (DZ, 961), “una jerarquía instituida por
esencialmente distinto del laical. A este estado sacerdotal se ingresa por medio de un
sacramento especial, el sacramento del Orden, sacramento instituido por Cristo que
humana, excogitada por hombres ignorantes de las cosas eclesiásticas, o que es sólo
20
un rito para elegir a los ministros de la palabra, de Dios y de los sacramentos, sea
por lo tanto en vano dicen los obispos: Recibe el Espíritu Santo; o que por ella no se
imprime carácter; o que aquel que una vez fue sacerdote puede nuevamente
carácter y condenando los errores de doctrina, dados sobre todo por la reforma protestante,
que hasta entonces habían puesto en tela de juicio la grandeza del sacerdocio. “El Concilio
no se propuso exponer una teología acabada del sacramento del Orden, sino que sale al
Por otra parte, en el año 1935, el Magisterio pontificio del Papa Pío XI, atendiendo
pasajeros, sino estables y perpetuos, como quiera que proceden del carácter
participa, se ha hecho “sacerdote para siempre” (Sal. 110,4). Y aun cuando por la
fragilidad humana cayere en error o en infamias morales; jamás, sin embargo, podrá
De esta forma, Pío XI, ratifica lo ya dicho en las conclusiones conciliares sobre el
carácter del Orden sacerdotal. Carácter que es realmente indeleble e irrepetible y por el cual
el candidato recibe una marca interior en su alma que lo constituye para siempre en
dimensión consagrada, distinta del sacerdocio común que poseen los fieles cristianos por
razón del sacramento del Bautismo. Junto a estos derechos y deberes, el Papa insiste
también en la gracia especial y en los poderes sacerdotales que capacitan al sacerdote para
Pero juntamente con este carácter y con estos poderes, el sacerdote, por medio del
sacramento del Orden, recibe nueva y especial gracia con derecho a especiales
auxilios, con los cuales, si fielmente coopera mediante su acción libre y personal a
todos los arduos deberes del sublime estado al que ha sido llamado, y llevar, sin ser
En la misma línea de Pío XI, el Papa Pío XII, en su Magisterio del año 1950,
sellado con el sacramento, se convierte en otro Cristo (Alter Christus) para ofrecer dones y
sacrificios por los hombres. Es dispensador de los misterios divinos y colaborador insigne
de Dios. Esta dignidad recibida sólo es posible mediante el sacramento del Orden
22
sacerdotal que lo configura en un nuevo estado de vida frente a Dios y a los hombres;
estado que le exige representar a Cristo y ser imagen viva del Sumo y Eterno Sacerdote.
El sacerdocio es, ciertamente, el gran don del divino redentor: pues éste, a fin de
su único y eterno sacerdocio. El sacerdote es como otro Cristo, porque está sellado
con un carácter indeleble, por el que se convierte casi en imagen viva de nuestro
así yo os envío a vosotros” (Jn. 20, 21), “el que a vosotros os escucha a mí me
escucha” (Lc. 10, 16). Consagrado, como por una divina vocación, a este
augustísimo misterio, está constituido en lugar de los hombres en las cosas que
tocan a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados (Hb. 5, 1) (MN, 7).
(1962 - 1965), el Concilio Vaticano II que pretende poner a la Iglesia en sintonía con el
mundo, deseo gestado en la mente del Papa San Juan XXIII, cuando manifiesta vivamente
la necesidad del aggiornamento. “A raíz de la importancia del sacramento del Orden, casi
todo el Concilio está permeado de su significado pues es parte fundamental del ser y del
quehacer de la Iglesia en todos los tiempos” (Sánchez, 2010, p. 31). Esta importancia es
ministerio y vida de los presbíteros recoge entonces el sentir de los padres sinodales sobre
lo que debe ser y es para la Iglesia el sacerdocio. En esta doctrina conciliar, el decreto
Presbyterorum Ordinis, afirma que el mismo Señor “constituyó a algunos ministros que,
ostentando la potestad sagrada en la sociedad de los fieles, tuvieran el poder sagrado del
23
doctrina es posible advertir que se trata de una institución de naturaleza divina que brota de
“El mismo Señor enviando a los apóstoles, como Él había sido enviado por el Padre,
bautizados participan de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, pero así mismo
advierte y recalca la importante diferencia, tanto gradual cuanto esencial, existente entre el
sacerdocio común de todos los fieles y el sacerdocio ministerial, los cuales se ordenan el
uno al otro. Así por su parte, “el sacerdocio ministerial, por la potestad sagrada de que
persona de Cristo y lo ofrece en nombre de todo el pueblo de Dios” (LG, 10). En efecto, el
sacerdocio ministerial es en sí mismo jerárquico por naturaleza divina y jurídica, puesto que
está unido al poder de formar y regir al pueblo de Dios, bajo el mismo poder concedido por
Por otra parte, en la doctrina del Beato Pablo VI, artífice del Concilio Vaticano II,
resonaron sus enseñanzas y definiciones sobre el Orden sacerdotal, haciendo eco a las
ministerial, “no es un oficio o un servicio cualquiera que pueda ser ejercido por la
sacramento del Orden con carácter indeleble, de la potestad del sacerdocio de Cristo”
(AAS, 60, p. 468). El sacerdote, entonces, por razón del sacramento del Orden recibe “una
nueva y especial gracia y una particular ayuda, por la cual es capacitado para responder
dignamente y con ánimo inquebrantable a las altas obligaciones del ministerio que ha
recibido y para cumplir las arduas tareas que del mismo dimanan” (Pablo VI,1968).
sosteniendo que ese carácter es la impresión de una huella nueva, interior e imborrable, que
configura con Cristo, le hace semejante a Él. Esta dimensión es expresada en palabras del
Papa cuando atestigua en una de sus homilías a los candidatos a las órdenes sagradas:
Señor, “Has grabado en ellos tu semblante humano y divino, confiriéndoles no sólo una
inefable semejanza contigo, sino también potestad y virtud, una capacidad de realizar
acciones, que sólo la eficacia divina de tu Palabra atestigua y tu voluntad realiza” (Pablo
VI, 1967).
gracia que entra en la vida de alguien que fue elegido, preferido por la misericordia del
Señor” (Pablo VI, 1967). Después, argumenta el Papa que aquella huella impresa, el
carácter, es como una habilitación para ejercer poderes divinos, realizar las acciones de
servicio de su cuerpo místico que es la Iglesia. Servicio que participa de un modo especial y
con un carácter indeleble de la potestad del sacerdocio de Cristo mediante el sacramento del
Orden.
- en lugar de Cristo, cuyo puesto ocupa... por la potestad del Orden (Azebedo, 2011,
p. 405)
Unido a esta posición, San Juan Pablo II en su Magisterio pontificio, sostiene que
“la doctrina del sacerdocio de Cristo y la participación en él, es el mismo corazón de las
enseñanzas del último Concilio, y que en ella se encierra de algún modo cuanto el Concilio
quería decir acerca de la Iglesia y del mundo” (Azebedo, 2011, p. 362). Enseña entonces el
Papa, el origen divino del sacramento del Orden como un designio directo de su Fundador
en la persona de los apóstoles y sus sucesores. Con el sacerdocio ministerial, “por la acción
del Espíritu Santo, estamos unidos sacramentalmente al Hijo, enviado por el Padre como
Sumo Sacerdote y Buen Pastor. La vida y el ministerio del sacerdote son continuación de la
La vida sacerdotal está construida sobre la base del sacramento del Orden, que
como si fuera ella la que “llama” o “delega”. Este es en efecto, don para la
II, 1979).
El sacerdote entonces queda habilitado para actualizar los gestos potestativos con
que el Señor rige, guía y edifica al pueblo de Dios. Queda configurado en signo y persona
esta consagración, capacita al ordenado para que actúe de acuerdo a las actitudes de
Jesucristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia. Ese carácter, “conferido con la unción, en los que
lo reciben es signo de una consagración especial, de una configuración más profunda con
Cristo sacerdote, que los hace sus ministros activos en el culto a Dios y en la santificación
Esta realidad consignada en palabras del Beato Pablo VI y en San Juan Pablo II,
testimonia sin lugar a dudas la madurez doctrinal y jurídica, que poco a poco ha cosechado
la Iglesia a través de los siglos sobre el sacramento del Orden sacerdotal. Los Papas y la
institución divina, gestada por su Fundador, posee una materia y forma definida por la
tradición de la Iglesia y surte como efecto principal un carácter espiritual que genera en el
clérigo una nueva condición jurídica respecto al pueblo de Dios, condición que lo configura
con Cristo y le hace sujeto de derechos y deberes, distintos de los adquiridos por la
Orden como una consagración especial que hace del sujeto una propiedad de Dios, un ser
27
sacado del mundo para estar inmerso en Dios. “Esta entrega o consagración define en qué
manifiesta que allí está la esencia y el origen del sacramento del Orden Sacerdotal, por el
palabras: “Nuestro ser sacerdotes no es otra cosa, por tanto, que una nueva forma de
unificación con Cristo. Sustancialmente ésta nos ha sido dada para siempre en el
sacramento.” (Benedicto XVI, 2009). Pero además de ser una consagración, el sacramento
es el hombre quien hace algo, sino que es el sacerdote fiel a su misión el que gobierna, en el
Hoy día, el Papa Francisco, con sus enseñanzas y su profundo ser pastoral,
manifiesta respecto al sacramento del Orden sacerdotal, “que el Señor Jesús quiso elegir a
oficio sacerdotal a favor de todos los hombres, continuaran su misión personal de Maestro,
precisamente del envío, de la misión querida por el Padre, realizada por Cristo y continuada
por la acción del Espíritu Santo en los apóstoles y sus sucesores. “El sacerdote es un don de
Dios para el bien de todos, un hombre que nace en un contexto determinado, llamado por
Dios, tomado de entre los hombres, en favor de los hombres” (Francisco, 2015). Es el
como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, y con este título, que les une en
Dios, y presidirán las acciones del culto, especialmente en las celebraciones del
el 11 de octubre de 1992 por el Papa San Juan Pablo II, con la Constitución Apostólica
Fidei Depositum, condensa la doctrina sobre el sacramento del Orden en los numerales
1536 a 1589. Aquí, de manera precisa, “presenta lo que siempre se ha mantenido como
doctrina cierta en torno al ministerio sacerdotal y especifica los grados que este mismo
contiene en consonancia con la norma canónica que también los especifica (c. 1003)”
apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el
sujeto válidamente ordenado puede ciertamente, por justos motivos, ser liberado de
las comprensiones y reflexiones dadas a lo largo de la historia, es preciso establecer que “el
29
principio teológico que subyace bajo este proceso es que la sagrada ordenación, una vez
recibida válidamente, nunca se anula, puesto que sella a la persona con un carácter
indeleble (cc. 290 y 1008)” (CECDC IV/2, p. 2013). Partiendo de esta comprensión, es
posible afirmar que el derecho canónico tiene su fuente en la vida misma de la Iglesia, en su
enseñanza y tradición, y en las normativas surgidas de la propia praxis eclesial. De allí que
dignidad y ejercicio del ministerio sacerdotal de Jesucristo. Este estatuto jurídico del
cánones del código de derecho canónico actual (CIC 83), en el cual se determina su
funciones y prohibiciones que garantizan la noble función del ministerio sagrado en favor
Es aquí, en este amplio campo del ordenamiento jurídico canónico, donde la Iglesia
dispone de las medidas y las normas necesarias para regular la vida sacramental y social de
los fieles y alcanzar así el cumplimiento de su ley suprema: “la salvación de las almas”
(c.1752). Ley suprema que implica una mirada global de sus orígenes, su misión y su
quehacer en el mundo. Esta realidad temporal de la Iglesia, “por estar constituida a modo
de cuerpo social y visible, le exige normas para hacer visible su estructura jerárquica y
potestad para “aprobar o definir los elementos necesarios que determinan la validez de los
30
sacramentos” (c. 841); elementos que se convierten en principios jurídicos canónicos que
salvaguardan la esencia, la materia y la forma de los sacramentos que hacen parte del
Depósito divino confiado por su Fundador. Esta potestad de la Iglesia le permite también
Entendido de esta manera, el cuerpo jurídico de la Iglesia con el correr de los siglos
Mediante el sacramento del Orden, por institución divina, algunos de entre los
institución divina y el carácter indeleble del mismo, postura definida ya por el Magisterio
eclesial. “Se ofrece de igual modo, la causa y el fin de la diferencia entre los ministros
sagrados y los otros fieles: la causa es el sacramento del Orden; el fin es la paternidad
361). Esta expresión canónica es mucho más doctrinal y jurídica respecto a la expresada en
el c. 948 del CIC 17, que consideraba el sacramento del Orden, como aquel que por
régimen de los fieles y al servicio del culto divino. A pesar de su poca argumentación
doctrinal, el canon dejaba claro el fundamento de la institución divina por el cual existen en
la Iglesia las dos condiciones de los fieles cristianos: los ministros sagrados, que en el
31
derecho eclesial se denominan clérigos, y los demás fieles no ordenados, llamados laicos.
Esta constitución jerárquica de la Iglesia, según el canon 207§1 del CIC 83, es un elemento
de carácter jurídico que emana de la voluntad divina de su Fundador por naturaleza misma
del Bautismo y del sacramento del Orden, con el cual los candidatos quedan sellados y
constituidos en favor del pueblo de Dios en el grado del sacerdocio común y ministerial.
El sacramento del Orden es, pues, el fundamento del ministerio jerárquico y del
principio jerárquico de la Iglesia. A través del sacramento del Orden, los obispos y
los presbíteros quedan habilitados también para actuar “In Persona Christi
con las tres funciones que son propias de Cristo y de la Iglesia: Munus docendi,
distingue de los demás, designado como ministro de Cristo, y delegado y facultado para
ejercer determinadas funciones del culto divino” (Summa, III, lXIII P., a. 2). Este carácter
indeleble con el que el ministro sagrado queda marcado para siempre, expresa no sólo el
cambio ontológico y la perpetuidad del Orden, sino también la nueva condición jurídica del
clérigo por el cual adquiere derechos y deberes que lo integran definitivamente a su estado
de vida. En razón del carácter “no puede repetirse el sacramento del Orden en el mismo
grado” (c. 845 §1); si persistiera la duda sobre la colación o la validez del mismo, “deben
Por otra parte, el canon 1009 afirma que “los órdenes son el episcopado, el
oración consecratoria prescrita por los libros litúrgicos. Rito que debe efectuarse por “el
obispo consagrado” (c. 1012), quien es ministro válido de la ordenación sagrada al poseer
la plenitud del sacramento del Orden sacerdotal. Plenitud que fue definida en la
confiere la plenitud del sacramento del Orden, que es llamado supremo sacerdocio o
del azar, sino que tienen como fuente la inagotable tradición de la Iglesia, la viva enseñanza
del Magisterio, la solidez de la Sagrada Escritura y la firme praxis del Munus regendi que
el Señor confió a los apóstoles y a sus sucesores. Toda normativa eclesial tiene su cimiente
jurídica que ampara y tutela el Depósito divino confiado por el mismo Señor.
este elemento jurídico tiene todo un contenido histórico, que emerge de la vida, doctrina y
praxis legal de la Iglesia en las distintas etapas de su historia. Visto desde esta perspectiva,
es preciso indicar que la nulidad no surge como un tema jurídico directo de reflexión sino
33
como una disciplina que pretende proteger la grandeza del sacerdocio respecto a diversas
situaciones que ponían en riesgo la dignidad de tan excelso sacramento instituido por
Cristo.
la vida de los clérigos y la disciplina que suscitaba el ministerio. Es así, que en los
licitud del sacramento ministerial. Entendiendo que la Sagrada Escritura y la Tradición son
fueron apareciendo poco a poco para iluminar y legislar respecto a la naturaleza del Orden
sacerdotal. Es preciso entender que los hagiógrafos y los padres de Iglesia no pretendían
implantar procesos canónicos, sino simplemente responder a los problemas de cada día que
Las palabras de San Pablo, en sus cartas a Tito y Timoteo, establecen condiciones
Estas condiciones fueron las que se utilizaron en los primeros siglos de organización
más que resumir las cualidades que una sociedad sana requiere en cualquier época,
situación de un jefe de comunidad con fines naturales exigía (Busso, 2014, p.45).
respecto a los requisitos, condiciones y naturaleza del sacramento del Orden sacerdotal con
34
el objeto de evitar que el sacramento fuera recibido por candidatos indignos, irregulares e
celebrados por la Iglesia. De allí que surgieran condiciones que fueron consignadas en los
respectivos cánones de los Concilios; condiciones que hacían referencia a la edad, salud,
idoneidad moral, ciencia, libertad, materia, forma, etc., para la elección y ordenación de los
el Corpus Iuris Canonici, el cual es fuente sistemática para los dos códigos que han
partiendo de estos hechos evidentes, desde los cuales la autoridad eclesiástica se vale para
escrutinios para la ordenación se remonta al Concilio de Nicea, en el año 325, quien legisla
todo ello a propósito de la ordenación de los presbíteros (c. 29) y al Concilio de Cartago,
en el año 397, que extiende esa norma para los casos de ordenaciones de todos los clérigos
en general, afirmando en el “c. 22: Nullus ordinetur clericis, nisiprobatus fuerit vel
La aplicación de esta norma del canon de Calcedonia del año 451, deja percibir un
ordenaciones absolutas. Esta normativa se constituyó en su tiempo, en una causal por la que
en las manos del obispo el control de las instituciones eclesiásticas y religiosas de la ciudad
conciencia eclesial del sacramento del Orden. En la tendencia de que los candidatos fueran
por las cuales obró con la legislación propia de la época. El canon 6 dice textualmente, que
el sagrado Concilio ha decretado que la ordenación de los ordenados sin título es nula, y
que no puede operar en cualquier lugar, a causa de la presunción del que les ordenó. Este
elemento jurídico de declarar irritas las ordenaciones absolutas de la época, desaparece con
36
el tiempo dando paso a nuevas situaciones que resolver para legislar respecto a la validez
del Orden sacerdotal, pues “el significado de tal sanción oscila entre la absoluta nulidad y la
simple licitud; esta última más verosímil a mi juicio” (Condorelli, 2005, p. 499).
que en su octava sesión de octubre del año 787, expresa su determinación respecto a las
elecciones para los ministerios sagrados, calificando de nulas las elecciones de los
candidatos realizadas por la potestad de los príncipes de este mundo y no por elección de la
misma Iglesia:
Toda elección de un obispo, presbítero o diácono hecha por los príncipes, quede
anulada, según el canon (Cánones Apostolorum 30) que dice: “Si algún obispo,
depuesto y excomulgado, y lo mismo todos los que comunican con él. Porque es
necesario que quien haya de ser elevado al episcopado, sea elegido por los obispos,
como fue determinado por los Santos Padres de Nicea en el canon que dice (c. 41:
“Conviene sobremanera que el obispo sea establecido por todos los obispos de la
provincia. Más si esto fuera difícil, ora por la apremiante necesidad o por lo largo
del camino, reúnanse necesariamente tres y todos los ausentes den su aquiescencia
por medio de cartas y entonces se le impongan las manos; más la validez de todo lo
la autoridad de la Iglesia para legislar con potestad propia sobre defectos y situaciones que
historia, se condena la intervención del poder temporal sobre el poder eclesiástico, en el que
candidato a las órdenes sagradas. Dicha elección, que encaminaba al sujeto al sacramento
del Orden, es defendida por la autoridad eclesiástica, a quien corresponde llamar, elegir y
ordenar con miras al ministerio sacerdotal. De tal forma que, la norma conciliar salía en
defensa del derecho propio y divino que posee la Iglesia sobre la administración, recepción
y ejercicio de los sacramentos del Depósito divino. Sin duda alguna, con la ciencia
canónica de la actualidad, esta norma no afecta la validez del sacramento, pero sí la licitud,
puesto que el sacramento debe ser administrado para los elegidos por la autoridad eclesial
Romano presidido por el Papa Nicolás II, en el año 1059-1061, en el que se gesta el
los Cánones Apostolorum 30. Se reflexionaba en la época, la cuestión sobre si las órdenes
Silva Cándida. De opinión contraria era principalmente Pedro Damián, que defendía
Los documentos dimanados de los Papas en esta materia se contradecían los unos a
simoníacos habrá que enjuiciarla en esta cuestión, según se trate de un simple rito de
por la autoridad de la Iglesia, que en cabeza del Papa Nicolás II, presidiendo el sínodo
simoníacos, sino que, conforme a las sanciones de los cánones y los decretos de los
sancionamos que han de ser depuestos. Acerca, empero, de aquellos que no por
dinero, sino gratis han sido ordenados por los simoníacos, puesto que la cuestión ha
sido de tiempo atrás largamente ventilada, queremos desatar todo nudo de duda, de
suerte que sobre este punto no permitimos a nadie dudar en adelante... (DZ, 691).
la validez de las órdenes recibidas por los simoníacos. Sin embargo, deja entrever un
proceso judicial con el cual se efectúa una condena y una sanción que tiene como
contenido, privar al clérigo simoníaco del ejercicio del ministerio sacerdotal al ser depuesto
por la autoridad del Romano Pontífice. Por otra parte, la imposición de las manos a los
del clérigo, sino más bien como un acto de reconciliación manifestado por la Iglesia.
En otro contexto histórico, aparecen las cartas Debent Subditi (1088) y Gaudemus
Filii (1091) del Papa Urbano II, que son importantes documentos en los cuales por juicio
del Espíritu Santo, el Magisterio eclesial, tiene por nulas las ordenaciones simoníacas
realizadas. La carta Debent Subditi dirigida al obispo Pedro de Pistoya y al abab Rústico de
sacerdotal a ciertos clérigos que habían sido ordenados por herejes. El Papa Urbano II
39
sostiene en la carta que “el arzobispo Wezelo de Maguncia, que había sido ordenado por
herejes, no podía impartir órdenes válidamente. Por ello la ordenación impartida a Daiberto
por Wezelo fue considerada inválida y finalmente el Papa mismo le ordenó de diácono”
(DZ, 701). El documento manifiesta lo siguiente como resolución del Papa Urbano II al
caso de Daiberto, quien al ser ordenado por un ministro inválido, inválida era su ordenación
diaconal:
Nos hemos enterado por su misma confesión de que Daiberto fue ordenado, de
Wezelo, que consta que fue ordenado por herejes, puesto que nada tenía, nada pudo
dar a aquel a quien impuso las manos. Confirmados, pues, por la autoridad de tal
pontífice y fortalecidos por el testimonio del Papa Dámaso que dice: “Hay que
constituimos de nuevo como diácono a Daiberto que se ha apartado del cuerpo y del
alma de los herejes y se aplica con todas sus fuerzas al bien de la Iglesia. Pensamos
que eso no debe considerarse una reiteración, sino sólo una plena colación del
diaconado, puesto que como hemos dicho antes, quien no tiene nada, nada puede
En la misma línea, la carta Gaudemus Filii, dirigida por el Papa Urbano II a Lanzon,
pertenecía al partido del antipapa Clemente III y del emperador Enrique IV. Resuelve el
Papa, mediante este documento, que en efecto todo lo que Popo por las manos del
del Espíritu Santo, lo tenemos por nulo, y mandamos en virtud de la autoridad presente, que
reciba las mismas órdenes de cualquier obispo católico. Porque un ordenante como este, no
La jurisprudencia de la época, perceptible por las dos cartas del Papa Urbano II,
revela una de las causales vigentes hasta estos días, por la cual se considera nula la
sacramento del Episcopado para conceder las órdenes sagradas. Dicho ministro debe ser
ordenado válidamente como obispo para poseer la plenitud del sacerdocio de Jesucristo y
transmitirlo mediante los ritos aprobados a los candidatos elegidos por la autoridad
competente.
septiembre de 1896, el Papa León XIII resuelve la cuestión del rito litúrgico empleado por
la Iglesia Anglicana para conferir las órdenes sagradas. Los clérigos anglicanos convertidos
entonces decide la cuestión por medio de esta carta, una vez realizadas las debidas
investigaciones por parte de la comisión pontificia. Declaró solemnemente León XIII, que
las ordenaciones anglicanas son inválidas: “Por propia iniciativa y a ciencia cierta,
pronunciamos y declaramos que las ordenaciones hechas en rito anglicano han sido y son
pontificia es, sin duda alguna, el rito sustancial de la ordenación sacerdotal sobre el cual
argumentando que la materia y la forma son parte esencial del rito de la ordenación:
entre la parte ceremonial y la parte esencial, que suele llamarse materia y forma. Y
41
todos saben que los sacramentos de la nueva Ley, como signos que son sensibles y
que producen la gracia invisible, deben lo mismo significar la gracia que producen,
Partiendo entonces de esta declaración solemne del Papa León XIII en su Carta
causales que ponen en tela de juicio la validez del sacramento del Orden sacerdotal. Visto
elementos esenciales del rito litúrgico de la sagrada ordenación, sin los cuales es imposible
realizar los efectos jurídicos y sacramentales que conlleva dicho sacramento. Esta razón
sustancial del rito Católico es la que difiere del rito Anglicano, de allí la firme convicción
del Papa León XIII para declarar, con irrevocable decisión, la nulidad de las ordenaciones
trasfondo defiende el Papa, es la misma verdad jurídica y teológica que subsiste hasta estos
días y que se constituye en una de las causales fundamentales sobre la cual se puede acusar
Pontificio posterior
decurso de los siglos en el que florecieron compendios de leyes eclesiásticas, que fueron
organizadas, muchas de ellas de manera contradictoria entre sí, aparece gracias a la base de
42
con el Codex Iuris Canonici; iniciativa jurídica querida por los obispos cuando ya se
preparaba el Concilio Vaticano I, y determinada por “el Papa Pío X, quien asumió la tarea
de reunir y reformar todas las leyes eclesiásticas, y dispuso que la obra se llevara a término
bajo la dirección del cardenal Pedro Gasparri” (Prefacio, CIC 83). La primera legislación
canónica asume la forma moderna de codificación que expresa las leyes con más brevedad
cosas y acciones. Dicho código figuraba como una verdadera obra unitaria, una sola
disposición jurídica de la Iglesia, con la respectiva división de libros y títulos y sobre todo
con artículos correlativamente enumerados con una excepción sistemática de rigor lógico.
“Muerto el Papa Pío X, esta colección universal, exclusiva y auténtica fue promulgada por
La codificación Pío - Benedictina, en su canon 211 §1, paralelo del canon 290, 1°
respecto al sacramento del Orden, el cual una vez recibido válidamente nunca se anula,
libro IV, título XXI, en los cánones 1993 - 1998, al tratar de las “causae contra sacram
petición del actor (c.1994), el proceso pertinente (c.1995; 1997; 1998), y la acción del
Congregación del Santo Oficio; y la Sagrada Congregación resolvía “si la causa se había de
tramitar en forma judicial o por vía disciplinar” (c.1993). Estaban previsto además en los
cánones, dos tipos de acciones judiciales con relación al sacramento del Orden: la acción de
judicial constaba que debían aplicarse las normas generales del proceso (cc.1552 -1924) y
las prescripciones del proceso matrimonial. Aquí la participación del Defensor del vínculo
era de carácter obligatorio y tenía los mismos derechos y deberes que le reconocía el
las mismas normas que en las causas matrimoniales (cc.1986 - 1989). Si la demanda no
conseguía la finalidad, podía aspirarse según el canon 211 §1, a la reducción al estado laical
expresaba alusión alguna a las correspondientes causas que se debían tener en cuenta para
iniciar un escrito de demanda en el cual se acusara la validez del sacramento del Orden. Sin
embargo, el código en diversos cánones deja consignado el estatuto jurídico para la nulidad
en segmentos en los que se afirmaba que la ordenación era nula por defecto del ministro del
sacramento, por la administración de los ritos y por defecto en el que había sido ordenado
sacerdote, a saber: “a) por no tener la condición de varón; b) por falta de Bautismo válido;
c) por falta de intención de recibir las órdenes; d) por violencia y miedo sufridos por el
Estos elementos canónicos se pueden determinar en los cánones del libro III en el
que se abordaba el sacramento del Orden. Así por ejemplo, el canon 951 legislaba que el
obispo es el ministro ordinario de la sagrada ordenación, sujeto capaz que puede ordenar
con carácter de validez. El canon 968 §1 afirmaba que sólo el varón bautizado recibe
canon 1002 ordenaba que en la colación de cualquier Orden debía el ministro observar con
exactitud los ritos propios preceptuados en el Pontifical Romano o en otros libros rituales
imposición de las manos sobre el candidato y la respectiva oración consecratoria. Por otra
parte, a estos defectos del sujeto relativos a la validez de la ordenación se añadía también la
Para la prueba del temor se exigía no haber ratificado la ordenación con el ejercicio
del Orden cuando el ordenado estaba libre del miedo. Actualmente ha desaparecido
consideró que esos casos serían rarísimos. De todos modos no se excluye que, en la
aplicación de los principios establecidos en los cc. 124 - 126 (CIC 1983) se puedan
dar casos de nulidad de las obligaciones por temor grave (DGDC V, p. 599).
vigencia del primer código de derecho canónico, se tramitaron al menos dos causas de
nulidad de la ordenación sacerdotal “dirimidas por vía judicial, una juzgada en primera
instancia por un tribunal diocesano y en apelación por la Rota Romana en 1922, y otra
Ut Locorum Ordinarii del 9 de junio de 1931, que recoge las “Regulae Servandae in
processibus super nullitate sacrae ordinationis vel onerum sacris ordinibus inhaerentium a
cual el Papa Pío XI apoyado en el Codex Iuris Canonici 1917, realiza un comentario oficial
sobre las respectivas normas que deben observarse en los procesos de nulidad de la
redactado como guía para los ordinarios locales, consta de 16 capítulos en los que el
normal de la Santa Sede era proceder mediante la vía administrativa en los posibles casos
de nulidad, optando en la mayoría de los asuntos por resolver la situación del clérigo
derivan del ministerio sacerdotal. Sin embargo, el decreto se limitaba a detallar el proceso
claramente, la praxis estricta de la Iglesia y la cautela que se tenía al respecto para declarar
debía contener una completa y escrupulosa narración de los hechos, determinando todas y
cada una de las razones por las cuales se solicitaba la petición. A su vez, debía anotarse el
residencia desde la cual se realizaba el libelo. Esta petición del actor era tramitada a través
del ordinario del lugar, quien era la autoridad adecuada para remitir al Santo Padre el
46
escrito de demanda. Por su parte la Congregación competente (c.1993), una vez recibida la
petición, solicitaba al “ordinario del lugar que llevara a cabo una investigación preliminar
Comprobar que la causa poseíafumus boni iuris era realmente la base para sostener
y evitar que el proceso fuera rechazado por la indicada competencia. Si ésta actuaba
escrito de demanda, determinaba entonces el procedimiento a seguir en la causa, sea por vía
instrucción, el juez Instructor daba su sentencia sobre la sustancia de la causa, aportando los
fundamentos tanto de derecho como de hecho” (CECDC IV/2, p. 2021). Una vez definida
la sentencia del juez mediante el proceso judicial, se enviaban a la Congregación las actas
de la causa, el proceso y el voto del ordinario para que ésta tomara la decisión final. Si
dicha decisión era afirmativa, entonces la persona era considerada como no clérigo y
según los casos, pero en el año 1967, pasados 36 años, el Papa Pablo VI en la Constitución
del proceso ni de las causales para la nulidad de la ordenación sacerdotal sino que se limita
Pío XI que orientaban el proceso de las causas contra la validez de la ordenación. Es así
unas comisiones competentes para revisar lo relacionado con las causas y el proceso para
Sacra Hierarchia planteó que las disposiciones de los cánones 1993 - 1998 del antiguo
código fueran revisadas y simplificadas y que las causas canónicas para la nulidad de la
ordenación se ampliaran para incluir dos puntos fundamentales: “a) La falta de la debida
libertad por cualquier causa grave; y b) Cualquier enfermedad incurable que haga al sujeto
1985, p. 76 - 89). Pero, un nuevo Coetus de Populo Dei designado en 1980, contrario a lo
ordenación misma sin tener en cuenta la ampliación pedida respecto a las causas. “La razón
del cambio no está clara: el sumario de la sesión muestra una cierta confusión entre la
incluyera la nulidad de las obligaciones por miedo grave; sin embargo, después de
el texto propuesto por el Coetus de Populo Dei. El primer Schema sobre los
sagrada ordenación en sí misma, para reemplazar a los cánones 1993 - 1998 CIC
17, llevando así a efecto el cambio propuesto por el Coetus de Populo Dei. Estos
cánones fueron incorporados sin cambios al CIC, con los números 1708 - 1712.
válidamente recibida, la única solución para el clérigo es pedir del Santo Padre una
segunda y última codificación de la ley de la Iglesia en el CIC, que recoge en el canon 290,
administrativo; y en los cánones 1708 - 1712 del título II del libro de los procesos, se
indican las causas para declarar la nulidad de la sagrada ordenación. Si bien es cierto, estos
cinco cánones tienen por título “De las causas ”, en el fondo no enumeran causas
respectivas, sino que describen los pasos para iniciar un proceso en el que se determine la
observación sobre los juicios en general y sobre todo del juicio contencioso (c.1710), el
papel del Defensor del vínculo (c.1711) y finalmente la exigencia de dos sentencias
exponiendo en un artículo de la revista Ius Canonicum, las nociones sobre la validez del
acto jurídico para luego presentar los requisitos que argumentan la validez del sacramento
del Orden sacerdotal y abren la posibilidad para hablar de la nulidad; entendiendo de esta
manera que el Orden sagrado es un acto jurídico revestido de las condiciones necesarias
para que sea válido. “Tales nociones se refieren a los conceptos de hecho y acto jurídico;
también que “los sacramentos, que la teología define como signos sensibles productores de
gracia, interesan al derecho bajo este doble aspecto: en cuanto instrumentos de salvación y
interpretando los cánones 1708 - 1712 del nuevo CIC 1983, indica el procedimiento para la
“Actio nullitatis”.
En el año 1988, la Constitución Apostólica Pastor Bonus del día 28 de junio del
Año Mariano 1988 de SS. Juan Pablo II, sobre la Curia Romana, en el artículo 68
del derecho, para examinar las causas de nulidad de la sagrada ordenación. Tenía además,
esta Congregación, una sección especializada para el estudio de los denominados casos y
era su deber analizar cada uno de ellos para luego presentarlos al Santo Padre para su
debida concesión.
Para ayudar más eficazmente al bien espiritual de aquellos que según las normas de
competente para esta materia según el canon 1709 §1 correlacionado con el artículo
Bonus, promulgadas para libremente seguir, establece las normas, ya antes dadas,
que se han de observar, las reglas que se han de observar en los procesos sobre la
publicadas con la aprobación del Romano Pontífice Pío Papa XI, las cuales han de
ser renovadas del todo, de conformidad con el nuevo códice, es decir, renovación
Atendiendo a este deseo de renovación total sobre las reglas de los procesos de la
nulidad de la ordenación sacerdotal dadas por Pío XI en 1931, el Santo Padre Juan Pablo II
emanadas por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, con
del 2001 (AAS, 94). Las normas anteriores, como dice el prólogo del decreto mencionado,
planteaban las reglas para el proceso judicial más que para el proceso administrativo al que
“establece que se renueve el proceso administrativo y se cree uno más actual, con el fin de
dirigir los trabajos de los Instructores de los ordinarios diocesanos y de los religiosos
conocer las causas contra la validez del sacramento del Orden recibido (c. 1709 §1; PB 68).
A esta Congregación recurre el orador que puede ser el mismo clérigo, el ordinario del
lugar o el Promotor de justicia, pues los sacramentos al ser de carácter público requieren la
tutela de esta figura jurídica. La Congregación, una vez recibido el libelo, puede conceder
si así lo considera, la facultad al ordinario del lugar para hacer la oportuna instrucción de la
sagrada ordenación de entre los ministros del tribunal o de la curia” (RS, Art. 3. §1).
52
recurrir al Instructor siempre que exista una violación de la justicia. “El Instructor, para
estimar el valor de cada uno de los testimonios, no debe nunca omitir la investigación sobre
la probidad y credibilidad de cada uno de los llamados a juicio” (RS, Art. 9). Puede
también el Instructor prever que el orador sea examinado por algún perito en medicina,
psiquiatría o psicología (c. 1574). “Una vez concluida la instrucción, han de ser enviadas al
Defensor de la ordenación todas las actas por decreto del Instructor, para que plantee sus
Congregación competente debe elaborar y adjuntar a las actas su propia relación en la que
se pronuncie acerca del mérito de la petición del orador, exponiendo las razones, tanto de
derecho como principalmente de hecho. Añadirá a las actas también el voto del ordinario,
“tanto acerca del mérito de la causa, como acerca de lo que puede hacer temer o no un
escándalo (RS, Art. 21). La Congregación competente decide entonces con sentencia sobre
mayoritario de los comisarios y las razones de hecho y de derecho aportadas por ellos,
igualmente al Defensor de la ordenación” (RS, Art. 30). Contra la decisión tiene el derecho
y el orador. “Contra el decreto en segundo grado no hay apelación posible, sólo recurso a la
En el año 2009, Tomás Rincón Pérez en su libro “El Orden de los clérigos o
través de la vía judicial o administrativa según se determine. El autor precisa además las
2011 con el Motu Proprio Quaerit Semper, quien regula en el artículo 3 que es competente
para tratar estas causas a tenor del derecho universal y propio, una nueva oficina, un
octubre de 2011. “El Departamento para los procedimientos de dispensa del matrimonio
rato y no consumado y las causas de nulidad de la sagrada ordenación está dirigido por el
(QS, Art. 3). Esta normativa deroga la competencia establecida por la Constitución
Apostólica Pastor Bonus en su artículo 68 del Papa San Juan Pablo II (QS, Art. 1). Ahora
bien, según la norma del derecho, la nueva oficina creada en el Motu Proprio mencionado
redactado conforme al canon 1504, que contiene los requerimientos y datos de una
demanda, según determina el canon 1709. Este tribunal competente decidirá si la causa
tiene que ser instruida por sí misma o por un tribunal que podrá designar libremente. Si el
realizará por la vía administrativa, conforme a las normas AdSatius Tutiusque y Regulae
Servandae del 2001, más arriba citadas. En caso contrario, si se designa que sea un tribunal
el que tramite la causa por la vía judicial, este actuará de acuerdo a las respectivas normas
del proceso contencioso ordinario, con la intervención obligatoria del Defensor del vínculo,
54
ordenación sacerdotal para que el candidato que fue ordenado inválidamente abandone
totalmente su condición de clérigo, pierda el estado clerical y quede libre de todas las
obligaciones inherentes al ministerio sacerdotal, incluida la norma del celibato, tal como
Haciendo uso de la nueva legislación promovida por el Santo Padre Juan Pablo II en
las Regulae Servandae y con la nueva competencia legislada por el M.P. Quaerit Semper,
el canonista José San José Prisco, escritor de la Revista Española de Derecho Canónico, en
mismo, se propone estudiar detenidamente aquellas causas que serían motivo para solicitar
y argumentar con mayor claridad las causas que son necesarias para iniciar la tramitación
Entre las condiciones requeridas para la validez del sacramento del Orden, objeto
sujeto que reúna las debidas cualidades: condición masculina, recepción válida del
la que reviste una especial dificultad, por las implicaciones que tiene desde el punto
denominado: “Las condiciones subjetivas para la válida ordenación”, en donde realiza una
profunda exposición de las causales que son motivadas por situaciones subjetivas que
pueden afectar la recta intención y libertad del candidato a las órdenes sagradas. Argumenta
el autor que “no se puede, dejar de tomar en consideración el tema de la voluntad del
examina entonces la disciplina canónica vigente acerca de los requisitos que el sujeto debe
tener para recibir válidamente el sacramento del Orden, teniendo en cuenta los elementos
1.5. Conclusión
Iglesia, reflejan la madurez teológica y jurídica que ella misma ha adquirido respecto a su
las continuas problemáticas que cuestionan la doctrina, la praxis legal y sacramental, en las
De esta manera se puede percibir, gracias a las fuentes históricas estudiadas con
anterioridad, que el decurso de los siglos ha heredado al Pueblo de Dios las herramientas
Depósito divino encomendado por el Sumo y Eterno Sacerdote, depósito divino que busca
tiene todo un contenido histórico, que emerge de la doctrina y de las acciones legales de la
como un procedimiento canónico que pretende proteger la grandeza del sacerdocio respecto
a diversas situaciones que ponen en riesgo la dignidad de este sacramento. Surge también,
como una alternativa para instruir en las verdades doctrinales y jurídicas que promueven la
sacerdotal.
nuevos elementos y desconocidas realidades que tendrán que ser asumidos, para que los
actos de la potestad ejecutiva, legislativa y judicial sean cada vez más afines con la misión
ordenación sacerdotal.
57
Capítulo II
jurídica que se realizan en la Iglesia, y ya que los sacramentos son signos sagrados del
Depósito divino, poseen en su esencia los elementos constitutivos y jurídicos por los cuales
se realiza la validez y la eficacia del acto sagrado. Así pues, el Código de Derecho
Canónico actual presenta, en sus expresiones normativas, tres cánones (cc.124 - 126) que
instruyen sobre la realidad de un acto válido y las condiciones propias para que éste no sea
cánones, surgen los fundamentos para establecer las causales que acusarán la validez del
sacramento del Orden sacerdotal. Conviene recordar que las causales son los elementos
jurídico ejecutado en la Iglesia. Sobre estas causales se estructura no sólo la validez, sino
también la correspondiente nulidad de los actos realizados dentro del ámbito eclesial; las
causales son entonces, la base jurídica sobre la cual se articula el libelo del Orador y el
cuestión.
implica entonces la determinación de las causales que demandan la validez del acto
verdad del sacramento y afectan directamente a la sustancia o esencia del rito sacramental,
así como al ministro y al sujeto del Orden sacerdotal. Partiendo de esta realidad, el estatuto
jurídico de la sagrada ordenación permite discernir las circunstancias o causas por las
cuales podría el sacramento del Orden estar viciado de nulidad, y por las que se puede
ministro de la ordenación, cuyo argumento se expone en el canon 1012 donde se afirma que
observancia de los ritos esenciales del sacramento del orden, cuyo fundamento deriva del
canon 1009 §2 donde se afirma que “la ordenación se confiere mediante la imposición de
manos y oración consecratoria prescrita por los libros litúrgicos”. En tercer lugar, la
condición del sujeto, que sugiere dos aspectos enunciados en el canon 1024: “Sólo el varón
intención del sujeto. “Es necesario que quien va a ser ordenado goce de la debida libertad;
motivo, a recibir las órdenes sagradas, así como apartar de su recepción a uno que es
elemento canónico de la nulidad, pues sólo a través de ella es posible cuestionar la validez
Para todos los grados del Orden (episcopado, presbiterado y diaconado), el ministro
ordinario legítimo es únicamente el obispo consagrado de manera válida (c. 1012). Desde
los primeros años de la tradición cristiana, como consta en la Sagrada Escritura (2Tim. 1, 6;
1Tim. 5, 22; Tít. 1, 25) y en la praxis de la Iglesia, se reconoce a los obispos consagrados
negada a los presbíteros, como lo expresa San Hipólito de Roma en la Traditio Apostolica,
definió este poder de los obispos de conferir las órdenes sagradas, definición que fue
reafirmada en el Concilio de Trento, concluyendo que: “Si quis dixerit episcopos non
habere potestatem confirmandi et ordinandi, vel eam quam habent, illis esse cum
presbyteris communem” (DZ, 967; CIC 17, c. 951). Teniendo en consideración lo anterior,
se establece entonces que sería nula toda ordenación efectuada por un sacerdote, ya que no
consagrado de manera válida, mientras que el ministro extraordinario vendría a ser quien
recibiera la potestad de conferir algunas órdenes por derecho o por indulto, aún sin poseer
60
existencia de las órdenes menores, las cuales eran conferidas por los ministros
extraordinarios. De ahí que, con la desaparición de estas órdenes, no tiene objeto dicha
1983 afirma que “es ministro de la sagrada ordenación el obispo consagrado”, manteniendo
en esencia lo dispuesto por el CIC 17, en el canon 951 (prescindiendo de lo que se refiere a
las órdenes menores, suprimidas en la actualidad). Esta afirmación excluye, por tanto,
cualquier otra posibilidad, ya que sólo el obispo posee la plenitud del sacerdocio de
ministro no tuviera la dignidad episcopal, la ordenación sería nula de pleno derecho. “El
problema a veces reside en comprobar si efectivamente era o no obispo porque hay dudas
sobre la continuidad ininterrumpida de la sucesión apostólica. Por tanto, sería nula toda
pero se necesita mandato pontificio para la licitud de la misma (c. 1013), mandato con el
cual “se asegura la idoneidad del candidato y se garantiza la comunión” (Prisco, 2013, p.
606). Y es que “ningún obispo puede ser elevado a tal oficio” (LG, 24) sin la aprobación
61
pontificia o cuando le sea negada la comunión apostólica por el Santo Padre. Aunque este
circunscrita a la Sede Apostólica, por la cual se ven afectados tanto el obispo o los obispos
que confieren la ordenación sin mandato pontificio como el ordenando que recibe la
la presencia y participación de dos obispos asociados al obispo que consagra, a no ser que
haya sido dispensado por la Sede Apostólica, conviniendo que junto con ellos consagren al
ordenando todos los obispos presentes (c. 1014). Los otros dos obispos que se requieren
Sanctum”, y pronunciar, al mismo tiempo que el consagrador, pero en voz baja, la oración
de consagración y su prefacio (AAS 42, 1950). Sin embargo, para que la sagrada
ordenación sea válida, es suficiente que la realice uno sólo de los obispos, ya que en él se
obispo propio o bien de otro obispo, con cartas dimisorias legítimas emitidas por la
autoridad competente (c. 1015 §1). Siendo el obispo propio el de la diócesis en la que se
obstante, en caso de que el obispo tenga que ordenar a alguien fuera de su diócesis es
legitimidad que procede del lugar o del instituto donde será incardinado. Así, aunque el
estructura determinada, por medio del instituto canónico de la incardinación acogida desde
el diaconado y acorde a la situación canónica propia (c. 266), por la cual se establece en
cada caso, el obispo propio de la ordenación o la autoridad competente que debe emitir las
letras dimisorias para que la ordenación sea celebrada por otro obispo (Rincón-Pérez,
2001).
obispo no propio, se denomina dimisoria o más usualmente letras dimisorias por la forma
escrita en que suele realizarse, aunque ello no se requiera para la validez del sacramento”
seculares éstas pueden ser concedidas por el obispo propio, por el administrador apostólico,
63
por el administrador diocesano (con la aprobación del consejo de consultores) o por el pro
vicario y el pro-prefecto apostólico (con la aprobación del consejo de por lo menos tres
presbíteros misioneros) (c. 1018 §1). En el caso de los clérigos seculares de prelaturas
personales: el prelado que es el Ordinario propio (c. 295 §1). Para los institutos religiosos
El Código actual establece que dichas letras dimisorias deben ser conferidas después
considerando que pueden ser enviadas a “cualquier obispo en comunión con la Sede
Apostólica, exceptuados solamente, salvo indulto apostólico, los obispos de un rito distinto
al del ordenando” (c. 1021). Una vez recibidas las letras dimisorias se debe comprobar su
autenticidad antes de proceder a la ordenación, considerando que las mismas puedan ser
anuladas, pero que una vez dadas su eficacia se mantiene (cc. 1022, 1023).
súbditos personalmente, a menos que por justa causa se encuentre impedido para hacerlo.
obispo propio era el de la diócesis de la que fuera originario y en la que tuviera el domicilio
misma); hoy día se determina el obispo propio para la ordenación de acuerdo a dos
64
criterios: el primero reafirma el anterior criterio del domicilio: “es obispo propio el de la
diócesis en la cual quiere servir, teniendo en cuenta para ello lo que se establece en el canon
1034. El segundo criterio determina que el obispo propio para la ordenación de presbíteros
del clero secular es el de la diócesis en la cual se encuentra incardinado por el diaconado (c.
1016).
forma del sacramento del Orden sagrado, en particular, en relación con la ordenación de los
presbíteros, ha sido un proceso largo, no siempre fácil ni sencillo; el cual, a pesar de tener
sus raíces en los escritos del Nuevo Testamento, ha conocido su desarrollo más importante
produjo entre los teólogos fue determinado por el hecho de que autores como Tomás de
65
entrega de los instrumentos como la esencia inherente del ritual del sacramento, solicitando
su validez.
De ahí que, con respecto a estos ritos esenciales de la sagrada ordenación, “en el
Código de 1917 no se decía nada al respecto, pues se debatía entonces sobre si la materia
era la imposición de las manos o la entrega de los instrumentos” (Prisco, 2013, p. 606). Se
tenían tres posiciones al respecto: que la materia del sacramento era la sola entrega de los
instrumentos; que la materia del sacramento era la sola imposición de manos; y que la
Finalmente, en el siglo XX, con la Constitución Apostólica del Papa Pío XII,
esencial y una sola la materia de las sagradas órdenes del diaconado, del presbiterado y del
manos del ministro ordinario sobre la cabeza del ordenando. De igual manera, declara que
es una sola la forma: las palabras que determinan la aplicación de esta materia y que
constituyen la oración consecratoria señalada en los libros litúrgicos para cada grado
fundamentando así, la observancia de los ritos esenciales para la administración válida del
66
sacramento del Orden. De esta manera el rito esencial de la ordenación sacerdotal está
constituido, para los tres grados, “por la imposición de manos del obispo sobre la cabeza
del ordenando, así como por una oración consecratoria específica que pide a Dios la efusión
del Espíritu Santo y de sus dones apropiados al ministerio para el cual el candidato es
(oración consecratoria prescrita por los libros litúrgicos) son considerados el “momento
administrada bajo esta materia y forma determinada, pero faltando algún elemento en el rito
2.2.1 La materia
relación a la investidura de Timoteo, como gesto sacramental que lo facultaba para realizar
presbiterado (1Tim 4, 14; 2Tim 1, 6). Sin importar la fragmentación o lo ocasional de los
datos que ofrece el Nuevo Testamento con respecto a la sagrada ordenación, se puede
acompañada del gesto de la imposición de mano hecha generalmente del apóstol o del
Colegio de los apóstoles o del presbítero. Se discute si el origen de este rito es judío o
67
sobre todo por el desarrollo doctrinal, ya que de esta fuente depende todo el ritual de la
del presbítero y del obispo se habla de la imposición de “mano”; mientras que para el
hecha por el obispo (contingentibus etiam presbyteris), expresando así el común y similar
oración silenciosa de la asamblea, que confirmaba cuanto decía el celebrante con el amén
(Perlasca, 1999).
Traditio Apostolica, no informa sobre un ritual real y propio para la ordenación presbiteral,
diciendo sólo que “si autem ordinatur Presbyter, omnia cum eo similiter agantur ac cum
68
la Tradición: “cum presbyterum ordinas, episcope, manum super caput eius ipse impone
adstante tibi praesbyterio nec non diaconis, et orans d ic ..” (Didascalia y Constituciones
Apostólicas, I, cit., VIII, 16, 1-5,). Se trata de un ritual muy importante que prevé
Traditio, no parece que los presbíteros presentes tuvieran la posibilidad de expresar con un
recalcaba que el presbítero había sido elegido “suffragio ac iudicio totius cleri” (Perlasca,
1999, p. 257).
Para el año 1439, en el Concilio de Florencia se estableció que la materia era la que
confería el Orden. El presbiterado era transmitido con la entrega del cáliz con el vino y de
la patena con el pan, siendo considerada esta entrega como el elemento fundamental del
ese vere etproprie unum ex septem sanctae Ecclesiae sacramentis” se citan las palabras del
apóstol sobre la necesidad de reavivar el don de Dios “per impositionem manuum mearum”
eamque unam esse manuum impositionem1’ (AAS, vol. XL, 1948, n. 1-2, pp. 5-7).
69
Estableciendo que dicha imposición de manos debe realizarse a través del contacto físico
del ministro ordinario sobre la cabeza del ordenando. Si bien, a su vez, determina que el
contacto moral, emanado de la extensión de las manos del ministro ordinario sobre el
Apostólica Pontificalis Romani (AAS 60, 1968), quedando plasmada en el canon 1009 §2
del actual Código de Derecho Canónico, señalándose que en la celebración del rito de la
sagrada Orden del diaconado, del presbiterado y del episcopado, la materia única necesaria
manos - en el rito de la sagrada ordenación hace que la misma se considere como nula.
2.2.2 La forma
La forma propia para la sagrada ordenación del diaconado, del presbiterado y del
episcopado está constituida únicamente por las palabras que expresan lo que significa la
imposición de manos, como declara el Papa Pío XII en Sacramentum Ordinis (1947):
“formam vero itemque unam esse verba applicationem huius materiae determinantia,
Spiritus Sancti --, quaeque ab Ecclesia qua talia accipiuntur et usurpantur” (DZ, 3001).
litúrgicos para cada grado (c. 1009 §2). Esto es, diferente para cada grado del sacramento,
70
pronunciándose una oración consecratoria específica en la que se pide a Dios la efusión del
Espíritu Santo, y de los dones propios a cada ministerio, para el cual el candidato es
Las palabras contenidas en el prefacio de ordenación son las que cumplen con la
exigencia de determinar la materia imprimiendo los efectos del sacramento, esto es, la
potestad y la gracia conferidas por el Orden. Así, para la sagrada ordenación se hacen
fundamentales y necesarias las palabras específicas que atañen a cada grado para su
palabras: “Emitte in eum, quaesumus, Domine, Spiritum Sanctum, quo in opus ministerii tui
fideliter exsequendi septiformis gratiae tuae munere roboretuf (SO, 5). Para la ordenación
omnipotens Pater, in hunc famulum tuum Presbyterii dignitatem; innova in visceribus eius
spiritum sanctitatis, ut acceptum a Te, Deus, secundi meriti munus obtineat censuramqne
morum exemplo suae conversationis insinuet” (SO, 5). Así mismo, para la ordenación
1968, define el nuevo rito de las sagradas órdenes (obispos, sacerdotes, diáconos) y
confirmará esta doctrina que es la que recoge el CIC 83 en su canon 1009 §2. Por tanto,
será válida la ordenación que haya sido administrada de esta manera e inválida aquella a la
que le falte alguno de estos dos ritos esenciales. De esta forma, para la validez de cada uno
de los grados del sacramento del Orden, son esenciales y necesarias las palabras que
acompañan la imposición de manos, las cuales se ven prescritas en los libros litúrgicos. De
71
entonces nula.
La condición del sujeto que recibe la ordenación sacerdotal sugiere dos aspectos
enunciados en el canon 1024 del CIC 83: “Sólo el varón bautizado recibe válidamente la
sagrada ordenación”. El primer aspecto versa sobre la masculinidad del candidato, que en
el antiguo CIC 17 aparecía enunciado en el canon 968 y cuyo requisito para recibir el
sacramento del Orden ha sido una doctrina constante y universal en la Iglesia, como se
afirma en el Catecismo de la Iglesia Católica: “El Señor Jesús eligió a hombres (viri) para
formar el Colegio de los doce apóstoles, y los apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron
a sus colaboradores que les sucederían en su tarea” (CCE, 1577). Este estado de virilidad
debe cumplirse material y fisiológicamente en el sujeto para que se obre la validez del
sacramento, de allí que las mujeres no puedan acceder al Orden sacerdotal, “cuestión que
fue definida por Juan Pablo II en la Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis (1994), en la
que afirmó que esta doctrina debe ser considerada definitiva y atañe a la misma
Bautismo, por el cual el hombre es constituido persona en la Iglesia (c. 96), capaz de
derechos y deberes, e inserto en la vida sacramental. De tal manera que sin el Bautismo
ningún sacramento es válido (c. 842), pues este es llamado en verdad “puerta de los
72
sacramentos, por el cual los hombres son liberados de los pecados, reengendrados como
hijos de Dios e incorporados a la Iglesia”. (c. 849). Sin la recepción válida del Bautismo,
cualquier sacramento estaría entonces viciado de nulidad. “Esta es una verdad de carácter
sacramentos a quien no esté bautizado. Por tanto, se presenta como una condición
indispensable para recibir válidamente el sacramento del Orden” (Prisco, 2013, p. 608).
La primera condición establecida por el canon 1024 del Código vigente es que el
ordenando sea de sexo masculino. Como praxis constante, la Iglesia, tanto de occidente
como de oriente, admite sólo personas de sexo masculino a las órdenes sagradas, praxis que
a lo largo de los años se mantuvo sin duda y sin controversia hasta el siglo XX, cuando
Iglesia.
ministerio ordenado, datos que a la luz de la Tradición han sido interpretados para soportar
de la Escritura que denoten que se les hayan concedido papeles sacerdotales a las mujeres,
ya sea por Jesucristo o por las primeras comunidades apostólicas (2015). Se presenta, no
obstante, en la Carta a los Romanos (16, 1) la mención única de una “diaconisa” (Febe),
término que lejos de indicar una función jerárquica determinada, tiene un profundo sentido
de su ministerio apostólico, entre los cuales sólo se encuentran asociados hombres, quienes
son enviados a misión sin presencia femenina. Así mismo, la experiencia de la Última Cena
(momento este en el que sitúa la institución del sacramento del Orden), está reservada a los
doce apóstoles (Mc. 14,14), siendo confiada a ellos la tarea de evangelizar (Mt. 28, 18-20).
Se reafirma entonces que “la Revelación divina no consta sólo de palabras explícitas, sino
Algunos críticos consideran que la elección de Jesús de confiar sólo a los hombres
que tenía un fundamento sociológico para negar el sacerdocio a las mujeres; argumento que
cae por su propio peso, cuando los Evangelios constituyen una clara evidencia del actuar de
Cristo en contra de los prejuicios de esa época, especialmente en relación con las mujeres
(Jn. 4, 27; 8, 18; Mt. 9, 20; Lc. 7, 37). Puede decirse entonces, que no se le puede atribuir la
no escogencia de mujeres entre los doce a la influencia de la cultura judía, antes bien,
plasma con ello de manera evidente la intencionalidad específica en esta praxis, “la
voluntad precisa de reservar una tarea en particular, como la de quien es llamado a actuar
en la persona del Señor, sólo a los hombres” (Degiorgi, 2015, p.117). La referencia a la
praxis de Cristo constituye el argumento utilizado desde los primeros siglos para justificar
74
controversia por casi dos milenios, tiene su fundamento de acuerdo a la interpretación que
La condición masculina del ordenado no fue una problemática para las primeras
descontado y no tenía objeción sustentada. Las muy pocas instancias en las cuales
2002, p. 19).
a las mujeres. La controversia vuelve y los criterios que avalan la condición masculina del
discriminantes. De manera indirecta, el Papa Pablo VI, con la Carta Apostólica Ministeria
Quaedam (1972), dispone que sólo sean admitidos al sagrado Orden los sujetos de sexo
(Degiorgi, 2015).
manera clara sobre el sacerdocio femenino, al surgir este tema al interior de la Iglesia
Declaración Inter Insigniores (1976), presenta “la justificación más detallada de la praxis
de llamar solo a los hombres a las sagradas órdenes” (Cenalmor, 2004, p. 930). En este
b) La conducta de Jesús, constatando que Jesús no se asoció con mujeres, ni les confió
actuar In Persona Christi, siendo relevante el hecho mismo de que Jesús se haya encarnado
en una persona de sexo masculino. Los contenidos de esta Declaración son avalados por el
llamado de los apóstoles al libre actuar de Cristo, quien les confía tareas estrictamente
sacerdotales como lo son la celebración eucarística y el perdón de los pecados. Más tarde,
afirmando que:
el sacramento del Orden; ni, por tanto, puede realizar las funciones propias del
el Papa Juan Pablo II, con la intención de solventar toda duda al respecto declara:
Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que
confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc. 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en
este dictamen debe ser considerado como definitivo para todos los fieles de la
Ante las dudas surgidas con esta Carta Apostólica, en 1996 la Congregación para la
Doctrina de la Fe declara como definitiva y verdad de fe, la doctrina expresada en ella por
Juan Pablo II; “es un acto del Magisterio auténtico ordinario del Pontífice Romano sobre
una doctrina que, sin ser divinamente revelada, pertenece a la constitución divina de la
Iglesia y está tan conectada a la Revelación tanto que debe creerse por fe divina y católica”
sujeto de sexo masculino está conectada con la Palabra de Dios y con la Tradición, al punto
que debe ser tenida en cuenta como parte del Depósito de la fe, exigiendo, por lo tanto, una
asentimiento contundente por parte de los fieles, al haberse pronunciado sobre ella el
Magisterio. De modo que, si una mujer llegara a recibir la sagrada ordenación, esta sería
inválida.
caso del transexualismo, esto es, el cambio de sexo debido al desorden de la identidad y de
la orientación sexual. Se debe tener en cuenta, para este problema, si el transexual cumple
ejercicio del ministerio en caso de que su conducta sea motivo de escándalo (Prisco, 2013).
Magisterio de la Iglesia; sin embargo, en el mes de mayo del presente año, el Papa
convocar una Comisión de expertos para estudiar con detalle el diaconado femenino, sobre
78
todo respecto a los primeros siglos de la era cristiana. Dicha comisión está integrada por
doce teólogos y teólogas que con profunda madurez y experiencia en la ciencia teológica,
buscarán argumentos que puedan dar luz para la admisión de las mujeres al diaconado,
La otra condición que presenta el CIC 83, con relación al ordenando, de manera que
sea válido el sacramento del Orden es que sea bautizado. Este sacramento es de gran
canon 842 §1: “su valor como puerta de acceso a la vida en el espíritu y a los demás
Con el Bautismo, se recibe la personalidad canónica que otorga los derechos y deberes
Bautismo, es aplicable a toda persona, en vista del querer de Cristo de que la salvación se
adquirir la adopción filial con Cristo y, así, unirse a su misterio para ser parte del Pueblo de
Dios. El canon 864 declara que “es capaz de recibir el Bautismo todo ser humano aún no
bautizado, y sólo él”. El Bautismo es el único sacramento que se entrega a quien todavía
Bautismo, no puede ser admitido válidamente a los demás sacramentos”, sentencia que
explicita una demarcación eclesial natural, por lo que se afirma que sólo el Bautismo
respectivo carácter de indeleble. Por tanto, el ordenando no puede recibir el sacramento del
recibirlo válidamente, de lo contrario la ordenación sería inválida. Por otra parte, en caso de
ordenación. En ambos casos, los actos ejercidos por este sujeto serían nulos.
Iglesia. Siendo el primero de los sacramentos que debe recibir la persona, su precedencia
con respecto a los otros sacramentos, va más allá de un sentido cronológico, entendiendo
Confirmación y el de Orden, el Bautismo signa al individuo con una marca indeleble, razón
por la que ninguno de estos tres sacramentos debe ser repetido. La reflexión teológica y el
80
don incuestionable del Magisterio constituyen como verdad de fe la enseñanza del carácter
del Bautismo, del cual no se tiene una base clara en la Sagrada Escritura.
por el Magisterio eclesial, culmina en una doctrina segura sobre el mismo para el año de
1201, con Inocencio III, doctrina que define el Concilio de Trento como “patrimonio de la
incorporación real del sujeto a la Iglesia. Sin importar si el sujeto sea fiel o no a su
Cristo conlleva a la vez incorporación a la Iglesia (DZ, 1314), hecho que afirma el Concilio
de Trento (DZ, 1671) y que se ratifica en el Concilio Vaticano II: “en la única Iglesia de
Cristo los hombres entran mediante el Bautismo como por su puerta” (LG, 14).
una íntima relación entre el Bautismo y los demás sacramentos, manteniendo un vínculo
aún más estrecho con algunos de ellos. El Código de Derecho Canónico manifiesta que:
íntimamente unidos entre sí, que todos son necesarios para la plena iniciación cristiana” (c.
842 §2). En el Bautismo está arraigado el sacerdocio ministerial (diferente del sacerdocio
común): “por el sacramento del Orden el bautizado recibe la capacidad de desarrollar una
comunión que lo une al Pueblo de Dios, como hermano entre hermanos, en la Iglesia. La
adopción filial producida por el Bautismo y por la cual el sujeto se incorpora al misterio de
reflexión teológica que soporta las disposiciones canónicas con respecto a la condición de
bautizado como requisito para que la sagrada ordenación sea válida (Degiorgi, 2015).
Derecho Canónico, ya que confiere al sujeto que lo recibe una posición jurídica,
canon 96 despliega los aspectos jurídicos que brotan de estas consideraciones, siendo de
Código al definir al sujeto de derechos y deberes. Los bautizados “se vuelven partícipes a
su manera de la función sacerdotal, profética y real de Cristo” (c. 204 §1), comparten igual
82
que dispone el canon 842 §1 con respecto a la invalidez de los sacramentos, cuando no se
los confirmandos, el canon 889 §1 establece que “sólo es capaz de recibir la Confirmación
todo bautizado aún no confirmado”. De igual forma, todo bautizado, siempre y cuando el
derecho no se lo prohíba, “puede y debe ser admitido a la Sagrada Comunión” (c. 912). En
esa misma línea, sin ser muy claro al respecto, pero acentuando la necesidad del Bautismo,
el canon 1004 §1, dispone que la unción de los enfermos “puede ser administrada al fiel”,
Matrimonio, el canon 1055 §1 lo destaca como “elevado por Cristo Señor a la dignidad de
para recibirlo válidamente, motivado en que el sacerdote, como ministro de la Iglesia, actúa
en nombre de ella en todos sus actos, careciendo de sentido que se obrara en nombre de la
Iglesia sin ser parte de ella, consecuencia que proviene directamente del Bautismo.
misterio de Cristo y de la Iglesia, el cual establece el vínculo de unión entre los cristianos y
la vía a la plena comunión en la Iglesia, “gobernada por el sucesor de Pedro y por los
obispos en comunión con él” (c. 204 §2). De acuerdo a Condorelli, en el canon 1024
debería entenderse la necesidad de ser bautizado en un sentido más amplio, como una
83
debe avalar la unión de la comunidad y ser guía del Pueblo de Dios que se le ha confiado,
recepción válida del Bautismo en orden de poder recibir también de manera válida los
la capacidad del individuo para recibir válidamente los demás sacramentos. Siendo así, la
sagrada ordenación requiere también de esta condición, a fin de que sea válidamente
ordenación sacerdotal, versa sobre la intención del sujeto. “Es necesario que quien va a ser
cualquier modo y por cualquier motivo, a recibir las órdenes sagradas, así como apartar de
su recepción a uno que es canónicamente idóneo” (c. 1026). El candidato, por tanto, en su
momento de la decisión. Tan cuidadosa es la Iglesia sobre la intención del sujeto, que el
canon 1036 prescribe que el candidato debe hacer una declaración redactada y firmada de
puño y letra, “en la que haga constar que va a recibir el Orden espontánea y libremente,
argumentando que su intención está libre de cualquier vicio, violencia o miedo grave, que
manifiesta su preocupación en la voluntad expresa del sujeto del sacramento. El canon 1026
centraliza su dirección acerca de la libertad que debe tener el que se ordena, en vista de la
importancia que reviste la voluntad positiva del mismo en la expresión del acto que realiza,
sin reducir los elementos que le dan su validez, como lo son el bautismo y el sexo
Parece entonces primordial establecer una manera clara en la que el ordenando deba
estar libre de todo tipo de coacción en el momento de ser ordenado, considerando que de
tal forma la voluntad del sujeto que anulara el acto humano, o llevara al sujeto a simular o
cuando este es conferido a un adulto, teniendo en cuenta que ciertas condiciones subjetivas
son igualmente imprescindibles para la validez del sacramento. Según Prisco, “la intención
habitual se presume con tanta fuerza que no cede si no hay causas verdaderamente
además, que:
externa el acto fue nulo. De tal modo es así, que los casos contrarios de simulación
85
libre elección del estado de vida, estableciendo el derecho de todo fiel a estar exento de
todo tipo de coacción, norma que se detalla con precisión en los cánones 1026, 1034 §1 y
1036, en los que se determinan las condiciones para certificar que el ordenando disfrute de
la debida libertad. El sacramento del Orden es el único sacramento que prevé cánones en
los que se tiene en cuenta la solicitud libre del sujeto que recibe el sacramento.
La libertad con la que un ordenando accede al sacramento del Orden está vinculada
de forma íntima con la intención del mismo, la cual se convierte en elemento discriminante
para la validez del acto sacramental. Por lo demás, la prohibición que utiliza el CIC 83,
derecho natural: “no se puede obligar a alguien [...] al estado clerical, como no se puede,
§1, al demandar solicitud escrita por parte del ordenando para su inscripción como
redactada y firmada de su puño y letra, en la que haga constar que va a recibir el Orden
86
libertad del sujeto que accede al sacramento del Orden, por una parte y, por la otra, se
obtiene una garantía cautelar para la Iglesia antes y después de la ordenación, en caso
ordenación, como lo dispone el canon 1026 ya citado. Resulta claro el sentido de esta
existencial de realización propia, es una cualidad de sus acciones que las distingue y le
Se definen estos vicios como aquellos factores externos que alteran el ánimo del
que cualquier tipo de coacción que afecte la voluntad del sujeto haciéndole aparentar y
haría que la misma fuera nula. Por ello, es realmente indispensable distinguir las
causas que son objeto de la disminución o anulación de la libertad del sujeto, ya que
general en cuanto a la invalidez del acto que cumple estas características, presentándose la
violencia física como causa invalidante en otros cánones del Código. Entendiendo esta
violencia física como una acción material que influye de manera directa en la persona y a la
que no puede oponer resistencia. Degiorgi plantea que, el hecho de que se utilice la
violencia física con el objetivo de conseguir un acto que de otra forma no se hubiese
realizado, hace que el acto jurídico realizado sea nulo por derecho natural. Lo anterior se
determina partiendo del presupuesto de que los sacramentos son bienes, y como bienes que
son no pueden ser ocasión de daño o maltrato para la persona que los recibe, teniendo como
consecuencia que los sacramentos así recibidos no son solamente válidos sino que tampoco
son rescindibles; llevando a que la conducta sacramental de ayuda del ordenando carezca
de contenido (2015).
Una ordenación ocurrida bajo presión de una violencia física a la cual el sujeto no se
ha podido resistir resulta, por lo tanto, nula para la aplicación del principio general
sacramentos. Entonces, se puede concluir que la vis physica hace nula la ordenación
La violencia física hace que se pierda la voluntad del sujeto por realizar el acto en
cuestión, en este caso la ordenación, se tiene por no realizada; quiere decir que no la
Se considera en este punto, el miedo grave que pueda tener un ordenando al acceder
al sagrado Orden. Es importante esclarecer los efectos que dicho miedo produce sobre el
acto en sí, tanto en la dimensión sacramental como en la dimensión jurídica. Prisco aclara
que este miedo se define como trepidatio mentís, esto es, “reacción psicológica que impele
a huir de un mal (espiritual o físico, para uno mismo o para un ser querido) que es
inminente e inevitable a menos que se haga algo” (2013, p. 610). Por miedo, el sujeto
cambia su deseo a fin de evitar un mal que considera mayor, como resultado de no aceptar
la situación. De acuerdo al canon 125 §2, con respecto a una ordenación recibida bajo la
deseado por el sujeto, se concluye que la ordenación, aún con estos vicios, no es inválida,
El caso del miedo grave con vías a una posible nulidad de la sagrada ordenación, es
recibida por un sujeto que finja su intención de recibirla por miedo fuera inválida, ya que
no hubo real voluntad de ordenarse. Sin embargo, al decidir ser ordenado para evadir el
mal con que se le coacciona, aún motivado por el miedo, ha hecho uso de su voluntad, si
bien disminuida, para recibir la ordenación, lo que hace que esta sea válida. La doctrina,
suprimido por el miedo. Sin embargo, en casos extremos de miedo grave, existe la
intención para recibirla no fue suficiente; siempre y cuando este miedo fuera realmente
intención debida para la ordenación. Entre estos se encuentran los trastornos por evitación,
existen enfermedades de carácter neurótico o trastornos depresivos del estado de ánimo que
se consideran capaces de favorecer que el miedo que sienta el sujeto sea realmente grave,
ya sea debido a la desestabilización interior como por los trastornos de la afectividad que
induciría, sin importar que la coacción no haya tenido la intención de que se diera la
ordenación o que no existiera siquiera la coacción. En estos casos, señala Prisco, “la tarea
El Código, sin embargo, pretende evitar que se recurran a ciertas causas con
demasiada facilidad para solicitar la nulidad de la sagrada ordenación; pero se reconoce que
el derecho tiene en consideración que el miedo puede ser causa suficiente para invalidar
otros actos, al tener que ver de manera directa con el derecho básico del individuo, en
ordenación sacerdotal.
sagrado, al igual que el miedo grave, no causa invalidez al acto, a no ser que sea dispuesto
90
de otra forma por el derecho, no siendo el problema que el sujeto sea objeto de engaño
desempeño del ministerio sacerdotal, causas que son consideradas como impedimentos para
recibir las órdenes. Entre estas causas se encuentran la amencia, y otras enfermedades
(c. 1041).
siendo requeridos para determinar la licitud del mismo, pueden ser razón suficiente para
recibida (c. 1025). De ahí la importancia de pormenorizar un poco al respecto. Siendo así,
clínicos, con el retraso mental grave y con otras anomalías claramente psicóticas,
En los casos en que una persona sufra este tipo de desorden, esta es tenida en cuenta
desde el punto de vista jurídico como un niño (c. 99), motivo por el cual se prescinde de la
intención habitual necesaria para que sea válida la ordenación. A este respecto, se recuerda
que el canon 1024 no determina una edad definitiva al referirse a las condiciones objetivas
requeridas por el sujeto, así como tampoco exige la posesión plena de las facultades
mentales, ya que “el sacramento del orden - como sucede con los demás sacramentos que
(Rincón, 2009, p. 278). Sin embargo, claramente esta ordenación sería irregular, ilícita y
llamadas enfermedades psíquicas que atañen a los trastornos de la personalidad, los cuales
significativo o malestar subjetivo, en cuya base está un severo trastorno del control
volitivo” (Prisco, 2003, p. 17). Estos trastornos hacen que la persona que los padece se
fría; también puede ser antisocial, narcisista e histriónica. Además, pueden reaccionar de
manera desproporcionada, rara, exagerada o compleja ante los estímulos habituales, siendo
personas que llevan vidas complicadas que causan perturbación tanto en la familia como en
las personas que lo rodean. Un sujeto con este tipo de enfermedad psíquica es incapaz de
92
presentar comportamientos psicóticos, sin llegar a ser psicótico, sin tener sentido de la
inhabiliten totalmente para ser ordenada, al ser la sagrada ordenación un ministerio social,
de servicio a la comunidad eclesial, es claro que la persona que sufre de estos trastornos se
ve incapacitada de cumplir las obligaciones propias del ministerio. De ahí que, “aunque no
invalidan la recepción del Orden sagrado, el Legislador ha querido prevenir las nefastas
consecuencias que se derivarían de ordenar a alguien que las padeciera” (Prisco, 2003, p.
17).
2.5 Conclusión
canónicos vigentes con respecto a cada una de ellas, a fin de que mediante su conocimiento
se pueda ser capaz de determinar las razones o motivos canónicos, presentando las
no con el fin de dar una salida fácil, sino en la procura de vigilar, custodiar, promover y
tutelar las condiciones jurídicas necesarias para que la sagrada ordenación sea siempre
bien de los fieles, quienes participan de los frutos del sacerdocio ministerial.
93
Se concluye entonces que las causales que determina el Derecho Canónico para la
nulidad del sagrado Orden, hacen referencia a cuatro aspectos que se deben cumplir, a
saber, al ministro ordinario, que siempre va a ser el obispo válidamente consagrado; a los
oración consecratoria, que son la materia y forma válidas y suficientes para significar la
gracia conferida en vista del sacerdocio ministerial, que actualmente, se comprende más en
Iglesia; y a la intención del sujeto, siendo este último aspecto el más complejo de todos, en
Capítulo III
El sacramento del Orden sacerdotal, don de Dios para la salvación de las almas, “ley
suprema de la Iglesia Universal” (c. 1752), reviste una dinámica pastoral, sacramental y
jurídica que está asistida siempre por la potestad eclesial, cuya misión es garantizar y
sucesores. Esta dinámica de protección genera la capacidad jurídica sobre los sacramentos,
los cuales son regulados “exclusivamente por la autoridad suprema de la Iglesia, a quien
derechos y deberes que comprometen al pueblo de Dios, quien se beneficia de los frutos de
los mismos. De allí la necesidad de vigilar, custodiar, promover y tutelar las condiciones
jurídicas necesarias para que los actos sacramentales gocen siempre de la validez, y no se
exponga en grado alguno la salus animarum, que es en sí misma, la máxima del derecho
siempre de procesos determinados con los cuales se promueve la defensa de la validez del
el libelo del orador, definir la competencia, exponer las respectivas causales, promover la
declaración de los testigos, recabar las pruebas necesarias y dar sentencia a favor o en
contra de la validez del sacramento. Esta acción procesal canónica según el canon 290, 1°
se puede determinar mediante vía judicial o vía administrativa. Será el foro competente el
que decida el camino a seguir, aunque en la práctica se suele seguir la vía administrativa,
Es preciso tener presente que entre los principios de la reforma del CIC 17, se
eclesiástica y la relación entre los actos de la autoridad y los derechos de los fieles. Es así
debe ejercer cada órgano” (Prefacio, CIC 83). El citado principio exige, entonces, el debido
cuidado que hay que tener a la hora de aplicar el proceso respectivo, en un caso concreto,
para no lesionar los derechos de los fieles ni exponer en grado alguno la dignidad de los
3.1 La nulidad del acto jurídico en el ordenamiento del Codex Iuris Canonici de
1983
canónico, es posible por sentencia judicial o decreto administrativo según regula el canon
290, 1°, centro de esta investigación. Sin embargo, hablar de la nulidad de la sagrada
96
libro de las Normas Generales, Título VII, cánones 124 - 126 del CIC 83. Es así que sólo a
través de este elemento jurídico estipulado por la normativa canónica actual, es posible
acusar la validez del sacramento del Orden sacerdotal. Hablar de nulidad es hablar,
entonces, de la falta de validez de un acto jurídico propio del ordenamiento eclesial. “Se
entiende por nulidad del acto jurídico la falta de idoneidad del acto para producir los
ineficacia jurídica, pues la ineficacia procede del mismo acto” (DGDC V, p. 594). Cuando
se dice que un acto es nulo, se indica que nada produce, ya sea porque jurídicamente es
El acto es nulo no sólo cuando carece de un elemento esencial del acto humano o
formales previstos ad validitatem, sino también cuando falta algún elemento que
constituye la esencia del tipo de acto de que se trata. Estos elementos pueden ser
requeridos por la misma naturaleza de las cosas o por la definición legal de algunos
el acto que no posea esos elementos será nulo, aunque la ley no lo declare
aplicable a todos los actos de naturaleza jurídica realizados en la Iglesia, incluidos los
sacramentos, que además de ser signos sagrados del Depósito divino, son también actos
públicos que poseen en su esencia los elementos constitutivos y jurídicos por los cuales se
realiza la validez y la eficacia del acto sagrado. De esta forma, el código vigente recoge en
sus expresiones normativas, muchos cánones sobre las condiciones para realizar
97
determinados actos jurídicos y sobre sus específicos efectos; sin embargo, se centrará la
atención en los cánones 124 - 126 que regulan sobre la validez de un acto jurídico y sus
condiciones para que no sea afectado por la nulidad. Normativas jurídicas, que son el
fundamento canónico, sobre las cuales se sostienen las causales ya enunciadas que acusan
El canon 124 §1 afirma entonces que, para que un acto jurídico sea válido, “se
requiere que haya sido realizado por una persona capaz, y que en el mismo concurran los
elementos que constituyen esencialmente ese acto, así como las formalidades y requisitos
impuestos por el derecho para la validez del acto”. El canon citado advierte la presencia de
por la ley). La normativa, como tal, no define lo que es un acto jurídico en el derecho
canónico, pero sí describe sus elementos constitutivos con los cuales se puede construir un
Al no ser fácil definir con precisión el acto jurídico por la cantidad de elementos que
denomina acto jurídico “cualquier hecho externo voluntario, realizado por el hombre libre,
objeto del acto interno y del fin buscado por el agente” (Michiels, 1955, p. 572). Y en
sentido estricto, el acto jurídico es “el acto humano social, legítimamente puesto y
declarado, al cual la ley le reconoce un efecto jurídico determinado, porque como tal el
Entendido así el acto jurídico, es preciso entonces determinar cuándo ese acto
estaría viciado de invalidez o nulidad. De allí la necesidad de comprender que todo acto
98
legal debe estar asistido por los elementos constitutivos mencionados que garantizan su
dichos elementos. El canon 124 §1 sugiere que el acto sea realizado por una persona capaz,
en cuanto sujeto de derechos y deberes. Esta capacidad de la persona refleja también que es
hábil para realizar el acto jurídico y por tanto carece de cualquier impedimento para actuar.
candidato y el ministro de este sacramento sean personas con capacidad y habilidad para
producir el efecto jurídico válido querido en la ordenación. Se debe recordar que el sujeto
pasivo de la sagrada ordenación debe ser el varón bautizado (c. 1024), doctrina cierta y
segura para recibir la válida ordenación sacerdotal. Sin estos elementos subjetivos no se
realizan, en el candidato, los efectos jurídicos y teológicos que implica la recepción del
ministerio. En cuanto al sujeto activo, el canon 1012 afirma que “es ministro de la sagrada
ordenación el obispo consagrado”, pues éste es, según la norma codicial, la persona capaz o
los elementos constitutivos que son requeridos por la naturaleza del acto o por la
disposición del derecho, sin los cuales no existiría el acto jurídico ni produciría los efectos
Los elementos constitutivos del acto jurídico son, en primer lugar, el elemento
segundo lugar el elemento objetivo, es decir el objeto idóneo, posible y lícito, con
los efectos jurídicos pretendidos por el actor y garantizados por la ley (Bunge, 2006,
p. 236).
los elementos constitutivos del mismo, es requisito también para la validez, cumplir con los
elementos legales o las respectivas formalidades con las cuales se reviste el acto jurídico en
debida formalidad del acto jurídico de la ordenación sacerdotal implica la observancia fiel
de los ritos esenciales del sacramento del Orden, cuyo fundamento legal deriva del canon
1009 §2 donde se afirma que “la ordenación se confiere mediante la imposición de manos y
oración consecratoria prescrita por los libros litúrgicos”. Si faltase el cumplimiento de esta
Estas formalidades, presentes en todo acto jurídico, pueden ser intrínsecas al acto en
cuestión, o al modo de realizarlo. “La forma del acto no es siempre necesaria para la
validez del acto, sino solamente en los casos prescritos por el derecho. La razón es que la
forma no pertenece a la sustancia del acto jurídico (cfr. c. 126)” (García, 2010, p. 370). Por
esta razón en algunas ocasiones, prescritas de manera expresa por la ley canónica, se realiza
la dispensa de la forma canónica del acto jurídico (cc. 1116; 1127, §§2 y 3).
Por otra parte, los cánones 125 - 126 abordan las circunstancias que pueden afectar
a la persona que realiza el acto, haciendo que éste posea elementos con los cuales resulte
viciado el acto jurídico o posiblemente nulo, según lo juzgue la legislación canónica en los
eclesial competente declara que el acto jurídico nunca existió, mientras que en la segunda,
Los actos jurídicos, aunque sean válidos y produzcan su eficacia jurídica y valgan
porque están todos los elementos requeridos para la validez de los mismos, pueden
estar viciados. Se dice que un acto jurídico está viciado cuando existe una causa
que en parte afecta o vicia al acto de la persona o lo hace defectuoso. Las causas o
vicios pueden ser externas, como el miedo y el dolo, e internas, como la ignorancia
De esta forma, el canon 125 reglamenta que “se tiene como no realizado el acto
que una persona ejecuta por una violencia exterior a la que de ningún modo ha podido
resistir” (§1). “El acto realizado por miedo grave injustamente infundido, o por dolo, es
válido, a no ser que el derecho determine otra cosa” (§2). El acto entonces no existe
jurídicamente por falta esencial de la voluntad, pues no es un acto humano y se tiene como
nulo, como no realizado, porque es un acto externamente hecho por una motivada
coerción que genera graves males a la persona y anula totalmente la libertad, haciendo que
ésta obre sin que exista la necesaria voluntariedad del acto humano. De allí la evidente
consecuencia que señala la norma cuando admite que el acto se tiene por no realizado.
“Cuando se realiza un acto jurídico forzado por la violencia física de tal modo que no
existe el acto humano por carencia de libertad, consecuentemente tampoco existe el acto
candidato que proviene de una violencia externa a la que difícilmente se podría resistir,
haría según el canon 125 §1, que en cuyo caso la ordenación fuera nula por falta absoluta
de intención en la persona.
existe, se tiene como no realizado (pro infecto habetur). Es una presunción iuris et
de iure. Por tanto, aquél que reciba la ordenación forzado por este tipo de violencia
derecho canónico, para determinados casos, genera la anulación del acto jurídico o su
posibilidad de ser rescindido. “La acción de rescindir significa que el acto realizado es
como si no existiese. La anulación de los efectos del acto jurídico se hace mediante una
sentencia” (García, 2010, p.378). El principio general que manifiesta el canon es que el
miedo en cuanto tal, de cualquier especie, grave o leve, justa o injustamente infundido, no
hace inválido el acto jurídico, “a no ser que el derecho determine otra cosa” (c. 125 §2).
Sólo en casos extremos, cuando el miedo hubiera sido realmente grave, absoluta o
haberla recibido sin la intención suficiente. Se requeriría para ello verdadero miedo
Otra condición o vicio externo del acto jurídico, manifestado en el canon 125 §2, es
el dolo, que a su vez se puede definir como engaño, fraude o simulación que no afecta
responsable del dolo oculta deliberadamente ciertos hechos, o afirma como verdaderas
cosas que son falsas y que él sabe que son falsas, a fin de persuadir a otro para que actúe de
determinada manera” (CECDC, p. 827). Según el canon citado, los efectos jurídicos de los
actos realizados por dolo son iguales a los realizados por miedo, de tal forma que se tienen
Es nulo el acto realizado por ignorancia o por error cuando afecta a lo que
constituye su sustancia o recae sobre una condición sine qua non; en caso contrario,
es válido, a no ser que el derecho establezca otra cosa, pero el acto realizado por
ignorancia o por error puede dar lugar a acción rescisoria conforme a derecho (CIC
83).
de un juicio prudente sobre los hechos o las cosas que se ignoran. “Es, en cierto sentido, un
cual objeto; por tanto no ha podido emitir un juicio” (CECDC I, p. 828). Mientras que la
que conduce a la decisión de la voluntad. Pero es un acto falso, porque la evaluación del
828). El error y la ignorancia sustancial causan, entonces, la nulidad del acto jurídico
cuando estos recaen sobre una condición sine qua non, es decir, sobre una circunstancia
cuya presencia se requiere, por derecho, para la existencia del acto mismo. Según lo
103
regulado por la norma codicial, en cualquier otra situación de ignorancia o error, el acto
canon.
Los argumentos y las normativas reguladas en los cánones citados con anterioridad
de ellos no se tienen dentro de las causales definidas por el Legislador para acusar la
validez del sacramento del Orden recibido. Sin embargo, estos cánones son la base que
sostiene la validez de todos los actos jurídicos realizados en la Iglesia, dentro de los cuales
Conviene tener presente que la vía judicial o vía jurisdiccional, es una de las
según derecho, a las cuestiones controvertidas” (Miras - Canosa - Baura, 2001, p.30). Esta
acción tiene como consecuencia la determinación de la autoridad, que se caracteriza por ser
cuestión.
decir, el Departamento constituido en el Tribunal de la Rota Romana (QS, Art. 3), define si
validez del sacramento del Orden en el clérigo. Se dice que el Departamento encomienda y
no delega la causa, puesto que no tiene poder judicial para obrar por sí mismo, sino que esta
acción es llevada a cabo por la instancia del tribunal que ha recibido la causa.
observancia de los juicios en general, legislado por el CIC 83 en sus cánones 1400 - 1500 y
sobre el juicio contencioso ordinario como lo sugiere el canon 1710: “Si la Congregación
remite la causa a un tribunal, deben observarse, a no ser que lo impida la naturaleza del
asunto, los cánones sobre los juicios en general y sobre el juicio contencioso ordinario,
quedando a salvo las prescripciones de este título”. Así entonces, el camino judicial para la
procesal:
Cuando se envíe la causa por vía judicial habrán de observarse, a no ser que lo
conforme. Es evidente, por tanto, que ningún tribunal ordinario es competente por
Congregación, que sólo designa un tribunal al que remite la causa, puesto que la
Es claro que el uso de la vía judicial, por parte del tribunal, conlleva la ejecución de
los procedimientos propios para las causas sobre el estado de las personas y para las causas
105
pueblo de Dios, de allí la razón por la cual pueda admitirse una causa contra la sagrada
ordenación sacerdotal por vía judicial. Estas causas entonces son de carácter contencioso y
no criminal, aun cuando las inicie el ordinario del lugar contra la voluntad del clérigo. “En
ninguna de ellas se ventila el interés privado del clérigo. Todas afectan poderosamente al
bien común, tanto por lo referente al estado personal de los ordenados, como por el
escándalo que hay que evitar siempre y en todas partes” (CECDC I, p. 388). En
discrecional de la autoridad competente, sino una estricta obligación de justicia por cuanto
Al hablar de las causas que se refieren al estado propio de las personas, es preciso
tener presente que las normas canónicas establecen que “la acción nunca se extingue por
prescripción en tales causas (c. 1492 §1), que tales causas nunca devienen res iudicata (c.
1643), que se puede solicitar una nova causaepropositio en cualquier momento por nuevas
Por otra parte, en la referencia a las causas que afectan al bien público, el código
vigente sugiere la aplicación de distintos cánones sobre esta cuestión. Así por ejemplo,
están los cánones 1430 y 1431 §1 sobre el promotor de justicia; la acción del juez que
recibe la introducción de la causa (c. 1452 §1); la designación de un Defensor por parte del
juez para la parte en cuestión (c. 1481 §3); la necesidad de pedir juramento a las partes (c.
1532); la fuerza probatoria de la confesión judicial (c. 1536); y la reserva exclusiva de estas
Una vez realizado el respectivo proceso judicial, si el tribunal dicta sentencia firme
nulidad de la sagrada ordenación. De allí que en el año 2001, la Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a través del decreto Ad Satius Tutiusque del
Santo Padre Juan Pablo II, promulgara las normas respectivas, sobre todo, para un detallado
de lo establecido en los cánones 1708 - 1712 del Código de Derecho Canónico actual. Esta
normativa sustituye las reglas anteriores emanadas por el Papa Pío XI con el decreto Ut
dinámica de la potestad, sea ejecutiva, legislativa o judicial. Por otra parte, conviene
recordar que la vía administrativa o ejecutiva es, sin duda alguna, “aquella función por la
que la autoridad eclesiástica persigue de manera práctica e inmediata los fines públicos,
aplicando los medios de que dispone a la promoción del bien público eclesial y a la
satisfacción de las necesidades públicas concretas” (Miras - Canosa - Baura, 2001, p.31).
107
sobre la realidad en cuestión, puesto que su deber es atender los bienes que le están
encomendados como asunto propio. Para responder a este objetivo, la canonística actual
conclusión y las actuaciones complementarias del respectivo proceso. Todas y cada una de
estas fases están estructuradas de manera estricta para corresponder a la respectiva solución
detallado y explicitado en la codificación del 83. Sin embargo, atendiendo a esta dinámica
que permite estructurar un esquema de regulación para dicho proceso, teniendo presente
que debe ser completado, en sus lagunas, con algunas partes de la normativa propia del
Por otra parte, atendiendo a esta temática, es preciso tener en cuenta que el código
relativo al proceso sobre la nulidad de las obligaciones sacerdotales que estaba presente en
Sacramentos, el decreto AdSatius Tutiusque que contiene las reglas que se han de observar
Dichas reglas son las que sostienen todo el esquema querido por el Legislador para resolver
una acción contra la validez del sacramento del orden. El desarrollo de este nuevo
sino con un parecer del Instructor sobre cuánto ha solicitado el actor, y con otro
parecer del ordinario sobre el mérito y sobre la ausencia del escándalo. Ambos
etapa dicasterial donde se trata la constitución del colegio, la presencia del Defensor
Haciendo uso entonces de los cánones 1708 - 1712 del CIC 83, de los aportes
actuales de los canonistas y de las nuevas Regulae Servandae del Papa San Juan Pablo II,
jurídico ejecutado por el correspondiente orador, que instaura con el libelo de petición, su
derecho de cuestionar la validez del sacramento del orden. Según la codificación vigente,
Que pueda hacerlo el propio clérigo es algo evidente, pues afecta a la elección del
propio estado de vida en la Iglesia, que tiene derecho a elegir libremente (cc. 219 y
1026). Que lo haga el Ordinario competente (cc. 134 §1, 620 y 734) es otra de las
administración válida de los sacramentos, a la que los fieles tienen derecho (c. 213)
Además de los sujetos mencionados por el canon, puede también acusar la validez
clérigo, siendo esta la novedad que ofrece las Regulae Servandae de 2001, sobre todo para
los casos donde el escándalo causa daño grave a los fieles, entendiendo que el orden
quienes integran el Pueblo de Dios y estos, en razón de la justicia, tienen derecho a que
110
alguien los represente cuando sus derechos son lesionados en el orden eclesial y
sacramental.
La nulidad de una ordenación sacerdotal, requiere ser denunciada cuanto antes por
el gravísimo daño que puede causar quien no está signado con el orden sacerdotal.
carácter público, razón por la cual la intervención del ministerio público, del
Al hablar del Ordinario, es conveniente precisar que se trata de todos aquellos que
nombra el canon 134 del CIC 83, es decir, el Romano Pontífice, los Obispos diocesanos, el
de derecho pontificio. Aunque este título incluye a algunos que ejercen sólo una potestad
vicaria, es preferible que presente la demanda el Ordinario propio, en vez de sus respectivos
vicarios.
1504 para el escrito de la demanda. Debe por tanto especificar ante qué Ordinario se
de modo general, en qué hechos y pruebas se apoya para demostrar lo que afirma; debe
además, estar firmado el libelo por el actor o por su procurador, con indicación del día, mes
y año, así como también del lugar donde habita o tiene su residencia para efectos de recibir
los respectivos documentos. “El Ordinario competente añadirá al libelo, si las hubiere, sus
111
interrogatorio extrajudicial hecho al Orador sobre las afirmaciones hechas por él en dicho
libelo” (RS, Art. 2). “En el momento en que se envía el libelo se prohíbe al clérigo, ipso
iure el ejercicio de las órdenes, lo que modifica lo establecido en la disciplina anterior que
decía que se debía prohibir a d cautelam (CIC 83, c. 1709 §2; CIC 17 c. 1997)” (Prisco,
2013, p. 615).
El §2 del canon 1709 establece una prohibición tajante, una vez interpuesta la
demanda. Se trata de una medida cautelar más tajante que la paralela del canon 1997
del código anterior, que preveía tal prohibición para ser impuesta ab homine. En
todo caso no se trata de una suspensión u otra medida penal; simplemente una
competente que recibe el libelo del orador. El canon 1709 regula que “las preces deben
por la misma Congregación de la Curia Romana o por un tribunal que ella designe” (§1).
Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a quien le correspondía conocer las causas
contra la validez del sacramento del orden recibido, según lo había definido la Pastor
Bonus 68. Sin embargo atendiendo a la nueva legislación del M.P Quaerit Semper del Papa
tratar estas causas a tenor del derecho universal, una nueva Oficina, un Departamento del
“Ninguna autoridad inferior puede intimar el proceso sin que previamente hubiera recibido
112
tenor del Motu Proprio, resolverá si la causa en cuestión tiene que ser conocida por ese
tramitación se realizará por la vía administrativa conforme a las normas del 2001,
más arriba citadas. En caso de que se decida que sea un tribunal el que tramite la
causa por la vía judicial, éste habrá de seguir las normas del proceso contencioso
Las nuevas Regulae Servandae que se están comentando, desarrollan esta parte en 4
capítulos y 21 artículos que estructuran y regulan el camino por vía administrativa que debe
seguir el Ordinario del lugar, cuando ha recibido la debida designación por parte del nuevo
sacerdotal. La acción del Ordinario, según las nuevas Regulae Servandae Art. 1, consistirá
Ordenación entre los ministros del Tribunal o de la Curia. Podrá el Ordinario elegir a
quiénes prefiera, con tal que posean las cualidades exigidas por el derecho para el
desempeño del oficio correspondiente (cc. 1421 §§1 y 3; 1432) (RS, Art. 3. §1). Si los
impedidos, puede el Ordinario y el Instructor elegir a otros que hagan sus veces, dejando
113
por escrito una clara mención de la delegación con “las razones de la subrogación” (RS,
Art. 4).
íntima o gran enemistad con el Orador” (RS, Art. 4). Dicha recomendación parece lógica en
mediante decreto, para llevar a cabo la respectiva investigación que pone en marcha el
a) Hacer las investigaciones sobre todo aquello que pueda probar la nulidad en el
caso. Las principales pruebas son: 1. La confesión jurada del clérigo orador; 2. Las
mismo o por su procurador algunas preguntas al Instructor para que sean propuestas
Para el examen del Orador o de los testigos que no están en la diócesis, se puede
recurrir al Ordinario del lugar donde viven para que él designe un juez que realice el
hacer constar en las actas que verificó la probidad y credibilidad de cada uno de los
objetivo de esta figura canónica es precisamente generar los argumentos necesarios para
salvaguardar la naturaleza, dignidad y validez del sacramento en cuestión, así como ejercer
vigilancia sobre el debido proceso administrativo. En este caso, según el canon 1711, el
Defensor goza de los mismos derechos y tiene las mismas obligaciones que el Defensor del
vínculo matrimonial. De allí que el Defensor tenga el deber de cuidar que no exista ninguna
violación de la justicia y de los derechos del orador; velar que no se haya omitido algún
todo aquello que pueda aducirse razonablemente en favor del vínculo de la sagrada
De esta misión brotan, entonces, los derechos y los deberes que corresponden al
puede detallar en cuatro puntos fundamentales la normativa que exige las Regulae
punto de vista a las deposiciones de los testigos en la misma sede del tribunal;
sugerir nuevas preguntas que hayan surgido del examen y, fundamentalmente, poner
aportados;
ellas, todo lo que considere útil para defender la Sagrada Ordenación (RS, Art. 10).
estipulado por las normas canónicas, es decir, que inicia con la respectiva citación que se
debe enviar al Orador y a los testigos en un lapso de tiempo conveniente, antes del día
encuentra establecido en los cánones 1508 y 1509 del CIC 83, los cuales regulan que:
mismo tiempo a aquellos otros que deban comparecer. §2. Debe unirse a la citación
el escrito de demanda, a no ser que, por motivos graves, el juez considere que éste
de las cosas sobre las que se litiga, la citación se ha de hacer, según los casos, al
116
tutor, curador, procurador especial o a aquel que, según el derecho, está obligado a
de hacerse por medio del servicio público de correos o por otro procedimiento muy
seguro, observando las normas establecidas por ley particular. §2. Debe constar en
del Orador y de los testigos, pero puede también el Instructor proceder, de consenso con el
ordinario, a elegir otro modo oportuno de efectuar la citación. Incluso, “podrá utilizar la
Una vez efectuada la citación y lograda la presencia del Orador y de los testigos, el
Instructor para recabar las convenientes declaraciones, en el lugar indicado, debe exigir
a las partes “el juramento de decir la verdad tocando el libro de los santos Evangelios” (RS,
Art 12), e insistir en la santidad del juramento y la obligación de decir la verdad, bajo pena
de ser castigado por perjurio. Las partes mencionadas deben responder de manera verbal a
las preguntas del Instructor, y “no se les debe permitir conocer las preguntas con
anterioridad ni tampoco leer las actas o los documentos a no ser que, en un caso particular,
el Instructor lo considere oportuno” (RS, Art 14). Las correspondientes respuestas serán
consignadas por escrito por el notario. En caso de requerir un equipo técnico, se admitirá
“el uso de un magnetófono, en cuyo caso la declaración, una vez consignada íntegramente
por escrito, ha de ser reconocida y firmada por el declarante llamado de nuevo a la sala (c.
identidad del declarante. Pero si pudiera comprobarse dicha identidad por algún
Las declaraciones y el avance del proceso reflejado en los actos realizados durante
la investigación, deben estar siempre consignados por escrito, de manera clara y precisa. Se
sugiere también que las actas elaboradas durante el procedimiento han de estar “redactadas
en español, pues es uno de los idiomas admitidos según el Reglamento de la Curia Romana
(junto con el italiano, francés, inglés, alemán y otros), o si se prefiere en latín” (Prisco,
2013, p. 620).
Por otra parte, insiste las Regulae Servandae que en caso de existir documentos o
deben ser presentados por el Orador o los testigos como pruebas que orienten la
prueba pericial, exigiendo que el Orador sea examinado por algún perito en medicina,
psiquiatría o psicología para recabar, cuando sea necesario, los distintos testimonios
Una vez reunidas todas las declaraciones y las diversas pruebas emanadas por el
la sagrada ordenación que no queda nada más que preguntar y el Orador que no tiene nada
más que añadir” (RS, Art. 19 §1). Consciente de la terminación de esta acción, el Instructor
tiene la obligación de revisar y analizar los testimonios del Orador y de los testigos para
118
observar si no existe alguna contradicción o ambigüedad. Obtenida la certeza del orden del
luego enviar las actas al Defensor de la sagrada ordenación, quien las examinará
Antes de enviar las actas al Dicasterio competente, además de las observaciones del
pronuncie acerca del mérito de la petición del Orador, exponiendo las razones, tanto de
derecho como principalmente de hecho” (RS, Art. 21. §1). “Se añadirá a las actas también
el voto del Ordinario, aunque él mismo sea el Instructor, tanto acerca del mérito de la
causa, como acerca de lo que puede hacer temer o no un escándalo” (RS, Art. 21. §2).
Reunidas las actas, las observaciones del Defensor, la relación del Instructor y el
voto del Ordinario, “se han de transmitir a la Sede Apostólica, por medio del
(RS, Art. 21. §2). Con el envío a la competente autoridad, se da por terminada la
instrucción ante el Ordinario y queda ahora, en manos del nuevo Departamento de la Rota
nuevas Regulae Servandae, en los capítulos VII y VIII, donde se describe la manera de
proceder del Departamento de la Rota Romana, encargado de juzgar las causas sobre la
Departamento creado para tal efecto, de los cuales uno será Presidente y ponente y
ordenación para que dé su voto y con ese voto se enviarán a cada uno de los
“establecerá el día de la reunión para decidir, de modo que los miembros del Colegio
tengan tiempo suficiente, no más tarde de un mes completo, para realizar el estudio de las
actas y dar su voto por escrito” (RS, Art. 28). En la fecha de la reunión fijada por el
dicha reunión, “después de que el Ponente lea su voto, y los demás Comisarios consientan,
se ha de llegar enseguida a la decisión final” (RS, Art. 29). Si no se llega a una decisión, se
120
recomienda que los miembros del colegio realicen una moderada discusión con el fin de
resolver las disensiones para que, en cuanto sea posible, se llegue a la unanimidad. De no
ser así, el Decano de la Rota Romana, con su voto de calidad, podrá tomar una decisión
cuando no haya unanimidad, una vez analizado el voto mayoritario de los miembros del
decisión final del Colegio del Departamento de la Rota Romana proteja los derechos del
estos derechos, “se prevén distintos recursos contra los decretos del Decano de la Rota
Romana, pudiendo llegar hasta la Signatura Apostólica” (DGDC V, p. 601). De esta forma,
Defensor de la sagrada ordenación como el Orador - por medio del Ordinario o por
proponer sus argumentos tanto de hecho como de derecho (Prisco, 2103, p. 621).
suficientes, traspasará la causa íntegra, junto con los argumentos propuestos, a un nuevo
turno de tres o cinco Comisarios que procederán, según lo descrito, hasta dar un segundo
Una vez constituido el nuevo Colegio por decreto del Decano de la Rota, el
Presidente del colegio “debe oír al Orador y al Defensor de la sagrada ordenación por si
acaso quieren proponer breves animadversiones a las afirmaciones de la otra parte” (RS,
Art. 31. §2); Después, establecido el día de la nueva reunión del Colegio y analizados los
nuevos argumentos, los miembros del colegio han de llegar a una decisión, estando
final al Orador y a su Ordinario. Regula la normativa vigente que, contra este segundo
administrativo o judicial, queda claro que el sacramento recibido por el sujeto no se realizó
efectivamente y carece de validez, de tal forma que se declara que “esa persona no es, ni ha
sido verdaderamente ministro de la Iglesia o clérigo, pues faltaba aquello sobre lo que se
apoya todo el estado clerical: la recepción válida del sacramento” (DGDC V, p. 598).
también en el sujeto la inmediata “pérdida del estado clerical, con la consiguiente pérdida
de todos los derechos, facultades y deberes propios de los ordenados in sacris ” (DGDC V,
p. 598).
Por otra parte, si la decisión es negativa en doble sentencia por vía judicial o por
3.4 Conclusión
en sus determinados procesos por vía judicial o administrativa, es necesario advertir que
estos dos caminos de la normativa eclesial han surgido desde la madurez doctrinal y
teológica para responder a las exigencias de los tiempos y a los defectos de los actos
No es el querer de la Iglesia que los sacramentos estén viciados de nulidad, pero dadas las
debe legislar convenientemente para realizar la salvaguarda de los derechos de los fieles y
la dignidad del sacramento del Orden. De allí que los procesos mencionados tengan
siempre, como fundamento, disponer de los elementos necesarios para que de ninguna
manera se vea afectada la justicia de las partes en cuestión y el bien común eclesial.
visto como un escape jurídico, por parte del clérigo o de los interesados, para evadir las
alternativa canónica para evitar que los actos jurídicos realizados por el clérigo afecten su
propio estado y el estado de los fieles respecto a la salvación de las almas, pues de tan
123
augusto sacramento brotan otros sacramentos y las potestades para enseñar, santificar y
Conclusiones generales
canónica actual. Fue indispensable hacer uso de las diversas fuentes histórico - jurídicas
canonística actual. Sin estos recursos habría sido imposible construir el discurso, los
El trabajo, entonces, resulta ser una síntesis bien lograda, gracias al material
alcanzado, que determina en el primer capítulo, la praxis de la Iglesia en los diversos siglos
gobierno eclesiástico, para resolver situaciones en las que estaba expuesto el bien de las
almas y la dignidad del sacramento del orden sacerdotal. De estos hechos históricos nace la
normativa canónica que legisla sobre los elementos subjetivos, objetivos y legales por los
cuales se determina la validez de todo acto jurídico, entendiendo que el sacramento del
Orden por su naturaleza pública, no deja de ser por tanto un acto jurídico vigilado,
La Legislación vigente regulada por el Código de 1983, junto a los avances de los
diversas causales por las cuales se puede entablar una demanda contra la validez del
sacramento del Orden. Causales que, expuestas con claridad, orientarán el discernimiento y
la posibilidad de construir un libelo para que el Orador reciba una respuesta del foro
sobre el fundamento de aquellos requisitos legales que son necesarios para preservar la
rito sacramental, al ministro válido y a las condiciones requeridas en el sujeto que lo recibe,
Planteado en el canon 290,1° las formas legales de juzgar una causa contra la
procedimiento judicial y el proceso administrativo con los cuales se decide, por sentencia o
por decreto, la nulidad del sacramento en cuestión. Aunque el Código permite la ejecución
de las dos vías mencionadas, la praxis actual ilustra la preferencia del foro competente
respecto al procedimiento administrativo, razón por la cual, el Santo Padre Juan Pablo II,
con el ánimo de actualizar las normas emanadas por el decreto Ut Locorum Ordinarii de
1931 de SS. Pío XI, promulgó en el año 2001 mediante el decreto AdSatius Tutiusque, las
nuevas Regulae Servandae que describen detalladamente las pautas necesarias para iniciar,
instruir y decidir por decreto, la acusación de un Orador contra la validez del Orden
sacerdotal.
ostentar el episcopado sino también respecto a situaciones internas o externas que afecten
reflexión canónica, pueden ser aún más enriquecidas con el avance de la ciencia y de la
medicina actual, para juzgar si pueden adquirir más fuerza a la hora de decidir sobre la
validez del sacramento del Orden; fuerza que sí posee la violencia y el miedo grave, pues
respecto al tema y la devolución de los casos llegados al foro competente, pueden dejar
percibir dos situaciones: La rigidez y el absoluto respeto por la dignidad del Orden sagrado,
o el miedo de la autoridad competente que al declarar nula una ordenación pueda también
poner en riesgo la validez de los actos sacramentales y los actos de la potestad de Orden
válidamente al servicio de la Iglesia para la salvación de las almas. Así mismo, el proyecto
discernimiento de su vida ministerial y que frente a las crisis que los llevan a una opción
definitiva de abandono del sacerdocio, puedan optar no sólo por el proceso de pérdida del
estado clerical, sino también a la alternativa de pedir que sea juzgada la validez del Orden
sagrado mediante una posible causa de nulidad que acepte la autoridad competente, para
Anexo 1
Reglas renovadas que han de ser observadas para incoar y realizar el procedimiento
Iglesia, según las normas jurídicas vigentes, solicitan la nulidad de sus Órdenes ésta
secundando con todo vigor las normas ya establecidas de tiempo atrás; a saber, normas
obligatorias en los procesos sobre nulidad de las Sagradas Órdenes emitidas el día 4 de
junio de 1931 y aprobadas y confirmadas por el Sumo Pontífice Pío XI felizmente reinante
(f.r.), es necesario desde todo punto de vista renovarlas puesto que ni las incorporó el nuevo
letra del nuevo Código, en especial en cuanto al tema del derecho de todos los fieles y por
lo tanto de los clérigos en procesos en los que debe salvaguardarse la condición de las
128
personas. El Dicasterio del Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos manda que todos
los clérigos y especialmente los Ordinarios locales, cumplan fielmente y apliquen al pie de
aprobación, dado que surgen dudas y problemas sobre la validez y los efectos del vínculo
disciplinario.
(Litt. Secr. Status del día 25 de septiembre de 2001, n. 497 070) empiezan a entrar en vigor
las presentes Normas Obligatorias redactadas por la Congregación del Culto Divino y
le corresponde conocer las causas contra la validez del sacramento del Orden recibido (c.
1709 §1; PB 68). Ninguna autoridad inferior puede intimar el proceso sin que previamente
para tratar estas causas una nueva oficina, un Departamento del Tribunal de la Rota
Romana.
Art. 2. §1 Además del Clérigo y del Ordinario competente según la norma del
interrogatorio extrajudicial hecho al Orador sobre las afirmaciones hechas por él en dicho
libelo.
realizar la instrucción sobre la nulidad pedida, procurará instituir cuanto antes un Instructor
Sin embargo, a no ser que lo aconsejen razones muy peculiares, podrá elegir a quiénes
prefiera, con tal que posean las cualidades que el derecho prescribe para el oficio de cada
uno (cc. 1421 §§1 y 3; 1432). §2 A no ser que el Ordinario haga la instrucción por sí
mismo, algo que no parece oportuno en circunstancias ordinarias, pondrá por escrito el acto
elegir otros ministros idóneos para que, en casos particulares, hagan sus veces, cuando los
primeros elegidos estuvieran impedidos o recayera sobre ellos sospecha legítima. Se debe
instruir la causa, hacer las investigaciones sobre todo aquello que pueda probar la nulidad
en el caso; §2 Las principales pruebas en estas causas son: a) la confesión jurada del clérigo
oficio; d) documentos auténticos de cualquier género, especialmente cartas u otros que sean
Instructor avise al Orador de que tiene la facultad de elegir un procurador, que ha de ser
sacerdote y sea apreciado por su honradez y principalmente por sus conocimientos jurídicos
y teológicos.
necesario, plantear por sí mismo o por su procurador algunas preguntas al Instructor para
Art. 8. §1 Si en alguna ocasión el clérigo Orador o los testigos que han de ser
examinados son de otra diócesis o están fuera de la diócesis, y por la distancia o por otro
su diócesis que examine a los testigos, observando las normas del Derecho, y añadiendo, si
Orador o los testigos que viven en la diócesis pero que, por la amplitud de ésta o por otro
pueden llegar a ellos el Instructor y los administrativos del tribunal, les oigan por medio del
párroco o por otro sacerdote idóneo y digno delegado por el Instructor para esta función,
quien puede pedir colaboración a alguien que esté ordenado in sacris para ejercer el oficio
de notario (c. 483 §2). A dicho delegado se le han de transmitir todas las instrucciones,
Art. 9. El Instructor, para estimar el valor de cada uno de los testimonios, no debe
nunca omitir la investigación sobre la probidad y credibilidad de cada uno de los llamados a
juicio, pidiendo para ello incluso a sus párrocos cartas testimoniales. De todo esto se ha de
punto de vista a las deposiciones de los testigos en la misma sede del tribunal; b) presentar
al Instructor cuestiones cerradas y firmadas para que las proponga, sugerir nuevas
preguntas que hayan surgido del examen y fundamentalmente poner en evidencia las
contradicciones descubiertas; c) sopesar las razones aducidas por el Orador y reconocer los
documentos aportados; d) escribir las observaciones sobre las afirmaciones y alegar, según
se deduce de ellas, todo lo que considere útil para defender la sagrada ordenación. §2 Le
corresponde al Defensor recurrir al Instructor siempre que exista una violación de la justicia
tiempo antes del día establecido para la sesión instructora. En el caso de que, después de
Orador o los testigos, el Instructor discierna si han de ser observadas las reglas establecidas
en el Código (cc. 1508-1509), o si, de consenso con el Ordinario, ha de elegirse otro modo
vea el Instructor si puede volver a enviar la citación por otros medios más oportunos;
testigos, deberá exigir el juramento de decir la verdad tocando el libro de los santos
Evangelios; si el testigo se negara se hará constar en las actas la negativa y el motivo. Del
mismo modo se avisará al Orador y a los testigos de la santidad del juramento y de las
penas con las que es castigado el delito de perjurio en el foro de la Iglesia (c. 1368; 1391).
Art. 13. El Orador y los testigos sólo den respuestas verbales al Instructor que
interroga, y no se les avise previamente de las preguntas que se les van a hacer, ni tampoco
se les permita leer las actas o los documentos a no ser que, en un caso particular, el
Instructor considere oportuno permitir que la parte interrogada lea algún documento
importante que sirva para comprobar lo que ha dicho o para ayudarle a recordar.
consignado por escrito por el notario, al menos en lo que a la sustancia se refiere, a no ser
llamado de nuevo a la sala (c. 1567 §2). No se admiten sin embargo, ni siquiera en
circunstancias peculiares, el uso del teléfono o del fax o de otro modo en el que el
Art. 15. §1 El Orador y los testigos pueden ser llamados de nuevo para el examen
de aquellas cosas que ya han sido testificadas o de otros hechos nuevos o cuestiones que
hayan surgido durante el proceso, bien sea a petición propia, a petición del Defensor de la
las actas se han de utilizar los idiomas que son admitidos según el Reglamento de la Curia
Romana. De otro modo todas las actas se traducirán literalmente al latín o a otra lengua
usual. Si para hacer la traducción se precisara recurrir a un intérprete, éste será elegido por
manifiesto los nombres de los testigos llamados ex officio, a no ser que el Instructor, oído
decreto, exponiendo en el mismo decreto las razones. Contra este decreto del Instructor se
Orador tiene facultad también para recusar a algún testigo, observando las normas del
Derecho.
aquellos documentos que posean y que hayan sido elaborados en tiempo no sospechoso.
Entre los documentos posibles, se han de considerar de más valor los certificados médicos
que refieren alguna enfermedad de las llamadas hereditarias o genéticas que padecía el
Orador antes de recibir las órdenes. §2 El Instructor, por su autoridad y mediante decreto,
134
puede requerir documentos y testimonios y sobre ellos interrogar al Orador o a los testigos
en examen.
Art. 18. Si es el caso, el Instructor puede prever que el Orador sea examinado por
algún perito en medicina, psiquiatría o psicología (c. 1574). El perito, seleccionado de entre
metodología de su oficio para discernir el estado del Orador, refiera por escrito aquellos
validez de la sagrada ordenación. Se le pedirá al perito que jure cumplir fielmente su oficio
no declara el Defensor de la sagrada ordenación que no queda nada más que preguntar y el
Orador que no tiene nada más que añadir. §2 Antes de que el Instructor dé el decreto de
conclusión, sopese atentamente las actas por sí mismo, compare los testimonios del Orador
y de los testigos entre sí y con los otros elementos emergentes del proceso y mire si existe
alguna contradicción o ambigüedad relativa o absoluta. En ese caso discierna, con el fin de
resolver las cuestiones confusas, si es necesario volver a citar al Orador o a los testigos para
Art. 20. Una vez concluida la instrucción, han de ser enviadas al Defensor de la
ordenación todas las actas por decreto del Instructor, para que plantee sus observaciones,
constatando también si fueron o no observadas en la instrucción las reglas dadas hasta aquí.
Art. 21. §1 El mismo Instructor, antes de enviar las actas al Dicasterio competente,
además de las observaciones del Defensor de la ordenación, elabore y adjunte a las actas su
propia relación en la que se pronuncie acerca del mérito de la petición del Orador,
135
las actas también el voto del Ordinario, aunque él mismo sea el Instructor, tanto acerca del
mérito de la causa, como acerca de lo que puede hacer temer o no un escándalo. Si la sede
episcopal queda vacante, el voto lo ha de dar aquél que legítimamente ejerce las funciones
especialísima a los Ordinarios, a quienes compete vigilar para que no se desvíen de ellas los
elegidos como ayudantes. Si en alguna ocasión sucediera que una justa razón aconsejara
dejar de lado, alguna de las presentes normas, el Instructor dará razón de ello en las actas,
Ordinarios, bajo su criterio, examinar las actas en cualquier momento del proceso, dar
Art. 23. Todas las actas (cf. c. 1472) se han de transmitir a la Sede Apostólica, por
medio del Representante pontificio o si él falta por otro medio, en triple ejemplar auténtico,
tomando las precauciones necesarias de las que se dispone, según las condiciones del lugar,
Art. 24. §1 Una vez recibidas las actas, procure el Dicasterio que cuanto antes se
juicio del Prefecto, incluso de entre los Oficiales de dicho Dicasterio. §3 Después se
constituyan uno o varios Actuarios entre los Oficiales del Dicasterio para que desempeñen
el oficio de notarios y refieran fielmente todo en las actas, bajo la dirección del Presidente
del colegio.
Art. 25. El Presidente del colegio escriba al Orador si acaso tenga algo que añadir,
un procurador en Roma, que además debe ser sacerdote y muy reconocido en cuestiones
teológicas y jurídicas.
Art. 26. Una vez adquiridas las nuevas pruebas y argumentos, si los hay, todas las
actas se transferirán al Defensor de la ordenación para que dé su voto, una vez asignado por
Art. 27. Una vez recibido el voto del Defensor, si considera que no hay nada más
que investigar, se han de distribuir las actas entre los miembros del Colegio. En caso
contrario, ponderado con atención el voto del Defensor, el Presidente del Colegio procure
del voto del mismo Defensor. Si por el contrario el Presidente disiente, se seguirá adelante.
Art. 28. Completado lo dicho en los artículos 26 y 27, el Presidente del colegio
establecerá el día de la reunión para decidir, de modo que los miembros del Colegio tengan
tiempo suficiente, no más tarde de un mes completo, para realizar el estudio de las actas y
Art. 29. El día de la reunión, se cite al Colegio ante el Prefecto o el Secretario del
Dicasterio. Después de que el Ponente lea su voto, y los demás Comisarios consientan, se
137
ha de llegar enseguida a la decisión final. En caso contrario se puede tener una moderada
discusión con el fin de resolver las disensiones para que, en cuanto sea posible, se llegue a
la unanimidad. Es justo que cada uno de los comisarios se atenga a su primera decisión.
del Dicasterio, una vez analizado el voto mayoritario de los Comisarios y las razones de
medio del Ordinario o por procurador constituido a tenor del artículo 25 tiene el derecho a
recurrir en los diez días siguientes a la notificación del decreto por la misma Congregación,
hecho como de derecho. La Congregación traspasará la causa íntegra junto con los
Congregación. §2 Una vez constituido por decreto del Prefecto el otro colegio que debe ver
otra parte; después, establecido el día de la nueva reunión del Colegio, a tenor de lo
segundo grado no hay apelación posible, sólo recurso a la Signatura Apostólica, según dicta
Art. 32. Entrando en vigor estas normas dejan de tener vigencia todas las normas
Regulae Servandae emanadas por S.S. Juan Pablo II mediante decreto A d Satius
Anexo 2
la Rota Romana
A Su Eminencia Reverendísima
Roma, Italia.
Yo, Tomás Eduardo Sánchez Ríos, identificado con Cédula de Ciudadanía No.
40.528.233 de Santa Teresa de Jesús, hijo de Clemente Sánchez y Luisa María Ríos,
ordenado Presbítero el treinta de Enero del año 2011, por Monseñor Luis Fabián Tovar
ordenación de presbítero por la causal de falta de la fórmula del sacramento del orden
sacerdotal.
Hechos
conciencia de ser ministro del Señor en el ejercicio del sacerdocio de Cristo para bien de la
Iglesia y de mi propia salvación. Por años fui siempre Liturgo de las diversas ceremonias
que el Rector me encomendaba y sabía con claridad la importancia de observar las normas
para acceder a la sagrada ordenación, dispuse siempre lo mejor de mí para que no faltara la
inexperto para dirigir tan solemne acto sacramental. Sin embargo, yo me desentendí de todo
y dejé en manos de Claudio el deber de orientar la sagrada liturgia de aquel día memorable.
Él siempre me argumentaba que sentía nervios para dirigir la ceremonia y, además, le tenía
profundo miedo al Señor Obispo, quien en medio de su edad avanzada se mostraba estricto
3. Llegó el día tan anhelado, aquel sábado 30 de enero de 2011. Entraba yo feliz en
concelebrantes de las Diócesis vecinas. Me sentía nervioso pero muy feliz. Dejé que la
ceremonia avanzara a su debido ritmo para consagrarme sacerdote para siempre. Traté de
San José, Caquetá y luego asumí mi cargo como vicario de la Parroquia Santa Lucía de
sacerdotal. Muchas veces me sentía dudoso y en crisis vocacional, pero quería seguir dando
Compartimos, después de la Santa Misa, una deliciosa cena y, al final, fuimos invitados a
141
ver el video de mi ordenación. Al ver tan solemne ceremonia sentía tanta emoción que
hasta lágrimas corrieron por mis mejillas. No había tenido la oportunidad de ver el video de
mi ordenación, pues no contaba con los recursos para contratar a alguien que me hiciera ese
servicio. Sin embargo, sabía que el canal institucional de mi pueblo había grabado la
ceremonia, pero el correr de los años y el trabajo me habían hecho olvidar de tan valioso
consagración me llevé una gran sorpresa. El Liturgo olvidó indicarle al Obispo la debida
que eso significaba. Ese video me estaba diciendo que no era sacerdote. Salí
inmediatamente de la sala y nervioso rompí en llanto. No podía creer que esto hubiera
me dijo que efectivamente no era presbítero. Sin embargo, me pidió que fuera a Bogotá y
pidiera en documento una prueba de la autenticidad del video. Una vez conseguida la
prueba y con certeza de la veracidad del contenido del video, el P. Lucrecio me dijo que, si
quería, él orientaba el caso para hablar con el nuevo obispo Luis Eduardo Mejía Díaz, para
determinar mi ordenación. No obstante, al saber que nunca había sido sacerdote en el orden
de los presbíteros y sabiendo de mis dudas y de las constantes crisis que me acechaban,
sacerdotal.
Obispo, dejé de ejercer mi ministerio sacerdotal por la evidente prueba que me notificaba
Fundamentos de Derecho
Peticiones
competente en la Iglesia Universal, para que se declare la nulidad del orden sacerdotal de
Tomás Eduardo Sánchez Ríos, recibido el día 30 de enero del año 2011 en la Catedral de
Santa Teresa de Jesús Caquetá, por el ministro Monseñor Luis Fabián Tovar Gómez.
Testigos
Teléfono: 5223456
Teléfono: 8213496
Teléfono: 4352583
Documentos Adjuntos
1. La partida de Bautismo.
143
2. Curriculum Vitae
Notificaciones
Yo, Tomás Eduardo Sánchez Ríos, recibo citaciones Santa Teresa de Jesús, Calle
127 No. 55B - 11, Apto. 103, Barrio Luna Nueva. Teléfono 4305678. Correo Electrónico:
De su Eminencia,
Acta de Bautismo
En la Parroquia Nuestra Señora del Carmen de San José - Caquetá, el día cinco de
abril de mil novecientos ochenta y uno, el Pbro. Miguel Alcides Mejía Díaz bautizó a
Tomás Eduardo Sánchez Ríos, nacido en San José - Caquetá, el 22 de diciembre de mil
novecientos ochenta. Padres: Clemente Sánchez Rosales y Luisa María Ríos Gutiérrez;
Abuelos paternos: Gilberto Sánchez y Eudosia Garcés; Abuelos maternos: Sebastián Ríos y
Luisa María Pineda. Padrinos: Esteban González y Lucrecia Molano. Notas Marginales:
Caquetá, por el Excmo. Monseñor Luis Fabián Tovar Gómez. Ordenado Presbítero el 30 de
enero de 2011 en la Catedral Santa Teresa de Jesús, Caquetá, por el Excmo. Monseñor Luis
Fabián Tovar Gómez. Expedida en San José - Caquetá, el quince de mayo de dos mil
dieciséis.
Doy Fe:
Párroco
145
En la Catedral Santa Teresa de Jesús Caquetá, el treinta de enero de dos mil once, el
Excelentísimo Monseñor Luis Fabián Tovar Gómez, Obispo de Santa Teresa de Jesús,
promovió a la sagrada orden del presbiterado al Diácono Tomás Eduardo Sánchez Ríos,
de Santa Teresa de Jesús. El Rvdo. P. Tomás Eduardo Sánchez Ríos nació en San José,
Caquetá. Es hijo de Clemente Sánchez Rosales y Luisa María Ríos Gutiérrez. Fue
bautizado en la parroquia Nuestra Señora del Carmen de San José - Caquetá, el día cinco
de abril de mil novecientos ochenta y uno. Terminó sus estudios de Filosofía y Teología en
obispo de Belén - Huila y Ángel Darío Castañeda, Obispo de Algeciras - Huila, los
fieles en general.
dieciséis.
Canciller
146
Curriculum Vitae
Tomás Eduardo Sánchez Ríos, identificado con CC. 40.528.233 de Santa Teresa
de Jesús. Nacido en San José, Caquetá el 22 de diciembre de mil novecientos ochenta. Hijo
de Clemente Sánchez Rosales y Luisa María Ríos Gutiérrez. Bautizado el día cinco de abril
de mil novecientos ochenta y uno por el Pbro. Miguel Alcides Mejía Díaz. Confirmado el
Excmo. Monseñor Libardo Rojas Betancur. Domiciliado en Santa Teresa de Jesús, Calle
127 No. 55B - 11, Apto. 103, Barrio Luna Nueva. Teléfono: 4305678. Correo Electrónico:
Formación Académica
Colombia 2014.
Colombia. 2016.
7. Párroco, Parroquia Santa María de las Lajas. Solita, Caquetá - Colombia, en los
Certificado No. 58
En Bogotá D.C. - Colombia, el señor Tomás Eduardo Sánchez Ríos puso a nuestra
técnicas por los profesionales de este centro técnico de imagen y diseño, se ha comprobado
su plena autenticidad.
video tiene cinco años desde su grabación. Presenta nitidez y claridad respecto a la imagen
diseño, certifica la plena autenticidad y veracidad del mismo, argumentando que de ninguna
Ingeniero en Sistemas
149
Excelentísimo Monseñor
Curia Episcopal
Excelencia:
la ordenación sacerdotal que recibí en la Catedral Santa Teresa de Jesús, el 30 de enero del
año 2011. La causa de mi demanda es que el Señor Obispo Luis Eduardo Mejía Díaz
razón por la cual no se efectuaron los efectos jurídicos y teológicos para la válida
ordenación sacerdotal. Por lo cual, no me siento presbítero desde el día en que conocí el
examen para constatar que no tenía ningún tipo de manipulación que generara sospecha al
respecto.
82.
150
Mi dirección es: Calle 127 No. 55B - 11, Apto. 103, Barrio Luna Nueva de Santa
A su Eminencia Reverendísima
Roma, Italia.
Eminencia Reverendísima:
haber sido ordenado con la fórmula propia para la consagración presbiteral, pues el ministro
De Su Eminencia,
Considerando
Semper Art. 3, conocer las causas contra la validez del sacramento del orden recibido.
se reglamenta que ninguna autoridad inferior puede intimar el proceso sin que previamente
Decreta
Eduardo Mejía Díaz, Ordinario de la Diócesis de Santa Teresa de Jesús, Caquetá, a la cual
Servandae de 2001.
153
Comuniqúese y cúmplase.
Gobierno Eclesiástico
+ Luis Eduardo Mejía Díaz, por Gracia de Dios y voluntad de la Santa Sede,
Considerando
1. Que por delegación del Departamento de la Rota Romana para las causas contra
la validez del sacramento del orden, de fecha 16 de Julio del año 2016, para instruir en
ordenación sacerdotal, los cánones 1708 a 1712 sobre las causas para declarar la nulidad y
Decreta
Sr. Pbro. Ignacio Camacho López y como Defensor de la sagrada ordenación, al Sr. Pbro.
2. Tomarán posesión de sus cargos el día 18 de julio de 2016, ante el Señor Vicario
Comuniqúese y cúmplase.
Caquetá.
Visto:
2. Los cánones 290,1°; 1708 - 1712 del Código de Derecho Canónico y las Regulae
Servandae de 2001.
Decreta
Comuníquese y cúmplase,
Instructor
157
I. Generales de Ley
II. Especiales
4. ¿Cómo ha sido su vida ministerial? ¿Ha experimentado fuertes crisis que lo hagan
estando presente el Señor Notario Eclesiástico y habiendo sido citado el Señor Defensor de
para declarar en la causa de la referencia. Después de prestar juramento sobre los Santos
I. Generales de Ley
Ciudadanía No. 40.528.233 de Santa Teresa de Jesús, hijo de Clemente Sánchez y Luisa
María Ríos, ordenado Presbítero el 30 (treinta) de enero del año 2011, por el Excelentísimo
Monseñor Luis Fabián Tovar Gómez. Domiciliado en Santa Teresa de Jesús - Caquetá,
Calle 127 No. 55B - 11, Apto. 103, Barrio Luna Nueva.
ministerio sacerdotal. Me retiré a vivir a casa de mis padres en Santa Teresa de Jesús.
Señor Obispo Jorge Rodríguez Figueroa, resolví entablar Escrito de Demanda para acusar
la validez del orden sacerdotal recibido, al conocer un video legítimo en el cual se percibe
claramente que el Señor Obispo Luis Fabián Tovar Gómez omite la fórmula de la oración
consecratoria.
II. Especiales
afanaba porque las cosas se hicieran correctamente, pero ese día dejé todo en manos del
consagración. No sentía dudas, solo hasta hace unos pocos días que me enteré de la
realidad. Esto ocurrió cuando celebraba mi quinto aniversario sacerdotal. Allí, por el video
4. ¿Cómo ha sido su vida ministerial? ¿Ha experimentado fuertes crisis que lo hagan
Muchas veces no me sentía seguro del camino que había elegido, pero continuaba con mi
consagración, hoy me doy cuenta que no soy sacerdote. Seguramente Dios me está
indicando otro camino y por eso recurro a este procedimiento administrativo, con el ánimo
aniversario, viendo el video de mi ordenación sacerdotal, noté con gran asombro que
Monseñor Luis Fabián Tovar Gómez no pronunció la fórmula del sacramento. Desconozco
las razones de su omisión. Como Liturgo que fui del Seminario tengo seguridad de que
Monseñor se dejaba siempre orientar por lo que el Liturgo dijera. El seminarista Claudio
oración consecratoria.
dudas. Es por eso que pedí entrevista con Monseñor Jesús María Díaz, obispo de Belén,
Huila, quien en ese entonces había participado como concelebrante. Él vio el video y
después me indicó que efectivamente no era sacerdote según las normas canónicas.
También dialogué con Claudio López, Liturgo de la ceremonia, quien me dijo que al
percatarse de su error, no fue capaz de decir nada al respecto para no pasar vergüenza
transparentes que conocen mi situación y hablarán desde la verdad. Son personas del campo
eclesiástico y saben a plenitud lo que este error litúrgico significa para la validez del
sacerdotal?
161
anhelo es recibir la decisión afirmativa por parte de la autoridad eclesiástica y, con ella, la
vida, sabiendo que si el Señor me permitió conocer este error litúrgico después de cinco
Respuesta: No.
la halló conforme a la verdad y, en constancia, se firma por los que en ella intervinieron.
Orador
Instructor Notario
162
I. Generales de Ley
2. Describa usted qué tipo de relación tiene con el Pbro. Tomás Eduardo Sánchez
Ríos.
II. Especiales
3. ¿Hace cuánto tiempo que conoce al Orador? ¿Puede afirmar que lo conoce bien?
4. ¿Puede hacer una descripción de las principales virtudes y la vida ministerial del
sacerdotal?
10. ¿Conoce usted alguna prueba contundente que dé razón para comprender mejor
11. ¿Juzga usted que sea oportuno y conveniente, mirando tanto al bien del
halló conforme a la verdad y, en constancia, se firma por los que en ella intervinieron.
Orador
Instructor Notario
164
Visto
Que se han cumplido las normas de los cánones 290, 1°; 1708 - 1712 y las Regulae
Servandae
Decreta
intercambiadas las defensas y alegatos y presentadas las réplicas, o expresada por el Orador
su voluntad de no presentar más pruebas, para que en este despacho lo estudie en orden a
Comuníquese y cúmplase
Instructor
165
obligaciones propios del Defensor del Vínculo Matrimonial y, ajustado a las nuevas
entiendo que en este proceso en el que se pide una decisión por decreto del Departamento
En base a la observación pedida por el derecho, debo decir que no solo he leído
atentamente las actas del proceso sino que he participado en el desarrollo cuidadoso de toda
la instrucción. Me consta que los testigos fueron oídos por separado y sin mutua
información. Todo fue observado de manera muy estricta y ajustada a la ley canónica en el
El caso, lo considero convincente y con elementos probatorios por parte del Orador,
En fe de lo cual firmo y sello en Santa Teresa de Jesús - Caquetá, a 22 días del mes
de agosto de 2016.
causa de solicitud de nulidad de la ordenación sacerdotal del Pbro. Tomás Eduardo Sánchez
Ríos y habiendo sido nombrado como Juez Instructor por el Excelentísimo Monseñor Luis
Eduardo Mejía Díaz, Obispo de San Teresa de Jesús - Caquetá, el día 16 de julio de 2016,
La respectiva solicitud del Pbro. Tomás Eduardo Sánchez Ríos, Orador del caso,
identificado con Cédula de Ciudadanía No. 40.528.233 de Santa Teresa de Jesús - Caquetá,
hijo de Clemente Sánchez y Luisa María Ríos, ordenado Presbítero el treinta (30) de enero
del año 2011, por Monseñor Luis Fabián Tovar Gómez; expone de manera libre,
ordenación sacerdotal, descubre por medio de un video auténtico que durante la celebración
El libelo nace después de una seria reflexión de vida a lo largo de 5 años de servicio
vocacional para determinar que se siente incapaz de continuar con su opción sacerdotal;
manifiesta además, las constantes crisis vocacionales que han generado inestabilidad en su
la ordenación. Conociendo este fatal error litúrgico, el Orador manifiesta que conocida la
causa de su nulidad no desea recibir la ordenación sacerdotal. Argumenta que los motivos
de esta decisión de entablar el proceso administrativo no son un hecho fortuito, ni una falta
sino que es el fruto de una prolongada crisis vocacional que experimentó durante el tiempo
Junto a los anteriores motivos expuestos por el Pbro. Tomás Eduardo Sánchez Ríos,
manifiestan coherencia con las razones expuestas por el Orador. Dichas pruebas resultan
ser un argumento veraz que ilumina la situación actual del libelo del Presbítero interesado.
un documento que demuestra la autenticidad del mismo, razón por la cual se concluye que
testigos: Excmo. Monseñor Jesús María Díaz, obispo de Belén, Huila; Claudio López, Ex -
son realmente claras, precisas y concisas para ilustrar las circunstancias y los elementos
vitales que han conducido al Presbítero interesado a llevar a cabo la respectiva solicitud.
oración consecratoria que, según el derecho, es necesaria para la validez del sacramento del
Orden. Esta razón y las continuas crisis vocacionales han llevado al Orador hasta el punto
de entablar su libelo para acusar la validez del sacramento del orden recibido y luego,
169
Atendido el caso del Pbro. Tomás Eduardo Sánchez Ríos y después de haber
llevado a cabo los elementos necesarios de la solicitud, considero que existen argumentos y
ordenación sacerdotal.
En fe de lo cual firmo y sello en Santa Teresa de Jesús - Caquetá, a 30 días del mes
de agosto de 2016.
Instructor
170
del Ordinario de emitir un voto acerca del mérito de la causa, como acerca de lo que puede
sacerdotal del Pbro. Tomás Eduardo Sánchez Ríos, se observó fielmente las normas del
pedida por el Departamento de la Rota Romana ha generado méritos suficientes según las
pruebas y las declaraciones de los testigos del proceso, para considerar la posibilidad de la
nulidad de la sagrada ordenación del Orador. Decisión que finalmente emitirá por decreto el
foro Competente.
Orador, por su corta vivencia del ministerio sacerdotal, no genera escándalo alguno para la
fe del Pueblo de Dios de esta jurisdicción Eclesiástica de Santa Teresa de Jesús - Caquetá.
mostró siempre solícito al cumplimiento de sus obligaciones y una vez conocida la causa de
la Iglesia y lejos de cualquier situación que pueda generar escándalo entre los fieles.
171
ordenación sacerdotal y, por el contrario, desea luego pedir dispensa al Santo Padre del
todos los fieles. Razón que ha argumentado por las constantes crisis de opción vocacional
En fe de lo cual firmo y sello en Santa Teresa de Jesús - Caquetá, a 4 días del mes
de agosto de 2016.
A su Eminencia Reverendísima
Roma, Italia.
Eminencia Reverendísima:
agosto de 2016, por decreto No. 3485, tengo el alto honor de dirigirme a Vuestra
Eminencia, con el fin de transmitir a la Sede Apostólica, por medio del Representante
como Orador ha respondido fielmente al proceso llevado a cabo en esta Diócesis, dando sus
las normativas del código de derecho Canónico en sus cánones 290,1°; 1708 - 1712; 1501
-1504 y las nuevas Regulae Servandae de 2001, promulgadas por decreto AdSatius
Quedo atento a la notificación del decreto del Departamento de la Rota Romana que
Sánchez Ríos.
De Su Eminencia,
Los nombres, lugares, fechas y la narración del caso son ficticios en este ejemplo del
Referencias
Acebal, J. (2001). Código de derecho canónico. Edición Bilingüe Comentada. 17a ed.
Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
Azevedo, J.M. (2011). La identidad del sacerdote, un estudio en Giovanni Battista Montini.
Pamplona.
Benedicto XVI. (2011). M otuProprio Quaerit Semper. A.A.S., 103 (30 de Noviembre de
2011), Art. 4.
____________. (2006). Encuentro con los sacerdotes y diáconos de la diócesis de Roma.
02 - 03 - 2006. Roma: Librería Editrice Vaticana.
____________. (2009). Homilía en la Misa Crismal del Jueves Santo. Roma: Librería
Editrice Vaticana.
Bunge, A. (2006). Las claves del código. El libro I del código de derecho canónico. Edit.
San Benito. Buenos Aires Argentina.
Congregatio pro Doctrina Fidei. (1977). Declaratio Inter insigniores, acerca de cuestiones
de la admisión de mujeres al sacerdocio ministerial, 15 octubre 1976. AAS 69, 98
116.
_________________________. (1995). Responsum ad dubium circa doctrinam in Epist.
Ap. «Ordinatio Sacerdotalis» 18 octubre 1995. AAS 87.
175
Communicationis. 17 (1985). Schema Canonum Libri II. De Populo Dei. Pp. 76 - 89.
Ciudad del Vaticano 1977.
______________. 14 (1982). Schema Codicis Iuris Canonici. Pp. 84 - 87. Ciudad del
Vaticano 1980.
Ferme, B.E. (1996). La respuesta (28 de octubre 1995) de la Congregación para la Doctrina
de la Fe a la duda relativa a la Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis (22 de mayo
1994): autoridad y significado. Periódica 85, 720 - 727.
García, J. (2010). Normas generales del código de derecho canónico. Segunda Edición.
España. Ed. Edicep.
Juan Pablo II. (1983). Constitución Apostólica Sacrae Disciplinae Leges. Roma: Librería
Editrice Vaticana.
__________. (1993). Audiencia general. 31- 03 - 993. Roma: Librería Editrice Vaticana.
León XIII. (1896). Carta Apostólica Apostolicae Curae, sobre la nulidad de la ordenación
anglicana. Roma: Librería Editrice Vaticana. A.A.S. 29 (1896-97), pp.193 -203.
Marzoa, A., Miras J., y Rodríguez R. (1997). Comentario exegético de Derecho Canónico.
Segunda edición. Universidad de Navarra. Pamplona.
Michiels, G. (1955). “De actibus iuridicis in genere ”. Cap. Principia Generalia de Personis
in Ecclesia, Roma, p. 572,
Miguélez L., Alonso S., Cabreros M., y López J. (1976). Código de derecho canónico.
Edición Bilingüe Comentada y legislación complementaria. 10a ed. Madrid:
Biblioteca de Autores Cristianos.
Miras J., Canosa J., y Baura E. (2001). Compendio de derecho administrativo canónico.
Primera Edición. Ed. Eunsa. España.
Montañez, J.R. (2015). La pérdida del estado clerical. Revista Universitas Canonica, pp.
73 - 97. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá C.
177
Otaduy, J., Viana, A., y Sedano, J. (2012). Diccionario General de Derecho Canónico.
Cizur Menor: Thomson Reuters Aranzadi.
Pablo VI. (1964). Constitución Dogmática Lumen Gentium, sobre la Iglesia. Roma:
Librería Editrice Vaticana.
_______. (1967). Homilía en las ordenaciones (25.I.1967), en Siervos del Pueblo, cit., 36.
Roma: Librería Editrice Vaticana.
Rincón, T. (2009). El orden de los clérigos o ministros sagrados. Navarra, Eunsa. p. 392.
178
Sánchez, M. (2010). La pérdida del Estado Clerical en los pontificados de SS. Pío XII,
Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I I Y Benedicto XVI. Pontificia Universidad
Javeriana. Bogotá.
Sastre, E. (2009). Metodologia. La tesi e lo studio del Diritto canonico (3a Ed.). Roma:
Ediurcla. p. 219.