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Un mundo más hermoso que nuestros corazones saben es

posible

Capítulo 1: Separación
Algunas veces siento nostalgia por la estructura cultural de mi juventud, un mundo en el
que no había nada malo con los refrescos, en el que el Super Bowl (evento de fútbol
americano) era importante, en el que Estados Unidos traía la democracia al mundo, en el
que el médico te podría curar, en el que la ciencia prometía una vida mejor y en el que
acababan de poner a un hombre en la luna.

La vida tenía sentido. Si trabajabas duro, podías obtener buenas calificaciones, ingresar a
una buena universidad, hacer un posgrado o seguir alguna otra trayectoria profesional y
estarías feliz. Con algunas desafortunadas excepciones, tendría éxito si obedecías las reglas
de nuestra sociedad: si seguías los últimos consejos médicos, si te mantenías informado
leyendo el New York Times (periódico americano), obtenías una buena educación,
obedecías la ley, hacías inversiones prudentes y te mantenía alejado de “cosas malas” como
las drogas. Es cierto que hubo problemas, pero los científicos y expertos estaban trabajando
duro para resolverlos; pronto un nuevo avance médico, una nueva ley, una nueva técnica
educativa, impulsarían el mejoramiento de la vida. Las ideas de mi infancia fueron parte de
una narración que llamo “la historia de la gente,” en el que la humanidad estaba destinada a
crear un mundo perfecto a través de la ciencia, la razón y la tecnología: conquistar la
naturaleza, trascender nuestros orígenes animales y diseñar una sociedad racional.

Desde mi punto de vista, las premisas básicas de esta historia parecían incuestionables. Mi
educación, los medios de comunicación y, sobre todo, la normalidad de las rutinas que me
rodeaban conspiraron para decir, “Todo está bien”. Hoy es cada vez más obvio que este era
un mundo de burbujas construido sobre el sufrimiento humano masivo y la degradación
ambiental. Hoy es cada vez más obvio que este era un mundo en una burbuja, construido
del sufrimiento humano masivo y la degradación ambiental, pero en ese momento podría
vivir dentro de esa burbuja sin la necesidad de mucho autoengaño. La historia que nos
rodeaba era robusta y creíble. Esta fácilmente mantuvo al margen los datos anómalos.

Sin embargo, yo como muchos otros, sentí que algo en el mundo no andaba bien; un error
que se filtró a través de las grietas de mi infancia privilegiada y aislada. Nunca acepté
completamente lo que se me habían ofrecido como normal. Claro que se suponía que la
vida era más alegre que esto, más real, más significativa, y se suponía que el mundo era
más hermoso. Se suponía que no debíamos odiar los lunes y vivir para el fin de semana y
días festivos. Se suponía que, en clase, no teníamos que levantar nuestras manos para poder
salir del salón de clases a orinar. Se suponía, que no debíamos estar encerrados en un
hermoso día… día tras día. Y a medida que mi visión se amplió, me di cuenta de que se
suponía, que millones de personas no deberían estar muriendo de hambre, que se suponía
que las armas nucleares no colgaran sobre nuestras cabezas, que se suponía que las selvas
tropicales no se redujeran, o que los peces no murieran a causa de la contaminación, o ver a
los cóndores y águilas desapareciendo. No podía aceptar la forma en que la narrativa
dominante de mi cultura manejaba estas cosas: como problemas aislados, como lamentables
hechos de la vida de los que debemos arrepentirnos, o como temas tabú para ser
simplemente ignorados.

De alguna manera, todos lo sabemos. Este conocimiento rara vez encuentra una definición
clara, así que lo expresamos indirectamente a través de rebeliones encubiertas y abiertas.
Adicción, auto-sabotaje, dilación, pereza, ira, fatiga crónica y depresión son formas en que
retenemos nuestra participación plena en el programa de vida que se nos ofrece. Cuando la
mente consciente no puede encontrar una razón para rechazar, la mente inconsciente se
niega a su manera. Cada vez más de nosotros no podemos soportar permanecer en la “vieja
normalidad” por más tiempo.

Esta narrativa normal también se está desmoronando a nivel sistémico. Hoy vivimos en un
momento de transición entre mundos. Las instituciones que nos han llevado a través de los
siglos han perdido su vitalidad; podemos pretender que son sostenibles solo con un
autoengaño creciente. Nuestros sistemas de dinero, política, energía, medicina, educación y
más ya no proporcionan (o parecían proporcionar) los beneficios como en el pasado. Su
promesa utópica, que fue tan inspiradora hace un siglo, retrocede más cada año. Millones
de nosotros sabemos esto; cada vez menos, nos molestamos en pretender lo contrario. Sin
embargo, parecemos incapaces de cambiarnos a nosotros mismos, e indefensos para detener
la inercia que, como parte de la civilización industrial, nos conduce a una caída acelerada al
precipicio.

En mi trabajo anterior ofrecí una nueva evaluación de este proceso, viendo la evolución
cultural de humanos como una historia de crecimiento, seguido de una crisis, seguido de un
colapso, seguido de un renacimiento: el surgimiento de un nuevo tipo de civilización, una
Era de Reunión para seguir la Era de la Separación. Quizás un cambio profundo ocurre solo
a través del colapso. Claro que eso es cierto para muchas personas en un nivel personal.
Intelectualmente, deberías saber que su estilo de vida no es sostenible y tienes que cambiar
tus formas. “Sí, sí, yo sé que debería dejar de fumar, comenzar a hacer ejercicio y dejar de
comprar a crédito”. Sin embargo, ¿con qué frecuencia alguien cambia sin una llamada de
atención o más a menudo sin una serie de llamadas? Después de todo, nuestros hábitos
están integrados en una forma de ser que incluye todos los aspectos de la vida. Ya lo dice el
dicho: “No puedes cambiar una cosa sin cambiarlo todo”.

En el nivel colectivo, es lo mismo. Al despertarnos a la interconexión de todos nuestros


sistemas, vemos que no podemos cambiar, por ejemplo, nuestras tecnologías energéticas sin
cambiar el sistema económico que las respalda. También aprendemos que todas nuestras
instituciones externas reflejan nuestras percepciones básicas del mundo, nuestras ideologías
invisibles y sistemas de creencias. En ese sentido, la crisis ecológica, como todas nuestras
crisis, es una crisis espiritual. Quiero decir que va hasta el fondo, abarcando todos los
aspectos de nuestra humanidad.
¿Y qué hay exactamente al fondo? ¿Qué significa “transición entre mundos”? En el fondo
de nuestra civilización yace una historia, una mitología. Lo llamo la Historia del Mundo o
la Historia de
la Gente- una matriz de narrativas, acuerdos y sistemas simbólicos que comprende las
respuestas que nuestra cultura ofrece a las preguntas más básicas de la vida:

¿Quién soy?
¿Por qué pasan las cosas?
¿Cuál es el propósito de la vida?
¿Qué es la naturaleza humana?
¿Qué es sagrado?
¿Quiénes somos como pueblo?
¿De dónde venimos y hacia dónde vamos?

Nuestra cultura las responde más o menos de la siguiente manera. Presentaré una
articulación pura de estas respuestas, esta historia del mundo, aunque de hecho nunca ha
dominado completamente incluso cuando alcanzó su cenit en el siglo pasado. Puede
reconocer que algunas de estas respuestas son científicamente obsoletas, pero esta ciencia
obsoleta de los siglos XIX y XX aún genera nuestra visión de lo que es real, posible y
práctico. La nueva física, la nueva biología y la nueva psicología apenas han comenzado a
infiltrarse en nuestras creencias operativas. Así que aquí están las viejas respuestas:

¿Quién eres tú? Eres un individuo separado entre otros individuos separados en un universo
que también está separado de ti. Eres una mota cartesiana de conciencia mirando a través de
los ojos de un robot de carne, programado por sus genes para maximizar el interés propio
reproductivo. Eres una burbujaefímera de psicología, una mente (ya sea basado en el
cerebro o no) separado de otras mentes y separado de materia. O eres un alma encerrada en
carne, separado del mundo y separado de otras almas. O eres una masa, un conglomerado
de partículas operando de acuerdo con las fuerzas impersonales de la física.

¿Por qué pasan las cosas? De nuevo, actúan las fuerzas impersonales de la física sobre un
sustrato material genérico de partículas fundamentales. Todos los fenómenos son el
resultado de estas interacciones determinadas matemáticamente. La inteligencia, el orden,
el propósito y el diseño son ilusiones; al final es simplemente un revoltijo sin propósito de
fuerzas y masas. Todos los fenómenos, todo movimiento, toda la vida son el resultado de la
suma total de fuerzas que actúan sobre los objetos.

¿Cuál es el propósito de la vida? No hay propósitos, solo causas. En sus cimientos el


universo está ciego y muerto. El pensamiento no es más que un impulso electroquímico; el
amor es simplemente una cascada hormonal que reconecta nuestros cerebros. Aparte de lo
que nos fabricamos, el único propósito de la vida es simplemente para vivir, para sobrevivir
y reproducirse, para maximizar el interés propio racional. Ya que estamos
fundamentalmente separados el uno del otro, mi propio interés muy probablemente estará a
expensas de tu propio interés. Todo lo que no es yo, es, en el mejor de los casos, indiferente
a nuestro bienestar, en el peor de los casos es hostil.
¿Qué es la naturaleza humana? Para protegernos de este universo hostil de individuos en
competencia y fuerzas impersonales, debemos ejercer el mayor control posible. Buscamos
cualquier cosa que promueva ese objetivo, por ejemplo, dinero, estado, seguridad,
información y poder– todas esas cosas se llama “mundanos”. En la base de nuestra
naturaleza, nuestras motivaciones y nuestros deseos es lo que solo te puedes llamar
malvado. Así es una persona que maximiza el interés propio despiadadamente.

¿Qué es, por lo tanto, sagrado? Dado que la búsqueda ciega y despiadada del interés propio
es antisocial, es importante superar nuestra programación biológica y perseguir “cosas
superiores”. Una persona santa no sucumbe a los deseos de la carne. Él o ella toma el
camino de la abnegación, la disciplina ascendiendo al reino del espíritu, o en la versión
secular de esta búsqueda, a la razón y la mente, principios y ética. Para los religiosos, ser
sagrado es ser de otro mundo; el alma está separada del cuerpo y Dios vive muy por encima
de la tierra. A pesar de su oposición superficial, ciencia y religión han acordado: lo sagrado
no es de este mundo.

¿Quiénes somos como pueblo? Somos un tipo especial de animal, el ápice de la evolución,
poseyendo cerebros que permiten la transferencia de información cultural y genética. En la
visión religiosa, somos únicos en tener un alma, o en la visión científica una mente
racional. En nuestro universo mecánico solo nosotros poseemos conciencia y los medios
paramoldear el mundo de acuerdo con nuestro diseño. El único límite para nuestra
capacidad de hacerlo, es la cantidad de fuerza que podemos aprovechar y la precisión con la
que podemos aplicarlo. Cuanto más podamos hacerlo, cuanto mejor estamos en este
universo indiferente y hostil, también más cómodo y seguro.

¿De dónde venimos y hacia dónde vamos? Comenzamos como animales desnudos e
ignorantes, apenas sobreviviendo y viviendo vidas desagradables, brutales y cortas.
Afortunadamente, debido a nuestros grandes cerebros, la ciencia reemplazó la superstición
y la tecnología reemplazó al ritual. Ascendimos para convertirnos en los señores y
poseedores de la naturaleza, domesticando plantas y animales, aprovechando las fuerzas
naturales, conquistando enfermedades y poniendo al descubiertolos secretos más profundos
del universo. Nuestro destino es completar esa conquista: para liberarnos del trabajo, de la
enfermedad, de la muerte misma, para ascender a las estrellas y completamente dejar la
naturaleza atrás.

A lo largo de este libro, me referiré a esta cosmovisión como la Historia de la separación, la


vieja historia o a veces sus consecuencias: la historia de ascenso, el programa de control,
etcétera.

Las respuestas a estas preguntas dependen de la cultura, pero nos sumergen tan
completamente que las hemos visto como la verdadera realidad. Hoy estas respuestas están
cambiando junto con todo lo construido sobre ellas, lo que básicamente significa toda
nuestra civilización. Es por eso que a veces tenemos la sensación vertiginosa que el mundo
entero se está desmoronando. Al ver el vacío de lo que una vez parecía tan real, nos
paramos como en un abismo. ¿Que sigue? ¿Quién soy? ¿Qué es importante? ¿Cuál es el
propósito de mi vida? ¿Cómo puedo ser un agente efectivo de sanación?Las viejas
respuestas se desvanecen mientras la historia de la gente que una vez las respondió se
desmorona a nuestro alrededor.

Este libro es una guía de la vieja historia, a través del espacio vacío entre las historias, y
hacia una nueva historia. Se dirige al lector como un sujeto personal de esta transición y
como un agente de transición– para otras personas, para nuestra sociedad y para nuestro
planeta.

Al igual que la crisis, la transición que enfrentamos llega hasta el fondo. Internamente, es
nada menos que una transformación en la experiencia de vivir. Externamente, es nada
menos que una transformación del papel de la humanidad en el planeta Tierra.

No ofrezco este libro como alguien que ha completado esta transición él mismo. Lejos de
eso, no tengo más autoridad para escribir este libro que cualquier otro hombre o mujer. No
soy un avatar o un santo. No estoy canalizando maestros ascendidos o extraterrestres. No
tengo poderes psíquicos inusuales ni genio intelectual. No he pasado por ninguna dificultad
o prueba notable. No tengo una práctica espiritual especialmente profunda o entrenamiento
chamánico. Soy un hombre ordinario. Por lo tanto, tendrás que tomar mis palabras por sus
propios méritos.

Y si mis palabras cumplen su intención, que es catalizar un siguiente paso, grande o


pequeño hacia un mundo más hermoso que nuestros corazones saben que es posible, mi
ordinario se vuelve muy significativo. Demuestra cuán cerca están todos los humanos
comunes a una profunda transformación de conciencia y ser. Si un hombre común puede
verlo, entonces debemos estar casi ahí.

Capítulo 2: Colapso
El reino de Dios es para los quebrantados de corazón.

–- Fred Rogers

Esta transición entre mundos es aterradora, pero también es seductor. ¿Alguna vez te has
vuelto adicto a los sitios web pesimistas, iniciar sesión todos los días para leer la última
evidencia de que el colapso llegará pronto, sintiéndose casi decepcionado cuando el pico
petrolero no comenzó en 2005 o el sistema financiero no colapsó en 2008? (Todavía estoy
preocupado por el año 2000). ¿Miras hacia el futuro con una mezcla de temor pero también
con una especie de anticipación positiva? Cuando se amenaza una gran crisis, una gran
tormenta o una crisis financiera, ¿hay una parte de ti que dice: “¡Dale!”, esperando que nos
libere de nuestro aprisionamiento colectivo en un sistema que no sirve a nadie, ni siquiera
sus élites?

Es bastante normal temer lo que uno más desea. Deseamos trascender la historia del mundo
que ha llegado a esclavizarnos y de hecho está matando al planeta. Tememos lo que traerá
el final de esa historia: la desaparición de mucho de lo que es familiar.
Lo temamos o no, ya está sucediendo. Desde de niño en los 70s, nuestra historia de la gente
se ha erosionado a un ritmo acelerando. Cada vez más personas en el mundo occidente ya
no creen que la civilización está fundamentalmente en el camino correcto. Incluso aquellos
que aún no cuestionan sus premisas básicas de una manera explícita parecen haberse
cansado de ello. Una capa de cinismo y una autoconciencia hipster han silenciado nuestra
seriedad. Lo que una vez fue tan real, por ejemplo un posición en una plataforma política,
hoy se ve a través de varios niveles de filtros “meta” lo analizan en términos de imagen y
mensaje. Somos como niños que han superado una historia que una vez nos cautivó, siendo
consciente ahora de que sólo es una historia.

Al mismo tiempo, una serie de nuevos puntos de datos ha interrumpido la historia desde
afuera. El aprovechamiento de los combustibles fósiles, el milagro de los productos
químicos para transformar la agricultura, los métodos de ingeniería social y ciencias
políticas para crear una sociedad más racional y justa– cada uno ha estado muy lejos de su
promesa y trajo consecuencias imprevistas, que juntos amenazar la civilización.
Simplemente ya no podemos creer más que los científicos tienen todo bajo control.
Tampoco podemos creer que el avance de la razón traerá una utopía social.

Hoy no podemos ignorar la degradación cada vez más intensa de la biosfera, el malestar del
sistema económico, la disminución de la salud humana o la persistencia, y verdaderamente,
el crecimiento de la pobreza y la desigualdad mundiales. Alguna vez pensamos que los
economistas arreglarían la pobreza, los politólogos arreglarían la injusticia social, químicos
y biólogos solucionarían problemas ambientales, prevalecería el poder de la razón y
adoptaríamos políticas sensatas. Recuerdo haber visto mapas de la disminución de la selva
tropical en National Geographic a principios de las 80s y sentir tanto alarma como alivio–
alivio porque al menos los científicos y todos los que leen National Geographic ahora son
conscientes del problema, así que seguramente se hará algo.

No se hizo nada. El declive de la selva tropical se aceleró, junto con casi cualquier otra
amenaza ambiental de la que supimos en 1980. Nuestra historia de la gente avanzó bajo el
impulso de siglos, pero con cada década que pasa, el vaciamiento de su núcleo, que tal vez
comenzó con la matanza a escala industrial de Primera Guerra Mundial se ha extendido. De
niño nuestros sistemas ideológicos y medios de comunicación aún protegieron esa historia,
pero en los últimos treinta años las incursiones a la realidad han perforado su caparazón
protector y erosionado su infraestructura esencial. Ya no le creemos a nuestros narradores o
elites.

Hemos perdido la visión del futuro que una vez tuvimos; la mayoría de las personas no
tienen una visión del futuro. Esto es una nueva realidad para nuestra sociedad. Hace
cincuenta o cien años, la mayoría de la gente estuvo de acuerdo con los esquemas generales
del futuro. Pensamos que sabíamos a dónde iba la sociedad. Incluso los marxistas y los
capitalistas acordaron sus líneas básicas: un paraíso de ocio mecanizado y armonía social
diseñada científicamente con la espiritualidad ya sea abolida completamente o relegada a
un rincón materialmente intrascendente de la vida que sucedía una vez a la semana en la
iglesia. Por supuesto que hubo disidentes de esta visión, pero este fue el consenso general.
Como un animal, cuando una historia se acerca a su fin, atraviesa la agonía, una apariencia
exagerada de la vida. Así que hoy vemos dominación, conquista, violencia y separación
toman extremos absurdos que sostienen un espejo hacia lo que una vez estuvo oculto y
difuso. Aquí hay unos ejemplos:

Aldeas en Bangladesh, donde la mitad de las personas tienen un solo riñón, habiendo
vendido el otro en el mercado negro para órganos. A menudo esto se hace para pagar
deudas. Literalmente aquí vemos la conversión de la vida en dinero que impulsa nuestro
sistema económico.

Prisiones en China donde los prisioneros deben pasar catorce horas al día jugando
videojuegos en línea para acumular puntos de experiencia del personaje. Los funcionarios
de la prisión luego venden estos personajes a adolescentes en el Occidente. En forma
extrema aquí vemos la desconexión entre el mundo físico y el virtual, también el
sufrimiento y la explotación sobre los cuales se construyen nuestras fantasías.

Ancianos en Japón cuyos parientes no tienen tiempo de verlos, así que en cambio reciben
visitas de “familiares profesionales”, quienes pretenden ser miembros de la familia. Aquí
hay un espejo para la disolución de los lazos de la comunidad y la familia, siendo
reemplazados por dinero.

Por supuesto todo esto palidece en comparación con la letanía de los horrores que puntúa la
historia y continúa endémicamente hasta nuestros días. Las guerras, el genocidio, las
violaciones en masa, los talleres de explotación, las minas, la esclavitud– en un examen
minucioso, estos no son menos absurdos. Es el colmo de lo absurdo que seguimos
fabricando bombas de hidrógeno y municiones de uranio empobrecido en un momento en
que el planeta está en tal peligro que todos debemos unirnos pronto para que la civilización
tenga alguna esperanza de mantenerse. Lo absurdo de la guerra nunca ha escapado al más
perceptivo de nosotros pero en general hemos tenido narrativas que oscurecen o normalizan
ese absurdo y así protegen la historia del mundo de la interrupción.

Ocasionalmente sucede algo que es tan absurdo, tan horrible o tan manifiestamente injusto
que penetra estas defensas y hace que las personas cuestionen gran parte de lo que habían
dado por sentado. Tales eventos presentan una crisis cultural. Sin embargo, normalmente la
mitología dominante pronto se recupera e incorpora el evento nuevamente en sus propios
narrativas. La hambruna etíope se volvió sobre el ayudar a esos pobres niños africanos
quienes tuvieron la desgracia de vivir en un país que aún no se ha “desarrollado” como el
de nosotros. El genocidio de Ruanda se volvió sobre el salvajismo africano y la necesidad
de intervención humanitaria. El Holocausto nazi se convirtió en el mal tomando el control y
la necesidad de detenerlo.

De varias maneras, todas estas interpretaciones contribuyen a la vieja historia de la gente:


nos estamos desarrollando, la civilización está en el camino correcto, la bondad proviene
del control. Sin embargo, ninguno resiste el escrutinio; en los dos ejemplos anteriores
oscurecen las causas coloniales y económicas de la hambruna y el genocidio que aún están
en curso. En el caso del holocausto, la explicación del mal oscurece la participación masiva
de la gente común–gente como tú y yo. Debajo de las narrativas, persiste una inquietud, la
sensación de que algo está terriblemente mal en el mundo.

El año 2012 terminó con un evento pequeño pero potente y decepcionante: la masacre de
Sandy Hook en EU. Según los números, fue una pequeña tragedia: en el mismo año
murieron muchos más niños igualmente inocentes en ataques con drones de EU. También
murieron más niños por hambre en una semana que murieron en Sandy Hook. Pero Sandy
Hook penetró en los mecanismos de defensa que usamos para mantener la ficción de que el
mundo está básicamente bien. Ninguna narrativa podría contener la total insensatez de este
evento y sofocar la realización de una injusticia tan profunda y terrible.

No pudimos evitar proyectar los rostros de los inocentes asesinados sobre los jóvenes que
conocemos y la angustia de sus padres sobre nosotros mismos. Me imagino por un
momento que todos sentimos exactamente lo mismo. Estábamos en contacto con la
simplicidad del amor y el dolor, una verdad fuera de la historia.

Siguiendo ese momento la gente se apresuró a dar sentido al evento subsumiéndolo dentro
de una narrativa del control de armas, salud mental o la seguridad de los edificios escolares.
Nadie cree en el fondo que estas respuestas se ocupen del meollo del asunto. Sandy Hook
es un cúmulo de datos anómalos que desentraña toda la narrativa—el mundo ya no tiene
sentido. Luchamos por explicar lo que significa, pero no hay explicación suficiente.
Podemos seguir fingiendo que lo normal sigue siendo normal, pero este es uno de una serie
de eventos del “fin de los tiempos” que está desmantelando la mitología de nuestra cultura.

Hace dos generaciones cuando la historia del progreso era fuerte, ¿quién podría haber
previsto que el siglo XXI sería una época de masacres escolares, de obesidad rampante, de
endeudamiento creciente, de inseguridad generalizada, de la rápida concentración de la
riqueza, del hambre mundial no disminuida y de degradación ambiental que amenaza la
civilización? Se suponía que el mundo iba a mejorar. Se suponía que nos haríamos más
ricos y más iluminados. Se suponía que la sociedad estaba avanzando. ¿Es una mayor
seguridad lo máximo a lo que podemos aspirar? ¿Qué pasó con las visiones de una sociedad
sin cerraduras, sin pobreza, sin guerra? ¿Están estas cosas más allá de nuestras capacidades
tecnológicas? ¿Por qué las visiones de un mundo más hermoso que parecía tan cerca a
mediados del siglo XX ahora parecen tan inalcanzables al punto que todo lo que podemos
esperar es sobrevivir en un mundo cada vez más competitivo y degradado? En verdad,
nuestras historias nos han fallado. ¿Es demasiado pedir vivir en un mundo donde nuestros
dones humanos benefician a todos, donde nuestras actividades diarias contribuyen a la
curación de la biosfera y el bienestar de otras personas? Necesitamos una historia de la
gente—una real que no se sienta como una fantasía y en la que un mundo más hermoso es,
una vez más, posible.

Varios pensadores visionarios han ofrecido versiones de tal historia, pero ninguno se ha
convertido en una verdadera historia de la gente, un conjunto ampliamente aceptado de
acuerdos y narrativas que da sentido al mundo y coordina la actividad humana hacia su
realización. Todavía no estamos listos para tal historia porque aunque hecha jirones, la
vieja todavía tiene grandes andanas de tela intactas. E incluso cuando estas andanas se
desenredan, todavía debemos atravesar, desnudos, el espacio entre historias. En los tiempos
turbulentos que se avecinan, nuestras formas familiares de actuar, pensar y ser ya no
tendrán sentido. No sabremos lo que está pasando, qué significa todo y a veces ni siquiera
qué es real. Algunas personas ya están en ese tiempo.

Desearía poder decirte que estoy listo para una nueva historia de la gente, pero a pesar de
que estoy entre sus muchos tejedores, todavía no puedo usar completamente las nuevas
vestimentas. Mientras describo el mundo que podría ser, algo dentro de mí lo duda y
rechaza y debajo de la duda hay algo doloroso. El colapso de la vieja historia es una especie
de proceso de curación que descubre las viejas heridas escondidas debajo de su tela y las
expone a la luz curativa de la conciencia. Estoy seguro de que muchas personas que leen
esto han pasado por ese tiempo cuando las ilusiones de camuflaje, todas las viejas
justificaciones y racionalizaciones, todas las viejas historias, desaparecieron. Eventos como
Sandy Hook ayudan a iniciar el mismo proceso a nivel colectivo. Del mismo modo, de una
forma u otra, la obsolescencia de nuestra antigua mitología se deja al descubierto.

¿Qué es esa cosa dolorosa que toma la forma de cinismo, desesperación u odio? ¿Dejado
sin curar, podemos esperar que cualquier futuro que creamos no reflejará esa herida en
nosotros? ¿Cuántos revolucionarios han recreado las mismas instituciones de opresión que
intentaron derrocar en sus propias organizaciones y países? Solo en la historia de la
separación podemos aislar el exterior del interior. A medida que esa historia colapsa, vemos
que cada uno de ellos necesariamente refleja al otro. Vemos la necesidad de reunir los hilos
de espiritualidad y activismo que han estado separados por mucho tiempo.

Mientras describo los elementos de una nueva historia de la gente en el próximo capítulo,
tengan en cuenta que para llegar, desde donde estamos hoy, tenemos que atravesar un
territorio escabroso. Si mi descripción de una historia de “interser”, un reencuentro de
humanidad y naturaleza, uno mismo y otro, trabajo y juego, disciplina y deseo, materia y
espíritu, hombre y mujer, dinero y don, justicia y compasión y muchas otras polaridades
parece idealista o ingenua, si despierta cinismo, impaciencia o desesperación, entonces, por
favor no hagas a un lado estos sentimientos. No son obstáculos a superar (eso es parte de la
vieja historia de control). Son las puertas para habitar completamente nuestra nueva historia
y el poder enormemente expandido para servir el cambio que trae.

Todavía no tenemos una nueva historia. Cada uno de nosotros conoce algunos de sus hilos,
por ejemplo en la mayoría de las cosas que hoy llamamos alternativas, holísticas o
ecológicas. Aquí y allá vemos patrones y diseños que son partes emergentes de la tela. Pero
el nuevo mito aún no se ha formado. Permaneceremos por un tiempo en el “espacio entre
historias”. Es un tiempo muy valioso, algunos podrían decir sagrado. Entonces estamos en
contacto con lo real. Cada desastre deja al descubierto la realidad debajo de nuestras
historias—el terror de un niño, el dolor de una madre, la honestidad de no saber por qué. En
esos momentos nuestra humanidad latente despierta a medida que nos ayudamos
mutuamente, humano a humano, y aprende quiénes somos. Eso es lo que sigue sucediendo
cada vez que hay una calamidad antes de que las viejas creencias, ideologías y políticas se
hagan cargo nuevamente. Ahora vienen las calamidades y contradicciones tan rápido que la
historia no tiene tiempo suficiente para recuperarse. Tal es el proceso de nacimiento hacia
una nueva historia.
Capítulo 3: Interser
No estoy seguro de que yo exista, en realidad. Soy todos los autores que he leído, toda la
gente que he conocido, todas las mujeres que he amado. Todas las ciudades que he visitado,
todos mis antepasados…

— Jorge Luis Borges

Un reconocimiento de alianza está creciendo entre las personas en diversos ámbitos del
activismo, ya sea político, social o espiritual. El acupunturista holístico y el salvador de
tortugas marinas puede que no sean capaces de explicar este sentimiento, “Estamos
sirviendo a lo mismo”, pero lo están. Ambos están al servicio de una historia emergente de
la gente que es la mitología definitoria de un nuevo tipo de civilización.

Lo llamaré la Historia de Interser, la Era de la Reunión, la era ecológica, el mundo del


regalo. Esta ofrece un conjunto de respuestas completamente diferente a las preguntas
definitorias de la vida. Estos son algunos de los principios de la nueva historia:

 Mi ser participa de tu ser y el de todos los seres. Esto va más allá de la


interdependencia― nuestra propia existencia es relacional.
 Por eso, lo que le hacemos a otro, nos lo hacemos a nosotros mismos.
 Cada uno de nosotros tiene un regalo único y necesario para dar al mundo.
 El propósito de la vida es expresar nuestros dones.
 Cada acto es significativo y tiene un efecto en el cosmos.
 Somos fundamentalmente “inseparados” el uno del otro, de todos los seres y del
universo.
 Que cada persona que encontramos y cada experiencia que tenemos reflejan algo en
nosotros mismos.
 Que la humanidad está destinada a unirse por completo a la tribu de toda la vida en
la tierra, ofreciendo nuestros dones humanos únicos para el bienestar y el desarrollo
del conjunto.
 Propósito, conciencia e inteligencia son propiedades innatas de la materia y el
universo.

Gran parte de este libro desarrollará la historia de interser. Cuanto más compartimos entre
nosotros este tipo de conocimiento, cuanto más fuertes somos y menos solos. No necesita
depender de la negación de la ciencia, porque la ciencia está experimentando cambios
paralelos de paradigma. No necesita soportar la negación de la subsistencia, porque de una
confianza en el regalo encontramos fuentes inesperadas de sustento. No tiene que soportar
la negación de todos los que nos rodean. Porque cada vez más personas viven de la nueva
historia, cada uno a su manera, creando un sentimiento creciente de camaradería. Tampoco
es un rechazo del mundo que todavía está sumido en la separación, porque de la nueva
historia accedemos a nuevas y poderosas formas de efectuar el cambio.

El precepto fundamental de la nueva historia es que no estamos separados del universo y


nuestro ser participa del ser de todos y todo lo demás. ¿Por qué deberíamos creer esto?
Comencemos con lo obvio: el interser es algo que podemos sentir. ¿Por qué duele cuando
nos enteramos de que otra persona está sufriendo daños? Cuando leemos sobre la muerte
masiva de los arrecifes de coral y vemos sus esqueletos blanqueados, ¿por qué sentimos
que hemos sufrido un golpe? Es porque literalmente nos está sucediendo a nosotros
mismos, extensiones de nosotros mismos. El yo separado pregunta, “¿Cómo podría
afectarme esto?” El dolor es irracional, algo que explicar, posiblemente el fallo de un
circuito de empatía genéticamente codificado que estaba destinado a proteger a quienes
comparten nuestro ADN. Pero, ¿por qué se extiende tan fácilmente a los extraños y incluso
a otras especies? ¿Por qué deseamos tanto servir al bien de todos? Cuando alcanzamos un
máximo de seguridad personal y comodidad, ¿por qué seguimos insatisfechos? Como
revelará una pequeña introspección, ciertamente nuestro deseo de ayudar no proviene de un
cálculo racional que de alguna manera o algún día esta injusticia o ese desastre ecológico
amenazarán nuestro bienestar personal. El dolor es más directo, más visceral. La razón por
la que duele literalmente es porque nos está sucediendo a nosotros mismos.

La ciencia de la separación ofrece otra explicación de lo que llama “comportamiento


altruista”. Tal vez es un tipo de pantalla de apareamiento que demuestra la “calidad
fenotípica” de uno a los posibles compañeros (es decir, muestra que uno es tan exitoso que
puede permitirse malgastar recursos en otros). Pero esta explicación toma otra suposición
de la cosmovisión de la Separación como una premisa no examinada: escasez de
oportunidades de apareamiento y competencia por los compañeros. Sin embargo, como la
antropología ha descubierto, por ejemplo, en Sex at Dawn, esta visión de la vida primitiva
es más una proyección de nuestra propia experiencia social en el pasado que una
descripción precisa de la vida de los cazadores-recolectores, que era comunal. Una
explicación más sofisticada se basa en los cálculos teóricos del juego de las ventajas
relativas en situaciones de dependencia mutua de ser un correspondiente fuerte, un
correspondiente débil, etc. En realidad, tales teorías están un paso más cerca de una
biología evolutiva del interser mientras se descompone la idea de que el “interés propio”
puede existir independientemente del interés de los demás.

El deseo de servir a algo que trasciende al yo separado y el dolor que sentimos por el
sufrimiento de los demás son dos lados de la misma moneda. Ambos expresan nuestro
interser. Si la ciencia emergente que busca explicarlas, ya sea que invoque neuronas espejo,
transferencia horizontal de genes, evolución grupal, campos mórficos o algo más alejado,
no los descarta a través de explicaciones, pero simplemente ilustra un principio general de
conexión o, me atrevo a decirlo, unidad. La ciencia está comenzando a confirmar lo que
intuitivamente hemos sabido todo el tiempo: somos mayores de lo que nos han dicho. No
somos solo un ego encapsulado en la piel, un alma encerrada en carne. Somos el uno para
el otro y somos el mundo.

Nuestra sociedad se basa en gran parte en la negación de esa verdad. Solo interponiendo
anteojeras ideológicas y sistémicas entre nosotros y las víctimas de la civilización industrial
podemos soportar a continuar. Pocos de nosotros robaríamos personalmente a un niño
hambriento de tres años de su último mendrugo o secuestraríamos a su madre a punta de
pistola para trabajar en una fábrica textil, pero hacemos el equivalente todos los días
simplemente a través de nuestros hábitos de consumo y nuestra participación en la
economía. Y todo lo que le está sucediendo al mundo nos está sucediendo a nosotros
mismos. Distanciados de los bosques moribundos, los trabajadores indigentes, los niños
hambrientos, no sabemos la fuente de nuestro dolor, pero no te confundas —solo porque no
conocemos la fuente no significa que no sentimos el dolor. Quien comete un acto directo de
violencia, si y cuando se dé cuenta, sentirá remordimiento, una palabra que literalmente
significa “morder a cambio”. Incluso presenciar tal acto es doloroso. Pero la mayoría de
nosotros no podemos sentir remordimiento por el daño ecológico, por ejemplo, que la
extracción de minerales de tierras raras para nuestros teléfonos celulares hace en Brasil. El
dolor de eso y de toda la violencia invisible de la Máquina de la civilización industrial es
más difuso. Permea nuestras vidas tan completamente que apenas sabemos lo que es
sentirse bien. De vez en cuando, tenemos un breve respiro, tal vez por gracia, o por drogas,
o por estar enamorado y en esos momentos creemos que esto es lo que se supone que se
siente estar vivo. Sin embargo, ara vez nos quedamos allí por mucho tiempo, ya que
estamos inmersos en un mar de dolor.

Nuestra situación es muy parecida a la de una niña que fue llevada por su madre a visitar a
un quiropráctico amigo mío. Su madre dijo: “Creo que algo está mal con mi hija. Es una
niña muy tranquila y siempre se portó bien, pero nunca la he escuchado reír. De hecho, rara
vez incluso sonríe”.

Mi amiga la examinó y descubrió una desalineación espinal que, ella juzgó, le daría a la
niña un terrible dolor de cabeza todo el tiempo. Afortunadamente, fue uno de esos
desajustes que un quiropráctico puede corregir fácil y permanentemente. Hizo el ajuste y la
niña estalló en una carcajada, la primera que su madre había escuchado. Desapareció
milagrosamente el omnipresente dolor en su cabeza que había llegado a aceptar como
normal.

Muchos de ustedes podrían dudar de que vivimos en un “mar de dolor”. Yo mismo me


siento muy bien en este momento. Pero también llevo un recuerdo de un estado de bienestar
mucho más profundo, conectividad e intensidad de conciencia que en el momento se sentía
como mi derecho de nacimiento. ¿Qué estado de ánimo es normal? ¿Podría ser que
valientemente estamos haciendo lo mejor de las cosas?

¿Cuánto de nuestro comportamiento disfuncional y de consumo es simplemente un intento


inútil de escapar de un dolor que de hecho está en todas partes? De una compra a otra, una
solución adictiva a la siguiente, un auto nuevo, una nueva causa, una nueva idea espiritual,
un nuevo libro de autoayuda, un número mayor en la cuenta bancaria, la próxima noticia,
cada vez que obtenemos un breve respiro al sentir dolor. Sin embargo, en su origen la
herida nunca desaparece. En ausencia de distracción— esos momentos de lo que llamamos
“aburrimiento”— podemos sentir su incomodidad.

Por supuesto, cualquier comportamiento que alivia el dolor sin curar su fuente puede
volverse adictivo. Por lo tanto, debemos dudar en emitir un juicio sobre cualquier persona
que exhiba un comportamiento adictivo, una categoría que probablemente nos incluye a
casi todos. Lo que vemos como avaricia o debilidad simplemente puede tratarse de intentos
incómodos para satisfacer una necesidad cuando el verdadero objeto de esa necesidad no
está disponible. En ese caso, las prescripciones habituales para mayor disciplina,
autocontrol o responsabilidad son contraproducentes.
Cuando describí a las personas “corriendo de una compra a otra”, ¿sentiste desprecio o
presunción? Eso también es una especie de separación. La transición a la que estamos
entrando es una transición a una historia en la que el desprecio y la presunción ya no tienen
hogar. Es una historia en la que no podemos vernos mejor que cualquier otro ser humano.
Es una historia en la que ya no usamos el miedo o el autodesprecio para impulsar nuestra
ética. Y habitaremos esta historia sin aspirar a un ideal de virtuoso no juzgar, perdonar, etc.,
pero en un reconocimiento sobrio de la verdad de la no separación.

En Sacred Economics hice el punto de que lo que percibimos como avaricia podría ser un
intento de expandir el yo separado en compensación por las conexiones perdidas que
componen el yo de interser, que los objetos de nuestros deseos egoístas solo son sustitutos
de lo que realmente queremos. Los anunciantes se aprovechan de esto todo el tiempo,
vendiendo autos deportivos como un sustituto de la libertad, comida chatarra y refrescos
como un sustituto de la emoción, “marcas” como sustituto de la identidad social y casi todo
como sustituto del sexo, que en sí mismo es un proxy de la intimidad que tanta falta en la
vida moderna. También podríamos ver adoración al héroe deportivo como un sustituto de la
expresión de nuestra grandeza, parques de atracciones como un sustituto de la superación
de los límites, la pornografía como sustituto del amor propio, y comer en exceso como un
sustituto de la conexión o la sensación de estar presente. Lo que realmente necesitamos casi
no está disponible en las vidas que la sociedad nos ofrece. Ya ves, también incluso los
comportamientos que parecen ejemplificar el egoísmo pueden ser interpretados como
nuestro esfuerzo por recuperar nuestro interser.

Otra indicación no científica de nuestra verdadera naturaleza es visible en otra


manifestación aparente de la codicia: la búsqueda interminable de riqueza y poder. ¿Qué
debemos hacer sobre que, para muchos de los muy ricos, ninguna cantidad de dinero es
suficiente? Tampoco puede ninguna cantidad de poder satisfacer a los ambiciosos. Quizás
lo que está sucediendo es que el deseo de servir al bien común se está canalizando hacia un
sustituto, y por supuesto ninguna cantidad del sustituto puede igualar la cosa real.

La herida de la Separación y el dolor del mundo aterrizan de manera diferente sobre cada
uno de nosotros. Buscamos nuestro medicamento de acuerdo con la configuración de esa
herida. Juzgar a alguien por hacer eso sería condenar a un bebé por llorar. Es inútil
condenar lo que vemos como comportamiento egoísta, codicioso, egoísta o malvado, y
tratar de suprimirlo por la fuerza sin abordar la herida subyacente. El dolor siempre
encontrará otra forma de expresión. Aquí yace una realización clave del interser. Dice:
“Haría lo que tú haces si fuera tú”. Somos uno.

Entonces, la nueva historia de la gente es una historia de interser, de reunión. En su


expresión personal, proclama nuestra profunda interdependencia con otros seres, no solo
por sobrevivir sino también por existir. Sabe que mi ser es más para tu ser. En su expresión
colectiva, la nueva historia dice lo mismo sobre el papel de la humanidad en la tierra y en
relación con el resto de la naturaleza. Es esta historia la que nos une en muchas áreas de
activismo y sanación. Cuanto más actuamos a partir de la nueva historia, cuanto mejor
podamos crear un mundo que lo refleje. Cuanto más actuamos desde la Separación, cuanto
más irremediablemente creamos más de eso también.
Notas finales

1. Christopher Ryan y Cacilda Jethá, Sex at Dawn: How We Mate, Why We Stray, and
What It Means for Modern Relationships (New York: HarperCollins, 2010).

2. Para un buen ejemplo de este tipo de razonamiento, vea Ernst Fehr y Urs
Fischbacher, “The Nature of Human Altruism,” Nature 425 (23 octubre, 2003):
785–791.

Capítulo 4: Cinismo
Cuando era joven, parecía que la vida era maravillosa, un milagro, era hermosa, mágica

Y todos los pájaros en los árboles, ellos estarían cantando tan felices, alegres, juguetones,
mirándome

Pero luego me enviaron lejos para enseñarme cómo ser sensible, lógico, responsable y
práctico

Y me mostraron un mundo donde podía ser tan confiable, clínico, intelectual, cínico

— Supertramp

Me gustaría hablar con aquellos de ustedes que se sienten provocados por los principios del
interser que expuse antes, que admito huelen a disparates de la Nueva Era. En realidad,
déjame ser brutalmente honesto aquí. Solo uso la frase “disparates de la Nueva Era” como
una forma de asegurarte implícitamente que no soy un tonto de tal cosa y que estoy del lado
de los realistas obstinados. Mira, aquí me uniré a ti en burla.

Esta es una táctica común. Los liberales disfrutan especialmente criticando a izquierdistas
más radicales; los UFOlogistas fundamentalistas son vehementes en su burla de los
reclamos de secuestro; el niño acosado se vuelve contra alguien aún más débil. Los niños
impopulares en la escuela se esfuerzan por no contaminarse al asociarse con niños muy
impopulares. Sin embargo, al hacer esto, intentamos tomar prestada legitimidad desde el
mismo sistema que esperamos subvertir e indirectamente mejorar su legitimidad mediante
la asociación de la nuestra con la de ellos. Cometemos el mismo error cuando confiamos
demasiado en las credenciales académicas o profesionales de nuestros aliados para
persuadir a aquellos que están impresionados por tales cosas. Si apelo al prestigio del Dr.
Eben Alexander como profesor de neurocirugía para hacerte creer en experiencias
extracorporeas cercanas a la muerte, entonces implícitamente estoy afirmando que debes
confiar en ese prestigio en general junto con el edificio de la ciencia académica que lo
rodea. Pero en general, aquellos de ese estado y de ese edificio niegan sus argumentos. Las
apelaciones a la autoridad solo fortalecerán la autoridad. ¿Qué mensaje implícito está
codificado en la declaración “Mira, este profesor, ese republicano, este empresario o ese
comentarista principal está de acuerdo conmigo”? Es que estas personas llevan el sello de
aprobación legítimo y no esos forasteros, hippies, sin credenciales o desconocidos. Usando
esta táctica, podríamos ganar la batalla, pero perderemos la guerra. Audre Lorde lo dijo
bien: “Las herramientas del señor nunca desmantelarán la casa del señor”.

Una lógica similar se aplica a los argumentos basados en la utilidad para el ambientalismo.
¿Alguna vez has escuchado argumentos de que debemos practicar la conservación debido al
valor económico de los “servicios ecosistémicos”? Tales argumentos son problemáticos
porque afirman la suposición misma de que debemos cuestionar, que las decisiones en
general deben tomarse de acuerdo con cálculos económicos. Tampoco logran persuadir.
¿Eres ecologista porque te motiva todo el dinero que ahorraremos? Bien, tampoco nadie
más se convertirá en un ambientalista por esa razón. Tenemos que apelar a lo que nos
mueve, el amor de nuestro hermoso planeta.

Sabiendo todo esto, ¿por qué todavía estaba tentado a implementar el despectivo término
“disparates de la Nueva Era” para negar los mismos principios que he enumerado, en un
esfuerzo por mantener mi credibilidad? Como tú, querido lector, todavía habito dos
historias contradictorias, un viejo y un nuevo. Incluso mientras cuento una historia de
Intersiendo, parte de mí permanece en el mundo de la separación. No soy un ser iluminado
tratando de guiarte en un viaje que ya he completado. Eso también es un viejo modelo,
participar de una especie de jerarquía espiritual que se basa en una concepción lineal de la
evolución de la conciencia. En la transición actual, cada uno de nosotros es pionero en una
parte única del territorio de Reunión. De acuerdo con eso, debo ofrecerle mis dudas y
conflictos junto con mi visión. Esas verdades espirituales (y me siento aprensivo por esa
frase) también me provoca casi tanto como provocan al defensor más malhumorado de la
ortodoxia científica. La única diferencia es que mi burla se vuelve hacia adentro.

No es solo que estoy adoptando el vocabulario del escéptico para desactivar las acusaciones
de ingenuidad. ¿Qué motiva a mi cínico interno? Los principios anteriores son aterradores
porque fomentan una esperanza tierna y vulnerable que fácilmente podría ser aplastada
como ha sido tantas veces antes. La gente me pregunta en conferencias: “En los 60’s
estábamos diciendo cosas similares sobre una nueva era naciente, pero no sucedió. En
lugar, el curso de la violencia y la alienación avanzó a buen ritmo, de hecho, procedió a
nuevos extremos. ¿Cómo sabemos que lo mismo no sucederá esta vez?” Suena como una
objeción razonable. Sostengo en este libro que la década de 1960 fue significativamente
diferente de la actual, pero mi argumento puede ser refutado y contra refutado. Debajo de
todo, algo duele y mientras esa herida supure, y ningún argumento será persuasivo para el
cínico.

Recuerda esto cuando te encuentres con un crítico duro y cínico (ya sea dentro de ti o
fuera). Si recuerdas que el cinismo proviene de una herida, es posible que pueda responder
de alguna manera que aborda esa herida. De antemano no puedo decirte exactamente cómo
responder. Esa sabiduría directamente viene de escuchar con oídos compasivos y estar
presente para los heridos. Quizás haya algún acto de perdón o generosidad que te llama que
podría permitir la sanación. Cuando eso pasa, las creencias intelectuales, que en realidad
son solo expresiones de un estado de ser, a menudo cambian espontáneamente. Las
creencias que alguna vez fueron atractivas ya no lo son.
La burla del cínico proviene de una herida de idealismo aplastado y esperanzas
traicionadas. Lo recibimos a nivel cultural cuando la Era de Acuario se transformó en la era
de Ronald Reagan y también a nivel individual cuando nuestro idealismo juvenil que sabía
que un mundo más hermoso es posible, que creía en nuestro propio destino individual, para
contribuir con algo significativo para el mundo, que nunca traicionaría bajo cualquier
circunstancia y nunca sería como nuestros padres dio paso a una edad adulta de sueños
diferidos y expectativas bajas. Cualquier cosa que exponga esta herida nos impulsará a
protegerla. Una de esas protecciones es el cinismo que rechaza y ridiculiza como tontas,
ingenuas o irracionales todas las expresiones de reunión.

El cínico confunde su cinismo con el realismo. Quiere que descartemos las cosas
esperanzadoras que tocan su herida para conformarse con lo que es consistente con sus
bajas expectativas. Esto, dice, es realista. Irónicamente, es, de hecho, el cinismo el que es
impráctico. La persona ingenua intenta lo que el cínico dice que es imposible y a veces
tiene éxito.

Si está pensando, “Todo esto sobre la unidad es mucha basura”, si siente asco o desprecio,
Le pido que mire honestamente de dónde viene el rechazo. ¿Podría ser que hay una parte
solitaria y tímida de ti que quiere creer? ¿Tienes miedo de esa parte? Sé que tengo miedo.
Si dejo que crezca, si permito que guíe mi vida, si confío en todas esas declaraciones de la
nueva historia que mencioné anteriormente me abro a la posibilidad de una inmensa
decepción. Es una posición exquisitamente vulnerable para creer, confiar en el propósito,
en la orientación y en la creencia de que estarás bien. Mejor mantente cínico. Mejor
mantente a salvo.

Si respondes a esta plática de unidad no con cinismo sino más bien con un sentimiento de
reivindicación eso no significa que no sufras la misma herida que el cínico. Quizás en lugar
de ejercitarlo como lo hace el cínico, lo estás ignorando. ¿Podría ser que cada vez que la
duda se cuela, alivias tu dolor al recoger el último libro sobre la curación de los ángeles
círculos de cultivo o reencarnación? ¿Estás cometiendo un bypass espiritual? Una forma de
saber si su creencia en la unidad y sus paradigmas asociados oculta una herida no curada es
determinar si la burla del escéptico provoca indignación o defensa personal. Si es así,
entonces algo más allá de una simple opinión está siendo amenazado. El escéptico y el
creyente no son tan diferentes ya que ambos están usando la creencia para proteger una
herida. Entonces, si te sientes indignado por mi mención de los ovnis o por el rechazo
doctrinal del escéptico hacia ellos, te animo a reflexionar sobre de dónde viene esta
emoción. Queremos ver lo que está escondido dentro de nosotros, para que no lo
reproduzcamos ciegamente una y otra vez en lo que creamos.

Me da vergüenza pensar qué diría un realista sin sentido como James Howard Kunstler
(alguien a quien admiro) si leyera este libro. No importa, mi crítico interno puede hacerlo
mejor. Resopla: “¿Te imaginas que algunas ‘tecnologías mágicas del interser’ nos van a
salvar? Este es el tipo de ilusión que nos mantiene complacientes y paralizados.
Simplemente no puedes afrontar la verdad. No hay salida. La situación no tiene remedio.
Salvo algún milagro, donde todos se despiertan mañana y de repente lo entienden, la
humanidad está condenada. Parlotear sobre un ‘propósito’ o ‘inteligencia’ en el universo,
para lo cual no hay evidencia científica, solo empeora las cosas”.
Sin embargo, he encontrado que es lo contrario de lo que dice mi cínico interior. La
fatalidad y la tristeza es lo que paraliza, y la ingenua esperanza es lo que me inspira a tomar
medidas/acción. Cualquiera de los dos puede ser una profecía autocumplida. ¿Qué sucede
cuando millones o miles de millones de personas comienzan a actuar a partir de la Historia
de Intersiendo, en el que ninguna acción es insignificante? El mundo cambia.

Igualmente paralizante es la creencia de que una nefaria cábala malvada controla el mundo.
¿Por qué intentar crear algo cuando un cambio significativo será aplastado por un poder
diabólico que todo lo ve? He incursionado en estas teorías, que me llevan a un estado
pesado y cargado que parece como me estoy ahogando en un charco de melaza. Sin
embargo, me dicen que soy ingenuo y poco práctico para negarlo. ¡Ojalá abriera los ojos y
viera!

No obstante, estas teorías de conspiración expresan una verdad psicológica. Dan voz a un
sentimiento de impotencia y rabia, la indignación primordial de ser arrojado a un mundo
gobernado por instituciones e ideologías que son enemigos del bienestar humano. La
“cábala del mal” también representa un aspecto sombrío de nosotros mismos, impulsado a
dominar y controlar una consecuencia inevitable del yo separado en un universo indiferente
u hostil. El impulso sin fin para probar las teorías de la conspiración es una especie de
protesta. Dice: “Por favor créeme. No se supone que sea así. Algo horrible se ha apoderado
del mundo”. Ese algo es la historia de la separación y todo lo que surge de ella.

¿Eso significa que la nueva historia es un escape motivacional, un dispositivo para


engañarnos para que actuemos como si lo que hiciéramos fuera importante? El último
recurso de mi cínico interior es decir: Bueno, supongo que la historia del Interser podría ser
útil como una forma de engañar a las personas para que tomaran medidas de acción, pero
no es verdad. Sería como el predicador exhortando a la gente a actos piadosos, mientras
secretamente es un no creyente. Debajo de este cinismo particular, nuevamente encuentro
dolor, una angustiada soledad. Quiere pruebas de que la historia del Interser es verdadera,
prueba de que la vida tiene un propósito, que el universo es inteligente y que soy más que
mi ser separado. Desearía poder contar con evidencia para elegir mi creencia, pero no
puedo. ¿Qué historia es verdadera, Separación o Interser? En este libro ofreceré evidencia
que se ajuste a esto último, pero nada de eso constituirá prueba. Ninguna evidencia es
suficiente. Siempre hay una explicación alternativa: coincidencia, fraude, ilusiones, etc. En
ausencia de evidencia concluyente, tendrá que decidir sobre otra base, tal como “¿Qué
historia está más alineada con quién realmente eres y quien realmente quieres ser?” “¿Qué
historia te da más alegría?” “¿De qué historia eres más efectivo como agente de cambio?”
Tomar tal decisión sobre algo más que no sea evidencia y razón ya es una gran desviación
de la Historia de la Separación y su universo objetivo.

Entonces, ¿te estoy engañando? Seguramente, si ofreciera la nueva historia desde un lugar
de incredulidad secreta, sería un narrador ineficaz. Mi duplicidad se mostraría de una forma
u otra y estropearía la integridad de la narrativa. Eso no quiere decir que haya entrado por
completo en la historia del Interser, y la total fe y confianza que implica; nada de eso.
Afortunadamente, mi habilidad para contar la historia no depende solo de mi fe. Estoy
rodeado de muchas, muchas otras personas quienes también mantienen imperfectamente la
misma historia. Juntos avanzamos cada vez más profundamente en eso. La iluminación es
una actividad grupal.

Notas finales

3. Me refiero aquí al libro de Alexander, Proof of Heaven: A Neurosurgeon’s Journey


into the Afterlife.
4. Esto no es descartar la idea de alinear los incentivos económicos con el bienestar
ecológico. Los impuestos ecológicos y medidas similares son formas importantes de
incorporar valores ecológicos a nuestro sistema económico. Sin embargo, tienen su
límite, y debemos entender que ninguna medida o cantidad puede abarcar el infinito.
Cuando intentamos reducir lo infinitamente precioso a un número, monstruosidades
son el resultado. Por ejemplo, si valoramos los servicios del ecosistema de una selva
tropical en $ 50 millones, eso implica que si podemos ganar $51 millones talándolo,
deberíamos hacerlo.
5. Capítulo 5: Locura
6. Me volví loco, con largos intervalos de horrible cordura.
7. — Edgar Allan Poe
8. Contrariamente a la doctrina de lo cínico, como ya veremos la historia de la
interacción no es en realidad menos racional o basada en la evidencia que la historia
de la separación. Nos gusta pensar que basamos nuestras creencias en evidencia,
pero con mucha más frecuencia organizamos la evidencia para que concuerde con
nuestras creencias, distorsionando o excluyendo lo que no encaja, buscando
evidencia que se ajuste, rodeándonos de otros que los comparten. Cuando estamos
inmersos en estas creencias como parte de una historia de la gente, y cuando los
intereses financieros y la aceptación social están ligados a ellos, es aún más difícil
aceptar algo radicalmente diferente.
9. Es por eso que vivir en la nueva historia puede ser a veces arduo y solitario. En
particular, el sistema monetario no está alineado con la Historia de Interser,
imponiendo en cambio la competencia, la escasez, la alienación de la naturaleza, la
disolución de la comunidad y la interminable explotación no recíproca del planeta.
Si el trabajo de tu vida no contribuye a la conversión de la naturaleza en productos y
de relaciones en servicios, a menudo puede encontrar que no se puede ganar mucho
dinero haciéndolo. Hay excepciones, fallas en el sistema, así como los intentos de
detención por parte de personas y organizaciones benévolas para usar parte de su
dinero con un espíritu dadivoso, pero en general, el dinero en su estado actual no
está alineado con un mundo más hermoso que nuestros corazones saben que es
posible.
10. De la misma manera, tampoco nuestros sistemas de estatus social, educación y las
narrativas dominantes presentadas en los medios no son alineados con la Historia
del Interser. Inmerso en lo que algunos llaman “realidad consensuada”, la propia
cordura se pone en duda por creer en los principios de la interacción. Se nos permite
entretenerlos como un tipo
de filosofía espiritual, pero cuando comenzamos a tomar decisiones de ellos, cuando
comenzamos a vivirlos incluso un diez por ciento, la gente comienza a cuestionar
nuestra cordura. Incluso podemos cuestionar nuestra propia cordura. Junto con la
duda, viene un profundo sentimiento de alienación. Solo esta mañana, escuché diez
segundos de un segmento de noticias sobre la reforma migratoria. Se me ocurrió una
imagen de un vasto aparato de cercas, puntos de control, tarjetas de identificación,
documentación, entrevistas, fronteras, zonas de seguridad y “estatus” oficial, y
pensé, “Espera un minuto, ¿no es obvio que la tierra es de todos y de nadie y que no
debe haber fronteras? ¿No es hipócrita hacer la vida imposible de vivir en alguna
parte a través de políticas económicas y políticas, para luego evitar que la gente
salga de ese lugar?” Los dos lados del debate ni siquiera mencionan ese punto de
vista, ya que se encuentra muy lejos de los límites del pensamiento respetable. Lo
mismo se aplica a prácticamente todos los temas de controversia pública. ¿No es
una locura pensar que estoy en lo cierto y que todos los demás están equivocados?
11. En cierto modo, es una locura, en la medida en que la cordura es una categoría
construida socialmente que sirve para mantener narrativas dominantes y estructuras
de poder. Si es así, ¡es hora de estar locos juntos! Es hora de violar la realidad
consensuada.
12. Los seres humanos son animales sociales, y es poco realista y peligroso llevar una
historia alternativa por cuenta propia. Hagamos una pausa aquí por un momento de
humildad. Hace algunos años, conocí a un hombre al que llamaré Frank. Frank era
muy intelectual, con más de un conocimiento superficial de varios campos
científicos, pero el trabajo de su vida, en el que pasaba ocho o diez horas al día, era
recortar palabras del empaque de productos y revistas. A partir de estas pistas,
descubrió una vasta teoría de la conspiración que lo abarca todo. Creía que al
reorganizar las palabras con tijeras y pegamento, él podría interrumpir la
conspiración y cambiar la realidad en nombre de todos los seres.
13. Trajo a la luz las conexiones más fascinantes. Una caja de cereal podría tener
“General Mills” en el frente. “Mills” contiene “mil”, abreviatura de “militar”, y
mira, el texto en la parte posterior del recuadro tiene enunciados de diecinueve y
trece palabras respectivamente. Eso llega a 1913, el año en que se estableció el
sistema bancario de la Reserva Federal en EU. ¡Ajá! El patrón comienza a emerger.
Este ejemplo apenas insinúa la complejidad laberíntica de las teorías de Frank, que
unen empaques, logotipos, numerología y más.
14. Todos pensaban que Frank estaba trastornado, pero lo consideré seriamente: “¿En
qué manera soy diferente a él?” Parece una pregunta trivial, pero la encontré
provechosa. Ambos defendemos una explicación del funcionamiento del mundo que
viola seriamente la realidad consensuada. Ambos estamos reorganizando palabras
extraídas de un existente sustrato lingüístico y conceptual con la esperanza de
alterar la realidad. Ambos somos vistos por muchos como desviados, y por lo tanto
debemos perseverar indefinidamente sin mucho apoyo financiero o afirmación
social (en ese momento, estaba tan arruinado y desconocido como él).
15. A veces excito mi cerebro con el pensamiento que tal vez este tipo Frank realmente
tiene razón y que es el genio más valiente y grande de la historia, trabajando en un
nivel mágico y simbólico para salvar el mundo. Quizás si tan solo me tomara el
tiempo de profundizar en su trabajo, también lo vería.
16. ¿No deseas a veces que tus amigos y familiares simplemente se tomarían el tiempo
para leer el libro de tal y tal, ver tal y tal documental, abrir sus mentes y dejar de
descartar tu cosmovisión fuera de alcance? ¡Si tan solo lo investigaran, lo
entenderían!
17. No me he mantenido en contacto con Frank, pero tengo pocas dudas de que él
continúa sus oscuros trabajos hasta el día de hoy. La mayoría de nosotros no
tenemos ese tipo de resistencia. Somos animales sociales y necesitamos al menos un
poco de afirmación. No podemos quedarnos solos en una historia desviada;
necesitamos aliados frente a toda una sociedad que nos lleva a la historia de la
separación. Este libro está destinado a ser un aliado. Espero que despierte o refuerce
tu comprensión de que no estás loco después de todo, y que en todo caso, es el
mundo el que se ha vuelto loco.
18. Se podría decir que estoy predicando al coro. Sí, pero como miembro del coro yo
mismo, estoy agradecido por los maravillosos predicadores cuyas palabras me han
mantenido y hecho seguir creyendo. Sin ellos hubiera renunciado hace mucho
tiempo, hubiera encontrado un trabajo engrasando las ruedas de la máquina
devoradora de mundos. Por eso también son tan importantes las conferencias, los
retiros y las comunidades para la cultura alternativa. Nos abrazamos en nuevas
creencias. “Sí, yo también lo veo. No estás loco.” Nosotros, el coro, nos reunimos y
aprendemos a cantar juntos.
19. A medida que las cosas se desmoronan y la vieja historia libera sus esclavos en el
espacio entre historias, la bella música de nuestro coro te llamará, y vendrán a
unirse a nosotros en la canción. Hemos estado haciendo un trabajo importante,
primero en soledad, luego en pequeños grupos marginales. Ha llegado el momento
de que la nueva Historia de la Gente salga de la incubadora. Cuando las cosas se
desmoronan, lo irremediablemente radical se convierte en sentido común.

Capítulo 6: Fuerza
El estado del interser es un estado vulnerable. Es la vulnerabilidad del ingenuo altruista, del
amante confiado, de la persona que comparte de manera imprudente. Para entrar, uno debe
dejar atrás el aparente refugio de una vida basada en el control que es protegido por muros
de cinismo, juicio y culpa. ¿Qué pasa si doy y no recibo? ¿Qué sucede si elijo creer en un
propósito mayor y me engaño? ¿Qué pasa si el universo es un cuerpo de fuerzas impersonal
después de todo? ¿Qué pasa si me abro y el mundo me viola? Normalmente estos temores
aseguran que nadie ingrese a la nueva historia hasta que la vieja se desmorone. No es algo
que alcanzamos; es algo en lo que nacemos.

La misma intersidad que nos hace tan inmensamente vulnerables también nos hace
inmensamente poderosos. ¡Recuerda esto! De hecho, la vulnerabilidad y el poder van de la
mano, porque solo bajando la guardia del yo separado podemos aprovechar el poder más
allá de su conocimiento. Solo entonces podremos lograr cosas que son imposibles para el
yo separado. Dicho de otra manera, nos volvemos capaces de cosas que no sabemos como
“hacer que sucedan”.

Hacer que algo suceda es usar algún tipo de fuerza. Puedo pedirte que me des dinero, pero
¿cómo podría obligarte? Si eres frágil, podría forzar físicamente tu mano en tu bolsillo. O
podría poner un arma en tu cabeza—cualquier amenaza a su supervivencia es también una
forma de fuerza. La amenaza a la supervivencia puede ser bastante sutil. Por ejemplo, la
fuerza legal descansa en última instancia en la fuerza física: si ignoras las directivas de la
corte, tarde o temprano un hombre con esposas y una pistola aparecerá en su casa. Del
mismo modo, la fuerza económica se basa en la asociación del dinero con la comodidad, la
seguridad y la supervivencia.

También está la fuerza psicológica, un término que es más que una simple metáfora. Se
refiere al apalancamiento de motivaciones vinculadas a la seguridad básica, en particular el
deseo de ser aceptado por el grupo y por el padre. Nuestro entrenamiento en el uso de la
fuerza psicológica comienza en la infancia con la aprobación y el rechazo condicional de
los padres, que quizás aprovecha el miedo más profundo de cualquier mamífero joven:
abandono por parte de la madre. Un bebé mamífero que se deja solo demasiado tiempo,
llorará lastimosamente por su madre, atrayendo a todos los depredadores al alcance del
oído, un riesgo preferible a la muerte segura de la separación de la madre lactante.
Enfrentar ese miedo mortal equivale a un arma en la cabeza. Muchas prácticas modernas de
crianza aprovechan ese temor con las expresiones acusatorias “¡Cómo pudiste! ¿Qué
sucede contigo? ¿Que estabas pensando?” y, quizás aún más pernicioso, el elogio
manipulador que dice: “Te acepto solo si haces lo que apruebo”. Aprendemos a esforzarnos
por ser un “buen chico” o “buena chica”, la palabra “bueno” aquí significa que mami o papi
te aceptan. Eventualmente, internalizamos el rechazo como auto-rechazo, culpa y
vergüenza e internalizamos la aceptación condicional como auto-aceptación condicional.
Permitirse esa aceptación se siente profundamente gratificante; negarlo es profundamente
incómodo. Ese sentimiento de gratificación es fundamental para lo que realmente queremos
decir con la palabra “bueno”. Vale la pena explorar: repítete a ti mismo: “Estoy bien. Buen
chico. Soy una buena persona. Algunas personas son malas personas pero yo no. Soy una
buena persona.” Si piensas estas palabras en serio, es posible que descubra que hay algo
profundamente infantil en la gratificación que evocan.

La auto-aprobación y el rechazo condicional son mecanismos poderosos de autocontrol—la


aplicación de la fuerza psicológica sobre uno mismo. Estamos profundamente
condicionados a ella; quizás es el más fundamental de lo que llamaré los “hábitos de
separación”. Tan condicionados, también somos vulnerables a cualquier figura de autoridad
o gobierno que puede asumir el papel de padre: el árbitro de lo bueno y lo malo, el
otorgante o el titular de la aprobación. El mismo condicionamiento también influye en
nuestros intentos de cambiar a otras personas y al mundo. Invocamos la culpa con lemas
como “¿Eres parte del problema o parte de la solución?” Proclamamos la complicidad de
todos y cada uno de nosotros en las depredaciones imperialistas de la civilización
occidental, la destrucción del ambiente, la cultura y las personas. Tratamos de manipular la
vanidad de la gente cuyas acciones esperamos cambiar: si haces X, eres una buena persona.

Habitualmente aplicamos fuerza a políticos y corporaciones también. Podría ser la amenaza


de humillación pública o el incentivo de elogios públicos y una imagen positiva. Podría ser
la amenaza de una demanda o una campaña de retiro. Podría ser una amenaza o incentivo
financiero. “Involucrarse en prácticas ambientalmente responsables porque en última
instancia mejorará sus resultados”.

¿Qué visión del mundo o qué historia estamos reforzando cuando usamos estas tácticas? Es
la visión del mundo en la que las cosas suceden solo a través de la aplicación de la fuerza.
Estas tácticas parecen decir: “Te conozco. Eres un maximizador despiadado de interés
propio racional o interés propio genético.” Asumiendo eso, intentamos aprovechar ese
interés propio. Lo hacemos a otras personas, y nos lo hacemos a nosotros mismos.

Nada de esto es para decir que debemos retener los elogios y la desaprobación, o
esforzarnos por liberarnos de la influencia de las opiniones de los demás. Como
“interseres”, el mundo nos devuelve lo que invertimos en el mundo. No hay nada de malo
en celebrar las valientes elecciones que nos mueven, o el expresar enojo o pena por
decisiones dañinas. Es cuando estos se usan con intención manipuladora que extraen de la
cosmovisión de la fuerza.

La aplicación habitual de varios tipos de fuerza se basa en raíces profundas. Aunque


obsoleto, en el paradigma científico que todavía genera nuestra visión de practicidad hoy,
nada en el universo cambia a menos que se ejerza una fuerza sobre la. El poder sobre la
realidad física, entonces, le otorga a quien es capaz de reunir la mayor fuerza y quién tiene
la información más completa y precisa sobre donde ejercer esa fuerza. Es por esta razón
que los hambrientos de poder a menudo están obsesionados con controlar el flujo de
información.

Desde este punto de vista, las cosas nunca “simplemente suceden”, suceden solo si algo es
una causa para que sucedan, y “causa” aquí significa fuerza. De ella debemos tomar, dentro
de ella debemos controlar, y sobre ella debemos proyectar nuestros propios diseños,
aprovechando más y más fuerza, aplicando esa fuerza con mayor y mayor precisión, para
convertirse finalmente en los señores cartesianos y poseedores de la naturaleza.

¿Puedes ver cómo la palabra “práctica” pasa de contrabando en gran parte de la mentalidad
subyacente a las depredaciones de nuestra civilización?

¿Crees que al operar desde dentro de los sistemas de creencias de la Era de la Separación
que crearemos cualquier cosa excepto más separación?

El control genera su propia necesidad. Entonces, cuando tratamos la tierra con pesticidas
pesados, Las súper malezas y los súper insectos que emergen requieren dosis nuevas y aún
más fuertes de pesticidas. Cuando alguien sigue una dieta e intenta controlar su impulso de
comer, en algún momento el deseo acumulado explota hacia afuera como una borrachera,
provocando más intentos de controlarse. Y cuando los seres humanos están encerrados,
vigilados, programados, asignados, clasificados y obligados, se rebelan en todo tipo de
formas, a veces irracionales o incluso violentas. Ah, creemos que necesitamos controlar a
estas personas. Al igual que con una adicción, estos intentos crecientes de control
eventualmente agotan todos los recursos disponibles, ya sean personales, sociales o
planetarios. El resultado es una crisis que las tecnologías de control solo pueden posponer
pero nunca resolver. Y cada aplazamiento solo agota los recursos, que aún están
disponibles, todavía más.

Es evidente que “práctico” no funciona tan bien como solía hacerlo. No solo porque lo que
alguna vez fue práctico es insuficiente para nuestra necesidad, pero también porque es cada
vez más impotente en su reino nativo: lo práctico ya no es práctico. Nos guste o no,
estamos naciendo en un mundo nuevo.
Este libro es un llamado a deja ir el pensamiento basado en el control para que podamos
lograr cosas que excedan la capacidad de nuestra fuerza. Es una invitación a una
comprensión radicalmente diferente de causa y efecto y, por lo tanto, es una concepción
radicalmente diferente de lo que es práctico. Actuando en consecuencia, nuestras elecciones
a menudo parecen ser una locura para quienes operan dentro de los viejos paradigmas:
ingenuo, poco práctico, irresponsable. De hecho, se parecen así a esa parte de nosotros
mismos—y confío en que viva tanto en ti como en mí—que también forma parte de la vieja
historia. Puede reconocer su voz: crítica, despectiva, dudosa, insinuante. Quiere que nos
mantengamos pequeños, seguros, protegidos en nuestras pequeñas burbujas de control. Mi
propósito aquí no es instarte a luchar contra esa voz o purgarla; simplemente
reconociéndolo por lo que es, ya comienza a aflojar su poder.

Nada de esto implica que nunca debamos usar la fuerza, o que debemos abandonar todas las
formas de aculturación que dependen en ganar la aceptación de los padres, los ancianos y el
grupo. Sin embargo, nuestras ideologías profundas nos han cegado a otras formas de iniciar
el cambio. Este libro explorará el retorno de la fuerza (y la razón, el pensamiento lineal,
etc.) a su dominio apropiado.

Capítulo 7: Ciencia
Nuestra concepción de lo que es “práctico” alberga una trampa. “Práctico” codifica las
leyes de causa y efecto que el viejo mundo nos ha entregado, y de acuerdo con esas leyes,
nada de lo que hagamos puede ser suficiente para crear un mundo más hermoso o incluso
para mejorar mucho el horror de este. Las crisis son demasiado grandes, los poderes
existentes son demasiado fuertes, y eres solo un pequeño individuo. Si hasta los más
poderosos de nuestro sistema, los presidentes y CEOs, se sienten a merced de fuerzas
mayores que ellos, si se sienten limitados por sus roles y descripciones de trabajo, tanto
más impotentes somos nosotros.

No es de extrañar, entonces, que tantos activistas tarde o temprano, vengan a lidiar con la
desesperación. Podrían decir: “Cuando era joven e idealista, vertía energía ilimitada en la
resolución de problemas, pero finalmente me di cuenta de cuán grandes eran los problemas
y cuán poderosa fue la resistencia al cambio. Nada de lo que hago puede ser suficiente”. En
otras palabras, han intentado y agotado todo en la categoría de lo práctico.

La pregunta que tenemos ante nosotros, entonces, es ¿qué hacemos cuando en el panorama
general, nada práctico es práctico? Obviamente, tendremos que hacer cosas que no son
prácticas de acuerdo con nuestra comprensión habitual. Aquí hay un punto crucial: nuestra
comprensión habitual de lo que es práctico se basa en una visión del mundo, un mito que se
está volviendo rápidamente obsoleto. Además, esa cosmovisión menguante es precisamente
la que subyace al viejo mundo que nos esforzamos por cambiar. En otras palabras, la crisis
de la civilización y la desesperación por la crisis comparten una fuente común.

Se podría decir que la desesperación que enfrentamos cuando reconocemos la inutilidad de


las tecnologías de separación para resolver la crisis de separación es una señal del
cumplimiento de la Era de la Separación. Marca un punto de inflexión: nos damos por
vencidos en la desesperación y hay algo nuevo disponible. Finalmente, la vieja historia ha
llegado al final de su narración y el espacio es claro para que surja una nueva historia. Esto
no puede suceder mientras la vieja historia todavía tenga esperanza. Si algo en la “práctica”
del viejo mundo todavía tiene alguna esperanza de tener éxito, eso significa que la vieja
historia todavía tiene vida. Es por eso que los argumentos de “extinción a corto plazo”
como los de Guy McPherson son valiosos. Irrefutables en sus propios términos, vencen
cualquier esperanza dentro de esos términos, que codifican la visión estrecha de lo posible
que está implícita en la Historia de la separación.

Ahora, no estoy sugiriendo que abjuremos de algo que tenga sentido en la vieja historia
solo porque es de la vieja historia. Lo nuevo no niega lo viejo, pero lo contiene y lo
reemplaza. Sin embargo, mi punto es que, si estamos limitados a las cosas de lo viejo, la
tarea que tenemos ante nosotros es imposible. Para aquellos en o cerca del estado de
desesperación, cualquier esfuerzo por cambiar el mundo parece irremediablemente
ingenuo.

Hay un vasto territorio al otro lado de la desesperación, una nueva historia del mundo que
genera una comprensión radicalmente diferente de causa y efecto, pero este territorio es
invisible desde el otro lado, aunque podamos tener vislumbres ocasionales, premoniciones.
Dentro de su lógica, nuestra situación no es desesperada en absoluto.

¿De dónde vienen nuestras nociones de practicidad, realismo y causalidad? Se basan en la


física. La historia de la separación y el programa de control que se deriva de ella se está
rompiendo, personalmente y colectivamente, no solo porque se está volviendo cada vez
más efectivo, no solo porque nuestras crisis están derrumbando nuestra confianza en
nuestros mitos que crean el mundo. Mientras todo esto está sucediendo, los fundamentos
científicos de la separación también se están desmoronando. Estos profundos cambios de
paradigma ofrecen una concepción diferente de la naturaleza del yo, del universo, y por lo
tanto de cómo suceden las cosas y qué es práctico. Estos desarrollos en la vanguardia de la
física, la biología y la psicología son muy importantes por cómo nos comportamos como
seres sociales, económicos y políticos. No son solo curiosidades interesantes. De hecho, iría
tan lejos como para decir que ningún movimiento para cambiar el mundo puede tener éxito
a menos que se base en estos cambios de paradigma más profundos.

Primero está el colapso de la ortodoxia neo-Darwiniana que dice que secuencias de ADN
bien definidas llamadas genes han evolucionado por mutación aleatoria y selección natural,
y que estos genes esencialmente programan organismos vivos para maximizar el interés
propio reproductivo. Ahora estamos aprendiendo que esta cuenta solo se mantiene en un
ámbito muy estrecho: la macroevolución ocurre no a través de una mutación aleatoria, sino
más bien a través de la fusión simbiótica, a través de la adquisición de secuencias de ADN
exógenas, y a través de los organismos cortando, empalmando y recombinando su propio
ADN. También ocurre a través de la herencia celular y epigenética. La falta de un yo
discreto y separado que maximice el interés en el nivel genético niega una base metafórica
primaria de nuestra Historia del Ser. El ser genético tiene límites fluidos. Es una quimera
resultante de un intercambio continuo de ADN e información con otros organismos y el
medio ambiente. No es que no haya límites de uno mismo; es que estos límites son
cambiables, y que el yo dentro de estos límites también puede cambiar.
Además, el estudio de la ecología nos está enseñando que las especies evolucionan no solo
para servir a su propio interés genético (difícil de definir cuando los organismos pueden
rediseñar sus propios genes), pero que también evolucionan para satisfacer las necesidades
de otras especies y del todo. Esto no habría sido sorprendente para las culturas cercanas a la
naturaleza, que sabían que cada especie tenía un regalo/don único y necesario, pero ciencia
lo ha llegado a comprender eso solo en la última generación: entender, por ejemplo, que, si
una especie se extingue, todo el ecosistema es esa cantidad más frágil. No es que el resto
esté mejor, sin un competidor. El interés de cada uno es el interés de todos.

Un desafío aún más profundo para la vieja Historia del Mundo es la revolución cuántica en
física, ahora tiene más de ochenta años, pero tan ajena a las suposiciones científicas de los
siglos anteriores y a nuestra historia dominante del mundo que hasta el día de hoy la
encontramos terriblemente contradictoria y “extraña”. Dudo en aventurarme en este
territorio porque el uso desenfrenado de la palabra “cuántico” para imbuir un prestigio
científico en todo tipo de ideas y productos cuestionables ha dejado la palabra casi sin
sentido. Sin embargo, los fenómenos cuánticos violan tan flagrantemente la base de la
“practicidad” como la he descrito que una breve explicación está en orden. Por favor,
comprenda que estoy invocando la mecánica cuántica no como prueba de ninguna
afirmación en este libro, sino más bien a nivel mitopoético, como fuente de intuición y
metáfora.

Como se expuso anteriormente, un principio básico del universo newtoniano es que las
cosas no “simplemente suceden” sin una causa. (Tienes que hacer que suceda.) Pero en el
mundo cuántico, esto simplemente no es cierto. En lugar de estar completamente
determinado por la totalidad de las fuerzas que los afectan, las partículas cuánticas como
los fotones y los electrones se comportan al azar. En conjunto, uno puede calcular la
distribución probable de su comportamiento, pero para cualquier fotón específico, una
cuenta completa de cada influencia física sobre él es insuficiente para predecir su
comportamiento. El fotón A podría atravesar la rendija y terminar aquí; el fotón B podría
terminar allí, ¿por qué? No hay razón, no hay causa; la física, por lo tanto, llama al
comportamiento al azar. Aquí, en la base misma de nuestra explicación de la realidad física
está la causalidad. Las cosas pueden suceder sin ninguna fuerza que las haga suceder.

Aunque adecuadamente simplificado, la cuenta anterior está fuera de discusión; La física ha


intentado y no ha podido preservar el determinismo durante noventa años. La situación no
ha mejorado desde la famosa protesta de Einstein: “Dios no juega a los dados con el
universo”. Incapaces de eliminar por completo la indeterminación, la física tuvo que
conformarse con enterrarla de manera segura en el microcosmos: el comportamiento
cuántico aleatorio se suma en el agregado para aproximar el comportamiento determinante
y causal del mundo humano, en el que, como antes, no pasa nada sin que alguna fuerza sea
responsable.

¿Por qué un fotón va aquí y otro va allá si no son obligados por alguna fuerza? Bueno, ¿por
qué haces una cosa en lugar de otra si no te obliga alguna fuerza? Tú eliges, por lo que la
respuesta intuitiva obvia es que el fotón elige su curso. La física, por supuesto, no puede
tolerar tal
respuesta, ya que está fuera del alcance del pensamiento científico como para ser más que
ridículo. La física—y recuerden, la física es la base de nuestra Historia del mundo, de lo
que es real, de lo que es práctico, y de cómo funcionan las cosas—dice, en cambio, que el
comportamiento es “aleatorio”, preservar un universo de bloques de construcción genéricos
inconscientes al precio de la acausalidad. De hecho, atribuirle elección a algo tan humilde
como un fotón o un electrón sería reconocer a nuestro universo como inteligente de
principio a fin. El universo ya no sería solo un montón de cosas; ya no nos asignaríamos tan
arrogantemente el papel de sus señores y amos. El proyecto central de nuestra Historia de la
gente se sacudiría hasta sus cimientos.

Hagamos una pausa para notar que la mayoría de las personas que han vivido en la Tierra
no tendrían problemas para creer que el universo es inteligente de principio a fin. Las
personas premodernas, animistas o panteístas, atribuyeron sensibilidad a todos los seres, no
solo plantas y animales sino incluso rocas y nubes. Los niños pequeños en nuestra propia
sociedad generalmente hacen lo mismo. Lo llamamos personificación o proyección, y
creemos que sabemos mejor que los niños y los animistas, y sabemos que el universo en
realidad es casi por completo un lugar muerto e insensato.

Tal vez no desee acceder a un poder creativo ampliado que dependa de aceptar la propuesta
de que incluso los electrones tienen sensibilidad. Bien, no insistiré. Aquí al menos hay un
lugar donde la fuerza no es la causa del comportamiento. Además, la física moderna ofrece
un segundo desafío, quizás incluso más severo, a la Historia de la separación: el desglose
de la distinción básica entre uno mismo y otro.

Estamos acostumbrados a un universo en el que la existencia se produce en un contexto de


un objetivo sistema de coordenadas cartesianas de espacio y tiempo. Si algo existe, ocupa
un punto X, Y, Z, en el momento T, y esta existencia es independiente de usted, yo o
cualquier otro ser en el universo. Incluso si conocemos la paradoja de la medición cuántica
o entrelazamiento cuántico, el supuesto de objetividad está tan profundamente entrelazado
en nuestras percepciones que negarlo es ridículo. Digamos que te acuestas antes de que
lleguen los resultados de las elecciones. Te despiertas a la mañana siguiente. ¿Quién ganó?
Puede que aún no lo sepas, pero no negarías que ya se ha decidido, no negarías que existe
una realidad independiente de tu conocimiento. O imagina que estás investigando un
accidente de tráfico. Cada parte del accidente tiene una versión diferente de lo que sucedió.
¿Negarías que hay una realidad que consiste en lo que “realmente sucedió” que es
independiente de sus historias?

No me permitiría nada de estas reflexiones ontológicas, si no fuera por el hecho (¡el hecho!)
de que la vieja e inexacta Historia del Ser, el yo separado que está abandonado en un
universo objetivo externo, es una receta para la impotencia y la desesperación. En el vasto
cuerpo descoordinado de seres separados y fuerzas impersonales que componen el
universo, nuestra capacidad para cambiar el curso de los eventos depende de la cantidad de
fuerza que podamos reunir (o inspirar, si solo otros escucharan. Y al estar separados de
nosotros, sus elecciones están fuera de nuestro control—a menos que los hagamos
escuchar. De vuelta estamos otra vez a la fuerza). En particular, esta historia devalúa la
mayoría de los pequeños y personales actos de servicio, que experimentamos en el nivel de
sentimiento como importantes, que caracterizan el tipo de mundo en el que nos gustaría
vivir.
Por ejemplo, en el mundo de la separación, si desea cambiar el mundo, detener el
calentamiento global o salvar a las tortugas marinas, entonces sería una pérdida de tiempo
ser voluntario en un hospicio, rescatar a un cachorro perdido o dar comida a una persona
sin hogar. Esa anciana va a morir de todos modos. ¿Qué importa si su fallecimiento es un
poco más cómodo? Tal vez deberías haber pasado esas horas educando a los jóvenes para
llenarlos de conciencia ecológica.

Basar nuestras decisiones en sus efectos calculables y medibles es en sí mismo parte de la


historia de la separación. Podríamos llamarlo instrumentalismo, y se basa en la creencia de
que nuestra comprensión de la causalidad es completa—que podemos saber con certeza
razonable cuáles serán los efectos completos. Pero esta certeza es cada vez más
injustificada. La ciencia lo conservó por un tiempo al relegar la indeterminación cuántica al
microcosmos, al ignorar el significado completo de la dinámica no lineal con su orden fuera
del caos y al negar cualquier fenómeno que exprese un universo inteligente e
interconectado, pero hoy se hace cada vez más difícil mantener unido este edificio.

Incluso si el efecto deseado es algo noble, la mentalidad instrumentalista nos aleja de otras
fuentes de conocimiento y orientación que solo tienen sentido dentro de una historia
diferente de sí misma y del mundo. Y puede conducir a resultados monstruosos. ¿Quién
sabe quién o qué debemos sacrificar por “la causa”?

Orwell hizo este punto en Mil novecientos ochenta y cuatro/1984 cuando O’Brien, el
funcionario del partido, pretende reclutar a Winston en la Hermandad revolucionaria que
busca derrocar al Partido:

“¿Estás preparado para dar tu vida?”

“Sí.”

“¿Estás preparado para cometer un asesinato?”

“Sí.”

“¿Cometer actos de sabotaje que pueden causar la muerte de cientos de personas


inocentes?”

“Sí.”

“¿Traicionar a tu país con potencias extranjeras?”

“Sí.”

” ¿Estás preparado para engañar, forjar, chantajear, corromper las mentes de los niños,
distribuir drogas que crean hábito, alentar la prostitución, diseminar enfermedades
venéreas, hacer cualquier cosa que pueda causar desmoralización y debilitar el poder del
Partido?”
“Sí.”

“Si, por ejemplo, de alguna manera serviría a nuestros intereses arrojar ácido sulfúrico en la
cara de un niño, ¿estás preparado para hacerlo?”

“Sí.”

Se muestra que Winston no es realmente diferente del Partido en poner un objetivo


abstracto e inalcanzable por encima de cualquier medio. Es significativo que la Hermandad
sea falsa, una fabricación del Partido; es el Partido. De la misma manera, solo quizás más
sutilmente, el cruzado social o ambiental que sacrifica los valores humanos por la causa no
es en verdad revolucionaria, sino todo lo contrario: un pilar del sistema. Vemos una y otra
vez, dentro de las organizaciones ambientales, dentro de los grupos políticos de izquierda,
la misma intimidación de subordinados, el mismo asalto de poder, las mismas rivalidades
egoístas que vemos en todas partes. Si estos se juegan en nuestras organizaciones, ¿cómo
podemos esperar que no se manifiesten en el mundo que creamos, si saliéramos
victoriosos?

Reconociendo esto, algunos grupos dedican gran parte de su tiempo al proceso grupal,
tratando de implementar dentro de sus propias organizaciones los objetivos igualitarios e
inclusivos que se esfuerzan por llevar a la sociedad. El peligro es que el grupo se vuelve
todo sobre sí mismo y no logra ningún objetivo externo. Muchos grupos de Ocupa (Wall
Street) experimentaron esta tendencia. No obstante, estos esfuerzos para elaborar nuevos
principios de organización y consenso significan una creciente comprensión de la unidad de
lo interno y lo externo. No se trata simplemente de demostrar la virtud de uno siendo
igualitario o inclusivo. Es que lo que somos y cómo nos relacionamos afecta lo que
creamos.

Notas finales:

5. Presento algunos de los fundamentos científicos de estas afirmaciones, con


referencias extensas, en el Capítulo 7 de The Ascent of Humanity. Una excelente
fuente de un destacado biólogo académico es Evolution: A View from the 21st
Century (Upper Saddle River, NJ: FT Press, 2011), por James Shapiro.
6. En estas páginas no trataré de establecer una posición filosófica alternativa sobre la
naturaleza de la realidad. Solo quiero señalar que nuestra creencia predeterminada
es inexacta; que es parte integral de la Historia de la separación. Porque esa historia
se infiltra en nuestro propio lenguaje, puede ser imposible deshacerlo con el
lenguaje. Mira esa última oración: “… puede ser imposible…” Verás, estoy
insinuando que hay una realidad externa. Incluso palabras como “verdadero”,
“realidad” y “es” codifican una realidad objetiva. Decir: “No hay una realidad
objetiva” ya presupone que hay uno (porque ¿en qué realidad existe o no existe una
realidad objetiva?).
7. George Orwell, Nineteen Eighty-Four, p. 153.

Capítulo 8: Clima
¿Qué, entonces, del activista del cambio climático que dice: “Por supuesto, la inclusividad,
exponer el racismo y el clasismo inconscientes, dar voz a la gente marginada,
comunicación no violenta, habilidades de escucha profunda, etc. son todos objetivos
dignos, pero aquí estamos hablando de la supervivencia de nuestra especie. Necesitamos
lograr la reducción de CO2 por cualquier medio necesario. Estas otras cosas pueden
tratarlas después. Ninguno importará si no detenemos el aumento de temperatura de seis u
ocho grados que implica nuestro curso actual. Por lo tanto, dedicarse a estas cosas, o de
hecho a la mayoría de los problemas sociales, es un poco frívolo”.

Puede no ser obvio, pero esta perspectiva se convence de otra versión de la historia de
separación, en la que el universo consiste de una multitud de fenómenos independientes. En
ella, el descuido de un líder ambiental de su familia o la contratación de servicios de
limpieza de salario mínimo no tiene relación con el cambio climático global. La mecánica
cuántica, con su colapso de las distinciones entre uno mismo & otro, objeto & universo y
observador & observado, nos ofrece un nuevo conjunto de intuiciones sobre cómo funciona
la realidad. No voy a decir que “prueba” que al cambiar tus creencias o relaciones
remediarás el cambio climático. Sin embargo, sugiere un principio de interconexión que
implica que cada acción tiene un significado cósmico. Pero incluso sin tomar prestado ese
principio en la mecánica cuántica, podemos llegar allí simplemente preguntando, “¿Cuál es
la verdadera causa del cambio climático?” ¿Las emisiones de CO2 y otros gases de
invernadero, tal vez? Bien, ¿cuál es la causa de esos? Tal vez sea el consumismo, la
arrogancia tecnológica y el imperativo de crecimiento incorporado al sistema financiero. ¿Y
cuál es la causa de esos? En última instancia, son las ideologías profundas las que
gobiernan nuestro mundo, la mitología definitoria de nuestra civilización que he llamado la
historia de la separación.

Las emisiones de dióxido de carbono no cambiarán a menos que todo lo que las aliente
cambie también. Simplemente querer reducir el CO2 no es suficiente, como muestra el
abismal fracaso de los acuerdos climáticos de Río en 1992. El mundo declaró
solemnemente su intención de frenar las emisiones de CO2; en los veinte años siguientes,
aumentaron en un 50 por ciento. El aumento de CO2 es inseparable de cualquier otra faceta
de la historia de la separación. Por lo tanto, cualquier acción que aborde cualquiera de esas
facetas también aborda el cambio climático.

A veces, la red de conexiones que en última instancia implica el cambio climático es visible
a través de nuestra lente habitual de causalidad. Aquellos cuya causa es la legalización del
cannabis podrían señalar los beneficios ecológicos de la medicina vegetal sobre los
productos farmacéuticos intensivos en tecnología, energía y químicos, podrían señalar el
potencial de biocombustibles del cáñamo industrial, o incluso podrían señalar la forma en
que fumar marihuana debilita el deseo de algunas personas de participar plenamente en la
Máquina. Para otras áreas de activismo, el vínculo causal con el cambio climático es más
difícil de ver. ¿Qué hay de la igualdad matrimonial? ¿Poner fin a la trata de personas? ¿Dar
refugio a las personas sin hogar? En la comprensión individual de la causalidad, es difícil
ver cómo se relacionan.

Preguntémonos: “qué tipo de ser humano es políticamente pasivo, vota por miedo y odio,
persigue la adquisición material sin fin y tiene miedo de contemplar el cambio?” Tenemos
todos esos comportamientos escritos en nuestra visión del mundo dominante y, por
consiguiente, en las instituciones que surgen de él. Aislaos de la naturaleza, aislados de la
comunidad, financieramente inseguros, alejados de nuestros propios cuerpos, inmersos en
la escasez, atrapados en un yo pequeño y separado que tiene hambre constante de su ser
perdido, no podemos hacer otra cosa que perpetuar el comportamiento y los sistemas que
causan el cambio climático. Nuestra respuesta al problema debe tocar este nivel
fundamental que podríamos llamar espiritualidad.

Es aquí donde radica la raíz de nuestra enfermedad colectiva, la raíz, del cual el
calentamiento global no es más que una fiebre sintomática. Tengamos cuidado con las
medidas que abordan solo la causa más próxima de ese síntoma y dejan intactas las causas
más profundas. Algunos ya justificarían el fracking, la energía nuclear y otras actividades
ecológicamente destructivas sobre la base dudosa de que mejorarán el cambio climático.
Los ideólogos tecnológicos proponen vastos esquemas de geoingeniería que sembrarían la
estratosfera con ácido sulfúrico o los océanos con hierro, acciones que podrían tener
enormes consecuencias no deseadas que son una extensión de la misma mentalidad de
gestionar y controlar la naturaleza que está en la raíz de nuestra situación ecológica.

Por esta razón, soy un poco cauteloso con la narrativa convencional sobre el calentamiento
global en la que la reducción de CO2 y otras emisiones de efecto invernadero es la principal
prioridad medioambiental. Esta narrativa se presta demasiado fácil a soluciones
centralizadas y a la mentalidad de maximizar (o minimizar) un número. Subsume todas las
pequeñas cosas locales que necesitamos hacer para crear un mundo más hermoso en una
sola causa por la cual todo lo demás debe ser sacrificado. Esta es la mentalidad de la guerra,
en el que un final muy importante triunfa sobre cualquier compunción sobre los medios y
justifica cualquier sacrificio. Nosotros como sociedad somos adictos a esta mentalidad; así
la Guerra contra el Terror reemplazó a la Guerra Fría, y si el cambio climático pierde
popularidad como casus belli, seguramente encontraremos algo más para reemplazarlo—tal
vez, la amenaza de un asteroide golpeando la tierra—para justificar la mentalidad de la
guerra.

La mentalidad de la guerra, que justifica y obliga el sacrificio de todas las cosas por el bien
de la victoria, es también la mentalidad de la usura. Como describo en Sacred Economics,
un sistema monetario como el nuestro, que se basa en la deuda que genera intereses,
impulsa el crecimiento interminable del reino del dinero y la conversión de muchos en uno
—la diversidad de valores en una cantidad unitaria llamada valor. A medida que la
sociedad se monetiza cada vez más, sus miembros aceptan que el dinero es la clave para el
cumplimiento de cualquier necesidad o deseo. El dinero, el medio universal, por lo tanto,
también se convierte en un fin universal. Al igual que el paraíso de la utopía tecnológica o
la victoria final en la guerra contra el mal, se convierte en un dios con una demanda
insaciable de sacrificio. La búsqueda de ello subsume los actos pequeños o no
cuantificables y las relaciones que hacen que la vida sea realmente rica, pero que las
estadísticas no pueden justificar. Cuando el objetivo es el dinero, todo lo que no se puede
traducir a sus términos se exprime.

Por supuesto, lo mismo sucede con la guerra y con cualquier campaña hacia un gran
objetivo unitario. Si alguna vez has sido un justiciero para salvar el mundo, es posible que
hayas notado cómo las pequeñas cosas que enriquecen la vida pierden prioridad y se
exprimen. Te preguntarás, “¿Qué tipo de revolución estoy fomentando aquí? ¿Qué
experiencia de la vida estoy defendiendo como ejemplo?” ¡Estas son preguntas
importantes! No pueden ser ignorados si es verdad, como nos dicen nuestras intuiciones,
que la crisis que enfrentamos hoy llega hasta el fondo.

Existe el peligro de que el problema del cambio climático oscurezca otros problemas
ambientales importantes: deforestación, eutrofización, agotamiento de la pesca, desechos
radiactivos, accidentes nucleares, destrucción de humedales, contaminación genética,
desechos tóxicos, contaminación farmacéutica, contaminación electromagnética,
destrucción de hábitat de todo tipo, erosión del suelo, extinción de especies, agotamiento y
contaminación de acuíferos y agua dulce, y pérdida de biodiversidad. Algunas de las cosas
que debemos hacer para reducir las emisiones de CO2 también mitigarían estos otros
problemas; en otros casos, parecen no estar relacionados. Si el bienestar de, por ejemplo, un
arrecife de coral, o incluso de un solo estanque, no implica el futuro de la civilización a
través del cambio climático, ¿debería no importarnos? Centrarse en las emisiones de gases
de efecto invernadero enfatiza lo cuantificable mientras hace lo cualitativo—¿podría
incluso decir lo sagrado—invisible? El ambientalismo se reduce a un juego de números.
Como sociedad nos sentimos cómodos con eso, pero creo que el cambio que debemos hacer
es más profundo. Necesitamos establecer una relación directa, cariñosa y sensorial con este
bosque, esta montaña, este río, esta pequeña parcela de tierra y necesitamos protegerlos por
su propio bien y no por un fin ulterior. Eso no es negar los peligros de los gases de efecto
invernadero, pero, en última instancia, nuestra salvación debe venir de recuperar una
relación directa con lo que está vivo frente a nosotros.

Devaluamos implícitamente esa relación directa cuando citamos los gases de efecto
invernadero como nuestra razón para oponernos al fracking, la excavación de arenas
alquitranadas o la eliminación de la cima de la montaña. Nos conformamos con la
mentalidad que sacrifica lo local y lo concreto por el bien de lo global y lo abstracto. Eso es
peligroso. Los números pueden ser manipulados; los datos pueden ser malinterpretados. Por
ejemplo, los escépticos del cambio climático señalan que la temperatura atmosférica se ha
mantenido estable desde 1997 (Pero ¿qué hay de los océanos?). Es probable que vuelva a
subir pronto, pero ¿y si no nos enfrentamos al calentamiento continuo, sino a giros
climáticos cada vez más violentos a medida que la composición atmosférica cambia con
una rapidez sin precedentes al mismo tiempo que los sistemas de control homeostático
primario en los bosques y océanos se degradan? ¿O qué pasaría si algún esquema de
geoingeniería redujera los niveles de CO2, o prometiera hacerlo? Entonces los oponentes
del fracking y la perforación no tendrían terreno para pararse. Es por eso que, además de las
medidas a nivel de sistemas para abordar el cambio climático (por ejemplo, un sistema de
pago de dividendos para combustibles de carbono), necesitamos apelar directamente a
nuestro amor por la tierra y el agua reales, locales, únicos e irremplazables. Ninguna
cantidad de datos puede ocultar la tala indiscriminada. Puede oscurecer la idea de “acres
totales de tala indiscriminada”, pero no la escena física de la tala indiscriminada.
Necesitamos fundamentar el ambientalismo en algo diferente a los datos.

Escéptico como soy sobre la historia convencional del cambio climático, soy aún más
escéptico sobre el escepticismo del cambio climático. La mayoría de los escépticos parecen
descartar todas las preocupaciones ambientales con la misma confianza alegre de que la
tierra puede soportar todo lo que le hagamos. El tema del cambio climático proviene de una
comprensión importante que es relativamente nueva para nuestra civilización, que no
estamos separados de la naturaleza; que lo que le hacemos al mundo, nos lo hacemos a
nosotros mismos; que somos parte del equilibrio dinámico de Gaia y debemos actuar como
miembros responsables de la comunidad de toda la vida en la Tierra. Muchos escépticos del
cambio climático parecen anhelar un momento más simple, una historia en la que vivimos
en la tierra y no como parte de ella.

En la historia del interser, debemos esperar que cualquier desequilibrio en nuestra propia
sociedad y psicología colectiva se refleje en desequilibrios análogos en los procesos de
Gaia. El CO2 y otros gases de efecto invernadero seguramente contribuyen a la
inestabilidad del clima. Sin embargo, aún más peligroso es la deforestación, porque los
bosques son cruciales para mantener la homeostasis planetaria (en muchos sentidos, no solo
como sumideros de carbono). Con bosques saludables, el planeta es mucho más resistente.
Los bosques, a su vez, no son meras colecciones de árboles: son seres vivos complejos en
los que cada especie contribuye a su salud particular, lo que significa que la biodiversidad
es otro factor en la regulación climática. Dejando de lado la tala indiscriminada, el declive
de una especie de árboles en todo el mundo es un misterio para los científicos; en cada
caso, parece haber un posible culpable diferente: un escarabajo, un hongo, etc. ¿Pero por
qué se han vuelto susceptibles? ¿La lluvia ácida lixivia el aluminio de los silicatos del
suelo? ¿El ozono a nivel del suelo daña las hojas? ¿El estrés por sequía es causado por la
deforestación en otros lugares? ¿Es el estrés por calor debido al cambio climático? ¿Es
daño en el sotobosque debido a la sobrepoblación de ciervos debido al exterminio de
depredadores? ¿Especies de insectos exógenos? ¿Es el aumento de la población de insectos
debido a la disminución de ciertas especies de aves?

¿O acaso es todo lo anterior? Quizás debajo de todos estos vectores de declive forestal e
inestabilidad climática hay un principio más general que es ineludible. Todo lo que he
mencionado proviene de una especie de trastorno en nuestra propia sociedad. Todos
provienen de la percepción de separación de la naturaleza y el uno del otro sobre el cual
todos nuestros sistemas de dinero, tecnología, industria, etc. están construidos. Cada uno de
estos se proyecta también en nuestras propias psiques. La ideología del control dice que, si
tan solo podemos identificar la “causa”, podemos controlar el cambio climático. Bien, pero
¿y si la causa lo es todo, economía, política, emisiones, agricultura, medicina… todo el
camino a la religión, la psicología, nuestras historias básicas a través de las cuales
comprendemos al mundo? Enfrentamos entonces la futilidad del control y la necesidad de
transformación.

Permítanme llevar del argumento del interser al extremo. Los escépticos del cambio
climático a menudo atribuyen las fluctuaciones climáticas al sol, que, por supuesto no está
influenciado por la actividad humana, ¿verdad? Bueno, me arriesgaría a apostar que la
mayoría de las personas premodernas no estarían de acuerdo con que el sol no se ve
afectado por los asuntos humanos. Muchos de ellos tenían rituales para agradecer y
propiciar el sol, para que siguiera brillando. ¿Podría ser que supieran algo que nosotros no?
¿Podría ser que el sol está retrocediendo de dolor por la ingratitud y la violencia que la
humanidad está perpetrando en la tierra? ¿Podría ser que el sol refleje inevitablemente
nuestro propio trastorno?

Mis amigos, la revolución conceptual que estamos comenzando es así de profunda.


Necesitamos redescubrir la mente de la naturaleza y volver a nuestro animismo original y al
universo que percibía. Necesitamos entender la naturaleza, el planeta, el sol, el suelo, el
agua, las montañas, las rocas, los árboles y el aire como seres que sienten, cuyo destino no
está separado del nuestro. Por lo que sé, ninguna persona indígena en la tierra negaría que
una roca tenga algún tipo de conciencia o inteligencia. ¿Quiénes somos para pensar de
manera diferente? ¿Son los resultados de la visión científica moderna tan impresionantes
como para justificar tal presunción obstinada? ¿Hemos creado una sociedad más bella que
nuestros ancestros? De hecho, como sugiere el ejemplo de la partícula cuántica, la ciencia
finalmente está dando vueltas hacia el animismo. Para estar seguro, los paradigmas
científicos que respaldan un universo inteligente son en su mayoría heterodoxos hoy en día,
pero están invadiendo gradualmente la corriente principal. Toma el ejemplo del agua.
Emergiendo de las sombras de la homeopatía, la antroposofía y la investigación de figuras
marginales como Masaru Emoto y el brillante Viktor Schauberger, la idea de que el agua
está viva o al menos tiene estructura e individualidad, ahora está siendo explorada por
científicos convencionales como Gerald Pollack. Todavía tenemos un largo camino por
recorrer antes de que algo como la sensibilidad de toda la materia pueda ser aceptado o
articulado por la ciencia. Pero imagina lo que significaría esa creencia cuando
contemplamos la extracción minera en la cima de la montaña o la contaminación de los
acuíferos con fluidos de fracking, etc.

Cualquiera sea el mecanismo—gases de efecto invernadero, deforestación o fluctuaciones


solares—el cambio climático nos está enviando un mensaje importante. Nosotros y la tierra
somos uno. Tanto arriba como abajo: lo que nos hacemos el uno al otro, incluso al animal o
planta más pequeño, lo hacemos a toda la creación. Quizás todos nuestros actos pequeños e
invisibles se imprimen en el mundo de maneras que no entendemos.

Notas finales:

8. Se pueden decir cosas similares de los océanos, donde la sobrepesca, la


eutrofización (por fertilizantes y aguas residuales), y otras formas de contaminación
pueden dañar la función de moderación climática del océano. La acidificación
debida al CO2 también puede contribuir a este problema.

Capítulo 9: Desesperación
Si bien muchas personas entienden que la solución al cambio climático, implica algo más
que una elección de tecnologías alternativas desprovista de contexto, pocos dirían que
quienes dedican sus vidas a la igualdad matrimonial para las personas homosexuales, a la
compasión por las personas sin hogar o al cuidado de los autistas están haciendo algo
esencial para la supervivencia de nuestra especie. Pero eso es solo porque nuestra
comprensión de la interacción aún es superficial. Me gustaría sugerir que cualquier cosa
que viole o interrumpa la historia de separación sanará todas y cada una de las
consecuencias de esa historia. Esto incluye hasta las pequeñas acciones invisibles que
nuestra mente racional, inmersa en la lógica de la separación, dice que no puede hacer la
diferencia. Incluye el tipo de acciones que son excluidas por las grandes cruzadas para
salvar el mundo.

Recientemente hablé con Kalle Lasn, el fundador de la revista radical Adbusters y un


hombre que ha dedicado toda su vida a promover y practicar el activismo práctico. Me dijo
que desde hace un rato no ha pasado mucho tiempo en la política o en la revista porque está
cuidando a su suegra de noventa y cinco años. Él dijo: “Cuidar de ella es mucho más
importante para mí que todos mis otros trabajos juntos”.

Kalle estuvo de acuerdo conmigo cuando dije, “Nuestra cosmovisión debe acomodar la
verdad y la importancia de esto”. Mi querido lector, ¿puedes soportar una realidad en la que
para salvar el planeta, tenemos que descuidar a nuestra suegra de noventa y cinco años?
Debe haber un lugar en nuestra comprensión de cómo funciona el universo para los actos
de servicio íntimos y no calculados que son una parte tan hermosa de nuestra humanidad.

¿Kalle debe confiar en sus sentimientos de que al cuidar a esta anciana que él está haciendo
algo significativo?

¿No sabes en tu corazón que algún sistema de creencias que niegue esa importancia debe
ser parte del problema?

¿Puedes soportar vivir en un mundo en el que lo que está haciendo no importa?

Solo seguimos realizando las tareas que mantienen funcionando la máquina que devora el
mundo al sofocar ese sentimiento de importancia. Nos animamos a hacer lo que un
razonamiento abstracto nos dice que debemos hacer en aras de la practicidad.
Ocasionalmente, esta “practicidad” significa “Lo que ayudará a sanar el ecosistema,
generar justicia social y permitir la supervivencia de nuestra especie”, pero para la mayoría
de las personas, la mayoría de las veces, la practicidad implica dinero u otros medios de
seguridad y comodidad. Y el dinero, en nuestro sistema actual, generalmente proviene de
nuestra participación en la conversión de la naturaleza en productos, comunidades en
mercados, ciudadanos en consumidores y relaciones en servicios. Si tu corazón no está en
todo eso, encontrarás que la practicidad a menudo contradice la urgencia del corazón.

El problema es mucho más profundo que una visión egoísta de lo que es práctico. Se dirige
a la comprensión de causa y efecto que lo subyace. La urgencia del corazón podría no solo
contradecir los dictados del dinero, podría contradecir la lógica instrumentalista por
completo.

No quiere decir que debamos ignorar la lógica de la mente al intentar hacer cambios
prácticos en el mundo, más de lo que deberíamos abandonar la tecnología, la literatura o
cualquier otro fruto de nuestro viaje de miles de años de Separación. Las herramientas de
control y la aplicación de la fuerza y la razón seguramente tienen su lugar. La humanidad
no es la excepción de la naturaleza: al igual que con todas las especies, nuestros regalos
pueden contribuir de manera única al bienestar y al desarrollo del conjunto. Todavía
tenemos que usar nuestros dones de esta manera; en cambio los hemos usado para dominar
y conquistar, debilitando la salud de Gaia y todos sus seres, y, por lo tanto, debilitándonos
también. Ahora tenemos la oportunidad de transformar nuestros dones humanos únicos de
herramientas de dominio a herramientas de servicio.

Específicamente, ¿cuándo son apropiados los métodos de “practicidad”? En pocas palabras,


son apropiados cuando sabemos cómo hacer algo desde nuestra comprensión actual de la
causalidad. Si su estufa está en llamas y tiene un extintor de incendios, entonces, por
supuesto, usa el extintor de incendios. No lo ignores y ores por un milagro.

Pero de la misma manera, si tu casa es un infierno rugiente y todo lo que tienes es un


pequeño extintor de incendios que sabes que es muy insuficiente para la tarea, no deberías
simplemente agitarlo frente a las llamas en una postura de heroísmo.

La última situación es una buena descripción de nuestra situación actual. Sí, es verdad,
nuestra casa está en llamas. Lo que dicen los alarmistas del medio ambiente es cierto. No
estoy usando “alarmista” como un término de menosprecio. En todo caso, la situación es
peor de lo que nos dicen públicamente (por temor a la etiqueta alarmista). Pero, ¿qué
debemos hacer al respecto? O más al punto, ¿qué debes hacer tú? De acuerdo con las
nociones convencionales de causalidad que casi todos en la sociedad moderna han
internalizado profundamente, ¿qué puedes hacer que sea práctico? Nada. Por lo tanto,
debemos aprender a seguir otro tipo de orientación, una que conduce a un ámbito ampliado
de lo que es posible.

Puedes pensar que es peligroso sembrar la desesperación incluso si lo que digo es cierto.
Pero la desesperación está ahí, ya sea que la siembre o no. Todos los activistas a los que les
pregunté confirman que en un momento u otro se han enfrentado precisamente a la
desesperación que estoy evocando. Tratamos de ocultarlo con un razonamiento como
“Claro, no hay diferencia si eres el único que hace cambios, pero si todos lo hacen,
entonces el mundo cambiará”. Es cierto, pero ¿está en su poder hacer que todos lo hagan?
No. Lo que hagas importaría si todos lo hicieran; de la misma manera, ya que no todos lo
hacen, lo que hagas no importa. Nunca he encontrado un escape de esta lógica dentro de sus
propios términos. Es tan sólido como sus premisas: el yo separado en un mundo objetivo.
Peor aún, algunos dirían que nuestros esfuerzos individuales para comprar local o reciclar o
andar en bicicleta son incluso contraproducentes, dándonos una falsa complacencia,
quitando potencial a actos revolucionarios más efectivos, y permitiendo que los
mecanismos más grandes de ruina avancen. Como dice Derrick Jensen, no tome duchas
más cortas.

Creo que es mejor no oscurecer la desesperación, porque la verdadera esperanza yace solo
del otro lado. La desesperación es parte del territorio que debemos atravesar. Hasta que
lleguemos al otro lado, la desesperación pesa en nuestros corazones mientras avanzamos,
sin creer nunca que estamos haciendo mucho bien. Finalmente, por más fuertes que sean
nuestros ánimos, nuestros esfuerzos flaquean, nuestra energía disminuye y nos rendimos.
Quizás por un tiempo, la vanidad personal puede mantenernos en marcha a medida que
mantenemos una autoimagen de ser éticos, conscientes y una “parte de la solución”. Pero
esa motivación es insuficientemente profunda para llevarnos a la valentía, el compromiso y
la fe que necesitamos.

El verdadero optimismo proviene de haber atravesado el territorio de la desesperación y


haber tomado su medida. No ignora la magnitud de la crisis ni ignora las fuerzas que se
interponen en el camino de la sanación. A veces la gente me confronta en seminarios para
educarme sobre la élite del poder y su máquina de propaganda, su control de las finanzas y
la política, o incluso sus tecnologías de control mental, imaginando que no soy consciente o
que soy deliberadamente ignorante del funcionamiento de nuestro sistema. O hablan de la
apatía de las masas, la avaricia y la ignorancia de las personas que simplemente no lo
entienden y la improbabilidad de que siempre cambien. Todo esto es parte del territorio de
la desesperación, con el que estoy íntimamente familiarizado. No es que me haya alejado de
la triste verdad porque no puedo soportarlo. El optimismo se encuentra al otro lado, y la
esperanza es su heraldo.

En sus propios términos, la lógica de la desesperación es inexpugnable. Sin embargo,


abarca más que solo la desesperanza del estado del planeta; también está entretejido en
nuestro mito definitorio, que nos arroja a un universo desconocido de fuerza y masa. Es
este mito el que a la vez nos deja solos en el universo y al mismo tiempo impotentes para
cambiarlo significativamente (o para cambiarlo, dado que esas mismas fuerzas también
determinan nuestras acciones). Quizás es por eso que la energía emocional detrás del caso
de desesperanza que acabo de describir es idéntica a la de los rechazos de paradigmas
científicos alternativos. Los lectores de mis libros anteriores me perdonarán por recomendar
este pasaje de “A Free Man’s Worship” de Bertrand Russell, una de las grandes mentes de
la era moderna:

Que la humanidad es el producto de causas que no tenían previsión del fin que estaban
logrando; que su origen, su crecimiento, sus esperanzas y miedos, sus amores y sus
creencias, no son más que el resultado de colocaciones accidentales de átomos; que ningún
fuego, ningún heroísmo, ningún intensidad de pensamiento y sentimiento pueden preservar
una vida individual más allá de la tumba; que todas las labores de los siglos, toda la
devoción, toda la inspiración, todo el brillo del mediodía del genio humano, están
destinados a la extinción en la gran muerte del sistema solar, y que todo el templo del logro
del hombre inevitablemente debe ser enterrado bajo los escombros de un universo en ruinas
—todas estas cosas, si no más allá de toda discusión, son tan seguras que ninguna filosofía
que las rechace puede esperar sobrevivir. Solo dentro del andamiaje de estas verdades, solo
sobre la base firme de la desesperación inquebrantable, la habitación del alma en adelante
puede construirse de manera segura.

Como he insinuado, la historia en la que Russell basa sus conclusiones ya no es tan segura.
Una filosofía que los rechaza puede esperar sobrevivir—sobre la base de la interconexión
cuántica y la indeterminación, la tendencia de los sistemas no lineales hacia la organización
espontánea y la autopoiesis; la capacidad de organismos y ambientes para reestructurar
deliberadamente el ADN; y la proliferación de anomalías científicas que prometen nuevos
cambios de paradigma para el futuro. Sin intentar hacer un caso filosófico riguroso para
ello, observaré que todas estas revoluciones científicas, al menos metafóricamente, se
prestan a una historia del mundo muy diferente.
FALTA EL CAPITULO 10 (TRADUCIDO POR GOOGLE)

Capítulo 10: Esperanza

Otro mundo no solo es posible, ella está en camino. En un día tranquilo, puedo escuchar su
respiración. —Arundhati Roy

La esperanza tiene mala fama estos días entre ciertos maestros. Por un lado, parece sugerir
ilusiones que nos distraen de una evaluación sobria de la realidad y fomentan expectativas poco
realistas. Como dijo Nietzsche, “La esperanza es el peor de los males, porque prolonga los
tormentos del hombre”. Mientras tanto, en el lenguaje de la “espiritualidad”, la esperanza implica
un rechazo del momento presente, o tal vez una mancha de duda que erosiona el poder creativo
de las propias intenciones. Pero no nos apresuremos a descartar este elemento primario de la
psique humana. ¿Qué nos dice la esperanza, “brotando eternamente”, como tantas veces, como
una flor junto a los desolados caminos de la desesperación?

Es cierto que la gente a menudo espera cosas absurdas que bloquean su experiencia de la verdad
presente y su capacidad para responder sabiamente a ella: la mujer enferma que espera que el
bulto en su pecho desaparezca si lo ignora; el niño que espera que mamá y papá vuelvan a estar
juntos; nuestra sociedad esperando que los científicos encuentren una solución al cambio
climático. Como sea que se exprese, la energía emocional debajo de la esperanza es "Todo va a
estar bien". En cierto modo, eso es cierto, no porque nuestros peores temores no se hagan
realidad, sino porque nos reconciliamos con ellos después de que ellos lo hacen. La mujer estará
bien, no porque ignore el bulto, sino porque lo reconoce y lo trata, o quizás porque pierde el seno
y experimenta un amor y una autoaceptación que trasciende su apariencia, o quizás por lo que
sucede en el proceso de morir. Asimismo, los científicos ya han dado con una solución al cambio
climático, muchas soluciones. Están justo frente a nuestras narices: conservación, permacultura,
energía renovable, vida sencilla, bicicletas, fabricación sin desperdicios, etc. Pero solo cuando el
cambio climático nos golpee en serio, es probable que implementemos estas soluciones a una
escala significativa. La esperanza nos muestra un destino, pero un vasto territorio, el territorio de
la desesperación, se encuentra entre ella y nosotros.

En la desesperación más oscura, una chispa de esperanza yace inextinguible dentro de nosotros,
lista para ser avivada en llamas al menor giro de una buena noticia. Por apremiante que sea el
cinismo, un idealismo infantil vive dentro de nosotros, siempre dispuesto a creer, siempre
dispuesto a contemplar nuevas posibilidades con nuevos ojos, sobreviviendo a pesar de infinitas
decepciones. Incluso en los momentos más oscuros de resignación a la vieja normalidad, nuestra
participación en ella ha sido poco entusiasta, ya que parte de nuestra energía buscaba algo fuera
del mundo tal como lo hemos conocido.

Desde dentro de la lógica del viejo cuento, la esperanza es una mentira, una alucinación de algo
imposible. Pero proviene de nuestro idealismo innato, el conocimiento de nuestro corazón de un
mundo más hermoso. Las creencias que nos dicen que un mundo más hermoso es imposible
entran en conflicto con el corazón que nos dice que lo es. Sólo cuando el andamio de esas
creencias se derrumba, la esperanza ya no necesita revestirse de absurdo. Una nueva Historia del
Mundo da expresión práctica al corazón sabiendo que llamamos esperanza; entonces se convierte
en auténtico optimismo. Nuestra esperanza irrazonable nos está apuntando hacia algo verdadero.
Por eso lo llamo heraldo.

Esta nueva historia, porque encarna una comprensión diferente de la realidad y de la causalidad,
también transforma nuestra comprensión de lo que es práctico. A partir de la Historia del interser,
el saber del corazón de que es importante cuidar a la suegra de noventa y cinco años ya no entra
en conflicto con la razón de la mente. Los términos de la razón han cambiado. El corazón y la
mente ya no necesitan estar en desacuerdo. Su acercamiento es parte de una tendencia mayor de
reencuentro que es la sanación de nuestro mundo, englobando el reencuentro de espíritu y
materia, disciplina y deseo, cuerpo y alma, dinero y don, naturaleza y tecnología, hombre y mujer,
lo doméstico y lo doméstico. salvaje, trabajo y juego, y vida y arte. Cada uno de estos, vamos a
entender, crea y contiene al otro. Ya no viviremos en la ilusión de que están separados.

Quizás la mayoría de mis lectores todavía tienen que navegar mucho por el territorio de la
desesperación antes de que puedan estar completamente arraigados en la nueva historia. Sé lo
que hago. Aun así, a medida que salimos a trompicones de ese territorio, ganamos la fe y el coraje
para hacer lo que la vieja historia nos decía que era inútil. Esta comprensión es liberadora. Muchas
personas sofocan la expresión de sus dones al pensar que deben hacer algo grande con ellos. Las
propias acciones no son suficientes, uno debe escribir un libro que llegue a millones. Qué rápido
esto se convierte en una competencia sobre las ideas de quién se escuchan. Cómo invalida los
pequeños y hermosos esfuerzos de la mayor parte de la humanidad; invalida, paradójicamente, las
mismas cosas que debemos comenzar a hacer en masa para sostener un planeta habitable. Una y
otra vez, los jóvenes me preguntan algo como "Realmente quiero dedicarme a la permacultura,
eso es lo que amo, pero ¿no tengo la responsabilidad de hacer algo más grande que eso?" Yo
respondo, esa elección es sólo pequeña a los ojos de la separación. Desde la perspectiva del
interser, tu elección no es ni más ni menos importante que cualquiera de las de Barack Obama.

La lógica de la Separación nos atrapa en una paradoja. El mundo puede cambiar solo si miles de
millones de personas toman decisiones diferentes en sus vidas, pero individualmente, ninguna de
estas decisiones hace la diferencia. Las cosas que marcan la diferencia no marcan la diferencia.
¿Qué pasa si yo lo hago y nadie más lo hace? Seguro que parece que casi nadie más lo es. ¿Por que
hacerlo?

En realidad, no estoy sugiriendo que hagamos estos pequeños actos porque de alguna manera
misteriosa cambiarán el mundo (aunque lo harán). Sugiero, más bien, que nos orientemos más
hacia el lugar de donde provienen nuestras elecciones que hacia dónde van. La nueva historia
valida y aclara nuestras elecciones, pero la motivación viene de otra parte. Después de todo,
¿cómo podemos saber realmente cuáles serán las consecuencias de nuestras acciones? La teoría
de la complejidad nos enseña que en la zona caótica entre dos atractores, pequeñas
perturbaciones pueden tener efectos enormes e impredecibles. Estamos en tal lugar hoy. Nuestra
civilización se acerca a una fase de transición. ¿Quién puede predecir los efectos de nuestras
acciones? Un oficial de policía le da un par de botas a un vagabundo descalzo, un acto de bondad
invisible. ¿Cómo podía saber que alguien lo estaba fotografiando y que su acto despertaría la
bondad en millones? Luego, el hombre vende las botas para comprar drogas, inflamando el
cinismo de millones más. Ya sea que sean invisibles o no, los actos de gran fe, los actos que
provienen de una postura profunda en el territorio de la reunión, envían poderosas ondas a través
del tejido de la causalidad. De una forma u otra, quizás a través de caminos que desconocemos,
emergen en el mundo visible.

Cuando mis hijos eran pequeños asistían a un jardín de infantes Montessori. Nunca antes ni
después me había encontrado con una escuela tan vibrante de amor, risas y dulzura. Los maestros
trataban a los niños con profundo y honesto respeto, nunca los trataban con condescendencia,
nunca los coaccionaban, nunca los manipulaban con desaprobación o elogios, brindándoles una
experiencia de amor incondicional. Esos días en el jardín de infantes ahora son solo un recuerdo
nebuloso para los niños que pasaron de allí al duro y degradante mundo de la separación, pero en
mi mente veo un pequeño brillo dorado dentro de ellos, y dentro de ese brillo veo una semilla. Es
la semilla del amor incondicional y del respeto que allí recibieron, esperando el momento de
brotar y florecer y entregar el mismo fruto que mis hijos recibieron a quienes tocan. Tal vez uno o
dos años de jardín de infantes no sean suficientes para superar el brutal aparato de separación
que gobierna la infancia moderna, pero quién sabe cuándo y cómo podría florecer. ¿Quién sabe
qué efectos tendrá? Estar en un santuario de amor y respeto todos los días durante uno o dos
años durante una etapa tan formativa de la vida imprime a una persona una tendencia hacia la
compasión, la seguridad, el amor propio y el respeto propio. ¿Quién sabe cómo esa huella alterará
las elecciones del niño más adelante en la vida? ¿Quién sabe cómo esas elecciones cambiarán el
mundo?

Capítulo 11: Morfogénesis


A veces, cuando me encuentro con pioneros de cierta área de la cultura alternativa, tengo la
sensación de que incluso si están haciendo su trabajo a pequeña escala, tal vez dentro de
una pequeña eco-aldea, una prisión aislada, una sola comunidad en una zona de guerra o
zona de pandillas, que están haciendo ese trabajo en nombre de todos nosotros, y que los
cambios que hacen en sí mismos crean una especie de plantilla que el resto de nosotros
podemos seguir, y hacer en poco tiempo lo que les llevó décadas de esfuerzo y aprendizaje.
Cuando veo, por ejemplo, cómo mi amiga R. se ha curado tan profundamente de ser
abusada de pequeña frente a probabilidades casi imposibles, pienso: “Si ella puede sanar,
significa que millones como ella también pueden sanar; y su recuperación les prepara el
camino”.

A veces lo llevo incluso un paso más allá. Una vez, en un retiro espiritual de hombres, uno
de los participantes nos mostró cicatrices de quemaduras en su pene, el resultado de las
quemaduras de cigarrillos administradas por un padre de crianza/adoptivo cuando tenía
cinco años, para castigarlo. El hombre estaba pasando por un poderoso proceso de
liberación y perdón. En un instante, percibí que su razón para estar aquí en la tierra era
recibir y sanar esta herida, como un acto de servicio que cambia el mundo para todos
nosotros. Le dije: “J., si no logras nada más en esta vida que curarte de esta herida, habrás
hecho un gran servicio al mundo”. La verdad de eso era palpable para todos los presentes.

La mente racional, inmersa en la Separación, duda de que su curación realmente pueda


hacer la diferencia. Dice, solo si de alguna manera se hace público, por ejemplo convertido
en una historia motivadora, podría tener un efecto en el mundo más allá de la influencia
directa de ese hombre. No niego el poder de la historia. Tal vez la curación de J. está
teniendo una influencia a través de mi narración ahora. Sin embargo, la historia es solo uno
de los posibles vectores de manifestación de un fenómeno más general. Una de las formas
en que tu proyecto, tu curación personal o tu invención social pueden cambiar el mundo es
a través de la historia. Pero incluso si nadie se entera de ello, incluso si es invisible para
todos los humanos en la tierra, no tendrá menos efecto.

El principio que estoy invocando aquí se llama “resonancia mórfica”, un término acuñado
por el biólogo Rupert Sheldrake. Esta mantiene, como una propiedad básica de la
naturaleza, que las formas y patrones son contagiosos: una vez que algo sucede en algún
lugar, induce a que ocurra lo mismo en otro lugar. Uno de sus ejemplos favoritos son
ciertas sustancias como la turanosa y el xilitol, que confiablemente fueron líquidos durante
muchos años hasta que de repente, en todo el mundo, se comenzaron a cristalizar. Los
químicos a veces pasan años tratando de hacer formas cristalinas de una sustancia; una vez
que tienen éxito, se vuelve fácil, como si la sustancia hubiera aprendido cómo hacerlo.

Sheldrake analiza la posibilidad de que este fenómeno pueda explicarse por “partículas de
semillas” — pequeños trozos de cristal soplados por el viento o llevados a la barba de un
químico visitante que encuentran su camino en una solución sobresaturada e inician la
cristalización. Entonces, dice, probemos la teoría de la resonancia mórfica poniendo en
cuarentena una muestra en un laboratorio con filtro de polvo. Si los cristales todavía se
formaran más fácilmente allí, dice, probaría la teoría de la resonancia mórfica. Estoy de
acuerdo con Sheldrake en que ciertas características del misterio de cristalización desafían
la explicación de la partícula semilla, y que su experimento lo refutaría. Sin embargo, no
estoy de acuerdo con que la explicación de la partícula semilla, si es verdadera, invalide la
explicación del campo mórfico. Todo lo contrario: el principio general de resonancia
mórfica se refiere a si el vector de su transmisión es polvo de cristal o no. Si el experimento
de cuarentena funciona, uno podría exigir que también esté blindado
electromagnéticamente, ya que la “semilla” podría ser una vibración electromagnética. Y
puede haber influencias que ni siquiera conocemos. Sheldrake parece querer separar la
resonancia mórfica de cualquier tipo de causalidad directa, pero ¿qué pasa si todas estas
influencias causales no son alternativas a la inducción del campo mórfico sino ejemplos de
cómo funciona ese campo? Aquí tenemos la oportunidad de expandir el ámbito de la
materia para incluir las propiedades del espíritu, en lugar de apelar a algo extra-material
para otorgar inteligencia a un mundo material muerto.

En una línea similar, es muy posible que sea a través de otros que lo escuchen que nuestras
transformaciones personales, relacionales o locales tienen un significado global. También
puede ser a través del efecto dominó de personas cambiadas que cambian a otras personas.
Ambos son mecanismos de transmisión, de causa y efecto, que nuestras mentes
condicionadas por la Separación pueden aceptar. Sin embargo, lo que tenemos problemas
para aceptar es que el efecto de nuestras acciones no depende de estos mecanismos, que son
meramente medios para la implementación de una ley metafísica general. Incluso si nadie
se entera de tu acto de compasión, incluso si el único testigo visible es una persona
moribunda, el efecto no es menor que si alguien hace un documental al respecto.

No sugiero que, por lo tanto, repudiemos los medios convencionales para la propagación de
nuestro trabajo. Estoy abogando por una especie de confianza en la importancia de todo lo
que hacemos, incluso cuando nuestra visión no puede penetrar los caminos misteriosos y
serpenteantes por los cuales nuestras acciones llegan al mundo más grande.

Hay una especie de insensatez en los actos más hermosos. Los actos que cambian el mundo
más profundamente son los que la mente de Separación no puede comprender. Imagínese si
Kalle Lasn se hubiera propuesto cuidar a su suegra con la agenda de hacer un gran
espectáculo público de su devoción. Hubiera apestado a hipocresía. Lo mismo es cierto, por
ejemplo, para proyectos de construcción de paz o eco-aldeas que, demasiado pronto,
desarrollan una imagen autoconsciente de sí mismos como ejemplo. No piense que “tiene
que escribir un libro al respecto” para que sus experiencias tengan un gran efecto.

El libro puede venir, el documental del proyecto de construcción de paz podría venir, pero
por lo general, primero debe haber un periodo de latencia, un tiempo de hacer algo por sí
mismo, un tiempo de enfoque interno en la meta y no en la meta “meta”. La magia viene de
ese lugar. A partir de ahí, fluyen las sincronicidades; no hay sentido de forzar, solo de
participar en un evento mayor que parece tener una inteligencia propia. Te presentas en el
lugar correcto, en el momento correcto. Respondes a necesidades prácticas.

¿Puedes creer que cambiar la bacinilla de una anciana puede cambiar el mundo? Si lo haces
para cambiar el mundo, no lo hará. Si lo haces porque necesita que le cambien la bata,
entonces puede cambiarlo.

Hace muchos años, Patsy, mi esposa en ese momento, era agente de bienes raíces. La
madre de su cliente, la Sra. K., tenía una enfermedad terminal y vivía en una casa decrépita
a las afueras de la ciudad. Un día, Patsy fue a la casa a tomar algunas medidas y encontró a
la Sra. K. tendida en el suelo con su propia orina y excremento, incapaz de levantarse. Patsy
pasó una hora limpiándola y le dio la sopa de huevo que había comprado para su propio
almuerzo—la única comida nutritiva que la Sra. K. había tenido durante mucho tiempo,
mientras el hijo trabajaba dos trabajos y vivía a una hora de distancia. La Sra. K. murió
poco después; un día después, la casa se derrumbó, como si hubiera sido mantenida unida
por los hábitos y recuerdos de la Sra. K.

En ese momento, Patsy nunca imaginó que esta respuesta humana básica a una mujer
necesitada cambiaría o podría cambiar el mundo. No se le pasó por la cabeza en absoluto,
ni debería haberlo hecho. Su elección de ayudar fue elegir entre la compasión y las
demandas prácticas de su apretada agenda. Parte de su mente estaba parloteando: “Solo
llama a la policía, vas a perder tus otras citas, esto no es tu responsabilidad, ¿qué
importa…?” Pero en cierto nivel sabía que sí importaba. Tantas voces nos presionan para
olvidar el amor, olvidar a la humanidad, sacrificar el presente y lo real por lo que parece
más práctico. Aquí yace la medicina de la desesperación: al evacuar nuestras ilusiones de
practicidad, nos reconectamos a las necesidades actuales permite esos actos sin sentido y
poco prácticos que generan milagros.

El principio de resonancia mórfica justifica nuestro sentimiento de que estos actos


invisibles y sin sentido son de alguna manera significativos. ¿Qué campo mórfico induce a
confiar en los impulsos de la compasión? ¿Qué campo mórfico induce a dar lo mejor que
pueda de sus dones para satisfacer las necesidades actuales? Imagine si nuestros políticos y
ejecutivos corporativos estuvieran enfocados en este campo, actuando desde la compasión
en lugar del cálculo, desde la humanidad en lugar de motivos instrumentales y abstractos.

Sin duda, algunos de ustedes piensan: “Eisenstein parece pensar que si todos se concentran
en cuidar a su abuela y recoger la basura en el parque, el calentamiento global, el
imperialismo, el racismo y el resto de los problemas catastróficos que enfrenta nuestro
planeta se solucionarán mágicamente. Fomenta una pasividad peligrosa, una complacencia
que deja a las personas imaginando que están haciendo algo útil, mientras el mundo arde”.
Los últimos capítulos deben dejar en claro que eso no es lo que piensa Eisenstein, pero solo
para estar seguro, permítanme abordar esta crítica de frente; después de todo, lo he
escuchado no solo de otros sino también, con mucha mayor frecuencia, en mi propia
cabeza.

Primero, las acciones personales, locales o invisibles que he estado discutiendo no impiden
otro tipo de acciones, como escribir un libro u organizar un boicot. De hecho, escuchar el
llamado y confiar en el tiempo de las primeras, fomenta la misma disposición hacia las
segundas. Estoy hablando de un movimiento generalizado hacia un lugar de interser, y
actuar desde ese lugar en todo tipo de situación. El universo invoca varios de nuestros
dones en diferentes momentos. Cuando la llamada es para lo pequeño y lo personal,
prestemos atención a eso, para que desarrollemos el hábito de prestarle atención cuando sea
grande y público. Dejemos de escuchar la lógica de la Separación, que devaluaría lo
pequeño y lo personal.

Así como los vectores de resonancia mórfica pueden ser algo bastante mundano, así
también, las acciones para crear lo imposible podrían ser bastante lineales y prácticas por sí
mismas. Es su orquestación lo que está más allá de nuestra capacidad. Muchos de nosotros,
presionados por la urgencia de la situación planetaria, hemos experimentado tratando de
hacer grandes cosas que no equivalían a nada. Escribimos un libro y nadie lo publica.
Gritamos la verdad desde nuestros blogs y nadie la entiende, excepto los ya convertidos.
Excepto que a veces es diferente. ¿Cuándo y por qué?

Cuando mis dos hijos mayores eran pequeños, durante varios años fui un padre que se
quedaba en casa, inmerso en un mundo de pañales y víveres, mientras intentaba escribir mi
primer libro. A menudo me sentía terriblemente frustrado, torturándome con pensamientos
como “Tengo cosas tan importantes que compartir con el mundo, y aquí estoy cambiando
pañales y cocinando todo el día”. Estos pensamientos me distrajeron del regalo a presente y
me hicieron menos presente con mis hijos. No entendí que esos momentos en que me rendí
a mi situación, dejé mi escritura y me comprometí completamente a mis hijos tuvieron un
efecto tan poderoso en el universo como cualquier libro que escribiría. No siempre tenemos
los ojos para verlo, pero todo tiene su efecto kármico, o como dicen las religiones
occidentales, Dios lo ve todo.

Imagínese en su lecho de muerte, mirando hacia atrás en su vida. ¿Qué momentos


parecerán los más preciosos? ¿Por qué opciones estarás más agradecido? Para Patsy, será
haber limpiado a la Sra. K., más que cualquier propiedad inmobiliaria que haya vendido.
Para mí será empujar a Jimi y Matthew cuesta arriba en sus autos de juguete, más que
cualquier logro público que haya registrado. En mi lecho de muerte estaré agradecido por
cada elección de conexión, amor y servicio.

¿Puedes soportar un universo en el que esas percepciones del lecho de muerte están
equivocadas? ¿Puedes soportar un universo en el que debemos fortalecernos para descuidar
esas cosas para que podamos dedicarnos más eficientemente al negocio de salvar el
planeta?

¿Puedes ver que, para empezar, fortalecernos para anular nuestra humanidad es lo que nos
ha metido en este lío?

Esa es la vieja historia. Ya casi terminamos de conquistarnos, tal como casi hemos
terminado de tratar de conquistar la naturaleza. Afortunadamente, nuestra entrada al mundo
de la interacción ya no necesita oponerse a lo que la ciencia nos dice sobre la naturaleza de
la realidad. Podemos comenzar a adoptar nuevos paradigmas científicos que afirman el
entendimiento de que el universo es inteligente, intencional y completo. Estos nuevos
paradigmas despiertan la ira de la vieja guardia precisamente porque afirman tal
comprensión. Por eso se les llama “no científicos” o “pseudocientíficos”— no porque
recurran a evidencia inferior o pensamiento incoherente, pero porque violan las premisas
profundas e incuestionables que la palabra “científico” ha codificado.

Seamos realistas aquí. Si todo tiene conciencia, entonces lo que creíamos posible, práctico
y realista es demasiado limitante. Estamos en la cúspide de un avance de época, entrando
en contacto con la mente de la naturaleza. ¿Qué podemos lograr cuando estamos en
armonía con ella? Me refiero a “ser realista” como lo opuesto a su significado habitual, lo
cual sería ignorar lo inconmensurable y lo subjetivo en favor de lo que puede cuantificarse
y controlarse. Esa mentalidad ha puesto enormes capacidades humanas fuera del alcance:
las tecnologías de reunión que incluyen gran parte de lo que hoy llamamos “alternativa” u
“holística”. Todos se inspiran de una forma u otra en el principio del interser.

La contradicción entre pequeños actos personales de compasión y los pasos para salvar el
medio ambiente es la falacia del hombre de paja un dispositivo retórico contrapositivo
construido por el cínico para expresar su herida de impotencia. En realidad, el hábito de
actuar desde el amor se aplicará naturalmente a todas nuestras relaciones, expandiéndose
junto con nuestra comprensión. Los actos de curación ecológica o social, siempre y cuando
sean sinceros y no estén secretamente diseñados para establecer una identidad o demostrar
que son buenos, son tan insensatos como los pequeños y personales. No tienen sentido
porque son una gota en el balde. ¿Qué puede hacer una persona? Como he dicho, la
desesperación es ineludible en la vieja historia. La alternativa, un universo inteligente e
interconectado, potencializa esos actos, pero a un precio para el activista— igualmente
potencializa los actos a pequeña escala que para nada encajan en su paradigma de salvar el
mundo. Hace que su campaña de concientización sobre el cambio climático no sea más ni
menos importante que cambiar las bacinillas en el hospicio. Pero de nuevo, ¿realmente te
gustaría vivir en otro mundo?

***

Un amigo me preguntó recientemente, “Si es cierto que vivimos en una coyuntura única en
la historia del planeta, cuando todos los grandes seres se han reunido para el momento
crucial del nacimiento de la humanidad, entonces, ¿por qué no vemos los grandes avatares
y hacedores de milagros de antaño? Mi respuesta fue que están aquí, pero están trabajando
detrás de escena. Uno de ellos podría ser una enfermera, un basurero, un maestro de jardín
de infantes. No hacen nada grande ni público, nada que, a través de nuestros ojos, parezca
que está generando los milagros necesarios para salvar nuestro mundo. Nuestros ojos nos
engañan. Estas personas mantienen unida la trama del mundo. Están manteniendo el
espacio para que el resto de nosotros podamos entrar. Hacer las cosas grandes y públicas es
importante, ya que requiere todos nuestros dones de valentía y genialidad, pero no requiere
casi la fe y la solidez en la base del interser como las acciones invisibles y humildes de
personas como los maestros de jardín de infantes.

Entonces, cualesquiera que sean sus razones para elegir hacer cosas grandes o pequeñas, no
dejes que sean la creencia urgente y temerosa que solo las cosas grandes y públicas tienen
alguna posibilidad de influir en las masas y salvar al mundo. Como describiré más adelante
en el libro, parte de la revolución en la que estamos participando es una revolución de cómo
tomamos nuestras decisiones. Para hacer lo posible, la vieja forma funciona bien. Cuando
tenemos un mapa de A a B, podemos seguir las instrucciones. Ahora no es ese momento.
Los resultados calculables no son suficientes. Necesitamos milagros. Hemos vislumbrado
nuestro destino, el destino que la esperanza predice, pero no tenemos idea de cómo llegar
allí. Recorremos un camino invisible sin mapa y no podemos ver hacia dónde nos
conducirá cualquier rumbo.

Desearía poder decir que la nueva historia proporciona un mapa, pero no lo hace. Sin
embargo, puede eliminar la neblina desorientadora de hábitos y creencias, restos de los
viejos paradigmas, que oscurecen nuestro sistema de guía interno. Los principios del
interser no ofrecen, por sí solos, una fórmula para la toma de decisiones. Incluso si aceptas
que “yo y el mundo somos uno”, no podrás distinguir si beneficiará más a todos los seres
sintientes quedarse en casa y reducir tus emisiones de carbono, o conducir al mitin para
protestar por el fracking. El intentar tal cálculo se basa en la vieja historia, la cual busca
cuantificar todo, sumar los efectos de cualquier acción y tomar decisiones en consecuencia.
Esa forma de tomar decisiones es útil solo en ciertas circunstancias limitadas—en
particular, aquellas en los que causa y efecto son más o menos lineales. Es apropiado para
muchos problemas de ingeniería y decisiones financieras. Es la mentalidad del actuario,
sopesar riesgos y recompensas. La nueva historia es un cambio mucho más grande que
revalorizar los riesgos y buscar nuevas recompensas. No te ayudará a tomar decisiones de
la mente calculadora. Pero proporcionará un marco lógico dentro del cual nuestras
elecciones basadas en el corazón tienen mucho más sentido.
Nota final

9. Estas premisas también determinan qué es publicable y qué no, qué pasará
fácilmente la revisión por pares y qué será sometido a un escrutinio hostil, y qué
investigación recibirá fondos y cual no. Estas son algunas de las razones por las
cuales ciertos fenómenos reales permanecen “científicamente no comprobados”.

Capítulo 12: Ingenuidad


Amo a los que anhelan lo imposible.

— Goethe

Estamos entrando en territorio desconocido, en el que hemos vislumbrado un hermoso


destino pero no sabemos cómo llegar allí. Es inaccesible según lo que entendemos de
causalidad. Deben suceder cosas que no sabemos cómo hacer que sucedan. Si no “haces”
que suceda, y sucede, ¿cómo sucede? Obviamente, sucede como un regalo. Es posible que
hayas notado que las personas muy generosas atraen más regalos. Por lo tanto, si estamos
dando nuestras vidas en servicio, experimentaremos más de estos eventos fortuitos. Estos
son claves para una potencia creativa más allá de la vieja concepción de la causalidad.

Cualquier cosa por la que valga la pena dedicar una vida hoy requiere algunos de estos
milagros, estas cosas que no hacemos ni podemos hacer que sucedan, que vienen como
regalos. Por lo tanto, si sigue la guía de su corazón hacia cualquiera de estos objetivos
valiosos, sus elecciones le parecerán a muchos (y a veces a usted mismo) un poco locas.

Nuestra situación es la siguiente: vemos el objetivo pero no sabemos cómo llegar allí. Eso
es cierto para cualquier cosa genuinamente nueva. Entrar en el intento de todos modos es
siempre un acto de coraje, a la vez arrogante y humilde: arrogante porque nuestra confianza
es injustificada; humilde porque nos ponemos a merced de lo desconocido. Limitado por lo
que sabemos hacer, logramos solo lo que hemos estado logrando. Mira el planeta. Lo que
hemos estado logrando no es suficiente.

En este libro, pido una especie de ingenuidad, que irónicamente es una de las principales
críticas
de mi trabajo. Tal vez debería abrazar ese epíteto y pedir aún más. Ser ingenuo es confiar
en la bondad de los demás cuando hay poca evidencia de ello, o confiar en que algo podría
suceder cuando no sabes cómo podría ocurrir. Por supuesto, la ingenuidad es una maldición
cuando ofusca las acciones prácticas, pero estoy hablando de una situación en la que la
práctica es insuficiente. Ahí es donde está el planeta ahora. Y también es ahí donde muchas
personas están ahora a medida que descubren que las cosas que saben cómo obtener, ya no
las quieren.

Paradójicamente, el camino para lograr lo imposible consiste en muchos pasos prácticos,


cada uno de ellos posible. Muchos pasos pragmáticos, cada uno de los cuales sabemos
hacer, se suman a algo que no sabíamos hacer. Sabemos caminar; simplemente no tenemos
un mapa. Así que no sugiero que renunciemos a lo práctico, lo factible. Es que lo práctico
no es suficiente a menos que se ponga en servicio a lo poco práctico.

En una línea similar, no podemos abandonar las herramientas, materiales y cognitivas, que
definieron la edad de separación. No abandonaremos la razón a favor del sentimiento, las
telecomunicaciones a favor del abrazo, el lenguaje simbólico a favor de la canción o el
dinero a favor del regalo. Sin embargo, en cada caso, el primero excedió su dominio
apropiado y usurpó al segundo. La nueva historia contiene la vieja; buscar la extirpación de
lo viejo es en sí mismo una forma de pensamiento de la vieja historia.

Permítanme compartir algunas historias que ilustran el poder de la ingenuidad. Polly


Higgins es abogada y autora de Erradicación del ecocidio. Durante los últimos años ha
estado trabajando para establecer los “derechos de la naturaleza” y para hacer del ecocidio
el quinto crimen contra la paz reconocido por las Naciones Unidas. Al principio de esta
búsqueda, me dijo, se dio cuenta de que los canales normales para tratar de enmendar el
Estatuto de Roma de la ONU eran irremediablemente lentos y complicados. Entonces,
decidió directamente contactar a un funcionario de alto nivel quien pensó que estaba
dispuesto favorablemente a ideas como la suya. Vamos a llamarlo Sr. E. Pero cientos de
activistas y organizaciones también tienen ideas que quieren avanzar a través de la ONU.
¿Cómo evitar a todos los guardianes y entablar una conversación directa con él?

Polly estaba en Alemania en el momento de una importante cumbre climática en


Copenhague que el Sr. E. planeó en asistir. Él viajaría en un tren especial junto con otros
funcionarios y periodistas especialmente invitados y representantes de la ONG. “Si tan solo
pudiera subir a ese tren”, pensó Polly, “podría tener la oportunidad de hablar con él”. Pero
no pudo encontrar la forma de hacerse con una invitación. ¿Tal vez podría colarse en el
tren? Imposible. Las líneas de policía lo rodearon para protegerse contra los activistas que
buscan hacer precisamente eso. Entonces, Polly se subió a otro tren, esperando encontrar al
Sr. E. en Copenhague.

Su itinerario implicó un traslado a otro tren en Hamburgo. Al bajar de su tren, le preguntó a


un conductor dónde estaba el tren a Copenhague. Le señaló el tren especial de la ONU.
“No, ese no es mi tren”, dijo, sabiendo que no se le permitiría subir.

El conductor la ignoró. “Ya, ya, es este tren”, dijo con un fuerte acento alemán. Ella
protestó un par de veces más en vano (“Ya, ya, you mit me come.”) cuando él tomó su
maleta y la condujo al tren. Escoltada por este funcionario del ferrocarril y vestida con su
atuendo de abogado, nadie pidió ver su invitación. Pronto ella estaba sentada en el tren. Le
envió un mensaje de texto a una amiga de una ONG que había sido invitada a tomar el tren.
“¡Estoy dentro! Vagón número dos”. Su amiga le respondió, invitándola a su vagón, donde
estaba sentada frente a un caballero muy interesante. “Le he estado contando sobre ti. Hay
un asiento vacío a su lado.”

¿Sabes quién era? Era el señor E.

Este fue solo uno de un largo camino de eventos sincrónicos que ha llevado a Polly frente
al Parlamento de la UE, La Haya y muchos otros organismos de alto nivel, y ha dado alta
visibilidad a la Ley de Ecocidio. Es un ejemplo perfecto de poner lo práctico en servicio de
lo poco práctico.

Cualquiera podría haberle dicho a Polly que era ingenuo pensar que ella podría incluir su
idea en la agenda de la ONU cuando tantas otras organizaciones, con muchos más recursos
y conexiones, no pueden. Cualquiera podría haberle dicho que era ingenuo esperar tener
una conversación personal con el Sr. E. cuando tantos otros activistas se mantienen a cien
metros de distancia detrás de las líneas de la policía. El tipo de coincidencias que
experimenta no es algo que uno pueda planificar de antemano. A menudo vienen como
interrupciones en cualquier plan que se haya implementado para comenzar. Eso no quiere
decir que no debamos planificar lo mejor que podamos y no debamos usar cualquier medio
práctico que esté a nuestra disposición, pero no deberíamos estar limitados por lo que
podemos planificar. No debemos limitar nuestras ambiciones por lo que sabemos cómo
lograr.

Diane Wilson era una operadora de barcos camaroneros en la costa del Golfo de Texas. En
1989 descubrió que Formosa Plastics, una compañía multimillonaria, planeaba construir un
gran complejo de cloruro de polivinilo cerca. Decidida a detener este proyecto, que ella
creía que contaminaría el Golfo, Wilson lanzó una campaña bastante ingenua contra él. En
contra de esta madre de cinco hijos sin educación se encontraba la cámara de comercio, el
gobierno local, la legislatura, el gobernador, el Departamento de Estado de Protección
Ambiental y la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU. ¿Cómo podría ella
prevalecer? ¿Qué había en ella que le permitía ganar contra intereses tan poderosos cuando
la mayoría de nosotros parece incapaz de cambiar la política más trivial?

Ciertamente, parte de la explicación es que Diane Wilson es una mujer extraordinariamente


valiente y obstinada quien estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para lograr su objetivo:
iniciar una huelga de hambre, por ejemplo, o encadenarse a la cerca de la empresa. Con el
tiempo, ella también inspiró a muchas otras personas, algunos de ellos que estaban bien
informados sobre el funcionamiento del sistema, para unirse a su causa. Y tal vez su
humildad personal alentó a los denunciantes a buscarla. Ella no tenía ningún plan—“Nunca
planeé nada: solo tenía intención y estaba dispuesta a ponerme en riesgo”—y ella no hizo
que estas personas acudieran en su ayuda a través de algún tipo de manipulación financiera
o emocional. Ella no les pagó para apoyarla, haciendo coincidir la fuerza financiera con la
fuerza financiera. Estas personas, como ella, no tenían nada que ganar, ni siquiera los
beneficios sociales de ser percibido como heroico, ya que cualquiera aliado con ella estaba
sujeto al ridículo.

Más allá de estos dones, que no son inesperados en nuestra comprensión convencional del
mundo, Diane Wilson también fue ayudada por al menos una coincidencia fortuita, cuando
un funcionario de la EPA la llamó, confundiéndola con otra Diane y divulgó información
clave que condujo a un gran avance. Por supuesto, fácilmente podemos descartar esto como
mera coincidencia, pero ¿podríamos verlo también como un afloramiento de un tipo
diferente de causa y efecto de la causalidad basada en la fuerza a la que estamos
acostumbrados?
Hace años, cuando vivía en Taiwán, formé una amistad con otros jóvenes estadounidenses,
quienes un día me declararon que tenían la intención de crear un festival de música
alternativa al aire libre de tres días en el extremo sur de la isla. Los chicos de veintitantos
años a menudo declaramos grandes planes sobre cervezas que olvidaríamos al día siguiente;
la diferencia fue que este evento realmente sucedió a pesar de que los miembros de la banda
no tenían dinero, solo hablaban chino rudimentario y de hecho habían estado en el país solo
unos pocos meses. “Contrataremos autobuses para transportar a todos hacia allá.
Alquilaremos carpas. Resolveremos algo con la policía local. ¿Quién sabe?” Y entonces
comenzó el arduo trabajo y los regalos. Por alguna razón, todos creían que lo que dijeron
estos chicos sucedería, por lo que todos contribuimos de buena gana.

Nadie hizo dinero con esta empresa; de arriba a abajo se hizo en el espíritu del regalo. Pero
aparte de los regalos de otras personas que atrajo la generosidad de los organizadores, como
con Diane Wilson, Hubo varias coincidencias inusuales que aterrizaron como regalos
durante la empresa. Los organizadores necesitaban un camión para transportar equipos; un
día uno de sus estudiantes de inglés de negocios preguntó, sin saber su necesidad y
aparentemente de la nada, “No necesitarías un camión, ¿verdad?” y luego les dio un
camión. Este tipo de cosas sucedieron repetidamente. Una especie de magia parecía rodear
el evento. La policía local no fue problema—recuerdo haber visto uno entre los bailarines
—porque por alguna razón vieron el evento fuera de sus categorías habituales (amenaza a la
ley y el orden, oportunidad de extorsionar sobornos, etc.).

Lector, ¿alguna vez has sido parte de algo así donde todo parece fluir, donde te encuentras
una y otra vez en el lugar correcto en el momento correcto para encontrarte exactamente
con la persona correcta, donde aparece todo lo necesario, a veces en el último minuto, de
manera completamente imprevista, donde un poder externo invisible parece estar
coordinando todo y a todos?

¿Cómo y por qué sucede esto? Si de alguna manera pudiéramos dominar la tecnología de
estar en el lugar correcto en el momento correcto, si pudiéramos aprender a manejar el flujo
de la sincronicidad, entonces habríamos accedido a un poder mayor que cualquier cosa de
la que sea capaz el mundo de la fuerza.

Notas finales

10. Diane Wilson cuenta su historia en el libro An Unreasonable Woman.

Capítulo 13: Realidad


¿Cómo hacemos eso? Este mundo de milagros, las cosas que no podemos hacer que
sucedan, es un mundo del don. Para vivir en él debemos dejar de lado las viejas formas de
controlar, mantener y contener. Debemos aprender a ver el mundo a través de los ojos del
regalo. Hoy la mayoría de nosotros vivimos simultáneamente en ambos mundos, el viejo y
el nuevo; por lo tanto, nuestra experiencia de los milagros es al azar. Parecen violar las
leyes del universo físico o social, lo cual es de esperar ya que esas leyes se forman a partir
de las percepciones del yo separado.
A pesar de mi llamado a la ingenuidad, también quiero insertar una nota de precaución
aquí, porque existe tal cosa en este mundo como perseguir una fantasía imposible. Existe
una ilusión que distrae a uno del trabajo en cuestión. ¿Cómo podemos saber cuándo
estamos al servicio de una posibilidad real y cuando nos engañamos a nosotros mismos,
persiguiendo no una visión sino un espejismo? No estoy abogando por una confianza
crédula en cualquier fantasía que resulte reconfortante.

Una gran cantidad de enseñanzas de la Nueva Era sobre la “creación de la realidad” nos
dicen que para “manifestar” algo en este mundo, debemos alinear nuestros pensamientos y
creencias con él, y aparecerá. Aquí uso comillas sarcásticas, pero algunas de estas
enseñanzas son bastante sofisticadas. Uno puede pensar en muchas situaciones en las cuales
las creencias crean, de hecho, realidad. Por un lado, nuestras creencias e historias contienen
dentro de ellos roles para nosotros mismos que debemos actuar para lograr cualquier cosa
en el mundo. Por ejemplo, en ausencia de la creencia de que es posible andar en monociclo,
es poco probable que uno dedique las semanas necesarias para aprender cómo hacerlo. En
ausencia de la creencia de que un festival de música puede suceder, nadie hará las cosas
necesarias para que suceda. Solo cuando alguien crea “puedo hacerlo”, llegarán a
intentarlo. Cuando nuestras creencias cambian, también cambian nuestras motivaciones y
percepciones. Hacemos cosas nuevas y vemos nuevas oportunidades.

Más allá de estos vehículos mundanos para la traducción de la creencia a la realidad,


también encuentro algo más misterioso funcionando. Un tipo de magia sucede cuando una
persona sufre un cambio profundo en su cosmovisión. Los vehículos mundanos que he
descrito quizás son instancias de un principio más general. El problema con las enseñanzas
de la Nueva Era sobre la creación de la realidad o la Ley de Atracción no está tanto en su
metafísica como en su aplicación. Veo dos dificultades críticas. Primero, no es tan fácil
alterar las creencias de uno como nos gustaría pensar. Normalmente, no podemos cambiar
una creencia a través de un acto de voluntad porque un estado de creencia es un estado de
ser. Una creencia no es solo un vapor en el cerebro. Si, como yo, has tratado de cambiar tus
“creencias limitantes” a través de afirmaciones, etc., es posible que hayas notado que
incluso cuando te repetías a ti mismo, “Ahora experimento una abundancia financiera
completa” o “Todos los días, en todos los sentidos, la vida es cada vez mejor”, una parte de
ti estaba pensando, “Sí, claro. Lo creeré cuando lleguen los resultados”. Cuando, de hecho,
no obtienes los resultados, puedes descartar todo el programa de creación de realidad como
muchas tonterías de la Nueva Era. Pero realmente, no has probado ni refutado el principio
básico, porque estabas entreteniendo una creencia falsa, o en el mejor de los casos, una
creencia en conflicto. Es posible que parte de ustedes lo hayan creído, pero ¿realmente se
sintió verdad? ¿Realmente se sintió posible?

Esto lleva a un segundo problema: no somos nadie para decidir lo que es verdadero o
posible. Algunas enseñanzas nos piden que comencemos creando una visión, pero esto está
equivocado; la forma correcta de comenzar es recibir una visión. Lo llamo “La visión de lo
que quiere nacer”. Al no haberlo inventado nosotros mismos, sentimos que tiene existencia
propia. Las dudas aún pueden asaltarnos, pero debajo de las dudas habrá un conocimiento
que proviene de haber visto algo. Las dudas surgen de las heridas que he mencionado aquí:
la traición repetida de nuestro idealismo, el aplastamiento de nuestro espíritu, los efectos de
la implacable fealdad de la sociedad industrial. Pensamos: “¿Qué pasa si solo soy un tonto?
¿Qué pasa si no merezco tal bendición? ¿Qué pasa si la humanidad no lo merece? ¿Qué
pasa si perdemos nuestra oportunidad? ¿Qué pasa si algo fuera de mi control lo arruina? De
hecho, mientras más bella es la visión (ya sea para uno mismo o para el mundo), más
dolorosas son las dudas que surgen. El resplandor de lo que quiere nacer ilumina las
sombras, llevándolas a la luz de la conciencia para que puedan ser curados. Sugiero
volverse sensible a la diferencia entre estas dudas y al secreto y sobrio conocimiento de que
te estás engañando a ti mismo.

Entonces, el primer paso para crear un cambio es recibir una visión que se sienta verdadera.
El segundo paso es curar las heridas y las dudas que iluminan esa visión. Sin hacer eso,
estaremos en conflicto, representando, al mismo tiempo, tanto la nueva historia como la
vieja que acompaña a las heridas. El tercer paso es inclinarse al servicio de lo que quiere
nacer. Este proceso no es lineal. Por lo general, la visión se enfoca cada vez más a medida
que curamos las dudas que la oscurecen; eso, a su vez, nos permite entrar más
profundamente en su servicio. Un servicio más profundo, a su vez, trae nuevas dimensiones
de la visión junto con heridas más profundas. El camino del servicio es un camino de auto-
realización.

Cuando estamos al servicio de algo que es real, cuando hablamos de ello, nuestras palabras
tienen poder. Otros también pueden sentir su realidad. Es por eso que algunas personas
tienen la capacidad aparentemente mágica de crear cosas con sus palabras. Cuando dicen
que tal y tal cosa va a suceder, todos creen que va a suceder, incluso si el que suceda
depende de que todos crean que sucederá.

Estar al servicio de algo que uno ha experimentado como real es la esencia del liderazgo en
una era no jerárquica. Un líder es el titular de una historia, alguien cuya experiencia de su
realidad es lo suficientemente profunda para que pueda mantener la creencia en nombre de
los demás. Muchos líderes de hoy son débiles, porque realmente no creen en lo que
profesan. ¿Cómo pueden inspirar a alguien más a creer? No creer a sí mismos, rápidamente
se rinden ante la más mínima presión, contentos de conformarse con medidas y medias. Si
exiges la eliminación de todas las armas nucleares, pero realmente no crees que pueda
suceder, te conformarás con un tratado de prohibición de pruebas limitado. Si lo que
quieres es detener toda la tala indiscriminada, pero no crees que sea posible, te conformarás
con una mera desaceleración.

Mientras más profundo sea nuestro servicio a lo que quiere nacer, cuanto más capaz es de
organizar los encuentros sincrónicos y los eventos fortuitos que nos permiten lograr lo que
está más allá de nuestra comprensión de la causa y el efecto. Podríamos decir que la
“tecnología” primaria de la Era de la Reunión es el servicio. Ofrecemos nuestro tiempo,
energía, habilidades y vidas como obsequios, entrando en la confianza, dejando de lado el
hábito de primero y ante todo cuidar de uno mismo. Solo entonces podemos alinearnos
completamente con la visión. De esa alineación, nace una fuerza tremenda. Nuestro yo
expandido es mucho más poderoso y menos temeroso que el individuo discreto y separado
quien, separado del mundo, solo puede manipularlo por la fuerza, y mira con cautela y
maravillado las sorprendentes coincidencias que se alinean a medida que deja ir y se
sumerge en el servicio. Obviamente, debido a que estas no son cosas que sabemos cómo
“hacer” que sucedan, suceden como regalos, confirmando el principio universal del regalo:
que dar y recibir siempre se equilibran al final.

Todo este proceso de co-creación de cambio comienza no con fe sino con honestidad.
Primero debemos echar un vistazo a algo que reconocemos como real. Un tipo de
honestidad es reconocer nuestras ilusiones y ver lo que está frente a nuestras caras. Esto
puede ser doloroso. Ha sido humillante admitir: “Realmente no creía en lo que hemos
estado trabajando; todo el tiempo lo hacía para pertenecer, para parecer virtuoso conmigo
mismo y para los demás, y simplemente para evitar la desesperación”. Pero hay otra
aplicación de la honestidad que es aún más valiente: creer en una visión verdadera que
contradiga la visión consensuada de lo que es posible o valioso. Se necesita más valor para
creer lo que sabemos es verdad que dudar lo que sabemos que es falso. Para el visionario,
ese conocimiento es al principio un conocimiento solitario, rodeado de un torrente de dudas
tanto dentro como por fuera. Confiar en un momento de claridad y llevarlo adelante,
traducirlo en creencia y actuar desde él en medio de todas las voces que dicen que es una
locura o imposible, no es un asunto trivial.

Nota final

11. Ocasionalmente, las personas reportan la experiencia de haber cambiado


exitosamente una creencia como un acto volitivo. Esto no significa que aplicaron
fuerza de voluntad superior para desterrar la duda y la negatividad, sino que la
creencia estaba lista para cambiar. Cuando el estado de ser correspondiente a una
creencia dada ha seguido su curso, entonces la creencia cambia con solo un pequeño
empujón.
12. Capítulo 14: Espíritu
13. Hay otro mundo, pero está en este.
14. ― W. B. Yeats
15. El lector cínico podría suponer que develaré la “espiritualidad” como un escape del
sombrío y desalentador universo de la Historia de la Separación. No haré eso,
porque desafortunadamente, la espiritualidad como la concebimos típicamente es en
sí misma un componente clave de la separación. Esta admite que el materialismo
desolado que ofrece la ciencia es esencialmente correcto: que lo sagrado, el
propósito y la sensibilidad no pueden ser inherentes a la materia misma, no se
pueden encontrar entre los bloques de construcción subatómicos genéricos del
mundo material. Estas cosas, dice la espiritualidad, residen en cambio en otro reino
no material, el reino del espíritu.
16. Dada esa premisa, el objetivo de la espiritualidad se convierte en trascender el reino
material y ascender al espiritual. Una especie de antimaterialismo infunde
enseñanzas como “No eres tu cuerpo” así como las aspiraciones de “elevar tus
vibraciones”. Dado que nuestro colapso ambiental también proviene del
antimaterialismo (una devaluación y desacralización del mundo material),
podríamos querer reconsiderar estas enseñanzas. ¿Qué tienen de especial las
vibraciones “altas”? ¿Es un fagot es menos hermoso que una flauta? ¿Es una roca
menos sagrada que una nube? ¿Es la Tierra menos sagrada que el cielo? ¿Es
superior mejor que inferior? ¿Es mejor alto que bajo? ¿Es abstracto mejor que
concreto? ¿Es la razón mejor que sentir? ¿Es puro mejor que desordenado? ¿Es el
hombre mejor que la mujer?
17. (Y, solo para hacer un desastre aún mayor, también podría decir: ¿es mejor el no
dualismo que el dualismo? Incluso para criticar la idea de que una cosa es mejor que
otra todavía se emplea “mejor que” como concepto, validando implícitamente ese
concepto.)
18. No es casualidad que la abstracción del espíritu de la materia, la eliminación de la
morada de los dioses en un reino celestial, y el surgimiento del patriarcado, todos
ocurrieron aproximadamente al mismo tiempo. Fue entonces que la conquista de la
naturaleza que había comenzado antes con la domesticación de plantas y animales
se convirtió en una virtud explícita, y los dioses se convirtieron en los señores de la
naturaleza en lugar de su personificación. Las sociedades constructoras, que
requieren estandarización en sus ejércitos y proyectos de construcción, desarrollan
sistemas abstractos de medida en su contabilidad y distribución de recursos, miraron
naturalmente al cielo, con sus movimientos ordenados y predecibles, como el
asiento de la divinidad. Reflejando eso, las clases sociales superiores—los
sacerdotes, los nobles y los reyes—tenían cada vez menos que ver con el suelo y el
desorden de las relaciones humanas, pero se mantuvieron aislados en templos,
palacios, y cuando tenían que salir, lo hacían por encima del suelo en literas. Al
mismo tiempo, nacieron los conceptos del bien y del mal. Cualquier cosa que
violara la imposición progresiva del control sobre la naturaleza y la naturaleza
humana era malvada: inundaciones, malezas, lobos, langostas, etc., así como deseos
carnales, rebeldía e indolencia. La autodisciplina, necesaria para elevarse por
encima de los deseos del mundo material, se convirtió en una virtud espiritual
cardinal.
19. Al resumir un capítulo de ochenta páginas de The Ascent of Humanity en una
sinopsis de un párrafo, espero no haber reducido una discusión complicada a un
montón de clichés. Aquí el caso es que nuestra concepción de la espiritualidad tiene
raíces muy profundas y comparte estas raíces en común con todo lo demás de
nuestra civilización—incluso, notablemente, con la ciencia. No debería
sorprendernos entonces que a medida que nuestras instituciones dominantes
colapsen, nuestra espiritualidad también pasa por una transición. Ya está en marcha,
a medida que el núcleo esotérico de la religión dominante, enterrado durante mucho
tiempo, emerge a la conciencia de las masas.
20. Se ha invertido una energía enorme en intentar probar la existencia de un reino no
material. Como un ejemplo reciente, el relato de Eben Alexander de su experiencia
cercana a la muerte en el reciente libro más vendido Proof of Heaven afirma que su
experiencia debe haber sucedido independientemente de su cerebro, el cual estaba
en coma profundo. Esto, implica el libro, es la razón por la cual su experiencia fue
tan significativa. Los críticos se reunieron rápidamente para refutar sus
conclusiones, argumentando que no hay forma de demostrar la ausencia de al menos
alguna función cortical, que, junto con la posterior falsa memoria y confabulación,
ofrece una explicación materialista basada en el cerebro. Pero creo que los críticos y
el propio autor erran en el verdadero significado del libro. A lo que apunta no es una
fuente extramaterial de conciencia, sino a nuestra comprensión superficial de la
materia misma, que tiene propiedades que no podrían existir en la vista de la física
clásica, la química y la biología. La “espiritualidad” de su experiencia radica en lo
que fue, no en lo que demuestra.
21. ¿Por qué estamos tan desesperados por escapar del mundo material? ¿Es realmente
tan sombrío? ¿O podría ser, más bien, que lo hemos hecho sombrío: hemos
oscurecido su misterio vibrante con nuestras anteojeras ideológicas, hemos cortado
su infinita conexión con nuestras categorías, hemos suprimido su orden espontáneo
con nuestro pavimento, reducido su variedad infinita con nuestros productos,
destrozado su eternidad con nuestro cronometraje y negado su abundancia con
nuestro sistema de dinero? Si es así, entonces estamos equivocados si apelamos a un
reino espiritual no material para nuestra salvación de la prisión de la materialidad.
22. Los activistas tienen razón al desconfiar de tales intentos. Si lo sagrado se encuentra
fuera de lo material, entonces, ¿por qué molestarse con lo material? Si los intereses
del alma se oponen a los intereses de la carne, entonces ¿por qué buscar mejorar el
mundo de la carne, el mundo social y material? La espiritualidad se vuelve lo que la
religión era para Marx: el opio de las masas, una distracción de los problemas
materiales muy reales que enfrenta nuestro planeta.
23. Por otra parte, sería arrogante descartar miles de años de enseñanzas sagradas como
las fantasías de los soñadores y los últimos cientos de años de espiritualidad como
desvaríos de personas que simplemente no podían manejar la amarga verdad de un
universo mecánico y sin propósito. Están buscando remediar un flagrante defecto de
la cosmovisión científica, que hasta hace poco no tenía lugar para dimensiones
enteras de la experiencia humana. Se declaró que los fenómenos que no encajaban
en la ortodoxia científica no existían; para alguien que acepta la ciencia como una
descripción más o menos completa del mundo natural, la única forma de explicar
estos fenómenos era atribuirles una explicación sobrenatural.
24. Dicho de otra manera, si estamos de acuerdo en que el universo de la ciencia no
tiene inteligencia inherente, entonces, cualquier inteligencia que exista debe
provenir del exterior del universo material. La doctrina del “diseño inteligente”
ejemplifica este tipo de pensamiento. El orden que exhibe la vida no podría surgir
espontáneamente de la materia muerta y las fuerzas ciegas; por lo tanto, debe haber
sido diseñado por una agencia externa (Dios). Pero si aceptamos que la inteligencia,
el movimiento hacia el orden, la belleza y la organización son una propiedad
inherente de la materia, no se requiere dicha agencia externa.
25. Puede parecer que estoy ofreciendo una defensa del materialismo científico
convencional. Todo lo contrario. En lugar de tomar el camino de la religión y decir
que la inteligencia que vemos tiene un origen sobrenatural, la ciencia trata de
negarlo por completo al explicarlo como una especie de ilusión, un subproducto
accidental de esas fuerzas ciegas, nada inherente. En consecuencia, la ciencia como
institución es hostil a cualquier paradigma que sugiere una inteligencia inherente o
propósito a la materia.
26. Al investigar varias teorías científicas heterodoxas y las tecnologías que derivan de
ellas, a menudo me he preguntado por qué algunos de ellos provocan una hostilidad
tan extrema del establecimiento. Los que hacen eso, descubrí, comparten algo en
común: Todos ellos implican que el universo es, como lo dije antes, inteligente de
principio a fin. Considera, por ejemplo, la memoria del agua. El agua pura ya no es
un simple revoltijo de moléculas sin sentido, pero cualesquiera dos “muestras” de
agua son únicas; son individuos que llevan un registro de todas sus influencias
pasadas, que son capaces de transmitir esas influencias en todo lo que tocan. O
considera la “mutación adaptativa”—la teoría de que la mutación genética no es
aleatoria, pero procede preferentemente hacia las mutaciones que requiere el
organismo o el medio ambiente. Este tipo de propósito es anatema para la ortodoxia
científica. Cualquier teoría que implique que el universo tiene una inteligencia o un
propósito propio amenaza con derribar a la humanidad de su posición privilegiada
como dueños de la naturaleza. En lugar, nuestra inteligencia se convierte en parte de
una inteligencia más grande, que luego buscamos entender y cooperar.
27. La hostilidad de la ciencia a cualquier idea que incluya un orden inherente e
inteligencia en la materia, ahora está cambiando. Alrededor de los bordes de la
ciencia, nuevos paradigmas que dejan que las propiedades una vez relegadas al
espíritu vuelvan a la materia, están creciendo. Otra forma de verlo es que el espíritu
y la materia se están reuniendo.
28. Un aspecto de esta reunión es la unión del activismo y la espiritualidad. En un
semanario, una joven activista de Occupy describió lo horrorizado que estaba su
padre, un marxista tradicional, cuando ella compartió su interés en la “conciencia” y
un camino espiritual. Tradicionalmente para personas de izquierda, cualquier cosa
relacionada con la espiritualidad es un lujo de la clase privilegiada, una distracción
del trabajo real en cuestión o una fantasía que oculta el análisis correcto del
problema.
29. Puedo entender lo que quiso decir. Durante mucho tiempo, los activistas prácticos
se han burlado de los llamados buscadores espirituales. ¡Bájate del cojín de
meditación y haz algo! Hay sufrimiento a tu alrededor. Tienes manos, un cerebro,
recursos. ¡Haz algo sobre el sufrimiento! Si la casa se estuviera incendiando, ¿te
sentarías a meditar, visualizando cascadas frescas para apagar el fuego a través del
poder de la manifestación? Bueno, la casa figurativa se está quemando a nuestro
alrededor en este momento. Los desiertos se están extendiendo, los arrecifes de
coral están muriendo y los últimos pueblos indígenas están siendo exterminados. Y
ahí estás en medio de todo, contemplando el sonido cósmico OM. Desde este punto
de vista, la espiritualidad es una especie de escapismo.
30. A esta poderosa crítica, la gente espiritual ofrece una respuesta igualmente
poderosa. “Sin un trabajo profundo en ti mismo, ¿cómo evitarás recrear tu propia
opresión internalizada en todo lo que haces?” Muy a menudo vemos los mismos
abusos de poder, las mismas disfunciones organizacionales entre activistas de
cambio social como las que vemos en las instituciones que buscan cambiar. Si estos
activistas salieran victoriosos, ¿por qué esperaríamos que la sociedad que crean sea
diferente? A menos que hayamos hecho un trabajo transformador en nosotros
mismos, seguiremos siendo productos de la misma civilización que buscamos
transformar.
31. Necesitamos cambiar nuestros hábitos de pensamiento, creencia y acción, así como
también cambiar nuestros sistemas. Cada nivel refuerza al otro: nuestros hábitos y
creencias forman la subestructura psíquica de nuestro sistema, que a su vez, induce
en nosotros las creencias y hábitos correspondientes. Es por eso que los activistas
políticos y los maestros espirituales están igualmente equivocados cuando los
primeros dicen: “Es un escape frívolo e indulgente centrarse en cambiar sus
creencias en torno a la escasez cuando la compulsión sistémica hacia la escasez real
de vida o muerte continúa oprimiendo miles de millones, independientemente de sus
creencias y opciones de estilo de vida,” y el último dice: “Solo trabaja en ti mismo y
el mundo cambiará a tu alrededor. No escapen del problema real y personal
proyectando el problema en la sociedad, el sistema político, las corporaciones, etc.”
32. Los dos campos están destinados a ser aliados, y de hecho ninguno tendrá éxito sin
el otro. Cuantas más personas hayan entrado en la gratitud, la generosidad y la
confianza y hayan dejado atrás una cantidad de pensamiento basado en el miedo,
cuanto más receptivo será el clima sociopolítico a la reforma radical, que encarnará
los valores del interser. Y cuanto más cambian nuestros sistemas para encarnar estos
valores, cuanto más fácil será para las personas hacer la transición personal. Hoy,
nuestro ambiente económico nos grita: “¡Escasez!”; nuestro ambiente político nos
grita: “Nosotros contra ellos”; nuestro ambiente médico nos grita: “¡Tengan
miedo!” Juntos, nos mantienen solos y con miedo de cambiar.
33. También en el nivel intermedio, el de familia, comunidad y lugar, nuestro ambiente
social y físico impone la separación. Vivir en familias nucleares en cajas aisladas,
procurar las necesidades de la vida de desconocidos anónimos, no depender en
absoluto de la tierra que nos rodea para su sustento insinúa la separación en nuestras
percepciones básicas del mundo. Es por eso que podríamos decir que cualquier
esfuerzo por cambiar estas circunstancias es un trabajo espiritual.
34. Del mismo modo, cualquier esfuerzo por cambiar las percepciones básicas de las
personas sobre el mundo es un trabajo político. ¿Qué tipo de personas se refugian en
los suburbios en expansión? ¿Qué tipo de personas trabajan en trabajos que no
satisfacen ningún deseo sino el deseo de seguridad? ¿Qué tipo de personas
permanecen pasivamente mientras su nación procesa una guerra injusta tras otra? La
respuesta es: personas temerosas, personas alienadas, personas heridas. Es por eso
que el trabajo espiritual es político, si difunde amor, conexión, perdón, aceptación y
sanación.
35. Eso no significa que cada persona “deba” abordar todos los niveles. Todos tenemos
dones únicos que nos atraen hacia el trabajo para el cual esos dones son más
adecuados. Aunque una persona sana y equilibrada generalmente involucrará al
mundo en múltiples niveles, ser como ella es, un individuo, un amigo, un miembro
de una familia, un miembro de una comunidad y un lugar, un habitante de una
biorregión, un ciudadano de una nación y un miembro de la tribu de toda la vida en
la Tierra, incluso un ciudadano cósmico, también es cierto que pasamos por fases de
relativo enfoque interno y externo, acción y tranquilidad, expresión y retirada.
36. Cuando ya no tenemos una distinción rígida entre uno mismo y otro, entonces
reconocemos que el mundo refleja el yo, que para trabajar en el yo es necesario
trabajar en el mundo, y para trabajar efectivamente en el mundo, es necesario
trabajar en el yo. Por supuesto, siempre ha habido practicantes espirituales que son
políticamente activos y activistas políticos que son profundamente espirituales, pero
ahora la atracción de cada reino hacia el otro se está volviendo incontenible. Cada
vez más activistas sociales y ambientales rechazan las creencias convencionales de
maneras más personales. Es probable que el partidario de Occupy también apoye la
paternidad apegada, practique meditación y use medicina alternativa. Los hippies y
los radicales de los años 60 están convergiendo.

Capítulo 15: Ortodoxia


Ese es, en el fondo, el único coraje que se nos exige: tener coraje para lo más extraño, lo
más singular y lo más inexplicable que podamos encontrar. Que la humanidad en este
sentido haya sido cobarde ha hecho un daño infinito a la vida; las experiencias que son
llamadas “visiones”, todo el llamado “mundo de los espíritus”, la muerte, todas esas cosas
que nos son tan parecidas, han sido tan desplazados fuera de la vida por la lucha diaria que
los sentidos con los que podríamos haberlos captado están atrofiados.

— Rilke

La convergencia de espiritualidad y activismo refleja una reunión más amplia de espíritu y


materia, en la que entendemos los dos reinos como uno. Esto es diferente a la afirmación de
la ciencia de haber explicado cualquier fenómeno que podríamos llamar espiritual. Más que
una reducción del espíritu a la materia, es una elevación de la materia al espíritu.

Esta reunión aún está incompleta. Todavía hay muchos activistas políticos que se
horrorizarán por la referencia de este libro a los fenómenos que etiquetan como
“científicamente no comprobado” o a los principios causales que etiquetan como no
científicos. No se dan cuenta de que la ortodoxia científica se corta por de la misma tela y
sirve a los mismos fines que el resto de nuestras instituciones dominantes. Contribuye al
mantenimiento de la historia de la separación tanto como la economía, la política o la
religión organizada.

Del mismo modo, lectores con conocimientos sobre paradigmas y tecnologías científicas
alternativas pueden sentirse impacientes con mi escepticismo ante la idea de que estos
salvarán a la humanidad. Aunque tengo experiencia de primera mano con varias
tecnologías que la ciencia convencional llama imposible, no las promoveré en este libro.
Nuevamente, la razón es que si pueden salvarnos, ¿por qué no lo han hecho ya? Muchos
han sido conocidos y reprimidos por décadas. He leído la literatura alegando que esta
supresión es consciente y sistemática; creo que principalmente es más inconsciente y
sistémico. A través de miles de mecanismos, los hemos suprimido porque no encajan en
nuestra mitología e identidad. De manera equivalente, uno podría decir que no estábamos
preparados para ellos. No estábamos preparados para tecnologías distribuidas en lugar de
centralizadas, que liberaron el control de los expertos a la gente y que necesitaban ver la
interconexión de todas las cosas. Un síntoma de nuestra falta de preparación es la prisa de
los inventores para patentar cada nuevo dispositivo milagroso, intentando de contener algo
de la nueva historia dentro de las estructuras de la antigua. Quizás estas tecnologías de
abundancia—de energía, salud, tiempo y vida—dejarán los márgenes y se apoderarán solo
cuando ejemplifiquemos colectivamente la abundancia a través de la generosidad, el
servicio, la entrega y la confianza.

Estamos al borde de una metamorfosis mayorista. Nunca adoptaremos las tecnologías del
interser desde la mentalidad de Separación. Estas tecnologías no son una bala mágica,
aunque creo que, al final, serán parte de nuestra sanación. Pero un cambio en nuestras
percepciones, en nuestra visión del mundo, es lo primero. En la coyuntura actual, la
importancia primaria de las tecnologías del interser no está en lo que pueden hacer. Es que
perforan la burbuja de realidad en la que hemos vivido, mostrándonos que ni nosotros ni el
mundo son lo que pensamos. Su importancia es la misma que la de cualquier fenómeno que
rompa paradigmas.

Ahora, al estudiar la negación generalizada de la ciencia climática en mi país, es fácil creer


que el problema son las actitudes no científicas. ¡Ojalá escucháramos a los científicos!
Desafortunadamente, la misma exhortación también se despliega en el contexto de la
ingeniería genética de cultivos, energía nuclear y otras tecnologías cuestionables que dudo
en mencionar para no ser también denigrado con el pincel muy amplio de “anti ciencia”. Si
bien los dos ejemplos anteriores no disfrutan de algo como la aceptación unánime del
cambio climático antropogénico, los defensores como Michael Specter no dudan en
calificar a los oponentes como no científicos. Aún menos científicas considerarían mis
creencias sobre la medicina holística, el qigong, la agricultura biodinámica, la memoria del
agua, la química nuclear biológica, los círculos de cultivos, los fenómenos psi, los
dispositivos de sobreunidad, la remediación de desechos radiactivos y Santa Claus. ¡Ya, me
lo he sacado del pecho!

Debido a su poder para pinchar la vieja historia, animo a las personas a explorar estos
fenómenos “no científicos”. Descubrirás que provocan una combinación de elevación y
desprecio. Alivian el peso de la separación y validan nuestras percepciones infantiles de
maravillas, misterios y posibilidades sin explotar. Al mismo tiempo, desencadenan el temor
de que estas percepciones sean delirios, y el miedo a la burla del cínico discutido
anteriormente.

No te preocupes—no voy a fijar mi optimismo en la esperanza de que alguna tecnología


milagrosa nos salve. Si dependiera de la tecnología salvarnos, ya lo habría hecho. Hace
tiempo que poseemos las tecnologías para vivir en abundancia y de manera sostenible en
este planeta, pero las hemos usado para lograr otras cosas.

Podríamos vivir en un paraíso terrenal utilizando tecnologías perfectamente indiscutibles:


conservación, reciclaje, diseño ecológico, energía solar, permacultura, tratamiento
biológico de aguas residuales, bicicletas, diseño para reparabilidad, durabilidad y
reutilización, etc. Estas son tecnologías que ya existen y, en general, han existido durante
décadas o siglos. No se necesitan nuevas tecnologías milagrosas. Sin embargo, otro tipo de
milagro es necesario para cumplir la promesa de estas tecnologías existentes: un milagro
social o político. Eso es lo que se necesitaría para revertir la deforestación, reducir las
emisiones de gases de efecto invernadero, sanar las cuencas hidrográficas dañadas y
eliminar todos los impedimentos legales, sociales y económicos para cambiar. Sin duda
requeriría un sistema monetario diferente y, por lo tanto, una reestructuración radical del
poder y los privilegios económicos. Requeriría un cambio total lejos del militarismo y de
todos los sistemas de creencias detrás de él. Requeriría que millones de personas regresaran
a la tierra para dedicarse a la agricultura a pequeña escala, de alta productividad y trabajo
intensivo. ¿Tecnológicamente factible? Ciertamente. ¿Políticamente realista? Dificilmente.

No hay duda de que, de una forma u otra, nos enfrentamos a una tarea que no sabemos
cómo realizar. Hoy cualquier propuesta políticamente realista palidece de insignificancia en
comparación a la gravedad de la crisis en cuestión. Aquí radica la importancia de las
tecnologías poco convencionales y heterodoxas que mencioné antes: la cosmovisión que
elimina tales cosas del reino de las posibilidades también nos separa de los tipos de
acciones que son necesarias para cambiar el mundo. En ambos casos, nos enfrentamos a
algo que no puede suceder sin violar nuestra Historia del Mundo.

Aunque la ciencia como la conocemos es fundamental para el programa de siglos, o


milenios, para dominar la naturaleza, a pesar de que su enfoque para reunir conocimiento es
el modelo mismo de apartar la naturaleza y hacer del mundo un objeto, las personas con
orientación científica a menudo son fervientes ecologistas y partidarios de los derechos
civiles, igualdad para las personas homosexuales y otras posiciones compasivas. Esto
ejemplifica un principio general: nuestra entrada en la nueva historia es desigual. En un
área de la vida o el pensamiento podemos haber trascendido todos los vestigios de
separación, mientras estábamos completamente ciegos a ello en otra área. Nunca deja de
sorprenderme. Alguien podría tener una visión profunda de las instituciones, tanto internas
como externas, del racismo, el sexismo, el clasismo y el colonialismo, pero puede que no
tenga idea de que la medicina occidental, y en cierta medida la ciencia misma, se
encuentran entre esas instituciones. Voy a una conferencia de nutrición tradicional donde la
gente comprende a fondo la corrupción de nuestro sistema alimentario, donde la gente es
consciente de cómo destruye la tierra, la salud y la comunidad, pero no son conscientes de
que el sistema escolar hace lo mismo. Citando estudios que vinculan la dieta y los puntajes
de las pruebas, dicen: “Si solo los niños tuvieran una mejor nutrición, mejoraríamos el
rendimiento escolar”, asumiendo que prestar atención en clase y salir bien en los exámenes
son signos de un niño sano. Pero cuando nos damos cuenta de cómo el sistema escolar es
un agente condicionante para inculcar en los niños obediencia a la autoridad, pasividad y
tolerancia al tedio por el bien de las recompensas externas, comenzamos a cuestionar el
rendimiento escolar como una medida de bienestar. Tal vez un niño sano es uno que se
resiste a la escolarización y la estandarización, no uno que sobresale en ello. Luego voy a
una conferencia educativa donde la gente entiende eso, pero (a juzgar por la comida
consumida y la salud de los participantes) ellos tienen poca conexión con sus cuerpos o son
poco conscientes de que el sistema alimentario es tan corrupto como el sistema educativo.
Y casi a cualquier lugar al que voy, no importa cuán radical sea la audiencia cuando habla
de agricultura o educación, sexualidad o política, a la hora de la verdad cuando se trata
sobre su salud, acuden a un MD convencional.

Durante mucho tiempo, activistas en estas áreas y muchas otras han estado operando en sus
propios silos, como si estuvieran abordando una sola enfermedad anómala en un sistema
que, a pesar de algunos problemas, era fundamentalmente sólido. No era obvio que alguien
que trabaja para la reforma de la prisión, por ejemplo, se dedicaba a otra faceta de la misma
causa que alguien que trabaja para la agricultura orgánica. Afortunadamente, esto está
cambiando hoy. Una radicalización progresiva se está imponiendo a medida que las
personas reconocen la interconexión de todos nuestros sistemas e instituciones y la
complicidad de estos en defender las narrativas dominantes. El sistema penitenciario tal
como lo conocemos depende del mismo tipo de creencias que también incorporan nuestro
sistema alimentario, educativo y médico. Todos dependen de la misma mentalidad política,
los mismos mecanismos económicos y los mismos tipos de relaciones interpersonales.

También provienen de (y contribuyen a) la misma psicología o, uno podría decir, el mismo


estado de ser. Es por eso que la radicalización progresiva de la que hablo finalmente se
extiende también al dominio espiritual, por lo cual, nuevamente, no me refiero a algo de
otro mundo, sino a eso que involucra las preguntas fundamentales de “¿Quién soy yo?”
“¿Cuál es el propósito de la vida?”, etc.

Más y más personas están entrando multidimensionalmente ahora en la nueva historia.


Están construyendo alianzas en áreas de activismo previamente desconectadas, y están
entrando en ámbitos de investigación que alguna vez fueron la provincia exclusiva de los
buscadores espirituales. También se esfuerzan por aplicar sus descubrimientos a sus propias
organizaciones y relaciones. Ningún dominio de la vida es irrelevante para la
transformación de nuestro mundo.

Probablemente ha habido algo en este capítulo para molestar a casi todos. Cuando las cosas
se desmoronan, buscamos un reducto, alguna institución familiar en la que podamos confiar
como depósito de bondad y verdad. En esta época, no hay ninguno: ni ciencia, ni
educación, ni medicina, ni academia. Incluso nuestra espiritualidad, como hemos visto, está
plagada de formas de pensamiento de Separación.

Es bastante natural reaccionar a la defensiva ante la caída del mundo, aferrarse a ella con
más fuerza. Si reaccionas emocionalmente a mis aspersiones en una de tus vacas sagradas,
probablemente significa que algo más allá de la mera opinión está amenazado. Quizás no
estés de acuerdo conmigo sobre la eficacia de la acupuntura o la autenticidad de los círculos
de cultivos. ¿Es solo un desacuerdo intelectual, o estás un poco enojado? ¿Qué juicios
emocionalmente teñidos acompañan el desacuerdo? ¿Que soy un tonto ingenuo? ¿Que soy
ignorante de la ciencia básica? ¿Que he descuidado examinar pruebas contrarias que
estropearían mis ilusiones? ¿Que mis creencias son indignantes, despreciables o
vergonzosas? ¿Justificas el desprecio con razonamiento como “Estas creencias le dan a las
personas falsas esperanzas y las distraen de las soluciones que realmente podrían
funcionar.”? Si es así, ¿es realmente por eso que estás enojado, o es algo más? He
descubierto que cuando reacciono emocionalmente a una idea que contradice mis creencias,
generalmente es porque amenaza mi historia del mundo o mi historia de mí mismo, creando
una especie de inquietud existencial. Siento una sensación de violación.

Nada de esto implica que si respondes emocionalmente a mis declaraciones no


convencionales, se demuestra que estás equivocado y que yo estoy en lo cierto. Todo lo que
implica es que tu rechazo tiene poco que ver con la evidencia o la lógica. La evidencia y la
lógica son herramientas que utilizamos para justificar y desarrollar nuestras creencias, pero
nos engañamos a nosotros mismos al pensar que son la fuente de nuestras creencias.
Volveré a esta idea, porque también es crucial para entender el proceso de cambio de
creencias; y claramente, para que nuestro mundo tenga la oportunidad de sobrevivir,
muchas creencias tendrán que cambiar.

Notas finales

12. Debo mencionar aquí que así como la religión organizada alberga un núcleo
esotérico que no enseña la separación, así también podríamos distinguir entre la
ciencia como institución y el Método Científico mismo. Si bien se puede
argumentar que incluso el Método Científico está lleno de supuestos no examinados
(por ejemplo, la objetividad: que una hipótesis sobre la realidad no altera esa
realidad, y que en principio es posible repetir experimentos porque las variables de
tiempo, lugar y el experimentador son independientes de la hipótesis que se está
probando), finalmente codifica una especie de humildad, la voluntad de cambiar o
expandir las creencias en respuesta a la información proveniente de fuera de la
conciencia de uno mismo.
13. Vea mi artículo Synchronicity, Myth, and the New World Order para obtener más
ideas sobre la dinámica de las conspiraciones inconscientes.
14. A propósito, dejé fuera la energía eólica aquí, porque tengo serias preocupaciones
ambientales al respecto tal como se implementa actualmente, aunque los diseños
heterodoxos a pequeña escala muestran cierta promesa. Finalmente, la solución no
es producir más poder para sostener nuestra sociedad actual. Es cambiar nuestra
sociedad a una que, entre otras cosas, use menos poder. La mayoría de las formas en
que usamos la energía no fomentan el bienestar de todos modos.

Capítulo 16: Novedad


Hagamos una pausa por un momento para cuestionar la novedad de la nueva historia.
Después de todo, una de las características de la vieja historia es la glorificación del
cambio, de la novedad, de descartar constantemente lo viejo en favor de algo nuevo y
mejor, la última maravilla tecnológica en una saga de progreso sin fin que devalúa las
viejas relaciones, conocimientos y tradiciones. La fijación en lo nuevo también puede
convertirse en una especie de escapismo que considera que los problemas existentes son
intrascendentes, ya que los dejaremos atrás cuando ingresemos al “nuevo” mundo. Algunas
personas recurren a la tecnología para salvarnos, esperando que más novedad pueda
rescatarnos de las desastrosas consecuencias imprevistas de la novedad anterior; por
ejemplo, que la nanotecnología revertirá los efectos climáticos de la tecnología de
combustibles fósiles. No hay nada nuevo sobre esa ambición. Por lo tanto, me gustaría
evitar esa preocupación aclarando que la nueva historia solo es nueva en el contexto de lo
que estamos acostumbrados en la sociedad “civilizada” moderna.

Muchos lectores reconocerán que la Historia del Interser se hace eco de la cosmovisión de
varias tribus indígenas y antiguas tradiciones de sabiduría de todo el mundo. Ninguno de
los principios enunciados aquí es nuevo en absoluto. Sin embargo, desconfío en apelar a la
“sabiduría indígena” como una forma de legitimar mis creencias, primero, porque eso
implicaría una uniformidad entre los sistemas de creencias indígenas que trivializa su
diversidad; segundo, porque varios elementos de la espiritualidad indígena a menudo han
sido arrancados de su contexto y utilizados como accesorios de ventas para todo tipo de
productos e ideas cuestionables; tercero, porque establecer una distinción demasiado
marcada entre lo civilizado y lo indígena oscurece nuestra humanidad común y perpetra
una especie de racismo invertido que superficialmente valoriza, pero en última instancia
degrada, a aquellos etiquetados como indígenas.

Además, incluso dentro de la civilización occidental, ninguna de las enseñanzas del interser
es nueva. Componen una especie de gen recesivo en nuestra cultura, nunca dominante,
generalmente latente, ocasionalmente alcanzando una expresión gloriosa aunque parcial
durante las diversas edades doradas de la humanidad. Sin embargo, lo llamo una nueva
historia: nunca antes había generado una civilización. Se encuentra en un nuevo contraste
con el mundo al que estamos acostumbrados, con la Separación encarnada en dinero,
escuela, religión, política y el resto de la vida moderna.

El interés popular en la espiritualidad nativa puede ser criticado como la forma máxima de
asesinato cultural, en el que las historias, los rituales y las creencias sagradas de una cultura
son co-apropiados y degradados. Pero también proviene del reconocimiento de que los
indígenas tienen un conocimiento importante que se ha perdido, conocimiento de que
nosotros, los occidentales, finalmente estamos listos para escuchar a medida que nuestros
propios rituales, mitos e instituciones se derrumban.

Como es bien sabido, Einstein dijo que nuestros problemas no pueden resolverse al mismo
nivel de pensamiento que los creó. Es cierto, pero ¿cómo debemos pensar a un nivel
diferente? ¿Cómo podemos distinguir lo que es realmente diferente de lo que nos decimos a
nosotros mismos que es diferente pero que es realmente vino viejo en odres nuevos? Sin la
infusión de formas de conocimiento y ser que son externas a nuestra historia, seguiremos
perdidos en ella para siempre, reorganizando los mismos componentes antiguos.
Afortunadamente, en nuestro viaje de Separación, pasamos de contrabando con nosotros
tres semillas de Reunión, tres conductos para el influjo de la sabiduría de un tiempo único y
futuro. Bueno, ¡podría haber más de tres! Pero así es como cuento la historia:

Las tres semillas

Érase una vez, que la tribu de la humanidad se embarcó en un largo viaje llamado
Separación. Como algunos podrían pensar, al ver sus estragos en el planeta, no fue un error;
ni fue una caída, ni una expresión de un mal innato peculiar de la especie humana. Fue un
viaje con un propósito: experimentar los extremos de la Separación, desarrollar los dones
que vienen en respuesta a ella e integrar todo eso en una nueva Era de Reunión.

Pero al principio sabíamos que había peligro en este viaje: que podríamos perdernos en la
Separación y nunca volver. Podríamos estar tan alienados de la naturaleza que
destruiríamos
la base misma de la vida; podríamos estar tan separados el uno del otro que nuestros pobres
egos, dejados desnudos y aterrados, serían incapaces de unirse a la comunidad de todo ser.
En otras palabras, preveíamos la crisis que enfrentamos hoy.

Es por eso que, hace miles de años, plantamos tres semillas que brotarían en el momento en
que nuestro viaje de Separación llegara a su extremo. Tres semillas, tres transmisiones del
pasado al futuro, tres formas de preservar y transmitir la verdad del mundo, el yo y cómo
ser humano.

Imagina que estuvieras vivo hace treinta mil años y tuvieras una visión de todo lo que
estaba por venir: lenguaje simbólico, nombrar y etiquetar el mundo; agricultura,
domesticación de la naturaleza, dominio sobre otras especies y la tierra; la máquina, el
dominio de las fuerzas naturales; el olvido de lo bello y perfecto que es el mundo; la
atomización de la sociedad; un mundo donde los humanos temen incluso beber de los
arroyos y ríos, donde vivimos entre extraños y no conocemos a las personas de al lado,
donde matamos al otro lado del planeta con solo tocar un botón, donde los mares se
vuelven negros y el aire quema nuestros pulmones, donde estamos tan rotos que no nos
atrevemos a recordar que no se supone que sea así. Imagina que lo viste venir. ¿Cómo
ayudarías a las personas treinta mil años después? ¿Cómo enviarías información,
conocimiento, ayuda a través de un periodo de tiempo tan vasto? Tal vez esto realmente
sucedió. Entonces, se nos ocurrieron las tres semillas.

La primera semilla fueron los linajes de sabiduría: líneas de transmisión que se remontan a
miles de años y que han preservado y protegido el conocimiento esencial. De experto a
discípulo, en todas partes del mundo, varias tradiciones de sabiduría han transmitido
enseñanzas en secreto. Guardianes de la sabiduría, sufíes, maestros zen, cabalistas, magos
taoístas, místicos cristianos, swamis hindúes y muchos otros, escondiéndose dentro de cada
religión, mantuvieron el conocimiento seguro hasta el momento en que el mundo estaría
listo para reclamarlo. Ese tiempo es ahora y han hecho bien su trabajo. Muchos líderes
espirituales, incluso el Dalai Lama, dicen que el tiempo de los secretos ha terminado.
Lanzado demasiado pronto, el conocimiento fue tomado, abusado o, por lo general,
simplemente ignorado. Cuando aún no habíamos cubierto el territorio de Separación,
cuando todavía aspiramos a ampliar nuestra conquista de la naturaleza, cuando la historia
del Ascenso de la humanidad aún no estaba completa, no estábamos listos para escuchar
sobre la unión, la conexión, la interdependencia, el interser. Pensamos que la respuesta era
más control, más tecnología, más lógica, una sociedad de ética racional mejor diseñada,
más control sobre la materia, la naturaleza y la naturaleza humana. Pero ahora los viejos
paradigmas están fallando, y la conciencia humana ha alcanzado un grado de receptividad
que permite que esta semilla se extienda por la tierra. Ha sido lanzado, y está creciendo
dentro de nosotros en masa.

La segunda semilla fueron las historias sagradas: mitos, leyendas, cuentos de hadas,
folklore y los temas perennes que siguen apareciendo en varias formas a lo largo de la
historia. Siempre han estado con nosotros, de modo que, por mucho que nos hayamos
adentrado en el Laberinto de la Separación, siempre hemos tenido un salvavidas para la
verdad, aunque sea tenue y enredado. Las historias nutren esa pequeña chispa de memoria
dentro de nosotros que conoce nuestro origen y nuestro destino. Los antiguos, sabiendo que
la verdad sería tomada y distorsionada si se dejaba en forma explícita, lo codificaron en
historias. Cuando escuchamos o leemos una de estas historias, incluso si no podemos
decodificar el simbolismo, somos afectados a un nivel inconsciente. Los mitos y los
cuentos de hadas representan una tecnología psíquica muy sofisticada. Sin intención
consciente, cada generación de narradores transmite inconscientemente la sabiduría
encubierta que aprendió de las historias contadas.

Sin contradecir directamente los paradigmas de separación y ascenso, nuestros mitos e


historias han pasado de contrabando una comprensión muy diferente de la realidad. Bajo la
falsa identidad de “Es solo una historia”, transmiten una verdad emocional, poética y
espiritual que contradice la lógica lineal, el reduccionismo, el determinismo y la
objetividad. No estoy hablando aquí de cuentos moralistas. La mayoría de ellos tienen poca
verdad. Para transmitir la segunda semilla, debemos humillarnos ante nuestras historias y
no tratar de usarlas para nuestros propios fines moralistas. Fueron creados por seres mucho
más sabios que nuestros seres modernos. Si cuentas o transmites historias, sé muy
respetuoso con su forma original y no las cambies a menos que sientas una oleada poética.
Presta atención a qué literatura infantil tiene la sensación de una historia real. La literatura
infantil más reciente no la tiene. Puedes reconocer una historia real por la forma en que sus
imágenes permanecen en tu mente. Se imprime en la psique. Tienes la sensación de que se
ha transmitido algo más junto con la trama, algo invisible. Por lo general, tales historias
tienen un rico simbolismo a menudo desconocido incluso para sus autores. Una
comparación de dos libros infantiles del siglo XX ilustra mi punto: ¡compara una historia
de Los osos Berenstain con Cómo el Grinch robó la Navidad! Solo este último tiene un
poder psíquico de permanencia, que revela el espíritu de una historia real, y es rico en
simbolismo arquetípico.

La tercera semilla fueron las tribus indígenas, la gente que en algún momento optó por el
viaje de separación. Imagínate que al comienzo del viaje, el Consejo de la Humanidad se
reunió y ciertos miembros se ofrecieron para permanecer en lugares remotos y renunciar a
la separación, lo que significaba negarse a entrar en una relación de control y confrontación
con la naturaleza y, por lo tanto, rechazar el proceso que conduce al desarrollo de alta
tecnología. También significaba que cuando fueron descubiertos por los humanos que se
habían adentrado profundamente en Separación, se encontrarían con el sufrimiento más
atroz. Eso fue inevitable.

Hoy estas personas de la tercera semilla casi han completado su misión. Su misión era
simplemente sobrevivir el tiempo suficiente para proporcionar ejemplos vivos de cómo ser
humano. Cada tribu llevaba una pieza diferente, a veces muchas piezas, de este
conocimiento. Muchos de ellos nos muestran cómo ver y relacionarnos con la tierra, los
animales y las plantas. Otros nos muestran cómo trabajar con los sueños y lo invisible.
Algunos han conservado formas naturales de criar a los niños, ahora difundiéndose a través
de libros como The Continuum Concept. Algunos nos muestran cómo comunicarnos sin
palabras—tribus como la Hadza y la Pirahã se comunican principalmente en canciones.
Algunos nos muestran cómo liberarnos de la mentalidad del tiempo lineal. Todos ellos
ejemplifican una forma de ser que intuitivamente reconocemos y anhelamos. Agitan un
recuerdo en nuestros corazones y despiertan nuestro deseo de regresar.

***

En una conversación, el Lakota Aloysius Weasel Bear me dijo que una vez le preguntó a su
abuelo, “Abuelo, el Hombre Blanco está destruyendo todo, ¿no deberíamos tratar de
detenerlo?” Su abuelo respondió, “No, no es necesario. Nos mantendremos a la espera. Se
aventajará a sí mismo”. El abuelo reconoció dos cosas en esta respuesta: (1) que la
Separación lleva las semillas de su propia desaparición, y (2) que el papel de su gente es ser
ellos mismos. Pero no creo que esta sea una actitud de insensibilidad que deje al Hombre
Blanco en sus justos desiertos; es una actitud de compasión y ayuda que comprende la
tremenda importancia de simplemente ser quienes son. Están manteniendo vivo algo que el
planeta y la comunidad de todos los seres necesitan.

Del mismo modo, la fascinación de nuestra cultura con todo lo indígena no es simplemente
la última forma de imperialismo cultural y explotación. Es cierto que la etapa final de la
dominación cultural sería convertir las formas nativas en una marca, una imagen de
marketing. Y ciertamente hay algunos en mi cultura que, separados de la comunidad y de
una identidad real, adoptan pseudo-identidades nativas y se enorgullecen de sus conexiones
con la cultura nativa, la espiritualidad, las personas, etc. Debajo de eso, sin embargo,
reconocemos que los Primeros Pueblos sobrevivientes tienen algo importante que
enseñarnos. Nos atrae su regalo, la semilla que han conservado hasta la actualidad. Para
recibir esta semilla, no es necesario participar en sus rituales, tomar un nombre de animal o
reclamar un ancestro nativo, pero solo es necesario ver humildemente lo que han
conservado, para que la memoria pueda despertar. Hasta hace poco, tal visión era imposible
para nosotros, cegado por nuestro complejo de superioridad cultural, nuestra arrogancia,
nuestro aparente éxito en dominar el universo. Ahora que las crisis ecológicas y sociales
convergentes revelan la bancarrota de nuestros caminos, tenemos los ojos para ver los
caminos de los demás.

FALTA EL CAPITULO 17 (TRADUCIDO POR GOOGLE)

Capítulo 17: Urgencia

El Camino es tranquilo y ancho, No es fácil, no es difícil. Pero las mentes pequeñas se pierden.
Apresurándose, se quedan atrás. —Seng can

Hace un año o dos, un joven me confrontó en una charla en Florida. Había estado describiendo mi
punto de vista de que el paradigma de la urgencia, los esfuerzos heroicos y la lucha puede ser en sí
mismo parte del problema; que proviene del mismo lugar de escasez y dominación que la
conquista de la naturaleza; que viniendo de ese lugar, ciegamente podríamos crear más de lo
mismo. En su lugar, sugerí, podríamos tratar de reducir la velocidad, quizás incluso sin hacer nada
a veces. En lugar de mantenernos en un alto nivel de ascetismo revolucionario, podríamos abordar
la vida con un espíritu de tranquilidad y juego. Quizás desde este lugar nuestras energías creativas
puedan traer algo verdaderamente nuevo para la civilización.

El hombre dijo algo con el siguiente efecto (adornado aquí con palabras de mi propio crítico
interno):

¿Cómo puedes proponerte quedarte quieto aunque sea por un momento? Ahora es un momento
crucial para la acción. ¿No sabe que incluso mientras nos sentamos aquí cómodamente, los
agentes estadounidenses están secuestrando a personas inocentes y enviándolas para que las
torturen? ¿No sabes que incluso mientras hablamos, las enormes granjas industriales están
sacrificando animales y arrojando sus desechos a las vías fluviales? Está muy bien que parlotees
sobre cambiar nuestras historias culturales, pero hay niños que se mueren de hambre por ahí.
¿Qué dirás cuando uno de ellos te pregunte qué hacías aquella tarde de sábado cuando los
paramilitares mataron a su familia? ¿Cómo puedes vivir contigo mismo si no has dedicado cada
momento de vigilia a la justicia en la Tierra? No hay tiempo que perder. No hay tiempo para
indulgencias. No hay tiempo para sentarse a hablar, no hay tiempo para ver películas, no hay
tiempo para jugar. Si hubiera matones torturando y violando a niñas en ese césped de allí, no
estaríamos sentados hablando de cosas, no estaríamos organizando talleres sobre cómo recuperar
el juego y no estaríamos estableciendo “puestos de escucha compasivos”. ” Iríamos a detenerlos.
Bueno, eso está sucediendo ahora mismo, solo un poco fuera de la vista, y debido a que es
invisible, actúas como si no estuviera sucediendo. Lo siento, pero me temo que toda esta charla no
es más que pura hipocresía. Tu estilo de vida es cómplice en todos los sentidos con el saqueo en
curso del planeta, e imaginas que tus palabras de alguna manera te excusan de la culpa. Deja de
fingir, muévete y haz algo al respecto.

Me gustaría contrastar esta opinión con la de un anciano de la tribu Dogon a quien mi amiga,
Cynthia Jurs, le preguntó acerca de la urgencia. Cynthia estuvo en Malí para realizar un ritual del
Jarrón del Tesoro de la Tierra para la paz y la curación ecológica. Ella le preguntó sobre las
amenazas al planeta (deforestación, cambio climático, etc.), así como las amenazas que los
poderes invasores presentaban para su tribu y forma de vida. "¿No sientes urgencia de hacer algo
al respecto?" El hombre entendió muy bien las amenazas y sabía que algo estaba desequilibrado
en el mundo, pero dijo: “Tú no entiendes. La urgencia no es algo que tenemos aquí”.

Amigos míos, ¿quién es más sabio, este anciano Dogon “primitivo” o el joven de Florida? ¿Es este
otro caso donde el hombre civilizado con sus relojes, calendarios y pensamiento lineal basado en
la escasez sabe mejor? ¿Necesitamos educar a los Dogon? ¿O será que la clave de nuestra
redención no puede encontrarse entre los modos de ser que nosotros, los civilizados, dominamos?
¿Será que tenemos algo crucial que aprender de los indígenas? ¿Será que nuestro único camino
para salir de este lío es, como dice Martín Prechtel, recuperar nuestra propia alma indígena?

Si hubiera un niño siendo abusado en la habitación de al lado, es cierto, no estaría escribiendo


estas palabras en este momento. Estaría actuando corporalmente y sabría exactamente qué
hacer. Pero mapear eso en nuestras circunstancias macroscópicas actuales sería una analogía
falsa, porque a escala global, no sabemos qué hacer. Si mi casa está en llamas, no me quedaré
sentado frente a la computadora. ¡El mundo está en llamas! ¿Por qué estoy sentado frente a mi
computadora? Es porque no tengo un extintor de incendios para el mundo, y no hay un 911 global
para llamar. Si mi hermano se muere de hambre, le daré de comer. Millones de mis hermanos y
hermanas globales se mueren de hambre, pero no tengo suficiente comida para dárselos a todos.
E incluso si lo hiciera, estudio la economía de la ayuda alimentaria y cómo a veces crea
dependencia, alimenta el nepotismo y el caudillismo, y destruye la producción local de alimentos,
y la respuesta correcta se vuelve menos clara. Un marxista diría que aliviar el hambre a través de la
ayuda alimentaria simplemente oscurece la verdadera fuente del problema y perpetúa la injusticia
subyacente.

Cuando sabemos la verdadera causa de un problema y qué hacer al respecto, entonces todo lo
que dijo el joven es verdad. Ese es el momento de actuar, y tal vez de actuar con urgencia. Pero
cuando no hemos penetrado en la verdadera causa, o cuando no sabemos qué hacer, puede ser
contraproducente pasar a la acción. Las palabras del joven podrían aplicarse a él mismo: la
apariencia de una acción frenética aplaca la conciencia, creando la ilusión de que uno es parte de
la solución, pero ¿estas acciones están sirviendo de algo? Imagine a alguien que agita
heroicamente un extintor de incendios en un infierno gigante; tal vez en un momento así, las
palabras y no las "acciones" son la mejor acción; tal vez es hora de reunir algo de ayuda. ¿Y si no
sabemos qué tipo de fuego es? ¿Electricidad, grasa, madera? ¿Y si hay incendios por todas partes,
unos más avanzados que otros? ¿Y si hay niños en algunas de las casas? ¿Y si las tres cuartas
partes de la gente ni siquiera creen que sus casas están en llamas? ¿Qué pasa si apagar el fuego no
tiene remedio y sería más útil renunciar a él y diseñar mejores casas en su lugar?

¿Podría ser que nuestra prisa urgente por resolver un problema tras otro esté avivando el fuego?
Quizás el calentamiento global sea una fiebre sintomática de nuestras prisas.

Después de todo, ¿por qué está ocurriendo el calentamiento global? Están las causas próximas: la
quema de combustibles fósiles y el asalto a los bosques y la biodiversidad que mantienen la
homeostasis climática. ¿Y por qué sucede esto? Todo es en nombre de la eficiencia: eficiencia
laboral (hacer más trabajo por unidad de trabajo) y eficiencia económica (maximizar el
rendimiento del capital a corto plazo). Y la eficiencia es solo otro nombre para hacerlo más rápido.

Uno podría pensar que hay buenas prisas (para salvar el planeta) y malas prisas (usar máquinas
para hacer las cosas con menos trabajo), pero tal vez la mentalidad subyacente detrás de ambos
tipos de prisas sea el problema. Esta mentalidad es uno de los hábitos de separación, el siguiente
tema de este libro.

Hay un tiempo para actuar, y un tiempo para esperar, para escuchar, para observar. Entonces la
comprensión y la claridad pueden crecer. De la comprensión surge la acción con propósito, firme y
poderosa.

Pero espera. Para el marxista, el entendimiento podría ser que el hambre es una consecuencia del
capitalismo, pero la acción no es tan obvia. ¿Cómo se “derroca el capitalismo”? Incluso para los no
marxistas, está muy claro que el sistema financiero está profundamente implicado en el hambre y,
de hecho, en la mayoría de los males del mundo. Entonces, ¿qué “acciones” son necesarias para
cambiar el sistema monetario? Además, como describo en Sacred Economics, el propio sistema
monetario descansa sobre una base más profunda: los mitos duales de Separación y Ascenso.
¿Cómo cambias la mitología definitoria de la civilización?

Me gustaría proponer que la razón por la que nuestras acciones han sido tan manifiestamente
infructuosas en desviar al mundo de su curso actual de colisión es que, en términos generales, no
las hemos basado en ningún entendimiento verdadero. No estaría escribiendo este libro si la Ley
de Especies en Peligro de Extinción, la Ley de Aire Limpio y la Ley de Agua Limpia de principios de
la década de 1970 hubieran sido seguidas por una legislación aún más poderosa aquí y en todo el
mundo.

No estaría escribiendo si nuestro despertar al racismo y la desigualdad social en la década de 1960


hubiera transformado nuestro sistema económico. No estaría escribiendo si la comprensión
científica del calentamiento global hubiera llevado a una rápida reversión del consumo de
combustibles fósiles en 1980 (en lugar de su crecimiento continuo). La ruina del planeta y de las
personas no se ha detenido ni disminuido. Las estrategias y tácticas que hemos utilizado no han
funcionado. El extintor no ha apagado el infierno, ni nuestros gritos desde los tejados han atraído
mucho a un cuerpo de bomberos.

Es bastante natural aplicar primero soluciones familiares a problemas nuevos. Quizás sólo su
fracaso nos despierte a la idea de que los problemas son de una naturaleza diferente a la que
suponíamos. En cualquier caso, estamos llegando, muchos de nosotros, a ese lugar de no saber
qué hacer.

Quizá he simplificado un poco las cosas. No es que pasemos la mitad de nuestra vida sumidos en la
ignorancia hasta que despertemos a la verdadera comprensión, propósito y poder creativo. En
cambio, pasamos por fases en las que creemos en lo que estamos haciendo, en las que la vida
tiene más o menos sentido y en las que esperamos que nuestros esfuerzos den frutos. Y lo hacen,
por un tiempo, pero a medida que crecemos en ese mundo empezamos a cuestionar nuestras
suposiciones. Nuestras herramientas ya no funcionan tan bien; dejamos de creer en nuestras
metas o en la posibilidad de alcanzarlas. Nos acercamos a una fase de descanso, una fase vacía.
Inmersos en un sistema que nunca nos deja descansar, que condena la pereza y nos empuja a un
ajetreo cada vez mayor por la presión económica, nos cuesta aceptar esta fase. Nos decimos a
nosotros mismos que siempre debemos estar haciendo algo. ¡Se está perdiendo el tiempo!

Nada de esto debe tomarse como un rechazo a la acción o un llamado a la pasividad. Hay un lugar
en este mundo para el esfuerzo, para la urgencia. Lo que he descrito es muy parecido a un proceso
de nacimiento. Por lo que he presenciado en el nacimiento de mis hijos, cuando llega el momento
de pujar, las ganas de pujar son imparables. Aquí está el epítome mismo de la urgencia. Entre
contracciones la madre descansa. ¿Te imaginas decirle: “¡No te detengas ahora! Tienes que hacer
un esfuerzo. ¿Qué sucede si el impulso no vuelve a surgir? ¡No puedes empujar cuando te
apetece!”

“No puedes simplemente hacer lo que te da la gana”. “No puedes simplemente hacer lo que
quieras”. “Tienes que aprender a controlarte”. “Solo te interesa satisfacer tus deseos”. "No te
importa nada más que tu propio placer". ¿Puedes oír el juicio en estas admoniciones? ¿Ves cómo
reproducen la mentalidad de dominación que rige nuestra civilización? La bondad viene a través
de la conquista. La salud viene a través de la conquista de las bacterias. La agricultura se mejora
eliminando plagas. La sociedad se hace segura al ganar la guerra contra el crimen. En mi caminata
de hoy, los estudiantes me abordaron y me preguntaron si quería unirme a la “lucha” contra el
cáncer pediátrico. Son tantas luchas, cruzadas, campañas, tantos llamados a vencer al enemigo
por la fuerza. No es de extrañar que apliquemos la misma estrategia a nosotros mismos. Así es que
la devastación interior de la psique occidental coincide exactamente con la devastación exterior
que ha causado sobre el planeta. ¿No te gustaría ser parte de una revolución diferente?

Capítulo 18: Escasez


Lo más difícil de todo es encontrar un gato negro en una habitación oscura, especialmente
si no hay un gato.
— Confucio

Incluso cuando el viejo mundo se desmorona a nuestro alrededor, o incluso cuando lo


dejamos asqueado, todavía llevamos su condicionamiento. Hemos sido colonizados de
principio a fin por la vieja Historia del Mundo. Nacemos en su lógica, aculturados a su
cosmovisión e imbuidos de sus hábitos. Y todo esto es tan generalizado que es casi
invisible. Como sugiere el comentario del anciano Dogón, damos por sentado las mismas
cosas que están en la raíz de la crisis, replicándolas sin poder hacer nada en todo lo que
hacemos.

Las tradiciones de sabiduría, las cosmovisiones indígenas y las historias sagradas ayudan a
iluminar parte de este equipaje que llevamos desde la Era de la Separación, al igual que el
anciano Dogón cuestionó la suposición actual de la escasez de tiempo. A medida que nos
sintonizamos con una nueva forma de ver el mundo, cuanto más deseamos deshacernos de
los pesados hábitos de lo viejo. No solo ya no resuenan con quiénes somos y en quién nos
convertimos, pero reconocemos que atrapados por esos hábitos, no podemos evitar crear el
mundo a su imagen. Liberar los hábitos de separación es, por lo tanto, más que una cuestión
de superación personal; también es crucial para nuestra efectividad como activistas,
sanadores y creadores de cambios.

Como describiré, cambiar estos hábitos de ver, pensar y hacer no es un asunto trivial.
Primero, deben hacerse visibles. Segundo, debemos intentar el cambio de una manera que
no sea en sí misma entre esos hábitos—y muchas de las formas en que concebimos y
promulgamos el cambio se basan en paradigmas de conquista, juicio y fuerza. En tercer
lugar, debemos tratar con un entorno que imponga los viejos hábitos, no solo a través de
medios económicos y sociales, sino a través de un bombardeo incesante de mensajes sutiles
que da por sentado las mismas cosas que buscamos cambiar.

El debate sobre la reducción de la deuda versus el estímulo fiscal da por sentado el


crecimiento económico como un bien incuestionable. La cuestión de la reforma migratoria
da por sentado las convenciones sociales de fronteras e identificación. Las estadísticas
sobre la pobreza en el Tercer Mundo dan por sentado que el dinero es una buena medida de
la riqueza. La elección de las noticias en la televisión implica que estas son las cosas más
importantes y relevantes que suceden. Señales en todo el espacio público que dicen cosas
como “Freno de emergencia. Penalización por mal uso” implican que son las penas las que
mantienen el orden social, así como las cámaras de seguridad omnipresentes implican que
las personas necesitan ser vigiladas. Sobre todo, la normalidad de las rutinas de la sociedad
nos dice que esta forma de vida es normal.

Para muchas personas, el ejecutor más poderoso de los hábitos de separación es el dinero.
Por lo general, las acciones que inspira el amor no redundan en nuestro propio interés
financiero; por el contrario, es el dinero que a menudo parece frustrar tales acciones. ¿Es
prudente? ¿Es práctico? ¿Puedes permitírtelo? Para otras personas, el ejecutor es una
enseñanza religiosa, o presión social, o el miedo a la familia y amigos. “No servirá de
nada”. “No es seguro”. “Es extraño”.
Probablemente hayas experimentado el poder de la vieja historia de atraerte nuevamente.
Tienes una experiencia trascendente de unidad, flujo, conexión, compasión o lo milagroso y
ves con total claridad cómo vivirás en adelante de una manera diferente. Podría ser el tipo
de experiencia que las personas describen como espiritual, o tal vez tan mundana como
darse cuenta del impacto en el planeta de los estilos de vida ricos en carbono. Podría ser un
libro o seminario inspirador, una capacitación en comunicación no violenta, un curso sobre
filosofía yóguica. En los días y semanas posteriores a la experiencia, vives sin esfuerzo de
acuerdo con lo que te diste cuenta. Quizás veas a todos a tu alrededor como una emanación
de lo divino, pero después de un tiempo, lo que había sido claro y fácil comienza a requerir
un esfuerzo para recordarse, para recordar la experiencia. Necesitas disciplina donde no la
necesitabas antes. Tienes que practicar ver lo divino en todo, mientras que había sido obvio
y sin esfuerzo. O comienzas a conducir tu automóvil más nuevamente, cediendo en algunas
cosas. La vida vuelve a la normalidad.

Lo que está sucediendo aquí es que, por lo general, las personas no pueden tener una nueva
historia por sí mismas. Una historia solo puede realizarse en comunidad. Es por eso que las
personas buscan establecer comunidades dedicadas a ideas espirituales, protegidas de las
corrosivas influencias de la dominante Historia del Mundo. Hasta cierto punto, podemos
hacer lo mismo rodeándonos de personas que viven valores similares.

No importa cuán fuerte sea, ninguna presión social o económica externa podría
mantenernos en la vieja historia si no funcionó en algo interno. Más que algo externo, son
nuestros propios hábitos los que nos llevan de vuelta a la vieja historia después de haber
vislumbrado una nueva. Estos hábitos son tan profundos que rara vez somos conscientes de
ellos; cuando los conocemos, generalmente asumimos que son de naturaleza humana.
Muchos de ellos se dividen en una de tres categorías: hábitos de escasez, hábitos de juicio y
hábitos de lucha. Los próximos capítulos aclararán algunos de estos hábitos, su inicial
estado de ser cultural y personal, y los nuevos hábitos del interser que pueden suplantarlos.

Notarás que muchos de los hábitos de separación son familiares. Las órdenes de restricción
contra ellos abundan en las enseñanzas religiosas dominantes, así como en la moral
popular. Esto se debe a que la religión y la cultura llevan semillas de reunión. Pero
encontramos que estas enseñanzas son difíciles de cumplir porque son inconsistentes con
los mitos y estructuras dominantes de la civilización. Por lo tanto, se convierten en reglas:
prohibiciones, prescripciones, etc., y, por lo tanto, agentes de un hábito principal de
separación, que es conquistar el yo. Esto es imposible de evitar. Inmerso en una historia que
define a uno como un individuo discreto y separado en un mundo de otro, rodeado de
instituciones como el dinero que promulgan y hacen cumplir esa historia, enseñanzas como
la Regla de Oro parecen, en efecto, ir en contra del comportamiento humano natural. Para
el yo separado, el egoísmo parece ir en contra del servicio.

No es de extrañarse, tratando de conciliar las reglas con el mundo en el que hemos vivido,
las autoridades religiosas dividieron el universo en dos reinos, el terrenal y el celestial, el
material y el espiritual. Sí, admitieron, el mundo material es pecaminoso, y nuestros
cuerpos, siendo de ese mundo, también son pecaminosos, pero hay algo más, otro mundo
con reglas diferentes. Para vivir de acuerdo con ellos, tenemos que resistir los caminos del
mundo material y la carne.
Por favor toma nota de cualquier tendencia que puedas tener para aplicar el programa de
auto-conquista a los hábitos de separación que describiré. Hay una manera diferente.

La escasez es una de las características definitorias de la vida moderna. En todo el mundo,


uno de cada cinco niños padece hambre. Luchamos guerras por recursos escasos como el
petróleo. Hemos agotado los océanos de peces y el suelo de agua limpia. En todo el mundo,
las personas y los gobiernos están recortando, arreglándoselas con menos, debido a la
escasez de dinero. Pocos negarían que vivimos en una era de escasos recursos; muchos
dirían que es peligroso imaginar lo contrario.

Por otro lado, no es difícil ver que la mayor parte de esta escasez es artificial. Considera la
escasez de alimentos: grandes cantidades, hasta el 50 por ciento de la producción según
algunas estimaciones, se desperdician en el mundo desarrollado. Grandes áreas de tierra
están dedicadas a la producción de etanol, áreas más extensas todavía están dedicadas a la
especie cultivada número uno de Estados Unidos: el césped. Mientras tanto, la tierra
dedicada a la producción de alimentos se cultiva típicamente con métodos intensivos en
químicos y dependientes de máquinas que en realidad son menos productivos (por hectárea,
no por unidad de trabajo que la agricultura orgánica y la permacultura intensivas en mano
de obra.

Del mismo modo, la escasez de recursos naturales también es un artefacto de nuestro


sistema. Nuestros métodos de producción no solo son derrochadores, sino que gran parte de
lo que se produce hace poco para promover el bienestar humano. Las tecnologías de
conservación, reciclaje y energías renovables languidecen sin desarrollarse. Sin ningún
sacrificio real, podríamos vivir en un mundo de abundancia.

Quizás en ninguna parte la artificialidad de la escasez sea tan obvia como lo es con el
dinero. Como lo ilustra el ejemplo de los alimentos, la mayor parte de la insuficiencia
material en este mundo se debe a la falta no de algo tangible, sino a la falta de dinero.
Irónicamente, el dinero es lo único que podemos producir en cantidades ilimitadas: son
simples bits en las computadoras. Sin embargo, lo creamos de una manera que lo hace
inherentemente escaso y que conduce a una tendencia hacia la concentración de la riqueza,
lo que significa sobreabundancia para algunos y escasez para el resto.

Incluso la riqueza no ofrece escapatoria de la percepción de escasez. Un estudio de 2011 de


los súper ricos en el Centro de Riqueza y Filantropía del Boston College encuestó las
actitudes hacia la riqueza entre los hogares con un patrimonio neto de 25 millones USD o
más (algunos mucho más, el promedio fue de 78 millones USD). Sorprendentemente,
cuando se les preguntó si experimentaron seguridad financiera, la mayoría de los
encuestados dijeron “no”. ¿Cuánto se necesitaría para lograr la seguridad financiera?
Nombraron cifras, en promedio, un 25 por ciento más que sus activos actuales.

Si alguien con 78 millones USD en activos puede experimentar escasez, obviamente tiene
raíces mucho más profundas que la desigualdad económica. Las raíces no están en otro
lugar que en nuestra Historia del Mundo. La escasez comienza en nuestra propia ontología,
nuestra auto-imagen y nuestra cosmología. A partir de ahí, se infiltra en nuestras
instituciones sociales, sistemas y experiencias de la vida. Una cultura de escasez nos
sumerge tan completamente que la confundimos con la realidad.

La forma de escasez más penetrante y que consume vidas es la del tiempo. Como
ejemplifica el hombre Dogón, las personas “primitivas” generalmente no experimentan una
escasez de tiempo. No ven sus días, horas o minutos como numerados. Ni siquiera tienen
un concepto de horas o minutos. “El suyo”, dice Helena Norberg-Hodge al describir al
pueblo Ladakh rural, “es un mundo sin tiempo”. He leído relatos de contenido Beduino
para no hacer nada más que ver pasar las arenas del tiempo, de Pirahã completamente
absorto en ver un barco aparecer en el horizonte y desaparecer horas después, del personas
nativas contentas con, literalmente, sentarme y ver crecer la hierba. Este es un tipo de
riqueza casi desconocido para nosotros.

La escasez de tiempo está integrada en la Historia de la Ciencia que busca medir todas las
cosas y, por lo tanto, hacer que todas las cosas sean finitas. Delimita nuestra existencia a los
límites de una sola línea de tiempo biográfica, el lapso finito de un yo separado.

La escasez de tiempo también se basa en la escasez de dinero. En un mundo de


competencia, en cualquier momento podrías estar haciendo más para salir adelante. En
cualquier momento tienes la opción de usar su tiempo productivamente. Nuestro sistema
monetario encarna la máxima del yo separado: más para ti es menos para mí. En un mundo
de escasez material, nunca puedes “permitirte” descansar a gusto. Esto es más que una
simple creencia o percepción: el dinero tal como existe hoy no es, como afirman algunas
enseñanzas, “solo energía”; al menos no es una energía neutral. Siempre es escaso. Cuando
se crea dinero como deuda que genera intereses como se crea nuestro dinero, entonces
siempre y necesariamente habrá más deuda que dinero. Nuestros sistemas reflejan nuestras
percepciones colectivas.

“Más para ti es menos para mí” es un axioma definitorio de Separación. Es cierto en una
economía monetaria competitiva, es falso en culturas de regalo anteriores en las que,
debido al intercambio generalizado, más para ti fue más para mí. El condicionamiento de la
escasez se extiende mucho más allá del ámbito económico, manifestándose como envidia,
celos, superar al otro, competitividad social y más.

La escasez de dinero, a su vez, se basa en la escasez de amor, intimidad y conexión. El


axioma fundamental de la economía dice lo mismo: Los seres humanos están motivados a
maximizar el interés propio racional. Este axioma es una declaración de separación y, me
atrevo a decir, soledad. Todos los que están ahí afuera tienen un maximizador de utilidad en
sí mismos. Tu estás solo. ¿Por qué esto parece tan cierto, al menos para los economistas?
¿De dónde viene la percepción y la experiencia de la soledad? En parte, proviene de la
economía monetaria misma, que nos rodea con productos estandarizados e impersonales
divorciados de su matriz original de relaciones y reemplaza a las comunidades de personas
que hacen cosas por sí mismas y entre sí con servicios profesionales pagados. Como
describo en Sacred Economics, la comunidad está tejida de regalos. Los regalos en varias
formas crean lazos, porque un regalo crea gratitud: el deseo de dar a cambio o par
adelantado. Una transacción de dinero, por el contrario, termina una vez que los bienes y el
efectivo han cambiado de manos. Cada parte va por caminos separados.
La escasez de amor, intimidad y conexión también es inherente a nuestra cosmología, que
ve el universo como compuesto de bloques de construcción genéricos que son solo cosas,
carentes de sensibilidad, propósito o inteligencia. También es resultado del patriarcado y
sus egoísmo y celos que lo acompañan. Si una cosa es abundante en el mundo humano,
debe ser el amor y la intimidad, ya sea sexual o no. ¡Hay tantos de nosotros! Aquí, como en
ningún otro lugar, es evidente la artificialidad de la escasez. Podríamos estar viviendo en el
paraíso.

A veces dirijo una actividad de taller que implica una mirada mutua prolongada entre dos
personas. Después de que la incomodidad inicial se desvanece y pasan los minutos, la
mayoría de las personas experimentan una intimidad inefablemente dulce, una conexión
que penetra a través de todas las poses y pretensiones superficiales que definen las
interacciones diarias. Estas pretensiones son mucho más débiles de lo que nos gustaría
pensar—no pueden soportar más de medio minuto de ver de verdad, lo que probablemente
es la razón por la cual es grosero mirar a los ojos de alguien durante más de un par de
segundos. Esa es toda la intimidad que generalmente nos permitimos. Esa es toda la riqueza
que podemos manejar en este momento. A veces, después de la actividad, haré una
observación al grupo, “¿Te imaginas? Toda esa dicha está disponible todo el tiempo, a
menos de sesenta segundos de distancia, sin embargo, pasamos años y años sin eso.
Experimentándolo todos los días, ¿la gente todavía querría comprar? ¿Beber? ¿Apostar?
¿Matar?”

¿Qué tan cerca esta ese mundo más hermoso que nuestros corazones saben es posible? Está
más cerca que cerca.

¿Qué necesidad, más allá de las necesidades básicas de supervivencia, es más importante
para un ser humano que ser tocado, abrazado, arreglado, visto, escuchado y amado?

¿Qué cosas consumimos en compensación inútil por el incumplimiento de estas


necesidades? ¿Cuánto dinero, cuánto poder, cuánto control sobre otras personas se necesita
para satisfacer la necesidad de conexión? ¿Cuánto es suficiente? Como implica el estudio
de Boston College mencionado anteriormente, ninguna cantidad es suficiente. Recuerda eso
la próxima vez que pienses que la avaricia es la culpable de los problemas de Gaia.

Podría seguir mencionando muchos otros tipos de escasez que son tan normales en nuestra
sociedad como para pasar desapercibidos. Escasez de atención. Escasez de juego. La
escasez de escuchar. Escasez de oscuridad y tranquilidad. Escasez de belleza. Vivo en una
casa centenaria. Qué contraste hay entre los objetos y edificios comunes y perfectos de
fábrica que nos rodean y los viejos radiadores en mi casa, haciendo ruido y silbando toda la
noche, con su hierro curvado, sus válvulas y conectores irregulares, hechos con un toque
más cuidado de lo necesario, que parecen poseer una calidad de vida. Pasé por los centros
comerciales y las grandes tiendas, los estacionamientos y concesionarios de automóviles,
edificios de oficinas y fraccionamientos, cada uno de los cuales construyó un modelo de
rentabilidad, y me maravilla: “Después de cinco mil años de desarrollo arquitectónico,
¿hemos terminado con esto?” Aquí vemos la expresión física de la ideología de la ciencia:
solo lo medible es real. Hemos maximizado nuestra producción de lo medible—los metros
cuadrados, la productividad por unidad de trabajo—a expensas de todo lo cualitativo: lo
sagrado, la intimidad, el amor, la belleza y el juego.

¿Cuánto de lo feo se necesita para sustituir la falta de lo bello? ¿Cuántas películas de


aventuras se necesitan para compensar la falta de aventura? ¿Cuántas películas de
superhéroes debe ver uno para compensar la expresión atrofiada de la grandeza de uno?
¿Cuánta pornografía para satisfacer la necesidad de intimidad? ¿Cuánto entretenimiento
para sustituir el juego perdido? Se necesita una cantidad infinita. Esas son buenas noticias
para el crecimiento económico, pero malas noticias para el planeta. Afortunadamente,
nuestro planeta no permite mucho más, tampoco nuestro tejido social devastado. Ya casi
hemos terminado con la era de la escasez artificial, si solo podemos dejar ir los hábitos que
nos mantienen allí.

De nuestra inmersión en la escasez surgen los hábitos de escasez. De la escasez de tiempo


surge el hábito de apresurarse. De la escasez de dinero viene el hábito de la avaricia. De la
escasez de atención viene el hábito de presumir. De la escasez de trabajo significativo
proviene el hábito de la pereza. De la escasez de aceptación incondicional viene el hábito
de la manipulación. Estos son solo ejemplos—hay tantas respuestas a cada una de estas
cosas perdidas como hay individuos.

Notas final

15. Vea el Capítulo 2 de Sacred Economics y mi artículo “Permaculture and the Myth
of Scarcity” para una discusión más exhaustiva con referencias.

Capítulo 19: Hacer


Todos estos sabores de escasez comparten una raíz común, una especie de escasez
existencial para la que no puedo encontrar un nombre. Es una escasez de ser, el sentimiento
de que “No soy suficiente” o “No hay suficiente vida”. Nacido de la alienación de nuestro
yo extendido que coexiste con el resto del universo, nunca nos deja descansar. Es una
consecuencia de nuestra alienación, nuestro abandono a un universo de fuerza y masa,
muerto y sin propósito, un universo en el que nunca podemos sentirnos como en casa, un
universo en el que nunca estamos apoyados por una inteligencia mayor que la nuestra, uno
en el que nunca formamos parte de un propósito en desarrollo. Incluso más que la escasez
de tiempo o dinero, es esta inquietud existencial la que impulsa la voluntad de consumir y
controlar.

El hábito principal que surge de él es el hábito de siempre hacer algo. Aquí y ahora nunca
es suficiente. Podrías protestar porque la mayoría de las personas en el mundo occidental
pasan una gran cantidad de tiempo sin hacer nada productivo, viendo televisión y jugando
videojuegos, pero estos son desplazamientos de hacer algo, y no el opuesto de hacer algo.

No estoy diciendo que sea malo hacerlo. Estoy diciendo que hay un tiempo para hacer, y un
tiempo para no hacer, y cuando somos esclavos de la costumbre de hacerlo, no podemos
distinguirlos. Como mencioné anteriormente, el momento para hacer es cuando sabes qué
hacer. Cuando no sabes qué hacer y actúas de todos modos, probablemente estás actuando
por costumbre.

No nos dejemos atrapar por la palabra “hacer”— obviamente, la distinción entre hacer y no
hacer se rompe bajo un escrutinio minucioso. Quizás un ejemplo aclare mi significado.
Recientemente participé en una reunión de un día con una treintena de activistas de todo el
mundo, se reunidos para discutir el tema del localismo. Todos habíamos sido oradores en
una conferencia. El día comenzó con una conversación que, después de una o dos horas,
comenzó a tocar algunos temas profundos sobre cómo crear un cambio. Pero luego, algunos
de nosotros nos sentimos incómodos con lo que percibimos como “simple plática” (¿o sería
que nos sentimos incómodos con las cosas más profundas que estábamos tocando?), así que
nos dividimos en grupos centrados en tareas para “hacer algo”. Parte de nuestra conciencia
grupal creía que si no producíamos un plan de acción, una declaración o algo tangible desde
ese día, habría sido un desperdicio. Al final resultó que, fue la tarde que se sintió como el
desperdicio y la mañana que se sintió productiva— a pesar de que nada se “hizo”. Quizás el
problema era que nos habíamos apresurado a intentar “hacer” ante el grupo como entidad
madura. Actuamos por un hábito de urgencia. Nuevamente, no quiere decir que nunca
debamos hacer planes, organizar grupos de tareas, delegar trabajo o participar en un
pensamiento lineal, paso a paso. Es que necesitamos adquirir sensibilidad de cuándo es el
momento adecuado para hacer estas cosas.

Somos como un hombre perdido en un laberinto. Corre frenéticamente topando con los
mismos callejones sin salida una y otra vez, dando vueltas repetidamente de regreso a su
punto de partida. Finalmente hace una pausa para descansar, respirar, reflexionar. Luego,
en un instante, comprende la lógica del laberinto. Ahora es tiempo de comenzar a caminar.
Imagínate si, en cambio, dice: “No, no puedo detenerme para descansar. Solo moviendo
mis pies llegaré a alguna parte. Así que no debo dejar de mover mis pies”. Tendemos a
devaluar esos períodos de pausa, vacío, silencio e integración.

¿Cómo salir de un laberinto? Sí, ayuda pasear y explorar, pero en algún momento uno debe
detenerse y reflexionar. ¿Hay algún patrón en mis andanzas? ¿Qué recuerdo de cómo me
perdí aquí en primer lugar? ¿Para qué sirve este laberinto? Quizás sea necesaria la etapa
anterior de la carrera frenética y en pánico, o de acción cada vez más inútil, pero muchos de
nosotros ahora estamos listos para intentarlo de otra manera.

La situación en la tierra hoy es demasiado grave para que podamos actuar por hábito— para
recrear una y otra vez el mismo tipo de soluciones que nos llevaron a nuestro extremo
actual. ¿De dónde viene la sabiduría para actuar de maneras completamente nuevas?
Proviene de la nada, del vacío; viene de la inacción. Cuando lo vemos, nos damos cuenta de
que estuvo justo frente a nosotros todo el tiempo. Nunca está lejos; pero al mismo tiempo
está en un universo diferente—una historia diferente del mundo. Un dicho chino lo describe
bien: “Tan lejos como el horizonte, y justo en frente de tu cara”. Puedes correr hacia él para
siempre, correr cada vez más rápido y nunca acercarte más. Solo cuando te detienes te das
cuenta de que ya estás allí. Esa es exactamente nuestra situación colectiva en este momento.
Todas las soluciones a la crisis global se encuentran justo frente a nosotros, pero son
invisibles para nuestra visión colectiva, existiendo, por así decirlo, en un universo diferente.
Cuando estamos atrapados en una historia, solo podemos hacer las cosas que esa historia
puede reconocer. A menudo somos conscientes de estar atrapados (la vieja historia está
terminando) pero no tenemos acceso a ninguna alternativa (todavía no hemos habitado una
nueva historia). Los líderes de las organizaciones sociales y ambientales se sienten
atrapados en los límites de la recaudación de fondos, la campaña de membresía, el
comunicado de prensa y el libro blanco. Se avecina un nuevo ultraje. ¿Qué hacer? ¿Enviar
otra apelación? En todos los niveles, nuestras soluciones son cada vez menos efectivas,
pero nuestra historia no permite otra alternativa.

Lo mismo podría decirse de la respuesta de las autoridades monetarias a la crisis financiera,


y más generalmente a los gobiernos en todas partes. En la mayoría de los lugares, el sistema
político está congelado en debates cada vez más irrelevantes en el que las soluciones reales
ni siquiera están sobre la mesa. En los EE. UU., en medio de la disputa sobre los niveles de
tropas, los horarios de retiro, etc., ¿dónde está el llamado a retirarse de todas las bases
militares en todo el mundo y desmantelar por completo al ejército permanente? No es parte
de la conversación. Por supuesto, para entrar en la conversación se requeriría el rechazo de
mitos profundamente arraigados sobre la forma en que funciona el mundo, las causas de la
guerra y el terrorismo, los objetivos reales de la política exterior estadounidense, etc. todo
el camino hasta nuestras nociones del bien y del mal. Si uno no ha cuestionado estos mitos,
entonces un llamado a disolver el ejército parecería ridículamente ingenuo.

Del mismo modo, ¿donde en el universo del diálogo político sobre política agrícola está la
idea de una transición a gran escala hacia la permacultura, involucrando grandes jardines
donde están los céspedes actualmente, una repoblación de tierras rurales, compostaje de
estiércol humano y los beneficios terapéuticos de reconectarse al suelo? Esto podría
regresar el carbono al suelo, poner fin a la eutrofización de las vías fluviales, reponer los
acuíferos y revertir la desertificación. Proporcionaría un trabajo significativo a millones de
personas que lo buscan, reduciría drásticamente el uso de combustibles fósiles y produciría
más alimentos en menos tierra, permitiendo la restauración del ecosistema salvaje.

Toma algo de trabajo documentar estas afirmaciones. Muchas autoridades afirman


categóricamente: “La única forma de alimentar a siete mil millones de personas en este
planeta es con grandes aportes de combustibles fósiles”. Para refutar esta afirmación se
requiere deconstruir sus suposiciones básicas sobre la agricultura y la dieta. ¿Cuántos de
ellos tienen en cuenta (para usar un ejemplo de cientos) cultivos como la nuez de pan maya,
que en los trópicos puede producir ocho veces el rendimiento calórico del maíz por hectárea
con una nutrición y capacidad de almacenamiento superiores, que se puede recolectar en
grandes cantidades con una mano de obra mínima, que no requiere pesticidas, que solo se
debe plantar una vez, que es resistente a la sequía, que proporciona forraje para cabras y
vacas, y que se puede usar como un cultivo de dosel sobre verduras, acuicultura, etc.? Este
árbol ha sido cortado en toda América Central para dejar espacio para el maíz.

Claramente, una transición a cultivos como las nueces de pan mayas y cientos de otras
especies alimenticias subutilizadas no puede ocurrir sin acompañar los cambios culturales y
económicos. La globalización de la cultura alimentaria, las imágenes de los medios de
comunicación que perpetran una dieta industrial, la narrativa cultural que mantiene el
trabajo agrícola tan bajo, el sistema financiero que empuja a los agricultores hacia la
producción de cultivos básicos, las regulaciones que dan por sentado las prácticas agrícolas
existentes y los intereses económicos de compañías de las semillas y pesticidas todos
contribuyen al status quo agrícola. La noción misma de un cultivo uniforme que crece en un
sustrato controlado se basa en paradigmas científicos de un sustrato material genérico de
elementos uniformes sobre los cuales imponemos orden y diseño.

Son muchas historias, capa por capa, que tienen que cambiar. Por eso digo que nuestra
revolución debe llegar hasta el fondo, todo el camino hasta nuestra comprensión básica de
uno mismo y del mundo. No sobreviviremos como especie a través de más de lo mismo:
mejores razas de maíz, mejores pesticidas, la extensión del control al nivel genético y
molecular. Necesitamos entrar en una historia fundamentalmente diferente. Es por eso que
una activista inevitablemente se encontrará trabajando en el nivel de la historia. Descubrirá
que, además de abordar las necesidades inmediatas, incluso las acciones prácticas más
prácticas cuentan una historia. Vienen y contribuyen a una nueva Historia del Mundo.

Notas finales

16. Excepto, por supuesto, al margen. No es, hasta donde yo sé, una de las opciones de
las que hablan los que están en el gobierno.
17. He elegido aquí un ejemplo que entra en conflicto con los paradigmas actuales solo
ligeramente. También podría hablar sobre las prácticas de agua inspiradas en
Schauberger, las preparaciones de suelo homeopáticas, los métodos utilizados en
Findhorn o el trabajo de Machaelle Small Wright con los devas de la naturaleza.
Pero entonces, aquellos de ustedes que están preparados para aceptar nueces de pan
mayas pero no inteligencia del agua o devas de la naturaleza podrían dudar del resto
de lo que tengo que decir también—culpa por asociación. Ahora bien, realmente no
creo en esas cosas, ¿verdad? Dejando de lado las bromas, la verdad es que me
gustaría creerles, pero todavía necesito ayuda para habitar esas historias de manera
efectiva. Cuando intenté suplicar a los devas de la naturaleza, una marmota se
comió todos los vegetales de mi jardín de todos modos.
18. Capítulo 20: El no hacer
19. Los problemas que experimentamos en nuestras vidas y en el mundo (ya
sean problemas de relaciones o hambre en el mundo) provienen de la
debilidad energética y la desconexión, de nuestra falta de capacidad para
sentirnos, el uno al otro, la tierra, y cómo la vida busca moverse y
evolucionar a través de nosotros. El problema no es si actuar y “hacer algo”
o no, sino lo que realmente nos impulsa a actuar.
20. — Dan Emmons
21. Antes de que puedan entrar en una nueva historia, la mayoría de las personas—y
probablemente también la mayoría de las sociedades—primero deben navegar por el
pasaje fuera de lo viejo. Entre lo viejo y lo nuevo hay un espacio vacío. Es un
tiempo en que se integran las lecciones y los aprendizajes de la vieja historia. Solo
cuando se ha realizado ese trabajo, la vieja historia está realmente completa.
Entonces, no hay nada, el vacío embarazado del que surge todo ser. Volviendo a la
esencia, recuperamos la capacidad de actuar desde la esencia. Volviendo al espacio
entre historias, podemos elegir desde la libertad y no desde el hábito.
22. Un buen momento para no hacer nada es cuando te sientes atrapado. He hecho
mucho de nada al escribir este libro. Durante varios días estuve tratando de escribir
la conclusión, haciendo girar mis ruedas, produciendo repugnantes repeticiones de
material anterior. Cuanto más lo hice, peor se puso. Así que finalmente dejé el
esfuerzo y simplemente me senté en el sofá, con un bebé atado a mi pecho,
mentalmente viajando a través del libro que había escrito, pero sin plan alguno de
averiguar qué escribir. Fue de ese lugar vacío que surgió la conclusión, sin ser
pedido.
23. No tengas miedo del lugar vacío. Es la fuente a la que debemos volver si queremos
liberarnos de las historias y hábitos que nos atrapan.
24. Si estamos atrapados y no elegimos visitar el lugar vacío, eventualmente
terminaremos allí de todos modos. Puedes estar familiarizado con este proceso a
nivel personal. El viejo mundo se desmorona, pero el nuevo no ha surgido. Todo lo
que una vez pareció permanente y real se revela como una especie de alucinación.
No sabes qué pensar, qué hacer; ya no sabes lo que significa nada. La trayectoria de
la vida que trazaste parece absurda, y no te puedes imaginar otra. Todo es incierto.
Tu marco/periodo de tiempo se reduce de años a este mes, esta semana, hoy, tal vez
hasta el momento presente. Sin los espejismos del orden que alguna vez parecieron
protegerte y filtrar la realidad, te sientes desnudo y vulnerable, pero también sientes
una especie de libertad. Las posibilidades que ni siquiera existían en la vieja historia
se encuentran delante de ti, incluso si no tienes idea de cómo llegar allí. El desafío
en nuestra cultura es permitirte estar en ese espacio y confiar en que la próxima
historia surgirá cuando el tiempo intermedio haya terminado, y que la reconocerás.
Nuestra cultura quiere que sigamos adelante, que hagamos algo. La vieja historia
que dejamos atrás, que generalmente es parte por consenso de la Historia de la
Gente, nos libera con gran renuencia. Entonces, por favor, si estás en el espacio
sagrado entre historias, permítete estar allí. Es aterrador perder las viejas estructuras
de seguridad, pero descubrirás que, aunque podrías perder cosas que eran
impensables perder, estarás bien. Hay una especie de gracia que nos protege en el
espacio entre historias. No es que no pierdas tu matrimonio, tu dinero, tu trabajo o
tu salud. De hecho, es muy probable que pierdas una de estas cosas. Descubrirás
que incluso habiendo perdido eso, todavía estás bien. Te encontrarás en contacto
más cercano con algo mucho más precioso, algo que los incendios no pueden
quemar y los ladrones no pueden robar, algo que nadie puede tomar y no te puedes
perder. Podríamos perderlo de vista a veces, pero siempre está ahí esperándonos.
Este es el lugar de descanso al que volvemos cuando la vieja historia se desmorona.
Libre de su niebla, ahora podemos recibir una verdadera visión del próximo mundo,
la próxima historia, la próxima fase de la vida. Del matrimonio de esta visión y este
vacío, nace un gran poder.
25. Escribí: “Las posibilidades que ni siquiera existían en la vieja historia se encuentran
delante ti, incluso si no tienes idea de cómo llegar allí”. Esta es una muy buena
descripción de un lugar al que nos acercamos colectivamente. Aquellos de nosotros
que de varias maneras hemos dejado la vieja Historia de la Gente somos los órganos
de percepción del cuerpo humano colectivo. Cuando la civilización en su conjunto
entre al espacio entre historias, estará lista para recibir estas visiones, estas
tecnologías y formas sociales del interser.
26. La civilización aún no está del todo allí. En este momento, la mayoría de las
personas todavía creen tácitamente que las viejas soluciones funcionarán. Se elige
un nuevo presidente, se anuncia un nuevo invento, se proclama un repunte en la
economía y la esperanza brota de nuevo. Tal vez las cosas volverán a la normalidad.
Quizás se reanude el ascenso de la humanidad. Hoy todavía es posible, sin un
esfuerzo demasiado extenuante de negación o pretensión, imaginar que solo
estamos en un mal momento. Podemos superarlo, si solo descubrimos algunas
nuevas fuentes de petróleo, si solo construimos más infraestructura para encender el
crecimiento económico, resolver el rompecabezas molecular de la autoinmunidad,
desplegar más drones para protegernos del terrorismo y el crimen, diseñar
genéticamente cultivos para obtener mayores rendimientos y colocar colorante
blanco en el cemento para reflejar los rayos del sol y reducir la velocidad del
calentamiento global.
27. Dado que es probable que todos estos esfuerzos produzcan consecuencias no
deseadas, incluso peores que los problemas que pretenden resolver, no es difícil ver
la sabiduría de no hacer nada. Como describiré más adelante, esto no implica que el
activista deba enfocarse en la obstrucción. No hacer nada surge naturalmente del
desglose de la historia que había motivado los viejos hechos, llamándonos, por lo
tanto, a hacer lo que podamos para acelerar la desaparición de esa historia.
28. Mi hermano, cuya claridad mental es relativamente inmaculada porque rara vez lee
algo escrito después de 1900, me describió su visión de cómo el cambio finalmente
se manifestará. Un grupo de burócratas y líderes se sentarán y se preguntarán qué
hacer con la nueva crisis financiera. Todas las políticas habituales del banco central,
rescates, recortes de tasas de interés, flexibilización cuantitativa, etc. serán
consideradas, pero los líderes simplemente no serán capaces de lidiar con eso. “A la
mierda”, dirán. “Mejor vamos a pescar”.
29. En algún momento, solo tendremos que parar. Simplemente parar sin tener idea de
qué hacer. Como describí con los ejemplos de desarme y permacultura, estamos
perdidos en un infierno con un mapa que nos lleva en círculos, sin salida (alguna).
Para salir, tendremos que soltar el mapa y mirar alrededor.
30. A medida que tu vieja historia llegó a su fin, o llega a su fin, ¿te encuentras
contrayendo un caso de “a la mierda”? La procrastinación, la pereza, los intentos
poco entusiastas, el seguir las tendencias—todo indica que la vieja historia ya no te
motiva. Lo que una vez tuvo sentido, ya no tiene sentido. Estás comenzando a
retirarte de ese mundo. La sociedad hace todo lo posible para convencerte de que
resistas esa privación que, cuando se resiste, se llama depresión. Se requieren
medios de motivación y químicos cada vez más potentes para mantenernos
enfocados en lo que no queremos enfocarnos, para mantenernos motivados para
hacer lo que no nos importa. Si el miedo a la pobreza no funciona, entonces tal vez
la medicación psiquiátrica funcionará. Cualquier cosa para mantenerte participando
en los negocios como de costumbre.
31. Esa depresión, que hace imposible participar vigorosamente en la vida tal como se
ofrece, también tiene una expresión colectiva. Al carecer de un sentido convincente
de propósito o destino, nuestra sociedad se confunde, poco entusiasta por la rutina.
La “depresión” se manifiesta en el sentido económico como instrumento de nuestra
voluntad colectiva, el dinero, se estanca. Ya no hay suficiente para hacer algo
grandioso. Como la insulina en el diabético resistente a la insulina, las autoridades
monetarias extraen más y más, con cada vez menos efecto. Lo que alguna vez
habría provocado un auge económico ahora apenas es suficiente para evitar que la
economía se detenga. La parálisis económica podría ser la forma en que aparece
esta “parada”. Pero podría ser cualquier cosa que nos haga renunciar a nuestra
historia y sus representaciones de una vez por todas.
32. No hacer nada no es una sugerencia universal; es específico del momento en que
una historia está terminando y entramos en el espacio entre historias. Me estoy
basando aquí en el principio taoísta de wu-wei. A veces traducido como “sin
acción”, una mejor traducción podría ser “sin planes” o “sin forzar”. Significa
liberarse del hacer reflexivo: actuando cuando es hora de actuar, no actuando
cuando no es hora de actuar. Así, la acción se alinea con el movimiento natural de
las cosas, al servicio de lo que quiere nacer.
33. En esto, me inspiro en un hermoso verso del Tao Te Ching. Este verso es
extremadamente denso, con múltiples significados y capas de significado, y no he
encontrado una traducción que resalte lo que estoy expresando desde aquí. Por lo
tanto, la siguiente es mi propia traducción. Es la última mitad del versículo 16—si
comparas las traducciones existentes, te sorprenderás por cuánto difieren.
34. Todo vuelve a su raíz.
35. Volver a la raíz transfunde quietud.
36. En la quietud, los verdaderos propósitos vuelven.
37. Esto es lo que es real.
38. Al conocer la realidad, hay claridad.
39. Sin conocer la realidad, la acción tonta trae desastre.
40. De conocer la realidad, se manifiesta la expansión,
41. De la expansión, viene la imparcialidad,
42. De la imparcialidad, viene la soberanía,
43. De la soberanía, viene lo que es natural.
44. Lo que viene naturalmente, es el Tao.
45. Del Tao, viene lo que perdura,
46. Persistiendo más allá de uno mismo.

Capítulo 21: Atención


Lo que más necesita atención es la parte de nosotros que buscamos evitar sentir. Cuando
hemos atendido a eso, cambiamos y el mundo cambia con nosotros.

— Dan Emmons

Permíteme ofrecerte un ejemplo de mi propio monólogo interno que ilustra la no


participación como un principio activo. Una mañana dejé mi auto para inspección estatal y
en lugar de pedirle a mi esposa embarazada, Stella, que se levantara temprano para
recogerme, caminé las cinco o seis millas a casa. Ahora déjenme aclarar que esto no fue
una dificultad—amo caminar. Llevaba zapatos cómodos y el clima era frío pero despejado.
Pero mientras caminaba, comencé a pensar, “Vaya, esto lleva mucho tiempo. Me pregunto
cómo puedo aprovechar esta situación. Lo sé, cuando llegue a casa haré una pequeña
demostración de estar más cansado y hambriento de lo que realmente estoy, así que Stella
creerá que sufrí una dificultad por su bien. Entonces ella será muy amable conmigo”.

Eso parecía un poco obvio, así que se me ocurrió una idea mejor. “Puedo poner una cara
valiente y decir que no estoy cansado o hambriento, pero sutilmente señalo que sí. Entonces
obtendré crédito no solo por haber hecho un sacrificio por ella, sino también por
valientemente tratar de mantenerlo en secreto”. Reconociendo estos dos planes como
hábitos de separación (escasez de amor, necesidad de manipular y controlar, ejercer fuerza
psicológica contra un “otro” que de otra manera solo vería por sí mismo), decidí no
implementarlos. Fue entonces cuando surgió el Plan C. Mantendría mi cansancio en secreto
de verdad. Lo soportaría en silencio y no me permitiría maquinaciones pueriles. Pero
espera, eso no está bien: estaría actuando como mártir, sigue siendo un hábito de separación
porque valoriza la lucha y me separa tanto de Stella como de la gratitud. Hacia el plan D:
sería alguien que haya superado todo eso. Entonces podría aprobarme a mí mismo y
¿podría mirar con desprecio a otros que todavía hacen esas cosas? ¡No! Tolerantemente, sin
prejuicios, permitiría a otros su propio viaje.

Desafortunadamente, rápidamente me di cuenta de que eso también provenía de la


Separación. ¿Por qué estoy tan ansioso por demostrar que soy bueno, para cumplir con
algún estándar de virtud? Eso también proviene de una especie de escasez. En Reunion, el
amor y la aceptación de uno mismo es natural, un estado predeterminado. Incluso el auto
juicio positivo sigue siendo juicio; es una aprobación condicional.

Eso llevó al Plan E. Aprovecharía esta oportunidad para hacer un inventario sobrio de mis
hábitos de separación y dejarlos atrás. Sería alguien que está trabajando seriamente en sí
mismo, alguien que no tiene tiempo para la autocompasión, el elogio, el juicio o cualquier
otra frivolidad que impida el importante trabajo en cuestión. Ups. Aquí estoy construyendo
una bonita autoimagen que me puede gustar. Más separación.

Tal vez como último plan podría sentirme avergonzado de mí mismo por todos estos planes
y, por lo tanto, podría ganar la absolución porque al menos me siento disgustado conmigo
mismo. En realidad no lo consideré, pero puedes probarlo si quieres. Tales secuencias de
realizaciones, según me han dicho, son comunes entre los meditadores, quienes se
maravillarán de lo astuto que es el ego al tratar de obtener algo para sí mismo. Oye, tengo
una idea. Habiendo superado la lucha contra el ego o asqueado por él, al menos podemos
sacudir nuestras cabezas con tristeza y desconcierto, como si nos humillara la enorme tarea
que tenemos por delante sobre la cual no tenemos pretensiones. Eso sería maduro, ¿no?

Todos estos planes pasaron por mi mente en unos quince segundos. Terminé
implementando ninguno de ellos. (Bueno, tal vez un poco del Plan A, tendrás que
preguntarle a Stella). Sin embargo, no fue porque se me ocurrió un Plan F para no
implementar ninguno de los otros. Simplemente no los implementé. No fue una elección en
absoluto en el sentido habitual.

Uno de los hábitos más sutiles de la vieja historia es el intento orientado a objetivos para
buscar la superación personal mediante la realización de un plan. Podríamos aplicar esa
técnica inconscientemente incluso con el objetivo de dejar atrás los hábitos de la vieja
historia, pero si lo hacemos, continuaremos recreándolo en un nivel sutil. Al leer mi historia
anterior, veo que mi descripción implica que rechacé cada plan porque representaba un
hábito de separación, pero eso es engañoso. No es como si pasara mi día analizando
atentamente mis motivaciones para asegurarme de que separe cualquier cosa que provenga
de la separación. Más bien, noto su asociación con la separación para ayudar a aclarar cómo
se siente cada elección y de dónde viene.

¿Entonces baso mi elección en eso? ¡No! Es casi exacto decir, “Tomo mis decisiones en
función de lo que se siente bien”, pero no del todo. Eso hace que parezca que estoy
avanzando un principio sobre la elección: elegir lo que se siente bien. He defendido tal
principio en libros anteriores, por la forma en que rompe el hábito del auto-rechazo
abrazando el placer como un aliado. Sin embargo, todavía implica que la forma de elegir es
sopesar conscientemente dos alternativas, para evaluar cuál se siente mejor, y luego, a
través de un acto de voluntad, elegir ese.

¿Qué pasa si nos estamos engañando a nosotros mismos cuando pensamos que estamos
haciendo nuestras elecciones de acuerdo con uno u otro principio? ¿Qué pasa si las
opciones realmente provienen de otro lugar, y todas las razones que citamos para la
elección son en realidad racionalizaciones? De hecho, hay mucha investigación en
psicología social que demuestra precisamente esto. Motivos inconscientes de conformidad
social, autoimagen, coherencia con los sistemas de creencias, validación de normas
grupales y cosmovisiones, etc. demostrablemente ejercen una influencia mucho mayor de
lo que la mayoría de las personas sospechan. Estos hallazgos se ajustan a ciertas enseñanzas
espirituales sobre la “automaticidad del hombre” que dicen que la mayoría (aunque no
necesariamente todas) las elecciones aparentes no son realmente elecciones, son el
resultado automático de elecciones hechas hace mucho tiempo. Eso no significa que
debamos dejar de intentar cambiarnos a nosotros mismos o al mundo—como veremos, es
todo lo contrario—pero sugiere un enfoque muy diferente para hacerlo.

¿Entonces qué hacemos al respecto? ¿Qué pasa si tienes hábitos de separación como los
míos y quieres cambiarlos? Muchos seminarios de empoderamiento personal concluyen con
algún tipo de declaración del nuevo yo y afirmación de responsabilidad y elección personal,
pero con el tiempo muchas personas encuentran que los viejos hábitos son mucho más
fuertes de lo que parecían en ese momento de declaración. Tú podrías decir, “Elijo ahora y
para siempre responder con amorosa paciencia a mis hijos” o “Quien soy es valiente y sin
juicios”; puedes unirte a un grupo de apoyo donde “se responsabilicen mutuamente”; y
cuando te encuentras haciendo las mismas cosas a las que renunciaste o viviendo de viejos
patrones, sientes un profundo disgusto o vergüenza, y resuelves de nuevo cumplir tu
palabra. Y lo haces, por un tiempo, y te sientes bien contigo mismo. Realmente no es tan
diferente de alguien a dieta. La fuerza de voluntad y todas las técnicas del arsenal
motivacional solo funcionan temporalmente a menos que algo fundamental haya cambiado.
Cuando esa cosa fundamental ha cambiado, podemos darnos el crédito a nosotros mismos y
a nuestra fuerza de voluntad, pero eso es una ilusión. Estamos acostumbrados a dar crédito
a la fuerza. Eso es lo que codifica la fuerza de voluntad: una especie de fuerza psicológica
para vencer a un enemigo: tú mismo.
Antes de responder a mi pregunta, “¿Qué hacemos al respecto?”, me gustaría explicar por
qué creo que es una pregunta tan importante. Di un ejemplo bastante mezquino arriba: si
tuviera la costumbre de promulgar el Plan A, el resultado no sería peor que Charles
Eisenstein teniendo una relación más bien infantil con su esposa. Probablemente conozcas a
muchas parejas donde la esposa es demasiado parecida a una mamá. ¡Ahora no digas
nombres! No es exactamente sexy, pero tampoco es el fin del mundo. Pero considera lo que
significa para un sanador, un activista o cualquier persona con altos ideales estar
inconscientemente sujeto a pequeñas motivaciones del ego como las que describí. Su
activismo albergaría una agenda secreta. Su energía estaría trabajando en propósitos
cruzados.

¿A quién servimos? ¿Servimos realmente al mundo más hermoso que nuestros corazones
saben que es posible? ¿O es solo el estandarte bajo el cual perseguimos nuestras agendas
privadas de búsqueda de aprobación, creación de identidad, auto-aprobación, vanidad y
auto-justificación? ¡Cuánto debate político en línea es como un gran juego de “Mira, tengo
razón! Y se equivocan. ¿Cómo pudieron? Que estúpido. ¿No son horribles? ¿No soy
bueno?” Si nuestra energía se divide, y la mayoría se dirige hacia objetivos egoístas,
entonces eso es lo que lograremos mientras nada más cambie.

Quiero que vuelvas a leer el último párrafo y veas si puedes hacerlo desde una historia que
no genera ninguna vergüenza, indignación o condena. Parece que hice una acusación
horrible usando palabras como búsqueda de aprobación, vanidad y auto-justificación.
Entonces, reconozcamos de dónde viene la necesidad de estas cosas. Son las respuestas de
una persona herida, aislada de las conexiones íntimas que forman una identidad robusta, y
condicionado a través de la aceptación condicional y el rechazo a una edad tierna para
adoptar un profundo rechazo de sí mismo que lo deja siempre hambriento de aprobación.
Todos los hábitos de separación son síntomas, y solo causas secundarias, de nuestra
condición actual.

Una segunda razón por la cual esta es una pregunta tan importante es que lo que es cierto en
el nivel individual también lo es en el colectivo. Nuestra civilización está atrapada en
patrones que parecemos incapaces de alterar. Solo hay que mirar los conmovedores
pronunciamientos de la Cumbre de Río de 1992 para ver eso. Las organizaciones y las
naciones siguen rutinariamente políticas que solo una pequeña fracción de sus miembros
apoyan—o, a veces, en el caso de organizaciones, que nadie apoya. ¿Cómo es esto posible?
Ciertamente, parte de la explicación tiene que ver con los intereses de las élites que ejercen
el poder financiero y político, pero debemos recordar que este poder proviene en última
instancia de los acuerdos sociales y no de las superpotencias de los gobernantes. Además,
cosas como el calentamiento global o el riesgo de una guerra termonuclear tampoco son de
interés para las élites. Entonces volvemos al reino del autoengaño. La pregunta que hago es
“¿Cómo puede el cuerpo político, la especie humana en su conjunto, cambiar sus hábitos
destructivos?” Por lo tanto, investigo la pregunta a nivel individual, porque podría tener una
relación metafórica o más que metafórica en el nivel colectivo—como uno esperaría en un
universo donde uno mismo y otro, macrocosmos y microcosmos, parte y todo se reflejan
entre sí.
La razón por la que (en este caso particular, no crees que te confesaría las veces que he
actuado como un rey del drama egocéntrico, ¿verdad?) no actué por los hábitos de
separación después de mi caminata no es porque intenté no hacerlo o elegí no hacerlo. Es
por la atención que presté a los hábitos en sí y a los sentimientos subyacentes. Prestar
atención a un hábito debilita su compulsión. Prestar atención a la condición subyacente al
hábito le quita su motivación. La sensación subyacente en todos mis pequeños planes era
una especie de soledad tierna e impotente. Presté atención a estas cosas sin siquiera tener
una agenda de detenerme de actuar sobre ellos. Confié en el poder de la atención para hacer
su trabajo. Tal vez el resultado sería que adoptaría el Plan A después de todo. No me
preocupé por eso.

¿Qué hubiera pasado si, en cambio, hubiera notado mi plan secreto para sacar provecho a
algunos beneficios de mi viaje, y luego resolviera detenerme a toda costa? ¿Qué hubiera
pasado si me hubiera amenazado con castigarme (culpa, vergüenza, auto castigo, abuso
verbal por parte de mi voz interior [“¿Qué te pasa?”]) y me motivaba con recompensas
(auto-aprobación, diciéndome que era maduro, mejor que el tío Beto, etc.)? Te puedo decir
lo que hubiera pasado. Me habría retenido del Plan A o B de las maneras obvias, sin
embargo, lo habría hecho de una manera que le diera a mi propia mente consciente una
negación plausible. Porque si mi objetivo es simplemente aprobar la evaluación de mi
propio juez interno, entonces ese juez y otras partes de mí conspirarán para organizar un
veredicto de inocencia. No necesito dar más detalles sobre la capacidad de los humanos
para el autoengaño. Si el motivo es la auto-aprobación, entonces obtendremos la auto-
aprobación, incluso si viene a expensas de todo lo bello.

Eso suena alarmante, ¿no? Mi propósito aquí no es asustarte para que hagas un cambio. Tal
vez lo haría si pudiera, pero este no es el tipo de cambio que uno puede tener miedo de
hacer. Podría asustarte para que lo intentes, tal vez, pero el resultado sería el mismo que en
mi esquema de recompensa y amenaza anterior. No, este es el tipo de cambio que ocurre
cuando es hora de que suceda.

Los hábitos de separación no solo sucumben a la atención; también buscan la atención que
necesitan para su fallecimiento, cuando ha llegado el momento. Una forma en que buscan
atención es creando situaciones, lo cual podría ser bastante humillante, en las que son
notorios. Otra forma es que otra persona los refleje: las cosas en otra persona que provocan
nuestro juicio a menudo también están dentro de nosotros. El reflejo puede no ser directo—
por ejemplo, la ansiedad constante de alguien por cosas triviales podría reflejar mi falta de
atención a algo grande—pero he descubierto que generalmente hay algo en mí que llama
por atención a través de la persona que lo provoca. Otra forma en que se revela un hábito
oculto es a través de las enseñanzas espirituales o, especialmente, historias que nuevamente
nos sostienen un espejo hacia nosotros.

Espero que las historias y las listas de hábitos de separación lleven a algunos de ustedes
lectores a una curiosa conciencia de cualquiera de esos hábitos residen dentro de ti. Por
favor no intentes detenerlos por la fuerza. Si lo intentas, probablemente no funcionará; solo
te engañarás a ti mismo. De hecho, sería un hábito de separación responder con vergüenza,
disgusto y el deseo de dar vuelta a una nueva página cuando notas un hábito de separación.
No estamos en la búsqueda de mejorar más y más como personas. “Ser bueno” es parte de
la vieja historia. Refleja una búsqueda de aprobación internalizada que se origina en la
crianza moderna, la escolarización y la religión. La búsqueda del bien es parte de la guerra
contra el yo y la guerra contra la naturaleza que refleja.

Aquí hay otra paradoja: nos convertimos en mejores personas solo cuando abandonamos la
búsqueda para convertirnos en mejores personas. Esa búsqueda solo puede lograr la
apariencia de lo que busca. Ninguno es tan capaz del mal como los justos. Un estudio
divertido mostró a los participantes paquetes de comida orgánica o comida reconfortante
como brownies. A los que se les mostró la comida orgánica mostraron menos empatía y
emitieron juicios morales más duros que a los que se les mostró la comida reconfortante.
Cuando eres honesto contigo mismo sobre qué quieres ese brownie tanto como la siguiente
persona, naturalmente serás menos crítico. Los estudios como este a menudo se interpretan
como un llamado a la humildad. Desafortunadamente, la humildad no es algo que uno
puede lograr a través del trabajo duro o un acto de voluntad. Si pudiéramos, entonces
también podríamos atribuirnos con razón nuestra propia humildad. Ten cuidado con los que
luchan por la humildad—generalmente lo que logran es una falsificación que, al final, no
engaña a nadie más que a sí mismos. En realidad, podría ser más humilde ser alegremente
inmodesto.

Si notas el hábito de la justicia propia, sabes qué hacer: dale atención. Presta atención a
cualquier sentimiento de vergüenza o frustración, sin pretender detener esos sentimientos.
Deja que la atención que le des a tus hábitos y los sentimientos subyacentes sean tan
gentiles como puedas: amoroso, indulgente y pacífico. Incluso puedes agradecer el hábito
por haber hecho su trabajo durante tanto tiempo, sabiendo que está en una etapa tardía de su
vida útil y que pronto pasará.

A veces puedes experimentar una liberación repentina y dramática de un hábito. Incluso


hay un momento para las declaraciones y la fuerza de voluntad. Eso sería cuando el
sentimiento inconfundible fuertemente surge en ti: “¡Es hora de que esto pare!” No es un
sentimiento angustiado de desear que se detenga; es una percepción clara y directa que
viene con confianza y una especie de finalidad. Si eres bendecido con tal sentimiento,
puedes dejar esos cigarrillos, o ese hábito de presumir, o ese hábito de decir la última
palabra, y nunca volver a levantarlo. Pero, por favor, no imagines que, por lo tanto, estás
hecho de una fibra espiritual más fuerte que la siguiente persona. Me retracto—adelante,
imagínalo. Y date cuenta de que te lo estás imaginando. Y presta atención a todas las otras
formas en que presionas a tu juez interno para emitir un veredicto de “chica buena” o
“chico bueno” porque este es uno de los hábitos de separación más dañinos que existe.

Puedes notar que mi respuesta a la pregunta “¿Qué hacemos al respecto? ” es un poco


paradójica. Casi todo lo que ponemos en la categoría de “hacer” es en sí un hábito de
separación, por lo general, uno de lucha propia, o de otro modo recurriendo a alguna forma
de juicio. Realmente, la respuesta es “Ya estás haciendo algo al respecto”. Esto es difícil de
entender para la mente de separación. Parece que te estoy diciendo que no hagas nada. Y
hay un momento para no hacer nada, pero tarde o temprano, de nada viene el hacer, un
impulso natural, respaldado por la energía inconfundible de uno. Para algunos de ustedes,
espero, leer este libro ha puesto en marcha un proceso o ha acelerado un proceso que
comenzó hace mucho tiempo. Te encontrarás haciendo cosas y no haciendo cosas que antes
eran invisibles para ti o que parecían más allá de tu poder.

Cuando la gente me pregunta en las pláticas por algo práctico, algo que hacer, a veces
siento que me piden que los insulte. Sería como un fumador preguntando: “¿Qué debo
hacer con mi hábito de fumar que me está matando?” esperando que yo diga: “Deja de
fumar. Tendrás que esforzarte más”. Ya no estamos en un momento en que la gente no sabe
cuáles son los problemas. Eso fue en la década de 1970. Pocas personas sabían sobre las
amenazas ambientales globales en ese momento. Tampoco estamos en un momento en que
la gente no sabe cuáles son las soluciones. Eso fue en los años 80 o 90. Hoy las soluciones
son numerosas, en todos los niveles, desde lo personal hasta lo global, sin embargo, en
todos los niveles, no las estamos promulgando. Y somos incapaces de promulgarlas a través
de los medios a los que estamos acostumbrados. ¿No es tan obvio ahora?

Siéntate por un momento con el pensamiento “No tengo que hacer nada. El cambio que
busco ya está sucediendo”. ¿Eso te trae los mismos sentimientos que a mí? ¿Sentimientos
de desprecio, una especie de indignación y un anhelo secreto por algo que parece
demasiado bueno para ser verdad? El desprecio y la indignación dicen: “Esta es una receta
para la complacencia y, por lo tanto, para el desastre. Si renuncio a mis esfuerzos, por
débiles que sean, entonces no hay esperanza alguna”. También aprovechan la profunda
inquietud que proviene de una cosmovisión que nos arroja a un universo insensible y sin
propósito. En ese mundo de fuerza, si no haces que algo suceda, no pasará nada. Nunca
puedes dejar ir y confiar. Sin embargo, también existe ese anhelo secreto que quiere hacer
precisamente eso. ¿Estará bien? ¿O la hostilidad del universo que nuestra ideología nos ha
enseñado y que nuestra sociedad se ha reificado nuevamente nos explotará nuestra
vulnerabilidad?

Sí, da miedo no hacer, o más bien, no imponer el hacer. La mayoría de nosotros hemos
crecido en una sociedad que nos capacita, desde el jardín de niños o incluso antes, para
hacer cosas que realmente no queremos hacer y abstenerse de las cosas que queremos. Esto
se llama disciplina, ética del trabajo, autocontrol. Al menos desde los albores de la
Revolución Industrial, ha sido visto como una virtud cardinal. Después de todo, la mayoría
de las tareas de la industria no eran algo que un ser humano sensato haría voluntariamente.
Hasta el día de hoy, la mayoría de las tareas que mantienen a la sociedad tal como la
conocemos son las mismas. Atraídos por futuras recompensas, amenazados por el castigo,
nos enfrentamos a la sombría necesidad de trabajar. Todo esto sería defendible, tal vez, si
este trabajo fuera realmente necesario, si estuviera contribuyendo al bienestar de las
personas y el planeta. Pero al menos el 90 por ciento no lo es. Parte de nuestra revolución
es la reunión del trabajo y el juego, el trabajo y el arte, el trabajo y el ocio, de tener y
querer.

Nuestra incomodidad con una enseñanza como “No tienes que hacer nada” proviene en
parte de nuestro profundo adoctrinamiento en la ética del trabajo, que sostiene que sin la
disciplina de hacer, nada se hace. Si no hubiera calificaciones que te preocuparan, no habría
un cheque de pago al final de la semana, y ningún hábito interno de trabajo que tales
dispositivos han creado, entonces la mayoría de las personas no seguirían haciendo lo que
hacen. Solo aquellos que trabajan por amor continuarían, solo aquellos cuyo trabajo les dio
un sentido palpable de servicio, de contribución o de significado. En preparación para tal
mundo, y para preparar tal mundo, cultivemos el hábito correspondiente: de cualquier
manera que tenga sentido, practiquemos confiando en el impulso de trabajar, y cuando no
está presente, apoyémonos mutuamente a través del pánico, la incertidumbre y la culpa que
puedan surgir.

Es posible que hayas reconocido la molestia en la declaración “No tienes que hacer nada”
como es similar al cinismo que desafía nuestra creencia de que es posible un mundo más
hermoso, o de que incluso los señores de la guerra y los CEOs corporativos tienen el deseo
de servir a ese mundo, o que nuestras elecciones personales tienen importancia planetaria.
Todas estas dudas provienen de la misma herida de Separación. No se puede confiar en ti.
No se me puede confiar. No se puede confiar en ellos. Lo que sé en mi corazón no se puede
confiar. No hay un propósito, ni un desarrollo completo, ni inteligencia en el universo fuera
de nosotros. Estamos solos en un universo desconocido.

Dejaré este tema con una paradoja. No tienes que hacer nada, ¿por qué? No porque no se
necesite hacer nada. Es que no tienes que hacer, porque lo harás. La compulsión imparable
de actuar, de formas más grandes y más sabias de lo que creías posible, ya se ha puesto en
marcha. Te exhorto a que confíes en eso. No necesitas idear para motivarte, culparte o
ponerte en acción. Las acciones que se tomen en esta manera serán menos poderosas que
las que surgen sin autorización. Confía en ti mismo que sabrás qué hacer y que sabrás
cuándo hacerlo.

Debido a que nuestros hábitos de forzarnos son tan profundos y a menudo son bastante
sutiles, puede ser útil tener una manera de distinguir de dónde provienen sus acciones. A
veces no me queda claro si he hecho algo por un deseo directo y no creado de servir, o si el
motivo real era mostrarme a mí mismo u otros que soy bueno, para confirmar mi afiliación
en un colectivismo en grupo, para evitar la autocensura o la censura de otros, o para
cumplir con mi deber como persona ética. Sin embargo, encuentro que hay mucho más
placer en el primero. Debido a que el deseo de dar es una expresión primordial de la fuerza
vital, las acciones tomadas en el regalo dan la sensación de estar completamente vivo. Esa
es la sensación que debes buscar.

En caso de que pienses que este consejo pertenece solo a un libro de autoayuda, permíteme
compartir contigo una historia de mi amiga Filipa Pimentel, líder del movimiento
“Transition Town”, que ha aplicado este principio en un entorno activista. Ella participó en
una iniciativa de transición en una de las regiones más deprimidas de Portugal, en sí mismo
sumido en una depresión económica con un desempleo del 25 por ciento. El grupo sufría
mucha presión, se sentía agotado, pensando que nada de lo que estaban haciendo era
suficiente, queriendo retirarse hacia adentro frente la abrumadora enormidad de la crisis y
la necesidad.

Un día, dijo, tuvieron que admitir que el grupo se estaba derrumbando. Los líderes
principales tuvieron una larga discusión y después de muchas horas llegaron al siguiente
consenso:
Se cuidarían y protegerían mutuamente, y si a uno no le está yendo bien, los demás
rodearán a esta persona;

Sus iniciativas tienen que venir de una intención pura, generosidad;

Investigarían continuamente su desarrollo personal, con el apoyo del grupo; y más


importante,

Que todo lo que hacen debe provenir del placer, el deseo real y sus epifanías. Decidieron no
sacrificarse ni priorizar acciones basadas en lo que alguien dice que es más urgente.

Este último principio fue una respuesta a una situación en la que uno de los equipos
principales estaba organizando una actividad relacionada con los encuentros de
intercambio. Tal vez fue solo una gota en la cubeta dadas las enormes necesidades
insatisfechas de la ciudad, pero se estaba divirtiendo y realmente estiraba su zona de
confort. Luego, algunas personas en la red comenzaron a criticar el proyecto. Fue
ineficiente. Debe ser un mercado de segunda mano, no solo un encuentro de intercambio,
porque el impacto sería mucho mayor de esa manera. Pronto ella estaba preguntando:
“¿Esto realmente va a hacer la diferencia?” y se desanimó y se paralizó. En su reunión, se
dieron cuenta, como dice Filipa, “Esta ciudad necesita un mundo de cosas para suceder, un
intercambio de regalos, un mercado de segunda mano, un mercado de agricultores; todas
estas cosas deben existir”. No podemos hacerlo todo. Pero solo porque no podemos hacer
todo, no significa que no debamos hacer algo”. Entonces eligen ahora por lo que los
conecta, y lo que les da placer. Ella dice: “Este es el primer criterio cuando miramos una
enorme lista de cosas que se pueden hacer, probablemente lo más necesario. Cuando
alguien muestra signos de angustia y cansancio al organizar una actividad específica,
siempre preguntamos, “¿Te sientes conectado con lo que estás haciendo? ¿Te hace feliz o
sientes que necesitas sacrificarte por ello? Si esto se siente como “trabajo”, ¡detenlo!”

Hacer solo lo que los hace sentir bien, solo lo que los hace sentir conectados, solo lo que no
se siente como trabajo, ¿significa eso que hacen menos que cuando fueron impulsados por
la urgencia y buscando ser más eficientes? No. Se hacen más. Filipa dice: “El grupo es
mucho más cohesionado; hay libertad para expresar nuestros sentimientos sin ser
escudriñados o sentir que somos responsables de todas las cosas negativas. Siento que, en
cierto modo, para las personas cercanas a mí y a mí mismo, es mucho más fácil entregarnos
a lo que hacemos sin miedo, con verdadera alegría y con un sentimiento de pertenencia. De
alguna manera, siento que los demás en el grupo sienten eso, y se abren muchas
“situaciones”—si el grupo no fluye, las cosas tienden a atascarse en un punto. Desde
entonces, hacemos mucho más, de una manera mucho más positiva”.

¿No te gustaría hacer mucho más y de una manera más positiva? ¿Te atreves a dejar de
hacer lo que se siente como trabajo? ¿Cuánto más efectivo serás cuando “te entregues a lo
que haces con verdadera alegría y un sentimiento de pertenencia”?

No es que haya nada malo con el trabajo. Trabajo y juego, trabajo y ocio… es hora de
cuestionar estas polaridades. Eso no significa indolencia. Cuando trabajaba en la
construcción, la mano de obra a veces era muy extenuante, pero rara vez era un calvario.
No tenía la sensación de luchar contra mí mismo o forzarme. Hay un momento para hacer
grandes esfuerzos, un tiempo para llevar las capacidades de uno al límite. Después de todo,
se nos han dado esas capacidades por una razón. Pero se supone que la lucha no es el estado
predeterminado de la vida.

Lo mismo se aplica a la práctica espiritual. También puedes haber notado que mi receta
para liberar los hábitos de separación se corresponde bastante con las enseñanzas y
prácticas budistas de la atención plena. ¡Ah, finalmente, algo que hacer! Ahora todos
podemos embarcarnos en un heroico esfuerzo de atención plena. Podemos admirar a los
(especialmente nosotros mismos, que si no somos tan conscientes como, digamos, Thich
Nhat Hanh, somos al menos más conscientes que la mayoría de las personas, ¿verdad?) que
son más conscientes y mirar con desdén o indulgencia condescendiente a los que son
menos. Podemos usar todos los mismos aparatos psicológicos hacia un nuevo objetivo: la
atención plena.

Espero que después de haber leído hasta aquí, sospeches un poco de este plan. ¿Podría ser
que la atención plena también viene como un regalo, cuando las circunstancias nos hacen
nuevamente conscientes de lo que había estado por debajo del umbral de nuestra
conciencia? Te insto a que veas la atención plena como un regalo y la aprecies como tal.
Aceptas completamente ese regalo, date el gusto. Tal vez el camino hacia la atención plena
no sea una de las manifestaciones feroces de la voluntad. No podemos querer el ejercicio de
la voluntad—la volición también viene como un regalo.

Notas finales

18. Para algunos ejemplos, vea Jon Hanson y David Yosifon, “The Situation: An
Introduction to the Situational Character, Critical Realism, Power Economics, and
Deep Capture”, University of Pennsylvania Law Review 152 (2003-2004): 129.
19. Kendall J. Eskine, “¿Wholesome Foods and Wholesome Morals? Organic Foods
Reduce Prosocial Behavior and Harshen Moral Judgments”, Social Psychological
and Personality Science (marzo de 2013).
20. Como sostengo en profundidad en Sacred Economics, discutir cómo los métodos de
producción local, entre pares, descentralizados y ecológicos tienen el beneficio
adicional de involucrar un trabajo que es menos tedioso y más significativo.
Considere, por ejemplo, la diferencia entre el trabajo en la línea de ensamblaje para
hacer productos desechables y el trabajo de reparación para productos duraderos
bien diseñados. Considere la diferencia entre el monocultivo y la jardinería a
pequeña escala. Entre ser una criada del hotel y dirigir una cama y desayuno o ser el
anfitrión de un “couchsurfer”. Por supuesto, algunas tareas tediosas permanecerán,
pero estas adquieren un carácter diferente cuando no son una necesidad económica,
ocho horas al día, cinco días a la semana, año tras año.

Capítulo 22: Lucha


¿Cuándo es el momento adecuado para hacer lo correcto? Nadie puede ofrecer una fórmula
para responder esa pregunta, porque el ritmo de las fases de acción y quietud tiene una
inteligencia propia. Si nos sintonizamos, podemos escuchar ese ritmo, y el órgano de la
percepción es el deseo, el empujón de la emoción o la sensación de flujo, de rectitud, de
alineación. Es una sensación de estar vivo. Escuchar ese sentimiento y confiar en él es una
revolución profunda. ¿Cómo sería el mundo si todos escucháramos eso?

Este tipo de autoconfianza profunda resalta el hábito común de separación que es su


opuesto: el hábito de la lucha. En la vieja historia, así como la humanidad en su conjunto
está destinada a conquistar y elevarse por encima de la naturaleza, también estamos como
individuos encargados de conquistar y superar esa parte de la naturaleza que llamamos el
cuerpo, incluido el placer, el deseo y toda limitación física. La virtud proviene de la
abnegación, la fuerza de voluntad, la disciplina, el sacrificio personal. Reflejando la guerra
contra la naturaleza, esta guerra contra el yo solo puede tener un resultado: perder.

Un principio corolario de la lucha personal es elevar cualquier cosa que sea difícil y
devaluar todo lo que viene fácil. Por lo tanto, también es un hábito de escasez y de
ingratitud. Imagina que eres alguien que practica meditación y alguien te pregunta, “¿Qué
haces?” Respondes: “Bueno, me siento en un cojín y presto atención a mi respiración”. El
que preguntó dice: “¿Eso es todo? ¿Qué tiene de difícil eso? ” “Oh”, dices ofendido, “¡es
realmente difícil!” Ser duro lo valida. Para hacerlo, tienes que superar algo en ti mismo;
tienes que prevalecer en algún tipo de lucha.

Me doy cuenta de que el paradigma de la lucha es algo que rápidamente se deja de lado a
medida que uno persigue la práctica de la meditación. Mantener el enfoque en la
respiración no puede suceder a la fuerza, sino solo a través de permitirlo. De hecho, es
extremadamente fácil; nuestro hábito de hacer las cosas difíciles es lo que se interpone en el
camino. Sin embargo, a menudo usamos “fácil” como un término de menosprecio, como en
“Ella tomó el camino fácil”.

La creencia de que la bondad viene a través del sacrificio y la lucha se remonta miles de
años, pero solo miles de años. Es la mentalidad definitoria de la agricultura: solo si
siembras, cosecharás. El antiguo campesino tuvo que aprender a superar los impulsos
inmediatos del cuerpo por el bien de una recompensa futura lejana. Así como se necesita
mucho trabajo para superar la naturaleza (por ejemplo, despejando campos, arrancando
malezas, etc.), también se necesita trabajo para superar la naturaleza humana: quizás el
deseo de jugar, cantar, deambular, crear y buscar comida solo cuando tienen hambre. La
vida agrícola requiere a veces superar estos deseos.

Al rastrear las raíces profundas de esta programación, me temo que estoy exagerando el
caso. La transición de la caza y la recolección hacia la agricultura no fue una ruptura
repentina, ni en el estilo de vida ni en la psicología. Los recolectores no están exentos de
previsión; pueden mudarse a un área rica en alimentos o ir a cazar incluso si no tienen
hambre en ese momento. Y los pequeños agricultores disfrutan de mucho tiempo libre, y su
trabajo no tiene por qué ser tedioso o agotador o impulsado por la ansiedad. La jardinería,
muchos de nosotros sabemos, puede ser un placer y una alegría. Entonces, realmente el
origen de la valorización de la auto-conquista probablemente vino después con las primeras
civilizaciones “constructoras”. Su alto grado de división del trabajo, estandarización de
tareas, jerarquía y otros regímenes necesitaba las virtudes de la disciplina, la obediencia, el
sacrificio y la ética del trabajo.

Estas civilizaciones desarrollaron las bases conceptuales y organizativas para la Revolución


Industrial, que llevó la división del trabajo, la estandarización de los procesos y la
degradación, explotación y tedio concomitantes a nuevas alturas. Fue entonces cuando los
valores de la máquina lograron su plena expresión. La sociedad requería que millones de
personas hicieran cosas muy difíciles. Diseñamos numerosas instituciones para obligarnos a
sacrificar el presente por el futuro. La religión nos enseñó a hacer eso: renunciar y
vencerlos deseos carnales por el bien de una recompensa celestial en el más allá. La escuela
nos enseñó a hacer eso, condicionándonos a realizar tareas tediosas que realmente no nos
importan por el bien de una recompensa futura externa. Y, sobre todo, el dinero nos enseñó
a hacer eso o, más a menudo, nos obligó a hacerlo, a través de los dispositivos de interés y
deuda. El primero tienta al inversor a renunciar a la gratificación inmediata (o generosidad)
por el bien de aún más en el futuro. El segundo obliga al equivalente del deudor.

Estas instituciones sociales cosificaron la lucha contenida en nuestros paradigmas


científicos básicos. No solo en la biología darwiniana con su lucha por sobrevivir, pero
también en la física con la condenada e interminable lucha contra la entropía encarnada en
la Segunda Ley de la Termodinámica, vivimos en un universo hostil en el que debemos
vencer las fuerzas naturales y forjar un reino de seguridad y usar la fuerza para imponer
nuestro diseño en una mezcla desordenada y sin propósito.

Puedes ver cuán entrelazados están los hábitos de escasez y los hábitos de lucha. En el nivel
económico, es la escasez la que motiva y obliga al sacrificio. En el nivel psicológico, la
necesidad de validarse a través de la autoconquista (paradójicamente) proviene de otra
forma de escasez: “No soy lo suficientemente bueno”. Y tanto la escasez como la lucha
están implícitas en nuestro concepto básico de ser. El yo separado nunca puede tener
suficiente: nunca suficiente poder para evitar cualquier amenaza de las fuerzas arbitrarias y
despiadadas de la naturaleza; nunca dinero suficiente para asegurarse contra cualquier
desgracia posible; nunca suficiente seguridad para vencer a la muerte, lo cual, para el yo
separado, significa aniquilación total. Al mismo tiempo, en la lucha por el dinero, el poder
y la seguridad a expensas de otros seres, el yo separado es esencialmente malvado; solo por
auto-conquista, auto-sacrificio, puede actuar en interés de otros seres. Ante esta desolación,
es fácil ver el atractivo de un reino espiritual de otro mundo, un lugar donde nuestro
sacrificio perpetuo es redimido.

En este mundo, el mundo de la separación, el sacrificio es de hecho perpetuo. El deudor lo


vive. El que invierte lo aprovecha. El colegial lo aprende. ¿Cuándo nos despertaremos de
ese engaño y disfrutaremos de la vida?

El despertar será profundo, porque el hábito de la lucha está tan intrincado en la vida
moderna que apenas lo distinguimos de la realidad misma. Damos por sentado que si uno
no ejerce cierta moderación, tanto uno mismo como la sociedad sufrirán. Parece seguro que
si no restringes tu apetito por la comida, tendrás sobrepeso; que si no limitas tu propensión
a descansar, nunca harás nada; que si le das rienda suelta a tu temperamento, le gritarás a la
gente; etcétera. ¡No se puede confiar en el deseo! ¿Qué pasa si tu deseo es comer una
docena de donas? ¿Irte de borrachera? ¿Dormir todos los días hasta el mediodía? ¿Gritar,
golpear, violar y matar? Bueno, tal vez eres mejor que algunas personas—quizás no tengas
ganas de hacer esas cosas. O tal vez ejerces más autocontrol. Más que los obesos, los
adictos, los delincuentes, los abusadores de niños, los asesinos.

Un capítulo posterior tratará el hábito de juzgar que, entre otras cosas, que considera a uno
diferente y superior a aquellos que son esclavos de sus deseos. Aquí quiero enfrentarme a la
percepción de que es un deseo desenfrenado el que destruye nuestras vidas y, en forma de
consumismo y avaricia, está destruyendo el resto de la vida en la Tierra. Seguro que puede
parecer así. Sin embargo, nos corresponde sospechar de esa apariencia, simplemente por lo
perfectamente que encaja con la Guerra contra la Naturaleza interiorizada y la Historia del
control. ¿Hay otra forma de entenderlo que no invoque una guerra contra uno mismo?

Una vez, después de una plática en Inglaterra, una joven me preguntó si viajaba mucho por
el mundo para dar discursos. “Sí”, respondí.

Luego preguntó: “¿Cómo justificas eso?”

“¿Qué quieres decir?”

Ella comenzó a explicar sobre la huella de carbono de los viajes aéreos, en ese punto la
interrumpí, “Oh, no lo justifico. Lo hago porque me hace sentir vivo, me da placer. Lo hago
porque me gusta “. Continué diciendo, “Ahora podría inventar una justificación si quieres.
Tal vez podría decir que creo en el efecto general de que yo vuele y hable, que a veces
cambia el curso de la vida de las personas, supera el dióxido de carbono producido como
resultado de mi viaje aéreo. Tal vez algunas personas me escuchen y elijan una carrera en
permacultura en lugar de leyes tributarias. Quizás tengan el coraje de vivir una vida que
contribuya a una sociedad ecológica. Pero aunque creo que esto es cierto, te estaría
mintiendo si dijera que esa es mi justificación. La verdadera razón, la verdad, es que lo
hago porque me gusta”.

La mujer estaba horrorizada. “Eres completamente amoral”, dijo. “Según esa lógica,
podrías hacer lo que quisieras, solo porque te apetece. Podrías justificar comer carne de
animal, sacrificando la vida de un ser sensible por el placer de la boca transitoria. Podrías
justificar el asesinato si te apeteciera hacerlo. Seguramente no puedes hablar en serio. ¡No
puedes decirle a la gente que haga lo que quieran!”

“Sí, eso es exactamente lo que estoy haciendo”, respondí. La conversación no continuó,


pero continuaré ahora. Quedará claro que “Haz lo que quieras” muy rápidamente conduce a
la comprensión de que en realidad no sabemos lo que queremos. Y, lo que nos han contado
sobre los objetos naturales del deseo es una ficción. ¿Cuál es exactamente el problema de
hacer lo que quiero o de hacer lo que se siente bien? ¿Por qué hacemos una virtud del
autocontrol?

Si lo que queremos es destructivo para uno mismo y para los demás, entonces, de hecho,
sería horrible alentar a las personas a hacer lo que quieran. Si Juan Calvino tenía razón
sobre la depravación total del hombre, si el progreso humano es de hecho un ascenso desde
un estado de salvajismo bestial, si la naturaleza es en el fondo una guerra de cada uno
contra todos y la naturaleza humana es ganar esa guerra por cualquier medio necesario, si
los seres humanos son despiadados maximizadores del interés propio racional, entonces sí,
debemos conquistar el deseo, conquistar la carne y trascender el placer, conquistando la
naturaleza biológica interna tal como conquistamos lo externo, convirtiéndonos en los
señores cartesianos y poseedores de nosotros mismos, así como del universo.

Esa es la vieja historia. En la nueva historia, ya no estamos en guerra con la naturaleza y ya


no buscamos conquistarnos a nosotros mismos. Descubrimos que el deseo ha sido tan
destructivo porque nos hemos engañado. Las cosas que creemos que queremos a menudo
son sustitutos de lo que realmente queremos, y los placeres que buscamos son menos que la
alegría de la que nos distraen. Desde el punto de vista normal, ciertamente parece que solo
con disciplina podemos resistir las tentaciones que nos rodean: comer en exceso, drogas,
videojuegos, navegar por internet sin sentido y todo lo demás que consumimos. Estas cosas
son indudablemente destructivas para nuestras propias vidas y más allá; por lo tanto, parece
que no siempre podemos confiar en el deseo en absoluto. Pero cuando reconocemos que
estos no son realmente lo que deseamos, nuestro objetivo es no suprimir el deseo sino
identificar el verdadero deseo o necesidad y cumplirlo. Esa no es una tarea trivial; es un
camino profundo de auto-comprensión.

El deseo proviene de necesidades insatisfechas. Ese es un precepto fundamental de la


confianza en uno mismo. Una expresión de la Guerra contra el Ser que refleja la Guerra
contra la Naturaleza y el programa de control es permitir la satisfacción de las necesidades
de uno mientras se limita el cumplimiento “egoísta” de los deseos de uno. Eso es parte de la
vieja historia. Esto conduce no solo al auto-rechazo, sino también a la crítica. Limito el
cumplimiento de mis deseos, pero ellos no lo hacen. Qué egoísta de su parte. Deberían
ejercer moderación. Deberían ejercer disciplina. Y si no lo hacen, si son simplemente
personas egoístas y si no tienen lo que se necesita, bueno, entonces tendremos que
obligarlos a comportarse de manera menos egoísta a través de incentivos y reglas,
recompensas y castigos. Tendremos que imponer un programa de control.

En la nueva historia, buscamos la necesidad insatisfecha que impulsa el deseo. Esta es una
poderosa herramienta transformadora no solo para el desarrollo personal, sino también,
como explicaré, para el cambio social. Cuando abordamos la necesidad insatisfecha
directamente, ya no impulsa el deseo que había sido tan destructivo. Falla en abordar la
necesidad, y la caldera que impulsa el deseo seguirá aumentando la presión. La adicción y
la satisfacción de los deseos superficiales son como una válvula de liberación. Cuando lo
reprimimos con fuerza de voluntad, la presión aumenta y eventualmente explota, tal vez en
forma de una borrachera, o, si la antigua expresión del deseo no está disponible, entonces
como un nuevo comportamiento adictivo. Esto explica el fenómeno común de
“transferencia de adicciones” entre los receptores de cirugía bariátrica. Incapaces de comer
en exceso, a menudo comienzan a beber, apostar o comprar compulsivamente.

La inutilidad de la Guerra contra el Ser refleja la inutilidad de la guerra en general, lo que


siempre deja intactas las causas profundas de la situación provocadora. La única excepción
sería si una nación o sus líderes fueran simplemente malos. Si son irredimibles, entonces la
fuerza es la única solución. Del mismo modo, si tu mal comportamiento proviene de una
maldad innata, una depravación elemental inherente dentro de ti, entonces también sería
cierto que la única solución sería someterla.

Esa lógica conduce eventualmente a la desesperación, porque ¿qué sucede si intentas


someterla y fallas? ¿Qué sucede si esa parte depravada de ti es demasiado fuerte, más fuerte
que cualquier fuerza que puedas reunir para dominarlo? ¿Qué sucede cuando esta parte de ti
dirige tu vida? ¿Qué sucede cuando las personas aparentemente malas manejan el mundo?
Como cualquier adicto puede decirte, la fuerza es insuficiente frente a una fuerza mucho
más fuerte. La desesperación de la persona que hace dieta, tratando de superar la fuerza del
deseo, y la desesperación del activista, tratando de superar la fuerza de los poderes
consuntivos que gobiernan el mundo son idénticos. Todos luchamos contra el mismo
demonio en una miríada de formas diferentes. Afortunadamente, nuestra percepción del
origen de la violencia, la codicia, etc., es errónea como, por lo tanto, es el remedio de la
fuerza.

Notas finales

21. Este fenómeno es controvertido; algunas autoridades dicen que no existe, mientras
que otras dan una tasa de 5 a 30 por ciento. Un cirujano bariátrico que conozco
personalmente y que se reúne con grupos de pacientes después de la cirugía me ha
dicho que cree que la cifra se acerca al 90 por ciento.
22. Déjame explicar eso. La fuerza, como todas las cosas, tiene su papel propio. No
sugeriría que un alcohólico en recuperación abandone su compromiso disciplinado
de no beber hoy. Tampoco sugeriría que nos abstengamos de usar la fuerza para
detener a un pistolero en un alboroto o una masacre que está en progreso. Cuando
comprendemos que estas soluciones no alcanzan la raíz del problema, no estaremos
tentados a aplicarlos en lugar de una sanación real.

Capítulo 23: Dolor


Entonces, ¿cuáles son exactamente estas necesidades insatisfechas y cómo podemos
descubrirlas y satisfacerlas? Una multiplicidad de necesidades humanas básicas queda
insatisfecha crónicamente y trágicamente en la sociedad moderna. Estas incluyen la
necesidad de expresar los dones y hacer un trabajo significativo, la necesidad de amar y ser
amado, la necesidad de ser verdaderamente visto y escuchado, y de ver y escuchar a otras
personas, la necesidad de conexión con la naturaleza, la necesidad de jugar, explorar y tener
aventuras, la necesidad de intimidad emocional, la necesidad de servir a algo más grande
que uno mismo, y la necesidad a veces de no hacer absolutamente nada y simplemente ser.

Una necesidad no satisfecha duele, y satisfacer una necesidad se siente bien. Aquí yace la
conexión entre necesidad, placer, dolor y deseo. Mientras más profunda es la necesidad
insatisfecha, mayor es el dolor que sentimos, cuanto más fuerte es el deseo que genera y
mayor es el placer de satisfacerlo. El dolor y el placer son las puertas a través de las cuales
descubrimos lo que realmente queremos y realmente necesitamos.
Una cosa que descubrimos al entrar en el espacio entre historias es que no queremos lo que
pensamos que queríamos, y no nos gusta lo que pensamos que nos gustaba. Miramos dentro
y preguntamos: ¿Qué es lo que realmente quiero? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué me hace sentir
vivo? Debido a que nuestras necesidades no satisfechas más profundas eran en su mayoría
invisibles para nosotros, y ya que han estado insatisfechas por tanto tiempo, nuestros
sistemas físicos y mentales se han adaptado alrededor de ellas para que el dolor se vuelva
subconsciente, difuso, latente. A veces eso hace que sea difícil identificar cuál es la
necesidad insatisfecha. Durante las transiciones de la vida, las historias ofuscadoras se
rompen y lo que falta en la vida se vuelve más claro. Comenzamos a preguntarnos, “¿Qué
duele?”, y a descubrir respuestas. Estas respuestas nos orientan a satisfacer nuestras
verdaderas necesidades de conexión, servicio, juego, etc. Al hacerlo, descubrimos que
nuestra experiencia de alegría y bienestar se profundiza y que preferimos este sentimiento a
los placeres que ahora reconocemos que fueron meros sustitutos de él.

En realidad, eso no es del todo cierto. Nuestras adicciones y placeres superficiales no son
solo sustitutos de otra cosa—también son atisbos de ese algo, promesas. Comprar le da a
muchas personas una experiencia fugaz de abundancia o conexión. El azúcar le da a
muchas personas la sensación de amarse a sí mismas. La cocaína ofrece un momento para
conocerse a sí mismo como un ser capaz y poderoso. La heroína ofrece un breve cese del
dolor que uno había experimentado como omnipresente. Una telenovela produce el
sentimiento de pertenencia, que apropiadamente proviene de estar enredado en las historias
de las personas que uno ve todos los días. Todas estas cosas son medicamentos paliativos
que hacen que el estado de separación sea un poco más fácil de mantener, también
contienen las semillas de la ruina de Separación: primero, porque siembran descontento al
contrastar la experiencia momentánea de bienestar o conexión o animación con el estado
predeterminado de dolor, aburrimiento solitario; segundo, porque sus efectos desgarran el
tejido de la vida, la riqueza y la salud, apresurando el desciframiento de la vieja historia.
Con el tiempo, su eficacia paliativa disminuye mientras crecen sus efectos secundarios
destructivos. La droga deja de funcionar. Subimos la dosis. Eventualmente eso tampoco
funciona.

La misma dinámica afecta actualmente a nuestra civilización. Constantemente aumentamos


la dosis de tecnología, de leyes y regulaciones, de controles sociales, de intervenciones
médicas. Al principio, al parecer, estas medidas trajeron grandes mejoras, pero ahora
apenas son suficientes para mantener la normalidad y mantener a raya el dolor. Las
primeras recetas farmacéuticas mejoraron enormemente la salud; ahora, cuando se escriben
más de cuatro mil millones de recetas para estadounidenses cada año, un sinfín de nuevas
píldoras son necesarias incluso para mantener a las personas funcionando. Las primeras
máquinas aumentaron enormemente la productividad y el ocio de las personas que las
adoptaron; en estos días, las personas compran un dispositivo de alta tecnología tras otro y
todavía se sienten incapaces de seguir el ritmo acelerado de la vida. Los primeros
fertilizantes químicos trajeron aumentos dramáticos en los rendimientos de los cultivos;
ahora, las compañías agroquímicas apenas pueden mantenerse al día con la disminución de
la salud del suelo, la resistencia a los pesticidas y otros problemas. En los primeros días de
la ciencia, la reducción de la complejidad de los fenómenos observados a unas pocas leyes
elegantes nos otorgó una asombrosa capacidad de predecir y controlar la realidad; ahora,
encontramos más complejidad y más imprevisibilidad a medida que elaboramos
infinitamente lo que alguna vez fueron leyes simples en una inútil búsqueda de la teoría del
todo; mientras tanto, la calamidad ecológica en espiral expone nuestras pretensiones de
control.

Podría hacer puntos similares sobre intervenciones militares, burocracias gubernamentales,


mentiras y encubrimientos, tratando de controlar a los adolescentes y muchas otras
situaciones en las que una solución rápida basada en el control brinda resultados dramáticos
a corto plazo. El niño está encerrado en su habitación. El dictador es depuesto. Hagamos
algo para sentirnos mejor. Tomemos un trago.

En ambos casos, el personal y el colectivo, la solución oculta una enfermedad subyacente.


En ambos casos, cuando la solución deja de funcionar, la condición subyacente sale a la
superficie, y no hay más remedio que enfrentarlo. Eso es lo que le está sucediendo a nuestra
sociedad hoy. Como escribí anteriormente, las historias ofuscadoras se están
desmoronando; lo que falta se vuelve más claro y comenzamos a preguntarnos: “¿Qué
duele?”

Al describir el trabajo transformador personal, abogo por prestar toda la atención al dolor
que surge con el colapso de una adicción y la historia que la incorpora. (La “adicción”
puede ser algo sutil, una autoimagen, por ejemplo, o pensamientos sobre lo ético o exitoso
que uno es). Así como se siente bien satisfacer una necesidad, una necesidad insatisfecha
duele. El dolor es su llamado a la atención. Cuando se agotan todos los sustitutos para
satisfacer esa necesidad, cuando todas las iniciativas paliativas dejan de funcionar,
finalmente el dolor que había sido difuso y latente nos lleva a la necesidad.

Lo mismo está sucediendo a nivel colectivo. ¿Cuál es el equivalente de atención en una


esfera social y masiva? Es compartir historias sobre lo que realmente está sucediendo en
nuestro planeta. Por supuesto, siempre ha habido activistas compartiendo estas historias,
tratando de sensibilizar a la sociedad sobre el costo humano de la guerra y la civilización, el
comercio y el imperio. Pero las oscuras narrativas de progreso y crecimiento eran
demasiado espesas. No teníamos los oídos para escuchar.

Ahora eso está cambiando. El sistema inmunitario de la vieja historia—todos los


mecanismos que mantienen las verdades inconvenientes fuera de la vista—se está
deteriorando. Cada punto de datos contradictorio que viene debilita esa historia,
permitiendo la entrada de aún más en un proceso de auto-refuerzo.

Así como la atención, por sí sola, tiene el poder de sanar más allá de cualquier acción
correctiva que uno pueda tomar, así también decir la verdad sobre lo que está sucediendo en
la tierra tiene el poder de alterar el curso de los acontecimientos. De nuevo, no es que no se
produzca ninguna acción. Es que cuando digerimos la información, quiénes somos cambia
y, por lo tanto, lo que hacemos.

Solo podemos continuar devastando el planeta al amparo de la pretensión. ¿Cómo es que


como sociedad no tomamos medidas, cuando los artefactos terribles de nuestra forma de
vida en este planeta yacían esparcidos a nuestro alrededor? ¿Cómo es que continuamos
precipitándonos hacia un abismo obvio? Es solo porque hemos quedado ciegos e
insensibles. Debajo de sus juegos de números, los bancos y los fondos de cobertura están
despojando la riqueza de las masas y del planeta. Detrás de cada estado de ganancias, detrás
de cada bono ejecutivo, hay un rastro de destrucción: franjas mineras, esclavos de la deuda,
recortes de pensiones, niños hambrientos, vidas arruinadas y lugares en ruinas. Todos
participamos en este sistema, pero podemos hacerlo de buena gana solo en la medida en
que no sentimos, vemos o sabemos. Para llevar a cabo una revolución de amor, debemos
volver a conectarnos con la realidad de nuestro sistema y sus víctimas. Cuando separamos
las ideologías, las etiquetas y las racionalizaciones, nos mostramos la verdad de lo que
estamos haciendo y la conciencia despierta. Dar testimonio, entonces, no es una mera
táctica; es indispensable en una revolución del amor. Si el amor es la expansión del yo para
incluir a otro, entonces lo que revele nuestras conexiones tiene el potencial de fomentar el
amor. No puedes amar lo que no conoces.

Una de las funciones del creador de cambios es ser los ojos y oídos del mundo.
Recordemos el poder de los videos tomados de la brutalidad policial durante el movimiento
Ocupa Wall Street. Así como casi todos los que vieron manifestantes pasivamente sentados
rociados con pimienta en la cara estaban enfermos por lo que vieron, así también, todos los
que ven detrás del velo de los números están enfermos por lo que nuestro sistema
financiero le está haciendo al mundo. Al ser antenas para la atención colectiva, podemos
rasgar el velo. Incluso si algunos de los perpetradores se retiran más profundamente en la
racionalización y la negación, otros tendrán un cambio de corazón. Cada vez más policías
se negarán a disparar, cada vez más figuras de autoridad aconsejarán moderación, cada vez
más funcionarios del poder renunciarán a sus trabajos, harán denunciarán irregularidades o
intentarán reformar sus instituciones desde adentro.

¿Qué es el poder, después de todo? Todas las ventajas abrumadoras de la élite del poder—
fuerzas militares, sistemas de vigilancia, tecnología de control de multitudes, control sobre
los medios y casi todo el dinero del mundo—depende de que la gente obedezca las órdenes
y ejecute su rol asignado. Esta obediencia es una cuestión de ideologías compartidas,
cultura institucional y la legitimidad de los sistemas en los que desempeñamos roles. La
legitimidad es una cuestión de percepción colectiva, y tenemos el poder de cambiar las
percepciones de las personas.

Capítulo 24: Placer


Muy bien, entonces, si la atención es la herramienta para trabajar con el dolor a nivel
personal o social, ¿cómo trabajamos con el placer? Recuerda que el placer es, entre otras
cosas, el sentimiento que tenemos al satisfacer una necesidad. Cuanto más poderosa es la
necesidad, mayor es el placer. Seguir este principio requiere, primero, aceptar que nuestras
necesidades son válidas e incluso hermosas. Y no solo nuestras necesidades, sino también
nuestros deseos, ya que provienen de necesidades insatisfechas. Contén la respiración y tu
necesidad de oxígeno genera un deseo de respirar. Permanece demasiado tiempo en un
trabajo aburrido, y tu necesidad de crecer generará un deseo de liberarte de las limitaciones.
La sociedad trata de limitar o desviar esa necesidad de liberarse, canalizándola hacia algo
intrascendente como la embriaguez, los videojuegos o el salto de bungee, ¿pero cuáles son
estos placeres junto a la exuberante expansión de la libertad real?
Confiar en el placer es contradecir normas y creencias tan profundas que forman parte de
nuestro lenguaje. Ya he mencionado la ecuación de “duro” con “bueno” y “fácil” con
“malo”. El hecho de que palabras como “egoísta” y “hedonista” sean términos de
menosprecio habla de la misma creencia básica. Pero la lógica de la interacción nos dice
que entre nuestras mayores necesidades están las necesidades de intimidad, conexión,
entrega y servicio a algo más grande que uno mismo. Satisfacer estas necesidades,
entonces, es la fuente de nuestro mayor placer también.

El placer y el deseo son un sistema de guía natural que dirige a los organismos hacia la
comida, el calor, el sexo y otras cosas que satisfacen sus necesidades. ¿Debemos imaginar
que somos excepciones a la manera de la naturaleza? ¿Debemos imaginar que nos hemos
graduado más allá de ese sistema de orientación, pasado a un reino superior en el que el
placer ya no es aliado, sino enemigo? No. Esa es una forma de pensamiento de Separación.
El sistema de guía del placer también funciona en nosotros. No se detiene en las
necesidades animales básicas de alimentación, sexo y refugio. En todas sus formas, nos
guía hacia el cumplimiento de nuestras necesidades y deseos y, por lo tanto, al desarrollo de
nuestro potencial.

Para aquellos de nosotros que estamos más alienados de eso, para volver a confiar en él
después de todos estos siglos es un viaje que puede comenzar con el cumplimiento
consciente y deliberado de cualesquiera placeres triviales que están disponibles,
construyendo de nuevo el hábito de autoconfianza. A medida que ese músculo del
discernimiento se fortalece, podemos usarlo para elegir placeres cada vez mayores, que
corresponden al cumplimiento de deseos cada vez más profundos. Es por una buena razón
que el hedonismo siempre ha tenido un aire levemente subversivo. Elegir el placer, incluso
el más superficial, y abrazar y celebrar esa elección es poner en marcha un proceso que
anula la Historia del Mundo. Finalmente, los placeres superficiales se vuelven tediosos e
insatisfactorios, y pasamos al tipo de placer que llamamos alegría.

El seguir este camino, ataca el corazón del programa de control e indigna las intuiciones de
cualquier persona afectada por esa historia. Las imágenes vienen a la mente de las
consecuencias de la búsqueda desenfrenada del placer: violación, abuso sexual, comer en
exceso, disparar heroína y fumar crack, autos deportivos y jets privados… para los sádicos
incluso existe el placer de torturar y matar. “Seguramente, Charles, no puedes hablar en
serio al defender el principio del placer. Seguramente, debe ser templado con moderación,
con equilibrio, con autocontrol.”

No estoy tan seguro. Por un lado, preguntemos cuántas personas realmente buscan el
principio del
placer. ¿Con qué frecuencia alguien hace una pausa antes de una decisión y honestamente
considera, “¿Qué se sentiría realmente bien? ¿Qué acción en este momento sería realmente
un regalo para mí?” Estoy abogando por una dedicación al placer que es casi desconocida
para nosotros. Quizás placer no es la palabra correcta para eso; quizás debería usar la
palabra gozo, excepto que quiero enfatizar que el placer y el gozo no son dos cosas
separadas, el primero estorbando al segundo, sino que se encuentran en un continuo. Piensa
en un momento de verdadera alegría o conexión, un momento al lado de la cama de un ser
querido moribundo, tal vez, o ese momento decisivo de perdón derritiendo una enemistad
de décadas. Recuerdo la vez que me encontré con una cierva en el bosque, y nos paramos, a
solo unos metros de distancia, mirándonos el uno al otro. Y estoy pensando en mi hijo
Philip, de ocho años, mirándome larga e inocentemente esta mañana mientras lo dejaba en
la escuela, diciendo de la nada: “Papá, te amo”. Has experimentado momentos como estos:
la alegría de la conexión, la disolución momentánea de la separación. Piensa en alguno y
compáralo con la sensación de comer galletas, mirar pornografía o arremeter furiosamente.
Basado en lo que se siente mejor, ¿qué elegirías? ¿Cuál de estos es el mejor regalo para ti?

¿Puedes ver que a nuestras nociones de egoísmo y moderación se les ha volteado de


cabeza? ¿Puedes ver la enormidad del crimen que se nos ha perpetrado, apartándonos de
nuestra orientación hacia la Reunión?

Ese mundo más hermoso que mi corazón sabe es posible es un mundo con mucho más
placer: mucho más cariño, mucho más amor, muchos más abrazos, mucho más mirarse
profundamente a los ojos, muchas más tortillas recién molidas y tomates recién cosechados
aún calientes del sol, mucho más cantar, mucho más bailar, mucha más atemporalidad,
mucha más belleza en el entorno construido, mucho más vistas vírgenes, mucha más agua
fresca de primavera. ¿Alguna vez has probado agua real, que surge de la tierra después de
un viaje de veinte años a través de la montaña?

Ninguno de estos placeres está muy lejos. Ninguno requiere nuevos inventos, ni la
subordinación de muchos a unos pocos. Sin embargo, nuestra sociedad esta destituida de
todos ellos. Nuestra llamada riqueza es un velo para nuestra pobreza, un sustituto de lo que
falta. Debido a que no puede satisfacer la mayoría de nuestras verdaderas necesidades, es
un sustituto adictivo. Ninguna cantidad puede ser suficiente.

Muchos de nosotros ya vemos a través de los placeres sustitutos superficiales que se nos
ofrecen. Son aburridos para nosotros, o incluso repugnantes. No necesitamos sacrificar el
placer para rechazarlos. Solo necesitamos sacrificar el hábito, profundamente arraigado, de
elegir un placer menor sobre uno mayor. ¿De dónde viene este hábito? Es un hilo esencial
del mundo de la separación, porque la mayoría de las tareas que debemos hacer para
mantener en funcionamiento la máquina que devora el mundo no se sienten muy bien en
absoluto. Para seguir haciéndolas, debemos estar entrenados para negar el placer.

Fue con gran dificultad que los trabajadores de la revolución industrial temprana fueron
inducidos a trabajar en fábricas. Los ritmos orgánicos de la vida biológica tuvieron que ser
sacrificados por la monotonía de la máquina; los sonidos de la naturaleza, los niños y la
quietud tuvieron que ser sacrificados por el ruido del molino; la soberanía del individuo
sobre su tiempo tuvo que ser sacrificada al reloj. Por lo tanto, se construyó un sistema
completo de educación y moralidad en torno a la abnegación. Todavía vivimos en eso hoy.

Tengamos cuidado con cualquier revolución que no tenga un elemento de juego,


celebración, misterio y humor. Si se trata principalmente de una lucha sombría, entonces
puede no ser una revolución en absoluto. No quiere decir que nunca haya un momento para
la lucha, pero para enmarcar el proceso transformador principalmente en términos de lucha
lo reduce a algo del viejo mundo. Devalúa otras partes del proceso: la gestación, la latencia,
la entrada, la respiración, el vacío, la observación, el escuchar, la alimentación, la reflexión,
la exploración lúdica, el desconocimiento. ¿No son estas las cosas que podríamos usar un
poco más en esta tierra?

La recuperación de la sensibilidad y el discernimiento en el placer puede ser un proceso


largo, único para cada individuo, que procede de acuerdo con su propia cadencia y ritmo.
No es conquistar heroicamente todo miedo, ignorar la moderación, ignorar la precaución y
romper todas las limitaciones. Ese tipo de trascendencia huele a la vieja historia. El miedo
no es el enemigo número uno, como algunos maestros espirituales nos harían pensar: el
nuevo mal para conquistar en lugar de los viejos hombres del saco como el pecado o el ego.
Es cierto que el miedo limita el crecimiento, pero también limita una zona segura dentro de
la cual puede ocurrir el crecimiento. Solo cuando el crecimiento se está tropezando con
esos límites es hora de romperlo. Entonces, la sensación de buscar es la de un miedo que se
siente un poco obsoleto, un nuevo paso que estás listo para dar. Cuando lo contemplas,
cualquier miedo que sientas debe tener el sabor de la euforia, no del terror.

Podríamos aplicar las mismas ideas a nuestras relaciones con otras personas mientras nos
esforzamos por invitarlos a la nueva historia. Los vendedores comprenden el poder de
invocar una necesidad no satisfecha y asociarla con algún producto que parece satisfacerla.
Cuánto más poderoso sería ver las necesidades insatisfechas y ofrecerle a la gente algo que
realmente las satisficiera. Podemos practicar percibir las necesidades no satisfechas y los
dones no expresados en otras personas. Entonces podemos satisfacer esas necesidades o
crear oportunidades para que se cumplan. Aquí yace la mitad de lo que es el liderazgo en un
mundo menos jerárquico: un líder es alguien que crea oportunidades para que otros den sus
dones.

Otra forma de ver cómo satisfacer las necesidades de los demás es que estamos sirviendo a
su placer, alegría y felicidad. A medida que nuestra comprensión de lo que son estos se
profundiza, las necesidades que buscamos satisfacer evolucionan. Por lo general, por
supuesto, nuestra capacidad de ver esas necesidades depende de haberlas satisfecho dentro
de nosotros—como era de esperar, en un mundo de interser.

Espero que puedas ver cómo esta filosofía difiere de lo que comúnmente llamamos
hedonismo (aunque creo que nuestro desprecio reflexivo por el hedonismo es un síntoma de
nuestro auto-rechazo). No te estoy diciendo que disfrutes de más cigarrillos, alcohol y sexo
casual. Estoy diciendo: “Siéntete libre de hacer estas cosas tanto como realmente quieras”.
Cuando los hacemos con pleno permiso y sin culpa, podemos encontrar que no son
realmente lo que queríamos, o quizás que después de su cumplimiento, el deseo evoluciona
hacia otra cosa.

Hace años estaba (no profesionalmente) aconsejando a una mujer quien estaba tratando de
dejar el Ritalin y su comportamiento obsesivo con los hombres en su vida. Llamaba y
enviaba mensajes de texto a su ex novio decenas, cientos de veces al día, compulsivamente.
Ella comenzó a llamarme cada vez más a menudo, preguntando, “No crees que estoy loca,
¿verdad?” “¿Es realmente posible para mí dejar esta adicción y tener una vida normal?” Y,
“¿Estoy llamando demasiado? Tal vez te aleje como todos los demás”.
Le dije, “Confío en que llames cuando realmente sirva a tu bien mayor. Por favor llama
siempre que realmente quieras”. Después de eso, dejó de llamar tanto. Al darle permiso
para llamar cuando quisiera, también le estaba dando subliminalmente permiso para no
llamar cuando ella realmente no quería.

Por lo general, el comportamiento destructivo y de búsqueda de placer surge como un


estallido de deseo reprimido, y no como la expresión del deseo auténtico. El escándalo de
pedofilia de los sacerdotes católicos nos muestra cómo el deseo sexual saludable negado
encuentra otra salida. Lo mismo se aplica de manera más general. ¿Cuáles son las
consecuencias de la supresión de nuestros impulsos hacia la creatividad, el servicio, la
intimidad, la conexión y el juego? Lo que llamamos hedonismo es un síntoma de esa
supresión. La supresión del síntoma solo canalizará esa energía de deseo hacia otra salida
aún más destructiva, o se expresará como cáncer u otra enfermedad. En cambio, podemos
seguir el síntoma a la causa. Después del atracón, del ceder, la indulgencia en cualquier
vicio, realmente pregúntate, “¿Cómo me siento ahora?” ¿Satisface una necesidad real,
como lo hace una comida nutritiva, dejando una sensación de saciedad y bienestar? ¿O
todavía hay hambre allí? ¿Una resaca? ¿Una herida que todavía palpita debajo del
narcótico? Presta atención a ese sentimiento—no como un truco para hacerte parar, pero
como una investigación sincera destinada a aumentar la cantidad de placer en tu vida. El
poder de la atención integra toda la experiencia, para que el comportamiento incluya los
efectos desagradables entre sus asociaciones internalizadas. Ya no parecerá superior a otros
placeres, y el deseo disminuirá. El poder de atención es mucho mayor que la fuerza de
autocontrol.

Anteriormente, es posible que hayas cuestionado mi no justificación de mi viaje aéreo algo


frívola. No estoy descartando la importancia de la información sobre los efectos de quemar
combustible para aviones, o más ampliamente, los efectos del consumo en general. Es
importante saber, por ejemplo, que cada dispositivo electrónico que compramos utiliza
minerales de tierras raras que se toman principalmente a un costo ecológico y humano
horrible de lugares como el Congo, Brasil y Ecuador. Necesitamos integrar el dolor de eso.
Cuando lo hacemos, comenzamos a tomar diferentes decisiones—los resultados de “Haz lo
que quieras” cambian naturalmente.

Cuando ampliamos nuestro alcance de atención, nos expandimos a nosotros mismos.


Somos lo que comemos, y cualquier objeto de atención se convierte en un tipo de alimento.
Como estamos condicionados a una cosmovisión de la fuerza, es nuevo para nosotros
confiar en que la nueva información por sí sola es suficiente para que alguien cambie.
Queremos respaldarlo con algún tipo de presión emocional, una acusación, un viaje de
culpa. Como sostengo a lo largo de este libro, estos son contraproducentes. Provocan
resistencia a la información. Prefiero usar el humor y el amor como una especie de caballo
de Troya para inyectar la información. Una vez que esté adentro, tendrá su efecto.

Ahora, considera la posibilidad de que todo en este capítulo sea incorrecto, y tengo una
voluntad débil, justificando mi indisciplina a través de una elaborada racionalización
psicológica. Ciertamente, hay muchas venerables enseñanzas espirituales que nos obligan a
cultivar la autodisciplina, la restricción y la moderación. ¿Quién soy yo, nacido en el regazo
del privilegio, para cuestionar una antigua tradición espiritual de ascetismo? Por otro lado,
la igualmente venerable tradición del tantra, que tiene expresiones en budismo, hinduismo y
taoísmo por igual, está más o menos alineada con todo lo que digo. ¿Cuál es verdad? No
creo que pueda ofrecer ninguna lógica o apelación a la autoridad que resolverá el asunto.
Quizás los dos, tantra y ascetismo, son uno. Sé que los resultados en mi vida de placer de
confianza a menudo me han llevado a un lugar que, desde afuera, se parece mucho al
ascetismo. He sido testigo de la verdad del versículo 36 del Tao Te Ching: “Para reducir
algo, uno debe expandirlo deliberadamente; para debilitar algo, uno debe fortalecerlo
deliberadamente; para eliminar algo, uno debe dejar que florezca”. Muy a menudo, es solo
al lograr lo que pensamos que queríamos que nos damos cuenta de que no lo queríamos.
Habiendo pasado por ese ciclo, lo aceleramos para otros. Nuestras historias acortan el
tiempo que otros pasan perdidos en lo que no quieren. A veces nuestra exploración de ese
territorio es suficiente para evitar que otros vayan allí. En el viaje humano, cada parte del
territorio de Separación debe ser explorado antes de que podamos hacer el viaje de regreso
por completo y de lleno.

Entonces, al darme la licencia absoluta para beber tanto alcohol como quería, terminé casi
nunca bebiendo nada. Al darme la licencia absoluta para comer tanta azúcar como quisiera,
terminé comiendo mucho menos que cuando intenté contenerme. Y mi licencia ilimitada
para comprar me lleva principalmente a la tienda de segunda mano. No es porque me haya
disciplinado para detener estos comportamientos. Es porque he integrado en múltiples
niveles el hecho de que en realidad no se sienten muy bien. Entonces, no se necesita más
fuerza de voluntad para detenerlos que abstenerse de meter mi pulgar en mi ojo. Si mi ojo
no tuviera receptores de dolor, podría tener dificultades para abstenerme, así como es difícil
dejar un hábito si no integramos toda la experiencia, antes, durante y después.

Nuestra sociedad promulga la creencia de que el dolor resultante de cualquier acto se puede
evitar de alguna manera. ¿Te sientes mal? Haz algo para distraerte. Ten un cigarrillo. ¿Te
sientes aún peor? Pon una película. ¿Todavía te sientes mal? Toma una bebida. ¿Tienes
resaca? Toma una pastilla. El hábito de manejar sin cesar las consecuencias es análogo a la
mentalidad de la solución tecnológica, que busca evitar las consecuencias del daño causado
por la solución anterior. Pero debido a que la herida subyacente todavía está allí, el dolor
estará esperando allí también al final, cuando cada arreglo se agota. De ahí el dicho del
budismo Chan: La persona común evita las consecuencias; el Bodhisattva evita las causas.
¿Por qué? El Bodhisattva probablemente también trataría de evitar consecuencias, excepto
que ella sabe que es imposible. El dolor espera al final, cuando se agotan todas las
soluciones. Ahí es donde está nuestra sociedad hoy.

Desde la perspectiva del Bodhisattva, podríamos reinterpretar ciertas enseñanzas religiosas


basadas en reglas. Quizás los Diez Mandamientos están destinados a ser las Diez
Indicaciones: sabrás que estás cerca de Dios cuando encuentres que no matas, no robas,
honras a tus padres, etc.

El enfoque en el placer, el deseo, la vitalidad y la alegría también ofrece una guía para el
trabajo a nivel social y político. En medio de todas las exhortaciones cargadas de fatalidad
para cambiar nuestros caminos, recordemos que nos esforzamos por crear un mundo más
hermoso, y no sostener, con sacrificio creciente, el actual. No solo buscamos sobrevivir. No
solo nos enfrentamos a la fatalidad; estamos ante una gloriosa posibilidad. No estamos
ofreciendo a las personas un mundo de menos, un mundo de sacrificio, un mundo donde
solo vas a tener que disfrutar menos y sufrir más—no, estamos ofreciendo un mundo de
más belleza, más alegría, más conexión, más amor, más satisfacción, más exuberancia, más
tiempo libre, más música, más baile y más celebración. Las visiones más inspiradoras que
hayas tenido sobre lo que puede ser la vida humana— eso es lo que estamos ofreciendo.

Si puedes mantener firmemente la visión de eso, lo comunicarás como un subtexto a tu


activismo. La gente responde mucho mejor a eso que al mensaje secreto: “Tendrás que
sacrificarte y vivir una vida más pobre. Eres muy egoísta. Tu vida es demasiado buena”.
Reaccionarán como si los estuvieras atacando, y en sentido, ellos tendrán razón. Para ser
servidores efectivos de un mundo más hermoso, tenemos que saber que las cosas que
sacrificaremos no son tan buenas como las que descubriremos. Tenemos que creer que las
casas de cinco mil pies cuadrados no inducen la felicidad tanto como las comunidades con
espacios públicos transitables. Tenemos que creer que el estilo de vida de conveniencia no
es tan feliz como cultivar un huerto y cocinar nuestra propia comida. Tenemos que creer
que vivir la vida más rápido no es vivir la vida mejor. Tenemos que creer que las
chucherías de la civilización son sustitutos miserables de lo que realmente necesita un ser
humano. Si estas creencias no son sinceras, y si no podemos ver la posibilidad real del
mundo que buscamos crear, nuestras palabras tendrán poco poder y nuestras acciones
tendrán poca motivación. Por eso también es tan importante “recorrer el camino”—
practicar lo que predicamos. No es para evitar la hipocresía (eso sería parte de la campaña
para ser bueno). Es habitar y encarnar completamente la nueva historia para que podamos
servirlo con alegría y eficacia.

Capítulo 25: Juicio


Dado lo generalizadas y arraigadas que son las estructuras de escasez y lucha, no es de
extrañar que tengamos su huella en nuestra propia psicología. ¿Cómo nos liberamos? Su
agarre es tan total que cuando las intentamos escapar, corremos el riesgo de fortalecerlas
aún más. Por ejemplo, cuando pregunté: “¿Cómo nos liberamos?”, ¿esperabas que hacerlo
requeriría un gran esfuerzo, algún esfuerzo monumental de auto-transformación? Si crees
que va a ser difícil y comenzaste a prepararte por el esfuerzo o a alejarte cansado de él,
entonces estás sujeto a un hábito de lucha.

¿Y te sientes disgustado o a la defensiva por tu subyugación a ese hábito, o estás orgulloso


de haber “pasado la prueba” al estar libre de eso? De cualquier manera, tienes otro hábito
de separación, otorgar o denegar la auto-aprobación condicional. Si no estás a la altura, no
eres lo suficientemente bueno. El auto-juicio, un ingrediente crucial de la guerra contra el
yo, es uno de los hábitos más comunes de separación.

Muchas personas tienen pocos problemas para confesar que son duras consigo mismas, a
ser “mi peor crítico” o ser un perfeccionista. Después de todo, simplemente confiesan algo
que nuestra cultura defiende como una virtud: la lucha contra el yo. Por lo general, las
personas son menos propensas a admitir ser más severamente críticas con los demás que
con uno mismo. Eso equivaldría a mostrarse como un hipócrita.
Desafortunadamente para la imagen de la autocrítica, es imposible juzgarse a uno mismo
sin juzgar a los demás. Supongamos que cada noche recuerdas tu día y evalúas si fuiste
sincero, ecológicamente responsable, derrochador, ético o codicioso, en consecuencia
alabándote o reclamándote a ti mismo. Bueno, entonces, ¿qué hay de todas esas otras
personas que fueron menos honestas, responsables o éticas que tú? ¿Por lo tanto, no son tan
buenos como tú? Ya sea que les concedas indulgencia o condena condescendientes, la
creencia implícita de que “soy mejor que tú” (o peor que tú, pero al menos mejor que
alguien) es ineludible.

¿Qué quiero decir con juicio? Ser crítico no es simplemente hacer distinciones, tener
preferencias o hacer comparaciones. Conlleva un juicio moral, una asignación de bien o
mal, bueno o malo, a una persona. Esta asignación puede tomar muchas formas. Palabras
como “debería” y “no debería”, “responsable” y su antónimo, correctos e incorrectos,
éticos, morales, justificables, válidos, vergonzosos u otros para buenos y malos suelen
aparecer en articulaciones/expresiones de juicio.

El juicio es separación. En el fondo, el juicio dice que eliges diferente de mí porque eres
diferente de mí. Dice: “Si yo fuera tú, no habría hecho lo que hiciste. Si fuera un CEO
corporativo, no destruiría el medio ambiente y mentiría al público al respecto”. “Si fuera
tan rico, no gastaría mi dinero en autos deportivos y McMansiones (mansiones en masa)”.
“Si fuera tan gordo, no estaría en mi cuarto viaje a la línea del buffet”. Soy mejor que eso.
No soy tan ignorante. No soy tan irresponsable. No soy tan vago. Al menos tengo una
mente abierta. Al menos considero la evidencia. Al menos obtuve una educación. Pagué
mis deudas. Yo como responsablemente. Yo trabajo por lo que tengo. Por lo menos, hago
un esfuerzo. ¿Qué les pasa a esas personas?

Esta es la esencia de la separación: si estuviera en la totalidad de sus circunstancias, lo haría


de manera diferente a ti.

Un cuerpo sustancial de evidencia experimental muestra que esta afirmación es falsa, que,
de hecho, si estuvieras en la totalidad de sus circunstancias, harías exactamente lo que él
hace. Como explicaré, alinearnos con esta verdad es quizás la forma más poderosa de
magnificar nuestra efectividad como agentes de cambio. Es la esencia de la compasión
ponerte en el lugar del otro. Dice, tú y yo somos uno; somos el mismo ser mirando al
mundo con otros ojos, ocupando diferentes puntos de conexión en la red universal de
relación.

También es muy difícil de aceptar. Podría ver cómo podría recurrir al robo si mis hijos
tuvieran hambre o cómo podría destrozar sin sentido la propiedad pública si mi infancia me
hubiera llenado de ira, pero ¿qué se necesitaría para masacrar a setenta y siete personas
como lo hizo Anders Breivik, disparándoles uno a uno mientras se arrodillaban frente a mí
llorando y rogando piedad? ¿Qué haría falta para usar una motosierra en una secoya de cien
metros de altura? Lo confieso, es muy difícil ponerme en la piel de un torturador, un
abusador de niños pequeños, un traficante de esclavos sexuales, un asesino. Sin embargo,
no pretendamos que somos mejores que estas personas. El juicio hacia ellos refleja solo
nuestra falta de comprensión, no una diferencia fundamental en nuestro ser central.
Estoy articulando aquí una posición conocida en la psicología social como “situacionismo”
que dice que es la totalidad de nuestra situación interna y externa que determina nuestras
elecciones y creencias. En contraste, la mayoría de las personas en nuestra sociedad tienen
la visión del disposicionismo, que dice que las personas toman decisiones mediante el libre
albedrío basadas en disposiciones o preferencias relativamente estables. Si alguien hace
algo bueno, dice el disposicionista, probablemente sea porque es una buena persona. El
situacionista dice que no, eso es un error—el “error de atribución fundamental”. Una gran
cantidad de investigación cuidadosa ha demostrado que las personas (en nuestra sociedad)
constantemente atribuyen influencias situacionales a las cualidades disposicionales,
constantemente subestiman el efecto de las condiciones en el comportamiento de las
personas. Alguien dice algo malo y nuestro primer impulso es pensar que es una persona
mala. Más tarde podríamos saber que ella tenía dolor de muelas y cambiar nuestro juicio,
pero el primer impulso es hacer un juicio disposicional.

Eso no es casualidad. El disposicionismo y su juicio acompañante están codificados en


nuestra Historia del Mundo. En tus zapatos, no haría lo que hiciste, porque soy diferente a
ti, separado de ti. Además, el situacionismo dice que el “yo” es más grande que el
individuo, que el sujeto, el actor y el que elige, es el individuo más la totalidad de sus
relaciones. El yo no tiene existencia independiente. Abstraído de sus relaciones con el
mundo, el yo no es sí mismo.

Décadas de investigación, volviendo a los experimentos de Milgram de la década de 1960,


contradicen nuestra creencia santurrona que si yo fuera ese CEO, ese político, ese cuñado,
esa ex esposa, ese maestro, ese adicto, esa persona inexcusable, entonces no hubiera hecho
lo que ella hizo. Pregúntate, ¿qué tipo de persona administraría descargas eléctricas
dolorosas, incluso potencialmente mortales a un sujeto inocente como parte de un
experimento psicológico? Seguramente solo una persona muy mala haría eso.
¡Seguramente no harías eso! Bueno, en realidad, como resultado, “tú ” lo harías. O al
menos casi todos lo hicieron en el laboratorio de Stanley Milgram cuando las condiciones
correctas estaban presentes y las excusas correctas y la historia correcta estaban
disponibles. “Seguramente no puede estar mal si un científico de Yale con una bata blanca
está a cargo. El sujeto se ofreció para esto”. “No soy el responsable, solo estoy siguiendo
las instrucciones”. En términos más generales, la idea de que algo monstruoso podría estar
sucediendo en un laboratorio, ataviado con la indumentaria de la ciencia, en una prestigiosa
universidad, fue tan disonante con la historia prevaleciente del mundo, con el consenso de
la sociedad sobre legitimidad y propiedad, que un voluntario tras otro giró la perilla al
máximo y tiró de la palanca.

La pregunta en el fondo era cómo explicar el hecho de que el Holocausto nazi fue realizado
por burócratas sosos como Adolf Eichmann y legiones de personas bastante comunes que
habían llevado vidas comunes antes de convertirse en oficiales de las SS y guardias de
campos de concentración. ¿Cómo explicar la “banalidad del mal”? Volveré a esta pregunta
más tarde, porque si vamos a dejar la Guerra contra el Mal, debemos poder replantear el
mal de una manera que motive algún otro tipo de acción. Porque no se puede negar que
están sucediendo en la tierra algunas cosas muy horribles. Estas cosas deben detenerse. No
estoy sugiriendo, aquí, que cerremos los ojos a lo que parece malvado. Sugiero que
abramos nuestros ojos aún más a la situación—cuál es la historia que nos sumerge—que
genera mal para empezar.

La perspectiva situacionista es, de una forma u otra, ampliamente aceptada en la psicología


social. Un experimento de 1973 de John Darley y C. Daniel Batson ofrece otro ejemplo del
poder de la situación. Es posible que conozcas la historia del buen samaritano de la Biblia.
Un hombre ha sido golpeado por ladrones y yace gimiendo en la carretera. Un sacerdote lo
pasa de largo. Entonces un levita (que podría ser asistente de un sacerdote) hace lo mismo.
Finalmente el samaritano se detiene para ayudar. Al contar esta historia, Jesús le pregunta a
su interrogador cuál de estos tres resultó ser el “prójimo” del hombre golpeado. No dice que
el samaritano era bueno, pero hoy la historia se llama el buen samaritano, implicando que
lo que lo distinguía del sacerdote y del levita era su disposición moral.

En el experimento, a un grupo de estudiantes de seminario (sacerdotes y levitas modernos


en formación— los experimentadores no carecían de sentido del humor) se les dijo que
tenían que cruzar el campus y dar una plática sobre la historia del Buen Samaritano. Se
dividieron en tres grupos y, uno a la vez, recibieron instrucciones. A los del primer grupo se
les dijo: “Será mejor que te apures, vas tarde a tu entrevista”. Al segundo grupo se le dijo:
“Será mejor que te apures, tu entrevista comienza en unos minutos”. Y al tercer grupo se les
dijo: “Bueno, puedes dirigirte a allá. Tu entrevista no comienza por un tiempo, pero hemos
terminado aquí”.

De camino a la sala de conferencias, los estudiantes pasaron junto a un hombre (en


realidad, un confederado de los experimentadores) tendido en una puerta, gimiendo. Los
estudiantes prácticamente tuvieron que pasar por encima de él para llegar a su destino. ¿Se
detuvieron para ayudar? Como era de esperar, dependía del grupo en el que estuvieran.
Solo el 10 por ciento del primer grupo se detuvo para ayudar, pero el 60 por ciento del
tercero.

¿Por qué los del primer grupo pasaron por encima del hombre “herido” mientras que los del
tercer grupo se detuvieron para ayudar? Obviamente, no fue porque todas las personas
buenas estaban en el tercer grupo. Tal vez la historia bíblica debería llamarse “El
samaritano que no tenía prisa”. Y tal vez no podamos culpar a las personas que nos gusta
culpar. Tal vez los problemas del mundo no puedan resolverse conquistando el mal.

No solo nuestros juicios personales sino muchas de nuestras instituciones sociales, el


sistema legal en particular, se basan en suposiciones disposicionistas. Suponemos que,
normalmente, las personas son responsables de elegir sus acciones, y distinguimos entre un
acto cometido bajo coacción y un acto elegido voluntariamente. Pero la coacción es solo un
ejemplo extremo de una influencia situacional. ¿Se nos debe culpar por la suma total de las
experiencias que nos han hecho quienes somos?

Del mismo modo, el derecho contractual supone que dos partes firman un acuerdo por su
propia voluntad, basado en la comprensión de sus propios intereses y preferencias. Un
contrato codifica una especie de fuerza, dice: “Permitiré que me obligue a cumplir lo que he
acordado en este documento”. En las interacciones cotidianas, entendemos que a veces “las
cosas cambian” y no responsabilizamos a nadie si su situación ha cambiado mucho.
Reconocemos que la persona que hizo esa promesa no puede separarse de las circunstancias
de su vida, y cuando estas cambian, ella cambia. En un sentido, la persona que prometió ya
no existe. Un contrato es un intento de negar esta verdad.

Claramente, el situacionismo tiene enormes implicaciones para la naturaleza de la elección,


el libre albedrío, la motivación, la responsabilidad moral y la justicia penal. Estos y muchos
otros temas se exploran en el influyente y erudito artículo “The Situational Character: A
Critical Realist Perspective on the Human Animal” de Jon D. Hanson and David G.
Yosifon, junto con su pieza acompañante, “The Situation: An Introduction to the
Situational Character, Critical Realism, Power Economics, and Deep Capture”.

El situacionismo es también una comprensión a la que tenemos acceso directo y


experiencial. ¿Alguna vez has tenido un momento de comprensión de la perspectiva de otra
persona cuando de repente habitamos su mundo y todo lo que han estado haciendo tiene
sentido? Esa otra persona ya no es una especie de monstruo, otra. Puedo entender un poco
de la experiencia de ser ella. Con esta percepción, el perdón surge naturalmente y es
imposible odiar. También nos muestra que cada vez que odiamos a alguien, también nos
odiamos a nosotros mismos.

Capítulo 26: Odio


El que lucha demasiado contra los dragones se convierte en un dragón; y si miras
demasiado el abismo, el abismo te mirará a ti.

— Nietzsche

Humanizar a un oponente puede ser un desafío para los aliados que todavía están habitando
una Historia de Odio. Podrían interpretar la nueva visión como suavidad o traición.
“¿Cómo podrías disculpar a esas personas?”

Un amigo mío, un veterano militar comprometido con la paz, me contó la historia de un


amigo suyo que tuvo la oportunidad de servir como chef personal a nada menos que a Dick
Cheney, un hombre que millones de liberales perciben como un ser humano horrible, un
belicista intrépido, sin alma, engañoso. Mi amigo, esperando la confirmación de esta
opinión, le preguntó a su amigo cómo era trabajar para Cheney. “Maravilloso”, respondió.
“Se puede decir mucho sobre el carácter de alguien por la forma en que trata a la ayuda
doméstica, y él siempre me trató con calidez, dignidad y respeto, a pesar de que yo solo era
un cocinero”.

Esto no es un respaldo a las opiniones o conductas políticas de Dick Cheney. El punto aquí
es que un ser humano perfectamente decente, albergando las mismas motivaciones y
miedos básicos como cualquier otro ser humano, puede hacer cosas horribles en un
contexto y cosas admirables en otro.

El error de atribuir el mal comportamiento al mal personal tiene una imagen especular que
resulta en una especie de traición. Es pensar que debido a que Cheney o quizás algún CEO
corporativo son personas amigables e inteligentes que sus puntos de vista no deben estar tan
equivocados. Esto lleva al fenómeno del “ambientalismo del gobierno central”— para
describir a aquellos que han trabajado tanto tiempo y de cerca con sus homólogos de
Washington, DC en los negocios y el gobierno que absorben gran parte de su cosmovisión
y, más insidiosamente, su consenso sobre lo que es posible, práctico y legítimo. Es un
desafío mantenerse fiel a lo que servimos sin denigrar a quienes no lo sirven.

¿No sería bueno si el problema fuera realmente la avaricia y la maldad de los individuos
cobardes que sostienen las riendas del poder? Entonces la solución sería tan simple—
simplemente retira a esas personas del poder, recorre el mundo del mal. Pero eso es más de
la misma guerra contra el mal que ha estado con nosotros desde que las primeras
civilizaciones agrícolas inventaron el concepto del mal. Más de lo mismo solo traerá más
de lo mismo. Seguramente ha llegado el momento de una revolución más profunda.

La activista de transición Marie Goodwin comenta, “La solución de erradicar lo ‘malo’


haría que la solución de los problemas del mundo, que parecen tan abrumadores, fuera una
tarea factible en nuestro paradigma actual. Por eso lo defendemos a toda costa. Creo que las
personas se sienten realmente abrumadas por el aluvión constante de malas noticias e
historias de desastres de hoy, todo lo cual (se nos dice) puede resolverse ganando,
principalmente con fuerza, la lucha del bien y del mal”.

Es tranquilizador porque reduce muchos problemas a uno solo y explica el mundo de una
manera que no desafía nuestra mitología más profunda.

De una manera perversa, al negarse a odiar, estamos cometiendo una especie de traición.
Estamos traicionando el odio mismo; estamos traicionando la historia del mundo que
enfrenta al bien contra el mal. Al hacerlo, incitamos el desprecio y la furia de los antiguos
aliados, quienes nos ridiculizan por ser tan suaves e ingenuos para pensar que sus
oponentes pueden ser tratados como cualquier cosa menos enemigos implacables.

Recuerdo haber leído una columna del brillante y abrasivo izquierdista Alexander
Cockburn en el que recordó una experiencia formativa en su educación como periodista
político. Un editor le preguntó: “¿Es puro tu odio?”, un estribillo que Cockburn repitió a
muchos pasantes. El mundo de Cockburn era un mundo de hipócritas y fanfarrones, de
venalidad y avaricia, de mentirosos descarados y líderes crueles, y de los aduladores y
chelines que los habilitaron. Debo confesar una especie de placer impío en el ingenio y el
veneno con el que envió a sus oponentes, pero también era consciente de la presión
psicológica—separado de la evidencia o razonamiento que presentó—para estar de acuerdo
con su visión del mundo para no ser contado entre los engañados y los apologistas que tan
cruelmente ensartó.

Con igual fervor, aunque quizás menos delicadeza, los expertos de la derecha hacen lo
mismo que hizo Alexander Cockburn. Debajo de la mezcla de opiniones, prevalece la
misma forma mental. Aunque reconocemos los ataques ad hominem como injustos o
irrelevantes, no podemos resistirnos a lanzarlos, debido al disposicionismo que impregna
nuestras creencias. Fulano no está de acuerdo conmigo porque es una mala persona. Por
“malo” podemos sustituir todo tipo de adjetivos, pero el juicio es palpable. He dejado de
leer comentarios sobre mis artículos por todo el vituperio personal que debo atravesar. Los
comentaristas me imputan todo tipo de deficiencias intelectuales y morales. Soy ingenuo.
Soy un narcisista, aspirante a hippie que nunca ha tenido ninguna experiencia real. Soy solo
otro arrogante hombre blanco acaparando un escenario. He pasado por alto una falla lógica
trivial en mi argumento. Debería conseguir un trabajo de verdad. Y por otro lado, los
partidarios me proyectan varias cualidades santas que obviamente no poseo, al menos no
más que nadie.

Eso se siente bien. El problema es que una vez en un pedestal solo hay un lugar para ir
después. El más minúsculo delito menor en mi página de Facebook provoca intensas
críticas. Publico una foto de mi hijo adolescente con su cita para el baile de graduación y
me critican por ver a las mujeres como objetos (porque la llamé una “cita para el baile de
graduación”). Publico una foto de mi hijo dormido en mi regazo mientras escribo, y me
critican por exponerlo a la radiación electromagnética y no prestarle atención empática. Mi
punto aquí no es defenderme—las críticas tienen cierta validez. Lo significativo es que los
críticos a veces dicen: “Ahora tengo que cuestionar tu mensaje” o “Ya no puedo respaldar
tu trabajo en buena conciencia”. Esto es alarmante: ciertamente no quiero que nadie acepte,
por ejemplo, las propuestas de Sacred Economics para depender de mi pureza moral
personal. Si estás leyendo el presente libro porque tienes la impresión de que soy una
especie de santo, también podrías dejarlo ahora, para que algún día descubras en Facebook
que no soy mejor que cualquier otro ser humano, te sientas traicionado, y descartes mi
mensaje como el delirio de un hipócrita. Espero que consideren estas ideas por sus propios
méritos, y no por los míos.

Los ataques ad hominem buscan desacreditar el mensaje desacreditando al mensajero—una


táctica que se basa en el inverso de la visión disposicionista que las personas dicen cosas
malas porque son malas personas. Si se puede demostrar que son malas personas, entonces
lo que dicen también debe ser malo. El situacionista sabe que este punto de vista está
equivocado y que las tácticas extraídas de él probablemente sean contraproducentes. Sí,
debemos continuar exponiendo las verdades de la historia y el funcionamiento del mundo,
pero si queremos que esas verdades se escuchen, no debemos envolver esas exposiciones en
la penumbra de la culpa habitual. La lógica del control nos dice que al avergonzar a los
perpetradores podemos cambiarlos, pero en realidad solo los llevamos más profundamente
en su historia. Cuando soy atacado, busco aliados que me defiendan. “¡No, son los
ambientalistas los que deberían avergonzarse, no tú!” Una y otra vez vamos a culpar al
carrusel.

Cuando desplegamos florituras retóricas como “La culpa es de los “peces gordos en los
bancos” quienes no les importa el sufrimiento del hombre común o la degradación del
medio ambiente”, también sonamos ridículos para los banqueros mismos, a quienes, como
la mayoría de los seres humanos, de hecho les importan sus compañeros humanos y el
planeta. Si queremos llegar a ellos, nuestra articulación del problema debe evitar atribuirles
mal personal, mientras que también es intransigente al describir la dinámica del problema.
No puedo ofrecer una fórmula sobre cómo hacer esto. Las palabras y estrategias correctas
surgen naturalmente de la compasión: desde el entendimiento de que los banqueros o quien
fuera haría lo que yo haría, si estuviera en sus zapatos. En otras palabras, surgen palabras
compasivas y efectivas de una comprensión profundamente sentida de nuestra humanidad
común. Y esto es posible solo en la medida en que nos hayamos aplicado lo mismo. En
verdad, ser un activista efectivo requiere un activismo interno equivalente.

Cuando nos encontramos en una historia diferente de la culpa y el odio, somos capaces de
desalojar a otros de ese lugar también. Nuestros corazones pacíficos cambian la situación,
interrumpir la historia en la que el odio es natural y ofrecer una experiencia que sugiera una
nueva.

Espera. Tal vez estoy diciendo esto solo porque soy ingenuo. Tal vez mi educación suave y
mimada me ha cegado ante la realidad del mal y la necesidad de luchar contra él con fuerza.
Es cierto que no he experimentado de primera mano lo peor de lo que los seres humanos
pueden hacerse el uno al otro. Pero déjenme ofrecerles la historia del activista y agricultor
surcoreano Hwang Dae-Kwon. Hwang fue un manifestante militante antiimperialista en la
década de 1980, una actividad peligrosa durante esa época de la ley marcial. En 1985 fue
arrestado por la policía secreta y torturado durante sesenta días hasta que confesó haber
espiado para Corea del Norte. Luego fue arrojado a prisión, donde pasó trece años en
confinamiento solitario. Durante este tiempo, dice, sus únicos amigos eran las moscas, los
ratones, las cucarachas y los piojos que compartían su celda, junto con las malas hierbas
que conoció en el patio de la prisión. Esta experiencia lo convirtió en un ecologista y
practicante de la no violencia. Se dio cuenta, me dijo, que toda la violencia que había
soportado era un espejo de la violencia en sí mismo.

Su principio número uno para el activismo es ahora mantener un corazón pacífico. En una
manifestación reciente, una línea de policías equipados con equipo antidisturbios marchaba
hacia los manifestantes. Hwang se acercó a uno de los policías y, con una gran sonrisa, lo
abrazó. El policía estaba petrificado—Hwang dijo que podía ver el terror en sus ojos. La
paz de Hwang lo había vuelto incapaz de la violencia. Sin embargo, para que esto
“funcione”, la paz debe ser genuina y profunda. La sonrisa debe ser real. El amor debe ser
real. Si hay una intención de manipular, de parecer superar a otro, para resaltar la brutalidad
al contrastarla con la propia no violencia, entonces el poder de la sonrisa y el abrazo es
mucho menos fuerte.

Notas finales

23. Escuché a Hwang hablar de estas experiencias en una conferencia y en


conversaciones personales. También escribió una memoria de su encarcelamiento
titulada A Weed Letter, que fue un best seller en Corea.

Capítulo 27: Justica


La forma en que ves a las personas es la forma en que las tratas; y la forma en que los tratas
es en lo que se convierten.

— Goethe
Debajo del acuerdo común de que el problema con el mundo es la maldad y la solución
para conquistarlo es una necesidad psicológica insatisfecha de auto-aprobación. Dos tercios
de nuestro discurso político se destinan a satisfacer nuestra necesidad de tener razón, para
alinearnos con el bien. Si el hombre que no está de acuerdo conmigo lo hace porque es
estúpido, ingenuo, engañado o malvado, entonces debo ser inteligente, astuto,
independiente y bueno. Los juicios positivos y negativos se consideran un punto de
referencia tácito (perezoso significa “más perezoso que yo” y responsable significa
“responsable como yo”).

¿Por qué realmente visitas esos sitios web que te emocionan e indignan? Cualquiera sea la
razón que te des (por ejemplo, para “mantenerme informado”), quizás la verdadera razón es
la satisfacción emocional, el recordatorio de que tienes razón, eres inteligente, y
simplemente bueno. Eres parte del grupo cool. Si quieres aún más garantías, podrías
comenzar un grupo de discusión en línea o un grupo cara a cara donde tú y un montón de
otras personas se reunieran y hablaran sobre cuánta razón tienes y cuán horribles,
incomprensibles, malvadas y enfermas están esas otras personas. Desafortunadamente,
debido a que esta gratificación es adictiva, ninguna cantidad será suficiente. (La verdadera
necesidad aquí es la auto-aceptación, y el proxy ofrecido no satisface ni puede satisfacer la
necesidad real). Pronto todos querrán tener aún más razón—estar más en lo correcto que
ciertos otros en el grupo, lo que terminará en luchas internas y “guerras de llamas” (peleas
en línea).

Tal vez quieras estar aún más en lo correcto. Bueno, entonces, ve a involucrarte en alguna
desobediencia civil, haz que te arresten, déjate golpear por la policía. Demuestra a través de
tu sufrimiento cuán monstruosos son los poderes existentes. ¡Mira lo que me hicieron!

Ahora no digo que la protesta y la acción directa siempre, o incluso usualmente, provengan
de la justicia propia. También son formas poderosas de interrumpir la historia que permite
que florezca la injusticia. Pueden exponer la fealdad debajo de la fachada de lo normal. Sin
duda, la mayoría de los activistas radicales tienen motivos mixtos de servicio genuino y
justicia propia. En la medida en que este último motivo esté presente, los resultados lo
reflejarán. Alcanzarás tu objetivo—para lucir bien y tener razón y hacer que tus oponentes
se vean malvados. Y aumentarás la cantidad de odio en el mundo. Tus simpatizantes
odiarán y se enfurecerán contra los malvados. Supongo que la esperanza no declarada es
que si esta ira se acumula lo suficiente, todos nos levantaremos y derrocaremos a las élites.
Pero, ¿qué crearemos en su lugar, tan empapados como estamos con la justicia propia y la
ideología de la guerra?

La militancia tiene la desventaja adicional de alienar a los no comprometidos, quienes


perciben el objetivo de ser justos debajo del objetivo declarado de cambiar la sociedad.
Cuando la gente es hostil a la feminista enojada, la vegana rabiosa, la ambientalista
militante, no solo defienden su Historia del Mundo y la complacencia que permite; se están
defendiendo de un ataque implícito. Si su activismo, ya sea para el cambio social o para que
su familia adopte una dieta más saludable, provoca hostilidad, eso podría ser un reflejo de
discordia interior.
Incluso si la respuesta a la militancia no es hostil, el militante es fácil de descartar: su
compromiso no es realmente con la causa, es con la militancia.

La activista Susan Livingston me escribió sobre una propuesta que había escrito para un
grupo de Ocupación en Caltech (Instituto de Tecnología de California), oponiéndose a su
contrato de biocombustibles con BP. Ella dijo: “Vino porque me preocupaba la actitud
militante de algunas de las personas en la mesa informativa. No vi la atención que me
gustaría para la comunidad del conflicto—la multitud de burócratas de bajo nivel, pequeños
accionistas y propietarios de franquicias cuyos medios de vida dependen de BP. ¿Qué son
—daños colaterales? Y especialmente después de ver el documental The Drilling Fields
sobre la devastación humana y ambiental en Nigeria en las manos de Shell, no me gusta
mucho destacar a BP en respuesta al resentimiento de algunos estudiantes privilegiados que
quieren tener su pastel y comérselo también. Pero tenemos que comenzar en alguna parte, y
con el privilegio viene la capacidad de montar una campaña efectiva de resistencia”.

En este comentario, Susan está trazando una conexión clave entre privilegio y militancia.
La militancia, la mentalidad de la guerra, siempre implica daños colaterales. Siempre se
debe sacrificar algo por la Causa. El sacrificio de otros (la “comunidad del conflicto”)
también es la mentalidad definitoria del elitismo: por alguna razón, esos otros son menos
importantes que yo, mi clase, mi causa. Los privilegiados siempre están sacrificando a otros
por su propio bien (el de los demás). Si a veces también se sacrifican, eso no mitiga su
elitismo.

Esto no quiere decir que las compañías petroleras deberían poder continuar con lo que están
haciendo para preservar los medios de vida de los propietarios de las estaciones de servicio.
Es solo que todos deben ser vistos y considerados, no descartados. Los militantes piensan
que abandonar la pelea significa dejar que los malos se salgan con la suya. Si el mundo se
dividiera en buenos y malos, eso podría ser cierto, pero a pesar de lo que nos dicen las
películas, el mundo no está así dividido. Las alternativas a la lucha, entonces, pueden ser
más poderosas, y no menos, en la creación de cambios.

Muy a menudo, las acciones tomadas de la justicia propia solo terminan validando la
justicia propia a través de la respuesta hostil que generan. ¿Ves? ¡Te dije que esas personas
son horribles! Las acciones directas, las protestas, las huelgas de hambre, etc., son
poderosas solo en la medida en que la justicia propia esté ausente. Cuando se realiza en
servicio intencional a una visión de lo que podría ser, de hecho son poderosos. No necesitan
ser actos de guerra; pueden ser actos de decir la verdad, de amabilidad o de servicio.
¿Cómo puedes saber si tu acto es realmente uno de estos, y no una guerra disfrazada de
amor? ¿Cómo puedes saber cuáles son tus propios motivos en tus actividades políticas, ya
sea en línea o en la calle? Bueno, si sientes una sensación de superioridad sobre aquellos
que no están tan comprometidos, una sensación de condena o indulgencia condescendiente
hacia aquellos que no lo entienden (y, por lo tanto, deben sacrificarse noblemente en su
nombre), entonces el motivo de demostrar que eres bueno es casi seguro que está presente.
Y eso es lo que lograrás. Puedes ir a tu tumba lleno de admiración por ti mismo. Puedes
haber grabado en tu lápida “Fue parte de la solución, no del problema—a diferencia de
algunas personas”. ¿Pero no preferirías cambiar el mundo?
Pregúntate, si cree que los ricos, los poderosos, los republicanos, los demócratas, los
cazadores de animales grandes, los ejecutivos de la industria de carne, los estafadores o
cualquier otro subconjunto de la humanidad es malvado (o vergonzoso, repugnante,
desagradable, etc.): ¿Estarías dispuesto a renunciar a esa creencia si te convertiría en un
agente de cambio más efectivo? ¿Estás dispuesto a echar un vistazo a cuánto de tu sistema
de creencias es un juego gigante de mantener una autoimagen positiva?

Si sientes asco hacia la mentalidad que he descrito, juicio hacia aquellos que viven con ella,
o actitud defensiva sobre si se aplica a ti, entonces tal vez no estés completamente libre de
ello. Está bien. Esa mentalidad proviene de una herida profunda que la civilización nos ha
causado a casi todos. Es el grito del ser separado, “¿Qué hay de mí?” Mientras sigamos
actuando desde ese lugar, no importa quién gane la guerra contra (lo que ven como) el mal.
El mundo no se desviará de su espiral de muerte.

Mucha gente (¡espero no ser el único!) toman lo que parecen elecciones éticas o morales
con un objetivo secreto en mente: demostrarse a sí mismos y a otros su propia virtud; darse
permiso para que gustarse y aprobarse a sí mismos. El socio inseparable de este objetivo es
el juicio hacia aquellos que no toman esas decisiones. “Soy una buena persona porque
reciclo (a diferencia de algunas personas)”. “Soy una buena persona porque soy vegana”.
“Soy una buena persona porque apoyo los derechos de las mujeres”. “Soy una buena
persona porque doy a la caridad”. “Soy una buena persona porque practico una inversión
socialmente responsable”. “Soy una buena persona porque he renunciado a las recompensas
de la sociedad y he echado mi suerte con los oprimidos”. “Soy una buena persona porque
vivo en el bosque comiendo raíces y bayas sin dejar rastros de carbono”. Somos ajenos a
nuestra propia justicia, pero otros pueden olerlo a una milla de distancia. La hostilidad que
provocan los activistas y los hacedores de bien nos dice algo. Es un espejo de nuestra
propia violencia.

Confrontado con el dicho de Audre Lorde, “Las herramientas del maestro nunca
desmantelarán la casa del maestro,” Derrick Jensen dijo una vez, “No me importa de quién
son las malditas herramientas que estoy usando”. La razón para evitar las herramientas del
maestro no es evitar algún tipo de mancha moral. No es para distanciarnos de aquellos que
ejercen el poder y para demostrar a todos (y particularmente a nosotros mismos) que nos
abstenemos de usar los mismos métodos que los opresores. Al contrario, la razón es que
estas herramientas son al final ineficaces.

Si la construcción de una autoimagen positiva es el objetivo de nuestras acciones, entonces


eso es lo que lograremos—nada más y nada menos. Caminaremos por la vida
felicitándonos por nuestra ética superior, lamentando a los que no ven la luz, y resentidos
con aquellos que no comparten nuestros sacrificios. Pero la desolación de nuestra victoria
se hará cada vez más evidente con el tiempo, a medida que el mundo arde a nuestro
alrededor y nuestra necesidad más profunda, saber sin lugar a dudas que estamos
contribuyendo a un mundo más hermoso, queda insatisfecha.

Un lector me escribió una respuesta intensamente crítica a un artículo que escribí sobre la
República Democrática del Congo diciendo que mi mención de los señores de la guerra allí
refuerza la narrativa de los salvajes africanos quienes necesitan la ayuda del hombre blanco,
y oscurece la culpabilidad de los verdaderos perpetradores en las empresas y salas de juntas
occidentales. De hecho, el primer tercio del artículo se dedicó a los orígenes externos del
problema en el colonialismo, la esclavitud, la minería y las finanzas globales. Escribí que
bajo nuestro actual sistema económico y financiero, siempre habrá un Congo. Incluso
critiqué explícitamente la mentalidad del “Gran Salvador Blanco”. Entonces, ¿por qué
estaba realmente enojado el lector?

Mi diálogo subsiguiente con ese lector da una idea de lo que podría ser. Le respondí que
estoy de acuerdo en que los señores de la guerra son víctimas y perpetradores, pero que lo
mismo podría decirse de los CEO y banqueros, y se puede decir lo mismo de todos los que
usamos teléfonos celulares hechos con minerales de tierras raras, extraídos, con gran
violencia, de lugares como la RDC. Todos somos víctimas y perpetradores, dije. El
verdadero culpable es el sistema; por lo tanto, cualquier estrategia que vea a los culpables
como un cierto grupo de personas podridas está equivocado y finalmente fallará.

La respuesta enfureció a mi crítico. “¿Cómo te atreves a crear una equivalencia moral entre
estos señores de guerra en sala de juntas que a sabiendas están perpetrando miseria en
millones de personas, y el consumidor común que usa un teléfono celular? Estas personas
deben ser expuestas, juzgadas, rendir cuentas”.

Ajá, pensé. La razón por la que está enojado es porque mi artículo no valida su ira justa.
Por supuesto, el funcionamiento del sistema en todos los niveles, incluyendo la sala de
juntas, necesita ser expuesto. Pero si ese esfuerzo surge de la suposición de que estas son
personas reprensibles, y que castigarlos y “exigirles cuentas” resolverá fundamentalmente
el problema, entonces dejaremos intacto el núcleo del problema. Podríamos ver mejoras
temporales localizadas, pero la marea principal—una marea de odio y violencia—
continuará aumentando.

Algunas personas siempre se enfurecen por leer cualquier cosa que de alguna manera no
respalde la historia de “Esas personas horribles del mundo deben ser detenidas”.
Desplegarán epítetos como “ingenuo” o acusarán al escritor de ser él mismo un vendido, un
racista o un ingenuo por su fracaso al ver el mal de aquellos en el poder. (Este crítico
insinuó que estaba suavizando mi narrativa para hacerla agradable a los guardianes de
prestigiosas revistas). Realmente, solo están defendiendo su historia. La vehemencia de los
ataques también revela una dimensión personal y emocional en su actitud defensiva. Ver a
algunas personas horribles como el problema pone a uno mismo en la categoría de “buena
persona” y excusa la propia complicidad. Cualquier amenaza a la historia es, por lo tanto,
una amenaza a la propia bondad y auto-aceptación, que se siente como una amenaza para la
supervivencia misma; de ahí la feroz respuesta.

Por lo general, la forma en que uno se defiende contra alguien que cree que es malo es
nivelar los mismos cargos contra el atacante. Mira las secciones de comentarios en
artículos en línea. Aunque las opiniones superficiales en un sitio de derecha e izquierda
podrían ser opuestas, la narrativa subyacente es la misma: el otro lado es deficiente en las
cualidades básicas de la decencia humana. Son ignorantes, fariseos, estúpidos, inmorales,
inexcusables, enfermos. No es solo en política—lo mismo sucede en todos los debates
polarizados. Al físico Max Tegmark, coautor de la Encuesta del MIT sobre Ciencia,
Religión y Orígenes (y él mismo, un ateo), le sorprendieron los comentarios corrosivos no
solo de los fundamentalistas religiosos, sino aún más de los ateos. Él comentó: “No puedo
evitar sentirme conmocionado por la forma en que algunas personas en los extremos
religiosos y antirreligiosos del espectro comparten similitudes inquietantes en el estilo de
debate”.

Obviamente, ambos lados no pueden estar en lo cierto en la tesis implícita de que su lado
comprende un mejor tipo de ser humano. Por eso es tan fructífero reunir en una habitación
a los oponentes que se han demonizado y crear condiciones en las cuales su humanidad
mutua se vuelva aparente (como el escuchar a profundidad o la suspensión temporal del
juicio). Israelíes y palestinos, activistas pro-aborto y pro-vida, ambientalistas y funcionarios
corporativos aprenden que su explicación conveniente de “Son simplemente malvados” no
es válida. Podrían retener sus diferencias de opinión, y los sistemas más grandes que
generan sus conflictos de intereses pueden permanecer en su lugar; es posible que sigan
siendo oponentes, pero ya no serán enemigos.

Cuando ambos lados de una controversia se deleitan en la derrota y la humillación del otro
lado, de hecho están del mismo lado: del lado de la guerra. Y sus desacuerdos son mucho
más superficiales que su acuerdo no declarado y generalmente inconsciente: el problema
con el mundo es la maldad.

Este acuerdo es casi omnipresente. Mira la trama de tantas películas de Hollywood donde la
resolución del drama llega con la derrota total de un malvado irremediable. Desde películas
de alto concepto como Avatar hasta películas infantiles como El Rey León o Ralph El
Demoledor, la solución al problema es la misma: vencer el mal. Significativamente, el tipo
de películas que con mayor frecuencia tienen esta trama, además de las películas para
niños, son las películas de “acción”. No es de extrañar que derrotar al malo se convierta tan
a menudo en el supuesto programático incuestionable detrás de todo tipo de acción política.
No necesito mencionar que también es la mentalidad definitoria de la guerra. Y dado que la
etiqueta “mal” es un medio para crear un “otro”, también se podría decir que es la
mentalidad definitoria de nuestra relación con todo lo demás que hemos hecho otros:
naturaleza, cuerpo, minorías raciales, etc.

Más sutilmente, las nociones occidentales de historia y trama tienen una especie de guerra
incorporada como parte de la estructura narrativa estándar de tres o cinco actos, en la cual
surge un conflicto y se resuelve. ¿Es posible alguna otra estructura que no sea aburrida, que
todavía califique como una trama? Sí. Como observa el blogger “Still Eating Oranges”, la
estructura de la historia de Asia Oriental llamada Kishōtenketsu en japonés no se basa en el
conflicto. Pero nosotros en Occidente casi universalmente experimentamos una historia
como algo en lo que alguien o algo debe ser superado. Esto seguramente pinta nuestra
visión del mundo, haciendo del “mal”—la esencia de lo que debe ser superado—una base
bastante natural para las historias que construimos para comprender el mundo y sus
problemas.

Nuestro discurso político, nuestros medios, nuestros paradigmas científicos, incluso nuestro
propio lenguaje nos predisponen a ver el cambio como resultado de la lucha, el conflicto y
la fuerza. Para actuar a partir de una nueva historia y construir una sociedad sobre ella
requiere una transformación total. ¿Nos atrevemos a hacerlo? ¿Qué pasa si estoy
equivocado? Veamos más profundamente la naturaleza del mal.

Notas finales:

24. Max Tegmark, “Religion, Science and the Attack of the Angry Atheists,”
Huffington Post (19 de febrero de 2013).
25. “The significance of plot without conflict,” publicado en Tumblr, 15 de junio de
201

Capítulo 28: Psicopatía


Si algo te muerde, está dentro de tu ropa.

— Proverbio swahili

He argumentado que el cambio no vendrá de superar los poderes existentes, sino de su


transformación. He declarado que somos básicamente el mismo ser mirando al mundo a
través de muchos pares de ojos. He descrito cómo nuestra percepción del mal proviene de
la falta de
comprensión de lo que es ser otra persona. He afirmado que lo que hacemos al otro, lo
hacemos a nosotros mismos, y que esto es algo que podemos sentir. Y he invocado el
principio del regalo, que todos estamos aquí para contribuir con nuestros dones hacia algo
más grande que nosotros mismos, y nunca estaremos contentos a menos que lo hagamos.
En respuesta a todo esto, a veces las personas mencionan el contraejemplo del psicópata, un
subconjunto distintivo de la humanidad que supuestamente no posee compasión, no tiene la
capacidad de sentir amor y no tiene vergüenza.

Se dice que estas personas están totalmente fuera de sí mismas, sin sufrir compunciones en
la búsqueda despiadada de intereses personales a corto plazo. Insensibles, encantadores,
carismáticos, atrevidos y despiadados, tienden a llegar a la cima en los negocios y el
gobierno. En gran medida, son los poderes existentes, y sería ingenuo pensar que cualquier
cosa, excepto la fuerza bruta, los detendría. Sin piedad, sin conciencia, sin siquiera la
capacidad de sentir nada más que unas pocas emociones básicas, son la personificación del
mal. Según muchos investigadores, nunca se pueden curar. No quieren ser curados. Son
felices como son.

Nadie está de acuerdo sobre las causas de la psicopatía. Uno de los eruditos más destacados
en el campo, Robert Hare dice rotundamente que nadie tiene ni idea. Puede haber algún
tipo de predisposición genética hacia la psicopatía, pero incluso esto no es seguro.

La narrativa anterior, dejada sin tocar, reintroduce la historia del bien contra el mal en
nuestra cosmovisión. ¿Quién sabe quién es un psicópata y quién no? “Psicópata” se
convierte en el término científicamente sancionado para “persona malvada”.
La invocación de la psicopatía para validar la narrativa del bien contra el mal y todo lo que
viene con eso (como la necesidad de la fuerza como el medio principal para cambiar el
mundo) es engañoso. Concediendo por un momento que hay una categoría distinta de
personas irredimibles a las que llamamos psicópatas, también es cierto que las condiciones
bajo las cuales prosperan son sistémicas. Los puntos de vista tradicionales, tanto en
biología evolutiva como en economía, esencialmente afirman que nuestra naturaleza básica
es algo bastante psicópata: que estamos impulsados a maximizar el interés propio y que
existen rasgos que parecen contradecir el interés propio porque, de alguna manera que no es
inmediatamente obvia, en realidad lo promueven. Me viene a la mente el ejemplo del
altruismo como una especie de exhibición de apareamiento, o la generosidad como un
medio para ganar estatus y control sobre los demás. Este paradigma está entretejido en
nuestro sistema económico. Si no maximiza el interés propio de tu empresa, las empresas
que lo hagan la superarán. Incluso cuando los consumidores intentan obtener el mejor trato,
el incentivo incorporado en el precio a menudo contradice el impulso de pagar a los
trabajadores que hicieron del artículo un salario digno o adoptar prácticas ambientalmente
responsables. Esos artículos son más caros. Viviendo en un sistema que recompensa la
psicopatía, no es casualidad que el psicópata llegue a la cima, y que las tendencias
psicópatas dentro de cada uno de nosotros salgan a la superficie. Es un error culpar a los
psicópatas por nuestra condición actual; son un resultado, no una causa.

¿Bajo qué circunstancias te conviertes en una persona fría e insensible? ¿Bajo qué
circunstancias cierras tu empatía? ¿Cuándo manipulas a otros para tu propio beneficio?
Cuando me doy cuenta de que lo estoy haciendo, generalmente es cuando me siento
inseguro.

La inseguridad está integrada en nuestra historia del mundo: el yo separado en un universo


hostil de otros competidores, accidentes aleatorios y fuerzas impersonales de la naturaleza.
La inseguridad también está integrada en las estructuras que surgen de esa historia, por
ejemplo, el sistema económico, que nos lanza a la competencia para satisfacer las
necesidades básicas incluso cuando, objetivamente hablando, hay abundancia para todos.
Simplemente vivir en una sociedad de masas donde las caras que vemos no tienen nombre,
donde los extraños satisfacen nuestras necesidades de pago, y donde incluso nuestros
vecinos saben poco de nuestras historias, contribuye a la misma inseguridad omnipresente.
Nuestro comportamiento en el mundo de la separación confirma la premisa de ese mundo:
nos convierte en cuasi-psicópatas egoístas que maximizan la utilidad.

Dado cualquier rasgo cultural, siempre hay algunas personas que lo encarnan en forma
extrema, sosteniendo un espejo para que podamos reconocerlo en nosotros mismos. Estos
serían los psicópatas.

Sin embargo, las personas con tendencias psicópatas tienen mucho poder hoy y actuarán
para frustrar cualquier cosa que lo desafíe. ¿Eso significa que necesitamos usar la fuerza
después de todo? No pretendo descartarlo categóricamente. Hay circunstancias en las que
personalmente podría usar la fuerza, por ejemplo si alguien estuviera amenazando a mis
hijos. Pero es peligroso extrapolar de estas situaciones: en poco tiempo, uno está
inventando escenarios de “bomba de tiempo” para justificar la tortura con fines políticos,
razonando que de alguna manera indirecta, los niños de una están siendo amenazados.
Además, incluso intentar establecer principios éticos para distinguir cuándo la violencia
está y no está justificada perpetúa una ilusión peligrosa: que la forma en que deberíamos (y
a veces lo hacemos) tomar decisiones es razonar los principios rectores de antemano y
luego actuar sobre esos principios en el momento. En realidad, cualquier cosa que escriba
en este libro y cualquier creencia que profese, si mis hijos realmente estuvieran siendo
amenazados, estoy seguro de que algo más se haría cargo. ¿Pelearía? Tal vez. ¿Me
enfrentaría con calma al hombre y le diría, “Debes estar bastante desesperado para hacer
esto. ¿Cómo puedo ayudarte”? Quizás. Esta elección seguramente dependería, en parte, de
toda una vida de experiencias y aprendizaje. Si he explorado profundamente la no violencia
en teoría y práctica, es más probable que lo aplique con éxito cuando pelear no sea la mejor
opción. Pero absorber e integrar el espíritu de la acción no violenta es muy diferente de
establecerlo como una regla e imaginar que podré imponerme esa regla cuando llegue el
momento. Aspirar a ser un “hombre de principios” es una especie de separación, parte del
programa de control. Intenta anular lo visceral, el instinto y, a menudo, el corazón.
¿Cuántas atrocidades en la historia se han justificado en uno u otro principio?

¿Qué queremos decir exactamente cuando decimos que los psicópatas tienen poder en
nuestra sociedad? El poder en la sociedad humana depende de un sistema de acuerdos
dentro de esa sociedad. Un ejecutivo corporativo psicópata no tiene poder porque él
personalmente tiene grandes músculos o grandes armas. Sus poderes coercitivos y
manipuladores dependen en gran medida del dinero y el aparato asociado de gobierno
corporativo. En el fondo de todo, de hecho, hay músculos y armas listos para obligar a
aquellos que se niegan a obedecer las reglas, pero aun así, él no empuña personalmente esas
armas. Son manejadas por policías y personal de seguridad perfectamente decentes que no
son mucho más psicópatas que nadie.

En otras palabras, el poder en una sociedad compleja surge de la historia: del sistema de
acuerdos y narrativas que forman el andamio de nuestro mundo. Nuestra historia actual
facilita el surgimiento de la psicopatía y fortalece al psicópata. Debido a que es la historia,
y no la fuerza, lo que finalmente empodera a los que están en el poder, es en el nivel de la
historia, y no en la fuerza, que debemos actuar para quitarles su poder y cambiar el sistema.
Es por eso que abogar por la fuerza como el principal instrumento de cambio es
contraproducente—refuerza la misma historia de separación que, para empezar, está en la
raíz de nuestra condición. Una faceta de esto es la historia de la gente buena que finalmente
se levanta para derrocar a la gente mala.

Por lo tanto, vamos un paso más allá al cuestionar la categoría del psicópata. ¿Es cierto que
el psicópata simplemente nace sin empatía? Otra explicación es que el psicópata tiene
empatía, pero la ha cerrado a una edad temprana, haciéndose incapaz de sentir. ¿Por qué
sucedería eso?

Podría ser porque el psicópata es todo lo contrario de lo que pensamos. ¿Qué pasa si el
psicópata no es alguien nacido sin sentir, sino más bien alguien nacido con una
extraordinaria capacidad de empatía y sensibilidad al dolor emocional? Incapaz de soportar
su intensidad, la apaga por completo. La mayoría de nosotros no necesitamos hacer eso,
porque el enorme dolor del mundo no nos afecta con tanta fuerza. O, podríamos decir, nos
afecta de diferentes maneras, un dolor más profundo quizás, menos inmediato, menos
crudo.

Probablemente puedas pensar en muchas maneras en que nuestra cultura de crianza de los
hijos contribuye al cierre de los sentimientos, especialmente en los chicos. Más allá de la
infancia, impregna toda nuestra sociedad. ¿Alguna vez te has preguntado por qué “cool”
(que tiene la connotación de indiferente) ha sido el término preeminente de aprobación de
los últimos cincuenta años? ¿Por qué “cool” es igual a “bueno”? ¿Por qué es deseable ser
cool en nuestras emociones, no sentir mucho, no preocuparme mucho, no ser sincero acerca
de nada? Una razón puede ser la necesidad de retirarse de un mundo demasiado doloroso
para soportarlo. Otra es que reconocemos la bancarrota de muchas de las cosas que
debemos preocuparnos. Los medios de comunicación nos ofrecen un sinfín de trivialidades
y pantomimas, puntuados regularmente por horrores impactantes y aparentemente
desconectados que aprendemos a ignorar. ¿Nos acostumbramos a ellos porque somos
psicópatas? ¿O podría ser porque sentimos que son una especie de espectáculo, síntomas de
una enfermedad más profunda? Tal vez nos contenemos porque la historia prevaleciente ha
oscurecido mucho por lo que realmente queremos preocuparnos.

Muchos comportamientos psicópatas clásicos tienen sentido dentro del contexto de un


cierre general de los sentimientos. Acostumbrado a sentir, el psicópata tiene, como todos
nosotros, una fuerte necesidad fisiológica de sentir. Por lo tanto, se da a la impulsividad, el
drama, el comportamiento arriesgado sin sentido que no contribuye a su propio interés en
absoluto. Cualquier cosa lo suficientemente poderosa como para romper las paredes que ha
construido lo atraerá. Para algunos, podría ser la intensidad del enamoramiento, para otros,
el asesinato, para otros, concretar un gran negocio. Podría ser el gran riesgo, la gran
compra, la gran apuesta. Muchos psicópatas son adictos a las cosas que, a veces dicen, los
hacen sentir vivos. La mayoría de los investigadores académicos creen que la psicopatía es
una conjunción de dos ejes de variación independientes: falta de empatía e impulsividad.
En mi hipótesis, los dos están estrechamente vinculados. El comportamiento arriesgado es
un intento de violar la falta de sentimiento.

Debo reconocer que hay muy poca investigación que respalde esta hipótesis. Lo baso en mi
propia experiencia, ante todo conmigo mismo. Yo era un niño extremadamente sensible y,
debido a la intimidación traumática en mi adolescencia temprana, aprendí a apagar la
mayoría de mis sentimientos. Aunque el cierre no fue tan profundo como el de un
psicópata, aún así me permitió hacer algunas cosas bastante insensibles y manipuladoras.
También exhibí otros rasgos psicópatas, como la impulsividad y la inclinación por el
drama. Estaba atrapada en el entumecimiento y quería desesperadamente sentir. La canción
escrita por Tori Amos me habló: “Dame vida, dame dolor, dame me a mi mismo otra vez”.

Además, también he tenido interacciones extensas con varios individuos psicópatas, al


menos uno de los cuales era profundamente así: un hombre cuya crueldad no conocía
límites. Lo llamaré C. También tenía otros rasgos psicópatas clásicos: auto-justificación
simplista, falta total de vergüenza, impulsividad extrema, carisma extraordinario y gran
coraje físico que a menudo cruzaba la línea hacia la insensatez. Pero hubo algunas
ocasiones en que pude ver fugazmente algo más, una ternura o una pureza que salió de
formas muy enrevesadas, por ejemplo, actos espontáneos, secretos y, a veces, magnánimos
de generosidad o cuidado. Estos eran distintos de los dispositivos cínicos que habitualmente
usaba para parecer un tipo genial. Había algo más, un verdadero ser humano. Que yo sepa,
ese verdadero ser humano todavía está profundamente enterrado, pero está ahí y de alguna
manera, algún día, podría despertarse.

Si la transformación es posible o no, como cuestión práctica, la mayoría de los psicópatas


podrían necesitar ser detenidos. He entrado en esta especulación sobre el origen de la
psicopatía por dos razones. Una es ofrecer una alternativa a este argumento común para la
existencia del mal. Al observar el mundo que nos rodea, a veces parece que los psicópatas
están a cargo. Mi punto es que el mal es una consecuencia, no una causa, y al ir a la guerra
contra él, fomentamos la causa de la guerra. La psicopatía es la expresión extrema de algo
que existe en todos nosotros y en la cultura que nos rodea. Proviene de un límite de nuestro
ser extendido.

La segunda razón por la que me he aventurado en este tema es que la transformación del
psicópata tiene implicaciones para la transformación de nuestra civilización. Explotando la
naturaleza y las personas para sus propios fines, aplicando un encanto superficial para
atrapar otras culturas, justificando todo lo que hace con una historia simplista de progreso,
nuestra civilización ha sido poco menos psicópata. A nivel individual, por supuesto,
sentimos empatía por las especies, culturas y ecosistemas que se interponen en el camino
del desarrollo, pero colectivamente actuamos solo esporádicamente para detenerlos—como
mi amigo y sus ocasionales gestos de humanidad distorsionada. Además, la pregunta
“¿Cómo podemos aprender a sentir de nuevo?” afecta a todos, no solo los que llamamos
psicópatas, porque cada uno de nosotros, a nuestra manera, está separado de la conexión
sentida con partes de nuestro ser extendido.

De hecho, sé que los psicópatas pueden cambiar, porque conozco a alguien que lo hizo.
Cuando enseñaba en la universidad, un estudiante de veintidós años entró en mi oficina con
una confesión bastante impactante. Me dijo, en tono práctico y sin evidencia de jactancia ni
vergüenza, “Soy el mayorista de cocaína más importante en ___. Tengo un ingreso en
efectivo de $10,000 por semana y lo gasto todo. Tomo Dom Pérignon todos los días.
Cuando salgo de noche, tengo cuatro guardaespaldas del centro de la ciudad. He oído que el
DA (fiscal del distrito judicial) tiene un archivo sobre mí, pero no me importa”.

Le dije, “Bueno, eso suena bastante bien, ¿cuál es el problema?” Él dijo, “Estoy un poco
cansado de eso. No hace nada por mí. Cruzo el campus y todo lo que veo en lugar de caras
son billetes de $100. Cada uno de ellos le dará $100 a su traficante, quien se lo dará a su
distribuidor, quien me lo dará. Ya no me gusta nada. Creo que voy a tener que dejar mi
trabajo”.

“Eso no será fácil”, advertí. Una vez en ese mundo, es casi imposible irse. “Mil manos
intentarán llevarte de regreso”.

No fue fácil para F cambiar de trabajo. Como parece cierto con muchos psicópatas, fue
extraordinario en más aspectos que la falta de empatía: también tenía una creatividad,
carisma e ingenio extraordinarios así como impaciencia por las reglas y costumbres
convencionales. En casi cualquier trabajo, rápidamente se topó con “¿Por qué debería?” Su
primer trabajo fue en una heladería, donde rápidamente desarrolló la actitud de “¡Sirve tu
maldito helado!” Consiguió un trabajo vendiendo hipotecas, rompió todos los récords de
ventas en su primer mes y luego renunció. Tomó fotografías y, a pesar de no tener
experiencia, en unos meses estaba ganando miles de dólares por sesión—no solo por su
forma de vender, sino también por su habilidad para conseguir que los sujetos bajaran su
guardia habitual. Eso mantuvo su interés por un poco más de tiempo, pero pronto tampoco
vio el punto de eso. Quería centrarse más en la expresión creativa y no podía molestarse en
hacer las cosas que normalmente se hacen para cobrar mucho dinero. Él comenzó a trabajar
gratis.

Durante este período, F comenzó a experimentar enormes cantidades de dolor emocional y


psicológico, especialmente cuando decidió dejar de beber. Se convirtió en una persona con
una capacidad no ordinaria sino extraordinaria para sentir. Hoy pasa su tiempo en casa con
su hijo y jugando con la fotografía y otras artes digitales. No sé a dónde va a volcar sus
capacidades prodigiosas eventualmente. Nuestra sociedad no ofrece puestos de cajón para
personas como él. Tenía que hacerse pequeño para encajar. ¿Cómo sería el mundo si se
expandiera para acomodar a personas así?

Su situación es por completo la nuestra. La sociedad nos hace artificialmente pequeños para
que podamos encajar en sus cajas, un proyecto en el que nos convertimos en cómplices. Si
el programa de disminución no tiene éxito, o si la energía negada no puede ser contenida,
entonces la sociedad no tendrá lugar para ti. Es imposible sentirse pleno y aún ser un
miembro funcional de la sociedad normal. Cuando sentimos demasiado, nos importa
demasiado y los roles en que nos ponen que lubrican las ruedas de la máquina se vuelven
intolerables—buenas noticias, ya que esta es la misma máquina que estamos conduciendo a
una caída al precipicio.

Recordemos la segunda razón para ser “cool” que di arriba— nuestro reconocimiento de la
bancarrota de las cosas que nos preocupan. Los psicópatas tienen esta calidad en gran
medida: no solo son sobrenaturalmente fríos bajo presión, sino que no se ven afectados por
muchos de los mecanismos de recompensa y vergüenza que la sociedad usa para
gobernarnos. A muchos activistas también les gustaría liberarse de estas limitaciones,
especialmente cuando el trabajo que estamos haciendo viola muchas normas sociales. Estar
libre de lo que la gente piensa es solo uno de los muchos rasgos psicópatas deseables. De
hecho, los psicópatas tienen muchos rasgos comúnmente asociados con los maestros
espirituales, como la falta de apego, la capacidad de concentración, el estar en el momento
presente y la valentía. De hecho, uno podría argumentar que ciertos maestros espirituales
famosos eran psicópatas (me vienen a la mente Gurdjieff y Chögyam Trungpa).

Aquí hay otra historia del Libro IV de Liezi (traducción Thomas Cleary):

Lung Shu le dijo al médico Wen Chi, “Tu arte es sutil. Tengo una dolencia. ¿Puedes
curarla?”

El médico dijo, “Haré lo que usted dice, pero primero hábleme de sus síntomas”.
Lung Shu dijo, “No me siento honrado cuando toda la aldea me alaba, ni me avergüenzo
cuando todo el país me critica. Considero la vida como la muerte y veo la riqueza como la
pobreza. Veo a la gente como a los cerdos, y me veo como a los demás. En casa estoy como
en una posada, y veo mi pueblo natal como un país extranjero. Con estas aflicciones, las
recompensas no pueden alentarme, los castigos no pueden amenazarme. No puedo ser
cambiado por florecimiento o declive, ganancia o pérdida; no puedo ser conmovido por el
dolor o la felicidad. Por lo tanto, no puedo servir al gobierno, asociarme con amigos, dirigir
mi hogar o controlar a mis sirvientes. ¿Qué enfermedad es esta? ¿Hay alguna forma de
curarlo?

El médico hizo que Lung Shu se pusiera de espaldas a la luz mientras miraba dentro de su
pecho. Después de un rato dijo: “¡Ajá! Veo tu corazón ¡Está vacío! Es casi un sabio. Seis
de las aberturas en su corazón están abiertas, una de ellas está cerrada. Esta puede ser la
razón por la que piensa que la sabiduría de un sabio es una dolencia. No puede ser detenido
por mi arte superficial. ”

La psicopatía es más de lo que parece. Podemos calzarlo en nuestra categoría de maldad,


pero solo ignorando algunas de sus muchas dimensiones. Otra pista que no he mencionado
es la tendencia de los psicópatas a “suavizarse” y desarrollar empatía con la edad. ¿O
podría ser que cualquier historia que generó su furor se vuelve obsoleta? Sintiendo esta
posibilidad, con C, mi amigo psicópata, mientras apreciaba su ingenio y audacia para lograr
sus objetivos y me reía junto con él, mostraba no estar impresionado con el resultado final
(acostarse con una mujer, humillar a una persona o cerrar un trato), tratando de
comunicarle, “Hay un juego más grande que podrías estar jugando”.

Si bien la mayoría de las personas no son tan extremas como C, ¿quién de nosotros puede
decir que nunca hemos estado atrapados en un juego más pequeño de lo que podríamos
estar jugando, luchando por sus recompensas triviales que, cuando las alcanzamos, dejan
esa sensación persistente de “¿y qué?” Psicópatas o no, los ganadores del juego de nuestra
sociedad son los mayores engañados de todos.

Hace una o dos generaciones, la tierra aún no sufría tanto y teníamos una Historia de
Ascenso—progreso y conquista—que absorbió gran parte del dolor que había, que todavía
era mucho. Hoy la historia de la tecnología que hace que la vida en la tierra sea cada vez
mejor se tambalea y el dolor crece más allá de todos nuestros intentos de negarlo. Por un
tiempo podremos encontrar algo de distracción, un escenario intrascendente donde
podamos sentir. Extravagancias deportivas, películas de acción, novelas de fantasía,
noticias de celebridades y las diversas tragedias desgarradoras que aparecen regularmente
en los principales medios de comunicación nos permiten ejercer nuestros sentimientos y
continuar viviendo la vida de manera normal.

Pero eventualmente dejamos de preocuparnos por las trivialidades y nos damos cuenta de
que las tragedias también son simplemente los afloramientos más visibles de una vena más
profunda de disfunción. La vida deja de tener sentido. Nos preguntamos, como lo hizo F en
la compañía hipotecaria, cuál es el punto. Seguimos trabajando, quizás, en nuestros trabajos
o en la escuela por miedo a las dificultades financieras, pero en algún momento incluso eso
no es suficiente para seguir adelante. El siguiente paso es la medicación: antidepresivos
para adormecer del dolor; medicamentos contra la ansiedad para calmar la sensación de que
algo está terriblemente mal; estimulantes para obligarnos a prestar atención a cosas que no
nos importan. Pero todo esto simplemente conduce a la fuerza vital más profundamente
bajo tierra. Allí se acumula, burbujeando eventualmente como cáncer, volviéndose contra el
cuerpo como autoinmunidad, o explotando hacia afuera en forma de violencia. No es de
extrañar que casi todos los tiroteos escolares en las últimas dos décadas hayan involucrado
medicamentos psiquiátricos.

Imagina lo que este mundo podría ser, si pudiéramos canalizar esa tremenda fuerza vital
acumulada hacia algo por lo que valga la pena preocuparse. Para estar seguros, la mayoría
de las personas tienen acceso a cosas que vale la pena cuidar a nivel personal. Hay bebés
para abrazar, hombros para llorar, jardines para plantar. Nuestra historia del mundo y sus
sistemas a menudo exprimen estas simples avenidas de servicio a los apresurados márgenes
de la vida. Además, también necesitamos más que solo estos, al menos en ciertas etapas de
la vida. Es por eso que nosotros, y especialmente los jóvenes, tenemos hambre de una
causa. Como F, queremos preocuparnos. Queremos encontrar una manera de abrir las
compuertas del corazón. Cosas como “acabar con la poliomielitis en África” o “libertad de
internet” podrían servir por un tiempo, pero eventualmente dejan de emocionarnos. Las
puertas se cierran nuevamente, tal vez por agotamiento o fatiga por compasión. Para
algunos de nosotros, ninguna de estas causas, tomadas de forma aislada, puede perforar el
aburrimiento, lo indiferente, lo genial. Necesitamos ver qué cosa más grande estamos
sirviendo. Necesitamos una historia del mundo que realmente nos importe.

Notas finales:

26. Se puede hacer un buen caso para la existencia de psicópatas en sociedades


premodernas. La incidencia de psicopatía en estas sociedades es aparentemente
mucho más baja, tal vez reflejando el menor grado de separación que esas culturas
encarnaban. No estuvo ausente por completo: algunos argumentarían que cualquier
sociedad que haya adoptado la domesticación, o incluso la cultura simbólica
(lenguaje), ya se ha embarcado en el camino de la Separación. (Vea por ejemplo
Elements of Refusal de John Zerzan.)
27. Vea por ejemplo “Emotional Capacities and Sensitivity in Psychopaths” de Willem
H. J. Martens, MD, PhD.

Capítulo 29: Mal


Cuando nos enfrentamos a algo que consideramos “malvado,” plantea una amenaza para la
auto-conservación del ego. Estamos tan ocupados preservando nuestra existencia ante esta
amenaza que no podemos ver la cosa claramente en absoluto.

—Chögyam Trungpa

A veces en sesiones de preguntas y respuestas o comentarios en Internet, me enfrento a la


acusación de ignorar “el lado oscuro de la naturaleza humana”. Me gustaría desarrollar esa
declaración. ¿Cuál es el lado oscuro de la naturaleza humana? Ciertamente significa más
que “A veces las personas hacen cosas bastante horribles”, porque obviamente si no fue
culpa o intención de alguien causar daño, eso no es muy oscuro. Además, cualquiera que
haya leído mi trabajo sabe que soy muy consciente de las cosas horribles que los humanos
nos hemos hecho unos a otros y al planeta. No, cuando hablamos del lado oscuro de la
naturaleza humana, estamos haciendo un reclamo disposicionista: que hacemos cosas malas
porque hay cosas malas dentro de nosotros. Llevamos dentro de nosotros el mal, la malicia,
el egoísmo, la avaricia, la brutalidad, la crueldad, la violencia, el odio y la insensibilidad.

Por un lado, esto es trivialmente cierto: todos estos son partes de la experiencia humana.
Incluso si las circunstancias los ponen de manifiesto, deben estar allí para ser revelados en
primer lugar. Pero si fuera solo eso, entonces la respuesta situacionista sería suficiente:
cambiar las circunstancias que provocan el mal. Esto no es tarea fácil: estas
“circunstancias” incluyen todo la estructura de nuestra civilización llegando hasta su
mitología fundamental de separación y ascenso. Aún así, un mundo más hermoso todavía
es posible en principio.

Por lo que puedo decir, los críticos dicen algo más: “No es solo que el mal sea producto de
nuestras instituciones, aunque ciertamente muchas de ellas, como el sistema monetario,
provocan y recompensan el mal. El mal es anterior a cualquiera de ellas; de hecho, nuestras
instituciones malvadas fueron creadas e impuestas por personas malvadas. Además, esas
personas todavía están entre nosotros hoy. No te permitirán cambiar el sistema. Hay maldad
en el mundo, Charles, mal fundamental. Si te consuelas con fantasías sobre cómo se puede
curar, simplemente se aprovechará de ti. El mal debe ser confrontado y derrotado”.

Algunos de estos críticos externalizan el mal en forma de una camarilla malvada de


illuminati que gobiernan secretamente el mundo; otros ofrecen una posición más matizada
que también ubica el mal dentro de ellos. De cualquier manera, lo ven a través de una lente
esencialista.

Antes de responder a esta crítica, siento que es necesario establecer que no soy ignorante de
lo peor que ha pasado, y lo que sigue sucediendo en este mundo. Sé de qué están hablando
las personas cuando se refieren al mal institucional y personal. ¿Qué más ocurre cuando los
acreedores internacionales extraen pagos de intereses de países donde los niños pasan
hambre? ¿Qué más puede ser cuando las mujeres en el Congo son violadas con bayonetas?
¿Qué pasa cuando los niños pequeños son enviados a la horca? ¿Qué sucede cuando las
personas son torturadas con herramientas eléctricas y alicates? ¿Qué sucede cuando los
bebés son violados en cámaras web de pornografía infantil? ¿Qué sucede cuando los niños
son asesinados ante los ojos de sus padres como castigo por el activismo laboral? ¿Qué
sucede cuando los niños nativos americanos son enviados por la fuerza a internados para
perder su idioma y, a menudo, sus vidas? ¿Qué sucede cuando los bosques vírgenes son
destruidos con fines de lucro? ¿Qué sucede cuando los desechos tóxicos se vierten en
sumideros? ¿Qué sucede cuando las ciudades son aplastadas por bombas atómicas
esencialmente con fines de demostración? La brutalidad y la hipocresía en este planeta no
conocen límites. Se han hecho las peores cosas que puedes imaginar que un ser humano le
haga a otro. Si no es por el mal, ¿por qué?
Cualquier cosmovisión que no reconozca la realidad de estas cosas eventualmente nos
fallará como fuente de optimismo, fe y coraje. Nacidos en un mundo donde suceden estas
cosas, todos llevamos su marca. Mejor sé consciente de ello. Para mí, es importante leer a
veces sobre el genocidio del día, mirar fotografías de excavaciones de arenas bituminosas,
leer sobre la disminución mundial de los bosques, y tocar las historias individuales de
personas afectadas por la guerra, la industria penitenciaria, etc.

Solo entonces, viendo lo peor, mi optimismo puede ser auténtico. Suelen ser los casos
pequeños y personales que se me meten debajo de mi piel. Por ejemplo, está la mujer que
conocí en California quien se negó a medicar a su hijo con otra droga que le habían
recetado porque, ella dijo, cada nueva droga lo estaba enfermando más. Le habían recetado
más de veinte y ella había tenido suficiente. Así que los servicios infantiles se llevaron a su
hijo. Murió un mes después. Llevo esa historia y a cientos que son parecidas a donde quiera
que vaya.

Si tienes ojos para ver y oídos para oír, con frecuencia encontrarás historias tan
horripilantes, y mucho peores. ¿Puedes mirar en el abismo de desesperación que ofrecen sin
caer? ¿Puedes tolerar su invitación al odio, a la ira, a arremeter contra el mal, sin aceptar
esa invitación? Esta invitación no está relacionada con la desesperación: según el cálculo de
la guerra, el mal es más fuerte que el bien. No tiene compunciones. Utilizará todos los
medios necesarios. Por eso no hay esperanza en las narrativas en las que un illuminati
irremediablemente malvado controla todos los gobiernos, corporaciones, militares y bancos
del mundo.

Me gustaría señalar una invitación diferente que ofrecen las horribles historias. Es jurar,
“Haré cualquier cosa en mi poder para crear un mundo en el que esto ya no ocurra”. La
integración de tales historias en mi conciencia me inocula contra la historia aún dominante
del mundo en el que las cosas son básicamente como deberían ser.

Hace años, mi entonces esposa Patsy visitó una guardería en casa con la idea de encontrar
un lugar donde Philip pudiera interactuar con otros niños pequeños durante una o dos horas
al día (ninguno de nosotros creía en la guardería convencionales). Entró en una escena en la
que dos mujeres cuidaban a unos doce niños, de cero a cuatro años, con algo de ayuda de la
niñera eléctrica: la televisión. Uno de los bebés, de unos nueve meses de edad, estaba en la
edad justa de gatear. Sin embargo, no podía gatear porque estaba dentro de un pequeño
“corralito”—en otras palabras, una jaula. No estaba llorando; él solo estaba sentado allí.
Patsy sintió pena por él, totalmente encerrado así. “¿Por qué no puede salir?”, preguntó ella.
La mujer a cargo dijo: “Mira lo ocupadas que estamos. Se mete en todo. No podemos
sacarlo con tantos niños para alimentar, cambiar, vigilar … ”

“Lo vigilaré”, dijo Patsy. La mujer estuvo de acuerdo en que se podía dejar salir al bebé por
un tiempo.

Entonces Patsy lo sacó del corralito. Tan pronto como fue liberado, la cara del bebé se
iluminó de alegría. ¡Finalmente llegó a gatear! Para ir aquí, ir allá, mezclarse con los otros
niños. El estaba en el cielo. Pudo hacer eso durante quince minutos. Entonces Patsy tuvo
que irse, y el bebé volvió a su jaula. Quince minutos fue todo lo que ese bebé consiguió.
Cuando escuché esa historia, el voto brotó dentro de mí, “Haré cualquier cosa en mi poder
para crear un mundo donde los bebés no sean puestos en jaulas”. Fue una pequeña nota al
pie, al parecer, en la letanía de horrores que ata la civilización, pero se metió debajo de mi
piel. Y vi cómo estaba conectado con todo lo que sucede hoy, con su sacrificio de
humanidad por la eficiencia, su monetización de lo íntimo, y su imposición del régimen de
control en todos los ámbitos de la vida. Me pregunté de nuevo: “¿Cómo hemos llegado a un
estado de pobreza tan abyecto, que los bebés deben ser enjaulados?” Un bebé en una jaula
es un hilo pequeño e integral en nuestra historia totalizadora del mundo.

Un mundo en el que los bebés son puestos en jaulas, sin mencionar que son asesinados con
machetes, es intolerable. Una buena definición de infierno es no tener más remedio que
tolerar lo intolerable. Nuestra historia del Mundo no nos da forma de detenerla, porque el
mal es una fuerza elemental en su universo, ya sea en forma de interés genético o poderes
demoníacos. Y no eres más que un individuo débil en un océano de otros. Por lo tanto,
nuestra historia del mundo nos arroja al infierno.

La mujer que cuidaba a esos niños obviamente no era malvada. Estaba agobiada, ocupada y
habitando una historia en la que todo lo que hacía estaba bien. La cuestión del mal podría
resumirse en esto: ¿Está esa mujer a la par del fiscal demasiado ambicioso, el político
venal, hasta el torturador sádico? ¿O hay una discontinuidad que separa al humano
imperfecto ordinario del mal verdadero? Antes de saltar a conclusiones, debemos hacer
todo lo posible para comprender qué tipo de “situación” podría generar incluso los actos
más atroces.

Quizás lo que vemos como el mal en la naturaleza humana es una respuesta condicional a
las circunstancias tan ubicuas y tan antiguas en su origen, que no podemos verlas como
condicionales. Lo “otro” que nos permite dañar, y las historias que contienen esa visión de
“otro”, están presentes hasta cierto punto incluso entre los indígenas, y forman la urdimbre
y la trama de la sociedad moderna. Realmente no sabemos qué sería la naturaleza humana
en un entorno que incorpora la Historia del Interser. No sabemos cómo sería crecer en una
sociedad que afirmó nuestra conexión y cultivó sus percepciones, sentimientos,
pensamientos y creencias asociados. No sabemos cuál sería la experiencia de la vida si
nunca aprendiéramos el auto-rechazo y el juicio. No sabemos cómo responderíamos a las
condiciones de abundancia en lugar de a la escasez. En Sacred Economics escribí, “La
codicia es una respuesta a la percepción de escasez”. (Si todos tienen mucho y la sociedad
vive en una economía compartida que premia la generosidad, entonces la codicia no tiene
sentido.) Tal vez podamos expandir eso para decir, “El mal es una respuesta a la percepción
de separación”.

En un retiro una vez, les pedí a los participantes que caminaran como seres separados.
Debían ver el sol como una simple bola de fusión nuclear de hidrógeno, los árboles como
mucho tejido leñoso; debían escuchar los cantos de los pájaros como llamadas de
apareamiento genéticamente programadas y marcadores territoriales. Debían verse el uno al
otro como egoístas avaros y apremiantes, y al mundo como una arena competitiva. Y se les
recordó que el reloj estaba corriendo. Cuando debatimos después, uno de los participantes
dijo, “Empecé a sentirme enojado. Quería golpear a alguien, matar algo”.
Esas percepciones de separación que le dije a la gente que asumiera—esas son el aire que
respiramos como miembros de la sociedad moderna. Se encuentran entre las creencias
implícitas de nuestra cultura. No es de extrañar que estemos tan enojados. No es de extrañar
que seamos tan violentos. Inmerso en un mundo así, ¿quién lo estaría?

Nada de esto es negar el hecho de que hay muchas personas peligrosas por ahí, personas
que están tan profundamente condicionadas a la separación que haría falta un milagro para
cambiarlas. Tales milagros suceden a veces, pero no recomiendo confiar en ellos en cada
situación. De nuevo, si un intruso armado amenazara a mis hijos, probablemente usaría la
fuerza para detenerlo, ya fuera que entendiera o no, que sus acciones provenían del trauma
infantil que había experimentado. El momento de peligro podría no ser el momento de
curar tal trauma.

Por otro lado, podría. He encontrado—y otros han descubierto en situaciones mucho más
extremas que las he experimentado—que actuar desde la comprensión de la unidad en lugar
del miedo puede tener efectos sorprendentes en situaciones tensas. La hostilidad engendra
hostilidad y la confianza engendra confianza. No puedo decir que “funciona” cada vez,
pero interrumpir el guión habitual al menos permite la posibilidad de un resultado diferente.
Respondiendo a alguien sin miedo le dice, “No eres peligroso. Sé que eres una buena
persona.” Crea un nuevo guión al que puedan entrar. Pueden rechazar ese papel, pero al
menos existe la posibilidad.

No hace mucho tiempo, mi hijo adolescente vendió un artículo suyo por $ 75 a otro niño
del vecindario. El niño se reunió con él para obtener el artículo, pero en lugar de pagarle el
dinero a Jimi, lo tomó y salió corriendo. Jimi lo persiguió pero no pudo atraparlo. Otro
adolescente, un miembro de una pandilla local, vio la escena y preguntó por qué Jimi lo
estaba persiguiendo. Jimi le contó lo que pasó, después de lo cual el otro adolescente sacó
una pistola y dijo, “Te ayudaré a resolverlo. Sé dónde vive.” Jimi dijo, “Me pondré en
contacto contigo al respecto”. Esa noche me contó la historia y preguntó, “¿Qué crees que
debería hacer, papá?”

Lo pensé por un minuto y dije, “Bueno, estás en una posición de fortaleza aquí y
probablemente puedas recuperar tu dinero por la fuerza. Pero si vas con el niño armado a
visitar al ladrón y si obtienes tu artículo o dinero, ya sabes cómo se desarrolla la historia. El
niño querrá vengarse de ti o, más probablemente, de alguien débil. El ciclo de violencia
continuará. En lugar de eso, ¿por qué no transformar la situación? Podrías enviarle un
mensaje de texto al pistolero, diciendo, ‘Sabes, si realmente quiere tanto el artículo, dile
que lo tome como un regalo. De Verdad. Es solo una cosa’”. Le expliqué a Jimi que este
enfoque no funcionaría si aún no tenía la ventaja, porque entonces sería visto como
rendirse. Pero tal como estaban las cosas, ese mensaje sería totalmente fuera de lo
ordinario.

Jimi me dijo que lo pensaría. No hizo lo que le sugerí, pero déjame decirte lo que pasó. Más
tarde esa semana, Jimi organizó una reunión con el ladrón. Fue acompañado por su amigo
M., un experto en artes marciales. El ladrón también trajo a dos de sus amigos. Dijo que
realmente quería el artículo y no quería pagarlo. Sus dos amigos comenzaron a incitarlo a él
y a Jimi, sugiriendo que lucharan por ello. Jimi (que mide 188 cm y también estudió artes
marciales) dijo, “Olvídalo, no voy a pelear contigo por este pequeño objeto material. Te lo
quedas. No quiero tu dinero”.

El ladrón se sorprendió. Luego dijo, “Sabes, eso no se siente bien. No debería haberlo
tomado así. Déjame darte algo de dinero. ¿Qué tal $50? Eso es todo lo que puedo pagar”.

Mientras que cada uno había sostenido al otro en una historia de enemistad, ahora había
humanidad.

Pancho Ramos Stierle dirige una casa de paz en la frontera entre dos territorios de pandillas
en lo que se considera uno de los peores barrios de Oakland, California. La gente me dice
que más de una vez, individuos locales han entrado en la casa con la intención de robar o
matar, solo para convertirse en trabajadores de paz en su lugar.

Hace años, Pancho estuvo involucrado en una protesta en UC Berkeley, donde era
estudiante de doctorado en astrofísica. Era uno de un grupo de estudiantes que ayunaban
públicamente para protestar por la participación de la universidad en el desarrollo de armas
nucleares. Después de nueve días, la universidad se cansó de eso y pidieron a la policía que
viniera e hiciera un ejemplo del grupo de huelguistas de hambre. Los agentes de policía
rompieron la cadena humana que los manifestantes habían hecho entrelazando sus brazos, y
un oficial levantó al delgado Pancho en el aire, lo golpeó contra el concreto y lo esposó
brutalmente.

En este punto, la mayoría de nosotros probablemente caeríamos en la historia y los hábitos


de separación. Podríamos responder con odio, sarcasmo, juicio. Al carecer de la fuerza
física para vencer a la policía, en su lugar podríamos tratar de humillarlos públicamente. Si
fuera yo, imagino, mi indignación de toda la vida por las injusticias de este mundo se
proyectaría sobre la persona de este oficial de policía. Finalmente, alguien a quien culpar y
odiar. Cuanto peor fuera su persecución hacia mí, más satisfecho me sentiría, más me
sentiría como un mártir, inocente, sin culpa.

Se siente un poco bien tener a alguien inhumano que odiar sin calificación, ¿no? Uno se
siente absuelto. Y, personificando el mal, los problemas del mundo parecen mucho más
simples—solo deshazte de esas personas horribles.

Pancho respondió de manera diferente. Miró al oficial a los ojos y dijo, con amor y sin
ningún intento de hacerlo sentir culpable, “Hermano, te perdono. No estoy haciendo esto
por mí mismo, No estoy haciendo esto por ti. Lo estoy haciendo por tus hijos y los hijos de
tus hijos”. El oficial quedó momentáneamente aturdido. Entonces Pancho le preguntó su
nombre y dijo, “Hermano, déjame adivinar, te debe gustar la comida mexicana”. [Pausa
incómoda.] “Sí”. “Bueno, conozco este lugar en San Francisco que tiene las mejores
carnitas, fajitas y quesadillas, y te diré que, cuando termine con esto y tú termines con esto,
me gustaría romper mi ayuno contigo. ¿Qué dices?”

Sorprendentemente, el oficial aceptó la invitación. ¿Cómo podría no hacerlo? Aflojó las


esposas de Pancho y las de los otros manifestantes. El poder de la acción de Pancho vino
porque estaba parado en una historia diferente, parado allí tan firmemente que sostuvo el
espacio de esa historia para que otras personas, como el policía, entraran también.

El Tao Te Ching dice: “No hay mayor desgracia que subestimar a tu enemigo. Subestimar a
tu enemigo significa pensar que es malo. Así destruyes tus tres tesoros y te conviertes en un
enemigo tú mismo” (versículo 69, traducción de Mitchell). Las historias de Pancho y mi
hijo ilustran esto. Me estremezco al pensar en la desgracia que podría haber resultado de
“subestimar” al enemigo. Incluso si el policía hubiera sido humillado o castigado, incluso si
el ladrón hubiera sido aplastado, el verdadero “enemigo” habría florecido. El nivel de odio
en este mundo no habría disminuido.

Quiero ser absolutamente claro en que para que palabras como las de Pancho funcionen,
deben ser absolutamente auténticas. Si los dices pero no las dices en serio, si realmente las
estás diciendo con el objetivo de mostrar a tu perseguidor como aún más malvado por haber
rechazado tu bondad amorosa no violenta, entonces probablemente sucumbirá actuando esa
villanía. Las personas, especialmente los policías, saben cuándo están siendo manipulados,
y no les gusta. El propósito de responder sin violencia no es mostrar lo buena persona que
eres. Ni siquiera es ser una buena persona. Más bien, proviene de una simple comprensión
de la verdad. Pancho quiso decir lo que dijo. Sabía que el oficial de policía realmente no
quería hacer esto. Lo miró con el conocimiento inquebrantable, “Esto no es lo que
realmente eres. Tu alma es demasiado hermosa para hacer esto.”

Encuentro que presenciar o leer sobre incidentes como este fortalece mi propia posición en
la historia del Interser. Conociendo la historia de Pancho, quizás cuando estoy en una
situación que desafía mi posición en la nueva historia, también podré sostenerla más
firmemente. Ciertamente, encuentro tales desafíos todos los días. La policía no me ha
golpeado, pero todos los días veo gente haciendo cosas que me invitan a considerarlos
“otros”, a demonizarlos, y buscar castigarlos o manipularlos. A veces parece que periódicos
enteros están diseñados para atraer al lector a esa mentalidad. Nos invitan a un mundo de
gente inexcusable y horrible, y nos predisponen a actuar en consecuencia en nuestras
relaciones sociales.

Hace unas semanas estaba hablando en Inglaterra sobre la mitología cambiante de nuestra
cultura. Al describir la dimensión científica de ese cambio, enumeré no solo los cambios de
paradigma bastante agradables, como la transferencia horizontal de genes y la
interdependencia ecológica, sino también ejemplos más controvertidos como los campos
mórficos y la memoria del agua. Uno de los asistentes (esta era una habitación pequeña)
puso los ojos en blanco y resopló: “¡Oh, vamos!” La emoción detrás de su protesta era
palpable, y me sentí a la defensiva. ¿Qué debería hacer? Desde la mentalidad de la fuerza,
mi respuesta sería tratar de vencer a este hombre, y debo confesar que así es como empecé.
Hablé de mi amistad con Rustum Roy, uno de los mejores científicos del siglo XX,
venerado casi universalmente por los científicos de materiales como el padre de ese campo,
que dilucida los mecanismos para la nano-estructuración y micro-estructuración del agua.
Estaba a punto de continuar con un caso científico para la memoria del agua que citaría la
investigación de Gerald Pollack de la Universidad de Washington, la campaña de asesinato
de personajes contra Jacques Benveniste, y etc., cuando noté la expresión hosca en la cara
de mi rival. Obviamente, su rechazo de la memoria del agua fue ideológico, no basado en
ninguna lectura, y por lo tanto, sin preparación, no tendría oportunidad de vencerme en un
debate. Solo sería humillado. Yo ganaría, pero ¿y qué? ¿El hombre cambiaría de opinión?
Probablemente no. Probablemente concluiría que estaba presentando un caso parcial, y él
iría a casa y leería el artículo sobre la memoria del agua en skepdic.com. En todo caso, su
creencia se endurecería.

No queriendo ser un agente de humillación, tomé un rumbo diferente. Comenté a la


audiencia que hay mucha energía emocional detrás de esta pregunta. ¿Por qué?
Obviamente, dije, no estamos enfrentando un simple desacuerdo intelectual. ¿De dónde
viene la emoción? Podría ser, señor, que se preocupe profundamente por este planeta y ve
creencias fantásticas como una distracción del trabajo necesario y práctico que debemos
hacer. Podría ser porque ve el daño que la ignorancia de la ciencia ha causado en áreas
como el cambio climático. Podría ser porque maravillosas posibilidades nos golpean con
miedo, porque vivimos en una civilización donde la maravillosa posibilidad de la vida
humana ha sido sistemáticamente traicionada por nuestros sistemas de educación, crianza
de los hijos, religión, economía y derecho. Podría deberse a que tememos la disolución de
nuestras cosmovisiones que conllevan los principales cambios de paradigma.

El hombre no estaba conforme; antes de mucho más tiempo, se levantó y se fue. Pero varias
personas después me dijeron que ese fue el momento más poderoso de la tarde. Quién sabe,
quizás la experiencia de ser conocido y no humillado agregó otra pizca de amor al
inventario de experiencias de este hombre.

La mejor victoria, dice Sun Tzu, es aquella en la que los perdedores no se dan cuenta de
que han perdido. En la vieja historia, superamos el mal y dejamos a nuestros enemigos en el
polvo, gimiendo y rechinando los dientes. No más. Todos vienen para este paseo. En la
nueva historia, entendemos que todos los que quedan atrás empobrecen el destino. Vemos a
cada ser humano como el poseedor de una lente única en el mundo. Nos preguntamos:
“¿Qué verdad ha podido ver este hombre desde su perspectiva que es invisible para la mía?
Sabemos que debe haber algo; de hecho, cada uno de nosotros ocupa un lugar diferente en
la matriz de todo ser precisamente para aportar una experiencia única a nuestra totalidad en
evolución.

No sé si el encuentro de Pancho con el policía cambió directamente la vida de ese hombre.


Sé que cada experiencia de amor, junto con cada experiencia de odio, está escrita en nuestra
situación interna. Cada experiencia de amor nos empuja hacia la Historia del Interser,
porque solo encaja en esa historia y desafía la lógica de la Separación.

Creo que estas historias dejan en claro que actuar desde el interser no equivale a ser una
persona fácil de convencer, ser pasivo o permitir que ocurra violencia. Ciertamente no es lo
mismo que ignorar lo que sucede en el mundo. A veces recibo críticas bastante opuestas a
las de que soy ingenuo, en la línea de “Charles, ¿no lo entiendes? Está todo bien. Todos
somos uno. Todas estas cosas ‘malas’ están sucediendo para nuestro crecimiento.
Centrémonos en nuestras bendiciones y evitemos la negatividad. Criticas la tecnología,
pero mira—la internet me permite comunicarme con mi hijo en China. Todo se desarrolla
perfectamente”. No estoy de acuerdo con este punto de vista, o más bien, creo que
representa una comprensión parcial de un principio metafísico. Ponerse lentes color de rosa
en la ignorancia deliberada del dolor y la fealdad del mundo es como pavimentar sobre un
vertedero de desechos tóxicos y esperar que desaparezca. En cierto nivel, es cierto que
“todo está bien”—pero eso incluye nuestra percepción de que algo está terriblemente mal.
Es esa percepción, y el fuego que se enciende dentro de nosotros para crear un mundo más
hermoso que hace que “Todo está bien” se haga realidad. La perfección del desarrollo
abarca la imperfección. Resistir la “negatividad” es en sí misma una forma de negatividad,
en que afirma que la duda, el miedo, etc., son de hecho negativos. Pero tienen un papel
importante, como todo lo demás. Negar eso, negar nuestro miedo y dolor, de hecho sería
ignorar el lado oscuro. Actuar desde el interser no niega un solo hecho o experiencia
presentada. Requiere arrojar nuestra interpretación habitual de esas experiencias. Eso puede
ser difícil, porque esas interpretaciones no solo se refuerzan culturalmente de maneras
sutiles y poderosas, también son una especie de cobertura para las heridas profundas de la
separación que la mayoría de nosotros llevamos.

Déjame decirlo de nuevo. El odio y la historia del mal son una tapadera para la herida de la
separación. Necesitamos despegar esa cubierta y prestarle atención a esa herida, para que
pueda sanar. De lo contrario, continuaremos actuando desde la Separación nosotros
mismos, y crearemos más, sin saberlo, a través de todo lo que hacemos. De nuevo, ¿puedes
mirar hacia el abismo que han abierto las atrocidades más horribles y no sumergirte en el
odio? ¿Puedes estar presente en la herida abierta y dolorosa que revelan esas historias?
¿Puedes dejar que duela, y dejar que duela, y saber que habiendo integrado ese dolor,
actuarás con sabiduría, claridad y efectividad superando con creces el ataque de enemigos?

Estaba a punto de decir que para actuar desde el interser, lejos de ser una capitulación
cobarde ante el mal, requiere un coraje considerable. Pero luego me di cuenta de que
ponerlo así se engancha en una forma de pensamiento de separación. Implicaría que
aquellos que no están haciendo esto carecen de valentía, y que debes cultivar la valentía
para actuar desde el amor. En realidad, lo que está sucediendo es que nuestra inmersión en
la Historia del Interser genera valentía.

Por supuesto, puede haber situaciones en las que no sean suficientes medios no violentos,
pero habituados como estamos al concepto del mal, el paradigma de la fuerza y el hábito de
alejarnos de los demás, tendemos a agrupar casi todas las situaciones en esta categoría. La
violencia puede ser muy sutil, vestida, por ejemplo, en conceptos como
“responsabilizarlos” que generalmente es código para avergonzar, humillar y retribuir.
Raramente tenemos la imaginación, valentía o la habilidad para actuar desde una
comprensión sentida de la humanidad del agresor, o del ingrato, o del tonto. Que palabras
como ingrato, tonto, idiota, mentiroso, loco, apologista, imperialista, racista, etc. ya existen,
nos invita a la creencia disposicionista de que las personas son estas cosas. La separación
está integrada en nuestro propio lenguaje. ¿Puedes ver ahora la profundidad de la
revolución en el ser humano que estamos emprendiendo? ¿Puedes ver cuán poderosamente
nuestro contexto nos condiciona a ver el mal como un hecho del mundo?

Incluso si el lector no está convencido de que no existe el mal elemental y esencial, al


menos debería quedar claro que la mayoría de las veces, lo que atribuimos al mal en
realidad proviene de la situación. Incluso si el lector todavía piensa que hay una
“discontinuidad que separa al humano imperfecto ordinario del verdadero mal”, está claro
que a menudo clasificamos el primero como el segundo. Eso es extremadamente
importante, porque mientras que el mal solo puede ser vencido por una fuerza superior,
cualquier otra cosa se puede cambiar cambiando la situación, la totalidad de las
circunstancias internas y externas. En gran parte, estas circunstancias consisten en una capa
tras otra de la historia, yendo hasta nuestra historia personal y cultural del yo.

Este es el nivel en el que debemos trabajar si queremos crear un tipo diferente de sociedad.
Debemos convertirnos en los narradores de un nuevo mundo. Contamos la historia no solo
con palabras, sino con las acciones que brotan de esa historia. Cada acción muestra a todos
los que la presencian que hay otro mundo allá afuera, otra forma de ver y ser, y que no estás
loco por pensar que está ahí.

Todo acto de generosidad es una invitación a la generosidad. Todo acto de valentía es una
invitación a la valentía. Todo acto de desinterés es una invitación al desinterés. Cada acto
de sanación es una invitación a la sanación. Estoy seguro de que has sentido esta invitación
al presenciar tales actos.

Una vez leí una noticia sobre un accidente de tren en Perú. Los viajeros y turistas quedaron
varados en la zona montañosa en invierno sin comida ni calor. Muchos podrían haber
muerto esa noche, si no fuera por los aldeanos locales que vinieron con comida y mantas
para mantenerlos calientes. Estos eran aldeanos pobres, y estaban dando sus únicas mantas.
Recuerdo cuando leí esa historia lo insignificante parecía mi propia inseguridad, cuán
apretado mi corazón y cuán pequeña mi generosidad. Sentí una especie de apertura. Si esos
aldeanos indigentes pueden dar sus últimas mantas, entonces seguramente no necesito
preocuparme tanto por mi futuro financiero. Puedo dar. Estará bien.

Una forma de interpretar esta historia es concluir que, obviamente, esos aldeanos
aparentemente indigentes son mucho más ricos que yo. Probemos una nueva definición de
riqueza: “La facilidad y la libertad de ser generoso”. Quizás estos aldeanos tienen lo que
buscamos encontrar en la búsqueda de dinero y su ilusoria seguridad. Por un lado, están en
comunidad, y saben que serán atendidos por quienes los rodean. Eso no es tan cierto en una
economía monetaria como la nuestra. En segundo lugar, tienen una conexión profunda con
la tierra y un sentido de pertenencia. A través de sus relaciones, saben quiénes son. Ese es
un tipo de riqueza que ninguna cantidad de dinero puede reemplazar. Nosotros los
modernos, los desconectados, tenemos mucho que reconstruir. Aquellos como esos
aldeanos, y cualquiera que viva del interser, nos recuerdan nuestra riqueza potencial y la
verdad fundamental del interser. Su generosidad nos enriquece simplemente al presenciarlo.

Todos nosotros, en un momento u otro, hemos tenido la suerte de presenciar la generosidad


y sentir cómo nos abre. No obstante, si eres como yo, también albergas una voz que dice,
“¿Pero qué pasa si no está bien? ¿Qué sucede si doy y se aprovechan de mí? ¿Qué pasa si
doy y no me queda nada, y nadie se preocupa por mí? Debajo de estas preguntas
quejumbrosas hay otra, aún más profunda, “¿Qué pasa si estoy solo en el universo?” Este es
el miedo primario del yo separado. En su lógica, dar es una locura. Si yo y el mundo somos
uno, entonces lo que le hago al mundo, me lo hago a mí mismo—la generosidad es natural.
Pero si estoy separado del mundo, no hay garantía de que nada de lo que haga volverá a mí.
Tengo que idearlo, tengo que diseñar una vía de retorno, una garantía. Si doy, tengo que
aprovechar alguna forma de influencia sobre el receptor, legal o emocional, para garantizar
que me paguen de vuelta. Al menos tengo que asegurarme de que otras personas vean mi
generosidad, para que se impresionen y yo obtenga un retorno social. Reconocerás que toda
esta mentalidad es contraria al espíritu del regalo.

Estas preguntas, “¿Qué pasa si nadie cuida de mí? ¿Qué pasa si no está bien? ¿Qué pasa si
estoy solo en el universo? “, subyacen las preocupaciones de que una filosofía de unidad o
interser ignora el “lado oscuro”. Cuando alguien trata de hacerme admitir la existencia del
mal, están hablando de algo doloroso. Lo sé bien, porque también está en mí. Es un
sentimiento de indignación, frustración e impotencia. Hay un Otro implacable y malévolo
por ahí, enhebrado por todo el universo, haciéndolo siempre un poco tonto confiar, tonto
dar, y nunca tan seguro amar. Por supuesto, vivimos en un mundo donde esa ha sido
nuestra experiencia. No es de extrañar que lo tomemos como un atributo fundamental de la
realidad y veamos cualquier negación de esto como peligrosamente ingenuo. Pero
realmente lo que está pasando es que estamos proyectando nuestra experiencia a la realidad,
y luego, en base a la proyección que vemos, lo cosificamos aún más al actuar bajo su
lógica.

El mal no es solo una respuesta a la percepción de separación, también es su producto.


¿Cómo lidiamos con este mal implacable y malévolo? Ya que la fuerza es el único lenguaje
que entiende, nos vemos obligados a unirlo en vigor; como muestra el diálogo de Orwell
que cito anteriormente, también nos convertimos en malvados. Los seres humanos han
estado cometiendo horrores durante miles de años en nombre de la conquista del mal. La
identidad del mal sigue cambiando— ¡los turcos! ¡los infieles! ¡los banqueros! ¡el francés!
¡los judíos! ¡la burguesía! ¡los terroristas!— pero esa mentalidad sigue siendo la misma.
Como lo hace la solución: la fuerza. Como lo hace el resultado: más maldad. ¿Debemos
siempre luchar contra la imagen de nuestro propio engaño? Vemos los resultados en todo
nuestro planeta marcado. Un dicho dice, “La mejor herramienta del Diablo es la creencia de
que no hay Diablo”. Quizás lo contrario sea cierto, “La mejor herramienta del mal es la idea
de que existe algo como el mal”.

Tómate un tiempo para apreciar la sutileza de esa paradoja. No dice, “El mal no existe”.
Básicamente está diciendo que el mal es una historia. ¿Eso significa que no es real? No. El
mal es tan real como un cazador furtivo que quita los colmillos de un elefante, como
Monsanto comercializando semillas de OGM a campesinos indios, el gobierno
estadounidense ordenando ataques con aviones no tripulados en procesiones funerarias.
Estos son la punta del iceberg, pequeños temblores en medio de las convulsiones que
azotan nuestro planeta.

El mal es real—no menos real que cualquier otra historia. ¿Cuáles son algunas otras
historias? Estados Unidos es una historia, el dinero es una historia, incluso el yo es una
historia. ¿Qué podría ser más real que tú mismo? Sin embargo, incluso el yo puede
realizarse como una construcción ilusoria cuando, por gracia o práctica, somos liberados de
su historia. El punto no es que debamos tratar el mal como irreal. Es que debemos
abordarlo al nivel de la historia en lugar de aceptar sus propias premisas invisibles y
lógicas. Si hacemos lo último, nos convertimos en su criatura. Si lo abordamos al nivel de
la historia y si deconstruimos la mitología en la que vive a través de palabras y acciones
entonces ganamos sin derrotar nada. Los siguientes capítulos abordan el trabajo al nivel de
la historia—interrumpiendo lo viejo y contando lo nuevo—con más detalle.

Hemos considerado una serie de paradojas: que la razón por la que “todo está bien” es que
nos damos cuenta de que todo está terriblemente mal; que la mayor arma del diablo es la
noción de que existe tal cosa como el diablo; que el mal viene de la percepción del mal.
Para atar un cabo suelto restante en la ontología del mal de este capítulo, me temo que
tendré que agregar una paradoja más. No solo es el mal el que es tanto real como una
historia; “real” es tanto real como una historia también. Nuestro uso de la palabra real
codifica suposiciones de un universo objetivo que, como vimos en el capítulo “Ciencia”,
son muy cuestionables. Ni siquiera podemos decir, “La realidad no es real” porque hacerlo
pasa de contrabando en un contexto objetivo en el que la realidad es o no es real. Podría
preguntar: “¿Qué pasa si la realidad es real para ti y no para mí?”, pero incluso entonces, la
palabra “es” pasa de contrabando en la misma cosa. Dicho esto, quisiera que por un
momento abandones tu hábito de objetivismo y consideres si es posible que exista el mal en
la Historia de la Separación, y que no exista en la Historia del Interser. No quiero decir que
una historia lo respalde y la otra no. Quiero decir que en la transición entre historias,
hacemos la transición entre realidades. ¿Cómo se hace esa transición? De eso se trata todo
este libro.

Cuestionar la división absoluta entre sujeto y objeto lleva a uno a reflexionar sobre lo que la
experiencia del mal revela en uno mismo, así como qué estado de ser atrae a uno a creer o
no creer en el mal absoluto. ¿Alguna vez has tenido un encuentro personal con un poder
implacable y malévolo, ya sea en forma humana o en un estado alterado de conciencia? Si
es así, conoces los sentimientos abrumadoramente intensos de ira, dolor y miedo
impotentes que provoca la experiencia. Uno entra en el arquetipo de la víctima, impotente,
completamente a merced de una fuerza despiadada. Hasta que uno haya tenido esta
experiencia, es imposible ver que tal estado esté latente dentro de cada uno de nosotros. La
experiencia es un vehículo de autodescubrimiento, que transporta a uno a un rincón del ser
muy oscuro e inaccesible. Como tal, es un tipo de medicina, ciertamente una medicina dura,
pero tal vez sea necesario llevarlo a la luz de la conciencia, y por lo tanto de sanación, una
herida primaria. Me gustaría saber qué tienen en común personas que han sido víctimas de
psicópatas u otros poderes malévolos. ¿Son solo víctimas al azar, o hay algo dentro de ellos
que atraiga la experiencia?

Quienes hacen lo que llaman trabajo chamánico pueden hacer la misma pregunta sobre las
“entidades” que se unen a las personas. ¿Son estas fuerzas arbitrarias y depredadoras, como
las fuerzas impersonales de la naturaleza, que visitan a los desafortunados? ¿O hay un
agujero energético, una parte faltante, una herida que complementa perfectamente la
configuración de la entidad que se une? En ese caso, tal vez la entidad esté realizando un
servicio, fusionándose con el anfitrión en un todo simbiótico. Uno podría preguntarse si la
entidad es realmente una entidad separada, ¿o podría ser una parte no integrada de la
psique? ¿Existe incluso una diferencia significativa entre esas dos categorías? ¿Qué es un
yo, de todos modos? Si somos interseres—la suma total de nuestras relaciones—entonces la
existencia de un “mal” ajeno y externo es muy problemático.
La idea de que el mal es parte de una danza alquímica más grande complica enormemente
la narración habitual de luchar del lado del bien para conquistar el mal. En cambio,
podríamos ver el mal que encontramos como la imagen exteriorizada de algo oculto dentro
de nosotros mismos. En contraste, el concepto de mal absoluto y despiadado es muy
análogo a las fuerzas impersonales y despiadadas del universo newtoniano que visitan la
destrucción al azar sobre nosotros. También es análogo a los robots despiadadamente
controlados por genes de la selección natural darwiniana. Ambos son pilares clave de la
vieja historia. ¿No es lógico pensar que el mal también lo es?

Sueños, experiencias psicodélicas y algunas experiencias de conciencia despierta me han


demostrado que cada vez que entro en una confrontación con una fuerza malévola, ha
habido algo en mí que lo complementa. En el caso de los seres humanos reales, fui
arrastrado en dos direcciones: hacia una interpretación de la otra persona en la que él o ella
era totalmente malvada, y una interpretación en la que su comportamiento atroz tenía una
explicación más inocente, o tal vez una explicación que abarcó mi propia culpabilidad. A
pesar de mis mejores esfuerzos, nunca fue posible saberlo con certeza. No se trataba de una
mera curiosidad intelectual. ¿Debo tomar medidas preventivas? ¿Debo tratar a esa persona
como un enemigo implacable? ¿Interpreto un movimiento aparentemente conciliador como
una mera estratagema? ¿Es mi sentimiento de responsabilidad compartida un punto de
influencia para el autor, implicando que debería adoptar una justicia propia protectora?
¿Cómo lo sé con certeza?

Cómo responder estas preguntas es una cuestión de gran importancia planetaria, porque son
las mismas que los palestinos e israelíes, los sunitas y los chiítas, los hindúes y los
musulmanes, deben responder para decidir entre la guerra y la paz. Encuentro que, por lo
general, es imposible descubrir evidencia incontrovertible que pueda decidir estas
preguntas, como si hubiera un hecho objetivo del asunto para determinar. Más bien, a
menudo parece que cualquier respuesta que uno elija se convierte en verdad. Antes de
tomar la decisión, es como si el perseguidor estuviera en una superposición cuántica de
estados. Cada historia que consideramos tiene un papel para la otra persona. Al elegir la
historia, elegimos su papel.

Ahora algunas complicaciones más. Por un lado, ¿qué pasa con las situaciones en las que es
ingenuo y contraproducente continuar dando al infractor el beneficio de la duda, como en
situaciones de abuso doméstico o al tratar con un adicto? En segundo lugar, ¿qué pasa con
las situaciones en que la otra parte no acepta la invitación a un papel pacífico— ¿qué pasa
si se niegan a unirse a la historia del Interser? Tercero, está bien decir que las personas con
cierta psicología se aprovechan de experiencias de persecución o abuso, y que el encuentro
con el mal es parte de un proceso de desarrollo, pero parece insensible y arrogante, en
verdad, decir eso sobre los niños maltratados por sus padres, o poblaciones enteras
sometidas a genocidio.

Menciono esto principalmente para asegurar al lector que no he pasado por alto lo obvio.
No intentaré en estas páginas una respuesta exhaustiva a estos y otros puntos; solo señalaré
cómo se pueden abordar y dejaré el resto al lector. Primero, es importante distinguir entre
rechazar una historia de “él es malo” y aceptar la historia de la otra persona. No estoy
hablando de capitulación aquí. Ciertamente es posible pararse en una Historia de Interser y
rechazar amorosamente, y compasivamente permitir que el alcohólico tome prestado su
automóvil, o que el golpeador de esposas tenga otra oportunidad.

En cuanto al segundo punto, ciertamente es posible que incluso si mantienes abierta la


invitación a la nueva historia con tanta fuerza como Gandhi, la otra parte se negará a
intervenir. En ese caso, surgirán otras circunstancias que los expulsarán de su mundo. Los
que viven por la espada, mueren por la espada, y no necesitamos asumir la responsabilidad
de ser nosotros los asesinos. Lao-Tse advierte: “Siempre hay verdugos. Si asumes su
función, es como tratar de reemplazar al maestro tallador de madera— probablemente te
cortarás la mano”. Y la Biblia dice: “La venganza es mía, dice el Señor” (es decir, la
venganza no es tuya, solo de Dios).

Nuevamente, no digo que nunca haya un momento para pelear. Todas las cosas tienen su
lugar en este mundo: el dólar lucha contra el lobo, y a veces se escapa. Es solo eso, debido
a nuestra ideología, aplicamos la mentalidad de lucha, lucha y guerra mucho más allá de su
dominio apropiado. No intentaré delinear principios que distingan cuando la lucha está
“justificada”; decidir sobre el principio es parte de la vieja historia, Además, los principios
son fáciles de transformar en justificaciones para casi cualquier atrocidad. Solo diré que si
la lucha va acompañada de odio o autocompasión probablemente esté fuera de su dominio
apropiado. El tercer punto abre una pregunta teológica canosa sobre el propósito del mal y
del sufrimiento en nuestro mundo. ¿Por qué sufren los inocentes? Aquí hay un párrafo de
una larga discusión de esta pregunta en “Eulogy and Redemption” en mi libro The Ascent
of Humanity. Puedes leer toda la sección (y todo el libro) en línea en
https://charleseisenstein.org/. A menudo pensamos en la desgracia como un tipo de castigo
por el mal pasado, un tema que atraviesa el pensamiento religioso tanto del este como del
oeste. En Oriente es la idea de que el sufrimiento presente representa el karma negativo
generado a través de fechorías pasadas; en Occidente tenemos la imagen de Iahveh
derribando las ciudades de Sodoma y Gomorra por sus pecados, amenazando a Nínive por
su “maldad”. Sin embargo, el hecho evidente de que a menudo son los inocentes quienes
sufren más exige todo tipo de contorsiones teológicas, de vidas pasadas al pecado original,
del renacimiento futuro al cielo y al infierno. ¿De qué otra manera explicar a los bebés
dulces e inocentes en las salas de cáncer de niños? Si no vamos a recurrir a al azar ciega,
despiadado y sin propósito, necesitamos otra explicación para la inocencia de nuestras
víctimas. Quizás son grandes almas, satisfaciendo la gran necesidad de víctimas inocentes
que nuestra civilización ha forjado. “Iré”, dicen. “Soy lo suficientemente grande. Estoy
listo para esta experiencia”. La humanidad ha estado en un viaje de separación durante
miles de años, y cada grieta de ese territorio debe ser explorada. Los perpetradores y las
víctimas de todo lo que llamamos maldad han explorado los confines de la Separación.
Incluso se podría definir el mal como separación: la alienación total de una persona, una
nación o naturaleza, así como la consecuencia natural de ser lanzado a un universo
desconocido separado de uno mismo. Recordemos el ejercicio del taller, “Quería matar
algo”. Es significativo que la etiqueta “mal” es en sí una forma profunda de alienación. Esa
es otra forma de ver que el concepto del mal es parte integrante del fenómeno del mal.

Afortunadamente, habiendo explorado las extremidades del territorio de Separación, ahora


tenemos la posibilidad de embarcarnos en el viaje de regreso. Si el mal es parte de tu
historia del mundo, ya sea a través de la experiencia directa o como categoría ontológica
fundamental, posiblemente deberías explorar cómo le sirve esa historia y que es el dolor
que te atrae. Porque nuevamente, la evidencia y la lógica no resolverán si el mal es real. He
formulado extensos argumentos basados en la psicología situacionista, la psicopatía, la
metafísica y numerosas anécdotas, pero probablemente podría refutar cada punto, y yo
podría refutar las refutaciones hasta el infinito. ¿Cómo elegirás tu historia? ¿Cómo influirás
en cómo otros eligen la suya? Te dejo con la historia de Christian Bethelson como ejemplo
final de la redención del mal y la interrupción de las historias.

Mi amiga Cynthia Jurs conoció a Christian Bethelson mientras hacía trabajo de paz en
Liberia, que había sufrido una terrible guerra civil en la década de 1990. Un líder rebelde
conocido por el nom de guerre del general Leopard, Bethelson era infame en un medio de
masacre, niños soldados y tortura. Si algún ser humano es malvado, habría sido él; él era,
en sus palabras, un hombre sin “conciencia”. Finalmente, la guerra terminó, y con ella el
sustento de Bethelson: no tenía otra habilidad más que matar. Decidió ir a la guerra más
cercana, en Costa de Marfil, donde podría haber demanda por sus horribles servicios. En el
camino su auto se atascó en el barro. ¿Quién hubiera adivinado que otro automóvil estaría
atrapado en el barro en el mismo tramo de la carretera al mismo tiempo, y que ese auto
estaría llevando a miembros de un grupo de paz llamado Everyday Gandhis? Intrigado por
su conversación, se anunció como un ex general rebelde. Pensó que lo vilipendiarían, tal
vez incluso lo golpearían, pero para su sorpresa, el grupo se reunió a su alrededor, lo
abrazó, le dijo que lo amaban. Decidió unirse a ellos y dedicar su vida a la paz.

Esperemos no menos por un milagro en todo el planeta. Aceptemos la invitación que nos
ofrece en un sentido más amplio de lo posible.

Notas finales

28. Vea la revista Parabola, “If You Want to Be a Rebel, Be Kind”, para obtener una
descripción más completa de este evento.
29. Pancho pide que aclare que el almuerzo nunca terminó sucediendo.
30. Debo mencionar que este pasaje es extremadamente ambiguo. Muchos traductores
optan por interpretar “subestimar al enemigo” de la manera convencional. Mitchell,
basándose en una comprensión del sentido del texto sutil, intuitivo y, en mi opinión,
precisa, agregó en la oración que explica que subestimar significa pensar que tu
enemigo es malvado. Esa oración no está en el original, pero está implícita en la
siguiente línea, que dice que cuando los ejércitos chocan, ganan los compasivos o
empáticos.
31. Por lo tanto, algunos abogan por abolir todas las etiquetas humillantes de nuestro
discurso. Si reemplazamos “narcisista” por “persona con tendencias narcisistas” y
“adicto” con “persona con una adicción” y “mentiroso” con “persona con un hábito
de deshonestidad”, piensan que podríamos defender mediante el uso del lenguaje la
dignidad de todas las personas, separando el comportamiento de la persona real.
Incluso “héroe”, podrían decir, debería ser reemplazado por “persona con logros
heroicos” para no implicar que aquellos que no están etiquetados son poco heroicos.
Tiendo a molestarme con los activistas por la corrección lingüística—disculpe, me
refiero a personas que podrían ser interpretadas como tendencias activistas— por un
par de razones. Primero, satisface la mentalidad de víctima y nos alienta a
ofendernos fácilmente. Segundo, muy rápidamente los nuevos términos adquieren el
viejo sentido peyorativo o despectivo, como lo demuestra la evolución de imbécil a
retrasado a desfavorecidas mentales a discapacitados mentales a lo que sea la nueva
locución. Las personas pueden vestir intenciones viciosas con todas las palabras
correctas. En un nivel más profundo, podemos decir todas las cosas correctas sin
hacer nada.

Capítulo 30: Historia


Un día Confucio estaba caminando junto con algunos discípulos cuando se encontraron con
dos muchachos discutiendo. Confucio preguntó a los muchachos de qué se trataba la
disputa. Le dijeron que estaban discutiendo si el sol estaba más cerca al amanecer y más
lejos al mediodía o más lejos al amanecer y más cerca al mediodía. Uno de los muchachos
argumentó que el sol parecía más grande al amanecer y más pequeño al mediodía, así que
debe estar más cerca al amanecer y más lejos al mediodía. El otro niño argumentó que
hacía fresco al amanecer y calor al mediodía, por lo que el sol debía estar más lejos al
amanecer y más cerca al mediodía. Confucio estaba perdido para determinar cuál era la
correcta. Los chicos se burlaron de él, “¿Quién dijo que eras tan inteligente?”

Esta historia es de la antigua colección de alegorías taoístas conocidas como Liezi traducida
por Thomas Cleary en Vitality, Energy, Spirit: A Taoist Sourcebook. “[La historia] ilustra
las limitaciones del razonamiento discursivo, insinuando indirectamente un modo más
comprensivo de conciencia. Presentado como una broma a expensas de Confucio, ilustra
cómo la lógica puede ser coherente dentro de los límites de sus propios postulados, sin
embargo, ser ineficaz o inexacta en un contexto más amplio”.

Ya hemos visto cuánto de lo que consideramos real, verdadero y posible es una


consecuencia de la historia que nos integra. Hemos visto cómo la lógica de la separación
conduce inevitablemente a la desesperación. Hemos visto cómo el mal es consecuencia de
la percepción de separación. Hemos visto cómo todo el edificio de la civilización está
construido sobre un mito. Hemos visto cómo la civilización ha quedado atrapada, de hecho,
en sus “propios postulados”, con su ideología de intensificar el control para remediar el
fracaso del control. Hemos visto cómo muchos de nuestros esfuerzos para cambiar el
mundo encarnan los hábitos de separación, dejándonos indefensos para evitar replicar lo
mismo en una elaboración interminable.

Como sugiere Cleary, para salir de esta trampa debemos operar desde un contexto más
amplio, un modo más completo de conciencia. Esto significa no solo habitar una nueva
historia, sino también trabajar en la conciencia de la historia. Si, después de todo, nuestra
civilización se basa en un mito, para cambiar nuestra civilización debemos cambiar el mito.

Por ahora debería estar claro que esta no es una receta para la inacción o para las simples
palabras. Cualquier acción que esté abierta a la interpretación simbólica puede ser parte de
la narración de una historia. Y esa es toda acción. Los humanos somos animales que crean
significados, constantemente buscando dar sentido al mundo. Cuando Pancho Ramos
Stierle habló con el policía abusivo con amable respeto, abrió una ruptura en la historia del
mundo de ese hombre.

Paradójicamente, las acciones que están diseñadas para ser simbólicas por lo general son
disruptors menos poderosos de la historia que las acciones que se toman en serio. He estado
leyendo sobre la tribu Shuar en Ecuador, quienes han prometido resistir con fuerza la
destrucción de su selva tropical por empresas mineras que buscan cobre y oro. Dijo un jefe
Shuar, Domingo Ankuash, “El bosque siempre nos ha dado todo lo que necesitamos, y
estamos planeando defenderlo, como lo habrían hecho nuestros antepasados, con la fuerza
de la lanza. Para obtener el oro, primero tendrán que matarnos a todos”.

Consideremos la potencia de estas palabras. No eran un dispositivo de relaciones públicas


calculado. Los Shuar ya han desalojado equipos mineros de varias ubicaciones
preliminares. Esta feroz tribu obviamente está dispuesta a morir para proteger su tierra. Sus
palabras son verdaderas de principio a fin.

Por otro lado, si tienen éxito, no será porque sus lanzas hayan vencido a los tanques,
ametralladoras, helicópteros, defoliantes y excavadoras que el gobierno podría desplegar
para proteger a las compañías mineras. No pueden superar la civilización industrial por la
fuerza. La civilización industrial, después de todo, es la maestra de la fuerza, aprovechando
todas las fuentes posibles de energía almacenada para ejercer fuerza sobre el mundo
material. La fuerza es la esencia de nuestra civilización y nuestra tecnología. Los Shuar no
vencerán a la civilización industrial en su propio juego. Sin embargo, los Shuar van a ganar.
Déjanos entender por qué. ¿A qué juego están jugando? Si nosotros, los aspirantes a
creadores de cambio, podemos entender eso, entonces quizás también podamos ganar.

Cualquier juego que estén jugando, podríamos reconocerlo como el mismo juego que
estaba jugando Diane Wilson en la historia que relaté anteriormente, el mismo juego que
Pancho estaba jugando, quizás el mismo juego que juegan las mujeres indígenas en el oeste
de Canadá en el movimiento “Idle No More” (Inactivo no más), para detener los estragos
de sus tierras. En cierto sentido, todas estas personas están siendo ingenuas. Tales
movimientos no siempre prevalecen— ¿o o hacen, de alguna manera que no podemos ver?
¿Qué hay de todas las tribus exterminadas que murieron protegiendo ecosistemas que ya no
existen? ¿Fueron sus esfuerzos en vano? ¿Tus esfuerzos serán en vano para crear un mundo
más hermoso?

Lo primero que noto sobre los Shuar es que su compromiso es con la tierra, la selva, la tribu
y con lo que consideran sagrado. No es una respuesta basada en el miedo a una amenaza; de
hecho, se enfrentan a un riesgo personal mucho mayor al resistir la Marcha del Progreso
Continuo de lo que sería aceptarlo.

La segunda cosa que noto es que no están luchando contra algo; están luchando por algo.
Tienen una visión de su tierra como debería ser. Tienen algo más grande que ellos mismos
con lo que pueden comprometerse. Sospecho que a medida que profundizan su
participación en la resistencia, su visión de lo que sirven crecerá. Por el contrario, muchos
activistas de hoy se consumen con detener esto y detener aquello; rara vez enmarcan su
visión en términos de lo que quieren crear o qué cosa más grande sirven. Un síntoma de
esta deficiencia es el objetivo de la “sostenibilidad”. ¿Qué, exactamente, queremos
sostener? ¿El propósito de la vida es simplemente sobrevivir? ¿Son los poderes creativos
únicos de la humanidad sin un propósito en el orden de desarrollo de la naturaleza?
Necesitamos poder ver una visión de lo que es posible con la que podemos
comprometernos.

Una tercera cosa es que a pesar de que los Shuar no concibieron sus acciones de resistencia
con intención simbólica, aun así, son potentes portadores de significado. Hacen que la
historia de que está perfectamente bien extraer minerales del Amazonas sea mucho más
difícil de mantener. Las compañías mineras hacen todo lo posible para construir esa historia
—los árboles serán replantados, los desechos de residuos se guardarán en piscinas de
contención seguras, y además, los Shuar están matando animales salvajes con su caza y sus
hijos no asisten a la escuela—pero para agregar a estos absurdos otro, la idea que los Shuar
son salvajes ignorantes que no saben lo que es bueno para ellos tal vez sea demasiado para
esa historia, siendo que los Shuar lo creen tan fervientemente que están dispuestos a dar sus
propias vidas.

Si los Shuar logran preservar su tierra natal, no será porque sus lanzas vencieron las
ametralladoras de la civilización. Será porque la historia que justifica matarlos y tomar
minerales no fue lo suficientemente fuerte como para soportar su desafío. Será porque
suficientes personas en puestos clave se negaron a tomar las armas, las bombas y las
excavadoras. Será porque nosotros—el mundo industrializado—nos abstuvimos de usar la
fuerza a nuestra disposición. Una historia sólida sería capaz de justificar y racionalizar todo
lo necesario para obtener ese oro. Hace medio siglo, pocas personas dudarían en aceptar
que desafortunadamente es necesario despejar a los indios del camino del progreso. Hasta
hace poco, no teníamos reparos en matar “hasta el último de ellos”. Pero hoy nuestra
historia es débil.

Cuando una historia es joven y sana, tiene una especie de sistema inmunológico que aísla a
sus poseedores de la disonancia cognitiva. Los nuevos puntos de datos que no se ajustan a
la historia se descartan fácilmente. Parecen extravagantes. El sistema inmune responde de
varias maneras. Puede atacar al portador de la información disruptiva: “¿Cuáles son las
credenciales de ese tipo/hombre?” Puede reunir algunas refutaciones superficialmente
convincentes y pretender que el delincuente no ha pensado en eso y no tiene respuesta:
“Pero la tecnología ha aumentado enormemente la vida humana, así que necesitamos
obtener los minerales de alguna parte”. Puede apelar a la corrección implícita del sistema:
“Sin duda, los científicos e ingenieros han determinado que esta es la forma menos
perjudicial desde el punto de vista ecológico”. O puede descartar la información ofensiva
en el contenedor marcado “anomalía” o simplemente arrojarlo por el agujero de la olvido.

Cuando una historia envejece, ninguna de estas respuestas inmunes funciona tan bien. Los
datos inconsistentes, incluso cuando se descartan, dejan una duda persistente. Como un
cuerpo envejecido o un útero cerca del parto, la historia se vuelve cada vez menos cómoda.
Es por eso que personas como los Shuar podrían tener éxito donde desde hace miles de
años, otros como ellos han fallado. Su resistencia podría desalojarnos de la historia que
permite el saqueo.
Los shuar no son gente pacífica, y han desalojado a equipos de prospección y maquinaria
bajo amenaza de usar la fuerza. Sin embargo, no están en guerra en el sentido de que no se
esfuerzan por derrotar a un enemigo. En contraste, gran parte de nuestra cultura popular y
la mentalidad de la guerra ven la victoria en términos de vencer, por la fuerza, al autor del
mal. Entonces, por ejemplo, en la película Avatar, que es muy similar a la situación de los
Shuar, los ficticios Na’vi superan las naves espaciales y la artillería de los invasores
humanos con lanzas, arcos y flechas y animales grandes. Cuando matan al jefe general
humano, entonces la victoria se completa. No hay otra manera, ya que se lo representa
como irredimible. Afortunadamente, los Shuar parecen no estar infectados con el virus de
la ideología del “mal”. No están luchando contra las compañías mineras. Están luchando
contra la minería.

Me hubiera gustado ver un final diferente para Avatar. Me hubiera gustado ver al planeta
infiltrarse en el sistema nervioso de los humanos para que, cuando destruyeran su árbol del
mundo, ellos mismos sintieran el dolor, borrando la división de nosotros/ellos que les
permitió ver el planeta como una mera fuente de recursos. Ese es precisamente el cambio
de percepción que nuestra civilización necesita sufrir. Porque no creo que los Shuar nos
vayan a vencer con sus lanzas.

Sin embargo, podrían, con sus lanzas, sus palabras y otras acciones, superar nuestras
historias. En esto, todos podemos unirnos a ellos y aprender de ellos. ¿Cuál es la diferencia
entre el tipo de fuerza simbólicamente potente que están usando los Shuar y la violencia y
el terrorismo típicos? Después de todo, es un pequeño paso de la lucha necesariamente
asimétrica a la que se dedican los Shuar a lo que la gente hoy llama terrorismo. No me
sorprendería si el gobierno ecuatoriano invocara ese epíteto contra los Shuar pronto.

Aquí no intentaré penetrar el matorral de distinciones entre terrorismo, guerra asimétrica y


las posibles justificaciones para cada uno. Solo diré que a medida que migramos de lo
concreto (evitando que esta excavadora derribe estos árboles aquí) a lo abstracto (asestar un
golpe a un enemigo o un golpe simbólico por una causa), entramos en territorio peligroso.

Parafraseando a Martin Luther King Jr., puedes matar a los que odian, pero no puedes
matar el odio; de hecho, crearás aún más odio incluso al intentarlo. Además, en el mundo
actual estás obligado a fallar, porque los que están en el poder pueden superarte fácilmente.

Para ver cuán profundamente arraigado está el hábito de la separación llamado “conquistar
el mal”, mira cuán consistentemente enmarcamos cualquier intento de promulgar un
cambio social o político como una “pelea”, una “lucha” o una “campaña”. Todas las
metáforas militares. Hablamos de “movilizar a nuestros aliados” para ejercer “presión”
política para “forzar” a nuestros oponentes a “rendirse”.

Nuevamente, no digo que nunca haya un momento para pelear, ni pretendo resolver aquí el
largo y matizado debate sobre la no violencia. En términos generales, la violencia—lo que
“viola”
los límites de otra persona—es inevitable. Una protesta pública que causa atascos se siente
como una violación para el pobre que viaja una hora de ida y de regreso del trabajo desde
los exurbanos de bajos ingresos. En la transición a un mundo nuevo, la interrupción del
viejo es inevitable. Pero cuando la violencia proviene del odio o la demonización del otro,
se funda en una mentira. No nos engañemos a nosotros mismos usando tácticas y metáforas
familiares y cómodas de fuerza, cuando procesos más potentes para el cambio pueden estar
disponibles para nosotros.

La razón por la que el desafío de los Shuar nos conmueve no es que estén dispuestos a
matar por su causa; es que están dispuestos a morir por ella. Esto es, en forma pura, servicio
a algo más grande que uno mismo. Esto es lo que debemos emular si queremos crear un
mundo más hermoso que nuestros corazones saben es posible. También es una forma de
trascender el yo separado, ya que ceder al servicio es fusionarse con algo más grande, algo
cuyo poder para precipitar el cambio se extiende más allá de nuestra comprensión de la
causalidad. Entonces, lo inesperado, lo improbable, lo milagroso puede suceder.

Mientras más firmes estemos en una historia más grande del yo, una historia de interser,
cuanto más poderosos nos volvemos al interrumpir la vieja historia de separación. Creo que
las cuestiones de violencia y no violencia, ética y principios, correcto e incorrecto, nos
conducen a un laberinto conceptual. Mira, el sol está más cerca al mediodía. No, lo está al
amanecer. Cada acto malvado y cada inacción cobarde que ha sido perpetrado en esta tierra
se ha justificado por un principio—la lógica de una historia. A medida que nos
recuperamos de nuestra larga intoxicación con la Historia de la Separación, tenemos la
oportunidad de entrar en un “modo más completo de conciencia”—la conciencia de la
historia. En ella, nos preguntamos, “¿En qué historia debo pararme?”

Capítulo 31: Disrupción


Es inútil intentar sacar a un hombre de algo con razonamiento, si no entro en ello razonado.

—Jonathan Swift

El mundo tal como lo conocemos está construido sobre una historia. Ser un agente de
cambio es, en primer lugar, interrumpir la Historia del Mundo existente, y segundo, contar
una nueva historia del mundo para que quienes entren en el espacio entre historias tengan
un lugar adonde ir. A menudo, estas dos funciones se fusionan en una sola, ya que las
acciones que tomamos y son parte de la narración de una nueva historia también son
perjudiciales para la vieja historia.

Así es como veo mi trabajo, el trabajo de activistas, e incluso en cierto nivel el trabajo de
artistas y sanadores. Muchas de las historias que he contado en este libro ejemplifican la
interrupción de la vieja historia: la interacción de Pancho con el policía, por ejemplo.
Compartiré algunos ejemplos más pronto, pero comencemos considerando una clase de
personas que es la fuente de la mayor desesperación para muchas personas que conozco. Es
la clase de “personas que simplemente no lo entienden”.

Cuando hablo públicamente, generalmente recibo una pregunta en este sentido: “Crear un
mundo más hermoso requiere un cambio masivo en valores y creencias, y simplemente no
veo que suceda. La gente está demasiado atrapada, demasiado ignorante. Nunca cambiarán.
No las personas en el poder, y tampoco mi cuñado conservador. ¿Qué podemos hacer para
que la gente se despegue?

Una cosa que casi nunca funciona es superar las opiniones del sujeto mediante la fuerza de
la lógica y la evidencia. Esto no debería sorprender, dado que, para empezar, las personas
no forman sus creencias basados en evidencia o razón. Más bien, usamos la razón para
organizar la evidencia en una historia alineada con un estado subyacente de ser que incluye
tendencias emocionales, viejas heridas, patrones de relación y perspectiva de la vida. Esta
historia se entrelaza con otras historias, y en última instancia se entrelaza con las mitologías
personales profundas e invisibles que definen nuestras vidas. A su vez, estas mitologías
personales están entretejidas en nuestra mitología cultural, la realidad consensuada que es
tan profunda como la civilización misma. Porque las creencias son típicamente parte de una
historia más grande que incluye su identidad y sistema de valores, un desafío para ellos a
menudo se toma como un asalto, desencadenando varios mecanismos de defensa para
preservar esa historia más grande. Serás ignorado, descartado como hippie, zurdo, enviro o
soñador, o (serás) refutado con cualquier contrademanda convenientemente disponible. Tal
vez su objetivo desvíe la conversación hacia algún punto trivial, una declaración errónea,
un error gramatical o un desacuerdo personal, invalidando así todo lo que dices.

Estas personas no son como tú. A diferencia de ellos, eliges tus creencias con base en la
evidencia y la razón. ¡No como los republicanos! ¡Los liberales! ¡El Tea Party! ¡Los
fundamentalistas religiosos! ¡Los crédulos de la Nueva Era! ¡El establecimiento médico!
Así es, has llegado a tus opiniones a través de una consideración abierta de la evidencia,
mientras que los que no están de acuerdo contigo están sumidos en la ignorancia, los
prejuicios y la vieja estupidez.

Seamos honestos con nosotros mismos. ¿Quién de nosotros puede mirar hacia atrás en
nuestras vidas y negar que la mayoría de las veces, nosotros también cerramos nuestras
mentes a la verdad mientras creíamos que estaban abiertos, descartando desafíos
exactamente de la manera que describí? ¿Qué te hace pensar que eres diferente hoy en las
formas fundamentales de formar y mantener creencias?

La idea de que basamos las creencias en la razón y la evidencia, o al menos el ideal de


hacerlo, tiene profundas raíces en la filosofía occidental y en la cosmovisión de la que
surge. Se hace eco del método axiomático en matemáticas, el programa filosófico de
establecer “primeros principios” y razonar a partir de ellos, y el objetivismo de la ciencia
que dice que podemos encontrar la verdad a través de la prueba imparcial de hipótesis sobre
una realidad externa a nosotros. Se refleja en la idea de que uno debe comenzar cualquier
argumento con definiciones claras de términos. Bueno, cualquier discusión con tu cuñado
republicano o tu tía anti-vacuna o tu primo pro-vacuna (elige el que te molesta) debería
confirmar que este enfoque simplemente no funciona. Rápidamente se hace evidente que es
imposible ponerse de acuerdo incluso sobre cuáles son los hechos, mucho menos lo que
significan los hechos.

Se pone peor. Una serie de estudios en la Universidad de Michigan en 2005 y 2006


demostró que no solo las personas descartan rutinariamente hechos que no se ajustan a sus
creencias, pero que en realidad endurecen sus creencias cuando se les presentan hechos
contradictorios, quizás en un esfuerzo por evitar las disonancias cognitivas. Además, las
personas más desinformadas tenían las opiniones más fuertes y los pensadores
políticamente más sofisticados fueron los menos abiertos a la información contraria.

Los hechos llegan a nuestros cerebros ya prefiltrados por la lente distorsionadora de las
historias en las que operamos. El debate sobre el cambio climático ilustra esto muy bien:
cuando uno profundiza en él, se encuentra que es imposible estar seguro de cuáles son los
datos reales. Ciertamente hay muchos estudios e informes, pero también hay acusaciones de
exclusión de datos contradictorios, sesgos, descuidos y deshonestidad flagrante en esos
informes. En última instancia, la evidencia que uno acepta está fuertemente influida por la
confianza o falta de la confianza en la autoridad, que está influida por la historia personal,
tal vez la relación de uno con su padre, etc. Por ejemplo, considera las apelaciones a la
“casi unanimidad de los científicos del clima”. (¿Existe realmente una casi unanimidad? Si
aceptas o no ese pronunciamiento nuevamente depende de tu confianza en la autoridad de
la fuente que lo dice. ¿Confías en el New York Times en eso? ¿O confías en un científico
inconformista condenado a la exclusión por su profesión?) Además, apelar a la casi
unanimidad entre los científicos invoca la integridad básica de la ciencia como institución,
que a su vez descansa en historias más grandes y menos visibles.

Mi punto aquí no es cuestionar el cambio climático; es simplemente mostrar cómo la


evidencia, en lugar de ser la base de la creencia, se filtra por la creencia para mantener la
integridad de una historia. Los buenos narradores entienden esto y lo hacen a propósito,
usando hechos, estudios, etc. como elementos de su historia. En el debate sobre el cambio
climático, ambas partes lo hacen. Puedes suponer que una persona inteligente y racional
(como tú) nunca negaría el calentamiento global si solo mirara la evidencia de manera
imparcial. Pero adivina qué—tus oponentes piensan lo mismo sobre tu posición. ¿Es la
razón de nuestra locura colectiva simplemente que las personas inteligentes no tienen el
control de las cosas? ¿O podría ser que hemos estado en medio de una historia que
necesariamente imprime sus preceptos en el mundo?

Conocí a una mujer muy inteligente recientemente. Fue vicepresidenta de Nestlé


Corporation. Escuché a una estudiante universitaria cuestionar su brillante interpretación de
las políticas sociales y ambientales de Nestlé. La estudiante interrogó valientemente a la
vicepresidenta sobre su principal categoría de bebidas, el agua embotellada. “¿Realmente
necesitamos tal cosa?”, preguntó ella. Y “Entiendo que estás usando 40 por ciento menos
plástico por botella, pero ¿no sería mejor no usar plástico en absoluto?”

Para cada consulta, la VP tenía una respuesta metódica y lista. El agua embotellada
satisface una necesidad real en una sociedad en movimiento. ¿Y sabías que un ingrediente
crudo para hacer las botellas de plástico es un subproducto de la producción de gasolina a
partir del petróleo? Si no va hacia las botellas, terminará como algún otro producto plástico
o será arrojado directamente al medio ambiente. El vidrio usa mucha más energía para
producir. Y el agua del grifo ya no es pura.

Me impresionó no solo su evidente sinceridad, sino también su paciencia, su escuchar


atento, y su falta de animosidad ante lo que deben ser ataques frecuentes. Nestlé, después
de todo, es notorio entre los activistas como villano corporativo y es el objetivo de un
boicot de décadas sobre su comercialización de fórmula infantil para madres indigentes. Ha
sido acusado de bombeo excesivo de manantiales minerales, colaboración con la junta
birmana, destruir sindicatos de trabajadores en Colombia, comprar cacao de granjas que
usan trabajo infantil, etc. El contraste entre esta reputación y la exposición ferviente y
sincera de la vicepresidenta de las virtudes medioambientales de Nestlé fue tan difícil de
soportar que algunas personas inclinadas hacia la izquierda tuvieron que salir del auditorio.

¿Cómo explicar este contraste? Probemos tres teorías.

1. La mujer es una mentirosa simplista bien pagada para defender el caso de la


empresa. O bien es cínicamente consciente de la verdad oculta por sus mentiras, o
ella está en un estado de negación profunda y egoísta. De cualquier manera, ella
elige selectivamente algunos gestos positivos hacia el medio ambiente (“¡Nestlé
protege a los orangutanes!”) y se basa en resmas de evidencia tendenciosa que el
departamento de relaciones públicas de la empresa compila para hacer que
cualquiera que cuestione las prácticas de la empresa parezca ingenuo.
2. Lo que dice la mujer es verdad. La compañía ha aprendido de sus errores para
convertirse en líder en responsabilidad social y ambiental. Hay muchas personas
bien intencionadas que todavía critican a la compañía, pero eso se debe a que no
conocen la verdadera historia: Nestlé no solo lidera el camino hacia la
sostenibilidad, pero la industria en su conjunto también está mejorando sus
prácticas. Todavía hay desafíos que enfrentar, pero todo se está moviendo en la
dirección correcta. La gente de la industria se preocupa por el medio ambiente al
igual que tú. Ahora lo entienden y con su ayuda continuarán progresando.

Espero haber hecho justicia, en la segunda teoría, desde el punto de vista del vicepresidente
de Nestlé. Más tarde tuve una conversación con ella y descubrí que era muy humana, muy
inteligente y no reacia a la introspección. Mi impresión es que ella cree profunda y
verdaderamente en su compañía y su trabajo. Por lo tanto, permítanme ofrecer una tercera
explicación:

3. No solo cree sinceramente todo lo que dice: pero es irrefutable desde su marco de
referencia. Si damos por sentado la aceleración sin fin de la vida moderna, entonces
la conveniencia del agua embotellada segura es de hecho una bendición para las
personas quienes de otra manera tomarían refrescos azucarados. También es una
bendición si damos por sentado el continuo deterioro del agua del grifo municipal,
su cloración y contaminación química. Y si damos por sentada nuestra economía
actual basada en el petróleo, es, por lo que sé, cierto que las botellas de plástico no
agregan mucho daño.

Las posiciones de la vicepresidenta son inexpugnables a menos que podamos ampliar el


alcance de la conversación. Tenemos que hacer preguntas a nivel de: “¿Qué papel juegan
las botellas de plástico en el ritmo acelerado de la vida moderna? ¿Por qué está ocurriendo
esta aceleración? ¿Y es algo bueno? ¿De dónde viene nuestro ajetreo y necesidad de
conveniencia? ¿Por qué nuestra agua del grifo se está volviendo no potable? ¿Por qué
tenemos un sistema en el que está bien producir productos de desecho que son inutilizables
por otras formas de vida? y ¿Es posible el ‘crecimiento sostenible’ defendido por Nestlé en
un planeta finito?”

Creo que la conversación debe profundizarse aún más. Lo que hizo esa vicepresidenta de
Nestlé para justificar su compañía, otros pueden hacer para justificar toda nuestra
civilización, siempre y cuando les otorguemos ciertas premisas sobre la naturaleza de la
vida, el yo y la realidad. Por ejemplo, si otorgamos la premisa de que la vida primitiva era
“solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”, entonces cualquier duda sobre el beneficio
general de la tecnología se topa con una pared de ladrillos. Del mismo modo, si otorgamos
la premisa de que la naturaleza no tiene una tendencia inherente a la organización y que la
vida es solo una colocación aleatoria de bloques genéricos sin vida, golpeados por fuerzas
sin propósito, entonces claramente no necesitamos tener escrúpulos acerca de tratar de
conquistar la naturaleza y convertirla para en fines humanos. Y, por último, si aceptamos la
premisa de que cada uno de nosotros es un yo discreto y separado, buscando maximizar el
interés genético, entonces, en última instancia, no hay discusión sobre los amplios
parámetros legales y económicos de nuestra sociedad, que buscan superar esa naturaleza
desenfrenada y canalizarla hacia fines pro-sociales.

Las opiniones de la vicepresidenta de Nestlé son más o menos sólidas dentro del marco que
he descrito anteriormente, el marco de “mejorar la vida a través de la tecnología” de la
conquista progresiva de la naturaleza interior y exterior. Sus puntos de vista no cambiarán
hasta que ese marco se desmorone. Están completamente en casa dentro de la Historia del
Ascenso.

Una mañana escuché a otro tipo inteligente en The Diane Rehm Show, un consultor de la
industria energética. Uno de los temas fue la polémica tubería Keystone XL, destinada a
transportar petróleo de arenas bituminosas de Alberta a las refinerías en la costa del Golfo
de México. El consultor hizo el siguiente punto, que parafrasearé: “Mire, si no construimos
la tubería, las refinerías en la costa del Golfo solo van a refinar crudo pesado de otro lado, y
las arenas bituminosas enviarán su petróleo a Asia en lugar de los Estados Unidos. Detener
la tubería no tendrá ningún impacto en el cambio climático o la destrucción del ecosistema.
Ese aceite será extraído y refinado de todos modos, así que bien podría hacerse de una
manera que traiga empleos a los Estados Unidos”.

Los filósofos de la ética se divertirían demoliendo estos argumentos, que se aplicaría


igualmente a la venta de partes del cuerpo de los campos de concentración nazis. Ya sea
que los venda o no, los campamentos siguen funcionando, así que es mejor que le dé un
buen uso a esas partes del cuerpo, ¿cierto? Sin embargo, el punto aquí no es exponer las
fallas lógicas en las justificaciones para la tubería Keystone XL o las botellas de plástico,
sino que es mostrar cómo las cosas que damos por sentadas determinan nuestras elecciones
morales. En la burbuja de realidad que habitan, sus argumentos tienen mucho sentido. Si de
hecho es un hecho inalterable del universo que se extraerán las arenas alquitranadas,
entonces sería vano y contraproducente negarse desdeñosamente a comprometerse con ese
hecho. Si nuestra actual civilización basada en el petróleo es inalterable, entonces
podríamos felicitar a Nestlé por hacer un buen uso de sus residuos. Si damos por sentado el
creciente ajetreo de la vida de las personas, entonces debemos acoger las comodidades que
hacen tolerable la vida moderna. Dentro de sus paradigmas operativos, estas dos personas
inteligentes lo están haciendo bien.

¿Cómo sabes que no eres como esa vicepresidenta de Nestlé? ¿Cómo sabes que la mota en
su ojo no es la imagen la viga en el tuyo? Lo que tú y ella probablemente compartan, y lo
que el negador del cambio climático y los alarmistas del cambio climático tienen en común,
es la creencia de que los hechos y la lógica están del lado de uno mismo y que la posición
de uno se basa en ellos. Pero obviamente, la evasión de los hechos y la facilidad con que se
puede poner la razón al servicio de una historia nos dicen que para cambiar las creencias—
y nuestras creencias deben cambiar—se requiere un cambio más integral y holístico en
nuestras historias y todos los que están unidos a ellas, todo el camino hasta nuestro sentido
del yo, los hábitos y las percepciones básicas del mundo. Es la totalidad de estas cosas lo
que yo llamo una historia del mundo.

Incluso “hechos” tan básicos como las constantes universales de la física o la Segunda Ley
de la Termodinámica dependen, en algún nivel, de elecciones subjetivas sobre quién y qué
creer. Por ejemplo, Rupert Sheldrake describe cómo el valor aceptado para la velocidad de
la luz cambió por 20 km/s durante un período de dieciocho años en las décadas treinta y
cuarenta—un cambio que fue consistente en todos los experimentos alrededor del mundo.
Luego, en 1945, la velocidad de la luz volvió a su valor original anterior a 1928. La
discrepancia supera con creces el margen de error de las mediciones. Sheldrake también
documenta la variabilidad en G, la constante gravitacional universal. ¿Podría ser que los
hechos son lo que sugiere la etimología de la palabra— algo que hacemos, como en una
“fábrica”?.

Volvamos ahora a tu cuñado. Si no puedes ganarle con argumentos, ¿cómo puedes cambiar
sus creencias? En un nivel más amplio, como personas que buscan cambiar el mundo,
¿cómo podemos cambiar la historia de nuestra sociedad?

Razonando desde la perspectiva situacionista, las personas gravitan hacia un conjunto de


creencias que resuenan con la totalidad de sus experiencias de vida. Estos son los cimientos
de las creencias, de lo cual llamamos “opinión” es solo el aspecto más visible y superficial.
Las opiniones son síntomas de un estado de ser. Por lo tanto, para cambiar opiniones y
creencias, uno debe cambiar el fundamento de la “situación”; uno debe darle a alguien una
experiencia que no se ajusta a la historia existente, o que resuena con una nueva. Lo mismo
se aplica al cambio de las historias que operan a nivel organizacional, social o político.

Un ejemplo de una interrupción de la vieja historia es una acción laboral clásica como una
huelga. No siempre es útil para los trabajadores pedir cortésmente mejores salarios y
condiciones de trabajo, porque la “historia”—el sistema de acuerdos, convenciones,
prácticas comerciales, expectativas del mercado, expectativas de los accionistas, etc.—no
tiene espacio para que los jefes digan que sí. Es necesario dejar esa historia inoperante. Sin
embargo, para ser agentes de cambio verdaderamente radicales, debemos tener cuidado al
hacerlo para no invocar y, por lo tanto, reforzar la historia más profunda del “mal”. La
declaración de huelga podría encarnar el sentimiento “Estamos en huelga para que nuestras
necesidades e intereses, y la injusticia de nuestra situación, se vuelvan visibles. Haciendo
visible la injusticia, les damos a todos los involucrados la oportunidad de hacer lo correcto”
a diferencia de los más inflamatorios “¡La avaricia de la compañía ha ido lo
suficientemente lejos! Vamos a obligar a la gerencia a hacer lo correcto, aunque no
quieran”. Los huelguistas no necesitan entretener la expectativa que las palabras sin
prejuicios mitigarán la violencia de la respuesta de las autoridades, pero podrían afectar la
opinión pública.

No importa cuál sea la declaración, el efecto de un paro laboral es perjudicial para la


historia que llamamos “negocios como siempre”. A mayor escala, una huelga general hace
lo mismo. Hace que sea imposible para las personas casadas con la creencia de que todo
está bien continuar manteniendo esa creencia.

Una de las propuestas más poderosamente disruptivas que surgen en la actualidad es la idea
de una huelga de deuda. Como una huelga laboral, va mucho más allá del simple
simbolismo, más allá de “crear conciencia”, sino que ataca el corazón de los acuerdos y
narrativas que manejan nuestra sociedad. Si una proporción significativa de individuos y
naciones repudiaran sus deudas, el actual orden financiero colapsaría, abriendo el camino
para el tipo de reformas radicales que ni siquiera pueden entrar en las mentes de los
formuladores de políticas de hoy. En la actualidad, incluso reformas mínimas, reformas que
no son suficientes para revertir el despojo de la biosfera y el empobrecimiento de miles de
millones de personas, son demasiado para merecer una seria consideración política. Una
huelga de deudas perforaría la ilusión de que no hay alternativa. Mientras la mayoría de la
gente acepte el sistema actual, aquellos fuertemente invertidos en su perpetuación
encontrarán formas de seguir fingiendo que es sostenible.

Aquí nuevamente, la huelga se puede enmarcar en un lenguaje que no refuerza el


pensamiento de nosotros contra ellos. Debemos ser especialmente cautelosos al enmarcar el
tema en términos de avaricia. Ya sea la avaricia corporativa, la avaricia de los banqueros o
la avaricia de los ricos, la codicia es un síntoma, no una causa, de nuestros problemas
centrales. Lo mismo es cierto para la inmoralidad y la corrupción. Protestar contra las
perfidias de las corporaciones inmorales y los bancos corruptos satisface nuestra ira y nos
hace sentir justos, pero en última instancia es una distracción de problemas sistémicos más
profundos. Por lo tanto, sugeriría una declaración de misión de huelga de deuda en las
siguientes líneas: “Nuestro actual sistema financiero basado en la deuda mantiene a los
estudiantes, familias y gobiernos como rehenes, mientras que incluso los acreedores están
sujetos a la presión implacable para maximizar los rendimientos. Es hora de que este
sistema termine. Por lo tanto, nos negamos a pagar nuestras deudas, para resaltar la
injusticia del sistema que está arruinando a la sociedad y al planeta”.

¿Qué es lo que realmente queremos? ¿Es acaso triunfar sobre los malos y ser los
ganadores? ¿O es cambiar fundamentalmente el sistema? Puedes pensar que estos dos
objetivos pueden no ser contradictorios. Creo que lo son: primero, porque el patrón de
“luchar contra el mal” proviene de la misma mentalidad que nuestro sistema de
competencia y dominación; segundo, porque al demonizar a los que percibimos como otros,
los llevamos a los mismos comportamientos que justifican nuestra demonización; tercero,
porque es poco probable que ganemos en el juego de la élite del poder; cuarto, porque
incluso si ganamos, habremos llegado a ser mejores en ser ellos de lo que son; quinto,
porque si enlistamos aliados basados en la motivación de triunfar sobre esas personas
codiciosas, nos abandonarán una vez que hayamos logrado ese objetivo, incluso si los
sistemas más profundos permanecen sin cambios. Esto es lo que sucede casi cada vez que
un dictador es derrocado. Pensando que han ganado, la gente se va a casa; alguien más
entra en el vacío del poder, y pronto todo más o menos vuelve a ser como era.

Estrategias populistas tradicionales como huelgas, protestas, acción directa, desobediencia


civil, etc. tienen un papel importante que desempeñar para interrumpir la historia
prevaleciente. Sin embargo, son peligrosos e insuficientes por sí mismos para la tarea en
cuestión. Son peligrosos porque incluso si provienen de un lugar de compasión y no juzgar,
desencadenan muy fácilmente viejos hábitos de odio. Su naturaleza es crear una percepción
de que hay dos lados, uno de los cuales ganará y uno de los cuales perderá, uno de los
cuales son los buenos y el otro los malos. También son insuficientes, porque interrumpen la
historia prevaleciente solo en un nivel. Podrían interrumpir la historia que llamamos “la
economía”, pero dejan intactos los mitos más profundos y menos visibles definen nuestra
civilización e integran la economía. Esta limitación no significa que estas estrategias no
sean útiles o necesarias. Pero también necesitamos trabajar en otros niveles. Entonces,
veamos otras formas, otro tipo de formas, para interrumpir la historia de la separación.

Un ejemplo es “bloqueo cultural”, que van desde bromas como anuncios falsos hasta
campañas como el “día nacional de no comprar nada” y la “semana apagar la TV”. Arte
subversivo e ilegal, à la Banksy, también cae en esta categoría, como incursiones de
payasos en edificios de oficinas o conferencias de negocios. The Yes Men, que se hace
pasar por funcionarios corporativos y gubernamentales en entrevistas de televisión, también
son bloqueadores de la cultura. Todo esto expone la falta de autenticidad, la locura o la
inhumanidad de las narrativas dominantes.

Otra forma de interrupción es simplemente crear un ejemplo vivo de una forma de vida
diferente, de tecnología, de agricultura, de dinero, de medicina, de escolarización… y, por
el contrario, revelar la estrechez y la disfunción de las instituciones dominantes. No estoy
totalmente de acuerdo con el adagio de Buckminster Fuller: “Nunca cambias las cosas
luchando contra la realidad existente. Para cambiar algo, crea un nuevo modelo que haga
que el modelo existente quede obsoleto” porque a veces la realidad existente suprime estos
nuevos modelos. ¿Su código de construcción local permite baños de compostaje o techos de
césped? Pero hay verdad en ello, no obstante.

Ahora vamos a llevarlo un nivel más profundo. Después de todo, nuestros sistemas de
derecho, economía y política descansan sobre una base de mitos, hábitos y creencias
invisibles. También debemos trabajar con la historia en este nivel. Los estudios de la
Universidad de Michigan mencionados anteriormente indican lo que podría ser este
enfoque más profundo. Los investigadores encontraron que las personas que habían
recibido un ejercicio de autoafirmación pudieron considerar mejor la información que
contradecía sus creencias que los que no lo recibieron. Presumiblemente los hizo sentir
menos amenazados y, por lo tanto, más abiertos.

La forma más directa de interrumpir la historia de la separación en sus cimientos es darle a


alguien una experiencia de no separación. Un acto de generosidad, perdón, atención, verdad
o aceptación incondicional ofrece un contraejemplo a la cosmovisión de la separación,
violar tales principios como “Todos ven por sí mismos” y afirmar el deseo innato de dar,
crear, amar y jugar. Tales actos son solo invitaciones—no pueden obligar a alguien a
suavizar los sistemas de creencias basados en la separación. La generosidad siempre se
puede interpretar como “Él está tratando de obtener algo de mí”. El perdón puede verse
como manipulación (como tantas veces es el perdón falso). La verdad puede ser ignorada.
Pero al menos la invitación está ahí.

Cuando vivía en Taiwán en mis veintes, conocí a un maravilloso músico y artista a quien
llamaré W. Lo admiraba y envidiaba su creatividad y libertad, y quería que le gustara y que
me admirara también. Entonces, un día, lo metí en una conversación donde traté de
impresionarlo al mencionar casualmente que hablo chino fluido, que hice mucho dinero
como traductor, etcétera. Me esforcé por ser indiferente para no parecer alardear. Estaba
escuchando atentamente pero no decía nada. De repente me di cuenta de que no solo W no
estaba impresionado, sino que él me leyó por completo. Todo mi juego era obvio para él.
Pero en lugar de hacerlo notar, él hizo corto circuito a mi creciente vergüenza mirándome
con amor en sus ojos y gentilmente diciendo, “Así se hace, hermano”.

Estas palabras fueron más poderosas que cualquier reproche. Aterrizaron sobre mí como un
milagro. Aquí había alguien que vio algo de lo que yo mismo me avergoncé, sin embargo,
no se unió a mí en ese juicio. El me celebró. Me amaba donde yo no podía amarme a mí
mismo. Eso era algo que no encajaba en mi mundo. No puedo decir que me cambió de
inmediato, pero esa experiencia de ser aceptado incondicionalmente se imprimió en mi
psique e hizo que la “realidad” fuera un poco menos real.

Después de toda una vida de entrenamiento en auto-rechazo, la aceptación incondicional


por otro nos muestra una nueva posibilidad. Este es un poder transformador que todos
poseemos. Todos podemos darnos experiencias que son refutaciones vivas de las creencias
de Separación.

Una vez se le preguntó al Dalai Lama: “¿Cuál es la cualidad más importante en un maestro
espiritual?” Su respuesta: “Alegría”. Esa alegría es una especie de invitación que dice, “Se
siente bien estar aquí. ¿No te gustaría venir también?”.

El principio general de interrumpir la historia expande el alcance del activismo más allá de
su
concepción tradicional validando los tipos de acción que no se basan en la fuerza o la
confrontación. Un ejemplo sería el testigo silencioso: Gente amish que llena las salas del
tribunal para dar testimonio pacífico de la administración de justicia, o manifestantes de
Ocupa (Wall Street) observando en silencio mientras la canciller que ordenó el rocío de gas
pimienta sale de su oficina. No sé qué piensas, pero me resulta más fácil hacer lo correcto
cuando sé que alguien está mirando.

Hwang Dae-Kwon, presentado anteriormente, me habló de una acción directa reciente que
él y algunos compañeros pacifistas tomaron en el sitio de construcción de una nueva base
militar estadounidense en Corea que destruiría una aldea centenaria. Simplemente iban al
sitio todas las mañanas y las tardes y hacían “reverencias de meditación” (postración
completa repetida) durante horas. Sin campaña mediática. Sin pancartas. Sin banderas.
Pronto la gente comenzó a sentir curiosidad, y en poco tiempo el problema estuvo en todos
los medios. Las cosas iban bien, me dijo Hwang, hasta que los manifestantes militantes
tradicionales decidieron involucrarse. Se inundaron de ira y violencia, y pronto la cobertura
de los medios se volvió más hostil. La protesta ya no desafió las narrativas existentes sobre
la ley y el orden, los manifestantes descontentos, etc.

En estos ejemplos vemos la fusión del activismo y la espiritualidad descrito anteriormente


en este libro. Debido a que nuestros sistemas económicos y políticos se basan en nuestras
historias compartidas, la acción que no aborda directamente los problemas políticos todavía
tienen un impacto político.

A menudo les pido a los participantes en mis seminarios que compartan historias que
ampliaron su comprensión de lo que es real, posible y El camino del Mundo.
Recientemente, un hombre de Colorado llamado Chris describió un seminario de inversión
inmobiliaria que dirigió hace muchos años. Fue un evento de varios días con 160
inversionistas inmobiliarios y, por su propia admisión, fue bastante aburrido.

Al tercer día, algo se apoderó de él. Dejó a un lado su presentación y, como la describe,
prácticamente canalizó una actividad que una vez había experimentado en un taller de Tony
Robbins. Pidió a todos en la audiencia que buscaran en sus carteras y billeteras y tomaran
algo de dinero. “Si no tiene billetes grandes, pida prestado uno a un vecino”. Entonces les
dijo, “Bien, ahora arruguen el dinero en su mano. Les voy a pedir que hagan algo a la
cuenta de tres, sin pensar. Cuando llegue a las tres, tomen el dinero y tírenlo al aire con un
grito. Simplemente háganlo. ¡Ahora! ¡Uno, dos, tres!”

Toda la habitación hizo lo que se les dijo, y después de que comenzaron a gritar no
pudieron dejar de hacerlo. Cuando las cosas finalmente se calmaron, les dijo, “Muy bien,
ahora les voy a dar una opción. Pueden ir a recoger su dinero, mostrando que el dinero los
controla, o pueden dejarlo en el piso, porque son el dueño del dinero”. Durante el resto del
día el seminario fue mágico. El aire en la habitación parecía vibrar.

Al final de la tarde, era hora de abandonar el auditorio del hotel donde se realizó el evento.
“¿Qué vamos a hacer con el dinero?”, preguntaron los participantes. “Si realmente no
estamos esclavizados por el dinero, entonces lo vamos a dejar aquí en el piso “, dijo Chris.
“Es un regalo para el personal de limpieza”. Un hombre, con el ceño fruncido, recogió su
dinero y salió. El resto lo dejó allí. Chris se quedó un rato en la habitación vacía, miles de
dólares esparcidos por el suelo. Pronto llegaron los limpiadores del hotel, cinco de ellos. Se
detuvieron en seco, con las fauces abiertas, mirando al suelo. ¿Qué hacer?

Por supuesto, fueron a preguntarle al tipo del traje. “Señor”, dijeron, “¿qué es esto?” No
hablaban mucho inglés y Chris no hablaba español. Trató de explicar que era para ellos,
con poco éxito. “Para ti, para ti”, dijo, pero era como si no pudieran escucharlo. Que eso
fuera cierto era una imposibilidad en su mundo.

En poco tiempo, habían llamado a su supervisor, y Chris le explicó que el dinero era para
los conserjes. Cuando el supervisor finalmente entendió que esto era real, fue abrumado por
la emoción y comenzó a llorar. “Esto es más dinero del que han ganado en un mes”, dijo.
“No sé qué han estado haciendo aquí, ¡pero son bienvenidos a nuestro hotel en cualquier
momento!

La magia continuó durante los dos días restantes del seminario. Chris les contó a los
participantes sobre los conserjes, y el espíritu de generosidad era contagioso. La gente
pagaba por las personas detrás de ellos en el café cuando iban a almorzar. Continuó
ignorando su guión para el seminario y habló desde una especie de flujo intuitivo. Cada
proceso en el que los condujo fue increíble.

Años después, dice, todavía recibe correos electrónicos de esos participantes, diciéndole
que sus vidas nunca han sido las mismas desde entonces. “Dime cuándo das otro
seminario”, dicen. “No me importa cuál sea el tema”. El poder de ese acto de generosidad
fue mucho más allá del mero impacto económico en los conserjes de la clase trabajadora.
Su poder radica en su violación de las leyes de la realidad como los conserjes, su supervisor
y los participantes del seminario las habían conocido. Ese día, lo imposible sucedió.
Experiencias como esa nos dicen, “El mundo no funciona de la manera que pensabas. El
reino de lo posible es mayor de lo que creías que era.

32. Vea “How Facts Backfire” de Joe Keohane en el Boston Globe del 11 de julio de
2010 para una discusión de esta investigación.

Capítulo 32: Milagros


Trabajar en el nivel de la historia tiene dos dimensiones. Primero es interrumpir lo viejo,
que dice, “Lo que pensabas que era real es solo una ilusión”. El segundo es ofrecer una
nueva historia, que dice, “Lo posible y lo real son mucho más grandiosos de lo que sabías”.
El primero, lo experimentamos como crisis y colapso. El segundo, lo experimentamos
como milagroso. Eso es lo que es un milagro: no la intercesión de una divinidad externa en
los asuntos mundanos que viola las leyes de la física, sino algo que es imposible desde una
vieja historia del mundo y posible desde una nueva.

Ya que un milagro es (según esta definición) imposible desde donde estamos hoy, no
podemos forzar al universo a producir uno. Está más allá de nuestra comprensión de causa
y efecto. Sin embargo, podemos dar la experiencia del milagro a otra persona. En la medida
en que vivamos en una nueva historia, todos tenemos el poder de hacer milagros. Al igual
que Chris, todos tenemos el poder de realizar actos que violan la vieja Historia del mundo.

Un milagro es una invitación a una realidad más grande. Tal vez soy más terco que la
mayoría, pero normalmente necesito milagros repetitivos para aceptar la invitación que
tienen. Las percepciones de la separación—por ejemplo, causalidad lineal y autointerés
racional—están incrustados en lo profundo de mis células, porque soy un producto de esa
época.

A los veintiún años, incómodo en mi propia cultura en la que me sentía como un


extraterrestre pero aún unido a muchos aspectos de sus historias definitorias, llegué a
Taiwán. Es cierto que, gracias a mi crianza política algo izquierdista, fui consciente de la
bancarrota de la mitología del progreso y el globalismo económico, pero acepté sin
cuestionar el método científico como el camino real hacia la verdad y creía que la ciencia
como institución había llegado a una comprensión general bastante completa de cómo
funcionaba el universo. Después de todo, era un graduado de Yale, entrenado en
matemáticas y filosofía analítica. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que mi
historia del mundo fuera atacada. Tuve experiencias con la medicina china y el qigong que
fueron inmunes a mis mejores esfuerzos por explicarlas. Tuve un poderoso viaje de LSD
que derritió lo que había llamado “realidad” en un océano mental. Absorbí el pensamiento
budista y taoísta que inundaba la isla, y escuché innumerables historias de fantasmas,
chamanes taoístas y otras rarezas de personas respetables que solo podía descartar con un
esfuerzo extenuante de interpretación. (Tal vez están tratando de impresionar al extranjero.
Tal vez son ignorantes y supersticiosos, dado que ven lo que no está allí). Me encontré cada
vez más incómodo con la arrogancia cultural y personal que tuve que asumir para preservar
mi visión del mundo. Descartar las percepciones del mundo de toda una cultura a favor del
dogma de objetividad y reduccionismo parecía similar al mismo imperialismo económico y
cultural que ya conocía. Aquí había una especie de imperialismo conceptual, para ver una
cultura completa a través de una lente de antropología o una narrativa del desarrollo
cognitivo que, en ambos casos, estuvo fuertemente cargado con las relaciones de poder que
gobiernan nuestro mundo.

Al mismo tiempo, encontré libros que sugirieron que la cosmovisión occidental se estaba
desmoronando desde adentro. De particular impacto fue el trabajo del premio Nobel Ilya
Prigogine y el físico David Bohm, dos de los más grandes científicos del siglo veinte,
quienes invirtieron mi comprensión de la causalidad y mi suposición, que nunca pensé en
cuestionar por razones científicas, que el universo carece de un orden o inteligencia
inherente. Esto me liberó de la trampa del dualismo: ver los fenómenos de los que me había
dado cuenta en Taiwán como el ejercicio de un reino espiritual separado y no material; para
concluir que la ciencia tiene su dominio y la espiritualidad otro. Pero ahora podía ver que la
materialidad era mucho más de lo que habíamos hecho con ella, que potencialmente, podría
incluir todos los fenómenos que asociamos con el espíritu, y que esto podría suceder, no
reduciendo, descartando o explicando lo “espiritual”, pero por el contrario, solo
expandiendo lo material mucho más allá con lo que cualquier científico se sentía cómodo.

Tenemos miedo de cualquier cosa que interrumpa nuestra historia del mundo, todo lo que
desafía las reglas y los límites de lo real. Tenemos miedo a los milagros, pero también los
anhelamos. Son nuestro mayor deseo y nuestro mayor miedo. Cuando la historia en la que
vivimos es joven, el miedo es más fuerte que el deseo. Una historia joven tiene un sistema
inmune fuerte. Puede eliminar puntos de datos en conflicto con facilidad. Veo un dangji (un
chamán taiwanés) en un trance tembloroso, llevando un brasero ardiente en sus manos
desnudas—bueno, no debe ser tan caliente como parece. Un taxista me cuenta la vez que
recogió a una extraña mujer con un vestido de novia y la llevó a un número de la calle que
no existía, y cuando se volvió para preguntarle (sobre la dirección) ella había desaparecido
del taxi—bueno, probablemente estaba borracho esa noche, o tal vez estaba tratando de
impresionar al crédulo extranjero. Me torcí el tobillo tan severamente que no puedo
caminar, y me llevan a una clínica de cemento de una habitación, donde el médico,
fumando un cigarrillo, clava los pulgares en la carne hinchada e inflamada durante cinco
minutos de tortura, le pone un poco de pasta, lo envuelve y me envía a casa, y el tobillo está
completamente mejor al día siguiente—bueno, no debe haber sido realmente tan malo; en
realidad no debe haberse hinchado para duplicar su tamaño como pensé, y en cualquier
caso, habría mejorado de todos modos. Visito a un maestro de qigong, que me toca en
algunos puntos de mi cuerpo para “limpiar mis meridianos” y empiezo a sudar en cuestión
de segundos y salgo media hora después sintiéndome como un millón de dólares—bueno,
probablemente tenía mucho calor allí, y no me di cuenta de que la habitación estaba muy
caliente, y en cuanto al intenso hormigueo que sentí cuando nos mostró lo que era la
proyección de qi, debo haberlo estado imaginando. Los cientos de personas que estudian
con ese hombre—deben ser engañados, embaucados por su ingeniosa charla para creer que
es imposible, probablemente dependen psicológicamente de las falsas enseñanzas
espirituales que él vende. Ni siquiera necesito saber cuáles son o examinar si son falsos o
no—deben serlo, porque de lo contrario mi mundo se desmorona. Lo mismo ocurre con
todos los reclamos y carreras de toda una vida de cientos de miles de homeópatas,
naturópatas, acupunturistas, quiroprácticos, sanadores de energía y todos los demás quienes
practican modalidades para las cuales “no hay evidencia científica”—estudios controlados,
doble mascarada en revistas revisadas por colegas. Si hubiera algún mérito en sus ideas,
seguramente las instituciones imparciales de la ciencia lo reconocerían ahora. Esos
practicantes se han estado engañando a sí mismos, recordando selectivamente solo aquellos
casos en que el paciente mejoró—y algunos inevitablemente mejorarán incluso sin ningún
tratamiento. Son observadores equivocados, engañosos y pobres, de la realidad. Diferente a
mí y de las personas con las que estoy de acuerdo. Nosotros somos los que basamos
nuestras creencias en evidencia y lógica.

Puedes ver cuán robusta puede ser una Historia del mundo y cuán completa. En definitiva,
nuestras creencias sobre lo que es y no es científicamente aceptable implican nuestra
confianza en las estructuras sociales y autoridades existentes. Las acusaciones de
ingenuidad, de trastorno mental, de estar fuera de contacto con la realidad, y la energía
emocional detrás de esas acusaciones, provienen de un sentimiento de amenaza. La
amenaza es real. Lo que está siendo amenazado es el tejido del mundo tal como lo
conocemos. En última instancia, el mismo temor está detrás de la calistenia mental de los
escépticos ambientales o los banqueros centrales o cualquier otra persona que ignore las
señales cada vez más obvias de que nuestro sistema está condenado, y que las creencias que
damos por sentadas, las instituciones que parecían tan permanentes, las certezas que
parecían tan confiables y los hábitos de vida que parecían tan prácticos ya no nos están
sirviendo.

¿Cómo ayudar a las personas y los sistemas que las componen para dejar ir la vieja
historia? Un asalto directo—emparejar evidencia con evidencia y lógica con lógica—solo
intensifica el miedo y la resistencia. No es que no piense que hay una lógica detrás de mis
creencias, o que solo pueden mantenerse contra la evidencia. Todo lo contrario. Pero como
he descrito, algo más tiene que suceder, algo más profundo tiene que cambiar, antes de que
alguien esté dispuesto siquiera mirar la evidencia. Como sanadores y agentes de cambio,
tenemos que abordar esta cosa más profunda, la herida en el corazón de la historia de la
separación. En cambio, tenemos que pensar en extender una invitación a un mundo más
grande. Esa es la esencia de nuestro trabajo como hacedores de milagros.
Las historias, como todos los seres, tienen una vida útil. En su juventud, su sistema
inmunológico es fuerte, pero a medida que pasa el tiempo, se vuelven cada vez más
incapaces de resistir la evidencia y las experiencias contrarias que se acumulan. Al final, ya
no podía creer mi propia historia. Quién tenía que ser para mantenerla—cínico, desdeñoso,
condescendiente, frenando nuevas experiencias—se volvió intolerable. A medida que el
viejo mundo se volvió intolerable, las invitaciones del nuevo llegaron más rápido y con más
fuerza.

A medida que una historia envejece, aparecen grietas en su límite, en la cáscara del huevo
cósmico. Un milagro es el nombre que le damos a la luz que brilla a través de un mundo
más grande y radiante. Dice no solo que la realidad es más grande de lo que pensábamos,
sino que esa realidad más grande llegará pronto. Es a la vez un vistazo y una promesa.

En la medida en que nosotros mismos estamos viviendo en la realización del interser,


nosotros también somos capaces de hacer milagros. Eso no significa que lo que hacemos
nos parezca milagroso—encaja con nuestra comprensión ampliada de la naturaleza de la
vida y la causalidad. Por ejemplo:

 Cuando uno está alineado con el propósito del servicio, los actos que parecen
excepcionalmente valientes para los demás son algo natural.
 Cuando uno experimenta el mundo como abundante, entonces los actos de
generosidad son naturales, ya que no hay dudas sobre el suministro continuo.
 Cuando uno ve a otras personas como un reflejo de uno mismo, el perdón se
convierte en una segunda naturaleza, cuando uno se da cuenta de “Pero por la gracia
de Dios, por eso sigo yo”.
 Cuando uno aprecia el orden, la belleza, el misterio y la conexión del universo,
surge un profundo gozo y alegría que nada puede sacudir.
 Cuando uno ve el tiempo tan abundante y la vida infinita, uno desarrolla paciencia
sobrehumana.
 Cuando uno deja de lado las limitaciones del reduccionismo, la objetividad y el
determinismo, tecnologías se vuelven posibles que la ciencia de la separación no
puede tolerar.
 Cuando uno deja de lado la historia del yo discreto y separado, emergen
sorprendentes capacidades intuitivas y perceptivas de la latencia de por vida.
 Estos y muchos otros milagros son los hitos del territorio del interser.

Capítulo 33: La Verdad


Por lo general, no es a través de un mero acto de voluntad que nos encontramos/habitamos
en la historia del Interser. Es un largo proceso de sanación de las heridas de separación, de
cambiar sus hábitos y descubrir reinos inesperados de reunión. A veces repentino y a veces
gradual, a veces por trabajo duro y a veces por gracia, a veces como un nacimiento y a
veces como una muerte, a veces doloroso y a veces glorioso, es un proceso profundo de
metamorfosis. Debemos tener eso en cuenta mientras trabajamos como agentes de la
transición en historias en otras personas y en la sociedad en general.
La pregunta “¿En qué historia debo posicionarme?” nos lleva a una aparente paradoja. Parte
de la “nueva historia” es una especie de meta-conciencia de la historia misma. ¿Estamos
tratando de entrar en una nueva historia, o estamos tratando de estar fuera de la historia por
completo? Los posmodernos dirían que es imposible estar fuera de la historia; como lo
expresó Derrida: “No hay tal cosa como fuera-del-texto”. Dirían que no hay verdad o
realidad fuera de nuestras construcciones sociales. No estoy de acuerdo con esta posición,
aunque creo que en su momento histórico ofreció un antídoto saludable a las pretensiones
del cientificismo y el racionalismo, que pretendían ofrecer un camino real a la verdad. Los
seres humanos somos creadores de significado, creadores de mapas, intercambiamos un
mapa por el siguiente y deambulamos por él como si no fuera un mapa sino el territorio
mismo. La posmodernidad nos liberó de esa trampa cuestionando si incluso hay un
territorio. Una pregunta resbaladiza, dado que incluso la palabra “hay” está llena de
supuestos cartesianos sobre la naturaleza de la realidad; en otras palabras, la palabra “hay”
es parte de un mapa.

Sin embargo, nada de esto significa que no hay territorio detrás del mapa. Solo significa
que no podemos usar el pensamiento conceptual para llevarnos allí. Que el mundo se crea a
partir de la historia es en sí mismo una historia. Cada mapa es un mapa de otro mapa, capa
tras capa. Deconstruimos cada uno, ampliando nuestra comprensión de cómo se creó y a
qué poderes sirve, pero no importa cuántas capas penetremos, nunca llegamos al territorio.
Sin embargo, eso no significa que no esté allí. Simplemente no se encuentra de esta manera,
así como no se puede alcanzar el infinito contando, ni crear Utopía al perfeccionar una
tecnología más, ni alcanzar el cielo construyendo una torre hacia él. La verdad está
igualmente fuera de la progresión de la historia de uno a otro. Eso no significa que esté muy
lejos; significa que está cerca, más cerca que cerca. El cielo comienza donde termina el
suelo; solo necesitamos mirar con otros ojos para darnos cuenta de que ya estamos allí. La
utopía está a un cambio colectivo de percepción. La abundancia está a nuestro alrededor.
Solo nuestros esfuerzos en la construcción de torres nos ciegan, nuestra mirada hacia el
cielo siempre, siempre buscando escapar de esta tierra, este sentimiento, este momento.

Entonces, mientras la nueva historia habla de un lugar más allá y entre historias, no nos
lleva a ese lugar. Es un lugar al que necesitamos reconectarnos con mayor frecuencia de lo
que lo hemos hecho para anclar nuestras historias en la verdad. Mientras seamos humanos,
siempre crearemos y representaremos historias. Formaremos acuerdos sobre lo que
significan las cosas, mediaremos esos acuerdos con símbolos, y los integraremos en
narraciones. Así es como coordinamos la actividad humana hacia una visión común.

La nueva historia nos permite volver a conectarnos con lo que es anterior a la historia, para
extraer poder del vacío que yace antes del significado, donde las cosas simplemente
existen. Una historia puede llevar verdad, pero no es verdad. El Tao que se puede hablar no
es el verdadero Tao. “La verdad”, escribió Ursula K. Le Guin, “entra y sale de las historias,
ya sabes. Lo que una vez fue verdad, ya no lo es. El agua ha subido de otra fuente”. A veces
podemos reconocer esta verdad, pero no, como prescribe el Método Científico, probando la
conformidad de esa historia con los resultados experimentales. Ese intento se basa en una
historia del mundo llamada objetividad y siempre es producto de elecciones invisibles
(¿Qué preguntas son importantes? ¿Qué teoría probamos? ¿Qué estructuras de autoridad
invocamos para legitimar los resultados?) que también codifican una historia.
¿Dónde, entonces, encontramos la verdad? La encontramos en el cuerpo, en el bosque, en el
agua, en el suelo. La encontramos en la música, el baile y, a veces, en la poesía. La
encontramos en la cara de un bebé y en la cara del adulto detrás de la máscara. La
encontramos en los ojos del otro, cuando miramos. La encontramos en un abrazo, que es,
cuando lo sentimos, ser a ser, un acto increíblemente íntimo. La encontramos en risas y
sollozos, y la encontramos en la voz detrás de la palabra hablada. La encontramos en
cuentos de hadas y mitos, y en los cuentos que contamos, incluso si son ficticios. A veces,
embellecer un cuento lo amplía como un vehículo para la verdad. La encontramos en
silencio y quietud. La encontramos en el dolor y la pérdida. La encontramos en el
nacimiento y la muerte.

Mis lectores cristianos podrían decir, lo encontramos en la Biblia. Sí, pero no en sus
literalismos. La verdad brilla como una luz de fondo a través de las palabras. Por sí mismos
no son más verdaderos que cualquier otra palabra, pueden ser ponerse (y han sido puestos)
al servicio de toda clase de horrores. El taoísmo habla del “obstáculo de los escritos”:
cuando nos vemos atrapados tratando de encontrar la verdad en las palabras mismas, en
lugar de viajar a través de las palabras al lugar de donde surgieron.

Por lo tanto, aunque siempre viviremos en una historia, necesitamos anclar nuestras
historias con frecuencia en la verdad. Anclar una historia en la verdad nos impide perdernos
demasiado en la historia, hasta el punto, como es verdad hoy, en que los niños que se
queman vivos son “daños colaterales”, y las necesidades de la vida biológica en la tierra
son “recursos”. Estos son los tipos de delirios que desestabilizan los momentos de verdad.
Tal vez por eso, según un monje butanés que conocí, el rey de Bután se asegura de pasar la
mayor parte de su tiempo en las aldeas rurales. “Si estoy demasiado en la capital”, dice, “no
puedo tomar decisiones sabias”. Rodeado por los artefactos de la separación, es probable
que internalicemos la historia de la que forman parte. Inconscientemente, entonces, vivimos
de esa historia.

El silencio, la quietud, el suelo, el agua, el cuerpo, los ojos, la voz, la canción, el


nacimiento, la muerte, el dolor, la pérdida. Observa una cosa que unifica todos los lugares
que enumeré en los que podemos encontrar la verdad: en todos ellos, lo que realmente está
sucediendo es que la verdad nos está encontrando. Viene como un regalo. Eso es lo
correcto tanto del Método Científico como de la enseñanza religiosa de una verdad absoluta
fuera de la creación humana. Ambos encarnan la humildad. Este mismo estado de humildad
es donde podemos encontrar la verdad para anclar nuestras historias.

La necesidad de llegar más allá de la historia por la verdad que ancla la historia significa
que hay un límite de cuánto pueden hacer “los chicos más inteligentes en la habitación”
para crear un mundo más hermoso. (¿Soy uno de esos? ¡No le prestes atención al hombre
detrás de la cortina!) Mucho más importantes son aquellos que nos ponen a disposición
experiencias de verdad (los sentidos, el suelo, el cuerpo, la voz, etc.)—de ahí la necesidad
política y ecológica de las cosas para las que no tenemos tiempo en nuestra prisa por salvar
el mundo.

La verdad está más allá de nuestra invención. Que venga como un regalo implica que algo
nos tiene que pasar para iniciarnos en nuestro poder completo como creadores de cambio.
Nuestros esfuerzos como sanadores y creadores de cambios evolucionan a medida que
avanzamos por la pérdida, el colapso, el dolor a nivel personal. Cuando el propio subsector
personal de la Historia de la separación se disuelve, por primera vez, uno puede ver esa
historia tal como es.

Cada vez que pasa (y puede suceder tantas veces como haya variaciones en el tema de
Separación), entramos en el espacio sagrado que he mencionado, el espacio entre historias.
Podríamos pensar que podemos ingresar a propósito, sin pérdida o avería, quizás a través de
la oración, la meditación o la soledad en la naturaleza. Tal vez sí, pero ¿qué te llevó a tal
práctica? A menos que te hayan criado en él, probablemente haya sucedido algo que te
expulsara del mundo normal en el que esto no es algo que la gente hace.

Además, una forma en que funciona la práctica espiritual es para desenredar las viejas
creencias y la autoimagen— la historia de uno mismo y del mundo. Este desmoronamiento
es una especie de colapso, una especie de pérdida, incluso una especie de muerte. Ya sea
que el viaje al espacio entre historias suceda a través de una práctica, un divorcio, una
enfermedad o una experiencia cercana a la muerte, todos estamos en el mismo viaje.

Así como nuestra civilización está en una transición entre historias, así también lo estamos
muchos de nosotros individualmente. Cuando miramos a las diversas historias que nos
contamos de nuestras vidas, ciertos patrones se hacen evidentes, y puede ser posible
discernir en estos patrones dos (o posiblemente más) temas dominantes. Uno podría
representar la “vieja historia” de la vida de uno, y el otro la “nueva historia”. El primero a
menudo se asocia con varias heridas en las que uno nace o ha crecido como miembro de
esta cultura. La segunda historia representa a dónde va uno y es consistente con la curación
de estas heridas.

Aquí hay un proceso llamado “¿Qué es verdad?” que está diseñado, primero, para traer
historias internalizadas que acechan invisiblemente dentro de nosotros en nuestro campo de
conciencia para quitarles potencia, y segundo, a través del mantra “¿Qué es verdad?” para
llevar al portador de la historia al espacio entre historias, el espacio donde la verdad está
disponible. El proceso se originó en un retiro que co-lideré con el maravilloso inventor
social Bill Kauth en 2010, y ha evolucionado considerablemente desde entonces. Presentaré
aquí una versión bastante original que el lector puede adaptar a su propia enseñanza y
práctica.

Primero, todos los presentes identifican una situación u elección que enfrentan, una duda,
una incertidumbre—algo sobre lo que “no sabes qué pensar” o “no sabes cómo decidir”. En
una hoja de papel, describan los hechos de la situación, luego escriban dos interpretaciones
separadas tituladas “Historia #1” e “Historia #2”. Estas historias describen lo que significa
la situación, los “qué pasaría si” a su alrededor, lo que dice sobre las personas involucradas.

Aquí hay un ejemplo propio. Cuando terminé el primer borrador de The Ascent of
Humanity, empecé a buscar un editor. Enamorado de la belleza y profundidad de este libro
que había pasado tantos años escribiendo, con grandes esperanzas envié los paquetes de
presentación apropiados a varios editores y agentes. Estoy seguro de que puedes adivinar lo
que pasó. Ni un solo editor mostró el más mínimo interés. Ningún agente quería asumirlo.
¿Cómo podría alguien no ser seducido por (lo que vi como) la profundidad de la tesis del
libro y la belleza de los extractos? Bueno, tuve dos explicaciones que me habitaron al
mismo tiempo, aumentando y disminuyendo en su relativa influencia.

La historia #1 fue la siguiente: “Acéptalo, Charles, la razón por la que están rechazando el
libro es simplemente que no es muy bueno. ¿Quién eres para intentar una narrativa
metahistórica tan ambiciosa? No tienes un doctorado en ninguno de los campos sobre los
que escribes. Eres un aficionado, un diletante. La razón por la que tus ideas no están en los
libros que has leído es que son demasiado triviales e infantiles para que alguien se moleste
en publicarlos. Quizás deberías volver a la escuela de posgrado, pagar tus deudas, y algún
día podrías estar calificado para hacer una modesta contribución a la civilización que, en tu
rebeldía infantil, convenientemente rechazas. No es nuestra sociedad la que está mal, es que
simplemente no eres lo suficientemente bueno”.

Y aquí estaba la historia #2: “La razón por la que están rechazando el libro es que es tan
original y único que no tienen una categoría para ponerlo, ni siquiera ojos para verlo. Es de
esperarse que un libro tan desafiante para la ideología definitoria de nuestra civilización sea
rechazado por las instituciones construidas sobre esa ideología. Solo un generalista, que
viene de fuera de cualquier disciplina establecida, podría escribir tal libro; tu falta de un
lugar legítimo en la estructura de poder de nuestra sociedad es lo que hace posible el libro
y, al mismo tiempo, es lo que hace que la aceptación rápida sea tan difícil de alcanzar”.

Hay varias características de estas historias dignas de mencionar. Primero, uno no puede
distinguir entre ellas sobre la base de la razón o la evidencia. Ambas se ajustan a los
hechos. Segundo, es bastante obvio que ninguna historia es una construcción intelectual
emocionalmente neutral; cada una está conectada no solo a un estado emocional, sino
también a una historia de vida y una constelación de creencias sobre el mundo. Tercero,
cada historia da lugar, naturalmente, a un curso de acción diferente. Eso es de esperar: las
historias contienen roles y las historias que nos contamos sobre nuestras vidas prescriben
los roles que nosotros mismos jugamos.

Después de que cada persona haya escrito una situación y dos historias al respecto, todos se
juntan en parejas. Cada pareja tiene un orador y un interlocutor. El orador describe lo que él
o ella ha escrito, lo ideal es tomarse uno o dos minutos para hacerlo. Solo lleva eso de
tiempo transmitir lo esencial de la mayoría de las historias.

El oyente, frente al hablante, pregunta: “¿Qué es verdad?” El hablante responde hablando


lo que se siente verdadero en el escuchar atento del interrogador. Ella podría decir: “La
historia #1 es verdadera” o “La historia #2 es verdadera”, o podría decir: “En realidad, creo
que lo que es verdad es esta tercera cosa…” o “Lo que es cierto es que desearía poder creer
la historia #2, pero me temo que la primera historia es cierta”.

Después de la respuesta, el interlocutor responde con “¿Qué más es verdad?” o, si la


respuesta fue solo más historia, tal vez con “Sí, y ¿qué es verdad?” Otras preguntas útiles
son “Si eso es cierto, qué
¿más es verdad?” y “¿Qué es verdad ahora?” Otra forma de ejecutar el proceso es
simplemente repetir la pregunta inicial, “¿Qué es verdad?” una y otra vez.
Este es un proceso sutil, impredecible y altamente intuitivo. La idea es crear un espacio en
el que pueda emerger la verdad. Puede suceder de inmediato o puede llevar varios minutos.
En algún momento, el orador y el interlocutor sentirán que la verdad que quería salir ha
salido, en ese momento el interlocutor puede decir: “¿Estás completo por ahora?” El orador
probablemente diga “sí”, o quizás podría decir, “En realidad, hay una cosa más…”

A menudo, la verdad que se revela es sobre los verdaderos sentimientos del hablante al
respecto, o es algo que ella sabe sin lugar a dudas. Cuando sale, hay una sensación de
liberación a veces acompañada de una exhalación de aliento similar a un suspiro. Antes de
eso, el orador podría pasar por una mini crisis, un intento de evasión a través de la
intelectualización de la situación. El trabajo del interrogador es cortocircuitar este disimulo
y volver una y otra vez a “¿Qué es verdad?” Cuando sale la verdad oculta, por lo general, es
muy obvio y, paradójicamente, algo sorprendente también, algo “justo en frente de mi cara
que no podía ver”.

Para darte una mejor idea de lo que sale de este proceso, aquí hay algunos ejemplos de
verdades que he visto surgir:

“¿A quién estoy engañando? ¡Ya hice mi elección! Toda esta racionalización es solo mi
forma de darme permiso”.

“Sabes, la verdad es que ya no me importa. Me he estado diciendo a mí mismo que debería


importarme, pero honestamente, simplemente no me importa”.

“La verdad es que tengo miedo de lo que la gente piense”.

“La verdad es que estoy usando el miedo a perder mis ahorros como una cobertura de lo
que realmente temía: que estoy desperdiciando mi vida”.

Si el hablante sigue bailando alrededor de la verdad, el interrogador, si puede verlo, podría


sugerir algo como “¿Es cierto que…?”

La “tecnología” principal en este proceso es lo que algunas personas llaman “espacio de


espera”. La verdad viene como un regalo surgiendo a través de las grietas entre nuestras
historias. No es algo que podamos resolver; llega, más bien, a pesar de nuestros intentos de
resolverlo. Es una revelación. Mantener espacio para ello puede requerir mucha paciencia,
incluso fortaleza, a medida que las historias y sus emociones acompañantes buscan
atraernos.

Una vez que la verdad ha salido a la luz, no hay nada más que hacer. El proceso ha
finalizado y, después de un momento de silencio, el interlocutor y el entrevistador cambian
de rol.

Algunos procesos como estos alientan al orador a hacer algún tipo de declaración o
compromiso basado en la verdad que ella ha descubierto. Aconsejo contra eso. La verdad
ejerce su propio poder. Después de tener estas realizaciones, acciones que antes parecían
inconcebibles se convierten en algo natural; situaciones que habían sido irremediablemente
turbias se vuelven claras como el agua; los angustiados debates internos se desvanecen por
sí mismos sin ninguna lucha para dejarlos ir. El proceso “¿Qué es verdad?” trae algo nuevo
al campo de atención y por lo tanto en nosotros mismos. De hecho, otra pregunta se
esconde detrás de la de “¿Qué es verdad?” Esa otra pregunta es “¿Quién soy yo?”

Lo mismo se aplica a esas experiencias de la naturaleza, muerte, pérdida, silencio, etc. La


verdad que traen nos cambia, afloja la historia. No hay que hacer nada, pero sucederá
mucho.

He notado que la vida misma lleva a cabo una especie del diálogo “¿Qué es verdad?” con
cada uno de nosotros. Las experiencias se entrometen en cualquier historia que habitamos,
sacándonos de la historia y volviendo a la verdad e invitándonos a redescubrir partes de
nosotros mismos que nuestra historia había dejado de lado. Y la vida es implacable en sus
cuestionamientos.

Lo que la vida nos hace, nosotros, como parte de la vida de los demás, podemos hacer por
ellos, ambos a nivel personal, y en el nivel de activismo social, espiritual y político. A nivel
personal, podemos rechazar las invitaciones frecuentes que recibimos de participar en los
dramas que la gente crea que refuerzan una historia de culpa, juicio, resentimiento,
superioridad, etc. Una amiga llama para quejarse de su ex. “Y luego, tuvo el descaro de
sentarse en el auto esperándome para salir y traerle su maletín.” Se supone que te unas a la
condenación y afirmes la historia de “Él es terrible y tú tan buena”. En su lugar, podrías
jugar “¿Qué es verdad?” (en forma encubierta), quizás simplemente nombrando y prestando
atención al sentimiento. Tu amiga podría estar molesta contigo por negarte a unirte a su
historia; a veces esto será visto como una traición, como lo es cualquier rechazo al odio. De
hecho, puede que notes que al dejar una historia atrás, también puedes dejar atrás los
amigos que la habitaron contigo. Esta es otra razón de la soledad que es una característica
tan definitoria del espacio entre historias.

El viaje de lo viejo normal a lo nuevo ha sido un viaje solitario para muchos de nosotros.
Las voces internas y externas nos dijeron que estábamos locos, irresponsables, poco
prácticos, ingenuos. Éramos como nadadores luchando a través de mares picados,
obteniendo solo un soplo de aire desesperado ocasional, suficiente para permitirnos seguir
nadando. El aire es la verdad. Ahora ya no estamos solos. Nos tenemos que sostener el uno
al otro. Ciertamente no emergí de la duda en torno a mi libro a fuerza de algún heroico
esfuerzo, coraje o fortaleza personal. Mis amigos y aliados me retienen allí cuando estoy
débil como los sostengo cuando soy fuerte.

Sin apoyo, incluso si tienes una experiencia de unidad universal, una vez que regreses a tu
vida, tu trabajo, tu matrimonio, tus relaciones, estas viejas estructuras tienden a llevarla de
vuelta a la conformidad con ellas.

La creencia es un fenómeno social. Con raras excepciones (como Frank en Cap. 5, “Locura
“), no podemos mantener nuestras creencias sin el refuerzo de las personas que nos rodean.
Creencias que se desvían sustancialmente del consenso social general son especialmente
difíciles de mantener, por lo general requieren algún tipo de santuario, como un culto, en el
cual la creencia desviada recibe afirmación constante, y la interacción con el resto de la
sociedad es limitada. Pero lo mismo podría decirse de varios grupos espirituales,
comunidades intencionales e incluso conferencias como las que yo hablo. Proporcionan una
especie de incubadora para desarrollar las creencias frágiles y nacientes de la nueva
historia. Allí pueden cultivar un lecho de raíces para sostenerlas de los ataques del
inclemente clima de creencia exterior.

Descubrir una incubadora de este tipo puede llevar tiempo. Alguien que acaba de salir de
una cosmovisión convencional puede sentirse solo en su rechazo. Nuevas creencias bien
dentro de ella que reconoce como amigos antiguos, intuiciones desde la infancia, pero sin
una articulación de esas creencias por otra persona, esas creencias no pueden estabilizarse.
De nuevo, es por eso que es tan importante tener predicadores para el coro para que pueda
escuchar el fuerte canto del coro. A veces uno recibe una pieza totalmente nueva de la
Historia del Interser que nadie ha articulado todavía, para el cual todavía no hay un
predicador ni un coro. Pero incluso entonces hay espíritus afines esperando, cada vez más
de nosotros, a medida que la nueva historia alcanza la masa crítica.

Eso está sucediendo en nuestro tiempo. Es cierto que las instituciones construidas en
Separación parecen más grandes y fuertes que nunca, pero su base se ha desmoronado.
Cada vez menos personas realmente creen en las ideologías reinantes de nuestro sistema y
su asignación de valor, significado e importancia. Organizaciones enteras adoptan políticas
con las que, en privado, ninguno de sus miembros está de acuerdo. Para usar una analogía
trillada, apenas un mes antes del desmantelamiento del Muro de Berlín, ningún observador
serio predijo que tal cosa podría suceder pronto. ¡Mira lo poderosa que es la Stasi (El
Ministerio para la Seguridad del Estado de la República Democrática Alemana)! Pero la
subestructura de las percepciones de las personas se había erosionado durante mucho
tiempo.

Y también lo está la nuestra. Acabo de decir que la nueva historia está llegando a una masa
crítica. ¿Pero la ha alcanzado? ¿La alcanzará? Quizás todavía no del todo. Quizás sea solo
en un punto de inflexión, un momento de equilibrio. Quizás solo necesita el peso de una
persona más dando un paso más hacia el interser para cambiar el rumbo. Quizás esa
persona eres tú.

Capítulo 34: Conciencia


Trabajar en el nivel de la historia no es solo la clave para crear un mundo más hermoso;
también es idéntico a lo que siempre se ha llamado práctica espiritual. Por supuesto que lo
es: al final de nuestra historia del mundo hay una historia de uno mismo, con sus delirios de
separación de otras personas, de la naturaleza, de Gaia y de cualquier cosa que podamos
llamar Dios.

En Sacred Economics cuestioné la noción que debemos perseguir alguna meta espiritual
unitaria llamada iluminación, de hecho, cuestioné que tal cosa incluso existe como una
cosa. El paralelo es demasiado cercano al dinero, la única cosa de la que supuestamente
surgen todas las demás bendiciones. En una sociedad en la que se anuncia que el dinero
puede satisfacer todas las necesidades (se anuncia), el dinero se convierte no solo en un
medio universal sino también en un fin universal. Por supuesto, cuando uno alcanza riqueza
financiera, uno se da cuenta de que, de hecho, no puede satisfacer todas las necesidades:
por ejemplo, no la necesidad de intimidad, conexión, amor o significado. Si somos o no
financieramente ricos, todos sabemos esto. Pero entonces, en lugar de cuestionar la noción
de que lograr una cosa conducirá a todas las demás cosas, simplemente desplazamos esa
cosa lejos del dinero y hacia algo más. Apegado al dogma de la separación del espíritu y la
materia, consideramos que esta otra cosa es, a diferencia del dinero, algo “espiritual”.
Algunos lo llaman Dios, algunos lo llaman iluminación, pero no hemos dejado el patrón
monetario de perseguir un objetivo unitario—lo más importante que hay—a lo que hay que
rendirle sacrificios sin fin.

Nada de esto es para decir que no hay tal cosa como la iluminación o Dios. Quizás es, más
bien, que todas las cosas que dejamos fuera cuando creamos la categoría “Dios” en realidad
son parte de Dios también. Y quizás nuestra búsqueda de la iluminación como meta
necesariamente descuida las cosas que son realmente necesarias para nuestra iluminación.
Aquí nuevamente vemos el peligro de perderse en la historia.

En lugar de ascender un eje evolutivo lineal de conciencia hacia un destino llamado


iluminación, como la mayoría de la metafísica de la Nueva Era parece enseñar, quizás lo
que está sucediendo es más sutil. No es por nada que la idea de una evolución de la
conciencia sea tan convincente. Desde esquemas crudos como “transición de la tercera a la
quinta dimensión” a sofisticadas cartografías psicosociales como Spiral Dynamics, varios
mapas de la evolución de la conciencia iluminan un fenómeno real. Estamos
evolucionando. Simplemente no es una evolución lineal. Estamos entrando en un vasto
territorio nuevo, cada uno de nosotros explorando una parte diferente de él.

Mientras lo hago, también me gustaría preguntar si la “conciencia” es un fenómeno


unitario, algo que podemos hacer esencial sin distorsión. Creo que cuando lo intentamos,
entramos en territorio peligroso, el territorio de “algunas personas son más conscientes que
otras”. Las consecuencias tóxicas de ese tipo de elitismo son demasiado claras. O, si todas
las personas son igualmente conscientes, entonces se convierte en “Los humanos lo tienen
pero los animales no” y pronto justificaremos los establos de animales de fábrica. O, si los
animales también lo tienen, entonces se convierte en “Los animales con un sistema
nervioso central lo tienen y las plantas no” y pronto justificaremos el cultivo de
monocultivos y el tratamiento de los árboles como cosas. O si las plantas también lo tienen,
¿qué pasa con el agua y las montañas? Suficiente de eso. ¿Qué pasa si “conciencia” es un
nombre que le damos a muchas cosas? ¿Qué pasa si, como Dios o la iluminación, nuestro
nombre siempre deja parte de eso—la parte que más necesitamos ver? Como dijo Lao Tzu:
“Un nombre que se puede nombrar no es el verdadero nombre”.

Mientras que los humanos antiguos pueden haber vivido en una comprensión mucho más
fuerte del interser de lo que sabemos hoy, no obstante, podemos decir que la humanidad
está entrando en un nuevo territorio, impulsado por la crisis de lo viejo. Cada uno de
nosotros es consciente en algunos aspectos, ciego en otros. Cuando pensamos que alguien
“no lo entiende”, quizás solo estamos viendo sus deficiencias y nos estamos perdiendo las
nuestras; seguramente otros pueden mirarnos y burlarse de que nosotros tampoco lo
entendemos. La persona que no lo entiende—ese eres tú. Como dice Wayne Dyer: “Si lo
ves, lo tienes”. ¿Cómo podría ser de otra manera en un mundo del interser, donde cada uno
está en todo y todo está en cada uno?

No es como si el mundo tuviera dos tipos de personas, los que lo entienden y los que no
entienden; aquellos que están conscientes, despiertos o evolucionados, y los que no lo
están; aquellos que están entrando en la quinta dimensión y aquellos que están atrapados en
la tercera; los que están entre los elegidos de Dios y los que están destinados a arder en el
infierno. ¿Con qué frecuencia te has sentido como un extraterrestre en un mundo de
personas que no lo entienden y no les importa? La ironía es que casi todos se sienten así, en
el fondo. Cuando somos jóvenes, el sentimiento de misión y la sensación de orígenes
magníficos y un destino magnífico es fuerte. Cualquier carrera o forma de vida vivida en la
traición de ese conocimiento es doloroso y solo se puede mantener a través de una lucha
interna que cierra una parte del ser de uno. Por un tiempo, podemos mantenernos
funcionando a través de varios tipos de adicciones o placeres triviales para consumir la
fuerza vital y mitigar el dolor. En épocas anteriores, podríamos haber mantenido el sentido
de misión y destino enterrado durante toda la vida y haber llamado madurez a esa
condición. No más. La historia del mundo que lo mantuvo enterrado se está muriendo. Las
instituciones que conspiraron para mantenernos adictos se están desmoronando. Cada uno
de nosotros a su manera, a través de una permutación diferente de crisis y milagro,
expulsión e invitación, estamos empezando a entenderlo.

He escrito como si la transición de la vieja historia a la nueva fuera un evento singular, todo
o nada, pero la realidad es más complicada. Uno puede vivir algunos aspectos de lo viejo y
algunos de lo nuevo simultáneamente, y en cada uno de estos aspectos experimentar la
misma dinámica de crisis, colapso, el espacio en medio y el nacimiento en lo nuevo.

Un recién nacido es frágil y dependiente, capaz de permanecer en el mundo solo con la


crianza de aquellos ya establecidos en él. Así es cuando nacemos en una nueva dimensión
de la Historia del Interser. Para quedarse allí, necesitamos ayuda de las personas que ya lo
habitan y que han dominado sus caminos. La iluminación es un proyecto grupal.

Hoy, la ruptura de la conciencia en la Historia del Interser está sucediendo por primera vez
en un nivel tan masivo para hacer obsoletas las viejas enseñanzas sobre la práctica
espiritual, los gurús y los maestros. La edad del gurú ha terminado—no porque no
necesitemos ayuda del exterior para habitar una nueva historia, sino debido a que la
transición le está sucediendo a tanta gente de muchas maneras, ninguna persona puede
cumplir la función tradicional de un gurú por su cuenta. Aquellos que trataron de cumplir
este papel a fines del siglo XX, si no tuvieron la buena gracia de fallecer o el buen sentido
de retirarse del gurú, generalmente llegaron a fines ignominiosos, envueltos en escándalos
de dinero, sexo y poder. Esto no fue porque fueran charlatanes—la mayoría, creo, eran
personas de visión profunda, experiencia mística y práctica profunda. Pero la mesa de agua
de la conciencia había llegado a tal punto que vino brotando de muchos manantiales
nuevos, y ninguno pudo retener la energía.

Para estar seguros, todavía quedan muchos maestros con sabiduría e integridad, tanto
dentro como fuera de los linajes tradicionales, que tienen mucho que ofrecer. He conocido a
algunos de ellos, gente mucho más sabia que yo, pero cada uno, al parecer, necesitaba
maestros propios, y muchos de los que admiro lo reconocen más fácilmente. Entonces, no
es que podamos confiar únicamente en el gurú interno, como algunas enseñanzas de la
Nueva Era nos harían pensar. Es que el gurú, incapaz ahora de encarnar en algo tan
pequeño como una sola persona, toma la forma de un grupo. Como dice Thich Nhat Hanh,
el próximo Buda será una sangha (sánscrito: संघ – comunidad). Como dice Matthew Fox,
la segunda venida de Cristo será el advenimiento de la conciencia de Cristo en todos.
Quizás se podría decir que el trabajo milenario de los santos, sabios, místicos y gurús está a
punto de completarse—ellos casi se han vuelto obsoletos.

Nota final:

33. Para aquellos en La Comunidad Integral, aquí hay algo para pensar: la utilidad del
mapa de la Dinámica Espiral está llegando a un límite, porque es una expresión de
la conciencia amarilla. Por lo tanto, no está bien iluminar mucho sobre los niveles
más allá del amarillo; en el mejor de los casos, puede traducirlos y reducirlos al
aparato conceptual de la conciencia amarilla. Eso no ha sido un problema hasta hace
poco, porque nada más allá del amarillo realmente se había cristalizado todavía.
34. Capítulo 35: Destino
35. No hay hechos. Solo hay historias.
36. — Whiteman (chamán nigeriano, citado por Adebayo Akomolafe)
37. Hablo del mundo más hermoso que nuestros corazones nos dicen que es posible,
porque nuestras mentes, inmersas en la lógica de la Separación, a menudo nos dicen
que no lo es. Incluso cuando comenzamos a aceptar una nueva lógica del interser,
aún persiste la vieja duda. Eso es porque las creencias intelectuales son solo un
afloramiento de todo un estado de ser. Este libro ha explorado varias facetas de ese
estado de ser: los hábitos asociados con él, las heridas ligadas a él, las historias que
lo refuerzan y las instituciones sociales que reflejan y sostienen esas historias. El
cambio en todos estos niveles es necesario para que cualquiera de nosotros, y por lo
tanto todos nosotros, habite un mundo más bello.
38. Debido a que este mundo no es posible desde la Historia de la Separación, tomará
un milagro (según la definición del capítulo “Milagro”) llegar allí; en otras palabras,
podemos llegar allí solo a través de los métodos, acciones y principios causales de
una nueva historia, una nueva comprensión de uno mismo, la vida y el mundo. De la
misma manera, la desesperación que dice, “No podemos hacerlo”, ilumina la
deficiencia de los métodos, acciones y principios causales que equiparamos con lo
práctico y posible.
39. La pregunta misma “¿Lo lograremos?” codifica un profundo desempoderamiento.
La pregunta implica que hay un hecho independiente de la propia agencia. El miedo
detrás de la pregunta es “Lo que sea que haga, no importará, porque el mundo está
condenado de todos modos” y la suposición detrás del miedo es que estoy separado
del universo. Esa es parte de nuestra historia. La suposición, el miedo y la pregunta
desaparecen a medida que hacemos la transición a la Historia del Interser. En ella,
sabemos que cualquier cambio en nosotros mismos coincidirá con un cambio en
otras personas en el mundo, porque nuestra conciencia no está separada de la de
ellos.
40. Negar “lo que hago no importa mucho” es tan audaz como para parecer ilusorio.
Dice, “Si lo hacemos o no depende de mí, personalmente.” No quiero decir eso en el
sentido egoico de “Depende de mí y no de ti”. Quiero decir que depende de mí, y
depende de ti, y de ti y de ti… de todos. Es completamente diferente—opuesto de
hecho—del truismo desempoderante de la separación que dice que no lo lograremos
a menos que todos cambien y que por lo tanto, lo que tú o yo hacemos apenas
importa. Lo que digo es que, de hecho, todo depende de ti, independientemente de
lo que haga, y todo depende de mí, independientemente de lo que hagas. La mente
de la separación se acobarda ante esa paradoja, pero la mente del interser entiende
que en el mundo en el que has hecho lo que depende de ti hacer, también habré
hecho lo que depende de mí hacer. Por tus acciones, eliges de qué historia y de qué
mundo eres parte.
41. Lejos esté de mí intentar una metafísica intersubjetiva. Digamos que la paradoja es
solo una paradoja en el contexto de seres separados en un universo objetivo. Es
cierto que ese es también el contexto del Método Científico así como para la
mayoría de los paradigmas científicos y tecnologías actualmente aceptadas. Como
este último determina lo que percibimos como posible, cuando aceptamos esa
cosmovisión la respuesta a “¿Lo lograremos?” está destinada a ser negativa.
Simplemente no hay soluciones realistas para muchos de nuestros problemas. El
momento de las soluciones convencionalmente aceptadas probablemente vino y se
fue en la década de 1960.
42. Compartiré con ustedes un poco de intuición que tuve recientemente, una imagen
que instantáneamente surgió de la nada en mi mente cuando alguien me preguntó
por qué no creo que volvamos a repetir la decepción de los años 60. “Sí”, dije, “esa
fue nuestra primera oportunidad, y la perdimos”. Podríamos haber hecho una
transición muy suave entonces con una población mundial de solo tres mil millones
y la mayoría de las selvas tropicales aún intactas, los arrecifes de coral aún
vibrantes, los niveles de CO2 aún remediables, etc. Los científicos prospectivos lo
entendieron sobre ecología, y visionarios de todo tipo estaban desarrollando todas
las tecnologías simples necesarias para que tres mil millones de personas vivieran
en armonía con la tierra. Pero no iba a suceder. Ahora tenemos una segunda
oportunidad, y esta vez la transición no puede ser tan suave. Se ha destruido
demasiada riqueza, traumatizado a demasiadas personas para que haya alguna
esperanza de una transición fácil. De hecho, aquellos que entienden más
profundamente la gravedad de las múltiples crisis que convergen sobre nosotros
ofrecen poco motivo de esperanza en absoluto. Muchos hablan de “atender a una
civilización moribunda”. Este libro argumenta que su desesperación surge de la
misma fuente que las crisis mismas, y que a medida que hacemos la transición a una
nueva historia del mundo, se hacen posibles cosas que antes parecían milagrosas.
Incluso con estas extraordinarias tecnologías sociales y materiales, la transición será
un camino lleno de baches, pero al menos podemos evitar las miles de millones de
bajas que predicen algunos agoreros.
43. Quizás también perderemos esta oportunidad. Si la mitología es una guía, aún
tendremos una tercera oportunidad. Tal vez sea alrededor del año 2050. Es entonces
cuando el daño a la ecosfera golpeará a casa con consecuencias verdaderamente
calamitosas, inevitable sin un cambio de curso casi milagroso en este momento. En
ese punto, el daño acumulado a la ecología, la salud, la política y la psique será tan
grande que incluso dado un reino enormemente expandido de lo posible, solo un
remanente de la humanidad sobrevivirá. Desertificación, contaminación genética,
infertilidad, contaminación tóxica y radiactiva, etc. extenderán la capacidad del
planeta para sanar hasta el límite. Y es posible que perdamos incluso esa tercera
oportunidad. Algunos seres no llegan a la adolescencia.
44. Milenarios y utopistas han estado diciendo por miles de años que su generación está
viviendo tiempos especiales. ¿Qué me hace diferente? ¿Qué hace que nuestro
tiempo sea más especial que cualquier otro? ¿Podría la historia que la civilización
ha vivido durante miles de años continuar por unos pocos miles más? Creo que no,
por una razón básica: ecología. La narrativa de la civilización nos ha mantenido
separados de la ecología y exentos de sus limitaciones al crecimiento. No necesito
decir que tal crecimiento es insostenible, que estamos llegando a una coincidencia
de varios picos de recursos y picos del ecosistema que se suman al Pico de la
Civilización. Si estamos dispuestos a devastar hasta la última parte de la riqueza
natural, podríamos sostener el crecimiento del consumo y el crecimiento de la
población durante otros cuarenta años, pero no más.
45. Podemos decir, entonces, con confianza que estamos viviendo en tiempos
especiales.
46. * * *
47. Ayer hablé por teléfono con Vicki Robin, la autora de Your Money or Your Life.
“Estoy en peligro de convertirme en una anciana áspera”, confesó. “La gente se
pone en contacto conmigo todo el tiempo en busca de inspiración y apoyo, a veces
simplemente queriendo mi presencia. Recientemente fue una ecoaldea en Brasil. Y
esta vieja áspera parte de mí estaba pensando, ‘¿Ecoaldea? Ya lo hemos intentado.
No va a funcionar’. Y no quiero desempeñar ese papel”.
48. Vicki ciertamente no está sola. En mis viajes y correspondencia, me encuentro con
muchos hippies viejos y desilusionados. Vienen a mis charlas con tanto dolor y
cansancio a veces, sin atreverse a reavivar las esperanzas de su juventud por un
mundo más hermoso. Retroceden ante cualquier conversación sobre una sociedad
transformada o un cambio de conciencia, porque toca la herida de la traición. En sus
comunas, sus amores, sus ashrams, vislumbraron una posibilidad asombrosamente
hermosa. Decimos que se “desilusionaron” suponiendo que lo que vieron no era
real, pero en ese momento claramente era real, no era una alucinación sino una
visión del futuro. Era tan obvio que la Era de Acuario estaba amaneciendo, y que
guerra, crimen, pobreza, celos, dinero, escuela, prisiones, racismo, ecocidio y todas
nuestras otras sombras pronto se derretirían ante el resplandor de la conciencia
expandida.
49. Lo que sucedió entonces no fue desilusión, que sería descubrir que lo que vieron no
era real. Lo que sucedió fue que estos heraldos del futuro se derrumbaron bajo el
ataque de las fuerzas del pasado, ya sea institucional o psicológica. No solo los
poderes de nuestra sociedad conspiraron para aplastar el experimento hippie, sino
que los hippies mismos llevaban la imagen de esos poderes, una opresión
internalizada que tuvo que desarrollarse. Incluso si fueran conscientes de la
necesidad de una sanación mutua, sus estructuras incipientes eran demasiado
débiles para sostenerlo.
50. Otra forma de verlo es que en la década de 1960 la Era de la Separación aún no
había alcanzado su culminación. Todavía había más extremos de alienación,
separación, fragmentación para que la humanidad los explorara. Los años 60 fueron
como el momento de claridad de un adicto al bajar. Solo cuando el mundo se
desmorona tocamos nuestro fondo colectivo y comenzamos a vivir de la manera que
nos fue mostrada.
51. Si alguno de mis lectores es parte de la generación hippie que tanto amo, déjame
recordarte lo que sabes: lo que viste y experimentaste fue real. No fue una fantasía;
fue nada menos que un vistazo al futuro. Tu valiente y condenado intento de vivirlo
no fue en vano, porque ayudó a convocar y fortalecer el campo morfogenético de
esa posibilidad futura. Dicho de manera más prosaica, inició un proceso de
aprendizaje cultural que una nueva generación está comenzando a cumplir.
52. ¿Cómo sé que lo que experimentaste fue real? Una y otra vez, veo las brasas de esa
experiencia ardiendo ante los ojos del ex hippie más cínico. Y ahora llega el
momento de encenderlo de nuevo.
53. Vicki y yo acordamos que la nueva generación de idealistas tiene una tremenda
ventaja sobre los hippies. “La razón por la que triunfarán donde su generación falló
es, simplemente, ustedes”. Los pioneros contraculturales originales no tenían
ancianos quienes los habían precedido en este nuevo mundo. No tenían a nadie de
cuyos errores pudieran aprender y nadie para mantenerlos en la nueva historia
cuando surgieron los viejos patrones. Por supuesto que hubo excepciones dispersas,
pero en general los hippies entendieron que las generaciones que los precedieron
estaban en deuda con un mundo diferente. “No confíen en nadie mayor de treinta”,
advirtieron.
54. Hoy un amigo me dijo, “Al organizar este evento seguimos conociendo
veinteañeros que llevan una sabiduría y generosidad que me deja boquiabierto.
Tienen un tipo de inteligencia que no podría haber imaginado cuando tenía
veinticinco años”. Donde quiera que voy, encuentro lo mismo: jóvenes que
aparentemente nacieron en los entendimientos que le tomaron a mi generación
décadas de dura lucha lograr. Y habitan estos entendimientos mucho más
completamente. Un viaje que nos llevó décadas les lleva meses. El patrón del viejo
mundo tiene un control muy superficial sobre ellos. A veces no necesitan pasar por
el mismo proceso de desentrañar y descomponer para dejarlo atrás. Todo lo que se
necesita es una iniciación, una sintonización y cambian completamente a lo nuevo.
Las generaciones mayores tenemos el espacio para que entren, pero cuando están
allí, van más allá de lo que nosotros podríamos.
55. La generación que alcanza la mayoría de edad hoy en realidad puede crear el mundo
que las generaciones anteriores solo vislumbraron. Lo harán porque tienen hombros
sobre los que pararse. La generación hippie, y en cierta medida los elementos
rebeldes de las generaciones X y Y subsiguientes, vigilarán a los nuevos creadores,
ayudándoles a contar la historia de un mundo más hermoso para que no se repita la
historia de los años 60.
56. La cuenta anterior es, sin duda, bastante centrada en Estados Unidos. Que yo sepa,
lo que Estados Unidos y Europa occidental estaban experimentando en los años 60
no tenía paralelo en India, China, América Latina o África. Además, los indígenas
siempre han vivido muchos de los ideales que los hippies intentaron recrear. Sin
embargo, es la civilización occidental la que ahora se está apoderando del mundo,
su ciencia, tecnología, medicina, agricultura, formas políticas y economía,
empujando todas las alternativas a los márgenes. A medida que las personas de todo
el mundo reaccionan a esa civilización y se esfuerzan por construir alternativas,
todavía pueden beneficiarse de sus predecesores donde la civilización alcanzó su
clímax por primera vez.
57. Sin embargo, no imagines que será el Occidente que rescatará a la humanidad de la
misma civilización que ha perpetrado. Tambaleándose sin esperanza dentro de los
hábitos invisibles de separación, no podemos deshacer una civilización basada en la
separación. Nuestra curación vendrá desde los márgenes. Cada vez que viajo fuera
del mundo desarrollado, me doy cuenta de esto de nuevo. Cuando estuve en
Colombia, pensé, “Aquí hay personas que no han olvidado tanto cómo ser humanos.
Son espontáneos, se abrazan, cantan, bailan, se toman su tiempo”. En una visita a
los Estados Unidos, la activista congoleña Grace Namadamu estuvo de acuerdo en
que mi sociedad no tenía menos problemas que la suya. Es cierto, no tenemos
milicias corriendo violando mujeres y masacrando pigmeos, pero “la gente aquí ni
siquiera sabe cómo criar a sus propios hijos”, me dijo. Estaba asombrada por la falta
de respeto (y la obesidad, la impersonalidad, la falta de comunidad…).
58. Nuestra curación vendrá desde los márgenes. ¿Cómo podría ser de otra manera, ya
que el centro se desmorona?
59. Vendrá de las personas y los lugares que fueron excluidos de la plena participación
en la vieja Historia de la Gente, y por lo tanto, conservaron una parte del
conocimiento de cómo vivir como seres intermedios.
60. Vendrá de las ideas y tecnologías que fueron marginadas porque contradecían los
paradigmas dominantes. Estos incluyen tecnologías de agricultura, sanación,
energía, mente, restauración ecológica y descontaminación de desechos tóxicos.
61. También se basará en tecnologías sociales y políticas marginadas o casi olvidadas:
toma de decisiones basada en el consenso, organización no jerárquica, democracia
directa, justicia restaurativa y comunicación no violenta, por nombrar algunos.
62. Involucrará los tipos de habilidades que nuestro sistema actual suprime o no alienta.
Las personas que han languidecido fuera de nuestras instituciones económicas
dominantes, trabajando por muy poco haciendo lo que aman, encontrarán sus
habilidades y experiencia muy valoradas como pioneras de una nueva historia.
63. Liberará a las partes marginadas de las personas quienes han estado reprimiendo sus
verdaderos dones y pasiones para ganarse la vida o ser normales. Hasta cierto punto,
esta categoría probablemente incluye a todos los miembros de la sociedad moderna.
Podemos sentir la agitación de estos dones reprimidos cada vez que pensamos, “No
fui puesto aquí en la tierra para hacer esto”.
64. Encarnará y validará partes marginadas de la vida, las cosas que descuidamos en el
apuro y la presión de la modernidad: cualidades de espontaneidad, paciencia,
lentitud, sensualidad y juego. Ten cuidado con cualquier revolución que no encarne
estas cualidades: puede que no haya revolución en absoluto.
65. ¿Quieres echar un vistazo al futuro? Puedes encontrarlo en lo que ha sido
rechazado, en lo que se ha arrojado a la pila de desechos y floreció allí, en el
dominio de la “alternativa”, la “holística” y la “contracultural”. (Cosas que fueron
descartadas y que no florecieron ni se desarrollaron, por ejemplo, la atadura de pies
o la esclavitud no están en esta categoría). Estos se convertirán en la nueva
normalidad. Algunas personas ya viven allí, pero la mayoría de nosotros todavía
estamos atrapados entre dos mundos, viviendo parte de lo viejo y parte de lo nuevo.
66. Capítulo 36: Iniciación
67. Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años
puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de
bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de
astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese
paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.”
68. ― Jorge Luis Borges
69. ¿Pero lo lograremos? Como en tantas otras preguntas, si la evidencia y la razón por
sí solas son insuficientes para determinar una creencia, entonces, ¿cómo
responderemos esa pregunta, especialmente cuando la respuesta implica todo lo
demás, incluso nuestras historias básicas de uno mismo y el mundo? Ofrecí una
respuesta antes, elegir la historia en la que te posicionarás.
70. ¿Cómo escoger? ¿Qué creerás, dada la facilidad con que la razón, la lógica y la
evidencia se reclutan al servicio de una historia? Aquí hay una alternativa: elige la
historia que mejor encarna quién eres realmente, quién quieres ser y en quién te
estás convirtiendo.
71. Detrás de la niebla de impotencia de la pregunta “¿Lo lograremos?” hay una puerta
de entrada a nuestro poder para elegir y crear. Porque escrito en su umbral está otra
pregunta, la verdadera pregunta: “¿Quién soy yo?”
72. La desesperación es solo tan válida como la historia debajo de ella que genera lo
que creemos posible. La historia debajo de esto es la Historia del Ser. ¿Entonces,
quién eres? ¿Eres un individuo discreto y separado en un mundo de otro? ¿O eres la
totalidad de todas las relaciones, convergiendo en un lugar de atención particular?
Supera la fantasía de que puedes responder a esta pregunta encontrando pruebas.
Leer un libro más sobre fenómenos psi o regresión de vidas pasadas no satisfará a tu
escéptico interno. Ninguna cantidad de evidencia será suficiente. Solo tendrás que
elegir, sin pruebas. ¿Quién eres tú?
73. Los místicos nos han estado ofreciendo una respuesta durante miles de años—dos
respuestas. Por un lado, quita todo lo que te conecta con el mundo, tu dinero, tus
relaciones, tus brazos y piernas, tu idioma, y aún queda algo que es “tú”. No soy
esto. No soy aquello. Algo menos todo es nada; de ahí la primera respuesta: no eres
nada. Pero cuando vamos allí, encontramos que nada no es nada, es todo: todas las
cosas brotan del vacío, y una mota de vacío cuántico tiene la energía de mil
millones de soles.
74. Y así, la segunda respuesta: eres todo. Elimina incluso la relación más pequeña y
también estarás disminuido; agrega una y aumentarás; cambia cualquier ser en este
cosmos, y tú también serás cambiado. Eres, por lo tanto, todo: una red de relaciones,
cada una con todo.
75. Ese es el ser del interser. Despojado de “situación”, tu atención es mi atención y es
la atención de todos. Somos el mismo ser mirando al mundo con otros ojos. Y estos
“ojos”, estos puntos de vista, cada uno de ellos es único. Como dice el comediante
Swami Beyondananda, “Eres un ser totalmente único— ¡como todos los demás!”
76. No diré más sobre la naturaleza del ser. Cuanto más digo, menos cierto se vuelve.
Además, ¿quién soy yo para saber qué eres “tú”? Entonces, digamos que el yo
separado con el que hemos vivido, en varias formas durante los últimos siglos, es
una de las muchas historias posibles de uno mismo.
77. ¿Quién eres tú? No es una pregunta objetiva, qué historia y qué yo es el verdadero
tú. No es solo que ninguna acumulación de evidencia lo responderá; es que no hay
un hecho objetivo del asunto. Hay, sin embargo, lo que es cierto. ¿Puedes sentir que
la verdad de quién eres está cambiando? ¿Sabes que cada vez eres menos el yo de la
Separación?
78. El yo separado que tiene miedo de dar, miedo de servir, víctima de fuerzas
impersonales, e incapaz de afectar mucho al mundo externo y hostil es el mismo yo
que quiere pruebas de que no es ese yo. No puedo demostrártelo, no puedo
demostrar que la historia del Interser sea cierta, así como ninguna de las partes
puede demostrarle a la otra que están en lo correcto en política o, a menudo, incluso
en la ciencia. La confianza en ciertas pruebas es parte de la vieja historia, parte de la
cual es la historia que llamamos Objetividad. Tendrás que elegir, y ya no puedes
refugiarte de esa elección como prueba. Esto va para cada pregunta que enfrentas.
¿Qué creencia es verdadera? Cuanto más, esto es cierto para la pregunta “¿Quién
soy yo?”
79. ¿Todavía escucho al cínico, el traicionado, diciendo, “¿Qué sucede si elijo ser el yo
mismo del interser y por lo tanto vivir en una historia mundial en la que la sanación
sea posible, pero me estoy engañando a mí mismo? Podrías reconocer que esa
pregunta lleva la misma energía que “¿Lo lograremos?” Es el clamor quejumbroso
del yo separado. “¿Qué pasa si estoy solo?” ¿Qué pasa si doy y sirvo, pero nadie en
este mundo hostil me da en retorno y me cuida? La conclusión: “Será mejor que sea
seguro. Será mejor que cuide mis propios intereses y maximice mi propia
seguridad”. Suma miles de millones de personas que piensan lo mismo y actúan a
partir de él y puedes ver que es de nuestra inmersión colectiva en esa historia que
hemos creado su imagen y su confirmación en el mundo que nos rodea. Hemos
creado la evidencia que luego insertamos en la base de nuestra historia como
justificación.
80. Elige vivir en una nueva historia y experimentarás un bucle de retroalimentación
positiva de auto-confirmación similar. Habrás migrado a un mundo diferente con
leyes diferentes. Recibo cartas todo el tiempo que dicen cosas como “Regalé todo
mi dinero, y apenas puedo creer la magia que se ha desarrollado en mi vida”. A
veces maestros de la Nueva Era mismos, conscientes de tales historias, que han
experimentado los resultados de la liberación de la programación de escasez,
abogan por que las personas cambien sus creencias sobre el dinero. Es más fácil
decirlo que hacerlo, cuando esas creencias son parte de un mosaico mucho más
grande, un patrón integral en cuyo centro se encuentra “Quién soy”. Solo cuando
eso está cambiando las creencias asociadas pueden cambiar con ello, terminando en
un patrón nuevo y más hermoso. Pero si “quién soy” no ha cambiado, arrastrará a
otras creencias a alinearse consigo mismo, con separación, no importa cuánto
intentes evitar la “negatividad”. La negatividad está integrada en nuestra mitología
más básica del yo y del mundo.
81. En última instancia, a menos que uno haya entrado al menos a la mitad de la
Historia del Interser, no solo será imposible cambiar las creencias derivadas
aisladas, También será imposible crear otra cosa que no sea la imagen de
Separación en el mundo. Nada de lo que hagas será realmente útil. Incluso si luchas
contra el interés propio para “ser una buena persona”, todavía estás cumpliendo el
objetivo de aparentar (para uno mismo y para otros) como una buena persona, y en
realidad no estás sirviendo a otras personas y al mundo. Así que deja de intentar ser
una buena persona. En cambio, solo elige quién eres. Lo que crees a partir de eso
será de mucho mayor servicio que cualquier cosa que consigas con vanidad
encubierta. Además, nuestro concepto semiconsciente de “ser bueno” está
irremediablemente enredado con mecanismos de conformidad social y moral
burguesa que sirven para perpetuar el status quo. Nos impide tomar las acciones
audaces que perturban la vieja historia. En este sentido, incluso podríamos tener
algo que aprender de los psicópatas.
82. Otra razón por la que podríamos decir que toda la acción efectiva hacia un mundo
más hermoso proviene de “¿Quién soy yo?” es que esa pregunta implica otra
pregunta: “¿Quién eres tú?” En otras palabras, vemos a los demás a través de la
misma lente que nosotros mismos. Al ver a los demás como seres internos que
desean profundamente dar y servir, los involucraremos en consecuencia,
manteniendo el espacio para que ellos también se vean así. Por otro lado, si los
vemos como egoístas y separados, los involucraremos en consecuencia, aplicando
las tácticas de la fuerza y empujándolos hacia una historia en la que están solos en
un universo hostil.
83. Anteriormente describí cómo las tácticas activistas se basan en aprovechar el miedo
de un oponente a la opinión pública y el deseo de lucro, en efecto, le dicen a ese
oponente, “Te conozco. Eres egoísta y corrupto. No quieres hacer lo correcto, así
que tendremos que forzarte”. Para creer eso de alguien, debemos creerlo también de
nosotros mismos, incluso si nos decimos que a diferencia de ellos, lo hemos
superado en nosotros mismos. Además, al creer eso de alguien, mantenemos esa
historia abierta para ellos, invitándolos a cumplir ese papel. Cuando lo hacen, nos
sentimos reivindicados en nuestras tácticas y en nuestra forma de verlas. Pero
cuando nos paramos en la nueva historia, la misma dinámica trae los resultados
opuestos. Miramos a todos a nuestro alrededor, incluyendo aquellos que hubiéramos
visto como oponentes y todas las personas que juzgamos, y ahora les telegrafiamos,
“Te conozco. Eres un ser divino magnífico que tiene sed de expresar esa divinidad
en el servicio. Tú como yo deseas aplicar tus dones hacia la creación de un mundo
más hermoso”.
84. La mayoría de nosotros no podemos estar solos en la nueva historia—hacerlo
contradiría el principio básico del interser. Si eres parte de mí, entonces si estás en
separación, entonces también lo está parte de mí. El señor sabe que hay muchas
fuerzas sociales y económicas que nos retienen en la vieja historia. Un milagro o un
colapso pueden catapultarnos temporalmente fuera del mundo de la separación, pero
para permanecer allí, la mayoría de nosotros necesitamos ayuda. Esto es algo que
todos podemos ofrecernos mutuamente. Por eso digo que la iluminación es un
esfuerzo grupal.
85. El camino a la Reunión tiene muchos giros y vueltas. A veces un giro de horquilla
hace que parezca que cada paso nos aleja más del destino. Estos cambios, incluso
los callejones sin salida y
pistas de retroceso, todos ellos son parte del camino a través del nuevo territorio de
ser. No nos es familiar, ese territorio. Hay pocos mapas, y todavía no hemos
aprendido a ver el camino. Estamos siguiendo un camino invisible, aprendiendo
unos de otros el cómo seguirlo. Mientras lo hacemos, y mientras aprendemos a ver
sus sutiles marcas, el camino se hace visible. En ausencia de un mapa, y en las
primeras etapas de una nueva historia, solo podemos seguir nuestra intuición en
cada punto de elección, guiados por nuestra brújula del corazón, sin saber cómo
nuestros giros se sumarán al destino. Con frecuencia nuestros hábitos de separación
nos llevan a desviarnos por los viejos y gastados caminos que podemos ver.
Tenemos que desarrollar una nueva visión para ver los débiles rastros de los
antiguos pasos que salen del laberinto. Tenemos que ver el terreno en sí, la verdad
detrás de las historias.
86. Mientras caminamos, el destino aparece y desaparece. Ascendiendo una colina, ¡ahí
está! De alguna manera mis andanzas me han llevado más cerca. Bajando a un valle,
sintiéndome perdido, buscando la dirección correcta, dudo que el destino que vi
realmente exista. En esos momentos, me encuentro con otro viajero. “Sí”, dice, “yo
también lo he visto”. Compartimos lo que hemos aprendido sobre cómo recorrer el
camino invisible. A medida que más de nosotros ingresamos a este territorio, estas
reuniones ocurren con más frecuencia, y juntos encontramos nuestro camino hacia
un mundo más hermoso que nuestros corazones saben es posible.
87. Un patrón común en este camino es que una primera aventura en un nuevo territorio
puede ser suave por un tiempo, pero pronto la vida ofrece una experiencia que dice:
“¿Estás seguro? ¿Estás seguro de que aquí es donde quieres vivir y quién quieres
ser? Por ejemplo, dejas un trabajo que proporciona seguridad financiera, confiando
en que estarás bien siguiendo a tu corazón. Pero no se abre un trabajo milagroso, tus
ahorros disminuyen, y los temores al acecho que se escondían detrás de esa
seguridad de “Funcionará de alguna manera” vienen a la superficie. ¿Quién eres en
realidad? Si todo hubiera ido bien, no tendrías que enfrentar esa pregunta de lleno
en la cara. A veces, una elección tiene que ser clara para aclarar quiénes somos
realmente. Los temores de “qué pasa si” se cumplen, o se ven convincentemente
como si lo fueran. Una mujer me dijo, “Me temo que si empiezo a defender lo que
quiero, entonces mi marido me dejará”. Finalmente ella hizo exactamente eso y su
esposo la dejó. Deja de vivir como has vivido y tal vez lo peor sucederá. Al menos
será una amenaza de que pase. Entonces entenderás si estás dispuesto a hacer una
elección real, o la elección condicional basada en la esperanza de que todo salga
bien, y listo para ser revertido tan pronto como parezca que no lo hará.
88. Cuando uno pasa por una serie de iniciaciones como esta en la nueva historia, él o
ella se vuelve fuerte en eso. Siendo fuerte en eso, uno puede mantener esa historia
abierta para otras personas. En un momento de crisis o cuando enfrentan su propia
iniciación, incluso si alguien no puede creer en la historia del interser, una persona
fuerte e iniciada puede creerlo por ellos, manteniendo abierta esa posibilidad hasta
que estén listos para entrar en ella. Con cada iniciación nos convertimos en
portadores más fuertes, y nuestras palabras y acciones se vuelven parte de la
narración de esa historia.
89. Espero que este libro te haya servido para fortalecerte como cajero, transportista y
servidor de la nueva Historia de la Gente. Terminaré con una historia propia.
90. Una reunión de la tribu
91. Había una vez una gran tribu de personas que vivía en un mundo muy lejos del
nuestro. Ya fuera lejos en el espacio o en el tiempo, o incluso fuera del tiempo, no
lo sabemos. Vivían en un estado de encanto y alegría que pocos de nosotros hoy nos
atrevemos a creer que pueda existir, excepto en esas experiencias en la cima
excepcionales cuando vislumbramos el verdadero potencial de la vida y la mente.
92. Un día, los ancianos de la tribu convocaron una reunión. Se reunieron y una de ellos
habló muy solemnemente. “Mis amigos”, dijo ella, “hay un mundo que necesita
nuestra ayuda. Se llama tierra, y su destino está en juego. Sus humanos han
alcanzado un punto crítico en su nacimiento colectivo, en el mismo punto en que
estaba nuestro planeta hace un millón de años, y nacerán muertos sin nuestra ayuda.
¿A quién le gustaría ser voluntario para una misión en este momento y lugar y
prestar servicio a la humanidad?
93. “Cuéntanos más sobre esta misión”, preguntaron.
94. “No es poca cosa. Nuestro chamán los pondrá en un trance profundo, profundo, tan
completo que olvidarán quiénes son. Vivirán una vida humana y al principio
olvidarán por completo sus orígenes. Olvidarán incluso nuestro idioma y su propio
nombre verdadero. Estarán separados de la maravilla y la belleza de nuestro mundo,
y del amor que nos cubre a todos. Lo extrañarán profundamente, pero no podrán
nombrar lo que están perdiendo. Recordarán el amor y la belleza que sabemos que
son normales solo como un anhelo en su corazón. Su memoria tomará la forma de
un conocimiento intuitivo que un mundo más bello es posible mientras se sumergen
en la tierra dolorosamente estropeada.
95. “A medida que crezcan en ese mundo, su conocimiento estará bajo asalto constante.
Se les dirá de un millón de maneras que un mundo de destrucción, violencia, trabajo
pesado, ansiedad y degradación es normal. Puede que atraviesen un momento en
que estén completamente solos sin aliados para afirmar tu conocimiento de un
mundo más hermoso. Puede que se sumerjan en una profunda desesperación que
nosotros, en nuestro mundo de luz, no podemos imaginar. Pero pase lo que pase,
una chispa de conocimiento nunca los abandonará. Un recuerdo de su verdadero
origen estará codificado en su ADN. Esa chispa yacerá dentro de ustedes,
inextinguible, hasta que un día se despierte.
96. “Verán, aunque se van a sentir completamente solos por un tiempo, no estarán
solos. Les enviaremos asistencia, ayuda que experimentarán como milagrosa,
experiencias que describirán como trascendentes. Esto avivará esa chispa en una
llama. Por unos momentos, horas o días, despertarán a la belleza y la alegría que
debe ser. Lo verán en la tierra, porque aunque el planeta y su gente están
profundamente heridos, todavía hay belleza allí, proyectada desde el pasado y el
futuro hacia el presente como una promesa de lo que es posible y un recordatorio de
lo que es real.
97. “Después de ese atisbo, la llama puede que la llama vuelva a convertirse en una
brasa de nuevo mientras las rutinas de la vida normal los consumen. Pero después
de cada despertar, parecerán menos normales, y la historia de ese mundo parecerá
menos real. La brasa brillará más intensamente. Cuando suficientes brasas hagan
eso, todos estallarán en llamas juntos y se sostendrán mutuamente.
98. “Porque recuerden, no estarán ahí solos. A medida que comiencen a despertar a su
misión, conocerán a otros de nuestra tribu. Los reconocerán por su propósito
común, valores e intuiciones, y por la similitud de los caminos que han recorrido. A
medida que la condición del planeta tierra alcance proporciones de crisis, sus
caminos se cruzarán más y más. El tiempo de la soledad, el tiempo de pensar que
quizá estaban locos, habrá terminado.
99. “Encontrarán a la gente de su tribu en toda la tierra, y tomarán conciencia de ellos a
través de las tecnologías de comunicación a larga distancia utilizadas en ese planeta.
Pero el verdadero cambio, la verdadera vivificación, ocurrirá en reuniones cara a
cara en lugares especiales. Cuando muchos de ustedes se junten, comenzarán una
nueva etapa en su viaje, un viaje que, les aseguro, terminará donde comienza ahora
mismo. Entonces, la misión que yace inconsciente dentro de ustedes florecerá en la
conciencia. Su rebelión intuitiva contra el mundo se te presentada a ustedes como
normal se convertirá en una búsqueda explícita para crear una más hermosa”.
100. Una mujer dijo: “Cuéntanos más sobre el tiempo de la soledad, para que
podamos prepararnos para él”.
101. La anciano dijo: “En tiempos de soledad, siempre buscarán asegurarse de
que no están locos. Lo harás diciéndole a la gente todo lo que está mal en el mundo,
y sentirán una sensación de traición cuando no los escuchen. Es posible que tengan
hambre de historias de maldad, atrocidades y destrucción ecológica, todo lo cual
confirmaría la validez de su intuición que existe un mundo más hermoso. Pero
después que haya recibido la ayuda completa que les enviaremos, y la luego de la
vivificación de sus reuniones, ya no necesitarán hacer eso. Porque lo sabrán. Su
energía luego se volverá hacia la creación activa de ese mundo más hermoso”.
102. Una mujer de la tribu preguntó, “¿Cómo sabe que esto funcionará? ¿Está
segura de que los poderes de nuestro chamán son lo suficientemente grandes como
para enviarnos en ese viaje?”
103. El anciano respondió, “Sé que funcionará porque lo ha hecho muchas veces
antes. Muchos ya han sido enviados a la Tierra, para vivir vidas humanas, y sentar
las bases para la misión que emprenderán ahora. ¡Ha estado practicando! La única
diferencia ahora es que muchos de ustedes se aventurarán allí a la vez. Lo que es
nuevo del tiempo en que vivirán, es que te juntarán en masa crítica, y cada uno
despertará al otro para su misión. El calor que generarán encenderá la misma chispa
que yace en cada ser humano, porque en verdad, cada uno es de una tribu como la
nuestra. Toda la galaxia y más allá está convergiendo en la tierra, porque nunca
antes un planeta había viajado tan lejos en Separación y podido regresar
nuevamente.
104. Un miembro de la tribu preguntó: “¿Existe el peligro de que nos perdamos
en ese mundo y nunca despertemos del trance del chamán? ¿Existe el peligro de que
la desesperación, el cinismo, el dolor de la separación sean tan grandes que extingan
la chispa de la esperanza, la chispa de nuestro verdadero ser y origen, y que seamos
separados de nuestros seres queridos para siempre?
105. El anciano respondió, “Eso es imposible. Cuanto más se pierda, más
poderosa será la ayuda que les enviaremos. Puede que lo experimenten en ese
momento como un colapso de su mundo personal, la pérdida de todo lo importante
para ustedes. Más tarde reconocerán el regalo dentro de él. Nunca los
abandonaremos.”
106. Otro hombre preguntó: “¿Es posible que nuestra misión fracase, y que este
planeta, la Tierra, perezca?”
107. El anciano respondió, “Contestaré tu pregunta con una paradoja. Es
imposible que su misión falle. Sin embargo, su éxito depende de sus propias
acciones. El destino del mundo está en sus manos. La clave de esta paradoja se
encuentra dentro de ustedes, en el sentimiento que llevan de que cada una de sus
acciones, incluso sus luchas personales y secretas, tienen significado cósmico.
Entonces sabrán, como sabes ahora, que todo lo que hacen importa”.
108. No hubo más preguntas. Los voluntarios se reunieron en un círculo y el
chamán fue a cada uno. Lo último de lo que cada uno era consciente era el chamán
que les echaba humo en la cara. Entraron en un trance profundo y soñaron con el
mundo donde nos encontramos hoy.

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