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Jake M.O.

FRÁGIL
Serie Los Cárteles – Spin Off
1

Título: Frágil
Autora: Jake M.O.
Año de publicación: 2023
Lugar: España
ISBN: 9798857310151
Publicación independiente en Wattpad y Amazon.
“Intenté ahogar mis dolores, pero ellos aprendieron a
nadar.”
Frisa Kahlo.
Contenido
DERECHOS DE AUTOR
SINOPSIS
UNO
DOS
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DIEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
QUINCE
DIECISÉIS
DIECISIETE
DIECIOCHO
DIECINUEVE
Veinte
Veintiuno
VEINTIDÓS
VEINTITRÉS
VEINTICUATRO
VEINTICINCO
VEINTISÉIS
EPÍLOGO
PRÓXIMO LIBRO
DERECHOS DE AUTOR
Queda prohibido: la distribución o copia de esta historia
fuera de Wattpad. Todos los derechos reservados.
Los personajes mencionados en esta historia son de mi
total autoría, cualquier parecido con la realidad es mera
casualidad.
No está permitido: fotocopiar, escanear, digitalizar, copiar
en pdf o descargar esta obra.
Está prohibido: cualquier tipo de plagio de la historia
principal o personajes.

**ADVERTENCIAS: Esta historia relata temas delicados.


Protagonistas posesivos y celosos. Si no te gustan este tipo de
historias, no sigas leyendo, no es para ti. La línea entre lo
moral de lo inmoral es inexistente en este libro. Contenido
adulto, situaciones explícitas que describen las relaciones
sexuales de los protagonistas y actos violentos. Esta historia
contiene abusos de cualquier índole. No me hago responsable
si, después de leer las advertencias, sigues leyendo. Si deseas
descubrir un mundo nuevo de lectura, quédate y disfruta, abre
tu mente a nuevas historias, quizás te sorprenda.
SINOPSIS
James Belmonte:
Ella apreció en mi vida como un regalo del cielo. La traté y
la cuidé, era mi paciente, era tan frágil como una rosa. Pero
mis sentimientos por ella iban más allá, me enamoré en poco
tiempo. Sin embargo, no podía decírselo, sólo era su médico y
ella era una mujer tan bella y madura. No me importaba que
fuese seis años mayor que yo, la quería a ella. Todo cambió
cuando su hija me contó que su madre estaba enamorada de
mí. Lo que tanto había deseado se cumplió. Mariela Mendoza
se había enamorado de mí.

Mariela Mendoza:
Fui violada a los quince años por mi propio padre, hui en
cuanto me enteré que estaba embarazada, la vergüenza pudo
conmigo. Vagué por las calles de Cartagena de Indias un año,
tenía en mis brazos a una pequeña niña. Un buen hombre se
apiadó de mí y me dio el dinero suficiente para conseguir una
pequeña casa. El tiempo pasó y enfermé de gravedad, mi
enfermedad me dio la oportunidad de conocer al hombre que
cambiaría mi vida, el primer hombre del que me enamoré. Un
hombre seis años menor que yo, un médico. No tenía nada que
hacer, él era joven y guapo. Yo una mujer enferma. James
Belmonte no estaba hecho para mí.
UNO
Mariela
15 años
Me subo al autobús que me llevará lejos de Bogotá, tengo
que irme de aquí si quiero que mi bebé tenga algún futuro. Él
no tiene la culpa de nada de lo que ha pasado, es un ser
inocente. Agacho la cabeza caminando por el pasillo, la gente
me juzga con la mirada, seguramente piensen que soy
una piroba que se quedó embarazada por no cuidarme. Está tan
lejos de ser verdad, ojalá hubiera sido un error. Me siento al
final del autobús en el asiento junto a la ventana, mi bebé se
mueve dentro de mí. Ojalá Nahuel estuviera aquí, extraño
tanto a mis hermanos y a mi madre, llevo meses sin verlos,
desde que supe que estaba embarazada. Tuve que huir para no
romper mi familia más de lo que ya lo estaba, si alguien se
llega a enterar de lo que pasó me moriré de vergüenza. Él me
dijo que todos pensarían que yo era una zorra que lo había
seducido, nadie me creería a mí, sólo a él por ser un
empresario respetado. Apoyo la cabeza en el cristal, la lluvia
ha comenzado a caer como las lágrimas por mis mejillas. Me
siento tan avergonzada por todo lo que he tenido que hacer
para sobrevivir estos meses, he llegado a robar dinero para
poder comer y alimentar a mi bebé. Un hombre con muy
malas pintas se sienta a mi lado, aprieto mi mochila contra mi
pecho.
-¿A dónde tan solita?- me pregunta.
-¿Y a usted qué carajos le importa?
-Ya, muchachita, sólo estaba tratando de ser amable.
-Púdrase viejo pervertido, vaya a ser amable a otro lado.
-Tengo dinero.
-¿Quiere que le diga lo que puede hacer con su dinero
viejo malparido?
El viejo asqueroso se levanta del asiento, camina hacia la
parte delantera del autobús y se sienta solo en otro asiento.
-Viejo hijo de puta- murmuro- ¡Pervertido!- le grito.
Ahora me importa bien poco que la gente me mire, le
quiero arrancar los ojos a ese malparido. Subo los pies al
asiento de mi lado, no quiero que nadie más se siente aquí. El
autobús se pone en marcha, pronto estaré en mi nuevo hogar,
no sé qué haré cuando llegue allí, tendré que buscar algún
refugio hasta que encuentre trabajo y una casa para vivir.

14 meses más tarde


La lluvia cae sin parar em Cartagena, intento tranquilizar a
mi bebé, no deja de llorar.
-Mamita, sé que tienes hambre, yo también, por favor,
cálmate, ahora te doy de comer.
Las lágrimas caen por mis mejillas, mi bebé ya tiene diez
meses y aún no he sido capaz de encontrar un empleo ni una
casa en la que podamos vivir. Las calles de Cartagena se han
convertido en nuestro hogar.
-Por favor, Sofía, cálmate- sollozo- Soy una madre terrible,
¿verdad?
-No lo eres- dice una voz masculina.
Me giro asustada, un hombre trajeado me mira con
compasión. Tiene el pelo oscuro y los ojos del color del mar,
parece alguien importante.
-¿Cómo te llamas?- me pregunta.
-Mariela Mendoza.
-Encantado Mariela, yo soy Elías Reyes. ¿Necesitas ayuda?
Niego con la cabeza mientras abrazo fuerte a mi bebé, los
hombres sólo buscan una cosa, seguro que él también quiere
algo de mí.
-A mí me parece que sí la necesitas- me dice.
-¿Qué quiere a cambio de ayudarme?
Elías sonríe.
-No quiero nada, tengo dos hijos, no me gustaría verlos en
una situación como la tuya y la de tu pequeña.
Miro a mi hija a los ojos, su llanto se ha calmado.
-Sólo necesito un empleo- digo en un hilo de voz.
-Pásate mañana por Empleo Express en la avenida
principal, allí te encontrarán un trabajo.
-Ya he ido por allí, no me encuentran nada.
-Esta vez lo harán, confía en mí.
El hombre saca una chequera del bolsillo interior de su
chaqueta.
-No es necesario- le digo.
-Necesitáis un lugar en el que quedarte- me entrega un
cheque con una cifra enorme.
-Es demasiado- le digo.
-Créeme, no es tanto. Busca una casa para ti y para tu hija,
comienza una nueva vida con ella.
Elías acaricia la cabecita de mi niña con cuidado.
-Estoy seguro de que tu hija será algún día una gran mujer.
-¿Por qué cree eso?
-Porque tiene una gran madre.
Una sonrisa vuelve a aparecer en mi cara después de más
de un año. Elías se marcha a través de la lluvia. Miro el cheque
que me ha entregado, gracias a esto podré encontrar una casa
en La Boquilla para mi hija y para mí, me sobrará algo para
que podamos vivir hasta que comience a trabajar.
-Sofía, tenemos un ángel de la guarda, se llama Elías
Reyes.

8 años después
Estoy agotada, sé que algo no va bien conmigo, mi cuerpo
está fallando. Termino de preparar el almuerzo para Sofía,
debe estar a punto de llegar del colegio. La puerta de casa se
abre, me asomo por la puerta de la cocina para ver a mi
preciosa niña, es la luz de mi vida, mi sonrisa decae cuando la
veo toda golpeada.
-¿Qué ha pasado Sofi?- le pregunto examinando su cara.
-Ese bobo malparido quería tocarme y lo he golpeado- me
dice enfadada- Y él también me ha golpeado a mí.
-¿Quería tocarte? ¿Dónde Sofi?
-Mi pelo- dice muy molesta- ¡No puede tocar mi pelo! Tú
me lo trenzaste esta mañana y están super bonitas- dice
peinándose las trenzas despeinadas.
-Sofi- suspiro con una media sonrisa- Has hecho bien en
defenderte, mi niña, no dejes que nadie te toque nunca sin tu
consentimiento, en ningún lado, ¿entendido?
-Sí, má, nadie me va a tocar nunca si yo no quiero.
-Vamos, voy a curar tus heridas antes de irme a trabajar.
Mis piernas fallan de repente, caigo al suelo de rodillas.
-¡Má!- chilla mi hija- ¿Qué te pasa?
Un dolor agudo me atraviesa la espalda, me cuesta respirar.
Me duele mucho.
-Sofía, corre mi niña, ve a avisar al doctor.
-Ya voy má, no te mueras por favor, no me dejes sola.
Los ojos negros de mi niña se llenan de lágrimas.
-Jamás voy a dejarte sola, Sofía, el día que me vaya de este
mundo tú tendrás a tu propia familia para consolarte. Ahora
corre, mi amor, necesito un médico.

14 años después
Insuficiencia renal crónica, cada vez que pienso en la
enfermedad que desarrollé por trabajar en esa estúpida fabrica
me desmorono. Sólo estaba tratando de conseguir una vida
decente para mi hija y para mí, he sido una madre terrible. Mi
pequeña tuvo que salirse del colegio para trabajar, jamás me lo
voy a perdonar. Llevo años postrada en esta cama sin poder
siquiera hacer de comer, sólo me levanto para ir al baño y
vuelvo aquí mientras espero a que Sofía vuelva de donde sea
que esté ganando dinero, cada día trabaja en algún lugar
diferente, donde encuentra trabajo para poder darnos de comer.
Me siento tan inútil, soy una carga para mi niña, ella no
merece nada de esto.
-Má, ya estoy en casa.
Me limpio las lágrimas rápidamente, no necesita verme así.
-He conocido a alguien hoy- dice entrando en mi
habitación- Es un hombre muy amable.
-Sofía ya hemos hablado de la amabilidad de algunos
hombres.
-Má- se queja- En serio, este hombre es bueno de verdad.
-¿Y por qué crees eso?
Se encoge de hombros.
-Me ha tratado bien, no me ha mirado raro.
-¿Cómo se llama?
-Luis, ha abierto una clínica veterinaria en el barrio.
-Ten mucho cuidado Sofía, recuerda que nadie hace algo a
cambio de nada.
-Sí, má.
Mi niña se tumba a mi lado, apoya la cabeza en mi pecho,
paso mi brazo por encima de sus hombros.
-No he conseguido las medicinas que faltan, lo siento
mucho.
-No pasa nada, mi niña, mañana será otro día.
-Pero te duele y no puedes levantarte de la cama.
-Mi amor, mañana será otro día.
-Tampoco he conseguido nada para comer.
-¿Qué es lo que te he dicho?
-Maña a será otro día.
-Nuestro ángel de la guarda nos cuida, mi niña.
Sé que lo hace aunque no pueda verlo, prefiero pensar así.
-¿Y cómo has conocido a ese hombre?- le pregunto a mi
hija.
-Estaba pasando por delante de su clínica buscando trabajo
que hacer hoy, él estaba fuera quitando un plástico de las
ventanas y me saludó.
-Entiendo, ¿cuántos años tiene?
Sofía se queda callada pensando en una respuesta.
-No le he preguntado, pero es joven- termina diciendo.
-¿Cuánto de joven?
-No sé, má. Es mayor que yo y menor que tú.
-Ten mucho cuidado, por favor.
Los días fueron pasando, gracias a que mi hija consiguió las
medicinas que me faltaban mejoré un poco, no lo suficiente
para salir a trabajar, pero sí para levantarme de la cama y
prepararle a mi hija algo de comer, no hay muchas cosas, pero
puedo prepararle algo decente.
-¡Má!- me llama emocionada.
Salgo de la cocina para ir con ella, un hombre que no
conozco de nada está detrás de ella, mi hija sonríe muy feliz,.
Pero yo no, no me gusta ese hombre, hay algo en él que me
recuerda al padre de Sofía, tomo a mi hija de la mano y le doy
un tirón hacia a mí, la pego a mi cuerpo.
-¿Quién eres tú?- le pregunto al hombre a la defensiva.
Él sonríe, una sonrisa falsa, como las de él, como las que el
padre de Sofía mostraba siempre que quería sacar provecho de
alguna situación.
-Soy Luis Ramírez, el amigo de su hija- dice.
Lo miro de arriba a abajo, es alto, no mucho más que Sofía
o yo, su pelo es oscuro al igual que sus ojos. Sofía me da un
suave empujón, giro mi cabeza hacia ella, me encuentro con
sus ojos y sus cejas con evidente signo de confusión y
preocupación.
-Má, ¿no lo vas a saludar?
Niego con la cabeza, luego miro al hombre.
-Necesito hablar con mi hija en privado, si es tan amable
márchese de mi casa.
-¡Má!- grita mi hija.
Intenta zafarse de mi agarre, pero no la dejo, no voy a dejar
que vaya con ese hombre. Algo dentro de mí me grita que la
proteja.
-Por supuesto- dice él- Nos vemos más tarde Sofía.
En cuanto se ha ido, suelto a mi hija, está muy enfadada.
-¿Por qué has hecho eso?- me pregunta con lágrimas en los
ojos- Luis ha sido muy bueno conmigo todo este tiempo, él
tenía razón.
Frunzo el ceño.
-¿Tenía razón?- pregunto- ¿En qué tenía razón?
-Me dijo que tú no verías bien que él fuera mi amigo
porque odias a los hombres, siempre me has hablado mal de
ellos.
-Eso no es cierto Sofi, lo único que he hecho toda la vida ha
sido advertirte sobre algunos de ellos.
-¡Y má! No todos los hombres son malos como papá, él nos
abandonó porque no nos amaba, no todos son así.
-Sofía, basta. No me gusta ese hombre, no puedo explicarte
por qué, pero confía en mí, por favor. Soy tu madre y te amo
más que a mi propia vida, jamás querría hacerte mal.
Ella se sienta en el sofá llorando, me siento a su lado y
tomo su mano.
-Sé que no todos los hombres son malos- le digo.
-Nunca he tenido novio y casi tengo veintitrés años, má.
-Mi amor, algún día conocerás a un hombre que te robe el
aliento, un hombre que luchará siempre por ti, un hombre que
te amará incondicionalmente.
-¿Y si es Luis?
-No lo es, mi amor, pero si quieres andar con él, no voy a
impedírtelo, sólo prométeme algo.
-¿El qué?
-No te entregues a él si no estás segura de hacerlo, no lo
hagas si es él quien te insiste, debe salir de ti.
-Está bien, má, te lo prometo.
-Por favor, Sofi, cuídate mucho, saca las garras si es
necesario.
6 meses después
Sigue sin gustarme que esté cerca de mi niña, no lo soporto.
-Má, gracias por hacer el esfuerzo.
Sofía me da un abrazo, hoy es su cumpleaños, no puedo
creer que ya tenga veintitrés años. Ha crecido tan rápido y he
disfrutado tan poco de ella. Ha comprado un pequeño pastel y
ha invitado a su novio a casa, tengo que aguantar por ella, si
fuese por mí lo habría echado a patadas. Mi pequeña sopla las
velas, espero que su deseo se cumpla.
-Felicidades, amor- le dice Luis.
Le da un corto beso en los labios. Reprimo mis ganas de
golpearlo en la cara por tocarla, ella merece algo más, un
hombre mejor. Mi hija se vuelve hacia a mí.
-Feliz cumpleaños, mi preciosa niña.
-Esto es para ti- le dice Luis entregándole un sobre.
Sofía lo coge y mira lo que hay en su interior, aprieto los
puños tan fuerte como puedo.
-¿Un viaje?- pregunta mi hija emocionada.
-Para ti y para mí- dice él.
La sonrisa de mi hija se desvanece.
-¿Qué pasa amor?- le pregunta él.
-¿Tus padres estarán de acuerdo con que viajes conmigo?
-Eso no importa, sólo importa lo que nosotros queramos.
La confusión me atormenta.
-Sofía, ¿de qué estás hablando?- le pregunto.
Ella me mira como si se acabara de dar cuenta de que no
debería haber dicho eso delante de mí.
-Sofía- advierto.
-No es nada, má, no te preocupes.
-Sofía, dime qué has querido decir con eso.
Miro a Luis.
-Márchate, tengo que hablar con mi hija en privado.
-Má, no, es mi cumpleaños.
-Se acabó la fiesta- sentencio- Tú y yo tenemos que hablar.
-Nos vemos mañana, amor, el viaje es pasado mañana, no
necesitas llevar nada, te compraré la ropa que vayas a usar.
La ira revuelve mis tripas, me levanto del sofá
tambaleándome por la poca fuerza que tengo.
-Mi hija no necesita que le compres nada, ella tiene ropa
para vestirse.
Su mirada me lo dice todo, sabe perfectamente que no
puede engañarme.
-Voy a llevar a tu hija a Panamá, necesita ropa bonita para
pasear o ir a la playa- contesta.
-¡No necesita nada de ti!- le grito.
Mi pequeña niña es tan inocente, no ve las malas
intenciones de este hombre.
-Má, basta, por favor, vas a hacerte daño- me suplica mi
hija.
-Moriré en este mismo momento si con eso te protejo- le
digo.
-No digas eso- solloza.
-Sofía, no puedes ir a ese viaje- le digo.
-Ella ya es adulta, puede decidir por sí misma- gruñe él.
-¿Y tú la dejas decidir? Porque estás dando por hecho que
ella va a aceptar ir contigo a ese viaje.
-Nunca ha salido de Cartagena, es obvio que va a querer
venir. Deja de manipular a tu hija para que haga lo que tú
quieras.
-Jamás he manipulado a Sofía, ella siempre ha tomado sus
propias decisiones.
El bastardo me ignora, mira a mi hija.
-Amor, la vamos a pasar muy bien en ese viaje, vas a
conocer lugares increíbles y estaremos juntos todo el tiempo.
Mi hija mira entre Luis y yo.
-¿Por qué sólo hay una habitación reservada?- pregunta en
un hilo de voz.
-Somos novios, amor, podemos dormir en la misma
habitación- se justifica.
Cierro los ojos intentando aguantar mis lágrimas, si mi hija
decide ir a ese viaje no tendré nada que hacer.
-No creo que pueda ir- dice para mi sorpresa y alivio- Mi
madre me necesita.
-¡Ella siempre se interpone entre nosotros!- le grita.
Mi niña se estremece, nunca le he gritado, no está
acostumbrada a eso.
-No vuelvas a gritar a mi hija, vete de mi casa- lo empujo
como puedo- ¡Fuera!
Cierro la puerta con seguro, las piernas me tiemblan,
necesito tumbarme.
-Sofía- jadeo- Ayúdame a ir a la cama, por favor.
Mi pequeña hace lo que le pido, no deja de llorar.
-Ven, mi amor, túmbate a mi lado- le digo.
Se abraza a mi cuerpo buscando consuelo, le beso la cabeza
varias veces, me duele verla así.
-¿Por qué má?
-¿Qué?
-¿Por qué no te gusta Luis?
¿Cómo se lo explico sin tener que contarle la verdad de su
concepción? Ella no debe saber eso, la destruiría.
-Confía en mí Sofi, te amo mi niña.
-Y yo a ti, má.
-Ve a dormir, mañana tienes que ir a trabajar donde el señor
Reynaldo.
Durante toda la mañana siguiente me siento muy mal, no
sólo físicamente, también emocionalmente. Estoy agotada,
quiero proteger a mi hija y no sé cómo hacerlo, no tengo
fuerzas para luchar, ese maldito Luis la tiene tan manipulada.
Ella me ha contado todo lo que él ha estado diciéndole de mí.
La intenta hacer creer que yo la quiero sólo para mí para que
me cuide, no puede estar más lejos de la verdad. Sofía entra en
casa saludándome.
-Ven aquí, hija- le digo.
Se acuesta a mi lado, apoya la cabeza en mi pecho, la rodeo
con mi brazo por los hombros y con el otro por la cintura, le
doy un beso en la cabeza.
-Te he echado de menos- le digo.
-Y yo a ti má.
-¿El señor Reynaldo se ha portado bien contigo?
-Es un viejo pesado.
Me rio suavemente. Ella echa la cabeza hacia atrás para
mirarme a los ojos, se parece tanto a mí y a mi madre.
-¿Te ha ido bien el día?- le pregunto.
-Sí, má. He ganado suficiente para comprar parte de tus
medicinas y comida.
-Perdóname por no poder hacer nada más que estar
postrada en esta maldita cama.
-No es tu culpa má, no quisiste enfermar.
-Debería haber demandado a la empresa que me contrató.
-No tenías cómo hacerlo, má, lo entiendo.
-Voy a prepararte la comida, má. Reynaldo me ha dado el
pescado que no ha vendido.
-¿Luis vendrá hoy?
-No lo sé, supongo que sí.
Espero que no venga, si se presenta aquí después de lo que
pasó anoche lo mataré, aunque yo muera en el proceso. Sofía
se marcha a la cocina para prepararme algo de comer, es tan
responsable siempre. Alguien llama a la puerta un rato
después, veo a mi hija pasar por delante de mo habitación para
ir a abrir la puerta.
-Dios, si estás ahí, te suplico que no sea ese hombre,
ayúdame a alejar a mi hija de él- susurro en voz alta.
-¿Qué haces aquí pelado?
-Te echaba de menos, mami.
Frunzo el ceño, no conozco la voz de ese hombre.
-Atrevido, pelado, malparido.
Pongo los ojos en blanco por los insultos de mi hija.
-¿Qué haces en mi casa?- le pregunta ella.
-Verte.
-No tengo nada que ver contigo, Rey.
¿Rey? Me tapo la boca con la mano, el hijo de Elías Reyes
está en mi casa. Me aclaro la garganta un poco.
-En realidad sí, tenemos mucho de lo que hablar- dice él.
-¿Sofía quién es?- pregunto fingiendo no conocer al
hombre, realmente, no lo conozco.
-Nadie má- contesta mi hija.
Hay un breve silencio que mi niña rompe.
-¿A dónde crees que vas? No te he dado permiso para que
entres en mi casa y mucho menos para que vayas en la
habitación de mi madre.
-Quiero conocer a mi suegra.
Mis ojos se abren por la sorpresa, ¿suegra?
-¡¿De qué hablas?!- chilla Sofía nerviosa.
-De que vas a casarte conmigo, Sofía.
Me tapo la boca con la mano. ¿Qué está pasando?
-No te confundas conmigo, malparido. ¿Es por la plata que
me diste esta mañana?
-No tiene nada que ver con eso, sino contigo. Te quiero a ti
y siempre consigo lo que quiero.
Él entra en mi habitación como si de su casa se tratara.
-¿Quién es este hombre hija?- le pregunto.
-Mario Reyes, señora, encantado- contesta él- Siento
mucho irrumpir así en su casa, pero el asunto que vengo a
hablar con usted y su hija es importante.
Trago grueso, es igual a Elías, solo que más grande, mucho
más grande. Pero tiene el mismo color de ojos que él, soy
transportada mentalmente al día en que ese ángel apareció en
mi vida, me dio dinero para encontrar un lugar en el que vivir
con mi pequeña hija.
DOS
Mariela
-Por supuesto- contesto.
Sofía me ayuda a sentarme en la cama, pego mi espalda al
cabecero.
-Le pediría que tomara asiento, pero no tenemos sillas
disponibles- le digo a Mario.
-No se preocupe señora, seré breve.
-Habla de una vez y vete- espeta mi hija.
Pongo mis manos sobre las de mi hija.
-Sé amable, hija.
Chasquea la lengua en desacuerdo.
-Quiero casarme con su hija- dice Mario directamente.
Miro a mi hija muy confundida, ella niega con la cabeza.
-¿Por qué quiere casarse con mi hija?- le pregunto a él.
-Me gusta mucho, es una mujer hermosa y no dejo de
pensar en ella desde que la conocí.
Él empieza a explicarme muchas cosas, Sofía se ha metido
bajo su piel en cuanto la ha conocido. Sonrío débilmente, mi
niña tiene un don para eso. Sofía discute con él al sentirse
ofendida por las palabras que salen de su boca, él le da su
palabra de que no la tocará íntimamente si ella no quiere,
también lo hace conmigo, quizás sea porque me recuerda a su
padre, pero confío en él y confío en que siempre va a respetar
a mi hija. Mi pequeña me suplica que no lo haga, pero esto es
lo mejor para ella.
-¿Cuándo sería el enlace?- pregunto.
-Mañana mismo. Tengo a mis hombres fuera para
trasladarlas a mi casa hoy mismo. El médico nos está
esperando allí para verla a usted.
Sofía se pone de pie de un salto, pega su cuerpo a
centímetros del de él.
-No vas a tocarme nunca- le dice- Esto lo hago por mi
madre, para que ella pueda acceder a un médico que la trate y
la ayude como merece.
Agacho la cabeza avergonzada.
-Mis manos estarán alejadas de ti- contesta él.
Le dice algo al oído que no puedo oír, pero a Sofía parece
molestarle porque lo empuja por el pecho con sus manos.
-Hay una única norma que tengo para ti- le dice- Nada de
otros hombres, me serás fiel.
Suelto un suave jadeo de alivio, por fin mi hija estará lejos
de Luis. Mario no va a permitir que ella lo vea. Mi hija me
mira, no puedo hacer nada más que asentir, ella le promete que
será una esposa fiel. Mario nos pide que recojamos algunas
cosas, nos proporcionará todo lo que necesitemos. Le digo a
mi hija que coja mis informes médicos para el doctor que
Mario ha enviado a su casa a que me examine. Un hombre alto
de ojos azules entra en mi habitación, me sonríe amablemente.
-Hola, soy Hugo- me dice- Mario me ha enviado a
recogerte.
-Oh, por supuesto.
Hugo me toma en sus brazos, envuelvo su cuello con mis
brazos para sujetarme.
-¿Cómo te llamas?- me pregunta.
-Mariela.
-Encantado, Mariela, estoy disponible para cualquier cosa
que necesites.
-Entendido, Hugo y muchas gracias- digo sonriendo.
Me sube a los asientos traseros del coche.
-¿Te encuentras bien?- me pregunta.
-Un poco débil y mareada, pero no te preocupes, es mi
estado natural.
-James te ayudará con tu enfermedad, es un buen médico.
-James… Es un nombre…
-Inglés- se ríe- Su madre es de origen estadounidense.
-Oh, entiendo.
Observo a Hugo detenidamente, es un hombre muy guapo.
Tiene el pelo un largo por arriba, es muy oscuro. Cada rasgo
de su cara está marcado, supongo que le gusta cuidarse, no
puedo ver su cuerpo a través del traje que lleva, pero es obvio
que hace mucho ejercicio. Mi hija entra en el coche, se sienta a
mi lado, Mario se sienta frente a nosotras. Tomo la mano de
mi hija.
-Te amo, má.
-Lo siento, hija, es lo mejor para ti.
Mario y ella vuelven a enzarzarse en otra discusión, me rio
suavemente. Las vistas comienzan a cambiar, atrás quedó la
pobreza y las chabolas, las casas que empiezan a aparecer son
lujosas, muy lujosas. Comenzamos a adentrarnos en la zona de
las mansiones. Mario nos da la bienvenida, le aclara a mi hija
que ella es ahora la dueña de este lugar y que cualquier cosa
que ella pida lo tendrá. Hugo me saca del coche en sus brazos
nuevamente, bromea un poco conmigo haciéndome reír, hacía
mucho que no me reía. Mario nos presenta al ama de llaves,
Carmen, parece una mujer muy dulce, debe tener unos sesenta
años.
-Carmen, enséñale a Hugo dónde está la habitación de
Mariela y que el médico vaya para allá a revisarla- ordena.
-Sí, hijo, siento no haberlas podido parar, ya las conoces.
Al parecer, Mario tiene una visita inesperada, él tranquiliza
a Carmen.
-No te preocupes, Carmen, acomoda a Mariela y dale algo
de comer, he interrumpido su almuerzo.
Mario le entrega la bolsa con las cajas de mis medicinas.
-Estos son sus medicamentos- dice- Que el médico se
encargue.
-No están todos- dice Sofía- No tenía dinero suficiente para
todas las medicinas.
Mi corazón se aprieta, mi niña no debería tener ninguna
responsabilidad en esto.
-Tienes una hija muy fuerte- susurra Hugo.
Apoyo mi mejilla en su pecho, tengo a la mejor hija del
mundo.
-Tranquila, el médico se va a encargar de todo, mami- le
dice Mario.
Ella aparta el brazo de Mario de sus hombros con cara de
enfadada.
-Sin tocar, pelado- le dice.
Mario y Carmen sonríen.
-El médico está en la cocina, iré a por para llevarlo a la
habitación- dice Carmen, luego mira a Hugo- Espera aquí,
vuelvo enseguida.
-Sin prisas, Carmencita- contesta él.
Mario y Sofía desaparecen al fondo de la casa. Miro todo el
lugar, es increíble, me recuerda a la casa de mi familia. Tan
grande, tan limpia y hermosa. Carmen aparece un hombre
joven, sus ojos se posan en mí, el tiempo parece detenerse
mientras nos miramos, mi corazón late con fuerza. Por primera
vez en mucho tiempo me siento pequeña y avergonzada por el
horrible aspecto que debo tener. En cambio él es tan guapo con
su pelo castaño y sus ojos marrones, tan alto como Hugo y
Mario, con una barba bien cuidada. Tan elegante con su
camisa y pantalón de traje. Con todas sus facciones bien
marcadas por el evidente ejercicio que hace. Mi respiración se
entrecorta.
-Estás temblando- me dice Hugo- ¿Te encuentras bien?
-Un poco cansada- jadeo.
-Seguidme a su habitación- dice Carmen.
Miro por encima de mi hombre al hombre joven, él me
sonríe.
-Soy James- me dice.
-Ma-Mariela- tartamudeo.
Carmen abre la puerta de una habitación, es enorme, mi
mandíbula se desencaja.
-Es demasiado- murmuro.
-Esta es tu habitación- me dice Carmen sonriendo.
-¿Toda para mí?
Ella asiente.
-Túmbala en la cama- le ordena James a Hugo.
Me deja suavemente en la mullida cama, se siente como si
estuviera en una nube.
-Hugo, tienes que salir- le dice James- Necesito que
Mariela se quite el camisón para empezar con el examen.
-Si necesitas algo, avísame- me dice Hugo antes de
marcharse.
Carmen me ayuda a deshacerme del camisón.
-Enviaré a alguien comprarte ropa nueva- dice ella.
-No es necesario- le digo.
-Es necesario, cariño, necesitas ropa.
James comienza a auscultar mi pecho.
-Tose- me pide.
Hago lo que me dice, él sonríe.
-Aquí está todo bien- dice- ¿Cómo enfermaste? Mario me
ha contado muy poco sobre tu enfermedad.
-Trabajaba en una fábrica, usaron demasiado cadmio,
muchos enfermamos, algunos llegaron a morir.
-Eso es horrible- dice él.
-No había otro lugar al que ir y tenía que alimentar a una
niña pequeña.
-Lo entiendo y para nada esto es tu culpa.
James aprieta mi estómago con sus dedos.
-¿Te duele aquí?- me pregunta.
-Un poco.
-Estás muy delgada, tienes que comer.
-Lo intento, pero apenas tengo apetito.
-Es por la enfermedad, la medicación te ayudará a volver a
tener hambre, mejorarás poco a poco.
-Iré a prepararte algo de comer- dice Carmen.
James sigue con el examen, gimo de dolor cuando me toca
a la altura de los riñones.
-¿Cuándo te falló el riñón derecho?- me pregunta.
-Hace unos años.
-¿No has tenido retención de líquidos?
Niego con la cabeza. James agarra mi pierna por detrás de
la rodilla, la sube hasta mi pecho.
-Respira hondo- me dice.
-Me duele- me quejo.
-Es normal, has estado mucho tiempo en cama, tus
músculos están desentrenados. Tenemos que volver a
acostumbrarlos a moverse.
Me toma por la cintura, su toque me quema en la piel, me
ayuda a sentarme en la cama. Me levanta el brazo por encima
de la cabeza, palpa mi axila con sus dedos.
-Mariela, voy a necesitar que te quites el sujetador.
-¿El sujetador?
-Tengo que palpar tus pechos en busca de bultos, el cadmio
influye en el desarrollo de cáncer de mama.
-Está bien, ¿puedes ayudarme?
-Por supuesto.
James me desabrocha el sujetador, estoy tan nerviosa que
no soy capaz de respirar bien, dejo el sujetador a un lado en la
cama. James mira hacia otro lado mientras empieza a buscar
bultos en mi pecho derecho, luego hace lo mismo con el otro.
-¿Alguna vez te has palpado así?- me pregunta.
Niego nerviosa con la cabeza.
-A parte de los síntomas de la insuficiencia renal, ¿has
enfermado de otra cosa?
-Resfriados, nada más.
James vuelve a ponerme el sujetador, me ayuda a tumbarme
en la cama.
-Hoy vas a quedarte aquí descansando, vas a comer y te voy
a poner la medicación por vía intravenosa, pero mañana quiero
que comiences a levantarte de la cama, ¿de acuerdo?
-De acuerdo, doctor.
-James, llámame sólo James- dice sonriendo.
Le devuelvo la sonrisa. James me toma una vía en el brazo,
prepara las bolsas con medicación, luego saca un soporte de su
maletín, lo extiende, lo apoya en el suelo y cuelga las bolsas
en él. Comienza a conectar la vía con las bolsas de
medicación.
-Empezará a hacer efecto en una hora más o menos- me
dice.
-Gracias, James.
Se sienta a mi lado en el borde de la cama.
-Tu cuerpo ha resistido mucho más tiempo del que debía,
Mariela.
-Le prometí a mi hija que no la dejaría sola.
James sonríe.
-Una madre siempre cumple sus promesas, ¿no?
-Ya le he fallado suficiente a mi hija, no podía volver a
hacerlo.
James toma mi mano.
-Has sido una mujer muy fuerte, Mariela, ahora puedes
descansar. Mario cuidará de tu hija.
-¿Es buen hombre?
-No- se ríe- Tiene negocios ilegales y es una bestia, pero
nunca le ha fallado a sus seres queridos, él protege a quien
ama.
-¿Crees que amará a mi hija?
-¿Sinceramente? Creo que ya lo hace, aunque no se haya
dado cuenta, siempre dijo que nunca se ataría a una mujer y
míralo, a punto de casarse.
Un suspiro me abandona.
-Sólo quiero que Sofía sea feliz- susurro con la voz rota- Ha
estado trabajando desde muy niña.
Las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas.
-Si ella se lo permite, Mario la hará feliz.
Me limpio las lágrimas con mi mano libre, mi cuerpo
tiembla, James se levanta y me arropa con las mantas. Carmen
entra en la habitación con una bandeja con comida, la pone
sobre mis piernas.
-Voy a sacarte un poco de sangre mientras comes- dice
James.
Extiendo el brazo que no voy a usar para comer, James me
pincha con una aguja, doy un sorbo al vaso de zumo, mis cejas
se levantan automáticamente.
-Está muy bueno- le digo a Carmen.
-Luisa los prepara, son zumos naturales, lleva papaya,
maracuyá y açaí.
Frunzo el ceño.
-No sé qué es lo último- digo
-Es una fruta brasileña- dice James- Te vendrá bien, tiene
muchos beneficios.
Después de un rato, James se marcha, me quedo a solas con
Carmen, ella se pone muy feliz de que me haya comido toda la
comida. Me cuenta cosas sobre Mario y sus hermanos, evito
preguntarle por Elías, no quiero dar explicaciones ahora sobre
esa parte de mi vida. Sofía entra en la habitación.
-Hola, hija- la saludo
-Pareces muy animada- me dice acercándose a mí.
Se sienta en la cama a mi lado.
-Lo estoy, esta casa es hermosa y tiene tanta luz.
-Estoy de acuerdo, má.
-Además, todos son tan amables conmigo. El doctor me ha
puesto toda mi medicación, ya me ha empezado a hacer efecto.
-Se ha comido todo el almuerzo- dice Carmen.
-¿En serio má?- pregunta emocionada.
-Sí, hija, me lo he comido todo, Carmen es una excelente
cocinera.
Un surco aparece en su ceño.
-¿Yo no?- me pregunta.
Palmeo su muslo suavemente mientras sonrío.
-Tienes muchas virtudes, la cocina no es una de ellas.
La noche llega pronto, estoy cansada y emocionada a partes
iguales, mañana mi niña va a casarse, estoy sintiéndome mejor
por la comida y la medicación. Miro al cielo desde la cama, las
estrellas brillan mucho esta noche.
-Gracias, Elías- murmuro en voz alta.
-¿Cómo conoces el nombre de mi padre?
Me giro abruptamente, el corazón me late muy fuerte
dentro del pecho. Un hombre joven me mira desde el umbral
de la puerta, enciende la luz. Debe ser el hermano pequeño de
Mario, es igual que él y, sí, también se parece mucho a Elías.
-Contesta, ¿de qué conocías a mi padre?
Mi labio inferior tiembla.
-Lo-Lo- respiro hondo.
Mi vista se nubla.
-¿Estás bien?- me pregunta el muchacho.
-No, me estoy mareando.
Él viene hacia a mí, me toma las manos.
-Estás temblando- me dice- Lo siento, quizás he sido
demasiado brusco.
-No pasa nada- jadeo.
-¿Quieres que llame a James?
-No, no es necesario, ya se me está pasando.
El muchacho se sienta a mi lado.
-Soy Tadeo- me dice.
-El hermano pequeño de Mario- digo sonriendo.
Él asiente.
-¿De qué conocías a mi padre y por qué le dabas las
gracias?
-Lo conocí cuando tenía quince años, él… Él me ayudó en
un momento muy difícil, fue como un ángel de la guarda.
Ahora le estaba agradeciendo por haberme ayudado otra vez.
Tadeo frunce el ceño confundido.
-Cuando me pasa algo bueno siempre le doy las gracias- le
explico- Siento aquí- me pongo la mano en el corazón- que es
él quien me envía eso bueno.
-¿Le estabas agradeciendo que mi hermano se vaya a casar
con tu hija?
-Sí.
Tadeo mira al cielo a través de las ventanas.
-Yo nunca le hablo ni le agradezco nada- dice.
-Nunca es tarde para hacerlo.
Tadeo me sonríe, le devuelvo la sonrisa, parece un chico
muy dulce. Empezamos a hablar sobre algunas cosas, sobre
todo me hace muchas preguntas sobre mí y sobre Sofía,
cuando las contesto todas, veo el alivio brillar en sus ojos.
Entiendo que quiera saber de nosotras, siempre han sido tres
en esta familia, Mario, Sandra y él. A su hermana la conocí
antes, pero a él no lo había conocido todavía. Tadeo se ríe
cuando le cuento algunas cosas de Sofía.
-¿Siempre llegaba llena de heridas?
Suspiro profundamente.
-Siempre, todos los niños del colegio le tenían terror.
Tadeo se ríe.
-Eso es lo que mi hermano necesita- dice- Siempre ha
estado alerta por Sandra y por mí, estará bien que ahora haya
alguien defendiéndolo a él.
-No te preocupes por eso, Sofía sacará las garras por él y
por todos nosotros.
-Estoy deseando de que se casen mañana- confiesa.
-Yo también, esto era lo que mi hija necesitaba para alejarse
de…- cierro la boca inmediatamente.
-¿Para alejarse de quién?
-No es nada, no te preocupes.
-Dímelo, Mariela, puedo ayudaros.
-Lo sé, mi niño.
Sus hombros se relajan, luego se levanta de la cama.
-Te dejo descansar, ya te he entretenido suficiente- me dice.
-Tonterías, cariño, me ha encantado hablar contigo. Ven
cuando quieras, Mariela siempre estará disponible para
escucharte.
La sonrisa de Tadeo opaca a las estrellas.
-Buenas noches- me dice.
-Buenas noches, cariño, que descanses.
TRES
James
Está preciosa, no puedo dejar de mirarla, tengo el corazón
acelerado, por más que trato de calmarme no soy capaz. No sé
cómo lo hice ayer para examinarla, mi cuerpo temblaba por
dentro, en cuanto la vi sentí todo mi mundo removerse. Me
froto la frente con los dedos, tengo que detenerme, ella es mi
paciente.
-¿Quieres que te lleve en brazos?- le pregunta Hugo a
Mariela.
-No- digo con firmeza- Tiene que caminar.
Hugo le ofrece su brazo para que se agarre a él, aprieto la
mandíbula.
-Hugo tú tienes que irte- le dice Carmen- Ni siquiera
deberías estar aquí, tienes que llevar a Sofía al altar.
-Ve- le dice Mariela.
-Yo me ocupo de ella- digo agarrando a Mariela por la
cintura.
Noto el leve temblor de su cuerpo, el mismo que sentí ayer
cuando la toqué. La sujeto con fuerza, ella se agarra a mi
mano, siento mi piel ardiendo. Sus ojos negros me observan
con curiosidad, Mariela es una mujer muy hermosa, es tan
hermosa con su pelo oscuro, negro como la noche, su piel
vagamente pálida por su enfermedad, pero bien morena con
toques dorados. Su pequeña estatura a mi lado, su bonita
sonrisa y ese suave sonrojo cada vez que la toco.
-Estás muy hermosa- le digo.
-Gracias- contesta sonriendo- Carmen me ha maquillado un
poco para quitarme las ojeras.
-No necesitas maquillaje, pero te sienta bien.
Una suave risa sale de ella, mierda, estoy cayendo en
picado. Carmen nos azuza para que salgamos de la habitación
alegando que vamos a llegar tarde y que no somos la novia
para hacer eso. Mariela baja las escaleras con un poco de
dificultad.
-Despacio- le digo- Apóyate en mí todo lo que necesites.
Ella lo hace, rodea mi cintura con su brazo, sonríe bajando
el último escalón.
-Lo conseguí- dice emocionada.
-Poco a poco irás consiguiendo más cosas.
Carmen es quien nos guía al jardín trasero, nos sentamos en
primera fila bajo la carpa.
-Está nervioso- dice Carmen mirando a Mario.
-Es divertido verlo así- me burlo- El Rey está nervioso por
primera vez en su vida.
-¿Nunca ha estado nervioso?- me pregunta Mariela.
Niego con la cabeza.
-Tiene nervios de acero- le contesto- O más bien, los tenía.
Sofía aparece del brazo de Hugo, su cuerpo tiene un
evidente temblor.
-Está preciosa- murmura Mariela.
Sus ojos se llenan de lágrimas, saco el pañuelo de mi
bolsillo y se lo entrego.
-Gracias, James.
-Cuídala, jefe- le dice Hugo a Mario entregándole a Sofía.
-Eso está hecho- contesta él.
Mario levanta el velo que cubre la cara de Sofía, su
maquillaje es como le pedí a mi hermana, muy suave.
-Estás preciosa, mami.
Ella sonríe nerviosa. Mira hacia aquí buscando a su madre,
Mariela asiente a su hija con una sonrisa.
-¿Lista?- le pregunta Mario.
Sus atención vuelve a él.
-Sí- contesta jadeando.
-Mi niña está muy nerviosa- dice Mariela preocupada.
-Comience padre- ordena Mario al cura.
Mario no puede dejar de mirarla, miro de reojo a Mariela,
ella también está muy hermosa, me obligo a apartar la mirada
de ella. Sofía mira hacia todos lados, luego a Mario y vuelve a
desviar la mirada. Mario la toma por la barbilla con sus dedos
obligándola a mirarlo.
-Tranquila, mami- le dice.
Ella suelta una bocanada de aire. La pierna de Mariela
comienza a temblar.
-¿Estás bien?- le pregunto.
-Son los nervios- me contesta con una sonrisa tímida.
-Padre, vaya al grano- exige Mario.
-Mario Reyes, ¿acepta a Sofía Mendoza como esposa en la
salud, en la enfermedad, en la riqueza…?
-Sí- lo interrumpe.
Tadeo y yo nos miramos negando con la cabeza.
-Sofía Mendoza, ¿aceptas a Mario Reyes como esposo en la
salud, en la enfermedad, en la riqueza, en la pobreza, hasta que
la muerte os separe?
Sofía abre y cierra la boca varias veces.
-Sí- contesta en un susurro casi inaudible.
-Por el poder que me ha sido otorgado, yo los declaro
marido y mujer- el cura mira a Mario- Puedes besar a la novia.
Antes de que haya terminado de hablar, ya está besando a
Sofía. Rompe el beso con el ceño fruncido. Sofía sale
corriendo al interior de la casa, Mariela intenta levantarse,
pero le fallan las fuerzas.
-Mi niña- dice nerviosa.
-No te preocupes, Mario ha ido tras ella- le digo.
Niega con la cabeza.
-Creí que esto era lo mejor para ella- dice.
Tomo sus manos entre las mías.
-Mario la va a cuidar- le digo.
-Pero no lo ama, la he obligado a casarse con alguien a
quien no ama.
-El amor puede surgir entre ellos con el tiempo.
-¿De verdad crees eso?
-Sí, mis abuelos maternos se odiaban cuando se casaron,
con el tiempo comenzaron a tolerarse y al final se enamoraron,
ahora no pueden vivir el uno sin el otro.
Mariela sonríe, acaricio su mejilla con mi pulgar. Hugo
aparece de pronto junto a nosotros.
-¿Vas a concederme un baile?- le pregunta a Mariela.
-¿Eres bruto o te entrenas para serlo?- le pregunto.
-Dijiste que era bueno que se moviera- me dice.
-Que se mueva, no que baile.
-Lo siento, Hugo- dice Mariela.
-En otro momento- le hace una reverencia.
Mariela se ríe suavemente. Tadeo empuja a Hugo a un lado,
se agacha frente a Mariela.
-¿Cómo te encuentras?- le pregunta.
Mariela pone su mano en la mejilla de Tadeo, lo mira con
ternura.
-Nerviosa- contesta ella.
Tadeo me mira con el ceño fruncido.
-Ponle algo para los nervios- me exige.
-No voy a ponerle nada para los nervios, ya tiene mucha
medicación, bruto.
El sonido de la risa de Mariela me llena por dentro, no
puedo apartar los ojos de ella. Sofía vuelve corriendo junto a
su madre, veo a Tadeo y a Mario alejarse de la fiesta.
-¿Estás bien mi niña?- le pregunta Mariela a Sofía.
Ella siente mientras se sienta en la silla que Carmen ha
dejado vacía.
-Me he puesto muy nerviosa, má- contesta- ¿Tú estás bien?
-Siempre que tú lo estés, mi amor.
Una sonrisa se dibuja en mi cara, no había visto a Mariela
actuando como madre, es simplemente una de las mejores
cosas que he visto nunca.
-Sofi, mi amor tengo que decirte algo, más bien es un
consejo- le dice Mariela.
-Dime, má.
-La vida te tiene guardado algo muy bueno, si no te
permites vivir experiencias nuevas nunca sabrás qué es eso
que hay guardado para ti.
-Un explorador no encuentra sus mejores tesoros
quedándose sentado viendo cómo los demás se suben a sus
barcos para ir a explorar nuevos territorios- continúa Sofía.
Mariela asiente.
-Siempre me has dicho eso, má.
-Porque así lo pienso, confía en mí, mi niña, esto es bueno
para ti.
Sofía asiente, luego me mira un poco preocupada.
-¿De verdad está bien mi mamá?- me pregunta.
Miro a Mariela de arriba a abajo.
-Yo la veo muy bien- digo- Con todo respeto, Sofía, tu
madre es la mujer más hermosa de la fiesta.
Ella sonríe.
-Lo es- dice- Mi mamá es la mujer más hermosa del
mundo.
Las mejillas de Mariela están tan sonrojadas que es
imposible ocultarlo, me mira a los ojos fijamente. Tadeo pasa
corriendo por nuestro lado riéndose seguido de un Mario muy
enfadado.
-No seas cobarde- gruñe Mario.
Tadeo se ríe más fuerte.
-¿Que os pasa hermanos?- pregunta Sandra.
-¡Lo quiero matar!- grita.
Sofía se levanta de la silla, va hacia su esposo, le pone una
mano en la mejilla, Mario se relaja instantáneamente.
-¿Qué ha pasado?- le pregunta.
-Ese cabrón y sus bromas con Bastian.
-¿Quieres contarme de qué se trata la broma?
Mario chasquea la lengua.
-Los cabrones hijos de puta nos han regalado cosas para
bebés el día de nuestra de boda.
Sandra se tapa la boca ocultando su sonrisa, miro hacia otro
lado para que Mario no se dé cuenta de que me estoy
aguantando la risa.
-Lo siento, hermano- se disculpa Sandra.
Sofía se vuelve hacia Tadeo.
-¿Por qué lo molestas con eso culicagao? Ya déjalo
tranquilo o te las vas a ver conmigo.
-Cuando quieras Reina- contesta Tadeo sonriendo.
-Es como un niño
-Es un niño, Tadeo tiene un alma infantil, pero también
tiene un gran corazón.
-Me he dado cuenta de eso.
Observo a Mariela, ella también me mira.
-Cuéntame cosas sobre ti, lo único que conozco es tu
historial médico.
-Y es horrible.
Mi pecho vibra por la risa, acaricio su mejilla con mi
pulgar, siento la necesidad de estar tocándola en todo
momento.
-Lo siento, no debería haber hecho eso- digo avergonzado-
Soy tu médico.
-Yo sólo veo a un amigo.
Sonrío levemente.
-Tienes muchos amigos por aquí- murmuro en voz baja.
-¿Por qué lo dices?
-Hugo parece bastante interesado en ti, nunca lo había visto
así con una mujer, es como si estuviera a tu total disposición.
-Oh, sólo está siendo amable.
-Lo dudo.
Me levanto molesto.
-Voy a dar un paseo- le digo.
-¿Puedo ir contigo?
-¿Tú quieres venir conmigo?
-Si no te importa.
-No, en absoluto, me encantaría que pasearas conmigo.
Carmen aparece a nuestro lado, toma a Mariela del brazo.
-Vamos a sentarnos con Mario- le dice- Tienes que comer.
-Ve, podemos dar el paseo más tarde- le digo.
Respiro hondo mientras me pellizco el puente de la nariz,
he sido un estúpido mostrando mis celos. Va a pensar que soy
un acosador o algo así.
-¿Frustrado doctor?
-Vete al diablo.
Sandra se ríe.
-Mariela ha tenido mucho éxito entre los hombres de por
aquí- dice.
-No sé de qué me hablas.
-Oh, claro, no lo sabes. Entonces tampoco sabes por qué la
miras como si desearas comerle la boca apasionadamente.
Le tapo la boca con mi mano.
-No digas esas cosas, alguien podría oírte- le digo.
Me aparta la mano para reírse.
-James, si te gusta ve a por ella. Es una buena mujer.
-Y una gran madre.
-Todo lo que un hombre como tú ha deseado siempre en
una mujer.
Tiro de Sandra hacia abajo para sentarla en la silla, desde
que cumplió quince años se convirtió en mi mejor amiga,
nunca nos importó la diferencia de edad, sólo la confianza que
nos tenemos.
-Es una mujer experimentada- le digo.
-¿Y eso qué?
-Vamos ya sabes lo que quiero decir, no he tenido novia
nunca, entre la universidad y el trabajo…
-Ni siquiera te has estrenado- se burla.
Me froto la cara con las manos, es vergonzoso tener treinta
y dos años y no haber estado nunca con una mujer.
-James, no hay nada de malo en que seas virgen.
-Dilo más alto por si alguien no te ha oído.
-Déjate de tonterías, eres un hombre que necesita estar
enamorado para acostarse con una mujer, no has tenido la
oportunidad de enamorarte.
-No estoy enamorado de Mariela.
-Aún- se burla- Vamos, hermano, he visto cómo la miras.
Vas a caer rendido a sus pies cuando menos lo esperes.
-Pero ella debe pensar que soy un niño.
Sandra pone los ojos en blanco.
-Tienes seis años menos que ella, eso no es nada.
-Quizás sea todo un mundo.
-Nunca lo sabrás si no lo intentas.
Miro hacia Mariela, sus ojos se encuentran con los míos,
me dedica una sonrisa. Me pongo de pie y me acerco a la mesa
de la comida, sirvo un plato con comida variada y agarro dos
copas de champagne. Luego me siento al lado de Mariela, le
pongo delante el plato y una de las copas, ella la señala con su
dedo.
-¿Puedo?
-Sólo un poco, y te suplico que no le digas nada a tu
médico, no quiero tener problemas con él.
Mariela se ríe suavemente. Mario me da una patada en la
espinilla por debajo de la mesa, lo fulmino con la mirada. Él
me hace un gesto para hacerme saber que me está vigilando.
Lo ignoro y devuelvo mi atención a Mariela, ella come feliz.
-¿Te estás sintiendo mejor con la medicación?
-¿Quién pregunta? ¿Mi médico o mi amigo?
-Tu amigo, por supuesto.
Ella sonríe.
-Me siento mejor desde que estoy con la medicación
completa.
-Entonces quizás puedas bailar con Hugo, pero sólo un rato
y bailes lentos.
-¿Y tú bailarás conmigo?
-¿Tú quieres que yo baile contigo?
-Me encantaría.
Me pongo un poco nervioso, no esperaba esto.
-Sí, a mí también me encantaría- le digo.
CUATRO
Mariela
Mi pecho sube y baja muy rápido, estoy muy mareada, he
tenido que contarle a mi niña el origen de su concepción.
Nunca la he visto tan rota, aunque se hiciera la fuerte, pude ver
cómo todo se rompía dentro de ella. Este último mes desde su
boda no ha sido nada fácil para ella y Mario, han pasado por
muchos problemas, hasta que nos dijeron que mi niña está
embarazada. Voy a ser abuela, estoy muy emocionada y feliz.
-Tienes que tratar de calmarte- me dice James- No quiero
tener que inyectarte algo, tienes el pulso muy alto.
-No puedo, James- sollozo- He destrozado la vida de mi
hija.
-Eso no es cierto, Mariela, ella merecía saber la verdad.
James toma mi mano, un sollozo me atraviesa.
-Oye, cálmate- me dice suavemente- Todo va a estar bien.
-¿No te doy asco ahora que sabes la verdad?
-¿Qué? Claro que no, tú nunca me darías asco.
Murmura algo que no logro oír, comienzo a acariciar el
dorso de su mano con mi pulgar. Se pone nervioso por mi
toque, puedo verlo en su piel erizada o la rapidez con la que
respira. Me siento más recta en la cama.
-James.
Sus ojos se posan en mí.
-¿Por qué estás nervioso?
-N-No esto-toy nervioso.
Aparto mi mano de él, su ceño se frunce casi de forma
automática. Se sienta en el borde de mi cama muy cerca de mí,
vuelve a tomar mi mano.
-¿Por qué la has apartado de mí?- me pregunta.
-Porque no me dices la verdad.
-Mariela yo…
Besos su labios interrumpiéndolo, sus ojos se abren, me
retiro rápidamente.
-Lo siento, lo siento- digo avergonzada.
Me cubro la cara con las manos. ¿Cómo he hecho algo así?
James aparta mis manos de mi cara, acuna mi cara entre sus
manos, lentamente se acerca a mí, sus labios se posan sobre
los míos mientras cierro los ojos. Ahora lo comprendo todo, es
tan inexperto como yo, el beso es un auténtico desastre.
Empiezo a reírme, James se separa de mí, sus mejillas están
tan rojas como su camiseta.
-Nunca he besado a una mujer- dice con la cabeza
agachada.
-Ya somos dos- digo.
Levanta la cabeza para mirarme.
-¿Tampoco has besado nunca a una mujer?- se burla.
Me pongo de rodillas para golpearlo en el pecho
suavemente mientras me rio, James me rodea la cintura con su
brazo.
-Nunca he besado a un hombre- le digo mirándolo a los
ojos.
James vuelve a besarme, me empuja por la cintura
pegándome más a su cuerpo sin romper el beso. Rompo el
desastroso beso, apoyo mi frente en la suya.
-Este ha estado mejor- dice.
Me besa de nuevo, un beso corto y suave.
-Mucho mejor- murmura.
-Mucho mejor- repito- Pero sigue sin estar bien.
Esta vez soy yo quien lo besa, nuestras bocas se mueven al
mismo ritmo, como si empezaran a conocerse, James me
tumba de espaldas en la cama, se pone a mi lado con medio
cuerpo encima de mí mientras nos seguimos besando. Me
sujeta el muslo con una mano, luego se separa de mí.
-¿Lo estoy haciendo bien?- me pregunta.
Frunzo el ceño confundida.
-¿Te refieres a que si me está gustando el beso?
Él asiente.
-Sí, se siente muy bien- contesto.
Lo agarro por detrás de la cabeza y lo atraigo hacia a mí,
me deja besarlo unos segundos más antes de volver a
separarse.
-Yo sé que a mí me está gustando- me dice- Yo… Eh…
Mierda.
Mira hacia abajo, sigo su mirada hacia donde él está
mirando, me tapo la boca con la mano y empiezo a reírme.
-A eso me refería- dice avergonzado.
-Te has excitado- me rio.
-¿Y tú?
El calor sube por mis pies hasta mis mejillas. Asiento
lentamente con la cabeza, a lo que James responde sonriendo.
-Bien, eso está bien- dice confiado.
Trazo los rasgos de su cara con mis dedos.
-Niño bonito- susurro.
-No soy un niño- protesta.
-Es un alago, no te enfades.
-Es que no me gusta que pienses que por ser menor que tú
soy un niño.
-No pienso eso, James, creo que eres un hombre muy
maduro.
-¿Te afecta lo que puedan pensar los demás sobre nosotros?
-No, no me afecta, pero no quiero que eso te pueda llegar a
pasar factura en tu trabajo o… No sé.
-Es mi vida privada, nadie tiene por qué opinar.
-¿Y tus padres?
-Mi madre me va a apoyar estoy seguro, de hecho, creo que
va a ser la más feliz del mundo cuando se entere de que estoy
con una chica, cree que soy gay.
Una carcajada me abandona.
-¿Por qué cree eso?
-Porque nunca me ha visto con una mujer, una vez me dijo
que piensa que llevo una vida secreta.
James gruñe frustrado, apoya su frente en mi hombro.
-¿Qué pasa?- le pregunto.
-Que soy un imbécil.
-¿Por qué dices eso?
Levanta la cabeza para mirarme a los ojos.
-Creí que eras una mujer muy experimentada- pone los ojos
en blanco- Me daba vergüenza acercarme a ti.
Frunzo los labios en una fina línea reprimiendo una sonrisa.
-Yo creí lo mismo de ti- le confieso- Pensé que alguien
como tú nunca se fijaría en alguien como yo.
-No entiendo a qué te refieres con alguien como yo y
alguien como tú.
-James soy una mujer sin estudios, tengo una hija de
veintitrés años y estoy enferma, podría morir mañana. Y tú
eres médico, joven y guapo.
-No me importa nada de eso, eres una mujer muy hermosa
Mariela, lo pensaba cuando tenías ojeras y bajo peso y lo sigo
pensando ahora que te has recuperado físicamente. No me
importa que estés enferma, encontraré un riñón para ti, no me
importa que no tengas estudios, eso no te hace menos
inteligente. Me gusta como eres, tratas a Sofía como a un
tesoro, eres una gran madre y una gran persona.
-¿Piensas todo eso de mí?
-Sí, Mariela, tengo muy buena opinión de ti porque es lo
que he estado viendo desde que te conozco.
-Sentí que el tiempo se detenía cuando te vi por primera
vez.
James me da un corto beso en los labios.
-Sentí lo mismo- dice- mi corazón latía tan rápido que lo
notaba zumbar en mi cabeza, creí que me estaba dando un
ictus.
Mi pecho tiembla por la risa.
-¿Qué vamos a hacer ahora?- me pregunta.
-Conocernos, supongo. Pero…
-No quieres que nadie se entere que nos estamos
conociendo.
-Sí.
James se levanta, se sienta de vuelta en la silla.
-James- lo llamo mientras me siento en el borde de la cama-
Por favor entiéndelo.
-¿Por qué quieres ocultarme?
Niego con la cabeza.
-No, eso no es cierto- le digo- Eres amigo de Tadeo.
-¿Y eso qué tiene que ver?
Respiro hondo.
-¿Tadeo siente algo por ti?
Frunzo el ceño.
-¡No!- chillo- Tadeo… Es mi niño pequeño, si tú y yo
sacamos lo que sea que hayamos empezado a la luz y por
cualquier razón no sale bien Tadeo podría salir herido, no
estoy dispuesta a eso, James. No quiero que ni tú ni él u otra
persona de esta familia quede afectada por mí. ¿Estás
dispuesto a perder a los Reyes?
-No, son como una segunda familia para mí.
-Sólo te estoy pidiendo que mantengamos el secreto hasta
que estemos seguros de lo que queremos para los dos.
-Está bien, creo que tienes razón, pero no voy a negarme a
estar contigo, si en algún momento quiero un beso me lo vas a
dar, te obligaré a darme todos los besos que quiera.
Me rio suavemente.
-No tendrás que obligarme a nada, bobo, te daré tantos
besos como quieras, niño bonito.
Me siento a horcajadas sobre él, lo beso en la mejilla, en la
frente, en el puente y la punta de la nariz, en las comisuras de
la boca y, por último, en los labios. James me aprieta con sus
brazos contra su cuerpo, su erección se clava en mi
entrepierna, rompo el beso jadeando.
-¿Y con eso qué vamos a hacer?- le pregunto señalando a
su dureza.
-Me ocuparé cuando llegue a mi ático.
-James, yo…
-No te preocupes, iremos despacio.
Niego con la cabeza.
-Eso lo tengo superado, créeme, he tenido veintitrés años
para curar mi mente, es que no he estado con ningún hombre
nunca.
-Aprenderemos juntos, haremos cosas y me dirás lo que te
gusta y lo que no.
Lo abrazo envolviendo mis brazos por su cuello.
-Quería hacer esto desde el principio- le digo.
-Yo también.
James me separa de él.
-¿Qué pasa con Hugo?- me pregunta.
-¿A qué te refieres?
-Tiene interés en ti.
-¿Eres celoso?
-No, bueno, sí. No lo era pero contigo parece que sí, me
pongo celoso cuando te presta más atención de la debida.
-No tengo ese tipo de interés en Hugo, es mi amigo y me
gusta así, a veces viene a hacerme compañía…
-¿A tu habitación?
-Sí.
Niega con la cabeza.
-No me gusta eso, aquí estás en tu lugar, a veces llevas el
camisón.
-Nunca me ha visto en ropa interior si eso es lo que te
preocupa, Hugo es muy respetuoso.
-Joder, lo sé, lo conozco desde hace veinte años.
Pongo mis dedos bajo su barbilla y lo obligo a mirarme a
los ojos.
-Me gustas tú, James, eres el único hombre que ha
despertado sentimientos románticos en mí.
Apoya su frente en la mía.
-Eres lindo cuando te pones celoso- le digo.
Roza sus labios con los míos.
-Es frustrante- contesta- Quiero llevarte a cenar mañana por
la noche.
-¿A cenar?
-Sí, te llevaré a cenar a un restaurante en un barco, te va a
encantar.
-Me gustaría mucho, pero no sé qué le voy a decir a mi hija.
James me besa en el cuello.
-Dile que vas a salir con Carmen.
Sigue besándome por el cuello y detrás de la oreja.
-¿Y cuando vea a Carmen aquí?
Se escapa un suave gemido.
-Esto te gusta- dice- Mi boca en tu cuello.
-Hmm- gimo.
Escucho pasos acercarse a mi habitación, me separo de
James rápidamente y vuelvo a la cama. Llaman a la puerta
antes de abrirla, Carmen se asoma.
-Mario ha llegado, está con Sofía en la habitación- me dice.
Miro a James.
-¿Puedes ir a por mi hija?- le pregunto- Me gustaría verla y
hablar con ella, no ha venido en toda la tarde a verme.
-Por supuesto, vuelvo enseguida.
James y Carmen desaparecen de la habitación.
-Tengo que hablar con Carmen sobre lo que ha pasado entre
James y yo- murmuro.
Después de que mi niña viniera a verme hablé con mi
madre y mi hermano Tanok. James se quedó conmigo un rato
más, finalmente, tuvo que ponerme un tranquilizante. La
noticia de la muerte de Nahuel me ha afectado mucho, me
siento tan culpable. Murió sabiendo lo que hizo nuestro padre,
él no merecía saber algo así y mucho menos morir por ello.
-Mariela, hija, tienes que calmarte- me dice Carmen.
-Mi hermano está muerto por mi culpa.
-No es verdad- gruñe James.
Me levanto abruptamente de la cama para enfrentarlo.
-¡Se enteró de lo que nuestro padre me hizo y se enfrentó a
él por mí!- lloro- Es mi culpa.
James rodea mi cuerpo con sus brazos, oculto mi cara en su
pecho mientras me deshago en llanto.
-Cálmate, por favor- susurra- Vas a ponerte mal.
-Me duele mucho, James.
-Lo sé, en realidad, no puedo imaginar cuánto duele, pero
entiendo que te duela, era tu hermano.
-Te lo suplico, llévame a verlo.
Me aprieta más contra su cuerpo.
-Es demasiado pronto para que viajes en avión, te doy mi
palabra que te llevaré yo mismo en un mes.
-¿Un mes?
-Sí, dame un mes más, te encontrarás mucho mejor.
-Está bien, un mes.
Rompo el abrazo, los ojos de Carmen están sobre nosotros,
creo que ya no es necesario que le cuente nada. Miro a James a
los ojos, sus pulgares limpian mis lágrimas.
-Dejamos la cena de mañana para otro día- me dice James.
-Lo siento.
-No lo sientas, vas a ver a tu padre y tu hermano después de
muchos años.
-¿Puedes estar conmigo? Por favor.
-Estaré aquí a primera hora.
-Gracias, niño bonito.
James me da un beso en los labios, escucho el jadeo de
Carmen.
-Tengo que irme ya- me dice James- Odio dejarte así,
prométeme que vas a estar tranquila y que no voy a recibir una
llamada de Sofía o Tadeo en mitad de la noche para que venga
a verte.
-Te prometo que estaré tranquila.
-Puedes irte tranquilo, hijo, yo me quedaré con ella toda la
noche- dice Carmen.
-Te lo agradezco, Carmen.
James se levanta de la cama, me da otro beso antes de coger
su maletín y marcharse.
-¿James?- me pregunta Carmen.
Agacho la cabeza.
-Oh, hija, no te avergüences.
Carmen toma mis manos.
-Es que pensaba que Hugo…
-No- la interrumpo- Yo no siento nada por él, lo aprecio y
lo quiero como amigo, pero nada más.
Carmen sonríe dulcemente.
-James es un buen hombre, te tratará como mereces.
-No quiero que nadie sepa esto, por lo menos por ahora.
-No saldrá nada de mi boca.
-James quiere llevarme a cenar.
-Y me necesitas para ayudarte a ocultar lo vuestro.
-Por favor- suplico sonriendo.
-Os ayudaré.
CINCO
James
-No he dejado de pensar en ti en toda la noche- susurro en
su oído.
Mariela se ríe suavemente, la aprieto más contra mi cuerpo
mientras termina de arreglarse para reencontrarse con su
madre y su hermano.
-¿James estás…?
-Sí- me rio- Lo siento, estoy así desde ayer.
Me siento como un adolescente que está excitado todo el
tiempo, mis pantalones son como una prisión ahora mismo.
Mariela se gira dándome la cara, envuelve mi cuello con sus
brazos mientras se apoya en la cómoda, me acerco más a ella.
-¿Desde ayer?- pregunta.
Asiento avergonzado.
-Eres muy lindo, James- dice sonriendo.
Baja una de sus manos hasta mi abdomen, la excitación
también es evidente en ella, su pecho se mueve rápido por su
agitada respiración. Duda unos segundos hasta que decide
bajar más la mano, esbozo una sonrisa.
-¿Yo te pongo así?- pregunta.
-Sí, bebé, esto me lo haces tú.
Sus ojos se posan en mí, hay una enorme sonrisa en su cara.
-¿Bebé?- pregunta.
Le devuelvo la sonrisa antes de posar mis labios sobre los
suyos, la subo a la cómoda y me meto entre sus piernas, subo
mis manos por sus muslos hasta llegar a sus caderas por dentro
del vestido, le doy un fuerte tirón para pegar su entrepierna a
la mía, me trago su gemido. Se aparta de mí rápidamente.
-¿He sido muy brusco?
-No, es que no podemos hacer esto aquí, alguien podría
entrar y vernos.
Dejo caer la cabeza hacia atrás unos instantes, suelto un
suspiro de frustración, luego vuelvo a mirarla.
-Lo siento- dice.
-¿Por qué?
-Por mantenernos ocultos.
Acaricio su mejilla con mi pulgar.
-No me pidas perdón por eso, entiendo tus razones y las
comparto.
-Estás frustrado.
-No es por eso- me rio.
El surco aparece en su ceño por la confusión, luego
desaparece a la misma vez que sus cejas se elevan.
-¿Tú quieres hacer el amor ahora?- me pregunta.
-Sí, quiero hacerlo ahora y más tarde, de madrugada y
cuando te despiertes, me gustaría saber que se siente tener algo
como lo que tienen Sofía y Mario.
Mariela mueve las manos en el aire, su cara tiene un gesto
de asco.
-Tengo que borrar esa imagen de mi mente- dice.
Me empiezo a reír a carcajadas, no había pensado en lo que
estaba diciendo.
-Lo siento, bebé- le digo.
Ella sonríe.
-Yo también quiero saber que se siente hacer el amor por
primera vez- me dice- Hacerlo con la persona que te gusta, sin
miedo y sin dolor.
Acuno su cara entre mis manos.
-Voy a hacer que nuestra primera vez sea memorable- le
digo- Borraré todos los malos recuerdos de tu mente.
Su perfectos dientes se asoman cuando su sonrisa se
amplía. La beso en los labios, ella enreda sus piernas alrededor
de mi cintura, la levanto de la cómoda. Va a ser muy difícil
aguantar hasta que la haga mía, cada vez que la beso quiero
acostarla en la cama y hacerle el amor durante horas, sus
gemidos no ayudan con mi precaria situación. No puedo
evitarlo, necesito comprobarlo por mí mismo, meto mis dedos
por dentro de sus bragas, suavemente acaricio su entrada. Un
gruñido me abandona, jamás había gruñido como un animal,
como… una bestia. Su clítoris palpita bajo mi dedos. Tengo
que obligarme a romper el beso, necesito tomar aire. Sus ojos
están llenos de deseo, de lujuria, no dudo de que los míos
estén iguales. Mantengo mis dedos en ella hasta que comienzo
a penetrarla suavemente.
-Ah- jadea.
La penetro más profundo con mi dedo corazón mientras la
vuelvo a sentar en la cómoda, cambio la posición de mi brazo
para tener mejor acceso a ella.
-¿Quieres que haga que te corras?- le pregunto.
-¿Sabes hacerlo?
La penetro con un segundo dedo, se tapa la boca
amortiguando sus gemidos.
-Creo que sí- digo riéndome.
Miro hacia bajo, necesito verla, un sólo vistazo a lo que me
espera en unos días.
-James- gime- Déjame verte, por favor.
Agarra la hebilla de mi cinturón para desabrocharlo.
-Si me tocas voy a correrme- le aviso.
-Por favor, necesito tocarte también.
La penetro más rápido con mis dedos, sus hábiles manos
logran desabrochar mi pantalón y bajar la cremallera mientras
trata de no gemir muy fuerte.
-James- sus mejillas están tan rojas por la excitación.
Envuelve sus dedos sobre la base de mi pene, comienza a
acariciarme.
-Mariela, maldita sea.
-¿Lo hago bien?
-Sigue, no te detengas, te lo suplico.
Doy un par de pasos hacia adelante para pegar mi polla más
a su coño.
-Pégala a tu clítoris- le digo- Quiero correrme ahí.
-Yo… Estoy sintiendo algo.
Su boca se abre dejando escapar un jadeo, se la tapo
rápidamente con mi mano libre, su grito es ahogado por mi
mano. Aprieto la mandíbula mientras me corro a borbotones
sobre ella. Dejo caer mi mano a su muslo. Ninguno de los dos
decimos nada mientras nos miramos a los ojos, la beso en la
boca con desesperación. Ha sido el mejor orgasmo que he
tenido nunca, mi mano está muy lejos de esto que acaba de
hacerme.
-Joder- jadeo- ¿Has disfrutado? Porque yo… Mierda, me he
corrido un montón.
-Puedo verlo- se ríe.
-Tengo que limpiarte.
Mariela me sujeta por las caderas.
-He disfrutado mucho- me dice.
-La próxima vez estaremos haciendo el amor.
Ella sonríe.
-No puedo esperar para eso- dice.
Bajamos las escaleras después de arreglar todo el lío que
hicimos. Mariela parece tan feliz en este momento, no deja de
sonreír, ni siquiera se la ve nerviosa por el reencuentro con su
familia. Hugo aparece al final de la escaleras.
-La mujer más hermosa de la casa- saluda a Mariela.
Él le ofrece su brazo, dejo ir a Mariela con él, aunque eso
me mate de celos. Carmen se agarra de mi brazo, lo frota
dulcemente. Mariela me ha contado que ella está de acuerdo
con lo nuestro y que nos guardará el secreto, le agradezco que
quiera ayudarnos en nuestros encuentros. Hugo le dice algo al
oído a Mariela, ella mira hacia a mí por encima de su hombro.
-Tranquilo, hijo, los ojos de ella están sobre ti- me dice
Carmen.
Llegamos al jardín trasero, Tadeo no sabe el favor que me
está haciendo cuando aparta a Mariela de Hugo.
-¿Cómo has pasado la noche?- le pregunta.
-Muy bien, mi niño, he dormido muy bien.
Tadeo sonríe complacido. Carmen se sienta a un lado de
Mariela y yo al otro.
-Gracias a todos por estar aquí conmigo- dice ella.
-Estás muy hermosa, pareces muy relajada- susurro en su
oído.
El rubor recorre su pecho hacia sus mejillas. Esbozo una
sonrisa, yo le he hecho eso. Tadeo me mira con los ojos
estrechados, le saco el dedo medio, el idiota sonríe.
-Mario, la familia de la señora Mariela ha llegado- informa
Luisa.
Ayudo a Mariela a ponerse en pie, no necesita mi ayuda,
pero me gusta cuidarla.
-Traelos aquí- le ordena Mario a Luisa.
Mariela mira hacia arriba, la habitación de Mario y Sofía da
a esta parte de la casa, Mariela sonríe, seguramente su hija esté
asomada en la ventana con Sandra y Gala, ya que ellas
tampoco están aquí. Luisa sale de la casa seguida por una
mujer que es casi igual a Sofía y Mariela, el pelo de ella está
recogido en un moño muy elegante y lleva un traje de
chaqueta y falda. No me cabe duda de que el hombre que
viene detrás es el hermano de Mariela, tiene el mismo color de
pelos y ojos, por lo demás no se parece tanto a ella. Sujeto a
Mariela rápidamente, sus piernas han estado a punto de
fallarle, Tadeo se apresura a agarrar a Mariela por el otro lado.
-¿Estás bien Mariela?- le pregunta- Tienes que sentarte…
Mariela lo interrumpe negando con la cabeza, pone su
mano en la mejilla de Tadeo.
-Mariela- su madre la llama.
Tadeo y yo la soltamos, ella se acerca tímidamente, su
madre le abre los brazos para recibirla. Mi bebé se lanza a los
brazos de su madre y su hermano.
-Mi niña- llora su madre- Mi pequeña.
-Te he echado de menos, mamá- solloza Mariela.
Ella mira a su hermano, le acaricia la mejilla suavemente.
-Mi hermanito ha crecido tanto, me he perdido tanto de ti-
le dice.
-No podemos recuperar el tiempo perdido hermana, pero
podemos vivir el resto de nuestras vidas juntos.
Frunzo el ceño, Tadeo se ha cruzado de brazos mientras
pone los ojos en blanco y bufa, Mario le da un codazo en el
brazo.
-¿Qué te pasa culicagado?- le pregunta.
-Nada- gruñe.
-¿Estás celoso de que ahora mi suegra tiene a otro bebé?- le
pregunta Mario sonriendo.
-¡Vete al diablo!- grita Tadeo enfadado.
Mariela se ríe mirando hacia Tadeo.
-Tú siempre serás mi hijo pequeño, Tadeo- dice ella.
-Más os vale a todos o empezaré una matanza- protesta.
Nos sentamos en el sofá, esta vez me siento junto a Tadeo
para que Mariela pueda disfrutar de la compañía de su familia,
su rostro está resplandeciente, sonríe todo el tiempo mientras
habla con su hermano y su madre.
-Deja de mirarla así- me susurra Tadeo.
-Cállate, imbécil- gruño.
-¿Crees que alguna vez los conocerá?- le pregunta Tadeo a
Mario.
Mario se encoge de hombro, su esposa está en la ventana
mirando hacia aquí. Luisa da un fuerte grito, Mario, Tadeo y
yo nos levantamos de un salto. Jimena sale del interior de la
casa apuntando a Mario con un arma, Hugo y Nelson sacan las
suyas y la apuntan a ella. Doy zancadas hasta llegar a Mariela,
la pongo detrás de mí.
-¿Qué haces aquí Jimena?- le pregunta Mario.
-Has destruido mi familia- le dice nerviosa- Nos has
arruinado.
-Yo no he hecho nada de eso, fue tu hija, ve a reclamarle a
ella.
Todo se vuelve un caos de pronto, Mario y Jimena se
enzarzan en una discusión, donde Tadeo también se mete.
Mariela se sujeta de mi camisa, la noto apoyar la frente en mi
espalda.
-¡Pescadera!- grita Jimena- ¡Mataré a tu esposo y a la furcia
de tu madre!
Jimena apunta hacia Mariela, aprieto los puños y doy un
paso hacia adelante, pero Mariela me detiene rodeando mi
cintura con sus brazos. Sofía aparece por detrás de Jimena.
-No vuelvas a insultar a mi madre- gruñe Sofía.
-Es igual que tú, mi niña- susurra la madre de Mariela- Dios
mío- solloza.
-James- me llama Mariela.
-Mario no va a dejar que le pase nada- la tranquilizo.
Jimena apunta con el arma a Sofía.
-¡Sofía!- llora Mariela.
La sujeto junto a mi cuerpo cuando intenta ir hacia su hija.
-No lo hagas- le suplico- Te disparará.
Jimena grita e insulta a Sofía, ella no se acobarda. Sofía le
devuelve los insultos y se ríe en su cara, no sé si está siendo
valiente o imprudente.
-¿Crees que te tengo miedo porque lleves un arma?- le
pregunta Sofía a Jimena- La única vez que sentí miedo de
verdad fue el día que casi pierdo a mi madre por culpa de su
enfermedad. No te tengo miedo, vieja pelada.
Mariela gimotea, la aprieto más contra mi cuerpo. Mario se
va moviendo lentamente por detrás de Jimena, se acerca a ella
mientras Sofía la distrae discutiendo con ella. Jimena intenta
hacer creer a Sofía que Mario le ha estado mintiendo, sin
embargo, ella no se lo cree. De pronto, Mario se abalanza
sobre Jimena, Tadeo corre hacia Sofía. Hugo, Nelson y Mario
de llevan a Jimena. Agarro a Mariela antes de que caiga al
suelo y la siento en el sofá. Ella nos aparta con sus manos, se
pone de pie, camina con dificultad hacia su hija.
-Sofía, hija- le dice.
La separa de Tadeo.
-¡¿Cómo se te ocurre enfrentarte a esa loca?!- le grita.
Sofía toma las manos de su madre.
-La vi apuntándote con el arma, má, no podía permitirlo.
-Sofía- solloza- Nunca vuelvas a hacer algo así.
-Má, jamás permitiré que te pase nada.
-Mi valiente niña- le dice.
Me acerco a ellas.
-¿Quieres que te revise?- le pregunto a Sofía.
Niega con la cabeza.
-Estoy bien, de verdad.
Mario sale al jardín gritando a su esposa. Alejo a Mariela
de ellos, la cosa está a punto de ponerse muy fea, las veces que
he visto a Mario así, alguien ha acabado bajo tierra.
Comienzan a discutir entre los dos, Sofía se defiende de cada
palabra afilada que suelta Mario, va a arrepentirse de esto más
tarde, estoy seguro. Sofía le da una bofetada en la cara,
Mariela oculta su cara en mi costado.
-Tienes que sentarte- le digo.
-Mi hija…
-Mariela, por favor, siéntate- le suplico- Sofía está bien,
enfadada, pero bien.
Hace lo que le pido, se sienta en el sofá en el que estaba,
me siento a su lado y le tomo el pulso.
-Joder- murmuro- Está muy alto.
Ella me mira preocupada, no por ella, sino por su hija y por
Mario.
-¿Te quedarías más tranquila si voy a hablar con ella?- le
pregunta su hermano.
-Sí- contesta Mariela.
-¡Luisa!- la llamo.
Ella aparece inmediatamente.
-Dígame señor Belmonte- me dice.
-Trae un vaso de agua para Mariela, por favor.
-Enseguida.
-Tienes que calmarte, mi niña- le dice su madre.
-Escucha a tu madre- le digo.
Mariela apoya la cabeza en mi hombro.
-¿Eres su médico?- me pregunta su madre.
-Sí, y su amigo- contesto.
-Soy Juliana, encantada- dice sonriendo.
Estrecho la mano que me ofrece.
-Encantado señora Juliana- digo.
-James- me llama Mariela- Llévame dentro, estoy sintiendo
mucho calor.
La ayudo a levantarse, nos encontramos con Luisa a mitad
de camino, le pido que lleve el agua a la sala. Carmen y
Juliana nos siguen. Siento a Mariela en el sofá. Joder, está
pálida.
-¡Luisa el agua!- grito.
-Aquí tiene señor.
Meto los dedos en el agua y lo salpico por su cara.
-Mariela, mírame- le digo.
Sus ojos se posan en mí.
-¿Qué sientes?
-Debilidad- dice en un hilo de voz.
-¿Quieres que llame a Sofía?- le pregunta Luisa.
-No, ella no, se pondrá mal.
Mariela empieza a llorar.
-Luisa tráeme el tensiómetro- le pido.
Ella sale corriendo a la cocina, Juliana se sienta al lado de
su hija.
-Mariela, escúchame- le digo seriamente- Tienes que
calmarte ahora mismo o te juro que ordenaré tu ingreso en la
clínica.
Niega con la cabeza.
-Entiendo que sigas asustada- le digo- Pero esto no te hace
ningún bien.
Luisa vuelve con el tensiómetro, se lo pongo a Mariela en
el brazo y lo pongo en marcha, los resultados no tardan mucho
en aparecer.
-Maldita sea- gruño- Luisa, por favor, tráeme el maletín, lo
dejé en el despacho de Mario.
-Enseguida señor.
-Voy a tener que ponerte medicación- le digo a Mariela.
-No, por favor.
-Lo siento, pero si te dejo así irás a peor. Tienes la tensión
muy alta, podría darte un infarto cerebral.
Mariela solloza.
-No te pondré mucha para que no te sientas mal, ¿de
acuerdo?
Me mira con ojos suplicantes.
-Lo siento- le digo.
Luisa me entrega mi maletín, saco una jeringuilla y un
frasco de medicación para tranquilizarla.
-Dame el brazo- le pido a Mariela.
Lo hace a regañadientes. Le pincho en la parte superior del
brazo, ella se queja un poco.
-Ya mi niña- la tranquiliza su madre.
-Estarás mejor en un rato- le digo.
Las horas pasan, algo ha ocurrido, hay mucho revuelo en la
casa. Mario nos ha ordenado encerrarnos, Mariela, Carmen, su
hermano, su madre y yo estamos en su habitación. Ella está
tumbada en la cama descansando, ha tenido un día muy
ajetreado. Deambulo de un lado a otro por la habitación, estoy
desesperado por salir de aquí. Escucho a Mario gritar
llamando a Sofía, Tanok sale corriendo de la habitación,
Mariela intenta levantarse.
-Carmen sujétala, que no se levante- le digo.
-¡No!- grita Mariela- ¿Qué le ha pasado a mi niña?
Salgo corriendo de la habitación, Tanok me sigue por los
pasillos, encontramos a Mario destrozando cada mueble de su
habitación. Lo sujeto por un brazo mientras que Tadeo lo
sujeta por el otro, nos lanza al suelo a ambos.
-¡Sofía!- vuelve a gritar.
Mis ojos se abren, Mario está llorando, nunca lo he visto
llorar.
-¡¿Dónde está mi niña?!- grita Mariela desde la puerta-
¡¿Dónde está?!
Corro hacia ella, se desmaya en mis brazos.
-¡Os dije que la sujetarais!- les grito a Carmen y Juliana.
Llevo a Mariela de vuelta a su habitación, le tomo el pulso.
-Carmen, llama a una ambulancia- le digo- ¡Corre joder!
Palmeo la mejilla de Mariela con la suficiente fuerza como
para que pueda sentirlo y despertar.
-Mariela, por favor, despierta- le suplico- No me hagas
esto.
SEIS
Mariela
Sofía.
Sofía.
Sofía.
Sofía.
La cabeza me va a estallar, siento el sabor del metal en mi
boca, me duele todo el cuerpo.
Sofía.
Sofía.
Sofía.
Sofía.
¿Por qué la voz de mi cabeza no deja de llamar a mi niña?
Alguien me abre un ojo, una luz me ciega, la aparto de un
manotazo.
-Señora Mendoza abra los ojos- dice una voz masculina.
-¿Quién eres?- pregunto.
-Soy el doctor Zamora.
¿Quién? No conozco a nadie llamado así.
-Señora, necesitamos que esté consciente.
¿Qué quiere de mí este médico? Quiero que me deje en paz.
Sofía.
Sofía.
Sofía.
Sofía.
Mi respiración empieza a agitarse, los flashes aparecen en
mi mente. Mario gritando el nombre de mi hija, él destrozando
la habitación. Abro los ojos abruptamente.
-¡Sofía!- grito llorando- ¡Sofía!
-Señora Mendoza cálmese- me dice el médico.
-¡Quiero a mi niña!
Me sujetan entre el médico y una enfermera.
-Hay que sedarla- dice él- Tenemos que llevarla a quirófano
ahora mismo.
Pierdo las pocas fuerzas que me quedaban. La oscuridad
comienza a aparecer en mis ojos.
-Sofía…- susurro.
Abro los ojos lentamente, tengo náuseas y dolor de cabeza.
Nada va bien, todos los recuerdos se agolpan en mi mente,
siento que quiero llorar, pero no puedo, es como si algo me lo
impidiera. Me pica el brazo, intento rascarme, pero alguien me
detiene.
-Mariela vas a sacarte la vía.
Intento volver a rascarme, no me dejan, me pica mucho.
-Bebé, por favor, detente.
-¿James?
Su rostro aparece ante mí, tiene los ojos rojos e hinchados.
-Bebé, tienes que parar- solloza.
-Me pica.
-Lo sé, es la medicación, se te calmará enseguida.
-Me duele todo- me quejo- ¿Qué me ha pasado?
-Tuviste una subida de tensión muy fuerte, tu único riñón
dejó de funcionar, casi te da un ictus- niega con la cabeza-
Mariela convulsionaste.
-¿Y por qué estoy tan tranquila? Ni siquiera puedo llorar.
-Tienes un tranquilizante muy fuerte corriendo por tu
organismo.
-Pero quiero llorar.
-No, Mariela- llora- Por favor, tienes que pensar en ti.
-¿Y mi hija?
-La están buscando, Tadeo, Hugo, Nelson y Mario, incluso
Bastian, Gabriel y sus hermanos están ayudando.
-Quiero ayudar.
Vuelve a negar.
-No puedes, saliste de quirófano hace unas horas.
-¿Quirófano?
-Sí, recibiste un trasplante de tu madre de urgencia. Ibas a
morir si no lo hacía.
Miro al techo, no siento absolutamente nada.
-¿James?
-¿Sí?
-Estoy vacía.
-¿Qué?
-No siento nada por dentro, no hay nada.
-Bebé…
-Vete, por favor, quiero estar sola.
-Mariela, no me alejes de ti.
Niego con la cabeza.
-Necesito estar sola, James.
Empiezo a tararear la canción que le cantaba a Sofía cuando
era pequeña. Sonrío recordando su primer cumpleaños, ese día
le compré una magdalena con una vela, tan pequeñita mi bebé.
Se me escapa una carcajada recordando el primer día de
colegio de mi niña, su primera pelea, vino con las rodillas
llenas de heridas y la ropa sucia. También recuerdo el día que
cumplió doce años, un niño del barrio le había dicho
obscenidades, las vecinas vinieron a mi casa a avisarme de que
mi niña estaba arrastrando por la calle al niño sujetándolo del
pelo, nunca más volvió a decirle nada. De hecho, se ganó el
respeto de los delincuentes del barrio, comenzaron a protegerla
cuando llegaba a casa de trabajar muy tarde. Nadie se atrevía a
hacerle nada, mi pequeña fiera. Me froto el pecho por la zona
del corazón, ¿por qué no siento dolor? No puede ser por el
tranquilizante. Me paso horas y horas pensando en mi bebé,
algo me dice que ella está bien, es fuerte, mi hija es una mujer
fuerte. No va a permitir que nadie le haga daño. La puerta se
abre, unos ojos verdes llenos de lágrimas me observan. Palmeo
el colchón a mi lado, Tadeo se tumba y me abraza por la
cintura.
-Me has asustado- dice.
-Lo siento, mi niño.
-¿Cómo te encuentras?
-No lo sé.
Nos quedamos abrazados en silencio, Tadeo solloza de vez
en cuando. James entra en la habitación, se sienta en el sillón
sin decir nada, me observa atentamente.
-No voy a quitártela- protesta Tadeo.
Frunzo el ceño.
-¿Qué acabad de decir?- le pregunto.
-No puedes engañarme, má- contesta.
Mi corazón se aprieta cuando me llama así, lo abrazo con
más fuerza. James resopla molesto.
-Es mi madre, imbécil- gruñe Tadeo.
-Mariela, tienes que comer- espeta James.
-No tengo hambre.
Tadeo se apoya en su codo, me mira a los ojos.
-Má, por favor, hazlo por mí- me dice Tadeo.
Acaricio su mejilla con mi pulgar.
-Por favor- suplica- No puedo perderte a ti también.
Miro a James.
-Está bien, comeré- le digo.
-Voy a avisar a la enferma- dice levantándose del sillón.
Murmura algo que no escucho, pero en su tono se nota que
está enfadado.
-¿Sabes qué le pasa?- le pregunto a Tadeo.
-Estará celoso.
James vuelve con una enfermera que trae un bandeja de
comida, la pone en una mesa que acercan a mí. Tadeo recibe
una llamada que le impide quedarse más tiempo conmigo.
James observa comer, no tengo apetito, pero le he prometido a
Tadeo que comería. Miro a James, parece tan molesto.
-¿Qué te pasa?- le pregunto.
-No es nada, bebé, sigue comiendo.
-James, estás enfadado, ¿por qué? ¿Es por Tadeo?
Niega con la cabeza.
-No, no es algo que tenga que ver con vosotros, no te
preocupes.
-No puedo ayudarte si no hablas conmigo.
James resopla.
-Es un asunto con el neurólogo de esta clínica.
Miro a mi alrededor.
-¿Aquí es donde trabajas?- le pregunto.
-Sí, aquí tengo mi consulta.
James me observa, me está poniendo nerviosa, siento que
me quiere decir algo, pero no se atreve.
-¿Por qué me miras tanto?- le pregunto.
-Porque eres hermosa.
-James, hablo en serio, ¿qué está pasando?
-Nada, mujer. Sigue comiendo.
Dejo el tenedor sobre el plato.
-Dime ahora mismo qué está pasando- exijo.
-Mariela, en serio, no pasa nada. Por favor sigue comiendo.
-¿Hay malas noticias sobre mi hija?
-No, bebé, te juro que no pasa nada, por favor, come.
Vuelvo a agarrar el tenedor, esta vez, James deja de
mirarme, ve vídeos en su móvil.
-¿Cómo está mi madre?- le pregunto.
-Recuperándose, la operación fue bien.
-¿Tanok está con ella?
James asiente.
-Me gustaría verla y agradecerle lo que ha hecho por mí.
-No puedes moverte, bebé.
Suspiro agotada.
-¿Cuánto tiempo voy a quedarme aquí?
-Una semana como mínimo, has estado a punto de morir.
-¿No puedo recuperarme en casa?
-No, necesitas atención médica.
-Tú eres médico.
James aparta la vista del móvil para mirarme.
-¿Quieres que me quede contigo a solas en una habitación?-
me pregunta sonriendo.
-No, James, quiero irme a casa, quiero buscar a mi niña,
encontrarla y llevármela lejos donde nadie pueda hacerle daño.
Su sonrisa se desvanece, me siento como una tonta
inmediatamente, seguramente sólo esté bromeando para
distraerme y hacerme sentir bien.
-Lo siento- le digo.
-No pasa nada, Mariela, no debería haber bromeado
sabiendo que lo estás pasando mal.
-No…
-En serio, ha sido mi culpa- me interrumpe.
Se levanta del sillón.
-Voy a salir un rato, necesito hacer algunas cosas del
trabajo, si necesitas algo a tu lado tienes un botón para llamar
a la enfermera.
-James no te vayas, por favor.
Me da un beso en la frente antes de marcharse sin decir
nada más.
-Eres estúpida, Mariela- murmuro en voz alta.
Dejo la comida a un lado, no quiero comer más. ¿Qué
diablos me pasa? James ha estado pendiente de mí todo el
tiempo, lo he asustado sin querer, ha llorado por mí. Y yo lo
trato así.
-¡Estúpida!- exclamo frustrada- Una auténtica estúpida.
Mi hermano entra por la puerta, mira hacia un lado y luego
hacia el otro.
-¿A quién estás llamando estúpida?- me pregunta.
-A mí, porque eso es lo que soy.
Tanok frunce el ceño, se sienta en el borde de mi cama.
-¿Qué pasa?- me pregunta.
-Nada, olvídalo. ¿Cómo está mamá? No me dejan ir a verla.
-Mariela, ¿cómo van a dejar irte? ¿Eres consciente de lo
que has pasado?
-James me ha dicho que casi muero.
-Joder, eso es quedarse corto.
-¿Qué?
-James te llevó a tu cama después de que te desmayaras al
recibir la noticia de la desaparición de Sofía. Comenzaste a
convulsionar, James estaba tan asustado que me hizo dudar de
si era médico. Comenzó a llorar mientras te ponía de lado para
que no te tragaras la lengua. Cuando la ambulancia llegó
volviste a convulsionar, te trajeron al hospital y trataron de
despertarte varias veces, lo consiguieron a la cuarta vez, pero
te tuvieron que sedar rápidamente y llevarte a quirófano. No
dejabas de gritar el nombre de Sofía.
Me tapo la boca con la mano, James ha pasado un infierno
por mi culpa.
-¿Algo más?- pregunto.
-Casi mueres en quirófano, tenías la tensión tan alta,
hermana, los médicos estaba muy asustados.
-Tanok, por favor, ve a buscar a James, necesito hablar con
él.
-Está bien, no sé qué pasa entre vosotros, no sé si sólo sois
amigos o hay algo más, pero él se preocupa por ti, Mariela. Si
lo has tratado mal por tu estado…
-Lo hice.
-Pues pídele perdón, no creo que lo merezca.
Tanok sale de la habitación, me hundo en la cama, me
siento fatal conmigo misma por haber tratado a James de
forma tan arisca. Ha pasado un rato desde que Tanok se fue,
cada vez me cuesta más permanecer despierta, creo que James
no va a venir, debe estar enfadado conmigo, yo también lo
estaría. Finalmente, James entra por la puerta, se sienta en el
borde de la cama y toma mi mano.
-Bebé, tu hermano ha ido a buscarme para hablar conmigo,
me ha dicho que querías verme.
-Quiero pedirte perdón por haber sido tan antipática.
James niega con la cabeza mientras sonríe.
-No lo has sido- me dice- Te juro que no estoy molesto
contigo, son cosas del trabajo.
-Y yo lo he empeorado.
James me da un corto beso en los labios.
-Tenía tantas ganas de besarte- susurra en mi boca- Cuando
salgas de este hospital me voy a tomar unas vacaciones y te
voy a cuidar.
Un médico que no conozco entra en mi habitación, aleja a
James de mí y me mira fijamente.
-¿Quién es usted?
James lo empuja a un lado, nunca lo había visto tan
enfadado. Pega al médico contra la ventana con tanta fuerza
que la persiana que oculta el cristal se cae al suelo.
-Ni se te ocurra acercarte a ella, te juro que soy capaz de
matarte- lo amenaza.
-James, ¿qué ocurre? ¿Quién es este hombre?
Una doctora también entra, no sé qué está pasando, ella
agarra al otro médico por el brazo, le dice algo en voz baja.
-James- lo vuelvo a llamar.
Nadie me presta atención, mi pulso se está acelerando, algo
va muy mal.
-¡James!- grito.
Sus ojos se encuentran con los míos por un breve instante,
luego se desvían hacia la pantalla de mis constante.
-Joder- gruñe, toma mi mano entre las suyas- Bebé,
cálmate.
-¿Qué está pasando?
-Nada, este… Hombre ya se iba, sólo quiere molestar.
La doctora intenta llevárselo, pero el hombre no cede, sus
ojos están sobre mí.
-¿Quién es?- le pregunto a James.
-Nadie importante, no le hagas caso.
-¿Nadie importante?- habla el hombre- Soy su padre.
Mis ojos se abren.
-James, ¿eso es cierto?
La mandíbula de él está en tensión, hay mucha ira
acumulada en él.
-Llévatelo de aquí, por favor- dice James.
-Vamos, déjalo en paz- le dice la mujer al padre de James.
El padre de James le contesta en inglés a ella, no entiendo
lo que le está diciendo, pero la reacción de James me permite
saber que no es nada bueno. Él se levanta de un salto, pega su
cara a centímetros de la de su padre, también le habla en
inglés, parecen discutir por algo, o más bien por alguien, por
mi
-Fuera todo el mundo- exijo- ¡Fuera maldita sea!
-Bebé…
-James, vamos, quiere estar a solas- le dice la mujer.
-No vuelvas a entrar en esta habitación- le dice su padre.
-Vete a la jodida mierda, Juan- contesta James- Entraré en
esta habitación cada vez que me dé la gana porque aquí está la
mujer que amo.
Comienzo a sentirme mareada, están ocurriendo tantas
cosas de una sola vez y no estoy entendiendo nada.
-James- lo llamo en un hilo de voz.
-Maldita sea Juan, sal de aquí, la estamos poniendo mal y
ante todo es una paciente- le dice la mujer al padre de James.
El hombre me sigue mirando, no se parece en nada a James,
él tiene la piel oscura, casi como la mía. Su pelo está lleno de
canas grises y blancas igual que su barba, es alto y delgado, su
nariz está ligeramente levantada en el tabique. Lo único que
tiene en común con James es el color de los ojos.
-Por favor, mamá, llévatelo de aquí- suplica James a la
mujer.
Ella es su madre, de ahí el parecido. El pelo castaño, los
ojos marrones y la piel clara. Ella me mira con la disculpa
dibujada en todo su rostro.
-Juan te juro por Dios que como no salgas de aquí en este
momento presentaré una queja ante la junta- lo amenaza ella-
Estamos molestando a una paciente que acaban de operar a
vida o muerte.
El padre de James se ajusta el traje y la bata, me mira con
asco.
-Nos volveremos a ver, esto no se queda así.
La ira es el primer sentimiento que corre por mi cuerpo en
varias horas, este tipo se atreve a amenazarme sin conocerme.
Algo se despierta dentro de mí, algo que se quedó dormido
hace muchos años.
-Malparido, ¿quién se cree que es usted para amenazarme?
¡Váyase a la mierda!
Tadeo entra en mi habitación, mira de arriba a abajo a los
padres de James, luego me mira a mí.
-¿Por qué gritas má?
-Este maldito pelado- señalo al padre de James- No sé
quién carajos se cree para amenazarme.
Tadeo aprisiona a Juan entre su cuerpo y la ventana, James
no se mueve ni un sólo centímetro para defender a su padre.
-¿Has amenazado a mi madre?- gruñe.
-Ella no es tu madre, Tadeo.
La mano de mi niño se mueve tan rápido que casi no puede
percibirse, agarra por la garganta a Juan, los ojos de éste casi
se salen de sus cuencas. Ni James ni su madre hacen nada por
detener esto.
-Ella es mi madre porque yo quiero que lo sea- escupe
Tadeo- Atrévete a amenazarla de nuevo y me importará una
puta mierda quién seas Juan.
-Por mí no te contengas- dice James.
-James- lo regaña su madre- Sigue siendo tu padre.
James ignora a su madre, se sienta a mi lado en la cama,
mirando hacia el espectáculo que Tadeo está dando.
-No quiero que vuelvas a entrar en la habitación de mi
madre- le dice a Juan- Va a haber alguien vigilando la puerta,
si te veo siquiera por esta planta o me informan que has estado
rondando por aquí te mato yo mismo. Ahora lárgate.
Tadeo empuja a Juan fuera de la habitación y cierra la
puerta, se acerca a mí y me da un beso en la frente.
-¿Qué te ha dicho?- me pregunta.
-No lo sé, estaban hablando en inglés, discutían muy feo.
Tadeo mira a James.
-¿Qué es lo que tu padre le ha dicho?
-Hablamos de eso más tarde, Tadeo.
-Quiero saber qué ha dicho- exijo- Habla James.
Tadeo mira a la madre de éste.
-Dime qué ha dicho Juan de mi madre.
Ella se frota la frente con sus dedos mientras mira a James,
que agacha la cabeza.
-Que ella es…- Diana suspira- Una cazafortunas.
Frunzo el ceño.
-Mi madre no es nada de eso- gruñe Tadeo- Ella tiene su
propio dinero, sí, se lo dio mo hermano, pero ahora es suyo.
-Yo nunca he querido el dinero de nadie- digo- Lo que
Mario me dio fue por voluntad propia, jamás le exigí nada y si
no pude trabajar y aún no puedo es porque estoy enferma. Pero
en cuanto esté mejor comenzaré a buscar un trabajo para
mantenerme a mí misma.
-Ni hablar- espeta Tadeo- Tú no necesitas trabajar, yo te
mantendré si es necesario.
Niego con la cabeza.
-No voy a dejar que otro hijo mío trabaje para mantenerme,
ahora tengo un riñón nuevo, podré trabajar y ganar mi propio
dinero.
-No vas a trabajar, esa es mi última palabra y será la de mi
hermano, él no te lo va a permitir.
El móvil de Tadeo comienza a sonar, lo saca de su bolsillo
y se va al rincón opuesto de la habitación, sus ojos están fijos
en mí mientras habla por teléfono. Su cara palidece, es un
fantasma.
-¿Estás seguro?- pregunta con dificultad- Sí, estoy con ella.
James me mira como si yo supiera lo que está hablando
Tadeo, él cuelga la llamada, se acerca a mí y toma mis manos.
-Prométeme que no te vas a alterar- me dice.
-Te lo prometo- le digo.
-Han… Han…- Tadeo respira muy agitado- Han enviado un
vídeo de Sofía.
-¿Un vídeo?- pregunto.
-Sí- los ojos de Tadeo se llenan de lágrimas- En él se ve
cómo la matan.
James se levanta de un salto, da la vuelta a la cama para
fijarse en el monitor de mis constantes.
-¿Má has entendido lo que te he dicho?- me pregunta mi
niño.
-Sí, perfectamente- le digo.
James y Tadeo se miran entre ellos.
-Está en shock- dice Diana.
-No lo estoy- digo- Es que no me creo ese vídeo.
-Má- solloza Tadeo.
-Mi niño, ella está viva.
Las lágrimas caen por las mejillas de Tadeo.
-No llores, Sofi va a volver- le digo- Mi niña sigue viva.
-Mamá llama al psiquiatra- le dice James a su madre.
-No lo necesito- espeto- Mi hija está viva, no he sentido
nada, ella sigue con vida. Si estuviera muerta Elías me lo
habría dicho.
-Má, por favor- llora Tadeo.
-Mamá, llama al psiquiatra, ahora.
Niego con la cabeza, todos se han vuelto locos.
-Elías- suspiro- Haz un milagro con estos pobres, hazles ver
que mi hija no está muerta.
Tadeo no deja de llorar, James me mira preocupado.
-No necesito un psiquiatra- le digo.
-Mariela, Elías Reyes lleva muerto muchos años- me dice
James.
-Lo sé, estuve en su funeral.
-¿Qué?- pregunta Tadeo confundido.
-Lo vi de lejos- le digo- La noticia corrió por todos lados,
tenía que despedirme de él.
Acaricio suavemente la mejilla de Tadeo con mis nudillos.
-Cuando todos os fuisteis me acerqué a su tumba y me
despedí de él, luego sentí como si su espíritu estuviera
conmigo constantemente, sé que no es así, pero me gusta
pensar que está cerca de mí cuidándome como hizo cuando yo
tenía quince años y un bebé en mis brazos.
-Má, él está muerto, no es un ángel de la guarda ni nada de
eso.
-Lo es Tadeo, ahora está cuidando de mi hija y mi nieto.
Ella está viva y volverá a mis brazos tarde o temprano.
SIETE
James
Dos meses sin verla, me estoy muriendo por dentro
lentamente. Tadeo me ha prohibido la entrada a la clínica
donde está ingresada desde que le dieron el alta por el
trasplante. Lo único que he sabido de ella es a través de
Carmen, es la única que me cuenta sobre el estado de Mariela.
Ha estado en tratamiento psiquiátrico dos meses, dos jodidos
meses encerrada en una clínica de reposo mental. Ahora está
mejor, ha comenzado a aceptar la muerte de su hija, al
principio estaba en shock, creyó que Elías estaba cuidándolas
de alguna forma y que Sofía iba a regresar sana y salva. Me
rompió tanto verla en ese estado. Mi móvil suena sobre mi
escritorio, es Carmen, debe tener alguna noticia para mí.
Descuelgo la llamada.
-Carmen, ¿has ido a ver a Mariela?
-Hola, niño bonito.
Un jadeo me abandona, es ella, es su voz.
-Bebé…
-Hola, te he echado de menos.
-Tadeo no me ha dejado ir a verte.
-Lo sé- suspira- Carmen me lo ha contado, lo lamento
mucho, mi amor.
Mi amor… Es la primera vez que me llama así.
-¿Cómo estás bebé?
-Mejor, me han quitado toda la medicación psiquiátrica,
mañana me dan el alta.
-No sabes cuánto me alegra oír eso.
-Quiero que me recojas y me lleves a algún lugar lejos de
aquí, por favor, necesito verte y estar contigo.
-¿Y Tadeo?
-Yo me ocupo de él, tú sólo debes estar aquí a las ocho de
la mañana, por favor, mi amor, te necesito.
-Estaré allí, bebé, yo también te extraño mucho.
-James…
-No me lo digas ahora, mañana cuando nos veamos, quiero
que la primera vez que lo hagas sea frente a frente.
-Está bien, nos vemos mañana.
-Nos vemos mañana, bebé, te amo.
Dejo el móvil sobre el escritorio, respiro aliviado después
de mucho tiempo en tensión. Mi madre entra en mi consulta,
se sienta frente a mí por detrás del escritorio.
-¿Qué ocurre hijo?
-Mañana le dan el alta a Mariela, voy a tomarme unos días
libres, ¿te importa?
Mi madre sonríe.
-Claro que no me importa, la vida ha vuelto a tus ojos, mi
niño.
-Ella me da la vida, mamá.
Mi madre me da un apretón en la mano.
-Que no te afecte lo que el imbécil de tu padre piense.
Pongo los ojos en blanco.
-No me afecta, te lo aseguro, mamá. Lo que él opine no
tiene cabida en mí, un infiel de mierda no puede ir dando
lecciones de moral a los demás.
-Bueno, no puedo culparte por tus duras palabras contra tu
padre.
-¿Por qué lo harías? No es nadie para decirme lo que debo
hacer.
Mi padre le fue infiel a mi madre cuando yo tenía dieciocho
años, el hijo de puta la engañó con la mejor amiga de mi
madre, los encontré en su propia cama, en la que mis padres
compartían. El idiota creía que nadie estaría en casa y se la
llevó allí. Nunca le he perdonado el daño que le hizo a mi
madre y jamás lo haré, ambos tuvimos que ir a terapia, pero mi
madre fue quien peor lo llevaba. Estaba tan destruida que hasta
tuvimos que irnos unos meses a Los Ángeles con mis abuelos.
Él destruyó nuestra familia, destruyó a mi madre, no sé quién
se piensa que es o qué clase de autoridad moral tiene para
juzgar mi relación con Mariela.
-Cariño- se ríe mi madre.
-Disculpa, estaba distraído. ¿Qué me estabas diciendo?
-Que quiero nietos.
-¡Mamá!
Ella se ríe más fuerte, me encanta verla así.
-No prometo nada- le digo.
-Vamos, James, ya es hora de que sea abuela.
-Mamá, ni siquiera hemos hablado de hijos o casarnos, sólo
cuatro o cinco personas conocen nuestra relación.
-Está bien, poco a poco, pero tú piénsalo. Harás muy feliz a
tu madre.
Esbozo una sonrisa.
-No sabes cuánto te amo- le digo.
-Lo sabría si me dieras el nieto que tanto ansío.
-¿No tienes suficiente con los bebés que cuidas en el
trabajo?
Mi madre pone los ojos en blanco, me hace mucha gracia
cuando hace ese gesto.
-A esos no me los puedo llevar al parque o a mi casa a
dormir- me dice.
Candela entra en mi consulta, tiene cara de asustada, se
pega de espaldas a la puerta.
-Ayuda- dice.
Mi madre y yo nos levantamos de las sillas.
-¿Qué te pasa cariño?- le pregunta mi madre.
-Juan me está acosando- susurra.
Mis ojos se conectan con los de mi madre, estamos igual de
confundidos.
-¿De qué estás hablando?- le pregunto.
Candela habla demasiado rápido, se le cae el estetoscopio al
suelo, está muy nerviosa.
-No me he enterado de nada de lo que has dicho- le digo.
-¡Que quiere que me case contigo!- me grita- Me ha estado
siguiendo toda la mañana diciendo que una mujer de vida
alegre te está atrapando.
Mi madre niega con la cabeza.
-No te preocupes- le digo a Candela- Yo me ocupo de él.
Respira aliviada.
-¿Qué bicho le ha picado?- me pregunta.
Salgo de mi consulta sin contestar la pregunta de Candela,
escucho a mi madre llamarme intentando detenerme, no esta
vez, nadie va a detenerme. No pienso permitir que mi padre se
crea que tiene algún derecho sobre mi vida. Entro como un
huracán en la consulta de mi padre, su paciente me mira con
los ojos muy abiertos, agarro a mi padre por el cuello de la
camisa y lo levanto de su silla, lo golpeo en la mandíbula con
mi puño haciéndolo caer hacia atrás.
-¡Te dije que no volvieras a insultar a mi novia!- le grito.
Intento abalanzarme hacia él, pero dos enfermeros me
sujetan por los brazos. Me libero de ellos empujándolos hacia
atrás, vuelvo a golpear a mi padre una y otra vez.
-¡James basta!- grita mi madre- ¡Lo vas a matar!- llora.
La voz de Mariela aparece en mi mente, me pide que me
detenga. A regañadientes, lo hago, dejo a mi padre malherido.
Los enfermeros que antes me sujetaban ahora lo atienden a él,
la sangre corre por su cara, no me duele verlo así, se lo debía.
Mi madre me agarra por el brazo mientras mi padre y yo nos
miramos fijamente.
-Estás despedido- me dice- No vas a volver a ejercer como
médico en esta clínica.
-¡No necesito tu mierda de clínica!
-James basta- me suplica mi madre- Vete, yo me encargo de
esto.
-Ven conmigo, James- me dice Candela.
Me lleva de la mano lejos del área de neurología, nos
encierra en la sala de curas, examina mi mano a la vez que
niega con la cabeza.
-Si hubiera sabido que esto iba a pasar no te habría dicho
nada- me dice.
-¿Qué más te dijo Candi?
Me mira muy enfadada.
-No dijo nada más, te doy mi palabra. ¿A qué ha venido
todo eso?
-Ha insultado a mi novia, no lo voy a permitir.
-James esa no era la solución, casi lo matas.
-Una pena que no lo haya hecho.
Candela suelta el bote de antiséptico sobre la encimera
dando un golpe.
-No digas cosas así- me dice- Juan sigue siendo tu padre, es
un imbécil, estoy de acuerdo, pero es tu padre.
-Y Mariela es la mujer que amo.
-¿Ella te corresponde?
-Sí.
-Bien, entonces tu padre merecía un puñetazo, pero uno
sólo. No que lo mates a golpes.
-Se lo debía.
Candela suspira, suelta mi mano después de vendarla.
-James, lo has golpeado delante de un paciente, habrá
consecuencias para ti.
-No me importa, Candi, nunca permitiré que nadie le falte
el respeto a Mariela, ella no es una puta.
-No la conozco, pero te conozco a ti, sé que si esa mujer ha
conseguido enamorar al hombre del corazón de hielo es
porque ella merece la pena.
-Lo hace, Candi, ella merece todo lo bueno del mundo.
Candela sonríe.
-¿Me pones un calmante?- hago un puchero con la boca-
Me duele la mano.
-¡Normal!- chilla- Me extraña que no te hayas roto la
muñeca, parecías enloquecido.
A la mañana siguiente, estoy como un reloj en la puerta de
la clínica donde está Mariela, su preciosa sonrisa aparece
como el sol, iluminándolo todo. Se lanza a mis brazos, donde
la recibo de buena gana levantándola del suelo, abrazo su
cuerpo con todas mis fuerzas tratando de no hacerle daño, deja
caer su maleta al suelo.
-Mi amor- susurra.
-No vuelvas a irte de mi lado, por favor.
Posa sus labios sobre los míos, la he extrañado tanto, su
sabor, la suavidad de sus labios, todo. La apoyo en mi coche
aprisionando su cuerpo con el mío.
-Te he echado mucho de menos- susurro en su boca.
-Y yo a ti.
-¿Dónde está tu guardián? Le debo un puñetazo por
prohibirme la entrada a la clínica.
Mariela se ríe, le doy otro beso en los labios, acaricio su
mejilla con mi pulgar, sus ojos se fijan en la venda de mi
mano, me obliga a dejarla en el suelo.
-¿Qué te ha pasado?- me pregunta.
-Un pequeño inconveniente en el trabajo.
-James, ¿qué has hecho?
-Nada por lo que tengas que preocuparte.
-Mi amor, cuéntame, por favor.
Suspiro mientras abro la puerta del copiloto.
-Entra, te lo contaré todo de camino a mi ático- le digo.
Mariela asiente y entra en el coche, recojo su maleta del
suelo y la guardo en el maletero de mi coche. Luego entro en
el lado del conductor y arranco el motor.
-¿Me dejas tu móvil para llamar a Tadeo? Le prometí que lo
llamaría cuando saliera de la clínica.
Agarro mi móvil del hueco entre la radio y las marchas del
coche y se lo entrego, Mariela frunce el ceño mirando la
pantalla.
-Una tal Candela quiere hablar contigo- me dice.
-La llamaré más tarde.
-¿Quién es?
-Una amiga, nuestras madres eran mejores amigas.
-¿Eran?
-Dejaron de serlo cuando ella se folló a mi padre.
Mariela jadea, me rio suavemente.
-Será mejor que llame a Tadeo- dice.
La escucho atentamente mientras habla con Tadeo, ella lo
regaña como si fuera su madre. Al diablo, ella es su madre, ha
estado ejerciendo durante meses como esa figura, incluso él la
llama mamá como lo hacía Sofía, sinceramente, creo que esto
es bueno para ella.
-No vas a hacer tal cosa- le dice- Ya veremos, muchachito.
Mi pecho vibra por la risa, me puedo imaginar lo que Tadeo
le está diciendo, seguramente le está diciendo que va a matar a
alguien o algo así. Mariela suspira.
-Sí, estoy con él- dice- Espera.
Mariela pulsa el botón del altavoz.
-Más te vale cuidarla, malparido- me dice.
-Tadeo, la amo, nos conocemos desde hace años, sabes que
jamás le he faltado el respeto a una mujer, no voy a hacerlo
con la mujer de mi vida.
-Te estoy vigilando.
-Vete al diablo, culicagado- le digo.
Tadeo se ríe.
-Cuida de mi madre, hermano, no puedo vivir sin ella.
-Está en buenas manos, te lo aseguro.
-Lo sé, nos vemos mañana, tráela a casa o te corto la polla.
-¡Tadeo!- lo regaña Mariela.
Ella cuelga la llamada sin despedirse.
-Lo siento- me dice.
-Bebé, es Tadeo- me rio.
Mariela se tapa la cara con las manos y comienza a reírse.
Le pregunto cómo le ha ido en la clínica estos dos meses,
aunque ya lo sé porque Carmen me lo contó, quiero escucharlo
de su boca. Al principio se pone un poco triste, siente que
nadie la creía cuando decía que su hija estaba viva y que Elías
la estaba cuidando, luego me cuenta que la psiquiatra la ayudó
a entender que Sofía siempre estaría viva en su corazón, igual
que Elías. Aprieto el volante con mis manos cuando me cuenta
que Hugo la estuvo visitando cada sábado, ella lo nota y pone
su mano en mi muslo.
-Ahora cuéntame qué has hecho para tener la mano
vendada- me dice.
Chasqueo la lengua.
-Creí que se te había olvidado- contesto.
-Vamos, mi amor, cuéntame.
-Le pegué a mi padre.
-¿Qué?- jadea- ¿Por qué hiciste eso?
-Porque me tiene harto, bebé, está intentando dirigir mi
vida. Lleva dos meses tocándome los huevos a dos manos.
-¿Qué te ha hecho?
-Primero intentó buscarme citas, después comenzó a
mandar a mujeres al azar a mi casa, lo ignoré, pero no parece
haber captado mi indirecta. Ayer estuvo acosando a Candela
todo el día.
-¿Tu amiga?
-Sí.
-¿Le hizo algo?
-No, hacer no, pero la estaba molestando diciéndole que
tenía que casarse conmigo.
Mariela agacha la cabeza, luego mira por la ventanilla del
coche.
-¿Por eso le pegaste?- me pregunta sin mirarme.
Pongo mi mano en su muslo.
-No, bebé, por eso me enfadé.
-¿Y por qué le pegaste?
Me detengo en un semáforo en rojo, miro a Mariela y la
tomo por la barbilla para que ella también me mire.
-Por insultar a mi mujer- le digo- Nadie te insulta, bebé, te
amo.
Esboza una sonrisa.
-Mataré por ti si es necesario, Mariela.
-No digas eso, eres más bestia que el bestia de Mario.
Me rio suavemente mientras vuelvo a poner rumbo hacia
mi ático. Mariela se mantiene en silencio el resto del viaje.
Detengo el coche en el parking subterráneo del edificio.
-Vamos, bebé, te voy a enseñar mi casa.
OCHO
Mariela
Se siente bien volver a ser libre, la clínica ha sido como una
cárcel, sólo podía recibir visitas ciertos días y la primera
semana de ingreso estuve totalmente aislada. Ahora estoy en el
ático de James y me siento bien, muy bien, por primera vez en
meses. Mi corazón sigue sangrando, jamás voy a olvidarme de
mi hija, ella siempre va a vivir en mí, tener a Tadeo hace que
todo sea mejor. Examino con atención cada detalle de la casa
de James, los muebles de hierro forjado y madera, todo tiene
un estilo que nunca había visto, aunque no es que entienda
mucho de decoración. Lo único que conozco es el concepto
abierto al estilo estadounidense, la cocina de James conecta
con toda la sala y el comedor, este lugar es precioso. Me
acerco a una de las repisas de la pared, hay varios marcos de
fotos. Tomo uno de ellos, son James y su madre en la mayoría
de las fotos. Señalo a uno que está más arriba.
-¿Quiénes son?- le pregunto.
-Mis primos de Estados Unidos.
-Oh, son muy rubios- me rio.
James sonríe. Dejo el marco donde estaba y sigo mirando
las fotos.
-¿Y ellos?- pregunto señalando a otra foto.
-Mis abuelos paternos, murieron hace unos años.
-Lo siento mucho.
Una foto llama mi atención, agarro el marco para ver mejor.
James sale en esta foto con una chica joven de pelo largo y
oscuro, es preciosa, ambos sonríen, parecen muy felices.
-Ella es Candi- dice James- Hicimos un viaje a Machu
Picchu cuando se graduó en la escuela de medicina.
-Es muy bonita y parece buena persona.
-Candi es una gran persona.
-¿Cuántos años tenía cuando supo que su madre…? Bueno
tú me entiendes.
-Once, era una niña cuando vio cómo su familia se destruía
por culpa de su madre.
-Es horrible, no entiendo cómo alguien puede hacer algo
así, tanto daño por una aventura.
-Candi sufrió mucho, tuvo problemas con la alimentación
durante muchos años.
-Tú también debiste sufrir.
-No fue lo mismo, yo gestioné el trauma de encontrar a mi
padre con la mejor amiga de mi madre en la cama de otra
forma, me centré en mis estudios y en mi madre. Pero Candi…
Ella se encerró en sí misma, su madre terminó abandonándola.
Niego con la cabeza.
-Jamás le habría hecho algo así a Sofía- digo tragando
grueso.
-Tú no eres esa mujer, Mariela, dentro de ti hay un enorme
corazón.
-Nunca te seré infiel, James.
-Lo sé, bebé.
James me besa mientras me quita el marco de fotos de la
mano, me empuja con su cuerpo hacia atrás hasta que caigo de
espaldas al sofá. Sus manos suben por mis muslos
levantándome el vestido, baja por mi cuello dejando un rastro
de besos, me aprieta las caderas con sus dedos.
-James- jadeo.
Levanta la cabeza para mirarme a los ojos.
-Te amo, Mariela.
-Yo también te amo, niño bonito.
Una sonrisa se dibuja en su rostro.
-¿Has comido algo?- me pregunta.
-No, odio la comida de la clínica.
-Voy a prepararte algo para desayunar.
Asiento con la cabeza. James se levanta de encima de mí.
-¿Puedo darme una ducha?- le pregunto.
-Estás en tu casa, bebé, puedes hacer lo que quieras.
Me levanto del sofá, necesito una ducha decente, no es que
el baño de la clínica fuese malo, pero olía demasiado a
medicación, odio el olor a medicación. Quiero oler a limpio, a
gel de baño. Sigo a James al piso de arriba, entramos en una
habitación enorme.
-¿Es tu habitación?- le pregunto.
Deja mi maleta sobre la cama.
-Sí, y tu habitación por esta noche- contesta- El baño es esa
puerta de ahí- señala con su dedo índice a la única puerta que
hay en la habitación- Tienes una bañera hidromasaje.
-La ducha está bien.
Me da un beso en los labios.
-Te espero abajo, bebé, tómate todo el tiempo que necesites.
Cuando James se marcha de la habitación, abro mi maleta y
saco alguna ropa limpia que Carmen me llevó, luego me quito
el vestido y la ropa interior que llevo puesta y la dejo en el
suelo a un lado. Entro en el baño de James, es del mismo estilo
que la habitación y toda la casa.
-Nunca había visto una ducha negra- murmuro mientras
entro dentro.
Abro el grifo del agua fría, cierro los ojos mientras dejo que
el agua caiga por mi cara y mi cuerpo. Los recuerdos de estos
dos meses vienen a mi mente, todo lo que sufrí en soledad, sé
que mi familia hizo lo que creyó correcto para mí, pero sufrí
mucho estando ingresada en esa clínica. Tanok y mi madre me
visitaron cada día que les permitieron verme, Hugo también
fue muy bueno conmigo, cada sábado venía a verme con una
flor, y mi niño, mi Tadeo, él fue quien más pendiente de mí
estuvo, Sandra y Gala también me visitaron varias veces, sin
embargo, ellas preferían no hacerlo porque cada vez que las
veía me ponía un poco nerviosa, ambas me recordaban lo que
he perdido. En cambio, Tadeo me calmaba, lo sigue haciendo,
siempre con sus bromas. Me aplico el champú de James en el
pelo, el pequeño masaje con mis dedos me alivia la tensión en
la cabeza. Me enjugo el pelo y me aplico el gel en el cuerpo,
limpio bien la cicatriz del trasplante. Mi madre me devolvió la
vida con este gesto, gracias a eso he podido dejar la diálisis y
parte de la medicación que me tomaba, también tengo más
variedad de comidas ahora que tengo un riñón sano. Termino
de ducharme, ya llevo más de veinte minutos en la ducha.
-Bebé, el desayuno está listo- dice James entrando en el
baño.
Me entrega una toalla que llevo a mi nariz inmediatamente.
-¿Por qué haces eso?- me pregunta.
-Para ver si huele a clínica- me rio.
-Allí todo olía a medicina, ¿verdad?
-Demasiado, lo odio.
-Entiendo ese sentimiento.
Mi pecho vibra por la risa mientras me cubro con la toalla.
-Estás muy sexy así- me dice James.
-¿No prefieres que me quite la toalla?
James se ríe.
-Vístete y ve abajo- me dice- O me comeré tu desayuno.
-Te mataré lentamente.
Lo empujo fuera del baño riéndome.
-Eh, se supone que son mi habitación y mi baño- protesta.
-No, son míos por esta noche, tú mismo lo dijiste.
James rodea mi cintura con sus brazos, posa sus manos
sobre mi culo y lo aprieta.
-Nuestro baño, nuestra habitación y nuestra cama- dice.
Me quita la toalla de encima, se separa de mí un poco, sus
ojos pasean por todo mi cuerpo.
-Eres hermosa, bebé.
Sus labios empiezan a devorar los míos, doy un pequeño
salto, rodeo su cintura con mis piernas mientras él me sujeta
por el culo con sus manos.
-Bebé, detente- dice rompiendo el beso.
-¿Por qué?
-Porque tienes que comer, tenemos todo el día para
besarnos.
Frunzo el ceño.
-James, quiero más que besos.
-Yo también, y te daré lo que me pidas.
-Bien, el desayuno puede esperar.
James me tumba de espaldas en la cama, tira al suelo mi
maleta. Me besa duro, descontrolado, recorre lentamente mi
torso con sus dedos hasta llegar a mis pechos, me pellizca los
pezones con suavidad.
-Voy a hacer que te corras y bajamos a desayunar- me dice.
-Pero…
-Bebé, tengo algo preparado para esta noche, sé paciente.
Pongo los ojos en blanco.
-Está bien- suspiro.
James besa mi cuello, va bajando por todo mi cuerpo hasta
posicionar su cabeza entre mis piernas. Comienzo a reírme a
carcajadas cuando su lengua conecta con mi entrepierna.
-¿Qué?- pregunta levantando la cabeza.
-Me has hecho cosquillas- me rio.
-¿Qué? No, en el vídeo que vi lo el hombre lo hacía así.
-¡¿Qué vídeo viste?!
-Uno que busqué en internet- dice avergonzado- Nunca he
hecho esto, ¿vale? Sólo estaba buscando una ayuda. Voy a
volver a intentarlo.
Tiene el mismo resultado, mi risa no cesa, cada vez que
intenta lamerme el clítoris me hace cosquillas.
-¡James!- me rio- ¡Detente!
-No voy a parar hasta que te corras.
-¡Me estás haciendo cosquillas!
Las lágrimas caen por mis sienes, él sigue intentado darme
placer con su boca.
-Ahhh- se me escapa un gemido.
-Joder, ahora sí- gruñe.
-Otra vez- suplico.
-¿Ya no te ríes?
-Por favor.
Vuelve a hacer lo mismo de antes, mi cuerpo tiembla.
Ahora sí estoy sintiendo lo que él quería que sintiera, tantea
con sus dedos mi entrada hasta que empieza a penetrarme
lentamente.
-Sabes muy bien- me dice- Me gusta tu sabor.
Creí que James me había dado mucho placer la primera vez
que nos tocamos, pero esto es mucho mejor. No cesa en su
empeño, está centrado en hacerme disfrutar con su boca y lo
está logrando.
-Me voy a correr- lo aviso- James aparta, no aguanto más.
-Hazlo en mi cara, quiero sentir tus fluidos en mí.
Grito de placer cuando me corro como nunca antes. Jame
me hace cosas extraordinarias con su boca en mi entrepierna.
De pronto se pone de pie, se desabrocha el cinturón y el
pantalón, saca su pene y empieza a acariciarse.
-Ahhh- gime- Ahhh.
Su semen sale disparado en mi bajo vientre.
-Joder- gime.
-¿Mi amor es seguro que te corras ahí?
-¿Qué?- sus ojos se abren- Oh mierda, sí, lo siento, es
seguro mientras no entre nada dentro de ti- James vuelve a
guardar su pene- Voy a limpiarte, debería haberme corrido en
mi mano, maldita sea.
-No pasa nada, me has dicho que no hay riesgo.
-Lo sé, pero no te he preguntado.
-James la primera vez tampoco me preguntaste- me rio.
Se queda congelado mirándome.
-Soy un imbécil- dice.
Tiro de su mano todo lo fuerte que puedo, James cae
encima de mí.
-Me gusta que te corras en mi cuerpo- le digo- No tienes
que pedirme permiso para eso.
-Yo… Lo siento, en serio, es que me he excitado mucho
cuando has empezado a gemir.
Le doy un beso en la punta de la nariz, su barba está brilla
por mis fluidos, lo limpio un poco con mi pulgar.
-¿De verdad has disfrutado?- me pregunta- No sabía muy
bien lo que hacía.
-Me he corrido.
-Lo sé, mis dedos lo han notado.
-Y tu barba.
James se ríe.
-Me ha gustado mucho lamerte- me dice.
-Yo también quiero hacer lo mismo contigo.
James gruñe como un animal, siento como vuelve a
endurecerse, meto mi mano entre los dos y agarro su pene por
dentro de su ropa interior, lo saco fuera para poder acariciarlo
bien, la punta roza mi entrada.
-Bebé, no.
-Sólo te estoy acariciando.
-Estás haciendo más que eso, lo sabes y lo sé.
James empuja hacia adelante encajándose dentro de mí
unos centímetros. Jadeamos a la misma vez.
-Joder, espera, deja que me ponga un condón.
Sonrío ampliamente.
-Tenía velas y flores preparado para esta noche- me dice.
-No me importa nada de eso, mi amor, sólo quiero estar
contigo.
-Pero a las mujeres os importa todo eso del romanticismo,
eso era romántico, ¿no?
Me rio suavemente mientras observo cómo se desnuda, su
cuerpo es como lo imaginaba, fuerte y fibroso, producto de
largas horas en el gimnasio, no hay ni una sola marca en él.
Instintivamente mis dedos acarician la cicatriz que tengo en mi
abdomen, James se da cuenta de lo que estoy haciendo, se
pone el condón mientras mira cómo toco la cicatriz de mi
cuerpo, luego vuelve a tumbarse sobre mí. Entrelaza sus dedos
con los míos, siento cómo acaricia mi cicatriz.
-Esto de aquí es la marca de tu lucha durante años- me dice-
Tu cuerpo ha luchado más de lo que cualquier otro lo haría.
¿Esto?- aprieta mi cicatriz suavemente- Esto es hermoso.
Suelta mi mano para agarrar su pene.
-Se supone que eres médico- me rio.
-Deja de burlarte de mí- protesta.
Sigue intentando encontrar mi entrada a ciegas.
-James- me rio.
De pronto lo siento entrar, lo hace lentamente, él mira hacia
abajo mientras gime.
-Oh Dios- jadea- Ahhh- sus ojos se posan en mí- Ahhh,
Dios esto es… ¡Ahhh!
Me penetra más rápido, comienzo a gemir con él.
-Mierda, estoy follando- murmura.
Mi vagina se estira por dentro con cada penetración, el
dolor se convierte en placer. James se sujeta de mis hombros
para penetrarme más fuerte.
-Así, joder- gime- Mariela, ¿estás disfrutando?
-Sí- jadeo- No te detengas.
Niega con la cabeza enérgicamente, sus gemidos alimentan
los míos, hemos entrado en un bucle de gruñidos, jadeos y
gemidos. Clavo mis uñas en la espalda de James, mi orgasmo
me hace temblar.
-¡Me corro!- grita- Ahhh, Dios…
James deja caer su cabeza en mi hombro.
-Lo de las velas y las flores era una estupidez- murmura.
Nos reímos a carcajadas.
-No me importa eso del romanticismo- le digo- Me importa
la confianza, el amor y el respeto.
James me da un corto beso en los labios.
-Anotado- dice- El desayuno debe estar frío.
Me muerdo el labio inferior.
-Lo siento, mi amor, tenía muchas ganas de estar contigo.
-Ahora mismo me importa una mierda el desayuno, esto ha
sido increíble.
-Para mí también, gracias por hacerme reír tanto.
-No era mi intención, pero me alegro de que te hayas
divertido con mi ineptitud para lamerte y follarte.
-Te amo, James.
-Y yo a ti, bebé.
NUEVE
James
No quiero dejarla ir, sé que debo hacerlo, pero no quiero.
He pasado la mejor noche de mi vida gracias a ella, me ha
ayudado a dormir mucho mejor, hemos hecho el amor tantas
veces durante el día y la noche que casi he gastado la caja de
condones que había comprado el día anterior a recogerla de la
clínica. La penetro más fuerte, se abraza a mi cuerpo mientras
se corre, ya van dos orgasmos, le he provocado dos orgasmos
desde que la estoy follando. La aviso de que yo también voy a
correrme, no aguanto más y lleno el condón con mi semen.
Salgo de su interior con cuidado, está un poco sensible, pero
no quería irse a su casa sin que lo hiciéramos una vez más.
Voy al baño para quitarme el condón y meterme en la ducha,
odio tener que llevarla a su casa, lo estamos pasando bien
juntos.
-¿No tienes que trabajar hoy?
Doy un pequeño salto por el susto.
-Lo siento- se ríe.
-Estaba perdido en mis pensamientos- le digo- Entra, bebé.
Me hago a un lado para que entre conmigo en la ducha,
cambia el agua caliente por la fría.
-Puedes resfriarte- le digo.
Niega con la cabeza.
-La necesito así- dice.
-¿Por qué?
-Porque Sofía siempre se duchaba con agua fría.
-Bebé…
-No lo he superado y nunca voy a hacerlo, estoy mejor, lo
llevo mejor, pero no supero la muerte de mi hija, ella era mi
mundo, James- su voz se rompe.
La atraigo a mis brazos para que se desahogue, su llanto me
rompe el alma.
-Hacer las cosas que ella solía hacer me mantiene cuerda,
cerca de mi bebé- solloza.
Limpio las lágrimas de bajo sus ojos con mis pulgares.
-No puedo imaginar lo que estás pasando, Mariela, si
bañarte con agua fría te ayuda a estar más cerca de tu hija es
genial, ¿de acuerdo?
-¿No parezco una loca?
-No, bebé, te hace parecer una madre que ha perdido a su
hija.
Termino de ducharme antes que mi mujer, bajo a la cocina a
prepararle el desayuno antes de llevarla a su casa. Escucho sus
pasos bajando las escaleras unos minutos más tarde, niego con
la cabeza.
-Mariela, ¿por qué has bajado la maleta? Podría haberlo
hecho yo.
-Puedo hacerlo yo misma, ya no soy una enferma desvalida.
Dejo su plato sobre la encimera.
-Siéntate enferma desvalida- le digo.
Me lanza un trozo de fruta en la cara mientras se ríe.
-No entiendo por qué tienes que irte- le digo molesto.
-Porque quiero ver a Carmen, a Tadeo y porque les debo
una explicación a Sandra y a Gala.
-No les debes ninguna explicación.
-James, las hice sentir incómoda por mi propia
incomodidad al verlas, apenas pudieron visitarme en la clínica.
-Bebé, no lo hacías a propósito.
-Lo sé, aun así…- respira hondo- Siento que les debo esto.
-Está bien, bebé, lo entiendo y si es lo que quieres te apoyo.
-Gracias- dice sonriendo.
Mientras desayunamos, ella me cuenta algunas cosas que le
sucedieron en la clínica, de nuevo, cosas que Carmen ya me
había contado, pero que prefiero escuchar de ella. Está tan
hermosa recién duchada que apenas presto atención a lo que
me cuenta, se empieza a reír por algo que le ocurrió a otro
paciente, le doy un beso en los labios.
-¿Has oído algo de lo que te he contado?- me pregunta.
-Sí, has dicho que una tal Elena es adicta al sexo y se folló
a un celador.
-¡No he dicho eso!- se ríe.
Me rio suavemente, Mariela empieza a hacerme cosquillas,
la agarro por la cintura y la subo a mi regazo. La beso por
todos lados mientras ella no deja de reír, es el mejor sonido
que he escuchado nunca.
-¡Me pinchas con tu sucia barba!- chilla.
-¿Sucia barba? No te parecía tan sucia ayer cuando te comí
el coño.
-¡James!
Mis ojos se abren de par en par al oír la voz de mi madre,
Mariela se baja de mi regazo rápidamente, se coloca bien la
camiseta y los pantalones vaqueros. Sus mejillas están tan
rojas como su camiseta.
-¿Mamá qué haces aquí? ¿Y por qué has entrado sin
llamar?
-¿Sin llamar?- me pregunta ella- Llevo llamándote desde
ayer, ¿dónde tienes el móvil?
Miro hacia la mesa de café, ayer lo dejé ahí cuando Mariela
y yo llegamos de la clínica, no le he prestado atención.
-¿Ha pasado algo?- le pregunto a mi madre.
-No- suspira- De verdad que siento interrumpir, me teníais
asustada, yo… Pensé que os había pasado algo.
-Lo siento mamá.
Mariela retuerce sus manos con nerviosismo, rodeo su
cintura con mi brazo.
-Me quiero morir- susurra.
-Bebé, no pasa nada- le digo.
-Claro que no- dice mi madre- Mi hijo por fin ha tenido
relaciones sexuales, creí que era gay, de hecho, me había
hecho a la idea.
Mariela rompe en una carcajada, levanta la vista lentamente
hacia mi madre.
-Siento mucho que la hayamos asustado- le dice.
-No te preocupes, cariño, entiendo perfectamente que no
hayáis podido hacerlo, pero esperaba que mi hijo me enviara
un mensaje para avisarme de que no iba a estar disponible en
todo el día- dice regañándome.
-Te dije que iba a recoger a Mariela de la clínica.
-En ningún momento me dijiste que no ibas a estar
disponible, sólo quería saber si necesitabais algo.
-No necesitamos nada- dice Mariela- James iba a llevarme
ahora a mi casa.
-¿Tan pronto?- pregunta mi madre.
-Eso mismo le he preguntado yo- digo.
Mariela me fulmina con la mirada.
-Pero tiene buenas razones- añado.
Mi madre mira por encima de mi hombro el desastre en mi
cocina, no he fregado nada desde ayer por la mañana.
-Vete, yo me encargo de eso de ahí- me dice.
-Mamá, no es necesario, lo haré cuando vuelva.
-Llévatelo de aquí- le dice a Mariela- Pasad la mañana
juntos, yo me encargo de limpiar la cocina de mi niño.
Mariela sonríe.
-¿Me llevas a mi casa?- me pregunta- Creo que a Tadeo le
gustaría hablar contigo un rato.
-Sí, vamos- le digo.
Cojo la maleta de Mariela y las llaves de mi coche del
mueble de la entrada mientras ella se despide de mi madre.
-Tienes que venir a cenar a mi casa- le dice mi madre.
-Me encantaría.
-James, el sábado- me dice seriamente.
-El sábado, mamá.
Tomo a Mariela de la mano, tiene una enorme sonrisa en su
cara.
-Tu madre es muy simpática- me dice.
-Mi madre es increíble.
-Estoy de acuerdo.
Llegamos a la casa de los Reyes diez minutos después,
Tadeo está en la puerta esperando con los brazos cruzados, me
señala su reloj en cuanto me ve bajar del coche.
-No hablamos de horarios, imbécil- le digo.
-Son las once de la mañana- me dice.
-Que te calles, culicagado- me quejo.
Mariela abraza a Tadeo.
-Hola, mi niño.
-Bienvenida a casa, má, me he sentido muy solo sin ti.
-Ya estoy aquí. ¿Dónde están Gala y Sandra?
-No me hacen caso, me han dejado solo.
-Deja de hacerte la víctima- le digo.
Tadeo me empuja por el hombro, rodeo su cuello con mi
brazo, comenzamos a pelar de broma.
-Mariela, bienvenida- dice Carmen saliendo de la casa- Mi
niña, te hemos extrañado tanto.
Tadeo y yo nos detenemos mirando hacia ellas, mi brazo
sigue rodeando su cuello mientras él me agarra una pierna.
-Nos vimos hace un día- dice Mariela riéndose.
-Es preciosa cuando se ríe- murmuro.
-Es mi madre, imbécil- gruñe.
Me tira un bocado en la mano vendada.
-¡Malparido!- grito de dolor.
Tadeo se pone recto.
-¿Qué te ha pasado en la mano?- me pregunta.
-Nada que te importe. Me has hecho daño.
Tadeo sonríe.
-Dejad de pelear y entrad en casa, he preparado comida-
nos dice Carmen.
-Ya hemos desayunado- le dice Mariela.
Carmen niega con la cabeza.
-Estás más delgada, la comida de esa clínica debía ser
horrible- contesta.
-Está bien- suspira Mariela.
Hugo sale se la casa de seguridad, sonríe cuando ve a
Mariela. Tadeo me da un suave codazo en el costado.
-No digas nada, Mariela no quiere que nadie se entere- le
digo.
Tadeo comienza a contar con los dedos.
-Lo sabemos cuatro personas- dice- Tus padres, Carmen y
yo.
-Cinco, Candi también lo sabe.
-Bueno, es decisión vuestra, yo no diré nada.
Observo a Hugo mientras abraza a mi mujer.
-Yo ya le habría roto los brazos- murmura Tadeo.
-Cállate, no ayudas en nada- gruño.
Hugo acuna la cara de Mariela entre sus manos, ella las
aparta sutilmente.
-¿Cómo te encuentras?- le pregunta él.
-Bastante mejor, gracias por visitarme.
Hugo me mira de reojo.
-No ha sido nada, preciosa. Te hemos extrañado por aquí.
Tadeo se acerca a Hugo, lo empuja hacia atrás y levanta a
Mariela del suelo por la cintura.
-¡Tadeo bájame!- grita ella.
-A comer, má, Carmen tiene razón, has adelgazado.
Hugo se pone a mi lado.
-¿Tú la has recogido de la clínica?- me pregunta.
-Sí, ¿por qué?
-No sabía que salía hoy, es extraño que Carmen y Tadeo no
me hayan dicho nada.
-¿Desde cuando tienes que saber todo lo que hace o deja de
hacer Mariela?
-Tranquilo, hombre, sólo preguntaba- dice sonriendo-
Ahora que está fuera creo que la voy a invitar a cenar, ¿crees
que ella aceptará?
-No lo sé, tendrás que preguntarle y averiguarlo tú mismo.
-Sí, tienes razón, al fin y al cabo, tú sólo eres su médico-
dice palmeando mi hombro.
Aprieto los puños mientras lo veo entrar dentro de la casa.
Me quedo un rato fuera tomando aire, necesito tranquilizarme
antes de volver a entrar, Mariela no necesita lidiar con mis
celos en estos momentos, no voy a empañar su felicidad.
Cuando entro en la cocina, veo a Hugo muy cerca de mi mujer,
quiero golpearlo en la cara. Le dice algo al oído, ella me mira
a mí, pero yo desvío la mirada a otro lado, me siento en uno de
los taburetes en el lado opuesto de la barra. Tadeo levanta el
cuchillo que tiene Luisa a su lado, apunta a Hugo con él.
-Aléjate- le dice- Mi madre no se toca.
-No la estoy tocando- protesta Hugo.
-Estás muy cerca- le dice moviendo el cuchillo a un lado.
Hugo levanta las manos en señal de rendición, pero no se
aleja de Mariela.
-¿Qué le has dicho en el oído?- le pregunta Tadeo a Hugo.
-¿Por qué debería decírtelo?
-Porque es una orden.
Hugo resopla.
-Le estaba pidiendo una cita para el sábado- dice él.
-Creo que es hora de que me vaya- digo levantándome del
taburete.
Camino molesto hacia la salida de la casa.
-James, espera- me dice Mariela.
Me detengo y me giro para mirarla.
-No voy a aceptar- me dice.
-Me lo imagino, Mariela.
-¿Estás enfadado?
-Sí, Mariela, lo estoy. No me gusta verlo cerca de ti, no me
gusta que te coquetee.
-Siempre lo rechazo.
-Pues no parece darse cuenta.
Me pellizco el puente de la nariz.
-Es mejor que me vaya- le digo.
-Quédate un poco más, por favor.
-Si me quedo voy a acabar matándolo.
Mariela agacha la cabeza, la tomo con mis dedos por la
barbilla y levanto su cabeza.
-Bebé, hablaremos por teléfono más tarde.
-No quiero que te vayas, quédate todo el día, por favor. Le
dejare claro a Hugo que no quiero nada con él.
-¿Lo harás?
-Sí, mi amor, no quiero que estés mal por su culpa.
-Quiero besarte.
Mariela sonríe, mira a todos lados revisando que no venga
nadie, luego se pone de puntillas y me da un breve beso en los
labios.
-Ese no es el tipo de beso que quería- digo.
Mariela me toma de la mano, me lleva al rincón detrás de la
escalera, la pego a la pared y choco mi boca contra la suya, le
aprieto el culo con mis manos antes de romper el beso.
-Me encantaría llevarte a tu habitación y hacerte el amor-
susurro en su boca.
-Quizás más tarde.
Se me escapa una carcajada.
-Tadeo no nos lo va a permitir- le digo.
Mariela apoya la cabeza en la pared de la escalera.
-¿Me recoges mañana para ir a algún sitio?- me pregunta.
-Te recojo mañana para ir a algún sitio. ¿Dónde quieres ir?
-A la playa, hay un lugar junto a las rocas, a Sofía le
encantaba ir ahí.
Meto un mechón de su pelo detrás de su oreja.
-Te llevaré allí, bebé, te llevaré a donde me pidas.
DIEZ
Mariela
Sandra y yo suspiramos agotadas, siguen discutiendo,
después de una hora Tadeo y Gala siguen discutiendo por ver
quién gana el mando de la televisión. Tadeo quiere poner una
película de carreras de coches y Gala una romántica. Me
habían pedido que viera la película con ellos, pero a este paso
no veremos nada. Mañana tengo que ir a la clínica de los
padres de James para una revisión del riñón con el nefrólogo,
James no puede acompañarme, le surgió lago en el trabajo a
última hora, Tadeo también tiene que trabajar. Las únicas
personas disponibles eran Sandra y Hugo, los dos han decidido
acompañarme, por más que le he dicho a Hugo que con Sandra
era más que suficiente ha insistido en acompañarme, tengo que
hablar con él. Sandra se pega más a mí, apoya su cabeza en mi
hombro.
-¿Estás cansada?- le pregunto.
-Un poco.
Gala y ella han estado todo el día fuera de casa sabiendo
que yo volvía, no querían hacerme sentir incómoda.
Finalmente hablé con ellas y les expliqué lo que me pasaba
cuando las veía, me alegro haber hablado con ellas. Sandra
bosteza, sus ojos se están cerrando.
-Tadeo- lo llamo.
Él me ignora por completo, sigue discutiendo con Gala.
-¡Siempre hay que hacer lo que tú quieras!- le grita él.
-¡¿Lo que yo quiera?! ¡Dime una sola vez que hayas hecho
algo que yo quisiera imbécil!
Frunzo el ceño, ahora parecen discutir por algo que me he
perdido, ellos nunca suelen estar juntos porque no se llevan
bien.
-¡Siempre Gala! ¿Recuerdas cuando…?
Gala le tapa la boca con sus manos.
-Cállate pedazo de imbécil- gruñe ella- Te odio, Tadeo.
Gala sale corriendo llorando, dejo a Sandra con cuidado en
el sofá y me levanto. Me acerco a Tadeo, pongo mi mano en su
mejilla.
-¿Qué ha sido eso?- le pregunto.
-Nada, má, soy un imbécil.
Tadeo pasa por mi lado, toma en sus brazos a su hermana y
sube las escaleras con ella. Me quedo en mitad de la sala muy
confundida por lo que ha pasado entre Gala y Tadeo. Miro el
bol de palomitas frías y todas las bebidas que habían sacado
los niños mientras me rasco la cabeza, suspiro y comienzo a
recoger todo. Mi móvil suena en el bolsillo trasero de mi
pantalón, agrupo las botellas de alcohol en un brazo mientras
cojo el móvil con el otro, deslizo el dedo en la pantalla, el
rostro de James aparece en mi móvil.
-¿Qué haces con esas botellas bebé? No estarás bebiendo,
¿no?
-No, mi amor, son de los niños, las han dejado en la sala.
-Creí que ibais a ver una película.
-Yo también, pero Gala y Tadeo han estado discutiendo más
de una hora, Sandra se ha terminado quedando dormida y
Gala se fue llorando.
James resopla. Dejo las botellas en la encimera de la isla.
-Mi madre quiere que te diga que se lo pasó muy bien el
sábado, quiere que repitamos mañana por la noche.
-¿Mañana?
-Sí, está demasiado emocionada por tener una nuera.
-¿A qué hora mañana?
-Almuerzo.
-Tengo revisión con el médico a las once.
-Se lo diré, pero querrá comer en la cafetería del hospital.
Hago un gesto de asco, James se ríe.
-Veré si podemos cambiarlo para otro día.
-Sí, va a ser lo mejor, de todos modos, Sandra y Hugo me
van a acompañar mañana.
-¿Hugo?
-Insistió, James, le dije varias veces que no era necesario,
que ya venía Sandra conmigo.
-¿Y le has dicho que no sientes nada por él? Tienes que
hacerlo.
-Se lo he dicho, creo que no me ha entendido o no quiere
hacerlo, no sé.
James se frota la cara con la mano, puedo ver la tensión en
su cuerpo desde el otro lado de la línea.
-James…
-Da igual, Mariela, no es necesario que digas nada. Tengo
que dejarte, mañana debo levantarme temprano, el cirujano
de cardiología quiere que esté presente en una operación.
-Está bien, te amo.
-Y yo a ti, que descanses.
Dejo el móvil sobre la isla, odio esta situación con Hugo,
no sé qué es lo que no entiende, quizás no me he explicado
bien, no lo sé.
-¿Qué haces aquí tan tarde preciosa?
Soy un pequeño bote, me pongo la mano en el pecho.
-No quería asustarte- dice Hugo.
-¿Qué estás haciendo aquí?- le pregunto.
-Terminando algunas cosas antes de irme a dormir.
-Tu casa está al otro lado, Hugo.
Él sonríe.
-Me has pillado, lo admito, tenía la esperanza de encontrare
por algún lado.
-¿A mí? ¿Para qué?
-Para darte las buenas noches.
Todo pasa muy rápido, Hugo me agarra por la nuca con una
mano y por la cintura con la otra, me planta un beso en los
labios, no dura mucho porque lo empujo por el pecho.
-No vuelvas a hacer eso- espeto.
-¿No te ha gustado?
-Hugo, basta, no siento nada por ti.
-Bueno, podrías sentirlo.
-No, te quiero como amigo, es lo único que vas a obtener de
mí. Te pido por favor que dejes de coquetear conmigo y
mucho menos vuelvas a ponerme una mano encima.
-Lo siento, no volverá a ocurrir.
-Eso espero, Hugo, ya te lo dije ayer, no quiero nada
romántico contigo. Eres muy buena persona, pero no siento
nada por ti.
Camino a pasos rápidos hacia la escalera, en el último
tramo corro para llegar cuanto antes a mi habitación y
encerrarme allí. Busco mi móvil por todos lados.
-No- susurro- Me lo he dejado en la cocina.
Me quito la ropa para ponerme el pijama, mañana cogeré el
móvil. Me meto bajo las mantas, no dejo de pensar en lo que
ha pasado, tengo que contárselo a James, sé cómo va a
reaccionar y no me gusta, pero debo decírselo.
Me despierto por la mañana sin saber dónde estoy ni qué
hora es, he pasado una noche terrible, apenas he dormido. No
he dejado de darle vueltas a Hugo y a James. Me meto bajo el
chorro de agua fría, me ayuda a despejar mi mente un poco.
Escucho ruido en mi habitación, salgo de la ducha, me cubro
el cuerpo con el albornoz que Sofía me regaló. Asomo un poco
la cabeza por la puerta, respiro aliviada cuando veo a Sandra
sentada en mi cama, me mira sonriendo.
-¿Muy temprano?- me pregunta.
-No, mi niña, está bien, pensé que eras otra persona.
Frunce el ceño.
-¿Quién? ¿Tadeo? Se fue a trabajar temprano.
Abro la boca y la cierro.
-¿Has hablado con Gala?- le pregunto.
-No, también se fue a trabajar. Hugo nos está esperando
abajo.
-¿Qué hora es?
-Las diez y media.
Mis ojos se abren.
-¿Qué?- pregunto- Es tardísimo.
Corro por toda la habitación arreglándome como puedo, me
seco el pelo con el secador rápidamente.
-Vamos, cariño- le digo a Sandra.
Bajo las escaleras y corro hacia la cocina, mi móvil sigue
en el mismo lugar en el que lo dejé. Lo agarro corriendo y me
reúno con Sandra en la puerta, estoy ahogada y acalorada.
-¿Todo bien?- se ríe.
-Sí, una noche horrible y una mañana aún peor.
Hugo nos espera junto al coche, nos abre la puerta trasera,
Sandra entra antes que yo, Hugo me sujeta por el brazo antes
de que pueda entrar.
-Siento lo de anoche- me dice- No volverá a suceder.
-Te lo agradezco.
-¿Todo bien entre los dos?
-Claro, todo bien.
Hugo sonríe. Entro dentro del coche, Sandra se pega a mí y
entrelaza mis dedos con los suyos. La he sentido muy
necesitada de cariño desde que hablamos hace unos días, cada
vez que tiene la oportunidad se pega a mí todo el tiempo. Le
doy un beso en la cabeza, no sé por lo que está pasando, no es
muy dada a hablar y contarme sus cosas, sólo sé que estaré
aquí para ella, si necesita un abrazo se lo daré, si sólo necesita
estar así conmigo, aquí estaré. Hugo detiene el coche un rato
después, me bajo y espero a que Sandra salga, llegamos a la
planta de nefrología. No tardamos mucho en entrar en la
consulta, el médico me dice que todo está bien, mi analítica
está perfecta y el riñón que mi madre me donó está muy sano,
me ha rebajado la medicación. Pasamos por el área de
neonatología, se me ocurre ir a visitar a Diana, Sandra está de
acuerdo, hace un mes que no la ve. En cuanto nos estamos
acercando escucho la voz del padre de James, la puerta de la
consulta de Diana está ligeramente abierta.
-¿Quién te crees que eres vieja estúpida?- gruñe Juan-
¿Cómo se te ocurre invitar a cenar a esa zorra?
-Deja de insultar a Mariela, ella es buena- contesta Diana.
-Es una puta que está intentando atrapar a James, lo único
que quiere es su dinero. Y tú eres tan estúpida y tonta que has
caído en su trampa.
-Ella no es así, estás tan equivocado.
-Te lo voy a advertir, Diana, como sigas apoyando a James
en esto te vas a arrepentir.
-¿Qué me vas a hacer Juan? ¿Insultarme más de lo que ya
lo haces?
Suena un fuerte golpe, entro de golpe en la consulta. Diana
está tirada en el suelo con la cara pálida. Hugo se abalanza
sobre Juan, lo sostiene por el cuello. Sandra y yo nos
agachamos junto a Diana.
-¿Qué te ha hecho?- le pregunto.
Ella niega con la cabeza.
-No le digas nada a James- es lo único que dice.
Señalo su pómulo, está rojo, como si hubiera recibido un
golpe.
-Diana, ¿Juan te ha hecho esto?- le pregunta Sandra.
-Sí- dice en un hilo de voz.
Me levanto de un salto del suelo, me pongo cara a cara con
Juan.
-Eres un desgraciado- le digo- ¿Cómo has sido capaz de
golpear a la madre de tu hijo?
-Cállate zorra de mierda, no tienes vela en este entierro, es
mi mujer y hago lo que quiera con ella.
-¡No es tu esposa! Y aunque lo fuera, nada te da derecho a
golpearla. Eres un desgraciado.
Hugo lo sujeta con más fuerza, pega su cara a la de él.
-Maldito hijo de puta- lo insulta- Cobarde, ¿quieres pelear
con alguien? Hazlo conmigo- Juan traga grueso- ¿No te
atreves?
-Suéltame- dice Juan con dificultad- Me estás ahogando.
-Es lo que mereces, no vuelvas a tocar a Diana, la próxima
vez te mataré.
Juan sale corriendo de la consulta en cuanto Hugo lo suelta.
Hugo se agacha al lado de Diana, ella lo mira con un brillo
especial, Hugo examina el golpe en el pómulo de Diana.
-¿Te duele mucho?- le pregunta.
-Me duele la cabeza- contesta ella.
-Diana, ¿cuántas veces te ha pegado Juan?- le pregunta
Sandra.
-¿De qué coño estás hablando Sandra?
Las voz de James resuena en toda la consulta, miro hacia la
puerta, James mira a su madre fijamente.
-¿Qué te ha pasado mamá? ¿Por qué Sandra te ha
preguntado eso?
Los ojos de Diana se llenan de lágrimas, Hugo la ayuda a
levantarse del suelo.
-James, por favor- suplica Diana- Esto no es nada, me he
mareado y me he golpeado.
James sale corriendo de la consulta, voy detrás de él, está
hecho una furia, la gente se aparta de su camino en cuanto lo
ve.
-¡James!- lo llamo- Por favor no hagas una locura.
No me escucha, sigue obcecado en llegar a su padre, abre la
puerta de la consulta de un golpe, su padre se sorprende de
verlo ahí, pero James ni se inmuta. Lo sujeta por el cuello y lo
lanza al otro lado de la consulta.
-¡James!- grito.
Lo golpea con su puño en la cara, luego se sube a
horcajadas sobre él para golpearlo más veces.
-James, por favor- lloro- Basta, lo vas a matar, por favor.
Hugo aparece en la consulta, sujeta a James por los brazos,
lo pega a la pared.
-Basta- le dice fríamente- Vas a matar a tu padre.
-Es lo que quiero. ¡Suéltame!- grita James.
-No merece la pena, James- le dice Hugo.
-James- lo llamo.
Sus ojos se posan en mí.
-Por favor- le suplico.
El cuerpo de James se relaja, Hugo lo suelta, James pasa
por mi lado sin mirarme. Miro por encima de mi hombro,
James se aleja con su madre de la mano.
-Hugo, llévame a casa, por favor- le pido- No me encuentro
bien.
Sandra corre a mi lado.
-¡James!- lo llama.
Caigo al suelo casi desmayada, alguien me toma en brazos,
las voces empiezan a oírse lejos. Llamo a James a voces, pero
él no me escucha, no me mira, no viene hacia a mí, por más
que lo intento soy invisible para él, no existo. Me toco la
cabeza, siento mucha presión, me duele.
Abro los ojos abruptamente, los ojos de Tadeo me
observan.
-Má, despierta.
-¿Tadeo?
-James, se ha despertado.
Miro hacia el otro lado, James me alumbra en los ojos con
una linterna.
-Aparta eso- le digo.
-¿Cómo te encuentras?- me pregunta.
-Desorientada, ¿qué ha pasado?
-Te desmayaste- me contesta en tono frío- Tenías la tensión
muy alta.
-¿El riñón?- pregunto asustada.
-Camacho te ha hecho una eco, está bien, no te preocupes.
Voy a firmar el alta si te encuentras bien.
Miro a Tadeo, él se encoge de hombros, le hago un gesto
para que me deje a solas con James, no sé qué le pasa
conmigo. Espero a que Tadeo salga, tomo la mano de James,
pero el me suelta.
-¿James qué pasa?- le pregunto.
-Nada, Mariela, no pasa nada.
-Dime qué está pasando, ¿por qué me estás tratando así?
James saca su móvil del bolsillo de su bata, busca algo en él
y me lo entrega, es el chat que tiene conmigo, me señala el
último mensaje.
M: James, siento mucho decirte esto, pero no puedo
seguir con esta farsa, te quiero, pero no eres el hombre
adecuado para mí, sólo eres un niño, necesito a alguien
más maduro.
Mi pulso se acelera, comienzo a pensar cuándo he enviado
este mensaje, yo no he escrito esto. No, no he sido yo.
-James…
-Tranquila, Mariela, está todo claro entre nosotros. Espero
que seas feliz.
-¡No!- grito.
Las máquinas comienzan a sonar, hay ruido por todos
lados.
-Cálmate, te vas a hacer daño- me dice James.
-Yo no he escrito eso- le digo.
James frunce el ceño.
-Te juro que no he sido yo, James.
Las lágrimas caen por mis mejillas, me limpio rápidamente,
necesito ver algo.
-James, la hora del mensaje, no fui yo, estaba en mi
habitación a esa hora.
-¿Qué? ¿Alguien ha enviado ese mensaje por ti?
Aprieto los puños, estoy muy enfadada.
-Dame el alta- le exijo a James.
-Espera, hablemos.
-¿Ahora quieres hablar? Dame el maldito alta, quiero irme
de aquí.
-Bebé…
-No te atrevas a llamarme así, has desconfiado de mí.
-Pero el mensaje…
-No fui yo, jamás te diría algo así, ¿acaso no me conoces?
-Lo siento, Mariela.
-Dame el alta, ahora James.
Acepta a regañadientes, sale de la habitación, me quito el
aparato del dedo y el del brazo, luego me levanto de la cama y
comienzo a vestirme con mi ropa. Salgo de la habitación, voy
hacia el control de enfermería donde me encuentro con James.
-Bebé, escúchame.
-¿Ese es mi alta?- pregunto señalando el papel que tiene en
su mano.
-Sí.
-Gracias por todo doctor Belmonte- digo cogiendo el papel.
Bajo por el ascensor hacia la salida, fulmino a Hugo con la
mirada, ha sido él, estoy segura de que ha sido él quien ha
enviado el mensaje.
-¿Má?- me pregunta Tadeo.
-Vamos a casa, quiero descansar.
Sandra me toma por la mano, su tacto me relaja un poco.
-¿Estás bien?- me pregunta.
-Sí, cariño.
-Me he asustado mucho.
-Lo siento, mi niña.
-No nos dejes, por favor.
-Nunca, ¿de acuerdo?
Sandra sonríe ampliamente.
ONCE
Mariela
Hago mi cama tranquilamente, la mañana que me espera va
a ser muy movida. Voy a enfrentar a Hugo por el mensaje que
envió desde mi móvil, Sandra me ha enseñado a poner un
código, nunca lo he necesitado, en esta casa nadie toma nada
que no sea suyo. Sin embargo, de alguna forma, Hugo se ha
sentido con derechos sobre mi móvil, se ha sentido con el
derecho de entrometerse en mi relación con James, se ha
sentido con el derecho de decidir por mí y se ha sentido con el
derecho de terminar mi relación. ¿Lo que más me duele? Que
James haya creído que yo dije esas palabras. Ha estado
tratando de ponerse en contacto conmigo desde ayer. Me topo
con Carmen y Luisa al salir de mi habitación, las toallas que
traen caen al suelo.
-Lo siento- me disculpo.
-No te preocupes, mi niña- dice Carmen- ¿Estás bien?
Anoche no bajaste a cenar.
-Sí, necesitaba estar a solas. ¿Habéis visto a Hugo?
-En la cocina desayunando- contesta Luisa.
Bajo las escaleras mientras hago las respiraciones de
relajación, necesito estar lo más calmada posible para hablar
con él, no puedo volver a alterarme, por mi propio bien. Hugo
levanta la vista del periódico que está leyendo, me sonríe
dulcemente.
Hipócrita.
Pienso mientras me siento frente a él.
-¿Cómo te encuentras?- me pregunta.
-Enfadada, muy enfadada en realidad.
-¿Y eso por qué?
-Por James.
-Ya vi cómo te trató ayer, ¿ha pasado algo entre vosotros?
Siempre habéis parecido muy buenos amigos.
Niego con la cabeza.
-No puedo creer tu descaro, Hugo, creí que eras buena
persona, pero obviamente me he equivocado.
-¿De qué hablas preciosa?
-Deja de llamarme así, no quiero que vuelvas a tomarte
ningún tipo de libertad conmigo, desde hoy nuestra relación
será de conocidos, nos daremos los buenos días y poco más.
-¿Qué ha pasado? Creo que me he perdido algo.
-No te has perdido nada. La noche en la que me besaste me
dejé el móvil en la isla de esta cocina, lo tomaste y comenzaste
a trastear con él, entraste en mis chats, en mis mensajes,
invadiste mi privacidad.
-Yo no hice tal cosa.
-Deja de fingir, Hugo, sé que fuiste tú. Eras el único que
tenía acceso a mi móvil a la hora que a James le enviaron un
mensaje fingiendo ser yo.
Hugo frunce el ceño.
-¿Enviaron un mensaje a James fingiendo ser tú?- pregunta.
Doy una palmada en la mesa.
-Deja de tomarme como una boba- espeto- Enviaste ese
mensaje, sabes perfectamente la relación que había entre
James y yo.
Hugo agacha la cabeza.
-¿Había?- pregunta.
-Sí, Hugo, has conseguido lo que querías, he terminado con
James.
Levanta la vista de la mesa.
-Mariela, lo siento, fui un inmenso idiota, no debería haber
hecho eso. Me dejé llevar por la decepción de tu rechazo.
-Ya es tarde para tus disculpas, espero que ahora sí estés
feliz, James y yo ya no somos nada.
Hugo niega con la cabeza.
-Hablaré con él, le diré que fui yo quien envió el mensaje
en un ataque de celos.
-Eso ya no importa, Hugo. Si he terminado con James es
por su desconfianza hacia a mí. Por pensar que yo podría
haberle enviado un mensaje como ese, insultándolo al llamarlo
inmaduro o niño. Nunca le falté el respeto a James, él lo sabe y
aun así desconfió de mí.
-Es mi culpa…
-Sí- lo interrumpo- En parte es tu culpa. Pero él también es
culpable. No vuelvas a acercarte a mí, quiero que a partir de
ahora sea Nelson quien me lleve a cualquier lugar que
necesite, avísalo, dile que quiero salir.
Hugo se levanta de la silla, se marcha sin decir nada.
Reprimo las lágrimas con todas mis fuerzas, no quiero llorar
aquí. Me dirijo a la puerta de casa, Nelson ya me está me
esperando junto al coche cuando salgo, me abre la puerta de
los asientos traseros, no hace preguntas ni dice nada, y así lo
prefiero, no tengo ánimos de hablar con nadie.
-¿A dónde?- me pregunta cuando se sube al asiento del
conductor.
-A la playa, al rincón de la sirena.
Nelson pone el coche en marcha. En cuanto llegamos al
lugar, le pido que se quede en el coche, quiero estar sola.
Camino por las rocas con cuidado de no tropezarme, miro
hacia el mar, las pequeñas olas rompen contra cada roca que
encuentran a su paso. Me siento en la roca de siempre, mis
dedos buscan su nombre allí tallado.
-Sofía- susurro.
Las lágrimas comienzan a caer sin control.
-Te extraño tanto. Recuerdo el día que tallaste tu nombre
aquí, sólo tenía siete años, te traje el día de tu cumpleaños.
Querías que todo el que pasara por aquí supiera que este lugar
te pertenecía.
Saco la navaja del bolsillo trasero de mi pantalón.
Comienzo a tallar otro nombre bajo el suyo, una sonrisa se
dibuja en mi boca mientras rayo la roca. Soplo para apartar los
restos de polvo.
-Ahora siempre estaréis aquí las dos, Luna y tú, no sé si tu
bebé era una niña, pero así decido creerlo porque tú también lo
creías.
Un sollozo me atraviesa.
-Te extraño, bebé. Ojalá pudiera ir contigo allá donde estés.
Todo es tan difícil, intento seguir adelante, lo he estado
intentando desde que salí de la clínica hace más de una
semana. Creí que lo estaba logrando, James me había ayudado
mucho, sin embargo, ahora también lo he perdido a él. Mario
no está, se ha ido a vivir al carguero, hace meses que no lo
veo. Tengo a Tadeo y a Sandra, ellos me calman, pero también
te necesito a ti.
Me tumbo sobre la roca acariciando el nombre de mi hija y
de mi nieta con mis dedos.
-Mamá y Tanok volvieron a Bogotá, estuvieron viviendo un
mes en la casa conmigo, pero su vida está allí en Bogotá, me
han pedido que vaya con ellos, no puedo hacerlo bebé, Tadeo
y Sandra me necesitan.
Una suave brisa acaricia mi rostro, siento la calma recorrer
mi cuerpo.
-No iré a ninguna parte, Sofi, me quedaré en Cartagena, es
tu hogar y también el mío.

James
La he cagado. ¿Cómo pude desconfiar de Mariela? Ella
nunca me ha dicho algo mínimamente parecido a lo que el
mensaje decía, fui un imbécil al creerme eso. ¿Pero quién fue?
¿Quién envió ese mensaje? La puerta de mi consulta se abre,
la confusión se apodera de mí.
-¿Qué haces aquí?- le pregunto a Hugo- ¿Mariela está bien?
-Sí, ella está bien. Por lo menos físicamente.
-¿A qué te refieres?
-Fui yo quien envió el mensaje.
Si antes estaba confuso, ahora estoy muy enfadado, él,
Hugo envió el mensaje que ha destruido mi relación con
Mariela.
-¿Por qué lo hiciste?- gruño.
-Estaba celoso, la besé esa noche, pero ella me rechazó,
como otras tantas veces hizo. Me obsesioné con ella, James.
-¡Me ha dejado!- le grito.
-Lo sé, me lo ha dicho esta mañana, no quiere que me
vuelva a acercar a ella y me ha dicho que ya no somos amigos,
si he venido aquí es porque me siento muy mal, no debería
haber hecho lo que hice. Lo lamento mucho.
-Tus putas disculpas no me sirven de nada cuando la mujer
que amo ya no quiere estar conmigo, desconfié de ella.
-Lo lamento mucho, de verdad, James.
-Sal de mi consulta, Hugo, por todos estos años de amistad,
sal o te juro que no respondo por mis actos.
Lanzo el teléfono fijo de mi consulta hacia la puerta en
cuanto Hugo la cierra, todo lo que había sobre mi escritorio
ahora está en el suelo, incluido mi ordenador.
-¿Qué he hecho? ¡¿Qué he hecho?!
Tengo que buscarla y pedirle perdón como sea, tengo que
recuperarla. Salgo de la clínica y me subo a mi coche, mi
móvil no deja de sonar, seguramente es mi madre para saber
qué ha pasado, suele visitarme a la misma hora cada día en mi
consulta, ha debido encontrarla destrozada. Conduzco a la casa
de Mariela, me salto un semáforo en rojo sin darme cuenta.
Que se jodan, qué me importa, tengo que llegar a ella y lograr
que me perdone por haber desconfiado. Salto del coche en
cuanto lo detengo en frente a la puerta de la casa. Entro sin
llamar, subo las escaleras, camino rápido hacia la habitación
de Mariela, ella debe estar ahí. Cuando entro no hay nadie, de
hecho, la habitación parece más vacía que nunca.
-¿Señor Belmonte?
Me giro bruscamente.
-¿Dónde está Mariela?- le pregunto a Luisa.
-Ella no está, hace rato que salió de casa.
-¿Por qué no están sus cosas aquí? Esta habitación está muy
vacía.
-La señora va a mudarse, Tadeo y la señorita Sandra han
recogido sus cosas.
-¿Qué? ¿Por qué iba a mudarse? Esta es su casa.
-No lo sé, señor, lamento no poder darle más información,
tengo órdenes.
Paso como un loco por al lado de Luisa. Sandra me dirá
dónde está Mariela, ella es mi mejor amiga, tiene que decirme
en dónde está.
-¡Sandra!- la llamo.
Ella se gira para mirarme, pone una mano en mi pecho
deteniéndome.
-Cálmate- me dice.
-¿Dónde está? ¿Por qué se ha ido de la casa?
-Ella está a salvo, si es lo que te preocupa, quería estar sola.
Niego con la cabeza.
-No puede estar sola- digo nervioso.
-Lo necesita, James, ella misma ha decidido estar a solas y
todos lo vamos a respetar, incluso Tadeo y tú.
-Dime dónde está viviendo ahora.
-No puedo, le di mi palabra de que no diría nada.
Miro a Gala.
-Dímelo tú, por favor.
-Yo no sé nada, James.
-¡Claro que lo sabes!
Gala se pone de pie.
-Lo sé, pero por lealtad y amor a Mariela no voy a decir
nada, mi prima es tu mejor amiga y no va a decirte lo que
piensa, pero yo sí. Eres un auténtico bastardo, le has roto el
corazón a la mujer más buena del mundo. Asume lo que has
hecho y sigue adelante con tu vida.
-La amo, Sandra, dime dónde está, necesito hablar con ella
y pedirle perdón.
-Mariela nos ha contado a Gala y a mí lo que ha pasado-
contesta mi amiga- Tadeo no lo sabe y es mejor así, si se llega
a enterar de lo que Hugo y tú le habéis hecho a Mariela os
matará lentamente, sabes lo protector que es con ella.
-Que me mate si así consigo que Mariela me perdone, no
quise hacerle daño.
-Pero lo hiciste- me dice Gala- Si de verdad la amas
deberías haber hablado primero con ella antes de desconfiar y
creer que ella te había mandado un mensaje tan tonto como
ese.
-He cometido un error, quiero enmendarlo, pero no me
dejáis.
-James, hermano, dale tiempo- me dice Sandra- Ella lo
necesita.
Respiro hondo mientras asiento con la cabeza.
-Tiempo- suspiro.
-Sí, tiempo.
-¿Le dirás que la amo y que lo siento mucho?
-Sí, se lo diré.
-Dile que… Soy un imbécil por haber creído que ella envió
ese mensaje.
-Eso ya lo sabe- refunfuña Gala.
-Díselo de todos modos- digo.
-Vete a casa, James, tú también necesitas tiempo para ti- me
dice Sandra.
-Sí, será mejor que me vaya, si veo a Hugo…
-Vete, por favor.
Camino de vuelta s mi coche, marco el número de mi
madre mientras arranco el motor.
-James, Dios mío, tu consulta…
-Mamá, te necesito, la he cagado con Mariela.
-Ve a mi casa, espérame allí.
Mi madre cuelga la llamada. Conduzco hacia la otra punta
de la ciudad donde se encuentra la casa de mi madre, aparco el
coche la calle y me bajo. Saludo al portero con un gesto de mi
cabeza. Subo hasta el último piso, abro la puerta de casa de mi
madre con mis llaves. Luego me dejo caer bocabajo en el sofá
de la sala. Las lágrimas no esperan más y salen de mis ojos
como una caballería hacia la batalla, la he perdido, he perdido
a la mujer que amo. No me quiere a su lado y con razón. Mi
madre entra en su casa, me frota la espalda con su mano
tratando de tranquilizarme.
-Cuéntame qué ha pasado- me dice.
Balbuceo mientras le cuento sobre el mensaje que recibí y
todo lo que ha pasado desde entonces. Mi madre me regaña
por no haber creído en Mariela, me dice exactamente lo mismo
que Gala, que debería haber hablado con Mariela primero y
aclarar las cosas.
-¿De verdad creíste que ella te había dicho que lo vuestro
eran una farsa?- me pregunta- James cuando ella te mira no ve
a nadie más, sólo estás tú y como un gilipollas has creído que
ella no te amaba.
-La he perdido, mamá- lloro.
-Te lo mereces por estúpido.
Mi madre se levanta de la mesita de café.
-Si ella quiere tiempo, dáselo, es lo menos que puedes
hacer.
-¿Y si se olvida de mí?
-Tendrás que soportarlo, Mariela nunca te llamó inmaduro,
pero yo sí voy a hacerlo, lo que has hecho demuestra tu total
falta de madurez. ¿Es que no la conocías? ¿De verdad pensaste
que te iba a dejar por teléfono y con un mensaje tan estúpido?
Ahora apechugas con las consecuencias, James.
Tiene razón, me he comportado como un niño en vez de
hablar con Mariela directamente.
-Le daré todo el tiempo que ella necesite- digo en voz alta.
DOCE
Mariela
Ha pasado un mes desde que me mudé de la casa de los
Reyes, ahora vivo en un modesto apartamento frente a este
lugar, todas las mañanas desayuno mirando hacia aquí, hacia
el rincón de las sirenas. No he vuelto a ver a James, tampoco
he querido escuchar sobre él porque necesitaba pensar,
Carmen me dijo que Hugo ha estado preguntando por mí, ni
siquiera contesté a eso. No necesito saber nada de Hugo, ni de
James, ni de nadie, lo único que necesito es sentarme aquí y
observar el mar buscando a las sirenas, es lo que Sofía hacía
cada vez que veníamos aquí. Un pez se acerca a las rocas,
apoyo mi barbilla en mis brazos sobre mis rodillas y observo
al pequeño pez buscar comida. La brisa vuelve a golpear mi
cara, siento a alguien sentarse a mi lado, al principio pienso
que es Tanok, mi hermano está de visita con su familia, se
están quedando en casa de los Reyes. Cuando giro la cabeza
para ver quién se ha sentado a mi lado mi corazón se
desploma.
-Hola- me saluda.
Mis ojos se llenan de lágrimas, no dudo en lanzarme a sus
brazos, hace tanto tiempo que no lo veo. Frota mi espalda con
su gran mano.
-Mario- lloro- Estás aquí.
-Siento mucho haberme ido.
Me separo de él, acuno su cara entre mis manos, está
cambiado, hay ojeras bajo sus ojos y su cara está más delgada.
-Te he extrañado mucho- le digo.
-Y yo a ti, Mariela.
Apoyo mi cabeza en su pecho, ambos miramos hacia el
océano.
-A Sofía le encantaba venir a este lugar- le digo.
-La siento cerca, Mariela.
-Mi niña está aquí, en el mar, en la brisa…
Mario solloza.
-Me duele mucho el pecho- dice.
-Lo sé, hijo, me siento igual.
-Han pasado cuatro meses, debería estar mejor, pero no
puedo.
Lo miro a los ojos.
-No sólo perdiste a tu esposa, mi niño, también a tu bebé,
necesitas más tiempo.
-Vuelve a casa, necesito que me ayudes.
-Creo que es hora de que vuelva con mi familia.
Mario sonríe, intenta levantarse, pero lo detengo.
-Mira aquí- le digo señalando a un lado de la roca.
Mario pasa sus dedos por encima de los nombres.
-Sofía y Luna- dice- ¿Lo has hecho tú?
-Sólo puse Luna, el de Sofía lo hizo ella misma cuando
tenía siete años.
-¿Esto lleva aquí dieciséis años?
Asiento con la cabeza, Mario saca su móvil del bolsillo de
su pantalón, marca en él con dedos temblorosos.
-Tadeo, hermano.
-¿Dónde estás? Te hemos estado buscando.
-Estoy con Mariela.
Escucho a Tadeo suspirar.
-Nos tenías asustado, Tanok ha ido a buscarte al carguero
otra vez.
-Lo siento, tenía que venir yo solo a buscarla.
-Está bien, pero podrías haber avisado.
-Perdóname, hermano. Necesito que hagas algo por mí.
-Claro, dime.
-Habla con el concejal de urbanismo, quiero comprar el
rincón de la sirena.
-¿Unas rocas en mitad de la playa?
-Sí, las quiero hoy mismo, no me importa cuánto cuesten.
-Bien, me reuniré con el concejal ahora mismo. Hablamos
más tarde.
Mario guarda su móvil, se inclina hacia adelante para besar
el nombre de mi hija y li nieta.
-Os amo- murmura- Permaneceréis aquí eternamente.
Acaricio la cabeza de Mario suavemente, su pelo ha crecido
bastante.
-Me gustaba más corto- le digo.
Mario se ríe débilmente.
-Vamos a casa- me dice- Voy a dejar a alguien aquí
vigilando este lugar, no quiero que nadie más pise estas rocas.
Me ayuda a levantarme, echo un último vistazo al agua, un
delfín salta en el horizonte. Mario me abre la puerta delantera
de su coche, Nelson se queda aquí vigilando hasta que Tadeo
se haga con el lugar. Mario me hace muchas preguntas de
camino a casa. Sobre todo me pregunta por mi operación y el
ingreso en la clínica, me pide disculpas una y otra vez. Evito
contarle lo que ha pasado entre James y yo, pero lo que más
evito es contarle acerca de Hugo, no quiero que salga
perjudicado y sé que Mario sería capaz de hacerle daño por lo
que me hizo.
-No vuelvas a irte de casa- me dice- Esta casa es tuya
también, eres una Reyes.
Acaricio su mejilla con mis nudillos.
-Te he extrañado bestia- le digo.
Él sonríe antes de bajarse del coche, lo sigo al interior de la
casa, me congelo cuando veo a James en la sala sentado junto
a Sandra, ella y Gala corren hacia a mí, cada una me abraza
por un lado.
-Bienvenida a casa- me dicen a la vez.
-No vas a irte nunca más, ¿verdad?- me pregunta Gala.
-No, cariño, me quedo aquí para siempre.
-¿Pero estás mejor?- me pregunta Sandra.
-Sí- contesto mirando a James- Estoy mejor.
-Ha venido a examinar a Mario- susurra Sandra.
-Podemos ir al jardín, si quieres- me dice Gala.
-No, está bien- contesto.
Me siento en el sofá frente a James, él no me quita la vista
de encima. Sandra y Gala se sientan cada una a un lado de mí.
Han estado visitándome todos los días desde que me mudé al
apartamento de la playa, sólo son dos niñas con necesidad de
una madre.
-¿Cómo te encuentras?- me pregunta James.
-Bien, gracias por preguntar.
Él sonríe, algo se aprieta dentro de mí, me encantaría ir
hacia él y abrazarlo.
-¡Tía Mariela!- grita Marielita cuando me ve.
Se lanza a mis brazos.
-¡Cuidado!- la regaña Tanok.
Mario desvía la mirada, mi hermano deja las maletas a un
lado.
-¿Os vais?- le pregunto.
-Sí, llevamos una semana aquí, es hora de volver a Bogotá,
mamá está un poco quisquillosa, dice que la he abandonado.
Mi pecho vibra por la risa.
-¿Cuándo vas a venir a Bogotá?- me pregunta mi hermano.
Niego con la cabeza.
-No estoy lista para volver allí y menos para pisar la casa.
Nahuel frunce el ceño, pone las manos en jarra sobre sus
caderas.
-Tienes que venir a ver mi cuarto- me dice muy molesto-
Tengo un dinosaurio enorme, tía.
Marielita se ríe de su hermano.
-Te prometo que haremos una videollamada para que me
enseñes todos tus juguetes- le digo a mi sobrino.
Él asiente complacido, me levanto del sofá para acompañar
a mi hermano y a su familia a la puerta, Hugo espera junto al
coche, agacha la cabeza cuando me ve. Me despido de mi
hermano, su esposa y mis sobrinos con la promesa de la
videollamada. Los veo alejarse en el coche mientras se
despiden con sus manitas desde el interior. Mi cintura es
rodeada por unos brazos, me besa el cuello suavemente.
-Hablemos, por favor, me estoy muriendo sin ti.
Pongo mi mano sobre las suyas.
-Ve a mi habitación después de examinar a Mario, te estaré
esperando allí.
Me da otro beso detrás de la oreja, giro la cabeza un poco
para mirarlo, posa sus labios sobre los míos brevemente.
-Nos vemos en tu habitación en un rato- me dice.
Asiento con la cabeza. James desaparece en el interior de la
casa. Respiro hondo antes de entrar yo también, me dirijo
directamente a mi habitación. Mientras espero a James, pienso
en lo ocurrido en el último mes, lo mucho que he echado de
menos estar con él. ¿Sigo enfadada? Definitivamente. El
problema es que también lo amo con todo mi corazón. Me
quedo mirando por la ventana pensando en todo, el coche de
Hugo llama mi atención, cuando se baja mira hacia aquí, me
saluda con la mano, le devuelvo el gesto. Una mano corre la
cortina ocultándome de la vista de Hugo, miro hacia James.
-¿Qué haces?- le pregunto.
-Estamos como estamos por culpa de él.
Me cruzo de brazos.
-También tienes parte de culpa, ¿no crees?
-Sí- contesta en un hilo de voz- Mariela, este último mes sin
saber nada de ti ha sido peor que cuando estuviste en la
clínica, en aquel momento, aunque no podía verte, Carmen me
hablaba de ti constantemente, esta vez no ha sido así y me he
vuelto loco.
-Siento mucho que lo hayas pasado mal, yo no he estado
precisamente de vacaciones.
-Fui un idiota, un inmaduro. Debería haber hablado primero
contigo, debería haber sabido que ese mensaje no lo enviabas
tú.
-Debiste hacerlo, James, ni siquiera sabía que Hugo había
cogido mi móvil. Esa noche me besó, me pilló desprevenida,
le dejé las cosas claras, le dije que no lo volviera a hacer
porque yo no sentía nada por él. Luego me fui corriendo a mi
habitación y me olvidé el móvil en la isla de la cocina, ni
siquiera quise bajar de nuevo para no encontrármelo, me metí
en la cama y pasé una noche horrible, casi no dormí.
-Joder, lo siento mucho, siento mucho no haber hablado
contigo de esto antes.
-James, me sentí muy confusa cuando me hablabas tan
fríamente. No entendía qué pasaba.
-Bebé, lo siento mucho.
-Ayer hizo cuatro meses que Sofía y mi nieto murieron.
James me rodea con sus brazos, oculto mi cara en su pecho,
su olor golpea mis fosas nasales. Madera, limpio, masculino,
he extrañado estos olores.
-Ven a cenar a mi casa esta noche, bebé. Déjame
disculparme como mereces, quiero cuidarte.
Levanto la cabeza para poder mirarlo.
-¿Una cita?- pregunto.
-Una cita, bebé.
-No voy a acostarme contigo.
-No lo merezco.
-No, no lo mereces. Iré a la cita, pero a las once quiero estar
de vuelta aquí.
-Por favor, no, quédate a dormir conmigo.
Niego con la cabeza.
-Sólo cena- le digo.
James toma mis manos.
-Por favor, bebé, te lo suplico.
-No voy a dormir contigo, James.
-Vale- dice en un susurro mirando hacia el suelo.
Suelta mis manos.
-Tengo irme- dice- Voy a pedir comida de algún restaurante
y quiero comprarte un regalo.
-No es necesario que me compres nada.
Me mira con los ojos llenos de lágrimas, mi corazón se
rompe.
-Pero quiero hacerlo- su voz se rompe.
-James, ¿qué pasa?
Las lágrimas caen por sus mejillas.
-Pasa que siento que no voy a poder arreglar lo que rompí
entre nosotros, no sé cómo disculparme contigo y que todo
vuelva a ser como antes.
-¿Esto es porque no quiero dormir contigo?
-Sí- solloza- Te he echado mucho de menos, me he sentido
muy culpable, lo único que quiero es tenerte en mis brazos y
cuidarte.
-James, mi amor, no llores.
-Es que me duele que no podamos volver a lo de antes.
Rodeo su cintura con mis brazos, solloza fuerte.
-Mi amor, cálmate, por favor.
-Lo siento, ahora sí que debo parecerte un niño.
-James olvida ese tema, te lo pido por favor. No eres ningún
niño, eres un hombre.
James posa sus labios sobre los míos, mis mejillas se
humedecen con sus lágrimas.
-Lo siento, bebé- solloza en mis labios.
-Cálmate, dormiré contigo esta noche.
-¿De verdad?
-Sí, no quiero que estés mal.
-Gracias, bebé, te prometo que no intentaré nada, sólo
dormiremos. Confía en mí.
-Confío en ti.
Tadeo me deja en el edificio de James unas horas más tarde,
él se baja conmigo del coche, coge mi bolso de ropa de los
asientos traseros.
-¿Por qué tienes que quedarte aquí a dormir?- pregunta
molesto.
-Porque quiero pasar la noche con James.
-Mario va a hacer preguntas cuando no te vea en la mesa
para cenar.
-Confío en ti, sé que vas a cubrirme.
Pone los ojos en blanco, le quito mi bolso del hombro y lo
detengo poniendo una mano en su pecho.
-Hasta aquí, pequeño- le digo.
-¿Qué? No, quiero acompañarte hasta la puerta.
Me rio suavemente.
-No vas a hacer eso, querrás quedarte a cenar y, muy
seguramente, a dormir.
-Má, sólo quiero acompañarte a la puerta.
-Dame un beso de buenas noches y márchate.
Suspira derrotado, me da un beso en la mejilla.
-Pásalo bien- me dice- Estás preciosa.
-Gracias, cariño, que descanses.
-¿Sin ti en casa? Lo dudo mucho, no me gusta que tengas
novio- dice mientras se da la vuelta para subirse al coche.
Entro en el edificio de James, el portero me saluda y me
pregunta a qué piso voy, espero a que avise a James y me de
permiso para subir. Me miro en el espejo del vestíbulo, Sandra
me ha dejado uno de sus elegantes vestidos y sus tacones,
nunca había usado unos. El vestido es precioso, en cuanto me
lo puse, Sandra y Gala me miraron con la mandíbula
desencajada. Dijeron que el rojo es mi color. Los tacones son
negros. También me maquillaron un poco, más bien, lo que
ellas consideraron un poco, me pintaron los labios del mismo
color que el vestido.
-Puede subir señora- me dice el portero- El señor Belmonte
le ha dado permiso ilimitado, puede pasar siempre que quiera.
-Gracias, que pase una buena noche.
Subo al ascensor, pulso el botón del ático. Las puertas se
abren en el último piso. James está apoyado en el marco de la
puerta de su casa, sus ojos me recorren desde los pies hasta la
cabeza.
-Maldita sea- murmura- Esto no me ayuda.
-¿Pasa algo?- pregunto confundida.
-Estás… Joder, bebé, ¿cómo me haces esto?
Frunzo el ceño, James me quita el bolso del hombro.
-No entiendo- le digo.
-Mariela, me has puesto muy duro, estás jodidamente
preciosa. No sé cómo voy a hacer para mantener mis manos
lejos de ti estando vestida tan sexy.
TRECE
James
Mariela mira hacia mi entrepierna, sonríe a la vez que se
muerde el labio inferior.
-No es divertido, me duele- protesto.
Pasa por delante de mí para entrar en mi casa. El maldito
vestido le queda como un guante, se ajusta perfectamente a sus
curvas y, Dios, el culo, quiero hacer tantas cosas con él, cosas
que no sé hacer.
-¿Me estás mirando el culo?- me pregunta.
-Quiero follarte el culo.
-No vas a tocarme- se ríe.
-Joder, por favor, te juro que nunca más volveré a
desconfiar de ti.
-Oh, eso espero.
-¿Me dejas follarte?
-No- se ríe.
Gruño frustrado, dije que no la tocaría y voy a cumplir con
mi palabra a menos que ella me busque, pero maldita sea,
quiero follarla sin sentido.
-¡Tú culpa es si me revienta la polla!- grito mientras subo
las escaleras.
La escucho reírse a carcajadas. En serio, me duele la
entrepierna, tenía que vestirse así precisamente hoy, no podía
haberlo hecho cuando me dejara tocarla. Lanzo su bolso a mi
cama, estoy muy frustrado.
-¿Enfadado?- pregunta mientras me rodea la cintura con sus
brazos por detrás.
-Mucho.
-¿Por qué?- se ríe.
-Porque estás muy sexy, realmente preciosa, quiero que me
chupes la polla con los labios pintados de rojo y quiero
levantarte el vestido y follar tu coño.
-Una pena que no te deje tocarme.
Se separa de mí, me giro apretando la mandíbula.
-¿Estás disfrutando torturándome?- le pregunto.
Sonríe ampliamente.
-Un poquito- contesta.
-Bebé, por favor, me duele.
Se encoge de hombros antes de salir de la habitación. Bajo
las escaleras frustrado, me está provocando a propósito, sé que
lo merezco, por supuesto que lo merezco. Pongo algo de
música para la cena, me siento frente a ella en la mesa del
comedor, no puedo dejar de mirarla, tiene la ciudad y el mar
detrás de ella, comienza a reírse a carcajadas.
-¡No puede ser!- grita riéndose- ¡James!- no deja de reírse.
-¿Qué?- pregunto con una sonrisa en la cara.
-¿En serio has puesto esta canción?- me pregunta.
Me encojo de hombros, bajo la mirada para evitar que me
vea reírme en silencio, de fondo suena mayor que yo, la he
puesto a propósito. Ella no deja de reírse, las lágrimas están
comenzando a caer por sus mejillas. Me levanto de la silla
haciéndola caer al suelo, rodeo la mesa y levanto a Mariela de
su silla, la cena se va a quedar fría, pero me importa una
mierda. Comienzo a bailar con mi mujer mientras ella llora de
la risa.
-No me importa que usted sea mayor que yo, hoy la quiero
en mi cama…- le canto en el oído.
Se ríe más fuerte, le canto otra estrofa de la canción.
-Me duele el estómago de reírme- dice- Basta, por favor.
-¿Basta? Esta es nuestra canción, la voy a poner en nuestra
boda.
Mariela levanta las cejas sorprendida.
-¿Qué boda?- pregunta.
-La nuestra, bebé, vas a ser mi esposa.
Choco mis labios contra los de ella, la empujo hacia atrás
hasta que está sentada sobre la mesa, me cuelo como puedo
entre sus piernas. Mariela me empuja con sus manos en mis
caderas hacia atrás.
-Aléjate, no seas zalamero- me dice.
Se me escapa un suspiro, me alejo de ella para que pueda
bajarse. Después de cenar nos cambiamos de ropa, la observo
atentamente mientras se quita el vestido.
-¡Bebé!- grito.
Ella se ríe de mí sin compasión.
-¿Pero qué es esa vaina?- pregunto- Bebé, ¿desde cuando
tienes lencería?
Ella acaricia sus muslos desnudos con sus manos hasta
llegar al tanga de encaje negro semitransparente, que va a
juego con el sujetador.
-Bebé, me estás haciendo sufrir mucho, mira cómo me
tienes.
Me saco la polla de los bóxer sin pensar.
-Brilla- dice.
-¿Brilla?- pregunto confundido- ¡Es mi semen que quiere
salir!
Me quito los bóxer enfadado, le doy una patada a toda la
ropa que he amontonado en el suelo. Mariela se quita el
sujetador en mis narices lo deja caer sobre la cama, luego se
quita el tanga y hace lo mismo. Me froto la cara mientras
gruño desesperado, cuando me quito las manos de la cara, me
encuentro a mi mujer muy cerca de mí.
-¿Vemos la película?- me pregunta.
-¿Te has propuesto hacerme sufrir esta noche?
-He de decir que fue idea de Gala, Sandra no estaba muy de
acuerdo y, en principio, yo tampoco, pero ahora creo que Gala
tenía razón. Es divertido ver a un hombre morir de deseo por
una.
-Por favor, ya no más, es en serio, me duele.
Su rostro se suaviza.
-Ponte el pijama- le digo en tono suplicante.
Ella hace lo que le digo, se cubre el cuerpo con el pijama,
me pongo los pantalones del mío y una camiseta blanca de
manga corta, bajamos juntos de la mano. Mariela se tumba en
el sofá mientras tomo el mando de la televisión. Me acuesto
entre sus piernas con la cabeza apoyada en su vientre, ella es
quien elige la película. Acaricia mi cuero cabelludo con sus
dedos, meto mis manos bajo su camiseta, sólo le hago suaves
cosquillas en los costados, evito subir las manos más, sé que
no voy a aguantar si lo hago, tendré que irme al baño a
aliviarme y eso es muy patético.
-James- me llama.
-¿Sí?
-Te amo.
-Y yo a ti, bebé, te amo mucho, te lo juro.
Por la mañana me despierto con la luz del sol, abro los ojos
para encontrarme a Mariela durmiendo plácidamente en mis
brazos. La pongo de espaldas al colchón con cuidado, me
pongo sobre ella mientras la beso por la cara y la mandíbula.
-¿Qué haces?- murmura somnolienta.
-Buenos días, bebé.
-James- advierte.
-Anoche no te toqué- protesto.
-Eso se extiende hasta esta mañana.
-Joder- gruño- Está bien.
Se ríe suavemente.
-Estoy de broma, bobo- dice- Hazme el amor, es tu
recompensa por cumplir con tu palabra y no tocarme anoche.
-Gracias, bebé, te amo.
Alargo la mano hacia el cajón, tanteo el fondo en busca de
un condón, frunzo el ceño.
-¿Qué pasa?- me pregunta Mariela.
Me estiro para mirar bien dentro del cajón de mi mesita de
noche.
-No me lo puedo creer- espeto.
-¿No tienes ningún condón?
-No- gruño mortificado- Debimos gastarlos todos la última
vez, creí que sobró alguno.
-Hazlo sin condón.
-No, bebé, es arriesgado.
-Sácala cuando te vayas a correr.
-¿Estás segura?
-Sí, mi amor, de todas formas, ya tengo casi treinta y nueve
años, no soy tan fértil.
-Mariela, eso no es verdad, puedes seguir siendo muy fértil
a tu edad, es cierto que lo normal es no serlo cuanto mayor sea
la persona, pero cada cuerpo es un mundo.
-Entendido doctor.
Mis bolas se aprietan.
-Vuelve a llamarme así- exijo mientras me quito la camiseta
y los pantalones.
-Doctor, necesito una inyección por aquí…
Pasea sus dedos por su vientre hasta su entrepierna. Me
acaricio lentamente.
-Muéstrame dónde necesitas mi inyección- le digo.
Ella se baja los pantalones cortos de pijama, su precioso
coño se abre de par en par al igual que sus piernas.
-Aquí doctor, me duele- dice haciendo un puchero.
-Mariela, no puedo.
Frunce el ceño.
-¿Qué?
-Necesito un condón- le digo.
Ella me empuja por el pecho, caigo de espaldas en el
colchón, me sorprende subiéndose a horcajadas sobre mí, ella
misma me agarra la polla y la posiciona en su entrada, se
desliza por mi longitud.
-Ahhh- gimo- Mierda.
Se mueve como una diosa, sus caderas bailan sobre mí, esto
está tan mal, es tan peligroso. La sujeto por las caderas.
-Bebé, vas a hacer que me corra.
-Ahhh, te amo, mi amor.
No, no, no, no, no. Pienso en otra cosa para no correrme, no
puedo, mis ojos no se apartan de ella.
James deja de mirarla.
Dice la voz de mi mente. Lo intento, intento apartar la vista
de ella, de sus tetas rebotando, de su gesto de placer, miro
hacia abajo.
-¡Ahhh!- gimo fuerte- Bebé, me voy a correr.
Su coño me aprieta con fuerza, me contengo todo lo que
puedo, ella baja de su orgasmo, la levanto de encima de mí
rápidamente, ni siquiera tengo que acariciarme para correrme,
gruesas cuerdas de semen caen por mi longitud.
-Maldita sea- jadeo.
-Ha sido increíble- dice ella.
-He estado a punto de correrme dentro de ti, no vamos a
volver a hacerlo así.
Mariela se tumba a mi lado, giro la cabeza para mirarla.
-¿Estamos bien?- le pregunto.
-Sí, mi amor, estamos bien.
-Nunca más voy a volver a desconfiar de ti.
-Te creo.
-He aprendido la lección, bebé.
-Te amo, niño bonito.
Tadeo viene a recogerla una hora más tarde, odio tener que
despedirme de ella. No sé cuándo vamos a dejar de
escondernos, mucha gente sabe ya lo nuestro. Incluso Tadeo
está de acuerdo, aunque me amenace cada dos por tres con
matarme. Cierro la puerta de mi casa en cuanto Mariela sale
por ella. Mi móvil suena en algún lado de mi casa, no tengo
ganas de hablar con nadie ahora mismo, lo que quiero es tener
a mi mujer aquí conmigo. Vuelve a sonar martilleando mi
cabeza, lo busco por todos lados de mi casa, no lo encuentro
por ningún sitio. Busco entre la ropa que me quité, algo bajo la
cama llama mi atención, me agacho para recoger el trozo de
tela negra.
-Joder- jadeo.
Es el tanga que Mariela llevaba anoche puesto, lo dejo
sobre la cama. Mi móvil suena de nuevo, esta vez lo escucho
mucho más cerca, miro bajo la cama, ahí está. Extiendo el
brazo hasta que logro cogerlo. La pantalla parpadea con un
número que no conozco, pero sí conozco el prefijo, deslizo el
dedo en la pantalla para atender la llamada.
-James Belmonte, ¿quién es?- pregunto en inglés.
-Doctor Belmonte, soy el doctor Edgar Miller, del hospital
General de Los Ángeles, lo llamo en referencia a su solicitud
para el puesto de jefe de servicio de la unidad de medicina
general.
Me froto la frente con los dedos, no recordaba que hace casi
un año envié varias solicitudes de trabajo a diferentes
hospitales de Estados Unidos, esta era la última solicitud que
no aún no habían contestado.
-Sí, dígame doctor Miller.
-Quería comunicarle que ha sido aceptado en el puesto,
¿cuándo cree que podría comenzar a trabajar para nosotros?
He de decir que su currículum es impresionante para la edad
que tiene.
Miro la ropa interior de Mariela en mi cama, irme de
Cartagena supondría estar lejos de ella, vernos sólo en
vacaciones o algún fin de semana esporádico, significaría que
no la vería cada vez que quisiera. Respiro hondo y suelto el
aire lentamente.
-Oh, uhm… Agradezco mucho la oportunidad que me está
brindando, sé que es una oportunidad única, pero
desgraciadamente debo rechazarla. Hace un año mi vida era
muy diferente a la de ahora, no puedo irme y dejar atrás todo
lo que he conseguido.
-Entiendo, doctor Belmonte, mi esposa también me cambió
la vida. No la cambiaría por nada.
Esbozo una sonrisa.
-Que tenga buena suerte y le vaya muy bien, doctor
Belmonte.
-Gracias y, realmente, lo siento. Que tenga un buen día.
Me siento bien, me siento muy bien. Rechazar esta oferta
de trabajo ha sido mi mejor decisión, hace un año no conocía a
Mariela, quería irme a Los Ángeles con mi familia materna y,
dado el caso, llevarme a mi madre de Cartagena, lejos de mi
padre. Ahora sólo quiero estar con Mariela en todo momento,
y, sí, quiero hacerla mi esposa. Quiero levantarme con ella
cada mañana, quiero tenerla a mi lado en todo momento,
quiero llegar a casa del hospital y verla aquí o en otra casa, en
una casa de los dos, un hogar. La quiero a ella conmigo y para
siempre.
CATORCE
Mariela
-¿Dónde has pasado la noche?
Tadeo se congela, no hemos hablado nada de lo que le
contó a Mario anoche. Él abre la boca para hablar, pero su
hermano levanta una mano callándolo al momento.
-Tú cállate- le dice Mario a Tadeo- Mariela contesta.
-¿Desde cuándo tengo que darte explicaciones de lo que
hago o dejo de hacer?
-No tienes que hacerlo, pero quiero comprobar cuán
mentiroso es mi hermano y hasta dónde estaría dispuesto a
llegar para protegerte.
-Mario, hijo, he pasado la noche en el otro apartamento,
necesitaba dormir allí una vez más.
Mario nos mira a Tadeo y a mí con los ojos entrecerrados,
luego se da la vuelta y vuelve por donde ha venido sin decir
nada más. Tadeo suspira.
-¿Le dijiste que estaba ahí?- le pregunto.
-Sí. Má, ¿por qué sigues ocultando tu relación con James si
ya hay mucha gente enterada?
-Porque no sé cómo va a reaccionar Mario.
-Que sigáis siendo felices a escondidas- contesta sonriendo.
Le quito mi bolso de ropa del hombro, luego subo las
escaleras en dirección a mi habitación, necesito darme una
ducha y pensar, pensar mucho. Todo lo que James dijo anoche
sobre nosotros, se quiere casar conmigo. No sé si estoy
preparada para eso, nunca me ha importado lo que la gente
diga sobre mí, pero sí me importa lo que dirán sobre él. Lo
juzgarán por estar con una mujer más mayor que él, quizás a él
no le importe, pero a mí sí, no quiero que digan nada sobre él.
Me siento en el borde de mi cama, la puerta de mi habitación
se abre, Carmen, Gala y Sandra entran sonriendo.
-¿Cómo ha ido?- me pregunta Sandra.
Sonrío débilmente.
-Bien- contesto.
Se miran entre ellas, luego me miran a mí, Sandra se sienta
a mi derecha y Carmen a mi izquierda, Gala se pone de
rodillas en el suelo con sus manos en mis rodillas.
-¿Qué ha pasado?- pregunta Carmen- ¿James te ha
rechazado?
-No, ha sido una noche genial, en serio.
-¿Entonces qué pasa?- me pregunta Sandra.
Me encojo de hombros.
-Mariela, ¿qué pasa?- pregunta Gala.
Las lágrimas pican en mis ojos.
-Dijo que quería casarse conmigo.
Jadean las tres a la vez.
-¿Y eso es malo mi niña?- me pregunta Carmen.
-Sí.
-No estoy entendiendo nada- dice Sandra.
-Tengo casi treinta y nueve años, él va a cumplir los treinta
y tres.
-¿Otra vez con eso?- me pregunta Sandra enfadada- A
James no le importa tu edad.
-Cariño, no le importa ahora, ¿qué pasará cuando quiera
tener un hijo? Yo no puedo dárselo.
-¿Por qué?- me pregunta Gala- No eres estéril.
-Tengo casi cuarenta años, un trasplante de riñón y ninguna
gana de volver a ser madre, mi corazón no ha sanado.
Gala agacha la cabeza.
-Es por Sofía- dice.
-Perderla ha sido lo más duro que me ha pasado nunca- mi
voz se rompe- No soy capaz de verme criando a otro niño,
pensaré en ella constantemente y eso no es justo para nadie.
-¿Y nosotros?- pregunta Sandra.
-Es diferente, cariño, vosotros ya sois mayores, sólo tengo
que daros amor y consejos, pero criar a un niño pequeño es
muy diferente. Me recordará todo lo que perdí al morir mi hija.
Tadeo, Mario y vosotras dos sois mis otros hijos, os amos
tanto como amé a Sofía, si os perdiera a alguno os juro que me
moriría.
Gala y Sandra me abrazan mientras Carmen me peina el
pelo con sus dedos.
-Tienes que hablar con él sobre esto, mi niña- me dice.
-Lo sé, tengo miedo.
Han pasado tres días desde que fui a cenar a casa de James,
hemos estado hablando por teléfono y sólo nos hemos visto
cuando ha venido a casa para visitar a Mario, tenía mal
algunos valores de la analítica. Ahora estoy caminando por los
pasillos de la clínica donde trabaja para hablar con él, no
aguanto más, necesito que dejemos claras algunas cosas entre
los dos. He tenido tres días para pensar en todo lo que voy a
decirle y, realmente, espero que él entienda mis motivos para
no querer más hijos. Llamo suavemente a la puerta de su
consulta, me da paso inmediatamente, sus ojos se iluminan
cuando me ve entrando.
-Bebé, ¿qué haces aquí?
Se levanta de su silla para darme un beso.
-Necesito hablar contigo.
Frunce el ceño, luego me indica que me siente en una de las
sillas que hay junto a su escritorio, él se sienta en la de
enfrente.
-¿De qué necesitas hablar?- me pregunta.
-Lo que dijiste la otra noche, dijiste que te querías casar
conmigo.
James sonríe.
-Sí, ¿qué pasa con eso?
-James, yo…
-No quieres casarte- me interrumpe.
Niego con la cabeza.
-No es eso, es que hay muchas cosas que no hemos
hablado.
-Entiendo.
-¿Tú quieres ser padre?
-Sí, me gustaría, pero no tienes que quedarte embarazada,
bebé, podemos adoptar.
-No, James, ese es el problema, no quiero volver a ser
madre.
Sus hombros se hunden.
-Bueno, tampoco es algo tan importante para mí- me dice.
-James, no puedo privarte de algo que deseas, no puedes
privarte de esa experiencia.
-¿Por qué no quieres volver a ser madre?
Le cuento mis razones, exactamente las mismas que les di a
las chicas la hace tres días, veo la decepción en su rostro, por
mucho que intente negarlo, está decepcionado.
-Mariela, no sé qué decir, es decir, entiendo perfectamente
tus razones, no sé, sigo pensando lo mismo, no es tan
importante para mí ser padre.
-James, acabas de decir que te gustaría serlo y has
cambiado de opinión cuando te he dicho que yo no quiero ser
madre de nuevo.
-¿Y entonces qué? ¿Terminamos lo nuestro? No quiero
estar sin ti.
-No lo sé, James, estoy muy agobiada. Siento que si te
retengo a mi lado estoy privándote de ser padre y de verdad
creo que serías un gran padre, mereces vivir esa experiencia.
-Pero no quiero eso sin ti, si tener hijos supone perderte, no
lo quiero.
-Tienes que pensarlo.
-Lo he pensado, no quiero hijos si no es contigo.
-James, tienes que pensarlo de verdad, no necesitas tener
una respuesta ahora mismo.
James se pone de pie.
-No estoy dispuesto a perderte- gruñe- Ya he vivido la
experiencia de estar sin ti y puedo decir que la odio.
Me levanto de la silla, pongo mis manos en su pecho.
-Piénsalo bien, James, tienes tiempo.
Le doy un corto beso en los labios antes de salir de la
consulta, alguien tira de mi brazo y me arrastra al otro lado del
pasillo, me empuja dentro de una sala vacía.
-Tienes que dejarlo ir.
Mi piel se eriza por la voz masculina que me habla, él
enciende la luz. El rostro del padre de James aparece ante mí.
-No te metas en nuestras vidas- espeto.
-James siempre ha querido ser padre, si está renunciando a
eso es por estar contigo. ¿De verdad lo amas?
-Claro que sí.
-Pues déjalo, es joven, puede encontrar a una mujer que le
dé lo que desea, Candi, por ejemplo, ella tiene veinticinco
años, está en la flor de la vida, es una mujer de verdad.
Frunzo el ceño.
-¿Qué quieres decir con que ella es una mujer de verdad?
¿Acaso yo no lo soy?
-No, no lo eres, no vas a poder darle hijos biológicos a
James, Candi sí.
-Ella no lo ama, ni él a ella.
-Eso no importa, para engendrar hijos no se necesita amar.
-Eres un monstruo.
Juan se abalanza sobre mí, pega mi cuerpo a una mesa.
-Aléjate- advierto.
-Eres una mujer muy hermosa, pero James no es para ti.
Choca sus labios contra los míos, sus manos viajan por mi
cuerpo, mi cerebro viaja veintitrés años atrás, aquella noche, la
noche de mi violación, escucho sus gemidos en mi cabeza, no
podía defenderme, me aplastaba con su peso, apenas podía
respirar, todo lo que sentía era dolor, un dolor que no estoy
dispuesta a volver a sentir. Araño la cara de Juan con mis uñas,
luego lo agarro por detrás del cuello y lo golpeo en la nariz
con mi puño varias veces hasta que la escucho crujir, él se
echa hacia atrás.
-Vuelve a tocarme y te mato- lo amenazo- ¡¿Me has
escuchado malparido?!
Sale corriendo de la sala. Un jadeo me abandona, me siento
liberada, como si algo en mi vida se hubiera ajustado después
de mucho tiempo. Me bajo de la mesa en la que
ese malparido abusador me había subido, salgo de la consulta
un poco desorientada, debo calmarme. Me encuentro con
Nelson a la salida del hospital.
-Señora, ¿se encuentra bien?- me pregunta.
-Llévame al rincón de mi hija.
Me subo al coche mareada, a pesar del alivio que me ha
supuesto golpear a ese imbécil, no puedo evitar sentirme mal
por los recuerdos que ha evocado. No puedo borrar de mi
mente la cara de mi padre mientras llegaba a su clímax dentro
de mí, el asco que una vez sentí vuelve como un tsunami
arrasando cada parte de mí. Lo tenía todo tan enterrado.
-Señora, ¿quiere que llame a alguien?
-No- contesto en un jadeo- No puedes decir nada a nadie
-Pero no sé qué ha pasado.
-Y es mejor así.
Nelson detiene el coche en el rincón de la playa, ahora es
de mi hija y su bebé, Mario lo compró, ayer se hizo oficial. Me
tumbo sobre la roca mientras el llanto me inunda.
-Te necesito Sofi, necesito tu fuerza, una vez me ayudaste a
olvidar, ayúdame otra vez, te lo suplico, bebé.
El sol comienza a ponerse, han pasado muchas horas desde
que llegué aquí esta mañana. No he ido a ningún otro lado, mi
móvil no ha dejado de sonar, terminé apagándolo, alguien me
levanta de la roca, me aprieta contra su pecho donde vuelvo a
llorar desconsolada.
-Estoy aquí, Mariela.
La voz de Mario me rompe más, me abrazo a él con todas
mis fuerzas mientras siento que me lleva algún lado, he
cerrado los ojos y no quiero abrirlos. Y no lo hago hasta que
hemos llegado a casa, Mario me deja sobre mi cama.
-Carmen, llama a James, que venga ahora mismo- ordena
Mario.
Ni siquiera tengo ánimos para luchar contra él, James va a
hacer preguntas, querrá saber qué me ha pasado. Tadeo entra
dando voces, comienza a discutir con Mario, desconecto de
ellos, no quiero escuchar nada más. Lo único que necesito
ahora es oír la voz de mi bebé diciéndome que debo calmarme.
Siento un pinchazo en mi brazo, abro los ojos lentamente.
-¿Mariela?
James, es él.
-¿Mariela cómo te encuentras?
-Cansada.
Habla con otra persona, busco en la habitación a la persona
con la que James habla.
-Mario- susurro.
Él se apresura a llegar a mí, toma una de mis manos entre
las suyas.
-¿Cómo te encuentras?- me pregunta.
-La necesito- sollozo.
-¿Qué es lo que ha pasado?- gruñe James- Esta mañana
vino a la clínica a verme y no estaba así.
-¿Para qué fuiste a ver a James?- me pregunta Mario- ¿Te
encontrabas mal?
Niego con la cabeza.
-Sólo quería hablar con él de un asunto personal.
-¿Y por qué te has puesto así?- me pregunta Mario.
-Porque extraño mucho a Sofía, necesito que me ayude y no
está- lloro.
-¿Má qué te ha pasado?- pregunta Tadeo.
Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba aquí.
-¿No puedo ayudarte yo?- pregunta.
Encuentro sus ojos mirándome fijamente, hay tanta tristeza
en ellos, palmeo el colchón a mi lado. Tadeo se tumba sin
pensarlo dos veces, apoya la cabeza en mi pecho, y sí, me
ayuda mucho con mi ansiedad, me siento más relajada. Sandra
aparta a Mario de mi lado, ella también se tumba como su
hermano, con la cabeza sobre mi pecho. Respiro hondo y
suelto el aire, hago esto dos veces más.
-Salgamos todos de aquí- ordena Mario- Necesita relajarse.
-¿Dónde está Gala?- les pregunto a Sandra y Tadeo.
-En su habitación con Carmen- contesta Sandra.
-¿Por qué no está aquí?
-Se puso un poco nerviosa cuando vio a Mario entrando
contigo casi desmayada- contesta Tadeo esta vez.
-Siento mucho asustaros tanto, me siento tan culpable,
quizás debería irme de esta casa y dejaros tranquilos.
-¡No!- chillan los dos a la vez.
-No puedes dejarnos, má, por favor.
-Mariela no te vayas- solloza Sandra.
-Pero no hago más que empeorar vuestras vidas.
-No estás pasando por un buen momento, má, lo
entendemos. No queremos que te vayas, no nos abandones. Yo
se lo pedí a mi padre, hice lo que me dijiste, le hablé y él me
ha escuchado, te ha traído con nosotros para que nos cuides.
Le doy un beso en la cabeza a Tadeo y luego a Sandra.
-Te ayudaremos a superar esto- dice ella- Pero no puedes
irte, por favor.
QUINCE
James
Me froto los ojos con los dedos, estoy agotado.
-James, hijo vete a casa a descansar, te llamaré si Mariela se
vuelve a poner mal- me dice Carmen.
Niego con la cabeza, no voy a moverme de esta casa hasta
saber qué ha pasado. No lo entiendo, nos despedimos en mi
consulta y ella estaba bien, normal. No sé qué ha pasado para
que se ponga así, se desmayó, le dio un ataque de ansiedad. Se
suponía que ya estaba bien, le quitaron la medicación. Le doy
una patada a mi maletín.
-Hijo, tranquilo- me dice Carmen.
-Es que no lo entiendo.
-Nadie lo hace, ella estaba bien.
-¿Dónde está Nelson?- le pregunto- Él debe saber qué le ha
pasado.
-Estaba cenando en la cocina con Hugo, fue él quien llamó
a Mario para que fuera a buscar a Mariela a la playa.
-Carmen- mi voz se rompe- Se ha quemado la piel por el
sol, estaba deshidratada, con un puto ataque de ansiedad.
Carmen pasa su brazo por mis hombros.
-La has cuidado bien, hijo, ella va a recuperarse, siempre lo
hace. Es como el ave ese de las cenizas.
-Fénix, es como el ave Fénix.
-Ve a descansar.
-No, me quedaré aquí hasta que me asegure de que ella está
bien.
Me levanto de la silla que Carmen ha puesto en el pasillo
para mí, llevo horas aquí sentado frente a la puerta de la
habitación de Mariela.
-¿Quiere cenar?- me pregunta Carmen.
-No, quiero hablar con Nelson.
Bajo las escaleras, espero que Nelson sea capaz de
contestar mis preguntas. En cuanto entro en la cocina, Hugo
desvía la mirada de mí, no he hablado con él desde hace un
mes.
-Nelson, tengo que hablar contigo- le digo.
Él deja el tenedor sobre el plato y se levanta de la silla.
-Dígame señor Belmonte.
-¿Qué es lo que le ha pasado a Mariela? Cuando salió de mi
consulta estaba bien.
-No sabría decirle, ya estaba así cuando salió del hospital.
La reacción de Hugo llama mi atención, hay un surco en su
ceño que no estaba hace dos segundo.
-¿En qué piensas?- le pregunto.
Levanta la vista del plato.
-En que algo debió pasar en el transcurso de su salida de la
clínica- dice- Hay cámaras de seguridad, ¿verdad?
-Sí, joder, las cámaras. Gracias, Hugo.
Salgo corriendo de la cocina, me subo a mi coche y arranco
el motor, sea lo que sea que le pasara a Mariela debe haber
quedado registrado en las grabaciones de seguridad de las
cámaras de la clínica. Salto del coche casi sin detenerlo, doy
zancadas hacia la sala de seguridad, los guardias se asustan
cuando abro de golpe.
-Doctor Belmonte, ¿qué hace aquí a estas horas?
Señalo a los monitores.
-Quiero ver las grabaciones de esta mañana a las diez, en
mi área.
Los dos se quedan mirándome extrañados por mi petición.
-¡Vamos!- grito.
Se ponen a buscar las grabaciones inmediatamente, están
tardando una eternidad.
-Uhm…
-¿Qué?- pregunto con la mandíbula apretada.
-No hay nada a esa hora.
-¿Cómo que no hay nada?- pregunto.
-Se ha borrado un tramo de treinta minutos, desde las diez
hasta las diez y media.
-¡¿Quién coño ha borrado la grabación?!- grito.
-No lo sé doctor, no estaba a esa hora, mi turno empezó a
las diez de la noche.
-El mío también- contesta el otro guardia.
-¿Quién estaba aquí a esa hora?
-Barrientos, era su turno- contesta uno de ellos.
-Pero él…- tartamudea el otro.
-¿Él qué?- pregunto.
-Hoy ha firmado la renuncia, doctor Belmonte, me lo
encontré al entrar en la clínica, él salía de su último turno, lo
escuché hablando por teléfono y dijo eso.
Doy un puñetazo a la puerta, mis nudillos crujen, el dolor
me corre por todo el brazo. Los dos guardias intentan
acercarse a mí.
-No me toquéis- gruño.
-Su mano, doctor…
Salgo de la sala de seguridad dando un portazo. Y lo último
que me faltaba aparece ante mí, mi madre.
-¿Qué estás haciendo aquí?- me pregunta.
-¿Y tú?
-Terminar de trabajar- mi madre se cruza de brazos- James,
¿qué estás haciendo aquí?
-Nada, mamá, no hago nada.
Doy un paso hacia adelante, pero ella me detiene
tomándome por los hombros.
-James Belmonte Ashton, dime ahora mismo qué está
pasando.
-A mí también me gustaría saber qué está pasando, mamá.
Me toma de la mano, me quejo en cuanto me toca, ella me
agarra la mano con mucho cuidado para examinarla.
-¿A quién has golpeado esta vez?- me pregunta- James no
te reconozco, tú nunca le has pegado a nadie.
-Es por Mariela, mamá- sollozo- Está sufriendo y no sé
cómo ayudarla.
Mi madre acaricia mi mejilla con su pulgar.
-Mi niño, ha estado muchos años sufriendo en soledad, no
debe ser fácil para ella tener a alguien se preocupa por primera
vez en mucho tiempo de su bienestar.
-Pero la amo, se lo he dicho, le dije que me quería casar con
ella.
Mi madre mira el anillo de su dedo anular derecho, suelta
mi mano para quitárselo, luego lo pone en la palma de mi
mano buena.
-¿Mamá qué haces?
-Mi abuelo le regaló ese anillo a mi abuela cuando cobró su
primer sueldo, no es el más lujoso, sólo está bañado en oro y la
piedra rosa es una rodocrosita, simboliza el amor eterno, mi
abuelo escogió esta piedra para asegurarle a mi abuela que ella
siempre sería su único y verdadero amor, pasara lo que pasara,
ella siempre sería la dueña de su corazón.
-No puedo aceptarlo, mamá.
-Es tuyo, mi amor, dáselo a ella si crees que es tu único y
verdadero amor.
-Lo es mamá.
Ella sonríe, me da un beso en la mejilla y luego me abraza,
rodeo su cuerpo con mis brazos mientras aprieto el anillo en
mi mano.
-Tienes que hacerte una radiografía, cariño- me dice- Tu
mano apesta.
-¿Me acompañas? Necesito a mi mamá.
Me abraza más fuerte.
-Siempre que me necesites estaré ahí, mi bebé, mamá nunca
te dejará.
Termino con la mano escayolada, quince días de baja en el
trabajo y menos dinero en mi cuenta por haber roto la puerta
de la sala de seguridad. Mi madre me lleva de vuelta a la casa
de Mario, ya ha amanecido, ella se baja conmigo del coche y
entra en la casa para saludar a los Reyes. Carmen es quien nos
recibe.
-Diana, cariño, bienvenida- saluda a mi madre.
-Buenos días, Carmen, aquí te dejo a este abusón.
Carmen frunce el ceño, luego mira mi mano escayolada.
-¿Qué te ha pasado?- me pregunta.
-Me peleé con una puerta- digo.
-Niño tienes que calmarte, vas a acabar volviéndote loco-
me regaña- Ve ahora mismo al comedor y espera allí, el
desayuno estará listo en unos minutos.
Miro a mi madre.
-Ya has oído a la jefa- me dice.
-Tú también, Diana, a desayunar, voy a avisar a los niños y
a Mario.
-¿Mariela sigue en su habitación?- le pregunto.
-Sí, voy a intentar convencerla para que baje a desayunar.
Asiento con la cabeza, mi madre me toma de la mano, me
lleva al comedor. Hugo sale de la cocina, le sonríe a mi madre,
ella no sabe lo que Hugo hizo y no voy a contárselo, son
buenos amigos desde hace muchos años.
-Buenos días, Diana- la saluda él.
-Buenos días, Hugo, ¿cómo te encuentras?
-Bien, ¿y tú? ¿Tienes mejor el pómulo?
-Sí, totalmente recuperado, gracias por lo que hiciste por
mí.
-Cuando quieras.
Hugo pone su mano en mi hombro.
-¿Has averiguado algo?- me pregunta.
-No.
Se sienta en la silla de mi lado.
-¿No había nada en las grabaciones?- me pregunta.
-No había grabaciones, las han borrado.
Hugo mira a mi madre.
-¿Tú sabías eso?- le pregunta.
-Sí, James me ha contado todo lo que ha pasado, voy a
iniciar una investigación, fue el guardia de seguridad del turno
de día quien borró la grabación.
-¿Juan lo sabe?- pregunta Hugo.
-No, aún no le he contado nada- contesta mi madre- Tengo
que preguntarle si él sabe sobre la renuncia de Barrientos.
-Esto es muy extraño- dice Hugo.
-¿Puedes ayudar a mi madre con la investigación? Tú sabes
de estas cosas, eres jefe de seguridad desde hace muchos años.
-Sí, por supuesto, te lo debo, amigo.
-Gracias.
Hugo choca su mano con la mía, nos damos un abrazo.
Mario entra en el comedor, nos mira confundido.
-¿Me he perdido algo?- pregunta.
Hugo y yo nos separamos rápidamente.
-Tengo trabajo que hacer- dice él- Diana te llamo más tarde.
Mi madre asiente, Mario la mira fijamente mientras se
sienta.
-¿Vas a tener una cita con mi jefe de seguridad?- le
pregunta.
Las mejillas de mi madre se sonrojan como nunca antes las
había visto.
-No- contesta en un hilo de voz- Hugo va a ayudarme con
un problema de seguridad de la clínica.
-Oh, está bien- dice Mario.
Tadeo, Gala y Sandra son los próximos en entrar, los tres
saludan a mi madre con un beso en la mejilla, luego se sientan
frente a nosotros.
-¿Y Mariela?- pregunta Mario.
-No ha querido bajar.
Mario se levanta de la silla y sale del comedor.
-¿Cómo ha pasado la noche?- le pregunto a Tadeo.
-Ha dormido, no nos ha soltado ni a Sandra ni a mí ni un
sólo segundo.
-¿Y tú Gala?- le pregunto.
-Bien, gracias por el tranquilizante.
-¿Os ha contado Mariela algo?- les pregunto a Sandra y
Tadeo.
-No, no ha contado nada, pero creo que sólo ha sido un
bajón por Sofía- contesta Sandra- La extraña mucho.
-No puedo ni imaginar por lo que está pasando- dice mi
madre.
Pongo mis codos sobre la mesa, Tadeo empieza a reírse
mientras me mira la escayola.
-Cállate, culicagado- protesto.
-¿Te has roto la muñeca haciéndote pajas?- se burla.
-¡Tadeo!- lo regaña Sandra- Su madre está presente, por
Dios.
Gala se ríe en silencio mirando hacia abajo.
-No te preocupes cariño- le dice mi madre a Sandra- He
escuchado otras cosas de la boca de mi hijo.
Sandra frunce el ceño, pero es Tadeo quien se echa hacia
adelante.
-¿Qué has escuchado?- le pregunta a mi madre.
-Algo íntimo entre su novia y él.
Gala levanta la vista, ella y Sandra me miran con interés.
-¿Qué novia?- pregunta Sandra.
-¿Tienes novia y no nos has dicho nada?
No, no lo he hecho y Sandra va a matarme, se supone que
es mi mejor amiga y su puto hermano lo sabe antes que ella.
-Ups- murmura mi madre.
-James, ¿en serio tienes novia?- me pregunta Sandra.
-Es una amiga- contesto- Mi madre nos pilló hablando de
cosas íntimas.
La risa de Tadeo resuena en todo el comedor.
-¿De qué te ríes mi niño?
Giro la cabeza abruptamente, Mariela entra con Mario en el
comedor, se sienta a mi lado.
-¿Qué te ha pasado en la mano?- me pregunta.
-Un golpe tonto- contesto.
Pego mi boca a su oído.
-Bebé, me tienes preocupado- susurro.
Pone una mano en mi muslo, me da un pequeño apretón.
-Después- contesta.
No aparta su mano de mi muslo en todo el desayuno,
apenas he tocado mi comida, sólo quiero hablar con ella a
solas.
-James, ¿podrías venir a mi habitación?- me pregunta
Mariela- Me gustaría que me examinaras.
-Sí, por supuesto.
Nos levantamos a la misma vez, la sigo escaleras arriba, en
cuanto entramos en su habitación cierro la puerta con seguro.
La abrazo por detrás, ella comienza a sollozar.
-Bebé, ¿qué te pasa?
-No estoy bien.
-¿Qué fue lo que pasó? Saliste bien de la consulta, Nelson
me dijo que ya estabas mal cuando te reuniste con él.
Mariela se gira.
-Me encontré con una madre y su hija, me puso muy mal,
ellas se veían tan bien juntas.
-Lo siento mucho, creí que lo llevabas mejor.
-Así era, he hablado con mi psiquiatra hace un rato, va a
volver a medicarme, dice que es normal que sufra estos
bajones.
-¿Vienes a mi casa a dormir? Me gustaría cuidar de ti.
Niega con la cabeza.
-Necesito estar con los chicos, me ayudan a dormir.
-¿Y yo no?
-Es diferente, James, ellos son como mis hijos, es lo que
necesito ahora. Además, pareces muy cansado, tienes que
dormir.
-Quiero dormir contigo, Mariela, estoy cansado de
ocultarnos, quiero que todos sepan que eres mi mujer, quiero
que vivas conmigo.
-No puedo, James, aún no.
-¿Por qué? Ya casi todos saben que estamos juntos, dime
por qué no podemos tener una relación normal.
-James, yo…
-No puedo más con esto Mariela, siento que te avergüenza
salir conmigo.
-No es cierto, James no quiero que la gente hable de ti.
-¡Me importa una mierda lo que la gente hable!- grito.
Deambulo de un lado a otro enfadado.
-James- me llama.
-Estoy dispuesto a renunciar a tener hijos por estar contigo,
¿por qué no puedes renunciar a esa estupidez de ocultarnos?
-No es tan fácil, Mario…
-¡Basta! Primero era Tadeo, ahora es Mario, ¿quién va a ser
mañana?
-Lo siento.
-Yo también, Mariela, no puedo seguir con esto.
DIECISÉIS
Mariela
Me despido de mi niña y mi nieta, sigo sin creer que estén
aquí, vivas y sanas. Han pasado seis meses desde que James
rompió conmigo, no puedo culparlo, él quería cosas que yo
podía ofrecerle. No he vuelto a verlo, cada vez que ha venido a
casa para alguna visita médica me he encerrado en mi
habitación o me iba a pasear por el jardín para no verlo. No ha
intentado ponerse en contacto conmigo, lo entiendo, le rompí
el corazón. Este tiempo a solas me ha ayudado a esclarecer mi
mente, he dado vueltas a muchas cosas, como a la idea de
tener hijos. Ahora que mi corazón vuelve a estar completo con
Sofía aquí quiero volver a ser madre, mi hija va a hablar con
su esposo para que me ayude a con la adopción.
-¿Qué haces aquí tan sola?
Sonrío a Hugo, hace meses que volvimos a hablarnos,
volvemos a ser amigos como antes. No, mejor que antes,
parece que ha entendido que no siento nada por él.
-Estaba despidiéndome de Sofía y Luna- contesto.
-Ojalá algún día conozcas la casa de Santa Fé, estoy seguro
de que te iba a gustar.
-Me han invitado a ir, pero creo que necesitan estar a solas
los tres.
-Sí, han pasado por mucho, es increíble lo que Sofía ha
aguantado.
-¡Oye!- exclamo- Tiene a quien parecerse.
Hugo levanta las manos en señal de rendición.
-No he dicho nada y tienes toda la razón, madre fuerte, hija
aún más fuerte, imagínate cómo va a ser la nieta.
Me rio suavemente.
-¡Hugo!- grita Mario- Vamos hombre, apúrate.
Hugo suspira.
-El jefe me reclama- dice.
-Que tengáis un buen viaje.
-Nos vemos, Mariela.
Entro en casa cuando el coche desaparece de mi vista.
Escucho a Gala toser desde su habitación, últimamente ha
estado un poco mal de salud, subo las escaleras preocupada,
entro en su habitación y me siento a su lado en la cama,
inmediatamente se acurruca en mi cuerpo, no deja de toser.
-¿Te has tomado la medicación?- le pregunto.
-Sí.
Sus dientes castañean, pongo mi mano en su frente para
tomarle la temperatura.
-Estás ardiendo cariño- le digo.
Tadeo no le quita la vista de encima.
-Voy a llamar a James- dice.
-No, estoy bien- susurra Gala.
-Cariño, no estás bien, estás muy resfriada- le digo- Deja
que James te atienda.
-No me dejes sola- dice aferrándose a mi cintura con sus
brazos- Por favor, no me siento bien, quédate conmigo.
-Está bien, mi niña, no te preocupes no voy a moverme de
tu lado.
Apoya su cabeza en mi regazo, le canto la canción que
siempre le cantaba a Sofía cuando era pequeña, Sandra pone
otra manta por encima de ella. Tadeo habla con James por
teléfono.
-¡Ven ya!- le grita- Está mal, James, sigue con mucha
fiebre.
Gala cierra los ojos lentamente, tiene su pequeña nariz roja
por la congestión. Acaricio con suavidad su pelo castaño, es
una niña preciosa, tanto por dentro como por fuera. Puede que
no comparta sangre con los Reyes, pero es una más, sus ojos
son verdes amarronados, no como los de Tadeo, Sandra o
Mario, que son como el verde del mar, los de ellas me
recuerdan a la selva. Es tan pequeña, siempre se está quejando
de medir 1,63cm. Pero ella es preciosa tal y como es, sólo es
una niña de veintidós años. Me quedo callada cuando creo que
se ha dormido, pero ella abre los ojos.
-Sigue cantando, por favor, mamá- susurra.
Mis ojos se dirigen a los de Sandra, ella sonríe, estos niños
están tan faltos del cariño de una madre, me duele tanto por
ellos. Vuelvo a cantar la misma canción y tiene el mismo
efecto, sus ojos se cierran. Sandra le da un beso en la sien.
-Ya vas ver cómo James te ayuda, hermana- le dice.
Gala solloza, no me gusta verla así, me duele mucho. Pasan
unos veinte minutos cuando James entra por la puerta, al
principio me mira, pero luego desvía la mirada. Lo primero
que hace es tomarle la temperatura.
-Tiene mucha fiebre, ¿se ha estado tomando la medicación
que le receté?- le pregunta a Sandra.
-Sí, yo misma se la di.
-Necesito hacerle algunas pruebas, esto parece algo más
que un resfriado. Me la llevo a la clínica.
James me quita de encima a Gala para tomarla en sus
brazos, sus dedos rozan mi muslo, siento mi piel arder. James
no se inmuta, o me ignora, no sé exactamente qué ha sido.
Corro detrás de James.
-¡Espera voy contigo!- le grito.
Él no contesta, me subo en los asientos traseros del coche
de James con Gala, Sandra se sienta al otro lado y Tadeo
delante con James. Gala comienza a llorar, trato de
tranquilizarla, apoya su cabeza en mi hombro.
-Ya, mi niña, James te va a ayudar- susurro.
-Me duele el pecho, mamá- solloza.
Le froto el pecho con mi mano tratando de aliviarle el
dolor.
-Acelera- gruñe Tadeo.
-Voy todo lo rápido que me permite la ley, Tadeo- contesta
James.
Sandra salta del coche en cuanto James lo detiene en la
puerta de la clínica. Espero a que James o Tadeo saquen a
Gala, luego me bajo y rodeo el coche. Un enfermero se acerca
con una silla de rueda, James deja a Gala en ella, mi niña
busca mi mano.
-Estoy aquí, cariño- le digo.
Nos llevan a una habitación, trasladan a Gala de la silla a la
cama. James ladra órdenes al enfermero, que corre para
ponerle una vía en el brazo.
-Mamá- llora Gala.
-Estoy aquí, mi niña, James se está encargando de ti.
-Me duele- solloza.
Miro a James, él me devuelve la mirada un breve instante.
-Gala, seguramente tengas un virus, voy a ponerte
antibióticos y a hacerte una analítica para saber qué virus es- le
dice suavemente.
-¿Es peligroso?- le pregunta Tadeo.
-Parece que tiene el virus respiratorio sincitial, afecta a los
pulmones, de ahí el dolor. Pero tengo que confirmarlo con la
analítica.
-¿Y si tiene eso?- pregunta Sandra preocupada.
-Tendrá que quedarse aquí unos días- contesta él- Arturo,
dale a la señora Mendoza una mascarilla para que se proteja-
le ordena al enfermero- Tadeo, Sandra, tenéis que salir de aquí,
el virus es muy contagioso.
-Pero…- protesta Sandra.
-Fuera- orden James.
Tadeo y Sandra salen de la habitación a regañadientes, me
pongo la mascarilla que el enfermero me ofrece, James y él
hacen lo mismo.
-¿Ha estado cerca de ella mucho tiempo?- me pregunta
James.
-Sí, pero no tengo síntomas- contesto.
-Voy a hacerte una analítica también para descartar que te
hayas contagiado.
-Está bien.
James le entrega al enfermero los viales de sangre que le ha
sacado a Gala.
-Siéntese y deme el brazo- me dice.
Hago lo que me dice, miro hacia el suelo mientras me saca
sangre.
-James, ¿mi riñón va a estar bien?- pregunto.
-Sí, no se preocupe señora Mendoza.
-Deja de llamarme así, por favor.
No contesta, termina de sacarme sangre, le entrega al
enfermero mis viales.
-Llévalos al laboratorio, quiero los resultados lo antes
posible- le dice.
-¿Puedo acercarme a Gala?- le pregunto a James.
-Sí.
Los ojos de Gala me siguen mientras me acerco a ella.
-Lo siento- me dice.
-No cariño, no es tu culpa.
Gala cierra los ojos, se queda dormida en poco tiempo.
-¿Va a estar bien?- le pregunto a James.
-Sí, los antibióticos ya están haciéndole efecto.
-Gracias.
-Es mi trabajo.
-Gracias, James- insisto.
Se va de la habitación sin volver a contestarme. Acerco el
sillón a la cama de Gala, quiero estar lo más cerca posible de
ella, duerme tan plácidamente. Me recuesto en el sillón, saco
mi móvil del bolsillo de mi pantalón vaquero, leo los mensajes
que Sofía me ha enviado, son fotos de Luna con los ojos
abiertos. Busco en internet información sobre las adopciones
en Colombia, quiero estar lo más preparada posible para
cuando comience el proceso. Me centro tanto en lo que estoy
leyendo que no me doy cuenta de que James ha vuelto a la
habitación hasta que bloqueo el móvil y lo guardo.
-¿Tienes los resultados de la analítica?- le pregunto.
-Sí, usted está bien, no hay ni rastro del virus, Gala sí lo
tiene, como ya sospechaba.
-¿Puedes dejar de tratarme de usted? Te lo pido por favor.
-¿Gala ha estado en contacto con su nieta?- pregunta
ignorando mi petición.
-James, por favor.
-Es importante que conteste, podría ser peligroso para un
bebé.
-No- contesto con la voz rota- Gala no ha estado con Luna.
-Voy a ponerle otro tipo de antibióticos que le vendrán
mejor, ¿puede apartarse?
Me hago a un lado, miro hacia otro lado cuando se me
escapa una lágrima, me limpio la lágrima con el dorso de mi
mano.
-Puede llamar al enfermero si necesita algo- me dice James.
-Gracias.
Me derrumbo en cuanto sale de la habitación, intento no
hacer ruido mientras lloro para no despertar a Gala, sé que fue
mi culpa que él me dejara, pero esta actitud me está matando.
Me hago una bola en el sillón, abrazo mis piernas con mis
brazos y oculto mi cara entre el hueco de mis brazos y mis
piernas, me bajo la mascarilla. Siento el sofá hundirse a mi
lado, levanto la vista un poco para ver quién se ha sentado
conmigo.
-¿Estás bien?- me pregunta Diana.
Niego con la cabeza.
-¿Es por James?
-Sí- contesto- Está muy frío conmigo.
-Es normal, ¿no?
-Sí- sollozo.
-Pero duele- dice, asiento con la cabeza- Él estaba dispuesto
a dejarlo todo por ti, incluso su deseo de ser padre.
-Lo sé, Diana.
-¿Por qué te preocupa tanto lo que la gente piense de
vosotros?
-No me importa lo que digan de mí, sino de él.
-¿Qué digan el qué?
-Que está con una cazafortunas, con una mujer mayor que
él… Cosas como esa.
-Mariela, cariño, no puedes estar siempre pendiente de lo
que la gente pueda opinar, a James no le importa, te lo
aseguro.
-¿Y si todo eso le afecta laboralmente?
Diana sonríe.
-Eso no va a pasar- dice.
-Podría perder su trabajo.
-No lo va a perder, esta clínica es suya.
-¿Qué?
-Bueno, aún no, cuando yo me jubile, por supuesto.
-¿Esta clínica es tuya?
-La mitad, la otra mitad le pertenece al cerdo de Juan.
-No lo sabía, creí que eráis los directores.
-Lo somos, pero también somos los dueños.
Se me escapa un suspiro.
-Habla con James, Mariela- me dice- Ve, yo cuido de Gala.
Le doy un abrazo a Diana. Luego salgo de la habitación y
me dirijo a la consulta de James, la puerta está medio abierta
cuando llego, la risa de una mujer sale de dentro.
-Me lo pasé muy bien anoche, sabes moverte muy bien-
dice ella.
-Y aún no te he mostrado nada, Candi, vas a ver esta noche-
contesta él.
Mi corazón se aprieta tanto que puedo notar cómo sangra.
-Estoy deseando que me enseñes todo lo que has aprendido
con esa mujer.
Salgo corriendo de aquí, no puedo escuchar más esa
conversación.
DIECISIETE
James
Niego con la cabeza mientras me rio.
-Candi, esa mujer, como tú dices, se llama Lorena y es
profesora de baile.
Candi chasquea la lengua.
-No me acordaba de su nombre, sabes lo mala que soy para
eso. Bueno, contesta, ¿me vas a enseñar esos pasos de baile o
qué?
-Sí, pesada, podrías apuntarte a sus clases, creo que a
Lorena le gustarías mucho.
Candi me lanza un bolígrafo a la cara.
-¿A qué ha venido eso?- le pregunto.
-Sabes que llevo meses de sequía sexual- protesta.
-Lorena podría romper esa sequía.
Le hago un gesto con la lengua y los dedos, la mandíbula
de Candi se desencaja.
-¿Desde cuándo te has vuelto tan guarro?- me pregunta.
-Desde que…- me quedo callado al instante.
-¿Te ha afectado mucho verla de nuevo?
Asiento con la cabeza, me ha afectado muchísimo, hacía
seis meses que no la veía. Me ha estado evitando y yo la he
estado evitando a ella. Comencé las clases de baile con Lorena
para ayudarme con la ansiedad, no podía dormir por las noches
porque no dejaba de pensar en Mariela. Agotar mis energías en
las clases de baile me ayudó a dormir.
-¿Por qué no hablas con ella?
-No puedo Candi, me sigue doliendo mucho verla. No la he
superado y no sé si alguna vez lo haré.
Candi suspira.
-Tengo que irme ya, esta noche cena y baile.
-Voy a invitar a Lorena.
-No lo hagas- dice jadeando- James me muero de
vergüenza.
-Vamos Candi, que al menos uno de los dos sea feliz.
Inclina la cabeza a un lado.
-Está bien, pero no prometo nada, sólo voy a conocerla.
Esbozo una sonrisa, quiero que Candi sea feliz, salió del
armario hace unos meses, tuvo un relación corta de un par de
semanas, desde entonces no la he vuelto a ver con ninguna
mujer, creo que Lorena es genial para ella. Candi me deja solo
en la consulta, odio estar solo, cuando estoy solo no dejo de
pensar en ella y es peor saber que está en este mismo hospital
y no puedo tocarla. La extraño tanto, echo mucho de menos su
olor, tenerla en mis brazos, besarla, hacerle el amor. Sigo
guardando el anillo que mi madre me dio, aún albergo la
esperanza de que vuelva a mí algún día. Me paso por la
habitación de Gala un rato después, sigue dormida, debe haber
estado sin dormir varios días.
-¿Dónde está Mariela?- le pregunto a Sandra.
-¿Qué te importa?
-¿Por qué me hablas así?
-Porque así es como le hablo a los imbéciles.
-¿De qué vas Sandra?
Sandra se pone de pie de un salto.
-No, de qué vas tú, la has hecho llorar.
-¿A quién?
-A mi madre.
-¿Ahora os ha dado a todos por llamar a Mariela mamá?
-¡Sí! Ella es nuestra madre de corazón, nos cuida y nos
ama, no merece que le hagas daño.
-Detente, Sandra, aquí no soy yo quien ha dañado al otro,
fue ella quien rompió mi corazón.
-Te dejó libre para que cumplieras tu sueño de ser padre,
pedazo de idiota. ¿Tienes idea de lo mal que lo ha pasado?
Siempre teníamos que dormir uno de nosotros con ella, la
dejaste en el peor momento, James. Y ahora le haces esto,
cuando iba a ir a recuperarte, quería pedirte perdón y otra
oportunidad.
-Sandra, no sé de qué estás hablando, no he hecho nada.
¿Ella quiere volver conmigo?
-No, ya no, ahora tienes a otra que te calienta la cama.
-Te juro que no sé de qué me estás hablando.
-Sigue haciéndote el tonto, James, se te da muy bien.
Sandra se sienta de vuelta en el sillón, me fulmina con la
mirada. Salgo de la habitación de Gala enfadado, no sé qué es
lo que he hecho, pero parece que ha sido algo muy malo. ¿Otra
que me calienta la cama? ¿De quién está hablando? Caigo al
suelo por un puñetazo en mi mandíbula.
-¿Qué coño haces?- le pregunto a Tadeo.
Mariela se esconde detrás de él.
-No te acerques a ella nunca más, te juro que si lo haces te
mato- me amenaza Tadeo.
-Mariela- la llamo.
Ella entra corriendo a la habitación de Gala. Me levanto del
suelo para seguirla, pero Tadeo se pone delante de mí.
-Te he advertido, James- me dice- Hazte un favor y no te
acerques.
-Tadeo, no sé qué está pasando, ¿qué se supone que he
hecho?
-Follarte a otra, tan enamorado que estabas y te follas a la
primera que se te ofrece.
Lo agarro por las solapas de la chaqueta.
-No me he follado a nadie- gruño.
-Ella te ha escuchado, no intentes negarlo.
Frunzo el ceño, Tadeo me da un manotazo zafándose de mi
agarre. Desaparece dentro de la habitación también. Me quedo
más confundido que antes, no sé de qué habla Tadeo. Mariela
me ha escuchado, ¿escuchando el qué? Me froto la cara con
las manos, esto es un tremendo lío, tengo una amante y no la
conozco, Mariela me evita más que nunca, Tadeo y Sandra me
odian.
1 mes más tarde
Me subo al avión de Mario, tengo que ir hasta Santa Fé
para ponerle las vacunas a Luna y atender también a Sofía, ya
hace un mes que le puse la inyección anticonceptiva y necesita
la siguiente dosis. Mariela se sienta en el lado opuesto a mí,
Sofía le ha pedido que se viniera conmigo a Santa Fé.
-Mariela, en algún momento tendrás que hablar conmigo- le
digo.
Me ignora por completo, mira por la ventanilla. Carmen me
mira con ternura, como siempre hace, ella nunca se enfada con
nadie a quien ama. Tadeo se sienta frente a mí.
-¿Le contaste lo que pasó en realidad?- le pregunto.
-No quiere escuchar, hermano, lo intenté muchas veces.
Golpeo la mesa con la palma de mi mano, es una testaruda.
En cuanto descubrí lo que Mariela creía que había pasado fui
corriendo a hablar con ella, no estaba en la habitación de Gala,
se había ido a casa a ducharse y comer, le conté la verdad a
Tadeo, incluso Candi me acompañó para corroborar mi
historia. Tuvo que decir delante de Sandra, Gala y Tadeo que
le gustan las mujeres para que nos creyeran.
-Tienes que escuchar, Mariela- digo en voz alta- No seas
testaruda, mujer.
Tamborileo mis dedos sobre la mesa, ella me mira de vez
en cuando, en cambio, yo no dejo de mirarla. Me paso el resto
del vuelo mirándola. Me acerco a ella por detrás cuando
bajamos del avión.
-Bebé- susurro- No es lo que piensas, escuchaste mal.
Me da un codazo en el abdomen. Hugo nos saluda a todos a
la vez con una sonrisa. Pega su boca a mi oído.
-Hola hijo- se burla.
-Como le rompas el corazón te mato y echo tu cuerpo al
mar- lo amenazo.
-No lo haré, tu madre me gusta mucho, James.
-Más te vale.
Entro en los asientos traseros del coche, Mariela vuelve la
cara hacia el otro lado. Pego mi boca a su oreja.
-Si tan incómoda está a mi lado te hubieras sentado en el
lado de la ventanilla en vez de en medio- susurro- Te encanta
tocarme, te eriza la piel estar pegada a mí, tus pezones están
erectos, bebé.
Se cruza de brazos, como si pudiera esconderse de mí. Le
doy un suave beso detrás de la oreja.
-Vas a saber la verdad tarde o temprano, bebé, entonces vas
a volver a mí.
Me empuja hacia atrás, me golpeo el hombro contra la
puerta, Tadeo mira hacia atrás.
-¿Qué ha pasado?- pregunta.
-Nada- contesta Mariela- Vuelve a mirar hacia adelante.
Llegamos a la casa unos minutos más tarde, Mariela no ha
dejado de hablar con Carmen de lo hermoso que es este lugar.
Se me ocurre una idea, no es la mejor que he tenido, pero
tengo que obtener una reacción de ella, la que sea, necesito
que venga a mí y me escuche. Cojo mi maleta y mi maletín del
maletero del coche, miro el culo de Mariela mientras camina
delante de mí, le pego un suave pellizco.
-Estás buenísima, bebé- susurro en su oído- Mi habitación
está abierta para ti siempre que quieras.
Me golpea en el pecho con su mano, pero sigue sin
hablarme. Voy a seguir provocándola hasta que me hable,
aunque sea para insultarme.
El dolor me atraviesa todo el cuerpo, intento no gritar para
no asustar a Luna. Mariela me toma la mano.
-Aguanta, por favor- llora.
Todo ha pasado tan rápido, la explosión, la madera en mi
cadera, los heridos, el shock.
-Me duele- me quejo.
Mario entra en la habitación, aleja a Mariela de mí para
poder curarme, se le ocurre la idea de llamar a mi madre.
Lloro desesperado, me duele mucho, siento que me voy a
desmayar en cualquier momento. Mario consigue sacar la
madera de mi cadera y suturarme, me pincha antibiótico y
luego me traslada a una cama en otra habitación.
-Quédate conmigo- le suplico a Mariela.
Ella asiente, se tumba a mi lado en la cama mientras no
deja de mirarme. Escucho la puerta cerrarse.
-No hay nada entre Candi y yo- le digo.
-No hables ahora de eso.
-Bebé, Candi es lesbiana y tiene novia.
Ella frunce el ceño.
-¿Qué? Pero yo escuché…
Le pongo la mano en la boca.
-Lo que escuchaste era una conversación sobre pasos de
bailes, estuve yendo porque me ayudaba a dormir por las
noches, la profesora que me ha estado enseñando es la nueva
novia de Candi, se llama Lorena.
Mariela se cubre la cara con las manos, luego me mira.
-Creí que ella y tú…
-No hay nada entre nosotros Mariela, te amo a ti y jamás
podré estar con otra mujer.
-Hay algo que tengo que decirte.
-No, bebé, no me importa si has estado con otro, lo
entiendo, aunque me mate.
-James no es eso, yo voy a adop…
Mis ojos se cierran de golpe.
Me despierto con mucho dolor, Mariela sale corriendo a
avisar a Mario. Cuando él llega, le pide a ella que salga para
que pueda curarme. Hablamos un rato sobre él y Sofía, hasta
que nombra a Mariela.
-¿Qué hay entre mi suegra y tú?
Toso nervioso, la cadera me arde.
-¿Qué quieres decir?- le pregunto.
Mario me mira con la ceja levantada.
-No me tomes por idiota, la única que ha logrado
doblegarme es mi mujer, sigo siendo un bestia con los demás,
habla o te lo sacaré a la fuerza.
-No hay nada- suspiro medio enfadado.
-¿Ella no quiere?
-No, Mariela piensa que es mayor para mí.
Frunce el ceño mientras agarra el antiséptico de la mesita
de noche.
-No es mayor- me dice.
-Se lo he dicho, Mario, no quiere escuchar.
No es mentira del todo, no me ha querido escuchar durante
un mes.
-Ayer estaba muy asustada- me dice.
-Anoche fue la mejor noche de mi vida, estuvo a mi lado
todo el tiempo, durmió en la misma cama que yo y esta
mañana se ha despertado en mis brazos.
-Quieres eso todos los días.
-Todos los putos días hasta que me muera.
-Las Mendoza nos han atrapado- se ríe.
Sonrío.
-¿Mariela te ha contado que quiere adoptar a un niño?- me
pregunta.
Respiro agitado, ¿qué acaba de decir?
-¿Qué? No, no me ha dicho nada.
-Hace un mes que se lo dijo a Sofía, comenzará con los
trámites en cuanto volvamos a casa.
-Joder- gruño.
-¿Quieres que hable con ella?
-No, es mejor dejarlo así, ella no me quiere en su vida,
tengo que aceptarlo.
Me ha desplazado, está claro que no quería ser madre
conmigo.
-Y una mierda, lucha por ella, hazla entrar en razón- dice
Mario.
-No sé, no quiero agobiarla.
-Sé lo que vi ayer, James, ella te ama. Desde que la conozco
no la he visto mirar a nadie así, sólo a ti.
Mariela entra en la habitación con una bandeja con comida,
me sonríe mientras camina hacia a mí. Mario camina hacia la
puerta para irse, no sin antes hacerme un gesto con los ojos
señalando hacia Mariela. Sonrío débilmente. Mariela me
ofrece fruta.
-Puedo comer yo solo- le digo.
-Quiero darte yo la comida, niño bonito.
-Niño- suspiro.
Ella me mira con el ceño fruncido.
-¿Desde cuándo quiere volver a ser madre Mariela? Me
dijiste que no querías.
-Iba a decírtelo. Cuando Sofía volvió y la vi con Luna sentí
que todo cambió dentro de mí, recordé todas las veces que no
estuve presente en la vida de Sofía por mi enfermedad, las
veces que no pude cuidarla como merecía, no puedo cambiar
eso, pero sí puedo cambiar la vida de otro niño que esté
pasando por algo así.
Niego con la cabeza.
-Me querías dejar porque no querías ser madre.
-Lo sé, James.
-Bueno, me alegro que quieras darte una oportunidad, eres
una gran madre, ya tienes cuatro hijos, ahora vas a tener otro.
-James, no te enfades, por favor.
-No, claro que no, James nunca se puede enfadar por nada.
-Le diré a Carmen que venga a cuidarte.
La sujeto por la mano.
-No, no quiero que te vayas- le digo- Perdóname, es que me
molesta mucho que no quisieras ser madre conmigo y ahora sí
quieras serlo o que te hayas encargado de Tadeo, Sandra y
Gala como si fueras su madre.
-James, ellos necesitan a una madre, no voy a negarles algo
que puedo darle.
-¿Y a mí no puedes darme un hijo?
-Biológico no.
-Puedes Mariela, pero no te voy a obligar a eso, adoptemos
juntos a un niño, cásate conmigo.
-¿Tú aún quieres casarte conmigo?
-Siempre, bebé, te sigo amando como el primer día.
-Yo también te sigo amando, James, y sí, me encantaría
tener un hijo contigo.
La atraigo hacia a mí para besarla, aprieto su culo con mi
mano, me empuja hacia atrás cuando comienza a hacer calor
en la habitación.
-James detente, estás herido.
-No me importa, quiero hacerte el amor.
Ella se ríe.
-Estás loco, no puedes moverte- me dice.
-Vamos a hacer un hijo, Mariela.
-Dos segundos- dice- Has tardado dos segundos en cambiar
de opinión.
-¿De qué hablas?
-Has dicho que no me ibas a obligar a quedarme
embarazada.
Chasqueo la lengua.
-Estoy herido, no recuerdo haber dicho eso.
Mariela niega con la cabeza riéndose.
-Lo digo en serio, bebé, no voy a obligarte, pero podrías
quedar embarazada perfectamente- abre la boca para hablar,
pero la detengo- Estás sana, el trasplante no es ningún
impedimento y tu edad tampoco, muchas mujeres han sido
madres incluso más mayores.
-No sé, creo que ahora mismo es mejor adoptar.
-Está bien, pero piénsalo, podemos intentarlo, me gusta
follar.
-¡James!- se ríe.
DIECIOCHO
Mariela
Subo en el ascensor para ir a ver a James a su habitación,
fue trasladado a la clínica de sus padres desde Santa Fé, lleva
unos días aquí. Los médicos felicitaron a Mario por haberle
salvado la vida y la movilidad de la pierna. Me topo con el
padre de James al salir del ascensor, sus ojos rezuman fuego
cuando me ven.
-Si se me acerca le volveré a hacer lo mismo de la otra vez-
lo amenazo.
-¿Qué haces aquí?
-Ver a James.
-¿No tienes suficiente con lo que le has hecho? Le has
destrozado la vida.
-No intente engañarme, James va a recuperarse.
-No te hablo de eso.
Saca una hoja de la caparte que tiene en la mano y la
estampa contra mi pecho.
-Te hablo de esto- escupe.
Miro el papel que me ha entregado, no entiendo nada de lo
que dice, está en inglés.
-No sé hablar inglés- le digo.
-Esa es la carta que habría catapultado a James al olimpo de
los médicos, la clínica Mayo de Minnesota es la más
importante de todo Estados Unidos, él ni siquiera había
solicitado un puesto ahí, el director de la clínica lo quiere
como jefe de servicio en el área de cardiología, ¿sabes lo que
eso supondría para su carrera?
-Yo no le estoy impidiendo nada.
-Lo haces, James va a rechazar el puesto para quedarse aquí
contigo y con el mocoso que quieres adoptar.
Doblo la carta y me la guardo en el bolsillo del pantalón
vaquero.
-No se preocupe, su hijo va a aceptar esta oferta de empleo-
le digo.
Camino por el largo pasillo hasta llegar a la habitación de
James, sus ojos brillan cuando me ve, esboza una enorme
sonrisa.
-Bebé, te extrañaba.
-¿Y tu madre?- le pregunto.
-Tenía trabajo, he estado solo toda la mañana.
Me siento en el borde de la cama.
-¿Bebé qué pasa? No me has dado un beso.
Me inclino hacia adelante para dárselo.
-Dime qué ha pasado- susurra en mis labios.
Saco la carta del bolsillo del pantalón y se la entrego, James
frunce el ceño cuando se da cuenta de lo que es.
-¿Cómo has conseguido esto?- me pregunta.
-No importa, ¿por qué no me has dicho nada?
-Llegó ayer, no te he dicho nada porque no voy aceptar.
-Sí lo vas a hacer, James.
-Bebé, no voy a separarme de ti, tenemos planes para
nuestro futuro, llevas mi anillo.
Miro mi dedo anular, el anillo que me dio hace dos días
descansa ahí.
-No me dejes- me dice- Sé que me he comportado como un
celoso egoísta, te he echado en cara que te hayas hecho cargo
de Tadeo, Gala y Sandra, pero por favor, no me dejes. No
volveré a decir nada de eso, te lo prometí y lo voy a cumplir.
-James, no voy a dejarte y, respecto a ese tema, ya lo hemos
hablado, ellos son tan hijos míos como lo es Sofía o lo serán
los que tengamos juntos.
-¿No me vas a dejar?
-No, mi amor, pero quiero que aceptes esta oferta de
empleo, es una gran oportunidad para ti.
-Es en Minnesota.
-Lo sé, mi amor. Sin embargo, sigo pensando que deberías
aceptar.
-¿Y qué va a pasar con nosotros?
-Seguiremos estando juntos.
-Una relación a distancia- niega con la cabeza- ¿Y la
adopción? Van a hacerte la entrevista en par de semanas.
-Eso sigue en pie, James, nada va a cambiar entre nosotros.
-Cambiará todo.
Me tumbo en la cama a su lado, me abrazo a su cintura con
cuidado de no hacerle daño, me rodea con su brazo por los
hombros.
-No va a cambiar nada- le digo- Te sigo amando.
-Bebé, vamos a estar muy lejos el uno del otro, ¿cómo crees
que no va a cambiar nada? No quiero irme.
-Un año, es lo único que te pido, ve un año y si después de
ese tiempo no quieres seguir allí puedes volver, la clínica y yo
seguiremos aquí.
-¿Un año? Es mucho tiempo, para ese entonces ya tendrás
un niño, no me conocerá.
Levanto la cabeza para mirarlo.
-Lo hará, mi amor, podemos hacer videollamadas. Esa
clínica es la más importante de Estados Unidos, vas a aprender
muchas cosas, vivir experiencias nuevas.
-¿Y si aprendes a vivir sin mí?
-Eso nunca va a pasar, hemos estado meses separados y han
sido un infierno, te he extrañado cada minuto.
-Volveremos a estar separados.
-No va a ser lo mismo, podemos vernos por videollamada,
puedes venir en vacaciones o ir yo para allá.
Limpio con mis dedos las lágrimas que han caído por sus
mejillas.
-Tienes que aceptar, mi amor, un año, únicamente eso.
Luego volverás con muchos más conocimientos y habiendo
vivido nuevas experiencias, un área diferente a la que tienes
aquí ahora.
Sus ojos se posan en mí, no deja de morderse las uñas con
nerviosismo.
-¿De verdad me vas a esperar?- me pregunta.
-Siempre, James, cuando vuelvas quiero que nos casemos y
busquemos un bebé juntos, y mientras estés en Minnesota
hablaremos cada día por teléfono, cuando me hayan dado a un
niño, te llamaremos juntos y le enseñaremos que tú eres su
papá.
-Todo eso suena muy bien, me gusta mucho.
Le doy un beso en los labios.
-Todo va a ir bien, mi amor, lo lograremos.
-¿Tú de verdad quieres tener un bebé conmigo?
-Sí, creo que adoptar primero es lo mejor, pero después sí
podemos intentar tener un bebé con su embarazo y todo eso.
-Estoy de acuerdo contigo. ¿Tendré que adoptar también a
tus otros hijos?
Se me escapa una risa.
-Puedes intentarlo- le digo.
Las horas en la clínica pasan, James parece mucho más
animado con todo lo que hemos hablado, incluso le ha contado
todos nuestros planes a Candi, ella nos apoya totalmente, cree
que la decisión de ir a Minnesota un tiempo es la correcta.
Diana es quien no parece muy convencida de esa idea, todo lo
demás le parece genial y me ha prometido que estará a mi lado
con el tema de la adopción en todo momento. Salgo con ella a
tomar café, las largas horas de encierro van pasando factura,
James se ha quedado dormido, así que, aprovechamos para
salir de la habitación.
-¿Por qué lo has convencido de ir a Minnesota?- me
pregunta Diana.
-Es una gran oportunidad.
-Lo sé, pero no entiendo, él no había solicitado ningún
puesto en esa clínica y menos en cardiología.
-¿No me gusta ese área? Tengo entendido que ha ayudado
muchas veces al cardiólogo de aquí.
-Le gusta, no es eso, es que hay algunas cosas que no
entiendo. ¿Quién te ha dado esa carta y cómo la has
entendido?
-Juan- digo directamente.
-Juan… Ya lo he entendido todo.
-¿A qué te refieres?
-A que hoy va a haber un asesinato.
Sigo a Diana en cuanto se mueve, sus pasos son pesados,
muestra del enfado que tiene de repente. Entra como una furia
en la consulta de Juan.
-¿No vas a detenerte nunca?- le pregunta ella- ¿Hasta
cuándo vas a tratar de dirigir la vida de James?
Juan se levanta dando un sonoro golpe en el escritorio con
la palma de su mano.
-James un chico joven- dice- Merece tener una mujer de
verdad, que le dé posibilidades, no que se las quite. No merece
tener a una puta que se enreda con cualquiera por dinero.
Echo a Diana a un lado, mi puño conecta con su nariz otra
vez.
-Te lo advertí- le digo- ¿Quieres seguir con esto? ¡¿No te
bastó intentar violarme?!
Escucho el jadeo de Diana, me agarra por el brazo y me
gira.
-¿Qué acabas de decir?- me pregunta.
-El día que tuve la crisis tan fuerte, fue por culpa de Juan.
Me encerró en una sala al lado de la consulta de James, me
insultó y luego intentó violarme.
-Diana no la escuches, es mentira lo que está diciendo, ni
siquiera tiene pruebas.
Diana parece conmocionada, mira a la nada, sus ojos se
mueven de un lado a otro.
-Soy una tonta- dice- Claro que fuiste tú, le pagaste a
Barrientos para que borrara las grabaciones de seguridad que
pudieran implicarte si Mariela decidía denunciarte. Eres un
enfermo asqueroso, Juan, me doy asco a mí misma por
haberme casado contigo, lo único bueno que has hecho alguna
vez es James y ni eso eres capaz de conservar, cuando se
entere de lo que has hecho va a matarte, no voy a detenerlo
esta vez.
-¡Está mintiendo!- grita.
Se acerca a Diana, esta vez me interpongo entre ellos, me
importa muy poco lo alto que Juan sea.
-No la toques- espeto.
-Apartate de mi mujer, arribista.
Levanto la barbilla.
-No soy una arribista, Juan, estás muy equivocado, tengo
mi propio dinero.
-Un dinero que te dio el esposo de tu hija.
Me rio de su ignorancia.
-Eres tan tonto, Juan- le dice Diana- Mariela es la heredera
de los Nivia, ese es su verdadero apellido. Todo lo que Karai
Nivia dejó cuando murió le pertenece ahora a sus dos hijos.
Juan frunce el ceño.
-¿Nivia?- me pregunta.
-Por desgracia, sí. Todo el dinero que Mario me dio le ha
sido devuelto, hasta el último peso, malparido. El que tengo
ahora me pertenece por derecho.
Empujo a Juan por el pecho, él se echa hacia atrás.
-Vas a entregarle a James la mitad de esta clínica- le digo-
Vas a olvidar que un día tuviste una esposa y un hijo, nunca
más volverás a ponerte en contacto con ellos y mucho menos
cuando James y yo tengamos hijos, porque si te veo cerca de
alguno de mis hijos te juro que Tadeo y Mario se van a enterar
de lo que me hiciste, lo que significa que también se enterarán
Bastian Da Silva y Gabriel Hernández, vete de Sudamérica por
tu propio bien.
-No puedes hacer eso.
-Sí, sí que puedo, James va a enterarse de lo que hiciste, vas
a tener que esconderte muy bien si quieres seguir con vida, te
recomiendo que te cambies de nombre y apellido.
-No vas a librarte de mí tan fácilmente- me amenaza.
-Es tu decisión, Juan, si haces algo en nuestra contra
tendrás que asumir las consecuencias.
Tomo a Diana de la mano, la saco de la consulta de Juan,
espero que realmente se marche y nos deje en paz a todos.
Diana hace que nos detengamos.
-¿Crees que de verdad va a irse?- me pregunta.
-Espero que sí, quedarse aquí es firmar su sentencia de
muerte.
DIECINUEVE
James
Estoy un poco nervioso, Mariela y yo vamos a conocer a
los niños del orfanato, mañana me marcho a Minnesota
durante un año y en el orfanato nos han hecho el favor de
presentarnos a los niños antes de que los documentos de la
adopción estén listos. Mis manos tiemblan mientras las
remuevo, incluso siento un poco de dolor en la cadera, dolor
fantasma, así lo llamó el traumatólogo que me atendió hace
dos meses cuando llegué herido. La asistente social entra en la
sala de espera, me levanto de un salto mientras ella y mi mujer
se ríen.
-Cálmese señor Belmonte- dice Marina riéndose- Sólo
venía a avisarles de que los niños están en el patio jugando,
pueden verlos por la ventana si lo desean.
No me da tiempo a girarme cuando un pequeño rubio entra
corriendo en la sala de espera y se lanza a los brazos de
Mariela, ella lo atrapa en el aire.
-Oh Dios mío, Adrián suelta a la señora Mendoza- le dice la
asistente.
Agarra al niño por el brazo, que se niega a soltar a mi
mujer.
-Adrián, compórtate- lo regaña ella.
-¡No!- chilla el niño.
Detengo a la asistente de sus incesantes tirones del brazo
del niño. Mariela lo sienta en su muslo.
-Hola, pequeño- le dice dulcemente.
Me agacho al lado de ambos, los ojos verdes del niño me
cautivan. Pongo mi mano detrás de su cabeza, le acaricio la
cabeza con mucha suavidad.
-Hola, peque- le digo- ¿Te llamas Adrián?
Él asiente sonriendo. Mariela y yo nos miramos a los ojos.
-¿Cuántos años tienes?- le pregunta ella.
Adrián saca tres dedos.
-¿Tienes tres años?- le pregunto- Vaya, casi todo un
hombrecito.
Adrián sonríe.
-Está por cumplir los cuatro- dice la asistente- Adrián es…-
ella se ríe- Es muy bueno, pero a veces es también muy
travieso, le encanta correr y subirse a todos lados, no podemos
contar las veces que lo hemos tenido que curar, quizás le
vendría bien tener a un médico como padre y a una madre
amorosa que lo tranquilice.
-Oye peque- lo llamo- ¿Te gusta mucho escalar?
-¡Mucho!- chilla emocionado.
Mariela se ríe.
-Bebé…
Ella asiente.
-¿Te gustaría venir a vivir con nosotros?- le pregunta mi
mujer- Tenemos mucho jardín para que corras y una piscina.
Los ojos de Adrián se abren, hay mucha emoción brillando
en ellos.
-Quiero ir, por favor- suplica con su vocecita.
Una mujer entra jadeando en la sala de espera.
-Aquí estás niño del demonio- dice.
Me pongo de pie inmediatamente.
-¿Quién es usted?- pregunto.
-Ella es Gracia, una de las cuidadoras- contesta Marina.
-¿Por qué le habla así al niño?
-Oh, discúlpela, ella se expresa así de todos los niños.
-Eso no está bien- dice mi mujer- Son niños.
La asistente se aclara la garganta.
-Les pido disculpa en nombre de Gracia y el orfanato- dice.
-No la queremos cerca de nuestro hijo- digo- Que no vuelva
a acercarse a Adrián.
La asistente asiente.
-Y a ser posible a ningún otro niño- gruño.
-Gracia ve a la cocina a ayudar- le ordena Marina.
La mujer se marcha con la cabeza agachada. Mariela se
pone de pie con Adrián en sus brazos, el pequeño apoya la
cabeza en el hombro de ella.
-Una persona así no debería estar trabajando con niños- le
dice Mariela a Marina.
-Lo entiendo, Gracia nunca le ha hecho nada a los niños, es
que ella habla así- se excusa la asistente.
-No la quiero cerca de Adrián mientras esté aquí- le digo.
-Por supuesto, señor Belmonte, de nuevo les pido disculpa
por lo sucedido.
Salimos del orfanato con el corazón roto, mi mujer no deja
de llorar, Adrián se ha quedado echo una bola de lágrimas,
quería venirse con nosotros. Aparco el coche en mi edificio,
Mariela sale en silencio, ha estado así todo el viaje de vuelta.
Subimos al ascensor en total silencio, es como si alguien se
hubiera muerto, ninguno dice nada. Entrelazo mis dedos con
los de Mariela, ella apoya su cabeza en mi brazo.
-¿Estás bien bebé?
-Sí.
-Pronto tendrás a Adrián contigo, bebé. Quiero que os
mudéis al ático hasta que yo vuelva y consigamos una casa.
-No creo que sea lo mejor, prefiero que vivamos en casa de
mi hija hasta que vuelvas.
-¿Estás segura?
-Sí, mi amor, allí tendré ayuda en caso de que ocurra algo,
si tengo que llevar a Adrián al médico, están Nelson o Hugo
para llevarnos rápido a la clínica.
-Está bien.
Abro la puerta de casa, Mariela se encoge un poco cuando
ve el lugar tan vacío, los muebles siguen estando en su sitio,
pero ya se siente como si nadie fuese a vivir aquí. Se frota los
brazos con las manos.
-Esto parece tan diferente- dice.
-Sí.
-Llévame a la cama, James, te necesito.
La levanto del suelo rodeando su cintura con mi brazo, ella
se ríe, le azoto el culo con fuerza.
-Tienes que comenzar a usar vestidos- le digo- Son más
accesibles, mi polla entrará más fácil en tu delicioso coño.
-Eres un bruto, ¿desde cuándo eres así?
-Desde que te follé por primera vez, esposa.
La dejo caer en la cama, le quito los zapatos, la camiseta y
luego el pantalón. Le arranco las bragas de un tirón.
-¡James no seas tan bruto!
Agarro un condón del cajón de la mesita de noche.
-Mi amor sin condón.
Me quedo con el envoltorio en la boca mientras guío mis
ojos hacia ella.
-¿Sin condón?- pregunto.
-Sí, comencemos a intentarlo.
-¿Estás segura?
-Sí, sería un milagro que acertaras a la primera.
-¿Estás ovulando?
Asiente con la cabeza. Tiro el condón a la almohada, me
acaricio la polla lentamente.
-Ven aquí, bebé, que el doctor Belmonte va a dejarte
embarazada.
Mariela se ríe, se quita el sujetador.
-Esas dos van a estar tan llenas cuando te deje embarazada.
Mis ojos se plantan en su vientre, un bebé nuestro va a
crecer ahí. Me coloco de rodillas entre sus piernas, froto la
cabeza de mi polla por su raja y su clítoris, ella gime, froto su
clítoris rápido con mi polla.
-James- gime.
Empiezo a penetrarla lentamente. Mierda. No recordaba
esta sensación, la primera y única vez que la follé sin condón
apenas disfruté, estaba concentrado en no correrme dentro de
ella, ahora no tengo ninguna preocupación, la voy a llenar con
mi semen.
-Bebé- jadeo- ¿Quieres que me corra dentro de ti?
-Sí, mi amor, hazme un bebé.
-¿Quieres un hermano para Adrián?
-Sí.
Me meto hasta el fondo, luego me tumbo sobre ella.
-Te amo, Mariela.
-Y yo a ti, James. Ahora concéntrate en correrte dentro.
-No voy a necesitar mucha concentración para eso- me rio.
La embisto fuerte.
-Estoy deseando llenarte con mi semen, bebé.
La vuelvo a penetrar fuerte.
-Llevamos dos días sin follar- gruño- Tengo mucho semen
para ti.
Sus gemidos me encienden, me levanto de encima de ella
apoyándome sobre mis manos, comienzo a follarla más duro y
rápido.
-Joder, bebé, me gusta follarte sin condón.
Se siente tan diferente, es extraño no tener nada entre los
dos, pero me gusta mucho. Siento cada parte de ella rodearme,
exprimirme, me suplica que la llene con mi semilla, me
suplica que la llene de vida. Rodeo su garganta con mi mano.
-Me voy a correr dentro de ti, bebé.
Sólo de pensarlo se me escapa semen, ya no hay vuelta
atrás, mi esperma ya está corriendo por su vagina hacia su
meta, mi hijo va a crecer dentro de ella. Se corre tan fuerte, su
coño me aprieta tanto que no me queda más remedio que
hundirme dentro de ella y dejar que todo el semen que hay en
mí la llene.
-Ahhh- gimo- Me estoy corriendo, bebé, mi semen es todo
tuyo.
No dejo de correrme durante un buen rato, nunca me había
corrido así de fuerte. Me tumbo sobre ella sin salir de su
interior, estoy extasiado.
-¿Estás segura de que no voy a acertar a la primera? Me he
corrido mucho.
-Puedo notarlo.
-Te voy a echar mucho de menos, bebé, vendré a verte en
cuanto tenga días libres.
Sus brazos me rodean, empiezo a mover mis caderas
suavemente.
-Yo también te voy a extrañar, mi amor.
-Quédate esta noche aquí, quiero tenerte todo el tiempo
hasta que me vaya.
Me tumbo en la cama detrás de ella, levanto su pierna y
empiezo a follarla de nuevo.
-Necesito follarte hasta que tome ese avión, bebé.
Si sólo tengo unas horas a su lado, quiero aprovecharlas
todas.
-Te voy a follar toda la noche- gruño.
Está tan sensible que se corre de inmediato, la sigo follando
duro y fuerte, quiero irme saciado de ella, aunque sé que la
echaré de menos cada minuto, es esto lo que voy a recordar, a
ella deshaciéndose por los orgasmos que le provoco, su risa,
sus gemidos. Nuestra primera vez sin protección, joder, una
primera vez increíble. Me corro dentro de ella otra vez, quiero
irme sabiendo que está embarazada de mí. Su respiración se
relaja, salgo de su interior con mucho cuidado, en cuanto me
levanto, no puedo evitar fijarme en su entrepierna, mi semen
sale de su interior, esa imagen me va a perseguir eternamente,
me inclino hacia adelante y le doy un suave beso en una de sus
nalgas.
-Te he agotado, bebé- susurro.
La cubro con una manta de verano, luego me dirijo al baño
para darme una ducha. El agua caliente relaja mis músculos,
pero no mi mente, hay algunas cosas que debo solucionar
ahora. Mi padre se fue hace dos meses, me cedió su parte de la
clínica, sacó todo su dinero y se marchó sin decirle a nadie a
dónde iba. Mi madre no ha querido hablar mucho del tema, ha
intentado ocultarme la verdad, pero Mariela no lo ha hecho,
ella me contó todo con lujo de detalles. El cabrón la intentó
violar en la sala de curas que está cerca de mi consulta, fue eso
lo que la puso tan mal. Mi mujer me contó que lo que había
pasado le había traído recuerdos de la noche de su violación,
por eso no dejaba de llorar por Sofía, su hija había sido quien
le había ayudado a superar aquel trauma y mi padre había
sacado a flote todo aquello. Quiero encontrarlo y matarlo por
atreverse a tocarla, Tadeo lo está buscando, se lo conté y entró
en cólera. Creo que Mario aún no sabe nada, pero si se llega a
enterar, mi padre no va a tener en dónde esconderse. La rata
cobarde huyó por miedo. Sólo espero que no se le ocurra
aparecer de nuevo por aquí, ya mi mujer le dejó las cosas
claras, si se llega a acercar a ella o a nuestro hijo mientras yo
no estoy, Tadeo se lo hará pagar. De hecho, espero que
aparezca y Tadeo lo cace. Ya estoy vestido de nuevo cuando
escucho mi móvil vibrar en el suelo de mi habitación, me
agacho para tomarlo y ver quién es. Salgo de la habitación
para atender la llamada.
-¿Qué quieres culicagado?- contesto.
Tadeo se ríe.
-¿Dónde está mi madre?
-Durmiendo, la he agotado.
-Cabrón, malparido. No me cuentes esas cosas.
-No preguntes chismoso. ¿Qué necesitas?
-Consejo.
-¿Qué te pasa?
-Lío de faldas, hermano.
-¿A quién has engañado para que se acueste contigo?
-Eres muy gracioso. No he engañado a nadie. Hay una
mujer que me gusta mucho, muchísimo, estoy teniendo muchos
problemas con ella últimamente y no sé cómo solucionarlo, no
quiero perderla.
-¿Tienes novia?
-No digas nada, James, ella no quiere que se sepa, y, en
realidad, yo tampoco.
-Por experiencia te digo que las relaciones secretas son
una mierda.
-Es diferente, James, si lo nuestro se llega a saber… No. Es
mejor así.
-Entiendo. ¿Qué ha pasado entre vosotros?
-La cagué, le dije algo que no era verdad y casi nos
descubro, desde entonces han sido unos meses muy
complicados, apenas nos vemos a solas y cuando lo hacemos
discutimos.
-¿Has probado a disculparte?
-No.
-Eres imbécil.
-Eso dice ella.
-Pídele perdón y asegúrale que, lo que sea que hiciste, no
volverá a suceder.
-¿Funcionará?
-No lo sé, inténtalo, siempre puedes comprarle algo que le
guste mucho.
-Chocolate blanco.
-Ya sabes qué hacer, hermano.
-Gracias, James, que tengas buen viaje, cuidaré de mi
madre en tu ausencia.
-No lo dudo.
Veinte
Mariela
-Cuídate, bebé y llámame cuando te hagas el test de
embarazo, ojalá pudiera estar presente.
-Quizás lo estés, ya veremos qué pasa.
James me abraza por el cuello, oculto mi cara entre su
brazo y el torso.
-Hazme una videollamada cada vez que visites a Adrián-
me dice- Y llámame antes de irte a dormir.
-¡Déjala ya!- grita Tadeo- No va a estar todo el tiempo
llamándote, pelado. Tiene que atender a su hijo.
Me rio en el pecho de James, él se pone a discutir con
Tadeo sin soltarme.
-Cállate, idiota, es mi mujer.
-Es mi madre, la voy a manipular para que te deje.
-Vete al diablo, culicagado.
James acuna mi cara entre sus manos, me da un último beso
en los labios. Nos vamos a ver pronto y un año se pasa
realmente rápido, quiero pensar así.
-Bebé, te amo, gracias por animarme y darme alas para
hacer esto.
-Vas a ser el mejor jefe del mundo.
-Un año y estaré de vuelta contigo y nuestros hijos, nos
casaremos y seremos felices para siempre.
-Para siempre, mi amor.
-Má, ya tiene que irse- dice Sofía.
James se separa de mí, todos han querido venir a despedirse
de él. Tadeo me rodea la cintura con su brazo mientras
observamos a James despedirse los demás, su madre no deja
de llorar, Mario la invitó a venir a vivir con nosotros hasta que
James regrese, pero ella rechazó la oferta. Prefiere seguir en su
casa, donde tendrá intimidad para estar con Hugo, me alegro
tanto de que estén juntos, ambos son dos personas increíbles,
merecen ser felices. Mario agarra a James por las solapas de la
chaqueta.
-Si la engañas con otra date por muerto- lo amenaza.
Sofía le da un manotazo a su esposo para que suelte a
James.
-Deja de amenazar a todo el mundo, mucho menos a
James, malparido.
-Nunca sería capaz de engañar a la mujer que amo- dice él-
No os preocupéis por eso.
Tadeo es el último en despedirse de James, se dan un fuerte
abrazo, comienzan a palmearse el uno al otro la espalda, la
gente del aeropuerto nos mira confusa.
-Te corto los huevos- dice Tadeo.
James se ríe.
-Cuídala, por favor.
-Siempre cuidaré de mamá, papá.
James empuja a Tadeo, mi niño no deja de reírse mientras
vuelve a mi lado.
-¿Por qué siempre tienes que molestar a todo el mundo?- le
pregunta Sandra a Tadeo.
Él se encoge de hombros.
-Es divertido- contesta.
James se detiene en la puerta de embarque, mira hacia atrás
y se despide con la mano.
-Llévame lejos de aquí- le pido a Tadeo.
No aguanto más, tengo el corazón roto, sé que va a volver y
que nuestra vida juntos comenzará, pero duele mucho saber
que estará a miles de kilómetros de mí.
-¿Dónde quieres que te lleve?- me pregunta Tadeo.
-Al orfanato.
Chasquea la lengua.
-No me gusta eso de que vayas a adoptar a un niño- me
dice.
-¿Por qué?
-Porque me pone celoso, ya te estoy compartiendo con
Gala, Sandra y Sofía, ahora también está Luna y el nuevo bebé
de Sofía y Mario. Mucha gente.
Le doy un beso en la mejilla.
-Tú siempre vas a ser mi favorito.
-¡Má te he oído!- grita Sofía.
Comienza a golpear con sus puños a Tadeo en el brazo.
-Me has robado a mi madre, malparido.
Mario la sujeta por encima de la cintura, pone los ojos en
blanco.
-Y el embarazo acaba de empezar- protesta.
-¡Suéltame Mario!- grita mi hija- ¡Se está riendo!
Miro a Tadeo, efectivamente, se está riendo. Lo tomo por
encima del codo con mi mano.
-Al coche, deja de provocar- lo regaño.
-Mariela- me llama Diana- He oído que vas a ir al orfanato,
¿puedo ir contigo?
-Sí, por supuesto, sube al coche con nosotros.
De camino al orfanato, Diana nos cuenta más tranquila que
está muy emocionada por conocer a Adrián, me asegura que lo
va a amar con todo su corazón, sé que lo hará, Diana no ha
dejado de demostrarme desde que la conozco que es una buena
mujer. Tadeo protesta un poco, realmente, está celoso. Sí,
celoso de un niño de cuatro años.
-¿Por qué no paramos a comprarle un regalo?- propone
Diana.
-Es una gran idea, pero no sé qué puedo comprarle, no lo
conozco.
Tadeo bufa.
-Compra juguetes para todos los niños, cada uno irá al que
más le gusta- dice.
-Esa es una gran idea Tadeo- le digo.
-Era una broma, ¿vas a comprarles juguetes a todos los
niños?
-Sí, ve a una tienda, quiero comprar juguetes para todos.
Tadeo refunfuña mientras se dirige a una juguetería. Diana
y yo terminamos comprando un montón de juguetes. Le
entrego a Tadeo uno de los regalos, él frunce el ceño.
-¿Me has comprado un juguete?- pregunta.
-Ábrelo, mi niño.
Sus ojos se abren cuando desenvuelve el regalo y ve lo que
le he comprado, conozco su afición por las colecciones de
coches, la vendedora de la tienda me había dicho que ese era
exclusivo y había llegado hacía poco.
-¿Má cómo lo sabías?
-Cariño, no dejas de hablar de coches, cada vez que tienes
la oportunidad nos haces ver esas películas que tanto te gustan.
Tadeo me da un fuerte abrazo.
-Te amo, má. Gracias por aparecer en mi vida.
-Yo también te amo, hijo.
Diana nos mira con ternura.
-Es el mejor coche que va a tener mi colección- dice Tadeo.
Se sube al coche sin dejar de mirar el pequeño coche que le
he regalado, Diana y yo nos quedamos mirándolo un rato.
-Es como un niño de dos metros- dice ella.
-Sí, es tan amoroso y agradecido.
-No creo que sus enemigos digan eso precisamente.
Me rio suavemente.
-Mi niño es muy bueno con su familia- le digo.
Llegamos al orfanato unos minutos más tarde, los niños
salen corriendo cuando nos ven con tantos regalos. La mayoría
rodea a Tadeo.
-¡Quítamelos de encima má!- grita él- Son como pequeños
monstruos.
-Oh por Dios- se ríe Diana- ¿Dirás lo mismo cuando tengas
hijos?
-No voy a tener bichos de estos, mira cómo son, gritan y
lloran.
-Como Luna- digo.
-Ella es mi princesa, no es lo mismo.
Dejo los regalos en la sala del orfanato donde los niños
suelen jugar, Marina sonríe ampliamente y nos agradece todo
el tiempo.
-¿Dónde está Adrián?- le pregunto.
-Escondido- contesta ella- Siempre que alguien viene de
visita se esconde, en cuanto se dé cuenta de que eres tú vendrá
corriendo.
Esbozo una sonrisa cuando lo veo corriendo desde el fondo
de la sala. Diana saca su móvil rápidamente.
-Es un vídeo para James y Hugo- dice.
Adrián salta a mis brazos, Tadeo aparece por mi izquierda
mirando a Adrián con el ceño fruncido.
-¿Éste es el culicagado?- me pregunta- Eres muy feo- le
dice a Adrián.
-¡Feo tú!- contesta el pequeño.
-Ah que cara más fea- dice Tadeo.
Adrián salta de mis brazos para colgarse del cuello de
Tadeo, comienzan a pelearse, Tadeo le pellizca el culo
mientras que Adrián lo abofetea en la cabeza.
-¡Por Dios Tadeo que tiene tres años!- le digo.
Los otros niños los observan y se ríen.
-¡Eso duele enano!- grita Tadeo.
-¡Cara de tonto!- le grita Adrián.
Lo tomo por las caderas, Diana no deja de reírse, hay
lágrimas cayendo por sus mejillas.
-A James le va a encantar este vídeo- dice.
Tadeo se peina el pelo con los dedos y se ajusta la chaqueta
del traje, mira de reojo a su alrededor.
-Eres muy malo- le dice Adrián.
Luego se abraza a mi cuello.
-Tadeo, tiene tres años, ¿en serio te has peleado con un niño
de tres años?- le pregunta Diana.
-No hay rivales pequeños, siempre hay que darlo todo-
contesta él.
Niego con la cabeza.
-Creo que es mejor que los niños abran los regalos- digo.
Dejo a Adrián en el suelo, él se acerca tímidamente al
montón de regalos, mira a uno de los niños más grandes, debe
tener unos trece años, no lo había visto por aquí ayer, él
también mira a Adrián.
-¿Quién es él?- le pregunto a Marina.
-Es el hijo del director del orfanato, suele venir por aquí
para jugar con los más mayores.
-Entiendo.
-Niños ya podéis abrir los regalos.
Los niños se abalanzan hacia las cajas envueltas en papel de
regalo.
-¡Cuidado!- chilla Marina- No están acostumbrados a estas
cosas, se vuelven locos.
Adrián cae hacia atrás, comienza a llorar desconsolado.
Corro hacia él, lo tomo en mis brazos mientras él se acurruca
en mi pecho.
-¿Qué te ha pasado?- le pregunto.
-Erik- solloza.
Marina se tapa la boca con la mano.
-¿Quién es Erik?- gruñe Tadeo.
-El hijo del director- contesta Marina con las mejillas
sonrojadas.
-Adrián, ¿Erik te ha hecho daño?- le pregunto.
-Me ha empujado- llora.
Una mancha rosa oscura en el antebrazo de Adrián llama
mi atención, Diana también se da cuenta.
-¿Tadeo has sido tú?- le pregunta.
-No, yo lo he pellizcado suavemente en el culo, no ahí.
-¿Quién te ha pellizcado?- le pregunta Diana a Adrián- ¿Ha
sido Erik?
Adrián asiente, el tal Erik sale corriendo, Tadeo va detrás
de él, logra alcanzarlo antes de que pueda salir de la salir, lo
trae de vuelta hacia nosotros agarrándolo por detrás del cuello.
-¡Suéltame cabrón!- grita el niño.
-¿Qué clase de lugar es este?- le pregunto a Marina- Ayer la
cuidadora y hoy el hijo del director.
-Lo siento, no sabía que le había pegado, no vivo aquí, sólo
vengo a trabajar.
-No excusa- dice Diana- Estos niños merecen una seguridad
que nunca han tenido, se supone que aquí deberían estar a
salvo. Quiero hablar con el director ahora mismo.
-Iré a avisarlo- dice Marina.
-Cálmate, cariño- le digo a Adrián.
Mis ojos se dirigen a los de Erik.
-¿Por qué le has pegado?- le pregunto- Es sólo un niño de
tres años.
-Es un huérfano de mierda, sus padre no lo querían y nadie
lo va a querer- escupe.
Le tapo los oídos a Adrián. ¿Cómo puede haber tanta
crueldad en un niño? Los ojos verdes de Adrián se encuentran
con los míos, le doy un beso en la frente, parece calmarse un
poco. Sólo es un niño pequeño, necesita a alguien que le de
amor.
-¿Qué está pasando aquí?- dice un hombre, supongo que es
el director.
Diana se pone frente a él con los brazos cruzados.
-¿Qué son todos estos regalos?- pregunta.
-Las señoras los han traído para los niños- explica Marina.
-Yo no he autorizado nada- dice él.
Le ordena a dos cuidadores que se lleven todos los regalos,
pero Diana los detiene. Ahora sé de quién ha heredado la
crueldad Erik.
-Nadie va a llevarse los regalos de aquí- dice Diana.
-Suelta a mi hijo- le dice el director a Tadeo.
Mi niño sonríe.
-¿Me acabas de dar una orden?- le pregunta.
-Marina, llévate a los niños de aquí- le digo.
Ella se apresura a sacarlos de la sala, Tadeo no cede en su
agarre en el cuello del hijo del director, todo lo contrario
aprieta más provocando las quejas de Erik.
-Suelta a mi hijo, ahora mismo.
-¿Otra orden?- se ríe Tadeo.
Aprieta más fuerte.
-Tadeo, suéltalo- le digo.
-No. Él le ha pegado a un niño pequeño, a tu hijo, no voy a
permitirlo.
-¡No le he hecho nada!- miente Erik.
-¿Cuántas veces le has pegado?- le pregunta Tadeo- Voy a
romperte las piernas niño de mierda, no se le pega a los más
débiles, te enfrentas a tu igual.
Tadeo mira al director.
-¿Sabes quién soy?- le pregunta.
El director asiente.
-¿Y sabiéndolo te has atrevido a darme dos órdenes?
-Ha sido un error, sólo quiero que sueltes a mi hijo, por
favor.
-Tadeo, hazlo- le digo- Él no tiene la culpa de la educación
que ha recibido.
-Tienes razón- dice Diana- El único culpable aquí es el
señor este con cara de sapo- dice señalando al director con su
pulgar.
Adrián se ríe, haciendo sonreír a Tadeo, que borra su
sonrisa en cuanto ve que lo estoy mirando.
-Lo sigo odiando- me dice.
-¿De quién es este orfanato?- le pregunta Diana al director.
-Mío- contesta él.
-Vas a vendérmelo ahora mismo.
-No voy a hacer tal cosa.
-Lo harás si no quieres que llame a la policía.
-O al Rey- dice Tadeo sonriendo.
-Los niños merecen tener a alguien que se preocupe por
ellos- dice Diana- Es obvio que tú no lo haces, vas a venderme
el orfanato sin protestar, ¿lo has entendido?
-Sí- contesta el director agachando la cabeza.
No sé cómo voy a contarle a James todo esto sin que quiera
volver a casa.
Veintiuno
James
Enciendo la luz de mi nuevo apartamento, siete horas de
vuelo me han agotado totalmente, voy a pedir algo para cenar,
ducharme y meterme en la cama. Enciendo mi móvil mientras
dejo la maleta y el bolso de viaje en el suelo. Comienzan a
llegarme notificaciones de mensajes de mi madre, entro en el
chat pensando que ha pasado algo, pero lo que me encuentro
me alegra el corazón. Hay vídeos e imágenes de Mariela y
Adrián juntos, ha ido al orfanato a verlo. Me siento en el
taburete de la isla de la cocina, el apartamento no es muy
grande, tampoco quería nada extravagante, sólo voy a pasar
aquí un año y volveré con mi mujer a Colombia. Reproduzco
el primer vídeo, es de Adrián corriendo hacia mi mujer, no
puedo culparlo, yo también me enamoré de ella a primera
vista. Paso al siguiente vídeo, empiezo a reírme por culpa
del culicagado de Tadeo, ¿cómo puede pelearse con un niño
de tres años?
-Puto Tadeo- me rio.
Pongo de fondo de pantalla en móvil la foto de los cuatro
juntos, Tadeo y Adrián salen tirándose de los pelos y mi madre
y mi mujer salen riéndose. Observo la imagen durante un rato,
ojalá hubiera podido estar ahí. Niego con la cabeza, tengo que
pensar en otra cosa, tengo tiempo para estar con ellos, tenemos
toda la vida para estar juntos. Llamo al primer restaurante que
me sale en internet, pido algo de cena y me meto en la ducha.
La cabeza me va a mil, estoy cansado del vuelo y deseando
irme a la cama, pero también estoy emocionado por comenzar
mañana en el nuevo trabajo. Los recuerdos de esta mañana con
mi mujer en la ducha comienzan a invadirme, mi polla
reacciona inmediatamente poniéndose dura, me acaricio
pensando en ella. Sus gemidos cuando la penetraba tan duro
contra los azulejos de la ducha, aún siento sus uñas
arañándome la espalda, tuvo que curarme con antiséptico
después. Miro hacia abajo, me masturbo más rápido.
-Mariela- gimo.
Me la imagino arrodillada frente a mí chupándome la polla
con su hermosa boca, sus labios envueltos alrededor de mi
circunferencia. Largas cuerdas de semen salen disparadas
hacia el suelo de la ducha.
-No es lo mismo, con ella es mucho mejor- murmuro.
Me termino de duchar y secarme el cuerpo. Me pongo un
pantalón de chándal y una camiseta de manga corta. El timbre
del apartamento suena, salgo de la habitación tan rápido que
me tropiezo con la alfombra del pasillo.
-Puta alfombra- gruño.
Recojo la cena del repartidor, mientras como me pongo a
ver la película favorita de Mariela, es una estúpida comedia
romántica francesa, pero a ella le encanta, siempre se ríe con
los protagonistas. Después de cenar me encierro en la
habitación, me acuesto en la cama y me acomodo, pongo una
almohada extra detrás de mi cabeza, busco a Mariela en el chat
y pulso el botón de videollamada. Su precioso rostro aparece
en mi pantalla.
-Bebé- sonrío.
-Hola, mi amor, ¿qué tal el vuelo?
-Bien, pero estoy muy cansado.
-¿Quieres que te deje para que duermas?
-No, bebé, quiero hablar contigo antes de dormir.
-¿Has visto todo lo que te ha enviado tu madre?
-Sí, voy a matar a Tadeo por molestar a mi niño.
Mi mujer se ríe.
-Tengo que contarte algo, James.
-¿Qué ocurre?
-Pues que tu madre ha comprado el orfanato.
-¿Qué?
-No quiero que te enfades ni que montes un show, pero creo
que debes saberlo.
-Bebé, cuéntame.
-Adrián estaba siendo maltratado en el orfanato por el hijo
del director.
Me siento de un salto en la cama.
-¿Qué coño dices?
-Llevamos los juguetes y cuando Adrián fue a coger el suyo
Erik, el hijo del director, lo pellizcó en el antebrazo y lo
empujó, Tadeo le ha sacado toda la información al hijo del
director y ha confesado que lleva mucho tiempo pegando a
Adrián, algunos cuidadores lo sabían, no dijeron nada por
miedo a ser despedidos.
-Maldito niño. ¿Cómo está Adrián? Después de todo lo que
ha pasado, joder.
-Está bien, feliz de que no va a volver a ver a Erik.
-Me mata no estar ahí para consolarlo.
-Le dije que mañana volvería y haríamos una videollamada
contigo.
-¿Y qué dijo?
-Que no entendía lo que le estaba diciendo.
Me rio suavemente.
-Le expliqué que te llamaríamos y te veríamos por la
pantalla del móvil porque estabas muy lejos.
-Supongo que se quedaría alucinando.
-Sí, sus ojos estaban tan abiertos, está muy emocionado por
volver a verte, mi amor.
-Joder, bebé, yo también tengo muchas ganas de volver a
verlo.
-Ha sido como un flechazo, ¿verdad?
-Sí, es como si fuéramos las piezas de un puzle y él
encajara con nosotros.
-Así lo siento yo también.
Le pregunto por Tadeo, se ríe mientras me cuenta que se ha
estado peleando con Adrián todo el tiempo, excepto cuando se
enteró de que el hijo del director le había pegado, fue el
primero en defenderlo.
-También se peleó con Sofía porque ella dice que él me ha
robado- me dice.
-¿Quién ganó?
-Ella, lo golpeó hasta que Mario la detuvo.
-Esa es mi chica.
-¿A qué hora termina tu turno mañana?
-A las cinco de la tarde.
-Bien, iré sobre las seis al orfanato y te llamaré.
-Te lo agradezco. ¿Bebé?
-Dime, mi amor.
-Me he tocado pensando en ti.
Las mejillas de mi mujer se enrojecen.
-Empecé a recordar lo que hicimos esta mañana en la
ducha.
-James, basta.
-¿Qué pasa?
-Pues que yo…
-¿Te mojas bebé?
-Sí.
Me froto la polla con la mano por encima del pantalón.
-¿Y qué necesitas bebé?
-¡Basta!- chilla riéndose.
-¿Quieres que te la meta?
-Sí.
Meto mi mano por dentro de los pantalones, me saco la
polla y la enfoco.
-Bebé quiero follarte, mira como estoy. ¿Quieres?
-Sí.
Veo su brazo moverse.
-Bebé, enséñame que estás haciendo.
-Me da vergüenza.
-Vamos, bebé, no vas a tenerme un año sin ver tu coño,
¿no?
-Espera, voy a cerrar la puerta con seguro.
Me bajo los pantalones y los bóxer, luego me quito la
camiseta. Mariela vuelve a enfocarse, se desnuda delante de la
cámara, después se acomoda en el cabecero de la cama y
apoya el móvil en algún lugar. Mi polla tiembla cuando se abre
de piernas, su coño brilla por sus fluidos. Comienza a tocarse
el clítoris con sus dedos.
-Bebé- gimo.
-Ahhh.
Joder, nunca pensé que esto sería tan excitante. Me
masturbo fuerte, apretando mi polla con cada caricia.
-Mete tus dedos, bebé, fóllate.
Hace lo que le digo, escucho el sonido de su humedad
mientras se penetra.
-¿Quieres mi semen bebé?
-Sí- gime- Déjame embarazada, James.
-Bebé, tengo mucho semen.
Se tapa la boca con la otra mano mientras se corre, disparo
semen por todo mi torso. Me rio suavemente mientras la veo
tumbarse de lado en la cama y quedarse dormida. Cuelgo la
videollamada, mañana seguiré hablando con ella, tengo
muchas ganas de volver a ver a Adrián.
Los nervios recorren mi cuerpo, estoy a punto de conocer a
mi equipo de trabajo, tengo que parecer lo más serio posible y
recordar que soy el jefe de este área. August me explica cómo
funciona todos a la vez que vamos caminando, me enseña
dónde está la sala de descanso, el control de enfermería en
mitad de los dos pasillos que divide la zona de ingresos, la
máquina de café y, por último, mi despacho. Examino todo a
mi alrededor, tengo una gran mesa con un ordenador, una silla
de escritorio de cuero y dos al otro lado, varios archivos y
librerías con carpetas de historiales médicos, un sofá de dos
plazas y dos individuales en frente.
-¿Qué te parece?- me pregunta August.
-Es genial, sobre todo esa ventana que da a la ciudad- digo
señalando el ventanal que hay detrás de la silla de escritorio.
-Las vistas de esta clínica son las mejores.
-¿Y dónde está mi equipo?
-Ven conmigo, voy a presentártelos. Algunos son
estudiantes en prácticas, otro llevan aquí bastante tiempo,
esperaban obtener tu puesto, no te sorprendas si alguno parece
un poco resabiado.
-Entiendo.
August me lleva a la sala de descanso, hay cuatro médicos
esperando allí, uno de ellos parece un poco mayor que yo, el
único hombre, las otras tres son mujeres jóvenes.
-Equipo, él es el doctor Belmonte- me presenta August.
-James, sólo James.
La chica asiática frunce el ceño.
-¿De dónde eres?- me pregunta.
-Ella es Pat, hace muchas preguntas- dice August
palmeando mi espalda.
-Encantado Pat, soy de Colombia, pero mi madre es de Los
Ángeles.
-Un Colombiano, nunca había visto uno- dice sorprendida.
-Pat, por Dios- se ríe August.
Ella abre los ojos.
-No, no, no, no, no- dice nerviosa- No quería ofender. Oh
mierda, ¿estoy despedida?
Me rio suavemente.
-No, no lo estás, no me has ofendido- le digo.
Suspira con alivio.
-Si hablo mucho, dímelo- me dice.
Asiento con la cabeza.
-Yo soy Eleanor- dice la chica de pelo castaño- Y no tengo
diarrea verbal como Pat.
Pat hace un gesto de disgusto con la cara.
-Me gusta la gente como Pat- digo- No creo que me vaya a
aburrir con alguien así en el equipo.
-Definitivamente no- contesta Eleanor sonriendo- Pat es la
mejor, a pesar de su diarrea verbal.
-Ella es Evelyn- dice August señalando a la mujer rubia- Y
él es Christopher.
-Doctor Roland- contesta él.
Pat y Eleanor ponen los ojos en blanco.
-Ahora a trabajar- ordena August- Ven conmigo, James,
voy a presentarte a tu enfermera.
Evelyn me mira fijamente, me dedica una sonrisa antes de
que salga de la sala con August. Después de conocer a mi
enfermera y secretaria, una mujer a punto de jubilarse, pero
muy amable y cariñosa, me dedico a conocer a los pacientes
que están ingresados en esta planta, todos son adultos o
personas mayores, excepto uno, hay un niño de diez años
ingresado en mi área, he preguntado por qué no está en el ala
infantil, lo único que saben decirme es que el niño prefiere
estar aquí. Me paso por su habitación al final de mi recorrido.
-¿Puedo pasar?- le pregunto bajo el umbral de la puerta.
-¿Quién es usted?- me pregunta él.
-Soy el doctor Belmonte, y tú debes de ser CJ.
-Lo pone en sus documentos, no se haga el gracioso
conmigo.
-CJ, educación- lo corrige su madre- Soy Aby, la madre de
CJ.
Estrecho su mano.
-James.
-Encantada doctor James.
-Sólo James, por favor.
CJ frunce el ceño.
-Los otros médicos no nos dejan llamarlos por sus
nombres- me dice.
-No soy los otros médicos.
-¿Es nuevo?- me pregunta Aby.
-Sí, acabo de llegar de Colombia, estaré por aquí un tiempo.
Me siento en el borde de la cama de CJ.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí?- le pregunto.
-Puede verlo en sus informes.
-Prefiero que me lo digas tú.
-Tres meses- contesta.
-Es aburrido estar aquí tanto tiempo, ¿verdad?
CJ se encoge de hombros.
-¿Por qué no quieres estar en el ala infantil de cardiología?-
le pregunto.
-Porque los otros niños son muy molestos- contesta.
-A CJ no le gusta escuchar a los otros niños reírse con sus
padres- contesta su madre.
-¿Por qué te pasa eso?- le pregunto a CJ.
-No es su asunto.
-El padre de CJ no puede venir tanto como le gustaría, mi
esposo trabaja muchas horas para pagar las facturas médicas.
Podríamos haber llevado a mi hijo a otra clínica más barata,
pero queremos que reciba la mejor atención médica- dice Aby
con lágrimas en los ojos.
-Su esposo y usted son unos buenos padres que se
preocupan por su hijo- le digo- Oye CJ, ¿estás enfadado con tu
padre por eso?
-Él siempre está trabajando, sólo viene los domingos- dice.
-¿Has probado a hacer videollamadas con él un rato cada
día?- le pregunto.
Niega con la cabeza.
-Puedes llamarlo si lo deseas- le digo- Estoy seguro de que
él te atenderá encantado.
-¿Mamá podemos llamar a papá?
Aby sonríe.
-Por supuesto cariño.
-Los dejo a solas, y CJ, no te enfades con tu padre por
querer lo mejor para ti, algún día, cuando hayas crecido, lo vas
a entender.
-Gracias James- me dice Aby.
-Nos vemos más tarde.
Al salir de la habitación de CJ, cierro la puerta para que
tengan más intimidad. Evelyn sale sonriendo de un rincón.
-Eso ha sido increíble- me dice- Ese niño es un pequeño
problemático, siempre quejándose de todo.
-Es un niño de diez años que lleva tres meses hospitalizado
por una complicación con su enfermedad, hay adultos
quejándose por menos.
-Sí, claro, tienes razón.
Dejo la carpeta con la historia de CJ sobre el mostrador de
control de enfermería.
-Vamos a ir a cenar después del turno, podrías venir con
nosotros.
Pat levanta la cabeza desde el otro lado del mostrador.
-¿Quiénes vais a ir a cenar?- pregunta- ¿Y por qué nadie me
ha dicho nada?
Evelyn la fulmina con la mirada.
-Cuidado con Evelyn, le gustan los jefes- se burla Eleanor.
-Cállate, Eleanor- espeta Evelyn- No les hagas caso- me
dice- Entonces, ¿vienes a cenar?
-No- contesto tajante- Tengo una preciosa esposa y dos
hijos en camino.
Evelyn frunce el ceño, busca con los ojos alguna evidencia
de mi estado sentimental.
-No tienes alianza- dice.
-No la necesito para saber que estoy casado y
comprometido con mi mujer y mis hijos- contesto- Si no
necesitas nada más, te dejo, tengo muchos historiales que
estudiar. Y una última cosa, Evelyn, sólo somos compañeros
de trabajo, por si acaso te confundes.
Me giro para ir al final del pasillo donde está mi despacho,
escucho las risas de Pat y Eleanor de fondo. Ninguna mujer
me hará olvidar que en casa tengo a una preciosa e increíble
mujer esperándome, un hijo al que tengo que adoptar y otro
que quizás ya esté creciendo en el vientre de mi mujer.
VEINTIDÓS
Mariela
Ya han pasado cinco meses desde que iniciamos los
trámites para adoptar a Adrián, James ha estado yendo y
viniendo de Minnesota a Colombia, unos meses más y estará
de vuelta para siempre, nunca más nos volveremos a separar.
Hoy es el día en el que Adrián viene a casa, James ha venido
desde Minnesota para recibirlo. Ayer mi hija se puso muy
triste cuando creyó que Hugo se iría de la casa porque yo
estaba con James y habíamos comenzado a formar una familia.
Hugo tuvo que consolarla más tarde y explicarle que por nada
del mundo la iba a dejar y que no se preocupara por sus
sentimientos porque Diana los tenía a buen recaudo, todos se
sorprendieron con la respuesta de Hugo, realmente, Diana y él
han llevado en secreto su relación. James pasea de un lado a
otro muy nervioso. Nos vamos a ir con él una semana a
Minnesota, estuvimos hablando y ambos creemos que lo mejor
para nuestro hijo es que esté con los dos los primeros días y él
no puede tomarse unas vacaciones en estos momentos. Tadeo
se enfadó mucho cuando supo que estaría una semana lejos de
casa, lejos de él, pero terminó aceptando la situación.
-No lo veo desde hace un mes- dice James nervioso- ¿Crees
que me reconocerá?
-Mi amor, has estado hablando con él por videollamada casi
a diario, claro que va a reconocerte.
-¿Y por qué a mí no me llama papá? A ti ya te ha empezado
a llamar mamá.
-Mi amor, Adrián ha tenido una vida muy dura y sólo tiene
cuatro años, su padre era un monstruo, dale tiempo.
James asiente a la vez que traga grueso.
-Tienes razón, bebé, tengo que darle tiempo.
-Él te quiere, dale su espacio y verás cómo sin decirle nada
te llama papá.
James me da un beso en los labios, la puerta de la sala de
espera del orfanato se abre, Marina sonríe, ahora ella es la
nueva directora y hay que admitir que lo está haciendo muy
bien, ha conseguido que mucha gente invierta en este lugar, ha
renovado muchas de las habitaciones y áreas comunes de los
niños, también tienen juegos nuevos en el patio, todos los
niños están en trámites de ser adoptados o acogidos.
-¿Dónde está?- le pregunta James.
Marina le pide silencio con un gesto. Escuchamos los
pequeños pasos corriendo por el pasillo. James y yo nos
arrodillamos en el suelo para recibirlo.
-¡James! ¡Mamá!- grita Adrián.
Se lanza a los brazos de ambos.
-Hola, mi niño- lo saludo.
-¿Ya puedo irme con vosotros?- nos pregunta.
James le da un beso en la frente.
-Primero tienen que firmar unos documentos- dice Marina-
Después de eso podrás irte con tus papás para siempre.
-¿Para siempre?- pregunta Adrián sorprendido.
-Para siempre, peque- le dice James- Ahora te llamas
Adrián Belmonte y eres nuestro hijo.
Adrián me mira, le doy un beso en la frente. James se
levanta del suelo con nuestro hijo en sus brazos, lo lanza hacia
arriba provocando la risa más hermosa del mundo, Adrián
chilla y se ríe. James lo abraza y le da besos por toda la cara.
-¿Quieres ir a conocer a Luna?- le pregunta.
-¿Quién es Luna?
-Tú sobrina- contesta James- Es un bebé, pero le gusta
mucho jugar.
-¿Y va a jugar conmigo?
-Claro que sí, mi amor- le digo.
Después de formar todos los documentos necesarios, por
fin nos podemos llevar a Adrián con nosotros, James lo
asegura en la silla del coche en los asientos de atrás mientras
yo guardo su pequeña maleta en el maletero del coche, me
subo al lado del conductor y me pongo el cinturón. Adrián está
tan sonriente y feliz.
-Mañana vamos a viajar en avión- le digo.
Sus ojos se abren.
-¿Voy a volar por el cielo?- pregunta.
-Sí, peque- contesta James- Vas a conocer el lugar en donde
trabajo.
-Tu papá es un médico muy importante en otro país, en
unos meses va a volver con nosotros y trabajará aquí en esta
ciudad- le digo.
Adrián asiente sonriendo. James pone rumbo a la casa,
donde todos nos están esperando para darle la bienvenida a
Adrián. James sonríe mientras lo mira por el retrovisor del
coche cómo juega con el coche de juguete que él le ha
regalado, Adrián hace ruidos imitando los sonidos de un
coche. De pronto deja de hacerlo.
-Mamá, tengo hambre- me dice.
-Estamos a punto de llegar a casa, cariño, vas a conocer a
toda tu familia y después vamos a comer un montón. ¿De
acuerdo?
-Vale, mamá.
James pone su mano en mi muslo, pongo la mía sobre la
suya.
-¿Has comprado el test?- me pregunta.
-Sí, ya está guardado en la maleta.
-Vale, bebé, ya he encontrado una ginecóloga en Rochester
por si es positivo.
Está siendo tan complicado intentar quedar embarazada,
James está lejos y sólo ha coincidido dos veces sus días libres
con mi ovulación, me hice un examen médico para saber que
todo estaba bien conmigo, y, sí, lo estaba. Puedo quedar
embarazada sin ningún problema. Pero por algún motivo,
supongo que mi edad, aún no se ha dado el caso.
-Bebé, al final ocurrirá, ahora vamos a estar juntos una
semana completa, lo seguiremos intentando.
James es tan bueno que me sugirió que dejáramos de
intentar tener un bebé biológico si eso me provocaba ansiedad,
pero quiero volver a estar embarazada, amo a Sofía más que a
mi propia vida, pero casi no pude disfrutar de ella o de su
embarazo, quiero volver a sentir a un bebé dentro de mí. James
detiene el coche, sale y lo rodea para bajar a Adrián, recojo la
maleta de mi niño y me uno a ellos para entrar juntos en la
casa, James entrelaza sus dedos con los míos. Todos gritan
bienvenido cuando entramos, Sofía y Tadeo se pelean por
llegar los primeros a Adrián, pero son Sandra y Gala quiénes
lo logran.
-Hola, pequeñito- lo saluda Sandra.
Adrián oculta su cara en el hueco entre el hombro y el
cuello de James.
-Peque, ¿no quieres saludar?- le pregunta James.
-No- contesta mi niño en un hilo de voz.
-¿Ni a mí?- pregunta Tadeo.
Adrián levanta la cabeza, sonríe y se lanza a los brazos de
Tadeo, él toma a Luna en sus brazos también y comienza a
correr con los niños en sus brazos, ellos se ríen a carcajadas.
James rodea mi cintura con su brazo.
-Un niño cuidando de otros niños- murmura Sandra.
-¡Te he oído!- grita Tadeo desde el otro lado del pasillo.
-Vamos fuera, Luisa ya tenía la comida preparada- dice
Mario.
Sofía me abraza por la cintura.
-Mi niña, ¿qué te pasa?
-Que te amo mucho, má.
-Y yo a ti, hija.
Froto su vientre hinchado, mi nieto está a punto de nacer.
Nos sentamos alrededor de la mesa del jardín, James tiene a
nuestro hijo sentado en su muslo, él no deja de mirar hacia la
piscina.
-¿Quieres ir al agua después de comer?- le pregunta James.
-Sí.
-Es tan guapo- dice Gala.
-Es como un Brad Pitt pequeñito- añade Sandra.
Las dos comienzan a reírse. Diana no deja de mirar a James
y Adrián juntos, ella me contó que su sueño siempre fue ver a
James como padre, que después de eso podría morir tranquila.
Luna comienza a chillar en los brazos de Mario, intenta
pronunciar el nombre de James intentando llamar su atención,
tomo a mi nieta de los brazos de su padre, luego James la toma
en sus brazos, Luna abraza a Adrián.
-Creo que la princesa se ha enamorado- se ríe Tadeo.
Mario le da en el brazo con su puño.
-Cállate, culicagado.
Después de comer, llevamos a Adrián a su habitación para
cambiarlo de ropa, está muy emocionado por meterse en el
agua, James observa la pequeña cicatriz que nuestro hijo tiene
en la espalda. Marina nos habló de esto, se la hizo su padre
biológico cuando tenía dos años. James la roza con las yemas
de sus dedos.
-Hijo de puta- susurra- Espero que se esté pudriendo en la
cárcel.
Adrián lo mira confundido.
-Te amo, pequeño- le dice James- Nunca más vas a volver a
sufrir.
Tadeo entra en la habitación ya cambiado para llevarse a su
pequeño hermano, parece que ha comenzado a asimilar que
Adrián va a quedarse en nuestras vidas para siempre. James y
yo vamos a mi habitación para cambiarnos, cierra la puerta
tras él.
-Bebé- me llama.
Me quito la camiseta por encima de la cabeza.
-Dime.
-Quiero que comiences a buscar una casa para nosotros, me
quedan siete meses en Minnesota, no quiero que cuando yo
esté de regreso tengamos que vivir aquí.
-¿Qué hay de malo en vivir aquí un tiempo?
-Tadeo- resopla- ¿Crees que me va a dejar follarte sin
interrumpirnos?
Me rio suavemente, en eso tiene razón, Tadeo no lo va a
dejar acercarse a mí. James se quita los bóxer.
-¿Quieres algo de mí?- me pregunta.
-Sí, pero creo que ahora va a ser imposible.
James pone los ojos en blanco
-Tu bebé putativo de veintiséis años ya debe estar viniendo
a buscarte- dice.
-Parece que a Luna le gusta Adrián, pensé que se iba a
poner celosa.
-Mario nos va a repudiar- se ríe él.
-James, vamos, Luna es un bebé de once meses y Adrián
tiene cuatro años recién cumplidos, además es el tío de Luna.
-Van a crecer como cualquier cosa menos como tío y
sobrina, bebé. Sólo se llevan tres años.
-Supongo que tienes razón.
James me abraza por detrás en cuanto me quedo desnuda,
frota mi vientre con sus dedos.
-Bebé, te necesito.
-James, no, hay gente abajo, tu hijo está abajo.
-Sólo un poco- susurra acariciando mi clítoris.
Me inclina hacia adelante en la cómoda, me besa la espalda
y el cuello.
-Eres tan hermosa, no puedes imaginar lo mucho que
extraño dormir contigo en la cama, despertar contigo en mis
brazos, hacerte el amor por la mañana.
Fuertes golpes suenan en la puerta.
-Deja a mi madre salir.
-Te juro que lo voy a terminar matando uno de estos días-
protesta James.
-Es un bebé, mi amor.
-Vamos cámbiate y ve a atender al bebé, terminaremos esto
por la noche cuando el bebé se haya dormido.
Entro en el vestidor riéndome, cojo uno de los bikinis que
me compré hace unos meses, frunzo el ceño.
-James.
-Dime, bebé.
-Hay un problema.
Se asoma al vestidor, sus ojos pasean por mi cuerpo y se
detienen en mis pechos.
-¿No es uno de los nuevos que te compraste?
-Sí, me han crecido los pechos.
James sonríe.
-Bebé, tienes que hacerte el test ahora mismo.
-¿Qué?
Mi pulso se acelera.
-Bebé, es muy posible que estés embarazada.
-Las bragas del bikini también me aprietan- me quejo con
voz suave.
-Bebé, joder, si estás embarazada… Estos cambios en tu
cuerpo, maldita sea.
-Voy a coger el test de la maleta
Abro la cremallera de la maleta en el suelo, busco en el
neceser el test de embarazo que había comprado, se supone
que aún queda una semana para poder hacérmelo. Es todo tan
extraño.
-¿Bebé te vino el periodo el mes pasado?
-Sí, claro, te lo dije.
Cojo el test de embarazo, ahora estoy enfadada y no sé por
qué.
-¿Y cómo era?
-¿Qué quieres decir?
-Algunas mujeres tienen un pequeño sangrado cuando en
embrión se implanta en el útero, a algunas les dura unas horas,
un día o dos, no suele ser rojo intenso, quizás pueda ser rosa o
marrón.
Me congelo antes de entrar en el baño, luego me giro
lentamente hacia James.
-Fue marrón y me duró dos días- jadeo.
James se cubre la boca con la mano.
-Bebé, hazte el test.
-Entra conmigo, por favor.
James me abraza fuerte, el resultado del test no ha tardado
en salir.
-Bebé, te amo.
-Y yo a ti, mi amor.
-¿Cuándo crees que debemos decirle a los demás?
-Cuando vuelva de Minnesota, quiero que Adrián sea el
primero en saberlo, es él quien va a convivir con el bebé.
-Está bien. Maldición, te amo, dos hijos, bebé, dos.
-Lo celebraremos los dos solos esta noche cuando nuestro
hijo se haya quedado dormido.
-Lo estoy deseando.
James se pone de rodillas, besa mi vientre sin parar
mientras murmura que nos ama a los tres y que vamos a ser
muy felices. Luego se pone se pie y me besa a mí en los
labios.
-Ve con nuestro hijo, voy a llamar a la ginecóloga de la
clínica para que te revise en cuanto lleguemos a Rochester- me
dice.
-Te amo.
Me pongo un vestido blanco de encaje para la piscina por
encima del bikini y salgo de la habitación, dejo a James solo
para que hable con la ginecóloga tranquilamente, aún no me
creo que haya pasado casi dos meses embarazada y no me
haya dado cuenta, no he tenido ningún síntoma, espero que
todo esté yendo bien con mi bebé. Sofía me mira con el ceño
fruncido, me siento a su lado, ella no me dice nada a pesar de
que sigue mirándome. Escucho a Adrián reírse desde el agua,
Mario lo ha lanzado por los aires.
-¿Má?
-Dime, hija.
-Estás rara, ¿ha pasado algo?
-Tadeo es lo que pasa- murmura Gala- Ha ido a molestar,
¿verdad?
-¡No hables de mí!- le grita Tadeo a Gala desde la piscina.
-¿Qué ocurre entre vosotros dos últimamente?- le pregunta
Sandra a Gala.
-Sabes que siempre ha sido así- contesta ella.
-No, últimamente estáis más… Enfrentados.
-Quizás sea porque tu hermano es un imbécil.
Gala se levanta y se tumba bocabajo en una toalla en el
césped.
-¿Dónde está mi hijo?- me pregunta Diana.
-Haciendo unas llamadas de trabajo- contesto- Diana,
¿podrías ayudarme a buscar una casa para comprar?
-Claro, cariño, cuenta conmigo.
-¿No vais a vivir aquí?- me pregunta Sofía con tristeza.
-No, mi niña, necesitamos nuestro propio espacio y tu
familia necesita el suyo.
-Nunca hemos vivido en casas diferentes.
-¿Quién va a mudarse?- pregunta Mario acercándose a
nosotras.
-Mi má- solloza mi hija.
-Mariela aquí hay espacio de sobra para vosotros.
-Te agradezco que quieras tenernos bajo tu techo, hijo, pero
James y yo preferimos tener nuestra propia casa.
-Compraré la casa de frente a esta- dice Mario.
-No, esa casa es demasiado cara.
-Es mi regalo para vosotros, por vuestra futura boda.
-Mario…
Sofía me toma de las manos.
-Por favor, acepta el regalo- sus ojos me suplican llenos de
lágrimas- Tendrás tu propia casa y estarás cerca de mí, te
necesito má, Sandra, Gala y Tadeo también te necesitan, por
favor.
-Hablaré con James, pero no prometo nada- digo.
-Yo me encargo de él- dice Mario- Voy a hacer unas
llamadas, enseguida vuelvo.
Mario deja a Luna en mis brazos, mi nieta se abraza a mí, le
cubro el cuerpo con una toalla.
-Bu- me llama, luego sonríe y me da un beso.
-Te amo, mi preciosa india- le digo mirándola a los ojos- Es
como si el mar viviera en sus ojos.
-Como los de Mario- dice Diana.
-Luna es una mezcla más que interesante- dice Sandra-
Tiene rasgos indígenas y ojos claros como el agua del mar.
-Mi niña es la más hermosa del mundo- le digo.
-Sí- contesta ella con su vocecita.
-Ojalá James acepte la casa- murmura Sofía- Os quiero
cerca de mí y mis bebés.
-Estás muy caprichosa- le digo.
-Má- protesta- Es que os amo.
-Y nosotros a ti, cariño.
-¿Ya lo tenéis todo listo para mañana?- me pregunta Diana.
-Sí, sólo me preocupa Adrián, son muchas horas de vuelo,
aunque estaba emocionado por volar.
VEINTITRÉS
James
Se ha quedado dormido en cuanto hemos bajado del avión,
se ha portado tan bien, sólo ha llorado un poco porque tenía
sueño y hambre, en cuanto mi mujer le ha dado de comer se ha
quedado dormido en mis brazos. Antes de irme de Rochester
dejé la habitación de invitados preparada para él, Mariela me
ha dicho que va a venir más veces ahora que está embarazada.
Aún no le hemos dicho nada a Adrián, queremos esperar a
mañana cuando haya descansado y esté disfrutando del parque
de atracciones de Minneapolis.
-Mi amor, dame aunque sea el bolso de viaje- me dice mi
mujer.
-No quiero que cojas peso, bebé, pero podrías sacar las
llaves del casa de mi bolsillo delantero.
-Eres tan testarudo- dice mientras mete la mano en el
bolsillo de mi pantalón vaquero.
-Cuidado en donde tocas- digo sonriendo.
Mi mujer me devuelve la sonrisa, luego abre la puerta de mi
apartamento. Me deja pasar a mí primero, dejo la maleta a un
lado, camino por el pasillo hacia la habitación de mi hijo, mi
mujer deshace la cama que le compré, tiene la forma de un
coche de carreras, sus coches favoritos, no sé dónde los habrá
visto, pero le encantan. Lo tumbo y le quito la ropa y los
zapatos.
-Bebé, ve a ponerte cómoda, yo me encargo de él.
-Está bien, voy a tomar agua y a la cama, te espero allí.
-¿Sin ropa?
Mariela sonríe.
-Sin ropa- contesta.
Mi mujer le da un beso en la cabeza a nuestro hijo, lo meto
bajo las mantas y le doy un beso yo también.
-Buenas noches, hijo.
Dejo la puerta de su habitación entreabierta. Voy a por la
maleta a la sala y la llevo a mi habitación, mi mujer se termina
de desnudar.
-¿Necesitas algo de esta maleta?- le pregunto.
-No, mi amor, ¿a qué hora traen mañana las otras?
-Temprano, me dijeron que sobre las siete de la mañana.
¿Estás cansada?
-Sí, pero necesito relajarme contigo.
Me quito la camiseta, seguida por los pantalones vaqueros y
los zapatos. Mariela se tumba de espaldas en la cama,
inconscientemente, toca su vientre.
-Ahí está mi otro hijo- le digo.
Me tumbo sobre ella sin aplastarla.
-¿Quieres otra niña?- le pregunto.
-Quiero que esté sano, no me importa lo que sea, mi amor.
-Quiero un niño para que Adrián tenga con quien jugar.
Me agarro la polla con mi mano, voy penetrando a mi
mujer lentamente.
-Estás húmeda, bebé.
-Llevaba un rato pensando en ti- dice sonriendo.
-¿Y qué pensabas?
-En que me penetrabas, en que me hacías el amor
dulcemente, en que te corres dentro de mí y en que me has
devuelto la vida, James. Yo creí que moriría sola, yo… Creí
que no era digna de nadie y mucho menos de alguien como tú.
La penetro más fuerte.
-Cualquier hombre caería rendido a tus pies, Mariela, eres
hermosa, buena, amorosa y la mejor madre del mundo, has
acogido bajo tus alas a tres huérfanos sedientos de amor
maternal y los has adoptado como tuyos. Adrián tiene mucha
suerte de tenerte.
-Te amo, James.
-Y yo a ti, bebé.
-¡Mamá!
Salgo rápidamente del interior de mi mujer, me pongo de
vuelta los pantalones vaqueros y salgo corriendo a la
habitación de mi hijo. Lo encuentro sentado en la cama
llorando, me siento a su lado, mi hijo se sube a mi regazo, está
desconsolado, mi mujer entra en la habitación.
-¿Qué le pasa?- me pregunta.
-No lo sé, lo he encontrado llorando. Adrián, hijo, ¿has
tenido una pesadilla?
Asiente con la cabeza.
-Mi amor, estamos aquí contigo- le dice mi mujer- Mamá y
papá están aquí.
A mi hijo se le escapa un pequeño sollozo.
-Tengo miedo- dice.
-¿De qué?- le pregunta Mariela.
-Del monstruo.
-No hay ningún monstruo, peque- le digo- ¿Quieres dormir
con mamá y conmigo esta noche?
-Sí.
Me llevo a mi mujer y a nuestro hijo a mi habitación, lo
acuesto entre ella y yo. Adrián se acurruca en el pecho de su
madre, rodeo el cuerpo de ambos con mi brazo.
-Lo siento, mi amor- susurra mi mujer.
-¿Por qué bebé?
-Por la interrupción.
-No es tu culpa y tampoco es culpa de él, mañana quiero
saber de qué iba esa pesadilla, no me gustaba como estaba
llorando. Descansa, bebé, mañana nos espera un largo día.
Me despierto por la mañana antes de que mi mujer y mi
hijo se despierten, tomo mi móvil de la mesita de noche y
salgo de la habitación cerrando la puerta tras de mí. Comienzo
a preparar el desayuno para ambos, el servicio de entrega del
aeropuerto debe estar por llegar con el resto se nuestro
equipaje. Mi móvil no deja de vibrar con notificaciones de
mensajes, Pat y Eleanor se encargaron de crear un grupo para
los médicos y enfermeras de nuestro área, imagino que son
ellas las que no dejan de hablar.
-Buenos días.
Giro la cabeza hacia el pasillo, mi mujer se frota los ojos
mientras camina hacia a mí, le doy un beso en los labios.
-Buenos días, bebé, ¿has descansado?
-Sí.
-¿Adrián sigue dormido?
Ella asiente somnolienta.
-Ve al sofá si quieres, estoy terminando de preparar el
desayuno- le digo.
-Deja que te ayude, James, no estoy enferma.
Un suspiro me abandona.
-Está bien, coge lo que quieras de la nevera- le digo.
-¿Crees que Adrián soñó con sus padres?
-Nosotros somos sus padres- espeto.
-Ya sabes a lo que me refiero, James, a las dos personas con
las que pasó sus primeros dos años.
-No lo sé, el terapeuta que lo estuvo atendiendo no contó
mucho de las sesiones.
-¿Y si buscamos a uno en Cartagena?
-Me parece buena idea.
El timbre de casa suena, me acerco a la puerta para recibir
al chico del aeropuerto con nuestro equipaje, dejo las dos
maletas a un lado. De pronto, escucho unos pequeños pasos
corriendo por el pasillo, mi hijo da un salto a mis brazos, le
doy un beso en la mejilla.
-Buenos días, campeón, ¿has dormido bien?
-Sí- contesta asintiendo.
Lo siento en la pequeña isla de la cocina.
-¿Qué quieres desayunar?- le pregunto.
-Macarrones.
Mi mujer y yo nos miramos, rompemos en una risa.
-No puedes desayunar eso, cariño- le dice mi mujer-
¿Quieres fruta y tostadas?
-¿Y macarrones?- pregunta triste.
-Macarrones después, cuando sea la hora de comer- le digo-
Además, hijo, vamos a un sitio increíble donde hay juegos,
piscinas y mucha comida.
Los ojos de mi hijo se abren como platos, comienza a
chillar feliz. Mi mujer me abraza por la cintura.
-¿Has traído traje de baño para él?- le pregunto.
-Sí.
-Pónselo, en el parque de atracciones de Minneapolis hay
piscinas para los niños, ponte tú también un bikini.
-Mi amor, me quedan pequeños, te recuerdo que tú has
provocado eso.
Pongo mi mano en su vientre.
-¿Yo he hecho eso?- pregunto- Creo que no estaba solo
cuando sucedió.
Mariela se ríe suavemente.
-¿Se lo decimos ahora o en el parque de atracciones?- me
pregunta.
-Si quieres se lo podemos decir ahora.
Ella asiente.
-Adrián, mi amor- lo llama- Papá y yo tenemos algo que
decirte.
Mi hijo la mira mientras come fruta.
-Sabes que Luna va a tener un hermano, ¿verdad?
Él asiente.
-En la barriga de Sofía- dice con la boca llena.
-Sí, mi amor, está en la barriga de Sofía. ¿A ti te gustaría
tener un hermano?
-Podrías jugar con él.
-O ella- añade mi mujer- También podréis dormir juntos.
Adrián mira hacia abajo.
-¿No me vais a querer?- pregunta.
Lo tomo por la barbilla con mis dedos y le levanto la
cabeza, sus ojos se encuentran con los míos.
-Mamá y yo siempre vamos a amarte, somos tus padres y tú
eres nuestro hijo, te queremos mucho, campeón.
-¿De verdad?
-Sí, mi amor- dice mi mujer.
-Quiero un hermano para jugar- dice nuestro hijo.
Mariela sonríe.
-¿Y si te digo que yo también tengo un bebé en mi barriga?-
le pregunta ella.
Adrián sonríe, pone sus pequeñas manos en el vientre de su
madre.
-Hermano- dice.
Acaricio su cabeza por la nuca.
-Sí, campeón, ahí está tu hermano, vendrá en unos meses-
le digo- Ahora termina de desayunar y deja que mamá te
cambie de ropa, ¿de acuerdo?
Él asiente sin mirarme, sus ojos están puestos en el vientre
de su madre. Quince minutos más tarde ya estamos rumbo a
Minneapolis, Adrián va cantando una canción que no conozco.
Frunzo el ceño, esa letra no es para nada infantil, habla de una
chica decapitada.
-Adrián, ¿qué cantas?- le pregunto.
-Verónica sin cabeza- contesta.
Sigue cantando la canción.
-¿No prefieres cantar otra?- le pregunta mi mujer.
Mariela le canta la canción que siempre le canta a sus hijos
cuando están tristes y buscan consuelo en ella. Adrián parece
captar la letra rápidamente, canta con su madre la nueva
canción.
-Voy a buscar un terapeuta hoy mismo- susurro a mi mujer.
Ella asiente mientras sigue cantando. En cuanto lleguemos
al parque de atracciones voy a llamar a Marina, quiero saber
qué pasa con Adrián, nunca nos contó nada de esto, debería
haberlo hecho para prepararnos y ayudarlo. Adrián se queda
dormido a mitad de camino, aprovecho para hablar con mi
mujer sobre él.
-¿Dónde crees que habrá aprendido esa canción?- le
pregunto.
-Quizás haya escuchado a los niños del orfanato cantarla,
ya has visto la rapidez con la que aprende.
-Quiero hablar con Marina sobre eso.
Mi mujer saca su móvil del bolso.
-¿A quién llamas?- le pregunto.
-A Marina.
Pone el móvil en altavoz, Marina contesta de inmediato.
-Señora Mendoza, encantada de saludarla.
-Marina, ¿tú sabías que Adrián canta una canción
extraña?
Hay un incómodo silencio en la línea, por supuesto que lo
sabía.
-¿La ha vuelto a cantar?- pregunta.
-¿Dónde coño ha aprendido esa canción?- gruño.
-Su padre biológico la cantaba cuando golpeaba a su
madre- contesta ella- El terapeuta lo ayudó, no la cantaba
desde antes de aparecer vosotros en su vida. Lamento mucho
esto.
Aprieto el volante con mis manos tan fuerte que el cuero
cruje.
-¿Qué más hay sobre ese cabrón enfermo?- le pregunto.
-Pegaba a Adrián desde que nació, cuando él lloraba nadie
lo atendía hasta que su abuela enferma se levantaba de la
cama para darle la comida, cuando ella falleció todo fue a
peor para vuestro hijo.
-¿La cicatriz de la espalda?- pregunta mi mujer.
-Le cortó con un cuchillo.
Mi pulso se acelera.
-¿Cómo se llama ese maldito hijo de puta?- le pregunto.
-Abelardo Gómez Gómez, ¿por qué quiere saberlo señor
Belmonte?
-Asuntos personales, que pases un buen día.
Pulso el botón de colgar, mi mujer me mira confusa.
-¿Qué vas a hacer?- me pregunta.
Le pido al asistente de voz del coche que llame a Tadeo,
voy a solucionar esto de una puta vez, nadie va a volver a
provocar miedo a mi hijo.
-Malparido- contesta.
-Tadeo, es algo importante.
-Dime.
-Busca en que prisión tienen a Abelardo Gómez Gómez,
necesito encontrarlo y saber que está sufriendo.
-¿Quién es?
-El bastardo que engendró a mi hijo, el que le hizo pasar
un infierno.
-¿Qué le hizo?
Mariela se limpia las lágrimas, pongo mi mano en su
muslo.
-Le cortó con un cuchillo en la espalda, lo golpeó desde
recién nacido, no lo alimentaba, Adrián… Ha visto cosas que
ningún niño debería haber visto u oído.
-Te dejo, James, tengo trabajo que hacer.
Tadeo cuelga la llamada. Estoy seguro de que lo va a
encontrar y le hará pagar por todo lo que le ha hecho a mi hijo.
VEINTICUATRO
Mariela
Está tan feliz corriendo para todos lados y subiendo en cada
atracción que ve, James ha ido con él a la piscina un rato
mientras yo descanso en una de las tumbonas. Los veo
caminar hacia a mí, Adrián sale corriendo gritando.
-¡Mamá hambre!
James se ríe mientras niega con la cabeza. Tomo a mi hijo
en brazos.
-Lleva quejándose un rato de que tiene hambre- me dice
James.
-¿Quieres ir a comer?- le pregunto a nuestro hijo.
-Sí, hamburguesa- contesta.
James me ofrece su mano para levantarme, mi estómago
comienza a gruñir también, él se ríe.
-Adrián no es el único hambriento- susurra en mi oído.
-No, bebé dos y mamá también tienen hambre- me rio.
-Pat me ha avisado de que ya tenemos cita con la
ginecóloga.
-Pat parece una chica muy dulce, tengo que agradecerle que
se haya tomado la molestia de ir a hablar con la ginecóloga.
-Le he subido el sueldo.
-¿En serio?
-Sí, en serio, es buena doctora, en realidad, se lo merecía,
no sé por qué no lo hicieron antes.
Nos sentamos en una de las mesas de picnic del restaurante
de hamburguesas, Adrián está tan emocionado que no deja de
reír y chillar, le doy un beso en la cabeza.
-¿Quieres patatas fritas campeón?- le pregunta James.
-Muchas, por favor- contesta él.
James se ríe suavemente.
-¿Vas a querer ir a la atracción de coches?- le pregunto.
Adrián asiente.
-Creo que esta noche no va a haber quien pueda
despertarlo- dice James.
Un camarero nos trae toda la comida que hemos pedido.
-James, te has pasado- le digo- Es demasiada comida.
-Somos cuatro, bebé. Y mi campeón parece que tiene
mucho hambre.
-Te quiero, papá- contesta Adrián.
James me mira fijamente, una sonrisa se dibuja en mi cara,
ninguno de los dos le decimos nada a Adrián, queremos que se
tome esto con total naturalidad, aunque sé que James debe
estar celebrándolo por dentro.
-Come, hijo, te compraré un helado después- le dice él.
Después de comer volvemos a las tumbonas cerca de la
piscina, mi hijo se sube a mis piernas, lo acuno con mis brazos
donde él se acurruca con una mano en mi vientre, desde esta
mañana no deja de preguntar cosas sobre su hermano.
-Se va a quedar dormido- murmura James.
-No ha dejado de correr y jugar en toda la mañana.
Miro a James, él está mirando a nuestro hijo quedarse
dormido.
-¿Estás feliz?- le pregunto.
-Soy el hombre más feliz del mundo, bebé, os amo a los
tres.
-Te ha llamado papá y te ha dicho que te quiere.
James acaricia la pierna de nuestro hijo con sus dedos.
-Quiero que olvide todo lo que pasó cuando era más
pequeño- me dice.
-Terminará olvidando y sólo recordará los buenos
momentos, como el día de hoy.
-Quiero que mañana esté presente en la ecografía.
-Me parece bien, mi amor.
La mañana siguiente es un caos de nervios, tanto James
como yo estamos emocionados por ver a nuestro bebé por
primera vez, Adrián no entiende qué nos pasa, sólo nos mira ir
de un lado a otro guardando en el bolso todas sus cosas.
-¿La botella de agua?- me pregunta James.
-Está todo, vamos a llegar tarde a la cita.
-Bebé queda media hora para la cita y estamos a dos
minutos de la clínica, puedes mirar por la ventana y verla.
Me froto la frente con los dedos.
-Bebé, tenemos que respirar y calmarnos- me dice.
-Lo sé, es que quiero que todo esté bien, no he tenido
ningún síntoma, es como si no hubiese nada dentro de mí.
Miro a mi hijo de reojo, nos observa atentamente.
-Deberíamos haber esperado a la ecografía para decírselo-
murmuro.
-Mariela, mi vida, todo va a estar bien con nuestro bebé,
que no tengas síntomas no quiere decir que algo vaya mal.
-¿Y por qué tú estás nervioso?
-Porque tengo muchas ganas de ver al bebé, no tiene nada
que ver con tu falta de síntomas.
James me da un corto beso en los labios.
-Todo está bien, mi vida- me dice.
-¿Mamá estás triste?
James sonríe, miramos a nuestro hijo.
-No, mi amor, no estoy triste, estoy un poco nerviosa
porque vamos a ver a tu hermano.
-¿Y cuándo va a venir a jugar conmigo?
-Aún queda un tiempo- dice James- Pero cuando esté aquí,
vamos a cuidarlo entre los tres, ¿de acuerdo?
Adrián asiente. James lo toma en brazos, me cuelgo el
bolso en el hombro, inmediatamente, James me lo quita y se lo
cuelga en su hombro.
-James, puedo llevarlo.
-No mientras yo esté presente.
Niego con la cabeza.
-Vamos, esposa, tenemos un bebé que ver- me apura.
James
No deja de intentar bajarse la bata mientras que la
ginecóloga se la vuelve a subir. Pongo mi mano en su rodilla,
mi mujer me mira nerviosa, tiene la respiración muy agitada.
-¿Qué te pasa?- le pregunto.
Dejo a nuestro hijo sentado en la cama a los pies de mi
mujer.
-Es que…- tartamudea.
-¿Nunca ha estado en el ginecólogo?- le pregunta la
doctora.
-No- dice en un hilo de voz.
Frunzo el ceño.
-¿Y el embarazo de Sofía?- le pregunto.
Niega con la cabeza.
-¿Bebé nunca te hiciste una ecografía cuando estuviste
embarazada de Sofía?
Vuelve a negar, esta vez más lento.
-¿Ni una sola ecografía?- pregunto sorprendido.
-No.
Mi mandíbula se desencaja.
-¿Cómo supiste que era una niña?- le pregunto.
-En el parto.
-¿Los médicos te lo dijeron en ese momento?- le pregunto.
-No hubo médicos- dice con la cabeza baja.
Trago grueso.
-Espera- digo jadeando- ¿Me estás diciendo que hace
veinticuatro años diste a luz tú sola a tu hija?
Ella asiente.
-¿En la calle?
-Sí.
La ginecóloga y yo nos miramos con la boca abierta, ella
mira a mi mujer.
-¿Y la niña nació bien?- le pregunta.
-Bueno, es territorial y posesiva, pero por lo demás ella está
bien- contesta mi mujer.
Me apoyo en la camilla, mi hijo me sonríe.
-Hijo mío tienes una madre increíble- le digo, miro a mi
mujer- Bebé, hiciste todo eso tú sola, diste a luz en la calle tú
sola. Joder- me paso los dedos por el pelo.
-Señora Belmonte es usted una guerrera- le dice la doctora-
En todos mis años de carrera no había visto nada igual.
Mi mujer sonríe tímidamente. Acuno su cara entre mis
manos y le doy un beso en la boca, escucho la risa de mi hijo.
-Tus papás se quieren mucho- le dice la doctora.
Le doy un beso en la frente a mi mujer.
-Eres la mejor madre del mundo, Mariela, tienes cuatro
hijos en Cartagena que te aman como a nadie, un pequeño a
tus pies que ya te adora y otro que va a adorarte desde el
momento en el que nazca. Ahora deja que la doctora te revise,
no sientas vergüenza.
-Está bien, pero aparta a Adrián de ahí abajo, no tiene que
ver tanto de mí.
Me rio suavemente, luego tomo a mi niño en brazos y lo
siento junto a mi mujer, él apoya su cabeza en su pecho.
-Te quiero- le dice a su madre.
-Y yo a ti, mi niño bonito.
-¡Eh!- protesto- Creí que yo era tu niño bonito.
Mi mujer y la doctora se ríen.
-Asúmalo doctor Belmonte, cuando los hijos llegan los
hombre sois desplazados.
-Un poquito- la secunda mi mujer sonriendo.
-Bueno, vamos a ver qué se cuece por aquí. ¿De cuántas
semanas crees que estás?- pregunta la doctora.
-Pues tuve un pequeño sangrado hace dos meses, mi esposo
dice que fue un sangrado de… Uhm…
-Implantación- continúa la doctora.
-Sí, eso, me tenía que hacer el test esta semana pensando
que se me retrasaría el periodo esta vez.
-Entonces estarías de unas nueve o diez semanas- dice la
doctora.
-Probablemente.
El monitor del ecógrafo se ilumina, sonrío al verlo, está de
más semanas, la doctora me mira sonriendo.
-Imagino que ya lo has visto- me dice.
-Claramente.
-¿Qué habéis visto?- pregunta mi mujer.
-El sexo del bebé- contesta la doctora- Estás de quince
semanas en realidad. El sangrado no tenía nada que ver con la
implantación, fue sido un sangrado sin importancia, todo está
bien con el bebé.
Quince semanas, mi mujer lleva más de tres meses
embarazada y no lo sabíamos.
-Pero no he tenido síntomas- dice ella- James no lo sabía, lo
juro.
-Lo sé, mi vida- le digo.
-La falta de síntomas es totalmente normal, no tenéis que
preocuparos por eso.
-¿De verdad está bien mi bebé?- pregunta mi mujer.
-Sí, todo está perfectamente, el peso y el tamaño del bebé
es el correcto, por eso he sabido que estabas de quince
semanas.
-¿Y qué es?- pregunta.
-Eso se lo dejo a su esposo- dice la doctora- Ahora voy a
decirte lo que haremos a partir de aquí.
-No es necesario, mi mujer y mi hijo vuelven a Cartagena
en una semana- le digo- Ya tenemos obstetra allí.
-Oh, entiendo. En ese caso, que tengan un feliz embarazo y
parto. Van a tener un niño precioso y sano.
Me llevo a mi mujer y a mi hijo a mi área, Mariela ha
insistido en conocer a mis compañeros de trabajo. Evelyn y
Roland son los primeros con los que nos topamos.
-Doctor Roland, Evelyn- los saludo- Ella es mi esposa,
Mariela y éste es mi hijo Adrián.
-Encantado señora Belmonte.
Mariela me mira.
-Mi esposa no habla inglés- le explico a Ronald, la miro a
ella- Te ha dicho que está encantado de conocerte.
Mi mujer le ofrece la mano, el doctor Roland sonríe por
primera vez desde que estoy aquí.
-No hablo mucho español- le dice él.
-No pasa nada, doctor Roland- contesta mi mujer
sonriendo.
Evelyn la mira de arriba a abajo, pero no dice nada. Tomo a
mi mujer de la mano, nos despedimos de Roland y Evelyn y
nos dirigimos al control de enfermería, dejo a mi hijo sobre el
mostrador.
-Papá, quiero ir al parque- se queja.
-Ahora te llevamos, ¿de acuerdo?- le digo.
Él asiente.
-¿Cuándo vas a decirme el sexo de nuestro bebé?- me
pregunta mi mujer.
-Nunca- contesto riéndome.
Mariela resopla.
-¡James!
La pequeña figura de Pat corre hacia a mí, Eleanor la sujeta
por el brazo.
-Está su esposa- la regaña.
-No pasa nada, Ele- le digo.
Pat me abraza por la cintura, luego me golpea en el pecho
con su pequeño puño, finjo que me duele.
-No has contestado a los mensajes del grupo- me regaña.
-He estado ocupado.
Pat mira a mi mujer.
-¿Ella es…?
-Sí, es mi mujer, mi Mariela- contesto.
Pat la abraza emocionada.
-Encantada de conocerte- le dice en un perfecto español.
-¿Hablas español?- le pregunto.
-Claro, mi padre es de ascendencia española, sólo mi madre
es china- contesta ella.
-¿Llevo aquí cinco meses y no me has dicho que hablas
español?
-No me has preguntado- dice convencida.
-Obviamente es tu culpa por no preguntar- dice mi mujer.
Eleanor se acerca a mi mujer, la saluda en español, pero
luego es Pat quien traduce.
-Enseguida vuelvo- les digo- Cuidad de mi mujer y mi hijo-
le digo a mis doctoras.
-Por supuesto jefe- dice Pat.
Camino hacia la sala de descanso, me detengo en la puerta
entreabierta.
-¿Esa era su esposa?- pregunta Evelyn riéndose- Parece
mayor…
-Es hermosa- contesta Roland.
-No es para tanto, creo que sí insisto un poco con James me
lo puedo llevar a la cama, no creo que vaya a rechazar a
alguien joven como yo por esa señora.
-Inténtalo, si se va me darán su puesto.
-¿Me subirás el sueldo cuando seas mi jefe?
-Claro- se ríe Roland.
-Creo que James no va a tardar mucho en caer en mis
garras.
VEINTICINCO
James
La sangre hierve dentro de mí, no puedo creer que dos
médicos de mi equipo estén planeando algo así. Me alejo de la
sala de descanso, estoy tan, pero tan enfadado. Mi mujer
frunce el ceño cuando me ve caminar hacia ella, me pone sus
manos en el pecho.
-¿Qué ocurre?
-Nada, vámonos de aquí.
-James, estabas bien y ahora pareces tan enfadado.
-Vámonos, por favor.
-Dime qué ha pasado y nos iremos.
Aprieto los puños con fuerza.
-James, dime qué ha pasado.
-Evelyn y Roland están planeando algo contra mí.
-¡¿Qué?!- preguntan Pat.
-¿De qué hablas?- me pregunta Mariela.
-Los he oído diciendo que Evelyn quiere…- aprieto la
mandíbula- Quieren que ella me seduzca para que te sea infiel
y me vaya de este hospital.
Mariela frunce el ceño, inclina la cabeza para mirar detrás
de mí, veo cómo su rostro se transforma. Me empuja a un lado,
tropiezo con Pat y ambos caemos al suelo, mi mujer se dirige a
la sala de descanso dando zancadas. Me levanto rápido del
suelo.
-Esto no es bueno- murmuro- ¡Pat cuida de mi hijo!- le
grito mientras corro hacia mi mujer.
Los gritos comienzan a sonar, Evelyn es quien grita. Me
asomo a la sala de descanso, mi mujer está a horcajadas sobre
Evelyn golpeándola en la cara con sus puños.
-¡Quítamela de encima!- grita Evelyn.
Miro a Roland, tiene una herida en la frente, hay partes de
un jarrón roto bajo sus pies y en su regazo.
-¡Es mío hija de puta!- grita mi mujer.
Le rodeo con mi brazo por debajo del pecho y la levanto de
encima de Evelyn, la cara de ella está golpeada y
ensangrentada.
-Te voy a matar- gruñe mi mujer- James es mío y nadie va a
quitarme al padre de mis hijos.
Saco a mi mujer de la sala de descanso.
-¡Eleanor atiende a Evelyn y a Roland!
Me encierro con Mariela en una habitación vacía, la dejo en
el suelo y me interpongo entre ella y la puerta.
-¡Bebé ya!- grito- Creí que habías dicho que Sofía era la
territorial y posesiva.
-¡Pues a alguien tiene que parecerse!- me grita enfadada.
-Mariela, cálmate- digo firmemente.
-La quiero matar.
-Tienes que pensar en nuestros hijos.
Sus hombros se relajan.
-Lo siento- dice.
Me paso una mano por la cara.
-Está bien- le digo- Voy a llevarte a mi despacho y vas a
quedarte ahí con nuestro hijo, ¿de acuerdo?
-Dios mío, Adrián- suspira.
-No te ha visto, Pat lo estaba cuidando.
-Quiero ir con él.
-Vamos, bebé.
Dejo a mi mujer y a mi hijo con Pat en mi despacho, luego
me dirijo a la sala de curas de urgencias donde Eleanor se ha
llevado a Roland y Evelyn, los ojos de Eleanor se posan en mí
en cuanto entro en la sala, está curando a Evelyn.
-¿Cómo está?- le pregunto.
Eleanor frunce los labios.
-Deja de reírte- protesta Evelyn.
Eleanor comienza a reírse a carcajadas.
-Lo siento, Ev, tú te lo has buscado- le dice riéndose- Eso te
pasa por hacer maldades.
-Cállate- espeta Evelyn, ella me mira- La voy a denunciar
por agresión.
Me cruzo de brazos.
-No vas a hacer eso- le digo- Si lo haces te destruiré la
vida- me acerco a ella- Te haré tan miserable que querrás
acabar con tu patética y asquerosa vida.
Evelyn traga grueso.
-Estás despedida Evelyn- le digo- En cuanto Ele termine de
curarte te quiero fuera de aquí y da gracias de que no voy a dar
parte de tu comportamiento a otros hospitales, sino nunca
podrías volver a ejercer la medicina.
-Eres un desgraciado.
-No, Evelyn, sólo protejo lo que es mío.
-¿Y Christopher?- me pregunta.
-Oh, cuando veas a tu amigo o lo que seáis dile que también
está despedido y que si intenta hacer algo en mi contra vendrá
alguien a por él, alguien que es mucho peor que yo, créeme el
hijo de mi esposa es un sádico.
Vuelvo con mi mujer y mi hijo a mi despacho, me siento en
el sofá junto a ellos.
-¿Nos vamos al parque?- les pregunto.
-Tengo que comprar las vitaminas prenatales que me ha
recetado la doctora- me dice mi mujer.
-Pasaremos por la farmacia antes de ir.
Ella asiente.
-Todos se han dirigido a mí como tu esposa- me dice
tímidamente- Y la ginecóloga me llamó señora Belmonte.
-Bebé, eres mi esposa, sólo nos queda firmar un papel.
-Te amo, James, siento haber formado ese espectáculo.
Paso mi brazo por encima de sus hombros, ella apoya la
cabeza en mi pecho.
-Yo también te amo, Mariela, si hubiera estado en tu
situación no sé cómo habría actuado, no puedo juzgarte.
-¿Niño o niña?
Esbozo una sonrisa.
-Pues…

Mariela
Tadeo me mira fijamente, acabo de volver de Rochester
después de dos semanas, finalmente me quedé un poco más de
tiempo. Les pedí a todos que estuvieran en casa cuando llegara
para anunciarles algo, James había decidido venir conmigo y
volver el lunes.
-Entonces, ¿qué tenéis que decirnos?- pregunta Tadeo.
-Nos casamos el sábado- dice James.
Diana jadea sorprendida, los demás se miran entre ellos
buscando una respuesta.
-¿Por qué tan pronto?- pregunta Diana.
-Porque no queremos esperar más para estar unidos en
matrimonio- explica James- Y porque Mariela está
embarazada.
Todos los ojos se abren de par en par.
-¡¿Otro?!
Me muerdo el labio inferior, Tadeo está muy molesto.
-¡¿En serio?!- grita de nuevo- ¿Con cuántos más voy a tener
que compartirte?- me pregunta.
-Pablo- dice Adrián- Mi hermano se llama Pablo.
-¡¿Pablo?! No te creo, má- dice Tadeo.
-Lo decidió Adrián- dice James.
Tadeo mira a su hermano pequeño.
-¿Por qué Pablo?- le pregunta.
-Pablo Picapiedra- contesta Adrián.
-Pero se llama Pablo Mármol- dice Sandra con el ceño
fruncido.
James se ríe suavemente mientras que Tadeo niega con la
cabeza.
-Adrián lo llama así- contesta James.
-No estoy de acuerdo- dice Tadeo- Tiene que llamarse de
otra forma.
-Tadeo- advierte Mario.
-¡No puede llamarse Pablo! Es colombiano y familia de
narcos.
Mario se ríe a carcajadas.
-Se va a llamar Pablo Belmonte- dice James- No Pablo
Escobar, culicagado.
-Has dejado embarazada a mi madre- dice Tadeo
señalándolo- Esto no se me va a olvidar, malparido.
Miro a mi hija, es la única que no ha dicho nada, ella se
frota el vientre mientras mira hacia abajo. Me siento a su lado,
sus ojos se conectan con los míos.
-¿No dices nada?- le pregunto.
-Te amo, má.
Nos damos un fuerte abrazo.
-¿Seguro que estás bien?- le pregunto al oído.
-Sí, má, es que de pronto tengo muchos hermanos y
siempre te he tenido para mí sola- se ríe.
-Te amo, Sofía.
-Pablo es un gran nombre, no le hagas caso al pelado.
-¡Es de narcos!- grita Tadeo.
Sofía levanta la cabeza de mi hombro para mirar a Tadeo.
-Pues lo que somos, malparido- le contesta ella.
Tadeo se cruza de brazos enfadado, Sofía me mira riéndose
en silencio.
-Hijo- llamo a Tadeo, él me mira de reojo- ¿Por qué no
eliges tú su segundo nombre?
-¿En serio?
-Sí, culicagado, a ver si así te callas un rato- le dice James.
-Emilio- dice Tadeo.
-¡Tadeo!- grita Gala.
Él se ríe a carcajadas como un niño pequeño haciendo una
maldad.
-Elige un nombre de verdad, imbécil- protesta James.
Tadeo se queda un rato pensando, me mira de vez en
cuando y vuelve a bajar la mirada a sus pies.
-¿Ese es el que quieres?- le pregunto.
Él asiente.
-¿Os leéis la mente o qué?- me pregunta James.
Me levanto de al lado de Sofía y me siento junto a Tadeo,
pone su mano en mi vientre.
-Diles el nombre que has pensado- le digo.
-Elías- dice casi en un susurro.
-¿El nombre de nuestro padre?- pregunta Mario.
-Sí, me gustaría que mi hermano llevara su nombre.
-Es perfecto- dice James- Pablo Elías Belmonte, es genial
en serio.
Tadeo me abraza, esconde su cara en el hueco de mi cuello,
solloza un poco.
-Ya bebé, todo está bien- lo tranquilizo.
-Gracias- murmura.
-Te amo, hijo.

5 MESES MÁS TARDE


-¡¿Qué has dicho?!
Me aparto el móvil de la oreja por los gritos de James. Está
tan, pero tan enfadado. Me recuesto bien en la cama, llevo
aquí acostada desde que llegó la carta esta mañana, Sofía y
Mario se llevaron a Adrián con ellos y los niños a la playa.
-Mi amor cálmate, por favor.
-¿Cómo voy a calmarme? Mi puto padre nos ha demandado
por la custodia de nuestros hijos.
-No lo va a conseguir, el abogado me ha dicho que es
imposible que lo haga.
-Bebé, las razones que ha dado para la demanda…
-No me afectan, ¿de acuerdo? No me importa lo que él diga
de mí, tú y yo sabemos que no son verdad y lo vamos a
demostrar.
-Quiero matarlo.
-James, mi amor, no digas esas cosas.
Se queda en silencio. Esta mañana llegó una carta del
juzgado a mi nombre y al de James, su padre nos ha
demandado para obtener la custodia de Adrián y de Pablo, mo
bebé ni siquiera ha nacido aún y no conoce a Adrián, se quiere
llevar a los dos sólo para hacernos daño. Juan ha alegado que
fui violada y que podría hacerle lo mismo a mis hijos, no sólo
eso, también ha contado que yo intenté seducirlo y engañar a
su hijo. Mario y Tadeo están trabajando con el hermano de
Gabriel Hernández para recuperar las grabaciones de
seguridad de la clínica del día en el que Juan intentó violarme.
Todos estamos seguros de que no conseguirá la custodia de
ninguno de los niños. Tadeo ha jurado que en cuanto el juicio
se celebre le hará pagar a Juan todo el daño que me ha hecho.
Me froto el vientre intentando aliviar la presión.
-James.
-Lo siento, bebé, estaba pensando. Estaré ahí en unas horas.
-Está bien, mi amor.
Dejo el móvil sobre la cama, respiro hondo, me está
comenzando a doler el vientre.
-Por favor, Pablo, aguanta.
Una lágrima cae por mi mejilla, no puede venir en este
momento, es demasiado pronto. Me pongo en posición fetal
sobre la cama. Un fuerte dolor me atraviesa desde útero hasta
la espalda.
-¡Tadeo!- grito llorando- Tadeo, por favor- susurro.
La puerta se abre de golpe.
-¿Má qué pasa?
-Creo que ya viene.
-¿Qué? Es muy pronto, no sales de cuentas hasta dentro de
cuatro semanas.
-Llévame al hospital y llama a Diana.
Tadeo me toma en sus brazos.
-¡Gala!- grita- ¡Sandra!
-¡¿Qué pasa?!- escucho gritar a Gala.
-Mamá está de parto, me la llevo al hospital, llamad a
Diana, si no está allí que vaya, el bebé va a necesitarla y
llamad a Sofía y a Mario, que sigan cuidando de Adrián.
¡Hugo el coche!
Lloro con la cara escondida en el pecho de mi hijo. Me
sienta en su regazo dentro del coche.
-Tranquila, má, vais a estar bien.
-James- susurro.
-Ya lo van a avisar, no te preocupes. Hugo acelera, no te
detengas en ningún momento.
Gimo de dolor, algo no va bien, me duele mucho.
-Voy a matar a ese cabrón, Juan Belmonte es hombre
muerto- gruñe Tadeo- Má, por favor, no lo tengas aquí, espera
a que James llegue.
-Me duele- me quejo.
-Tadeo hay que controlar el tiempo de las contracciones-
dice Hugo.
El móvil de Tadeo comienza a sonar, lo escucho hablar con
el que supongo es Mario, cuando cuelga, vuelve a sonar.
-Es James- me dice.
Tomo el móvil en mi mano y deslizo el dedo en la pantalla.
-James- sollozo.
-Bebé, ya voy para el aeropuerto, no llegaré hasta dentro de
siete horas.
-Me duele mucho.
-Lo sé, bebé, pero tienes que calmarte, ¿de acuerdo?
Recuerda lo que aprendiste en las clases de preparación al
parto, respira hondo y suelta el aire.
Hago lo que mi esposo dice varias veces, las contracciones
siguen, pero el dolor baja de intensidad.
-¿Mejor bebé?
-Sí, un poco.
-Bien, joder. Aguanta, ya voy para casa.
-Te necesito.
-Ya voy, bebé, no vamos a volver a separarnos nunca más,
que le jodan al trabajo. Intenta descansar y que Tadeo no se
separe de ti.
Miro a los ojos de mi hijo.
-Dice que no te separes de mí.
-Nunca, má, seré tu sombra en todo momento.
James se despide de mí para embarcar, ha podido conseguir
un vuelo privado que sale en diez minutos. Hugo detiene el
coche en la clínica de James y Diana, Tadeo se baja conmigo
en sus brazos, me deja en una silla de ruedas, la enfermera da
órdenes para que avisen a mi obstetra, luego me tumban la
cama de una habitación. La enfermera me pone una vía con
suero y unas correas alrededor del vientre. Mi obstetra y Diana
entran en la habitación.
-Cariño, ¿cómo estás?- me pregunta mi suegra.
-Me duele.
-Paulina ponle la inyección para madurar los pulmones del
bebé- le ordena mi obstetra a la enfermera.
Diana me da un beso en la cabeza.
-Todo va a salir bien, cariño- me dice.
-Señora Belmonte, vamos a tratar de detener las
contracciones, aún no has roto aguas- me dice mi obstetra- Eso
es lo más importante en este momento.
-¿Pablo está bien?- le pregunto.
-Sí, sus latidos son normales, descansa un poco y trata de
quedarte tranquila, ¿de acuerdo?
Asiento con la cabeza.
-Diana, si pasa cualquier cosa llámame- le dice a mi suegra.
-Entendido.
James
Tamborileo los dedos con nerviosismo, no sé qué está
pasando con mi mujer en estos momentos, el avión está a
punto de aterrizar. Lo único que sé es que Hugo me está
esperando en el aeropuerto para llevarme a la clínica. Me froto
la cara con las manos, espero que El Güero recupere las
grabaciones de seguridad, quiero destruir a Juan, quiero que
Tadeo se ocupe de él.
-Señor, vamos a aterrizar- me avisa la azafata.
-Por fin, maldita sea- gruño.
Ha sido el vuelo más largo de mi vida, no he dejado de
pensar en mi esposa y en mis hijos. Lo último que me dijeron
es que Adrián había ido a pasar el día en la playa con Mario,
Sofía y sus hijos y que seguía con ellos, tengo tantas ganas de
verlo, llevo dos meses sin estar con él, cada vez que hablamos
por teléfono me preguntaba que cuándo iba a ir a casa, ya
estoy aquí, no pienso irme nunca más. Mañana voy a presentar
mi renuncia en la clínica de Minnesota, se acabó eso para mí.
El avión se detiene y la azafata me avisa de que ya puedo
bajar. Cojo mi bolso de mano, es lo poco que he podido coger,
mañana enviaré a alguien a Rochester para que recoja el resto
de mis cosas. Hugo sonríe cuando me ve bajando del avión.
-Bienvenido- me dice.
Nos damos un abrazo.
-Sube, tengo que llevarte con tu mujer o me matará- dice
sonriendo.
-¿Ella te dijo eso?
-No, en realidad fue tu madre.
Me rio suavemente mientras enciendo el móvil de nuevo.
Tengo tantas notificaciones que comienzo a agobiarme, lo
guardo en el bolsillo de mi pantalón.
-Mariela está bien- me dice Hugo- Tu madre y Tadeo están
con ella en la habitación, sigue teniendo contracciones, pero
aún no ha roto aguas.
-¿Le han puesto la inyección para madurar los pulmones de
mi hijo?
-Sí, fue lo primero que hicieron.
-¿Y El Güero?
Hugo sonríe.
-No sólo ha recuperado las grabaciones de los pasillos y la
sala de curas, ha encontrado el escondite de tu padre, Mario
está en camino para atraparlo.
Un suspiro me abandona, finalmente, mi padre va a pagar
por todo el daño que ha hecho a mi mujer. Mi madre y ella
nunca debieron dejarlo ir, deberían habernos avisado a Tadeo o
a mí. Hugo aparca el coche en el hospital, hace meses que no
paso por mi clínica. Subo a la planta de maternidad por las
escaleras de emergencia, ni siquiera tengo paciencia para
esperar al ascensor. Abro la puerta de la habitación de mi
esposa, su grito de dolor me rompe el alma.
-Bebé- la llamo.
Sus ojos se posan en mí.
-¡James!- llora.
Me acerco a ella, acuno su cara entre mis manos.
-Estoy aquí, bebé, estoy aquí.
-James acaba de romper aguas, no quería pujar- dice mi
madre.
-Bebé, tienes que traer a nuestro hijo al mundo, Adrián lo
está esperando.
Ella asiente, toma mi mano y comienza a empujar con todas
sus fuerzas.
-Venga, má, que quiero conocer al llorón que me va a
arruinar las noches- dice Tadeo.
Mariela se ríe a la vez que llora.
-Ya veo la cabeza- dice la obstetra.
Mariela aprieta mi mano y la de Tadeo cuando vuelve a
empujar, él grita a la misma vez que ella.
-¡Má! Mi mano, duele…
Y, por fin, se oye, el llanto de mi hijo. Mi madre se encarga
de él, los enfermeros corren de un lado para otro obedeciendo
las órdenes de ella.
-¡La incubadora!- grita mi madre, sus ojos se posan en mí.
-Mariela, mi vida, voy a ir a ver a nuestro hijo.
Suelto su mano para poder acercarme a mi madre y a mi
hijo, tiene sus ojitos cerrados y ha dejado de llorar.
-¿Qué ocurre?- le pregunto nervioso.
-Tengo que intubarlo, James, no respira solo.
-¿Y la inyección?
-No ha dado tiempo a que haga efecto.
-¿Cuánto tiempo va a estar en la incubadora?
-No lo sé, pero no puedo entregárselo a Mariela en este
momento o morirá.
-Joder- sollozo.
Acaricio a mi hijo con mi dedo índice, es muy pequeño.
-¿Cuánto pesa mamá?
-1,700kg.
-Maldita sea.
-Voy a cuidar de él, James, confía en mí. No es el primer
bebé prematuro que cuido en neonatología y tampoco será el
último.
Mi madre intuba a mi hijo, mi pobre pequeño acaba de
llegar al mundo y ya está sufriendo.
-Mamá…
-Lo sé, James, sé que vas a matar a Juan, sólo recuerda que
hiciste un juramento cuando te hiciste médico, si alguien se
entera de que lo has matado te quitarán la licencia.
-Lo único que me importa en estos momentos es la vida de
mi hijo, si me quitan la licencia me da igual, Juan Belmonte va
a morir, mamá, lo voy a matar con mis propias manos.
VEINTISÉIS
James
Miro al Güero, Tadeo y él se ríen mientras golpeo a Juan.
Estoy haciendo cosas que nunca he hecho, hice el juramento
hipocrático, juré que salvaría vidas y jamás quitaría una, pero
en ese juramento nadie hablaba de que alguien tocara a tu
familia, a tu mujer y tus hijos. Rompo la nariz de Juan con mi
rodilla.
-Eso ha tenido que doler- se ríe El Güero.
-Dale con el martillo, doctorcito- me dice Tadeo.
Agarro el mango del martillo, una mano se posa encima de
la mía.
-¿Estás seguro de lo que vas a hacer?- me pregunta Mario-
No hagas caso a esos dos culicagados, ellos están
acostumbrados a esto, James. Tú estás acostumbrado a salvar
vidas.
Doy un tirón de mi mano.
-Siempre hay una primera vez para todo- le digo a Mario.
Le doy con el martillo a Juan en el hombro, grita tan fuerte
por el dolor que ensordece toda la habitación del carguero.
¿Por qué no me produce ningún sentimiento su dolor? Mario
pone una mano en mi hombro.
-Vuelve con tu hijo, Adrián ha estado preguntando a Sofía
por Mariela y por ti, os echa de menos- me dice.
-¿Te ocupas de él?- le pregunto- No quiero que deje de
sufrir.
-Sí, no te preocupes.
Asiento con la cabeza. Conduzco de vuelta a casa de los
Reyes, me estoy quedando ahí hasta que la casa que Mario nos
ha regalado a mi esposa y a mí esté terminada. Detengo el
coche en un semáforo, mi móvil comienza a sonar a través del
coche, pulso el botón de la pantalla para descolgar la llamada.
-Papi.
Sonrío inconscientemente.
-Hola, campeón.
-¿Dónde estáis mamá y tú?
-Mamá está en el médico, hijo. Y yo ya voy para casa para
estar contigo.
-Vale, te quiero.
-Y yo a ti, mi vida, ahora nos vemos.
-Toma, Sofi, papi ya viene- le dice a su hermana.
Escucho a Sofía reírse antes de colgar. Aparco el coche al
lado del de Sandra, la puerta de casa se abre, mi pequeño sale
corriendo mientras chilla feliz, no lo veo desde hace dos meses
y anoche la pasé en el hospital con mi esposa. Sofía sale
corriendo detrás de él, salgo del coche rápidamente, me
agacho y abro los brazos.
-¡Papi!- se ríe.
Da un pequeño salto a mis brazos, Sofía llega ahogada.
-Corre demasiado- jadea.
-Hola, Sofi, ¿cómo estás?
Le doy un beso en la mejilla.
-Bien, necesito agua.
Me rio suavemente, ella se fija en mis manos, toma una
para examinarla.
-James…
-Estoy bien, no te preocupes.
-Vamos a la cocina, voy a curarte.
Me lleva de la mano por la casa.
-¿Ya no vas a irte más?- me pregunta mi hijo.
-No, peque, me quedo para siempre.
Mi hijo sonríe, luego me da un beso en la mejilla.
-¿Cómo están mamá y Pablo?- me pregunta Sofía.
-Tu madre está recuperándose y en cuanto a Pablo, está
bien, es muy pequeño, ni siquiera pesa dos kilos.
Sofía me obliga a sentarme en uno de los taburetes de la
isla de la cocina.
-Mario se ocupará de Juan- me dice mientras saca el
botiquín del mueble- Él siempre se ocupa de todo.
-Esta vez no.
Deja el botiquín sobre la encimera.
-¿Esto te lo has hecho por su culpa?- me pregunta.
-Sí.
Sofía me mira a los ojos.
-No te ensucies las manos, James, siempre has sido un buen
hombre. Mario y Tadeo llevan dedicándose a esto toda su vida.
Una vez que cruzas la línea no hay vuelta atrás.
-¿Lo dices por ti?
-Sí, a veces me arrepiento de lo que hice, sé que ahora
mismo tu mente puede estar nublada por el odio y el rencor,
pero en algún momento volverá a la normalidad y lo que sea
que hayas hecho seguirá en tu conciencia.
-¿Seguro que sólo tienes veinticuatro años?
Ella sonríe.
-Tengo una madre muy sabia, lo he heredado de ella-
contesta sonriendo.
-Ven aquí.
La atraigo a mis brazos, Adrián la abraza por el cuello a la
misma vez que yo.
-Te quiero, Sofi- le digo.
-Y yo a ti, papá.
-¡Eres igual que Tadeo!- le grito riéndome- Deja de juntarte
con él.
Ella se ríe a carcajadas.
-¿Le habéis contado a mi campeón por qué está vuestra
madre en el hospital?- le pregunto.
-No, hemos querido que fueras tú quien lo hiciera.
-Gracias, Sofi.
-Os dejo a solas.
Siento a mi hijo en la encimera de la cocina, sus ojos no
dejan de mirarme.
-Mi vida, sabes que mamá tenía a Pablo en su vientre,
¿verdad?
Él asiente.
-¿Cuándo va a nacer?- me pregunta.
-Ya ha nacido, campeón.
Sus ojos se iluminan.
-¿Y puede jugar conmigo?
-Aún no, ha nacido antes de tiempo y es muy pequeñito, la
abuela lo tiene en un lugar seguro y calentito, lo está cuidando
hasta que podamos traerlo a casa.
-¿Está malito?
-Un poquito, pero va a ponerse bien y crecerá para jugar
contigo.
-¿Y mamá?
-Mamá tiene que quedarse en el hospital unos días.
¿Quieres que te lleve a verla?
-Sí, papi.
-Está bien, voy a darme una ducha, a descansar y comer,
iremos más tarde a ver a mamá, ¿de acuerdo?
-Vale, papi.
Mi hijo me abraza por el cuello.
-Te amo, Adrián.
Dejo a mi hijo con las chicas y los niños mientras subo a la
habitación para ducharme. Escucho mi móvil sonar cuando me
estoy duchando, salgo de la ducha rápidamente, me ato una
toalla a la cintura, mi móvil parpadea con el nombre de
August. Me seco la mano con la toalla y deslizo para
descolgar.
-James, buenas tardes, ¿cómo está tu esposa?
-Ella está bien, recuperándose del parto.
-¿Finalmente ha nacido tu hijo?
-Sí.
-Tómate el tiempo que necesites y vuelve cuando tu esposa
y tu hijo estén en casa.
-No, August, no voy a volver, no me ha dado tiempo, pero
voy a presentar mi renuncia.
-¿Estás seguro?
-Sí, me quedo en casa.
-Lo entiendo, te enviaré la documentación para firmar por
email.
-De acuerdo, y gracias por todo August, han sido diez
meses increíbles.
-Te echaremos de menos, James, has mejorado mucho la
planta de cardiología.
Siento como si me hubiera quitado un peso de encima, por
fin siento que soy libre y me puedo quedar con mi familia.
Bajo las escaleras después de haberme vestido, escucho ruido
en la cocina, cuando entro encuentro un caos absoluto. Luna y
Adrián están llenos de harina desde los pies a la cabeza,
Samuel tiene la cara blanca de la harina, como si le hubieran
soplado, me mira con sus ojos negros, comienzo a reírme a
carcajadas.
-¡Papi!- grita Adrián- Estamos haciendo arepas.
-Pepas- repite Luna.
Tomo a Samuel de la trona, le quito la harina de los ojos y
la nariz con un trapo.
-¿Quién le ha hecho esto a mi pobre niño?- pregunto.
Sofía, Gala y Sandra señalan a Adrián y Luna.
-¿Por qué le habéis llenado la cara de harina?- le pregunto a
los dos.
-Porque está guapo- contesta mi hijo.
-Guapo- repite Luna.
Sofía pone los ojos en blanco.
-Eres un loro- le dice a su hija.
Luna se ríe.
-¿Tadeo sigue en el hospital?- me pregunta Sandra.
-No, está con El Güero en el carguero.
-¿El Güero?- pregunta confusa- No sabía que estaba aquí,
mis hermanos han hablado muy mal de él siempre.
Me siento en el taburete.
-Digamos que no respeta mucho a las mujeres- le digo.
-Eso me dijeron- dice Sandra- Me prohibieron acercarme a
él.
-Y es mejor así- le digo- Lo poco que conozco de él es que
le gusta engatusar a las mujeres para llevárselas a la cama.
Sandra hace un gesto de asco con la boca.
-Pero es guapo- se ríe Gala.
-Y un imbécil- añade Sandra.
-Por cierto, ¿dónde está Luisa?- pregunto- Es extraño que
os haya dejado profanar su cocina.
-La hemos enviado al supermercado- contesta Sofía.
-Y a Carmen- dice Gala.
Las tres comienzan a reírse.
-Os van a matar- murmuro.
Después de comer algo rápido, me subo con mi hijo al
coche y pongo rumbo a la clínica. Mariela se va a poner muy
feliz de verlo, mi madre me ha estado enviando mensajes cada
hora para informarme sobre mi hijo y mi esposa, ambos siguen
bien, Pablo parece evolucionar correctamente, mi madre cree
que en unos días podrá quitarle el tubo de respiración y quizás
nos lo podamos llevar a casa.
-¿Tienes ganas de ver a mamá?- le pregunto a mi hijo.
-Sí.
-¿Y a Pablo?
-¡Sí!- chilla feliz.
-Pablo también quiere conocerte.
Veo por el retrovisor cómo sus ojos y su boca se abren.
-Quiero mucho a Pablo- dice.
-Y él a ti, hijo, tu hermano también te quiere mucho.
Detengo el coche en el parking subterráneo de la clínica, las
luces se apagan de pronto, Adrián comienza a chillar a llorar
mientras me llama desesperado. Me bajo corriendo del coche,
es cuando las luces vuelven a encenderse, abro la puerta
trasera del coche y saco a mi hijo de él, se abraza a mi cuello
con fuerza. Marina nos advirtió que esto podía pasar, el
bastardo que lo engendró lo encerraba a oscuras en el armario
durante horas. Froto la espalda de mi hijo con mi mano.
-Ya, bebé, papá está contigo.
No deja de sollozar, me parte el corazón verlo así, tan roto
y tan vulnerable. Su terapeuta está ayudándolo, pero aún hay
cosas que no ha podido superar, los miedos están muy
arraigados dentro de él. Cojo su bolso de los asientos traseros
y me lo cuelgo en el hombro, apoya la cabeza en mi hombro.
Subimos desde el ascensor directamente a la planta de
maternidad, Adrián levanta la cabeza de mi hombro en cuanto
bajamos del ascensor, mira todos lados con curiosidad. Le
limpio las lágrimas bajo los ojos con mis dedos.
-Un bebé- dice.
Miro hacia donde señala con su dedo, una enfermera está
pasando con un bebé en la cuna.
-Sí, es un bebé- le digo.
-¿Pablo?
Mi pecho vibrar por la risa.
-No, hijo, ese no es Pablo.
Entro en la habitación de mi mujer, abre los ojos cuando
nota la puerta abrirse.
-¡Mami!- chilla mi hijo.
Ella sonríe, se destapa y palmea el colchón a su lado, dejo a
mi hijo ahí.
-Hola, mi amor- le dice.
Nuestro hijo la abraza.
-Te quiero, mami.
-Y yo a ti, mi niño. ¿Papi te ha dado de cenar?
Bufo.
-Claro que le he dado- protesto- Soy un buen padre.
Mariela sonríe.
-El mejor. ¿Tu madre te ha dicho algo de Pablo?
-Sí, cree que en unos días le quitará la respiración asistida y
nos lo podremos llevar.
-¿Y el peso?
-Lo irá cogiendo con los días, bebé.
-¿Podré darle el pecho?
-Sí, claro que sí.
-Ni siquiera pude verlo.
-Puedo ir al nido y hacerle fotos y vídeos.
-¿Y cuándo podré ir yo?
-Aún estás débil, bebé.
-Quiero ver a nuestro bebé- solloza.
-Lo sé, pronto lo tendrás en tus brazos.
-¡Abuela!- grita Adrián.
Mariela se limpia las lágrimas, me giro para ver a mi
madre.
-¿Hay algún problema?- le pregunto.
-No- contesta tomando a Adrián en sus brazos- De hecho,
venía a informaros de que mañana a primera hora voy a
extubar a Pablo, parte de la inyección entró en su organismo y
ha madurado los pulmones lentamente.
-¿Entonces puedo verlo?- pregunta Mariela.
-Sí, cariño, mañana por la mañana te lo traeré para que
comiences a darle el pecho, necesita coger peso.
Mi madre me mira.
-¿Podemos hablar en privado?- me pregunta- Sin pequeños
rubios de ojos verdes y de sonrisa arrebatadora cerca.
Adrián se ríe.
-Sí, vamos fuera- le digo.
Mi madre deja Adrián en la cama con mi mujer. Salimos
fuera de la habitación.
-¿Se trata de Pablo?- le pregunto.
-No, cariño, no tiene nada que ver con él.
-¿Entonces?
-Es sobre tu…
-No lo mientes.
-Juan- suspira corrigiéndose- ¿Qué has hecho con él?
-Golpearlo.
-¿Lo has…?
-No, mamá, no lo he hecho.
-Aún.
-Va a morir, eso es seguro, pero puedes quedarte tranquila.
Dejaré que Tadeo o Mario lo maten.
Mi madre respira aliviada.
-Gracias, James.
-Dale las gracias a Sofía, ha sido quien me ha convencido.
Entro de nuevo en la habitación con mi mujer y mi hijo.
-Dice que no quiere irse- me dice mi esposa.
-No- contesta mi hijo- Quiero quedarme con mami.
-No puedes quedarte aquí, hijo.
-¿Por qué?- pregunta.
Mi esposa y yo nos miramos.
-Eres el dueño de la clínica, no creo que nadie vaya a
decirte nada- me dice ella.
Niego con la cabeza.
-Si siempre consigue todo lo que quiere crecerá como un
niño mimado- le digo.
Mi mujer lo abraza más fuerte.
-Es mi bebé- dice.
-Mami, tengo hambre- susurra mi hijo.
-Acabas de cenar las arepas que has preparado con tus
hermanas- le digo- Joder, es un pozo sin fondo.
Mariela se ríe.
-Ve a por una hamburguesa para mi niño- me dice.
Le hago cosquillas en la barriga a mi hijo, él se ríe y
patalea.
-Este niño come demasiado- digo.
-¡Papi no!- chilla.
Le doy un beso en la frente.
-Es más grande que los niños de su edad, necesita más
comida- me dice mi esposa.
-Voy a la cafetería a ver qué tienen.
Bajo por las escaleras para ir más rápido, mi móvil suena en
mi bolsillo, lo saco y veo el nombre de Tadeo parpadeando en
la pantalla, deslizo el dedo y descuelgo la llamada.
-¿Qué pasa culicagado?
-Necesito tu ayuda. ¿Estás con mi madre?
-No, dime.
-La he cagado, James.
-¿Por qué? ¿Qué has hecho?
-¿Recuerdas la mujer de la que te hablé?
-Sí, la recuerdo.
-Ella… Joder, James.
-Tadeo, me estás asustando.
-Está embarazada, no sé cómo ha pasado, siempre nos
hemos cuidado.
-¿Píldora o condón?
-Al principio condón, pero con el tiempo empezó a usar la
píldora.
-¿Ha tomado antibióticos?
-Sí, estuvo enferma y tuvo que tomar antibióticos mucho
tiempo y luego tuvo una recaída.
-Los antibióticos quitan efectividad a la píldora.
-Joder, joder, no lo sabíamos.
-¿De cuánto tiempo está? Si ninguno lo queréis puede
abortar.
-Me dijo que cree que está de tres meses.
-Maldita sea, ¿tres meses Tadeo?
-¡Eh! Te pasó lo mismo con mi madre.
-Nosotros lo estábamos buscando, el caso es que ahora no
puede someterse a un aborto, podría ser peligroso para ella.
-¿Y qué hacemos?
-Dar al bebé en adopción, Tadeo.
-Mierda, todos van a enterase.
-¿Dónde estás?
-En las puertas de la clínica.
-¿Ella está contigo?
-Sí, pensamos que podría abortar ahora.
-Voy para fuera, no os mováis de ahí.
Guardo el móvil en el bolsillo del pantalón, camino dando
zancadas hacia la puerta de entrada, mis ojos se abren cuando
veo a Tadeo y la mujer de la que me ha estado hablando.
-No puedes decir nada, por favor- me pide Tadeo.
-James, por favor, no digas nada a nadie- suplica Gala.
Tiene los ojos llenos de lágrimas.
-¿Desde cuándo sabes que estás embarazada?
-Desde el principio- contesta.
-¿Por qué no lo dijiste antes?
-Tenía miedo, James.
-¿Miedo de qué?
-Somos primos- solloza.
Tadeo la abraza.
-No sois primos de sangre, el bebé no corre ningún riesgo-
les digo.
-No es por eso- dice Tadeo- Cuando yo tenía doce años y
ella ocho nos dimos cuenta de que lo nuestro era algo más que
una relación de primos, nos dimos nuestro primer beso juntos,
mi tío, el hermano de mi padre, nos descubrió, nos llamó
enfermos, depravados, me amenazó con denunciarme por
besar a una niña de ocho años, mi tío Antonio me golpeó.
-Nos alejaron, mis padres decidieron mudarse a Cuba y de
allí a Los Ángeles, me llevaron lo más lejos posible de
Colombia, Tadeo me encontró unos meses más tarde, comenzó
a enviarme cartas formadas por El Principito, él sabía que ese
era mi libro favorito. Unas navidades, cuando yo ya tenía
quince años, mis padres decidieron pasar las fiestas con mis
primos, mis tíos habían muerto hacía siete años y no querían
pasar más tiempo lejos de mis primos. Fingimos que habíamos
empezado a odiarnos, así era más fácil vernos a escondidas.
Gala comienza a llorar, oculta su cara en el pecho de Tadeo.
-Llevamos escondiéndonos quince años- dice Tadeo.
-Joder- suspiro- ¿Quince años juntos y nadie ha sabido nada
nunca?
Los dos niegan con la cabeza.
-Nos ocultamos bien- dice Gala- Pelearnos delante de todos
funciona.
-Ayúdanos, James- suplica Tadeo- No queremos volver a
pasar por lo mismo que con mi tío.
-Por favor.
-Está bien, veré cómo puedo ayudaros. Muéstrame tu
vientre, Gala.
Ella mira a su alrededor asegurándose de que nadie viene,
luego se levanta la camiseta.
-Aún no se te nota- le digo.
Me froto la nuca con la mano.
-Tienes que irte de Colombia hasta que des a luz- le digo.
-¿Y a dónde voy? Mario hará preguntas- dice ella.
-Tienes que ir a algún lugar donde él no tenga contactos- le
digo.
-Los Ángeles- dice Tadeo- Mis tíos se fueron ahí por la
misma razón.
-No conozco a nadie en Los Ángeles- dice Gala.
-Hablaré con mis abuelos- le digo- Ellos estarán encantados
de acogerte.
Gala me abraza.
-Gracias, James.
Vuelve al lado de Tadeo cuando se separa de mí.
-No le digas nada a nuestra madre, por favor, no quiero que
nos mire con asco- me dice Tadeo.
-¿Eres imbécil? Mariela jamás os miraría con asco, os ama.
-Por favor- me suplica Gala.
-Está bien, no le diré nada. Haz las maletas, mañana mismo
sales para Los Ángeles.
Gala asiente. No sé qué excusa va a dar a los demás, pero
será mejor que sea una buena.
EPÍLOGO
Mariela
-¿Quién es Castro?- le pregunto a Tadeo.
Gira su móvil bocabajo rápidamente.
-Un amigo- contesta.
-¿Y tu amigo te dice que te ama?
Tose nervioso, luego me quita a Pablo de los brazos y finge
dormirlo.
-¿Mi niño tienes novia?
-No, qué tonterías dices, má.
-Sabes que puedes contarme cualquier cosa, ¿verdad?
-¿James te ha dicho algo?
-¿James?- mi mandíbula se desencaja- ¿Él sabe algo que yo
no sé?
-No he dicho nada.
-Tadeo, ¿qué te está pasando? Últimamente estás muy
irascible, siempre enfadado, ya no me cuentas nada.
Tadeo suspira, mira hacia la piscina donde Mario y James
están jugando con Adrián y Luna, luego mira a Pablo.
-¿Tú crees que yo sería un buen padre?- me pregunta.
-Claro que sí, mi amor, cuidas a tus hermanos como a
nadie, Pablo no ha dejado de llorar ni una sola noche desde
que nació hace tres meses y siempre has estado pendiente de él
para ayudarnos a James y a mí. Cuidas de Adrián, de Luna y
de Samuel, mi amor, tú serías un gran padre.
-¿Y por qué no lo siento así?
-¿Castro es alguna amiga tuya a la que has dejado
embarazada?
-Sí- dice en un hilo de voz- No queríamos tenerlo.
-Pero ella ha cambiado de opinión.
Tadeo asiente.
-¿Y tú no?
-No lo sé, má, tengo miedo.
-¿De qué?
-De la reacción de los demás.
-Tadeo, no soy tonta. Y soy tu madre, he visto cómo
mirabas a Gala antes de que se fuera.
Los ojos de mi hijo se encuentran con los míos.
-Soy un depravado, ¿verdad?
-No, mi amor, te has enamorado.
-La amo como nunca he amado a nadie, pero no amo al
bebé que lleva en su vientre.
-Me pasó lo mismo con Sofía.
Tadeo frunce el ceño.
-Ella era fruto de un trauma muy grande que sufrí, no la
amaba al principio.
-¿Por qué no abortaste?
-No podía, sabía que ella era un ser inocente, al principio
iba a tenerla y darla en adopción, pero cuando la sentí moverse
por primera vez supe que jamás podría alejarme de ella.
-¿Comenzaste a amarla?
-En realidad no- me rio- No comencé a amarla hasta que la
tuve en mis brazos por primera vez.
-¿Y si eso no me pasa a mí?
-No podrás saberlo hasta que lo intentes, Tadeo. Sé que
estás asustado, es normal, pero te juro que no voy a permitir
que nadie os juzgue a Gala o a ti.
-¿Incluso si es Mario quien me juzga?
-Mi amor, tu hermano te ama, jamás va a juzgarte, confía
en él. Trae a Gala y a tu hijo de vuelta.
-Es un niño, Gala me lo dijo hace unos meses.
-Un pequeño Tadeo.
Él sonríe.
-¿Crees que se parecerá a mí?
-Estoy segura de ello.
-Tengo un vuelo que coger- dice levantándose.
Me deja a Pablo en mis brazos, James y Mario lo miran
mientras entra dentro de la casa. Luego me miran a mí, los
saludo con la mano y una sonrisa. Mi hija y Sandra salen de la
casa riéndose, se sientan a mi lado en el sofá.
-¿A dónde iba Tadeo tan apurado?- me pregunta Sandra.
-Ha ido a por algo que se le ha perdido- contesto.
Sandra frunce el ceño.
-Ya lo entenderás, mi amor- le digo.
-¿Pero él está bien?
Tomo su mano.
-Sí, volverá a casa, no te preocupes.
Me levanto del sofá en cuanto Pablo comienza a gimotear,
entro en la sala y me siento en el sofá. En cuanto me saco el
pecho Pablo comienza a comer, James entra secándose con
una toalla, se agacha frente a mí.
-¿Mi pequeño ya tenía hambre?
Asiento con la cabeza.
-¿Tadeo ha hablado contigo?- me pregunta.
-Sí.
-Tienen miedo de ser juzgados.
-Lo sé, le he dicho que aquí nadie lo va a hacer porque no
lo voy a permitir, ellos no son primos de sangre y nunca se han
tratado así, se aman desde que se conocieron.
James asiente, acaricia la cabecita de nuestro hijo
suavemente.
-¿Crees que terminarán quedándose con el bebé?- me
pregunta.
-Creo que sí, espero que lo hagan, Gala ha cambiado de
opinión, quiere quedárselo.
-¿Y Tadeo?
Me encojo de hombros.
-Dice que no ama al bebé.
-Supongo que es normal.
-Muy normal, le he contado lo que me pasó a mí con Sofía.
James sonríe.
-Creo que Tadeo será un gran padre- dice.
-Yo también lo creo.
James se levanta, me da un beso en los labios.
-Oye, bebé, ¿me prestas a mamá un rato más tarde?- le
pregunta a nuestro hijo- Papi también la necesita.
Me rio suavemente.
-¿Me necesitas?- le pregunto.
-Tengo una caja de condones nueva esperándonos- susurra.
-¿Una caja? Esos son muchos condones.
-Te necesito mucho.
Sonrío ampliamente, le doy un corto beso en los labios a mi
esposo. James sale al jardín de nuevo. Miro a mi pequeño
mientras se alimenta.
-Tu hermano va a ser un gran padre- le digo- Sólo tiene que
darse cuenta de su potencial, es un gran hijo y un gran
hermano.
Pablo suelta mi pecho cuando se queda dormido, me pongo
de pie para hacerlo eructar, observo a mi familia a través de las
puertas de cristal. Todos están riendo y jugando con los niños,
mi pequeña Sofía se ríe a carcajadas con su esposo, pensé que
siempre estaríamos las dos solas y ahora tenemos una familia
enorme, ella tiene los hermanos que siempre quiso, cuando era
pequeña siempre me preguntaba cuándo iba a tenerlos, dejó de
preguntar cuando me enfermé. Dejo a mi hijo en la cuna que
hemos instalado en la sala, luego salgo al jardín. Mi esposo me
toma en brazos y corre conmigo, somos perseguidos por
nuestro hijo y por Luna, aunque ella corre más lento y se
tropieza todo el rato.
-¡Elaaaaa!- grita mi nieta.
James finge que nos caemos, los niños se lanzan encima
nuestro, mi esposo les hace cosquillas a los dos, hasta que
salen corriendo hacia Mario y Sofía.
-Quiero una niña- me dice James.
-¿Una niña?
-Sí, quiero mirar a mi hija como Mario mira a la suya.
-¿Como si la fuera a encerrar en una habitación para que
ningún hombre la toque nunca?
James sonríe.
-Exactamente así- dice.
-¿Podría volver a quedarme embarazada?
-No tienes ningún problema, bebé, pero si lo prefieres
podemos adoptar.
-Hablaré con mi obstetra y la ginecóloga.
-¿Me vas a dejar correrme dentro de ti otra vez?- susurra de
forma sensual.
-Quizás.
-¿Vamos a la habitación?
-¡No!- chillo riéndome.
-Bebé, estoy duro, ayúdame con eso.
James se levanta conmigo en sus brazos, me lleva al
interior de la casa, me rio mientras subimos las escaleras y él
responde azotándome en el culo.
-¡James!- me rio- No seas bruto.
-Ahora mismo soy muy bruto, bebé, necesito follarte.
-¡Shhh! Te van a escuchar.
-No, bebé, te van a escuchar a ti.
Me deja sobre la cama, me quita el vestido por encima de la
cabeza, se tumba sobre mí, con sus manos me aprieta los
pechos.
-Bebé, me quiero correr.
-¿No te sirve tu mano?
Niega con la cabeza.
-Necesito el coño de mi esposa, necesito meter mi polla
dentro y correrme por tu cuerpo.
-¿Sin condón?
-Sin condón, bebé, por favor. ¿Te puedo llenar de semen?
-¿Dónde?
James baja su mano hasta mi entrepierna, me acaricia por
encima de las bragas.
-Aquí, bebé, quiero correrme aquí dentro.
-¿Y por qué quieres eso?
-Para dejarte embarazada- me besa el vientre- Quiero una
niña- me besa un pecho- Una preciosa y pequeña niña- me
besa en el cuello.
James se baja el bañador y mis bragas, frota su polla por mi
entrada.
-¿Quieres otra niña?- me pregunta.
-Tienes cara de que sólo sabes hacer niños.
James me penetra de una embestida, ambos gemimos.
-Esposa, puedo hacerte una niña, soy muy capaz- gruñe.
Comienza a follarme más fuerte, sus gruñidos provocan mis
gemidos. Me besa brusco, descuidado. Gime en mi boca
mientras me penetra con fuerza, su pelvis choca con la mía,
entra y sale de mí una y otra vez.
-Mariela, me voy a correr, ¿lo hacemos?
-Sí, mi amor, córrete dentro.
James se hunde dentro de mí, mi propio orgasmo explota a
la misma vez que el suyo. Se deja caer encima mío, entrelaza
sus dedos con los míos y pone una mano a cada lado de mi
cabeza. Me besa en los labios dulcemente, más relajado.
-Esta vez voy a estar completamente atento a tu periodo-
me dice.
-Hace una semana que me vino.
-Bien, entonces ya debes estar ovulando.
-Mi amor, ¿tú sabías que Tadeo tiene guardada a Gala
como Castro en su móvil?
James levanta la cabeza, me mira con el ceño fruncido.
-¿Castro?- pregunta confundido.
Me empiezo a reír.
-Es cubana, relaciona, mi amor- le digo riéndome.
-¿Por Fidel Castro?- una sonrisa se forma en su preciosa
cara- Definitivamente es Tadeo- se ríe.
-Me ha preguntado antes de irse si yo creía que él iba a ser
un buen padre.
-Te lo dije antes, en mi opinión creo que él sería un gran
padre.
-Yo también lo creo, se lo he dicho. Espero que encuentre la
paz mental que necesita y se vea como nosotros lo vemos.
-Es complicado, bebé.
-¿Por qué?
-Tadeo tiene muy mal concepto de sí mismo.
Me salgo de debajo de James para sentarme en la cama.
-¿Qué te ha contado?- le pregunto.
James se sube el bañador y se sienta frente a mí en la cama.
-El día que llevé a Adrián a verte a la clínica por primera
vez, Tadeo me llamó pidiéndome ayuda, me encontré con él y
con Gala en la puerta de la clínica. Me pidieron ayuda,
pensaron que ella podía abortar en ese momento, pero ya
estaba de tres meses, era peligroso para ella.
Me tapo la boca con la mano.
-Les aconsejé dar el bebé en adopción y hasta entonces que
Gala viviera en Los Ángeles con mis abuelos, Mario no tiene
poder ahí, eso dijo Tadeo.
-Los has ayudado todo este tiempo.
James asiente con la cabeza.
-Siento mucho no haberte contado nada, bebé, pero no era
asunto mío.
-Lo sé, no, mi amor. Me alegra que Tadeo pueda contar
contigo y sienta confianza para pedirte ayuda.
-Bebé, Tadeo me contó algo horrible.
-¿El qué?
-Es el motivo por el que tiene tan mal concepto de sí
mismo, su tío, el hermano de su padre, no era un buen tío con
él. Los llamó enfermos, pero se cebó con un Tadeo de doce
años, le dijo que era un depravado, lo amenazó con
denunciarlo a la policía por besar a una nipa de ocho años y
luego lo golpeo mientras lo seguía insultando.
Una lágrima cae por mi mejilla. Mi pobre niño, ahora
entiendo todo.
-Tengo que hablar con él- digo con voz temblorosa- Tengo
que decirle que nada de lo que ese cabrón malparido dijo es
verdad, él es un buen hombre, ama y protege a su familia.
-Ha estado quince años protegiendo y amando a Gala,
incluso hubiera seguido haciéndolo aunque eso significara no
salir nunca a la luz.
-Mi niño- sollozo- Nos necesita James, los dos nos
necesitan.
-No los vamos a dejar solos, bebé, a mí no me importa que
sean primos por matrimonio, ellos se aman de verdad.
Me subo a horcajadas en el regazo de mi esposo, me rodea
con sus brazos todo el cuerpo.
-No puedo imaginar cuánto han debido sufrir- le digo.
-Hablaremos con Tadeo cuando su avión aterrice y les
ofreceremos nuestra ayuda en todo.
-Gracias mi amor.
Horas después, cuando todos se han ido a la cama, llamo a
Tadeo, la llamada salta al buzón de voz. Vuelvo a intentarlo,
pero sucede exactamente lo mismo. Me espero un rato a que él
me devuelva la llamada, quizás esté ocupado hablando con
Gala. De pronto, el móvil de James comienza a sonar.
-Es Tadeo- me dice.
Desliza el dedo en la pantalla para descolgar la llamada.
-James- su voz sale en un gemido.
-¿Tadeo qué pasa?
-Mario, llama a Mario, no tengo mucho tiempo, me van a
llevar.
-¿De qué hablas?
Salgo corriendo al pasillo, comienzo a gritar el nombre de
mi hijo, él aparece corriendo por el otro lado del pasillo.
-¿Qué pasa?- me pregunta.
-Tadeo- lloro señalando el interior de mi habitación- Le
pasa algo.
Mario pasa como una apisonadora por mi lado.
-Tadeo, hermano.
-Mario, búscame.
-¿De qué hablas? ¿Dónde estás?
-Una emboscada en el aeropuerto de Los Ángeles, estoy
escondido.
-¿Estás herido?
-Sí, ya se acercan, me van a llevar con ellos, tienes que
encontrarme, hermano. No puedes permitir que mi hijo crezca
sin mí.
Mario nos mira a James y a mí confundido.
-Dame un nombre, Tadeo- gruñe.
Hay silencio al otro lado, se empiezan a escuchar disparos.
-Ya te tengo Principito- se oye una voz masculina.
-¡Tadeo!- grita Mario.
-El Principito ahora es mío, Rey.

FIN
PRÓXIMO LIBRO
Segundo Spin Off Serie Los
Cárteles
EL PRINCIPITO
Tadeo Reyes:
Me obsesioné con ella la primera vez que la vi, yo sólo
tenía diez años y ella seis, pero me daba igual, al principio
sólo era mi instinto protector, quería resguardarla de todo y de
todos. Ella estaba hecha para mí, los años pasaron y mi
obsesión iba a más, no podía dejar de mirarla, no podía dejar
de pensar en ella. Era tan prohibido, y me daba tan igual. Fue
mi primer amor, mi primera vez. La única mujer a la que he
amado y amaré. Se la llevaron de mi lado, se fue lejos,
seguimos en contacto por cartas. Años y años separados, hasta
que nos volvimos a ver. La llama nunca se apagó.

Gala Reyes:
Me dijeron que no, que él estaba totalmente prohibido, a mi
corazón no le importaba. ¿Alguien puede enamorarse a los seis
años? No lo sé, lo único que sabía es que quería estar con él
todo el tiempo, nos mirábamos fugazmente, nos besábamos
cuando nadie miraba, siempre escondidos. Hasta que me
alejaron de él, me llevaron lejos de él, mi alma dolía, sentía el
vacío. Las cartas comenzaron a llegar, El Principito, así se
hacía llamar. Cada semana una carta nueva, nos contábamos
todo lo que nos pasaba, no había secretos entre nosotros. Y un
día, nos volvimos a ver.

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