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anes CONVIVIR Introduccidén a la ética cristiana de Bernard Lonergan Kenneth R. Melchin EDITORIAL (7h TRILLAS (0) México, Argentina, Espaha Gotombia, Puerto Rico, Venezuela. Catalogacién en la fuente Melchin, Kenneth R. Aprender a convivir : introduccién a la ética cristiana de Bernard Lonergan. -- México : Trillas, 2000. 169 p. ; 23 cm. Traduccién de: Living with other people : an introduction to christian ethics based on Bernard Lonergan Bibliografta: p. 147-155 Incluye indices ISBN 968-24-6097-2 1. Etica cristiana. 2. Lonergan, Bernard Joseph Francis, 1904-1984. 1. t. D- 241’M362a LC- BJ1249'M4.3 Titulo de esta obra en inglés: Living with other people. An introduction to christian ethics based on Bernard Lonergan Version autorizada en espaitol de la primera edicién publicada en inglés por © Novalis, Saint Paul University, Ottawa ISBN 2-89088-755-3 La presentacién y disposicidn en conjunto de APRENDER A CONVIVIR. INTRODUCCION A LA ETICA CRISTIANA DE BERNARD LONERGAN son propiedad del editor. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida o trasmitida, mediante ningtin sistema 0 método, electrénico 0 mecdnico (incluyendo el fotocopiado, la grabacion o cualquier sistema de recuperacion y almacenamiento de informacién), sin consentimiento por escrito del editor Derechos reservados en lengua espaitola © 2000, Editorial Trillas, S. A. de C. V, Av. Rio Churubusco 385, Col. Pedro Maria Anaya, C.P. 03340, México, D. F. Tel. 56 88 42 33, FAX 56 04 13 64 Divisién Comercial, Calz. de la Viga 1132, C.P. 09439 México, D. F., Tel. 56 33 09 95, FAX 56 33 08 70 Miembro de la Cdmara Nacional de la Industria Editorial. Reg. niim. 158 Primera edicion en espafol, junio 2000 Impreso en México Printed in Mexico — PREFACIO C= oO ste libro tiene dos objetivos: 1. Presentar los elementos Sé principales involucrados en el estudio de la ética cris- CD tiana basdndonos en el trabajo de Bernard Lonergan, k y 2. proporcionar a los lectores las herramientas basi- cas para una autocomprensién y deliberacién morales. Mi objetivo principal, a través de todo el texto, es hacer que el trabajo de Loner- gan, acerca de la ética, sea mas accesible al ptiblico en general. Sin embargo, esta no es una tarea facil. Los escritos de Loner- gan son complejos, y si simplificdramos demasiado sus conceptos perjudicarfamos al lector. Después de todo, el trabajo de Loner- gan no es una recopilacién de informaci6n; es una estrategia para comprender y tomar responsabilidad por los actos de nuestra pro- pia vida consciente. Esta es una actividad que el lector debe rea- lizar si desea adquirir una comprensi6n. He tomado la ruta bastante peligrosa de omitir una discusién explicita acerca del trabajo de Lonergan para permitir que el lec- tor se enfoque en la linea relevante de autocuestionamiento. Para aquellos interesados en leer mas acerca del tema, proporciono re- ferencias que sefialan fuentes primarias y secundarias dentro de los estudios de Lonergan en las notas de pie de pagina y la bibliogra- ffa. En varios puntos difiero con el enfoque de Lonergan, ofrecien- do opciones para formular preguntas y debatir con ciertos temas. Existe un punto adicional: la gama de ideas introducidas en este texto es bastante limitada. Mientras que Lonergan a menudo 6 = Frefacio se desplaza a partir de sus ideas iniciales mediante una gama de diferenciaciones concepiuales, hasta puntos de vista mas eleva- dos, todo dentro de oraciones y parrafos, yo he dedicado mas tiem- po a ilustrar las preguntas, claves e ideas iniciales para ayudar a los lectores a entender de una forma més clara la linea de andlisis. Mi objetivo en este libro es incorporar a los lectores novatos en es- tos temas dentro del cuestionamiento de la ética, sin sacrificar los elementos principales del trabajo de Lonergan. Si tengo éxito en esta tarea, confio en que la amplia cantidad de recursos proporcio- nados por mis colegas, dentro del estudio de Lonergan, ayudaré a los lectores para avanzar a lo largo del camino del desarrollo y el refinamiento conceptuales. Sin embargo, la lectura de este libro requiere de cierto esfuerzo por parte del lector. E] enfoque de Lonergan es bastante inusual, y los lectores primerizos a menudo encontrarén que las discrepancias entre sus expectativas y la logica interna de los andlisis son bastante inquietantes. Aunque, las recompensas bien valen el esfuerzo, y se pueden anticipar los progresos en el campo de la autocomprensi6n. Las notas y la bibliograffa no son exhaustivas. Mi meta es pro- porcionar al lector a nivel introductorio, un punto inicial de acce- so a otros textos sobre temas selectos abordados en el texto. Cada vez que ha sido posible, he citado articulos escritos para el no pro- fesional. Agradezco a mis colegas, quienes se tomaron el trabajo de leer los proyectos de capitulos y proporcionar utiles comentarios: James Pambrum, Barry Meyers, Richard Hardy, Barbara Bozak y Nor- mand Bonneau. Chris Humphrey de Novalis fue de gran ayuda al proporcionar consejos editoriales, y Christine Lemire hizo una ex- celente contribuci6n artistica con la portada y el disefio (edici6n en inglés). Le estoy especialmente agradecido a Michael O'Hearn y Stephen Schaprer de Novalis por su paciencia, aliento y consejos sensatos durante cada etapa del camino. Sobra decir que la respon- sabilidad por la forma final del texto, para bien o para mal, es mia. Tengo una deuda de gratitud con mis colegas de la Facultad de Teologia en la Universidad de Saint Paul, en particular con los de- dicados a la Etica: Jean-Marc Larouche, Hubert Doucet y Gregory Walters. En Saint Paul, la ética cristiana es una actividad vibrante y cooperativa, y yo desarrollé muchas ideas para este libro duran- te mis didlogos con ellos. Nuestro ex didcono y colega, el finado André Guindon, desempefié un papel destacado al convertir la Fa- cultad en un lugar de trabajo profundamente sensato y decente. Todos nosotros lo extrafiamos. Agradezco el apoyo y enriquecimiento intelectual proporciona- do por mis amigos y colegas en el area de estudios Lonergan, par- Prefacio 7 ticularmente aquéllos de los Centros Lonergan en Boston College y Regis College, Toronto. Mi mds profundo agradecimiento para Sean McEvenue y para Philip McShane por introducirme al traba- jo de Lonergan. Quiero agradecer a los estudiantes de los programas para pre y posgraduados en Teologfa dentro de Ja Universidad de Saint Paul. Este texto fue desarrollado a lo largo de 15 afios de ensefian- za. No puedo pagar la deuda que tengo con ellos por sus ideas, integridad, y fe. Me siento privilegiado por haber trabajado con un grupo tan sobresaliente de mujeres y hombres. Finalmente, pero no menos importante, le agradezco a mi es- posa y a mis hijos, a quienes he dedicado este libro. No existe una experiencia de convivencia con otras personas mas intensa que una familia, y la nuestra es un motivo de alegria inconmensurable. La investigacién correspondiente a secciones del capitulo 2 fue llevada a cabo con Ja ayuda de una subvencién por parte del Consejo de Investigacion en Ciencias Sociales y Humanidades de Canada, 1989-1990. INDICE § DE CONTENIDO Prefacio 5 Introduccién. Una estrategia para la comprensién moral 11 Comprensién del conocimiento moral: el proceso del auto- descubrimiento, 14. Conocimiento moral como una aptitud, 17. ¢Qué diferencia hace la fe cristiana?, 18. Conocimiento moral como algo social, 19. Conocer el bien y hacer el bien, 22. Itinerario, 24. Parte uno Conocimiento moral y personas morales Cap. 1. La experiencia de la responsabilidad moral 29 Exigencia de la responsabilidad, 30. Hechos y valores: las operaciones del cuestionamiento moral, 34. Horizontes, culturas y conversiones, 40. Sentimientos y valor moral, 44. Resumen, 46. Cap. 2. La estructura social del conocimiento moral 49 No una cualidad, sino una direccién de cambio, 51. No en torno a eventos individuales, sino a las relaciones entre ellos, 52. No en torno a la accién en aislamiento, sino a con- vivir con otras personas, 55. Tres significados de la palabra “bien”, 56. ¢Qué es una “estructura social”?, 61. Estructuras sociales, obligaciones morales y los tres niveles de significa- do moral, 67. Resumen, 74. 10 Cap. 3. Fundamentos y personas morales Fundamentos y personas morales, 78. El impulso doble de la accién moral, 81. Estructura social y fundamentos morales, 83. Libertad y fundamentos morales, 87. Bases y obligacio- nes morales fundamentales, 91. Resumen y perspectiva, 95. Parte dos Responsabilidad moral y fe cristiana Cap. 4. ¢Qué diferencia hace la fe cristiana? Fe cristiana como respuesta a la maldad, 102. Horizontes e incapacidades morales, 104. Prejuicios, habitos y vicios, 106. Ideologfa, opresion y estructuras sociales pecaminosas, 107. El problema religioso de la esperanza y la desolacién y su importancia para la vida moral, 110. ¢Qué diferencia hace la fe cristiana?, 111. La ética del Nuevo Testamento: el en- cuentro de los primeros cristianos con Cristo resucitado, 114. Progreso, declive y redencién: responsabilidad cristiana den- tro de la sociedad y la historia, 116. Resumen, 119. Cap. 5. Fe cristiana y deliberacién moral La justicia de Dios, 123. La dignidad de las personas, 125. La dignidad de las personas y el bien comin, 127. La opcion preferencial por los pobres, 128. La fe cristiana y la deli- beracién moral: el problema de reglas y contextos, 131. Re- sumen, 135. Cap. 6. gAd6nde nos dirijimos a partir de aqui? Apéndice. Guia de estudios Introduccion, 141. Capitulo 1, 141. Capitulo 2, 143. Capitu- lo 3, 144. Capitulo 4, 144. Capitulo 5, 145. Capitulo 6, 145. Bibliografia Fuentes de investigacién, 147. Articulos y libros, 148. Lectu- ras selectas acerca de la ética cristiana, 151. indice analitico 75 99 121 137 141 147 157 Una estrategia para la comprension “moral . i las noticias diarias son un indicador confiable, la éti- ca se ha convertido en una industria en crecimiento. Un breve vistazo a las noticias de cualquier dia nos re- _... vela una sorprendente serie de temas éticos que surgen en cada aspecto de la vida: situaciones de conflictos de intereses en los negocios; esc4ndalos en el gobierno; acoso sexual en el sitio de trabajo; cargos de malversacién de fondos publicos; de- rechos de la mujer; asuntos de justicia en acuerdos de comercio internacional; actividades poco éticas en el area militar; el sur- gimiento del crimen organizado en Europa Oriental; debates constantes acerca de derechos nacionales, y los combates conti- nuos entre grupos que abogan por causas como el ambiente, la homosexualidad, el aborto, la eutanasia, la ingenierfa genética, la pornograffa, los cuidados a la salud, la educacién y el futuro de nuestros servicios sociales. La lista sigue y sigue. Indudablemente, la ética se encuentra en el primer plano de la atencién publica. Sin embargo, mientras que la atencién pu- blica hacia los problemas éticos parece encontrarse mas intere- sada que nunca, el consenso publico acerca de cémo abordar los problemas parece haber Hegado al punto mas bajo de todos los tiempos. La controversia dentro de la ética esta a la orden del dia. Para empeorar el asunto, las personas que concuerdan en algunos temas tan solo necesitan dar las razones para sus puntos de vista e invariablemente se encuentran enfrentados 120 Satroduceibn con amigos y colegas, en un acalorado debate sobre teorias, mé- todos, principios y enfoques. Finalmente los significados mismos de las palabras ético, moral, correcto y erréneo llegan a ser cues- tionados. Nuestra incapacidad para concordar en los puntos bé- sicos comienza a destruir nuestra confianza en cualquier inicia- tiva por abordar esos problemas. Tenemos reacciones dispares con respecto a esta situacién. Muchos de nosotros creemos que la diversidad de opiniones debe de ser normal dentro de una democracia. Después de todo, la éti- ca es simplemente una cuestién privada, y en una sociedad de- mocratica, la vida privada es materia de libre elecci6n por parte de ciudadanos individuales. Sus valores son sus creencias, y la Jey protege la libertad de creencia contra Ja intrusi6n arbitraria por parte de otros. Otros piensan de manera diferente. Para este grupo, la ética claramente tiene un efecto drdstico sobre la vida publica. La mul- titud de voces dentro de la ética no es normal ni saludable; es una seiial de la ruptura de la sociedad. La solucién es regresar a las reglas morales tradicionales. La cultura actual con sus medios de comunicacién, con su culto a la avaricia y su busqueda de una gratificacién instantanea, son la causa del mal. La restauracién de la disciplina moral tradicional es lo tnico que nos puede salvar. Sin embargo, otros no estén muy seguros. Algunos de nosotros recordamos los viejos tiempos con demasiada claridad. Recor- damos la violencia, la opresién, el sexismo, el racismo, el elitismo, las restricciones sobre la creatividad y las violaciones de derechos que esto implicaba. Quiz4 un compromiso enérgico en relacién con los derechos puede proporcionar el fundamento para la ética. Cuando actualmente nos enfrentamos con la sorprendente serie de reclamos de derechos, este enfoque comienza a perder su atractivo. ¢Cémo resolvemos las demandas en conflicto? Cada grupo con intereses especificos promueve su propio programa de los derechos. Las dificultades entre estos grupos nos est separan- do cada vez mas. ¢Qué derechos tienen prioridad? :Algunos dere- chos son més urgentes, més justificables, mas morales que otros? Quiza el origen del problema yace en nuestro liderazgo. ¢Nues- tros lideres le han dado apoyo especial a los grupos de intereses especificos? ¢Han perdido el valor? ¢O quiz son corruptos? La me- diocridad y la corrupcién en los altos cargos parecen abundar. Para algunos de nosotros, un buen liderazgo es la base para una sociedad ética. En esta etapa, a menudo intervienen voces mas radicales, ar- gumentan que los malos lfderes son creados por la sociedad mis- ma, producto de una “estructura social” que oprime a los débiles, Tatroducerén 13, impulsa a los ricos y promueve la desigualdad sistémica. Para cam- biar las estructuras sociales, insisten, se requiere de medidas dras- ticas, protestas, cabildeo, quiz4 hasta desobediencia civil. En el andlisis final, tnicamente dichas formas de actividad “revolu- cionaria” podran limpiar el viejo sistema y despejar el camino para una sociedad verdaderamente moral. Pero a estas voces, las lecciones de historia moderna parecen ofrecer evidencia contraria. No hemos intentado los enfoques de izquierda y encontrado que son carentes? En Europa Oriental se han colapsado todos los regimenes comunistas. En nuestras pro- pias sociedades, las décadas de programas gubernamentales dise- fiados para reorganizar las desigualdades estructurales nos han dejado en bancarrota, con ninguna sefial de reducci6n en las en- fermedades sociales que debian curar. La responsabilidad ética en Ja época actual, segtin algunos, requiere de libertad, responsabili- dad fiscal, libertad en el mercado y, sobre todo, ninguna interven- cién gubernamental. Aun asi, seguimos sin convencernos. ¢Es esto todo lo que nos ofrece la ética, una interminable discusi6n a través de lineas sim- plistas? La serie de voces en conflicto nos deja totalmente confun- didos. Cada una parece organizar su pufiado de datos para apoyar sus declaraciones. Demasiadas piezas del rompecabezas atin pare- cen estar ausentes. Para empeorar las cosas, elaboran su prescrip- cién como un llamado urgente hacia la acci6n, lo cual crea du- das acerca de la integridad moral de cualquiera que no esté de acuerdo. Aun cuando los argumentos no nos convenzan, la retéri- ca de urgencia y responsabilidad incrementa nuestra ansiedad. La diversidad de voces nos provoca renuencia a comprometernos, y nos hacen sentir ansiedad y culpabilidad por nuestra falta de com- promiso. jEsto no es justo! Hay algo equivocado en el Hamado hacia la moral y la ética. jParece un engafio! Sentimos una incli- nacién extrafia e inquietante hacia darnos por vencidos en los as- pectos éticos. ¢Cémo encontramos nuestro camino en esta confusién? La di- versidad de los diagnésticos es tan desconcertante como los dife- rentes puntos de vista respecto a cada tema. De hecho, ambos pa- recen surgir a partir de un problema comun: se nos dificulta saber qué cuenta como evidencia confiable dentro de la ética; parece que no tenemos la capacidad de distinguir entre el conocimiento con- fiable y la opinion falsa; no sabemos cémo comprender las situa- ciones. Hemos perdido la confianza justamente en nuestra propia capacidad de comprensi6n. De cualquier manera, {qué es ]a com- prension de la ética? ¢Cémo funciona? ¢De dénde se deriva el “co- nocimiento ético”? 14 COMPRENSION DEL CONOCIMIENTO MORAL: EL PROCESO DEL AUTODESCUBRIMIENTO Las discusiones en los siguientes capitulos exploraran la idea del “conocimiento ético”. En lugar de enfocarnos en los resultados de nuestros conocimientos, prescripciones, reglas y formulaciones morales que confrontamos en nuestra experiencia social, nos con- centraremos en el proceso del conocimiento moral en si. Explora- remos cémo “funciona”, y afecta la vida de la persona involucrada en el proceso, en qué direcci6n podemos esperar que progresen. lineas confiables de cuestionamiento ético, y qué tipo de “conoci- miento” obtenemos por medio del conocimiento moral. En lugar de proponer respuestas a preguntas éticas especificas o evaluar en- foques alternativos, vamos a delinear los procesos que conducen a dichas respuestas y valoraciones. El enfoque de conocimiento moral que se ha desarrollado aqui esté basado en la filosofia de Bernard Lonergan (1904-1984). En el libro recurro a una serie de textos primarios y secundarios del area de estudios de Lonergan y cito muchos de estos textos en las notas de pie de pagina y la bibliografia.' Sin embargo, el trabajo de Lonergan no tiene como meta proporcionarle al lector una 16- gica fria o un argumento autoritario acerca de la vida moral. Al contrario, es una invitaci6n para que usted se embarque en un viaje fascinante de autodescubrimiento. Todos vivimos nuestra vida diaria involucrados en actos de comprensién, juicio y decisién morales. Estos actos nos ofrecen una sensaci6n particular; tienen una estructura que todos podemos llegar a conocer si prestamos atencion a nuestras experiencias personales. Si existe una base de recursos a los cuales recurro en estas discusiones, no se trata tanto de Ja lista de textos citados en las notas, sino del recurso propor- cionado por los propios esfuerzos del lector hacia la comprensién de sus actos de conocimiento moral. La seleccién de la opinién de Lonergan como el esquema tedri- co que gufa estas discusiones no es arbitraria. Mas que cualquier otro autor, Lonergan convierte el autodescubrimiento en la acti- vidad central de la filosoffa y la teologia. Su trabajo se enfoca en comprender las operaciones de experimentar, comprender, juzgar y decidir, conforme las realizamos en nuestra vida cotidiana. Aun- ‘Los dos trabajos principales de Lonergan se denominan Recopilacion de trabajos de Bernard Lonergan, vol. 3: Percepcion, editado por F. E. Crowe y R. M. Doran, University of ‘Toronto Press, Toronto, 1992, orig. 1957, y Método en teologia, Herder & Herder, Nueva York, 1972, Para una introduccién a otros textos primarios y literatura secundaria acerca del tra- bajo de Lonergan relacionado con ética, véase “Fuentes seleccionadas acerca de ética en el trabajo de Bernard Lonergan” al final de este libro, p. 147. Comprensién del conocimiento moral 15 que gran parte de sus escritos son tedricamente complejos, siem- pre est4n guiados por un solo propésito, la comprensién de noso- tros mismos a través de nuestros actos cotidianos. Algunos quizd presenten objecién: ¢qué tienen que ver los pro- cesos racionales con los requisitos de la moralidad? En su ma- yoria, nuestros cédigos y reglas morales nos han sido heredados por medio de tradiciones culturales y religiosas. A menudo se cree que los cédigos morales son divinos o que tienen origenes mds nobles que la falible o egofsta racionalidad de la mente humana. {Qué tie- ne que ver la raz6n con los grandes mapas morales que han guia- do la rectitud de las civilizaciones? La respuesta a esta pregunta no es sencilla, pero el enfoque sera directo. Aunque las tradiciones culturales y religiosas tras- cienden las particularidades de tiempo y lugar, aun asi, siguen siendo completamente humanas. Son la obra de las personas, de su lucha, sus descubrimientos y sus intentos por comprender —aun cuando esto sugiera un encuentro con lo trascendente- su vida moral. Cuando la realidad divina se encuentra dentro de la 6rbita de la experiencia humana, aun asf, lo que se hereda a través de las generaciones es el testimonio de hombres y mujeres que han tratado de comprender este encuentro y cémo afecta la vida mo- ral.? Este es el trabajo de la comprensién moral, el conocimiento moral. Quizé no se trate de la “racionalidad” que asociamos con matemiaticos o estrategas militares. Sin embargo, se trata de cono- cimiento humano. Algunos quiz4 pregunten: ¢qué tipo de comprensién estamos considerando aqui? ¢Acaso este cuestionamiento no requiere de una pregunta previa? ¢Acaso las personas no comprenden las co- sas de manera diferente? Para responder a estas preguntas, usted, lector, debe compro- meterse. ¢Est4 en desacuerdo con todos, siempre, acerca de todo lo moral 0 ético? ¢Qué hay de sus rutinas en la vida cotidiana? ¢Acaso no se encuentra con frecuencia compartiendo valores, con- vicciones, habitos y practicas morales con aquellos que lo rodean? Aun cuando est4 en desacuerdo, ¢sus diferencias terminan en un combate mortal? De no ser asi, ¢cudles son los aspectos en los que concuerda tdcitamente? Estos aspectos, también, son acuerdos morales. Qué hay acerca de todos esos acuerdos “invisibles” res- *Para una introduccién a la gama de discusiones acerca de la relacién entre la fe cris- tiana y la ética, véanse C. Curran y R. McCormick (eds.), Lecturas acerca de Ia teologia moral, ntim. 2: La claridad de la ética cristiana, Paulist Press, Nueva York, 1980; C. Curran y R. McCormick (eds.), Lecturas acerca de la teologia moral, nim. 7: Ley natural y teologia, Paulist Press, Nueva York, 1991; Ralph McInerny, La cuestion de la ética cristiana, Catholic University of America Press, Washington, D. C., 1993. 160 Gatroducetén pecto a los valores que le permiten participar en actividades socia- les rutinarias? ¢Acaso no es cierto que su vida requiere de esfuer- zos constantes para comprender situaciones y actuar con respon- sabilidad? ;Acaso no le parece que maneja esta actividad rutinaria en colaboracién con otros con cierto grado de éxito? ¢Qué tanta responsabilidad asume a diario en temas controversiales y cuanto permanece dentro del limite de aquello comtinmente aceptado? Lo engafioso con las épocas de gran controversia ética, es que nos dejan con la impresién de que toda la comprensién ética ha decafdo. Sin embargo, la comprensién moral exitosa sucede todo el tiempo. La cuarta parte de nuestra vida resolvemos problemas de valores en nuestras relaciones, trabajamos por mantener bue- nas instituciones, organizamos todo tipo de actividades individua- les y en grupo, segun los valores y las metas, y deliberamos sobre los cursos de accién “correctos”, “debidos” o “justos” para noso- tros y otros. En cada caso, hacemos esto con un compromiso hacia los valores y los principios que son tanto intimamente perso- nales como compartidos publicamente. Todo esto involucra el conocimiento moral. Aunque los temas controversiales tienden a apropiarse del sig- nificado de los términos “ético” y “moral”, en realidad, estos temas son s6lo la punta del iceberg. Encontramos el volumen del iceberg ético en todas las deliberaciones y decisiones normales de nuestra vida cotidiana. Esta experiencia masiva de vida moral compartida de hecho nos muestra cémo “funciona” el conocimiento moral. Aqui parece que podemos hacer muchas cosas bien. La estrategia a través de estas paginas sera la de recurrir a un entendimiento moral de nuestros actos cotidianos para aprender cémo enfrentar situaciones problematicas. Aqui es necesario hacer una aclaraci6n. Algunos autores hacen distinciones entre los términos “moral” y “ético”.? Sin embargo, aquellos dedicados a la ética a menudo difieren en cuanto a como definir los términos, y frecuentemente las definiciones sirven para responder a preguntas especificas o cuestiones técnicas dentro de *Nuestra perspectiva acerca de cémo se pueden diferenciar los términos “ético” y “mo- ral” se presenta en James J. Walter, “Etica cristiana: ¢distintiva y especifica?”, en Lecturas, ntim. 2: El aspecto distintivo de la ética cristiana, pp. 90-110. Se presenta otro enfoque por Paul Ricoeur, Nuestra persona como otro, trad. K. Blamey, University of Chicago Press, Chicago, 1992, estudios 7-8. Otros autores exigen que se haga una distinci6n entre los tér- minos “correcto” y “bueno”. Véase, por ejemplo, John Rawls, Una teoria de justicia, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 1971, pp. 446-452. También véase William Frankena, “McCormick y la distincién tradicional”, en R. McCormick y P. Ramsey (eds.), Hacer el mal para lograr el bien, Loyola University Press, Chicago, 1978, pp. 146-147. Estas distinciones son importantes para la ética teérica avanzada. Sin embargo, para los propésitos de este estudio introductorio, todos estos términos serén usados indistintamente. Conoeimiento moral como una aptitud 17 la teoria ética. Aunque estas discusiones son importantes para los profesionales de la ética, los tecnicismos a menudo pueden con- fundir a la persona comin. Para el propésito de esta introduccién, los términos “ético” y “moral” serdn usados de manera indistin- ta para referirse, en general, a cualquier experiencia en nuestra vida cuando deliberamos y decidimos cémo actuar. Es verdad que a menudo reflexionamos acerca de asuntos técnicos, pero los tec- nicismos casi nunca se incorporan a la amplia gama de conside- raciones en nuestras acciones. Estas, generalmente tienen como propésito o intencién alcanzar ciertos objetivos, metas o “bienes”, y es precisamente esto lo que nos ocuparé a lo largo de los siguien- tes capitulos. CONOCIMIENTO MORAL COMO UNA APTITUD El conocimiento moral es una aptitud, si bien una distintiva.* La comprensién y la acci6n ética tienen un impacto profundo, no s6lo en nuestra vida, sino también en la de los demas. Aunque las aptitudes técnicas parecen involucrar la manipulacién de los obje- tos en el mundo externo, la ética parece dirigirse a los corazones de las personas de una manera bastante diferente. Igual que otras aptitudes, desarrollamos nuestra compren- sién y decision moral antes de entregarnos a reflexionar, analizar y explicar qué hemos estado haciendo. En las culturas, las habi- lidades morales se adquieren, se desarrollan, se practican en la vida diaria y se heredan de generacién a generacién, a menudo con poca intromisién por parte de los esfuerzos analiticos de los fildsofos o tedlogos. Igual que otras aptitudes, la comprensién moral responde a las necesidades de la vida cotidiana y adapta sus recursos existentes “naturalmente” a la solucién de los pro- blemas nuevos. El uso de las aptitudes morales es bastante “natural”; usar- Jas de manera consistente y exitosa, sin embargo, es otro asunto. Para hacer esto debemos entrar al mundo de la teorfa.* El cam- bio hacia la teorfa no es poco comtin ni tinico dentro de la ética. Igual que otras habilidades, la comprensién moral es ensefiada de “Esta presentaci6n aplica el significado del término aptitud, tal como fue desarrollado por Lonergan en el capitulo 2 de Método. Lonergan recurre a Jean Piaget para describir el desarrollo de aptitudes. SE] término teoria a menudo se interpreta negativamente, como un esquema general empobrecido de las cosas que obtenemos cuando nos hacemos a un lado y observamos las cosas a distancia. En estos capitulos, el término se aplica de manera diferente. Aqui, la teo- rfa es una comprensi6n enriquecida que se obtiene cuando penetramos en el ambito de las relaciones entre gamas de detalles importantes. Véase Lonergan, Método, pp. 81-86. 18 = Grtroduceibn manera mas eficaz por parte de maestros que han adquirido una comprension bastante precisa sobre el desarrollo de una habili- dad. Los buenos artistas 0 artesanos a menudo no son buenos maes- tros, porque la ensefianza efectiva requiere de un paso adicional mis alla del desarrollo de habilidades, el paso hacia la compren- sion tedrica de la habilidad misma. Los buenos maestros saben que existen patrones ordenados que conducen al desarrollo de ha- bilidades. Dedican gran parte de su tiempo a estudiar, analizar y tratar de explicar estos patrones. El resultado de estos esfuerzos es Ja teoria. También surge la necesidad de la teoria cuando las personas se enfrentan a nuevos desaffos. La teoria adapta las habilidades actuales para aplicarlas a tareas nuevas. Igual que al tocar el pia- no, usar computadoras, administrar una oficina, cocinar, esquiar y dirigir finanzas empresariales, el conocimiento moral involucra combinaciones complejas pero flexibles de operaciones bdsicas. En cada 4rea, la funci6n del tedrico es desglosar las habilidades hasta llegar a sus operaciones basicas y crear nuevas adaptacio- nes que permitan que grupos de operaciones produzcan nuevas estrategias en respuesta a los nuevos desafios. Una vez que esto se ha realizado, se pueden desarrollar rutinas de practica para integrar lo nuevo a lo viejo y ayudarnos a superar los obstdculos pasados. Entonces, la meta de estos capitulos serd la de observar cémo usamos las habilidades de comprensi6n moral en las rutinas de la vida cotidiana y cémo adaptamos estas habilidades a las nuevas tareas que nos aguardan. Identificaremos las operaciones basicas, cémo las usamos en diversas combinaciones, cémo distinguimos entre intuiciones morales confiables e inciertas, y como estos jui- cios exitosos resultan en conocimiento moral. -¢QUE DIFERENCIA HACE LA FE CRISTIANA? Hasta esta etapa, no hemos mencionado la fe cristiana. El sub- titulo de este libro sugiere que este texto est dirigido a aquellos interesados en una comprensi6n cristiana de la ética. Sin embar- go, el tema de la fe surge tnicamente en los capitulos 4 y 5. ¢Sig- nifica esto que la ética presentada aqui simplemente sera una re- peticién de la ética “humanistica”? Por razones que se volveran mas claras conforme avancemos, se introduciré una discusién explicita acerca de la fe cristiana después de la presentacién basica sobre el conocimiento moral. Esto no significa que la fe cristiana sea algo secundario para una Gonocimrento moral como algo social 19 vida moral. Efectivamente, a medida que se desarrolle el andlisis, se har4 evidente que el conocimiento y el desempefio moral son actividades exigentes, a menudo realizadas en ambientes hostiles con resultados ambiguos. Requieren de un compromiso extraordi- nario. Cuando se carece de este compromiso (y aun cuando no es asi), las condiciones adversas, juicios erréneos y maldad total a menudo dejan su huella sobre el resultado de las cosas. Igual que todas las habilidades, la moral se forma con base en los logros del pasado y de la misma manera, se ve debilitada por fracasos an- teriores. Consecuentemente, los resultados, para bien o para mal, se acumulan a través del tiempo. Estos 4mbitos adversos, con sus exigencias sobre el compromiso y su tendencia a acumular los fra- casos, son lo que la tradicién cristiana ha denominado pecado. Consideraremos la funcién de la fe cristiana dentro de la ética en relacién con el pecado. Esta linea de andlisis quiz4 parezca contradecir algunas ten- dencias contempordneas dentro de la teologfa cristiana. Muchos tedlogos no le dan gran importancia al significado del pecado den- tro de la ética. En general, sus esfuerzos se han encaminado a des- mantelar una perspectiva antigua que colocaba un énfasis excesi- vo sobre el pecado y la culpabilidad, y muy poco énfasis sobre la responsabilidad y la virtud.* Asi es como deberfa ser. Sin embar- go, para comprender la fe cristiana adecuadamente, es necesario comprender los problemas o desafios que originaron las respues- tas de fe por parte de los cristianos a través de los tiempos. En general, la fe cristiana surgid como un encuentro con Cristo, al tener como fondo la experiencia dramatica del sufrimiento y el pe- cado experimentados por la gente. La fe cristiana se refiere a la salvacion de Cristo, y la salvacién es la liberacién del reinado del pecado y la maldad. Por tanto, una discusién sobre los efectos debilitantes del mal introduce la funcién de la fe cristiana dentro del conocimiento y el desempefio morales. CONOCIMIENTO MORAL COMO ALGO SOCIAL Un enfoque hacia la ética cristiana que se concentra en las habilidades del conocimiento moral puede parecer demasiado “in- dividualista” o “subjetivo”. Para aquellos que enfatizan el contex- to social o cultural de la responsabilidad moral o el caracter “obje- *Véanse Richard Gula, Razén informada por la fe, Paullist Press, Nueva York, 1989; Ti- mothy O'Connell, Principios para una moralidad catélica (ed. rev.), Harper & Row, San Fran- cisco, 1990; Stephen Happel y James Walter, Conversién y el acto de ser discipulo, Fortress Press, Filadelfia, 1986. 20 = Snlroduccidn tivo” del conocimiento moral, dicho enfoque quizA parezca errado. A esta acusaci6n tan solo puedo responder diciendo que el carac- ter objetivo, social del conocimiento moral debe convertirse en algo completamente claro conforme avancemos. Aunque aqui interpretamos al ser humano individual como el elemento y el agente principal del conocimiento moral, se demos- trard que el contenido objetivo de este conocimiento es bastante real e irreduciblemente social. De hecho, cualquier otro enfoque hacia el conocimiento moral no tiene mucho sentido. Ademas, na- die Neva a cabo sus actos morales en aislamiento. Todos nosotros nos encontramos imbuidos en un d4mbito social que da forma a nuestras reflexiones. Indudablemente, experimentamos valores mo- rales como algo profundamente personal: tocan lo mas intimo de nuestro ser. La vida democratica requiere de cierta proporcién de libertad individual dentro de la toma de decisiones éticas, y la madurez moral involucra hacer que nuestra “persona” sea respon- sable por la accién moral. Sin embargo, el contexto, el impulso y la preocupacién de la moral es la vida social objetiva. Esto se debe a que la preocupacién principal de la ética es convivir con otras personas. La pregunta sigue siendo: ¢Qué queremos decir por estructu- ras sociales? A menudo hablamos de la vida social en términos de “estructuras”. Si se nos presiona a ampliar esta imagen, sin embargo, las analogfas de otros tipos de “estructura” parecen con- fundirnos. Las entidades sociales no son estructuras en el sentido en que lo son los edificios, motores 0 computadoras. Y aunque las metdforas orgdnicas a menudo parecen ser més atractivas, sa- bemos que las flores, los zorros y los bosques involucran tipos de estructuras que son bastante diferentes a las sociedades. Lo que distingue a la estructura social de otros tipos de estructuras es que se trata de estructuras con significado humano.’ Las sociedades son formas organizadas de vida significativa; estan constituidas por creencias, convicciones, valores y suposicio- nes compartidas; especifican funciones de acuerdo con las pers- pectivas compartidas en torno a proyectos comunes, y estas fun- ciones dan sentido a la identidad de las personas. Todas estas funciones involucran actos con significado que forman los patro- nes de las relaciones entre los individuos de una sociedad. Y las nociones mas amplias del orden, la verdad y la justicia césmicos vinculan las diversas dimensiones de la vida humana con los pro- yectos comunes de la civilizacion. Ninguno de estos eventos y vincu- 7Acerca de los diversos elementos, esferas, etapas y funciones del significado, véase Lonergan, Método, capitulo 3. Gonocimiento moral como algo social 21 los ocurren al nivel de la fisica o la quimica, de la botanica 0 la zoo- logia. Ocurren tmicamente en el nivel de la significaci6n humana. Para comprender la vida social como un significado, debemos determinar la manera en que operan estas “estructuras”. ¢Qué son estas “estructuras sociales con significado”? ¢Cémo se vinculan las intenciones y acciones de los individuos con aquellas de otras per- sonas para formar estructuras sociales reconocibles? ¢Es nece- sario que las personas planeen estas estructuras con significado, o pueden surgir sin que nadie las planee? Estas seran algunas de las preguntas que guiardn esta investigacién dentro del cardcter so- cial del conocimiento moral. La ética social catélica, con su énfasis sobre el “bien comtn”® ha influido el enfoque hacia los tipos de ética que aqui asumimos. La ética se trata del bien que construimos y sostenemos en comin con otros. El enfoque en estos capitulos, sin embargo, afiade un giro a nociones més tradicionales sobre el bien comtn, un giro que se deriva a partir del trabajo de Lonergan. Para muchas personas, el término “bien comtin” evoca una imagen de sociedad con un or- den divino, estatico. La imagen tradicional representa una socie- dad en la que las personas tienen poca libertad para definir su pro- pia identidad y sus propios proyectos; al contrario, la estructura general de la vida social est4 preestablecida, quiz hasta impuesta por las élites, y los individuos deben “adaptarse” a ella. La imagen que adoptamos aqui es algo diferente. El bien co- mitin es una nocién dindmica, sujeta a cambio y formada por la participacién de todas las personas.’ El] quehacer ético involucra a personas que forman su propia vida e influyen en el trayecto de la sociedad. El bien comtin es formado por todos, se estable- cen los pardmetros para cumplir con los requisitos de todos, y cuando esta funcionando bien, sostiene un alto grado de libertad para todos."° La responsabilidad por el bien comtin requiere que *Dos buenos articulos introductorios sobre el pensamiento social catdlico y el “bien comin” se encuentran en Judith A. Dwyer (ed.), El nuevo diccionario de pensamiento social catélico, Lithurgical Press, Collegeville, Minn., 1994. Véanse David Hollenbach, “Bien co- mtn”, 192-197, y Michael Schuck, “Pensamiento social catélico moderno”, 611-632. Para obtener una lista sobre los articulos y textos introductorios pertinentes, véase “Lecturas selectas sobre la ética cristiana” al final de este libro, p. 151. °Acerca de las diferencias entre conceptos estdticos y dindmicos acerca del “bien co- in”, véase Patrick Byrne, “Jane Jacobs y el bien comin”, en F. Lawrence (ed.), Etica al ga- narse la vida, Scholars Press, Atlanta, Ga., 1989, pp. 169-189. En las tiltimas décadas, aquellos dedicados a la ética cristiana han buscado incorpo- rar una comprensién democratica sobre la libertad de las personas dentro de una teoria acerca del bien comin. Véanse, por ejemplo, Jacques Maritain, La persona y el bien conuin, trad. J. J. Fitzgerald, University of Notre Dame Press, Notre Dame, 1966, orig. 1947, y los ensayos en Oliver Williams y John Houck (eds.), El bien conuin y el capitalismo en EUA, University Press of America, Lanham, Md., 1987. 22 © Tatroduccién los individuos evalien el impacto de sus acciones sobre las diver- sas estructuras sociales que constituyen este 4mbito. Es necesario que elijamos el bien comin cuando las demandas de la sociedad entren en conflicto con nuestros deseos personales. De hecho, la madurez moral significa buscar y escoger el bien comtin como cuestién de deseo y hdbito cotidiano. Sin embargo, para elegir el bien comin, debemos conocerlos. Entonces, el conocimiento mo- ral es el conocimiento de la estructura dindmica del bien comin, cémo sostiene todos los aspectos de nuestra vida y las demandas que hace sobre nuestra toma de decisiones personales. CONOCER EL BIEN Y HACER EL BIEN Hasta este momento, nos hemos enfocado en el conocimiento moral. Sin embargo, algunos afirmaran que la ética no radica en conocer, sino en hacer. Argumentaran que los requisitos de la ética son sencillos, que el problema es simplemente que las personas no viven de acuerdo con lo que todos saben que es correcto. Bajo esta perspectiva, la avaricia, el orgullo, el egocentrismo o algtin otro vi- cio son el problema ético. Si existe un problema de conocimiento, es simplemente que las personas se rehtisan a hacer el bien e inva- riablemente tratan de justificar sus actos con racionalizaciones. Debemos saber distinguir entre estos dos tipos de preguntas morales: {Qué es el bien?, y gelegiré hacer el bien? ¢Conocer el bien compete al conocimiento moral, y hacer el bien compete a decidir y actuar? Formular la segunda pregunta implica tener una respues- ta clara y correcta de la primera; sin embargo, nuestra respuesta a Ja segunda puede afectar dramaticamente nuestra habilidad subse- cuente para responder acertadamente a la primera pregunta. Nos estamos concentrando en el primer tipo de pregunta, la pregunta sobre el conocimiento moral." Las preguntas relaciona- das con la accién son importantes, por supuesto, pero asumen que habra respuestas correctas a preguntas sobre el conocimien- to y demasiadas de éstas permanecen sin una respuesta satis- factoria en nuestra vida. La mayorfa de los desafios éticos de nuestra época, efectivamente, involucran preguntas auténticas di- rigidas al conocimiento moral. La razén se basa en la distincién entre las normas morales de sentido comin y los requisitos teéri- cos de tipo especifico de problemas morales. Las normas morales "Como veremos en el siguiente capitulo, en realidad existen cinco tipos diferentes de preguntas relacionadas con la deliberacién moral, y obtener conocimiento moral con- fiable requiere que uno vaya hacia adelante y hacia atrés entre los primeros cuatro tipos de preguntas. Gonocer ef bien y kacer efbien 23 de sentido comtin como “jNo mientas!” 0 “jNo robes!” comunican un significado moral general, pero no especifican qué se consi- dera como mentir o robar dentro de la vida concreta. Debemos comprender y lidiar detalladamente con problemas morales de la vida real. Cuando los acuerdos de libre comercio permiten que las gran- des corporaciones adquieran acceso a los recursos de paises mas pobres, ¢se le considera robar? Depende. ¢Son justas las negocia- ciones? {Los precios son suficientes para promover la verdadera estabilidad, equidad y autodependencia econdmicas de las nacio- nes més pobres? ¢Beneficiaran estos ingresos a la gente en gene- ral, particularmente a los pobres y marginados? ¢Los contratos incluyen cldusulas que se refieran a los efectos ambientales ad- versos derivados del agotamiento de recursos? Estas preguntas, y mas, requieren de respuestas antes de poder obtener un cono- cimiento moral acertado acerca de robar en dichos casos. Aun- que demasiados problemas éticos son causados 0 exacerbados por personas que se niegan a hacer el bien, la mayorfa de los temas re- lacionados con la ética en nuestra época involucran problemas reales para el conocimiento moral. Estos problemas éticos no son simplemente cuestiones de principio universal o especulacién ge- neralizada; son concretas y especificas. Para actuar responsable- mente, debemos trascender mas alla de las normas del sentido comun para llegar al conocimiento ético. De ahi la necesidad de saber cémo responder a las preguntas relacionadas con el conoci- miento moral. Un punto final: La distincién entre los dos tipos de preguntas morales es extremadamente importante. La mayorfa de nosotros hemos aprendido a pensar acerca de la ética en términos del segun- do tipo de pregunta. Cuando los problemas morales surgen, nues- tra primera inclinacién a menudo es Ja de averiguar a quién se debe culpar por hacer el mal. Sin embargo, esta inclinacién impli- ca que ya sabemos qué esta bien y qué esta mal dentro de esta si- tuaci6n. Por lo regular, este no es el caso, pero nuestros habitos nos llevan a omitir la primera pregunta y enfocarnos en la segunda. Para participar de manera auténtica en una investigacién ética es necesario reconocer honestamente que algunas veces descono- cemos las respuestas. Para aquellos que consideramos a la ética como preguntas relacionadas con la accién y la culpa, este recono- cimiento requerira de gran cantidad de autodisciplina.” "Para mayor informacién acerca de la funcién de los diversos tipos de preguntas den- tro de la deliberacién moral, véase Kenneth R. Melchin, “Toma de decisiones morales y la funcién de la pregunta moral”, en Método: Diario de estudios Lonergan, 11:215-228, 1993. 24 ITINERARIO Los capitulos se exponen en dos partes: La parte uno, capitu- los 1, 2 y 3, nos invita a participar en una jornada de autodes- cubrimiento. Se trata del descubrimiento de nosotros mismos den- tro de nuestro manejo de conocimiento moral. El capitulo 1 se enfoca principalmente en la experiencia general de la responsa- bilidad moral y en las operaciones de nuestras deliberaciones y acciones. Aunque estas operaciones tienen una estructura gene- ral, también funcionan dentro de los horizontes del significado que tanto iluminan como esconden algunos elementos de lo que es nuestra experiencia moral. El capitulo 2 examina el cardcter social del objeto de estas ope- raciones, el conocimiento moral, el cual tiene una gama de carac- teristicas algo extrafias, que se comprenden mejor mediante un conjunto de imagenes contrastantes. Exploramos tres distintos ni- veles de significado moral y una novedosa manera de comprender las “estructuras sociales”, asi como la forma en que las acciones caracterizadas por los tres niveles de significado moral perfilan nuestra participacién dentro de estas estructuras. En el capitulo 3, nos concentramos en nosotros mismos como seres sometidos a estas operaciones. Particularmente, examinamos cémo estamos constituidos y somos transformados sutilmente como personas sociales por medio de estas operaciones. Penetrar den- tro de este proceso de creaci6n de significado nos proporciona una manera novedosa para comprender la libertad humana, asf como normas u obligaciones fundamentales para guiarnos en nuestra batalla con los temas morales. La parte dos, capftulos 4 y 5, investiga la manera en que la fe cristiana da formaci6n a nuestra participacién dentro de las ope- raciones del conocimiento moral. El capitulo 4 introduce la fe, no como un conjunto de principios, creencias o convicciones gene- rales, sino como una respuesta a un problema universal: el peca- do. El pecado no se refiere simplemente a actos de mala volunta mas significativamente, involucra estructuras que limitan y distor- sionan nuestros habitos de significado moral y, por tanto, nuestra capacidad para recibir el conocimiento y la accién moral. La fe es el encuentro con la gracia salvadora de Dios, misma que revierte los ciclos desvirtuados de deformacién moral que nacen del pecado. El capitulo 5 explora una gama de perspectivas acerca de la manera en que la fe forma nuestras operaciones de deliberacién moral: perspectivas acerca de la justicia de Dios, la dignidad de la persona, el bien comtn y la opcién preferencial por los pobres. La fe no es un conjunto de principios con implicaciones légicas Sinerario 25 para situaciones concretas. Atin debemos poner en practica las operaciones y habilidades de comprensién y juicio moral dentro de los contextos concretos. Por el contrario, la fe cristiana ejerce una fuerza heuristica que conduce el cuestionamiento moral, acompafiado por un conjunto caracteristico de inquietudes, hacia un punto especifico. La inquietud principal a través de todos estos capitulos es la btisqueda del autoconocimiento. Nuestro recurso mas prédigo para obtener perspectivas profundas acerca de la ética es nuestra pro- pia experiencia moral. Normalmente, estamos preocupados por el flujo de imagenes y reflexiones cotidianas dentro de nuestra expe- riencia. La mayoria de nosotros, sin embargo, casi nunca presta- mos atenci6n a las operaciones del significado que producen estas experiencias. Ademas, casi nunca nos adentramos en las profun- didades ocultas de nosotros mismos como seres sometidos a estas operaciones de significado. Para la mayoria de nosotros, este rei- no interior sigue siendo un misterio. Estos capitulos son tan solo el principio. Atin falta encauzar estas perspectivas y unirlas para ayudarnos con los complejos problemas morales de nuestra €época. Espero que, al prestar aten- cién a nuestras actividades cotidianas de deliberaci6n y accién moral, podamos descubrir los fundamentos que nos ayuden a tras- cender, colectivamente, los callejones sin salida de los debates éti- cos ptblicos contempordneos. PARTE UNG Conocimiento moral y personas morales t La experiencia de la responsabilidad moral ~— 7 +6mese un momento para imaginar' que se encuen- Ga tra de vacaciones, recostado sobre el amplio espa- 5 J cio de una magnifica playa blanca, sin nadie a su ‘alrededor. Finalmente siente alivio de la tension y ansiedad que la vida cotidiana le ofrece. Puede sentir cémo se rela- jan sus misculos, cémo fluye el estrés fuera de su cuerpo y cémo se desconecta su mente de las preocupaciones diarias, liberando su sometimiento a la atencién concentrada, y comienza a divagar, a flotar dichosamente, para llevarlo aquf, luego alla, de una ima- gen placentera a la siguiente, sobre las brisas que soplan en la re- gién familiar de conciencia entre el estado de vigilia y de suefio. Repentinamente un grito rompe su estado de dicha. “Ayadenme!” jSu motor repentinamente cambia de velocidad! {Usted se ve transformado! En un solo movimiento, su cuerpo y mente emer- gen juntos a un estado de alerta, de atencién enfocada, de con- centraci6n total. Es algo tan diferente a su condicion previa como un huracén comparado con un calmado dfa de verano. Antes, usted estaba descansando. Ahora, jse encuentra en movimiento! "Este ejercicio es una reconstruccién de una actividad de autoapropiacién que pri- mero me fue presentado en un curso realizado por Philip McShane en Concordia Uni- versity, Lonergan College, en 1978-1979. Se presentan ejercicios similares por McShane en Proceso, University Press of America, Lanham, Md., 1997, y Rigueza de ser y riqueza de na- ciones, Exposition Press, Hicksville, Nueva York, 1975. 30 = Parte uno. Gonocimiento moral jEsta lleno de energia! Se siente dindmico debido a una preocu- pacién, un deseo, un compromiso hacia la accién. ¢Quién grit6? cSe est ahogando? ¢En dénde esta? ¢Cémo lo ayudo? jAverigua! iSAlvalo! ;Mantenlo vivo! ¢Qué le ha sucedido a usted? E] paso mds importante de comprender el conocimiento moral y la acci6n moral es descubrir que detras de los objetos familia- res de nuestras experiencias yace un reino interno que es bastan- te extrafio. Este es el reino de nosotros mismos como sujetos. Pa- samos la mayoria de nuestra vida experimentando, examinando, haciendo cosas, con nuestra atencién concentrada en aquello que esta ante nosotros. Sin embargo, mientras esto sucede, somos si- multéneamente trasladados a través de nuestras acciones por me- dio de fuerzas y operaciones internas invisibles que sutilmente eva- den nuestra atencién; estas son las fuerzas y las operaciones que comprenden la experimentacién, la evaluaci6n, la acci6n misma. Las fuerzas no vienen de nuestro entorno, sino de nuestro in- terior. Y aunque a menudo representamos un papel deliberado en la movilizacién 0 guia de las operaciones, aun asi éstas tienen una energia y direccién propias que nos llevan de manera casi invisible durante gran parte de nuestra vida. Para comprender la responsabilidad moral, es necesario que ignoremos los objetos de nuestra experiencia y prestemos atencién a aquellas fuerzas y operaciones siempre presentes que nos conducen por diversas eta- pas de la accién responsable. Para la mayoria de nosotros, este es un terreno desconocido. Es el terreno del “yo” como un misterio. Nuestro ejercicio imaginario en la playa nos puede propor- cionar una oportunidad para prestar atencién a este reino inte- rior en donde yacen las bases de la accién moral, Para la mayoria de nosotros, los ejercicios como éste nos son familiares. Todos podemos recordar momentos en los que hemos respondido al grito de auxilio de alguien en peligro, cuando nos ha empujado hacia la accién un sentido de la responsabilidad. ¢Qué podemos observar acerca de dichos eventos? EXIGENCIA DE LA RESPONSABILIDAD Primero, en la playa experimentamos una transformacién. Fue una transformacion total, no simplemente con respecto a los obje- tos de nuestra atencién, sino en todo nuestro ser, en nuestra ma- nera de participar en la experiencia. En ambos estados estabamos conscientes y estabamos experimentando, pero habia una dife- rencia. La diferencia no era qué estabamos experimentando, sino Gap. 1. Ba experiencia de la responsabilidad 31 cémo. El nuevo estado tenia un patrén, un orden, una sensacién, una manera diferentes de enfocarse sobre los objetos. Segundo, aquello que “provoco” esta transformacién tiene algo de extrafio. Seguramente el llamado de auxilio que vino del exte- rior represent6 un papel importante, pero esto no puede ser todo. ¢Cémo fue que dicha “causa” tuvo un “efecto” tan determinante sobre nosotros? ¢Por qué es que este sonido evoca una reaccién mientras que otro, digamos por ejemplo, un “jmiau!”, evocaria algo totalmente diferente? No podemos encontrar los elementos clave de la respuesta dentro de la estructura fisica de los sonidos; la encontramos dentro de nosotros mismos. E] Iamado “moviliz6” o evocé un dinamismo desde nuestro interior para responder a otro ser en peligro. Las fuerzas que movilizaron esta respuesta forman parte de un conjunto muy familiar de fuerzas u operacio- nes interiores que nos convierten en lo que somos y nos impulsan a través de la experiencia moral.? Tercero, uno de los elementos clave que distingue al primer estado del segundo es el movimiento 0 la accién. Si podemos ca- racterizar nuestro primer estado como de reposo, desembarazo, paz y tranquillidad, podemos describir al segundo como un esta- do de movimiento, preocupacién, intensidad exaltada y accion. Cuarto, este movimiento se dirigia a alguna parte, hacia una meta’o un objetivo. Sin embargo, el objetivo funcioné de una ma- nera muy extrafia para dirigir el movimiento. Aun cuando no es- tabamos seguros del origen del sonido, nos vimos impulsados a la acci6n, primero para comprender y verificar en qué consistfa, de dénde procedia para luego actuar con base en este conocimiento. Quiza no hayamos estado seguros si el sonido realmente provenia de una persona que se estaba ahogando. Aun asi, nos movilizamos para averiguarlo. Una vez que nos aseguramos, nuestras preguntas se transformaron en Jas acciones necesarias para salvarla. El obje- tivo‘exacto de las fuerzas que nos impulsan a tomar medidas mo- rales a menudo nos son desconocidas 0 no se nos presentan clara- mente por anticipado. Ciertamente, lo contrario es lo que acontece. Las fuerzas internas u operaciones de responsabilidad moral nos ponen en movimiento, no simplemente para alcanzar un objetivo, sino también para determinar su forma precisa. Quinto, mientras que el movimiento que caracterizé a este es- tado de accion fue claramente consciente e involucré una accién deliberada, no iniciamos el movimiento en si por medio de esta ac- cién. Mas bien, cuando escuchamos el llamado nos vimos movidos Lonergan usa el término “intencionalidad” para referirse a este dinamismo que nos moviliza a una experiencia-moral. Véase Método, pp. 6-13. 32 = Parte uno. Gonocimiento moral espontdneamente a realizar una diversidad de operaciones, pocas de las cuales, si es que alguna, hubiéramos elegido explicitamente. La deliberacion y la eleccién entraron en funcionamiento después, pero ellas también se vieron movilizadas por un dinamismo mas basico. Si bien es cierto que quiza hayamos elegido nuestra estra- tegia para salvar a la persona de manera consciente, no elegimos deliberadamente sentir curiosidad por el sonido, interesarnos por la persona que se ahogaba, echar a andar el cuestionamiento y la formulacién de respuestas, que, finalmente, dieron como resulta- do nuestra estrategia. Sexto, esta accién que nos movilizé a través de todo el proce- so estaba cargado con sentimiento. La dinamica que nos impulsé hacia adelante consistfa en un sentido de interés o responsabilidad por la persona que se ahogaba, y esta responsabilidad se posesio- no de nosotros de una manera tan dramatica por estar impregna- da de sentimiento. Nuevamente, no elegimos deliberadamente es- tos sentimientos, sino que, al parecer, ellos nos eligen a nosotros y nos animan. Ademas, parecfan tener un sabor o textura distintivos derivados de nuestra respuesta ante la persona que se ahogaba. Un “jguau!” o “jauxilio!” y un “jmiau!” se perciben de manera diferen- te debido a nuestras diferentes relaciones con los origenes de los sonidos. Es como si los sentidos nos guiaran, nos dirigieran hacia la meta, y es la textura y el sabor de esos sentimientos los que pa- recen jugar un papel bien definido en este proceso de orientacién. Finalmente, aunque el dinamismo de la responsabilidad que surge dentro de nosotros de manera espontanea, antes de la elec- cién consciente, es bastante universal, compartido por la mayo- ria de la gente a través de su vida, de ninguna manera se adquie- re automaticamente o estd garantizado. Existe un elemento de aprendizaje o habito adquirido que juega un papel crucial para determinar si es que la responsabilidad surgira en nuestro inte- rior, y de ser asi, cuando surgird, qué tan fuertemente nos afecta- ra y qué forma tomard. Si ponemos demasiado empefio o bien tenemos un trauma, nuestro sentido de responsabilidad hacia otros se puede ver opacado. En contraste, podemos desarrollar habitos de genuino interés y discernimiento en nosotros mismos y nuestros hijos de tal manera que, en casos como éste, los movi- mientos que impulsan a la accién responsable surjan de manera consistente y vigorosa. Entonces, ¢qué significado llega a tener todo esto en relacién con la ética? La meta de este ejercicio ha sido iniciar nuestro estudio en tor- no al conocimiento y accién morales dirigiendo nuesta atencién ha- cia un dinamismo de “exteriorizacién” moral que podemos obser- Gap. 1. Ba experiencia de la responsabilidad 33 var en nuestra vida personal.? Las experiencias morales estan car- gadas de sentimientos de interés que tienen el efecto de dirigir nues- tra atencién hacia el exterior. Ademds, aunque a menudo formu- lamos reglas morales en términos de obligaciones impuestas por otros, este enfoque sobre la autoridad de otros puede ser bastante engafioso. Para comprender la vida moral en su totalidad es nece- sario poner atencién en la experiencia basica de la responsabilidad misma como una dindmica de interés que se nos revela en nuestra propia accion moral. Es aqui en donde descubrimos los fundamen- tos de la ética.* Este ejercicio también es importante porque nos puede ayudar a corregir la manera en que pensamos normalmente acerca de la responsabilidad moral. A la mayorfa de nosotros se nos enseiié Ja moral como un conjunto de reglas y obligaciones formuladas por otros, generalmente figuras de autoridad, las cuales nos son impuestas para forzarnos a actuar (generalmente con renuencia) de manera socialmente aceptable. Existen elementos verdaderos en esta imagen, pero lo que nos representa es una previa, intima y basica conexi6n con la moralidad que justifica tanto el origen de las reglas mismas como la manera en que funciona en nuestra propia vida. Esta conexi6n se refiere a un interés fundamental o una exteriorizacion que utiliza y dirige la ensefianza social. En su mayorfa, las reglas morales surgen, en sociedades como una consecuencia de los esfuerzos de las personas por enfrentar problemas, atender a otros, prevenir las tragedias sociales, prote- er de la explotacién a los miembros mas débiles y, generalmen- te, para coordinar a las personas dentro de una accién comin con el fin de lograr y mantener lo que nadie ha podido realizar por si solo. Aunque las reglas nos pueden ser heredadas como obligaciones que surgen del exterior, estas reglas entraron en vigor porque las personas originalmente se vieron motivadas por un im- pulso interior de responsabilidad similar al considerado en noso- tros mismos en nuestro experimento en la “playa”. Ademas, los padres, maestros y tutores que participan en la “Lonergan usa los términos “trascendental” y “autotrascendente” para referirse a la manera en que las operaciones consistentes en saber y valorar “van més alla” de los esta- dos existentes de conocimiento y valor, lo que resulta en nuevos conocimientos y estados de virtud. Véase Método, pp. 11-13 y 30-36. ‘La presentacion, por parte de Lonergan, de los elementos para una teorfa sobre ética se puede encontrar en Percepcién, capitulos 6, 7 y 18, y Método, capitulo 2. Para tna intro- duccién a discusiones acerca de la relacion entre Percepcion (1957) y Método (1972), véanse Frederick E. Crowe, “Una exploracién de la nueva nocién de valor de Lonergan”, en M. Vertin (ed.), Apropiacién de la idea de Lonergan, Catholic University of America Press, Washington, D. C., 1989, pp. 51-70, y Kenneth R. Melchin, “Etica en percepcién”, en F. Lawrence (ed.), Taller de Lonergan, vol. 8, Scholars Press, Atlanta, Ga., 1990, pp. 135-147. 34 = Farle uno. Gonocimiento moral vida social buscan promover e inculcar reglas morales debido a un sentido de responsabilidad personal, el cual es otra manifesta- cién de esta exigencia o motivacién interna que nos puso en mar- cha en la playa. Finalmente, la razon por la que la ensefianza de reglas morales hace tanto eco en nosotros se debe a que provoca esta dindmica de responsabilidad interna y trabaja con ella. La en- sefianza se enfoca en la responsabilidad y la nutre; no la crea ni la impone.’ La “socializacién” moral utiliza esta dinamica opera- tiva dentro de nosotros y la dirige hacia objetivos creados y elegi- dos por otros, quienes se vieron movilizados por un impulso inte- rior similar. HECHOS Y VALORES: LAS OPERACIONES DEL CUESTIONAMIENTO MORAL En situaciones como ésta, en donde respondemos inmediata y vigorosamente para ayudar a otra persona en necesidad, nuestras acciones a menudo parecen desarrollarse como un movimiento tini- co. A partir del descanso, nos movemos inmediatamente hacia la accién para localizar el origen del grito, desplazarnos hacia éste, rescatar a la persona del peligro y asegurarnos de su salvaci6n. Sin embargo, la aparente unidad de esta accion es engafiosa; ocul- ta una complejidad interna. El proyecto total involucra la coordi- nacién de un conjunto bastante grande de operaciones en servicio de un solo objetivo. ¥ si alguna de estas operaciones se omite, el proyecto se ve interrumpido. Podemos ser dedicados, buenos na- dadores, ser capaces de resucitar a alguien y tener la fuerza para sacar a la persona que se ahoga, pero si no podemos localizarla, nuestro objetivo se vuelve inalcanzable. Las acciones morales quiz4 parezcan operaciones individuales, unificadas, pero en realidad son cadenas de operaciones bastante complejas.* Cuando cada eslab6n se encuentra presente, el aspec- to de unidad se conserva, pero cuando falta un eslab6n, podemos apreciar la verdadera complejidad interna. En este sentido, la ac- ‘Para una discusién fascinante acerca de la funcién de esta dindmica sobre las raciones intencionales dentro de la educacién, véase Lonergan, Temas sobre la educacion, vol. 10 de Los trabajos recopilados de Bernand Lonergan, editado por R. M. Doran y F. E. Crowe, University of Toronto Press, Toronto, 1993. “Lonergan usa el término “esquema de recurrencia” para explicar el vinculo de even- tos como esquemas o sistemas circulares. Véanse Percepcién, capitulo 4.2; Philip McShane, Azar, estadisticas y surgimiento, Gill y Macmillan, Dublin, 1970; Kenneth R. Melchin, His- toria, ética y probabilidad emergente, University Press of America, Lanham, Md., 1987, ¢ “Historia, ética y probabilidad emergente”, en F. Lawrence (ed.), Taller de Lonergan, vol. 7, Scholars Press, Atlanta, Ga., 1988, pp. 269-294. Gap. 1. Ba experiencia de la responsabilidad 35 cién moral se asemeja a una habilidad adquirida, como conducir un carro. Si ya hemos dominado la habilidad, nuestras acciones se tornan faciles, unificadas, sin esfuerzo. Si no ha sido asi, nues- tras acciones resultan en un movimiento torpe e interrumpido, que consiste en primero dar un paso, luego otro, sdlo para descubrir que hemos omitido uno y que el carro se ha detenido. Algunas de las operaciones involucradas en la accién moral son habilidades como aquellas que quiz podriamos aprender como sal- vavidas 0 como médico. Sin embargo, las operaciones bdsicas de la responsabilidad moral son de diferente tipo. Involucran operaciones de cuestionamiento que, de hecho, con frecuencia no requieren formulaci6n de las preguntas. Comtinmente, implican poco mds que un vistazo para despertar nuestra curiosidad acerca de esto, un giro de la cabeza para confirmar aquello, un intercambio de opinién con otra persona para establecer una estrategia o una evaluacién de la situacién para determinar si la estrategia es viable. Aun asf, los actos de cuestionamiento impulsan todos estos gestos. Y una evaluacién de diferentes tipos de preguntas nos puede ayudar a comprender mejor los eslabones en la cadena de Ja responsabilidad moral. La pregunta mas bdsica que nos impuls6 del estado de reposo al de movimiento en la playa fue la pregunta qué:’ “gQué produce ese sonido?” “¢Qué es?” En esa ocasién, probablemente habriamos respondido con facilidad, pero en muchas otras responder a esta pregunta a nuestra entera satisfacci6n no es tan sencillo. A menu- do, la pregunta “gqué?” se enfrenta no a una sola respuesta, sino a una serie de respuestas diferentes: “jEs una gaviota!” “jEs un ra- dio!” “jEs un animal!” “jEs alguien robéndose mi auto!” “jEs al- guien que se ahoga!” Cuando ese es el caso, la pregunta qué co- mienza a revelar sus limitaciones. Quiz4 se deba a que encontrar una respuesta satisfactoria requiera de varias hasta que encontre- mos aquella que se “ajuste”. A menudo, encontrar la respuesta sa- tisfactoria requiere el abandono de esta pregunta y la formulacién de un tipo diferente de pregunta, necesaria para realizar una selec- cién y un juicio. "La descripcién sobre la operacién involucrada en el conocimiento del hecho y el co- nocimiento del-valor que se presenta aqui es algo diferente de aquella representada nor- malmente por los escolares de Lonergan. Esta descripcién se basa en el trabajo de Philip McShane. Véanse Riqueza del ser, pp. 11-16 y 47-53, y Proceso, capitulo 2.5. Para una intro- duccién a otras discusiones acerca de las operaciones y los niveles significativos de la ética, véase Patrick Byrne, “Conciencia: niveles, sublimaciones, y el sujeto como sujeto”, en Mé- todo: Diario de estudios Lonergan, 13:131-150, 1995. Michael Vertin, “Tuicios sobre el valor, para el tiltimo Lonergan”, en Método: Diario de estudios Lonergan, 13:221-248, 1995. Para una discusién sobre las diferencias entre los escolares de Lonergan acerca de este tema, véase Joseph Cassidy, “Extension mas alla de la ética de Bernard Lonergan” (disertacién doctoral), Saint Paul University, Ottawa, 1995. 36 = Parte uno. Gonocimrento moral Al segundo tipo de pregunta lo denominaremos Acaso es: “¢Acaso es esto, 0 es aquello?” Note que esta pregunta no solicita informacién nueva a las posibles respuestas. Al contrario, esta pregunta busca examinar cada punto en la lista de respuestas, consultar los datos acerca de la situacién, recordar la intenci6n original de la pregunta qué y encontrar un “ajuste”. Aqui, por su- puesto, la palabra “ajustar” tiene un significado complejo que pue- de diferir, dependiendo del tipo de pregunta. En general, por “ajus- tar” nos referimos a que: i) La pregunta y la respuesta propuesta unidas especifican un conjunto de condiciones que deben ser cumplidas para que la respuesta se “ajuste” a la pregunta (si se trata de una persona que se ahoga, debemos tener la capacidad de ver algo que chapotea en la direcci6n hacia donde percibimos el sonido). ii) Determinamos si, efectivamente, estas condiciones se cum- plen con la evidencia (se trata de una persona que se aho- ga porque puedo ver el chapoteo en el agua en la misma direccién desde la cual se emite el sonido). iii) Descartamos las otras respuestas propuestas porque la evi- dencia no cumple con las condiciones (no se trata de un radio porque no se tiene visibilidad de ningtin radio alre- dedor de la playa; no es una gaviota porque el cielo esta despejado y no se ven aves por ninguna parte).* Cuando las condiciones y la evidencia de apoyo se conocen in- mediatamente, las preguntas qué y acaso es aparecen como si fue- ran una sola operaci6n. La dualidad se torna mas evidente cuando no podemos satisfacer una de las dos condiciones facilmente, como vimos en el ejemplo acerca de aprender a conducir un auto. Nos tropezamos. Esto ocurre cuando estamos, de alguna manera, obligados a establecer qué opciones funcionan como respuestas, o quiza, si ninguna lo hace, debemos regresar a la pregunta de qué para obtener mas opciones. Hasta el momento, y de manera superficial, no parece haber algo definidamente “moral” o “ético” en estas preguntas o sus res- puestas. Estas parecen ser preguntas ordinarias que resuelven asuntos relacionados con “hechos”. Esto es muy cierto. Sin em- bargo, es importante sefialar que en el caso en el que una persona se esta ahogando (obviamente una inquietud moral), las pregun- *E] concepto de Lonergan acerca de los juicios sobre hechos es considerablemente més detallado que el criterio introductorio presentado aqui. Véase Percepcidn, capitulos 9, 1Oy il Cap. 1. Ba experiencia de la responsabilidad 37 tas sobre “hechos” adquieren una particular caracteristica de ur- gencia. Aunque podamos sentir esta urgencia desde el principio, la caracteristica distintiva de esta sensacién se vuelve evidente una vez que hemos establecido respuestas. En una situacién en la que la exigencia de responsabilidad moral nos impulsa hacia adelan- te, las respuestas a preguntas relacionadas con “hechos” no nos dejan satisfechos. En realidad, una vez que obtenemos las res- puestas relacionadas con “hechos”, parece que nos enfrentamos a un tipo bastante diferente de pregunta: “;Qué debo hacer?” La esfera de preguntas sobre cémo “actuar” es la esfera pro- piamente moral o ética. Al igual que las preguntas relacionadas con “hechos”, existen dos tipos de preguntas sobre cémo “actuar”, las preguntas qué y acaso es. Sin embargo, en esta ocasién, la interrogaci6n tiene metas u objetivos que son bastante diferentes. Ahora, el “¢qué?” significa “gqué debo hacer?”, y “gacaso es?”, sig- nifica “gacaso estoy haciendo lo correcto?” Existe una similitud en la estructura de las preguntas relacionadas con “hechos” en el sentido de que la pregunta qué generalmente da como resultado una variedad de posibles respuestas, y la pregunta acaso es busca seleccionar una que se “ajuste”. La gran diferencia yace en la ma- nera en la que la respuesta se “ajusta” a las preguntas y a los da- tos que presenta la situacién. Si bien las preguntas relacionadas con “hechos” buscan ave- riguar algo que ya ha ocurrido, las preguntas sobre “actos” buscan provocar algo que atin no ha ocurrido, nuestra propia accién.’ ‘Esto convierte a la tarea de lograr un “acoplamiento” entre la res- puesta, la pregunta y los datos en algo m4s complejo. Los capitu- los subsecuentes de este libro estarén dedicados a ayudarnos a comprender cémo lograr esto. Por ahora, sin embargo, algunas de estas observaciones deberan ayudarnos a obtener una idea gene- ral acerca de los diversos tipos de preguntas involucradas en la accion moral. E] impulso basico de las preguntas relacionadas con cémo “ac- tuar” es idear estrategias para la accién que atin no ha ocurrido. Si bien otras han salvado a personas que se ahogan anteriormen- te, la pregunta sobre cémo actuar es totalmente concreta y per- sonal; plantea si debo hacer tal cosa en esta situacién, ahora o en el futuro mds inmediato. Sin embargo, las preguntas sobre cémo “actuar” sf se ocupan del pasado y del presente. La ética fre- cuentemente hace un escrutinio de acciones pasadas para separar el éxito del fracaso y lo correcto de lo incorrecto. Es importante *Acerca de la futura orientacién de las preguntas morales, véase Percepcidn, capitulos 18.2.3 y 18.2.4; véase también Melchin, “Etica en Percepcién”. 38 = Parte uno. Gonocimiento moral notar, sin embargo, qué estamos haciendo en dicho proceso de es- crutinio. La preocupacién que impulsa la evaluacién moral de una accién pasada no es una preocupacién por establecer hechos. Al contrario, deseamos regresar con el pensamiento a esa accién pa- sada y determinar por qué alguien eligié ese curso de accién en aquel entonces, de tal manera que este razonamiento nos pueda guiar en nuestros hechos actuales. Decir que algo fue “correcto” es decir que la persona “debidé haber hecho eso”, que esta accién futura debié haberse hecho en aquella ocasién, y que en casos si- milares en el futuro debemos actuar de igual manera. Es la inquie- tud por la accién futura, lo que le confiere al cuestionamiento mo- ral su caracteristica distintiva. Cuando formulamos y respondemos a preguntas sobre cémo “actuar”, estamos comprendiendo y juzgando los valores mora- les.!° Los valores que son heredados de generacién en generacién y se ensefian a los nifios son respuestas comprobadas y acertadas a las preguntas acerca de cémo “actuar” que ayudan a desempe- fiarnos en situaciones futuras de manera que se “adapten” a los tequisitos generales de la sociedad. Tales valores nos proporcio- nan estrategias para la convivencia con otras personas. Aunque hemos presentado preguntas sobre cémo “actuar” como un segui- miento a las preguntas relacionadas con “hechos”, generalmente nos movemos en ambas direcciones durante nuestra interroga- cién. Cuando conocemos los hechos, nos sentimos persuadidos a actuar de una u otra manera. Conforme descubrimos lo que otros han valorado en el pasado, y lo que nosotros también valoramos, a menudo regresamos a nuestra evaluacién acerca de los “hechos” para encontrar realidades que anteriormente estaban ocultas a nuestra vista. Las inquietudes acerca del valor o la “accién”, por tanto, impulsan esta busqueda de los hechos. Cuando nuestras inquietudes se ven transformadas, a menudo nos vemos obliga- dos a regresar a la pregunta acerca de los “hechos” en busca de datos nuevos, con nuevas preguntas, guiados por nuevos presen- timientos. Las preguntas sobre cémo “actuar” (tanto del tipo gué como del tipo acaso es) revelan un paso adicional dentro de la cadena de operaciones de la accién moral. De la misma manera que las pre- guntas relacionadas con “hechos” nos inquietan en situaciones de responsabilidad moral, igualmente sucede con las preguntas so- bre cémo “actuar”. Esto se debe a que la meta de las preguntas "Para una discusién acerca de los diversos elementos involucrados en los juicios de valor, véanse Vertin, “Juicios de valor”; Melchin, “Etica en Percepcidn’, e Historia, ética y probabilidad emergente, pp. 195-199. Gap. 1. Ba experiencia de la responsabilidad 39 sobre cémo “actuar” no es simplemente un conocimiento moral; es una accién moral. La ultima etapa en la secuencia o el esquema involucra un tipo totalmente nuevo de cuestionamiento, uno que no busca conocimiento, pero que, sin embargo, es un cuestiona- miento por derecho propio. Esta ultima etapa es la exigencia o la motivacion de “jhacerlo!”."' Quizé pensemos que la palabra “cuestionamiento” es inapro- piada para la etapa de hacerlo. Sin embargo, si hacemos un andli- sis mds profundo, podemos apreciar que esta etapa es similar a las otras operaciones de cuestionamiento. Primero, experimenta- mos un impulso que nos mueve a actuar. Segundo, obtenemos re- sultados tnicamente cuando proseguimos con la exigencia o el cuestionamiento. Tercero, existe un elemento de indeterminacién o incertidumbre, ya que no hay garantia de que pondremos la ac- tividad en marcha o que llegaremos hasta el final y alcanzaremos el objetivo deseado. Finalmente, la decision moral requiere que nos preguntemos “sf o no”. gLo haré 0 no lo haré? Cuando nos decidi- mos, la pregunta se responde; se procede a la accién. Lo que es claramente diferente acerca de nuestras preguntas durante la etapa de hacerlo es que no obtenemos tinicamente el conocimiento (ya sea conocimiento objetivo o conocimiento mo- ral). Si estoy preocupado tinicamente por lo que sé (“Voy a actuar con base en esto 0 no?” “jQuiza si, quizd no!”), puedo tener ese co- nocimiento sin tomar medidas al respecto. Sin embargo, éste real- mente no serfa conocimiento acerca del futuro, sino un conoci- miento acerca de cémo soy, mis habitos o virtudes, si soy el tipo de persona que acttia de esta manera. Este conocimiento no in- volucra la exigencia o el impulso para “hacerlo” que es esencial para la toma de decisiones. Cuando decidimos algo, transforma- mos el conocimiento moral en realidad al elegir las respuestas de las preguntas sobre cémo “actuar” (“jEsto es lo que definitivamen- te debo hacer!”) y ponerlas en marcha. Cuando hacemos esto, estamos respondiendo a una exigencia interna que nos dice que nuestra actividad debe ser congruente con nuestro conocimiento: gtenemos integridad?, gestamos dispuestos a vivir de acuerdo con muestras convicciones? En resumen, podemos decir que la acci6n moral no es un solo movimiento desde el pensamiento hasta la accién, sino que es una cadena o esquema complejo de operaciones, cada una de las cua- les es motivada por un tipo definido de cuestionamiento. La pre- gunta operativa es la que le otorga a cada etapa en el proceso sus “'Bsto es lo que Lonergan denomina la “decision”. Véanse Percepcién, capitulo 18.2.5; Método, capitulo 1.2. 40 = Parte uno. Gonocimiento moral caracteristicas distintivas y especifica los requisitos que debe cum- plir esa operacion. A diferencia de las fuerzas que impulsan un motor o una computadora, este cuestionamiento no asegura ni que podamos llevar a cabo la operacién o que podamos alcanzar el éxito. La exigencia del cuestionamiento es una necesidad, fuerza 0 poder muy definido. A pesar de que es un impulso hacia una meta, esa meta no esta definida o determinada de manera precisa. Para comprender la ética es necesario poder percibir las caracte- risticas tnicas de esta exigencia o impulso, ya que es diferente de Ja mayoria de las fuerzas con las que nos enfrentamos en la vida. Dos tipos de preguntas surgen en nosotros: la relacionada con el “hecho” y la de como “actuar” o de valor. Para actuar, debemos conocer los hechos. Sin embargo, nuevas estrategias para tomar accién nos pueden lanzar a la bisqueda de nuevos hechos. Tanto en el cuestionamiento de cémo “actuar” como en el de los “hechos” encontramos otra divisién. Las preguntas qué evocan infinidad de respuestas. Si deseamos saber, debemos preguntarnos, “jacaso es esto?”, o “ges esto correcto?”. Estas preguntas examinan las posi- bles respuestas en busca de vinculos con la pregunta y la eviden- cia. Finalmente, el conocimiento moral apela a la accién moral, pero eso no necesariamente significa que tomaremos medidas. De manera que permanece la pregunta de si actuaremos de manera congruente con nuestras deliberaciones. Aqui podemos resolver el tema de la integridad, el paso final dentro del esquema de la res- ponsabilidad moral, inicamente si nos entregamos a esta exigen- cia y actuamos. HORIZONTES, CULTURAS Y CONVERSIONES En siglos recientes, hemos descubierto una importante carac- teristica del conocimiento y la responsabilidad que ha cambiado Ja manera en la que comprendemos la vida moral. Esta es una caracteristica que denominamos “horizontes morales”. El térmi- no “horizonte” generalmente se refiere a los limites de lo visible desde un determinado punto de vista.” Sin embargo, los horizon- tes no sélo son visuales, sino que también son morales 0 éticos: desde nuestra posicién particular o punto de vista nos encontra- mos con limites en torno a los que podemos valorar o apreciar habitualmente. "La discusién de Lonergan acerca de los “horizontes” se encuentra dispersa en sus diversos trabajos. Para leer una discusi6n introductoria, véanse Método, 77, pp. 220-224 y 235-237, y Temas sobre educacién, 88-91. Gap. 1. La experiencia de la responsabilidad 41 Resulta interesante saber que los limites que definen las fron- ‘eras de nuestra 4rea de visién o valoracién no son “visibles” por sf mismos. Igual que la dinamica de la responsabilidad moral mis- na, los horizontes se encuentran més all4 de nuestro campo de sonciencia explicita. Sin embargo, ejercen un impacto drastico so- dre nuestra vida cotidiana. Y de la misma manera que sucede con a habilidad para manejar un auto o salvar a una persona que se ahoga, notamos estos horizontes cuando las cosas salen mal. A menudo descubrimos nuestro horizonte moral cuando co- aocemos a alguien de una cultura diferente. Si usted ha tenido que convivir con personas de otra cultura, indudablemente ha no- rado que parecen tener prioridades diferentes o valorar algunas zosas en exceso. Otras, que consideramos importantes, no parecen importarles en absoluto. Es como si estuvieran viviendo alrededor de un centro diferente. Quiz4 prestan muy poca atencién a podar 2l césped o pasan demasiado tiempo con sus parientes (quienes siempre estacionan sus autos en el estacionamiento de usted). Qui- z4 muestran muy poco interés cuando su gato desentierra sus flo- ves, o dedican demasiado tiempo a cocinar (con todos esos olores terribles). Al reflexionarlo, lo que estamos viendo en dichas situaciones (si somos honestos con nosotros mismos) no simplemente son sus horizontes morales y culturales, sino los nuestros también. En- contramos que ambos no “encajan”, dado que los aspectos invisi- bles de nuestros horizontes se encuentran en oposicién con las caracteristicas visibles de ellos. Lo seguro es que esta oposicién es inquietante. Si podemos trascender més alla de Ja irritaci6n inicial y nos preguntamos a nosotros mismos qué, en nuestra vida, esta contrastando con la de ellos y por qué valoramos nuestro estilo de vida, podemos comenzar a identificar el terreno y las fronteras de nuestros propios horizontes morales. Si hacemos esto de una forma sincera, encontraremos algunos resultados sorprendentes, incluyendo, quiz4, un cambio sutil de estas fronteras y la reestruc- turacién del terreno en nuestra vida. El autoconocimiento puede conducir al verdadero crecimiento dentro de la madurez moral. Los horizontes marcan la diferencia entre lo que apreciamos y valoramos, y aquello que consideramos secundario, irrelevante © inapropiado. Hacemos estas divisiones de dos maneras. Pode- mos permitir que las inquietudes secundarias entren a nuestra Area de atencién consciente, pero haciéndolas a un lado. Sin em- bargo, sucede con mayor frecuencia que los horizontes bloquean por completo lo secundario. Desechamos del drea de nuestra aten- cién consciente lo “secundario”, “irrelevante” 0 “inapropiado”, y lo relegamos a un limbo inaccesible. En este segundo caso, lo que 42 = Parte uno. Conocimiento moral bloqueamos no son simplemente datos o respuestas a preguntas, sino, mas significativamente, la misma capacidad 0 habito para interesarnos en formas respetables de vivir. Esa separacién suce- de, por ejemplo, cuando los soldados que estén traumados por una guerra se encuentran a si mismos sin las herramientas para sobre- vivir durante la paz, sin la capacidad de interesarse en las cosas que otros valoran. Cuando los horizontes funcionan de esta mane- ra, se convierten en algo doblemente invisible: no sélo pasan inad- vertidos, colgados como una cortina de fondo en nuestro paisaje mental, sino que también bloquean el terreno que podria revelar- nos dénde se encuentran. Mientras las personas de culturas diferentes pueden apreciar la diversidad de sus horizontes morales de manera bastante facil, sus amigos y seres queridos con entornos similares tienen mas di- ficultad para detectarlos. A menudo es en situaciones de conflicto o discusién donde podemos observar diferencias en los horizontes morales. En la mayorfa de las discusiones, las partes se centran por completo en sus propias y firmes posturas. Sin embargo, de- tras de estas posturas, yacen los horizontes de preocupacién y va- lores que los cimientan." Debido a que los horizontes morales ope- ran antes de que comencemos a pensar, como fondo a nuestras propias posturas, generalmente son lo ultimo que consideramos en una discusién. Consecuentemente, nuestros horizontes mora- les a menudo desechan esponténeamente los intereses que motivan a la otra persona. Para lograr una solucién, es necesario valorar justamente aquello que nuestro horizonte esta bloqueando. Esto también se aplica para la otra persona. Si alguna vez tenemos €xi- to en trascender este punto muerto, a menudo se debe a que los eventos, gestos o acciones (mas que las palabras) logran atravesar el horizonte para mostrarnos que un interés apreciado por ellos merece ser valorado. Cuando analizamos el fendmeno de los horizontes morales, en- contramos tres esferas del valor:'* i) Lo conocido. Aqui, por supuesto, lo “conocido” no simplemen- te implica respuestas a las preguntas relacionadas con “hechos”, sino que también responde a preguntas de “actos” o de valor. Hemos llegado a conocer, comprender e interesarnos en valores »Existe una fascinante presentacién acerca de esta distincién entre la postura y las preo- cupaciones subyacentes y su relevancia en relacién con los conflictos, véase Chery! A. Picard, Manual de entrenamiento de mediacion practica, Carleton University Press, Ottawa, 1993. “Ese concepto fue tomado de Lonergan, Temas sobre educacién, 88-91. Véase también Walter Conn, Conciencia: desarrollo y autotrascendencia, Religious Education Press, Birmin- gham, 1981, pp. 127-130. Gap. 1. Ba experiencia de la responsabilidad 43 particulares asi como en antivalores, es decir, en aquello que sa- bemos que esta mal. ii) Lo conocido desconocido. Esto parece una contradiccién, pero de hecho todos nosotros lidiamos regularmente con situacio- nes que no hemos logrado comprender o hacer propias, pero que sabemos que son una parte del fondo de conocimiento comtin. De modo que, dentro de la esfera de la ética, quiz4 no comprenda- mos los temas sobre justicia en conflictos internacionales, pero sf sabemos que las agencias internacionales han formulado paréme- tros de conducta para paises asociados y podemos interesarnos en sus metas y objetivos. iii) Lo desconocido desconocido. Esta es la region que yace completamente més alla de nuestros horizontes de conocimiento e interés; aqui ni siquiera podemos formular las preguntas. Nues- tra ignorancia en este 4mbito puede causar la mayor conmocién dentro del andlisis y la accién moral, particularmente si permane- cemos inconscientes 0 nos negamos a reconocer esta ignorancia. El horizonte moral més significativo es la frontera entre lo cono- cido desconocido y lo desconocido desconocido. Al proceso por el cual los horizontes retroceden para aceptar elementos que previamente se encontraban mas alla de nuestra imaginacién, lo denominaremos conversién." Las tradiciones reli- giosas hablan de la conversién religiosa, pero la conversion a la cual nos referimos aqui no necesariamente involucra elementos religiosos explicitamente, sino que se refiere a cualquier situacién en la cual los horizontes de nuestra vida son trastocados. La conversién no significa simplemente que comencemos a imaginar nuevas cosas como objetos de nuestro interés y preocu- pacidn, sino que estos objetos van a reorganizar nuestro paisaje mo- ral. Conforme descubrimos nuevos valores, le damos una mayor prioridad a las viejas acciones y las viejas memorias adquieren un nuevo significado, y acciones previamente consideradas importan- tes se ocultan bajo las sombras de la insignificancia. Las cosas fa- miliares se vuelven extrafiamente nuevas, las recién descubiertas, ansiosamente anheladas en el pasado, se vuelven tediosas e irrele- vantes. Comenzamos a sentirnos torpes haciendo cosas familiares porque hemos descubierto una nueva dimensi6n para ellas que Lonergan presenta el tema de la “conversién” en Método, capitulo 10.2 y en otros ensayos. Para leer sobre la nocién de la “conversi6n” en Lonergan y otros autores, véanse Walter Conn, Conciencia, y Walter Conn (ed.), Conversién, Alba House, Nueva York, 1978. Véanse también varios otros ensayos sobre el tema publicados por escolares de Lonergan en las diversas colecciones enumeradas en las “Fuentes seleccionadas acerca de la ética en el trabajo de Bernard Lonergan”, al final de este libro, p 147. 44 = Parte uno. Gonocimiento moral previamente habfamos ignorado o subestimado. Las cosas imposi- bles se vuelven posibles. Este retrato presenta un aspecto demasiado rosa de las cosas; en la vida real, la mayorfa de las conversiones o transformaciones no son la reorganizacién de nuestra vida entera, sino que son par- ciales y a menudo ocurren gradualmente. Ademas, la conversién requiere de lucha: aunque los efectos de la conversion pueden ser asombrosos y liberadores, el proceso generalmente es bastante do- loroso. Los horizontes morales excluyen los elementos de nuestra busqueda consciente de razones: sin un orden psiquico basico den- tro de nuestra vida nos volveriamos locos. Estar abierto a la con- versién significa arriesgarnos a sufrir un colapso en esta area. Si deseamos crecer como personas adultas, debemos reconocer que esta dolorosa reorganizacién siempre sera parte de nuestra vida. SENTIMIENTOS Y VALOR MORAL Debemos abordar un tiltimo tema antes de examinar las carac- teristicas del conocimiento moral con detalle. Este es el tema de los sentimientos. A menudo, en nuestra sociedad la ética se repre- senta como una conviccién moral que expresa nuestros sentimien- tos hacia las cosas. Los filésofos se han referido a la ética como “sentimientos morales” y, en algunos casos, han argumentado que los principios éticos no expresan sino nuestros sentimientos hacia las cosas. Si las cosas valen, se debe a que les hemos atribuido sen- timientos de valor. Nuestros sentimientos morales son diversos, y se argumenta que tenemos un derecho democratico sobre ellos. Algunos incluso dirfan que no existe un contenido objetivo en la ética mas alla de los sentimientos evocados en nosotros y expre- sados en un lenguaje moral." Esta filosoffa o suposicién es bas- tante preponderante en nuestra cultura y a menudo nos conduce a una mala interpretacién de la responsabilidad moral. Al igual que la mayoria de las posturas o argumentos filos6fi- cos, esta perspectiva surgié histéricamente como reaccién a otra y fue formulada para corregir los problemas o excesos de la mis- ma. Este otro concepto consistia en que los valores morales de- rivan su significado y verdad a partir de un orden universal obje- tivo, donde la humanidad desempefia un papel de autoria muy pequefio, y al cual nos debemos adaptar por medio del discerni- “Para una extensa discusi6n critica acerca del “emotivismo” y su herencia histérica, véase Alasdair MacIntyre, Después de la virtud, 2a. ed., University of Notre Dame Press, Notre Dame, 1984. Gap. 1. Ba experiencia de la responsabilidad 45 miento de la légica del “gran disefio”. Dentro de esta perspectiva, los sentimientos correspondian al nivel mas bajo de la vida hu- mana (en gran medida, porque se pensaba que esta era la esfera de lo “femenino”): este era el nivel compartido por las bestias, el nivel que siempre debia verse dominado por el intelecto. Para corregir esta perspectiva, los opositores hicieron dos ob- servaciones: i) La humanidad desempefia un papel significativo en el es- tablecimiento de los disefios histéricos y culturales, y so- mos responsables por hacer esto correctamente. ii) Lo que crefamos era el dominio de los sentimientos era, en gran medida, la perversién de los mismos."”” Si vamos a tomar responsabilidad por la historia, decfan ellos, debfamos reconocer y cultivar la esfera de los sentimientos para colocarlos nuevamente en la direccién correcta. Al igual que con todas las revoluciones, sin embargo, ésta co- menz6 a devorar a sus propios hijos. Lo que primero se expres6 como una correcci6n a un error en otra postura, se mitificé como un principio absoluto. Los sentimientos ya no eran tan solo parte de la ética: ahora se les debfa considerar la totalidad de la ética. Si bien es cierto que las nociones de objetividad expresadas por los oponentes anteriores ciertamente debfan ser corregidas, los nue- vos enfoques “emotivistas” tomarfan el paso audaz de repudiar completamente la “objetividad” moral de los valores que son obje- to de nuestros sentimientos. Por tanto, actualmente vivimos en el escombro dejado por esta batalla histérica. ¢Qué, entonces, debemos hacer con los sentimientos y su pa- pel en el conocimiento y objetividad morales? Como punto de partida, podemos hacer una serie de observaciones verificables en nuestra propia vida. Primero, en los ejemplos ofrecidos anteriormente, descubri- mos que los sentimientos evocan y animan a las diversas opera- ciones en el cuestionamiento moral. Efectivamente, experimen- tamos la exigencia o el impulso de la responsabilidad moral en si como un sentimiento fuerte, y cada una de las operaciones dentro de la interrogacién y la accién morales estén cargadas con un sen- timiento distintivo propio. "Lonergan analiza este proceso de dar forma a la historia responsablemente como una actividad de significado, y diferencia las funciones “eficientes” y “constitutivas” de sig- nificado en la historia. Véase Método, pp. 77-78. Acerca de la necesidad de reconocer y aceptar nuestros propios sentimientos para una autenticidad moral, véase Lonergan, Mé- todo, pp. 30-34. inet = 46 = Parle uno. Gonocimiento moral Sin embargo, hay varios tipos de sentimientos, y no todos de- sempefian el mismo papel dentro del conocimiento y Ja accién mo- ral. En Jas operaciones ya descritas, los sentimientos pueden deno- minarse autotrascendentes. Apuntan mas alla de si mismos y enfocan. nuestro interés en sus objetos, transportandonos fuera de nosotros mismos, hacia la esfera de operaciones que buscan el conocimiento y la accién moral. Cuando respondemos a preguntas relacionadas con “hechos” y “actos”, lo hacemos con sentimiento, pero éste no es el criterio para la validez moral del conocimiento y de la accién. Segundo, existe otra clase de sentimientos moralmente relevan- tes que si desempefian un papel mds importante dentro del conoci- miento y la accién moral, pero, nuevamente, no agotan ni los crite- rios ni el significado de las exigencias morales. A estos sentimientos se les puede denominar “respuestas intencionales a los valores”."” Con frecuencia, actuamos con base en algo semejante a una premo- nicién, un deseo o un temor. No podemos explicar estos sentimien- tos, ni tampoco podemos validarlos. A menudo ni siquiera los pode- mos expresar con las palabras correctas. Sin embargo, nos llevan hacia una direccién especifica, hacia un valor que, al principio, no podiamos explicar. Y en el proceso de comprensién moral, a me- nudo comenzamos a descubrir el valor hacia el cual nos dirigfa el sentimiento, el cual actué como un mecanismo de gufa. Una vez que conocemos el valor y nos apropiamos de él, el sentimiento permane- ce con el fin de dirigir nuestros pensamientos y acciones. En casos como éste, el sentimiento no hace al valor, sino que simplemente lo descubre por derecho propio. Uno de los proble- mas con los sentimientos es que pueden ser confundidos, y la uni- ca manera en que podemos averiguar esto es formulando y res- pondiendo a preguntas para obtener un conocimiento moral. Si deseamos cultivar virtudes, debemos cultivar sentimientos moral- mente elevados. Sin embargo, en el andlisis final, el objetivo del sentimiento puede ser reconocido y verificado como tal tnica- mente por medio de las operaciones del conocimiento moral. RESUMEN ¢Adénde nos han Ilevado estas reflexiones? Vamos a hacer un inventario de las observaciones que hemos realizado en esta jor- nada inicial hacia la autocomprensi6n. “Mark Doorley presenta una discusin extensa acerca de los diversos tipos de sen- timientos y sus papeles dentro de la ética de Lonergan en El lnigar del corazén en la ética de Lonergan, University Press of America, Lanham, Md., 1996. "Véase Lonergan, Método, pp. 30-34. Cap. 1. Ba experiencia de la responsabilidad 47 Nuestra primera observaci6n se refirié a la exigencia de la res- ponsabilidad moral; ésta no proviene de nuestro entorno, surge como una demanda o dinamismo cargado de sentimiento que bro- ta de nosotros mismos y que nos impulsa hacia fuera para intere- sarnos 0 preocuparnos por la accién en relaci6n con las personas, cosas y eventos en el mundo. Esta dindmica interna no pronuncia la tltima palabra acerca del bien o el mal moral, pero si pone en marcha las operaciones subsecuentes de reflexién y evaluacién que llevaran a cabo esta tarea. No se trata de una “causa” inevita- ble que sistematicamente produce un “efecto”, sino que es una exi- gencia o inclinacién que puede ser atendida 0 ignorada, cultivada 0 sofocada, pero que también puede llevar a cabo las mismas ope- raciones de reflexién y toma de decisiones que nos conducirian a atenderla, ignorarla, cultivarla 0 sofocarla. Nuestra segunda observacion se refirié a las operaciones de sig- nificado moral que son detonadas por la exigencia de responsabi- lidad. En cualquier caso, el conocimiento moral no es un acto indi- vidual, sino un grupo o cadena de cinco actos bien definidos que funcionan juntos para Ilevarnos hacia el conocimiento y la activa- cién del valor: los actos de comprender y juzgar los hechos; los ac- tos de comprender y juzgar el valor, y el acto de decision. La forma caracteristica de estas operaciones es la del cuestionamiento, que al igual que la exigencia de la responsabilidad moral, nos es pre- sentado como una demanda urgente que debe ser aceptada o recha- zada, y no como una “causa” mecanica que produce “efectos” ine- vitables. Al seguir estas exigencias y cultivar las habilidades para reaccionar en diversas dreas de experiencia moral, desarrollamos una gama completa de aptitudes para la accién moral responsable. Hicimos una tercera observacién sobre el tema de los horizon- tes morales. Las operaciones de significado moral no producen significados individuales, aislados, producen grupos de significa- dos que forman enteros coherentes. También establecen patrones de anticipacién que dirigen actos adicionales de cuestionamiento. Estos enteros coherentes 0 campos de significado moral tienen fronteras u horizontes que limitan preguntas y, consecuentemen- te, lo que podemos saber. Mas relevante para la vida moral, deli- mitan el alcance de aquello que normalmente nos interesa. Po- demos ver las limitacion es de los horizontes cuando éstos se colapsan, y nos encontramos experimentando e interesandonos en cosas que previamente habiamos bloqueado. Este proceso de “conversién” puede suceder con poca frecuencia, pero también se le puede fomentar y cultivar de tal manera que podamos llegar a vivir con la expectativa de nuevos encuentros con lo “desconocido, desconocido”. 48 = Parte uno. Conocimiento moral Nuestra ultima observacién se refirié a los sentimientos. En- contramos que, al principio, éstos desempefian un papel importan- te y una serie de funciones intermedias en el conocimiento moral, y que todas las operaciones del cuestionamiento moral, incluyen- do la exigencia basica de la propia responsabilidad, estan llenas de sentimiento. Sin embargo, también observamos que algunos sentimientos van mas alla de sf mismos: nos conducen a formular preguntas para que podamos descubrir y evaluar sus objetivos. Los senti- mientos de este tipo -respuestas intencionales a los valores— nos llevan, por medio de las diversas operaciones de cuestionamiento moral, hacia el descubrimiento y la actualizacién de valores pre- viamente desconocidos, y permanecen, manteniéndonos enfoca- dos en los valores que nos hemos apropiado. Si estas observaciones nos colocan en el camino del autodes- cubrimiento, atin existe una gran cantidad de preguntas sin res- puesta. Las mds prominentes de éstas se refieren al caracter de conocimiento moral en si. ¢Qué significado tiene decir que algo es valioso, que algo es correcto, que una accién es buena? {Qué sabe- mos cuando conocemos el valor? ¢Cémo sabemos cuando hemos alcanzado dicho conocimiento? En el siguiente capitulo abordare- mos estas preguntas. Nuestra meta es construir a partir de estas ideas y proseguir con la labor de prestar atencién a nuestras expe- riencias personales de conocimiento moral. Sin embargo, en la si- guiente fase de nuestra investigacién veremos una dimension de experiencia moral que representa un desafio distinto a nuestro método de autodescubrimiento: la dimensi6n de la sociabilidad. 2 La estructura social del conocimiento Ly lguna vez ha estado en un banco cuando lo estaban 3g asaltando?, o quizé alguien entré a su casa, o le roba- SO OD ron la cartera o billetera en la calle. Quiz usted era empleado de una tienda y tuvo que enfrentarse al arma de un ladron. ¢Fue usted una de las personas en el banco que tuvo que lanzarse al suelo? ¢Recuerda el terror? ¢Se sintié tentado a hacer algo heroico o posiblemente esttipido? ¢O traté de volverse invisible como hice yo? Seguramente le impacté la diferencia en- tre la television y la vida real. Esto no tenia el encanto de la fic- cin, sino el horror de la realidad. Si su experiencia fue similar a la mia, jfue horrible! Mas que esto, sus sentimientos de horror e indignacién estaban basados en algo real. jHay algo injusto en lo que hicieron los ladrones! Ah si, quizA usted haya obtenido algo bueno a partir de la experien- cia, tal vez le ayud6 a obtener perspectivas profundas acerca de los factores sociales que conducen a tales crimenes. Estas pers- pectivas le dan una complejidad moral a este episodio de su vida. Quiza usted haya batallado con sentimientos de culpa por no ha- ber hecho algo para prevenir o detener el crimen. Quiza hasta descubrié que hubo factores mitigantes, que el suceso no fue sim- ple y sencillamente un robo, sino una realidad moral mds com- pleja que involucraba los esfuerzos de los ladrones por ayudar a otros con mas necesidades. Sin embargo, en medio de esta com- plejidad atin permanece una clara realidad moral: existe algo in- 50 9 Parle uno. Conocimiento moral trinsecamente malo en el acto de robar. Usted sabe esto. Claro que todos lo sabemos. Si usted ha tenido una experiencia como ésta, quiz4 se haya detenido a pensar acerca de su conocimiento moral. ¢Qué clase de valores posee, cuando sabe que el robo es algo malo? ¢En qué consiste este conocimiento moral? ¢Cudles son algunas de sus ca- racteristicas?! El conocimiento moral nos es bastante familiar y comuin. Todos tenemos experiencias de conocimiento moral confia- ble. Siempre y cuando seamos sinceros, especialmente después de circunstancias como un robo, no dudamos en decir que esta con- ducta es mala. Ciertamente nos preguntamos cémo es que hemos logrado este conocimiento con respecto a casos complejos, pero esto no cambia nuestro conocimiento moral basico en relacién con el robo. Robar es una conducta err6nea. ¢Qué tipo de conoci- miento es éste? ¢De qué manera es diferente éste del conocimiento de los hechos? Este tema nos ocupara en el presente capitulo. Para cuestionar esto comenzaremos con unas cuantas observa- ciones acerca del acto de robar. Con el fin de que todo quede claro, pasaremos a hacer tres conjuntos de contrastes. A veces pensamos acerca de Ja ética en imagenes que son engafiosas. Esto sucede frecuentemente en todas las dreas de la vida. Por ejemplo, si es- tuviéramos tratando de reflexionar en torno a la excelsa pregunta: “¢Cual es la naturaleza humana?”, seria util si comenzéramos por observar que los humanos no somos iguales a las piedras; somos diferentes de la lechuga y, a pesar de algunas similitudes inicia- Jes que podamos apreciar en otras personas que conocemos, somos muy diferentes de los ratones y los pollos. Ver estas diferencias desde el comienzo impide que las respuestas a futuras pregun- tas caigan dentro de lo absurdo. Para orientar la discusién en la direccién correcta, comenza- remos con tres observaciones acerca de lo que no es el conoci- miento moral. Esto nos permitira decir lo que es la moral: el co- nocimiento moral no es una cualidad, sino una direccién de cambio; no se trata de actos individuales, sino de las relaciones entre ellos, y no es una accién en aislamiento, es convivir con otras personas. "Esta es la linea de cuestionamiento que dirige el estudio general de Lonergan acerca del conocimiento humano. En lugar de preguntar si el conocimiento alguna vez ocurre, Lonergan acepta el hecho de que a veces alcanzamos conocimiento confiable y se pre- gunta acerca de las caracteristicas de los actos que lo producen y de las caracterfsticas del conocimiento que se ha alcanzado. Véase, por ejemplo, “Introduccién”, en Percepcion, pp. 12-24.

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