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| | Las ciencias sociales: | Sinrazon y filosofia romantica José C. Valenzuela Feijoo — Coleccién Polifoni Universidad Auténoma de Zacatecas Editorial Plaza y Valdés LVII Legislatura del Estado de Zacatecas Polifonia: Arte de armonizar sin violencia distintas voces sobre un trasfondo estratificado de ideas, conocimientos y reflexiones criticas, Arte de escribir, leer y escuchar con libertad y folerancia lo diverso, lo tonal y atonal. Arte de la configuracién textual de lo multiole y complejo. Arte, en suma, de buscar dentro del caos, el orden de los sucesos. Coleccion Polifonia Artes y Humanidades En Ia historia del capitalismo, hay periodos de predominio abierto de las fuerzas mds conservadoras sobre las mds progresivas del espectro social. El capitalismo en su modalidad neoliberal ha sido capaz en las Uultimas dos décadas de asestar durisimos golpes a los movimientos progresistas, dominando casi absolutamente por medio delpensamiento conservador mas retrogrado. En términos de contenidos conceptuales, la conciencia social dominante se desplaza al campo de la simple ideologia (entendida como teflejo alienado de lo real) y se reduce el espacio ocupado por los contenidos mds objetivos y cientificos. Hoy, la ideologia aleja yno acerca a lo real: su funcién medular es generar un enajenamiento a gran escala. Con variantes y nombres diversos se intenta apuntalar el orden sociopolitico actual, con cargo al descrédito de larazén. El autor no se limita al simple techazo formal sino que fecoge las inquietudes vadlidas (frente al positivismo mecanicista y superficial) que en tal postura se pueden encontrar, La superacién del presente y de sus calamidades exige desarrollar a fondo las exigencias de la razon. Es decir, “Ia libertad y felicidad de los humanos exige mas ynomenosrazon” Para el cultivo contemporaneo de las ciencias sociales, se trata de un texto clave y sugerente. iat — INN Pyv.info/ciensoci El autor, nacido en Santiago de Chile, realiz6 sus estudios de Economia en la Universidad de Chile y de postgrado en Economia y Filosofia en Europa. Trabajé como profesor-investigador en la Universidad de Chile y en la Universidad de Concepcidn, y luego del golpe militar de 1973, en diversos paises de Latinoamérica, En la actualidad trabaja en la Division de Ciencias Sociales de la Universidad Autonoma Metropolitana (sede Iztapalapa) de México, Autor de una vasta obra, entre sus libros destacan “El capitalismo mexicano en los ochenta” (México, 1986), “Critica del modelo neoliberal” (México, 1991), Qué es la propiedad? (México, 1999); México: exolotacion y despilfarro (coautor, Plaza y Valdés, Mexico, 2001) y Mercado, socialismo y libertad (Santiago de Chile, 2003), Su obra gira en torno a los problemas del desarrollo econdmico y se inscribe en la perspectiva del marxismo critico, del cual es un destacado, exponente. “ACULTAD DE CE LAS CIENCIAS SOCIALES: SINRAZON Y FILOSOFIA ROMANTICA UNIVERSID. FACULTAD DE 300 V déde 2004 G4 LAS CIENCIAS SOCIALES: SINRAZON Y FILOSOFIA ROMANTICA José C. Valenzuela Feij6o Primera edicin; 2004 Las ciencias sociales: sinraz6n y filosofia romantica Disefho de forros: Julian Hugo Guajardo Iustracién de portada: DePedro, La jauria (1999). ‘Técnica mixta sobre tela, 1.80 x 1.75 mts © José C. Valenzuela Feij6o © Universidad Autonoma de Zacatecas © LVII Legislatura del Estado de Zacatecas © Plaza y Valdés, S. A. de C. V. Derechos exclusivos de edicin reservados para Plaza y Vald A. de C. V. Prohibida la reproduccion total o parcial por cualquier medio sin autorizacién escrita de los editores. Editado en México por Plaza y Valdés, $. A. de C. V. Manuel Mari: 73. Colonia San Rafael México, D. F., 06470. Teléfono: 5097 2070 editorial@plazayvaldes.com Francese Carbonell, 21-23 Entlo. 08034 Barcelona, Espana ‘Teléfono: 9320 63750 pyvbareelona@plazay : 9328 04934 aldes.com ISBN; 970-722-293-X Impreso en México Printed in Mexico Agradecimientos... El texto que sigue fue escrito al amparo de los estimulos que la Division de Ciencias Sociales de la Universidad Autonoma Metropolitana, sede Iztapalapa, proporciona a sus miembros. Hl autor es profesor titular de ella. También debemos agrade- cer el interés de la Universidad Aut6noma de Zacatecas, en su Posgrado de Ciencia Politica, por publicar el texto. En es- pecial, al profesor Victor Figueroa, principal impulsor de esta edicién y con quien el autor siempre ha mantenido muy fruc- (uosas discusiones. y dedicatoria: Quisiéramos dedicar este libro a un gran colegio: el Interna- do Nacional Barros Arana, que por estas fechas celebra su centenario, alla en el lejano Santiago de Chile. Colegio que nos enseno a respetar la raz6n, la disciplina del estudio rigu- roso y los valores de la dignidad bumana. A la vez, a dos companeros y hermanos con los cuales hemos compartido suenos y dolores desde esos lejanos tiempos en que, todavia ninos, corriamos por la legendaria y queridisima casona in- bana: Oscar Cuéllar y Federico Schopf. Indice TNTRODUCCION: VUELVEN LOS ATAQUES A LA RAZON AW LOS ORIGENES Y EL FUNDAMENTO SOCIOECONOMICO DEL FENOMENO /33/ DEL GRUPO PRIMARIO A LA COSIFICACION Y BUROCRATIZACION. CARENCIAS AFECTIVAS Y CULTO POR EL PASADO, EL CONFLICTO ENTRE RAZON Y SENTIMIENTOS /45/ FRAGMENTACION Y AISLAMIENTO VERSUS ORGANICIDAD /69/ INDIVIDUO VERSUS SOCIEDAD ‘TV LAs VIAS DEL CONOCER /83/ LIBERTAD DE LOS HUMANOS Y LEYES DE TA SOCIEDAD /LOL/ VISION DE LA NATURALEZA /139/ INTRODUCCION: VUELYEN LOS ATAQUES A LA RAZON uponer que la evolucion del pensamiento social es aje- na al desarrollo hist6rico de la sociedad, a sus aconteci- mientos econémicos y politicos, es algo que parece perlectamente absurdo, No solamente porque la transforma- cion del objeto de estudio supone la correspondiente ade- cuacion de la teoria. También por el usual cambio que tiene lugar en la perspectiva u 6ptica con que se aborda el fend- meno soc I. Esta 6ptica difiere segtin la postura clasista en que se inscribe, postura de la cual los investigadores pueden estur conscientes o no. Muchas veces, el autor cree que obje- lividad es algo equivalente a neutralidad clasista y, por lo mismo, se piensa a si mismo como estando ajeno o al margen de la conflictiva politica en decurso. Pero tal pretensin no es tis que un cuadrado redondo, un perfecto imposible. Y la suclen manejar los intelectuales del bando conservador, como regla interesados en ocultar sus preferencias politicas. Tam- bicn, algunos timoratos piccolo, piccolo borghese, los que siempre asustados ante el conflicto social y las decisiones y tomas de partido que éste exige— se refugian prestos en el mito de la neutralidad. Valga agregar que la imposibilidad de una postura politi- ca neutral no implica la imposibilidad de un enfoque objeti- vo. La posicién del grupo o individuo en la estructur: puede dificult tale: social r o facilitar una aproximacion a la verdad en © cuales materias, pero no es una Have o puerta insalva ble. En el caso de las ciencias naturales, que no estan tan al i margen de los conflictos sociales como a veces se cree, la objetividad es un logro reconocido. En el caso de las ciencias o disciplinas sociales, también existe por lo menos la posibi- lidad de una visi6n objetiva y fidedigna. El problema mas general se podria plantear asi: las practicas pliegan los grupos sociales del urbitrari: sociales que d so (practicas que no son ico, vienen determinadas por esa estructura social) exigen tales 0 cuales conocimientos. Por ejemplo, a la burguesia industrial le resulta imprescindi- ble conocer a fondo las leyes de la fisica y de la quim: no, ¢c6mo manejar los metales, c6mo darles esa forma o la otra, c6mo asegurar que no se dilataran o fundiran ante éste o el otro esfuerzo? ¢Cémo los semiconductores s sino que, en Io b: ¢Cmo acele- rar las comunicaciones, la capacidad de computacion y cal- culo, etc., ete? Esta necesidad objetiva del capital industrial por conocer y controlar los procesos naturales, no puede sino derribar al oscurantismo clerical e impulsar el avance de la ciencia y la tecnologia en esos respectos. Asimismo, al menos en algunos aspectos de la realidad social, esa necesi- dad también se presenta: ge6mo manejar al personal de tra- bajadores en las fabricas, como a sus organizaciones sindicales? 2C6mo motivar a los operarios para que desplieguen un tra- bajo mas intensivo? O bien, ;c6mo proteger a la industria nacional de la competencia externa: c6mo manejar los aran- 2 celes, el tipo de cambio, la tasa de interés, ete.? ¢C6mo suavi- zar el ciclo econémico si suponemos que las pueden poner en peligro las ba crisis muy agudas ses mismas del sistema? Por otro lado, a ese mismo capital industrial dificilmente le po- driamos exigir una investigacién despiadada sobre el origen y fuente de sus ganancias: no es c6modo reconocer que los ingresos propios se asientan en la explotacidn del trabajo ajeno. Asi como en el plano més individual existe la llamada “racionalizacién” de la conducta personal ( una explicacion “satis s decir, le damos actoria” a lo que suele ser una conduc- (a objetivamente ajena a los cénones de la moral dominante: lo que es ug un robo lo pasamos a entender como un acto 12 de ‘justicia”, lo que fue un crimen como un “acto en defensa propia” y asi sucesivamente), en el plano socioldgico existen © los “grandes silencios” —hay temas que no se examinan, «ue se esconden en lo mas recéndito de la conciencia publi- o las “grandes mentiras”: por ejemplo, en vez de hablar de la plusvalia y la explotacion, se nos dice que las ganancias del capital s6lo son la contrapartida de un “costo real”: el sucrificio de consumo (#2) que los capitalistas efectian para invertir y constituir su capital. O bien, en vez de reconocer que cl Estado es un 6rgano de dominacién clasista se nos dice que es la instituci6n encargada de velar por los intereses comunes y generales de la comunidad. En suma, para una Clase como la burguesia industrial, se abren exigencias y res- \ieciones en materias de conocimiento: hay cosas que debe sciber y otras que debe ocultar, Para la clase antipoda, el pro- letariado industrial, tambi surgen necesidades objetivas sobre tales o cuales aspectos del saber. Por ejemplo, si su alin es reemplazar al sistema capitalista por otro orden social its adecuado a sus intereses de trabajadores, necesariamente tendra que entender a fondo cuales son los fundamentos de lu plusvalia y el trabajo asalariado (si no, ¢¢6mo transformar ssa situacién de base?), entender a fondo cual es la verdade- ra naturaleza de la maquina estatal y asi sucesivamente. De liecho, podemos suponer legitimamente que para una clase como la mencionada, su interés objetivo le exige un conoci- miento a fondo de los procesos sociales. Es decir, no hay restricciones ni temas tabties. Al revés, la radicalidad de la practica politica involucrada exigira una practica cogniti iyualmente radical. En suma: el interés politico no elimina el posible acceso a lus verdades objetivas. Lo que si determina son las facilidades o dificultades del acceso, Esto, en el sentido socio-estructu- ral, Pero adviértase: que se ocupe tal o cual posicién en la estructura social, no asegura ese acceso. Salvado el dato so- cio-estructural, resta la actividad cognitiva concreta con to- ds sus complejas y duras exigencias. Es decir, usted puede situarse en la posicion estructural de la clase obrera y reco- nocer sus intereses historicos objetivos, pero si no es capaz de respetar rigurosamente las exigencias de la practica cien- tifica, a ninguna verdad importante sera capaz de llegar. Lo mencionado también implica: en los periodos de predominio conservador, podemos esperar un pensamiento social muy ideologizado y, por lo mismo, deformador de las realidades y 5 sociales objetivos. Al menos, en lo que se refiere a los fundamentos de la formaci6n social. Al revés, en los pe- procesc riodos hist6ricos en que se agudizan los conflictos y se asiste a un auge de los sectores populares (del proletariado indus- trial en especial), lo que cabe esperar es el desarrollo de un pensamiento social mas critico, mas radical y profundo. Tam- bién mas objetivo y certero. Por lo tanto, el avance del saber en materias sociales no es independiente de los movimientos en la correlaci6n politica, del curso que sigue el conflicto social. En la historia del capitalismo podemos observar frecuen- tes cambios en la correlacin sociopolitica. Hay periodos his- t6ricos en que las fuerzas mas progresivas crecen en influencia y poder. Por ejemplo, en la historia de Inglaterra, si nos fija- mos en los inicios del siglo xix encontramos una burguesia industrial en pleno ascenso, tanto en lo econé6mico como en lo politico e ideoldgico. Autores como David Hume, Adam Smith, David Ricardo y otros funcionan como portavoces de ese proceso y en sus indagaciones econdmicas logran un nivel de profundidad nunca antes alcanzado. Se trataba de una practica ideologica al servi io de una praxis politica bas- tante radical y, por lo mismo —dada la ambicién y radicali- dad transformadora de esos afanes politicos (algo muy propio de una clase en ascenso histérico, deseosa de derrocar al imen” y de imponer y consolidar el propio)—, la on tec “antiguo r construc desarrollada necesariamente debia ser igualmente radical y profunda. Al revés, hay otros periodos en que ese auge se ve clausurado y se entra a un predominio abierto y hasta aplastante de las fuerzas mas conservadoras 14 del espectro social. Es lo que viene sucediendo aproximada- 5, tanto en los paises mas ia “tercermundista”. El capi- mente en las ultimas dos dé desarrollacos como en su perife ulismo, en su modalidad neoliberal dirigida por el capital financiero trasnacional, ha sido capaz de retomar la iniciativa y de asestarle durisimos golpes a los movimientos progresis- tus. En el centro, la clase obrera se ha visto bastante desinte- jnada y ha ido perdiendo una tras otra las conquistas sociales que habia logrado en el periodo anterior. En la periferia, la a nacional parece haber desaparecido y los sectores obteros y campesinos estan en abierto.retroceso politico. De hecho, en regiones como la latinoamericana parece que hu- bicramos vuelto a las fases mas antiguas del dominio impe- tial, las propias del siglo xix. Asimismo, el llamado “campo socialista” se ha disuelto del todo. Y més alla de su muy dudosa calidad socialista, lo cierto es que tal bloque —por sus serios conflictos con el centro capitalista— contribuia a s burgues fortalecer la capacidad de lucha y de avance de las fuerza progresivas. En suma, el capital ha pasado a dominar casi sin contrapesos la escena contemporanea. En este contexto, el pensamiento social sufre el impacto y se transforma en consecuencia. Por un lado, constatamos la creciente marginaci6n de los paradigmas teGricos mas afines 1 lis fuerzas sociales progresistas, como es el caso del mar- xismo en cualesquiera de sus variantes (hablamos de influen- cla, no de Ia calidad de su produccién). Por el otro, el predominio casi absoluto del pensamiento conservador mas retogrado, En términos de contenidos conceptuales, ese des- plazamiento implica que en la conciencia social dominante uvanza el espacio de la simple ideologia (entendida aqui en su sentido mas restringido, como reflejo alienado de lo real) y se reduce brutalmente el espacio ocupado por los contenidos tnas objetivos y cientificos. En suma, en el mundo contempo- rineo la ideologia dominante nos aleja en vez de acercarnos lo real: su funci6n medular es la produccién de una situa- clon de enajenamiento a gran escala. Para lo cual, valga el 15 senalamiento, el control irrestricto de los mass-media consti- tuye un recurso vital. La teoria econ6mica conservadora: los neoclasicos del equilibrio general En la parte mas “académica”, lo anotado provoca mutaciones que conviene al menos indicar. En los términos mas genera- les, constatamos el achicamiento del pensamiento critico y un brutal crecimiento de las visiones apologéticas del mundo social. En el campo de la econon 1, por ejemplo, se ha recu- perado la ortodoxia del “equilibrio general walrasiano” bajo la modalidad de las “expectativas racionales” (Barro, Lucas, Sargent, ef a/.), Junto con ello, encontramos el renacimiento. del viejo atomicismo liberal. Por lo absurdo y desprestigiado de la hipstesis involucrada, este movimiento resulta casi in- creible, pero igual se proclama con singular desparpajo. En un reciente texto de microeconomia, por ejemplo, podemos leer que “la frontera entre la macroeconomia y la microeco- nomia se ha difuminado en los tltimos afos”, pues “para comprender los mercados agregados, hemos de comprender primero la conducta de las empresas, los consumidores, los trabajadores y los inversores que lo integran”. Mas atin, se declara que “la macroeconomia es, en realidad, una exten- vo sidn del andlisis microeconémico”.' Otro muy conocido au- tor declara sin ningtin rubor que “podemos usar el modelo de Robinson Crusoe” y que las deducciones en este contexto efectuadas resultan utiles y validas para construir una nueva macroeconomia.’ En fin, aquello de que “el todo no es igual a la suma de las partes” y que la parte se ve subordinada a la estructura © totalidad superior en que se localiza, es un prin- cipio del todo abandonado por esos “nuevos” economistas. "R.S. Pindyck y D. L. Rubinfeld, Microeconomia, Prentice Hall, Madrid, 1998, p. 4. "Yer R. Barro, Macroeconomia, Interamericana, México, 1989, pp. 9y ss. 16 Con cargo al mencionado enfoque, también se sostiene que la economia funciona como si no existieran estructuras Monopolicas (77); que en ausencia de regulaci6n estatal esa eeonomia asegura la plena utilizacién de los recursos (fuerza de wabajo y medios de produccién) y que lo hace en términos files que es capaz de lograr la asignaciGn mas eficiente de esos recursos, Entre otras moralejas 0 recomendaciones de politica (ue se desprenden de este corpus valga mencionar la siguiente: yeducir al minimo la intervencién del Estado en la economia y, por esta via, impulsar la completa desrregulaci6n internacional ‘il movimiento de las mercancias y capitales. Que esto provo- (jue el desastre industrial de los paises subdesarrollados y que fayorezea en términos grotescos al gran capital internacional, en especial al financiero, es algo que no parece inmutar al estublecimiento académico. Este sigue repitiendo el sagrado Hiwual asi cl mundo se le esté derrumbando en sus pies. Es decir, sigue insistiendo tercamente en la difusi6n de la ideolo- jiu del gran capital y no parece existir evidencia empirica o \rgumento légico capaz de corregir esos desvarios. En todo ello se advierte un rasgo que es muy tipico de algunos cor Pus idcolégicos: se combina una visi6n esencialmente defor- mudora de la realidad con una politica econdmica que, inspirada on esa teoria, resulta singularmente eficaz en el logro de resul- tudos favorables al gran capital financiero internacional. Por cleito, la teoria nos dice que, si se la respeta, se lograran tales © cuales resultados, los que seran titiles para el conjunto de la poblacion. No hay aqui resultados diferenciales y/o conflicti- you: todo se mueve en un mundo perfectamente armonico. El obrero, en consecuencia, de acuerdo a esta postura, se trans- forma en una especie de hermano de sangre del capitalista, pues uno y otro manejan intereses esencialmente similares. Juego, cuando efectivamente se aplica lo que la teoria reco- Micnda, los resultados son muy diferentes: del todo perjudi- clales para las grandes mayorias y sumamente benéficos para | pequena minoria ya mencionada. En suma, si bien el argu- mento anda a contrapelo de lo real, su traducci6n practica se ajusta de modo sorprendente a los intereses de un grupo so- cial especifico. Se santifica, por ejemplo, a la libre competencia y a la vez, en la politica econdémica que se desprende del para- digma, se favorece descaradamente el avance de las estructu- fas monopoOlicas. Es el mundo de la argumentacidn hipocrita y del ocultamiento de los procesos e intereses reales en juego. Y como bien sabemos, es en esta singular combinaci6n de fala- cias teoricas y beneficios practicos (para una parte) donde re- side buena parte del poder de las ideologias conservadoras. En enfoques como el descrito, y en general en todas las aproximaciones conservadoras relevantes que se observan en el campo de la economia, nos encontramos con un rasgo adi- cional que conviene subrayar. Se sostiene, al menos en las palabras, que el enfoque desplegado se apega rigurosamen- te a las normas de la ciencia moderna. Y, como es obvio, se elogian y cubren de un aparente respeto los métodos y logros de la ciencia. Para ello, en el caso de la economia, resulta muy util un hecho crucial: la vulgaridad de los contenidos se encubre con cargo a una forma que suele ser muy sofisticada y que aplica a destajo los métodos matemiaticos. Luego, ape- lando al usual diletantismo de los medios académicos, se di- funde la idea de que la forma matematica opera como certificado del caracter cientifico del sistema. No de casuali- dad, son los menos versados en matematicas los que con mas fuerza pisan el garlito, Por el contrario, hay mateméaticos y fisicos que pudiendo penetrar sin problemas el velo matema- tico, terminan escandalizados al contemplar los auténticos al- cances de esta teoria econdmica. Bunge, por ejemplo, en su interesante examen de la teoria econdmica, apunta que “los postulados de las teoré: econémicas clisicas y neoclasicas, particularmente las de tipo Walras y Marshall, son improba- bles en el mejor de los casos, y en el peor carecen de referen- tes reales. Se han convertido en curios lades histéricas”. ‘M. Bun, Economia y filosofia, Tecnos, Madrid, 1985, pp. 92y 93. 18 En suma, la efectiva ideologia que se practica, se recubre y presenta como si fuera el on plus ultra de las disciplinas cientificas que abordan el estudio de la sociedad: lo que es tu representacidn falsa de la realidad, no sdlo es presenta- di como verdadera sino que, ademas, sostiene que a esas Nipotesis se ha llegado por métodos estrictamente cientificos. El posmodernismo Vn campos diferentes al de la economia, como los de la so- (lologia, politica y filosofia, el avance de la componente ideo- loyica y el retroceso de la cientifica parece atin mas fuerte y eyidente. En estos espacios se han comenzado a perfilar pos- unas y tendencias que combinan una tremenda pedanteria Fon una completa falta de rigor y seriedad. Peor atin, en estas Hnifestaciones —casi todas inscritas en el llamado “posmo- dermismo”— se observa una sorprendente ignorancia respec- fo 4 las normas de la practica cientifica y el afan, nada pudoroso, de brincarse olimpicamente las exigencias del pen- mimiento racional. La gran mayoria de los autores (o mas bien todos) que se filas del “posmodernismo”, despliegan una Practica discursiva del todo ajena a los cinones cientificos as clementales. Y lo hacen en términos tan escandalosos (jue Uno queda atdnito: o por la desvergiienza y falta de pudores; o por la tremenda ignorancia que campea en tal eacritos. Encontramos aqui, como una verdadera “marca de fibrica’, un estilo en que la pedanterfa y la truculencia resul- {iin sorprendentes, Escuchamos, por ejemplo, expresiones del Aiguiente tipo: Inweriben en las jl ccuacion E=Mc¢ es una ecuacién sexuada? Tal vez. Haga- mos la hipotesis afirmativa en la medida en que privilegia la velocidad de la luz respecto de otras velocidades que son vilales para nosotros. Lo que me hace pensar en la posibili- 19 dad de la naturaleza sexuada de la ecuacién no es, directa- mente, su utilizacién en los armamentos nucleares, sino por el hecho de haber privilegiado a lo que va més aprisa.' Otro lider de esta corriente, como Lacan, es un insigne especialista en trabaneuronas como el que sigue: L..] es asi como el 6rgano eréctil viene a simbolizar el lugar del goce, no en si mismo, ni siquiera en for na de imagen, sino como parte que falta en la imagen deseada: de ahi que equivalente al V-1 del ignificado obtenido mas arriba, del goce que restituye, a través del coeficiente de su enun- ciado, a la funcién de falta de significante: (- 1) Como la desvergiienza no tiene limites, también se han puesto a pontificar en materias de teoria econémica. Baudri- llard y Lyotard nos hablan de “economia libidinal” y son ca- paces de acumular en una pagina los desatinos y tonterias mas grotescas. Lyotard, siempre desfachatado, entrega esta “conceptualizacién” del capitalismo: sistema, el capitalismo tiene como fuente de calor no la fuer- Jel capitalismo es mas propiamente una figura. En cuanto za de trabajo, sino la propia energia, la fisica (el sistema no esta aislado). En cuanto figura, el capitalismo deriva su fuer- ade la Idea de infinitud. Puede aparecer en la experiencia humana como deseo de dinero, deseo de poder 0 deseo de novedad. ‘Todo eso puede parecer muy feo y muy inquietan- te. Pero esos deseos son la traduccion antropologica de algo que es ontolégicamente la ‘instanciacién’ de la infinitud en la voluntad. Esa ‘instanciacion’ no tiene lugar en funcién de Ia * Luce Irigaray, “Sujet de la science, sujet sexué?”, en Serzs ef place des connaissances dans la societé, De Minuit, Parfs, 1987. Citamos segtin A. Sokal yJ. Bricmont, /mposte- ras intelectuales, Paidés, Buenos Aires, 1999, p. 116. J. Lacan, Horits 2, Seuil, Paris, 1971. Segtin Sokal y Bricmont, op. cit., p. 42. 20 chise social, Las clases sociales no son categorias ontologicas pertinentes.”° Luego, a mediados de los noventa del siglo pasado, su- jena lodos los limites y declara que “el triunfo del capitalismo sobre los sistemas rivales era el resultado de un proceso de seleccion natural anterior a la propia vida humana”.’ En fin, eonleccionar una antologia de los disparates del posmoder- ‘amo es muy Facil: es cosa de abrir cualquier pagina en cua- loaquicra de sus libros, Pero también es un suplicio. En estos “uilores, podemos observar: i) un soberano desprecio a los Jieceptos légicos mas clementales; ii) 'a la vez, un completo olvido de la dimensi6n empirica de los fenémenos. Las cons- {ueciones © “narraciones” que se despliegan, se hacen sin la enor preocupacién por su correspondencia con los datos factuales. En suma, especulacién desbordada; iii) todo, en inedio de una palabreria escandalosamente pedante e inco- herent, la cual se disfraza 0 presenta como el non plus ultra del saber profundo, En palabras de dos criticos, estos autores ven a “hablar prolijamente de teorias cientificas de las (ule, cn cl mejor de los casos, sdlo se tiene una idea muy vay’. lratan de “exhibir una erudici6n superficial lanzando, we pe ain ef menor sonrojo, una avalancha de términos técnicos en 4 contexto en el que resultan absolutamente incongruentes. 1) objetivo, sin dudas, es impresionar y, sobre todo, intimidar Al lector no cientifico”. En este contexto, se “manipulan frases sin sentido, Se trata, en algunos autores mencionados, de una verdadera intoxicaci6n verbal, combinada con una soberana indiferencia por el significado de las palabras”. Una prueba contundente y espectacular como pocas de li yaciedad y fatuidad de los posmodernistas la ofrecid el *Y Lyotard, Zombeau de Vintellectual et autres papiers, Paris, 1984. Citado por Perry Anderson, Los orfgenes de la posmodernidad, Anageama, Barcelona, 2000, “ii li glosa-resumen de Anderson, op. cif.,p. 49. “Sokal y Bricmont, op. cif., pp. 22 y 23. fisico matematico Alan Sokal. Este escribié un texto que fue publicado en la Soctal Text, revista del posmodernismo, en 1996. El ensayo, cuyo titulo era “Transgressing the Boundaries Toward a Tranformative Hermeneutics of Quantum Gravity”, estaba orientado a evaluar las hipétesis del posmodernismo en términos de la fisica contemporinea.? En el ensayo, por ejemplo, se decia que “se ha evidenciado cada vez mas que la ‘realidad’ fisica, al igual que la ‘realidad’ social, es en el fondo una construcci6n lingiistica y social”. Y, en general, aludiendo a fuentes cientificas de “primer nivel”, se pasaba a senalar cémo la fisica actual “confirmaba” los hallazgos del posmodernismo (Lacan, Lyotard, Baudrillard, Derrida, Iriga- ray, etc.). El articulo fue publicado en un numero especial de la revista en que se celebraba el reconocimiento a los “apor- tes” de la escuela. Lo cierto es que el texto de Sokal era una simple parodia, en que se mezclan citas de los gurties con groseros y muy corscientes errores matematicos y isicos. Se alude a hallazgos y verdades que no existen, a hipétesis fal- seadas, a conexiones absurdas, etc. Como quien dice, una verdadera antologia de incoherencias e ignorancias. No obstan- te, demostrando el tremendo analfabetismo de los editores, el ensayo fue publicado y cubierto de elogios: después de todo, estaba también escrito con el estilo oscurantista que tanto le gusta a la secta. Pero no era mas que una gigantesca tomadu- ra de pelo. Agreguemos que luego Sokal escribié un corto ensayo en que confesaba la broma y sefialaba todas las in- coherencias que contenia: pero éste ya no fue publicado." ° El texto aparece como apéndice en el ya citado libro de Sokal y Bricmont. “Enel tercer mundo, donde tanto abundan los remedos, el estilo posmodemista asume tonos patéticos. Una muestra de degradacién extrema se puede ver en Del vanguardis- ‘mo a la antipoesia o el pancracio didascalico, de David Wallace. Pocas veces se puede leer un texto tan imbécil y que, porlo visto, hace de la incoherencia mental una virtud. Que se gaste papel, en un pais pobre, en tales inmundicias, amén de aberrante nos revela una total falta de pudor. Por qué exhibir publicamente a vagos y retrasados mentales? También es triste que este delirio acompaie a un libro brillante, el Del van- guardismo a la antipoesta de F. Schopf, .om, Santiago de Chile, 2002. (8 caso no muy diferente lo ha confesado el mismo Lyotard. Fale escribe su famoso libro La condicién posmoderna en 1079, cuya sustancia es un reporte sobre el estado de la cien- cli que esctibi6 para el gobierno de Canada. Mas tarde, en 1987, Lyotard confeso que para escribir ese libro “me inventé historias, me referia a una cantidad de libros que nunca habia lvido y por lo visto impresion6 a la gente; todo eso tiene algo tle parodia...”."" Como dicen los abogados, “a confesién de Jurtes, relevo de pruebas” Como una de las alas del posmodernismo, 0 muy cerca- 0 4 Cl, estan los grupos que apuntan a un rechazo explicito dle las pautas que tipifican al quehacer cientifico. Se sostiene ‘qui que la ciencia cs impotente para captar cierto tipo de fonomenos y que, en consecuencia, el eventual acercamiento deberia seguir senderos diferentes, Estas “rutas”, como regla, joseen un muy alto componente subjetivo y se suelen descri- lily en términos ultra vagos e imprecisos. A veces, pareciera ie se nos remite a los “medium” de las practicas “espiritis- tun’ y “esotéricas”. El investigador deberfa entrar a un estado de thinee y, por esta via, comunicarse, compartir y sentir lo Wis profundo y esencial (también lo mas misterioso) del fe- HOmMeno que interesa. Ni qué decir que en esta corriente se \nncribe rapidamente toda la curia eclesidstica, siempre inte- jonuda en reservar espacios para sus mitos y brujerias. la resultante es clara y preocupante: en mayor o menor jyado, con mayor o menor claridad y conciencia, se termina por rechazar al discurso racional. Es decir, al mismo pensa- iInlento, O bien, lo que es equivalente, se nos invita a la barbarie.? A simple vista, se podria pensar que la izquierda politica deberia estar desplegando un combate frontal en contra del ‘Lyotard, citado por Anderson, en op. cif., p.40. * jyoturd ha escrito: “la raz6n ya esta en el poder del kapital. No queremos destruir el Aiypitul porque no sea racional sino porque lo es. Razén y poder son lo mismo”, en Derive a partir de Mare et Freud (1973), segtin Anderson, op. cit, p. 4l. irracionalismo contemporaneo. Después de todo, al menos en su vertiente marxista, repres enta la continuacién-profun- dizacién del pensamiento ilustrado mas radical, el de un D'Hol- bach, un Diderot, un Smith, et al. Pero no hay tal. Las criticas al irracionalismo moderno son relativamente escasas, no pocos lo miran con alguna sim- patia (cuando no condescendencia) y una gran parte de los segmentos idcologicamente mas activos parecen integrados a esas filas. En breve, el contagio resulta maytisculo. Se habla de la necesidad de abandonar modelos y con- cepciones obsoletas y de la urgencia por abrirse a “lo nuevo”, entendiendo por “nuevo" las concepciones avanzadas por el irracionalismo. El “argumento” esgrimido suele ser bastante singular: primero, se identifican con la teoria de Marx las versiones més primitivas, burdas y caricaturescas que de ella se puedan encontrar. Luego, resulta muy sencillo sostener que ese adefesio se debe rechazar. En otras, el “argumento” se limita a las “razones de la moda”. Que tal categoria o hipotesis “esté pasada de moda”, que ya “nadie sostiene esas hipotesis” y cosas por el estilo. En breve, por el lado del rechazo, practicamente nunca se encuentran argumentos o razones serias. Lo que quiz es atin mas curioso es el tipo de configuraci6n ideoldgica que se maneja para reemplazar a la “teoria obsoleta”: se trata de las especulaciones desplegadas por la corriente del posmodernismo. Es facil comprender el “efecto de impotencia practica” que provoca esta perspectiva. Primero, porque el conocimiento que es capaz de generar es casi igual a cero: se provoca, por lo tanto, una esterilidad generalizada en el corpus académi- co. Segundo, por su caracter especulativo (en el peor sentido de la palabra, como sindnimo de arbitrarios juegos verbales) y su expresa ajenidad a lo material-objetivo (condenado como “deformaci6n positivista”); se trata de un discurso que desde sus mismos inicios y presupuestos te6ricos se autosuprime como. orientador de tal o cual practica transformadora. De hecho, provoca un efecto de pardlisis politica. Lo cual, a su vez, reali- menta el contenido especulativo y arbitrario del enfoque. 24 Hl rechazo al realismo cientifico (o sea, al principio que senula la existencia de una realidad material objetiva que es \idependiente de nuestra conciencia y que la ciencia busca }aplary entender) es algo que se proclama, sin ningtin rubor, pxplicitumente, A la vez, se rechaza que esa posible realidad wou tnitaria”’ y, por lo mismo, se desecha el caracter sistemd- Heo unificado que busca toda teoria cientifica seria. Al final de cuentas, en términos a veces subrepticios, se recupera el Viejo atomic jeden existir constructos parciales cuya posible combina- sion no cs mas que un artilugio semantico: “el ambito de la Wetoria LJ queda integralmente leno por el acontecer abso- mo de los liberales del siglo xix. Por ende, s6lo lutimente contingente del desordenado destello y desapati- jon de nuevas formaciones de discursos; en esta pluralidad swotica de discursos perecederos no queda lugar alguno para Wn sentido global”." Michel de Certeau, historiador inscrito en eal corriente, sehala expresamente: “debemos concebir [...] {y posibilidad de sistemas distintos y combinados sin tener ‘ue Intoducir en el anidlisis ef soporte de una realidad origi- yeild y unitaria”.° Peor atin, se llega a sostener que las teo- tiie globales (o “metanarrativas”, en la jerga de la escuela) jesullun peligrosas: son una expresi6n de afanes “totalitarios”; eh el comentario de Habermas, renacen con ello los t6picos de la contrailustraci6n, en tanto se critican las que se creen / Mil blen, como en estricta légica no se puede reconocer a la realidad externa (mate- {il objetiva), lo que se debe suponer es La imposibilidad de teorfas (i. e. “discursos”) siplenitioas y unificadas, De aqui el sorprendente recurso a los “aforismos” y laimagen ily “collage”, desuperposiciones heterogéneas o de simple “ensalada rusa”, que suelen tljar log textos de marras, "Jon Habermas, £ cliscurso filosdfico de la modernidad, Taurus, Buenos Aires, 1909, p. 505. Otro autor nos habla de “una sociedad de la imagen o del simulacro y de {\(iunslormacién de lo ‘real’ en una coleccién de pesudoacontecimientos”’. C/. Fredric Jinn, A posmodernismo o la légica cultural del capitalismo avanzado, Paidés, Harolona, 1995, p. 107. "Michel de Certeau, Za escriteera de la historia, Universidad Iberoamericana, México, 19), pp, [26. (El subrayado es nuestro.) 25 inevitables consecuencias terroristas de las interpretaciones globales de la historia, con la critica al papel del intelectual que se ocupa de asuntos generales y se presenta en nombre de la raz6n humana [...] La figura del pensamiento es siem- pre la misma: en el propio universalismo de la Tustraci6n, en el propio humanismo de los movimientos de liberacién, en la propia pretensi6n de raz6n del pensamiento atenido a sistema anida una torpe voluntad de poder que, en cuanto la teoria se apresta a converti en prictica, se despoja de la miscara, tras la cual aparece la voluntad de poder de los ‘maitre-penseurs’ filos6ficos, dle los intelectuales, de los me- diadore de sentido, en una palabra: de la nueva clase. Fou- cault no sdlo parece defender este conocido motivo de la contrailustraci6n con un gesto radical, sino incluso agudi- zarlo en términos de critica a la razon y generalizarlo en términos de teoria del poder.” Por cierto, el rechazo a las teorias globales (en que todas las furias se concentran en la teoria marxis ) es una invita cion a no entender cuales son las bases de sustentacién o rasgos mds esenciales del capitalismo. A fijar la atenci6én en sus aspectos de orden secundario o derivados, borrando su conexion con los fundamentos del sistema, lo cual, de ser aceptado, sdlo puede servir a la preservacién del orden capi- talista.'" Pero hay algo mas: cuando se propone diluir la vi- si6n del todo y concentrarse sdlo en sus partes, se plantea en el espacio del intelecto— algo equivalente a lo que el economicismo mas primitivo impulsa en el plano de la lucha de clases. Los trabajadores deben centrar sus luchas en el espacio de cada fabrica y sus reivindicaciones se deben limitar “J. Habermas, op. cif. , pp. 306-307. * “Cuando se comprende la conexién entre las cosas, toda creencia te6rica en la necesi- dad permanente de las condiciones existentes se derrumba antes de su colapso prctico.” F. Marx, en “Carta a Kugelman”, 11/7/1868, en C, Marx/B Engels, Correspondencia, Cartago, Buenos Aires, 1973, p. 207. 4 hws economicas: mejorar los salarios, reducir el desempleo, ete. Psu ‘inn del sistema, Ademas, luchar por separado (como grupo Hlvero aislado) y no como conjunto, es decir, como clase. luchar por reformas v no por la abolici6n y supera- Hiespucs de todo, se nos termina por decir que las clases socliles son iexistentes, que no son mas que un mito creado jor li modernidad. De suyo se comprende: con tales crite- Hiow la clase Obrera queda completamente desarmada en su eventual lucha contra la burguesia dominante. Se deslegitima y desacredita su posible lucha, amén de incitarla a una con- cla puramente individual: frente a la clase dominante —de hecho wnificada por su aparato estatal— se pretende que solamente actée tal o cual individuo. la descomposici6n —primero intelectual, luego politi- + imbricada en tales posturas, se pone de manifiesto en th sehalamiento del checo Vaclav Havel. Para éste, “la caida del comunismo se puede ver como un signo de que el pensa- filento moderno —basado en la premisa de que el mundo es Hbjetivamente cognoscible y que el conocimiento asi obteni- do puede ser generalizado absolutamente— ha legado a su etsy final.“ Otros como Hassan, declaran que términos como ‘derecha e izquierda, base y superestructura, produccion y feproduccion, materialismo e idealismo” ahora sélo sirven “jini perpetuar el prejuicio”."” Jencks pide desechar “‘polari- slides pasadas de moda’ como izquierda y derecha, clase fupitalista y clase obrera”” En realidad, el mensaje es muy ‘lito: cl capitalismo ya no existe (0 no es lo que fue) y, por lo inismo, gqué sentido puede tener mantener esos viejos y Hbsoletos odios y luchas? ¢Acaso no es mejor integrarse a lo dido? En corto: la antigua lucha que antes quiz4 pudo tener ‘lun sentido (cosa que muchos también rechazan), ahora ya io lo tiene. Insistir en ella, es una pérdida de tiempo y una !Y Havel, citamos segtin Sokal y Briemont, op. cif., p. 211. {hab Hassan, segtin Anderson, op. cit., p. 31. “Charles Jencks, segtin Anderson, op. cit., p. 37.

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